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El establishment de la restauración <<Hay pocos problemas 1116s controvertidos que el problema de ~61110 restaurar una pintura. Nunca eiicontré un profesional de esta especialidad que aprobara el trabajo de otro)). ¿Hay, o ha l-iabido alguna vez, un solo gr~ipo o constelación de intereses en un sector de la sociedad dispuesto a renunciar siquiera a Lina iníiiin-ia porción de poder sin Iuclia? Las operaci«ries de las ins- tituciones son sieinpre similares, ya se trate de gobiernos, agencias, sociedades aii6iiirnas, sectas religiosas, empresas comerciales, parti- dos políticos o profesiones. Todas ellas defienden lo que consideran SLI parcela exclusiva. Los inédicos luchan con uiias. y dientes contra las ai-i-ibicioiies de quiroiiiasajistas, liomeópatas y acupunturistas; los profesores ~iniversitarios se defienden de las pretensiones de los maestros eii orgailizacioiies menos ilustres; los científicos descalifi- can a aquellos que ven serios peligros en sus propuestas; y así en to- das las demás organizaciones h~iinanas. No se puede esperar, pues, que el establislmzei~t de la restaiira- ci6n vaya a actuar de otra manera. Sus esfuerzos, coino los de otras orgariizacioiies, se sitúai-i en dos esferas diferenciadas: la esfera ex- terior, relacionada con el mundo en geiieral, y la esfera interna o, si se prefiere, fainiliar. El establislznzer~t de la restauración luclia por hacer Erente a la invasión o la limitación de su autoridad desde fue- ra, y por mantener la disciplina de los profesionales. De este modo se persigue la Iiegemonía y se fuerza a la sociedad a conceder abso- luta autoridad a los expertos. EII definitiva, ellos lo saben todo iiie- jor. No todo el mundo puede aspirar a ser un chamán. De hecl-io, la profesionalizaci6n de las prácticas de la restauraci6i-1 no está todavía tan desarrollada coino la de muchas otras especiali- dades. Los métodos de calificación que prevalecen en la mayoría de países adolecen todavía cie cierta falta de ordeii y no siempre son ade-

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James Beck

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  • El establishment de la restauracin

  • cuados. Aun as, la profesioilalizaci61i va eii auiiieiito. Hoy prcti- ca i i~en te todas las res ta~~racio i les son acoinetidas por especialistas con foriiiacii~. El probleiila radica e n la naturaleza de esa forniacicn. En siglos pasados, las restauraciones eran realizadas por artistas adiestrados, que se dedicaban ocasionaliiieilte a estas actividades. En el siglo xrx, alguiios artistas abandonaron la creacicii y se dedi- caron a inaiiteiler vivo el arte del pasado. Los resultados fueron a nie- n u d o aceptables, auiique ciertameiite el sistema estaba abierto a Is ab~ i sos y a veces periilita q u e pintores menos dotados se gariaraii la vida frotando y rascando las obras d e antiguos maestros y repin- tndolas. Despus, la restauraci6ii se fue convirtiendo gradualnieii- te e n una actividad independie~ite, cada vez ins separada de la crea- cicii artstica. La tradici611 d e los intodos de la res ta~i rac in se mantuvo en los talleres, donde sobrevivi a lo largo del tieinpo de manera u n tanto inforiiial pero tambin, al menos e n niuclios casos, rigurosa. Desde el fin de la segunda guerra mundial se ha produci- do u n canlbio radical en esa situaciil ins bien coiifusa. Los res- tauradores ya 110 estudia11 arte y luego se dedican a la resta~iracihn, sino q u e son preparados coino especialistas desde u n principio. ES- tudial1 iiiforintica, qumica, fsica; u n poco d e liistoria del arte y r~~d i i i l e i i t o s d e dibujo y pintura. Llamados ahora especialistas e n conservaciil, apreiideri a usar lierramientas d e diagncstico, las di- versas tcnicas d e verificacin fotogrfica y la estructura de los co- lores. Pero n o tienen foriiiacin de artistas ni estn atentos, conio 6s- tos, a los aspectos estticos q u e interesaron al creador, cuya obra estn tratando. Excelentes tciiicos, los nuevos restauradores tic- neii e n niuclis casos poca sensibilidad y nula experieiicia sobre cciiio ha nacido una obra.

    Noriiialn~eiite, uii pintor construye su obra como le dictan sus pro- pias exigencias creativas y artsticas. Czanne poda eiiipezar Lina tela represriltalido encima d e la mesa un poco de fruta, luego el mantel, despus volver sobre la fruta y u n jarro, difun~ii iar el foil- d o y, por ltiiiio, delinear la niesa. Iba adelante y atrs, segn el co- lor q u e tena en el pincel e11 u n momento dado y su importaiicia eii la coiilpleja y sutil imagen q u e estaba creando. En caiiibio, los res- tauradores tienden a trabajar d e manera muclio ins sistemtica, de priiicipio a fiii, d e u n lado a otro, o aplicaildo a toda la tela ciertos tratamientos y centrridose luego e n los detalles. sta es una de las razones d e por qu la restauracin moderna tiende a romper el equi-

    librio de L I I I c~ iadry , conio se ha podido ver en La prii~zavera de Bot- ticelli, que los Uffizi linipiaroii hace ahora una dcada. Hoy es prc- ticaiiiente imposible saber, por ejemplo, q u posicin oc~ ipa i i las distintas f ig~iras en el espacio y en relacicii Liiias con otras.

    Col1 ello n o quiero descalificar a todo el colectivo de restaurado- res. No del~enios Ilaniarnos a engao, Iiay restauradores que figuran eiitre las personas ms entregadas, siiiceras, peor pagadas y a b r ~ ~ m a d a s de trabajo d e tdo el m ~ i n d o del arte. De lieclio, miiclios de ellos es- t i n p ro funda i i~en te apenados por la actual situacin, pero n o se atreven a hablar eii pblico por teiilor a perder encargos y con ellos su ~ i i ed io de vida. Soii soldados d e primera lnea, q u e con f r e c ~ ~ e i i - cia operan coino profesionales a~itcnoinos y es posible que d e vez en cuando contraten a algunos ayudantes. Slo alg~iiis de ellos se con- vierten eri personalidades pblicas cuya faiiia trascie~idt el caiiipo de su especialidad. Joli11 Brearley, el maestro Colalucci y David Bull son posiblemente d e los iiis conocidos.

    Co~ i io es lgico, el estahlisl711zei7t de la resta~iracii-i n o est formado exclusivaii~eiite por profesionales. Para eiiipezar debemos iiieiicio- nar a los q u e venden obras de arte: nlarchantes, galeras, agentes y s~ibastadores que sostienen el mercado. Los marchantes importan- tes disponen d e sus propios restauradores fijos, pero todos ellos, grandes y peq~ieos , estn fuerteineiite supeditados a la habilidad de los restauradores en general. Las necesidades d e los marchantes en el plano de la resia~iraci6ii pueden scr a b s o l ~ ~ t a m e ~ i t e diferentes d e las de iiiLiseos y colecciiiistas experiiiieiitados. Los niarchaiites quie- reii que sus pinturas y escult~iras tengaii el aspecto nis atractivo po- sible para el g ~ i s t o contemporneo, pues despus de todo lo que pre- tendeii es venderlas. El restaurador est obligado a adaptarse a esta exigencia, o se queda sin trabajo. La ((resta~iracin de anticuarion coiis- t i t~ iyc Lina modalidad ampliamente difundida, a u n q u e sin carcter oficial. Un niarcliante ine confes que l peda a su personal que animara los labios de retratos antiguos o pusiera u n poco d e rojo e n las iiiejillas o aadiera u n poco de color brillailte aqu y all. Los iiiarchaiites pequeos realizan a veces sus propias restauraciones eii la trastienda, una prctica ms difundida en el pasado que hoy en da.

    Sorpreiideii tei i~ei~te, a las pinturas y esculturas moderiias se les presta una enornle atencin e n trininos de conservacin, y los pro- bleiiias relacionados con ellas son incluso mayores q u e los relacio-

  • liados con obras pertenecientes a un pasado lejano. El sentido del tra- bajo artesanal, o al menos d e lo q u e el trabajo artesanal sigi-iific en otros tiempos, ha cambiado radicalmente, ciiio ha caiiihiado la in- sistencia e n la calidad o al menos e n materiales y tcnicas consistentes. Obras d e arte suinainente costosas, realizadas despiis de la segun- da guerra mundial , se estn desintegrando con poco ms de veinti- cinco allos de vida. Recomponerlas es u n reto poco iiiens que irrea- lizable. Los iiiarchantes y todos aqueilos iiiiplicados en el inercado del arte, desde antigedades hasta arte moderno, tienen un inters vital e n la restauracin, fuente perenne d e experiencias. Casi todos ellos podran contar historias de horror, y a todos ellos se les debe coilsiderar participantes activos e n el establisl?iiiei7t de la restaura- cin.

    Lo diclio es aplicable a los coleccionistas de arte, que foriiian una influyente subcategora. Los coleccioiiistas quieren que sus inversiones y sus tesoros disfruten de la mxiiua seguridad. Adenls est a n ' eni- peados e n presentar sus colecciones d e la manera nis atractiva posible. Aunque n o est11 nt i inamente iniplicados e n el e.~tablish- ii~eizt, los coleccionistas t ienen u n inters directo en su actividad. Y , por supuesto, pertenecen a todas las capas de la sociedad y tienen siis propias coiiexiories econmicas y polticas, a veces surnaineiite po-

    \ derosas. Por lo comn, cuando surgen coritroversias acerca de esta o aquella restauracin -el caso ms notorio es el d e la Capilla Sixti- na-, coleccionistas y marchantes cierran filas con el establishiizeizt o f i - cial, al menos e n pblico.

    Los arquitectos, sus proveedores y agentes tambi tn tienen con- siderables intereses eii la restauracin, considerada en sentido a m - plio. M~ic l ias empresas d e arquitectura, especialiiiente en Europa, se han especializado e n la renovaci11 de edificios y conjuntos liisttri- cos. La renovaciil, de suyo una actividad compleja, p ~ i e d e ser tam- bin suinainente rentable, y d e hecho s ~ i s profesionales estn rela- cionados directainente con el establishn1ei7t de la resta~iracin, del q u e constituyen u n elemento sigiiificativo. Otro tanto cabe decir de las instituciones q u e ensean arquitectura y e n especial conserva- cin y restauracin de obras arquitectnicas. Los s~istanciales in- gresos geiierados son conipartidos, conio es lgico, con los contra- tistas y los coiistructores. stos, por ski parte, a u n q u e desvinc~ilados de los aspectos artsticos, t ienen grandes intereses econmicos e n la restauraciii d e edificios y constituyen u n poderoso lobl7.y.

    El alcance de la resta~iracin se p ~ i e d e apreciar al iiioiiientu en casi todas las cilidades italiaiias. francesas o aleiiianas de cierto renom- hre. En Florencia, la mayora d e los grandes edificios gticos y re- iiacentistas han sido restaurads o lo estn siendo ahora; el baptis- terio, la vasta cpiila d e la catedral, el canipanario de Giotto, los palacios d e Aiitinori y Pitti y un sinfn de edificis d e los siglos xiv, xv y xvi. Entre &tos estn Orsani-iiicliele y sus niaravillosos nichos d e iiicrinol, la Loggia dei Laiizi y el paviiiient de la Piazza della Sig- noria, cuya resta~iracin ya fue iiiencioiiada con anterioridad. Las es- tatuas ecuestres d e los Mdicis y la mayor parte de las fuentes p - b l icas h a n s i d o liiiiy>iadas a i o n d o , a p e s a r d e q ~ i e , d a d a la coniaiiiinacin ambiental de la ciudad, se vuelven a eiisiiciar con la- nieiita1)le rapidez, a punto para recibir Lin ~ i u e v o chorro d e arena . Otro tanto Iiay que decir de la pequella y encantadra logia cono- cida coiiio c i l Bigallon. Un cmulo de negocios y actividades de la construccin estn relacionados coii la restauraci,n, si es q u e n o dependen d e ella. Y cada a o se invierten vastas siiinas d e dinero, porrcgla general aportadas por instituciones pblicas:

    Con el es tab l i sh i i~e~~t de la restauracin estn relacionados asi- ii~isiiio los fabricantes d e los productos empleados en sus operacio- nes. A priniera vista, esta conexin puede parecer ms remota, pero si S' incluye la restauracin arq~~itectilica y se aaden las aplicaciones de los ~xoductos, su participaci61-i alcanza coias considerables que pro- nieteii beiieficios sustanciales en el futuro. Millones de liras, libras estcrliiias y dlares han sido invertidos e n probar y ve1idt;r p rod~ ic - tos i-elacionados coii la r e s t a ~ ~ r a c i ( i ~ .

    Los niuseos coiistitiiyen otro componente lundan~en ta l del esta- blisl1~1~er7t de la resta~iracin. Los grandes museos tiene11 s ~ i s propios departamentos de restaiiracin, a veces de considerables diineiisio- iies. N o slo se c~ i idan de sus colecciones sino que adenis realizan resta~iraciones poi: encargos d e IiiLiseos nis pequeiios, galeras p - blicas y partic~ilascs. En Estados Unidos, el Getty Museum, la National Gallery, el G~~ggenl ie i i i i y el Metropolitan Museum of Art desarro- Ilaii una extraordinaria actividad restauradora y, a causa d e su pres- tigio, ejercen una gran influencia e n las operaciones d e restaura- cin que se llevan a cabo e n diferentes puntos del pas. De la misiiia manera operan el British Museiiin y la National Gallery de Londres, i n s t i t~~c iones representativas de la actividad restauradora britnica. El hecho de q ~ i c durante la pasada generacicii i l i i ig~ina de ellas go-

  • zara de la niejor reputaciii inipidi los tratamieiitos drsticos e irrc- versibles. A diferencia de los restauradores privados, los coiieciados con prestigiosas organizacioiies como las mencionadas, o con el Louvre o el Prado, disponeii de avanzadas publicaciones peridicas sobre la especialidad, eil las q u e tratan d e convencer al gran pbli- co de su doiiiiiiio de la materia y proiiiueven s ~ i imagen r>rol'esinal, mie~ i t r a s que la crtica, presentada coiilo una manifestacin antipa- trihtica, por lo general es silenciada.

    La coi-iexin d e los museos con el estabiisl~i~zei~t de la restaura- cin ilo teriilina e n sus departanientos especficos. La repiitacihii de conservadores y directores est a meiiudo estrechailieiite ligada a las actividades restauradoras. El coilseguir foiidos, lamentablemente una de las principales funcioiies de los admiiiistradores d e niuseos, depende coi1 frecueiicia d e la preseriraciri pblica y coiistaiite de obras restauradas. Esto periiiite ver el nilevo Rembrandt, el niievo Van Gogh, el nuevo Chardin, el iiuevo Poiitormo.

    Ms probleniticas pueden ser las relaciones q u e los altos direc- tivos d e los museos maiitieilen, directa o iiidirectaniente, con las actividades del mercado del arte mediaiite la atribucihn de ciertas obras. Uiia prestigiosa bienal d e aiitigedades lia contratado los ser- vicios de especialistas de falila iiiternacioilal y represeiltailtes de mLi- seos q u e ((garantizan)) la autenticidad de I& objetos puestos a la venta. Si u n conservador de categora internacional elogia una piii- tura o una escultura concreta d e una colecci1-1 particular (o de iin iiiarchante), ese elogio suyo tiene un i i i ine~iso valor coiiiercial. Acto seg~i ido , el objeto es restaurado para hacerlo preseiitable, tal vez bajo la supervisiil del propio experto. Y entonces, slo eiitonces, el objeto aparecer en el catlogo d e una expsicin o una siibasta. Uno d e los inayores peligros d e las exposicio~ies, aparte de los con- siderables riesgos q u e conlleva el transporte d e obras d e arte, es qiie la prctica establecida exige que todas o, al iileiis, la iiiayor parte de las obras de Caravaggio, Mantegiia, Manet cualqiiier otro nla- estro del pasado sean sonietidas a operaciories de limpieza eii pre- paraciii del graii acoiiteciii~iento, orquestado col1 todos los niedios d e comu~licaciii, de q u e formaii parte. Hay q u e fijar plazos y ciini- plirlos, lo q u e significa q u e a veces las restauracines se teliga11 qiie hacer de manera precipitada, coiilo ocurri coi1 la gigaiitesca expo- sicin de pintura veneciana celebrada en Pars el aiio 1993. Aparte de los problemas que el restaurador pueda desciibrir en el curso de

    sii trabajo, los cuadros tieilen que estar a pun to el da dc la iiia~igii- racihn, jel espectc~ilo tiene q u e contiriiiar!

    Para tener una idea del poder del establisi~i~zei~t d e la resta~iraciii basta coii echar Lina i-ilirada a los consejos de adiilinistracihii de los niLiseos. Al nienos eii los Estados Unidos, estos consejos estn for- i-riados por personas influyeiites y acaudaladas. A ilienudo so11 pro- hombres de los negocios y las finanzas, donantes generosos y su- niaiilente fieles a asus inuses, que no soportan n ingn tipo de crtica. Toda vez q u e en iio pocos casos son propietarios d e iinpor- taiites pericdicos, revistas y otros iiiedios de coiiiuiiicacii-i, las opi- niones coiitrarias a la rilailera conlo se llevan a cabo las restauracines eii u n iiiliseo coiicreto n o so11 apreciadas. Eii Italia, con unas con- dicioiies ligeramente diferentes, iiiiiclios d e los 1116s importantes pe- ri6dicos pertenecen a familias que proniueveri las artes o, m u y es- pecialmeiite, subvencionail prestigiosas restauraciones.

    Taiiibin la iildustria del libro -edicin y coniercializaciii- debe ser contemplada como parte del estnblisl~i~.ieizt d e la restauracin. Se lia registrado uiia explosiil de monografas y catlogos de exposi- cin estrechamente relacionada coi1 la actividad restauradora. Ade- nis de las ins iiiiportantes libreras especializadas, museos coiiio el Metropolitan, el Getty, la Natiiial Gallery d e Washington, el LOLIV- re y la National Gallery de Londres poseen departainentos de pu - blicacin propios, a veces incluso prhsperos. Los voluminosos cat- logos de exposicin, por ejemplo, se liacen i~o rma l ine i~ te e n el mismo centro con la colaboracin d e una casa editora. A todo llo hay que sLiiiiar las postales, diapositivas, carteles y souvenirs.

    Durante los ltirilos veinte aiios, u n gran iiinero de obras de arte, a m e n ~ i d o las pinturas y e sc~ i l t~ i r a s ii-~s prestigiosas e iiiiportantes de colecciones pblicas, ha11 co~iocido una nueva accin restauradora (excepto e n Europa oriental hasta el moiliento, debido eri parte a la falta de Fondos), mientras q u e ciclos de escultura y piiituras d e igle- sias y edificios piblicos han sido totaliueiite renovados. Coi-istante- mente se requieren riuevas publicaciones para maiitenerse al da. La explicacin es seiicilla: las imgenes han cambiado. Pensemos en las viejas vistas d e la Capilla Brailcacci y la iniprecisiil con que re- f l e j a ~ ~ el aspecto actual d e los frescos. Coi110 casi todo producto de la sociedad coiiteinpornea, los libros d e arte quedan rpidamente anticuados. Renovar, revisar, inejorar y reeiuplazar coi1 tambin ac- tividades de la iiioderiia sociedad de consuiilo. Pregunta pattica:

  • es posible acabar con esa actit;id de derroclie incluso cuando se trata d e tesoros artsticos?

    N o se debe11 siibestiniar los beneficios econmicos que genera la actividad restauradora. Toda iiitervenci~i de cierta entidad va aconi- paiada d e nuevas publicaciones, desde voli~ienes I~ijosos cuyo pre- cio puede superar las 30.000 pesetas y atractivos artculos e11 revis- t a s h a s t a p o s t a l e s y j u e g o s d e d i apos i t i vas , y e s e p r o d u c t o absolritaiiiente iiuevo q u e es el vdeo. En el caso cie la rrsta~iracicn tie la Capilla Sixtiria, inciuso la National Gec~qi-aphic, liabit~ialniente uiia

    . liliblicacin austera, le dedicc lin artculo, profiisanieiite iltistrado, qiie llevaba el ttulo de ((La restauracin de la Capilla Sixtiila. UII Re- iiaciiniento para Mig~ ie l ngel. Esta intervencin I ~ i c ol,jeto d e cortonletrajes, r>rogramas d e televisin, infinidad de liliros y ar i c~i - lc)s c o ~ n o bolsas d e coiiipra, caii~isetas, calendarios, etc., todo ello vendido eii las libreras d e los museos. En el la~~zainie i i to de las nlie- vas diapositivas d e la Capilla Braiicacci se deca: ((Los resultados soii sorprendentes: la apariencia oscura, triste. ha dado paso a Lin color brillailte y a la luz. Un artculo que canta sus v i r t~ ides lleva el ca- racterstico ttulo d e (rHistoria d e una resta~iraciii inilagrosa. Las dos actividades, publicacin y restauraciii, estn tan estrecliaiiien- te ~ i i i idas q u e a m e n u d o Lino 110 sabe a ciericia cierta si la restaiira- ci6n ha sido acoinetida para apoyar al medio escrito o viceversa.

    E11 cualqiiier caso, las obras d e arte de todo el n i~ i i i do estn asis- tiendo a u n reciclaje niasivo. Es cierto que en el pasado ocurri lo ~ i i i s ~ n o , pero fue en inenor escala y a un ritmo ms lento, habida cueii- ta d e q u e los imperativos eran menos radicales y el e i l t~ is ias i~io d e la sociedad estaba centrado e n otros objetivos. E11 el caso de Jacopo della Quercia, prcticaineiite toda su obra ha sido tratada ( en nii opinin, inaltratada), desde sus relieves y estatuas e n la iacl-iada de San Petronio d e Bolonia hasta las esculturas d e la Fonte Gaia de Sieiia (todava sin terininar) y una estatua de LIII apstol d e pie exis- tente e17 la catedral d e Lucca, siii iiieiicionar la Ilai-ia. Lo misnio pue- d e ser pronto cierto referido a los frescos d e Masaccio. La reslaura- ciii proporciona a la preiisa especializada, a las editoriales e ind~istrias aliiles 1111 interiniiiable caudal de tenlas actuales o act~ializados, apor- tando las imgenes y, al niismo tiempo, creando la deinanda para ellas.

    Eii el arte, el tema del patronazgo tiene una ampisi~iia significa- ciil. El dinero pblico y privado, a veces caiializado a travs de fun- daciones, ha tenido u n efecto prodigioso e indudablemente beiifi-

    co al apoyar uiia extensa gama de actividades c~i l t~ i ra les : coilciertos y festivales de msica clsica, danza, cpera, festivales de cine, pre- mios literarios, proyectos de bellas artes y televisi6n pblica, etc. Sin esos recursos, especialmeiite durante las dos ltiiiias dcadas, las ar- tes n o disfrutaran ahora, e11 todo cl nlundo occidental, d e la rnisnla vitalidad.

    El papel del patronazgo en el campo de la restauracin es ms pi-e- ocLipante. Los tres casos abordados e n este libro tuvieroil diferentes patrocinadores, cada ~ i n o de ellos coi1 siis propias caractersticas y ob- jetivos l i~iales. Uii banco local, el Monte di Lucca, financic la res- ta~iracin de la Iln~.in. El banco tiene coi110 smbolo la imagen de 110- i-icl y Igicainente q~ ie r a poner d e nlanifiesto su conexibn coi? el moiIun1,ento. Ciialquiera puede ver inmediatameilte q u e una in- rervencin nienos aparatosa, como podra ser quitar siiiiplemente el polvo del nion~inieri to o instalar ~ i i i mejor sistema de i l~imii~acibri , n o habra tenido uii valor sristai~cial e n trminos d e p~iblicidad.

    A pesar de todo ello, y a pesar incluso de la reaccin generalizd- da ante la rapidez d e las restauraciones, la soluciri 11 est e11 criti- car a los liatroci~iadoi-es. Los motivos de stos son evidentes, pues lo qiie una firma industrial o coiiiercial consigue mediante su vincii- IaciOn con la obra de Masaccio, Migliel iigel o Jacopo della Quer- cia. o con uiia exposiciii de los tesoros d e la Barnes Fo~indarion, no lo podra conseguir con obras de inferior categora. ALII? as, las exi- gencias de los patrociriadores deberan ser controladas de iiianera ri- gurosa e imparcial por las a~i tor idades coinpetentes. Evideiitei-iien- te, el patrocinio d e proyectos de resta~iraciii p ~ i e d e ser eii s niisiiio una a y ~ i d a iiidispei-isable e n la batalla por coiiseguir fondos para las a1.tes, pero las autoridades tienen que aprender a hacer frente a ac- cioiics indeseables o iiiiiecesarias. En Italia, concretamente, a los bancos la ley les exige dedicar cada a o considerables sLiii1as de di- nero a actividades cul t~~ra les . Por consig~iiente, las autoridades n o tie- nen por q ~ i 6 aceptar las priridades foriiiuladas por los patrocinadores, sino inil>onwles las suyas. A los patrocinadores hay que dirigirlos y tambin foriiiarlos.

    Olivetti, firma patrociiiadora de la restauracin de la Capilla Bran- cacci, posee una notable trayectoria como proiiiotora de las artes que se remonta a 10s aiios treinta de nuestro siglo. Recienterilente ha promovido importailtes exposicioiies y es sin discusin una de- fensora progresista y bien informada d e las bellas artes. Desde el

  • punto d e vista de la iniageii pblica, seinejaiite actividad tiene i i i i sig- iiificativo valor para ella. Sus exposiciones, como ((Los tesoros de Sal1 Marcos)) o ((Dibujos d e Miguel ngel, haii sido beiieficiosas tan- to para la eiiipresa c o ~ i i o para la sociedad. Pero Olivetti, coino la mayora de las entidades patrocinadoras, so11 miiy selectivas: Mi- guel iigel, Leollardo da Vinci y Masaccio 110 son artistas nienores.

    El l-iecho de q u e la restauracin de los frescos de la Capilla Braii- cacci arrojara un resultado preocupante, por iio decir pattico, evi- dentemente n o es culpa de la firnia patrociiiadora. Olivetti a c t ~ i de buei-ia fe al trabajar con el equipo seleccioiiado, que adeiiis posea uiia trayectoria iiiipresionaiite. En cambio, la empresa pudo, y de- bi, insistir eii que se estableciera una ati-iisfera iii~iclio nis abier- ta en t o r ~ i o a la interveiiciii. Pudo y debi insistir e n qLie se cele- braraii debates pblicos antes de que e111pezarai-i ei'ectivaineiite las obras. De este m o d o se habra podido explicar y defender la meto- dologa seleccionada. Personalmente creo q u e tambin aliora, coii- cluida la restauracin, es absol~i tamente necesario hacer una valo- racin pblica y abierta d e sus resultados. Aqu, repito, debera iiisistir la entidad patrocinadora. Por fin, a los cuatro anos de con- cluida la restauracin -y muclio desp~is d e que se foriiiularaii j ~ i i - cios crticos-, ha aparecido el iilforii~e oficial prometido, pero n o se ha ofrecido una evaluaciil e n foriria d e simposio y discusin abier- ta. Adems, el informe n o es independiente, puesto qLie ofrece sim- plemente una presentacin acrtica y ha sido elaborado por aqliellos q u e efectuaron la iiiterveiicin y sus colaboraciores. En i i i i opiiiiii, dicho informe tiene escaso valor cientfico.

    Coino se ha dicho, la restauracin de la Capilla Sixtiiia f ~ i e pa- trociiiada por la eii-ipresa japoiiesa vinculada a los medios d e co- m u i i i c a c i ~ ~ Nippoil Televisio~i Netwrl< Corporatioii coii s e d ~ eii Tokio. Se ha dicho pblicameiite q u e el diiiero aportado oscilaha entre los 300 y 400 iiiilloiies de pesetas, una siiiiia relaiivaiiiente pe- q~ief ia si se tiene e n cuenta la magnitud del proyecto y el elevadsi- m o raiigo artstico d e la obra implicada. A diferencia de prctica- niente todos los deiiis patrocinadores de este tipo, los Jaj>oneses haii fijado co~idicioiies que les garantizan beneficios decididaiiierite atractivos, pues se hail reservado los derechos fotogrficos de la b- veda d e la capilla por u n espacio de doce aos. Cada reprodi~cciii d e las partes restauradas d e la bveda proporciona LIII beiieficio con- siderable a la Nippon Televisioii. Pero incluso cuando caduqucii los

    derechos excliisivos, la firnia japonesa, q u e tanibiii ~pat roci i ia ) , proyectos similares e n China, seguir e11 posesin d e los derechos d e las traiisparencias de color y podr venderlas a u n precio considerable, al menos hasta que se realice otra campaiia fotogrfica. Es posible que a iiiedida que pase el tiempo la suma d e dinero aportada por la Nip- pon Televisioi-i resulte irrisoria comparada con los beiieficios que le ha proporcionado. De liecho, KSLI patrocinio)) puede contemplarse coiiio Lino de los mejores negocios d e la poca en el campo de las be- llas artes, i~icluso sin tener e n cuenta beneficios derivados de la pu- blicidad y las relacioiles pblicas.

    Las Eiindaciones coi-istituyeii una categora, dentro de la actividad patrocinadora, con caractersticas especficas y niotivaciones pro- pias. No siempre estn tan alejadas del estalil is/~i~ze~zt d e la restaura- cin coiiio debera. La implicacin de la Sarnuel I

  • Una parcela nis social q u e imltica del establish~~ier~t de la res- iauracin es la forinada por personas de buena fe y organizaciones uriidas por el leina Salvar nuestro pasado: Lina carrera coi-itra re- loj)), c~-iio dice el ttulo de u n reciente fllei editado por el World Moiluments Fuiid. El director d e la Icress Fou~idat ion es presidente del consejo de administracin, mientras q u e ent re los receptores de su premio Adriailo ( n o Nern) figuran Carlo De Benedetti, Paul Me- l l o ~ ~ y el Prncipe de Gales, e n aos recieiites. A nadie dotado de sentido comn le escaparn las intencioiles de tales medidas. Otra cosa es que n o Iiaya controles externos, i~ideperidientes, y que las in- terveilciories n o estn sujetas a crticas y anlisis serios por parte de e~l t idades o personas indepei-idieiltes. Aqu habra que dar la voz de alarma respecto del creciente i-iiiiero d e interveiiciones que, en n o pocas ocasioiles, probablemente h a n causado ms dao fsico y es- ttico q u e otra cosa, como I-ia ocurrido con las esculturas d e la cate- dral de San Trfimo de Arles. la escultura de San Petronio de Bolo- iiia, obra de Della Quercia, y los estucos de San Lorenzo de Floreiicia realizados por Donatello.

    Artistas, escritores y expertos en arte iilf1~1ye1-i poderosaniente e n la comprerisiii y valoracin de las obras de arte por parte del p- blico. Pero e n el caso de la restauracin de la bveda de la Capilla Six- tina se produjo una escisiii en t re artistas coiltemporneos, de una parte, y el establishiizei7t de la restauraciil, con el apoyo i~icondicio- nal de l-iistoriadores y crticos d e arte, d e otra parte. Evidentemeii- te, algunos artistas respetables quedaron satisfecl-ios e incluso en tu - siasmados con lo q u e se haba hecho, pero, en conjunto, los artistas abrigaron serias dudas, inieiitras q u e generali-ilente los expertos se most raron complacidos, ei-i algunos casos m s q u e coinplacidos. Cmo es posible q u e los dos bandos vean las cosas de manera tan diferente?

    Son muchos los artistas que tienen experiencia, n o siempre agra- dable, coiiio resta~iradores. Con ms frecuencia d e lo que Lino que- rra, objetos de arte coilteinporneos sufren daos durante el trans- porte para aparecer e n una exposicin o en una galera. En algunos casos, e n museos o galeras se iiilprovisan las medidas necesarias para repararlos y salir del paso)), sin publicidad a lg~ ina y a veces in- cluso sin ponerlo e n coilocimiento del artista y, por supuesto, sin su perilliso; en otros casos se solicita el concurso d e u11 experto, si no es el propio artista el q u e ejecuta la reparacin. Pero, as que sc ha

    producido el daiio, es iiievitable la aparicihii de prdidas imposibles de s~ibsariar, coiuo d e hecho ocurre -y cualq~i ier ariista lo sabe- con todas las restauraciones. Los artistas co~iteiiiporiieos t ie~iei i a m e - n ~ i d o un fuerte apego a los objetos del pasado que por imitacin, s- mosis o rechazo Iian contribuido a su propio desarrollo artstico. El arte del pasado es I-ierei-icia profesional y probablemente los artistas sienipre han ayudado a preservar la obra d e sus predecesores. Mi- guel Angel, q u e lai-ilentc la destr~iccin del viejo San Pedro, proba- bleii-iente salv la portada d e San Petroriio de Bolonia, con sus es- culturas, obra de Jacopo della Quercia. Degas fue u11 decidido defe~isr de la integridad de las obras maestras del Museo del Louvre frepte a las

  • ni un deseo de aplicarlos a la vida cultural de hoy. N o tiene nada de sorprendente que los efectos estticos de una intervencin despier- teii menos inters y tengan menos importancia que cualqiiier des- cubrimiento que estimule la investigacin. Descubrir un detalle indito, ~ 1 - i objeto otrora ignorado, un tratamiento in-iprevisto e iii- cluso un recurso tcnico, especialmente si permite una nueva in- terpretacin o refuerza alguna ya existente, constituye el gran desi- dertum. El sorprendente modo de aplicacin que, segn se dice ahora, emple Miguel ngel, el luininoso color descubierto de ma- nera especial en las lunetas, la horizontalidad de los planos y la au- sencia de modelado despus de la limpieza han causado autntica con- n~ocin. En opinin de algunos se ha visto confirmada una teora segn la cual Miguel ngel fue el primer manierista: para ellos, el
  • tografas, podan e~ii i t i r juicio, a pesar d e que, habitiialiiieiite, los liistoriadores del arte trabajan coi1 fotografas, coi110 han hecho los especialistas e n el pasado y e n el presente, desde Berenson liasta Longlii, sin olvidar a Federico Zeri, el iiis eminente entre 10s italianos. Despus se dijo q u e n o era suficiente con haber visto los frescos res- taurados desde el suelo, q u e era justamente la manera como Mi- guel Angel quera que se vieran; se tenan q u e haber visto desde una distancia equivalente a un brazo. Unos 4.000 visitantes subie- ron a los andamios, pero si por la razn que fuera alguien iio lo hizo quedaba descalificado de por vida o, al menos, hasta la pr6xima res- tauracin. Pero taiiibiil este requisito fue adornado. Los expertos del Vaticano fijaron la condicin d e que , para ser realmente convin- centes, los crticos tenan q u e liaber seguido el curso de la restaura- ci6n da a da y d e cerca. As, e n una etapa final con vistas a la eli- niinaci6n total d e las crticas, virtualinente toda persona q u e n o formara realmente parte del equipo de restauracin fue declarada in- competente y por lo tanto sin derecho a hablar y coiuentar.

    En su terreno, los expertos e n arte que forman parte del esta- lilislwzeizt de la restauracin son m u y reacios a peri-i-iitir la presencia de Lina oposicin de la ndole que sea y de heclio estn en condicio- nes de bloquear la mayor parte de las crticas provenientes de sus publicaciones profesionales. Desputs, eii oti-o d e esos absurdos giros de la lgica, condeilan a sus oponentes por formular crticas al aire libre, fuera del cenculo, a travs de los inedios de coin~~nicacin. Tl?e Bt~rlir?gtor? Magnziile, sostenido por la I

  • tauracin es algo peligros, ei-iun-iera cinco puntos. Primero, nos en- terai-ilos de que crticas como las de los profesores Gregori, Beck, Coriti, Alessandra Meluccio Vaccaro y otros tienden a manifestarse en circ~insraricias inapropiadas. No dice cules son las circiinstancias apropiadas. Segundo, pone reparos al tono de las crticas, que reve- lan ((malas maneras)) o ((actitudes incivilizadas. Adems, las crti- cas no son razonables ni cientficas. Relacionado con ello, en el cuar- to punto Bonsanti dice que los crticos l-ian visto poco o nada de la restauracin en vivo y, a pesar de ello, estn dispuestos a hacer co- mentarios acerca de los resultados. Es como si, ~itilizando el smil m- dico que tan apropiado parece para la restauracin, dijera que alguien no p~iede decir que el paciente ha muerto a menos qiie haya esta- do presente en la sala de operaciones. Por ltimo pone reparos al uso por parte de los crticos de trniinos coiilo piel de la escultura y (
  • Gallery d e Londres por u n aleinii. El Metropolitaii Museiim de Nueva York, durante iiiucho t ie~i ipo bajo la direccin d e u11 restau- rador ingls que haba trabajado e n el Prado, es guiado actiialmen- te por u n profesional de Munich.

    Evideiiteiiiente n o servira d e nada decir q u e el trmino ((res- tauraciii cieiitfica es i i i i abuso del estnblisl?me~lt. Lo qiie hay que entender es que las pretendidas restauracir)i~es cieiitficas)) sc en - cueiitraii eii uiia fase r~idiniei l taria. Es m u y posible q u e en cual- quier iiionieiito se ponga d e iiianifiesto q u e los trataiiiieiitos aplica- dos e n obras clsicas son absolutaniente inadecuados y priiilitivos a la luz de los criterios que se van a desarrollar en el i~ i turo . Es asiiiiismo posible q u e pronto se vea q u e es iiiiprocede~ite untar la superficie de las estatuas de iiirinol con uii pesado aceite siiittico o c~ ib r i r fres- cos del Renacimieiito coi1 u n acrlico transparente e in~permeable .

    No ha llegado el inoiiiento d e desechar d e Liiia vez por todas la errnea y ridcula idea de qiie la restauraciii de obras de arte es cien- tfica y empezar a c o i i i p r e ~ i d e ~ q u e hay qiie solicitar el concurso de los cientficos para anlisis, pruebas, sugereiicias y asesoraniieiiro, pero que iio basta con eso para poder liablar d e una ((restauraci6n cien- t f i ca~? El Dr. Boiisa~iti, reflejando u11 plinto de visia del establishn~riit d e la restauraciii, Iia escrito: Maiiteiigo q u e iiiia iritervenciii n o eniaila exclusivanieilte de razones relacioiladas coi1 la conservacin; es absolutamente legtimo e iiicluso necesario ... L>iiscar la mejor le- gibilidad d e uiia obra de gran importancia, d e niariera que iina pe- raciii filolgica se pueda entender en su sentido bsico, c o ~ ~ el fin de obtener una correcta valoraci6n del meiisaje de la obra misiiia ... Aqu 110 hay e n verdad mucha ciencia. El priiicipio propuesto es preociipante si ~ i n o coii~pi-ende q u e la organizacin del Dr. B o ~ i - saiiti utiliza actiialiiiente criterios similares e n las estatuas de la Fon- te Gaia d e Jacopo della Q~iercia, que, d e acuerdo con SII niieva iiiia- gen, parecen objetos procedentes de una feria d e antigedades. '

    2 A. Conti (Restauro, Miln. 1992, pg. 40) falsificacin o una copia que una obra hizo una fascinante observacin en rela- autntica. Este resultado se da con cier- cion con una pequea Coronacin de la ta frecuencia; ha ocurrido. por ejemplo. V~rgen existente en el Museo dell'Opera con las esculturas de la Fonte Gaia de Sie- del Duomo en Orveto. Se trata de una na y con las estatuas de Orsanrnichele, obra inacabada que. por la manera como del siglo xv. de Florencia. ha sido limpiada, ahora parece mas una

    Otro tanto cabe decir de las soberbias escultiiras del Qtiattl-oceiito e n Or- sanmichele, incl~ridos los Ccintro Sniitos Col-onndos d e Nanni di Banco. El niero pensamiento de los resultados potenciales produce escalofros.

    Eii cualqiiier caso debera quedar claro q u e estamos an te una e i i i e rg~ ic i a . N podeiiios dejarnos sed~icir por descubriiiiientos apa- rentes o reconstrucciones aproxiiiiadas, ni permitir iiitervencioiies radicales por iiior de Lina prxiiiia exposicin. E n el caso del q ~ i i - nientos aniversario del nacimiento de Rafael Iiace ahora una dca- da, el Dr. Manciiielli realiz unas oport~irias operacioiies de lirnpie- za, q u e expiiso en u n trabajo ((cientfico)) que llevaba iiis o menos el' ttiilo de Resta~iraciones en el Vaticano con inotivo del centenario de Rafael)).

    Tcilenios q u e expresar nuestra aclniiracin an te la actitud del Dr. Bonsa~iti pidiendo total traiisparencia y res~ionsabilidad. S610 qiie SLI concepto d e la responsabilidad deja mucho q u e desear. Eri con- creto, el Dr. Bonsanti sugiere q u e las autoridades responsables tie la restaiiraci61-i debera11 tomar iiiedidas para explicar al pblico C ~ L I ; se e s t i Iiaciendo y c6iiio, sin olvidar el acceso a las obras. Esto es iin gesto de iiol?leza y poco ms. Ah no hay iiitercanlbio de ideas, ni disc~isiii de oljetivos, ni debate de metodologas, sino m s Liieii L I I I iiiodo d e entender las relaciones pblicas cuya.finalidad es sen- cillaiiiente aliogar las crticas ya antes d e q u e se prod~izcaii .

    La premisa que siibyace a esta postiira es que slo el establishnzelzt d e la rcstaiiraciii tiene acceso directo a la verdad y que todo lo que iieiie qiie hacer es preseiitarla. Pero, eii realidad, los iiiiembros de cse ~~,stnbii .~I~i~ieiit ~ i o est11 preparados para aceptar la opini61-1 inde- ~wildiei i te d e liistoriadores del arte, artistas y otros restauradores, o para cxanlinar de b~ ie i l grado enfoques alreriiativos qiie puedan iii- cliiir ~ ios ic io~ies de n o interveilcin. Por lo tanto, la oposici6n tiene q u e ser poteiite, a u n q u e slo sea para llamar la arenciil, para con- iiiovcr a iina sociedad que se lia refugiado e n la idea de que lo liiii- pie cs bello y de qiic tal objetivo se ha alcaiizado sin daos iii cos- tes exccsivos.

    N o es iiioniento de que pidanios una inmediata moratoria para in-iportantes restaiiraciones escultricas y pictricas, hasta que se Iiaya recabado una gama adecuada d e opiniones y solucioiies prc- ricas? El Dr. Bonsanti da a entender que todos los restauradores e ins- titutos de coiiservaci~i y restauracin operan con las misiiias tcnicas y la iiiisnla ideologa. Nada ms lejos de la realidad. La total trans-

  • pareiicia)) es esencial, pero la tra~ispareilcia tiene dos caras. Los cen- tros de restauracin deberan estar abiertos a otras meto dolo^' 'las, a otras tknicas, a otras herramientas y a otras filosofas que tal vez pue- dan perfeccionar los objetivos de sus intervenciones.

    Si yo soy uno de esos perros ladradores de que l-iabla el subttu- lo del artculo de Boiisaiiti, paciencia, pero pienso que es todava peor que a urio le llamen mutailte. Tal vez sea necesario ponerse a ladrar para hacer que el pblico comprenda la natiiraleza de los pe- ligros y la urgencia del tenla. Tal como estn las cosas, los nicos con- troles son aquellos que el establisl~nzeizt de la restauraci6ii se au- toiinpone. No hace falta decir que semejante estado de cosas me resulta intolerable.

    Accin preventiva Captulo sptii~zo

    i No basta con lamentarse, criticar y hacer sonar la alarina. De he- 1 clio no hay liada ms desmoralizador que verse obligado a respon- 1 der negativameiite a la inmensa i~layora de las interveiiciones. Afor-

    tunadamente se han registrado algunos xitos notables. 1 , ... La limpieza de las escult~iras de Miguel ngel para las tumbas de los Mdicis en la Sacrista Nueva de San Lorenzo, en Florencia -res-

    ! lizada con ei-iconiiable sensibilidad-, fue acabada a nlediados de 1991.

    1 Como quiera que el trabajo fue ejecutado ms o menos en el iiiis- 1110 i~~oniei i to que el de la Ilnria y las dos obras estn hechas con nir- 1 n101 de exceleiite calidad, ine siento prfuiidainente aliviado a lpo- /I Ii der liablar entusisticainente de l. Lo extraordinario de la limpieza,

    // que, de nuevo como la Ilarin, tuvo por objeto esculturas instaladas i8 en interiores, es que no se utilizaron productos qumicos agresivos, ni se einplearoii inedios inecnicos, ni se aplic aceite a la superfi- cie. El polvo y la siiciedad fueron eliniinados delicadanlente con al- godii y agua destilada. La lii-iipieza, y esto es nis significativo, fue llevada a cabo por una mujer joven, culta y de orieiltaciii artstica, llamada Agnese Parronclii, que una decada antes se haba foriiiado en el Opificio. El dinero fue aportado por un patrocinador particu- lar, una fundacicn cuyo director mostr el nls profundo respeto por las obras de arte, mientras que el s~iperintendeiiie en funciones, persona perfectaineiite informada, adopt una actitud de pleria co- laboracin. Eii otras palabras, esta restauracin, junto con otra rea- lizada por la misma especialista eii Lo batalla de los lapitas y los ce~ttazrros, relieve de Miguel ngel perteneciente a la Casa Buoiiarroti de Flo- rencia, l-ia constituido una estimulante prueba de que se pueden liacer limpiezas delicadas y sensibles.

    Con cierta sorpresa de mi parte, y a pesar de serios riesgos po- tenciales, mucl-ios restauradores se hall dirigido a m, en privado, en los Estados Unidos y, adems de infundirme nimo, me han fa- cilitado valiosa informacin. Asimismo he podido comprobar qLie tanto en Italia coino en otros pases los restauradores son muy vul- nerables a las veleidades y teoras de los superintendentes, directo-

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