Aldo Solari. Requiem Para La Izquierda

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  • Aldo Solari

    REQUIEM PARA LA IZQUIERDA

    [Solari, Aldo: Uruguay: partidos polticos y sistema electoral, Montevideo: FCU, pgs. 153-178.]

    I

    INTRODUCCION

    Una vez ms se cumpli el rito electoral. Con ms charanga y ms elementos carnava-

    lescos que otras veces la eleccin se efectu normalmente y certific que el Uruguay parece

    haber entrado definitivamente con la relatividad que debe darse al trmino en poltica en el mtodo electoral como el nico vlido para resolver las contiendas polticas. Mucho tiempo

    ha pasado desde que la polica impeda el acceso de los votantes del bando contrario a la mesa

    receptora, desde que tener el Jefe Poltico era garanta segura de la victoria departamental,

    desde que un comisario poda autoelogiarse sealando que haban ganado los colorados, a

    pesar de que los blancos eran muchos ms. Ciertas objeciones se han hecho, sin embargo, al

    acto y sobre todo al escrutinio primario. Se ha hablado y se habla, de votos contabilizados dos

    veces, etc. Si esas maniobras han existido es un derecho y un deber de las autoridades de los

    partidos afectados y de todos los ciudadanos, plantearlas ante las autoridades competentes y

    pedir que sus resultados sean enmendados y los culpables debidamente castigados. Pero pare-

    ce, en cambio, un serio error realizar una propaganda sistemtica, como algunos rganos de

    prensa han hecho en estos ltimos das, sobre la existencia de esas maniobras y su importan-

    cia. Tal propaganda slo producir dos efectos: el que cuando los ganadores de hoy pierdan,

    se considerarn autorizados a magnificar ms las cosas por el ejemplo de los perdedores ac-

    tuales y que, en ambos casos, se desacreditar al mtodo electoral ante los ciudadanos. Ya hay

    muchos

    [154]

    que piensan que las elecciones son una trampa, en que es posible arreglar los resultados, etc.

    Ahora bien, es perfectamente legtimo disentir con la eleccin que ha hecho el cuerpo

    electoral y creer que est equivocado, es perfectamente legtimo lamentar el error; pero no se

    ve a qu consecuencias favorables puede conducir el desprestigiar el mecanismo de las elec-

    ciones. Este ha elegido, quizs (sin dudas para algunos de nosotros) mal; pero, en las condi-

    ciones actuales del Uruguay cualquier otro mecanismo slo podr beneficiar a fuerzas mucho

    peores de las que han triunfado.

    Con todos sus defectos, el mtodo electoral es el mejor que tenemos a la vista y slo el

    desconcierto, la decepcin y la ceguera posterior a elecciones perdidas pueden ocultar a los

  • que hacen esa propaganda que est sirviendo los intereses de sus peores enemigos, que acep-

    taran con gusto otros mecanismos y otras posibilidades.

    Este artculo se escribe cuando se acaban de dar las cifras definitivas, con una demora

    desacostumbrada, del escrutinio primario. Aunque es altamente probable que el escrutinio

    definitivo, consagre con las mismas o muy parecidas cifras el resultado definitivo, como ha

    ocurrido siempre, cierta incertidumbre mnima es posible en virtud de la escasa entidad de las

    diferencias en el plano nacional y, sobre todo, en algunos departamentos. Las reflexiones que

    siguen son vlidas, sin embargo, sea cual sea el resultado definitivo y aunque ganara el Parti-

    do Colorado.

    El primer hecho que llama la atencin es el alto porcentaje de votantes. Aunque se igno-

    ra, a estas horas, el nmero exacto de votos interdepartamentales, el nmero total de votos

    puede situarse, aproximadamente, en 1 milln 200.000, alrededor del 77% de los habilitados

    en un Registro mal depurado. Es un porcentaje que nos vuelve a cifras que el Uruguay slo

    conoci en la segunda mitad de la dcada de 1920, cuando el equilibrio de los dos grandes

    partidos fue muy notable. Probablemente se debe al mismo fenmeno. Un conjunto de causas

    complejas ha hecho renacer ese viejo equilibrio, desaparecido en beneficio del Partido Colo-

    rado desde 1931 en adelante e incit a los electores a concurrir en masa a votar disminuyendo

    enormemente las abstenciones. No es casualidad, segn hemos tratado de demostrar otras

    veces, que las mayoras aplastantes del Partido Colorado correspondieron a los perodos de

    abstencin ms fuerte y viceversa. La abs-

    [155]

    tencin ha sido siempre, hasta ahora, un fenmeno que ha afectado mucho ms seriamente al

    Partido Nacional que al Partido Colorado. En general, la teora democrtica admite que un

    alto grado de participacin electoral es altamente deseable para la salud de la sociedad abierta

    y el fenmeno debe computarse como positivo. Algunos autores han sealado en los ltimos

    tiempos que, sin embargo, un alto grado de participacin implica un grado de separacin y de

    divisin tal que es un ndice de una posible ruptura de las bases fundamentales del consenso

    social. Pero por las razones que se expondrn ms adelante ste no es el caso del Uruguay, ese

    alto grado de participacin no corresponde a una discrepancia sobre las bases mismas del

    rgimen sino a otros factores.

    II

    MICHELINI O LAS VENTAJAS DE LAS DISCREPANCIAS

    Los cuadros que acompaan este artculo son suficientemente elocuentes sobre las va-

    riaciones de los partidos y fracciones en relacin con las elecciones de 1954 y 1958. Los dos

    hechos mis notables de esta eleccin parecen ser el escaso xito de los partidos menores y el

    ascenso extraordinario de la fraccin acaudillada por Michelini. Como del primer fenmeno

    nos ocupamos en cierta manera a lo largo de todo este artculo, consideraremos aqu el segun-

    do.

    Antes de la eleccin se hicieron toda clase de clculos sobre los votos que podra con-

    quistar Michelini. Muchos llegaron incluso a atribuirle ms votos que a la 15 en Montevideo.

    Esta absurda anticipacin ha llevado a algunos sectores a pensar que Michelini ha votado

    bien, sin llegar a nada extraordinario. Sin embargo, la verdad es la inversa. El cmulo de vo-

    tos de la lista 99 es verdaderamente extraordinario. En Montevideo ha obtenido 5.000 votos

    ms que la lista 51 de la U.B.D. que responde a las directivas del Sr. Fernndez Crespo. Ms

    de veinte aos ha trabajado ste, para montar la maquinaria en que se basa la fuerza electoral

  • de la lista 51. Que un disidente de un sector mayoritario que necesariamente tuvo que limitar

    su propaganda a pocos meses, lo haya superado en nmero de votos es un hecho notable. Tan-

    to o ms peculiar todava es que la lista 99 haya conquistado

    [156]

    en el interior de la Repblica unos 18.000 votos, donde la estructura del electorado es mucho

    ms fija y el voto flotante es de una importancia considerablemente menor a la que tiene en

    Montevideo. Casi todos esos votos han sido obtenidos en el Sur de la Repblica y un ejemplo

    es suficientemente indicativo de la importancia electoral alcanzada y de su radicacin geogr-

    fica: en San Jos la lista 99 obtuvo ms de 2.800 votos. El seor Washington Fernndez, disi-

    dente de la 15, con una largusima actuacin electoral en el mismo departamento slo obtuvo

    en 1954 algo ms de 2.100, ambas cifras para el escrutinio primario.

    La importancia del fenmeno Michelini no se limita al nmero de votos. Tiene el inters

    de comprobar, adems, que la disidencia dentro del lema en ciertas condiciones, es altamente

    remuneradora desde el punto de vista electoral, mientras que la disidencia que lleva fuera del

    lema slo conduce al desastre. La primera regla puede tener excepciones; la segunda parece

    universal. Michelini ha recogido antiguos votos de la 15 en desacuerdo con la orientacin del

    Sr. Luis Batlle, votos de colorados independientes de las ms diversas procedencias, una im-

    portante masa, en fin, de votos flotantes.

    En este ltimo rubro ha acumulado votos de ciudadanos que no pertenecen a ningn

    partido, muchos de los cuales es probable que hayan votado en 1958 al Partido Nacional, vo-

    tos de ex socialistas disgustados por las nuevas orientaciones de su Partido, votos de izquier-

    distas que, muchos a ltimo momento, quisieron influir realmente sobre el resultado de la

    eleccin a travs de uno de los grandes partidos, votando por el candidato que les resultaba

    ms potable.

    Este fenmeno, el de la polarizacin hacia los grandes partidos que benefici altamente

    a Michelini, va a ser considerado ms adelante en general. A todas estas corrientes de votan-

    tes, la fraccin de la lista 99 agreg, sin duda, los que ya eran electores de Michelini o de al-

    gunos de los que lo acompaaron antes de la disidencia con la lista 15. Pero es sumamente

    probable, casi seguro, que estos ltimos son una notable minora en relacin al electorado que

    tuvo en esta eleccin el grupo. Creo que un solo elemento falta para completar este cuadro. El

    fenmeno se produjo pese (o gracias) a la falta de clara definicin ideolgica del grupo, trans-

    parentada, entre otras cosas, en que primero quiso presentarse como una derivacin de la lista

    15, cuando solicit permiso para usar el nmero 515. La negacin a concedrselo

    [157]

    por parte del Sr. Luis Batlle, ensanch el foso electoral con la fraccin originaria y favoreci

    enormemente a Michelini. Debe pensarse que lo que impidi a muchas personas votarlo, fue,

    justamente, la idea, de que ese voto beneficiaba indirectamente al Sr. Batlle; si la relacin con

    ste hubiera sido ms directa la lista 99 hubiera perdido una parte considerable de su electora-

    do.

    Si todas estas hiptesis no son ms que eso son verdaderas, es muy fcil derivar de ellas una serie de consecuencias. Ms arriba, anotbamos que Michelini ha tenido ms votos

    en Montevideo que la lista 51. Pero mientras que el electorado de sta es casi unnimemente

    de una gran firmeza, conectado por diversos mecanismos de una manera permanente a una

    organizacin muy bien montada, el electorado de aqul, en su inmensa mayora, es un electo-

    rado flotante que le dio su voto por el concurso de una serie de circunstancias especiales que

    no tienen necesariamente que repetirse. El ascenso de Michelini puede ser tan fulgurante y

  • espectacular, como puede serlo maana su cada. En ese sentido, en esta eleccin de derrota-

    dos, el nico triunfador claro, es el que enfrenta ms gruesos problemas para el porvenir.

    III

    TAL VEZ EL FUTURO LIDER COLORADO

    Michelini puede ser, como muchos ya lo piensan, el prximo gran lder del Partido Co-

    lorado; pero puede tambin desaparecer desde el punto de vista electoral, sin dejar rastros. Es

    posible que haya descubierto a lo largo de la campaa electoral exigencias y necesidades que

    nunca sospech cuando se separ de la lista 15 y haya sabido adaptarse a ellas para aparecer

    como su portavoz. De su capacidad de seguirlas interpretando, de su habilidad para definir

    una cierta orientacin, de sus condiciones para crear un electorado de base y para superar to-

    das las emboscadas que, desde su propio Partido, le prepararn durante los prximos cuatro

    aos, depender su porvenir.

    Tan grande como el xito de Michelini, son las dificultades que enfrenta; sera fatal para

    l, que aqul le hiciera menospreciar a stas.

    Ms importante que esto, es sin duda, preguntarse sobre la significacin exacta del mo-

    vimiento dirigido por Michelini. Es

    [158]

    realmente un movimiento de izquierda que implica una renovacin en los cuadros de un parti-

    do tradicional? Es, como muchos otros piensan, una falsa alternativa? Es difcil responder a

    estas preguntas, y a la contestacin negativa, es a menudo el producto de la conviccin de que

    ningn movimiento de renovacin efectiva puede existir en el seno de los partidos tradiciona-

    les. Pienso que slo el tiempo puede responder a esta cuestin y que es prematuro considerar-

    la ahora. Como ya se ha sealado antes, la indefinicin ideolgica es una de las caractersticas

    que pueden atribursele al movimiento hasta este momento. Esto no quiere decir, que no deba

    orientarse en un sentido mucho ms claro en el futuro, de acuerdo con muy numerosos facto-

    res que son en gran parte imprevisibles. Por otro lado, se ha preguntado si Michelini no es un

    ejemplo de que no hay ms soluciones posibles que aqullas que se realicen dentro de los par-

    tidos tradicionales. Aqu, se cambia el punto de vista, y se piensa que el resultado general de

    las elecciones demuestra que slo es posible un movimiento de renovacin efectiva dentro de

    los partidos tradicionales y que el movimiento de Michelini puede tener esa significacin.

    Probablemente, no hay tampoco una respuesta clara en el estado actual de lo que sabemos

    acerca de este problema. Pero es importante, que alrededor de una fuerza nueva estos proble-

    mas lleguen a plantearse, indicando hasta qu punto para grupos muy numerosos es necesario

    encontrar una salida que cambie los carriles ya transitados.

    El Partido Colorado considerado en su conjunto, ha votado incomparablemente mejor

    que en 1958, la peor de las elecciones que registra toda su historia. Ha incluso votado mejor

    que en las elecciones de 1954, es decir la ltima eleccin que el Partido Colorado gan. Pero a

    pesar de ello sus votos entre 1954 y 1958 no han aumentado en la misma proporcin que los

    votos totales. Efectivamente, como resulta del cuadro adjunto, los votos totales crecen entre

    1954 y 1962 de 100 a 136, mientras que el Partido Colorado ve crecer sus votantes a 119. Es

    decir, que si bien el Partido Colorado parece haber reconquistado todo o casi todo el electora-

    do que perdi en la eleccin anterior, no ha seguido el ritmo del crecimiento de los votos con-

    siderados en conjunto.

    [159]

  • IV

    EL NDICE MAS ALTO

    Dentro de ese panorama de conjunto la lista 15 es sin duda la que ha votado mejor y se

    ha mantenido. Sus votos, sin contar a la fraccin de Michelini, pasan de un ndice 100 a un

    ndice 110 en 1962, muy inferior al crecimiento de los votos, pero si contara a la fraccin de

    Michelini se pasara del coeficiente 100 al coeficiente 113, casi idntico al coeficiente de au-

    mento general de los electores. En cambio todo el resto del Partido Colorado, ha disminuido

    an el nmero absoluto de votantes en relacin a 1954 aunque haya aumentado levemente en

    relacin a 1958. Esto es la continuacin de un proceso que parece irreversible. Cada eleccin

    asiste a una disminucin considerable de los votos del Partido Colorado, fuera de los dados a

    la 15 o a fracciones desprendidas de ella. Aparentemente, las modificaciones dentro del Parti-

    do Colorado slo pueden producirse por el desgajamiento de viejas fracciones de la 15 como

    ha sido el caso de Michelini; pero el resto del Partido Colorado est condenado a ver dismi-

    nuir sus efectivos lenta, progresiva, pero seguramente.

    Puede darse por sentado, que los votantes de Michelini, salvo una nfima minora, dif-

    cilmente podrn volver a votar a las fracciones restantes del Partido Colorado fuera de 1a 15,

    aunque aparecieran en el futuro, y por lo tanto, desde este punto de vista, no es legtimo sumar

    los votos de Michelini a los votos de la 15 para estudiar la evolucin electoral de sta.

    El problema que cabe plantearse en el terreno de hiptesis es el saber si la candidatura

    del seor Luis Batlle al Consejo Nacional de Gobierno es o no responsable de la derrota del

    Partido Colorado en esta eleccin. Es obvio que pueden sostenerse las dos posiciones, con los

    ms variados argumentos, y que, por lo menos personalmente, me parece imposible resolver

    entre ellos. Por un lado puede argirse que la candidatura del seor Luis Batlle llev tras de la

    15 un nmero muy grande de votos que de no contarse con su presencia no hubieran ido ni

    siquiera el Partido Colorado. Por otro lado puede argumentarse, sealando que si el seor Luis

    Batlle no hubiera sido candidato, pero hubiera prestado un apoyo claro y franco a la lista 15,

    se hubieran limitado

    [160]

    las resistencias de muchos votantes, ya para votarla, ya para votar a Michelini, y que muchos

    votos ms se hubieran sumado al Partido Colorado. Dada la diferencia relativamente muy

    pequea que puede tener el resultado electoral, esto podra haber conducido al triunfo del Par-

    tido Colorado. En ese caso, la razn que originariamente llev a la separacin de Michelini

    sera verdadera, y el seor Luis Batlle habra perdido esta eleccin como perdi la eleccin

    anterior por la importancia que en aqulla y aunque en menor escala, tambin en sta adquiri

    el voto dirigido negativamente hacia su persona. Pero creo indispensable repetirlo, estas re-

    flexiones incursionan en un terreno sumamente hipottico.

    V

    LOS VOTOS DEL NACIONALISMO

    El Partido Nacional que aparece hasta ahora como el ganador de la eleccin, ha hecho

    una votacin relativamente muy aceptable. No solamente porque probablemente haya ganado,

    sino porque, aunque su ritmo de crecimiento ha sido en relacin a 1958 muy inferior al del

    Partido Colorado ha pasado de 100 a 114, mientras que aqul lo ha hecho de 100 a 142 el ritmo de crecimiento contado a partir de 1954 es mucho mayor que el total de votantes.

  • El Partido Nacional de un ndice 100 ha pasado a un ndice 160. Su votacin en relacin

    con 1958 sigue muy de cerca el aumento de los volantes de un ao a otro que pasa de 100 a

    119. Como consecuencia, el Partido Nacional tendr un porcentaje total de los votos inferior a

    la eleccin de 1958, pero muy considerablemente superior a lodos los que haba tenido en los

    ltimos 30 aos.

    Es un resultado electoralmente muy favorable despus de 4 aos de gobierno en situa-

    cin sumamente difcil y que en parte pareca previsible, porque dada la gravedad de la situa-

    cin en que se debate el pas, se haca muy notorio en el perodo preelectoral la falta de una

    reaccin muy fuerte contra el gobierno en funcin de esa situacin. Es muy posible que, en

    este resultado, haya jugado un papel importante la extraordinaria debilidad de la oposicin

    que se ha realizado

    [161]

    durante estos ltimos 4 aos. El Partido Colorado ha dado muy a menudo la impresin de

    creer que el resultado de 1958 era una especie de monstruosidad absolutamente excepcional y

    que el electorado volvera a la razn que de un golpe haba perdido, para consagrar de nuevo

    el triunfo del Partido Colorado, y que, por otra parte, bastaran los errores del Partido Nacio-

    nal en el gobierno, que fueron muchsimos, para consagrar su derrota. Esas u otras razones,

    seran las que podran explicar el que la oposicin contra el Partido Nacional fue realizada de

    una manera muy poco efectiva y sabiendo explotar muy mal los errores que cometieron los

    nacionalistas en el poder. En ese sentido, creo que podra repetir lo que el que esto escribe

    contest a una persona que le preguntaba quin ganara las elecciones hace ya muchos meses:

    "Que era muy difcil de saberlo porque por un lado slo podan ganar el Partido Colorado o el

    Partido Nacional y por otro lado merecan perder la eleccin los dos. El Partido Nacional por

    lo mal que haba gobernado y el Partido Colorado por lo mal que haba conducido la oposi-

    cin".

    En ese sentido, es posible que el Partido Colorado recoja en este resultado electoral, si

    es que en definitiva le es desfavorable, mucho ms la culpa de sus errores que otra cosa, sin

    perjuicio de la influencia que tiene el factor que actu a favor suyo durante tantos aos, el

    ejercicio del poder en el momento de la eleccin.

    VI

    ECHEGOYEN-NARDONE

    Dentro del Partido Nacional las cifras permiten ver que el llamado Eje ha votado relati-

    vamente muy bien, lo que puede pasar inadvertido a causa de su derrota. Debe notarse que en

    el escrutinio primario, el Eje, ha sacado ms votos que toda la fraccin herrerista en las elec-

    ciones de 1958 en el escrutinio definitivo. Si se le sumaran al Eje los votos del seor Haedo,

    se tendra un crecimiento del herreroruralismo tal como se present en las elecciones de 1958 verdaderamente enorme. Porque este fenmeno se acompaa de un estancamiento en

    nmeros absolutos y de un descenso claro, en nmeros rela-

    [162]

    tivos, de la UBD propiamente dicha. En ese sentido el resultado electoral es la consecuencia

    del pacto del seor Haedo y la UBD y en definitiva, es una jugada maestra de aqul. Convier-

    te a su grupo en el pivot Partido Nacional, lo coloca en una situacin absolutamente privile-

    giada. Todo parece indicar que los que crean dentro de la UBD que el pacto con el seor

    Haedo era innecesario porque iban a ganar la eleccin sin necesidad de l, estaban equivoca-

    dos. Si el seor Haedo hubiera continuado con el herrero-ruralismo la UBD hubiera sido irre-

  • misiblemente derrotada y por una diferencia muy superior a la de 1958. Esto hace ms com-

    plejo el problema de determinar hasta qu punto la derrota del seor Nardone es real. Es cierto

    que muchos de los polticos del Eje creyeron seriamente en la posibilidad de una gran victo-

    ria, que sin embargo en clculos razonables era absolutamente imposible. Por otro lado queda

    pendiente el problema de 1958, es decir, la dificultad de determinar con exactitud cules son

    los votos que aporta el seor Nardone, y cules son los votos que provienen del herrerismo

    propiamente dicho.

    Por otra parte, esa dificultad se acrecienta porque se va produciendo un fenmeno de

    asimilacin, debido a que la nica personalidad verdaderamente importante que queda en el

    herrero-ruralismo es el seor Nardone, por la cual es muy difcil o cada vez ms difcil perte-

    necer a la fraccin sin apoyarlo de una manera directa o indirecta.

    En ese sentido, aunque el resultado electoral aleja definitivamente al seor Nardone y a

    su fraccin del ejercicio directo del gobierno, con las limitaciones que se vern ms adelante,

    creo que es demasiado apresurado el juicio que se ha emitido muchas veces en estos das que

    da por liquidadas las posibilidades polticas del seor Nardone. Es imposible atribuirle a ste

    menos de la mitad de los votos que llev el Eje en esta eleccin, es decir, menos de 100.000

    votos, lo que hace prcticamente seguro que tiene ms votos que la fraccin que acompa al

    seor Haedo. En las condiciones actuales, en las que el Partido Nacional ganar o perder las

    elecciones por cifras relativamente pequeas, un gran peso tendr el seor Nardone en la pol-

    tica nacional y la ltima palabra est lejos de haber sido dicha sobre su porvenir poltico. En

    cuanto, sin duda alguna, el seor Nardone y las fuerzas que lo rodean representan la fraccin

    ms indeseable desde el punto de vista poltico que existe en el pas, parece razonable no limi-

    tar la lucha entre ellas en funcin de una derrota provocada por pactos que pueden ser pura

    [163]

    mente accidentales y que no eliminan la importancia electoral que han adquirido.

    Lo que parece evidente, al mismo tiempo, es que cada vez es ms difcil que el Partido

    Nacional pueda liberarse del seor Nardone. En otras palabras, parece muy improbable que el

    seor Nardone pueda actuar electoralmente despus de haberlo hecho durante dos elecciones

    bajo el lema del Partido Nacional, fuera de ese lema y que el mismo fenmeno de asimilacin

    que se ha sealado antes con respecto a los votantes del Eje se ha producido en relacin a los

    votantes del seor Nardone con relacin al Partido Nacional.

    VII

    LA CAIDA DE LAS IZQUIERDAS

    El otro fenmeno que se haba sealado como el ms importante en esta eleccin es la

    cada en general de los partidos menores y el de las izquierdas. Este fenmeno ha sorprendido

    a muchos, porque haba una serie de factores aparentes que le prometan a la izquierda una

    gran eleccin y sobre todo exista una gran conviccin entre ellas de que esa gran votacin

    poda preverse como evidente. Los hechos demuestran acabadamente, que esos factores eran

    mucho ms aparentes que reales, por lo menos en su actuacin en el plano electoral y que la

    eleccin ha significado sin duda alguna una gran derrota para las fuerzas de izquierda sobre

    todo agrupadas fuera de los lemas tradicionales. Es probable que la razn esencial a que este

    fenmeno se deba, es que aunque la crisis de los partidos tradicionales es real y es muy im-

    portante para el porvenir del pas, no tiene sin embargo el carcter que se le atribuy y que

    todava se le atribuye por algunas fuerzas de izquierda. De ese punto nos ocuparemos ms

    adelante.

  • Lo ms notable de la derrota para las izquierdas es sin duda el fracaso estrepitoso de la

    Unin Popular. Ese fracaso puede deberse a varias causas que se enumeran aqu sin establecer

    entre ellas un orden de prelacin que slo estudios ms profundos podran indicar con certeza.

    En primer trmino parece muy claro que el seor Erro es, un poco, el ejemplo inverso al

    del seor Michelini, muestra que un lder de cierto

    [164]

    prestigio dentro de un partido, que sin duda hubiera llevado muchos votos si se hubiera pre-

    sentado dentro del Partido Nacional, fuera del lema pierde absolutamente todo peso electoral.

    El otro factor est constituido por el hecho de que el Socialismo, parte esencial de la Unin

    Popular, perdi votos, tanto a su derecha como a su izquierda. Perdi votos a su izquierda, en

    parte porque al indicar un programa que en muchos aspectos tenda a parecerse considerable-

    mente al del Partido Comunista y al de la alianza denominada Fidel, al insistir como muy a

    menudo lo hicieron sus lderes de que la separacin con los comunistas era esencialmente una

    cuestin de tctica y no de principios, hicieron que muchos electores encontraran la razn por

    la cual no votar directamente ms a la izquierda, es decir, hacia el Partido Comunista, utili-

    zando las clasificaciones de izquierda y derecha corrientes. Si por este mecanismo, que hasta

    cierto punto era previsible, la Unin Popular debera perder votos hacia su izquierda, tambin

    perdi votos hacia su derecha. La base electoral del Partido Socialista fue siempre, mucho

    ms que la clase obrera, una clase media para la cual los valores de la democracia liberal son

    sumamente importantes y muy a menudo ms trascendentales que los valores sobre los cuales

    la Unin Popular insisti en su propaganda y sus programas en esta ocasin.

    La reaccin del doctor Frugoni con respecto a la forma como se hizo la alianza con el

    Sr. Erro y con respecto tambin a la forma como se hizo la programacin ideolgica de la

    Unin Popular es bien sintomtica a ese respecto. No puede haber duda que muchos votantes

    socialistas dejaron de votar, de que muchos otros optaron por votar por Michelini como una

    solucin alternativa mejor que la de votar por un pacto que aparecera en parte, presidido por

    el seor Erro.

    VIII

    SIGNIFICADO DE LA EXPERIENCIA

    La experiencia de la Unin Popular tiene una enorme importancia por los que de algn

    modo han estado preocupados por la posibilidad de la renovacin de las estructuras polticas

    del pas. Cabe preguntarse si el fracaso de la Unin Popular prueba que una izquierda no co-

    munista es prcticamente imposible fuera del esquema de los par-

    [165]

    tidos tradicionales. Si fuera as la izquierda no comunista no tiene ms posibilidades que la de

    dirigirse a tratar de remover los cuadros de esos partidos. No sera la primera vez, por cierto,

    en la historia de los partidos polticos en el Uruguay que fuerzas extraas a ellos los hubieran

    penetrado y se hubieran integrado para darles una orientacin determinada y renovar sus filas.

    De cualquier manera el resultado de la eleccin parece indicar que es muy difcil aqu, como

    por otra parte ocurri en casi todas partes, darle a una izquierda no comunista un sentido ver-

    daderamente de izquierda sin perder votos, tanto a la derecha como a la izquierda propiamente

    dicha.

    Cabe preguntarse tambin, si en lugar de ser digamos as, tan definitiva la significacin

    del fracaso de la Unin Popular, no es simplemente la indicacin de que se cometi un grave

    error en la forma de realizar el pacto. Es muy claro, y no escap totalmente a ningn observa-

  • dor imparcial, que la Unin Popular termin realizando un pacto que en nada puede diferen-

    ciarse, salvo en las intenciones de sus autores, de los pactos que realizan habitualmente los

    partidos tradicionales. No hubo, realmente, un esfuerzo por realizar una gran movilizacin

    popular de la cual pudieran salir los candidatos que la Unin Popular debera llevar. Fue en

    virtud de que la Unin Popular estaba integrada por diversas fracciones, que los dirigentes de

    esas fracciones discutieron el reparto en una lista de la cual, hipotticamente, podran haber

    salido electas numerosas personas. Nada ms que eso era evidentemente muy poco para ofre-

    cer una solucin de izquierda. Esta concepcin permitira pensar que la experiencia de la

    Unin Popular no es definitiva en cuanto a la imposibilidad de una izquierda no comunista

    fuera de los partidos tradicionales, sino que es una experiencia que fracas porque sus bases

    fueron errneas y que por lo tanto si esas bases fueran modificadas podra triunfar en el futu-

    ro. Son las dos hiptesis posibles sobre un tema que ser largamente discutido en los cuatro

    aos a seguir.

    La coalicin denominada Fidel, dominada esencialmente por el Partido Comunista, ha

    tenido un xito moderado. Ha crecido considerablemente en relacin con las elecciones de

    1958 pero no tanto como lo esperaba la mayora de sus partidarios. Por otra parte, ese creci-

    miento no es de tal magnitud como para que pueda atribuirse a la existencia misma de la coa-

    licin. En otras elecciones el Partido Comunista ha crecido considerablemente, actuando solo,

    al amparo de ciertas dificultades econmicas y sociales de relativa entidad que han engro-

    [166]

    sado su electorado. De tal modo que inclusive cabe preguntarse si para el Partido Comunista

    fue realmente muy importante el aporte de votos que puedan haber hecho las fuerzas no co-

    munistas o si esencialmente el partido hubiera contado con esos votos sin necesidad de coali-

    cin.

    El Partido Cristiano ha votado de una manera inferior a como lo haba hecho la Unin

    Cvica; sus votos son prcticamente los mismos en el escrutinio primario en 1958 y son mu-

    cho menores en nmeros absolutos, y desde luego todava ms en nmeros relativos, a los que

    haba tenido en 1954. Aparentemente el Partido Demcrata Cristiano no ha ofrecido una al-

    ternativa real ni an al electorado limitado que por su propia naturaleza tiende a dirigirse. Se

    esforz en definir una poltica colocada un poco ms a la izquierda que la poltica tradicional

    de la Unin Cvica, pero, en este esfuerzo, en lugar de obtener electores los perdi. Aqu tam-

    bin, como en el caso de la Unin Popular, pero en otros trminos, los perdi tanto a su dere-

    cha como a su izquierda, porque una parte de la Unin Cvica exiga ir mucho ms hacia la

    izquierda todava y no estuvo de ningn modo conforme con la solucin del Partido Demcra-

    ta Cristiano y se abstuvo o vot por otros partidos. Los perdi a su derecha, porque una parte

    del electorado de la Unin Cvica, eminentemente conservador, probablemente temi esa

    apertura hacia la izquierda por ms mnima que ella haya sido. En ese sentido, la transforma-

    cin de la Unin Cvica en el Partido Demcrata Cristiano, desde el punto de vista de su efi-

    cacia electoral, estaba condenada a un fracaso de la ndole del que ha tenido.

    IX

    PREFERENCIA POR LOS PARTIDOS TRADICIONALES

    La ciudadana, el caso es muy claro, ha preferido de nuevo en forma masiva a los parti-

    dos tradicionales. La famosa crisis de los partidos tradicionales, de la cual se viene hablando

    desde hace tantos aos, y que sin duda es real, no ha impedido que el 91% de casi todos los

    sufragios emitidos y actualmente escrutados se hayan dirigido hacia ambos partidos. Explicar

    las causas de este fenmeno, no es muy simple y un intento sistemtico y completo que es

  • probablemente imposible en el estado actual de nuestros conocimientos, excedera notable-

    mente

    [167]

    las posibilidades de este artculo. Las causas, son sin duda mltiples y todo estudio de ellas

    quizs debiera ser precedido por algunas consideraciones metodolgicas que aqu estn fuera

    de lugar. Pero hay una que parece importante mencionar. La idea segn la cual las religiones

    son un fraude inventado y mantenido por los sacerdotes en su beneficio, hace ya mucho tiem-

    po que ha sido abandonada como explicacin del fenmeno religioso an por los ms recalci-

    trantes ateos. Sin embargo, una buena parte de la izquierda uruguaya, se niega a abandonar un

    principio anlogo para explicar la supervivencia de los partidos tradicionales. Explicaciones

    muy corrientes tienden, en definitiva, a dar la idea de que los partidos tradicionales son y se

    mantienen esencialmente a travs de un inmenso fraude realizado en provecho propio por los

    polticos. En tanto que esta idea no sea abandonada, las izquierdas se condenarn a no com-

    prender ese fenmeno tan peculiar y tan uruguayo, de los partidos tradicionales. Al lado de

    eso los hombres de izquierdas tienden muy a menudo a creer, que saben cules son las verda-

    deras necesidades del pueblo, que saben cules son las orientaciones que deberan tomar, que

    saben cules son los verdaderos problemas que le esperan, que tienen las soluciones que estos

    problemas requieren y que son el porvenir hacia el cual el pueblo uruguayo debe inclinarse.

    En ese sentido, puede decirse, sin injusticias, que una parte de la izquierda uruguaya no esca-

    pa a un cierto rasgo iluminista y aristocratizante. No escapa tampoco, a estas necesidades, que

    parece implcita en la idea tradicional de la democracia de convencerse que se tiene al pueblo

    a su lado y que el pueblo debe saber en dnde est su inters y que es el juez infalible y defi-

    nitivo.

    Toda esta mezcla ideolgica induce a que por un lado, en la propaganda electoral todas

    las fracciones y todos los partidos intentan considerarse representantes de ese pueblo en nom-

    bre del cual pretenden hablar; una vez conocido los resultados electorales, nadie se considera

    totalmente defraudado, unos porque creen que el pueblo se ha equivocado, otros porque creen

    que el verdadero pueblo, el autntico, es el que est con ellos. Toda esta disquisicin es pro-

    bablemente intil porque la idea misma del pueblo es sumamente indefinida y vaga y tiende

    en la boca de los polticos tanto de derecha como de izquierda a confundirse con la idea del

    pueblo que est con ellos. Lo ms importante es que la crisis de los partidos tradicionales, no

    implica que stos cumplan una serie de funciones no polticas de una entidad extraer

    [168]

    dinaria. Mientras no se comprenda este fenmeno, se seguir esperando la destruccin mila-

    grosa y rpida de los partidos tradicionales y sta seguir sin producirse.

    Los partidos tradicionales estn evidentemente insertados en la estructura de la sociedad

    uruguaya de una manera tal que por un lado y, desde el ngulo puramente poltico, la repre-

    sentan y por otro lado la dominan. En la sociedad uruguaya, tal como est actualmente consti-

    tuida, los partidos polticos tradicionales llenan una serie de necesidades que van ms all del

    mundo poltico. Que esas necesidades en gran parte puedan haber sido creadas por los parti-

    dos mismos, no impiden que existan y en tanto que no aparezcan instituciones u organismos

    de recambio, que puedan realizar esa labor que los partidos tradicionales han realizado. Toda

    la laboriosa demostracin que las izquierdas han hecho y repiten acerca de su total falta de

    imaginacin en materia poltica, acerca de su falta total de ideologa y de soluciones claras

    para los problemas ms importantes del pas, cuanto ms verdadera es, ms hace indispensa-

    ble

    [169]

  • la necesidad de explicar por qu si los partidos polticos son tan intiles subsisten y ob-

    tienen tras suyo la adhesin de la inmensa mayora de la ciudadana. Descartada la explica-

    cin cmoda, pero absolutamente falsa, de que todo es producto de un monstruoso engao,

    que no resiste al menor anlisis cientfico, queda entonces por estudiar cules son las verdade-

    ras causas que producen esa supervivencia de los partidos tradicionales. En otras oportunida-

    des, hemos tratado de sealar que hay una gran multiplicidad de causas que explican esa su-

    pervivencia, por el ngulo de las funciones no polticas de los partidos polticos.

    X

    COMO ACTUAN LOS PARTIDOS TRADICIONALES

    En una sociedad relativamente compleja, como la sociedad uruguaya, los partidos pol-

    ticos tradicionales actan como intermediarios entre los individuos y la sociedad global y las

    organizaciones que la sociedad global ha plasmado, particularmente las estatales, de una ma-

    nera que en las condiciones sociales actuales se hace-indispensable y que los partidos polti-

    cos cumplen. La desaparicin de los partidos polticos tradicionales slo puede darse o bien

    porque las necesidades sociales que llenan desaparezcan o bien porque otras instituciones u

    organizaciones las llenen en su lugar. Mientras no ocurra ni uno ni otro de estos fenmenos ninguno de los dos ha ocurrido ni tiene signos de ocurrir en un futuro prximo los partidos tradicionales tienen asegurada una larga supervivencia, salvo que se suponga el advenimiento

    de factores o condiciones extraordinarios e imprevisibles.

    Los partidos polticos tradicionales cumplen funciones de asistencia social, e interme-

    diacin de los ciudadanos con las instituciones estatales, que dependen en parte de la comple-

    jidad de stas, en parte de la falta de preparacin de los ciudadanos para afrontar esa misma

    complejidad, en parte sin duda, de un intento de los partidos tradicionales para hacerse nece-

    sarios. En esa labor de intermediacin los partidos tradicionales han realizado, mal que pueda

    pesar a una cierta explicacin simplista desde el punto de vista de una izquierda ms simplista

    todava, una funcin realmente, estrictamente, igualitaria. Es muy fcil decir para tomar un

    ejemplo, que los partidos polticos tradicionales realizan a travs de la Caja de Jubilaciones un

    trfico verdaderamente vergonzoso. Es por otra parte seguro de que es verdad. Pero conviene

    sealar que es muy fcil decirlo para los intelectuales colocados en cierta situacin de clase

    media porque stos pueden hacer funcionar los mecanismos estatales a travs de la relacin,

    de la amistad, de la propia consideracin que despiertan por la posicin que ocupan en la so-

    ciedad, an en los altos funcionarios que son integrantes de otros partidos. Pero hay en el

    Uruguay grandes sectores de la poblacin que no podran usar el sistema, no slo porque el

    sistema funciona mal porque est mal hecho y est mal adecuado a las necesidades del pas

    sino porque ni siquiera tiene la preparacin mnima necesaria para hacer funcionar un sistema

    complejo, impersonal y burocrtico.

    El partido poltico tradicional, la concurrencia al club, la intermediacin a travs del

    club, es la manera como un gran sector de la ciudadana supera las deficiencias del sistema

    que de otro modo caera estrictamente sobre l. En otras palabras, una modificacin que con-

    sistiera simplemente en suprimir los partidos tradicionales, y que dejara a todos los ciudada-

    nos en un plano terico de igualdad estricta frente a los mecanismos estatales, actuara, de

    hecho, en forma estrictamente negativa para los que ocupan las posiciones ms bajas en la

    sociedad.

    [170]

    Puede alegarse contra este razonamiento, que si la organizacin funcionara de una ma-

    nera perfecta, que si se establecieran departamentos destinados a guiar al ciudadano en su

  • tarea de obtener lo que el Estado le debe, esa intermediacin sera innecesaria. Efectivamente,

    es verdad; si la sociedad uruguaya fuera completamente distinta de lo que es, la intermedia-

    cin que los partidos tradicionales realizan sera tambin innecesaria, porque probablemente

    los partidos tradicionales que nosotros conocemos no existiran. Pero la sociedad uruguaya es

    lo que es, y no lo que se imaginan los tericos. Y en tanto que stas sean las circunstancias de

    la sociedad uruguaya real, en tanto que los sistemas estatales relativamente muy complejos,

    quizs demasiado complejos para el desarrollo que la sociedad uruguaya ha alcanzado existan,

    mientras existan amplios sectores que no pueden utilizar esos mecanismos por s solos, mien-

    tras existan amplios sectores que si utilizaran esos mecanismos por s mismos estaran en una

    desigualdad extraordinariamente grande con respecto a otros sectores, los que estn en un

    mundo de relaciones sociales que les permite hacer funcionar esos mecanismos de una manera

    satisfactoria, la intermediacin de los partidos polticos tradicionales no se ve cmo pueda

    desaparecer. De modo que no es mostrando que el sistema es inmoral que se lograr obtener

    su desaparicin, sino atacando en todo caso, las causas que mantienen al sistema. Decir que el

    sistema ha sido meramente creado por los partidos polticos como un rgimen de enganche no

    es resolver nada, porque los servicios sociales llenan necesidades que van mucho ms all del

    plano puramente poltico y no pueden suprimirse, ni puede revolucionarse su estructura de un

    solo golpe. Hay muchas otras funciones no polticas de los partidos polticos que tienden a

    asegurar su supervivencia y los lmites de este artculo hacen imposible considerarlas aqu. Lo

    que se trata es esencialmente de llamar la atencin, acerca de la necesidad de estudiar seria y

    profundamente cules son esas necesidades que los partidos polticos tradicionales llenan,

    comprender que en medio de esas funciones que es costumbre de considerar inmorales y que

    de un cierto punto de vista evidentemente lo son, se realiza sin embargo una cierta funcin

    latente e indirecta de igualacin entre los ciudadanos que es una de las causas, por cierto que

    no la nica, que asegura la supervivencia de los partidos tradicionales en medio de la crisis de

    ideas polticas ms extraordinarias, que probablemente han vivido en toda su historia.

    [171]

    XI

    EL CIUDADANO SIENTE QUE GANA O PIERDE

    La otra cuestin que explica el mantenimiento de los partidos tradicionales es sin duda

    alguna la naturaleza especial del problema electoral. Es corriente entre los hombres que se

    consideran de izquierda asombrarse del nmero de votos que alcanzan los partidos tradiciona-

    les, porque ese porcentaje indica, evidentemente, que sectores importantes de obreros, secto-

    res importantes reclutados entre las clases ms bajas de la sociedad le dan sus votos. Aunque

    la base social de los partidos tradicionales y de sus distintas fracciones est lejos de ser la

    misma, puede decirse sin exageracin que no hay fraccin de un partido poltico tradicional

    que no tenga votos, en un nmero importante, en todos los sectores de la poblacin. Esto re-

    sulta a veces un poco incomprensible para el observador desprevenido y de hecho muy in-

    comprensible para ciertas maneras de ver el problema en los sectores de izquierda.

    Parece contradictorio que los obreros voten por los partidos que no tienen ninguna

    orientacin definitivamente obrerista y que muy probablemente van a utilizar al poder poltico

    en contra de ellos en alguna oportunidad en los prximos cuatro aos. Pero lo importante es

    comprender, que desde el punto de vista de la percepcin de

    [172]

    la mayora de los ciudadanos, sea esta percepcin verdadera o errnea, el plano electoral y el

    plano poltico ligado a l constituye un plano diferente al de las ocupaciones diarias, al de la

    labor de todos los das, al de la preocupacin de todas las horas, al de los problemas que hay

  • que afrontar. No hay una conexin necesaria entre la actividad, y los problemas que la activi-

    dad profesional plantea y el voto en materia poltica. Se produce entonces un fenmeno com-

    plejo, sobre el cual pienso que es muy importante meditar porque es uno de los fenmenos

    centrales de la poltica uruguaya. Por un lado los partidos se dirigen a todos los sectores, al

    hacerlo pierden evidentemente toda consistencia ideolgica y tienden a convertirse en una

    amalgama de las ideas ms dispares. Pero por otro lado, esto corresponde bastante bien al

    hecho de que los ms diversos electores estn dispuestos a votar por los partidos tradicionales.

    El elector acta como si tuviera la percepcin de que el da de la eleccin se resuelve un plei-

    to, que tiene algo de deportivo, segn el cual se sabr si gana un partido o gana otro, si tales

    hombres subirn al gobierno o subirn tales otros. Pero ese pleito se refiere a un plano que la

    inmensa mayora de los ciudadanos encuentra muy alejado del plano de su vida habitual. En

    ese sentido la eleccin tiene una significacin muy especial. Hacer salir al ciudadano comn

    de su mundo, lo hace penetrar en uno extrao y lejano, y le da la sensacin de que en ese

    mundo extrao y lejano resuelve algo importante aunque l es incapaz de percibir claramente

    cul es su importancia y su significacin. Pero es algo que se siente como muy importante

    porque, todos, absolutamente todos, de un lado y de otro le dicen que es fundamental. Es de-

    cir, el ciudadano siente, como dicen generalmente los Partidos, que ese da se resuelve el des-

    tino de la Nacin, aunque representa muy mal su significado en que efectivamente est parti-

    cipando. Pero siente que participa en algo y que contribuye en algo a la solucin de un pro-

    blema que sabe que es importante. Esa sensacin la siente mucho ms fuertemente si vota por

    uno de los partidos tradicionales. Eso explica que el ciudadano sienta que gana o que pierde.

    Explica tambin, ese fenmeno innegable de que la victoria de uno de los dos partidos,

    a veces de los dos, segn el pasaje de los resultados electorales, es festejada en una especie de

    enorme ceremonia que es ms deportiva que poltica, por una inmensa cantidad de individuos

    extrados de los sectores ms bajos de la poblacin. All, al revs de las manifestaciones pre-

    electorales, en donde se puede pensar que la gente es acarreada, hay una participacin es-

    pontnea en la idea de un triunfo. A la inmensa mayora le sera muy difcil definir en qu han

    triunfado y qu es lo que ha triunfado, sino que la corriente emocional que ha sido el factor

    fundamental para darle su voto a determinados candidatos, ha culminado en lo que se llama la

    victoria. Es muy fcil continuar estas reflexiones hasta llevarlas al punto en las cuales se pien-

    sa que esto prueba que el pueblo es en definitiva envuelto en una inmensa estafa, porque re-

    almente no ha decidido nada que tenga una conexin directa con sus intereses. Pero la verdad

    es que el problema es mucho ms complejo. El ciudadano puesto que siente que a travs del

    acto electoral trasciende a un plano muy diferente al plano de su vida habitual, tampoco se

    siente comprometido por el hecho de haber votado en un sentido determinado en el plano de

    su vida habitual. El cree saber algo que en cierto momento es cierto: que la defensa de sus

    intereses,

    [173]

    la defensa de su situacin es algo que se ventilar en los cuatro aos siguientes a la eleccin

    todos los das a travs de las organizaciones sindicales, a travs de las presiones del ms di-

    verso tipo, etc., etc.

    XII

    PERO VOTAR NO ES COMPROMETERSE...

    Hay innumeras demostraciones, en el Uruguay, de que los ciudadanos no se sienten en

    lo ms mnimo comprometidos con el gobierno que han votado, por el hecho de haberlo vota-

    do, en lo que se refiere a su situacin profesional, a la situacin sindical, a los problemas de

  • los salarios. Un gobierno, el derivado de una eleccin en que la inmensa mayora vot por los

    partidos tradicionales, al cual, sin duda, la mayora de los obreros votaron por ellos, tuvo que

    recurrir no hace muchos aos a las medidas prontas de seguridad para detener una cadena de

    huelgas. La solidaridad, entre los sectores que votan y los partidos votados en ciertos planos

    no existe y en ciertos planos se limita al da de la eleccin. Los ciudadanos tienen la idea, so-

    bre todo el sentimiento, de participar en el da de la eleccin en algo que los trasciende y los

    identifica con la nacin y con el derecho de la nacin a elegir su poder poltico, no tienen la

    sensacin de resolver su destino de todos los das por la forma que le den a su voto en ese

    acto. Son los problemas inmediatos o las satisfacciones emocionales inmediatas las que im-

    portan en el da de la eleccin y entonces el llamado de esos factores emocionales, que en

    gran parte est ligado a los partidos tradicionales, es un factor fundamental.

    Si es que la izquierda tiene algn porvenir en el Uruguay, ese porvenir depende esen-

    cialmente de su capacidad para comprender la naturaleza de esas causas y la complejidad de

    las mismas. Si quiere practicar el lenguaje de los partidos tradicionales, debe recordar que ese

    lenguaje se inserta y se articula con ciertos hechos y que no es por s solo que es vlido. Es

    verdad que los partidos tradicionales hacen una poltica esencialmente demaggica; pero su

    demagogia, est vinculada a una serie de hechos, a una serie de articulaciones con una serie

    de servicios que los ciudadanos sienten, a una serie de conexio-

    [174]

    nes emocionales con ellos que es lo que lo hace eficaz. El lenguaje por s solo no es vlido y

    no tiene ninguna eficacia.

    El seor Erro ha practicado en esta eleccin, un lenguaje muy anlogo al que practic en

    la eleccin anterior; ha tenido, sin embargo, y sin duda alguna, muy pocos votos en relacin

    con los que tuvo la otra vez. La otra solucin de la izquierda es hablar el lenguaje de la ver-

    dad, es decir, tratar de indicar al pas cules son los problemas reales con los que se enfrenta,

    tratar de determinar cules son las grandes dificultades que tiene la necesidad de resolver con

    urgencia. Puede aducirse que el lenguaje de la verdad probablemente no le dar muchos votos

    a la izquierda; pero est demostrado que el otro lenguaje tampoco le da ninguno. Por lo menos

    el lenguaje de la verdad, tiene la probabilidad de, aunque sea a travs de otros hombres, con-

    tribuir al triunfo de las ideas y de una renovacin de los planteamientos que el pas tanto nece-

    sita.

    La izquierda ha oscilado en gran parte en esta eleccin entre tratar de demostrar que se

    podra dar a los ciudadanos en materia de servicios sociales mucho ms de lo que los partidos

    tradicionales les dan y la promesa de una revolucin prxima. En cuanto a lo primero, han

    probablemente despertado ms bien la desconfianza de la gente. Es probable que muchos

    sientan efectivamente que el problema consiste en que muchos de los servicios sociales que

    funcionan mal y con grandes dificultades no slo funcionan as porque los partidos polticos

    son incapaces de administrarlos correctamente, sino porque el pas quizs ha ido demasiado

    lejos en ciertos aspectos y el problema que tiene que plantearse este gobierno, cualquier otro

    gobierno y cualquier clase de hombres de cualquier orientacin que vinieran, es hasta qu

    punto podra mantenerse un sistema de la naturaleza del que existe entre nosotros. Por otro

    lado, la promesa de la revolucin suena a un irrealismo total construido puramente por inte-

    lectuales. El Uruguay no est en la situacin en que se encuentran otros pases latinoamerica-

    nos, tiene una renta nacional, pese a que se diga lo contrario, mucho mejor distribuida que la

    de muchos otros pases. Nada permite creer que la revolucin no vendr para el Uruguay

    algn da, pero todo hace muy difcilmente creble que pueda aparecer en un futuro prximo.

    [175]

  • XIII

    EL URUGUAY, UN PAIS MODERADO

    En ese sentido, si algo demuestra esta eleccin es que el Uruguay es un pas moderado.

    Quizs, el error de la izquierda es haber ido demasiado lejos en un sentido, como quizs, el

    error del seor Nardone es haber ido demasiado lejos en el otro sentido. El pas ha votado

    masivamente sobre todo a los que le han ofrecido soluciones de continuidad y de moderacin.

    Todo esto no impide sin duda que los prximos cuatro aos sean sumamente difciles

    desde el punto de vista poltico, sin contar desde el punto de vista econmico y social. Los

    prximos cuatro aos, aunque las elecciones lleguen a dar un resultado diferente del que pare-

    cen haber dado hasta ahora, vern la reiteracin, llevada al mximo, del rgimen de los pac-

    tos. Volver a producirse pero de una manera ms intensa, el sistema tan conocido de los pac-

    tos internos y quizs, incluso, el de los pactos externos. El de los pactos internos, porque el

    Partido Nacional no tiene ms remedio que pactar entre sus diversas fracciones para poder

    gobernar. Probablemente el de los pactos externos, porque el Partido Nacional por s solo no

    tendr mayora parlamentaria y porque el Partido Colorado, quizs para su desgracia, contar

    con el Municipio de Montevideo sin haber conquistado al mismo tiempo el gobierno nacional.

    Esto lo obligar probablemente a tener ciertas contemplaciones con el Partido Nacional, que a

    su vez ste necesita para poder salir adelante desde el punto de vista legislativo.

    Estas reflexiones se refieren tanto a lo que yo llamara los pactos explcitos como a los

    pactos implcitos. En los prximos cuatro aos se vern, sin duda, muchos ms intensamente

    un gran nmero de pactos implcitos.

    Las necesidades de los blancos de contar con algunos votos colorados, ms la necesidad

    de los colorados de obtener cierto apoyo para poder conducir su gestin municipal, llevar sin

    duda alguna a la existencia de un pacto implcito por el cual la oposicin no ir demasiado

    lejos, ni el gobierno tampoco. Este fenmeno no es de ningn modo novedoso, sino que es, el

    que comnmente ha ocurrido en los ltimos treinta aos. En ese sentido, todo parece conducir

    a la relatividad de la distincin entre el poder y el llano, entre los que ganan y los que pierden.

    [176]

    En el Uruguay es muy difcil saber cules son los que ganan, porque tienen que pactar

    inmediatamente con los que pierden, y saber quines son los que pierden, puesto que al da

    siguiente estn en condiciones de imponerles exigencias a los que ganan. El arte del equilibrio

    y del compromiso dentro del conflicto es aparentemente la esencia del arte poltico uruguayo.

    En s mismo eso no es malo. Lo malo es que en definitiva, slo el compromiso es real y el

    conflicto es meramente aparente. O dicho de otra manera, los partidos polticos tradicionales y

    sus distintas fracciones luchan entre s de una manera que aparentemente no tiene cuartel,

    pero siempre en un plano que es, en definitiva, el plano secundario.

    En el plano de las cosas ms importantes desde el punto de vista poltico estn en el

    fondo de acuerdo y en las que no pueden ponerse de acuerdo no tienen ms remedio que sos-

    layarlas. Pero es claro que una poltica de compromiso que puede funcionar correctamente en

    ciertas circunstancias econmicas y sociales, difcilmente puede funcionar en las circunstan-

    cias que se le avecinan al Uruguay cada vez con ms fuerza. Es decir que, el compromiso fun-

    cionar mal desde el momento en que haya que resolver problemas polticos y sociales que

    sean realmente graves. Pero todo esto representa probablemente la situacin actual de la so-

    ciedad que en medio de una estructura compleja no tiene una orientacin definida en un senti-

    do determinado, ofrece una multiplicidad de fuerzas sumamente complicadas que tienden a

    contrabalancearse las unas a las otras y que por eso, de compromiso, asiste al naufragio de

    una poltica coherente.

  • El resultado de la eleccin, es la consecuencia del compromiso en que vive la sociedad

    uruguaya actual. Por eso ha preferido las soluciones moderadas, de continuidad, y por qu no

    decirlo, de mediocridad. Ninguna fraccin ha salido totalmente triunfante, ninguna puede go-

    bernar por s sola, ninguna est estrictamente conforme con el resultado, es una eleccin de

    derrotados ms que de triunfadores.

    Cabe preguntarse si esa voluntad de moderacin y de mediocridad, en las condiciones

    del Uruguay y del mundo contemporneo, no terminar en el suicidio. Pero, aparte de que se

    pueda ser nada ms optimista, nada prueba que sea imposible que haya pueblos que prefieran

    la muerte a abandonar su moderacin. De todos los derrotados, creo que los ms intensamen-

    te, lo han

    [177]

    sido los intelectuales en su gran mayora. Es porque los ciudadanos son ciegos o es porque

    ellos son ms ciegos que los ciudadanos? Resolver a priori la primero es ms un signo de va-

    nidoso enfatuamiento que otra cosa, resolver lo segundo es dar por sentada una clarividencia

    que nada garantiza. En un caso como en el otro creo que se produce la verdadera derrota, la de

    abdicar a la tarea de pensar al pas tal como es, sin escapismos a los que somos tan propensos,

    sin optimismos vanos. Sea cual sea la respuesta que el intelectual se d al problema de su ac-

    tuacin en la poltica, y hay muchas vlidas, esa tarea de pensar al pas es la nica verdadera-

    mente irrenunciable, la que solamente justifica su presencia como tal en la sociedad.

    [178]

    ndice de crecimiento de los distintos Partidos y fracciones (1)

    Base 1954 = 100

    ndice de crecimiento de los distintos partidos y fracciones (1)

    Base 1958 = 100

    Total votantes

    Lista 15

    Lista 15 y 99

    Resto del

    P. Colorado

    Partido

    Colorado

    Partido

    Nacional (2)

    Unin Cvica

    P. Demcrata Cristiano

    Socia-lismo Unin

    Popular

    Partido Comu-nista

    FIDEL

    1958 100 100 100 100 100 100 100 100 100

    1962 119 133 170 111 142 114 100 74 155

    (1) Se ha tomado el total de votantes en los escrutinios definitivos, que para 1962 ha sido estimado en 1.200.000

    y los votos obtenidos por las distintas fracciones y partidos en los escrutinios primarios.

    (2) No se han calculado los ndices de las diversas fracciones por falta de datos exactos en el momento. Los

    datos que se dan en el texto del artculo, a este respecto, son aproximativos.

    Total votantes

    Lista 15

    Lista 15

    y 99

    Resto del

    P. Colorado

    Partido

    Colorado

    Partido

    Nacional (2)

    Unin Cvica

    P. Demcrata Cristiano

    Socia-lismo Unin

    Popular

    Partido Comu-nista

    FIDEL

    1954 100 100 100 100 100 100 100 100 100

    1958 114 83 83 85 84 140 82 121 134

    1962 136 110 141 94 119 160 82 90 207