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BOLETÍN ESPECIAL SEPTIEMBRE 2013 BIBLIOTECA DE ORIENTACIÓN LACANIANA DE CASTILLA Y LEÓN PSICOANÁLISIS Y JUSTICIA SOCIAL (1918-1938) Editorial Gredos En 1918, con las catastróficas consecuencias de la Primera Guerra Mundial materializándose en los países derrotados, Sigmund Freud manifestó públicamente la necesidad de establecer centros sanitarios gratuitos para atender a aquellos pacientes que carecían de recursos para costearse un tratamiento. La iniciativa de abrir establecimientos de estas características no tardó en germinar en el seno de la comunidad psicoanalítica de Viena, y tanto Freud como otros especialistas pioneros le prestaron su apoyo ideológico, político e incluso económico. Este cambio médico socialmente revolucionario es el origen del libro Psicoanálisis y justicia social, un exhaustivo relato sobre estos decisivos años de desarrollo de la medicina psicoanalítica en su vertiente más solidaria, que la habilidad de Elizabeth Ann Danto convierte en una reveladora crónica de apasionante lectura. Elizabeth Ann Danto, especialista en trabajo social y en historia de la salud mental, es actualmente profesora en el Hunter College de la Universidad de Nueva York, donde imparte clases de trabajo social centradas en aspectos clínicos. Es

Boletín especial septiembre 2013

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BOLETÍN ESPECIAL SEPTIEMBRE 2013

BIBLIOTECA DE ORIENTACIÓN LACANIANA DE CASTILLA Y LEÓN

PSICOANÁLISIS Y JUSTICIA SOCIAL

(1918-1938)

Editorial Gredos

En 1918, con las catastróficas

consecuencias de la Primera Guerra

Mundial materializándose en los países

derrotados, Sigmund Freud manifestó

públicamente la necesidad de establecer

centros sanitarios gratuitos para atender

a aquellos pacientes que carecían de

recursos para costearse un tratamiento.

La iniciativa de abrir establecimientos de

estas características no tardó en

germinar en el seno de la comunidad

psicoanalítica de Viena, y tanto Freud

como otros especialistas pioneros le

prestaron su apoyo ideológico, político e

incluso económico. Este cambio médico

socialmente revolucionario es el origen

del libro Psicoanálisis y justicia social, un

exhaustivo relato sobre estos decisivos años de desarrollo de la medicina

psicoanalítica en su vertiente más solidaria, que la habilidad de Elizabeth Ann

Danto convierte en una reveladora crónica de apasionante lectura.

Elizabeth Ann Danto, especialista en trabajo social y en historia de la salud

mental, es actualmente profesora en el Hunter College de la Universidad de Nueva

York, donde imparte clases de trabajo social centradas en aspectos clínicos. Es

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autora de dos libros, Psicoanálisis y justicia social (2005) e Historical Research

(2008), además de numerosos artículos en revistas especializadas sobre

diferentes facetas de historia de la medicina.

“La meticulosa investigación de Danto establece una narración detallada de la

propagación de estas clínicas psicoanalíticas, centrándose en la labor pionera,

idealista y socialmente comprometida de Freud, hasta el punto de casi hacer

desaparecer su legendario pesimismo cultural” London Review of Books.

“El estimulante libro de Elizabeth Ann Danto se centra en destacar a una

generación de analistas que trató de llegar a las raíces de la miseria humana”

Times Literary Supplement

“El libro de Danto acabará convirtiéndose en una obra clásica de la historia del

Pensamiento Psicoanalítico”

Psychoanalytic Social Work

http://www.editorialgredos.com/mente_salud_y_sociedad/_308_psicoanalisis_justicia_social

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Ecos de la lectura de Psicoanálisis y Justicia

Social

Virginia González Diez (Palencia)

Diplomada Trabajo Social / Estudiante de Psicología

Evocando recuerdos de mi etapa como estudiante de Trabajo Social, me vienen a la

mente frases como “hoy en día el psicoanálisis está desfasado, ni siquiera merece

la pena que veamos nada de Freud, vamos a estudiar cosas más prácticas…”. Por

supuesto, ni hablar de Lacan, quien seguiría siendo un gran desconocido para

muchos si no se llevasen a cabo actividades abiertas a la ciudad.

Con una base de estudio universitario tan poco sólida y desprovista de críticas

fundamentadas hacia el psicoanálisis, es muy complicado que hoy en día los

trabajadores/as sociales y profesionales afines se interesen motu proprio por la

lectura de libros relacionados con este tema. Especialmente porque sólo han

aprendido que la historia de su profesión es un recorrido que va desde la obra de

Luis Vives a Mary Ellen Richmond, ignorando la contribución del psicoanálisis al

bienestar social.

Pues bien, algunos se llevarán una sorpresa sobre este debate que acabo de abrir si

leen el libro titulado Psicoanálisis y justicia social de Elizabeth Ann Danto, publicado

por la Editorial Gredos. Sus páginas nos sitúan en 1918 cuando Freud empieza una

lucha para que “el hombre pobre tuviese derecho a la asistencia mental igual que

tenía derecho a la cirugía que salvaba vidas”.

El libro hace un exhaustivo recorrido de cómo el psicoanálisis influye en el bienestar

social, y de los avances que se lograron tanto en la atención de las clases más

desfavorecidas de la sociedad como de los niños. Los pacientes eran atendidos

gratuitamente con la misma calidad del tratamiento privado en centros como el

Poliklinik, en este caso el primer centro psicoanalítico ambulatorio constituido para

tal fin en Berlín.

La finalidad de estos centros no era la caridad, ya que el psicoanálisis cambió el

paradigma estigmatizador de la misma por lo que conocemos como servicio social,

siendo su idea cultivar la buena higiene mental en la infancia para producir adultos

sanos. Este cambio de mentalidad junto al análisis era visto como algo normal en la

Viena de los años 20, siendo natural que los maestros tomaran contacto con el

análisis y que en las renovadas escuelas públicas laicas la memorización pasiva se

reemplazase por la enseñanza práctica y la creatividad. De este modo el

psicoanálisis encontró su lugar en la educación, la crianza y los centros de

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asistencia a la familia y a la mujer, llegando a poner en práctica el tratamiento con

niños en su propio hogar (actividad adoptada por el Trabajo Social, profesión

emergente entonces). La influencia del psicoanálisis freudiano en el bienestar social

alcanzó tal envergadura que hoy en día todavía se muestra de actualidad, ejemplo

de ello es la legitimación del derecho individual del niño, al margen de la familia, de

ser protegido por el Estado. De este modo, los niños comenzaron a ser tratados

como individuos con sus propios derechos, no como versiones en miniatura de los

adultos.

Todos estos avances y muchos más, se pueden leer de manera muy detallada en el

libro de Ann Danto, donde también se describen los diferentes puntos de vista de

los psicoanalistas de la época, y la influencia del entramado socio-histórico en el

alcance de la justicia social.

Para finalizar, les dejo esta perla que resume la esencia del libro: “El analista debe

escuchar a sus pacientes porque solo ellos entienden en verdad cómo el

psicoanálisis fomenta el bienestar social”.

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Novedad Librería Editorial Paidós

Jacques-Alain Miller: Piezas sueltas

Los cursos psicoanalíticos de Jacques-Alain Miller

Texto establecido por Graciela Brodsky

Traducción Gerardo Arenas Editorial Paidos Buenos Aires 2013

Jacques-Alain Miller muchas veces ha

extraído pequeñas frases de la enseñanza de

Lacan, algunas pronunciadas o escritas una

sola vez, y al desarrollarlas ha mostrado

cómo ellas encerraban profundas

consecuencias para el psicoanálisis. En

algunos casos las ha elevado al nivel de

conceptos que nos resultan ya ineludibles: el

atravesamiento del fantasma, la

identificación al síntoma, por ejemplo. Al

contrario, cuando forjó la pareja "partenaire-

síntoma" él mismo señaló, en algún lugar de

ese curso, que eso no estaba en Lacan ni una sola vez, que no era una referencia

capaz de ser situada. Sin embargo, una vez que la formuló se hace evidente que

esa pareja se deduce de la enseñanza de Lacan.

"Piezas sueltas" no es ni una cosa ni la otra. Esa expresión puede encontrarse en el

seminario La angustia, pero aquí es sacada de ese contexto y usada para otra cosa,

como una pieza suelta precisamente, cumpliendo en acto la función novedosa que

ha tenido a partir de ese momento en la Orientación Lacaniana. La extrae, la

arranca de un momento de la enseñanza de Lacan, la incrusta en otro plano, la

vuelve útil para otra cosa, le da un brillo que la hace notable y la convierte en un

instrumento para leer al Joyce que Lacan construye.

Con esas "piezas sueltas" lee e interpreta , pero tambien se deja poseer por El

sinthome, ese "desconcertante" y "perturbador" seminario. Las diferencias entre

síntoma y sinthome, la disyunción entre lo Imaginario, lo Simbólico y lo Real –que

de ser órdenes pasan a ser verdaderas piezas sueltas– y sus consecuencias, la

dimisión del Padre, el énfasis puesto por Lacan en la nominación en desmedro de la

comunicación, el encuentro entre lalengua y el cuerpo como marca indeleble a la

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que el sinthome da consistencia, el cuerpo mismo hecho de piezas sueltas, y la

necesaria reformulación de la interpretación cuando el síntoma ya no responde, son

solo algunos de los temas que exploran estas clases.

Miller atrapa aquí la aspiración de Lacan de reducir el síntoma a una pieza suelta

fuera-de-sentido y con un uso renovado. En 2004, en medio del furor borromeo, de

la confusión y del enredo, con algunas piezas sueltas Miller muestra por dónde

avanza, no solo la enseñanza del último Lacan, sino el psicoanálisis mismo, "al

menos el que Lacan practicaba". Es un curso formidable.

Mauricio Tarrab

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Las clínicas gratuitas de Freud: psicoanalisis y

justicia social 1918-38

Claudine Foos (Madrid)

Publicado en el Blog ELP el 16 de Octubre de 2007:

http://www.blogelp.com/index.php/las_clinicas_gratuitas_de_freud_psicoana

Las clínicas gratuitas de Freud:

psicoanalisis y justicia social 1918-38

Elizabeth Ann Danto

Artículo publicado en London Review of Books el

6 de octubre de 2005. Recensión de Christopher

Turner del libro Freud's Free Clinics:

Psychoanalisis and Social Justice 1918-38,

autora Elizabeth Ann Danto editado por

Columbia, 348 páginas. Traducción : Carlos

Schwartz.

Elizabeth Ann Danto

Primera parte:

En 1918, Sigmund Freud dio una

conferencia en el Quinto Congreso

Internacional de Psicoanálisis en

Budapest. Fue dos meses antes del

armisticio, pero miró hacia el futuro

más que alojarse en los obvios

descontentos de la civilización: “La

conciencia de la sociedad

despertará”, dijo a su audiencia, “y

le recordará que el más pobre de los

hombres debería tener tanto derecho a la asistencia para su mente como tiene en

la actualidad respecto de la ayuda salvífica de la cirugía”. Para tal fin, Freud, más

en el estilo de un reformador de la salud pública que un psicoanalista, urgió a sus

seguidores que crearan “instituciones, o clínicas para pacientes externos (...) en las

que el tratamiento deberá ser gratuito”.

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Ansioso de contribuir a un mundo mejor en la posguerra, Freud tenía la expectativa

de que algún día estas clínicas caritativas fuesen financiadas por el estado -"las

neurosis", insistía, “amenazan a la salud pública no menos que la tuberculosis”.

Max Eitingon, el psicoanalista que fundó la primera de estas clínicas, escribió más

tarde que Freud había hablado “en

parte como profecía y en parte como

reto”.

No pensamos acerca de Freud en los

términos de un militante trabajador

social, sino más bien como alguien

más probablemente ocupado en

excavar en las mentes de personas

ricas ociosas y retorcidas. El

psicoanalista Karl Abraham se

quejaba precisamente de este tipo

de clientela en una carta a Freud

escrita antes del comienzo de la

primera guerra mundial: “Mi

experiencia es que hasta el momento

hay un solo tipo de pacientes que

buscan tratamiento -hombres

solteros con dinero heredado”. Pero

en las clínicas gratuitas de Freud,

Elizabeth Danto muestra que gracias al discurso de Freud en Budapest y a la

entusiasta respuesta al mismo, “entre 1918 y 1938 el psicoanálisis no sólo no era

impracticable para los trabajadores, ni rígidamente estructurado, ni un lujo por

duración”. Durante los años de entre guerras, una docena de clínicas fueron

abiertas en siete países y diez ciudades, desde Londres hasta Zagreb.

La meticulosa investigación de Danto, año por año, sobre la extensión de estas

clínicas psicoanalíticas, se centra en el lado socialmente comprometido, idealista,

pionero casi hasta la exclusión de su legendario pesimismo cultural. Alguna vez

admitió que había pensado en convertirse en político, afirmando que su amigo de

colegio Heinrich Braun, un prominente socialista en sus años posteriores, “despertó

en mi un sinnúmero de tendencias revolucionarias”. Los Habsburgos, escribió a su

colega Sandor Ferenczi, “lo único que dejaron tras de si fue un montón de basura”.

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En la Viena roja de posguerra, Freud volcó su peso en favor de los

socialdemócratas, usando cualquier influencia que estuviera a su alcance para

ayudar a políticos como Julius, el anatomista de la Universidad que, como jefe de la

Oficina Pública de Bienestar Social, aplicó su experiencia quirúrgica al cuerpo

político de Austria. Mientras los conservadores Cristiano Socialistas protestaban por

el “sadismo fiscal”, Viena bajo el SDP se convirtió en un modelo de bienestar social,

con un envidiable programa de viviendas públicas y servicios de salud pública.

Freud, a su turno, inspiró el “revolucionismo” ("revolucionismo" era un término

suyo) de una segunda generación de psicoanalistas, que fueron los profesionales a

cargo de las clínicas gratuitas. Estos incluían a Helen Deustch, Wilhelm Reich, Otto

Fenichel, Edith Jacobson y Karen Horney. Compartían simpatías marxistas y se

reunían en el seminario radical “Seminario Infantil”, denominado así no porque se

ocupara del psicoanálisis con niños sino porque a Fenichel le gustaba pensar acerca

de los psicoanalistas como “niños malos”.

Segunda parte:

Publicado en el Blog ELP el 29 de Octubre de 2007:

http://www.blogelp.com/index.php/las_clinicas_gratuitas_de_freud_psicoana_1

Eran “un grupo inteligente y lleno de vida” recuerda Jacobson, y creían que el

psicoanálisis podía jugar un papel utópico, liberando, a aquellos que trataba, de la

represión sexual y social.

Reich, el autoproclamado líder del grupo, dudaba de que “la burguesía pudiera

convivir con el psicoanálisis durante cierto tiempo sin sufrir perjuicios”.

En los años de 1920 y 1930, sugiere Danto, “los analistas se consideraban a sí

mismos como agentes de cambio social para los que el psicoanálisis era un reto a

los códigos políticos convencionales, una misión social más que una disciplina

médica”.

Es por lo tanto enigmático que la “historia del activismo político en el psicoanálisis

se haya mantenido oculta de la luz pública“*, mientras que la escuela de Frankfurt,

que incorporó a la Sociedad Psicoanalítica de Frankfurt y a las tres clínicas

establecidas en 1929, es muy a menudo celebrada por su fusión de la sociología

con el psicoanálisis. Personalidades como Reich y Fenichel se mantienen a la

sombra de Horkheimer y Adorno, a pesar de haber sido los primeros en casar Marx

con Freud al servicio de lo que Reich llamaría la “revolución sexual”.

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El periódico de los socialistas alemanes (Partido Socialista Alemán, SPD), Die

Stunde, hacía mofa de ellos por aquel entonces por mezclar “el chocolate literario

con el ajo económico” y por confundir “materialismo histórico con materialismo

histérico”.

La primera de las clínicas gratuitas de Freud la establecieron en Berlín en 1920 dos

miembros de su círculo íntimo: Max Eitingon, quien había dirigido los

departamentos psiquiátricos de varios hospitales militares húngaros durante la

guerra, y Ernst Simmel, quien había sido director de un hospital prusiano para

soldados afectados por explosiones de bombas.

Casi todos los psicoanalistas que concurrieron a la conferencia de Budapest en

1918 vestían uniforme militar por haber sido reclutados como médicos militares. La

Policlínica de Berlín puede ser vista como su intento de adaptar el intenso y

sobredemandado tratamiento de las

“neurosis de guerra” a la vida civil.

Pese a que era demasiado viejo

como para ser incorporado a filas, a

Freud le gustaba usar lenguaje de

combate: en su ensayo de 1926

“Psicoanálisis profano”, en el cual

aspiraba a seguir construyendo a

partir del éxito de su Conferencia de

Budapest, Freud imaginaba que los

trabajadores sociales podrían

“movilizar un cuerpo para dar batalla

a las neurosis desatadas por nuestra

civilización”.

(cuadro de Lucien Freud, hijo de

Ernst Freud).

La Policlínica fue un modesto puesto

de avanzada para la campaña de

Freud contra las enfermedades

nerviosas; ocupaba la cuarta planta

de un poco significativo bloque de apartamentos y tenía sólo cinco habitaciones.

Ernesto, el hijo arquitecto de Freud, que había trabajado con Adolf Loos, diseñó el

interior espartano. Había un gran salón de conferencias que hacía las veces de sala

de espera, con oscuros suelos de madera, una pizarra y cuarenta sillas; cuatro

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consultas se abrían sobre aquél a través de puertas dobles insonorizadas,

decoradas con buen gusto con grandes cortinados, retratos de Freud y un sencillo

diván de caña. Un paciente reaccionando ante la aparente ausencia de parafernalia

médica se marchó decepcionado murmurando: ”¿No hay lámparas ultravioleta?”.

Eitingon, quien procedía de una rica familia dedicada al comercio de pieles, sufragó

los gastos de la clínica (ya había asumido las significativas deudas de la Asociación

Psicoanalítica Internacional). Danto lo describe como “un hombre pequeño de

rostro redondo y pelo corto y oscuro prolijamente peinado a un costado, un bigote

bien recortado y un aire de perplejidad”, “que no era conocido por su perspicacia

clínica”. (Su colega Sandor Rado decía que era un hombre “totalmente inhibido y

sin trazas de originalidad o imaginación científica”.)

El equipo de seis se vio rápidamente sobrepasado por pacientes de todos los

orígenes sociales: el día de la inauguración tuvieron que dar 20 sesiones de

análisis. Se esperaba que obreros industriales, empleados de oficina, académicos,

artesanos, empleados domésticos, un director de banda de música, un arquitecto,

y la hija de un general pagaran, tal como definió Eitingon, “tanto o tan poco como

puedan o como piensen que pueden” para su tratamiento. La mayoría de los

pacientes de hecho hacían modestas contribuciones, evaluadas de acuerdo con sus

medios mediante una escala de entre 25 céntimos a 1 dólar (en dólares de 1926).

Los analizantes estadounidenses pagaban entre 5 y 10 dólares por sesión, lo que

compensaba holgadamente para las sesiones gratuitas que cada analista miembro

de la Sociedad Psicoanalítica de Berlín supuestamente debía donar a la Clínica.*

Desde su comienzo la Policlínica fue considerada como institución un buque

insignia, y tras su rápido éxito una nueva Clínica gratuita se abrió en la ciudad

natal de Freud.

El Ambulatorio de Viena fue iniciado en 1922 por Eduard Hitschmann, un

especialista en frigidez femenina -”uno de los héroes no reconocidos del

psicoanálisis”, según Danto- con la asistencia de Reich.

El Ambulatorio tenía un emplazamiento aun más deslucido que su pariente

modernista de Berlín; “como la vivienda de un portero en una propiedad opulenta”

de acuerdo a la descripción de Danto. El vetusto edificio de listones era compartido

con la Sociedad de Cardiólogos, cuyos miembros lo abandonaban por la tarde.

La entrada de emergencia para los enfermos con crisis cardíacas era usado por los

analistas como sala de reunión, y las cuatro plazas de ambulancias servían como

consultas compartidas. Una mesa de metal para reconocimientos con un incómodo

colchón de resortes servía de diván (los pacientes tenían que usar una escalera

para acostarse en él), y el analista se instalaba sobre un banco de madera.

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“Después de cinco sesiones sentíamos el efecto de una exposición tan prolongada a

la superficie dura”, recordaba el analista Richard Sterba.

En 1926 Ernest Jones estableció una clínica en dos plantas de una casa en el oeste

de Londres, con fondos donados por un industrial estadounidense, y Ferenczi inició

otra pocos años después en Budapest. “Eventualmente”, escribe Danto, “otras

sociedades psicoanalíticas desarrollaron sus propios planes, algunos se cumplieron

y otros no, para tres clínicas en Zagreb, Moscú, Frankfurt, Nueva York, Trieste y

París”. ¿Pero eran estas Clínicas tan exitosas como Danto afirma?

Continuará.

* una excepeción notable es “La represión del psicoanálisis : Otto Fenichel y los

Freudianos políticos”, libro de 1983 cuyo autor es Russell Jacoby.

* N del T : por el sentido del texto se deduce que es una orientación sobre lo que

pagarían los analizantes en esa época en Alemania.

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Herencia de las clínicas gratuitas de Freud a la

luz de 2013:

CPA-Madrid CENTRO DE PSICOANÁLISIS

APLICADO

Publicado en el Blog AMP el 25 de Septiembre de 2013:

http://ampblog2006.blogspot.com.es/

ANDRÉS BORDERÍAS, psicoanalista de la ELP-AMP en Madrid.

DIRECTOR DEL CENTRO DE PSICOANÁLISIS APLICADO de Madrid

Queridos amigos, tengo el enorme placer y alegría de comunicarles que hemos

puesto en marcha en Madrid un nuevo dispositivo de Psicoanálisis aplicado, al

que hemos llamado CPA-MADRID ubicado en C/San Joaquín, núm. 10, 28004

Madrid, Tfno.: 629 345 486

Las coordenadas clínicas del mismo se inspiran y siguen la orientación de la

experiencia previa de la Red Asistencial para los afectados del 11M y del CPCT

Madrid: gratuidad en la atención, limitación temporal, ubicación en un

Centro, apertura a la ciudad y a cualquier tipo de demanda, así como el

compromiso de una elaboración y transmisión de la experiencia a la Escuela.

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Este dispositivo ha surgido a partir de la constitución de una Asociación sin fines de

lucro. Esperamos contar, más adelante, con la colaboración de otros miembros de

nuestra comunidad interesados en el proyecto. El Centro de Psicoanálisis

Aplicado-Madrid se ubica en un local cedido por el Ayuntamiento de Madrid

en el distrito Centro, lo que ha sido posible, entre otras cosas, por la

transferencia generada por experiencias anteriores: la de la Red Asistencial del 11-

M y la del CPCT-Madrid.

El proyecto clínico de psicoanálisis aplicado ha sido aprobado y aceptado por la

administración local que reconoce de forma explícita la total independencia del

equipo del CPA-Madrid, en su desarrollo y gestión. Hemos empezado a atender los

primeros casos y próximamente pondremos en marcha los dispositivos necesarios

para la elaboración de la experiencia. Esperamos que nuestro proyecto impulse

una amplia serie en la ELP. Un cordial saludo, Andrés Borderías, director.

Hacer de la virtud, necesidad

La deriva del capitalismo está amenazando el bienestar de los individuos

EL PAÍS

MANUEL CRUZ 20 JUL 2013

Fuente: http://elpais.com/elpais/2013/06/28/opinion/1372439509_249179.html

Empecemos acogiéndonos a la autoridad de los clásicos: Marx afirmaba, como

muchos recordarán, que el estallido de la contradicción entre fuerzas productivas y

relaciones de producción acabaría significando el final del capitalismo. Hoy son cada

vez más los que, viendo la deriva que está tomando la crisis y, sobre todo, el hecho

de que la economía está colonizando absolutamente todos los ámbitos de la

realidad —con la política como una de las primeras piezas cobradas—, plantean si la

contradicción que está a punto de estallar es la contradicción que enfrenta a

capitalismo y democracia.

Pero los hay también que, a la manera de Richard Sennett en su libro

Juntos, sostienen que el desarrollo de nuestras sociedades habría dado lugar a un

específico efecto perverso, según el cual determinadas transformaciones tanto

culturales (el rampante individualismo, que si en época de vacas gordas legitimaba

la puñalada para trepar, en la presente situación de crisis justifica el más

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descarnado sálvese quien pueda), como sociales (la desigualdad, que debilita

directamente la cooperación) o tecnológicas (no solo porque en general las actuales

tecnologías propicien el aislamiento, sino también porque el imperio de la robótica

se propone sustituir el costoso trabajo humano tanto en el suministro de servicios

como en la producción de cosas) habrían ido incapacitando a los individuos para la

cooperación. Por decirlo con las propias palabras de Sennett, “estamos perdiendo

las habilidades de cooperación necesarias para el funcionamiento de una sociedad

compleja”. Todo ello, en último término, habría terminado por convertir a nuestras

sociedades en crecientemente ineficientes.

Me interesa dejar claro cuanto antes que no pretendo sumarme al coro de los que

de un tiempo a esta parte parecen querer dibujar una crítica al capitalismo actual

desde la añoranza de unos hipotéticos buenos tiempos perdidos, en los que una

cierta bonanza económica parecía ir de la mano con el control gubernamental sobre

los flujos especulativos hoy por completo desregulados y, sobre todo, con la

construcción de un Estado de bienestar que materializaba un cierto ideal

redistributivo, todo ello sobre el fondo de una fluida cooperación social. Se estarían

añorando, en definitiva, unos buenos tiempos en los que el capital productivo

todavía no había perdido la batalla ante el financiero. Tal parece ser, a grandes

trazos, el relato que hoy muchos tienden a elaborar —pensando sobre todo en los

30 años gloriosos que siguieron a la II Guerra Mundial— de la prehistoria de

nuestro desastre actual, relato en el que el mayor (por no decir el único) reproche

que se le haría al capitalismo, incluso desde la misma izquierda en muchas

ocasiones, sería el de no haber sabido mantener su condición de fundamentalmente

productivo.

Pues bien, hay que decir —aunque eso nos aleje por un instante del eje de nuestro

discurso— que tiene mucho de paradójico —por no decir, directamente, sarcástico—

escuchar tales añoranzas en boca de algunos viejos sesentayochistas, de los que,

de creer su propio testimonio, se alzaron precisamente, henchidos de rebeldía,

contra ese modelo precedente que ahora —parece que sin darse cuenta— tanto

echan a faltar. Reconozco que, aunque yo mismo había evocado en ocasiones en el

pasado el poema, de verso único, del poeta mexicano José Emilio Pacheco Viejos

amigos se reúnen, nunca como ahora había tenido una sensación tan viva de estar

asistiendo a su estricto cumplimiento: “Somos exactamente todo aquello contra lo

que luchamos cuando teníamos veinte años”.

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Puntualizado todo lo anterior, podemos regresar al hilo de la argumentación. ¿Por

qué habríamos de criticar las disfunciones del capitalismo? Si las criticáramos

únicamente por razones de eficiencia económica estaríamos asumiendo como un

argumento a nuestro favor algo que, por el contrario, podría debilitar

peligrosamente nuestra propia posición. Porque nos dejaría a la merced de que

alguien pudiera contra-argumentar que en nuestras sociedades actuales también se

dan formas avanzadas de cooperación en ámbitos de actividad económica muy

relevantes (me viene a la cabeza el caso, en nuestro país, de las operadoras de

telefonía que utilizan, para la telefonía fija, el cableado preexistente, propiedad de

Telefónica, o la forma en que las compañías aéreas acuerdan juntar a sus

respectivos pasajeros en un mismo avión para abaratar costes). ¿O es que si el

capitalismo diera pruebas de su capacidad para corregir su presunta ineficiencia

cooperativa nos quedaríamos sin argumentos para criticarlo?

En realidad, los motivos trascendentales para criticar la ineficiencia capitalista solo

pueden encontrarse fuera de ella misma. O, desplazando el planteamiento, lo que

debería preocuparnos no es tanto la ineficiencia económica como, si se me permite

la expresión, la ineficiencia moral,esto es, el hecho de que las transformaciones

antes apuntadas nos están empobreciendo en muy diversos planos (desde el de la

riqueza material propiamente dicha hasta el de nuestras capacidades: somos cada

vez más pobres y cada vez más incompetentes).

El darwinismo social, al que ya me referí en un artículo anterior (Cuando todo es

campo de batalla, EL PAÍS, 9 de junio de 2013), ha terminado por convertirse en

hegemónico por completo en nuestra sociedad actual. Importa subrayar que dicho

darwinismo resulta abiertamente contradictorio con el anhelo de felicidad que todos

poseemos, en tanto en cuanto dicho darwinismo considera que la felicidad es solo

para una parte, para aquellos que se alzan por encima de los demás en función de

su mayor fortaleza y son capaces de quedarse con las riendas del destino colectivo.

Y es que cuando se insta a los individuos a que piensen que la felicidad se identifica

con ser un ganador, con alcanzar el número uno (lugar que, por definición, uno solo

puede alcanzar), se está dando por descontado que la derrota de los demás (y, en

la misma medida, el amargo fracaso de la mayoría, condenada por estos

satisfechos triunfadores a la condición de mera suma de gregarios

resentidos) constituye la condición de posibilidad de la felicidad individual.

Pues bien, tal vez la hipótesis que se podría plantear sería, más allá de la

incompatibilidad entre capitalismo y democracia, o de la ineficiencia cooperativa de

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este modo de producción (y que parece altamente improbable que vaya a generar

su propio colapso), la de la incompatibilidad entre capitalismo y vida buena. La idea

por abordar quedaría entonces reformulada planteando la contradicción entre esta

forma de organización de la vida (en las esferas económica, política y social) y el

anhelo de felicidad que no solo ha sido, con diferentes matices, una constante en

nuestra cultura, sino que se ha consolidado como una de las instancias más

importantes de nuestro imaginario colectivo actual. Es, por tanto, la sociedad

misma la que hoy parece estar en riesgo. Porque ¿acaso tiene sentido seguir

hablando de sociedad para referirse a un grupo humano en el que una mayoría

creciente de sus miembros se siente profundamente desgraciada?

No se trata, en consecuencia, de hacer de la necesidad virtud y confiar en que la

deriva enloquecida del único modo de producción realmente existente en la

actualidad termine por cortocircuitarlo. Se trata, justo a la inversa, de hacer de la

virtud, necesidad, y considerar que la deriva actual del capitalismo está poniendo

en peligro la sociedad misma y, con ella, la posibilidad de que los individuos

alcancen una forma de vida que cumpla unos estándares mínimos de dignidad y de

justicia.

Si se prefiere formularlo en positivo: aspirar a que determinados valores conformen

nuestra vida en común ha dejado de ser una brumosa y bienintencionada

aspiración ética, que acreditaría la virtuosa naturaleza de quien la propusiera.

Acabar con lo que ahora hay está a punto de convertirse (se ha convertido ya, de

hecho, para muchos) en una cuestión de supervivencia. De ahí el título del presente

papel: terminar con esto antes de que esto termine con todo, ya no es algo

únicamente deseable, sino directamente necesario, rigurosamente urgente.

Manuel Cruz es catedrático de Filosofía Contemporánea en la Universidad de

Barcelona y autor del libro Filósofo de guardia (RBA).

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Boletín Especial Septiembre 2013

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Algunos libros recomendados recientemente

en el grupo de Inter-cambios de las

Bibliotecas:

Jorge Assef: una nueva subjetividad

En La subjetividad hipermoderna, el psicoanalista y semiólogo cordobés Jorge

Assef ubica la práctica y los conceptos que la articulan tratando con una

subjetividad inédita capaz de apreciarse en el consultorio como en el cine.

Fuente: http://www.telam.com.ar/notas/201308/28081-jorge-assef-una-nueva-

subjetividad.html

El libro, que publica la casa Grama,

también es un recorrido por las ideas de

pensadores que después del

posestructuralismo han dejado el intento

de captar lo real en su totalidad.

Assef es miembro de la Asociación Mundial

de Psicoanálisis (AMP) y en este volumen,

el primero de su autoría, expande algunos

conceptos que formaban parte de su tesis

de grado.

Esta es la conversación que sostuvo

con Télam.

-T : ¿Cómo definir a la subjetividad hipermoderna?

-A : En psicoanálisis hablamos más de “subjetividad de la época”, la definición

“hipermoderna” es discutible por supuesto. Jacques-Alain Miller la evoca en Una

Fantasía y desde entonces el término se extendió y se hizo familiar en el campo

psicoanalítico, pero sin dudas no es ni definitivo ni unánime. De hecho Jorge

Alemán manifestó las razones por las cuales desacuerda con la categoría

hipermodernidad en una nota publicada el 10 de Julio por esta misma agencia de

noticias. El término “hiper” hace referencia a múltiples pensadores contemporáneos

(Virilio, Auge, Baudrillard, Lipovetsky), a la tendencia al exceso, un aspecto

innegable de nuestro tiempo. Mi libro, además, cubre una necesidad técnico-

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Boletín Especial Septiembre 2013

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metodológica, con los límites propios de este tipo de definiciones. Diría entonces

que llamo subjetividad hipermoderna al conjunto de condiciones que organizan

nuestro modo de vivir actual, por ejemplo: la caída del Otro, la pluralización del

significante amo, el ascenso del objeto de consumo al cenit social, la prevalencia de

la imagen, la toxicomanía generalizada, el empuje a gozar.

-T : El desierto de lo real acaso tenga un relente apocalíptico.

-A : Tomo la expresión “El desierto de lo real" a partir del film Matrix; así es como

uno de los personajes define al mundo devastado por la tecnología, un planeta con

seres humanos adormecidos sirviendo de materia prima para las máquinas. En el

film el desafío es encontrar quién maneja ese circuito. Esta película construye, al

igual que muchas del cine actual, una narración en la cual el antagonista del héroe

nunca puede localizarse con claridad. Y esto es extrapolable al mundo en el que

vivimos donde el Otro (como referencia, autoridad, salvador, enemigo, líder) está

confuso o perdido. Hay que remarcar que muchas veces a causa de esa confusión

triunfan algunas propuestas mesiánicas, o el surgimiento de pequeños amos

generalmente feroces.

-T : ¿Cómo pensar la intimidad cuando la época indica un aumento del control

social, el fin de la privacidad y a la biopolítica como ciencia política?

-A : Hay dos cuestiones: la intimidad como la viven los sujetos, y la que consideran

los estamentos de control social. Creo que la subjetividad hipermoderna se

caracteriza más por el “show del yo”, como dice Paula Sibila, que por un cuidado a

la intimidad. Las personas hoy están permanentemente ocupadas en la autogestión

de su propia imagen para mostrarla al mundo: Facebook o Whats App por ejemplo,

son medios en los que la gente invierte su tiempo, cambiando la foto de su perfil

(cuando no editándola), describiendo donde están, con quién, qué comen. El cogito

contemporáneo es “Me miran, luego existo”. Guy Debord no llegó a ver la

dimensión que su tesis sobre la sociedad del espectáculo tendría a partir del

crecimiento exponencial de los medios de comunicación concentrados, las redes

sociales y las posibilidades tecnológicas que hacen posible que los 15 minutos de

fama de Andy Warhol hoy estén al alcance de cualquiera desde el living de su casa.

En este contexto, la intimidad no parece ser la mayor preocupación de los sujetos

en su vida cotidiana. Al mismo tiempo, los Wikyleaks, las cámaras instaladas en

cada rincón de las ciudades filmando todo, las posibilidades que da la tecnología de

que la vida de los ciudadanos sea transparente para los organismos de control,

seguridad, espionaje y para las empresas que necesitan conocer los hábitos de

consumo de cada uno para enfocar mejor la oferta, muestra la otra cara del imperio

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de la mirada: se confía tanto en la imagen que hay que verlo todo. Ese

avasallamiento solapado de la intimidad, y en el cual se basa gran parte de la

política exterior de los Estados Unidos está claramente justificado en el cine de

Hollywood. Batman, la última entrega de James Bond, la reciente Guerra Mundial Z,

son films construidos sobre la base de que no estamos seguros en ningún lado,

entonces hay que vigilarlo todo. Lo que el psicoanálisis viene observando es que la

tendencia al consumo que se desprende del discurso capitalista instala nuevos

modos de funcionamiento subjetivos, lo que a su vez promueve nuevos tipos de

problemas. Las toxicomanías crecen entre los motivos de consulta, pero allí

hablamos de diferentes objetos, puede ser la comida, los ansiolíticos, la play

station. Lo que importa es el sujeto no el objeto. Y también hay que reconocer que

el discurso contemporáneo empuja a la compulsión: “I can get no satisfaction” va

acompañado de “Just do it” y “Nothing is imposible”: todo apunta a que lleguemos

siempre un poco más lejos, sin considerar la singularidad de cada quién.

-T : ¿Qué subjetividad adviene cuando se dice “todos solos”?

-A : Cuando se diluyen las referencias que antes funcionaban como ideales

comunes, cuando se mediatiza el mundo a través de las imágenes, cuando se

bombardea a las personas con la oferta ensordecedora y la promesa de felicidad

fácil, eso va debilitando los lazos entre los sujetos. Closer o Shame son películas

que muestran la precariedad a las que están sometidas hoy las relaciones

intersubjetivas, es un circuito de fascinación instantánea al que le sigue la

decepción y la huida, y de vuelta al supermercado de las relaciones que muchas

veces son las salas de chat, las líneas de encuentro, las discotecas. Pero la soledad

no tiene sólo que ver con las relaciones. Escucho a muchos jóvenes que cuando

consultan plantean como un objetivo reunir dinero para viajar. El viajar, vendido

por el mercado como la más reveladora experiencia de enriquecimiento personal,

encubre el extravío contemporáneo de los sujetos que deben insertarse en el

mundo y no encuentran el modo. Así planteado, suele ser un programa que va de

la mano con la inhibición a comprometerse en la construcción de algún proyecto de

vida, y eso también está ligado al sentimiento de soledad.

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Boletín Especial Septiembre 2013

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Ciencia poética

Lucrecio es el Newton, el Einstein y el Carl

Sagan de Roma. Su obra 'De la naturaleza'

conserva intacta toda su actualidad Fuente: http://cultura.elpais.com/cultura/2013/08/07/actualidad/1375886296_322

245.html

EL PAÍS - JUAN ANTONIO GONZÁLEZ IGLESIAS 10 AGO 2013

Recreación digital de una molécula. / DIGITAL ART / CORBIS

El libro De la naturaleza ha recorrido

más de dos milenios estableciendo

una relación fuerte con cada

época. Esta edición de Acantilado —

muy bella y muy útil— ofrece el

original latino de Lucrecio y una de

sus mejores traducciones, realizada

por Eduard Valentí Fiol. Un libro

bilingüe es un instrumento de gran

precisión. Este incluye además dos

acercamientos contemporáneos: la

introducción de Valentí y la

presentación de Stephen Greenblatt,

muy distintas a pesar de su

proximidad. Valentí, heredero de una

tradición gloriosa, representa el ideal de la filología moderna a mediados del XX:

fijar el texto latino, traducirlo y comentarlo de modo riguroso. Greenblatt traza una

semblanza breve y seductora, síntesis de la cultura posmoderna: intérprete

libérrimo, relaciona, conecta y sabe llegar, more americano, al gran público, cosa

vista con desconfianza por la filología tradicional europea. Su modelo general de

una cultura poética encuentra aquí una aplicación perfecta a la ciencia.

El De rerum natura ha sido el clásico preferido por la izquierda moderna. Ateos,

materialistas e ilustrados vieron en Lucrecio a uno de los suyos. Lo ejemplifican

algunos de sus traductores, como el revolucionario Marchena, el republicano Gil-

Albert o el ácrata García Calvo. Greenblatt lo encaja bien en la izquierda

posmoderna: su Lucrecio es pacifista, ecologista y tan antiimperialista que resulta

incluso antirromano (algo difícil de conciliar con el inolvidable principio de la obra).

Por supuesto, también perfila un Lucrecio anticristiano, al superponerle el troquel

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Boletín Especial Septiembre 2013

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bipolar de Estados Unidos. Si solo existen creacionistas y darwinistas, Lucrecio cae,

con toda razón, del lado de estos últimos, pues explica la desaparición de especies

por la supervivencia de los más aptos y es enemigo acérrimo de las religiones. Pero

la cuestión requiere algunos matices: en realidad el cristianismo llegó después y fue

él el antilucreciano (por antiepicúreo). Otros poetas epicúreos, como Virgilio y

Horacio, han gozado de gran aceptación por parte del cristianismo europeo. Existe,

por otra parte, una tradición minoritaria de cristianos epicúreos, explorada

por Michel Onfray. Y lo esencial: la divinidad está muy presente en el libro. Es una

divinidad propia de un filósofo y de un poeta. También de un científico. No es desde

luego un Dios religioso. Pero eso es algo que la ciencia actual parece haber dejado

en el pasado. Actualísimo es el análisis que hace Lucrecio de la divinización de la

Tierra, pues a la vez la desmitifica y la tolera.

Este libro es uno de los libros mayores del paganismo grecolatino, hecho de una

refinada naturalidad cultural

Es este uno de los libros mayores del paganismo grecolatino, hecho de una refinada

naturalidad cultural. Sin ella, corremos el riesgo de no ver. Por ejemplo: al describir

los avatares del texto (que desde el primer momento ha estado al borde de

desaparecer varias veces) el propio Greenblatt incurre en una suerte de

providencialismo cultural, al retratar a Poggio (el humanista del Renacimiento que

salvó el texto) como “el agente por medio del cual sucedió algo importante”. ¿No

presupone esta frase una suerte de Providencia, muy contraria, por cierto, al

epicureísmo?

Como todos los clásicos, Lucrecio es irreductible a una época o a una ideología,

incluso a las suyas. Por eso está a disposición de todos los que han ido llegando a

él.

También es un gran liberador. Libera de los fanatismos religiosos, pero también

(atención) de las servidumbres del sexo. Como todos los epicúreos, predica un raro

ascetismo. Tanto, que lo que este libro científico contiene es una suerte de

evangelio de Epicuro, ensalzándolo como a un hombre sagrado. Esta tendencia del

racionalismo científico a convertirse en escuela, secta o cuasi-religión es muy

interesante. El hecho de que se diera ya en la Antigüedad, y precisamente entre los

seguidores del más enemigo de los fanatismos, debería servirnos de aviso.

La ciencia moderna debe mucho a Lucrecio: la biología darwinista, la psicología,

como ha visto David Konstan, y, sobre todo, la física: su admirable hipótesis

atomista se ha visto confirmada hace solo unas décadas. Paradójicamente (aquí los

físicos deberían ayudar a los filólogos) es probable que átomos no sea ya la mejor

traducción para las partículas elementales, cuyos movimientos —“batallas y

escaramuzas, escuadrón contra escuadrón”— se parecen más a los de los protones.

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Boletín Especial Septiembre 2013

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Poesía, filosofía y ciencia discurren aquí simultáneas. El lector contemporáneo

puede disfrutar una cuarta faceta: la de narrador magistral. Poeta del cosmos,

Lucrecio es el Newton, el Einstein y el Carl Sagan de Roma. ¿Qué prevalece? La

poesía, en la Antigüedad. La ciencia, ahora. Lucrecio transmite una visión general

de las cosas (filosófica) con un lenguaje creativo, bello y preciso (es decir, poético)

para dar una explicación científica de una realidad que también es bella. En nuestra

época la ciencia ha sometido a la filosofía y ha eclipsado a la poesía. Por eso, una

traducción en prosa como esta tiene la eficacia de llegar a los científicos, a los

filósofos y al gran público.

Como poeta, Lucrecio da voz a la naturaleza. Aborda la imperfección del mundo. Es

un entusiasta, “agotado por la larga carrera de la vida”. Usa metáforas (“murallas

que rodean el vasto mundo”) y un idioma muy rico (“esplendorosas mieses y

ufanos viñedos”). Afronta el amor y la muerte. Emplea mitos. Y a veces incurre en

una ingenuidad preciosa. Por ejemplo, cuando afirma que el sol, la luna y las

estrellas son exactamente del tamaño que las vemos.

De la naturaleza es uno de los textos más vigentes de la antigüedad. Se encuentra

—verdadero prodigio— en las bibliotecas de letras y en las de ciencias. Pensando en

Lucrecio, Virgilio llamó afortunado al que conoce las causas de las cosas.

De rerum natura / De la naturaleza. Lucrecio. Prólogo de Stephen Greenblatt.

Traducción, prólogo y notas de Eduard Valentí Fiol. Acantilado. Barcelona, 2013.

608 páginas. 33 euros