20
34 La hermenéutica teológica y el Jesús histórico: Una evaluación crítica de estudios actuales y de la hermenéutica gadameriana (Primera Parte) Christopher M. Hays Resumen: El comienzo del artículo describe las deficiencias teológicas de la metodología tradicional para el estudio del Jesús histórico. A continuación considera la reciente apropiación de la hermenéutica gadameriana, apoyando elementos de este enfoque, pero criticando su indiferencia al carácter de acontecimiento, lo cual significa que la hermenéutica no puede sostener la esperanza cristiana. Abstract: The article begins by describing the theological shortcomings of conventional approaches to the study of the historical Jesus. It then considers the recent advances made in the field through the appropriation of Gadamerian hermeneutics, alternately endorsing elements of this approach, but criticizing its indifference to the occurence character of events, which makes it unable to sustain Christian hope. Palabras Clave: Jesus histórico. Hermenéutica teológica. Gadamer. Keywords: Historical Jesus. Theological Hermeneutics. Gadamer. Introducción 1 Cuando escribí este ensayo, estaba trabajando en la Facultad de Teología de la Universidad de Bonn, en Alemania. En ocasión de presentar este documento como ponencia en la sociedad de Nuevo Testamento escribí una introdución muy diferente a la que compongo ahora. El gremio bíblico en Alemania es mucho más liberal que en América Latina, y entonces tuve que defender este ensayo contra acusaciones de ser fideísta, siendo que en este ensayo voy a discutir cómo uno puede equilibrar la fe y la crítica en la investigación académica del Jesús histórico. Pero imagino que en América Latina, si hay inquietudes, serán acerca de la medida en que tomo en cuenta la perspectiva crítica de los eruditos europeos. No obstante, decidí proponerlo para publicación en Cuadernos de Teología porque este ensayo refleja un tipo de investigación en la cual estoy comprometido como erudito: la tarea de estudiar el Nuevo Testamento de la manera más rigurosa posible, pero también desde el punto de vista de la fe, ya que soy un cristiano que cree no solo que el Nuevo Testamento puede resistir el escrutinio crítico, sino también que la lectura cuidadosa y piadosa del Nuevo Testamento solo puede fortalecer la teología cristiana, aunque también la desarrollaría y quizás en ciertos modos la cambiaría. 1 El presente artículo será publicado también en inglés en Jan van der Watt (ed.), The Quest for the Real Jesus. Leiden: Brill, 2013

499-2036-1-PB

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: 499-2036-1-PB

34

La hermenéutica teológica y el Jesús histórico:

Una evaluación crítica de estudios actuales y de la hermenéutica

gadameriana (Primera Parte)

Christopher M. Hays

Resumen: El comienzo del artículo describe las deficiencias teológicas de la

metodología tradicional para el estudio del Jesús histórico. A continuación

considera la reciente apropiación de la hermenéutica gadameriana, apoyando

elementos de este enfoque, pero criticando su indiferencia al carácter de

acontecimiento, lo cual significa que la hermenéutica no puede sostener la

esperanza cristiana.

Abstract: The article begins by describing the theological shortcomings of

conventional approaches to the study of the historical Jesus. It then considers

the recent advances made in the field through the appropriation of Gadamerian

hermeneutics, alternately endorsing elements of this approach, but criticizing its

indifference to the occurence character of events, which makes it unable to

sustain Christian hope.

Palabras Clave: Jesus histórico. Hermenéutica teológica. Gadamer.

Keywords: Historical Jesus. Theological Hermeneutics. Gadamer.

Introducción1

Cuando escribí este ensayo, estaba trabajando en la Facultad de

Teología de la Universidad de Bonn, en Alemania. En ocasión de

presentar este documento como ponencia en la sociedad de Nuevo

Testamento escribí una introdución muy diferente a la que compongo

ahora. El gremio bíblico en Alemania es mucho más liberal que en

América Latina, y entonces tuve que defender este ensayo contra

acusaciones de ser fideísta, siendo que en este ensayo voy a discutir

cómo uno puede equilibrar la fe y la crítica en la investigación académica

del Jesús histórico. Pero imagino que en América Latina, si hay

inquietudes, serán acerca de la medida en que tomo en cuenta la

perspectiva crítica de los eruditos europeos. No obstante, decidí

proponerlo para publicación en Cuadernos de Teología porque este

ensayo refleja un tipo de investigación en la cual estoy comprometido

como erudito: la tarea de estudiar el Nuevo Testamento de la manera

más rigurosa posible, pero también desde el punto de vista de la fe, ya

que soy un cristiano que cree no solo que el Nuevo Testamento puede

resistir el escrutinio crítico, sino también que la lectura cuidadosa y

piadosa del Nuevo Testamento solo puede fortalecer la teología cristiana,

aunque también la desarrollaría y quizás en ciertos modos la cambiaría.

1 El presente artículo será publicado también en inglés en Jan van der Watt (ed.), The Quest for the

Real Jesus. Leiden: Brill, 2013

Page 2: 499-2036-1-PB

35

Pero ante todo, yo creo que los estudiosos cristianos no deben evadir las

preguntas críticas, sino que debemos ser los mejores eruditos críticos,

porque la Biblia es nuestro libro y trata de nuestro Dios.

Este ensayo tiene dos objetivos. En primer lugar, hacer un

resumen de la discusión reciente sobre las limitaciones de los métodos

académicos por los cuales los eruditos han tratado de poner de

manifiesto al Jesús histórico. En segundo lugar, analizar cómo la

hermenéutica de Hans-Georg Gadamer ha sido recientemente utilizada

en investigaciones sobre el Jesús histórico, destacando tanto los

beneficios de esta apropiación como sus limitaciones teológicas.

Finalmente, en la segunda parte de este artículo, que saldrá en el

volumen venidero de Cuadernos de Teología, se esbozará una propuesta

metodológica por medio de la cual espero que los eruditos confesantes2

del Jesús histórico puedan estudiar a Jesús en una manera

teológicamente sólida sin excluirse a sí mismos de la conversación con los

eruditos no confesantes.

Los límites del estudio del Jesús histórico

Con el fin de poner de relieve los desafíos más significativos que

surgen al relacionar la investigación sobre el Jesús histórico con la

teología cristiana, voy a empezar haciéndome eco de lo que es un

creciente consenso entre los especialistas del Jesús histórico: que los

esfuerzos de extraer los dichos y hechos originales de Jesús apenas han

dado resultados incontestados.

La insuficiencia criteriológica

No obstante las garantías tan publicadas del Jesus Seminar de que

sus esfuerzos pondrían de manifiesto al Jesús que realmente ha existido

(en contraste al Jesús de la Iglesia, ostensiblemente ocultado por el

dogma), los eruditos, tanto de dentro (Allison, 1998:2-10; 2008:79-83;

2009:54-57) como de fuera (Johnson, 1996:126-33) del “Quest” han

denunciado repetidamente la confianza depositada en “criterios de

historicidad” (por ejemplo, la coherencia, la disimilitud, testimonio

múltiple, la vergüenza) que son tan decisivos para el estudio del Jesús

histórico.

Consideremos dos de los criterios básicos de la investigación del

Jesús histórico: la coherencia y la disimilitud.

2 En la descripción de ciertos estudiosos del Jesús histórico como “confesantes”, me refiero a

aquellos cuya investigación está activamente informada por su fe religiosa en Jesús. Prefiero esta palabra a “cristiano” o “religioso”, porque hay muchos eruditos cristianos del Jesús histórico que se esfuerzan por no permitir que sus creencias religiosas influyan en sus investigaciones.

Page 3: 499-2036-1-PB

36

El criterio de coherencia (un dicho o hecho de Jesús

es original si es coherente con lo que ya sabemos sobre la vida y

las enseñanzas de Jesús), supone que todo lo que Jesús dijo e hizo

era coherente, y se basa en una circularidad irreductible en la cual

afirmamos a priori que sabemos lo que Jesús enseñó y podemos

evaluar si dichos atribuidos a él encajan con el contenido de esa

predicación.

El criterio de la (doble)-disimilitud (un dicho de Jesús

es original, si no se corresponde con los supuestos de los judíos

contemporáneos a él o de sus seguidores cristianos) produce un

Jesús demasiado iconoclasta, un Jesús que solo discrepaba con su

tradición ancestral y las opiniones de los que se llamaban sus

discípulos.

Por otra parte, estos criterios a menudo no coinciden:3 un texto

con testimonio múltiple, sin embargo, a veces no cumple con el criterio

de disimilitud. Es evidente, entonces, que uno no puede considerar estos

criterios de historicidad como medios suficientes y fiables para construir

una imagen completa del Jesús histórico. Esto no niega el valor de

muchos de estos criterios como factores en la evaluación de la

probabilidad de que un dicho o un acontecimiento se derivan del Jesús

histórico. Solo tengo la intención de señalar que estos criterios no se

deben confundir con leyes científicas, como si uno pudiera aplicarlos con

seguridad a toda situación.4

Cualquiera que dude de la subjetividad involucrada en la

evaluación de los varios testimonios sobre el Jesús histórico solo tiene

que examinar las opiniones de los eruditos de primera línea en el campo.

La década de 1990 fue testigo de la producción de ‘Jesuses’

diametralmente opuestas por académicos del más alto calibre. No hay

forma de conciliar el sabio igualitario e iconoclasta de Crossan y Funk (un

maestro de sabiduría desprovisto de esperanza escatológica o

apocalíptica; Crossan, 1991; Funk, 1997) con el profeta apocalíptico de

Dale Allison o Bart Ehrman (Allison, 1998; Ehrman, 1999). Sin ser

absolutamente pesimista en mi valoración de lo que la investigación del

3 Como se ilustra en detalle en la crítica de Dale Allison contra el Historical Jesus de Crossan; ver

Allison, 1998: por ej., p. 20 ss. 4 Por esta razón, Allison sugiere que el término “criterios” sea abandonado a favor del término

“índices” (Allison, 1998:51-58), reconociendo que las ideas como disimilitud doble, vergüenza, coherencia, etcétera, pueden ayudarnos a evaluar la probabilidad relativa de que una cosa específica no es histórica, pero nunca nos dará nada parecido a la certeza sobre el asunto. La palabra “índices” evita el aire de la seguridad implícita en los “criterios” y en su lugar se aclara que estos factores solo pueden apoyar o restar valor de la aparente autenticidad de un complejo, y que no pueden probar o refutar el complejo.

Page 4: 499-2036-1-PB

37

Jesús histórico puede producir (estoy convencido de que Allison y Ehrman

están mucho más cerca de la marca que los eruditos del Jesus Seminar),

debemos reconocer que en la actualidad los “resultados sólidos” de la

investigación del Jesús histórico son más modestos de lo que es

generalmente admitido.

Insuficiencia hermenéutica: La diferencia entre eventos y el

significado

Sin embargo, un problema más fundamental todavía no ha sido

abordado: la diferencia entre los acontecimientos y el significado. Incluso

si pudiéramos acordar sobre cuáles eventos ocurrieron y qué cosas Jesús

realmente dijo, esto no equivaldría a la certeza sobre cuáles

acontecimientos precipitaron a los demás, cuáles fueron las motivaciones

de los personajes claves, o qué conclusiones teológicas deben proceder

de los acontecimientos examinados. Cualquier estado de cosas o

secuencia de acontecimientos podría ser explicado de varias maneras (cf.

Allison, 2009:57). Aún cuando los eruditos coinciden en que: (a) Jesús

entró en Jerusalén en medio de una multitud animada de israelitas y (b)

causó un gran alboroto en el templo durante la última semana de su

vida, y (c) fue crucificado un poco después; ellos todavía ofrecen una

variedad de explicaciones para la relación causal entre estos eventos.

Como tal, el significado de esa secuencia de eventos queda fuera del

alcance de la certeza histórica (Johnson, 1996:83, 133; Bockmuehl,

1994:154).

En pocas palabras, aun si tuviéramos un acuerdo unánime sobre

hechos y dichos que realmente se derivan de Jesús, no tendríamos forma

científica de establecer lo que la vida y las enseñanzas de Jesús

significaban en el primer siglo, por no mencionar sobre lo que significan

para nosotros hoy. En cambio, hay académicos que adoptan a priori

ciertos paradigmas y esperan que den sentido a la mayor cantidad de

datos posible. Crossan apela a la sociología de las relaciones de poder

(por ejemplo: de parentesco, la dinámica del pueblo, beneficencia,

patrocinio, etc.); Allison se basa en estudios comparativos religiosos de

los profetas milenaristas; Wright desarrolla una metanarrativa judía del

exilio y la restauración (Wright, 1996). La adopción de tales paradigmas

no es problemática en sí misma (de hecho, es inexorable, como veremos

más adelante), pero nos debe desengañar de la noción de que las

investigaciones sobre el Jesús histórico procedan sin prejuicios

determinantes.

Page 5: 499-2036-1-PB

38

Insuficiencia teológica

Por último y lo más importante, la hegemonía de presupuestos

histórico-críticos en el estudio de Jesús, aunque ganan más credibilidad

en relación con la historiografía secular, ata de pies y manos el esfuerzo

teológico; los métodos críticos convencionales son fundamentalmente

inadecuados para la discusión de afirmaciones trascendentes.5 La

investigación histórico-crítica no nos permite, por regla general, discutir

si eventos sobrenaturales/trascendentes (milagros, la resurrección, el

nacimiento virginal, la encarnación de Dios) de veras pasaron, solo si la

gente creía que esas cosas sucedieron (así Ehrman, 1999:193-96). En su

carácter como acontecimientos espacio-temporales (es decir, su carácter

como ocurriendo en espacio y tiempo), estos eventos están o divinizados

(HEG Paulus), o descartados como los productos mitopoieicos de la

mente pre-racional (Strauss), o rechazados de plano, como cuestión de

principio (como en el caso de Lüdemann, 1999:11, 14, 74).6 El problema

es que el material al que la metodología histórico-crítica es menos capaz

de enfrentar, también es el material más determinante para lo que la

Iglesia ha creído que Jesús sea (Watson, 2001:165).

Consideren la resurrección, el acontecimiento crucial para el

desarrollo de la cristología tradicional: a pesar de que los autores del

Nuevo Testamento claramente creen que la resurrección de Jesús ocurrió

en la historia espacio-temporal, la resurrección, por definición, viola las

reglas de cómo funciona la historia. Incluso para los autores del Nuevo

Testamento (que fácilmente aceptaban milagros y reanimación de los

muertos como eventos extraordinarios que, sin embargo, tenían

precedentes) la resurrección de Jesús, la transfiguración y la ascensión

eran sui generis de tal manera que los discípulos percibían en ellas nada

menos que el amanecer de una nueva era de la existencia (Bockmuehl,

2001:109, 16; Johnson, 1996:136). En consecuencia, los Evangelios

proporcionan al lector un punto alternativo de referencia histórica, una

noción de tiempo y espacio en la cual el tiempo del futuro y el espacio del

reino divino han invadido el mundo terrenal. Pequeña sorpresa en la que

los supuestos prosaicos de la crítica histórica sobre el tiempo y el espacio

no se prestan al diálogo con la teología de los Evangelios (Minear,

5 Cuando hablo de las “afirmaciones transcendentes” sigo a William Placher, quien se refiere a

afirmaciones que “van más allá de la historia ordinaria, ya sea hacia un futuro escatológico o un ámbito diferente al de los acontecimientos en este mundo” (Placher, 2008:38). Las traducciones del inglés y el alemán son del autor. 6 Hay algunas excepciones. Allison, por ejemplo, usa una variedad de evidencia personal, anecdotal,

y comparativa-religiosa y osa discutir la posibilidad de ser visitado por fantasmas (Allison, 1998:49). Gerd Theissen también se esfuerza por ser más cuidadoso en, por ejemplo, su investigación de los milagros de Jesús, a la que es impulsado por la crítica de las formas (Theissen y Merz, 1998:291-313).

Page 6: 499-2036-1-PB

39

2002:55). Investigaciones no confesantes son insuperablemente

filantropistas. Aunque tales estudios pueden discutir la humanidad de

Jesús con entusiasmo, no pueden evaluar si Jesús realmente hacía

milagros, si realmente nació de una virgen, si realmente fue crucificado

para la salvación de la humanidad, o si verdaderamente fue resucitado de

entre los muertos (Morgan, 2005:221); en definitiva, si es o no es que

en Jesús realmente tenemos que ver con Dios. Tales nociones solo

pueden ser consideradas desde la perspectiva de la fe. Y sin embargo, sin

discutir precisamente estas cuestiones, nuestra investigación histórica de

Jesús seguirá siendo teológicamente deficiente:

“Lo que no se debe perder es que, mediante la eliminación

de toda referencia a la acción divina en la historia de Jesús,

los críticos marginan precisamente aquellas partes de los

evangelios en que los evangelistas expresaron más

explícitamente su comprensión del significado permanente

de Jesús.” (Keck, 2000:5)

Así pues, la tarea de los eruditos cristianos al investigar al Jesús

histórico, es la de equilibrar el Jesús histórico empíricamente conocido en

relación a las afirmaciones teológicas del cristianismo sobre Jesús, ya que

cualquier compromiso con este excluye la hegemonía de aquel. Pero,

¿cómo lograr esos enfoques ideológicamente distintos en una sola

conversación?

Hans-Georg Gadamer

En los últimos años, algunos eruditos bíblicos han llegado a pensar

que la obra de Hans-Georg Gadamer nos podría proporcionar un camino

a seguir. El magnum opus de Gadamer, Wahrheit und Methode (1960),

fue una de las obras fundamentales en la teoría hermenéutica del siglo

XX. Su obra ha ejercido influencia sobre los estudios bíblicos, tanto a

través de la evolución general de la hermenéutica, y más explícitamente

a través de la reciente atención a la “historia de los efectos”

(Wirkungsgeschichte). Con el fin de enumerar los beneficios y

limitaciones del pensamiento de Gadamer para el estudio del Jesús

histórico, vale la pena resumir algunas de las ideas que Gadamer

presenta en el capítulo cuarto de Wahrheit und Methode, titulado

“Elementos para una teoría de la experiencia hermenéutica”.

La hermenéutica histórica de Gadamer

Gadamer comienza el capítulo poniendo de relieve la observación

de Heidegger de que todos los esfuerzos humanos en la comprensión son

Page 7: 499-2036-1-PB

40

mediados por el “significado previo” o las “pre-comprensiones” con los

cuales se acerca una persona a un texto (Gadamer, 2004:267-68). La

finitud de la conciencia humana no se puede acomodar a un conocimiento

perfecto, de modo que invariablemente opera con simplificaciones,

suposiciones y limitaciones; los prejuicios (prae-iudicio) son inevitables

para el ser histórico. La existencia de tales pre-significados desilusiona a

cualquier optimismo ingenuo con respecto a la objetividad pura en la

comprensión y exige que cada intérprete examine y evalúe la legitimidad

de sus pre-comprensiones.

Nuestros varios prejuicios / significados previos llegan a nosotros a

través de nuestro entorno inmediato, nuestra familia, amigos, escuelas, y

sociedad, y por lo tanto podemos referirnos con justicia a ellos como

“tradiciones”, dejando abierta la cuestión de si una tradición particular es

válida o no (aunque el término “prejuicios” tiende a implicar lo

segundo).7 Siendo que nuestra existencia, nuestra forma de conocer,

está invariablemente ligada a los prejuicios tradicionales, tenemos que

descartar la dicotomía entre la tradición y la investigación histórica, y en

cambio investigar la manera en que la tradición nos conecta con la

historia, nos permite examinar un objeto histórico. 8

Gadamer explica que los acontecimientos vienen a nosotros a

través de la tradición. Sabemos de eventos pasados solo porque ellos

impresionaron, tuvieron un efecto (Wirkung) de algún modo sobre el

mundo físico o la historia humana tradicional. Nunca encontramos a los

acontecimientos tal como fueron, sino a través de lo que ellos dejaron, a

través de su impacto, de lo que significaron, de su importancia histórica.

Un evento no se nos presenta directamente, sino que sus efectos, su

impacto, se extienden hacia nosotros, dejándonos comprender el pasado,

no como fue (lo que requiere una infinitud ajena a la condición histórica

humana), sino como lo que ha llegado a ser, lo que significa.

Gadamer sostiene que el esfuerzo hermenéutico es similar a la

lectura de un texto difícil en un idioma antiguo. Dado que el significado

de un texto antiguo exigente no es inmediatamente obvio para la

traductora, ella trabaja poco a poco en su traducción, anticipando el

significado del texto, tratando de interpretar pequeños trozos de una

frase a la vez, y revisando su comprensión de las palabras y frases

constituyentes hasta que todo el texto se une y da sentido. Su previsión

7 “Siempre estamos situados en medio de tradiciones y... no concebimos lo que dicen las tradiciones

como algo distinto, algo extraño. Siempre es parte de nosotros...” (Gadamer, 2004:283). 8 Así Gadamer dice que el tiempo no es un golfo sobre el cual hay que saltar, sino que “en realidad es

el terreno que apoya la marcha de los acontecimientos en los cuales se arraiga el presente... no es un abismo profundo, sino que está lleno de continuidad de la costumbre y la tradición, a la luz de la cual todo lo transmitido se nos presenta” (297).

Page 8: 499-2036-1-PB

41

del significado del texto, antes de que ella ha comprendido sus partes

constituyentes, no le impide leer el texto, sino que la guía mientras que

redacta a las carreras los trozos más pequeños, pasando cíclicamente a

través de las posibilidades léxicas, sintácticas y contextuales,

constantemente ajustando cada uno, hasta que el significado del texto se

revela. Lo mismo sucede con la hermenéutica. Nos acercamos a un texto

con ciertos significados previos, dados a nosotros por la tradición, y

luego, cuando nuestros significados previos no resultan adecuados para

una descripción completa del significado de un texto, nos vemos

obligados a ajustar los significados previos. La idiosincrasia del texto

provoca una conciencia de nuestras pre-comprensiones, poniéndolas en

primer plano (Aufhebung) como un primer paso hacia la suspensión, el

análisis y la evaluación de ellas.

La misma dinámica tiene lugar en el caso de la interpretación de

un acontecimiento histórico. Solo podemos verdaderamente obtener la

comprensión de otra época histórica, otro texto, u otra persona después

de reconocer que nuestra propia existencia es históricamente constituida,

que nuestra perspectiva sobre la historia anterior está bordada en la

urdimbre y la trama de nuestro propio momento histórico.

“Una hermenéutica adecuada a la materia tendría que demostrar

la realidad y la eficacia de la historia dentro de la comprensión

misma. Me voy a referir a esto como una ‘historia de los efectos’

[Wirkungsgeschichte]. La comprensión es, en esencia, un evento

históricamente-efectuado” (299).

En general, cuando Gadamer habla acerca de la historia, se refiere

no al proceso de establecer los hechos de lo sucedido sino al plateo de la

importancia de esos hechos. Gadamer supone que la tarea de la

disciplina histórica no se limita a describir lo que fue, sino se extiende a

explicar el impacto de lo que fue, cómo, de una manera u otra, ha

contribuido a nuestro actual estado de cosas. Un historiador de la

Segunda Guerra Mundial, por supuesto, debe seguir los movimientos de

tropas, calcular las condiciones climáticas, describir la política interna e

internacional y estimar los suministros de alimentos y la producción de

armas, pero estas consideraciones estadísticas y arqueológicas son solo

una parte de la tarea del historiador. El historiador también tiene que

evaluar el impacto de estos datos en la moral perdurable, las tendencias,

las esperanzas y los temores de la gente, y, finalmente, describir las

consecuencias de la guerra para todo el mundo. Al mismo tiempo, tiene

que llegar a un acuerdo con y articular la forma en que la transcripción

de la historia ha sido alterada por la retórica y la metanarrativa de los

Page 9: 499-2036-1-PB

42

vencedores, configurando la memoria de la gente y la comprensión de la

guerra, incluso influyendo en la comprensión del historiador mismo. En

pocas palabras, la hermenéutica histórica debe explicar lo que un hecho

histórico o una serie de eventos llegó a significar para nosotros, cómo

nos han hecho lo que somos.

Cuando uno aprehende que la propia conciencia “está situada en la

telaraña de los efectos históricos” (300), Gadamer dice que uno posee

una conciencia históricamente-efectuada (wirkungsgeschichtliches

Bewusstsein), lo que implica que uno está siempre consciente de las

limitaciones de su propio conocimiento, las limitaciones que obtienen

como consecuencia de la propia finitud histórica. Esto requiere un

cuidado permanente “contra el asimilar precipitadamente el pasado a

nuestras propias expectativas de sentido. Solo entonces podremos

escuchar a la tradición de una manera que le permita prestar oído a su

propio significado” (304). Así, a medida que somos provocados por el

pasado como un Otro, nosotros ponemos en primer plano nuestros

prejuicios y los prejuicios del Otro que ya son evidentes a nosotros,

buscando la comprensión, poniendo de relieve las diferencias en nuestras

respectivas conciencias históricamente-efectuadas. Por poner en primer

plano sus propios prejuicios y los del texto, uno puede empezar a

comprender verdaderamente al Otro, en lugar de describir o dominar al

Otro.

Si una intérprete aprehende que ella es históricamente efectuada,

que ella solamente piensa desde dentro de su tradición, y que esto no la

limita, pero en realidad es la condición previa de cualquier entendimiento,

entonces ella puede estar realmente abierta a entender y aprender de un

evento mediado a través de su tradición, aunque y en virtud del hecho de

que, es diferente de ella. Así como las relaciones humanas requieren el

reconocimiento de la personalidad del Otro, admitiendo que usted tiene

algo que decirme a mí, así es que también la conciencia históricamente

efectuada “debe permitir el derecho de la tradición a la validez, no en el

sentido de simplemente reconocer el pasado en su alteridad, pero de tal

manera que el pasado tiene algo que decirme. Esto también requiere una

especie fundamental de apertura” (355).

Al tratar de interpretar sin imponer pre-comprensiones en el Otro

del pasado, Gadamer aconseja que el intérprete proceda por medio del

planteo de preguntas. Las preguntas que hacemos deben incluir las que

son sugeridas por el texto mismo, las preguntas a las cuales el texto

mismo intenta ofrecer una respuesta, y preguntas que el intérprete

también comparte. A continuación, el intérprete intenta escuchar la

respuesta del texto a esa pregunta, y da a luz su propia respuesta a la

pregunta. En este proceso, el intérprete debe esforzarse por mantener un

Page 10: 499-2036-1-PB

43

diálogo abierto, para permitir que la palabra tradicional lo provoque, para

poner en entredicho sus propios significados previos y prejuicios. “La voz

que nos habla del pasado... se plantea una pregunta y coloca a nuestro

sentido en la apertura” (366-367). Esto se aplica particularmente al

erudito del Jesús histórico en la medida en que él o ella lee los

Evangelios, no solo para encontrar la información que revelan acerca de

Jesús, sino también para conocer el significado que le dan a Jesús como

sus testigos, sus efectos.

Debo destacar, no sea que Gadamer (o yo) sea descartado como

un relativista post-moderno y solipsista, que esto no equivale a abrazar

la validez de cualquier perspectiva antigua. No podemos dejar de

sospechar de algunas cosas que una persona antigua hubiera aceptado

sin dudas. Podemos, sin embargo, posponer el rechazo de su suposición

con el fin de realmente participar en su perspectiva, para escuchar sus

preguntas y aplicarlas a nosotros mismos, de tal manera que nosotros

también podamos participar en su pregunta.9 Cuando ambos podemos

hacer la misma pregunta, invariablemente reformulada y aún más abierta

para acomodar a nuestra investigación moderna, entonces podemos

dialogar con la palabra tradicional sobre la cuestión que ahora

compartimos, conectando así el horizonte de nuestro propio pasado y

ampliando nuestro campo visual.10 (Por razones de brevedad, no voy a

ahondar en los pensamientos de Gadamer sobre la fusión de horizontes.)

Los beneficios de la hermenéutica gadameriana para

estudios confesantes del Jesús histórico

Una razón por la cual Gadamer ha encontrado una recepción cálida

en los estudios bíblicos es que su concepto de la historia de los efectos ha

permitido que los miembros del gremio bíblico renueven la interacción

con, por ejemplo, materiales evangélicos y patrísticos como testigos de

los acontecimientos históricos y el significado de la vida de Jesús sin

empañar su credibilidad histórica. Gadamer nos ha recordado el lugar

común de que los efectos nos dicen mucho acerca de sus causas. Esto

permite, de hecho, nos obliga a relacionar nuevos datos a las antiguas

9 “la erudición histórica en primer lugar intenta comprender cada texto en sus propios términos y no

acepta el contenido de lo que dice como verdadero, sino que lo deja pendiente"(330). Asentimiento y obediencia dependen del grado en que la perspectiva del texto parece creíble después de haber escuchado su punto de vista; también son influenciados por el tipo de texto con que se está tratando. 10

“No podemos evitar pensar en lo que el autor aceptó sin vacilar y por lo tanto no consideró exponder a la apertura de la cuestión. Este no abre la puerta a la arbitrariedad en la interpretación, sino que revela lo que siempre pasa.... [P] arte de la comprensión real, sin embargo, es que recuperar los conceptos de un pasado histórico de tal manera que también incluyen nuestra propia comprensión de ellos.” (367)

Page 11: 499-2036-1-PB

44

cuestiones históricas; nos recuerda que “estratos” más tardíos de los

materiales no son solo acumulaciones (aunque a menudo sea eso) pero

en muchos aspectos son la “huella”11 de un acontecimiento histórico.12

Por el contrario, en la medida en que los Evangelios pueden ser vistos

como expresiones de los efectos que Jesús tuvo en sus discípulos,

debemos mantener bajo sospecha cualquier reconstrucción del Jesús

histórico que produzca un hombre radicalmente diferente del Jesús de los

Evangelios (Morgan, 2005:222).

Gadamer también ha ayudado a los eruditos bíblicos a recordar

que el significado de un evento reside en gran parte en sus efectos. Esta

idea por supuesto es anterior a Gadamer, incluso en el gremio bíblico,

después de haber sido fuertemente argumentado por Martin Kähler en su

ensayo de 1892 Der sogenannte historische Jesus,13 pero Gadamer ofrece

la noción de una nueva vida filosófica. El significado de Jesús no puede

ser separado de cómo sus discípulos lo entendían. Los efectos de una

persona (cómo es recibida por los demás, qué impresión ocasiona en

otros) ayudan a constituir su significado (cf. Allison, 2008:93-95; Keck,

2000:7). La identidad es un objeto en las manos de y es determinada por

la familia, amigos, enemigos, y asociados, al menos en parte durante la

vida y completamente después de la muerte. Jesús, en particular, fue un

hombre cuya vida llegó más allá de su muerte y transformó a sus

discípulos; “Si los ignoramos, no lo ignoramos?” pregunta Dale Allison

(Allison, 2009:29, cf. 23-25; Keck, 2000:7). Esta conceptualización del

significado parcialmente en términos de “efectos” debe proporcionar un

correctivo a los enfoques “arqueológicos” que tratan de barrer con los

relatos escriturales de la vida de Jesús (que están entre los efectos más

significativos de la vida de Jesús) con el fin de recuperar los hechos

desnudos e indiscutibles (solo para encontrar que no tienen medios para

explicar lo que sin duda los hechos significan).

Por último, Gadamer nos recuerda no solo que nuestros prejuicios

y presuposiciones son inexorables, sino que son condiciones previas para

la comprensión; los prejuicios nos proporcionan un punto de partida, y

nos dirigen hacia las tradiciones por las cuales fueron generados para que

11

Uso una expresión favorita de mi Doktorvater, Markus Bockmuehl. Utilizando una metáfora similar, Dunn nota: “De la impresión en la cera se puede discernir la forma del sello. De la impresión dejada en los discípulos podemos discernir la ‘forma’ de él que hizo esa impresión.” (Dunn, 2004:15). 12

Las deudas de Bockmuehl y Dunn a Gadamer son obvias, como el primero commenta: “Aprenderemos acerca de Jesús mejor de la tradición que generó” (Bockmuehl, 1994:8), y el último afirma que la tradición “es en sí mismo parte del efecto que Jesús tenía sobre los que llamó al discipulado” (Dunn, 2003:329). 13 “Lo que es realmente histórico en una figura importante es entendido en forma puramente histórica, el efecto personal que permanece perceptible a la posteridad.” “El real, es decir, el eficaz Cristo ...”, “Su obra es su persona, en su efecto histórico y transhistórico” (Kähler, 1953:38, 44, 78).

Page 12: 499-2036-1-PB

45

nuevamente podamos atravesar las tradiciones hacia un acontecimiento

histórico. Pre-comprensión es la postura en la que comenzamos nuestra

conversación dialéctica con el Otro de la historia. En el mismo orden de

ideas, Gadamer señala que no nos encontramos al final de la historia, o

fuera de la historia, como si tuviéramos algún punto de vista objetivo

desde el cual pudiéramos juzgar el significado de lo que ha llegado antes.

Reconocemos que somos insuperablemente parte de la historia (Keck,

2000:9), que nuestra explicación del significado del Jesús histórico será

inevitablemente estampada con la imagen de nuestra propia era, como

Schweitzer señaló en el caso de los eruditos liberales de siglo XIX, y

como Dunn mostró incisivamente con respecto al Jesus Seminar (Dunn,

2003:62-64). Así que si deseamos superar, al menos en parte, las

limitaciones de nuestra propia historicidad, tenemos que poner en primer

plano los conocimientos adquiridos por nuestras presuposiciones.

Estamos obligados a declarar nuestras presuposiciones (protestantes,

ortodoxas, feministas, machistas, ateas, relativistas, estadounidenses,

alemanas, latinas) desde el principio, en lugar de negar su existencia (cf.

Johnson, 1996:175; de Morgan, 2004:5), manteniéndolas siempre

delante de nuestro en recuerdo del hecho de los múltiples puntos de vista

desde los que vemos el pasado, como de que sus horizontes son

limitados. A la luz de nuestras limitaciones y las limitaciones de cada uno

de nuestros predecesores humanos, no podemos alegar que poseemos

conocimiento objetivo de la “significación” de la historia; en el mejor de

los casos podemos decir lo que la historia ha significado (en cierta

medida), lo que significa (hasta cierto punto), y lo que podría significar

(en cierto grado).

Por lo tanto no hay duda de que Gadamer ha hecho mucho para

legitimar el trabajo de los eruditos confesantes en el campo de la

investigación histórica sobre Jesús, cómo nos ha recordado que hay que

escuchar el testimonio de los Evangelios para entender la identidad y el

significado de Jesús, cómo ha reiterado que el significado de un evento

reside en gran parte en sus efectos, y cómo nos ha advertido sobre la

inexorabilidad y, de hecho, el valor de nuestras presuposiciones. Provoca

cierta sorpresa el que los eruditos hayan integrado ideas gadamerianas

(generalmente sin articular la fuente de las ideas) en su investigaciones

del Jesús histórico. Pero aún la hermenéutica histórica gadameriana no es

suficiente para el estudio cristiano del Jesús histórico, siendo que un

académico cristiano que se especializa en el Jesús histórico tiene la meta

de sacar conclusiones teológicas de su trabajo sobre la base de que el

Jesús histórico (quienquiera que fuese) debería, por lo menos, de alguna

manera informar y constreñir nuestra fe cristiana.

Page 13: 499-2036-1-PB

46

Las limitaciones de la hermenéutica gadameriana para el

estudio confesante de Jesús

Vale la pena señalar que Gadamer distingue la hermenéutica

histórica de la hermenéutica teológica. “La Escritura es la palabra de

Dios, y eso significa que tiene una prioridad absoluta sobre la doctrina de

los que la interpretan. La interpretación no debe pasar por alto esto”

(Gadamer, 2004:326-27). La sensibilidad a esta distinción es

fundamental para las investigaciones del Jesús histórico, ya que la

erudita cristiana especializada en el Jesús histórico combina, en diversos

grados, los rasgos de la historiadora y la teóloga. La erudita cristiana

especializada en el Jesús histórico es como la historiadora, siendo que lee

los textos del Nuevo Testamento (entre otras cosas), no sólo en sus

propios términos, sino por lo que revelan acerca de la historia a pesar de

sí mismos. Al igual que la historiadora, ella también tiene interés en

describir la historia de los efectos de Jesús, averiguando qué creencias en

y acerca de Jesús surgieron después de su muerte. Sin embargo, la

erudita cristiana del Jesús histórico no es solamente una historiadora. La

historiadora gadameriana sólo está interesada en lo que la historia ha

sido y lo que llegó a significar; si futuras investigaciones (arqueología, la

lectura crítica, etc.) mostrasen que la importancia de un evento en la

historia había dependido, en parte, de la suposición de que las cosas

ocurrieron en una forma en que ellas no realmente acontecieron, esto no

sería de gran importancia hermenéutica: el evento tuvo efecto, con

independencia de lo que hubiera obtenido si “los hechos” del

acontecimiento histórico fuesen revelados con mayor precisión.

Pero, ¿puede el erudito cristiano del Jesús histórico comportarse de

manera indiferente al ‘carácter de acontecimiento’ de los eventos de la

vida y la muerte (y la resurrección) de Jesús? (Debo decir que, cuando

hablo de ‘carácter de acontecimiento’, estoy traduciendo “occurrence-

character” en referencia al carácter de eventos como ocurriendo en la

historia espacio-temporal) Hasta cierto punto, podemos decir que quizás

algunos eventos descritos en los Evangelios no ocurrieron, pero que, sin

embargo, fielmente representan el carácter de Jesús (cf. Placher,

2008:34). Consideremos, por ejemplo, el relato de la tentación de Jesús

en el desierto (Mt 4,1-11//Lc 4,1-13), o la historia de la mujer

sorprendida en adulterio (Juan 7,52 a 8,11). Incluso si decidimos que no

parezca probable que estos hechos ocurrieran, ellos describen

gráficamente un Jesús que resistía a lo demoníaco, que negaba el auto-

engrandecimiento, que se había comprometido a la adoración de Yahveh

solamente, y que defendía y perdonaba a los pecadores y excluidos; sin

duda estos relatos ilustran la identidad y el carácter del Jesús que

realmente era, aunque los relatos quizás no sucedieron como tal (cf.

Page 14: 499-2036-1-PB

47

Keck, 2000:20). Francis Watson, tal vez el discípulo más importante de

Gadamer entre los estudiosos del Nuevo Testamento, ha argumentado

que el desarrollo de materiales “legendarios” es una parte típica del

proceso de recepción y tradición, que la recepción es una “dialéctica de la

conservación y la innovación en el proceso de la tradición” (Watson,

2008:107), y que estas leyendas surgen de conocimientos tradicionales y

convicciones muy arraigadas acerca del Jesús que realmente era

(Watson, 2008:107).

La necesidad teológica del acontecer para la esperanza

Sin embargo, hay ciertas cosas que simplemente no se pueden

afirmar a nivel textual y descuidar al nivel histórico. Para algunos

artículos, la confianza de nuestra afirmación teológica, de la veracidad del

texto en su capacidad como discurso divino, depende de ciertos

elementos de historicidad (cf. Placher, 2008:35).14 La aceptación de la

distancia entre lo que es verificable y lo que se cree, o la aceptación de

que ciertas historias puedan ser legendarias y no obstante sigan siendo

ciertas en cuanto al carácter de Jesús, no debe caer en la indiferencia

hacia contradicciones fundamentales entre el Jesús históricamente

probable y el Jesús de la fe. La priorización de la “recepción” implica que

el carácter de acontecimiento sea indiferente, siendo que la historia es

fenomenológicamente determinada por la recepción. Pero esto no es

suficiente. Los Evangelios y la tradición apostólica interpretaron la vida de

Jesús de una manera particular porque estaban convencidos de ciertas

cosas fundamentales acerca de quién era Jesús.

En este sentido, Francis Watson recurre también (aunque

implícitamente) a Strauss: “Para los primeros narradores cristianos, la

leyenda parece haber funcionado como una forma de comunicar la

verdad teológica no empírica” (Watson, 2008:109). Esta perspectiva, sin

embargo, aunque a veces sea cierta, no se puede aplicar a cualquiera de

los textos trascendentes de los Evangelios porque los relatos así llamados

legendarios no solamente comunican una convicción teológica (cf.

Strauss); también tienen el objetivo de cimentar la fe por convencer al

lector de que tales cosas en realidad sucedieron; decir que un

acontecimiento no es histórico, de hecho, debilita la base de la creencia.

La ortodoxia cristiana puede soportar esto hasta cierto punto, pero no

debemos fingir que nada está perdido en la caracterización de ciertos

textos como legendarios.

14

“Un vínculo auténtico entre Jesús de Nazaret y el Cristo exaltado es en realidad teológicamente indispensable para el cristianismo. Si no hay base razonable para una continuidad personal entre ‘crucificado bajo el poder de Poncio Pilato’ y ‘sentado a la diestra de Dios’ ... entonces la fe cristiana sería de hecho una parodia” (Bockmuehl, 1994:167).

Page 15: 499-2036-1-PB

48

Ahora, uno puede objetar en este punto que yo no he aprendido

las lecciones enseñadas por la idea gadameriana de la historia de los

efectos, señalando que el único Jesús que importa es el Jesús que

efectivamente fue, y que el Jesús que efectivamente fue es el Jesús de

los Evangelios. Aquí, sin embargo, nos encontramos con una de las

limitaciones de la hermenéutica histórica de Gadamer: el papel de la

historia en la esperanza.

Mi argumento es que los significados de ciertos eventos no pueden

ser exclusivamente localizados en los efectos de esos acontecimientos,

sino más bien, que sus significados están también ligados al ‘carácter de

acontecimiento’ de los eventos (con esto me refiero, una vez más, al

carácter de eventos como ocurriendo en la historia espacio-temporal).

Consideren el siguiente escenario: un escuadrón de soldados está

arrinconado en territorio hostil, y ellos seguramente serán capturados y

asesinados si no son rescatados primero. Si a este equipo les fuera

informado por la radio que su batallón había atravesado las líneas

enemigas y estaba en camino para rescatarlos, esta buena noticia les

daría esperanza, cambiaría su experiencia presente, y tal vez les ayudaría

a perseverar por más tiempo del que, sin esta noticia, hubieran tenido la

voluntad de hacer. Los efectos positivos (la esperanza, perseverancia)

obtendrían en la situación actual de los soldados, si creyeran que las

noticias de la radio fueran verdad, independientemente de si las noticias

realmente fueran veraces o no, independientemente de si su batallón en

realidad viniera a salvarlos o no. Sin embargo, es muy importante para la

experiencia futura de los soldados que la noticia de ayuda venidera fuera

de hecho verdad, que su rescate estuviera realmente en camino, que la

victoria de su batallón ocurriera en la historia espacio-temporal. Si la

ayuda no viniera realmente, quizás ellos experimentarían la esperanza o

la resistencia renovada (los efectos de la noticia fraudulenta) por un

periodo de tiempo, pero al fin y al cabo, serán capturados o asesinados.

Este escenario ilustra que, en algunos casos, el significado en

términos de dar lugar a una tradición de un evento es menos importante

que el ‘carácter de acontecimiento’ del evento, o al menos que el

significado del ser capaz de dar lugar a tradición de un evento está

limitado en su validez si el evento no se produce en el tiempo y espacio.

Este es especialmente el caso en relación a los temas más disputados del

estudio del Jesús histórico, como el nacimiento virginal y la resurrección.

En estos casos es muy importante investigar un evento más allá del nivel

de describir la historia efectiva, ya que el significado religioso de Jesús

está profundamente ligado a la escatología, con la esperanza de la

segunda venida de Jesús y la resurrección de los muertos.

Page 16: 499-2036-1-PB

49

Ahora, debe ser fácilmente reconocible que la historia no puede

probar ni refutar de manera decisiva ninguna de estas expectativas

futuras (así Watson, 2008:106). Sin embargo, la esperanza cristiana para

estos eventos escatológicos se basa en la historicidad de ciertos eventos

en la vida de Cristo. La resurrección, en particular, es de importancia

enorme, porque sin ella, como dice Pablo, nuestra esperanza es vana15 (1

Cor 15,17-19). El nacimiento virginal merece una investigación más allá

del planteo de que la historia efectiva de la vida de Jesús ocasionó una

creencia en su nacimiento de una virgen,16 porque el nacimiento virginal

fue tradicionalmente aducido como causa de las alegaciones de la Iglesia

con respecto a la deidad de Cristo (la deidad de la cual la eficacia de su

acción salvífica para la humanidad se supone derivar).

Así también la historicidad de los milagros merece evaluación ya

que son considerados (y exhibidos en los Evangelios como) pruebas de la

identidad mesiánica y divina de Jesús. Por supuesto, si algunos o todos

los milagros no hubieran ocurrido en realidad en el espacio-tiempo, eso

no falsificaría quién fue Jesús y / o será pro nobis,17 pero atenúa la

confianza y la esperanza cristiana. Es lo mismo en el caso de la

conciencia mesiánica de Jesús. A pesar de que la historia efectiva de

Jesús es claramente la de ser el Mesías que proclamaba (entre otras

cosas) el perdón de los pecados, siendo que los cristianos creen que los

pecados realmente requieren juicio ante Dios, de veras importa si Jesús

estaba o no calificado para declarar el perdón de los pecados. Por lo

tanto, una discusión exclusivamente enfocada en la historia efectiva de la

creencia en el Jesús trascendente es insuficiente para el estudio cristiano

del Jesús histórico. Es válido y, de hecho, religiosamente necesario

investigar si ciertos acontecimientos de la vida de Jesús acontecieron así,

si otra evidencia corrobora o se opone a nuestras creencias, incluso si

reconocemos, con Gadamer, que el conocimiento definitivo acerca de

estas cuestiones es algo que nunca alcanzaremos.

15

O: nuestra esperanza se basa solamente en documentos religiosos que derivan sus expectaciones, por lo menos en parte, en un evento que supusieron que fue histórico pero en realidad no lo fue. 16

O más allá, diciendo que el nacimiento de una virgen es solamente un ejemplo de la tendencia clásica a describir un personaje importante como engendrado por un dios con el fin de expresar asombro por la superioridad de la figura comparada con humanos normales, o con el fin de honrar a un benefactor excepcional; así Talbert, 2006:79-86. 17

“Puede haber más cosas en el cielo y en la tierra que las soñadas en nuestras filosofías empiristas, y no debemos despedir precipitademente a los informes de la experiencia religiosa diferentes de lo que nosotros hemos experimentado, pero es razonable ser escéptico acerca de la historicidad de algunas tradiciones de los evangelios a causa de lo que sabemos acerca de las primeras iglesias.” (Morgan, 2005:219)

Page 17: 499-2036-1-PB

50

Conclusiones iniciales

He intentado demostrar que los enfoques convencionales de los

eruditos del Jesús histórico no son suficientes para reconstruir con

certeza la vida y las enseñanzas de Jesús de Nazaret, y mucho menos

para determinar el significado teológico de Jesús. También discutí la

reciente incorporación de la hermenéutica gadameriana en

investigaciones del Jesús histórico. Gadamer ayuda mucho al estudioso

del Jesús histórico a demostrar la legitimidad de partir de una perspectiva

de fe, y en articular el hecho de que el significado está determinado en

gran parte por los efectos de una persona en la historia. Sin embargo, he

sostenido que la atención a la historia efectiva de Jesús sigue siendo

insuficiente para el estudio confesante de Jesús, en la medida en que

deja fuera de los límites de la discusión la cuestión del ‘carácter de

acontecimiento’ de ciertos eventos, como la resurrección, que son de

importancia fundamental para la fe cristiana. Aunque los avances

gadamerianos respaldan la obra teológico-histórica, no bastan para

construir un puente objetivo entre la investigación histórica y la doctrina

cristiana.

Por lo tanto, si el investigador cristiano del Jesús histórico no

puede permanecer indiferente a lo trascendente y milagroso, él se

encuentra atrapado en un movimiento de tijera entre las dos partes de su

trabajo. Él quiere asentir a las demandas de la Escritura acerca de lo que

la vida y los hechos de Jesús significan, pero la validez de la perspectiva

del texto no reside únicamente en el texto, pero sí, al menos, en parte en

la historia misma. Él tiene que encontrar una manera de coordinar: 1) el

asentimiento del teólogo a lo que afirma el texto con 2) la investigación

del historiador en lo que el texto expresa y revela acerca de lo que

ocurrió en el pasado.

Por un lado, al reconocer las limitaciones de nuestro conocimiento

histórico y la incapacidad de la investigación histórica para determinar el

significado de un evento con un nivel de certeza científica, el estudioso

cristiano sobre Jesús puede reconocer con Gadamer que él tiene que

trabajar desde dentro de una tradición determinada. Pero, por otra parte,

Gadamer no le da licencia para trabajar desde una plataforma elevada

teológicamente fortificada sin admitir las limitaciones de la plataforma

elevada, en particular, mediante la conversación con el Jesús histórico,

conocido, en parte, a través del trabajo de eruditos seculares. Es tan

válido examinar el Jesús histórico desde una perspectiva teológica, como

no hacerlo. Entonces, ¿cómo pueden estos dos grupos de expertos

discutir el Jesús histórico, sin tropezar constantemente con sus

diferencias epistemológicas? En el volumen venidero de Cuadernos de

Teología, propondré una sugerencia metodológica, una taxonomía que

Page 18: 499-2036-1-PB

51

coordina para el académico cristiano la investigación histórica y la

perspectiva de fe.

Bibliografía

Allison, Dale C., Jesus of Nazareth: Millenarian Prophet,

Minneapolis, Augsburg Fortress, 1998.

---, ‘The Historian’s Jesus and the Church’, en Beverly Roberts

Gaventa & Richard B. Hays (eds.), Seeking the Identity of Jesus: A

Pilgrimage, Grand Rapids, Eerdmans, 2008.

---, The Historical Christ and the Theological Jesus, Grand Rapids,

Eerdmans, 2009.

Bauckham, Richard, Jesus and the Eyewitnesses: The Gospels as

Eyewitness Testimony, Grand Rapids, Eerdmans, 2006.

Bockmuehl, Markus, This Jesus: Martyr, Lord, Messiah, Edinburgh,

T&T Clark, 1994.

Crossan, John Dominic, The Historical Jesus: The Life of a

Mediterranean Jewish Peasant, San Francisco, HarperCollins, 1991.

Dunn, James D.G., Jesus Remembered, Grand Rapids, Eerdmans,

2003.

Ehrman, Bart D., Jesus: Apocalyptic Prophet of the New Millenium,

Oxford, Oxford University Press, 1999.

Funk, Robert W., Honest to Jesus: Jesus for a New Millennium, San

Francisco, HarperSanFrancisco, 1997.

Gadamer, Hans-Georg, ‘On the Scope and Function of

Hermeneutical Reflection’, en Hans-Georg Gadamer & David E. Linge

(eds.), Philosophical Hermeneutics, London, University of California Press,

1976.

---, Truth and Method, London, Continuum, 2004.

Jenson, Robert W., ‘Identity, Jesus, and Exegesis’, en Beverly

Roberts Gaventa & Richard B. Hays (eds.), Seeking the Identity of Jesus:

A Pilgrimage, Grand Rapids, Eerdmans, 2008.

Johnson, Luke Timothy, The Real Jesus: The Misguided Quest for

the Historical Jesus and the Truth of the Traditional Gospels, San

Francisco, HarperSanFrancisco, 1996.

Kähler, Martin, Der sogenannte historische Jesus und der

geschichtliche, biblische Christus, Munich, Chr. Kaiser, 1953.

Keck, Leander E., Who is Jesus? History in the Perfect Tense,

Columbia, SC, University of South Carolina Press, 2000.

Lüdemann, Gerd, The Great Deception: And What Jesus Really

Said and Did, Amherst, NY, Prometheus, 1999.

Page 19: 499-2036-1-PB

52

Lyons, William John, ‘Hope for a Troubled Discipline? Contributions

to New Testament Studies from Reception History’, Journal for the Study

of the New Testament 33.2(2010), pp. 207-220.

Minear, Paul S., The Bible and the Historian: Breaking the Silence

about God in Biblical Studies, Nashville, Abingdon, 2002.

Morgan, Robert, ‘The Historical Jesus and the Theology of the New

Testament’, en L.D. Hurst & N.T. Wright (eds.), The Glory of Christ in the

New Testament: Studies in Christology, Oxford, Clarendon, 1987.

---, ‘Sachkritik in Reception History’, Journal for the Study of the

New Testament 33.2(2010), pp. 175-190.

Placher, William C., ‘How the Gospels Mean’, en Beverly Roberts

Gaventa & Richard B. Hays (eds.), Seeking the Identity of Jesus: A

Pilgrimage, Grand Rapids, Eerdmans, 2008.

Roberts, Jonathan & Rowland, Christopher, ‘Introduction’, Journal

for the Study of the New Testament 33.2(2010), pp. 131-136.

Swinburne, Richard, The Resurrection of God Incarnate, Oxford,

Clarendon, 2003.

Talbert, Charles H., ‘Miraculous Conceptions and Births in

Mediterranean Antiquity’, en Amy-Jill Levine, John Dominic Crossan &

Dale C. Allison (eds.), The Historical Jesus in Context, Princeton,

Princeton University Press, 2006.

Theissen, Gerd & Merz, Annette, The Historical Jesus: A

Comprehensive Guide, London, SCM, 1998.

Vermes, Geza, Jesus the Jew: A Historian’s Reading of the Gospels,

New York, Macmillan, 1974.

Watson, Francis, Text and Truth: Redefining Biblical Theology,

Grand Rapids, Eerdmans, 1997.

---, ‘The Quest for the Real Jesus’, en Markus Bockmuehl (ed.),

The Cambridge Companion to Jesus, Cambridge, Cambridge University

Press, 2001.

---, ‘Veritas Christi: How to Get from the Jesus of History to the

Christ of Faith without Losing One’s Way’, en Beverly Roberts Gaventa &

Richard B. Hays (eds.), Seeking the Identity of Jesus: A Pilgrimage,

Grand Rapids, Eerdmans, 2008.

Wright, N.T., Jesus and the Victory of God, London, SPCK, 1996.

Fecha de entrega: 5.8.12 Fecha de aceptación: 22.8.12

Page 20: 499-2036-1-PB

53

Christopher M. Hays

Doctor en Teología. British Academy Postdoctoral Fellow en la

Facultad de Teología de la Universidad de Oxford (Inglaterra), e

International Research Associate del Dr. Kobus Kok en el Departamento

de Nuevo Testamento de la Universidad de Pretoria (Sudáfrica).