A propósito de Derrida

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    Heidegger y los nazis. O bien: El pensar heideggeriano y el nacio-

    nal-socialismo alemn. E incluso: Heidegger, o el nazismo. Estoshansido, para muchos y desde hace ya mucho tiempo, aunque quiz hoy conms fuerza quenunca, losepgrafes apropiados para una cuestin avasa-lladoray urgente; odre nuevo en el quenuestra poca bebe, y bebe bajouna de sus formas ms inquietantes, el ya y nunca viejo vino de lapregunta por la responsabilidad poltica del filsofo. Ninguno de ellos,sin embargo, ha podido servir de lea a la oblfcua intervencin en el

    debatede alguien que,como Jaeques Derrida,portantasy por tanjustifi-cadas razones pareca llamado a injertarsu escritura, como quiz ningnotro en Francia, en elproscenio de esta polmica. Y su eleccin, en estesentido,no puede menos de resultarsignificativa, toda vezquela dimen-sin que en su mltiple acuar el suelo natal heideggeriano (temasde lamanualidad y de la diferenciasexual, temas de la animalidady la deter-minacin epocal) se reserva a este aspecto de lo poltico viene asercobijada bajo un rtulo ambiguo, provocador: Heidegger y el espritu.Rtulo que acaso resulte inslito, o intempestivo, pero que para elautorde Glas parece concitar no pocos hilos oscuros, y a lavez iluminadores,de esta aventura intelectual y poltica a la que nos referimos. Esta notano tieneotrametaque indicar,siquiera sea someramente, cul es elsenti-do de esa apuesta interpretativa, y cules las preguntas que, a mi enten-der, dicha apuesta interpretativa podra llegar a suscitar.

    Una lectura apresurada del texto heideggeriano, comienza por recor-darnos Derrida, podra llevar a la conclusin de que espritu, muy

    Este texto s e reproduce aqu conla amable autorizacin de la revistaGria que lo publicpor vez primera en lengua gallega.

    Jaeques DFRRO3A:De lesprii. Heideggerci laquestion. Galile. Pars, 1987. Collectin Lapbilosophie en effet.

    Anales del Seminario de Metafsica. N. 24-1990/173-177. Ed . Universidad Complutense. Madrid

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    precisamente hecho resonaraquen la palabraalemana Geist, no pertene-ce al elenco habitual de las grandes palabras heideggerianas. Ms an:desde elhorizonte abierto por5 c m Und Zei/,y tambin desde elabierto

    por textos muy posteriores, ms bien hay motivo para sospechar queGeis/, o al menos el Geist tal y como es interpretado por la tradicinplatnico-cristiana, porla tradicin metafsicau onto-teolgica,es merca-do por Heidegger con el signo de aquello que decididamente hay queevitar, en cuanto que perteneciente a la tradicin subjetivista, cartesiana,quejustamente se trata de superary destruir. Sospecha dotada de aparen-te buen sentido, frente a la cual, sin embargo, Derrida levanta otras decarcter radicalmente diversoy an opuesto: una interpretacin segn lacual la obra heideggeriana estara imantada, de principio a fin, por estanota precisamente discreta de lo espiritual en torno a la cual Heidegger

    entablar un

    obsesivodilogo

    con Hlderliny conTrakl, sus maestros de

    visin. Porque lo cierto es queesa constante atencin discreta, s, dira-mos hasta secreta, queel Heidegger de Derrida presta al Geis/, aflora,irrumpe violentamente en el texto queya desde antiguo ha constituidolapieza principal de conviccin en el proceso incoado contra Heidegger y ,por ende, el ms a tener en cuenta cuando de tal proceso se trata: elDiscurso del Rectorado, el discurso que lleva por titulo La auto-afirmacin de la universidadalemana 2; y aflora, sostiene nuestro autor,hastaelpunto de quecadapalabra del ttulo.., est atravesada, traspasa-da, iluminada, determinada (bes/immt), quiero decira la vez definida ydestinada, llamada por e l espritu t El texto habla entonces, innegable-mente, una lengua cuyo tono y cuyo nfasis, cuyo vocabulario incluso.recuerda sin paliativos las ms siniestras proclamas del nazismo coet-neo. Pero es la constante adjetivacin de esos trminos, hace observarlierrida, en el sentido de que el pueblo (1olk), el mundo (Welt), lagua (FUhrung) quese mencionan siempreson espirituales,lo quedael sello caractersticoy totalmentepeculiar alDiscurso,y lo quepermi-te entenderlo como el documento de laactitud heideggeriana ms propiaante-les--hechns-dc-aq-u-el-tiempo:-celebrar-el-espritu, -sin -comillas -de-nin-gn tipo queenmarquen la palabra, sera, as, el esfuerzo de un pensadorpor espiritualizar el nacional-socialismo (p. 64), esfuerzo encarnado en

    un programa que, alversarsobre elespritu, versa en todo caso sobre lalibertad de o del espritu (p. 70).

    Deese espritu, cuyo ser Heidegger no habra dejado, a partir de 1933,de interrogar (p. 131), se dice: quees lo que une otro nombre del Uno

    2Texto del que contamos con una excelente traduccin al castellano. Vid.: MartinHn,FG-(i[?R: La auoafirmna.

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    y de la reunin; y que es eso mismo que salva (pp. 24 y 26). Peroinsistamosen ello: deese espritu tambin se dice, ahora negativamen-te, queno espneumani spiritus;no es puessoponi viento, ni respiracin

    ni inspiracin ni suspiro. Pese al privilegiodel griego, pesea la siempreoscura relacin que el pensar segn Heidegger mantenga, o no, con elhebreo,para Derrida resulta claro que, una vez ms, slo elalemn puededecir, a la escuchade Trakl(p. 156), ese ncleo semntico del esprituque es exactamentela condicin de posibilidad de esas otras determina-ciones del espritu a que arriba aludimos, ascomo la condicin incues-tionada de posibilidaddel propio cuestionar < p . 26). Ahora bien; en ale-mn, y ya como solucin, Geistno significa otra cosa que:fuego, llama,conflagracin (p. 131). Y de ese fuego capaz de inflamar el Mal ser,adems, una posibilidadinterna, elproductode una ntima auto-divisino

    auto-relacin queel

    espritu sostieneconsigo

    mismosin

    poreso

    perdernadade su unidad (pp. 171 y 175).Espritu flameante, supuestamente anterior a y ms originario

    queel espritu griego o latino, espritu hlderliniano fundador de la histo-ria. para cuya ms apropiada comprensin parece exigirse un pesar msoriginario del tiempo; espritu que as dibujado como fuego hace paraDerrida, y sin duda para quienquieraquese asome a latradicin o tradi-ciones judas que el intrprete se interrogue, como ya antes tuvimosocasinde insinuar, porlarelacin que eltringulopneuma-spiri/us-Geist(o griego-latn-alemn) guarde conla concepcin hebraica de estascosas...todas estas frmulas sealarn acaso el momento y el modo en que al-guien tericamente llamado a ser funcionario de la razn, notario delconocimiento,abandona esamisin einicia lacelebracinde lo irracio-nal signifique eso lo que signifique, la celebracin del amor sobreelLogos, del ardor sobre el concepto? Quiza s, y porel contextoen quetodo ello se emiti el odo contemporneo tiende aqu aescuchar conprevenciny condesagrado, s i no condeclaradohorror. Pero este reflejonuestro nada tiene de necesario; y si es cierto que Eckhart fue,para Hei-degger, maestro de viday de lectura, cierto es tambin que cuando aqulanotaque omenm cogitationem sive meditationem semper consequituramor et ipsacogitatiosive meditatio spirat ignem amoris (el amor sigue

    siempre atodo pensamiento o meditacin, y el mismo pensamiento omeditacin exhala el fuego del amor) ese fuego queaqu se inscribesobre la pgina, entrelazndose con el pensar y con el meditar, tiene deespiritual cuanto le falta de nacional-socialista. Bien es verdad que elmaestro Eckhart inserta esta frase al hilo del Evangeliode Juan; y quenopocas veces, en la historia, apelar al espritu ha llevado consigo,junto ala posibilidad y la emergencia de novedades, todo el peligro de aquelloquese auto-declara irrestringiblee irrestricto. Aslo sintieron lospruden-tes adversarios deJoaqun deFiore ytodos losque hanpreferido elcanona la profeca, el compromiso racional a lafuerza impositiva de unavolun-

    tad ms o menosiluminada porel futuro, o poruna tercera poca, estado

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    o reino del mundo dispuesto a venir. Elespritu tiene algo de peligroso,en efecto, porlo que tiene de ltimo, y de ultimador. El firmante de estanota, sin embargo, no puede suscribir en todos sus trminos este cave

    racional. Tampoco es quecrea, sinms, con el Hderlin de Fa/mos yconHeidegger, queall donde est el peligro, crece tambin lo que salva(Woaher Gejhr ist, wehs/DasReltendeauch). Le parece, de hecho, quehay un gran peligro en la frase, el peligro de lo que no es falso, sinopeligroso. No hay empero ms que echar una ojeada sobre la herenciaintelectual del joaquinismo (y Henri de Lubac ha hecho, como se sabe,magnficamente esa tarea)para comprobar y, en consencuenca, po-ner toda cautela entreparntseis canta puede llegar a serla potenciade renovacin yapertura de una reflexin que se centre en la incadescen-cia espiritual.

    Entendemos ahora, o as me gustara que sucediera, algunos de losmotivosque han conducidoa Derrida a enfocar esta cuestinde lamane-ra que aqu se ha descrito. Entendemos que este pirotcnico (en filosofaha habido herreros, sastres, qumicos... a veces pedagogos y arquitectos),este hombre de letras queha declarado no hacer nunca juegos de pala-bras, como aducen sus enemigos, sino fuegos de palabras ~, ha enfrentadoel proceso a Heidegger desde la ptica de aquellos textos en los queelverbo heideggeriano se inliama y chisporrotea peligrosamente para suautor y para todos, en definitiva. Por eso su intervencin es en granmedida, a su vez, una hoguera, pero una hoguera de palabras, preludiodel desierto de ceniza.Yesos fuegos, se nos dice, debenmantenercalienteun cierto sentimiento de lo cmico, de lo risible quepese a todo hayydebe haber en estas historias de lenguas privilegiadas y escrituras defuego. Permanecer sensible a esta comicidad, saber reir an ante tal ocual maniobra, podra llegar a ser un deber (tico o poltico, s i se quiere)

    6 Y ases en efecto, porque ya elpropio ttulo es ambiguo,y se prestaa dos lecturas al menos: De lespri/, reza, y por tanto sobre o acerca deel espritu, pero tambin y por quno? como el roto fragmento deunaexpresin ms larga, frirede lespril, que aquacaso se evoque,y quetomara esprit en ese sentido francsdel vocablo quelos filsofos alema-nes, con Kant ala cabeza, nunca han dejado de diferenciar de su propio

    vid. : Henri DELUBAC , S . 1 .: Lapostrit spirbue/le de Joaehim deFlore. 2 vols. EditionsLethielleux. Pars. 1979,1981.

    $ Vid, en este sentido la entrevista realizada a J. Derrida por L.finas: Avoir ioreiiled e laphilosophie, en AA. VV.: Ecarts. Quatre essais propos deJacques Derrida. Pars, Fayard,1973. Vid, la traduccindeCristina de Peretti en e l Suplementos n 13 del a RevistaAnthropos:Jaeques Derrida. Cmo no hablar? y otros textos. Editorial Anthropos, Barcelona, Marzo1989, pp. 89-94.

    6 Rcster sensible c e comique. savoir rire encore devant telle 00 telle manocuvrc. cela

    pourrait devenir un devoir(thique ou politique. siIon veut) et une chance, malgr le soupyonque tant de philosophesallemands. de Kant Heidegger. ont exprssment faitpeser sur le 14-j/s.

    le alt

    ou lsprit (rranqais), la chance de 1

    esprit (J . DERRIDA:

    Op. cit.. p . 1 4 , nota 1 ) .

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    y muydistinto Geis. Pero sera esto lcito? Se puede jire de lesprit,exhibir la propia agudeza, con la cuestin heideggeriana, que no es sinolacuestin de eso mismo que en otros contextos, en otras tradiciones, se

    ha llamado elproblema de lautopa o el de la encarnacin, o el delmejormundo realde los mundos posibles?O msbienhabra quedecir quelofrvolo, aqu como siempre, no es el supuesto y ni siquiera segurointentoderridiano por mantenerelladocmicodel dilema, sinoel propiointento heideggeriano porespiritualizarelnacional-socialismo, por lle-gar a controlar l la verdad interna y la grandeza de quien domine enSiracusa? Una pregunta de excesivo tonelaje para poder ser contestadaaqu; quiz estn en ella enjuego las clases de juego, las clases de fuego,las clases de risa quees oportuno permitirse en un mundo vivaz y terri-ble. Quede aquconstancia, en todo caso, del inters de un tei&to impres-

    cindible no slo para quienes se ocupen del caso Heidegger, sino, conmucha mayor razn, para todo aquel que creo que an tiene sentidoinquirir qurelacin existe entreeso que llamamos Occidente y eso quellamamos losfilsofos de Occidente, o la filosofa de los mismos.

    Jorge PREZ DETUDELA VELASCO