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    Esta exposicin toma como punto de partida elpoema Momento, escrito el 29 de mayo de 1971. 1 Es la ltima vez que el poeta Juan Eduardo Cirlot lededica un poema a su habitacin imaginaria. La

    habitacin, haba escrito en 1958 en su Dicciona-rio de Smbolos , es smbolo de la individualidad,del pensamiento personal. 2 Con anterioridad, yahaba publicado otro poema con el mismo ttulo en Diariamente, 3 y el ao siguiente una Carta sobremis cosas. 4 En estos tres poemas, el poeta pareceque acorte su campo de observacin mostrndonoslos lugares y las cosas que tiene ms prximos em-pezando por la mesa donde trabaja. Pero no, cadauno de los detalles que enumera nos introduce en

    una di erente perspectiva de lejano horizonte. Diri-gindonos hacia ellos descubriremos los mltiplesmundos que habitaron su universo potico.

    La primera descripcin de esa habitacin ima-ginaria no lleg nunca a publicarse. Es un ragmen-to de una carta a un amigo tambin poeta. Cirlotdebi creer que esta descripcin vala como auto-rretrato: Habito un cuarto grande pintado declaro; en l hay una cama turca, una cmoda, unalibrera, una mesa donde ahora te escribo. Y en las

    paredes un gran retrato mo de romano, una re-produccin en colores de Giorgio de Chirico, otradel carro con doncellas del arte micense. Un retra-to hiertico de gor Stravinski y una terracota ib-rica celestemente alsi cada pero que dulcementesonre. Sobre mi mesa tengo: una vasija de deco-racin de Azaila, un marquito con un collage mo.Una lmpara y carpetas con mis escritos. Ah, tam-bin los libros del momento.5

    La exposicin se ha organizado en tres captu-los. El primero est dedicado a La habitacin imagi-naria , el segundo a las Geograf as imaginarias y eltercero a las Mujeres imaginarias . Cada uno de ellosse despliega en una red que intenta captar sus di e-rentes acetas. En La habitacin imaginaria habla-remos primero de lo ms memorable: de su colec-cin de espadas. Catalizados por ellas aparecern

    los sueos; Cirlot insisti siempre en su privilegiadacapacidad de ensoacin y en la relacin que ello tena con su poesa. La rueda, el vagar sin n del via- je, el girar in nito de los sueos en el vaco de la ha-bitacin donde colisionan, provocando la llama dela poesa, se explica en el parque de atracciones, un

    lugar mgico al que Cirlot dedic un libro en 1950.6

    La habitacin imaginaria est enclavada enuna geogra a, en geogra as, tambin imaginarias.Egipto, Cartago, Roma, rica o Carcasona son,para Cirlot, geogra as temporales de historia m-tica comunicadas por tneles secretos por los quedesplazarse atemporalmente. rica y su niez se juntan en la arquitectura de Antonio Gaud.

    Esta habitacin imaginaria est, adems, pobla-da por mujeres imaginarias, muchas de las cuales

    llegan all desde las oscuras salas de proyeccin.En Momento, con esa: El amor ha sido mi ele-mento, aunque uese un amor hecho de nada, para la nada y donde nunca.

    Presencia imprescindible en esta habitacinimaginaria ue el cine. Por ello incluimos dos pan-tallas de proyeccin en nuestro montaje dondepodrn verse los ragmentos cinematogr cos delos que escribi el poeta. En los aos sesenta, Cirlotdedic muchos de sus artculos en el peridico

    La Vanguardia a comentar pelculas que lo habanimpresionado por uno u otro motivo. Pero su a -cin al cine debi de arrancar en los aos previos ala guerra civil. Su correspondencia est llena decomentarios cinematogr cos. A menudo su intersno est re erido a una pelcula completa, sino a al-gunas de sus escenas o a alguna imagen concreta;a veces sern las protagonistas emeninas, las muje-res imaginarias, como en los poemas dedicados aSusan Lenox, a Bronwyn o a Inger Stevens. En 1953,en su primer comentario global al siglo XX, incluyeun prra o revelador: Es cil olvidarse de muchascosas del siglo XX, pero la cabellera de Jean Harlow, la sonrisa de Sally Eilers, la tristeza de Sybille Schmidt, en Stradivarius y tantas otras visiones, como el pasode Hedy Kiesler por los bosques de xtasis (1933),la despedida del cohete diseado por Hermann

    1. J. E. Cirlot, Momento, rbol de fuego,n 43, octubre de1971, pp. 16-17. [J. E. Cirlot, Del no mundo. Poesa (1961-1973),edicin de Clara Jans, Madrid, Siruela, 2008, pp. 597-598.]2. J. E. Cirlot, Diccionario de smbolos tradicionales,Barcelona,Miracle, 1958, p. 231. [J. E. Cirlot, Diccionario de los smbolos, Madrid, Siruela, 1997, p. 241.]

    3. J. E. Cirlot, Momento, Diariamente, 1949, pg. 39.[J.E. Cirlot, En la llama. Poesa (1943-1959),edicin de EnriqueGranell, Madrid, Siruela, 2005, p. 298.]4. J. E. Cirlot, Carta sobre mis cosas, Indice, n 30, juniode 1950. [ En la llama, op. cit., p. 631.]5. Carta de Juan Eduardo Cirlot a Carlos Edmundo de Ory,15 de agosto de 1945.

    prlogo

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    Modes Cu x , Grabado para L de J. E. Cirlot ( 9 9).

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    J. E. C o , Mo e o, Diariamente ,B e o , 9 9, p. 9.

    J. E. C o , C so e s os s,M d d, ndice, , ju o de 9 , p. .

    Ju Edu do C o , 9 .

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    L esp d de Ped o IV y se s s de os s os XIV y XV de o e de Ju Edu do C o . F es C -Ro , Habitacin de trabajo de Juan Eduardo Cirlot ( 9 ), copia otogr ca moderna.

    La primera noticia sobre la coleccin de espadasde Juan Eduardo Cirlot nos la da Joan Josep Tarrats en el nmero y catlogo de la exposicinDau al Set de septiembre de 1951: Hoy, Cirlot, vive para tres obsesiones: coleccionar espadas, cua-dros de Pon, aquellos de dimensiones poco usua-les, en los que el ancho triplica la altura, y otogra-as de Silvana Mangano, Lilith rediviva, en las

    que sta se o rece como un voluptuoso animalillo.Csar Gonzlez-Ruano recibe el ejemplar de

    80 Sueos , publicado en el mismo ao, con una otogra a de Cirlot con una espada. La coleccincreci hasta que se dio a conocer pblicamenteen 1954. Francesc Catal Roca realiz un reportaje otogr co para ilustrar el artculo Mis espadasen Revista.17

    Gracias a estas otogra as, sobre todo el retra-

    to rontal del poeta que tiene como ondo las sieteespadas desenvainadas con la punta hacia arriba,podemos hacernos una idea de la habitacin ima-ginaria. Lo habitual en un hombre de letras es tra-bajar en un espacio atiborrado de libros y de pape-les. No as en Cirlot.

    La habitacin imaginaria no est llena, unamesa, unas sillas, pocos libros los imprescindi-bles, deca l y, ocupando toda una pared des- nuda, la coleccin de espadas colocadas de una

    manera muy peculiar. Cada una de ellas surga deun soporte de hierro que la separaba de la pared,

    consiguiendo con ello que al cambiar la luz susombra sobre el muro no uese siempre la misma .

    Desde el principio la poesa de Cirlot estuvollena de armas blancas: agujas, cuchillos, dagas,puales, navajas y espadas de todas clases, tena-ces instrumentos.

    De todas las espadas, haba una que lo asci-

    naba: el mandoble del Condestable de Portugalque se conserva en el esoro de la catedral de Bar-celona. El arma tiene grabada en la hoja su divisa: Peine pour joie. Cirlot visitaba a menudo la cate-dral para poder empuar la espada, tras sobornarpreviamente a su vigilante.

    Con los aos, las piezas del XVI y del XVII dela coleccin se cambiaron por espadas medievales verdaderas.

    Una espada es una alma en pena. No es unragmento de hierro aflado. Tiene que matar,pero no un lobo ni un guila, sino a un hombre,al hombre. Una espada es el pensamiento queexige estar solo en la inmensidad del espacio abso-luto. ermina con cuanto no es la soledad delxtasis, la unin de lo solo consigo mismo, dentrodesencadenndose para que advenga lo que no tiene exterioridad ni interioridad.18

    17. J.E. Cirlot, Mis espadas, Revista, n 135, 11 de

    noviembre de 1954.18. J. E. Cirlot, Bronwyn, III , 1968. [ Bronwyn,op. cit., p. 136.]

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