33
3) c.:.... r "J - ',_J ',/ b /'., (f,( Diserio de cubierta Sergio Ramirez Titulo original Metamorphoses. Towards a materialist theory ofbecoming Traducci6n yedici6n: Ana Varela Mateos \ Publicado originalmente por Polity Press en asociaci6n con Blackwell Publishers Ltd., 2002 Reservados todos los derechos. De acuerdo a 10dispuesto en el art. 270 del C6digo Penal, pod"'n ser castigados con penas de multa y privaci6n de Iibertad quienes reproduzcan sin la preceptiva autorizaci6n 0 plagien, en todo 0 en parte, una obra literaria, artistica 0 cientifica fijada en cualquier tipo de soporte. Metamorfosis Hacia una teoria materialista del devenir Rosi Braidotti .... l'002"26 -- ") A- q If': '-'u •• --... '\, TJ Bl1lIJOT'D JUa\D BIBUOTECA. f[!.CSO - E c de 'lO-=><t Cllmpfl:... (l .. _14 8RIH.ll .._ .. _ .. _._ . Don••o: © Resi Braidotti, 2002 © Ediciones AkaI, S. A., 200S para lengua espanola Sector Foresta, I 28760 Tres Cantos Madrid - Espana Tel.: 918 061 996 Fax: 918 044 028 www.akaJ.com ISBN-IO:84-460-2067-X ISBN-13: 978-84-460-2067-7 Deposito legal: M-12.7S5-2oo5 Impreso en Lavel S. A. ·r;kal· ,,\11 I II,,/' Humanes (Madrid)

Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

,.,c~.~""",,~

3) c.:.... r "J - ',_J

',/

b

/'.,

t~t (f,(

Diserio de cubierta

Sergio Ramirez

Titulo original Metamorphoses. Towards a materialist theory ofbecoming

Traducci6n yedici6n: Ana Varela Mateos

\

Publicado originalmente por Polity Press en asociaci6n con Blackwell Publishers Ltd., 2002

Reservados todos los derechos.

De acuerdo a 10dispuesto en el art. 270

del C6digo Penal, pod"'n ser castigados con penas de multa y privaci6n de Iibertad quienes

reproduzcan sin la preceptiva autorizaci6n 0 plagien,

en todo 0 en parte, una obra literaria, artistica 0 cientifica

fijada en cualquier tipo de soporte.

Metamorfosis Hacia una teoria materialista del devenir

Rosi Braidotti

.... l'002"26 -- ") A- q If':'-'u •• --... '\, ~ TJ

Bl1lIJOT'D • JUa\D

BIBUOTECA. f[!.CSO -Ec Fecha:_._~.3_clt ~w·o de 'lO-=><t

Cllmpfl:...s«(l..~,5 ProYe~doj: _14 8RIH.ll x~l

CaDj~;._._._._.._.._.._._ . Don••o:

© Resi Braidotti, 2002 © Ediciones AkaI, S. A., 200S

para lengua espanola Sector Foresta, I

28760 Tres Cantos Madrid - Espana

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028 www.akaJ.com

ISBN-IO:84-460-2067-X ISBN-13: 978-84-460-2067-7

Deposito legal: M-12.7S5-2oo5 Impreso en LavelS. A.

·r;kal·,,\11 I II,,/'

Humanes (Madrid) ~

cbiblioteca
Text Box
cbiblioteca
Text Box
Page 2: Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

, I

tica florar provocadoramente en el vacio y realizar fugaces incursiones en el pew rebo­

tando, siempre, hacia [a seguridad. Ha de leerse como un mapa de ruta que marco. in­

nerarios idiosincrasicos y giros paradojicos, y que gravita alrededor de una serie de ideas

centrales, de esperanzas y de anhelos cosechados por [a autora. Es un mapa que traza

[a trayectoria de cambios, de transformaciones y de devenires. Los capitulos nacen a

partir unos de otros, pem conservan tarnbien su independencia tornando una direcci6n

que no siempre es lineal. Tal vez, en ocasiones, los lectores y [as lectoras deban ser

pacientes y asumir e! estres de un viaje que no tiene destinos preestablecidcs. Este es

un libro de riesgos y de exploraciones, asi como de convicciones y de deseo. Vivimos

tiempos extrafios y pasan cosas extrafias. I 1a :L

II,, Ii

.. ,~~

~~ }

24 ..J

1 Devenir mujer, o la diferencia sexual reconsiderada

Soy un ser violento, lleno de rugientes tormentas yde otros fen6menos catastro­

ficos. Por ahora, 10 unico que puedo hacer es comenzar y recomenzar de nuevo por­

que si quiero escribir tengo que comerme, como si mi cuerpo fuera cornida'.

Kathy Acker, ..The End of the white men»

Si ese es tu deseo, imagina a una lesbiana travestida que levanta pesas can el

aspecto de Chiquita Banana, que piensa como Ruth Bader Ginsburg, que habla

como Dorothy Parker, que time el coraje de Anita Hill, la sagacidad para 10. poli­

tico. de Hillary Clinton y la mala leehe de Valerie Solanas y, entonces, tendras alga

por 10 que preocuparte rcalmente-.

Marcia Tucker, «The attack of the giant Ninja mutant Barbies-

E[ feminismo comparre con [as filosofias postestructuralistas no s6[0 e!sentido de una

crisis del Logos sino tarnbien 10. necesidad de una creatividad conceptual renovada y de

cartograftas del presente que no sean ajenas a la politica. Uno de los objetivos de la prac­

tic a ferninista reside en eliminar las connotaciones peyorativas y opresivas que se han

erigido no solo sobre la idea de diterencia, sino tambien sobre la dialectica entre el Yo y

[0 Otro. Esta transmutacion de valores podria conducir a una rcutirmacion del content­

do positivo de [a diterencia que permitirfa una reapropiacion colectiva de la singularidad

de cada sujeto sin dcsuteuder su complejidad. En otras palabras, e!sujeto del ferninismo

I Kathy ACKER, ..The End of the white men", Pmrhwnan [j"die, Indiana University Press, India­napolis, 1995, p, 66.

2 Marcia TUCKER, «The arrack of [he giant Ninja mur.mr Barbies .., en M. Tucker (ed.), BadGirls, Mi[ Press, Massachusetts, 1994, p. 28.

25

Page 3: Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

no es la Mujer, como otro complementario y especular del hombre, sino un sujeto encar­

nado, complejo y multiestratificado que ha tornado sus distancias respecto a la institu­

ci6n de la feminidad. «Ella» ya no coincide con el reflejo impotente de un sujeto domi­

nante que esculpe su masculinidad con arreglo a un modelo universal. De hecho, es

posible que ella ya no sea ella, sino el sujeto de otra historia bastante distinta: un sujeto

en construcci6n, rnutante, 10otro de 10 Otro, un sujeto encarnado posmujer rransmuta­

do en una morfologta femenina que ha experimentado una metamorfosis esencial.

Las filosofias feministas de la diferencia sexual estan hist6ricamente implicadas en

el declive y en la crisis del humanismo occidental, en la crftica del falogocentrismo y en la

crisis de la identidad europea. La generaci6n filosofica que proclam6 la «muerte del

hombre» condujo al rechazo del humanismo, marc6 la implosion de la idea de Europa

y contribuy6 tambien a abrir la caja de la especificidad geopolftica de los discursos occi­

dentales, especialmente la filosofia. lrigaray extiende el campo de su intervenci6n para

cubrir coordenadas espacio-temporales y una serie de relaciones constitutivas diversas

entre las que se encuentran la etnicidad y, especialmente, la religi6n. EI hecho de que

la idea de «diferencia», como elemento peyorativo, anide en el coraz6n de la historia

europea de la filosofta y del «canibalismo metafisico» de su pensamiento convierte a la

misma en un concepto fundacional. Ha sido colonizada por form as de pensamiento

jerarquicas y excluyentes, y esto significa que hist6ricamente ha jugado un papel cons­

titutivo no s610 en acontecimientos de los que Europa puede enorgullecerse, como la

llustraci6n, sino tambien en oscuros capitulos de nuestra historia como el fascismo y el

colonialismo europeos. Si la historia de la diferencia en Europa ha sido una historia de t f.

exclusiones letales y de descalificaciones fatales, entonces, es una idea de la cual los

intelectuales criticos deben asumir su responsabilidaJ. La etica y la politica feminista de

la localizaci6n pueden servir de inspiraci6n para afrontar este desafio. La politica de la localizacion hace referencia a una forma de dar sentido a la diversi­

dad existente entre las mujeres en el seno de la categorfa de -diferencia sexual», enten­

dida como el opuesto binario del sujeto falogocentrico. Dentro del feminismo, estas ideas

son inseparables de la noci6n de responsabilidad epistemol6gica Ypolitica, pensada como

aquella practica que consiste en desvelar las localizaciones de poder que inevitablemente

se habitan en tanto que sitio de la propia identidad. La practica de la responsabilidad (por

las propias localizaciones encarnadas e inscritas) como una actividad relacional y colecti­

va de deshacer los diferenciales de poder esta conectada ados cuestiones cruciales: la

'~-memoria y las narrativas. Ambas activan el proceso de poner en palabras, es decir, de con­

- ':~-~ti~ ~n representaci6n simb6lica 10 que, por definici6n, escapa a la conciencia. ­

De hecho, una «localizaci6n» no es una posici6n que el sujeto designa y concibe

aut6nomamente. Es un territorio espacio-temporal compartido y construido colectiva­

mente, conjuntamente ocupado. En otras palabras, la propia localizaci6n escapa en

gran medida al autoescrutinio porque es tan familiar y tan cercana que ni siquiera se

26

iI "II;

repara en ella. Por 10 tanto, la «politica de la localizacion» implica un proceso de toma

de conciencia que requiere un despertar politico.' y, de ahi, la intervenci6n de los otros.

La «politica de las localizaciones» consiste en trazar cartografias del poder basadas en

una forma de autocritica donde el sujeto elabora una narrativa erftica y genealogica de

sf, en la misma medida en la que son relacionales y dependen del escrutinio externo.

Esto significa que los analists «encarnados» iluminan y transforman el conocimiento

que cada una 0 uno tiene de sf y del mundo. Asi pues, los textos y las experiencias de

las mujeres negras hacen que las mujeres blancas veamos las limitaciones de nuestras

localizaciones. EI conocimiento feminista es un proceso interactive que hace aflorar.,

aspectos de nuestra existencia, especialmente de nuestra propia implicacion con el

poder, que no habiarnos percibido anteriorrnente. En lenguaje deleuziano, nos «deste­

rritorializa», es decir, nos extrafia de 10 familiar, de 10 intimo y de 10 conocido para

bafiarlo de una luz exterior. En el lenguaje de Foucault, tendriarnos que hablar de

micropolitica y el punto de partida es el yo encarnado. Sin embargo, las feministas sabian

esto mucho antes de que fuera teorizado por Foucault 0 por Deleuze en su filosofta,

Aquello en 10que difieren las «figuraciones» de una subjetividad feminista alternativa,

como la mujerista, la lesbiana, el cyborg, la otra inapropiada/ble, la feminista n6mada, etc.,

de las «metaforas- clasicas es en hacer que entre en juego un sentido de la responsabilidad

por las propias localizaciones. Estas figuraciones expresan cartografias materialmente ins­

critas en el sujeto y, en este sentido, suponen un ejercicio de autorreflexi6n y no una rela­

ci6n parasitaria en un proceso de metaforizaci6n de los «otros». Por otra parte, la autorre­

flexividad no es una actividad individual, sino un proceso interactive que presupone la

existencia de una red social de intercambios. Las figuraciones que emergen de este proce­

so acnian como un punto de luz que ilumina aspectos que hasta entonces constituian pun­

tos ciegos de la propia practica, En esta medida, las nuevas figuraciones del sujeto (noma­

da, cyborg, negro, etc.) funcionan como personajes conceptuales. No son metaforas sino

que, en terrninos mas precisos desde un punto de vista critico, estan materialmente inscri­

tos en eI sujeto y encarnan analisis de las relaciones de poder en las que se inserta. Desde

un punto de vista creativo expresan la tasa de cambia, de transformaci6n a de decons­

trucci6n afirmativa del poder que una 0 uno habita. Las «figuraciones- encarnan, mate­

rialmente, las etapas de la metamurfosis que experimenta una posici6n del sujeto hacia

todo aquello en 10que el sistema falogocentrico no quiere que se convierta.

De hecha, en los proteicos paisajes de la pasmodernidad ha aflorado todo un aba­

nica de nuevas subjetividades alternativas. Se trata de posiciones subjetivas contesta­

das, estratificadas e internamente contradictorias que no par ello estan menos ancladas

a relaciones de poder. Categorfas saciales hibridas e intermedias para las que resultan

J InJerp<ll GREWAL y Karen KArL/IN (eds.), Scattered Hegemonies: Postmodemity and Tramnational

Feminist Practices, Mindpolis, University of Minnesota Press, 1984.

27

Page 4: Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

'I

tremendamente desfasadas, como ha sugerido Saskia Sassen, las descripciones tradicio­

nales basadas en categorfas sociologicas como -mnrginalcs», «rnigrantes» 0 «rninonas-".

Desde e] punto de vista de los «otros dilerentes», esta producci6n inflacionista de «dife­

rentes diferencias» expresa la logica de la explotaci6n capiralista, pero tarnbien revela

las subjetividades ernergentes de unos otros, en rerminos positivos, que no se someten

a definiciones impuestas. Todo depende de la propia localizacion 0 perspectiva situada.

Lejos de considcrarlo como una forma de rclativismo, pienso que se trata de una forma

encarnada e inscrita en el sujeto de materialismo corporeizado. En una clave mas ferni­

nista, siguiendo a lrigaray, las diferencias que proliferan en el capitalismo posmoderno,

o avanzado tardio, son «otros­ de 10 Mismo, Traducido a una perspectiva deleuziana,

estas diferencins, ya sean grandes 0 cuantitativamente pequefias, no son cualitativas y,

consecuentemente. no alteran la logica 0 el poder de ese Mismo, de 10Mayoritario, del

codigo maestro falogocentrico. En la posmodernidad rardia, el centro meramente se

fragmenta, pero esto no le rinde menos central 0 dominante. Es importante resistir la

reproduccion acritica de ln mismidad a una escala molecular, global 0 planetaria. No es

mi deseo conceptualizar las diferencias en un marco hegeliano de interdependencia

dialectica y de consumo rnutuo entre el yo y 10 otro. En cambro, como si la contemplo

es desligada de esta cadena de inversiones en orden a implicarse en una logica bastan­

te distinta, esto es, n6mada 0 rizomarica. Los trabajos acerca del poder, la diferencia y la politica de la localizaci6n ofrecidos

por pensadoras y pensadores feministas, poscoloniales y antirracistas, como Gayatri Spi­

Yaks, Stuart Ha1l6, Paul Gil roy7, Avtar Brahs, Helma Lutz et alY, Philomena Essed lO

,

Nira Yuval-Davis junto a Floya Anthias 11 y muchos otras y otras que mantienen una

familiaridad con la situaci6n europea pueden ayudarnos a iluminar las paradojas actua­

'1

I I

les. Uno de los efectos mas significativos de la posmodernidad tardfa en Europa es el

fen6meno de la transculturalidad, 0 de culturas contrapuestas en el senD de un espacio \ i

I -I i

4 Saskia SA~SE"', Cities in a World Econmn)', Thousand Oaks y Lunclres, Pine Forge Press y Sage,

1994. \ Gayartri Chakravorty SPIVAK, In Other \X!rJrlds, Nueva York, Ruutledge, 1989. b Stuart HALL, "Cultural Identity and Diaspora», en Jonathan Rutherford (ed.), Identity: Com­

munity, CultLire, Difference, Lonches, Lawrence 'll1d \X'ishart, 1990. ; Paul GlI.Rl1Y, There Ain't No Black in the Uniml}ack: the Cldtaral Politic's of Raceand Nation, Lon­

dres, Hutchinson, 1987; The Black Atlantic. Motlernity and DOl/hie C01l.\ciOllSness, Cambridge, Massa­

chusetts, Harvard University Press, 1993 . ., Avtar BRAH, (,Re-framing Europe: En-gendered racisms, ethnicities and nationalisms in con­

temporary Western Europe .., Feminist RC"icw 45 (1993), pp. 9-28. 'J Helene LLTZ, Nina YL;V.. \L-D!\Vl~ y Anne Pll0hlX (cds.), Crmsfirc.l. Natiollulislll, RRRaci.ml and

Gentler in Enrol,e, Londres, Pluto Press, 1996. Ie Phll'lmena EssED, «Understanding Everyday Racism .., Londres, Sage, 1991. II Nira YUVAL-DARIS y Anthias FLllYA (cds.), \x0m<.ln, N<.Ition, State, Londres, Macmillan, 1989.

social eurapeo plurietnico 0 multicultural. Los procesos migratorios planetarios -un

vasto movimiento de poblaci6n desde la peri feria hacia el centro que opera a una esca­

la mundial de «hegernonfas diseminadas-v-'! han puesto en tela de juicio la afirrnacion

de la pretendida homogeneidad cultural de los Estados-nacion europeos y de la inci­

piente Union Europea, Al db de hoy, Europa se ve enfrentada al multiculturalismo en

una epoca de creciente racismo y xenofobia. Tomando una direccion opuesta, las para­

dojas, las disimetrfas de poder y las fragmentaciones que surcan el contexto historico

actual requieren un desplazamiento del debate politico desde la cuestion de las dife­

rencias entre las culturas hacia la cuesti6n de las diferencias dentro de la misma cultu­

ra. En otras palabras, uno de los rasgos de nuestra condicion hisrorica es el terreno

movedizo en el que las periferias y el centro se yen mutuamente confrontados a un

nuevo nivel de cornplejidad que desafia el pensamieuto dualista u opositivo,

Desde la teoria feminista se ha afirmado que, si 10que esta teniendo lugar es una muta­

cion sociocultural en direccion a una sociedad rnultietnica y multimedia, esta transformaci6n

no puede afectar, unicamente, al polo de «los otros». Igualmente debe dislocar la posicion

y las prerrogativas de 10 «Mismo», del antiguo centro. En otras palabras, 10que esta cam­

biando no es meramente la terminologia 0 la representaci6n metaforica de los sujetos, sino

la propia estructura de la subjetividad, de las relaciones sociales y del imaginario social

sobre el que se sostiene, Lo que se esta viendo sacudido es la sin taxis de las relaciones

sociales, asi como su representaci6n simb61iea. Los abanderados tradicionales del falogo­

centrismo eurocentrico ya no dan la talla en una sociedad civil que, entre otras cosas, es

sexuada, femenina y masculina, multicultural y no inevitablemente cristiana. Mas que

nunca, la cuesti6n de la transformaci6n social apela al problema de la representaci6n: ide

que les sirve el monotefsmo simb61ieo masculino, blanco y cristiano? Los desaffos, asf como

las ansiedades, que suscita la cuesti6n de los sujetos en praceso emergentes marcan las pau­

tas de un devenir que precisa nuevas formas de expresi{m y de representaci6n, esto es, for­

mas mediatizadas[Jor la sociedad que necesitan ser sopesadas de manera crftiea. La teorfa

feminista es una herramienta de navegaci6n util y de gran relevancia en estos tiempos tur­

bulentos de fen6menos globales de cristalizaci6n local, esto es, de cambios «G-local» 13.

No es extrafi.o escuchar la expresi6n de «\a feminizaci6n» en referencia a la cultura

posmoderna y postindustrial, bien sea con relaci{m a SLlcesos mediaticos como el de la

princesa Diana, 0 a fenomenos sociales como el de la pobreza y la marginalizaci6n. Un

tennino pmblematico, alia donde los haya, que no deja de ser sintomatico en tanto que

expresa la crisis de la masculinidad y del dominio l1lasculino a la vez que hace referencia

12 Indcrpal Grewal y Karen Kaplan (cds.), Scattered Hegemonies: Posmodemity <.IntI 1iwlSll1lti01wl

Feminist Practices, cit.

Il Deb" csta aguda t()rmu1acl'ln a las discusioncs cnn mis colegas de la Red Europea de Estudios

de MlIjcres, ATHENA, fundada oficia1mente por el Programa S6crates de la Comision Europea.

2928

Page 5: Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

~

a una categoria norrnativa de «valores blandos» como la flexibilidad, la emotividad, la

atencion 0 el cuidado. Estas cualidades «blandas» chocan, sin ser incompatibles, con

los protocolos apreciablemenre rfgidos que todavfa gobiernan la esfera publica Vque no

solo reflejan su estructura, caracterizada por un dominio masculino, sino tambien eI imaginario saturado por la masculinidad que 10 sostiene. A mi modo de ver, eI hecho

de que estas «transformaciones en la esfera intima» 14 puedan ser expresadas en terrni­

nos de «ferninizacion», aunque su relacion con la vida real de las mujeres Vde sus expe­

riencias no sean justamente directas, 0 transparentes, no deja de ser una fuente infini­

ta de interrogantes, Asf pues, preferirfa interpretar este proceso, supuestamente

«feminizado», como la necesidad de desarrollar aproximaciones socialmente mas flexi­

bles Vmultiestratificadas a la cuestion del acceso Vde la participacion en la cultura tee­

nologica conternporanea. EI proceso de constitucion de la subjetividad, tanto a escala

micro como a escala macro, demanda un incremento de las complejidades, tanto en

terrninos de generos como a traves de las etnicidades, las c1ases V la edad. Esta es la

agenda social que precisa ser abordada. EI discurso inflacionista de 10 «fernenino»

nunca se ha revelado particularmente util para las mujeres ni para los «otros», a menos

que se apove en una saludable dosis de conciencia feminista.

Sin embargo, desde el movirniento negro, las teorias poscoloniales VeI ferninismo,

no se han escatimado las criticas, sumamente justificadas, a las paradojas, asf como a la

division bastante perversa del trabajo que ha emergido en la posmodernidad. En sin to­

nia con esta paradoja, el esfuerzo teorico de quienes se localizan en. el centro de los

imperios pasados 0 presentes esta dirigido a deconstruir activamente el poder del cen­

tro contribuvendo, de este modo, a la proliferaci6n Val consumo discursivo de los anti­ , guos «otros» marc ados por una identidad «negativa». Sin embargo, esos mismos otros I -especialmente en las sociedades poscoloniales pero, tambien, en las sociedades pos­ I fascistas V poscomunistas- estan bastante mas dispuestos a afirrnar su identidad que a

deconstruirla. La ironia de la situacion no se le escapa a ninguna de las partes irnplicadas, :1 .1

Basta pensar, por ejernplo, en las fil6sofas feministas que preguntan: lc6mo podemos i desmontar una subjetividad que historicamente no hemos tenido todavia eIderecho de

alcanzar? 0 en los sujetos de color 0 poscoloniales, que argurnentan que ahora ha lle­

gado su turno para afirmarse. Y que, si eIsujeto blanco, masculino Vetnocentrico quie­

re «deconstruirse» Ventrar en una crisis terminal, ianda Vque 10 haga! La cuestion

sigue siendo que la «diferencia» emerge como una nocion central, aunque contestada

V parad6jica, V que esto implica la inevitabilidad historica de tener que enfrentarse a

ella, al igual que, como sujetos posmodernos, estamos hist6ricamente condenados V

condenadas a vivir nuestra historia. Por 10 tanto, el analisis mediante cartograffas ade­

cuadas sigue siendo una prioridad crucial.

14 Anthony GIDDENS, BeyondLeftand Right: The Future of RadicalPolitics, Cambridge, Polity, 1994.

En este capitulo proseguire la elaboraci6n de mi propia cartografia centrando mi

atenci6n en cuestiones de encarnaci6n Vde inmanencia, especialmente, a traves de una

lectura de lrigarav V de Deleuze que me ayudara a componer mi propio modelo de materialismo encarnado.

Materialismo: encarnacion e inmanencia

£1 cuerpo contraataca

Si tuviera que pensar en figuraciones V situar las cuestiones relativas a la encarna­

ci6n en mi cartografia, para resaltar mejor algunas de las paradojas implicitas en los sen­

tires politicos de este final de milenio en Europa, escogeria dos imageries contradicto­

rias: par un lado, la reacci6n publica esquizoide ante la muerte de Diana, princesa de

Gales, v, par otro, los anonimos cuerpos de las miles de personas que actualmente soli­citan asilo en la Union Europea.

Los acontecimientos que rodearon la muerte de la princesa Diana, calificados alter­

nativamente -en funcion de las tendencias politicas personales- como «un fenorneno

de histeria de masas» 0 como «la revolucion floral» equivalente a la «revolucion ater­

ciopelada» de la Europa del Este, va han entrado en la orbita de la mitologia polttica.

Igualmente, constituveron uno de los mayores acontecimientos mediaticos que jamas

se hava centrado sobre una sola persona. EI aspecto mas extraordinario de las muestras

de com/pasion con las que reacciono la opinion publica britanica radica en eI hecho de

que una abrumadora mavoria de sus protagonistas fueran mujeres jovenes, gays Vper­

sonas de color. Los sujetos excluidos 0 marginados, aquellos a quienes el thatcherismo

habia olvidado 0 menospreciado, regresaban desafiantes a la arena politica Vmediatica.

Era el retorno de 10 reprimido, no con un detonador sino con un larnento. Era el acorn­

pafiamiento perfecto a la arrolladara victoria que pocos meses antes habta aupado al

poder al «Nuevo Laborismo- en eI Reino Unido Val resurgido respeto por las ernocio­

nes Vpor eI afecto, asf como par eI papel que podian Vdebfan jugar estos sentimientos

en la vida publica Vpolitica. Y tarnbien era una muestra contundente de la inagotable

potencia de Ia diosa blanca como obieto de culto colectivo'", EI hecho de que este

acontecimiento fuera posteriormente negado V reprimido bajo la fachada de un ritual

de adhesion colectiva V de desahogo de emociones simplemente confirma su caracter

sintornatico. Uno de los aspectos que encuentro relevantes de la princesa Diana des­

15 Jude DAVIES y Carol R. SMITH, «Figuring white femininity: critique, investment and the example of Princess Diana», en Heloise Brown, Madi Gilkes y Ann Kalosky-Naylor (eds.), White? Women. Criti­cal Perspectives em Raceand Gender; York, Center for Women's StudieslRaw Nerve Books, 1999.

30 31

Page 6: Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

~. ~~-.-, .v: ".e~,

causa en el hecho de que era una mujer en plena transformaciou- En otras palabras, era

mas interesente por aquello en 10 que se esraba convirtiendo que por 10 que real mente 1 era. Creo que esta diruimica y esta dimension de transforrnacion es crucial para com­ i

Iprender el carisrna de Diana. Como seriala Julie Burchill: «Ella, en ningun memento fue

un juguete, sino que siempre fue una obra en proceso de elaboraci6n" 16. Sin embargo, I

como sugiri6 Rushdie en un tono menos compasivo, esta faceta no carecia de cierto I sesgo oportunista ya que «Diana no era dada a utilizar palabras como "semiotica", aun­

que si era una competente scmiotizador» de si misma. Con una progresiva seguridad,

ernitia signos que podiun perrnitirnos conocerla tal y como ella queria ser conocida» 17.

A modo de contrapunto, y en orden a no circunscribir la cartografia del cuerpo a los

parametres del c6digo cultural dorninante, quisiera girar mi atencion hacia otro caso

significativo. ASI pues, la segunda imagen escogida esta constituida por las innumera­

bles y an6nimas personas de todas las edades, refugiadas 0 demandantes de asilo, que

han sido arrancadas de sus hogares y de sus paises en el transcurso de las nurnerosas

microguerras que ulceran el globe, incluida Europa, en los albores del tercer milenio. \

En la Europa contemporanea, el viejo virus secular del nacionalismo se combina con ,I los efectos desestabilizadares generados por el orden mundial poscomunista, asi como

por el proceso de globalizaciCll1. EI resultado final es un intlujo de refugiados y un

aumento de la violencia, de la exclusion, del racisruo y de la mise ria humana que no

conoce parang6n en la Europa de posguerra. En mi opinion, estos dos ejernplos repre­

sentan las dos caras de una misma moneda, esto es, la saturaci6n de nuestro espacio 'I:i

social con imageries y representaciones mediaticas. Este fen6meno acaba situando a los sujetos encamados, especialmente a los femeninos, !

i

en la interseccion de ciertas localizaciones de poder que han acumulado una fuerza formi­

dable en la medida en que la visibilidad y las representaciones mcdiaticas han generado un

tratamiento consumista de las imagenes siguiendo un patr6n desacorde 0 intemamente

diferenciado. Actualmente los sujetos femeninos encamados y en proceso de realizaci6n

incluyen, de modo intercambiable, el cuerpo sumamente acicalado de la princesa Diana

(al igual que el de Marilyn Monroe antes que ella) y los cuerpos en gran medida desecha­

bles de las mujeres, hombres y ninos de las zonas devastadas por la guerra.

EI cuerpo, tanto a escala macro como micro, se halla atwpado en una red de efectos

de poder que en su maylJr parte han sido inducidos par la tecnologla. AquI reside la fuer­

:a motri: Lie Illl sistema globali:ador y de una CCOnlJmla transllacional capaces de engen­

drar continuas contradicciones constitutivas a una escala «g-Iocal". Manuel Castdls, en

su notable trabajo sobre las sociedades en red, argumenta que la tecllologla es absoluta-

Il, Julie BURCHILL. Dwna, Lllndres, Weidenfedl & Nicolson, 1993.I, Salman RUSHl'IE, .,Crash. Was Diana's death the result uf sexual assault)", The New Ytnkcr (l5 de

septiemhre de 199,), pp. 68.

32

mente crucial para los cambios que han estructurado a las sociedades globales!", Las

sociedades postindustriales operan bajo la aceleracion impuesta por las «nuevas» ciber­

economlas digirales. Bien tomemos las biotecnologfas, 0 bien las nuevas tecnologfas de la

informaci6n Yde la cornunicacion, la evidencia es abrumadora. EI flujo de capital impa­

sible ante los constrefiimientos topologicos 0 territoriales ha alcanzando un doble exito.

De manera simultanea, ha «desmaterializado» y ha endurccido la realidad social. Basta

con pensar en acontecirnientos rnediaticos como el funeral de la princesa Diana, 0 la lim­

pieza etnica de Kosovo perpetrada por los serbios -que son experimentadas en la relativa

calma del propio cuarto de estar a traves del televisor- en terminos de acontecimientos

virtu ales. La realidad «virtual» de los inrnigrantes, de los demandantes de asilo 0 de los

refugiados no es tecnologia avanzada, sino que, por el contrario, se aproxima a una forma

sobreexpuesta de anonirnato 0 de invisibilidad social. La realidad virtual del ciberespacio

es un espacio social sumamente contestado 0, en terrninos mas precisos, una serie de rela­

ciones sociales rnediatizadas pm un flujo tecnologico de informacion.

Por 10 tanto, el ciberespacio y la subjetividad cyborg que Ie acompafia ya no son eso que

aparece en la ciencia ficcion, Por el contrario, el desdibujamiento de las fronteras entre los

humanos y las rnaquinas es algo que esta presente a todos los niveles en la sociedad, tanto

en la medicina como en los sistemas de telecomunicaci6n, tanto en las finanzas como en

la guerra moderna. Las ciberrelaciones defincn el modo en el que se estructuran nuestras

sociedades. Sin embargo, en este punto, 10 que querria destacar, es que el cyborg, como

sujeto humano socialmente encamado y estructuralmente interconectado con elementos

tecnologicos, 0 apparati, no es una posici6n de sujeto unitaria, Mas exactarnente, el cyborg

es un sujeto multiestratificado, complejo e intemamente diferenciado. En mi opinion,

actualmente el cyborg comprende tanto el trabajo infrarremunerado y explotado de muje­

res y nifios en las plantas de produccion de la periferia, como los ffsicos pulcros y suma­

mente entrenados de los pilotos de guerra de los cazas a reaccion que son capaces de inter­

accionar con los ordenadores a niveles poshumanos de velocidad y simultaneidad. Como

cartograffa polltica, 0 figuraciCm, el cyborg evoca la ofensiva triunfante del Tenninator de

Schwarzenegger y, al mismo tiempo, los fragiles cuerpos de los trabajadores y las trabaja­

doras cuyos fluidos corporales -basicamente sudor- son el combustible de la revoluciCm

tecnol6gica. Ninguno se activa sin la acci6n del otro. Sin embargo, elcyborg tambien es un

mito polItico cargado de potencia para resistir a 10 que Haraway denomina «las infonnati­

cas de la dominaci6n». En el capItulo 5, me detendre sobre este punto.

En un plano m,1s filos6fico y con relacion al sujeto encarnado, las nuevas tecnologlas

facilitan la extension protesica de nuestras funciones corporales. Por ejemplo, los con­

testadores automaticos, los localizadores electr6nicos y los telefonos m6viles multipli­

18 Manuel CASTELLS, The Riseof the Network Society, Oxford, Blackwell, 1996 [ed. cast.: L1 socie­dad red, en La em de fa infr117naci6n, vol. I, Madrid, Alianza, 2000].

33

Page 7: Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

,~

'k ~~

can nuestra memoria y nuestras capacidades auditivas; los homos microondas y los

congeladores suministran una provisi6n imperecedera de alimentos; el sexo puede prac­7'~,

ticarse a traves de la linea relefonica 0 de los modern en el campo aceleradamente en # desarrollo de la -teledildonica»: los cepillos de dientes electricos y los embriones con­

gelados extienden otras funciones corporales. Asirnismo, los videos y las videocamaras, 't 'J;.

las redes de internet y una pletora de inuigencs simuladas abren un campo que desafia '\':'

la noci6n platonica de la «representacion» que se ha ido sedimentando a 10 largo de

siglos de ejercicio. Las imageries mediaticas son los reflejos que nunca mueren y que se .~'

hallan eternarnente en circulacion del vacto embrujado posmoderno. Las tecnologias ~',

'ft.han afectado al espacio social de la posmodernidad provocando una dislocacion del

continuo espacio-tiernpo. Ellas congelan el tiempo en una serie de variaciones discon­.~

tinuas determinadas por la velocidad y la simultaneidad. De este modo, inducen una p $ ;~dislocaci6n del sujeto que no s610 permite establecer relaciones sociales y personales .if ,

diferidas 0 virtuales, sino tambien la generacion de un imaginario social extendido de ;'

ubicuidad y de eternidad. La hiperrnobilidad y las comunidades virtuales no dejan de 4

~ tener un impacto visible en el tejido social i-incluidas las relaciones laborales-, asi como

en la cultura y en el imaginario social. 31

En este contexto, es inevitable que el cuerpo de los «otros» contraataque. En el plano ".fr

sociologico cotidiano, el cuerpo contraataca con una intesidad redoblada. Se estima que

dos millones de mujeres estadounidenses tienen implantes de silicona en sus pechos que,

en la mayorfa de los casos, tienen filtraciones al organismo, no resisten la presi6n duran­

te las turbulencias en los viajes aereos 0 causan efectos secundarios indeseados. Millo­

nes de mujeres en el mundo avanzado toman Prozac u otras drogas para levantar el

animo. La epidemia silenciada de la anorexia/bulimia continua azotando a un tercio de ~l las mujeres en el mundo rico, como tan claramente puso de manifiesto la princesa

Diana. Actualrnente, entre las enfermedades mort ales no estan incluidas unicamente las :I grandes devastadoras, como el cancer y el sida, sino que asistimos al regreso de viejas :1

'\ enfermedades que creiarnos erradicadas como la malaria y la tuberculosis. Nuestro siste­ ! ma inmunitario se ha adaptado a los antibioticos y, de nuevo, somos vulnerables'".

Resulta indiscutible que 10que rodavia seguimos llamando, con cierta nostalgia, «nues­

tros cuerpos, nuestras vidas- son construcciones recnologicas abstractas plenamente

inmersas en la industria qufmica psicofarmacologica avanzada, en la biociencia y en los

medios electr6nicos. Lo que para mi esta igualmente claro es que necesitamos permane­

cer alena. La celebraci6n por todo 10 alto de la tecnologla esta fuera de lugar y necesi­

tamos medir mas iucidamente el precio que pagamos por estar a la ultima de la «tecno­

logia avanzada». Hemos recibido nuestras promesas protesicas de perfecci6n, pew ya es

hora de que dejemos hablar a nuestros kilos de carne, iseremos capaces?

19 Camilla GRIGGERS, Becoming-Woman, Mineapolis, University of Minnesota Press, 1997.

Jackie Stacey sefiala las paradojas, asf como las virtudes, de la cultura conternpora­

nea en torno al «cuerpo» en su estudio sobre el cancer. Los discursos y'Ias practicas

sociales acerca de esta enfermedad comparten con otras esferas de la cultura actual

tanto el miedo como la fascinaci6n por el cuerpo monstruoso, hfbrido, abvecto y

mutante. EI paralelismo g6tico entre la proliferaci6n de celulas cancerfgenas y los mie­

dos seculares a los nacimientos monstruosos es tan sumarnente poderoso desde el punto

de vista irnaginativo, como estimulante desde un plano inrelectual. EI cancer es una

proliferaci6n de celulas que tienen como objetivo causar la muerte, casi una parodia

cruel de la reproduccion. Por otra parte, como fen6meno social, el cancer genera toda

una serie de practicas significativas de poder. Stacey sostiene que las practicas medicas

de disciplinalizaci6n del cuerpo han sido aplicadas en una version pervertida del tema

del «biopoder» de Foucault. Han desplazado el acento hacia una forma de hiperindivi­

dualismo que hace recaer toda la responsabilidad del bienestar del individuo directa­

mente en sus manos. Actualrnente, la enfermedad se rernite a un problema de «auto­

gestion». Esto marca el fin del paradigrna lingulstico de la «enferrnedad como rnetafora­

de la decada de los setenta, que politizo la propia experiencia vivida por cada persona y

socializ6 el sentido tanto de la responsabilidad como del dolor provocado por la enter­

medad. Al dia de hoy, la enfermedad es interiorizada y controlada socialmente hasta el

extrerno. Esta paradoja de la normatividad social y del hiperindividualismo esta vincu­

lada a la privatizacion de la sanidad y al desmantelarnienro del Estado del bienestar en

las sociedades postindustriales, EI modelo de microgesti6n de la salud individual desern­

boca en la difusion de la medic ina preventiva que, a su vez, liga la enfermedad a una

serie de practicas sociales como el estilo de vida, la dieta, las condiciones ffsicas, etc. De

este modo, el -cuerpo» emerge como un objetivo de practicas gerenciales de cuidado de

sf que, a su vez, exige de la cririca social y cultural nuevas herramientas de «alfabetiza­

cion corporal» que estan mas alla de 10que la teorfa social puede proporcionarnos.

En opini6n de Stacey, las consecuencias sociales inrnediatas de este proceso son la

merma en la calidad de la sanidad publica y la entrada libre de la financiacion privada y

de las compafuas aseguradoras, es decir, un regreso al individualismo liberal en el senti­

do mas explotador del terrnino. En este sentido, y en yuxtaposicion al relato de Stacey

de su propia recuperaci6n de un cancer en el Reino Unido, yo querria situar la tragica y

prematura muerte de cancer de Kathy Acker en Estados Unidos. Incapaz de permitirse

la cobertura medica privada, Acker sucumbio a la enfermedad despues de haber inten­

tado una serie de terapias «alternativas», mas baratas y enormemente ineficaces. Esto me

sugiere que la gesti6n de la salud individual en las sociedades «liberalizadas» postindus­

triales, par un lado, es progresista en tanto que tiene en cuenta las redefiniciones con­

temporaneas biol6gicas y biomoleculares del sujeto encarnado. Por otro, es bastante

regresiva respecto a su implementaci6n y sus repercusiones en la sociedad en tanto que

posibilita brutales ejercicios de poder y de exclusion. Estas tienden a perpetuar algunas

34 35

Page 8: Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

~ Z :,

;1 de las formas mas clasicas de discriminacion a 10 largo de variables como la clase, la raza,

la edad y el genero. Tal y como sefiale al cornienzo de este libro, la aparici6n simultanea > :<0.

~f en la esfera social de cuerpos caros y bien atendidos como el de la princesa Diana y de ~

'~ cuerpos descuidados como los de los multiples solicitantes de asilo son las dos caras de la

.-;.

misma moneda. Una vez mas, colocan el cuerpo en el centro de las inquietudes con­ ~ '<

ternporaneas, pew de un modo en el que tarnbien sirven para reinscribirlas en algunas

de las relaciones de poder y exclusiones estructurales mas persistentes. ~: :.:f, );

Materialidad corporal '.~ ,1';

La idea del sujeto encarnado 0 inscrito ocupa un lugar central en la vision del mate­

rialismo filosofico que defiendo. Hist6ricamente, considero que esta idea es una de las

mas fecundas de la filosofla continental en la medida en que hace emerger la estructura

corporal de la subjetividad y, consecuentemente, rambien, de la sexualidad y de la dife­

rencia sexual. Esta rradicion ofrece modelos de analisis complejos de las interrelaciones

entre el yo y la sociedad, asi como entre el "interior» yel "exterior» del sujeto. Asimis­

mo, reactivada por los movimientos sociales de finales de la decada de los sesenta, asien­

ta las bases para una critica radical del poder y para la disolucion del sujeto humanista.

En este sentido, el impacto del psicoanalisis ha sido significative y ha dado como

resultado una deconstrucci6n radical del sujeto al sustraer la subjetividad del control

de la racionalidad. En consecuencia, el sujeto deja de estar identificado con la con­

ciencia: -Desidero ergo sum» debe sustituir al viejo «Cogiro». En otras palabras, la acti­

vidad de pensar se extiende para abarcar una serie de facultades cuya fuerza motriz esta :J constituida por el afecto, el deseo y la imaginaci6n. Deleuze e Irigaray comparten su ;\ especial dedicaci6n a la reflexi6n sobre la inmanencia radical del sujeto tras el declive

:1de la metaffsica y de sus premisas falogocentricas. Sin embargo, en el proyecto filos6fi­

co de Deleuze es igualmente importante la afirmaci6n alegre de diferencias multiples y

positivas, la irreverencia cariflosa hacia la majestuosa instituci6n de la filosoffa y Ia inyecci6n creativa de poder en las nuevas ideas y formas de pensamiento.

Foucault, Deleuze e Irigaray subrayan la importancia primordial de la sexualidad -de

la «economia libidinal» del sujeto- para la comprension de la subjetividad contempora­

nea. Desde mi punto de vista, 10 importante son sus implicaciones para la pr5ctica poli­

tica. En este contexto, la politica esta tan unida a la constituci6n y a la organizaci6n del

afecto, de la memoria y del deseo como a la cuesti6n de la conciencia y de la resisten­

cia. A 10 largo de todo ellibro volvere a incidir sobre la importancia del yo encarnado,

de Ia sexualidad, de la memoria y de la imaginaci6n en la construcci6n de la subjetivi­

dad politica. La condici6n encarnada del sujeto es una forma de materialidad corporal

que no puede reducirse a una categoria natural 0 biol6gica. En mi opinion, el cuerpo

viene a ser una interaccion compleja de fuerzas sociales y simbolicas sofisticadamente

construidas: no es una esencia, y mucho rnenos una sustancia biologica, sino un juego

de fuerzas, una superficie de intensidades, puros sirnulacros sin originales. Esta redefini­

cion «intensiva» del cuerpo coloca al mismo en el seno de una compleja interacci6n de

fuerzas sociales y afectivas. Esto supone, tambien, un claro distanciamiento de la idea

psicoanalitica del cuerpo como mapa de inscripciones sernioticas y de codigos impuestos

par la cultura. Par el contrario, yo pienso en el cuerpo como transformador y como punta

de transmision de un flujo de energias, es decir, como superficie de intensidades.

EI cuerpo tarnbien ha regresado con fuerza a las practicas y discursos sociales asi como

a la ciencia y a la biotecnologfa en !a teoria evolucionista conternporanea, bajo el impacto

de las tecnologias de la informacion. EI modo de combinar todas estas fuerzas en una teo­

ria coherente de la encarnacion esta mas alia de las posibilidades que ofrece nuesrra con­

dici6n historica. EI cuerpo continua siendo un haz de contradicciones: es una entidad bio­

Iogica, un banco de datos geneticos y, a la vez, tarnbien continua siendo una entidad

biosocial, es decir, un fragmento de mernorias codificadas, personalizadas. En este sentido,

es parte animal y parte maquina, pero la oposicion dualista entre ambas, que nuestra cul­

tura ha asumido desde el sigla XVIII como rnodelo dominante, es hoy inadecuada. De

heche, la ciencia y la tecnologia conternporaneas se han adentrado con precisi6n en las

capas mas profundus del organisrno vivo y de las estructuras del yo disolviendo las fronte­

ras que habian sido establecidas por siglos de pensarnienro humanista. Esto significa que,

actualmente, podemos considerar el cuerpo como una entidad que habita de modo simul­

taneo diterentes zonas ternporales y que esta anirnada por diferentes velocidudes ademas

de por una diversidad de relojes internos y externos no necesariarnente coincidentes. Esto

explica la renovada importancia de la cuesti6n de la temporalidad, a de los cuerpos-a-tiem­

po, sobre la que regresare en los capitulos 3 y 5.

Asi pues, el sujeto encarnado es un proceso de intersecci6n de fuerzas (afectos) y

variables espacio-temporales (conexiones). Yo adopro el concepto de cuerpo para refe­

rirme a la estructura multifuncional y compleja de la subjetividad. Se trata de la capa­

cidad especificamente humana de incorporar y trascender, de manera simultanea, las

mismas variables ljue 10 estructuran: la clase, la raza, el sexo, la nacionalidad, la cultu­

ra, etc. A su vez, esto afeeta al concepto de imaginario social. EI proceso de devenir

sujeto reljuiere elementos de mediaci6n cultural, puesto que el sujeto tiene que nego­

ciar con condiciones materiales y semi6ticas, es decir, con conjuntos de nonnas y regla­

mentaciones instiwcionales, asi como con las formas de representaci6n cultural que las

sustentan. El poder es negativo (potestas) en tanto que prohibe y constrille. Tambien es

positivo (potentia) en tanto ljue invecta fuerza y capaeita. La negociaci6n constante

entre los dus polos de poder tambien puede ser formulada en terminos politicos a tra­

yeSdel concepto de subjetividad como poder y deseo. Esta visi6n co!oca al sujeto como

termino en un proceso coextensivo tanto del poder como de la resistencia al mismo. En

3736

Page 9: Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

este sentido, la narratividad es una fuerza aglutinante crucial que yo interpreto como

un proceso colectivo permeado por la politica de contribuir conjuntamente a la fabri­

caci6n de mitos, de ficciones operativas y de figuraciones significativas de la clase de

sujetos que estamos en proceso de devenir. Esta concepci6n de la narratividad no puede

contenerse de modo adecuado dentro del paradigma serniologico, sino que necesita ;,jestar inscrita y encarnada en una forma de neomaterialismo.

Desde esta perspectiva, el terrnino «subjetividad» nombra el proceso de ensamblar -t

'~ las instancias reactivas ipotestas) y activas del poder (potentia) en la ficticia unidad de

un «yo" gramatical. EI sujeto es un proceso hecho de desplazamientos y de negociacio­

nes constantes entre diferentes niveles de poder y de deseo, es decir, entre elecciones ~ voluntarias e impulsos inconscientes. Toda posible apariencia de unidad no responde a :~

una esencia otorgada por Dios, sino, mas exactamente, a la coreografia ficticia de mul­

tiples niveles en un yo socialmente operativo. Esto implica que todo el proceso de deve­

nir sujeto se sostiene sobre la voluntad de saber, el deseo de decir, el deseo de hablar:

un deseo fundacional, primario, vital, necesario y, por 10 tanto, original de devenir.

Materialidad corporal y diferencia sexual ~;

La teorfa de la diferencia sexual, lejos de ser una forma de pensamiento crftica 0 reac­

tiva, es afirrnativa en tanto que expresa la pasi6n politica ferninisra tanto por el cambio , ~~:social como por las transformaciones profundas del sujeto. En mi opini6n, las feministas

se colocan a si mismas como sujetos femeninos, es decir, no como entidades desencar­

nadas sino, mas exactamente, como seres corp6reos y, consecuentemente, sexuados, EI .,

sujeto femenino ferninisra parte de una reevaluaci6n de las rakes corporales de la sub­~

jetividad rechazando toda comprensi6n de la encarnaci6n humana universal, neutral y,

por 10 tanto, desprovista de genero. EI examen del feminismo de la diferencia sexual

debe fijar su atenci6n en la importancia politica del deseo, en sentido opuesto a la volun­

tad, y de su papel en la constituci6n del sujeto. No s610el deseo libidinal sino, mas exac­

tarnente, el deseo ontologico, el deseo de ser, la tendencia del sujeto a ser, la predisposi­

ci6n del sujeto para ser. En el capitulo 4 me detendre sobre este punto.

Asi pues, el sujeto del feminismo es sexuado. £.1 0 ella esta motivado/a por la concien­

cia politica de la existencia de desigualdades y su compromiso reside en afirmar la diversi­

dad y la diferencia como valor positivo y alternativo. EI sujeto feminista del conocimiento

es un sujeto intensivo y multiple que funciona en una red de interconexiones. Ademas,

afiadina que es rizomatico -esto es, no unitario, no lineal, reticular-, que esta encamado

y, por 10 tanto, plenamente artificial. En tanto que artefacto es maquinico y complejo, y

esta dorado de multiples capacidades para establecer interconexiones de manera imperso­

nal. Es abstracto, perfecta y operativamente real, y uno de sus principales campos de ope­

38

fr :...;.:.,(........:; - :-:~ '.:~:)i..:_~~':. ..

raci6n es la diferencia sexual. En el pensarniento de lrigaray, 10 «fernenino» no es ni una

entidad esencializada ni inmediatamente accesible: es, por el contrario, realidad virtual, en

el sentido de que es el efecto de un proyecto, de un proyecto politico y conceptual de tras­

cender la posicion de sujeto tradicional (<<molar») de la mujer como Otro de 10Mismo para

poder expresar 10otro de 10Otro, Sin embargo, esta trascendencia tiene lugar a traves de

la came, en localizaciones encarnadas y no en una huida de las rnismas.

Lasraices materialeslmaternas de la subjetividad

La teoria de la diferencia sexual parte de que la raiz del terrnino materialismo es la

materia. Esto irnplica que la materia, como lugar de origen, primario y constitutivo, del

sujeto tarnbien es la instancia que expresa la especificidad del sujeto feme nino y, en este

sentido, necesita ser pensada de modo cuidadoso y sistematico. Segun la perspectiva del

materialismo corporal feminista radical, es la materia primaria y la piedra fundacional

cuya presencia silenciosa instala al maestro en su talante monologico y falogocentnco.

EI feminismo de la diferencia sexual sostiene que las mujeres han asumido los costes

tanto materiales como simbolicos del privilegio rnasculino de la autodefinici6n: han

sido ffsica y simbolicamente desposeidas de un lugar desde donde hablar. Esto lIeva a

Irigaray a la afirrnacion/? de que la diferencia sexual es la ultima utopia de nuestra cul­

tura, es decir, el u-topos, el no lugar, 0 aquella tan lejana que hasta ahora no ha tenido

un lugar donde expresarse. Ahora bien, ella desplaza el acento y nos recuerda que 10

material/rnaterno es la instancia que expresa la especificidad de la sexualidad ferneni­

na2l, el sentido de una humanidad feme nina y, tambien, de su divinidad.

Igualmente, Irigaray sefiala que el terrnino «utopia» tarnbien contiene una dimensi6n

temporal, esto es, significa «no todavia», aquello que todavia no se ha dado. En opini6n

de Irigaray, este «no todavfa» es el femenino virtual, 10 «otro de 10Otro», el sujeto femi­

nista autodefinido e inyectado de potencia colectiva. Esto se inscribe en la practica femi­

nista colectiva que aspira a marcar una diferencia, es decir, a transformar la diferencia en

algo positivo mediante la afirmaci6n potencializadora de posiciones de sujeto alternativas

para y por mujeres feministas. La busqueda de una genealogia femenina alternativa

mediante la inmersi6n en el imaginario materno resulta crucial para este provecto-'. En

la obra de Irigaray, esto cobra la forma de una exploracion de las imageries que represen­

20 Luce IRIGARAY, Speculum: De I'autre[emme, Pans, Minuit, 1974 led. cast.: Speculum: especulo de laorra mujer, Madrid, Saltes, 1978].

21 Margaret WHITFORD, Luce lrigaray, Philosophy in the Feminine, Londres, Routledge, 1991. 22 Luce IRIGARAY «Egales aQui?», Critique. Revue Generule des Publications [raticaises et etrangeres

43480 (1987), pp. 420-437; Sexeset Parentes, Parfs, Minuit, 1987; LeTemps de la Difference. PourUne Revolwion Pacijujue, Pans, Hachette, 1989.

39

Page 10: Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

l tan la experiencia femenina de proximidad can el cuerpo de la madre. Esta apertura de

10 femenino hacia las experiencias religiosas a misticas es central en la idea de [rigarav de 10 -trascendental sensible», a la cual regresare mas adelante.

Esta reapropiaciCm de 10 femenino material/materna no tiene ninguna connotacion

sentimental. lrigaray reconoce que la maternidad tambien es el lugar de captura de las

mujeres en la logica especular de 10 Mismo que las convierte en subordinadas de 10 mascu­

lino. Sin embargo, la maternidad tarnbien es un recurso para la exploracion femenina de

modelos y percepciones carnales de empatia y de interconectividad que van mas alla de la

economia del falogocentrismo. En mi opinion, el feme nino materna «otro- de lrigaray est.i

conectado al proyecto politico de proporcionar una representacion simbolica del sujeto

femenino feminista como una posicion de sujeto virtual que necesita ser creada y activa­

da. Bastante acertadamente, Tamsin Lorraine/:' ve esto como la expresion del comprorni­

so de Irigaray con un replanteamiento de la logica «corporea», asi como «conceptual», del

sujeto y con su armonizacion dentro de un sujeto inmanente del «devenir mujer»24: «En

lrigaray el espacio intrauterine es un espacio anedipico, un espacio de plenitud mas que de

carencia, de singularidad mas que de universalidad, y la compenetracion inreractiva de las

singularidades mas que de la rejilla de ubicaciones sociales que filtra todo. EI cordon umbi­

lical representa el deseo de este espacio anedtpico». Tal y como ha sugerido Rouch", 10 fernenino material/materno puede proporcionar figuraciones alternativas de intersubjetivi­ I dad, por ejernplo, a traves de la compleja relacion simbiotica entre la madre y la criatura.

La placenta, asi como el cordon umbilical, pueden funcionar como una forma alternativa

de figurar la interconectividad. Esto ultimo no se ha escapade a la atencion de los escrito­

res y cineastas de ciencia ficcion que han proyectado al feto en el espacio exterior, super­

poniendolo en la imagen del ser humano unido a la astronave micntras flota en la inmen­ I sidad. De este modo, incluso la imagen mas tradicional, la de la madre con el nino, puede

ser reapropiada mediante repeticiones 0 retomos estrategicos, en el pensamiento de Iriga­

ray, a mediante un devenir desestratiflcado 0 desterritorializado, en el de Deleuze. Actual­

mente, la matriz, si bien nunca ha pennanecido estarica a 10 largo de la historia, ha sido

dinamizada en un registro nomada tanto en la cultura dominante como en las principales

contraculturas contestatarias. Volvere a tratar esta cuestion en los capitulos 4 y 5.

Las teorias postestructuralistas de la diferenda sexual cobran claridad si se contrastan

can otras corrientes de la filosofia feminista. Par ejemplo, en la tradicion hegeliana mas

erudita de la generacion anterior de la teoria feminist::!, Beauvoir considera a la Mujer, en

tanto que antitesis del sistema, como la portadom de un valor rod,wid sin representar que la

2 i Tamsin LORR/""E, Ir;,~may and Debtze. EXjJl!rirneJHs 111 Visceral Philosophy, Ithaca, Nueva York,

Cornell University Press, 1999. 24 Ibid. p. 222 2< Helene ROUCH, "La Placenra comme tiers», Languages 85 (1987), pp. 71-79.

cultura masculine dominante representa de forma tergiversada. La deconstruccion del sis­

tema de representacion dialectica del genero mediante la pareja binaria masculine/feme­

nino se convierte en una critica a la falsa universalidad del sujeto masculino. De hecho, el

postestructuralismo considera que la posicion del sujeto es coincidente can la conciencia,

la universalidad, la agencia masculina y la legitimacion. Par medio de esta oposicion dia­

lectica, la Mujer, como 10 Otro de este sujeto, es privada de todos estos atributos. De este

modo, es reducida a la irrepresentabilidad dentro del sistema simbolico masculine, bien sea

par carencia, bien sea por exceso a bien sea por un desplazarniento continuo de sus diver­

sas posiciones de sujeto. Irigarav'" llega a definir la sexualidad femenina como <<\10 una»,

es decir, multiple, compleja y excentrica respecto a la genitalidad talica. Esta prernisa teo­

retica conduce a una conclusion politica: mediante la estrategia de reapropiacion mimeti­

ca de 10 feme nino par parte de las mujeres feministas, se inaugura un proceso que apunta

a traer al «otro de 10 Otro» a la representacion. Esto es 10 que yo he Hamada 10 «femeni­

no virtual» del feminismo de la diferencia sexual. En el feminismo postestructuralista 0 de

la diferencia sexual, el materialisrno esta ligado tanto a la encarnacion como a la diteren­

cia sexual, y esta conexion se realiza mediante la determinacion y la voluntad politics de

encontrar una representacion de la realidad corporea femenina mejor y mas precisa de la

realidad corporea fernenina, no como dada sino como virtual, es clecir, como proceso y

como proyecto. Esta hebra del pensamiento feminista se caracteriza par poner un cuidado

especial en soltar la cuestion del sujeto encarnado del amarre tanto del psicoanalisis laca­

niano ortodoxo como del rnarxismo, las dos burocracias intelectuales fundamentales del

ultimo siglo (como Deleuze tan acertadamente las denomina). En cambia, propane una

lectura del matenalismo como materialidad encarnada. De este modo, lrigaray se entre­

cruza con el proyecto de Deleuze, especialmente en el concepto de un cuerpo inorganico,

a cuerpo sin organos formulado par el filosoto.

Tal y como Chanter ha serialado, Irigaray "pone de nuevo en juego al cuerpo, no como

zocalo del feminismo sino como una baterfa rnovil de dilerencias-V. EI cuerpo es, enron­

ces, una inter!Jz, un umbral, un campo de interseccion de fuerzas materiales y simb6licas;

es una superficie de inscripcion para multiples codigos (la raza, el sexo, la clase, la edad, etc.);

es una construccion cultural que capiraliza energias de naturaleza heterogenea, disconti­

nua e inconsciente. EI cuerpo, que para Beauvoir era una «situacion» primaria del sujeto,

ahara es visto realmente como un yo situado, como un posicionamiento encarnado del

yo. Este renovado sentido de la complejidad aspira a estimular, nuevamente, una revision y

una redeflnicion de la sllbjetividad contemporanea. Esta vision del cuerpo integra la sexua­

lidad como un proceso y como un elemento constitutivo.

26 Luce lrigaray, Ce Sexe Qui N'esc Pas Un, cit.

17 Tina CHANTER, Ethics of Eros. Irigaray's Rewriting of the Philosuphers, Nueva York y Loodres, Routledge, J995, p. 46.

4140

Page 11: Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

'I ~:....~.:.c:~:..) ~ J~.;:::~)(-~\:(

Quisiera hacer hincapie en la importancia de la sexualidad en el pensamiento ferni­

nista, donde, de manera critica, es percibido como el lugar del poder, de luchas y de

contradicciones. Pero se trata de un retorno creativo debido, precisamente, a su papel

fundamental como lugar de constitucion del sujeto. En otras palabras, el sujeto ferni­

nista sexuado femenino es, simultaneamente, un sujeto alrededor del cual se han unido

las feminist as en su reconocimiento de una condici6n compartida, y un concepto que

necesita ser analizado de modo critico y finalmente deconstruido.

Esto signiflca que la busqueda de una via de salida de las definiciones falogocentricas

de la Mujer exige una estrategia de bregar con las imageries y representaciones que el suje­

to del conocimiento (masculine) ha creado de la Mujer como Otro: la estrategia de la

«mimesis». lrigaray mimetiza el sesgo universalista e indiferenciado del sujeto. Cons i­

guientemente, reconoce las posiciones que han sido asignadas a «10 fernenino» por el pen­

sarniento patriareal--el eterno «Otro (de 10 Mismo)»> pero unicamente para deshacerlas.

Ella se resiste a separar la dimensi6n simbolica y discursiva, de la empirica, material 0 his­

t6rica y,de este modo, no disocia el debate sobre 10 «fernenino» de la presencia de las muje­

res de la vida real. Su relaci6n mimetica con el sujeto, lejos de ser biologicamente deter­

minista, expone, y critica, el esencialismo del discurso falogocentrico. La politica de

lrigaray asume que la subversi6n de la identidad adquiere connotaciones sexuales especi­

ficas y que, consecuentemente, requiere estrategias sexuales especfficas. En mi adaptaci6n

de la estrategia textual y politica de la «mimesis» de lrigaray he sostenido que se trata de

una forma afirmativa de deconstrucci6n. Esto significa que llega a ser una reapropiaci6n

colectiva de las imagenes y las representaciones de la Mujer tal y como han sido codifica­

das en ellenguaje, la cultura, la ciencia, el conocimiento y el discurso y,por 10 tanto, inte­

riorizadas en el corazon, el pensamiento, el cuerpo y la experiencia de las mujeres. La repe­

tici6n rnimetica de esta instituci6n imaginaria y material de la feminidad conlleva la

subversi6n activa de los modos establecidos de representaci6n y de expresi6n falogocen­

tricas de la experiencia de las mujeres que tiende a reducirla a la irrepresentabilidad. La

reafirmaci6n mimetica de la diferencia sexual desafa las identificaciones seculares del suje­

to del pensamiento can 10universal y de ambos con 10 masculino. El feminismo de la dife­

rencia sexual desafia estas generalizaciones inc!uyentes y coloca como radicalmente otro a

un sujeto del pensamiento sexuado y femenino que se erige en una relaci6n asimetrica con

10 masculino. La repeticion genera diferencia, ya que, si no existe simetrfa ente los sexos,

debe deducirse que 10 femenino, tal y como es experimentado y expresado por las mujeres,

todavia sigue careciendo de representaci6n, habiendo sido colonizado por el imaginario

masculino. Por 10 tanto, las mujeres deben enunciar 10 femenino, deben pensarlo y repre­

sentarlo en sus propios terminos; en terminos de Deleuze, es un proceso activo de devenir.

Bajo el titulo de la «doble sintaxis», lrigaray despliega una defensa de esta diferencia irredu­

cible e irreversibley la propane como la condici6n de posibilidad de una visi6n altemativa

de la subjetividad y la sexualidad de las mujeres, Asi pues, la tarea polftica y conceptual de

42

crear, legitimar y representar una subjetividad femenina feminista internamente diferen­

ciada y descentralizada sin caer en el relativismo ni en la fragmentaci6n adquiere una

importancia crucial. En este punto es donde entran en juego las poltticas de la localizaci6n,

ya que, si, finalmente, el lugar material/materna es primario y constitutivo para el sujeto, rambien es posible transformarlo en un lugar de resistencia.

Aqui, la distinci6n entre la voluntad y el deseo se torna fundamental, ya que en la

medida en que las implicaciones de la institucionalizacion falogocenrrica de la sexuali­

dad estan escritas sobre a en nuestros cuerpos, su complejidad radica en que estan cor­

poreizadas. Las ferninistas no pueden pensar, pues, que van a liberarse de su identidad

sexuada como si se tratase de ropa vieja. Las practicas discursivas, las identificaciones

imaginarias 0 las creencias ideologicas estan tatuadas en los cuerpos y, de este modo, son

constitutivas de subjetividades encarnadas, Asf pues, las mujeres que anhelan el cambio

no pueden rnudar su piel como si fueran serpientes. Por el contrario, este tipo de cam­

bia profundo exige poner mucho cuidado y pres tar una gran atencion. Tambien necesi­

ta ser temporizado cuidadosamente en aras a devenir sostenible, es decir, en aras a evi­

tar cortocircuitos letales a traves de las complejidades del propio yo encarnado. A este

respecto, el analisis de la Mujer en oposici6n a, pero tambien en cornplicidad can, las

mujeres de la vida real activa la distincion que separa la instituci6n 0 la representacion

(Mujer) de la experiencia (rnujeres). Esta distinci6n abre un espacio para la reapropia­

ci6n 0 la redefinici6n feminista de la subjetividad. Esto supone nada menos que un cam­

bio de civilizacion, de gene alogia, del sentido de la historia. Las contragenealogfas femi­

nistas son incursiones de las mujeres en un nuevo sistema simbolico. Como sefiala

Irigaray, no se trata de cambiar puntas especificos dentro de un horizonte va definido

como «nuestra humanidad cormin», sino, par el contrario, de cambiar el horizonre

mismo. Se trata de comprender que nuestra interpretaci6n de la «identidad» es inco­rrecta tanto desde el punto de vista te6rico como practico-",

Este es el «fernenino virtual» que coloco en oposici6n a la Mujer como Otro que, 0

diferente de, es decir, como conectada de modo especular can 10 Mismo en tanto que su

devaluado Otro, La diferencia sexual como practica politica esta construida sabre un

marco no hegeliano, de donde se desprende que la identidad no es postulada en oposi­

ci6n dialectica a un otro forzosamente desvalorizado. No existe esta negaci6n puesto que,

mas bien, descansa sobre la composici6n de numerosas diferencias entre, en media y den­

tro de las mujeres. En mi opini6n, las «diferencias entre las mujeres» son constitutivas de

la categona de la diferencia sexual, y no exteriores ni antiteticas a la misma-",

28Luce 1RIGARAY, «Love between us», en Eduardo Cadava, Peter Connor, [ean-Luc Nancy (eds.), Who Comes After the Subject? Nueva York y Londres, Routledge, 1991, p. 167.

29 Marilyn FRYE, «The necessity of differences: constructing a positive category of women», Signs 214 (1996), pp. 991-1010.

43

Page 12: Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

La politica sexual de este proyecto esta clara a pesar de su complejidad. Para lrigaray se

trata de como identificar y representar vias de salida desde el modelo universal definido

por el hombre hacia una version radical de la heterosexualidad, es dec ir, hacia el pleno

reconocimiento de las especificidades de cada posicion de sujeto sexuada'". Mas en con­

creto, ella se pregunta como elaborar un lugar, es dec ir, un espacio y un tiernpo, en el que

pueda expresarse la irreductibilidad de la diferencia sexual, de tal modo que las economias

libidinales masculinas y femeninas puedan coexistir en la expresion positiva de sus respec­

tivas diferencias. Esta positividad es tanto horizontal/terrestre como vertical/celestial Y

entrafia un ejercicio cuidadoso de (re)pensar las relaciones especfficas en funcion del gene­

ra can el espacio, el tiempo y el intervalo entre los sexos que escape a las oposiciones pola­

rizuntes. Las cuestiones suscitadas por las «otras diferencias», principalmente la religion, la

nacionalidad, el lenguaje y la etnicidad, son cruciales para este proyecto y cobran una

importancia vital en la tarea de avanzar hacia el reconocimiento de la positividad de la

diferencia. En este proyecto politico las figuraciones ocupan un lugar esencial.

Sin embargo, este proyecto radical mente heterosexual ni es heterosexista, ni implica el

rechazo del amor homosexual. POI' ejernplo, E. Grosz alude a la defensa de Irigaray de una

«homosexualidad tactica que toma como modelo las relaciones corporeas de la hija preedi­

pica con la madre» J'. Este vinculo entre la madre y la hija esta dirigido a explorar y a recla­

mar los contactos y placeres corporales que han sido erradicados de su memoria. De este

modo, se convierte en una herrarnienta para deshacer la trarna edlpica y permite a ambas

experimental' desde diversos angulos con su morfologia. Grosz concluye que «brinda un

modelo de hornoscxualidad que no es tanto un sustituto de la heterosexualidad como si su

prerrequisito repudiado, Hace explicita la intolerable amenaza que supone el deseo de las

\1

I I

mujeres dentro de una cultura fund ada en su negacion» 32. A pesar del poder afimlativo que

contiene este analisis para la identidad homosexual femenina, pienso que es importante

i I

hacer hincapie en que Irigaray no deja de ser una pensadora heterosexual. Y esta es la esen­

cia de la critica de Wittig y de Butler hacia lrigaray, en la que me detendre mas adelante.

Irigaray posee una habilidad especial para eludir la asimilacion de la homosexuali­

I \ i

dad femenina a un modelo falico de oposici6n dialectica con 10 otro y, por 10 tanto, de

identificacion masculina. Tampoco evidencia signos de ingenuidad ante la ilusion de que

la mera eleccion de otra mujer como objeto de deseo sea suficiente para ljue las muje­

res puedan escapar a las garras del falo. Tanto en un caso como en otro (homo 0 hete­

ro) Irigaray no es preceptiva, ella solo subraya la necesidad de un espacio de experi-

Ie Luce 1RIGARAY, Je, TtL, NUlLS, Pour une Cult!!re de la Difference, Parts, Grasse[, 1990 led. casE.;

¥rJ, Tti, Nosotras, Madrid, Caredra, 1992]. ;[ Elizabe[h GROSZ, "The hetem and the homo; the sexual ethics of Luce 1rigaray .., en Carolyn

Burke, Naumi Schor y M,ugaret Whitford (cds.), Engaging with Irigaray, Nueva York, Columbia Uni­

versity Press, 1994, p. 338. 12 Ibid.

44

mentacion por parte de las mujeres de sus deseos y de su morfologia sexual especffica.

Los hombres son llamados a hacer 10 mismo, esto es, a reclamar una sexualidad no fali­

ca y a resignificar sus deseos. La diferencia sexual es un arma de doble filo, La diferen­

cia real, que produce la pasion etica por «sorprenderse-V, es la via de salida de la rnis­

midad -esto es, de la identificacion- sexual con el falocismo masculine.

Quisiera defender la diferencia sexual como una teoria y una practica poltticas que se

apoyan sobre, y hacen estallar, una seric de contradicciones constitutivas cuya respuesta

puede ser formal, en un sentido logico'", pero tambien practica en el sentido de apuntar a

una solucion en la praxis, en el «hacer». Para mi, la version del rnaterialismo de lrigaray

abord a de un modo deliberado y sensible un conjunto de paradojas que son constitutivas

de la teoria feminista del cambio de siglo, De rnanera simultanea, la teoria de la diferencia

sexual produce y desesrahiliza la categoria «rnujer». Fusiona las nociones de encarnacion y

de diferencia sexual y esta conexion se realiza mediante la voluntad y la determinacion

politicas de encontrar una representacion mejor y mas precisa de la subjetividad encarna­

da feme nina. En este hilo de pensamiento, se pone mucho cuidado para sustraer la cues­

tion del sujeto encarnado del dominio de las presunciones naturalistas y para enfatizar, en

carnbio, la formacion social y discursiva de la materialidad encamada.

La afirrnacion feminista de la difercncia sexual esta estrechamente ligada al recha­

zo no solo de identidades esencialistas sino, tarnbien, de una dialectica de la negacion

como logica constitutiva del sujeto. Asi pues, la diferencia sexual permite representar

el juego de las multiples diferencias que estructuran el sujeto, en la medida en que las

mismas no son ni armonicas ni hornogeneas sino, mas exactarnente, internarnente dife­

renciadas. Por 10 tanto, las diferencias sexuales nos obligan a pensar la simultaneidad

de efectos sociales, discursivos y simbolicos potencialmente contradictorios. Estas mul­

tiples «diferencias internas» pueden y deben ser analizadas en terminos de relaciones

de poder porque constituyen variables solapadas que trascienden cualquier compren­

sian monolitica del sujeto, como son la clase, la raza, la etnicidad, la religion, la edad,

el modo de vida 0 las preferencias sexuales. En otras palabras, una «habla como» una

mujer en aras a acumular la potencia politica que Ie permite actual' como tal, en fun­

ci6n de los terminos de la paracloja delineada anteriormente. Es una forma de admitir

una identidad que, entonces, puede enfrascarse en la tarea de su propia emancipacion.

El gesto politico consiste, primero, en situarse al filo de las contradicciones que son

constitutivas de la posicion social y simbolica de las mujeres y, segundo, en activarlas

hacia la desestabilizaci6n del sistema simbolico y, mas especialmente, de las relaciones

de poder asimetricas que las sostienen. Por esta raz6n, pienso que es una teoria perfec­

tamente apropiada para una vision n6mada de la subjetividad.

II Lllce !IUGARAY, L'tthique de ladiffhence sexucllc, Paris, Minuit, 1984.

34 Marilyn Frye, "The necessity of differences; constructing a positive category of women.., dE.

45

Page 13: Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

La desconexi6n transatl6ntica

Teniendo en cuenta la riqueza, la carga politics y el grado de sofisticacion de la teo­

ria de la diferencia sexual, merece la pena preguntarse por que su recepcion ha sido tan

contradictoria, La diferencla sexual es una filosoffa politica rigurosamente pragmatica

del sujeto que tiene en la sexualidad su punto de referencia mas importante. A la luz de

su esfuerzo por dotar de una potencia cada vez mayor a las mujeres, me resulta suma­

mente desconcertante el hecho de que tantas feministas hayan rechazado el enfasis en

10 femenino, bien tachandolo de obviedad, bien de determinista, 0 bien de irrelevante.

Esto me hace pensar que la «feminofobia» sigue viva, incluso, entre las feministas. A fina­

les de la decada de los noventa, en los circulos academicos, y especialmente en los filo­

soficos, en el mejor de los casos era una teoria marginal, medio olvidada, y, en general,

valorada negativarnente. Tal y como Tina Chanter ha serialado de manera brillante, la

acogida en Estados Unidos de las ideas de Irigaray y de la diferencia sexual ha sido bas­

tante superficial, coagulando su rechazo, por regia general, en torno al concepto de

«genero», un concepto formulado en oposicion directa a las teorias continentales sobre ;1 Iaquella". En mi opinion, las acusaciones lanzadas contra la diferencia sexual" son muy

similares a las crfticas generales que suscito el postestructuralismo en la otra orilla de la JI gran brecha transatlantica. Estan basadas en tres puntos fundarnentales: el esencialismo ,I(pretendidamente la diferencia sexual es ahistorica y determinista y,por 10 tanto, no deja

espacio a la transforrnacion social), el universalismo (realiza afirrnaciones excesivamen­

te generales y desatiende la cuestion de la diversidad cultural) y el heterosexismo (resta

importancia a la capacidad creadora y subversiva del deseo lesbico y homosexual). Creo

que es importante detenerse y reflexionar acerca de la naturaleza de la oposicion a la

diferencia sexual en lugar de atribuirlo unicarnente a malas interpretaciones y a una falta

de familiaridad sustancial con la filosofia continental. I De modo inmediato, saltan a la mente algunas consideraciones relativas al contexto I

en el que se producen estas criticas. La recepcion norteamericana de la diferencia sexual , en la filosoffa -en contraste con la teoria cultural y litera ria- a menudo fue reductiva y

normalmente no muy bien informada. Tina Chanter puntualiza esta observacion:

A las personas como Hegel, Heidegger 0 Derrida se las mira, en el mejor de los casos,

con cierra desconfianza y,en el peor, como charlaranes que no tenian mucho ljue decir acer­

ca del mundo real, de hecho, poco mas que si se rrarara de una pandilla de mediradores eso­

tericos y autocomplacientes. EI resultado se tradujo en que Kristeva e lrigaray fueron juzga­

das en funci6n de las premisas del discurso liberal de la equiparaci6n de derechos y del ideal

3j Tina Chanter, Ethics of Eros. Irigaray's Rewriting of the Philosophers, cit.

36 Rita Felski, «The doxa of difference», cit.

46

r . ;", I ~ ,'III' __'_~_~-'

de la igualdad que, si bien inexplicitarnente, tendia a acornpanarlo. En base a estos estrin­

dares, no es de exrrafiar que las feministas francesas fueran encontradas insatisfactorias".

Por otro lado, el contexto historico estadounidense en el que se sinia la recepcion

filosOfica de estas teorfas estaba muy lejos de ser ideal. Mientras que en Europa la deca­

da de los ochenta fue un periodo de expansion de la dcmocracia social que testimonio

la caida del Muro de Berlin, en Estados Unidos era el momento de la era Reagan y de

la Guerra de las Galaxias: un periodo de reaccion generalizada que dificilmente era

favorable al pensamiento crftico. Mientras que en Europa el feminismo estaba experi­

mentando con la escritura, con el erotismo, y con la exploracion de medios y de cami­

nos para la produccion de la diferencia como herramientas para determinar politicas y

medidas legislativas sociales, en Estados Unidos la dec ada de los ochenta fue la era

feminista de la «guerra de sexes». Tal y como ha sido documentado por estudiosas como

Hester Eisenstein, Carol Vance y Ann Snitow, el debate feminista estadounidense sobre

la sexualidad cobro un tono marcadamente negative". Monopolizada por la batalia en

torno a la pomografia y a la prostitucion, la sexualidad vino a identificarse con cues­

tiones de violencia y dominacion, es decir, negativamente. Este fue el caso de activis­

tas como Andrea Dworkin, asf como tambien se puso de manifiesto en la polemica, y a

menudo parodica, reapropiacion de la transgresion sexual por parte de lesbianas sado­

masoquistas que elocuentemente expresaron Pat Califia'" y otras radicales sexuales. Las

organizaciones predominantes del «feminismo liberal», como NOW (National Organi­

zation of Women) fueron progresivamente eludiendo la cuestion, centrandose, en cam­

bio, en la agenda sociopolttica y economica, Nada de sexo.

En su analisis del feminismo reaccionario, significativamente llamado «gotico esta­

dounidense-, Margaret Waiters40 detecta en el moralismo represivo y en la campafia

antisexo iniciada por MacKinnon y por Dworkin"! una forma especifica de reaccion

interna y de amenaza para el feminismo. Segun el balance de Walter, a 10 largo de la

decada de los noventa el feminismo estadounidense hizo de la sexualidad el unico y

fundamental origen de la opresion de las mujeres. Todo ello provoco la obliteracion de

3; Tina Chanter, Ethics of Eros. Irigaray's Rewriting of the Philosophers, cit. p. 35. JS Veanse Hester EISENSTEIN, Contemporary Feminist Thought, Boston, G. K. Hall & Co., 1983;

Carol VAi"CE, Pleasure and Danger. Exploring Female Sexuality, Boston, Routledge & Kegan Paul, 1984; y Anne SNITOW, Christine STANSELL, Sharon THOMPSON (eds.), Powers of Desire. The Politics of Sexua­lity, Nueva York, Monthly Review Press, 1983.

39 Pat CALIFIA, Macho Sluts, Boston, Alyson Publications, 1988.

4{' Margaret WALTERS, «American gothic: feminism, melodrama and the backlash", Ann Oakley y Juliet Mitchell (eds.), Who's afraid of Feminism? Seeing Through the Backlash, Londres, Penguin Books, 1997.

41 Andrea OWORKING, Our Blood, Londres, The Women's Press, 1976.

47

Page 14: Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

7f i I

otras elementos mas estructurales del dominio patriarcal y, tambicn, denigro la capaci­

dad de accion y de aurodeterminacion sexual de las mujeres,

Esto deja todas las cuestiones relacionadas con los cuerpos, los placeres, el erotismo

y las formas especfficas de conocimiento carnal humanas suspendidas en el vacfo. Jane

Gallopt- denunciaba esta situacion en uno de las cartograffas mas notables de la epoca

de la guerra de sexos. Ella critica las repercusiones del enfoque sexofobico del cuerpo, ,

que [levo a algunas de las militantes ferninistas antipornografia a sellar una alianza con

las corrientes mas conservadaras (la moralidad molar) con el objetivo de prohibir la

pomograffa y de crirninalizar la prostitucion. Gallop tambien seriala que esta ola de ",1

agresividad no podia dejar de afectar des de dentro al movimiento de mujeres. Desde

una posicion que en parte comparto, Gallop defiende que, durante la decada de los

noventa, el acoso sexual sustituyo a la pomograffa como cuestion central del feminismo en

Estados Unidos. Ambas estrategias han producido 10 que, a mi modo de ver, es una prac­

tica feminista de corte dogrnatico y barbara que estigmatiza la sexualidad. Estoy de acuer­

do en que esto no deja de constituir otra forma de reprimir los deseos de las mujeres.

Otra importante observacion apartada por Gallop, aunque ella extraiga conclusiones

sobre la sexualidad en las aulas que no comparto enteramente, es que la busqueda femi­

nista del saber rnoviliza todo el yo de la mujer, tanto el cuerpo como la mente. En la teo­

ria feminista hay una aspiracion fundamental hacia el pensarniento no dualista, un recha­

zo de las parejas binarias fundamentado tanto sobre bases teoricas como politicas. La

conciencia feminista reune 10 que ha sido desconectado bajo el patriarcado y, par 10 tanto,

el saber y el placer, 0 el saber como placer, devienen uno. «Comprendi que el deseo, inclu­

so el deseo sin realizar, puede hacerte sentir muy poderosa. Y allugar en el que aprendi a

desear -donde me Ileno de energta y de impulso- 10 llamo ferninismo.el'

En su analisis de la defensa de Gallop del acoso sexual lesbico, Patton adopta un

esquema deleuziano que revierte en una valoracion interesante y positiva del tema'".

Sosteniendo, con Spinoza y con Deleuze, que la idea de la sexualidad como fuente de

potencia defendida par Gallop implica una experiencia positiva del poder, Patton con­

cluye que el deseo, en estos encuentros colectivos entre el profesor 0 profesora y los 0

las estudiantes, coincide con un aumento reciproco de su capacidad de accion en el

mundo: una especie de incremento en el grado de potentia individual, 0 de afirrnacion

alegre de! placer de ser de, y estar en, el mundo junto a los otros. Patton concluye con

una afirrnacion rigurosamente etica:

42 Jane GALLOP. Feminist Accused of Sexual Harassment, Durham, Carolina del None, Duke Uni­versity Press, 1997.

1) Ibid., p. 19,

44 Paul PATION, Deleuze and the Political, Nueva York y Londres, Routledge, 2000.

La experiencia de Gallop rnuesrra de que modo el sentimiento de poder que brinda

[a contribucion al aumento de poder en [as otros puede ser indistinguible de una inten­

sa experiencia de deseo y viceversa. Si esto es asf, entonees poco importa si hablamos de

deseo 0 de sentimiento de podcr, Lo relevante es el modo en el que actuamos en res­

puesta a las acciones de los otros, y los tipos de cornposicion en los que, y a traves de los euales, deseamos.

Lamentablernenre, este no es el mejor de todos los mundos posibles, y la alegre expe­

rimentacion de Gallop con el deseo, el saber y el poder se tradujo en una demanda judi­

cial en su contra. La potestas y su corolario de pasiones negativas contraatacaron,

Gallop subraya la aberracion de colocar las practicas de saber feministas y la experi­

mentacion sexual que implican en el blanco de una demands por acoso sexual. Despues

de todo, tales acciones legales estaban dirigidas a frenar los abusos de poder y las situa­

ciones de desventaja, no a cancelar la sexualidad y el placer. Los casos de acoso sexual

son tanto mas violentos cuando se dan entre mujeres, especialrnente entre mujeres

feministas a 10 largo de la division generacional entre la estudiante y la profesora,

Partiendo de una lectura feminista europea, debo admitir que e! ana[isis de Gallop de

una demanda de acoso sexual por parte de unas estudiantes lesbianas contra su profeso­

ra bisexuailleva a una a preguntarse de que planeta viene, A decir verdad, en Estados

Unidos, a 10 largo de la decada de los noventa, la sexualidad perdio terreno en la arena

politica, pero gano muchos puntos en los tribunales de justicia. E[ proceso de racializa­

cion fue incluido en un guion que, despues de testimoniar la escalada de querellas por

acoso sexual, desde la presentada contra Mike Tyson 0 contra O. J. Simpson, culrninarfa

con una cadena de escandalos sexuales protagonizados par la «basura blanca» en la Cas a

Blanca y con el caso de Monica Lewinsky. En todo caso, si yo tuviera que intentar tra­

ducir esto al lenguaje de la teoria feminista, dirta que en el feminismo estadounidense

«el cuerpo- no pude asociarse en terrninos positivos a la sexualidad ni en el discurso cri­

tico ni en el discurso publico, A pesar de ser el paradigma fundamental de los discursos

criticos del psicoanalisis y del postestructuralismo, [a sexualidad, sencillarnente, no tiene

cabida en el discurso politico estadounidense, ya que acaba siendo apartada, suprimida

o estrangulada, Por otra parte, a tenor del clima de conservadurismo politico y del ere­

ciente protagonisrno que ganaran las querellas judiciales en [a vida publica y politica

estadounidense, el debate en tomo a la sexualidad se redujo, casi exclusivamente, a un

terna de derechos sociales, Por muy relevuntes que puedan ser las cuestiones relativas a

los derechos y a la legitimacion dentro de los debates sobre la sexualidad, pienso que

estan lejos de praporcionar una cobertura adecuada a la complejidad y diversidad de los

discursos y de las practicas sexua[es feministas. En este contexto, no resulta sorprenden­

te que las teodas europeas basadas en la sexualidad, en el psicoanalisis y en la diferencia

sexual, y que demostraron ser tan inspiradoras para la teorfa Iiteraria, en los cfrculos filo­

48 49

Page 15: Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

'IF:

~'

soficos y en las ciencias sociales sean tratadas en un tono marginal 0, en el mejor de los

casos, «radical chic». lQue posibilidades tenia, entonces, lrigaray? El desarrollo alcanzado por la teorfa del genero hizo el resto. En la corriente domi­

nante del discurso feminista estadounidense, la balanza de la dicotomia sexo/genero se

incline bruscamente hacia ellado del genero, recibiendo el arropo conjunto de los «dere­

chos» del individualismo liberal y del «cambio» del constructivismo social. Ni el sexo ni

la sexualidad ocupaban un lugar destacado en la lista. La tarea de intentar reinsertar la

sexualidad en la agenda feminista se dej6 al activisrno gay, lesbico y queer. En este marco,

la sexualidad es casi siempre sin6nimo de transgresion. Por ejemplo, T De Lauretis reto­

rna los temas del deseo psicoanalitico con el objetivo de proporcionar una teoria funda­

cional del deseo lesbico como algo poseedor de una especificidad propia en su logica «per­

versa» y no procreadora 0 materna'". Judith Butler tarnbien realiza una importante

intervenci6n sefialando que, de hecho, la distinci6n sexo/genero es insostenible'". En todo

caso, sostiene Butler, es la materia siempre ya sexualizada la que construye, ante todo, la

posibilidad de establecer esta dicotomia. 'volvere a tratar este punto. Un analisis comparativo adecuado, y academico, de la desconexi6n rransatlantica en

tomo ala sexualidad durante las decadas de los ochenta y los noventa, asfcomo de las for­

mas en las que esta nutre la oposici6n entre el «genero» y la -diferencia sexual», se mere­

ceria mas tiempo y mas atenci6n de la que yo puedo ofrecer en estas paginaa". En todo

,:

I .1 '!

caso, en los albores del nuevo milenio, es indiscutible que el genero se ha convertido en

un concepto demasiado polivalente como para ser realmente uti! en terrninos universa­

les48. Esto implica que la distancia innegable entre la comprensi6n de la «diferencia sexual»

que emerge en el feminismo postestructuralista estadounidense -va se trate de Butler, de

De Lauretis 0 de Scott- y la que tiene su origen en la tradicion europea no puede enten­ .,I derse como una polemica fortuita, sino que, entre arnbas, existe una diferencia conceptual. IEI concepto de «diferencia sexual», tal y como se articula en cada una de estas tradiciones, .,,

"ino tiene el mismo significado ni alude a hip6tesis te6ricas semejantes. Como Butler ha I puesto recientemente de manitiesto'", su propia reflexi6n postestructuralista surge Yse ali- t

i

45 Teresa DE LAURETls, The Practice of Love: Lesbian Sexuality and Perverse Desire, Bloomington,

Indiana, Indiana Universiry Press, 1994. 46 Judith BUTLER, Gender Trouble, Nueva York, Routledge, 1990 led. cast.: El genero en dispttta,

Mexico D. E, Paidos, 2001]. 47 EI trabajo de la Red Europea de Esiudios de Mujeres dentro de los programas educativos y de

investigaci6n oficiales de la Comision Europea son relevantes para el proyecto de construir nuevos

puentes con Estados Unidos. Para una perspectiva global, vease Rosi BRAIOOTTI y Esther YONK (eds.), ATHENA Network: Themakingof European Women's Studies,vol. I, Utrecht Universiry, abril de 2000.

48 Mary HAWKES WORTH, "Confounding gender», Signs Z2 3 (primavera de 1997), pp. 649.686.

,9 Judith Butler, "Preface 1999», Gender Trouble, cit. [ed. cast.: "Prefacio (1999»., El Renero en dis·

pttta, cit.l.

50

I" ~::~:_:. .: 't':~

menta de la tradici6n sociol6gica y antropologica del sexo/genero angloestadounidense.

Par 10 tanto, difiere considerablemente de las lecturas francesas de la diferencia sexual.

Esta ambivalencia constitutiva sirve de interesante defensa de una posici6n que aparece

como eurocentrica en Estados Unidos y como sumarnente estadounidense en Europa.

Lejos de apelar a una puridad en [a materia, creo que estas vetas nomadas en la teoria ferni­

nista conternporanea son muy positivas y que podrfan ser exploradas y explotadas con mas

intensidad. Sin embargo, para que esto sea posible, creo que precisarnos de cartograffas, es

decir, de lecturas genealogicas encarnadas de nuestras propias y respectivas practicas teo­

ricas. Adernas, necesitamos entablar discusiones frances y abiertas, Todo ello podria servir

para sentar las bases de una nueva remesa de intercarnbios transatlanticos en el contexto

de una cultura que deviene «g-local» tambien dentro del feminismo.

La recepcion estadounidense de la diferencia sexual se enrnarca dentro de las teorias

del genera y, mas especialmente, en el paradigma sexo/genero, cuyo mejor exponente

10 constituye la interpretaci6n de Gayle Rubin del paradigrna de Levi-Strauss del inter­

cambio de las mujeres y su papel en la constituci6n del orden patriarcal. En este marco

conceptual, el «genero- hace refercncia, especificamente, a la matriz heterosexista del

poder a traves del cual se construyen las identidades individuales, las relaciones socia­

les y las representaciones sirnbolicas. Como sefiala Butler, «la sexualidad normativa

refuerza el genero normativo-P'', 10que explica su prayecto politico consistente en ana­

lizar de que modo el genera sustenta la heterasexualidad obligatoria articulada de modo

jerarquico. Consiguientemente, el «sexo- se convierte en un efecto del genera y, par 10

tanto, la diferencia sexual es s610 una consecuencia de una serie de relaciones de poder

de mayor alcance que abarcan toda una gama de variables diversas. Este encuadre difie­

re considerablemente de las definiciones clasicas del genera desarrolladas por el cons­

tructivismo sociol6gico. Sin embargo, tarnbien revela un acusado antagonismo con el

enfasis postestructuralista en la primada de la sexualidad y, par 10 tanto, en la diferen­

cia sexual como la instituci6n sociosirnbolica encargada de efectuar el praceso de cons­

trucci6n del sujeto, El interes de Gayle Rubin en la matriz heterosexista del poder difie­

re seriamente de mi vision de la sexualidad y de su papel en la formacion de las

identidades, En la tradicion europea, de la cual soy heredera, la distincion angloesta­

dounidense «sexo/genero» es mucho menos relevante que la red de relaciones cornple­

ja, interactiva y activada por el poder en torno al nucleo sexo/sexualidad.

En su importante critica de la distinci6n sexo/genero, Moira Gatens destaca hasta

que punto la teoria del genera asurne, de manera tacita, la existencia de un cuerpo pasi­

vo sobre el que se imprirnen codigos espectficos!'. De este modo, el modelo del genera

50 Ibid., p. xi red. cast.: ibid., p. 12].

51 Moira GATENs, Imaginary Bodies: Ethics, Power and Corporeality, Londres y Nueva York, Rout· ledge, 1996.

51

Page 16: Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

1I

-(inspirado en la psicologfa social es diarnetralmente opuesto a las revelaciones del psi­

",Icoanalisis. En primer lugar, los puntos de divergencia se refieren a la estructura de la Iencarnacion hurnana, en tanto que pasiva para la teoria del genero y dinamica e inter­

activa para la teorfa postestructuralista. En segundo lugar, la nocion de sexualidad y de Isu papel en la constitucion de la subjetividad es crucial para el postestructuralismo y no ,I

~I asf para las teorfas del genero sociopsicologicas. En mi opinion, la prioridad dada a 10 ,'I

sexual como ambito de fonnaci6n del sujeto es, precisamente, 10 que lleva a pensado­

ras ferninistas como lrigaray, Grosz, Chanter, Gantens, a mf misrna y a otras a afirrnar la

importancia constitutiva y fundamental de la diferencia sexual.

En mi lectura de las filosoffas postestructuralistas de la diferencia, desde Foucault a

Irigaray 0 Deleuze, el principal enfasis recae sobre la estructura material y sexualizada del

sujeto. Esta fibra sexual esta conectada, de manera multiple e inescindible, a las relacio­

nes sociales y polfticas puesto que no es otra cosa que una entidad de caracter indivi­

dualista. La sexualidad como institucion social y simbolica, material y semiotica, se reve­

la como ubicacion primaria del poder, segun una dinamica compleja que abarca tanto I micro como macrorrelaciones. La diferencia sexual, 0 la bipolaridad sexualizada, es sen­

cillarnente, la implementaci6n sexual de la economfa politica de la identidad sexualiza­

da, que no es sino otro modo de llamar al poder tanto en su sentido negativo 0 represi­

vo (potestas) como en el positivo 0 capacitador (potentia). EI sexo es la asignacion social

y morfol6gica de la identidad y la forma de agencia erotica adecuada para los sujetos

socializados y sexualizados segun el modelo dualista, polarizado, de las instituciones

especfficas de la Masculinidad/Ferninidad. El genero es un terrnino gene rico para descri­

bir el tipo de mecanismos de poder que participan en esta cornpleja interaccion de fuer­

zas. Siguiendo a Deleuze, dina que el dualismo de genero es la posicion de 10 mayorita­

rio que, de este modo, consolida los intereses de la economia politica edipizada que

estructura nuestro sistema social, material e imaginario. Volvere sobre este punto.

La cuestion sobre la que me interesa llarnar la atencion es que, en mi marco de refe­

rencia conceptual, la sexualidad, lejos de ser marginada, es un pilar fundamental en

tanto que actua como matriz de las relaciones de poder, en el sentido arnplio, pero tam­

bien mas intimo, del termino. La genealogia teoretica a la que debo este desarrollo parte

de Levi-Strauss, sigue con Lacan y llega mucho mas lejos. En esta senda, la distinci6n

sexo/genero no es tan relevante como la de sexo/sexualidad y, asimismo, como la de la

diferencia sexual, en calidad de distribuidora y organi:adora de las diferencias sociales

y simh6licas. Nuevamente, la comparacion con las teorfas del genera de inspiracion

sociopsicol6gica resulta importante. Para el pensamiento postestructuralista, la sexua­

lidad es el molde sociosimb6lico constitutivo en el que se forja la subjetividad humana.

Su interrelacion dinamica con los c6digos culturales la convierten en una cuesti6n

coextensiva a la del poder, tanto en su sentido reactivo (negativo) como afirmativo

(positivo). Efectivamente, pienso que esta disimetrfa conceptual resulta crucial para los

intercambios transatlanticos que puedan entablarse en torno a las paradojas del mate­

rialismo. Yo sugerirfa que no perrnitieramos que este debate se ahogara en las aguas de

las viejas polernicas y, en carnbio, que prestaramos mas atencion a las respectivas dife­

rcncias existentes entre el puradigrna del sexo y el genera y el de la sexualidad y el sexo.

Lo que esta en juego es una diferencia teoretica de gran envergadura, no una cuestion terminologica. Es una divergencia que bien merece ser explorada.

Materialismo de genero

Los origenes de la tradicion del materialisrno de genero se rernontan a Simone de

Beauvoir. Sus aportaciones para desembarazar al materialismo de la doble carga de su

oposicion al idealismo y de su dependencia de las teorfas marxistas del materialismo his­

torico fueron surnamente relevantes. Atrapada en la desconexion transatlantica, la obra

de Beauvoir ha sido reformulada de modos que a menudo se contradicen con sus propios

textos'", Igualmente, su trabajo se encuentra atrapado en el debate que, desde la decada

de los ochenta, ha opuesto el neomaterialismo de Monique Wittig y de Christine Delphval

al esencialisrno estrategico de las teoricas de [a diferencia sexual Helene Cixous y, mas

destacadarnente, Luce Irigaray. Mas adelante, explorare esto con mas deralle'".

Wittig es una de las voces mas importantes de la escuela materialista francesa que

lanzo la carnparia de descalificacion de [a diferencia sexual'". Ella fue una de las prime­

ras personas en acufiar el terrnino «esencialismo» para referirse pevorativamente a [a

corriente feminista que prestaba atencion en su trabajo al inconsciente, a la diferencia

sexual y a la escritura femenina, es decir, todo el repertorio del postestructuralismo

feminista. De modo bastante paradojico, su obra como escritora creativa, especialrnen­

52 Toril MOl, Simone de Beauvoir: the Making of «n ImellectHal Woman, Oxford, Blackwell, 1994. 53 Vease Claire DucHEN, Feminism in Fwnce, Londres, Routledge and Kegan Paul, 1986; Christi­

ne DELPHY, "Pour un materialism feministe » , rAre 61 (1975), pp. 61-67; Close to Horne, Londres,

Hutchinson, 1984; Monique WIITIe;, Le Corps lesbien, Paris, Minuit, 1973; «La Pensee straight,.,

Questiuns Feministes, 1987. p. 7; «Paradigm.., en George Stambolian y Elaine Marks (eds.), Homuse­xualities and French Literature, Ithaca, Nueva York, Cornell University Press, 1979. Helene C!xous,

«Le Rire de la Meduse,., rArc 61 (1975), pp. 265-264; «Le Sexe ou la tete,., us Cuhim du Grif 5 (1977), pro 5-15; Emre l'ecrinlrc, Paris, Des Femme~, 1986; "L:Approche de Clarice LISPECTO/{o>, en

Entre l'ecriture, cit., pro 115-199; L.e livre de Promethea, Paris, GallimarJ, 1987, y Luce lrigaray, Specu­lum: De l'uutre femme, cit.; Cc Scxe Qui N'cst Pus Un, cit.; Amante Murine. Dc Friedrich Nietzschc, Paris,

Minuit, 1980; L'EthiL/ue dc lu difference scxuellc, cit; «Egales a Qui?», cit.; Sexes et Purentes, cit.; Le Tem/)s de I,l Differcncc. Pour Unc Revolutiml PLlClfique, cit.; Je, Trt, Nous, Pour une Culture dc la Diffe­rence, cit.

54 Diane Fuss, Essentially S/Jcuking, Feminism, Natureand Dif[eR'llCe, Nueva York y Londres, Routledge, 1989.

S2 S3

Page 17: Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

J"it' ~.~.

te su novela El cuerpo lesbiano", contribuyo en gran medida a una redefinicion radical \"

1.:

'*' de la sexualidad femenina y del deseo lesbico. Sin embargo, ella se opone al enfasis que :~

..; tanto Cixous como Irigaray dan a 10 que cuidadosamente definen como «economia libi­ '.\-

i

dinal homosexual fernenina» y a la especificidad de la morfologfa, la sensibilidad, la ~.

sexualidad y la creatividad femeninas, especialrnente de la escritura que parte de elias.

Wittig reelabora la distincion clasica sexo/genero y la transforma en una crftica radi­ .~

~

cal del heterosexismo. Ella hace hincapie en la necesidad de liberar a la sexualidad ~i 1',fernenina de su subyugacion al signficante Mujer. En su opinion, la Mujer, como el otro 'J.

t~ i'preferente del imaginario patriarcal es una construccion idealizada del mismo orden ~ 1

que el falo, puesto que se trata de una idea creada por el hombre y, por 10 tanto, esta ""ideologicamenre contaminada siendo indigna de confianza. Wittig radicaliza la idea de ,t:

Beauvoir acerca de la naturaleza construida de la feminidad. Ella propone un rechazo ~i"'. i~;del significante mujer como episternologica y polfticarnente inadecuado y plantea que ~­

sea sustituido par la categorfa de «lesbiana-. La lesbiana no es mujer porque se ha sus­~

trafdo a las identidades basadas en el falo. La posicion de Wittig, a pesar del atractivo que reviste en tanto que aspira a invec­

tar potencia a las mujeres, resulta problematica en la medida en que universaliza a la

lesbiana dentro de un nuevo modelo de normatividad. Esto no deja espacio para defi­

niciones alternativas del lesbianismo como, por ejemplo, la idea de A. Rich del conti­

nuo lesbiano'" y de la nocion de Irigaray de una «econornia libidinal homosexual feme­

nina,,57. Adernas, ciertamente, excluye a priori la posibilidad de la heterosexualidad

opcional 0 librernente elegida. Esta eleccion es considerada coextensiva a la domina­

cion y, por 10 tanto, conducente a una servidumbre voluntaria, una posicion que

recuerda a la postura de Andrea Dworkin y del ala antisexualidad mas extremista del

feminismo estadounidense'". La paradoja que entrafia esta oposicion fue astutarnente puesta en evidencia por

Antoinette Fouque" , quien observe que, por un lado, se presenta la sexualidad ferneni­

na como la base para una teorfa fundacional de una nueva vision de la subjetividad (la

diferencia sexual) y, par otro, se expresa un antifundacionalismo radical que se traduce

en el rechazo definitive de 10 femenino (el neomaterialismo lesbiano). Preferirfa definir

ambas posturas como dos estrategias opuestas de deconstruccion de la feminidad tradi­

cional donde, por una parte, se encuentra la estrategia de la sexualizacion extrema a tra­

yes de la subjetividad femenina encarnada, esto es, la «trascendencia mediante la inma­

ss Monique Wittig, Le Corps lesbien. cit. ;6 Adrianne RICH, Blood, Breadand Poetry, Nueva York, W W Norton, 1985.

;i Luce Irigaray, Ce Sexe Qui N'est Pas Un, cit.

;8 Andrea Dworking, Ollr Blood, cit. ;9 Antoinette FOUQUE, "Notre pays, notre terre de naissance, c'est le corps rnatemel». Des fem­

mes en mouvcment!Midi Pyrennees 1 (1982), pp. 9-15.

54

~_:. ~_~~.:,~ _~:.:~:'::::C~l_

nencia radical» de Irigaray, y, por otra, el rechazo de la feminidad como matriz del poder

heterosexual en pro de una posicion «mas alia del genero». A estas diferentes posiciones

les corresponden diferentes comprensiones del «rnaterialismo»: mientras que Irigaray

considera que este tiene que ver con la mater/materia y con el cuerpo sexuado, de ahf su

enfasis en la morfologfa aunque tambien en la verticalidad 0 en la trascendencia, Wittig

opina que se trata de un constructivismo social ingenuo, que paradojicamente opera par­

tiendo de una posicion idealista respecto allenguaje y a los cambios sociales.

Tanto el materialismo de genero como la materialidad corporal de la diferencia sexual

aspiran a conferir poder a las mujeres para actuar como sujetos legftimos de enunciacion,

pero, para lograrlo, emprenden caminos distintos. Irigaray se afana en una deconstruccion

afirmativa, Wittig insiste en su conviccion de las potencialidades de la plasticidad del len­

guaje. Contrariamente a Irigaray, que considera la posicion de sujeto como estructural­

mente masculina, Wittig cree que las mujeres pueden entrar a ocupar la posicion de suje­

to y reapropiarse y redefinir la misma de acuerdo con sus propios intereses. Asf pues,

Wittig alienta a las mujeres a utilizar ellenguaje para expresar sus propios signiticados, sin

caer en las complejidades deconstructivas de la ecriture fhnenine de lrigaray 0 en busque­

das de un simbolico alternativo. En otras palabras, su postura es vehementemente anti­

postestructuralista en su rechazo de dos ideas fundamentales: la estructura del sujeto no

unitario 0 escindido y la no transparencia constitutiva dellenguaje.

La obra de Wittig se ha revelado de gran inspiracion para las teorfas lesbicas y queer que se han desarrollado en Estados Unidos. Asf, Butler hace hincapie en el hecho de que,

para Wittig, el «genero» no es una realidad sustantiva, sino mas exactarnente una acti­

vidad. Inspirandose en Rubin, ella procede entonces a reinterpretar la nocion de «gene­

ro» de Wittig como un enunciado perforrnativo que construye categarfas como «sexo»,

«mujer», «hombre» y «naturaleza» con la intencion especificamente politica de repro­

ducir la heterosexualidad obligatoria, EI genero es el proceso mediante el cuallas rnuje­

res son marcadas como el «sexo fernenino», los hombres se funden con 10 universal y,

ambos, son subyugados a la institucion -tal y como esta es definida por Foucault-P'' de

la heterosexualidad obligatoria, tal y como esta es definida por Rich?'. En tanto que la

lesbiana reniega de este proceso, es subversiva porque problernatiza todo el andamiaje

de la sexualidad. En opinion de Butler, la estrategia defendida por Wittig es la de perrni­

tir la proliferacion de otros tipos de identidades de genero y, en este sentido, la lesbiana

es el primer paso hacia la explosion de las estructuras monoltticas del genero.

A pesar de todas las restantes diferencias existentes entre ambas autoras, Butler retie­

ne dos ideas clave de Wittig que utiliza para oponerse al feminismo de la diferencia sexual.

60 Michel FOUCAULT, «Preface», en Gilles DELEUZE y Felix GUATTARl, AntiOedipus, Nueva York, Viking Press (original ingles), 1977.

61 Adrienne Rich, Blood, Brcadand Poetry, cit.

55

Page 18: Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

~ .-1 :..;;

~ .:' ,}

La primera se refiere a que el genera es preformativo, ya que el mismo crea las mismas

categonas e identidades sexuales que pretende explicar. Una vez que se ha reapropiado

de la idea de Wittig de la coextensividad del genero con el discurso regulador de la hete­

rosexualidad, Butler desarrolla una hermeneutica de la sospecha hacia la nocion de a

«genero- y, mas especialrnente, hacia la categorfa de «mujer» como sujeto tundacional de la d

-;~: politic a feminista. Butler pone el acento tanto en la norrnatividad como en las limitacio­ ~~:

nes que implica una categona «rnujer» que, sencillamente, no alcanza a ser exhaustiva J; $porque el genera se halla entrecruzado con «rnodalidades raciales, de clase, etnicas, ~. :H,.':­sexuales y regionales de identidades discursivarnente constituidas-P'.

En consecuencia, Butler aspira a elaborar una «genealogia critica de la categoria mujer» :~

para contestar e impedir la reificacion de la identidad ferneruna. Asi pues, la cuestion clave

es lque tipo de repericion subversive podrfa poner en tela de juicio la propia practica de

regulacion de la identidad? 63 Butler propene una estrategia de repeticion parodica, esto es,

la exposicion de la mascarada con fines politicos. A diferencia de Wittig, aunque al hilo de

sus ideas, Butler propone hacer saltar por los aires a la categoria «rnujer- permitiendo la

proliferacion de otros muchos generos alternatives: no uno, no dos, sino tantos generos

como individuos. No solo sera lesbiana, la ex mujer experimentara una dislocacion tran­

sexual hacia muchas direcciones posibles, ya que, si la biologia no es un destino y el cuer­

po es una construccion, entonces, todos los sexos son validos. Butler concluye en un tono i smas cauto, utilizando el verbo en condicional, al tratar la politica de la parodia y pregun­

tar que aspecto tendrfa la polirica feminists si se dejase que los generos proliferaran hasta

hacer estallar el binarismo chlsico. Se distancia de Wittig, al igual que hace de Irigaray par .. ~ , razones de universalidad, ya que ambas universalizan algo, ya sea Wittig a la lesbiana 0 Iri­ ~.

garay a la mujer. Butler busca una estrategia que Ie permita dejar atras las ficciones regu­ "tladoras de la sexualidad, este es su toque personal de utopia polftica. A la larga, posible­

mente este mas cerca de Foucault que de ninguna otra pensadora feminista. ;1Recientemente, Butler ha revisado su posicion y, gracias a la perspectiva que solo da

el tiempo, ha mostrado mucha mas sensibilidad hacia el papel que las fantasias; las his­ 'I torias personales y los factores inconscientes juegan en fijar a un sujeto encarnado en I un cierto tipo de sexualidad. Ella ha seflalado que «la escenificacion de la subversion i

idel genero puede no estar indicando nada acerca de la sexualidad y de la practica I sexual. El genera puede seguir siendo ambiguo sin trastornar 0 reorientar un apice la f

i

sexualidad normativa. En ocasiones, la ambigQedad de genero actua, precisamente,

para contener 0 eludir la practica sexual no normativa y, de ese modo, dejar intacta a

la sexualidad normativa»64. De hecho, serfa demasiado ingenuo pensar que el mera

02 Judith Butler, GenJer Trouble, cit., p. 3. (,J IbiJ.. p. 32.

61 Judith Butler, "Preface 1999», cit., p. XIV.

56

rechazo 0 perturbacion del dualismo de genero sea, exclusiva 0 necesariumente, una

posicion subversiva. En mi opinion, gran parte del discurso conservador 0 neoliberal

contemporaneo adopta la forma de una celebracion espuria de las «diterencias- de

corte pluralism. A menudo, haciendo rernisiones a la ciencia biologica 0 genetica, el

elogio de la pluralidad de las diferencias no es una precondicion ni suficiente ni nece­

saria para la subversion de la identidad fundada en la soberania de 10 Uno y en la eco­

nomia politica de 10 Mismo.

Un ejemplo revelador de 10 que yo definina como un rechazo conservador del dua­

lismo de genero en beneficio de los placeres eroticos se encuentra en la diatriba de

Mario Vargas L1osa65 contra dicho dualismo en un capitulo que, de modo significarivo,

se titula «La rebeli6n de los clitoris». Vargas Llosa despliega un argumento interesante,

aunque contradictorio, Por un lado, quita peso al enfasis excesivo que normalmente se

pone en las diferencias morfologicas entre los sexos y, por 10 tanto, tener un pene 0 un

clitoris se reduce a un mera accidente biologico 0 dato estadfstico. Por otto, Vargas

Llosa transforma el pluralisrno de genero en un arrna para defender la unicidad del

individuo como entidad sociopolftica.

Alistando a favor de su causa a la reconocida epistemologa feminista Anne Fausto­

Sterling, Vargas Llosa defiende, al menos, cinco generos distinros, incluyendo diferen­

tes grados de intersexualidad. Fiel a su adscripcion liberal al individualismo, Vargas

Llosa toma la pluralidad de generos, 0 la intersexualidad, como prueba de la rica varie­

dad de especies humanas cuyo derecho fundamental es el de alcanzar la libertad.

Se trata, a mi juicio, de un argumento debil porque Vargas L10sa quiere nadar y guar­

dar la rapa: su defensa de la existencia de multiples generas malamente encubre el dua­

lismo sexual intrinseco a la definicion del individuo y de los derechos individuales que

el defiende. En mi opinion, esto indica que no hay en juego nada esencialmente sub­

versivo, 0 siquiera transformador, en esta celebraci6n de los multiples placeres sexua­

les, por mas noble y erotica que esta sea. La multiplicacion numerica de las opciones de

genera no altera el equilibrio de poder ni la economia de la dialectica sexual que es uno

de los motores del regimen falocentrico. Ademas, en mi opini6n, la centralidad que

ocupan la sexualidad y la diferencia sexual en la constituci6n del sujeto impide que sea

suficiente con invertir los roles sexuales social mente impuestos. Por el contrario, es

necesario llevar a cabo transformaciones profundas 0 metamorfosis.

Frente al resurgimiento del pluralismo de genero falocentrico, considern importan­

te colocarse mas alLl de las rupturas polemicas en el senD del feminismo. Asi pues, qui­

siera subrayar que la pretendida distincion entre las tradiciones de pensamiento sexo­

genera y sexo-sexualidad dentro del feminismo no responde a la existencia de una

(,; Mario VARGAS LLOSA, The Nmeboob of D01! Rigoberto, Harll1ondsworth, Penguin Books, 1997 [ed. cast.: Los cuaJemos de Jon Rigoberw, Madrid, Alfaguara, 1997J.

57

Page 19: Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

'·if

~;teoria heterosexual y una teoria lesbica. Mas exactamente, este distanciarniento cobra [a forma de un desacuerdo dentro de [as teorias lesbicas y de [as practicas de [a homo­

sexualidad femenina. Las te6ricas de [a diferencia sexual. como Cixous e Irigaray, ins­criben el deseo lesbico en un continuum con [a sexualidad fernenina que comienza con ".

't·

~~el apego a [a madre. En el caso de Irigaray esta idea tiene su origen en [a tradici6n anti­.~;freudiana dentro del psicoanalisis que tiende a defender tanto [a especificidad de [a libi­,;J'

,"do femenina como [a continuidad existente entre el arnor materna y el deseo lesbico, ,~~

:-~. en contraste con [a teorfa de [a agresividad hacia [a madre forrnulada por Melanie ,~ Klein. Cixous e Irigaray radicalizan [a idea sugerida por Horney y Klein acerca del poder }

':l~estructurador que tiene [a relacion preedipica con [a madre y, tarnbien, [a erotizan ple­ *\

namente. Ambas se desmarcan de [a linea marc ada par Freud y por Lacan que sobre­';~

enfatiza [a figura del padre y el poder del falo en la constitucion del deseo humano, En ,;~

esta tradicion de [a teoria feminista, la homosexualidad femenina se considera un ;' ./!momenta necesario en el desarrollo de la identidad sexual femenina. ~j

Por supuesto, las diversas versiones de esta teorfa tienen objetivos muy diferentes.

Cixous defiende una forma magnificente y, en cierto modo, grandiosa de la estetica homo­

sexual femenina rica en atractivo cosmologico. Irigaray, por otro lado, apela a un tipo de

heterosexualidad radical basada en un reconocimiento mutuo entre los sexos, en otras

palabras, un nuevo universal feminista. Sin embargo, ambas estan de acuerdo en negar que

ellesbianismo constituya una identidad separada, una sexualidad distinta y una subjetivi­

dad politica. Sin embargo, Wittig, asi como recientes trabajos inspirados en su pensarnien­ ;t

to, como el de Teresa De Lauretis, defienden la especificidad del deseo lesbico. Este es des­

ligado del continuum con la sexualidad fernenina, de las interpretaciones psicoanaliticas :;~

aportadas desde el feminismo y, tarnbien, del deseo de Ia madre. EI desacuerdo estriba en

la concepcion del deseo lesbicocomo ellugar de una posible ruptura epistemologica 0 frac­

tura categories. Wittig mantiene una postura militante puesto que su afirrnacion de que la

lesbiana esta, de algun modo, fuera del sistema binario de genero y que, por 10 tanto, no

cuenta como rnujer es, cuanto rnenos, provocativa. Despues de que esta grave afirmacion

dividiese al colectivo Questions Feministes en Paris, dejando sumidas en la confusion a ferni­

nistas historicas de influencia beauvoiriana como Christine Delphy, Wittig emigre a Cali­

fornia y se enfrasco en un dialogo muy productivo con De Lauretis, Butler y otras'",

Psicoan6/isis menos el inconsciente

Tal y como habfa predicho Jacqueline Rose, durante la decada de los noventa la teo­

ria feminista aprendio a dominar [a jerga del psicoanalisis mientras daba la espalda al

66 Claire Duchen, Feminism in France, cit.

58

c· :~:;_C:..~~~ :=..-,::::~~,(~,

inconsciente, por 10 que experimentaba, asi, un giro racionalista y volunrarista'F. EI psi­

coanalisis es crucial en la teorizacion y representacion de una vision no unitaria del sujeto, pero, en mi analisis, tarnbien saca a la luz la naturaleza encarnada, sexuada y contradictoria del sujeto humano. Las fantasias, los deseos y la busqueda del placer jue­

gan un papel tan importante y tan constructivo en la subjetividad como el juicio crlti­

co y la ace ion politica convencional. Me gustana intentar reconectar la voluntad y

capacidad de accion que requiere la polftica con el debido respeto, tanto teorico como

etico, a las estructuras afectivas, libidinales y, por 10 tanto, contradictorias del sujeto,

La sexualidad es fundamental para este modo de pensar sabre el sujeto, pero, a menos

que vaya aparejada a cierta practica del inconsciente no necesariamente de tipo freu­

diana, no puede producir una vision factible de un sujeto unitario que, a pesar de su

complejidad, rodavia guarda cierta coherencia. Los procesos, memorias, identificacio­

nes y afectividad inexplorada inconscientes constituyen el pegarnento invisible que

mantiene unido a ese haz de contradicciones que es el sujeto.

Esto no significa que yo afirrne que el psicoanalisis tenga todas las respuestas, lejos

de ello, pero sf pienso que deja cierto hueco para que los procesos inconscientes pue­

dan jugar su papel. Es preciso sefialar, aunque para ello tenga que, anticipar la opera­

cion antitreudiana de Deleuze y Guattari respecto al inconsciente, que si bien en la tra­

dicion psicoanalftica estas fisuras internas son, frecuentemente, la sustancia de la que

estan hechas las pesadillas y las neurosis, no tienen por que serlo. Quisiera correr el ries­

go de sostener que, de heche, las contradicciones y las idiosincrasias internas, 0 de otro

tipo, son elementos constitutivos del sujeto, y que, despues de todo, tampoco son una

tragedia tan enorrne. Si resulta que las paradojas y las contradicciones son historicarnente construidas y

se hallan socialmente insertas en practicas de poder y de resistencia, puede que las

aceptemos sin tanta ansiedad'", En mi opinion, el inconsciente es la garantia que evita

el cierre en la practica de la subjetividad. Quiebra la estabilidad del sujeto unitario cam­

biando y redefiniendo constantemente los pilares sobre los que el, 0 ella, se sustenta. Lo

considero un retorno incesante de paradojas, de contradicciones internas e idiosincra­

sias interiores que infundcn la inestabilidad en el corazon del yo. EI sujeto n6mada se

distingue por una no adhesion estructural a las reglas, a los roles y a los modelos. Tener

en cuenta las estructuras inconscientes es crucial para el conjunto de la practica de la

subjetividad feminista porque, precisamente, estas estructuras posibilitan form as de

desconexion y de desidentificacion de la institucion sociosimbolica de la feminidad.

67 Jacqueline ROSE, «Femininity and its discontents», en Sexuality in the Field of Vision, Londres,

Verso, 1986, pp. 83-103. 68 Joan Wallach Scan, Only Paradox to Offer: French Feminism and the Rights of Man, Cambridge,

Massachusetts, Harvard University Press, 1996.

59

Page 20: Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

(Como opera la desidentiflcacion? Abriendo intervalos, abriendo una especie de dis­

tancia interna que permite a alguien hacer un balance de la posicion que ocupa, un ins­

tante de extasis, una pausa entre la predecibihdad de los modelos sociales y las nego­

ciaciones con el propio sentido del yo. Estos espacios interruedios, estos puntos de

transicion temporal y espacial, son cruciales para la construccion del sujeto y, no obs­

tante, dilfcilmenre pueden traducirse en pensarniento y representacion dado que son en

10 que se apoya primeramente el proceso de pensar. Los intervalos, 0 los puntos y pro­

cesos intermedios, son facilitadores y, en esa medida, pasan desapercibidos, a pesar de

que marcan los mementos decisivos en todo el proceso de devenir un sujeto.

Las normas 0 modelos normativos culturales y sociales son atractores cxternos, estirnu.

lantes 0 puntos de referenda. Actuan como imanes que arrastran pesadamente al yo en

ciertas dirccciones y estimulan a la persona en el mismo sentido. El imaginario social

funciona en terrninos analogos al pegamento discursivo que es capaz de atar todos los

cabos si bien de manera discontinua y contradictoria. Sin embargo, no abordare el fun­

cionamicnto de estas formaciones «ideologicas» siguiendo el modele althuseriano cla­

sico. Tampoco seguire los planreamientos de la psicologia social y del tipo de teorfa de

genero que ha inspirado. Por 10 tanto, no analizo el impacto de las imageries 0 de las

representaciones en terminos de «interiorizacion» porque encuentro esta teorfa dema­

siado dualista en la forma en la que separa al yo de la sociedad, el «dentro» del afuera

del sujeto. Por el contrario, encuentro mucho mas interesante pensar sabre la red

extensiva de interconexiones que los cornunica. Otro nombre para esta red coextensi­

va es poder, en sentido coercitivo 0 negative tpotestas}, asi como en sentido capacita­

dor 0 positivo (potentia). En consecuencia, yo no discutiria el hecho de que gran parte del «reclamo» que ejer­

cen los roles 0 las normas sociales se debe, clara mente, a su caracter coercitivo; sin embar­

go, tarnpoco se puede discutir que una parte irnportante de la psique acepta ser sometida

por el sujeto en una busqueda de visibilidad y de aceptacion social. Esto influye en mi com­

prension y en mi valoraci6n del papel y del irnpacto del «imaginario social» como un pro­

ceso de flujos bidireccional entre una subjetividad nomada y un campo reticular de actua­

liznciones socialcs de deseos potencialmente contradictories. De esto se sigue que las

interpelaciones de tipo consciente e inconsciente son heterogeneas e internamente con­

tradictorias y,no obstante, fonnidables. Una identidad no unitaria implica un elevado nivel

de disonancia interna, es decir, de contradicciones y paradojas. Las identificaciones incons­

cientes juegan el papel de imanes, de piezas fundamentales 0 de pcgamento. Sin embargo,

tambien put·den convertirse en igualmente activas en los procesos de resistencia a los roles

y a las normas sociales. Una estrategia polftica de mfmesis afinnativa feminista precisa de

las estrueturas infinitamente abiertas del inconsciente como un elemento que puede ser

movilizado con el fin de facultar al sujeto para que se distancie de los modelos socialmen­

te impuestos. Los deseos son polfticos y la polftica comienza con nuestros deseos.

En otras palabras, el reconocimiento de la no coincidencia del sujeto con su con­

ciencia no pone en marcha necesariamente la ya vieja y familiar melodia de la angus­

tia y del panico ante la idea de una psicosis incipiente 0 de una implosion inminente.

La corriente Iacaniana ortodoxa ha brillado ultimamente por estos ejercicios de pani­

co, como atestigua el caso Kristeva en sus analisis del terror y de los monstruosos otros,

de la diversidad etnica 0, inevitablemente, de Ia perdida y la melancolta. Frecuente­

mente, es posible encontrar un tono semirreligioso de solemnidad tragica en estas lee­

turas de los peligros de una crisis y de una desestabilizacion del yo -por no hablar de la

civilizacion- bajo el ataque de esos otros abyectos que parecen colarse por todas partes.

Sin embargo, cualquier espectador 0 espectadora de las pelfculas de David Cronenberg

sabra que esta previsible reaccion conservadora es basicamente comica y tan facil de

sofocar como un ataque de risa. La nostalgia no es iinicamente conservadora en terrni­

nos politicos, sino tarnbien un freno para emprender un analisis serio de la cultura con­

rernporanea, como tratare de mostrar en los capitulos 4 y 5.

Quisiera continuar con la defensa del plantearniento de la difcrencia sexual porque,

tal y como he argumentado antes, combina elementos voluntarios e inconscientes de un

modo que hace justicia a la complejidad del sujeto. Siguiendo a Irigaray, la estrategia mas

adecuada consiste en abordar el cumulo de imageries. conceptos y representaciones de

las mujeres, de Ia identidad femenina, tal y como han sido codificadas por la cultura en

que habitamos. Si «esencia- significa la sedirnentacion histories de productos discursi­

vos multiestratificados, ese cumulo de definicioncs, exigencias y expectativas cultural­

mente codificadas sobre las mujeres, 0 sobre la identidad femenina --ese repertorio de fie­

ciones reguladoras tatuadas en nuestras pieles-, entonces, serfa false negar no solo que

esta esencia exista sino, tarnbien, que es poderosarnente operativa. La historia es el des­

tino de toda persona y, por consiguiente tarnbien, el de las mujeres. En otras palabras,

debido a esta historia y a que el lenguaje es todo [0 que tenemos, antes de renunciar al

significante «rnujer», necesitamos recuperarlo, retornar a sus versatiles complejidades.

Estas complejidades definen la identidad que compartimos, como rnujeres. Y este es el

punto de partida, por muy ambiguo y limitado que pueda ser. Consecuentemente, las

teorizadoras del rechazo radical del significante «mujer- en pro de la sexualidad lesbica

o multiple, me parece que ocupan una posicion psicoanaliticamente perversa, es decir,

una posicion de negaci6n voluntaria. Wittig deberfa saber que [a identidad no es solo

volicion, que el inconsciente estructura el sentido de la propia identidad a traves de una

serie de identificaciones vitales (incluso, cuando son [etales, son vitales). El inconscien­

te esta imbuido de hue lias de morfologfa corporal y, por 10 tanto, las feministas compro­

metidas con el materialismo corporal no deberfan confundir la eleccion voluntaria -la

volici6n polftica- con eIdeseo inconscieme. La tentativa de Wittig y de Butler de desar­

mar los cimientos de Ia politica de Ia identidad no responde a la cllestion de la sllbjeti­

vidaJ, es decir, a[ hecho de que una es tambien y primariamente el sujero de su propio

60 61

Page 21: Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

inconsciente. EI corolario es que la via de salida de esta realidad psfquica no se produce mediante un autonombramiento voluntario (que, en el mejor de los casos, constituve una forma extrema de narcisismo y, en el peor, es la cara melancolica del solipsisrno), sino mediante repeticiones cuidadosas, enfrentandose a ella.

En su ultimo libra, Judith Butler prosigue V clarifica su posicion sobre la cuestion de la identidad, la sexualidad Vel poder, En sintorua can las primeras premisas de su trabajo sobre

teorfa queer, ella defiende una vision del sujeto que, par mas inacabado V no esencializado

que sea, necesita las operaciones de la conciencia como entidad reguladora, Hegel provec.

ta una larga v, quizas incluso, creciente sombra sobre el rrabajo de Butler. En este sentido,

por ejemplo, la cuestion de la separacion entre 10 psiquico V10social, Vla compleja tarea de .;t

unirlos 0 de establecer una relacion entre ambos, emerge como una apuesta central del pro. :,i

vecto politico de Butler de reformular la capacidad de accion del sujeto bajo la forma de sub. ~"

versiones performativas. En el corazon de esta nocion de la perfonnatividad, considerada , altemativamente como «la practica reiterativa Valusiva mediante la que el discurso produ­ .cPr

',<ce el efecto de 10 que nombra», Vcomo aquello que «describe las relaciones que estan impli­

cadas en aquello contra 10que se esta», vace una definicion derridiana de la repeticion'",

Sin embargo, si bien eI marco de referencia de Butler es deconstructivo, su pasion es fun.

damentalmente polfrica. De ahf, la recurrencia de la cuestion de como el sujeto, sea mascu.

lino 0 femenino, puede ser sometido a formas de interpelacion que 10constituven en una

relacion de poder. En primer lugar, interpreto el trabajo de Butler como un decidido V refle­

xivo esfuerzo de buscar una correspondencia entre 10psfquico V10social. Esto se convierte

tambien en una busqueda de interconexiones entre la teorfa psicoanalitica del deseo como

carencia Vlas practicas sociales de normatividad, prohibiciones Vexclusion forzosas. De un

modo que en ocasiones me parece precipitado 0, incluso, reductive, Butler establece una

equiparacion entre el repudio psfquico V la represion social. Esto le pennite plantear la cues.

tion clave: lcomo hicieron ciertas practicas sociales, como la heterosexualidad, para llegar

a adquirir una primacia simbolica? En opinion de Butler, siguiendo a Rubin Val paradigma

de genero predominanre en el feminismo estadounidense el poder, de hecho, es irradiado

como matriz heterosexual que atribuve identidades sexuadas sobre una escala binaria orde. nada jerarquicamente que aspira a la negacion del deseo homosexual.

La pregunta de Butler no s610 se refiere a una dimension analftica: lde que modo se

produjo la inscripcion simbolica de la heterosexualidad? Tambien implica un aspecto nor­

mativo relativo a como se puede lograr un cambio efectivo. Debido al encuadramiento de

la obra df:? Butler en el discurso de los derechos legales Vsociales, esta dimension nonnati­

va adquiere un caracter dominante en su pensamiento que en ocasiones la !leva a sacrifi.

09 Judith BUTLER, Bodies tlUlt Mauer: On the DlsctLrsive Limits of "Sex", Nueva York, Routledge, 1993, pp. 2 y 241 [Ed. cast.: Cuerpos que importan: sohre los limites materiales y discursivos del "sexo", Buenos Aires, Paidos, 2002J.

car la consistencia conceptual en aras a alcanzar la efectividad politica. Un ejemplo signifi­

cativoes la discusion en tomo a la transferibilidad del falo. Mi argumento, al esbozar el pen­

samiento de Butler, es que su deconstruccion del mito politico de la supremacia falica, que

va unido a la practica social de la heterosexualidad obligatoria, paradojicarnenre, termina

minimizando el papel de Ia naturaleza encarnada del sujeto. Permitid que me explique.

EIargumento de Butler se despliega del siguiente modo: la idea de Lacan del falo como

operador simbolico de las diferencias constituye una disyuncion radical de la idea conven­

cional del pene como referente ernpirico. En opinion de Butler, esto confiere al falo una

especie de cualidad plastica, es decir, una transferibilidad que deja las puertas abiertas a la

apropiacion Va la resignificacion por parte de otros sujetos, especialmente de las lcsbianas'":

Aunque simpatizoclaramente can el proyecto de desautorizarel imaginariomasculi­

no, mi propia estrategia sera mostrar que el falo puede ligarse a una variedad de 6rganos

y que una desvinculaci6n eficazdel falo del pene constituve una herida narcisista al falo­

morfismo V la producci6n de un imaginario sexual antibeterosexista. Las implicaciones

de esta estrategia parecerfan poner en tela de juicio la integridad de un imaginario tanto

masculino como fernenino.

Butler opina que el falo es meramente la idealizacion V la representacion desmesu­

rada de la morfologfa. Su objetivo es reinstaurar la primacia V la insuperabilidad de la

heterosexualidad y de las identificaciones heterosexistas, V la erosion V degradacion

necesarias dellesbianismo Vde la homosexualidad.

Adernas, la idea misma de la transferibihdad del falo sugiere una relajacion respec­

to a los cambios Vlas transformaciones profundas del yo, que encuentro conceptual V

eticamente problernatica. En 10que a mi respecta, el psicoanalisis no es solo otro siste­

ma filosofico, sino tarnbien una terapia, es decir, una intervencion en la cornplejidad V

en el dolor de la subjetividad de cada persona. Esto supone que tales intervenciones no

son ni facilmente alcanzables ni estan libres de dolor. En otras palabras, los carnbios las­

timan V las transformaciones duelen. Aunque, por supuesto, esto no significa que carez·

can de efectos positivos 0, incluso, colateralmente placenreros.

Mi postura consiste en subravar que este dolor requiere ser respetado, V encuentro

insuficiente respeto por el dolor de los cambios profundos en el anal isis de Butler de la

transferibilidad V la negociabiliad del falo. Yeo en ellu una especie de redllccion no solo

del falo a su sosten organico en el pene, sino tambien del cuerpo erotico en su totali·

dad al status de un dispositivo protesico. Butler reduce la morfologfa V los perfiles ana·

tomicos a practicas discursivas, esto es, a los enfoques utilizados par la biologia, la psico­

70 Judith BUTLER, «The lesbian phallus and the morphological imaginary", Differences 4 1 (1992), p. 168, n. 19.

62 63

Page 22: Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

i:~

logia y las disciplinas dedicadas al estudio de las horrnonas y de la bioquimica. Estas

actuan como matrices interpretativas que afectan y limitan el acceso a la materialidad

del cuerpo, Esto significa que los 6rganos son meros «efectos imaginarios y que la rela­

cion entre ellenguaje y la materialidad es la de una unidad indefmida de elementos que

no son ni absolutamenre identicos ni absolutamente diferentes» 71. Aqui, el imaginario

remite a la idea marxista de la falsa conciencia, algo esencialmente endeble. EI hecho

de que el imaginario sea tanto constitutive como false imp ide a Butler encomendarle

la mision politica de activar el cambio 0 de resistir a las formaciones hegcmonicas del

sujeto como hace lrigarav, De este modo, vuelve a caer en la clasica equiparacion del suje.

to politico con la actividad consciente y voluntaria. Esto suscita la cuestion de como un

sujeto politico puede alcanzar un carnbio realmente profundo de su economia sexual.

De hecho, la problematicidad del genera no garantiza la subversi6n sexual.

En mi opinion, la posicion de Butler tanto sobre la diferencia sexual como sobre las

teorias psicoanaliticas de la perdida originalloriginaria que yace en el corazon del sujeto ..

es bastante contradictoria. Pienso que Butler reconoce y niega al mismo tiempo la reve- ',I lacion propia del psicoanalisis de que en el origen del sujeto se encuentra la perdida cons-:I

titutiva del primer objeto de des eo, la madre. Sin embargo, tal y como sostuve previa­

mente, lrigaray piensa que la maternidad y el lugar materno-femenino de la subjetividad

nunca es s61010otro, especular y reactive, de 10 misrno. En su proyecto politico de recon­

figural' la materialidad corporea de sujetos feministas altemativos, 10 maternal es el labo­

ratorio en el que se elabora 10 «otro de 10Otro», es decir, 10 femenino virtual que es acti­

vado por feministas en un proceso que es tanto politico como conceptual. Butler no

comparte esta referencia a un «otro» corp6reo 0 femenino maternal encarnado que esca­

pa 0 excede a una representacion adecuada dentro de la economia falogocentrica.

Butler no comete en realidad ninguna incongruencia, puesto que su postura responde

al esquema de genero que esboce en las paginas anteriores, especialmente a la interpre­

tacion de Gayle Rubin de las ideas de Levi-Strauss y ala teoria de la matriz heterosexual 72.

Nuevamente, deseo incidir en que los pensadores postestructuralistas, como Irigaray y

Deleuze, proponen una lectura bastante distinta del sujeto. De hecho, la materia corpo­

ral, la sexualidad y Ia reproduccion son centrales en su pensamiento, pero tambien son

desencializadas. El enfasis en la sexualidad y la filiaci6n, 0 en la materialidad de la repro­

duccion humana, descansa en el corazon del debate tanto del sistema de parentesco como

del campo social. En esta tradici6n intelectual, las cuestiones relativas a la sexualidad y a

la filiaciCm son tan fundamentales que no pueden ser reducidas a una sociologfa de los

roles de genera. Mas exactamente, yo dida que la diferencia descansa en la necesidad

il Ibid., p. 151. i2 Gayle RUBIN, «The Traffic in Women: Notes tow,mis a Political Economy of Sex", en Rayner

Reiter (ed.), 1()WLlTd an Anthropolugy o!Wornen, Nueva York, Monthly Review Press, 1975.

64

. :.. >;.::.:C

imperiosa de considerar la copresencia de relaciones de poder rnorfologicas y sociales y su

impacto conjunto en el posicionamiento del sujeto.

Ast pues, Butler se retira de la senda rrazada por las teorias postestructuralistas de

la diferencia sexual porque no reconoce el poder transformador de 10 femenino para

subvertir la economia de la representacion del falogocentrismo. POl' 10 tanto, para

Butler, asi como para Rubin, De Lauretis y otras autoras, el acto de exclusion de 10

femenino y el rechazo (consecuente) de 10 materno no es, pues, ni primario ni funda­

eional. Mas exactamente, es presentado como una proveccion alucinatoria a posteriori

que encubre el sentido de perdida, 10 cual mantiene al sujeto en una busqueda ilusoria

de la coherencia y de la autoconciencia.

Sobre este terna, yo me inclino a favor de la revelacion psicoanalftica de que la sepa­

raeion, 0 la perdido, de la madre es un paso crucial en eI proceso de constitucion del suje­

to. Con lrigaray, sostendna que, para la nina, la perdida del cuerpo de la madre implica

una carencia fundamental del narcisismo prima rio, como cicatriz de la herida fruto de la

separacion. Esta perdida originaria tambien cancela el acceso a la madre como primer

objeto de deseo y, de este modo, priva al sujeto femenino de las bases ontologicas funda­

mentales de la confianza en sf. POl' otro lado. el nino es posterionnente «cornpensado» de

la perdida de la madre viendo su deseo aplazado y desplazado hacia otra mujer, Es posible

que pierda el objeto de deseo original, pero, a carnbio, hereda la tierra: los hombres obtie­

nen todo tipo de veutajas de su posicion de representantes del significante falico. Sin

embargo, para la nina, unicamente queda la miseria economica y simbolica.

En mi opinion, esta vision de la separaci6n original impliea que la integridad de lasub­

jetividad y del erotismo femeninos, la totalidad de su cuerpo, es cortocircuitada en el pro­

eeso. Como dida Deleuze, a la nina Ie es «robado» su cuerpo en el momenta en el que

toda su sexualidad es forzada a someterse al regimen falocentrico. En este punto, creo

que es importante subrayar en su justa medida el hecho de que Deleuze e lrigaray com­

partan la misma matriz conceptual y como difieren radicalmente del paradigma de gene­

ra de Gayle Rubin, principal fuente de inspiraci6n para Butler. Deleuze considera que eI «cuerpo robado» de la nina marca la exclusion de la misma de la rcpresentacion simb6lica.

Constituye la «G1ptura» de su cuerpo por eI vampiro edipizante del falogocentrismo.

Tanto lrigaray como Deleuze hacen hincapie en que es lamaterialidad especffica de la carne

femenina to que es eliminado par el regimen fatico. Esta supresion primaria es ]a eoncli­

cion de posibilidad del secuestro subsiguiente dd orden simb6lico por 10 masculino.

Butler, pm su parte, interpreta cste secucstro ontol6gico de la subjetividad er6tica de

]a nina exclusivamente en tenninns de repudio de ]a homosexualidad lJ . Esta es ]a con­

)) Hemps optado por traciucir Ll tcrmino !mcclosLtTC por «repudio" en lugar de por «rechazo» de

acuerdo con la tcrminologfa lacani:lI1a y siguicndo la traducci,'ll1 ofrccida pur Jean Laplanche y Jean

Bertrand Pnntalis en su Dicci()Tl(/1"io de PSlcowui!i,is, Barcelona, Labor, 1983.

65

Page 23: Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

r :v

secuencia directa y coherente de la teo ria del genero can la que Butler trabaja, que

asume la erosion constitutiva y a priori de la homosexualidad par un sistema de genern

que crea la normatividad (hetero) sexual y la impone sabre los cuerpos vivos. Sin embar­

go, a mi modo de ver, esto supone tanto una reduccion de la revelaci6n psicoanalftica

coroo una asunci6n te6rica infundada respecto al proceso de sexualizaci6n del sujeto.

Butler cornparte la premisa lacaniana de que la entrada en ellenguaje a el acceso a

10 simb6lico requiere la separacion y la perdida del cuerpo materna. Sin embargo, ella

da un paso mas en su argumento: «En tanto que ellenguaje parece estar motivado par

Ul!2 perdida que no es capaz de larnentar, para repetir la misma perdida que se niega a

reconocer, podrlamos conternplar esta arnbivalencia en e1 corazon de la iterabilidad lin­

gufstica como el receso melanc6lico de la significacion»?". A partir de esta perdida ori- .

ginaria que unicamente a posteriori puede convertirse en la fantasia de un origen per-,~ dido, Butler extrae la conclusion, en mi opinion infundada, de que la materialidad del S

''..,>

cuerpo como un tada niega toda validez prediscursiva. Buder opina que se trata de una .,';

construccion a posteriori que siempre es ya sexuada. Para Butler, el hecho de que esta ::':

perdida este siempre y ya capturada dentro del lenguaje tiene el efecto paradojico de "

privarla de cualquier valor fundacional materialista, ya que, si todo es lenguaje, enton- "

ces, tada vale. A partir de aqui se deduce una devaluaci6n sistematica de 10 femenino .\

como ellugar de una perdida y, consecuentemente, como genesis del sujeto, ;;

La idea esencialmente implfcita en la posicion de Butler es que la «madre» en cues­.~

tion en esta perdida originaria es, de hecho, el lugar y el objeto del amor homosexual.

Sabre esto no hay nada erroneo, pero no es suficiente. Etectivamente, esta discusi6n no

puede llegar muy lejos si no se tiene en cuenta el impacto de la fantasia en cualquier

analisis de los «orfgenes» del sujeto. Par supuesto, aceptar que cualquier teorfa relativa

a los origenes esta cargada fanrasmaticamente puede que no la convierta en menos fan­

tasrnatica, pero, al menos, tiene la ventaja de la autorreflexividad. Encuentro que la crf­

tica de Buder del psicoanalisis carece de esta autorreflexividad, can el resultado de que

sus intervenciones pueden ser facilmente puestas en tela de juicio mediante analisis

alternativos no menos fantasmaticos pero sf mas conscientes. Como ejemplo me gusta­

ria evocar una contrahipotesis elaborada en respuesta a la lectura lesbica de Butler de

la perdida originaria de fundamento por el sujeto.

Es un hecho constatado que, en la mayoria de los casas, las madres son las amantes de

alguien mas, y que esta triangulacion basica de la pareja y la criatura solo aporta cample­

jidad y ambigiiedad a la supuesta «exclusividad» del vinculo madre-hijolhija. Ademas, al

menos estadisticamente y par el momenta, la mayoria de las parejas de la madre tienden

a ser hombres, es decir, seres humanos del sexo opuesto. La presencia de un otro u otra

sexual no es irrelevante, puesto que, incluso si la madre esta sola 0, de hecho, es lesbiana,

74 Ibid., p. 15L

la presencia rnorfologica, biologica y simbolica del otro sexo -aunque s610sea a traves del

esperma a del semen- no es indiferente. Nuevamente asumo el riesgo del esencialisrno

estrategico afirmando la importancia de inscribir en el coraz6n de la narrativa del origen

del sujeto el principio del no Uno, esto es, de la diferencia inconmensurable.

Independientemente de la identidad sexual y del genero de la pareja, las huellas de

la heterosexualidad sabre todas las personas son innegables, Naturalmente, se puede

optar par ocultar este hecho y evitar todos los envoltorios morfologicos de la diferencia

sexual, como un pene fijado realmente a un cuerpo deseante masculino, la penetraci6n

al estilo prescrito en la Biblia 0 la fecundaci6n del 6vulo mediante la penetraci6n del

pene portador del esperma en la vagina. Se pueden ensalzar las virtudes de las mascara­

das y de la polivalencia, como las lesbianas travestidas levantadoras de pesas, a subrayar

todo tipo de alternativas protesicas a tecnologicas, como las mujeres can dildos atados y

hombres sin penes, pero esto no bastara para borrar la diferencia sexual. Un mero des­

plazamiento en el referente simbolico no puede alterar las huellas somaticas y psiquicas

de la otredad sexual. Estas huellas estan codificadas en la carne, como una memoria ele­

mental, como un banco de datos genetico que precede a la entrada en la representacion

lingiiistica. Al principia, hay diferencia en el sentido positivo del «no Uno», es decir, hay

carne que ha sido engendrada como resultado del encuentro de dos otros, independien­

temente de su morfologfa sexual y de su identidad de genero concretas, Al principia, hay

carne viva que anhela la vida, y aliento que ansia respirar. Aunque la tentaci6n de pro­

yectar esto en una iconografta cristiana sea poderosa, yo apelarfa a la resistencia y a

intentar, en cambia, un analisis secular y materialista corporal de este proceso. La con­

secuencia esta clara y descansa en que las posibilidades virtuales que han sido repudia­

das par la entrada en un regimen de significaci6n falico que ha secuestrado el cuerpo y

la sexualidad de la nina no pueden ser recuperadas mediante meras repeticiones parodi­

cas, sino que es necesario un tipo de mimesis mucho mas profunda y afirmativa para

movilizar las estructuras mas arcaicas. EI regreso a la carne pone el acento en los lfrnites

de los modelos serniologicos a basados en la lingufstica de la repetici6n y la subjetividad.

Esta es una de las razones principales par las que aprecio la Ilarnada sobria de Irigaray a

una reevaluacion radical de la heterosexualidad como reconocimienro de diferencias

inconmensurables, fuera del esquema dialectico de la hegemonia de una conciencia

soberana. En este sentido, todo 10que significa la diferencia sexual es la importancia fun­

damental del principia del «no Uno» en el origen del sujeto.

A diferencia de Buder, que leeria esta afirmaci6n como una evidencia adicional de la

fuerza constitutiva de la heterosexualidad y de la borradura a priori de la homosexuali­

dad de nuestro horizonte psiquico, yo pienso que revela las fundaciones encarnadas y

sumamente materiales de nuestros yoes corporales. Butler opta por el giro linguisti-:o; yo

tomo la senda n6mada de 13 carne. Pienso que la diferencia sexual ewi escrita en el cuer­

po de mil maneras distintas, incluidas aquellas de las que hay evidencias harmonales y

66 67

Page 24: Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

~

endocrinologicas, Esto hace ernerger la cuestion de los limites de la encarnacion 'I' de

cuanta libertad somas capaces de prender con el yo ernpirico, encarnado, que poseemos,

Simplernente, (en que grade es «negociable» la subjetividad encarnada e inscrita de cada

uno 0 una, considerando que el sujeto es un cnsamblaje de relaciones coustitutivas que

se apoyan sobre convenciones sociales 'I' estructuras de poder? Como pregunta Deleuze, J(de que es capaz un cuerpo? Quisiera argumentar que 10 ernpfrico es la localizacion espe, <)

cffica de una entidad en la medida en que es espacial, geopolirica incluso, pew tambien

temporal, en un sentido tanto lineal e historico del tiempo (Chronus) como circular 'I'

geneal6gico (Aion) del mismo. Toda entidad tiene incorporada su propia temporalidad

en tanto que organismo, asi como una ternporalidad proyectada al futuro mas compleja

en tanto que sujeto nomada. Volvere sobre esto en el capitulo 2.

Adenuis, el esquema psicoanalitico de la triangulaci6n del deseo mantiene la impor.

tancia de la madre como objeto de amor fantasmatico tanto para el amor homosexual como

para el heterosexual. Si tiene algun sentido el comentario tan discutido de Freud (y suma­

mente sospechoso para Butler) de que todos los humanos son polimorfos 'I' perversos, es el de indicar la presencia sensual, constitutiva 'I'envolvente de la madre 'I' la primacfa del vincu­

lo con ella durante la vida del sujeto. Pero no hay evidencias, ni necesidad, de que este

amory el vinculo que se desprende del mismo sea homosexual a lesbico, 0 de que a/guna vez 10 hayasido. En este punto debemos restablecer la nocion de fantasia.

Pienso que la funci6n de la Ley simbolizada par el falo no consiste unicamente en pro­

porcionar un sentido -siquiera ilusorio- de coherencia al sujeto a traves de su inscripci6n

en los c6digos dominantes de la cultura. Tambien, 'I' ante todo, es un principia de gesti6n

de la fantasia de la perdida original. Esto signiflca que necesitamos reinscribir en el cora­ I zon de la subjetividad humana la presencia de una tercera dimension, un tercer elemen­

to a un «afuera» que es constitutivo precisamente porque no es bilateral sino plural. Esta

triangulaci6n del deseo es el eje del nllcleo hegeliano del psicoanalisis. El tercer elemen­

to interviene entre la madre 'I' la criatura '1', consiguientemente, multiplica la sensaci6n de !desgarro del sujeto, puesto que, literalmente, Ie inunda can el «afuera», 10 social, 10 sim­ I

bolico, 10 cultural 'I' can tada la avabncha de afectos que esros arrastran. iI

El hecho de que este «otro» -el objeto de la atencion 'I' del deseo de la madre- sea un

hombre u otra mujer cambia poco en b funcion del tercer elemento como organizador psi­

quico de la diferenciacion entre la madre y la criatura. Este tercer elemento expresa, mera­

mente, la verdad psiquica fundamental de que el clesco de la madre est8.en otra parte, que

no coincide con la demanda absoluta 'I' con las expectativas totalizantes de la criatura por

el mismo. De ahi el caracter de1usorio del anhelo de Iacriatura de ser el falo de la madre,

es decir, de ser «todo» para ella. Reconocer esta desilusion es un paso necesario en el pro­

ceso de constitucion de un yo autlinomo 'I'operativo '1', en este sentido, marca la capacidad

del sujcto para distinguir la fantasia de la realidad. Lo conmocion que produce este reeo­

nocimiento entrafia un sentimiento de perdida, de duelo y de melancolfa. Pero este es el

68

precio que se paga, el kilo de carne que debe ser sacrificado para alcanzar la madurez etica

y emocional. Literalmente, no se puede tener siempre 10 que se quiere.

Resulta interesente traer aquf a colacion la perspectiva alternativa ofrecida por Kaja

Silverman75 . Ella senala que el falo bien podrta ser un sistema monologico pew que fun­

dona de modo diterenciado, es decir, produciendo series binarias complernentarias. De

este modo, 10 que Lacan define de manera significariva como «EI nornbre-del-padre»

tambien, 'I' simultancamente, expresa el deseo de la madre. Este deseo no es merumen­

te del pene, aunque forme parte de el, sino de todo 10 que representa eroticamente -la

promesa de plenitud y de jouissance-, asi como cultural 'I' socialmente, a saber, el privi­

legioyla seguridad. En todos estos analisis, la Ley simbolica del padre separara a la cria­

tura de la madre 'I' obligara a ambos a renunciar a la fantasia de plenitud que marca su

VInculo. La funci6n simbolicu de separar a la madre de la criatura es considerada par

Lacan como el paso decisivo a la sensatez en tanto que hace quebrar la influencia

potencialmente totalitaria de la madre sabre la criatura. Esto se produce mediante la

instalacion del falo en el papel de marcador de la perdida del deseo por parte de [a cria­

tura de ser el objeto absolute del deseo de [a madre. En mi opinion, es importante lla­

mar la atencion sabre el hecho de que [a critica ferninista de Lacan, como la formula­

da par lrigaray, no cuesriona la funci6n psfquica que juega el significante simbolico

como principio de orden, de separacion 0 de diferenciacion. La corriente lacaniana mas

conservadora, como Kristeva, considera esta funci6n simbolica como vita[mente nece­

saria, moral e, incluso, sagrada. El blanco de [a critica de Irigaray es la insistencia de

Lacan en que esta funcion simbo[ica unicamente puede y debe ser satisfecha par el falo.

Como veremos en el capitulo siguiente, Deleuze 'I' Guattari son los crfticos mas radica­

les del concepto de 10 simbo[ico, considerandolo como el significante desp6tico de una

economia politica explotadora del deseo. Sin embargo, esta no es [a posicion de Iriga­

ray que sostiene que eI fa[o lacaniano es el rderente imaginario del pene '1', asimismo,

el operador simbolico de la divisi6n necesaria del sujeto de su madre que inaugura su

entrada en el lenguaje. En ultimo lugar, pero no menos importante, tambien es la ins­

cripcion de la metafora paterna en el coraz6n del contrato social. En todas estas apor­

taciones, el falo no es ni p[astico ni (Jciimente transferib[e, como Butler sostendrfa.

En mi opinion, Butler confllnde 'I' condensa -por razones politicas- tres cuestiones

separadas que son cruciales en el proceso de separaci6n 0 de diferenciaci6n de [a madre.

En ella se amalgaman:

• separacion de h madre;

• reali:aci6n del imperativo heterosexual;

• pcrdida constitutiva de la homosexllalidad.

75 Kaja SIL\'Ef(~1i\N, «The LlCanian phillllls», Differences 4 1 (1992). pp. 84-115.

69

Page 25: Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

:; ~ "":..

Estos «mementos» en la constitucion del sujeto ni coinciden ni van unidos, ya que necesitan desplegarse siguiendo una escala temporal ordenada de modo mas secuencial. .'1 EI tiempo debe jugar aqui su papel. La perdida del objeto original es un trauma dema­siado total y fundamental como para que el sujeto infantil, con todo a 10que se tiene que enfrentar, vaya mas lejos en sus especulaciones. La realizacion de la diferencia sexual se produce, por supuesto, pero esto ocurre mucho despues. De hecho, esta rea­lizaci6n en concreto precisara ser reconstruida a posteriori como una fantasia de un ori­gen eternamente siernpre-va perdido. Es una narrativa saturada por fantasias acerca de

sf mismo 0 misma recreadas para protegerse. EI acto de separacion de la madre como principal organizador de las coordenadas espacio-temporales del sujeto no coincide con la percepci6n de la imposibilidad del amor homosexual, 0 con la desconcertante com­

prensi6n de que la madre no es homosexual/gav/queer, sino un sujeto deseante hetero­sexual perdido para siempre. Me gustarfa apelar a una secuencia temporal distinta entre

esos momentos diferentes que posibilitara algo de espacio psfquico entre la perdida pri­maria y la represion subsiguiente del cuerpo materno, y la asignaci6n de la diferencia sexual. De heche, si no se concede ese espacio psiquico, no yeo de que manera podria

darse ningUn proyecto feminista de transforrnacion de las estructuras profundas de la

subjetividad femenina. Al igual que Irigaray, pienso que el cuerpo materno proporcio­na tanto el lugar de destituci6n como de recuperaci6n de la subjetividad femenina feminista entendida como una realidad virtual de un vinculo de referencia renegocia­

do colectivamente. Es la semilla del femenino virtual. Sin embargo, el motor de la

transformaci6n es temporal. Afortunadamente, el tiempo esta a nuestro a favor. Ahora, me gustaria pasar a tratar las implicaciones estrategicas que se derivan de

todo 10anterior. Me uno a Irigaray y a Deleuze al considerar la eliminacion de 10feme­

nino, su secuestro por el regimen edipico, como signo del repudio de la totalidad de la subjetividad de las mujeres. Lo femenino como ellugar repudiado de la perdida se con­

vierte en el signo de todos los restantes tipos de exclusiones que, por ahora, son posibi­lidades «s610 virtuales». Esta divisi6n del trabajo psiquica y simbolica entre presencia

simbolica (M) y ausencia (F) viene a construir el campo social, asi como el rol y el sta­tus respectivo de los hombres y de las mujeres en tanto que referentes ernpiricos de las

construcciones imaginarias de la masculinidad y la ferninidad. EI caracter necesario de este estado de cosas no es otro que el que se deriva de la larga historia que arrastra. Si

se prefiere, puede llamarse con Deleuze un habito establecido, una costumbre sedi­mentada, 0 una adicci6n institucionalizada. De este modo es como yo interpreto la afir­maci6n de Levi-Strauss de que la exogamia y el intercambio de mujeres por parte de los

hombres no responde a una necesidad logica ni psfquica, ya que es s610 un efecto de la sedimentaci6n hist6rica. Por supuesto, podria haber sido al reves, y las posibilidades excluidas -Iease, el intercambio de hombres por parte de las mujeres- pueden emerger

como hipotesis, 0 acabar siendo rescatadas como realidad virtual. EI problema de como

70

rescatarlas Y acceder a ellas, asi como la hipotesis de altemativas virtu ales de localiza­dones diferentes de la subjetividad, implica cuestionar sus localizaciones materiales ins­critas hist6ricamente. No es posible cambiar una cosa sin la otra.

Butler sostiene que, mas alla del femenino materno se encuentra el objeto de deseo siempre-ya perdido, el otro u otra del mismo sexo, homosexual, que juega el papel del afuera constitutivo. Lo femenino s610 apunta hacia esta homosexualidad repudiada, como una serial en una carretera en medio del desierto de Gobi indicando una pobla­cion situada a miles de kilometres de distancia. Un significante de 10inalcanzable, un signo de perdida y de destituci6n, un camino hacia la desesperaci6n, el femenino de Butler es reducido a un esfuerzo patetico por estimular la significacion en la carretera hada ninguna parte. Claramente, no comparto esta depreciaci6n de 10femenino, ni en

un plano conceptual ni en un plano estrategico. En mi opinion, el argumento de Butler esta sacado del mismo patr6n que la teoria de Irigaray, pero, mientras que esta propo­ne una forma de mimesis deconstructiva que perrnitiria tanto a hombres como a muje­

res desandar los pasos de la perdida original y apartarla del duelo y la melancolfa, Butler prapone un nocion performativa de la identidad de genero que no consigue dar cuen­

ta de los procesos del inconsciente. Biddy Martin ha comentado la «ferninofobia» (la terminologia es mia) de las teortas

de Butler y ha expresado su preocupaci6n acerca de la desaparici6n de 10femenino que esta teniendo lugar en la teoria queer: «En primer lugar, limita el horizonte de la inda­

gaci6n feminists. Y, en segundo lugar, asocia a la lesbiana, que se identifica con el otro

genera con la sexualidad, a la feminista lesbiana con las identificaciones de genero y a la lesbiana femme se la condena a la invisibilidad absoluta [...]. En gran parte de la obra

feminista lesbica, la mujer que se identifica con ser mujer ha reprimido y reprime tanto el caracter femme como las identificaciones con el otro genera» 76. De hecho, resulta

espectacular de que modo en Estados Unidos las teorias lesbicas y queer han eclipsado

toda idea de la «rnujer que se identifica con ser mujer». Realmente, las identificaciones femeninas estan fuera de la foto, incluso la lesbiana cuyo aspecto pasa por ser femeni­

no 0 la femme ha sido censurada, a menos que se inscriba en la pareja butch-femme. Mar­tin encuentra que la oposici6n entre «el ser queer» y la lesbiana femenina 0 mujer es

demasiado extremista y apela a unas fronteras mas permeables entre el dentro y el afue­

ra de los sujetos encarnados y sexuados. Aunque el cuerpo y la psique estan saturados de los efectos del poder, no son reducibles al mismo y, por 10 tanto, es necesario un marco de analisis mas complejo.

Esto me lleva a pasar al tema de las implicaciones politicas, EI proyecto de la diferen­cia sexual consiste en intentar desplazar las bases constitutivas de la subjetividad femenina,

76 Biddy MARTIN, "Sexualities without genders and other queer utopias», Diacritics (verano/orono de 1994), p. 108.

71

Page 26: Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

tanto para las personas heterosexuales como homosexuales y, pm consiguiente, obliga a

repensar todo el abanico de posibilidades de apropiacion de la sexualidad para mujeres y

hombres. El trabajo de Irigaruy en torno al «trascendental sensible» adquiere una re!evan_

cia capital en este punto. La contrapartida esencial de esta reinversion de la sexualidad y

del proceso subsiguiente de radicalizacion de la heterosexualidad afecta al papel de los

hombres. Con el fin de ayudar a comprender la importancia de esta cuestion, me gustarfa

recorder mi argumento anterior respecto al efecto de la «guerra de sexes» en el feminismo

estadounidense. La sexualidad desaparecio de las agendas polfticas de las corrientes prin­

cipales del feminismo y regreso con un renovado Impetu bajo el paraguas de las sexualida_

des «minoritarias- y de la mano de las mujeres de color y, especialmente, de las sexualidades ;;.

lesbicas y queer, en oposicion al moralismo y al silencio de la mayorfa liberal. El resultado

paradojico de este proceso descanso en que tanto la heterosexualidad como el papel de los

hombres son doblemente silenciados. Por parte de la mavoria ferninista liberal a causa, ':"

como en el caso Clinton-Lewinsky, de que, literalmente, no saben que decir sobre la sexua.

lidad masculine estadounidense blanca y, por parte de las teoricas y teoricos queer, porque I

asirnilan la heterosexualidad con el poder; la dominaci6n y la exclusion. La posicion de

Butler comparte en cierta medida este diagnostico, ya que su enfasis en la matriz hetero­

sexual del poder tiene el efecto paradojico de silenciar cualquier papel posible para los

hombres heterosexuales, incluso, los potencialmente liberadores.

Kaja Silverman, por el contrario, dernanda nuevas teorizaciones de la masculinidad

prestando mas atencion a la funcion simbolica que cumple el "Nombre-del-padre» y las

formas en las se organiza cl deseo a traves de una cadena bin aria de significantes. Mien­

tras que Lacan asume sin ningun problema la relocalizaci6n de la Carencia masculina

como ellugar del sujeto femenino en toda su miseria simbolica, algunas feministas radi­

cales lacanianas como Silverman demandan otro tipo de saberes: <,La unica ley inmu­

table del deseo es la que niega a cada uno de nosotros la posibilidad de la totalidad y de

la autopresencia, esto es, la Ley de lenguaje. Intentemos vislumbrar otras formas de vivir

esta ley que no sea a traves de la distribuci6n diferenciada de la carencia» 77.

En cambio, Irigaray da en el blanco en ambos registros. En primer lugar, relocaliza a

la madre lejos dellugar de significante privilegiado de la carencia y reconfigura la sexua­

lidad feme nina como multiplicidad y pOroSiLbd en opLlsici6n a la unicidad y la rigidez.

En segundo lugar, no s6lo interpela directamente a los hombres, sino que tamben les

infunde potencia para experimentar su sexualidad de modo diferente puesto que enos

tambien pueden intentar reencarnar y reinscribir su sexualidad fuera dclmodelo falico.

Nada cambiara a menos que ambos sexos se unan en el esfuer:o de implementar una

sexualidad no blica y de reinscribir el guion de la sexualidad almargen de la violencia

del bIll. Traducido allenguaje de Deleuze, 10 mayoritario necesita Llevenir minoritario:

;; Kaja Silverman, "The Lacanian phallus», cit., p.144.

72

necesitamos un devenir minoritario polivalente, fluido, de ambos sexos, hombres y

ll1ujeres conjuntarnente. La alternativa seria asumir que la hererosexualidad es una

palabra sucia y una practica obsolete que es necesario enterrar de una vez por todas,

pero ique tipo de mensaje feminista seria ese para la mavorfa de las mujeres?

En mi opinion, el discurso de Butler es reductivo a la hora de tratar el deseo hetero­

sexual como si unicamente tuviera que ver con la dorninacion y la exclusion (huellas de

Wittig) 0 con la posesion de ciertos organos. Comprendo que parte de su vision reduc­

tiva es contextual, ya que, en Estados Unidos, la influencia de feministas como McKin­

non y Dworkin ha dado como resultado una asirnilacion de la identidad de genero hete­

rosexual con la subordinacion sexual e, incluso, con la victimizacion. En carnbio, pienso

que lrigaray brinda una alternativa sensata y factib1e en su intento de radicalizar la here­

rosexualidad. Su objetivo apunta a tornar el encuentro sexual en una suspension de los

juegos dialecticos de dominacion, un espacio estratificado de encuentro, admiraci6n y

amor de las diferencias multiples encarnadas en el otro 0 la otra. Por otro lado, Deleuze

ofrece la alternativa de la polisexualidad, tal y como verernos en el siguiente capitulo. En

todo caso, la heterosexualidad no puede ser reducida unicamente al deseo del pene 0 a

la busqueda del reconocimiento social y de la normalidad. Especialmente, para los suje­

tos femeninos ferninistas, la heterosexualidad comprende un horizonte de rnucha mas

amplitud y ofrece una gama mucho mas arnplia de otredad sexual. Esta no tiene por que

ser un modelo estatico 0 hegem6nico sino, mas exactarnente, el proceso del encuentro

entre posiciones sexuadas nomadas. En mi opinion, el regimen sexual patriarcal ha nega­

do la plenitud y la simetria de las dos economias sexuales, comprimiendo a ambas bajo

elpeso del falogocentrismo. En definitiva, yo pienso que tambien es un proyecto radical

vislumbrar la recomposici6n de otro tipo de heterosexualidad que respete la diferencia

inconmensurable de un «dos» virtual que necesita ser explorado y conformado en dia­

logo con los 0 las <,mismo/as» y «otm/as» sexuales.

Mas aIM del duelo y la melancofia

En la seccion anterior, han aflorado repetidamente cuestiones sobre la repetici6n y

la mimesis. Permitaseme ahondar en esta exploracion. Butler hace hincapie en las per­formances, pero opta por representar b compulsion de repetir el ritornelo de la negati­

vidad y de la mala conciencia. Aqui, b repeticion no es entendida en un sentido mime­

tico, no hegeliano, del termino, sino en el sentido derridiano de la inevitabilidad del

etemo retorno de la violencia del significante. Indiscutiblemente, el deseo juega un

pape! en el pensamiento de Butler, pew se trata de una teoria del deseo negativa y \lena

de duclo que minimiza el papel y el impacto del placer en la constituci6n del sujeto y

que csquiva la cuesti6n del inconsciente.

73

Page 27: Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

La melancolia juega un papel crucial en la teorfa del deseo de Butler, ya que, para

ella, el deseo es mortal. De hecho, su tesis descansa sobre la premisa de que el «genero.,

presupone el repudio del amor homosexual, el cual unicamente puede ser experimen_

tado como siernpre-ya perdido y fuera de todo alcance. Esto refleja, y proyecta en Otra

direccion, la idea de Irigaray de que el sujeto se constituye a traves de la perdida origi_

nal del cuerpo de la madre y de que la entrada en 10 simbolico requiere la supresion de

ese vinculo prima rio. En cambio, el concepto de Butler de la matriz heterosexual eXige

el repudio de la hornosexualidad, determinando un itinerario psiquico trazado sobre la ~.

perdida constitutiva. De ahi, tambien, su enfasis sobre la pulsi6n de muerte. .,':~

La melancolfa se caracteriza por la interiorizacion de la perdida constitutiva. Las muje­

res, los y las homosexuales, las personas de color y los sujetos poscoloniales son particula-, ':

mente propensos a la melancolia, ya que ocupan un lugar marginal dentro del simbolico "

falogocentrico. Este problema va mucho mas alla de la patologia individual y aIcanza una~'

dimension politica centrada en el apego y la fidelidad a un objeto de amor prohibido 0 .-)

socialmente irrepresentable y privado del reconocimiento. En ausencia de un lenguaje

publico y de un ritual de reconocimiento y, por 10 tanto, de duelo, la melancolia asume una

dimension social y politica. La perdida innombrable e innombrada del objeto de deseo

-que, para Butler, es el homosexual amado- se repliega en la psique como recordatorio de

la pena insoluble. Analizar la naturaleza insoluble de este dolor equivale a poner en tela de

juicio la econornia politica de la heterosexualidad obligatoria que la genera.

Esta preocupacion con la muerte y con la perdida resulta problernatica. A pesar de la

centralidad que cobra en la vision hegeliana-lacaniana de la constitucion del sujeto, pien­

so que a la luz de las aportaciones de Foucault, lrigaray y las teonas psicoanaliticas femi­

nistas, se cuenta con algunas altemativas mas ricas en cuanto a la potencia que transmi­

ten, como, por ejernplo, el enfasis en el placer como elemento constitutivo de la

subjetividad. iQue pasaria si resultara que aquello que mantiene al sujeto atado a los appa­rati de poder que al mismo tiempo 10 construyen y 10 constrifien fuera, precisamente, el excedente de placer? El placer, especialmenre el placer excesivo, transgresor, y el placer de

romper las fronreras de lajouissance, es 10 que procura el pegamento que fija el imaginario

«sociodirigido» sobre el sujeto y viveversa. Zizek concibe esta fuerza adictiva como el impacto irresistible de la ideologia sobre el sujeto. En cambio, si pensamos esta cuestion

con la ayuda de lrigaray y Deleuze, creo que podemos plantear otra posibilidad: ique ocu­

rrirfa si el «fijador» del paisaje pslquico fuera la plenitud desbordante del placer mas que el

discurso melancolico de la deuda y de la perdida? Creo que esta opcion mas spinozista tiene

mucho que ofrecer y la explorare mas exhaustivamente en los capitulos siguientes.

Ciertamente, este enfasis en el duelo y en la melancolfa esta motivado, en buena medi­

da, par la preocupacion de Butler con las muertes que la crisis del sida ha causado en la

comunidad gay. Mas concretamente, su trabajo esta inspirado par el problema de como for­

malizar en la esfera publica un discurso gay sobre la muerte y la perdida. Las ceremonias de

74

duelo publicas son necesarias para que el dolor gay pueda ser reconocido y aceptado social­

mente. Pienso que esta preocupacion encomiable y humana descansa en el coraz6n de la

apuesta de Butler por la economta politica del duelo y de la perdida. Tarnbien la adscribe

mas firmemente a la tradicion lacaniana de 10 que en realidad perrnitiria su trabajo.

Para el pensamiento lacaniano y deconstruccionista de inspiracion piscoanalitica de

final del milenio, el deseo es el margen de exceso que necesariamente es repudiado en

la instancia de estructurar enunciados dotados de significado, esto es, de dar sentido.

Sin embargo, en el esquema hegeliano que domina el concepto de deseo de Lacan, hay

una deuda ineludible con la negatividad. un deficit ontologico que nunca puede ser

reparado 0 saldado. La obra de Zizek sobre la negatividad en la esfera publica sociopo­

lftica es una clara muestra de ello. En opinion de Zizek, la «fantasia» es tanto el motor

oculto del aparato de la subjetividad como aquello que no puede asimilar, De modo

semejante a 10 «abyecto» de Kristeva, esta nocion de la fantasia hace referencia a 10 que

no puede ser integrado en la estructura simbolica, 0 mas exactamente, aquello cuya

funcion consiste en resistir a la asimilacion por 10 simbolico, De este modo, la «fanta­

sia» es definida en referencia al concepto de Hegel de «negatividad» como una defailIan­ce (un fallo 0 deficiencia) sistematica y necesaria en el nucleo del sujeto. En opinion de

luek, el elemento de la fantasia funciona como un vado creativo, el fondo remoto fan­

tasmal 0 espectral de Su (de el) insustancialidad. El imaginario gotico que satura los

textos de Zizek no es accidental, ya que conecta, por una parte, con su interes por

los generos menores del cine contemporaneo como el cine de terror y la ciencia ficci6n

(volvere a tratar este tema en el capitulo 4) y, por otra, con su comprension varnpirica

del sujeto. De hecho, la fantasia se alimenta de la plenitud del sujeto, drenandolo a tra­

yes de una serie de manifestaciones ilusorias y compensatorias del yo.

Asi pues, el sujeto se ve sometido a las formas abrumadoras y, por 10 tanto, irresisti­

bles de cornpensacion 0 de «goce- de significados y productos culturales transrnitidos

por la ideologfa que aspiran a hacerle, a el 0 a ella, creer en una imagen coherente y

autoritaria de El mismo. Sobre este punto, pienso que Zfzek acentua los aspectos pesi­

mistas de la teoria de Lacan de la subjetividad, aplicandoles 10 que yo describirta como

una sobredosis de dialectica hegeliana. El resultado final es una vision cinica y triste de

un sujeto para quien la carencia, la culpa y el descontento subsiguiente son estructura­

les, es decir, necesarios y, por 10 tanto, ineludibles, Peter Dews resume la situaci6n con

una claridad admirable cuando sostiene que, contrariamente a Hegel, para Zizek «la

perdida de la perdida no implica la cancelaci6n, 0 siquiera la relativizacion, de un limi­

te 0 de una carencia, sino, por el contrario, una aceptaci6n del hecho de que 10 que

pareda ser una perdida reparable, de hecho, es una ausencia constitutiva» 78.

78 Peter DEWS, «The Tremor of reflection: Slavoj Zizek Lacanian dialectics», Radical Philosphy 72 (julio/agosto de 1995), p. 24.

75

Page 28: Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

,\

r. - - • ~ " ..-. - '...... -r-", •..'...'.... ~ .' , ,\.-.

O'

:~~ Como era de esperar, una lectura tan conservadora de Lacan tie ne el efecto de acen,

tuar las definiciones, los posicionamientos y las conclusiones mas tradicionales sobre la .jMujer como construcci6n imaginaria y, en consecuencia, sobre las mujeres de carne y hueso. En terminos de pensar 10 fernenino, el trabajo de Zizek representa una regresi6n

antiferninista que reitera todo el repertorio de la invisibilidad y la especularidad simbo.

licas contra el que las feministas han estado argumentando desde que comenzara a apa,

recer la obra de Lacan. Butler"? ha criticado este aspecto del pensamiento de Zizek inci­

diendo en el aspccto negative de su excesivo enfasis en el registro de la fantasfa y, consecuentemente, en 10 «Real» lacaniano en detrimento de una vision mas dinamica

y positiva del sujeto. Pienso que esto encaja plenamente en la idea especffica de la «ideo­

logta» presente en el lacanismo exasperado de Zizek y que contribuye a la despolitiza­

ci6n del psicoanalisis.

EI vacfo constitutivo que descansa en el micleo de la subjetividad y que, a su vez,

genera el yo como una entidad ilusoria y compensatoria repercute en 10 que Althusser

solfa denominar la producci6n ideologica. Se convierte en una idea absolutamente

inclusiva de todo y pierde, por consiguiente, cualquier posibilidad de definicion aflna­

da. Aqui 10 que emerge es la paradoja de la evanescencia, de la desaparici6n 0 de la

muerte del sujeto que todo el pensamiento postestructurulista puso en el primer plano

de la teorfa crftica (en oposici6n a Zizek, considero que Lacan es un pensador de gran

relevancia dentro del postestructuralismo). Por ejemplo, Deleuze reinscribe esta no

existencia parad6jica del sujeto en la 16gica circular de la proliferacion de las diferen­

cias y, consecuentemente, en un movimiento en sf mismo contradictorio de disoluci6n

del yo en una cadena de otros consumibles que obedece, fielmente, a la logica esquizo­

frenica del capitalismo avanzado. lrigaray analiza este mismo fen6meno en terrninos de

una vampirizaci6n creciente par parte del sujeto contemporaneo de una idea de 10 femenino sobre la que se descarga todo el peso de la materialidad, la carne, el naci­

miento y la muerte, mientras eJ chapotea en las profundidades pantanosas de su crisis

ontol6gica. De modo mucho menos imaginativo, ZiZek comienza defendiendo la visi6n

antirrepresentativa de la ideologia, para optar despues por una lectura m;is negativa

presidida todavfa por la despotenciaci6n del sujeto.

En cierto sentido, el «objeto» de la ideologfa no existe; se trata de un lugar creativo

vacfo que crea la ilusi6n de un yo coherente con capacidad de decision. La cuesti6n

estriba en que las representaciones ideol6gicas funcionan independientemente de que

su contenido sea «verdadero» 0 «falso». El exito de la ideologfa, por 10 tanto, no tiene

nada que ver con la verdad 0 la falsedad de su representaciCl1l; 10 re!evante, por el con­

trario, es la posici6n subjetiva que la ideologfa fabrica implfcitamente en el proceso de

enunciaci6n. Con este movimiento, Zizek confirma ell el 'lmbito subjetivo la versi6n

79 Judith Butler, Bodies that Matter: On the Discursive Limitsof "Sex», cit.

lacaniana de la lmguistica estructural: esto es, al igual que no hay conexi6n logica 0

necesaria entre el significante y su contenido significado, tampoco hay una relaci6n nece­

saria entre eI contenido de la ideologta y su efecto. Poco importa 10 que represente, el

efecto es crear un «hueco» 0 un lugar de enunciaci6n para el sujeto, y Zizek no ve esca­

patona a esta infernal maquinaria circular. Tanto mas infernal en cuanto que sus ope­

raciones no son transparentes, ya que, aunque Zizek intenta definir tres momentos de

producci6n ideologica -Ia ideologia como complejo de ideas y de textos, como mate­

rialidad externa del aparato cstatal, y como producci6n general y extendida de la socie­

dad en su conjunto y, especialmente, de los medios de comunicaci6n-, pienso que Ileva

hasta el extrerno la banalizaci6n de la noci6n de ideologia para cubrir todas y cada una

de las forrnas de representacion existentes.

Zuek argument» que el elernento «false» de la «falsa conciencia- inducida por la ideo­

logfa responde a la irnposibilidad estructural de traducir a un lenguaje humane/so­

cial!publico las fuerzas libidinalcs subyacentes. Zizek 10 expresa a traves de la nocion de

una «fantasia» que es ernpujada a buscar satisfacci6n y, al mismo tiempo, a fracasar en su

intento. Zizek y Butler compatten un enfoque realmente estatico de la materialidad del

sujeto encarnado dado que, en su opinion, la materia no tiene ni memoria ni fuerza dina­

mica par sf misma y, ciertamente, nada fuera de un simbolico gobernado por la careneia y

la negatividad. Las implicaciones politicas de esta circularidad infernal son irnportantes,

puesto que, para Zizek, nos encontramos en el seno de un espacio ideologico desde el

momento en el que cualquier contenido, ya sea «verdadero» 0 «false», es funcional res­

pecto a las relaciones sociales. Par 10 tanto, incluso los intentos de salirnos del camino mar­

cado por 10 que percibimos como ideologia es la fonna precisa de nuestra esclavitud a la

rnisma, ya que nuestros intentos no son menos «ideologicos-. Como ejemplos de esta circu­

laridad, Zizek cita la retorica de las «guerras humanitarias» en los Balcanes 0 las contra­

dicciones internas que impliea el intento de batir a los medios de comunicaci6n con sus

propias armas. La consecuencia es que, en aras de la efectividad, tanto las relaciones de

dominaci6n como de resistencia a la ideologfa deben pennanecer encubiertas. Solamente

se puede denunciar la ideologfa desde un lugar que debe estar vacfo, no detemlinado por

ninguna realicbd positiva, 0, de otro modo, eaerfamos de nuevo en aquella. En la medida

en que, tanto para Zi:ek como para Lacan, este Illgar especial es el del psicoanalisis, cuya

funci6n es hacer al sujeto aceptar su esclavitud necesaria, el doble vfnculo polftico se cie­

ITa sabre sf mismo y el resultadn final es una receta para la impotencia.

Con la armgante pretensi6n de haherla desenmascarado, Zizek perpetua toda una

economfa, infllnJida por el capitalismo, del d6ficit y de la carencia que inviste la maqui­

naria conceptual lacaniana y la desposa con cierta concepci6n de Hegel. La «ilusi6n»

de la conciencia es rcdllcida a Sll conexion inherente -y dellda impagable- con 10 «Real,,; b materia Iihidinal primordial que construye la actividad social proporcionan­

dole los cimientos necesariamente silenciados par3 10 que -si acaso-- puede ser dicho.

76 77

Page 29: Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

-~~

Esta carencia estructurante es central en la ontologta de Lacan de la neganvidad y da

lugar a 10 que Derrida describe como la «economia espectral- del sujeto, que consists

en una ausencia presente, constitutiva e irresoluble, 0 ausencia estructuralmente nece­

saria, como unico modo en el que el sujeto puede estar presente para sf mismo 0 misma.

Como Kear sefiala atinadarnente, «Si el Ego equivale al Fantasma, entonces, "Yo soy"

significaria "Estoy embrujado?», en otras palabras, <<Yo" estoy construido 0 construida,

de manera sirnultanea, par la introduccion del deseo y por el fracaso de este 80. Esto

«me» obliga a repetir, de modo pertorrnativo, la escena primigenia «tantasmatica» que

rnarca el lugar de «rni» fundacion constitutiva en la perdida y la carencia. Verdadera­

mente, esto me parece una autentica escena g6tica a tono con el pesimismo fin-de-sie­ele de nuestros dias. lnvita a recrearse en una glorificacion sostenida y, en ocasiones,

estatica de la perdida, del duelo y de la melancolfa que lleva casi a un punto de implo­

sion la visi6n ficticia del sujeto elabarada por Lacan, Creo que este modo ligeramenre

alucinado tanto de eliminar como de afirmar al sujeto ocupa un lugar central en la

visi6n melancolica de la subjetividad de Lacan y de Zizek. La extrafia resonancia que

ha surgido entre ZiZeky Butler responde al hecho de que este concepto toma una vision

performativa del sujeto, como aquella entidad herida que persigue eternamente eso que

Ie da la espalda en el acto preciso de constitucion de su lugar de enunciaci6n. EI enfa­

sis en el intento del sujeto de afirrnar su intensidad libidinal, el cual es, sin embargo,

estructuralmente aporetico y fundamentalmente fallido -esta insistencia en la carencia

y en la negatividad-; me parece tefiido de un comico toque de tragedia. Tiene que

haber una alternativa frente a la pasi6n negativa y a la seduccion de 10 aporetico. Tra­

ducido a lenguaje nomada, he de decir que anhelo activamente un concepto mas ale­

gre y potencializador del deseo y una economia polftica que coloque en primer plano la

positividad y no el pesimismo. Sin embargo, el rechazo explicito de Butler de la teoria

del deseo la sinia en una posicion antitetica a este enfoque'".

Este crepusculo inclinado a la melancolica de la teoria psicoanalitica es todavia mas

problernatico par su palmaria obliteracion del materialismo radical tanto de lrigaray

como de Deleuze. Ya en 1968 (en Diferencia y Repetici6n) , en el caso de Deleuze, y,

en 1974, en el de Irigaray (en Speculum de l'autre femme), habia sido planteada la obje­

cion a la teoria del deseo como carencia. A saber, que ese sustrato libidinal estructural­

mente silenciado que es el deseo no era del orden de una temporalidad indecible ni del

orden de una imposibilidad logica. EI momenta del arigen se encuentra en la constitu­

ci6n del sujeto deseante como sexuado 0 perteneciente a un genera, cuando manifiesta

80 Adrian KEAR, «Diana between two deaths. Spectral ethics and the time of mourning», en

Adrian KEAR y L. Deborah STEINBERG, Mourning Diana. Nation, Culture and the Performance of Grief, Londres y Nueva York, Routledge, 1999, p. 183.

81 Judith BUTLER, Subjects of Desire. Hegelian Reflections in Twenueth-Cenwry France, Nueva York, Columbia University Press, 1987.

un fuerte vinculo con el femenino materna (Irigaray). Sin embargo, tarnbien esta histo­

rizado en tanto que su falogocentrismo refleja una relaci6n instrumental con las rakes

afectivo-materiales del sujeto (Deleuze); en este sentido, marca un momenta especifico

en la historicidad de la construccion del sujeto bajo el capitalismo (Deleuze) y el patriar­

cado (Irigaray). No puedo dejar de preguntarme par que las agendas innovadaras de

materialistas radicales como Irigaray y Deleuze estan siendo ignoradas 0 silenciadas por

los discursos poslacanianos sobre la negatividad que triunfaban a finales del segundo

milenio. iPar que la perdido, el fracaso, la melancolfa y la carencia ontol6gica contirui­

an dominado las visiones del sujeto tanto dentro como fuera del feminismo?

Nuevamente, vienen a la mente consideraciones contextuales. En la decada de los

noventa, el imaginario social del feminismo estuvo dominado par la idea del fetichismo

y la figuraci6n del cuerpo transexual, la sexualidad queer 0 los generos intermedios'",

Desde mediados de la decada de los ochenta se habia intuido que la transexualidad seria

la figuracion dominante de la sexualidad contemporanea'", En mi opinion, esto indica

una especie de juego con la indiferenciacion sexual que simultaneamente desplaza y

confirma la polaridad sexual. La tecnologfa proporciona una poderosa forma de media­

cion cultural para el imaginario transexual. EI cuerpo transexual desarrollado mediante

protesis y ostentosamente artificial es el prototipo del cyborg en la medida en que repre­

senta la simbiosis entre 10 organico, 10 bioquimico, 10 tecnologico y 10 quirurgico. En el

capitulo 5 volvere a analizar la mutaci6n antropologica, pero tambien morfologica, que

aparentemente esta teniendo lugar en la organizacion de las sexualidades posmodernas.

Par el momento, es importante subrayar que un devenir transexual colectivo se ha con­

vertido en un topos dominante en las representaciones culturales del cuerpo sexuado,

especialmente en la tearfa del genera. En este imaginario transexual son cruciales las

invocaciones a las maquinas-cuerpo de Deleuze, como sostendre en el siguiente capitu­

lo. Al igual que Vaugham, el personaje de la novela de James Ballard, Crash, el cuerpo

sexual contemporaneo parece marcado par una profunda herida que Ie hace parecer

«una drag queen perturbada mostrando las cicatrices supurantes de una operaci6n falli­

da de cambio de sexo»84. EI g6tico posmoderno y las sexualidades posgenero planean

sobre el imaginario de las sociedades posmodernas. Sin dejar de reconocer este fenome­

no, deseo manifestar que, a mi juicio, lejos de borrar la diferencia sexual, la convierten

en una cuestion mas urgente que nunca.

82 Elizabeth GROSZ y Elspeth PROBYN (eds.}, Sexy Bodies. The Strange Carnalities of Feminism, Lon­

dres y Nueva York, Routledge, 1995. 83 Jean BAUDRILLARD, «Nous sommes to us des transsexuels», Uberarion (14de octubre de 1987), p. 4. 84 John G. BALLARD, Crash, Nueva York, The Noonday Press, Ferrer, Straus & Giroux, 1973, p. 201

led. cast.: Crash, Barcelona, Minotauro, 1996J.

7978

Page 30: Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

1Conclusion: el trascendental sensible

I La diferencia sexual exige una apertura hacia cuestiones de trascendencia y universali ­

dad, no por,.[ue borre OWlS diferencias, sino, por el contrario, porque formula posiciones de

sujeto alternativas de un valor y un atractivo mas general. En mi opinion, 1'1 paradoja de la

posicion de lrigaray estriba en que si bien ella se basa en una noci6n de la materialidad que

encuentro sumamente desencializada, parece moverse ineluctablemente hacia cuestiones

de truscendencia y de inmaterialidad incorporeu. Colebrook ayuda a elucidar este aspecto'":

El «trascendental sensible» de Irigaray [... ] precipita la clausura de la idea de la posi­

bilidad de representacion mostrando que la condicion que el sujeto repite y refigura

como si fuera su propio fundamcnro nunca puede ser plenamente aprchendida por el pre­

cisamente porque el sujeto no es orra cosa que el efecto de esta repericion. Al presentar

el origen como objeto, el sujeto es producido como sujeto. Pero esta repeticion del ori­

gen como presencia nunca puede ser ella misma presentada. A fin de estar plenamente

presente para sf mismo, el sujeto debe negar su facticidad corporea.

Tal y como he indicado en las paginas anteriores de este capitulo, esta negacion de

las bases materiales 0 de la «facticidad corporea» es el elemento constitutivo de la

rnetafisica y se funda en un rechazo concurrente de la corporeidad. Esta violencia ori ­

ginaria esta sexualizada 0 marcada por el genero, y es inherente a la autoridad del suje­

to clasico en la medida en que 10 ancla en la conciencia. La carga de la encarnacion es

proyectada sobre el femenino materno e, inmediatamente, suprimida. Esta supresion es

constitutiva del sujeto y funda el falogocentrismo, entendido como el imperio de 10 Uno

y la objetificacion de 10 Otro. De ahl, la insistencia de Irigaray en que esta «diferencia»

es interna a 1'1 logica de 10 Mismo, y su determinacion politica a apart:lr :l 10 feme nino

de esta senda unidimensional para proceder a redefinirlo como 10 otro de 10 otm, es

decir, un no Uno constitutivo.

Aunque gran parte de eote proyecto apunta hacia el establecimiento de un contra­

to social y politico por y para las mujeres, tambien cuntiene una carga ttascenJental

igualmente podemsa. Al proponer una forma femenina de trascendencia a traves de la <<inmanencia radical», lrigaray postula una definicion del cuerpo no solo como sustan­

cia material, sino tambien como umbral de una idea gener'llizada del ser fcmeninu, una

nueva humanidad feminista. La obra de Irigaray parece muverse de mudo ineluctable

hacia temas de materialidad incorporea. Esta tendencia es explicira en su trabajo sobre

el trascendental sensible y <<la mujer divina». En orras palabras, el materialismo encar­

t

.,

~\ Claire COLEBROOK. «Is sexual difference a problem'», en Ian Buchanan y Claire Colebrook (eds.), Deleuzeand Feminisc Theory, Edimburgo, Edinburg University Press, 2000, p. 121.

nado de la diferencia sexual es la afirrnacion de la importancia de una multiplicidad que

puede producir sentido otorgando el reconocimiento simbolico al modo de ser de las

mujeres. Lo «divino» de Irigaray apunta a la materializacion de las condiciones necesa­

rias a priori para alcanzar cambios en nuestras condiciones tanto simbolicas como mate­

riales. Implica un ejercicio de repensar el espacio, el tiernpo, la naturaleza, la tierra y 10

divino. En este proyecto es crucial la cuestion del trascendental sensible. Esto sinia al

sujeto femenino encarnado en un espacio entre la trascendencia y la inrnanencia. Este

tipo de materiulidad conecta '11 sujeto terueuino con una serie de diferencias dentro de

sf misma y, tarnbien, entre ella y los otros u otras. Adernas, Irigaray 10 hace de un mane­

ra no dialectica ni opositiva.

EI sujeto femenino puede reconocer y dar vida a su especificidad otorgando impor­

tancia simbolica a su VInculo con otras mujeres como rnediadoras fundarnenrales entre

ella misma y el mundo, y en esto consiste la idea un femenino universal como media­

cion. Colebrook 10 expone nitidamente '11 serialar que, para Irigaray, <<10 sensible es pro­

ximo. Ni presencia plena de 1'1 experiencia ni anterioridad radical de una condicion

rrascendental, 10 sensible viene dado como el cuerpo otro al que yo reconozco en cali ­

dad de otra forma de devenir, de un "universal concreto"»86. Al igual que si fuera la pri­

meta piedra de una nueva civilizacion, 10 "divino» de Irigaray apunta a materializar,

para la pnictica feminism, las condiciones a priori precisas para producir cambios en

nuestras estructuras tanto sirnbolicas como rnateriales. Ningiin materialisrno corporal

sin trascendencia, ningun sujeto femenino encarnado sin incorporeidad. Pienso que la

posicion del esencialismo estrategico invita allector 0 a la lectora a vivir en esta para­

doja y no a buscar salidas precipitadas de este cfrculo vicioso ontol6gico.

Olkowsky captura esta hebra de la obm de Irigaray:

Asi pues, la mujer como devenir es una anomia, esta contra y fuera de la norma, del prin­

cipio y de la estrucrura. Sus muleculas son una poderosa via de contagio, se esparcen

mediante la simbiosis y a traves de ]a mucosidad. Y, si logramos desparologizar todo aquello

asociadu con las lllujeres constituyendu una 16gica y un lengllaje de fluidez, rodas aquellas

palabras Ljlle son tan desagradables porque expresan elcuerpo de la mujer -10 uterino, 10 vul­

var, 10 clitmeidal, 10 vagmal, 10 pbcenral, 0 el propin cuerpo luminoso de la mujer-, enton­

ces, tal vez y por primera vez, entre a fonnar parte de nuestra esfera de conocimienroS7•

La naturaleza difusa, f1otante, transgresora y cosmica de este erotismo se codifica

culturalll1ente como "femenina» y, por 10 tanto, nucvamente no hay forma de evitar la

S" /I'icI., p. 123.

,] Dnrothea OLKOWSKI, "Body. krwwledge and hecoming-woman. mnrpho-logic in Deleuze anJ Irigaray". en [an Buchanan y Claire C"khruok (eJs.), Ddwee unci F.:mini~t Theory, cit., p. 107.

80 81

Page 31: Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

feminizaci6n de esta teoria del deseo. Tampoco hay manera de resolver sus contradic­

ciones inherentes: estas han de ser afrontadas e intensamente trabajadas. Acerca de la cuesti6n de la alteridad, la heterosexualidad radical de Irigaray postu­

la la necesidad de un nucleo homosexual fernenino, queriendo senalar con ello que,

para recomponer el narcisismo primario de las mujeres, que ha sido gravemente herido

y dafiado par el sistema simb6lico falocentrico, se requiere un vinculo homosexual pri­

mario. EI amor de otra mujer es una pieza clave de este proceso de sentar los pilares de

la prehistoria de un futuro posible, el cual es una forma cornpleja de referirse tanto a la

supervivencia -de un modo reactivo- como a la vida, de una manera activa y creativa.

La mujer otra -10 otro de 10Otro- es un lugar de reconocimiento del esfuerzo personal

por devenir, en el sentido de perseguir un proceso de transformaci6n, de cambio dras­

tico, de metamorfosis profundas. Este narcisismo prima rio no debe confundirse con las

manifestaciones narcisistas secundarias de las que las mujeres han sido prodigarnente

dotadas bajo el patriarcado. La vanidad, el amor por las apariencias, la doble carga del

narcisismo y la paranoia son los signos de la objetificacion femenina bajo el poder

(poiesias) de 10Mismo, Tampoco es per se el preludio de una posici6n lesbica: se limita

a exponer, simplemente, la relevancia estructural del amor por el propio sexo, por el

igual sexual, como un elemento vital de la propia autoestima. Es importante enfatizar,

por 10 tanto, la importancia del narcisismo primario como cierto umbral esencial de la

sostenibilidad que permite al sujeto femenino emprender, primero, el proceso de autoa­

firmaci6n y, despues, el de transformaci6n. Tal y como he sostenido repetidamente en

mi trabajo, antes de que alguien pueda deshacer, deconstruir, redefinir, 0 desembara­

zarse de la subjetividad, tiene que ser un sujeto desde donde partir, porque, de otro

modo, estariamos proponiendo un camino a la autoaniquilaci6n. Lo que Irigaray sostie­

ne es que este proceso de reconstrucci6n de los cimientos (narcisismo primario) requie­

re necesariamente la presencia de otra mujer, porque todo el mundo nace de una mujer,

y porque la huella que la madre imprime sobre nosotras y nosotros tiene una importan­

cia imperecedera y fundamental. Mientras que bajo el falogocentrismo 10materno marca

la carencia 0 la ausencia de reconocimiento simbolico, en 10 «femenino virtual» pro­

puesto por Irigaray puede transformarse en una sefial potencializadora y afirmativa.

En mi opinion, ya sea siguiendo un modelo queer 0' de heterosexualidad radical, la

aproximaci6n subversiva a la identidad sexual y a la sexualidad es uno de los legados de

un proceso feminista, nomada, de devenir mujer. En otras palabras, la elecci6n de un

objeto (homo/hetero/eperverso»), 0 de un estilo de vida, sexual es mucho menos impor­

tante que el desplazamiento estructural que entrafia este proceso en las estructuras de

los sujetos deseantes. Tiendo aver el erotismo diverso del «devenir mujer» como una

sensualidad vitalista que queda profundamente fijada en el sujeto encarnado. Esta

visi6n es acorde con la tradicion del «materialismo encantado» a la que pertenecen

tanto Deleuze como Irigaray y un amplio segmento de la cultura francesa y europea. EI

hecho de que gran parte de esta tradici6n sea cercana a la literatura libertina, 0 al ars

erotica que Foucault lamento que la carriente cultural dominante hubiera abandonado,

s610 la hace mas interesante desde el punto de vista historico, En este punto, debemos

Hamar la atenci6n sobre dos ideas fundamentales: en primer lugar, el enfasis en la inte­

ligencia especffica del sujeto encarnado y, en segundo, tanto la continuidad como la

bataHa con el psicoanalisis y el proyecto de desvincular el dcseo de la carencia y la nega­

tividad para pensarlo, por el contrario, como plenitud y abundancia. Estos dos ejes con­

ceptuales hacen compatibles el trascendental ernpirico de Luce Irigaray y otras voces

de la tradici6n de la diferencia sexual con el erotismo sensual y multiple del «devenir

muier» presente en Deleuze. En el proximo capitulo me detendre en esta cuesti6n.

Asimismo, esto coloca al feminismo en ellugar de una pasion etica y politica y, con­

siguientemente, hace que la posicion de sujeto feminista no pueda tomarse como algo

dado, sino que deba ser entendida como proyecto, como algo a 10que algunas mujeres

pueden aspirar y por 10 que pueden trabajar por el bien de todos y de todas, Yo deno­

minarfa a esto una lectura «intensiva» de la politica feminista que asume un sujeto no

unitario y n6mada que se contrapone tanto al humanismo clasico como a las concep­

ciones liberales del individuo. En este sentido, situa la instancia de 10 politico en un

lugar que no es reducible al compromiso voluntarioso con la busqueda elemental de la

bondad, la justicia social y los derechos humanos, aunque, actualmente, estes sigan

siendo objetivos incumplidos y deseables. La politica puede ser definida tambien en ter­

minos de las pasiones y los valares que alumbra. Esta «tipologia» de las pasiones eticas

se basa en una visi6n inspirada por Nietzsche y leida con Deleuze. Nos permite ver las

elecciones volitivas no como posiciones transparentes y evidentes, sino, por el contra­

rio, como posiciones estratificadas, complejas y contradictorias. Una dosis de sospecha

hacia las propias «rnotivaciones» 0 intenciones no condena al cinismo, al nihilismo 0 al

relativismo. Por el contrario, la inyecci6n de afecto, de reflexividad y de goce en el ejer­

cicio de la politica puede devolver a las ideas politicas su plena inspiraci6n.

He sostenido con frecuencia que 10que el feminismo libera, en ultima instancia, en

quienes beben de el, es un anhelo de libertad, de dignidad, de justicia, de luminosidad

y de felicidad. Estos valores pueden traducirse en ideas y politicas racionales, pero tam­

bien forman un sustrato de deseo que motiva primeramente toda la acci6n posterior. La

politica comienza con nuestras pasiones. En los primeros dfas de militancia del movi­

miento de las mujeres, cuando la risa y el placer eran una declaraci6n y un arma poll­

ticas incisivas, no cabia duda sobre esto. En estos dfas de pesimismo g6tico posmoder­

no no parece que haya quedado mucho de esta fuerza dionisiaca, pero debemos

recordarla. Deleuze ha caracterizado el espfritu de Mayo de 1968 -pero creo que pod ria

aplicarse a todo movimiento radical 0 transgresor- como una ligereza de tacto, un sen­

tido de apertura de las posibilidades y una profunda revalorizaci6n de los potenciales de

la vida. Este despliegue de sensibilidad multiplicada acompafia y hace posible las trans­

82 83

Page 32: Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

formaciones sociales, politicas y episternologicus, asf como otras estudiadas medidas

politicas. Sin embargo, resulta crucial en el feminismo, al igual que en otros ambitos,

escapar de los juiciosos y mortalmente ahurridos catcquistus del fervor revolucionario y

revalorizar el aspecto jocoso del proceso de transformucion social.

A mi juicio, este enfasis en las pasiones positivas y revalorizadoras es otro punto de

intersecci6n entre el «fernenino virtual» de Ingaray como trascendental sensible y la

vison de Deleuze del sujeto como trascendental erupirico. Los puntos en cornun, asi

como las divergcncias, entre ambos pensamientos iluminan los modos en los que las

posiciones ferninistas se sienten actualrnente atraidas por las ideas de Deleuze. EI hecho

de que Irigaray critique la idea de Deleuze de mulriplicidad y [a disolucion de las iden­

tidades sexuales porque interfirieren con lu afirrnacion de una nueva subjetividad feme­

nina mientras que Wittig, por el contrario, la acoge como una salida de las polarizacio­

nes sexuales del sistema de genero nos da una rnedida del problema. Sin embargo, 10

importante es que esta «capracion» de la obra de Deleuze resulta muy bicnvenida y

potenciadora para la teorfa critica y los estudios culturales contemporaneos.

El enfasis que Irigaray, Deleuze y Guattari colocan en la naturaleza encarnada e ins­

crita del sujeto -a traves de la idea de inmanencia radical- otorga a su filosofia un filo

politico que la conecta con los problemas del podcr, Asimismo, abre una dimension

etica y ecologica en el seno de la teoria critica que obliga a inscribir 011 sujero en las rela­

ciones sociales atravesadas par aquel. EI conocimiento exige partir de la estructura

inmanente de la subjetividad y debe resistir la fuerza gravitatoria que le empuja hacia

la trascendencia abstracta. En Irigarav, esto conlleva una exploracion radical de las for­

mas de encarnacion disimetricas disfrutadas, respectivamente, por hombres y mujeres.

Es un camino de trascendencia que transcurre por, y a traves, del cuerpo y no aparta­

do de el. Por otra parte, de acuerdo con Deleuze y Guattari, el sujeto del conocimien­

to ha sido repIanteado en terminos materiales: territorios, recursos, localizaciones y

fuerzas. Esto implica la ruptura del continuo espacio-temporal del humanismo clasico.

Igualmente, es importante escapar al reductivismo del construccionismo social que

tiende a subestimar la continuidad de los factores que proporcionan los cimientos empf­

ricos del sujeto y que, aunque en su mayor parte estan relacionados con la biok)gia,

tambien incluyen el afecto y, especialmente, la memoria y el deseo.

Ademas, una filosoffa postestructuralista que parte de un sujeto no unitario que, a

Ia vez est a encarnado/inscrito en mCdtiples relacilmes de poder tambien otorga un lugar

mucho mas central a Ia memoria y a Ia temporalidad en la estructuracion del mismo.

Por ejemplo, Irigaray apela a Ia temporalidad especifica de las mujeres (dclica, reitera­

tiva, fluidal para encontrar representaciones y aplicaciones sociales adecuadas a el. En

este mismo sentido, para ella el feminismo es un laboratorio de consumo y transforma­

ci6n de las genealogfas de las mujeres que crea un campo de experimentaci6n donde Ia mise ria simb61ica pasada es reelaborada en un im01gin01rio alternativo. Por otro lado,

la «nornadologm- de Dcleuze, entendida como una filosofia de la inmanencia, se basa

en la idea de la sostenibilidad como principio de contencion y de desarrollo de los

recursos de un sujeto entendido en terrninos ecologicos, afectivos y cognitivos. Un suje­

to no unitario y asf constituido habit» un tiernpo conjugado en la voz activa de un con­

tinuo «devenir». Deleuzc define esto ultimo haciendo referencia al concepto de Berg­

son de «duracion» y proponiendo, por 10 tanto, la idea de sujeto como entidad que

perdura, es decir, que soporta cambios y transformaciones sostenibles y les da vida alre­

dedor de el 0 de ella en una comunidad 0 colectividad. Desde esta perspectiva, inclu­

so la Tierra/Gain es postulada como una companera en una comunidad que esta toda­

via por llegar, por ser construida por sujetos que interactuaran con el medio arnbiente,

tanto social como ecol6gico, de modo diferente. Delcuze y Guatt<Jri se vuelven hacia

Spinoza para enconrrar las fundaciones filosoficas de un trazo vitalista, y claramente

antiesencialisra, de Ia inmanencia. Ellos replantean las continuidades entre el sujeto

masculino 0 femenino y su contexte, tanto socialmente (las relaciones de poder) como

eticarnente (la contiguidad con la Tierra). Y 10 hacen sin rernitirse <J visiones humanis­

tas y holisticas globules, en tanto que esos son los pilares sobre los que el sujeto huma­

nista solia sostenerse en oposici6n dialectica a sus (de EI) «otros».

En este sentido, me parece que las filosofias de I<J inmanencia radical han desplaza­

do el acento puesto sobre el antropocentrismo y 10 han colocado sobre un igu<Jlitaris­

mo biocentrado. (Regresare a estas cuestiones en los capitulos 3 y 4). Sin embargo,

difieren de la ecologia ortodoxa en tanto que no subestirnan las contradicciones y las

discontinuidades entre el universo humano y no hum<Jno, sin rornantizar, por 10 tanto,

la interaccion entre ambos. Actu<Jlmente, hasta los constructivistas sociales mas con­

vencidos argumentan que los comport<Jmientos de los cuerpos no pueden ser explica­

dos exclusivamente en funci6n de c6digos sociales 0 de 6rdenes simb6licos e im<Jgina­

rios, ni descifrarse en las S<Jgradas Escrituras de los Pliegos del ADN. Tamo ]a

«naturaleza» como «el cuerpo» son c<Jtegorias escurridizas que tienden a deslizarse

hacia el esencialismo 0 a ser capturadas bien en reducciones positivistas, 0 bien, a ]a

inversa, en las celebraciones ingenuas al estilo de Ia new age. En ]a era de la politica de

]a biodiversidad, la interdependencia de 10 natural y 10 soci<JI, correlativa a Ia distinci6n

entre la mente y eI cuerpo, necesita ser explorada fuera de Ius habitos cIasicos y JU<Jlis­

tas del pensaIniento. Aqui, el termino clave es <<inmanencia radical», es decir, una

vision profundarnente inscrita del sujtto encarnado. Como teoria materialista esta en

condiciones de prol'orcionar un,} respuesta, en tanto que asumc el cuerpo en todos sus

niveles, inclllido, qllizas especialmente, el bio16gico. A ]a luz de la genetica y de ]a bio­

10gb molecular contemporaneas, es m,ls que factible hablar del cuerpo como un siste­

ma complejo de fuerzas alltosostenibks. EI ADN y las celli las tienen un sisrema de

conwnicaci(ll1 dectivo entre elIas que Ies permite tran.mlitir intllrmacion de vital

importancia. En terminos de biodiversidad, los humanos estamos acriva y destructiva­

84 85

Page 33: Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis

"

mente implicados en manipular nuestro medio ambiente. Las neurociencias han

aumentando nuestro nivel de comprensi6n de la memoria y el grado hasta el cual la

capacidad de almacenarniento y de recuperaci6n de la informacion es esencial para el

desarrollo del yo. Esta es una evidencia que ya no puede ser ignorada por los intelec­

tuales entices de izquierdas, Como tampoco puede dejarse a los delirios de grandeza de

los profesionales cientificos y sus patrocinadores industriales. EI nomadismo filos6fico

es un intento relevante y significative de aceptar, por fin, la encarnacion y la diferencia

sexual como procesos de transformaci6n mientras trae a primer plano las cuestiones del

poder, la potencia y la responsabilidad.

Consiguientemente, la conciencia necesita ser redefinida en terminos de flujos y

variaciones en constante transformaci6n que siguen un patr6n de continuidad, EI viejo

enredo entre la mente y el cuerpo necesita ser reconstruido en terminos no inducidos

por la nacionalidad, no verticalistas y no jerarquicos, Los procesos, los flujos y los sta­tus interrnedios han de ser tomados en cuenta seriamente, esto es, debemos darles su

representacion conceptual. Es necesario considerar tanto las continuidades como las

discontinuidades. EI orden de nuestro pensamiento tiene que estar en condiciones de

dar cabida a las complejidades internas y a los efectos no secuenciales. Se necesita crea­

tividad conceptual para vivir a la altura de estas complejidades, al igual que un des in­

teres saludable y aliviado de nostalgias par las creencias tradicionales sobre 10 que cuen­

ta como «el sujeto del conocimiento».

Un proyecto feminista capaz de movilizar tales fuerzas y aspiraciones las mezclara

con la feroz energia de los sujetos posMujer, con el cerebro de Hillary Clinton, los aires

de Madonna, el coraje de Anita Hill y el talento de Kathy Acker. Aunque tambien es

probable que esto envuelva a lectores y lectoras en grados crecientes de complejidad.

No obstante, abrigo la apasionada convicci6n de que, debido a estas dificultades, y no

a pesar de ellas, las cuestiones acerca de la diferencia sexual y de la busqueda de posi­

ciones de sujeto feministas y alternativas, no muy lejanas a la princesa de Gales, sim­

plernente, no desapareceran.

86

~::-:..(~,:; .. E::::~~3~~

2 Zigzagueando a traves de Deleuze y del feminismo

Estamos atrapados en segmentos de devenir, entre los que podemos establecer

una especie de orden 0 de progresi6n aparente: devenir-rnujer, devenir-nifio;

devenir-anirnal, vegetal 0 mineral; devenires moleculares de todo tipo, devenires­

partfculas1.

Gilles Deleuze y Felix Guattari, Mil Mesetas. CapitalisTl10 y esquizofrenia

En el proceso de devenir, se necesita un genero 0 una esencia (necesariamente

sexuada) como horizonte; de otro modo, el devenir sera unicarnente parcial 0 mul­

tiple, sin llevar las riendas del propio futuro, de abdicaci6n de la responsabilidadde

este proceso, de 10 otro 0 10 Otro de 10 otro. Devenir significa alcanzar la plenitud

de todo 10 que se podria ser, Obviamente, este proceso no acaba nunca/.

Luce Irigaray, Sexeset parentes

Este capitulo proyecta en direcciones nuevas, pero paralelas, los debates sobre la

identidad, la sexualidad y la diferencia sexual. Argumentare que la mayoria de los usos

que se Ie han dado a la filosofta deleuziana son todavfa polernicos y ambivalentes res­

pecto a la teorfa feminista, en especial entre sus seguidores mayoritariamente masculi­

nos. No obstante, es cierto tarnbien que un carpus creciente de feminismo deleuziano

esta cobrando forma con un rigor destacable. Situare la obra de Deleuze de tal modo

I Gilles DELEUZE y FelixGUATIARJ, A Thousand Plateaus: Capitalism and Schizoprenia, Brian Mas­sumi (trad.). Mineapolis, University of Minnesota Press, 1987, p. 279 led. cast.: Mil Meseras. Capita­lismo y esquizofrenia, Valencia, Pre-Textos, 2000, p. 2741.

z Luce lrigaray, Sexes et parentes, cit., p. 73.

87