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1 GUÍA DE EXPOSICIÓN INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ANTROPOLÓGICAS Y MUSEO ARQUEOLÓGICO, UMSS COCHABAMBA - BOLIVIA, Noviembre 2013 RITUALIDADES MUERTE de la

Catalogo Rituales de Muerte 2013

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Page 1: Catalogo Rituales de Muerte 2013

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GUÍA DE EXPOSICIÓN

INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ANTROPOLÓGICAS Y MUSEO ARQUEOLÓGICO, UMSS COCHABAMBA - BOLIVIA, Noviembre 2013

RITUALIDADESMUERTEde la

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Textos: Marco Antonio Bustamante Walter Sanchez C. Curadores: Marco Antonio BustamanteDiseño gráfico: Alejandra Arevalo C.Montaje: Antonio Vargas Teodoro RíosDirector INIAM -Museo Arqueológico: Walter Sánchez C.

Créditos:

Índice:Rituales de la muerte en los AndesRituales de la muerte en el Pre-cerámicoRituales de la muerte en las sociedades agro-alfareras tempranas (Período Formativo 2000 a.C. – 100 d.C.)Rituales de la muerte en el Horizonte Medio (500 d.C. – 1200 d.C.)Rituales de la muerte en la colonia, república y actualidadBibliografía

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T´antawawa

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Rituales de la muerte en los AndesLa muerte es el evento más dramático que ocurre en la vida de los seres humanos. Por eso, la muerte de cualquier miembro de una comunidad, está llena de ritos y de símbolos que intentan explicar este dramático evento. ¿Por qué ocurre eso? Un elemento importante –y que los distingue del resto de los animales–, es que los seres humanos tienen conciencia de lo limitado de la vida pero también razonamiento para recordar a los que los precedieron –los antepasados, los ancestros–. Estos elementos son los que vinculan la vida con la muerte (y con los muertos).

Son esa conciencia y la vinculación con los ancestros, los que generan complejos ritos funerarios que son expresados no sólo el momento del entierro, sino que se expresan en toda la parafernalia y en los artefactos culturales con que los vivos engalanan a los muertos. Este hecho muestra que para todas las sociedades humanas, la muerte no sólo es un evento más, por dramático que sea. El muerto o difunto, al ser concebido como alguien que antes estuvo vivo y que en determinado momento de esa vida, se incorpora a otra fase, desconocida por él y por la sociedad: la muerte, debe ser tratado de manera especial. De ahí que los humanos que quedan entierran a sus muertos con elementos asociados al difunto (hachas, comidas, animales e incluso personas allegadas a él/ella), —suponiendo que se trata de solo un momento de transición—, pero además, en muchos casos, rodeándolo de una suerte de “capas” de protección en ese nuevo rumbo (urnas, envoltorios, cistas, ataúdes, etc.).

Las culturas que habitaron y se desarrollaron en los Andes, no escapan de esta vinculación ritual entre los vivos y los muertos. Aunque no conocemos las cosmologías sobre las que las diversas

sociedades establecieron sus vínculos y mediaciones, queda claro, por las evidencias materiales que existieron, desde periodos muy tempranos, formas culturales propias de relacionarse y que pueden ser visibilizadas a partir de la evidencia de los hallazgos materiales.

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Rituales de la muerte en el Pre-cerámicoLos restos óseos fosilizados del “Hombre de Jayhuayco”, encontrados en la Base Aérea de la ciudad de Cochabamba en 1965, corresponderían —según los estudios realizados durante la década de 1970—, a un ser humano cuya antigüedad sería de alrededor de 13.000 años. Se trataría, por lo tanto, de uno de los restos más antiguos de Sudamérica y su datación correspondería al momento en que ser humano llegó a nuestro continente. Sin embargo debido a que estos restos fueron rescatados y no excavados sistemáticamente, existen dudas respecto a su antigüedad.

Según los informes de algunos investigadores de la época, se trataría de un ser humano que murió accidentalmente a la orilla de una antigua laguna y que, debido a las condiciones del ambiente, fue fosilizándose. No obstante, el arqueólogo Dick E. Ibarra Grasso, quién realizó una excavación en el lugar del hallazgo —encontrando las partes faltantes—, se trataría de una tumba, señalando que, originalmente, la posición de los restos humanos habría sido recostada y flexionada. Esta hipótesis la basa en el hallazgo, en el lugar, de una lasca de piedra del Período Viscachanense II (12000 – 15000 años) que es interpretada por el Profesor Ibarra Grasso, como una ofrenda asociada al entierro.

Si asumimos la segunda hipótesis, entonces el hallazgo del “Hombre de Jayhuayco”, estaría dando cuenta de una actividad vinculada a la ritualidad de la muerte que los primeros pobladores en el espacio de Cochabamba. Este hecho podría ser corroborado por la posición en la que posiblemente se hallaba el cuerpo. En efecto, aunque el “Hombre de Jayhuayco” no conserva la totalidad de la parte inferior del cuerpo, la parte superior está muy bien

conservada y es una evidencia de la posición de muerte del individuo. Así, la mano derecha se encuentra articulada en posición natural y el omóplato se halla fusionado al húmero izquierdo. Los brazos están flexionados hacia el pecho y la columna esta arqueada hacia el centro. Esta posición sugiere que la hipótesis de Ibarra Grasso sería la correcta y que la posición de muerte de esta persona (cúbito lateral izquierdo) fue producto no de un accidente (ya que la posición del cuerpo sería distinta), sino de una suerte de manipuleo cultural. Tomando en cuenta ambos elementos: posición del cuerpo y hallazgo de una lasca, se trataría de uno de los rituales de la muerte más antiguos conocidos en Bolivia hasta la actualidad.

Tumbas similares en la costa peruana, con un fechado de 10.200 A.P., revelan enterramientos parecidos, con personas en posición flexionada y conteniendo ofrendas relacionadas con el mar.

Estos escasos datos ponen en evidencia que los ritos de despedida y de respeto a los muertos fueron centrales dentro de las primeras culturas que habitaron nuestro continente.

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Hombre de Jayhuaycu. Museo Arquelógico INIAM-UMSS

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Rituales de la muerte en las sociedades agro-alfareras tempranas (Período Formativo 2000 a.C. – 100 d.C.)

El Período Formativo o de Agroalfareros Tempranos, es el momento en que se consolidan las sociedades aldeanas que comienzan a producir cerámica. En este periodo, los agricultores aldeanos locales se desarrollan, aunque con fuertes contactos con al altiplano y la costa del pacífico, de manera endógena, representando sus propias expresiones nativas y que se expresa en las tecnologías, formas de vasijas, ocupación del espacio.

Durante este Período, las sociedades locales despliegan una fuerte ritualidad vinculada —al parecer— a la fertilidad y fecundidad de la tierra. Esta ritualidad es expresada en figurillas femeninas en arcilla y piedra, así como en expresiones musicales visibles en la presencia de flautas y ocarinas manufacturadas en cerámica.

Es evidente la presencia de una fuerte ritualidad frente a la muerte. Esta es apreciable en las formas de los entierros los cuales tiene diversas características. Así, algunos se hallan sobre lechos preparados especialmente con fragmentos de cerámica donde eran depositados los cuerpos. En muchos de ellos, los varones llevan como ofrenda un hacha plana con dos perforaciones, mientras que en el caso de las mujeres ellas aparecen con una ocarina de cerámica a manera de ajuar; también podían llevar collares confeccionadas con cuentas de la piedra semipreciosa sodalita (color azul). Una gran parte, aparece acompañada con ofrendas de restos de animales y cerámica suntuaria monócroma.

Un particular estilo de enterramiento es del tipo “Urna Funeraria”. En este tipo de entierros rituales, el fallecido era acomodado en un recipiente cerámico tipo fuente (ch’illami), en posición flexionada, y posteriormente, era cubierto con un suerte de tapa que en realidad era un cántaro (wirki) puesto de forma invertida, cubriendo el cuerpo del difunto en una especie de cápsula. Esta urna era colocada en una fosa especialmente preparada, cuya base se llenaba de fragmentos de cerámica —como lecho— y luego la urna era cubierta con fragmentos de varias capas de cerámicas rotas de otras urnas, y que eran unidas por una argamasa para posteriormente ser cubierta con tierra.

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Urna funeraria. En esquema: Esquema de posición del muerto y urna.

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Rituales de la muerte en el Horizonte Medio (500 d.C. – 1200 d.C.)Aunque este “espacio de tiempo” ha sido vinculado en Bolivia con la presencia del Estado Tiwanaku, en los valles se desarrollaron importantes desarrollos culturales locales que lo precedieron y fueron contemporáneas. Destacan entre estos desarrollos culturales locales, en los valles de Cochabamba, Tupuraya, Omereque y Mojocoya, las mismas que fueron influidas por Tiwanaku, a la vez que influyeron en esta cultura.

Los rituales de la muerte varían de acuerdo a las distintas culturas que habitaron y la practicaron. Aunque no existe un registro que dé cuenta de ciertos patrones que daría cuenta de aspectos que caracterizaran a cada grupo, los diversos hallazgos dan cuenta de que estos rituales tenían una gran magnificencia. Así, en la cultura Tiwanaku, se encuentran entierros con más de una persona, enterrados directamente en el suelo o colocados en estructuras cuadrangulares en el suelo hechas de piedra, adobe o arcilla llamadas “cistas” donde se colocaba a los muertos en los rituales de enterramiento. En la región de los valles secos del Sur de Cochabamba, las culturas locales, ritualizaban a sus muertos en entierros de tumbas hechas en cavernas (necrópolis), muchas de ellas situadas bajo afloramientos o cobijos rocosos o en las paredes de acantilados. Algunos investigadores han sugerido que estas cavernas, habrían cumplido una función similar a los actuales mausoleos familiares y probablemente fueron la morada de descanso final para cierta clase social o élite. Esto en vista de que en estas cavernas se conservan “momias” (de manera natural) en un sistema de enterramiento que ha sido denominado técnicamente como “fardo funerario” y que consistió en envolver al difunto

en una serie de paños textiles hasta obtener un “fardo” el cual aseguraban con cuerdas. Otras culturas utilizaban el sistema antiguo de la urna funeraria.

En todos estos rituales vinculados a la muerte, el difunto era puesto portando sus vestimentas —muy coloridas—, y muchas veces acompañados de ajuares funerarios anexos como tabletas para el consumo de sustancias alucinógenas, cerámica, textiles, cestería, adornos (tembetás, orejeras y narigueras), arcos y flechas.

De esta manera, puede señalarse que las culturas más representativas en este momento de la historia: Tiwanaku (altiplano con presencia en los valles) y de los valles (Tupuraya, Omereque y Mojocoya), desplegaron complejas ritualidades vinculadas a sus muertos, generándose de esta manera una articulación mítico-religiosa entre los seres vivos y sus ancestros-antepasados y que fueron expresados a partir de toda la imaginería de objetos asociados a los mismos.

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Fardo funerario

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Rituales de la muerte en el Periodo y Horizonte TardíoLa caida de Tiwanaku (1.100 d.C.) genera un nuevo tipo de entierros producto, sin duda, de renovados poblamientos que se dan en todos los Andes. Es a partir de ahí que se introducen nuevas dimensiones cosmológicas con renovadas prácticas rituales y cultuales, entre aquellas vinculadas a las relaciones entre los vivos y los muertos. Así, durante el Intermedio Tardio se generaliza, tipos de sepultura edificadas sobre el suelo —que continúa utilizandose durante el incario e incluso la colonia temprana—, en forma de torre, bóveda o pabellón. Según la nomenclarua aymara del altiplano, estas nuevas formas se conocen con el nombre de chullpa.

Son en estos recintos funerarios, donde estas sociedades ubican a los individuos, de forma sentada —dentro de cestas tejidas con fibra vegetal— y con las manos en las mejillas. Muchos de ellos son colocados con sus ropajes, hechos en textiles de gran calidad, lo que lleva a presumir que los cuerpos de los difuntos eran vestidos de manera especial. Muchos de ellos eran rodeados de platos, ollas, jarras, proveidos de productos como granos, coca y posiblemente chicha, así como otras ofrendas. Debido a las condiciones climáticas de los Andes, estos restos humanos se consevaron de gran forma, lo que ha hecho suponer que hubieran recibido un tratamiento de momificacion. Más no fue así, ya que tal proceso de conservación fue debido a causas ligadas a la deshidratación y/o secamiento del cuerpo.

Se ha destacado que estas sepulturas no solo eran enterratorios de difuntos y lugar donde se albergaba a los muertos, sino que

eran lugares de culto. Debido a que en muchos de estos chullpa se hallan varios difuntos, se ha señalado que posiblemente se habría pasado de ser cultos individuales —en los que los vivos ayudaban a que los difuntos hagan el viaje hacia sus antepasados—, a ser honrados de manera colectiva donde luego de varias décadas, aparecían ya como eventos cultuales de los antepasados. De ahí que estos chullpa, conservados con muchos difuntos y por lo tanto como lugares colectivos fueron considerados como “lugares de la memoria” de los ayllus o las comunidades y lugar donde habitaban los antepasados.

Muchos arqueólogos consideran que los chullpa, luego de un largo proceso, pudieron haberse constituido como marcadores culturales dentro del paisaje ritual-religioso de los ayllu. En efecto, visibles desde lejos y vistos en su conjunto, pasan a estructurar un paisaje sagrado que dio significación a todo un territorio. Así mismo, es posible que pasaran a generar ubicuidades rituales-sacrales a los habitantes locales así como niveles de protección simbólica tanto frente a los riesgos naturales como de potenciales enemigos externos. Tal hecho se habría visualizado en cultos territoriales colectivos celebrados con fiestas y rituales donde la comida y la bebida con los muertos/ancestros/antepasados eran eventos centrales.

Durante el Inkario estos tipos de enterramientos continuó e incluso se masificó con el culto a los mallqui, los que eran sacados en andas.

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Momias aymaras, según Macroy (1869). derecha: Chullpa.

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Rituales de la muerte en la colonia, república y actualidadLa conquista hispana del Tawantinsuyu (1532), modificó profundamente los rituales de la muerte. Los cultos a los antepasados serán perseguidos y muchas moradas de los muertos (chullpas) destruidas.

A fin de catequizar a los indios, se introdujo la noción de alma, equiparándola con la noción andina de camaquen, que es fuerza vital o primordial que anima cuanto existe. En efecto, según la cosmovisión andina los seres vivos y los muertos —al igual que los cerros, las lagunas, las piedras— tienen camaquen. Esta concepción, al no ser entendida por los colonizadores hispanos, se convirtió en un elemento de persecución central, intentando con tal acto introducir, dentro de las concepciones de la muerte, la trascendencia del alma en una otra vida y su asociación con el bien (cielo) y el mal (infierno).

No obstante de toda la acción colonial, las sociedades andinas “re-significaron” todas sus concepciones vinculadas a la muerte. Por un lado incorporan la noción de “alma” pero dentro de una comprensión dual: así, las personas tendrán un alma —que se “va” cuando la persona muere— y un “animo” o ajayu, que puede irse circunstancialmente lo que no lo asocia a la muerte. Por otro lado, continúan con sus cultos y ritualidades ligadas a los antepasados. Esto es tan evidente que durante la colonia tardía y la república, la gente seguirá sacando los cadáveres de sus seres queridos durante las fiestas de Todos Santos o San Andrés, para compartir con el alma de sus familiares comidas y bebidas, en grandes ceremonias

colectivas. Estos cultos eran individuales —en las casas, para sus propios difuntos— y colectivos —en los cementerios, ubicados dentro y en las afuera de las iglesias. Actualmente, muchos de estos elementos “re-significados” se mantienen en los rituales de la muerte. Así, cuando una persona fallece, los dolientes tratan al muerto como si fuera una persona viva.

•Pitawantaj maytawantaj saguerparihuanqui (con quien me estas dejando)•Ñaupaygurisallawanki (te me estas adelantando)•Puestota jap´ipullawanki (espacio me lo vas a agarrar)•Mayta llojsishanki (donde estas saliendo)•Imaytataj risanki (adonde te estás yendo)•Ñaupaygusallanqi (solo te estás adelantando)

Luego, cada 1º y 2º de noviembre, en la fiesta de los Difuntos y de Todos Santos, esperarán la llegada de los muertos y antepasados a “nuestro mundo”. En los valles de Cochabamba, ellos llegan el 1º, para irse al día siguiente. Para eso, los familiares arman una “mesa” (mast´aku: comidas y bebidas rituales), donde el difunto es representado por una figura hecha de pan (t´anta wawa). El 2 de noviembre la fiesta (colectiva) se traslada a los cementerios. En el norte de Potosí, los muertos llegan 1º de noviembre y permanecen en “nuestro mundo” hasta el Domingo de Tentación en Carnaval.

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Mesa sobre tumba en el cementerio Mesa familiar en casa.

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Niños rezadores delante de una mesa en el cementerio.

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Elementos rituales andinos y cristianos de la mesa.

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Bibliografía:Ibarra Grasso, Dick. Edgar. 1973. Prehistoria de Bolivia. 2da Edición (corregida y aumentada). Editorial “Los Amigos del Libro” Werner Guttentag. La Paz – Cochabamba. 427 p. La Paz: Los Amigos del Libro.Briceno Rosario, Jesús G. y Mario Millones. 1999. Los restos humanos más tempranos del norte del Perú: balance y proyecciones. BOLETIN DE ARQUEOLOGIA PUCP, Nº 3: 55-67.Brockington, Donald; Pereira Herrera, David M.; Sanzetenea Rocha, Ramón y María de los Ángeles, Muñoz C. 1995. Estudios Arqueológicos del Período Formativo en el Sur Este de Cochabamba (1988-1989). Cuadernos de Investigación, Serie Arqueológica Nº8. Bustamante Rocha, Marco Antonio; Terceros Céspedes, Zulema; Sánchez Canedo, Walter y Ana Mery, Díaz López. 2009. Informe de las excavaciones de rescate de las urnas funerarias de la Avenida Oquendo (Cochabamba, Bolivia). Informe Técnico INIAM-UMSS. Ibarra Grasso, Dick Edgar y Roy Querejazu. 1986. “30.000 años de Prehistoria en Bolivia”. Editor Rolando Díez de Medina. 194 p.Pereira Herrera, David M.; María de los Ángeles Muñoz C.; Sanzetenea Rocha, Ramón y Donald, Brockington. 1992. Conchupata: Un Panteón Formativo Temprano en el Valle de Mizque Cochabamba-Bolivia. Cuadernos de Investigación Nº7. Editorial Universitaria UMSS.Pereira Herrera, David M. y Donald L., Brockington. 2005. Mojocoya y Grey Ware: Interacción Espacial e Intercambios entre la Amazonía, Chaco y Andes (0 al 600 d.C.). Cuadernos de Investigación Nº10, Serie Arqueología. INIAM-UMSS.

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