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CAPITULO SEPTIMO (7) VIOLENCIA Y OTRAS BARBARIES Esta breve descripción de la tenebrosa violencia ejercida por los grupos guerrilleros terroristas en San Alberto y en todo el sur del Cesar, fue posible gracias una ardua labor de investigación, y también a la valentía de las juntas directivas de Fedegan y Fundagan, en cabeza del doctor José Félix Lafourie y de la doctora María Fernanda Cabal, quienes denunciaron y pusieron en conocimiento de la opinión pública los nombres de los ganaderos que fueron víctimas de la violencia colombiana; violencia que ha cobrado tantas vidas de inocentes hombres de bien y forjadores del progreso nacional. La denuncia se recopiló en el trabajo ACABAR CON EL OLVIDO, un libro único que recoge la verdad de la violencia colombiana y de los más de 3.293, ganaderos víctimas a quienes les fueron mutilados sus derechos y aplastados con barbarie criminal sus ideales de un mejor futuro para Colombia. Gracias a la gestión de la doctora María Fernanda Cabal y el ex presidente, el doctor Álvaro Uribe Vélez, “el segundo libertador de Colombia”, fue posible que este trabajo se presentara ante el Príncipe de Asturias, su Alteza Real Felipe de Borbón, en el V Congreso Internacional de Víctimas del Terrorismo, realizado en Medellín el 29 y 30 de mayo de 2009. Además este libro recibió reconocimiento mundial por parte de las organizaciones defensoras de derechos humanos.

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CAPITULO SEPTIMO (7)VIOLENCIA Y OTRAS BARBARIES

Esta breve descripción de la tenebrosa violencia ejercida por los grupos guerrilleros terroristas en San Alberto y en todo el sur del Cesar, fue posible gracias una ardua labor de investigación, y también a la valentía de las juntas directivas de Fedegan y Fundagan, en cabeza del doctor José Félix Lafourie y de la doctora María Fernanda Cabal, quienes denunciaron y pusieron en conocimiento de la opinión pública los nombres de los ganaderos que fueron víctimas de la violencia colombiana; violencia que ha cobrado tantas vidas de inocentes hombres de bien y forjadores del progreso nacional.

La denuncia se recopiló en el trabajo ACABAR CON EL OLVIDO, un libro único que recoge la verdad de la violencia colombiana y de los más de 3.293, ganaderos víctimas a quienes les fueron mutilados sus derechos y aplastados con barbarie criminal sus ideales de un mejor futuro para Colombia. Gracias a la gestión de la doctora María Fernanda Cabal y el ex presidente, el doctor Álvaro Uribe Vélez, “el segundo libertador de Colombia”, fue posible que este trabajo se presentara ante el Príncipe de Asturias, su Alteza Real Felipe de Borbón, en el V Congreso Internacional de Víctimas del Terrorismo, realizado en Medellín el 29 y 30 de mayo de 2009. Además este libro recibió reconocimiento mundial por parte de las organizaciones defensoras de derechos humanos.

Personalmente hago público mi sincero agradecimiento por este magnífico compromiso con los ganaderos, con los derechos humanos y el Derecho Internacional Humanitario por parte de FEDEGAN y FUNDAGAN, por no callar y “acabar con el olvido”, por denunciar y hacerle un importante reconocimiento a quienes dieron y seguirán dando un empuje a la economía de Colombia.

Expreso mi admiración personal a la presidenta de la junta directiva de FUNDAGAN, la doctora María Fernanda Cabal, por su brillante inteligencia, su elocuente palabra, su carácter vertical, su moral inflexible y su pluma rica, fluida, clara y precisa. Colombia y el mundo reconocerán que todos los trabajos de investigación efectuados por la doctora María Fernanda Cabal, deben ser exaltados y laureados ceremoniosamente, con el esplendor del estilo de los césares romanos.

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Este es un resumen del libro “Acabar con el Olvido” adaptado en forma artística, de verso por Aquiles Trevisi, con el fin de dar un mayor énfasis y

notoriedad en algunas partes del prestigioso texto.

ACABAR CON EL OLVIDO

PRÓLOGO

El título “Acabar con el Olvido”surge de la tragedia que los ganaderos colombianoshan venido soportando durante las últimas décadas.

Grandes e inadmisibles problemas que aquejan a este gremio,son el abandono del Estado en un entorno productivo

desprovisto de condiciones para su desarrollo y crecimiento.El aislamiento en medio del conflicto entre los diferentes grupos

armados,el sometimiento a la condición de víctimas de la violencia rural

y la estigmatización como victimarios ante la sociedad.Consecuencias del viejo discurso comunista,

camuflado en Suramérica.

Remontándonos a la estruendosa caída del Muro de Berlíny su onda expansiva…

por resultado sobrevino no sólo el estallido de una economía centralizada

que desconocía la propiedad privada de los medios de producción,

sino la utopía miope e insistente de una reforma agraria incipiente y limitada,

que continuaba marcando el paso a como diera lugar,al vaivén de su mismo proceso contradictorio

de improvisación en confusión…y en ese entonces, tenía como fin

el reparto improductivo de la tierra,lo que convirtió al ganadero en Colombia,

en objetivo militar de las guerrillas de izquierda,conllevándolo a reacciones generalizadas de autodefensa.

Durante este proceso miles de ganaderos fueron asesinados con sus familiares.

Mientras otros miles fueron secuestrados, extorsionados, expropiados y desplazados

por la irascible fuerza del terror.Así las cosas, es necesario contextualizar dichos hechos y escenarios de violencia

contra el gremio ganadero, en las razones de ese gravoso olvido

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que hizo desaparecer a sus víctimas de la conciencia colectiva del país.

Luego, este escrito, cual documento,proclama el final de ese olvido

que nos remonta en el acto, al olvido del campo.

DEL OLVIDO DEL CAMPO

Por ello, cuando hablemos del “olvidado campo colombiano”,dicha alusión apuntará a sectores ideológicos, políticos y económicos

que hicieron prevalecer, durante décadas,el crecimiento del país por medio de un modelo de desarrollo urbano,

a costa de la realidad rural, que sólo fue tenida en cuenta para exprimirla como surtidor de petróleo y minerales.

Dicha concepción extractiva del campohizo a un lado su realidad integral,

sin tener en cuenta la manifestación social y culturalque luego fue trasplantada a las nuevas culturas urbanas.

Más no debemos dejar entre renglones, que el país y su historia se han ocupado del entorno rural,

desde la perspectiva de los volúmenes de producción,de seguridad alimentaria en los grandes centros de consumo,

de los niveles de exportaciones, generación de divisas

y riqueza nacional;pero muy poco le ha valido

la ineludible dimensión de equidad,por la satisfacción de las necesidades y expectativas

de una Colombia urbana más favorecida,mientras la otra Colombia, la rural, quedó relegada al olvido y,

por lo tanto, no fue reconocida en su momentofrente a la carencia de condiciones básicas

para su desarrollo y bienestar.

Las consecuencias de dicho desequilibriorepresentado por el negligente y consabido olvido estatal,

acompañado de la indiferencia o particular indolencia de la sociedad urbana,

se evidencian en la destrucción de la institucionalidad rural,que sin duda, llevó de la desintegración a la corrupción favoreciendo el surgimiento de la violencia subversiva

financiada por el comunismo internacional durante la guerra fría,y luego por el secuestro, la extorsión y el narcotráfico,

invadiendo las esferas políticas, sociales y económicas del país.

Con la ausencia de la legitimidad que deviene de la presencia ineficaz del Estado,

el dinero fácil como único incentivoy la fuerza de las armas

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como único instrumento de orden social,el campo se convirtió entonces,

en escenario de violencia indiscriminadaque en el capítulo de la Política de Seguridad Democrática,

a partir del 2002, saltó a la vista.

Por otro lado,podemos decir que el Campo colombiano

siempre ha sido tratado como campo de batalla.Y es que allí, se han librado nuestras guerras,

desde las de Independencia y todas las del siglo XIX.La Guerra De Los Mil Días, y la ‘Violencia’ política de mediados del siglo

XX.A esto se añadió la violencia subversiva,

financiada con extorsiones y con recursos de los presupuestos territoriales.

Esto explica el surgimiento de las autodefensas paramilitares.

Como consecuencia de la Violencia de los años 50,a partir de un modelo de desarrollo que privilegió el impulso urbano,

colocando a la construcción como pilar del crecimiento y la generación de empleo…el campo quedó despoblado.

Además se desvió la inversión pública y, por ende, la privada,es decir, se presentó una masiva descapitalización rural.

El fenómeno de violencia generalizadapor cuenta de narcotraficantes, guerrilleros y paramilitares,

terminó contagiando a las ciudades;y sólo entonces,

bajo el peso del terrorismo, de la extorsión y del secuestro,la Colombia urbana vivió la repercusión de la violencia

que había azotado al campo durante medio siglo.

Apenas hoy, bajo un gobierno comprometido con la seguridad de sus ciudadanos, se empieza a reaccionar ante lo que le había sucedido al campo en los últimos 50 años.

De cómo se surtieron las etapas de catarsis social y de olvido e indiferencia de las nuevas generaciones,

que hacen parte ya de la memoria colectiva consignada por la historia, para las venideras…

Porque… ¿Para qué recordar a los caídos, las bajas, los inmolados o…las victimas?

DEL OLVIDO DE LAS VÍCTIMAS

Y es que, el Estado colombiano estaba concentrado en modernizar al país

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desde la demanda urbana, desatendiendo el campo,en respuesta a las prioridades de un modelo de desarrollo

que olvidó la potencialidad productiva del sector rural; a pesar de que en teoría,

tanto el aspecto rural como el urbano de Colombia deberían haber crecido en igualdad de condiciones,

con bienestar y equidad.Mas como esto nunca sucedió,

la Colombia urbana extrajo de la rurallos recursos que necesitó para su crecimiento.

Pero los beneficios de semejante extracción masivanunca se distribuyeron con igualdad entre las partes.

Por un lado, la modernización del país se presentó solamente en las ciudades,

mientras que el campo quedó atrásdesprovisto de protección estatal,

lo cual auspició la degradación y por ende esa ruindad, con el advenimiento de grupos al margen de la ley.

Y es que, el desarrollo rural no consiguió cruzar el umbral de los programas de gobierno,

esos que nunca se cumplieron,como por ejemplo, insisto en la reforma agraria

que se limitó al improductivo reparto de las tierras,mientras las ciudades crecían y se modernizaban.

Esto impuso como consecuencia en el campo,el desempleo, la pobreza escoltada de violencia,

con un número aún no contado de víctimasdesolación, ansiedad, asesinato, secuestro, chantaje,

expropiación…desplazamiento.Fue así como se constituyó

la victimización del campo colombiano.

La historia del país, marcada por la aparición de las FARC,

Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia,a comienzos de la década de los 60, en 1964,

acuña una guerrilla de rebelión, marxista leninista,con la consigna de arrasar la democracia,

tomarse el poder por las armas,atacar la propiedad privada rural

como una de sus estrategias base,demostrando la indiferencia del Estado

que no controló el fenómenoel cual pudo haber sido neutralizado en sus comienzos,

con un gran ahorro de vidas y de sufrimiento en el campo colombiano.En el año 1965, se cerraba el capítulo más vergonzoso

de la historia de los conflictos en Colombia,por la atrocidad de la violencia y sadismo de su acción,

al amparo de las banderas

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de los dos grandes partidos políticos.Y en ese mismo año, brotó el ELNEjercito de Liberación Nacional,

mientras al compás del desconcierto, se iniciaba un nuevo episodio

en las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta, con los primeros cultivos de marihuana.

En ese mismo año de 1965 fue secuestrado y asesinado Oliverio Lara Borrero, ganadero.

El primero de nuestra lista de ignominia en la historia del país.

Y a partir de ese momento cuando el Estado pudo haber actuado y no lo hizo,

se provocó una violencia rural cuyos efectos han sido devastadores.

¡No hay más que hablar!Así quedaron las incontables víctimas

como nefasto resultado, impresas en el recuerdo de la débil patria.

DEL RECUERDO SELECTIVO

Durante las dos primeras décadas de esta violencia,en el olvido se sepultó a la gran mayoría de los inmolados,

quedando en la absoluta indiferenciatambién los sometidos al secuestro y la coerción.

Todos ellos, víctimas de la guerrilla.Para entonces, los gobiernos de turno no confrontaron como era lo debidoa los nacientes grupos subversivos

que a toda marcha se alzaron desde una violencia sediciosa

y ajena al gran país urbano.Ya entrada la década de los 80,

las víctimas empiezan a ser visibles con el advenimiento del paramilitarismo

como reacción antisubversiva.Y con la financiación de recursos

provenientes del narcotráfico,de esta manera las víctimas de la violencia

comienzan a cobrar protagonismoporque ya la guerrilla se desata en terrorismo

incursionando en las grandes ciudades:se sucede el atentado contra el DAS.

El episodio de la detonación del avión de Avianca, los magnicidios del terror generalizado

perpetrado desde entonces en las urbes.Durante los años 90

sumándose a este recuerdo selectivo de mártires del conflicto,

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otro golpe es asestado por los grupos paramilitares quienes emprendieron lo que se conociócomo el exterminio de la Unión Patriótica,

el partido político que surgió de las fallidas negociaciones entre la guerrilla y el gobierno de Belisario Betancur en 1984.

El proceso de desmovilización paramilitar, posteriormentecentró la atención en las víctimas de este foco de violencia,

no sólo por la dimensión que alcanzó, por los oscuros y fuertes lazos que tejió con el narcotráfico,

sino por la inquina de su acción, superando las historias, ya convertidas en leyenda,

de esa violencia política a mediados del siglo pasado.

El narcotráfico ha dejado también víctimas sin cuenta,muchas inocentes, otras muchas infiltradas o enredadas en el espiral de esa violencia gestada en el bajo mundo.

Sin embargo, la mínima atención ha recaído sobre las víctimas de la subversión,

a pesar de que las guerrillas representan el factor más antiguo y de mayor impacto

dentro de las diferentes fuentes de violencia del último medio siglo.

Pero la denuncia cobra valor histórico,hasta el nacimiento de Fundagán.

FEDEGÁN, fue uno de los primeros intentos de denuncia sobre los hechos que se venían presentando en el campo.

Del abandono por el estado y la agresión contra la población rural.De hecho, fueron innumerables los atentados hacia el gremio ganadero.Sin embargo, por mucho tiempo, estas denuncias no fueron escuchadas

por quienes tenían el deber constitucional de haberlo hecho,luego no actuaron.

Es entonces, cuando comienzan a surgir los grupos paramilitarescomo mecanismo de defensa en contra de los grupos subversivos

pero una vez estos fueron financiados por el narcotráfico,se desviaron de su inicial objetivo, quedando la ganadería

en medio del fuego cruzado entre dos bandos,además de vulnerada y violentada por los mismos.

Todo esto denunciado por FEDEGÁN en su momento.

José Raimundo Sopo Zambrano marcó uno de los hitos de la ganadería

cuando en 1995 fue asesinado por la guerrilla,tras haber abandonado la presidencia de FEDEGÁN,por su interminable lucha en contra de los excesosque se presentaban en contra del gremio ganadero.

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Su sucesor Jorge Visbal Martelo de igual manera enfrentó a la guerrilla

a través de los medios,directamente en el Caguán

y en todos los escenarios de negociaciones fallidas.También fue objetivo de la guerrilla,

razón por la cual tuvo que exiliarse voluntariamente.

Con la llegada del gobierno de Uribey de su política de Seguridad Democrática,

la situación empezó a cambiar sustancialmentey el campo obtuvo un respiro

que se ha venido consolidando con los años,debido al ambiente de seguridad

permitiendo el resurgimiento de la inversión y de la actividad económica y social

en el entorno rural colombiano.A pesar de esas mejoras, el gremio ganadero, FEDEGÁN

no ha descansado con el fin de hacer visibleel dolor y el sufrimiento del pasado

reivindicando los derechos de las víctimas ganaderas.Por ello en el año 2005

se planteó a la Junta Directiva de FEDEGÁNla posibilidad de crear oficialmente el Día Nacional del Ganadero,

que desde entonces se celebra el 30 de Septiembre de todos los años.En el marco de su primera celebración, el 30 de septiembre de 2005,

FEDEGÁN realizó una primera denuncia pública y consolidadadel genocidio ganadero, con la presencia del Presidente de la República

y del Fiscal General de la Nación.Se presentaron listados con más de dos mil víctimas,

secuestrados y asesinados. Sin embargo, no se desprendió iniciativa alguna por parte de las autoridades,

quizá porque se pensó que era una denuncia simbólica a favor de las víctimas.

Y, con el fin de definir estrategias más claras se creó FUNDAGÁNque incorporó como uno de sus objetivos la tarea de rescatar del olvido

a las víctimas ganaderas de la violencia,no sólo para honrar su sacrificio

sino para incorporar a los procesos de verdad, justicia y reparacióna las miles de víctimas del secuestro, la expropiación y el desplazamiento.

Otro de los objetivos de FUNDAGÁNes el de recuperar la memoria histórica de sus víctimas,

que no se puede quedar en el simbolismo o en un simple homenaje,sino que tal propósito debe tener lugar en la visión del futuro.

El aporte de FUNDAGÁN,ya sea a través del Observatorio de Derechos Humanos

y Derecho Internacional Humanitario,busca contribuir en la recuperación del tejido social en el campo,

entorno natural de la ganadería

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en la construcción de escenarios de convivenciay desarrollo para el país,

por el derecho y el deber a la verdad.

FUNDAGAN Y EL DERECHO A LA VERDAD

Los principales factoresque han ayudado en el esclarecimiento de la verdadfrente a miles de delitos que permanecían impunes,

son la Ley de Justicia y paz y, principalmente,la desmovilización masiva de los grupos paramilitares.

Sin embargo esto no se puede decirrespecto de grupos guerrilleros como las FARC y el ELN

porque no hay todavía un horizonte cercanopara una desmovilización de estos grupos

y en consecuencia una confesión de sus abusosen contra del gremio ganadero,

es toda una barrera, para que la verdad sea sacada a la luz.Es por esto que FUNDAGÁN tiene como objetivo

el esclarecimiento de la verdad sobre los delitos de la guerrilla,como el genocidio perpetrado contra el gremio ganadero,

el secuestro y la extorsión a los ganaderos,del hurto agravado de ganado,

de la matanza de animales y del terrorismocontra las propiedades ganaderas.

Pero entonces… ¿Dónde queda la justicia?

FUNDAGÁN Y EL DERECHO A LA JUSTICIA

La sola verdad ya es una forma de reparación moralpara las víctimas y sus familiares,

pero es insuficiente si no se convierte en insumopara la administración de justicia.

Por ello, Fundagán pondrá todos los medios a su alcancepara buscar la aplicación de justicia

en cada uno de los delitos cometidos contra los ganaderos,a través del seguimiento a los procesos,la indagación sobre casos archivados,

el apoyo jurídico para la reapertura de las investigacionesy procesos tendientes a establecer la culpabilidad

sancionando a los responsables.Además se hace necesario acceder a la Ley de Justicia y Paz,

aplicada tanto a paramilitares como a guerrilleros,pues está demostrado que el gremio ganadero

ha sido víctima, de ambos grupos,luego el ayudar a subsanar será lo justo

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FUNDAGÁN Y EL DERECHO A LA REPARACIÓN

La reparación material es un derechoque también asiste a las víctimas ganaderas de la violencia.

Por tal razón, Fundagánpropenderá porque las víctimas ganaderas de la violencia

tengan acceso, en igualdad de condiciones,a las instancias de reparación que hoy están a la orden del día

para las víctimas reconocidas dentro del proceso de desmovilización paramilitar.

HACIA DELANTE

Fundagán, en nombre del gremio ganadero,mantendrá viva la memoria de sus víctimas,

no sólo para honrarla, sino para reivindicar sus derechos individualesy los derechos colectivos de la ganadería colombiana.

El gremio ganadero considera que la sociedad en Colombiadebe conocer y nunca olvidar el torbellino de violencia

que han sufrido el campo y la ganadería durante décadas.

El gremio ganadero, a través de Fundagán,tiene la capacidad para que la sociedad

“No olvide”y ejercerá sus acciones oficiosas para que así sea.

Nuestro objetivo, sin embargo, no es meramente reivindicatorio,porque los propósitos de la ganadería colombiana miran hacia delante.

El país debe enmendar su error de olvido e indiferencia hacia el campo,no sólo porque no soportaría otro medio siglo de violencia

indiscriminada,sino porque el futuro del desarrollo, de la generación de riqueza y de

bienestarse encuentra en las oportunidades que el mundo le ofrece a la producción

rural,y en nuestras grandes fortalezas y ventajas para aprovecharlas.

“Acallar la voz de la conciencia no podrá soportar Colombia,

ni borrar de la memoria los sucesos.Tampoco proseguir hacia delante con la frente y la bandera en alto,

menos vivir en paz…buscar su identidad o dejar huella,

mientras no esté dispuesta a acabar del todo con la indolencia

olvido.”

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La Violencia y otras barbaries

La colonización espontanea de las tierras fértiles de San Alberto, sur del Cesar, no destruyeron su esencia de remanso de paz, al contrario, los pioneros se adaptaron perfecta y pacíficamente al espíritu apacible de la virginal región y levantaron sus casas sin necesidad de cerrar las puertas para dormir en las noches, ni colocar aldabas y candados innecesarios que quebraran la armonía y los sueños de la naciente comunidad que iría creciendo al vaivén de ese rincón paradisiaco.

La seguridad era total, tanto para los bienes materiales como para la vida; los trabajadores salían los sábados al pueblo a festejar y relajarse mojando la palabra con algunas cervezas para, ya en la madrugada, regresar a sus fincas sin prevenciones, sin el temor de que ladrones y asaltantes los sorprendieran en cualquier recoveco del camino. Cuando no estaban en uso, los tractores podían reposar en los potreros o cultivos de arroz, y nadie les robaba ni los desvalijaba.

Fueron estos primeros años de gran prosperidad, con extensiones inmensas de cultivos de arroz, sorgo, maíz, plataneras, papayales, patillales. Un progreso enorme al que también contribuyeron las ganaderías, que no solo aportaron a la región sino al desarrollo nacional.

Pero esa paz no fue eterna.

Las guerrillas de las FARC, EPL, y posteriormente el M-19 decidieron implementar sus proyectos militares y políticos, y así deciden infiltrar el sindicato de Indupalma1.

Y entonces la violencia se desata casi de inmediato. El jefe de Personal de Indupalma, Luis Alejandro Hernández, es asesinado y el sindicato pierde personería jurídica y es disuelto. La razón radicó en que miembros de la Junta Directiva del Sindicato de Indupama fueron hallados culpables del crimen y luego encarcelados.

El sindicato fue reconstituido en 1974 gracias a la participación activa de los señores Isaías Cristancho y Rodrigo Córdoba. Entonces, los empleados de los contratistas de Indupalma deciden

1 El sindicato de Indupalma fue fundado el 23 de febrero de 1963 con la participación decidida de Utrasan y de Isaías Cristancho, muy fuerte en Bucaramanga.

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sindicalizarse con la ayuda de las directivas del sindicato, y entran en huelga logrando inmovilizar algunas de las más vitales actividades de la empresa. Todo, con la ayuda del comandante del M-19, Andrés Almarales, quien para ese momento ya era uno de los guerrilleros más conocidos, temidos y osados en el país.

Poco después ocurre un hecho importante a nivel nacional, significativo en la participación sindical. El 6 de abril de 1976 el M-19 secuestra al famoso y prestigioso líder sindical de la CTC2 José Raquel Mercado; es encarcelado en una pequeña oscura y fría celda y, entonces, “el tribunal del pueblo”, el M-19, ordena que un verdugo muy bien entrenado lo asesine. Esto fue el 19 de abril de 1976, trece días después de su secuestro. Los guerrilleros dejan el maltratado cuerpo del líder sindical dentro de una bolsa de plástico en el parque El Salitre3.

Los obreros de las contratistas de Indupalma entran en un conflicto laboral que tuvo gravísimas repercusiones y consecuencias para el país. El M-19, que controla el sindicato, ordena el secuestro del gerente de Indupalma en Bogotá, Hugo Ferreira Neira, quien es raptado el 19 de agosto de 1977. Con el empresario en poder de los bandidos del M-19, estos empiezan a presionar para que los empleados de los contratistas obtengan todo tipo de beneficios prestacionales; un hecho de suma gravedad porque tales empleados no lo eran de Indulpalma sino que el M-19 logró alterar los documentos necesarios para hacerlos pasar como parte de la nomina de la empresa.

Increíblemente, se descubre que UTRASAN, entidad a la estaba afiliado el sindicato de Indupalma, tenía mucho que ver con el secuestro, así que el presidente de esa organización sindical, Isaías Cristancho, es vinculado e investigado. Hugo Ferreira es liberado y viaja fuera de Colombia; a su regreso renuncia al cargo y entonces es nombrado como reemplazo el señor Enrique Andrade Lleras, quien también es amenazado junto con otros directivos y ejecutivos de Ia empresa. El M-19 los declara objetivos militares y se desencadena una ola de asesinatos selectivos de miembros importantes de Indupalma.

2 Confederación de Trabajadores de Colombia. Una organización de alto reconocimiento en centro y Suramérica, y en la OIT (Organización Internacional de Trabajadores)3 Posteriormente la misma banda secuestraría al político conservador Álvaro Gómez Hurtado, un colombiano poseedor de una extraordinaria capacidad intelectual, lleno de principios y con carácter de estadista.

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Isaías Cristancho continúa siendo dirigente de la actividad sindical en agosto 13 de 1977, fecha importante para lo que relataré a continuación, ya que él mismo escribió un artículo contando cómo era la agresividad y violencia que usaban contra la empresa.

Estaba como gerente de la palma, representando a los patronos, el francés Pilarf, hombre de una amplia cultura académica, diplomático y exquisito en el trato con los demás, en contraste con Cristancho, un sujeto nacido y criado en medio de violencias, salvajismos e ignorancias. Se dice que Cristancho llegaba acompañado de sus guardaespaldas y entonces el señor Pilarf lo hacía sentar delante del escritorio de él, pedía permiso y salía del recinto para luego regresar con dos revólveres que colocaba sobre el escritorio apuntando los cañones hacia Cristancho. Esto prueba el estado tremendo de hostilidad entre el mundo de San Alberto, otrora refugio de paz. Las relaciones se manejaban en medio del olor de la pólvora y las balas.

Ese mismo año, la fuerza de los fusiles y el terrorismo presionan para un acuerdo buscando que se apruebe su petición de que los obreros contratistas sean incorporados a la nómina de Indupalma. Para ejercer mucha más coacción, hacen su aparición en la región los grupos insurgentes e ilegales, además del M-19, FARC y ELN, el EPL y el MOIR. Llegan a San Alberto, con el fusil al hombro y granadas en la cintura atemorizando a los indefensos ciudadanos y trabajadores, y conminándolos a un adoctrinamiento forzado o, en caso contrario, amenazándolos con la tortura y la muerte de ellos y sus esposas e hijos.

Dentro de ese marco de la agresividad sindical, el sindicato publica un comunicado fechado el 23 de agosto de 1977. El boletín orienta claramente hacia adoptar la política del movimiento M-19.

Pronto, esta situación de guerra hace perder la confianza en la inversión y genera la parálisis, la quietud del desarrollo, el retroceso. Indupalma, queriendo conjurar la violencia, cede a las pretensiones injustas del sindicato y firma lo necesario. Pero esto, en vez de ayudar, ahonda el problema. La palma entra en una caída drástica y aparatosa para su economía; y la región entra en una parálisis económica. Ya el daño estaba hecho, la guerra había ocasionado desconfianza y, como se mencionó ya, nadie quiso apostarle al desarrollo económico de la región.

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La enseñanza es importante: Todos los pueblos en periodo de paz construyen bienestar y riqueza, mientras que con la guerra se destruye el capital humano, la vida y la riqueza física.

La tragedia estaba lejos de terminar

Cuando el comunismo mundial se divide, el partido comunista criollo también se dividió, y el EPL, una banda de terroristas maniáticos obsesivos y compulsivos por la maldad, se convierte en una fracción del Partido Comunista criollo y monta tolda aparte para empezar a ejercer poder en la costa atlántica. Entretanto, las FARC siguen bajo el mando del comité central del partido comunista en Bogotá, llamados los “mamertos”.

Durante el mandato presidencial de Belisario Betancur, en el año 1986, la quinta brigada del ejército, envió tropas para patrullar la parte montañosa, la cordillera donde está ubicado San Alberto. Inicialmente, los soldados tuvieron atención de dotación y presupuesto para la gasolina de los automotores pero, repentinamente, el dinero no volvió a llegar para cubrir los gastos de mantenimiento de la tropa. Todos sabían y así se comentaba, que por orden presidencial se había quitado en su totalidad ese presupuesto, buscando desmoralizar al ejército y favorecer los grupos guerrilleros.

Así que, sin apoyo de quien debía fortalecerlo, el ejército no podía moverse; la falta de combustible paralizó los camiones y camionetas, mientras que los soldados, sin ropa de dotación y sin botas, se derrumbaban anímicamente; con los pies ampollados y ulcerados y sin comida para las raciones de campaña, el ejército quedó a merced de las guerrillas.

Entonces, los ganaderos de San Alberto conformamos un comité para recolectar dinero destinado a comprar gasolina, botas, comida, medicinas, y también para pagar los gastos médicos de los soldados. Dicho comité estaba integrado por Augusto Rivera Estaper, el senador Ernesto Suarez, Francisco “Pacho” Serrano su hermano Fidel Serrano, Pedro Pablo Trillos, Jesús “Chucho” Parada Moreno y Aquiles Trevisi Mantilla; se nombró de tesorero a Pedro Pablo Trillos. El Doctor que atendía los casos de soldados enfermos era Julio Severiano Zurique, cartagenero, excelente médico clínico de enfermedades tropicales, hombre muy humano que ofreció su servicio profesional a la gente pobre de forma gratuita y les

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encimaba los medicamentos necesarios. Las medicinas se obtenían de la droguería Colombia, de propiedad de don Álvaro, con la colaboración y vigilancia del sargento retirado del ejército Guillermo Angarita, un hombre compasivo y humano que puso toda su capacidad para ayudar a los enfermos. Así, pues, se pudo mejorar la vida a los soldados que defendían y combatían las guerrillas en la zona violenta de San Alberto. La primer compra que realizó el comité de ganaderos a favor de los soldados fue de 100 pares de botas pantaneras marca Croydon talla 39 y 40; 100 pares de medias, ácido bórico para secar el sudor o la humedad de los pies de los soldados y otras medicinas de uso básico.

Sin embargo, y a pesar de nuestros esfuerzos, poco después del periodo presidencial de Belisario Betancur, hacía julio de 1987, la escasa tropa del ejército que estaba presente en la parte rural de San Alberto es retirada del área. Quedamos en una terrible orfandad de vigilancia y seguridad; el municipio quedó a merced de los bandidos, y todos los crímenes, secuestros y asesinatos se dispararon convirtiendo a San Alberto en el municipio más peligroso de Colombia.

Mi relato coincide con la prueba presentada por Jorge Echeverri Hoyos, abogado y comunicador social graduado de la Pontificia Universidad Javeriana, y que ejerce como asesor jurídico de Indupalma. Echeverri elaboró una investigación exhaustiva, meticulosa, rica, veraz y confiable de la época violenta de San Alberto, sur del Cesar y parte del Magdalena medio.

Las siguientes estadísticas y comentarios fueron extraídos del libro “Paradigma de lo irrepetible”, cuyo autor, mi amigo y brillante escritor, Jorge Echeverri Hoyos, hace un valioso aporte a la historia de Colombia.

“El Departamento del Cesar y la región del Magdalena Medio Santandereano, zonas de influencia de Industrial Agraria La Palma, han resultado ser el escenario privilegiado para los actores del conflicto armado en Colombia. Guerrillas y autodefensas en su accionar lograron disparar los índices de criminalidad, sobre todo en el Sur de ese departamento que con el 26 % de la población del ente territorial, según censo de 1993, concentró, sin embargo, el 41% de las acciones armadas, entre 1986 y 1995, siendo especialmente afectados Aguachica, Pailitas, San Alberto y Pelaya, en el Cesar, y el vecino San Rafael de Lebrija, Corregimiento de Río Negro, Santander.

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En el mismo territorio enmarcado como Sur del Cesar, según datos del ya referenciado estudio de Fonade4, presenta especial incidencia la práctica del secuestro que golpeó notablemente las actividades de la ganadería y la palma africana. Se reportaron en promedio por año entre 1987 y 1995 aproximadamente 37 secuestros, siendo los años más afectados 1991, con 73 y 1994 con 52; esto arrojó una tasa promedio para el período 1987-1995 de casi 20 secuestros por cada cien mil habitantes, superior en más de 6 veces la tasa promedio nacional del país, que fue de 3 en el mismo período. Afectó especialmente a San Alberto, con una tasa promedio de 35 % en el período considerado, a Pailitas con 29, a San Martín con 28, a Gamarra, con 25, a Aguachica con 21, y La Gloria, con 17. De acuerdo con estadísticas desarrolladas por el Grupo de Acción Unificada por la Libertad Personal, Gaula Cesar, la cifras de personas secuestradas reportadas entre comerciantes y ganaderos para el año de 1998 fue de 58, y para 1999 casi alcanzó el centenar.

Los homicidios y asesinatos también tienen una especial incidencia en el Sur del Cesar de la época. Concentró el 41% de los cometidos en el departamento, arrojando un promedio de 177 al año entre 1988 y 1995 y una tasa promedio de alrededor de 93 por cada cien mil habitantes, superior a la tasa promedio a nivel nacional de 76 entre 1987 y 1995. El municipio más afectado fue San Alberto, con una tasa promedio en el período considerado, de 243, sin contar las desapariciones forzadas no reportadas.”

Los horrores de la violencia, sufridos en carne propia

Yo me salvé de cuatro intentos de secuestro de la guerrilla. El primero fue en la finca el Tulipán cuando estaba terminando de construir la gran represa de agua, de más de dos hectáreas de extensión. Montábamos la puerta metálica de la graduación del nivel de la lámina del agua, cuando el dueño de las volquetas que transportaban piedras para amurallar los barrancos, me pone al tanto que en la volqueta que viene con piedras o material venían tres guerrilleros bien armados dispuestos a secuestrarme; también me advirtió que me fuera de allí pues presumía que la volqueta iba a ser la forma en que me sacaran de la finca.

Sabiendo el peligro que corría, atendí al consejo del señor Chacón y

4 Estudio de FONADE.

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huí de la finca atravesando varios potreros hasta llegar a la finca vecina; salí cautelosamente a la carretera y tomé un bus que me llevó hasta Bucaramanga. Abandoné todo lo que componía la finca el Tulipán y no regresé sino hasta el año 2001.

Por supuesto, antes del 2001 no puse pie en El Tulipán, y limitaba mis visitas a la finca San Lorenzo, donde seguía con mis prácticas campesinas y de trabajo fuerte, que siempre ha sido lo que realmente me ha apasionado.

Precisamente fue allí, en una de las tantas jornadas de trabajo, arrancando malezas, maciega y dar rula en compañía de “Toñito” Fonseca y otros dos trabajadores, que llegaron a la finca en sendas motos un par de guerrilleros que, ignorando que yo me encontraba en campo abierto, me buscaron afanosamente en la casa. Al no hallarme, se treparon a las motocicletas y emprendieron la pesquisa por el camino que pasaba por la finca.

No tardaron mucho en encontrarme. Se bajaron de las motos, las recostaron contra la cerca y se acercaron al lugar en el que estábamos trabajando. Después de un cortés saludo, nos preguntaron:

-¿Han visto a Don Aquiles?

- Don Aquiles se quedó en la casa- les respondió “Toñito” Fonseca

Por fortuna, era claro que los guerrilleros no me conocían, lo que me permitió pasar como un rudo labriego, me confundieron con un trabajador más de aquellos que todos los días se ganaba el jornalito para poder educar los tres hijos en los Estados Unidos, destino al que llegaron después de huir por la violencia.

El hecho de confundirme en los trabajadores no por estrategia sino por convicción, por mi sencillez y manera de sentirme igual que uno de mis trabajadores me dio otra oportunidad de escapar a la tragedia. Quedé camuflado y una vez más me salvé de ser secuestrado. Mi sencillez campesina me libro del terrible secuestro.

El tercer intento de secuestro ocurrió después de ir a Bucaramanga a resolver una gestión bancaria de la Empresa distribuidora de Licores, TODOLICORES5, empresa de mi propiedad. Ese día salí muy temprano rumbo a Bucaramanga con mi chofer y tractorista Benjamín Benavides. El plan era regresarnos esa misma noche. Sin

5 Distribuidora de aguardiente Superior para los santanderes

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embargo, no pude terminar mi gestión bancaria para la compra de Ron Viejo de Caldas, que durante 19 años distribuí para la Industria Licorera de Caldas en el departamento de Santander, así que decidí quedarme y enviar a Benjamín adelante para que se ocupara de labores en la finca.

Llegando a San Lorenzo Benjamín se detuvo a tomarse un tinto con una empanada que devoró rápidamente antes de continuar para la finca. Nunca se imaginó que a unos cuantos metros los guerrilleros escondidos se percataban de que la camioneta había parado, imaginándose que yo estaba allí.

Ignorando esto, Benjamín llega a la finca, parquea la camioneta y se dedica a sus labores. Pero una hora más tarde el comandante “Pipe” llega a San Lorenzo, mi finca, en compañía de otros guerrilleros fuertemente armados; dice que han sido enviados por el comandante “Ruben” y entran abruptamente a la casa preguntando por mí.

Alirio mi mayordomo, les dice que yo no estaba. Pero los guerrilleros no le creen porque vieron parqueada la camioneta en la que salí, y también habían vigilado hasta que el automóvil llegó. Convencidos, entonces, de que yo estaba escondiéndome, empiezan a buscar por todos los rincones, revolcando cuanto se encontraban; incluso voltearon la nevera pensando que yo estaba allí. Finalmente decidieron irse no sin antes advertir que era necesario que yo pagara la vacuna si quería seguir vivo y trabajando allí.

Al día siguiente, en horas tempranas de la mañana, Alirio Díaz me llamó para contarme lo sucedido. También me dijo que Benjamín Benavides no seguiría trabajando para mí, ya que estaba atemorizado de ser asesinado, y que en su reemplazo había dejado a su primo Gustavo Benavides, quien continuó como chofer y tractorista.

A pesar de este aviso, y debido a que los viajes de San Alberto a Bucaramanga eran necesariamente constantes, quince días después, de regreso a la finca, la guerrilla vuelve a equivocarse pensando que yo había llegado en la camioneta. Regresa a buscarme el comandante “Pipe” con la misma intención de secuestrarme, y advierte de nuevo que es necesario pagar el valor de la extorción… Pero esta vez ya no amenazan con segar mi vida únicamente, sino que dejan claridad de que si no cedo a sus

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intenciones, asesinarían a Alirio Díaz y después se robarían todas las vacas. Esa misma noche el comandante “Pipe” define el valor de la vacuna y le da indicaciones a Alirio Díaz para que lleve el dinero producto de la extorción a una parte retirada en los cerros, hacia el caserío de Fundación. Hábilmente el comandante “Pipe” le da el santo y seña, se llevan el cono de cobre que tenía el teléfono en su interior y el propio “pipe” lo marca y se lo enseña a Alirio, le dice que quien le muestre el cono o trompo de cobre con esa marca a él debería entregarle el dinero.

Sabiendo que la vida de mis empleados corre serio peligro, cumplo con las exigencias de los terroristas, y pago la vacuna. El mismo Alirio lleva el dinero exigido y todo sale según lo había establecido el comandante “Pipe”. El cono o trompo de cobre, volvió en las manos de Alirio.

Con esta completaría mis cuatro intentos de secuestro fallidos, de los cuales me salvé gracias a la grandeza y voluntad de Dios. Lamentablemente no sucedió lo mismo con mi mayordomo, Alirio Díaz, quien fue víctima de todas las atrocidades de la guerrilla.

¿Dónde estaba Dios cuando Alirio Díaz lo necesitaba?

Alirio fue secuestrado cada vez que intentaron hacerlo conmigo. La primera vez se lo llevaron tres guerrilleros que una mañana lo suben a una moto y lo retienen hasta las 9 pm, tiempo en el cual intentan convencerlo de que trabajara para la guerrilla y les facilitara información para poder secuestrarme. En esa ocasión me enviaron razones con él sobre lo que se debía pagar para continuar en la zona y no ser declarado objetivo militar, prohibiéndome hablar con la familia Rivera, que eran mis vecinos en la finca San Lorenzo y con quienes era necesaria la comunicación para el intercambio de agua de riego para las fincas, y por los lazos familiares que nos une, ya que Augusto Rivera es mi compadre.

Tres semanas más tarde vuelven a secuestrar a mi mayordomo; se lo llevan en la camioneta FORD modelo 73 que era para el trabajo de la finca. Durante tres días lo dejan en un campamento que tenían del Taladro hacía arriba en el río Cáchira, donde termina la parte montañosa y empieza la parte plana del valle del río Cáchira, aproximadamente a 20 kilómetros de san Alberto por la carretera de Contaderos. El fin de este secuestro era enviarme un mensaje muy claro: Esto no era un juego y ellos estaban dispuestos a todo con tal

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de lograr su objetivo.

Semanas más tarde, a las 7 de la noche, le hacen un atentado a Alirio Díaz cuando venía en la camioneta desde el pueblo de San Alberto. Bajando el puente que hay allí, le hacen dos disparos, uno de los cuales impacta en la parte inferior izquierda del panorámico, y el otro en el volante, pasándole muy cerca, rozándole la mano. Afortunadamente solo sufrió una pequeña quemadura que no le impedía trabajar. Mi mayordomo nunca cedió ante la presión, jamás intento traicionarme ni venderme, siempre fue fiel y la guerrilla le tenía que cobrar esto.

Sabiendo que la presión de la guerrilla no iba a cesar, le rogué a Alirio que se fuera con toda su familia a vivir conmigo en la casona de 840 metros que tenía en Bucaramanga, pues era amplia y mi familia ya no estaba en Colombia. Le dije que él y su familia estarían cómodos y seguros en mi casa que, además tenía una piscina en el jardín y contaba con la colaboración de una excelente casera llamada Enriqueta. También le ofrecí que se fuera a Venezuela con papeles legítimos a trabajar en fincas ganaderas en este país, pero él se negó a cualquier ayuda, y me decía constantemente que él quería morir en San Alberto.

Sin poder obligarlo a irse conmigo, salí de San Lorenzo y corrí a refugiarme a Venezuela, país en el cual empecé a trabajar montando una fábrica pequeña, un alambique legal, para producir aguardiente y ron marca o lo que en Venezuela se conoce como “bebida espirituosa” Latino y Táchira.

Entretanto, Alirio Díaz quedó encargado de la administración general de mis dos fincas. Y pagó cara su terquedad y su lealtad.

Ese espantoso 20 de abril de 1989, un viernes a las 8 de la noche, los bandidos llegaron a San Lorenzo pero esta vez no me buscaban a mí. Llegan directamente donde Alirio y lo sacan a empellones de la casa, lo llevan al corral que quedaba a cuarenta metros de la casa y enseguida, con la mayor sangre fría, le propinan ocho disparos a quemarropa, con una pistola de 9 mm.

Nunca, ni por un segundo me he dejado de preguntar desde entonces en dónde estaba Dios, por qué no ayudó a un hombre bueno como Alirio. Y no he encontrado la respuesta.

Los infames guerrilleros, no satisfechos con el robo de nuestra forma de trabajo, también nos arrebataron gente valiosa e

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inolvidable, que llevaremos siempre en nuestros corazones. Personas que honradamente, con trabajo duro y con amor alimentaban a sus familias. No será fácil, y tampoco quiero, olvidar nunca a mi fiel mayordomo Alirio Díaz.

Sigue la vida sin Alirio Díaz

Luego de esa fatídica fecha, nombré a José Mendoza como administrador.

El acepta gustoso conociendo que yo, personalmente, he sufrido la violencia y todas las atrocidades que ella trae; sabe perfectamente que yo he podido sentir el olor de la pólvora y el sonido de los disparos retumbando en mis oídos, y que sé lo que es ver morir a quien se quiere, huir y enfrentarse a la muerte.

Es que hacia el año 1989 antes de la muerte de Alirio Díaz, al ver todas las otras muertes que circundaban mi casa y seguían mis pasos decidí poner fuera de cualquier peligro a mi familia, y la saqué en el año 1985 rumbo a los Estados Unidos.

Luego, como acabo de contar, me vi obligado a salir del lugar que con tanto trabajo había construido para ir a refugiarme en Venezuela, convirtiéndome en un ganadero más desplazado, y dejo mis fincas en la administración general de Octavio Lizarazo, de común acuerdo con José Mendoza.

Para ese momento el grupo terrorista guerrillero dominante de San Alberto era el EPL, y no sería la excepción en mis fincas. Dada la ubicación de la finca San Lorenzo a un kilometro de la alcaldía y debido a que la carretera pasa por el frente de la finca era tránsito obligado para militares y terroristas. Además, estaba el carreteable de penetración, que comunica la carretera central con los cerros de la cordillera oriental, muy estratégicamente situada para el trafico de la guerrilla entre la montaña y el fértil valle de San Alberto; nada mejor para controlar desde este punto toda entrada y salida.

Así, pues, la finca San Lorenzo se constituyó en un fortín de los bandidos y progresivamente la finca el Tulipán correría la misma suerte. Allí se hizo célebre el bandido “Perica”, quien resultó siendo la pareja sentimental de la hija del mayordomo Octavio Lizarazo, administrador general de mis dos fincas, de tal manera que mi trabajo ahora era el recinto de terroristas desalmados.

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El hijo de Octavio Lizarazo también, resultaría involucrado con terroristas y fue muerto luego de pasar de ser guerrillero del EPL a las filas de las autodefensas anti guerrilla. Existen versiones que dicen que este muchacho fue asesinado por atreverse a robar las cuotas que cobraban las mismas autodefensas en la carrilera de San Rafael, río Lebrija.

Fue así como mis fincas se volvieron refugio para los guerrilleros, era el cuartel militar.

Después de que Octavio Lizarazo salió de la finca, llegó como administrador de San Lorenzo el señor Gilberto Rodríguez; eso sucedió el 17 de Junio de 1992, por recomendación especial de “Pachito” Cala un ganadero y molinero de arroz de la zona.

Y también Gilberto Rodríguez fue asesinado.

Esa triste noche del 10 de agosto de 1994, después de cumplir con su jornada de trabajo, Gilberto cayó acribillado en el jardín de la casa en la finca San Lorenzo. Fue otro durísimo golpe del que tampoco he sanado.

Sin administrador, con los ganados en manos de vaqueros, toda una catástrofe, un descalabro total, los guerrilleros disfrutaban asesinando a quienes me rodeaban para dejarme claro el mensaje de que yo, y todo San Alberto, estábamos en manos de los criminales. Poco les importó sacrificar a personas del pueblo que ellos mismo todavía dicen defender. Esta vez le correspondió morir, por sus designios bajos, a Gilberto Rodríguez, un hombre caballeroso, amable, honrado, buen trabajador, un hombre de bien.. Un hombre del pueblo.

Bandidos disfrazados de bienhechores de la humanidad

Yo tuve el lamentable “privilegio” de tener en mi finca todo tipo de delincuentes infractores de la ley, como fue el caso de Rodolfo, otro de mis excelentes ordeñadores y vaqueros formado por Alirio Díaz y por mí.

Como Rodolfo intempestivamente me anunciara su renuncia, quise premiar su excelente labor así que le regale la mejor ternera, que tenía de 8 a 10 meses. Alirio, quien aún estaba vivo, la escogió personalmente.

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Pasados muchos meses supe que Rodolfo estaba metido haciendo parte de las filas guerrilleras. Luego, con la llegada de los paramilitares de San Alberto, unos años más tarde, se supo que Rodolfo se había convertido en comandante de las autodefensas y que tenía su cuartel en las vecindades del corregimiento del Líbano, a 3 kilómetros de la finca San Lorenzo.

Todos estos grupos de delincuentes, disfrazados de sacerdotes o benefactores sociales, empezaron su lucha, pero en contra del pueblo, robando cuanto les fuera posible en las tiendas, en las casas y en las fincas. Con desfachatez despojaban a ricos y pobres de electrodomésticos, ropa y grandes cantidades de ganado que embarcaban en camiones para llevárselos Dios sabe a dónde.

Yo mismo fui víctima varias veces de robos de más de cuarenta de las mejores vacas de leche F1 y ¾, verdaderos monstruos lecheros que había mejorado con mi programa genético que arranqué en el año 1973. Esos despojos fueron el gran naufragio económico para mí, para mi familia, para todos mis vecinos y para otros agricultores y ganaderos que, como yo, habíamos hecho un avance regional ayudando a construir a Colombia.

A partir de este momento, los grupos de falsos apóstoles sociales marxistas y leninistas, usando la doble moral, con conducta de terroristas, prometiendo grandes cambios sociales, promulgaban y practicaban la combinación de luchas. Mientras que con la mano derecha apoyaban el voto popular y la democracia, con la izquierda lanzaban las asesinas granadas y disparaban los fusiles asesinando la población civil.

Fue así como se apropiaron de todo San Alberto, llenando de temor a sus habitantes, robando, asesinando, secuestrando y frustrando cualquier tipo de progreso de nuestra comunidad.

Dentro de las actividades diseñadas para generar pánico y terror, y para afianzar su dominio, el grupo terrorista guerrillero del EPL, con el frente Ramón Gilberto Barbosa, por arreglo de conversaciones entre las cuatro bandas de guerrilleros secuestradores, establecen que el área de San Alberto quede geográficamente y militarmente dominada por la banda terrorista del EPL.

Y ello trajo consigo una época de terror sin igual en San Alberto, sur del Cesar. Los comandantes que inicialmente ordenaban los secuestros y toda clase de extorciones y “vacunas” fueron los comandantes “Rubén” y “Pipe”, quienes se complacían sembrando

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el temor entre la población. Posteriormente surgieron otros comandantes, verdaderos criminales atroces, como “Perica”, quien antes de hacer parte de las filas criminales trabajó como ordeñador en mi finca San Lorenzo. Alias “Perica” extendió su dominio en San Alberto y especialmente en el 20 de julio, río Cáchira y río Lebrija, como acto de dominio “Perica” asesinó al mayordomo de la finca “Los Cedros”, de propiedad del médico Javier Serrano Plata en San Alberto, demostrando su sevicia y criminalidad al cortarle los testículos y dejarlos colgados en un árbol de matarratón sembrado en la orilla de la carretera que une el 20 de julio con la esperanza, en la entrada de la finca “Las Pampas” del señor Daniel Mantilla.

Igualmente, el 20 de junio del año 1989, es asesinado en los colindes entre la finca san Lorenzo, con la finca de Margarita Zambrano, el señor Orlando Rivera Estaper, quien fuera ganadero, cultivador de arroz y un gran alcalde de San Alberto.

En el accionar terrorista de las guerrillas se encuentra una lista extensa y macabra. En febrero de 1990 incendiaron y bombardearon el almacén agropecuario del Fondo Ganadero y la fábrica de mezcla de sal de la hacienda el Trofeo del Fondo Ganadero, cuando ejercía la gerencia mi amigo el dinámico, recto y honorable gerente Jaime Prada Lloreda.

En el martes de la semana santa, abril del año 1990 fue bombardeada e incendiada la casona de Riverandia, de propiedad del fundador de San Alberto y de la familia Rivera; y así aconteció en muchas otras fincas que fueron devastadas por el supuesto cambio de estructura social, con la imposición del deshumano proyecto de la dictadura del proletariado.

La dictadura del proletariado destruye todo

Riverandia estaba situada frente a la alcaldía, era una casona rodeada por una hectárea de tierra sembrada con árboles frondosos; tenía dos plantas, ambas con corredores anchos a vuelta redonda, con amplios salones para reuniones políticas o de las juntas comunales. Estaba hecha de columnas de finísimas maderas, el negro y eterno guayacán polvillo y tablas de cedro de rojo carmín, madera inmune al gorgojo o polilla, pegadas con cola y atornilladas por maestros de la carpintería contratados por el buen gusto de la familia Rivera; algunas otras columnas redondas eran

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de blanco marfil del abarco, que se exportaba a continente europeo, puertas anchas, macizas del aceite aromático del finísimo cedro.

Por la exclusividad de los finos materiales vegetales, la casona duró primero ardiendo como poseída por lenguas rojas de fuego, y después comenzó a consumirse lenta y dolorosamente durante tres eternos días, formando un colchón de grises cenizas y anaranjados rescoldos. La dictadura del proletariado mató a Riverandia, el símbolo de progreso en San Alberto, pero nadie podrá borrar que el fundador fue Luis Rivera, el mismo que diseñó calles y parques, que fundó escuelas y puso acueducto. El mismo Luis Rivera que implanto la paz y dio el jalón progresista del desarrollo económico, urbano y social.

Posteriormente su hijo Rodolfo Rivera, diputado y presidente de la asamblea del Cesar, se hizo representante a la Cámara con la fórmula del célebre político Rodolfo Campo Soto del partido conservador. Rodolfo Rivera siguió el ejemplo de progreso y adelanto, para ser la segunda ciudad del departamento del Cesar, así convirtiendo a san Alberto en municipio, llevando luz eléctrica y ampliando el acueducto.

Las empresas de Brasilia, Coopetrán, Cootragua y otras que prestaban el servicio de Transporte intermunicipal y de carga por la costa caribeña, Valledupar y el resto de Colombia, dejaron de detenerse en San Alberto de 6 pm a 6 am; a esas horas miedosas ninguno paraba en San Alberto por el temor a que sus buses fueran incendiados y atracados sus pasajeros.

Antes de eso había un solo servicio; era espectacular, de la empresa Coopetrán. Esta ruta fue asignada exclusivamente a “Pachito”, dueño del bus, y cubría diariamente el trayecto Bucaramanga-Aguachica y Aguachica-Bucaramanga; salía a las 6 am de Aguachica y llegaba a Bucaramanga a las 10 am; luego regresaba a las 5 pm de Bucaramanga rumbo Aguachica. En el camino paraba en todos los ranchos y casas dejando pasajeros y encomiendas. En la mañana, subiendo, se le hacían los encargos a “Pachito”: que un empaque para el motor de un tractor, que el cobro de un cheque, que medicinas, correspondencias y mercados. Y dentro de las mismas doce horas se tenía en la casa solucionado el mandado. Hoy las empresas de transporte más sofisticadas tardan 24 horas.

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En esa época no teníamos celulares, no contábamos con un servicio de radioteléfono. “Pachito”, hombre jovial, bueno y generoso, cargaba a los niños de las escuelas rurales de manera gratuita y de vez en cuando les regalaba caramelos artesanales o caseros hechos en Girón. Todavía recuerdo esos caramelos, eran de panela con coco envueltos en papel celofán.

Una noche a las 7:45 pm a dos kilómetros de San Alberto, muy cerca a la estación de baja de la electrificadora de Santander, cerca a la quebrada la Raya, los terroristas le hicieron el retén a “Pachito” y bajaron a los pasajeros; les pidieron las cédulas y, por lista, fueron descartando a los secuestrables y los condenados a la pena de muerte. Por suerte, esa noche no había ninguno. Luego los sacaron del bus y los apartan 50 metros mientras queman el vehículo ordenando a los pasajeros que siguieran a pie hasta el pueblo, pero sin sus maletas y sin sus pertenencias. Todo se lo tragó el fuego. “Pachito”, el hombre bueno, servicial, atento y honrado quedo sin forma de trabajar, quebrado y arruinado. Esa es la violencia.

El negocio de la muerte se apodera de San Alberto

Dada la ubicación geográfica de San Alberto y debido a que es el punto en el que convergen las principales conexiones viales de Colombia, el eje distribuidor para Barranquilla, Cúcuta, Venezuela, Barrancabermeja, ciudad petrolera de entonces, Bogotá y Medellín, donde hoy -dentro de la ruta del sol- el round point más importante queda ubicado frente a la finca San Lorenzo a un kilometro del despacho del alcalde de San Alberto; es decir, el intercambio comercial del país en gran parte pasa por San Alberto, y sumándole las cualidades ambientales que ofrece esta tierra para la agricultura mecanizada; como las pampas argentinas pero con el microclima del trópico ecuatorial con altas temperaturas, además la ganadería tecnificada, todo esto claramente determinaba las posibilidades reales de que san Alberto lograse ser la ciudad desarrollada que se había diseñado. Pero la guerrilla, con todo su terror y su arrogancia criminal, frustró el avance dinámico del desarrollo de San Alberto y no se volvió a pegar un ladrillo. Así murió la aspiración de ser la segunda ciudad moderna del sur del Cesar.

La parálisis comercial fue total, las fincas sufrieron la crisis económica, no había trabajadores, las cocinas se desocuparon, los

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comedores quedaron vacíos, los depósitos o graneros dejaron de vender comida mientras los almacenes agropecuarios no expedían insumos. Se acabaron los cultivos de arroz con agua y secano, sorgo, maíz, plátano y yuca. Los almacenes de comercio no vendían un par de botas, subió el desempleo y bajó el consumo; en las bombas de gasolina los bomberos no movían las mangueras, vivían quietos, sentados en un taburete bien aburridos bostezando y masticando chicle. Los tractores y zorras pararon, y sus motores se llenaron de avispas patiamarillas, las más bravas.

Hasta las cantinas y burdeles cerraron; no había vida nocturna y las rameras, practicantes de la más antigua de las profesiones de la humanidad, las encantadoras “vendedoras de caricias”, no bajaban de Bucaramanga para vender su deleitoso producto; los bolsillos estaban deshidratados, secos y “averanados”, “las monedas no sonaban en el bolso”. La frescura y la alegría del “biyuyo” se apagó.

Para esta época el único negocio en el que la demanda creció fue el de las funerarias y el de los servicios espirituales que venden los santos sacerdotes con sus plegarias y responsos para que las almas descansen en la paz del cielo; se dispararon las ventas de los ataúdes, “las pijamas de palo negro de seis tablas”, junto con las coronas y los ramos de flores, las cintas, velas, velones, pañuelos y ponchos para enjugar las lagrimas del dolor causado por la muerte de hijos, padres, compadres y amigos a manos de la guerrilla.

San Alberto se convirtió en un pueblo desolado; quienes controlaban la región eran los bandidos, los cinco grupos guerrilleros, aquellos de las granadas en la cintura, las metralletas debajo de la camisa, la macheta al cinto y el acerado y afilado puñal tres canales…. Se posesionó la violencia, la muerte y se mató la tranquilidad de la paz en todo el valle de San Alberto. El pueblo con mayor dinamismo económico del departamento del Cesar, ganador del premio del mayor consumidor de cerveza de Colombia, superando el record de consumo de los boyacenses, quedó sumergido en el silencio y la tranquilidad sepulcral; San Alberto quedó convertido, por culpa de las guerrillas, en un “pueblo fantasma”.

De noche no se conseguía un solo puesto de venta de tinto, con cigarrillo y fósforos, la mayoría de la población abandonaron sus casas, huyeron despavoridos a otros pueblos y ciudades donde la amenaza de extorción, secuestro y muerte causada por las balas,

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no les zumbara por los oídos ni les perforara los ventrículos del corazón. Las casas quedaron abandonadas, solas, silenciosas, mudas “como el pistilo de la margarita infinita” que habla Neruda.

Las casas abandonadas por sus dueños o inquilinos se convirtieron en empolvados hoteles apacibles solitarios que le proporcionaban dormitorio seguro a las bandas de murciélagos, ratas, arañas y cucarachas. El valor de las casas quedó muy deprimido, por el suelo; nadie quería comprar una casa, donde la vida se había devaluado a lo más insignificante en la escala de los valores morales de una sociedad. En miles de puertas de las casas los propietarios pegaron avisos donde decía: se vende fiado, se permuta o se arrienda.

El puesto de policía estaba amedrantado, supeditado, al dominio y a merced total de un territorio geográfico rural y urbano con el posicionamiento absoluto de los mandos militares de la guerrilla terrorista. El gobierno nacional y departamental nunca oyó el clamor de los ganaderos y de la población rural que estuvo sumergida en este infierno tenebroso y macabro dominado por los cinco grupos de terroristas guerrilleros que ensangrentaron el municipio, el sur del departamento de Cesar y a Colombia entera.

De noche. las calles de San Alberto parecían los silenciosos y miedosos túneles negros de los socavones carboníferos, que producen estremecedoras sensaciones; el pueblo con rostros de sonrisa fáciles, espontaneas y de corazón alegre se convirtió en el reino macabro de rostros tristes e inexpresivos. El pueblo de las bicicletas y las motos desaparecía por completo al morir el día y nacer la noche. El parque central de San Alberto, bautizado con el nombre de su fundador Luis Rivera, quedó desolado a partir de las 5:30 pm cuando en otros épocas felices de tardes refrescantes las madres paseaban en caminadores a sus bebes, acompañadas de sus mascotas; esas madres jamás volvieron a salir, y los niños nunca pudieron volver a manifestar la alegría de ofrecerle a su perrita la golosina dulce, el caramelo azucarado y la exquisita chocolatina, sus manitas blanco rosa no volvieron a ser besadas con la ternura agradecida de la húmeda lengua roja de la fiel mascota. Los habitantes enclaustrados, a puerta cerrada obligatoriamente les tocaba prender el televisor y el ventilador, causante de resfriados y gripas. Todo permanecía cerrado incluyendo la iglesia.

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La única puerta abierta era la del cuartel de la policía situada en la cabecera del parque, diagonal a la catedral, no existían más evidencias de vida.

Un relato pavoroso

El siguiente relato que habla de la triste historia de la violencia en San Alberto, me lo hizo uno de los primeros colonos, el señor Teófilo Jaimes, un hombre bueno, honrado y líder de la comunidad.

Cuenta don Teófuilo que los pobladores del casco urbano de San Alberto no apoyaban ni querían a sus verdugos, a la guerrilla terrorista. Por ello, los terroristas, como venganza de ser rechazados, planearon envenenar a la población civil, hacer una mortandad colectiva y salir en las primeras planas de la prensa en Colombia y en el mundo. Decidieron envenenar a los niños, ancianos y en general a todo el pueblo, de una manera atroz: vertiendo veneno en los tanques del acueducto.

La noche del 2 de abril de 1993 los terroristas dispararon contra la caseta donde estaba el celador que hacía turno en las instalaciones del acueducto (ver foto). Lo que no sabían ni sospechaban los guerrilleros era la presencia de un grupo de deportistas cazadores que, al escuchar los tiros propinados al celador, contestaron con disparos al aire para comunicarse con el otro grupo de “colegas”.

Hubo silencio, no hubo más disparos, los terroristas salieron corriendo potreros arriba buscando la loma, los perros latían indicando la presencia de personas; los cazadores experimentados, cautelosos y con bastante dosis de malicia indígena, se devolvieron para el pueblo y le narraron los hechos a la policía.

Al aclarar el día, la policía subió al lugar en camionetas y encontró que la caseta de vigilancia tenía varios impactos de bala. Al abrir la puerta encontraron dos cadáveres, el del celador Carlos Sánchez y el de su señora Amparo Maldonado que lo acompañaba en las solitarias noches.

Hubiera sido el acto terrorista con más crueldad ejecutado en Colombia por bandas criminales de estos falsos reformadores sociales prometedores de fantasías terrenales y celestiales que querían montar las repúblicas independientes para luego instaurar modelos dictatoriales como el Castrista, el de Gadafi y el Chavista.

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Envenenarle el agua a un pueblo es similar a lo que hizo Nerón cuando incendió a Roma.

Los especialistas en terrorismo internacional, con licencia para matar, practican con terrible crueldad los horrores de la violencia y se la imponen a la sociedad; el terror hace que las personas pierdan la capacidad de defenderse, hace que desaparezca el valor para salvar la vida propia y la de sus familias. El terror despersonaliza y degrada la personalidad, derrumba la capacidad de respuesta, somete y humilla a las personas. Un pueblo no puede enfrentarse a las pistolas y las ametralladoras con la santa hostia y en la mano el rosario rezando las letanías. San Alberto estaba hastiado y saturado de los horrores de los violentos.

El retorno del ejército

Transitoriamente la muerte negra era la victoriosa, hasta que en Junio de 1993 llega el ejército nuevamente y las patrullas de soldados recorren las calles ahuyentando a los malvados causantes de dolores y angustias, de intolerables sufrimientos. Las manos sonoras aplaudieron la presencia militar y las gargantas con gritos emocionantes expresaban la bienvenida al ejército, bandera y estandarte de orden y de paz; había renacido la vida en San Alberto y la muerte, la soledad y la tristeza se habían alejado, llegó la paz, la tranquilidad y la esperanza del nuevo progreso.

Inicialmente llegaron dos pelotones de soldados del ejército nacional a la finca de Fidel Ruiz, que había sido abandonada por temor a los terroristas. Fidel Ruiz autoriza al ejército para que conviertan la finca en el cuartel de setenta y dos soldados, dos comandantes tenientes efectivos, dos sargentos y dos cabos que contaban con armamento, ametralladoras, cuatro M60, fusiles, lanzagranadas, camiones y camionetas.

Las tropas empiezan a patrullar por San Alberto y a dar vigilancia en la carretera de la central hacía los cerros bordeando la quebrada La Raya y la carretera que conduce de la Pedregosa, al Fondo Ganadero, y al caserío de Fundación arriba del puente de la quebrada del Paramo.

Cobardes como son, los terroristas empiezan a replegarse y el ejército paulatinamente empieza a tomar control; deciden, en mayo de 1994, enviar un pelotón más a la finca San Lorenzo y, un mes

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más tarde, otros dos pelotones a la finca Riverandia; con esto se completarían más de 150 efectivos militares que brindaban con mucho éxito la necesaria protección militar a San Alberto, bajo las ordenes del Mayor Sierra. Los tres puestos militares quedaban ubicados entre la base de la cordillera oriental y la carretera al mar.

Como los grupos terroristas que tenían el control de San Alberto no querían perder el negocio, intentaron seguir sembrando terror. Asesinaron durante este periodo a cualquier político que estuviera a favor del ejército, a cualquier empleado oficial y cualquier miembro de la población civil que no estuviera de su lado. Por esta razón Rodolfo Rivera Estaper, un líder político que estaba en contra de las actividades y practicas deshumanas de la guerrilla, cayó el 4 de octubre de 1994 en manos del ELN.

Pero, incluso con estos intentos de los terroristas para recuperar su control, la población civil, ya cansada de tantas muertes, se unió para rechazar el terrorismo. Avisaron al ejército de los posibles movimientos de los guerrilleros, y así las tropas pudieron prepararse para cualquier ataque del enemigo. Ejército y población civil actuaron mancomunadamente para repeler y prevenir el accionar terrorista.

Por ello, en 1995, cuando los guerrilleros atacan la base militar del ejército, ubicada en la cabecera de la pista área que llegaba hasta el río San Alberto, propiedad privada de la finca Riverandia de la familia Rivera, los militares no son agarrados desprevenidos; con la información de la población diseñan la estrategia para repeler el ataque y salen victoriosos. Recuperan armamento guerrillero y dan de baja a siete de los asesinos.

Esta victoria parcial deja clara la decisión del pueblo y la posición del ejército: Recuperar el domino total de San Alberto. Así, aunque continúan algunos actos de robo y pillaje, el ejército logra asestar golpes importantes.

En noviembre de 1994 la guerrilla me roba siete de las mejores vacas lecheras de San Lorenzo y 8 días después, en la finca El Tulipán, me roban cuarenta novillos empostados de 420 kilos, de raza Cebú; ganado que fue recuperado por el Mayor Sierra del ejército nacional, en el retén de los curos, de la carretera que va a San Gil, Santander.

Todos estos impedimentos para que la guerrillera retomara en control, más la confianza que generó la presencia militar, hizo que

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los empresarios del campo que habían abandonado sus fincas por temor o amenazas regresaran a reconstruirlas. Incluso, con la presencia de las tropas del ejército en mi finca San Lorenzo, el administrador, que era colaborador entusiasta de las causas terroristas, dejó la finca; nombré entonces como administrador general al señor Álvaro Mendoza, quien tenía poca experiencia; luego, en diciembre de 1994, dejé encargado de la administración completa de la finca San Lorenzo a Nelson Cárdenas y en El Tulipán a José Manuel Zarate. Esperaba restaurar las fincas y regresarles la vida perdida.

Paralelamente a la llegada del ejército se formaron grupos legítimos de auto-defensas que tenían la labor de brindarles seguridad a quienes trabajaban en la zona, combatiendo el terror de la guerrilla. Las autodefensas se consolidan como una fuerza y logran aplacar definitivamente el actuar guerrillero. Ya para el año 2001 era seguro regresar a San Alberto, así que todos los finqueros volvieron para atender personalmente sus propiedades y reactivar económicamente a San Alberto… Y toda la región.

Mi regreso a San Alberto y mi secuestro

Así que, el 1 de mayo de 2001, luego de varios años de estar por fuera de San Alberto errando como el desplazado en que me habían convertido, lejos de mis fincas, decido regresar.

Mi pasión por el trabajo en el campo y por las vacas, sumado a la certeza de que habría seguridad, sin tener que vivir con la angustia de ser amenazado, perseguido o secuestrado, me hace tomar la decisión de retornar a mi amada región. Dejé de ser un desplazado y así viví feliz haciendo lo que a mí me gusta: administrar vacas y crearles un confort natural, cuidando las bóvedas arbóreas para bajar las temperaturas del trópico asfixiante de San Alberto. Con este sentido volví a montar un programa de mestizaje de vacas de leche con Pardo Suizo y con Holstein apoyándome fuertemente en la inseminación artificial con todo el material genético de los toros Pardos del Madrigal y Holstein de Miguel Duarte y de Horizontes, que había comprado, y que muy intuitivamente les había congelado semen que había sido guardado con esmerado y especial cuidado.

Luego de un arduo trabajo, fue posible hacer un nuevo programa y obtener resultados… Hasta que en el año 2007 el terror toca nuevamente a mi puerta.

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El 14 de julio de 2007, día de la libertad, fecha del triunfo de la revolución francesa, yo perdí la mía en manos de un grupo de delincuentes comunes que se hicieron pasar por integrantes de las FARC.

El día del secuestro me encontraba con el administrador Nelson Cárdenas en los potreros que dan a la carretera del mar; estábamos planificando la siembra de árboles en las nuevas divisiones de los potreros, cuando tres delincuentes con pistolas en mano nos ordenaron poner las manos arriba; nos hacen ir hasta la casa donde estaba la camioneta FORD modelo 1973, nos meten en la cabina y nos conducen hasta un sitio pasando el río donde hay una escuela, y ahí nos bajaron.

Nelson siguió en la camioneta con un bandido y a mí me dejaron con tres delincuentes que me metieron por entre un camino escabroso lleno de arboledas, plagado de bejucos gruesos que dificultaban el andar. Así caminamos entre los matorrales hasta que llegamos al sitio donde habían dispuesto el “cambuche”, la cárcel donde debía pasar días y noches bajo las renegridas sombras y la humedad del rastrojo de las cúpulas arbóreas. Pensé en los cientos de secuestrados que llevaban décadas víctimas de la atrocidad criminal, y me estremecí al pensar que tendría que vivir esa terrible experiencia.

Pero, gracias a mi fe de carbonero, y con la ayuda de mi familia y de mis amigos, el Gaula del ejército y la policía pudieron liberarme del infierno feroz en el que estaba viviendo en compañía de los tres criminales que todos los días limpiaban las pistolas 9 mm mientras me amenazaban diciendo:

-Si llega la policía o el ejército, a usted lo matamos… usted no sale vivo de aquí!. Se le entregamos muerto-

Esta cantaleta repetitiva, clara y muy puntual la pronunciaban dos veces al día, a la hora del desayuno y a la comida. Así era que me demostraban su experiencia en la escuela del crimen.

De noche me encadenaban de una mano, amarrando el otro extremo a un poste, asegurándola con un candado. La comida comprendía un rutinario menú compuesto de lentejas, sardinas, atún y agua fresca del caño que a veces se cambiana por una aguapanela negra, hervida en una cocineta de gas ya que el humo delata y ubica.

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Transcurrieron muchas frías y oscuras noches, con aguaceros torrenciales que mojaban el cambuche, el tiempo estaba debilitando y decreciendo uniformemente mi estado físico y mi actitud mental; la muerte comenzaba hacerme guiños picarescos. La noche anterior a la liberación me sentía cansado y estaba muy deprimido, así que les dije:

-Háganme un favor, ¡mátenme!, pero con un tiro en la espalda o en la nuca, donde no vea la pistola asesina.

A las ocho de la mañana del 11 de agosto de 2007, veintiocho días después de estar privado de la libertad, el capitán del Gaula de la Policía, Edison Mosquera, llega a la zona en compañía de un grupo élite y rodean el cambuche donde yo me encontraba. Luego de que los bandidos salieron a usar sus teléfonos celulares el Gaula les dio captura a los tres delincuentes, y enseguida fueron a buscar en el interior del cambuche donde me encontraba. Las palabras que escuché sonaron como música para mis oídos. Se acercaron gritando:

-¡Usted se encuentra en libertad, somos el Gaula de la policía..!

El jubilo, la alegría que experimenté no se puede describir con palabras. Le pregunté al fuerte y hercúleo capitán Mosquera:

-¿Le puedo dar un beso según las ceremonias que se utilizan en Europa, un beso a cada lado de su mejilla..?

El capitán contestó que sí. Llegaron muchos policías bien armados y comenzamos el descenso vigilados por un corredor de uniformados hasta que llegamos a la planada donde estaba la escuela; allí había tres camiones con más policías y estaba el Mayor Martínez, quien comando el operativo con sesenta hombres muy bien entrenados. En un camión montaron a los cuatro delincuentes que llevarían hasta Aguachica para ser judicializados y posteriormente trasladados a Valledupar, donde el fiscal, el doctor López y las jueces los condenaron a 31 años de prisión en la cárcel de alta seguridad.

El padrino la pieza maestra, que trajo los bandidos desde Cúcuta aún esta suelto. Algún día la justicia le llegará.

Por mi parte, me llevaron a la comandancia de la policía en Bucaramanga, donde me esperaba una rueda de prensa y la sorpresa del reencuentro con mi familia.

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Agradezco infinitamente a la presidencia de la república en cabeza del doctor Álvaro Uribe Vélez quien se interesó inmediatamente en mi caso y ordenó a las autoridades, tanto del ejército como de la Policía, poner en marcha el plan de mi liberación.

También debo mis agradecimientos a FEDEGAN y FUNDAGAN, a la preocupación expresada por sus presidentes ejecutivos José Félix Lafourie y María Fernanda Cabal respectivamente.

A las autoridades departamentales, al alcalde de San Alberto, Dairo Méndez, quien ofreció $30.000.000 a quien informara de mi paradero. Al comandante de la quinta brigada de Bucaramanga, el general del ejército, José Joaquín Cortés y al brigadier general de la policía Álvaro Enrique Miranda Quiñónez, quienes por ayuda de mi amigo Álvaro Escobar actuaron con prontitud por mi liberación que se dio con éxito total, en asociación con los dos grupos Gaula.

Gracias al coronel Naranjo de la Policía Nacional quien ordenó al mayor Martínez apoyar la operación rescate junto con el mayor Iván Gualdrón, con 60 uniformados más. Agradecimientos a los de trabajo de inteligencia que desde Bogotá coordinaban y rastreaban mi ubicación, al mayor John Jairo Aroca acompañado del sargento Omar Rangel y el agente Hernando Forero de la Policía.

A los del grupo élite del Gaula que arriesgaron su vida en el operativo, al Capitán y comandante de la operación rescate Edison Mosquera Anchila, el sargento José Sánchez, a sargento Julio Ricardo Muñoz, al sargento Gustavo Moreno, al agente Sierra, al patrullero Montes y todos los hombres del Gaula capaces y valientes para enfrentar el terrorismo. Al comité de ganaderos de Santander y del Cesar, a los medios de comunicación todo el país, a Vanguardia Liberal y el periódico El Frente.

Posterior a mi liberación fue necesario un trabajo eficiente por parte de la fiscalía, que desarrolló una labor de investigación perfecta para la construcción de la denuncia penal por mi secuestro con el fin de poner tras las rejas a los bandidos que me raptaron. Este trabajo fue hecho con el profesionalismo de mi abogado el Doctor Manuel Fernández Farol representante de la parte civil quien armó brillantemente la denuncia penal.

Importante fue también la ayuda de la fiscal de San Alberto Hortensia Murgas quien, con eficacia y cumpliendo con sus deberes y funciones de manera equitativa e imparcial, llevó a cabo la

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primera parte de la investigación para determinar la ocurrencia del hecho y la culpabilidad de los delincuentes secuestradores.

Mi gratitud también con el fiscal de Valledupar, Augusto López, quien fue un hombre que empeñó su corazón, su alta moral y su formación vertical para estructurar un expediente donde los bandidos fueran condenados con severidad a favor de la sociedad.

Admiración y agradecimiento con la juez de Valledupar, Luisa Pinto, quien condenó a los secuestradores a 31 años de prisión, para tener fuera de circulación a estos bandidos, desadaptados e inhumanos urgidos de dinero fácil, la clase de personas que son peligrosas y que a diario tenemos caminado por nuestras calles.

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Una consideración final

El resumen de las prácticas deshumanizadas de todos los feroces grupos terroristas guerrilleros en Colombia, su forma de operar y sus fines, la hacen amplia y claramente los autores del libro “Fabricantes de Miseria”, Plinio Apuleyo Mendoza, Montaner y el Premio nobel de Literatura Vargas Llosa, en el capitulo Robín Hood contra los pobres, exponen lo siguiente:

“…La estrategia política, muy hábil, busca debilitar al Estado, arrebatándole poderes y herramientas en la lucha antisubversiva, para lo cual mueven sus alfiles en el Congreso e infiltra la justicia y órganos neurálgicos como la Procuraduría, La Fiscalía y la Defensoría del Pueblo. También toman posiciones claves en el establecimiento sindical y aún en las organizaciones de Derechos Humanos. Al mismo tiempo, la subversión en Colombia ha logrado la toma sistemática y progresiva de las administraciones municipales mediante el terror, al punto que más de quinientos municipios (la mitad de los que existen en el país) se encuentran bajo su poder de intimidación. Los comandantes guerrilleros colocan gente suya en los cargos públicos, obtienen contratos, retienen porcentajes de sueldos e imponen condiciones a quien quiera hacer en estas zonas campaña política”.

Durante más de una década San Alberto sufrió la negligencia estatal, la falta de compromiso del gobierno para proteger la vida y los bienes de sus habitantes. Los miembros de los gobiernos no tuvieron que vivir ni sentir el horror y la atrocidad de la guerra; ellos no oyeron los gritos de la gente pidiendo auxilio, ni tampoco adelantaron denuncia internacional ninguna por la violación a los derechos humanos.

El único que tuvo la valentía y el carácter de enfrentar y pronunciar la verdad fue el ex presidente Álvaro Uribe Vélez, quien señalo que las organizaciones internacionales defensoras de los derechos humanos, nunca protegieron a las víctimas y sí protegían a los verdugos. Y eso fue dramáticamente cierto: En San Alberto, en veinte años de violencia, las organizaciones de derechos humanos internacionales nunca se preocuparon por hacer una verdadera defensa de la población civil.

Lo peor que le puede pasar a un pueblo es olvidar a sus propios verdugos. Gloria al pueblo judío, aleluya, aleluya! … que todos los

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días nos recuerda los tenebrosos asesinatos del monstruo, apocalíptico de Hitler. No olvidemos tampoco el muro de Berlín hecho por el comunismo internacional; “el muro de la ignominia” cuya recordación diaria evitará que el mundo vuelva a recaer y repetir otro holocausto igual o peor.

El gobierno colombiano debería imitar a los judíos en repetir y repicar todos los días, nombrando y enumerando los ejecutores de la tenebrosa violencia colombiana.

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LISTA DE PERSONAS VICTIMAS DE LA VIOLENCIA EN SAN ALBERTO

Orlando Rivera Estaper, ex alcalde, asesinado el 20 de junio de 1989 por el EPL.

Rodolfo Rivera Estaper, ex representante a la cámara, asesinado el 4 de octubre de 1994 por el ELN

Alberto Porras, ganadero secuestrado por el EPL

Roberto Giraldo, ganadero empleado de la palma,secuestrado y asesinado en cautiverio por el EPL

Victor Julio Mora, empresario asesinado por el EPL

Francisco Alfredo Agamez Leal, jefe de plantación de Indupalma, asesinado por las M-19

Guzmán Sarabia, ganadero asesinado por el EPL

Bruno Peña, ganadero asesinado por el EPL

Alirio Díaz, mayordomo finca San Lorenzo asesinado por el EPL

Gilberto Rodríguez, mayordomo finca San Lorenzo, asesinado

Campo Elías Fontecha, ganadero asesinado por el EPL

Ramón Martínez, ganadero asesinado por el EPL

Álvaro Santa Fe, ganadero desaparecido

Victor Julio Zabala, ganadero asesinado en 1992 por el EPL

Miguel Zabala, ganadero asesinado en 1992 por el EPL

Francisco Martínez, ganadero asesinado por el EPL

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Antonio Tobar, mayordomo de Bernardo Serrano, asesinado por el EPL

Dr. Ortegón, secuestrado

Dr. Hernán Osorio, secuestrado

Dr. Joaquín Ortiz Duarte, asesinado por las FARC

Dr. Mejía, secuestrado

Londoño, ganadero secuestrado

Gabriel Lian Lloreda, ganadero secuestrado por el EPL

Omar Rangel, ganadero secuestrado por el EPL

Daniel rey, ganadero secuestrado por el EPL

Miriam Muñoz, ganadera asesinada por el EPL

Virgilio Hernández, ganadero secuestrado por el EPL

Simón Prince, ganadero secuestrado por el EPL

Alfonso Vergara, secuestrado por el EPL

Guillermo Osorio, ganadero asesinado

Francisco Peña Rueda, ganadero secuestrado el 26 de septiembre de 1992 por el EPL

Juan de Dios Rincón, concejal, asesinado por e EPL

Pablo Antonio Padilla, concejal asesinado por el EPL

Ismael Ortega, concejal asesinado por el EPL

José del Carmen Peña Gómez, ganadero secuestrado el 20 de octubre de 1992 por el EPL

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Francisco Peña Gómez, ganadero secuestrado el 14 de julio de 1993 por el EPL

Mayordomo de Javier Serrano

Isaac Duran, ganadero asesinado por el EPL

Jorge Reyes Puyana, ganadero secuestrado por las FARC

Alfonso Gallo, ganadero secuestrado por las FARC

Jesús Parada Moreno, ganadero asesinado por el EPL

Luis Alberto Ángel, ganadero secuestrado por las FARC

Libardo Peña, ganadero asesinado por el EPL

Domingo Peña, ganadero asesinado por el EPL

Efraín Ruiz, ganadero, secuestrado en 1992