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Historias “amargas”en una tierra “dulce”.

Itinerarios sobre los trabajosagrícolas de la caña de azúcar enel valle geográfico del río Cauca

Cristian Bedoya Dorado

Compilador

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Bedoya Dorado, Cristian Historias “amargas” en una tierra “dulce”: itinerarios sobre los trabajos agrícolas de la caña de azúcar en el valle geográfico del río Cauca / Cristian Bedoya Dorado, Marly Dayana Barrera Castro, Paola Andrea Cala, César Mauricio Del Corral Lozano, Anderson Méndez Bedón, Ana Inés Mosquera Sánchez, Natalia Ramírez España, Santiago Tello Landazábal -- Cali : Sello Editorial Unicatólica, 2020. 320 páginas ISBN 978-958-53065-1-6-- Capítulo 1. Hacia una historia de los trabajos agrícolas de la caña de azúcar en el valle geográfico del río Cauca -- Capítulo 2. Prácticas de responsabilidad social empresarial orientadas a los trabajadores del sector azucarero, ¿retribución social o actos de caridad? -- Capítulo 3. Cucharón y machete: el papel de la mujer en la fase agrícola de la caña de azúcar -- Capítulo 4. Los oficios de la pacora escondidos en los cañaduzales. 1. Cultivo caña de azúcar – Economía regional – Agroindustria azucarera633.6 cd 22 ed. B412h

Historias “amargas” en una tierra “dulce”: itinerarios sobre los trabajos agrícolas de la caña de azúcar en el valle geográfico del río Cauca© Fundación Universitaria Católica Lumen Gentium© Compilador: Cristian Bedoya Dorado

ISBN: 978-958-53065-1-6Primera impresión, diciembre 2020

UNICATÓLICACarrera. 122 No. 12 - 459 Pancewww.unicatolica.edu.coCali, Valle del Cauca - Colombia

Canciller Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía

RectorHarold Enrique Banguero Lozano

Vicerrectora académica Luz Elena Grajales López

Director de investigaciones Fabio Alberto Enríquez Martínez

Editor General Duvan F Peña Benitez

Corrector de estiloMelisa Restrepo

Diagramación e impresiónCarvajal Soluciones de Comunicación S.A.S.www.carvajal.com

El contenido de esta publicación no compromete el pensamiento de las instituciones, es responsabilidad absoluta de sus autores.

Este libro no podrá ser reproducido en todo o en parte, por ningún medio impreso o digital sin permiso escrito de los titulares.

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Historias “amargas”en una tierra “dulce”.

Itinerarios sobre los trabajos agrícolas de la caña de azúcar enel valle geográfico del río Cauca

Cristian Bedoya Dorado

Compilador

Cristian Bedoya Dorado, Marly Dayana Barrera Castro, César Mauricio del Corral Lozano, Paola Andrea Cala,

Anderson Méndez Bedon, Ana Inés Mosquera Sánchez,Natalia Ramírez España, Santiago Tello Landazábal

Grupo de investigación interdisciplinario en Conocimiento Organizacional (GIICO)

Facultad de Administración, Contabilidad y FinanzasFundación Universitaria Católica Lumen Gentium,

Unicatólica2020

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Cañasgordas era la hacienda más grande, más rica y más productiva de todas cuantas ha-bía en todo el Valle, la banda izquierda del río Cauca. Su territorio era el comprendido entre la ceja de la cordillera occidental de los Andes y el río Cauca, y entre la quebrada del Lili y el río Jamundí. La extensión de ese territorio era poco más de una legua de [n]orte a [s]ur, y varias le-guas de [o]riente a [p]oniente. El aspecto de esa comarca es el más bello y pintoresco que puede imaginarse: desde el pie de la empinada cordi-llera que tiene allí el nombre de los “Farallones”, se desprende una colina que va descendiendo suavemente su dirección al río Cauca, en más de una legua de desarrollo: su forma tan simétrica, que no se observa en ella una protuberancia ni un bajío; tampoco se ve árbol alguno, ni arbus-tos, ni maleza porque es limpia en toda su exten-sión y está cubierta de menuda grama.

[…]

Además de las vacadas, había hatos de ye-guas de famosa raza; extensas plantaciones de caña dulce con su respectivo ingenio para fabri-car azúcar; grandes cacaotales y plantanares en un sitio bajo del terreno llamado Morga.

[…]

Todos esos esclavos, hombres y mujeres, tra-bajaban toda la semana en las plantaciones de caña: en el trapiche moliendo caña, cocinando la miel y haciendo el azúcar; en los cacaotales

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y plantanares; en sacar madera y guadua de los bosques: en hacer cercas y en reparar los edifi-cios; hacer rodeos cada mes, herrar los terneros y curar los animales enfermos; y todo lo demás que se ocurría.

[…]

Pero se les daba libre el día sábado para que trabajaran en su provecho: algunos empleaban este día en cazar guaguas [o] guatines en el río Lili [o] en los bosques de Morga, [o] en pescar en el Jamundí [o] en el Cauca; otros, laboriosos y previsivos tenían sus labranzas sembradas de plátano y maíz, y criaban marranos y aves de co-rral: [e]stos, a la larga, solían librarse dando a su amo el precio en que él los estimulaba, que era por lo regular de cuatrocientos a quinientos pata-cones. Cuando un marido alcanzaba así su liber-tad, se mataba en seguida trabajando para librar a sus hijos y a su mujer, esto no era muy raro.

Fragmentos del Alférez Real de Eustaquio Palacios, Novela costumbrista sobre Cali en el Siglo XVII, publicada en 1886 (Palacios, 1903, p. 12)

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Hacienda Piedechince, Santa Elena, Municipio El Cerrito,Valle del Cauca

Archivo fotográfico del Museo de la Caña

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Contenido

Prólogo ............................................................................................. 19Presentación .................................................................................... 21Brújula léxica: algunas jergas y términos para los itinerarios ............ 27Preludio: una introducción a los itinerarios ....................................... 31Referencias ...................................................................................... 50

Capítulo 1.Hacia una historia de los trabajos agrícolas de la cañade azúcar en el valle geográfico del río Cauca ............................. 61

1. Introducción .......................................................................... 632. La conquista española y la época de la colonia: trabajos de esclavitud ........................................................... 643. El declive de la esclavitud y las nuevas modalidades de trabajo: el peonaje precario .............................................. 744. El capitalismo y el origen del proletariado rural: la lucha de clase campesina ................................................. 805. Los efectos del neoliberalismo y las nuevas modalidades de trabajo: precarización moderna .................. 886. ¿La última generación de trabajadores agrícolas? Algunas notas etnográficas ................................. 93

Conclusiones: lecturas para el trabajo agrícola .......................... 96Referencias .............................................................................. 101

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Capítulo 2.Prácticas de responsabilidad social empresarial orientadas a los trabajadores del sector azucarero, ¿retribución social o actos de caridad? ...................................................................... 107

1. Introducción ........................................................................ 1092. La responsabilidad social empresarial (RSE) ..................... 1123. RSE en el sector azucarero del Valle del Cauca ................. 1174. Trabajadores de la caña de azúcar ..................................... 1195. Método ............................................................................... 1216. Prácticas de RSE orientadas a los trabajadores del sector azucarero ........................................................... 1266.1. La empresa como actor socialmente responsable ........... 1266.2. La perspectiva de los trabajadores de la caña de azúcar ......................................................................... 1296.3. El sector azucarero versus el trabajo de la caña de azúcar ............................................................ 138

Conclusiones ........................................................................... 142Referencias .............................................................................. 145

Capítulo 3.Cucharón y machete: el papel de la mujer en la fase agrícola de la caña de azúcar ..................................................................... 151

1. Introducción ........................................................................ 1532. Género y trabajo ................................................................. 1582.1. Las mujeres en el trabajo ................................................ 1582.2. El trabajo agrícola o rural y las mujeres ........................... 164

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13CONTENIDO

3. Método ............................................................................... 1704. Hallazgos sobre el papel de la mujer en la fase agrícola de la caña de azúcar ............................................. 1734.1. Dimensión individual ........................................................ 1744.2. Dimensión social .............................................................. 1774.3. Dimensión del contexto del trabajo .................................. 1834.4. Los rostros del papel de la mujer en la fase agrícola: una discusión ............................................ 185

Conclusiones ........................................................................... 188Referencias .............................................................................. 191

Capítulo 4.Los oficios de la pacora escondidos en los cañaduzales. Trayectorias de los trabajadores agrícolas de la caña de azúcar ...................................................................................... 197

1. Introducción: un acercamiento a los cañaduzales .............. 1992. Enmarcar la trayectoria ....................................................... 2043. Trabajos agrícolas, trabajos precarios ................................ 2064. Metodología: despajar la información ................................. 2095. Resultados: caracterización de las trayectorias .................. 2136. Análisis de los resultados: “lo hallado entre los cañaduzales” ...................................... 223

Conclusiones: lo que deja el trabajo agrícola de la caña ................................................................................. 227Referencias .............................................................................. 232

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Listado de figuras

Figura 1.1. Mapa de localización de los ingenios azucareros en el área geográfica del valle del río Cauca ............. 30

Figura 2.1. Propaganda para incrementar el consumo de azúcar ................................................................ 106

Figura 3.1. Tasa global de participación en América Latina y el Caribe por sexo 2000-2018 .............................. 162

Figura 3.2. Tasa de participación laboral en Colombia por sexo 2001-2018 ................................................ 164

Figura 3.3. Tasa de participación de hombres y mujeres rurales en América Latina de 1990 a 2005 .............. 166

Figura 3.4. Subcategorías del papel de la mujer en la fase agrícola de la caña de azúcar ..................... 186

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Listado de tablas

Tabla 2.1. Teorías de Responsabilidad Social Empresarial y sus enfoques ...................................... 115Tabla 2.2. Información sociodemográfica de los participantes, trabajadores directos con ingenios o contratistas ...... 123Tabla 2.3. Información de empresas azucareras ....................... 124Tabla 2.4. Categorías de análisis ............................................... 125Tabla 3.1. Comparativo de los actores en el sector azucarero .................................................................. 140Tabla 3.2. Categorización de los participantes ........................... 171Tabla 3.3. Categorías de los participantes ................................. 174Tabla 4.1. Caracterización de los entrevistados seleccionados ........................................................... 211Tabla 4.2. Línea narrativa del participante 1 .............................. 213Tabla 4.3. Línea narrativa del participante 2 .............................. 214Tabla 4.4. Línea narrativa del participante 3 .............................. 215Tabla 4.5. Línea narrativa del participante 4 .............................. 216Tabla 4.6. Línea narrativa del participante 5 .............................. 216Tabla 4.7. Línea narrativa del participante 6 .............................. 217Tabla 4.8. Línea narrativa del participante 7 .............................. 218Tabla 4.9. Línea narrativa del participante 8 .............................. 218Tabla 4.10. Línea narrativa del participante 9 .............................. 219Tabla 4.11. Línea narrativa del participante 10 ............................ 220Tabla 4.12. Línea narrativa del participante 11 ............................ 220Tabla 4.13. Línea narrativa del participante 12 ............................ 221Tabla 4.14. Línea narrativa del participante 13 ............................ 222

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PRÓLOGO 19

Registro fotográfico por Cristian Bedoya Dorado, cultivos de cañaCorregimiento El Tiple en el municipio de Candelaria,

Valle del Cauca, 2019

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Presentación

Con más de cuatrocientos años de historia, los trabajos agrícolas de la caña de azúcar se han escrito bajo el esplendor de las haciendas, y desde inicios del siglo XX, en medio del éxito y reconocimiento de la industria azucarera en nuestro país. Sin embargo, estas historias no pa-recen ser tan “dulces” como lo es el producto estrella de esta industria: el azúcar. Historias de esclavos, indígenas, campesinos, criollos, peo-nes, iguazos, asalariados, proletariado rural, lucha de clases, etc., re-crean un pasado –con remanentes en el presente–, de la precarización con la que se vive y se trabaja en la fase agrícola de la caña de azúcar.

La condición de raza o etnia, lucha de clases, de género, y de (in)formalidad y flexibilidad, hacen que los trabajos agrícolas de este sec-tor sean un fenómeno complejo de investigación por sus dimensiones históricas, sociales, culturales, económicas, legales y hasta políticas. Esta complejidad radica en que, desde el proyecto de nación de la colonia con el sistema esclavista, que pasa por la instauración del ca-pitalismo hasta llegar a las consecuencias del neoliberalismo, fomentó características de precarización y flexibilidad que refuerzan en este tipo de trabajadores la necesidad de continuar en situaciones de vul-nerabilidad y en ocasiones, en pobreza extrema.

La obra Historias “amargas” en una tierra “dulce”. Itinerarios sobre los trabajos agrícolas de la caña de azúcar en el valle geográfico del río Cauca reúne una serie de discusiones que buscan resaltar las características de los trabajos agrícolas de la caña de azúcar que se resisten a abandonar su pasado “amargo”, y que al tiempo, se ven amenazados por la incorporación –cada vez más intensiva– de la máquina a esta fase. Estas discusiones encuentran en los Estudios Organizacionales y la Psicología Organizacional y del Trabajo, un itinerario para abordar el fenómeno de investigación de manera crítica.

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Lo anterior implica el reconocimiento de la condición histórica, situada y localizada del fenómeno, al tiempo, que se aleja de las presunciones e intereses investigativos de la teoría administrativa, como es el caso de la productividad, eficiencia, eficacia, utilidades, etc. Por su parte, la investigación se orienta hacia la experiencia humana en el contexto del trabajo y las organizaciones, como despliegue y efecto que tienen las prácticas administrativas sobre esta.

La presente obra deriva del proyecto de investigación denominado “Trabajos ‘amargos’ en una tierra ‘dulce’: afectos de corteros de caña en el Valle del Cauca” PI-CE201901, financiado por la Fundación Universitaria Católica Lumen Gentium y adscrito al Grupo de Investigación Interdisciplinario en Conocimiento Organizacional (GIICO) de la Facultad de Administración, Contabilidad y Finanzas de la misma universidad, el cual tuvo lugar durante el 2019.

El editor desea expresar su gratitud a las personas que hicieron posible el desarrollo del proyecto de investigación y de esta obra, como lo son el señor rector Harold Enrique Banguero Lozano, la vicerrectora académica Luz Elena Grajales López, el director de investigaciones Fabio Alberto Enríquez Martínez, la profesional del área de investigaciones Nora Liliana Vivas Caicedo, el decano de la Facultad de Administración, Contabilidad y Finanza Cesar Tulio Carmen Carrillo, la profesional del proyecto de investigación Sandra Paola Ibáñez Quiñones, la monitora de investigación Nicolth Miranda Pérez, y al equipo de investigación del semillero Trabajo, Organización y Personas (TOP), Ana Inés Mosquera Sánchez, Anderson Méndez Bedon, César Mauricio del Corral Lozano, Marly Dayana Barrera Castro, Natalia Ramírez España, Paola Andrea Cala, y Santiago Tello Landazábal, los cuales participaron en el desarrollo de la investigación y el fruto de ello se evidencia en su coautoría en la presente obra. Asimismo, toda la gratitud y admiración a los participantes de la investigación que, sin ningún interés, nos narraron

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PRESENTACIÓN 23

sus historias, y que, gracias a su trabajo, como consumidores podemos tener alimentos y bebidas “dulces”.

Historias “amargas” en una tierra “dulce”. Itinerarios sobre los tra-bajos agrícolas de la caña de azúcar en el valle geográfico del río Cauca se estructura en cuatro capítulos orientados a distintos temas de investigación sobre los trabajos agrícolas de la caña de azúcar: el desarrollo histórico del sector y los trabajos; las empresas y sus prácticas de RSE; el papel de las mujeres en esta fase agrícola y su condición de género; y finalmente, las trayectorias de los trabajadores. Así mismo, entre cada capítulo, se sitúan registros fotográficos, frag-mentos de documentos, entrevistas, y notas de campo recolectadas en el proceso investigativo.

Esta obra resulta del esfuerzo por resaltar el oficio de los trabajadores agrícolas, que son un eslabón de la agroindustria de la caña de azúcar; sus historias se han subordinado a la historia del éxito empresarial, y es necesario reflexionar sobre ello y proponer estrategias que, vinculadas a apuestas como las de la Agenda 2030 con su objetivo n.º 8: “Trabajo decente y crecimiento económico” (Sustainable Development Goals Fund [SDGF], 2019), permitan mejorar las condiciones de inequidad y precarización que caracterizan a este tipo de trabajos. No obstante, y como se presentará más adelante, no todos los trabajadores agrícolas de la caña de azúcar están asociados a las condiciones de precarización laboral, puesto que muchos de ellos están vinculados formalmente a las industrias. No obstante, es el declive de este tipo de trabajos y sus vínculos con las industrias, así como el número de trabajadores que han estado y permanecen bajo la informalidad, los que motivan la presente publicación.

Cristian Bedoya DoradoCompiladorAbril de 2020

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Registro fotográfico por Cristian Bedoya Dorado, Museo de la Caña de Azúcar, Hacienda Piedechinche,

Santa Elena en el Municipio de El Cerrito,Valle del Cauca, 2019

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27BRÚJULA LÉXICA: ALGUNAS JERGAS Y TÉRMINOS PARA LOS ITINERARIOS

Brújula léxica: algunas jergas y términos para los itinerarios

En esta publicación se hace honor a la diversidad cultural y la idio-sincrasia que representa la práctica del trabajo agrícola de la caña de azúcar, razón por la cual se presenta a continuación un léxico de las terminologías y palabras que se utilizan en este contexto. Este léxico –que representa prácticas sociales y otorga sentidos y significados– se recolectó en el desarrollo del trabajo de campo de este proyecto y abarca los lugares presentados en el mapa de la figura 1.1., también toma como referente el artículo de Figueroa (1963) “Léxico de la caña de azúcar en Palmira y la Cumbre (Valle del Cauca, Colombia)”.

Alce: Personas que llevan la caña cortada a los vagones (también alzadores) y que de allí parten a los ingenios o trapiches.

Apalador: Personas que realizan el trabajo de apalar.

Apalar: Sacar la maleza con la pala, limpiar los cultivos al retirar hojas secas.

Cabo: Cargo de segundo al mando de la cuadrilla del personal del corte de caña. Se encarga de dar turnos y organizar a los corteros y alzadores de caña de azúcar.

Cacorra: Bomba de fumigación de cultivos que se carga en la espalda.

Calle: Espacio o división para caminar por los surcos.

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Casero: Trabajador encargado de oficios varios: riego, limpieza, zocalada, entre otros.

Cepa: Nombre que reciben las plantaciones de caña según el período de corte de la planta. Cuando la caña ya lleva varias cosechas, tiene una cepa.

Chorra: Cuando la caña se corta con la máquina, deja basura y después el tractor con rastrillo la deja ordenada en la calle.

Chusmeros: También “chusma”, es el eufemismo para la guerrilla.

Cogollo: Parte superior de la planta de la caña de azúcar. El cortero de caña la remueve debido a que contiene mu-cha agua y poco azúcar, se utiliza como alimento para caballos.

Curvo: Tipo de machete con el que cortan la caña. Este es cur-vo para que el trabajador no se agache tanto.

Despajar: Quitar la basura al surco de la caña para que quede limpio y no se pudra o atrase la siembra.

Ficha: Arreglo o acuerdo monetario que se hace entre los tra-bajadores agrícolas y los ingenios para dar por finaliza-do su contrato laboral. Es una especie de liquidación, vista también como una forma de pensionar o indemni-zar a los trabajadores a los que se desvincula laboral-mente. También es un número que identifica al cortero o alzador de caña.

Macollar: Cortar una parte de la planta (cepa) y pasarla a otro lado del cultivo. Se deja un espacio de un metro entre las plantas de caña para poder introducir la resiembra o hijo de la caña.

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BRÚJULA LÉXICA: ALGUNAS JERGAS Y TÉRMINOS PARA LOS ITINERARIOS 29

Macollo: Lo que nace a un lado del surco. Este se arranca y se siembra a un espacio de un metro. Se utiliza para re-sembrar la caña.

Manguala: Pareja de alzadores de caña de azúcar.

Pacora: Machete grande y pesado.

Pancoger: Cultivos varios que son el alimento del día a día de los trabajadores agrícolas.

Repique: Cuando la caña está larga, se corta con el machete en la parte superior para que quede bien pareja con el sur-co, para que no estorbe en la calle.

Semilla: Trozo de caña de aproximadamente 30 a 40 centíme-tros. Se utiliza para sembrar.

Suerte: Las suertes o lotes son las divisiones de las plantacio-nes de la caña de azúcar. Estas se siembran en escala para identificar su maduración (suerte nueva, o suerte soca) y su asignación con número para el corte.

Surco: Hilera en la que se siembre la caña con una distancia aproximada de 1 a 1,5 metros entre estas líneas.

Viche: Trago hecho con el jugo de la caña de azúcar.

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Figura 1.1.Mapa de localización de los ingenios azucareros en el área geográfica del valle del río Cauca

Fuente: elaboración propia

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PRELUDIO: UNA INTRODUCCIÓN A LOS ITINERARIOS 31

Preludio: una introducción a los itinerarios

Cristian Bedoya Dorado

De [e]stos habían más de doscientos, todos negros, del uno y del otro sexo y de toda edad: estaban divididos por familias, y cada familia tenía su casa por separado […] La mayor parte de esos negros habían nacido en la hacienda; pero habían [sic] algunos naturales de África, que habían sido traídos a Cartagena y de allí remitidos al interior para ser vendidos a los dueños de minas y haciendas. Estos eran llamados bozales, no entendían bien la lengua castellana, y unos y otros la ha-

blaban malísimamente.

Fragmento del Alférez Real de Eustaquio Palacios (Palacios, 1903, p. 11)

La historia de la hoy reconocida industria azucarera de Colombia remonta a nuestro pasado colonial y a la herencia española. Como se ilustra con el fragmento del Alférez Real, el sistema esclavista de esta época, que se instauró en las haciendas del Valle del Cauca y otras regiones aledañas al río Cauca, dio origen a una práctica social y productiva: la explotación de la caña de azúcar. Esta práctica ha sido eje central del desarrollo de la región, pero, con ella, han proliferado transformaciones que abarcan dimensiones económicas, sociales, po-líticas, legales, culturales, tecnológicas y de conocimiento.

Gracias a las condiciones geográficas y climáticas de esta región, que abarca tierras planas y montañosas; selvas; un sistema

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hidrográfico; épocas de lluvia y sequías propias de una zona intertropical; temperaturas promedio de 24° C y que llegan a ascender hasta los 35° C, se generó una tradición agrícola que, sumada al desarrollo industrial, hace del Valle del Cauca el principal productor de caña de azúcar y sus derivados en Colombia. No obstante, los cultivos de caña de azúcar –que suponen aproximadamente 240.000 hectáreas– se extienden hasta otros departamentos como Caldas, Cauca, Quindío y Risaralda. Lo anterior sitúa este sector en el valle geográfico del río Cauca (Asocaña, 2019a, 2019b; Procaña, 2018).

El sector azucarero se encarga, tanto de las actividades agrícolas como industriales de la caña de azúcar. Agrupa distintas organizaciones, entre las que destacan doce ingenios1: Carmelina, Manuelita, Central Tumaco, María Luisa, Mayagüez, Pichichí, Providencia, Riopaila Castilla (Ingenio Riopaila y Central Castilla), San Carlos (Valle del Cauca), Incauca, La Cabaña (Cauca), y Risaralda (Risaralda). Entre las organizaciones, cuenta con: Asociación Colombiana de Productores y Proveedores de la caña de azúcar (Procaña), Asociación de Proveedores Ingenio Risaralda (Azucari), Asociación de Cultivadores de Caña de Azúcar de Colombia (Asocaña), Centro de Investigación de la Caña de Azúcar de Colombia (Cenicaña), Asociación Colombiana de Técnicos de la Caña de Azúcar (Tecnicaña), y Comercializadora Internacional de Azúcares y Mieles (Ciamsa). Abarca a más de 2.750 cultivadores de caña de azúcar (agricultores), 6 plantas de destilación de etanol, 2 empresas productoras de papel, 3 empresas de sucroquímica, 21 empresas de transporte de caña y bagazo, entre otras (Asocaña, 2018, 2019a; Procaña, 2018).

En la década de 1970 los ingenios se concentraron en cuatro fa-milias que controlaban el 76,3 % del mercado del azúcar en Colombia:

1 Los doce (12) ingenios constituyen empresas con distintas plantas, como es el caso de Riopaila Castilla que agrupa al Ingenio Riopaila y Central Castilla, y El Grupo Mayagüez, dueño del Ingenio Mayugüez y la mayoría de las acciones del Ingenio Central Tumaco y San Carlos.

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PRELUDIO: UNA INTRODUCCIÓN A LOS ITINERARIOS 33

Caicedo (30 %), Eder (24 %), Cabal (17,8 %), y Garcés (4,5 %). En la actualidad, la Organización Ardila Lulle es dueña de Incauca, Ingenio Providencia y, parcialmente, Ingenio Risaralda –los principales productores de etanol en Colombia con un 65 %– (Pérez-Rincón y Álvarez-Roa, 2009).

Las tierras en donde se cultiva la caña de azúcar están distribuidas entre los proveedores. Estos son dueños del 75 % de estas áreas, dis-tribuidas en 3.362 fincas, de las cuales 65 % tienen menos de sesenta (60) hectáreas, los ingenios son dueños del 25 % restante. La explo-tación de la caña de azúcar, además de producir azúcar, se diversificó con la cogeneración de energía; destilería de bioetanol; utilización de bagazo en la producción de papel y energía eléctrica, térmica y mecá-nica; y producción de fertilizantes orgánico-minerales. En su fase agrí-cola, el sector supone aproximadamente 2.750 contratos, 7.400 em-pleos directos, 42.000 empleos indirectos, e involucra 3.362 predios. Por su parte, en la fase industrial genera 30.000 empleos directos y 200.000 empleos indirectos, con lo cual beneficia aproximadamente a 1.200.000 personas (Asocaña, 2019a; Procaña, 2018).

Para el 2018 el sector azucarero aumentó en un 4,5 % la produc-ción de azúcar; en un 5,8 % las ventas en el mercado interno; en un 5,9 % las toneladas exportadas; en un 15,9 % la producción de bioe-tanol; en un 24,6 % las ventas del bioetanol; y en un 2,5 las toneladas de miel vendidas en el mercado nacional. También se encuentra que, pese a las dificultades por la caída del precio internacional del azúcar, las condiciones de producción le permitieron moler 2,7 % más caña de azúcar que en el 2017, y cogenerar más energía (9,4 %). Con relación al producto interno bruto (PIB) en el sector agrícola, la caña de azúcar aporta el 36 %, en el sector industrial representa el 11 %. Así las co-sas, la caña para azúcar y panela se posiciona como el segundo ge-nerador de empleo en Colombia, después del café (Asocaña, 2019a; Procaña, 2018).

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La actividad agroindustrial de la caña de azúcar dinamiza ade-más otros circuitos económicos regionales, puesto que requiere de otros sectores, bienes y servicios para su producción. Entre estos se encuentran: productos de plástico y caucho; maquinaria y equipo; servicio de transporte; energía eléctrica; servicios a empresas; des-perdicios y desechos; servicios de reparación; servicios financieros e inmobiliarios; y productos de refinación y petróleo. Según datos del Centro de Investigación Económica y Social (Fedesarrollo) del 2019, la agroindustria genera más de 286.000 empleos directos, indirectos e inducidos; en ellos, el 65 % de las familias que habitan los municipios productores de la caña (exceptuando Cali y Pereira), se vinculan a la agroindustria (Asocaña, 2019a).

También se reconoce que la agroindustria de la caña de azúcar la han impulsado estímulos del gobierno para la producción de agrocombustible2, lo que asegura mercado interno con base en subsidios y exención de impuestos. La demanda de este mercado es fija, ya que en Colombia la mezcla de gasolina con etanol es obligatoria (Pérez-Rincón y Álvarez-Roa, 2009).

La sinergia que deriva de la interacción de las organizaciones que componen el sector ha permitido un desarrollo económico y social para el departamento del Valle del Cauca y los municipios en donde se desarrollan las actividades productivas, y además, ha posicionado a Colombia en el mercado internacional del azúcar como referente. En el 2017 Colombia ocupó el puesto n.º 15 en el ranking

2 De acuerdo con Pérez-Rincón y Álvarez-Roa (2009), existe un marco normativo que da garan-tía a los inversionistas: la Ley 693 de 2001, la cual estimula el uso y producción de alcohol car-burante. Esta decreta que a partir de 2005, las principales ciudades del país deben mezclar la gasolina con un 10 % de alcohol carburante. La Ley 788 de 2002 propuso la exención del IVA, del Impuesto Global y de la sobretasa al componente de alcohol de los combustibles oxigena-dos. La Resolución 180687 de 2003 reglamenta la producción, acopio, distribución y puntos de mezcla de los alcoholes carburantes y su uso en los combustibles nacionales e importados. El Decreto 383 de 2007 establece las zonas francas especiales para proyectos de alto impacto económico y social; el Conpes 3510 de 2008 define las políticas y estímulos para el sector; el Decreto 2328 de 2008 crea la Comisión Intersectorial para el manejo de biocombustibles.

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de productores de azúcar, y el puesto n.º 12 en el de exportadores. Su participación mundial fue del 1,3 % en la producción y del 1,1 % como proveedor (Asocaña, 2019a). Así mismo, destaca en la producción de caña de azúcar al ocupar el puesto n.º 10 en el 2018 a nivel mundial (International Sugar Organization [ISO], 2019), y el primer puesto en el indicador de productividad mundial del azúcar (toneladas de azúcar/hectáreas) (Asocaña, 2019a).

En el 2010 el Centro de Investigación Económica y Social (Fedesarrollo) publicó un estudio sobre el impacto socioeconómico del sector azucarero colombiano en la economía nacional y regional. En este se evidencian aportes como: 1) en el 2017, 10 de los 13 ingenios empleaban para su operación industrial a 5.809 trabajadores, por cada empleado de los ingenios se generaron 28,4 empleos más, para un total de 164.863 empleos. Si se toma en consideración los 13 ingenios y los encadenamientos hacia adelante, se generó un total de 265.402 empleos; La contribución agregada de los ingenios azucareros a la producción intermedia3 fue del 0,86 %, lo que significa que, por cada peso de la producción, la economía generó $ 10,5 COP adicionales de producción intermedia industrial. Lo anterior se relaciona, además, con la concentración de sectores intensivos en empleo, en los cuales los productos agrícolas tienen una participación del 65,3 % (Fedesarrollo, 2010).

Los ingenios azucareros también generan impactos positivos en los impuestos, según el mismo estudio, por cada peso de impuesto a la producción, se genera un pago en la economía de $ 10,3 adicio-nales por este concepto. Así mismo, la contribución agregada de los ingenios al PIB total fue de 0,54 %, lo que se traduce en que, por cada peso de valor agregado generado por esta industria, la economía ge-nera $3,9 adicionales de valor agregado. De acuerdo con lo anterior, la

3 El consumo intermedio agrupa productos agrícolas, servicios a las empresas (excepto los financieros e inmobiliarios), servicios de transporte terrestre y combustible.

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contribución del sector es significativa para la economía del país, tanto de manera directa, como por su efecto en otros sectores y actores en los cuales destaca el empleo (efecto multiplicador de 28,4), seguido del consumo intermedio (efecto multiplicador de 10,5) y los impuestos (efecto multiplicador de 10,3) (Fedesarrollo, 2010).

Otros impactos analizados en el estudio de Fedesarrollo (2010) sugieren que al comparar los municipios en los que el sector azucarero tiene presencia, el índice de calidad de vida (ICV) es más alto que en otros municipios en donde se cultiva banano, flores, café y arroz, incluso que el ICV nacional. Con relación a las necesidades básicas insatisfechas (NBI), el valor más bajo (promedio) se sitúa en los municipios en los que se asienta el sector azucarero, en comparación también con otros productos agrícolas y sus municipios correspondientes. Se evidencia, además, que los municipios en donde se desarrolla la actividad económica de la caña de azúcar tienen más años de escolaridad en promedio (5,4) que otros municipios en los que se produce banano (4,7), café (4,2), y arroz (4,0). Solo los municipios en los que se cultivan flores están por encima en promedio (5,4 años) (Fedesarrollo, 2010).

Según el estudio de Fedesarrollo, lo anterior se debe a que un municipio cañicultor tiene, en promedio, un PIB per cápita $ 1,500.000 COP más alto al del promedio nacional. Adicional, tiene en promedio 0,5 años adicionales de escolaridad con relación al resto de municipios del país, y su ICV es entre 2,8 y 3,9 puntos mayor (Fedesarrollo, 2010). Finalmente, se reconoce un aporte significativo de los ingenios azucareros desde sus prácticas de Responsabilidad Social Empresarial (en adelante RSE), el cual incrementó en un 75,3 %, aproximadamente entre 2003 y 2008, con inversiones de $238.817 millones distribuidas en educación (11,6 %), vivienda (10,6 %), actividades recreativas y culturales (2,6 %), e inversión ambiental (75,2 %) (Fedesarrollo, 2010).

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En la actualidad, el sector se caracteriza por, además de la innovación de sus productos derivados de la caña de azúcar, por la innovación de sus procesos, en los que destaca su apuesta por la sostenibilidad. A partir del 2018, trabajan en una estrategia de sostenibilidad centrada en la situación social y política de Colombia, y la situación específica del valle geográfico del río Cauca. Para la formulación de esta estrategia se evaluaron los impactos generados por el proceso agroindustrial de la caña de azúcar, desde el momento en que se trabaja en el campo hasta la entrega de la producción. Como resultado, el sector priorizó los elementos identificados para concentrase en disminuir la presión sobre la propiedad de la tierra; contribuir a aumentar la productividad de las regiones; fortalecer la estructura de la producción comunitaria; mejorar la infraestructura; apoyar el mejoramiento de los canales de comercialización de los productos agrícolas; apuntar a un desarrollo rural integral; visibilizar otros servicios prioritarios para las comunidades, entre otros (Asocaña, 2019a).

Derivado de lo anterior, constituyeron programas y estrategias como: “Buen vecino”, “Ciudadanía corporativa” y “Familias con bienestar por la paz” en colaboración con el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF); el plan socioambiental para la prevención de incendios en cultivos de caña de azúcar; la Red Educativa Azucarera que consta de formación especializada y desarrollo de competencias para empleados y colaboradores en colaboración con el SENA; apoyo a los procesos de conservación y restauración de cuencas hidrográficas liderados por la Fundación Fondo Agua por la Vida y la Sostenibilidad; la conservación de humedales en colaboración con la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC), entre otros.

Los antecedentes de dichas apuestas por la sostenibilidad en el sector azucarero se remontan a hace más de cuatro décadas con la creación de Procaña en 1973. Esta organización surge de un grupo de cultivadores de caña de azúcar en el valle geográfico del río

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Cauca cuyo propósito era asegurar el desarrollo del sector y mejorar la productividad del cultivo con las mejores condiciones sociales posibles. Con el paso de los años, esta organización se convirtió en la encargada de proteger las condiciones contractuales de los agricultores con los ingenios y promover las mejores prácticas en el cultivo de la caña de azúcar. Derivado de su apoyo a la producción sostenible y las estrategias definidas de cara al 2020 surgió el Programa Fénix, orientado a la sostenibilidad para los cultivadores de caña de azúcar en Colombia. Uno de los resultados de este programa fue la publicación de la Guía Sostenible para Colombia y del diagnóstico de desempeño en el cual participaron Cañicultores, Avenzza, Cenicaña, los Ingenios La Cabaña y Manuelita, y el Ministerio de Agricultura y Solidaridad, con el fin de convertir la producción agrícola de Colombia en una práctica sostenible (Bonilla, 2019).

Las cifras y los números del sector azucarero no solo reflejan su aporte en materia económica y social, sino que además configuran una “narrativa” del éxito empresarial de un sector y una industria, la cual se soporta en diversos estudios, informes de gestión, noticias de medios de comunicación, y en mismas condiciones tecnológicas e industriales de las plantas e ingenios. No obstante, otras investigaciones, algunos medios de comunicación y hasta el cine4, han puesto de manifiesto otras “narrativas” e historias que reflejan un panorama opuesto al del desarrollo social y económico del sector azucarero (Giraldo, 2017; Hurtado, 2008; Insuasty, 1987; Jaramillo, 2017; Montoya, 2011; Pérez-Rincón y Álvarez-Roa, 2009; Sánchez, 2008).

4 Un ejemplo es la película La tierra y la sombra, escrita y dirigida por César Augusto Acevedo, la cual refleja las transformaciones geográficas producto del monocultivo de la caña de azú-car y los problemas de contaminación y las consecuencias que padecen las comunidades aledañas a estos cultivos, producto del sistema de quema para su corte. Así mismo, la pelí-cula refleja el contexto del trabajo, sus condiciones y el ingreso de la mujer en él.

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El estudio realizado por Pérez-Rincón y Álvarez-Roa (2009) Deuda social y ambiental del negocio de la caña de azúcar en Colombia. Responsabilidad Social Empresarial y subsidios implícitos en la industria cañera. Análisis en el contexto del conflicto corteros-empresarios aborda una relación poco estudiada: la de los corteros de caña de azúcar con las empresas del sector azucarero (principalmente ingenios). Se aleja así de los estudios hegemónicos que caracterizan la investigación en el sector azucarero centrados en aspectos económicos y administrativos (Asocaña, 2019b; Cenicaña, 2015; Fedesarrollo, 2010; Sánchez y Santos, 2014) .

Pérez-Rincón y Álvarez-Roa (2009) ponen en cuestión el pa-pel de la RSE durante los más de cien (100) años de trayectoria del sector azucarero y los beneficios generados. Para ellos, la RSE no se debe reflejar solamente en donaciones sino también en “las con-diciones dignas” para los trabajadores de este sector (Pérez-Rincón & Álvarez-Roa, 2009). Es precisamente este fenómeno el que desata diversas huelgas y paros de corteros de caña y otros trabajadores que participan de la fase agrícola de la caña de azúcar. Estos manifiestan que sobrellevan condiciones precarias de trabajo impuestas por los ingenios y con apoyo del gobierno nacional (Giraldo, 2017; Insuasty, 1987; Jaramillo, 2017; Montoya, 2011).

Con base en cuenta lo anterior, la presente obra analiza las características de los trabajos agrícolas de la caña de azúcar en el área geográfica del río Cauca. Ello implicó una pesquisa de enfoque cualitativo (Guba y Lincoln, 1994; Willig, 2001), bajo un diseño etnográfico (Flick, 2007) y documental (Mayan, 2009), con el objetivo de conocer las experiencias de los trabajadores de esta fase de la explotación de la caña de azúcar y la información documentada e histórica al respecto. Ello implicó el uso de fuentes de información primarias y secundarias recolectadas mediante entrevistas, grupos focales, diarios de campos y registros fotográficos con el uso de la etnografía multilocal.

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Este tipo de etnografía se desarrolla a lo largo de tramas, sendas, cadenas, conjunciones o amalgamas de localizaciones en las que el investigador define el modo de su presencia, mediante una lógica que explica la asociación y conexión entre los escenarios que definen el argumento de la etnografía. Adicional a ello, permite definir los objetos de investigación al partir de diversas modalidades o técnicas para el rastreo de personas, objetos, signos, símbolos y metáforas (Falzon, 2009; Marcus, 2001).

La recolección de información se desarrolló de julio a noviembre de 2019 en distintas localizaciones del área geográfica del río Cauca en los departamentos del Valle del Cauca y norte del Cauca, en los municipios de Cali, Candelaria, El Carmelo, El Cerrito, El Tiple, Puerto Tejada y Santa Elena. Estos se agrupan en cuatro tipos de escenarios asociados a la relación tiempo-espacio: (1) la jornada de trabajo en los cultivos de caña; (2) el final de la jornada de trabajo en los cultivos de caña y en las empresas dedicadas a la explotación de la caña de azúcar; (3) los lugares de residencia de los trabajadores; y (4) museos y haciendas sobre la historia de la caña de azúcar en el Valle del Cauca.

La información de la técnica de recolección de la información, los participantes y el material documental se presenta con mayor deta-lle en cada uno de los capítulos. Así como las diferentes estrategias metodológicas empleadas para sus análisis. De manera general, la variedad de fuentes de investigación, escenarios del trabajo de campo y métodos de análisis permitieron alcanzar la validez metodológica, de acuerdo con la propuesta de Saukko (2012). Esta se centra en tres di-mensiones de análisis: contextual (realidad social), dialógica (realidad local), y autorreflexiva (modelación social de la realidad).

La presente obra se inserta en los aportes teóricos de los Estudios Organizacionales (en adelante EO) y de la Psicología

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Organizacional y del Trabajo (POT). Por una parte, se considera a los Estudios Organizacionales como una contraparte crítica de la Administración y del quehacer científico-positivista, lo que supone otros posicionamientos ontológicos, epistemológicos y metodológicos para abordar el estudio de las organizaciones (Burrell y Morgan, 1998; Gonzales-Miranda, 2013; Hatch y Cunliffe, 2013).

Desde el punto de vista ontológico, al alejarse los EO del positivismo, rechazan los supuestos que explican la realidad social de la organización desde lo totalitario, universal y absoluto, y se centran en: subjetividad, intersubjetividad, construcción social de la realidad, tramas de sentidos, lo histórico y temporal, reproducción y transformación dinámica de las estructuras sociales, etc. En materia epistemológica, los EO apelan al pensamiento crítico desde la teoría crítica y la posmodernidad, lo que implica un relacionamiento con las ciencias sociales y humanas, y sus perspectivas críticas. Al ser el sujeto y su experiencia el centro de estudio, la organización se convierte en su contexto, lo que rescata su carácter social desde una perspectiva no instrumental. Finalmente, las implicaciones metodológicas abogan por métodos discursivos, herméticos e interpretativos, de reconstrucción de los significados, narrativos y etnográficos, entre otros más (Alvesson y Deetz, 1999; Alvesson y Willmott, 2003a; Clegg y Hardy, 1999; González-Miranda, 2013; Parker, 1992)

Los enfoques posmodernos cuestionaron las grandes narrati-vas o relatos de la historia humana y se centraron en microrrelatos e historias. Esto implicó examinar especificaciones locales frag-mentadas, narraciones de la vida cotidiana, variedad de supuestos históricos, etc., y el sujeto de la posmodernidad se caracteriza por ser descentrado, relativo, no se constituye de características esen-ciales estables, sino que se construye socialmente y de la misma manera se le reconoce como categoría de análisis (Clegg y Hardy, 1999; Parker, 1992).

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Los EO contrastan con otras apuestas teóricas como la teoría admi-nistrativa y organizacional y desde sus perspectivas críticas, comparte el objetivo de desarrollar una posición menos partidista del management. Aplica ideas extraídas del pensamiento crítico de las ciencias sociales y humanas para repensar y desarrollar la teoría y práctica de la gestión o del management (Alvesson y Willmott, 2003b; Burrell y Morgan, 1998).

Es por ello que entre los EO se encuentran investigaciones que abordan el papel de la mujer en el ámbito organizacional y del trabajo desde los estudios de género y perspectivas feministas (Calás y Smircich, 1999; Casey, 2002); las relaciones y prácticas de poder que se construyen en las relaciones laborales (Alvesson y Willmott, 2003a; Clegg, 1987; Clegg, Courpasson y Phillips, 2006); la construcción identitaria en el trabajo (Brown, 2018; Knights y Willmott, 1999); las condiciones de cultura y etnicidad (Alvesson y Willmott, 2003b; Clegg y Hardy, 1999); las prácticas del discurso y sus efectos (Clegg et al., 2006; Phillips, 2003; Phillips y Hardy, 2002), entre otros temas más.

De otro lado, la POT y sus líneas o forma plural –que también reúnen elementos del pensamiento crítico–abordan las tendencias del contexto del mundo del trabajo y de las organizaciones, como es el caso de las modalidades de empleos y su coexistencia simultánea en economías formales e informales. Desde este marco analítico, es posible abordar la relación hombre-trabajo en su entramado intersub-jetivo, que vincula la singularidad y el contexto histórico, social, econó-mico, político, legal, cultural, tecnológico y ambiental (Orejuela, 2014; Pulido-Martínez, 2004; Pulido-Martínez y Sato, 2013; Rentería, 2008; 2009; Rentería y Malvezzi, 2019).

De lo anterior derivan diversos debates y propuestas teóricas sobre: los nuevos sentidos del trabajo (Antunes, 2000; 2005; Celis, 2003; De la Garza, 2009); la metamorfosis del trabajo en el nuevo espíritu del capitalismo (Antunes, 2001; Boltanski y Chiapello, 2002; Sennett, 2006);

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la flexibilidad y precariedad laboral (De la Garza, 2000; Soto, 2008; Soto, Espinoza y Gómez, 2008; Tókman y Délano, 2001; Tókman, 2007; Vejar, 2014); las trayectorias y la identidad laboral (De la Garza, 2009; Gaete y Soto, 2012; Ribeiro, 2012; Sisto y Fardella, 2008); la empleabilidad (Rentería, 2008; Rentería y Malvezzi, 2019), entre otros.

Desde estas dos vertientes, la presente obra aborda los trabajos agrícolas de la caña de azúcar, reconoce, a su vez, que este tipo de trabajos constituye una de las principales agendas de distintos organismos multilaterales, tanto por sus condiciones de vulnerabilidad y precariedad, como por las condiciones de pobreza en las que viven los trabajadores y sus familias. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (en adelante Cepal) (2019) reporta que aumentó la condición de pobreza y pobreza extrema del 2018 al 2019 entre los residentes de zonas rurales, indígenas y población afrodescendientes. Según esta entidad, como producto de la introducción de las nuevas tecnologías y los procesos de automatización, los mercados de trabajo presentaron una disminución de los trabajos agrícolas.

La Organización International del Trabajo (en adelante OIT) (2019b) en particular en los países en desarrollo. Sin embargo, los trabajadores agrícolas suelen enfrentar déficits de trabajo decente, trabajar por un salario y unos ingresos escasos en condiciones a ve-ces peligrosas, y carecer de medios para abordar su situación de for-ma eficaz. Lograr el trabajo decente y mejorar la productividad en la agricultura son dos requisitos fundamentales para reducir la pobreza y estimular el crecimiento económico en las zonas rurales. A fin de satisfacer esos requisitos, es crucial aumentar el número de empleos y mejorar su calidad, promover los derechos en el trabajo, ampliar la protección social y fortalecer las organizaciones de trabajadores rura-les. Para alcanzar estos objetivos, el enfoque de la Organización Inter-nacional del Trabajo (OIT reconoce que aproximadamente el 45 % de la población en edad para trabajar vive en zonas rurales y que el 88 %

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de los trabajadores que participan en la economía rural se encuentran en situación de pobreza extrema. Adicional a lo anterior, cuando se comparan estos trabajos con los de las zonas urbanas se encuentran mayores condiciones de precarización del trabajo debido a: la natura-leza informal de muchos de ellos; predominio de los trabajos tempo-rales; fragmentación de la fuerza de trabajo; subempleo generalizado; ingresos bajos; limitado acceso a la protección social; asimetría de los sistemas de información; e incertidumbre en la producción agrícola. Para esta organización, un 80 % de las personas que trabajan en las zonas rurales ocupan un trabajo informal, lo que constituye el doble de los empleos ocasionales o temporales de las zonas urbanas.

Los trabajadores agrícolas y rurales se enfrentan, además, al escaso acceso a la educación, tierra y créditos, lo cual hace complejo el acceso a un empleo decente. Lo anterior no solo implica que los trabajadores deben enfrentar peores condiciones de trabajo y de vida que otros segmentos de la fuerza de trabajo, sino que también requieren de agendas políticas, económicas y empresariales para combatir los déficits del trabajo decente5 (OIT, 2019b; OIT y Monje, 2014; Oya, 2015) en particular en los países en desarrollo.

5 La noción de trabajo decente se origina en la Cumbre Mundial para el Desarrollo Social en 1995 para promover la creación de empleos sostenibles. En los últimos años, esta noción se adoptó en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y en los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) del Pacto Global de la ONU (Sustainable Development Goals Fund [SDGF], 2019), en el cual se encuentra el objetivo n.º 8: “Trabajo decente y crecimiento económico”. En este se reconoce la inequidad y precarización que existe en diversos tipos de trabajo, y su relación con la condición de pobreza. Asimismo, se buscan crear oportunidades de trabajo decente, crecimiento sólido e inclusivo, y reducir las desigualdades (OIT, 2018; 2019a), en especial, las que acontecen en el campo y la agricultura (OIT, 2019b; OIT y Monje, 2014)en particular en los países en desarrollo. Sin embargo, los trabajadores agrícolas suelen enfrentar déficits de trabajo decente, trabajar por un salario y unos ingresos escasos en condiciones a veces peligrosas, y carecer de medios para abordar su situación de forma eficaz. Lograr el trabajo decente y mejorar la productividad en la agricultura son dos requisitos fundamentales para reducir la pobreza y estimular el crecimiento económico en las zonas rurales. A fin de satisfacer esos requisitos, es crucial aumentar el número de empleos y mejorar su calidad, promover los derechos en el trabajo, ampliar la protección social y fortalecer las organizaciones de trabajadores rurales. Para alcanzar estos objetivos, el enfoque de la Organización Internacional del Trabajo (OIT.).

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Sin embargo, los trabajadores agrícolas suelen enfrentar déficits de trabajo decente, trabajar por un salario y unos ingresos escasos en condiciones a veces peligrosas, y carecer de medios para abordar su situación de forma eficaz. Lograr el trabajo decente y mejorar la productividad en la agricultura son dos requisitos fundamentales para reducir la pobreza y estimular el crecimiento económico en las zonas rurales. A fin de satisfacer esos requisitos, es crucial aumentar el número de empleos y mejorar su calidad, promover los derechos en el trabajo, ampliar la protección social y fortalecer las organizaciones de trabajadores rurales. Para alcanzar estos objetivos, el enfoque de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Estas características no difieren del actual panorama de los trabajadores agrícolas de la caña de azúcar. Es por ello que la investigación implicó una mirada histórico-cultural desde su dimensión étnico racial, con predominio de población afrocolombiana (Escobar, 2007; Urrea, 2010). La configuración de estos trabajos no solo obedece a procesos históricos de los sistemas políticos y modelos económicos que abarcaron el uso de la mano de obra esclava en las haciendas y trapiches (Jaramillo, 1963; Mina, 1975; Zabala, 2017); proletariado rural en los ingenios azucareros (Buenaventura, 1975; Insuasty, 1987; Sánchez, 2008); sistemas de enganche y vinculación por contratistas (Giraldo, 2017; Jaramillo, 2017); superación del taylorismo y fordismo hacia el toyotismo y posfordismo (Bermúdez, 1997; Piñeiro, Fiorentino, Trigo, Balcázar y Martínez, 1982; Sánchez y Santos, 2014), etc., sino que también, a procesos migratorios de las comunidades que se establecieron en los municipios cañicultores o en sus cercanías, la expansión del cultivo de caña desde la década de1950 y su consolidación como monocultivo en la década de1990, lo que transformó las trayectorias ocupacionales de estas comunidades, al ser su única fuente de trabajo. Por ello, en la actualidad los trabajadores que se dedican a esta actividad agrícola son, en su

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mayoría descendientes, de esclavos que trabajaron en las haciendas de caña de azúcar y descendientes o inmigrantes de comunidades negras del Chocó, Nariño y Cauca (Friedemann, 1993; Insuasty, 1987; Kalmanovitz, 1998; Mina, 1975; Urrea, 2010; Valdivia, 1984).

La presente obra se estructura en cuatro capítulos. El primero, “Hacia una historia de los trabajos agrícolas de la caña de azúcar en el valle geográfico del río Cauca”, ofrece un recorrido histórico desde la época de la colonia en el siglo XVI y el inicio de las actividades agrícolas de la caña de azúcar en las haciendas bajo el sistema escla-vista, pasa por el sistema de peonaje y agregados bajo el sistema de terraje a finales del siglo XVII; el desarrollo del proletariado rural en el marco del desarrollo industrial y el capitalismo agrario; la flexibilidad y proliferación de la subcontratación en el marco de las políticas del neoliberalismo a partir de la década de 1990 del siglo XX, hasta llegar a la actualidad, en la cual los trabajadores se ven amenazados por su remplazo por máquinas en la fase agrícola, y en el que persisten sus condiciones de precarización laboral.

El texto recoge material bibliográfico de historiadores, antropólo-gos y sociólogos, y discute algunas notas etnográficas recolectadas en el trabajo de campo. Se concluye que históricamente, este tipo de ocupación o trabajo funciona bajo un esquema de servidumbre y paternalismo, con características de explotación y precarización. Así mismo, destaca que al trabajador agrícola se la ha gestionado y vincu-lado a las haciendas –y más tarde a los ingenios– de acuerdo con su condición de raza y etnia, y luego su condición de clase, que circula entre el proletariado agrícola (empleado formal) y el subproletariado (trabajador informal).

En el segundo capítulo, “Prácticas de responsabilidad social empresarial orientadas a los trabajadores del sector azucarero ¿retribución social o actos de caridad?”, Marly Dayana Barrera y César

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Mauricio del Corral analizan desde su perspectiva y comparativamente las prácticas de RSE orientadas a este tipo de trabajadores y de las empresas pertenecientes a la industria azucarera. Bajo un contraste de fuentes primarias y secundarias, los autores exploran cinco categorías: 1) tipo de contrato; 2) programas de beneficios e incentivos; 3) desarrollo profesional y plan de carrera; 4) cuidado de la salud, seguridad y condiciones de trabajo; y 5) relaciones de las empresas con sus empleados.

Los resultados sugieren que las empresas benefician a sus tra-bajadores a través de las prácticas de RSE de manera relativa y en ocasiones, con una modalidad filantrópica. Si bien los informes de gestión y sostenibilidad sugieren un accionar de las empresas sobre sus grupos de interés, no es claro si el trabajo agrícola hace parte de estos grupos de interés. Esto se contrasta aún más, cuando el tra-bajador es formal (directo) versus el informal, el cual no solo carece de condiciones formales de trabajo y derechos laborales, sino que se encuentra excluido del accionar de las empresas y en condiciones de precariedad. Se plantea que, si bien algunas de las empresas se han adherido al Pacto Global, muchas de estas no contribuyen con el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) n.º 8 “Trabajo decente y crecimiento económico”.

En el tercer capítulo “Cucharón y machete: el papel de la mujer en la fase agrícola de la caña de azúcar”, Paola Andrea Cala, Anderson Méndez Bedón, y Ana Inés Mosquera examinan, desde una perspectiva de género, las características y los trabajos que realizan las mujeres en la fase agrícola de la caña de azúcar. Desde un análisis del discurso, los autores exploran tres categorías de análisis con sus respectivas subcategorías: en el nivel individual la noción de “súper mujer”; en el nivel social, el machismo y patriarcado, el rol doméstico de las mujeres y de cabeza de familia; y en el nivel del contexto del trabajo, la siembra y la cuidad, y la mano de obra secundaria.

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Los resultados señalan que los roles sociales de las mujeres se encuentran prefijados por moldes sociales y culturales que las natura-lizan en su ser y esencia, y las oprime y constriñe para desempeñarse en otras actividades. Estos elementos están mediados por condiciones patriarcales y de machismo que corresponden a la baja participación que tienen en el trabajo agrícola. Si bien las mujeres en su mayoría apoyan a sus esposos con el trabajo doméstico, ante la ausencia de ellos, pueden ingresar al contexto del trabajo agrícola, sin embargo, con jornadas dobles: la de los cultivos de caña sumada a la del hogar y el cuidado de sus hijos. Así mismo, cuando ellas ingresan a este tipo de trabajos, se les considerada con calificativos que resaltan superio-ridad de los hombres, pues se considera un trabajo masculino basado en la fuerza y resistencia.

Finalmente, en el capítulo “Los oficios de la pacora escondidos en los cañaduzales. Trayectorias de los trabajadores agrícolas de la caña de azúcar”, Natalia Ramírez España y Santiago Tello Landazábal describen las características de las trayectorias de un grupo de traba-jadores agrícolas de la caña de azúcar y las alternativas de trabajo que ofrece este contexto. Mediante un análisis de líneas narrativas cen-trado en cuatro momentos temporales –1) trabajo previo a la caña, 2) inicios en la caña, 3) transición de trabajo, y 4) actualidad–, y en cua-tro dimensiones (labor, actores, objetos y vinculación), destacan que las trayectorias circulan en la misma actividad agrícola de la caña de azúcar, como es el caso de corte, alce y siembra de caña. Los traba-jadores ingresan a estos oficios por influencia familiar, principalmente bajo condiciones informales que hacen que el trabajo sea precario e inestable; en ocasiones, el ingreso obedece a movimientos poblacio-nales o migraciones.

Así mismo, argumentan que el monocultivo de caña de azúcar es un factor crucial para la decisión en este trabajo, pues para muchas comunidades representa la única fuente de trabajo disponible. Para

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PRELUDIO: UNA INTRODUCCIÓN A LOS ITINERARIOS 49

los autores, pese al desarrollo y éxito empresarial de la industria, los trabajadores agrícolas están invisibilizados y no gozan de derechos laborales como lo hacen los trabajadores formales, lo que se evidencia en sus condiciones precarias de trabajo, que a su vez corresponden a lo evidenciado en otras investigaciones e informes de organismos multilaterales sobre el trabajo agrícola.

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Registro fotográfico por Cristian Bedoya Dorado de la Hacienda Cañasgordas

Santiago de Cali, Valle del Cauca

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CAPÍTULO 1.HACIA UNA HISTORIA DE LOS TRABAJOS AGRÍCOLAS DE LA CAÑA DE AZÚCAR EN EL VALLE GEOGRÁFICO DEL RÍO CAUCA 61

Hacia una historia de los trabajos agrícolas de la caña de azúcar en el valle geográfico del río Cauca

Cristian Bedoya Dorado

¡Choto! –gritó; y a poco se presentó un negrito medio desnu-do, pasas monas, y un brazo seco y lleno de cicatrices.– Lleva a la canoa ese caballo y límpiame el potro alazán. Y volviéndose a mí,

después de haberse fijado en mi cabalgadura, añadió: ¡Carrizo con el retinto! ¿Cómo se averió así el brazo ese muchacho? –pregunté–.

Metiendo caña al trapiche: ¡son tan brutos [e]stos! No sirve ya sino para cuidar los caballos.

Fragmento de La María de Jorge Isaacs

CAPÍTULO 1

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CAPÍTULO 1.HACIA UNA HISTORIA DE LOS TRABAJOS AGRÍCOLAS DE LA CAÑA DE AZÚCAR EN EL VALLE GEOGRÁFICO DEL RÍO CAUCA 63

1. Introducción

El Valle del Cauca se reconoce en Colombia por su tradición agrí-cola e industrial, centrada principalmente en la explotación de la caña de azúcar. Desde sus inicios, la explotación de la caña de azúcar trajo consigo modelos económicos que, no solo develan prácticas de traba-jo y una organización administrativa peculiar, sino además, prácticas sociales y culturales en las cuales se pueden analizar los orígenes de los trabajos vinculados a la fase agrícola de la caña de azúcar.

La fase agrícola agrupa diversas actividades entre las que se en-cuentran: preparación del lote, arado y nivelación, siembra, corte de malezas, aporque, fertilización, riego, aplicación de madurante, que-ma, cosecha (corte manual o mecánico) y requema. Estas actividades sugieren una especialización de la fase agrícola de la caña de azúcar. En la mayoría de ellas se incorporaron máquinas, otras actividades se eliminaron –producto de leyes y normativas– como por ejemplo, la quema y la requema. La especialización de la fase agrícola es un proceso de transformación y configuración en el que confluyen tra-bajadores, naturaleza, tecnología, y conocimiento. Sin embargo, esta transformación presenta como común denominador elementos tales como la complejidad, discriminación, precarización, vulnerabilidad de derechos humanos, lucha, etc., de los trabajadores asociados a esta fase agrícola.

El presente capítulo tiene como objetivo describir el proceso his-tórico de los trabajos agrícolas en la explotación de la caña de azúcar en el Valle del Cauca. Se adopta como eje central el modo en el que elementos sociales, culturales, naturales, tecnológicos, y legales con-figuran el quehacer de dichos trabajos. Los elementos presentados en este capítulo corresponden a una revisión documental de publicacio-nes de historiadores y académicos que abordaron la historia del Valle

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del Cauca y el sector azucarero, así como elementos recolectados por el autor durante el trabajo de campo, en especial, las visitas a las ha-ciendas Cañasgordas, el Paraíso y Piedechinche, algunos trapiches e ingenios, y territorios en los que habitan comunidades que se dedican a esta actividad agrícola. Al final su hace una discusión con respecto al recorrido histórico desde aportes críticos de la sociología sobre las transformaciones del mundo del trabajo y las organizaciones.

2. La conquista española y la época de la colonia: trabajos de esclavitud

A Sebastián de Belalcázar no solo se le considera el fundador de Santiago de Cali, capital del departamento del Valle del Cauca, sino también el primer sembrador de caña de azúcar en este departamento y el primer beneficiario de su explotación mediante el trapiche manual. Este proceso se dio entre 1538 y 1541 en el actual territorio de Yumbo y se extendió paulatinamente por las mercedes de tierras6 pertene-cientes a capitanes conquistadores y ubicadas en cercanías del río Cauca (Ramos, 2005a). La caña de azúcar se introdujo por el puerto de Buenaventura con procedencia de Santo Domingo y desde el ini-cio de su explotación, comenzó a prosperar gradualmente (Figueroa, 1963; Llanos, 1979; Mancini, 1954; Ramos, 2005a).

A partir de mediados del siglo XVI, la explotación de la caña de azúcar se expande a otros territorios del país y se desarrolla principalmente en el Valle del Cauca como actividad económica. De acuerdo con Ramos (2005a), para 1560 existía cañamiel en ciudades

6 De acuerdo con Miranda (1954), la merced de tierras fue la institución jurídica de la Corona de Castilla durante los siglos XV y XVI, con jurisdicción en las colonias de América. Esta figura consistía en la adjudicación de predios como estrategia para motivar la colonización de tierras conquistadas y se otorgaba al momento de fundar una nueva población.

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CAPÍTULO 1.HACIA UNA HISTORIA DE LOS TRABAJOS AGRÍCOLAS DE LA CAÑA DE AZÚCAR EN EL VALLE GEOGRÁFICO DEL RÍO CAUCA 65

como Cali, Cartagena, Gachetá, y Arma, lo que evidenciaba su expansión a la par del crecimiento de la población. Para esta época, la caña de azúcar y la ganadería constituían las únicas empresas de importancia y más adelante, la ganadería se consolida como la principal fuente de riqueza. Las estancias coloniales se caracterizaron por ser un extenso latifundio bajo el dominio de un solo propietario, en ellas la actividad rural se explotaba mediante trabajo dependiente y empleo escaso de capital, y se producía para un mercado de pequeña escala (Llanos, 1979).

Estas estancias coloniales dan origen a las “haciendas” en las cuales no solo se desarrollan las primeras actividades de la produc-ción del azúcar y las mieles bajo el empleo del trapiche, sino que, ade-más, configura el modelo económico típico de la región, que a su vez generó transformaciones de orden social y político (Ramos, 2005a). Colmenares (1975) señala que si bien el latifundio describe la apropia-ción de las tierras en el Valle del Cauca durante el siglo XVI, momento en el cual surge la acumulación de tierras en cabeza de una persona que no tiene una función económica específica. Esta figura permitía la identificación de un sector social y mantener una cohesión con el linaje europeo. La hacienda se considera una unidad económica con un uso productivo que la distingue de una simple finca o una herencia familiar.

En el área geográfica del río Cauca se localizaron las llamadas “haciendas de tierra cliente”, “haciendas de campo” o “haciendas de trapiche” (Colmenares, 1975; Mancini, 1954; Mina, 1975; Ramos, 2005a, 2005b), entre las que destacan: Concepción de Amaime, Cañasgordas, Piedechinche, El Alisal, Llanogrande, Cañaveralejo, El Cerrito, San Jerónimo, Quebradaseca, Japio, entre otras más7.

7 En la obra de Colmenares (1975) se describen las distintas haciendas que se establecieron desde la época colonial en los territorios del Valle del Cauca y sus dueños.

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Algunas de estas no solo atestiguan el pasado colonial de la re-gión, sino que fueron los epicentros de las actividades económicas y sociales de la explotación de la caña de azúcar, y siglos más tarde, propiedades de las familias que participaron en las luchas por la inde-pendencia, y que durante el siglo XIX dirigieron alguno de los bandos políticos que se consolidaron como los partidos liberal y conservador (Colmenares, 1975; Kalmanovitz, 1998; Llanos, 1979).

El Nuevo Reino de Granada8 se empezó a consolidar con la cul-tura de la caña de azúcar y en las principales poblaciones y estan-cias coloniales, se fabricaron artefactos necesarios para moler la caña, como pailas, molinos, arneses o pilones. Los indígenas que conocían la técnica del vaciado (un procedimiento para la fabricación de esculturas, piezas, utensilios, entre otros, de metal, plástico, ba-rro, cerámica, etc.) y la aleación de metales contribuyeron también a la fabricación de dichos artefactos. Con el dominio de la Colonia española, no solo se asignaron las extensiones de tierra (estancias) a los capitanes de la conquista, sino que, además, el usufructo de los indígenas9, repartidos como encomiendas (Llanos, 1979).

Es por ello que los poseedores de las tierras, que, a su vez, eran encomenderos de los pueblos indígenas que habían sido repartidos, emplearon la mano de obra indígena en los trabajos agrícolas. Según Ramos (2005a), ya en 1560 se habían fundado tres ingenios en cercanías del río Amaime: el de San Jerónimo de Gregorio de

8 También conocido como Reino de la Nueva Granada, es la denominación que recibió la actual República de Colombia otorgada por la Corona Española, como reconocimiento de su dominio sobre este ente territorial. Estuvo bajo la jurisdicción de la Audiencia Real de Santafé de Bogotá durante 1550 y 1717, y más tarde como Virreinato de Nueva Granada durante 1717 hasta 1819.

9 Entre los grupos indígenas que se vieron afectados por la expansión de la Colonia españo-la, se encuentran: los pijaos que habitaban en la cordillera Central, principalmente hacia el norte del Nevado del Huila; los paeces ubicados hacia el sur en la región de Tierradentro; los toribío en el actual municipio de Toribío; los guiriguiri y los paila que se encontraban en el territorio del actual municipio de Puerto Tejada; y los Timba, que asentados en los bordes occidentales del río Cauca en la cordillera Occidental (Llanos, 1979).

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CAPÍTULO 1.HACIA UNA HISTORIA DE LOS TRABAJOS AGRÍCOLAS DE LA CAÑA DE AZÚCAR EN EL VALLE GEOGRÁFICO DEL RÍO CAUCA 67

Astigarreta10 y otros dos de Andrés y Lázaro Cobo. Estos últimos eran hermanos e hijos de Don Pedro Cobo, quien fue compañero de Belalcázar, y heredaron la encomienda de la tribu de los anaponimas que habitaba lo que hoy en día es el territorio del municipio de Cerrito.

Los primeros cultivos de caña de azúcar o cañales no eran muy extensos y no se molía caña a diario por la baja demanda de azúcar y miel. Sin embargo, la industria empezó a crecer tanto que no solo abastecía la demanda del país. Para 1588 se registra la primera ex-portación de azúcar a Panamá. De acuerdo con Mancini, El libro de la Tesorería registra que el 31 de marzo de 1588 Lázaro y Andrés Cobo pagaron un impuesto de exportación por envío de azúcar a Panamá (Mancini, 1954). Los trapiches eran rudimentarios, con dos mazas de madera, algunos horizontales movidos manualmente por manubrios de aspas y otros verticales accionados por animales (Ramos, 2005a).

Agrega Ramos (2005a):

De varios tipos eran los trapiches para moler la caña: un alzaprema con sus dos cilindros, o tal vez uno de ruedas, al estilo de atahona, ambos manuales, un cumbamba o la vieja, que consistía en un grueso tronco en forma de horqueta [o de Y al revés] que se enterraba por las patas y del mástil que sobresalía, se horadaba hacia la mitad con un ojal grande que caía a una especie de ménsula tallada en el morro de uno de los soportes. Por ese ojal entraba otro palo más delgado que, a manera de palanca, prensaba la caña colocada en la ménsula, exprimiendo el jugo, que por uno o dos canaletes resbalaba a una artesa. (p. 52).

10 Colmenares (1975) registra que el latifundio sobre el río Amaime fue referido por el procu-rador de Cali, el encomendado Rodrígo de Villalobos, como “ingenio de la ciudad”, el cual constituye la primera explotación de la caña de azúcar a cargo de Gregorio Astigarreta. Algunos historiadores consideran este fenómeno como el origen de la “floreciente industria cañera de la región” (p. 24).

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Los trabajos en las haciendas, tanto de los cultivos de caña como de la producción de azúcar, se realizaban con el apoyo de las poblaciones indígenas, lo que desde la conquista española y el ini-cio de periodo colonial, supone un dominio sobre las culturas aborí-genes. La derrota de estas culturas y las prerrogativas de la Corona española para explotar las poblaciones permitieron, además, usu-fructuar el trabajo de pueblos y tomar parte de su producto. La re-partición de los indígenas por parte de la Corona se caracterizó por la sobrecarga de trabajo, descomposición de los núcleos familiares, restricción de los matrimonios, etc., y el contagio de enfermedades provenientes de Europa (Kalmanovitz, 1998).

Los españoles exigieron jornadas laborales de 14 horas y más en las minas, transporte a lomo, construcción de poblados e igle-sias, producción agrícola, servidumbre, entre otros, para sostener el parasitismo como su sistema. Los excesos del trabajo, la fiebre del oro, y la ruptura de las condiciones sociales de reproducción provocaron un descenso en la población nativa, en el siglo XVII se había reducido a entre 15 y 20 % de la población existente en el tiempo de la conquista (Kalmanovitz, 1998).

Este declive alentó la necesidad de emplear esclavos negros provenientes de África para los trabajos en las minas y en las ha-ciendas con trapiches (Llanos, 1979; Ramos, 2005a). Las demandas de los derivados de la caña como la raspadura, melcocha, guarapo, aguardiente, miel, azúcar, miel de purga, entre otros, requirieron un aumento de trabajo en las haciendas y, por ende, de la mano de obra. Lo anterior, sumado al descenso demográfico de los indíge-nas, conllevan la presencia de la raza negra en el Valle del Cauca, quienes ingresan a suplir las necesidades de las haciendas como esclavos (Bermúdez, 1997).

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Si bien la introducción de esclavos negros empieza en la Nueva Granada desde los inicios de la conquista, su introducción a escala significativa ocurre a inicios del siglo XVII con la explotación intensa de las minas y haciendas (Friedemann, 1993; Jaramillo, 1963; Llanos, 1979; Mina, 1975). En las haciendas, se combinó la siembra de la caña de azúcar con los cultivos de arroz y fríjoles; la mano de obra de esclavos se encargó de todas las actividades y los esclavos que habían nacido y se habían criado en ellas podían ser trasladados a las minas y viceversa (Friedemann, 1993)11.

La explotación de la caña de azúcar se especializa y a finales del siglo XVI aparecen lo que Ramos (2005b,) llama “los maestros de azúcar” (De acuerdo con Ramos (2005a), entre estos se encuentran Pedro de Mirando y Gregorio de Astigarreta “el Viejo”):

El proceso que ellos dirigían consistía en clarificar el jugo con floculantes naturales y evaporar el agua poco a poco en calderos colocados en línea. El jarabe ya con-densado podía alcanzar punto de azúcar o de panela. La meladura para azúcar se vaciaba en hormas cónicas de arcilla cocida tapadas por encima con un barro especial muy fino sobre el que se echaba poca agua de cuando en cuando. De esta manera, y por gravitación y con la acción del agua, lentamente escurrían hacia el fondo los azúcares no cristalizables que, de tiempo en tiempo, se extraían por el hueco situado en la boca de abajo de la horma. Después de varias semanas de purgación se vaciaban los panes ya endurecidos y se colocaban al sol para mayor blanqueo.

11 Para mayor información sobre la historia de la esclavitud negra en Colombia y el Valle del Cauca, se pueden consultar los textos de Fridemann (1993), Jaramillo (1963), Kalmanovitz, (1998) y Mina (1975).

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El proceso de la panela era más simple y rápido. En pocas horas se llevaba todo el jarabe hasta la condensación de todos los azúcares, cuidando que no se requemara, y finalmente esa miel, rubia y prieta, se echaba en pequeños moldes donde al enfriarse terminaba por so-lidificarse. (p. 3)

Durante los inicios del siglo XVII, se presenta una caída de la extracción y acuñación del oro, que se explica por la mortalidad de la mano de obra indígena, y por la insuficiencia de esclavos que fueron traídos para suplir estas necesidades. Además, la ganadería presentó fuertes crisis producto de pestes y sequías, lo que sumado a la especialización de la explotación de la caña de azúcar hicieron posicionar este producto agrícola como la principal actividad econó-mica (Kalmanovitz, 1998).

De acuerdo con lo anterior, la economía colonial se caracterizó por emplear el modo de producción esclavista, por lo que las hacien-das en las que se explotaba la caña de azúcar eran también hacien-das esclavistas (Jaramillo, 1963; Kalmanovitz, 1998). Además, las mezclas entre negros, indígenas, criollos y españoles dieron origen a nuevas estirpes, por lo que en los trapiches utilizaban, además de esclavos negros, mulatos y pardos, contrataban peones y concer-tados, mestizos y blancos (Jaramillo, 1963). En el título V del libro VII de la Nueva Recopilación de Leyes de Indias se establecieron las disposiciones sobre “Mulatos, Negros y Baberiscos” que se ejer-cieron desde el siglo XVI hasta finales del siglo XVII. Estas dispo-siciones de segregación racial prohibían la vida en los pueblos de indios, los obligaba a casarse entre sí, y castigaba el cimarronismo12

12 De acuerdo con Jaramillo (1963), este fue el término utilizado para nombrar a los esclavos que escapaban de la casa de sus amos. “Cimarrón” era entonces el “negro esclavo huído”, al cual se le prohibía casarse con los miembros de una tribu negra, para evitar la formación o la continuación del “espíritu tribal”, se le forzaba a olvidar su lengua nativa y a aprender español.

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(Jaramillo, 1963) y los actos de rebelión con pena de muerte por des-cuartizamiento y exhibición pública, azotes, mutilaciones de manos, orejas y alguno miembro viril.

El modo de producción esclavista alcanzó su mayor nivel en el tra-bajo social de la Nueva Granada desde la segunda mitad de siglo XVII y durante el XVIII. Este no aplicó solamente en la minería, también en la producción de miel y panela, productos que se desarrollaban en las haciendas (Kalmanovitz, 1998). Para Jaramillo (1963), si bien durante este periodo la economía se concentraba en la minería, agricultura, ganadería, artesanía, comercio y trabajo doméstico, la actividad de mayor importancia –por su volumen y representación en la riqueza pri-vada– fue la del trabajo de la población esclava. “Minas de oro y plata, haciendas de ganado, trapiches productores de miel, panela y azúcar, se movían a base de mano de obra esclava” (Jaramillo, 1963, p. 14).

De acuerdo con Colmenares (1975), a comienzos del siglo XVIII los esclavos eran insuficientes para el trabajo de las haciendas, cada vez más demandante por los mercados, lo que hizo necesario atraer mano de obra con medidas policivas para obligar a mestizos y pardos a vincularse al servicio en las haciendas. De acuerdo con Kalmanovitz (1998), la sujeción de los trabajadores residentes restringía la organización de un mercado de trabajadores libres, que pudieran dedicarse a trabajos agrícolas en tierras no ocupadas. Así mismo, la labor religiosa de los párrocos influyó en la generación de superstición y terror en los campesinos y trabajadores de haciendas para desarrollar en ellos una subordinación al patrón y que practicaran una obediencia servil. Este proceso de producción en la hacienda se caracteriza, según Kalmanovitz (1998), por ser una coerción extraeconómica.

Adicional a lo anterior, Jaramillo (1963) señala que, por el rudimentario desarrollo tecnológico de esta época, la producción económica se basaba en el trabajo humano en el más alto grado; de

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sus tres elementos constitutivos –1) la tierra y las materias primas, 2) la técnica y los instrumentos de producción, y 3) la mano de obra– el más decisivo y costoso debido a su escasez, fue la mano de obra. Esto obedece, entre múltiples razones, a que el trabajo libre de los peones y obreros estaba poco desarrollado y una vez abolido el régimen de encomiendas y mitas, la riqueza se medía por el número de esclavos en posesión.

El uso de la mano de obra esclava también conllevó la creación de mercados de esclavos, estos no solo incluían a aquellos que habían ingresado por Cartagena, sino también a esclavos “criollos” nacidos en las haciendas y en las casas en las que sus progenitores eran parte de la servidumbre (Colmenares, 1975). La incorporación de estos en las haciendas, producto de los traslados desde las minas, principalmente del Chocó, eran la manera más evidente de su capitalización, pues el número de esclavos permitía medir la importancia de la propiedad y su valor era siempre superior a ella (Colmenares, 1975).

Para Colmenares (1975), el sistema esclavista es una consecuen-cia de la economía minera; por una parte, por el empleo de exceden-tes de la mano de obra que se concentraba en los yacimientos y como un gasto de ostentación propio de una sociedad en la cual el oro abun-daba. Por otra parte, la esclavitud representó la incorporación de un trabajo que valorizaba la tierra con roturaciones, acequias y chambas o el incremento de actividades agrícolas distintas a la ganadería. Esto supone, además, una característica de la hacienda del Valle del Cauca que, por su diversificación, representa un avance frente al latifundio centrado en la ganadería.

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Los trapiches13 y sus elementos para la explotación de la caña de azúcar se convirtieron en las inversiones más considerables. El trapi-che fue un sistema de compresión que se construía con madera y que utilizó mano de obra, caballo o bueyes para su accionar, y los líquidos extraídos de la caña de azúcar se procesaban en pailas y hornillas para sus derivados (Colmenares, 1975).

La hacienda esclavista, como modelo económico de la explotación de la caña de azúcar, no solo devela la especialización de la producción del azúcar y otros derivados, también la división racial y étnica para la jerarquización y organización del trabajo. Por una parte, el conocimiento de los llamados “maestros del azúcar” y por otra, los trabajos agrícolas de la caña de azúcar y su producción con el empleo de mano de obra esclava y la servidumbre sobreviviente de los pueblos indígenas y de las nuevas estirpes. Además, la expansión de esta actividad económica se evidencia en el hecho de que, para finales del siglo XVII, existían haciendas de trapiches en Amaime, Caloto, Candelaria, El Palmar, Aguaclara, Sonso, Buga, Tuluá, Hato de Lemos, Vijes, Yumbo, Cañasgordas y Jamundí (Ramos, 2005b).

Para entonces, el consumo de azúcar había aumentado en todas las poblaciones de la Nueva Granada y el aguardiente se había con-solidado como una bebida de alto consumo. Para Mancini (1954), el amplio desarrollo de la caña de azúcar se logra en el siglo XVIII cuan-do se establece el monopolio del aguardiente. Este se había vuelto tan popular que el rey decretó su estanco mediante arriendo, la Real Hacienda recibía reales de plata por su producción. En 1721 existían aproximadamente 33 trapiches en el valle del río Cauca, que iban desde Caloto hasta Bugalagrande, y de Roldanillo hasta La Balsa.

13 En el Museo de la Caña de Azúcar, Piedechinche, se encuentran las réplicas de los trapiches y los sistemas utilizados en distintas regiones, desde el periodo colonial hasta la incorpora-ción de la fuerza hidráulica y la máquina. Así mismo, en el Museo Cañasgordas se encuentra la edificación en la cual se desarrollaban las actividades de la explotación de la caña de azúcar con el uso de la fuerza hidráulica

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3. El declive de la esclavitud y las nuevas modalidades de trabajo: el peonaje precario

El trabajo de esclavos adquiere un giro humanitario y protector a finales del siglo XVIII con la cédula real del 31 de mayo de 1789, la re-cibió y promulgó el Virrey Espeleta. Esta establecía las nuevas normas sobre el trato y la educación de los esclavos en todos los territorios de las Indias e Islas Filipinas. Dicha legislación modificó la situación jurídica de los esclavos: sus amos debían adoctrinarlos y tener para ellos curas doctrineros; disponer de habitaciones y alimentos decentes; los amos no podían liberar a esclavos ancianos, enfermos e inválidos –así como a niños– para evadir dicha protección; se les debía ofrecer vestuario “decente y cristiano”; los esclavos de preferencia se debían dedicar principalmente, a los oficios de la agricultura; se prohibía pasar los 25 azotes como castigos para evitar que esta práctica generara daño; en los casos que no fueran graves se prohibieron las mutilaciones; entre otros cambios. Adicional a ello, se establecieron penas para los amos y su procedimiento judicial por los malos tratos hacia los esclavos. Pese al establecimiento de esta legislación, el trato hacia la población esclava negra no mejoró y la práctica distaba de las normas jurídicas, ya que los propietarios de los esclavos se resistieron a aplicarlas (Jaramillo, 1963).

Años más tarde, la actitud hacia el esclavismo se transformó debi-do a ideas humanitarias y las emergentes necesidades políticas y mi-litares de la Corona. Lo anterior constituye una crisis de la esclavitud, que, impulsada por la escasez de trabajadores, condujo a que los pro-pietarios de esclavos compitieran entre ellos por mantener su número. Así mismo, la población esclava negra constituía un posible aliado a las campañas militares, por lo cual era necesario otorgarles libertad y mejoras en su condición jurídica y social (Jaramillo, 1963). Sin embar-go, su importancia yacía también en el ámbito económico, la sociedad y los intereses diversos de los españoles residentes de las colonias,

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la Iglesia que era la propietaria de los bienes y esclavos, y los criollos ricos en los que se había intensificado el sentido de independencia (Jaramillo, 1963). Esta transformación tiene implicaciones, no solo en el ámbito político, social y económico, sino también en la posibilidad de trabajos de los esclavos negros, así como en el relacionamiento general con la mano de obra y su composición racial y étnica14.

La esclavitud empezó a ser precaria hacia finales del siglo XVIII por la dificultad para importar nuevos esclavos africanos, estos eran cada vez más escasos y difíciles, al tiempo, aumentaron las rebeliones palenqueras, el cimarronismo y las manumisiones (Jaramillo, 1963). Esta situación mejoró, de cierto modo, las condiciones de los escla-vos. Según Jaramillo (1963), los esclavos negros de las colonias espa-ñolas empezaron a tener mejor trato durante los siglos XVIII y XIX, en comparación con lo que ocurría en las colonias inglesas, portuguesas y francesas, así como con los indios libres.

Las haciendas se convirtieron en lugares de amparos de esclavos, en algunas ocasiones, sus dueños financiaron la libertad de esclavos de otras haciendas o los motivaron a su huida. El escritor colombiano Sergio Arboleda narra en su libro La República en América Española (1951), que el cambio hacia el trato de los negros esclavos obedece a que sus amos los consideraban “capital” y que la descendencia de estos les pertenecía, por lo cual su conservación y aumento era impor-tante. En este modo de relacionamiento, se produjo además un efecto psicológico, el esclavo sentís orgullo al portar el apellido de su amo, se consideraba un miembro de la familia y aprovechaba los beneficios que ello le brindaba para crear un patrimonio. “En general puede decir-se que entre el amo y sus esclavos hacen una imitación de lo que son el rey y sus súbditos” (Jaramillo, 1963, p. 28).

14 Valdivia (1984) señala un gran número poblacional de mestizos que se distinguen entre par-dos (de origen negro), montañeses (de origen indígena), y mestizos en general (de origen español). Así mismo, los hombres libres que se declaraban “labradores”.

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Otro de los cambios del trato “humanizado” se vio reflejado en la “organización de la vida”. Esto puesto que en los campos no solo se encontraban lujosas moradas de los amos, también habían cabañas que las rodeaban, en las que habitaban los esclavos a cargo del servicio de la agricultura. En otros casos, los esclavos incursionaron en el ejercicio de las artes e incluso en trabajos como los de escribanos, cajeros y administradores. Así mismo, los esclavos trascendieron los trabajos de la economía e incursionaron en el servicio doméstico15, principalmente el trabajo en la cocina y el cuidado del hogar (Zabala, 2017), y se ocuparon de la crianza y cuidado de los hijos de sus amos, lo que a su vez, evidencia oficios sin discriminación de sexo16: “[…] y no es raro hallar esclavos de uno y otro sexo que entren en el consejo de familia, y que, a la muerte de sus señores, tomen el interés de padres por huérfanos que han quedado sin amparo” (Jaramillo, 1963, p. 29).

Según Jaramillo (1963), esta cercanía entre amos y esclavos con-dujo a un importante fenómeno en la sociedad durante los siglos XVII y XVIII: la atracción de los blancos por la “negra” y la mulata, lo que ocasionó la proliferación del mestizaje, que ya estaba en curso, pero entre otras razas. Esto ocasionó, a su vez, historias pasionales que generaron conflictos familiares y secretos que se develaban con la muerte de los amos.

Durante el siglo XIX se desarrolla en el Virreinato de la Nueva Granada un cuerpo social que tiene antecedentes en la época colonial, pero que supone el deterioro de la Corona de España.

15 La investigación de Zabala (2017) que recurre a fuentes documentales, permite evidenciar que la presencia de esclavos en el servicio doméstico, tanto en las haciendas como en las casas, tuvo un efecto en la cocina vallecaucana, la cual incorporó los sabores africanos a los de la herencia española e indígena.

16 Las haciendas mencionadas en la introducción de este capítulo que fueron objeto de trabajo de campo y algunas obras literarias, como las novelas costumbristas La María y El Alférez Real, evidencian cómo los esclavos pasaron a desempeñar otras ocupaciones dentro de las haciendas y las familias.

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Esto trajo la ruptura del esclavismo, el fortalecimiento de nuevas formas de producción y la creación de nuevos circuitos de producción y circulación. En este siglo se desarrolla la Independencia17, un movimiento de las clases dirigentes criollas que buscaron, además de librarse del régimen español, la libertad comercial y de la hegemonía política (Kalmanovitz, 1998).

En el siglo XIX se agudizan algunas de las tendencias de la última fase del régimen colonial, como la reducción de las tierras indígenas a resguardos, extensión de concesiones territoriales individuales, liberación del comercio y el régimen de impuestos (Kalmanovitz, 1998). Por fuera de las haciendas la producción libre superaba la producción esclavista, gracias a la producción independiente de mineros y campesinos que le abrieron campo al comercio y empezaron a acumular capitales. Este fenómeno impulsó el mercantilismo, en el que hacendados convertidos en comerciantes y en algunos casos contrabandistas, competían con pequeños productores. El empleo en las haciendas se realizó en ese entonces, bajo formas más libres y en ocasiones, se continuó la explotación de la mano de obra, tanto esclava como de comunidades indígenas, así como la apropiación de sus tierras18. De acuerdo con Kalmanovitz (1998), la presencia de esclavos en las haciendas se sostenía por la dificultad de reclutar arrendatarios indígenas y mestizos.

17 Este proceso se desarrolló entre 1810 y 1819 a través de luchas y conflictos con los cuales se logró la emancipación de los territorios que abarcaban el Virreinato de la Nueva Granada.

18 De acuerdo con Valdivia (1984), algunas comunidades indígenas de Timba, Jamundí, Yum-bo, Arroyohondo, Pavas, Vijes, y lo que quedaba de ellas, se redujeron a terrenos de laderas, colinas y partes que piedemonte: “las tierras de Timba fueron absorbidas por la ‘hacienda La Ferrería’; las tierras de Lili, por la de Cañasgordas y las tierras de Pavas por la hacienda de Papagayeros” (p. 59). Sus tierras no solo se las disputaron grandes hacendados o terrate-nientes, también otros sectores de la población que surgieron como producto de la transfor-mación social: colonos pobres, negros libres y mestizos.

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Si bien en 1823 se decretaron las primeras medidas para la extinción del esclavismo, su total abolición solo se consiguió hasta 1851, gracias a las guerras y el desarrollo de otras formas de producción que, durante el siglo XIX, conducen a su total desaparición. Para Cruz (2008), el proceso de abolición del esclavismo se debe a las consecuencias del poder de las élites esclavistas y los prejuicios sociales y racionales que se prolongaron hasta mediados del siglo XIX, y que conllevaron que las relaciones sociales de la esclavitud persistieran. Este fenómeno se encuentra además, enmarcado por el desarrollo de la pequeña propiedad parcelaria, caracterizada por la libertad y movilidad que adquirió la población campesina frente a la incapacidad de las haciendas para retenerla, lo que desdibujó el monopolio de las tierras y el sometimiento de diferentes sectores de la población a la servidumbre (Kalmanovitz, 1998).

La mayoría de los esclavos negros no tuvieron acceso a la tierra, y los pocos que lo lograron, lo hicieron al comprar su libertad y ocuparon terrenos infecundos que utilizaron como parcelas de cultivos. Debido a ello, muchos de los esclavos, convertidos en labradores pobres, ocuparon tierras contiguas a las orillas del río Cauca, en las que construyeron sus chozas y practicaron la agricultura (Valdivia, 1984). Otra de las maneras de acceder a la tierra fue por medio de los Palenques, los cuales organizaron los esclavos fugitivos y cimarrones desde los inicios del periodo colonial. Al tomar consciencia de grupo, fundaron aldeas en lugares con difícil acceso y lejanas de los centros poblados. En los palenques se albergaron esclavos de distintos orígenes africanos que desarrollaron actividades agrícolas.

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Su organización social y política les permitió armarse con arcos, flechas y otras herramientas para defenderse de los soldados espa-ñoles y luego participar en distintos combates (Friedemann, 1993; Jaramillo, 1963)19.

Las leyes de la abolición de la esclavitud de 1851 no concedieron tierras o herramientas a la población esclava negra, solo los indem-nizó mediante la compra estatal a sus dueños en los latifundios, ha-ciendas y minas. Esto propició el peonaje de negros que, sin tierras, ingresaron al servicio de haciendas y minas de los antiguos dueños (Friedemann, 1993).

En las haciendas se presentaron nuevas formas de trabajo aso-ciadas al pequeño arriendo y la vinculación laboral. Estas modalida-des se caracterizaron por sistemas de “agregados” en los cuales las personas vivían en las tierras sin pagar arrendamiento, por lo que tenían la obligación de trabajar. Otras formas fueron las instalaciones de terrazgueros y vivientes en las tierras aledañas a las haciendas, los cuales con frecuencia estaban obligados a trabajar para el terra-teniente. En el caso de las haciendas jesuitas, a los arrendatarios fijos se les llamó “asentados” y con ellos se practicaba una política “consciente de endeudamiento” (Kalmanovitz, 1998).

Asimismo, los negros libres y campesinos sin tierra entraron a tra-bajar en las haciendas bajo el sistema de terraje. Este suponía un pago a la hacienda en productos de siembra y dinero. A algunos afrodes-cendientes les permitieron asentarse en cercanías de las haciendas para realizar trabajos de cultivos y siembras, como los de caña dulce, plátanos, árboles de cacao, etc.; en sus pequeñas parcelas sembraron

19 De acuerdo con Jaramillo (1963), los palenques, la rebelión y el cimarronismo se convirtieron en problemas complejos durante el periodo colonial y hasta mediados del siglo XVIII. En el siglo XVIII adquirieron características de una guerra civil. Según el autor, pudo existir algún tipo de rebelión general entre los distintos palenques que se ubicaron en Antioquia, Chocó, Cundinamarca, la Costa Atlántica, los Llanos Orientales, Panamá y Valle del Cauca.

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yuca, arracacha, maíz y los productos agrícolas que cultivaban para las haciendas. Una vez las cubrieron las tierras mediante sus cultivos, muchos de los negros tuvieron que pagar con dinero el terraje (Mina, 1975; Valdivia, 1984).

Pese a que los negros habían logrado la libertad, muchos tenían que pedir permiso para salir de las haciendas y para sus celebra-ciones, así como explicar el uso de su dinero. Algunos decidieron migrar hacia los palenques en los que iniciaban nuevas actividades agrícolas. En los momentos de necesidad de mano de obra, muchas haciendas apelaron a facultades legales para hacer trabajar a los ne-gros y aplicar mecanismos coercitivos como los azotes y la privación de alimentos (Friedemann, 1993). La supuesta liberación del “yugo colonial” prometía un horizonte para el desarrollo de la producción agrícola; para finales del siglo XIX y durante el siglo XX se instauró el modo de producción capitalista, el cual afectó las relaciones de producción (Kalmanovitz, 1998).

4. El capitalismo y el origen del proletariado rural: la lucha de clase campesina

La industrialización se desarrolla entre 1830 y 1850, en cuanto a localización, mercados y acumulación de capital derivada de la gran expansión mercantil de una región de blancos libres, con cambios en las fuerzas productivas y relaciones sociales más libres. El proceso lo iniciaron los grandes terratenientes que poseían monopolios de pro-ducción otorgados por el Estado, lo que evidencia la carencia de libre competencia y de régimen jurídico de libertad (Kalmanovitz, 1998).

En el Valle del Cauca el mercado no contaba con cobertura de ma-sas como sucedió en otras regiones, ya que la demanda de productos

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se generaba principalmente con base en el trabajo de los pequeños excedentes en las haciendas o de los cimientos de la mano de obra en la economía campesina. Este es el caso de los esclavos que se habían convertido en campesinos de las porciones de tierras que sus amos les dieron como retribución por su trabajo, y de los otros tipos de poblaciones indígenas y criollos campesinos vinculados a las hacien-das. Así mismo, las necesidades de los trabajadores de las haciendas las suministraban los dueños de las haciendas en forma de “raciones”. Esto hacía que no tuvieran que necesitar un mercado de consumo, y que los productos derivados de estos trabajos no se comercializaran en un mercado (Kalmanovitz, 1998).

Cuando las haciendas empezaron a exigir a los trabajadores –vinculados como terrajeros– las rentas en dinero y no en productos, presionaron para que estos empezaran a vender sus productos en los mercados. No obstante, todas las transacciones comerciales estuvie-ron vigiladas por la hacienda y no se permitió hacer contratos, inver-siones o asalariarse sin el aval de los patrones. En otros casos, los hacendados desalojaron a los terrajeros, ocuparon sus parcelaciones y condujeron a los terrajeros a convertirse en campesinos indepen-dientes organizados que debían, por medio de las armas, defenderse de este tipo de atropellos. Estos se unieron también a los liberales en las guerras civiles para defender sus derechos (Kalmanovitz, 1998).

Las plantaciones posteriores al uso de la mano de obra esclava se caracterizaron por ser extensas propiedades de tierras concentradas bajo título privado, las cuales utilizaron tecnología medianamente avanzada y capitalizada –en comparación con otras fincas o granjas de área– para producir para grandes mercados, empleaban cantidades notorias de tra-bajadores asalariados (Knight, 1972). El uso de la tecnología permitió distinguir las plantaciones de los latifundios, que se basaron en tierras ex-tensivas, pero relativamente sin capitalización y que se caracterizaron por ser formas no intensivas en la agricultura a gran escala (Knight, 1972).

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Durante el siglo XIX, la relación entre campesinos y terratenientes se basó en la servidumbre, la cual se empezó a debilitar debido a la inestabilidad económica y política que se sostuvo durante varias décadas. Esto condujo a que las clases dominantes perdieran su capacidad de institucionalizar e interiorizar su autoridad sobre las clases dominadas. En el caso del Valle del Cauca, muchas familias propietarias de las haciendas, no solo se vieron afectadas por las situaciones bélicas con sus arrendatarios, trabajadores o terrajeros, sino por la situación económica de estas. Este es el caso de la Hacienda la Manuela, propiedad de Jorge Isaacs, una de las haciendas líderes en el Valle del Cauca, sus dueños la pierden por embargo de la mayoría de sus bienes; más tarde y en subasta pública, la compra Santiago Eder, de ascendencia judía y nacido en la actual Letonia. Eder convierte la hacienda en el primer ingenio del país y contribuye al desarrollo industrial de la región (Kalmanovitz, 1998; Para mayor información sobre este empresario, se recomienda la obra biográfica El Fundador Santiago M. Eder, Eder, 1959).

Eder importó un alambique de cobre y un trapiche accionado por rueda pelton (turbina hidráulica) que llevaba a cabo el proceso de mo-lienda de una manera mucho más productiva en comparación con los trapiches tradicionales movidos por animales o fuerza humana. Para finales del siglo XIX, Eder reemplazó el trapiche hidráulico por uno a vapor, el cual inició la producción de azúcar blanca a inicios del siglo XX. Esta actividad también implicó la extensión de tierras con cultivos de caña de azúcar, lo que redujo las tierras de subsistencia de los te-rrajeros. En 1918, el ingenio ya contaba con cuatrocientos empleados, sin margen para ningún agregado (Kalmanovitz, 1998). Esta transfor-mación sugiere un paso fundamental de los trapiches o de las hacien-das de trapiches a la constitución de ingenios. Sin embargo, como se menciona más adelante, ambas figuras continúan vigentes en la nueva industria azucarera, se diferencian tanto por sus dimensiones y

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producción, así como por el tipo de relaciones de trabajo (Kalmanovitz, 1998; Kalmanovitz y López, 2006; Sánchez y Santos, 2014),

De acuerdo con Mancini (1954), en 1926 el Ingenio Manuelita desarrolla la industria azucarera bajo el modelo de ingenio moderno, compuesto por vapor, motor central, transportador de caña, torre de sulfatación, filtro-prensa, evaporadores, tacho al vacío y centrífugas (Ramos, 2005a; Sánchez y Santos, 2014). A este se suman los ingenios Providencia, Riopaila, Bengala, La Industria, Perodías, y Mayagüez. Posterior a 1938 surgen quince ingenios más. Adicional a ello, en 1929 se identificaban pequeños productores que funcionaban separadamente y que quedaban opacados por el desarrollo de los grandes ingenios. Este desarrollo caracteriza, además, el avance de la agricultura en Colombia; después del Café, el azúcar centrifugado era el producto agroindustrial con mayor demanda en el mercado local (Kalmanovitz y López, 2006).

La nueva era de la industria azucarera requirió del desarrollo de infraestructura vial, la cual se logró primeramente con el ferrocarril del pacífico que permitía llevar la producción de azúcar a Buenaventura para suplir los mercados internacionales, y la construcción de una vía central que unía la mayoría de los ingenios (Sánchez y Santos, 2014). Así mismo, se legitimó el modelo de expansión de los ingenios (Ley 200 de 1936), que otorgaba seguridad a sus propietarios al garantizar que no perderían sus tierras a largo plazo, lo que tuvo como consecuencia el aumento de tierras incorporadas a las unidades productivas que se dedicaban a la producción de azúcar (Sánchez y Santos, 2014).

De acuerdo con Sánchez y Santos (2014), diversos factores uni-dos permitieron el desarrollo de la industria azucarera en el Valle del Cauca. Estos tuvieron efectos en las transformaciones del paisaje geográfico y agrícola del valle del río Cauca.

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La modernización del transporte; los apoyos institucio-nales estatales en los ámbitos central y departamental para la creación de infraestructura; la adopción de tec-nologías; […] el ánimo empresarial e innovador de em-presarios agrícolas; la aparición de un sistema crediticio efectivo; la regulación de las aguas del río Cauca a partir de 1945, cuando se crea la Corporación Valle del Cauca; el aseguramiento de energía eléctrica con la creación de la hidroeléctrica del río Palo en 1940, y el fortalecimiento de la industria cafetera coadyuvaron al asentamiento del capitalismo agrario durante la primera mitad del siglo XX en una subregión del suroccidente colombiano. (p. 227).

En su investigación, Knight (1972) distingue varios tipos de pro-ductores de caña de azúcar en el Valle del Cauca: centrales, colonos y trapiches. Las centrales son plantaciones altamente mecanizadas e industrias azucareras capitalizadas, usualmente con extensos te-rrenos de cultivos de caña a sus alrededores. Estos representan la actual noción de ingenio, y además, evocan una operación en la que una parte sustancial de la caña que se muele en la fábrica la produce un número de productores de caña de azúcar nominalmente indepen-dientes que se conocen como colonos. Los colonos han sido una fuen-te importante de caña de azúcar para las centrales del Valle del Cauca a partir de mediados y finales de la década de 1950.

Los colonos son entonces productores independientes que tienen el título legal sobre las tierras en las que producen la caña de azúcar y deciden la forma en que la cultivan. Así mismo, responden por los riesgos financieros, las pérdidas y los beneficios de la producción de este producto. Se caracterizan, además, por ser unidades relativamente extensas, algunas de estas –además de limitarse a la siembra de la caña de azúcar– también producen panelas en sus molinos. Estas unidades productivas permiten, a

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su vez, una importante distinción en la historia de la producción del azúcar y la conformación de la industria azucarera. Por una parte, los trapiches –en su sentido histórico– son aquellos molinos en los que la molienda se acciona mediante fuerza animal, mientras que en los ingenios, sus instalaciones operan por ruedas de agua u otro tipo de tecnología de fuerza centrífuga (Knight, 1972).

Lo anterior implica que los trapiches requieran menos capital que los ingenios, pero a su vez, son menos eficientes en la explotación de la caña de azúcar. Esto deriva –incluso en la actualidad– en el hecho de que los trapiches se orienten principalmente a la producción de pa-nela o azúcar no centrífugo, aunque algunos trapiches han mejorado su tecnología y capacidad de producción (Knight, 1972).

De acuerdo con González y Molinares (2013), el desarrollo de la industrialización en Colombia durante el siglo XX trajo consigo la aparición de las primeras generaciones obreras, las cuales hereda-ron las tradiciones, imaginarios y capacidad organizativa de los ar-tesanos del siglo XIX. Lo anterior generó, a su vez, clases obreras industriales situadas principalmente en las zonas urbanas, por otra parte, un proletariado rural o de campesinos en el contexto del ca-pitalismo agrario. En el caso de la entonces creciente industria azu-carera, ambas clases obreras se combinaron debido a los procesos agroindustriales que implican la producción del azúcar. Durante los primeros años del siglo XX, las relaciones laborales se caracteriza-ron por la aplicación del paternalismo y prácticas despóticas, como la utilización de la mano de obra para obtener la máxima ganancia en el corto plazo; largas jornadas de trabajo; descenso de salarios nominales; pago por vales; omisión de la seguridad social; condicio-nes precarias de higiene; despidos sin justa causa; castigos físicos y disciplinarios como multas, acoso sexual, entre otros (González y Molinares, 2013).

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En el contexto de la industria azucarera se desarrolló el proletariado agrícola, que, al igual que en todo el territorio del país, se caracterizó por ser migratorio, temporero o estacional. Se les conocía como “iguazos”, trabajadores explotados por el modelo de “capitalismo salvaje” con formas de opresión del poder de los ingenios y las haciendas. Se les consideraba parias, sin estabilidad ni seguridad social, campesinos pobres subyugados por un régimen de trabajo del monopolio de la tierra. Para Friedemann y Espinosa (1995), la condición de “iguazo” se asociaba principalmente a hombres y mujeres negros que, “como los patos migratorios, se mueven de una plantación […] a otra, rasguñando la tierra en busca de las sobras […]” (p. 65). Fueron un híbrido “campo-ciudad” que principalmente, habitaron los pueblos contiguos de la carretera central del Valle del Cauca o en barrios marginales de ciudades como Buga, Cali, Cartago, Palmira o Tuluá, y en las cabeceras municipales de menor población como Amaime, Andalucía, Bugalagrande, Candelaria, Florida, Ginebra, Guacarí, Pradera, San Pedro, Sonso, y Yumbo (Insuasty, 1987).

Para Insuasty (1987), esta población se caracterizó por ser:

Población rural por ser en el campo donde se dan sus relaciones sociales de producción; población urbana por ser en los pueblos y ciudades donde establece su hogar o asentamiento; proletariado por el hecho de recibir un jornal o un salario; desempleado o cesante en épocas “muertas” en el proceso de los cultivos; población rural por multiplicidad de rezagos ideológicos y culturales provenientes de ancestros cercanos ligados indistintamente a la vieja hacienda precapitalista como peones o lungos, o a la economía campesina como minifundistas o pequeños campesinos, como también a etnias negras del litoral pacífico, o mestizos e incluso a grupos indígenas violentamente aculturizados y

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disgregados; generalmente analfabeta al menos sin ningún tipo o escaza educación formal; secretista desde el punto de vista religioso en donde el Dios católico y sentimientos sobrenaturales míticos se unen en multiplicidad de respuestas frente a la vida y a la muerte, frente al sufrimiento, a la enfermedad, frente a lo propio y lo ajeno […] (p .9)

El proletariado agrícola se vinculó con la industria del azúcar como personal de planta (estables), ambulantes, temporeros o a contratos, es decir, como iguazos. Una vez se vinculaban como personal de plan-ta con prestaciones sociales, seguridad social y estabilidad, dejaban de ser calificados como iguazos. Estos últimos se movilizaron estacional-mente de acuerdo con la oferta de trabajo, sin organización sindical ni documentos de identidad, servicio militar y cartas de recomendación, y sin la formalidad del contrato de trabajo escrito, por lo cual fueron objeto fácil de despido, inseguridad y diferentes abusos. Independien-temente de la vinculación con la industria, los trabajos agrícolas han sido –principalmente– los de corteros y alzadores de caña de azúcar, y los oficios tractoristas o de ministra, como son los riegos, arreglos de zanjas, acequias, caminos, ciertas desyerbas, etc., que desarrollan –especialmente– trabajadores permanentes (Insuasty, 1987).

Desde la década de 1930, se cuestionaron las condiciones de trabajo de estos oficios y recibieron protestas a través de huelgas y paros. La primera de ellas se dio en 1936 con el sindicato del Ingenio Manuelita (un año antes fundado) que se manifestó por la represión y los despidos de trabajadores. Ya en 1950, los obreros o asalariados agrícolas tomaron conciencia de su condición “paria” o de “siervo sin tierra”, y de que resultaban ser los más afectados por las políticas de los patronos y gremios –más incluso que los obreros de fábrica–, y en 1958 empezaron a actuar en pos de la estabilidad en el trabajo (Sánchez, 2008).

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En la década de 1970 se cayó el sindicalismo por la contratación masiva de iguazos o temporeros. Esta contratación permitía aumentar la acumulación de capital gracias a la reducción de salarios, pues los asalariados en los ingenios y haciendas se vinculaban por medio de contratistas. Los temporeros eran aproximadamente el 91 % del pro-letariado agricultor, campesinos sin tierra que vendían su fuerza de trabajo a un contratista-patrón.

En la década de 1990 las huelgas y paros obedecieron a las polí-ticas del neoliberalismo y la expansión agroindustrial del sector azuca-rero por todo el Valle del Cauca, lo que convirtió a la caña de azúcar en monocultivo y fuente única de trabajo para muchas comunidades, que a su vez, se vinculan al recién creado modelo de las Cooperativas de Trabajo Asociado (en adelante CTA) (Delgadillo, 2014; Giraldo, 2017; Jaramillo, 2017; Ronderos y Palacios, 2010). Estas cooperativas se de-finen según el Decreto 468 de 1990 en el artículo 1° como “empresas asociativas sin ánimo de lucro, que vinculan el trabajo personal de sus asociados y sus aportes económicos para la producción de bienes, eje-cución de obras, o la prestación de servicios de forma autogestionaria”. El Decreto 4588 de 2006 menciona en su artículo 5° que el objeto social de las CTA es “generar y mantener trabajo para los asociados de mane-ra autogestionaria, con autonomía, autodeterminación y autogobierno”.

5. Los efectos del neoliberalismo y las nuevas modalidades de trabajo: precarización moderna

En el 2008 se desarrolló en Colombia uno de los paros y huelgas más significativos de centrales obreras del país, tuvo una duración de más de dos meses. La huelga, conocida como “los machetes caídos”,

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congregó a corteros de caña, otros trabajadores agrícolas de la caña, sus esposas e hijos para reclamar el derecho al trabajo; mayor es-tabilidad e igualdad laboral; y demandar debido a algunos atropellos laborales como: los salarios inferiores al salario mínimo mensual legal vigente que devengaban por el pago al destajo, de acuerdo con el volumen acumulado en el mes y los descuentos parafiscales; castigos económicos (multas) por no trabajar por enfermedad o estado del cli-ma; jornadas de trabajo de, en promedio, 10 a 11 horas diarias durante aproximadamente 26 días al mes (Montoya, 2011).

La huelga que afectó de manera financiera a los ingenios, producto del bloqueo de algunas de sus plantas, se dio también por la negativa del gremio empresarial a negociar con los trabajadores un pliego único de exigencias presentado el 14 de julio de 2008. Para autores como Jaramillo (2017), esta negativa se justificaba mediante el modelo de contratación que promovió la Ley 50 de 1990 sobre los procesos de flexibilidad laboral y que originó los sistemas de las CTA. Bajo este esquema, se genera una explotación de la mano de obra a la que se subcontrata y terceriza; en ella los corteros de caña y otros trabajadores son dueños y socios de las CTA y a través de estas pagan los salarios y prestaciones sociales. El empleo de las CTA desdibuja el vínculo laboral directo de los trabajadores con los ingenios, de esa manera hace que sus condiciones de trabajo sean precarias y que sean los más explotados en la cadena productiva de la caña de azúcar, en comparación con los trabajadores directos de los ingenios (Montoya, 2011).

De acuerdo con Pérez-Rincón y Álvarez-Roa (2009), la tercerización de los contratos de los corteros y otros trabajadores de la caña de azúcar a través de las CTA transfiere la “responsabilidad patronal” de los ingenios a esas cooperativas, lo que deja sin garantías las condiciones dignas de trabajo. Esto significa que las relaciones de trabajo se trasladan del Código Sustantivo de Trabajo –a partir del artículo 22 se definen los contratos de trabajo (nómina directa) y los derechos de los trabajadores

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en material laboral– al Código de Comercio, lo que implica una estrategia de competitividad del sector azucarero al largo plazo basada en la reducción de costos. Es por ello por lo que los autores consideran que dicha estrategia implica una “deuda social”20, pues no se benefician los trabajadores agrícolas, pero sí aumentan los excedentes empresariales.

Esta es una forma para-legal [sic] de evadir la respon-sabilidad social de las empresas del sector, mostrando que el principio de RSE es solo retórica para adornar los informes de Asocaña, pues la generación de riqueza no se transfiere a buena parte del eslabón más bajo de la ca-dena cañícola. (Pérez-Rincón y Álvarez-Roa, 2009, p. 12)

Para el 2008, “aproximadamente 100 CTA contrataban a más de 9.000 personas, liberando a los ingenios azucareros de las responsa-bilidades que bajo contratación directa deberían asumir” (Jaramillo, 2017, p. 99). Por su parte, el estudio de Pérez-Rincón y Álvarez-Roa (2009) evidencia que en el 2007 existían 444 CTA en Colombia, de las cuales 117 (26,4 %) estaban vinculadas con el sector azucarero en el Valle del Cauca y Cauca, con aproximadamente 10.145 corteros de caña afiliados (14,8 % del total de los afiliados). Las CTA se caracteri-zaban por tener activos que ascendían a los $12.000 millones, un pa-trimonio aproximado de $5.000 millones e ingresos anuales superiores a los $105.000 millones.

Lo anterior contrasta con los salarios devengados por los corteros de caña, que, según el mismo estudio, eran cercanos a los $ 500.000 mensuales. No obstante, Asocaña, los ingenios y las cooperativas

20 Este término surge a finales de la década de 1980 con el Programa Regional de Empleo para América Latina y el Caribe (PREALC) de la OIT en Chile, para hacer referencia a los pasi-vos o déficit que los gobiernos y autoridades tienen con la sociedad, principalmente con los sectores más pobres. Incluye aspectos como el desarrollo de la vida y la dignidad humana en condiciones de libertad y equidad de oportunidades. Adicional a ello, se puede entender como un déficit de desarrollo humano, lo que permite interpretar el conjunto de dimensiones representativas fundamentales a la vida humana y de las sociedades (Pérez-Rincón y Álva-rez-Roa, 2009).

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reportaban que los salarios rondaban los $ 958.808 mensuales, casi el doble del salario mínimo mensual legal vigente (en adelante, SMMLV), un ingreso alto para el trabajo rural. Esta diferenciación se explica porque en los reportes de los CTA no se tuvieron en cuenta los descuentos promedio a cada uno de los trabajadores, los cuales eran equivalentes a un poco más de $ 500.000 (52,2 % de los ingresos recibidos). Estos estaban compuestos por Seguridad Social Legal (24 % del total de ingresos), aportes a las cooperativas (22 %), pago de créditos (5 %) y Seguridad Social Extralegal (1 %).

La comparación (ingresos netos) entre estos salarios devengados por medio de las CTA y los salarios de los trabajadores directamente vinculados con los ingenios o cultivadores –relación laboral según la Ley 100 de 1993–mostraba, además, que los primeros eran un 44,6 % menos que los segundos. Para los ingenios, la tercerización de la con-tratación de los corteros de caña representaba aproximadamente un ahorro de 27,3 % en los costos de contratación directa (Pérez-Rincón y Álvarez-Roa, 2009).

Ronderos y Palacios (2010) señalan que para el 2004 78 % de los corteros de caña de azúcar estaban contratados por las CTA y un 22 % directamente con los ingenios. Sin embargo, para el 2008, el 76 % estaban contratados por medio de las CTA, el 14 % por contratistas independientes21, el 6 % por contrato sindical22, y tan solo el 4% por nómina directa de los ingenios.

21 Según el Código Sustantivo de Trabajo, estos son personas –ya sea naturales o jurídicas– con las cuales se contrata la ejecución de una obra o la prestación de un servicio en beneficio de terceras personas naturales o jurídicas. El contratista independiente es el empleador de los trabajadores, sin llegar a ser un simple intermediario o un representante entre estos y quien se beneficia de la obra o servicio. De acuerdo con Ronderos y Palacios (2010), esta modalidad ha sido común para la vinculación de los corteros de caña, sin embargo, ha per-dido importancia como forma de vinculación.

22 Bajo esta figura, un sindicato contrata con un ingenio unas laborales específicas (Ronderos y Palacios, 2010).

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Algunos de los logros de la huelga tuvieron que ver con el aumen-to en las tarifas del corte, aproximadamente en un 6 %, lo que incluía, entre otros: compensaciones por prestaciones sociales y aportes a la seguridad social; dotación y elementos de trabajo según la ley; acti-vidades de integración con las familias; financiación para cursos de cooperativismo; préstamos para adquirir utensilios de oficina para las cooperativas (Jaramillo, 2017).

Según Giraldo (2017), las nuevas formas en las que se organizó el trabajo de los corteros de caña se caracterizaron por ser flexibles y precarias, afectaban tanto su vida productiva como social. Esta flexibi-lidad multidimensional o múltiple, no solo se acompañaba de sus con-diciones precarias, sino también de “masacres laborales”, disposición indiscriminada de la mano de obra en relación con su intensificación y el interés de la gestión por modelos de organización de la fuerza de trabajo para ser más eficientes y mejorar la productividad del trabajo, centrados en el outsourcing y el empleo a través de las CTA. Es por ello que en la actualidad, y pese a los resultados de las huelgas y paros del 2008, continúa el proceso de reivindicación de los derechos laborales a través del sindicato nacional (Sinalcorteros), el cual se fun-damenta en la contratación directa, estabilidad laboral y negociacio-nes colectivas (Jaramillo, 2017).

Pérez-Rincón y Álvarez-Roa (2009) sostienen que la RSE y la deu-da social se asocian además al tema de la “ética económica”, la cual es una forma diferente de la economía en la que las relaciones entre productores, trabajadores y consumidores se fundamenta en el prin-cipio de justicia, equidad y sostenibilidad ambiental. “Bajo este con-cepto, la justicia y dignidad del género humano es un principio y un fin que buscan todas las sociedades, principio que debe regir también las relaciones laborales entre trabajadores y empleadores” (Pérez-Rincón y Álvarez-Roa, 2009, p. 13).

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6. ¿La última generación de trabajadores agrícolas? Algunas notas etnográficas

El legado de más de cuatro siglos de la práctica de la explotación de la caña de azúcar y de más de un siglo como industria parece re-sistir a las condiciones precarias y de sobreexplotación de los trabajos agrícolas. En la actualidad y como se puso de manifiesto durante las protestas que tuvieron lugar en el 2008, la precarización de estos tra-bajos se acompaña, además, por la constante amenaza de ser reem-plazados por la incorporación de máquinas en la mayoría de las fases agrícolas. La consecuencia de ello se refleja en la disminución de tra-bajadores agrícolas vinculados en los ingenios, tanto de manera for-mal como informal, al tiempo que genera una proliferación de la mano de obra agrícola que busca ingresar, bajo condiciones de informalidad, a otras empresas del sector azucarero, como en los trapiches que aún no han incorporado la maquinaria a las fases agrícolas.

Las condiciones de informalidad asociadas a la precarización se observan en diferentes dimensiones. Una de ellas tiene que ver con las características sociodemográficas de estos trabajadores y sus trayectorias ocupacionales, las que refuerzan la idea de que deben buscar trabajo en la misma industria y actividades. La mayoría de los trabajadores en los cultivos de caña de azúcar son adultos mayores de población afrocolombiana y en menor cuantía, campesinos e indí-genas. Los participantes entrevistados tienen en promedio 57 años, algunos de ellos superan los 80 años. Esta condición de edad es signi-ficativa para el análisis de la precarización, en la medida en que incide en la productividad, pues los trabajos agrícolas de este cultivo deman-dan fuerza y resistencia en jornadas acompañadas por el sol y altas temperaturas, y que es a su vez, condición de remuneración (diarios de campo, 2019, 13, 27, 28 de septiembre; 13 de octubre).

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Las edades avanzadas se explican por varias razones: las trayec-torias de trabajo, en su mayoría de carácter informal, han dejado por fuera a estos trabajadores del sistema de pensión, por lo cual deben continuar con el trabajo como modo de subsistencia hasta que sus cuerpos resistan, o encuentren un apoyo económico o fuente de in-greso alternativo, que principalmente, podría provenir de sus familia-res. Así mismo, sus trayectorias han estado enmarcadas en la misma actividad económica, en ocasiones acompañadas de una “herencia de trabajo”. Esto conlleva que no tengan o encuentren escapatoria al trabajo agrícola en dichos cultivos, al convertirse en su única fuente de trabajo y que, además, es de fácil acceso23. Lo anterior se debe a que la vinculación informal exime a los contratistas de responsabilidades legales en material laboral; los trapiches dependen principalmente de la mano de obra para el corte y alce de la caña; las demandas de caña de azúcar se sostienen durante todo el año –lo que significa empleo constante–; y en algunas temporadas de lluvia, cuando las máquinas no pueden ingresar a los cultivos de caña, hay necesidad de emplear trabajo agrícola manual.

Por otra parte, el sistema de pago a los trabajadores no afecta la productividad del corte de caña, pues este depende del corte y alce de la caña que realicen, lo que deja por fuera el tiempo como una variable de esta ecuación y se centre en un cálculo por peso o suertes. Esto quiere decir que, para las empresas, independientemente de la canti-dad de trabajadores, los egresos por concepto de pago por remunera-ción siempre están en función a la cantidad de caña que ingresa. No obstante, la posibilidad de trabajo siempre se encuentra condicionada por las demandas y necesidades de las empresas de los cultivos, lo que significa que, si bien en la mayoría de los meses requieren del trabajo agrícola, en algunas temporadas este puede disminuir.

23 En el capítulo IV, “Los oficios de la pacora escondidos en los cañaduzales. Trayectorias de los trabajadores agrícolas de la caña de azúcar” de esta publicación se desarrolla con mayor amplitud el estudio de las trayectorias de este tipo de trabajos.

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El sistema de remuneración, además de carecer de los sistemas de seguridad social, producto de la informalidad, constituyen elemen-tos que agudizan las condiciones de precarización. Al depender el pago de la productividad física e individual, aunque en ocasiones de pareja, como es el caso de los manguala24, se evidencia que la mayo-ría de los casos, los trabajadores no logran generar ingresos mensua-les cercanos al smmlv, fijado en el 2019 en $ 828.116. En la presente investigación se encontró que algunos trabajadores productivos logran generar ingresos de $ 200.000 semanales –como se fija el pago en este tipo de trabajos–, que contrastan con los ingresos semanales in-feriores a los $ 100.000 de los menos productivos (diarios de campo, 2019, 13, 27, 29 de septiembre).

En otros casos, se encontraron trabajadores jubilados de ingenios que continúan en estos trabajos por la necesidad económica de sus familias, y la insuficiencia de los ingresos por concepto de jubilación. Para estos trabajadores, el contraste de la formalidad en la que es-taban previo a su jubilación con sus nuevos trabajos se argumenta en materia de salarios, protección y seguridad (dotación para poder trabajar), sistema de salud y riesgos laborales, beneficios e incenti-vos, etc. En algunos trabajadores se observan uniformes y prendas de vestuario que llevan los logos de ingenios, así como machetes, gafas, guantes, termos, entre otros utensilios, que reflejan un pasado con mejores condiciones materiales de trabajo (diarios de campo, 2019, 13, 27, 29 de septiembre; 13 de octubre).

Las edades avanzadas de los trabajadores agrícolas se explican, además, porque las nuevas generaciones decidieron no trabajar en estos oficios, lo que supone la discontinuidad de la herencia ocupa-cional. Si la máquina cada vez suprime más trabajos agrícolas y las nuevas generaciones no ingresan a estos trabajos, entonces, ¿nos

24 Ver apartado de “Brújula léxica: algunas jergas y términos para los itinerarios” al inicio del presente texto.

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encontramos con la última generación de trabajadores agrícolas de la caña de azúcar? Quizá por ahora se podría argumentar que sí, aun-que esta decisión dependerá en mayor medida de las empresas del sector azucarero, si algunas como los trapiches continuarán con la mano de obra agrícola para esta fase, y si los ingenios conservarán algunos trabajadores agrícolas para emplearlos, tanto en terrenos de difícil acceso para las máquinas, como en las temporadas de lluvia que hacen pantanosos los cultivos.

Conclusiones: lecturas para el trabajo agrícola

En el presente capítulo se presentó, de manera resumida, el pro-ceso histórico de los trabajos agrícolas en la explotación de la caña de azúcar en el Valle del Cauca desde la época de la Colonia española en el siglo XVI, hasta el 2019, año en el que se realizó el trabajo de campo. En este recorrido histórico se examinaron variables económi-cas, sociales, políticas, culturales, legales, naturales y tecnológicas que han mediado las haciendas azucareras y más tarde, los ingenios, y que al tiempo han configurado las relaciones laborales y la actividad de estos trabajos.

En este contexto, los trabajos agrícolas se pueden analizar en cinco momentos históricos: (1) el sistema esclavista de producción (siglo XVI a finales del siglo XVIII); (2) las relaciones de peonaje o sistema de te-rraje (finales del siglo XVIII a finales del siglo XIX); (3) proletariado rural o asalariados en el capitalismo agrario (finales del siglo XIX a finales del siglo XX); (4) subcontratados bajo el modelo de flexibilidad laboral (ini-cios del siglo XX al presente); y (5) la posible última generación, amena-zada por la incorporación de la máquina en la fase agrícola (presente).

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Estos momentos históricos develan que las relaciones de trabajo han heredado la servidumbre y el paternalismo como características principales, incluso cuando el país incursionó en el capitalismo (Kalmanovitz, 1998; Kalmanovitz y López, 2006). Esto hace que los trabajos agrícolas sean los más explotados y precarios, por sus condiciones: largas jornadas de trabajo, baja retribución, poca libertad, incertidumbre, maltrato (abusos físicos y psicológicos), etc. Si bien los trabajos agrícolas iniciaron bajo el modelo de la esclavitud en las haciendas, la precarización ha sido una constante durante todos los momentos históricos, y algunos medios de comunicación llegaron a señalar este tipo de trabajos, como una “moderna esclavitud” (Hurtado, 2008).

Adicional a lo anterior, los trabajos agrícolas de la caña de azúcar han sido históricamente, un asunto de raza y etnia. Durante los mo-mentos históricos aparecen nociones como las de esclavos, indíge-nas, criollos, blancos libres, cimarrones, iguazos, palenqueros, terra-jeros, etc., para referenciar grupos poblacionales, que, según su raza, estirpe o etnia, no solo son ubicados en la sociedad, sino que además, esta condición media el modo en que se vinculan a las haciendas, y más adelante, a las empresas del sector azucarero (Colmenares, 1975; Friedemann, 1993; Giraldo, 2017; Insuasty, 1987; Mina, 1975; Sánchez, 2008). Esto, a su vez, ha estado versado por los elementos legales que desde el Estado establecen el modo en que se debe tratar a los sujetos, según su raza o etnia, y los derechos que tienen, así como los derechos que sobre ellos han tenido sus amos o patrones (Colmenares, 1975; Kalmanovitz, 1998; Llanos, 1979; Valdivia, 1984).

Sin embargo, desde finales del siglo XX, cuando aparecen las pri-meras generaciones obreras y se instaura el capitalismo, el asunto de raza y etnia pasa a ser uno de lucha de clases. En este, los trabajado-res agrícolas que antes eran esclavos libres, criollos, indígenas, etc., configuran un proletariado rural, que se diferencia de un proletariado

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industrial, pero también, bajo la condición de iguazos o temporeros e informales, se diferencian tanto del proletariado rural como industrial (Delgadillo, 2014; Friedemann, 1993; Insuasty, 1987; Kalmanovitz, 1998; Mancini, 1954). Lo anterior se ve reflejado en nuestros días, en que la mayoría de los trabajadores agrícolas de la caña de azúcar son población afrocolombiana rural y continúan en condiciones precarias en el aspecto laboral y en la vida familiar.

De acuerdo con las lecturas que realiza Antunes (2000; 2005) so-bre la metamorfosis del mundo del trabajo y las organizaciones, se puede argumentar que la industrialización del sector azucarero a ini-cios del siglo XX, se caracterizó por el empleo del subproletariado o “la clase que vive del trabajo”25 en su fase agrícola, bajo la figura de igua-zos, caracterizados por ser trabajadores temporales, subcontratados y flexibles. Estos se distinguen de otros trabajadores que ingresan de manera formal a las industrias (empleados directos), tanto para reali-zar actividades agrícolas (proletariado rural) como industriales (clase obrera o proletariado industrial y fabril). No obstante, este fenómeno se agudiza hacia finales del siglo XX con la Ley 50 de 1990 sobre la flexibilidad laboral, la que permitió la creación de las CTA que deriva-ron en un fomento a la subcontratación y a la economía informal, al disminuir la clase obrera rural o proletariado campesino.

La condición de flexibilidad laboral aunada a la precarización la-boral, constituye uno de los principales temas sobres los que versan algunas lecturas sociológicas del contexto del trabajo en el nuevo capitalismo durante las últimas décadas del siglo XX y subsiguientes (Boltanski y Chiapello, 2002; Coriat, 2000; De la Garza, 2000; 2009).

El proyecto neoliberal, con los cambios de políticas industriales para 25 Antunes (2000, 2005) emplea esta expresión para designar a la clase trabajadora que vive

de la venta de su fuerza de trabajo –tanto del trabajo productivo como improductivo–, asala-riados del sector servicio, proletariado rural, proletariado precarizado, sin derechos, trabaja-dores desempleados que se utilizan como reserva en momentos de necesidad industrial, así como aquellos que viven de rendimientos e intereses.

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su proteccionismo y fomento, transformaron las relaciones de trabajo y el modo de producción al hacerlos más flexibles para asumir las nuevas condiciones de apertura económica y la globalización (De la Garza, 2000).

Esta reestructuración productiva tuvo que superar los modelos tayloristas y fordistas de producción, que se concentraron en la ra-cionalización del proceso de trabajo mediante la disciplina de la clase obrera para la acumulación del capital, con miras a la producción en masa (Coriat, 2000; De la Garza, 2000). Como consecuencia, se ori-ginaron los enfoques del posfordismo y toyotismo con el Just in time, que posicionaron la flexibilidad en la producción, pero también los ti-pos de trabajos. Esto, a su vez, fomentó la precariedad en los empleos al reformar: los sistemas de seguridad social, la contratación colectiva, la legislación laboral, la reducción de salarios, el aumento de la terce-rización, etc. (De la Garza, 2009).

El posfordismo se manifiesta en la industria azucarera con la in-corporación de la máquina, tanto en la fase agrícola como industrial. Si bien en sus inicios esta incorporación buscaba la capitalización y pro-ductividad (Knight, 1972), bajo el posfordismo se concibió como un me-canismo de flexibilidad para responder a las necesidades de aumentar la producción para exportación, como consecuencia de la apertura eco-nómica (Londoño, 1998), en la cual el azúcar ha sido un producto prota-gonista. No obstante, el ajuste de este modelo en los ingenios, así como el continuo empleo de trabajo manual agrícola en los trapiches y otras pequeñas plantas, contribuyen a la proliferación del empleo precario e informal. Si bien en los ingenios se reduce el empleo formal y directo y se legitima el “enganche laboral” mediante las CTA (Pérez-Rincón y Álvarez-Roa, 2009), en los trapiches aumenta el empleo, pero a tiem-po parcial, por horas, temporadas, no estructurados, etc. (De la Garza, 2009; Giraldo, 2017; Jaramillo, 2017; Montoya, 2011).

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Finalmente, este capítulo abre el debate para futuras investiga-ciones sobre ¿cómo se percibe la flexibilidad y la precarización en estos trabajos? Por ahora, como respuesta aproximada, con base en las trayectorias de trabajo de esta población y la “normalización” y “naturalización” de sus condiciones de trabajo, se podría argumentar que, en el marco de estas condiciones de flexibilidad y precarización, los trabajadores también podrían experimentar estabilidad y otro tipo de condiciones ajenas a connotaciones negativas. Así mismo, esta práctica otorga elementos culturales e identitarios que configuran ex-periencias de subjetivación, las cuales se deberían examinar.

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Figura 2.1.Propaganda para incrementar el consumo de azúcar

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CAPÍTULO 2.PRÁCTICAS DE RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL ORIENTADAS A LOS TRABAJADORES DEL SECTOR AZUCARERO,

¿RETRIBUCIÓN SOCIAL O ACTOS DE CARIDAD?107

Prácticas de Responsabilidad Social Empresarial orientadas a los trabajadores del sector azucarero

¿retribución social o actos de caridad?

Marly Dayana Barrera CastroCésar Mauricio del Corral Lozano

Así van pasando los días, de ese que corta caña,más bravo que el guarapo, melcocha y azúcar brava

campesino tú que endulzas, las cenas y las mesadascuán amarga es tu vida, cuán amarga es tu jornada.

Fragmento de la canción “Están quemando la caña”de Yuri Buenaventura

CAPÍTULO 2

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CAPÍTULO 2.PRÁCTICAS DE RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL ORIENTADAS A LOS TRABAJADORES DEL SECTOR AZUCARERO,

¿RETRIBUCIÓN SOCIAL O ACTOS DE CARIDAD?109

1. Introducción

La Responsabilidad Social Empresarial (en adelante RSE) es un concepto que surge a principios del siglo pasado, en el momento en el que las empresas se hicieron conscientes y responsables de las consecuencias de sus actividades económicas y productivas. La evolución de la RSE se debe a propuestas académicas, empresariales y normativas, así como a partir de la interacción entre organismos internacionales (e.g. Pacto Mundial, Organización Internacional de Normalización [ISO], Naciones Unidas, entre otros), por lo que la RSE se define desde diversos ángulos y perspectivas teóricas. La RSE tiene en cuenta el impacto social, ambiental y económico que genera en su entorno, y propone retribuciones que dependen de su enfoque (Garriga y Melé, 2004).

Dentro de las teorías o enfoques de RSE se encuentra la noción de grupos de interés o stakeholders, grupos de personas con un grado de interés en la empresa y que de una u otra forma, se ven afectados por su actividad económica (Moreno, 2015), a ellos se orientan las prácticas y programas de RSE. De esta manera, las empresas ad-quieren un compromiso voluntario que otorga un beneficio mutuo y se traduce en ventajas competitivas. Aquellas actividades que se realicen bajo esta modalidad se deben ejecutar dentro de los tiempos en los que la organización se beneficia de su entorno y además, han de cu-brir de manera efectiva cualquier impacto generado por su actividad económica (Brown, 2010).

En Colombia, el sector azucarero ha sido un ejemplo promotor de prácticas de RSE. Según Asocaña (2019), la agroindustria genera 286.000 empleos entre directos, indirectos e inducidos. El 65 % de las familias en 50 municipios productores de caña, exceptuando Cali, están vinculadas a la agroindustria. Los municipios cañicultores tienen

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mayores coberturas netas en educación que el resto de los municipios del país, una vez se excluyen las ciudades capitales. Estas coberturas son aún más altas en los 12 municipios en los que se asientan inge-nios. El PIB per cápita es considerablemente más alto para los munici-pios cañicultores que para los que no tienen esta actividad económica.

Los informes de sostenibilidad publicados por la mayoría de los ingenios en el Valle del Cauca establecen políticas que involucran a todos sus grupos de interés, con lo cual generan proyectos e inversio-nes para las comunidades aledañas (Asocaña, 2019). No obstante, el sector, el gremio de la caña de azúcar y otros actores se han enfren-tado a diversas críticas, entre las que destaca la retribución a sus tra-bajadores, especialmente a quienes realizan las labores agrícolas, la cual no es proporcional en comparación con los ingresos que genera (Pérez y Álvarez, 2009).

De acuerdo con la Organización Internacional del Azúcar (en adelante OIA) (2018), el sector azucarero en Colombia tiene una participación del 1,3 % en el mercado internacional. Lo anterior ubica al país en el puesto 15º, con una producción promedio de 2.200.000 toneladas de caña en el 2018. Con relación a las exportaciones, la participación es del 2,2 %, con un promedio de 716.000 toneladas, ubicándose en la posición 12º para el mismo año. A nivel nacional, el sector azucarero representa el 0,6 % del PIB total, se divide en el 3,7 % del PIB agrícola y 2,2 % del PIB industrial. El Valle del Cauca es el más beneficiado por la labor cañicultora; un 4,3 % de su PIB total lo representa el sector azucarero, dividido en 31,4 % del PIB agrícola y el 11 % del PIB industrial.

Como se puede observar, este sector resulta ser una de las activi-dades agrícolas más importantes y genera un aporte financiero signifi-cativo a la región. De la caña de azúcar se puede utilizar casi el 100 % de sus materiales (hojas y bagazo para alimentar ganado, fibras para

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la fabricación del papel, mieles para elaboración de azúcar y etanol, entre otros) y no se generan desechos al procesarla, su explotación permite la industrialización de diversos productos y derivados que se pueden emplear para otras fases agrícolas. No obstante, la explo-tación de la caña de azúcar en su fase agrícola e industrial genera impactos negativos en el medio ambiente y comunidades aledañas, debido a los sistemas de quema para su corte, el monocultivo y el uso de máquinas que emiten contaminantes (Pérez, 2018).

A pesar de que existen diferentes iniciativas y prácticas de RSE realizadas por las empresas del sector azucarero más representativas de la región del Valle del Cauca, no es claro cuál ha sido el impacto para los trabajadores de la caña de azúcar (como cortero, sembrador, entre otros) que se caracterizan históricamente, por mantener vínculos informales con las empresas. Lo anterior se vio claramente reflejado en los años 2007 y 2008 en los que los corteros y otros tipos de traba-jadores agrícolas pusieron de manifiesto sus condiciones de trabajo y denunciaron la precarización laboral (Nieto, Giraldo y Vallejo, 2015).

Si bien existen evidencias de las prácticas de RSE que el sector azucarero ha desarrollado en el Valle del Cauca y sus alrededores, también existe evidencia de los impactos negativos que la explotación de la caña de azúcar ha generado en el mismo contexto, entre los que destaca la informalidad y precarización de los trabajos de la fase agrícola de la explotación de la caña de azúcar. De acuerdo con lo an-terior, el objetivo de la presente investigación es analizar las prácticas de RSE del sector azucarero orientadas a los trabajadores agrícolas. Para ello, se realiza un análisis comparativo desde la perspectiva del sector y de los trabajadores.

El ejercicio investigativo se abordó desde un enfoque cualitativo, a partir de un análisis documental, antecedentes históricos, entrevistas a la comunidad y al sector de la empresa. El capítulo se organiza en

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cuatro apartados; primero, el marco teórico en el cual se soporta la in-vestigación; seguido, se presenta la propuesta metodológica; siguien-te, se encuentran los resultados divididos en tres puntos: la perspec-tiva de la industria azucarera, la perspectiva del trabajador de la caña de azúcar, y el contraste entre ambas perspectivas; finalmente, se exponen las conclusiones y futuras líneas de investigación posibles.

2. La Responsabilidad Social Empresarial (RSE)

La RSE tiene un recorrido a nivel global bastante significativo du-rante el último siglo. Sus inicios se pueden evidenciar en diferentes eventos que marcaron la historia, como por ejemplo la fundación de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en 1919, como una forma de buscar la mejora de las condiciones laborales en ese tiempo (Cardona, 2017).

En 1945 surge la Organización de las Naciones Unidas (ONU) con la misión de mantener la paz y seguridad internacional, fomentar relaciones de amistad entre las naciones, lograr la cooperación internacional para solucionar problemas globales y servir de centro que armonice las acciones de las naciones. En 1948 se realizó la Declaración de los Derechos Humanos, seguida por Amnistía Internacional en 1961; Greenpeace, organización que trabaja para defender el medio ambiente, en 1971; la transparencia internacional en 1993; la Cumbre del Milenio y Metas del Milenio en el 2000, que incluyeron ocho propósitos de desarrollo humano (Cardona, 2017).

En ese mismo año (2000) se lanzó el Pacto Mundial de las Naciones Unidas, un llamado a las empresas a alinear sus estrategias y operaciones con diez principios universales en cuatro áreas temáticas

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–derechos humanos, estándares laborales, medio ambiente y lucha contra la corrupción–, así como contribuir a la consecución de los Objetivos del Milenio. En 2005 se implementó el Protocolo de Kioto, el cual nació de la Convención del Marco de las Naciones Unidas sobre el cambio climático. En el 2015 se evaluaron de nuevo los Objetivos del Milenio y se actualizaron a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), como un llamado universal para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que todas las personas gocen de paz y prosperidad para 2030 (PNUD, 2019). Herrera y Abreu (2008) afirman:

En su evolución lo que sucede es que hemos pasado de tener un discurso filosófico como lo encontramos hasta antes de los años 60 y, a partir de los 70, ya hace parte de la gestión empresarial. En los años 80 se conforma su contexto socialmente responsable y hace parte de los planes estratégicos de las grandes organizaciones al incluir a los stakeholders y, a finales de los 90, es impor-tante destacar la promulgación del Pacto Global.

A mediados del siglo XX, la RSE se da a conocer gracias a la publicación del libro Social Responsibilities of The Businessman de Howard Bowen (1953), su enfoque refiere las obligaciones de los empresarios de perseguir políticas para luego tomar decisiones que sean deseables en términos de los objetivos y valores de la sociedad (Carroll,1999). Porter y Kramer (2002) abogan por la sustitución del supuesto juego de suma cero por el principio de juego cooperativo en el que todas las partes ganan, es decir, la relación empresa-comunidad en mejora de la imagen corporativa, en la que la RSE sea vista como factor central de la estrategia competitiva de las empresas.

Sobre la RSE, Fernández (2009) señala:

Ha de ser entendida como una filosofía y una actitud que adopta la empresa hacia los negocios y que refleja la

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incorporación voluntaria en su gestión de las preocupa-ciones y expectativas de sus distintos grupos de interés [stakeholders], con una visión a largo plazo. Una empre-sa socialmente responsable busca el punto óptimo en cada momento entre la rentabilidad económica, la mejo-ra del bienestar social de la comunidad y la preservación del medio ambiente. (p. 19)

Las empresas y la sociedad están fuertemente conectadas, es de-cir, la empresa forma parte de la sociedad y en ella hay diferentes ac-tores o grupos de interés que interactúan. Por un lado, El Libro Verde de la Comisión de Comunidades Europeas (COM, 2001) supone que la responsabilidad social:

[…] se extiende hasta las comunidades locales e incluye, además de los trabajadores y accionistas, un amplio grupo de interlocutores: socios comerciales y proveedores, consumidores, autoridades públi-cas y ONG defensoras de los intereses de las comunidades locales y el medio ambiente. (p. 12)

Por otra parte, los grupos de interés se definen como “colectivos o entidades que están o pueden verse afectadas por los servicios o actividades de una empresa y aquellas otras cuyas opiniones o deci-siones afectan o pueden afectar a los resultados económicos o la re-putación de la misma” (Ibisate, 2008, p. 127). Este aspecto es de gran importancia porque implica para la empresa, hacer un seguimiento, evaluación y retroalimentación de estos actores, si están siendo o no afectados por la actividad económica de la empresa, y la manera en que se va a intervenir.

Adicionalmente, existen otras teorías y enfoques sobre la RSE. Garriga y Melé (2004) las definen en cuatro grupos: teorías instrumen-tales, políticas, integradoras y éticas, las cuales se pueden observar en la tabla 2.1.

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CAPÍTULO 2.PRÁCTICAS DE RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL ORIENTADAS A LOS TRABAJADORES DEL SECTOR AZUCARERO,

¿RETRIBUCIÓN SOCIAL O ACTOS DE CARIDAD?115

Tabla 2.1.

Teorías de Responsabilidad Social Empresarial y sus enfoques

Tipos de teorías Enfoques Descripción corta

Teorías ins t rumenta les Se enfocan en el logro de objetivos económicos por medio de activida-des sociales.

Maximización del valor para el accionista Maximización de valor a largo plazo

Estrategias de ventajas competitivas

Inversión social en un contexto competitivo

Estrategias basadas en una visión de recursos naturales de las capa-cidades de la empresa

Estrategias para la base de la pirá-mide (BdP)

Mercadeo de causa so-cial

Actividades altruistassocialmente reconocidas usadas como instrumento de mercadeo

Teorías políticas Se enfocan en el uso responsable del poder empresarial en la arena política.

Constitucionalismo cor-porativo

La responsabilidad social de la em-presa surge a partir del poder social que posee.

Teoría integrativa de contrato social

Supone la existencia de un contrato social entre la empresa y la socie-dad.

Ciudadanía corporativaSe entiende la empresa como un ciudadano que tiene cierta relación con la comunidad.

Teoríasi n t e g r a d o r a s Se enfocan en la inclusión de exigencias sociales.

Gestión de asuntos

Procesos corporativos de reacción a las cuestiones sociales y políticas que pueden impactar considerable-mente sobre ella.

Responsabilidad públi-ca

El marco legal y las políticas públi-cas se abordan a manera de refe-rencias para el desempeño social.

Gestión de grupos de interés

Sopesar los intereses de los stake-holders de la empresa.

Desempeño social cor-porativo

Búsqueda por la legitimidad social y los procesos de respuesta apro-piada a cuestiones sociales.

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Tipos de teorías Enfoques Descripción corta

Teorías éticas Se enfocan en qué se debe hacer para construir una sociedad mejor.

Teoría normativa de grupos de interés

Considera las obligaciones fiducia-rias con los grupos de interés de la empresa. La aplicación requiere la referencia a alguna teoría moral (Kantiana, tilitarismo, teorías de justicia, etc.).

Derechos universalesSu marco teórico se basa en los de-rechos humanos y del trabajo, y en el respeto al medio ambiente.

Desarrollo sostenibleSe enfoca en el desarrollo humano y considera la presente y las futu-ras generaciones.

El bien común Se orienta al bien común social.

Fuente: Garriga y Melé (2004)

Estas cuatro perspectivas permiten tener múltiples miradas y aná-lisis sobre el quehacer de las empresas con relación a la RSE. En la presente investigación, los resultados se argumentan desde la pers-pectiva ética, se reconoce así la importancia de los grupos de interés, en este caso, los trabajadores agrícolas de la caña de azúcar y los derechos humanos.

Continuación Tabla 2.1. Teorías de la responsabilidad social empresarial y sus enfoques.

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3. RSE en el sector azucarero del Valle del Cauca

En el contexto del sector cañicultor no existen datos específicos sobre el origen de las prácticas de RSE, pero hay diversos estudios que dan cuenta del modo en que el sector azucarero colombiano ha generado impactos sociales, económicos y ambientales, tanto en la región del Valle del Cauca como en todo el país.

En el informe de Arbeláez, Estacio y Olivera (2010), se destaca que, gracias a la actividad manufacturera de los ingenios, se genera-ron 265.402 empleos a través de toda la cadena de valor en el 2010. Adicionalmente, se indica que los municipios del sector azucarero presentan una calidad de vida superior en cuanto a mejores caracte-rísticas de la vivienda, mayor acceso a servicios públicos, más años de educación y mejor asistencia escolar. Por esta razón, las necesi-dades básicas insatisfechas (NBI) son menores en comparación con otros municipios con diferentes tipos de cultivos. Este documento se-ñala que la inversión en procura del bienestar de los habitantes de su área de influencia ascendió a $238 mil millones entre 2003 y 2008. Por ejemplo, en 2007 la inversión en RSE realizada por los ingenios correspondió al 15,7 % de sus utilidades operacionales.

Entre 1996 y 2010, la agroindustria azucarera ha invertido más de 488 millones de dólares en el área ambiental, lo cual se refleja en menores niveles de contaminación por unidad de producción al año (Asocaña, 2018). Por otro lado, Asocaña (2018) generó el plan socioambiental para la prevención de incendios en los culti-vos de caña de azúcar, el cual incluye acciones de sensibilización, capacitación y prevención de conflictos socioambientales con los actores sociales ubicados en las zonas que presentan mayor ocu-rrencia de incendios.

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“En el 2017 la agroindustria de la caña de azúcar represent[ó] en Colombia el 3,7 % del PIB agrícola, 2,2 % del PIB industrial y 0,6 del PIB total” (Asocaña, 2019, p. 52). De igual manera, el sec-tor azucarero contribuye al aporte energético de diferentes formas: azúcar, bagazo y residuos de cosecha (cogeneración de energía y biocombustible de segunda generación), y alcoholes (industriales y biocombustibles); todo esto con el ánimo de utilizar y aprovechar al máximo toda la materia prima. “Los ingenios azucareros producen al año más de 6,5 millones de toneladas de bagazo destinados a la producción de papel y energía eléctrica, térmica y mecánica (fuen-te no convencional de energía renovable)” (Asocaña, 2018, p. 10).

Adicionalmente, en el informe de Procaña (2018) se le concedió la importancia socioeconómica a la caña de azúcar y se sectorizó el trabajo: en la parte agrícola con 2.750 contratos, 7.400 empleos directos y 42.000 empleos indirectos; la composición de la parte industrial consistió en 30.000 empleos directos, 200.000 empleos indirectos, y una población beneficiada de 1.200.000. Por otro lado, en el informe de Núñez, Ruiz, Parra y Ortiz (2019) revelan el impacto socioeconómico de estos últimos años en el sector azucarero con 156.715 empleos en la rama agrícola y 129.977 empleos en la rama industrial para un total de 286.692 empleos a nivel nacional. En el Valle del Cauca se generan 34.531 empleos directos y 81.948 empleos indirectos para un total de 116.479 empleos. Esto representa un gran número de empleabilidad en el cual se abren las puertas a muchas familias para ejercer una labor con todas las prestaciones legales, lo cual se hace posible gracias a las alianzas estratégicas con el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) en temas de formación. Núñez et al. (2019), afirman que:

El sector tiene un trabajo importante y muy estrecho con el SENA, que incide significativamente en la formación del capital humano al interior de los ingenios y con las posibilidades de movilidad de los trabajadores al interior de las empresas. (p. 34)

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De la misma manera, la cobertura en educación y salud es más alta en los municipios productores de caña de azúcar que en otros municipios.

4. Trabajadores de la caña de azúcar

La caña de azúcar arribó a Buenaventura a mediados del siglo XVI. Esta explotación del jugo de caña inició en los trapiches y mo-liendas de caña. En 1864 inició la mecanización de la producción con introducción de maquinaria que hizo Santiago Eder, fundador del Inge-nio Manuelita (Sánchez, 2008).

Desde ese entonces, el cultivo se expandió por todo el departa-mento. Entre 1920 y 1930 se crearon los primeros ingenios: Central Azucarera del Valle (hoy conocida como el Ingenio Providencia), los ingenios Riopaila, Mayagüez, Bengala, Parodias, La industria, y María Luisa. En la década de 1940 surgieron San Carlos, Pichichí, Oriente, Papayal, La Esperanza, El Arado, Castilla, El Porvenir, Meléndez y San Fernando (Pérez y Álvarez, 2009). Así mismo, inició Asocaña, un gremio de empresarios fundado el 12 de febrero de 1959 con la misión de representar al sector azucarero colombiano y promover su evolu-ción y desarrollo sostenible. Más tarde, en 1977 se promovió la crea-ción del Centro de investigación de la caña de azúcar de Colombia, Cenicaña, instituto de investigaciones sobre la caña de azúcar.

En ese entonces, los ingenios empezaron a necesitar bastante personal debido al crecimiento de su negocio. Por ello, adoptaron una forma de contratación “paternalista” con el obrero para que se trasla-dara al sitio de trabajo con su familia a viviendas dignas, en pro del bienestar social de los trabajadores –al brindarles servicios que no eran de ley en aquella época–, pero sin dejar de lado el vínculo autori-tario de los ingenios para con ellos (Valero, 2013).

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Hacia la década de 1980 se empezaron a observar cambios en las condiciones de vida y trabajo debido al contexto político y econó-mico en el que iniciaron los sindicatos. El mundo del trabajo comenzó a sufrir cambios notorios debido a factores como la globalización, la ampliación del mercado laboral y las problemáticas de empleo que conllevaron la necesidad de una flexibilización en la legislación labo-ral. Arenas, Piedrahita y Plata (2007) refieren que esa flexibilidad la-boral permitió la tercerización laboral u outsourcing y posterior a ello, la creación de las Cooperativas de Trabajo Asociado (CTA), las cuales nacieron jurídicamente con la Ley 79 de 1988.

En la década de 1990, el gobierno implementó una serie de refor-mas entre las que se encuentra la flexibilidad laboral, la cual pretende dar más protección al trabajador con la ampliación de derechos y con la ayuda de la constitución. La relación paternalista o filantrópica de los patronos con obreros se reemplazó paulatinamente con grandes programas de RSE (Jiménez, 2017). El sector azucarero del Valle del Cauca ha combinado varias formas de tercerización laboral de los tra-bajadores de caña como contratistas, con CTA y Empresas Asociati-vas de Trabajo (EAT).

De acuerdo con Pérez y Álvarez (2009), uno de los puntos de discusión sobre las condiciones laborales relacionados con los traba-jadores de caña vinculados a las CTA tiene que ver con los salarios promedio mensuales que devengan. Este tema ha sido de gran pre-ocupación, se puede mencionar la precariedad laboral, considerada como una consecuencia de la disminución de la clase obrera tradi-cional y un aumento del “subproletariado”, quienes establecen formas de trabajo parcial, flexible, tercerizado, subcontratado, vinculado a la economía informal, al sector de servicios, y otros más. En este sen-tido, es posible nombrarlo como un trabajo heterogéneo, complejo y fragmentado (Antunes, 2000).

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Según la OIT (2019), el empleo productivo y el trabajo decente son factores clave para alcanzar una globalización justa y reducir la pobreza. Por esta razón, el trabajo decente se convirtió en un elemen-to central de la Agenda 2030, en la cual el objetivo n.º 8 de desarrollo sostenible tiene la finalidad de “promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos” (Sustainable Development Goals Fund [SDGF], 2019).

A pesar de todas estas apuestas, el sector azucarero se vio afec-tado en el 2008 por paros y huelgas que realizaron los corteros de caña de azúcar en su lucha por alcanzar derechos laborales y socia-les; anteriormente, habían presentado un pliego de peticiones descar-tado por el gremio empresarial. La huelga de “los machetes caídos” duró aproximadamente dos meses, en los que reclamaron y exigieron mayor estabilidad e igualdad laboral (Montoya, 2011). Los corteros de caña solicitaron el cese de la contratación a través de CTA, mejoras en sus ingresos, aumento del pago por tonelada de caña cortada, pago y seguridad social completa, dotación y elementos de trabajo, tener acceso a la recreación y el descanso (Jaramillo, 2017).

5. Método

El enfoque utilizado en la investigación es cualitativo, de tipo ex-ploratorio y descriptivo, ya que el tema de los corteros de caña y otros trabajos agrícolas, a pesar de existir documentos, informes y algunas investigaciones sobre el sector, es poco conocido. Por eso se decidió ampliar el alcance del proyecto a incorporar las voces principales del gremio laboral de este sector. Lo anterior supuso entrevistas aplicadas en el trabajo de campo, con el fin de analizar la percepción sobre las prácticas de RSE. Adicionalmente, se realizó un análisis documental

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con los informes de sostenibilidad de las empresas más representa-tivas de la región y del gremio. El objetivo fue comprender –desde ambas perspectivas– cómo se han desarrollado estas prácticas. Para realizar la investigación, se utilizaron fuentes de información primaria –a través de las entrevistas con cada participante– y contrastar los hallazgos con fuentes secundarias provenientes de reportes anuales, informes, noticias y artículos.

Las entrevistas fueron semiestructuradas y se caracterizaron por los temas a tratar, propios del trabajo de la caña de azúcar, la ex-periencia personal, trayectoria laboral, afectos, relaciones de poder y caracterización de cada participante. Las preguntas realizadas fueron de carácter general, enfocados en el tema de la RSE, y a todos los que tomaron parte se les informó que la entrevista era de carácter volunta-rio, anónimo y con fines académicos.

Los actores de esta investigación son trabajadores de la caña de azúcar mayores de edad, trabajan o trabajaron en los ingenios, coo-perativas o por medio de contratistas en diferentes actividades relacio-nadas con el cultivo de la caña de azúcar en el Valle del Cauca. A la población objetivo se les invitó a participar de manera aleatoria y por conveniencia. El trabajo de campo se desarrolló en los municipios de Candelaria, El Tiple, Santa Helena, Amaime y Puerto Tejada (debido a que muchos de los participantes vivían en este municipio del norte del Cauca).

A continuación, se detalla la información sociodemográfica de los participantes y de los informes de sostenibilidad consultados de algu-nos ingenios en el Valle del Cauca.

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Tabla 2.2.

Información sociodemográfica de los participantes, trabajadores

directos con ingenios o contratistas

Partici-pante

Cargo/tipo de trabajo Género Edad

(años)

Expe-riencia (años)

Localiza-ción

(ciudad devivienda)

Tipo de vinculación actual (in-cluir si es jubilado)

P1 Cortero y alzador M 43 34 Pradera Trabajador

informal

P2 Cortero M 61 39 VillaGorgona

Trabajador informal

P3 Alzador M 63 41 Pradera Trabajador informal

P4 Cortero y alzador M 64 35 Pradera

Trabajador informal, jubilado

P5 Cortero M 73 46 Puerto Tejada Jubilado

P6 Cabo M 38 19 Candelaria Contratista

P7 Cortero M 58 35 Villagor-gona Contratista

P8 Contratista M 37 17 Palmira Trabajador indepen-

diente

P9 Cortero M 58 42 Timbiquí Contratista

P10 Cortero M 61 40 Candelaria Contratista

Fuente: elaboración propia

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En el caso de las empresas del sector azucarero, se tuvieron en cuenta los últimos informes de sostenibilidad publicados, su trayecto-ria en años, el número de colaboradores, sus ingresos al momento del informe y el porcentaje de inversión comparado con los ingresos de la empresa. La información se consolidó en la tabla 2.3.

Tabla 2.3.

Información de empresas azucareras

Empresa Perio-do del

informe

Tra-yec-toria

(años)

Número de cola-

boradores directos e indirectos

en Colombia

Ventas según el último

informe ($)

Inver-sión

social ($)

Porcen-taje de

inversión social

(%)

Manuelita 2017-2018 155 5-060 1.261.026 25.233 2

Mayagüez 2018 81 1.979 253.531 No espe-cifica

Providen-cia

2016-2017 91 3.160 650.491 92 0,01

Incauca 2016-2017 56 2.737 920.257 3.591 0,4

Pichichí 2018 77 834

Riopaila 2018 100 4-213 896.241 3.910 0,4

*Valores en miles

de millones mm.

Fuente: elaboración propia

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Para el análisis de la información se repasaron las transcripcio-nes de las entrevistas y se identificaron diferentes variables o cate-gorías de la RSE orientadas a los trabajadores de la caña de azú-car. La información integra la perspectiva de los trabajadores que estuvieron vinculados directamente con los ingenios o trapiches y fueron beneficiarios de las prácticas de RSE, así como aquellos que no, pero que, desde su condición, permiten comparar lo que ofrecen dichas organizaciones.

Tabla 2.4.

Categorías de análisis

Categoría Definición

Tipo de contrato Trabajadores con contrato a término fijo o indefinido

Programa de beneficios e incentivos

Políticas de la empresa que permitan que los trabaja-dores accedan a los beneficios e incentivos que mejo-ren de su calidad de vida.

Desarrollo profesional y plan de carrera

Prácticas que motivan al trabajador a estar en cons-tante capacitación.

Cuidado de la salud, se-guridad y condiciones de trabajo

Prácticas de seguridad y salud en el trabajo

Relaciones con los emplea-dos

Prácticas de la empresa para crear condiciones bajo las que los trabajadores puedan realizar la transición a la jubilación o afrontar el despido.

Fuente: elaboración propia

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6. Prácticas de RSE orientadas a los trabajadores del sector azucarero

Los resultados se organizados a partir de los siguientes niveles: perspectiva de los trabajadores; perspectiva del sector empresarial de la caña de azúcar; y el contraste entre ambas.

6.1. La empresa como actor socialmente responsable

Existen tres enfoques con los cuales los ingenios organizan sus programas de RSE, estos consisten en disminuir las deficiencias de sus colaboradores y comunidades aledañas con relación a salud, edu-cación y vivienda. Una de las misiones principales de estos proyectos es fomentar el bienestar de sus stakeholders a través de programas que les permitan sostenerse en el tiempo y no solo de momento, se-gún lo que dicen sus informes de sostenibilidad.

Las empresas analizadas están alineadas, principalmente, en 5 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (SDGF, 2019). Por un lado, mencionan el trabajo decente y crecimiento económico, hacen énfasis en las remuneraciones acordes, no solo a la ley, sino a las necesidades que tienen sus trabajadores.

Por ejemplo, el ingenio Mayagüez (2018) hace visitas permanen-tes a los trabajadores de la caña, específicamente los corteros, con el fin de tener una comunicación más cercana con ellos y dar solución a sus inquietudes en cuanto a temas laborales, personales y familiares, principalmente en los tres tópicos focales: hogar, salud y educación. Realizan esta actividad mensualmente y la acompañan con un helado que les ofrecen en sus sitios de trabajo a manera reconocimiento a su labor, según mencionan en el informe de sostenibilidad. Adicional a ello, este ingenio posee políticas y patrocina campañas en contra del

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trabajo infantil, realiza jornadas de capacitación a las comunidades aledañas y brinda garantías para el estudio, como por ejemplo, con el colegio que lleva su mismo nombre y se encuentra ubicado cerca al complejo cañicultor.

En Riopaila Castilla (2018) se observa el modelo de gestión inte-gral para trabajadores en condiciones especiales, diseñado para gene-rar garantías al colaborador en caso de que sufra alguna enfermedad que le impida continuar con su labor, un accidente laboral o afecciones derivadas de su quehacer diario. Se estructura de tal forma que el proceso de reubicación o de cambio en las condiciones laborales se acomode, tanto a los intereses de la empresa, como a las necesidades del colaborador. Es una ventaja, puesto que las condiciones laborales del trabajador de la caña son extremas, deben enfrentar climas altos durante largas jornadas del día y tener una técnica eficiente con el machete para evitar accidentes graves.

Con relación a sus políticas de seguridad y salud en el trabajo, los informes de los ingenios expresan que poseen una estructura que les permite abarcar, no solo a sus colaboradores dentro de las insta-laciones, sino también beneficiar a sus familias. En el ingenio Pichichí (2018) los colaboradores reciben, por un lado, capacitaciones cons-tantes en prácticas de prevención y promoción de la salud, adicional a ello, tienen permitido llevar a sus familias para que sean atendidas en el centro médico que poseen en el complejo azucarero. Esto les permite acceder a servicios de calidad y a atención rápida, dado que la zona no cuenta con centros de salud primarios cercana y se deben desplazar a la capital vallecaucana o los municipios aledaños para acceder a ellos.

Con respecto a la vivienda, todos los informes consultados men-cionan programas de ahorro o financiación para sus colaboradores de manera que puedan obtener vivienda propia. Esto hace parte del

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plan de beneficios al cual el trabajador de la caña, específicamente el cortero, puede acceder a partir de las negociaciones del 2008, cuando se presentaron las huelgas de este grupo trabajador.

En el caso de Asocaña, en su informe anual 2018-2019, la organización menciona que realizan diagnósticos constantes para verificar el impacto que genera el trabajo con la caña de azúcar desde diferentes enfoques. Esto con el fin de proponer programas de mitigación y beneficiar a la comunidad aledaña. El proyecto se llama “Buen Vecino”, y propone, por ejemplo, construir una red de treinta carreteras internas en los complejos cañicultores, con las cuales pretenden mejorar el acceso a los trabajadores de la caña, el flujo de los vehículos cañeros y evitar problemas en las carreteras públicas, debido a las condiciones de estos automotores.

En el caso de la educación, se puede observar que los ingenios cuentan con programas muy alineados con el cuarto Objetivo de De-sarrollo Sostenible: “Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad” (SDGF, 2019). Según Asocaña (2018), existe una red edu-cativa conformada por 32 instituciones de formación, de las cuales 12 corresponden a colegios y centros de formación adscritos a los ingenios azucareros; el restante son instituciones de carácter públi-co que reciben aportes directos de los ingenios. Con esto, el gremio pretende llevar a cabo acciones y proyectos enfocados a personas en condición de analfabetismo, como los corteros de caña o de escolari-dad inconclusa, tal que puedan acceder a educación que se acomode a sus jornadas laborales y les permita crecer más allá de su labor. También cuentan con alianzas para las formaciones técnica, laboral y vocacional para suplir los requerimientos de mano de obra en el gremio, fomentar la investigación y desarrollar la zona.

Mayagüez se perfila como uno de los ingenios bandera en temas de educación. La empresa apoya programas como las becas

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Mayagüez que permiten el acceso a la educación superior a los mejores bachilleres o a quienes hayan tenido un buen desempeño escolar en los municipios de Candelaria, Pradera y Florida. En el 2018, el programa benefició a 34 estudiantes, los cuales ingresaron a carreras en los campos de la salud, economía, ingenierías y humanidades, en universidades como Icesi, Universidad del Valle, Nacional de Palmira y Universidad del Cauca.

El gremio azucarero posee una serie de programas enfocados en beneficios a la comunidad. Sin embargo, el impacto que hayan gene-rado en los corteros de caña estas prácticas de RSE no es claro, dado que en los informes de sostenibilidad no los mencionan directamente, tampoco especifican cuáles son los proyectos netamente dirigidos a ellos. Los informes solo mencionan beneficios laborales para todos sus colaboradores, que concuerdan con algunas de las exigencias da-das en el paro de corteros en el 2008.

6.2. La perspectiva de los trabajadores de la caña de azúcar

• Tipo de contrato

Como se presentó en la tabla 2, los participantes 1 a 5 tuvieron contratos a término fijo o indefinido, lo que les permitía gozar de pres-taciones sociales. En el caso contrario, los participantes 6 a 10 men-cionaron tener contrato “verbal”, diferente al consagrado en el Código Sustantivo del Trabajo, con el cual se vinculan informalmente a las ac-tividades de la fase agrícola de la caña de azúcar y tienen problemas relacionados con la seguridad social, entre los que destaca, principal-mente, la cotización de pensión.

Dos de los participantes fueron personas pensionadas, su edad promedio es de 69 años, con 40 años de trayectoria en la

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labor azucarera, los cuales decidieron trabajar nuevamente para complementar su pensión y dar un sustento familiar. En estos casos, a ellos solo les cotizan la salud. Por otro lado, el salario de las personas que se encuentran vinculadas directamente con la empresa depende de lo pactado en el contrato, más las prestaciones que la ley colombiana demanda.

Para el caso de los indirectos, el salario presenta variaciones porque está relacionado con la productividad de su desempeño. De acuerdo con lo mencionado por el participante 1,

Un cortero trabajando toda la semana, al que le rinde, por ahí $200.000. Aunque hay unos que han ganado más, solo que uno le pone un promedio así, al que más le rinde. Y al que menos $100.000 a $120.000. (partici-pante 1, cortero y alzador, 27 de septiembre 2019)

Si se tiene en cuenta que un trabajador productivo, “al que le rinde” tiene una remuneración semanal de $ 200.000 al mes, este no logra alcanzar el smmlv, que para el 2019 era de $ 828.116. De acuerdo con lo anterior, esta situación no solo refleja la precarización laboral, sino que además se aleja de la noción de “trabajo decente”, al ofrecer una remuneración injusta. El participante 6 manifiestó que “deberían de mejorar, porque en realidad lo que gana el cortero de caña no es nada para un trabajo tan fuerte como es el cortero de caña, debería ser más remunerado” (entrevista personal, participante 6; cabo, 27 de septiembre de 2019).

Los ingresos alcanzados por los trabajadores participantes no solo están por debajo del smmlv, sino que además, no están relacio-nados con el esfuerzo que ello implica, y las necesidades de ellos. Así lo menciona uno de los participantes:

Pero hay momentos que, jum [sic] nadie sabe lo de nadie, uno metido con un calor de estos allá, una persona que

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le toque pagar arriendo, educar a un hijo, tratar de sacar a un hijo adelante, aquí en Colombia la cosa es dura, la comida es cara, el transporte es caro, Usted cree que uno a veces se gana cualquier –en la quincena– 800.000 o 700.000 dependiendo de la capacidad de cada persona para todos los gastos que hay. ¿Usted cree que un pobre puede salir adelante de esa manera?, ¿cómo estudia un hijo así? Es que no puede ni alimentarse bien, toca comer arroz y huevo y vísceras de gallina como decimos aquí, no le queda para más a uno, Hay comida en la canasta familiar que igualmente uno de pobre la ve en el mercado, pero no la mete a la boca, porque no tiene con qué comprarla. (entrevista personal, participante 10, cortero, 27 de septiembre de 2019)

Otro factor importante es el clima, de este depende la productividad de los corteros de caña: “solo el sol y el esfuerzo que hay que hacer, porque es un trabajo que hay que hacer lo más rápido que se pueda, porque si no se hace rápido no se gana nada” (entrevista personal, participante 10, cortero, 27 de septiembre de 2019)

Para finalizar, cabe resaltar que el contrato permite, no solo la estabilidad, sino la garantía de un salario mínimo, lo que no gozan los demás trabajadores, el ingreso depende solo de su productividad.

• Programa de beneficios e incentivos

De acuerdo con los participantes, los beneficios para los traba-jadores se obtuvieron al finalizar las negociaciones de las huelgas y paros en el 2008:

Lo único que, cuando se acabó el paro, que llegaron a un acuerdo cuando entramos a trabajar nos prestaron

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a nosotros de a $600.000, prestados, de ahí beneficios llegaron, pero ya eran dentro de los reglamentos que nos pertenecían, por lo menos nosotros no teníamos re-creación, no había capacitación y de ese último paro fue que ya más de uno por eso se beneficiaron, fueron los muchachos que estaban en ese proceso, que estaban más jóvenes y eso[s] fue[ron] los que se beneficiaron más. (entrevista personal, participante 3, alzador)

Sin duda, algunos participantes percibían los beneficios como factores para mejorar la calidad de vida de ellos y de sus familias: “Nos daban un subsidio familiar, regalos, si el niño era bueno le daban becas” (entrevista personal, participante 1, cortero y alzador, 27 de septiembre de 2019). Un participante expresó agradecimiento por esas ayudas porque incluían a su familia, “Gracias a Dios, con eso fue lo que hice mi casa y le di estudio a mis hijos. No es mucho, pero me ha ayudado” (entrevista personal, participante 4, cortero y alzador). “Y hay otros que ya tienen vivienda, tienen acceso a créditos, entonces sí mejoró” (entrevista personal, participante 1, cortero y alzador). Otros trabajadores preferían el beneficio monetario, “A uno le regalaban un dinero, libre, pues de las primas extralegales” (entrevista personal, participante 5, cortero, 27 de septiembre de 2019).

• Desarrollo profesional y plan carrera

De acuerdo con los participantes, los ingenios tenían progra-mas de capacitación para el corte de caña, lo que implicaba un acompañamiento y una supervisión para evitar accidentes y ser más productivos:

Directamente, allá había pues, maestros que le ense-ñaban a uno: vea, cuando vaya a cortar la caña, usted no se pare así, entonces los monitores [le] enseñaban a uno cómo cortar la caña, pues cuando uno ya se volvía

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profesional, ese trabajo no lo cambiaba por otro. (entre-vista personal, participante 1, cortero y alzador, 27 de septiembre de 2019)

También se debe añadir que, debido a la llegada de las máqui-nas los ingenios decidieron capacitar o reubicar al personal en otras funciones. “Ahora a la mayoría de los corteros los han reubicado. Ya hay unos que no están cortando caña, unos que están manejan-do máquinas, tractores, están en otros oficios” (entrevista personal, participante 1, cortero y alzador, 27 de septiembre de 2019).

Pero, por otro lado, la empleabilidad cambió de escenario, los in-genios ya no reciben cierto tipo de trabajadores a los que les toca ir a otras empresas o buscar contratistas para que los empleen.

Los trabajadores que hay en un trapiche es porque los ingenios ya no los reciben, porque ya no son productivos en el ingenio y entonces se vienen a trabajar en el trapi-che y ellos siguen trabajando hasta que digan no más, hasta donde digan no puedo más. (entrevista personal, participante 8, contratista, 27 de septiembre de 2019)

• Cuidado de la salud, seguridad y condiciones de trabajo

Cuidar la salud de los trabajadores de una empresa es fundamental porque se evita el pago de incapacidades, reportes de accidentes de trabajo en las ARL, enfermedades laborales. Todo esto se contrarresta con los elementos de protección personal y dotación adecuada que se debe brindar a cada trabajador para desempeñar sus funciones. En los ingenios son muy estrictos en el tema y procuran cumplir en todo. “Allá en Incauca no importaba porque allá dan ropa en el año tres veces, y de las tres veces una vez dan dos prendas” (entrevista personal, participante 2, cortero, 27 de septiembre de 2019).

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Añade el participante 2:

Allá no se puede trabajar con cualquier ropa, el que va con otra ropa lo mandan para la casa, tiene que ser con esta ropa, la dotación que ellos les dan, eso no es con cualquier cosa, si lo ven con otra ropa lo mandan para la casa y si es necio, que hoy le dijeron, mañana le dije-ron lo mismo, lo mandan con cinco días. Hay gente que se mete por allá adentro y se cambian la ropa y luego llegan los ingenieros, así como llegaron ustedes y ay que problema, hay gente necia.

Uno de los participantes manifestó: “eso sí, dotación, botas le da-ban, camisas a uno, todo eso, pantalones también y el machete” (en-trevista personal, participante 5, cortero, 27 de septiembre de 2019).

Por otra parte, a los trabajadores informales no les otorgan dota-ción, herramientas, ni elementos de protección personal, a ellos les toca comprarlos de su propio bolsillo, lo que implica, no solo el incum-plimiento de la dotación, sino además, mayor probabilidad de tener un accidente de trabajo.

Los ingenios, le daban la dotación del trabajo: el machete, la liga, los guantes y eso siempre le ayuda a uno. Acá uno tiene que comprarlo de su salario, ahora en muchas partes donde en realidad no le dan eso a uno. (entrevista perso-nal, participante 9, cortero, 27 de septiembre de 2019)

Los trabajadores indirectos se sentían dejados de lados y solos en este tema:

Uno en la empresa es más distinto, porque usted ya en la empresa entra con los protocolos de la empresa y si a usted le sucede algo le dan todo, mejor dicho, toda su protección, en cambio acá uno ya está muy aparte,

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nosotros estamos acá aparte. (entrevista personal, par-ticipante 3, alzador, 27 de septiembre de 2019)

Los que trabajan en los ingenios es que ellos tienen to-das las garantías; dan dotaciones como machete, lima, guantes, canilleras, guayos, todo. Mientras que aquí en el trapiche no dan nada, acá no dan dotación. (entre-vista personal, participante 1, cortero y alzador, 27 de septiembre de 2019)

La otra preocupación son los efectos que este oficio pueda cau-sar en su salud a los trabajadores de la caña de azúcar. “Llegué a tener enfermedades por cortar caña. De [una] parte de la columna, los discos de la columna, hubo un desgaste. Entonces los médicos analizaron que era un desgaste por el movimiento. Por lo cual me hicieron una operación” (entrevista personal, participante 9, cortero, 27 de septiembre de 2019). Uno de ellos expresó que: “lo más difícil, por ejemplo, era cuando le hacían cortar esa caña caliente a uno, entonces, como uno tenía guantes, empezaba a cortar esa caña ca-liente y luego dolían las manos” (entrevista personal, participante 5, cortero, 27 de septiembre de 2019).

A parte de eso, la contratación se comenzó a modificar debido al ingreso de la máquina en las diferentes etapas del proceso agrícola de la caña de azúcar. Las máquinas pueden realizar varias activida-des que solían hacer en varios cargos, como cortar, alzar y llenar los vagones. “Los corteros de caña los están acabando ahora con las má-quinas de cortar caña, inclusive ha disminuido el trabajo en el corte de caña por esa razón, por las máquinas”. (entrevista personal, partici-pante 6; Cabo, 27 de septiembre de 2019).

Esas máquinas que han traído le quitan el trabajo a los que cortamos la caña. Por esas máquinas es que estamos ganando muy poco. Porque la máquina se

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encarga de cortar la caña y por eso todos los días no nos dan trabajo. Porque cuando la máquina no cortaba, uno ganaba más. La máquina ha acabado con la estabilidad del trabajador. (entrevista personal, participante 9, cortero, 27 de septiembre de 2019)

Algunas empresas del sector azucarero no han implementado la máquina por el costo a invertir o por el impacto ambiental negativo que causa en la tierra:

La máquina arranca la caña o la estropea, la sepa tam-bién. No es lo mismo que la corte el machete. Entonces, ¿qué hacen ahí? Tienen que cultivar más la caña, que afloje la tierra para que la cañita salga bien, con fuerza porque el machete es muy diferente a la máquina, por-que ella la golpea, entonces la muele, queda la sepa molida y la arranca. Entonces, tienen que estar corte y siembre, corte y siembre. (entrevista personal, partici-pante 7, cortero, 27 de septiembre de 2019)

• Relación con los empleados

La jubilación no solo obedece al cumplimiento de la ley, es un factor que contrasta entre los participantes; aquellos que se jubilaron y siguen trabajando no presentan condiciones precarias de trabajo como aquellos que no aspiran a la jubilación y trabajan aún con eda-des avanzadas. No obstante, la decisión de continuar trabajando lue-go de la pensión se debe a que los ingresos no son suficientes para su sostenimiento. Para algunos participantes, jubilarse constituye un logro y algo que agradecen a los ingenios:

Pues ya pensionadito, y allá vivimos con el mínimo y ahora hace unos dos años yo pedí un préstamo como para comprarle [...] a los hijos, ahí ya puse un ranchito,

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me falta ponerle en el techo, en la puerta y bueno, ya estoy recibiendo más poco pero ya tengo algo comprado (entrevista personal, participante 5, cortero, 27 de sep-tiembre de 2019)

Otro de los participantes mencionó que “los jubilados siguen tra-bajando porque no les alcanza la pensión para el sustento de sus fa-milias” (entrevista personal, participante 7, cortero, 27 de septiembre de 2019). Estas personas son adultos mayores y es un riesgo latente que sigan trabajando, pero lo hacen para poder tener más ingresos que les permitan sobrevivir.

Otros, en cambio, no ven la posibilidad de jubilarse, porque los han llamado para hacer un arreglo y salir de la empresa:

El ingenio Cauca se está quedando sin corteros, éramos como 1.500 y si acaso, si acaso, poniéndole mucho, ahora hay 700. El joven se va con proyectos, proyectos que vende la ficha, el viejo lo llaman a arreglo, en el grupo mío salimos como 15 y eso han seguido llaman-do. (entrevista personal, participante 2, cortero, 27 de septiembre de 2019)

Según algunos participantes, el paro también tuvo efectos negati-vos, despidieron a algunos de los trabajadores y no se llevaron a cabo más contrataciones:

Es que los ingenios a los cuales hicieron los paros y las cooperativas ya no están recibiendo más gente. Pues los corteros los que ellos puedan reubicar, lo hacen, los que van saliendo pensionados ya se van pensionados. Los que vendieron la ficha ya venden la ficha, pero ellos ya no han vuelto a recibir más gente […] la ficha es que le compran su cupo de trabajo. Por ejemplo, usted tra-

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baja aquí, le dicen le damos tantos millones, usted los recibe y se va. Eso hacen en los ingenios. (entrevista personal, participante 1, cortero, 27 de septiembre de 2019, énfasis añadido)

Otro factor que influyó en los despidos fue ser líderes, ya que las empresas del sector azucarero identificaron que los trabajadores los seguirían o apoyarían en actividades de protesta y huelgas, y vieron esto como una amenaza y posible origen de sindicatos.

Pues como en el 2005 o 2007 hubo unos paros de los corteros, entonces yo participé en ellos. De igual ma-nera los paros se acabaron y seguimos trabajando, pero como allá usan muchas estrategias, con el tiempo a los que éramos líderes buscaron la forma de sacar-nos. Sí, y de ahí a casi todos nos sacaron, como en el 2010 nos sacaron. Sacaron como a diez. (entrevista personal, participante 1, cortero y alzador, 27 de sep-tiembre de 2019)

6.3. El sector azucarero versus el trabajo de la caña de azúcar

Como se mencionó anteriormente, cada uno de los actores pre-sentó un punto de vista y percepción acerca de las prácticas de RSE implementadas por el sector azucarero. Se puede observar que la inte-racción entre la industria azucarera y la fuerza de trabajo agrícola de la caña de azúcar ha tenido cambios a partir de la huelga de corteros del 2008, que en un principio, se presentó como una importante apuesta por parte del sector, pero que no ha generado el impacto apropiado, pues la destinación de recursos no es la más adecuada.

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Según los informes de sostenibilidad indagados, el porcentaje de inversión social comparado con el ingreso de los ingenios es casi imperceptible. Se observa, por ejemplo, que el ingenio que más in-vierte en proyectos sociales es Manuelita, el cual hace uso del 2 % de sus ingresos totales, equivalente a $ 25.233 millones (Manuelita; 2018), le sigue Riopaila Castilla con una inversión de $ 3.910 millo-nes, equivalente al 0,04 % (Riopaila, 2018) y en tercer lugar Incauca, con un porcentaje similar al anterior por un monto de $ 3.591 millo-nes (Incauca, 2018). Si ha de tener en cuenta que las inversiones se hacen a través de fundaciones creadas por los ingenios y que estas reciben unos beneficios tributarios derivados de su acción social, lo cual les genera una reducción de impuestos a los ingenios el año siguiente a las actividades realizadas (DIAN, s. f.). Lo anterior abre el interrogante de si las acciones sociales que se implementan son por retribución a la comunidad o como mecanismo para obtener be-neficios tributarios.

De las inversiones mencionadas anteriormente nacen proyectos de carácter social enfocados en la comunidad que se encuentra al-rededor de los complejos agrícolas, es decir, las zonas aledañas a las plantaciones, plantas procesadoras, entre otras. Está, por ejemplo, el proyecto “Familias en Acción”, que realizan en alianza el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) y Asocaña, el cual ayuda a familias de escasos recursos en zonas vulnerables alrededor de los complejos azucareros (Asocaña, 2018). Según el informe, el impacto generado es positivo y llevan nueve años con un patrocinio continuo.

Desafortunadamente, este tipo de iniciativas no benefician directamente a la totalidad de los trabajadores agrícolas de la caña, pues personas que residen en otros lugares diferentes a estas áreas no son partícipes. Por ejemplo, si la empresa se encuentra ubicada en Candelaria, la mayoría de los trabajadores residen en Palmira, Pradera y Puerto Tejada, por lo cual no pueden acceder a dichos beneficios.

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Otro factor que se debe tener en cuenta es la tercerización la-boral a través de las CTA, esta generó una brecha de comunicación entre los trabajadores agrícolas y las empresas. Como consecuen-cia, los primeros no gozan de los mismos beneficios que aquellos que tienen contrato directo con el ingenio. Adicionalmente, deben responder por el trabajo al patrón del sector azucarero sin importar si son subcontratados. Sin embargo, las CTA deben asumir todas las responsabilidades y conflictos que se presenten y el patrón se libe-ra de estas responsabilidades. Esto lo percibieron los participantes como una exclusión: “en los ingenios es mejor, hay subsidio familiar para todos, mientras que acá apenas es para algunos” (participante 6, cabo). Por ello, cabe cuestionarse si los informes de sostenibilidad del sector azucarero del Valle del Cauca han tenido en cuenta a to-dos los actores del sector.

Aunque la modalidad de contratación de los trabajadores indirec-tos sea legal, no deja de ser precaria debido al salario que devengan, en comparación con el trabajo que realizan ante la inclemencia del clima. De igual manera, las condiciones laborales no son las mejores, no les ofrecen protección para evitar accidentes y se evidencia que no se promueve el Objetivo de Desarrollo Sostenible n.º 8 “Trabajo decente y crecimiento económico”, como lo indican las empresas en los informes de sostenibilidad.

Las comparaciones hechas entre ambos actores pueden tener va-rios puntos en los que difieren, para esta investigación se realizó un comparativo a la luz de las categorizaciones propuestas al principio del documento. A continuación, se muestra (tabla 5) un contraste entre las posiciones o perspectivas de los ingenios y los trabajadores agrí-colas de la caña:

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Tabla 3.1Comparativo de los actores en el sector azucarero

Tema Empresa azucarera Trabajador agrícola

Tipo de contrato

La empresa empieza a forma-lizar los contratos a partir de la huelga del 2008. Presenta con-tratos a término indefinido y con prestaciones de ley, además de beneficios por vinculación direc-ta, como espacios lúdicos y fa-miliares, prestamos financieros, apoyo educativo. También rea-lizan contratación por medio de CTA.

Trabajador directo: contra-to a término indefinido más sus beneficios. La mayoría se encuentra contratada a través de contratistas, lo que automáticamente desvincula los beneficios que brinda el ingenio. Salarios mal remu-nerados.

Programa de beneficios e in-centivos

Beneficios de recreación, pres-tamos financieros, estímulos sa-lariales, estudio y vivienda para aquellos contratados directa-mente por la empresa.

Trabajador directo: disfrutaba de los beneficios que brinda-ba la empresa mientras tuvie-ra contrato.Trabajador informal: no tiene derecho a participar de estos estímulos dada su condición contractual.

Desarrollo pro-fesional y plan carrera

Programas de formación a tra-vés de alianzas con institucio-nes públicas y privadas como el SENA o las universidades de la región. Posibilidad de reubica-ción dentro de la empresa o en otros oficios, dependiendo de la situación. Por ejemplo, podrían pasar a ser operarios de las má-quinas que reemplazan el traba-jo de corte.

Trabajador directo: beneficio para él y su familia por pro-yectos educativos y becas universitarias a través de las escuelas apoyadas por los in-genios.Trabajador informal: no tienen acceso a educación. Gran número de personas analfa-betas.

Cuidado de la salud, seguri-dad y condicio-nes de trabajo

Brinda los elementos de segu-ridad para ejecutar la labor en campo. Planes de promoción y prevención en salud, además de seguimiento y reubicación a personas víctimas de accidentes laborales.

Trabajador directo: partici-pantes satisfechos con la in-dumentaria y elementos de protección personal, tienen un buen concepto de la empresa. Trabajador informal: no se le proveen los mínimos ele-mentos de protección laboral ni se promueven planes de prevención.

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Tema Empresa azucarera Trabajador agrícola

Relaciones con los empleados

Pago de pensión y cesantías de ley. Tienen una guía para su transición hacia la pensión.

Trabajador directo: posee los beneficios ofrecidos por la empresa. Se les propone comprar “la ficha”, lo cual se refiere a una indemnización en vez de la pensión y renun-ciar a su trabajo. Trabajador informal: no tiene derecho a una pensión, traba-ja y gana al día.

Fuente: elaboración propia

Conclusiones

El sector cañicultor es de gran importancia, es una de las indus-trias más representativas a nivel nacional y la que se ha hecho cargo de dinamizar la economía de la región. El objetivo de la investigación fue analizar las prácticas de RSE del sector azucarero del Valle del Cauca orientadas a los trabajadores de la caña de azúcar, el impacto que tienen y cuáles son los stakeholders que involucra. Además, iden-tificar que cada empresa opera en un contexto diferente y a partir de sus políticas implementa los programas de RSE.

Las prácticas de RSE divulgadas en los informes de sostenibilidad de las empresas azucareras estudiadas en la investigación, muestran el crecimiento económico de la industria, los empleos que generan (directos e indirectos) y los planes de acción con el medio ambiente y la comunidad aledaña, de esta manera las empresas contribuyen de forma positiva a la sociedad en aspectos económicos, sociales y ambientales. No obstante, con el trabajo de campo se evidenció, otra realidad con respecto a los trabajadores de caña y su perspectiva

Continuación Tabla 3.1 Comparativo de los actores en el sector azucarero

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frente a los programas de RSE que ofrece la industria. En este caso: precariedad laboral con formas de trabajo parcial, flexible y subcontra-tado, además de la vinculación a la economía informal, condición que académicamente se ha discutido y evidenciado como producto de las nuevas modalidades del trabajo (Antunes, 2000).

Durante el proceso de investigación se identificó que los proyectos realizados podrían estar más orientados a una modalidad filantrópica, diferente a la retribución social que se debe presentar, esto porque el sector azucarero se ha beneficiado durante años de recursos naturales y tierras que ancestralmente pertenecieron a grupos étnicos, y que fueron compradas o usurpadas. Si bien hay una intención por parte de la empresa para equilibrar ese factor, parece ser que no es suficiente desde la perspectiva del trabajador azucarero. Es por ello que se puede concluir que las prácticas de RSE se orientan principalmente a “actos de caridad”, y que estos son relativos según la formalidad y vínculos de los trabajadores con las industrias azucareras.

Otro de los hallazgos fue que, a medida que la legislación del país cambió con respecto al tema laboral, las empresas del sector azuca-rero adaptaron a conveniencia los contratos con los trabajadores de la caña. En ese sentido, el Estado generó un espacio en el cual el princi-pal beneficiado fue la empresa azucarera, dejó así a un lado al cortero, lo cual se tradujo en precariedad de las condiciones laborales de un grupo que, históricamente, no ha recibido una retribución acorde a su trabajo. Al final, este tipo de situaciones desencadenó la huelga del 2008 anteriormente mencionada. Los participantes de la investigación afirmaron que hubo una leve mejora en sus condiciones laborales des-pués del paro de corteros de caña, pero insisten que deben mejorar las condiciones laborales para todos y no algunos, puesto que muchos de ellos trabajan en la informalidad.

Sin embargo, se sigue presentando que el bien económico prima desde las perspectivas de los empresarios, pues hay una intensión de retribución, siempre y cuando no entorpezca su actividad y desarrollo

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económico. También, desde el punto de vista de las teorías que pro-ponen Garriga y Melé (2004); es difícil enfocarse en una sola de ellas ya que la naturaleza de sus stakeholders y de la misma empresa tiene componentes que interfieren de una u otra forma.

La importancia de reconocer que todavía hay una brecha en la relación entre los trabajadores de la caña y el sector azucarero radica en que se debe buscar un equilibrio entre ambas partes para que las actividades propuestas tengan algún impacto significativo en la so-ciedad. Es de gran importancia que el gobierno también tenga una participación, ya que al generar garantías para ambas partes desde lo legal, se beneficiaría la industria azucarera, se seguiría aportando al desarrollo de la región y al crecimiento del PIB a nivel nacional, y por otro lado, podría asegurar que la población afectada trabaje de forma eficiente y en condiciones dignas.

Esta investigación aborda la perspectiva de ambos bandos invo-lucrados. Permite tener un acercamiento al trabajador de la caña de azúcar, identificar que a partir de la labor se despliegan varios roles más allá de el corte de la caña (como los alzadores, sembradores, entre otros) y que, a pesar de las condiciones en las cuales trabajan, se pueden rescatar algunas iniciativas del sector azucarero. La inves-tigación se podría convertir en el inicio de una serie de ellos en los que se sigan realizando acercamientos a estos actores que son quienes pueden brindar información muy importante para otros proyectos.

Se recomienda que para próximas investigaciones haya partici-pación activa de representantes empresariales, ya que la información directa podría aclarar varios aspectos encontrados en los informes de sostenibilidad y que se contradicen con la percepción del trabajador agrícola de la caña. Desafortunadamente, la comunicación fue difícil y estos se negaron a colaborar. También es necesario hacer un paralelo, no solo desde la perspectiva social, sino también desde la ambiental, debido a que el entorno en el que el trabajador se desenvuelve hace parte fundamental de su desarrollo laboral.

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CAPÍTULO 3.CUCHARÓN Y MACHETE: EL PAPEL DE LA MUJER EN LA FASE AGRÍCOLA DE LA CAÑA DE AZÚCAR 151

Cucharón y machete: el papel de la mujer en la fase agrícola de la caña de azúcar

Paola Andrea CalaAnderson Méndez Bedón

Ana Inés Mosquera Sánchez

De sangre pura Africana, el Valle del Cauca te crió,por el Palenque y esclavos, tu corazón no se rindió

de niña fuiste esclava, luego fuiste cimarróncon negros, indios y mulatos, inspiraste la rebelión.

Casilda Cundumi, Negra Casilda, Mujer guerrera luchando.

Casilda Cundumi, Negra CasildaTu historia sigue inspirando

Fragmento de la canción “La negra Casilda”26 de la banda musical Tromboranga

26 Casilda Cundumi, conocida como la Negra Casilda, fue una esclava africana que arribó a Cartagena y luego la revendieron en las plantaciones de caña de azúcar de lo que hoy en día es el ingenio Manuelita. Fue una líder negra cimarrona después de ser esclava, se fugó a las montañas entre los municipios de Cerrito y Palmira, en donde organizó un palenque. Pese a que como esclava trabajó en las plantaciones de la caña de azúcar, ayudó a liberar a esclavos. Murió a los 123 años y se le considera la verdadera libertadora de los negros en el Valle del Cauca.

CAPÍTULO 3

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1. Introducción

En la historia del Valle del Cauca no ha existido ningún producto que haya generado tantas transformaciones culturales como la caña de azúcar. Desde su introducción en el siglo XVI, la explotación de la caña de azúcar ha generado cambios en: los paisajes geográficos; la movilización de las comunidades indígenas; las actividades econó-micas de la producción de azúcar y otros derivados de la caña; y la presencia de esclavos negros en las haciendas del Valle del Cauca (Bermúdez, 1997). El desplazamiento de otros cultivos y la consolida-ción de la caña de azúcar como monocultivo conllevan que esta sea la principal actividad económica y fuente de trabajo, tanto en las etapas agrícolas como industriales.

Pese a que la producción del azúcar en Colombia, que se da prin-cipalmente en el Valle del Cauca, se caracteriza por la competitividad y productividad en el mercado internacional, algunas investigaciones han puesto de manifiesto las problemáticas asociadas a los trabaja-dores agrícolas, como los corteros de caña (Giraldo, 2017; Jaramillo, 2017; Montoya, 2011). Entre estas destaca ser un asalariado rural o parte del proletariado agrícola, con condiciones precarias de trabajo, sin tierras, con intensificación del trabajo, sin estabilidad ni seguridad social, y que se caracteriza principalmente por la participación de po-blación afrocolombiana o como se llamaron en un entonces, “iguazos” (Friedemann y Espinosa, 1995).

Adicional a lo anterior, los trabajos agrícolas de la caña de azúcar se caracterizan por la hegemonía de hombres; cuando las mujeres ingresan a participar en estos, la intensificación aumenta, así como la complejidad, debido a que deben desempeñar tanto el rol productivo de trabajo, como el rol social del cuidado doméstico del hogar (Castro, 2016). En la investigación de Castro (2016) se evidencia el modo en

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el que el trabajo de corte de caña constituye un factor para la cons-trucción de masculinidades, en la cual se da una jerarquización sexual de las tareas: los hombres cortan caña, trabajan y producen, mientras que las mujeres cocinan, lavan el uniforme, preparan a sus hijos, cum-plen con sus deberes maritales, etc. En este contexto, la capacidad de cortar caña es sinónimo de fuerza o “berraquera”, por lo que se le atribuye principalmente a los hombres, y las mujeres que realizan este tipo de trabajos son catalogadas como “machos”, desde los discursos hegemónicos masculinos.

Castaño (2011) afirma en su investigación que en los hogares de crianza de corteros opera una división sexual del trabajo doméstico. En ella las mujeres y niños se encargan de cocinar o limpiar. Por esta razón, para los hombres corteros de caña no es habitual ver una mujer que trabaje a la par, pues este trabajo es dispendioso, muy pesado, requiere de mucha fuerza, implica desgaste físico, y para ellos, las mujeres carecen de estas posibilidades.

Otros trabajos como el de Lasso (2015), evidencian presencia de mujeres negras en el corte de la caña y condiciones laborales pre-carias; en su mayoría, estas ingresan a este tipo de trabajo por la ausencia de apoyo económico de sus esposos o cuando son cabeza de familia. Además, “las mujeres que se ven obligadas a cortar la caña son catalogadas como ‘machorras’ y ‘marimachas’, existiendo, en oca-siones un celo por el tipo de trabajo que desarrollan las mujeres en los cañaduzales” (Lasso, 2015, p. 10).

Este fenómeno caracteriza la idea de la mujer como fuerza de trabajo secundaria, la cual busca un trabajo cuando el hombre “pro-veedor” no puede cumplir este rol, sea por una crisis económica, des-empleo, enfermedad, incapacidad, etc., o cuando en el hogar la figura masculina está ausente por muerte, separación, etc., y la mujer asume el rol de proveedora (Abramo, 2004).

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Desde el punto de vista académico, este fenómeno recrea lo que han investigado las feministas y los estudiosos de género, bajo la no-ción de “patriarcado”, como una forma de dominación en el marco de las relaciones jerarquizadas entre hombres y mujeres. El patriarcado como discurso legaliza el ejercicio de poder del patriarca, “el páter”, un sujeto masculino que ocupa el lugar de la cima de poder y desde este oprime, domina y subyuga. Bajo este esquema se instaura una relación de subordinación de las mujeres con respecto a los hombres en los procesos de producción, lo que las sitúa como una fuerza pro-ductiva y de apoyo doméstico (Obando, 2013).

Respecto a las teorías feministas, que son el conjunto de prác-ticas y prescripciones sociales en el que se desarrolla la diferencia anatómica de sexos y diferencia lo que es propio de los hombres y lo que pertenece a las mujeres, se debe tener en cuenta la información obtenida por Amorós y De Miguel (2014). Los autores mencionados realizaron entrevistas personales acompañadas de estudios sociológi-cos y psicológicos; a la mujer se le representa, narra y define única y exclusivamente como ama de casa, esposas y madres. Por tal motivo, aquellas mujeres que realizaban otras actividades –que ejercían o es-tudiaban otra profesión– no eran consideradas mujeres auténticas por la sociedad, dado que no se ajustaban al estereotipo de lo que una mujer era y debía ser. Esta hetero-designación no fue un impedimento para que las mujeres dejaran de seguir su propósito de demostrar que eran igual o mejores al realizar las mismas labores que los hombres.

Si bien en toda la historia el hombre ha ocupado los mejores car-gos y posición social, y el papel de la mujer ha sido secundario debido a que siempre se la ha visto como ama de casa, cabe resaltar que la mujer ha estado bajo el cuidado y protección del hombre.

Esta división de roles y trabajo es muy importante para comprender la ciudadanía, que tradicionalmente

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consideró a los hombres como poseedores de derechos ciudadanos, debido a su posición en la esfera pública. Ellos eran vistos como agentes políticos, y las mujeres bajo su protección. Las mujeres y sus intereses quedaban fuera del ámbito de la ciudadanía y se estimaba que sus funciones, aunque contribuían a la sociedad, no eran merecedoras de membresía en cuanto a la toma de decisiones y la actividad pública. (Massolo, 2005, p. 648)

Esto configura una lucha constante de las mujeres, desde su perspectiva de género, no debe existir esa idea sobre la feminidad y la masculinidad, ambas partes pueden cumplir las mismas funcio-nes y no debe existir tal jerarquía. Por consiguiente, para la mujer lo anterior supone una barrera por superar al demostrarle a la socie-dad las necesidades, alternativas que ofrecen e interés que tienen en la construcción de nuevos paradigmas que permitan confirmar que no existe diferencia entre géneros. Lagarde (2018) afirma que en la actualidad la perspectiva de género es una de las fórmulas sintéticas de avance de las concepciones feministas acerca de la relación entre mujeres, hombres, desarrollo social y democracia. Lo cual indica que estos paradigmas se generaron debido a dife-rentes procesos específicos, de acuerdo con la circunstancia, lo que conlleva desigualdad en diferentes regiones, países, pueblos y personas.

Aproximar la función de los hombres como sexo dominante en las organizaciones exige buscar articulaciones novedosas orienta-das por la forma en la que se construyen en el trabajo las masculi-nidades que excluyen. La estructura se perpetúa hasta convertirse en la base que naturaliza las diferencias. Es de esa manera como se traza un territorio de marginación con restricciones, tanto para la mujer que ocupa puestos clave de decisión, como para hombres y mujeres que muestran abiertamente una orientación o atracción

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no heterosexual. Desde un análisis focalizado, lo anterior implica identificar cómo se establecen en una organización los nexos sig-nificativos entre los espacios laborales con un orden dominado por hombres. Con este cruce, es posible delinear patrones de compor-tamiento (Burin, 2007).

Si bien el papel de las mujeres en los trabajos de la fase agríco-la de la caña de azúcar se da en un espectro que abarca desde las actividades domésticas para que los hombres puedan trabajar, como la preparación de alimentos y bebidas, el alistar los uniformes, etc., hasta realizar los mismos trabajos que los hombres, como la siembra, abono, corte, etc., –lo que implica doble jornada de trabajo, doméstica y productiva–, existen pocas investigaciones que dan cuenta de este fenómeno (Castaño, 2011; Castro, 2016; Lasso, 2015).

Teniendo en cuenta lo anterior, el objetivo del presente capítulo es analizar el papel de las mujeres en el área geográfica del río Cauca. Se argumenta que, en términos investigativos, su papel ha estado invisibilizado y las condiciones en estos trabajos son mucho más complejas para las mujeres que para los hombres, debido a rol social que desempeñan cuando son madres y proveedoras. La discusión se enmarca en los aportes de los estudios de género y trabajo, y se sustenta mediante un ejercicio empírico de enfoque cualitativo. En él participaron 22 trabajadores, de los cuales 17 eran hombres y 5 mujeres. El capítulo se estructura en cuatro apartados: primero, la propuesta teórica para analizar el papel de las mujeres en los trabajos agrícolas y domésticos; seguido, se presenta la estrategia metodológica; tercero, se discuten los resultados; y finalmente, se presentan las conclusiones y futuras líneas de investigación posibles.

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2. Género y trabajo

2.1. Las mujeres en el trabajo

Algunos estudios como los de Abramo, Todaro y Godoy (2001), Alexiévich (2015), Arriagada (1997) y Ortner (1979) se enfocaron en el estudio del papel de la mujer en la sociedad, evidenciaron cómo, a través de los años, su rol ha ido cambiando, y se han naturalizado papeles de mujeres, madres, empleadas, relegadas a los hogares a nivel cultural y social.

Ortner (1979) describe cómo la mujer, desde años atrás, ha sido estereotipada en su rol familiar a partir de su propio hogar: “Ahora bien, dado que las mujeres están asociadas al contexto doméstico, y, de hecho, están más o menos encerradas en sus límites, son identifi-cadas con este escalón inferior de la organización social/cultural” (p. 14). Son muchos los papeles en los que las mujeres se pueden des-empeñar y todos tienen un grado de importancia, el hogar resulta ser uno de los más valiosos. Ortner (1979) refiere que no solo se trata de cocinar, dar de comer a sus hijos y velar por su cuidado; sino también ser profesora, enseñar a los hijos modales, cómo comportarse en la sociedad y, sobre todo, cómo debe ser su manera de expresarse ante su círculo social.

Por otro lado, una investigación sobre trabajo doméstico que invo-lucró a 17 países –incluido Colombia– concluyó que, en medio de una crisis económica, con el aumento del precio de alimentos y artículos de primera necesidad, las mujeres lograron contribuir a reducir el im-pacto de la situación y de la escasez monetaria que se presentaba en las viviendas (Arriagada, 1997). Así mismo, Alexiévich (2015) relata cómo las mujeres en la segunda guerra mundial desempeñaban roles de trabajo con un alto índice de complejidad. Es decir que la guerra sugirió el ingreso de la mujer a trabajos tradicionalmente asociados a

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hombres, sin importar que estuviesen relacionados con el ejercicio de la fuerza. Ellas realizaban labores de francotiradoras, tirador de ame-tralladora, comandante de cañón, entre otros más.

En el trabajo de Abramo, Todaro y Godoy (2001) se explica por qué se valora más y se prefiere la labor de los hombres por encima del de las mujeres, según estos autores, ello se debe a los costos laborales que incrementan para las empresas cuando su trabajador es mujer:

[…] estos supuestos costos más elevados estarían re-lacionados básicamente a los mecanismos legales de protección a la maternidad, tales como los permisos pre y post natal, el horario especial para la lactancia, los per-misos para el cuidado de hijos enfermos, la estabilidad para la mujer embarazada o en el período post parto, los servicios de cuidado infantil. (p. 203)

En la década de 1980 el trabajo femenino se generalizó como trabajo secundario, una ayuda económica para los hogares, y cons-tituyó un ciclo económico utilizado para soportar la crisis de aquellos años. Desde esta década, el porcentaje de hogares encabezados por mujeres como único aporte del hogar alcanzó magnitudes impor-tantes: entre un cuarto y un tercio de estos. Adicional a ello, había hogares –no detectados en los censos de población ni en las en-cuestas de hogares por la definición de jefatura utilizada– en los cua-les el aporte de la mujer era igual o superior al del hombre (Abramo, Todaro y Godoy, 2001).

En algunos países de América Latina, como en el caso de Argentina, el sostenimiento económico de los hogares en los que la mujer es cabeza de familia pasó de un 19 % a un 25 % entre 1980 y 1989, en el caso de Colombia, el porcentaje de participación fue del 22,6 %.

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Las investigaciones que buscan establecer por qué las mujeres se concentran principalmente en los trabajos domésticos, en compara-ción con los hombres, develan que en la década de 1990 en América Latina se erigierón prejuicios a partir de mitos y creencias. Uno de los mitos apunta a una creencia en común de que la participación de la mujer en el trabajo tiene forma de U invertida. De acuerdo con la infor-mación recogida en 13 lugares de América Latina, la actividad laboral sostenible de la mujer, entre los 15 y 54 años, tiene dos momentos álgidos: antes de tener el primer hijo y cuando el primer hijo entra a la escuela. También se evidencia una disminución en la actividad la-boral en un grupo de personas mayores. Por consiguiente, cuando la mujer tiene hijos, mantiene mayor actividad económica. Los mayores aumentos en la participación femenina se produjeron en los grupos de 25 a 34 años y de 35 a 44 años (Abramo et al., 2001). Lo anterior es una relación directa entre la edad y la participación de dos grupos de mujeres que muestran el nivel de participación femenino en el merca-do de trabajo.

En dicha década, el trabajo que realizaban las mujeres no recibía reconocimiento ni estaba bien valorado, por lo tanto, en la mayoría de las ocasiones el salario que recibían se encontraba por debajo del salario masculino. Las mujeres ganaban un salario más bajo que los hombres porque su nivel de experiencia o de instrucción era menor. Algunos estudios que analizan la trayectoria laboral de los hombres y las mujeres con niveles de ingresos semejantes muestran una pe-queña brecha que acrecienta con el desarrollo profesional, en esta los hombres escalan rápidamente a posiciones de mayores ingresos, prestigio y poder, mientras que las mujeres se mantienen en el mismo puesto (Abramo et al., 2001). Sin embargo, la participación femenina en la década de 1990 presentó un crecimiento constante a pesar de que tenían el mismo nivel de educación y recibían un salario menor al de los hombres.

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A propósito de las investigaciones realizadas sobre las mujeres en el trabajo y la ocupación laboral que ejercen como amas de casa o bajo la denominación que se conoce hoy en día como empleada, se puede apreciar que ellas marcan una diferencia notable en la fuerza laboral, especialmente en los países en vías de desarrollo. En efecto, el número de trabajadoras domésticas en el mundo ha aumentado a más de cien millones, de las cuales cerca de catorce millones son mujeres latinoamericanas, y se proyecta que esta tendencia seguirá aumentando en el futuro (Valenzuela, y Mora, 2009). Por lo tanto, las mujeres son quienes –en su mayoría– ocupan esta categoría y el tra-bajo que realizan no cumple con las condiciones adecuadas para que se le llame trabajo decente.

De acuerdo con lo mencionado anteriormente, Valenzuela y Mora (2009) refieren que el trabajo se basa en una condición socioeconó-mica, de raza y etnia. La característica principal del trabajo domésti-co es la incorporación de mujeres migrantes. Entre los factores que han contribuido al crecimiento de la demanda del trabajo doméstico, se encuentra la participación de las mujeres en el mercado laboral, la carencia de políticas públicas estatales, la feminización de las migra-ciones internacionales y el envejecimiento demográfico social. Cabe aclarar que el trabajo realizado por las amas de casa ha sido trabajo no pago, lo cual hace referencia a la desvalorización en términos culturales y económicos.

Valenzuela y Mora (2009) afirman que la experiencia ha demos-trado que el trabajo doméstico presenta vulnerabilidades, tratos in-justos y desiguales, frecuentemente abusivos. En este tipo de traba-jos las mujeres no tienen seguridad laboral, son mal remuneradas y trabajan más horas que las establecidas para otros trabajadores. Además, supone condiciones de trabajo precarias y hacer parte de la explotación laboral.

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De acuerdo con el estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT, 2018) sobre la brecha laboral entre hombres y mujeres en América Latina, la participación de la mujer en el mercado laboral se ha mantenido muy por debajo de la de los hombres, pero se evi-dencia un crecimiento progresivo de ella que reduce la diferencia entre mujeres y los hombres. Según las cifras de la OIT (2018), la partici-pación de la mujer fue27 puntos porcentuales (pp) menor a la de los hombres, mientras que la tasa de desempleo de la mujer fue de 5,5 %, en los hombres fue de 4,8 %.

A continuación, en la figura 1 se evidencia que la tasa de participa-ción de las mujeres durante 1990 era del 41,4 %, a diferencia de la de los hombres que ascendía a 81,1 %. Durante los últimos años la tasa de participación de las mujeres ha aumentado:

Figura 3.1.Tasa global de participación en América Latina y el Caribe por sexo 2000-2018

Fuente: Organización Internacional del Trabajo (OIT, 2018)

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De acuerdo con los datos de la figura 1, en el 2000 la brecha de participación laboral era de 32 pp y desde entonces, se ha reducido hasta alcanzar en 2018 un valor de 20 pp, como consecuencia de una mayor participación de la mujer en el mercado laboral, que pasó de 47 % en el 2000 a 52 % en el 2018 (OIT, 2018). Según este estudio, es-tas brechas se relacionan con la discriminación y factores culturales, como una tendencia observada en América Latina, lo que aminora la participación de la mujer en el mercado laboral.

En Colombia, la participación de las mujeres ha incrementado de forma significativa y en cantidades similares a la que se observa en el resto de América Latina:

[…] entre 2001 y 2018 la Tasa Global de Participación de las mujeres se incrementó en 5 puntos porcentuales (pp) al pasar de 49 % a 54 %. Sin embargo, aunque la brecha en participación en el mercado laboral entre hombres y mujeres ha estado en niveles inferiores a los observados para la región, el ritmo de reducción de esta brecha en Colombia ha sido más moderado. (OIT, 2018, p. 5)

Como se presenta en la siguiente figura, la brecha laboral entre hombres y mujeres del 2001 al 2018 pasó de 27 a 21 pp, lo que mues-tra un balance positivo para las mujeres, aunque la brecha aún es significativa:

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Figura 3.2.Tasa de participación laboral en Colombia por sexo 2001-2018

Fuente: Organización Internacional del Trabajo (OIT, 2018)

2.2. El trabajo agrícola o rural y las mujeres

• Definiciones sobre qué es el trabajo agrícola o rural

Para entrar en la definición del trabajo agrícola o rural se debe tener en cuenta la capacidad que tiene el campesino para aprovechar las oportunidades que le ofrece el empleo rural, según género, edad y localización (distancia entre su vivienda y lugar de trabajo). Para ello, se aborda el tema de tres maneras distintas:

La primera de ellas generalmente gira en torno a estudios de casos sobre una de las ocupaciones de los miembros del hogar, tomando el hogar como unidad de análisis. El énfasis no recae necesariamente en la actividad principal de la familia ni en la de sus miembros, sino en la actividad

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que el autor desea examinar con más detalle. La segunda se centra en la principal actividad o fuente de ingresos del hogar, la que suele obtenerse de las respuestas a las encuestas de hogares, entre las cuales por lo general son determinantes las respuestas del jefe de hogar. La tercera considera la actividad principal de cada persona y tiene como fuentes de información primordiales las encuestas de hogares o los censos de población. (Dirven, 2004, p. 50)

Al analizar esta información se debe tener en cuenta que las activi-dades realizadas por los campesinos se refieren al trabajo no agrícola de personas residentes en zonas rurales. Es decir, cualquier actividad externa a la agricultura, como bienes y servicios.

Ballara y Parada (2009) consideran que:

[…] lo rural está definido por una red de relaciones socia-les caracterizadas por una serie de rasgos particulares, pero no exclusivos, tales como una particular relación con el territorio y la naturaleza como fuente de recursos; la proximidad dada por la convivencia en torno a un espacio común relacionado con los recursos naturales; la relativa estabilidad en el tiempo de lazos sociales y la superposi-ción de relaciones afectivas y de parentesco, que tienden a estrechar los lazos sociales y a personalizar el trato, dándose una combinación de estos atributos. (p. 14)

• Cifras generales sobre las mujeres en los trabajos agrícolas

La participación de la mujer en el empleo rural, agrícola y no agrícola ha contribuido a combatir la pobreza. Se han de tener en cuenta factores como la edad, características de los hogares y educación, la mayoría de las ellas pertenecen a familias pobres y por su condición migratoria y obligaciones del hogar, se ven en la necesidad de integrarse a esta ofer-ta de mercado laboral. De acuerdo con Ballara y Parada (2009):

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En América Latina, durante los últimos 15 años –desde 1990 hasta el 2005– ha habido un incremento de la par-ticipación de las mujeres rurales en el empleo, pasando sus tasas de actividad del 32,4 % al 46,4 %. Sin embargo, [e]stas continúan siendo sensiblemente inferiores a las de los hombres y a las de las mujeres urbanas. (p. 28)

Es preciso mencionar que este crecimiento se ha producido de manera constante en diversos países de América Latina, además, una cantidad notoria de estas mujeres laboran como trabajadoras familia-res sin remuneración.

En la figura 3 se presenta la participación de la mujer entre 1990 y 2005.

Figura 3.3.Tasa de participación de hombres y mujeres rurales en América Lati-na de 1990 a 2005

Fuente: Ballarada y Parada (2009).

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• Cifras en Colombia y algunas investigaciones

El tema de la presente investigación se centra en las mujeres campesinas en Colombia para comprender la dinámica y el aporte de la mujer en la agricultura y los trabajos en el ámbito rural. León y Deere (1997) destacan los motivos sustanciales del acceso de las mujeres a la tierra. Para estos autores, la reforma agraria en Colombia –que ini-ció en 1961– permitió la participación de las mujeres solo hasta 1984. En ese entonces se creó la primera política enfocada en la mujer como productora en los programas de desarrollo rural. Esta consideró el cré-dito y la asistencia técnica, aun así, solo un año más tarde, con la creación de la Asociación Nacional de Mujeres Campesinas e Indíge-nas (Anmucic), se empezaron a escuchar sus demandas. Los resul-tados empezaron a dar fruto en 1988: por primera vez se reconoció el derecho de la mujer a la tierra, es decir los títulos de propiedad que solamente se otorgaban a los hombres empezaron a incluir a la mujer, como pareja, heredera y cabeza de familia.

La lucha no terminó allí, Colombia presentó una crisis agropecua-ria en la década de 1980 como consecuencia, en parte, a la violencia patrocinada por el narcotráfico y grupos armados al margen de la ley, como la guerrilla y los paramilitares. A causa de esto, la crueldad se ensañó con la población campesina, les arrancó a sus seres queridos y los llevó al punto de tener que abandonar sus tierras. La crisis empe-zó a permear todos los sectores sociales y políticos, el Estado perdió credibilidad y las peticiones de cambio aumentaron. Así las cosas y en aras de promover la conciliación nacional, se establece:

La Asamblea Nacional Constituyente que promulgó una nueva Constitución en 1991, excepcionalmente progre-sista. En ella se enfatizan la democracia participativa, una redefinición de los derechos humanos para incluir la justicia social, igualdad de derechos y oportunidades

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para hombres y mujeres y prohibición de la discrimina-ción por razones de sexo, religión y raza, entre otros. (León y Deere, 1997, p. 13)

Algunas investigaciones como la de Giraldo (2010), en nueve agroindustrias lideradas por mujeres en Cundinamarca, evidencian ciertos altibajos y tropiezos que enfrentan las mujeres. Sin embargo, mediante la construcción de lazos humanos obtuvieron soporte y lo-graron la estandarización de los procesos productivos, lo cual les per-mitió explotar la materia prima natural presente en sus entornos, en los cuales resalta la articulación exitosa de organizaciones sociales que impulsaron acciones grupales como rifas, bazares, cría de especies menores y preparación y venta de alimentos. Lo anterior dio paso a la cofinanciación de algunos de sus emprendimientos.

En el área geográfica del río Cauca existen pocos estudios que abordan o investigan la experiencia de las mujeres en el sector agríco-la, especialmente, en lo referente a la explotación de la caña de azúcar como principal producto agrícola de la región. Un trabajo relevante es el de Lasso (2015), realizado en el norte del Cauca, el cual evidencia que existen mujeres negras o afrocolombianas que participan de ac-tividades agrícolas como el corte de la caña. También realizan otras actividades referentes al cuidado del cultivo y lo hacen con la misma destreza de un “macho” (hombre), lo que significa una configuración de trabajo totalmente asociada a la labor del hombre. Las condiciones de estas mujeres son de inseguridad puesto que tienen vinculación verbal con un contratista, pero sin respaldo laboral.

Otra característica del contexto de la caña de azúcar es que se presentan casos en los que las mujeres se han empoderado al romper con algunas barreras culturales que limitan su desarrollo personal y pro-fesional y que han tenido que acatar durante generaciones. Muchas de ellas también han sobrellevado desplazamientos y falta de oportunida-

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des. En el 2014 se registró el caso de Luz Minelly Angulo, quien logró operar vez una máquina cosechadora, una labor que hasta la fecha, solo hacían los hombres. Según la Revista Mano Amiga (2014):

Luz Minelly tiene 36 años, tres hijos y vive en San Antonio de los Caballeros, un poblado ubicado justo al frente del Ingenio Riopaila, en el municipio de Florida. Aunque los turnos cambian, por lo regular llega a las 5:00 de la ma-ñana. En ese mundo de hombres musculosos que cortan caña, Luz Minelly en realidad es la más fuerte. (p. 19)

Luz Minelly es una mujer a la que le apasionan las máquinas y cuenta con la capacitación necesaria para su operación, pero nunca se imaginó que estaría manejando una “cosechadora”, puesto que es un aparato complejo de manipular:

Pensaba manejar algo grande, pero jamás una cosecha-dora, que es un aparato difícil de manejar y por eso es tan importante la capacitación […] Manejar una máquina de estas es sobre todo un reto, un desafío. Por eso me parece interesante subirme en ese aparato y manejarlo. (Revista Mano Amiga, 2014, p. 19)

Por lo habitual, estas mujeres crecen en familias numerosas, con la idea de “encontrar un marido” y dedicarse a su hogar, pero cuando dejan de tener ese sustento o ese “todo” que tenían idealizado en su pa-reja, deben buscar la forma de sustentar a sus hijos y/o núcleo familiar. Este es el punto de partida en el que estas mujeres, con sus diferentes habilidades y dedicación, empiezan a sorprender en el entorno de traba-jo de la fase agrícola de la caña, calificado por gran parte de la sociedad como “solo para hombres”. Para estas mujeres campesinas, es solo un trabajo que les ayuda a salir adelante, no lo consideran pesado, para ellas es solo práctica, un trabajo del común que les brinda ingresos eco-nómicos y les otorga el tiempo necesario para cuidar de sus hogares.

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3. Método

En vista a que el enfoque cualitativo brinda un enfoque de dina-mismo, flexibilidad y una perspectiva de la realidad en el campo inves-tigativo, se determinó que era apropiado indagar, en este contexto tan poco conocido, cómo funcionan las mujeres en la fase agrícola de la caña de azúcar. El tipo de investigación es exploratorio, este permite indagar sobre algo poco e investigado, puesto que existen pocas in-vestigaciones que lo aborden desde una perspectiva de género, tam-bién hay poca evidencia empírica sobre el papel de las mujeres en los trabajos agrícolas de la caña de azúcar.

La presente investigación aplicó análisis del discurso, el cual per-mite explorar y analizar textos o entrevistas, entendidos como discur-sos, con relación al modo en que se construye la realidad socialmente, y comprender el punto de vista de los participantes, sus historias, jer-gas y retórica. Así mismo, este método permite identificar el modo en el cual las experiencias de vida reciben significado y son resignificadas a través de metáforas y otras figuras literarias. En esta investigación el análisis se orienta a identificar los sentidos y significados atribuidos –tanto por hombres como mujeres– al papel de la mujer en los trabajos agrícolas de la caña de azúcar.

Mesías (2007) señala que el análisis del discurso:

Busca descubrir las ideologías de los hablantes o escri-tores ofreciendo información acerca de: los niveles de reflexión implícitos en los temas tratados, la estructura del discurso, el tono del discurso, la intensidad y pon-deración de las ideas expresadas, y la importancia que otorga al tema objeto de estudio. (p. 6)

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CAPÍTULO 3.CUCHARÓN Y MACHETE: EL PAPEL DE LA MUJER EN LA FASE AGRÍCOLA DE LA CAÑA DE AZÚCAR 171

La técnica de recolección de información fue la entrevista semies-tructurada, en un grupo compuesto por 17 hombres y 5 mujeres que trabajan en la fase agrícola de la caña de azúcar en el Valle del Cauca y sus alrededores. El criterio de inclusión de los participantes fue su conocimiento sobre esta fase agrícola y experiencia laboral; la can-tidad de participantes se determinó por conveniencia de los investi-gadores y la disponibilidad de ellos para participar en el estudio. El criterio de exclusión de los participantes fue ser menor de edad. Para informar sobre los riesgos de la investigación y el propósito de esta, a los participantes se les entregó un consentimiento informado.

En la siguiente tabla se presenta la caracterización de los datos sociodemográficos de los participantes:

Tabla 3.2.Categorización de los participantes

Códi-go

Cargo/ tipo de trabajo

Género Edad (años)

Expe-riencia (años)

Localización (ciudad don-

de vive)

Tipo de vincula-

ción

P1 Cabo Hombre 38 19 Candelaria Trabajador informal

P2 Cortero de caña Hombre 51 35 Villa Gorgona Trabajador

informal

P3 Cortero de caña Hombre 63 49 Pradera Trabajador

informal

P4 Cortero y alzador Hombre 43 25 Carmelo Contratista

P5

Ex cortero, trabajador del trapi-

che

Hombre 58 25 Pradera Trabajador informal

P6 Cortero de caña Hombre 34 10 Pradera Trabajador

informal

P7 Contratista Hombre 37 17 Palmira Indepen-diente

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HISTORIAS “AMARGAS” EN UNA TIERRA “DULCE”.172

Códi-go

Cargo/ tipo de trabajo

Género Edad (años)

Expe-riencia (años)

Localización (ciudad don-

de vive)

Tipo de vincula-

ción

P8 Cortero de caña Hombre 58 42 Candelaria

Trabajador informalCotiza salud y pensión

P9 Cortero de caña Hombre 40 20 Pradera Trabajador

informal

P10 Cortero de caña Hombre 51 14 Pradera Trabajador

informal

P11 Cortero de caña Hombre 61 39 Villa Gorgona Trabajador

informal

P12 Alzador Hombre 63 41 Pradera Trabajador informal

P13 Cortero y alzador Hombre 44 25 Carmelo (Can-

delaria)Trabajador

informal

P14 Macollar Mujer 54 23 Candelaria Trabajador informal

P15 Cortero de caña Hombre 83 15 Puerto Tejada

Trabajador informal

pensionado

P16 Cortero de caña Hombre 65 17 Puerto Tejada

Trabajador informal

pensionado

P17 Cortero y cabo Hombre 71 60 Puerto Tejada

Trabajador informal

pensionado

P18 Oficios varios Mujer 32 5 Pradera Trabajador

informal

P19 Cortero yalzador Hombre 43 34 Pradera Trabajador

informal

P20 Siembra y semilla Mujer 50 20 Puerto Tejada Trabajador

informal

P21 Oficios varios Mujer 56 20 Puerto Tejada Trabajador

informal

P22 Oficios varios Mujer 45 15 Puerto Tejada Trabajador

informal

Fuente: elaboración propia

Continuación Tabla 3.2. Categorización de los participantes

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CAPÍTULO 3.CUCHARÓN Y MACHETE: EL PAPEL DE LA MUJER EN LA FASE AGRÍCOLA DE LA CAÑA DE AZÚCAR 173

Los resultados se analizaron con una categorización axial y otra emergente, la primera categorización permite analizar la información mediante categorías preestablecidas, la segunda se orienta a iden-tificar temas que surgen durante la exploración de los textos. Para la axial se definieron tres categorías: individual, social y contexto del trabajo. Dentro de estas se definieron algunas subcategorías: “la sú-per mujer” (individual); machismo y patriarcado; rol doméstico de la mujer; cabeza de familia (social); siembra y cuidado; y mano de obra secundaria (contexto del trabajo). Bajo estas categorías se exploraron los discursos de los hombres y de las mujeres participantes, teniendo como eje central el papel de la mujer en la fase agrícola de la explota-ción de la caña de azúcar.

4. Hallazgos sobre el papel de la mujer en la fase agrícola de la caña de azúcar

El ejercicio de análisis del discurso no solo permitió identificar los argumentos y las ideas expuestos por los participantes sobre el papel de la mujer en la fase agrícola de la explotación de la caña de azúcar, adicionalmente, permitió determinar las subcategorías con mayor incidencia en los discursos. Como se presenta en la siguiente tabla, los argumentos de los participantes se orientan principalmente a explicar la poca presencia de mujeres en este contexto, por el fenómeno del machismo y patriarcado, y el rol doméstico asignado a la mujer. A continuación, se presenta la explicación de cada una de las categorías y subcategorías:

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HISTORIAS “AMARGAS” EN UNA TIERRA “DULCE”.174

Tabla 3.3. Categorías de los participantes

Categoría Subcategoría Frecuencia

Individual La súper mujer 6

Social

Machismo y patriarcado 9

Rol doméstico de la mujer 10

Cabeza de familia 4

Contexto del trabajoMano de obra secundaria 4

Siembra y cuidado 4

Fuente: elaboración propia

4.1. Dimensión individual

• “La súper mujer”

Las mujeres que participan en el corte de la caña de azúcar y otras actividades agrícolas son descritas como un tipo de mujer más fuerte que las demás, que se caracterizan por la “berraquera”, constancia, compromiso, fuerza, etc., esto se explica porque realizan trabajos que socialmente son propios de los hombres.

Algunos participantes recordaron que en su experiencia laboral vieron mujeres con machete en mano que trabajan a la par con ellos “sí habían, eran unas duras, no recuerdo el nombre, pero sí había en ese tiempo” (entrevista personal, participante 15, hombre, 27 de sep-tiembre de 2019).

Para el participante 6, la mujer es un sinónimo de “berraquera” y admiración que se puede comparar con un hombre, así como lo afirmó en la entrevista:

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CAPÍTULO 3.CUCHARÓN Y MACHETE: EL PAPEL DE LA MUJER EN LA FASE AGRÍCOLA DE LA CAÑA DE AZÚCAR 175

Es igualito a como cortamos nosotros, sino que lo de ellas es caña cortica. En el Puerto hay mucha mujer que pica semilla. En el área de corteros, en Castilla, en Maya, había mujeres que cortaban caña larga también. (entrevista personal, participante 6, hombre, 27 de sep-tiembre de 2019)

De acuerdo con lo anterior, para el participante 6, las mujeres se pueden desempeñar en este oficio igual que los hombres. Así mismo, en su relato recuerda haber observado a mujeres pegar ladrillo, palear arena, mezclar y hasta cargar bultos. En otros tiempos y contextos, los hombres no permitían que las mujeres realizaran estas labores, porque para ellos, ellas solo podían trabajar en el hogar.

Para los participantes, las mujeres no solo se pueden desempeñar en actividades agrícolas de la caña de azúcar, sino en otras que ellas deseen: “creo yo, que las mujeres no están cortando caña porque no se han puesto, porque hay mujeres que hacen trabajos más duros que cortar caña” (entrevista personal, participante 11, hombre, 27 de septiembre de 2019). Las mujeres realizan diversas actividades en la fase agrícola de la caña de azúcar, y en algunas de ellas muestran ser productivas: “Sí, cuando es macollada, eso sí rinde y resembrar hay sí me va más bien” (entrevista personal, participante 18, mujer, 27 de septiembre de 2019).

Otro de los argumentos expuestos por los participantes para no-minar a la mujer como una “súper mujer”, se relacionan con la com-plejidad que implican los trabajos agrícolas de la caña azúcar. Según este participante:

Pues no sé, porque ese trabajo es muy fuerte, aunque hay mujeres también muy fuertes, pero no [sé] si logren tener la capacidad para hacer esa labor, esa labor es

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HISTORIAS “AMARGAS” EN UNA TIERRA “DULCE”.176

muy fuerte. Si por lo menos el sol y la manera de traba-jar en la caña, es muy tremendo. Un trabajo muy muy, no, no, yo creo que no, yo digo que de cien saldrá una (entrevista personal, participante 12, hombre, 27 de sep-tiembre de 2019).

Cada mujer tiene una historia que marca la diferencia en su vida, esos sucesos fundamentales las llevaron a laborar en el sector de la caña de azúcar. Su cultura y entorno les enseñaron roles sociales establecidos, en los cuales cuando la mujer tiene esposo, se debe dedicar al hogar, ya que el esposo está encargado de obtener ingresos y provisiones para el hogar. No obstante, estos roles sociales se movilizan ante la ausencia de los esposos y las mujeres deben asumir, tanto su rol asignado, como los asociados a la figura masculina:

Soy una madre soltera y yo tuve ocho hijos, mis hijos prácticamente no tuvieron papá. La ayuda de nues-tro señor Jesús Cristo y mi madre que se quedaba con mis hijos, porque yo venía a trabajar, para levan-tar [sostener y sacar adelante económicamente] a mi mamá, los hijos de mi madre y mis hijos. Luego llegué a Palmira y allá palaba caña, con un señor Rodolfo, ya después de que me vine de Palmira, llegue aquí al puerto. (entrevista personal, participante 21, mujer, 27 de septiembre de 2019)

De acuerdo con lo anterior, la complejidad del trabajo de las mu-jeres de la fase agrícola de la caña de azúcar se acentúa debido a sus roles sociales y familiares, lo que la literatura académica destaca como las “dobles jornadas de trabajo”: el trabajo productivo y el tra-bajo doméstico.

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CAPÍTULO 3.CUCHARÓN Y MACHETE: EL PAPEL DE LA MUJER EN LA FASE AGRÍCOLA DE LA CAÑA DE AZÚCAR 177

4.2. Dimensión social

• Machismo y patriarcado

El patriarcado es la relación de poder del hombre sobre la mujer, y el modo en que se jerarquiza sexualmente a la familia y sociedad. En este contexto de subordinación el machismo emerge como ma-nifestación cultural instaurada, la cual aceptan tanto hombres como mujeres, y su naturalización asigna roles y conductas. Para el par-ticipante 6, cuando una mujer consigue esposo deja de trabajar y empieza a depender de él: “Sí, mi hermana ha sido de trabajo, ahora es que ella se juntó con el esposo y una mujer cuando se consigue su esposo es pa’ [sic] que no trabaje más” (entrevista personal, par-ticipante 6, hombre, 27 de septiembre de 2019).

Lo anterior evidencia los sistemas patriarcales bajo los cuales las mujeres están subordinadas en relaciones de poder de jerarquías de género y el hombre “patriarca” define su devenir: “Ella a lo que se acompañó conmigo, ella trabajaba colocada y en colocas, pero a lo que nos fuimos a vivir ya no trabajó más” (entrevista personal, partici-pante 3, hombre, 27 de septiembre de 2019).

Para el participante 7 el trabajo de corte de caña no es adecuado para las mujeres, debido a que entre las diferencias de sexo incluye la fuerza, un atributo “propio de los hombres”:

Yo creería que esas mujeres son bienvenidas, yo cree-ría, pero también sé que el trabajo es demasiadamente fuerte para una mujer y entonces me imagino que nin-gún esposo querrá ver a su esposa cortando caña no. Pienso yo, porque no lo he visto en todo el tiempo que llevo, nunca lo he visto ni aquí ni en ninguna otra parte [sic]. No lo he visto pero me imagino que es por lo fuer-te que es el trabajo. (entrevista personal, participante 7, hombre, 27 de septiembre de 2019).

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HISTORIAS “AMARGAS” EN UNA TIERRA “DULCE”.178

Las apreciaciones dominantes y de carácter conservador se re-flejan en los discursos de hombres que imposibilitan a las mujeres la actividad de corte de caña que ellos realizan, afirman que no hay mujeres corteras “porque hombres es lo que uno necesita para el tra-bajo” (entrevista personal, participante 9, hombre). “El trabajo es muy duro para las mujeres. Sí es duro para nosotros hombres, ¿cómo será para las mujeres?” (entrevista personal, participante 16, hombre, 27 de septiembre de 2019).

Adicional a lo anterior, no solo es el hecho de que a las mujeres les toque trabajar por la ausencia de esposos, sino por la insuficiencia de recursos económicos, que resulta ser el otro motivo por el cual se apuntan al trabajo agrícola de la caña de azúcar. Así lo relata la participante 22: “Más trabajo yo que el marido que tengo mío, más trabajo yo que el propio marido que tengo. Tengo 8 hijos y los levanté [sostener y sacar adelante económicamente] con mi trabajo” (entrevista personal, participante 22, mujer).

Algunos de los participantes mencionan no conocer a mujeres que corten caña de azúcar. No obstante, esto se debe a que no se les permite este tipo de trabajos: “acá no aceptan en el Valle, ni para cor-tar semilla las aceptan” (entrevista personal, participante 10, hombre). “No creo, porque es que a la mujer ahí le queda muy tremendo para hacer ese oficio, yo lo veo muy difícil” (entrevista personal, participante 10, hombre, 27 de septiembre de 2019).

• Rol doméstico de la mujer

Si bien los participantes evidencian baja participación de las mu-jeres en la fase agrícola de la explotación de la caña de azúcar, es-tas cumplen un rol fundamental en términos de apoyo para que sus esposos (corteros o trabajadores agrícolas) puedan desempeñar sus trabajos, ejemplo de ello es levantarse horas antes que ellos para pre-parar los alimentos que sus esposos llevan al trabajo, organizar la

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ropa y demás actividades domésticas del cuidado del hogar. Debido a que esta actividad no es remunerada, sino socialmente naturalizada, algunas de las mujeres buscan otras formas de generar recursos para el sostenimiento del hogar:

Hay mujeres, esposas de ellos que piden [limosna, ayuda] en otras ciudades, por ejemplo, ellos la mayoría son de Pradera y muchas veces he visto en Palmira a las esposas pidiendo que ropa, “no que yo soy des-plazada” […] Usted es fulanita de tal y es esposa del trabajador tal. A, pero no le vaya a decir, que no le vaya a decir que yo estaba acá. (entrevista personal, partici-pante 7, hombre, 27 de septiembre de 2019)

La mayoría de las esposas de los corteros se levantan a diario, en promedio, entre las tres y cuatro de la mañana, para preparar los alimentos que llevan sus esposos para la jornada de trabajo: “Sí, a hacer la comida para que el trabajador lleve las comidas” (entrevista personal, participante 8, hombre, 27 de septiembre de 2019).

La mujer mía se levanta a las tres de la mañana […] Depende como sea la hembra creativa. Porque la que es creativa le hace sopa, le empaca arroz con sudado. Hay otras que hacen masitas, otras les fritan empa-nadas, depende de la hembra como sea de creativa. (entrevista personal, participante 19, hombre, 27 de septiembre de 2019)

“Las mujeres a veces no trabajan, pero ayudan a los hombres con lo de la alimentación” (entrevista personal, participante 17, hombre, 27 de septiembre de 2019). En algunos casos, el rol doméstico de las mujeres es una condición de posibilidad para trabajar en actividades de servicios domésticos en casas; algunos participantes comentan el trabajo de “coloca” o “colocada”: “La coloca en Cali [es] que trabajaban

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las mujeres en casa de familia” (entrevista personal, participante 3, hombre, 27 de septiembre de 2019).

En otros casos, algunas participantes destacan los aspectos negativos de ese tipo de trabajos, por lo que prefieren trabajar en actividades relacionadas con la caña de azúcar: “Prefiero trabajar aquí que trabajar en la casa de familia, salgo temprano, descanso, veo a mis muchachos y bueno” (entrevista personal, participante 18 mujer). “Porque es lo mejor para la familia. En lo otro a uno lo regañan a uno. Aquí a uno le da[n] su libertad” (entrevista personal, participante 20, mujer, 27 de septiembre de 2019).

Otra razón por la cual las mujeres prefieren trabajar en el campo y no en casa de familia es por el tiempo, la facilidad de manejarlo a gusto y disponibilidad: “Pues yo misma me pongo mi este (horario), cuando me ponen al día, el día, pero aquí estoy a mi tarea” (entrevista personal, participante 18, mujer, 27 de septiembre de 2019).

Los hombres participantes también destacan el modo en que la vida y el trabajo como corteros de caña mejora y se hace más fácil gracias al apoyo doméstico de las mujeres:

Había una señora amiga que era la que nos preparaba, allá en el cañal, entonces pues uno desayunaba allí, almorzaba allí, esa fue una necesidad que yo tuve durante el tiempo que trabajé. En esa época me tocó solo, y ya a los diez años me encontré con la señora de la iglesia que vino de Bogotá, entonces ahí fue que ya entablamos matrimonio, entonces ella me ayudaba a mí a hacer los alimentos. (entrevista personal, participante 18, mujer, 27 de septiembre de 2019)

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• Cabeza de familia

Algunas mujeres que trabajan en la fase agrícola de la caña de azúcar se caracterizan por ser las responsables de sus hogares que encuentran en esa actividad el modo de obtener los recursos para el sostenimiento de sus familiares:

Me motivó porque, en ese momento tenía a mis hijos pequeños y yo trabajaba en casas de familia y enton-ces la labor era que a veces tenía que dejarlos solos y pues como es en casas de familia, quince días, tenía que dejarlos solos y todo eso, y entonces dije no, y me fui metiendo, como dice el dicho, a esa labor y entonces es la labor que llevo hasta ahorita. (entrevista personal, participante 14, mujer, 27 de septiembre de 2019)

Los problemas familiares, las situaciones de pobreza y vulnerabi-lidad, y la ausencia de esposos explican el ingreso de las mujeres a este tipo de actividades:

Pues qué le digo, yo tenía mi esposo y pues tuve pro-blemas con él, ¡y pues no trabajaba no! Y mi hermana sí trabajaba en el campo, y pues yo necesitaba plata, porque él estaba por allá y no podía mandarme di-nero. Y mi hermana dijo vamos a trabajar y pues dije pues vamos, ¡no lo he hecho, pero lo intento! Y bue-no, aquí estoy haciéndole. (entrevista personal, parti-cipante 18, mujer, 27 de septiembre de 2019)

De acuerdo con los relatos de las mujeres, se evidenció que la labor que realizan diariamente inicia con los menesteres del hogar, continúa luego con los oficios varios que ejecutan en el campo con respecto a la caña. Para ellas las actividades son normales, no les molesta tener que despertarse a las tres o cuatro de la mañana y

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dejar hecho el almuerzo para sus hijos. No manifiestan sentir debi-lidad o agotamiento debido a sus variadas labores en el trabajo de la caña, mencionan que su trabajo es común y corriente, que no les parece duro. Además de esto, es importante hacer énfasis en que las mujeres que desempeñan esta labor tienen entre 32 y 56 años. “A las cuatro yo madrugo [...] Yo dejo las ollas hirviendo, me voy a bañar y salgo y ya está” (entrevista personal, participante 20, mujer, 27 de septiembre de 2019).

Las huellas y cicatrices de las manos de las mujeres participantes reflejan el efecto de las arduas labores que realizan durante el día, tales como cortar y sembrar semilla, despajar, palar, macollar, organizar pie de surcos, etc., los que, además de fuerza, implicam resistencia y energía en las jornadas de trabajo. De acuerdo con algunas participantes, un día de trabajo se puede resumir en los siguientes términos:

A las cuatro de la mañana, hago el desayuno, llego a las seis al puesto de trabajo y comienzo a laborar a las siete, salgo desde allí, como le digo yo, a almorzar tipo once de la mañana. Después de las doce empiezo a laborar hasta las dos o tres de la tarde y la salida de labor es a las cuatro, y a esa hora llego a mi casa. Sigo trabajando hasta las diez de la noche, porque pues, da la casualidad que mi hija está construyendo, entonces me pongo [a] ayudarle, a entrar tierra o cuando toca que [sic] ayudar a pegar ladrillo, pego ladrillo o alguna cosa. (entrevista personal, participante 14, mujer, 27 de septiembre de 2019)

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4.3. Dimensión del contexto del trabajo

• Mano de obra secundaria

En esta subcategoría se encontró que algunas mujeres ayudan a sus esposos en el corte de la caña con el fin de obtener más ingresos y así suplir las diferentes necesidades de subsistencia de la familia. “Una sola que estuvo aquí, un señor que traía a la mujer aquí a cortar con él” (entrevista personal, participante 4, hombre, 27 de septiembre de 2019). “Hubo una señora que la traía el esposo, trabajó aquí. El esposo la traía a ayudarle a cortar caña. Una señora, una sola no más de ahí pallá [sic] no he visto más a nadie” (entrevista personal, partici-pante 13, hombre, 27 de septiembre de 2019).

Algunas mujeres acompañan a sus esposos corteros en su jorna-da e incluso trabajan con ellos:

Hay mujeres que son igualitas a un hombre cortando caña larga, sí. Por ejemplo, mi hermana, con el esposo, pongamos, yo vivo aquí ¿cierto? –Aja– y el corte diga-mos allá, mi hermana se iba a cortar con él. Mi hermana iba, le llevaba el desayuno, se estaba con él y cortaba caña. (entrevista personal, participante 6, hombre, 27 de septiembre de 2019)

De acuerdo con la información recabada sobre la mujer en este ámbito, el corte de caña adopta un atributo, el cual conforma un con-junto de valores y conductas bajo un modelo de sociedad en el cual prima la hegemonía de la masculinidad, para este la mujer no es lo suficientemente fuerte para realizar dicho trabajo: “Por lo que es un trabajo muy pesado, forzado, mejor dicho, hay muy pocas, pero lo ha-cen” (entrevista personal, participante 1, hombre, 27 de septiembre de 2019); “Para mí lo más duro es picar” (entrevista personal, participante 20, mujer, 27 de septiembre de 2019).

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Para algunos corteros de caña, la mujer solo tiene un papel secun-dario en la fase agrícola de la caña de azúcar, dado que solo desarro-llan actividades catalogadas como menos pesadas:

Lo que pasa es que ya los patrones no pueden meter a una dama a cortar caña, y ellas cortan es semilla, pero ya la caña larga es para los varones, en ese tiempo sí [había] algunas, pero ya como todo va cambiando, en-tonces ya han establecido las leyes y por seguridad de la mujer. (entrevista personal, participante 15, hombre, 27 de septiembre de 2019)

• Siembra y cuidado

Los discursos de los participantes afirman que conocen mujeres que se dedican a actividades relacionadas con la siembra y el cuidado de la caña de azúcar: “Sí, en el tape. Hay otras que cortan semillas. Ahí sí hay mujeres, pero en el corte de caña, pues casi no. Nunca he visto una mujer” (entrevista personal, participante 2, hombre, 27 de septiembre de 2019); “sí, la mayoría de mujeres que yo he pillado así son sembradoras” (entrevista personal, participante 4, hombre, 27 de septiembre de 2019); “hay otras dos, pero por el momento como no hay trabajo están descansando en la casa, esperando que llueva para empezar a macollar” (entrevista personal, participante 18, mujer, 27 de septiembre de 2019). “Las mujeres trabajan, o sea ellas trabajan en ese tape de caña” (entrevista personal, participante 7, hombre, 27 de septiembre de 2019); “Es como la nueva caña que están sembrando para que quede, es como una labor más fácil en la que ellas pueden hacerlo, ¿me entiende?” (entrevista personal, participante 7, hombre, 27 de septiembre de 2019).

En algunos casos se identificó que hay mujeres que realizan tra-bajos diversos de la fase agrícola de la caña de azúcar, tales como: “macollar, resiembras, despaje, cuando me ponen a cortar semilla

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también cortó semillas” (entrevista personal, participante 18, mujer, 27 de septiembre de 2019). “Sembrarla […] Saca[r] el paquete regando y de ahí coge[r] la pala para tapar” (entrevista personal, participante 20, mujer, 27 de septiembre de 2019).

Para algunos participantes, el trabajo de la mujer en la esta fase agrícola hace que se convierten en ejemplos a seguir, su experiencia trasciende y rompe barreras o límites inmersos en la cultura “Sí, cono-cí a una amiga en Castilla, ella entró conmigo; hoy en día maneja una cosechadora de caña. Ella vive en San Antonio” (entrevista personal, participante 5, hombre, 27 de septiembre de 2019).

En la fase agrícola de la caña de azúcar la mujer es sinónimo de respeto, porque sin importar lo duro que sea el oficio, siempre está pendiente de su hogar. Con delicadeza, sus manos mantienen una casa limpia, visten a una familia y cuidan de un esposo, esas mismas manos maniobran con un machete, una pala y un azadón. Por esta razón, el cuidado de la caña –macolle, despaje, corte y siembra de semilla– es una labor que se atreven a realizar, puesto que es su prin-cipal oportunidad en los trabajos agrícolas de la caña.

4.4. Los rostros del papel de la mujer en la fase agrícola: una discusión

Los roles sociales de las mujeres participantes se encuentran prefijados en los marcos sociales y culturales en los que se circunscriben, en ellos se naturalizó el hecho de estar encargadas de las actividades domésticas en el hogar, con lo cual se recrea un sistema patriarcal y discursos machistas que las subordinan y condicionan su actuar. Con este rol apoyan a sus esposos trabajadores agrícolas de la caña de azúcar y ayudan a que sus condiciones de vida sean mejores en términos laborales, pues preparan los alimentos y bebidas que ellos

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llevan a sus jornadas de trabajo, limpian y organizan los uniformes y utensilios de trabajo, y responden por otras demandas como las de los hijos. En la siguiente figura se presenta la relación de las subcategorías que permitieron analizar el papel de la mujer en la fase agrícola de la caña de azúcar:

Figura 3.4.Subcategorías del papel de la mujer en la fase agrícola de la caña de azúcar

Fuente: elaboración propia

El contexto social y cultural caracterizado por el patriarcado y el machismo, en el que el hombre se encarga del trabajo, limita las posi-bilidades de las mujeres para acceder a labores agrícolas de la caña de azúcar. No solo no se considera natural que las mujeres trabajen,

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CAPÍTULO 3.CUCHARÓN Y MACHETE: EL PAPEL DE LA MUJER EN LA FASE AGRÍCOLA DE LA CAÑA DE AZÚCAR 187

además enfrentan un contexto agrícola caracterizado por fuerza y re-sistencia, lo que configura un escenario de “oficios para hombres” o “trabajos masculinos”. Debido a lo anterior se evidencia baja partici-pación de las mujeres en la fase agrícola de la caña de azúcar. No obstante, cuando logran ingresar, resignifican los roles de género.

Las mujeres participantes se enfrentan a los discursos machis-tas que las excluyen de este contexto de trabajo, a la vez que se les considera mano de obra secundaria. En algunos casos, ayudan a sus esposos en las actividades agrícolas, además de que contribuyen al alistar todo para ellos y para su labor. Así mismo, se evidencia que las mujeres ingresan a este tipo de oficios debido a la ausencia de un esposo “proveedor”, esto legaliza las normas de los roles de género al momento en el cual asumen el rol doméstico y el rol del trabajo, y se convierten en cabeza de familia. Lo anterior supone jornadas do-bles de trabajo, si bien ellas ayudan a sus esposos, cuando son ellas quienes trabajan, su ayuda depende de sí mismas. En otros casos, las mujeres ingresan a este tipo de trabajos por insuficiencia de recursos económicos en el hogar, por lo cual deben ayudar a sus esposos a incrementar las rentas.

Debido a la resistencia y la hegemonía masculina en los trabajos agrícolas de la caña de azúcar, la mayoría de las mujeres realizan trabajos asociados con la siembra y cuidado de los cultivos, lo que reivindica que las otras actividades –como el corte y alce de la caña– requieren de fuerza y resistencia y son para los hombres. No obstante, se evidencia que algunas mujeres realizan las mismas actividades que los hombres, lo que desdibuja el argumento de que la fuerza y resis-tencia son atributos exclusivos de los hombres.

En este contexto, las mujeres presentan pocas oportunidades de trabajo, por sus características socioeconómicas entre las que se incluye la falta de educación adecuada y condiciones de pobreza y

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vulnerabilidad, solo pueden acceder a trabajos asociados con activi-dades domésticas, como empleadas de servicio, o por estar ubicadas en zonas rurales, en trabajos agrícolas. Cuando las mujeres ingresan a los trabajos agrícolas de la caña de azúcar se les menciona con términos de supremacía, ya que no es el común denominador en sus marcos sociales. Es por ello que se les etiqueta coloquialmente como “berracas”, “super mujeres” que no solo llevan a cabo trabajos “para hombres”, sino que responden por las demandas del hogar.

Conclusiones

El objetivo de esta investigación era analizar el papel de la mujer en la fase agrícola de la caña de azúcar en el Valle del Cauca a partir de las experiencias de hombres y mujeres asociados a este producto del campo. De acuerdo con lo anterior, en la investigación se pudo evidenciar que el papel de la mujer es importante para dicho proceso, debido a que tienen que cuidan de la semilla con el macolle, despaje, corte y siembra, la labor que se atreven a realizar.

Uno de los aspectos más relevantes encontrados es el punto de vista de algunos hombres que ven a la mujer solamente como ama de casa con un carácter dominante y machista. Debido a lo anterior presentan una dicotomía al interpretar el papel de la mujer en el trabajo agrícola de la caña de azúcar; si bien algunos consideran que es un trabajo de fuerza y resistencia, y que las mujeres se deben dedicar a las actividades domésticas, otros por el contrario, consideran que las mujeres pueden realizar cualquier tipo de trabajo, incluso aquellos naturalizados como solo aptos para “machos”. Las condiciones de trabajo para las mujeres en la fase agrícola son, en ocasiones, más complejas, si bien se encuentra que en su mayoría realizan trabajos de siembra y cuidado de la caña de azúcar, deben enfrentar un contexto

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dominado por hombres y dobles jornadas de trabajo, la del cuidado del hogar, esposo e hijos, y la del trabajo.

Pese a que la participación de las mujeres en los trabajos agrí-colas es escasa, estas cumplen un papel fundamental como soporte para sus esposos: ayudan a que estos puedan ir a laborar con todos los elementos necesarios (alimentación, bebidas, vestuario y herra-mientas alistadas). Adicional a ello, no solo se encuentran limitadas a este tipo de trabajo por los roles de género configurados en sus con-textos sociales y culturales, sino también por las pocas oportunidades de trabajo existentes, que se reducen al trabajo doméstico o agrícola.

Cabe resaltar que desde el punto de vista de algunos hombres, las mujeres son sinónimo de tenacidad. Estos enfatizan en que las mujeres pueden desarrollar cualquier trabajo que se propongan y que, a pesar de que en algunos sectores no ven viable laborar de la mano con ellas, en ciertas zonas sí son bien vistas y califican su buen des-empeño con admiración, pues trabajan a la par con ellos.

Los resultados encontrados sugieren que el rol de la mujer es di-verso en el mundo de la caña de azúcar, es decir, ellas pueden desem-peñar diversos papeles, tales como: esposas, madres, trabajadoras, y tener una vida del común. Además, los relatos coinciden en varias oportunidades que las mujeres que desempeñan esta labor son po-cas, debido en parte a la mecanización en auge en el sector y a que las nuevas generaciones ya no están dispuestas a este tipo de traba-jos en los cuales deben exponerse a las inclemencias del clima.

Durante el proceso de investigación se identificó que en la historia de la caña –y más propiamente en las investigaciones hasta la fecha–, la información referente a la mujer que labora en este oficio es escaza, tal vez por ser un empleo que requiere de mucha fuerza y resistencia física, no se les suele contratar con facilidad.

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Esta investigación aporta al estudio de los trabajos agrícolas de la caña de azúcar desde una perspectiva de género, estudios que en la actualidad son escasos. Al comparar los resultados con otras investi-gaciones similares como las de Castaño (2011), Castro (2016) y Lasso (2015), se encuentra que la mujer que labora en la fase agrícola de la caña realiza doble jornada laboral, doméstica y productiva, a diferen-cia del hombre que solo asume la segunda. Al realizar el mismo ejerci-cio con la investigación de Abramo (2004), se encuentra que al trabajo desempeñado por las mujeres se le considera secundario.

Es poco lo que se ha investigado sobre la labor de la mujer en la fase agrícola de la caña de azúcar. En ella, la mujer debe enfrentar ámbitos patriarcales cultural y socialmente fuertes. Sin embargo, a lo largo de la historia, la lucha por el empoderamiento laboral de las mu-jeres toma fuerza y, a pesar de que organizacionalmente son pocas las mujeres que se encuentran vinculadas laboralmente en el mundo de la caña, la presente investigación resalta la importancia de dar a conocer la manera en la que estas mujeres, aunque pocas, desempe-ñan un papel significativo en el sector azucarero dentro del contexto organizacional y de género.

En el desarrollo del estudio se llevaron a cabo visitas a diferentes lugares dentro del departamento del Valle del Cauca y norte del Cauca con el fin de conseguir a los participantes y sus rutinas dentro del mo-nocultivo. La investigación contó con pocas mujeres participantes, lo que refleja su baja participación en este tipo de trabajos. Para futuras investigaciones se recomienda utilizar otras estrategias de recolección de información, como los grupos focales, de modo que los participan-tes puedan reflexionar a partir de los relatos y discursos de otros. Así mismo, se recomienda situar la perspectiva de género desde un en-foque de raza, ya que la investigación contó –en su mayoría– con participantes afrocolombianos, todas las mujeres pertenecían a este grupo étnico.

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CAPÍTULO 3.CUCHARÓN Y MACHETE: EL PAPEL DE LA MUJER EN LA FASE AGRÍCOLA DE LA CAÑA DE AZÚCAR 195

Registro fotográfico por Cristian Bedoya Dorado de cultivos de cañaEl Carmelo. municipio de Candelaria, Valle del Cauca.

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CAPÍTULO 4.LOS OFICIOS DE LA PACORA ESCONDIDOS EN LOS CAÑADUZALES.

TRAYECTORIAS DE LOS TRABAJADORES AGRÍCOLAS DE LA CAÑA DE AZÚCAR197

Los oficios de la pacora escondidos en los cañaduzales.

Trayectorias de los trabajadores agrícolas de la caña de azúcar

Natalia Ramírez EspañaSantiago Tello Landazábal

Tumba la caña machetero. Tumba la cañaTumba la caña machetero

que ahí viene el carretero a recogerla enseguida.Machetero corta y besa la caña de dulce entraña,

que no estás cortando caña, que estás sirviendo tu mesa

Fragmento de la canción “Tumba la caña” de Celina y Reutilio

CAPÍTULO 4

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CAPÍTULO 4.LOS OFICIOS DE LA PACORA ESCONDIDOS EN LOS CAÑADUZALES.

TRAYECTORIAS DE LOS TRABAJADORES AGRÍCOLAS DE LA CAÑA DE AZÚCAR199

1. Introducción: un acercamiento a los cañaduzales

El machete, pacora, pala, curvo o italiano son herramientas de filo representativas de las actividades que ejecutan los trabajadores agrícolas de la caña tales como: cortar, alzar, macollar, abonar, en-tre otros. No obstante, la aparición e incremento de maquinaria que suple estas actividades agrícolas de la caña de azúcar, a causa de los avances tecnológicos, supone el fin de muchos de estos trabajos manuales.

Los trabajos agrícolas en Colombia se caracterizan históricamen-te por ser inestables y precarios, se caracterizan por la informalidad, largas jornadas de trabajo bajo el sol y remuneraciones insuficientes. Pese a que Colombia continúa siendo un país agrícola, este sector económico ya no es representativo en comparación con otros. De acuerdo con el Banco de la República (2018):

En el año 2017 el sector agropecuario representó el 6,3 % del producto interno bruto (PIB) nacional. Los ciclos de crecimiento y contracción del PIB del sector están, en gran medida, determinados por el comportamiento de la producción de café, la cual aporta un 9% del valor total del agregado agropecuario. La producción de caña de azúcar tiene una participación de 3,1 %, mientras que el resto de la actividad agrícola tiene una participación del 49 % y ha presentado un crecimiento promedio de 2,6 % desde el año 2000. (p. 1)

En el 2018 agricultura, ganadería, caza, silvicultura y pesca tu-vieron un crecimiento del 2 % en Colombia, ocurrió igualmente en la industria manufacturera, mientras que las actividades profesionales, científicas y técnicas crecieron 5 %, seguidas por la administración

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pública, defensa, educación y salud con un crecimiento del 4,1 % y el comercio al por mayor y al por menor de 3,1 %. Por otro lado, la construcción tuvo un crecimiento del 0,3 % y la explotación de minas y canteras decreció un 0,8 % (DANE, 2019). Lo anterior indica que el sector agropecuario ha tenido un desempeño medio en comparación con otros sectores.

Con relación a cifras de la caña de azúcar, la producción en el país ha crecido durante los últimos 5 años, pasó de 21,568 millones de toneladas en el 2013 a 25,036 millones de toneladas en el 2018 (Asocaña, 2019b). Debido al mandato de oxigenación establecido por el gobierno, desde el 2005 los ingenios le apuestan a la producción de etanol. Sumado a esto, las demás industrias pertenecientes a esta agroindustria producen bioetanol, cogeneran energía, fabrican papel, entre otros. Los cambios dados en el sector incluso provocaron una transformación en el nombre del sector, al que ahora no se le conoce como “sector azucarero” sino como “sector agroindustrial de la caña”.

El sector azucarero constituye una de las principales actividades agroindustriales del Valle del Cauca. De acuerdo con Asocaña (2019a), esta agroindustria representó en el 2017 el 31,4 % del PIB agrícola, un 11 % del PIB industrial y un 4,3 % del PIB total. En el informe realizado por la Secretaría de Ambiente, Agricultura y Pesca del Valle del Cauca (2019) se reportó que para el 2018 s 335.824 hectáreas presentaban cultivos permanentes y transitorios, de estas, 179.279 hectáreas es-taban sembradas con caña de azúcar, lo que permite concluir que un 53,38 % de las tierras cultivadas en el Valle del Cauca se destinan al cultivo de caña de azúcar (Procaña, 2018).

La posibilidad de sembrar y cultivar caña de azúcar en este de-partamento obedece a sus condiciones geográficas y climáticas en aproximadamente 429.000 hectáreas planas del valle geográfico del río Cauca:

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CAPÍTULO 4.LOS OFICIOS DE LA PACORA ESCONDIDOS EN LOS CAÑADUZALES.

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Una temperatura promedio de 25 grados centígrados, humedad relativa de 75 % y una precipitación promedio de 1.000 mm. Tales condiciones permiten obtener de 120 a 140 toneladas de caña por hectárea en promedio a los 14-15 meses de edad de la gramínea, conside-rándose estos rendimientos por hectárea como uno de los mayores del mundo. Adicional a lo anterior, el valle geográfico del río Cauca es una de las pocas regiones del mundo, junto con Hawái y Perú, en donde se pue-de cosechar caña durante todo el año, mientras que en las demás zonas productoras, incluidos los [L]lanos [O]rientales de Colombia, las cosechas se dan por zafras de entre cuatro y seis meses. (Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, 2006, p. 96)

En esta región geográfica se localiza la mayor parte del sector azu-carero de Colombia, el cual abarca, principalmente, el departamento del Valle del Cauca. Cuenta con trapiches e incluye a diez de los doce ingenios azucareros de todo el país (Procaña, 2018), los cuales se han desarrollado a lo largo de los últimos dos siglos y recrean la historia agroindustrial del departamento. Este sector movilizó migraciones de diferentes poblaciones del territorio nacional, las cuales encontraron en él, oportunidades de trabajo –principalmente en la fase agrícola– y la garantía de trabajos a largo plazo por las necesidades que suponen la siembra y cosecha de la caña de azúcar durante todo el año. Como consecuencia, el sector azucarero ha generado transformaciones de orden económico y empresarial en la región, pero también de orden social y cultural.

Debido a las condiciones geográficas del departamento, el cultivo de caña de azúcar cuenta con más de cien años como industria en el Valle del Cauca:

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Desde que en 1867 se construyó el primer trapiche en el antiguo departamento del Cauca, hasta convertirse hoy en la región de mayor producción azucarera de Colom-bia, pasando por varias etapas de auge [, c]asi se du-plica el área sembrada entre los sesenta y los ochenta al pasar de 64 mil a 110 mil ha debido al aumento de las exportaciones de azúcar a EE.UU. (Pérez, Peña y Álvarez, 2011)

La apertura económica de los años noventa permitió que esta región se especializara en el cultivo de caña de azúcar. A partir de 1930, el desarrollo agroindustrial en este departamento se hizo debido a dos factores principales: el avance en el manejo agrícola de los cañaduzales que lograron los ingenios gracias al apoyo científico, y la creación de la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC) en 1954, que trajo consigo impactos transformadores en el desarrollo económico regional (Ripoll, 2019).

Pese a que informes, reportes periodísticos y otros documen-tos evidencian el crecimiento económico y empresarial del sector agroindustrial de la caña con respecto a generación de empleos directos e indirectos y aporte al PIB, la información enfocada en los trabajadores agrícolas correspondientes, encargados de las ac-tividades que van desde el cultivo hasta la cosecha de la caña de azúcar, es poca. Este fenómeno no ha sido un objeto de investi-gación significativo, por lo cual existen pocas investigaciones que den cuenta de las trayectorias de los trabajadores agrícolas de la caña, su disminución debido a su reemplazo por máquinas, y su posible extinción en la fase agrícola de la caña de azúcar, en la que el cortero de caña ha sido uno de los actores más conocidos y representativos de los paisajes de los cañaduzales; junto con él, se invisibilizan otros oficios agrícolas como los del alce, macollaje, despaje, siembra, entre otros.

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En las últimas décadas, diversas investigaciones se concentran en analizar las trayectorias de trabajo con base en las transformacio-nes presentes en las organizaciones y en aspectos laborales. Estas investigaciones buscan mostrar cómo se ven marcados los trabajado-res y sus trayectorias por trabajos precarios, con pocas oportunidades y a corto plazo. Frassa (2005) expresa que los trabajadores sienten restricciones, inseguridades y desprotección en sus trabajos. Sumado a lo anterior, Cicciari y Rubio (2014) indican que hay un latente senti-miento de inestabilidad laboral en trabajadores con distintos tipos de contrato, indiferentemente a si son contratos formales o informales, a término fijo o indefinido, en todos se presentan factores que dan la sensación de que puede acabar en un tiempo cercano.

Estas investigaciones permiten ahondar en temas como: trayec-toria, precariedad e inestabilidad laboral llevadas al contexto de las transformaciones en el mundo laboral. Sin embargo, las investigacio-nes se orientan a trabajos no agrícolas y no rurales, lo que deja vacíos teóricos y empíricos en esta línea de investigación. Se encuentran tra-bajos como el de Larrade-Corona (2012) que muestra la movilización de las trayectorias de lo rural a lo urbano en las últimas décadas del si-glo XX y la primera década del siglo XXI, el de Camarero, Castellanos, García y Sampedro (2006) que enmarcan las trayectorias laborales de las mujeres en el contexto rural y otros, como el de Graffigna (2005), que evidencian trayectorias fluctuantes de trabajadores sin estabilidad ni seguridad social. Dichos trabajos investigativos presentan caracte-rísticas de diferentes grupos de trabajadores que se asemejan entre sí. Estas se explican por las condiciones sociales y económicas, falta de políticas, poco acceso a la educación y al desarrollo de competen-cias para el trabajo, además de factores históricos y familiares que intervienen en la toma de decisiones para elegir un trabajo u otro.

De acuerdo con lo anterior, la pregunta que enmarca este capítulo es: ¿Cuáles son las características de las trayectorias de

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los trabajadores agrícolas de la caña de azúcar en el área geográfica del valle del río Cauca en el 2019? En este capítulo se describen los recorridos dados en este tipo de trabajos y se exploran las limitadas alternativas que ofrece el contexto para los trabajadores agrícolas.

2. Enmarcar la trayectoria

En el marco de las ciencias sociales, Elder (1985) explica la no-ción de trayectoria como una “transición de las personas a lo largo de su vida. Así, el curso de vida mira los movimientos de los individuos y los modelos temporales que afectan su transición” (citado en Muñiz, 2012, p. 41). De esta forma, se pueden explicar las transiciones vitales de los individuos desde todas las esferas sociales en las que estos se desenvuelven: educativa, familiar, laboral, etc. (Muñiz, 2012). Ahora bien, en la sociología, Hughes (1937; 1950) y Becker (1983) explican la trayectoria laboral como: “el resultado de un encadenamiento de secuencias en la vida laboral de los actores. A través de la transición entre secuencias se pueden ver las intenciones de los actores, sus representaciones, su desarrollo complejo, pero sobre todo dinámico” (citado en Muñiz, 2012, p. 42).

De acuerdo con Buontempo (2000), si se aborda el término de trayectoria desde el ámbito de la educación y del mercado laboral, hace referencia a las diferentes etapas que vive el individuo en una determinada profesión o al ingresar en una actividad laboral u oficio; abarca lo profesional, laboral, económico y social (citado en Jiménez, 2009). Las etapas que vive una persona durante su trayectoria de trabajo siempre van a estar determinadas por el momento que esté atravesando en la esfera privada. Adicionalmente, Jiménez (2009) define la trayectoria como:

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Recorrido en los distintos puestos de trabajo y activida-des profesionales que desarrollan los individuos, deri-vadas de la formación recibida y de la combinación de factores micro y macrosociales como los antecedentes familiares, las relaciones personales, el género, el mo-mento social del egreso, el primer empleo, las condi-ciones del mercado de trabajo que permiten explicar su movilidad social, económica y laboral. (p. 3)

Para Orejuela y Correa (2007), una trayectoria de trabajo se conforma con el pasar del tiempo y depende de muchos aspectos que involucran, de una u otra forma, a las personas. No solo depende de los estudios realizados (capital escolar), también depende de aspectos socioculturales que rodean a la persona y de su “capital laboral”, el cual se definiría como el conjunto de experiencias y competencias que se adquieren y acumulan para ser más competitivo.

Adicional a lo anterior, Chávez (2003) indica que el “capital so-cial” hace referencia a los lazos y redes que usan las personas en su ámbito laboral, pero que “los lazos sociales, para los grupos peor posicionados no brindan oportunidades que ayuden a salir de la mar-ginalidad. Sus hijos, parejas, amigos, familiares se encuentran en la misma situación de vulnerabilidad” (p. 12). De esta forma, la trayecto-ria de trabajo es la sumatoria de etapas vividas por las personas, que se construyen a través del tiempo y están estrechamente relacionadas con el medio en el que se desenvuelve la persona, su entorno cultural y social, relaciones personales, estudios, experiencias y competencias adquiridas. Salvia y Chávez (2001) complementan lo anterior e indican que la trayectoria de trabajo es:

La forma a partir de la cual se representan los fenóme-nos de movilidad sociolaboral a través del tiempo, y los efectos que tales procesos generan sobre las relacio-

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nes laborales y las condiciones de vida individuales. La premisa subyacente es que los eventos de vida del pre-sente se explican por los cursos de consecuencias ge-nerados por acontecimientos anteriores, en un contexto de oportunidades socialmente estructurado, a la vez que abierto a las preferencias y opciones adoptadas a nivel individual. (citado en Chávez, 2003, p. 14)

Las trayectorias de trabajo son entonces producto de un recorrido histórico marcado por las relaciones de la esfera privada de cada in-dividuo, especialmente las familiares, su situación socioeconómica y movilidad en diferentes actividades de trabajo. Adicional a ello, las tra-yectorias de trabajo están influenciadas por el contexto político, eco-nómico, social y cultural en que se desenvuelve cada individuo.

3. Trabajos agrícolas, trabajos precarios

El trabajo agrícola es una actividad local que, de acuerdo con el lugar donde se lleve a cabo, presenta una serie de estrategias para generar una correcta producción, sin dejar de lado el medio físico y biológico. Todo esto como resultado de la relación existente entre la comunidad y su entorno natural (Delgado y Gaviria, 2006). Rodríguez (1991) complementa lo anterior al explicar que las labores agrícolas están condicionadas por variables agroclimáticas de las que depende cada tipo de cultivo para su correcto crecimiento, además de otras variables de labores, como lo son el arado de la tierra, la siembra y la recolección que dependen del ciclo vegetativo de los cultivos. Dichas labores se suelen llevar a cabo con trabajo familiar o contratado, fijo o temporal.

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Los trabajos agrícolas se caracterizan hasta en la actualidad por ser precarios, lo que se relaciona con las políticas estipuladas por el gobierno para impulsar mayor crecimiento en otros sectores. El hecho de no generar políticas que protejan el trabajo rural agrícola y dejarlo en desigualdad de condiciones trae consigo graves problemas, como lo indica Pérez (2001):

Se reconoce también en varios países que el manejo de la vieja concepción de lo rural como lo atrasado y el énfasis puesto en los procesos de industrialización, han generado en estos países crisis de magnitudes impre-decibles, con el aumento de la pobreza, el desempleo, la generación o agudización de conflictos por la tierra, y procesos de luchas internas con características de gue-rra como es el caso actual en Colombia. (p. 19)

Los Estados neoliberales implementaron leyes laborales a favor de la flexibilización del trabajo, lo cual permite la firma de contratos colectivos menos rígidos y cuya consecuencia ha sido debilitar los pactos corporativos que protegían la seguridad social y la influencia política de los sindicatos (De la Garza, 2001).

Además, la precarización también se da por la inestabilidad que representan los trabajos temporales o por cosechas, muy característi-cos de este sector.

Es bien sabido que en los períodos de cosecha las condiciones de salud, higiene, vivienda y muchas veces de seguridad son deplorables para los trabajadores temporales. Igualmente, para ellos el acceso a la protección social es muchas veces difícil, de manera tal que el aumento de la temporalidad en el trabajo agrícola ha traído consigo una serie de nuevos problemas sociales. (Klein, 1993, p. 78)

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Ahora bien, López (1992) define la condición de precariedad como trabajo realizado por una gran proporción de la población, sin ningún tipo de seguridad en su contratación, debido a que esta es parcial, es decir que no cuentan con un empleo permanente que brinde garantías ni beneficios. Según Roberti (2012), la precariedad en el trabajo se caracteriza por “la inestabilidad, las rotaciones entre condiciones de actividad y las movilizaciones, voluntarias e involuntarias” (p. 269).

Las movilizaciones mencionadas previamente, que también se denominan circulación, están dadas por altas demandas de mano de obra, especialmente en épocas de cosechas. Se caracterizan por ser movimientos de poca duración que se presentan de manera repetida y en los que generalmente, no conllevan intenciones de constituir cambios de residencia estables para los trabajadores del sector agrícola (Lattes, 1983). Así mismo, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) (2018) identifica que “Los bajos ingresos, la inestabilidad en el empleo, las condiciones de trabajo peligrosas y las pocas oportunidades de asociación con que cuentan los campesinos son algunos de los rasgos que caracterizan el entorno laboral de la población rural colombiana”.

De acuerdo con Chen (2012), los jornaleros de la agricultura caben dentro del gran número de trabajadores cuya vinculación es informal, es la mayor fuerza de trabajo a nivel mundial. A diferencia de los trabajadores formales, los trabajadores informales no gozan de protección jurídica ni de oportunidades económicas, por lo que sus salarios son más bajos y los riesgos más altos, razón por la cual sus capacidades para hacer valer sus derechos, especialmente los económicos, son menores. En Colombia la fuerza laboral agrícola es significativa y la mayoría de las personas que trabajan en este sector están en la informalidad, así lo sustenta un informe del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario (Universidad del Rosario, 2018) que indica que el 82 % –lo equivalente a ocho de cada diez personas– de quienes trabajan en el campo colombiano están vinculados de manera informal.

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CAPÍTULO 4.LOS OFICIOS DE LA PACORA ESCONDIDOS EN LOS CAÑADUZALES.

TRAYECTORIAS DE LOS TRABAJADORES AGRÍCOLAS DE LA CAÑA DE AZÚCAR209

4. Metodología: despaje de la información

El enfoque investigativo utilizado es cualitativo, de tipo exploratorio y descriptivo porque la investigación cualitativa en el ámbito social facilita un proceso de comunicación continuo y progresivo entre el investigador y los sujetos investigados y se desarrolla a profundidad la información producida. Ello permite traspasar la generalidad para conocer detalladamente los discursos de los sujetos y las diferentes tramas sociales que caracterizan las relaciones entre estos (González, 2000).

Se usó el tipo exploratorio porque son pocas las referencias dis-ponibles acerca de las trayectorias de los trabajadores agrícolas de la caña, por lo tanto, como lo indican Cortés e Iglesias (2004), “Los estudios exploratorios se efectúan, normalmente, cuando el objetivo es examinar un tema o problema de investigación poco estudiado, del cual se tienen muchas dudas o no se ha abordado antes” (p. 20). Fue descriptivo para obtener una categorización que permitiera orientar la investigación al hallazgo de las trayectorias laborales, ya que los es-tudios descriptivos “son útiles para mostrar con precisión los ángulos o dimensiones de un fenómeno, suceso, comunidad, contexto o situa-ción” (Baptista, Fernández y Hernández, 1998).

Para el desarrollo del presente capítulo fue necesario acercarse a la fuente principal de la información: los trabajadores de la caña, por lo que se usó como técnica de recolección de la información la entrevista semiestructurada. Las entrevistas se realizaron en los corregimientos El Corozal y El Tiple, en los municipios de Candelaria, El Cerrito, Santa Elena y Puerto Tejada.

Con relación a los aspectos éticos de la investigación, se les en-tregó un consentimiento informado a los participantes en el que se les explicó el objetivo del proyecto, la protección de sus datos y el carácter

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HISTORIAS “AMARGAS” EN UNA TIERRA “DULCE”.210

netamente investigativo y académico de la entrevista. Se les aseguró también que su identidad no sería revelada ni su lugar de trabajo.

Para seleccionar a los participantes, los principales criterios de inclusión fueron la conveniencia y disponibilidad de participar, aún más que la obtención de una alta cantidad de trayectorias dentro de la población de trabajadores agrícolas de la caña. Adicionalmente, se seleccionaron aquellos participantes que profundizaron y compartie-ron información relacionada con los actores y objetos presentes en cada etapa de su trayectoria de trabajo. De acuerdo con las anteriores consideraciones, se eligieron trece participantes al ser sus entrevistas aquellas con mayor detalle respecto a sus inicios en los oficios agríco-las de la caña, los actores que han influenciado en su trayectoria de trabajo y el tiempo de experiencia en este.

Los resultados obtenidos se analizaron mediante la técnica de “líneas narrativas”, con la cual se condensa la información de cada entrevistado en cuatro momentos claves de su trayectoria de trabajo, incluye los actores y objetos cruciales en cada momento. De esta for-ma, se facilita el análisis de las entrevistas bajo el marco teórico-meto-dológico de esta técnica.

De acuerdo con Spink (2000), la línea narrativa permite la esque-matización de los contenidos de las historias mencionados durante las entrevistas en orden cronológico, ya que, durante su desarrollo los he-chos no se narran de manera organizada conforme ha sucedido en el tiempo (citado en Rentería y Torres, 2012). Al organizar los hechos de manera cronológica y categorizarlos en momentos, se puede observar con mayor claridad la trayectoria de cada entrevistado.

Para comprender las experiencias de vida que han generado las trayectorias de los trabajadores agrícolas de la caña, se optó por de-finir cuatro momentos que sirvieran como guía para condensar las experiencias pasadas: 1) momento I: trabajos previos a la caña; 2)

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CAPÍTULO 4.LOS OFICIOS DE LA PACORA ESCONDIDOS EN LOS CAÑADUZALES.

TRAYECTORIAS DE LOS TRABAJADORES AGRÍCOLAS DE LA CAÑA DE AZÚCAR211

momento II: inicios en la caña, con las experiencias presentes; 3) mo-mento III: transición de trabajo; y 4) momento IV: actualidad. De esta forma se obtuvo una secuencia temporal de los oficios en sus trayec-torias de trabajo

A continuación, se presenta en la tabla 4.1 la caracterización de los entrevistados seleccionados. Las casillas con línea punteada corresponden a la información que no fue posible recolectar en la entrevista.

Tabla 4.1.

Caracterización de los entrevistados seleccionados

Partici-pante Edad Lugar de

origen

Ubica-ción

actual

Parientes que labo-ran en la

caña

Años de expe-

riencia en la caña

¿Está pensio-nado?

Trabajo actual

P1 38 Valle Villagor-gona

Padre y cuñado 19 No

Cabo de corte y

alce

P2 70 --- Villagor-gona

Tío pen-sionado de

ingenio35 No Cortero

P3 58 Pradera ---Padre pen-sionado de

ingenio25 No

Operario de má-

quina en produc-ción de panela

P4 58 Timbiquí (Cauca)

Cande-laria Hermanos 42 No Cortero

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HISTORIAS “AMARGAS” EN UNA TIERRA “DULCE”.212

Partici-pante Edad Lugar de

origen

Ubica-ción

actual

Parientes que labo-ran en la

caña

Años de expe-

riencia en la caña

¿Está pensio-nado?

Trabajo actual

P5 43 Pradera Pradera

Padre, hermanos, tíos (todos provienen de la costa pacífica)

34 No Cortero y alzador

P6 61 --- Cande-laria no 39 Sí Cortero

P7 61 Guapi Cauca

Cande-laria

Su padre trabajó en ingenios

40 No Cortero

P8 63 --- Pradera Hermano 41 No Alzador

P9 44 --- El Car-melo no 25 No Cortero y

alzador

P10 84 Puerto Tejada Pradera --- 30 Sí Cortero

P11 83 Villa Rica Cauca

Puerto Tejada no 26 Sí No tra-

baja

P12 71 Florida Puerto Tejada no 60 Sí Cortero

P13 65 Timbiquí Puerto Tejada no 43 Indem-

nizado

Cortador de semi-

llas

Fuente: elaboración propia

La tabla anterior permite identificar el promedio de edad de los participantes, el promedio de años de experiencia en el corte de la caña de azúcar (trayectoria), la localización de los participantes (dón-de trabajan) y cuántos están pensionados (frecuencias).

Continuación Tabla 4.1. Caracterización de los entrevistados seleccionados

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CAPÍTULO 4.LOS OFICIOS DE LA PACORA ESCONDIDOS EN LOS CAÑADUZALES.

TRAYECTORIAS DE LOS TRABAJADORES AGRÍCOLAS DE LA CAÑA DE AZÚCAR213

5. Resultados: Caracterización de las trayectorias

A continuación, se presentan los datos obtenidos de las entrevis-tas mediante la técnica de líneas narrativas con cada entrevistado:

Tabla 4.2.

Línea narrativa del participante 1

Momento I Momento II Momento III Momento IV

Trabajo previo a la

caña

Inicios en la caña

Transición de trabajo Actualidad

Labor --- Siembra Abonado, corte y alce

Cabo de corte y alce

Actores --- Padre y cu-ñado Trapiche Trapiche

Objetos --- Pala Pala y pacora Planillas

Vinculación --- Trabajador informal

Trabajador informal

Trabajador informal

Fuente: elaboración propia

Este participante es el cabo de corte y alce, es decir, el que coor-dina los cortadores y alzadores para cumplir con las toneladas requeri-das por el trapiche durante el día. Ingresó al trabajo agrícola de la caña por influencia de su padre y cuñado.

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HISTORIAS “AMARGAS” EN UNA TIERRA “DULCE”.214

Tabla 4.3.

Línea narrativa del participante 2

Momento I Momento II Momento III Momento IV

Trabajo previo a la caña

Inicios en la caña

Transición de trabajo Actualidad

Labor --- Siembra Germinado Cortero

Actores --- Tío Trapiche Trapiche

Objetos --- Pala Pala pequeña Pacora

Vincula-ción --- Trabajador

informal Trabajador informal

Trabajador informal

Fuente: elaboración propia

Se observa que la trayectoria de este participante ha sido lineal, siempre se desempeñó en trabajos agrícolas de la caña. Entró a estas labores por influencia de su tío y no ha tenido contrato directo desde su inicio en esta labor.

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CAPÍTULO 4.LOS OFICIOS DE LA PACORA ESCONDIDOS EN LOS CAÑADUZALES.

TRAYECTORIAS DE LOS TRABAJADORES AGRÍCOLAS DE LA CAÑA DE AZÚCAR215

Tabla 4.4.

Línea narrativa del participante 3

Momento I Momento II Momento III Momento IV

Trabajo previo a la caña

Inicios en la caña

Transición de trabajo Actualidad

Labor Auxiliar de enfermería Cortero Brequero, cor-

tero y alzador

Operario de maquinaria en la producción de panela

Actores Padres Padre Compañero de trabajo Trapiche

Objetos --- Pacora Pacora y pala Pacora

Vinculación Contrato directo

Contrato directo

Contrato directo Contrato directo

Fuente: elaboración propia

El participante tuvo trabajo previo a la caña. Se graduó como au-xiliar de enfermería y después de un año de ejercer, se decidió retirar pues no le gustó esa profesión, por lo que se dedicó al mismo oficio de su padre: ser cortero. Esta persona en la actualidad no tiene trabajo directamente relacionado con la parte agrícola de la caña. Gracias a la oportunidad que le brindó el trapiche, ahora es operario de maquinaria en la elaboración de panela.

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HISTORIAS “AMARGAS” EN UNA TIERRA “DULCE”.216

Tabla 4.5.

Línea narrativa del participante 4

Momento I Momento II Momento III Momento IV

Trabajo pre-vio a la caña

Inicios en la caña

Transición de trabajo Actualidad

Labor Comerciante Cortero Cortero Cortero

Actores --- Hermanos --- ---

Objetos --- Pacora Pacora Pacora

Vinculación Informal Contrato directo

Trabajador informal

Trabajador informal

Fuente: elaboración propia

Este participante tuvo un trabajo previo al de la caña. Por necesi-dad de un ingreso estable y la recomendación de su hermano, entró a trabajar como cortero de caña. Se observa que no hubo trayectoria diferente al tipo de contrato.

Tabla 4.6.

Línea narrativa del participante 5

Momento I Momento II Momento III Momento IV

Trabajo pre-vio a la caña

Inicios en la caña

Transición de trabajo Actualidad

Labor --- Corte de semilla

Siembra de caña, descar-gue de caña, despaje

Cortero y alzador

Actores --- Padre Ingenio Trapiche

Objetos --- Pacora Pala y gan-chos Pacora

Vinculación --- Trabajador informal

Contrato directo

Trabajador informal

Fuente: elaboración propia

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CAPÍTULO 4.LOS OFICIOS DE LA PACORA ESCONDIDOS EN LOS CAÑADUZALES.

TRAYECTORIAS DE LOS TRABAJADORES AGRÍCOLAS DE LA CAÑA DE AZÚCAR217

El participante empezó a trabajar en los cañaduzales desde su adolescencia, cortando semillas de caña, suceso que ocurre por la influencia de su padre, hermanos mayores y tíos quienes también se han desempeñado como trabajadores de la caña.

Tabla 4.7.

Línea narrativa del participante 6

Momento I Momento II Momento III Momento IV

Trabajo previo a la

caña

Inicios en la caña

Transición de trabajo Actualidad

Labor --- Cortero --- Jubilado, pero si-gue como cortero

Actores --- Compañero de trabajo --- Trapiche

Objetos --- Pacora --- Pacora

Vinculación --- Contrato directo --- Trabajador infor-

mal

Fuente: elaboración propia

Se observa que este participante tuvo una trayectoria lineal como cortero de caña. De hecho, a pesar de que está jubilado, sigue traba-jando en el corte de caña, una realidad que muchos corteros viven.

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HISTORIAS “AMARGAS” EN UNA TIERRA “DULCE”.218

Tabla 4.8.

Línea narrativa del participante 7

Momento I Momento II Momento III Momento IV

Trabajo previo a la

caña

Inicios en la caña

Transición de trabajo Actualidad

Labor --- Cortero --- Cortero

Actores --- Padre --- Trapiche

Objetos --- Pacora --- Pacora

Vinculación --- Trabajador informal --- Trabajador infor-

mal

Fuente: elaboración propia

El participante no ha tenido una trayectoria en cargos diferentes al corte de la caña. En la actualidad trabaja como cortero de caña y desde que inició ha estado vinculado por medio de un contratista.

Tabla 4.9.

Línea narrativa del participante 8

Momento I Momento II Momento III Momento IV

Trabajo previo a la

caña

Inicios en la caña

Transición de trabajo Actualidad

Labor --- Cortero Alzador y operario Alzador

Actores --- Hermano Ingenio Trapiche

Objetos --- Pacora Maquinaria Pacora

Vinculación --- Trabajador informal

Trabajador informal

Trabajador infor-mal

Fuente: elaboración propia

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CAPÍTULO 4.LOS OFICIOS DE LA PACORA ESCONDIDOS EN LOS CAÑADUZALES.

TRAYECTORIAS DE LOS TRABAJADORES AGRÍCOLAS DE LA CAÑA DE AZÚCAR219

Este participante siempre ha estado vinculado a través de contra-tista. Inició su vida laboral como cortero y se ha ocupado en diferentes oficios agrícolas de la caña.

Tabla 4.10.

Línea narrativa del participante 9

Momento I Momento II Momento III Momento IV

Trabajo previo a la

caña

Inicios en la caña

Transición de trabajo Actualidad

Labor --- Cortero --- Cortero y alzador

Actores ---Aprendió el ver a compa-ñeros

--- Trapiche

Objetos --- Pacora --- Pacora

Vinculación --- Trabajador informal --- Trabajador infor-

mal

Fuente: elaboración propia

El participante no tuvo ninguna influencia familiar que lo impulsara a convertirse en trabajador de la caña. La única variación que ha teni-do en su trayectoria es la actual, ya que desempeña dos funciones: es cortero de caña y también alzador.

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HISTORIAS “AMARGAS” EN UNA TIERRA “DULCE”.220

Tabla 4.11.

Línea narrativa del participante 10

Momento I Momento II Momento III Momento IV

Trabajo previo a la

caña

Inicios en la caña

Transición de trabajo Actualidad

Labor --- Cortero Alzador Pensionado, pero sigue como cortero

Actores --- Aprendió al ver a otros Ingenio Empresa contra-

tista

Objetos --- Pacora Pacora Pacora

Vinculación --- Contrato directo

Contrato directo

Trabajador infor-mal

Fuente: elaboración propia

El participante trabajó durante 26 años en un ingenio azucarero y se pensionó. A sus 84 años y a pesar de estar pensionado, es cortero por medio de un contratista.

Tabla 4.12.

Línea narrativa del participante 11

Momento I Momento II Momento III Momento IV

Trabajo previo a la

caña

Inicios en la caña

Transición de trabajo Actualidad

LaborAuxiliar de camión de cosecha.

Cortero --- No labora, es pen-sionado

Actores --- Monitor del ingenio --- Familia

Objetos Camión Pacora --- Casa

Vinculación Indirecto Contrato directo --- Contrato directo

Fuente: elaboración propia

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CAPÍTULO 4.LOS OFICIOS DE LA PACORA ESCONDIDOS EN LOS CAÑADUZALES.

TRAYECTORIAS DE LOS TRABAJADORES AGRÍCOLAS DE LA CAÑA DE AZÚCAR221

El participante once trabajó directamente con un ingenio durante 26 años y hoy tiene su jubilación. Su trayectoria como trabajador pre-vio al trabajo con la caña de azúcar es de 15 años, porque desde sus dieciocho años trabajó como auxiliar de transporte de cultivos de frijol, millo y soya que había en los terrenos que ahora ocupa la caña.

Tabla 4.13.

Línea narrativa del participante 12

Momento I Momento II Momento III Momento IV

Trabajo previo a la

caña

Inicios en la caña

Transición de trabajo Actualidad

Labor --- CorteroCabo y conductor de máquina

Pensionado, sigue como cortero de caña

Actores ---Aprendió al ver a compa-ñeros

Ingenio Empresa contra-tista

Objetos --- PacoraPlanilla y máquina de corte

Pacora

Vinculación --- Contrato directo

Contrato directo

Trabajador infor-mal

Fuente: elaboración propia

Este participante llegó a ser cabo, un rango superior a los corteros y alzadores. Para ello, tuvo que hacer un curso en el ingenio en el cual trabajaba. Luego de pensionarse sigue trabajando como cortero oca-sionalmente por la necesidad de devengar un poco más de recursos. Debido a que es pensionado, su tipo de vinculación en el trabajo es a través de un contratista.

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HISTORIAS “AMARGAS” EN UNA TIERRA “DULCE”.222

Tabla 4.14.

Línea narrativa del participante 13

Momento I Momento II Momento III Momento IV

Trabajo previo a la

caña

Inicios en la caña

Transición de trabajo Actualidad

Labor --- Corte de semilla

Sembrador de semillas

Recibió liquida-ción, pero sigue cortando semillas

Actores --- Compañeros de trabajo Ingenio Empresa contra-

tista

Objetos --- Pacora y pala Pala Pacora y pala

Vinculación --- Contrato directo

Contrato directo

Trabajador infor-mal

Fuente: elaboración propia

El participante entró al corte de semilla a sus 23 años con un contrato directo, desempeñó esta función a lo largo de su trayec-toria laboral. Luego de aceptar la indemnización por despido de un ingenio azucarero, siguió trabajando como cortador de semilla por medio de un contratista y hoy, a sus 65 años, sigue desempeñando esta labor.

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CAPÍTULO 4.LOS OFICIOS DE LA PACORA ESCONDIDOS EN LOS CAÑADUZALES.

TRAYECTORIAS DE LOS TRABAJADORES AGRÍCOLAS DE LA CAÑA DE AZÚCAR223

6. Análisis de los resultados: “lo hallado entre los cañaduzales”

De acuerdo con los resultados de las entrevistas, se evidencia que las trayectorias de los participantes se caracterizan por ser lineales en las actividades agrícolas de la caña de azúcar, es decir, se presentan rotaciones en las labores o funciones que desempeñan, pero ocurren siempre en los cultivos de caña. Esto es más notorio en los participan-tes con edades superiores a los 50 años, quienes tienen trayectorias que ocupan gran parte de su vida, como en el caso del participante 7: ha desempeñado funciones agrícolas de la caña de azúcar durante 40 de sus 61 años.

Solo en tres de los trece casos se evidenciaron trabajos previos diferentes a los trabajos agrícolas de la caña de azúcar: auxiliar de enfermería, comerciante y auxiliar de transporte de cosechas. Los diez participantes restantes, desde su juventud e incluso niñez, han pasado por diferentes trabajos agrícolas de la caña debido a la influencia de sus padres, tíos y hermanos, quienes recomendaban el trabajo por su estabilidad durante todo el año. Lo anterior ocurrió por la expansión de la caña en el territorio vallecaucano que reemplazó la variedad de cultivos que había anteriormente. Esta predominancia de la caña trajo consigo posibilidades de trabajo diferentes para quienes habitaban las zonas aledañas. Así lo expresó el participante 11 que tiene ochenta y tres años y vivió este cambio que marcó su trayectoria de trabajo:

Aquí se sembraba frijol, maíz, soya, millo. Resulta que cuando había esas siembras uno vivía de la requisa, uno se iba a requisar el frijol, a requisar el maíz y de eso pues se tenía. Pero luego los viejos vendieron las fincas. La caña le trae más a la familia, por ejemplo, los que llegan y rastrillan, aran, todos tienen un trabajo en la

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HISTORIAS “AMARGAS” EN UNA TIERRA “DULCE”.224

caña, luego los que siembran, los que cultivan, los que abonan, los que fumigan, toda esa gente que trabaja la caña. Ya cada uno va ganando dinero y eso le da trabajo a cantidad de personas. (entrevista personal participan-te 11, cortero de caña)

La expansión de los cultivos de caña y la oportunidad de trabajos desencadenó migraciones de personas provenientes, principalmente, de las zonas costeras del Cauca, como Timbiquí y Guapi, municipios originarios de tres de los participantes.

El monocultivo de la caña de azúcar se convirtió en la única fuente de ingresos para las comunidades aledañas, lo que afectó las posibi-lidades de trabajo de las trayectorias de los participantes: “Antes que había variedad de cultivos uno podía trabajar en otra cosa. Ahora la única opción es caña”. (entrevista personal participante 3, cortero y alzador de caña).

Entre los participantes solo se encuentra un caso en el que la trayectoria de trabajo presenta una ruptura basada en elementos per-sonales, cuando decide dejar el oficio de la enfermería por el del corte de caña (participante 3). Esta trayectoria se caracteriza, además, por pasar de la fase agrícola de la caña a la industrial, puesto que se volvió operario de máquinas que procesan la caña en un trapiche. La ruptura en su trayectoria de trabajo en el sector salud se vio influenciada por la exposición desde la niñez al trabajo agrícola de la caña desempeñado por su padre, tíos y hermanos. Adicionalmente, este participante es el único que sobrepasó los trabajos agrícolas de la caña para ocupar un cargo en el sector industrial como operario de las máquinas que proce-san la caña en un trapiche. Esta diversificación en la trayectoria de tra-bajo conlleva menores exigencias físicas y lograr un contrato laboral.

En las trayectorias se evidencia la posibilidad de trabajos, pero en la misma actividad económica, como es el caso de realizar corte y alce

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CAPÍTULO 4.LOS OFICIOS DE LA PACORA ESCONDIDOS EN LOS CAÑADUZALES.

TRAYECTORIAS DE LOS TRABAJADORES AGRÍCOLAS DE LA CAÑA DE AZÚCAR225

de caña de azúcar, para luego ser el organizador de estas actividades (cabo de corte y alce). Este es el caso del participante 1 que expresó que: “esos cambios se dan según el interés que uno le preste al traba-jo y la experiencia que va ganando”. (entrevista personal participante 1, cabo de corte y alce). Así mismo del participante 12, actualmente jubilado y que durante su trayectoria de trabajo ascendió a ser cabo en los cultivos de un ingenio: “A mí me escogieron. Para ser cabo había que hacer curso”. (entrevista personal participante 12, pensionado y cortero informal).

Las entrevistas realizadas reflejan las limitadas oportunidades la-borales y educativas de los participantes, lo que constituye uno de los motivos que los llevó a trabajar en el sector agrícola de la caña de azú-car, como lo expresa el participante 2: “Pues, es que no hay otra op-ción, no hay trabajo. Toca hacerlo”. (entrevista personal participante 2, cortero informal) y el participante 10: “A uno le gustaría estudiar, pero las circunstancias no lo dejan a uno. Pero pues varios estudiamos hasta tercero o cuarto de primaria y ahí nos tocó dejar de estudiar por ponernos a trabajar” (entrevista personal participante 10, pensionado y cortero informal).

Además de las limitadas posibilidades de trabajo, el modelo flexi-ble informal bajo el cual están vinculados la mayoría de los partici-pantes, si bien es precario legalmente, otorga a los trabajadores la posibilidad de recibir su pago semanalmente, una oferta que para los entrevistados representa la estabilidad laboral. Paradójicamente, esa flexibilidad en su contratación es uno de los rasgos que marca la pre-carización de estos trabajos agrícolas de la caña de azúcar informales.

Con relación a lo anterior, el participante 4 señala el declive de las oportunidades de trabajo en la fase agrícola de la caña de azúcar: “Los muchachos de la región se están quedando sin opciones por la llega-da de la máquina. Se dedican a la delincuencia” (entrevista personal

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HISTORIAS “AMARGAS” EN UNA TIERRA “DULCE”.226

participante 4, cortero de caña). Esta preocupación la comparten otros de los participantes: “He escuchado que salió una máquina que corta, empaca, riega y tapa el hueco. Más desempleo” (entrevista personal participante 13, cortero de semillas). Con esto, los participantes hacen referencia al reemplazo de la mano de obra por maquinaria y afirman que este les ha reducido las oportunidades laborales a los jóvenes.

De las trece personas entrevistadas cuatro están jubiladas, pero continúan trabajando como corteros y alzadores de caña bajo un mo-delo informal. Esta situación se presenta por las condiciones socioe-conómicas de los participantes y sus familias, pues sus ingresos por concepto de jubilación son insuficientes para solventar sus gastos.

Respecto a los actores, una parte fundamental de la línea narrati-va en la cual se enmarca la trayectoria de trabajo de los participantes, se pudo observar que existe una constante rotación entre ingenios y empresas contratistas. Los primeros representan contratación directa y las segundas, contratación indirecta e incluso informal. Tan solo dos de los trece participantes tuvieron o han tenido un contrato directo en los últimos tres momentos de su línea narrativa, es decir, durante su trayectoria laboral desde que iniciaron en el trabajo agrícola de la caña. Los otros once entrevistados han tenido diferentes tipos de vinculación con estos actores en cada momento de la línea narrativa en busca de mejores oportunidades de trabajo, entre ellos el participante 5:

[…] como en el 2010 nos sacaron del ingenio. Sacaron como a diez. Y desde ahí pues estuve así, me fui a traba-jar con un trapiche, iba a la esquina, luego a Santa Elena y de ahí llegué acá. Y aquí estoy hace cinco años. (entre-vista personal participante 5, cortero y alzador de caña)

Además de los actores que proporcionan el trabajo están las fami-lias que, en la mayoría de los casos son las primeros en marcar el rum-bo de la trayectoria laboral de los participantes y direccionarla hacia la

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CAPÍTULO 4.LOS OFICIOS DE LA PACORA ESCONDIDOS EN LOS CAÑADUZALES.

TRAYECTORIAS DE LOS TRABAJADORES AGRÍCOLAS DE LA CAÑA DE AZÚCAR227

caña de azúcar. La experiencia desde la juventud en el corte y manejo de las plantas de caña y la exposición por tradición familiar o regional a este contexto agrícola les posibilitó facultades para desenvolverse en diferentes funciones del trabajo agrícola de la caña: corteros, al-zadores, macolladores, sembradores, apaladores o dedicarse a los llamados “oficios varios” de la caña.

Junto con los actores, existen en las trayectorias de trabajo obje-tos que han sido piezas representativas de cada oficio. Sobresale la pacora, un elemento pesado y afilado que acompaña a los trabajado-res agrícolas de la caña durante sus jornadas bajo el sol. Al ser la caña una planta que requiere el corte de su tallo completo para ser cosecha-da, de sus hojas para limpiar el tallo y de sus diferentes secciones para ser resembrada, la pacora es una herramienta multiusos que permite el cumplimiento de estas funciones. Aparte, se utilizan otros objetos como las palas, ganchos y rastrillos para otras funciones agrícolas que requiere la caña. Por ser herramientas manuales, incluso hechas arte-sanalmente, todas exigen fortaleza física, característica que destaca entre las personas que se dedican a estos oficios.

Conclusiones: lo que deja el trabajo agrícola de la caña

Al ser el valle del río Cauca –a lo largo de la historia– el punto geográfico del sector azucarero colombiano y el principal motor de desarrollo económico en la región, ya que es una de las industrias más representativas de este a nivel internacional, la presente investigación se buscó analizar las trayectorias de trabajo de una de las figuras más significativas del sector en su fase agrícola: los trabajadores agrícolas, es decir aquellos que desempeñan las funciones de corte, alce, siem-bra, despaje, abonado, entre otras de la caña de azúcar.

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HISTORIAS “AMARGAS” EN UNA TIERRA “DULCE”.228

Los resultados obtenidos permitieron evidenciar que las tra-yectorias de los trabajadores se caracterizan por ser: 1) lineales en funciones agrícolas como el corte, alce y siembra de caña de azúcar; 2) influenciadas por familiares; 3) informales; 4) fuentes de ingresos inestables; y 5) estar marcadas por movimientos poblacio-nales o migraciones.

Al igual que otras investigaciones (Frassa, 2005; Cicciari y Rubio, 2014; Graffigna, 2005; OIT, 2018), los participantes de la presente comparten las mismas características de otro tipo de trabajadores rurales y no rurales, agrícolas y no agrícolas, como lo son: la vulnerabilidad, explicada por Feito (2007) como el riesgo que tienen las personas de quedar expuestas a situaciones de crisis y no contar con los recursos necesarios para enfrentarlos; la pobreza que, para Altimir (1979), es la imposibilidad de satisfacer las necesidades básicas, tales como alimentación adecuada, alojamiento, vestimenta, agua potable, servicios sanitarios, salud y educación; y la falta de oportunidades que se refiere a la probabilidad de acceso que tiene una persona a bienes o servicios (Frassa, 2007), especialmente a aquellos que son imprescindibles para su subsistencia.

Así mismo, este tipo de trabajos se caracteriza por la informalidad y por no cumplir con estándares laborales como salarios, seguridad social y estabilidad. Por ello, las trayectorias de muchos de los tra-bajadores se asocian al empleo informal y a la precarización laboral, trabajos con bajos salarios, largas jornadas, faltos de seguridad social, inicios tempranos (niñez y juventud) en estas labores e inestabilidad laboral por la implementación de maquinaria.

Ahora, al ser el Valle del Cauca una potencia en el sector agroindustrial de la caña, lo cual se refleja en los informes anuales de Asocaña y Procaña que exponen que el desarrollo económico y social en los ingenios es positivo, especialmente en lo relacionado

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con la generación de empleos directos e indirectos, los resultados de la presente investigación sugieren que también en este sector se presentan problemáticas asociadas al empleo informal y a la precarización laboral. Lo anterior se manifiesta especialmente en los trabajos de la fase agrícola de la caña de azúcar ya mencionados, que se encuentran invisibilizados y no se da reconocimiento a muchos de sus derechos laborales.

Anterior a esta investigación se tuvo conocimiento de que son es-casas las investigaciones que describen las características de los tra-bajadores agrícolas en el sector agroindustrial de la caña, razón por la cual se optó por realizar un estudio de enfoque cualitativo y de tipo exploratorio descriptivo, con el instrumento de recolección de informa-ción de la entrevista semiestructurada y con el empleo de las líneas narrativas como técnica de análisis. Este diseño metodológico permi-tió conocer de primera mano las condiciones de trabajo y experiencias de los trabajadores agrícolas de la caña de azúcar.

Las trece líneas narrativas que conforman los resultados de la in-vestigación revelan puntos comunes en los contextos de vida que en-marcan las trayectorias de trabajo de los participantes. Uno de ellos se relaciona con las migraciones dadas en las familias provenientes de la costa pacífica colombiana, que posteriormente se establecieron en municipios próximos a los cultivos de caña de azúcar (en el Valle del Cauca y el norte del Cauca).

Lo anterior se asocia con el hecho de que la mayoría de los participantes de la investigación son afrocolombianos, una característica histórica de los trabajadores agrícolas del sector, pues a partir de 1592, al Nuevo Reino de Granada comenzó a llegar población negra esclava proveniente de la costa occidental de África, debido al exterminio de la fuerza de trabajo indígena. A inicios del siglo XVII se introdujo está fuerza laboral al valle geográfico del río

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Cauca, y después de la rebelión de los comuneros, la mayoría se radicó en Puerto Tejada, donde comenzaron a adoptar los cultivos de tabaco como principal fuente de ingresos. Para 1852 comenzó una reestructuración social en la cual estos nuevos trabajadores libres se incorporaron a los trabajos oficialmente, especialmente a aquellos de carácter agrícola, en la región del valle geográfico del río Cauca y con un salario mínimo (Mina, 2011).

Adicionalmente, se evidenció como punto en común que la mayo-ría de los participantes, aunque son de avanzada edad, actualmente desempeñan oficios agrícolas en la caña de manera informal, debido a las condiciones de pobreza que afrontan; además de que su pro-longada vinculación informal los condiciona a trabajar hasta edades avanzadas al no alcanzar a obtener una pensión.

El rol de las familias como actores que influyen en las trayectorias de trabajo de los participantes concuerda con lo indicado por Chávez (2003) con respecto a que los lazos sociales de los trabajadores rura-les, categoría que incluye a los trabajadores estudiados en esta inves-tigación, no posibilitan oportunidades de trabajo por fuera del sector agrícola, lo que se convierte entonces uno de los factores que explica la rotación de los participantes en trabajos generalmente relacionados con el sector agrícola de la caña. En adición a esto, el contexto del monocultivo que circunda a las familias refuerza la decisión de optar por trabajos agrícolas en los cultivos de caña de azúcar.

Los participantes entrevistados podrían ser parte de una de las últimas generaciones de trabajadores agrícolas de la caña, ya que la oferta laboral con contratación directa con ingenios y trapiches va en declive por la incorporación de las máquinas que realizan las funcio-nes agrícolas como el corte y alce de la caña, la siembra y el riego, y por el poco interés por parte de la población joven, que prefiere optar por otro tipo de trabajos.

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Si bien esta investigación aporta al presentar un tema poco es-tudiado en el contexto del sector azucarero en Colombia, no estuvo exenta de limitaciones, entre las que destaca la cantidad de partici-pantes y que se asocia a la resistencia de los trabajadores ante la posibilidad de ser sujetos de investigación, puesto que temen poner en riesgo su trabajo. No obstante, las respuestas otorgadas por los parti-cipantes permitieron formular líneas narrativas sobre sus trayectorias de trabajo. Es por lo anterior que para futuras investigaciones se recomienda realizar más focus groups que amenizan la experiencia para los participantes al generar una conversación con compañeros de trabajo. Además, esta herramienta conduce a respuestas más abiertas al ser un espacio de reflexión y debate.

Así mismo, es importante que para futuras líneas de investigación se explore la tensión del ingreso de la máquina a la fase agrícola en relación con la mano de obra, lo que podría suponer el fin de las tra-yectorias de los trabajadores agrícolas de la caña de azúcar.

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Registro fotográfico por Cristian Bedoya Dorado de la vista panorámica de la Hacienda el Paraíso

Municipio el Cerrito, Valle del Cauca

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