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ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LA SÁTIRA EN CERVANTES "The subject has not yet received the study it deserves". Este juicio de Riley, formulado en 1976, sigue siendo válido hasta la fecha 1 . Claro está, no es un tema que pueda ser agotado en un artículo, ni siquiera, quizás, en un estudio de dimensiones más amplias. La sátira es u n a corriente que fluye difusa en la mayoría de las obras de Cervantes, asomándose en algunas como aspecto domi- nante, pero nunca fácil de separar de otros aspectos afines, como son la agudeza apotegmática, el didactismo moral, etc. Por ello, me limitaré a examinar una ambigüedad central en Cervantes y a esbozar algunas de sus repercusiones prácticas. S i bien ni aqué- lla n i éstas h a n pasaso inadvertidas para los críticos, siguen sien- do objeto de interpretaciones parciales y desequilibradas. El punto de arranque obligatorio es la afirmación hecha por Cervantes en el capítulo cuatro del Viaje del Parnaso: Nunca voló la humilde pluma mía 1 El estudio más amplio es el de ALBAN FORCIONE, Cervantes and the huma- nist visión, Princeton University Press, Princeton, NJ, 1982, pp. 281-296, cu- yo argumento se prolonga en Cervantes and the mystery of lawlessness, Princeton University Press, Princeton, 1984. La tesis de Forcione, a pesar de su erudi- ción y frecuente perspicacia, me parece falseada por su empeño en convertir a Cervantes en un erasmista tardío, que contempla con profunda desazón la cultura y sociedad en torno suyo. Esta óptica le lleva a exagerar de modo exor- bitante la mordacidad y el pesimismo de las dos novelas satíricas que estudia: El licenciado Vidriera y E l coloquio de los perros. Otros estudios que versan sobre el tema son el artículo de E. C. RILEY, mencionado en el texto, "Cervantes and the cynics (El licenciado Vidriera and El coloquio de los perros)", BHS, 53 (1976), 189-199, y, en general, la mayor parte de los libros o artículos que tratan de estas dos novelas de Cervantes. Para ahorrar espacio, remito a la bibliografía de Riley y los índices de Forcione. NRFH, XXXVIII (1990), núm. 2, 493-511

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A L G U N A S R E F L E X I O N E S SOBRE L A SÁTIRA E N C E R V A N T E S

" T h e subject has not yet received the study it deserves" . Este juicio de R i l e y , formulado en 1976, sigue siendo válido hasta la fecha 1 . C l a r o está, no es un tema que pueda ser agotado en un artículo, ni siquiera, quizás, en u n estudio de dimensiones más amplias. L a sátira es una corriente que fluye difusa en la mayoría de las obras de Cervantes, asomándose en algunas como aspecto domi­nante, pero nunca fácil de separar de otros aspectos afines, como son la agudeza apotegmática, el didactismo moral , etc. Por ello, me limitaré a examinar una ambigüedad central en Cervantes y a esbozar algunas de sus repercusiones prácticas. S i bien ni aqué­lla n i éstas han pasaso inadvertidas para los críticos, siguen sien­do objeto de interpretaciones parciales y desequilibradas.

E l punto de arranque obligatorio es la afirmación hecha por Cervantes en el capítulo cuatro del Viaje del Parnaso:

Nunca voló la humilde pluma mía

1 E l estudio más amplio es el de A L B A N F O R C I O N E , Cervantes and the huma-nist visión, Princeton Univers i ty Press, Princeton, N J , 1982, pp. 281-296, cu­yo argumento se prolonga en Cervantes and the mystery of lawlessness, Princeton Univers i ty Press, Princeton, 1984. L a tesis de Forcione, a pesar de su erudi ­ción y frecuente perspicacia, me parece falseada por su empeño en convertir a Cervantes en u n erasmista tardío, que contempla con profunda desazón la cu l tura y sociedad en torno suyo. Esta óptica le lleva a exagerar de modo exor­bitante la mordacidad y el pesimismo de las dos novelas satíricas que estudia: E l licenciado Vidriera y E l coloquio de los perros. Otros estudios que versan sobre el tema son el artículo de E. C. R I L E Y , mencionado en el texto, "Cervantes and the cynics (El licenciado Vidriera and E l coloquio de los perros)", BHS, 53 (1976), 189-199, y, en general, la mayor parte de los libros o artículos que tratan de estas dos novelas de Cervantes. Para ahorrar espacio, remito a la bibliografía de R i l ey y los índices de Forcione.

NRFH, X X X V I I I (1990), núm. 2, 493-511

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p o r la región satírica, bajeza que a in fames p r e m i o s y desgracias guía 2 .

D a d o que la declaración aparece en u n a obra satírica, parece p lantear u n a paradoja absurda. Desde luego, la d i f i c u l t a d es m u y fácil de resolver si nos atenemos a la distinción que hace D o n Q u i ­j o t e entre la sátira ilegítima y la legítima: " R i ñ a vuesa merced a su h i j o si hiciere sátiras que p e r j u d i q u e n las honras ajenas [. . . ] pero si hiciere sermones al m o d o de H o r a c i o , donde reprehenda los vicios en general , como t a n elegantemente él lo h izo , alábe­l e " 3 . Esto cuadra con la l icencia otorgada por el perro Cip ión a su compañero Berganza para que " m u r m u r e s u n poco de l u z , y no de sangre: qu iero decir que señales, y no hieras n i des mate a n i n g u n o en cosa señalada; que no es buena la murmurac ión , aunque haga reír a muchos , si m a t a a u n o " 4 . Este t i p o de pre ­vención es lugar c omún ; lo encontramos en C a r b a l l o , Cáscales, E l P inc iano y otros preceptistas 5 . C a r b a l l o dice: 6 ' S a t y r a se llá­m a l a compostura , en que se reprehende o v i t u p e r a algún vicioso o algún v i c i o . Pero ya esta rec ib ida por murmuración, apodo, o m a t r a c a , y por fisgar, por l a m a l i c i a de los que en nuestros t i e m ­pos usan m a l d e l l a s " . T a n t o los escritores cultos (Quevedo , L o ­pe, Góngora ) como los poetas plebeyos daban mot ivos sobrados para esta observación. C o m o se sabe, la aversión de Cervantes p o r la sátira d i f a m a t o r i a fue en parte el envés de su concepción ideal izada de la buena poesía 6 . S in embargo , el p r o b l e m a de la

2 C i to por la edición de F. R O D R Í G U E Z M A R Í N , C. Bermejo, M a d r i d , 1935, p. 52.

3 Don Quijote I I , 17, ed. Luis M u r i l l o , 3 ts. , Castalia, M a d r i d , 1978, t . 2, pp . 156-157.

4 Ci to E l coloquio de los perros por la edición de F. Rodríguez Marín en Cer­vantes: Novelas ejemplares, 2 ts . , Espasa-Calpe, M a d r i d , 1935, t . 2, p. 224. C i to E l licenciado Vidriera por la misma edición.

5 Véanse Luis A L O N S O D E C A R B A L L O , Cisne de Apolo (1602), ed. A . Por­queras M a y o , 2 ts. , C S I C , M a d r i d , 1958, t . 2, p. 62; F R A N C I S C O D E C Á S C A ­

L E S , Tablas poéticas (1617), ed. Benito Brancaforte, Espasa-Calpe, M a d r i d , 1975, pp. 180-184; A L O N S O L Ó P E Z P I N C I A N O , Philosophia antigua poética (1596), ed. A . Carballo Picazo, 3 ts . , C S I C , M a d r i d , 1953, t . 1, pp. 284-285, t . 2, pp. 233 ss., 289-290.

6 Véase R I L E Y , art . cit . pp. 197-198. Entre la tradición de poemas mitológico-burlescos de que ha brotado el Viaje del Parnaso se encuentran la "Sá ­t i r a apologética en defensa del d iv ino Dueñas" (1569), del canónigo sevillano Francisco de Pachecho, y el romance del sevillano J u a n de la Cueva, t i tulado " C ó m o los poetas conquistaron el Parnaso y lo ganaron, y Apolo y las Musas huyeron del" (1588). E l pr imer poema fue publicado por F. R O D R Í G U E Z M A -

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NRFH, XXXVIII LA SÁTIRA EN CERVANTES 495

l e g i t i m i d a d de la maledicencia "art íst ica" no fue planteado sola­m e n t e por la poesía satírica, n i s iquiera por la sátira en c o n j u n t o ; c omo lo demuestra la tesis de M o n i q u e J o l y , t iene u n a trascen­denc ia c u l t u r a l m u c h o más a m p l i a 7 .

Pero si b i e n esta solución de la paradoja es convincente , no t o m a en cuenta el tono categórico, sin matices, del terceto que l a encierra . Para Cervantes , la distinción entre sátira legítima e ilegítima fue más fácil de sostener en teoría que en la práctica 8 ; de ahí sus escrúpulos con respecto al género, en los que se entre ­mezc lan ingredientes religiosos, estéticos y político-sociales. D e j o aparte , por evidentes, los escrúpulos legales, que se ref le jan en l a pena de destierro impuesta a C l o d i o en Persües; en el re trato de este personaje, y en su fin e jemplar , se resume buena parte de los recelos que examino a continuación 9 . Consideremos p r i ­m e r o los escrúpulos de t ipo rel igioso, que t ienen su or igen en el precepto evangélico: " R e p r e h e n d e d a ta l con el espíritu de m a n ­sedumbre , considerándote a t i m i s m o , porque tú no seas también t e n t a d o " (Gálatas, 6, 1). Precepto m u y pert inente a los españoles de aquel la época debido a su tendencia a ident i f i car la sátira con la murmuración o la áspera reprehensión de vicios y necedades comunes . E n las antiguas ediciones de Quevedo , estas tachas, y los oficios, estados y t ipos a que corresponden, v a n catalogadas en las apostillas al m a r g e n : taberneros , hipócritas, r icos, pobres, discretos, necios, negociantes, reyes, eclesiásticos, etc. C o m o en l a danza de la m u e r t e med ieva l , los siete vicios capitales desfi lan delante del satírico, plasmados en defectos estamentales, p a r a re ­c ib i r su merecida reprobación/Así , pues, su oficio coincide en parte con " e l que t i enen oy los pred i cadores " ( C a r v a l l o ) . S in embar ­go, considerada como u n sermón, l a sátira tiene m u c h o de insóli­t o 1 0 ; poderosos impulsos inherentes a su esencia la l l evan a su-

RÍN en RABM, 17 (1907), pp. 1 ss., y 433 ss., y el segundo es citado por el mismo erudito en su edición del Viaje del Parnaso, M a d r i d , 1935, p. l x v i i i . Los poetas plebeyos ridiculizados en ambos poemas son de la misma estirpe que los poetastros derrotados en la batalla de los libros del poema cervantino.

7 M O N I Q U E J O L Y , La bourle et son interpretaron, Atelier Nat ional de Repro-duct ion des Théses, Université de L i l l e I I I , L i l l e , 1982.

8 Cuando hace decir a T i r s i en el l ibro cuarto de La Galatea: "Abrásense las obras de los heroicos poetas, porque con sus sátiras y versos los vicios re­prehenden y v i tuperan [. . . ] " parece condenar el género en conjunto sin con­cesiones a la sátira legítima (eds. R . Schevill y A . Bonil la, 2 ts.., M a d r i d , 1914, t . 2, p. 65).

9 Los contextos relevantes se hallan en Persües I , 14 y I I , 2, 5, 7, 8. 1 0 Evidentemente, los hombres de aquella época reconocían una diferen-

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blevarse contra el precepto de San Pablo, planteando así u n posi­ble dilema de conciencia. Por supuesto, es un dilema que preocupa a unos escritores más que a otros y que no sólo preocupa a escri­tores cristianos. Cervantes lo tomó muy en serio, especialmente en el último decenio de su existencia, cuando su edad no estaba y a para burlarse de la otra vida. E n la aprobación que puso el licenciado Márquez Torres a la Segunda parte del Quijote, alaba. a Cervantes por haber guardado " c o n tanta cordura las leyes de reprehensión c r i s t i a n a " , y en el curso del elogio, se hace eco de la admiración que los humanistas sentían por Horacio como poe­ta satírico que supo corregir vicios con amenidad y tacto 1 1 . P a r a Márquez Torres , Cervantes es u n Horacio cristiano. L a compa­ración implícita es acertada; de los satíricos de la Antigüedad, fue Horacio quien sintió más agudamente el susodicho dilema mo­r a l ; su célebre urbanidad es u n medio práctico de resolverlo.

E l segundo escrúpulo es de orden estético. P a r a Cervantes , un tono didáctico m u y acusado — p o r ejemplo, el del Guzmán de Alfarache— no conviene a una obra cómica de estilo llano y tono festivo, cuyo fin principal es incitar a risa a los lectores (véase el prólogo a la P r i m e r a parte del Quijote). S in embargo, el didactis-mo es inherente a la sátira, que linda con el género cómico. ¿Hasta qué punto, pues, debe admitirse en u n a novela como El coloquio de los perros, novela que está a caballo entre los dos géneros? Pase­mos al tercer escrúpulo, también de carácter estético: la preocu-

cia de métodos entre los dos géneros, atribuyéndoles fines comunes. C o n res­pecto a Horac io , Villén de Biedma dice lo siguiente: "Sátiras son las que es­cribió y Sermones los llamó; aunque en rigor no lo sean; porque si el fin de ambas cosas no es diferente, queriendo hacerse u n mismo efecto, el proceder no es el mismo, siendo las reprehensiones de las Sátiras dichas por donaire, procurando la risa lasciva y el aplauso de los oyentes, y los Sermones para ha­cer sus culpas al que las t i e n e " ; cf. Q. Horacio Flacco . . . sus obras con la declara­ción magistral en lengua castellana por el doctor Villén de Biedma, Granada, 1599, p. 170 v ° .

1 1 Sin mencionar a Horacio expresamente, el pasaje contiene u n eco evi­dente de su omne tulit punctum qui miscuit utile dulci y se anticipa m u y concreta­mente a los términos en que Cáscales pondera los méritos del poeta lat ino. Cf. CÁSCALES, Tablas poéticas, ed. c i t . , p. 180: " E s artificio suyo no ensangren­tar la lanza contra uno , sino tratando de una cosa, picar a éste y al otro de camino [. . . ] " , y más por el estilo. Si , como af irman algunos, fue el propio Cervantes el que redactó la aprobación firmada por Márquez Torres , esto res­taría valor al elogio como ju i c i o objetivo para conferirle valor de testimonio personal. Véase E. L . RIVERS, " O n the prefatory pages of Don Quixote Part I I , " MLN, 75 (1960), 214-221.

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pación de Cervantes por el tono e jemplar de la l i t e r a t u r a . Por ser archiconoc ida , me ahorro ejemplos; como luego veremos, sus re­percusiones prácticas son profundas . Y por último, los escrúpu­los político-sociales. E n el entremés La elección de los alcaldes de Da-gamo, u n personaje amonesta a u n sacristán i rreverente con este precepto, que rezuma u n espíritu profundamente antidemocrático:

Deja a los que gobiernan, que ellos saben lo que han de hacer mejor que no nosotros; si fueren malos, ruega por su enmienda; si buenos, porque Dios no nos los qu i te 1 2 .

L a m i s m a idea se repite en distintas formas en otros contextos cer­vant inos . Podemos especular sobre los móviles latentes en ella —¿deferencia o resignación?— pero no podemos d u d a r del abs­tenc ionismo que pone de mani f iesto .

Pelorson sostiene la tesis de que la sátira se fue po l i t i zando en las épocas de Felipe I I I y I V , tras u n per iodo de apolitización en el re inado de Felipe I I 1 3 . E l proceso llegaría a su p u n t o c u l ­m i n a n t e en " L a h o r a de t o d o s " ( t e r m i n a d a en 1636) de Queve -do. Los tres escritores que, según Pelorson, m e j o r representan el despertar de la conciencia política a pr inc ip i os del siglo XVII son Alemán, Cervantes y Suárez de Figueroa. Este j u i c i o corre el riesgo de dar u n a idea equivocada de la a c t i tud de Cervantes ante cues­tiones políticas. C o m o observador inte l igente del m u n d o social y político que lo rodeaba, no podía menos de tener opiniones , i n ­cluso opiniones críticas, sobre lo que pasaba en él. S in embargo , por p r i n c i p i o , suele negarse a expresar estas ideas ab ier tamente , excepto cuando el j u i c i o e m i t i d o tiene pocas posibi l idades de he­r i r sensibil idades, por e jemplo , por co inc id i r con u n consenso de opinión nac i ona l . A fortiori, adopta la m i s m a ret icencia en cuanto a la controvers ia rel igiosa. E n cambio , se p e r m i t e u n a m a y o r l i ­b e r t a d al fa l lar sobre la corrupción a d m i n i s t r a t i v a a n ive l munici­pal ( e jemplo , el a y u n t a m i e n t o de Sevilla) o sobre las a r b i t r a r i e d a ­des del sistema j u d i c i a l (Sevi l la , de nuevo ) .

1 2 E n el tomo 4 de las Comedias y entremeses, eds. R . Schevill y A . Bonil la, M a d r i d , 1918, p. 56; la misma idea se expresa en E l laberinto de amor, ed. c i t . , t . 2, p. 265, y en E l coloquio de los perros, p. 336.

1 3 J E A N - M A R C P E L O R S O N , " L a politisation de la satire sous Philippe I I I et Philippe I V " , en La contestation de la société dans la littérature espagnole du siecle d'or: travaux de VUniversité de Toulouse-le-Mirail, Université de Toulouse-le-Mirail , Toulouse, 1981, pp. 95-107.

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V o y a dar u n e jemplo concreto de esta a c t i t u d , e jemplo p e r t i ­nente al a rgumento de Pelorson, ya que supone u n a comparación d i rec ta entre Cervantes , Alemán y Suárez de F igueroa . T a n t o en la p r i m e r a parte (1599) del Guzmán de Alfarache ( I , i i , 9) como en el A l i v i o 5 de E l Pasagero de Suárez de F igueroa (1617) se encuen­t r a n pasajes en que se l amenta la decadencia de las armas espa­ñolas: deb ida , según Alemán, a la gestión interesada de los p r i ­vados del rey , y según Suárez de F igueroa , a la escasa par t i c ipa ­ción de los hidalgos y nobles en las empresas mi l i tares . N i Alemán n i el a t r a b i l i a r i o Suárez de F igueroa se quedan cortos al f o r m u l a r sus críticas. L a invect iva de este último, d i r i g i d a a u n cortesano i m a g i n a r i o , contiene lindezas como las siguientes:

ídolo de criados, de subditos a quienes oprimes, a quien desuellas ¿cuánto más apacible es para t i la suavidad de la holanda que la aspereza del arnés, la blandura de la cama que la dureza del suelo, la dulzura de la conserva que el amargor de la achicoria? ¿Tú ar­mado por estío? ¿Tú en campaña por invierno? 1 4

Pues b i e n , es evidente que Cervantes comparte las opiniones de ambos escritores. Hace decir al galeote Ginés de Pasamonte: " A l l í [en las galeras] tendré lugar de acabar m i l i b r o , que me que­d a n muchas cosas que decir , y en las galeras de España hay más sosiego de aquel que sería m e n e s t e r " 1 5 . A l p r i n c i p i o de la Segun­da parte de la m i s m a novela , en med io de u n disparatado elogio a los caballeros andantes de antaño, D o n Q u i j o t e desliza el siguien­te c omentar i o :

Los más de los caballeros que agora se usan, antes les crujen los damascos, los brocados y otras ricas telas de que se visten, que la malla con que se arman; ya no hay caballero que duerma en los campos, sujeto al rigor del cielo, armado de todas armas desde los piec a la cabeza [. . . ] 1 6 .

Salta a l a v ista la coincidencia entre este pasaje y el ya citado de Suárez de Figueroa. Las mismas insinuaciones se repiten más tarde en la Segunda parte (capítulo 17), y aparecen expresadas t a m ­bién p o r u n personaje secundario de la comedia E l gallardo español11. Así que podemos con je turar que para sus adentros, o

1 4 Edición de F . R O D R Í G U E Z M A R Í N , M a d r i d , 1 9 1 3 , p. 1 8 9 . 15 Don Quijote, I , 2 1 , ed. c i t . , t . 1 , p. 2 7 2 . 16 Don Quijote, I I , I , ed. c i t . , t . 2 , p. 4 8 . 17 Comedias y entremeses, ed. c i t . , t . 1 , p. 6 9 .

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en char la p r i v a d a con sus amigos, Cervantes pensaría o hablaría de la m i s m a m a n e r a que Alemán o Suárez de F igueroa . Pero al estampar estas opiniones en letras de molde , se sirve de i n s i n u a ­ciones veladas, apartes llenos de intención para los entendidos , dichos que no sabemos si t o m a r en serio o en b r o m a . ¡Cuántas conjeturas descabelladas h a n podido fabricarse en t o r n o a la ideo­logía de Cervantes precisamente debido a esa tendencia suya a de jar entrever lo que piensa, en vez de d e c l a r a r l o ! 1 8

D e todo lo anter i o r se deduce que el t r a t a m i e n t o de la sátira en Cervantes no obedece, como muchas veces se ha pre tend ido , a mot ivos ideológicos (dis idencia erasmista, etcétera), sino a m o ­t ivos " d e o f i c i o " . Estos le h a n dado u n sesgo d i s t i n t i v o y perso­n a l . Si comparamos E l licenciado Vidriera y E l coloquio de los perros —ejemplos fundamentales de la sátira cervant ina de tendencia soc i o -mora l— con las obras satíricas de Góngora y Quevedo , ob­servamos en seguida que fa l tan en las dos novelas cervantinas los temas consagrados (según H o d g a r t ) de la tradición satírica: la m u ­j e r (o la sexualidad), la política, la religión 1 9 . Ahí no hallamos na­da parecido a los chistes de tono subido de los dos escritores coe­táneos sobre v iudas verdes, mar idos consentidos, clérigos m u j e ­riegos y dadivosos, sodomitas, cortesanas, pedigüeñas, etc., nada parecido a l a "obses ión e x c r e m i n t i c i a " de Quevedo , que más que rasgo pecul iar , es reflejo de la acusada tendencia escatológica del h u m o r de la época; nada parecido a la repugnante tendencia que-ved iana a r educ i r a l a m u j e r a sus funciones biológicas " v e r g o n ­zosas" ; nada parecido a los desenfadados insultos personales que se entrecruzaron entre los dos poetas enemistados; nada parecido a l a personal idad cínica y plebeya que Góngora adopta como pos­t u r a satírica en sus Letrillas, cuyos irreverentes refranes y e s t r ib i ­l los expresan algo así como la filosofía de L a z a r i l l o de T o r m e s , n a d a parecido, finalmente, a la audaz intromisión de Quevedo en l a política i n t e r n a c i o n a l y controversias religiosas de su época. Precisamente p o r su cua l idad sobria y recatada, la sátira cervan-

1 8 No sólo teorías descabelladas. A lo mejor J . A . M A R A V A L L , Utopia y con­trautopia en el "Quijote', Pico Sacro, Santiago de Compostela, 1976, tiene su parte de razón al sostener que el Quijote debe interpretarse como u n ataque a residuos de pensamiento utópico que persistían en la mentalidad política de la época. Sin embargo, lo esencial para mí es que esta tesis no se funda en evidencia transparente, sino en la comparación sistemática entre lo que Cer­vantes deja entrever y lo que otros dicen claramente.

1 9 Véase M A T T H E W H O D G A R T , Satire, Weindelfeld & Nicolson, L o n d o n , 1969, caps. 2 y 3.

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t i n a de tendencia socio-moral resulta a m e n u d o menos d i v e r t i d a que la de los dos escritores coetáneos. Echamos de menos su chis­peante i r reverenc ia .

Se perc iben otros vacíos quizás menos evidentes que los m e n ­cionados. H a b i d a cuenta de la restricción impuesta por el eje na ­r r a t i v o de E l coloquio, autobiografía de u n perro basada en los re­cuerdos que guarda de sus sucesivos amos, la novela cubre u n a gama de oficios re lat ivamente l i m i t a d a : ciertos grupos parásitos y del incuentes; algunos chiflados y obsesivos; algunos pedantes y poetastros. Las críticas más severas se reservan para la p r i m e r a categoría: j i f e ros , gitanos, moriscos, bru jas , etc. E l hecho es sig­n i f i ca t ivo y refleja u n o de los cr iterios que gob iernan la sátira en la novela : el b u e n sentido m o r a l del c iudadano h o n r a d o que se escandaliza ante la subversión marginal de valores civil izados " e v i ­d e n t e s " . L a a c t i t u d es algo d i s t in ta del escepticismo rad i ca l de Quevedo , f r u t o de u n estoicismo desengañado y pre juic ios n o b i ­l iarios; desde esta perspectiva, se contempla toda la v ida social como u n a amarga farsa regida por la codicia y las falsas apariencias. Y en cuanto al h o n o r y la jerarquía falsificados •—tema obsesivo en Quevedo , que abarca figuras y tópicos como el caballero chan­flón, el converso, el d inero que todo lo c o r r o m p e — a Cervantes sólo le preocupa u n aspecto res tr ing ido del m i s m o : las pretensio­nes sociales de cristianos viejos de clase v i l l ana . L e preocupan m u ­cho más los conflictos violentos que resultan del h o n o r u l t ra jado y el desajuste entre la opinión social y la verdadera v i r t u d 2 0 .

T o d o ello demuestra u n a tendencia a la moderación en Cer ­vantes que aleja sus obras satíricas de ese afán, t a n característico de muchos grandes satíricos, de extremar la indignación y buscar u n a retórica chocante para comunicársela al lector en estado can­dente: t ono chocarrero e insu l tante , vituperación desenfrenada, obscenidad, deformación grotesca de los t ipos r id i cu l i zados , de­saforados vuelos de la fantasía o del juego verba l que desenmas­caran abusos disfrazados por las apariencias convencionales.

Para i l u s t r a r concretamente c ó m o suele atenuar Cervantes la aspereza satírica voy a seguir refiriéndome a las dos novelas m e n ­cionadas, y p o r ende, a la sátira cervant ina de tendencia socio-m o r a l . S in unas salvedades previas , mis conclusiones no pueden

2 0 De estos dos problemas, el pr imero apenas si aparece en las dos nove­las satíricas, aunque se reitera en el Persiles (p. e j . , el episodio de Orte l Bane-dre, I I I , 6-7) y en la segunda parte del Quijote (p. e j . , el episodio de los rebuz­nadores, cap. 27); el segundo es u n tema importante del Coloquio (véase la con­clusión).

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aplicarse a la sátira de tendencia l i t e r a r i a : por e jemplo , los prólo­gos al Quijote, los diálogos críticos de la novela, el Viaje del Parnaso, así como varios contextos paródicos o irónicos de constitución po­lémica menos f o r m a l . Por mot ivos part iculares , la P r i m e r a parte de l Quijote —e jemplo por antonomasia de ese t ipo de sátira— os­tenta u n vigor polémico que desentona en cierto modo con la m e n ­c i onada moderación horac iana ; sospecho que los escrúpulos ex­presados en el Coloquio (probablemente compuesto poco después de l a publicación de la P r i m e r a parte ) son f r u t o de escarmiento . A d e m á s , la sátira l i t e r a r i a c e rvant ina posee u n a m o d a l i d a d p r o ­p ia : es salada, alegre, traviesa, chispeante, fantástica. Sin pretender que pertenezcan a c o m p a r t i m i e n t o s estancos, me propongo , por de p r o n t o , t r a t a r las dos modal idades como dist intas . Antes de seguir adelante, debo aclarar m i concepción del género, que se basa en los criterios de la época. Los modelos que lo definían con­cretamente o eran 'exagemáticos ' — e l autor (por e jemplo , H o r a ­c io , J u v e n a l ) habla en p r i m e r a persona— o se a p r o x i m a b a n a es­te p a r a d i g m a —diálogos imag inar ios (de L u c i a n o , Erasmo, Q u e -vedo) en que u n personaje perspicaz se encarga de la censura, empleando u n a retórica más o menos convencional : ironía socrá­t i c a , i n v e n c t i v a , etc. Por lo t a n t o , las aventuras de D o n Q u i j o t e , que p a r a nosotros t i enen u n indudab le impacto satírico, quizás no lo t u v i e r a n para los coetáneos de Cervantes , puesto que l o ­g r a n su efecto demoledor por medios indirectos más que por la censura explícita. Además , en aquella época se distinguían los ob­j e t ivos de la sátira de los de la comedia : a aquélla le tocaba censu­r a r costumbres , y a ésta, representarlas bajo u n aspecto más i n o ­cuo y r is ible . C o m o Cervantes insiste en el carácter risible del Qui­jote, a lo mejor no disintió del rótulo de " c o m e d i a " que Avel laneda le p o n e 2 1 .

E l objeto característico de la sátira socio-moral de Cervantes es l a natura leza h u m a n a depravada por el pecado, rebelde a la convivencia social, tercamente entromet ida , etc., y su retórica ha­b i t u a l l a const i tuyen la d i a t r i b a elegante, el afor ismo caustico, la reconvención razonada. A q u í Berganza las emprende con var ios t ipos de vagos y maleantes:

Que esto del ganar de comer holgando tiene muchos aficionados y

2 1 E l prólogo al Quijote en A V E L L A N E D A empieza así: " C o m o casi es co­media toda la «Historia de D o n Qui jote de la M a n c h a » . . . " Ci to por la edi­ción Espasa-Calpe, M a d r i d , 1958.

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golosos: p o r esto h a y tantos t i tereros en España; tantos que m u e s ­t r a n retablos ; tantos que v e n d e n alfi leres y coplas, que todo su c a u ­d a l , a u n q u e le vendiesen t o d o , no l lega a poderse sustentar u n día; y , c on esto, los unos y los otros no salen de los bodegones y taber ­nas en todo el año ; p o r do m e doy a entender que de o t r a par te que de l a de sus oficios sale l a c o r r i en te de sus borracheras . T o d a esta gente es v a g a m u n d a , inútil y s in p r o v e c h o ; esponjas del v i n o y gor ­gojos del p a n ( p . 282) .

E l estilo contundente trae a la m e m o r i a la reprehensión d i r i g i d a a D o n Q u i j o t e por el canónigo de To ledo ( I , 49) , la taxonomía despreciat iva con que Cervantes aplasta al capellán del D u q u e ( I I , 31) , varios dichos de V i d r i e r a . E l efecto a b r u m a d o r de estos É tantos 5 y los epítetos degradantes l o g r a n el efecto satírico. A p a r ­te de esto, tales pasajes t i enen m u c h o en común con otros en que se condenan vicios generales o ind iv idua les en términos más m o ­derados: por e jemplo , los consejos de Per iandro al vengat ivo O r -te l Banedre (Persiles I I I , 7) .

Por ser negat iva , la visión proporc i onada por esta m o d a l i d a d satírica exige el c omplemento de o t r a visión que supla los matices que fa l tan . E l áspero j u i c i o de Berganza sobre los vagos y m a ­leantes no t o m a en cuenta que a u n esta escoria h u m a n a puede tener , en casos ind iv idua les , cualidades que la r e d i m a n , n i que cabe contemplar la bajo u n a luz risueña como cantera de t onte ­ría, bur las , y chistes. L a j o v i a l y pintoresca personalidad de Maese Pedro — t i t e r e r o y v a g a m u n d o , luego d irectamente afectado por l a condenación de B e r g a n z a — es u n e jemplo dramático del c a m ­b i o de perspectiva que resulta de la transición de la órbita satírica a l a cómica . O t r o tanto puede decirse de los gitanos y moriscos , severamente condenados en E l coloquio y retratados de m o d o m u ­cho más benigno en La gitanilla y la Segunda parte del Quijote. L a clave p r i n c i p a l de este cambio la encontramos en el carácter de F r a y A n t o n i o , el gracioso de E l rufián dichoso, fiel compañero del héroe en sus mocedades sevillanas y en su carrera monástica. E n l a e conomía de esta comedia de santos, este personaje desempeña u n a función e jemplar (entre otras) : la de representar en f o r m a h u ­morística el m u n d o pecaminoso cuyas manchas aún subsisten en el a l m a asceta de F r a y C r u z . Para éste, los chistes del gracioso, alusivos al b u e n t i e m p o pasado del h a m p a sevil lana, son m o t i v o de dolorosos recuerdos y merecen reprehensión; p a r a otros (el P r i o r , el i n q u i s i d o r T e l l o , el p r o p i o F r a y A n t o n i o ) , son m a n a n ­t i a l de h u m o r sin intención genuinamente malic iosa y por eso m e -

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recen u n a acogida más i n d u l g e n t e 2 2 . E l p u n t o de vista de estos últimos coincide con el del d r a m a t u r g o y el espectador, para quie ­nes el gracioso sirve de puente entre las sublimes alturas de la san­t i d a d y el m u n d o cot id iano . Así , pues, la comedia h u m a n i z a los objetos de la reprehensión m o r a l , los convierte en mater ia de risa ino fens iva , y les inocu la su vacuna pecul iar : la tontería absurda, el espíritu lúdico del chiste, para inocularnos a nosotros contra su efecto contagioso. Los dos enfoques son diferentes, pero no con­t r a d i c t o r i o s .

A h o r a b i e n , dentro del ámbito de la sátira cervant ina , no sólo coexisten sino que se confunden . A l hab lar de la cofradía de M o ­n i p o d i o , Berganza dice lo s iguiente: " Q u e r e r t e yo contar ahora lo que allí se trató, la cena que cenaron , las peleas que se conta­r o n , los hurtos que se r e f i r i e r o n , las damas que de su trato se ca l i ­ficaron y las que se r e p r o b a r o n , las alabanzas que los unos a los otros se d i e r o n [. . . ] sería m e t e r m e en u n laber in to donde no me fuese posible salir cuando quis iese" ( p p . 272-273) . Aquí se pone de relieve la vis cómica que anhela recrearse en la p i n t u r a m o r o ­sa de los rasgos de u n a fauna pintoresca. Y en muchas ocasiones sucumbe a la tentación. Por e jemplo , en c ierto pasaje de E l licen­ciado Vidriera, el protagonista ofrece u n a b r i l l a n t e car icatura de u n poeta vanidoso (pp . 47-48) . Este personaje — p u r a creación de la m u s a satírica— debe ser comparado con los dos poetas retratados p o r Berganza ; vemos c ó m o u n haz de manier i smos estereotipa­dos se convierte en personalidades di ferenciadas, humanas , inge­n u a m e n t e disparatadas —creaciones propias de la musa cómica. E l p r i m e r o de estos poetas, a pesar de sus r id icu las manías, des­m i e n t e el c in ismo del refrán " M á s da el d u r o que el d e s n u d o " , demos t rando así su parentesco con el escudero de L a z a r i l l o ; ante el i g n o m i n i o s o fracaso de su comedia , reacciona con una ufanía d i g n a de D o n Q u i j o t e (pp . 319-327) . Los ejemplos del predica­d o r Berganza casi desentonan con la aspereza del sermón.

E l m i s m o efecto suavizante se no ta en la personal idad de los portavoces de Cervantes . Por estrafalarios que sean en algunos aspectos de su comportamiento , poseen gravedad intelectual y m o ­r a l en sus " lúc idos i n t e r v a l o s " , y su sabiduría ha sido enr iquec i ­da p o r los viajes y los l ibros . E l t e m a simbólico de la v i d a como peregrinación educat iva está implícito en sus andanzas. D e este m o d o , la sátira cervant ina se nos presenta como el aspecto crítico y desengañado de u n a meditación grave sobre la v i d a m o r a l del

2 2 Véase Comedias y entremeses, ed. c i t . , t . 2, pp. 57, 63-65.

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h o m b r e y u n a sucesión de casos ejemplares que i l u s t r a n su n a t u ­raleza. Esta meditación no sólo consiste en pensamiento sino t a m ­bién en experiencia v i v i d a : así, los valores sustentados por los pe­rros E l coloquio — h u m i l d a d , car idad y fe crist ianas; conformarse cada u n o con su estado, etc .— t o m a n cuerpo en la f o r m a del diá­logo y en los avatares de Berganza. Y , desde luego, los casos que c o m e n t a n son peripecias de u n a autobiografía novelesca. T o d o ello hace que nuestra atención, en última instancia , no se centre en el espectáculo de vicios y disparates sociales sino en la for ja de u n destino i n d i v i d u a l , en que aquéllos repercuten como lec­c ión provechosa o fenómeno contemplado desde fuera. E n E l li­cenciado Vidriera se hace patente , e incluso se p lasma en división f o r m a l , la d ivergencia entre estas dos perspectivas.

Gracias a este enfoque, el m a l se considera como u n d i l e m a existencial en que el p r i m e r o en verse c o m p r o m e t i d o es el m i s m o pro tagon is ta de la fábula. L a d i ferencia entre esta ac t i tud " f i l o ­sófica' ' y u n a ac t i tud satírica se pone de manif iesto comparando dos pasajes: las meditaciones casi prefreudianas de Cipión sobre l a agresión i n f a n t i l , considerada como prueba del pecado o r i g i ­n a l , y las amargas reflexiones de G u z m á n de Al farache con las que r e m a t a su ataque a la obsesión española por el honor y las falsas apariencias. Cipión dice:

Que el hacer y decir mal lo heredamos de nuestros primeros padres y lo mamamos en la leche. Véese claro en que apenas ha sacado el niño del brazo de las fajas, cuando levanta la mano con muestras de querer vengarse de quien, a su parecer, le ofende; y casi la p r i ­mera palabra articulada que habla es llamar puta a su ama o a su madre (p. 2 4 0 ) .

Y G u z m á n :

Todo anda revuelto, todo apriesa, todo marañado. No hallarás hom­bre con hombre; todos vivimos en asechanza los unos de los otros, como el gato para el ratón o la araña para la culebra, que hallándo­la descuidada, se deja colgar de un hilo y, asiéndola de la cerviz, la aprieta fuertemente, no apartándose della hasta que con su pon­zoña la mata 2 3 .

Leídos así, ios dos pasajes parecen afines, pero en rea l idad ,

2 3 Guzmán de Alfarache I , i i , 4, ed. S. G i l i Gaya, 5 ts . , Espasa-Calpe, M a ­d r i d , 1969, t . 2, p. 54.

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s i rven de remate a argumentos dist intos . L a orientación del se­g u n d o es ob je t iva , pese a la p r i m e r a persona del p l u r a l ; Guzmán ha ven ido censurando vicios que él todavía no comparte . E n cam­b i o , Cip ión l a m e n t a u n a agresividad cuya muestra i n m e d i a t a es la murmurac ión en que él y su compañero re inc iden u n a y o t ra vez; el censor se acusa a sí m i s m o j u n t o con los demás.

Estas reflexiones, en cierto modo el eje del diálogo, p ropor ­c i o n a n u n a lección de h u m i l d a d que afecta pro fundamente su es­t r u c t u r a y sus principios dinámicos. Cervantes ha operado u n cam­b io sorprendente en el esquema convencional del diálogo luc ia -nesco/erasmista, según el cual u n inter locutor " a c t i v o " —discreto, perspicaz, e t c .— se opone a o t ro i n t e r l o c u t o r (o inter locutores) " p a s i v o " —curioso pero inexperto , ingenuo , equivocado. N o sólo ha compl i cado el esquema, combinándolo con el de u n a autob io ­grafía picaresca, sino que lo ha i n v e r t i d o , conf iando al i n t e r l o c u ­t o r i m p u l s i v o y locuaz (Berganza) el papel " a c t i v o " y a su j u i c i o ­so compañero el papel " p a s i v o " . E l oficio p r inc ipa l de Cipión con­siste en c r i t i car y m o d e r a r los excesos del relato de Berganza, mayormente su propensión a m u r m u r a r . Pero esta división de f u n ­ciones fluctúa; de vez en cuando, Cipión o l v i d a sus propios pre ­ceptos y debe escuchar las reconvenciones de su colega. T o d o el h u m o r y v i t a l i d a d del diálogo e m a n a n de los altercados f a m i l i a ­res entre los dos perros , que nos recuerdan cont inuamente los de D o n Q u i j o t e y Sancho: amonestaciones c on t ra la p r o l i j i d a d o la murmuración que desinflan irónicamente u n a perorata apasiona­da; exasperación cómica de uno u otro inter locutor cuando el com­pañero re inc ide por enésima vez en la m i s m a fa l ta . N o se t r a t a de la supuesta predilección cervant ina p o r diálogos o cuentos " a b i e r t o s " en que n u n c a se l lega a conclusiones de f in i t ivas . Es­tas no escasean en E l coloquio. Nos enfrentamos con algo d i s t i n t o : u n hábito de moderación inte lectual que ya puede observarse en La Galatea y que consiste en p lantear u n a r g u m e n t o m o r a l en for ­m a dialéctica. A u n a posición extremada se le opone u n a réplica m o d e r a d a (debate sobre el a m o r entre L e n i o y T i r s i ) , o se busca ju i c i osamente el término med io entre posiciones exageradas (pa­pel característico del c u r a Pero Pérez en el Quijote), o se contras­t a n dos extremos ( D o n Q u i j o t e y Sancho) , cuyo término med io debe ser buscado por el discreto lector. E l s iguiente f ragmento de E l coloquio se refiere al mercader sevillano, tercer amo de Berganza:

Berganza: Ambición es, pero ambición generosa, la de aquel que pre­tende mejorar su estado sin perjuicio de tercero.

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Cipión: Pocas o n i n g u n a vez se c u m p l e c on l a ambi c i ón , que no sea c o n daño de tercero . Berganza: Y a hemos d i cho que no hemos de m u r m u r a r . Cipión: Sí, que y o no m u r m u r o de nad ie ( p . 239 ) .

Autojustificación hipócrita que es luego desment ida por Bergan­za. A h o r a b i e n , la técnica satírica quevediana consiste en dar por sentada la identificación de la figura del mercader con la rapiña y l a ambición hipócritamente d is frazadas 2 4 . E n cambio , en el f ragmento c i tado , es precisamente esta premisa la que se pone en tela de j u i c i o , y además, se d u d a de la buena fe de qu ien d u d a sistemáticamente de la de sus prój imos. H e aquí en m i n i a t u r a el espíritu de autocrítica de la novela y el e q u i l i b r i o rac ional que supone.

E l coloquio se h a prestado a interpretac iones m u y divergentes, y ello se debe en parte a que Cervantes h a compl i cado p r o f u n d a ­m e n t e la referencia h a b i t u a l de la sátira de su época, c o n v i r t i e n ­do las especies (hipócrita, r i co , médico , etc.) en géneros y los gé­neros en universales. B u e n e jemplo de ello nos lo proporc i ona el episodio de los pastores-lobos, en que se pone al descubierto el c ó m o y porqué de la transformación. A l hab lar del matadero de Sevi l la , Berganza dice: " L o s dueños se encomiendan a esta bue­n a gente que he d i cho , no para que no les h u r t e n (que esto es i m ­posible ) , sino para que se moderen en las tajadas y socaliñas que hacen en las reses m u e r t a s " (p . 217). Insinúa a continuación: £ í N o h a y n i n g u n o que no tenga su ángel de g u a r d a en la plaza de San Francisco [sede del C a b i l d o y de la A u d i e n c i a ] , granjeado con l o ­mos y lenguas de vaca ' ' . Cipión pone fin a la invec t iva casi i n m e ­d i a t a m e n t e , amonestando a Berganza a no ser p r o l i j o . Pero éste vue lve a la carga unas páginas después, envo lv iendo el caso del m a t a d e r o sevil lano en u n a anécdota aparentemente d i s t i n t a , pe­ro cargada de alusiones al episodio a n t e r i o r . Se t r a t a de la n a r r a ­ción de sus esfuerzos frustrados por defender u n rebaño de los ata­ques de u n lobo misterioso que lo va devorando poco a poco. H e aquí el desenlace del re lato : " P á s m e m e , quedé suspenso cuando v i que los pastores eran los lobos, y que despedazaban el ganado

2 4 E l demonio de " E l alguacil a lguaci lado" dice de los mercaderes: " M a n j a r es que nos tiene ya empalagados a los diablos y ahitos, y aun los vomitamos. V ienen allá a millares, condenándose en castellano y en guarismo [. . . ] " , etc. L a pirotecnia virulenta del pasaje se basa en la atribución a esa gente de una codicia infernal , indigesta para los propios diablos; Quevedo: Los Sueños, ed. J . Cejador y Frauca, 2 ts . , M a d r i d , 1954, t . 1, p. 77.

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los mismos que le habían de guardar . A l p u n t o hacían saber a su amo la presa del l obo , dábanle el pellejo y parte de la carne, y comíanse ellos lo más y lo m e j o r " (p . 232). Las semejanzas en­tre los dos pasajes son significativas. S in embargo, sería m u y equi ­vocado hacer de ellas u n a clave esotérica para descifrar el cuento de Berganza, ya que es evidentemente del iberado el in tento de suscitar reflexiones que trasc iendan abusos part iculares y abar­q u e n la convivenc ia social en con junto : el abuso de la conf ianza, cemento de la sociedad , sin el cual ésta no puede sostenerse. E v i ­dentemente , todo el poder sugerente e inqu ie tante del cuento es­t r i b a en el hecho de que no se nos dice, n i nos i m p o r t a saber, quié­nes son estos pastores n i qué grupo representan. Para conver t i r el caso concreto en símbolo universa l Cervantes ha echado m a n o de la tradición esópica, fuente de varios lances de la novela ; a u n ­que el cuento de Berganza tiene u n aspecto verosímil y no alegó­r i c o , está emparentado con apólogos tradicionales que t r a t a n de lobos, perros, pastores y ovejas, y a p u n t a n a u n a mora le ja pa­rec ida .

E l supuesto pes imismo de E l licenciado Vidriera, como de E l co­loquio, ha sido excesivamente exagerado por la crítica ce rvant ina , que ha perc ib ido el s imbo l i smo más siniestro en la l o cura del hé­roe: encarnación del pecado faust iano, del desengaño c o n t r a r r e -f o r m i s t a , o de l espíritu malévolo de los cínicos ant iguos . Estas i n ­terpretaciones sombrías obedecen al deseo de encontrar u n a re la­c ión (de desquite , castigo, etc.) entre los dichos de V i d r i e r a y su engaste biográfico; ref le jan también u n a valoración anacrónica de la m o r d a c i d a d que reve lan . Los dichos se ha l lan encuadrados por dos pasajes — u n o , el preámbulo , y o t r o , la conclusión— que i n ­sisten en los síntomas extravagantes de la manía melancólica de V i d r i e r a y la acercan al diagnóstico corr iente en los tratados mé ­dicos de la época. Esto i m p l i c a que , más que como símbolo de u n a inte l igenc ia m a l i g n a , el loco V i d r i e r a debe ser considerado u n curioso p r o d i g i o psicológico. C o m o t a l lo consideran cuantos personajes lo conocen, incluso las muchedumbres que le siguen p o r doqu ier , tratándole como u n truhán de las calles y so l i c i tan­do sus agudezas, a u n a sabiendas del resultado probab le . T o d o ello resta i m p o r t a n c i a a l contenido e i m p a c t o crítico de sus dichos y realza la de su f o r m a .

Así , l a sección centra l de la novela es u n m u e s t r a r i o de agu­deza con tendencias —sólo tendencias— satíricas. A p r i m e r a vista, parece desplegar u n p a n o r a m a parecido al de los Sueños: la j u s t i c i a v e n a l y sus func i onar i os ; los médicos y sus adláteres; las ' ' f i g u -

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r a s " de la corte (viejos que se tiñen la b a r b a , diestros científi­cos. . . ) ; los bajos oficios (sastres, pasteleros. . . ) 2 5 . Pero si t r a t a ­mos de apurar el parale lo , se nos i m p o n e n las diferencias. L o que confiere a los Sueños su aspecto de auténtico p a n o r a m a satírico es el encadenamiento de las censuras para l ograr u n efecto pictóri­co, a b r u m a d o r y coherente; la coherencia tiene u n a faceta ideoló­gica, presentándose los objetos criticados como mónadas de u n cosmos un ido por u n rasgo común: por e jemplo , la hipocresía u n i ­versal . Los dichos de V i d r i e r a , casuales e inconexos, carecen de ta l homogene idad . L a verdadera filiación de la novela cervant ina debe buscarse en la tradición apotegmática, y m u y p a r t i c u l a r m e n ­te, en colecciones como las de M e l c h o r de Santa C r u z , T i m o n e d a , Pinedo y R u f o , que ostentan el m i s m o t ipo de agudeza cortesana.

E l carácter específico de esta conexión puede comprobarse me­d iante u n a comparación de los dichos de V i d r i e r a con los de R u ­fo. De jo a u n lado la cuestión de si Cervantes leyó o no Las seis­cientas apotegmas para señalar algo que considero más i m p o r t a n t e : la a m p l i a difusión de este t ipo de conceptismo en la c u l t u r a (no sólo escrita) de la época. Las dos colecciones se asemejan p r i m e r o en la cua l idad improvisada de sus apotegmas, s in la cua l , dice R u ­fo, sus dichos son como oro sin hechura para r e a l z a r l o 2 6 . Se pa­recen, m u y ev identemente , en su f o r m a anecdótica y c i r cunstan­c ia l . C o n t i e n e n las mismas especies apotegmáticas: chistes, afo­r ismos morales , elogios, observaciones " c o s t u m b r i s t a s " . Desde luego, hay di ferencias: la colección cervant ina t iene u n a p r o p o r ­ción más elevada de censuras de oficios, o chistes que las i m p l i ­can; los dichos de R u f o se ref ieren frecuentemente a i n d i v i d u o s o c ircunstancias part i cu lares . Pero éstas son diferencias relativas. L o esencial es que los dos "dec idores de r e p e n t e " demuestran el mismo t ipo de mordac idad , la m i s m a postura moral izante , los mis ­mos juegos conceptistas.

H a b i d a cuenta de la r e l a t i v i d a d de ta l j u i c i o 2 7 , el h u m o r de la época mues t ra u n a propensión m u y acusada a expresarse en chistes " a g r e s i v o s " ( in jur iosos , obscenos, escatológicos) y en re ­flexiones cáusticas —válvula de escape p a r a los sentimientos j e -

2 5 Véanse las clasificaciones de la temática quevediana en la valiosa tesis de A R E L L A N O A Y U S O , Poesía satírico-burlesca de Quevedo, Univers idad de Nava­r ra , Pamplona, 1984, pp. 48 y 85.

2 6 Véase Las seiscientas apotegmas y otras obras en verso, ed. Alberto Blecua, M a d r i d , 1972, apotegma número 307.

2 7 A este respecto, véanse las juiciosas advertencias de M O N I Q U E J O L Y ,

op. cit., pp. 3 ss.

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rárquicos, morales y de conveniencia social subyacentes. R u f o pre­senta u n a imagen de sí m i s m o b i e n de f in ida : u n caballero recto, afable y u r b a n o , de fe católica sincera, pr inc ip ios morales serios y gustos cult ivados. Pues b i e n , este h o m b r e ref inado no ve i n c o n ­veniente alguno en d i r i g i r chistes mordaces y censuras aplastan­tes a sus prój imos, incluso a gente desconocida que topa por las calles, a ludiendo l i b remente a sus tachas físicas, i n m o r a l i d a d se­x u a l , etc. Esta desenvolutra poco o nada difiere del c ompor tamien ­to de V i d r i e r a . Para rechazar el envite deshonesto de unas r a m e ­ras R u f o dice: " N o me qu iero i r al in f i e rno en muías de a l q u i ­l e r " ( p . 179). V i d r i e r a en ju i c ia unas rameras en estilo parec ido , calificándolas de "bagajes del ejército de Satanás, que estaban alo­jados en el mesón del i n f i e r n o " (pp . 40-41) . Los chistes y apodos de V i d r i e r a a propósito de viejos que se tiñen la barba (p . 67) pue­d e n compararse con lo s iguiente, d i r i g i d o por R u f o a u n a v ie ja fea y arrebolada (es decir , m u y afeitada) : " A r r e b o l e s a la noche, y a l a mañana sin s o l " (p . 317) , o con varios de los apodos en l a antología de Santa C r u z : por e jemplo , " A u n o que tenía m u y poco pelo en la barba , d i j o [ u n canónigo de To ledo ] que parecía l u g a r despoblado en t i e m p o de p e s t i l e n c i a " 2 8 .

Se ha in tentado hacer u n a distinción entre los chistes m o r d a ­ces de V i d r i e r a y los chistes anodinos , s in intención m a l i c i o s a 2 9 . E n v is ta de lo a r r i b a c i tado , la distinción me parece m u y dudosa. Los equívocos aparentemente mordaces que confunden " v e c i n a s " y " a l c a h u e t a s ' ' , j u e g a n con el doble sentido de " c u e n t o " tratán­dose de genoveses, o d a n u n m a t i z siniestro a la terminación " s a ­n a " en " c o r t e s a n a " , son lugares comunes del h u m o r de la épo ­ca. Puestos en boca de u n gracioso de u n a comedia de Lope de V e g a tendrían u n impac to crítico re lat ivamente reduc ido . Desde luego , encontramos los mismos chistes en los Sueños, y lo que allí les confiere u n efecto satírico es el contexto en que aparecen — " l a cadena a b r u m a d o r a " - — y su tónica d o m i n a n t e . Así , la línea d i v i ­sor ia entre el h u m o r de la época y la sátira prop iamente d icha es difícil de fijar con e x a c t i t u d . Difícil, pero no impos ib le . T o d o es cuestión de contexto e intención dominantes .

Examinados a la luz de la definición de la agudeza que ofrece Grac ián en su Agudeza y arte de ingenio, Discurso 4, los apotegmas

2 8 M E L C H O R DE SANTA C R U Z , Floresta española, Espasa-Calpe, M a d r i d , p. 124.

2 9 Cf . A R M A N D E. SINGER, "Cervantes ' Licenciado Vidriera: its f orm and substance", West Virginia University Philological Papers, 1 (1951), 13-31; véase también el artículo citado de R I L E Y , p. 190.

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de R u f o t razan " l íneas de ponderación y sut i l eza " entre las con­t ingencias casuales de u n a situación para hal lar en ellas u n a co­nexión insospechada, ingeniosa y causante de admiración. Estas correspondencias pueden fundarse en analogías, equívocos , ar­gumentos sofísticos, r i m a s , asonancias, lugares comunes, versos del Romancero , o en otros recursos. Y a hemos visto algunos e jem­plos. Examinemos otros en que el propósito mordaz o m o r a l i z a n ­te está mat izado fuertemente , e incluso d o m i n a d o , p o r el estéti­co. M u y del gusto de R u f o y V i d i e r a son censuras que p o n d e r a n lo desmesurado de u n v i c io med iante hipérboles o analogías s u t i l ­mente elaboradas, argumentos paradójicos, o breves periodos re ­tóricos que hacen alarde de ingenios idad mediante elegantes s i ­metrías y antítesis, conceptos encadenados, etc. V i d r i e r a repre ­hende así a u n mozo de muías: " L a h o n r a del amo descubre la de l c r iado ; según esto, m i r a a quién sirves, y verás cuan honrado eres: mozos sois vosotros de la más r u i n canalla que sustenta la t i e r r a " (p . 53). E l ingenioso equívoco consistente en entender 'de muías ' como si denotara u n a relación de servicio hace posible la inducción sofística, que luego desemboca en d iatr iba graciosamente exagerada: " U n a vez [. . . ] caminé en u n a muía de a lqu i l e r t a l , que le conté ciento y ve inte y u n a tachas, todas capitales y e n e m i ­gas del género h u m a n o " . ¿Censura severa o p i ro tecn ia ingen io ­sa? C o m o remate de u n sermonci l lo sobre los que perv i e r t en los valores baut i zando v i r tudes o vicios con nombres que no les cua­d r a n , R u f o se vale de u n a inducción semejante p a r a aplastar a u n h ida lgo t onto que m u r m u r a de la locuacidad de su h e r m a n o discreto: " v u e s t r o h e r m a n o hab la m u c h o y b i e n , y vos, poco y m a l ; y , siendo así, él sabe callar, y vos sois u n p a l a b r e r o " (p. 309). Pasemos a ejemplos de inversión u oposición paradójica. V i d r i e ­r a dice a uno que l leva sillas de manos : "Sabe cada u n o de voso­tros más pecados que u n confesor; masa es con esta d i ferencia : que el confesor los sabe para tenerlos secretos, y vosotros, para publ i car los por las t a b e r n a s " (pp . 51-52) . L a comparación sor­prendente , incluso chocante, a u m e n t a la carga de indignación c u a n d o queda ac larada la antítesis real que recubre la semejanza 3 0 . E n este caso el i n t e n t o de censurar se hace t rans -

3 0 U n a comparación análoga está desarrollada en u n soneto satírico de Que vedo: " Y a los picaros saben en Castilla/cuál mujer es pesada y cuál l i v ia ­na [. . . ] " , en Obras completas, t . 1, Poesía original, ed. J . M . Blecua, Planeta, Barcelona, 1963, p. 563. Según me dice m i amiga Teresa de Carlos, los taxis­tas madrileños tienen en la actualidad la misma mala fama que sus precurso­res de antaño, prueba de que la l i teratura ha bebido de u n manant ia l real e

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narente . Se encuentran antítesis de t ipo y tono análogos en R u f o . Esta , por e jemplo , a propósito de los ladrones , " q u e por ser la i n f a m i a y hez de la t i e r r a , r e n u n c i a n en todos los oficios la h o n r a que p u d i e r a n tener siendo hombres de v i d a santa y e j e m p l a r " ( p . 704) . E n cambio , en el d icho siguiente, el efecto escandaloso de los contrastes (régimen monástico /régimen del ar r i e ro , etc.) a p u n t a a una indignación más aparente que real ; lo que pr iva aquí es l a observación costumbris ta y la busca de simetrías elegantes, m u y perceptible en las asonancias y al iteraciones. V i d r i e r a fal la sobre los arr ieros : " S o n gente que ha hecho d ivorc io con las sá­banas y se ha casado con las enja lmas; son t a n dil igentes y presu­rosos, que a trueco de no perder la j o r n a d a perderán el a l m a ; su música es la del m o r t e r o ; su salsa, la h a m b r e ; sus mai t ines , le­vantarse a dar sus piensos; y sus misas, no oír n i n g u n a " (p . 54). E n la colección de R u f o , hay muchos apotegmas de aire satírico en los que pr iva de modo igual el rebuscamiento conceptista: " T r a ­tándose de los copetes que algunos daban en usar, d i j o «que eran higas para los que eran calvos, y m u y m a l estofo para las celadas, y a u n cometa que amenazaba la feroc idad de los españoles»" (p . 454) . C o m o el p r o b l e m a que me ocupa es el de d i s t i n g u i r la m o r d a c i d a d ingeniosa de la sátira verdadera , he hecho caso o m i ­so de aforismos sentenciosos, elogios y retruécanos, que presen­t a n u n aspecto m u y parecido en ambas colecciones.

Para Cipión es "difícil cosa el no escribir sátiras". Y para Cer ­vantes , a l menos en el terreno mora l / so c ia l , era difícil escribirlas. P o r ello suele f u n d i r la sátira con géneros o especies l indantes : apotegma, apólogo , " c o m e d i a " , fábula apuleya , novela picares­ca. Resul ta extraño e m i t i r este j u i c i o sobre u n escritor a q u i e n la posteridad hubo de canonizar como u n maestro del género. Pero quizás no t a n extraño. Fue sin d u d a esa propensión suya a con­v e r t i r las especies en universales, las cabezas de turco en perso­nal idades diferenciadas, la que hizo posible la apoteosis.

ANTHONY GLOSE Univers i ty of Cambridge

intrahistórico. A Teresa le debo no sólo esta información sino el haber leído este artículo y hecho valiosas sugerencias sobre el estilo y contenido del mismo.