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ACTUALIZACIÓN TEOLÓGICA

Introducción

La renovación espiritual que se produjo tanto en nuestro país

como en el mundo entero no es un movimiento que se originó

a partir de una reforma teológica, sino de una soberana

irrupción del Espíritu de Dios. Eso no significa que la

renovación se haya desarrollado únicamente en el plano de

un avivamiento, pues desde el principio esta efusión del

Espíritu trajo revelación y luz para redescubrir antiguas

verdades de la palabra de Dios que a través de los siglos

habían sido eclipsadas y descuidadas.

Es algo sabido por todos que esta corriente del Espíritu ha

traído significativos cambios teológicos, litúrgicos,

metodológicos y eclesiológicos. Las reformas que se

produjeron en estas cuatro áreas serán las divisiones

principales de este estudio.

Antes de entrar en el tema, quisiera dejar en claro que

nosotros más que teólogos somos pastores, y nuestro interés

no es dar nuestro punto de vista teológico sino entregarnos a

la formación y al crecimiento del pueblo de Dios. Valoramos



la teología en la medida en que sea útil para echar

fundamentos sólidos para la vida de la iglesia. Y procuramos

alejarnos de aquellos aspectos de la teología que han

consistido mayormente en especulaciones filosóficas,

apologías sectarias o academismos estériles.

Lo más importante es el logro de los objetivos y no hacer del

medio un fin. Lo más importante es el cambio de vida, y no un

mero cambio en la teología o en los métodos y formas

litúrgicas. La teología es un medio y no un fin. Una sana

teología ha de producir, con la irrupción del Espíritu (y nunca

sin ella), sanos resultados. Los métodos y las formas litúrgicas

correctas producirán, por la obra del Espíritu, mejores

resultados. Una acertada eclesiología proveerá el medio, el

ambiente y la estructura adecuada para el desarrollo de la

vida cristiana y de los propósitos del Señor.

No nos sentimos realizados al tener la capacidad de hacer

claros enunciados teológicos, sino al ver hombres y mujeres

que viven llenos del Espíritu, sumisos, consagrados al Señor,

generosos, humildes, fervientes, santos; al ver que en las

familias hay armonía, paz, amor, sujeción, respeto, cariño; al

ver el surgimiento de un pueblo de Dios que canta, alaba,

ora, ayuna, sirve, hace buenas obras, testifica, ama, perdona,

crece, se multiplica y se parece a Jesús.



¡Que siempre sea así!

En estos últimos 40 años en nuestro medio se han producido

cambios significativos.

Nos referiremos a ellos como giros, porque señalan los

cambios ocurridos desde nuestro trasfondo evangélico

tradicional hasta la situación presente.

I. GIRO TEOLÓGICO.

II. GIRO LITÚRGICO (liturgia, del griego servicio. Desde los

primeros tiempos de la iglesia se comenzó a utilizar este

término para referirse al culto a Dios, como un servicio a

él).

III GIRO METODOLÓGICO.

IV GIRO ECLESIOLÓGICO.



I. GIRO TEOLÓGICO

A) El reino:

Este es un aspecto central de la renovación. Necesitamos

tener mucha claridad en cuanto a la teología del reino.

1. Reino y salvación

El concepto de la salvación (soteriología).

Observemos el giro que se produjo en algunas expresiones:

CONCEPTO TRADICIONAL CONCEPTO ACTUAL

• Evangelio... (de “ofertas”). Evangelio del reino (Lucas 8.1;

Hechos 28.31).

• Justificar: declarar justo. Justificar: hacer justo (2 Co.

5.21).

• Gracia: tolerancia, libertad, Gracia: poder provisto por

permiso para no ser santo. misericordia para ser santos.

(Ro. 6.14; 8.3-4; Judas 1.4).

Gracia barata – Bonhoffer.



• Arrepentimiento: sentir pesar Arrepentimiento:

(metanoia)

por haber ofendido a Dios. Cambio de actitud,

sujeción al Señor (Hechos 2.38).

• Condición para ser salvo: Condición para ser salvo:

aceptar a Cristo como Reconocer a Cristo como

Salvador. Señor (Ro. 10.9; Fil. 2.11).

• Conversión: sin compromiso. Conversión: con las

demandas del discipulado

(Lc. 14.25-33).

• Conversión y posterior Conversión es consagración.

consagración.

• El reino es futuro. Nos trasladó a su reino (Col.

1.13).

• Salvar almas. Salvar la totalidad del hombre.

• Reino de Dios: el cielo. Reino de Dios: su gobierno

aquí y ahora.



Este giro hacia una teología del reino también está indicado

por el actual quehacer teológico. En el CLADE II (Congreso

Latinoamericano de Evangelización), realizado en la ciudad

de Huampani, Perú, en el año 1979, hubo diversas

declaraciones al respecto:

Mortimer Arias (Obispo metodista): “Para mí, como para otros

misionólogos y evangelistas, el gran problema en la

evangelización de América Latina es haber perdido el

mensaje del reino. Por esa causa hemos predicado un

evangelio mutilado. En vez de dar el pan de la esperanza,

hemos dado apenas sus migajas... Quisiera reafirmar nuestra

convicción de que es tiempo de volver a las Escrituras y

recuperar el mensaje del reino en su integridad (La Consulta

de la Fraternidad Teológica Evangélica fue un paso en esa

dirección). El evangelio que vino a anunciar Jesús, y que nos

encomendó a nosotros que anunciáramos, no es otro que el

evangelio del reino. Después de todo, la evangelización no es

otra cosa que un anuncio del reino —encarnado en

Jesucristo— y un llamado a entrar en el reino por medio de un

discipulado radical”.

Samuel Escobar: “Jesucristo es nuestro Salvador porque él es

el Señor triunfante y victorioso. Sin embargo, mucha de la

evangelización moderna ha limitado a Jesús presentándolo



solo como Salvador, quien nos consigue un pasaje al cielo y

puede ser también nuestro Señor en segunda instancia, si se

lo permitimos, mediante una segunda experiencia. Sin

embargo, el mensaje bíblico afirma que solo puede ser

Salvador porque es Señor, y que no puede ser nuestro

Salvador a menos que lo aceptemos como Señor. Aceptarlo

como Señor es reconocer que merece todo el honor, toda la

gloria, y que está por encima de todo y de todos. Es

reconocer que él tiene la última palabra”.

René Padilla: “El espíritu del anticristo se hace presente hoy en

día en cualquier esfuerzo que hace la iglesia por cumplir su

cometido, usando para ello las reglas de juego y los valores

de la sociedad que la rodea. Eso sucede, por ejemplo,

cuando en la evangelización se reemplaza el evangelio

bíblico, centrado en Jesucristo como Señor y Salvador, por un

mensaje sin las demandas del discipulado cristiano,

adaptado al consumo masivo”.

También en el Congreso Internacional de Lausana, realizado

en el año 1974, hubo declaraciones similares. El “pacto de

Lausana” ha señalado la necesidad de volver al mensaje del

reino y al discipulado comprometido.



“Jesucristo es el Señor” ha sido el lema del retiro carismático

que se realizó en Kansas City, EE.UU., en julio de 1977, con 50

mil asistentes. “Jesús es Señor” es la proclama más frecuente

en retiros y reuniones carismáticos alrededor del mundo.

Este énfasis en el señorío de Cristo y el reino de Dios, que el

Espíritu Santo está poniendo paulatinamente en todos los

círculos y ambientes cristianos, irá desalojando al erróneo

concepto de un evangelio de “ofertas”, de una salvación sin

sujeción, de una conversión sin compromiso, de bendiciones

sin demandas y de un cristianismo sin reino. La verdad de Dios

se ha declarado. El proceso es irreversible.

2. Reino y escatología

La mayoría de los evangélicos venimos de una formación

fundamentalista y dispensacionalista. Se nos enseñó que no

estamos bajo el reino sino bajo la gracia; que Jesús había

predicado el reino a los judíos y como ellos no lo aceptaron lo

clausuró para reabrirlo recién después del arrebatamiento de

la iglesia; que, ante el rechazo de Israel, abrió la puerta a los

gentiles inaugurando una nueva dispensación de la gracia, y

por lo tanto las demandas del reino y las exigencias del

Sermón del Monte no son para nosotros sino para el futuro y

para el milenio.



No tenemos aquí espacio suficiente, pero podríamos

demostrar ampliamente que tal postura no puede soportar la

prueba de una seria exégesis bíblica (valga también señalar

que tal enfoque surgió en los últimos 100 años).

Al respecto de esto, quisiera señalar muy brevemente lo

siguiente:

• El tema central de las enseñanzas de Jesús era el reino

(Mateo 13.24, 31, 33, 44, 45, 47, 52; 20.1; 22.2; 25.1,14). Jesús

predicó el evangelio del reino (Lucas 4.43; 8.1; Marcos 1.14,

15).

• Jesús nos encomendó que predicáramos el evangelio del

reino y transmitiéramos todo lo que él había enseñado,

hasta el fin (Lucas 9.60; 10.9; Mateo 24.14; 28.19,20).

• Los apóstoles predicaron en todo lugar a donde iban el

evangelio del reino de Dios (Hechos 2.29-36; 8.12; 19.8;

20.25; 28.31).

• San Pablo enseña que al convertirnos somos trasladados al

reino de Dios (Col. 1.13; 1 Ts. 2.12).



No existe un evangelio de gracia y otro del reino. Ambos son

una misma cosa. Estamos bajo su gracia y bajo su reino.

Dentro de este enfoque ha habido una interpretación

alegórica bastante difundida en los círculos evangélicos de

que las siete iglesias de Asia Menor (referidas en Apocalipsis 2

y 3) corresponden a siete etapas de la historia de la iglesia: la

iglesia primitiva, Éfeso y así hasta llegar a Laodicea, que

corresponde a la iglesia actual. Esta arbitraria afirmación

(pues no obedece a las reglas hermenéuticas) ha impreso en

la esperanza de las iglesias que la han creído, un panorama

futuro fatalista, derrotista y sombrío.

Hoy, tanto para nosotros como para muchos cristianos de

todas partes del mundo, el horizonte se ha despejado de los

negros nubarrones de las diabólicas mentiras escatológicas.

Hoy la iglesia tiene una esperanza gloriosa. No terminará su

trayectoria sobre la tierra derrotada y raquítica. El Señor se ha

propuesto restaurar a su iglesia antes de que Cristo vuelva

(Hch. 3.21). Él ha de prepararse una iglesia gloriosa, santa, sin

mancha ni arruga (Ef. 5.27); y será de tal manera que ni las

puertas del infierno prevalecerán contra ella (Mt. 16.18).



B) Los carismas del Espíritu (“pneumáticos”)

Otro giro importante se ha producido en cuanto a la

comprensión de la vigencia de los carismas hoy. De allí el

nombre de “carismático” al actual movimiento de

renovación.

En realidad, el descubrimiento de la vigencia de los dones del

Espíritu indicados en 1 Co. 12.1-10 se ha dado a comienzos

del siglo XX, lo que dio inicio al movimiento pentecostal, que

es en la actualidad la fuerza evangélica más grande del

mundo.

Durante muchos años ha habido una separación muy

acentuada entre las iglesias pentecostales y las no

pentecostales. En los últimos veinte años el redescubrimiento

del bautismo en el Espíritu Santo y el brote de los dones de

lenguas, profecía, sanidad y otros en iglesias no pentecostales

han modificado el cuadro.

Actualmente, el movimiento carismático crece con mayor

pujanza que cualquier otro movimiento cristiano, y en todos

los niveles, países y denominaciones. Hoy hay teólogos tanto

católicos como protestantes, de alto nivel académico, que

escriben y enseñan acerca de la vigencia de los dones de 1

Corintios 12 y de la experiencia personal con el Espíritu Santo.



Quizás podría sintetizar el giro que se produjo, de la siguiente

manera:

CONECEPTO ANTERIOR CONCEPTO ACTUAL

• Los dones y carismas No existe un solo pasaje que

sobrenaturales han indique que los dones y

milagros

terminado con el canon del terminaban en cierta época.

Al

N.T. Los milagros y contrario, “estas señales

sanidades fueron para los seguirán a los que creen”

tiempos apostólicos. (Mr.16.17,18).

“Jesucristo es el mismo ayer, y

hoy y por todos los siglos” (He.

13.8).

En todos los siglos Dios

ha obrado milagros antes y

después de los días

apostólicos.

• El hablar en lenguas no es “… no impidáis el hablar en

len-

de Dios, y si alguien lo hace guas”. “Quisiera que todos



debe irse de la congregación. vosotros hablaseis en

lenguas”.

“Cuando os reunís, cada uno

de vosotros tiene salmo, tiene

doctrina, tiene lengua...” (1

Co. 14.39, 5, 26).

• Amor sin dones: lo más Amor con dones: “Seguid el

importante es el amor; no amor; y procurad los dones

debemos buscar los dones. espirituales” (1 Co. 14.1).

Aquí específicamente se

refiere

a la profecía, a las lenguas y a

la interpretación.

C) Las ordenanzas o sacramentos

Tradicionalmente, los evangélicos usan la palabra

“ordenanzas” y afirman que son dos: el bautismo y la cena

del Señor. Los católicos los llaman “sacramentos” y afirman

que son siete: el bautismo, la confesión (bautismo en el Espíritu

Santo), la absolución (confesión de pecados), la eucaristía

(cena del Señor), el matrimonio, la ordenación (con



imposición de manos) y la extremaunción (la unción de los

enfermos).

En realidad, lo importante no es si los llamamos ordenanzas o

sacramentos, o si decimos que son 2 ó 7, pues todos

practicamos los 7 y los evangélicos aún algunos más (la

conversión, la Palabra, la comunión entre hermanos, el hablar

en lenguas y otros).

Quisiera romper los esquemas mentales arbitrarios.

San Agustín dijo que los “sacramentos son símbolos de una

cosa sagrada y formas visibles de la gracia invisible”. Y el

catecismo romano añade: “Los sacramentos, por institución

divina, tienen el poder de significar y de producir la

santificación y la justificación (se olvidaron de agregar

“mediante la fe”).

Los sacramentos están compuestos por dos elementos: el

signo externo y la gracia invisible. Los signos externos son: el

pan, el vino, el agua del bautismo, el aceite de la unción, la

imposición de manos y otros. Y la gracia invisible es Cristo.

Antes, en nuestra postura evangélica tradicional,

afirmábamos que se trataba de meros símbolos. Sin embargo,

ahora creemos que, por la acción del Espíritu mediante la fe,

hay una gracia invisible que opera en la persona.



El énfasis del catolicismo es que la gracia santificante opera

por la recepción del signo exterior. Pero los evangélicos

sostenemos que la gracia opera por la fe del que recibe el

signo externo (por lo cual no creemos en la

transubstanciación). Lo podríamos llamar un

“sacramentalismo carismático”.

No obstante, es importante señalar el giro que se produjo del

enfoque evangélico tradicional.

Tomemos como ejemplo el bautismo y la cena del Señor:

CONCEPTO ANTERIOR CONCEPTO ACTUAL

• Bautismo: El bautismo no “Arrepentíos, y bautícese

es necesario para la cada uno de vosotros para

salvación, perdón de los pecados”

ni para el perdón de (Hch. 2.38).

pecados.

• El que creyere y fuere “El que creyere y fuere

salvo será bautizado. bautizado, será salvo”

(Mr. 16.16).



• El bautismo es un paso de El bautismo es sepultura y

obediencia, un testimonio resurrección mediante la fe

público de mi fe en Cristo en el poder de Dios

(Col. 2.12, 13).

CONCEPTO CATÓLICO: El que fuere bautizado será salvo o

perdonado. El bautismo es muerte y resurrección, y nos hace

hijos de Dios.

• Cena del Señor: El pan y el Cristo dijo: “Tomad, comed,

vino son meros símbolos esto es mi cuerpo… Bebed,

recordatorios de la muerte esta es mi sangre del nuevo

del Señor. pacto”. No creemos que el

(Esta postura fue una signo exterior (pan y vino) se

reacción al dogma transforman, sino que al

católico de la recibirlo recibimos la gracia

transubstanciación). invisible que es Cristo.

Por la fe comemos de Cristo y

bebemos de su sangre

(Juan 6.53-57).

CONCEPTO CATÓLICO: transubstanciación.



En los círculos teológicos de avanzada, tanto católicos como

protestantes, existe una continua revisión y ablandamiento de

las posturas extremas.

D) Otros temas

Por supuesto, los tres temas señalados hasta aquí son solo

algunos.

Existe un giro o reforma teológica sobre muchos otros temas

que son dignos de considerar, pero no contamos con el

espacio suficiente pare llevarlo a cabo en este estudio.

Ha habido una seria revisión acerca de lo que significa

doctrina, el propósito eterno de Dios, la palabra de Dios, el

matrimonio, la confesión, los ministerios, la iglesia y otros.



II. GIRO LITÚRGICO

Los cambios producidos en este terreno obviamente son los

más llamativos por tratarse de los más visibles en una reunión.

Estos cambios no se produjeron por intentar hacer una

programación diferente, novedosa o más bíblica de las

reuniones, sino por generación espontánea debido a la

efusión del Espíritu en nuestras asambleas.

Consideremos algunos aspectos de esta reforma litúrgica:

A) De la centralidad en la predicación a la

centralidad en la adoración

La reforma religiosa del siglo XVl, debido a su énfasis en la

palabra, colocó el púlpito al frente y en el centro del recinto

de reuniones. Seguramente, el énfasis necesario de aquel

momento estaba puesto en la predicación de la Palabra.

Las iglesias evangélicas han seguido el mismo modelo: el

púlpito ocupa el centro y la predicación la mayor cantidad

de tiempo. Todo lo demás (cánticos, oraciones y otros) son



preliminares o la preparación para la palabra. La predicación

es lo central.

Sin embargo, el derramamiento del Espíritu ha producido un

giro hacia la adoración. Ahora el centro no es más el púlpito,

sino el trono de Dios. Los fieles concurren fundamentalmente

para adorar al Señor. La mayor parte del tiempo de la reunión

se dedica a la adoración. Este es el verdadero sentido de la

palabra “culto”.

Al analizar la himnología, nos damos cuenta de que antes le

cantábamos mayormente al pecador y al final se hacía una

breve doxología al Señor. Ahora la mayoría de nuestros

himnos son doxologías. Ello no le restó importancia a la

palabra, porque si antes la predicación duraba 30 ó 40

minutos, ahora es difícil que dure menos de 60.

Ahora el sacerdocio universal del creyente no es un tema de

controversia, sino una experiencia real en cada reunión.

B) De la reunión como programa a la reunión como

suceso

En la mayoría de los casos las reuniones habían caído en una

rutina. El orden del culto era un programa prefijado hasta en

los detalles: primero se cantaba un himno, luego se hacía una



invocación, luego palabras de apertura, un himno

congregacional, anuncios, un número especial, el mensaje,

otro himno, una oración, la doxología y luego la finalización

de la reunión.

También el tiempo total estaba prefijado (no más de una

hora).

Se trataba de esquemas rígidos que limitaban al Espíritu.

Sin embargo todo ha cambiado. Ahora en las reuniones tanto

el pueblo como el que dirige están expectantes, y este con

temor ante la presencia de Dios. Su oración es: “Espíritu Santo,

guíanos; muévete con libertad; inspira nuestra alabanza;

danos revelación”. Lo importante no es el programa, sino el

encuentro con la presencia de Dios. Pueden pasar varias

horas y la gente no se aburre; al contrario, participa

activamente (ello no significa que la reunión más prolongada

sea más espiritual).

El cristiano está fascinado por la revelación de Dios. Al

contemplar su amor, su grandeza, su poder, su misericordia, su

paciencia, su sabiduría, su propósito y su obrar, no puede

dejar de alabarlo espontáneamente y exclamar dándole

gloria.

Se decía que había que tener cuidado con las emociones

pues eran “carnales”. Sin embargo, ¿cómo no emocionarse al



meditar en el amor de Dios por nosotros y en el sacrificio de

Jesús?

El adorador se emociona, se quebranta, se goza… Dios está

presente. Y el pueblo puede palpar su gloria (la Biblia llama

gloria a aquello que fascina).

C) Acerca de las expresiones físicas

La expresión física más frecuente en las reuniones evangélicas

ha sido cerrar los ojos para orar. Sin embargo, es curioso

observar que no hay ningún pasaje bíblico que lo indique.

El salmista David es el profesor de alabanza y culto de todos

los siglos. Y en los salmos se mencionan las siguientes

expresiones físicas:

• Alzar las manos: “Alzad vuestras manos al santuario”

(Salmos 134.2). “Oren... levantando manos santas” (1 Ti.

2.8).

• Aplaudir: “Pueblos todos, batid las manos; aclamad a Dios

con júbilo” (Salmos 47.1). “Levantad la voz, y aplaudid, y

cantad salmos” (Salmos 98.4b).



• Saltar: “… los justos… saltarán de alegría” (Salmos 68.3). En

hebreo, “regocijarse” significa dar un salto de alegría.

• Danzar: “David danzaba con toda su fuerza…” (2 S. 6.14a).

“Alabadle con pandero y danza” (Salmos 150.4a).

• Arrodillarse y postrarse: “Venid, adoremos y postrémonos;

arrodillémonos delante de Jehová” (Salmos 95.6).

• Besarse y abrazarse: “Saludad a todos los hermanos con

ósculo santo” (1 Ts. 5.26. También Hch. 20.37; Ro.16.16).

Observemos que estas expresiones no son optativas, sino

mandamientos del Señor.

D) Acerca de las expresiones audibles

Además del canto congregacional, la oración del pastor o

de algún hermano, y la lectura al unísono de algún pasaje

bíblico, se han ido incorporando a nuestras reuniones algunas

nuevas formas de expresión, todas ellas de acuerdo con las

Sagradas Escrituras y combinadas con las expresiones físicas

recién señaladas.



• Canto más vivo y más gozoso: “Cantad alegres a Dios”

(Salmos 100.1; 95.1-2). La reunión adquiere un clima de

fiesta al Señor.

• Canto en acorde. Toda la congregación canta

improvisando las palabras y la música, pero con notas que

están dentro del acorde. Eso da libertad de expresión a

cada uno y, a la vez, produce una hermosa armonía.

• Alzar unánimes la voz: para orar o aclamar al Señor (Hch.

4.24; Sal. 66.1; o la alabanza estruendosa de Apocalipsis

19.1, 6: “Oí como la voz de una gran multitud, como el

estruendo de muchas aguas”).

• Hablar en lenguas: con interpretación o, si no la hubiere,

hacerlo en voz baja para uno mismo (1 Co. 14.26-28).

También puede haber cántico en lenguas (1 Co. 14.15).

• Profecía: Muchas veces en la adoración una palabra

profética inspira o eleva la alabanza (1 Co. 14.3).

• Instrumentos musicales de todo tipo: percusión, cuerdas,

instrumentos de madera, de metal (Salmos 150).



E) Peligros

Debo concluir esta sección advirtiendo de algunos peligros

que pueden darse en este tipo de liturgia más libre y

espontánea, que se pueden evitar con sabiduría y

discernimiento espiritual.

• Frenesí: descontrol, exageración, excitación emocional sin

contenido espiritual.

• Nuevas formas sin contenido: mera exteriorización, nuevos

modelos y costumbres, caer en la rutina sin un fluir del

Espíritu.

• Mezcla de lo carnal con lo espiritual. De allí la importancia

del discernimiento.



III. GIRO METODOLÓGICO

Nuestros métodos de trabajo en la obra del Señor también

han experimentado y continúan experimentando grandes

cambios.

Por un lado, los débiles resultados obtenidos según la forma

tradicional de trabajo, y por otro, leer el Nuevo Testamento

con una mente renovada nos han llevado a una nueva

concepción en cuanto al modo de hacer la obra del Señor.

Notamos que los apóstoles, sin campañas programadas de

evangelización, ni la construcción de templos ni la creación

de seminarios, obtenían resultados mucho mejores que los

nuestros, tanto en calidad como en cantidad. No existía la

imprenta, no podían repartir Biblias, no había medios masivos

de comunicación, no tenían vehículos ni equipos de audio,

no contaban con una misión en el extranjero que los

sostuviera, ni con hoteles para hacer retiros. ¿Cuál era

entonces, el secreto de semejante éxito? ¿Cuál era su modo

de trabajar? La simplicidad. Entendimos, entonces, que

debíamos volver al origen. Dejar nuestros métodos y volver al

método apostólico. Y hoy podemos observar que los cambios

experimentados hasta aquí nos animan a seguir.



Señalaremos algunos giros que se produjeron en nuestro

medio:

A) Del “reunionismo” al discipulado:

El Señor no dijo: “Id y haced reuniones en todas las naciones”,

sino: “… haced discípulos a todas las naciones”.

Teníamos reuniones de todo tipo: de evangelización, de

oración, de estudio bíblico, de escuela dominical, de damas,

de jóvenes, de adolescentes, de comisión, pero no teníamos

discípulos. Gastábamos nuestras energías en un sin número de

actividades, pero no estábamos haciendo lo esencial: formar

discípulos. Además había tantas reuniones que no teníamos

tiempo para hacer otra cosa. Sin embargo, el cambio se

logró. Costó, pero finalmente el giro se produjo. El ministerio

pastoral púlpito-congregación se modificó por una relación

maestro-discípulo.

Eso significa que debemos entender que nuestro ministerio

principal consiste en concentrarnos en algunos pocos (Jesús

entrenó a doce), y entregar nuestro tiempo para conocerlos,

amarlos, darles nuestra vida, nuestro tiempo, abrirles nuestro

corazón, nuestro hogar, pasar tiempo con ellos, ser ejemplo,



enseñarles, corregirlos, animarlos, bendecirlos, reprenderlos,

instruirlos, llevar sus cargas, llorar y reír con ellos, asumir

autoridad sobre sus vidas, velar por ellos y enseñarles cómo

conducirse en todas las áreas de la vida: familia, trabajo,

sexo, carácter, negocios, estudios, oración, testimonio y otras.

Discipulado significa formar a los discípulos, guiarlos a la

madurez y comisionarlos para que ellos hagan lo mismo con

otros.

Reconozco que es más fácil hacer 100 reuniones que formar

un discípulo. Esto no significa que no debemos hacer más

reuniones, pero sí que debemos hacer menos cantidad de

reuniones para poder dedicarnos a esta tarea tan

importante. Sería equivocado creer que por hacer reuniones

estamos desarrollando un ministerio. Si después de algunos

años de trabajo no surgen al lado de nosotros obreros

capaces de discipular a otros, sepamos que estamos errando

nuestro ministerio.

B) Del “templismo” a las casas:

Según la forma tradicional de abrir una obra, la meta

cercana ha sido comprar un terreno y edificar un “templo”

para desarrollar allí las actividades de la iglesia. El templo ha



sido central en el funcionamiento de las congregaciones.

Casi no se podía concebir que una congregación pudiera

desarrollarse sin un templo.

Es muy evidente que los apóstoles diferían en ese modo de

ver las cosas. Jamás construyeron templos. En los primeros

siglos la iglesia creció y se extendió poderosamente por las

casas, y cuando les resultaba posible se reunían todos en

algún lugar de concentración pública.

Hemos hallado que, lejos de ser esto una situación

desventajosa para el crecimiento de la iglesia, resulta una

situación óptima.

Al descentralizar las actividades del templo a las casas,

hemos encontrado varias ventajas:

1. La obra se realiza mejor al integrar a los hermanos en

grupos más pequeños en los hogares. Esto se debe a que

en el ambiente natural de un hogar se da una relación más

estrecha, se conoce y atiende mejor a cada uno, los

inconversos acuden con menos prejuicios y la tarea del

discipulado se logra sin tantos esquemas.

2. Las reuniones se vuelven más sencillas y espontáneas. Se

pierde la formalidad, la religiosidad, hay mayor



participación de los presentes y no se necesita un liderazgo

profesional.

3. Al no tener enormes gastos de dinero para la construcción

y mantenimiento del templo, la iglesia encuentra que

cuenta con fondos suficientes para sostener dignamente a

sus pastores y, al igual que lo que sucedía en el Nuevo

Testamento, tiene recursos para ayudar a los necesitados

de la congregación. Semanal, quincenal o mensualmente,

se puede alquilar algún salón o estadio para reunir a todos

los grupos que se reúnen en los hogares.

C) De aislados temas devocionales a un cuerpo

completo de enseñanzas:

Jesús, en 3 años de discipulado, comunicó a los suyos un

“paquete” completo de enseñanzas. Al encargarles discipular

a otros les ordenó que enseñasen “todas las cosas” que él les

había mandado.

Pablo, al despedirse de los ancianos de Éfeso, dice haberles

dado “todo el consejo de Dios” (Hechos 20.27).

Nuestro estilo tradicional de predicación y enseñanza ha sido

mayormente sobre temas aislados e inconexos, según la



inspiración de la semana. La Biblia es un libro muy extenso y,

siguiendo ese estilo, pasarían demasiados años para que

pudiéramos decir que hemos transmitido “todo el consejo de

Dios”.

Debemos dejar de lado las improvisaciones y los devocionales

interminables, y dar el “kerigma” y la “didaké” de los

apóstoles, es decir, el cuerpo concreto y completo de

verdades y mandamientos del Señor. Debemos conocerlo,

dominarlo, vivirlo y enseñarlo a nuestros discípulos hasta que

ellos lo conozcan perfectamente, lo vivan y sepan enseñarlo

con gracia a otros.

Esto es esencial en la tarea de hacer discípulos y edificar a los

hombres a la imagen de Cristo.

D) Otros giros:

Para abreviar, solo quisiera señalar algunos cambios más que

se produjeron en este campo:

• De la evangelización a través de reuniones y campañas

especiales se pasó a una evangelización normal, continua,

espontánea por el testimonio de individuos y familias, entre

amigos, parientes y vecinos.



• De una preparación académica para la formación de

pastores se pasó a una formación funcional en el seno de

la iglesia bajo los ministerios que Dios ha puesto en el

cuerpo, siendo reconocidos por la calidad de vida, gracia

y fruto ministerial.

• Ha habido un cambio fundamental de objetivos en nuestro

ministerio al entender que el propósito de Dios no es

meramente salvar almas del infierno sino tener una familla

de muchos hijos semejantes a Jesús.

Esto nos ha dado un rumbo muy claro y definido en nuestro

ministerio.



IV. GIRO ECLESIOLÓGICO:

Se produjo un cambio de un cristianismo dividido hacia la

unidad de la iglesia. Este es uno de los aspectos más difíciles

en la actual coyuntura del cristianismo.

La unidad de la iglesia es uno de los temas más mentados y

resistidos en casi todos los círculos cristianos.

Muchos abogan por relaciones fraternales entre distintas

confesiones cristianas, que nos tratemos con amor y respeto

los unos a los otros, pero que cada uno siga en su propio lugar

y denominación. Desde ya que esto sería un importante paso

en las relaciones entre cristianos, pero Dios nos ha dado una

convicción más radical al respecto.

A) En lo referente a la unidad de la iglesia:

1. Reconocemos que bíblica y teológicamente la unidad es

la única alternativa válida para la iglesia.

2. Reconocemos con dolor que la división de la iglesia es una

realidad innegable y muy compleja.



3. Creemos que esta división es una anomalía que no

obedece a la naturaleza de la iglesia. Es contraria a las

enseñanzas apostólicas, no contribuye a la edificación de

los santos y es un estorbo en nuestro testimonio ante al

mundo.

4. Creemos firmemente que Dios quiere restaurar la unidad

total de su iglesia y que tiene todo el poder para hacerlo.

5. Creemos que Dios va a restaurar esta unidad.

B) En lo referente a la localidad de la iglesia:

1. La unidad de la iglesia debe tener su expresión práctica en

la iglesia local.

2. La iglesia local no es “la iglesia del local”, sino la iglesia de

la localidad (del pueblo o de la ciudad). Nunca hubo en

los días de los apóstoles dos o más iglesias que coexistieran

simultáneamente en una misma localidad. La totalidad de

los creyentes que vivían en una ciudad formaban la única

iglesia de la ciudad, gobernada por un presbiterio plural de

pastores.



3. Actualmente, en cada localidad la iglesia está dividida en

muchas “iglesias” con variados nombres

denominacionales.

4. Dios, paulatinamente, irá restaurando la unidad de su

pueblo en cada ciudad. Para ello, producirá previamente

en sus hijos, por su Espíritu, la unidad del espíritu y de la fe.

5. Esta obra es un milagro tan grande que solo Dios la puede

llevar a cabo, y creemos que lo hará.

6. Nosotros debemos estar solícitos en buscar la unidad con

nuestros hermanos, y gradualmente comenzar a unirnos

con todos aquellos con los que el Señor nos vaya uniendo.



V. OBSERVACIONES

Dos observaciones finales:

A) Dios nos está preparando para un ministerio de

reconciliación entre cristianos de tendencias opuestas.

Para ello nos ha dado un espíritu de reconciliación y una

teología reconciliadora.

Veamos algunos ejemplos.

1. Entre católicos y evangélicos:

Sobre temas como: el bautismo, la Cena del Señor, la

autoridad y la sumisión, la confesión de pecados, la unidad

de la iglesia, la fe y las obras, el primado del Papa (lo dicho

anteriormente sobre los sacramentos arroja luz al respecto).

2. Entre evangélicos y adventistas:

Unos dicen que la salvación es solo por fe y los otros que es

necesario observar los mandamientos. El señorío de Cristo

reconcilia ambas posturas.



B) Necesitamos una actualización teológica permanente.

Necesitamos tener apertura y humildad permanente ante

Dios y su Palabra pues, aunque hemos recibido luz, no

tenemos toda la luz.

Algunas consideraciones al respecto:

1. Todos los sanos movimientos de reforma o renovación se

originaron en el hecho de volver al origen común: la iglesia

primitiva, la enseñanza de Cristo y de los apóstoles.

2. El problema se origina cuando un movimiento, luego de

algunos años de trayectoria, ya no sigue recurriendo al

origen del cristianismo para su desarrollo futuro sino a su

origen particular o a su trayectoria desde entonces. Eso es

lo que ha ocurrido con la mayoría de las denominaciones,

estableciendo una mayor lealtad a la doctrina

denominacional que a la apostólica.

3. Para no caer en sectarismos debemos recurrir

permanentemente a nuestro origen común: Cristo y los

apóstoles. Con una actitud humilde y sincera, debemos

ajustar nuestra vida y enseñanza a la doctrina apostólica.

No seamos fieles al movimiento de renovación, sino al

Señor.



4. También nos hará mucho bien cotejar notas con el

pensamiento de hombres de distintos círculos cristianos que

están inquietos y en la búsqueda de la recuperación de la

verdad de Dios.

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