™Los Artes: Danza, Opera, Cinema y Conciertos - Manuel de Falla: Noches en los jardines de

España

Cuadros de una exposición de Modest Mussorgsky / Maurice Ravel

La historiografía hispana ha discutido largo y tendido sobre numerosos detalles relativos a esta obra: su posible adscripción al simbolismo impresionista, la fecha del inicio de su composición, el papel del piano en la orquesta, si Falla había conocido en persona Granada antes de comenzar su trascendental visión de estos jardines, etc. Pero hay juicios contun- dentes que han terminado imponiéndose, así Federico Sopeña proclama sobre Noches en los jardines de España que: “Es la primera gran obra española para piano y orquesta: ni Albéniz ni Granados logra- ron esta cima”.

Este carácter de obra principal y quizá única en décadas dentro de la literatura española dedicada al piano en situación de concierto ha terminado, posible-mente, por convertirla en obra rara; como si fuera del logro de Falla nuestro país hubiera estado impedido para encontrar un tono emocional, expresivo y técnico en esta fórmula.

Esta gran fantasía pianístico-orquestal consta de tres movimientos: En el Generalife, Danza lejana y En los jardines de la Sierra de Córdoba. El catálogo general de sus obras redactado por Antonio Gallego la adscribe a los años 1909-1916, lo que si- túa su composición en un periodo de tiempo tan largo como para suponer una concepción en fases.

La obra nació dedicada al gran pianista Ricardo Viñes que quizá sería el intérprete imaginado por Falla para esta obra. Sin embargo no fue Viñes el conertista del estreno, ni tampoco fue la soñada París la ciudad que la vio nacer.

Ello ocurrió en Madrid, en el mismo Teatro Real que había rechazado su ópera La vida breve, y fue interpretada por la Orquesta Sinfónica de Madrid dirigida por su fun- dador, Enrique Fernández Arbós; la fecha, 9 de abril de 1916.

Al piano, José Cubiles, aunque Viñes la tocó en San Sebastián y en París, y Marshall en Barcelona. Con el tiempo, los mejores pianistas han hecho suya esta obra que Rubinstein llegó a rechazar, y aún es leyenda la defensa realizada por la inolvidable Alicia de Larrocha.

Con todo, es una obra demasiado sutil para el virtuoso puro; ya Falla rechazaba el concepto de concierto para piano para inclinarse por el de una obra en la que “el piano es solo un instrumento más de la orquesta, que a veces actúa en solista” (Manuel Orozco).

En el capítulo de influencias, Suzanne Desmarquez tuvo la desafortunada idea de hablar de francesas, lo que provocó la salida en tromba de los especialistas hispanos para negar tal contagio (Orozco, Sopeña...) y, con ello, especular con posibles orígenes de la obra en periodos incluso anteriores (1907) que la harían en cierto modo anterior a la Iberia de Albéniz, al menos en germen.

Pero, por encima de detalles historiográficos que luego no se oyen en la interpretación de la obra, Noches en los jardines de España sigue des- lumbrando por su finura, su impecable realización y por la pureza de su concepción. Una obra cuya atmósfera cálida y misteriosa se ha convertido casi en sinónimo del paisaje espiritual de una Granada (con algo de Córdoba) mágica y sublime. Y lo milagroso es que la construcción puramente musical es tan perfecta que sobrevive a su propio tópico.

Una obra del mejor Falla, introspectiva, fraguada a fuego muy lento y cargada de todos los matices que la convierten prácticamente en una cultura y que, rizando el rizo, podríamos ironizar añadiendo que quizá sea Granada (y algo de Córdoba) lo que se parece a esta obra magistral.