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B. Capítulos de libro. 1) "Ciclos festivos en los Pueblos Originarios de la Ciudad de México. Las comunidades de Tláhuac". En: Yanes, Pablo, Virginia Molina y Osear González, Coordinadores, Ciudad, Pueblos Indígenas y Etnicidad, pp 151 -189. México, Universidad de la Ciudad de México/ Dirección General de Equidad y Desarrollo Social, Gobierno del Distrito Federal, 2004a.

Ciclo Festivo en Los Pueblos Originarios_Tlahuac_2004

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B. Capítulos de libro.

1) "Ciclos festivos en los Pueblos Originariosde la Ciudad de México. Las comunidadesde Tláhuac". En: Yanes, Pablo, VirginiaMolina y Osear González, Coordinadores,Ciudad, Pueblos Indígenas y Etnicidad, pp151 -189. México, Universidad de la Ciudadde México/ Dirección General de Equidady Desarrollo Social, Gobierno del DistritoFederal, 2004a.

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Ciudad, Pueblos Indígenasy Etnicidad

COORDINADORES:Pablo Yanes

Virginia Molina

Osear González

Seminario Permanente: Ciudad, Pueblos Indígenasy Etnicidad

UCMUniversidad da la Ciudad de México GOBIERNO DEL DISTRITO FED6RAI

Nada humano m« •• a|«no Secretaría de Oewrrotío Sociald y Derroto SocUI

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COLECCIÓN: LA CIUDAD

© Ciudad, Pueblos Indígenas y Etnicidad, Coordinadores: PabloYanes, Virginia Molina y Osear González, primera edición, 2004.

D.R. Universidad de la Ciudad de MéxicoFray Servando Teresa de Mier núm. 99,Col. Centro, Delegación Cuauhtémoc,C. P. 06080, México, D. F.

Dirección General de Equidad y Desarrollo SocialCalzada México-Tacuba núm. 235, Col. Un Hogar paraNosotros, Delegación Miguel Hidalgo,C. P. 11340, México, D.F.

Publicaciones: Eduardo MoschesDirección General de Equidad y Desarrollo Social:Alejandro López Mercado y Rocío MartínezDiseño gráfico: Alejandra Galicia

Portada: Fragmento Cenote de Gunther Gerzso

ISBN: 968-5720-25-8Hecho e impreso en México / Printed in México

Correo electrónico: [email protected]

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CICLOS FESTIVOS Y RITUALES EN LOS PUEBLOS

ORIGINARIOS DE LA ClUDAD DE MÉXICO!

LAS' COMUNIDADES DE TlÁHUAC

Andrés Medina Hernández

INTRODUCCIÓN

Una característica notable que marca el fin del segundomilenio y el inicio del siglo veintiuno en el continenteamericano es la emergencia y consolidación del mo-vimiento de los pueblos indios, reivindicando el recono-cimiento de sus derechos históricos y su inserción, apartir de sus especificidades étnicas, en las institucionespolíticas nacionales. Esta situación que parece atendibleen los países con una población indígena minoritaria,lo que el antropólogo brasileño Darcy Ribeiro (1977)llamó los "Pueblos nuevos", producto de la mezcla de lastres matrices étnico-raciales que participan en su com-posición (la europea, la africana y la americana), planteaproblemas de una extrema complejidad que impugnanlas bases de los estados nacionales, fundados en el libe-

:Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM, México.

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tnro-tnrtnnnr qMlUMNA H E R N Á N D E Z

CICLOS FESTIVOS Y RITUALES EN LOS PUEBLOS ORIGINARIOS: TLAIIUAC.

ralismo decimonónico, en aquellos otros países en los quela población indígena es mayoritaria, aunque en los tér-minos de la ideología liberal sea reducida a una minoríapolítica, cuando no a un problema cuya solución es eletnocidio, sea por la vía del indigenismo integracionista,de las políticas demográficas de "blanqueamiento" o por

el exterminio militar.A tales naciones mayorilariamente indias las llamó

Ribeiro los "Pueblos Testimonio" y las caracterizó comoescindidas por dos procesos civilízatenos, el impuestopor los colonizadores europeos y el sostenido por lospueblos sometidos, poseedores de una larga historia yuna elaborada tradición cultural; la imposibilidad cíela eliminación de alguna de ellas plantea como únicaalternativa la convivencia para subsistir y florecer en su

diversidad étnica y cultural.Sin embargo, el profundo racismo de los coloniza-

dores europeos, base de la explotación de los pueblosindios, mismo que heredan los criollos nacionalistasfundadores de los estados nacionales, presenta unpoderoso obstáculo que no ha sido salvado y planteanumerosos problemas de orden económico, político ycultural. Uno de los más importantes es la resistenciaa asumir la condición pluriétnica nacional, expresandouna acentuada miopía cultural que busca soluciones enel neoliberalismo impuesto por las potencias que domi-nan el proceso de globalización actualmente en vigor.

Un excelente ejemplo de esta miopía, alimentadapor una extrema enajenación, es el que nos presentanlas ciudades fundadas por los españoles devenidas encentros políticos y económicos nacionales. Estas ciu-dades son diseñadas bajo las concepciones renacentistas

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y medievales que regían en la Europa de la época; unasse erigen en lugares despoblados o con asentamientospequeños, pero que resultan estratégicos para la defensay el control militares. Otras lo hacen sobre las ruinasde antiguas ciudades indias, destruidas en la guerra deconquista, para mantener la red compleja que los proveede los alimentos, los tributos y la mano de obra de unapoblación numerosa y bien organizada.

La política de segregación residencial que rige la vidade las colonias hispanas en el continente americano,expresada jurídicamente en la existencia de las dosRepúblicas, la de los Indios y la de los Españoles, hace de lasciudades espacios en los que se reproduce el estilo devida de la metrópoli ultramarina. A los indios se les pro-hibe residir en las ciudades, y aquellos que sirven a losespañoles son ubicados en barrios periféricos claramentedelimitados, con frecuencia extramuros de la ciudad.

Así, el espíritu y la cul tura de las ciudades sonprofundamente europeos, su arquitectura, sus espacios,la fastuosidad desplegada en los grandes rituales públi-cos y en las celebraciones familiares trata de emulary exceder los modelos españoles; la cultura misma senutre de la tradición clásica y occidental, mantenida enbuena medida por una intelectualidad compuesta declérigos y frailes.

A lo largo del siglo XIX y la primera mitad del XX, estasciudades criollas florecen, creando las formas particularesde tradiciones nacionales específicas en las que los indiosno tienen lugar, sus referencias remiten al pasado, a lostestimonios arqueológicos, a la historia prehispánica.

La mirada embelesada en los artistas europeos, ensus grandes pintores y poetas, escritores y filósofos, a

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ANDKI-.S MMDINA

u tr uCICLOS I-HSTIVOS Y UITUAI.LS UN i.os r i ' l inios ORIGINARIOS:

los que imitan de muchas maneras, distrae a una in-telectualidad cuya sociedad se nutre de la savia indiadesde sus orígenes; de hecho, la especificidad de lasculturas nacionales procede de las filiaciones étnicasde las poblaciones indias en que se fundan. Esto,sin desconocer la contribución de los africanos, cuyoaporte resulta significativo en las naciones con enclavesesclavistas, no así en aquellos países en los que dominala población india.

Sin embargo, el desarrollo económico y político delos países latinoamericanos a lo largo del siglo XX, par-ticularmente en el marco de la expansión imperial de losEstados Unidos y de los electos de la Segunda GuerraMundial, sienta las bases para el crecimiento demográ-fico de los pueblos indios y para su desplazamiento alos centros de desarrollo capitalista urgidos de mano deobra barata. La orientación populista de la mayor partede los regímenes despliega programas de educación y desalubridad dirigidos a los sectores más pobres, entre losque los pueblos indios son la mayoría; pero, sobre todo,el propio desarrollo económico capitalista se lanza sobrelos recursos naturales bajo el control de tales pueblos,a los que despoja y desplaza, generando movimientosmigratorios a otras regiones y a las ciudades mismas.

El crecimiento demográfico, el acceso a la educaciónnacional, así sea en sus formas rudimentarias, pero sobretodo la lucha por la tierra de que les despoja el desa-rrollo capitalista, propicia una politización y una tomade conciencia que sienta las bases para el despliegue deuna movilización social en la que las particularidadesculturales y lingüísticas son la base para expresar supresencia política y su condición diversa.

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Si por una parte aparecen movimientos políticoscon una clara identidad india que reclaman e! recono-cimiento a sus derechos, ocupando foros nacionales einternacionales para hacerse oir, por la otra se acrecientaun lento y silencioso proceso por que las ciudades crio-llas son penetradas y ocupadas por una población queoculta su identidad cultural en los espacios abiertos y

• públicos, pero que reproduce su especificidad étnica enla intimidad familiar y con el mantenimiento de diversosnexos con la población de origen (Bengoa, 2002).

Así, a ¡o largo de los años setenta del siglo XX, segesta un creciente movimiento indio a partir de reivindi-caciones específicamente agrarias, pero pronto adquiereuna madurez política que le lleva a los foros nacionales,con suerte desigual en los diferentes países latinoameri-canos, e inclusive se involucra en movimientos radicalesque buscan la transformación revolucionaria. El puntoculminante de este extenso y vivo movimiento políticode los pueblos indios lo constituye la reacción desatadapara oponerse a las celebraciones oficíales del QuintoCentenario, en 1992, lo que conduce a una activa movi-lización que trasciende las fronteras nacionales y étnicasy logra alcanzar una magnitud continental. Aparece en-tonces una conciencia panindia y una reanimación de lasidentidades indias que destaca su presencia y acentúalas reivindicaciones de reconocimiento a sus derechospolíticos (Bengoa, op. di.).

Todo este proceso abre estrepitosamente la com-posición diversa en lo cultural, lo étnico y lo lingüísticode las naciones latinoamericanas a los ojos de sus propiosintegrantes y cuestiona las viejas concepciones liberalesracistas que dominan la historia y la cultura nacionales.

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ANDRHS MEDINA HERNÁNDEZ

Pero si en épocas anteriores los herederos de la tradicióneuropea, los criollos nacionalistas, encontraban en lasciudades las fortalezas para resistir los embates de lospueblos indios, ahora los redescubren dentro de suspropios espacios, confrontándolos con una realidad queexige respuestas creativas y radicales, ajenas al racismoy al autoritarismo que han dominado la historia de lasnaciones latinoamericanas.

Comienza entonces, con el nuevo siglo, una historiaen la que el punto de partida es el reconocimiento deuna diversidad en la que los diferentes pueblos exigenun lugar en la política y en la cultura nacionales; sinembargo, las inercias coloniales y los atavismos racis-tas se erigen en obstáculos inmensos, poderosos, querequieren del ingenio y la creatividad para enfrentarlosexitosamente y comenzar a construir las nuevas nacionesasentadas en su rica y diversa herencia cultural.

Este es el marco y el espíritu en el que queremos hacerun planteamiento acerca de la diversidad cultural en elcontexto de una situación urbana, como lo ejemplifica laCiudad de México, heredera de una muy rica tradicióncriolla, convenida ahora en una de las mas grandesaglomeraciones urbanas en el mundo y atravesada porla diversidad étnica y cultural de muy diversas maneras.Planificada y construida como una de las más bellas ciu-dades del Nuevo Mundo, erigida en capital de la NuevaEspaña, pronto desarrolla una identidad cultural profun-damente hispana y se convierte en un gran centro en elque las ciencias y las artes de su tiempo florecen en formasoriginales.

Escenario de los grandes momentos de la historianacional, la Ciudad de México se mantiene dentro de

ClCLUS FESTIVOS Y RITUALES F.N I.OS PUEBLOS ORIGINARIOS: TUllUAC

los límites establecidos en la traza original a ¡o largo dela Colonia, con ligeros cambios introducidos en el sigloXIX. Para el siglo XX, sin embargo, inicia un crecimientoacelerado que se acentúa para la segunda mitad y al-canza su climax en el comienzo de la década de los añosochenta.

Para esta segunda mitad del siglo XX, y más pre-cisamente a partir de los años setenta, se descubre conasombro la amplia diversidad étnica que contiene lazona metropolitana de la Ciudad de México, es decir, laenorme mancha urbana que ha rebasado ampliamentetanto los límites de la traza colonial como los que leimpone la condición de capital federal de la República,acotada al Distrito Federal, para extenderse a los muni-cipios circundantes pertenecientes al Estado de México,a los que conurba imponiéndoles su propia dinámica.

La primera respuesta acerca de las razones parala presencia de una diversidad étnica que reproduce laque tiene el propio país remitió al proceso migratorio,es decir, al movimiento hacia la capital nacional desdetodas las regiones habitadas por los pueblos indios, comolo hace constar el registro censal, en el que aparecenrepresentadas la mayor parte de las lenguas amerindiashabladas en México. Lo novedoso, sin embargo, es quea diferencia de años antes, cuando los indios ocultabansu identidad por pesar la prohibición colonial, ahoramanifiestan sus particularidades culturales y lingüísticasde muchas maneras. En esto ha tenido mucho quever la presencia nacional del movimiento indio y de la

• amplitud de sus reivindicaciones.

Numerosas investigaciones antropológicas se hanrealizado en los últimos treinta años para estudiar los

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ANDRHS MP.DINA HERNÁNDEZ

movimientos migratorios de la población india a la Ciu-dad de México, analizando sus patrones migratorios, lascondiciones socioeconómicas de sus regiones de origen,los mecanismos de adaptación a las condiciones urbanas,las características de la reproducción de su identidadcultural, entre otros temas (Medina, 2000). Difícil resul-ta ahora negar esa rica diversidad que constituye partefundamental de la vida y la cultura de esta megalópolis.Sin embargo, esta es sólo una faceta del problema, conlodo lo complejo que pueda ser, pues la otra es la queestá expresada en los efectos provocados por la expan-sión de la mancha urbana en los antiguos asentamientosde raíz mesoamericana y colonial.

A estos procesos, vistos desde la perspectiva de lospropios pueblos afectados, nos referirernos en este texto.Nuestro planteamiento propone que las poblacionesafectadas por el crecimiento de la Ciudad de Méxicolejos de desaparecer, al ser "modernizadas", desplieganuna compleja estrategia de sobrevivencia que les permitereproducirse e incidir en la vida política y cultural de laciudad. Esto no ha sido apreciado por la densa heren-cia colonial eurocentrista que domina la cultura de laciudad y por una condición metropolitana que ha sidoacentuada con los efectos del proceso de globalización.Sin embargo, este mismo proceso ha abierto espaciospara su reconocimiento, así como también el impactodel movimiento de los pueblos indios, particularmenteel producido por el neo-zapatismo chiapaneco queemerge en 1994 con un discurso que reivindica la raízmesoamericana de la nación mexicana.

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V V

ClCLOS FLSTIVOS Y RITUALES F-N LOS PUEBLOS ORIGINARIOS.' TLÁHUAC

LA CONFIGURACIÓN DI: IA MliGALÓPOLIS

Contra la opinión de su estado mayor, Hernán Cortésdecide construir la ciudad española sobre las ruinas dela capital de la Triple Alianza, México-Tenochtitlan; paraello no sólo se sirve del abundante material ofrecido porlos edificios destruidos, sino sobre todo aprovecha ¡agran plaza central, las calzadas y los acueductos, con locual ajusta la traza de la nueva ciudad a la de la antigua,manteniendo así el significado cosmológico establecidopor la orientación de la misma.

Esta orientación, a su vez, tiene como referentes fun-damentales los cerros y volcanes que la rodean, en losque el movimiento aparente del sol en el paisaje marcalos puntos básicos a partir de los cuales se diseña laconcepción cuatripartita del universo que rige la cosmo-visión mesoamericana, como son los ejes equinoccialesy los extremos solsticiales.

Tal era la lógica que regía la construcción de losasentamientos de las ciudades mesoamericanas, la quealcanza su mayor complejidad y elaboración en lasgrandes concentraciones de la Cuenca de México, delas que la más importante era precisamente México-Tenochtitlan. Todo esto implica que la ciudad españolareproduciría, involuntaria y clandestinamente, las basescosmovisivas de sus orígenes mesoamericanos.

La región geográfica en la que se sitúa esta notableciudad es la Cuenca de México, la cual

[...] constituye una cuenca cerrada o endorreica,es decir, aquella en que los ríos y arroyos queescurren desde las partes altas de dichas sierras

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ANDRÉS MEDINA HERNÁNDEZ

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desaguan en la l lanura lacustre dando lugar auna serie de ciénagas. Recuérdese que el em-plazamiento de Tenochtillan... fue una isla lo-calizada en uno de esos lagos, el de Metztliapan,como se llamaba al lago de Texcoco (Valverde yAguilar, 1987: 19).

Sin embargo, desde una perspectiva histórica y culturalla Cuenca de México es el sistema social compuesto porlas ciudades, los asentamientos de diversa magnitud ylos estados que explotaban el medio lacustre y entabla-ban guerras y alianzas para su control político y militar.El enorme potencial contenido en la conjunción de losrecursos lacustres, boscosos y agrícolas propicia la ocu-pación de este enorme espacio desde épocas muy tem-pranas, de tal manera que, en la secuencia arqueológicade ocupación humana es posible reconocer una sucesióncontinua desde los antiguos cazadores-recolectores,pasando por las primeras aldeas agrícolas y llegar almáximo esplendor de las ciudades ribereñas, como Cui-cuilco, Teotihuacán y Tenochtitlan.

A la llegada de los invasores hispanos la Cuencade México constituía una compleja red en la que lasnecesidades para el mantenimiento de la enorme con-centración urbana eran cubiertas por todo un sistema deintercambio, canalización de los tributos, accesibilidadde servicios, que expresaban el grado más avanzado yelaborado de la civilización mesoamericana.

De tal suerte que la intrusión de la ciudad españolase situaría en el mismo eje receptor de servicios delconjunto socioeconómico y urbano que servía a la ava-sallada ciudad mesoamericana, aunque al mismo tiempo

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realizaría una transformación tanto para ejercer un es-tricto control ideológico, político y mili tar de los pueblossometidos como para sentar las bases de una producciónde cultivos traídos del viejo continente y adecuados a susnecesidades particulares . El resultado es una ciudad congrandes iglesias y conventos, de traza reticular, rodeadapor las aguas lacustres y cruzada por numerosos canales,así como enlazada con la tierra firme por las antiguascalzadas y el sistema de diques y acequias construidospor los estados mesoamericanos.

Lo cierto es que la estructura política de los antiguosseñoríos es mantenida, con el reconocimiento de lanobleza y de los dirigentes, nombrados Tlatoani, paraasegurar el control de la población india y su explotacióncomo mano de obra, tanto para construir la ciudad es-pañola como para trabajar en las labores que la nacienteeconomía colonial demandaba.

La traza urbana de la Ciudad de México no cambiasustancialmente sino hasta los comienzos de la Repúbli-ca Restaurada, en la segunda mitad del siglo XIX, cuandola expropiación de las construcciones religiosas y de ¡aspropiedades eclesiásticas, a consecuencia de las Leyesde Reforma, dan pie a la especulación inmobiliaria y alcrecimiento caótico que llega hasta nuestros días (Meyer,2000).

Para los inicios del siglo XX, específicamente 1900,la Ciudad de México tenía 345 mil habitantes; habíaarrancado ya un crecimiento estimulado por el desa-rrollo de una economía agroexportadora y minera bajo ladictadura porfirista. De acuerdo con M. E. Negrete Salas(2000), el crecimiento de la ciudad en el siglo XX pre-senta tres grandes momentos, uno que va de los comien-

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ANDRÉS MEDINA HERNÁNDEZ

zos a 1940, cuando reúne a 1.645 mil habitantes. Vieneluego una etapa de acentuado desarrollo económico, ycon ello un aumento considerable de la inmigración queacelera el crecimiento y la expansión de la mancha ur-bana, de tal manera que para 1970, cuando se cierra estaetapa, la Ciudad de México cuenta ya con una poblaciónde 8 millones 600 mil personas. Este ritmo aceleradollega a su climax en 1980, para iniciar una disminuciónen la tasa de crecimiento y llegar a la vuelta del milenocon cerca de 18 millones de personas (ibid).

Señalemos que este intenso proceso de expansiónurbana se hace a costa de las tierras de los pueblos y ciu-dades que constituían la red configurada en el espacio dela Cuenca en los cuatro siglos anteriores, la cual, comoapuntamos, se erigía sobre un antiguo diseño pauladopor la cosmovisión mesoamericana. Sin embargo, a laexpansión que domina en el siglo XIX, le sigue el estran-gulamiento, el despojo, la presión inmobiliaria, con todolo que significa de corrupción y violencia, de los pueblosantiguos de la Cuenca, a lo largo del siguiente siglo. Sibien los episodios violentos del conflicto revolucionariotrastornan el crecimiento urbano y suscitan momentosde incertidumbre, la reforma agraria cardenista y el de-sarrollo acelerado de los años cuarenta alimentan una delas etapas de mayor expansión de la mancha urbana.

TLÁHUAC: DI-: SHÑORIO A DI-LHGACIÓN

Poco sabemos de las vicisitudes específicas que viven lasantiguas poblaciones de la Cuenca en este espectaculardesarrollo urbano, sobre todo porque la atención está

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ClCLOS FESTIVOS V RITUALES EN LOS PUEBLOS ORIGINARIOS; Tl_AMUAC

puesta en la gran Ciudad de México, este espacio en el quese concentra el poderío político y económico de la capitalvirreinal, primero, y de la nación mexicana, después.

La Cuenca es organizada como un sistema cuyo cen-tro es la capital virreinal, este sistema sigue la lógica dela planificación de los señoríos que componían la TripleAlianza, de tal manera que constituyen en ciudades aTlacopan, en el poniente, a Tetzcoco en el oriente y aXochimilco en el sur. Con un rango menor, el de Villas,Coyoacán y Tacubaya constituyen asentamientos ur-banos de españoles; el primero tiene importancia porhaber instalado Cortés su residencia, y es aquí mismodonde comienza a funcionar el primer Ayuntamientode la Ciudad de México; en cambio Tacubaya, en el po-niente, se relaciona con la instalación de varios molinosde trigo que aprovechaban las abundantes corrientes deagua procedentes de la Sierra de las Cruces: el propiopoblado se convierte en un conjunto de casas señorialesen las que llegan a descansar los miembros de la aris-tocracia criolla. Para el siglo XX, toda esta privilegiadaregión de la Cuenca se convertirá en zona residencialpara los sectores más ricos.

El norte de la Cuenca, árido y cenagoso, comienza aser ocupado por la mancha urbana prácticamente hastaprincipios del siglo XX, cuando el desarrollo industrialpropicia las construcciones sencillas, carentes de servi-cios, para los obreros que emplea. Para la segunda mi-tad, la mancha urbana se extiende lentamente sobre losfértiles terrenos agrícolas de las comunidades del sur dela Cuenca, chocando entonces con una zona populosaque comienza a desplegar sus estrategias de defensa,y en cuyo desarrollo comienza a perder los marcadores

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ANDRÉS MUDINA HERNÁNDEZClCLOS FESTIVOS Y RITUALES I:N

LOS PUEBLOS ORIGINARIOS: TLAHUAC

exteriores de su identidad étnica: la lengua, la indumen-taria, la propia actividad agrícola que tiende a transfor-marse en un sector de servicios.

Al oriente de la ciudad estaba el antiguo lago de Tex-coco, fuente de desastrosas inundaciones, que luego desu desecamiento se convierten en inmensas tolvanerasque avasallan la ciudad. Esta inmensa planicie salitrosaes ocupada por una silenciosa y creciente inmigraciónprocedente de las diferentes regiones interélnicas,quienes construyen sencillas viviendas de materiales ba-ratos. Para el año de 1970 se identifica en esta parte,conocida como Ciudad Nezahualcóyotl, a hablantes deprácticamente todas las lenguas amerindias del país.

Podemos decir que, a grandes rasgos, para el siglo XXla pane norte de la Cuenca es poblada por trabajadoresvinculados con el desarrollo industrial de la ciudad, entanto que al oriente se asientan los inmigrantes proce-dentes de las diversas regiones indias del país. Las zonascon las mejores tierras agrícolas, zonas boscosas y aguaen abundancia son controladas por las antiguas pobla-ciones mesoamericanas en el poniente y en el sur de laCuenca, quienes las pelean y defienden ante los embatesde las grandes propiedades de hacendados y rancheroscriollos, y posteriormente de las presiones inmobiliariasque disputan esas zonas privilegiadas para convertirlasen fraccionamientos residenciales de alto precio.

A partir de los años setenta la corriente migratoria sedispersa por los cuatro rumbos de la ciudad e incluso sedesarrollan movimientos de población de la zona centrala la perifieria motivados, en buena medida, por los dife-rentes programas gubernamentales, dirigidos a resolverlos apremiantes problemas generados por el crecimiento

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demográfico y por las diversas demandas de serviciose infraestructura. Así, la construcción del anillo peri-férico, del sistema de ejes viales y del metro, modificansustancialmente la faz de la urbe y desplazan contin-gentes considerables de población que se orientan a lasdistintas zonas periféricas, entre las que se encuentra laDelegación de Tláhuac.

Cada pueblo tiene su propia historia en esta luchafrente a las presiones de la mancha urbana, con capitulosde violencia, avances y retrocesos. Tal es el caso de lossiete pueblos que componen actualmente la Delegaciónde Tláhuac (San Pedro Tláhuac, Santiago Zapotitlán,Santa Catarina Yecahuízotl, San Francisco Tlaltenco, SanAndrés Mizquic, San Nicolás Tetclco y San Juan Ixtayo-pán), ubicada al oriente de la Ciudad de México, a losque nos referiremos en este escrito.

El territorio de la Delegación tiene una superficiede 10 743 hectáreas, de las cuales el 27.6% está ur-banizada, en tanto que el 72.4% es considerada comoreserva ecológica, pues alberga los mantos acuíferos quecontribuyen a calmar la sed de la megalópolis. De estaextensión cuatro mil hectáreas se dedican a la agricultura(Garza, 2000).

A diferencia de otras delegaciones, como Milpa Alta yXochimilco, que conservan una estructura política queconjuga la tradición mesoamericana y la novohispana—es decir, organizada en un pueblo cabecera, con susbarrios, y un conjunto de pueblos sujetos, lo que porcierto expresa claramente su larga historia y sus ante-cedentes en los pueblos antiguos de la Cuenca— lospueblos de Tláhuac han tenido diferentes filiacionespolítico-administrativas. La historia de estos pueblos

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ANDRI :.S M I Í D I N A H L K N A N D Ü Z

es todavía materia de investigación, asi que lo que apun-to aquí son afirmaciones provisionales, cuya finalidad esrespaldar la descripción de los aspectos de su culturacontemporánea, a la que nos referiremos más adelante,y mostrar su larga continuidad en el tiempo.

La cabecera delegacional, San Pedro Tláhuac, erala sede del señorío llamado originalmente Cuitláhuac,cuyo territorio era una isla situada precisamente entreios lagos de Chalco y Xochimilco, lo que le otorgaba unaimportancia estratégica en la geopolítica regional, mismaque acentuaba por ubicarse en la encrucijada de grandesy poderosos señoríos de antiguo prestigio: al norte esta-ban los cuatro señoríos de filiación colhua, Ixtapalapa,Culhuacán, Mexicalzingo y Huitzilopochco; Xochimilcoera el más importante y grande de los señoríos del sur;al sureste colindaba con el señorío de Chalco, igual-mente antiguo y poseedor de una rica tradición cultural,como lo conocemos por la extensa y valiosa obra delnoble Chimalpahin, que vivió en el siglo XVll. Con todosestos señoríos que le rodeaban se peleó Cuitláhuac, peroen el siglo XVI lo encontramos sometido a Tenochtitlan, enel marco del sistema político de la Triple Alianza.

Cuitláhuac estaba conformado por cuatro unidadespolíticas, cada una con su respectivo tlatoani, unidadesque los españoles tomaron por barrios, pero que ensentido estricto respondían a una concepción políticamesomericana, muy distante de la hispana. Estos cuatroseñoríos se llamaban Tizic, Teopancalcan, Atenchicalcany Tecpan.

No parece haber razón para suponer que elterr i tor io cuitlahuaca en tiempos de la conquista

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C.CLOS FEST.VOS V R.TUALES EN U5S PUEBLOS OR,GINARIOS: TUHUAC

mexica fuera más extenso que en el siglo XVI ,cuando las fronteras y los subditos de Cuitláhuacfueron registrados. El registro del siglo xvi indicaun área de dimensiones muy limitadas, que seextendía hasta Zapotitlán y Cuauhtli-It lacuayan(Santa Catarina) al norte y hasta Tulyehualcoen el sur. Así los territorios conocidos deCuitláhuac apenas tocaban el territorio firmemás allá de la pequeña locación insular de lapropia Cuitláhuac (Gibson, 1967: 16).

Gibson menciona a dos pueblos que actualmenteforman parte de la Delegación, es decir, se mantienenvinculados con el pueblo cabecera: Santiago Zapotitlán ySanta Catarina Yecahuízotl. Por su parte, San FranciscoTlaltenco aparece mencionado para el periodo colonialtardío, sin vínculo aparente con Tláhuac, excepto el deformar parte, ambos, del Corregimiento de Chalco.

Mizquic era un señorío, con su propio tlatoani,situado en la ribera meridional del lago de Chalco; unade cuyas estancias se separa posteriormente, para constituirotro pueblo aparte, San Nicolás Tetelco. Finalmente,San Juan Ixtayopan tiene una relación estrecha conTulyehualco, ambos integrantes del señorío de Xochi-milco. Ambos se situaban en las riberas del lago Chalcoexactamente frente a la isla de Tláhuac. En tanto queen la ribera septentrional estaban Zapotitlán, Tlaltencoy Santa Catarina, en la franja de tierra que se encuentraentre la Sierra de Santa Catarina y las orillas del lago. Elasentamiento de estos pueblos tiene una forma alargadaque retiene su antigua condición ribereña.

A lo largo del periodo colonial Tláhuac y Mizquicforman parte del Corregimiento de Chalco, condición

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ANDRÉS MLIMNA HILRNANDI;?.ClCLOS FESTIVOS Y RITUALES EN LOS PUEBLOS ORIGINARIOS! TlAHUAC

que conservan en una parte del siglo XIX, antes de lasdisputas entre liberales y conservadores que reorganizande diferente manera la disposición administrativo-territorial de los pueblos de la Cuenca. Lo cierto esque en la reforma que el gobierno federal impone a laCiudad de México en 1928, desaparecen los municipiosen el Distrito Federal y se crean las delegaciones, sin lacapacidad de elegir a sus autoridades, las cuales sonnombradas por un Regente, el cual a su vez es nombradopor el Presidente del país. Es entonces que emerge laDelegación de Tláhuac con su actual composición.

Señalemos, finalmente, que las reformas políticasrealizadas a partir de 1987 han devuelto a los habitantesde la Ciudad de México la capacidad de nombrar a susrepresentantes, lo que ha iniciado una época que esinaugurada con la elección de Cuauhtémoc Cárdenascomo Jefe del Gobierno del Distrito Federal, en 1997,y con la elección de los delegados en el año 2000. Estoha iniciado una transformación en la cultura políticade los habitantes de la urbe, pero tiene un particularimpacto en los pueblos antiguos por confrontar unatradición política corporativa, centrada en la estructurapolítico-religiosa comunitaria, con prácticas que abrenotras posibilidades de carácter democrático. En estesentido, el estudio de los ciclos ceremoniales realizadospor los integrantes de la jerarquía cívico-religiosapueden ofrecernos valiosos materiales para el estudiode los procesos políticos contemporáneos, atendiendoa su configuración desde una tradición colonial ymesoamericana, y a sus tendencias, lo que nos puedepermitir mirar, y actuar, al futuro.

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LOS CICLOS CEREMONIALES DE TLAHUAC

Una descripción general de los ciclos ceremoniales delas comunidades que integran la Delegación de Tláhuacpuede darnos algunos elementos para hacer una re-flexión sobre las concepciones temporales implicadas enla realización de los rituales que componen tales ciclos,para ello tomaremos como punto de referencia el cicloceremonial anual que involucra a las comunidades y asus barrios. Con el fin de subrayar el trasfondo me-soamericano de estos ciclos he organizado la descripcióna partir de una tipología elemental que distingue mayo-res o menores componentes de la tradición religiosa me-soamericana y del catolicismo, considerando la versiónmedieval que se implanta en el periodo colonial.

Las fiestas patronalesLa magnitud festiva de las celebraciones realizadas enhonor del santo patrón ha llevado a los estudiosos adestacar su importancia como eje de todo el ciclo fes-tivo y como síntesis de la historia y de la identidad delas comunidades estudiadas (Giménez, 1978; Portal,1997), es la condensación simbólica de los sentimientoscomunitarios, en la que el santo patrón es el protector, elabogado, el "corazón del pueblo". Alfredo López Austin(1980) y Gonzalo Aguirre Beltrán (1991) han señaladola raíz de esta relación estrecha entre santo patrón ycomunidad en la base de la organización social de lassociedades mesoamericanas, en las que la unidad social,calpulli o barrio, basada en el parentesco, la actividadeconómica, relacionada con el oficio propio del barrio,la organización política y militar, representadas por el

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ANDRÉÍ. MEDINA HIIRNANDEZ' •:

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CIC:LOS FESTIVOS Y KITUALLS HN LOS PULULOS ORIGINARIOS: TLAHUAC

funcionario correspondiente, se sintetizaba en el dios

particular, el calpultéoü.Con base en este criterio de establecer un vínculo

profundo entre la comunidad y su santo patrón, losfrailes impusieron ñguras religiosas con una identidadocupacional, como es el caso de San Mateo en los pueblos

de pescadores, entre oíros ejemplos.Sin embargo, una mirada atenta a los ciclos ceremo-

niales de las comunidades de Tláhuac nos muestra unamayor complejidad de las celebraciones en torno a lossantos patrones. En primer lugar nos encontramos conla presencia de las concepciones binarias: la existenciade dos fiestas de igual magnitud. Tal es el caso de lospueblos de Santiago Zapotitlán y San Juan Ixtayopan.

Zapotttlán es una comunidad integrada por dosbarrios, el de Santiago y el de Santa Ana; entre amboshay muy intensas relaciones de rivalidad. El territorioestá dividido simbólicamente en dos mitades, pasandopor el centro del pueblo, y de la iglesia, una línea imagi-naria que los separa. En el propio interior del templo ellado derecho, mirando desde el altar, corresponde a San-tiago, el izquierdo a Santa Ana. En el centro, en sus ladoscorrespondientes, se sitúan las dos grandes imágenes.

La fiesta patronal, con danzas, música, feria y espec-taculares demostraciones de juegos pirotécnicos, se or-ganizan alternativamente para competir, siendo el climaxde esta rivalidad los grandes castillos, quemados por lanoche del 25 y el 26 de julio. La fiesta, que ahora tieneuna duración de doce días, tiene un cierre domésticocon la octava o "chavarrio", como se le llama localmente,cuando los organizadores, con sus invitados, se reúnen

en el último banquete.

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Este mismo patrón festivo se repite en torno ala celebración del Señor de las Misericordias, del 5 defebrero, con todos los elementos mencionados arriba.Esta fiesta ha sufrido un cambio reciente, cuando se leha otorgado la calidad de fiesta de inicio de año, pues sehace un ritual llamado del "fuego nuevo", para lo cual seconstruye una pequeña pirámide hecha de tubos metáli-cos en cuyo centro se sitúa un incensario. Esta novedadritual se relaciona con un interesante proceso de reinven-ción de identidades "aztecas", que tiene uno de sus refe-rentes en la Danza de los Concheros, transmutada, en elúltimo tercio del siglo XX, en una Danza Azteca. Esta esuna cuestión de enorme interés que aquí sólo apunta-mos, pero que nos puede i luminar sobre las reaccionesde estas comunidades antiguas ante las presiones irre-sistibles de la mancha urbana.

Además, para marcar su carácter de fiesta de apertura,el día 2 de febrero, cuando se celebra La Candelaria en elcalendario cristiano, se realiza en el atrio de la iglesiala ceremonia de cambio de mayordomos, en la que losentrantes reciben una cruz de madera y los salientes unacorona de flores, luego de haber celebrado la misa en elespacio abierto de la plaza del pueblo. Cada barrio lleva susdanzas y su banda de música, y se sienta en lados opuestos.

Otro pueblo con una estructura ceremonial semejantees San Juan Ixtayopan, cuya celebración se lleva a caboel 24 de junio, en una fiesta que dura una semana, conelementos semejantes a los mencionados para Zapotitlán,es decir una feria, danzas y música de banda, además deuna procesión que recorre el pueblo con la imagen delsanto y tiene como sitios de referencia las capillas de loscinco barrios que lo integran.

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ANDRÉS MEDINA HERNÁNDEZ

La otra fiesta, con una magnitud semejante (o tal vezun poco mayor, de acuerdo con los datos reunidos porRosalba Tadeo, 2002), es la de la Virgen de la Soledad,del 3 de enero. En ambas fiestas participan todos losbarrios y se establece una jerarquía entre ellos, mani-festada por grado de participación y de responsabilidadcompartida en la organización de los rituales.

Ixlayopan se compone originalmente de cuatrobarrios (La Soledad, San Agustín, la Concepción yla Asunción), a los cuales se ha agregado reciente-mente el de Guadalupe o La Lupita; esto se muestratambién en las celebraciones, pues mientras que en lafiesta principal comparten responsabilidades los cuatrobarrios originarios, a la Lupita le toca realizar "la oc-tava".

En los dos ejemplos a los que nos hemos referidoaquí destaca una organización en mitades, una marcadapor una deidad masculina y la otra por una femenina,que también remiten a dos épocas del año distintas.

Hasta donde llegan nuestros datos actualmente,en San Francisco Tlaltenco, San Pedro Tláhuac, SantaCatarina Yecahuízotl, San Nicolás Tetelco y San AndrésMizquic, hay sólo una fiesta patronal; aunque en algu-nos de ellos, como son San Pedro, Santa Catarina, SanAndrés y el ya mancionado San Juan, la organizaciónsocial original, por lo menos del periodo colonial, estababasada en cuatro barrios. La expresión cosmovisiva deesta organización se advierte en el atrio de la iglesia deYecahuízotl, en el que en cada esquina se sitúa una ca-pilla para cada barrio, con lo que se marca la concepcióncuatripartita del mundo, la que define los cuatro rumbosfundamentales del universo. De todos ellos sólo Santa

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CICLOS ESTIVOS v RITUALES EN LOS PUEBLOS ORIGINARIOS: TLÁHUAC

Catarina conserva su organización original, pues en losotros se han añadido otros barrios a lo largo del tiempo.

El ciclo mesoameñcano

En la concepción temporal de la tradición religiosa me-soamericana el año se compone de dos mitades, una secay otra húmeda, lo que en náhuatl se designaba comotonalco y xopan, como lo apuntan numerosos investi-gadores (Broda, 1991; Carrasco, 1979; López Austin,1980); lo que no es sino una expresión de la oposicióndualista que atraviesa toda la cosmovisión mesoameri-cana y que, por supuesto, estructura sus concepcionesespacio-temporales. Ahora bien, para la Cuenca deMéxico J. Broda (op. di.) ha propuesto que esta dualidadse marca por dos grandes fiestas, la de la Santa Cruz, el3 de mayo, y la de los Muertos, que abarca los días del31 de octubre al 2 de noviembre. La primera es unaceremonia de petición de lluvias, con diversos ritualesen la cima de los cerros, las cuevas, manantiales, ojos deagua y cruces ubicadas en la iglesia, el cementerio y anti-guos accesos a los pueblos, entre otros lugares.

Por su par te , la Fiesta de los Muertos es unaceremonia de la cosecha, tiene tres escenarios impor-tantes para su realización: el altar doméstico, que alcanzauna complejidad y un barroquismo notables; las callesy la iglesia del pueblo, que son adornados profusa-mente con las flores características de esta fiesta; y elpanteón, en donde se limpian, arreglan y adornan lastumbas, para reunir a la familia que lleva alimentos y be-bidas para consumirlos en torno a la tumba y conversarcon los muertos que han venido para esta ocasión.

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ANDKITS MLDINA HERNÁNDEZ

En tamo que la fiesta de la Santa Cruz ha perdidomucho de su presencia en las celebraciones comuni-tarias, conserva sin embargo una forma residual en laCiudad de México, en donde se le asocia con la fiestaque hacen los albañilcs en las obras en construcción enlas que se encuentran trabajando. Para ese día se adornacon flores y papel de colores una cruz que se sitúa en laparte más alta de la construcción, luego de haber rea-lizado una misa en el lugar, o bien haber invitado a unsacerdote para la bendición de la obra y de la cruz, luegode lo cual se celebra un banquete con abundancia decomida y bebida.

La bendición de la casa nueva y la confección de unacruz para la protección de sus habitantes es una de tantasceremonias domésticas articuladas al ciclo de rituales depetición de lluvias; siendo las más conocidas en la etno-grafía mesoamericanista las peregrinaciones a la cima delos cerros y las ofrendas en cuevas y ojos de agua, comose continúa practicando en las comunidades indígenas.

La particularidad de estas dos fiestas es que no estána cargo actualmente de los integrantes de la organizaciónpolítico-religiosa comunitaria, sino que son celebradaspor toda la familia. Por ejemplo, para la fiesta de la SantaCruz, en Zapotitlán y en San Pedro las cruces situadasen las calles del pueblo son responsabilidad de un mayor-domo, es decir una persona que ha heredado por líneafamiliar el cargo, el que no se vincula con la estructura co-munitaria. Es este mayordomo quien para la fiesta limpiay adorna la cruz y hace un banquete en su honor al quepuede asistir cualquier persona. Con frecuencia se traenmúsicos, ya sea mariachis o conjuntos de viento, aunqueen algunos lugares se hace un baile con grupos musicales

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que toca las melodías de moda. Estas celebraciones sehacen generalmente la noche del día dos y pueden durarhasta el amanecer; en el ritual realizado se limpia y adornala cruz, y cuando es de madera y puede moverse, con fre-cuencia se le tiende en la calle, ya sea en el piso o sobreuna mesa, para vestirla y rezarle, rodeándole de ceras yflores en abundancia.

Sin embargo, la parte más interesante de estascelebraciones es la intensidad con la que se realizan enel interior de las casas, al seno de la vida familiar, y supapel lundamental en la generación y mantenimiento deuna rica red de relaciones de compadrazgo. Cuando seconstruye una casa se erige una cruz y se busca un com-padre, lo que Involucra a su pareja, generalmente esto sehace en el momento crítico de la construcción, cuandose realiza el colado para el techo. Cada año el compadreo comadre pide la cruz días antes de la fiesta, la lleva a sucasa para adornarla, y el día de la Santa Cruz asiste a misapara que reciba la bendición, luego de lo cual la va a en-tregar a sus dueños, quienes la reciben con un banquete.

En las ceremonias funerarias se establece tambiénun compadrazgo en la que el padrino ofrece una cruzal difunto, misma que es llevada al panteón para marcarsu tumba, lugar en que cada año, en el día de la fiesta,se limpia y viste, para luego compartir la comida y labebida en la casa de los parientes del difunto.

La Fiesta de los Muertos conserva su importanciaactualmente, a pesar de las diferentes prohibiciones im-puestas a lo largo del periodo colonial y del siglo XIX, de-bido a los grandes lumukos que se hacen en los panteo-nes, o en torno a ellos, cuando se expenden no solamentelas flores y adornos, sino también una gran variedad de

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AÑORES MEDINA HERNÁNDEZC.CLOS FEST.VOS V «TUALES EN LOS PUEBLOS ORIGINARIOS: TUHUAC

alimentos y de bebidas. Si bien en los grandes panteonesurbanos se ha prohibido la introducción y consumo dealimentos y de bebidas alcohólicas, en las comunidadesde raíz agraria se mantiene la fiesta nocturna, lo que seconoce como "velación" o "alumbrada", aunque se vigilaque no haya escándalos. Esta es la fiesta de la familia,cuando los que están lejos, en otras ciudades, y cuandolos muertos mismos, regresan para compartir la comiday la bebida, para conversar, para mantener el denso nexovital con los ancestros, presentes de muchas maneras enlos espacios preparados para la ocasión.

La Fiesta de la Candelaria tiene una celebracióntambién comunitaria, es decir no es responsabilidadde la jerarquía cívico-religiosa, cuya mayor importanciaes expresada en el ámbito doméstico. En esta fecha, 2de febrero, se acostumbra llevar a la iglesia a bendecirla semilla y a niños-dioses vestidos con los atuendosde diferentes santos. Las misas en que semillas y niñosson bendecidos son multitudinarias, pues acuden mu-chas personas que no caben en el templo y llenan porcompleto los atrios. Quienes llevan los Niños-dioses abendecir son sus padrinos y madrinas, personas a lasque se invita para arrullar la imagen en la Navidad, luegode lo cual los padrinos la instalan en su respectivo altardoméstico, para luego, acercándose la fiesta, vestirloso llevarlos con alguno de los muchos especialistas que"visten niños dioses". Finalmente el día 2 se les lleva ala iglesia para ser bendecidos y después entregados a susrespectivos dueños, quienes preparan un banquete paralos padrinos.

A la fiesta de la Candelaria bien puede reconocérselecomo la fiesta de los niños, pues no sólo las imágenes de

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los niños-dioses son veneradas, sino que a los niños seles permite ser padrinos de estas imágenes, de tal suerteque no es dif íc i l ver a muchas de las imágenes llevadasa misa siendo portadas por niños. El compromiso tieneuna duración mínima de tres años, en cada uno de loscuales se viste a las imágenes de manera particular, porejemplo en Tlaltenco nos dijeron que en el primer año seles viste de blanco.

La relación entre las imágenes y la semilla se muestrallevándolos juntos, en una canasta; aunque ahora estose ve con menos frecuencia, privilegiándose a losniños-dioses sentados en una pequeña silla de madera.En la misa que se hace en los pueblos de Tláhuac puedeverse a familias y a personas que llevan varias imágenes,dándoseles tratamiento de niños, como es ubicándolosen la sombra para que no se asoleen, juntándolos pa-ra "que se acompañen", acercándolos a las bocinas en lasque se difunde la misa "para que oigan bien", etcétera.Estas imágenes tienen su lugar en los altares caseros,donde son cuidados y venerados. Como cada familiasuele tener varias imágenes, la celebración de la fiestaconvoca a muchas personas, quienes se reúnen en la fiestaque cada familia prepara para los padrinos. El origen deéstos puede ser la misma comunidad, o incluso parien-tes, pero también encontramos padrinos de diferentespueblos que, con esta fiesta, reactivan sus vínculos decompadrazgo.

El origen de la fiesta de la Candelaria es católico,algo que los sacerdotes se encargan de subrayar en lossermones de ¡as misas celebradas en la ocasión. Sinembargo, también se reconocen elementos de la religio-sidad mesoamericana. Por una parte la relación de los

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ANDKI-S MEDINA HERNÁNDEZCICLOS H;STIVOS Y RIIÍMLK KN LOS PUEBLOS ORIGINARIOS: TUHUAC

niños con la semilla, y con ello con la fertilidad; por laotra, el carácter profundamente doméstico de las imá-genes, su representación del espíritu familiar. Como loapunta J. Brocla (op. di.), un rasgo característico de lasceremonias de petición de lluvias en los pueblos del surde la Cuenca de México era el sacrificio de niños, cuyollanto se creía era propiciador de la lluvia.

Un rasgo sugerente en la religiosidad popular de laCiudad de México presente en la Candelaria es la obli-gación de ofrecer tamales y atole por parle de aquellaspersonas que se encuentran pequeñas figuras de por-celana, y ahora de plástico, en las roscas que se comenen la fiesta de los Santos Reyes, el 6 de enero. ¿Porqué lostamales y el atole ? Pareciera ser que por la simbolizaciónde los tamales como niños, pues en tanto son cocidos engrandes ollas, las que se relacionan en la mayor parte delos pueblos mesoamericanos con la matriz femenina.Por su parte, el atole aparece en varios rituales asociadocon el semen. Por eso una de las características de lacelebración de la Santa Cruz es la de ofrecer atole y ta-males, entre otros alimentos festivos.

Hay otras características de la fiesta de la Candelariapresentes en las comunidades del sur de la Cuenca quese pueden relacionar con los rituales de comienzo y finde años: una de ellas es la celebración del ritual de cam-bio de cargo para los mayordomos, como ya lo mencio-namos con relación a Santiago Zapotitlán. En comuni-dades de Xochimilco, como en San Gregorio Atlapulco,y de Milpa Alta, como en San Pedro Atocpan, en unasolemne misa los mayordomos entrantes son investidoscon una corona de espinas, en tanto que los salientescon una de flores. En el pueblo cabecera de Xochimilco,

en el atrio de la antigua parroquia del siglo XVI, sobreun templete en el que se instala el altar, se sitúan losasientos de los mayordomos salientes, marido y mujer, yde los entrantes, también la pareja, para el cambio delcargo de la imagen del Niñopa, un niño-dios al que se lehace la fiesta más importante entre todos los pueblos quecomponen la Delegación. Para el 2 de febrero se haceel cambio de cargo luego de una misa de varios padres,frente a una mult i tud apretujada que levanta las nu-merosas imágenes de sus niños-dioses para ser tambiénbendecidos. Esta fiesta en Xochimilco expresa la granimportancia del culto a los niños-dioses en estos puebloscampesinos de raíz mesoamericana.

En fin,- en estas tres fiestas encontramos comocaracterística fundamental el carácter doméstico ymultitudinario de su celebración; son fiestas en las quetodo el pueblo se moviliza para realizar el culto co-rrespondiente que marca simbólicamente el paisaje, lascasas, los templos, los panteones, pero sobre todo losaltares domésticos, creándose y reactivando numerosasredes de intercambio en las que el consumo de alimentosfestivos y bebidas alcohólicas tiene un lugar importante.Los sacerdotes no tienen más remedio que acompañarlas celebraciones, dándoles un lugar en el ritual católico,pero su sede principal es otra, el hogar, bajo el controlde las familias, en la que los viejos símbolos mesoameri-canos y medievales europeos son revitalizados en untiempo cíclico que tiene como uno de sus referentesfundamentales las concepciones dualistas de una cos-movisión de antiguas raíces.

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ANIWS MUDINA HüRNANDI-X

El ciclo de CuaresmaDe este ciclo profundamente cristiano destaca lacelebración de dos momentos: uno es el carnaval y otrola Pasión. El Miércoles de Ceniza pierde importancia yse lleva discretamente a cabo en las iglesias y capillascatólicas de cada pueblo. En cambio, el carnaval tieneuna creciente importancia en los pueblos de Tláhuac,con la característica de realizarse en diferentes fechas encada comunidad, y en ninguna en los días marcados porel calendario católico: los tres días que anteceden a laCuaresma. En Santa Catarina y en San Pedro el carnavalse organiza el Domingo de Resurrección, en cada pueblohacen su recorrido dos comparsas, cada una por su lado,que culminan en la plaza central ya por la noche, cuandose queman figuras de cartón representando a políticosdel momento, como el presidente Fox, el de EstadosUnidos, Bush, y de Osama Bin Laden, el dirigente sau-

dita, entre otros.El pueblo en el que se hace la celebración más larga

y populosa es en San Francisco Tlaltenco, en el que porcinco fines de semana de la Cuaresma salen a las callesde la comunidad las diferentes comparsas que se organi-zan de acuerdo con un calendario preestablecido. En elprimer ñn de semana sale la comparsa del Barrio Fuerte,asumiendo las dos modalidades de participación: elsábado vestidos con un particular traje charro (seme-jante al más conocido nacionalmente en cuanto al cortede las prendas: pantalón ajustado, chaquetín, sombrerode ala ancha, botines, pistola al cinto; pero diferente enlos diseños realizados con hilos de oro y plata); el do-mingo, se desfila con disfraces muy diversos, entre losque ocupan un lugar destacado los gorilas que encabe-

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CICLOS RÍSTIVOS Y R i r u A U i s KN LOS i'uiiiiLos ORIGINARIOS: TLÁHUAC

zan la comparsa y las cuadrillas de travestidos. Aunqueel grueso son disfraces inspirados en las películas deltipo espacial, como la Guerra de las Galaxias, en pro-gramas de televisión, nacionales y estadunidenses, y enlos juegos electrónicos marciales con personajes creadospor la industria japonesa.

El segundo fin de semana salen cuatro comparsas enla modalidad de disfrazados: la Sociedad Benito Juárez,el Club Juvenil, los Chupamaros y los Guadalupanos.Las rutas de recorrido por el pueblo que cada una sigueson diferentes, tratando de evitar el encontrarse. El tercerfin de semana salen las dos comparsas más antiguas, laSociedad y el Club Juvenil, vestidos con los elegantestrajes de charros y acompañados de damas también congraciosos atuendos.

El cuarto fin de semana salen dos comparsas, enmarcado contraste, pues por una parte Los Chupama-ros reúnen al mayor contingente de todo el carnaval,unas cinco mil personas, disfrazados, con numerosascuadrillas de travestidos, con muchos carros alegóricos,tres bandas de música. Por la otra, sale la comparsa delos Guadalupanos, relativamente pequeña, de no más demil personas, con los elegantes trajes de charro y damas,además del carro alegórico de princesas y la reina elegidapara esta ocasión.

El quinto fin de semana corresponde a la comparsamás reciente y más pobre, la del barrio Zacatenco. Co-menzó hace ocho años y sale solamente en la modalidadde disfrazados.

Hay una comparsa más, la infantil llamada "LosCariñosos", realizada hacia finales de abril, lejos ya de laCuaresma, acercándose a la celebración escolar del "Día

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ANDRÉS MEDINA HERNÁNDEZ

del niño"; en ella no encontramos las expresiones de ero-tismo y transgresión características de la de los adultos.

Finalmente, en este año de 2002 se organizó unacomparsa local en la colonia Selene, que recorrió las callesde la colonia, lejos de las rutas de las otras comparsas.Aunque solicitó se le incluyera en la programación paratodas las comparsas, no aceptó la fecha que se le asignó,la última dentro de la Cuaresma, por lo que optó por salirantes, pero circunscrita a la colonia. Posiblemente el añopróximo (2003) se incorpore, como lo hizo la más recientede ellas, la de la colonia Zacatenco.

La realización del carnaval en San Francisco Tlal-tenco moviliza a todo el pueblo y signiñca para los par-ticipantes el desembolso de importantes cantidades dedinero; los trajes de charro son muy costosos, algunosde ellos son alquilados, los trajes de las damas tambiénimplican un gasto considerable. Aunque el mayor gastocorresponde a la familia de la reina, que ofrece comiday bebida en abundancia en los días en que la comparsasale por las calles, además de realizar cada día un baile,en la noche con uno o dos grupos musicales.

Por su magnitud, el carnaval de Tlaltenco rivalizacon la ñesta del santo patrón, San Francisco, celebradaen octubre, cuando se sigue el patrón regional, de feria,misas, bandas de viento, bailes con las orquestas demoda, castillos y otros juegos pirotécnicos. Sin embargo,resulta difícil encontrar en su expresión contemporáneaelementos que sugieran un origen mesoamericano;aunque hay algunos que son mencionados en las escasasreferencias coloniales, como los "huehuenches", gruposvestidos con ropas viejas. Lo cierto es que el carácterdominante de la transgresión y el caos, por las formas

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que asumen, los relaciona con los carnavales de origeneuropeo.

Hay que añadir que la realización de los carnavalesen Tlaltenco, en la forma actual, es relativamente reciente;comienza en los años veinte del pasado siglo, y ad-quiere su auge a partir de los años setenta, esto es ¡o queexpresa la memoria de los miembros de la comunidad;sin embargo hay noticias de su celebración en los siglosXVIII y XIX (Viqueira, 1987). La razón principal para estaruptura es la devastación que provoca en los pueblos delsur de la Cuenca el conflicto armado cíe la RevoluciónMexicana, par t icu la rmente porque esta parte fue za-patista, o bien ocupada por los zapatistas, por lo que lamayor parte de los pueblos fueron abandonados yarrasados por el ejército federal (como lo relata doña LuzJiménez, en Horcasitas, 1975). De tal manera que no essino cuanto se ingresa a la estabilidad del nuevo régimenrevolucionario, en 1920, cuando los pueblos comienzana reconstituirse.

En cuanto a la celebración de la Pasión en los pueblosde Tláhuac lo que encontramos es una observanciaescrupulosa por parte de toda la población y un papeldirectivo de los sacerdotes asignados a las parroquias dela Delegación. El jueves santo se hace una procesión delSanto Entierro por las calles de Tlaltenco y en San Pedro,incluso en éste último pueblo salen encapuchados y serepresenta en vivo a las tres Marías. El viernes se hace elrecorrido por las Hestaciones, con el Redentor en imagende bulto, erigiéndose en cada estación grandes altaresadornados con flores y blancos manteles. Se termina enel Calvario, donde el sacerdote oficia una misa. En esteritual el espacio de su realización es la iglesia y las calles

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del pueblo, y el tono es de una profunda religiosidadcolectiva y popular. No encontramos, a diferencia deotros pueblos de raíz mesoamericana, una lectura desdesu propia tradición, hay un evidente apego a las íormasmedievales de la celebración de la Pasión como fuetraída e impuesta por los religiosos españoles.

El. TIL-MI'O MKOAMERICANO

La Ciudad de México se inserta desde su fundacióncomo ciudad española en la tradición occidental cris-tiana y en una concepción lineal del tiempo, a pesar dela fuerte huella dejada por el milenarismo franciscano.Su conversión en una megalúpolis en el siglo XX, quele lleva a ser una de las más grandes del mundo, lahacen un importante centro político y financiero articu-lado a la red activada en el proceso de globalización,con los más avanzados servicios y la mejor tecnologíadisponibles. Sin embargo, como apunta Gustavo Garza,una quinta parte de la ciudad posee las característi-cas de centro urbano del primer mundo, dos quintaspartes comparten los rasgos de las zonas pobres delprimer mundo y el cuarenta por ciento restante viveuna pobreza generalizada como las grandes ciudadestercermundistas, de las que el modelo es Calcuta, enla India (Garza, 2000: 12). Evidentemente a estas dosúl l imas quintas parte pertenece el grueso de los pueblosoriginarios de la Cuenca cíe México y la gran masa demigrantes indios que se instala en las zonas marginales yrecorre cotidianamente sus calles, para ir a sus centros detrabajo en extremos opuestos de la ciudad, para vender

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mercancías, para ofrecer servicios, para mendigar, entreotras actividades.

Sin embargo, tanto la masa creciente de migrantescomo los numerosos pueblos originarios situados alre-dedor de la Ciudad de México, integrados a ella de muydiversas formas, reproducen una concepción del tiempoinscrita en la cosmovisión mesoamericana, es decir cí-clica, si bien no marcada ya por las antiguas nocionesde destrucción y creación del mundo, sí por un ritmoimpuesto por su ciclo ceremonial y una estructuracióndualista. Asimismo, corresponde a una concepción me-soamericana las nociones de espacialidad vigentes, queparten de un centro, marcado por la plaza central decada comunidad, teniendo como referentes significativostanto los cerros que los rodean y las grandes elevacionesque delimitan a la Cuenca de México, como el Ajusco,el Teutli, el Popocatépetl, el Iztaccihuatl, el Tlaloc, elvolcán de Santa Catarina, la Sierra de Guadalupe, entreotros.

El tiempo mesoamericano es el construido origi-nalmente en la matriz agraria de las comunidades dela Cuenca de México, como se expresaba en formaelaborada en los antiguos y complejos sistemas calen-dáricos, y ahora subsiste en la forma de un sistema defiestas que mantienen su faz cristiana pero que, confrecuencia, revelan profundas articulaciones con refe-rentes mesoamericanos. Uno de ellos es la significaciónreligiosa de las lechas ubicadas en los momentossolsticiales y equinocciales, como lo apuntamos apropósito de la fiesta de San Juan en Ixtayopan, o bienla concepción dual que divide al año en una parte secay otra húmeda, es decir masculina y femenina, o bien

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caliente y fría, para referirnos a una dualidad profun-damente mesoamericana presente en la gastronomía, lamedicina y la sexualidad, entre otros campos. Mismaque se manifiesta también, por cierto, en los pueblos queveneran a San Miguel, festejado en los meses de mayo yseptiembre, como es el caso de Ajusco y Mixcalco, en laDelegación de Tlalpan, con lo que se destaca el tiempode lluvias.

La importancia del ciclo festivo en los pueblos origi-narios, como aquellos a los que nos hemos referido eneste texto, se expresa en lo costoso de las celebracionesy en la gran inversión de tiempo que requiere su or-ganización, así como en el gran número de personas alas que involucra. Así, el trabajo cotidiano, articulado altiempo lineal de todos aquellos que trabajan en activi-dades terciarias relacionados con los servicios requeri-dos por la ciudad, se ajusta al rimo cíclico comunitario,a subir los momentos significativos del mismo, que estánestablecidos en diferentes formas, pero especialmente enaquellas a las que nos hemos referido en la tipologíaempleada: las patronales, la comunitarias-domésticas ylas cristiano-medievales. Todo esto incide en la culturay en la política de la gran ciudad, sin embargo, hastaahora no se ha adoptado la perspectiva de los pueblosoriginarios, pues ha pesado mucho la condición centraly nacional de la Ciudad de México, su calidad metro-politana, su herencia hispana, lo cual finalmente haocultado no sólo la raíz densamente mesoamericana dela mayor parte de sus habitantes y de su entorno culturalmismo, sino también la particular diversidad que la nu-tre, el poderoso espíritu conservado en las tradicionescomunitarias y en la larga lucha por la sobrevivencia

ante las feroces e irracionales acometidas de la impla-cable mancha urbana.

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Page 23: Ciclo Festivo en Los Pueblos Originarios_Tlahuac_2004

ANDRÉS MEDINA HERNÁNDEZ ClCLOS EESTIVOS Y R1TUALIÍS UN LOS PUEi PUEBLOS ORIGINARIOS: TLAHUAC

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