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de los discursos y de los campos de saber sobre el que es ne- cesario insistir, ya que afecta muy directamente a todas las consideraciones que puedan hacerse a propósito del con- cepto de corporalidad. La propuesta del pensador francés es tajante: no hay objetos previos al discurso. Es la misma ac- tividad discursiva la que articula la forma de mirar el objeto, las acometidas posibles desde una determinada episteme, los juegos de lenguaje que pueden emplearse para hablar sobre algo, las estrategias de la palabra. Como en el cuadro de Las Meninas, en donde el propio pintor nos mira para dejar rigurosa constancia de la posición que hemos de ocupar delante del cuadro, la realidad nos observaría de forma inquisitiva para concedernos ese lugar —este cuerpo— desde donde acceder a las cosas. Antes de todo esto, el ob- jeto no existe como tal —es algo acategorial, asignificante, impensado— y será la práctica discursiva aquello que dote de continuidad, identidad y solidez a la materia: ésta se opaca hasta hacerse visible a los operadores de la razón. No podemos hablar de lo que carece de contenido, como con- sideró siempre la filosofía foucaultiana. Y es por ello por lo que, en su tarea arqueológica, en la excavación discursiva que lleva a cabo a lo largo de su dilatada carrera, el trabajo se haya dirigido a una catalogación del catálogo, a una re- composición de las numerosas capas de composición, a una indagación geológica del pensamiento que examina cada es- trato, cada piedra, las fallas, las fisuras y discontinuidades del terreno, pero que no se atreve, una vez que ha codifi- cado cada estría o estrategia de poder, a hablar de ese vacío que queda al fondo. No importa que después de desalojar toda la arena caída sobre un fenómeno éste se aparezca vacío, o vaciado, como un hueco o una ausencia: el estudio arqueológico de Foucault debe dar el último paso y analizar el hueco que deja todo lo examinado, la ausencia que su- pone cada objeto de estudio para la arqueología, el centro vacío, el pozo ciego que se aparece tras la pesquisa geoló- gica por las estratificaciones de un territorio del saber. Ni el veteado dibujo de los discursos, ni la arenisca de las pala- bras, sino el vacío que hace de cualquier objeto una tacha- 21

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de los discursos y de los campos de saber sobre el que es ne-cesario insistir, ya que afecta muy directamente a todas lasconsideraciones que puedan hacerse a propósito del con-cepto de corporalidad. La propuesta del pensador francéses tajante: no hay objetos previos al discurso. Es la misma ac-tividad discursiva la que articula la forma de mirar el objeto,las acometidas posibles desde una determinada episteme, losjuegos de lenguaje que pueden emplearse para hablar sobrealgo, las estrategias de la palabra. Como en el cuadro de LasMeninas, en donde el propio pintor nos mira para dejar rigurosa constancia de la posición que hemos de ocupar delante del cuadro, la realidad nos observaría de forma inquisitiva para concedernos ese lugar —este cuerpo—desde donde acceder a las cosas. Antes de todo esto, el ob-jeto no existe como tal —es algo acategorial, asignificante,impensado— y será la práctica discursiva aquello que dotede continuidad, identidad y solidez a la materia: ésta seopaca hasta hacerse visible a los operadores de la razón. Nopodemos hablar de lo que carece de contenido, como con-sideró siempre la filosofía foucaultiana. Y es por ello por loque, en su tarea arqueológica, en la excavación discursivaque lleva a cabo a lo largo de su dilatada carrera, el trabajose haya dirigido a una catalogación del catálogo, a una re-composición de las numerosas capas de composición, a unaindagación geológica del pensamiento que examina cada es-trato, cada piedra, las fallas, las fisuras y discontinuidadesdel terreno, pero que no se atreve, una vez que ha codifi-cado cada estría o estrategia de poder, a hablar de ese vacíoque queda al fondo. No importa que después de desalojartoda la arena caída sobre un fenómeno éste se aparezcavacío, o vaciado, como un hueco o una ausencia: el estudioarqueológico de Foucault debe dar el último paso y analizarel hueco que deja todo lo examinado, la ausencia que su-pone cada objeto de estudio para la arqueología, el centrovacío, el pozo ciego que se aparece tras la pesquisa geoló-gica por las estratificaciones de un territorio del saber. Ni elveteado dibujo de los discursos, ni la arenisca de las pala-bras, sino el vacío que hace de cualquier objeto una tacha-

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LA MUERTE DE ACTEON:eutelequia 04/08/11 10:38 Página 21