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1 de Diciembre de 2014 11 Vuelvo a plantearme, contra mí mismo, la necesidad imperiosa, éticamente, de eliminar la desmesura. Sin em- bargo, en la Encuesta citada los Gobiernos Estatales aparecen, lugar cuarto, con la posibilidad de un 77.2% de corrupción. No obstante, y a su vez, lo que hace emerger la confusión, la misma Encuesta señala que el 78.2% de los usuarios de trámites gubernamentales están satisfechos. ¿Se acepta, en suma, la Corrupción como algo normal? Eliminando las simplicaciones lo que es evidente, para todos los ciudadanos, es la fragilidad del Estado de Derecho que fundamenta y eleva a categoría ética la vida colectiva. Lo contrario es el caos, esto es, Iguala. Su quiebra no signica solamente crisis social sino que puede elevar a categoría mecánica, a su vez, la imposición forzada o la aparición, ostensible, de la barbarie. Iguala y los 43 normalistas desaparecidos, nos coloca, a todos, por igual, ante una crisis ética que destruye las claves de la go- bernabilidad y, a su vez, fundamenta el ascenso, turbio y creciente, de la violencia que puede transformarse, por su propia auto-destrucción, en la barbarie. Es indispensable, al margen de toda desmesura, asumir que la barbarie es el nivel más alto y grave con- tra algo que es esencial para convi- vir: la crisis de la abilidad no sólo en las Instituciones, sino en el otro. Eso conduce, re- pito, a la barbarie; a la idea de la fuerza por encima de todo. Esa batalla contra la barbarie es la batalla, prioritaria, de una Socie- dad. No podemos asistir ni asumir que sea posible la trágica historia de los 43. Eso nunca. En suma, tenemos ante nosotros un dilema grave: la barbarie o el Estado de Dere- cho como realidad histórica. [email protected] Por Juan María Alponte [email protected] http://juanmariaalponte.blogspot.mx/ Columna México y el Mundo México: La fragilidad del Estado de Derecho J ean-Jacques Rousseau, en sus famosas “Confessions”, nos reve- la una hipótesis jurídico-política de primera magnitud: que la primera Institución es la palabra. La palabra creíble, la palabra que hace posi- ble la convivencia. Cuatro siglos antes del Cristo, los lósofos griegos advirtieron, lúcidos, que toda desmesura hybris- conllevaba consigo la “ate”, esto es, la posi- bilidad del desvarío y el caos. Esa búsqueda del equilibrio se garantizó en Inglaterra, en 1215, con la Carta Magna que im- puso, para siempre, que la Ley estaba por encima del Rey. Cuando no es así, cuan- do la fragilidad del Estado de Derecho puede generar, como en México, la ruptura de todos los equilibrios éticos, como en el caso de Iguala y los 43 normalistas desaparecidos, las consecuencias no son solamente la evidencia social y jurídico-política de la no existencia de la Ley, sino la aparición de la barbarie. Lo que estamos vivien- do, cada día en México, es simplemente la incorporación del tema de la barbarie al pan nuestro de cada día. Según la Encuesta Nacional del Impacto Guberna- mental (ENCIG 2013) la Corrupción es el correlato dia- léctico de esa crisis profunda de la convivencia. ¿Pueden existir las condiciones convivenciales fundamentales –amén de la credibilidad en la palabra ocial- cuando la Sociedad, sin más, asume que la corrupción es la norma? Si previamente he señalado que la desmesura, la hy- bris, perturba el razonamiento, lo cierto es que la reali- dad nos coloca con la espalda contra la pared. De acuer- do con INEGI en la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental, la Corrupción, en el caso de la Seguridad Pública, mantiene los niveles más altos: el 50.6%. Impresiona esa dimensión que desnuda a la So- ciedad por entero. Lo grave es que prácticamente no existe espacio en los Trámites y Servicios Públicos donde no aparezca, eli- minando la hybris, dejando al margen la desmesura, la prevalencia de la Corrupción. Según la misma Encuesta citada, cuya abilidad no se pone en duda, no existe trá- mite donde no sea evidente o no se negocie con ciertas prácticas lamentables. De acuerdo con la Encuesta citada de INEGI “el 88.3% de la población considera que son muy frecuen- tes o frecuentes el ‘trámite’ sometido a prácticas de Co- rrupción”. Eliminando, como la peste, la desmesura, la Encuesta de INEGI 2013 señala “que el 24.8% de los permisos relaciona- dos con la propiedad es “negociable” por el camino torcido y que más de 24,000 experiencias de corrupción se registraron por cada 100,000 per- sonas”. Puntualiza INEGI “que son frecuentes o muy frecuentes los mecanismos de Corrupción en los temas siguientes: el 89.7% en orden a la Policía”. Suspendo la tecla un momento porque se trata –ese tema- de una dimensión fundamental, esto es, la Seguridad. Sin embargo, INEGI ratica o evidencia “que la Corrupción en el caso de los Policías asciende al 89.7%”. En segundo lugar, lo cual no estremece menos, en la Encuesta de INEGI, aparecen, con un 84.4% los Parti- dos Políticos. Se trata de Instituciones claves, sin duda, en la gobernabilidad. En el mismo nivel, en el cuadro ético de la gobernabilidad, el Ministerio Público, de acuerdo con la misma Encuesta Nacional, re- vela, según INEGI, un 78.4% de niveles de corrupción. El 88.3% de la población con- sidera que son muy frecuentes o frecuentes el ‘trámite’ someti- do a prácticas de Corrupción

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  • 1 de Diciembre de 2014

    11Vuelvo a plantearme, contra m mismo, la necesidad

    imperiosa, ticamente, de eliminar la desmesura. Sin em-bargo, en la Encuesta citada los Gobiernos Estatales aparecen, lugar cuarto, con la posibilidad de un 77.2% de corrupcin. No obstante, y a su vez, lo que hace emerger la confusin, la misma Encuesta seala que el 78.2% de los usuarios de trmites gubernamentales estn satisfechos. Se acepta, en suma, la Corrupcin como algo normal?

    Eliminando las simpli!caciones lo que es evidente, para todos los ciudadanos, es la fragilidad del Estado de Derecho que fundamenta y eleva a categora tica la vida colectiva. Lo contrario es el caos, esto es, Iguala.

    Su quiebra no signi!ca solamente crisis social sino que puede elevar a categora mecnica, a su vez, la imposicin forzada o la aparicin, ostensible, de la barbarie. Iguala y los 43 normalistas desaparecidos, nos coloca, a todos, por igual, ante una crisis tica que destruye las claves de la go-bernabilidad y, a su vez, fundamenta el ascenso, turbio y creciente, de la violencia que puede transformarse, por su propia auto-destruccin, en la barbarie. Es indispensable,

    al margen de toda desmesura, asumir que la barbarie es el nivel ms alto y grave con-

    tra algo que es esencial para convi-vir: la crisis de la !abilidad no

    slo en las Instituciones, sino en el otro. Eso conduce, re-pito, a la barbarie; a la idea de la fuerza por encima de todo. Esa batalla contra la barbarie es la batalla, prioritaria, de una Socie-dad. No podemos asistir ni asumir que sea posible la trgica historia de los

    43. Eso nunca.En suma, tenemos ante

    nosotros un dilema grave: la barbarie o el Estado de Dere-

    cho como realidad histrica.

    [email protected]

    Por Juan Mara [email protected]://juanmariaalponte.blogspot.mx/

    Columna Mxico y el Mundo

    Mxico: La fragilidad del Estado de Derecho

    Jean-Jacques Rousseau, en sus famosas Confessions, nos reve-la una hiptesis jurdico-poltica de primera magnitud: que la primera Institucin es la palabra. La palabra creble, la palabra que hace posi-ble la convivencia.

    Cuatro siglos antes del Cristo, los !lsofos griegos advirtieron, lcidos, que toda desmesura hybris- conllevaba consigo la ate, esto es, la posi-bilidad del desvaro y el caos. Esa bsqueda del equilibrio se garantiz en Inglaterra, en 1215, con la Carta Magna que im-puso, para siempre, que la Ley estaba por encima del Rey.

    Cuando no es as, cuan-do la fragilidad del Estado de Derecho puede generar, como en Mxico, la ruptura de todos los equilibrios ticos, como en el caso de Iguala y los 43 normalistas desaparecidos, las consecuencias no son solamente la evidencia social y jurdico-poltica de la no existencia de la Ley, sino la aparicin de la barbarie. Lo que estamos vivien-do, cada da en Mxico, es simplemente la incorporacin del tema de la barbarie al pan nuestro de cada da.

    Segn la Encuesta Nacional del Impacto Guberna-mental (ENCIG 2013) la Corrupcin es el correlato dia-lctico de esa crisis profunda de la convivencia. Pueden existir las condiciones convivenciales fundamentales amn de la credibilidad en la palabra o!cial- cuando la Sociedad, sin ms, asume que la corrupcin es la norma?

    Si previamente he sealado que la desmesura, la hy-bris, perturba el razonamiento, lo cierto es que la reali-dad nos coloca con la espalda contra la pared. De acuer-do con INEGI en la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental, la Corrupcin, en el caso de la Seguridad Pblica, mantiene los niveles ms altos: el 50.6%. Impresiona esa dimensin que desnuda a la So-ciedad por entero.

    Lo grave es que prcticamente no existe espacio en los Trmites y Servicios Pblicos donde no aparezca, eli-minando la hybris, dejando al margen la desmesura, la prevalencia de la Corrupcin. Segn la misma Encuesta citada, cuya !abilidad no se pone en duda, no existe tr-mite donde no sea evidente o no se negocie con ciertas prcticas lamentables.

    De acuerdo con la Encuesta citada de INEGI el 88.3% de la poblacin considera que son muy frecuen-tes o frecuentes el trmite sometido a prcticas de Co-rrupcin. Eliminando, como la peste, la desmesura, la

    Encuesta de INEGI 2013 seala que el 24.8% de los permisos relaciona-

    dos con la propiedad es negociable por el camino

    torcido y que ms de 24,000 experiencias de corrupcin se

    registraron por cada 100,000 per-sonas.

    Puntualiza INEGI que son frecuentes o muy frecuentes los mecanismos de Corrupcin en

    los temas siguientes: el 89.7% en orden a la Polica. Suspendo la tecla un momento porque se trata ese tema- de una dimensin fundamental, esto es, la Seguridad. Sin embargo, INEGI rati!ca o evidencia que la Corrupcin en el caso de los Policas asciende al 89.7%.

    En segundo lugar, lo cual no estremece menos, en la Encuesta de INEGI, aparecen, con un 84.4% los Parti-dos Polticos. Se trata de Instituciones claves, sin duda, en la gobernabilidad. En el mismo nivel, en el cuadro tico de la gobernabilidad, el Ministerio Pblico, de acuerdo con la misma Encuesta Nacional, re-vela, segn INEGI, un 78.4% de niveles de corrupcin.

    El 88.3% de la poblacin con-sidera que son muy frecuentes o frecuentes el

    trmite someti-do a prcticas de

    Corrupcin