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Las crisis

La irrupción de la crisis energética, económica y estructural del capitalismoa comienzos de la década de los 70 del siglo pasado abrió un periodo muycomplejo en el sistema de sociedades mundial en el cual las posibilidadesde cambios democráticos, presagiados por la contestación de los años 1960(democracia política y democracia económica), fueron desbordadas por lasprofundas regresiones en todos los ámbitos de la vida política, económicay cultural introducidos por lo que a posteriori se denominó capitalismo fle-xible o globalizado. Era una respuesta contundente de la élite capitalistatransnacional al nuevo periodo de estancamiento (y por tanto de reducciónde ganancias) y a los temibles avances de la izquierda de los 60: una ver-dadera «guerra de clases» orientada a una «masiva redistribución de larenta y la riqueza hacia las capas superiores» mediante la reducción de loscostes laborales, en acertada formulación de J.B. Foster y F. Magdoff en elcapítulo 2 de este volumen. Sobre esa base, el capitalismo experimentó unnuevo ciclo expansivo, caracterizado como neoliberalismo, pero al mismotiempo la acción colectiva, la acción de hombres y mujeres en las distintassociedades y también a escala global tejieron múltiples formas de resisten-cia y de autodefensa que dejaron un poso nítido que es hoy un poderosoactivo para enfrentar la nueva crisis sistémica del capitalismo mundial. Losforos sociales, la expansión de los movimientos sociales y su cambio derumbo, la reintroducción en la vida cotidiana de diversas comunidades delmundo, principalmente desde experiencias políticas gestadas en el Sur, de

Presentación

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algo parecido a la noción de «economía moral» identificada por E.P.Thompson son, entre otras, manifestaciones de estos cambios generados enel contexto de las reverberaciones de la crisis sistémica de los 1970.

Desde el punto de vista de la evolución del sistema de mercado desdeentonces, y como ilustran bien algunos análisis de este volumen (en espe-cial el capítulo 7), las tendencias estructurales del sistema en su fase mono-polista hacia el estancamiento, una tesis teórica característica de pensado-res de la órbita de la Monthly Review (Sweezy, Baran, Kalecki, Steindl, HarryMagdoff…), fueron contrarrestadas principalmente por lo que Joseph Hale-vi y Riccardo Bellofiore han caracterizado agudamente como un «nuevorégimen capitalista financializado» o «keynesianismo financiero»; es decir,mediante el recurso al endeudamiento masivo y la estimulación de lademanda mediante la proliferación de burbujas de valores (inmobiliarios,financieros).1 Por tanto, la emergencia de tendencias recesivas en el núcleodel capitalismo junto a una cadena de acontecimientos con fuerte impactoeconómico y simbólico abrió formalmente un periodo de crisis focalizadafundamentalmente en el sistema financiero de las principales economías yen la acción masiva de los Estados como el principal factor de estabilizacióny salvaguarda, en último término, del capitalismo ultraliberal de la épocareciente, hasta 2007 y 2008, cuando la tendencia no pudo ser contenida yestalló la crisis hipotecaria de las subprime (ver el capítulo 4). Los aconteci-mientos subsiguientes son conocidos, y su análisis detallado es el objetoprincipal de este libro; como señalan J. Foster y F. Magdoff en el capítulo 2:

La creciente bancarrota económica actual y el sentimiento de escándalo político han

provocado una ruptura fundamental de la continuidad del proceso histórico.

En efecto: no hay duda de que en el mundo de hoy se está producien-do un «cambio de escenario» (J. Pastor)2 de largo alcance. La confluenciaen un mismo momento histórico de una multiplicidad de crisis (véase elcapítulo 5, de Bill Tabb) y la debacle de Wall Street y la Gran Depresión enproceso de despliegue, sugieren que estamos en camino de una transfor-mación socioestructural de gran envergadura. Esas crisis múltiples cubrenprácticamente todo el espectro de la sociedad organizada en que vivimos,y están entrelazadas. Hay una tangible crisis alimentaria (capítulo 1, de FredMagdoff) que ha precipitado a alrededor de mil millones de personas,según la FAO, en el hambre y la desesperación. Hay una crisis de hegemo-nía, según la cual los poderes dominantes en el sistema mundial desde fina-les del siglo XIX, Estados Unidos y el Reino Unido principalmente, estánlentamente perdiendo sus posiciones mientras emergen poderes nuevos en

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Oriente y en el Sur: China, India, Rusia, Brasil, los llamados BRIC. Hay unacrisis de la sostenibilidad: la Era de los Límites de la que venimos hablandoen estas páginas desde hace años es hoy ya una realidad casi visible a sim-ple vista y que una mayoría social percibe como cierta porque recibe susefectos en la vida cotidiana. La actual crisis sitúa a la población mundialfrente a una agenda sustancialmente diferente a la que abordan las élitespolíticas, los organismos internacionales y las distintas instancias más omenos formales de coordinación regional y global. Se precisa tanto uncambio de modelo productivo y de vida, que han gestado el advenimientode esa Era de los Límites, como un consenso social y acción política urgen-te que ponga freno al desequilibrio demográfico, al expolio de los recursoscomunes, al agotamiento de los no renovables, al medioambiente desequi-librado y contaminado, a la corrupción del modelo de democracia limita-da con la que operaban los países del centro y, en general, al ascenso depoderes neoautoritarios y oligárquicos por todo el mundo.

Hay también una crisis cultural, especialmente en los países del Norte,a la que se ha llegado después de la evidencia de que el individuo posmo-derno o el individualismo de la «Modernidad líquida», en expresión de Z.Bauman, producto de la era neoliberal y resultado lógico de procesos tanbien conocidos como el dualismo, la flexibilidad y el «Estado mínimo», era(y es) un ser execrable y antisocial que traslada las nociones de la ventajacomparativa y de ingeniería legal (fiscal, para empezar) destinada a despla-zar costes al exterior (arruinando así a otros y depredando los bienes comu-nes) al mundo de las relaciones interindividuales y personales. Finalmen-te, hay una crisis del modelo neoliberal dominante durante el último cuartode siglo y esa crisis, indiscutible, resulta de la fractura financiera y econó-mica de ese capitalismo «de casino», depredador y a la ofensiva (contra lospobres y las clases populares) que ha reinado durante una generación.

Esa fractura conjunta adopta crecientemente el perfil de una nuevaGran Depresión, como mínimo comparable a la de 1929 y años subsi-guientes. Sus rapidísimos efectos han significado un abrupto descenso delos niveles de vida de la gente, lo que significa que, aquellos que ya no dis-ponían de acceso a los bienes más preciados y mantenían discretos nivelesde vida han sido desplazados hacia la pobreza y la indigencia.

Las reacciones

¿Cuáles han sido las reacciones más notorias ante este cambio de escena-rio? Ante el estallido de las grandes crisis económicas del capitalismo, y

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con el objetivo de entrever lo que nos depara el futuro, dos son los centrosde interés donde podemos mirar para establecer cuáles son las grandesfuerzas sociales y tendencias en la economía política (ahora, mundial) quesufre los efectos de la crisis. De un lado, la reacción y posiciones de lasfuerzas políticas institucionales. De otro, las que se dibujan por parte de laciudadanía y las sociedades civiles de los distintos países. Por lo que serefiere a la primera, a su vez, es obligado distinguir entre las reacciones yposiciones adoptadas por la élite global, el establishment, esa clase domi-nante transnacional que ha tejido una temible coalición de clase durante laera neoliberal; y, por otro lado, la izquierda institucional.

La élite global, que ha conducido la dinámica frenética de la globaliza-ción desde arriba y nos ha precipitado en la presente crisis sistémica, sigueen los puestos de mando: en los Gobiernos de los Estados, en las clasespolíticas nacionales o estatales, en los medios de comunicación, en los sis-temas de partidos… Es previsible que este grupo sufra importantes escisio-nes internas. Primero, por efectos de la propia crisis financiera y económi-ca, que romperá muchos de los microconsensos sobre los que descansabaesa coalición de intereses. También, porque una parte no tendrá más reme-dio que cambiar su camisa aceleradamente (lo hemos visto ya en cargosimportantes de la propia Administración de Obama, neoliberales de propero que no han dudado en encabezar medidas de política «neokeynesia-na» para impedir el naufragio del sistema bancario) mientras que otra, irre-misiblemente, va a resistirse y quedará barrida por la nueva generación decargos asociados a la propia crisis. El establishment ha quedado noqueadopero sigue al mando de las operaciones, por el momento; su papel en el«neokeynesianismo» emergente puede sorprender pero tiene una fuertecoherencia de clase y su instinto de supervivencia va a propiciar que inten-te mantener la iniciativa. Por su lado, el papel de la izquierda institucionalen esta coyuntura de crisis es, como mínimo, paradójico. Por la importan-cia especial que asignamos a este agente, especialmente al pensar en sali-das progresistas de la crisis, analizamos su actuación por separado en elsiguiente epígrafe.

Por último, y lo más importante, la ciudadanía y las sociedades civiles.La crisis iniciada en Wall Street empieza a manifestarse en 2007, pero es amediados de 2008 cuando estalla con intensidad, provoca urgentes medi-das de choque y un cambio drástico tanto en los datos macro y microecó-nomicos como en las políticas públicas a escala global. Las formas de reac-ción incipientes pueden captarse bajo cuatro rubros o nociones sugeridasen su día por Albert Hirschman y James Scott.3 Estos analistas elaboraronun modelo sencillo que permite, aplicado a las reacciones de grandes agre-

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gados sociales (pero que mantienen en su base un importante elementoindividual de decisión) enfrentados a una situación indeseada, captar lascondiciones que vinculan el descontento individual provocado por estacon, eventualmente, la acción o inacción colectiva. Las cuatro situacionesdestacadas son la protesta («voz»), el cambio de registro o de condiciones deexistencia (la «salida»), el descontento que sin embargo mantiene su com-promiso con el sistema («lealtad») y, en condiciones de fuerte dominacióndesde arriba, la hostilidad o la resistencia en forma de microconflicto.

La ciudadanía ha recurrido en muchos lados a la «voz», ya en 2008(por ejemplo en China, a finales de noviembre), pero de forma abierta en2009. Para este último periodo podemos destacar, por un lado, grandesprotestas en los países del centro, muchas de ellas de carácter laboral. EnFrancia han sido especialmente agudas y han llegado a la huelga general(entre enero y marzo-abril-mayo). En el Reino Unido han adoptado tintesxenófobos y han producido en febrero algunos estallidos que han recorda-do los de febrero de 1979 contra Thatcher; en Gran Bretaña, por tanto,hasta el momento la protesta ha dibujado el perfil de la «antipolítica»característico de sociedades con un fuerte desapego de la ciudadanía enrelación con la política institucional tradicional (como ocurrió en sumomento, por ejemplo, en la Europa postsoviética). En el epicentro de lacrisis, los Estados Unidos, se registra, al menos desde febrero de 2009, unacelerado deterioro de las condiciones de vida y un extendido malestar quehasta el momento no ha prendido en un conflicto abierto y masivo. Hanestallado también protestas en la Federación Rusa (en enero y febrero), enGuadalupe y las Antillas francesas,4 una especie de colonias internas deFrancia, en España (en febrero y en mayo sobre todo), mientras que sedetecta también un grave deterioro de las condiciones en América Latina.En un grupo de países, especialmente en Europa central (Chequia enmarzo), se han registrado grandes tensiones que han provocado inestabili-dad institucional aguda (también, por ejemplo, en Grecia en abril) y lasprotestas, también de abril, contra la cumbre de la OTAN en Estrasburgo.Finalmente, desde finales de 2007 y durante 2008, una oleada de «moti-nes de subsistencia» en numerosos puntos del Sur global en protesta porel alza de los precios de los alimentos básicos (véase el capítulo 1).

En conjunto, por tanto, puede hablarse de: uno, agitación laboral glo-bal; dos, protestas cuajadas y potentes, puntuales pero esparcidas por todoel sistema mundial y no entrelazadas; tres, agudas condiciones de deterio-ro de la situación pero que no cuajan en protestas organizadas en EstadosUnidos y otras regiones; cuatro, la presunción de que el conflicto socialdesencadenado por la crisis va en aumento y se extiende y que, en general,

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las medidas paliativas puestas en marcha por la mayoría de Gobiernos delestablishment neoliberal al mando han contenido los primeros efectos deprotesta pero que 2010 puede ser quizá, al respecto, según algunos indi-cios, un año con gran potencial de conflicto.

¿Cuáles son las medidas de «salida» que pueden registrarse? Por unlado, el mecanismo típico de «salida»: los movimientos migratorios. Laapertura de las crisis citadas fuerza a una parte de la mano de obra inmi-grante en economías más prósperas (es el caso español) al retorno forzado;y endurece extraordinariamente las condiciones de los que declinan volvero, sencillamente, no pueden, por su carencia de derechos políticos, preca-riedad de condiciones de existencia y escasa capacidad de acceder a la voz.Por otro lado, en el contexto de la crisis sistémica y el descontento desdeabajo, la «salida» nos lleva a observar reacciones de colectivos que, en par-tes diversas del sistema, manifiestan con su acción que han abandonadoconceptualmente el sistema y se dedican «a otra cosa». Este es el caso, cla-ramente, de la fundación de partidos de orientación antisistémica, es decir,que se dirigen explícitamente a superar la sociedad de mercado, algunos delos cuales se mencionan más abajo. Es el caso también, quizá menos publi-citado pero más extendido, de la creciente ola de asociaciones de trabaja-dores y trabajadoras que toman en sus manos empresas en crisis y las reflo-tan formando cooperativas de autogestión (en Argentina, de las que hadado cuenta en un documental Naomi Klein, y en otros lugares), unaforma de «salida» practicada también en España en los inicios de la transi-ción (por efecto de la crisis económica de mediados de los años 1970) yque tuvo un celebrado caso en la barcelonesa Numax (recogido en docu-mento gráfico inolvidable por el cineasta desaparecido, vinculado tambiéna esta publicación, Joaquim Jordà).

La «lealtad» en medio del descontento es una categoría menos defini-da. Significa que, pese al descontento individual respecto a una situacióno estado de cosas, el compromiso con una institución (en nuestro caso, conla forma de sociedad) prima sobre el recurso a la voz y la acción colectiva.En este punto, la observación de lo ocurrido durante el último año largoproduce resultados desconcertantes que, sin embargo, si son bien interpre-tados contienen algunas claves decisivas sobre lo que nos aguarda. Comohan señalado diversos analistas refiriéndose al área de la OCDE, el datodesconcertante es que la mayoría de la ciudadanía, a pesar de la rapidez ycontundencia de la crisis, primero financiera, enseguida económica, final-mente sistémica y cultural, no busca salir del capitalismo.5 Se produce,pues, una extraña lealtad al sistema que, aunque responde a diversos ycomplejos factores, debe sin duda conectarse con el hecho de que la

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izquierda institucional ha perdido totalmente su credibilidad entre unaparte considerable de la población en tanto que proyecto alternativo.6 Aun-que operan más factores, ¿cómo interpretar si no la vigencia y resultadoselectorales, a pesar de los pesares, de líderes políticos como Sarkozy, Mer-kel o Berlusconi? Sea como fuere, la patente derechización electoral que hatenido lugar en Europa —que contrasta con el giro desde el neoconserva-durismo extremo a una fórmula más o menos socialdemócrata en EstadosUnidos bajo Obama— es sin duda una reacción de lealtad que debe preo-cupar a la izquierda, como también las manifestaciones xenófobas delReino Unido mencionadas antes.

Finalmente, la hostilidad o los microconflictos. Se registran aquí diver-sos actos de sabotaje, de secuestro de directivos de empresas y de ocupa-ciones. Pero también el estallido, desde hace unos años, de lo que conven-dría conceptualizar como revueltas anómicas, es decir, la presencia crecientede formas masivas de conflicto social que se producen, no solo en contra,sino al margen de la estructura normativa característica de las sociedadesde capitalismo avanzado. Fue en 2005 el caso de la protesta masiva en lasbanlieues francesas por parte de la población de inmigrantes de segunda ytercera generación (la mayoría ya «nacionales»). Pero también el caso grie-go de finales de 2008, aunque elementos de este tipo de protesta hostil yantisistémica se encuentran en diversos movimientos estudiantiles recien-tes, incluido el caso español.

La izquierda institucional

La crisis global, sistémica y civilizatoria en la que nos encontramos debe-ría convertirse en una oportunidad para ofrecer alternativas desde la iz-quierda que cuestionaran abiertamente la falsa salida que, mediante la«socialización de las pérdidas» generadas por el capital financiero, estánpromoviendo los Estados, las instituciones financieras internacionales y laOMC, con el firme propósito de que el «sistema» vuelva a funcionar comoantes. Una respuesta que era de esperar y que además va acompañada deuna nueva vuelta de tuerca contra los derechos de los trabajadores y lospueblos y, en el mejor de los casos, de cambios cosméticos en la lucha con-tra el cambio climático para seguir con el mismo «modelo de crecimientoeconómico», incluso mediante el relanzamiento de la energía nuclear.

Sin embargo, para poder llevar a cabo una verdadera y radical «eutana-sia del rentista» y generar nuevas esperanzas de cambio radical habría quecontar con una izquierda a la altura de los retos que esa misma crisis plan-

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tea y ese no es el caso. La creciente adaptación a la «onda larga» neolibe-ral por parte de los grandes partidos socialdemócratas desde el decenio delos 1980 llegó hasta tal punto que hoy es patente su incapacidad para daruna respuesta diferente de la que la derecha está promoviendo, dispuestaahora a recurrir sin complejos a la ayuda de unos Estados que retornan confuerza a intervenir en la economía para salvar al capital.

¿Cómo orientarse para enjuiciar a la izquierda institucional? E. Hobs-bawm ha ofrecido recientemente un criterio convincente:

Decisiones públicas que tienen por objetivo la mejora social colectiva de la cual

todas las vidas humanas deben beneficiarse. Este es el fundamento de las medidas

de política progresivas (y no la maximización del crecimiento económico y las ren-

tas personales).7

Hay algunos acontecimientos de gran impacto que señalan el caminoseguido por la izquierda institucional hasta adquirir sus perfiles actuales ysepararse de la noción de Hobsbawm: la huelga de controladores aéreosnorteamericanos de agosto de 1981, derrotada por Reagan; la renuncia auna política neokeynesiana por parte del Gobierno de la «Unión de laIzquierda» en Francia en 1982; y el fracaso de la huelga de los mineros bri-tánicos de 1984-1985. Estos acontecimientos decisivos se encuentran enlos orígenes de un proceso que permitió «cristalizar el consenso sobre el“agotamiento” del compromiso social keynesiano y sobre la “necesaria” yrigurosa subordinación de las políticas sociales a los imperativos de la“competitividad”».8 Desde entonces, la transformación de la mayoría de lospartidos socialdemócratas en «social-liberales» se convirtió en una tenden-cia dominante que encontró además su codificación teórica en obras deintelectuales como Anthony Giddens y de políticos como Anthony Blair yGerhard Schroeder. El documento que estos dos líderes del laborismo bri-tánico y de la socialdemocracia alemana suscribieron en junio de 1999 bajoel título de «La Tercera Vía» fue suficientemente esclarecedor de ese giroradical: en él se consideraba superada la división entre izquierda yderecha,9 se rechazaba el «crecimiento constante del gasto público», se afir-maba que «se ha exagerado la debilidad de los mercados y se ha subesti-mado su fuerza», se apostaba por «una sociedad que aprecie a los buenosempresarios tanto como a los artistas o a los futbolistas» y se expresaba «laconvicción de que se deben superar los típicos conflictos laborales». Esadeclaración, hecha poco antes de las elecciones al Parlamento Europeo dejunio de 1999, venía además a ratificar su identificación con una Europamotor de la globalización neoliberal: «la UE debe seguir actuando con

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determinación a favor de la liberalización del comercio mundial»; «se debesimplificar la fiscalización sobre las empresas y se deben reducir los tiposde impuestos»; «reviste particular importancia la reducción de los costeslaborales extrasalariales mediante la reforma estructural de los sistemas deseguridad social»; «los mercados flexibles son un moderno objetivo social-demócrata»; «el mercado laboral necesita un sector de bajos salarios parapoder ofertar trabajos que requieran esa preparación».10 Así se hacía difícildistinguir, al menos en lo que a política económica se refiere, entre lasvariantes conservadora y socialdemócrata de la «gobernanza» europea quese puso en marcha desde el Acta Única de 1986 y que acabó mostrando eltriunfo póstumo de uno de los grandes padres del neoliberalismo.11

El «escándalo político» reciente del que hablan Foster y Magdoff en elcapítulo 2 deriva en buena parte de las reacciones y declaraciones de líde-res socialdemócratas «de Tercera Vía», como Rocard o Felipe González,que pretenden desmarcarse hoy de un paradigma neoliberal que ellos mis-mos contribuyeron a asentar en el seno mismo de las clases trabajadoras«nacionales», atraídas por la ilusión del «efecto riqueza» y del «capitalis-mo popular» y ajenas a la sobreexplotación de la población inmigranteque, como en el caso español, contribuyó decisivamente a ese «milagroeconómico».

El balance que ofrecen los partidos comunistas tradicionales tampocoes satisfactorio. Quizás el caso italiano sea el más dramático, ya que a lolargo de todo este periodo hemos visto un proceso de mutación crecientedel PCI que le ha conducido a la conformación de un «Partido Demócra-ta» («reformista pero no de izquierdas», según su líder, Walter Veltroni),triste reflejo de la «norteamericanización» que ha conocido la política enEuropa. Otros partidos, como el francés o el español, se han visto someti-dos a la vieja tensión de querer ser «partido de lucha y de Gobierno»… conel social-liberalismo, sufriendo así una crisis de identidad y de proyecto y,sobre todo, una pérdida de arraigo social entre los y las de abajo. No obs-tante, surgen nuevas experiencias como La Izquierda en Alemania (produc-to de la fusión entre la izquierda socialdemócrata encabezada por OskarLafontaine, el antiguo Partido Comunista de Alemania Oriental y unacorriente sindical) o el Partido de Izquierdas en Francia, mientras que tam-bién en ese país un ensayo de una izquierda más radical como el NuevoPartido Anticapitalista, que tiene a Olivier Besancenot como su principalportavoz, trata de ser un nuevo referente en la reconstrucción partidaria dela «izquierda de la izquierda».

En todos los casos revisados, las organizaciones sindicales del periodoreciente participan decididamente en las políticas de Tercera Vía y son con-

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sideradas, a todos los efectos, fuerzas de orden.12 Solo en América Latinanos encontramos con procesos de cambio y de ruptura, al menos parcial,con el neoliberalismo, en los que sin embargo no es la izquierda —tradi-cional o no— la protagonista sino, más bien, los pueblos indígenas y nue-vas formas de liderazgo populista cuyas potencialidades y limitacionesestán viéndose sometidas a nuevas pruebas tanto frente a la «nueva» estra-tegia estadounidense en la región como ante la presión de los movimien-tos sociales de los y las de abajo. Nuevos programas, nuevas estrategias deresistencia y de reconstrucción de bloques contrahegemónicos, «por abajoy a la izquierda», se hacen cada vez más necesarios en las distintas escalas—local, nacional, estatal, regional y global— de conflictividad y de luchaque esta crisis, probablemente larga, va a ir generando. Encuentros comoel Festival Mundial de la Digna Rabia en Chiapas y el Foro Social Mundialde Belém en enero de 2009 han ofrecido ya la oportunidad de nuevos espa-cios de diálogo y de convergencia entre organizaciones sociales y partidospolíticos en la búsqueda de nuevos caminos, con la aspiración a la sociali-zación de los bienes comunes, al servicio de la satisfacción de las necesida-des básicas del conjunto de la humanidad y del planeta, como horizontetambién común de ese «otro mundo posible».

En resumen, ante el hundimiento abrupto y contundente de los funda-mentos del entramado económico del capitalismo neoliberal, prácticamen-te sin excepciones (La Izquierda y poco más), la izquierda institucional hacarecido de respuesta alguna. Su reacción instintiva, un acto reflejo, haconsistido en reunirse para sostener al capitalismo y «salvarlo» o «rescatar-lo» de su traspiés. Su discurso y sus políticas han sido de una total clari-dad: diseñar planes para hacer frente o prevenir el estallido de conflictossociales y ni una palabra ni acción para dejar atrás la era del capitalismo.El mensaje ha sido potente: a todos los efectos, los partidos, sindicatos einstituciones anexas de la izquierda institucional, por mucho que buenaparte de sus apoyos sociales vayan en otra dirección, forman parte integral(en lugares subordinados) de esa élite global que configura el establishmentdel capitalismo globalizado de hoy. El resultado de las elecciones europeasen Francia de junio de 2009, con el grupo ecologista encabezado por CohnBendit alcanzando el porcentaje de votos del PSF, podría entenderse comoun anticipo de un colapso que, poco a poco, puede diluir los residuos deesa «vieja» izquierda institucional.

Hay grandes desafíos a la vista, y no es el menor de ellos esa preocu-pante proliferación de nuevos extremismos de derechas en los últimos añosy la posibilidad cierta de nuevas salidas autoritarias ante los agravados pro-blemas económicos y sociales. Pero la esperanza y la fuerza política para

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gestionar esos tremendos desafíos que se avecinan proceden de la sociedadcivil, la ciudadanía autoorganizada, los «novísimos» movimientos y expe-riencias alternativas. A estos fundamentos, sólidos pero quizá diseminados,esperamos que se una la fuerza del movimiento obrero en reacción ante lacrisis y estableciendo vinculación y continuidad entre las numerosas luchasprotagonizadas en los últimos años por trabajadores y trabajadoras de todoel mundo en su resistencia ante la globalización, y que, al hacerlo, acelerenla necesaria renovación de las organizaciones sindicales y la aparición denuevas formas de organización política de los trabajadores.13 Como seargumenta en este volumen, el capitalismo acaba de demostrar de nuevoque es un «sistema fallido» (capítulo 7) y la única manera de salir de él yrescatar, no a los bancos, sino a la civilización, es «una insurrección socialy económica de masas» (Foster y Magdoff, capítulo 2).

Con ese horizonte, invitamos al lector o lectora a examinar los convin-centes argumentos que ofrecen los autores de los distintos capítulos de estelibro. El capítulo 1 (Fred Magdoff) explica los entresijos de la aguda crisisalimentaria mundial. El capítulo 4 (Karl Beitel) expone con todo detalle elorigen de la crisis financiera y las subprime y la lógica con que operan losque denomina «los brujos de Wall Street». El capítulo 2 (John Foster yFred Magdoff) describe el contexto más amplio de la «implosión financie-ra» y su vinculación con la tendencia estructural del capitalismo monopo-lista hacia el estancamiento. El capítulo 3 (Minqi Li) relaciona ambas cri-sis, la hipotecaria y la financiera, con la crisis económica global y elagotamiento de los recursos. Bill Tabb (capítulo 5) relaciona todos estosargumentos con elementos geopolíticos y la crisis de hegemonía de Esta-dos Unidos por el surgimiento de unos nuevos poderes emergentes, enAsia y otros lugares. El capítulo 6 (John Foster y Robert McChesney)ponen la atención en el fin de la presidencia de Bush y el acceso al Ejecu-tivo norteamericano de Barack Obama y lo que esto significa. Finalmente,John Foster (capítulo 7) analiza la presente crisis de la globalización neoli-beral, explica por qué nos encontramos en «un momento crucial de la his-toria de la humanidad» y las razones que demandan una acción políticaintensiva por parte de las clases populares del sistema mundial para, comopropone Evo Morales (solapa), deshacernos con urgencia del sistema demercado.

Salvador Aguilar, Arcadi Oliveres, Jaime Pastor y Carlos ZellerBarcelona y Madrid, julio de 2009

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Notas

1. Consúltese al respecto el importante artículo de John Bellamy Foster, «La financializacióndel capitalismo», en Monthly Review. Selecciones en castellano, nº 8, 25 años de neolibera-lismo, Hacer-Món 3, Barcelona, 2008, pp. 41-53.

2. Jaime Pastor, «La crisis y los movimientos sociales. De la indignación individual a la pro-testa colectiva», CIP-Ecosocial, Boletín ECOS 7, mayo-julio de 2009.

3. Albert Hirschman, Salida, voz y lealtad, FCE, México, 1977; y James C. Scott, Weapons ofthe weak [Las armas de los débiles], Yale University Press, New Haven, 1985. Los párrafosinmediatamente siguientes proceden de un artículo de S. Aguilar en elaboración.

4. Véase Immanuel Wallerstein, «Guadeloupe: oscura clave de la crisis mundial», La Jornada,9 de marzo de 2009.

5. El columnista de El País Ignacio Sotelo lo ha resumido en «La salida de la crisis» (18 dejunio de 2009): «La diferencia fundamental con la crisis de 1929 es que muy pocos conec-tan la actual con el fin del capitalismo… No ha disminuido la confianza en el orden eco-nómico establecido, ni siquiera en las instituciones financieras responsables de la catástro-fe». La segunda idea es más que cuestionable, pero la primera acierta y refleja unapercepción muy extendida que la izquierda debe tratar de aclarar.

6. Manuel Valls, alto dirigente del Partido Socialista francés: «Pensar en otro tipo de sociedadque no sea capitalista carece de sentido» (El País, 26 de julio de 2009).

7. E. Hobsbawm, «Socialism has failed. Now capitalism is bankrupt. So what comes next?»,en The Guardian, 22 de abril de 2009.

8. Noëlle Burgi, «Du blairisme» (disponible en http://contretemps.eu/print/438).9. Teorizada ya por el propio Giddens en 1994 en un texto clave, Más allá de la derecha y la

izquierda, Cátedra, Madrid, 1996; y, por supuesto, en La Tercera Vía.10. «La Tercera Vía. Europa: The Third Way-Die Neue Mitte», de T. Blair y G. Schroeder, en

¿Tercera Vía o neoliberalismo?, de Martin Jacques (ed.), Icaria, Barcelona, 2000.11. El recientemente fallecido Peter Gowan ofreció una interpretación excelente de ese

«nuevo europeísmo» en «La Europa de Hayek y su deriva hacia la incoherencia», enVV.AA., Buscando imágenes para Europa, Círculo de Bellas Artes, Madrid, 2006.

12. Algo que en España se ha producido en un lapso muy breve. Contrasta la actitud de losgrandes sindicatos españoles con el juicio que merecieron a alguno de nosotros despuésde una huelga general hace veinte años: «Los sindicatos son, en la España actual [1989],el último reducto organizado, con una base social de importancia, de esta cultura deizquierdas», en Salvador Aguilar y Jordi Roca, 14-D: economía política de una huelga, Fun-dació Jaume Bofill, Barcelona, 1989, p. 9.

13. Se avecinan cambios. Podemos aprender de pasadas crisis capitalistas y tratar de divisar-los según las nuevas condiciones de hoy. Leo Panitch recordó hace unos años que «[d]ela larga crisis de 1873 a 1896 surgieron en Europa los partidos y sindicatos obreros demasas; el modelo norteamericano de sindicalismo industrial y el modelo sueco de ges-tión socialdemócrata se forjaron durante la Gran Depresión de la década de 1930; y fueen medio de las remozadas crisis económicas de las décadas de 1970 y 1980 donde sedesarrollaron los nuevos movimientos sociales», en L. Panitch, «Los movimientos y larenovación del socialismo», capítulo 10 de Monthly Review. Selecciones en castellano,nº 3, Movimientos de resistencia al capitalismo global, Hacer-Món 3, Barcelona, 2005, pp.170-171.

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Una grave crisis alimentaria ha afectado al mundo en 2008. Esta cri-sis viene a sumarse a la crisis agrícola y alimentaria a más largoplazo que ha traído ya el hambre y la malnutrición a miles de millo-

nes de personas. Para comprender todas las nefastas implicaciones de loque está sucediendo en la actualidad es necesario atender a la interacciónentre esas dos crisis a corto y largo plazo. Ambas surgen básicamente de laproducción lucrativa de alimentos, fibras y ahora, además, biocombusti-bles, y de la escisión que eso inevitablemente provoca entre, por un lado,las personas y, por otro, la producción de alimentos.

Hambre «rutinaria» antes de la crisis actual

De los más de 6.000 millones de personas que pueblan el mundo en laactualidad, las Naciones Unidas calculan que cerca de 1.000 millonespadecen inanición crónica. Sin embargo, esa cifra, que no es más que unatosca estimación, no incluye a las personas aquejadas de déficits nutricio-nales y vitamínicos, así como otras formas de malnutrición. El númerototal de personas que sufren inseguridad alimenticia y están mal nutridaso carecen de nutrientes esenciales es probable que esté más próximo a los

La crisis alimentaria mundial

Fred Magdoff

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· Artículo publicado en MR, vol. 60, nº 1, mayo de 2008, pp. 1-15. Traducción de Joan Que-sada. Fred Magdoff es profesor emérito de ciencias de las plantas y el suelo en la Universidadde Vermont en Burlington (USA) y uno de los directores de la Fundación Monthly Review.

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3.000 millones, lo que representa casi la mitad de la humanidad. La grave-dad de la situación queda patente en la estimación realizada en 2007 porNaciones Unidas, según la cual unos 18.000 niños fallecen diariamentecomo consecuencia directa o indirecta de la malnutrición (AssociatedPress, 18 de febrero de 2007).

Rara vez la causa de que la gente pase hambre es la escasez en la pro-ducción de alimentos. Eso se aprecia claramente en los Estados Unidos,donde, a pesar de que la producción supera las necesidades de la pobla-ción, el hambre continúa siendo un problema acuciante. Según el Depar-tamento de Agricultura estadounidense, en 2006 más de 35 millones depersonas vivían en hogares aquejados de inseguridad alimenticia, entreellas 13 millones de niños. Debido a la escasez de alimentos, los adultos demás de 12 millones de familias no podían seguir una dieta equilibrada, yen más de 7 millones de familias había quien comía raciones más exiguaso se saltaba alguna de las comidas. En casi 5 millones de familias, los niñosno comían lo bastante al menos en algunos periodos del año.

También en los países pobres no deja de ser normal la existencia deenormes partidas de alimentos desperdiciadas o mal repartidas en mediodel hambre generalizada y persistente. Hace pocos años, un artículo delNew York Times titulaba así la noticia: «Los pobres de la India se mueren dehambre mientras los excedentes de trigo se pudren» (2 de diciembre de2002). En 2004, un titular del Wall Street Journal rezaba: «Escasez en laabundancia, la paradoja de la India: cosechas récord y hambre creciente»(25 de junio de 2004).

Sin «derecho a comida»

El hambre y la malnutrición son síntomas por lo general de un problemasubyacente de mayores dimensiones: la pobreza en un sistema económicoque, en palabras de Rachel Carson, no reconoce más dioses que las ganan-cias y la producción. En la mayoría de los países del mundo la comida reci-be el mismo tratamiento que cualquier otro bien de consumo, igual que laropa, los automóviles, los lápices, los libros, la joyas con diamantes, etc. Nose considera que la gente tenga derecho a adquirir ningún bien en particu-lar y no se establece distinción alguna a dicho respecto entre lujos y nece-sidades. Las personas ricas pueden permitirse comprar cuanto deseen,mientras que los pobres con frecuencia no pueden procurarse ni siquieralas necesidades básicas. Bajo las relaciones capitalistas, la gente no tienederecho a una dieta, un hogar y una atención médica adecuados. Tal y

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como ocurre con otros bienes de consumo, la gente que carece de lo quelos economistas denominan «demanda efectiva» no puede comprar sufi-cientes alimentos nutritivos. Por supuesto, lo que la carencia de «deman-da efectiva» significa en este caso es que los pobres no tienen el dineronecesario para comprar la comida que necesitan.

Para los humanos, la comida es una «necesidad biológica»: todos nece-sitamos alimentos, igual que el agua y el aire, para seguir viviendo. Es unhecho sistemático en la sociedad capitalista que muchas personas quedenexcluidas de la plena satisfacción de dicha necesidad biológica. Aunque escierto que algunos países ricos, sobre todo los países europeos, contribu-yen efectivamente a la alimentación de los pobres, la forma misma de fun-cionar del capitalismo conlleva inherentemente la creación de un estratosocial inferior que a menudo carece de los elementos básicos para la exis-tencia humana. En los Estados Unidos existe una diversidad de iniciativasgubernamentales para la alimentación de los pobres, como, por ejemplo,los vales de alimentos y los programas de suministro de comida en lasescuelas. Aun así, los fondos destinados a dichos programas están lejos desatisfacer las necesidades de los pobres y diversas organizaciones caritati-vas libran una ardua batalla para compensar esa diferencia.

En la época actual es relativamente poca la gente que fallece de inani-ción, si exceptuamos las severas hambrunas que ocasionan las guerras y losdesplazamientos de población. Lo normal es más bien que la mayoría delos afectados por el hambre sufran de malnutrición crónica y, posterior-mente, se vean aquejados de diversas enfermedades que les acortan la vidao incrementan su miseria. El azote de la malnutrición daña el desarrollomental y físico de los niños y los lastima para el resto de sus vidas.

Una crisis aguda y creciente: la Gran Hambruna de 2008

En este preciso momento de la historia, además del hambre rutinaria de laque tratábamos más arriba, existen dos crisis alimentarias globales distin-tas que se están produciendo simultáneamente. Trataremos en primer lugarde la grave y aguda crisis iniciada hacia 2006 y que empeora cada día quepasa. Es imposible exagerar la gravedad de la crisis actual. Esta ha hechoaumentar rápidamente la cantidad de personas en todo el mundo quepadecen malnutrición. Aunque aún no disponemos de estadísticas relati-vas al incremento experimentado por el hambre en 2007-2008, está claroque serán muchas las personas que fallecerán prematuramente o sufriránotros perjuicios. Como es habitual, serán las personas más jóvenes, los

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ancianos y los enfermos los que experimentarán las peores consecuenciasde la Gran Hambruna de 2008. El rápido aumento simultáneo de los pre-cios de todos los cultivos básicos (maíz, trigo, soja, arroz y aceites de usoculinario), así como de muchos otros cultivos, está teniendo efectos devas-tadores sobre una parte cada vez mayor de la humanidad.

El aumento de los precios en el mercado mundial en los últimos años hasido poco menos que prodigioso. Los precios de los sesenta productos agrí-colas presentes en el mercado mundial subieron un 37% en 2007, y un 14%en 2006 (New York Times, 19 de enero de 2008). El precio del maíz empe-zó a aumentar a principios del otoño de 2006 y, en un periodo de meses,había crecido un 70% aproximadamente. Los precios del trigo y la soja tam-bién se dispararon en ese periodo y, en la actualidad, siguen en niveles his-tóricos. Los precios de los aceites de uso culinario (fundamentalmente desoja y de palma, y alimento esencial en muchos países pobres) están igual-mente por las nubes. También el precio del arroz ha crecido más de un100% en el periodo 2007-2008 («La fuerte subida del precio del arroz gene-ra temores de agitación en Asia», New York Times, 29 de marzo de 2008).

Los motivos de esa fuerte alza del precio de los alimentos están bastan-te claros. En primer lugar están ciertas cuestiones directa o indirectamenterelacionadas con el aumento de los precios del petróleo. En los EstadosUnidos, Europa y muchos otros países, eso ha llevado a potenciar los cul-tivos que pueden utilizarse para la producción de combustibles conocidoscomo biocombustibles (o agrocombustibles). Así pues, el cultivo de maízpara la producción de etanol, o de aceites de soja y de palma para fabricarcombustible diesel, está en competencia directa con la utilización dedichos cultivos con fines alimentarios. En 2007, un 20% de la totalidad dela cosecha de maíz de los Estados Unidos se empleó para producir etanol,un proceso que no genera mucha más energía adicional de la que se utili-za en su producción. (Se calcula que en la próxima década un tercio apro-ximado de la cosecha de maíz estadounidense se dedicará a la producciónde etanol [Bloomberg, 21 de febrero de 2008].) Además, muchos de losfactores de producción [insumos] de la agricultura comercial de gran esca-la dependen del petróleo y el gas natural, desde la construcción y la ope-ración de tractores y equipos agrícolas, hasta la producción de fertilizantesy pesticidas, pasando por el secado de las cosechas para su almacenamien-to. El precio del fertilizante de nitrógeno, el más utilizado en todo elmundo, está directamente vinculado al precio de la energía debido a lagran cantidad de esta que requiere su producción.

Una segunda causa del encarecimiento del maíz, la soja y el aceite desoja para uso culinario es el incremento de la demanda de carne de las cla-

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ses medias latinoamericanas y asiáticas, sobre todo de China. El empleo demaíz y soja para la alimentación de reses, cerdos y aves ha crecido rápida-mente para satisfacer dicha demanda. En 1961, el suministro total de carneen el mundo fue de 71 millones de toneladas. En 2007, se calcula que fuede 284 millones de toneladas. El consumo per cápita se ha más que dobla-do en ese mismo periodo. En los países en desarrollo, el ritmo de aumen-to fue dos veces más rápido, y el consumo se ha doblado tan solo en losveinte últimos años (New York Times, 27 de enero de 2008). Alimentar congrano a una creciente cantidad de animales es incrementar la presión sobrelas reservas de grano. Utilizar el grano para producir carne es una formaaltamente ineficiente de suministrar tanto calorías como proteínas a laspersonas. Resulta especialmente derrochador en el caso de animales comolas vacas (con sistemas digestivos capaces de generar energía a partir de lacelulosa), ya que estas pueden satisfacer todas sus necesidades nutritivascon los pastos y crecen bien sin grano, aunque con mayor lentitud. Lasvacas no son eficientes en la conversión del maíz o la soja en carne: paraproducir un kilo de carne, las vacas necesitan ocho kilos de maíz; los cer-dos, cinco; y los pollos, tres (Baron’s, 4 de marzo de 2008).

Una tercera razón para el fuerte aumento de los precios alimentarios enel mundo es que unos cuantos países clave que eran autosuficientes (esdecir, que no importaban alimentos, a pesar de que gran cantidad de per-sonas padecían hambre), importan ahora ingentes cantidades de alimentos.Como explica un analista agrícola de Nueva Delhi: «Cuando países comola India empiezan a importar alimentos, los precios mundiales se disparan[…] Si la India y China se convierten ambas en mayores importadores yabandonan la autosuficiencia alimentaria, como hemos observado recien-temente en la India, entonces es seguro que los precios globales van a cre-cer todavía más, lo que supondrá el fin definitivo de la era de alimentaciónbarata» (VOA News, 21 de febrero de 2008). Parte de la razón de las pre-siones que está experimentando el precio del arroz es la pérdida de terre-nos agrícolas a favor de otros usos, tales como planes diversos de desarro-llo: 7 millones de acres en China y 700.000 acres en Vietnam. Además, latasa de producción por acre en Asia se ha estancado, y no ha experimenta-do ningún aumento en diez años ni se espera que lo haga en un futuro pró-ximo (Rice Today, enero-marzo de 2008).

Algunas de las razones del incremento de los precios del trigo y elarroz guardan relación con la climatología. La sequía que afecta a Austra-lia, uno de los grandes países exportadores de trigo, y la baja producciónde algunos otros países exportadores han afectado enormemente a los pre-cios del trigo. En 2007, un ciclón destruyó en Bangla Desh cosechas de

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arroz por valor de 600 millones de dólares, lo que produjo un aumentodel precio del arroz del 70% aproximadamente (The Daily Star [BanglaDesh], 11 de febrero de 2008). La sequía del año 2007 en la China cen-tral-septentrional, en combinación con el frío y la nieve excepcionales delinvierno, es probable que lleve al Gobierno a incrementar la compra dealimentos en los mercados internacionales, lo que mantendrá la presiónsobre los precios.

También la especulación en el mercado de futuros y el acaparamientoen el plano local desempeñan ciertamente su papel en el encarecimiento delos alimentos en esta situación de crisis. Con la agudización y la extensiónde la crisis financiera estadounidense en el invierno de 2008, los especula-dores empezaron a colocar más dinero en alimentos y metales para sacarprovecho de lo que se ha denominado el «superciclo de las materias pri-mas». (El descenso del dólar en relación a otras monedas estimula la«inversión» en bienes tangibles.) Aunque sería un error ver en este aspec-to, por despreciable e inhumano que sea, la causa de la crisis, sí que estáclaro que viene a incrementar la miseria aprovechándose de la escasez delos mercados. Es verdad que es posible que la burbuja de las materias pri-mas estalle y eso haga que los precios de los alimentos desciendan leve-mente. Sin embargo, la especulación y el acaparamiento local seguirán ejer-ciendo una presión alcista en el precio de los alimentos. Por supuesto, lascorporaciones transnacionales dedicadas al procesamiento de productosagrícolas, a la fabricación de comidas diversas y a la venta minorista debienes alimentarios están obteniendo resultados excepcionales. Las ganan-cias empresariales suelen prosperar en épocas de escasez y aumento de losprecios.

Aunque no sea causa del aumento del precio de otros alimentos, elencarecimiento del pescado marino ha supuesto una carga añadida para lospaíses pobres y rayanos en la pobreza. La sobreexplotación de muchasespecies marinas está suprimiendo esa valiosa fuente de proteínas de ladieta de un gran porcentaje de la población mundial.

La respuesta a la crisis ha adoptado la forma de manifestaciones yrevueltas, así como de cambios en las políticas de los Gobiernos. En los me-ses finales de 2007 y comienzos de 2008 se produjeron protestas y distur-bios por el aumento de los precios de los alimentos en numerosos países:Pakistán, Guinea, Mauritania, Marruecos, México, Senegal, Uzbekistán yYemen, entre otros. China ha instaurado el control de los precios de los ali-mentos básicos, y Rusia ha congelado el precio de la leche, el pan, los hue-vos y el aceite de uso culinario durante seis meses. Egipto, la India y Viet-nam han prohibido la exportación de arroz, o han establecido rígidos

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controles sobre esta, para que sus propias poblaciones dispongan de ali-mentos suficientes. Egipto, el mayor importador de trigo del mundo, haampliado el número de personas cualificadas para recibir ayuda alimenta-ria hasta superar los 10 millones de personas. Muchos países han rebajadosus aranceles proteccionistas para disminuir el impacto del drásticoaumento de los precios de los alimentos importados. Los países fuertemen-te dependientes de la importación de alimentos, como las Filipinas, elmayor importador de arroz del mundo, están bregando por alcanzar acuer-dos que les permitan obtener las importaciones que necesitan. Aun así, losefectos sobre el problema de todas esas diversas medidas provisionales sonbásicamente marginales. Casi todas las personas se han visto obligadas arebajar su nivel de vida, mientras las clases medias son cada vez más cui-dadosas con la comida que compran. Quienes estaban próximos a la po-breza han sucumbido a ella, y los que ya eran pobres han caído en la ver-dadera indigencia, acompañada de un gran padecimiento. Los efectos sehan dejado sentir en todo el mundo y en todas las clases sociales, si excep-tuamos a los verdaderamente ricos. Tal y como dijo en febrero de 2008 ladirectora ejecutiva del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Uni-das, Josette Sheeran: « Este es el nuevo rostro del hambre […] Hay comi-da en las estanterías, pero los precios han expulsado a la gente del merca-do. Existe vulnerabilidad en áreas urbanas en las que nunca anteriormentehabía existido. Hay disturbios por los alimentos en países en los que nuncaantes se había visto tal cosa» (The Guardian, 26 de febrero de 2008).

Aunque hace años que Haití es un país muy pobre (el 80% de la pobla-ción intenta subsistir con menos de lo que se puede comprar por dos dó-lares al día en los Estados Unidos), la reciente situación ha llevado al paísa nuevas simas de desesperación. Dos tazas de arroz, que costaban 30 cen-tavos un año antes, valían 60 centavos a mediados de 2008. La descripciónque aparecía a principios de ese año en un artículo de Associated Press (19de enero de 2008) es especialmente dolorosa en los detalles:

Era la hora de comer en uno de los barros más pobres de Haití y Charlene Dumas

comía barro. Con el aumento de los precios de la comida, los más pobres de Haití

ni siquiera se pueden permitir un plato de arroz al día, y algunos toman medidas

desesperadas para llenarse el estómago. Charlene, de 16 años y con un hijo de un

mes de edad, ha acabado dependiendo de un remedio tradicional en Haití para los

retortijones del hambre: galletas hechas de tierra seca de la meseta central del país.

Las «galletas» también contienen algo de margarina vegetal y sal. Haciael final del artículo se explica lo siguiente:

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Marie Noel, de 40 años, vende las galletas en un mercado para mantener a sus siete

hijos. Su familia también las come.

«Espero algún día tener bastante comida para alimentarme y poder dejar de comer

esto», dijo. «Sé que no es bueno para mí».

Muchos países de África y Asia se han visto fuertemente golpeados porla crisis y el hambre se ha extendido ampliamente, pero todas las nacionesse han visto afectadas en una u otra medida. En los Estados Unidos, dondeen 2007 los huevos se encarecieron un 38%, la leche un 30%, la lechugaun 16% y el pan integral un 12%, son muchas las personas que estánempezando a comprar alimentos de menor precio. «La subida del preciode los alimentos empieza a apretar a los consumidores», titulaba el WallStreet Journal (3 de enero de 2008).

Deberíamos señalar aquí que, mientras que el precio del trigo seencuentra en máximos históricos y el precio de los productos elaboradoscon trigo es seguro que aumentará en los Estados Unidos, el coste del trigorepresenta tan solo una pequeña parte del precio de venta minorista de labarra de pan. Cuando el precio del trigo se dobla, como ya ha sucedido, elprecio de una barra de pan puede que aumente un 10%, tal vez de 3 a 3,30dólares. Sin embargo, los efectos de que se doble el precio del maíz, deltrigo, de la soja y del arroz son devastadores para los pobres del TercerMundo, que compran el producto básicamente sin elaborar.

Con los centros de reparto de alimentos y los comedores de beneficen-cia funcionando al límite de su capacidad, el padecimiento de los pobresestadounidenses es ahora más agudo. En general, en los Estados Unidos lospobres tienden a pagar antes el alquiler, la calefacción, la gasolina (parapoder ir al trabajo) y la electricidad. Eso hace que la comida sea uno de lospocos gastos «flexibles» del presupuesto. En la zona central del estado deVermont, en el que resido, en el último año el recurso a la comida proce-dente de los bancos de alimentos (es decir, a programas de asistencia ali-mentaria de organizaciones caritativas que reparten comestibles directa-mente a las personas necesitadas) ha aumentado un 133% entre todos lostipos de usuarios, ¡y un 180% entre los trabajadores pobres! (Hal Cohen,del Consejo de Acción Comunitaria de Vermont Centro, en comunicaciónpersonal el 20 de febrero de 2008).

La recesión económica está empezando a dejarse notar en muchaszonas de los Estados Unidos, un hecho que se suma al aumento de las peti-ciones de ayuda a los diversos programas de asistencia alimentaria delGobierno («Con la desaparición de empleos y el aumento de precios, eluso de vales de comida roza cifras récord», New York Times, 31 de marzo

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de 2008). Sin embargo, lo más frecuente es que los usuarios de los maldotados programas públicos de ayuda agoten la comida en casa hacia fina-les de mes, lo que provoca que justo en ese momento se produzca un enor-me aumento de la demanda en los centros de reparto de alimentos y loscomedores de beneficencia. Y mientras crece la demanda de alimentos, lasdonaciones de comida han disminuido de hecho y las donaciones delGobierno federal han experimentado un fuerte descenso (debido al alza deprecios, hay menos productos «excedentes» de los programas agrícolas, asíque en 2007 los bancos de alimentos recibieron comestibles por valor de58 millones de dólares, frente a los 242 millones de cinco años atrás).

Los supermercados han encontrado formas de ganar dinero con losproductos deteriorados o caducados que antes donaban a las organizacio-nes caritativas. En Connecticut, la demanda de alimentos ha experimenta-do un repentino aumento, mientras que la provisión de estos ni siquieralogra mantenerse. En Stamford, un centro de reparto de comida proceden-te de bancos de alimentos abastece a 400 familias, el doble que el año ante-rior. Según el director del centro, «tengo que rechazar a gente […]; hahabido veces que me he ido a casa con ganas de llorar» (New York Times,23 de diciembre de 2007). Un profesor de la Universidad de Cornell dedi-cado al estudio de los programas estadounidenses de ayuda alimentaria haresumido así la situación: «Se está gestando una crisis incipiente […] Lademanda de ayuda a los bancos de alimentos está creciendo rápidamenteen un momento en que los recursos están fallando estrepitosamente por-que los dólares no dan para todo» (Wall Street Journal, 20 de marzo de2008).

La crisis alimentaria de largo plazo

Por grave que sea la crisis alimentaria a corto plazo, que exige inmediataatención internacional y dentro de cada país, la crisis estructural de largoplazo es aún más importante. Esta última tiene décadas de existencia ycontribuye a agudizar la crisis alimentaria actual a la vez que se ve reforza-da por esta. En realidad, es la crisis estructural subyacente de la agricultu-ra y la alimentación en las sociedades del Tercer Mundo la que constituyela verdadera razón de que la crisis alimentaria inmediata sea tan aguda ytan difícil de superar dentro del sistema.

En el Tercer Mundo ha habido una fuerte migración de personas delcampo a las ciudades. Las personas han abandonado el campo por carecerde acceso a la tierra. A menudo, esta les ha sido robada directamente como

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consecuencia del avance de las agroindustrias, pero en muchos casos lagente también se ha visto forzada a abandonar sus tierras debido a los bajosprecios que históricamente han recibido por sus productos, así como porlas amenazas vertidas contra la vida de los campesinos. Las personas hanacudido a las ciudades en busca de una vida mejor, pero lo que han encon-trado ha sido una existencia harto difícil: una vida en los suburbios contasas extremadamente elevadas de desempleo y subempleo. La mayoría deesas personas intentan salir adelante en la economía «informal» adquirien-do cosas que luego venden en pequeñas cantidades. De la mitad de lahumanidad que reside en las ciudades (3.000 millones de personas), 1.000millones viven en barrios degradados, lo que representa un tercio del totalde la población urbana. El concejal de un distrito de Lagos, en Nigeria,describía la situación de la forma siguiente: «Tenemos un aumento masivode población con una economía estancada o en contracción. Imaginaosesta ciudad dentro de diez o veinte años. Estos no son los pobres urbanos,son los nuevos indigentes urbanos». Un extenso artículo del New Yorkersobre Lagos finalizaba con una nota de extremo pesimismo: «Lo realmen-te inquietante de las personas que rebuscan en las basuras y los vendedo-res ambulantes de Lagos es que su vida no tiene nada que ver en esenciacon la nuestra. Escarban para sobrevivir fuera de los límites de la macroe-conomía. Son, en los términos más despiadados de la globalización, super-fluos» (13 de noviembre de 2006).

Uno de los principales factores que promueven esa emigración masivay sostenida a las ciudades, además del hecho de carecer de tierras o deverse expulsado de ellas, es la dificultad para ganarse la vida como peque-ño agricultor. Vivir como pequeño agricultor se ha vuelto especialmentedifícil cuando los países han practicado las políticas «neoliberales» reco-mendadas o impuestas por el FMI, el Banco Mundial e, incluso, algunas delas ONG occidentales que operan en los países pobres del Tercer Mundo.Según la ideología neoliberal, lo que hay que hacer es dejar que el llama-do mercado libre opere su magia. Se nos dice que, gracias a las benignassanciones que impone su «mano invisible», la economía funcionará deforma más eficiente y será altamente productiva. Así pues, para que el mer-cado sea «libre», los Gobiernos deben dejar de interferir.

Por lo que respecta a la agricultura, los Gobiernos deberían dejar desubvencionar a los agricultores para la compra de fertilizantes; deberíandejar de participar en el almacenamiento y transporte de alimentos; ydeberían dejar en paz a los agricultores y los alimentos que producen. Elmismo enfoque sostiene también que los Gobiernos deberían dejar de sub-vencionar la comida de los pobres para que sea el mercado recién desfre-

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nado quien se ocupe de todo. La presencia de esa mentalidad era manifies-ta cuando empezó a desarrollarse la crisis alimentaria de Haití a finales de2007. Según el ministro de Industria y Comercio haitiano, «no podemosintervenir y fijar precios porque tenemos que cumplir con las normas dellibre mercado» (Reuters, 9 de diciembre de 2007). Fue esa la misma medi-da que adoptó la Gran Bretaña colonial para responder a la hambruna dela patata en Irlanda, así como a las hambrunas de la India a finales del sigloXIX. Y a pesar de todo, esa misma forma de pensar la han hecho suya ahoramuchos dirigentes de países «independientes» de la periferia.

Está claro que dicha ideología carece de base alguna en la realidad: elllamado mercado libre no es en absoluto necesariamente eficiente. Ade-más, es absolutamente incapaz de servir como mecanismo para poner fina la pobreza y el hambre. No deberíamos olvidar que la ideología neolibe-ral propone exactamente lo contrario de lo que los países del centro capi-talista han hecho en el pasado y lo que en realidad están haciendo hoy endía. Por ejemplo, el Gobierno nacional estadounidense hace más de unsiglo que presta ayuda a los agricultores de múltiples maneras. Lo ha hechomediante programas gubernamentales de investigación y expansión, arre-batándoles las tierras a los indios y entregándoselas a granjeros de origeneuropeo, a través de subvenciones directas a los agricultores con toda unadiversidad de programas, entre ellos programas de créditos a bajo coste, yestimulando la exportación de cosechas. Deberíamos señalar también quetanto Estados Unidos como Europa y Japón desarrollaron sus economíasindustriales con políticas proteccionistas, a las que se sumaba toda unavariedad de programas de ayuda directa a la industria.

Lo que el fin de las ayudas de los Gobiernos del Tercer Mundo a suspequeños granjeros y consumidores ha conllevado ha sido el endureci-miento de la vida de los pobres en dichos países. En palabras de un infor-me independiente encargado por el Banco Mundial: «En la mayoría de paí-ses en proceso de reforma, el sector privado no ha venido a llenar el vacíodejado por la retirada del sector público» (New York Times, 15 de octubrede 2007). Por ejemplo, muchos Gobiernos africanos, presionados por laspolíticas económicas neoliberales fomentadas por el Banco Mundial, elFMI y los países ricos del centro del sistema, pusieron fin a la subvencióndel uso de fertilizantes en los cultivos. Aunque es cierto que los fertilizan-tes importados son muy caros, los suelos africanos suelen tener baja ferti-lidad y las cosechas son escasas cuando no se usan fertilizantes sintéticosni orgánicos. Con el descenso de la producción después de que los Gobier-nos dejaran de subsidiar la compra de fertilizantes y de ofrecer otros tiposde ayudas, aumentó el número de agricultores que no lograba sobrevivir y

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emigraba a los suburbios de las ciudades. Jeffrey Sachs, antiguo prescrip-tor de terapias librecambistas de choque ahora parcialmente recuperado,ha reconsiderado sus ideas. Según Sachs, «todo se basaba en la idea de que,si a los más pobres de entre los pobres se les retira la protección del Gobier-no, de alguna forma los mercados resolverán los problemas […] Pero losmercados no pueden intervenir, y no intervienen, cuando la gente no tienenada. Y si uno les retira las ayudas, lo que hace es dejarlos morir» (NewYork Times, 15 de octubre de 2007).

En el año 2007 un país africano, Malawi, decidió ir contracorriente yoponerse a todas las recomendaciones que había recibido. El Gobiernoreintrodujo las subvenciones a la compra de fertilizantes y semillas. Losagricultores utilizaron más fertilizantes, las cosechas aumentaron y la situa-ción alimentaria del país mejoró enormemente (New York Times, 2 dediciembre de 2007). De hecho, incluso pudieron exportar algunos alimen-tos a Zimbabwe, aunque hay quien piensa en Malawi que dichas exporta-ciones han hecho disminuir en exceso el propio abastecimiento.

Otro problema se plantea cuando los agricultores capitalistas de algu-nos países pobres de la periferia entran en los mercados internacionales.Mientras que los agricultores de subsistencia venden únicamente unapequeña parte de la cosecha y utilizan la mayor parte de esta para consu-mo familiar, los agricultores capitalistas son aquellos que comercializan latotalidad o una gran parte de lo que producen. Es frecuente que estos últi-mos amplíen su producción y se hagan con las tierras de los agricultoresmás pequeños, con o sin compensación, para después emplear a menospersonas de las que antes trabajaban en una parcela de tierra dada debidoa las técnicas de producción mecanizadas. En Brasil, el «Rey de la Soja»controla bastante más de un cuarto de millón de acres (100.000 hectáreas)y utiliza enormes tractores y máquinas cosechadoras para trabajar la tierra.En China, los cargos corruptos de ciudades y pueblos suelen vender «terre-nos comunes» a promotores inmobiliarios sin compensar adecuadamentea los agricultores y, en ocasiones, sin ninguna compensación en absoluto.

Así pues, las duras condiciones de los agricultores, provocadas pordiversos factores y acuciadas por la práctica de la ideología del libre mer-cado, han generado una corriente humana continua de personas que aban-donan el campo para ir a vivir a unas ciudades en las que no hay trabajopara ellas. Ahora todas esas personas que viven en los suburbios y quecarecen de acceso a la tierra para cultivar su propia comida están a mercedde los precios internacionales de los alimentos.

Uno de los motivos de la creciente concentración de la propiedad de latierra y la expulsión de los agricultores de subsistencia es la penetración de

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las corporaciones agrícolas multinacionales en los países de la periferia.Desde la venta de semillas, fertilizantes y pesticidas hasta el procesamien-to de los productos agrícolas en bruto para su exportación o su venta ennuevos y grandes supermercados, las corporaciones de la agroindustriaestán teniendo efectos devastadores sobre los pequeños agricultores. Elcolapso de los sistemas de extensión agraria que ayudaban a los agriculto-res a ahorrar semillas y la disolución de las empresas públicas de semillasha allanado el camino a la gran penetración de las empresas multinaciona-les de semillas.

Gigantes transnacionales como Cargill y Monsanto están presentes enla actualidad en la mayoría de países del Tercer Mundo, donde vendensemillas, fertilizantes, pesticidas y piensos, y compran y procesan produc-tos agrícolas en bruto. En el proceso, asisten a los grandes granjeros paralograr «mayor eficiencia», o sea, para que cultiven extensiones cada vezmayores. La principal ventaja de las semillas de organismos genéticamentemodificados (OGM) es que contribuyen a simplificar el proceso de cultivoy permiten que enormes superficies sean gestionadas por una única enti-dad, una gran granja o corporación, que no deja espacio a los pequeñosagricultores.

También se están haciendo sentir los efectos negativos de la penetra-ción de las grandes cadenas de supermercados. Tal y como rezaba un titu-lar del New York Times en 2004, «Los supermercados gigantes aplastan alos granjeros de Centroamérica» (28 de diciembre de 2004). Los grandessupermercados prefieren tratar con unos pocos granjeros con cultivos degran escala que con un gran número de pequeños granjeros. Y la aperturade grandes supermercados acaba con los mercados tradicionales que utili-zan los pequeños agricultores.

La crisis prolongada se está intensificando

Parece lógico pensar que, con los precios de los alimentos más elevados,los agricultores deberían obtener más ganancias y producir más para satis-facer la «demanda» que indica el mercado. En cierta medida, así es, sobretodo para los agricultores que pueden sacar provecho de todas las ventajasfísicas y monetarias de la producción a gran escala. Sin embargo, tambiénhan aumentado los costes de casi todos los factores de producción agríco-las, por lo que las ganancias de los agricultores no son tantas como podríaesperarse. Este es un problema particularmente grave para los granjerosque crían animales alimentados cada vez más con grano de elevado precio.

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Además, las cosas no están necesariamente bien para los pequeños agri-cultores y los agricultores de subsistencia. Muchos están tan endeudadosque les cuesta salir adelante. Se calcula que unos 25.000 granjeros indiosse suicidaron en 2007 al no encontrar otra salida a sus dificultades. (ElGobierno indio ha propuesto una partida presupuestaria que incluya laexoneración de los créditos concedidos por los bancos a los pequeñosgranjeros. Aun así, si la medida se hace efectiva, los millones que han reci-bido préstamos de usureros locales no se beneficiarán de ella.) La concen-tración de la propiedad de la tierra y la exclusión de la tierra de los peque-ños granjeros y braceros sin tierras se ha visto exacerbada por losexcepcionales aumentos del precio de las cosechas en los últimos pocosaños.

El aumento de los precios de las cosechas ha provocado el aumentotambién del precio de los terrenos agrícolas, sobre todo de los campos degrandes dimensiones que pueden cultivarse con maquinaria de gran esca-la. Eso es lo que está sucediendo en los Estados Unidos y en ciertos paísesde la periferia. Por ejemplo, Global Ag Investments, empresa con sede enTexas, posee y explota 34.000 acres de tierras de cultivo en Brasil. En unade sus granjas, un solo campo de soja ocupa 1.600 acres: ¡6,5 km2! Unaempresa neozelandesa ha adquirido unos 100.000 acres en Uruguay y hacontratado a gestores para dirigir granjas lecheras en sus tierras.

Empresas de capital de inversión están comprando terrenos agrícolasen los Estados Unidos (Associated Press, 7 de mayo de 2007) y en elextranjero. Una empresa estadounidense se ha asociado con inversores bra-sileños y japoneses para adquirir 997 km2 de tierras en Brasil, aproximada-mente un cuarto de millón de acres. Las mismas iniciativas está tomandoel capital sudamericano: un fondo de inversión brasileño, Investimento emParticipacoe, va a adquirir una participación minoritaria en un productorde soja argentino que posee casi 400.000 acres de tierras en Uruguay yArgentina.

El aumento del precio de las cosechas ha provocado también la acele-ración de la deforestación en la cuenca amazónica: 2.000 km2 (el tamañoaproximado de Rhode Island) en los últimos cinco meses de 2007. Ade-más, enormes áreas de terreno agrícola han pasado a ser utilizadas para eldesarrollo inmobiliario, con usos en algunos casos dudosos, como la edifi-cación de barrios residenciales de casas individuales y la construcción decampos de golf para gente rica.

En China, en el periodo 2000-2005, hubo una perdida media anual deterreno agrícola de 2,6 millones de acres, que pasaron a usos inmobiliarios.El país se está acercando con rapidez al mínimo de terreno agrícola culti-

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vable que necesita según sus propios parámetros (unos 120 millones dehectáreas aproximadamente), y lo más probable es que la cantidad de sue-lo agrícola continúe disminuyendo. Como parte de los esfuerzos para acce-der a la producción agrícola extranjera, una empresa china ha alcanzadoun acuerdo para arrendar casi 2,5 millones de acres de terreno en las Fili-pinas para cultivar arroz, maíz y azúcar, lo que ha desencadenado en esepaís enérgicas protestas, que han paralizado temporalmente el proyecto(Bloomberg, 21 de febrero de 2008). Como decía un agricultor: «el Gobier-no [filipino] y los chinos dicen que es un partenariado, pero eso solo sig-nifica que los chinos serán ahora nuestros señores y nosotros seremos susesclavos».

Acabar con el hambre en el mundo

Acabar con el hambre en el mundo es algo conceptualmente bastante sim-ple. Sin embargo, ponerlo en práctica y hacerlo realidad dista mucho de sersencillo. En primer lugar, es necesario reconocer que el acceso a una dietasana y variada es un derecho humano fundamental. Los Gobiernos debencomprometerse a terminar con el hambre que afecta a sus gentes y de-ben adoptar medidas contundentes para cumplir dicho compromiso. Enmuchos países, incluso en la actualidad, se produce suficiente comida comopara alimentar a toda la población con un alto nivel nutricional. Por supues-to, este es manifiestamente el caso de los Estados Unidos, donde tanta comi-da se produce. Es nada menos que un crimen que tantos pobres pasen ham-bre y estén mal nutridos en Estados Unidos, o que no sepan cómo van aconseguir la próxima comida (algo que, por sí mismo, supone ya una cargapsicológica), cuando existe en realidad comida abundante.

A corto plazo, la situación de emergencia que representa el aumento delhambre y la malnutrición debe atajarse con todos los recursos de que dis-ponga un país. Aunque la distribución en masa de grandes cantidades degrano o leche en polvo puede tener su papel, los países deberían plantear-se seguir la innovación venezolana de establecer centros de alimentaciónen todos los barrios pobres. Cuando la gente cree que el Gobierno intentarealmente ayudarla, y cuando tiene la potestad de buscar o contribuir a lasolución de sus propios problemas, el resultado es una oleada de entusias-mo y voluntariado. Por ejemplo, aunque los alimentos de los programasvenezolanos de alimentación los aporta el Gobierno, las comidas para losniños, ancianos y enfermos pobres se preparan en las propias casas de lapoblación y se distribuyen desde estas gracias a una considerable cantidad

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de trabajo voluntario. Además, Venezuela ha desarrollado una red de tien-das que venden los alimentos básicos con importantes descuentos con res-pecto a los precios que cobran los mercados privados.

En 2003, Brasil lanzó un programa destinado a aliviar las condicionesde la población más pobre. Aproximadamente una cuarta parte de lapoblación brasileña recibe aportaciones directas del Gobierno de la nacióncon el programa Bolsa Família de lucha contra la pobreza. Según dicho pro-grama, una familia cuya renta diaria per cápita esté por debajo de los 2dólares por persona y día recibe una prestación de hasta 53 dólares al mespor persona (The Economist, 7 de febrero de 2008). Esa inyección de dine-ro está condicionada a que los hijos de la familia asistan a la escuela y par-ticipen en el programa nacional de vacunación. Está claro que la iniciativaestá teniendo efectos positivos en la vida y la nutrición de las personas. Sinembargo, el sistema no tiene el mismo efecto que los programas venezola-nos, que movilizan a la gente para trabajar codo con codo por su propiobien y el de la comunidad.

En Cuba y en otros países se han usado con éxito los huertos urbanostanto para abastecer de comida a los habitantes de las ciudades como paradotarlos de una fuente de ingresos. Estos deberían fomentarse con deter-minación y dar un uso creativo al espacio disponible en los entornos urba-nos.

La agricultura debe ser una de las prioridades esenciales en el TercerMundo. Hasta el Banco Mundial está empezando a resaltar la importanciade que los Gobiernos ayuden a la agricultura en sus países. Como ha decla-rado el doctor Ngozi Okonjo-Iweala, director ejecutivo del Banco Mundial:

Hoy en día la atención en todo el mundo de los responsables de diseñar políticas

está centrada en el problema de las subprime y la crisis financiera. Sin embargo, la

verdadera crisis es la del hambre y la malnutrición […] Ese es el verdadero proble-

ma que debería captar la atención internacional. Sabemos que el 75% de los pobres

del mundo viven en entornos rurales y que la mayoría de ellos dependen de la agri-

cultura para vivir. La agricultura es hoy en día, más que nunca, un instrumento fun-

damental para la lucha contra el hambre y la malnutrición, así como para apoyar un

desarrollo sostenible y la reducción de la pobreza (All-Africa Global Media, 19 de

febrero de 2008).

Casi todos los países del mundo cuentan con recursos de suelo, agua yclima para cultivar alimentos suficientes para que toda su población tengauna dieta saludable. Además, en la mayoría de países ya están presentestambién los conocimientos y las variedades de cultivos adecuados, por lo

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que, si los agricultores reciben la ayuda conveniente, lograrán obtener unrendimiento razonablemente alto de los cultivos.

Aunque es esencial aumentar la producción agrícola, en el pasado elacento ha recaído en la producción de cosechas para la exportación. Pormucho que estas contribuyan a nivelar la balanza de pagos de un país, laagricultura dirigida a la exportación no garantiza que exista suficientecomida para todos ni fomenta un entorno rural saludable. Además de pro-ductos básicos como la soja, la agricultura dirigida a la exportación tam-bién promueve la producción de cultivos lujosos de elevado valor deman-dados por los mercados de exportación (lujosos desde el punto de vista delas necesidades alimentarias básicas de los países pobres del Tercer Mundo)en lugar de los cultivos de subsistencia de bajo valor necesarios para satis-facer las necesidades de la población nacional. La producción de cantida-des suficientes del tipo correcto de alimentos dentro de las fronteras decada país, por parte de pequeños agricultores que trabajan en régimen coo-perativo o por cuenta propia y utilizan técnicas sostenibles, constituye lamejor forma de alcanzar la meta de la «seguridad alimentaria». De esaforma, la población queda aislada, al menos parcialmente, de las fluctua-ciones de los precios en el mercado mundial. Todo ello implica también,por supuesto, que no se resten terrenos a la producción de alimentos paradedicarlos a cultivos para el mercado de biocombustibles.

Una de las formas de llevar a cabo dicha iniciativa y, a la vez, contribuira solucionar el problema de la concentración de tantas personas en lossuburbios urbanos (la población más expuesta al incremento de los preciosde los alimentos), es distribuir tierras mediante reformas agrarias coheren-tes. Pero la tierra por sí sola no es suficiente. Los agricultores que empie-zan o que retornan al campo necesitan apoyo técnico y financiero para pro-ducir alimentos. Además, hay que desarrollar sistemas de apoyo social,tales como cooperativas y consejos comunitarios, que contribuyan afomentar la camaradería y solidificar las nuevas comunidades que se desa-rrollen. Tal vez sea necesario «sembrar» dichas comunidades con unoscuantos abnegados activistas. Igualmente, hacen falta viviendas, electrici-dad, agua y sistemas de alcantarillado para que a la gente le resulte atrac-tivo ir a vivir al campo. Otra forma de fomentar que las personas vayan alcampo y se conviertan en agricultores es apelar al patriotismo e infundir-les la idea de que son auténticos pioneros en el establecimiento de unnuevo sistema alimentario que ayuda a sus países a lograr la autosuficien-cia alimentaria, es decir, la independencia frente a las corporaciones agra-rias transnacionales, así como a abastecer a toda la población nacional decomida sana. Esos agricultores pioneros deben contemplarse a sí mismos,

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al igual que deben contemplarlos el resto de la sociedad y el Gobierno,como personas cruciales para el futuro de su país y para el bienestar de lapoblación. Se los debe tratar con el gran respeto que merecen.

Conclusión

La alimentación es un derecho humano y los Gobiernos tienen la respon-sabilidad de velar por que su población esté bien alimentada. Además, hayformas conocidas de acabar con el hambre, entre las que se cuentan lasmedidas de emergencia para combatir la crítica situación actual, los huer-tos urbanos, la reforma agraria acompañada de un sistema de apoyo inte-gral a los agricultores y de técnicas de agricultura sostenible que mejoranel medioambiente. La comida de la que actualmente disponen las personases el reflejo de unas relaciones de poder económico y político fuertementedesiguales, tanto entre países como dentro de estos. Un sistema alimenta-rio sostenible y seguro requiere unas relaciones distintas y mucho másequitativas entre las personas. Cuanto más se incluya a los pobres y a losagricultores mismos en todos los aspectos de los esfuerzos por alcanzar laseguridad alimentaria, y cuanto más se los anime en el proceso, mayoresserán las posibilidades de lograr una seguridad alimentaria duradera.Como ha dicho Hugo Chávez, presidente de Venezuela, un país que tantoha hecho para atajar los problemas de la pobreza y el hambre:

Sí, es muy importante acabar con la pobreza, acabar con la miseria, pero lo más

importante es darles el poder a los pobres para que puedan luchar por sí mismos.

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Sin embargo, uno puede preguntarse: ¿acaso las autoridades no

volverán a tomar cartas en el asunto para frenar los abusos y abor-

tarán la crisis antes de que esta tenga oportunidad de seguir su

curso? Sí, es cierto. Por el momento, esa es la forma común de ope-

rar, y no podemos excluir que tenga éxito en el mismo sentido ambi-

guo que lo tuvo tras el crac bursátil de 1987. Si es así, atravesare-

mos de nuevo por todo el proceso en un plano más elevado y más

precario. Sin embargo, antes o después, la próxima vez o más ade-

lante, fracasarán […] Entonces estaremos en una situación nueva,

tan carente de precedentes como las condiciones que la habrán

generado.

Harry Magdoff y Paul Sweezy (1988)1

«La primera norma de un banco central», escribía recientemente el econo-mista James K. Galbraith, es que «cuando el barco empieza a hundirse, losbanqueros centrales deben achicar el agua a toda prisa».2 En respuesta auna crisis financiera de magnitud desconocida desde la Gran Depresión, la

Implosión financiera yestancamiento.

El regreso a la economía real

John Bellamy Foster y Fred Magdoff

2

· Artículo publicado en MR, vol. 60, nº 7, diciembre de 2008, pp. 1-29. Traducción de JoanQuesada. John Bellamy Foster es editor de Monthly Review y profesor de sociología en la Uni-versidad de Oregón (USA). Es autor de Naked Imperialism [El imperialismo desnudo], MonthlyReview Press, 2006, entre muchos otros trabajos. Fred Magdoff es profesor emérito de cienciasde las plantas y el suelo en la Universidad de Vermont en Burlington (USA) y uno de los direc-tores de la Fundación Monthly Review. El presente artículo es el capítulo final de John BellamyFoster y Fred Magdoff, The Great Financial Crisis: Causes and Consequences, Monthly ReviewPress, enero de 2009.

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Reserva Federal y otros bancos centrales, respaldados por sus respectivosministerios de Hacienda, hace más de un año que intentan «achicar el aguaa toda prisa». Desde que en julio de 2007 la quiebra de dos hedge funds(«fondos especulativos» o «fondos de inversión de alto riesgo») de BearStearns que habían especulado notoriamente con títulos con garantía hipo-tecaria marcara el inicio de una importante crisis de liquidez, la junta de laReserva Federal y el Departamento del Tesoro estadounidenses han abier-to el grifo ante la implosión financiera. Han inundado el sector financierocon centenares de miles de millones de dólares, y han prometido inyectaraún más, billones si fuera necesario, lo que supone una operación de unaescala y con un despliegue de instrumentos sin precedentes.

En un acto de gran teatralidad, el presidente de la junta de la ReservaFederal, Ben Bernanke, y el secretario del Tesoro, Henry Paulson, compa-recieron ante el Congreso de Estados Unidos en la tarde del 18 de septiem-bre de 2008. Durante su comparecencia, a los asombrados legisladores seles dijo, en palabras del senador Christopher Dodd, «que estamos literal-mente a pocos días de un colapso total de nuestro sistema financiero, contodo lo que eso implicaría tanto en el plano nacional como en el interna-cional». Inmediatamente después, Paulson presentó su plan de rescate dela estructura financiera por un importe de 700.000 millones de dólares,según el cual se utilizarían fondos del Estado para comprar los títulos degarantía hipotecaria prácticamente sin valor (a los que se refirió como«residuos tóxicos») en manos de las instituciones financieras.3

El estallido de disconformidad e ira popular que siguió a la propuestadel secretario del Tesoro provocó una inesperada revuelta en la Casa deRepresentantes de los Estados Unidos, que votó en contra del plan de res-cate. Sin embargo, pocos días más tarde, el plan original de Paulson (conalgunos añadidos diseñados para proporcionar cobertura política a losrepresentantes que cambiaron su voto) salía aprobado del Congreso. Noobstante, después de la aprobación del plan de rescate, el pánico financie-ro se extendió internacionalmente y el valor de las acciones se desplomóen todo el mundo en cuanto los operadores comprendieron la gravedad dela crisis. La Reserva Federal respondió inundando literalmente la economíade dinero y emitió un comunicado según el cual estaba dispuesta a conver-tirse en comprador de último recurso de todo el papel comercial (deuda acorto plazo emitida por las empresas) hasta una cifra potencial de 1,3 billo-nes de dólares.

Y sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos por inyectar dinero en elsistema para lograr la reanudación de las operaciones de crédito más fun-damentales, la economía entró en una situación de trampa de liquidez

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cuyo resultado fue el acaparamiento de fondos y el cese de los préstamosinterbancarios, ya que estos se consideraban demasiado arriesgados encomparación con la opción de retener los fondos. La amenaza de una tram-pa de liquidez se cierne cuando las tasas de interés nominal son próximasa cero. El instrumento monetario habitual consistente en rebajar los tiposde interés pierde su efectividad debido a la imposibilidad de rebajar lostipos por debajo de cero. En esa situación, la economía se ve aquejada porun pronunciado aumento de lo que Keynes denominó la «propensión alacaparamiento» de dinero o de activos de gran liquidez como los bonos delTesoro.

El temor al futuro, dada la evolución de una crisis cada vez más acusa-da, llevó a los bancos y otros actores del mercado a buscar la seguridad deldinero efectivo, por lo que, por mucho dinero que la Fed inyectara, nolograba estimular el crédito. Esa búsqueda de liquidez, parcialmente refle-jada en la compra de bonos del Tesoro, hizo bajar la tasa de interés de losbonos soberanos hasta el 1%, o sea, no hizo más que agravar la situaciónde la trampa de liquidez.4

Enfrentadas a lo que Business Week ha denominado una «Edad deHielo financiera» debido al cese de la actividad crediticia, las autoridadesfinancieras de los Estados Unidos y Gran Bretaña, seguidas por las poten-cias del G-7 en bloque, anunciaron que comprarían títulos de propiedadde los grandes bancos para inyectar capital directamente y recapitalizarlos bancos, lo que representa una especie de nacionalización parcial.Mientras tanto, ampliaron la cobertura de los depósitos. En los EstadosUnidos, el Gobierno se ofreció como garante de 1,5 billones de dólares denuevos créditos privilegiados emitidos por los bancos. «En conjunto»,como afirmaba el New York Times del 15 de octubre de 2008, solo un mesdespués de la quiebra de Lehman Brothers que desencadenó la crisis ban-caria, «el coste potencial para el Gobierno del último paquete de rescateasciende a 2,25 billones de dólares, el triple del paquete originario de700.000 millones, que se centraba en la compra de activos afectados porimpago».5 Aun así, pocos días después el mismo diario elevaba su cálcu-lo de los costes potenciales del conjunto de rescates y declaraba: «En teo-ría, los fondos dedicados a todo ello, desde los rescates de Fannie Mae yFreddie Mac y los de la firma de Wall Street Bear Stearns y la asegurado-ra American International Group, hasta el paquete de rescate financieroaprobado por el Congreso o el plan de garantías de protección de merca-dos financieros seleccionados [como los efectos comerciales], suponenuna cifra ciertamente elevada: 5,1 billones de dólares según las previsio-nes».6

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A pesar de todo eso, la implosión financiera ha seguido extendiéndosey agravándose, mientras en todas partes se aprecia una severa contracciónde la «economía real». Los principales fabricantes de automóviles de losEstados Unidos están sufriendo graves déficits económicos, aun despuésde que Washington acordara en septiembre de 2008 dotar a la industria de25.000 millones de dólares en créditos a bajo interés. La construcción deviviendas unifamiliares ha descendido a su nivel mínimo en 26 años. Seespera que el consumo experimente un descenso histórico. Los empleosdesaparecen rápidamente.7 Dada la gravedad del shock financiero y econó-mico, existe ahora un temor generalizado en el centro del poder empresa-rial a que la implosión financiera, aunque logre estabilizarse lo suficientepara permitir que las múltiples insolvencias se corrijan y se ajusten deforma ordenada, conduzca a un profundo y prolongado estancamientocomo el que sufrió Japón en la década de 1990 o, incluso, a una nuevaGran Depresión.8

La crisis financiera, como sugiere lo que acabamos de explicar, seentendió al principio como una falta de dinero o de liquidez (la medida enque es posible vender los activos rápidamente y sin inconvenientes y con-vertirlos en dinero a un precio relativamente estable). Se creía que tal pro-blema de liquidez podría resolverse inyectando más dinero en los merca-dos financieros y bajando los tipos de interés. Sin embargo, existe yamucho dinero en el mundo financiero (ahora más que antes). El problemaes que quienes poseen ese dinero no están dispuestos a prestarlo a quienestal vez no puedan devolverlo, y esa es justamente la situación de casi todoslos que hoy necesitan dinero. Así pues, es mejor interpretar la situacióncomo una crisis de solvencia en la que el capital se ha esfumado de losbalances de las instituciones financieras estadounidenses y británicas (ymuchas otras en su esfera de influencia) debido a la pérdida de valor de lospréstamos (y préstamos titularizados) que poseen y que conforman susactivos.

En términos contables, la mayoría de los bancos estadounidenses eraninsolventes a mediados de octubre, lo que produjo una oleada de fusio-nes por liquidación, entre ellas, la compra de Washington Mutual y BearStearns por JPMorgan Chase; la absorción de Countrywide y Merrill Lynchpor Bank of America; y la adquisición de Wachovia por Wells Fargo. Elresultado de todo ello es un sector bancario más monopolista con apoyodel Gobierno.9 La inyección directa de capital público en los bancos enforma de compra de acciones, junto con todas esas fusiones bancarias, pro-porcionarán al menos el tiempo necesario para que la enorme masa depréstamos dudosos pueda liquidarse de manera ordenada, y devolverá la

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solvencia, pero con una tasa de actividad económica mucho menor: la pro-pia de una recesión grave o una depresión.

En esta crisis cada vez más grave, en cuanto se tapa un agujero apare-cen otros. Todavía no se conoce la verdadera extensión de la pérdida devalor de las hipotecas titularizadas, los préstamos a consumidores y empre-sas y los diversos instrumentos en los que se intentaba combinar todos esoscréditos con diversos tipos de seguros contra su quiebra (como las «obli-gaciones sintéticas de deuda garantizada» [o CDO sintéticos], que incluyenen el mismo «paquete» que la CDO [o deuda garantizada] proteccionescontra la mora en el pago de créditos-deuda o CDS). Las principales cate-gorías de ese tipo de instrumentos financieros han sido reevaluadas a labaja hasta el 10% o el 20% de su valor originario en el curso de la quiebrade Lehman Brothers y la absorción de Merrill Lynch.10 Como sea que seestán aplicando severos recortes en el valor de todos esos activos por todoslados, la base patrimonial de las instituciones financieras se está desvane-ciendo y, con ella, la confianza en su solvencia. Por eso, los bancos estánhaciendo ahora lo que John Maynard Keynes dijo que harían en tales cir-cunstancias: acaparar efectivo.11 Lo que subyace a todo ello es el deteriorode la situación económica de las familias, que constituyen la base de la eco-nomía, dañada por décadas de congelación de los salarios reales y por elaumento de la deuda para el consumo.

«Eso» y el prestamista de último recurso

Para comprender la verdadera importancia histórica de todos esos aconte-cimientos, debemos atender a lo que se conoce como la función de «pres-tamista de último recurso» del Gobierno estadounidense y otros Gobiernoscapitalistas. Dicha función se ha ejercido ahora en forma de aportación deliquidez al sistema financiero en crisis, seguida de la inyección directa decapital a tales instituciones y, por último, si fuera necesario, de su naciona-lización sin más. Es ese compromiso del Estado de servir de prestamista deúltimo recurso lo que, a lo largo del tiempo y en última instancia, ha difun-dido la confianza en el sistema, a pesar de que la superestructura financie-ra de la economía capitalista ha crecido muy por encima de su base en loque los economistas denominan la economía «real» de bienes y servicios.Así pues, no hay nada que produzca más miedo al capital que la interven-ción de la Reserva Federal y otros bancos centrales para hacer todo cuan-to puedan a fin de rescatar el sistema y que, aun así, no consigan evitar quese hunda (algo impensable con anterioridad). Aunque la Reserva Federal y

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el Tesoro estadounidenses han intervenido de forma masiva, parece que lasdimensiones completas de la crisis siguen superándoles.

Hay quien ha llamado a eso un «momento Minsky». En 1982, el eco-nomista Hyman Minsky, famoso por su hipótesis de la inestabilidad finan-ciera, formulaba la crucial pregunta: «¿Puede “eso” [una Gran Depresión]suceder de nuevo?». Tal y como señalaba, no había una respuesta senci-lla a la pregunta. Para Minsky, lo fundamental era saber si la debaclefinanciera podría volver a arrollar a una economía real ya debilitada,como sucedió en la Gran Depresión. El sistema financiero, inherentemen-te inestable, llevaba ya décadas incrementando su escala, pero lo mismohabía sucedido con el Gobierno y su capacidad para servir de prestamis-ta de último recurso. «Los procesos que provocan la inestabilidad finan-ciera», observaba Minsky, «son un componente ineludible de cualquiereconomía capitalista descentralizada —es decir, que el capitalismo esinherentemente defectuoso—, pero la inestabilidad financiera no tienepor qué llevar a una gran depresión; “eso” no tiene por qué suceder» (lacursiva es nuestra).12

Sin embargo, implícito en ello estaba la idea de que «eso» podría vol-ver a ocurrir, aunque solo fuera porque no era inconcebible la posibilidadde un estallido financiero y un aumento de la inestabilidad capaz de supe-rar la capacidad de los Gobiernos para responder o, al menos, para respon-der con suficiente rapidez y contundencia. En teoría, el Estado capitalista,sobre todo el de los Estados Unidos, que controla lo que equivale a un sus-tituto de moneda mundial, tiene la capacidad de impedir una crisis tanpeligrosa como esa. La principal inquietud es una masiva «deuda-defla-ción» (fenómeno explicado por el economista Irving Fisher durante laGran Depresión), como se dio no solo en la experiencia de la década de1930, sino también en Japón en la década de 1990. En esa situación, tal ycomo escribió Fisher en 1933, «la deflación causada por el endeudamien-to reactúa sobre la deuda. Cada dólar de deuda que sigue sin pagarse seconvierte en un dólar de mayor valor, y si el sobreendeudamiento de par-tida era lo bastante grande, la liquidación de la deuda no puede mantenerel nivel de la caída de precios que provoca». En otras palabras, los precioscaen cuando los deudores venden activos para pagar sus deudas y, condicha caída de los precios, las deudas restantes hay que pagarlas en dóla-res de valor superior a los dólares tomados a crédito, lo que provoca nue-vos impagos, que dan lugar a nuevas bajadas de precios y, de ese modo, seproduce una espiral deflacionaria.13

La economía aún no se encuentra en situación tan desesperada, pero elespectro acecha. Como afirmaba Paul Asworth, economista jefe de Capital

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Economics, a mediados de octubre de 2008: «Con la tasa de desempleo enrápido aumento y los mercados de capital revueltos, casi todo apunta a unadeflación. La única esperanza es que la reacción inmediata de los diseña-dores de políticas tal vez logre atajar antes dicha posibilidad». «Las econo-mías ricas del mundo», advertía la revista Economist a comienzos de octu-bre, «ya están aquejadas de una suave “deuda-deflación”. La combinaciónde la caída del precio de la vivienda y la contracción del crédito están obli-gando a los deudores a recortar gastos y vender activos, lo que, a su vez,provoca nuevos descensos en los precios de la vivienda y en otros merca-dos de activos […] Un descenso generalizado de los precios de consumoempeoraría aún más las cosas.»14

La idea misma de que tal cosa volviera a suceder en la economía esta-dounidense actual se suponía descartada por la función del prestamista deúltimo recurso, apoyada en la creencia de que el problema era básicamen-te monetario y siempre podría resolverse con medidas monetarias: inun-dando la economía de liquidez a la más mínima señal de peligro. Así pues,el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, pronunció una confe-rencia en 2002 (en calidad de gobernador de la Reserva Federal) con el sig-nificativo título de «Deflation: Making Sure ‘It’ Doesn’t Happen Here»[Deflación: cómo asegurarse de que “eso” no suceda aquí]. En ella argu-mentaba que había sobradas maneras de asegurarse de que «eso» no suce-dería hoy en día, a pesar de la creciente inestabilidad financiera:

El Gobierno de los Estados Unidos tiene una tecnología llamada imprenta (o, en la

actualidad, su equivalente electrónico) que le permite producir tantos dólares esta-

dounidenses como desee a un coste esencialmente nulo. Aumentando el número de

dólares estadounidenses en circulación o, incluso, con amenazas creíbles de hacer-

lo, el Gobierno de los Estados Unidos puede reducir también el valor del dólar en

términos de bienes y servicios, lo que equivale a aumentar el precio en dólares de

dichos bienes y servicios. Nuestra conclusión es que, con un sistema de papel-

moneda, un Gobierno particular siempre puede generar más gasto y, con ello, infla-

ción positiva.

Por supuesto, el Gobierno estadounidense no va a imprimir más moneda y distri-

buirla sin más (aunque, como veremos más adelante, hay políticas concretas que se

acercan a esa conducta). Lo normal es que el dinero se inyecte en la economía

mediante la compra de activos por parte de la Reserva Federal. Para estimular el

gasto agregado cuando las tasas de interés a corto plazo han llegado a cero, la Fed

debe aumentar la escala de su compra de activos o, tal vez, incrementar el abanico

de activos que compra. Otra alternativa es que la Fed consiga encontrar otras for-

mas de inyectar dinero en el sistema como, por ejemplo, los préstamos a bajo inte-

rés a los bancos o la cooperación con las autoridades fiscales.15

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En esa misma conferencia, Bernanke sugería que «un recorte fiscalfinanciado con dinero», a fin de evitar la deflación en tales circunstancias,era «esencialmente equivalente al famoso “lanzamiento de dinero desde unhelicóptero” de Milton Friedman» (postura que le ganó el apelativo de«Ben el del Helicóptero»).16

Economista académico cuya reputación se debe a sus estudios de laGran Depresión, Bernanke era el resultado de las opiniones vertidas sobretodo por Milton Friedman y Anna Schwartz en su famosa obra A MonetaryHistory of the United States, 1867-1969 [Historia monetaria de los EstadosUnidos, 1867-1969], según las cuales las causas de la Gran Depresión fue-ron monetarias y podrían haberse combatido en términos exclusivamentemonetarios. Según Friedman y Schwartz, la principal razón de que el decli-ve económico fuera tan severo fue el hecho de no abrir las compuertasmonetarias en los momentos iniciales.17 Bernanke se oponía enérgicamen-te a anteriores concepciones de la Gran Depresión que consideraban quetuvo como base las debilidades estructurales de la economía «real» y elproceso de acumulación subyacente. En una alocución en el septuagésimoquinto aniversario del crac bursátil de 1929, afirmaba:

Durante la Depresión misma, y varias décadas después, los economistas argüían que

los factores monetarios no eran causa destacada de la Depresión. Por ejemplo,

muchos observadores señalaban que las tasas nominales de interés estuvieron pró-

ximas a cero durante gran parte de la Depresión, y concluían que la política mone-

taria había sido tan desahogada como era posible y, no obstante, no había produci-

do ningún beneficio tangible para la economía. Los intentos de utilizar la política

monetaria para sacar a la economía de una depresión profunda solían compararse

con el hecho de querer mover un objeto «empujando la cuerda» [en lugar de tirar

de ella].

Durante las primeras décadas posteriores a la Depresión, la mayoría de los econo-

mistas buscaron explicaciones en los desarrollos acaecidos en el flanco real de la

economía, en lugar de en los factores monetarios. Había quienes sostenían, por

ejemplo, que durante la efervescente década de 1920 se habían producido una

sobreinversión y una sobreconstrucción que habían provocado un crac cuando los

rendimientos de la inversión resultaron ser menores de lo esperado. Otra teoría

antaño popular era que lo que había precipitado la depresión había sido un proble-

ma crónico de «subconsumo»: la incapacidad de las familias para comprar bienes y

servicios suficientes como para utilizar la capacidad productiva de la economía.18

La respuesta de Bernanke a todo ello consistía en reafirmarse en la opi-nión de que los factores monetarios habían precipitado casi por sí solos laGran Depresión (y podían dar cuenta de ella) y eran la clave y el único

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medio en realidad para luchar contra la deuda-deflación. Apenas hacía faltaocuparse de las tendencias presentes en la economía real, como la apari-ción de un exceso de capacidad en la industria. Como mucho, se tratabade una amenaza deflacionaria que podía contrarrestarse mediante unareflación.19 Tampoco hacía falta, como sostenía en otro lugar, estudiar laopinión de Minsky según la cual el sistema financiero de la economía capi-talista era inherentemente inestable, ya que su análisis dependía de la irra-cionalidad asociada a las manías especulativas y, por lo tanto, se alejaba delmodelo de «comportamiento económico racional» de la economía neoclá-sica.20 Bernanke cerraba una conferencia en conmemoración del nonagési-mo cumpleaños de Friedman en 2002 con las siguientes palabras: «Megustaría decirles a Milton y Anna: con respecto a la Gran Depresión, tenéisrazón, eso es lo que hicimos. Lo sentimos mucho. Sin embargo, gracias avosotros, no volveremos a hacer eso.»21 «Eso», claro está, era la GranDepresión.

A partir del crac bursátil del año 2000, en círculos de los bancos cen-trales surgió el debate sobre si debían llevarse a cabo «ataques preventivos»contra futuras burbujas de activos para evitar catástrofes económicas. Ber-nanke, representante de la ortodoxia económica reinante, fue el primero ensostener que no debía intentarse hacer tal cosa, ya que era difícil sabercuándo una burbuja era en realidad una burbuja (es decir, cuándo unaexpansión financiera estaba justificada por la base económica o por nuevosmodelos de negocio y cuándo no). Además, provocar el pinchazo de unaburbuja era un invitación al desastre, como cuando la junta de la ReservaFederal intentó hacerlo a finales de la década de 1920 y (según la interpre-tación monetarista) provocó la quiebra de los bancos y la Gran Depresión.Su conclusión era: «la política monetaria no puede utilizarse con suficien-te precisión como para incidir sobre los precios de los activos sin arriesgar-se a provocar graves daños colaterales en la economía […] Aunque jamásserá posible eliminar la volatilidad de la economía y de los mercados finan-cieros, deberíamos poder moderarla sin sacrificar las enormes fortalezas denuestro sistema de libre mercado». En pocas palabras, Bernanke sostenía,con cierta justificación sin duda, dada la naturaleza del sistema, que lomejor que podía hacer la junta de la Reserva Federal a la vista de una granburbuja era limitarse básicamente a desempeñar su función de prestamis-ta de último recurso.22

En la cima de la burbuja inmobiliaria, Bernanke, entonces presidentedel consejo de asesores económicos de Bush, declaraba, con ojos que mira-ban pero no veían: «Los precios de la vivienda han subido casi un 25% enlos últimos dos años. Aunque en ciertas zonas ha aumentado la actividad

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especulativa, en el plano nacional dicho incremento de precios es en granmedida el reflejo de una sólida base económica, que incluye un robustoaumento del empleo y de las rentas, unas tasas de interés hipotecario bajas,una tasa constante de creación de hogares y la presencia de factores querestringen la oferta de viviendas en ciertas zonas».23 Irónicamente, fueronesas las ideas que llevaron al nombramiento de Bernanke como presidentede la junta de la Reserva Federal (en sustitución de Alan Greenspan) acomienzos de 2006.

La burbuja inmobiliaria empezó a desinflarse a principios de 2006, almismo tiempo que la Fed elevaba las tasas de interés en un intento de con-tener la inflación. El resultado fue el hundimiento del sector inmobiliarioy de los títulos de garantía hipotecaria. Al tener que hacer frente a la gravecrisis financiera iniciada en 2007, Bernanke, como presidente de la Reser-va Federal, puso la imprenta a trabajar a plena capacidad e inundó lanación y el mundo de dólares, pero no tardó en darse cuenta, para su pro-pia sorpresa, de que había estado «empujando la cuerda». Por mucha infu-sión de liquidez, era imposible superar la insolvencia en que estabanenfangadas las instituciones financieras. Incapaces de tener éxito con susactuales premisas financieras —si a ello se los obligaba—, los bancos senegaban a renovar los préstamos al vencer los plazos y acaparaban el dine-ro disponible en lugar de prestarlo y volver a levantar el sistema. La crisisfinanciera no tardó en generalizarse tanto que los riesgos de prestar dinerose dispararon, dado que muchos de los tomadores que antes eran solven-tes estaban ahora posiblemente a punto de caer en la insolvencia. En untrampa de liquidez, tal y como nos enseñó Keynes, el hecho de poner enmarcha la imprenta solo contribuye al acaparamiento de dinero, y no aproducir nuevos préstamos y elevar el gasto.

Sin embargo, como veremos, la raíz verdadera del descalabro financie-ro era mucho más profunda: el estancamiento de la producción y la inver-sión.

De la explosión financiera a la implosión financiera

Nuestro argumento es, en pocas palabras, que tanto la explosión financie-ra de las últimas décadas como la implosión financiera que está teniendolugar en estos momentos deben explicarse básicamente con referencia a lastendencias hacia el estancamiento presentes en la economía que subyace aellas. Los economistas y los expertos de los medios de comunicación hanofrecido toda una serie de otras explicaciones para la presente crisis (la

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mayoría de ellas centradas en las causas inmediatas). Entre estas están elrelajamiento de la regulación del sistema financiero; los bajísimos tipos deinterés introducidos por la Fed para contrarrestar los efectos del crac delaño 2000 provocado por la burbuja bursátil de la «Nueva Economía», loque llevó a la formación de la burbuja inmobiliaria; y la concesión de gran-des cantidades de hipotecas subprime o de alto riesgo* a muchas personasque no podían permitirse comprar una casa y/o no entendían exactamen-te los términos de las hipotecas.

Con razón, se ha prestado gran atención a las técnicas mediante las cua-les las hipotecas se mezclaban en un mismo paquete y se «cortaban y tro-ceaban» para venderlas a entidades de inversión de todo el mundo. Esposible que el fraude directo también forme parte de algunos de los teje-manejes financieros. La caída del valor de las viviendas que siguió al esta-llido de la burbuja inmobiliaria y la imposibilidad para muchos de lostomadores de hipotecas subprime de seguir realizando los pagos mensua-les, junto con la consiguiente ejecución de la hipoteca, fueron ciertamentela gota que colmó el vaso y llevó a una quiebra catastrófica del sistema. Sonpocos los que hoy dudarían de que el fervor desregulador promovido porlas empresas financieras solo hizo que empeorar aún más las cosas y dejóa dichas empresas con menos defensas cuando las cosas se estropearon.

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* Se denominan hipotecas prime o «de primera calidad» las que tienen poco riesgo de impa-go; hipotecas subprime son aquellas cuyo indicador de riesgo de impago es elevado. [T.]

Tabla 1: Endeudamiento nacional* y PIB en la economía norteamericana (billo-nes de dólares)

PIB Total Endeudamiento por sectores

endeudamiento Familias Empresas Empresas Gobiernosfinancieras no- (locales, estata-

financieras les y federal)

1970 1,0 1,5 0,5 0,1 0,5 0,41980 2,7 4,5 1,4 0,6 1,5 1,11990 5,8 13,5 3,6 2,6 3,7 3,52000 9,8 26,3 7,0 8,1 6,6 4,62007 13,8 47,7 13,8 16,0 10,6 7,3

* La parte correspondiente a los Gobiernos locales, estatales y federal incluye únicamente ladeuda en manos del público. Si a esta se suma la deuda en manos de agencias federales,la deuda total en 2007 era de 51,5 billones de dólares.

Fuentes: Flow of Funds Accounts of the Unites States, Tabla L-1, Credit Market Debt Outstan-ding, Federal Reserve, y Tabla B-1, Gross Domestic Product, 1959-2007, Economic Report ofthe President, 2008.

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Sin embargo, la raíz del problema es mucho más profunda y hay quebuscarla en una economía real que estaba experimentando un crecimientomás lento, lo que originó la explosión financiera cuando el capital intentó«apalancar» su salida del problema mediante el incremento del endeuda-miento y la obtención de ganancias especulativas. La tabla 1 (p. 47) mues-tra hasta qué punto el endeudamiento se ha disparado en relación al PIB alo largo de las últimas cuatro décadas. Tal y como sugieren las cifras, lacaracterística más notable del desarrollo del capitalismo en ese periodo hasido el inflamiento del endeudamiento.

El fenómeno aparece también ilustrado en el gráfico 1, que muestra elfuerte aumento del endeudamiento privado con respecto al PIB desde ladécada de 1960 hasta el presente. La deuda del sector financiero en por-centaje del PIB empezó a aumentar en las décadas de 1960 y 1970, se ace-

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Gráfico 1: Estados Unidos. Endeudamiento privado en porcentaje del PIB

Fuentes: Flow of Funds Accounts of the Unites States, Tabla L-1, Credit Market Debt Outstan-ding, Federal Reserve, y Tabla B-1, Gross Domestic Product, 1959-2007, Economic Report ofthe President, 2008.

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Deuda del sector financiero

Deuda familiar

Deuda de empresas no-financieras

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leró a comienzos de la década de 1980 y se disparó a partir de mediadosde la década de 1990. La deuda de las familias en porcentaje del PIB cre-ció con fuerza a partir de la década de 1990 y después aumentó aún másrápidamente a finales de la década de 1990. La deuda de las empresas no-financieras en relación a la renta nacional también aumentó en todo eseperiodo, aunque de manera no tan espectacular. El efecto conjunto ha sidoun aumento masivo del endeudamiento privado en relación a la rentanacional. El problema se agrava aún más si añadimos la deuda de losGobiernos (locales, estatales y federal). Si se incluyen todos los sectores, ladeuda total en porcentaje del PIB aumentó desde el 151% de 1959 a unastronómico 373% en 2007.

Ese aumento acumulativo de la carga de la deuda en porcentaje del PIBsupuso un gran estímulo para la economía, sobre todo en el sector finan-ciero, y alimentó unas enormes ganancias financieras y produjo una cre-ciente financialización del capitalismo (un cambio de gravedad de la pro-ducción a las finanzas dentro de la economía en su conjunto). El aspectoque presentan las ganancias asociadas a esa cada vez más veloz financiali-zación aparece en el gráfico 2 (p. 50), elaborado a partir de un índice deanálisis de series temporales (donde 1970 = 100) de las ganancias financie-ras y no-financieras y del PIB. Después de 1970, las ganancias financierasy no-financieras tendían a crecer al mismo ritmo que el PIB. Sin embargo,a finales de la década de 1990, las finanzas parecen cobrar vida propia ylas ganancias de las empresas financieras (y, en menor medida, las de lasempresas no-financieras también) se elevan hasta la estratosfera, sin apa-rente relación con el incremento de la renta nacional, que se encuentrarelativamente estancada. Las inversiones de las empresas que jugaban en loque se había convertido en un gigantesco casino eran cada vez más apalan-cadas (es decir, con frecuencia, por cada dólar propio que utilizaban parajugar, apostaban treinta dólares o más que habían tomado prestados). Esoayuda a explicar las ganancias extraordinariamente elevadas que lograbancuando la apuesta era ganadora. Evidentemente, el crecimiento de lasfinanzas no se limitaba simplemente a los Estados Unidos, sino que era unfenómeno global en el que las prácticas financieras para obtener riquezaensombrecían la producción global, y esa misma contradicción esencialatravesaba la totalidad del mundo del capitalismo avanzado y de las eco-nomías «emergentes».

Ya para finales de la década de 1980 la gravedad de la situación empe-zaba a resultar clara para quienes no compartían la manera establecidade pensar. Al observar la situación en 1988 en el primer aniversario delcrac bursátil de 1987, los editores de Monthly Review Harry Magdoff y Paul

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Sweezy sostenían que, antes o después —nadie podía prever cuándo nicómo exactamente—, era posible que se produjera una grave crisis del sis-tema financiero que superara las capacidades de la figura del prestamistade último recurso. Ello se debía, sencillamente, a que para entonces la pre-caria superestructura financiera habría crecido hasta una escala tal que losmedios de las autoridades gubernamentales, por muy poderosos que fue-ran, ya no bastarían para contener la avalancha, sobre todo si no actuabanrápidamente y de forma lo bastante contundente. En palabras de Magdoffy Sweezy, la próxima vez que sucediera tal vez los esfuerzos de rescate«tendrán éxito en el mismo sentido ambiguo que lo tuvieron después delcrac bursátil de 1987. Si así es, atravesaremos de nuevo por el mismo pro-ceso en un plano más elevado y más precario. Sin embargo, antes o des-pués, la próxima vez o más adelante, fracasarán», y se producirá una gravecrisis de la economía.

C A P Í T U L O 250 ·Gráfico 2: Crecimiento de las ganancias financieras y no-financieras con respec-to al PIB en la economía norteamericana (1970 = 100)

Fuente: calculado a partir de Tabla B-91, Corporate profits by industry, 1959-2007, y Tabla B-1,Gross domestic product, 1959-2007, Economic Report of the President, 2008.

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Ganancias financieras

Ganancias no-financieras PIB

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Como ejemplo de la avalancha financiera que acechaba, señalaban a la«pujante bolsa de Tokio» como posible preludio de una gran implosiónfinanciera y el profundo estancamiento consiguiente. Poco después, esarealidad se materializaría y daría lugar a la crisis financiera y el «GranEstancamiento» de la década de 1990 en Japón. El precio de los activos(tanto bursátiles como inmobiliarios) descendió en una cantidad equiva-lente a más de dos años de PIB. Cuando las tasas de interés quedaron redu-cidas a cero y apareció la deuda-deflación, Japón quedó atrapada en latrampa de liquidez clásica sin forma de relanzar una economía ya profun-damente enfangada en una sobrecapacidad de la economía productiva.24

«En el mundo actual, gobernado por las finanzas», habían escrito Mag-doff y Sweezy en 1987, inmediatamente después del crac bursátil estadou-nidense,

el crecimiento subyacente de la plusvalía está cada vez más por debajo de la tasa de

acumulación de capital monetario. Sin base en la plusvalía, el capital monetario

amasado es cada vez más nominal, ficticio, en realidad. Procede de la compra y

venta de activos de papel y se basa en la creencia en que el valor de los activos segui-

rá inflándose continuamente. Lo que tenemos, en otras palabras, es una continua

especulación basada en la creencia en que, a pesar de las fluctuaciones en los pre-

cios, el valor de los activos seguirá eternamente una única dirección: hacia arriba.

En este trasfondo, el crac bursátil de octubre [de 1987] cobra una significación

mucho mayor. Al demostrar la falacia de un movimiento incesantemente ascenden-

te del valor de los activos, delata el meollo irracional de la economía actual.25

Por supuesto, todas esas contradicciones asociadas a las burbujas espe-culativas han sido endémicas en el sistema capitalista a lo largo de su his-toria. Sin embargo, en la era posterior a la Segunda Guerra Mundial, tal ycomo sostenían Magdoff y Sweezy en línea con Minsky, el espectro de ladeuda era cada vez mayor, lo que apuntaba al aumento de un problema decariz acumulativo cada vez más peligroso. En The End of Prosperity [El finde la prosperidad], Magdoff y Sweezy escribían: «Sin una severa depresiónen la que el endeudamiento se suprima forzosamente o se vea drásticamen-te reducido, las medidas de rescate del Gobierno para evitar el colapso delsistema financiero no hacen más que sentar las bases de nuevas capas deendeudamiento y tensiones adicionales para el próximo avance económi-co.» En palabras de Minsky: «Sin una crisis y un proceso de deuda-defla-ción que eliminen la creencia en el éxito de las operaciones especulativas,lo que se induce es un sesgo alcista en los precios y, a la vez, la superposi-ción de capas financieras cada vez más altas».26

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Por mucho que temporalmente los economistas de la corriente princi-pal y los analistas de negocios se vieron llevados a ocuparse de tan incon-venientes cuestiones, no tardaron en darles de lado. Aunque el espectacu-lar desarrollo de las finanzas no podía dejar de inquietarlos de vez encuando (como, por ejemplo, con la famosa referencia de Alan Greenspan ala «exuberancia irracional»), la idea prevaleciente, fomentada por el propioGreenspan, era que el crecimiento de la deuda y la especulación represen-taban una nueva era de innovación en el mercado financiero, es decir, uncambio estructural sostenible en el modelo de negocio asociado a las nue-vas y revolucionarias técnicas de gestión del riesgo. Greenspan estaba tanenamorado de la «Nueva Economía» que había hecho posible la financia-lización, que en 2004 declaraba: «No solo las instituciones financierasindividuales se han vuelto menos vulnerables a las conmociones que pue-den provocar los factores de riesgo subyacentes, sino que el sistema finan-ciero en su conjunto se ha vuelto más flexible».27

Solo con la aparición de la crisis financiera en 2007 y su prolongaciónen 2008 encontramos que analistas financieros de lugares sorprendentesadoptan abiertamente las ideas opuestas. Alguien como Manas Chakra-varty, columnista económico de la web india para inversores Livemint.com(en sociedad con Wall Street Journal), observaba el 17 de septiembre de2008 en el contexto de la debacle de Wall Street:

El economista estadounidense Paul Sweezy señaló hace mucho tiempo que el estan-

camiento y la enorme especulación financiera surgían como aspectos simbióticos de

un mismo punto muerto, profundamente asentado e irreversible, en la economía.

Dijo que el estancamiento de la economía subyacente implicaba que las empresas

dependieran cada vez más del desarrollo de las finanzas para preservar e incremen-

tar su capital monetario y que la superestructura financiera de la economía no podía

expandirse de forma completamente independiente de su base en la economía pro-

ductiva subyacente. Con notable presciencia, Sweezy afirmaba que el estallido de

burbujas especulativas sería, por lo tanto, un problema recurrente y cada vez

mayor.28

Por supuesto, Paul Baran y Sweezy en El capital monopolista, y más ade-lante Magdoff y Sweezy en Monthly Review, habían señalado otras formas deabsorción del excedente, como el gasto público (sobre todo el gasto mili-tar), el esfuerzo de ventas, el estímulo aportado por las innovaciones, etc.29

Aunque importantes, todas esas formas habían resultado insuficientes paramantener la economía en algo parecido al pleno empleo y, para la décadade 1970, el sistema estaba empantanado en un creciente estancamiento (o

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estanflación). Fue la financialización, y el aumento del endeudamiento queesta fomentó activamente, lo que surgió como estímulo cuantitativamen-te principal de la demanda. Sin embargo, esta apuntaba inevitablementealgún día a un juicio final financiero y una cascada de quiebras.

De hecho, algunos analistas de la corriente principal, bajo la presiónde los acontecimientos, se vieron obligados a reconocer para el verano de2008 que una masiva devaluación del sistema podía ser inevitable. JimReid, director de investigaciones crediticias de Deutsche Bank, al exami-nar el tipo de relación entre ganancias financieras y PIB que aparece en elgráfico 2 (p. 50), publicó un análisis titulado «A Trillion-Dollar MeanReversión? [¿Una reversión a la media de un billón de dólares?]», dondesostenía que:

Las ganancias financieras en los Estados Unidos se han desviado de la media en la

pasada década de forma acumulativa […] El sector financiero estadounidense ha

obtenido aproximadamente 1,2 billones de dólares de «exceso» de ganancias en

relación con el PIB nominal en la última década […] Así pues, la reversión a la

media [la teoría de que, con el tiempo, los retornos del mercado financiero «revier-

ten» a un proyección media a largo plazo o ajuste lineal] sugeriría que habría que

suprimir 1,2 billones de ganancias para que el sector financiero estadounidense

quede limpio de los excesos de la última década […] Así las cosas […], Bloomberg

indica que hasta la fecha las financieras estadounidenses han amortizado 184.000

dólares en la presente crisis, si se piensa que las dimensiones del sector financiero

deberían retroceder a niveles de hace una década, entonces habría que concluir que

falta que el sector pierda un billón de dólares de valor para que recupere el nivel del

ajuste lineal de las ganancias financieras a largo plazo. Una idea espantosa que, si

resulta ser correcta, provocará un largo periodo de constante intervención de las

autoridades en un intento por detener la potencial destrucción que eso causaría. La

clave para determinar cuál es el volumen de destrucción que requerirá el sector

financiero está en encontrar el tamaño adecuado del sector en el «nuevo mundo».

La idea de una reversión a la media de las ganancias financieras hastael ajuste lineal de la economía en conjunto solo pretendía sugerir cuáleseran las dimensiones del cambio inminente, ya que Reid aceptaba la posi-bilidad de que existan razones estructurales en el «mundo real» que justi-fiquen el peso relativo de las finanzas, a pesar de que aún no estaba dis-puesto a aceptar ninguna de ellas. Tal y como reconocía, «calcular lasdimensiones “naturales” apropiadas del sector financiero en relación con elresto de la economía es una tarea fenomenalmente difícil». En realidad,cabe dudar de que exista de hecho un nivel «natural». Aun así, la idea deque era posible que se produjera una masiva «destrucción de ganancias»

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antes de que el sistema pudiera recobrar la marcha y de que eso explicabael «prolongado periodo de intervención constante de las autoridades en unintento por atajar la potencial destrucción» ponía de manifiesto que la cri-sis era mucho más grave de lo que por lo general se suponía, lo que no tar-daría en hacerse evidente.30

Lo que esa forma de pensar sugería, en línea con lo que Magdoff ySweezy habían sostenido en las últimas décadas del siglo XX, era que laautonomía de las finanzas con respecto a la economía subyacente asociadaal proceso de financialización era una cosa más relativa que absoluta y que,al final, lo que hacía falta era una fuerte recesión económica, más que elmero estallido de una burbuja para que se formase otra. Cuanto más laretardara el sistema, más devastadora sería. Mientras tanto, como habíanseñalado Magdoff y Sweezy, la financialización continuaría adelante. Enrealidad, no existía otra respuesta para el sistema.

De vuelta a la economía real: el problema del estancamiento

Paul Baran, Paul Sweezy y Harry Magdoff sostuvieron infatigablementedesde la década de 1960 a la de 1990 (muy notoriamente en El capitalmonopolista) que el estancamiento era el estado normal de la economíamonopólico-capitalista, a menos que concurran factores históricos espe-ciales. La prosperidad que caracterizó a la economía en las décadas de1950 y 1960, insistían, era atribuible a ese tipo de factores históricos tem-porales, como por ejemplo: (1) la acumulación de ahorros de los consu-midores durante la guerra; (2) una segunda gran ola de automovilizaciónen los Estados Unidos (que incluyó la expansión de las industrias delvidrio, el acero y el caucho, la construcción del sistema de autopistas y eldesarrollo de las zonas residenciales en el exterior de las ciudades); (3) lareconstrucción de las economías europeas y japonesa, devastadas por laguerra; (4) la carrera de armamentos de la Guerra Fría (y dos guerrasregionales en Asia); (5) el desarrollo de las campañas de ventas, marcadopor el surgimiento de Madison Avenue; (6) la expansión de las finanzas,los seguros y el sector inmobiliario (FIRE en sus siglas inglesas); y (7) lapreeminencia del dólar como divisa hegemónica. En cuanto decayó elestímulo de todos esos factores, la economía empezó a descender denuevo hacia el estancamiento: crecimiento lento y aumento del exceso decapacidad y del desempleo/subempleo. Al final, fueron el gasto militar yla explosión del endeudamiento y la especulación los que pasaron a cons-tituir el principal estímulo que mantuvo a la economía fuera del bache.

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Sin embargo, estos no bastaron para evitar la reaparición en general de lastendencias al estancamiento, y con el tiempo el problema no hizo más queempeorar.31

La realidad de ese estancamiento cerniente se aprecia en la tabla 2, quemuestra las tasas de crecimiento real de la economía década a década enlos últimos ochenta años. La baja tasa de crecimiento de la década de 1930refleja el fuerte estancamiento de la Gran Depresión. A esta siguió elextraordinario avance de la economía estadounidense en la década de 1940bajo el impacto de la Segunda Guerra Mundial. En el periodo 1950-1969,al que ahora solemos referirnos como una «edad dorada» económica, laeconomía, impulsada por el conjunto de factores históricos especiales alque antes hacíamos referencia, pudo lograr un fuerte crecimiento económi-co aun siendo una economía de «tiempos de paz». Sin embargo, todo esoresultó ser demasiado temporal. El acusado descenso de las tasas de creci-miento en la década de 1970 y subsiguientes señala una tendencia persis-tente a una menor expansión de la economía, ya que las fuerzas principa-les que impulsaron las tasas de crecimiento en las décadas de 1950 y 1960habían perdido fuerza, lo que impedía que la economía regresara a su anti-gua prosperidad. En las décadas posteriores, en lugar de recuperar la ante-rior tendencia de la tasa de crecimiento, la economía decreció lentamente.

Fue la realidad del estancamiento económico que se inició en 1970 loque, como han resaltado recientemente los economistas heterodoxos Ric-cardo Bellofiore y Joseph Halevi, provocó la aparición del «nuevo régimencapitalista financializado», una especie de «paradójico keynesianismo finan-ciero» en el que fundamentalmente la demanda en la economía se estimu-ló «gracias a burbujas de valores». Además, fue el papel principal jugadopor los Estados Unidos en la producción de dichas burbujas —a pesar (ytambién a causa) del debilitamiento de la acumulación de genuino capi-

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Tabla 2: Crecimiento del PIB real de Estados Unidos, 1930-2007

Década Porcentaje anual medio1930 1,31940 5,91950 4,11960 4,41970 3,31980 3,11990 3,12000-2007 2,6

Fuente: National Income and Products Accounts, tabla 1.1.1. Cambio porcentual del PIB conrespecto al periodo anterior, Bureau of Economic Analysis.

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tal—, junto con la condición de divisa de reserva del dólar, lo que convir-tió al capital monopolista-financiero estadounidense en el «catalizador dela demanda efectiva mundial» a partir de la década de 1980.32 Sin embar-go, ese patrón de crecimiento financializado fue incapaz de generar unrápido avance económico durante un periodo sostenido y, además, resul-taba insostenible, producía burbujas más grandes que estallaban periódi-camente y hacían el estancamiento cada vez más evidente.

Un elemento clave para la explicación de toda esa dinámica hay quebuscarlo en el descenso de la ratio de sueldos y salarios como porcentajede la renta nacional estadounidense. El estancamiento de la década de1970 llevó al capital a lanzar una acelerada guerra de clase contra los tra-bajadores a fin de incrementar las ganancias mediante la reducción de loscostes laborales. El resultado consistió en varias décadas de aumento de ladesigualdad.33 El gráfico 3 muestra el marcado descenso de la proporción

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Gráfico 3: Gasto en sueldos y salarios como porcentaje del PIB

Fuentes: Economic Report of the President, 2008, tabla B-1 (PIB), tabla B-29 (Fuentes de rentapersonal, 1959-2007).

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del PIB que representan sueldos y salarios entre finales de la década de1960 y el presente. Es un reflejo del hecho de que los salarios reales de lostrabajadores no-agrícolas del sector privado estadounidense (en dólares de1982) alcanzaron su máximo en 1972 con 8,99 dólares por hora, y para elaño 2006 habían caído hasta 8,24 dólares (el equivalente al salario porhora de 1967), a pesar del enorme aumento de la productividad y de lasganancias en las pocas últimas décadas.34

Todo ello fue parte de una masiva redistribución de la renta y la rique-za hacia las capas superiores. Entre 1950 y 1970, por cada dólar adicionalque percibían las personas de la franja del 90% inferior de los perceptoresde rentas, las personas que pertenecían a la franja del 0,01% superior per-cibían 162 dólares adicionales. En contraste, desde 1990 a 2002, por cadanuevo dólar que sumaban las personas de la franja del 90% inferior, las del0,01% superior (unas 14.000 familias en la actualidad) percibían 18.000dólares adicionales. En los Estados Unidos de 2001, el 1% superior de losdueños de la riqueza poseía conjuntamente más del doble de lo que po-seía el 80% inferior de la población. Si se tiene en cuenta únicamente lariqueza financiera, es decir, si se excluye el patrimonio en forma de prime-ra vivienda, el 1% superior poseía más de cuatro veces lo que poseía el80% inferior. Entre 1983 y 2001, el 1% superior acaparó el 28% del incre-mento de la renta nacional, el 33% de las ganancias netas totales y el 52%del incremento total del valor financiero.35

Lo realmente notable en tales circunstancias era que el consumo de lasfamilias continuara creciendo desde poco más del 60% del PIB a principiosde la década de 1960 hasta en torno al 70% en 2007. Eso solo fue posibledebido al aumento del número de familias con dos perceptores de renta(con la entrada de las mujeres en el mundo laboral en mayor número), aque la gente trabajaba más horas y tenía múltiples empleos y a un aumen-to constante del endeudamiento de los consumidores. El endeudamientofamiliar se vio alentado, sobre todo en las últimas fases de la burbuja inmo-biliaria, por el drástico aumento de los precios de la vivienda, lo que per-mitía a los consumidores tomar más préstamos apoyados en su patrimonio(el llamado «efecto riqueza» de la vivienda), un proceso que finalizó derepente cuando la burbuja estalló y los precios de la vivienda empezaron acaer. Tal y como muestra el gráfico 1, el endeudamiento familiar creció del40% del PIB en 1960 al 100% del PIB en 2007, con un aumento especial-mente pronunciado a partir de finales de la década de 1990.36

Ese aumento del consumo, basado en la expansión del endeudamientofamiliar, resultaría ser el tendón de Aquiles de la economía. La burbujainmobiliaria se apoyó en un fuerte incremento de la deuda de base hipote-

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caria, mientras que los salarios reales estaban esencialmente estancadosdesde hacía décadas. Los impagos que se produjeron entre los nuevos pro-pietarios marginales provocaron un descenso de los precios de la vivienda.Eso provocó que un número de propietarios cada vez mayor debiera máspor su vivienda de lo que esta valía, lo que dio lugar a nuevos impagos y aun descenso aún mayor de los precios de la vivienda. Los bancos, que que-rían reforzar sus balances, empezaron a restringir la concesión de nuevasampliaciones del crédito de las tarjetas. El consumo descendió, se perdie-ron empleos, el gasto de capital se aparcó y dio comienzo una espiral des-cendente de duración desconocida.

A lo largo de los últimos treinta años aproximadamente, el excedenteeconómico controlado por las corporaciones y en manos de inversores ins-titucionales, como compañías de seguros y fondos de pensiones, ha verti-do un flujo cada vez mayor de capital en una exótica gama de instrumen-

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Gráfico 4: Porcentaje de utilización de la capacidad industrial

Fuente: Economic Report of the President, 2008, tabla B-54 (Tasas de utilización de capaci-dad, 1959-2007).

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tos financieros. Ha sido escasa la parte de ese enorme excedente económi-co que se ha utilizado para expandir la inversión, que se ha mantenido enuna situación de reproducción simple, destinada a la mera sustitución (sibien en cierto que con nuevas tecnologías mejoradas), en lugar de estar enuna situación de reproducción ampliada. Con empresas incapaces deencontrar demanda para su producción —realidad que se refleja en eldeclive a largo plazo de la utilización de la capacidad en la industria (véaseel gráfico 4)— y, por lo tanto, enfrentadas a una escasez de oportunidadesde inversión provechosa, el proceso de formación de capital neto se fuevolviendo cada vez más problemático.

Por ello, las ganancias se fueron apartando cada vez más de la inversiónen la expansión de la capacidad productiva para destinarse a la especula-ción financiera, mientras que el sector financiero, por su parte, parecíagenerar tipos ilimitados de productos financieros diseñados para utilizartodo ese capital dinerario. (El mismo fenómeno se dio globalmente, lo quellevó a Bernanke a hablar en 2005 de una «superabundancia global de aho-rro», con enormes cantidades de capital en busca de inversiones que cir-culaba por el mundo y que cada vez se veía más atraído hacia los EstadosUnidos debido a su papel pionero en la financialización.)37 Las consecuen-cias de todo ello se pueden apreciar en el gráfico 5 (p. 60), que muestra ladrástica disociación entre los beneficios y la inversión neta en porcentajedel PIB en años recientes, con una significativa disminución de la inversiónfija privada no-residencial neta en términos de porcentaje de la renta nacio-nal, a pesar de que los beneficios en porcentaje del PIB estaban próximosa niveles no vistos desde finales de la década de 1960 y principios de la de1970. Eso significaba, en términos de Marx, el paso de la «fórmula gene-ral del capital» D(inero)-M(ercancía)-D’ (dinero original más plusvalía), enla que las mercancías eran centrales para la producción de beneficios, a unsistema cada vez más orientado tan solo hacia el circuito de capital dinera-rio, D-D’, en el que el dinero simplemente engendra más dinero sin rela-ción alguna con la producción.

Dado que la financialización puede entenderse como la respuesta delcapital a la tendencia al estancamiento de la economía real, una crisis de lafinancialización significa inevitablemente el afloramiento del estancamien-to endémico subyacente en la economía capitalista avanzada. El desapalan-camiento del enorme endeudamiento acumulado en décadas recientes estácontribuyendo en la actualidad a una profunda crisis. Además, con lafinancialización detenida, no existe otra salida a la vista para el capitalmonopolista-financiero. Así pues, el pronóstico es que, aun después de quese estabilice la crisis inmediata de devaluación, la economía se caracteriza-

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rá, en el mejor de los casos, por un tiempo de crecimiento mínimo con des-empleo y subempleo elevados y exceso de capacidad.

El hecho de que el consumo estadounidense (facilitado por el enormedéficit de cuenta corriente del país) haya proporcionado la demanda efec-tiva crucial para la producción de otros países conlleva que la ralentizaciónde los Estados Unidos esté teniendo ya efectos desastrosos en el extranjeroy la liquidación financiera esté globalmente en auge. Las economías «emer-gentes» y subdesarrolladas están atrapadas en un desconcertante conjuntode problemas. Entre estos figuran la caída de las exportaciones, el descen-so de los precios de las materias primas y las repercusiones de los altosniveles de financialización sobre una base económica inestable y altamen-te explotadora; todo ello mientras dichos países se ven sometidos a reno-vadas presiones imperiales por los Estados del centro.

C A P Í T U L O 260 ·Gráfico 5: Beneficios e inversión neta en la economía norteamericana en por-centaje del PIB desde 1960 hasta el presente

Fuentes: Bureau of Economic Analysis, National Income and Product Accounts, tabla 5.2.5.Inversión interior bruta y neta por principales tipos (en miles de millones de dólares); tabla B-1 (PIB), y tabla B-91 (Ganancias industriales nacionales), Economic Report of the President,2008. Bureau of Economic Analysis, National Income and Product Accounts, tabla 5.2.5.Inversión interior bruta y neta por principales tipos, datos anuales 1929-2006.

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Beneficios

Inversión privada no-residencial neta

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Los propios Estados del centro también tienen problemas. Islandia, a laque se ha comparado con el canario de la mina de carbón, ha sufrido uncolapso financiero completo que ha requerido rescate desde el exterior yque posiblemente requiera un asalto masivo a los fondos de pensiones dela población. Durante más de 17 años, Islandia ha tenido un Gobierno dederechas, liderado por el ultraconservador Partido de la Independencia, encoalición con los partidos socialdemócratas de centro. Bajo dicha direc-ción, Islandia adoptó incondicionalmente la financialización y la especu-lación neoliberales y experimentó un crecimiento excesivo de los sectoresbancario y financiero en el que los activos totales de sus bancos pasaron del96% del PIB a finales del año 2000 a nueves veces el PIB en 2006. Ahoraa los contribuyentes islandeses, que no son responsables de tales acciones,se les pide que carguen con el endeudamiento especulativo de sus bancos,lo que producirá un drástico descenso del nivel de vida.38

Una economía política

La teoría económica del periodo clásico, que comprendía tanto obras pro-pias del individualismo posesivo, como las de Adam Smith, David Ricar-do, Thomas Malthus y John Stuart Mill, como las de pensadores socialis-tas, como Karl Marx, recibía el nombre de economía política. El nombre erasignificativo, ya que apuntaba a los fundamentos de clase de la economíay al papel del Estado.39 Adam Smith fue ciertamente el introductor de laidea de la «mano invisible» del mercado en sustitución de la anterior manovisible del monarca. Aun así, el contexto político y de clase de la economíaera algo omnipresente para Smith y todos los demás economistas clásicos.En la década de 1820, como observó Marx, había «espléndidos torneos»entre economistas políticos que representaban a las distintas clases (y frac-ciones de clase) de la sociedad.

No obstante, a partir de las décadas de 1830 y 1840, cuando la clasetrabajadora se erigió en una fuerza social y cuando la burguesía industrialse hizo con el firme control del Estado y desplazó los intereses de la claseterrateniente (sobre todo con la revocación de las leyes relativas a los aran-celes del grano conocidas como Corn Laws), la teoría económica perdió suantiguo carácter inquisitivo y adoptó la «mala conciencia y ruines intencio-nes de la apologética».40 Cada vez más, el flujo circular de la vida econó-mica se reconceptualizó como un proceso en el que solo participan indivi-duos que consumen, producen y obtienen provecho del margen. Elconcepto de clase desapareció así de la economía y fue adoptado por el

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campo emergente de la sociología (de una forma cada vez más abstraída delas relaciones económicas fundamentales). Se decía, además, que el Estadotampoco tenía nada que ver directamente con la economía y su estudiopasó al nuevo campo de la ciencia política.41 La economía quedó así «puri-ficada» de todo elemento político y de clase y cada vez se la presentaba máscomo una ciencia «neutra» que se ocupa de los principios universales/transhistóricos del capital y las relaciones de mercado.

Después de perder todo anclaje significativo en la sociedad, la econo-mía ortodoxa neoclásica, que se presentaba a sí misma como un paradig-ma único, se convirtió en una disciplina dominada por abstraccionescarentes en su mayoría de sentido, modelos mecánicos, metodologías for-males y lenguaje matemático, divorciada de los desarrollos históricos. Eracualquier cosa menos una ciencia del mundo real, y su importancia pri-mordial radicaba más bien en el papel que desempeñaba de ideología quese confirma a sí misma. Mientras tanto, las empresas reales seguían su pro-pia línea y por lo general hacían caso omiso (a veces intencionadamente)de las teorías económicas ortodoxas. El fracaso de la economía heredada ala hora de aprender las lecciones de la Gran Depresión, es decir, los defec-tos inherentes de un sistema de acumulación de clase en su fase monopo-lista, incluye una tendencia a ignorar el hecho de que el verdadero proble-ma estuvo en la economía real, y no en la economía financiero-monetaria.

Hoy en día nada parece más miope que el rápido rechazo por parte deBernanke de las teorías tradicionales sobre la Gran Depresión que rastrea-ron sus causas subyacentes hasta identificar la edificación de la sobrecapa-cidad y la debilidad de la demanda (un rechazo que invita a descartar simi-larmente hoy en día factores de ese tipo). Al igual que su mentor MiltonFriedman, también Bernanke ha defendido las ideas económicas neolibe-rales de las últimas décadas, con su insistencia en que si se contenía «laroca que inicia el desprendimiento» era posible evitar indefinidamente unaavalancha financiera de «grandes proporciones».42 Era irrelevante que, porencima, la condición del terreno estuviera cambiando, y que esto se debie-ra a procesos reales, vinculados al tiempo histórico. Irónicamente, Bernan-ke, el experto académico en la Gran Depresión, adoptó lo que el economis-ta jefe de Barclays Capital en los Estados Unidos, Ethan Harris, ha descritocomo una política de «no ver el mal, no oír el mal y no hablar del mal» enrelación a las burbujas de activos.43

Así pues, lo que ahora hace falta es apelar a la visión opuesta, la queresalta las contradicciones socioeconómicas del sistema. Durante algúntiempo, en respuesta a la Gran Depresión de la década de 1930, en la obrade John Maynard Keynes y de diversos pensadores vinculados a las tradi-

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ciones keynesiana, institucionalista y marxista (el más notable de los cua-les fue el economista polaco Michael Kalecki), se produjo una recuperaciónde las perspectivas basadas en la economía política. Sin embargo, tras laSegunda Guerra Mundial, el keynesianismo se vio cada vez más reabsorbi-do dentro del sistema. Eso se llevó a cabo en parte mediante la denomina-da «síntesis neoclásico-keynesiana» (que, como sostiene Joan Robinson,una de las colegas más jóvenes de Keynes, tuvo el efecto de prostituir aKeynes) y en parte mediante el desarrollo, muy vinculado, del keynesianis-mo militar.44 Al final el monetarismo emergió como respuesta dominante ala crisis de estanflación de la década de 1970, además de otras ideologíasconservadoras de libre mercado como la economía por el lado de la oferta,la teoría de las expectativas racionales y la nueva economía clásica (resumi-da como ortodoxia neoliberal). La teoría económica perdió su explícitoenfoque político-económico y el mundo regresó nuevamente al mito de losmercados autorregulados y autoequilibrados, libres de cuestiones de clasey de poder. A quien cuestionaba todo eso se le tildaba de político, más queeconómico, y de esa forma se le excluía en buena medida de la discusióneconómica principal.45

No hace falta decir que la teoría económica nunca dejó de ser política;lo que ocurrió fue más bien que la política que se fomentaba estaba tanfuertemente entrelazada con el sistema de poder económico que resultabacasi invisible. La mano visible del monarca de Adam Smith se había trans-formado en la mano invisible, no del mercado, sino de la clase capitalista,que se ocultaba tras el velo del mercado y la competencia. Sin embargo,con cada gran crisis económica, el velo se ha corrido a un lado y la reali-dad del poder de clase se ha hecho manifiesta.

La petición que hizo Paulson, secretario del Tesoro, al Congreso nortea-mericano en septiembre de 2008 de 700.000 millones de dólares para res-catar el sistema financiero tal vez constituya un punto de inflexión en elreconocimiento del problema económico y en el sentimiento popular deescándalo ante este, y plantee por primera vez en muchos años la cuestiónde una economía política. Inmediatamente se le hizo patente a toda la pobla-ción que la cuestión clave con respecto a la crisis financiera y el profundoestancamiento económico es: ¿quién va a pagar? La respuesta del sistemacapitalista, abandonado a sus propios mecanismos, fue la de siempre: loscostes los soportarán de manera desproporcionada los que están abajo. Porenésima vez, volverá a repetirse el viejo juego de la privatización de losbeneficios y la socialización de las pérdidas. A la población se le pedirá quese «abroche el cinturón» para «pagar la factura» de todo el sistema. La capa-cidad del público en general para percibir el engaño en los meses y años

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siguientes dependerá, por supuesto, de que sindicatos y activistas de los mo-vimientos sociales lleven a cabo una enorme tarea de educación, así como dela medida en que la crisis ponga al descubierto el imperio del capital.

No hay duda de que la creciente bancarrota económica actual y el sen-timiento de escándalo político han provocado una ruptura fundamental enla continuidad del proceso histórico. ¿Cómo deberían enfocar esta crisis lasfuerzas progresistas? En primer lugar, es importante descartar cualquierintento de presentar los graves problemas económicos a los que ahora nosenfrentamos como una especie de «desastre natural». Tienen una causa, yla causa está en el propio sistema. Y, aunque a quienes se encuentran en lacúspide de la economía la crisis no les produce ciertamente ninguna ale-gría, ellos han sido los principales beneficiarios del sistema: se han enri-quecido desvergonzadamente a expensas del resto de la población; y debe-ría responsabilizárselos de las principales cargas que ahora se le imponena la sociedad. Son las personas acaudaladas las que deberían pagar la fac-tura, no solo por una cuestión de elemental justicia, sino también porqueellas colectivamente y su sistema son la razón de que las cosas estén tan malcomo están, y porque la mejor forma de ayudar tanto a la economía comoa las personas de la franja económica inferior es satisfacer directamente lasnecesidades de estas últimas. No debería otorgársele a la clase capitalistaun paracaídas de oro a expensas de los contribuyentes.

Pero el capitalismo se aprovecha de la inercia social y utiliza su poderpara perpetrar el robo directo cuando no puede apoyarse simplemente enla explotación «normal». Sin una revuelta desde abajo, la carga recaerá sen-cillamente en los grupos inferiores. Todo esto requiere una insurrecciónsocial y económica de masas, como la que hubo en la segunda mitad de ladécada de 1930, que incluya la resurrección de los sindicatos y los movi-mientos sociales de masas de todo tipo, que utilice el poder de cambio quela Constitución confiere al pueblo y que, incluso, llegue a amenazar el duo-polio actual del sistema bipartidista norteamericano.

Si emergiese, ¿qué debería intentar hacer un movimiento radical desdeabajo como ese en las actuales circunstancias? En este punto las cosas noestán tan claras, no porque no haga falta emprender acciones, sino porqueun movimiento político radicalizado decidido a acabar con décadas deexplotación, despilfarro y ansias irracionales, si emerge, será como unaenconada tormenta que inaugurará perspectivas totalmente nuevas decambio. Cualquier cosa que podamos sugerir aquí corre el riesgo de pare-cer demasiado radical ahora y excesivamente tímida más adelante.

Algunos economistas y comentaristas liberales sostienen que, dada laactual crisis económica, será necesario al menos un gran programa de obra

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pública destinado a fomentar el empleo, algo así como un nuevo NewDeal. Robert Kuttner ha afirmado, en Obama’s Challenge [El reto deObama], que «la recuperación económica requerirá más bien unos700.000 millones de dólares anuales de nuevo gasto público, o unos600.000 millones si se tiene en cuenta el recorte compensatorio del gastomilitar. ¿Por qué? Porque no existe otra estrategia posible para conseguirtanto una recuperación económica general como el restablecimiento delequilibrio económico».46 Sin embargo, eso será más difícil de lo que pare-ce. Hay razones para creer que los intereses económicos dominantes blo-quearán un aumento en esa escala del gasto civil del Gobierno, a pesar dela crisis, por considerar que interfiere en el mercado privado. Lo cierto esque las compras civiles del Gobierno estaban en el 13,3% del PIB en 1939(lo que Baran y Sweezy teorizaban en 1966 que era su «límite exterior»)y apenas si ha variado desde entonces, ya que el gasto medio del Gobier-no entre 1960 y la actualidad en consumo civil e inversión ha sido del13,7% del PIB (13,8% del PNB).47 Así pues, no hay que subestimar lasfuerzas de clase que bloquean un fuerte incremento del gasto guberna-mental no destinado a defensa, incluso en una situación de severo estan-camiento. Cualquier avance en esa dirección exigirá una masiva lucha declases.

Aun así, no puede haber duda de que el cambio debería ir dirigido enprimer lugar y básicamente a satisfacer las necesidades de la gente en ali-mentos, vivienda, empleo, salud, educación, sostenibilidad ambiental, etc.¿Asumirá el Gobierno la responsabilidad de proporcionar un trabajo útil atodos cuantos lo deseen y lo necesiten? ¿Se facilitará a todo el mundo elacceso a la vivienda, sin agobiantes hipotecas, y se hará eso extensible tam-bién a las personas sin techo y a quienes viven en condiciones de pobreza?¿Se introducirá un sistema nacional de salud con un único pagador paracubrir las necesidades de toda la población, en sustitución del peor y máscaro sistema de salud del mundo capitalista avanzado? ¿Se recortará drás-ticamente el gasto militar y se prescindirá del dominio imperial global? ¿Seimpondrán fuertes impuestos a los ricos y se redistribuirán la renta y lariqueza? ¿Se protegerá el medioambiente, tanto global como local? ¿Se harárealidad el derecho a organizarse?

Si todos esos prerrequisitos elementales para cualquier futuro decenteparecen imposibles con el sistema actual, entonces el pueblo debería encar-garse por sí mismo de crear una nueva sociedad capaz de proporcionartodos esos bienes genuinos. Sobre todo, es necesario «insistir en que lamoralidad y la economía respalden por igual el sentido intuitivo de lasmasas de que los recursos humanos y naturales de la sociedad pueden y

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deben utilizarse para el bien de todo el pueblo, y no de una minoría privi-legiada».48

En la década de 1930, Keynes condenó el creciente dominio del capi-tal financiero, que amenazaba con reducir la economía real a «una burbu-ja en un remolino de especulación», y recomendaba la «eutanasia del ren-tista». Sin embargo, la financialización es tan esencial para el capitalmonopolista-financiero de hoy en día que no es posible alcanzar esa «euta-nasia del rentista» (en contra del sueño de Keynes de un capitalismo másracional) sin ir más allá del propio sistema. En ese sentido, nos encontra-mos claramente en un punto de inflexión global, en el que el mundo talvez esté por fin preparado para dar el paso, como previó Keynes, de repu-diar un código moral alienado de «lo bello es feo y lo feo es bello» (utili-zado para justificar la codicia y la explotación necesarias para la acumula-ción de capital) y darle la vuelta para crear un orden social más racional.49

Sin embargo, para hacer tal cosa es necesario que la población se haga conel control de su economía política y sustituya el actual sistema de capitalis-mo por el equivalente de una verdadera democracia política y económica,lo que más temen y denuestan los actuales dominadores del mundo: el«socialismo».50

(25 de octubre de 2008.)

Notas

1. Harry Magdoff y Paul M. Sweezy, The Irreversible Crisis, Monthly Review Press, Nueva York,1988, p. 76.

2. James K. Galbraith, The Predator State, The Free Press, Nueva York, 2008, p. 48.3. «Congressional Leaders Were Stunned by Warnings», New York Times, 19 de septiembre de

2008.4. Manas Chakravarty y Mobis Philipose, «Liquidity Trap: Fear of Failure», Livemint.com, 11

de octubre de 2008; John Maynard Keynes, The General Theory of Employment, Interest andMoney, Macmillan, Londres, 1973, p. 174 (trad. castellana: Teoría general de la ocupación, elinterés y el dinero, RBA Coleccionables, Barcelona, 2004).

5. «Drama Behind a $250 Billion Banking Deal», New York Times, 15 de octubre de 2008.6. «Government’s Leap into Banking Has its Perils», New York Times, 18 de octubre de 2008.7. «Single-family Homes in the U.S. Fall to a 26-Year Low», Bloomberg.net, 17 de octubre de

2008; «Economic Fears Reignite Market Slump», Wall Street Journal, 16 de octubre de2008.

8. Véase «Depression of 2008: Are We Heading Back to the 1930s», London Times, 5 deoctubre de 2008. Sobre el estancamiento de Japón, véase Paul Burkett y Martin Hart-Landsberg, «The Economic Crisis in Japan», Critical Asian Studies, vol. 35, nº 3, 2003, pp.339-372.

9 .«The U.S. is Said to Be Urging New Mergers in Banking», New York Times, 21 de octubrede 2008.

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10 «CDO Cuts Show $1 Trillion Corporate-Debt Bets Toxic», Bloomberg.net, 22 de octubrede 2008.

11. «Banks are Likely to Hold Tight to Bailout Money», New York Times, 17 de octubre de2008.

12. Hyman Minsky, Can ‘It’ Happen Again?, M. E. Sharpe, Nueva York, 1982, pp. vii-xxiv;«Hard Lessons to be Learnt from a Minsky Moment», Financial Times, 18 de septiembrede 2008; Riccardo Bellofiore y Joseph Halevi, «A Minsky Moment?: The Subprime Crisisand the New Capitalism», en C. Gnos y L. P. Rochon, Credit, Money and MacroeconomicPolicy: A Post-Keynesian Approach, Edward Elgar, Cheltenham, de próxima aparición.Sobre la postura de Magdoff y Sweezy sobre Minsky, véase: The End of Prosperity, Month-ly Review Press, Nueva York, 1997, pp. 133-136.

13. Irving Fisher, «The Debt-Deflation Theory of Great Depressions», Econometrica, nº 4,octubre de 1933, p. 344; Paul Krugman, «The Power of De», New York Times, 8 de sep-tiembre de 2008.

14. «Amid Pressing Problems the Threat of Deflation Looms», Wall Street Journal, 18 deoctubre de 2008; «A Monetary Malaise», Economist, 11-17 de octubre de 2008, p. 24.

15. Ben S. Bernanke, «Deflation: Making Sure ‘It’ Doesn’t Happen Here», National Econo-mists Club, Washington D.C., 21 de noviembre de 2002, http://www.federalreserve.gov(trad. castellana en http://bourningmarkets.blogspot.com/2008/11/poltica-monetaria-la-hoja-de-ruta-de.html).

16. Ethan Harris, Ben Bernanke’s Fed, Harvard University Press, Boston (Massachusetts),2008, pp. 2, 173; Milton Friedman, The Optimum Quantity of Money and Other Essays,Aldine Publishing, Chicago, 1969, pp. 4-14.

17. Ben S. Bernanke, Essays on the Great Depression, Princeton University Press, Princeton,2000, p. 5; Milton Friedman y Anna Schwartz, A Monetary History of the United States,1867-1960, Princeton University Press, Princeton, 1963. Para una visión más realista dela Gran Depresión, que tiene en cuenta la economía real además de los factores moneta-rios y la estudia desde la perspectiva del estancamiento de la inversión que caracterizósobre todo a la Gran Depresión, véase Michael A. Bernstein, The Great Depression, Cam-bridge University Press, Cambridge, 1987, y Richard B. DuBoff, Accumulation and Power,M.E. Sharpe, Nueva York, 1989. Sobre las teorías clásicas de la Gran Depresión, véaseWilliam A. Stoneman, A History of Economic Analysis of the Great Depression in America,Garland Publishing, Nueva York, 1979.

18. Ben S. Bernanke, «Money, Gold and the Great Depression», Conferencia H. Parker Willissobre Política Económica, Universidades de Washington y Lee, Lexington (Virginia), 2 demarzo de 2004, http://www.federalreserve.gov.

19. Ben S. Bernanke, «Some Thoughts on Monetary Policy in Japan», Japan Society of Mon-etary Economics, Tokio, 31 de mayo de 2003, http://www.federalreserve.gov (trad.castellana en http://bourningmarkets.blogspot.com/2008/11/poltica-monetaria-la-hoja-de-ruta-de.html).

20. Bernanke, Essays on the Great Depression, p. 43.21. «On Milton Friedman’s Ninetieth Birthday», Conferencia en homenaje a Milton Friedman,

Universidad de Chicago, 8 de noviembre de 2002, http://www.federalreserve.gov/BOAR-DOCS/SPEECHES/2002/20021108/default.htm. Irónicamente, Anna Schwartz, que tieneahora 91 años, indicaba en una entrevista con el Wall Street Journal que con Bernanke laFed estaba librando la última batalla, sin darse cuenta de que de lo que ahora se tratabaera de la incertidumbre con respeto a la solvencia de los bancos y no de un tema de liqui-dez, como en la escalada que había conducido a la Gran Depresión. «Bernanke is Fightingthe Last War: Interview with Anna Schwartz», Wall Street Journal, 18 de octubre de 2008.

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22. Ben S. Bernanke, «Asset Prices and Monetary Policy», discurso ante la sección neoyor-quina de la Asociación Nacional para la Economía Empresarial [National Association forBusiness Economics], Nueva York, 15 de octubre de 2002, http://federalreserve.gov;Harris, Ben Bernanke’s Fed, pp. 147-158.

23. Ben S. Bernanke, «The Economic Outlook», 25 de octubre de 2005, http://www.white-house.gov/cea/econ-outlook20051020.html; citado en Robert Shiller, The SubprimeOption, Princeton University Press, Princeton, 2008, p. 40.

24. Magdoff y Sweezy, The Irreversible Crisis, p. 76; Burkett y Hart-Landsberg, «The Econom-ic Crisis in Japan», ver nota 8, pp. 347, 354-356, 365-366; Paul Krugman, «Its Baaack:Japan’s Slump and the Return of the Liquidity Trap», Brookings Papers on Economic Activ-ity, nº 2, 1998, pp. 141-142, 174-178; Michael M. Hutchinson y Frank Westermann(eds.), Japan’s Great Stagnation, MIT Press, Cambridge (Massachusetts), 2006.

25. Magdoff y Sweezy, The Irreversible Crisis, p. 51.26. Magdoff y Sweezy, The End of Prosperity, p. 136; Hyman Minsky, John Maynard Keynes,

Columbia University Press, Nueva York, 1975, p. 164.27. Greenspan, citado en New York Times, 9 de octubre de 2008. Véase también John Bellamy

Foster y Harry Magdoff, «La nueva Economía: mito y realidad», Monthly Review. Selec-ciones en castellano, nº 4, El nuevo rostro del capitalismo, Hacer-Món 3, Barcelona, 2005,pp. 37-51.

28. Manas Chakravarty, «A Turning Point in the Global Economic System», Livemint.com,17 de septiembre de 2008, http://livemint.com/2008/09/17002544/A-turning-point-for-the-global.html.

29. Véase John Bellamy Foster, Naked Imperialism, Monthly Review Press, 2006, pp. 45-50.30. Jim Reid, «A Trillion Dollar Mean Reversion?», Deutsche Bank, 15 de julio de 2008,

http://www.nuclearphynance.com/User%Files/85/thought_of_jim_14july.pdf.31. Véase Paul A. Baran y Paul M. Sweezy, Monopoly Capital, Monthly Review Press, Nueva

York, 1966 (El capital monopolista, Siglo XXI, Madrid); Harry Magdoff y Paul M. Sweezy,The Dynamics of U.S. Capitalism, Monthly Review Press, Nueva York, 1972, The Deepen-ing Crisis of U.S. Capitalism, Monthly Review Press, Nueva York, 1981, y Stagnation andthe Financial Explosion, Monthly Review Press, Nueva York, 1987.

32. Bellofiore y Halevi, «A Minsky Moment?».33. Véase Michael Yates, Longer Hours, Fewer Jobs, Monthly Review Press, Nueva York, 1994;

Michael Perelman, The Confiscation of American Prosperity, Palgrave Macmillan, NuevaYork, 2007.

34. Economic Report of the President, 2008, tabla B-47, p. 282.35. Corresponsales del New York Times, Class Matters, Times Books, Nueva York, 2005, p.

186; Edward N. Wolff (ed.), International Perspectives on Household Wealth, Edward Elgar,Cheltenham, 2006, pp. 112-115.

36. Para un desglose del endeudamiento familiar por clases, véase John Bellamy Foster, «TheHousehold Debt Bubble», capítulo 1 de John Bellamy Foster y Fred Magdoff, The GreatFinancial Crisis: Causes and Consequences, Monthly Review Press, Nueva York, 2009.

37. Ben S. Bernanke, «The Global Savings Glut and the U.S. Current Account Deficit», Con-ferencia Sandridge, Virginia Association of Economics, Richmond (Virginia), 10 de marzode 2005, http://www.federalreserve.gov.

38. Steingrimur J. Stigfússon, «On the Financial Crisis of Iceland», MRzine.org, 20 deoctubre de 2008; «Iceland in a Precarious Position», New York Times, 8 de octubre de2008; «Iceland Scrambles for Cash», Wall Street Journal, 6 de octubre de 2008.

39.Véase Edward J. Nell, Growth, Profits and Prosperity, Cambridge, Cambridge UniversityPress, 1980, pp. 19-28.

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40. Karl Marx, Capital, vol. 1, Vintage, Nueva York, 1976, pp. 96-98 (trad. castellana, ElCapital, Ed. Siglo XXI, México, 1980, p. 14).

41. Véase Crawford B. Macpherson, Democratic Theory, Oxford University Press, Oxford,1973, pp. 195-203.

42. Friedman y Schwartz, A Monetary History of the United States, p. 419.43. Harris, Ben Bernanke’s Fed, pp. 147-158.44. Véase John Bellamy Foster, Hannah Holleman y Robert W. McChesney, «The U.S. Impe-

rial Triangle and Military Spending», Monthly Review, vol. 60, nº 5, octubre de 2008, pp.1-19.

45. Para una discusión del estancamiento simultáneo de la economía y la ciencia económicadesde la década de 1970, véase Perelman, The Confiscation of American Prosperity. Véasetambién E. Ray Canterbery, A Brief History of Economics, World Scientific Publishing, RiverEdge (Nueva Jersey), 2001, pp. 417-426.

46. Robert Kuttner, Obama’s Challenge, Chelsea Green, White River Junction (Vermont),2008, p. 27.

47. Baran y Sweezy, Monopoly Capital, pp. 159, 161; Economic Report of the President, 2008,pp. 224, 250.

48. Harry Magdoff y Paul M. Sweezy, «The Crisis and the Responsibility of the Left», Month-ly Review, vol. 39, nº 2, junio de 1987, pp. 1-5.

49. Véase Keynes, The General Theory of Employment, Interest and Money, p. 376, y Essays inPersuasion, Hartcourt Brace and Co., Nueva York, 1932, p. 372 (trad. castellana, Ensayosde persuasión, Editorial Crítica, Barcelona, 1988); Paul M. Sweezy, «The Triumph ofFinancial Capital», Monthly Review, vol. 46, nº 2, junio de 1994, pp. 1-11; John BellamyFoster, «The End of Rational Capitalism», Monthly Review, vol. 56, nº 10, marzo de 2005,pp. 1-13.

50. A este respecto, creemos que es necesario ir más allá de la economía liberal y esforzarsepor producir una crítica despiadada de todo lo existente. Incluso un economista liberalrelativamente progresista como Paul Krugman, reciente ganador del premio de economíadel Banco de Suecia en honor a Alfred Nobel, deja claro que lo que le convierte en unpensador de la corriente ortodoxa y, por lo tanto, en miembro del club de la cúspidesocial, es su fuerte compromiso con el capitalismo y el «libre mercado» y su desdén porel socialismo, y proclama orgullosamente que «hace tan solo unos pocos años […] unarevista llegó incluso a dedicar un artículo de portada a atacarme por mis opiniones pro-capitalistas» (Paul Krugman, The Great Unraveling, W.W. Norton, Nueva York, 2004, p.xxxvi). En dicho contexto, véase Harry Magdoff, John Bellamy Foster y Robert McChes-ney, «A Prizefighter for Capitalism: Paul Krugman vs. the Quebec Prostestors», MonthlyReview, vol. 53, nº 2, junio de 2001, pp. 1-5.

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Hasta hace poco tiempo, la economía capitalista global ha gozado deun periodo de relativa tranquilidad y ha crecido a un ritmo relati-vamente rápido desde la crisis económica global de 2001-2002.

Durante ese periodo de expansión económica global, se han producidodiversos desarrollos económicos y políticos de importancia. En primerlugar, un creciente desequilibrio financiero interno y externo ha caracteri-zado a los Estados Unidos, potencia hegemónica en declive pero todavíala principal fuerza impulsora de la economía capitalista. La economía esta-dounidense ha experimentado un periodo de «expansión» financiadamediante el endeudamiento e impulsada por el consumo mientras salariosy ocupación permanecían estancados, y ha contabilizado enormes y cre-cientes déficits por cuenta corriente (el déficit por cuenta corriente es unamedida general del déficit comercial). En segundo lugar, China se ha con-vertido en actor destacado en la economía capitalista global y ha jugadoun rol cada vez más importante en el sostenimiento del crecimiento eco-nómico mundial. En tercer lugar, la acumulación capitalista global estáejerciendo crecientes presiones sobre los recursos naturales y el medioam-biente mundiales. Existen señales cada vez más evidentes de que la pro-ducción mundial de petróleo alcanzará su pico y empezará a descenderdentro de pocos años. En cuarto lugar, la aventura imperialista estadouni-dense en Oriente Medio ha sufrido devastadores reveses y existe en todo

Una era de transición.Estados Unidos, China, el pico

del petróleo y el fin delneoliberalismo

Minqi Li

3

· Artículo publicado en MR, vol. 59, nº 11, abril de 2008, pp. 20-34. Traducción de JoanQuesada. Minqi Li es profesor de economía en la Universidad de Utah en Salt Lake City (USA).

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el mundo una creciente resistencia al neoliberalismo y al imperialismoestadounidense.

Mientras estalla la burbuja inmobiliaria estadounidense y el dominiodel dólar en el sistema financiero global es cada vez más precario, la eco-nomía de este país está entrando ahora en recesión mientras la economíacapitalista global está iniciando un nuevo periodo de inestabilidad y estan-camiento. En los próximos años es probable que se produzca una impor-tante realineación de las fuerzas económicas y políticas globales que prepa-re el escenario para una nueva oleada de lucha de clases global.

Neoliberalismo y desequilibrio globales

Desde la década de 1980, el neoliberalismo se ha convertido en la ideolo-gía económica dominante del capitalismo global. Con las políticas e insti-tuciones neoliberales (monetarismo, privatización, desregulación, «refor-ma» del mercado laboral y liberalización comercial y financiera), se hanrecrudecido las desigualdades en la distribución de renta y riqueza y, enmuchas partes del mundo, la gente ha sufrido un devastador descenso delnivel de vida. Mientras el capital financiero circulaba entre países en buscade ganancias especulativas, una economía nacional tras otra iba quedandodestruida. Sometidos a las presiones de los capitalistas financieros y susrepresentantes institucionales (como el Fondo Monetario Internacional, elBanco Mundial y el Departamento del Tesoro estadounidense), muchosGobiernos nacionales se comprometieron a desarrollar políticas fiscales ymonetarias «responsables» que, con frecuencia, han tenido desastrosasconsecuencias económicas y sociales.

En la década de 1990, las contradicciones del neoliberalismo provoca-ron crisis financieras cada vez más virulentas. De 1995 a 2002, la econo-mía mundial se vio sacudida por las sucesivas crisis que se desarrollaron enMéxico, los países del sudeste asiático, Rusia, Argentina y Turquía. La eco-nomía japonesa hubo de lidiar con la deflación y el estancamiento despuésdel estallido de la burbuja de activos en 1990. Existía un serio peligro deque la totalidad de la economía capitalista global entrara en un círculovicioso de quiebras financieras y se hundiera en la depresión. En ese con-texto, los déficits por cuenta corriente estadounidenses jugaban un indis-pensable papel estabilizador.

En la década de 1990, los Estados Unidos experimentaron la mayorburbuja bursátil de la historia. A pesar del estancamiento de los salariosreales y la renta familiar, el consumo de los hogares se expandió rápida-

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mente y el endeudamiento familiar aumentó vertiginosamente. En la rece-sión de 2001, temerosa de que el país cayera en un estancamiento persis-tente al estilo de Japón, la Reserva Federal recortó drásticamente los tiposde la política monetaria y mantuvo los tipos reales de la política monetariapor debajo de cero durante varios años. Como consecuencia, el mercadobursátil se mantuvo fuertemente sobrevalorado según niveles históricos yel exceso de provisión de dinero y de capital crediticio alimentó, a su vez,una importante burbuja inmobiliaria.

Alimentada por una burbuja de activos detrás de otra, la economía esta-dounidense ha podido mantener una expansión relativamente rápida de lademanda doméstica. Mientras el resto del mundo sufre una demanda inter-na insuficiente, las importaciones estadounidenses de bienes y servicioshan tendido a crecer más rápidamente que las exportaciones. Consecuen-temente, los Estados Unidos han presentado enormes y cada vez mayoresdéficits por cuenta corriente, hasta superar los 800.000 millones de dóla-res, o el 6% del PIB, en el año 2006.

Los déficits por cuenta corriente estadounidenses generan una deman-da efectiva para el resto de la economía mundial, lo que permite quemuchas economías, incluidas las asiáticas y las de los exportadores depetróleo y materias primas, sigan una estrategia de crecimiento basada enla exportación. Sin embargo, lo más importante tal vez sea que los déficitspor cuenta corriente estadounidenses significan que los Estados Unidosgastan un exceso de renta que deben financiar mediante préstamos delresto del mundo. Los déficits estadounidenses, por tanto, crean activospara el resto del mundo.

Los bancos centrales de las economías asiáticas y los exportadores depetróleo se han convertido en los principales financiadores de los déficitspor cuenta corriente estadounidenses. De 1996 a 2006, las reservas totalesde divisas de los países de renta baja y media aumentaron espectacular-mente de 527.000 millones de dólares a 2,7 billones, y la proporción queestas representaban respecto al PIB mundial se multiplicó por más de tres:del 1,7% al 5,6%. El aumento de las reservas de divisas ha reducido el ries-go de una huida masiva de capitales y de crisis financiera, lo que ha con-cedido a esos países un cierto margen para seguir políticas macroeconómi-cas expansionistas. China, en particular, ha tenido un papel clave en lafinanciación de los déficits por cuenta corriente estadounidenses y ha acu-mulado la mayor reserva mundial de divisas, actualmente se situada en 1,6billones de dólares.

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El gráfico 1 presenta las tasas de crecimiento económico mundial de1961 a 2006, con el PIB mundial medido en dólares estadounidenses cons-tantes de 2000. En la «edad de oro» de la década de 1960, la economía glo-bal se expandió rápidamente, con tasas de crecimiento anual que fluctua-ban entre el 4% y el 7%. A partir de la década de 1970, la economíamundial se ha estado enfrentando a un crecimiento lento, con tasas de cre-cimiento que en su mayoría fluctuaban entre el 2% y el 4%. Durante cua-tro periodos, 1974-1975, 1980-1982, 1991-1993 y 2001-2002, la econo-mía mundial atravesó por profundas crisis (aunque no existe unadefinición oficial, se considera por lo general que la economía global estáen recesión cuando la tasa de crecimiento económico mundial cae pordebajo del 2,5% anual). Desde 2003, la economía global ha gozado de unarelativa estabilidad y ha crecido a un ritmo aproximado del 4% anual. Sinembargo, ahora que la economía estadounidense está entrando en rece-sión, esa breve estabilidad relativa está a punto de tocar a su fin.

C A P Í T U L O 374 ·Gráfico 1: Tasa anual de crecimiento económico mundial, 1961-2006, en dólaresestadounidenses constantes (2000)

Fuente: Banco Mundial, World Development Indicators Online, http://devdata.worldbank.org/dataonline.

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La expansión económica estadounidense desde 2001

La tabla 1 presenta algunos indicadores económicos seleccionados de laeconomía estadounidense. La recuperación económica de los Estados Uni-dos tras la recesión de 2001 fue muy débil. Desde entonces, la tasa mediade crecimiento anual ha sido tan solo del 2,4%, en comparación con el 4%de la década de 1960 y el 3,3% de las de 1980 y 1990. Tanto la ocupacióncomo los salarios reales de los trabajadores han estado estancados. Medidoen dólares de 1982, el salario real por hora de los trabajadores del sectorprivado era en 2006 de 8,2 dólares, unos 8 centavos por debajo del de1972. Desde el año 2000, la renta familiar media no ha dejado de dismi-nuir.

No obstante, las ganancias empresariales han crecido vertiginosamen-te. En términos de porcentaje del PIB, estas aumentaron del 5,8% en 2001al 9,8% en 2006. La ratio entre el precio de las acciones y los beneficiossigue siendo excesivamente elevada, lo que sugiere que la burbuja bursátiltodavía no se ha desinflado del todo. El boom del mercado de títulos definales de la década de 1990 llevó a una situación de persistente y difundi-da sobreinversión. A comienzos de la década de 2000, las tasas de utiliza-ción de la capacidad industrial estaban en los niveles más bajos por déca-das en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Dado el exceso

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Tabla 1: Indicadores seleccionados de la economía estadounidense, 1961-2007

1961 1971 1981 1991 2001-1970 -1980 -1990 -2000 -2007

Crecimiento económico (%) 4,2 3,2 3,3 3,3 2,4Utilización de capacidad industrial (%) 85,1 82,7 79,8 82,2 77,9Porcentaje del PIB:

Consumo personal 61,8 62,5 64,7 67,3 70,1Inversión privada 15,5 17,0 16,7 15,7 15,9Gasto público 22,2 20,8 20,6 18,6 18,9Exportaciones netas 0,6 -0,3 -1,9 -1,5 -4,9

Crecimiento de la ocupación (%) 1,8 2,4 1,8 1,4 0,9Crecimiento de los salarios reales (%) 1,2 -0,6 -0,4 0,5 0,4Crecimiento renta media familiar real (%) n.d. 0,3 0,6 1,0 -0,5Porcentaje ganancias empresariales 10,1 7,7 6,6 7,7 8,1Ratio precio-beneficios S&P 17,6 11,4 12,8 23,0 26,2Tasa de ahorro familiar (%) 8,5 9,7 8,7 4,7 1,4Ratio endeudamiento/renta familiar (%) 67,9 68,3 77,1 94,5 122,0Ratio pagos/deuda familiar (%) n.d. n.d. 11,4 11,7 13,8

Fuente: the U.S. Bureau of Economics Analysis, http://www.bea.gov; U.S. Economic Report ofthe President, http://www.gpoaccess.gov/eop/tables07.html; the U.S. Federal Reserve Board,http://www.federalreserve.gov/releases. «n.d.» = no disponible.

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sustancial de capacidad productiva, la inversión privada ha sido escasa apesar del drástico aumento de los beneficios empresariales.

El crecimiento económico de los Estados Unidos a partir de 2001 haestado impulsado por la expansión del consumo familiar, que ahora repre-senta más del 70% del PIB. Dado que la mayoría de los hogares están afec-tados por la caída o el estancamiento de la renta real, la expansión del con-sumo se ha financiado mediante un explosivo aumento del endeudamientode las familias. La deuda de las familias estadounidenses aumentó fuerte-mente desde el 90% de la renta disponible del sector personal hasta el103% en el año 2000 y el 140% en 2006. Para el 2007, el porcentaje de larenta disponible que suponía para las familias el pago de las deudas (inte-reses y principal de la deuda) había aumentado hasta el 14%, su máximohistórico. Mientras tanto, la tasa de ahorro familiar (la ratio de ahorro fami-liar en relación con la renta disponible) había disminuido desde su mediahistórica de casi el 10% hasta prácticamente el 0% en la actualidad.

El consumo financiado mediante el endeudamiento era claramenteinsostenible. Ni el endeudamiento familiar ni la carga que supone el pagode la deuda pueden crecer indefinidamente en relación con la renta fami-liar. Con el estallido de la burbuja inmobiliaria, las familias tendrán queaumentar sus tasas de ahorro y reducir el peso del endeudamiento. Si latasa de ahorro familiar regresara a su nivel medio histórico, eso comporta-ría una enorme reducción del gasto familiar. Cuando la mayoría de lasfamilias estadounidenses sufren la caída o el estancamiento de la renta real,es difícil ver cómo va a ser posible que el consumo crezca con rapidez enlos próximos años. Si el consumo se estanca, entonces, dado el enormepeso que este tiene en la economía estadounidense, es muy probable queesta caiga en una profunda recesión, seguida de un persistente estanca-miento.

¿Conseguirá la Reserva Federal efectuar el rescate y crear una nueva ymasiva burbuja de activos? Aterrorizada por el desconcierto de los merca-dos bursátiles mundiales, la Reserva Federal ya ha recortado los tipos deinterés drásticamente. Sin embargo, en una situación en que tanto el mer-cado de valores como el mercado inmobiliario están notablemente sobre-valorados, cuesta identificar otra gran burbuja de activos que pueda crear-se. Además, con un nivel tan elevado de deuda familiar y con una tasa deahorro familiar tan baja en estos momentos, los bajos tipos de interés pocopueden hacer para estimular el consumo de las familias.

En términos más realistas, con el consumo familiar estancado o en con-tracción, el Gobierno estadounidense podría intentar compensar dicha dis-minución aumentado el gasto público e incrementando el déficit fiscal. Si

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la tasa de ahorro familiar se eleva hacia su media histórica, entonces Wash-ington tendrá que soportar un déficit fiscal muy considerable, del ordendel 6% del PIB o superior. Dado el actual ambiente político de los EstadosUnidos, es dudoso que pueda desarrollarse y practicarse una política fiscalefectiva de suficiente magnitud.

Si la actual o, más probablemente, la próxima Administración tiene elcoraje necesario para utilizar políticas expansivas muy agresivas a fin derelanzar la economía, entonces es probable que los Estados Unidos conti-núen soportando un déficit por cuenta corriente muy elevado. Con undéficit por cuenta corriente del 6% del PIB, en teoría, la deuda exterior netade los Estados Unidos podría continuar aumentando hasta llegar al 120%del PIB.1 Eso es claramente imposible. Mucho antes de que se alcanzara eselímite teórico, resultaría cada vez más difícil para los Estados Unidos finan-ciar sus déficits por cuenta corriente. El actual descenso relativamenteordenado del dólar se convertiría entonces en una estrepitosa caída. Eldólar perdería su estatus de divisa principal y los Estados Unidos sufriríansu propia terapia de choque.

Un día u otro, los Estados Unidos no podrán soportar unos déficits porcuenta corriente enormes y en constante aumento por mucho más tiempo.Dado el papel crucial de los déficits por cuenta corriente estadounidensesen la estabilización de la economía capitalista mundial, si la economía delos Estados Unidos cae en un estancamiento persistente y se hace necesa-rio corregir el déficit por cuenta corriente del país, se plantea la siguientepregunta: ¿cuál de las otras grandes economías sustituirá a los Estados Uni-dos a la hora de liderar la expansión de la economía capitalista global?

China y el capitalismo global

El gráfico 2 compara la contribución al crecimiento económico mundial delas grandes economías del planeta (medida en ratio del crecimiento econó-mico nacional con respecto al crecimiento económico mundial). La contri-bución de los Estados Unidos ha descendido del 40% aproximado de fina-les de la década de 1990 al 30% actual, y la contribución de la Eurozonaha disminuido del 20% aproximado a un 10%. En comparación, la contri-bución de China ha aumentado hasta un 15%, y el BRIC (Brasil, Rusia,India y China conjuntamente) genera ahora más del 20% del crecimientoeconómico mundial.

Mientras que la Eurozona pierde impulso y Brasil, Rusia y la India con-tinúan siendo relativamente pequeños para desempeñar un papel decisivo

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en la economía mundial, China parece ser el único candidato posible parasustituir a los Estados Unidos como principal fuerza motora de la econo-mía capitalista mundial. ¿Puede acaso China conducir el capitalismo glo-bal a un nuevo periodo de estabilidad y rápido crecimiento?

Tras la notoria «Gira por el Sur» de Deng Xiaoping en 1992, la direc-ción del Partido Comunista chino asumió oficialmente el objetivo de crearuna «economía socialista de mercado», lo que, en el contexto chino, no esmás que un eufemismo para designar al capitalismo. En la década de 1990,en China se privatizaron la mayoría de las empresas estatales y de propie-dad colectiva. Decenas de millones de trabajadores de los sectores estatal ycolectivo fueron despedidos. El resto de los trabajadores estatales perdie-ron los tradicionales derechos socialistas que simbolizaba el «cuenco de

C A P Í T U L O 378 ·Gráfico 2: Contribución al crecimiento económico mundial (en porcentajes),1981-2006, medias trianuales

Fuente: Banco Mundial, World Development Indicators Online, http://devdata.worldbank.org/dataonline.

Estados Unidos

Eurozona

China

Brasil, Rusia, India, China (BRIC)

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arroz de hierro» (un paquete de derechos económicos y sociales que in-cluía seguridad laboral, atención sanitaria, cuidado de los hijos, pensionesy vivienda subvencionada) y quedaron reducidos a trabajadores asalariadosexplotados por los capitalistas nacionales y extranjeros. En las zonas rura-les, con el desmantelamiento de las comunas populares, los sistemas públi-cos de atención sanitaria y de educación han quebrado. Más de cien millo-nes de personas se han convertido en trabajadores emigrantes paraconstituir la mayor reserva mundial de trabajo barato.

La tabla 2 compara la tasa salarial de los trabajadores chinos con lastasas salariales de los trabajadores de países seleccionados. La tasa salarialdel trabajador medio en China es una vigésima parte de la del trabajadorestadounidense, una dieciseisava parte de la de un trabajador de Corea delSur, una cuarta parte de la del trabajador de la Europa del Este y la mitadde la del trabajador mexicano o brasileño. La tasa salarial china pareceactualmente superior a la de los países vecinos del sudeste asiático. Sinembargo, es posible que la tasa salarial china esté sobreestimada, ya que lasestadísticas salariales oficiales solo incluyen a los trabajadores del sectorformal urbano y no a los trabajadores emigrados.

Una enorme fuerza laboral barata y productiva permite a los capitalis-tas chinos y extranjeros en China aprovecharse de una masiva e intensaexplotación. Sin embargo, eso plantea la pregunta de cómo puede conver-

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Tabla 2: Tasas salariales de los trabajadores industriales en países seleccionados,2005

Países Salario mensual En porcentaje de los(dólares EE.UU.) salarios de EE.UU.

Estados Unidos 2.898,2 100,0Japón 2.650,2 91,4Corea del Sur 2.331,4 80,4Hungría 732,7 25,3República Checa 612,0 21,1Polonia (2004) 585,9 20,2Chile 432,4 14,9México (2004) 341,9 11,8Brasil (2002) 308,7 10,7Perú 237,8 8,2China (2004) 141,3 4,9Tailandia (2003) 133,5 4,6Filipinas (2004) 98,8 3,4India (2003) 23,2 0,8

Fuente: International Labour Office (Ginebra), Yearbook of Labour Statistics, 2006, pp. 763-838, 933-1.031. Las tasas salariales han sido convertidas a dólares de EE.UU. a partir de tasasde cambio del Banco Mundial, World Development Indicators Online (2007).

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tirse en «demanda efectiva» la enorme cantidad de valor añadido que gene-ran los trabajadores chinos. Con la mayoría de los trabajadores y campesi-nos del país sometidos a una dura explotación, el consumo de masas hacrecido como mucho a un ritmo menor que la economía en general. Mien-tras el consumo de masas ha ido perdiendo el paso, la economía china hadependido cada vez más de la inversión y las exportaciones como motoresde la expansión de la demanda. La tabla 3 presenta algunos indicadoresseleccionados de la economía china.

La renta laboral (la suma de los ingresos salariales de los residentes urba-nos y de los ingresos netos de los agricultores) como porcentaje del PIBchino descendió del 51-52% de la década de 1980 hasta el 38% de comien-zos de la década de 2000. De forma parecida, el consumo familiar en térmi-nos de porcentaje del PIB disminuyó desde el 50-52% de la década de 1980hasta el 41% de principios de la década de 2000. En contraste, la porcióndel PIB correspondiente a inversiones aumentó hasta más del 40%, y laparte correspondiente a las exportaciones creció hasta más del 30%.

Las exportaciones netas ya efectuaban una contribución significativa alcrecimiento de la economía china a finales de la década de 1990 y princi-pios de la de 2000. Desde entonces, el superávit comercial de China haexperimentado un crecimiento explosivo. Para el año 2007, China conta-ba con un enorme superávit por cuenta corriente de 378.000 millones dedólares, el 12% del PIB del país. En pocos años, se espera que China superea Alemania y se convierta en el mayor exportador del mundo.

¿Durante cuánto tiempo puede mantenerse el actual modelo de creci-miento chino? Los Estados Unidos representan el 20% aproximadamente

C A P Í T U L O 380 ·Tabla 3: Indicadores seleccionados de la economía china, 1981-2005

1981 1986 1991 1996 2001-1985 -1990 -1995 -2000 -2005

Crecimiento económico (%) 10,7 7,9 12,3 8,6 9,7Porcentaje de las rentas laborales 52,3 51,3 41,4 39,7 38,0Porcentaje del PIB:

Consumo familiar 51,8 50,2 45,5 45,8 40,7Consumo público 14,6 13,6 14,6 14,5 14,9Inversión 33,9 36,5 39,0 36,6 40,6Exportaciones netas -0,2 -0,4 0,9 3,1 3,7Exportaciones 11,4 16,2 22,9 21,2 30,9

Crecimiento consumo energético (%) 4,9 5,2 5,9 1,1 9,9Crecimiento consumo de carbón (%) 6,0 5,3 5,4 -0,8 10,3Crecimiento consumo de petróleo (%) 0,9 4,6 7,0 7,0 7,7

Fuente: Oficina Nacional de Estadística de China, China Statistical Yearbook 2007 y anteriores.

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del mercado de las exportaciones Chinas. En 2007, la Unión Europea ensu conjunto (incluidos la Eurozona, el Reino Unido y los nuevos Estadosmiembros de la Europa del Este) sustituyeron de hecho a los Estados Uni-dos como mayor mercado de las exportaciones chinas. Sin embargo, paraque China cuente con esos elevados superávits por cuenta corriente, algu-nas otras economías tienen que soportar elevados déficits por cuentacorriente. El balance europeo por cuenta corriente está básicamente equi-librado. Desde una perspectiva global, los superávits por cuenta corrientede China ha sido absorbidos completamente por los déficits por cuentacorriente estadounidenses. Si los Estados Unidos dejan de arrojar grandesdéficits por cuenta corriente, a menos que Europa empiece a soportarlos,será muy difícil que China mantenga su elevado superávit comercial.

El nivel excesivamente alto de inversión en China genera una enormedemanda de energía y materias primas. En 2006, China consumía un ter-cio del acero mundial y una cuarta parte del aluminio y el cobre del plane-ta. El consumo de petróleo de China era un 7% del total del consumomundial, pero, desde el año 2000, China ha sido responsable de un terciodel incremento mundial total de la demanda de petróleo. La masivademanda de China ha sido uno de los principales factores que han impul-sado el fuerte aumento global de los costes de la energía y las materias pri-mas. Entre enero de 2003 y enero de 2008, el índice mundial de preciosde la energía aumentó un 170%, y el índice mundial de precios de losmetales creció un 180%.2

Si el nivel de inversión actual se mantiene durante unos cuantos añosmás, China tendrá un enorme exceso de capacidad productiva, que serámucho mayor de la necesaria para abastecer la demanda final de los mer-cados mundiales y mucho mayor de lo que pueden soportar los suminis-tros mundiales de energía y materias primas. China se vería entonces ame-nazada por una grave crisis económica. Para que la economía china sereestructure sobre una base más «sostenible» (desde el punto de vista delsostenimiento de la acumulación capitalista), esta tiene que reorientarsehacia la demanda y el consumo interno.

Mientras que la inversión y las exportaciones netas de China han creci-do más rápidas que la economía en general, la parte correspondiente alconsumo familiar y público conjuntamente representa en la actualidadmenos del 50% del PIB. Si la inversión debe retornar a niveles más soste-nibles (un 30-35% del PIB) y el superávit comercial debe disminuir (hastael 0-5% del PIB), entonces deberá aumentar en más de un 15% la partecorrespondiente al consumo familiar y público conjunto, hasta una cifradel 65%. Sin embargo, para que crezca el consumo la renta de los trabaja-

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dores y los agricultores y el gasto social del Gobierno deben crecer demanera acorde. La tabla 3 muestra la íntima correlación entre las rentaslaborales y el consumo familiar. Se sigue que debe darse una masiva redis-tribución de rentas (que debe alcanzar aproximadamente un 15% del PIB)desde las rentas capitalistas hacia las rentas laborales y el gasto social.

¿Será lo suficientemente inteligente la clase capitalista china como paraemprender una reestructuración económica y social de tales dimensiones?Supongamos que los líderes del Partido Comunista chino son lo bastantelargos de miras para comprender que, por el bien del interés a largo plazodel capitalismo en China, es necesario realizar algunas concesiones a lostrabajadores y agricultores chinos. ¿Tendrá el Partido la voluntad y los me-dios necesarios para imponer una redistribución así a las empresas trans-nacionales, a los ricos capitalistas chinos (muchos de los cuales están ínti-mamente conectados con el Partido y con el Gobierno) y a los Gobiernoslocales y provinciales que, en los últimos años, han desarrollado diversasalianzas con los capitalistas nacionales y extranjeros? Son preguntas difíci-les para la élite capitalista china.

El pico del petróleo y los límites de la acumulación

Supongamos que la clase capitalista china tiene la sabiduría y la voluntadnecesarias para emprender una reestructuración keynesiana de estilosocialdemócrata. ¿Pondrá dicha reestructuración al capitalismo chino en lasenda de un crecimiento estable, sostenido y rápido? ¿Y conducirá laexpansión de la economía china, por su parte, a la economía capitalistamundial a una nueva «edad de oro»?

La tabla 3 muestra el crecimiento del consumo energético en China.Desde el año 2000, este se ha acelerado enormemente. Ahora representa el15% del total mundial, y equivale al 70% del consumo de energía de losEstados Unidos. Al ritmo de crecimiento actual, el consumo energéticochino se doblará en siete años, y China no tardará en superar a los EstadosUnidos y convertirse en el mayor consumidor de energía del mundo.China depende del carbón para un 70% de su consumo total de energía, yel consumo de carbón del país también está creciendo a un ritmo que indi-ca que se doblará en siete años. El consumo chino de petróleo (que yarepresenta un tercio del incremento de la demanda mundial de petróleo)crece a un paso que implica que se doblará en nueve años. En otras pala-bras, en una década aproximadamente, si se mantienen las tendenciasactuales, China consumirá 1,5 veces la energía que consumen los Estados

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Unidos en la actualidad. ¿Serán capaces los suministros energéticos demantener el ritmo del rápido aumento de la demanda china y satisfacer, ala vez, la demanda del resto del mundo?

La economía capitalista global depende de los combustibles fósiles(petróleo, gas natural y carbón) para el 80% de los suministros mundialesde energía. El petróleo supone un tercio del total de los suministros deenergía y el 90% de la energía que se utiliza en el sector del transporte. Elpetróleo es también una materia prima esencial en la producción de ferti-lizantes, plásticos, medicina moderna y otros productos químicos.

El petróleo es un recurso no-renovable. En un estudio reciente, elGrupo Alemán de Vigilancia de la Energía [German Energy Watch Group]señala que los descubrimientos de petróleo en el mundo alcanzaron supico en la década de 1960, y la producción mundial de petróleo es proba-ble que haya alcanzado su máximo y empiece a descender en los próximosaños. Fuera de la OPEP, la producción de petróleo en veinticinco de losmayores países y regiones productores ya ha llegado a su máximo, y solonueve países o regiones tienen todavía potencial para aumentarla. Todas lasprincipales compañías petroleras están luchando por evitar que desciendasu producción de petróleo.3

Colin Campbell, de la Asociación para el Estudio del Pico del Petróleoy el Gas [Association for the Study of Peak Oil and Gas] calcula que la pro-ducción mundial de toda clase de líquidos combustibles (incluidos elcrudo, las arenas bituminosas, los líquidos del gas natural, los líquidoscombustibles obtenidos a partir de gas y carbón, y los biocombustibles) esprobable que alcance su máximo hacia el año 2010. Tras dicho máximo, laproducción mundial de petróleo descenderá en un 25% aproximadamen-te para el año 2020, y en unos dos tercios para 2045. En un estudio ante-rior, el Grupo Alemán de Vigilancia de la Energía espera que la producciónmundial de carbón llegue a su máximo hacia el año 2025.4

La energía nuclear y muchas fuentes de energía renovables (como lasolar y la eólica), además de muchas otras limitaciones, no pueden utilizar-se para producir combustibles líquidos ni gaseosos, ni como materia primade la industria química. La biomasa es la única fuente de energía renova-ble que puede utilizarse como sustituto de los combustibles fósiles en lafabricación de combustibles líquidos o gaseosos. Sin embargo, la produc-ción de biomasa en gran escala podría provocar graves problemasmedioambientales, y el potencial de biomasa está limitado por la cantidaddisponible de tierra productiva y agua fresca. Ted Trainer, ecosocialista aus-traliano, calcula que para satisfacer la demanda actual de petróleo y gas delos Estados Unidos haría falta dedicar completamente a la producción de

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biomasa el equivalente a nueve veces la totalidad de las tierras de cultivoestadounidenses u ocho veces todos los actuales terrenos de bosques delpaís. Trainer concluye que «no hay ninguna posibilidad de que las fuentesbasadas en la biomasa aporten más de una pequeña fracción de la deman-da de combustibles líquidos y gaseosos».5

Si la producción mundial de petróleo y la producción de otros combus-tibles fósiles alcanza su máximo y empieza a descender en los próximosaños, entonces la economía capitalista global se enfrentará a una crisis sinprecedentes que le será difícil superar.

El rápido agotamiento de los combustibles fósiles es solo uno de losmuchos problemas medioambientales graves que el mundo afronta hoy endía. El sistema económico capitalista se basa en la producción para gene-rar ganancias y en la acumulación de capital. En una economía capitalistaglobal, la competencia entre capitalistas individuales, empresas y Estadoscapitalistas obliga a todos ellos constantemente a perseguir la acumulaciónde capital en una escala cada vez mayor.

Así pues, con el capitalismo, existe una tendencia a que la producciónmaterial y el consumo se expandan incesantemente. Tras siglos de acumu-lación sin tregua, los recursos no-renovables del planeta se están agotandorápidamente y el sistema ecológico de la Tierra se encuentra ahora a puntodel colapso. Está en juego la supervivencia de la civilización humana.6

Hay quienes sostienen que, gracias al progreso tecnológico, los paísescapitalistas avanzados se han «desmaterializado» (ha disminuido el proce-samiento de materia y energía por unidad de producción), dado que el cre-cimiento económico se apoya más en los servicios que en los tradicionalessectores industriales, con lo que el crecimiento económico es menos per-judicial para el medioambiente. En realidad, muchos de los modernos sec-tores de servicios (como el transporte y las telecomunicaciones) son fuer-temente intensivos en energía y recursos.

A pesar de lo que se diga con respecto a la desmaterialización, los paí-ses capitalistas avanzados son mucho más derrochadores ecológicamenteque los de la periferia, y su consumo de energía y recursos per cápita y suhuella ecológica per cápita son mucho más altos que la media mundial.Según el Living Planet Report [Informe sobre el Planeta Vivo], Norteaméri-ca tiene una huella ecológica per cápita de 9,4 hectáreas mundiales, más decuatro veces la media mundial (2,2 hectáreas mundiales). La Unión Euro-pea, que supuestamente es amable con el medioambiente, tiene una hue-lla ecológica per cápita de 4,8 hectáreas mundiales, o más del doble de lamedia mundial. Cuba, el único país que continúa comprometido con losobjetivos socialistas entre los Estados históricamente socialistas, es el único

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país que ha conseguido un elevado nivel de desarrollo humano (con uníndice de desarrollo humano de más de 0,8) y, a la vez, una huella ecoló-gica per cápita menor que la media mundial.7

Cualquier afirmación de las economías capitalistas avanzadas con res-pecto a la desmaterialización en el sentido más amplio y más significativode reducción general del impacto medioambiental queda de hecho refuta-da por la paradoja de Jevons, que dice que el aumento de la eficiencia enel procesamiento de energía y materia suele provocar un aumento de laescala de las operaciones, lo que, en consecuencia, aumenta la huella eco-lógica global. Ha sido ese un patrón normal en la historia del capitalismo.8

Además, parte de lo que suele denominarse desmaterialización se debea la deslocalización del capital industrial desde los países capitalistas avan-zados hacia la periferia, en busca de trabajo barato y normativas medioam-bientales más permisivas. El veloz ascenso del capitalismo chino respondeen parte a dicha deslocalización del capital global. Aunque los países capi-talistas avanzados tal vez se han «desmaterializado» ligeramente en esesentido, las clases capitalistas y las llamadas clases medias de China, India,Rusia y gran parte de la periferia están emulando y reproduciendo el esti-lo de vida «consumista» del capitalismo, tan despilfarrador, en una escalaenormemente ampliada. El capitalismo global en su conjunto sigue avan-zando sin pausa hacia la catástrofe medioambiental global.

El deceso del neoliberalismo y la era de transición

El 1 de febrero de 2008, Immanuel Wallerstein, destacado teórico del sis-tema-mundo, en sus comentarios bisemanales declaró que el año 2008sería el año del «Deceso de la globalización neoliberal». Wallerstein empie-za por señalar que, a lo largo de la historia del capitalismo, las ideas delcapitalismo de libre mercado con mínima intervención gubernamental ylas ideas de un capitalismo regulado por el Estado con una cierta protec-ción social han estado de moda en ciclos alternativos.

En respuesta al estancamiento mundial de las ganancias en la década de1970, el neoliberalismo pasó a ser políticamente dominante en los paísescapitalistas avanzados, en la periferia y, por último, en el antiguo bloquesocialista. Sin embargo, el neoliberalismo fracasó en su promesa de creci-miento económico y, mientras las desigualdades sociales aumentaban drás-ticamente, gran parte de la población mundial experimentaba un descen-so de la renta real. Desde mediados de la década de 1990, el neoliberalismotopó cada vez con mayores resistencias en todo el mundo, y muchos

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Gobiernos se han visto presionados para restaurar una cierta regulaciónestatal y una cierta protección social.

Enfrentada a la crisis económica, la Administración Bush ha practicadosimultáneamente la ampliación de la desigualdad en el interior y el impe-rialismo unilateralista en el exterior. Todas esas políticas han fracasadoahora de manera definitiva. Dado que los Estados Unidos ya no puedenfinanciar su economía ni su aventura imperialista con un incremento aúnmayor de la deuda exterior, Wallerstein cree que el dólar estadounidensese enfrenta a la posibilidad de una caída libre y dejará de ser la divisa mun-dial.

Wallerstein concluye: «La balanza política está oscilando otra vez en ladirección contraria […] La verdadera cuestión no es si esta fase ha finali-zado, sino si esa oscilación en la otra dirección será capaz, como en el pasa-do, de restablecer un estado de relativo equilibrio en el sistema-mundo. ¿Oacaso el daño provocado ha sido excesivo? ¿Acaso nos espera más caos vio-lento en la economía-mundo y, por lo tanto, en el sistema-mundo en suconjunto?9

Siguiendo los argumentos de Wallerstein, en los próximos años es pro-bable que asistamos a un importante realineamiento de las fuerzas políti-cas y económicas. Se producirá un recrudecimiento de la lucha de clasesglobal sobre cuál debe ser la dirección que tome la transformación socialglobal. Si nos hallamos en uno de los ciclos normales del sistema-mundocapitalista, entonces, hacia el final del periodo actual de inestabilidad y cri-sis, probablemente veremos un retorno al dominio de las políticas e insti-tuciones keynesianas o de capitalismo de Estado en todo el mundo.

No obstante, el daño infringido ha sido excesivo. Después de siglos deacumulación capitalista global, el medioambiente mundial está a punto delcolapso, y no existe más espacio ecológico para una nueva gran expansióndel capitalismo global. Las opciones son perentorias: o la humanidad per-mite que el capitalismo destruya el medioambiente y, por lo tanto, la basematerial de la civilización humana, o antes esta destruye el capitalismo. Lalucha por la sostenibilidad ecológica debe sumar fuerzas con la lucha delos oprimidos y los explotados para reconstruir la economía global sobre labase de una producción encaminada a satisfacer las necesidades humanasde acuerdo con los principios democráticos y socialistas.

En ese sentido, hemos entrado en una nueva era de transición. Hacia elfinal de esta transición, de una forma u otra, viviremos en un mundo fun-damentalmente distinto. A nosotros nos corresponde decidir qué tipo demundo resulta ser.

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Notas

1. La deuda exterior neta es igual a la suma acumulada de los déficits por cuenta corriente. Siasumimos que el déficit por cuenta corriente estadounidense sigue estando en el 6% delPIB, que la tasa nominal de crecimiento del PIB se mantiene en el 5% anual y que la tasade cambio no varía, entonces, teóricamente, la ratio de la deuda exterior neta en relacióncon el PIB seguirá aumentando hasta el 120%.

2. Martin Wolf, «China Changes the Whole World», Financial Times, 23 de enero de 2008.3. German Energy Watch Group, «Crude Oil—The Supply Outlook», EWG-Series nº 3,

octubre de 2007, http://www.energywatchgroup.org.4. Association for the Study of Peak Oil and Gas, Newsletter nº 86, febrero de 2008; German

Energy Watch Group, «Coal: Resources and Future Production», EWG-Series nº 1, marzode 2007, http://www.energywatchgroup.org.

5. Ted Trainer, Renewable Energy Cannot Sustain A Consumer Society, Springer, Dordrecht (Paí-ses Bajos), 2007, pp. 73-92.

6. Sobre la potencial destructividad de la acumulación capitalista para el medioambientemundial, véase John Bellamy Foster, «The Ecology of Destruction», Monthly Review, vol.58, nº 8, febrero de 2008, pp. 1-14.

7. World Wildlife Fund, Zoological Society of London y Global Footprint Network, LivingPlanet Report (2006), http://www.panda.org/downloads/living_planet_report.pdf.

8. John Bellamy Foster, Ecology Against Capitalism, Monthly Review Press, Nueva York, 2002,pp. 94-95.

9. Immanuel Wallerstein, «2008: The Demise of Neoliberal Globalization», Comentario nº226, 1 de febrero de 2008, http://www.binghamton.edu/fbc/226en.htm.

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Mientras los Estados Unidos se preparan para la llegada de la rece-sión, gran parte de la culpa del actual empeoramiento económi-co se atribuye a la reciente crisis de las hipotecas subprime o de

alto riesgo. Aunque los ciclos de auge y depresión de los mercados inmo-biliarios no son nada nuevo, lo que distingue a la crisis presente es que elformidable incremento de los precios de la vivienda ha estado impulsadopor la proliferación de nuevas formas de títulos financieros que han permi-tido la inyección en los mercados de la propiedad de enormes sumas decapital crediticio. Hace solo unos pocos años, todos esos productos finan-cieros exóticos se alababan por su capacidad de evadir el riesgo y propiciaruna asignación más eficiente del crédito. Animada por la exuberante creen-cia de que los brujos de Wall Street habían transformado la naturaleza delriesgo de manera tan absoluta que habían alterado básicamente las reglasdel juego, la demanda de ese tipo de títulos por parte de los inversores sedisparó, y la suscripción y el comercio de todas esas nuevas formas deingeniería de la deuda experimentaron un extraordinario periodo de creci-miento.

Ese sistema de títulos financieros se ve ahora puesto a prueba. Mientrasla burbuja inmobiliaria se desinfla, han surgido serias inquietudes sobre la

La debacle de las subprime

Karl Beitel

4

· Artículo publicado en MR, vol. 60, nº 1, mayo de 2008, pp. 27-44. Traducción de Joan Que-sada. Karl Beitel investiga en la actualidad para el Sindicato Internacional de Empleados de Ser-vicios (Service Employees International Union [SEIU]), Local 1021. Se puede contactar con élen [email protected]. Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen al autor y noreflejan necesariamente las posturas del SEIU.

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situación financiera del sector de la vivienda en Estados Unidos, quedurante una década ha sido el motor principal del crecimiento económi-co. La enorme magnitud de la deuda acumulada en los sectores de lavivienda y financiero y el grado en que la creación de crédito se ha «des-conectado» de la financiación de la acumulación productiva plantean unaserie de oportunas y preocupantes cuestiones. ¿Cómo se ha producido estacrisis y cuáles son sus implicaciones a largo plazo? ¿Se ha llegado al límitede la capacidad de creación de crédito especulativo para elevar el precio delos valores y sostener una forma de acumulación acosada por el endeuda-miento y dependiente de este? ¿O esto es solo un bache en el camino, trasel cual dará comienzo una nueva ola de crecimiento impulsado por el cré-dito?

El papel de los bancos en la crisis actual

Para comprender la naturaleza de la crisis actual, antes hay que considerarde qué forma las recientes innovaciones financieras han transformado elproceso mediante el cual los bancos suministran créditos. El dinero —me-dio de pago universalmente aceptado para la satisfacción de obligacionesfinancieras— se crea cuando los bancos emiten créditos y se destruyecuando los prestatarios retornan la deuda. Al emitir un nuevo préstamo,un banco crea simultáneamente un activo que conlleva rendimientos —unpréstamo que guarda en su propia cartera— y un pasivo en su propia cuen-ta en forma de un depósito a la vista que obliga al banco a satisfacer lademanda de fondos del prestatario. El prestatario, que puede ser una fami-lia que pide un préstamo hipotecario o un fondo de inversión libre (hedgefund) que desea una línea de crédito, emite un pagaré o reconocimiento dedeuda que le compromete a devolver el principal con intereses. Para deci-dir si conceden un crédito, los bancos suelen llevar a cabo algún tipo deevaluación de la solvencia del prestatario basada en criterios como el valorde las garantías del prestatario, su patrimonio neto, su coeficiente deendeudamiento, el flujo de efectivo disponible para devolver la deuda, suhistorial de crédito pasado y las expectativas del banco con respecto a lascondiciones futuras del mercado que inciden sobre la capacidad del pres-tatario para obtener la renta suficiente para satisfacer todos los pagos con-traídos mediante la deuda. Si la entidad que emite el pagaré es una granempresa u otra gran institución financiera, los bancos satisfacen la peticiónde fondos más o menos a la vista, en forma de cuentas de descubierto olíneas de crédito.

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En el «antiguo» sistema de intermediación financiera basado en losbancos, los bancos concedían créditos que creaban tanto un pasivo en suspropias cuentas —un depósito a la vista a disposición del prestatario—como un activo no-líquido que conlleva intereses y que el banco guardabaen su propia cartera. La ganancia procedía del diferencial entre el tipo deinterés que se cobraba sobre los préstamos y el tipo que los bancos paga-ban por los depósitos mediante los cuales los bancos «compraban» fondosde las familias (por ejemplo, cuentas corrientes, cuentas de ahorro y otros de-pósitos girables). En el «nuevo» mundo de las finanzas del siglo XXI, los ban-cos emiten préstamos y, después, lo normal es que vendan esos activos enel mercado secundario de préstamos, donde estos se agregan en grandescestas y se utilizan para crear nuevas clases de activos que conllevan ren-dimientos. «Titularización» es el término para denominar ese proceso detransformación de préstamos no-líquidos guardados en las carteras banca-rias en activos comerciables (negociables) que se compran y venden en losmercados secundarios de bonos.

El proceso da comienzo cuando un expedidor de hipotecas concede unnuevo préstamo a una familia que esta utiliza para la adquisición de unavivienda. En lugar de conservar el préstamo en su propia cartera, lo másfrecuente es que el expedidor —sea una compañía hipotecaria privada oun gran banco o caja de ahorros— venda el préstamo a una entidad patro-cinada por el Gobierno (GSE en sus siglas en inglés) como Fannie Mae,Freddie Mac, o bien a la compañía asegurada por el Gobierno Ginnie Mae(si los prestamos cumplen los requisitos de suscripción de la Administra-ción Federal de la Vivienda y el Departamento de Asuntos de Veteranos),o bien a bancos de inversión de Wall Street (Goldman Sachs, Citibank,Merrill Lynch, etc.). Los compradores de dichos préstamos los agrupan engrandes cestas y después emiten un tipo de bono que se conoce como títu-lo de garantía hipotecaria (MBS o mortgage-backed security en inglés), cuyarentabilidad se basa en el traspaso de los pagos de intereses y capital desdela cesta de deuda hipotecaria subyacente. Los bancos obtienen beneficioscon las comisiones que cobran por los servicios que proporcionan al ase-gurar la emisión de ese tipo de deuda, por ejemplo, mediante la adquisi-ción y la agregación de préstamos, la creación y la venta de títulos en elmercado secundario y la gestión del traspaso de los pagos de la hipotecasubyacente a los compradores finales, que suelen ser familias ricas, gran-des empresas institucionales como fondos de pensiones, compañías deseguros y fondos de inversión libre (hedge funds). Los MBS son instrumen-tos de elevada liquidez que se comercian en mercados secundarios de granprofundidad y son uno de los tipos de activos financieros más importantes

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en cuanto a volumen actual de compra-venta en los mercados financierosestadounidenses. Dichos instrumentos son en la actualidad el principalconducto de financiación de nuevos préstamos hipotecarios, la gran mayo-ría de los cuales se emite con la expectativa de venderlos en el mercadohipotecario secundario.1

La titularización ha extendido la creación de una plétora de exóticosinstrumentos financieros cada vez más complejos «diseñados» a partir delos flujos de pagos creados por los MBS. Las más importantes de esas nue-vas clases de activos financieros de diseño son las denominadas obligacio-nes de deuda con garantía (CDO o collateralized debt obligations en inglés),cuyo rápido crecimiento entre 2000 y 2006 figura en la raíz de la actualcrisis de las subprime. Una CDO se crea cuando una entidad patrocinadapor el Gobierno o un banco de inversión de Wall Street compran una grancesta de hipotecas subprime o de alto riesgo. Los flujos de pagos se repar-ten y se distribuyen en varios «tramos» que se distinguen por su nivel deexposición a pérdidas como consecuencia de los impagos producidos enla cesta de hipotecas subyacente. El tramo inferior (sin calificación), llama-do equity tranche, es el primero en absorber las pérdidas. Cuando este estáagotado, las nuevas pérdidas se aplican al siguiente tramo hasta que seagota su principal, y así sucesivamente se asciende por la escalera (o mez-zanine) de tramos. Eso, en teoría, ofrece protección al tramo superior, querecibe la calificación de crédito AAA. Los tramos inferiores, más expuestosa los riesgos crediticios y con calificaciones de crédito más bajas, ofrecentasas más altas de remuneración a los inversores. Cada tramo representa,por lo tanto, una subclase diferente de deuda que se distingue según sutasa de remuneración y de riesgo. Sus patrocinadores han promocionadolas CDO como vehículos que ofrecen a los inversores un mayor abanicode opciones de inversión al permitir a los gestores de fondos recalibrarmás fácilmente el equilibrio relativo entre riesgo y remuneración de suscarteras.2

Para sus proponentes —los grandes intereses financieros y su corodefensor de académicos sicofantes—, la titularización ha incrementado efi-cientemente la capacidad de los mercados financieros para conceder crédi-to allí donde más se necesita. En realidad, la reciente debacle de las sub-prime demuestra hasta qué punto la innovación financiera ha sido terrenofértil para la especulación desenfrenada. La titularización ha intensificado,en lugar de rebajar, la tendencia inherente de un sistema de intermediacióncrediticia basado en los bancos a engendrar periodos cíclicos de creación ex-cesiva de crédito que infla los activos financieros a un ritmo que sobrepa-sa con mucho el ritmo de crecimiento y de acumulación. Eso hace que el

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sistema financiero sea vulnerable a crisis debidas a uno cualquiera de losdiversos factores que ralentizan el crecimiento económico y hacen que lasentidades altamente endeudadas sean incapaces de satisfacer sus obligacio-nes financieras; factores como, por ejemplo, el aumento de los tipos deinterés, un bajón de la inversión o un descenso del gasto de los consumi-dores. Eso no es consecuencia de malas decisiones en materia de políticas,ni de intervenciones públicas bienintencionadas pero, en última instancia,mal orientadas, si bien es cierto que las actuaciones de la Fed tienen unpapel significativo al asegurar un exceso de emisión de créditos y hacer queel sistema se dirija hacia un exceso de especulación. Más bien al contrario,la tendencia a ampliar excesivamente los activos financieros es inherente aun sistema en el que la creación de crédito, alimentada por la innovaciónfinanciera, se ha ido disociando progresivamente de la acumulación real, esdecir, de las inversiones tangibles de capital. Las crisis episódicas son unmal endémico de un sistema como ese de especulación financiera disocia-da. Lo que ha sucedido volverá a suceder posiblemente en una escala aúnmayor. La única pregunta es cuándo.

Anatomía del boom y la burbuja recientes

La debacle de las subprime tiene su origen inmediato en la decisión de laReserva Federal de bajar los tipos de interés después del estallido de la bur-buja de las empresas de Internet. Al descender el precio de las acciones,surgió la preocupación por que una masiva depreciación del valor (nomi-nal) de las carteras de los especuladores financieros amenazara con arras-trar a toda la economía a una espiral descendente. Para evitar tal curso deacontecimientos, entre finales del año 2000 y junio de 2003 la ReservaFederal recortó los tipos de los fondos federales (los tipos que los bancosse aplican entre sí en los préstamos a un día) en 550 puntos base, o sea,del 6,5% al 1,0%. Aunque la reducción de los tipos de préstamo interban-cario no logró detener el descenso en el mercado bursátil, sí que redujo loscostes de los créditos al consumo y los préstamos hipotecarios. Las tiposde interés más bajos hicieron que aumentara la cantidad que las familiaspodían pagar por una vivienda. Como los precios subían se incrementó laconfianza de los prestamistas en la seguridad de esos préstamos hipoteca-rios recién concedidos, ya que la apreciación implicaba que era posiblerecuperar el valor total del préstamo en el caso (entonces aparentementeimprobable) de impago o de que hubiera que acabar por ejecutar la hipo-teca. Eso redujo las calificaciones del riesgo específico en todos los estadios

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del proceso de financiación, ya que se esperaba que incluso las ratios prés-tamo/vivienda muy elevadas descenderían con cada nuevo aumento de losprecios de la vivienda. Con el aumento de la confianza, los prestamistasmejoraron su disposición a conceder hipotecas cada vez mayores a pesardel aumento de la ratio deuda/ingresos de las familias y de la ratio présta-mo/valor de muchas viviendas recién adquiridas. Los inversores rebosan-tes de excedentes de efectivo y animados por la posibilidad de obtener cré-ditos baratos que podían utilizar para financiar la adquisición deinversiones altamente apalancadas, empezaron a demandar cantidadescada vez mayores de esos productos financieros estructurados (MBS yCDO) diseñados a partir de los flujos de ingresos generados por las cestasde hipotecas subyacentes. De esa forma, el aumento de los precios de lavivienda transmitía una sensación de confianza en todas las fases de la titu-larización que sostuvo el creciente apetito de deuda garantizada (collateral-ized) de los inversores.

Para entender cómo se desarrolló el boom, sería un error pensar que losgrandes bancos eran tan solo proveedores pasivos de crédito que se aco-modaron a un nivel dado de demanda del mercado. Por el contrario, losbancos están sujetos al mismo tipo de imperativos de ganancias que lasdemás empresas capitalistas. Para expandir los mercados y las ganancias,las grandes instituciones crediticias empezaron a comercializar agresiva-mente grandes cantidades de hipotecas y productos crediticios para elconsumo. A partir de 2004, los conductos de titularización establecidospor Wall Street experimentaron una rápida expansión y empezaron arepresentar una porción cada vez mayor del mercado secundario. Los ban-cos de inversión establecieron también un nuevo tipo de operacionesincluidas en cuentas de orden (o fuera del balance) y conocidas comovehículos de inversión estructurada (SIV o structured investment vehicles eninglés). Los SIV proporcionaban un aparato adicional para la adquisiciónde préstamos hipotecarios, que se reestructuraban en CDO y después seconsignaban en las cuentas de orden (fuera del balance). Para crear un SIV,el banco patrocinador compra una gran cesta de títulos de garantía hipo-tecaria que utiliza para crear obligaciones de deuda con garantía hipoteca-ria. Después se establece un SIV y se emite un tipo de deuda denominado«efecto comercial respaldado por un activo» para recaudar fondos destina-dos a comprarle al banco patrocinador esas obligaciones de deuda congarantía. Los efectos comerciales son deuda a corto plazo de entre uno ynoventa días de duración. Para asegurar que los efectos comerciales seanaceptados, el SIV debe obtener como aval una línea de crédito del bancopatrocinador como seguro en el caso de que el SIV no disponga de sufi-

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ciente efectivo para satisfacer dichas obligaciones en el momento de sucumplimiento. Mientras los compradores de tales efectos (los fondos deinversión en activos del mercado monetario) mantienen su confianza en lasolvencia de los prestatarios, la deuda se refinancia al alcanzar su venci-miento al tipo de interés imperante. Por eso, los efectos comerciales emi-tidos por el SIV no generan inicialmente ningún pasivo adicional para elbanco patrocinador.3

La emisión de efectos comerciales respaldados por activos explotó en2004 tras experimentar un declive de cuatro años. El boom en el uso deefectos comerciales respaldados por activos a partir de 1995 prueba tantola expansión de ese tipo de financiación titularizada como la de la crecien-te masa de deuda que existe actualmente en operaciones consignadas encuentas de orden (fuera del balance) y otros conductos de financiaciónaltamente especializados y, con frecuencia, opacos, sobre muchos de loscuales nunca se ha dado parte. Claro está, la trampa estaba en qué sucede-ría si los mercados monetarios empezaban a negarse a refinanciar los efec-tos vencidos de los SIV, ya que eso obligaría a los SIV a recurrir a las líneasde crédito de aval para satisfacer sus cuantiosas obligaciones. En el mo-mento de apogeo del frenesí crediticio, nadie prestaba demasiada atenciónal peligro que acechaba, ya que todo el mundo en Wall Street tomaba parteen el juego y las entidades aseguradoras de las emisiones estaban obtenien-do ganancias récord.

De esa forma, los bancos crearon un nuevo vehículo de inversión queapuntaló una explosiva demanda de deuda hipotecaria. Wall Street adqui-rió cantidades masivas de títulos de garantía hipotecaria (MBS) para crearcomplejas obligaciones de deuda (CDO) que fueron vendidas a fondos depensiones o fueron colocadas en sus propias operaciones consignadas encuentas de orden (fuera del balance). Esos instrumentos retornaban fondosa los expedidores de las hipotecas, quienes los usaban para garantizar laemisión de nuevos préstamos hipotecarios. La rotación de capital dinera-rio en ese complejo «fondo giratorio» de múltiples capas proveyó el com-bustible financiero que impulsó el boom y la burbuja. Los precios de lavivienda se dispararon en toda la nación, mientras que en muchos merca-dos regionales la tasa de aumento fue aún mayor. Una gran parte del explo-sivo crecimiento de los préstamos hipotecarios después de 2005 fue elreflejo de la entrada de los SIV como uno de los principales nuevos provee-dores de recursos financieros para la adquisición de vivienda, aunque esdifícil obtener datos precisos sobre el crecimiento de los SIV debido a quejamás se dio parte de muchos de dichos vehículos.

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La deuda de las subprime y la debacle hipotecaria

Mientras la codicia de Wall Street por esas nuevas formas de finanzas dediseño explotaba, los prestamistas empezaron a dirigir sus productos cre-diticios a familias trabajadoras con rentas bajas o moderadas y un historialanterior de problemas crediticios: el llamado mercado de las hipotecas sub-prime o de alto riesgo. Los préstamos subprime tienen tipos de interés variospuntos superiores a los de la deuda hipotecaria estándar (conocida comoprime) para compensar a los inversores por el mayor riesgo asociado a laposesión de esa clase de deuda. Para instigar a las familias de renta baja asolicitar préstamos subprime, los prestamistas asociaron a estos toda unacaterva de dulcificantes que rebajaban el pago de intereses durante los pri-meros años del préstamo. Empezaron a proliferar las hipotecas de «solointereses», que únicamente exigían de los prestatarios el pago de la canti-dad correspondiente a los intereses y que, con frecuencia, ofrecían unostipos de interés iniciales seductoramente bajos a modo de «incitación». Sehicieron comunes los préstamos de amortización negativa, que capitalizan[o sea, suman] el principal que no se liquida en la cuota mensual en elvalor base del préstamo. Cada vez fueron más los préstamos en forma dehipotecas de interés variable. Para prestar a las familias con ahorros limita-dos, los corredores de hipotecas empezaron a emitir préstamos sin entraday a prestar por el valor total de la vivienda. A los prestatarios se les permi-tía que hicieran constar su renta en las solicitudes de préstamo sin que losprestamistas les exigieran ninguna documentación acreditativa.4 Para ani-mar a las familias trabajadoras a asumir mayores niveles de endeudamien-to, a los prestatarios de subprime se les decía que no se preocuparan por elaumento de las cuotas cuando las hipotecas se recalculasen, ya que siem-pre podían reconvertirla posteriormente en un préstamo más estándar ainterés fijo.

Conforme los precios iban aumentando, los prestamistas aumentaron laemisión de deuda subprime que era absorbida por los conductos de finan-ciación, rediseñada y revendida en forma de CDO. Los estándares de ase-guración y supervisión se deterioraron en todas las fases del circuito definanciación. Dadas las enormes ganancias a corto plazo que se estabanproduciendo, los bancos de Wall Street parecían dichosamente despreocu-pados por el hecho de que el volumen creciente de CDO se estaba gene-rando sobre la base de una enorme masa de deuda altamente cuestionabley, en última instancia, imposible de amortizar. Las grandes agencias credi-ticias, Moody’s, Fitch y Standard and Poor’s, participaban de las inmensasganancias del boom a expensas de abandonar su supuesto papel de pruden-

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te supervisión y control de la calidad de las cestas de deuda hipotecariasubyacentes. Entraban préstamos hipotecarios subprime y salía deuda conla calificación AAA.

Las familias trabajadoras se vieron arrastradas por esa locura por todoun complejo conjunto de razones. En primer lugar, todas las burbujasfinancieras generan un «efecto contagio». Al extenderse el boom, circularonhistorias de propietarios que habían tomado cuantiosos préstamos hipote-carios para comprar viviendas cuyo valor había crecido esplendorosamen-te en solo unos pocos años. Al final, eso dio origen a la creencia en que noera de prever que la apreciación de los precios tocara a su fin. En tales cir-cunstancias, las familias llegaron a convencerse de que era el momento delanzarse de cabeza y cargarse de deuda para entrar en un mercado queparecía que no paraba de crecer.5

En segundo lugar, un periodo de rápido incremento de los preciospuede invertir la relación normal entre los precios de la vivienda y lademanda de los compradores. En las áreas metropolitanas abundaban losrelatos de nuevas casas que salían al mercado y recibían más de treintaofertas en un lapso muy breve, muchas de ellas muy por encima del pre-cio que de entrada se solicitaba. Con el aumento de los precios, a algunoscompradores, sobre todo a quienes adquirían su primera vivienda o los queya poseían una vivienda y querían venderla para acceder a un segmentosuperior del mercado, les inquietaba la posibilidad de quedar permanente-mente excluidos del mercado debido a los precios. Tras numerosas expe-riencias en que veían cómo su oferta era rechazada, eran presa fácil delpánico. Llegados a ese punto, el incremento de precios desencadenó unaumento de la demanda.6 Los compradores, frustrados tras una serie deofertas desestimadas, empezaron a incrementar el precio que ofrecían hastallegar al techo del límite de crédito al que podían acceder, así como aampliar la cantidad de viviendas por las que estaban dispuestos a hacer unaoferta. Dada la facilidad con que podían venderse los préstamos hipoteca-rios en el mercado secundario, los emisores estaban más que dispuestos asatisfacer las demandas de los compradores de niveles más elevados deendeudamiento y a incrementar las ratio préstamo/valor y aumentar loslímites de crédito a que podían acceder los prestamistas a pesar de la drás-tica subida que eso provocaba en la ratio de endeudamiento/renta de lasfamilias.

Por todas esas razones, la expansión del boom generó una psicologíaespeculativa que animó a los propietarios de viviendas a pensar en suscasas como un activo financiero adquirido con expectativas de apreciación.Al subir los precios, se hizo más fácil convencer a los prestamistas, y que

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los prestamistas se convencieran a sí mismos, de que incluso las viviendascompradas con poca o ninguna entrada retornarían rápidamente una boni-ta plusvalía. Empezó a producirse una transformación cultural en la quecada vez era más común encontrar artículos de diario o debates en losmedios de comunicación en los que se comparaban las viviendas y lasacciones bursátiles como alternativas de inversión cuyo atractivo relativoderivaba del ritmo al que se esperaba que se apreciaran con el tiempo.7

Cuando ese tipo de psicología echa raíces, una casa deja de ser tan solo unhogar. Por el contrario, los propietarios de viviendas se ven movidos a pen-sar en sus casas como activos financieros que les ofrecerán reiteradas opor-tunidades de convertir el valor al alza de su patrimonio en niveles más altosde consumo habitual mediante la obtención de préstamos sobre el valorreal de sus viviendas y la refinanciación de hipotecas. Como consecuencia,las familias asumieron más endeudamiento ajustado por inflación entre1998 y 2006 que en todos los treinta años anteriores.8

La deuda de las subprime acecha Wall Street

Para fines de 2005 aparecieron síntomas de que ese boom inmobiliario ali-mentado por la deuda iba camino de tener problemas. Por lo pronto, elaumento de los precios empezó a disminuir en muchos mercados regiona-les cuando la Reserva Federal incrementó los tipos de interés en un ataquepreventivo contra la inflación. Cuando los tipos de interés aumentaron yun número cada vez mayor de préstamos a «tipos incitadores» empezarona recalcularse de acuerdo con ello, los prestatarios empezaron a incumplirlos pagos. Empezó a cundir la alarma entre los fondos de inversión de altoriesgo (hedge funds), los fondos de pensiones y las grandes compañías ase-guradoras que habían adquirido toda esa deuda estructurada. Al principioparecía que la crisis quedaría confinada al mercado de las subprime. Sinembargo, no tardó en quedar claro que la proliferación de todas esas nue-vas formas de títulos de crédito negociables en el mercado de capitales nohabía eliminado el riesgo del sistema de obligaciones financieras entrelaza-das. Por el contrario, al aumentar el impago y empezar a extenderse laspérdidas, de repente nadie estaba ya seguro de dónde estaba el créditomalo, dado que la titularización había distribuido la deuda subprime a lolargo de una inmensa cantidad de carteras de inversión.

Cuando los inversores pasaron a reducir la exposición a productosfinancieros de garantía hipotecaria, a los emisores de las hipotecas les resul-tó más difícil acceder a los mercados secundarios. Los bancos de Wall

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Street, que tan solo un año antes alimentaban la expansión de las subprime,intentaron como pudieron reducir su exposición, y el conducto de financia-ción quedó paralizado.9 El 2 de abril de 2007, New Century Financial, elmayor expedidor de subprime de Estados Unidos, solicitó la condición dequiebra bajo el capítulo 11 de la ley concursal estadounidense.* AmericanHome Mortgage siguió el ejemplo y se acogió al capítulo 11 a comienzos deagosto. Después vinieron, en rápida sucesión, diversos colapsos de impor-tancia en Europa y tanto el Northern Rock Bank, con sede en el ReinoUnido, como BNP Paribus, grupo bancario francés, recibieron severos reve-ses en sus carteras de garantías hipotecarias. Countrywide Financial, elmayor prestamista hipotecario de los Estados Unidos, solo pudo esquivarpor poco la quiebra aceptando un préstamo bancario de 11.000 millones dedólares. Lo que hizo que el caso de Countrywide fuera especialmente signi-ficativo fue que la compañía no estaba especializada en créditos subprime.Por eso, su flirteo con el capítulo 11 fue una poderosa señal de que inclusoel mayor prestamista hipotecario privado de la nación estaba atravesandopor crecientes dificultades para descargarse de su cartera hipotecaria.

Al multiplicarse las quiebras, el pánico empezó a cundir. Los fondos delmercado monetario empezaron a negarse a refinanciar los efectos comer-ciales de los SIV. En ese momento, lo que había comenzado aparentemen-te como un problema localizado restringido a un nicho de mercado espe-cializado amenazaba con explotar en una crisis propiamente dicha. Derepente, los bancos que habían creado los SIV se veían obligados a cumplircon su compromiso en relación con las líneas de crédito ofrecidas comoaval o a vender activos a fin de obtener fondos para retirar las obligacionesque vencían. Debido a las incertidumbres sobre las dimensiones y la esca-la de su exposición potencial, los bancos empezaron a albergar dudas a lahora de extender los préstamos a corto plazo en el mercado interbancariode capitales y empezaron a acaparar fondos. A pesar de los tipos oficialesde cotización de los fondos federales a un día y de los préstamos del LIBOR(London Inter-Bank Offer Rate o tipos interbancarios de Londres para cré-ditos a corto plazo en el Euromercado), los bancos se dedicaron a racionarel crédito a corto plazo y se negaron a prestar incluso a otras institucionesfinancieras multinacionales ostensiblemente solventes.10 El crédito, quehasta hacía poco era tan abundante, se secó, y a la fase de «revulsión»siguieron el «crac y el pánico».11

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* El chapter 11 (capítulo 11) del Bankruptcy Code o ley concursal estadounidense otorga a lasempresas en quiebra procedimientos para la reestructuración del negocio en vistas a mantenerla actividad, de manera similar al concurso de acreedores actualmente vigente en España. [T.]

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La Reserva Federal y el Banco Central europeo al principio pretendie-ron contener la extensión de la crisis aportando reservas adicionales a losbancos especializados en la intermediación financiera (30.000 millones dedólares en Estados Unidos, 138.000 millones de dólares en el caso deEuropa).12 El 17 de agosto, la Reserva Federal bajó los tipos de interés en50 puntos base (un 0,5%) en un intento de aliviar el colapso del créditointerbancario y enviar una señal de que estaba dispuesta a prestar si losbancos se enfrentaban a un rápido aumento de demanda de fondos. La Fedanimó igualmente a los bancos a utilizar la ventanilla de redescuento,mediante la cual los bancos toman prestado directamente del banco cen-tral.13 Cuando todo eso fracasó a la ahora de aliviar el colapso (debido enparte al estigma vinculado a la utilización de la ventanilla de redescuento),la Reserva Federal rebajó aún más los tipos de los fondos federales, en 75puntos base, en una decisión adoptada fuera de las reuniones regularmen-te programadas. A eso siguió otra rebaja de tipos de 50 puntos base el 30de enero.

Sin embargo, pronto quedó claro que las rebajas de los tipos de interésno lograban hacer que la cosa funcionara, ya que los bancos seguían sien-do reacios a prestar fondos en el mercado de capitales interbancarios debi-do a la creciente incertidumbre sobre la escala y la extensión de su exposi-ción a las subprime. Eso llevó al banco central a desplegar una serie demedidas sin precedentes en un intento de calmar los nervios de los agita-dos inversores y prestamistas y evitar que la debacle de las subprime se con-virtiera en un colapso financiero potencialmente catastrófico.

En primer lugar, el 12 de diciembre la Reserva Federal anunció queampliaría los tipos de activos que aceptaría como garantía de préstamos acorto plazo a los bancos miembros. Bajo la capa de la TAF (Term AuctionFacility o Servicio de Subasta a Plazo), la Fed comenzó a «subastar» prés-tamos a los bancos aceptando como garantía MBS y otras obligaciones dedeuda estructurada. Introducida inicialmente como una medida de emer-gencia a corto plazo, existen pocas dudas de que el nuevo servicio acabaráconvirtiéndose en una prestación permanente dentro del arsenal regulato-rio de la Fed.

En segundo lugar, en marzo de 2008 la Fed dio un nuevo paso sin pre-cedentes al prometer a los grandes bancos de inversión de Wall Street unalínea de crédito de 200.000 millones de dólares que, de forma similar, per-mitía la presentación de una amplia variedad de instrumentos financierosestructurados como garantía de los préstamos. Nunca antes había concedi-do la Reserva Federal ese tipo de créditos directamente al sector de la bancade inversión. Con ello, la Fed ha ampliado significativamente la diversidad

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y el alcance de sus operaciones en el mercado crediticio, y parece que estáabandonando sus tradicionales prácticas prudentes en relación con lostipos de activos que está dispuesta a contener en su propia cartera (todavíacompuesta predominantemente de bonos del Estado con riesgo próximo acero) al aceptar como garantía CDO y otros complejos instrumentos finan-cieros estructurados. Eso representa un aumento sin precedentes de laexposición de la Fed, ya que implica la absorción del riesgo crediticio detodos esos complejos productos financieros directamente en su propia car-tera.

Más espectacular si cabe fue la agresiva intervención de la ReservaFederal el 14 de marzo para garantizar la compra por parte de JPMorganChase de Bear Stearn, que era entonces el quinto mayor banco de inver-sión de Wall Street. La crisis vinculada a la situación de casi quiebra, el res-cate por parte de la Fed y la absorción por JPMorgan Chase de Bear Stearnse desencadenaron por la creciente inquietud sobre la calidad de los acti-vos de garantía hipotecaria que Bear había utilizado como garantía para lospréstamos tomados a corto plazo y los créditos recibidos de entidadeshomólogas en su comercio de valores. Cuando los socios comerciales deBear empezaron a negarse a aceptar tales activos como garantía empezó aextenderse en Wall Street la preocupación por que Stearns fuera incapaz dehacer frente a sus obligaciones pendientes a un día en el llamado mercadode repos, en el que los bancos y las compañías de valores reciben y amplíanlos préstamos a corto plazo a un día garantizados mediante activos. Fue esolo que incitó a la Fed a intervenir, ya que el impago en las obligaciones aun día de uno de los principales bancos de inversión de Wall Street ame-nazaba con destruir la liquidez de un mercado de repos de 4,5 billones dedólares del que todas las grandes instituciones financieras dependían parafinanciar los préstamos que conceden y sus operaciones comerciales.14 Sejuzgó que estaba «demasiado interconectado para quebrar», y la Fed con-cedió a JPMorgan una línea de crédito de 29.000 millones de dólares parafinanciar la adquisición de la cartera de activos de Bear. Según los términosdel acuerdo, JPMorgan acabará adquiriendo las operaciones comercialesrentables de la cartera propia de la entidad a un precio muy inferior al delmercado, mientras que la Fed absorberá el riesgo de impago de las CDOgarantizadas por subprime directamente en su propia cartera.15

A pesar de esas drásticas actuaciones, la incertidumbre actual sobre lasdimensiones de la exposición de los bancos a la deuda subprime ha llevadoa estos a seguir racionando el crédito, incluida la imposición de restriccio-nes a los préstamos a corto plazo que conceden a otras grandes institu-ciones financieras. El fracaso de las rebajas de tipos de interés y las inyec-

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ciones de efectivo a la hora de resolver rápidamente la crisis no resulta sor-prendente, dado que el origen de la actual penuria está en las innovacio-nes financieras que sustentaron la masiva sobreemisión de deuda en últi-ma instancia no-recuperable. Ahora que está claro que cada vez son máslas hipotecas predestinadas al impago, por mucha que sea la inyección deliquidez a corto plazo, no se anula el hecho de que los prestatarios con unexceso de obligaciones financieras no sean capaces satisfacer sus presentesobligaciones hipotecarias. La inyección de fondos y la rebaja de tipos nopueden resolver la contradicción subyacente de un sistema financiero quees proclive a expandir el crédito a un ritmo que excede con mucho el delcrecimiento de la economía real. Por el contrario, en la medida en quedichas intervenciones logren conjurar una crisis sistémica, su función serámeramente la de diferir el momento último de la reconciliación, es decir,el de una masiva deflación de la deuda que restablezca una cierta paridadentre el valor de las obligaciones crediticias pendientes de pago y el valorde los activos tangibles subyacentes.

Lo que parece cierto es que, salvo que se produzca una gran interven-ción en el nivel federal, las pérdidas en los préstamos subprime continua-rán elevándose. La tasa de ejecución de hipotecas subprime con tipos deinterés variable subió del 1,52% en 2004 al 4,72% en el tercer trimestre de2007. Igualmente alarmante es el aumento del número de hipotecas sub-prime con tipos variables en situación de impago, que pasó del 10,3% al18,8% en el mismo periodo.16 Según estimaciones del Comité EconómicoConjunto [Joint Economic Committee], las actualizaciones de hipotecas quese están produciendo actualmente podrían acabar por provocar la ejecu-ción de una cifra tan elevada como de dos millones de hipotecas subprime.17

Eso exacerbará los efectos de retroalimentación negativa que ya operanen muchos mercados de vivienda regionales. Cuando los precios disminu-yen, muchas familias se encuentran atrapadas en una situación de patrimo-nio neto negativo (por ejemplo, el valor de su hogar es ahora menor que lacantidad que aún deben por sus obligaciones hipotecarias pendientes). Entales circunstancias, la decisión de abandonar un préstamo subprime puedeser una decisión racional, sobre todo para los prestatarios con mala califi-cación crediticia. Los argumentos a favor de incurrir en impago son parti-cularmente poderosos en el caso de las familias que adquirieron sus vivien-das sin entrada, ya que la opción de dejar de pagar les permite escapar dela situación sin haber perdido nada de su propio patrimonio en la transac-ción.

Conforme se ejecute un mayor número de hipotecas, los prestamistasintentarán recuperar una parte del principal mediante la venta de las

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viviendas recuperadas. Eso inundará el mercado, ejercerá aún más presio-nes a la baja sobre los precios y aumentará los incentivos para que las fami-lias opten por el impago para liberarse de unas obligaciones de devoluciónde deuda cada vez más indeseables y, en muchos casos, insostenibles. Loscálculos actuales relativos a la pérdida inminente de riqueza varían desdelos 300.000 millones de dólares hasta más de 1,2 billones de dólares.18 Loque está claro es que la escala de las pérdidas será enorme. Una vez que elproceso de repudio de la deuda y hundimiento del precio de los activosesté en marcha, es posible que la Reserva Federal no disponga de ningunamedida inmediata para revertir el proceso de deflación. Sobre todo en unentorno caracterizado por el racionamiento del crédito y el cierre del cir-cuito de financiación secundario, el descenso de los precios de la viviendadesatará un efecto riqueza negativo que hará disminuir el gasto de los con-sumidores. En esas circunstancias, no está claro de dónde procederá elpróximo estímulo económico, aparte del aumento de gasto del sectorpúblico financiado mediante deuda. Si esa posibilidad se materializa, losEstados Unidos pueden estar en la vía hacia una prolongada y profundarecesión.

Tal y como es de esperar en una sociedad dividida en clases, las fami-lias que experimentan más negativamente el impacto de la crisis son lasque ocupan los peldaños inferiores de la escala profesional y de clases delos Estados Unidos, quienes resulta que también son de forma despropor-cionada gente de color. Las investigaciones demuestran que los afroameri-canos tenían 2,3 veces más probabilidades y los hispanos 2 veces más derecibir préstamos de alto coste que las familias blancas durante el boom cre-diticio de las subprime.19 Apenas si resulta sorprendente. Es más probableque los afroamericanos y los latinos sufran salarios bajos, pobreza persis-tente, tasas más elevadas de desempleo (sobre todo entre los afroamerica-nos) y la falta de transmisión intergeneracional de ahorros, lo que les limi-ta el acceso a la propiedad de la vivienda. Así pues, a muchas familiasafroamericanas y latinas no les quedó más opción que ponerse en manosde los mercachifles de hipotecas subprime si querían comprar una vivien-da. La crisis actual reforzará las barreras sistémicas al avance social y eco-nómico de grandes sectores de la clase obrera afroamericana y latina, alaumentar las disparidades de riqueza y agravar los problemas vinculadosal hecho de tener dañada la calificación crediticia. Eso pone de manifiestola falacia de confiar en unos mercados privados de capitales sometidos a labúsqueda de ganancias y a una desestabilizadora dinámica especulativapara afrontar la crisis de la vivienda asequible a la que se enfrentan secto-res significativos de las familias trabajadoras estadounidenses.

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El mundo feliz de las finanzas titularizadas: ¿solución alestancamiento o preludio de crisis?

La proliferación de nuevas formas de obligaciones de deuda estructuradaha hecho que el sistema sea más, y no menos, vulnerable a los envites des-estabilizadores de los excesos especulativos que requieren intervencionesmasivas de las autoridades públicas para evitar un colapso financieropotencialmente catastrófico. Uno de los efectos primordiales —y el quemayores beneficios comporta para los prestamistas privados— de lasrecientes innovaciones financieras es que estas les permiten esquivar lasregulaciones de los bancos centrales, manifiestamente establecidas paraimponer ciertos límites a la emisión de créditos de alto riesgo. En primerlugar, la titularización ha socavado aún más la capacidad de la ReservaFederal para utilizar la exigencia de reservas a fin de limitar la tasa de cre-cimiento del crédito. Las ratios de reservas exigen que los bancos manten-gan una proporción dada de reservas en relación con sus depósitos totales(incluidas las cuentas a la vista creadas mediante la concesión de nuevospréstamos). En principio (aunque no siempre de hecho), eso permitía a losbancos centrales establecer una ratio depósitos/reservas y, después, inten-tar elevar o rebajar la provisión total de reservas para ejercer un cierto con-trol sobre el volumen total de crédito que los bancos podían crear. Tal ycomo deja claro nuestra explicación aquí, mientras los bancos puedanadquirir fondos mediante la emisión de deuda a corto plazo (por ejemplo,certificados de depósito, efectos comerciales, préstamos en el mercadoexterior del Eurodólar y préstamos a corto plazo garantizados mediante lacartera de bonos del Estado en manos del banco), los bancos pueden emi-tir nuevos créditos y, después, recurrir a la titularización para transferirdichos préstamos fuera de su propia cartera de valores. Eso ha socavadoaún más la ya limitada eficacia de los requisitos de una ratio de reservas yha suprimido una herramienta para diseñar políticas del arsenal reguladorde la Reserva Federal.

En segundo lugar, la titularización permite a los bancos privados evitarlas directivas sobre adecuación de capital establecidas para garantizar quelos bancos cuenten con suficientes reservas de capital para hacer frente apérdidas no previstas. A los bancos se les exige que mantengan su ratiofondos propios/activos en o por encima de cierto nivel fijado por las auto-ridades monetarias. La mayoría de las naciones desarrolladas, incluidos losEstados Unidos, establecen en la actualidad sus directivas de adecuaciónde capital según las normas fijadas por el acuerdo Basilea II, que prescribeuna ratio del 4% de fondos propios con respecto al valor ajustado a riesgo

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de la cartera de activos del banco. Los fondos propios del banco consistenprimordialmente en las ganancias retenidas (reservas) y el propio patrimo-nio del banco que puede liquidarse en caso de necesidad para cubrir elcoste de cancelar los préstamos cuyo servicio se ha suspendido de su car-tera de activos. Las reservas de capital aportan una cierta garantía de queel banco dispone de suficiente efectivo, o de activos susceptibles de serconvertidos rápidamente en efectivo, para ofrecer protección a los deposi-tantes en caso de que el banco tuviera que hacer frente a un incremento noprevisto del impago que aumentara la proporción de deuda irrecuperableen su cartera de préstamos. Mediante el establecimiento de la ratio de capi-tal, las autoridades monetarias pueden, en principio, establecer un ciertocontrol en la emisión de crédito de alto riesgo: cuanto más alta es la ratiofondos propios/activos para un capital nominal bancario dado, menor serála cantidad de préstamos de alto riesgo que el banco puede extender en susdecisiones de emitir créditos subprime.

La titularización y la creación de novedosas operaciones en cuentas deorden (fuera del balance) permite a los bancos subvertir ese mecanismo deregulación.20 Los préstamos vendidos en el mercado secundario ya no figu-ran en los libros de la institución emisora. Al vender dichos préstamos oconsignarlos en cuentas no reguladas, los bancos pueden incrementar laemisión de nuevos créditos, teóricamente sin límite alguno, dado que pue-den continuar vendiendo esas obligaciones en el mercado secundario ocolocar las obligaciones de deuda estructurada en las operaciones de lacuenta de orden (fuera del balance). Los SIV ejemplifican esta última diná-mica, ya que permiten a los bancos transferir cantidades masivas de acti-vos fuera de sus propios balances hacia instrumentos de inversión mayor-mente no regulados y fuertemente opacos. De vez en cuando, las mentesmás prudentes expresaron su preocupación por el resultado hacia dóndeconducía todo eso. Sin embargo, mientras la confianza transmitía que laingeniería financiera había transformado fundamentalmente —y reducidosignificativamente— el riesgo incrustado en ese sistema altamente estrati-ficado de obligaciones de deuda entrelazadas, el único límite a la cantidadde crédito que los bancos podían crear era la disposición de los inversoresinstitucionales a seguir adquiriendo y poseer todas esas formas de deudagarantizada. En un entorno caracterizado por el rápido aumento de preciosy unas generosas ganancias de capital, a la prudencia se la llevó el viento.Se instaló un sentimiento de euforia apoyado en la creencia en que laReserva Federal acudiría al rescate si las cosas iban demasiado lejos.

Los incentivos de ganancias intrínsecos a cada una de las fases de esosconductos financieros exacerbaron el impulso hacia el exceso al precipitar

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la erosión de las funciones de supervisión y control que habitualmente rea-lizaban las instituciones de préstamo. Los expedidores de préstamos traba-jan con márgenes muy estrechos por unidad. Las ganancias que obtienense basan en el volumen total de préstamos que expiden y venden en losmercados secundarios. Cuantas más hipotecas puedan suscribir, mayoresserán las ganancias que pueden llegar a obtener. De manera parecida, losgrandes compradores de esas hipotecas y suscriptores de MBS —los ban-cos de Wall Street— obtienen sus ganancias de las tarifas que cobran porlos servicios de suscripción y de gestión de la transferencia de los pagos delas hipotecas. Mientras los compradores estuvieron dispuestos a seguirabsorbiendo todas esas obligaciones de deuda estructurada, existían pocosincentivos para que los grandes bancos de Wall Street recortaran o, por lomenos, racionaran la provisión de crédito. Cuanto mayor era la cantidadde deuda que se emitía, se empaquetaba y se revendía, mayores eran lasganancias que se obtenían en todas las fases del proceso. Eso produjo unaexpansión financiera sin precedentes históricos, que ha dejado al sectorfamiliar estadounidense a cuestas con la carga de un endeudamiento masi-vo y ha hecho a la economía estadounidense vulnerable a una recesiónposburbuja potencialmente prolongada.

¿Qué vendrá a continuación? ¿Hacia dónde nos dirigimos?

En un sistema capitalista suele considerarse que una crisis financiera sirvepara poner fin a una expansión crediticia insostenible en última instanciacuando esta ha ido demasiado por delante de la tasa de acumulación. Alforzar a los prestamistas a cancelar el valor de los préstamos irrecuperablesde sus balances, la crisis obliga a realizar periódicamente un «alto» en lapropensión inherente a un exceso de creación de crédito. Una vez que lospréstamos cuyo servicio se ha suspendido han sido descontados y han des-aparecido de las carteras de los bancos, y las pérdidas se han cancelado, elescenario está listo para un nuevo ciclo de reflación alimentada por el cré-dito, siempre que, claro está, la penuria no eclosione en un colapso finan-ciero de gran escala. La función de los bancos centrales es lograr el equili-brio entre, por un lado, la necesidad de contener las rachas eufóricas deexcesos especulativos cuando la expansión del crédito amenaza con elevarlos precios de los activos a niveles insostenibles (cosa que habitualmentehacen elevando los tipos de préstamo interbancario) y, por otro lado, estardispuestos a proveer de liquidez y cumplir con su función de prestamistade último recurso en el caso de que aceche una crisis de impagos que ame-

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nace con cortar la provisión de crédito si los bancos son presa del pánicoy empiezan a acaparar fondos.

Si la Fed es capaz de lograr el equilibrio entre ambas funciones, elresultado es un patrón oscilatorio de (semi)controladas deflaciones y refla-ciones de la estructura crediticia en el curso del ciclo económico. Aunquelas deflaciones de deuda siempre vienen plagadas de inoportunas y des-agradables sorpresas, en la actualidad son varios los factores que están enfuncionamiento para evitar con toda probabilidad que la debacle de lassubprime se convierta en un colapso financiero de gran escala. El másremarcable es que los balances de las corporaciones no-financieras estánpor lo general en una situación sólida. Dado que las empresas han emplea-do los fuertes flujos de efectivo internos para rebajar su coeficiente deendeudamiento, en lugar de incrementar las inversiones en capital físico,estas están ahora menos expuestas directamente a las volubles condicionesde los mercados financieros. Dada la situación general de fuertes gananciasdel sector empresarial no-financiero, es probable que las autoridadesmonetarias estadounidenses encuentren la forma de arreglárselas para atra-vesar por la presente crisis. A pesar de eso, la actividad económica se ralen-tizará, y parece probable que se produzca una recesión seguida de un pro-longado periodo de crecimiento por debajo de lo que era tradicional.21

Como se ha señalado en múltiples ocasiones en estas páginas, en un sis-tema capitalista caracterizado por la madurez industrial y por unos merca-dos dominados por grandes empresas oligopolistas, no existen mecanis-mos endógenos para asegurar que los capitalistas invertirán colectivamenteal nivel requerido para hacer que el sistema mantenga su avance viento enpopa a un ritmo cercano a su máxima capacidad. Eso nos lleva a una de lascontradicciones más fundamentales y en última instancia irreconciliablesdel sistema: el capitalismo maduro no cuenta con medios endógenos paragarantizar un nivel adecuado de inversión privada y, por esa misma razón,no puede tolerar ningún aumento de los salarios que erosione las ganan-cias de la clase propietaria. Eso hace que el sistema dependa del consumobasado en el endeudamiento. Esa contradicción interna se manifiesta enforma de crecimiento por debajo de lo tradicional y estancamiento econó-mico, o de booms y burbujas impulsados por el crédito y seguidos de cri-sis una vez que la expansión de las obligaciones financieras sobre los ingre-sos choca con la realidad del estancamiento salarial para la mayoría de laclase trabajadora estadounidense. Aunque las burbujas basadas en el en-deudamiento aportan una solución temporal a los problemas de la sobrea-cumulación, no es posible suponer que eso siempre será así. La capacidadde las familias para continuar incrementando su carga de endeudamiento

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a un ritmo ni siquiera cercano a la tasa observada en las últimas dos déca-das parece agotada por el momento. Eso implica que se está llegando allímite de la capacidad del gasto familiar financiado a través del endeuda-miento para servir como panacea contra el estancamiento. Así pues, larecuperación de una tasa elevada de acumulación requerirá de la apariciónde una nueva tecnología dinámica o un nuevo sector de crecimiento capazde absorber cantidades masivas de inversiones de capital y poner de nuevoen marcha los motores del crecimiento y la acumulación a largo plazo. Enausencia de dicho factor, el sistema parece al borde de entrar en un perio-do de estancamiento prolongado.

En la actual coyuntura, el factor imponderable es el hecho de que ladebacle de las subprime se está desarrollando en un contexto internacionalcaracterizado por una creciente crisis de confianza en el dólar. Los recien-tes booms del consumo en los Estados Unidos han provocado un constan-te aumento del déficit comercial estadounidense, que en la actualidad estácasi en el 5% del PIB. Los Estados Unidos han podido mantener los recien-tes booms del consumo basado en el endeudamiento a pesar de su crecientedéficit comercial debido en gran parte a la disposición de los extranjerosa utilizar sus reservas excedentes de dólares para adquirir activos financie-ros denominados en dólares, en particular, bonos del Tesoro estadouniden-se que todavía funcionan como el «patrón oro» de las finanzas internacio-nales. Similarmente, las entradas de capital desde el exterior han aportadolos medios con los que los Estados Unidos han financiado su inmenso ycada vez mayor déficit fiscal. Aunque la posición del dólar como divisapreeminente de las reservas internacionales parece segura de momento, lacapacidad de la Reserva Federal para reflacionar la economía estadouni-dense mediante inyecciones periódicas de crédito barato podría topar enalgún momento con una restricción de la financiación exterior, si losextranjeros se muestran menos dispuestos a comprar y poseer deuda públi-ca de los Estados Unidos. Están apareciendo preocupaciones en muchoscírculos extranjeros por la pérdida actual de valor de sus participacionesfinancieras denominadas en dólares. La huida del dólar a más largo plazoa través de la venta (liquidación) de deuda del Tesoro estadounidense ejer-cería presiones sobre los tipos de interés de este país y limitaría las opcio-nes para tomar medidas de que dispone la Fed.

Es imposible predecir cómo se desarrollarán en última instancia todosesos acontecimientos. Lo cierto es, sin embargo, que nos esperan nuevascrisis y la capacidad del banco central para postergar indefinidamente elproblema subyacente de la sobreacumulación dista mucho de estar garan-tizada.

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Notas

1. Para una explicación práctica del sistema de finanzas inmobiliarias de los Estados Unidos,véase Michael E. Stone, «Pernicious Problems of Housing Finance», en Chester Hartman,Rachael Bratt y Michael Stone (eds.), A Right to Housing, Temple University Press, Filadel-fia, 2006, pp. 82-104, y Michael E. Stone, Shelter Poverty, Temple University Press, Filadelfia,1993.

2. Las obligaciones de deuda garantizada o CDO son fondos de inversión garantizados porcestas de hipotecas en las que los inversores pueden adquirir participaciones en varios «tra-mos» que difieren en términos de su perfil de riesgo y tasa de remuneración. Los asegura-dores de la emisión (tramitadores) de CDO agregan grandes cestas de hipotecas de altoriesgo (subprime) sobre las que se emiten varias subclases de títulos que ofrecen diversosniveles de protección contra pérdidas debidas al impago. En un CDO típico, el primertramo, llamado equity tranche, absorberá todas las pérdidas provocadas por impago y eje-cución hasta que se agote su principal. Las pérdidas se aplicarán después al segundo tramo,que suele recibir una calificación de crédito de BB, y así sucesivamente en sentido ascen-dente por la mezzanine o escalera de tramos hasta llegar al tramo superior. El tramo supe-rior, que recibe una calificación de crédito de AAA, suele estar compuesto de un 70-80%del principal total del fondo. Las altas calificaciones de crédito otorgadas al tramo superiorse basaban en las estimaciones de una agencia de calificación de crédito sobre la probabi-lidad de pérdidas basada en las tasas de impago anteriores. Los compradores de dichosactivos —fondos de inversión libre (hedge funds), compañías aseguradoras y los vehículosde inversión estructurada (SIV en sus siglas en inglés) establecidos por los bancos— supo-nían que estaban protegidos por los tramos de nivel inferior o «subordinados», que de-bían proporcionar un cojín suficiente frente a las pérdidas por impago.

3. Gillian Tett y Paul J. Davis, «Out of the Shadows», Financial Times, 17 de diciembre de2007.

4. Saskia Scholtes, «On Wall Street», Financial Times, 30 de marzo de 2007. Véase también«Cracks in the Façade», Economist, 24 de marzo de 2007, pp. 79-81.

5. Véase Robert Shiller, Irrational Exuberance, 2ª ed., Doubleday, Nueva York, 2006.6. Véase Karl Beitel, «Did Overzealous Activists Destroy Housing Affordability in San Fran-

cisco?», Urban Affairs Review 42, nº 5, pp. 741-756.7. Por ejemplo, «Home $weet Home», Time, 13 de junio de 2005; «A Word of Advice Dur-

ing a Housing Slump: Rent», New York Times, 11 de abril de 2007.8. Sobre el aumento del endeudamiento familiar, véase John Bellamy Foster, «The Household

Debt Bubble», Monthly Review, vol. 58, nº 1, pp. 1-11.9. «CSI: Credit Crunch», Economist, 19 de octubre de 2007.10. Gillian Tett, «Sense of Crisis Growing over Interbank Deals», Financial Times, 5 de sep-

tiembre de 2007.11. El término «revulsión» (también llamada «penuria») procede de la obra de Kindleberger

y hace referencia a la fase del ciclo crediticio posterior a la eclosión de la crisis de amor-tización de los préstamos en que los prestamistas están inmersos en una carrera desen-frenada por acaparar fondos y acumular reservas de líquido para anticiparse a nuevasmalas noticias. Eso lleva a una negativa a conceder nuevos préstamos, ni siquiera a pres-tatarios solventes. «Crac y pánico» es la fase final del ciclo crediticio según Kindleberger,y es autoexplicativa. Charles P. Kindleberger, Manias, Panics, and Crashes, Basic Books,Nueva York, 1987.

12. Las dos herramientas primordiales mediante las cuales la Reserva Federal ha cumplidohistóricamente con su función de proveedor de liquidez y «prestamista de último recur-

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so» son, en primer lugar, las inyecciones de reservas al sistema bancario y las retiradas delas mismas para mantener los tipos de préstamo interbancario (por ejemplo, los tipos alos que los bancos prestan o toman prestados fondos entre sí a corto plazo en el merca-do mayorista de capitales) en el tipo-objetivo fijado por el Comité de Mercado Abierto dela Reserva Federal [Federal Reserve Open Market Committee] y, en segundo lugar, la con-cesión de préstamos a corto plazo a los bancos cuyas obligaciones superan temporalmen-te sus recursos a través de la «ventanilla de redescuento».

13. Martin Wolf, «Helicopters Start Dropping Bundles of Cash», Financial Times, 13 dediciembre de 2007.

14. «The Week that Shook Wall Street», Wall Street Journal, 18 de marzo de 2008.15. El banco central tiene un balance similar al de cualquier otro banco, y sus posiciones en

valores (fundamentalmente bonos emitidos por el Gobierno o préstamos a bancos priva-dos) tienen su contrapartida en el lado del pasivo del balance en sus obligaciones con losbancos privados para satisfacer sus demandas de reservas.

16. Véase «U.S. Housing Market Conditions, 4th Quarter, 2007», Departamento de Vivien-da y Desarrollo Urbano, febrero de 2008, http://www.huduser.org/org/periodicals/ushmc/winter07_1/index.html.

17. «The Subprime Lending Crisis», Report and Recommendation by the Majority Staff of theJoint Economic Committee, octubre de 2007.

18. Carter Dougherty, «U.S. Subprime Losses May Hit $300 Billion, OECD Estimates», Inter-national Herald Tribune, 22 de noviembre de 2007, http://www.iht.com, y Martin Wolf,«Going, Going, Gone», Financial Times, 12 de marzo de 2008.

19. Vikas Bajaj y Ford Fessenden, «What’s Behind the Race Gap?», New York Times, 11 denoviembre de 2007.

20. Marc Lavioe, «A Primer on Endogenous Credit Money», en Louis-Phillippe Rochon ySergio Rossi (eds.), Studies in the Modern Theories of Money, Edward Elgar, Amherst (Mas-sachusetts), 2004.

21. Esta afirmación incluye una advertencia crítica, a saber, que si la tasa de ganancias delsector no-financiero empieza a disminuir, como parece que sucedió el año pasado, enton-ces todas las previsiones estarán equivocadas.

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Este artículo examina algunos aspectos de la economía política globalque espero puedan orientar a los Gobiernos y movimientos progre-sistas partidarios del cambio social. Evalúa las limitaciones y las opor-

tunidades que se presentan en la actual coyuntura del desarrollo capitalis-ta mundial a través del análisis de cuatro áreas de crisis del sistemacapitalista mundial contemporáneo. No son estos los únicos elementoscontradictorios de la coyuntura contemporánea, pero sí que son, en miopinión, los más destacados.

El primer problema es la turbulencia financiera que se ha apoderado dela economía de los Estados Unidos y ha tenido efectos generalizados. Setrata de una crisis que viene a desacreditar aún más a la teoría económicaangloamericana ortodoxa. No sé si es esta la crisis definitiva del capitalis-mo. Para que así fuera, no solo tendría que volverse mucho más profunda,sino que su impacto debería sentirse de manera más drástica como una

Cuatro crisis del sistemacapitalista mundial

contemporáneo

William K. Tabb

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· Artículo publicado en MR, vol. 60, nº 5, octubre de 2008, pp. 43-59. Traducción de JoanQuesada. William K. Tabb fue profesor de economía en el Queens College durante muchosaños, así como de economía, ciencia política y sociología en el Graduate Center de la City Uni-versity de Nueva York. Entre sus obras se cuentan Economic Governance in the Age of Globaliza-tion, Columbia University Press, 2004; Unequal Patterns: A Primer on Globalization, The NewPress, 2002; y The Amoral Elephant: Globalization and the Struggle for Social Justice in the Twenty-First Century, Monthly Review Press, 2001. Es posible contactar con el autor [email protected]. El presente artículo es la adaptación de una charla pronunciada enla Conferencia Amandla con el título de «Continuidad y discontinuidad del capitalismo en laSudáfrica postapartheid», Ciudad del Cabo, 4-6 de abril de 2008.

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quiebra sistémica. Más importante aún, haría falta que una formación departidos capaz de explicar cómo ese tipo de crisis es inherente a la natura-leza del funcionamiento del capitalismo y de inspirar una alternativa socia-lista pusiera en marcha un movimiento como el que puso fin al apartheiden Sudáfrica. Sin esto último, incluso una crisis profunda y dolorosa noserá más que, en el mejor de los casos, una ocasión para reformar el capi-talismo, en lugar de abolirlo.

Una segunda crisis es la del imperialismo liderado por los Estados Uni-dos, que se ha visto desacreditado tanto en términos de sus guerras selec-tivas de cambio de régimen como de la resistencia cada vez más efectiva alrégimen financiero y comercial internacional conocido como el Consensode Washington. El neoliberalismo, a causa del daño incalculable que haprovocado y continúa provocando, está ahora ideológicamente a la defen-siva. Un tercer elemento de crisis es la aparición de nuevos centros depoder en lo que había sido la periferia del sistema capitalista, y las ten-siones que eso ha desencadenado, lo que ha otorgado un margen de ma-niobra a los países que desean romper con los Estados Unidos. Una cuar-ta área de crisis es la relacionada con el uso de los recursos, la distribucióndesigual de las necesidades vitales y un paradigma de crecimiento que yano es sostenible. Aquí, los movimientos sociales populares de Sudáfrica yotros lugares son actores destacados en la resistencia a las privatizacionesy a la imposición de un hiperindividualismo que solo acarrea el desastrepara los más oprimidos y explotados.

Primera crisis: la financialización y la crisis financiera1

Aún está por ver la extensión de los daños que el actual colapso financie-ro acabará provocando, aunque estos son ya extensos. En términos de cri-sis sistémicas, una cuestión importante es la que guarda relación no solocon los costes económicos y la forma en que las operaciones de rescate sepostulan como rescates a cargo del contribuyente, sino también con ver siel capitalismo financiero puede sostenerse a sí mismo. Martin Wolf, redac-tor económico en jefe del Financial Times, escribe que el capitalismo «hamutado» desde «el capitalismo gerencial de mediados del siglo XX al capi-talismo financiero global».2 John Bellamy Foster, editor de Monthly Review,sostiene «que, aunque el sistema ha cambiado como consecuencia de lafinancialización, […] la financialización ha producido una nueva fasehíbrida del estadio monopolista del capitalismo que podríamos denominarde “capital financiero-monopolista”».3 Las finanzas han logrado reestructu-

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rar el capitalismo productivo, la economía que efectivamente producebienes y servicios reales que la gente consume. De una forma nueva, seapropian cada vez más del excedente que se crea en los procesos de pro-ducción, no solo en el centro, sino en lo que ha sido la periferia del siste-ma mundial.

En conjunto, en 2004 las ganancias empresariales del sector financierode la economía estadounidense fueron de 300.000 millones de dólares, encomparación con los 534.000 millones de todas las industrias nacionalesno-financieras, o sea, un 40% de todas las ganancias empresariales nacio-nales. Cuarenta años atrás, dichas ganancias representaban menos del 2%del total de las ganancias empresariales de la nación, lo que es un síntomanotable del crecimiento de la financialización en la economía política esta-dounidense. Este ha sido un desarrollo tanto económico como político, yaque el sector financiero ha ganado influencia sobre el resto de la economíay, en efecto, se ha hecho con el poder de dictar cuáles deben ser las priori-dades a los deudores, a las empresas vulnerables y a los Gobiernos. Con elaumento de su poder, ha podido exigir una mayor desregulación, lo que leha permitido crecer aún más y poner en peligro la estabilidad del sistemaeconómico más general.

Parecía que las finanzas habían desarrollado un nuevo circuito mágicoD-D’ en el que el dinero podía lograrse únicamente a partir de dinero, sinla intervención de la producción real. El nuevo secreto de la acumulaciónse suponía que era el apalancamiento y la gestión de riesgo, que permitíanla adquisición de activos que prometían rendimientos más elevados aun-que comportaran mayor riesgo, y la toma prestada de varias veces la can-tidad de capital propio de que disponía el inversor (diez, veinte, treinta o,en algunos casos, cien veces más). Con tan alto apalancamiento, incluso unpequeño aumento de valor podía proporcionar grandes ganancias en rela-ción con la inversión inicial. Dada la globalización de los mercados, eldinero podía tomarse prestado a bajos tipos de interés en yenes japonesese invertirse en activos financieros, bonos basura e instrumentos derivadosestadounidenses de elevado rendimiento. Mientras el valor de los activossubía, tanto en paquetes de hipotecas en obligaciones de deuda garantiza-da (CDO) como en productos más exóticos, los inversores obtenían gran-des sumas de dinero. Eso animó a otros a copiar esa misma estrategia, apagar más por los activos. El aumento del valor de esos activos permitióque se tomara prestado aún más dinero para comprar todavía más, lo queelevó aún más los precios, en una espiral ascendente que daba lugar a bur-bujas que acababan por estallar. La financialización como estrategia de acu-mulación no solo ha provocado una grave crisis con la quiebra de los mer-

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cados financieros, sino que ha colocado a los Estados Unidos en una posi-ción similar a la de las naciones pobres endeudadas con acreedores extran-jeros: su divisa cae; sus políticas comerciales favorecen a las élites; y suGobierno exige que algunos contribuyentes paguen más para recapitalizarel sistema financiero mientras otorga mayores rebajas de impuestos a losricos y a las empresas.

En la mayoría de los debates se habla de las obligaciones tóxicas dedeuda garantizada, pero un aspecto central de la financialización es elaumento de la deuda en sí mismo: deuda pública (en gran parte consecuen-cia del gasto militar y las rebajas de impuestos y otros «incentivos» a lasempresas y los ricos), deuda de todo tipo para el consumo y deuda empre-sarial. La explosión de la creación de deuda ha alimentado a una economíaque tiene fuertes tendencias al estancamiento. La irracionalidad de unasociedad dividida en clases es que las ganancias que acumulan las empresasno se reinvierten en la producción de las cosas que necesitan y desean laspersonas y la sociedad en su conjunto, porque el poder adquisitivo de laclase trabajadora se mantiene en un nivel limitado y los ricos de las empre-sas no pagan los impuestos que hacen falta para que el sector estatal ofrez-ca los bienes públicos deseados. Existe una sobreinversión en capacidad deproducción que no puede utilizarse en una estructura social irracional en laque la única demanda efectiva es la que se sustenta en un adecuado poderadquisitivo. El sistema se caracteriza por la superproducción en medio denecesidades sociales no satisfechas, así como por las presiones a los trabaja-dores de todo el mundo para que acepten menores compensaciones, con-secuencia del poder de clase del capital y de su capacidad para enfrentar alos trabajadores entre sí. El excedente producido y que se apropia el capitalno logra encontrar salida en la producción y se vuelca en la especulaciónfinanciera, donde es absorbido por burbujas especulativas que acabancolapsando y extendiendo el caos y el padecimiento a toda la economía.

Además de todas esas tendencias generales, también existe conexiónentre la financialización y el aumento de las desigualdades y la disminu-ción de la fortuna económica de la mayoría de las personas de clase traba-jadora con la fuerte subida de los precios de los consumos básicos: petró-leo para calefacción, gasolina, sanidad y alimentos. Donde más asfixiadosse han visto los trabajadores ha sido en los Estados Unidos, país en el queha sido extrema la victoria del capitalismo accionarial (shareholder capital-ism), en oposición a un capitalismo «participativo» o renano (stakeholdercapitalism) en el que los trabajadores, las comunidades y el público tam-bién se consideran partes interesadas cuyos puntos de vista y necesidadesdeben tomarse en consideración en mayor medida.

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Durante la presidencia de Bush, los Estados Unidos han perdido unode cada cinco empleos en la manufactura, y eso también forma parte de lafinancialización y la globalización. Los salarios se han visto presionados ala baja; las prestaciones por pensiones se han recortado; la carga de la sani-dad se ha traspasado a los trabajadores y sus familias; se les ha reducido lajornada a los empleados o se los ha despedido y se los ha vuelto a contra-tar como trabajadores «temporales», etc., todo ello para alcanzar los obje-tivos de beneficios y financiar las enormes deudas que acucian a las empre-sas como consecuencia del recurso generalizado al crédito para financiaradquisiciones empresariales. Cada vez son más las personas que trabajan amedia jornada o con contratos temporales y que son pesimistas con respec-to al futuro que les espera a sus hijos, mientras ven como su Gobierno estáatrapado por las corporaciones y los ricos.

Ese pesimismo popular generalizado está justificado por tres tendenciasque interactúan para hacer que el futuro de la mayoría de los trabajadoresestadounidenses sea sombrío. La primera es la globalización continuada dela producción de bienes y servicios, que se traslada a lugares con salariosmás bajos. Las tareas menos especializadas se pueden hacer con menosdinero en otros lugares. Además, ni siquiera en los casos en que los requi-sitos de formación son elevados es posible salvar muchos de los empleosque pueden realizar trabajadores bien formados en la India, China, laEuropa del Este y otros lugares. En segundo lugar, la tecnología haceaumentar la producción por trabajador, lo que significa que cada trabaja-dor puede producir más y, cuando la demanda de los productos no crecemás rápido que la productividad de las personas, se necesitan menos tra-bajadores. Es un fenómeno que se aprecia en industrias básicas como la delautomóvil y la del acero, que antes empleaban a muchos más obreros en laproducción. En tercer lugar, los empleos que están creciendo son empleosmal pagados, McEmpleos sin posibilidad de sindicación. Además, hay quetener presente el ataque sin tregua a los sindicatos a partir de la destruc-ción del sindicato de controladores del tráfico aéreo por parte de RonaldReagan, que sentó el precedente de utilizar a trabajadores sustitutos pararomper las huelgas, por no mencionar la capacidad de los propietariospara, gracias a la connivencia de la Junta Nacional de Relaciones Labora-les, despedir a los trabajadores.

Se suponía que la pericia financiera angloamericana sería la palanca queaseguraría la prosperidad continuada de la economía de ambos países. Des-pués de liderar el desarrollo de la financialización en sus propias econo-mías, fomentar el crecimiento basado en la creación de enormes cantida-des de deuda e imponer su régimen financiero y sus reglamentaciones a

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las naciones en desarrollo con la mediación del Fondo Monetario Inter-nacional y el Banco Mundial, el capital se ha dedicado a extender sus ope-raciones financieras a los llamados mercados emergentes. Ahora a lo queasistimos es a un colapso de Wall Street, con la ironía de que fondos sobe-ranos de inversión extranjeros y otros inversores han de rescatar los pilaresdel imperio financiero estadounidense. ¿Cómo hay que entender todosesos desarrollos contradictorios? Se trata de una cuestión política. Hay queresponder a ella como a cualquier otro tema económico en el que unapequeña élite se beneficia a costa de la mayoría. La solución no deberíaconsistir en hallar la forma de que dicha élite continúe haciendo lo mismo,sino en encontrar la manera de forzar el establecimiento de una regulaciónsocial que les impida hacerlo.

Es en ese punto donde la leal oposición (en los Estados Unidos, el Par-tido Demócrata; en Europa, los socialdemócratas; y en todas partes, lostrianguladores de la Tercera Vía), al aceptar esencialmente el poder delcapital, pierden el respeto de la gente trabajadora, que ahora debe autoor-ganizarse mediante la creación de partidos anticapitalistas si tiene quedefender sus intereses y cambiar las relaciones sociales que solo les prome-ten un futuro de más explotación. En Die Linke, el partido alemán empla-zado muy a la izquierda de los socialdemócratas, tenemos un exitoso ejem-plo de ese tipo de partido, que se está convirtiendo en una fuerza en lapolítica de su país. Como comentaremos más adelante, en Latinoamérica,el continente que durante más tiempo ha sufrido la devastación del neoli-beralismo, las masas han prestado su apoyo a diversos partidos de izquier-da que prometen en una u otra medida romper con las relaciones socialescapitalistas.

Segunda crisis: el imperialismo y la pérdida de hegemonía

El imperialismo estadounidense ha experimentado dos fracasos recientes:el descrédito del neoliberal Consenso de Washington y la repugnancia sus-citada por la violencia de «sorpresa e intimidación» (shock and awe) delarrogante militarismo de Washington. La existencia de crecientes condenasreúne, en mi opinión, todos los requisitos de una crisis del ejercicio fácil ysostenido de hegemonía y de la presunción de la clase dominante de po-seer la capacidad para gobernar unilateralmente el mundo. Tras los fraca-sos de Irak y Afganistán, la arrogancia de los neocons de Bush ha quedadodesacreditada y su programa de guerras y conquistas se ha visto cuestiona-do y, posiblemente, rechazado ahora por la mayoría de norteamericanos.

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Una de las facciones de esta clase dominante ha visto como factor claveque el comercio internacional y los regímenes financieros favorecieran alcapital estadounidense. La otra ala se ha dado prisa en utilizar la amenazay emprender acciones militares para reafirmar e imponer la hegemoníaestadounidense. La clase dominante de los Estados Unidos siempre utilizaambas estrategias, aunque el equilibrio entre estas es variable en funciónde la situación mundial y la política interna.4 Es posible caracterizar a lasdos facciones ideológicas dominantes de dicha clase atendiendo a las figu-ras y políticas más influyentes dentro del gabinete de dos presidentesrecientes. La figura clave de la Administración de Bill Clinton era RobertRubin, secretario del Tesoro. Con Bush, Donald Rumsfeld, secretario deDefensa, era la persona más poderosa. Claro está que la figura dominantede la Administración era el vicepresidente Cheney, hombre de incompara-ble y artera devoción a una presidencia imperial y a que sea una pequeñaélite la que reciba los beneficios, dispuesto a emplear todos los mediosnecesarios para intimidar y destruir a la oposición en el interior y en elextranjero. Con Clinton, aunque la proyección del poder estadounidense yel uso de la fuerza fueron notables, la política exterior clave fue la disemi-nación del Consenso de Washington. Con Bush, lo fue la estrategia de sor-presa e intimidación (shock and awe). Hoy en día, ambas estrategias estánresultando infructuosas en grado remarcable. El fracaso del Consenso deWashington a la hora de propiciar el desarrollo es algo ampliamente reco-nocido y, a pesar de la imposición de este a docenas de países en las déca-das de 1980 y 1990, en la actualidad se está produciendo una efectivaresistencia a él en todo el mundo. Una vez más, eso no quiere decir queambas políticas no hayan causado y sigan causando graves daños.

Trataremos ahora brevemente en primer lugar del militarismo estadou-nidense y después, más en profundidad, del deceso del Consenso de Wash-ington. Los estadounidenses fueron llevados a la guerra de Irak con men-tiras y ahora no están convencidos de que el ataque contra Irak fuera unabuena cosa. Está surgiendo la idea de que los Estados Unidos no solo hanperdido Irak, sino que la situación en Afganistán revela aún más su inca-pacidad para ocupar países e imponer un cambio de régimen y una estabi-lidad imperialista. La acrecentada conciencia de que ese tipo de aventure-rismo está llevando al país a la bancarrota, mientras que lo prioritariodeberían ser cuestiones internas como la sanidad y la existencia de empleoscon una adecuada remuneración, está planteando a la América imperial undesafío en el interior del país de dimensiones antes desconocidas. Tal vezmuchos estadounidenses sigan defendiendo la afirmación del poder nacio-nal mediante victorias fáciles sobre «enemigos» más débiles, pero ya han

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tenido bastante de desventuras prolongadas, costosas e interminables. Amuchos, la farsa de la «misión cumplida» les ha provocado reacciones quevan desde la incomodidad al odio de quienes los creen tan estúpidos y fáci-les de manipular. Las ambiciones imperiales estadounidenses en Irak hanllevado a buena parte de la élite a replantear sus motivos internos y, ade-más, han provocado la oposición popular, no solo en el extranjero, sinocada vez más en el interior, donde las excusas del fomento de la democra-cia y la promoción del desarrollo se están viendo desgastadas. En el planoglobal, dichas pretensiones están completamente desacreditadas. La dismi-nución de la credibilidad estadounidense y de su poder hegemónico es unade las novedades importantes en el sistema mundial.

En 2007, en el décimo aniversario de la crisis financiera del este asiáti-co, fueron dos las cuestiones sobre las que se hizo hincapié de manerageneralizada. La primera fue el reconocimiento de que la liberalización delos mercados de capitales lo que había traído era inestabilidad en lugarde crecimiento. Hasta los estudios de los economistas del Fondo Moneta-rio Internacional (FMI) llegaron a esa conclusión. Un escrito que tienecomo coautor al economista jefe del FMI concluía que es difícil estableceruna conexión convincente entre integración financiera y crecimiento eco-nómico cuando se tienen en cuenta otros factores. Un parón repentino enla afluencia de capitales puede ser devastador. En segundo lugar, las polí-ticas neoliberales difícilmente pueden considerarse como fruto de un error.Está claro que los ideólogos neoliberales y los intereses de Wall Streetimpulsaron políticas que dañaban a los países deudores mientras los finan-cieros sacaban partido de la liberalización financiera. Y no son únicamen-te los radicales de izquierda quienes sostienen esa opinión.5

Lo que tuvo lugar en los países obligados a aceptar las políticas neoli-berales del Consenso de Washington fue un proceso de acumulación pordesposeimiento, una noción introducida por David Harvey. Es este un pro-ceso en el que la gente trabajadora se ve despojada de sus activos y susderechos. En lo que Harvey está pensando es en la privatización del agua,la sanidad y la educación, bienes todos ellos que habían sido o deberían sertitularidades. La venta de esos bienes en mercados privados desposee aquienes no pueden permitirse lo que debería ser suyo por derecho. El tér-mino es oportuno en relación a lo ocurrido a raíz de las crisis financieras.Las instituciones de gobernanza económica del Estado global han impues-to programas de ajuste estructural y condicionantes que, al privatizar bie-nes públicos, desposeen a la gente a través del pago de la deuda, la desapa-rición de las ayudas del Gobierno y la liberalización de la economía localen beneficio de los inversores extranjeros y las élites nacionales.

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Cuando en 2007 empezaron los problemas en Estados Unidos, en lugarde imponer la dura medicina que defendía y aplicaba para otros, Washing-ton rescató a las instituciones financieras. Para ello, disminuyó los tipos deinterés y sacó de sus apuros a los responsables de la crisis. Además, trasdécadas de denuncia de las burdas prácticas y estructuras bancarias y delcapitalismo amiguista del Tercer Mundo, el sistema financiero estadouni-dense quedó en evidencia por incompetente. La supuesta sofisticación delos modelos de evaluación del riesgo de los bancos se demostró que no eramás que una sandez. La fraudulencia que salió a la luz en el mercado delas subprime era mucho mayor que cualquier otra cosa que pudiera encon-trarse en una nación en vías de desarrollo. En lugar de dejar que el valorde los activos financieros encontrara su equilibrio en unos mercados trans-parentes, el Tesoro estadounidense intentó organizar un cártel para evitardicho proceso y apuntalar el mercado de la vivienda y salvar los instrumen-tos de deuda garantizada del colapso, lo que no concuerda en absoluto conlo que el propio Departamento del Tesoro había recomendado a otros.Como escribía Martin Wolf: «La gente no escuchará con circunspeccióndurante mucho más tiempo los sermones de los cargos estadounidensessobre las virtudes de los mercados financieros liberalizados».6 Por supues-to, mientras los propios Estados Unidos siguen políticas muy distintas, paí-ses como Sudáfrica han quedado fuertemente endeudados y mantienenaún las políticas neoliberales adoptadas por el Gobierno de Mbeki.

Uno de los efectos del desenmascaramiento de los intereses a los quebeneficiaron las políticas del Consenso de Washington fue la precipitacióncon que los líderes occidentales invitaron a los países en vías de desarrollo,ahora más influyentes, a asumir un papel más destacado, a obtener mayo-res derechos de voto y a ejercer más poder en las instituciones de BrettonWoods. Para el año 2007, momento en que las economías en vías de desa-rrollo habían llegado a representar una porción mucho mayor de la econo-mía mundial y en que muchas de ellas crecían a ritmo significativamentemayor que las economías más ricas que durante mucho tiempo habíandominado a dichos regímenes, empezaron a surgir afirmaciones como la deMervyn King, gobernador del Banco de Inglaterra, según las cuales el FMIpodía «deslizarse hacia las tinieblas» si no se efectuaba una drástica refor-ma.7 Tal vez el hecho de que los países desarrollados, con el 15% de lapoblación mundial, tengan un 60% del poder de voto en el FMI y el BancoMundial ha dejado finalmente de favorecer sus propios intereses.

En el frente diplomático, ha habido propuestas para ampliar el G-8.Philip Stephens, principal comentarista político del Financial Times, propo-ne su ampliación a G-13 con la inclusión de los países del IBSA (India, Bra-

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sil, Sudáfrica), junto a México y China. La idea de dicha expansión segúnel presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, es que se los invita a con-vertirse en «parte responsable».8 Es posible que la reorganización de la eco-nomía mundial esté produciendo una clase capitalista transnacional másinclusiva con una interpenetración global de la propiedad por medio prin-cipalmente de los fondos soberanos de inversión y, más comúnmente, através de la diversificación de la propiedad en la escala global y de la inten-sificación de la interacción entre las élites.9 Al mismo tiempo, el desconten-to que provocan las crecientes desigualdades y la arrogancia del capital,local y extranjero, ha dado origen a movimientos locales para un cambiofundamental, así como a una conciencia de que otro mundo es posible enámbitos tales como el Foro Social Mundial. Existen presiones contradicto-rias entre sí sobre los Gobiernos del Sur: de los capitalistas locales, de lasmasas por abajo y de los Gobiernos y agencias internacionales que repre-sentan al capital extranjero por arriba. Aunque de momento lo que se espe-ra es que dichos Gobiernos, por lo general, se sumen a las potencias impe-riales tradicionales, la presión popular en contra de ello es cada vez mayor.

Existe, por supuesto, la posibilidad de que la financialización centradaen el Norte siga creciendo en los países del Sur y los bancos y otras insti-tuciones financieras (muchas de propiedad extranjera) se apropien de unaparte aún mayor del excedente. Esa repetición del patrón histórico depenetración de las finanzas imperialistas en todos esos países generará sinduda nuevas y más profundas crisis y, una vez más, el pueblo tendrá quecargar con los costes. La alternativa debería ser un cambio fundamentalhacia el control social del capital. Tendremos que utilizar todo lo aprendi-do en la oposición al neoliberalismo para decir no al desarrollo de lasfinanzas de alto riesgo y sus depredadores efectos.

Por el lado positivo, algunos Gobiernos del Tercer Mundo han cambia-do en una dirección progresista, a veces en un intento por lograr un mejortrato para el capital local, otras por un auténtico compromiso con unaagenda social y, a menudo, como resultado de la tensión y el compromisoentre los intereses en juego. En Latinoamérica, después de periodos deGobierno militar y dominio de las políticas neoliberales, Mercosur, con elliderazgo brasileño, ha venido a obstaculizar los intentos estadounidensesde crear una Área de Libre Comercio de las Américas. Como mercadoúnico, es la sexta mayor economía mundial. Con 260 millones de perso-nas y un Producto Interior Bruto conjunto de más de 4 billones de dóla-res, representa un formidable desarrollo.

La Alternativa Bolivariana para América Latina (ALBA), más radical,fomenta no únicamente la solidaridad regional, sino la transformación

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social basada en objetivos e ideales socialistas. En 2007, los países de Mer-cosur y ALBA crearon el Banco del Sur para ofrecer un instrumento alter-nativo de financiación al desarrollo bajo las premisas de la solidaridad y elrechazo total del pensamiento y los controles de Washington.10 Algunos delos países miembros han abandonado el FMI y el Banco Mundial. El Bancodel Sur se rige por el principio de un país, un voto, y, a partir de las prio-ridades del Banco de Desarrollo Económico y Social de Venezuela, favore-ce la propiedad cooperativa y comunitaria y ofrece tipos de interés pordebajo de los del mercado a empresas públicas y sociales. Con una capita-lización propuesta de 7.000 millones de dólares, representa una seria ame-naza para las instituciones de Bretton Woods, controladas por los EstadosUnidos, así como para el neoliberal Banco Interamericano, dominado porWashington.

Los cambios en la región han sido espectaculares desde que los Gobier-nos de izquierdas llegaron al poder. En 2005, Sudamérica representaba el80% de los préstamos no amortizados del FMI. Hoy en día, los préstamosconcedidos a la región suponen menos del 1% de la cartera global de prés-tamos del FMI. Junto con el Banco del Sur, se habla de crear un sistemamonetario regional para que el comercio bilateral pueda tener lugar endivisas internas, con el objetivo final de crear una divisa común para laregión.

Los movimientos sociales están empujando al Banco del Sur a adoptarun enfoque más popular, a rechazar las megainfraestructuras (como inten-ta Brasil) que fomentan monocultivos, incluidos los agrocombustibles, y afinanciar, por el contrario, infraestructuras locales para contribuir a lasoberanía alimentaria y energética, producir medicamentos genéricos yextender la asociación a otros países del Sur. Todas esas formaciones, quesiempre son mezcla de elementos transformadores y reformistas, ilustranun destacado impulso histórico. Los fracasos del Consenso de Washingtony el aumento de la fuerza de los centros de poder alternativos, tanto de laizquierda como de la derecha nacional-desarrollista, están remodelandola economía política global. También es significativo el gran debilitamien-to del dólar estadounidense, después de que su fortaleza anterior fueratanto una consecuencia como una de las causas del poder norteamericano.

Estamos asistiendo en la actualidad a la pérdida de lo que Charles deGaulle llamó una vez el «exorbitante privilegio» de los Estados Unidos,derivado de su papel de emisor de la divisa internacional. George Soros, enalocución al Foro Económico Mundial en enero de 2008, sugería: «es bási-camente el final de un periodo de sesenta años de continua expansión delcrédito basada en el dólar como divisa de reserva.»11 La ventaja de poder

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tomar prestado en su propia divisa de la que han gozado los Estados Uni-dos se ha visto socavada por el abuso, por unos déficits por cuenta corrien-te descomunales y por la acumulación de dólares en manos extranjeras.Todo eso ha progresado hasta el punto en que la creación de moneda y larebaja de los tipos de interés estadounidenses llevadas a cabo por la Reser-va Federal para evitar el colapso financiero han hecho descender el valorde la divisa y han fomentado nuevas huidas respecto del dólar.

Dado el grave descenso de esta moneda, si no fuera por el hecho de queno es fácilmente sustituible a corto plazo, existirían temores de que entra-ra en caída libre. Mientras que en la actualidad una cuarta parte de lasreservas monetarias mundiales son en euros y dos terceras partes son endólares estadounidenses, existen predicciones de fuentes prestigiosas queseñalan que dentro de una década el euro podría ser más importante queel dólar como divisa de reserva. Dichas predicciones se basan en la crecien-te inflación estadounidense, sus grandes déficits por cuenta corriente, loscostes de las grandes ambiciones imperiales y los modelos de simulaciónde destacados economistas.12 Y, por supuesto, la situación económica con-tinúa deteriorándose en todas partes: en el momento de redactar este artí-culo, Europa se enfrenta a graves problemas económicos, y se está produ-ciendo una ralentización de las «economías emergentes» que sugiere quela crisis es mayor de lo que hasta ahora se ha reconocido. La recuperaciónde la fortaleza del dólar podría ser más bien reflejo de un empeoramientode los problemas en el resto del mundo que de una recuperación econó-mica en los Estados Unidos.

El capital financiero se ha expandido de forma parasitaria. No solo hansufrido las masas del Sur, sino que ahora a las personas trabajadoras de lospaíses ricos se les dice que deben rescatar a «sus» bancos y otras institu-ciones financieras. El componente de clase de ese modelo redistributivoresulta cada vez más manifiesto. Según la economía política internacionalse vaya volviendo más multipolar, la hegemonía estadounidense se verácada vez más desafiada en otras áreas, además de la cuestión de la divisa.

Tercera crisis: los nuevos centros de poder

Permítaseme que me ocupe a continuación en mayor detalle del fenómenohistórico mundial de la emergencia de actores económicos y políticos no-occidentales. En 2006, por primera vez, los mercados emergentes repre-sentaron más del 50% de la producción mundial. Si continúan creciendoal ritmo en que lo han hecho, las previsiones describen un mundo muy

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distinto para mediados de siglo. Su surgimiento resultará ser, espero, tansignificativo como el surgimiento a finales del siglo XIX de Alemania, Rusiay Japón. Un estudio de 2006 realizado por PriceWaterhouseCoopers pre-veía que en el año 2050 la economía china sería casi tan grande como lade los Estados Unidos en términos de dólares, y que la India sería la terce-ra mayor economía. Un año después, los investigadores de Goldman Sachspredecían que China sobrepasaría a los Estados Unidos en 2027 y la eco-nomía de la India sería mayor que la de los Estados Unidos antes de 2050.Los banqueros de inversión prevén que la economía brasileña será tangrande como la de Japón en 2050, y las economías de Indonesia y Méxicoserán mayores que las del Reino Unido y Alemania. Los investigadores dePriceWaterhouseCoopers prevén que el «E-7» (Brasil, China, India, Indo-nesia, México, Rusia y Turquía) será un 25% mayor que el actual G-7 ypasará a ser el motor de crecimiento de la economía mundial. Indepen-dientemente de lo que uno opine sobre los detalles de todas esas previsio-nes, existen pocas dudas de que se avecinan cambios trascendentales en laposición económica relativa de los Estados-nación. El papel que desempe-ñen todas esas nuevas potencias económicas en la economía política inter-nacional tendrá una notable importancia. Será igualmente importante siestas serán propensas a nuevas crisis provocadas por la financialización deltipo que ahora asola los Estados Unidos. Unas financialización y fragilidadmayores generan nuevas dependencias y, por lo tanto, nuevas posibilida-des de crisis global.

La importancia de China es difícil de sobreestimar. El país ya ha lleva-do a cabo incursiones en diversas partes del mundo. Por ejemplo, en unacumbre reciente con cuarenta y ocho líderes africanos, Hu Jintao prometiódoblar la asistencia al continente, cancelar la deuda pendiente de treinta ytres países y aportar 5.000 millones de dólares en préstamos y créditos encondiciones favorables. El presidente chino también ha viajado a Latinoa-mérica, que cada vez está orientando más su comercio hacia Asia. Algunosotros desarrollos acontecidos en Asia, como los pasos dados por los minis-tros de Finanzas de la región para crear una divisa común, tienen tambiéndestacadas implicaciones para el dólar.

En la propia Asia se están produciendo grandes cambios históricos. Unartículo reciente de Foreign Policy comienza diciendo: «El norte asiáticoestá en transición. Tras 60 años de dominio estadounidense, el equilibriode poderes en la región está cambiando. Los Estados Unidos están en rela-tivo declive, China está ascendiendo y Japón y Corea están en estado decambio constante. Las implicaciones para Washington son profundas.»13

Lo que se ha dado en llamar el «Consenso de Pekín», basado en el respe-

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to a la soberanía y el mutuo beneficio económico, resulta ampliamenteatractivo como alternativa a la versión de Washington de extensión de lademocracia y el «libre» mercado mediante misiles de crucero y amenazaseconómicas. Sin embargo, China es una potencia explotadora que reprimea su propia clase trabajadora. Es una economía capitalista de transición enla que, como consecuencia de la derrota del socialismo, los hijos de losaltos cargos del partido se han apropiado de la riqueza social.

La cuestión no es que esas potencias estatales emergentes sean progre-sistas, sino más bien que un mundo multipolar ofrezca a otros países uncierto espacio que no tenían cuando la hegemonía estadounidense era un he-cho incuestionable. Está surgiendo lo que Conn Hallinan denomina un«consorcio de conveniencia»,14 el cambio hacia un partenariado entreChina, India y Rusia que, si madura, podría alejar de Washington el poderglobal. Rusia está vendiendo sistemas militares avanzados tanto a la Indiacomo a China, y está cooperando en materia de energía. Daniel Drezner,en un escrito en Foreign Affairs, la publicación del Consejo de RelacionesExteriores perteneciente al establishment, habla de una «coalición de losescépticos», que incluye a Estados que van desde Argentina a Pakistán yNigeria, así como de la revitalización del movimiento de los no-alineadosen un antiamericanismo que está cobrando renovada relevancia.15 Así pues,es posible que estemos entrando en un periodo en el que los Estados pro-gresistas tendrán más margen de maniobra.

La necesidad de China e India de acceder a la energía es uno de los fac-tores que explican la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS),creada en 2001 y que incluye a China, Rusia y los «-están» (Uzbekistán,Turkmenistán y Kirguizistán). La India también se ha unido a la OCS, eIrán, Pakistán, Mongolia y Afganistán han recibido el estatus de observa-dores. (Significativamente, a los Estados Unidos se les negó dicho estatusde observadores.) La OCS ha declarado que los Estados Unidos deberíanabandonar Oriente Medio, y se está erigiendo en contrapeso de la OTAN.16

Además un país como la India juega a todas las bandas en sus maniobrasglobales, y ha invertido decenas de miles de millones en intereses gasísti-cos y petroleros en Irán. Tales acciones, motivadas por la necesidad deabastecimiento energético, tienen su efecto en la perspectiva estadouni-dense de emplear la violencia contra Irán, así como en el futuro de lasbases militares estadounidenses en Turkmenistán, Kirguizistán y Azerbai-yán. China, que en pocos años será el mayor consumidor de energía delmundo, se ha mostrado sumamente activa en todo el planeta en su bús-queda de abastecimientos de energía y, de hecho, también de otras mate-rias primas.

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Está también la cuestión del surgimiento de unas nuevas «Siete Herma-nas», término acuñado por Enrico Mattei para referirse a las siete compa-ñías angloamericanas que controlaban el petróleo de Oriente Medio tras laSegunda Guerra Mundial. Hoy en día, los siete grandes productores ya noson ExxonMobil, Royal Dutch Shell y las demás, sino la rusa Gazprom,CNPC de China, la venezolana PDVSA, Petrobras de Brasil, la saudí Aram-co y Petronas de Malasia. El nacionalismo en materia de recursos es proba-ble que cobre importancia cuando esas compañías de propiedad estatalaprieten a las compañías angloamericanas para obtener concesiones adicio-nales. Que el petróleo de Venezuela esté controlado por el régimen de Chá-vez, que intenta llevar a la nación hacia un socialismo del siglo XXI, es undesarrollo importante, como lo son las nuevas nacionalizaciones llevadas acabo en Ecuador, Perú y Bolivia. La toma del poder de Gazprom por partede Putin simboliza el nuevo despertar del oso ruso.

Cuarta crisis: recursos y sostenibilidad

La última y tal vez la mayor de las crisis es la de la disponibilidad y distri-bución de recursos tan cruciales como el petróleo, los alimentos y el agua.La sostenibilidad de la vida humana sencillamente no es congruente conun crecimiento capitalista inherentemente derrochador.

El World Energy Outlook [Panorama energético mundial] de la AgenciaInternacional de la Energía nos dice que en 2030 se necesitará un 50% másde energía que en 2005 (tras ajustes debidos a mejoras de la eficiencia) yque casi tres cuartas partes de ese incremento de la demanda procederá delos países en vías de desarrollo, entre los que China y la India por sí solosrepresentarán un 45% del aumento de la demanda. Después de 2015, seespera que China sea el mayor emisor de dióxido de carbono del planeta,por delante de los Estados Unidos, seguido de la India como tercer mayoremisor. (Otros estudios muestran que China es ya el mayor emisor de gasesde efecto invernadero.) Existen aquí dos cuestiones políticas de cierta sig-nificación. La primera es que los Estados Unidos y otros países ricos se hanquedado con la parte del león de los recursos mundiales durante muchotiempo. La justicia social exige no solo que los países en vías de desarrollocontribuyan a racionar el uso futuro de recursos no-renovables, sino quequienes durante tanto tiempo han consumido en exceso soporten unaparte más que proporcional de los costes de dicha transición. En segundolugar, deberían existir nuevos modelos de desarrollo humano que tomencomo premisas las preocupaciones ecológicas y la justicia social, y estos

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deberían ocupar un lugar más preeminente en el trabajo de los consejosinternacionales, que ahora parecen entender que lo único que importa esel terrorismo. La sexta parte de la población mundial disfruta de un estilode vida intensivo en consumo de energía. Con el aumento de la cantidadde personas que aspiran a ese tipo de consumo, los problemas del planetase incrementarán. El sueño americano se volverá mucho más caro y, alfinal, será insostenible. Es imposible que este lo comparta todo el mundocon los presentes modelos de producción y consumo. No solo existenmiles de millones de personas que no se benefician del capitalismo global,sino que quienes sí lo hacen están incrementando la presión sobre la basede recursos del planeta.

Hoy en día, una cuarta parte de todos los fallecimientos en el mundoguardan alguna relación con factores medioambientales, y la mayoría de lasvíctimas son personas pobres que ya son vulnerables debido a la malnutri-ción y a la falta de acceso a la sanidad. La malnutrición probablemente seconvertirá en una cuestión más grave conforme los precios de los alimen-tos sigan subiendo. El 75% de los pobres del mundo viven en el campo yla mayoría de ellos dependen de la agricultura. Dado lo difícil que les resul-ta ganarse la vida, existe una emigración masiva hacia las ciudades delmundo en vías de desarrollo. Mil millones de personas viven actualmenteen los suburbios de esas ciudades cada vez mayores, donde escarban en lasbasuras para sobrevivir o se ganan a duras penas una existencia marginalcomo vendedores callejeros. Los agrónomos nos dicen que casi todos lospaíses del mundo poseen el suelo, el agua y los recursos climáticos nece-sarios para cultivar suficientes alimentos para que sus poblaciones tenganuna dieta adecuada.17 Sin embargo, para ello haría falta una reforma agra-ria seria y apoyo técnico y financiero. En muy pocos lugares se practica esetipo de políticas y, según se dice, la inseguridad alimentaria afecta a casi lamitad de la humanidad.

En el lado más esperanzador, vemos cómo hay países que rechazan lainsistencia del Banco Mundial en que no subvencionen a la agricultura.Malawi, que durante años estuvo al borde de la hambruna, con cinco desus trece millones de habitantes necesitados de asistencia alimentariaurgente tras la desastrosa cosecha de maíz de 2005, decidió subvencionara sus granjeros pobres y no tardó en exportar cientos de miles de tonela-das de maíz gracias a las ayudas concedidas a los granjeros, cuya produc-ción aumentó espectacularmente. Los Estados Unidos, aunque están dis-puestos a suministrar ayuda alimentaria procedente de sus excedentesagrícolas (producidos con enormes subsidios federales a los granjeros esta-dounidenses), se niegan a asistir a los granjeros de los países pobres. A

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pesar de insistir en que sigan el libre mercado, los Estados Unidos socavanla capacidad de los agricultores del Tercer Mundo para competir al inun-dar sus países con sus exportaciones agrícolas gratuitas o a bajo coste.

Está creciendo el uso de maíz para la producción de etanol y el de sojapara producir combustible diesel, así como cada vez es mayor el deseo degrandes cantidades de nuevos ricos de consumir carne. Cada vez más, elgrano se utiliza para alimentar a los animales y no a las personas. En China,por ejemplo, la media de ingesta de calorías procedentes del consumo decarne se ha doblado desde 1990 y, dado que se necesitan 10 kilos de granopara producir un kilo de carne de cerdo, y el doble para un kilo de terne-ra, dicho aumento de la demanda afecta a quienes encuentran que los pro-ductos básicos para la vida se han vuelto demasiado caros para podersobrevivir. El índice de precios alimentarios que calcula la revista The Eco-nomist subió un 30% en 2007 y subirá mucho más en 2008. De hecho, elPrograma Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas emitió una llama-da extraordinaria de emergencia a los Gobiernos el 23 de marzo de 2008para que aumentaran las donaciones colectivas en al menos 500 millonesde dólares para financiar el mayor coste de alimentar a 73 millones de per-sonas en cerca de ochenta países. Señalaban que el coste de los alimentoshabía subido un 20% en tan solo tres semanas, además del impacto delaumento del precio del petróleo en los costes de los envíos. Los precios delos granos están subiendo a una tasa anual del 80-90%. El precio del arrozse elevó un 30% en tan solo un día a finales de marzo de 2008, después dehaberse doblado en los menos de tres meses transcurridos desde inicios delaño, lo que ha provocado las protestas de los pobres en algunos países asiá-ticos en los que el arroz es un alimento básico de la dieta.

Al mismo tiempo, lo que se ha dado en llamar la dieta norteamericanade harina blanca refinada, dulcificantes de maíz y grasas de animales ali-mentados con grano está sustituyendo a las dietas tradicionales de dema-siadas personas en el mundo. Los azúcares refinados provocan obesidad yfavorecen enfermedades como la diabetes al sustituir a los nutrientes com-plejos de los alimentos tradicionales. El descontrolado afán de lucro estádestruyendo la salud y aumentando drásticamente el gasto sanitario alenvenenar a los consumidores con alimentos adulterados y poco saluda-bles. Todas esas áreas generales de crisis son el resultado de las actividadesnormales de los capitalistas en un sistema que acepta el derecho al lucro acualquier coste. Los medios de comunicación y el sistema político seesfuerzan en todo momento por evitar que el público comprenda la pesa-da carga que imponen a la humanidad global todas esas prioridades sisté-micas.

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Conclusión

En mis observaciones, he resaltado cuatro áreas de crisis del sistema mun-dial contemporáneo: la crisis financiera; la pérdida de poder relativo de losEstados Unidos; el surgimiento de otros centros de acumulación; y el ago-tamiento de los recursos y la crisis ecológica. Continúa vigente la estrategiaestadounidense de proyectar su poder militar para controlar el petróleo yotros recursos. La otra ala del águila se basa en la apropiación de exceden-tes a través de vehículos financieros, pero eso apenas si agota sus tácticas.Exige también la imposición de rentas monopolistas protegidas por paten-tes internaciones y regímenes de licencias para proteger derechos de pro-piedad intangibles, desde Microsoft Windows hasta Big Pharma, que recla-ma la propiedad del genoma humano. A la extensión de los derechos depropiedad y el cercado del terreno comunitario de la ciencia deben oponer-se (y lo están haciendo) los países en vías de desarrollo, que pagan desor-bitados precios por las licencias y a los cuales no les está permitido utilizarlo que en el pasado habría sido la herencia común de conocimiento. Igualque las finanzas de alto riesgo deberían limitarse y controlarse socialmente,la ciencia debería quedar liberada para que el progreso tecnológico no sevea artificialmente constreñido y no se puedan exigir rentas monopolistas.Para el mundo en vías de desarrollo, las estrategias de ambas alas del águi-la imperial han quedado al descubierto. El Consenso de Washington haquedado desacreditado y, aunque el daño que este provoca sigue estandoahí, no ha logrado los objetivos de Washington. Lo que se ha producido esuna unión de gran parte del mundo en una coalición de reticentes. Si unosGobiernos serios de izquierdas se hicieran con el poder en muchos paísesdel Sur, podría darse una drástica reconstrucción de la economía políticaglobal. Sin embargo, quienes dirigen en la actualidad esos países difícilmen-te son revolucionarios. Podemos esperar elementos de colaboración, coope-ración y contestación en función de las presiones a que se vean sometidasdichas élites. Una Sudáfrica progresista podría contribuir a dar forma a unaalternativa al sistema mundial capitalista angloamericano e influir en nue-vos centros de poder que aspiren a representar al Sur Global y, algún día,es posible que llegue a tener unos Gobiernos que realmente así lo hagan.

Notas

1. Este capítulo está basado en William K. Tabb, «The Centrality of Finance», Journal ofWorld-Systems Research, XIII (2007), 1.

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2. Martin Wolff, «Unfettered Finance Is Fast Reshaping the Global Economy», FinancialTimes, 18 de junio de 2007.

3. John Bellamy Foster, «The Financialization of Capitalism», Monthly Review, vol. 58, nº 11,abril de 2007, p. 1 (trad. castellana, «La financialización del capitalismo», en MonthlyReview. Selecciones en castellano, nº 8, 25 años de neoliberalismo, Hacer-Món 3, Barcelona,2008, p. 41).

4. William K. Tabb, «The Two Wings of the Eagle», en John Bellamy Foster y Robert W.McChesney (eds.), Pox Americana: Exploring the American Empire, Monthly Review Press,Nueva York, 2004.

5. Keneth Rogoff, Eswar Prasad, Shang-Jin Wei y M. Ayhan Kose (2003), «The Effects ofFinancial Globalization on Developing Countries: Some Empirical Evidence»,http://www.imf.org/research.

6. Martin Wolf, «Why the Sub-Prime Crisis Is a Turning Point for the World Economy»,documento presentado en el Centro para la Globalización y la Política Económica, Univer-sidad de Nottingham, 5 de marzo de 2008, http://globalisationandeconomicpolicy.org. Lapresentación en Powerpoint disponible en la web contiene una buena cantidad de útilesgráficos y tablas.

7. Krishna Guha y Chris Giles, «IMF Wants More Say for Rising Economies; Asian CountriesWould Have Greater Influence», Financial Times, 5 de abril de 2008.

8. Philip Stephens, «A Table for Thirteen», Foreign Policy, enero/febrero de 2008, p. 65.9. William K. Tabb, «Globalization Today; At the Borders of Class and State Theory», Science

& Society, enero de 2009.10. Mark Engler, «Latin America Banks on Independence», In These Times, febrero de 2008,

p. 43.11. Craig Karmin y Joanna Slater, «Dollar’s Dive Deepens as Oil Soars», Wall Street Journal,

29 de febrero de 2008.12. Jeffrey Frankel, «The Euro Could Surpass the Dollar Within the Next Decade», 18 de

marzo de 2008, http://www.voxeu.org.2008.13. Jason T. Shaplen y James Laney, «Washington’s Eastern Sunset: The Decline of U.S. Power

in Northeast Asia», Foreign Policy, noviembre-diciembre de 2008, p. 82.14. Conn Hallinan, «Challenging a Unipolar World», Foreign Policy in Focus, 21 de enero de

2008, http://www.fpif.org/fpiftxt/4904.15. Daniel W. Drezner, «The New New World Order», Foreign Affairs, marzo/abril de 2007.16. William K. Tabb, «Fumbling Through the Great Game in Eurasia: the British and U.S.

Spreading “Freedom” Through Invasion, Occupation and Regime Change», Z Magazine,19 de noviembre de 2006.

17. Fred Magdoff, «The World Food Crisis», Monthly Review, vol. 60, nº 1, mayo de 2008(trad. castellana, véase cap. 1 de la presente selección).

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Con el capitalismo estadounidense sumido en una crisis económicade tal gravedad que cada vez recuerda más a la Gran Depresión dela década de 1930, no debería resultar sorprendente que se reclame

de forma generalizada un nuevo New Deal.1 La nueva AdministraciónObama ya ha apuntado a un vasto programa de estímulo económico dehasta 850.000 millones de dólares en dos años destinado a levantar lanación para sacarla de la profunda depresión económica.2

La posibilidad de un nuevo New Deal debe ser bienvenida por todas laspersonas de izquierdas como algo que promete un cierto alivio para lapoblación trabajadora en apuros. No obstante, plantea importantes interro-gantes. ¿Cuáles son las verdaderas perspectivas de que haya un nuevo NewDeal en los Estados Unidos de hoy en día? ¿Es esa la solución a la actualcrisis económica? ¿Cuál debería ser la postura de la izquierda? Un análisisexhaustivo de todas esas cuestiones requeriría un largo volumen. Nos limi-taremos aquí a tratar unos cuantos puntos que ayudarán a iluminar losretos que nos esperan.

¿Un nuevo New Deal conObama?

John Bellamy Foster y Robert McChesney

6

· Artículo publicado en MR, vol. 60, nº 9, febrero de 2009, pp. 1-11. Traducción de Joan Que-sada. John Bellamy Foster es editor de Monthly Review y profesor de sociología en la Universi-dad de Oregón (USA). Es coautor, con Fred Magdoff, de The Great Financial Crisis: Causes andConsequences, Monthly Review Press, enero de 2009, entre otras numerosas obras. Robert W.McChesney es Profesor del Legado Gutgsell en el Departamento de Comunicación de la Uni-versidad de Illinois en Urbana-Champagne (USA). Su obra más reciente es The Political Economyof Media: Enduring Issues, Emerging Dilemmas, Monthly Review Press, 2008. Los autores quierenagradecer a Hannah Holleman y Fred Magdoff su colaboración en relación con este artículo.

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El New Deal no fue inicialmente un intento de estimular la economía ygenerar la recuperación a través del gasto público, idea que estaba escasa-mente presente a comienzos de la década de 1930. Más bien, consistió enmedidas ad hoc de rescate o de salvamento destinadas principalmente aayudar a las empresas, junto a programas de ayuda al trabajo. El grueso delos gastos del New Deal estuvo destinado al principio a operaciones de sal-vamento. Como explicaba el economista de Harvard Alvin Hansen, princi-pal seguidor inicial de Keynes en los Estados Unidos, en su obra FiscalPolicy and Business Cycles, de 1941:

Mayormente, el Gobierno federal [en la época del New Deal] emprendió un progra-

ma de salvamento y no un programa de expansión positiva. El programa de salva-

mento tomó la forma de refinanciación del endeudamiento urbano y rural, recons-

trucción de la debilitada estructura de capital de los bancos y apoyo a los

ferrocarriles en bancarrota o próximos a esta […] [L]a Corporación de Reconstruc-

ción Financiera, la Corporación de Préstamo a los Propietarios de Viviendas y la

Administración de Crédito Agrícola destinaron 18.000 millones de dólares a todas

esas operaciones de salvamento. El Gobierno federal intervino en la situación y

ayudó a los Gobiernos locales y estatales en apuros (una vez más, otra operación de

salvamento) […]

La necesidad de un programa de salvamento de esa magnitud se debió, por supues-

to, a la profundidad sin precedentes que la depresión había alcanzado a comienzos

de 1933 […] En esas circunstancias, la economía se seca como una esponja. El enor-

me gasto público, diseñado para reflotar la «esponja» a un nivel alto de prosperi-

dad, es absorbido más bien por la propia esponja. En apariencia, el gasto se convier-

te en un dispendio. Hasta aquí la operación de salvamento. Solo cuando la

economía se ha vuelto absolutamente líquida pueden los nuevos fondos reflotarla a

unos niveles más altos de renta. Una profunda depresión requiere un enorme gasto

de salvamento antes de que pueda desarrollarse un proceso vigoroso de expansión.3

El gasto federal en obra pública, que en la cultura popular se ha con-vertido en casi sinónimo del New Deal, creció casi cada año desde 1929hasta 1938 (véase la tabla 1). Sin embargo, el gasto total de las administra-ciones en obra pública no recuperó su nivel de 1929 hasta 1936, debido aldescenso de los gastos estatales y locales en obra pública que socavó elaumento del gasto federal. Al principio, las administraciones estatales ylocales habían respondido a la profunda depresión aumentando las parti-das para obras públicas. Sin embargo, en un par de años se les agotaron engran medida los recursos y el gasto en obras públicas descendió por deba-jo del de 1929. En 1936, el gasto estatal y local en obra pública estaba enmenos de la mitad del nivel de 1929. Por eso, durante la mayor parte de la

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Tabla 1: Partidas de obra pública (millones de dólares), 1929-1938

Año Obra pública federal y Obra pública Total obra pública ayudas a unidades locales estatal y local del Gobierno

1929 357 2.952 3.3091930 445 3.288 3.7331931 540 2.884 3.4241932 590 1.949 2.5391933 785 1.133 1.9181934 1.266 1.208 2.4741935 1.433 1.125 2.5481936 2.180 1.316 3.4961937 1.938 1.391 3.3291938 2.099 1.612 3.711

Fuente: Alvin H. Hansen, Fiscal Policy and Business Cycles, W.W. Norton, Nueva York, 1941,p. 86.

década de la depresión «el Gobierno federal», como observaba Hansen,«no hizo más que contener la marea que se retiraba». A pesar del hecho deque las partidas federales en la materia habían aumentado casi un 500%,el gasto público total en obra pública solo aumentó un 12% en todo elperiodo, lo que no fue suficiente para ofrecer un gran estímulo a la econo-mía en general.

Fue solo más adelante en la década que duró la depresión, en lo que loshistoriadores han denominado el «segundo New Deal» y que culminó conla arrasadora victoria de Roosevelt en 1936, cuando el énfasis se desplazódecisivamente de las operaciones de salvamento a los programas de ayudaal trabajo y otras medidas que beneficiaban directamente a la clase traba-jadora. Fue la época de la Administración para el Progreso de los Trabajos(WPA en sus siglas inglesas), dirigida por Harry Hopkins, y otras medidasy programas progresistas como el seguro de desempleo, la Seguridad Socialy la ley de Wagner (que otorgaba de jure el derecho de organización). Todosesos avances fueron posibles por la gran «revuelta desde abajo» de las orga-nizaciones obreras en la década de 1930.4 La WPA gastó 11.000 millonesde dólares y dio trabajo a 8,5 millones de personas. Sufragó la construc-ción de vías, carreteras y puentes. Pero hizo mucho más que eso. El pro-grama federal de comida en las escuelas se puso en marcha con dólares dela WPA. De hecho, lo que distinguió a la WPA de otros programas de tra-bajo fue que empleaba a la gente en cosas necesarias en todos los ámbitosde la sociedad, gente que trabajaba en lo que ya estaban preparados parahacer. La WPA financió más de 225.000 conciertos. Pagó a los artistas paraque pintaran murales y a los actores para realizar producciones escénicas.5

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Nada de eso se ajustaba a los preceptos posteriores de la economía key-nesiana. En fecha tan tardía como es 1937, la Administración del New Dealde Roosevelt todavía no había abandonado el objetivo de equilibrar el pre-supuesto federal, meta principal del secretario del Tesoro Henry Morgen-thau jr., aun en medio de la Gran Depresión. Así pues, eso hizo que dismi-nuyera el gasto federal, y las partidas se redujeron en los presupuestos delos años fiscales de 1937 y 1938. Mientras tanto, el nuevo programa de Se-guridad Social, aprobado en 1935, empezó a gravar a los trabajadores enel año fiscal de 1936 sobre la base de impuestos regresivos sobre la nómi-na, sin prever la realización de ningún pago por seguro de jubilación hasta1941, con lo que se generó un masivo efecto deflacionario.6

Todas esas y otras contradicciones alcanzaron un punto crítico en larecesión de 1937-1938, durante la cual la recuperación que se había pro-ducido desde 1933 se paralizó de repente antes de la recuperación plena yel desempleó creció del 14% al 19%. Fue solo en respuesta al cada vez másprofundo estancamiento económico que la Administración Roosevelt sevio finalmente llevada a alejarse decisivamente de su intento de equilibrarel presupuesto federal y recurrió a la estrategia defendida por el presiden-te de la junta de la Reserva Federal, Merriner Eccles, de utilizar el incre-mento del gasto público y la financiación del déficit para levantar la eco-nomía. Todas esas acciones coincidieron con la publicación de An EconomicProgram for American Democracy [Un programa económico para la demo-cracia americana], firmado por Richard V. Gilbert, George H. Hildebrandjr., Arthur W. Stuart, Maxine Y. Sweezy, Paul M. Sweezy, Lorie Tarshis yJohn Wilson, un grupo de jóvenes economistas de Harvard y Tufts repre-sentantes de la revolución keynesiana. La obra fue un best-seller en Wash-ington D.C. e inmediatamente se convirtió en la defensa intelectual a pos-teriori de las políticas expansionistas del New Deal de 1938-1939.7 Sinembargo, las medidas de estímulo adoptadas en esa fase fueron demasiadoexiguas para servir de contrapeso a la situación de depresión que prevale-cía entonces. Lo que rescató a la economía capitalista fue la Segunda Gue-rra Mundial. «La Gran Depresión de los años treinta», escribió John Ken-neth Galbraith, «nunca finalizó. Meramente desapareció con la granmovilización de los años cuarenta».8

Sin embargo, todo eso plantea nuevos interrogantes. Tal y como se pre-guntaban Paul Baran y Paul Sweezy en Monopoly Capital [El capital mono-polista] en 1966: «¿Por qué todo ese incremento [del gasto público] no sir-vió de mucho durante toda la década de depresión? ¿Por qué no pudolograr el New Deal lo que la guerra resultó tener fácilmente a su alcance?La respuesta a esas preguntas», argumentaban, «es que, dada la estructura

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de poder del capitalismo monopolista de los Estados Unidos, el aumento delgasto [público] civil casi había llegado a su límite máximo para 1939. Lasfuerzas que se oponían a una mayor ampliación eran demasiado poderosaspara poder superarlas».

La tesis de Baran y Sweezy de que el gasto público civil «casi había lle-gado a su límite máximo» para el final del New Deal hacía referencia bási-camente a las compras del Gobierno no destinadas a defensa en porcenta-je del PIB. Estas constituyen casi la totalidad de la contribución directa delGobierno al bienestar de la población, incluidos la educación pública, lasvías y carreteras, la sanidad, los servicios sanitarios, el agua, los servicioseléctricos, el comercio, la conservación, las actividades de recreo, la policíay los bomberos, los tribunales, las prisiones, los legisladores, el poder eje-cutivo, etc. Para 1939, argumentaban Baran y Sweezy, todos esos elemen-

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Gráfico 1: Gasto no-defensivo de las administraciones (federal, estatales y loca-les) e inversiones brutas en porcentaje del PIB, 1929-2007

Fuente: Bureau of Economic Analysis, National Income and Products Account, tabla 1.1.5(Producto Interior Bruto), y tabla 3.9.5 (Gastos gubernamentales de consumo e inversionesbrutas).

Porc

enta

je

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tos cruciales de gobierno en su conjunto habían llegado a su máxima pro-porción del PIB dada la estructura de poder del capitalismo monopolistaestadounidense.9

Es de señalar que la tesis de Baran y Sweezy del techo del gasto públi-co civil se ha visto confirmada en los más de cuarenta años transcurridosdesde su formulación (véase el gráfico 1). El consumo civil de las adminis-traciones y las compras de inversión en porcentaje del PIB aumentaronhasta el 14,5% del PIB en 1938 (14,4% en 1939), disminuyeron durantela década de 1940 debido a la gran expansión del gasto militar durante laSegunda Guerra Mundial, y después recuperaron el terreno perdido en lasdécadas de 1950, 1960 y principios de la de 1970. El gasto público civilen consumo e inversión llegó a su nivel más alto del 15,5% de la rentanacional en 1975 (y descendió en 1976 a su segundo registro histórico del14,9%), para después estabilizarse en alrededor del 14% desde finales dela década de 1970 hasta el presente. En 2007, el consumo gubernamentalno destinado a defensa y las compras de inversión constituyeron el 14,6%del PIB, ¡casi exactamente el mismo nivel que en 1938-1939!

Las razones de eso son simples. Más allá de un nivel mínimo, los inte-reses inmobiliarios se oponen a la vivienda pública; los intereses de la sani-dad privada y de los profesionales médicos se oponen a la sanidad públi-ca; las compañías de seguros se oponen a los programas públicos deseguros; los intereses de la educación privada se oponen a la educaciónpública, etc. Las grandes excepciones a eso dentro del gasto público civilson las carreteras y las prisiones, además del gasto militar. «El tema sepuede elucidar», escribían Baran y Sweezy,

atendiendo simultáneamente a dos partidas presupuestarias como, por ejemplo,

vivienda y sanidad. Son muy pocos quienes hoy en día se oponen a un modesto pro-

grama de vivienda pública y, por supuesto, todo el mundo está a favor, al menos, de

que se gaste lo suficiente en sanidad como para controlar las enfermedades epidé-

micas. Sin embargo, más allá de un cierto nivel, empieza a surgir la oposición en

ambos casos; al principio, la de los intereses inmobiliarios a los programas de vi-

vienda y la de los intereses de la profesión médica a los programas públicos de aten-

ción sanitaria. Aun así, es de suponer que los intereses inmobiliarios no tienen nin-

guna razón especial para oponerse a la atención sanitaria, ni los médicos tienen

razón especial para oponerse a la vivienda. Sin embargo, una vez que ambos han

iniciado la oposición a nuevos incrementos en sus respectivos ámbitos, es posible

que no tarden en encontrar que va en interés de ambos sumar fuerzas para oponer-

se tanto a más programas de vivienda como a más sanidad pública. Así pues, la opo-

sición a cada punto individual crece con mayor rapidez cuando se atiende a dos de

estos, y aumenta con la mayor rapidez posible si pensamos en un aumento en todos

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los puntos del presupuesto en general. Podría decirse de manera figurada que, si

atendemos a un solo punto, la oposición crece en proporción a la cantidad del

aumento presupuestario, mientras que, si atendemos a todos los puntos, la oposi-

ción crece en proporción al cuadrado del aumento.10

El hecho de que el techo al gasto público en el sistema estadounidensesea una barrera política más que económica se demuestra por los nivelesnotablemente diferentes de gasto público en porcentaje del PIB de los paí-ses capitalistas avanzados. La tabla 2 presenta datos comparativos para lospaíses del G-7 más Suecia en 2007. El gasto público total (columna 1)incluye tanto (a) las compras directas de las administraciones, que sesuman directamente al total de la demanda agregada, como (b) los gastosque redistribuyen rentas y capital dentro de la economía, como son lospagos de intereses, los pagos de transferencia por seguro social, los subsi-dios agrícolas y los subsidios a la inversión.11 El gasto real o de consumofinal de las administraciones (columna 2) representa el mayor componen-te de la parte correspondiente a las compras de las administraciones de lacolumna 1, e incluye el consumo con fines militares. Los pagos de transfe-rencia de la Seguridad Social (columna 3) engloban la totalidad de los pla-nes de seguros sociales que dan cobertura al conjunto de la comunidad,componente principal del gasto social. Los datos relativos al gasto militar(columna 4) proceden de la Base de Datos de Gasto Militar [Military Spend-ing Database] del Instituto de Investigación de la Paz Internacional de Esto-

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Tabla 2: Componentes seleccionados del gasto público en porcentaje del PIB,países del G-7 más Suecia, 2007

Gasto público Consumo final de Pagos de trans- Gasto militar público en administraciones ferencia de la en % del PIB% del PIBa en % del PIBb Seguridad Social (2006)

en % del PIBSuecia 52,6 25,9 15,3 1,5Francia 52,4 23,1 17,4 2,4Italia 48,5 19,8 17,3 1,8Reino Unido 44,6 21,6 12,8 2,6Alemania 43,9 18,0 17,3 1,3Canadá 39,3 19,3 9,9 1,2Estados Unidos 36,6 16,0 12,1 4,0Japón 36,0 17,7 11,4 1,0

a. Los datos de la OCDE para Canadá, Japón y los Estados Unidos corresponden a 2006.b. Las cifras de consumo final incluyen los gastos de consumo militar.

Fuentes: (columnas 1-3) Organización de Cooperación y Desarrollo Económico, OECD in Figu-res, OCDE, París, 2008, pp. 57-58; (columna 4) Instituto de Investigación de la Paz Internacio-nal de Estocolmo, SIPRI Military Expenditure Database, http://www.sipri.com.

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colmo (SIPRI), y corresponden al año 2006. (Nota: las columnas 2, 3 y 4no se suman a la columna 1, sino que se trata de componentes selecciona-dos de esta última. No se incluyen algunos otros componentes del gastopúblico total tales como la formación de capital, los pagos de intereses yotros pagos de transferencia.)

Al examinar las cifras, está claro que los Estados Unidos cuentan con elmenor consumo público final (que incluye el consumo militar) en porcen-taje del PIB, y están entre los de menor gasto público y pagos de transfe-rencia por seguro social en porcentaje del PIB. Los Estados Unidos tambiéngastan una mayor proporción de su renta nacional en los militares. El gastopúblico real o de consumo de las administraciones estadounidenses menosel consumo militar supuso tan solo el 11,8% del PIB en 2007. Es evidenteque los Estados Unidos cuentan con un amplio margen para expandir elgasto público civil y los pagos de transferencia por seguro social. El techoa tales gastos en porcentaje de la renta nacional refleja más bien la estruc-tura de poder de la sociedad estadounidense, incluida la relativa debilidadorganizativa del trabajo y la fuerza relativa del gran capital. Los EstadosUnidos, a pesar de su carácter formalmente democrático, están firmemen-te en manos de una oligarquía acaudalada que probablemente sea la clasedominante más poderosa de la historia.

Todo ello es inseparable del papel de potencia imperial de los EstadosUnidos y del efecto que eso tiene sobre la estructura de poder nacional. Elgasto militar reconocido (Oficina de Gestión y Presupuesto u Office ofManagement and Budget) de los Estados Unidos en 2007 fue de 553.000millones de dólares (4% del PIB), mientras que el gasto militar real esta-dounidense fue de 1 billón de dólares (7,3% del PIB). El consumo federaly las compras de inversión no destinados a defensa en 2007 fueron, segúnla Oficina de Análisis Económico, menos de la mitad del consumo y lascompras de inversión federales destinados a defensa.12

Por lo tanto, nuestro argumento es sencillo. Dado que durante más de sietedécadas ha existido un techo político a las compras civiles de las administra-ciones estadounidenses en porcentaje del PIB, es improbable que eso varíe sinuna masiva lucha, una lucha en realidad social-transformadora, a pesar de laexistencia de una Administración relativamente progresista y de la peor crisiseconómica desde la Gran Depresión. Incluso la mayor crisis medioambientalen la historia de la civilización, que amenaza la vida en todo el planeta, es pocoprobable que produzca una respuesta lo bastante contundente por parte delGobierno sin poner antes patas arriba el sistema estadounidense. Las fuerzasque reprimen el gasto público civil son demasiado fuertes como para verseafectadas por nada que no sea una gran revuelta en la sociedad.

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Por supuesto, la historia del capitalismo estadounidense desde laSegunda Guerra Mundial podría sugerir que el recurso más probable dequienes están al mando en estas nefastas circunstancias sería intentar esti-mular la economía mediante un extraordinario aumento del gasto militar.El hecho de que la entrante Administración Obama ya haya hecho públi-cos los planes de mantener el actual presupuesto militar y ampliar la gue-rra en Afganistán tan solo alimenta dicha inquietud.13 Por eso, es impres-cindible que la izquierda redoble sus esfuerzos por oponerse al militarismoy exija que los recursos se destinen a usos civiles.

Al mismo tiempo, la idea de que el gasto militar puede aportar un estí-mulo económico efectivo en las actuales circunstancias resulta dudosaincluso para algunos sectores de la clase dirigente. Para empezar, el gastomilitar estadounidense se encuentra ya en niveles de guerra activa y repre-senta la mitad (o más) del gasto militar mundial. Se podría decir que ten-dríamos que retroceder a la antigua Roma para encontrar una situacióncomparable de dominio militar. No estamos en 1939-1941, cuando losEstados Unidos tuvieron que elevar su gasto militar prácticamente desde lanada. Doblar o triplicar el gasto militar en estos momentos supondría quelos Estados Unidos gastarían dos o tres veces la cantidad que el resto delmundo dedica a guerras y preparativos para la guerra (suponiendo que lasdemás naciones mantuvieran sus niveles actuales de gasto militar). Esoresultaría políticamente difícil, tanto en el plano mundial, donde las otrasgrandes potencias con las que los Estados Unidos deben colaborar ya estánalarmadas por el unilateralismo de este país, como en el plano nacional,donde los medios de comunicación falderos del país tendrían problemaspara explicar la lógica de dirigir una parte mayor de la economía hacia elmilitarismo mientras la calidad de vida se desploma.

Lo más importante tal vez sea que la idea de que el aumento del gastomilitar sería un estímulo efectivo para equilibrar la economía ha sido repu-diada por los economistas, incluso los de la corriente principal, que seña-lan que los aumentos marginales de los gastos de «defensa» tienen un efec-to mucho menos positivo en el empleo que la mayoría de los gastos civiles,dado el carácter intensivo en tecnología del moderno gasto militar, asícomo el hecho de que una gran parte de las compras se hacen en el exte-rior.

Por eso, el principal impacto que tendría doblar el gasto militar esta-dounidense sería el de aumentar enormemente la probabilidad de mayoresy más extensas guerras y de destrucción de la civilización humana. Comoescribió C. Wright Mills, «la causa inmediata de la Tercera Guerra Mundiales la preparación militar de esta».14 Incluso es posible que algunos miem-

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bros de la clase dirigente se negaran a ello en vistas de la amenaza quesuponen un mayor recurso a la guerra y los preparativos de guerra en unaépoca de proliferación nuclear.

Si tenemos razón en eso, y esperamos que así sea, entonces el aumen-to del gasto público para responder a la crisis será básicamente una cues-tión de aumento del gasto civil. Dicho gasto se destinará básicamente alprincipio a operaciones de salvamento o rescate. Esos esfuerzos de salva-mento, tan cruciales para el capital, se legitimarán mediante programasmás reducidos de obra pública destinados a la población subyacente. Elaumento del gasto público en su conjunto se concebirá como una medidafundamentalmente temporal, de estímulo, en lugar de como un aumentopermanente del nivel de gobierno. Aunque el aumento del gasto federal esposible que sea notable en términos presupuestarios, es poco probable quelogre compensar el descenso del consumo, de la inversión y del gasto delas administraciones estatales y locales. Con el conjunto de la economíasecándose como una esponja, es probable que gran parte del gasto públi-co destinado a reflotar la esponja a niveles de renta más altos lo absorba lapropia esponja, como sucedió en la década de 1930, y sus efectos visiblessean pocos. En consecuencia, la recuperación se verá contenida y la econo-mía, sometida ya a problemas de estancamiento y desapalancamientofinanciero, continuará debilitándose.15

Si se produce, es de esperar que el regreso al tipo de programas socia-les asociados al verdadero o segundo New Deal se produzca solo más tarde,después de los esfuerzos de salvamento iniciales. Además, es improbableque ese tipo de programas se materialice en una gran extensión a menosque se produzca una revuelta desde abajo de escala al menos igual a la demediados de la década de 1930. Los trabajadores deben renacer de nuevode sus cenizas. Solo un cambio muy radical en la política estadounidensecomo consecuencia de una sustancial marejada de fondo desde abajopodrá elevar significativamente el techo del gasto público civil.

En tales circunstancias, es responsabilidad específica de la izquierdaimpulsar, no solo la organización militante de la población de base, sinotambién el tipo de cambios que, en contra de la lógica del sistema y basa-dos en la expansión de lo público, contribuirán sustancialmente a mejorarlas condiciones de vida de los de abajo. En cuanto a las reivindicaciones,estas deben incluir, para empezar: (1) que el Gobierno asuma la responsa-bilidad de proporcionar un trabajo útil con un salario digno a todos cuan-tos lo necesiten, utilizando las cualificaciones de las que ya disponen; (2)que el seguro de desempleo aumente más allá de sus inadecuados límitesactuales; (3) que las personas en peligro de perder la vivienda reciban

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ayuda del Gobierno; (4) que se emprenda un programa intensivo devivienda a favor de las personas sin techo o con viviendas de pésima cate-goría (que incluya asistencia en el pago de la hipoteca y ayudas a los arren-datarios); (5) que se establezca un sistema impositivo realmente progresi-vo, que incorpore un impuesto sobre el patrimonio; (6) que seincrementen los vales de alimentos y los programas alimentarios para lospobres, junto con otras prestaciones de bienestar y un acceso más fácil aestas; (7) que se proporcione a toda la población un seguro sanitario nacio-nal (con un único pagador); (8) que los fondos de pensiones estén garan-tizados por el Gobierno; (9) que la Seguridad Social crezca y se suprimanlos impuestos regresivos sobre las nóminas; (10) que se supriman las leyesque restringen la sindicalización; (11) que se eleve el salario mínimo fede-ral; (12) que se introduzca la semana laboral de 30 horas; (13) que se pro-mueva un programa de transporte público para toda la nación; (14) que seaumenten y se extiendan notablemente los sistemas de comunicaciones detitularidad y control públicos de toda la nación; (15) que se incremente almáximo la financiación de la educación pública; y (16) que se eleve fuer-temente la protección del medioambiente, en línea con la revolución eco-lógica que tan necesaria es actualmente para salvar el planeta.16

Por supuesto, dada la estructura de poder existente en la sociedad esta-dounidense y las siete décadas que dura ya el techo a las compras civilesde las administraciones en porcentaje del PIB, todo eso puede sonar comouna quimera. Nuestro mensaje es que, efectivamente, lo es, a menos que selogre alterar la estructura de poder de la sociedad estadounidense. Solo unmovimiento de reforma tan radical que parezca revolucionario dentro delcontexto del orden económico y social existente en los Estados Unidos yque reduzca fundamentalmente el ámbito de operación del mercado capi-talista tiene alguna oportunidad de mejorar sustancialmente las condicio-nes de la mayoría de las personas que conforman la sociedad. No hace faltadecir que, para que una lucha así triunfe, la gente deberá tener una buenanoción de las cosas reales por las que luchar porque eso es lo que afectarámaterialmente a sus vidas.

Todos esos logros solo se alcanzarán con una enorme lucha de clasesimpulsada desde abajo. Aunque se alcancen, hemos de subrayar que tam-poco acabarán con los males del capitalismo, ni con los peligros que esteplantea al mundo y a su población. Al final, no existe otra respuesta realque desmontar piedra por piedra el propio sistema capitalista y reconstruirtoda la sociedad según principios socialistas. Eso es algo que la gran mayo-ría de la población aprenderá sin duda en el transcurso de las luchas porun mundo más igual, más humano, más colectivo y más sostenible. Mien-

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tras tanto, ha llegado la hora de empezar a organizar una revuelta contra eltecho impuesto por la clase dominante al gasto público civil y al bienestarsocial en la sociedad norteamericana.

(21 de diciembre de 2008.)

Notas

1. La cuestión de un «nuevo New Deal» a la vista del estancamiento cada vez más profundodel capitalismo estadounidense no es nueva. Véase Harry Magdoff y Paul M. Sweezy, «ANew New Deal?», Monthly Review, vol. 33, nº 9, febrero de 1982, pp. 1-10. Sobre la actu-al crisis económica, véase John Bellamy Foster y Fred Magdoff, The Great Financial Crisis,Monthly Review Press, Nueva York, 2008.

2. Associated Press, «Obama Team Weighs Up to $850 billion Economic Jolt», 18 de diciem-bre de 2008.

3. Alvin H. Hansen, Fiscal Policy and Business Cycles, W.W. Norton, Nueva York, 1941, pp. 85-87.

4. David Milton, The Politics of Labor: From the Great Depression to the New Deal, MonthlyReview Press, Nueva York, 1982.

5. Harry Magdoff y Paul M. Sweezy, «The Responsibility of the Left», Monthly Review, vol. 34,nº 7, diciembre de 1982, pp. 6-9; Nick Taylor, American-Made, Bantam, Nueva York, 2008;«FDR’s New Deal Blueprint for Obama», CBS News, 14 de diciembre de 2008,http://www.cbsnews.com.

6. Allan H. Meltzer, A History of Federal Reserve, vol. 1, University of Chicago Press, Chicago,2003, p. 521; Dean L. May, From the New Deal to New Economics, Garland, Nueva York,1981, pp. 91-113, 122; Hansen, Fiscal Policy and Business Cycles, p. 88. En respuesta enparte a la recesión de 1937, la Seguridad Social se estableció como un «sistema de reparto».

7. May, From the New Deal to New Economics, pp. 147-148; John Kenneth Galbraith, Money:Whence It Came, Where It Went, Houghton Mifflin, Boston, 1995, pp. 232-236; Richard V.Gilbert, George H. Hildebrand jr., Arthur W. Stuart, Maxine Y. Sweezy, Paul M. Sweezy,Lorie Tarshis y John Wilson, An Economic Program for American Democracy, Vanguard Press,Nueva York, 1938. Hubo otros autores que colaboraron en An Economic Program for Ame-rican Democracy y que no pudieron firmar por diversas razones como, por ejemplo, elhecho de trabajar para el Gobierno, entre ellos, Alan Sweezy y Emile Despres. «Interviewof Paul M. Sweezy», en David C. Collander y Harry Landreth (eds.), The Coming of Keynes-ianism to America, Edward Elgar, Brookfield (Vermont), 1996, p. 81.

8. John Kenneth Galbraith, American Capitalism, Houghton Mifflin, Boston, 1952, p. 69.9. Paul A. Baran y Paul M. Sweezy, Monopoly Capital, Monthly Review Press, Nueva York,

1966, pp. 151-161 (trad. castellana: El capitalismo monopolista, Ed. Anagrama, Barcelona,1969).

10. Baran y Sweezy, Monopoly Capital, p. 164.11. Esas dos categorías de gasto público se conocen en Estados Unidos como gastos exhaus-

tivos y no-exhaustivos (exhaustive y nonexhaustive). Sobre esta cuestión, véase Francis M.Bator, A Question of Government Spending, Collier Books, Nueva York, 1990, pp. 17-46.Sobre la construcción de las cuentas de la OCDE, véase François Lequiller y Derek Bla-des, Understanding National Accounts, Organización para la Cooperación y el DesarrolloEconómicos, París, 2006.

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12. Véase John Bellamy Foster, Hannah Holleman y Robert W. McChesney, «The U.S. Impe-rial Triangle and Military Spending», Monthly Review, vol. 60, nº 5, octubre de 2008, pp.9-13; Bureau of Economic Analysis, National Income and Product Accounts, tabla 3.9.5.

13. «A Fighter’s Jet Fate Poses a Quandary for Obama», New York Times, 10 de diciembre de2008.

14. C. Wright Mills, The Causes of World War Three, Simon and Schuster, Nueva York, 1958,p. 85.

15. Deberíamos señalar que los otros países del G-7 (más Suecia) a los que nos referíamosantes se enfrentan a problemas análogos y parten de niveles más elevados de gasto públi-co en porcentaje del PIB. También ellos están atrapados en la trampa del estancamientoy podrían recurrir al aumento del gasto público para levantar sus economías, aunque seenfrentan a poderosas fuerzas de clase en la cúspide social que limitan la magnitud y ladirección de dicho gasto.

16. Véase Harry Magdoff y Paul Sweezy, «The Coming Crisis and the Responsibility of theLeft», Monthly Review, vol. 39, nº 2, junio de 1987, p. 5.

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Un clásico de la teoría económica críticaque pone en claro la lógica de las crisis enel capitalismo y la tendencia estructural deeste hacia el estancamiento. Editorial Hacer quiso reeditarlo en 2007previendo la proximidad de la crisis quevivimos en la actualidad, porque se tratadel mejor compendio y extensión al sigloXX de la teoría económica de Marx.El libro presenta las tendencias básicas dela dinámica económica y social del sistemade mercado. Expone también la teoríageneral de Sweezy sobre la tendencia delcapitalismo al estancamiento y sus «facto-res contrarrestantes». Ilustra finalmente loshallazgos y atmósfera intelectual con que laizquierda radical de mediados del siglopasado enfrentó la Segunda Guerra Mun-dial y la conexión entre el capitalismomonopolista, las crisis económicas, elimperialismo y el surgimiento del fascismo.Paul M. Sweezy, economista político y acti-vista civil es considerado como el «deca-no» de los economistas radicales estadou-nidenses del siglo XX. Es uno de losfundadores de la revista Monthly Review.

Teoría del desarrollo capitalistaPaul M. SweezyIntroducción de Michael LebowitzColección: Filosofía y ciencias socialesEnc. rústica, 16 x 24 cm, 352 pp.ISBN: 978-84-88711-72-4Precio: 24 €

Editorial Hacer - Clásicos del siglo XX

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Con la referencia en el título a «un sistema fallido», no quiero decir,claro está, que el capitalismo como sistema haya llegado en ningúnsentido al final. Más bien, lo que denomino «un sistema fallido» es

un orden económico y social mundial que presenta cada vez más unafunesta contradicción entre realidad y razón, hasta el punto de que, en laactualidad, amenaza no solo el bienestar humano, sino también la conti-nuación de la mayoría de las formas de vida conscientes del planeta. Trescontradicciones críticas componen la crisis mundial contemporánea queemana del desarrollo capitalista: (1) la gran crisis financiera actual y elestancamiento/depresión; (2) la creciente amenaza de un colapso ecológi-co planetario; y (3) la aparición de una inestabilidad imperial global aso-ciada a los cambios en la hegemonía mundial y a la lucha por los recursos.Todas esas debilidades estructurales del sistema, como podría haber dichoSchumpeter, son producto de los éxitos del capitalismo en el pasado, peroplantean, no obstante, problemas y fracturas catastróficos en el presente.1

Así pues, cómo decidamos actuar hoy en día en respuesta a ese sistemafallido es una de las cuestiones más cruciales que jamás haya afrontado lahumanidad.

Un sistema fallido.La crisis mundial de la

globalización capitalistay su impacto en China

John Bellamy Foster

7

· Artículo publicado en MR, vol. 60, nº 10, marzo de 2009, pp. 1-23. Traducción de JoanQuesada. El presente artículo fue en origen una alocución en la Conferencia Internacionalsobre la Crítica del Capital en la Era de la Globalización, Universidad de Zuzhou, China, 11de enero de 2009.

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La gran crisis financiera y el estancamiento/depresión

La economía mundial centrada en los Estados capitalistas avanzados estáexperimentando con mucho su peor crisis económica desde la GranDepresión. Una gran crisis financiera de una escala nunca vista en los Esta-dos Unidos y los demás Estados capitalistas avanzados desde la década de1930 está provocando un importante declive del crecimiento económicomundial y apunta hacia una posible depresión de ámbito también mun-dial.2 Tan severa es la situación actual que incluso el presidente estadouni-dense George W. Bush, en las observaciones preparadas para la cumbre denoviembre de 2008 de gobernadores de bancos centrales y ministros de fi-nanzas de las economías del G-20, afirmó que la amenaza a la que nosenfrentábamos, si no se emprendían acciones decisivas por parte de losGobiernos, podía ser una «depresión mayor que la Gran Depresión».3

Una forma de comprender la enormidad de la crisis financiera y econó-mica mundial es en términos de lo que ha dado en llamarse El retorno de lateoría económica de la depresión. Ese era el título de un libro de Paul Krug-man, último ganador del Premio Nobel de Economía del Banco de Suecia,escrito inicialmente en respuesta a la crisis asiática de 1997-1998. La obrase ha vuelto a publicar ahora en una nueva edición, que lleva por título Elretorno de la teoría económica de la depresión y la crisis actual.4 Lo que Krug-man quiere decir con dicho título es, por supuesto, el retorno de la econo-mía de John Maynard Keynes en su Teoría general de la ocupación, el interésy el dinero, publicado en 1936 en medio de la Gran Depresión. Todo elmundo estará de acuerdo en que Keynes y su «teoría económica de ladepresión» han vuelto en cierta forma. Sin embargo, ¿cuál es el Keynes queha regresado? Y, si tomamos en serio a Keynes como crítico (aunque limi-tado) del capitalismo, ¿no es acaso necesario regresar aún más hasta elmayor de todos los críticos: Karl Marx?

Es bien conocido que, en su Teoría general, Keynes apuntaba hacia loque él denominaba los «inconvenientes destacados» [outstanding faults] dela economía capitalista: su división enormemente desigual de la renta y suincapacidad para mantener un equilibrio de pleno empleo.5 Esos destaca-dos inconvenientes producían inestabilidad en el proceso de inversión delcapitalismo: el motor de la acumulación. El capitalismo, según Keynes,era un sistema caracterizado por la incertidumbre. La inversión perdía sudinamismo cuando las ganancias esperadas sobre la nueva inversión sedeprimían debido, primordialmente, a la restricción presente y previstade la demanda. Al desaparecer las salidas para la inversión, el capital sededicaba a la especulación, lo que daba lugar a burbujas de activos que

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generaban inestabilidad financiera y presagiaban crisis más graves en elfuturo.

La principal doctrina que desafiaba Keynes era la ley de Say según lacual la oferta crea su propia demanda. La economía ortodoxa, afirmabaKeynes, jamás se había liberado de ese error e, implícitamente, asumía ensus análisis básicos que «el sistema económico siempre operaba a plenacapacidad». Eso significaba que el enfoque ortodoxo era «incompetentepara abordar los problemas del desempleo y el ciclo económico [tradecycle]».6 La tendencia que dominaba en el capitalismo moderno, pensabaél, era el viraje hacia un equilibrio con desempleo y un sustancial excesode capacidad. Keynes, que defendía el sistema pero era partidario de polí-ticas que fueran más allá de lo que la propia clase capitalista estaba dis-puesta a aceptar, proponía como solución a esos problemas la «eutanasiadel rentista», un descenso sustancial de la parte de las rentas que corres-pondía al capital y «una socialización integral, en cierto grado, de la inver-sión».7 También señalaba la necesidad de reforzar el gasto civil del Gobier-no para cubrir el hueco de la demanda efectiva y hacer avanzar la economíahacia un equilibrio de pleno empleo. Y defendía unos controles limitadosde los movimientos internacionales de capitales.

Al referirse a su análisis como «teoría general», Keynes distinguía entreesta y la teoría neoclásica ortodoxa, a la que se refería como un «caso espe-cial», cuyas características «resultan no ser las de la sociedad económica enla que en realidad vivimos» y que, por lo tanto, conducía a resultados queeran «engañosos y desastrosos».8

La realidad de la Gran Depresión convenció a muchos economistas yobservadores empresariales de finales de la década de 1930 de que Keynestenía razón, y provocó la generalización de las referencias a la «revoluciónkeynesiana». Sin embargo, las propuestas de Keynes relacionadas con laestimulación de la demanda efectiva a través del gasto civil del Gobiernono se aplicaron directamente en la década de 1930, y fue la Segunda Gue-rra Mundial la que sacó a los Estados Unidos y otras economías capitalis-tas avanzadas de la Gran Depresión. Después de la guerra, el análisis deKeynes se vio rebajado por figuras tales como Paul Samuelson, del MIT,que llevaron a lo que a veces se denominó la «síntesis neoclásico-keynesia-na» o, con mayor frecuencia, la «síntesis neoclásica». En dicha síntesis quela colega más joven de Keynes, Joan Robinson, apodó de manera célebrecomo «keynesianismo bastardo», se excluían todas las ideas más revolucio-narias de Keynes y su análisis se reincorporaba a la teoría clásica de modosubordinado.9 Los economistas ortodoxos llegaron a la conclusión de queera posible una gestión efectiva de la economía capitalista mediante el ajus-

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te de las políticas monetarias y fiscales, con especial énfasis en las prime-ras. Eso era posible porque, una vez más, se asumía implícitamente que laeconomía se comportaba de acuerdo con la ley de Say y avanzaba natural-mente hacia un equilibrio de pleno empleo, redefinido ahora como «tasanatural de desempleo». La globalización neoliberal, la desregulación, lasupresión de toda restricción al movimiento de capitales, la creación denuevas y sofisticadas arquitecturas financieras, todo ello se veía como cons-titutivo de la esencia de toda la lógica económica en una escala mundial.

De ahí que, en la década de 1970 (y aún más tras la crisis de estanfla-ción de dicha década), Keynes había quedado relegado a una «teoría decaso especial de la economía de la Depresión», aplicable únicamente cuan-do la política monetaria ya no podía usarse efectivamente para potenciar laeconomía.10 No obstante, dicha condición ya no se consideraba relevante,ya que, tal y como declaró el economista de la Universidad de ChicagoRobert Lucas en su alocución presidencial de 2003 a la American Econo-mic Association, el problema de la depresión e, incluso, del ciclo económi-co estaba esencialmente resuelto. Esa opinión la repetía en 2004 Ben Ber-nanke, entonces gobernador de la junta de la Reserva Federal y ahorapresidente de esta. Para Bernanke, la Gran Depresión ya no era objeto deinterés teórico; el problema a resolver era más bien la «Gran Moderación»,es decir, la reducción de la volatilidad de la economía capitalista en lasdécadas de 1980 y 1990. Lo que había que investigar, sostenía, eran lasrazones del fin efectivo del ciclo económico, que él atribuía a una políticamonetaria más sofisticada, inicialmente surgida de las ideas del monetaris-mo de Milton Friedman.11

Hoy en día, se considera que figuras como Krugman desafían en parteesas conclusiones y representan el regreso de la teoría económica keyne-siana. Sin embargo, no se trata de un regreso a Keynes en el sentido de sucrítica teórica general de los fallos fundamentales del capitalismo. Es másbien un regreso al keynesianismo como «caso especial» de «teoría econó-mica de la depresión», cuando la política monetaria es inefectiva y es nece-sario otorgar prioridad a una política fiscal expansiva.12 No se desafía en símisma la preponderancia de la economía neoclásica, que envileció y su-bordinó la visión ligeramente crítica del capitalismo de Keynes. Tampocose cuestiona el capitalismo. Más bien, se asume que hubo fallos en la polí-tica monetaria y en los sistema de regulación que han arrastrado a la eco-nomía nuevamente al «caso especial» de la «economía de la depresión»keynesiana.

Por eso, lo que Keynes denominó los «inconvenientes destacados» dela economía capitalista apenas se abordan como tales. Su biógrafo más

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difundido (y reaccionario) presenta a Keynes como un gran «remediador»y poca cosa más.13 La política que de ahí resulta pone el énfasis en el estí-mulo fiscal, una leve redistribución de las rentas, unas nuevas regulacionesfinancieras y unas reformas internacionales en el comercio de divisas. Lacrisis se aborda como una especie de shock externo (o, como dice Krug-man, la propagación de un virus desconocido).14 La gravedad del empeo-ramiento económico podría sugerir que lo que ahora está operando sondeterminadas fuerzas a largo plazo (más que los factores normales del cicloeconómico). Sin embargo, el hecho de que el capitalismo sea un sistemahistórico inherentemente contradictorio, que muestra una irracionalidadcada vez mayor en sus últimos estadios, es una cuestión completamentevedada para los economistas ortodoxos, incluso para aquellos teóricossupuestamente situados a la izquierda del centro, como Krugman y JosephStiglitz.

Parte del problema es que, aunque el pensamiento de Keynes erademasiado radical para el sistema que él pretendía defender, al mismotiempo no era lo bastante radical. No explicaba completamente las con-tradicciones presentes en el núcleo del capitalismo. Para una teoría verda-deramente general de la acumulación y la crisis bajo el capitalismo, Marxy la economía política posterior en la tradición de Marx siguen siendocruciales. Para Marx, la esencia del capitalismo radicaba, según su famo-sa abreviatura, en la relación D-M-D’. El capitalismo era un sistema en elque el capital dinerario (D) se intercambiaba por mercancías (M) que setransformaban en nuevas mercancías mediante la producción, que des-pués se vendían nuevamente por más dinero D’ (o D + �D, es decir, laplusvalía). La naturaleza de dicho proceso era tal que no tenía fin. El D’se reinvertía en el próximo periodo de producción, con el objeto de obte-ner D’’ al final, y así sucesivamente ad infinitum.15 Cualquier interrupciónde la acumulación incesante de capital en ese sentido apuntaba hacia unacrisis. Además, la propia existencia de un sistema organizado de esamanera hacía posible que se produjera una crisis por escasez de demandaefectiva. Para Marx, nunca hubo duda sobre cuál era la raíz de las crisiseconómicas capitalistas. «La última razón de todas las crisis verdaderasserá siempre la pobreza y la limitación del consumo de las masas frente alinstinto de la producción capitalista de desarrollar las fuerzas productivascomo si solo la capacidad absoluta de consumo de la sociedad constitu-yera su límite».16

Con respecto a la expansión financiera y las crisis financieras, Marxescribió en el volumen 3 de El capital que toda la «esfera de la producciónpuede quedar saturada de capital», con la consecuencia de que las ganan-

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cias entran cada vez más en la esfera de la especulación. «[S]i esta nuevaacumulación [de capital especulativo]», escribía,

tropieza en su empleo con dificultades, con deficiencias en la esfera de la inversión,

se dará una saturación de las ramas de producción y un excedente de la oferta de

capital a préstamo, y esta plétora del capital-dinero a préstamo no hará más que

indicar los límites de la producción capitalista. Las simulaciones de créditos que se

presenten mostrarán que no existe obstáculo positivo para el empleo de este capital

excedente, pero que sí existe un obstáculo motivado por las leyes del incremento

del capital, que ponen límites a su valoración como capital.17

Esas «simulaciones de créditos», que aparecen con el giro hacia el capi-tal-dinero (representado por Marx como D a D’) como base de la acumu-lación de riqueza, preceden inevitablemente a la quiebra. «El negocio estámuy sano y la campaña florece en grado sumo, hasta que de pronto se pro-duce la catástrofe». Para Marx, no había nada más natural que una crisis deliquidez en una situación de ralentización económica en la que el capitalsiente un hambre insaciable de dinero en efectivo. Imitando el Salmo 42,escribió que el capitalista desea y acapara dinero de todas las maneras:«Como el ciervo brama anhelando el agua fresca, brama ahora el alma delburgués anhelando dinero, la única riqueza».18

No obstante, si Marx constituye el punto de arranque de una teoríageneral del capitalismo y las crisis, su análisis no incluye muchos de losproblemas específicos de hoy en día, dada la evolución histórica del siste-ma desde su época. Para los marxistas, comenzando por Hilferding, Leniny Luxemburg, la evolución histórica del sistema a comienzos del siglo XX

se entendió primordialmente en términos del desarrollo de un nuevo esta-dio del capitalismo, al que a menudo se denominaba capitalismo monopo-lista. Eso reflejaba el hecho de que el cambio más significativo en la estruc-tura del capitalismo en el siglo XX surgió de lo que Marx llamaba laconcentración y la centralización de la producción, lo que dio lugar a laaparición de las empresas gigantes y el sistema de crédito moderno.

El intento más ambicioso y sostenido de desarrollar un análisis decómo la acumulación de capital se vio alterada con la economía de lasempresas gigantes fue el llevado a cabo por Michael Kalecki, Josef Steindl,Paul Baran, Paul Sweezy y Harry Magdoff. Kalecki fue un economista mar-xista polaco que también desempeñó un importante papel en la revoluciónkeynesiana, después de introducir la mayoría de las innovaciones funda-mentales que se asocian con la teoría general de Keynes antes que el pro-pio Keynes. Steindl fue un economista austriaco que trabajó con Kalecki en

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el Instituto de Estadística de Oxford durante la Segunda Guerra Mundial.19

Sus trabajos fueron ampliados hasta convertirse en un análisis del papel delEstado y fue popularizado por la obra de Paul Baran y Paul Sweezy, Mono-poly Capital: An Essay on the American Economic Order [El capital monopo-lista: un ensayo sobre el orden económico estadounidense], de 1966.20 Esaperspectiva teórica se aplicó más tarde a la economía mundial y al estanca-miento sigilosamente creciente de las décadas de 1970, 1980 y 1990, enuna serie de obras de Sweezy y Magdoff. Estos pensadores sostenían que laeconomía capitalista no tendía por naturaleza hacia un crecimiento rápi-do.21 Eran necesarios unos «factores evolutivos» de naturaleza histórica,bastante específicos, para que se produjera un fuerte crecimiento duranteun periodo dado.22 Eso era especialmente cierto de un sistema dominadopor el capital monopolista, en el que la formación de precios y las ganan-cias monopolistas estaban asociadas a ciertas restricciones a la acumula-ción. El principal problema de la acumulación para las corporacionesmonopolistas era encontrar suficientes salidas de inversión para los enor-mes y cada vez mayores excedentes de que disponían. A falta de nuevosfactores históricos que aumentasen las salidas de inversión y absorbieran elcapital excedente, el sistema de acumulación tendía a ahogarse. Por eso, «elestado normal de la economía capitalista monopolista», afirmaban Baran ySweezy, era «el estancamiento».23

En las décadas inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mun-dial, los Estados Unidos y las demás economías capitalistas avanzadas expe-rimentaron un periodo de prosperidad, más tarde descrito como la «Edadde Oro». Este se basó en el estímulo procedente de factores históricos como(1) un elevado nivel de liquidez de los consumidores inmediatamente des-pués de la guerra; (2) la reconstrucción de las economías europeas y japo-nesa, devastadas por la guerra; (3) una segunda gran ola de automoviliza-ción (que incluyó el impulso a las industrias del caucho, el acero y el vidrio,la construcción del sistema de autopistas interestatales y la urbanización delpaís según un modelo de zonas residenciales en los alrededores de las ciu-dades); (4) el incremento de las campañas de ventas en forma de expansiónde la publicidad y de otras formas de dispendio vinculadas a la venta; y (5)un elevado gasto militar ligado a dos guerras regionales en Asia. Sin embar-go, en la década de 1970 todos esos factores que compensaban la tenden-cia al estancamiento estaban básicamente en declive. La consecuencia fueuna rápida ralentización de la economía. La inversión neta descendió en losEstados Unidos, y la mayor parte de la inversión que tenía lugar se nutríade los fondos de amortización de las empresas. En esa situación, hacía faltauna nueva salida a los excedentes (ganancias) de las corporaciones.

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Esta apareció en la década de 1970, y creció aún más en las de 1980 y1990 por medio, primordialmente, del desarrollo del sistema financiero, enuna escala y con una duración que carecían de cualquier precedente histó-rico. El capital, a falta de salidas para la inversión, fluyó cada vez más haciala especulación financiera, mientras que la llamada industria de serviciosfinancieros lograba encontrar una y otra vez nuevos instrumentos paraabsorber dicho capital. Hyman Minsky, economista de orientación socialis-ta inspirado por Keynes, e influido por Kalecki y Hansen, al observar esosnuevos desarrollos formuló su ahora conocida tesis de que la inestabilidadfinanciera es una «parte ineludible» de capitalismo desarrollado. El análi-sis de Minsky se basaba en la idea de Keynes de que había un defecto enel proceso de acumulación del capitalismo que estaba vinculado a la crea-ción de burbujas especulativas que incrementaban los precios de activossobre la base de una «economía real» deprimida.24 Sin embargo, Keynes yMinsky lo entendían como un fenómeno que se producía en gran medidaen la cúspide de un boom.

Por el contrario, Magdoff y Sweezy sostenían, ya en la década de 1970,que existía un «descenso a largo plazo de la liquidez» que procedía delsupuesto «“éxito” en el control de ciclo económico». La consecuencia eraque la economía estadounidense se enfrentaba al creciente problema deuna cada vez mayor «corrección de la deuda» [debt-squeeze out] que exigi-ría que el valor real y el valor nominal volvieran a concordar. Cuanto másse hinchara la deuda sin experimentar una gran contracción, mayor se iríahaciendo el problema.25 Increíblemente, ese proceso de expansión financie-ra se mantuvo durante décadas, con tan solo algunos ajustes crediticiosrelativamente poco importantes, o «restricciones del crédito», hasta la grancrisis financiera de 2007-2009.

En el título de una de sus obras, Magdoff y Sweezy denominaron a esacontradicción a largo plazo «estancamiento y explosión financiera», y sos-tenían que existía una «unión simbiótica» entre ambos.26 Finalmente, a eseproceso a largo plazo de explosión financiera se lo describiría como la«financialización» de la economía capitalista, y se consideró que el capitalmonopolista se había transformado en capital «monopolista-financiero».La economía se volvió cada vez más dependiente de la inflación de unaburbuja financiera tras otra. La deuda total en relación al PIB de la econo-mía estadounidense aumentó desde el 151% en 1959 al 373% en 2007, yla calidad de la deuda decreció a medida que aumentaba la cantidad. Sinembargo, la economía real mostraba una tolerancia cada vez más adictiva—la necesidad de más incluso para obtener un efecto de decrecimiento—a la expansión de la deuda. En la década de 1970, el aumento del PIB esta-

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dounidense fue de unos 60 centavos por cada nuevo dólar de deuda; acomienzos de la década de 2000, este había descendido a unos 20 centa-vos por cada nuevo dólar de deuda.27

Un elemento clave para el desarrollo de los Estados Unidos como cen-tro de lo que acabó siendo una financialización mundial del capitalismofue el papel del dólar como divisa mundial hegemónica, lo que esencial-mente permitía a la economía estadounidense imprimir dólares cuando losnecesitaba y tomar prestado del resto del mundo en una escala sin prece-dentes. Eso convirtió a la economía estadounidense tanto en consumidorde último recurso como en centro de acumulación de deuda para el con-junto de la economía mundial. El enorme y creciente déficit por cuentacorriente de los Estados Unidos ha significado que el país ha tenido queimponer a sus socios comerciales (o «atraer») centenares de miles de millo-nes de dólares anuales de inversiones en activos —cada vez más ficticios—de papel* en dólares. El proceso está tocando a su fin debido a la cantidadjamás imaginable de deuda nueva que el Gobierno de los Estados Unidosdebe emitir el próximo año, ya que todas la burbujas anteriores se han idoincorporando a una «burbuja del Tesoro».

Jim Reid, perspicaz analista del Deutsche Bank, escribía a mediados dediciembre de 2008 que «si el 2009 va terriblemente mal, será probable-mente porque se produzca una fuerte presión sobre una de las principalesdivisas o sobre un mercado de bonos del Estado», y sugiere que «el ReinoUnido sigue siendo el caso más vulnerable dentro de los mercados desarro-llados». Dado el débil papel de la libra, una previsión así todavía puedeconsiderarse un acontecimiento económico normal. Sin embargo, aunqueel dólar estadounidense se encuentra sometido a idénticas presiones enuna escala mucho mayor, su papel como medio de pago global y divisa dereserva significa que una fuerte presión sobre este no puede verse como unacontecimiento económico normal, sino solo como un cambio radical enla economía política global.28

En 1997, Paul Sweezy afirmaba que la globalización era una tendenciaa muy largo plazo del capitalismo, cuyo rastro se podía seguir hasta susmismos orígenes en los siglos XV y XVI. Esa tendencia globalizante tuvofuertes efectos en algunos periodos como, por ejemplo, el surgimiento deChina como una de las grandes potencias de la economía mundial. Sinembargo, los fenómenos dominantes que gobernaban la acumulación

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* En inglés, paper assets, que incluyen acciones, bonos, papel comercial, divisas, etc., y se opo-nen a los tangible, que comprenden bienes tangibles tales como tierras, oro, propiedad inmo-biliaria, etc. [T.]

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mundial a finales del siglo XX eran, según Sweezy, el trío formado por: «(1)la ralentización de la tasa global de crecimiento; (2) la proliferación en todoel mundo de corporaciones multinacionales monopolistas (u oligopolis-tas); y (3) lo que podríamos denominar la financialización del proceso deacumulación de capital».29 Claramente, la financialización era el desarrollomás alarmante e inestable. Si el proceso de financialización revirtiera o,incluso, si se ralentizara, sugería Sweezy, el resultado sería un profundoestancamiento. Era difícil decir cuándo sucedería eso. La financialización,afirmaban Magdoff y Sweezy, podía proseguir durante algún tiempo. Aunasí, en algún momento la creciente montaña de deuda superaría la capaci-dad de los Gobiernos capitalistas para intervenir efectivamente como pres-tamistas de último recurso y una avalancha financiera provocaría una cri-sis sin precedentes. Esa gran crisis histórica del capitalismo, surgida deunas condiciones igualmente sin precedentes, no plantearía meramente un«retorno de la economía de la depresión», tal y como lo entendían, demanera muy limitada, los economistas ortodoxos, sino que significaría elcolapso de un régimen de acumulación financializado, con repercusionesmundiales reales y duraderas. La consecuencia más probable a largo plazoera una fuerte ralentización de la tasa tendencial de crecimiento.

Con la gran crisis financiera de 2007-2009 y la aparición del deterioroeconómico más grave desde la Gran Depresión, todas esas previsionesbasadas en la interpretación del desarrollo histórico del sistema se hanhecho realidad. En términos de las condiciones que experimentarán laspoblaciones obreras de todo el planeta como consecuencia de este deterio-ro sin precedentes (solo comparable al de la década de 1930), lo peor estáaún por venir.

Las economías emergentes, donde la crisis tal vez resulte más desgarra-dora, ya están viendo cómo se secan sus mercados de exportación. ParaChina, cuyas exportaciones representaban en 2001-2006 más del 30% delPIB, y cuyas exportaciones netas estaban próximas al 4% del PIB, la con-tracción de los mercados de Estados Unidos, Europa y Japón constituyeuna grave amenaza. China está experimentando actualmente la mayor des-aceleración del crecimiento económico en treinta años. Las exportacioneschinas se han contraído, las ventas de automóviles se han desplomado y elempleo está disminuyendo en las ciudades. Los precios de la vivienda estánbajando en las grandes zonas urbanas y se está produciendo un fuerte des-censo de la inversión en propiedad inmobiliaria, lo que augura una crisisfinanciera mucho mayor. Millones de esa «población flotante» china de tra-bajadores emigrantes que alimentó la industrialización están en paro yregresan a las zonas rurales. Se teme que la fuerte caída del crecimiento

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económico y los amenazadores síntomas de deflación en China arrastren elcrecimiento mundial a cifras cercanas a cero.30 En la medida, no poco con-siderable, en que la explosión financiera global generada por los EstadosUnidos ha contribuido al crecimiento de la economía real china, la implo-sión financiera global generada en los Estados Unidos contribuirá a su con-tracción. Las crisis económicas son endémicas del capitalismo, pero elgrado de desastre económico que afecta al sistema, tal y como muestran lascondiciones en los Estados Unidos, por un lado, y en China, por otro, care-ce ahora de precedentes en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mun-dial, y el fin todavía no se divisa.

La creciente amenaza de un colapso ecológico planetario

Al ocuparme del capitalismo como un sistema fallido, me he centrado enprimer lugar en la crisis económica cada vez más profunda. Sin embargo,no es ese el peor problema mundial. El mayor peligro es la creciente ame-naza de un colapso ecológico planetario. El problema es aquí muchomayor que en el caso de la economía mundial, aunque el sentimiento dealarma y las llamadas a la acción inmediata y en masa están menos exten-didas. Tal y como afirmaba la Fundación Tällberg de Suecia en su informede 2008, Grasping the Climate Crisis: A Provocation [Entender la crisis cli-mática: una provocación]:

El mundo [en la actualidad] se enfrenta al hundimiento del sistema financiero glo-

bal. Las consecuencias son asombrosas y, por todo el mundo, su onda expansiva

asesta los más duros golpes a los pobres. El miedo va en aumento. Habría cabido

esperar en cierto modo que el nivel de preocupación hubiera sido el mismo con res-

pecto al colapso que se avecina de importantes partes del sistema terrestre: rápida

deforestación, sobrepesca, escasez de agua potable y desaparición de los hielos

marinos en el Ártico. Las informaciones sobre ese tipo de acontecimientos y proce-

sos son abundantes, pero el grado de preocupación sigue siendo notoriamente

bajo.31

La amenaza ecológica de mayor gravedad es, por supuesto, el calenta-miento global, que está provocando el cambio climático generalizado, conmúltiples caras y con implicaciones desastrosas para la vida en la Tierra.Sin embargo, en un sentido más general, la crisis ecológica global implicamúltiples problemas y no puede reducirse tan solo al calentamiento global.Todos esos diversos problemas tiene un origen común en la economía

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mundial, incluidos problemas como la extinción de especies, la desapari-ción de selvas tropicales (así como de los ecosistemas selváticos en gene-ral), la contaminación y la destrucción de la ecología marina, la desapari-ción de los arrecifes de coral, la sobreexplotación pesquera, la merma derecursos de agua potable, la devastación de lagos y ríos, la desertización,los residuos tóxicos, la contaminación, la lluvia ácida, el cada vez más cer-cano agotamiento de los recursos de petróleo crudo, la congestión urbana,los perjudiciales efectos de las grandes presas, el hambre mundial, lasuperpoblación, etc. Todas esas amenazas juntas constituyen el mayor des-afío para la supervivencia de la humanidad desde la prehistoria.

La amenaza del calentamiento global se cierne con rapidez. El deshielomarino en el Ártico, que algunos científicos creen que podría quedar librede hielo durante el verano en menos de una década, se ve como una ame-nazadora «alteración del albedo» [albedo flip]: una reducción drástica delreflejo de la radiación solar y una aceleración del cambio climático. Mien-tras tanto, el derretimiento de las capas de hielo de la Antártida Oeste yGroenlandia apunta hacia un «punto de ruptura» [tipping point] irreversi-ble dentro de una década que presagia un aumento de los niveles marinosque acabará por engullir grandes centros de población en zonas bajas. Lacombinación de esos trascendentales puntos de ruptura medioambientalcon mecanismos de retroalimentación positiva que aceleran el cambio cli-mático han convencido a un número creciente de climatólogos de que seráinevitable un cambio climático irrevocable y catastrófico si en la próximadécada no se emprenden acciones para reducir drásticamente las emisio-nes de gases de efecto invernadero.32 La atmósfera está llegando al techo deCO2 y otros gases de efecto invernadero que producirán ese aumentode 2o C de las temperaturas medias globales que el Grupo Interguberna-mental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas eninglés) de las Naciones Unidas ha intentado evitar. Además, mientrasseguimos actuando como si aquí no pasara nada, el mundo sigue unrumbo que bien podría provocar aumentos de la temperatura media globaldos o tres veces superiores en este siglo, lo que augura todo un infiernopara la vida sobre el planeta.33

De hecho, nuevos datos científicos sugieren que un aumento de 2o Csería en sí mismo desastroso, en términos de subida del nivel del mar ydesencadenamiento de diversos mecanismos de retroalimentación que seautorreforzarían y podrían acelerar el cambio climático en todo el sistematerrestre. Eso significa que muchos científicos destacados piensan ahoraque permitir que la concentración de gases de efecto invernadero en laatmósfera se estabilice en 550 partes por millón (ppm), tal y como prevé

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el Informe Stern —una medida que la mayoría de los economistas ortodo-xos consideran como una respuesta «radical» al control de las emisiones decarbono— o, incluso, permitir una concentración de carbono de 450 ppm(lo que se considera coherente con un techo de 2o C de aumento de la tem-peratura media global) acarrearía un riesgo de cambios catastróficos.

James Hansen, director de Instituto Goddard de Estudios Espaciales dela NASA, y otros climatólogos afirman ahora que el objetivo debe ser redu-cir el nivel de carbono atmosférico por debajo de las actuales 387 ppm,hasta las 350 ppm o menos. Eso significa que las emisiones netas de CO2

deben «aproximarse a cero». También son necesarios grandes cambios enel uso de la energía y del suelo, lo que exige una gran reorganización social.Según Hansen y sus colegas, «si el rebasamiento actual de dicho objetivo[de 350 ppm] de CO2, no se produce en breve, existe la posibilidad de queestemos sembrando efectos catastróficos irreversibles». De hecho, «el cons-tante aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero durante tansolo una década más suprime prácticamente la posibilidad de recuperar acorto plazo una composición atmosférica por debajo del nivel de rupturaque desencadenaría efectos catastróficos». El mundo se enfrenta en laactualidad a la perspectiva de dejar irrevocablemente atrás el clima suave yprotector del Holoceno que ha definido las condiciones medioambientalesdurante toda la existencia de la civilización humana.

Todas esas aciagas advertencias de destacados climatólogos se basan enla percepción de las debilidades de la mayoría de los anteriores modelosclimáticos informatizados, que no explican completamente los procesos«lentos» de retroalimentación climática, tales como «el derretimiento delas capas de hielo, la migración de la vegetación y la emisión de GEI [gasesde efecto invernadero] por parte de los suelos, la tundra o los sedimentosoceánicos». Por eso, ahora se admite que el cambio climático puede acele-rarse hasta quedar fuera de control aun con niveles más bajos de acumula-ción de gases de efecto invernadero en la atmósfera de los que previamen-te se suponían. Para llegar a dichas conclusiones, Hansen y sus colegas nose basan «en modelos climáticos, sino más bien […] en pruebas empíricasdel cambio climático pasado y actual», gracias a la utilización de datospaleoclimáticos.34

Si los científicos nos dicen que el tiempo ecológico se está acabando sies que queremos evitar unos catastróficos efectos globales, los economistasortodoxos que se ocupan de la cuestión climática sostienen que aún nosqueda mucho margen de maniobra. William Nordhaus, principal analistaeconómico ortodoxo del calentamiento global en los Estados Unidos, espartidario de una «rampa de políticas climáticas» en la cual, tras unas

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modestas reducciones de las emisiones de gases de efecto invernadero acorto plazo, seguirían unas reducciones más ambiciosas a largo plazo.

Sin embargo, Nordhaus prevé que, en condiciones «óptimas», la con-centración de CO2 en la atmósfera aumentaría hasta unas 480 ppm en2050, 586 ppm en 2100, y hasta las 700 ppm en 2175. En realidad, Nord-haus y otros economistas ortodoxos afirman que los riesgos que represen-ta para el planeta una temperatura media 5o C superior, o más, que la de laépoca preindustrial, que serían las temperaturas provocadas por tales con-centraciones de CO2 en la atmósfera, pueden compensarse mediante inver-siones en otros ámbitos de la economía para la mejora del bienestar. Sinembargo, la realidad es que, en contraposición a lo que dice la teoría eco-nómica burguesa, eso contradice todas las evaluaciones científico-ecológi-cas, y amenaza con una catástrofe absoluta para la civilización humana ypara el planeta tal y como lo conocemos.35

En realidad, solo hay una forma de explicar el hecho de que los econo-mistas ortodoxos sean los principales adversarios ideológicos de una drás-tica reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, aun a ries-go de convertir el planeta en un infierno, y esta es su papel primordialcomo defensores del sistema capitalista y promotores de su búsqueda deganancias y acumulación a cualquier precio. Nada demuestra con tanta cla-ridad lo que John Kenneth Galbraith describía (en el título de su últimolibro) como The Economics of Innocent Fraud [Teoría económica del fraudeinocente]. «El capitalismo, tal y como hoy lo conocemos», ha escrito JamesGustave Speth, antiguo director del Programa de Desarrollo de las Nacio-nes Unidas, «es incapaz de sostener el medioambiente».36 Así pues, acudira la economía ortodoxa en busca de respuestas es un grave error, tal vezfatal, de las políticas actuales.

Los defectos ecológicos fundamentales del sistema capitalista los hanresaltado primordialmente los pensadores procedentes de la economíapolítica crítica de la tradición marxista o que están profundamente influi-dos por esta. En los Estados Unidos, dos conceptos críticos procedentes deMarx han tenido gran influencia en la sociología medioambiental: la«expansión de la producción» [treadmill of production] y la «escisión meta-bólica» [metabolic rift]. El concepto de la expansión de la producción es laidea de que el capitalismo se encamina por encima de todo hacia un creci-miento exponencial, tal y como sugería la ecuación D-M-D’ de Marx. Elnivel de actividad económica de cada periodo parte del nivel terminal delperiodo anterior, lo que provoca que la producción económica se doble en,por ejemplo, un cuarto de siglo con una tasa anual de crecimiento del 3%,un proceso que se interrumpe, pero no finaliza, con los descensos del ciclo

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económico. La fuerza impulsora de esa expansión es la acumulación decapital y la búsqueda de ganancias siempre mayores. El país que ha expe-rimentando la tasa más rápida de crecimiento a lo largo de un periodo sos-tenido de tiempo ha sido, por supuesto, China, donde la economía, segúnla afirmación más bien fantástica (y un tanto dudosa) de Bloomberg.com,«se ha multiplicado por 69» desde 1978.37 Sin embargo, ese crecimientoexponencial, aunque sea con niveles inferiores a los de China, es caracte-rístico del capitalismo en general, aun allí donde la economía experimentatan solo un crecimiento lento o estancamiento, del que son representativaslas economías avanzadas capitalistas en décadas recientes. Con el capitalis-mo, sostenía Marx:

Vemos cómo […] el modo de producción y los medios de producción se transfor-

man continuamente, se revolucionan, cómo a la división del trabajo le sigue necesaria-

mente una división mayor del trabajo, a la aplicación de maquinaria le sigue una mayor

aplicación de maquinaria, al trabajo en gran escala le sigue un trabajo en escala aún

mayor.

Esa es la ley que, una y otra vez, expulsa a la producción capitalista de su antiguo

curso y que obliga al capital a intensificar las fuerzas productivas del trabajo, porque

las ha intensificado, ella, la ley que no deja descanso alguno al capital y continua-

mente le susurra al oído: «¡Adelante! ¡Adelante!».

Para Marx, también los trabajadores estaban encadenados a la expan-sión de la producción, ya que sus condiciones solo se volvían tolerablesdurante breves periodos de tiempo gracias al rápido crecimiento económi-co, aunque eso reducía su condición relativa dentro del sistema y, por eso,los hacía aún más dependientes de los señores capitalistas.38

Desde la perspectiva ecológica, claro está, ese sistema de crecimiento acualquier precio, sinónimo del capitalismo, coloca a la economía mundialen conflicto directo con la sostenibilidad medioambiental. El rápido creci-miento chino en décadas recientes también ha provocado tasas récord dedegradación medioambiental por su parte. China está ahora próxima a losEstados Unidos en emisiones anuales de dióxido de carbono, aunque muypor detrás suyo en emisiones per cápita. Sin embargo, a pesar de la grave-dad de esa contradicción entre la economía capitalista y el planeta, los eco-nomistas del establishment critican por lo general cualquier intento decidi-do de impedir el cambio climático, o sea, de rescatar a la naturaleza. Almismo tiempo, no dudan en defender el gasto de billones de dólares pararescatar a los bancos. El principal asesor económico del presidente electoBarack Obama, Larry Summers, es famoso por sus diatribas antiecologis-

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tas. Ha dicho en más de una ocasión que tiene el mismo sentido económi-co en términos de bienestar futuro el gasto en diversos factores no-medioambientales —por ejemplo, la reconstrucción de infraestructuras(carreteras, puentes)— que los intentos de preservar el medioambiente,por ejemplo, las selvas tropicales. Hablando del problema del calentamien-to global, Summers afirmaba ingenuamente en 1992 que, teniendo encuenta «los cálculos más pesimistas de los climatólogos […], el cambio cli-mático reducirá el crecimiento a lo largo de los dos próximos siglos enmenos de un 0,1% al año».39 No obstante, según los cálculos más pesimistasde los climatólogos en aquel momento —que ahora se han demostrado acer-tados—, si todo sigue igual, el calentamiento global amenazaba tanto lavida sobre el planeta como la propia civilización humana. De hecho, nohay nada tan desquiciado como la idea de Summers y otros economistasortodoxos de que podemos destruir el planeta tal y como lo conocemos yla economía capitalista seguirá como antes.

Irónicamente, el enfriamiento actual de la economía capitalista puedeayudar temporalmente a detener algunas de las cargas crecientes de la bios-fera, al reducir la tasa de incremento del consumo total de energía y mate-rias primas. Sin embargo, la respuesta habitual a la crisis económica den-tro del capitalismo consiste en suprimir las protecciones que antes seconcedían a los trabajadores y al medioambiente. Por eso, el declive eco-nómico es probable que produzca formas más intensivas de explotaciónecológica.

La creciente escala de la economía capitalista y la carga que esta impo-ne a una biosfera limitada no lo son todo. Más importante aún es, en últi-mo término, la integridad real de los ecosistemas y los procesos biogeoquí-micos básicos del sistema terrestre. Aquí, la teoría de Marx de la escisiónmetabólica nos ayuda a entender la destrucción intensiva, y no meramenteextensiva, del medioambiente por parte del capitalismo. Ya desde el princi-pio, la visión de Marx había incluido un elemento ecológico. En susManuscritos económico-filosóficos de 1844, escribía sobre los dañosmedioambientales causados por el capitalismo industrial en forma del«envenenamiento general, tal como se muestra en las grandes ciudades».Para Marx, «decir que el hombre vive de la naturaleza significa que la natu-raleza es su cuerpo, con el cual debe permanecer en continuo intercambiopara no morir».40 Sin embargo, la crítica ecológica del capitalismo de Marxno cristalizó hasta la publicación del volumen 1 de El Capital en 1867. Estaestuvo influida por la crítica de la agricultura industrial británica desarro-llada por Justus von Liebig, el principal químico alemán de la época.Basándose en Liebig, Marx señaló el hecho de que, al enviar alimentos y

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fibras a los nuevos centros urbanos situados a centenares o, incluso, milesde kilómetros (reflejo de la creciente división entre campo y ciudad), laagricultura industrializada capitalista estaba en realidad agotando nutrien-tes básicos del suelo (como el nitrógeno, el potasio y el fósforo), que ya norecirculaban hacia la tierra. Eso produjo una gran crisis del suelo en Euro-pa y los Estados Unidos en el siglo XIX. Marx describió dicha crisis como«una escisión irreparable en el proceso interdependiente del metabolismosocial, un metabolismo prescrito por las leyes naturales de la propia vida».Sostuvo que la sociedad exigía la «restauración» de un metabolismo huma-no sostenible con la naturaleza, lo cual, no obstante, solo podía lograrsecon una sociedad de productores asociados.41 En la concepción más radi-cal de la sostenibilidad jamás desarrollada, Marx escribía:

Desde el punto de vista de una formación económico-social superior, la propiedad

privada del planeta en manos de individuos aislados parecerá tan absurda como la

propiedad privada de un hombre en manos de otro hombre. Ni siquiera toda una

sociedad, una nación o, es más, todas las sociedades contemporáneas reunidas, son

propietarias de la tierra. Solo son sus poseedoras, sus usufructuarias, y deben legar-

la mejorada, como boni patres familias [buenos padres de familia], a las generaciones

venideras.42

A lo largo de la década actual, ha habido muchas investigaciones queaplicaban el concepto general de Marx de escisión metabólica a la explica-ción de diferentes disyunciones en la ecología global relacionadas con laexplotación capitalista del suelo, los bosques, los océanos y el ciclo del car-bono.43 Eso ha llevado a la conclusión, en palabras de los sociólogosmedioambientales Brett Clark y Richard York, de que «el capitalismo esincapaz de regular su metabolismo social con la naturaleza de una formamedioambientalmente sostenible. Sus mismas operaciones violan las leyesde restitución y restauración metabólica. El impulso constante hacia larenovación del proceso de acumulación de capital intensifica su metabolis-mo social destructivo e impone a la naturaleza las necesidades del capital,independientemente de las consecuencias para los sistemas naturales».44

Al enfrentarse a las crisis ecológicas, el sistema no hace ningún esfuer-zo para ir hasta las raíces del problema, que están en las relaciones socia-les que socaban lo que Marx denominó «las condiciones vitales de existen-cia». Más bien, se le da la vuelta al problema y el capitalismo sigue«desplegando la misma estrategia fallida una y otra vez».45 El resultado esla exacerbación del desastre ecológico. La solución que aportó el capitalis-mo a la crisis de los suelos del siglo XIX de la que trataron Liebig y Marx no

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fue la restauración del metabolismo humano con el suelo, sino más bien eldesarrollo de fertilizantes sintéticos, basados principalmente en el nitróge-no, que marcaron el inicio de la moderna agroindustria y que, dado su ele-vado uso de petróleo, son una importante causa de calentamiento global,además de contribuir a las zonas muertas del océano. La solución del capi-talismo a la producción agrícola mundial en forma de la moderna agroin-dustria ha producido una mayor polarización entre riqueza y hambre. Delos más de 6.000 millones de personas que pueblan el mundo en la actua-lidad, las Naciones Unidas indican que en torno a 1.000 millones sufrenhambre, y la cifra (tanto relativa como absoluta) continúa en aumento. Enlos propios Estados Unidos, más de 36 millones de personas, un 12% dela población aproximadamente, sufrían de «inseguridad alimentaria» en2007.46

La solución última del capitalismo a los problemas ecológicos —dadoque cualquier cambio fundamental en el sistema está fuera de lugar— estecnológica. Sin embargo, cualquier mejora tecnológica de la eficiencia enel uso de los recursos naturales resulta abrumadoramente desbordada porel modelo de crecimiento extensivo y ecológicamente perjudicial quecaracteriza a ese ávido sistema. Por eso, el capitalismo es un sistema falli-do en cuanto a la sostenibilidad ecológica.

La inestabilidad imperial global

Todo lo dicho hasta ahora hay que entenderlo en términos del capitalismocomo sistema mundial. El capitalismo inició su existencia en los siglos XV

y XVI extendiéndose desde un pequeño rincón de Europa, y fue desde elprincipio una economía globalizadora. Sin embargo, su globalización tomóla forma, desde el principio, de una división entre centro y periferia, y sunaturaleza era, por tanto, imperial. El sistema se orientó desde sus iniciosa las necesidades de la acumulación en el centro, en la cúspide de la jerar-quía-mundo. Con el paso del tiempo, cada vez más zonas externas se hanincorporado a la economía-mundo capitalista, de modo que la globaliza-ción, en el sentido de la ascendencia global del capital, está ahora más omenos completa. El caso más dramático en décadas recientes ha sido larápida integración de China a la economía mundial (y el colapso del blo-que soviético y la subsiguiente integración de la mayoría de sus Estados enforma de satélites dependientes del capitalismo occidental).

Aun así, la globalización en sí misma no es una forma demasiado útilde entender la dinámica de acumulación del sistema en este estadio espe-

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cífico de su desarrollo, estadio que, como sostenía Sweezy, se caracterizamejor en términos de estos tres elementos: el crecimiento lento (en el cen-tro y en la economía mundial en su conjunto), la monopolización pormedio de corporaciones multinacionales, y la financialización. La globali-zación sostenida, en combinación con la financialización, ha creado la ilu-sión, propagada por algunos ideólogos del sistema, de que «el mundo esplano».47 Sin embargo, el capitalismo sigue siendo un sistema económicomundial dividido en Estados nacionales separados con diferentes recursosde poder, una contradicción que resulta imposible trascender dentro delsistema. Mientras tanto, el crecimiento de las corporaciones multinaciona-les con base en los países del centro ha servido históricamente para cana-lizar los excedentes globales desde las periferias hacia el centro. La concen-tración de poder (económico, militar, financiero, de comunicación) en elcentro es intrínseca al capitalismo como sistema mundial, aunque lasnaciones específicas que constituyen el centro y la periferia (y semiperife-ria) puedan variar. Así pues, la economía mundial está desproporcionada-mente centrada en las necesidades de acumulación en el núcleo. El siste-ma mundial capitalista es más estable cuando es gobernado por una únicapotencia hegemónica, como fueron Gran Bretaña durante la mayor partedel siglo XIX y los Estados Unidos durante gran parte del siglo XX. En perio-dos de inestabilidad hegemónica y crisis económica mundial, el sistemaroza las condiciones de una crisis total, tal y como se vio en la Primera y laSegunda guerras mundiales.

El desastre económico mundial y el desastre ecológico planetario, delos que ya hemos tratado, se producen en una época en la que está tenien-do lugar un desplazamiento geopolítico tectónico dentro del capitalismo.El poder relativo de los Estados Unidos continúa mermando, aunque nin-guna potencia ni grupo de estas puede desafiarlo directamente en el pre-sente, sobre todo desde la caída de la Unión Soviética. En tales circunstan-cias, el Estado norteamericano ha intentado alcanzar el control de aquellosrecursos estratégicos y la posición geopolítica que pueden ocasionar un«nuevo siglo estadounidense», en lo que es claramente una era de «impe-rialismo desnudo».48 Todo eso ha dado lugar a una nueva doctrina oficialde guerra preventiva, así como al inicio de dicho tipo de guerras en Afga-nistán e Irak. Al mismo tiempo, Washington ha sido la primera fuerza enla promoción de políticas neoliberales y ha impuesto al mundo un capita-lismo hayekiano, no para crear un mundo más plano, sino para consolidarel poder de aquellos Estados que ya están en la cúspide.

No obstante, esas ambiciones globales de un único Estado inevitable-mente se transmutan de fuente de estabilidad hegemónica a fuente de ines-

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tabilidad hegemónica para el sistema mundial. A pesar de sus tendenciasglobalizadoras, el capitalismo es incapaz de integrarse políticamente paracrear un gobierno verdaderamente global. Por el contrario, los intentos deWashington de restaurar y expandir su hegemonía global, utilizando supoder militar para mejorar su posición económica, están produciendo loque es en potencia el periodo más mortífero de la historia del imperialis-mo. Los Estados Unidos han extendido recientemente sus bases por todoel mundo, hasta estar presentes en tantos como son setenta países y terri-torios, mientras que las tropas estadounidenses operan en un campo aúnmás amplio. El gasto militar estadounidense en 2007, según cifras recono-cidas, fue de 552.000 millones de dólares, aproximadamente lo mismo queel gasto militar estimado de todas las demás naciones del mundo juntas,mientras que el gasto militar real de los Estados Unidos fue en ese mismoaño de 1 billón de dólares.49 Amiya Kumar Bagchi, uno de los más distin-guidos economistas indios, ha llamado a eso una «tercera edad axial», enla que «los Estados Unidos se han consolidado como el superimperialista,

y su Gobierno ha afirmado que ninguna ley ni organización internacionales pueden

disuadirla de emprender cualquier acción material que consideren que es de interés

nacional (lo que significa, claro está, en el interés del gran capital estadounidense).

Al mismo tiempo, ese gran capital, respaldado por el poder militar del superimpe-

rialista, sigue su curso letal; el poder de negociación de los trabajadores de todo el

mundo se está rebajando hasta niveles mínimos a través de una combinación de

medidas: la completa desregulación de las finanzas, el debilitamiento del Estado y

la privación de los trabajadores de todo derecho frente al capital mediante legisla-

ción.50

No cabe duda de que, en este periodo, el aparato de seguridad nacio-nal de los Estados Unidos considera a China, tal y como ha dicho el granfilósofo marxista István Mészáros, como su «último objetivo».51 En los últi-mos pocos años, eso ha quedado bien patente en: (1) informe tras informedel establishment de la seguridad nacional en los que se advierte de la cre-ciente influencia de China en África y de su acceso a las reservas africanasde petróleo, cuyo control se considera vital para la «seguridad nacional»estadounidense; (2) continuos temores dentro de la comunidad de la inte-ligencia estadounidense hacia una alianza sino-iraní o sino-ruso-iraní; (3)los esfuerzos estadounidenses por crear un pacto militar con India; (4) lainquietud que generan los avances chinos en el espacio; y (5) los conflic-tos relacionados con el Tíbet, Taiwán, Corea del Norte y el mar de China.Aunque los Estados Unidos están económicamente ligados a China en el

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presente por la producción de las corporaciones multinacionales y losintensivos intercambios comerciales y de divisas (tanto que las dos econo-mías parecen estar en una especie de abrazo simbiótico), el aumento de larivalidad geopolítica asociado al declive de la hegemonía estadounidense yel ascenso de China como potencia mundial crea la posibilidad de quesurja una relación más explosiva.

En la actualidad, existen palpables temores en los círculos más eleva-dos de Washington sobre la continuidad del papel del dólar como mediode pago en transacciones comerciales y divisa de reserva (un papel que,desde su perspectiva, es necesario y no-negociable), y ello a pesar delactual respaldo chino al sistema del dólar. Washington entiende que elapoyo ciego de China al dólar resulta problemático, sobre todo en el casode una rápida devaluación de todas las obligaciones existentes en dólarescomo consecuencia de las políticas de la Reserva Federal. China posee652.000 millones de dólares en bonos del Tesoro estadounidense (lo quesupone un aumento desde los 459.000 millones que poseía a finales de2007). En conjunto, posee el 10% de la deuda pública estadounidense.Una rápida devaluación del dólar solo se vería en China como una expro-piación. Un subsiguiente alejamiento del dólar por parte de China, porlimitado que fuera —y, por el momento, lo único que es inmediatamenteposible son los alejamientos limitados—, podría desestabilizar drástica-mente la totalidad del orden económico mundial dominado por los Esta-dos Unidos.52

Mientras siente inquietud por el aumento de la amenaza potencial queel ascenso de China representa para su hegemonía, Washington intentatambién contener o debilitar a otros Estados como Rusia, Irán y Venezue-la. No hay duda de que las crisis económica y ecológica, en la medida enque empeoren, tenderán a desestabilizar el sistema, lo que intensificaráesas y otras tensiones imperiales.

La teoría geopolítica clásica sugiere que, solo si incluye los territoriosque bordean Eurasia, puede una única potencia controlar el planeta. Laestrategia estadounidense actual se centra en Oriente Medio como puntomás vulnerable, estratégico y petrolífero de Eurasia. Sin embargo, su obje-tivo primordial es defender e, incluso, extender su propio predominio glo-bal, en proceso de debilitamiento, frente a sus potenciales rivales económi-cos y militares. Con la diseminación de armas de destrucción masiva—algo en realidad fomentado por los esfuerzos estadounidenses de conso-lidar su dominio militar y económico global—, no es difícil imaginar unasituación en que las cosas escapen a todo control. El terror de un holocaus-to global derivado de dicha inestabilidad económica, ecológica y geopolí-

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tica —amenazado en primer lugar por la negativa de Estados Unidos eIsrael a reconocer el fracaso de sus políticas en Oriente Medio y la malagestión de los recursos energéticos mundiales asociada a dicho fracaso—es un peligro que no podemos ignorar. Esa sombría realidad señala el fra-caso de la paz —la Pox [sífilis] Americana en lugar de la Pax Americana—de un sistema fallido.53

Más allá de un sistema fallido

Tal y como indica todo lo anterior, el mundo se enfrenta actualmente a laamenaza de una nueva depresión-deflación mundial, peor que ningunaotra de las vistas desde la década de 1930. El problema ecológico ha alcan-zado un nivel que amenaza la totalidad del planeta tal y como lo conoce-mos. El capitalismo neoliberal parece tocar a su fin, junto con lo que algu-nos han llamado «neoliberalismo “con características chinas”».54 El declivede la hegemonía estadounidense, combinado con los actuales intentos delpaís por restaurar militarmente su hegemonía global mediante la llamadaGuerra contra el Terror, amenaza con guerras más extendidas y holocaus-tos nucleares. El único denominador común que explica todas esas crisises la fase actual del capital monopolista-financiero global. Las líneas defec-tuosas son clarísimas en términos del peligro para el planeta. Tal y comoha afirmado recientemente Evo Morales, presidente de Bolivia: «Con elcapitalismo no somos seres humanos, sino consumidores. Con el capitalis-mo, la madre Tierra no existe, sino solo las materias primas». En realidad,«la Tierra es mucho más importante que [el] mercado bursátil de Wall Streety del mundo. [No obstante,] mientras que los Estados Unidos y Europadestinan 4,1 billones de dólares a salvar a los banqueros de una crisisfinanciera que ellos mismos han provocado, los programas contra el cam-bio climático reciben 313 veces menos, es decir, solo 13.000 millones dedólares».55

La crisis económica mundial es ahora tan grave que una figura comoMartin Wolf, principal comentarista económico del Financial Times y«atlantista» tradicional, defensor de las políticas estadounidenses, adviertede que todo el sistema de comercio mundial podría quedar colapsado igualque en la década de 1930. No es ninguna sorpresa que Wolf atribuya laculpa a los «países mercantilistas» con grandes superávits exteriores y unademanda interior insuficiente, como China, Alemania y Japón. Él destacaa China como principal culpable. A los países llamados «mercantilistas» losacusa de realizar políticas de empobrecimiento del vecino a expensas de

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los países deficitarios (es decir, sobre todo, de los Estados Unidos) y delmundo entero.56 Ahora hemos llegado a un punto en el que es posible pre-guntarse cuáles serían las consecuencias del hundimiento del dólar comomedio de pago y divisa de reserva global unilateral, y eso ha provocado enWolf y los demás atlantistas algo próximo a la histeria. Son justamente esosEstados «mercantilistas» los que constituyen el plausible núcleo de unanueva divisa global multilateral, una previsión que provoca una inquietudy un horror inefables en los atlantistas y que genera tensiones geopolíticasque obstruyen cualquier proyecto de esa clase.

Está claro que la globalización neoliberal ha tocado a su fin, y que elcapitalismo se encuentra en una crisis de largo plazo. Ahora nos enfrenta-mos a la «economía de la depresión», no como un caso especial, sino comocaso general. Tal y como el teórico del sistema-mundo, Immanuel Wallers-tein, ha sugerido por un tiempo, lo que se ha conocido como «globaliza-ción» en el último par de décadas era en realidad, en el nivel global, una«época de transición» desde el actual sistema-mundo capitalista hacia algodiferente.57

Qué será exactamente eso diferente es algo que no sabemos, ni pode-mos saberlo en este momento, porque depende de las respuestas no solode los Estados y corporaciones, sino también, y aún más importante, de laspoblaciones mundiales. Además de la intensa alienación, explotación ydesigualdad de clase, endémicas del capitalismo en todos los niveles, ahoranos enfrentamos a un ensanchamiento de las fracturas globales. Hasta elmomento, en el plano continental, el liderazgo a la hora de reconocer quela única respuesta es la revolucionaria —un nuevo socialismo para el sigloXXI— lo han asumido los pueblos de Latinoamérica, en Cuba, Venezuela,Bolivia, Ecuador, además de ser algo manifiesto también en las luchas queestán teniendo lugar en Brasil, México, Nicaragua y otros lugares.58 Latino-américa, que fue el primer continente en sentir todos los efectos de la glo-balización neoliberal, la región más golpeada aparte de Oriente Medio porlas intervenciones militares en el último cuarto de siglo y la región que pri-mero sirvió de base a la hegemonía internacional estadounidense, ahora leestá mostrando el camino al mundo, no solo en lo relativo a la lucha poruna sustantiva igualdad, que es algo esencial, sino también en lo que res-pecta a la salvación del planeta del capitalismo. Como ha afirmado Mora-les, «la humanidad será capaz de salvar el planeta si recuperamos los prin-cipios de la solidaridad, la complementariedad y la armonía con lanaturaleza, en contraposición al reino de la competencia, las ganancias y elconsumo desenfrenado de recursos naturales que distingue al sistema falli-do del capitalismo.59

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Notas

1. Joseph A. Schumpeter, Capitalism, Socialism and Democracy, Harper and Row, Nueva York,1947, p. 61 (trad, castellana: Capitalismo, socialismo y democracia, Aguilar, Madrid, 1971).

2. John Bellamy Foster y Fred Magdoff, The Great Financial Crisis, Monthly Review Press,Nueva York, 2009.

3. George W. Bush, Cumbre sobre los Mercados Financieros y la Economía Mundial, Wash-ington D.C., 15 de noviembre de 2008.

4. Paul Krugman, The Return of Depression Economics and the Crisis of 2008, W.W. Norton,Nueva York, 2009 (trad. castellana: El retorno de la economía de la depresión y la crisis actual,Crítica, Barcelona, 2009).

5. John Maynard Keynes, The General Theory of Employment, Interest and Money, Macmillan,Londres, 1973, p. 372 (trad. castellana: Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero,RBA, Barcelona, 2004).

6. Keynes, The General Theory, p. xxxv.7. Keynes, The General Theory, pp. 376-378.8. Keynes, The General Theory, p. 3.9. Joan Robinson, «Review of Money, Trade and Economic Growth by J. G. Johnson», Economic

Journal 72, no 287, septiembre de 1962, pp. 690-692; Lynn Turgeon, Bastard Keynesianism,Greenwood Press, Westport (Connecticut), 1996.

10. Dimitri B. Papadimitriou y L. Randall Wray, «Introduction», en Hyman P. Minsky, JohnMaynard Keynes, McGraw Hill, Nueva York, 2008, p. xii. Esa visión de la teoría generalde Keynes como en realidad un «caso especial» la propuso inicialmente, y de forma muyinfluyente, Leijonhufvud, quien sostenía que en el seno de la teoría económica mayori-taria había surgido un compromiso que entendía que: (1) el modelo que Keynes deno-minaba su «teoría general» no era sino un caso especial de la teoría clásica, obtenidomediante la imposición de ciertos supuestos restrictivos a esta última; y (2) el caso espe-cial de Keynes es, a pesar de todo, importante porque, según resulta, es más relevantepara el mundo real que la teoría general (del equilibrio)». Axel Leijonhufvud, «Keynesand the Keynesians», American Economic Review, vol. 57, no 2, mayo de 1967, pp. 401-402. Al final, sin embargo, debido al ascenso del monetarismo y otras doctrinas conser-vadoras, el análisis de Keynes acabó tratándose como menos relevante para el mundo realque la teoría general, y su «teoría económica de la depresión» quedó reducida a un «casoespecial», tanto teórica como históricamente. Véase Robert Skidelsky, John MaynardKeynes, 1883-1946, Penguin, Londres, 2003, pp. 846-851.

11. Robert E. Lucas, «Macroeconomic Priorities», American Economic Review, vol. 93, no 1,marzo de 2003, p. 1; Ben S. Bernanke, «The Great Moderation», Eastern Economic Asso-ciation, Washington D.C., 20 de febrero de 2044, http://www.federalreserve.org.

12. Krugman, The Return of Depression Economics, pp. 181-184 (trad. castellana: El retorno dela economía de la depresión y la crisis actual, ed. cit., pp. 201-203); véase también PaulKrugman, The Return of Depression Economics, W.W. Norton, Nueva York, 2000, pp. viii,xiii.

13. Robert Skidelsky, «The Remedist», New York Times, 14 de diciembre de 2008. Skidelskyse afilió con orgullo al Partido Conservador británico (Tory) en 1992, en las simas másprofundas de la «revolución» neoliberal thatcherista. Una biografía de Keynes muy supe-rior al intento de Skidelsky es D.E. Moggridge, Maynard Keynes: An Economist’s Biography,Routledge, Londres, 1992.

14. Krugman, The Return of Depression Economics, p. 5 (El retorno de la economía de la depre-sión y la crisis actual, ed. cit., p. 9). Krugman escribió un artículo en 1998 en el que ata-

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caba enérgicamente a los «keynesianos vulgares» del tipo del «keynesianismo inicial» (ya William Greider en la actualidad) por sus ideas sobre «la paradoja del ahorro», sobre lamala distribución de las rentas y por su defensa de un incremento de los salarios reales.A esos «keynesianos vulgares», sugería, los economistas actuales no los toman en seriopor razones que podrían resumirse en «dos palabras: Alan Greenspan». Greenspan,según Krugman, había mostrado que era posible gestionar la economía y el desempleo.«Es evidente [para mí]», escribía, «que la tasa media de paro durante los próximos diezaños será la que la FED quiera que sea». Paul Krugman, The Accidental Economists, W.W.Norton, Nueva York, 1998, pp. 28-33.

15. Karl Marx, Capital, vol 1, International Publishers, Nueva York: cap. 4 (trad. castellana:El capital, Aguilar, Madrid, 1931: cap. IV); Paul M. Sweezy, Four Lectures on Marxism,Monthly Review Press, Nueva York, 1981, pp. 26-45.

16. Karl Marx, Capital, vol. 3, International Publishers, Nueva York, 1967: cap. 30, p. 484(trad. castellana, El capital, ed. cit.: libro tercero, cap. XXX, p. 1.317).

17. Marx, Capital, vol. 3: cap. 32, sección 2, p. 507 (trad. castellana, El capital, ed. cit.: librotercero, cap. XXXII, sección 2, p. 1.334).

18. Marx, Capital, vol. 3: caps. 30 y 32, pp. 484, 507 (trad. castellana: El capital, ed. cit.: librotercero, caps. XXX y XXXII, pp. 1.317 y 1.334); Marx, Capital, vol. 1: cap. 3, sección 3b,p. 138 (trad. castellana: El capital, ed. cit.: libro primero, cap. III, p. 101). El Salmo 42dice: «Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, elalma mía».

19. Véase Michael Kalecki, Theory of Economic Dynamics, Augustus M. Kelley, Nueva York,1965; Josef Steindl, Maturity and Stagnation in American Capitalism, Monthly ReviewPress, Nueva York, 1976.

20. Paul A. Baran y Paul M. Sweezy, Monopoly Capital, Monthly Review Press, Nueva York,1966.

21. Paul M. Sweezy y Harry M. Magdoff, The Dynamics of U.S. Capitalism, Monthly ReviewPress, Nueva York, 1972; The End of Prosperity, Monthly Review Press, Nueva York, 1977;Stagnation and the Financial Explosion, Monthly Review Press, Nueva York, 1987; y TheIrreversible Crisis, Monthly Review Press, Nueva York, 1988.

22. Kalecki, Theory of Economic Dynamics, p. 161.23. Baran y Sweezy, Monopoly Capital, p. 108.24. Véase Hyman Minsky, Can «It» Happen Again?, M. E. Sharpe, Nueva York, 1982.25. Magdoff y Sweezy, The Dynamics of U.S. Capitalism, pp. 180-196.26. Magdoff y Sweezy, Stagnation and Financial Explosion, p. 22.27. Foster y Magdoff, The Great Financial Crisis, pp. 49, 63-76, 121.28. Jim Reid, citado en el blog del Financial Times, Alphaville, 15 de diciembre de 2008,

http://ftalphaville.com/blog/2008/12/15/50429/so-what-could-go-wrong-next/. Véasetambién John Bellamy Foster, Harry Magdoff y Robert McChesney, «What Recovery?»,Monthly Review, vol. 54, no 11, abril de 2003, pp. 8-13.

29. Paul M. Sweezy, «More (or Less) on Globalization», Monthly Review, vol. 49, no 4, sep-tiembre de 1997, pp. 3-4.

30. Minqi Li, «An Age of Transition: The United States, China, Peak Oil, and the Demise ofNeoliberalism», Monthly Review, vol. 59, no 11, abril de 2008, p. 28 (véase traducción eneste mismo número, cap. 3); Kevin Hamlin, «China Property Slump Threatens GlobalEconomy as Growth Slows», Bloomberg.com, 7 de diciembre de 2008; «China FearsRestive Migrants as Jobs Disappear in Cities», Wall Street Journal, 7 de diciembre de 2008;«Slowdown in China Gets Worse, Increasing Global Woes», Wall Street Journal, 11 dediciembre de 2008.

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31. Bo Ekman, Johan Rockström y Anders Wijkman, Grasping the Climate Crisis, The TällbergFoundation, Estocolmo, 2008, p. 8, http://www.tallbergfoundation.org.

32. John Bellamy Foster, Brett Clark y Richard York, «Ecology: The Moment of Truth—AnIntroduction», Monthly Review, vol. 60, no 3, julio-agosto de 2008, pp. 1-11.

33. Ekman et al., Grasping the Climate Crisis, p. 18; Mark Lynas, Six Degrees, National Geo-graphic, Washington D.C., 2008.

34. James Hansen et al., Grasping the Climate Crisis, p. 18; Mark Lynas, Six Degrees, NationalGeographic, Washington D.C., 2008.

35. Simon Dietez y Nicolas Stern, «On the Timing of Greenhouse Gas Emissions Reductions:A Final Rejoinder to the Symposium on “The Economics of Climate Change: The SternReview and its Critics”», Review of Environmental Economics and Policy, publicado online el4 de diciembre de 2008; William Nordhaus, A Question of Balance, Yale University Press,New Haven, 2008, p. 63.

36. John Kenneth Galbraith, The Economics of Innocent Fraud, Houghton Mifflin, Boston,2004; James Gustave Speth, The Bridge at the End of the World, Yale University Press, NewHaven, 2008, p. 63.

37. Bloomberg.com, «China Property Slump Threatens Global Economy». Las cifras de cre-cimiento para China de Bloomberg.com son en términos monetarios, y se explican engran parte por la monetización de bienes públicos preexistentes, que antes se valorabansegún su utilidad y no según la cantidad de dinero por los que podían cambiarse. Algu-nos ejemplos son los terrenos urbanos y las viviendas, la asistencia médica, la educacióny, cada vez en mayor medida, los terrenos agrícolas.

38. Karl Marx y Frederick Engels, Selected Works in One Volume, International Publishers,Nueva York, 1984, pp. 88, 90. Parece que Marx aquí haga un juego de palabras con unfamoso pasaje del Talmud, que suele expresarse así: «Cada brizna de hierba tiene su ángelque se inclina sobre ella y le susurra: “Crece, crece”». Midrash Rabba, Bereshit 10:6(comentario talmúdico del Génesis).

39. Lawrence H. Summers, «Summers on Sustainable Growth», The Economist, 30 de mayode 1992; véase también John Bellamy Foster, Ecology Against Capitalism, Monthly ReviewPress, Nueva York, 2002, pp. 60-68.

40. Karl Marx, Early Writings, Penguin, Londres, 1974, pp. 302, 328 (trad. castellana: Manus-critos económicos y filosóficos, en http://www.marxists.org/archive/marx/works/1844/epm/1st.htm, p. XI; y Erich Fromm, Marx y su concepto del hombre, Apéndice I: «Manus-critos económico-filosóficos de Karl Marx», Fondo de Cultura Económica, México D.F.,1981, p. 110).

41. Karl Marx, Capital, vol. 1, Penguin, Londres, 1976, pp. 636-638 (cap. 15, sección 10);Karl Marx, Capital, vol. 3, Penguin, Londres, 1981, pp. 911, 948-950; John Bellamy Fos-ter, Marx’s Ecology, Monthly Review Press, Nueva York, pp. 141-177 (trad. castellana: Laecología de Marx, Ediciones de Intervención Cultural, Mataró, Barcelona, 2004, pp. 220-272).

42. Marx, Capital, vol. 3: cap. 46, p. 911 (trad. castellana: El capital, Biblioteca de autoressocialistas, http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/capital3/MRXC3846.htm).

43. Véase, por ejemplo, Brett Clark y Richard York, «Carbon Metabolism», Theory & Society,vol. 34, no 4, 2005, pp. 391-428; Rebecca Clausen y Brett Clark, «The Metabolic Rift andMarine Ecology», Organization & Environment, vol. 18, no 4, 2005, pp. 422-444; PhilipMancus, «Nitrogen Fertilizer Dependency and Its Contradictions: A Theoretical Explana-tion of Socio-Ecological Metabolism», Rural Sociology, vol. 72, no 2, 2007, pp. 269-288.

44. Brett Clark y Richard York, «Rifts and Shifts: Getting to the Root of Environmental Cri-sis», Monthly Review, vol. 60, no 6, noviembre de 2008, pp. 22-23.

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45. Ibíd., p. 23; Karl Marx, Theories of Surplus Value, vol. 3, Progress Publishers, Moscú, 1971,pp. 301-310.

46. Fred Magdoff, «The World Food Crisis», Monthly Review, vol. 60, no 1, mayo de 2008, p.1 (trad. castellana: véase cap. 1 de la presente entrega); «New USDA Statistics HighlightGrowing Hunger Crisis in the U.S.», Reuters, 17 de noviembre de 2008.

47. Thomas L. Friedman, The World is Flat, Farrar, Strauss and Giroux, Nueva York, 2005.48. Véase John Bellamy Foster, Naked Imperialism, Monthly Review Press, Nueva York, 2006.49. John Bellamy Foster, Hannah Holleman y Robert W. McChesney, «The U.S. Imperial Tri-

angle and Military Spending», Monthly Review, vol. 60, no 5, octubre de 2008, pp. 1-19;Foster, Naked Imperialism, pp. 55-66; Chalmers A. Johnson, The Sorrows of Empire, Met-ropolitan Books, Nueva York, 2004; István Mészáros, The Challenge and Burden of Histor-ical Time, Monthly Review Press, Nueva York, 2008, pp. 105-107.

50. Amiya Kumar Bagchi, Perilous Passage: Mankind and the Global Ascendency of Capital, Row-man and Littlefield, Nueva York, 2005, p. xvii.

51. Mészáros, The Challenge and Burden of Historical Time, pp. 124-126.52. «Dollar Shift: Chinese Pockets Filled as Americans’ Emptied», New York Times, 26 de

diciembre de 2008.53. Véase John Bellamy Foster y Robert W. McChesney (eds.), Pox Americana, Monthly

Review Press, Nueva York, 2004; John Bellamy Foster, «The New Geopolitics of Empire»,Monthly Review, vol. 57, no 8, enero de 2006, pp. 4-6.

54. David Harvey, A Brief History of Neoliberalism, Oxford University Press, Oxford, 2005, pp.120-151

55. Evo Morales, «Save the Planet from Capitalism», 28 de noviembre de 2008, http://links.org.au/node/769.

56. Martin Wolf, «Global Imbalances Threaten the Survival of Liberal Trade», Financial Timesblog, Economists’ Forum, 2 de diciembre de 2008, http://blogs.ft.com/wolfforum/2008/12/global-imbalances-threaten-the-survival-of-liberal-trade/.

57. Immanuel Wallerstein, The Decline of American Power, The New Press, Nueva York, 2003,pp. 45-68.

58. Si Latinoamérica está desempeñando el principal papel revolucionario en el plano conti-nental, eso no niega la importancia de los desarrollos que se están produciendo en otroslugares, como en el caso de la notable revolución de Nepal.

59. Morales, «Save the Planet from Capitalism».

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