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Moral Martín, David Página 1/22 LA CREACIÓN DEL ENTE EFICIENTE DAVID MORAL MARTÍN Universidad Rovira i Virgili, Tarragona [email protected] 1.- Introducción La presente comunicación se enmarca dentro de un proyecto más amplio de investigación que, bajo la fórmula de tesis doctoral, analiza la presencia del otro gran comportamiento sindical olvidado: el control social que históricamente el sindicalismo ha ejercido sobre el movimiento obrero. Un amplio estudio que plantea introducir un nuevo agente controlador de la fuerza de trabajo junto al históricamente presentado como tal, cual ha sido la gestión del capital. Una aportación que se basa en la presunción de la existencia de ciertos comportamientos sindicales amables y comprensibles con dicha gestión, ocultados bajo nuevos usos en el significado del lenguaje sindical clásico. Éste texto presenta un ejemplo sobre dicho comportamiento colaborador. Para ello analizaremos el proceso de legalización e institucionalización sindical que se llevó a cabo durante la denominada transición española. Un relato situado entre los hechos de Vitoria (1975) y la aprobación del Estatuto de los Trabajadores (1980), al entender que fue el periodo donde se originó y consolidó la creación del que hemos denominado ente eficiente sindical. Una cronología a caballo entre el Plan de Estabilización y los Pactos de la Moncloa, según la conocida temporalización realizada por Joaquín Estefanía (2007). Un hecho histórico que nos permite comprobar la realidad de nuestra hipótesis de partida, al observar tanto la presencia del control social sindical, por parte del ente eficiente sindical, como su apuesta por un nuevo lenguaje sindical que justificase dicha actuación sin renunciar a nada. La necesidad de establecer cierta pax social ante un movimiento obrero visible bajo una gran conflictividad, pero dividido en diferentes centrales sindicales en pugna, dio lugar a que se entendiera urgente, por todas las partes implicadas, la construcción de sujetos socio-laborales institucionalizables, como fue el caso del que denomino ente eficiente sindical 1 , cuyo objetivo fue crear un ente sindical funcional las nuevas relaciones laborales en España. Una apuesta que planteó todo un proceso de (re)diseño 1 Algo parecido también surgió en la construcción de la CEOE, pero no es objeto del presente texto

1.- Introducción - fes-sociologia.comfes-sociologia.com/files/congress/11/papers/844.pdf · 4 Una interpretación basada en el dinero que recibió la UGT española desde la DGB (Confederación

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Moral Martín, David Página 1/22

LA CREACIÓN DEL ENTE EFICIENTE

DAVID MORAL MARTÍN

Universidad Rovira i Virgili, Tarragona

[email protected]

1.- Introducción

La presente comunicación se enmarca dentro de un proyecto más amplio de

investigación que, bajo la fórmula de tesis doctoral, analiza la presencia del otro gran

comportamiento sindical olvidado: el control social que históricamente el sindicalismo

ha ejercido sobre el movimiento obrero. Un amplio estudio que plantea introducir un

nuevo agente controlador de la fuerza de trabajo junto al históricamente presentado

como tal, cual ha sido la gestión del capital. Una aportación que se basa en la

presunción de la existencia de ciertos comportamientos sindicales amables y

comprensibles con dicha gestión, ocultados bajo nuevos usos en el significado del

lenguaje sindical clásico.

Éste texto presenta un ejemplo sobre dicho comportamiento colaborador. Para

ello analizaremos el proceso de legalización e institucionalización sindical que se llevó

a cabo durante la denominada transición española. Un relato situado entre los hechos de

Vitoria (1975) y la aprobación del Estatuto de los Trabajadores (1980), al entender que

fue el periodo donde se originó y consolidó la creación del que hemos denominado ente

eficiente sindical. Una cronología a caballo entre el Plan de Estabilización y los Pactos

de la Moncloa, según la conocida temporalización realizada por Joaquín Estefanía

(2007). Un hecho histórico que nos permite comprobar la realidad de nuestra hipótesis

de partida, al observar tanto la presencia del control social sindical, por parte del ente

eficiente sindical, como su apuesta por un nuevo lenguaje sindical que justificase dicha

actuación sin renunciar a nada.

La necesidad de establecer cierta pax social ante un movimiento obrero visible

bajo una gran conflictividad, pero dividido en diferentes centrales sindicales en pugna,

dio lugar a que se entendiera urgente, por todas las partes implicadas, la construcción de

sujetos socio-laborales institucionalizables, como fue el caso del que denomino ente

eficiente sindical1, cuyo objetivo fue crear un ente sindical funcional las nuevas

relaciones laborales en España. Una apuesta que planteó todo un proceso de (re)diseño

1 Algo parecido también surgió en la construcción de la CEOE, pero no es objeto del presente texto

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de una estructura sindical que suplantara la identidad del movimiento de los

trabajadores de cara a controlar su conflictividad.

Un cambio que hubo de ser acompañado, irremediablemente, por la creación de

un nuevo lenguaje sindical que, combinando radicalismo verbal y colaboracionismo

fáctico, intentó ocultar el viaje sindical hacia un corporativismo acrítico frente a sus

bases y restantes trabajadores. Un modelo sindical muy contestado desde países que

vivieron, caso de Italia2, o vivirán, caso de Portugal3, procesos similares. Una

construcción condicionada por un contexto europeo, y mundial, situado bajo la conocida

"crisis del petróleo" del año 1973, y que supuso situar la creación del ente eficiente

sindical español en el centro de la apuesta que el sindicalismo internacional más

conservador planteó ante dicha crisis4 (Marín Arce, 1997).

En definitiva, analizamos el proceso por el cual nuestras centrales sindicales

mayoritarias se convirtieron en estructuras eficaces, eficientes y comprensivas con "la

respuesta del capital mundial en crisis a las turbas obreras" (Roth y Ebbinghams,

2011:49).

2.- El origen del ente eficiente: Los hechos de Vitoria y la necesidad de un

sindicalismo mediador y proclive a pactos globales

2.1.- Contextualización socio-económica de la época

Entre 1960 y 1973, en España se produjo una etapa económica denominada de

“intensa industrialización”, durante la cual “se asiste a un fuerte incremento de la

producción y de la productividad del trabajo. El PIB creció a una tasa media anual del

6,6 (...), mientras los salarios reales se situaban en el 6,4, y la inflación (...) se cifraba

en el 7,3. (...), el paro oficial registrado se reducía al 2,1 (…). (...) baja incorporación

2 Mediante el movimiento del “Vogliamo tutto” italiano y su historia narrada y estudiada por Nanni Balestrini (2006),

Giachetti (2006) y Bonnano (2009) 3 La ruptura de la apuesta de la Intersindical portuguesa por la unicidade duró hasta 1978, cuando se fundó la UGT

portuguesa con los militantes, "controlados pelos socialistas e pelos partidos à sua direita [ del Partido Comunista Portugués] tendo como origem sindicatos não operários (banca, seguros, etc.)", disponible en:

http://www.ugt.pt/site/index.php?option=com_content&view=article&id=2&Itemid=4. Visitado el 21/III/13 4 Una interpretación basada en el dinero que recibió la UGT española desde la DGB (Confederación Alemana de

Sindicatos), la CIOSL (Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres), o desde los sindicatos

suecos, así como la poco clara intervención de la CIA, mediante la oscura figura del sindicalista americano Irving

Brown. También contó con apoyo económico, el de la CFDT (Confederación Francesa Democrática de

Trabajadores), la Federación de la Electricidad de la USO, abiertamente pro-UGT. Una cuestión que si bien

solamente se refleja en el presente texto, se apunta como un tema a investigar en un futuro próximo (Marín Arce,

1997)

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de las mujeres al trabajo asalariado, (...) entre el 20 y el 28% de la población activa

entre 1960 y 1975” (Ruiz Galacho, 2006:8). Una buena situación teniendo en cuenta la

visión global económica de la mayoría de las economías occidentales sumidas en la

denominada crisis del petróleo. Una crisis que empezó a producirse cuando Nixon

anunció el 15 de agosto de 1971"el final efectivo de Bretton Woods: el dólar ya no sería

convertible en oro" (Varoufakis, 2011:134).

Una situación que se produjo en un momento de gran fortaleza de los

trabajadores españoles. Fueron “tiempos en los que existía un movimiento obrero capaz

de poner en jaque no sólo los principales centros productivos, sino todo el modelo de

regulación del capitalismo industrial” (López y Rodríguez, 2010:476). Un movimiento

que hizo su presentación bajo la Ley de Convenios Colectivos de 1958, enfrentándose al

intento de la dictadura de imponer un cierto tipo de keynesianismo, al vincular el

crecimiento salarial al incremento de productividad y ofrecer, a cambio, una mínima

representación colectiva a los trabajadores, como respuesta a la intensa etapa de

industrialización. Una fortaleza que explicó cómo “a partir de 1970-71 los salarios

acabaron por desengancharse de todos los mecanismos de control y negociación

establecidos", alcanzándose un incremento del 20% en 1972 que solamente

disminuirían casi una década después (Ruiz Galacho, 2006). La respuesta patronal, ante

esta conflictividad, no se hizo esperar y se basó en una doble represión; la política,

mediante la represión estatal, y la económica, al trasladar los costes laborales a los

precios finales, produciendo una espiral salarios-precios.

Este fue el paisaje económico ante el que se encontraban los trabajadores

españoles de la década de los 70. Un movimiento que obtuvo un gran éxito en la Ley de

Relaciones laborales de abril de 1976, donde “la ofensiva obrera explica (...) la

“paradoja” de que en plena crisis económica se formulara por vez primera en el

Derecho del Trabajo español una norma legal explícitamente favorable a la

contratación indefinida” (Ruiz Galacho, 2006:9). Una victoria jurídica que expresó la

imposibilidad de su control.

2.2.- Los hechos de Vitoria y el origen del ente eficiente

El nuevo fracaso de las políticas de rentas, del periodo franquista de 1973-1975,

que intentó mantener los salarios “tomando como referencia a la inflación precedente

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(del año anterior) más algunos puntos, y con lo que pretendía frenar el aumento de los

salarios monetarios” (López y Rodríguez, 2010:476), planteó la necesidad del control

del movimiento sindical. Una apuesta que, asumida por todas las fuerzas políticas, se

hizo absolutamente evidente cuando el movimiento obrero alcanzó su punto álgido en el

año 1976, con la convocatoria de la huelga de Vitoria. una jornada que terminó con el

resultado de que “cinco trabajadores fueron asesinados y más de cien resultaron

heridos5", en la Iglesia de “San Francisco de Asís del barrio de Zaramaga

6”.

Tras la masacre de Vitoria, y las posteriores huelgas de 1976, quedó claro tanto

el dramatismo de éstas como la práctica ausencia de mediación sindical. Estas dos

cuestiones ayudaron a la creación del laboratorio político-institucional de los años

posteriores (López y Rodríguez, 2010), lo que nosotros hemos denominado: la

construcción de un ente eficiente sindical. Un ente que se empieza a configurar junto a

la constitución de la Coordinación Democrática, “organismo unitario” entre la Junta

Democrática y la Plataforma de Convergencia Democrática que surgió “tras los

trágicos suceso de Vitoria, con el fin de establecer un único organismo de toda la

oposición” (Marín Arce, 1997: 41, nota 77), cuando propuso la creación de la COS7

(Coordinadora de Organizaciones Sindicales) debido al “interés del PCE y del PSOE en

consolidar en el ámbito sindical la unidad alcanzada por las fuerzas políticas de

oposición”, si bien formalmente organizado por “las principales organizaciones

sindicales, CC.OO., UGT y USO” (Marín Arce, 1996:43).

Una Coordinadora que, instrumentalizada por el interés de los partidos políticos

mayoritarios de la izquierda antifranquista -PCE y PSOE-, ocultó un evidente deterioro

en la relaciones entre las centrales sindicales (Marín Arce, 1997). ¿Qué interés pudo

tener para dichos partidos políticos pues, frente a sus propias organizaciones sindicales

de referencia, la consolidación de dicha Coordinadora?. La explicación, que habrá de

ser refutada o no en posteriores investigaciones, tiene que ver con el coste de la

participación y la protección del futuro ente eficiente. Nuestra reflexión nos lleva a

entender dicha actuación ante la necesidad de repartir las culpas, entre las centrales

5 “J-3 a J-1. Dile a Salinas que hemos contribuido a la paliza más grande de la historia. Aquí ha habido

una masacre. Cambio”. Extracto de la conversación mantenida por las unidades de policía que

participaron en la matanza (Guindal, 2013: 81) 6 Información extraída de la propia página web de la “Asociación de Víctimas y familiares de Víctimas

del 3 de Marzo”, en www.3demarzo.org/hechos.html 7 A mediados de 1976

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sindicales participantes en la estrategia colaboracionista de la transición, para evitar no

estigmatizar exclusivamente a ninguna de ellas con el sambenito de la colaboración.

Una visión compartida en la que apostamos residió el verdadero origen del interés de la

unidad sindical, que no unicidade8, al objeto de preservar al ente eficiente.

Una estrategia que fue contestada desde Catalunya cuando se revitalizó la

Alianza sindical9 frente a las CC.OO. Un hecho que cuestiona, aún más, la apuesta

sindical por la colaboración y refuerza la teoría del testaferro político y su uso “como

instrumento unitario de lucha para conseguir la libertad sindical” (Marín Arce,

1997:51). Nuestra apuesta por la corresponsabilidad de la colaboración institucional y

la creación de la COS, como un elemento fundamental de demostración de voluntad de

cooperación, se vio reflejada en las definiciones que, de la misma, plantearon las

centrales sindicales.

Para la UGT, se trató de “exclusivamente un organismo de unidad de acción

destinado a precipitar la ruptura democrática y sindical”. Para la USO “un instrumento

muy válido para controlar el proceso de disolución de la CNS” y para CC.OO “un

instrumento de unidad de acción en la perspectiva de la unidad sindical de enorme

importancia para nosotros” (Marín Arce, 1997:51, notas 114,115 y 116). La

imposibilidad de ponerse de acuerdo con respecto a la estrategia a seguir ante la antigua

estructura sindical, supuso la verdadera vara de medir de la intencionalidad de la unidad

sindical. Entre el posicionamiento a favor de coparlas -CC.OO y USO- y la posición

absolutamente contraria a participar en ellas -UGT- se escondió la lucha por el control

del movimiento sindical que supuso el alejamiento de la unidad sindical y la evidencia

de la utilización de la COS.

La escasa intencionalidad unificadora, se ejemplificó en la convocatoria de una

jornada de paro general convocada por la COS10

, frente a la suspensión del artículo 35

de la Ley de Relaciones Laborales. Un paro que no se convirtió en una esperada jornada

de Huelga General11

“que debía de servir para imponer la ruptura” (Marín Arce,

1997:47), pero sí produjo una opinión favorable a un acercamiento entre el gobierno de

8 Al estilo del sindicalismo revolucionario portugués tras la revolución de los claveles 9 Unión de la CNT, SOC y UGT, en Marín (1977:45) 10 El día 12 de noviembre de 1976 11 Fue la jornada de lucha más importante del país en anteriores cuarenta años de dictadura

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Suárez, los partidos de la oposición y las, todavía ilegales, centrales sindicales12

.

Durante el mes de febrero de 1977 se continuaron los encuentros entres las centrales

sindicales y el entonces ministro de Relaciones Sindicales, Enrique de la Mata.

Curiosamente, la convocatoria del paro general se produjo en la reunión mantenida el

día 15 de octubre de 1976 en la COS. Una decisión que fue precedida por la mayor

huelga general conocida hasta entonces en el País Vasco, en conmemoración de la

ejecución de miembros de FRAP y ETA en 1975, por lo que, ¿quién obligó a una

demostración de fuerza: sindicatos o trabajadores?. Una pregunta que nos plantea una

duda sobre si la convocatoria de un paro general para protestar por la suspensión de un

artículo de la Ley de Relaciones Laborales y su no continuidad en una esperada Huelga

General, ¿no pudo suponer la primera de las intervenciones del ente eficiente y su

control sobre el movimiento obrero?, ¿no pudo tratarse del bautizo del nuevo lenguaje

sindical para "influir" sobre dicho movimiento?.

Nuestra interpretación es clara. Por un lado tenemos a un gobierno que

consciente de las victorias del movimiento obrero, bajo la Ley de Relaciones Laborales

favorable a la contratación indefinida, intensificó sus disposiciones contra las ventajas

de la misma, justificándolas mediante la necesaria homologación de la legislación

española a los estándares del entonces Mercado Común Europeo. Unas medidas que

“pasaba[n] por adoptar medidas de austeridad negociadas al “estilo europeo”, con

“interlocutores válidos”, que controlaran el movimiento obrero” (Ruiz Galacho,

2006:9).

Por otro lado, la demostración del conflicto, mediante el paro general, supuso la

apuesta por un hecho fundamental para la paz social: el control por la protesta del

movimiento obrero por el ente eficiente sindical. Una forma de control que invirtió los

términos clásicos de la protesta, ejemplo de nuevo lenguaje sindical, pero que consiguió

entrelazar una compleja realidad. Por un lado, la debilidad de los mecanismos de

control sobre un movimiento obrero radicalizado, y poco dispuesto a ceder, y, por otro

lado, la necesidad de establecer canales institucionales de interlocución social. Una

cuestión en la que se implicó a fondo el PCE, al apostar por “la necesidad de articular

un nuevo marco de relaciones laborales, (...) [y] también la formalización de agentes

12 Existieron reuniones anteriores a la fecha de la huelga, mantenidas entre agosto y octubre de 1976. ¿Ejemplo del

uso del nuevo lenguaje laboral que utilizó las manifestaciones para crear estados de opinión?

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sindicales “legítimos” capaces de contener la espiral sindical” (López y Rodríguez,

2010:223).

Una idea de participación institucional presente "desde la primera etapa de

refundación del movimiento sindical español a finales de los setenta", marcados por la

"institucionalización de los mecanismos de voz de los trabajadores" (Antón, 2006:55),

que confirma nuestra apuesta por: el control de la conflictividad obrera de la época, la

instauración de un interlocutor válido y la adopción de "acuerdos sustantivos" a la

baja13

. Como conclusión, entendemos que “los sindicatos, desde el mismo momento en

que se empezaron a construir, fueron el instrumento para que los trabajadores

aceptaran la austeridad y no para canalizar sus reivindicaciones” (Etzerreta,

1991:410).

3.- La legalización del “ente eficiente”: una formalización deseada

La puesta en marcha de la nueva estructura económica en España, necesitó de la

legalización de los agentes sociales para que cumpliesen con su tarea asignada. Una

cuestión que corrió a cuenta de los diseñadores del nuevo orden pre-democrático, ante

la idea, cercana, de la democracia. Las fechas, al menos, muestran una concatenación

que raya lo arquitectónico. Comenzamos en abril de 1977 cuando, en plena celebración

de la semana santa, se legalizaron los sindicatos, junto al PCE. El 15 de junio de ese

mismo año se celebraron las primeras elecciones democráticas y, finalmente, en octubre

del mismo año, se firmaron los Pactos de la Moncloa. Posteriormente, se produjo la

firma de los Pactos de la Castellana, en julio de 1978. Unos meses después, 29 de

diciembre de 1978, es publicada nuestra constitución en el BOE, donde se produce la

inserción, y el principio de la institucionalización, de los agentes políticos y sociales en

nuestra estructura social.

La “arquitectura cronológica” se agotó, poco menos de un año después de la

publicación de la constitución española, con la aprobación de la “otra” gran pata de las

relaciones laborales modernas en España: el Estatuto de los Trabajadores de 1980. Un

texto que reafirmó la necesidad de la presencia de todos los partidos de izquierda y

centrales sindicales, pues “el segundo gobierno de la UCD también necesitaría el

acuerdo con el partido principal de la oposición, el PSOE, para tramitar la segunda

13 Tal y cómo se planteó en los Pactos de la Moncloa: control de la inflación y moderación salarial

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reforma laboral que comporta la promulgación del Estatuto de los Trabajadores

(1980)” (Etzerreta, 1991:410).

¿Cómo fue posible conjugar la institucionalización del ente eficiente sindical

evitando, al mismo tiempo, la conflictividad que se suponía anexa?. Paradójicamente,

mediante la recuperación de una vieja institución del régimen que habían contribuido a

derrotar: las elecciones sindicales. Sin duda se trató de una figura que, con un marcado

carácter totalitario, “casi desconocida en el resto del mundo industrializado” (Ruiz

Galacho, 2006) la que posibilitó “garantizar mecanismos legítimos de interlocución

entre la parte laboral y la patronal [a cambio de aislar] a las empresas más combativas

y los grupos vocacionales en conflictos localizados, sectorializados, aislados, por muy

radicales que éstos pudieran ser (…) limitando (…) la representación a nivel de sector

o de industria a las agrupaciones con un mínimo de votos” (López y Rodríguez,

2010:223).

Se trató de una estrategia de entrega de la representatividad laboral a aquellas

organizaciones que tuvieran mayor número de votos, o sea a las CC.OO y la U.G.T14

y

eliminando a aquellas que no obtuviesen un mínimo -máximo- de votos. En definitiva

ambas centrales sindicales lograron monopolizar "la representación de los intereses de

los trabajadores" (García Calavia, 2012:36). Bajo ésta visión planteamos si no hubo un

precio político en la firma de los Pactos de la Moncloa que consistió en la entrega de la

representatividad de los trabajadores a CC.OO y a U.G.T, su posterior

institucionalización y la legalización del PCE.

3.1.- La puesta en largo del “ente eficiente”: la asunción de los Pactos de la

Moncloa

Los resultados económicos de los Pactos de la Moncloa fueron la contención de

los precios y el incremento del desempleo15

. Si bien es cierto que los sindicatos no

firmaron los Pactos, debido a su “ínfima representación institucional”, se convirtieron

en sus “principales valedores a la hora de contener, empresa por empresa, sector por

sector, los crecimientos salariales” (López y Rodríguez, 2010:223). No obstante, éstos

fueron conocedores de primera mano tanto del contenido como de la participación que

14 Hablamos a nivel estatal en su conjunto, sin tener en cuenta las diferencias autonómicas, sobre todo la vasca 15 Pasó de un 4,4%, en 1978, a un 21,5%, en 1985

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de ellos se esperaba tras la firma de los mismos. El propio Fuentes Quintana, Ministro

de Economía, informó durante el agosto de 1977 a los sindicatos de los contenidos de

dichos Pactos. La tibieza del movimiento sindical ante la nueva situación se reflejó en

un desarrollo parcial de los Pactos de la Moncloa. Las medidas de corte económico,

como la contención de los salarios para el año 1978, fueron implantadas. Sin embargo,

no fueron desarrolladas las medidas sociales que contenía el Pacto.

Dicha acción sindical supuso la implantación, por vez primera, de “la

subordinación de los aumentos salariales a la inflación prevista por el gobierno, en

lugar de hacerlo sobre la inflación pasada”. Una estrategia que supuso una coacción a

éstas centrales sindicales en forma de despidos ante las exigencias de incrementos

salariales. Las empresas ante la conflictividad por la imposibilidad de rebasar la masa

salarial bruta, tomando como base el año inmediatamente anterior, pues, “en caso de

rebasar ese porcentaje, por “demandas sindicales” [se penalizaría] con medidas

crediticias y fiscales y sobre todo con la reducción de plantilla de trabajadores en un 5

por ciento” (Ruiz Galacho, 1996:10), consecuencia del nuevo lenguaje sindical.

La postura de las principales centrales sindicales obrero ante los Pactos de la

Moncloa fue una excelente ocasión para registrar una fotografía del mismo. Por un lado,

tenemos la postura de las CC.OO, cuyo argumentario público se basó en "sanear la

economía para sanear la democracia [y en] la estrategia política del PCE" (Antón,

2006:76). Por otro lado, la UGT declaró en su XXXI Congreso16

que dichos Pactos

constituyeron un "plan global de política económica que hoy por hoy no tiene

alternativas viables" (García Becedas, 1983:13). Por último, tenemos la negativa de la

CNT a participar del proceso, aún cuando fue invitada. La aceptación de los Pactos

supuso algún rechazo, por parte del movimiento obrero, que se sustanció en

contestaciones a los dirigentes de CC.OO, por las concesiones obtenidas mediante

dichos Pactos.

3.2.- La primera prueba del “ente eficiente”: los Pactos de la Castellana y el

nacimiento del nuevo lenguaje sindical

El análisis que hemos presentado sobre los Pactos refleja que su efecto no estuvo

tanto en su contenido, que también, sino en el consenso y lo simbólico, pues "lo

16 Celebrado en Barcelona en 1978

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importante era el cómo y no tanto el qué" (Marín Arce, 1997: 141) . Un gran acuerdo

que tuvo como defensor a Santiago Carrillo, Secretario General del PCE, el cual calificó

a los Pactos de la Moncloa de “un acto de responsabilidad nacional para desarrollar y

estabilizar la democracia” (Carrillo, 1978:115). Un consenso que se postuló frente al

conflicto y que impuso una visión sobre la postura sindical, siendo coobligados, por

“responsabilidad por la democracia”, a su desmovilización, a su incapacitación política

y a una reivindicación exclusivamente económica. Una estrategia que condenó a los

sindicatos a perder protagonismo en los trabajadores, pero a ganar en institucionalismo,

presencia pública y hegemonía, ya que dichos Pactos supusieron la progresiva

marginalización de los sindicatos más pequeños según Köhler (1995).

Poco después de la firma de los Pactos de la Moncloa se presentó la primera

ocasión para demostrar el compromiso de las organizaciones sindicales mayoritarias y

la nueva política del consenso: la reconversión industrial en España. Una reconversión

que supuso la firma de los denominados Pactos de la Castellana. “La impresión que uno

obtiene de todo esto es que el procedimiento de adoptar acuerdos por consenso se

utilizaba más como una fuente de legitimidad que como un método para que dichos

acuerdos dieran resultados” (Marín Arce, 1997: 141).

Unos Pactos, de la Castellana, donde “por primera vez se suscribían unos

acuerdos tripartitos en un sector en crisis que abarcaban a los astilleros más

importantes” y donde, curiosamente y en flagrante contradicción con la política del

consenso, se convocó una huelga general el día 9 de febrero de 1978 de una hora de

duración, “para acelerar las negociaciones y para obligar al ministro de Industria a

aceptar la tesis defendida por los sindicatos” (Marín Arce, 1997:147 y 145).

Unos acuerdos que si bien no fueron “modélicos desde el punto de vista

económico”, a base de invertir importantes fondos públicos que no sirvió para la

reordenación del sector, sí que parecieron continuar con el uso del nuevo lenguaje

laboral asociado a las nuevas formas de control sobre los conflictos y sobre las masas

de trabajadores afectadas por ellas. Adolfo Piñedo, secretario general de la Federación

del Metal de CC.OO, apuntó una continuidad en el uso del nuevo lenguaje al apostar por

ir “de la guerra de guerrillas que hemos hecho durante la dictadura a la fase de guerra

de movimientos, donde cada empresa o sector no puede ir a hacer lo que considere

oportuno, sin más, sino que hay que conjuntar las acciones a nivel de ramas, a nivel

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territorial, de manera que seamos capaces de lograr un máximo de eficacia” (Marín

Arce, 1997:149)

4.- El uso del nuevo lenguaje sindical en la lucha por la hegemonía del

control sindical dentro del ente sindical eficiente

Una vez analizado el origen, y las primeras actuaciones del ente eficiente

sindical. Pasaremos a analizar el uso, por parte de las dos grandes centrales sindicales,

del nuevo lenguaje sindical.

4.1.- El uso del nuevo lenguaje en la lucha por la hegemonía sindical

La defensa que las CC.OO. hicieron de la aplicación de los Pactos de la Moncloa

conectándolos con el simbolismo sagrado de la democracia, “en nombre de la

democratización del sistema político, frente los peligros de involución, a los que daban

crédito los ruidos de sable en el ejército” (Ruiz Galacho, 1996:10), se observa un cierto

cambio en el uso lenguaje sindical, al alabar unos Pactos que trajeron pérdida de

derechos y que olvidaron establecer una comisión de seguimiento.

Un nuevo lenguaje que se refrendó durante el I Congreso de las CC.OO17, donde

para valorar positivamente dichos Pactos se hubieron de unir términos tan contrapuestos

como: crisis, democracia, participación obrera y... reducción salarial. El cemento del

miedo sirvió para explicar que si la crisis "se agravara en nuestro país, la libertad y la

democracia, que aún no hemos terminado de instaurar, peligraría [, sin pugnar] con los

objetivos de Comisiones de ensanchar y consolidar esa libertad, asegurar el trabajo y

mejorar las condiciones de vida; hacer que la democracia penetre en las fábricas, entre

en los centros de trabajo, donde comienza la dictadura del patrón" (García Beceda,

1983:21).

Un giro en el lenguaje en un momento de reforzamiento de las CC.OO., por el

triunfo en las primeras elecciones sindicales frente a la UGT (37,8% de los delegados

frente al 31%), que incluso les animó a plantear una especie de OPA hostil hacia la

UGT, extendiéndoles una petición de unidad sindical en medio de un ambiente de

hostilidad sindical. La respuesta de la UGT no se hizo esperar, durante la celebración de

su XXXI Congreso criticó las normas de la convocatoria de las elecciones sindicales

17 Celebrado del 21 al 25 de junio de 1978

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utilizando su nuevo lenguaje sindical bajo la figura de la justificación defensiva de la

lucha intersindical, al considerar que "el Gobierno ha pretendido potenciar a

Comisiones Obreras, así como dejar la puerta abierta en el futuro a una tercera fuerza

sindical que recogiera la antigua idea de un sindicato amarillo al servicio del

Gobierno, actuando como contrapeso de las centrales sindicales de clase" (García

Beceda, 1983:13).

El uso del nuevo lenguaje coincidió con la consolidación, tras las elecciones

políticas de 1979, de las diferentes alternativas sindicales para asumir la hegemonía

sindical. La UGT, dio "prioridad a la ¨negociación¨ y el acuerdo”. Las CC.OO.,

combinó “movilización y negociación". Unos planteamientos basados en claras

referencias a modelos sindicales europeos. Las CC.OO entendían un modelo sindical

similar "a los modelos italianos y francés, de hegemonía del sindicalismo de

orientación comunista". La U.G.T, fue "más afín al alemán, de orientación

socialdemócrata" (Antón, 2006:77). Un cambio de lenguaje que siguió las directrices de

sus partidos políticos hegemónicos respectivos: abandono en 1979 del leninismo por el

PCE y del marxismo por el PSOE, pues "la renuncia es condición sine qua non para su

crecimiento" (Andrade, 2012:325).

El nuevo tempo sindical se observó en la firma del Acuerdo Básico

Interconfederal18 (ABI), en julio de 1979, entre la UGT y la CEOE. Un acuerdo que,

auspiciado por un PSOE que pensaba en la alternancia, tuvo pocas consecuencias de

cara al empleo o a los salarios, pero supuso una auténtica estrategia de ancla de cara a

fijar los contenidos del Estatuto de los Trabajadores. Una jugada de reacción sindical

frente al oportunismo de las CC.OO., que habían planteado un texto estatutario al estilo

del Código de Trabajo italiano de 197019

.

La negativa de las CC.OO. al proyecto del Estatuto de los Trabajadores

evidenció el uso fraudulento del nuevo lenguaje sindical, pues frente a “la jornada de

lucha del 11 de julio convocada por CC.OO. en toda España. En ella participan dos

millones y medio de trabajadores con media hora de paro en las empresas, con

asambleas y manifestaciones en la calle, pese a las intimidaciones de la CEOE” (Ruiz

Galacho, 1986:11), entre los cuadros dirigentes de CC.OO. "se habían instalado la

18 Sin apenas haber transcurrido un año tras la firma de los Pactos de la Moncloa 19 Un proyecto que fue presentado ante las Cortes, en octubre de 1977, por mediación del PCE

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concepción de una `salida compartida de la crisis´ y la idea de que las huelgas, en

periodos electorales, contribuyen a dar votos a la derecha” (Etzerreta, 1991:410).

Un nuevo ejemplo del uso fraudulento del lenguaje se pudo encontrar en la

protesta convocada por las CC.OO. que, ante la amenaza fagocitadora de la estrategia

del PSOE, convocó “una gran concentración en la Casa de Campo de Madrid, el 14 de

octubre de 1979, en la que se barajó llegar a la huelga general, y que fue finalmente

descartada” (Etzerreta, 1991:410). La renuncia al conflicto obrero, supuso el principio

del fin de una apuesta de alternativa sindical a la que había fraguado la UGT, tras ella el

PSOE y la patronal. La desmovilización fue en contra de sus propias bases y del

movimiento obrero, que entendieron la convocatoria de una Huelga General como la

contestación clásica a los nuevos aires liberales que la economía española estaba

tomando, al menos eso parecieron plantear los 400.000 manifestantes, “que en su

mayoría esperaban la convocatoria de una huelga general” (Ruiz Galacho, 1996:16).

Dicha renuncia supuso desarticular la acción reivindicativa de los trabajadores

que, desde entonces, se deshilacharon en movilizaciones parciales y dispersas tanto

temporal como geográficamente. La hegemonía del nuevo lenguaje sindical supuso el

uso de un lenguaje basado en la aceptación, acrítica, de un mercado de trabajo

occidental, con altos índices de desempleo y de cobertura social y laboral pero

manteniendo la mística de los instrumentos clásicos de la lucha obrera: huelga,

manifestaciones, movilizaciones, etc.

La apuesta de la UGT por el triunfo del nuevo lenguaje sindical resultó tan

evidente que pronto eliminó sus contradicciones introduciendo mecanismos

burocráticos de control interno, a través de cambios organizativos. Tras la firma, junto a

la patronal, el Acuerdo Marco Interconfederal (AMI) en 1980, la UGT convocó un

Congreso extraordinario20

, para "ofrecer a la CEOE garantías formales suficientes de

que el AMI (…), será íntegra y escrupulosamente cumplido" (García Becedas:1983:18).

El principal cambio consistió en la asunción por parte del Comité de nuevas

competencias, pasando de ser el "simple representante máximo de la Unión General»

(artículo 21 Estatutos derogados) [hasta el] organismo máximo de la UGT entre los

Congresos ordinarios» (art. 20) " (García Becedas, 1983:19). El nuevo cambio supuso

20 Celebrado entre los días 14 y 15 de diciembre de 1979

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que los sindicatos locales dejasen de ser la base de la UGT en detrimento del sindicato

supralocal. Un acuerdo que posibilitó introducir, junto a la moderación salarial, ya

clásica desde los Pactos de la Moncloa, "el descuelgue para las empresas con pérdidas,

y reglas sobre productividad y absentismo” (Antón, 2006:77).

4.2.- El uso del nuevo lenguaje en la justificación del cambio de postura

sindical

El conjunto de acuerdos pactados entre patronal y UGT, situó a las CC.OO ante

sus propias contradicciones. La negativa a firmar acuerdos que en su opinión suponían

“una pérdida de la capacidad adquisitiva de los salarios [e inducía a] un modelo de

negociación colectiva rechazable” (Antón, 2006:77), no escondió su participación en la

gestión de unos Pactos de la Moncloa basados en la necesidad de recortar el poder

adquisitivo de los trabajadores para traspasarlo a las cuentas de beneficios del capital.

La principal preocupación de las CC.OO. ante dichos acuerdos resultó del

modelo que plantearon, “un modelo sindical burocrático, antidemocrático y

corporativo” (Ruiz Galacho, 1996:11). Una crítica que planteada bajo un profundo

aroma a los autonomistas italianos de los años 1975-76, como la de Giachetti (2006)

que los acusó a los sindicatos oficiales de integrarse completamente en el Estado

burgués, le explotó en la cara al integrarse plena, y acríticamente, en el marco laboral.

Para evitar caer en una lectura lineal determinista desde el punto de vista

sindical, intentaremos explicar la postura de las CC.OO., al objeto de intentar explicar

cómo la renuncia a una alternativa sindical supuso una estrategia de lucha por la

supervivencia institucional y cómo, para su justificación estratégica, fue utilizado el

nuevo lenguaje sindical. Dicho principio estratégico de supervivencia institucional, lo

situamos en enero de 1980, cuando la UGT firmó el AMI junto a la patronal. Un pacto

que concretó “el nuevo marco de relaciones laborales para los dos años siguientes. A

partir de aquí la patronal puso en marcha una política destinada a favorecer a UGT

(...). UGT, por su parte, puso en práctica una táctica desmovilizadora, desconvocando

las acciones que promovía CC.OO. y firmando en solitario muchos convenios al

amparo del AMI” (Etzerreta, 1991:411).

¿Cuál fue la respuesta de las CC.OO.?. El triunfo en las elecciones sindicales de

1980, 30,9% frente a un 29,3%, demostró lo reducido de las distancias. Ante ello se

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plantearon diversas estrategias. Una de ellas se basó en el intento por romper “la

estrategia de UGT no restringiendo las movilizaciones al marco de la negociación

convenio a convenio, en la que necesariamente habría de tropezar con las dificultades

que suponían los descuelgues de UGT y los incrementos salariales disuasorios de

huelgas que ésta conseguía” (Etzerreta, 1991:412).

La otra estrategia se basó en romper con el aislamiento sindical. Una visión que

se justificó bajo la filosofía, planteada por el PCE, de una “salida compartida de la

crisis” al observarse como mientras la UGT firmaba convenios, en los que

intercambiaba pequeños aumentos salariales por paz social, “la mayoría de los

sindicalistas de CC.OO se quedaban fuera,[lo cual] contribuyó a consolidar la

necesidad de una línea pactista”(Etzerreta, 1991:411). Ello instauró el recurso al nuevo

lenguaje, esta vez bajo la forma de cultura del pacto. Una apuesta que asumió una clara

desventaja para las CC.OO., pues jugaron con unas reglas de juego, socialdemócratas,

para las que no estaban preparadas. El nuevo lenguaje no les impidió caer en la trampa

sindical: la pérdida de las elecciones sindicales a mano de la UGT, en 1982.

5.- La puesta de largo del "ente eficiente" sindical: el Estatuto de los

Trabajadores

La integración de las CC.OO., en el marco de las modernas relaciones laborales,

no se realizó de una manera plácida. El recurso al nuevo lenguaje sindical, para intentar

salvar la visión negativa que pudiese provocar su integración, lo atestigua. La pregunta

resulta clara, ¿porqué se apostó por dicha integración?.

Nuestro planteamiento es claro: a cambio de su renuncia a la conflictividad, y a

la creación de una estructura sindical alternativa, se les ofreció jugar un papel

institucional clave en los tiempos que corrían. Un acuerdo, válido para ambas centrales

sindicales, que consistió en instituirlas como las centrales sindicales más

representativas, eliminando a la CNT, y siendo protagonistas de la negociación de los

grandes acuerdos de Estado. Asimismo, se incorporó a una negociación colectiva que,

desde los Pactos de la Moncloa, consistió en la auto imposición de moderación salarial,

pérdida de poder adquisitivo y de recortes de derechos, pero ganando un trascendental

papel institucional.

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Dicha integración queda clara al analizar su comportamiento ante la aprobación

del Estatuto de los Trabajadores de 1980. Una Ley que supuso la juridificación del

cambio de estatus del movimiento obrero y la asunción de la pérdida de su centralidad

en los centros de trabajo, en un momento de una clara conflictividad laboral. La patronal

resumió la necesidad del Estatuto de la siguiente manera, “los conflictos se escapan en

ocasiones del control de los propios sindicatos convocantes, CC.OO. y UGT. Las

asambleas de trabajadores se convierten en órganos decisorios en los que

frecuentemente sindicatos minoritarios y radicales,(...). La finalización del conflicto se

produce por consunción en muchos casos y no por la acción negociadora de los

interlocutores”(Etzerreta, 1991:453).

Por otro lado, la apuesta por la aprobación del Estatuto de los Trabajadores fue

una pieza clave orientada a intentar mantener los beneficios empresariales mediante el

recurso al traspaso de las rentas salariales a las rentas empresariales, a través de la

entrada de figuras atípicas de empleo y de la asunción del nuevo paradigma de la

flexibilización. Un Estatuto, cuya aprobación, no estuvo exenta de complejidad. Las

CC.OO, mediante el PCE presentaron una primera propuesta de texto estatutario,

basado en la experiencia italiana del Código del Trabajo de 1970, y que “no fue

tramitado por la oposición de la derecha, del gobierno de UCD y el partido Alianza

Popular” (Ruiz Galacho, 1996:11).

Posteriormente, en la legislatura de 1979, “el grupo parlamentario comunista

volvió a presentar el proyecto, cuyos bloques de cuestiones eran: (…); 3) el

reconocimiento de los derechos de comités de empresa y secciones sindicales, y 4) el

papel de las centrales sindicales en la sociedad” (Ruiz Galacho, 1996:11). Un nuevo

texto rebajado que reconoció, por parte de CC.OO./PCE, tanto las nuevas fórmulas de

organización sindical, derivada de la ley franquista de las elecciones sindicales, como el

nuevo papel institucional de los sindicatos. Una propuesta que, tachada de sovietización

de España por parte de la patronal fue nuevamente abandonada.

La aprobación del Estatuto de los Trabajadores, se puso en marcha bajo las

firmas del ABI y, posteriormente, del AMI por parte de la UGT y de la patronal. Una

vez aprobado en Cortes, el reconocimiento de la implantación de una nueva

configuración de las relaciones laborales satisfizo a partes desiguales a sus

protagonistas. Bastante satisfacción en la patronal, pues se asumieron sus condiciones

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de flexibilización y cambio de la figura del pleno empleo por la fórmula del fomento de

la contratación un nuevo ejemplo del alcance del nuevo lenguaje utilizado en tales

tiempos. En bastante menor medida a la UGT, en su lucha por la liquidación sindical de

su gran rival, las CC.OO21., y aún en menor medida a éstas últimas. El mismo hecho que

hizo posible la institucionalización de leyes laborales basadas en la negociación de

grandes acuerdos, eliminaron la posibilidad de conflictos, situando el marco de la

relaciones laborales en un terreno abonado para un sindicato socialdemócrata, al estilo

alemán, lo que dejó sin visibilidad a las CC.OO.

No obstante, el Estatuto de los Trabajadores se aprobó en marzo de 1980, con la

incorporación de aspectos planteados por las CC.OO. como, casualmente, las relativas a

la institucionalización de los sindicatos mediante “la consolidación de los comités de

empresa y el protagonismo de los sindicatos mayoritarios como interlocutores del

gobierno y la patronal”. La aprobación del Estatuto de los Trabajadores supuso la

radical transformación del mercado de trabajo bajo una reducción eficaz de la capacidad

de presión de los trabajadores, ya que "la resistencia de los núcleos obreros más

combativos no fue repentinamente vencida, pero si eficazmente aislada, al tiempo que

el creciente ejército de reserva reclutado entre los recientes parados acababa por

apaciguar buena parte de los focos del conflicto" (López y Rodríguez; 2010:148)

No en balde, la aprobación del Estatuto de los Trabajadores se puede considerar

como el final de la primera fase de la transición, que acabaría con la llegada al poder de

un gobierno tras las siglas de socialista, y que supuso “conseguir en España en muy

pocos años lo que en el mundo occidental se ha conseguido en un tiempo más largo: un

capitalismo eficiente y a la postre aceptado por la población, una democracia liberal y

un sistema cultural anclado en valores de libertad individual y tolerancia" (Etzerreta,

1991:438). Una asunción posible gracia a la colaboración de las centrales sindicales,

que no del movimiento obrero.

Una colaboración que la podríamos denominar de dos velocidades. Por un lado,

la de la UGT que ya había dejado clara, tras la firma junto con la patronal del ABI, su

21

Una visión que desde la "periferia" vasca se vivió de otra manera menos bipolarizada. "El año 1979, se

presenta el proyecto de ley del Estatuto de los Trabajadores, fruto de un acuerdo entre UGT y CEOE que

obviando la realidad sindical quiere entregar el protagonismo de las relaciones laborales a UGT y

neutralizar el sindicalismo vasco de ELA. La importante contestación a esta imposición supuso las

primeras movilizaciones y manifestaciones masivas del movimiento obrero vasco a la vuelta de la

clandestinidad". en www.mrafundazioa.org/sobre-ela/historia-1/1911-1979

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apuesta por un tipo de relaciones sindicales corporativizadas, por otro lado, las CC.OO.,

que si bien comenzaron planteando una conflictividad laboral a la estrategia político-

sindical de la UGT/PSOE/CEOE, finalmente se rindieron ante su posible expulsión de

la representación institucional.

¿Qué “arrancaron” los sindicatos de esta novedosa concertación?. Por un lado la

“expansión relativa del gasto público que, entre 1975 a 1983, pasó del 25% del PIB al

35%, en cualquier caso muy por debajo de los estándares de la OCDE y de la

Comunidad Europea” (López y Rodríguez, 2010) y, quizás, un incremento del empleo

público. Por otro lado, su cobro político, en el reconocimiento, y la protección, de su

papel institucional. Una cuestión que permitió una visión de "domesticación sindical",

como la definida por Pérez Díaz (1986), donde “si se consigue a su vez que los

sindicatos se resignen con algunos descensos en los gastos sociales, siempre es posible

darles a cambio ayudas22

económicas directas o indirectas, y promulgar una

legislación favorable a la implantación de los sindicatos en las empresas, o bien

otorgar puestos de influencia en el aparato estatal o paraestatal a sus líderes y sus

militantes (.) En otras palabras, son muchas las posibilidades de un gobierno para

jugar o experimentar con concesiones a los sindicatos a cambio de su apoyo”.

6.- Conclusiones

La apuesta por la creación del ente eficiente sindical pretende criticar la visión

del declive del sindicalismo español explicada por la "transición y adaptación a la

nuevas realidades" (Beneyto, 2004:21), al obviar la cara oculta de dicha adaptación

que, al menos en el caso de la Transición española, supuso la entrega de un movimiento

obrero radicalizado, protagonista del fin de la dictadura: lo que hemos denominado el

control por la protesta, bautizado también como de ruptura pactada (Guindal, 2013:82)

Un ente eficiente que renunció a los planteamientos políticos y se centró en los

meramente económicos. Una apuesta que supuso la pérdida definitiva del carácter

transformador del sindicalismo y la asunción de un perfil sindical socialdemócrata,

corporativista e institucionalizado, recompensado con elevadas cuotas de participación,

presencia y poder institucional, impropias de un modelo de baja afiliación sindical y que

22 Ver las asignaciones a los sindicatos, las ayudas en formación, etc.

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da lugar a un sistema sindical muy inestable, pese a un cierto incremento que sitúa en el

18,9% la afiliación actual23

.

Una institucionalización que resultó del acuerdo de todas las fuerzas políticas y

sindicales de izquierda, alentadas desde ciertas centrales sindicales europeas

socialdemócratas, al objeto de repartir las culpas de la colaboración, evitando la

estigmatización de un único sindicato y creando la COS. Una cuestión que planteó la

necesidad de establecer un nuevo lenguaje sindical que ocultase bajo sus palabras,

acompañadas de cierta ficción factual: manifestaciones, paros, huelgas controladas, etc.,

la política de hecho de corporativización y pérdidas salariales y de derechos sociales.

Ejemplos del nuevo lenguaje lo encontramos en la defensa de la participación en

los Pactos y acuerdos planteados durante la Transición, Así como en la asunción del

Estatuto de los Trabajadores del 1980. Un nuevo lenguaje que terminó por influir en la

organización histórica de la propia U.G.T, provocando cambios orgánicos y

organizativos para hacer comprender a la patronal la buena disposición a mantener los

acuerdos llegados.

Para terminar con la presente comunicación, planteamos si la renuncia a la

transformación sindical durante la Transición, a cambio de institucionalización y

corporativismo, no nos puede servir como una de las claves explicativas del declive

sindical y como elemento de reflexión de cara a una nueva estrategia sindical. Una

lectura que surge ante las nuevas apuestas sindicales de las grandes centrales sindicales.

En el X Congreso de CC.OO los delegados y delegadas refrendaron una reducción en la

Ejecutiva confederal, dejándola "en catorce el numero de sus componentes24

", quizás

renunciando a tener "presencia tanto entre aquellos a los que aspira a representar como

en el conjunto de la sociedad" (Baylos, 2012:31). En el discurso de clausura en el 41º

Congreso de la UGT, Méndez defendió las subvenciones estatales al considerarlas como

"el reconocimiento al papel de interés general de los sindicatos, que no puede ser

financiado, exclusivamente, a través de nuestros afiliados que pagan la cuota25

". Unas

palabras que niegan la visión de la autosuficiencia sindical "se financia con sus cuotas"

(Beneyto,2012:33). En ambos casos parece que nuestro sindicalismo parece haber

23 http://www.ccoo.es/comunes/recursos/1/pub71345_Programa_de_Accion_y_Estatutos.pdf 24 http://www.ccoo.es/webcongresocsccoo/menu.do?Inicio:484407 25 http://www.ugt.es/41_Congreso_Confederal_UGT/actualidad/e13042013Congreso41.html

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escogido en encerrarse sobre sí mismo y defenderse de una supuesta tormenta del

desierto, cuando el problema, quizás, sea su solitaria travesía por el mismo.

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