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Arbol Brujas

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  • El rbol de las brujasThe Halloween Tree

    El rbol de las brujasThe Halloween Tree

    Ray BradburyRay Bradbury

    Sugerencia quincenal:Novela de gnero fantstico escrita en 1972, la cual ofrece un viaje que permite conocer la celebracin del Halloween a travs de la historia.

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    Resumen del libro

    El rbol de las brujas, cuyo ttulo original en ingls es The Halloween Tree, es una novela de gnero fantstico escrita en 1972 por el norteamericano Ray Bradbury, conocido por sus obras fantsticas de terror y ciencia ficcin.

    La noche de Halloween un grupo de ocho nios se disponen a pedir dulce o truco cuando

    descubren que su amigo Pipkin desaparece en un viaje entre la vida y la muerte. Con la ayuda de un misterioso personaje de nombre Mortajosario, persiguen a su amigo en el

    tiempo y el espacio, pasando por lugares como el antiguo Egipto, las antiguas Grecia y Roma, la poca de los druidas y celtas, la Catedral de Norte Dame en el Paris medieval y la celebracin del da de muertos en Mxico.

    En estos lugares, conocen el origen la fiesta que celebran y el papel que jugaron el miedo a

    la muerte y los fantasmas en el desarrollo de las civilizaciones. Recomendamos de manera amplia esta novela porque ofrece un viaje que permite conocer la

    celebracin del Halloween a travs de la historia. A continuacin, presentamos cuatro captulos del libro no sin antes invitarlos a que adquieran

    la obra completa.

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    La Fiesta de las Brujas. Disimulo. Gatos caminando de puntillas. Sigilo y cautela. Pero por qu? Para qu? Cmo!

    Quin? Cundo! Dnde empez todo? No lo sabis no? pregunta Carapacho Clavcula Mortajosario emergiendo de una pila de

    hojas bajo el rbol de las Brujas. En verdad no lo sabis! Bueno le responde Tom el Esqueleto mm...no. Fue...

    En Egipto cuatro mil aos atrs, en el aniversario de la gran muerte del sol? O un milln de aos antes, junto a las hogueras nocturnas de los hombres de las cavernas?

    O en la Bretaa Druida al son del Sssss-bummm de la guadaa de Samhain?

    O entre las brujas, en toda Europa... multitudes de arpas, hechiceras, magos, demonios, diablos?

    O sobre los techos de Pars, cuando criaturas extraas se convertan en

    piedra y alumbraban las grgolas de Notre Dame? O en Mxico, en los cementerios desbordantes de velas encendidas y de muequitos de caramelo en el Da de los Muertos? O dnde?

    Mil sonrisas calabaceras se asoman desde el rbol de las Brujas y dos veces mil miradas

    torvas y mordaces guian y parpadean con miradas frescas recin cortadas mientras Mortajosario gua a los ocho muchachos no, nueve, pero dnde est Pipkin? que llaman a todas las puertas diciendo prenda-o-premio en una travesa de arremolinada hojarasca, de cometa voladora, de escalamuros, cabalgando en un palo de escoba para descubrir el secreto de la Noche de las Brujas, la Vspera de Todos los Santos.

    Y lo consiguen. Bueno pregunta Mortajosario al final del viaje. Qu fue: una prenda o un premio?

    Premio y prenda concuerdan todos. Y t tambin estars de acuerdo.

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    EL RBOL DE LAS BRUJAS

    Ray Bradbury

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    Era un pueblo pequeo junto a un ro pequeo y un lago pequeo en un rincn septentrional de un estado del Medio Oeste. No haba alrededor tanta espesura como para que no se viera el pueblo. Pero por otro lado tampoco haba tanto pueblo como para que no se viera y sintiera y palpara y oliera la espesura. El pueblo estaba lleno de rboles. Y pasto seco y flores muertas ahora que haba llegado el otoo. Y muchas cercas para caminar por encima y aceras para patinar y una caada donde echarse a rodar y llamar a gritos a los del otro lado. Y el pueblo estaba lleno de... Chicos.

    Y era la tarde de la Noche de las Brujas. Y todas las casas cerradas contra un viento fro. Y el pueblo lleno de fros rayos de sol. Pero de pronto el da se fue. De abajo de todos los rboles sali la noche y tendi las alas. Detrs de las puertas de todas

    las casas hubo un correteo de patitas ratoniles, gritos ahogados parpadeos de luz. Detrs de una puerta, Tom Skelton, de trece aos, se detuvo y escuch. Afuera, el viento anidaba en los rboles, merodeaba por las aceras con pisadas invisibles de

    gatos invisibles. Tom Skelton se estremeci. Cualquiera poda saber que el viento de esa noche era un viento

    especial, y que en las sombras haba algo especial, pues era la Vspera del Da de Todos los Santos, la Noche de las Brujas. Todo pareca ser de suave terciopelo negro, o terciopelo anaranjado o dorado. El humo sala jadeando desde miles de chimeneas como penachos de cortejos fnebres. De las ventanas de las cocinas llegaban flotando dos aromas de calabazas: el de las calabazas huecas y el de los pasteles en el horno.

    Los gritos detrs de las puertas cerradas de las casas fueron ms exasperados cuando

    sombras de muchachos volaron junto a las ventanas. Chicos a medio vestir, las mejillas empastadas de pintura; aqu un jorobado, all un gigante de mediana estatura. Continuaba el saqueo de desvanes, el ataqu a viejas cerraduras, el despanzurramiento de vetustos bales en busca de disfraces.

    Tom Skelton se puso sus huesos. Sonri burln al mirarse la columna vertebral, las costillas, las rtulas cosidas en blanco

    sobre lienzo negro. Qu suerte! pens. Vaya nombre que te toc! Tom Skelton. Fantstico para el Da de las Brujas! Todos te llaman Esqueleto! Y entonces qu te pones?

    Huesos. Buuum. Ocho puertas de calle cerradas de golpe. Ocho muchachitos ejecutaron una serie de hermosos saltos por encima de tiestos,

    barandillas, helechos muertos, arbustos, y aterrizaron sobre el csped seco y almidonado de los jardines. Galopando, atropellndose, se apoderaban de una ltima sbana, ajustaban una ltima mscara, tironeaban de extraos sombreros hongo o pelucas, gritando por cmo los llevaba el viento, cmo los ayudaba a correr; felices en el viento, o soltando maldiciones in-fantiles cuando las mscaras se les caan o se les torcan o se les metan en las narices con un

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    olor a muselina, como el aliento caliente de un perro; o sencillamente dejando que la pura alegra de vivir y de estar fuera de noche les colmara los pulmones y les formase en las gargantas un grito y un grito y un... griiitooo!

    Ocho muchachos chocaron en una esquina. Aqu estoy yo: Bruja! Hombre-Mono! Esqueleto! dijo Tom, muerto de risa dentro de sus huesos. Grgola! Mendigo! El Seor La Muerte en Persona! Pum! Se sacudieron quitndose de encima los golpes, confundidos en un alboroto de

    felicidad bajo el farol de la esquina. La oscilante lamparilla elctrica se meca al viento como la campana de una catedral. Los adoquines de la calle se transformaron en el entarimado de un barco ebrio escorado y hundido en la sombra y la luz.

    Detrs de cada mscara haba un chico. Quin es se? seal Tom Skelton. No lo dir. Secreto! grit la Bruja, disimulando la voz. Todos se rieron. Quin es se? La Momia! grit el nio envuelto en viejos lienzos amarillentos, como un inmenso cigarro

    que se paseaba por las calles anochecidas. Y quin es...? No hay tiempo! dijo Alguien Oculto Detrs de Otro Misterio de Muselina y Pintura.

    Premio o prenda! S! Chillando, gimoteando, desbordantes de una alegra macabra, correteaban en todas partes

    menos en las aceras, saltando por encima de los arbustos casi cayendo sobre perros que escapaban aullando.

    Pero en mitad de las carreras, las risas, los ladridos, de pronto, como si una gran mano de

    noche, viento y olor de algo raro los detuviese, todos se detuvieron. Seis, siete, ocho.

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    No puede ser! Cuenta otra vez. Cuatro, cinco, seis... Tendramos que ser nueve. Falta alguien! Se husmearon unos a otros, como bestias asustadas. No est Pipkin! Cmo lo supieron? Todos estaban escondidos detrs de las mscaras. Y sin embargo, y sin

    embargo... Podan sentir la ausencia de Pipkin. Pipkin! En un zillin de aos nunca ha faltado a la Noche de las Brujas. Qu horror.

    Vamos! En un amplio movimiento de abanico, un trotecito y un meneo perruno, dieron una vuelta

    entera y se alejaron por la calle empedrada, barridos como hojas en el principio de una tormenta.

    Aqu est la casa de Pipkin! Se detuvieron frenando. All estaba la casa de Pipkin, pero no haba bastantes calabazas en

    las ventanas, ni bastantes barbas de maz en el porche, ni bastantes fantasmones espiando por el vidrio obscuro desde la alta buhardilla.

    Diantre dijo uno. Y si Pipkin est enfermo? No sera Noche de Brujas sin Pipkin. No sera Noche de Brujas gimieron a coro. Y uno de ellos arroj una manzanita cida a la puerta de Pipkin. Se estrell con un ruidito

    apagado, como si un conejo pateara la madera. Esperaron, entristecidos sin razn, perdidos sin razn. Pensaban en Pipkin y en una Noche de Brujas que poda convertirse en una calabaza podrida con una vela apagada si, si, si... faltaba Pipkin.

    Vamos, Pipkin, ven y salva la Noche!

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    Por qu esperaban a un chiquillo, por qu teman por l? Porque... Porque Joe Pipkin era el chico ms extraordinario que hubiera existido jams. El mejor;

    cuando se caa de un rbol se rea de la broma. El ms generoso; cuando corra alrededor de la pista e iba ganando, viendo a sus amigos rezagados all lejos, a un kilmetro de distancia, trastabillaba y se dejaba caer, esperaba a que lo alcanzasen, y luego todos juntos, codo con codo, rompan la cinta de llegada. El ms divertido; siempre descubra las casas embrujadas del pueblo, difciles de encontrar, y regresaba a darles la noticia y a llevarlos a todos a husmear por los stanos y a trepar por los muros cubiertos de hiedra y a gritar por los huecos de las chi-meneas y orinar desde los tejados, ululando y bailando como chimpancs y aullando como orangutanes. El da que naci Joe Pipkin toda la Naranja Crush y la soda Nehi del mundo burbuje desbordando en las botellas, y enjambres de abejas alborozadas invadieron las campias para picar a las solteronas. En los cumpleaos de Pipkin, el lago se alejaba de la costa en pleno verano, y retornaba con una marea de chiquillos, un corcovo de cuerpos y una rompiente de carcajadas.

    En los amaneceres, desde la cama, oas en la ventana el picoteo de un pjaro. Pipkin. Asomabas la cabeza al aire matutino del esto, lmpido como aguanieve. All sobre el csped hmedo de roco haba huellas de conejo, donde un momento antes no

    una docena de conejos sino slo un conejo haba corrido en crculos y zigzags, jubiloso, exultante, saltando setos, tronchando helechos, aplastando trboles. Pareca el campo de maniobras de la terminal ferroviaria. Un milln de huellas en el csped, pero no...

    Pipkin. Y de pronto brotaba all, en el jardn, como un girasol silvestre, carirredondo, arrebolado por

    el sol recin nacido. Los ojos de Pipkin chisporroteaban mensajes secretos en Morse.

    Date prisa! Est por terminar! Qu? El da! Ahora! Seis de la maana! Zambllete! Crzalo! El verano! Antes que te des cuenta, bum!... se ha ido! Pronto! Y desapareca como girasol y reapareca todo cebollas. Pipkin, oh, querido Pipkin, el mejor y el ms adorable. Cmo poda ser tan rpido, nadie lo saba. Las zapatillas de tenis de Pipkin eran viejsimas.

    Verdes de tanto andar por los bosques, parduscas por las viejas caminatas en la siega de setiembre un ao atrs, manchadas de alquitrn por las carreras a lo largo de los muelles y las playas donde atracaban las barcazas carboneras, amarillentas por los perros negligentes, atravesadas de astillas por trepar a los cercos de madera. Las ropas de Pipkin eran ropas de

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    espantapjaro, que l prestaba a los perros para que pasearan de noche por el pueblo, mordisqueadas en los puos y con marcas de cadas en las asentaderas.

    El cabello de Pipkin? Un gran erizo de tiesas dagas de color castao claro que apuntaban

    en todas direcciones. Las orejas: pura pelusilla de melocotn. Las manos, enguantadas de polvo y del buen olor de los airdales, y la menta, y los duraznos robados en las huertas lejanas.

    Pipkin. Una amalgama de velocidades, olores, texturas; un compendio de todos los chicos

    que alguna vez corrieron, se cayeron, se levantaron, y corrieron de nuevo. Nadie, a lo largo de los aos, lo haba visto quieto alguna vez. Era difcil recordarlo en la

    escuela, en un banco, durante una hora. Era el ltimo en llegar y el primero en salir como una tromba cuando a campana remataba el da.

    Pipkin, encantador Pipkin. Cantaba muy alto con voz de falsete y tocaba la chicharra y odiaba a las nias ms que toda

    la pandilla junta. Pipkin, que al tomarte por el hombro, y al secretearte los grandes proyectos del da, te

    protega del mundo. Pipkin. Dios madrugaba slo para ver a Pipkin salir de su casa, como uno de esos personajes de los

    barmetros. Y siempre haca buen tiempo donde estaba Pipkin. Pipkin. Esperaban frente a la casa. Ahora, en cualquier momento, las puertas se abriran de par en par. Pipkin saltara a la calle en una rfaga de fuego y humo. Y la Noche de las Brujas empezara de verdad!. Vamos, Joe, oh, Pipkin, murmuraban, sal de una vez!

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    La puerta de calle se abri. Pipkin sali. No vol. No dio un portazo. No estall. Sali. Camin por el sendero hacia sus amigos. No corri. Y no llevaba mscara! Ninguna mscara! Caminaba como un viejo, casi. Pipkin! vociferaron los amigos para ahuyentar la inquietud que sentan todos. Qu tal, chicos dijo Pipkin. Estaba plido. Trat de sonrer, pero tena algo extrao en los ojos. Se apretaba el costado

    derecho con una mano, como si le molestara un fornculo. Todos le miraron la mano. Pipkin la retir del costado. Bueno dijo desganadamente. Listos para empezar? S, pero t no pareces listo dijo Tom. Estas enfermo? En la Noche de Brujas? dijo Pipkin. Me tomas el pelo? Dnde est tu disfraz? Vosotros marchad, ya os alcanzar. No, Pipkin, esperaremos a

    que t... En marcha repiti Pipkin, hablando lentamente, mortalmente plido ahora. Otra vez tena la mano en el costado.

    Te duele la barriga? le pregunt Tom. Se lo dijiste a tus padres? No, no, no puedo! Ellos... Pipkin se interrumpi, los ojos llorosos. No es nada, os

    aseguro. Mirad. Esperadme en la caada. En la casa s? La casa de los Fantasmas de acuerdo? Nos encontraremos all. Lo juras?

    Lo juro. Ya veris mi disfraz! Los chicos empezaron a retirarse. Al pasar junto a l le

    tocaban el codo, le golpeaban levemente el pecho, le pasaban los nudillos por la barbilla, en una simulada pelea.

    Bueno, Pipkin. Siempre que ests seguro... Estoy seguro. Pipkin se sac la mano del cos-

    tado. Por un momento los colores le volvieron a la cara como si ya no sintiera ningn dolor. Cada uno a su puesto. Listos. Ya!

    Cuando Joe Pipkin deca "Ya", era Ya. Partieron a la carrera.

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    Corrieron de espaldas hasta la esquina para poder ver a Pipkin all, de pie, saludndolos con la mano.

    Date prisa, Pipkin! En seguida voy! grit Pipkin, desde muy lejos.

    La noche lo devor. Corrieron. Cuando se volvieron a mirar, Pipkin ya no estaba all. Golpeaban puertas, gritaban Prenda o Premio, y las bolsas de papel empezaron a llenarse de

    golosinas increbles. Galopaban con los dientes pegoteados por la rosada goma de mascar. Corran con labios de cera roja que les trastornaban las caras.

    Pero quienes les abran las puertas parecan rplicas acarameladas de las madres y padres

    de todos ellos. Era como si nunca hubiesen salido de casa. Las ventanas, los portales, irradiaban demasiada cordialidad. Lo que ellos queran era or dragones regurgitando en stanos, y puertas que se golpeaban en castillos.

    Y as, siempre mirando hacia atrs para ver si vena Pipkin, llegaron a las afueras del pueblo

    y al sitio donde la civilizacin se hunda en la obscuridad. La caada. La caada poblada de innumerables ruidos nocturnos, guarida de corrientes y arroyos negros

    como tinta, restos de otoos ataviados en fuego y en bronce y que haban muerto mil aos atrs. En esa caada pululaban los hongos y las setas y las ranas fras como la piedra y las escolopendras y las araas. All, en el fondo, haba un largo tnel subterrneo de aguas envenenadas que goteaban y cuyos ecos no cesaban de llamar Ven Ven Ven y si vienes te quedars aqu para siempre, para siempre, goteando, para siempre, susurrando, fluyendo, precipitndote, cuchicheando, y nunca te irs, nunca te irs ras ras ras...

    Los chicos se alinearon a la orilla de la obscuridad, y miraron abajo. Y entonces Tom Skelton, con fro en los huesos, silb entre dientes como el viento nocturno

    que sopla entre las celosas de la alcoba. Seal. All... all es donde dijo Pipkin! Tom Skelton desapareci.

    Todos miraron. Vieron la figura pequea que se precipitaba cuesta abajo por el sendero

    polvoriento, hundindose en cien millones de toneladas de noche acumuladas en ese inmenso pozo, ese stano hmedo, esa garganta deliciosamente aterradora. Aullando, se zambulleron tras l. Desaparecieron. El pueblo qued atrs atosigndose de dulzura.

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    Se lanzaron barranca abajo en impetuosa carrera, todos risas y empellones, todos codos y tobillos, todos resoplidos de vapor, para detenerse atropellndose cuando Tom Skelton se detuvo y seal el sendero cuesta arriba.

    Aqulla cuchiche. Aquella es la nica casa del pueblo que vale la pena visitar en la No-

    che de las Brujas! Aqulla! S! dijeron todos. Porque era verdad. La casa era muy especial y hermosa y alta y obscura. Haba miles de

    ventanas en los lados, todas centelleando con estrellas fras. Pareca haber sido tallada en mrmol negro, y no construida con maderas, Y por dentro? Quin podra adivinar cuntos cuartos, cuntos salones, corredores rumorosos, buhardillas. Buhardillas superiores e inferiores, unas ms altas que otras, y algunas ms polvorientas y ms tapizadas de telaraas y hojas muertas o con ms oro escondido all arriba en el cielo, aunque perdido a tal altura que ninguna escalera del pueblo poda llevarte hasta all.

    La casa haca seas con las torres, invitaba con las puertas cerradas a cal y canto. Los

    barcos piratas son un tnico. Las fortalezas antiguas son una bendicin. Pero una casa, una casa encantada y en la Vspera de Todos los Santos? Ocho pequeos corazones latieron a la vez en una tormenta de jbilo y aprobacin. Vamos.

    Pero ya se atropellaban por el sendero. Hasta que se detuvieron por fin ante un muro

    derruido, mirando arriba y arriba y ms arriba an el gran cementerio que coronaba la vieja casa. Porque eso pareca. El alto pico montaoso de la mansin estaba coronado con algo as como huesos ennegrecidos o varillas de hierro, y chimeneas suficientes como para enviar seales de humo desde tres docenas de fuegos encendidos en hogares tiznados de holln ocul-tos all abajo en las obscuras entraas de este sitio monstruoso. Con todas esas chimeneas, el tejado pareca un vasto cementerio, cada chimenea era como la sepultura de un antiguo dios de fuego, o de una hechicera de vapor, humo y destellos de lucirnagas. Y mientras miraban, una bocanada de renegrido holln escap de unas cuatro docenas de chimeneas altas, obscureciendo an ms el cielo, y apagando unas pocas estrellas.

    Diantre! dijo Tom Skelton. No hay duda de que Pipkin sabe lo que dice! Diantre! dijeron todos, asintiendo. Avanzaron con cautela por un sendero infestado de malezas que llevaba al ruinoso porche

    delantero. Tom Skelton, y slo Tom, plant un pie huesudo en el primer escaln del porche. Los otros

    contuvieron el aliento ante esa audacia. Y luego, en tropel, una masa compacta de muchachos sudorosos invadi el porche entre las protestas feroces de los tablones pisoteados y los temblores de los cuerpos. Todos queran retroceder, dar media vuelta, correr, pero se encontraban atrapados por el muchacho de atrs, o el de adelante o el del costado. Y as, con un empuje de seudpodo aqu y all, la forma amebiana, la gran exudacin de chiquillos se inclin hacia adelante, y luego de una carrerita se detuvo frente a la puerta principal de la casa que era alta como un atad y dos veces ms estrecha.

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    All se quedaron un largo rato, extendiendo varias manos como las patas de una inmensa araa que se adelantaban a tocar la fra perilla, o alcanzar el llamador de esa puerta. Mientras tanto, debajo de ellos las tablas del porche se hundan y ondulaban, amenazando ceder en cada movimiento un poco brusco, hacindolos caer a un abismo subterrneo de cucarachas.

    Los tablones, afinados todos en claves diferentes, La, Fa o Do, entonaban una pavorosa

    msica cuando los pesados zapatones raspaban la madera. De haber tenido tiempo, si fuese medioda, habran bailado la danza de los cadveres o el rigodn de los esqueletos, pues quin puede resistirse a un viejo porche que como un xilofn gigantesco slo pide que le salten encima para hacer msica? Pero ellos no estaban pensando en eso. Henry - Trampitas Smith (porque era l), escondido en el negro disfraz de Bruja grit: Mirad!

    Y todos miraron el llamador de la puerta. Tom le acerc una mano temblorosa. Un llamador

    Marley! Cmo? T sabes, Scrooge y Marley, de Cuento de Navidad! murmur Tom. Y en verdad, la cara del llamador era la cara de un hombre con un atroz dolor de muelas, la

    mandbula atada con un pauelo, el pelo revuelto, la boca abierta en una mueca que mostraba los dientes, la mirada salvaje. Ms-muerto-que-un-adoqun Marley, amigo de Scrooge, habitante de comarcas ms all del sepulcro, condenado a errar por esta tierra eternamente hasta que...

    Llama dijo Henry-Trampitas. Tom Skelton tom la mandbula fra y siniestra del viejo Marley, la levant y la dej caer. Y todo trepid con el golpe! La casa entera se estremeci, y se le entrechocaron los huesos. Las cortinas se enrollaron y

    las ventanas parpadearon y abrieron muy grandes los ojos pavorosos. Tom Skelton salt como un gato a la barandilla del porche, y mir arriba, fascinado. En el tejado giraban veletas misteriosas. Un gallo bicfalo volteaba en los estornudos del

    viento. En la cornisa occidental del tejado, los bufidos gemelos de una grgola bajaban en compactas lluvias de polvo. Y desde los largos, zigzagueantes y serpentinos tubos de desage cuando los estornudos cesaban y las veletas dejaban de girar, una vaharada de hojas de otoo y telaraa caa en rfagas sobre el csped obscuro.

    Tom dio media vuelta para mirar las ventanas ligeramente estremecidas. Los reflejos de la

    luna temblaban en los cristales como inquietos cardmenes plateados. De pronto, con una vuelta de la perilla, y una mueca del llamador Marley, la puerta de entrada se sacudi y se abri de par en par.

    El viento de la puerta que se abri de pronto casi barre del porche a los chicos. Se tomaron

    por los codos unos a otros, gritando. Entonces, dentro de la casa, la obscuridad inspir. Un viento de succin entr por la puerta. Tirone de los chicos, los arrastr por el porche. Tuvieron que echarse hacia atrs para que no los remolcara al interior del vestbulo negro. Se debatieron, gritaron, se aferraron a las barandas del porche. Pero de pronto el viento ces.

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    La obscuridad se movi en la obscuridad. Dentro de la casa, muy lejos, alguien vena hacia la puerta. Quienquiera que fuese, deba de estar vestido totalmente de negro, porque slo se vea un blanco rostro plido que flotaba en el aire. Una sonrisa prfida lleg y se qued all, sus-pendida en el vano, frente a ellos.

    Detrs de la sonrisa, el hombre alto se esconda en la sombra. Ahora podan verle los ojos,

    diminutas cabezas de alfiler de fuego verde en los pozos calcinados de las rbitas, clavados en ellos. Bueno dijo Tom. Mmm... Prenda o premio?

    Prenda? dijo la sonrisa en la obscuridad. Premio? S, seor. En algn lugar, el viento toc una flauta en una chimenea, una antigua cancin del tiempo y

    la obscuridad y lugares remotos. El hombre alto cerr su sonrisa como una navaja reluciente. Nada de premios dijo. Slo... prendas! La puerta golpe! En la casa resonaron aguaceros de polvo. Nuevas fumaradas de polvo brotaron en copos de los tubos de desage, como una

    estampida de gatos plumosos. El polvo jadeaba en las ventanas abiertas. El polvo resoplaba bajo los pies de los nios en los

    tablones del porche. Los nios miraban como hipnotizados la puerta cerrada a cal y canto. La mueca siniestra del

    llamador haba desaparecido; ahora Marley sonrea malignamente. Qu diantre quiso decir? pregunt Tom. Nada de premios, solamente prendas? Se replegaron a un costado, y los sorprendi la variedad de ruidos que venan de la casa.

    Toda una algaraba de cuchicheos, chirridos, crujidos, lamentos y murmullos; y el viento nocturno cuidaba de que los nios los oyeran todos. A cada paso que daban, la gran casa se inclinaba gruendo, detrs de los nios.

    Llegaron al otro extremo de la casa y se detuvieron. Pues all estaba el rbol. Y nunca en la vida haban visto un rbol semejante. Se alzaba en el centro de un patio amplio, detrs de la mansin terriblemente misteriosa. Y

    este rbol tena casi treinta metros de altura, y era ms alto que los altos tejados, y exuberante y redondo y frondoso, y estaba cubierto de una infinita variedad de hojas otoales, rojas, pardas y amarillas.

    Pero... mirad, oh cuchiche Tom. Qu es eso all arriba, en ese rbol?

  • 14

    Porque del rbol colgaban toda clase de calabazas de las ms diversas formas y tamaos y

    de muchas tonalidades y matices de anaranjado brillante y amarillo humo. Un rbol calabacero dijo alguien. No dijo Tom. Entre las ramas altas sopl el viento y agit levemente el cargamento rutilante. Un rbol de

    las Brujas dijo Tom. Y tena razn.

    Bibliografa: Bradbury, Ray (1978). El rbol de las brujas. Argentina: Ediciones Minotauro, S.R.L. Traduccin de Matilde Horne. 70 pp.