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Introducción: para ampliar el canon democrático 2 En esta introducción, pretendemos avanzar mostrando que el debate sobre la democracia a lo largo del siglo XX quedó limitado a dos formas complementarias de hegemonía 4 : una, se 3 Para el concepto de hegemonía ver Gramsci (1973). 4 réplicas, fue oportunamente conocido como democrático (Kelsen, 1929.105­6). 5

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Para ampliar el canon democrtico

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Introduccin: para ampliar el canon democrtico

Boaventura de Sousa SantosLeonardo AvritzerTraducido por: Martha Cecilia Herrera

Cuando le preguntaron recientemente a Amartya Sen, cul haba sido el acontecimiento ms importante del siglo XX, ste respondi sin vacilar que haba sido la emergencia de la democracia (1999: 3). Con una visin ms pesimista del siglo XX, Immanuel Wallerstein tambin se preguntaba hace poco, cmo la democracia haba pasado de ser una aspiracin revolucionaria en el siglo XIX, a un slogan adoptado universalmente pero vaco de contenido en el siglo XX (2001: 1). Estas dos posiciones, a pesar de ser divergentes, convergen en la constatacin de que la democracia asumi un lugar central en el campo poltico durante el siglo XX. Si ocupar o no ese lugar en el siglo XXI, es un interrogante todava no resuelto.

El siglo XX fue efectivamente un siglo de intensa disputa en torno a la cuestin democrtica. Esta disputa, iniciada al final de las dos guerras mundiales y a lo largo del perodo de la guerra fra, abarc dos aspectos principales: en la primera mitad del siglo, el debate se centr alrededor de la deseabilidad de la democracia (Weber, 1919; Schmitt, 1926; Kelsen, 1929; Michels, 1949; Schumpeter, 1942)11 Este debate se inici en el siglo XIX pues hasta ese momento la democracia haba sido considerada consensualmente peligrosa y, por eso, indeseada. Su peligro consista en atribuir el poder de gobernar a quien estara en peores condiciones para hacerlo: la gran masa de la poblacin, iletrada, ignorante, social y polticamente inferior (Williams, 1976:82; McPherson, 1972).. No obstante si, por un lado, tal debate fue resuelto a favor de la deseabilidad de la democracia como forma de gobierno, por otro lado, la propuesta que se torn hegemnica al final de las dos guerras mundiales implic la restriccin de las formas de participacin y de soberana ampliadas, a favor del consenso sobre el procedimiento electoral en la formacin de los gobiernos (Schumpeter, 1942). Esta fue la forma hegemnica de prctica de la democracia en la posguerra, en particular en los pases que se volvieron democrticos despus de la segunda oleada de democratizacin.

El segundo debate que perme la discusin en torno a la democracia despus de la Segunda Guerra Mundial, se refiere a sus condiciones estructurales (Moore, 1966; ODonnell, 1973; Przeworski, 1985), lo cual implic, adems, una discusin sobre la compatibilidad o incompatibilidad entre democracia y capitalismo (Wood, 1996)22 Este debate, como casi todos los otros debates sobre la democracia, haba sido anticipado por Rousseau cuando afirmaba en el contrato social que slo podra ser democrtica la sociedad donde no hubiese nadie tan pobre que tuviese necesidad de venderse y nadie tan rico que pudiese comprar a alguien.. Barrington Moore inaugur este debate en los aos 60, a travs de la introduccin de una tipologa segn la cual se podra identificar a los pases con propensin democrtica y a los pases sin propensin democrtica. Para Moore, la baja densidad democrtica en la segunda mitad del siglo XX podra ser explicada por la existencia de un conjunto de caractersticas estructurales relacionado con: el papel del Estado en el proceso de modernizacin y sus nexos con las clases agrarias; la relacin entre los sectores agrarios y los sectores urbanos, y el grado de ruptura provocado por el campesinado a lo largo del proceso de modernizacin (Moore, 1966). El objetivo de Moore era explicar por qu la mayora de los pases no era democrtica ni podra llegar a serlo sino se transformaban las condiciones que prevalecan en estos pases.

Simultneamente, otro debate se articulaba al de los requisitos estructurales de la democracia, el relacionado con las virtualidades redistributivas de aquella. Tal debate parta del presupuesto de que al tiempo que ciertos pases ganaban la batalla por la democracia, stos pasaban a usufructuar, junto con la forma de gobierno, de una cierta propensin distributiva caracterizada por la llegada de la social democracia al poder (Przeworski,1985). Habra, por lo tanto, una tensin entre capitalismo y democracia, la cual, una vez resuelta a favor de la democracia, colocara lmites a la propiedad y redundara en ganancias redistributivas para los sectores sociales desfavorecidos. Los marxistas, por su parte, entendan que esta solucin exiga la descaracterizacin total de la democracia, una vez que en las sociedades capitalistas no era posible democratizar la relacin fundamental en la que descansaba la produccin material, la relacin entre capital y trabajo. De ah que dentro del contexto de este debate se discutiese sobre modelos de democracia alternativos al modelo liberal: la democracia participativa, la democracia popular en los pases del este de Europa, la democracia desarrollista de los pases recin llegados a la independencia.

La discusin democrtica de la ltima dcada del siglo XX cambi los trminos del debate democrtico de la posguerra. La extensin del modelo hegemnico, liberal, hacia el sur de Europa en los aos 70 y, posteriormente, hacia Amrica Latina y Europa del Este (ODonnell y Schmitter, 1986) desactualizaron los anlisis de Moore y de Przeworski. Las perspectivas sobre la democracia de la segunda mitad del siglo XX, no parecen muy actuales con sus discusiones alrededor de los obstculos estructurales de la democracia, en la medida en que pasamos a tener decenas de pases en proceso de democratizacin, los cuales tienen enormes variaciones en el papel del campesinado y en los respectivos procesos de urbanizacin. Amartya Sen es uno de los que celebra la prdida de credibilidad de la idea de las condiciones estructurales, cuando afirma que el asunto no es saber si un determinado pas est preparado para la democracia sino partir de la idea de que todo pas se prepara a travs de la democracia (1999:4). As mismo, con el desmonte del Estado de Bienestar Social y con los recortes de las polticas sociales a partir de la dcada de 1980, tambin pareceran no vlidos los anlisis de autores como Przeworski o Lipset acerca de los efectos distributivos irreversibles de la democracia. Se reabre, as, la discusin sobre el significado estructural de la democracia y en particular para los llamados pases en desarrollo o pases del sur.

A medida que el debate sobre el significado estructural de la democracia cambia sus trminos, aparece un segundo interrogante: el problema de la forma de la democracia y de sus variantes. Este interrogante recibi una de las respuestas ms influyentes en la solucin elitista, propuesta por Joseph Schumpeter, segn la cual el problema de la construccin democrtica debera ser derivado de los problemas enfrentados en la construccin de la democracia en Europa durante el perodo de entreguerras. A partir de esta respuesta se funda lo que podramos llamar la concepcin hegemnica de la democracia. Los principales elementos de esta concepcin seran la contradiccin entre movilizacin e institucionalizacin (Huntington, 1968; Germani, 1971); la valorizacin positiva de la apata poltica (Downs, 1956), una idea muy resaltada por Schumpeter, para quien el ciudadano comn no tena capacidad o inters poltico sino para escoger los lderes destinados a tomar las decisiones (1942: 269); la concentracin del debate democrtico en lo relativo a los diseos electorales de las democracias (Lijphart, 1984); el tratamiento del pluralismo como forma de incorporacin partidista y disputa entre las elites (Dahl, 1956; 1971) y la solucin minimalista para el problema de la participacin por la va de la discusin de las escalas y de la complejidad (Bobbio, 1986; Dahl, 1991). Todos estos elementos que podran ser sealados como constituyentes de una concepcin hegemnica de la democracia, no consiguen enfrentar adecuadamente el problema de la calidad de sta, el cual resurge con la llamada tercera oleada de democratizacin. Cuanto ms se insiste en la frmula clsica de la democracia de baja intensidad, menos se consigue explicar la paradoja de que la extensin de la democracia haya trado consigo una enorme degradacin de las prcticas democrticas.

Adems, la expansin global de la democracia liberal coincidi con una grave crisis de sta en los pases centrales en los que ms se haba consolidado; crisis que qued conocida como la de la doble patologa: la patologa de la participacin, sobretodo si se considera el aumento dramtico del abstencionismo; y la patologa de la representacin, marcada por el hecho de que los ciudadanos se consideran cada vez menos representados por aquellos a quienes eligieron. Al mismo tiempo, el final de la guerra fra y la intensificacin de los procesos de globalizacin implicaron una reevaluacin del problema de la homogeneidad de la prctica democrtica.

Las variantes en la prctica democrtica adquieren mayor inters para el debate democrtico actual, haciendo una ruptura con las adjetivaciones propias del debate poltico del perodo de la guerra fra democracias populares versus democracias liberales. Paradjicamente, el proceso de globalizacin33 Santos, 2002. suscita, al mismo tiempo, un nuevo nfasis en la democracia local y en las modalidades de la forma democrtica dentro del Estado nacional, permitiendo la recuperacin de tradiciones participativas en pases como el Brasil, la India, Mozambique y frica del Sur, para restringirnos slo a los pases estudiados en este proyecto. Podemos, por lo tanto, identificar una triple crisis respecto a la explicacin democrtica tradicional: hay, en primer lugar, una crisis del marco estructural de explicacin de la posibilidad democrtica (Moore, 1966); hay, en segundo lugar, una crisis de la explicacin homogeneizante sobre la forma de la democracia que emergi como resultado de los debates del perodo de entreguerras (Schumpeter, 1942); y hay, en tercer lugar, una nueva propensin a examinar la democracia local y la posibilidad de diversas variantes dentro de los Estados nacionales, a partir de la recuperacin de tradiciones participativas no visibilizadas en el proceso de construccin de identidades nacionales homogneas (Anderson, 1991).

En esta introduccin, pretendemos avanzar mostrando que el debate sobre la democracia a lo largo del siglo XX qued limitado a dos formas complementarias de hegemona44 Estamos entendiendo el concepto de hegemona como la capacidad econmica, poltica, moral e intelectual de establecer una direccin dominante en la forma de abordaje de una determinada problemtica, en este caso, la democrtica. Entendemos, tambin, que todo proceso hegemnico produce un proceso contrahegemnico en el interior del cual son elaboradas formas econmicas, polticas y morales alternativas. En el caso del debate actual sobre la democracia esto implica una concepcin hegemnica y una concepcin contrahegemnica de democracia. Para el concepto de hegemona ver Gramsci (1973).: una, se basa en el supuesto de que la solucin del debate europeo del perodo de entre guerras fue el abandono del papel de la movilizacin social y de la accin colectiva en la construccin democrtica (Huntington, 1969); la otra, parte del supuesto de que la solucin elitista para el debate sobre la democracia, con la sobre valoracin del papel de los mecanismos de representacin, puede ser hegemnica, descartando la idea de que dichos mecanismos de representacin deben ser combinados con mecanismos societarios de participacin (Manin, 1997). En los dos casos la forma hegemnica de la democracia, la democracia representativa elitista, propone extender al resto del mundo el modelo de democracia liberal representativa vigente en las sociedades del hemisferio norte, ignorando las experiencias y las discusiones provenientes de los pases del sur en el debate sobre la democracia. A partir de una reconstruccin del debate sobre la democracia de la segunda mitad del siglo XX, pretendemos proponer un itinerario contrahegemnico para el debate sobre la democracia, rescatando lo que qued de l en las entrelneas.

1. LA CONCEPCION HEGEMONICA DE LA DEMOCRACIA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX

El debate sobre la democracia en la primera mitad del siglo XX estuvo marcado por el enfrentamiento entre dos concepciones de mundo y su relacin con el proceso de modernizacin de Occidente. De un lado, la concepcin que C.B. MacPherson bautiz de liberal-democracia (MacPherson, 1966) y, de otro lado, la concepcin marxista de democracia, que entenda la autodeterminacin en el mundo del trabajo como el centro del ejercicio de la soberana por parte de los ciudadanos, entendidos stos como individuos productores (Pateman, 1970). De este enfrentamiento surgieron las concepciones hegemnicas de la teora sobre la democracia, las cuales tuvieron vigencia a partir de la segunda mitad del siglo XX. Estas dos concepciones se relacionan con las respuestas dadas a interrogantes sobre tres aspectos: la relacin entre procedimiento y forma, el papel de la burocracia en la vida democrtica, la inevitabilidad de la representacin en las democracias de gran escala. Permtanme examinar en detalle cada una de las respuestas a estos interrogantes.

El interrogante de la democracia como forma y no como sustancia fue la respuesta dada por la teora democrtica hegemnica a las crticas hechas por la teora marxista a la democracia (Marx, 1871; Lenin, 1917). Hans Kelsen formul este interrogante en trminos neokantianos hacia la primera mitad del siglo XX. Para l, el punto central era criticar la idea de la democracia como un conjunto preciso de valores, como una forma nica de organizacin poltica:

Quien considera inaccesibles al conocimiento humano la verdad absoluta y los valores absolutos debe considerar posible no slo la propia opinin, sino tambin la opinin ajena. Por eso, el relativismo es la concepcin del mundo supuesta por la idea de democracia... la democracia da a cada conviccin poltica la misma posibilidad de expresarse y de buscar el nimo de los hombres a travs de la libre competencia. Por esto, el procedimiento dialctico adoptado por la asamblea popular o por el parlamento en la creacin de normas, procedimiento que se desarrolla a travs de discursos y rplicas, fue oportunamente conocido como democrtico (Kelsen, 1929.105-6).

En su primera formulacin el procedimentalismo kelsiano intent articular relativismo moral con mtodos para la resolucin de divergencias, mtodos que pasaban por el parlamento as como por formas de expresin ms directas (Kelsen, 1929. 142). En este relativismo moral se anunciaba la reduccin del problema de la legitimidad al problema de la legalidad, una reduccin que Kelsen extrajo de una lectura incorrecta de Weber. Correspondi a dos autores, Joseph Schumpeter y Norberto Bobbio, durante el perodo de entreguerras y en la inmediata posguerra, transformar el elemento procedimentalista de la doctrina kelsiana de democracia en una forma de elitismo democrtico.

Schumpeter toma como punto de partida para su reflexin el mismo elemento que desencadena la reflexin poltica en Bobbio: el cuestionamiento de la idea de una soberana popular fuerte, la cual es asociada a un contenido de sociedad propuesto por la doctrina marxista. Schumpeter critica este elemento al colocar en su clsico libro Capitalismo, socialismo y democracia, la siguiente pregunta. Es posible que el pueblo gobierne? La respuesta dada por Schumpeter al interrogante es clara y abarca un desarrollo del argumento procedimentalista. Para l, no podemos pensar en la soberana popular como un posicionamiento racional por parte de la poblacin o de cada individuo sobre un asunto determinado. Por lo tanto, el elemento procedimental de la democracia ya no es ms la forma como el proceso de la toma de decisiones remite a la soberana popular. Para Schumpeter, el proceso democrtico es justamente lo contrario: un mtodo poltico, esto es, un cierto tipo de concertacin institucional para llegar a decisiones polticas y administrativas (Schumpeter, 1942: 242). De este modo, Schumpeter retoma una preocupacin procedimental con las reglas para la toma de decisiones y la transforma en un mtodo para la constitucin de gobiernos. El motivo por el cual la participacin es excluida de este proceso no hace parte de la argumentacin procedimental y s de una teora de la sociedad de masas que Schumpeter introduce, de contrabando, dentro de la discusin procedimental55 La doctrina schumpeteriana de la democracia adopta el argumento de la manipulacin de los individuos en las sociedades de masas. Para Schumpeter, los individuos en la poltica ceden a impulsos irracionales y extra racionales y actan de manera casi infantil al tomar decisiones (Schumpeter, 1942: 257). Schumpeter jams busc diferenciar grandes movilizaciones de masas de formas de accin colectiva lo cual hace su argumento, sobre la generalidad de la manipulacin de masas en la poltica, extremadamente frgil. Para una crtica, ver Melucci, 1996; Avritzer, 1996. la vulnerabilidad del argumento schumpeteriano no impidi que ste fuese ampliamente utilizado por las concepciones hegemnicas de la democracia..

Norberto Bobbio da el paso siguiente al transformar el procedimentalismo en reglas para la formacin del gobierno representativo. Para l, la democracia est constituida por un conjunto de reglas para la formacin de mayoras, entre las cuales valdra la pena destacar el peso igual de los votos y la ausencia de distinciones econmicas, sociales, religiosas y tnicas en la constitucin del electorado (Bobbio, 1979). Vale la pena, por lo tanto, anotar que la primera va de afirmacin de la concepcin hegemnica de democracia en la posguerra, es una va que lleva del pluralismo valorativo a la reduccin de la soberana y, a su vez, al desplazamiento de una discusin amplia en torno a las reglas del juego democrtico hacia la identificacin de la democracia con las reglas del proceso electoral. En ningn momento queda claro en el itinerario que va de Kelsen a Schumpeter y Bobbio por qu el procedimentalismo no comporta formas ampliadas de democracia66 Bobbio analiza, de forma diferente a Schumpeter, los motivos por los cuales la participacin de los individuos en la poltica se volvi indeseable. Para l, el elemento central que inhibira la participacin es el aumento de la complejidad social en las democracias contemporneas. (Ver Bobbio, 1986). El argumento de la complejidad, as como sus limitaciones ser discutido ms adelante.. Por el contrario, la reduccin del procedimentalismo a un proceso de elecciones de elites parece un postulado ad hoc de la teora hegemnica de la democracia, incapaz de dar una solucin convincente a dos aspectos fundamentales: el interrogante sobre si las elecciones agotan los procedimientos de autorizacin por parte de los ciudadanos y el interrogante sobre si los procedimientos de representacin agotan los asuntos referentes a la representacin de la diferencia. Volveremos a estos puntos ms adelante al discutir las nuevas formas de procedimentalismo participativo que emergieron en los pases del sur.

Una segunda discusin central en la consolidacin de la concepcin hegemnica de democracia, fue la relacionada con la forma como la burocracia y su indispensabilidad lleg a situarse en el centro de la teora sobre la democracia. El origen de este debate tambin remite al perodo de entreguerras y a la discusin entre liberalismo y teora marxista. Max Weber inaugur esta lnea de cuestionamiento sobre la teora clsica de la democracia, al situar en el debate democrtico de comienzos del siglo, la inevitabilidad de la prdida de control sobre el proceso de decisin poltica y econmica por parte de los ciudadanos y su creciente control por formas de organizacin burocrtica. El motivo principal por el cual la concepcin de Rousseau de una gestin participativa no fue la que preponder, se debi a la emergencia de formas complejas de administracin estatal que llevaron a la consolidacin de burocracias especializadas en la mayor parte de los escenarios administrados por el Estado moderno. Para Weber, la separacin del trabajador de los medios materiales de produccin, destruccin, administracin, investigacin acadmica y finanzas en general es la base comn del Estado moderno, en sus esferas poltica, cultural y militar (Weber, 1978, II:1394). El aporte de Weber, que est en dilogo directo con las formulaciones de Marx en La guerra civil en Francia, es un intento de mostrar que el surgimiento de la burocracia en el transcurso de la organizacin de clase de la sociedad capitalista, no es un fenmeno restringido a la esfera de la produccin material.

Para Weber, la burocracia est ligada al surgimiento y desarrollo del Estado moderno, y la separacin entre trabajadores y medios de produccin constituye un fenmeno general que abarca no slo a los trabajadores sino tambin a los militares, los investigadores cientficos y todos los individuos involucrados en actividades complejas en el campo de la economa y del Estado. Weber, no obstante, no tena la intencin de asociar realismo sociolgico con aspiracin poltica. Por el contrario, para Weber el fenmeno de la complejidad traa problemas para el funcionamiento de la democracia en la medida en que creaba una tensin entre soberana creciente, en el caso del control de los gobiernos por los gobernados, y soberana decreciente, en el caso del control de los gobernados por la burocracia. De ah el pesimismo de Weber ante la doble emergencia de la jaula de hierro del mundo administrado y del peligro de acciones emotivo pasionales instigadoras de nuevos poderes carismticos.

A lo largo de la segunda mitad del siglo XX, la discusin sobre la complejidad y la inevitabilidad de la burocracia se fue fortaleciendo a medida que las funciones del Estado fueron creciendo con la institucin del welfare state en los pases europeos (Esping-Anderson, 1990; Shonfield, 1984). Con el crecimiento de las funciones del Estado ligadas al bienestar social, la discusin sobre el crecimiento de la burocracia fue cambiando de tono y adquiriendo una connotacin positiva (la obra de Michel Foucault es una de las excepciones). En el campo de la teora democrtica, Norberto Bobbio fue, una vez ms, el que sintetiz el cambio de perspectiva con relacin a la desconfianza weberiana en el aumento de la capacidad de control de la burocracia sobre el individuo moderno. Para Bobbio,A medida que las sociedades pasaron de una economa familiar hacia una economa de mercado, de una economa de mercado hacia una economa protegida, regulada y planificada, aumentaron los problemas polticos que requieren competencias tcnicas. Los problemas tcnicos exigen, por su parte, expertos, especialistas... Tecnocracia y democracia son antitticas: si el protagonista de la sociedad industrial es el especialista, imposible que lo sea el ciudadano comn (Bobbio,1986: 33-34).

Bobbio radicaliza el argumento weberiano al afirmar que el ciudadano, al optar por la sociedad de consumo de masas y por el Estado de Bienestar Social, sabe que est renunciando al control sobre las actividades polticas y econmicas por l ejercidas a favor de las burocracias privadas y pblicas. Sin embargo, existe un interrogante que no parece resuelto por los tericos que abogan por la substitucin de los mecanismos de ejercicio de la soberana por parte de los ciudadanos, a favor del aumento del control de la burocracia sobre la poltica. Se trata del escepticismo sobre la capacidad que tienen las formas burocrticas de gestin de sortear la creatividad y absorber el conjunto de las informaciones involucradas en la gestin pblica (Domingues, 1997; Fung, 2002). Las formas burocrticas descritas por Weber y Bobbio son monocrticas en la forma como gerencian el personal administrativo y en la forma como abogan por una solucin homogeneizante para los problemas enfrentados en cada jurisdiccin. En otras palabras, la concepcin tradicional de gestin burocrtica aboga por una solucin homognea para cada problema, para cada nivel de la gestin administrativa, dentro de una jurisdiccin administrativa. Mientras tanto, los problemas administrativos exigen cada vez ms soluciones plurales en las cuales la coordinacin de grupos distintos y de soluciones diferentes ocurren dentro de una misma jurisdiccin, (Sabel, 1997). El conocimiento detentado por los actores sociales pasa a ser un elemento central no apropiable por las burocracias para la solucin de problemas de gestin. Al mismo tiempo, cada vez es ms claro que las burocracias centralizadas no estn en condicin de agregar o lidiar con el conjunto de las informaciones necesarias para la ejecucin de polticas complejas en las reas social, ambiental o cultural (Sabel et al., 1999). Ah residira el motivo de la reinsercin en el debate democrtico de las llamadas concertaciones participativas.

Hay adems un tercer elemento constituyente de la concepcin hegemnica sobre la democracia, el de la percepcin de la representatividad como la nica solucin posible en las democracias de gran escala al problema referido a la autorizacin. Robert Dahl fue uno de los autores de la posguerra que defendi esta posicin con mayor nfasis. Para l,

Cuanto menor sea una unidad democrtica mayor ser el potencial para la participacin ciudadana y ser menor para los ciudadanos la necesidad de delegar las decisiones de gobierno en sus representantes. Cuanto mayor sea la unidad, mayor ser la capacidad para lidiar con problemas relevantes para los ciudadanos y mayor ser la necesidad de los ciudadanos de delegar la toma de decisiones en sus representantes (Dahl, 1998. 110).

La justificacin de la representacin por la teora hegemnica de la democracia se basa en el asunto de la autorizacin. Dos tipos principales de pilares fundamentan el argumento de la autorizacin: el primer pilar se relaciona con el problema del consenso de los representantes y surgi dentro de la teora democrtica clsica en oposicin a las formas de rotacin en el proceso de toma de decisin propias de las formas de democracia directa (Manin, 1997). De acuerdo con esta concepcin, el ejercicio directo de la gestin propio de las antiguas ciudades estado o de las repblicas italianas, involucraba la falta de autorizacin, la cual era sustituida por la idea del igual derecho a la ocupacin de los cargos de decisin poltica. A medida que la idea del consenso surge en los debates sobre una teora racional de la poltica, la rotacin propia de las formas republicanas de decisin, deja de tener sentido y es substituido por la idea del consenso77 Es posible, al mismo tiempo, percibir que la explicacin sobre el asunto del consenso por la teora hegemnica de la democracia deja que desear (Manin, 1997). Para la teora hegemnica el problema del consenso adquiere relevancia en el acto de constitucin de los gobiernos. Por su parte, el acto de constitucin de los gobiernos es un acto de agregacin de mayoras y difcilmente lleva a consensos con relacin a las cuestiones de la identidad y de la rendicin de cuentas de los gobernantes. Por lo tanto, si la explicacin para el abandono del sistema de rotacin de posiciones administrativas parece ser correcta, no conduce de ninguna manera al reconocimiento de la superioridad de las formas de representacin con relacin a las formas de participacin. Ella apenas apunta hacia la necesidad de un fundamento diferente para la participacin, en este caso, el consenso con relacin a las reglas de la participacin., es decir, por algn mecanismo racional de autorizacin.

La segunda forma de justificacin con relacin al asunto de la representacin, remite a Stuart Mill y al interrogante sobre la capacidad que tienen las formas de representacin de expresar las distribuciones de las opiniones en la sociedad. Para Mill, la asamblea constituye una miniatura del electorado y toda asamblea representativa es capaz de expresar las tendencias dominantes del electorado. Tal abordaje llev a que la concepcin hegemnica de democracia se centrara en el papel de los sistemas electorales en la representacin del electorado (Lipjart, 1984). La concepcin hegemnica de la democracia, al abordar el problema de la representacin, ligndolo exclusivamente al problema del tipo de escalas, ignora que la representacin envuelve por lo menos tres dimensiones: la de la autorizacin, la de la identidad y la de la rendicin de cuentas (esta ltima introducida de manera reciente en el debate democrtico). Si es verdad que la autorizacin va representacin facilita el ejercicio de la democracia en escala ampliada, como argumenta Dahl, tambin es verdad que la representacin dificulta la solucin de los otros dos interrogantes: el de la rendicin de cuentas y el de la representacin de mltiples identidades. La representacin no garantiza por el mtodo de la toma de decisiones por mayora el que identidades minoritarias tengan la expresin adecuada en el parlamento; la representacin al diluir la rendicin de cuentas en un proceso de representacin del representante, dentro de un conjunto de asuntos, tambin dificulta la desagregacin del proceso de rendicin de cuentas (Arato, 2000; Przeworski et al., 1999: 32). De este modo, llegamos a una tercera limitacin de la teora democrtica hegemnica: la representacin de agendas e identidades especficas. Volveremos a este punto en la parte final de esta introduccin.

Es posible, por lo tanto, percibir que la teora hegemnica de la democracia, en el momento en que se reabre el debate democrtico al final de la guerra fra y la profundizacin del proceso de globalizacin, enfrenta un conjunto de interrogantes no resuelto que remite al debate entre democracia representativa y democracia participativa. Este conjunto de interrogantes es ms acuciante en aquellos pases en los cuales existe mayor diversidad tnica; entre aquellos grupos que tienen mayor dificultad para tener sus derechos reconocidos (Benhabib, 1996, Young, 2000); en los pases en los cuales el asunto de la diversidad de intereses choca con el particularismo de las elites econmicas (Boron, 1994). En la seccin siguiente, intentaremos recuperar aquello que denominaremos una concepcin no hegemnica de la democracia, intentando mostrar como los problemas sealados en esta seccin pueden ser articulados a partir de una ptica diferente.

2. LAS CONCEPCIONES NO HEGEMONICAS DE DEMOCRACIA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX

El perodo de la posguerra no asisti slo a la formacin y consolidacin del elitismo democrtico. Simultneo con la formacin de una concepcin hegemnica de democracia como prctica restringida de legitimacin de los gobiernos, surgi tambin, en el perodo de la posguerra, un conjunto de concepciones alternativas que podramos denominar contrahegemnicas. La mayora de estas concepciones no rompi con el procedimentalismo kelseniano. Ellas mantuvieron la respuesta procedimental al problema de la democracia, vinculando procedimiento con forma de vida y entendiendo la democracia como forma de perfeccionamiento de la convivencia humana. De acuerdo con esta concepcin, que puede ser encontrada en la obra de autores como Lefort, Castoriadis y Habermas, en los pases del norte, (Lefort, 1986; Castoriadis, 1986; Habermas, 1984; Habermas, 1995) y Lechner, Nun y Born en los pases del sur (Lechner, 1988; Born, 1994; Nun, 2000) la democracia es una gramtica de organizacin de la sociedad y de la relacin entre el Estado y la sociedad: As. la democracia se revela como la sociedad histrica por excelencia, la sociedad que por su forma acoge y preserva la indeterminacin en contraste notable con el totalitarismo que, edificndose bajo el signo de la creacin del nuevo hombre se agencia, en la realidad, contra esa indeterminacin (Lefort, 1986: 31).

Es posible, por lo tanto, ver que la preocupacin que est en el origen de las concepciones no hegemnicas de democracia es la misma que est en el de la concepcin hegemnica pero con una respuesta diferente. Se trata de negar las concepciones sustantivas sobre la razn y las formas homogeneizadoras de organizacin de la sociedad, reconociendo la pluralidad humana. Sin embargo, el reconocimiento de la pluralidad humana se da no slo a partir de la suspensin de la idea de bien comn, como proponen Schumpeter, Downs y Bobbio, sino a partir de dos criterios diferentes: el nfasis en la creacin de una nueva gramtica social y cultural y el entendimiento de la innovacin social articulada con la innovacin institucional, es decir, con la bsqueda de una nueva institucionalidad de la democracia. A continuacin desarrollaremos estos dos aspectos.

El problema de la democracia en las concepciones no hegemnicas est estrechamente ligado al reconocimiento de que la democracia es un mero accidente o una simple obra de ingeniera institucional. La democracia constituye una nueva gramtica histrica. No se trata en ese caso, como en Barringron Moore, de pensar las determinaciones estructurales para la constitucin de esta nueva gramtica. Se trata de percibir que la democracia es una forma sociohistrica y que tales formas no son determinadas por cualquier tipo de leyes naturales. Explorando esto Castoriadis aporta elementos crticos sobre la concepcin hegemnica de democracia: algunos piensan hoy que la democracia o la investigacin racional son autoevidentes, proyectando de manera ingenua la excepcional situacin de su propia sociedad hacia la historia en su conjunto (Castoriadis, 1986: 274). La democracia, en este sentido, siempre implica ruptura con tradiciones establecidas y, por lo tanto, la tentativa de instituir nuevas determinaciones, nuevas normas y nuevas leyes. Es esa la indeterminacin producida por la gramtica democrtica y no slo la indeterminacin de no saber quien ser el nuevo ocupante de una posicin de poder88 Entre los autores del campo hegemnico, Adam Przeworski fue el que ms destac el problema de la indeterminacin de resultados en la democracia. Para l, la democratizacin es el proceso de someter todos los intereses a la competicin de la incertidumbre institucionalizada (Przeworski, 1984: 37). A su vez, la incertidumbre institucionalizada para Przeworski es la incertidumbre de quien ocupar posiciones en el poder en una situacin de democratizacin y si ese resultado podr ser revertido o no. El concepto de democracia con el cual trabajamos aqu implica un nivel superior de indeterminacin, en la medida en que implica la posibilidad de la invencin de una nueva gramtica democrtica..

Pensar la democracia como ruptura positiva en la trayectoria de una sociedad implica abordar los elementos culturales de esa misma sociedad. Una vez ms, se abre aqu el espacio para discutir el procedimentalismo y sus dimensiones societarias. Dentro de las teoras contrahegemnicas, Jurgen Habermas abri espacio para que el procedimentalismo fuera pensado como prctica social y no como mtodo de constitucin de gobiernos. Habermas ampli el procedimentalismo, reintroduciendo la dimensin social, originalmente resaltada por Kelsen, al proponer dos elementos en el debate democrtico contemporneo: en primer lugar, una condicin de publicidad capaz de generar una gramtica societaria. Para Habermas, la esfera pblica es un espacio en el cual individuos mujeres, negros, trabajadores, minoras raciales pueden problematizar en pblico99 La posicin de Habermas, no obstante, tiende a concentrarse en una propuesta de democracia para ciertos grupos sociales y para los pases del norte. Criticado por las limitaciones de su concepcin de pblico (Fraser, 1995; Santos, 1995: 512; Avritzer, 2002), Habermas parece haber hecho un esfuerzo slo en el sentido de la integracin de actores sociales de los pases del Norte. Ver Habermas, 1992. una condicin de desigualdad en la esfera privada. Las acciones en pblico de los individuos les permiten cuestionar su exclusin de concertaciones polticas a travs de un principio de deliberacin societaria que Habermas denomina principio D. Apenas son vlidas aquellas normas-acciones que cuentan con el asentimiento de todos los individuos participantes de un discurso racional (Habermas, 1995).

Al postular un principio de deliberacin amplio, Habermas sita en el corazn de la discusin democrtica el procedimentalismo social y participativo, estableciendo una articulacin con la va que condujo de Kelsen a Schumpeter y Bobbio. De acuerdo con esa concepcin, el procedimentalismo tienen origen en la pluralidad de las formas de vida existentes en las sociedades contemporneas. Para ser plural, la poltica tiene que contar con el consentimiento de los actores en procesos racionales de discusin y deliberacin. Por lo tanto, el procedimentalismo democrtico no puede ser, como supone Bobbio, un mtodo de autorizacin de gobiernos. l tiene que ser, como lo muestra Joshua Cohen, una forma de ejercicio colectivo del poder poltico cuya base sea un proceso libre de presentacin de razones entre iguales (Cohen, 1997: 412). De este modo, la recuperacin de un discurso argumentativo (Santos, 2000) asociado al hecho bsico del pluralismo y a las diferentes experiencias, es parte de la reconexin entre procedimentalismo y participacin. En ese caso, se muestran bastante insuficientes los procedimientos de agregacin propios a la democracia representativa y se visibilizan las experiencias de procedimentalismo participativo de pases del sur, como el presupuesto participativo en el Brasil o la experiencia de los Panchayats en la India.

El segundo elemento importante de discusin se relaciona con el papel de los movimientos sociales en la institucionalizacin de la diversidad cultural. Este aspecto, que ya haba sido anticipado en la crtica a la teora hegemnica hecha por Lefort y Castoriadis, va aparecer ms claramente en el debate democrtico a partir de la teora de los movimientos sociales. Partiendo de Williams (1981), para quien la cultura constituye una dimensin de todas las instituciones econmicas, sociales y polticas , diversos autores pasaron a sostener, en el campo de la teora de los movimientos sociales, el hecho de que la poltica involucra una disputa sobre un conjunto de significaciones culturales. Esta disputa llev a una ampliacin del campo de lo poltico en el cual ocurrira una disputa por la resignificacin de las prcticas (lvarez, Dagnino y Escobar, 1998). Los movimientos sociales estaran insertos en movimientos por la ampliacin de lo poltico, por la transformacin de prcticas dominantes, por el aumento de la ciudadana y por la insercin en la poltica de actores sociales excluidos. Esta literatura sobre la resignificacin de las prcticas democrticas tuvo gran impacto en la discusin democrtica en Amrica Latina, donde fue asociada al problema de la transformacin de la gramtica social. Lechner afirma, con relacin a los procesos de democratizacin en curso, que: en Amrica Latina, la actual revalorizacin de los procedimientos e instituciones formales de la democracia no puede apoyarse en hbitos establecidos y normas reconocidas por todos. No se trata de restaurar normas regulativas pero s de crear aquellas constitutivas de la actividad poltica: la transicin exige la elaboracin de una nueva gramtica (Lechner, 1988: 32).

As, en el caso de diversos pases del sur, la redemocratizacin no pas por el desafo de lmites estructurales de la democracia, como lo supona la discusin sobre la democracia en los aos 60. Lo que la democratizacin hizo fue, al insertar nuevos actores en la escena poltica, instaurar una disputa por el significado de la democracia y por la constitucin de una nueva gramtica social. Al generar este tipo de disputa, la extensin de la democracia que comenz en el sur de Europa en los aos 70 y lleg a Amrica Latina en los aos 80, coloc en la agenda de la discusin sobre la democracia los tres asuntos discutidos anteriormente.

En primer lugar, trajo al debate democrtico el interrogante sobre la relacin entre procedimiento y participacin social. Debido a la gran participacin de los movimientos sociales en los procesos de democratizacin en los pases del sur, especialmente en los pases de Amrica Latina (Escobar y Alvarez, 1992; Alvarez, Dagnino y Escobar, 1998; Doimo, 1995; Jelin y Herschberg, 1996; Avritzer, 2002), el problema de la constitucin de una gramtica social capaz de cambiar las relaciones de gnero, de raza, de etnia y lo relacionado con la apropiacin privada de los recursos pblicos, puso al orden del da la necesidad de una nueva gramtica social y una nueva forma de relacin entre el Estado y la sociedad. Esta gramtica implic la introduccin del experimentalismo en la propia esfera del Estado, transformndo el Estado en un novsimo movimiento social (Santos, 1998: 59-74).

En segundo lugar, el aumento de la participacin social tambin llev a una redefinicin sobre la adecuacin de la solucin no participativa y burocrtica en el plano local, resituando el problema de las escalas dentro del debate democrtico. La mayor parte de las experiencias participativas en los pases recin democratizados del sur tienen xito slo con relacin a la capacidad de los actores sociales de transferir prcticas e informaciones del plano social hacia el administrativo. Al mismo tiempo, las innovaciones institucionales que parecen exitosas en los pases del sur, estn relacionadas con lo que Castoriadis denomina la instauracin de un nuevo eidos, es decir, de una nueva determinacin poltica basada en la creatividad de los actores sociales.

En tercer lugar, est el problema de la relacin entre representacin y diversidad cultural y social. A medida que aumenta el nmero de los actores involucrados en la poltica, la diversidad tnica y cultural de los actores sociales, as como los intereses implicados en las concertaciones polticas, pierde credibilidad el argumento de S. Mill sobre la representatividad. Los grupos ms vulnerables socialmente, los sectores sociales menos favorecidos y las etnias minoritarias no consiguen que sus intereses sean representados en el sistema poltico con la misma facilidad que los sectores mayoritarios o econmicamente ms prsperos. Al mismo tiempo, formas de relativizacin de la representatividad (Young, 2000) o de articulacin entre la democracia representativa y la democracia participativa (Santos, 1998), parecen ms promisorias en la defensa de intereses e identidades subalternas. Por estas razones, la democracia participativa es considerada en este proyecto de investigacin uno de los cinco grandes campos sociales y polticos en los cuales est siendo reinventada la emancipacin social a comienzos del nuevo siglo. En la prxima seccin presentaremos una sntesis de los casos estudiados en este proyecto.

3. DEMOCRACIA PARTICIPATIVA EN EL SUR EN EL SIGLO XXILa reinvencin de la democracia participativa en los pases del sur est ntimamente ligada a los recientes procesos de democratizacin por los cuales pasaron estos pases. Estamos tratando, por lo tanto, de pases que dentro de la lgica hegemnica posterior a la Segunda Guerra Mundial no estuvieron en el llamado campo democrtico. A pesar de la Segunda Guerra Mundial haber terminado con la derrota del fascismo, este sistema de gobierno continu predominando en el sur de Europa hasta los aos 70, especialmente en Portugal, en donde se mantuvo durante 48 aos. Hasta 1975 Mozambique vivi bajo el yugo colonial y frica del Sur, hasta el final de la dcada de 1980, bajo el rgimen del apartheid. Brasil y Colombia son pases que estuvieron, aunque muy ambiguamente, por algn tiempo en el campo democrtico: el Brasil, alternando perodos autoritarios y perodos democrticos hasta 1985 y Colombia, viviendo, desde los aos 60, una democracia truncada por sucesivos estados de emergencia y por la guerra civil. La excepcin es la India, el nico de los pases estudiados que permaneci democrtico durante todo el perodo, interrumpido solamente por la declaracin del estado de emergencia en 1977. An as, fue slo con la llamada tercera oleada de democratizacin que fueron posibles experiencias participativas como la de Kerala.

Todos los pases incluidos en este proyecto pasaron por procesos de transicin o de ampliacin democrtica a partir de los aos 70. Portugal fue uno de los pases por los cuales se inici la llamada tercera oleada de democratizacin en los aos 70. Brasil y frica del Sur fueron pases alcanzados por la oleada de democratizacin en los aos 80 y 90, al igual que sucedi con Mozambique, despus de haber pasado por la experiencia revolucionaria y socialista en la primera dcada posterior a la independencia. Colombia sigui una va diferente: a pesar de no haber tenido un rgimen militar autoritario, al contrario de lo que sucedi con la mayora de los otros pases de Amrica Latina, este pas realiz a comienzos de los aos 90 un amplio esfuerzo de negociacin social que result en una nueva constitucin y una ley de participacin ciudadana. La India puede ser considerada, entre los pases del Sur, como el de mayor continuidad democrtica, aunque algunos de los importantes procesos de democracia participativa en el pas estn ligados a la descentralizacin y las tradiciones de participacin diferenciada en el plano local, rescatadas de manera reciente.

En todos los casos, junto con la ampliacin de la democracia o su restauracin, hubo tambin un proceso de redefinicin del significado cultural o de la gramtica social vigente. As, todos los casos de democracia participativa estudiados comienzan intentando disputar el significado de determinadas prcticas polticas, de ampliacin de la gramtica social y de la incorporacin de nuevos actores o de nuevos temas a la poltica. En el caso de Portugal, Arriscado y Serra muestran como, durante la crisis revolucionaria por la que pas el pas despus la cada del rgimen autoritario, el Saal, redefini la idea de derechos y condiciones de vivienda creando el llamado derecho al lugar. Durante el proceso brasilero de democratizacin y de constitucin de actores comunitarios surgi de manera semejante la idea del derecho a tener derechos (Sader, 1988; Dagnino, 1994) como parte de la redefinicin de los nuevos actores sociales. La misma redefinicin se detecta en muchos de los casos citados en este volumen: en el caso de la marcha de los cocaleros (campesinos plantadores y recolectores de coca) en Colombia, Ramrez muestra que la lucha contra la fumigacin de las plantaciones de coca expresa un intento de los campesinos en la regin amaznica de alcanzar, en un contexto marcado por la violencia externa, el reconocimiento de una identidad alternativa a la construida por el Estado. Considerados por el Estado como narcotraficantes y simpatizantes de la guerrilla, estos campesinos reivindican ser reconocidos como actores sociales independientes y ciudadanos del pas y de Putumayo, identificando su condicin de ciudadano con una poltica voluntaria de erradicacin de la coca a ser negociada con el gobierno de Colombia. Clemencia Ramrez muestra como ese movimiento implic asociar la ciudadana a una definicin de vnculo. Al demandar este reconocimiento se busca conseguir una representacin frente al Estado como grupo diferenciado con voz para decidir conjuntamente con l polticas sobre el bienestar de los habitantes de Putumayo. Adems, Uribe muestra como San Jos de Apartad, al crear el status de comunidad de paz, reivindica la legitimidad de una auto-representacin alternativa a la conferida tanto por el Estado como por los actores violentos (guerrilla y paramilitares).

Por su parte, Osorio muestra las diferentes estrategias de negociacin de las mujeres mozambiqueas para insertarse en el juego poltico dominado por los hombres. Para ella, en el contexto de un Estado pos-colonial, que intenta definir externamente una identidad de la mujer moderna, surge la construccin social de una identidad femenina que conduce a una apropiacin diferenciada de las finalidades de la accin poltica, a pesar de que tanto hombres como mujeres hacen parte de las mismas organizaciones polticas. Esta concepcin de identidad puede ser vista en los casos de la India y de frica del Sur. D. L. Sheth muestra como la hegemona del modelo de democracia liberal en la India no impidi la emergencia de movimientos sociales animados de ideales participativos y de principios de solidariedad social, interpretados a la luz de una concepcin ghandiana de autogobierno (swaraj). Buhlungu muestra la pujanza de las nuevas formas de solidariedad y de identidad que surgieron al final de la dcada de 1980 e inicios de la de 1990 a partir de la lucha anti-apartheid en frica del Sur, protagonizadas por dos fuertes actores colectivos: el movimiento cvico y el movimiento sindical.

As, es posible mostrar que a pesar de las muchas diferencias entre los procesos polticos analizados, hay algo que los une, un rasgo comn que remite a la teora contrahegemnica de la democracia: los actores que implantaron las experiencias de democracia participativa cuestionaron la identidad atribuida externamente por un Estado colonial o por un Estado autoritario y discriminador. Reivindicar derechos de vivienda (Portugal), derechos a bienes pblicos distribuidos localmente (Brasil), derechos de participacin y de reivindicacin del reconocimiento de la diferencia (Colombia, India, frica del Sur y Mozambique), implica cuestionar una gramtica social y estatal de exclusin y proponer, como alternativa, otra ms inclusiva.

Lo que est en juego en estos procesos es la constitucin de un ideal participativo e incluyente como parte de los proyectos de liberacin del colonialismo India, frica del Sur y Mozambique o de democratizacin Portugal, Brasil y Colombia. La India tuvo un movimiento por la independencia, muy influenciado por la filosofa y la prctica de Gandhi, que postulaba la idea de un proyecto autnomo de pas. Como afirma Sheth, tal movimiento de liberacin, en sus vertientes gandhiana, socialista y comunista, implic un amplio proyecto de incorporacin de las masas hindes que condujo a una constitucin entendida no slo como un documento de organizacin poltica, sino tambin como una agenda para la transformacin social y poltica de una India independiente. Esta agenda inclua con fuerza la idea de la participacin y de la inclusin poltica de las castas tribales pobres y marginalizadas. Buhlungu nos muestra una agenda semejante en el caso de frica del Sur, ya que la lucha contra el apartheid fue inspirada por el ideal participativo que reivindic simultneamente la igualdad de la ciudadana y el reconocimiento de la diferencia. Para Buhlungu, cada movimiento emancipador inspira una visin de libertad o de liberacin que contiene, a su vez, la promesa de una forma de democracia participativa e incluyente. En el caso de Mozambique la institucionalizacin de la democracia liberal ocurri sobre los escombros de una experiencia revolucionaria dominada por los ideales de participacin, a pesar de que muchas veces fueron truncados, en la prctica, por el autoritarismo revolucionario y por la dominacin sexista. As, un rasgo comn a los movimientos pos-coloniales es la importancia de la democracia participativa. Ella es importante, porque como dice Castoriadis, crea una normatividad pos-colonial imaginaria en la cual la democracia, como proyecto de inclusin social y de innovacin cultural, es el intento de instituir una nueva soberana democrtica.

Por su parte, los procesos recientes de democratizacin incorporan este elemento de institucionalizacin de la participacin. En el caso del Brasil, durante el proceso de democratizacin algunos movimientos comunitarios reivindicaron en diversas regiones del pas, en particular, en la ciudad de Porto Alegre, el derecho de participar en las decisiones en el plano local: participar significa influir directamente en las decisiones y controlar las mismas (...) Si estamos en una nueva fase en el pas, es posible y es preciso que el movimiento comunitario avance e influya directamente, presentando propuestas, discutidas y definidas por el movimiento sobre el presupuesto [pblico]. (Uampa,1986; Silva, 2001: 122).

Esta pulsin participativa dio sus frutos, entre otros, en las experiencias del presupuesto participativo analizadas por Santos y por Avritzer. En el caso de Portugal, la crisis revolucionaria cre una situacin poltica sui generis que Santos (1990), tomando como referencia la situacin en Rusia durante el perodo inmediatamente anterior a la Revolucin de Octubre, caracteriz como dualidad de impotencias, una situacin de parlisis del Estado provocada por un vaco, tanto del poder burgus, como del poder obrero. Fue en este momento que florecieron las experiencias de participacin popular, independientes o incluso hostiles con relacin al Estado en algunos casos, negociando complementariedades con el Estado, entre otros, como fue el caso del Saal analizado por Arriscado y Serra. En el caso de Colombia, la negociacin que condujo a la Constitucin de 1991 anim un amplio proceso de participacin que condujo al mayor protagonismo y visibilidad poltica de los actores sociales. Entre ellos debe ser resaltado el movimiento indgena, que hace mucho vena luchando por su reconocimiento. Uprimny y Villegas analizan el modo como este reconocimiento tuvo lugar en el Tribunal Constitucional. En el tercer volumen de esta coleccin el tema indgena ser tratado con mayores detalles.

4. LAS VULNERABILIDADES Y AMBIGIDADES DE LA PARTICIPACIONEn la seccin anterior intentamos mostrar como los procesos de liberacin y los procesos de democratizacin parecen compartir un elemento comn: la percepcin de la posibilidad de innovacin entendida como participacin ampliada de actores sociales de diversos tipos en los procesos de toma de decisiones. En general, estos procesos implican la inclusin de temticas hasta entonces ignoradas por el sistema poltico, la redefinicin de identidades y vnculos y el aumento de la participacin, especialmente en el plano local.

Estos procesos tienden a ser objeto de intensa disputa poltica. Como vimos antes, las sociedades capitalistas, sobretodo en los pases centrales, consolidaron una concepcin hegemnica de democracia, la concepcin de la democracia liberal con la cual procuraron estabilizar la tensin controlada entre democracia y capitalismo. Esta estabilizacin ocurri por dos vas: por la prioridad conferida a la acumulacin de capital con relacin a la redistribucin social110 Para algunos autores, esta prioridad est inscrita en la propia matriz del paradigma de la modernidad occidental, con su nfasis en la idea de progreso basado en el crecimiento econmico infinito, motivo por el cual esto ocurri, aunque de maneras diferentes, tanto en las sociedades capitalistas como en las sociedades socialistas del este europeo (Marramao, 1995).0 y por la limitacin de la participacin ciudadana, tanto individual como colectiva, con el objetivo de no sobrecargar el rgimen democrtico con demandas sociales que pueden colocar en peligro la prioridad de la acumulacin sobre la redistribucin. El recelo de la sobrecarga democrtica presidi las transformaciones que, a partir de la dcada de 1980, se dieron en la teora y en la prctica democrticas hegemnicas en los pases centrales, exportadas despus hacia la semiperiferia y periferia del sistema mundial. La idea de la sobrecarga democrtica haba sido formulada en 1975 en un informe de la Comisin Trilateral preparado por Crozier, Huntington y Watanuki (1975). Segn estos autores, la sobrecarga fue causada por la inclusin poltica de grupos sociales anteriormente excluidos y por las demandas excesivas que hacan a la democracia. De este modo, podemos notar que en el momento en que por la va de la descolonizacin o de la democratizacin fue colocado, por primera vez, el problema de la extensin de la democracia para los pases del sur, la concepcin hegemnica de la democracia teoriz el asunto de la nueva gramtica de inclusin social como exceso de demandas. Bajo esta ptica, es fcil concluir que los procesos de intensificacin democrtica que hemos analizado tienden a ser contestados fuertemente por las elites excluyentes, o elites metropolitanas, como son llamadas por Sheth. Por ir en contra de intereses y concepciones hegemnicas, estos procesos son muchas veces combatidos frontalmente o descaracterizados por va de la cooptacin o de la integracin. En esto reside la vulnerabilidad y la ambigedad de la participacin presente en varios de los casos analizados en este volumen.

La fragilidad institucionalizante de la participacin es patente en el caso portugus, una vez que el movimiento participativo en torno a la vivienda fue cuestionado cuando termin el corto perodo de crisis revolucionaria. Segn Arriscado y Serra, a lo largo de los aos, la memoria oficial de la Revolucin busc apagar activamente todos los episodios que, de alguna forma, apuntasen hacia la posibilidad de una forma alternativa de organizacin de la sociedad o de insercin de los ciudadanos en el proceso poltico.

En el caso de frica del Sur, Buhlungu muestra como, a medida que se institucionaliz el rgimen democrtico pos-apartheid, el Estado, el sistema poltico y el propio CNA, que haba dinamizado todo el movimiento social en la dcada de 1980, pasaron a desalentar y hasta desmovilizar la participacin popular que haba sido tan importante en la derribada del apartheid, bajo el pretexto de que la democracia representativa entonces instaurada, garantizaba una representacin adecuada de los diferentes intereses sociales existentes.

La vulnerabilidad de la participacin con respecto a su descaracterizacin, bien sea por la cooptacin por grupos sociales superincludos, bien sea por la integracin en contextos institucionales que le retiran su potencial democrtico y de transformacin de las relaciones de poder, est bien ilustrada en varios de los casos analizados. En Portugal, las formas de participacin ciudadana en los procesos de planeamiento urbano o territorial, analizadas por Isabel Guerra, revelan como la participacin puede ser transformada en un proceso de control social organizado desde arriba hacia abajo (top-down), en donde intereses y actores hegemnicos encuentran una nueva forma de prevalecer sobre intereses y actores subordinados, con menos capital poltico o de organizacin. Para evitar este peligro, Guerra propone la integracin de estas formas de participacin en procesos ms amplios de negociacin social en los cuales los diferentes intereses estn adecuadamente representados, una propuesta que llama de una democracia de gestin hacia una democracia de proyecto.

Los casos colombianos analizados ilustran, igualmente, la vulnerabilidad y la ambigedad de la participacin. Uprimny y Villegas muestran la incorporacin por parte de la Constitucin de 1991 de las fuerzas excluidas y oprimidas, como representantes de grupos guerrilleros desmovilizados, indgenas y minoras religiosas, relativizando as la influencia de los dos partidos que haban dominado hasta entonces el escenario poltico colombiano, los partidos liberal y conservador.

En este contexto, el diagnstico de los delegados [a la asamblea constituyente] era el siguiente: la exclusin, la falta de participacin y la debilidad en la proteccin de los derechos humanos seran los factores bsicos de la crisis colombiana. Tal diagnstico explicara algunas de las orientaciones ideolgicas de la Carta de 1991: la ampliacin de los mecanismos de participacin, la imposicin al Estado de deberes relativos a la justicia social y a la igualdad, la incorporacin de una gama de derechos y de mecanismos para su proteccin.

No obstante, los autores sealan una contradiccin que perme desde el comienzo los intentos de creacin de un nuevo orden institucional ya que algunos actores sociales, tanto por parte del gobierno como de la oposicin, adoptaron una postura contraria a la pacificacin del espacio poltico y a la ampliacin de la participacin y de los derechos. El estudio de Uprimny y Villegas se centra especficamente en el Tribunal Constitucional creado en 1992. Para los autores, el caso colombiano del Tribunal Constitucional muestra como la demanda por igualdad y justicia puede desplazarse del campo poltico hacia el campo jurdico, en una situacin de desmovilizacin ciudadana:El desencanto de los colombianos por la poltica llev a que ciertos sectores exijan del poder judicial respuestas a los problemas que en principio deberan ser debatidos y resueltos, gracias a la movilizacin ciudadana, en las esferas polticas. El fenmeno no es exclusivo de nuestro pas (Santos, 1995), pero en el caso colombiano la debilidad de los mecanismos de representacin poltica es ms profunda, lo que posibilit un protagonismo mayor del Tribunal.

Tenemos, as, en el caso colombiano una doble dimensin: por un lado, como sealan los propios autores, Colombia tiene poca tradicin de movimientos sociales; y, por otro lado, muchos de los actores que dominaron la Asamblea Constituyente se debilitaron en los aos posteriores. As, el caso colombiano aparece como un caso de vulnerabilidad de la participacin en el cual un escenario de protagonismo judicial muestra el impacto ambiguo de la accin judicial sobre los movimientos sociales.

La vulnerabilidad de la participacin en un escenario de conflicto entre gramticas sociales, es mostrada por Maria Teresa Uribe en un texto dramtico, en el cual seala la contradiccin entre participacin, pacificacin del espacio poltico y guerra civil: se trata del caso de la comunidad de paz de San Jos de Apartad. Esta comunidad decidi adoptar una estrategia comn de resistencia civil y desarmada contra la guerra y por el derecho de permanecer en su tierra, comprometindose, mediante un pacto pblico, a no involucrarse con actores armados, incluido el propio Estado. Localizada en la zona bananera colombiana, un santuario de la guerrilla en el pas, San Jos de Apartad posee una posicin geogrfica estratgica central en el conflicto colombiano. El pacto llamado Comunidad de paz fue anunciado en mayo de 1997 con la ayuda de la dicesis local, de la Comisin Intercongregacional de Justicia y Paz y de diversas ONG. El fuerte apoyo internacional a la declaracin de la Comunidad de paz oblig a los paramilitares a respetar la neutralidad111 Sobre este aspecto ver tambin Sader, en el presente volumen de esta coleccin.1. No obstante, al final de dos aos, el frgil equilibrio de fuerzas se deshace en una primera incursin de los paramilitares, en abril de 1999, a la cual siguieron diversas incursiones de las fuerzas guerrilleras. Hasta el ao de 2000, 83 personas ya haban sido asesinadas en San Jos de Apartad. Es decir, es posible percibir en el caso colombiano la dependencia entre la profundizacin de la democracia y la necesidad de constituir una nueva gramtica social basada en la pacificacin, lo que implica negociaciones polticas ms all de la escala local.

Aunque con menor grado de confirmacin, la complejidad de la participacin puede ser detectada tambin en Mozambique en el estudio de caso analizado por Osorio. As, segn la autora, la ocupacin del espacio poltico por parte de las mujeres puede contribuir tanto a cuestionar el dominio masculino como a consolidarlo. El caso de Mozambique demuestra que en las situaciones en las cuales la democracia no implica la renegociacin de una gramtica ms pluralista, expresada por el aumento de la participacin femenina, la propia gramtica social entra en conflicto con los mecanismos de funcionamiento del modelo poltico. La autora distingue tres estrategias adoptadas por las mujeres con relacin a la participacin poltica: adaptacin a las jerarquas existentes y, por lo tanto, a la superioridad masculina; adopcin del modelo masculino como modelo universal, usando el arma de la igualdad formal para hacer avanzar el poder de las mujeres; reivindicacin de otro modelo alternativo con capacidad para subvertir las dicotomas en las que se basa el poder masculino. El anlisis de Osorio conduce a una reflexin sobre la vulnerabilidad de la democracia. Para ella, el ejercicio de la democracia, en el contexto de los sistemas globalmente legitimados, deja de satisfacer la demanda de nuevos grupos, como es el caso de las mujeres... [Este caso implica] la necesidad de accin ms plural y transversal a los diferentes espacios de produccin de lo poltico. As, la autora muestra que, incluso en situaciones en las cuales existe el aumento de la participacin, este aumento necesita, para volverse emancipador, adecuarse a las tentativas de recrear las formas de lo poltico.

El complejo interrogante en torno a la ambigedad de la participacin es ejemplarmente tratado por Paoli para el caso del Brasil, pas en el cual existen elementos para pensar tanto en experiencias positivas como negativas de participacin. Paoli resalta la continuidad de las prcticas de participacin entre el proceso de democratizacin y la actualidad. Segn ella,

las prcticas de deliberacin participativa en el Brasil estuvieron, desde su inicio, ligadas a la visibilidad poltica de los nuevos movimientos sociales y a la redefinicin de prcticas del movimiento obrero en las dcadas del 70 y 80. Ellas fueron entendidas a travs de una renovada teora del conflicto social que apuntaba hacia formas de participacin popular y luchas plurales, demandantes de representacin autnoma en el proceso de distribucin de bienes pblicos y de formulacin de polticas pblicas.

No obstante, el caso por ella analizado el activismo social de los empresarios contra la exclusin social muestra como el ideal de la participacin de la sociedad civil puede ser cooptado por sectores hegemnicos para asumir el desmonte de las polticas pblicas, sin criticarlo y, por el contrario, aprovechndolo para realizar una operacin de marketing social. Como ella afirma,Es posible apreciar, de un lado, el posible potencial innovador que la movilizacin responsable empresarial dirige al desbordamiento de la pobreza y de las oportunidades de vida de la poblacin con carencias. De otro lado, es visible que esta movilizacin se silencia respecto a las polticas que profundizan la exclusin social y desorientan polticamente la sociedad brasilera, ms all de ocupar ventajosamente, en trminos de sus intereses particulares, el espacio que abre como accin civil para un pblico.

Paoli muestra especficamente, en el caso de las fundaciones de filantropa empresarial en el Brasil, los intentos de apropiacin de un discurso sobre la nocin de lo pblico. Estas fundaciones, al mismo tiempo que resaltan los efectos sociales de sus polticas, tienden a reducir la idea de pblico a dos categoras: la de los consumidores y la de los empleados de la propia empresa. La autora muestra, as, los peligros de la apropiacin del discurso de la democracia participativa por propuestas que no significan mucho ms que su reduccin a las categoras de la mercantilizacin112 Sobre ese aspecto ver tambin Sader, 2002.2.

Podemos, por lo tanto, sistematizar algunas de las caractersticas de los casos en los cuales la participacin no llega a regir al final de un proceso de descolonizacin o democratizacin. Podemos pensar en por lo menos cuatro casos diferentes: en primer lugar, el caso portugus en el cual las formas de participacin son descalificadas al final de un proceso de disputa por la hegemona de la forma democrtica, en el que las fuerzas conservadoras consiguen imponer su modelo. Podemos pensar en Colombia como un segundo caso, en el cual las formas de participacin no se deslegitiman pero tampoco consiguen imponerse como modelo alternativo debido a la reaccin de los sectores conservadores. El caso de Mozambique parece ser diferente; por un lado, es verdad que las prcticas de participacin en Mozambique tampoco se deslegitiman; lo que el caso mozambiqueo presenta es la necesidad de una pluralizacin de la propia gramtica poltica para que la pluralidad de la sociedad pueda ser aislada por la democracia. Y tenemos finalmente el caso del Brasil, en el cual las formas de participacin pueden hacer parte de un proceso de cooptacin, como parece ser el caso de la nocin de pblico utilizada por asociaciones de filantropa empresarial, pero representa, fundamentalmente, una innovacin capaz de generar modelos contra hegemnicos de democracia, como mostraremos en la prxima seccin.

5. LAS POTENCIALIDADES DE LA PARTICIPACIONA la luz de los casos estudiados, el Brasil y la India son los pases en los cuales se manifiestan ms claramente las potencialidades de la democracia participativa. Leonardo Avritzer, muestra en su texto sobre el presupuesto participativo, como la Asamblea Constituyente en el Brasil aument la influencia de diversos actores sociales en las instituciones polticas a travs de nuevas concertaciones participativas.

el artculo 14 de la Constitucin de 1988 garantiz la iniciativa popular como iniciadora de procesos legislativos. El artculo 29 sobre la organizacin de las ciudades requiri la participacin de los representantes de asociaciones populares en el proceso de organizacin de las ciudades. Otros artculos requirieron la participacin de las asociaciones civiles en la implementacin de las polticas de salud y asistencia social.

De este modo, la Constitucin fue capaz de incorporar nuevos elementos culturales, surgidos en la sociedad, en la institucionalidad emergente, abriendo espacios para la prctica de la democracia participativa.

Santos y Avritzer muestran como el presupuesto participativo adquiri preeminencia particular entre las diversas formas de participacin que emergieron en el Brasil pos-autoritario. Los autores indican, para el caso brasilero, como la motivacin por la participacin hace parte de una herencia comn del proceso de democratizacin que condujo a actores sociales democrticos, especialmente aquellos oriundos del movimiento comunitario, a disputar el significado del trmino participacin. En el caso de la ciudad de Porto Alegre esta disputa se articula con la apertura de espacios reales de participacin por la sociedad poltica, en particular por el Partido de los Trabajadores. Con esto, surgen formas efectivas de combinacin entre elementos de la democracia participativa y de la representativa, a travs de la intencin de las administraciones del Partido de los Trabajadores, para la articulacin del mandato representativo con formas efectivas de deliberacin en el plano local.

El presupuesto participativo surge de este tipo de intencin que, de acuerdo con Santos, se manifiesta en tres de sus caractersticas principales: 1) participacin abierta a todos los ciudadanos sin ningn status especial atribuido a cualquier organizacin, inclusive las comunitarias; 2) combinacin de democracia directa y representativa, cuya dinmica institucional atribuye a los propios participantes la definicin de las reglas internas; y 3) distribucin de los recursos para inversiones basada en la combinacin de criterios generales y tcnicos, es decir, compatibilizacin de las decisiones y reglas establecidas por los participantes, con las exigencias tcnicas y legales de la accin gubernamental, respetando tambin los lmites financieros10023.

Segn Avritzer, estos principios generales son traducidos en tres formas de institucionalidad participativa. En primer lugar, asambleas regionales en las cuales la participacin es individual, abierta a todos los miembros de la comunidad y cuyas reglas de deliberacin y de decisin son definidas por los propios participantes. En segundo lugar, un principio distributivo capaz de revertir las desigualdades preexistentes con relacin a la distribucin de bienes pblicos. En el caso del presupuesto participativo en Porto Alegre y en Belo Horizonte, existen principios distributivos anteriores al proceso de deliberacin, como sucede con las llamadas escalas de necesidades. En tercer lugar, existe un mecanismo de compatibilizacin entre el proceso de participacin y de deliberacin y el poder pblico, proceso que implica, en el caso de Porto Alegre, el funcionamiento de un consejo capaz de deliberar sobre el presupuesto y de negociar prioridades con la alcalda local.

Tenemos, por lo tanto, en el caso brasilero, una primera forma exitosa de combinacin entre elementos de la democracia representativa y de la democracia participativa. Esta combinacin se da en tres rdenes: en el local, los ciudadanos participan de un proceso de negociacin y deliberacin sobre prioridades en la distribucin de bienes pblicos. Este proceso expresa un elemento ya resaltado en nuestro texto, cual es la necesidad de que la democracia se articule con una nueva gramtica social. En el caso del presupuesto participativo, esta gramtica tienen dos elementos: distribucin justa de bienes pblicos y negociacin democrtica del acceso a esos bienes entre los propios actores sociales. Las asambleas regionales, las listas de acceso previo a bienes pblicos y el consejo del presupuesto participativo, expresan esta dimensin que denominamos de procedimentalismo participativo, un proceso de participacin ampliada que involucra un amplio debate pblico sobre las reglas de participacin, deliberacin y distribucin.

El presupuesto participativo muestra algunos de los potenciales de ampliacin de la democracia participativa. En el caso de Porto Alegre la participacin de la poblacin creci prcticamente todos los aos. En el caso de Belo Horizonte, a pesar de ser ms variada, ella tambin es creciente. Es importante resaltar que el presupuesto participativo ha ampliado significativamente su presencia en el Brasil. Entre 1997 y 2000, existieron 140 administraciones municipales que adoptaron el presupuesto participativo, la gran mayora (127) en ciudades de hasta 500 mil habitantes. En la mitad de los casos, 71, estas administraciones estaban ligadas al PT, mientras en la otra mitad no lo estaban (Grazia, 2001). La extensin del presupuesto participativo para todas las regiones del Brasil, ms all de otras propuestas polticas, indica el potencial de expansin de experiencias exitosas de democracia participativa.

En el caso de la India son igualmente visibles los potenciales de la democracia participativa. Sheth muestra como las acciones polticas y de participacin que se rearticulan a finales de los aos 60, existan como fragmentos de movimientos polticos y sociales que tuvieron sus orgenes en el movimiento por la liberacin... Ellos actuaron en espacios pequeos y limitados a la periferia de la poltica electoral y partidista... Pero tres dcadas despus de la independencia se abrieron para ellos nuevos espacios polticos y sociales.

No obstante, Sheth resalta igualmente que estas formas de democracia participativa, son consideradas por las elites metropolitanas y por las clases medias como sospechosas y portadoras de valores negativos anti-desarrollistas y antinacionales por no armonizar con el modelo de la democracia liberal,. De ah que la articulacin de las iniciativas de democracia participativa con la democracia representativa slo ocurre en contextos polticos especficos, como por ejemplo, en Kerala, el caso estudiado por Heller e Isaac.

El desafo democrtico en la India es muy complejo porque ms all de las diferencias de clase, de sexo, de etnia, de religin y de regiones, hay que contar adems con las diferencias de casta. Se trata de un desafo que se sita en el campo de la llamada democratizacin de la democracia. El sistema de castas fue reproducido dentro del sistema poltico hind, insertando en l relaciones jerrquicas as como profundas desigualdades materiales (Heller, 2000). Por su parte, Sheth resalta como el proyecto mismo de construir una democracia compartida por todas las castas y todos los grupos sociales, estableciendo una referencia simblica comn para el conjunto de la poblacin del pas, fue subordinado paulatinamente a una agenda particularista de la sociedad poltica.

Del sistema poltico hind pueden destacarse actualmente dos principales formas de democratizacin. La primera se refiere a una democracia local basada en la ruptura de la sociedad con la gramtica de exclusin. Esta es la forma que la democratizacin asumi en la provincia de Kerala. All, a diferencia de otras partes de la India, la infraestructura asociativa no reproduce el patrn dominante de organizaciones religiosas y de castas que reproducen una cultura de la desigualdad.Kerala tiene los niveles ms altos de sindicalizacin del pas y, a diferencia del patrn nacional, los sindicatos abarcan tambin los trabajadores del sector informal... Kerala posee adems una vasta gama de organizaciones femeninas, estudiantiles y juveniles patrocinadas por todos los partidos... Las asociaciones de masa ligadas al CPM afiliado al Partido Comunista de la India tienen ms de 4,7 millones de miembros. (Heller, 2000).

He aqu, por lo tanto, un primer caso de ruptura con formas restringidas de democracia en el plano local. Esta ruptura que, en el caso de Kerala, se da en primer lugar en la sociedad civil, a travs de la constitucin de una gramtica asociativa, es ampliada hacia la sociedad poltica a travs del sistema de los Panchayats. Este sistema fue introducido por el Frente Democrtico de Izquierda en 1996 con motivo del lanzamiento de la campaa Popular por la Planeacin Descentralizada. Esta campaa, actualmente en su quinto ao, alcanz un enorme nivel de transferencia de la capacidad deliberativa hacia los Panchayats. Todos los 1.214 gobiernos locales en Kerala los municipales y los tres niveles rurales asumieron nuevas funciones y poderes de decisin y adquirieron poderes de deliberacin, con relacin al 40% del presupuesto del Estado para el desarrollo (Heller y Isaac, 2002). La transferencia de la deliberacin hacia el nivel local implic un proceso de cambio cualitativo en la participacin y en la deliberacin, el cual comprendi tanto asambleas en las reas rurales (grama sabha), en las que participaron ms de dos millones de personas, como seminarios de recoleccin de informacin y planeacin en los que participaron ms de trescientos mil delegados, adems de los voluntarios para tareas especficas cuyo nmero fue mayor de cien mil personas (Heller y Isaac, 2002). Podemos constatar, por lo tanto, el gran proceso de participacin desencadenado por la transferencia del proceso de deliberacin sobre el presupuesto destinado al nivel local.

Sheth seala una segunda forma de profundizacin de la democracia hind relacionada con la movilizacin de la poblacin local. Son movimientos locales para forzar el gobierno a actuar de forma ms honesta y eficiente. La poltica de estos movimientos se basa en audiencias pblicas y tribunales populares que tienen como objetivo crear constreimientos polticos y sociales a los gobiernos locales. Sheth describe uno de los momentos ms significativos de estos movimientos, entre diciembre de 1994 y 1995, cuando se presentaron diversas audiencias pblicas Jan Sunvai en diversos estados y fueron acompaadas por los periodistas. Estas audiencias conducen a una manifestacin local con una duracin de ms de 40 das dharna , que lleva al gobierno a hacer pblico sus estados de cuentas a travs del Panchayat Raj.

Tanto en la India como en el Brasil las experiencias ms significativas de cambio en la forma de democracia tienen su origen en movimientos sociales que cuestionan las prcticas sociales de exclusin a travs de acciones que generan nuevas normas y nuevas formas de control del gobierno por parte de los ciudadanos.

Es posible anotar algunas semejanzas y diferencias entre las dos experiencias: en primer lugar, las dos surgen de un proceso de renovacin de la sociedad. En el caso de Porto Alegre, como apunta Avritzer, de una propuesta de participacin en el presupuesto formulada en los aos 80 por la Uampa (Unin de las Asociaciones de Moradores de Porto Alegre) y, en el caso de Kerala, como mencionan Heller y Isaac, por intermedio de experiencias de participacin locales dirigidas por organizaciones de la sociedad civil, en particular por la Kerala Sastra Sahitya Parishad (Heller y Isaac, 2002). En segundo lugar, en los dos casos, fue necesario que un movimiento poltico partidario tomase la decisin poltica de prescindir de prerrogativas sobre las decisiones a favor de las formas de participacin. En Porto Alegre, el Partido de los Trabajadores desempe este papel y, en Kerala, el Partido Comunista de la India. En tercer lugar, en ambos casos la propuesta de participacin involucr un proceso de elaboracin de reglas complejas de participacin, como muestra Santos para el caso de Porto Alegre y Heller e Isaac para el caso de Kerala. Es importante resaltar que estas reglas que, en el caso de Porto Alegre, predeterminan el carcter distributivo del presupuesto participativo y establecen incentivos a la participacin de la poblacin de baja renta114 Ver Santos, en el presente volumen de esta coleccin.4, y, en el caso de Kerala, vuelven pblicos los criterios de beneficio y prioridad115 Ver Heller e Isaac, en el presente volumen de esta coleccin.5, sern fundamentales para el xito en la forma de participacin. Los dos casos que podemos mencionar como exitosos presentan dos caractersticas importantes: surgen de transformaciones de las prcticas societarias que son introducidas por los mismos actores sociales; en segundo lugar, ellos rescatan tradiciones democrticas locales ignoradas inicialmente por las formas de democracia representativa hegemnicas en estos pases. Porto Alegre, en el caso del Brasil, y Kerala, en el caso de la India, expresan una intencionalidad de extender la democracia con base en los potenciales de la propia cultura local.

Se puede sealar, adems, algunos contrastes importantes entre los dos casos. En primer lugar, a pesar de la importancia del Partido de los Trabajadores en la experiencia del presupuesto participativo, existe un control reducido del proceso por parte del PT, con una baja afiliacin partidista de los participantes del presupuesto participativo. El control del Partido Comunista de la India sobre el proceso parece ser mayor, lo que lo vuelve dependiente de una coalicin poltica inestable en un Estado con una fuerte minora islmica. En segundo lugar, existe una diferencia importante en la forma de transferencia de prerrogativas sobre el presupuesto: el presupuesto participativo en Porto Alegre y en Belo Horizonte descentraliza y democratiza tan slo el proceso de deliberacin, manteniendo en manos de la alcalda el proceso de implementacin administrativa de las decisiones. En este caso, se incentiva el control de la administracin pblica por el Consejo del Presupuesto Participativo en Porto Alegre y por el Comforas en Belo Horizonte (Avritzer, 2002), creando de este modo un mecanismo de control de la administracin relativamente invulnerable a procesos de corrupcin, expuesto al exceso de mecanismos pblicos y formas de control. En el caso de la India, los recursos son transferidos a los propios comits dando margen a acusaciones de corrupcin, como apuntan Heller y Isaac. Finalmente, todo parece indicar, en el caso del Brasil, que el presupuesto participativo fortalece electoralmente aquellos que lo practican hasta el punto que otros partidos quieren implantarlo, al tiempo que la continuidad de la experiencia hind fue cuestionada por la derrota electoral del frente de izquierda en el ltimo ao.

De este modo, los casos mencionados evidencian, con relacin a la prctica democrtica contempornea, no slo lo inconcluso del debate sobre representacin y participacin en la forma como lo abordan las teoras hegemnicas de la democracia, sino, adems, la necesidad de una nueva formulacin con relacin a la combinacin entre estas diferentes formas de democracia.

6. CONCLUSIONLos estudios incluidos en este volumen sealan ms preguntas de lo que dan respuestas. En esto permanecen fieles al objetivo central del proyecto La Reinvencin de la emancipacin social, en el mbito del cual fueron realizados. Este proyecto busc trazar nuevos horizontes de emancipacin social, o mejor, de emancipaciones sociales a partir de prcticas que ocurren en contextos especficos para dar respuesta a problemas concretos. Por lo tanto, no es posible extraer de ellas soluciones universales, vlidas en cualquier contexto. Tales prcticas estn animadas por aspiraciones emancipadoras amplias y a las cuales intentan dar respuesta parcial y limitada.

Entre la realizacin y la aspiracin est la imaginacin de lo posible mucho ms all de lo real existente. Esta imaginacin est compuesta por las preguntas que delinean los horizontes emancipatorios. No se trata de cualquier tipo de preguntas, se trata de preguntas que resultan del exceso de las aspiraciones que se refieren a realizaciones en las prcticas concretas. En el caso especfico del tema del proyecto analizado en este volumen, la democracia participativa, los horizontes son las preguntas que interpelan la posibilidad de ampliar el canon democrtico. A travs de esta posible ampliacin, el canon hegemnico de la democracia liberal es cuestionado en su pretensin de universalidad y exclusividad, abrindose espacio para visibilizar concepciones y prcticas democrticas contrahegemnicas. Mencionemos a continuacin los interrogantes y las respuestas que es posible dar a algunos de ellas.

1. La prdida de la demo-diversidad. La comparacin entre los estudios y debates sobre la democracia en los aos 60 y en la ltima dcada, nos llevan fcilmente a la conclusin de que en el plano global se perdi la demo-diversidad en los ltimos treinta aos. Por demo-diversidad entendemos la coexistencia pacfica o conflictiva de diferentes modelos y prcticas democrticas. En los aos 60, si, por un lado, el modelo hegemnico de democracia, la democracia liberal, pareca destinado a quedar confinado, en cuanto prctica democrtica, a un pequeo rincn del mundo, por otro lado, fuera de Europa occidental y de Amrica del Norte existan otras prcticas polticas que reivindicaban el status democrtico y lo hacan a la luz de criterios autnomos y distintos de los que subyacan a la democracia liberal. No obstante, a medida que esas prcticas polticas alternativas fueron perdiendo fuerza y credibilidad, se fue imponiendo el modelo de democracia liberal como modelo nico y universal, siendo consumada su consagracin por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, al transformar dicho modelo en condicin poltica para la concesin de los prstamos y de la ayuda financiera.

La conversin del modelo liberal en modelo nico y universal implica, a nuestro modo de ver, una prdida de la demo-diversidad. El aspecto negativo de esta prdida reside en dos factores. El primero se refiere a la justificacin de la democracia. Si, como creemos, la democracia tiene un valor intrnseco y no una mera utilidad instrumental, este valor no puede asumirse sin ms como universal. Est inscrito en una constelacin cultural especfica, la de la modernidad occidental y esta constelacin, por coexistir con otras en un mundo que ahora se reconoce como multicultural, no puede, sin ms, reivindicar la universalidad de sus valores. Sabemos hoy que, si esa reivindicacin se rehsa a dar las razones que la fundamentan y a dialogar con otras que eventualmente la cuestionan, slo se impondr por la fuerza de circunstancias extraas a ella, transformndola en una reivindicacin imperial. Esta tentacin imperial est ms presente cuanto es ms visible la fuerza avasalladora de la globalizacin neoliberal y de las instituciones que, en su nombre, imponen globalmente la adopcin de la democracia liberal. No tiene sentido postular la universalidad de los valores que sustentan la democracia, sobre la base de que no hay nada en otras culturas que se les oponga, como hace Amartya Sen (1999). Tal convergencia no puede ser postulada como punto de partida, sta ha de ser, cuando mucho, el punto de llegada de un dilogo intercultural en el que las otras culturas puedan presentar no slo aquello a lo que no se oponen, sino, sobretodo, aquello que proponen de manera autnoma.

Somos partidarios de tal dilogo cultural y creemos que es enriquecedor para todos los que participan en l. Las convergencias, que resultan casi siempre en formas de hibridacin cultural, tienen que ser conseguidas en la prctica de la argumentacin y en la argumentacin de la prctica. En lo relacionado con las prcticas analizadas en este volumen, vemos aflorar esta hibridacin sobretodo en los estudios de caso de la India, pero tambin est presente, de un modo o de otro, en los estudios de caso de Mozambique, Brasil, frica del Sur y Colombia.

La prdida de la demo-diversidad es negativa por un segundo factor que, aunque autnomo con relacin al primero, tiene conexiones con l. Se trata de la distincin entre la democracia como ideal y la democracia como prctica. Esta distincin es central al modelo hegemnico de democracia y fue introducida en el debate para justificar la baja intensidad democrtica de los regmenes polticos instituidos, al comparrseles con los ideales democrticos revolucionarios de finales del siglo XVIII y mediados del siglo XIX. La imposicin universal del modelo liberal lleva al extremo esta distincin y en la democracia realmente existente est frecuentemente tan distante del ideal democrtico que no parece ser ms que su caricatura. Adems, esta distancia no es menor en los pases centrales que en los pases perifricos, a pesar de las apariencias en sentido contrario. Es esta distancia lo que lleva a Wallerstein a responder al interrogante sobre la democracia como realizacin, con la respuesta de Gandhi cuando se le pregunt lo que pensaba de la civilizacin occidental: sera una buena idea (2001: 10).

En este volumen quedan descritas y analizadas prcticas y aspiraciones democrticas que buscan tomar en serio la aspiracin democrtica en los diferentes pases integrados en este proyecto, rehusndose a aceptar como democrticas prcticas que son la caricatura de la democracia y, sobretodo, rechazando como fatalidad la idea de la baja intensidad democrtica a la que el modelo hegemnico sujet la participacin de los ciudadanos en la vida poltica. De manera muy distinta, estas prcticas buscan intensificar y profundizar la democracia, ya sea reivindicando la legitimidad de la democracia participativa, presionando las instituciones de la democracia representativa en el sentido de volverlas ms inclusivas, o bien sea buscando formas de complementariedad ms profundas entre la democraci