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Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 27 1964

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  • CARTAS Ha sido alentador para mi leer la seccin dedicada a la "So-ciedad Abierta" en Atlntico. La encontr muy objetiva y de gran ponderacin. Indudable-mente, el gran problema de nuestra poca es cmo idearios distintos y hasta divergentes, y civilizaciones y razas hete-rogneas podrn convivir sin desembocar en el caos y la pugna continua. Mucho depen-der de la capacidad de Europa y de todo Occidente para so-breponerse a sus nacionalis-mos atvicos y a sus intereses inmediatos para utilizar sus grandes conocimientos y recur-sos en servicio del progreso y el orden en el Tercer Mundo. Esto es un gran ideal, digno de nuestros tiempos y, sobre todo, de nuestra juventud.

    En estudiante - Granada

    Los artculos de Atlntico so-bre poltica extranjera son muy interesantes pero no siempre resultan convincentes. Pues la poltica norteamericana, nunca muy brillante, parece estar ex-tinguindose en todas partes: en Europa, en Iberoamrica, en Asia, en frica.

    V.C. Galicia - Madrid

    O Si no deslumhra a nuestro lec-tor el brillante xito del Plan Marshall y de la OTAN en Eu-ropa, o el afrontamiento de Ken-nedy con Kruschev en Cuba y la subsiguiente retirada de los

    "Los que todo lo alaban y son ambos necios" .

    proyectiles soviticos, quiz encuentre loable el ensayo sin precedentes de la Alianza para el Progreso. Respecto a ^sia y, en particular, a la China con-tinental, todava est por ver si el reconocimiento diplom-tico de esta "real idad" calma-r su apetito de agresin en el mundo o si, ms bien, lo esti-mular. Quienes ven perpetuamente fra-casos y "extincin" en la po-ltica norteamericana nos re-cuerdan al hombre que al leer la noticia de su fallecimiento en un peridico, y estando ms que vivo, telegrafi al director que la noticia era algo exage-rada.

    Me ha agradado leer en Atln-tico que la destacada serie de ensayos crticos de la Univer-sidad de Minnesota sobre auto-res norteamericanos est sien-do publicada por la Editorial Gredos. Es indudable que el vigor y la riqueza de la poesa y la novela norteamericana son bien conocidos. Sin embargo, la critica no lo es tanto. Ello es de lamentar puesto que la crtica norteamericana slo es superada por su literatura e, incluso, algunos diran que es igual o mejor que aqulla. Los que conocemos tal serie en su versin original sabemos el servicio que est prestando la Editorial Gredos al publicarla

    los que todo lo critican

    Benjamn Franklin

    para los lectores espaoles. Un proiesor de ingls - Sevilla

    No siempre estoy de acuerdo con la poltica americana, es-pecialmente en Hispanoamri-ca. As, yo y muchos como yo deploramos el imprudente enar-bolamiento de la bandera que acab en violencias en Panam. Pero me sent indignado al ad-vertir la tendenciosa condena de los disparos hechos por las tropas americanas que, despus de todo, estaban defendiendo la vida de los residentes en la zona del canal, condena que pas por alto la violencia y los disparos de la multitud enfure-cida. Semejante reaccin es hacer un flaco servicio a la in-teligente y digna juventud ibe-roamericana. Pues parece con-donar con condescendencia la violencia como cosa normal en esa juventud.

    J .L. Castillejo - Madrid O Estamos de acuerdo con el sentido general de esta carta porque denuncia el doble jue-go de medidas que con fre-cuencia se utilizan, por des-cuido o malicia, para atacar a la poltica norteamericana u occidental. Incluso cuando nos hemos hecho cargo de la na-tural tentacin de zaherir a los que sobresalen -o sea, los Es-tados Unidos o el Occidente-todava nos parece que ese do-ble juego de medidas dista de ser admirable.

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  • Adonde van los l istados Unidos? Fsta pregunta resume todas las que IMerre Fe-renczi, redactor jefe de "Informations & i ocuments" , revista del Centro Cultural Americano en Francia, formul, durante los 15 das que pas en Washington, Nueva York y Atlanta (Ceorgia) a varias personalidades norteamericanas que, cada una en su campo, tienen entre sus manos un poco del destino de los Fs tados Unidos.

    En el momento en que celebraba sus en-trevistas, de las cuales publicamos aqu al-gunos fragmentos, el ao 1963 finalizaba tras un drama que conmova al mundo: el ase -sinato del joven Presidente de un pas en el cual, sin embargo, nadie se poda quejar de no poder manifestar su opinin. Washing-ton, ciudad de funcionarios y de polticos, estara todava durante algunas semanas ba-jo el signo de John F . Kennedy. Algunas de las personas que deban ser entrevistadas manifestaban que se sentan incapaces de hablar del presente y del porvenir de su pa-tria sin que su pensamiento se viese domi-nado por la imagen del desaparecido Pre-sidente.

    \ , sin embargo, Amrica continuaba. Un nuevo jefe se instalaba en la Casa Blanca y declaraba inmediatamente que pensaba se -guir el camino trazado por su predecesor. Y los norteamericanos se daban cuenta, con estupefaccin, de la prdida que haban su-frido y, al mismo tiempo, comprobaban que la vida poltica, cultural, econmica y cien-tfica prosegua all mismo donde l a haba dejado un crimen inconcebible.

    Completa el variado cuadro trazado por Pierre Ferenczi , una entrevista ms, a cargo de su colega Marc Saporta, joven novelista francs de vanguardia, que ha interrogado al poeta Untermeyer acerca del presente y del futuro de las letras norteamericanas.

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    Revista mensual publicada por la

    CASA AMERICANA Embajada de los Estados Unidos

    MADRID: Paseo de la Castellana, 48 BARCELONA, Va Layetana, 33

    SEVILLA: Laraa, 4

    Sumario ADONDE VAN LOS ESTADOS UNIDOS? 3 Seis entrevistas por Pierre Ferenczi: DEAN RUSK coexistencia no es reduccin de tensin 5 WALT ROSTOW desarrollo del Tercer Mundo 11 ROBERT ROOSA una economa en expansin 19 GEORGE MEANY el mayor sindicato 27 FRANCIS KEPPEL juicio sobre la enseanza 33 MARTIN LUTHER KING batalla de la no violencia 39

    Una entrevista por Marc Saporta: LOUIS UNTERMEYER la marcha de ia literatura americana 47 LYNDON B. JOHNSON: MI FILOSOFIA POLTICA 51

    edaccidn y distribucin . Castellana 48, MADRID-1

  • Dean Rusk es secretario de Estado de los Estados Unidos desde enero de 1961. Ha sido profesor en una universidad ca l i forn iana, efe adjunto de estado mayor de las fuerzas norteamericanas en Birmnia (1944), y presidente de la Fundacin Rockefe l ler .

    coexistencia no es reduccin de tensin

    En el curso de los ltimos meses, la Unin Sovitica ha venido aplicando una poltica de " z i g z a g " con relacin a Estados Uni-dos , alternando los gestos amistosos y las brutalidades, como la detencin del profesor Baghoorn o los incidentes en la autopista de Berln. Qu opina usted de ello?

    USE* No puede provocar perplejidad eso que usted denomina el trayecto en zigzag de la URSS salvo que se suponga previamente que ha habido una disminucin de la tensin. Ahora bien, nosotros jams hemos supuesto tal cosa. Los objetivos fundamentales de la polt ica extranjera sovit ica no han cambiado. Pero la Unin Sovitica parece haberse dado cuenta de que los mtodos usados por e l la hasta ahora para alcanzar sus propsitos son demasiado peligrosos en nuestro mundo atmico, de que en tanto que exista-mos e s mucho lo que nos queda por hacer en beneficio del bienes-tar de nuestros pueblos respect ivos y que hay terrenos en los que e l entenderse ser a mutuamente ventajoso para Oriente y Occiden-te . Esos gestos " a m i s t o s o s " de que habla usted y actos como la firma del tratado prohibiendo las pruebas nucleares proceden de e s a conclusin.

    El es tado de las relaciones entre Estados Unidos y la Unin So-vitica tiene repercusiones directas sobre las relaciones entre Es tados Unidos y sus a l iados . En particular, todo indicio de apro-ximacin entre Washington y Mosc susc i ta el temor de que se

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  • es t tramando un acuerdo basado en las tradicionales " z o n a s de influencia". Indudablemente, e s t a s sospechas carecen de funda-mento, pero existen. Qu piensa usted acerca del asunto, parti-cularmente en lo que atae a las repercusiones que las sospechas pudieran tener en el seno de la OTAN?

    25Sr No creo que contactos como los que se han establecido en-tre Washington y Mosc deban inspirar el menor temor, ni a nues-tros al iados ni a nadie, del establecimiento de "zonas de influen-c i a " . En toda negociacin con Mosc que afecte los intereses de otros, escuchamos la opinin de nuestros al iados, sea mediante el s is tema de consul tas ex is ten tes en la OTAN o por otros proce-dimientos. Si a pesar de es to subsis ten los temores a que usted alude, ta les temores es tn absolutamente injustificados.

    Qu porvenir tienen las relaciones comerciales entre Es tados Unidos y la Unin Sovitica? Puede usted describir la poltica norteamericana en lo que concierne a la concesin de crditos a los pa ses comunistas que les permita adquirir mercancas en Es -tados Unidos?

    S S E s muy difcil prever lo que les pueda ocurrir a las relacio-nes comerciales entre la URSS y los Es tados Unidos. La econo-ma sovit ica no e s t organizada para proveer muchas mercancas de las que haya demanda en e l mercado norteamericano. Por el

  • contrario, aunque tendamos a tomar en cuenta posibles compras sovit icas de trigo norteamericano como operacin no renovable en aos venideros, es innegable que a la URSS pueden interesarle diversos productos y maquinaria y bienes de equipo salidos de nuestras fbricas.

    Qu opina usted acerca de las relaciones comerciales entre la Europa Occidental y el bloque sovit ico? (Cree usted que la po-l t ica occidental en es te terreno es t coordinada de manera apro-piada?

    255? El Gobierno norteamericano e s partidario de un acuerdo que defina, dentro de la OTAN, una poltica comn de crditos a otros pa ses , incluyendo a los del bloque comunista. Estados Unidos no otorga crditos a la Unin Sovitica ni a sus sa t l i tes europeos, pero en los casos oportunos es t dispuesto a autorizar a los ex-portadores particulares a comerciar con el los en las condiciones habituales de pago prevalecientes en el mercado mundial.

    Tanto en lo que concierne a las mercancas como en lo que concierne a la tecnologa, los Estados Unidos restringen sus ex-portaciones a e sos pa ses orientales en proporcin bastante ma-yor que las dems grandes potencias comerciales. Algunos de nuestros al iados buscan activamente la expansin de sus inter-cambios con el bloque sovitico. Es nuestro sentir que ni Es tados Unidos ni sus aliados deben suministrar material estratgico a los

  • Dean Rusk

    pases del bloque comunista. Mas en lo referente a bienes de con-sumo y de equipo no militar, l a s posibi l idades merecen ser inda-gadas.

    Algunos de nuestros lectores formulan la idea de que el comercio con los rusos, por ejemplo las ventas de trigo, debiera ir acom-paado de condiciones pol t icas . Qu opina usted?

    "mSSm No, no estoy conforme. Hemos descr i to l a s condiciones en que el Gobierno norteamericano autorizar la venta de trigo a los sovie ts . Calculamos que cualquier operacin de esa naturaleza que se lleve a cabo tiene probabilidad de ser beneficiosa econ-micamente para Es tados Unidos. No alcanzamos a comprender c-mo puede pensarse en Europa que seamos nosotros quienes exi-jamos concesiones pol t icas al bloque oriental, cuando nuestras operaciones comerciales con ese bloque no representan sino una pequea parte del comercio europeo con el mismo.

    En qu juzga usted que el tratado de prohibicin de pruebas nu-c leares fue, y sigue siendo, algo importante?

    "SSm Creo que la prohibicin de las pruebas nucleares ha s ido importante porque consti tuye un paso, limitado, hacia la regula-cin de las armas atmicas. Va en contra de la diseminacin de las armas nucleares y sus posibles ampliaciones pueden abrir el camino para una limitacin ms es t recha de los armamentos y lue-go a tratados de desarme.

    Las opiniones expresadas en dis t intos lugares del mundo acerca de las Naciones Unidas son muy d iversas . En qu consis te , s e -gn usted, la utilidad esencia l de la ONU?

    "SSw Algunas i lusiones frustradas y una informacin incompleta son a menudo la causa de las d iscus iones acerca de la utilidad de las Naciones Unidas. Piensan algunos que el cometido de las Na-ciones Unidas e s , o debiera ser, el conseguir sin tardanza para e l mundo la paz y la prosperidad. Y se sienten desi lusionados porque al cabo de dieciocho aos de vida e s t a organizacin no ha logrado acabar con los conflictos y con los problemas de la po-breza.

    Desde luego, la ONU no ha podido resolver todas las dificul-tades de alumbrar un mundo en paz, mas ha contribuido a resolver algunas de e s a s dificultades. Buen nmero de disputas han resul-tado apaciguadas gracias a sus buenos oficios. Ha conservado la paz al evitar la confrontacin de l a s grandes potencias. Ha creado las condiciones que han permitido a c a s i la tercera parte de la po-blacin mundial efectuar con un mnimo de enemistades la pe-l igrosa transformacin sbita de las colonias en pases indepen-dientes .

    Nuestra postura acerca de la ONU no debe estar inspirada por

  • un pesimismo ciego, ni por un optimismo engaador. Debe ser ob-jetiva. Nadie piensa en aclamar a la ONU como perfecta e infa-lible, pues creacin humana es. La Organizacin de las Naciones Unidas funciona. Es susceptible de perfeccin. En mi sentir, en lugar de insistir acerca de sus flaquezas palmarias, sera de ma-yor utilidad consagrar nuestros esfuerzos y nuestra inteligencia a mejorarla.

    Regido hoy por el presidente Johnson, se atendr Estados Uni-dos a los compromisos aceptados bajo el gobierno de Kennedy?

    jmmm La mejor respuesta a esa pregunta la hallaremos en el dis-curso pronunciado por el mismo presidente Johnson el 27 de no-viembre pasado, ante las dos Cmaras del Congreso norteameri-cano reunidas: "Nuestro pas, afirm, mantendr sus promesas, desde el Vietnam del Sur hasta el Berln Occidental". Los ml-tiples compromisos que hemos suscrito son obra de toda la nacin y de ambos partidos. Quedarn sin cambio alguno sea el que sea el Presidente.

  • Walt W. Rostow es uno de los " c e r e b r o s " del De-partamento de bstado. Preside la comisin encar-gada de trazar los planes a largo plazo de la po-l t i ca exter ior de los estados Unidos Es h is tor ia-dor de renombre y uno de los ter icos del desarrol lo econmico.

    La poltica norteamericana respecto a los pases en vas de de-sarrollo parece haber evolucionado bastante desde hace algunos aos. Cmo define usted esta evolucin? Kn que difiere la po-ltica del gobierno norteamericano de la que se segua antes?

    "SSSr Conviene no olvidar las condiciones en que, hacia 1950, fueron elaborados los primeros grandes programas de ayuda a los pases subdesarrollados. La situacin internacional estaba domi-nada por la guerra de Corea. Los imperativos esenciales eran de orden militar: se trataba de fortalecer a los pases que se encon-traban en primera lnea, a fin de que pudieran hallarse en condi-ciones de resistir una agresin comunista directa.

    Una vez pasado este perodo, a medida que iban transcurrien-do los aos cincuenta, los miembros del Congreso y de la Admi-nistracin se han dado cuenta de la importancia del desarrollo econmico. Se ha comprendido aqu que los pases en vas de de-sarrollo corran el riesgo de perder su independencia, no slo a consecuencia de una agresin franca, sino tambin porque podan encontrarse incapacitados para establecer los fundamentos esen-c ia les de esa independencia.

    El difunto presidente Kennedy, entonces senador por Massa-chuse t t s , desempe un papel en es te proceso de comprensin: reconoca pblicamente la importancia del crecimiento econmico de los pases subdesarrollados. Al llegar a la Presidencia, se en-contr cas i inmediatamente con una fuerte ofensiva comunista en

  • los pa ses en vas de desarrollo, ofensiva llevada a cabo con arre-g lo ,a mtodos fundamentalmente dis t intos de los que culminaron en l a guerra de Corea -una mezcla de guerrillas, de terrorismo y de subversin, con algunas tentat ivas de ayuda y de intercambios comerciales orientados, y una propaganda que afirmaba que el co-munismo iba en el sentido de la h is tor ia- . Necesitbamos respon-der a es ta presin manteniendo al mismo tiempo una as i s tenc ia militar destinada a impedir que los comunistas se aduearan del poder por la fuerza.

    Al describir es ta ofensiva comunista, piensa usted en una deter-minada regin del mundo?

    S S P ienso , desde luego, en el Sudeste de Asia y en Iberoam-rica, pero fue en el Oriente Medio donde los soviets lanzaron sus primeros ataques, por medio de suministros de armas. En frica, el Congo ex belga fue objeto de enrgicas presiones por parte de los comunistas, que trataron de explotar la confusin y las difi-cul tades que acarre la proclamacin de la independencia. En Ibe-roamrica, los soviets han util izado todos los medios posibles desde que Fidel Castro subi al poder en Cuba, y los utilizan to-dava.

    Cree usted que, al actuar as , los dirigentes sovit icos se li-mitan a poner en prctica las teoras de Lenin sobre la manera de acabar con la Europa capi ta l is ta , a travs de frica?

    i ; En 1959-60 estuve en la Unin Sovitica y en Europa Orien-tal : le aseguro que los hombres del Kremlin crean sinceramente en su ventaja y ninguna duda haca vacilar su confianza. Estaban ntimamente convencidos de que iban rpidamente a apoderarse de territorios muy extensos , a pesar de tener plena conciencia de su fracaso en Europa Occidental y en el Japn. Pensaban que e s -tas regiones en vas de desarrollo resultaban especialmente vul-nerables frente al comunismo por su pobreza, el carcter explo-sivo de su demografa y los sentimientos de frustracin derivados de su experiencia colonial. Estaban decididos, por su parte, a acelerar un proceso que estimaban inevitable y no vacilaban en recurrir eventualmente a la guerra de guerril las.

    No cree usted que en frica, por lo menos, asis t imos al fracaso completo de las tentativas sovi t icas de infiltracin en cier tos Estados como Guinea y Ghana?

    JSSW Puede decirse que en todas partes , en frica y en Oriente Medio, en Asia y en Iberoamrica, han tenido sorpresas los so-vie ts . Han comprobado ante todo que la voluntad de independen-c ia de los pa s e s que atacaban eran singularmente poderosa. A mi entender, los dirigentes de es tos pa ses han comprendido rpida-mente que el objetivo esenc ia l de los sovie ts era atraerlos a la

  • rbita comunista, mientras que el Gobierno norteamericano de-seaba simplemente mantener su independencia.

    Los dirigentes soviticos se han dado cuenta asimismo de que, en numerosos c a s o s , los mtodos comunistas parecan de una ex-ces iva simplicidad. Si, por lo dems, sus programas de ayuda y su utilizacin orientada de los intercambios comerciales no han dado resultados sat isfactorios, ha sido sobre todo porque conce-ban e s t a poltica como medio para aduearse del poder. Son todos excelentes leninis tas y se saben de memoria la teora sobre la ocupacin de los puestos de mando para la toma del poder.

    Sin embargo, los tericos marxistas creen sinceramente que el so-cialismo, para un pas subdesarrollado, constituye el nico medio de progresar econmicamente. Cmo explica usted, en e s t a s con-diciones, el fracaso de los comunistas en el plano puramente eco-nmico?

    SmStr Es posible que lo crean. Pero los hechos demuestran lo con-trario. Considero que ya es t demostrado que el comunismo es ine-ficaz e intilmente inhumano cuando se aplica a una sociedad in-dustrial adelantada. Ahora s e sabe que el sistema es incapaz de fomentar el progreso econmico en un pas insuficientemente desa-rrollado.

    Puedo dar excelentes razones tcnicas y, en particular, la s i -guiente: en su mayor parte, los pa ses en vas de desarrollo tienen una economa predominantemente agrcola, en una proporcin de 75%, 80%, o ms. Ahora bien, el comunismo es totalmente inefi-caz en la esfera agrcola, pues se basa en el control total de la poblacin, control fcil en una ciudad o en la fbrica, pero impo-sible en el campo, donde no puede disponerse de un polica que vigile a cada labrador.

    Ningn pas comunista ha sido capaz hasta ahora de alcanzar una produccin suficiente de artculos alimenticios, lo que ha que-dado de sobra demostrado por los monumentales fracasos regis-trados en China, Vietnam del Norte, Cuba y otros lugares. En Eu-ropa Oriental, Polonia y Yugoslavia han abandonado prcticamen-te e l comunismo en lo que se refiere a su agricultura. La Unin Sovitica e s t en condiciones de pagar el alto precio requerido para es tablecer el comunismo en sus campos, pero e s evidente que se enfrenta con un problema que no lleva camino de atenuarse.

    Los tericos del desarrollo econmico aseguran que para que los programas de desarrollo puedan tener xito deben respetarse cier-tas condiciones previas. Qu piensa usted?

    S S S E s exacto. Ante todo, antes incluso de emprender un serio esfuerzo de industrializacin, e s preciso crear un cuerpo de ad-ministradores y de tcnicos capaz de hacer funcionar una socie-dad industrial moderna; la primera condicin previa del desarrollo econmico se encuentra, pues, en el sector de la educacin. Des-

    Walt Rostow

  • pues , es preciso, evidentemente, crear una red de medios de co-municacin que, en el aspecto econmico, puedan transformar en nacin lo que a menudo no e s ms que un grupo de regiones. Pa-ralelamente, es indispensable desarrollar un sector energtico m-nimo para qu tenga base la industrializacin proyectada, y fo-mentar una cierta capacidad para adquirir d iv i sas , gracias a los recursos naturales del pas o a su agricultura. Los Estados que se benefician de la ayuda exterior deben desarrollar sus propias posibi l idades de adquisicin de d iv i sas .

    Esto en el plano tcnico. En el plano poltico hay tambin cier-to nmero de condiciones previas, y en primer lugar la necesidad de un poder pblico dispuesto a consagrar al desarrollo econmico una parte muy elevada de su energa y de sus recursos intelec-tuales , incluso en detrimento de otras actividades polt icas tra-dicionales. Un Gobierno que no pusiera entre sus objetivos y ac-tividades primordiales la modernizacin de su economa, no l le-gara a ninguna parte.

    En e s a s c i rcunstancias . Considera usted que el primer fin de los programas de ayuda e s el de es tablecer e s a s condiciones previas?

    HSSr No siempre. Nuestros programas de ayuda difieren sens ib le-mente segn los pa ses y segn el grado de desarrollo alcanzado por los beneficiarios. Un Estado que no ha realizado todava l as mencionadas condiciones previas , uti l iza nuestra ayuda para cons-truir e scue las , carreteras, para conseguir los medios de adquirir d iv isas , para perfeccionar su agricultura y para comenzar su in-dustrializacin.

    A todo un grupo de pa ses cuyas economas han adquirido un cierto vigor - e s el caso , por ejemplo, de la India, del Pakis tn , de algunos Estados de Iberoamrica-, la ayuda exterior l es propor-ciona las divisas necesar ias para mantener un crecimiento indus-trial rpido. Otros Estados , por ltimo, han alcanzado o cas i al-canzado la etapa en la que es tn en condiciones de sostener su propio crecimiento: pueden conseguir los capi ta les necesar ios re-curriendo a empresas privadas, inst i tuciones financieras interna-cionales , etc . Esto sucede con Mjico, Formosa y otros pa ses ; nuestra ayuda en es te caso no desempea ms que un papel margi-nal.

    En cambio, cier tas naciones tropiezan con dificultades espe-c ia les : Vietnam, que ha de afrontar una verdadera guerra; Corea, que sigue sufriendo los efectos de una lucha larga, destructiva y mortfera. Aqu, nuestros recursos sirven para ganar tiempo, el tiempo que necesi tarn es tos pa ses para res tablecerse . Es lo que hicimos en Grecia e Italia inmediatamente despus de la guerra.

    Su alusin a Mjico me recuerda una t e s i s segn la cual todo de-sarrollo econmico es imposible en es te sector del mundo sin una reforma radical de las estructuras soc ia les y pol t icas . Qu pien-sa usted?

  • mmmr Estoy a la vez de acuerdo y en desacuerdo con esa teora, en gran parte en desacuerdo. La modernizacin efectiva de los pa-ses de Iberoamrica exige una revolucin; una sociedad que no ha entrado de manera progresiva en su perodo industrial no puede llevar a cabo semejante transformacin sin modificar profunda-mente su comportamiento psicolgico, sin alterar el equilibrio de sus fuerzas, sin modificar sus estructuras polticas y administra-tivas, especialmente en el sector fiscal.

    Pero muchos observadores olvidan que hace una o dos genera-ciones que Iberoamrica inici esta revolucin. Y, en este sentido, la tesis que usted menciona -y que afirma que todo est por hacer all- resulta muy discutible. Las revoluciones no consisten forzo-samente en la toma del poder por un grupo nuevo, con gran apara-to de frmulas y consignas. Lo que es esencial en ellas -los cam-bios estructurales, en definitiva- se produce en general muy len-tamente. Recuerde lo que ha pasado en Mjico: la revolucin es-tall en 1910, y la industrializacin slo comenz hacia 1940, despus de una larga formacin de hombres e instituciones. El progreso realizado por este pas desde entonces es asombroso.

    Quisiera insistir en lo que sucede en este momento en Ibero-amrica: en numerosos pases est en marcha el proceso revolu-cionario, y con l la evolucin de las actitudes psicolgicas, de los objetivos, de los mtodos de gobierno. Quiz constituya para usted una sorpresa saber que en el curso de los dos aos ltimos,

  • el ndice de crecimiento de Iberoamrica se ha acercado mucho a los objetivos de la Alianza para el Progreso, e s decir, de 5% anual en lo que se refiere a la renta nacional, 2,5% en lo que se refie-re a la renta por habitante, teniendo en cuenta el aumento de la poblacin. E s verdad, sin embargo, que es ta expansin se ha li-mitado en muchos casos a los centros urbanos.

    En realidad, creo que ha dejado ya de tener vigencia el tpico tradicional de una Iberoamrica es tancada, dominada por elemen-tos reaccionarios y limitados, incapaz de progresar sin una revo-lucin violenta.

    Cul es , a su entender, el papel que desempea el nacionalismo en la evolucin econmica de los pa ses subdesarrollados?

    5 S Desde el principio ha sido el nacionalismo la fuerza domi-nante, quiz incluso la nica fuerza que ha incitado a las socie-dades tradicionales a adoptar mtodos modernos. Nosotros mismos hemos vivido ya es to : el argumento decisivo en el gran debate e n -tre Hamilton y Jefferson fue el de que nuestra nacin necesi taba, para defenderse, capacidad y tcnicas industriales.

    Hemos visto producirse el mismo fenmeno en Rusia a fines del siglo XIX, en el Japn y en otras par tes . Ciertamente, el naciona-lismo no e s el nico motor del esfuerzo de modernizacinrlos hom-bres desean que sus hijos reciban mejor educacin y tengan una vida ms larga, agradable y plena que la suya. Pero es el nacio-nalismo el que traslada del plano particular al plano general l a s aspiraciones individuales.

    El nacionalismo puede tambin incitar a algunos pueblos a tra-tar de imponer su voluntad a otros o de influir sobre el los . Un Es -tado joven que se encuentra al comienzo de su proceso de moder-nizacin y que se empea en aventuras expansionistas , compro-mete necesariamente su desarrollo econmico. Es en realidad la orientacin que adopta el nacionalismo lo que determina su ca-rcter constructivo o no. Hecha es ta reserva, el nacionalismo s i -gue siendo el elemento motor ms eficaz en la modernizacin de una sociedad.

    Cules son, de manera general, los objetivos de la poltica nor-teamericana frente a las naciones en vas de desarrollo? Se tra-ta esencialmente de luchar contra el comunismo? De fomentar la democracia? De garantizar la seguridad de los Estados Unidos? El Gobierno norteamericano dedica a la as is tencia sumas consi-derables. Por qu?

    S Lo que queremos ante todo es que los pa ses subdesarrolla-dos mantengan su independencia y desempeen un papel cada vez ms constructivo. Es te objetivo e s t en armona con nuestro in-ters estr icto: no creemos que los Es tados Unidos, que los pa s e s de la comunidad atlntica en general, puedan mantener sus tradi-ciones ni desarrollar sus riquezas en medio de Estados pobres

  • cuya independencia ansia violar el comunismo, a fin de modificar el clima psicolgico, econmico, poltico y militar de las zonas que rodean a los Estados Unidos y a la Europa Occidental. La lu-cha contra el comunismo forma, pues , parte del cuadro.

    En lo que se refiere a la batalla por la democracia, creemos sinceramente que s i los pases en cuestin logran conservar su independencia, adoptarn cuando llegue el momento formas de go-bierno que no sern quiz idnticas a las nuestras , porque sus tradiciones no son las mismas, pero que reconocern ciertos dere-chos esenc ia les : la integridad del individuo, la limitacin de los poderes del Estado y, sobre todo, el consentimiento de los admi-nistrados. Por ltimo, es evidente que la seguridad de los Estados Unidos es t en juego: nos parece indudable que e s to s jvenes Es -tados llegarn a ser con el tiempo miembros responsables de la colectividad mundial, que se comportarn como buenos vecinos y que se desarrollarn en el orden y la paz.

  • Robert Roosa, subsecretario del Tesoro, un ter ico de las Finanzas, ha concentrado sus esfuerzos en la defensa del dlar. Es ardiente part idar io de la idea de que una economa en expansin es el e le-mento fundamental de una moneda fuerte.

    Puede usted facilitarme un breve "par te facul ta t ivo" de la eco-noma norteamericana en este fin de ao 1963? Cules cree usted que son los problemas esenc ia les que debe afrontar?

    2 5 5 t Creo que nos sentiramos muy sat isfechos del es tado actual de nuestra economa s i no tuviramos un nmero demasiado grande de parados. Cada ao aumentan de manera impresionante los efec-tivos de la poblacin trabajadora. Hemos logrado estimular la de-manda y favorecer l as inversiones dest inadas a crear los empleos suplementarios correspondientes a la afluencia de nuevos traba-jadores , pero no hemos llegado todava a absorber un cierto " r e s -t o " de paro que nuestra economa padece desde hace algunos aos. Es te e s nuestro ms grave problema: una proporcin impor-tante de la mano de obra norteamericana, del orden de 5,5 a 6 por ciento, busca trabajo.

    Desde luego, hemos atacado es te problema lo ms enrgica-mente posible. Hemos elaborado un programa que esperamos pueda resolverlo en dos aos. Nuestro proyecto de reduccin tributaria, si e s aprobado por el Congreso, fomentar ciertamente la demanda y las inversiones generadoras de empleos.

    Realizaremos al mismo tiempo esfuerzos en los sec tores en los que exis te lo que llamamos paro "es t ruc tu ra l " , lo que reque-rir una serie de medidas d iversas : reeducacin de los trabaja-dores, que podrn entonces encontrar ocupacin ms fcilmente; ventajas espec ia les concedidas a las empresas que deseen ins-

  • ta larse en las regiones en las que la actividad econmica se halle reducida, etc . Es evidente que tenemos mucho que hacer en es ta esfera.

    Cree usted que la persistencia del paro puede ser atribuida a un ritmo de expansin insuficiente?

    i* L a s es tad s t i cas no dan e s a impresin: desde febrero de 1961, el ndice de crecimiento de la economa norteamericana ha sido especialmente alto, y especialmente regular. En 1962 y 1963 ha sido, en cifras brutas, del orden de 6 a 7 por ciento. Aun apli-cando cier tas correcciones, se llega a un ndice de 4,5 a 5 por ciento. Pero si es te resultado es satisfactorio en la medida en que corresponde, por ejemplo, a los objetivos fijados por la O.C. D.E. , sigue siendo insuficiente si se considera el nmero de em-pleos suplementarios que deberan crearse .

    En varios Es tados europeos, las presiones inflacionistas han obligado a los Gobiernos a adoptar medidas que tienden general-mente a reducir el consumo. Se manifiestan presiones anlogas en los Es tados Unidos?

    ^ ^ No, gracias a Dios. Y ello por mltiples razones, especia l -mente ia exis tencia de exceso de mano de obra, as como el hecho de que en muchos casos nuestras capacidades de produccin no son plenamente ut i l izadas, de modo que nos queda un margen de expasin que evita toda sobrecarga de la economa. Adems, la estabil idad de los precios desde hace ms de cinco aos ha pro-ducido un volumen apreciable de ahorro, ms que suficiente para financiar la expansin que hemos tenido hasta ahora.

  • Por lo dems, a es to obedece el que nuestras cifras de inters sean relativamente bajas, por lo menos en relacin con las cifras mundiales, y el que hayamos registrado e sas importantes sa l idas de capi ta les que son en parte responsables de las dificultades de nuestra balanza de pagos. Es te fenmeno, evidentemente, nos preocupa; es el segundo problema actual de la economa nortea-mericana: el dficit de nuestra balanza de pagos.

    Qu medidas se propone adoptar el Gobierno norteamericano para reducir ese dficit? Creo que es bastante raro que un pas indus-trial tenga al mismo tiempo un cierto desempleo y cuentas exte-riores defici tarias. . .

    3 S 5 E s verdad, y e se hecho inslito nos impide emplear los m-todos usuales de correccin. Necesitamos encontrar medios de lucha adaptados simultneamente a e s a s dos dificultades. Si uti-lizramos, por ejemplo, el correctivo tradicional que cons is te , para reducir e l dficit de la balanza de pagos, en elevar e l tipo de inters y en practicar restr icciones monetarias, compromete-ramos los efectos de las medidas que tienden a estimular el em-pleo. --

    Nuestro proyecto de reduccin tributaria e s , en es te sentido, ambivalente: esperamos que mejore nuestra posicin competitiva en los mercados mundiales, en la medida en que aliente a los em-presarios a aumentar su capacidad de produccin y a reducir sus precios de venta mediante la utilizacin de nuevo equipo; al mismo tiempo, pensamos que crear empleos y que contribuir a reab-sorber el paro.

    Ejerce el dficit de la balanza de pagos una influencia sobre la marcha de la economa?

  • mmim Los efectos de ese dficit son, por el momento, de orden estrictamente monetario: nuestras reservas de oro disminuyen re-gularmente. Ahora bien, conviene no olvidar que los Estados Uni-dos se encuentran en la base de todo el sistema monetario mun-dial: somos el nico pas del mundo que garantiza la convertibi-lidad inmediata de su moneda en oro. Si nuestro oro se desvanece, no podremos proporcionar ya esas reservas monetarias en las que se apoya el sistema mundial actual. Es, pues, absolutamente in-dispensable que adoptemos las decisiones que se requieren para volver a un estado de equilibrio.

    Pero repito que mientras tengamos un paro importante no puede pensarse en recurrir a los procedimientos clsicos que ejercen efectos restrictivos sobre la economa interior: crdito ms dif-cil, tipo de inters ms alto. Las disponibilidades del ahorro nos lo prohibiran. Por lo dems, es para nosotros indispensable man-tener la estabilidad de los precios y de los costos d produccin.

    En ltimo anlisis, en efecto, la solucin permanente del pro-blema depende de los progresos realizados en la esfera del co-mercio exterior: debemos intensificar nuestras ventas en los mer-cados extranjeros, fomentar por todos los medios posibles la ex-pansin de los intercambios internacionales, abrir nuestro propio mercado en expansin a las importaciones, mejorando, no obstante, el saldo de nuestra balanza comercial.

  • Sin embargo, las cifras demuestran sin lugar a dudas que el d-ficit de la balanza norteamericana de pagos no obedece a un d-ficit comercial, sino a otras causas , en particular a la sa l ida de capi ta les . Qu medidas se propone adoptar el Gobierno nortea-mericano en esta esfera?

    S Quisiera que volviramos un poco atrs . En 1961 y 1962 mejoramos progresivamente nuestra balanza de pagos, de manera bastante lenta porque los fenmenos comerciales son lentos y por-que nuestra posicin en el mundo nos obliga a practicar los rea-jus tes necesar ios sin perturbar las corrientes de capital y de in-tercambios tradicionales.

    Es te proceso se desarrollaba en excelentes condiciones, cuan-do la debilidad de nuestros tipos de inters origin de pronto un considerable incremento de los emprstitos extranjeros tanto a corto plazo como a largo plazo en nuestros mercados: de golpe, las ganancias registradas hasta entonces se desvanecieron, devoradas en cierto modo por un verdadero alud de capi ta les hacia el extranjero.

    En e s t a s condiciones necesitbamos actuar, a riesgo incluso de dificultar la actividad econmica interior. Hemos adoptado una frmula que, a pesar de aumentar el tipo de inters a corto plazo, evita restringir los crditos necesar ios para las operaciones de inversin que se consideran productivas. Hemos puesto fin as a las sal idas de capi ta les a corto plazo, que haban alcanzado un ritmo anual de varios miles de millones de dlares.

    En lo que se refiere a los capi ta les a largo plazo, hemos ac-tuado de modo diferente. En la mayor parte de los casos se tra-taba de adquisiciones de valores extranjeros por inversionistas norteamericanos, y de emisiones de valores extranjeros (munici-pa les , e s ta ta les y privados) en los mercados norteamericanos. Hemos elaborado un impuesto de nivelacin que se aplica a las adquisiciones de valores de es te gnero por ciudadanos nortea-mericanos y que equivale en realidad a aumentar su costo aproxi-madamente en 1 por ciento al ao.

    Es t e impuesto no ha sido an aprobado por e l Congreso, al que fue propuesto en agosto ltimo. Sin embargo, la simple presenta-cin del proyecto ha tenido por consecuencia la suspensin cas i completa de las operaciones correspondientes. Inmediatamente, nuestra balanza de pagos mejor de modo radical: el dficit, que haba alcanzado el ritmo anual de 5.000 millones de dlares en el curso del segundo trimestre de 1963, baj durante el tercer tri-mestre a un ritmo anual de unos 1.500 millones de dlares.

    En la medida en que la expansin de las ventas norteamericanas en el extranjero se aplica asimismo al Antiguo Continente, qui-siera recordarle que ciertos medios europeos insisten en que la balanza comercial Europa-Estados Unidos e s ya bastante favora-ble a Norteamrica.

    ~2- E s verdad; de todos modos, cuando hablamos de expansin

  • de los intercambios internacionales, pensamos en una imagen glo-bal. Adems, el equilibrio que buscamos se refiere esencialmente a nuestro comercio con el Tercer Mundo; desde hace algunos aos, en efecto, hemos observado que nuestros capi ta les y nuestros fondos de ayuda servan en gran parte para financiar la adquisi-cin de mercancas europeas. No tenemos el propsito de modi-ficar las corrientes tradicionales de intercambio, pero en la me-dida en que es tos intercambios se intensifiquen, esperamos poder vender ms en e sos pa ses sin que los europeos vendan menos.

    En realidad, se haba es tablecido un sistema t r i angula ren el que los fondos norteamericanos dest inados al Tercer Mundo se -guan finalmente el camino de Europa, que acumulaba as consi-derablemente ms dlares de lo que era necesario. Creemos que e s preciso restablecer un equilibrio ms satisfactorio.

    Sin embargo, la clusula "compre en Norteamrica" . obliga en realidad a los beneficiarios de la ayuda norteamericana a gastar sus dlares en los Es tados Unidos. Cmo es posible que, en e s -tas condiciones, parezca perpetuarse el desequilibrio que usted menciona?

    M^mr La clusula "compre en Norteamrica" se aplica, en efecto, a los fondos de ayuda, y la mantendremos mientras nuestro d-ficit s ea elevado. Pero los efectos de es ta clusula son lentos: cuando la introdujimos, alrededor del 40 por ciento de nuestra ayuda anual volva a nosotros en forma de encargos, y hoy todava la proporcin es del orden de 65 por ciento. Sea cmo quiera, con-sideramos que se trata de una medida temporal.

    En realidad, una solucin radical para suprimir el dficit de nuestra balanza de pagos consis t i r a en suprimir nuestros progra-mas de ayuda. Pero e s a cuestin ni siquiera se plantea; razones humanitarias y pol t icas se oponen a ello. En e s t a s condiciones, preferimos conservar a los pa ses interesados el beneficio de nuestra as is tencia , sin agravar el dficit de nuestras cuentas ex-teriores.

    Podra usted hablarnos de las negociaciones arancelarias que van a comenzar dentro de pocos meses y a las que se ha dado el nombre de "turno Kennedy"?

    mmm*, Nuestro objetivo esencia l en el curso de e s t a s negociacio-nes ser el de obtener un descenso de las barreras aduaneras que dificultan todava la libre circulacin de bienes y servic ios . Creo que los europeos en general es tn de acuerdo con nosotros en es te punto. Tenemos la certeza de que s i e s t a s restr icciones ar-bitrariamente impuestas son eliminadas con prudencia, mediante negociaciones cuidadosamente dirigidas, quedarn reducidos al mnimo los efectos nocivos que podran originarse en uno u otro sector de la economa interior.

    A la larga, tendr por consecuencia una mayor especial izacin, una divisin del trabajo que producir un aumento considerable

  • de los intercambios internacionales y del nivel de vida de las po-blaciones interesadas, permitiendo al mismo tiempo reducir los precios mundiales de manera muy apreciable.

    A ms corto plazo, cree usted que e s t a s negociaciones, s i tienen xito, podran ejercer un efecto favorable sobre la balanza de pa-gos?

    "SSSr A corto plazo, los efectos seran nulos: los reajustes consi-guientes duraran meses, s i no aos. Pero e s exacto, ya lo he di-cho, que esperamos resolver nuestros problemas de balanza de pa-gos, de manera duradera, mediante la expansin de los intercam-bios internacionales. De es t a forma, nuestras exportaciones podran desarrollarse y llevarnos a una posicin de equilibrio sin perjui-cio para nadie.

    Esos objetivos eran, en un principio, los del Mercado Comn Eu-ropeo. A este respecto, comparte usted los temores expresados por ciertos medios norteamericanos que creen observar, en los Seis, tendencias autrquicas?

    2 5 r El riesgo de un Mercado Comn autrquico exis te . Ha exis-tido siempre, aunque haya s ido disimulado en gran medida por la insistencia, en Europa como en otras partes, en el lado dinmico de l a s economas europeas. Creemos, sin embargo, que la ley de expansin comercial, aprobada en 1962, nos da los medios necesa-rios para llevar a buen fin negociaciones tendentes a conseguir reducciones arancelarias recprocas. Es to es lo contrario de la autarqua.

    Desde luego, nos damos cuenta de que la disminucin de los derechos de aduana crea a veces problemas difciles. El ejemplo de Italia, dentro del Mercado Comn, e s prueba de ello: la afluen-cia de importaciones en dicho pas ha creado un dficit all donde haba una balanza de pagos favorable, lo que ha afectado grave-mente la actividad econmica de cier tas regiones. Pero e s t a ex-periencia ha tenido su utilidad, en e l sentido de que nos indica lo que podra volver a suceder y nos permite adoptar las precaucio-nes necesar ias .

    Cree usted que el xito del Mercado Comn ha tenido por conse-cuencia el colocar a las empresas norteamericanas frente a una competencia extranjera ms dura?

    2 H Sin ninguna duda. Pero lo que ms nos impresiona e s el hecho de que la ampliacin del mercado interior de los Seis ha intensificado la demanda has ta tal punto que nuestras propias ventas en es te mercado han aumentado, a pesar de la exis tencia de un arancel relativamente alto.

    De modo que es te aumento de la capacidad adquisit iva ha be-neficiado a todos, a los pa ses del Mercado Comn y a los otros. E s as como enfocamos las negociaciones del "turno Kennedy".

  • George Meany preside los dest inos de la organiza-c in s ind ica l ms poderosa del mundo: la A F L - C I O , que cuenta con 13.500.000 a f i l i ados , 131 s ind ica-tos federados y 60.000 grupos loca les . T iene a sus espaldas 40 aos de luchas s ind ica les .

    Para empezar, podra usted explicar lo que es la A.F.L.-C.I .O.? Con cuntos afiliados cuenta? Cual e s su papel y su influencia en el pas?

  • "grupo de presin" (en el buen sentido de la palabra) que defien-de los intereses del pueblo norteamericano.

    En sus relaciones con el Congreso y el Gobierno (pertenezca al partido que pertenezca) la AFL-CIO disfruta de un prestigio considerable y creciente. Con el tiempo, se ha llegado a reconocer que lucha por el bienestar de todos, y no en beneficio de un grupo en particular. Esta reputacin est basada en las actividades de los sindicatos locales, que actan en sus respectivas comunida-des. Para no citar sino un ejemplo, los afiliados a la AFL-CIO contribuyen ellos solos la tercera parte de los ingresos de las ins-tituciones filantrpicas y sociales de todo el pas, aunque el n-mero de nuestros afiliados est lejos de representar la tercera parte de la poblacin norteamericana.

    No pretendo decir con esto que nuestro movimiento goce de una admiracin universal. Algunos sectores de la opinin nos son fran-camente hostiles. En veinte estados, la clusula de Union Shop (1) est excluida de los contratos colectivos por la ley. El pre-sidente Kennedy, una semana antes de su asesinato,, declar, nada menos, que result elegido en 1960 gracias al apoyo decisivo de la AFL-CIO.

    Cmo est organizada interiormente la central? Cmo est di-rigida? Cmo mantienen los dirigentes contacto con los afiliados y cmo estn al corriente de los problemas del conjunto de ellos? Cul es su norma con referencia a los disidentes?

    255 En contra de una opinin muy extendida, incluso en los Es-tados Unidos, la AFL-CIO no es un sindicato, sino un sindicato de sindicatos, una federacin de organizaciones autnomas for-mada por 131 grupos nacionales e internacionales que representan sectores de actividades y empleo tan diversificados como los mis-mos Estados Unidos.

    Cada una de estas 131 organizaciones sindicales dirige sus propios asuntos segn el entender de sus afiliados. Cada una tie-ne su sede, sus dirigentes, su presupuesto y sus delegados res-ponsables. Cada una de ellas decide acerca de su poltica eco-nmica, lleva a cabo sus negociaciones con vistas a concluir los contratos colectivos, establece el importe de sus cuotas y se en-carga de resolver los problemas de sus afiliados.

    Y cada una tambin, afiliada voluntariamente a la AFL-CIO, de la cual puede darse de baja en todo momento, delega en la fede-racin ciertas facultades en el terreno de los principios generales: la tica sindical, la defensa de los sindicatos contra la infiltra-cin de organizaciones totalitarias, el arreglo de las divergencias entre los sindicatos y el pleno respeto a los derechos del ciuda-dano. En estos puntos concretos, los sindicatos federados han de

    (1) Clusula incluida en un contrato laboral colectivo segn la cual la empresa no puede emplear sino a trabajadores sindicados, o se comprome-te a obligar a todo nuevo empleado a que se inscriba en e l sindicato.

  • respetar las decisiones de la AFL-CIO, bajo pena de medidas dis-ciplinarias.

    La tarea de mantener contacto directo con los afiliados corres-ponde principalmente a los 131 sindicatos federados y a los 60.000 grupos locales que los componen. Evidentemente, el lugar donde el afiliado puede establecer contacto ms estrecho con su enlace es en el seno de la empresa en que trabaja, o con su delegado sindical, o su representante ante la direccin (los ttulos y fun-ciones varan segn los sindicatos).

    En general, los dirigentes locales estn estrechamente vincu-culados con sus afiliados, un poco como ocurre con los polt icos locales y sus electores. En ambos casos , el apartamiento aumenta inevitablemente al remontar la esca la jerrquica y hacerse mayor el nmero de dirigentes. El presidente de un sindicato nacional no visi ta las organizaciones locales sino cuando tiene tiempo. Ha de confiar en que sus representantes, elegidos o designados, per-manecern en contacto con los afiliados.

    En cuanto a los dis identes , nos conducimos con el los como cualquier otra organizacin democrtica. Las luchas e lectora les dentro de un sindicato son frecuentes y no es inslito ver la re-novacin del equipo director. No se aplican sanciones a los rebel-des, a no ser que busquen destruir la organizacin o violar los principios democrticos, que son los nuestros. Los cdigos ti-cos de la AFL-CIO y las leyes de los Estados Unidos garantizan por otra parte a todo disidente el derecho a manifestar sus opi-niones, a solicitar el voto de sus compaeros, e tc .

    Podra usted hacer algn comentario acerca de los grandes pro-blemas que tienen hoy los s indicatos: el paro obrero, la automa-tizacin, las huelgas, la segregacin, la atraccin de nuevos afi-liados, las peticiones de aumento de jornales, la ampliacin de los beneficios socia les , el alargamiento de las vacaciones y la semana de 35 horas?

    'i"!"' Como le he explicado al principio, la captacin de nuevos afiliados e s asunto importante, particularmente en el caso de los empleados de oficina y de los tcnicos , que constituyen hoy la mayora, no sindicada, de la poblacin del pa s . No perdemos ni-mos y buscamos continuamente medios nuevos de intensificar nuestra actividad.

    Tambin he hablado de las huelgas. En cuanto a los aumentos de sa lar ios y la ampliacin de los beneficios soc ia les , es indis-pensable tener presente que en el curso de los ltimos aos su mejora anual total ha sido inferior a la de la productividad. En nuestro sentir, es te fenmeno constituye un peligro real para la economa norteamericana, pues significa que el poder adquisitivo queda rezagado de la capacidad de produccin nacional.

    La segregacin y la discriminacin racia les son males contra los cuales el movimiento s indical ha venido luchando durante mu-chos aos. E s verdad que el mal ha afectado .incluso a algunos

  • sindicatos y que todava ocurre lo mismo con algunas zonas geo-grficas restringidas. Pero trabajamos con denuedo y con xito para eliminar estas secuelas de pasados abusos ocurridos dentro de nuestras agrupaciones. La AFL-CIO ha sido desde un princi-pio la ms vigorosa defensora de la legislacin relativa a la dis-criminacin en el trabajo, cuando las disposiciones afectan igual-mente a los sindicatos y a las empresas. Otro tanto puedo decir acerca de la ley de derechos cvicos que estudia el Congreso en estos momentos. Pero hemos manifestado, como lo hizo el mismo presidente Kennedy al dirigirse a nuestro Congreso apenas una semana antes de su trgica muerte, que mientras exista el paro obrero la supresin de las desigualdades raciales apenas supon-dr resultados. Por ello consideramos que el paro obrero es el problema socio-econmico capital de nuestro pas.

    Basndonos en las consecuencias de la automatizacin y del rpido aumento de la poblacin laboral norteamericana, calcula-mos que de aqu a 1970 los Estados Unidos debern crear anual-mente cuatro millones de nuevos puestos de trabajo. Para lograrlo es necesario reducir los impuestos, y principalmente los que gra-vitan sobre los ingresos bajos y medios. De esa forma resultar estimulada la capacidad de adquisicin. Deben ser emprendidas obras pblicas de todas clases, incluyendo entre ellas la cons-truccin de escuelas pblicas. La poltica monetaria debe ser li-beralizada, y la semana laboral, que es hoy de 40 horas, ha de reducirse sin disminucin del salario global.

    Estas medidas por s solas, gracias a su efecto conjunto, po-dran conseguir que la automatizacin no tiranice al pueblo nortea-mericano sino que, por el contrario, se ponga a su servicio, y que el progreso cientfico, lejos de ser causa de paro obrero y de de-sesperacin, suponga la mejora y el enriquecimiento de la vida diaria.

    Qu opinin tienen los sindicatos norteamericanos acerca del proteccionismo?

    3 ^ S La AFL-CIO y los sindicatos a ella afiliados sienten par-ticular inters por los asuntos mundiales y el comercio interna-cional. Los dirigentes laborales de la pasada generacin eran par-tidarios en su gran mayora del proteccionsimo. Teman que las importaciones amenazaran el nivel de empleo y de vida de los tra-bajadores norteamericanos. Pero despus de los primeros progra-mas de intercambios internacionales, esta manera de pensar ha ido hacindose menos y menos frecuente. Ya no la encontramos mas que en algunos sindicatos cuyos afiliados sufren una muy fuerte competencia extranjera. Me refiero, por ejemplo, a las in-dustrias textiles y del calzado. Aun as, estas agrupaciones no piden el establecimiento de tarifas de aduanas prohibitivas ni otras medidas draconianas semejantes, sino que propugnan la adopcin de un sistema de contingentes que restringira las im-portaciones a una proporcin dada de la produccin nacional.

  • Ejemplo notable de esta evolucin es el papel decisivo re-presentado en 1962 por el movimiento laboral en la aprobacin por el Congreso de la ley de expansin comercial (ley que favo-rece el aumento del comercio con el extranjero) del presidente Kennedy.

  • Francis Keppel es A l to Comisar io para la Educa-c in , en los Estados Unidos. Ha sido director de la Escuela Normal de Harvard y miembro de la de-legacin norteamericana en la UNESCO. Es autor de var ios estudios sobre la enseanza.

    Hace algunos aos se lanzaron fuertes ataques contra el sistema norteamericano de enseanza que, segn se deca, era notoriamen-te insuficiente. Cree usted que ta les acusaciones tenan funda-mento?

    *5Sm E s cierto que se han hecho tales cr t icas y debo reconocer que, en algunos casos , eran fundadas, especialmente en lo rela-tivo al nivel de los estudios en algunos centros primarios y se-cundarios. Sin embargo, creo que los reproches formulados tenan su justificacin en las muy notables diferencias de calidad entre un estado y otro e, incluso, entre una institucin y otra dentro del mismo estado, ms que en un nivel insuficiente en el plano na-cional.

    Se trata de las consecuencias de un fenmeno histrico: la creacin de un sistema escolar, e incluso universitario, en virtud de la iniciativa local, en el plano local y con fondos locales . El corolario obligado de es ta situacin e s la desconfianza que ins-pira todo control federal de la enseanza, la negativa a permitir que una autoridad cualquiera, aunque sea el Estado, es tablezca normas vl idas.

    No obstante, me gustara sealar que nuestros educadores se preocupan desde hace tiempo de un problema que, en el fondo, admite prcticamente tantas soluciones como centros de ensean-za existen. Desde despus de la segunda guerra mundial, segn creo, los medios universitarios han puesto en duda e l sistema de

  • educacin "progresiva" de John Dewey que, en la escuela pri-maria, daba demasiada importancia al desarrollo psicolgico, en detrimento del desarrollo intelectual. Entre las dos guerras, in-dudablemente, este movimiento se extendi. Pero no cobr ampli-tud nacional ms que en funcin de acontecimientos exteriores a los Estados Unidos, cuando el pueblo norteamericano se dio cuen-ta de que la ciencia era considerada en otros lugares como un arma de guerra y que, en este campo, se haba quedado atrs. Adems, tal es la razn de que las crticas provocadas por esta situacin hayan recado fundamentalmente sobre las disciplinas cientficas.

    Se ha hecho algo para remedir ese retraso?

    " S S Indudablemente. Y ello constituye incluso el acontecimien-to ms importante de los diez aos ltimos. Desde 1950, se han hecho grandes esfuerzos en materias como la qumica, la fsica, las matemticas y la biologa, para modificar los programas de las,escuelas primarias y secundarias. Un movimiento anlogo ha mejorado el estudio de las lenguas extranjeras. Pero cmo se ha podido imponer esos nuevos programas a escue-las que no reconocen ninguna autoridad superior?

    MSST No han sido impuestos; se han' impuesto ellos mismos y, sin duda, por todas partes. Puedo asegurarle que afectan ahora a la mayora1 de los alumnos de la enseanza secundaria. Creo que se puede decir que la difusin se ha efectuado a travs de los profesores, para los cuales las universidades han organizado

  • cursos de perfeccionamiento, absolutamente necesar ios puesto que, en muchos c a s o s , los nuevos programas eran radicalmente dist intos de los antiguos. La financiacin de ta les cursos corri, y corre todava, a cargo del gobierno federal a travs de la Funda-cin Nacional de Ciencias .

    Y los es tudios de le t ras?

    3 5 r Creo que se es t dibujando la misma evolucin, especial -mente en el ingls, la literatura y las lenguas modernas. Los ser-vicios que dirijo, incluyen hoy once centros de perfeccionamiento en los que se explican las nuevas l neas directivas fijadas para e s t a s discipl inas .

    Han producido ya ta les reformas resul tados apreciables?

    mm^ S. Los alumnos de muchas escue las secundarias se bene-fician de e l las desde hace varios aos, y las universidades a que acuden manifiestan sin ambages que su nivel, especialmente en c ienc ias , e s mucho ms alto. Pero, una vez ms, dada la diver-sidad de las escue las secundarias en los Estados Unidos, no se trata de una apreciacin de conjunto.

    La enseanza norteamericana ha producido eminentes individuos. Cules son, a su juicio, sus aspectos ms sat isfactorios?

    255r En mi opinin, su fuerza esencia l reside en su gran descen-tralizacin que hace posible el experimento, e l cambio, la adap-tacin. Un sistema muy centralizado es t encerrado en un cors. El nuestro permite todos los ajustes necesar ios . Tambin permite tener en cuenta el hecho de que nuestro pas no es una nacin, en el sentido europeo de es te trmino, sino un continente. Por ejemplo, las condiciones socia les y econmicas de Nuevo Mjico son diametralmente opuestas a l a s de Maine. La ausencia de pro-gramas al nivel nacional resulta especialmente til en ciertos ca-sos : despus de todo, los nios de Maine y New Hampshire suelen hablar francs en sus c a s a s , y los de Nuevo Mjico hablan espaol en muchas ocas iones .

    La mayora de los estudiantes norteamericanos trabajan durante l as vacaciones . Cree usted que es una buena cosa?

    ISSSm Ta les actividades les inician en las realidades de la vida. Es curioso comprobar que los trabajos durante l as vacaciones se han convertido en un elemento permanente de la vida estudianti l , incluso para los que econmicamente no lo necesi tan.

    Precisamente en el plano econmico, los estudios norteamericanos tienen fama de ser muy caros . E s cierto?

    355r Es cierto aue el costo de los es tudios aumenta.sin cesar.

  • Pero creo que este fenmeno no es exclusivamente norteamerica-no. Por otra parte, en presencia de cifras prec isas , siempre hay que tener en cuenta el nivel de vida y el costo de la vida. Dicho esto , el ao universitario medio (de septiembre a junio) cuesta hoy unos 1.750 dlares al estudiante, suma que slo representa una parte de su costo real, ya que las universidades tienen otras fuen-tes de ingresos, como donaciones, e tc . E s evidente que, en t a les condiciones, el hijo de una familia que disponga de una renta in-ferior a la media (o sea , menos de 6.000 dlares) tiene grandes dificultades para disfrutar de la enseanza superior.

    Aqu tampoco se trata de un fenmeno especficamente nortea-mericano; en cualquier sociedad, el hijo de una familia acomodada puede seguir sus estudios con mayor facilidad que el hijo de una familia pobre. No obstante, es ta desigualdad de oportunidades queda compensada en gran medida por un amplio sistema de becas . Creo sinceramente que el muchacho que ha demostrado sus facul-tades intelectuales en el nivel secundario y que progresa adecua-damente durante los dos primeros aos de college tiene excelen-tes oportunidades de llegar a la Universidad, sea cual fuere su situacin familiar.

    Los objetivos fundamentales de la enseanza norteamericana, se -gn parece, han evolucionado al correr del tiempo. Hubo una poca en la cual los profesores tenan, sobre todo, la misin de formar buenos ciudadanos a partir de elementos tnicamente diferentes: hacan que funcionase el " c r i s o l " de pueblos. Despus , si no me equvoco, lleg John Dewey y, con l, el deseo de hacer al nio " f e l i z " , de librarle de sus complejos. Cul e s la si tuacin ac-tual.

    S S v Ante todo, permtame que le diga que, en mi opinin, usted simplifica en extremo los fines histricos de la enseanza nortea-mericana. Nunca hemos tenido un solo objetivo en nuestra manera de educar a los nios, por la buena razn de que padres y educa-dores nunca esperaron que la escue la l es aportase la misma cosa . Hoy, la escuela desempea un papel mltiple, tanto en los Es ta -dos Unidos como en otros lugares. Estoy seguro de ello.

    Sentado esto , s e ha podido percibir, en cier tas pocas, un in-ters particular de la opinin pblica por ciertos problemas espe-cficos. Entre 1950 y 1960, la prensa y los otros medios de comu-nicacin en gran esca la , anclaron en la conciencia del pblico la idea de que la calidad y el nivel de los estudios deberan ser ele-vados. Esto sigue siendo as en la actualidad. Sin embargo, se e s t imponiendo una nueva preocupacin; segn creo, nuestra en-seanza ser juzgada, cada vez ms, por su capacidad para resol-ver dos problemas que, en mi opinin, estn estrechamente vincu-lados: el del paro y el de los derechos cvicos. Ser alabada o condenada segn tenga xito o no en e s tos campos.

    Quisiera aclarar e s t e punto ya que, a primera vista, hay alguna dis tancia entre la enseanza, por una parte, y el empleo o la d is -

  • criminacin en una sociedad industrial, por la otra. Aqu, todo el mundo est de acuerdo en un punto: en nuestra sociedad opulenta es una aberracin percibir un porcentaje, siempre elevado, de pa-rados. Pero, en la mayora de los casos, esos parados son produc-to del progreso tecnolgico: han sido desplazados por las mqui-nas y no han podido adquirir los conocimientos necesarios para dominar esas mquinas, u otras. As que, se piense lo que se quie-ra, el paro est ntimamente vinculado a la enseanza: los trabaja-dores que reciben el suplemento indispensable de enseanza tie-nen siempre la oportunidad de obtener una nueva clasificacin pro-fesional, y se puede pensar que, de haberlo recibido antes, no se hubiesen visto reducidos a la condicin de parados.

    La misma observacin cabe hacer respecto a los derechos c-vicos: se trata, por una parte, de elevar el nivel intelectual de las minoras, que no siempre han dispuesto de los indispensables me-dios de enseanza y, por la otra, de hacer que evolucionen cier-tos sectores de la mayora dominados por la tradicin.

    Estoy profundamente convencido de que, durante la dcada de 1960, el acento recaer sobre estas dos principales dificultades. El nivel de los estudios no ser vigilado con menor atencin. Se trata de puntos diferentes, que exige cada uno de ellos una aten-cin particular y que sern regulados independientemente.

  • El clrigo Martin Luther King es uno de los porta-voces ms destacados de los negros norteamerica-nos. Decidido partidario de la no violencia, obtuvo su primera victoria en Birmingham, en 1956, con un boicot de los autobuses. Fue designado "Hombre del Ao" por la revista Time.

    Cules son las reivindicaciones de los negros norteamericanos?

    S S Fundamentalmente, el negro norteamericano combate hoy pa-ra que la sociedad le conceda oportunidades iguales a las que tie-nen sus otros miembros. Lucha para que se le reconozcan derechos que estn garantizados por la Constitucin y de los cuales se be-nefician, o deberan beneficiarse, todos los dems norteamerica-nos. Lucha por la igualdad: igualdad en la busca de un empleo o de una vivienda, en el acceso a los lugares pblicos y, en espe-cial, a las escuelas pblicas; en la eleccin de hoteles, moteles, restaurantes, bibliotecas, etc. En una palabra, el negro norteame-ricano est empeado en la bsqueda de su dignidad de hombre; y esa dignidad exige la facultad de vivir en las mismas condicio-nes, con las mismas oportunidades y las mismas posibilidades que los dems norteamericanos.

    Cree usted que se niegan tales derechos a los negros en la ma-yor parte de los Estados Unidos o slo en ciertas regiones?

    5 S r Lamento decir que, en cierto grado, a los negros norteame-ricanos se les niegan tales derechos en todos los Estados Unidos. La discriminacin es ms acentuada en ciertas regiones: en el Norte, o en ciertos estados del Norte, afecta principalmente a la vivienda y el empleo; en ciertos estados del Sur, afecta igualmen-te a los derechos electorales y al acceso a los lugares pblicos.

  • Es reciente este combate de los negros por la igualdad o es que se ha desarrollado de manera especial durante los ltimos aos?

    j^mm Luchamos desde hace s iglos , desde que el negro es t en los Estados Unidos. Nuestros antepasados llegaron aqu, como e s -clavos, en los primeros aos del siglo XVII; en 1619, para ser exacto. Fueron emancipados en 1863, por la Proclamacin de Abra-ham Lincoln. Pero entonces sufrieron nuevas formas de injusticia que han desembocado en el sistema de la discriminacin.

    Los negros no han estado nunca sat isfechos con tal es tado de cosas , cuyas manifestaciones han combatido, las unas tras las otras: primero, la esclavitud, mediante la rebelda y los movimien-tos abolicionistas; despus , la segregacin. Sin embargo, actual-mente hay una diferencia: las voces ms o menos a is ladas que re-clamaban aqu y all la libertad se han unido en un potente coro. Todos los negros claman al unsono: ' 'Queremos ser l i b re s" . Por ello, yo dira que nuestro combate es tan antiguo como nuestra presencia en es te pas , pero que ahora se libra por la gran mayo-ra de nuestros conciudadanos y abarca la totalidad del pa s , con una determinacin total.

    Cules son, en su opinin, los mtodos ms adecuados para lle-varlo a,buen trmino?

    jSSSr Hasta ahora hemos utilizado, en la mayora de los ca sos , medios legales y no violentos. El negro ha progresado recurriendo a los tribunales, bajo la gua de la Asociacin para el Progreso de las Gentes de Color. Sus victorias judiciales culminaron, en 1954, con la sentencia del Tribunal Supremo que prohibe la segregacin en las escuelas pblicas. Pero siempre hemos pensado que e s t a accin deba ser apoyada por otros medios y que exiga una con-sagracin en cierto modo afectiva.

    Los tribunales definen el derecho, pero no lo crean; es a los beneficiarios del derecho a los que corresponde dar vida y sangre a lo que no e s ms que papel y t inta. Por ello, en 1955, los 50.000 negros de Montgomery, en Alabama, se levantaron, tomando literal-mente su suerte entre sus propias manos, y boicotearon los auto-buses en los que se les prohiba instalarse en el lugar que qui-siesen. Era la primera vez que se llevaba a cabo una accin en masa, directa y pacfica, y que tal mtodo de accin intentaba re-solver uno de los problemas creados por la injusticia racial . Desde tal fecha no hemos dejado de multiplicar los experimentos.

    Ustedes han utilizado tambin la manifestacin en masa, como en la gran marcha sobre Washington del pasado mes de agosto. Pro-yectan ustedes tambin intensificar esta c lase de experimentos, especialmente para apoyar la aprobacin de la legislacin sobre derechos cvicos en el Congreso?

    2 5 S La gran marcha sobre Washington no fue la primera de su

  • c lase ; en 1957, y despus en 1958, fuimos ya unos cincuenta mil los que nos manifes-tamos en Washington en pro de la integracin de las e scue las . Algunos aos antes haba-mos organizado una manifestacin monstruo en Detroit (Michigan) en la cual participaron ms de 200.000 negros.

    Por ahora no hemos tomado decisin al-guna acerca de los medios de presin que podramos utilizar a fin de obtener del Con-greso la aprobacin de la legislacin sobre derechos cvicos. Si notamos que se ejerce una obstruccin sistemtica, y con xito, quiz elegiremos de nuevo el procedimiento de la manifestacin en masa, que tiene la ventaja de dramatizar la situacin y de po-ner todos los problemas dependientes de la segregacin bajo los focos de la actualidad.

    Si intentamos redactar una l is ta de sus me-dios de accin, tenemos, pues, en primer lugar los tribunales, luego las manifesta-ciones populares y qu ms?

    w Todo lo que cae en el campo de la accin directa y no violenta: los piquetes de huelga, la res is tencia pasiva en los lu-gares pblicos que todava nos estn veda-dos, el boicot de los restaurantes o comer-cios de cualquier c lase y las manifestacio-nes organizadas por los "Viajeros de la Liber tad" , e sos grupos de blancos y de ne-gros que recorren el Sur predicando la dese-gregacin...

    Y la accin poltica? Este ao ustedes tendrn elecciones presidenciales: Existe un electorado negro unido y solidario?

    J M T El elector negro es exactamente igual que cualquier elector: vota por aqul que defiende sus intereses . En ta les condicio-nes , el candidato que haga suya la batalla por los derechos civiles obtendr el voto de los negros. Si los dos candidatos a la Presidencia se comprometen a defender los derechos de los negros, se repartirn nues-tros sufragios. Pero si slo uno de el los adopta e s t a postura, entonces se podr ha-blar de un electorado negro unido: unido

  • t ras un nombre.

    No apoyarn a un determinado candidato los dirigentes negros?

    2ESr Indudablemente, algunos lo harn, como varias de nuestras organizaciones orientadas a la accin poltica. En lo que a mi respecta , tal no es el caso. Sea lo que fuere, estoy seguro que dichos hombres y dichas organizaciones orientarn su eleccin en funcin de la accin del posible candidato en el campo de los derechos.

    Se han sealado cier tas disensiones entre las dist intas organiza-ciones que agrupan a los negros. Existen divergencias?

    SSSr No lo creo. En realidad, jams hemos trabajado en tan gran ambiente de unidad. Pero, para nosotros, unidad no significa uni-formidad. Hoy existen entre nuestras filas cinco o se i s grandes organizaciones que combaten por los derechos cvicos: son total-mente independientes y se fijan sus propias l neas de accin. Por supuesto que todas no hacen recaer el acento sobre los mismos problemas o las mismas reivindicaciones, pero sus objetivos son, fundamentalmente, los mismos.

    Qu opina usted de los textos que actualmente estn sometidos a la consideracin del Congreso? Le parecen capaces de per-mitir los progresos que us tedes esperan?

    El presidente Lyndon B. Johnson ha designado recientemente a Cari T . Rowan, d is t inguido per iodista que lt imamente desem-

  • El proyecto de ley en cuestin, tal y como es actualmente, nos parece quizs un poco dbil. No obstante, si es aprobado, disfrutaremos de la legislacin ms completa y ms vigorosa que jams se haya visto en los Estados Unidos en el campo de los derechos cvicos. Bien entendido que no es una panacea, en el sentido que nuestros problemas no sern resueltos inmediata y totalmente. Pero estoy convencido de que nuestra lucha recibir un refuerzo muy poderoso.

    Quisiera aadir algo: este proyecto fue concebido y presentado por el presidente Kennedy. Debo decir que despus de Abraham Lincoln ningn Presidente de los Estados Unidos ha hecho tanto por los negros como John F. Kennedy.

    Coincide vuestra opinin con la de la mayora de los negros nor-teamericanos? Me refiero, especialmente, a esa organizacin ex-tremista que ha adoptado el nombre de "black muslims": com-parte la misma vuestros puntos de vista?

    Lo dudo mucho: los Black Muslims rechazan toda legisla-cin sobre los derechos cvicos, por la buena razn de que recha-zan tambin la integracin y reclaman la separacin total de las razas. No se si la mayora de los negros norteamericanos com-parten mi punto de vista, pero s que no se ha visto impresionada por la ideologa de los Muslims, que considera, a un tiempo, irrea-lizable y nefasta.

    Las encuestas de opinin que se han realizado recientemente

    peaba el puesto de embajador norteamericano en F in land ia , para d i r ig i r el Servicio de Informaciones de los Estados Unidos (USA)

  • revelan que es tos grupos nacional is tas no han reclutado ms que un pequeo nmero de seguidores. No creo que los negros quieran cambiar una tirana por otra ni escuchar con agrado una doctrina de la supremaca negra tan peligrosa como todas l a s teoras sobre la supremaca blanca; en nuestra opinin, carecen de todo funda-mento.

    Cmo calificara usted las re laciones actuales entre blancos y negros en los Estados Unidos?

    2 ^ S Yo dira que, en el plano individual, e s t a s relaciones son, en general, excelentes . De un grupo al otro, lo son menos. Cuando el fanatismo se mezcla, son francamente malas. En es to tambin exis ten notables diferencias segn la regin de los Es tados Uni-dos de que se t rate . Pa ra muchos blancos , la discriminacin ra-c ia l es un mal recuerdo del pasado: s tos son los que combaten a nuestro lado. Para otros, la opinin de hoy no es la de ayer, pero todava no es la que nos parece natural.

    Ha tenido influencia sobre vuestra propia lucha la reciente evo-lucin del frica negra?

    S S r Una influencia muy grande. Los norteamericanos, en gene-ral, son muy sens ib les a la opinin mundial: por ello, s e han dado cuenta que, a t ravs de la ONU, la voz de frica se dejaba oir y cobraba cada vez ms potencia. Cada vez que un pas africano logra la independencia, e s inmediatamente admitido en las Nacio-nes Unidas, de manera que actualmente el bloque afroasitico t ie-ne una considerable potencia en la Organizacin.

    Los Estados Unidos han comprendido que no podan permitirse el lujo de ignorar un fenmeno que ha alterado totalmente la re-lacin de las fuerzas y que se manifiesta en forma bastante rui-

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  • dosa. frica, hoy en da, forma parte de esa opinin mundial que Amrica no puede permitirse el lujo de dejar de escuchar, y que sost iene la lucha por la independencia.

    Por otra parte, el negro norteamericano ha extrado de la eman-cipacin de frica un sentimiento nuevo de dignidad y de confian-za. Ve a los africanos llegar a los puestos de mxima responsa-bilidad, convertirse en presidentes de la Repblica, en primeros ministros, en miembros del gobierno. De ello saca la impresin de que tambin l puede llegar a l as ms al tas funciones y, aun-que se haya visto privado de esa posibilidad en su propio pas , l lega a identificarse con su hermano del frica negra. Creo que es te sentimiento es de extrema importancia para el desarrollo de su personalidad.

    Existe alguna cooperacin entre los dirigentes de los negros nor-teamericanos y los dirigentes africanos?

    Z S Por el momento, no se puede hablar ms que, apenas, de coordinacin y en casos de poca importancia. Cooperamos, s i us-ted quiere, en el sentido de que tenemos es t rechos contactos , de que confrontamos nuestros puntos de vista con los de los e s tad i s -tas africanos que vemos aqu, o en sus pa ses , cuando vamos a frica.

    Yo opino, no obstante, que ha llegado el momento de organizar conferencias formales entre los dirigentes africanos y aquellos de entre nosotros que dirigen la lucha aqu. Pues , en el fondo, nuestros combates son idnticos: el colonialismo y la segregacin son manifestaciones diferentes de una misma injusticia y las fuer-zas que hay tras de aqul son las mismas que intentan mantener aqulla.

    Pero no es t cas i acabada la batalla contra el colonialismo?

  • En cierta medida, s . En cualquier caso , la lucha contra el colonialismo es t mucho ms avanzada que la que libramos contra la segregacin. Y luego, cuando la segregacin quede ahogada, habr que luchar por una autntica integracin. En cualquier caso , nos queda mucho por hacer, y creo que los consejos de los hom-bres de Estado africanos pueden sernos muy val iosos .

    Por su parte, nuestros hermanos de frica estn en condiciones de aportarnos cierta ayuda. En efecto, los norteamericanos no de-sean encontrarse expuestos a la reprobacin mundial, y los gobier-nos de Asia y frica, y quiz tambin de Europa, pueden dar a en-tender que el problema de los negros norteamericanos es capaz de empaar el prestigio de los Es tados Unidos ante los pueblos l i -bres del mundo entero.

    En sentido inverso no han considerado ustedes nunca la posi-bilidad de una cooperacin que permita a los negros norteameri-canos, entre los cuales hay ms ttulos universitarios de los que poseen actualmente todos los es tados de frica, aportar a los afri-canos el apoyo de sus conocimientos?

    S r Ciertamente. Hemos animado mucho a nuestros jvenes a que vayan a frica, al menos algunos aos, y los dirigentes afri-canos se han mostrado muy sat isfechos de ello. Pero no debemos olvidar que necesitamos aqu, aqu mismo, a todos los jvenes va-l iosos , en el momento en que los negros norteamericanos llegan a los cargos ms altos y cuando se les ofrecen nuevas posibi l idades.

    Los progresos logrados en el camino de la igualdad, son pues evi-dentes. Sin embargo subsis te una forma de segregacin de la que me gustara que usted me hablase : esa segregacin denominada " i n v i s i b l e " a la cual se refieren con frecuencia los dirigentes negros. Cmo piensan us tedes combatirla?

    *^~ Evidentemente, e s muy difcil luchar contra la segregacin " i n v i s i b l e " , ya que es igualmente invisible desde el punto de vis ta legal. Sin embargo, puedo decirle que no siempre es tan d is -creta: la comprobamos en cier tas universidades que han es tableci -do secretamente un numerus clausus que se aplica tanto a los ju-dos como a los negros.

    No podemos cas i recurrir a los tr ibunales, ya que la ley no se aplica a s i tuaciones desdibujadas de es te tipo. Pero creo que e s aqu donde cae la accin profunda que pensamos llevar a cabo, con la ayuda de Dios. Una accin que cambie los corazones de los hombres, que elimine las desconfianzas y los prejuicios arraiga-dos por costumbres seculares . En el fondo, e s aqu donde radica el sentido autntico de nuestra lucha.

    Se puede arremeter contra una injusticia por diferentes medios: la ley, los tribunales, la accin directa no violenta, la violencia misma. Pero no se la puede hacer desaparecer sin extirparla de las almas, y, por es to , yo s que Dios nos ayudar.

  • Lou is Untermeyer ocupa en la B ib l io teca del Con-greso el puesto que desempearon Robert Frost y otros grandes poetas norteamericanos. Su gran cu l -tura, su talento y sus amplios puntos de v is ta es-tn patentes en su monumental antologa de la poe-sa moderna.

    Cmo marcha la literatura norteamericana?

    No hay literatura norteamericana. La gran novela norteamerica-na no ha sido escrita todava ni ser escrita nunca: me refiero a una gran novela representativa de la literatura norteamericana y que sea considerada como el smbolo de la novela norteamericana. Las Letras norteamericanas caen simultneamente en niveles ml-tiples y muy diferentes. No hay nada de comn entre un Sinclair Lewis, que expresa la complacencia de la clase burguesa al mis-mo tiempo que su descontento, y un Steinbeck, que ha descrito la existencia de las clases menos favorecidas en un momento trgico para la economa norteamericana. Si se considera el equipo del New Yorker, que ha dado a las letras norteamericanas autores co-mo O'Hara y ese notable novelista que es el joven Updike, tendre-mos una idea, tambin diferente, de la literatura norteamericana: la de un producto de una sociedad rica y decadente, etc.

    Todo ello constituye la literatura norteamericana. Su fuerza es su variedad y su riqueza. Lo es tambin el hecho de que ningn escritor puede hablar en nombre de todos.

    Esto es especialmente cierto en la poesa. En cada extremo de la escala se encuentran, de una parte los beatniks que expresan la angustia, la indignacin, la rebelin y el resentimiento; en el extremo opuesto, los neoclsicos, en busca de la perfeccin for-mal. Adems, hay varias maneras de expresar la angustia. Los beatniks han elegido el camino de romper con las formas. Kerouac

  • se s ienta frente a su mquina de escribir, des l iza un rollo de papel en la mquina y escr ibe sin reflexionar todo lo que le pasa por la cabeza en ese rollo interminable, de manera que su obra se mide por metros y comprende una mezcla informe de todo lo que piensa y siente el autor. Quiz es t justificada e s t a negacin de las formas. No quiero decir que yo condene es ta manera de obrar; yo respeto mucho los medios de expresin de los dems e, indudablemente, en es te caso hay un medio de expresin. Puede que la actitud de los beatniks sea singular, pero no e s por ello menos autn-tica; representa la verdad de un cierto gru-po y una cierta desesperanza. Los surrea-l i s tas no hicieron otra cosa en su tiempo. Pese a todo, yo dira que los beatniks hu-biesen logrado mayor autoridad de haber conservado el dominio de sus medios de expresin. Si Ferlinghetti , Corso y Ginsberg tuviesen ms disciplina, sus obras seran ms sl idas . Hay cosas excelentes en el poema de Ginsberg Howl, pero su extensin e s el doble de la que debiera ser. Si el au-tor lo hubiese reducido a la mitad, habra escri to una gran obra. Pero, de haber podi-do hacerlo, no habra sido un beatnik.

    En el otro extremo de la e sca l a tenemos a los d isc pulos de Robert Frost , que se dedican a la forma y que escriben poemas de es t r ic ta observancia. Utilizan el ritmo y la rima y han resucitado incluso las an-t iguas formas c l s i cas , baladas y rondeles. Son l r icos puros.

    Entre es tos extremos, todos los matices son posibles .

    Sin embargo, no se puede decir que esa variedad sea lo que distingue a la litera-tura norteamericana. Otras l i teraturas son igualmente variadas.

    . n En efecto, nada puede caracterizar a la literatura norteamericana, ni siquiera su variedad.. . No obstante, yo creo que los autores norteamericanos tienen en comn una cierta energa que contrasta, por ejem-plo, con el tono de la literatura inglesa . Al principio, la literatura norteamericana

  • no era ms que un brote de la literatura inglesa. Hoy, e s t a ltima no e s ms que una especie de fenmeno perifrico en relacin a la l i teratura norteamericana. Lo que ha hecho posible e s t e cambio de la situacin ha sido el impulso y la energa que muestran, por regla general, los autores norteamericanos, el gusto que t ienen por la exploracin fuera de los caminos tri l lados. Vase el ejemplo de Faulkner, Hemingway, e tc .

    Subsiste e se impulso entre los jvenes?

    ~S^m Cierto e s que el ardiente optimismo de los aos treinta ya no exis te . La esperanza que animaba a todos esos autores era so-ciolgica. El pas se encontraba en dificultades; era preciso ven-cer el miedo, reanimar la esperanza, creer en el maana. Hoy el sentimiento predominante e s la necesidad de seguridad. Pero la energa, e l impulso son los mismos. Tomemos, por ejemplo, a Sal Bellow. En l encontramos el gusto por el experimento literario, la energa que haban mostrado s u s mayores. Tomemos a J. D. Sa-linger, que intenta por vez primera expresar el mundo de los ado-lescen tes , tomarlos en serio, hablar su lenguaje, comprender sus apuros, su bsqueda, su desal iento, sus desi lusiones. He ah, a la vez, un buen ejemplo de investigacin y de energa.

    Podra nombrar tambin a Philip Roth, que forma parte, con Bernard Malamud, de e se grupo brillante de jvenes escr i tores ju-dos que han introducido una nueva dimensin en la novela nortea-mericana contempornea. Desde es te punto de vista, habra que ci-tar especialmente a Singer, que participa en dicho movimiento, pe-to que escribe en yiddish, lo que subraya una vez ms la variedad de la produccin literaria norteamericana.

    Encontramos tambin esa energa, en el mismo grado, en un John Updike que, no obstante, escribe sobre el mundo nostlgico, deplora el presente y teme al porvenir.

    Quisiera volver sobre un punto que usted ha mencionado: el gusto por la exploracin. Me pregunto s i existe todava en nuestros d as . Hay en los Es tados Unidos un grupo de escri tores que prosigan la obra de renovacin de los aos veinte y treinta? En aquel tiem-po, los escri tores norteamericanos, especialmente Faulkner, pero tambin John Dos Passos , e incluso Hemingway o, en cierto sen-tido, Steinbeek y Caldwell, modificaron las bases mismas de la novela en el mundo entero. Qu sucede actualmente en los E s -tados Unidos?

    2S5r Tras una fase de gran revolucin literaria, nos encont ramos siempre con un perodo de pausa. E s el perpetuo movimiento del pndulo. Estamos asimilando ahora la fabulosa revolucin del pe-rodo anterior. Adems, estoy seguro de que la fase siguiente com-prender de nuevo un cierto nmero de investigaciones formales.

    Hay un determinado punto del cual me gustara hablar con usted:

    Louis Untermeyer

  • e s el de sus funciones. No existe entre nosotros nada parecido a ese puesto de Poeta consultor oficial. Usted es t actualmente vin-culado al Congreso, como poeta, y creo que ese puesto no supone ninguna obligacin precisa. Adems, sera inconcebible conside-rar a un poeta como funcionario, ya que la contradiccin entre e sos dos trminos e s evidente. Cul es la idea que usted tiene de s u s funciones?

    a En verdad, como usted supone, yo no estoy aqu para escr i -bir poemas, lo cual me sera imposible en es te despacho. En rea-lidad, tengo que realizar dos t ipos dis t intos de tareas . La primera e s aconsejar a los conservadores de la Biblioteca del Congreso en materias l i terarias: por ejemplo, adquisicin de libros y, so-bre todo, en lo relativo a nuestra coleccin, nica en su gnero, de grabaciones real izadas por los propios autores.

    En qu consis te exactamente esa coleccin?

    3 2 Invitamos a los escr i tores , sobre todo a los poetas , a que vengan a grabar aqui algunas de sus obras. Imagnese lo que po-dra suponer que tuvisemos una grabacin de Hamlet, por Shakes-peare, o de La Divina Comedia, por Dante. Pues bien, l a s genera-ciones futuras dispondrn de grabaciones de e sa c lase . Cuando los autores no pueden d e s p l a z r s e l e s enviamos el material necesar io . Nuestra coleccin ya e s considerable e incluye tanto autores nor-teamericanos como extranjeros. El Poeta vinculado a la Biblioteca del Congreso e s quien dirige la realizacin de es te programa.

    Tiene usted otras act ividades dentro del marco de sus funciones?

    USO- S. Recibo a muchos v is i tan tes , como usted, deseosos de discutir problemas li terarios y, naturalmente, recibo a bas tantes autores en busca de consejos.

    Cul es el resultado de ello?

    Generalmente, poca cosa . Los originales que se me envan son, en su mayora, mediocres, como usted puede imaginarse. Al-gunos candidatos al genio potico creen que soy como una espe-cie de mdico de originales enfermos, y que basta con consultarme para que yo encuentre el remedio apropiado, cambiandp una pala-bra o desplazando una coma. Naturalmente no hay nada que yo pue-da hacer por e l los , pero hablo con los autores y les doy mi parecer cuando creo que vale la pena.

    He ah un aspecto peculiar de la escena literaria americana.. .

    ' Pero recuerde usted lo que le he dicho al principio: la l i te-ratura norteamericana e s tan variada que ningn escritor se puede creer autorizado a hablar en nombre de todos.

  • por Lyndon B. Johnson Estos fragmentos de un artculo escrito por el presidente Johnson, cuando era Senador, exponen su fe en la democracia y el indivi-dualismo, una fe, al mismo tiempo, elocuente y profunda.

    Soy un hombre libre, norteamericano, senador de los Estados Unidos y del partido demcrata, en ese orden. Soy asimismo libe-ral, conservador, tejano, contribuyente, ranchero, hombre de nego-cios, consumidor, padre, votante y ni tan joven como antes ni tan viejo como espero llegar a ser. Y no soy todas estas cosas con prelacin fija.

    En lo hondo de mis creencias me rebelo contra el procedi-miento de clasificar, rotular y ordenar a los norteamericanos bajo titulillos regionales, econmicos, profesionales, religiosos, tni-cos o lo que sea. Me solivianta la naturalidad con que hemos lle-gado a preguntarnos los unos a los otros que cul es nuestra fi-losofa poltica.

    La mayor parte de las veces me molesta la pregunta no por-que sospeche en ella una intencin insidiosa y artera, sino por su inocencia, la inocencia que confunde el dogma con la filosofia y que supone que la respuesta puede ser formulada en una o dos pa-labras. Nuestras filosofas polticas, he descubierto, son la suma de la experiencia de nuestra vida. Dios no hizo al hombre tan sim-ple, ni su vida tan estril que semejante experiencia pueda ser resumida en un adjetivo. No obstante, parecemos estar empeados hoy en reducir la filosofa de cada hombre a una mera estadstica vital, a una pregunta ms que se hiciera a los catedrt