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1 Fuentes para la materia. España Medieval, 2016-1. Profesor: Rubén Andrés Martín 1. Moneda almohade?. 2. La invasión de los hunos en la Getica de Jordanes. Capítulo XXIV. 121. Después de un breve período de tiempo, como cuenta Orosio, el pueblo de los hunos, el más fiero y atroz de todos, se lanzó con saña contra los godos. Investigando los relatos antiguos hemos descubierto lo siguiente sobre sus orígenes: Filimer, rey de los godos e hijo de Gadarico el Grande, que ocupó el trono de los getas en quinto lugar después de su salida de la isla de Escandia, cuando entró con su pueblo en el territorio de Escitia, como ya hemos dicho más arriba, encontró entre su pueblo a ciertas hechiceras a las que llamó en la lengua de sus padres “haliarunas”. Como no le inspiraban confianza, manda expulsarlas

2. La invasión de los hunos en la Getica de Jordanes. · apenas se parecía a la humana y a la que no se conocía otro lenguaje aparte de uno que parecía asemejarse remotamente

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Fuentes para la materia.

España Medieval, 2016-1.

Profesor: Rubén Andrés Martín

1. Moneda almohade?.

2. La invasión de los hunos en la Getica de Jordanes.

Capítulo XXIV.

121. Después de un breve período de tiempo, como cuenta Orosio, el pueblo de

los hunos, el más fiero y atroz de todos, se lanzó con saña contra los godos.

Investigando los relatos antiguos hemos descubierto lo siguiente sobre sus

orígenes: Filimer, rey de los godos e hijo de Gadarico el Grande, que ocupó el

trono de los getas en quinto lugar después de su salida de la isla de Escandia,

cuando entró con su pueblo en el territorio de Escitia, como ya hemos dicho más

arriba, encontró entre su pueblo a ciertas hechiceras a las que llamó en la lengua

de sus padres “haliarunas”. Como no le inspiraban confianza, manda expulsarlas

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de entre los suyos y, después de que el ejército las hiciera huir bien lejos, las

obliga a andar errabundas por una zona despoblada.

122. Cuando las vieron los espíritus inmundos que erraban por el desierto, se

echaron en sus brazos y tras copular con ellas engendraron esta raza ferocísima

que al principio vivió entre pantanos, minúscula, sombría y raquítica, una raza que

apenas se parecía a la humana y a la que no se conocía otro lenguaje aparte de

uno que parecía asemejarse remotamente al humano. Así que ésta era la estirpe

de la que procedían los hunos que llegaron a las tierras de los godos.

123. Este pueblo cruel, como nos refiere el historiador Prisco, se asentó sobre la

ribera más lejana de la laguna Meótida, sin dedicarse a otra actividad que no fuera

la caza, salvo cuando, debido al crecimiento de su población, perturbaron la

tranquilidad de los pueblos limítrofes con sus saqueos y rapiñas. Unos cazadores

de este pueblo, cuando estaban, como de costumbre, al acecho de sus presas en

la ribera del otro lado de la Meótida, observan que se les presenta de repente una

cierva, se mete en la laguna y, avanzando unas veces y parándose otras, parece

que les va mostrando un camino.

124. Los cazadores la siguieron y así atravesaron a pie la laguna Meótida, que

hasta ese momento consideraban tan infranqueable como el mar. Pero tan pronto

como apareció ante estos desconocidos la tierra de Escitia, la cierva desapareció.

Creo que fueron aquellos espíritus que engendraron a su raza los que tramaron

todo esto por resentimiento hacia los escitas.

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125. Pero los cazadores, que ignoraban la existencia de otro mundo más allá de la

Meótida, se quedan admirados con la tierra de los escitas y, como son astutos,

pensando que este camino no conocido hasta entonces por nadie les había sido

revelado por obra de la divinidad, vuelven a los suyos y les cuentan su hazaña.

Alaban la tierra de Escitia y convencen a su pueblo para que se encamine con

rapidez hacia allí por el camino que habían aprendido de la cierva que les sirvió de

guía. Cuando llegaron sacrificaron en primer lugar a la victoria a cuantos escitas

les habían salido al encuentro, mientras que a los restantes los sometieron como

súbditos.

126. Pues tan pronto como atravesaron aquella enorme laguna, arrasaron como si

se tratara de un huracán de pueblos a los alpidzuros, acildzuros, irimaros,

tuncarsos y boiscos que se asentaban en el litoral de Escitia. También sometieron

a los alanos, que los igualaban en la lucha, pero eran diferentes en cultura, modo

de vida y rasgos físicos, después de agotarlos con sus continuos ataques.

127. Pues a aquellos a los que en muchos casos no lograban vencer por las

armas, los hacían huir aterrorizándolos con sus espantosos semblantes, porque

tenían un aspecto de una negrura espeluznante y su rostro no era tal, sino, por así

decirlo, una masa informe con dos agujeros en lugar de ojos. Esta apariencia

siniestra manifiesta la crueldad del carácter de estos hombres que cortan las

mejillas de sus hijos varones con la espada el mismo día en que nacen para que

antes de recibir el alimento de la leche se vean obligados a acostumbrarse a

resistir las heridas.

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128. Por este motivo llegan a viejos siendo imberbes y son jóvenes sin belleza

porque su rostro, marcado por las cicatrices de las espadas, se ve privado del pelo

que sienta tan bien a esta edad. Son bajos de estatura, pero ágiles y desenvueltos

en sus movimientos y muy aptos para la equitación; tienen anchas espaldas y son

hábiles en el manejo del arco y las flechas, con el cuello firme y siempre erguidos

de orgullo. Pero, a pesar de esta apariencia humana, lo cierto es que viven como

bestias salvajes.

129. Los getas se quedan aterrorizados cuando ven el empuje de esta raza

destructora de tantos pueblos y preparan con su rey un plan para enfrentarse con

semejante enemigo. Pues el rey godo Hermanarico, aunque había obtenido

triunfos sobre muchos pueblos, como hemos dicho anteriormente, sin embargo no

dejó de inquietarse ante la llegada de los hunos. En esto, el pérfido pueblo de los

rosomonos, que hasta entonces había manifestado su sumisión hacia él como

otros muchos, aprovecha esta ocasión para traicionarlo. En efecto, una mujer del

mencionado pueblo llamada Sunilda engañó a su marido y lo abandonó. El rey se

enfureció por ello y mandó que la ataran a unos caballos salvajes que, corriendo

en sentido contrario, la descuartizaran. Sus hermanos, Saro y Ammio, para vengar

la muerte de su hermana, hirieron a Hermanarico en un costado con su espada.

Éste estuvo ya enfermo de por vida, debilitado por el efecto de esta herida.

130. Aprovechándose de su mala salud, Balamber, rey de los hunos, dirigió su

ejército hacia la región de los ostrogodos, que estaban ya separados de los

visigodos a causa de cierta disputa acaecida entre ellos. Entretanto Hermanarico,

no pudiendo soportar ni el dolor de sus heridas ni las incursiones de los hunos,

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falleció muy anciano a los ciento diez años de edad. Su muerte dio ocasión a los

hunos de imponerse a aquellos godos que habíamos dicho que estaban

asentados en la zona oriental y que se llamaban ostrogodos.

Jordanes, Origen y gestas de los godos, Madrid, Cáteddra, 2001, p. 22-23.

3. Chronicon de Juan de Biclaro.

Año cuarto de Tiberio y décimo segundo de Leovigildo [580]

1. Mauricio, general de Oriente, mueve guerra a los persas, y rechazada una

multitud de ellos, inverna en Oriente.

2. El rey Leovigildo reúne en la ciudad de Toledo un sínodo de obispos de la secta

arriana y reforma la antigua herejía con un nuevo error, diciendo de la religión

romana que los que vayan [a su secta] desde nuestra católica fe, no deben ser

bautizados, sino purificados por la imposición de las manos y la prescripción de la

comunión y [que deben] dar gloria al Padre por el Hijo en el Espíritu Santo. Con

este engaño muchísimos de los nuestros pasan al dogma arriano, más por su

propio deseo que por imposición.

Año quinto de Tiberio y décimo tercero de Leovigildo [581]

1. Los longobardos se eligen en Italia, entre [los de] su estirpe, un rey de nombre

Autarico, en cuyos tiempos los soldados romanos fueron destrozados por

completo y los longobardos ocuparon los territorios de Italia.

2. El pueblo esclavinio saquea la Iliria y la Tracia.

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3. El rey Leovigildo ocupa parte de la Vasconia y funda la ciudad que se llama

Victoríaco.

4. El emperador Tiberio casa a su hija con Mauricio, general de Oriente.

[EL EMPERADOR MAURICIO]

Año sexto de Tiberio y décimo cuarto de Leovigildo [582]

1. Tiberio alcanzó el término de su vida, y en su lugar fue elegido emperador de

los romanos Mauricio.

2. En el año 55 de los romanos, Mauricio reina por espacio de veinte años.

3. El rey Leovigildo reúne un ejército para someter a su hijo, convertido en tirano.

Año primero del emperador Mauricio y décimo quinto del rey Leovigildo [583]

El rey Leovigildo, reunido un ejército, sitia la ciudad de Sevilla y ciñe con apretado

asedio al hijo rebelde. Miro, rey de los suevos llega en ayuda de Hermenegildo

para tomar Sevilla y allí concluye su último día. Le sucede en el reino de Galicia su

hijo Eborico. Mientras tanto el rey Leovigildo conturba la nombrada ciudad, ora con

el hambre, ora con el hierro, ora torciendo el curso del Guadalquivir.

Segundo año del emperador Mauricio y décimo sexto de Leovigildo [584]

1. Leovigildo reconstruye los muros de Itálica, antigua ciudad, lo cual representa

un obstáculo gravísmo para el pueblo sevillano.

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2. En esos días, en Galicia, Andeca asume un gobierno tiránico sobre los suevos y

toma como esposa a Sisegunda, viuda del rey Miro. Priva del reino a Eborico y lo

obliga a ingresar en un monasterio.

3. El rey Leovigildo, mientras su hijo Hermenegildo viaja por intereses políticos,

entra en Sevilla luchando, toma las ciudades y los castillos que había ocupado el

hijo y no mucho después lo sorprende en la ciudad de Córdoba y lo envía

desterrado a Valencia, privándolo del reino.

4. El emperador Mauricio envía contra los longobardos a los francos, en calidad de

mercenarios, y ello acarrea no pocos daños a ambos pueblos.

5. Eutropio, abad del monasterio servitano y discípulo de Donato, adquiere fama.

Tercer año de Mauricio y décimo séptimo de Leovigildo [585]

1. Mauricio inicia hostilidades contra los persas por medio de sus duques.

2. El rey Leovigildo asuela Galicia, toma prisionero al rey Andeca, y se apodera del

pueblo, del tesoro y de la tierra de los suevos, convirtiéndola en una provincia

gótica.

3. Hermenegildo pierde la vida a manos de Sisberto en la ciudad de Tarragona.

4. Los francos entran con un ejército en la Galia narbonense, deseando ocuparla.

Leovigildo envía en contra de ellos a su hijo Recaredo, quien rechaza al ejército de

los francos, y [así] el reino de la Galia queda libre de la incursión de aquéllos. De

dos campamentos que contenían gran cantidad de hombres, toma uno en paz y

otro por las armas. El campamento llamado Hodierno, muy seguro, está colocado

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a orillas del Ródano; el rey Recaredo lo acomete y lo toma en encarnizada lucha y

vuelve vencedor a su padre y a su patria.

5. A Andeca se le corta el pelo y la barba, después de privarle del reino, y luego él

mismo experimenta lo que había hecho a Eborico, hijo del rey, su rey, pues recibe

el honor del presbiterio y es relegado a la ciudad de Beja.

6. En Galicia, Malarico se hace tirano y hasta quiere reinar, [pero] al instante,

vencido por los duques de Leovigildo, es hecho prisionero y encadenado es

presentado al rey.

7. Leandro, obispo de la iglesia de Sevilla, goza de [gran] fama.

Año cuarto del emperador Mauricio y décimo octavo del rey Leovigildo [586]

1. Autarico, rey de los longobardos, supera en un encuentro a los romanos, y

aniquilada una multitud de soldados enemigos, ocupa el territorio de Italia.

2. En ese año el rey Leovigildo concluye el último día [de su vida] y su hijo

Recaredo toma el cetro del reino en plena tranquilidad.

Quinto año de Mauricio, príncipe de los romanos, y primer feliz año del rey

Recaredo [587]

1. Mauricio nombra César a su hijo Teodosio, nacido de la hija del emperador

Tiberio.

2. A la muerte de Pelagio el joven, Gregorio le sucede en el episcopado de la

Iglesia Romana. Permanece quince años en el cargo.

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3. Los romanos, con la ayuda de los francos, aquejan a los longobardos y se

apoderan de una parte de Italia.

4. Sisberto, el asesino de Hermenegildo, padece de horrible muerte.

5. Recaredo, en el décimo mes del primer año de su reinado, se hace católico con

la ayuda de Dios; mantiene una prudente entrevista con los sacerdotes de la secta

arriana, los hace convertir a la fe católica, más por convencimiento que por

imposición, y reintegra en la unidad y la paz de la Iglesia cristiana a todo el pueblo

de los godos y de los suevos. La secta arriana, con la gracia divina, acepta el

dogma cristiano.

6. Desiderio, duque de los francos, bastante molesto a los godos, es derrotado por

los generales del rey Recaredo y muere en el campo de batalla junto con una gran

cantidad de francos.

7. El rey Recaredo restituye apaciblemente los bienes ajenos sustraídos por sus

predecesores y asimilados al fisco. Empieza a fundar y a dotar iglesias y

monasterios.

Año sexto de Mauricio y segundo de Recaredo [588]

1. Algunos arrianos, el obispo Sunna y Segga, en compañía de otros, quieren

asumir la tiranía; descubiertos y comprobada su culpa, Sunna es enviado al

destierro y a Segga se lo confina a Galicia, después de cortarle ambas manos.

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2. Mauricio hace emperador de los romanos a su hijo Teodosio, a quien antes

recordamos como César.

Año séptimo de Mauricio y tercero del rey Recaredo [589]

1. El obispo Uldida y la reina Gosuinda, habiendo conspirado contra Recaredo,

fueron descubiertos y se supo que, habiendo tomado comunión bajo las sagradas

formas, la arrojaban luego. Conocido este delito, Uldida fue condenado al

destierro. En cuanto a Gosuinda, la cual fue siempre hostil a los católicos, dejó de

existir en ese tiempo.

2. Un ejército franco, al mando de Boso, enviado por el rey Gontrán, llega a la

Galia narbonense y asienta sus reales cerca de la ciudad de Carcasona. Claudio,

duque de Lusitania, enviado por el rey Recaredo, se presenta allí. Entonces,

trabada la lucha, los francos son puestos en fuga, su campamento es destruído y

su ejército destrozado por los godos. Por cierto que en esa batalla se puso de

manifiesto la acción de la gracia divina y de la fe católica, que el rey Recaredo y

los godos habían recibido fielmente, pues para el Señor no es difícil que se dé

victoria a pocos contra muchos. En efecto, se sabe que el duque Claudio

ahuyentó, con apenas trescientos hombres, a casi sesenta mil francos y mató con

la espada a la mayor parte de ellos. Con toda justicia, en nuestra época, se

atribuye la gloria de haber actuado en esa batalla a Dios, quien se sabe que, de un

modo similar, en tiempos lejanos, dio muerte a muchos millares de medianitas,

hostiles al pueblo de Dios, por mano de Gedeón y con sólo trescientos hombres.

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Año octavo del emperador Mauricio y cuarto del rey Recaredo [590]

1. Se reúne en la ciudad de Toledo un santo sínodo de obispos de toda España,

Galia y Galicia, por orden del príncipe Recaredo y [con la participación de] 72

obispos. En ese sínodo intervino el cristianísimo rey Recaredo, quien presentó a

los obispos la declaración de su conversión, de la de todos los sacerdotes y del

pueblo godo en un libro escrito de su propia mano, donde señalaba todo lo que

pertenece a la profesión de la fe ortodoxa. Ordenó que el santo sínodo de los

obispos aplicase a sus escritos canónicos las disposiciones de ese libro. Sin

embargo, todo el trabajo del Sínodo estuvo a cargo de San Leandro, obispo de la

iglesia sevillana, y del beato Eutropio, abad del monasterio servitano. El rey

Recaredo, como hemos dicho, había intervenido en el santo sínodo, renovando en

nuestros tiempos [el hecho del] antiguo príncipe Constantino el Grande, quien

ilustró con su presencia el santo sínodo de Nicea, y [el del] cristianísimo

emperador Marciano, a cuya instancia se firmaron los decretos del sínodo de

Calcedonia. En efecto, en la ciudad de Nicea tuvo comienzo la herejía arriana y

mereció condena sin ser extirpada de raíz, mientras en calcedonia fueron

condenados Nestorio y Eutiques, juntamente con Dióscoro, su defensor, y sus

secuaces. En cambio, en el santo sínodo toledano, la perfidia de Arrio, después de

[haber provocado] numerosas muertes de católicos y matanzas de inocentes, fue

extirpada de raíz por el celo del príncipe Recaredo, de modo tal que no pululó más

y la paz católica fue otorgada a las iglesias. Esta nefanda herejía, según está

escrito: «de la casa del Señor surgirá la tentación», creció en la iglesia de

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Alejandría por obra del presbítero Arrio y fue descubierta por el santo obispo de la

ciudad, Alejandro. En el sínodo de Nicea, a juicio de 318 obispos, en el año

vigésimo del imperio de Constantino el Grande, conforme a las decisiones del

sínodo, se condenó a Arrio y su error. Esta herejía, no sólo manchó parte del

Oriente y del Occidente, sino también, con su perfidia, atrapó en sus redes las

tierras meridionales y septentrionales e incluso islas. Desde el año vigésimo del

imperio del príncipe Constantino, cuando comenzó la herejía arriana, hasta el año

octavo de Mauricio, príncipe de los romanos, que corresponde al cuarto año del

reinado de Recaredo, son 280 años, durante los cuales la Iglesia católica fue

infestada por esa herejía; pero venció con la ayuda del Señor, porque está

fundada sobre piedra.

2. En esos tiempos, en los cuales Dios todopoderoso, eliminado el veneno de la

antigua herejía, restituyó la paz a su Iglesia, el emperador de los persas abrazó la

fe [cristiana] y selló la paz con el emperador Mauricio.

Juan de Biclaro, “Crónica biclarense”, Cuadernos de historia de España, Buenos

Aires, v. 9-10, 1948, p. 136-141.

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Epitafio de Opliano.

(+) Esta piedra excavada contiene los

restos de Opilano,

de glorioso nacimiento, por su linaje,

manifiesto en el gesto y la compostura.

Poderoso por las fuerzas (a su cargo) y

famoso por la robustez de sus miembros,

se le ordena que llevara proyectiles, y, en

calidad de depredador, se le destina a (la

tierra de) los Vacceos.

Muere pertrechado para guerra, privado del

auxilio de sus compañeros.

Cae deliberadamente derribado. Sus

clientes le rescatan malherido.

Se le lleva exánime a su casa, y es

enterrado por sus siervos domésticos.

Llora la esposa con sus hijos, grita la familia

con llantos.

Vivió como diez veces tres, además de

cuatro por cuatro años.

El día primero antes de los idus de

septiembre, fue herido de muerte por los

vascones,

en la Era sexcentésima y octogésima.

Recuerda que esto ocurrió.

Fue sepultado (descansa) a seis días de

los idus de octubre.

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Moreno Resano, Esteban,“La representación épica del combate y de la

muerte del guerrero en el epitafio de Opilano (AÑO 642)”, Habis, Sevilla, 42, 2011, p. 302.

4. Tratado de capitulación de Tudmir ante Abd al-Aziz.

Abd al-Aziz escribió un pacto [ahd] donde se estipulaba [aqada]

En el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso. Este es un escrito [concedido] por

Abd al-Aziz b. Musa a Tudmir b. Gandaris, cuando se acogió a la capitulación [sulh].

1- [Tudmir queda cubierto] por el pacto y la garantía [ahd wa mitaq] de Dios y las

[normas] que envió mediante sus profetas y enviados.

2- Adquiere la protección [dimma] de Dios (ensalzado y honrado sea) y la protección

de Muhammad (Dios le bendiga y le salve).

3- [No será destituido de su soberanía].

4- En nada será alterada [la presente situación] tanto suya como de cualquiera de sus

compañeros [ashab].

5- No serán reducidos a cautiverio, ni separados de sus mujeres e hijos.

6- No serán muertos.

7- No serán quemadas sus iglesias, [ni tampoco despojadas de sus objetos de culto].

8- No se les obligará a [renunciar] a su religión.

9- Esta capitulación cubre siete ciudades: Orihuela, Mula, Lorca, Balantala, Alicante,

Ello y Elche.

10- [Tudmir] no dejará de observar el cumplimiento del pacto y no rescindirá lo

acordado.

11- Ha de cumplir sinceramente lo que le impusimos y está obligado a [seguir] lo que

le ordenamos.

12- [No ha de dar asilo a ningún siervo fugitivo nuestro, ni albergar enemigo nuestro,

ni dañar a nadie que haya recibido nuestro aman].

13- No ha de ocultarnos noticia alguna [acerca del enemigo], que llegue a su

conocimiento.

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14- A él y a sus compañeros incumbe el pago de la yizya. Ello es que todo hombre

libre pagará [cada año]: un dinar [de oro], cuatro almudes de trigo, cuatro de cebada,

cuatro qist de vinagre, uno de miel y uno de aceite.

15- A todo siervo incumbe el pago de la mitad de estas cantidades.

Actuaron de testigos de este [pacto]: Utman b. Ubayda al-Qurasi, Jabib b. Abi Ubayda

al-Qurasi, Sadan b. Abd Allah al-Rabii, Sulayman b. Qays al-Tuchibi, Yahya b. Yamur

al-Sahmi, Basar b. Qays al-Lajmi, Yais b. Abd Allah al-Azdi y Abu Asim al-Hudali.

Fue escrito en rayab del año noventa y cuatro [abril 713].

Chalmeta, Pedro, "España musulmana", en Historia General de España y América,

III. Madrid, 1988, p. 466.

5. Invasión musulmana y resistencia cristiana en la crónica

de Alfonso III.

[RODRIGO]

Difunto Vitiza, los godos eligieron como rey a Rodrigo. Antes de dar comienzo [a la

historia] de su reinado, daremos como exordio [alguna noticia] de su linaje. El ya

dicho Rodrigo había sido engendradó por Teodofredo Godofredo cuyo Teodofredo

era hijo del rey Chindasvinto y fue [Teodofredo] abandonado por su padre cuando

era niño. Pasado el tiempo, y llegado a la plenitud de la vida, el rey Egica,

sospechando en su interior que pudiera conspirar contra él con otros godos y

expulsarle del reino paterno, mandó sacarle los ojos [a Teodofredo o Godofredo] y

lo desterró de la capital, por lo que se fue a vivir a Córdoba. Allí tuvo la suerte de

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encontrar una mujer de alto linaje llamada Ricilona, y de ellos nació un hijo que fue

el ya dicho Rodrigo, el cual creció, llegó a la edad de la plenitud y fue hombre de

armas. Ya antes de reinar construyó en Córdoba un palacio que ahora los caldeos

fortificaron y llaman «de Rodrigo». Pero volvamos al orden [de los hechos] del

reino.

Después de muerto Vitiza y establecido Rodrigo en el reino, vino un tiempo que

fue de las peores perversidades en España. Al tercer año de su reinado y por

causa del engaño de los hijos de Vitiza, los sarracenos invadieron España.

Cuando el rey Rodrigo conoció esta invasión, salió enseguida a la guerra contra

ellos al frente de un ejército. Pero, oprimido por sus pecados y descubierto

[desamparado] por la traición de los hijos de Vitiza, volvieron las espaldas [los

rodriguistas] y huyeron. Este ejército en fuga recibió el castigo y fue destruido. Y

porque pecaron y se apartaron del Señor y no le sirvieron con justicia y verdad, el

Señor los abandonó para que no pudieran seguir habitando en una tierra tan

deseable. Del mencionado rey Rodrigo se ignora ciertamente cómo fue su muerte.

Pero en nuestros agitados tiempos, cuando la ciudad de Viseo y sus alrededores

fueron poblados por orden nuestra, se descubrió, en un templo, un sepulcro con

un epitafio esculpido en el que estaba escrito: «Aquí yace Rodrigo, último rey de

los godos». Pero volvamos a aquel tiempo en que los sarracenos atacaron a

España, tres idus de noviembre de la Era 752.

[LA OCUPACIÓN ÁRABE]

Los árabes, dominada aquella región e igualmente [todo] el reino, mataron a

muchos con la espada y subyugaron a los demás con unos pactos de paz. Hasta

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la ciudad de Toledo, vencedora de tantas naciones, sucumbió vencida por el

triunfo de los ismaelitas, quedó sometida y les sirvió. Pusieron [los árabes]

gobernadores en todas las provincias de España y [durante] muchos años

pagaron tributos al rey de Babilonia hasta que eligieron ellos rey y lo establecieron

en la ciudad patricia de Córdoba.

[PELAYO Y SU PROCLAMACIÓN]

Por ese mismo tiempo, en esta región de los asturianos estaba de gobernador, en

la ciudad de Gijón, un llamado Munuza, compañero de Tariq. En tanto que éste

[Munuza desempeñaba] la jefatura, un tal Pelayo, espatario de los reyes Vitiza y

Rodrigo, llegó a Asturias a causa de la invasión de los ismaelitas, acompañado de

una hermana suya. El susodicho Munuza envió a Pelayo a Córdoba con una

negociación, pero [en realidad] a causa de su hermana [en razón de ausentarle

porque la pretendía]. Y antes de que regresara [Pelayo] logró con ingenio casarse

con ella. Cuando él regresó, no consintió [en el matrimonio] si no por el contrario

estaba ya maquinando animosamente para la salvación de la Iglesia y haciendo

por llevarlo a la práctica. Entonces el nefando Tariq envió a Munuza soldados para

que arrestasen a Pelayo y lo mandase a Córdoba cargado de cadenas. Cuando

llegaron a Asturias, quisieron apoderarse de él por traición en una aldea llamada

Brece, pero un amigo de Pelayo le avisó que allí había una reunión de caldeos,

numerosa, y viendo él [Pelayo] que no era posible resistirles, se alejó de ellos

paulatinamente y, a la carrera, llegó a la ribera del río Piloña que venía con riada,

pero él pudo cruzarlo nadando sobre su caballo y desde la otra orilla subió a un

monte, con lo cual cesó la persecución de los sarracenos. Y en tal montaña se

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encontró con un tropel [de gente, vecinos] que iban apresuradamente a reunirse

en un concilio. Enseguida ascendió [¿con ellos?] a un gran monte cuyo nombre es

Auseva y en cuya ladera hay una caverna segurísima [muy resguardada, fácil de

defender] de gran capacidad y de la cual sale un río llamado Enna. Por todos los

presentes se dirige un mandato para que se reúnan en una asamblea y en ella

eligieron para sí a Pelayo como príncipe. Al saber esto, los soldados que habían

venido de Córdoba para arrestarle, regresaron y se lo contaron todo a su rey.

Munuza, que había querido atraerse a Pelayo, dijo que se apoderaría de él por la

fuerza. Cuando el rey oyó esto estalló en vesánica ira y movilizó y envió desde

toda España un ejército innumerable, cuyo mando supremo dio a su compañero

Alqama. Y a Oppa, obispo de la silla de Toledo, hijo del rey Vitiza, por cuya

traición habían perecido los godos, lo agregó junto a Alqama a ese ejército de

Asturias. [Y ordenó] a Alqama, su compañero, que si Pelayo no aceptaba el

consejo del obispo, lo arrestase como pudiera en un combate y lo enviase a

Córdoba.

[BATALLA DE COVADONGA]

Y vinieron con todo su ejército de 187 000, con toda clase de armas e

impedimentos, y entraron en Asturias.

Pelayo estaba en el monte Auseva con sus aliados. El ejército se acercó a él y

levantó su campamento de innumerables tiendas frente a la boca de la cueva. El

predicho obispo Oppa, desde un túmulo levantado ante la cueva de la Señora [de

la Virgen], le habló a Pelayo diciéndole: — «Pelayo, Pelayo, ¿dónde estás?» [Y

como asomado] a una ventana le contestó: — «Aquí estoy». El obispo [responde]:

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— «Juzgo, hermano e hijo, que [comprenderás] que si cuando toda España, hace

poco tiempo, estaba dentro de un solo orden bajo el régimen de los godos, regida

por la misma doctrina y ciencia, y así como dije arriba que todos sus ejércitos

congregados no pudieron oponerse al imperio de los ismaelitas, ¿cuánto más tú

desde el pico de ese monte te podrás defender? Por mí difícil lo veo. Aun más,

escucha mi consejo y revoca esa voluntad de tu ánimo y obtendrás y disfrutarás

buenos beneficios de una alianza con los caldeos». A esto, Pelayo respondió:

— «¿No leiste en las Divinas Escrituras que la Iglesia de Dios es como un grano

de mostaza que por la misericordia del Señor, puede convertirse en muchísimos

más?»

El obispo respondió: — «Así en verdad está escrito». Pelayo dice: — «¿Nuestra fe

está [puesta] en Cristo para que desde este monte que contemplas saldrá la

salvación de España y la restauración de la nación goda y del ejército, y espero

que la promesa del Señor se cumplirá en nosotros, porque como ya dijo por medio

de David:

"Los trataré con la vara de sus iniquidades y con el azote de sus pecados, pero no

les privaré de mi misericordia." Y ahora yo, teniendo fe en la misericordia de

Jesucristo, a esta "multitud desprecio y no le tengo ningún miedo. Y en cuanto a la

batalla con que nos amenazas, tenemos a Jesucristo como valedor, junto al

Padre, que es poderoso para librarnos con estos pocos [sus soldados]».

Y el obispo, volviéndose al ejército, dijo: — «Avanzad y luchad; vosotros habéis

oído lo que me respondió; pues dada su voluntad preveo que únicamente por la

21

espada podréis tener paz y pacto con ellos». Después de lo hablado, Alkama da

orden de entrar en batalla. Se empuñan las armas. Preparan los fundíbulos,

disponen las hondas, relucen las espadas, se enarbolan las lanzas y se disparan

incesantemente las flechas. Pero entre todo esto no falta la grandeza divina, pues

las piedras arrojadas por los fundibúlarios, al llegar a la morada de la Santa Virgen

María, rebotan sobre los caldeos y les destrozan, y como Dios no cuenta las

armas sino que concede la palma a quien le parece, dispuso que, saliendo a

pelear los fieles fuera de la cueva, dividieran a los caldeos en dos cuerpos y los

pusieran en fuga. Y rápidamente, el obispo Oppa fue aprisionado y Alkama

muerto. Y en aquel mismo lugar fueron muertos 124 000 caldeos. Pero 63 000 que

se retiraron subiendo por la altura del monte Auseva, descendieron a Liébana, a

un lugar llamado Amosa. Mas, ni estos mismos se libraron del castigo del Señor,

pues cuando caminaban por la ladera de un alto monte que va sobre las riberas de

un río llamado Deva, junto a una villa que nombran Cosegadia, sucedió por juicio

de Dios que el mismo monte se precipitase desde sus fundamentos, lanzando a

los 63 000 hombres sobre el río donde quedaron todos aplastados por el alud.

Ahora, cuando el río se sale de madre, se ven claramente muchos restos. No

juzguéis esto inane o fabuloso; recordad que el mar Rojo se abrió para el tránsito

de los hijos de Israel y así, los árabes perseguidores de la Iglesia de Dios fueron

aplastados por la mole de un inmenso monte.

“Crónica alfonsina, versión rotense”, en Jesús Casariego (ed.), Crónicas de los

Reinos de Asturias y León, León, Editorial Everest, 1985, p. 50-55.

22

6. Donación de Vítulo y Ervigio.

En el nombre del señor Yo Vitulo abad aunque indigno siervo de todos los siervos

de Dios y mi hermano carnal el presbítero Ervigio nos ofrecemos á mis señores y

patronos san Emeterio y san Celedonio cuya basílica hemos construido con

nuestras manos desde los cimientos yo y mi hermano Ervigio en el lugar de

Taranco valle de Mena y á san Martin á quien con el favor de Dios tambien hemos

hecho basílica con nuestras manos en la ciudad de Area Paternina territorio de

Castilla y á san Esteban á quien igualmente hicimos por nosotros mismos basílica

en el lugar de Burceña valle de Mena que Lebato y Muniadona nuestros padres

nos dexáron conformes y alegres en la religion de Dios sin rezelo de nuestra

infancia baxo la proteccion divina Nosotros habiendo oido leer la escritura que dice

dad las cosas terrenas y adquirid las celestiales os daremos señor las que

tenemos recibidas de vuestras manos y os las ofrecemos ante los sacrosantos

altares de san Emeterio y san Celedonio de san Martin y de san Esteban levita y

entregamos cedemos y confirmamos por la presente escritura de testamento

nuestras almas nuestros cuerpos y todas nuestras cosas con quanto hemos

ganado y podido aumentar á saber caballos yeguas bueyes vacas jumentos

ovejas cabras puercos lechos vestidos casullas libros cálices cruces vasos de

plata de cobre y de madera y todas las posesiones que con el auxilio de Dios

hemos ocupado y las sernas en que construimos las citadas basílicas desde sus

cimientos las quales hemos puesto en cultura y edificado en ellas casas bodegas

graneros lagares corrales huertos y molinos y plantado manzanares viñas y

23

árboles frutales extendiendo nuestras labranzas en Taranco desde el fin del valle

de Agro Maurente hasta la cima del Tozo que va á lo mas alto de Las Hoces y de

la Cotilla y de allíá Elbain yel campo de junto al camino de Taranco para Orcelion

despues áFuentablada hasta las calles de Ladredo de allí á los Novales al Pino á

la Colina al camino de Angostina al de Ilicino y á la Vallecilla que es riba de Ciella

despues al prado de sola Hoz y al campo de junto al camino de Agro Maurente y

de allí al punto mismo donde comenzamos á señalar términos Tambien otra serna

en Agua nueva cerca de la calzada que va para Sala y otra en la puente junto á la

misma calzada y otra en los campos de Taranco donde dicen Agromayor desde la

haza de Zeza hasta el sendero que va para el prado y para el vado de la laguna

grande y hasta la ribacilla de Agro Maurente donde dicen la Espina y la riba misma

del camino que va á Ilicino y el que se dirige á la Vallecilla todas las quales cosas

donamos á la iglesia de san Emeterio y san Celedonio de Taranco Y en san Martin

de Area Paternina encontramos la ciudad arruinada y desamparada edificamos la

iglesia de san Martin y pusimos en cultura y labor toda la heredad comprehendida

dentro del muro que circundaba á la ciudad ade mas fabricamos molinos con

todos sus instrumentos en el rio Note tomando agua en lo alto del mismo rio cerca

de Pinilla y todo esto damos tambien para la iglesia de san Emeterio En el lugar de

Burceña territorio de Mena edificamos la basílica de san Esteban y nos

aposesionamos de la tierra que hay desde el puente hasta las lomillas de junto al

arroyo que pasa por todo aquel termino hasta la cumbre de Riba aguda y por el

arroyo mismo hasta la Conliola y junto á él entre las dos ribas hasta las ribacillas y

donde sale para el término de Comasio Gomaz en la Forca y despues hasta el

citado término con el prado y hasta la mencionada puente Asimismo una serna

24

cerca del rio de Burceña desde el término de san Roman hasta el camino que va

al vado de Linares Damos pues á la iglesia de san Emeterio y san Celedonio de

Taranco por la presente escritura todos nuestros bienes ya mencionados y aun las

basílicas de san Roman y san Estéban para que sirvan de auxilio á los siervos de

Dios y á los peregrinos y huéspedes que vivan en comunidad con ellos y les

encargamos que canten todos los años misas por los donadores tres veces al año

para siempre de manera que sea pública la solemnidad y la sepan todos Si algun

hombre de qualquiera parte que sea detentare algunos bienes de los referidos o

de otro modo contraviniere á lo contenido en esta escritura con perjuicio de la

iglesia de san Emeterio y san Celedonio de Taranco sea maldito y confundido por

el Señor Dios peche dos talentos de oro al rey y tres libras de oro á la comunidad

religiosa Hecha fué la escritura en la era ochocientas treinta y ocho en el dia

decimoséptimo antes de las calendas de Octubre reynando el príncipe Alonso en

Oviedo. Yo el abad Vitulo y mi hermano Ervigio habiendo oido leerla hicimos con

nuestras manos estos signos † † y los testigos que se halláron presentes

rubricáron. Jaunti testigo Azano testigo Munio testigo Jesnando testigo Handalisco

testigo Loepino presbítero lo escribió.

Llorente, Juan Antonio, Noticias históricas de las tres provincias vascongadas,

Alava, Guipuzcoa y Vizcaya, Parte 3,Volumen 3, Apéndice Documental, Madrid,

Imprenta Real, 1807, p. 6-9.

25

7. San Baudelio de Berlanga.

San Baudelio de Berlanga (Soria).

26

8. Enfrentamientos tribales en el Ajbar Machmua.

Aconteció, en tanto, que los berberiscos españoles, al saber el triunfo que los de

Africa habían alcanzado contra los árabes y demás súbditos del califa, se

sublevaron en las comarcas de España, y mataron o ahuyentaron a los árabes de

Galicia, Astorga y demás ciudades situadas allende las gargantas de la sierra (de

Guadarrama), sin que Ben Qatan tuviese la menor sospecha de lo que sucedía

hasta que se le presentaron los fugitivos. Todos los árabes de los extremos del

Norte de la Península fueron impelidos hacia el centro, a excepción de los que

habitaban en Zaragoza y sus distritos, porque eran allí más numerosos que los

berberiscos, y no podían éstos acometerles. Derrotaron a los cuerpos del ejército

que Abd al-Alalik mandó contra ellos, y mataron a los árabes en varias comarcas,

visto lo cual, temiendo que le sucediese lo que había acontecido a los de Tánger,

y con noticia de los aprestos que hacían contra él, no halló el valí medio mejor que

solicitar la ayuda de los siriacos. Envióles barcos en que se trasladasen a España

por pelotones, les remitió víveres y mantenimientos, y púsoles por condición que le

entregasen diez personajes de los más importantes de cada división, para tenerlos

como rehenes en una isla, y que, terminada la guerra, los transportaría de nuevo a

Ifriqiya. Convinieron en ello y aceptaron el pacto, exigiendo a su vez que se les

trasladase después a Ifriqiya todos juntos, y no separadamente, y que se les

llevase a punto donde no fuesen inquietados por los berberiscos. Venía con los

siriacos Abd al-Rahman ben Habib, cuyo padre había muerto en Nasdora.

En el año 123 fué cuando Abd al-Malik los trajo a España, y recibidos los rehenes,

los depositó en la isla de Umm Hakim, en el mar. Estaban los siriacos en el último

27

estado de miseria y desnudez, sin más abrigo que sus corazas. Al llegar a

Algeciras encontraron pieles adobadas en abundancia, de las cuales se hicieron

madraás, y después en Córdoba Ben Qatan vistió a los caudillos principales, y les

repartió dádivas: no siendo esto bastante, los árabes de España, tan opulentos

como reyes, los recibieron, vistiendo cada cual a los más principales de su tribu, y

haciéndoles tantas larguezas, que quedaron equipados y hartos.

Congregados los berberiscos de Galicia, Astorga, Mérida, Coria y Tala- vera,

eligieron por jefe a Ben..., y con un ejército innumerable pasaron el río Tajo, en

busca de Abd al-Malik ben Qatan, el cual mandó contra ellos a sus dos hijos,

Qatan y Umayya, con los siriacos compañeros de Balch y los beledíes de España.

Cuando supieron los berberiscos que este ejército se hallaba próximo, rasuráronse

la cabeza, a imitación de Maysara, a fin de no ocultar la causa que defendían y de

no confundirse (con los contrarios) en la batalla. Así se acercaron a la ciudad de

Toledo. Qatan y Umayya, con sus tropas respectivas, vinieron a su encuentro, y

trabóse una recia pelea en tierras de Toledo, sobre el Guazalate. Los siriacos

acometieron con furia y batallaron como quien busca la muerte, hasta que Dios les

concedió que los berberiscos volviesen la espalda, e hicieron en ellos tan gran

matanza, que casi los exterminaron, sin que escapasen (con vida) más que

aquellos a quienes no pudieron dar alcance. Los siríacos cabalgaron en los

caballos y vistieron las armas (de los vencidos), dividiéndose después en varios

destacamentos, que fueron matando berberiscos por toda España, hasta extinguir

completamente el fuego de la rebelión. Concluido esto, volvieron a Córdoba, y Abd

al-Malik les dijo: “Salid. — Prontos estamos, contestaron, si nos llevas a Ifriqiya. —

28

No tengo, dijo, barcos suficientes para trasportaros juntos, porque ahora poseéis

esclavos, caballos y equipajes; salid para Ifriqiya en pelotones separados. — No

saldremos, replicaron, sino todos reunidos. — Marchad a Ceuta. — ¿Así quieres

exponernos, exclamaron, a las iras de los berberiscos de Tánger? Más nos valiera

que nos arrojaras a los abismos del mar”. Y viendo lo que pretendía hacer con

ellos, subleváronse contra Abd al-Malik, le expulsaron del alcázar, aposentaron en

él a su jefe Balch, y le proclamaron. Ben Qatan pasó a habitar su casa, que era la

llamada de Abu Ayub, y sus dos hijos huyeron, el uno a Mérida, y a Zaragoza el

otro, donde permanecieron algunos días concertando su plan, siguiéndose una

gran perturbación en España.

El gobernador de Algeciras había dejado de asistir a los rehenes, que se

encontraban en la isla de Umm Hakim, con los alimentos y agua que necesitaban,

pues en la isla no hay agua ninguna, y a consecuencia de esto murió uno de ellos,

noble personaje de Siria. Luego que Balch dispuso que fuesen puestos en libertad,

quejáronse del mal tratamiento que Ben Qatan les había tenido, y de la muerte de

su compañero, que había perecido de sed, y le dijeron: “Concédenos la venganza

(matando a Abd al-Malik)”. Balch les contestó: “No hagáis tal, porque pertenece a

la tribu de Qurayx, y la muerte de vuestro compañero fué sólo por un descuido:

esperad, y veremos qué giro toman las cosas”. Mas los yemeníes se levantaron

como un solo hombre, importunaron a Balch, y le dijeron: “¿Tratas de defender a

los mudzaríes?” Temiendo entonces éste las violencias de los sublevados, y el

promover una discordia, mandó que sacaran a Abd al-Malik. Era ya tan anciano,

que parecía (por su canicie) pollo de avestruz, pues tenía 90 años o más. Había

29

estado en la batalla de Harra con los medinenses, y huyó desde allí a Ifriqiya.

Ibanle diciendo cuando le conducían: “Tú eres el fugitivo que escapaste en Harra

al filo de nuestras espadas, y para vengarte de aquella derrota nos has puesto en

el trance de comer perros y cueros, y has hecho traición al ejército del Emir de los

Creyentes”. Condujéronle a la cabeza del puente, y le mataron y crucificaron a la

izquierda del camino, crucificando a su derecha un cerdo, y un perro a su

izquierda. Un día permaneció allí su cadáver, hasta que por la noche vinieron sus

libertos berberiscos de Almodóvar y le robaron. Tomó aquel paraje el nombre de

Maslib (lugar de crucifixión) de Abd al-Malik ben Qatan, y le conservó hasta que

Yusuf fué nombrado valí y Umayya ben Abd al- Malik construyó en aquel sitio una

mezquita, perdiendo su antigua denominación y llamándose mezquita de Umayya.

Fué destruida el día de la sublevación de los cordobeses contra Al-Hakam ben

Hixam, quedando el sitio abandonado, y perdiendo sus dos anteriores nombres de

la crucifixión y mezquita, excepto para los que conocen este suceso.

Así que llegó a noticia de los hijos de Abd al-Malik lo acaecido, consiguieron reunir

un ejército de las lejanas comarcas de Narbona, y de beledíes y berberiscos, pues

aunque sus espadas goteaban aún sangre berberisca, consintieron éstos en

ayudarles, buscando ocasión de vengarse de los siriacos, para habérselas

después con los beledíes, terminado este asunto. Vinieron Qatan y Umayya, en

unión con Abd al-Rahman ben Habib, que había sido de los de Balch, y al ver lo

que habían hecho con Abd al-Malik se había separado de él y de la causa siriaca,

y con Abd al-Rahman ben Alqama Al-Lajmi, gobernador de Narbona. Traían un

ejército de cien mil hombres o más contra Balch y sus compañeros, que estaban

30

en Córdoba. Muchos fugitivos de la expedición siriaca, que habían andado

errantes por alquerías y montes y por las comarcas de Ifriqiya, sin medios de

volver a Siria, habían venido a reunirse con éste, y constituían un ejército de doce

mil hombres, sin contar los muchos esclavos que habían tomado de los beledíes y

berberiscos. Salieron, pues, y llegaron a dos barid de Córdoba, al lugar llamado

Aqua Bortora, donde Balch embistió a los enemigos con sus tropas. No pudieron

resistirle ni mantenerse mucho tiempo; pero Abd al-Rahman ben Alqama Al-Lajmi,

tenido por el mejor caballero de España, dijo: “Mostradme a Balch, pues, vive

Dios, que he de matarle o morir a sus manos”. Mostráronselo, con efecto,

diciéndole: “Aquél es del caballo blanco”. Acometió entonces con la caballería

aragonesa, y retrocediendo los siriacos hasta dejar en descubierto a Balch, que

tenía en su mano la bandera, dióle dos cuchilladas en la cabeza. Al-Husayn ben

Al-Dachn Al- Uqaili cargó contra Abd al-Rahman y le asestó varios golpes,

forzándole a que le hiciera frente, por manera que apenas se detenía en algún

punto, Al-Husayn le perseguía con la caballería de Qinnasrina, obligándole a

desistir de su empeño y a defenderse, y dándole furiosas acometidas, hasta llegar

a sus filas y golpearle en medio de ellas. Mas era Ben Alqama caballero de grande

esfuerzo, bien prevenido, y cubierto además con tan bien templadas armas, que

en ellas no hacía mella alguna la espada de Al-Husayn. Emprendieron al fin

precipitada fuga (beledíes y berberiscos) y siguiéronles (los siriacos), matando a

unos y cautivando a otros. Volviéronse en seguida, y Balch murió a los pocos días,

de las heridas que había recibido de Alqama, según unos, y según otros, porque le

llegó su hora. Dios lo sabe.

31

Eligieron entonces (los siriacos) por valí a Tzaalaba ben Salama Al- Amili, contra

el cual se juntaron beledíes, árabes y berberiscos en Mérida, reuniendo un ejército

tan considerable, que no tenía aquél fuerza bastante para resistirle. Salió, sin

embargo, y combatió valerosamente; mas no alcanzó ventaja ninguna, y tuvo que

encerrarse en la ciudad de Mérida, y mandar un emisario al lugarteniente que

había dejado en Córdoba, para que fuese a él con las tropas que allí quedaban, a

fin de combatir a los beledíes.

Estando de esta suerte, cercado en Mérida por beledíes y berberiscos, pues éstos

eran los más numerosos, llegó la fiesta del Fitr o de Alza, y como observase

Tzaalaba que (con tal motivo) se descuidaban y diseminaban, hizo una salida al

amanecer del día de la fiesta, los derrotó con gran matanza, y redujo a cautiverio

sus mujeres e hijos, cosa que ni el mismo Balch se había atrevido a hacer,

tomando el camino con diez mil o más prisioneros, hasta acampar en la almazara

de Córdoba.

El Gobernador de Ifriqiya había llegado a saber el estado de las cosas de España;

la gente más honrada (de este país) había acudido a él y le habían escrito

algunos, rogándole que les mandase un valí a quien todos reconociesen y

prestasen obediencia, así como al califa, a fin de que tanto beledíes como siriacos

se sometiesen a su autoridad, pues (de lo contrario) les amenazaba la muerte y

temían la desventura de sus familias.

Tzaalaba, en tanto, acampado en la almazara, vendía entre sus soldados los hijos

y mujeres de los beledíes, habiéndosenos referido que enajenaban sus xeques al

que menos ofrecía por ellos, y que puso a la venta a Ben Al-Hakam, oriundo de

32

Medina y establecido en España, y a Al-Haritz ben Asad, medinense también y de

la tribu de Chuhaina, con un pregonero que gritaba: “¿Quién compra a la baja

estos dos xeques?”, y contestó otro: “Diez adinares doy por uno de ellos”. — El

pregonero dijo: “¿Quién da menos?”, y así continuó, hasta vender uno por un

perro y otro por un cabritillo. En esto se hallaba ocupado Tzaalaba, cuándo llegó

Abu-l-Jattar Al-Husam ben Dirar Al-Kalbi, nombrado gobernador por Hantala ben

Safwan, a nombre del califa Al-Walid ben Yazid, el cual los encontró aún

acampados en la almazara. Era (Abu-l-Jattar) un noble siriaco, natural de

Damasco, y todos le atendieron y prestaron obediencia, siriacos y beledíes. Dió

libertad a los prisioneros y cautivos, llamándose por esta causa su ejército el de la

salvación, y aunándose todas las voluntades. Huyeron Tzaalaba ben Salama,

Utzman ben Abi Nisa y otros diez personajes siriacos, amnistió a los dos hijos de

Abd al-Malik ben Qatan, y acomodando a los siriacos en las diferentes comarcas,

aquietóse el estado de los españoles.

Lafuente Alcántara, Modesto (trad.), Colección de obras arábigas de Historia y

Geografía, t. I, Madrid, Imprenta y Estereotipia de Ribadeneyra, 1867, p. 48.

9. Memoria poética de una fiesta nocturna celebrada por

los mozárabes de Córdoba.

Cuéntase en el Mathma que Abu Amir ben Xuhayd estuvo cierta noche en una de

las iglesias de Córdoba, la cual estaba alfombrada con manojos de mirto y

aderezada con atavío de regocijo y de sociedad. El toque de las campanas

alegraba sus oídos, y el fuego del fervor le iluminaba con su brillo. En esto salió el

33

sacerdote con los adoradores de Jesucristo, ceñido con admirables ornamentos,

cesando entonces los regocijos y el júbilo.

No tomaban el agua con vasos, sino que la cogían de las pilas en las palmas de

las manos.

Detúvose en medio de ellos (el sacerdote), inspirándoles fervor y libando sus

copas, que le regalaban con aroma muy fragante siempre que las llegaba a sus

labios con la más dulce libación. Concluida la ceremonia, se retiró con sus

nocturnos compañeros.

¡Y cuántas veces aspiré en aquel templo el aroma del vino de la juventud

mezclado con el añejo del sacerdote! En unos mancebos que se miraban vestidos

de alegría, modestos y humillados a su magnate.

El sacerdote, queriendo prolongar mi permanencia, entonaba repetidas veces sus

salmos en derredor de mí.

Brindábanme con vino unos niños enrojecidos de pudor, semejantes a la tierna

gacela a quien avergonzó la mirada de su dueño.

Comulgaban con él aquellos niños delicados, y les suministraba vino y por comida

carne de puerco.

Ben Jaqan, “Matzmah al-Anfusi “en Claudio Sánchez Albornoz, La España

musulmana según los autores islamitas y cristianos, V.I, Buenos Aires, Imprenta

Mercatali, 1946, p. 330-331.

34

10. Retrato de los emires.

Abd al-Rahman I. Era alto, rubio, tuerto, de mejillas enjutas y tenía un lunar en el

rostro; llevaba los cabellos esparcidos en dos tirabuzones, y se le daba el

sobrenombre de “El Sacre Omeya”. Tuvo once hijos varones y nueve hijas.

Hixam I. Este príncipe tenía la tez muy blanca, el pelo rojizo y una excelente vista.

Fué padre de once hijos, seis varones y cinco hijas.

Al-Hakam I. Era alto y delgado, de nariz muy correcta y no empleaba afeites; tenía

la tez muy morena. Fué padre de diecinueve hijos y veintiuna hijas.

Abd al-Rahman II. El nuevo príncipe era alto, moreno, de ojos grandes y negros, la

nariz aquilina, los párpados morenos y larga barba; hacía mu cho uso del henné y

del ketem. Tuvo cuarenta y cinco hijos y cuarenta

y dos hijas.

Muhammad. Tenía la tez clara y sonrosada: era bajo, con la cabeza pequeña y

barba abundante; empleaba el henné y el ketem. Tuvo treinta y tres hijos y

veintiuna hijas.

Al-Mundzir. Moreno, de cabello ensortijado; empleaba el henné y el ketem; tenía el

rostro marcado de viruelas. Tuvo cinco hijos y ocho hijas.

Abd Allah. Tenía la tez clara y subida de color, los ojos azules y nariz aquilina, era

rubio, de estatura regular y se teñía de negro. Tuvo once hijos y trece hijas.

35

Abd al-Rahman III. Tenía la piel blanca y los ojos azul oscuro; era de estatura

mediana, hermoso de cuerpo y elegante; se teñía de negro.

Al-Hakam II. Era de un rubio rojizo, tenía grandes ojos negros, la nariz aquilina, la

voz gruesa, las piernas cortas, corpulento, los brazos largos y la mandíbula

superior muy saliente.

Hixam II. Rubio, de ojos azul oscuro muy grandes, enjuto de rostro, barba rojiza, el

cuerpo bien formado y las piernas cortas; muy dado a la devoción, a la vida

retirada, se dedicaba a la lectura del Corán y al estudio de las ciencias religiosas y

distribuía abundantes limosnas a las personas piadosas, enfermas o indigentes.

Ben Idzari, “Bayan al-Mugrib” de La España musulmana según los autores

islamitas y cristianos, V.I, Buenos Aires, Imprenta Mercatali, 1946, p. 115-115.

11. Poesías de Abderramán I.

Poesías de Abd al-Rahman I

En cierta ocasión escribió a Abd al-Rahman ben Muawiya uno de los quraixíes que

habían venido a él desde el Oriente, quejándose de la mezquindad de la pensión

que le tenía asignada, pidiendo que se la aumentase, y extendiéndose en

consideraciones, por la familiaridad y franqueza que le daba el parentesco. El Emir

le contestó con los siguientes versos:

“Nadie, como yo, impulsado por una noble indignación y desnudando la espada de

doble filo”.

36

“Cruzó el desierto, surcó el mar, y superando olas y estériles campos”.

“Conquistó un reino, fundó un poder y un minbar independiente para la oración”.

“Organizó un ejército que se hallaba aniquilado, y pobló ciudades que se hallaban

desiertas”.

“Y después llamó a su familia toda a paraje donde pudo venir como a propia casa”.

“Y él vino, sin embargo, acosado del hambre, ahuyentado por las armas, fugitivo

de la muerte”.

“Y obtuvo seguridad y hartura, y riquezas y familiares”.

“¿Por ventura, el derecho de éste sobre aquél no es superior al de bienhechor y

patrono?”

Una vez salió en tren de guerra contra la frontera de Aragón, y al lado de su

campamento posáronse unas grullas: conociendo su pasión por la caza, vino uno

a avisarle y a despertarle el deseo de cazarlas; mas él rehusó, diciendo:

“Déjame de cazar grullas”.

“No me anima otro deseo que el de cazar impíos”

“Ya se encuentren en oculta madriguera, o en elevado monte”.

“Cuando en mi camino el sol del mediodía lanza sus rayos abrasadores”

“Es mi dosel la sombra de la bandera tremolante”.

“Más grato que jardines y alcázares excelsos”.

“Es para mí el desierto y la morada en la tienda”.

37

“Di, pues, a aquel que duerme sobre cojines:”

“La grandeza se acrisola con los sufrimientos de la caminata.

“Para alcanzarla debes arrostrar toda molestia”.

“Si no, serás el más abyecto de los mortales”.

Lafuente Alcántara, Modesto (trad.), Colección de obras arábigas de Historia y

Geografía, t. I, Madrid, Imprenta y Estereotipia de Ribadeneyra, 1867, p.106-107.

12. Almanzor en el Cronicón Silense.

Difunto Ramiro, Bermudo [II], hijo de Ordoño [IV] fue a León y recibió en paz el

reino. Fue hombre discreto y afirmó las leyes dadas por el príncipe Vamba, publicó

cánones, fue justiciero y sericordioso, y reprobó lo malo para escoger lo bueno.

En los d!as de su reinado, y debido a los pecados del pueblo cristiano, creció

enormemente la muchedumbre de sarracenos

y se impuso un rey suyo con el falso nombre de Almanzor [tan poderoso] como no

lo hubo anteriormente y no lo habrá en el futuro, el cual, con el consejo (ayuda) de

los musulmanes del otro lado de la mar y de toda la población de los Ismaelitas,

cruzó las fronteras y comenzó a destruir con la espada los reinos cristianos, como

el de los francos, el de Pamplona e, Igualmente, el de León. Devastó ciudades,

fortalezas y yermo la tierra hasta las costas del occidente de España y arrasó la

ciudad de Galicia [Compostela], donde está el sepulcro con el cuerpo del Apóstol

38

Santiago. Pero al intentar aproximarse [al sepulcro] para destruirlo, retrocedió con

terror.

Arrasó e incendió templos, monasterios, palacios. Fue el año milésimo trigésimo

quinto (24) de la Era. Pero el Rey de los cielos, usando de su misericordia, castigó

a sus enemigos con la muerte y la espada y los mahometanos fueron muriendo

hasta ser aniquilados.

El rey Bermudo, con la ayuda divina, restauró y engrandeció el santuario de

Santiago.

Sampiro, “Cronicón”, en Jesús Casariego (ed.), Crónicas de los Reinos de

Asturias y León, León, Editorial Everest, 1985, p. 101-102.

13. Lealtad cuestionada en la Historia Roderici.

...Más adelante tuvo noticias de que Yusuf (b.Tasufin), rey de los almorávides, y

otros muchos reyes sarracenos de Al-Andalus habían llegado con los almorávides

a sitiar la fortaleza de Aledo, que entonces poseían los cristianos. Los

mencionados reyes sarracenos sitiaron y atacaron la fortaleza hasta que les faltó

el agua a los que estaban dentro y la defendían.

En cuanto el Rey Alfonso supo esto, escribió una carta a Rodrigo, para que, tan

pronto como la leyese, fuera con él a auxiliar urgentemente la fortaleza de Aledo y

a socorrer a los que estaban sitiados luchando contra Yusuf y todos los

sarracenos que cercaban el referido castillo. Rodrigo les dio esta respuesta a los

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mensajeros del rey que le habían llevado la carta: «Que venga el rey, mi señor,

como prometió, porque yo estoy dispuesto de buena fe y con recta intención a

socorrer aquella fortaleza según su mandato. Suplico a su majestad se digne

confirmarme su llegada, ya que le place que yo le acompañe».

33. El Campeador al punto salió de Requena y llegó a Játiva. Allí le salió al

encuentro un emisario del rey Alfonso que le dijo que el rey estaba en Toledo con

un gran ejército y una gran hueste de soldados de caballería y de infantería. Al

escuchar esto, Rodrigo se dirigió al lugar que se llama Onteniente. Allí acampó

hasta conocer la llegada del rey. Pues aquél le había ordenado por medio de

emisarios que le esperase en Villena ya que le había dicho que pasaría por ese

lugar.

Entretanto, para que su ejército no pasara hambre, estaba allí esperando al rey.

Desde aquel lugar envió Rodrigo sus exploradores a Vi- llena y a los alrededores

de Chinchilla para que, en cuanto tuvieran noticia de la llegada del rey, se la

anunciaran sin demora. Mientras que los exploradores esperaban su llegada, bajó

por otro camino y llegó al río.

Cuando se enteró Rodrigo que el rey ya había pasado adelantándosele, se

entristeció mucho. Al punto tomó con su ejército la dirección de Hellín; él iba

delante de sus soldados, deseoso de conocer la verdad acerca del paso del rey. Al

enterarse de que era cierto su paso, al punto dejó su ejército que venía detrás de

él y llegó con unos pocos a Molina.

40

Yusuf, rey de los sarracenos, todos los otros reyes de los musulmanes de Al-

Andalus y los otros almorávides que estaban allí, al tener noticias de la llegada del

rey Alfonso, dejaron en paz la fortaleza de Ale- do, se dieron a la fuga enseguida

y, aterrados por temor al rey, huyeron en desorden de su rostro antes de que

llegara. Cuando Rodrigo llegó a Molina, ya el rey, viendo que de ningún modo

podía alcanzar a los sarracenos, había tomado con prisa el camino de vuelta a

Toledo con su ejército.

Rodrigo regresó muy triste a su campamento que estaba en Elche. Allí dejó

marchar a sus casas a algunos de sus soldados, que había llevado consigo desde

Castilla.

34. Entretanto, los castellanos, envidiosos de Rodrigo, le acusaron ante el rey,

diciéndole que no era un vasallo fiel, sino traidor e infame. Mintiendo le acusaban

de que no quiso salir al encuentro del rey, ni ir en su auxilio, para que los

sarracenos lo matasen y a todos los que estaban con él. El rey, habiendo

escuchado una falsa acusación de tal tipo, movido y abrasado por una gran ira,

mandó enseguida que le quitaran los castillos, las villas y todo el honor que había

recibido de él. Además mandó confiscar sus propias heredades y, lo que es peor,

ordenó que su mujer y sus hijos fueran encarcelados, atados cruelmente, y

dispuso

que fueran tomados el oro, la plata y todo cuanto se pudiera encontrar

de sus bienes.

41

Rodrigo al conocer con toda certeza que el rey se había encolerizado con él por

los engañosos vituperios y falsas acusaciones de sus enemigos y que le había

infligido tan grande y tal injuria y tan inaudita deshonra por las imputaciones de

éstos, envió enseguida al rey a uno de sus más leales caballeros, para que le

defendiera de la injusta y falsa acusación y lo excusara ante aquél. Éste,

presentado ante el rey, su señor, dijo estas palabras:

«Ilustre rey, siempre respetable, mi señor Rodrigo, tu más fief vasallo, me envía a

ti, rogando, besando tus manos, que recibas en palacio su exculpación y excusa

de la acusación con la que sus enemigos falsamente le han inculpado ante ti. Mi

propio señor defenderá él mismo en combate ante tu corte contra otro igual y

semejante a él, o un de los suyos defenderá en combate en su lugar contra otro

igual y semejante a él, que todos los que te dijeron que Rodrigo te hizo algún

fraude o engaño en el camino cuando ibas a socorrer a Aledo, para que los

sarracenos te mataran a ti y a tu ejército, mintieron como bellacos e infames y no

tienen buena fe. Quiere... que ningún conde o príncipe, ningún caballero de todos

aquéllos que iban contigo para ayudarte fielmente a socorrer el mencionado

castillo, prestándote sus servicios en esta guerra contra aquellos sarracenos y

contra todos tus enemigos, ha tenido más fidelidad hacia tí que él en la medida de

sus fuerzas».

El rey, vehementemente airado con ellos, no sólo no quiso recibir su excusación,

aunque era justísima, sino que ni siquiera accedió a oírla benignamente. Sin

embargo permitió que su mujer y sus hijos volvieran a él.

42

35, Rodrigo viendo que el rey no se había dignado recibir su excusa, juzgó por sí

mismo el pleito de su exculpación y finalmente, redac tándolo por escrito, lo envió

al rey:

«Este es el juicio, que yo, Rodrigo, pronuncio acerca de la acusación que se me

ha hecho ante el rey Alfonso: Que el rey, mi señor, me tenga en la misma estima y

honra en que acostumbró a tenerme antes. Yo lucharé en su corte contra uno

igual y semejante a mí, o un

soldado mío luchará contra otro igual y semejante a él, diciendo así: A tí, que

quieres luchar conmigo, que me acusas por aquella expedición en la que se dirigía

el rey Alfonso a Aledo a pelear con los sarracenos, yo, Rodrigo, te juro que la

única causa de no estar presente fue el no tener noticias de su paso y no poder

saberlo por ninguno. Éste es el verdadero motivo por el cual no le acompañé. En

esta guerra no le engañé sino que actué como él me lo ordenó por su emisario y

su carta, y en nada pasé por alto su mandato. No le engañé en esta guerra que el

rey pensó hacer con los sarracenos que sitiaban el mencionado castillo ni le hice

ningún fraude, ninguna artimaña, ninguna traición, ninguna maldad por

la que mi persona tenga menos valor o deba valer menos. Ninguno de aquellos

condes, señores o caballeros, que le acompañaron en aquel ejército, tuvo mayor

fidelidad al rey para luchar contra los sarracenos y ayudarle que yo. en la medida

de mis posibilidades. Así te juro que lo que digo es cierto y si miento, entrégueme

Dios a tus manos para que hagas de mí lo que quieras. Y sí no, líbreme Dios, justo

juez, de tan falsa acusación. Asimismo igual juramento haga el soldado mío al

soldado que quiera luchar con él por esta acusación».

43

Este es el segundo juramento del juicio que pronunció Rodrigo:

»A ti, soldado que quieres luchar conmigo, que me retas por aquella llegada del

rey, al dirigirme a Aledo, yo, Rodrigo, te juro que no conocí con seguridad su

llegada, y de ningún modo pude saber que estaba delante de mí, hasta que

escuché de los que me lo contaron que ya se volvía a Toledo. Te aseguro que de

no estar enfermo, preso o muerto, me hubiera presentado ante el rey en Molina,

de haberlo sabido con anterioridad, habiendo llegado hasta Hellín, y, de buena fe y

con recta inten- ción, sin ninguna artimaña, me hubiera dirigido con él a Aledo para

ayudarle en su lucha, en caso de haberla mantenido con los sarracenos. Además

de esto, juro por Dios y sus santos que no pensé ni dije nada malo contra el rey,

por lo que mi persona valga menos. Si miento en alguna de estas cosas que te he

dicho, entrégueme Dios a tus manos para que hagas de mí lo que quieras. Y si no,

líbreme Dios, que es justo juez, de tan falsa acusación. Jure y cumpla esto mismo

mi soldado ante el soldado que quiera luchar con él por esta causa».

Este es el tercer juramento:

«A ti, soldado que me retas por aquella llegada del rey, al venir a Aledo, para

pelear allí con los sarracenos que sitiaban aquel castillo, yo, Rodrigo, te juro que le

envié aquella carta de buena fe y con verdad, sin artimaña ni traición. No le envié

aquella carta para que fuera vencido o capturado por los sarracenos, sus

enemigos. Pues cuando él se dirigía con su ejército a la mencionada fortaleza,

entonces me envió un mensajero suyo a Víllena diciéndome que esperara allí su

llegada. Y así lo hice cumpliendo sus órdenes. Pero te juro y te digo que nunca

pensé ni hablé nada en contra del rey, ni le traicioné, ni le hice nada malo por lo

44

que mi persona valga menos o yo deba perder mi vida, mi honor y mí dinero, o el

rey hacerme tal, tamaña y tan inaudita afrenta, como me hizo. Así te juro por Dios

y por sus santos que en esto que juro, juro verdad. Si en alguna de estas cosas

que he dicho antes, miento, entrégueme Dios a tus manos para que hagas de mí

lo que quieras y, si no, como piadoso y justo juez, líbreme de tal falsísima

acusación. Jure y cumpla etto mismo mi soldado ante el soldado que quiera luchar

con él p°'' esta causa».

Este es el cuarto juramento:

«A ti, soldado del rey, que quieras luchar conmigo, yo, Rodrigo, te juro por Dios y

sus santos, que desde el día en que lo recibí como señoi en Toledo, hasta aquel

en que supe que cruelmente y tan sin razón pren dìo a mi mujer y me quitó todo el

honor que tenia en su reino, nada malo dije de él, ni pensé mal alguno, ni hice

nada contra él, por lo que deba tener mala reputación o valer menos mi persona.

Sin merecerlo, sin ra2ón y sin ninguna culpa, me quitó mi honor y encarceló a mi

mujer ¡tan grande y tan cruel afrenta me hizo! A ti, soldado que quieras luchar

conmigo, te juro que aquello que he dicho anteriormente, es cierto y. si miento,

entrégueme Dios a tus manos para que hagas de mí lo que quieras. Y si no, juez

verdadero y clemente, líbreme de esta falsísima acusación. Este mismo juramente

y no otro pronuncie y cumpla mi soldado ante aquel soldado que quiera luchar con

él».

«Éste es, pues, el juicio que yo, Rodrigo, resueltamente pronuncio y firmemente

asevero: Si el rey quisiere recibir uno de estos cuatro juramentos. que escribí más

arriba, elija el que le agrade de ellos y yo lo cumpliré gustoso. Pero si no le

45

agrada, estoy preparado para luchar con el soldado del rey que sea igual a mi, tal

como yo ante el rey cuando gozaba de su estima. Considero que así me debo

defender ante mi rey y emperador, en el caso de ser retado. Si alguno quisiera

vituperarme o reprenderme por este juicio y me diera alguno mejor y más justo en

relación a la acusación que se me hace, que lo escriba y me lo envíe explicando

de qué manera debo hacer mi defensa y salvarme. Ciertamente, si yo

comprendiera que era más correcto y más justo que el mío, lo aceptaré gustoso, y

de acuerdo con aquél presentaré mi defen* sa y me salvaré. Y si no, lucharé de la

manera que he expuesto o un soldado mío lo hará por mí, Y si aqué! fuera

vencido, habrá de aceptar mi juicio y sí, por el contrario, resultara vencedor, yo

aceptaré el suyo».

Pero el rey no quiso aceptar los juicios hechos personalmente por Rodrigo ni su

defensa y excusación.

Emma Falque Rey, “Traducción de la Historia Roderici”, Boletín de la Institución

Fernán González, Burgos, año LXII, n.º 201, p. 351-355.

14. La visión de el Cid por los vencidos.

Relato de sus motivos [de sublevación]: Cuando al-Qádir tomó posesion de

Valencia introdujo en ella innovaciones repróbales (ahdátan), alteró sentencias y

realizó muchas acciones vituperables.

Era amigo de Alfonso [VI], le enviaba presentes y le expedía misivas; como

consecuencia las gentes de Valencia tuvieron miedo de que él cediese a Alfonso

46

la posesión de la ciudad, al igual que lo había puesto en posesión de Toledo.

Entonces se reunieron y resolvieron matarlo, así como [determinaron] poner al

frente [de ellos] a Ibn Yahháf.

[Éste], pues, se presentó ante él y lo mató en la noche del martes 23 de ramadán

[del año 485] (28 de octubre de 1092), como se ha dicho precedentemente.

Ibn Yahháf fue reconocido por jefe a la mañana siguiente, o sea, el día del martes

24 de ramadán del año 485, luego entró en el alcázar y halló en él gran cantidad

de dineros (amwál), enseres y tesoros reales; [entonces] se apoderó de todo

aquello.

[Ibn. Yahháf] había estudiado fiqh (jurisprudencia islámica) en Játiva (Sáiiba) con

Abü 'Amr b. 'Abd al-Barr114 y asistió a las lecciones de hadit- (tradiciones del

Profeta) de Abül- 'Abbás al-idwi y de otros.

Permaneció en Valencia como soberano hasta que uno de los condes (qunt min

aqmát) cristianos, a quien se le llamaba al-Kanbayatür (el Campeador), —cuyo

significado es «el Señor del Campo» (sahib al-falis)— y cuyo nombre verdadero

era Ludríq (Rodrigo), lanzó una incursión contra él; pues anhelaba la toma de

Valencia. Entonces la oprimió con intensa opresión y la sometió a fuerte asedio.

Le cortó los aprovisionamientos, emplazó almajaneques y horadó sus muros. Los

habitantes (nás), privados de víveres, comieron ratas, perros y carroña; hasta el

punto que la gente comió gente, pues a quien de entre ellos moría se lo comían.

Las gentes, en fin, llegaron a sufrimientos [tales] que no podían soportar. Ibn

47

'Alqama ha escrito un libro relativo a la situación de Valencia y [acerca] de su

asedió, que hace llorar al que lo lee y espanta al hombre razonable.

Cuando la prueba se prolongó [largamente] sobre ellos y les faltó el aguante, y

como los almorávides se habían marchado de al-Andalus a Berbería (al-'idwa) y

no encontraban un protector, decidieron entregar la ciudad al Campeador; por lo

cual le pidieron el amán para sus personas, sus bienes y sus familias. [El] mientras

impuso como condición a Ibn Yahháf que [éste] habría de darle todos los tesoros

de al-Qádir.

Cada uno de ellos estuvo conforme con la demanda del otro y se concluyó entre

ambos la paz (sulh). La puerta fue abierta y el Campeador entró en la ciudad, se

aposentó en el alcázar y tomó posesión de Valencia. Esto tuvo lugar en el año 488

(1095). El gobierno de Ibn Yahháf había durado tres años, cuatro meses y siete

días.

[Algún tiempo] después el Campeador mató a Ibn Yahháf. Fue el motivo de su

muerte que el Campeador —Dios lo maidiga—,cuando recibió de [manos de] Ibn

Yahháf todos los tesoros de al-Muqtadir, [supiese] que Ibn Yahháf había retenido

de entre ellos un preciado tesoro. Llegó de ello [noticja] al Campeador que le

preguntó por aquel tesoro, mas [Ibn Yahháf] negó tenerlo.

Entonces le ordenó jurarlo en presencia de testigos instrumentales (suhüd)

notables musulmanes y notables cristianos; y así juró que él no lo había visto ni lo

tenía, entonces [el Campeador] lo dejó tranquilo; sin embargo, después de eso

supo que lo tenía. Abü l-'Abbas Ahmad b. 'Alqama, que estuvo entre los que

48

presenciaron [los hechos en] el lugar y estuvo [allí] durante el asedio, dice en su

historia que el Campeador le pidió [a Ibn Yahháf parte] de sus bienes. [Él]

entonces le presentó muchos objetos y muchos muebles ricos. El Campeador le

dijo: ¿Quien posee estos objetos no ha de tener dinero? Entonces montó en cólera

yordenó [someterle a] tormento.

Se le aplicó una intensa tortura y acto seguido [el Campeador] dio unas órdenes.

Acopióse entonces abundante leña y se hizo un agujero para Ibn Yahháf en el que

fue metido; se dispuso la leña en torno suyo y se le dio de fuego. [Él] acercaba

llameantes tizones hacia sí con sus manos, a fin de apresurar [con] aquello la

partida de su alma (rüh).

Continuó Valencia en poder del Campeador hasta que Mazdali el almorávide la

recobró en el año [4]95 (26 de octubre de 1101 a 4 de octubre de 1102.

Felipe Maíllo Salgado (Editor), Crónica anónima de los reyes de Taifas, Madrid,

Akal, 1991, p.50-53.

15. Fragmento del Liber peregrinationis de Aymeric

Picaud.

En el camino de Santiago, por la vía de Toulouse, pasado el río Garona, se

encuentra en primer lugar la tierra Gascuña; y luego, pasado el Somport, la tierra

de Aragón y después Navarra, hasta Puente Arga y más allá. Por la ruta de Port

de Cize, despues de la Turena, se encuentra la tierra de los poitevinos, productiva,

49

óptima y llena de toda felicidad. Los poitevinos son gente fuerte y guerrera, muy

hábiles en la guerra con arcos, flechas y lanzas, confiados en la batalla,

rapidísimos en las carreras, cuidados en su vestido, distinguidos en sus facciones,

astutos en sus palabras, muy dadivosos en sus mercedes, pródigos con sus

huéspedes.

Después se encuentra el país de Saintes; luego pasado el estuario del río Garona,

está la tierra de Burdeos, que es fértil en vino y en peces, pero de rústica lengua.

Se tiene a los Saintes por burdos pr su idioma, pero los bordeles lo son aún más.

Después se atraviesan durante tres agotadoras jornadas las landas bordelesas.

Esta es tierra completamente desolada, carente de pan, vino, carne, pescado, ríos

y fuentes, de escasas aldeas, llana, arenosa, aunque abundante en miel, mijo,

panizo, y puercos. Pero si por casualidad la atraviesan en verano, guarda

cuidadosamente tu rostro de las enormes moscas, que vulgarmente se llaman

avispas o tábanos, que allí abundan mucho. Y si no miras atentamente dónde

pisas, en la arena del mar, que allí abunda, rápidamente te hundirás hasta la

rodilla.

Pasado, pues, este país, se encuentra Gascuña, tierra rica en pan blanco y

espléndido vino tinto, y dotada de bosques, prados y ríos y fuentes sanas. Los

gascones son ligeros de palabra, parlanchines, reidores, libidinosos, bebedores,

pródigos en las comidas, mal vestidos, descuidados en sus ropas y adornos; pero

acostumbrados a la guerra y distinguidos por su hospitalidad con los pobres.

Acostumbran comer sin mesa, sentados alrededor del fuego y beber todos por un

mismo vaso. Comen y beben largamente, pero visten mal y duermen torpe y

50

suciamente mezclados tdos sobre unas pocas pajas, los siervos con el señor y la

señora. A la salida de este país, en el camino de Santiago, se encuentran dos ríos

que corren por cerca de la Villa de San Juan de Sorde, uno a su derecha y otro a

su izquierda: que uno de ellos se llama gave y el otro río y que no pueden

cruzarse en modo alguno sin embarcación. Y los barqueros de éstas se

condenarán indudablemente; pues aunque aquellos ríos son muy estrechos, sin

embargo por cada hombre, tanto pobre como rico, que transportan hasta la otra

orilla, suelen cobrar un dinero, y por las caballerías cuatro, que exigen incluso por

la fuerza, abusivamente. Y

su nave es pequeña, hecha de un solo árbol, y en ella no caben los caballos;

cuando hayas embarcado en ella guárdate prudentemente de caer, por

casualidad, al agua. Te convendrá arrastrar por las riendas a tu caballo detrás de

ti, fuera de la nave, por el agua. Por eso entra en ella con pocos, pues si va muy

cargada peligrará. Tambien muchas veces los barqueros meten tanta cantidad de

peregrinos, tras cobrarles el precio, que vuelca la nave, y se ahogan los

peregrinos en el río. Por lo que malignamente se alegran los barqueros,

apoderandose de los despojos de los muertos.

Después, ya cerca de Port de Cize, se encuentra el país vasco, que tiene en la

costa hacia el norte la ciudad de Bayona. Esta tierra es bárbara por su lengua,

llena de bosques, montuosa, desolada de pan, vino y de todo alimento del cuerpo,

salvo el consuelo de las manzanas, la sidra y la leche. En esta tierra, a saber,

cerca de Port de Cize, en el pueblo llamado Ostabat y en los de Saint-Jean y

Saint-Michel-Pied-de-Port se hallan unos malvados portazgueros, los cuales

51

totalmente se condenan; pues saliendo al camino a los peregrinos con dos o tres

dardos cobran por la fuerza injustos tributos. Y si algún viajero se niega a darles

los dineros que les han pedido, le pagan con los dardos y le quitan el censo,

insultándole y registrándole hasta las calzas. Son feroces y la tierra en que moran

es feroz, silvestre y bárbara: la ferocidad de sus caras y los gruñidos de su

bárbara lengua aterrorizan el corazón de quienes los ven. Aunque legalmente

solamente deben cobrar tributo a los mercaderes, lo reciben injustamente de los

peregrinos y de todos los viajeros. Cuando deben cobrar normalmente de

cualquier cosa cuatro monedas o seis, cobran ocho o doce, es decir, el doble. Por

lo cual mandamos y rogamos que estos portazgueros con el rey de Aragón y los

demás potentados que reciben de ellos los dineros del tributo, y todos los que lo

consienten, a saber: Raimundo de Solis y Viviano de Agramonte y el Vizconde de

San Miguel con toda su descendencia, junto con los antedichos barqueros y

Arnaldo de Guinia con todos sus descendientes futuros y con los demas señores

de los citados ríos, que injustamente reciben de aquellos mismos barqueros los

dineros de la navegación, con los sacerdotes también que a sabiendas les dan

confesión o comunión, o les celebran oficios divinos, o los admiten en la iglesia,

sean excomulgados no sólo en las sedes episcopales de sus respectivas tierras,

sino también, oyéndolo los peregrinos, en la basílica de Santiago, hasta que por

larga y pública penitencia se arrepientan y moderen sus tributos. Y cualquier

prelado que, por caridad o por lucro, quiera perdonarlos de esto, sea herido por la

espada del anatema. Y sépase que dichos portazgueros en modo alguno deben

percibir tributo de los peregrinos, y los repetidos barqueros sólo deben cobrar un

óbolo por la travesía de dos hombres, si son

52

ricos, y por su caballo un solo dinero, pero de los pobres nada. Y deben tener

también barcas grandes en que holgadamente puedan entrar las caballerías y los

hombres.

En el país vasco hay en el camino de Santiago un monte muy alto que se llama

Port de Cize, o porque allí se halla la puerta de España, o porque por dicho monte

se transportan las cosas necesarias de una tierra a otra; y su subida tiene ocho

millas y su bajada igualmente ocho. Su altura es tanta que parece tocar al cielo. Al

que lo escala le parece que puede alcanzar el cielo con la mano. Desde su

cumbre pueden verse el mar británico y el occidental, y las tierras de tres países, a

saber: de Castilla, de Aragón y de Francia. En la cima del mismo monte hay un

lugar llamado la Cruz de Carlomagno, porque en él con hachas, con piquetas, con

azadas y demás herramientas abrió una senda Carlomagno al dirigirse a España

con sus ejercitos en otro tiempo y, por último, arrodillado de cara a Galicia elevó

sus preces a Dios y Santiago. Por lo cual, doblando allí sus rodillas los peregrinos

suelen rezar mirando hacia Santiago y todos ellos clavan sendas cruces, que allí

pueden encontrar-se a millares. Por esto se considera aquel lugar el primero de la

oración a Santiago. En este mismo monte, antes de que creciese plenamente por

tierra españolas la cristiandad, los impíos navarros y vascos solían no solo robar a

los peregrinos que se dirigían a Santiago, sino también cabalgarlos como asnos, y

matarlos.

Junto a este monte, hacia el norte, hay un valle que se llama Valcarlos, en el que

acampó el mismo Carlomagno con sus ejércitos cuando los guerreros fueron

muertos en Roncesvalles, y por el que pasan también muchos peregrinos que van

53

a Santiago y no quieren escalar el monte. Luego, pues, en el descenso del monte

se encuentra el hospital y la iglesia en donde está el peñasco que el poderoso

héroe Roldán partió con su espada de arriba a bajo de tres golpes. Después se

halla Roncesvalles, lugar en que en otro tiempo se libro la gran batalla en la cual el

rey Marsilio, Roldán y Oliveros y otros ciento cuarenta mil guerreros cristianos y

sarracenos fueron muertos.

Tras este valle se encuentra Navarra, tierra considerada feliz por el pan, el vino, la

leche y los ganados. Los navarros y los vascos son muy semejantes en cuanto a

comidas, trajes, y lengua, pero los vascos son algo más blancos de rostro que los

navarros. Estos se visten con paños negros y cortos hasta las rodillas solamente,

a la manera de los escoceses, y usan un calzado que llaman albarcas, hechas de

cuero con pelo, sin curtir, atadas al pie con correas, que sólo resguardan la planta

del pie, dejando desnudo el resto. Gastan unos capotes de lana negra, largos

hasta los codos y orlados a la manera

de una paenula, (la paenula era una especie de capota de viaje, largo hasta las

rodilaas, cerrado y sin mangas, con un agujero para la cabeza y un capuchón)que

llaman sayas. Comen, beben y visten puercamente. Pues toda la familia de una

casa navarra, tanto el siervo como el señor, lo mismo la sierva que la señora,

suelen comer todo el alimento mezclado al mismo tiempo en una cazuela, no con

cuchara, sino con las manos, y suelen beber por un vaso. Si los vieras comer, los

tomarías por perros o cerdos comiendo. Y si los oyeses hablar, te recordarian el

ladrido de los perros, pues su lengua es completamente bárbara. A Dios le llaman

urcia; a la Madre de Dios, andrea María; al pan, orgui; al vino, ardum; a la carne,

54

aragui; al pescado, araign; a la casa, echea; al dueño de la casa, iaona; a la

señora, andrea; a la iglesia, elicera; al prebítero, belaterra, lo que quiere decir bella

tierra; al trigo, gari; al agua, uric; al rey, ereguia; a Santiago, iaona domne Iacue.

Este es pueblo bárbaro, distinto de todos los demás en costumbres y modo de ser,

colmado de maldades, oscuro de color, de aspecto inicuo, depravado, perverso,

pérfido, desleal y falso, lujurioso, borracho, en toda suerte de violencias ducho,

feroz, silvestre, malvado y réprobo, impío y áspero, cruel y pendenciero, falto de

cualquier virtud y diestro en todos los vicios e inquiedades; parecido en maldad a

los getas y sarracenos, y enemigo de nuestro pueblo galo en todo. Por sólo un

dinero mata un navarro o un vasco, si puede, a un francés. En algunas de sus

comarcas, sobretodo en Vizcaya y Alava, el hombre y la mujer navarros se

muestran mutuamente sus verguenzas mientras se calientan. También usan los

navarros de las bestias en impuros ayuntamientos. Pues se dice que el navarro

cuelga un candado en las ancas de su mula y de su yegua, para que nadie se le

acerque, sino él mismo. También besa lujuriosamente el sexo de la mujer y de la

mula. Por lo cual, los navarros han de ser censurados por todos los discretos. Sin

embargo, se les considera buenos en batalla campal, malos en el asalto de

castillos, justos en el pago de diezmos y asiduos en las ofrendas a los altares.

Pues cada día al ir los navarros a la iglesia, hacen una ofrenda a Dios, o de pan,

vino o trigo, o de algún otro producto. Siempre que un navarro o un vasco va de

camino se cuelga del cuello un cuerno como los cazadores y lleva en las manos,

según costumbre, dos o tres dardos que llaman azconas. Al entrar y salir de casa,

silba como un milano. Y cuando estando escondido en lugares apartados o

55

solitarios para robar, desea llamar silenciosamente a sus compañeros, o canta a la

manera del buho, o aúlla igual que un lobo.

Suele decirse que descienden del linaje de los escoceses, pues a ellos se parecen

en sus costumbres y aspecto. Es fama que Julio César envió a España, para

someter a los españoles, porque no querían pagarles tributo, a tres pueblos, a

saber: a los nubianos, los

escoceses y los caudados cornubianos, ordenándoles que pasasen a cuchillo a

todos los hombres y que sólo respetasen la vida a las mujeres. Y habiendo ellos

invadido por mar aquella tierra, tras destruir sus naves, la devastaron a sangre y

fuego desde Barcelona a Zaragoza, y desde la ciudad de Bayona hasta Montes de

Oca. No pudieron traspasar esos límites, porque los castellanos reunidos los

arrojaron de sus territorios combatiendolos. Huyendo, pues, llegaron ellos hasta

los montes costeros que hay entre Nájera, Pamplona y Bayona, es decir, hacia la

costa en tierras de Vizcaya y Alava, en donde se establecieron y construyeron

muchas fortalezas, y mataron a todos los varones a cuyas mujeres raptaron y en

las que engendraron hijos que después fueron llamados navarros por sus

sucesores. Por lo que navarro equivale a no verdadero, es decir, engendrado de

estirpe no verdadera o de prosapia no legítima. Los navarros también tomaron su

nombre primitivamente de una ciudad llamada Naddaver, que está en las tierras

de que en un principio vinieron, en los primeros tiempos, el apóstol y evangelista

San Mateo.

Después de la tierra de estos, una vez pasados los Montes de Oca, hacia Burgos,

sigue la tierra de los españoles, a saber, Castilla y Campos. Esta tierra está llena

56

de tesoros, abunda en oro y plata, telas y fortísimos caballos, y es fértil en pan,

vino, carne, pescado, leche y miel. Sin embargo, carece de árboles y está llena de

hombres malos y viciosos.

Después, pasada la tierra de León y los puertos del monte Irago y monte Cebrero,

se encuentra la tierra de los gallegos. Abunda en bosques, es agradable por sus

ríos, sus prados y riquísimos pomares, sus buenas frutas y sus clarísimas fuentes;

es rara en ciudades, villas y sembrados. Escasea en pan de trigo y vino, abunda

en pan de centeno y sidra, en ganados y caballerías, en leche y miel y en

grandiosísimos y pequeños pescados de mar; es rica en oro y plata, y en tejidos y

pieles silvestres, y en otras riquezas, y sobretodo en tesoros sarracenos. Los

gallegos, pues, se acomodan más perfectamente que las demás poblaciones

españolas de atrasadas costumbres, a nuestro pueblo galo, pero son iracundos y

litigosos.

Aymeric Picaud, El libro del jacobeo, Madrid, Editorial Encuentro, 2004, p. 73-85.

57

ÍNDICE

1. Moneda almohade? 1

2. Fragmento de la Getica de Jordanes. 1

3. Fragmento del Chronicon de Juan de Biclaro. 5

4. Epitafio de Opilano. 11

5. Pacto de capitulación de Tudmir. 12

6. Invasión musulmana y resistencia cristiana en la Crónica de Alfonso III. 13

7. Donación de Vítulo y Ervigio. 19

8. Iglesia de San Baudelio de Berlanga. 22

9. Enfrentamientos tribales en el Ajbar Machmua. 23

10. Fiesta mozárabe en el Matzmah al-Anfusi de Ben Jaqan. 29

11. Retrato de los emires en el Bayan al-Mugrib de Ben Idzari. 30

12. Poesías de Aberramán I en el Ajbar Machmua. 32

13. Almanzor en el Cronicón de Sampiro. 33

14. Fragmento de la Historia Roderici. 35

15. La visión de el Cid en la Crónica anónima de los reyes de Taifas. 42

16. Fragmento del Liber Peregrinationis por Aymeric Picaud. 45

ÍNDICE 54