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1 1 “La desigualdad genera violencia” Osvaldo Bayer AÑO 1 - Nº 3 DICIEMBRE 2012 Cooperativa Ex Trabajadores del Diario Crítica 7D UN CUENTO DE Voces de una nueva época Juan Sasturain Ludovica Squirru Aledo Meloni Tabaré Cardozo

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Revista de interés general realizada por la Cooperativa de ex trabajadores del diario Crítica. Buenos Aires-Argentina

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11“La desigualdad genera violencia”“La desigualdad genera violencia”Osvaldo Bayer

AÑO 1 - Nº 3DICIEMBRE 2012

C o o p e r a t i v a E x Tr a b a j a d o r e s d e l D i a r i o C r í t i c a

7D

UN CUENTO DE

Voces de una nueva época

JuanSasturain

Ludovica SquirruAledo MeloniTabaré Cardozo

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El Independiente (La Rioja)

El Diario del Centro del País (Villa María , Córdoba)

Comercio y Justicia (Córdoba)

Diario de la Región (Resistencia, Chaco)

La Posta del Noroeste (Lincoln, Buenos Aires)

Redacción Rosario.com (Rosario)

El Megáfono (Río Cuarto, Córdoba)

Ecodías (Bahía Blanca, Buenos Aires)

Revista Cítrica (Capital Federal)

ANSOL (Capital Federal)

Papel Tortuga (Alta Gracia, Córdoba)

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C o o p e r a t i v a E x Tr a b a j a d o r e s d e l D i a r i o C r í t i c a

ítrica

Compañeros de RutaLa Pulseada . . . . . . . . . . . . . . 40

CrónicaMyanmar, la tierra de los mil templos . . . . . . . . . 42

Psicología¿Cuándo necesitamos ayuda? 46

Viajes San Lorenzo. . . . . . . . . . . . . . 48

Ludovica Squirru Empleada del Cosmos . . . . . . 50

Cocina antigurmetFideos tostados . . . . . . . . . . . . 54

Cultura

LIBROS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56

CUENTO

Falta Palmieripor Juan Sasturain . . . . . . . . 58

Aledo MeloniCien años de juventud . . . . . 62

POESÍA

Pequeños poemasHéctor Yánover . . . . . . . . . . . . 66

SumarioEditorial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5

Visionesde Alejandro Calderone . . . . . . . . . 6

Diálogo con Tabaré Cardozo . . . . . . . . . . . 8

CooperativismoUn bombo es su corazón . . . . . . . 12

Aborto A paso lento . . . . . . . . . . . . . . . 14

EcologíaLa crisis climática . . . . . . . . . . . . 16

La primera vez de Diego Peretti . . . . . . . . . . . . . . . 19

7DUna ley, muchas historias . . . . . . 20

DeporteCuando la revancha es federal . 24

El Barça Un bastión independentista . . 28

La historia que no conocemosLa Rioja negra . . . . . . . . . . . . . . 30

Nota de TapaOsvaldo Bayer: “Las cooperativas son un primer paso hacia el socialismo” . . . . . 34

Hicieron esta edición: Germán Alemanni ∗ Gastón Bourdieu ∗ Pablo Bruetman ∗ Agustín Colombo ∗ Maxi Goldschmidt ∗ Miguel Grinberg ∗ Emiliano Gullo ∗ Claudio Herdener ∗ Nicolás Peralta ∗ Diego Pintos ∗ Luis Quaglia ∗ Mariana Varela Diseño y diagramación: Karen Elizaga ∗ Leno Heyaca Cooperaron en este número: Mariana Aquino ∗ Amapola Negra ∗ Andrés Burgo ∗ Kaloian Santos Cabrera ∗ Alelí Alegría Cuba ∗ Flavia Canellas ∗ Jesica Farías ∗ Fanue ∗ Daniel Granillo ∗ Esteban Jacyna Kurmin ∗ Víctor Robledo ∗ Juan Sasturain ∗ Roxana SandáAgradecimientos: Alejandro Bercovich ∗ Gabriel Castelli ∗ Mauricio Castillo ∗ Nacho Levy ∗ Marcelo Llanos ∗ Pablo Medrano ∗ Juan Montes ∗ Mabel Moralejo ∗ Marcelo Nieto ∗ Diego Paruelo ∗ Miguel Julio Rodríguez Villafañe ∗ Pablo Rodríguez ∗ Federico Tonarelli ∗ Yamile Valentukonis ∗ Gabriela Vulcano ∗ Plácido Peñarrieta, Cogtal y los demás compañeros de la Red Grá� ca, a los lectores, a quienes desinteresademente se ofrecieron a vender revistas y nos dieron espacios en los medios para difundir el proyecto, a todos los viejos compañeros de Crítica que siempre están y a los nuevos compañeros de ruta de Fadiccra, con quienes aprendemos el violento o� cio de llevar adelante un medio autogestionado.

Revista mensual de interés general / Año I - Nº 3, diciembre de 2012. Revista Cítrica es realizada por la Cooperativa ex trabajadores del Diario Crítica. Se imprime en Cogtal. Magdalena 48, Villa Domínico, pcia. de Buenos Aires. Suscripción: [email protected] Publicidad: 15 5327 4933Web: www.revistacitrica.com

Tapa: Osvaldo BayerFoto: Claudio Herdener

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Visiones de alejandro calderone

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Si encuentra un ceibo mayorya se siente su retumbarya sabe que hay un legüeroque entre sus manos latirá. (*)

Cooperativismo

Un BOMBOes su corazón

(*) Fragmento de El indio Froilán, chacarera compuesta por Peteco Carabajal)

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foto-reportaje: Kaloian SantoS Cabrera

Desde hace medio siglo el indio Froilán González, fabrica bombos legüeros con sus propias manos, un

oficio que aprendió como herencia familiar. El Indio vive y trabaja en un gran patio, en La Boca del Tigre, en las afueras de la capital de San-tiago del Estero. Pero no es solo un luthier. Junto a otros compañeros impulsa una hermosa labor sociocul-tural y cooperativa. Y es que hasta el patio llegan –cada domingo– cientos

de personas, para escuchar y bailar chacarera entre asados, empanadas, locro, pan casero y mate, que brin-dan vecinos moradores de las casas humildes de los alrededores. La fiesta se agranda desde hace diez años. El sábado anterior a la celebración de la fundación de la capital santiagueña (25 de julio de 1553) se organiza la marcha de los bombos y la ciudad se ve invadida por miles de esos instru-mentos, imprescindibles en la identi-dad cultural argentina. ◗

Cooperativismo

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Género

texto: Roxana Sandáfoto: MaRiana VaRela

E l tratamiento de la reglamen-tación de abortos no punibles llegó al Senado mendocino atravesado por ataques de gru-

pos antiderechos, que promueven ini-ciativas de su cuño planteando que las mujeres, embarazadas producto de una violación, reciban tratamiento psico-lógico y una pensión como incentivo hasta el momento de parir, para que no aborten.

Los últimos debates legislativos regio-nales vienen auspiciando generosas po-sibilidades a la aprobación de los proyec-tos –como sucedió en Río Negro, donde

el 19 de octubre la Legislatura sancionó por mayoría la ley que regula la atención sanitaria y el procedimiento de los abor-tos no punibles–.

Los autodenominados grupos Provi-da, en sus últimas apariciones públicas –como el pasado 1 de noviembre donde irrumpieron en Plaza de Mayo, al pie de la Catedral metropolitana, para violen-tar una manifestación que reclamaba al Congreso un nuevo tratamiento del proyecto de Ley de Interrupción Vo-luntaria del Embarazo (IVE)– dejaron claro el objetivo de obstaculizar el fallo histórico de la Corte Suprema de Justi-

Luego del fallo de la Corte Suprema de Justicia, que a principio de año, estableció que todo el país debía garantizar el acceso a la atención de los abortos no punibles, las distintas provincias de Argentina intentan adecuarse a la nueva norma.

t ransparenteUna VIOLENCIA

Bombachas, símbolo de la Campaña Nacional contra las violencias hacia las mujeres. Durante el XXVII Encuentro Nacional de Mujeres, Posadas 2012.

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cia (CSJN), por el que cualquier mujer, embarazada víctima de una violación, tiene derecho a interrumpir la gesta-ción. Y también demostraron que bus-can fracturar la apertura a un consenso social sensible al derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos.

No resulta sencillo desgastar el cami-no por donde se van armando resisten-cias contra la legislación vigente, pero habrá mucho camino ganado si se com-prende en su cabal medida la magnitud del fallo surgido de la CSJN el 13 de mar-zo último, y que borró de un plumazo un antiguo y gomoso debate sobre la interpretación correcta del artículo 86 de Código Penal referido a la violación, para sentar en una intervención funda-mental los puntos que allanan el acceso al aborto no punible. El documento del máximo tribunal exhorta “a las autori-dades nacionales y provinciales a im-plementar y hacer operativos, mediante normas del más alto nivel, protocolos hospitalarios para la concreta atención de los abortos no punibles a los efectos de remover todas las barreras adminis-trativas o fácticas al acceso a los servi-cios médicos”.

Las provincias van adecuando su nor-mativa a los ponchazos; en algunas, los resultados más cercanos a la disposición de la Corte son fruto de esfuerzos his-tóricos de activistas militantes por los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, tales los casos de Río Ne-gro, Chubut, Santa Cruz, Chaco, con reglamentación propia desde agosto, y Santa Fe –donde la Sala IIª de la Cámara de Apelaciones Civil y Comercial acaba de revocar un fallo del juez Claudio Ber-múdez, que suspendía ese protocolo-, que adoptaron la Guía Técnica de Aten-ción de los Abortos No Punibles elabo-rada por el Ministerio de Salud de la Nación. Otras, por escasez de acuerdos o abundancia de estrategias objetoras, no se manifestaron aún, o lo hicieron en contra. El resto aplica regulaciones de contenido discutible o a revisar. “Si bien la mera sanción de protocolos de atención no asegura, en sí misma, el ac-ceso a los abortos permitidos, sí implica un paso normativo importante para que el acceso se posibilite en muchos casos”,

advierten los abogados Roberto Amette y Mercedes Cavallo, de la Asociación por los Derechos Civiles (ADC), en la investigación Aborto no punible. A cuatro meses de “F.A.L. s/medida autosatisfacti-va”. ¿Qué obtuvimos y qué nos queda por obtener?

Cavallo, que también integra la Alianza de Abogad@s por los Derechos Humanos de las Mujeres, considera que “por primera vez en la historia de Argen-tina, uno de los máximos poderes del Estado asumió la responsabilidad como garante de los derechos constitucionales de las mujeres”.

Los desaciertos por resolver se hacen visibles en Salta con “el protocolo que más se aleja de los estándares sentados por la Corte”, según detalla el informe. El gobernador Juan Manuel Urtubey “ordenó la creación de un protocolo sanitario de atención a los abortos no punibles pero especificó, entre otras li-mitaciones, la obligatoriedad de que, en la declaración jurada por violación, in-terviniera el Ministerio Público, defen-sor oficial o asesor de menores, según el caso”. Por otros carriles, al protocolo de La Pampa se le adosaron requisitos “que podrían obstruir el acceso al aborto”, entre otras cuestiones, porque “requiere que la verificación de la causal la haga el profesional interviniente con un equipo interdisciplinario”. Menores de 18 años precisan del consentimiento firmado por padres y/o representante legal, “y además se anoticia a la Dirección Ge-neral de Niñez y Adolescencia”. Se es-tablece también la confidencialidad del registro de objetores de conciencia, lo que implica, sostienen Cavallo y Amet-te, “que la mujer no pueda conocer de antemano si el profesional que la aten-derá se declarará objetor”.

La génesis de la reglamentación en Córdoba y La Pampa comparte algu-nas turbulencias. Mientras que en la primera siguen en danza disposiciones contradictorias que “demuestran una aceptación implícita de que en los ser-vicios todos los profesionales se decla-ren objetores”, la segunda aprobó en mayo un protocolo que marca algunos hitos arbitrarios, como la verificación de la causal de violación a cargo de un equipo interdisciplinario junto con la refrenda del director/a del hospital: “Este requisito no tiene razón de ser en ningún supuesto de aborto permi-tido”, advierte la investigación. Es con-fusa la regulación del consentimiento en casos de menores de edad. No se resguarda la evidencia forense y la ob-jeción de conciencia puede alegarse en el instante de atención de la paciente en lugar de declararse al momento de la implementación del protocolo o de ingreso al establecimiento, como indi-ca la Corte.

En el debe se inscriben Misiones, Tucumán, San Luis, Santiago del Este-ro, Tierra del Fuego, San Juan, La Rio-ja y Catamarca. Algunas, como en el caso de San Juan, en manifiesta oposi-ción a “poner a médicas y médicos al borde de posibles delitos”; otras, como La Rioja, no avanzan en el tratamien-to de la reglamentación; pero a ins-tancias del Ejecutivo local se aplica un protocolo de atención con alcance a las mujeres que denuncien haber sido violadas. Si bien el escenario actual es más promisorio “que el que teníamos hace diez años, queda mucho trabajo aún por delante para conseguir la ade-cuación de las normativas en aquellas jurisdicciones donde su falta o su re-dacción restrictiva impiden el acceso al aborto no punible”, concluye el in-forme.

Los dogmas virulentos y los fana-tismos religiosos limitan, penalizan, discriminan y asfixian derechos hu-manos esenciales. Por eso, advertir y operar sobre las condiciones de riesgo en que se practican los abortos clan-destinos a mujeres, de los sectores más vulnerables en Argentina, es un prin-cipio real de justicia social. ◗

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Los dogmas virulentos y los fanatismos religiosos penalizan y asfixian derechos humanos esenciales.

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Un bastión independentista

EL BARÇA

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El Barça y el Real Madrid en el Camp Nou.

texto: Agustín Colombo

El club donde brilla Lionel Messi luchó, desde su nacimiento, por la autonomía de Cataluña. Le asesinaron un presidente, atentaron contra su sede social y censuraron su escudo. Sin embargo, sigue dando pelea.

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D etrás de su exitoso presente, de las genialidades de Lio-nel Messi y la elegancia de Andrés Iniesta y Xavi, Bar-

celona es, también, la historia de una resistencia, la misma que forjó en sus primeros años de vida. Edén del fútbol de este tiempo, el Barça tiene un pasa-do de mártires, héroes y castigos que lo convirtieron en uno de los principales defensores de la autonomía de Catalu-ña. Reclamo que se avivó en los últimos meses al calor de las medidas antipopu-lares del gobierno de Mariano Rajoy, vo-cero tenaz, por otra parte, de la España “constitucionalista” frente a los “alboro-tados soberanistas”.

El club donde actualmente brilla el crack rosarino sufrió, en carne propia, el autoritarismo que se adueñó de Es-paña en la primera parte del siglo XX. En junio de 1925, la silbatina al himno español en un partido homenaje al Or-feón Catalán resultó el disparador para comenzar una persecución continua y sistemática. La dictadura que encabe-zaba el general Miguel Primo de Rivera clausuró, a modo de escarmiento por soliviantar el sentimiento separatista, el estadio Les Corts (predecesor del Camp Nou) y echó de la península a Joan Gamper, el fundador y presidente de la institución en aquel momento. Así, Pri-mo de Rivera justificaba su autoprocla-mada “mano de hierro” para “poner a España en orden”.

Gamper, exiliado en Suiza, su país de origen, se suicidó un tiempo después, abrumado por deudas imposibles de saldar en el contexto del crack inter-nacional de 1929. Destinado a prologar todos los hitos azulgranas, su muerte fue el inicio de una etapa oscura para el Barcelona, que lo homenajeó de la mejor manera: conservó eternamente su carnet, el número uno del club, y desde 1966 organiza, en cada agosto, un minicampeonato internacional que lleva su nombre.

La Segunda República trajo algo de paz. En 1935, Barça, que atravesaba años de penurias económicas y dirigentes go-londrinas, condecoró con la presidencia a Josep Sunyol, reconocido militante de la Izquierda Republicana de Cataluña,

un partido político que pugnaba por la independencia catalana.

Al mismo tiempo que Sunyol equili-braba las finanzas, el equipo recompo-nía su situación futbolística: se coronó campeón de Cataluña y llegó a la final de la Copa del Presidente de la II Re-pública.

Pero la gestión de Sunyol resultó breve, efímera, igual que la estadía re-publicana en el poder. Tres semanas después de comenzada la Guerra Civil española, Sunyol, que intentaba visi-tar a sus compañeros partidarios en la periferia de Madrid, fue capturado y fusilado por el ejército franquista en la sierra de Guadarrama. Militante por la igualdad, el presidente mártir –como se lo conoce hoy en las esferas blaugra-nas– padeció los antagonismos de su país, caldo de cultivo para el estallido de la Segunda Guerra Mundial.

El antídoto para superar la muerte de Sunyol lo llevó a cabo un grupo de empleados, que organizó una gira de cinco meses por América para darles rodaje y tranquilidad a los jugadores, muchos de los cuales permanecieron exiliados en México y Estados Unidos por temor a represalias. Jugar en Bar-celona, en aquella época, era casi una ofensa para los adláteres del dictador Francisco Franco.

En esos años de guerra, la liga espa-ñola, como le sucedió a todo el país, estuvo detenida. Pero como contes-tación, y también para no perder el ritmo de competencia, Barcelona participó y ganó buena parte de los torneos no oficiales que se crearon en Cataluña y en la zona mediterránea, donde los republicanos resistían el dominio franquista.

En 1938, ya en el desenlace del con-flicto interno, una bomba destruyó la sede social de la calle Consell de Cent, el recinto donde el club guardaba toda su gloria: trofeos, la documentación desde el primer día y libros. Se hubiera perdido o quemado casi todo si no fue-ra por el conserje Josep Cubells, quien se dedicó a salvar buena parte de esa historia arrasada.

Con la victoria final de Franco, Barce-lona siguió pagando por su condición de ícono independentista. El gobierno intervino a la institución a través de una comisión, y dictaminó dos medi-das propias del autoritarismo reinante: suprimió dos barras de la señera (la bandera autonómica de Cataluña), que se había incluido en el escudo del club a modo de homenaje a la comunidad y obligó a castellanizar su nombre oficial: de Foot-ball Club Barcelona pasó a de-nominarse Club de Fútbol Barcelona.

Paradoja del destino y del balón, Bar-celona, seis años después de que asesi-naran a su presidente por republicano, obtuvo la Copa del Rey en 1942, cuan-do se llamaba Copa del Generalísimo.

A medida que pasó el tiempo, el ré-gimen atenuó su persecución contra los catalanes. Barcelona recompuso su situación institucional, reinició su protagonismo en múltiples deportes y consolidó su importancia social dentro de la ciudad hasta convertirse en algo “más que un club”, como reza su eslo-gan actual.

Ahora, y desde hace varios años, Bar-celona es sinónimo del mejor fútbol del mundo. La cuna del fútbol arte. Batió records en cada temporada, obtuvo tres Champions League y tres Mundiales de clubes en un lustro y sus hinchas siguen gozando, cada fin de semana, de Messi, el mejor futbolista de la actualidad. Sin embargo, a pesar de las mieles depor-tivas, la visión y concientización polí-tica sigue siendo la misma de siempre. Quedó demostrado en el último clásico contra el Real Madrid, cuando 98.000 mil cartelitos convirtieron al Camp Nou en una gigante bandera catalana. Ahí, el mundo se enteró de que detrás del éxito, hay también una historia de reivindicaciones y resistencias. ◗

Sus jugadores debieron exiliarse durante el franquismo sólo por jugar con la camiseta azulgrana.

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Después se devaluó el peso y todos los costos se fueron a las nubes, pero igual salimos en abril de 2002.

Muchos dijeron que era una locura. No sería la primera ni la última: el Ho-gar ya tenía casi dos décadas y –más de una vez– Cajade había demostrado que de los laberintos se sale soñando, con los ojos bien abiertos.

Resistimos un archivoUna recorrida por el archivo de La

Pulseada muestra vecinos organizados en asambleas y clubes de trueque o la experiencia de trabajadores que abrieron las persianas de sus empre-sas, rescataron sus fuentes de trabajo y demostraron que hay otra forma de producir, rentable y solidaria. O la mirada profunda sobre los cami-nos que abrían los movimientos pi-queteros, que –a los ojos de buena parte de la sociedad– solo cortaban rutas.

Surgimos en plena crisis, durante la primera Marcha Nacional de los Chicos del Pueblo, en la que cientos salieron desde La Quia-

ca para ser recibidos por más de 10 mil personas en Buenos Aires. Esa “Mar-cha por la Vida”, encabezada –entre otros– por el cura tercermundista Car-los Cajade, denunció que “cien pibes se mueren por día en el país del pan, por causas evitables”, y que “detrás de cada pibe en la calle, hay un padre sin traba-jo”. Pero no sólo la infancia, también el periodismo estaba en crisis. Y aunque parecía una locura, imaginamos otra comunicación posible. Ahora sabemos que no estábamos solos: el colectivo Lavaca, las revistas Sudestada, Barrile-tes, El Diario de la Región de Chaco y el Diario del Centro del País de Villa María, comparten historias y lecciones de es-tos diez años de locuras realizadas.

En aquella marcha empezó a dar vueltas por la cabeza del cura la idea de hacer una revista. El proyecto fue tomando forma entre vino y vino. Era mayo de 2001, todo estaba por explo-tar. El Hogar ya tenía la imprenta Gra-fitos, así que la impresión estaba en parte solventada.

La idea era distribuir la revista a través de una red de comedores y otras orga-nizaciones sociales, y que trabajadores desocupados encontraran en ella una fuente de ingresos. Planeamos que la revista saliera en diciembre de 2001, lo que por razones obvias no ocurrió.

Compañeros de ruta

LA PULSEADALa revista fundada por el cura tercermundista Carlos Cajade cumple una década de vida luchando por la distribución de la riqueza y de la palabra.

¿Dónde

En todos los puestos de diarios de La Plata y de la región. En Buenos Aires, en la Librería de las Madres (Hipólito Yrigoyen 1500).Más información: www.lapulseada.com.ar

conseguís La Pulseada?* * *

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Los pibes son el eje de nuestra re-vista, que más de una vez se definió como “la pulseada por un país con infancia”. La primera tapa, la número uno, fue la Negri, una chica del Hogar de Cajade, la más cuidada por el cura, porque él creía que era la metáfora de la niñez en Argentina. Decía que si ella salía adelante, podía salir ade-lante cualquier niño. Hace poquito la Negri cumplió quince años. Lo sobre-vivió al cura.

En casi cinco mil páginas escritas desde 2001, hubo notas largas, kilo-métricas, porque queríamos lo im-posible: abarcar años de silencios. Reclamamos justicia y memoria so-bre la dictadura, en la voz de mujeres como Chicha Mariani, Adelina Alaye y Hebe Bonafini, y acompañamos los procesos judiciales que juzgaron a Christian Von Wernich, los repre-sores de la Unidad 9 y la ESMA, y el plan sistemático de robo de bebés. Denunciamos desalojos. Hablamos de Julio López, de Luciano Arruga, de Diego Duarte, de las víctimas del gatillo fácil, del femicidio de Sandra Ayala Gamboa. Alertamos sobre el tráfico de bebés, la desnutrición y las enfermedades que matan a los po-bres. Mantuvimos vivo el legado de la teología de la liberación y la opción por los pobres que identificó a Caja-de, en las voces de Leonardo Boff, Frei Betto, Rubén Capitanio, Miguel Hesa-yne, Alejandro Blanco, Tony Fenoy y

“jóvenes sacerdotes de la trinchera” como Pablo Osow.

Hablamos de cárceles cuando casi nadie lo hacía. Contamos militancias y proyectos para paliar el encierro de prisiones, institutos y manicomios. Nos sumamos a la lucha por un nue-vo paradigma para tratar la niñez y la adolescencia. Dimos cuenta de una y mil experiencias solidarias. Vimos nacer bachilleratos populares y crecer a los centros culturales autogestiona-dos, a los que dedicamos una sección estable. Acompañamos al teatro co-munitario, las murgas y las biblio-tecas populares. En junio de 2008 hablábamos del “despabilado super-negocio de la minería nuclear” en la punta saltocatamarqueña, y en 2010 vimos cómo Andalgalá se levantaba contra la minería contaminante.

Porque el nombre La Pulseada hace referencia, tanto a la distribución de la riqueza como a la de la palabra.

Cuando Cajade murió, en 2005, no sólo en el Hogar, sino en la revista, la sensación fue de orfandad. Así sucede

cuando mueren los grandes líderes. A partir de ese momento, nos agrupamos con revistas hechas por comunicado-res y militantes sociales que apuestan por la diversidad de la palabra, por otro mapa de medios y por la desmonopoli-zación. A esa red de emprendimientos sociales y editoriales de calle la llama-mos RISA: Revistas por la Inclusión So-cial en la Argentina.

Paralelamente integramos una Aso-ciación de Revistas Culturales Inde-pendientes de Argentina (AReCIA) que trabaja por el fortalecimiento de la edición independiente, la defensa de sus derechos y la creación de políticas públicas que la reconozcan y respeten.

Distribuida por trabajadores desocu-pados de La Plata, Berisso y Ensenada, los diez pesos de tapa sirven para re-munerar a los vendedores y para cola-borar con la obra que dejó Cajade.

Pasó una década y seguimos dando la pulseada con esfuerzo y orgullo. Tenemos La Pulseada Radio, un pro-grama que sale por cinco emisoras y donde los pibes del Hogar son los que copan el micrófono para contar lo que piensan y lo que sienten. Somos conscientes de que muchos de los te-mas que hace diez años hablábamos en total aislamiento, hoy se leen en los grandes diarios. Como, por ejem-plo, la Ley de Medios que hoy está en boca de todos. Antes, cuando hablá-bamos de ella, éramos parias y medio locos. ◗

Cajade había demostrado quede los laberintos se sale soñando con los ojos bien abiertos.

El cura Carlos Cajade, fundador de la revista, junto a los pibes del hogar.

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Este exótico país asiático dirime sus días entre la religión budista, una dictadura militar que lleva más de 50 años, y un ritmo de vida frenético pero a la vez detenido en el tiempo.

yanmarLa tierra de los

IL TEMPLOSM

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maquilladores naturales, maestros en el arte del thanaka –cosmético que todas las mujeres llevan con orgullo en sus rostros–. El thanaka es de color amari-llento y sirve también como protector solar pero su función primordial es so-cial: hace 2000 años que los birmanos se untan esta crema hecha con la corteza del árbol homónimo, que crece en la re-gión central de Birmania.

El ritmo de la ciudad es frenético por las mañanas, exaltado por sus cruces sin semáforos, por sus autos con volante a la derecha a pesar de que el tránsito circula por esa misma vía, por las camionetas que hacen las veces de colectivos, hacinando a más de 25 personas que pelean por el oxígeno, y por los camiones que van dejando caer frutas y cocos en el camino. Ante semejante panora-

el taxista que nos recibe derrumba el parentesco. Lleva puesta una pollera tradicional: el longyi, usada por niños, jóvenes y hombres.

Las ratas mendicantes en la calle son parte de un escenario que abruma, con miles de puestos callejeros, basura por todos lados, vendedores de relojes y

Myanmar, Birmania, Bur-ma… no tiene sentido. Trato de explicarle a una amiga a dónde viajamos

después de pasar unos días en Ban-gkok, y sigue sin entenderme. ¿Pero vas a Myanmar o a Birmania? ¿Y qué es Burma? El interrogatorio continúa y no encuentro modo de explicarle que es todo lo mismo, un solo país in-merso en medio del este asiático; que es reconocido por la prensa mundial por tener la dictadura militar más lar-ga de la historia (desde 1962 y aún in-terviniendo solapadamente), que es la región más budista de todo el planeta; y que su gente, aún no contaminada por el turismo masivo, es la más ama-ble y agradable de toda la zona.

Llegamos a Yangón, ex capital y una de las ciudades más importantes de Myanmar, y el aeropuerto me des-pierta viejos recuerdos sudamericanos. La humedad, el calor, las palmeras, lo minúsculo de la terminal, todo me hace viajar por un segundo a Iquitos, entrada peruana al Amazonas. Pero

texto: Gastón Bourdieu

fotos: expreso a oriente

Vista al amanecer de los templos en Old Bagan, antigua capital del reino predecesor del pueblo birmano.

Las distintas tribus que habitan el centro de Myanmar se dedican principalmente a la producción de té.

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a la altura del argentino: en ocasiones sacan dos televisores a la calle para ver distintos partidos al mismo tiempo, y enloquecen con goles de futbolistas que no deben ni saber que existe un país lla-mado Myanmar.

Pero el mayor orgullo de la ciudad es, sin dudas, la pagoda Shwedagon, in-menso templo dorado de 100 metros de altura, visible desde cualquier punto de la ciudad, rodeado de cientos de estupas e imágenes budistas, de un brillo celes-tial que empalaga. Según la leyenda, el templo es guardián de una reliquia sa-

Myanmar. La tierra de los mil templos

ma, Yangón debe agradecer que estén prohibidas las motocicletas (el auto de un alto militar fue embestido por una moto hace años y a partir de ese momento nadie más puede circular sobre dos ruedas motorizadas).

Pero el birmano sabe dónde encon-trar la paz: emplazada en la rotonda más importante de la ciudad, la milenaria pagoda Sule es la guarida que escogen a diario cientos de personas para rezar y meditar por el día cumplido. Caminar descalzo –está prohibido usar calzado dentro de los templos– por las distintas estupas, con imágenes de Buda que los feligreses adoran de rodillas, mientras apenas se oye el caos de tránsito que se agita en la principal arteria de Yangón, es una buena manera de entender la personalidad de los birmanos.

La noche se acuesta temprano, y hor-das de fanáticos futboleros se instalan en los restaurantes callejeros para ver ensimismados algún partido de la liga inglesa. El fanatismo por el fútbol está

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Típica vestimenta de los jóvenes, en el camino desde Kalaw al lago Inlay.

Atardecer en los valles de Shan, cerca de Nyaungshwe.

grada: ocho pelos de Buda, que fueron entregados por dos mercaderes birma-nos hace más de 2500 años. Es el sitio más sagrado para todos los budistas de Myanmar, que esperan poder visitarlo al menos una vez en su vida. Algo así como la Meca birmana.

Bagan

Si Myanmar es el país más budista del mundo, en Bagan fue plantada la semilla que germinó religiosamente y floreció en toda la región. En el si-glo XI, el rey Anawrahta se convirtió al budismo y mandó a construir diez mil templos que, por su belleza y cer-canía, hoy son la postal del lugar. Te-rremotos, inundaciones y conflictos sociales mediante, quedan poco más de tres mil, que se engalanan cuando cae la tarde.

El budismo aún se siente con fuerza en todos lados. En el aire que sopla arri-ba de la bici, en el calor que empapa vo-luntades por sus senderos de tierra, en el chapuzón en el río Ayeyarwady, en los amaneceres antojadizos y los atar-deceres petulantes.

Ayer, allí estaba la capital del Reino de Bagan, pueblo que luego constituiría a la moderna Myanmar, por lo que los cimientos de la cultura están edificados por miles de pagodas, estupas y monas-terios, en los que perderse es un progra-ma imperdible.

Myanmar no tiene nada que ver con el resto de Asia, y mucho menos con el resto del mundo.

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Y allí están Narapiti y Ehohe, dos nativos que se pasan el día arriba de un sulqui persiguiendo turistas. Con su longyi desteñido y su camisa gastada, llegan de madrugada a la estación de buses, pescan algunos viajeros y se ha-cen sus chirolas. Los llevan a distintas posadas o a recorrer los templos para ver los increíbles amaneceres. Como la mayoría de los lugareños, no tienen problemas en charlar sobre el clima, las atracciones o la historia del budismo; pero si se los inquiere acerca de política, un silencio inocente se apodera de ellos. En Myanmar, no está permitido hablar de algunas cosas.

Lago InlayMao Mao tiene 22 años, maneja con

facilidad el inglés y es geólogo pero se gana la vida como guía en trekkings que van desde Kalaw, un pueblito fundado por británicos, hasta el Lago Inlay. Más bajito que su hermano menor Kyanzi, con tanta cara de inocente como de in-teligente, conoce el camino de tres días a la perfección. Debe haberlo recorrido cientos de veces desde que nació.

Durante el día me explica las tra-diciones y costumbres de las distintas tribus que nos cruzamos; a la noche cocina con la maña de un chef inter-nacional, y no deja ni por un segundo de contestar con sabia precisión a to-das mis preguntas. ¿Qué es esa fruta? ¿Quiénes enseñan inglés? ¿A qué se

dedica la gente? Pero de política, como todos los demás, prefiere no hablar.

Este país no tiene nada que ver con el resto de Asia y mucho menos con el resto del mundo. Es un país que, literal-mente, se quedó en el tiempo. Aún no contaminado por el turismo masivo, la gente se sigue asombrando con los vi-sitantes del modo más desinteresado. Mao Mao no pensaba en una propina cuando nos mostraba las plantaciones de tomate ni los jardines flotantes en el medio del lago, ni cuando nos con-seguía algo para comer sobre el bote, en un pueblito lacustre en las afueras de Nyaungshwe, en el que nadie sabe

de la existencia de una ciudad llamada Venecia.

Myanmar es un sueño lleno de tem-plos y sulquis; una novela de monjes errantes y monasterios perdidos, una fábula de chicos haciendo jueguito con una pelota, un cuento de budas, pagodas y estupas, una foto de hombres vestidos con longyis y mujeres luciendo sus tha-nakas encantadoramente desprolijos. Myanmar es el lugar que todos debe-rían conocer. Pero si eso sucediera, nada sería igual allí. Por eso, a mi amiga que me sigue preguntando por Myanmar, Birmania y Burma, le digo que se olvi-de de todo y que no vale la pena visitar este país. Pensando en la gracia y suerte birmanas, me vale este capricho egoísta: ojalá nadie más conozca Myanmar. ◗

El régimen militar se instaló en Myanmar (nombre que recibe

Birmania desde 1989, tras el último golpe de Estado) en 1962, y después de perder en las elecciones de 1990 se rehusó a dejar el poder y encarceló a varios de los electos políticos. Empujado por distintas organizaciones internacionales que lo acusaban de crímenes brutales contra su población –en especial contra las minorías étnicas– y de privación de los derechos humanos más básicos, el gobierno birmano estableció un plan de siete puntos para la democracia, entre los que se incluía el regreso a los comicios para elegir nuevas autoridades y disolver la Junta Militar. En 2010 hubo elecciones “libres”, pero la “Liga Nacional para la Democracia”, dirigida por la Premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi (quien fue liberada de su arresto domiciliario una semana después del sufragio), boicoteó de manera oficial los comicios porque “la Constitución de 2008 y las Leyes Electorales dictadas por la Comisión Electoral no garantizan ni la democracia ni los derechos humanos en Birmania”. Así las cosas, el ganador resultó el partido apoyado por el gobierno militar, que puso a la cabeza a un ex General y Primer Ministro. No hace falta explicar. Tanto las Naciones Unidas como los países occidentales declararon fraudulentas a las elecciones. Aún existen regiones en conflicto. En el oeste del país hay enfrentamientos entre budistas y musulmanes que ya generaron la existencia de campos de refugiados (sobrepoblados, según las Naciones Unidas), a los que llegan miles que se escapan de esa violencia.Myanmar puede estar caminando hacia la democracia pero aún no llegó a la meta. Mientras la gente siga teniendo miedo de hablar de política, de contar cosas que suceden allí o simplemente de expresar su opinión; la dictadura seguirá rigiendo los destinos de un país que, a pesar de todo, avanza.

info al toque

Niños en el pueblito de Thandaung.

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Cocina antigurmet

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E xisten secretos y porciones de nuestra historia en ese territorio casero, donde nacen los sabo-res. En este caso, Josefina nos

revela cómo crea una de sus especialida-des artesanales: fideos tostados.

“Es un plato económico, sabroso y sencillo de hacer”, apunta con una son-risa, e imita a los chefs de la televisión. Navy, así la llaman quienes la conocen, explica que esta receta la aprendió de su mamá, y que a ella se la pasó una ma-drina árabe, cuando vivían en Paraguay.

Josefina rememora sobre su tierra na-tal guaraní mientras prende una horna-lla y pone al fuego una sartén. Recuerda paisajes, momentos, personas y, sobre todo, a su padre revolucionario, quien fuera asesinado mientras dormía, por orden del dictador paraguayo Alfredo Stroessner.

Navy charla mientras corta una ce-bolla mediana en rodajas finitas. No llora, aunque sus ojos celestes delatan la emoción que siente cuando su ma-rido, sus hijos, sus nietos o sus bisnie-tos le insisten para que les cocine este plato que, según explica, se hace de la siguiente manera: “Los fideos nido o cintita se trituran y se fríen en una sar-tén con aceite. Se les agrega agua has-ta cubrirlos. Luego se añaden cuatro puñados de arroz y un poquito más de agua y sal. Se deja cocinar a fuego lento hasta que estén a punto”.

Para hacer la salsa:Se corta la carne en pedacitos,

como para un guiso. Lo mismo con la cebolla y el ajo. Todo eso se mete en una cacerola con media taza de aceite, una de agua, sal a gusto y una

hoja de laurel. Esto se cocina a fuego lento.

Cuando se nota que la salsa está espesa, se saca del fuego y se le agre-gan condimentos. Tomillo, orégano o cualquier otro.

Se deja reposar unos minutos y se sirve. El queso rallado pone el toque final. ◗

fotos: Emiliano Gullo

FIDEOS tostados

Ingredientes

Aceite. Fideos nido o cintita. Arroz. 1 cebolla mediana. 3 o 4 dientes de ajo. 1/2 kilo de paleta o roast beef. Sal. Hoja de laurel. Tomillo u orégano.

* * * * * *

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en la lona de los giles, me tendió en el cuarto round– canta Beltrame. El se-cretario de voz finita entona sobre los graves del cantor.

El agregado no dice nada. Se levanta despacio del otro sillón de caña, coloca la novela de Soriano abierta y boca aba-jo a un costado, deja al secretario solo y tendido en la lona y camina hasta la

E l agregado comercial es un hombre joven y preferiría escuchar cualquier otra cosa esta tarde, pero al secretario del embajador le gusta Rivero con guitarras.

Y cuanto más lunfardo mejor:–Escuche Ramos lo que es eso, olví-

dese del sonido sucio. Esa letra: ….y

Cultura • cuento

JUAN SASTURAIN

Falta Palmieri“Sepa el pueblo votar”Roque Sáenz Peña

IlustracIón: amapola negra

ventana. Las guitarras que puntean y subrayan las amarguras tangueras de Barajando acompasan a sus espaldas mientras afuera no comienza o no termina de atardecer sobre el raleado jardín y las palmeras excesivas. En la avenida de asfalto roto con canteros de tierra roja, los taxis verdes y negros brillan como escarabajos bajo la lluvia.

–Siempre me da la impresión de que los guitarristas de Gardel tocaran bajo el agua –dice Ramos–. Parecen meti-dos adentro de una pileta llena, por ese ruido metálico, distorsionado que hacen las guitarras: tingui-ting, ting-tingui,tingui-ting.

–Pero estas no… –corrige el secre-tario.

–Ya sé que no canta Gardel, Beltrame. En estos meses me ha hecho escuchar más tango que en el resto de mi vida. Pero estas violas también suenan así…

–No. Esta grabación de Rivero no es acústica. Por la fecha; es del sesenta y pico.

–Estas también hacen tingui tingui –se obstina el agregado–. Debe ser por este puto clima…

El exabrupto no es común en el trato entre ambos y confirma que es un día muy especial, un domingo raro en que la embajada está abierta y escuchan mú-sica alevosa. Cierto mínimo sentido del pudor les impide estar tomando mate pero a esa altura casi han desagotado una preciosa botella de Legui aportada por uno de los primeros votantes.

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–Con ese celestito maricón. Ni si-quiera el sol es algo original. Un país de mierda como este tiene una mucho más vistosa: tiene rojo, amarillo, ver-de, dibujitos…

–Que no lo escuche el embajador.–No hay peligro. Está viendo el

rugby: Argentina-Francia en el Mun-dial.

El agregado mira el reloj:–¿Qué hora es ahora en Buenos Aires?Debería saberlo y tal vez lo sabe pero

no le gusta hacer la cuenta. Al secreta-rio sí, porque él es quien se comunica regularmente.

–Tenemos diez horas de diferencia.Ramos nunca sabe si es a favor o en

contra, más tarde o más temprano, sin embargo se larga a afirmar porque está harto de la espera.

–Quiere decir que allá ya se acabó todo –dice como si mirara una estrella demasiado lejana–. Levantemos y listo.

–Hay que esperar. Media hora más. Después abrimos, hacemos el acta, firmamos y mandamos un e-mail con todo.

–Es tan ridículo. Estamos acá como unos pelotudos custodiando un cajon-cito como si fuera un velorio.

–¿Y a quién estamos enterrando hoy?El agregado señala con un cabezazo

el retrato del Presidente que gobierna ortodoxamente la sala desde detrás del escritorio.

–¿Les parece? Este no se va a morir nunca –dice el embajador desde la puer-ta de la otra sala–. Ya van a ver.

Con un gesto mínimo, un toquecito apenas al equipo, Beltrame reduce los poderosos versos de Audacia por Rivero a un susurro.

–Terminó el primer tiempo –anuncia el embajador y deja pasar a la colorida pero calladísima Tanya–. Es en diferido; todo es en diferido acá.

Y se ríe. No se puede saber si el gordo está contento por el resultado del par-tido, por las elecciones o porque está fuera de horario y de programa con la única mujer que trabaja en la embajada.

Ramos tiene que admitir que Tanya está muy buena, dentro del estilo de las mujeres del lugar. Las mujeres son un problema. El embajador está separado,

–Ya está lloviendo otra vez –agrega Ramos, tapa la puteada anterior con un parchecito convencional–. Creo que no me voy a acostumbrar nunca.

–Yo decía lo mismo hace cuatro años –dice el secretario, interesado de repente–. Y seguro que me costó más que a usted, porque mi destino anterior fue Luxemburgo, que es otro mundo en serio. En cambio, esta humedad es como la de Buenos Aires. Como si fuera Buenos Aires.

Y el agregado siente que el otro lo descalifica: son años de servicio exte-rior, una ristra de países; él en cambio es un recién llegado al club.

–La verdad, una de las razones por las que quiero que pierdan hoy es que seguro nos van a mandar de vuelta. Si no, renuncio igual –exagera Ramos–. Me voy.

Hace solo ocho meses que está en la isla y se supone que debería hacer nego-cios, firmar acuerdos comerciales, ven-der zapatos y camperas de cuero, pero ya ha comprobado que –como dice en sus cartas a casa– “estos morochos son marcianos que prefieren andar en patas y solo conocen el frío por las películas”. Sin embargo, según el embajador, para superar esos detalles se supone que ha estudiado Comercio Exterior en la me-jor privada.

En realidad, para Ramos, desde que llegó el único comercio exterior efectivo han sido tres oscuras excusiones a un burdel de la islita de enfrente, la misma que se apoya verde en la repisa del hori-zonte borroneado por la lluvia, cortado por la bandera que pende del mástil frente a la ventana.

La memoria de aquellas transacciones acordadas por señas universales acaso no sea del todo grata porque el agrega-do se aparta de la ventana y dice:

–Con todo respeto, Beltrame: no le parece que tenemos una bandera bas-tante boluda.

–Es cierto –concede imprevistamente el secretario–. Y es una cosa que uno siente de pibe. En la escuela, cuando mirábamos el cuadro de las banderas de América para el 12 de Octubre no decíamos nada pero nos parecía la más aburrida de todas.

su mujer se volvió con los hijos chicos el año pasado, Ramos es soltero, Beltra-me también: “Un trolo melancólico” sospecha y escribe el agregado en sus quejosas cartas a Buenos Aires.

–¿Quién falta? –dice ahora el em-bajador consultando el padroncito de argentinos residentes que se han enco-lumnado para cumplir deberes cívicos tan lejos de casa y sin necesidad.

–Hace más de una hora que votó el último –dice el agregado comercial des-de la ventana y dispuesto a irse ya.

–Sí, pero falta Palmieri –dice el secre-tario.

–¿Qué Palmieri?–Palmieri, Imperio. Clase 1928 –y

Beltrame señala casi al final de la lista, junto al número de documento cómica-mente bajo.

–¿Quién es este viejo?El embajador tira la pregunta con

fastidio. Cree o debe creer que conoce a todos los argentinos diseminados por la isla.

–No es de la capital; es de un lugar del interior, de la selva –asegura Tanya.

Asomada sobre el hombro del secre-tario, señala el domicilio, uno de esos largos nombres locales impronunciables que ella pronuncia y que no dicen nada a los demás.

–Comerciante no es –se cubre el agre-gado.

–Bueno… Sea quien sea no va a venir ya –dice el gordo mirando la hora–. Dejémoslo ahí. Contamos los votos, ha-cemos el acta y usted se queda a enviar el e-mail, Beltrame…

–Esperen… –interrumpe Ramos siem-pre en la ventana–. Me parece que ahí viene Palmieri.

El vehículo, un viejo jeep con todas

las lonas desplegadas y las ruedas cu-biertas de barro se detiene en la puerta

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Cultura

de la embajada. No llueve ya, pero el atardecer es un hecho y no se ven los rostros con claridad desde la ventana. Sin embargo, el agregado ve que el chofer que da la vuelta al jeep es un hombre joven y que la monja a la que ayuda a bajar es una especie de Madre Teresa algo encorvada pero ágil, de hábito blanco, bastón vigoroso y botas de goma amarillas desproporcionada-mente grandes para su tamaño.

Dos minutos después, acompaña-da por el chofer y con las botas en la mano, la monja está adentro.

–Vengo a votar. Espero que no sea demasiado tarde –dice en un argentino raro, viejo, contaminado de inflexio-nes–. ¿Puedo pasar?

–Pase, hermana. ¿Cómo es su nom-bre?

–Eva me puse cuando entré a la orden. Soy la Madre Eva ahora, desde hace muchos años… –le apunta al gor-do y no le erra–. Señor embajador…

–Sí.–No quiero ensuciar el piso con las

botas una vez que estoy en mi tierra… ¿Tenés un diario o algo? –dice volvién-dose a la mujer.

Tanya le alcanza un periódico local y un ejemplar viejo de La Nación. La monja pone las botas encima y se queda mirando el diario.

–El camino desde la misión está muy malo en algunas partes –dice excusándose–. Aunque ha mejorado mucho con el afirmado. Hace cin-cuenta años no había nada en este país; ni caminos, ni agua potable ni nada. Yo le decía a Bamboli –y le toca la camisa al muchacho que la acom-paña– que en la Argentina nunca llueve así. Al menos en Mendoza de donde soy yo. Pero qué puede enten-der él, esto es lo único que conoce, solo le queda imaginárselo.

–Claro.Están todos a su alrededor. Nadie

hace nada. Hasta que el secretario se anima:

–Bueno: viene a votar.–Por primera vez.Hay sonrisas. Por alguna estupida

razón esa vieja monja provoca cierta actitud condescendiente, como si fuera

pueden conocer? Para verlos una vez al menos, cómo son. Un ratito.

–Seguro que están –dice el secretario.El agregado comercial no sabe si reír-

se o qué. Pero el embajador le hace un gesto con el mentón y primero con ti-midez y después con absoluta vergüen-za se sienta junto a Imperio Palmieri, la Madre Eva, a analizar los candidatos contra reloj.

–¿Este qué tal es? –y señala a uno subido a un palco lleno de gente.

Mientras comienza a explicar en voz baja, Ramos oye la respiración regu-lar, siente la concentración de la vieja monja, ve de reojo el ceño perplejo del joven Bamboli, asomado, y se siente repentinamente muy bien y enseguida muy mal.

Diez minutos después, Imperio Pal-mieri ha votado y el embajador firma con cuidado su libreta cívica vieja y virgen. La monja les da un beso a cada uno, les acaricia la cara y sale con las botas puestas a la noche precozmente estrellada.

Finalmente abren la urna y hay em-pate entre los dos mayoritarios. En el acta consignan, además, tres votos en blanco y uno nulo. Ha quedado todo disperso sobre la mesa.

–Vuelvan a meter todo en la urna y mande un e-mail con el acta, Beltrame –dice el embajador–. Me voy a ver el segundo tiempo de Los Pumas.

Antes de irse con él, Tanya abre el sobre impugnado y se lleva la estampita. ◗

un chico.–Es la primera

vez que voy a votar porque antes no nos dejaban y casi seguro que va a ser la última, porque tengo algo acá –y se señala el corazón– que no creo que me deje llegar muy lejos.

–No diga eso. Venga, siéntese. Usted se llama…

–Imperio Palmieri.La monja se sienta frente al escritorio

y saca una vieja libreta cívica que el secretario hojea con cuidado.

–No es un nombre común.–Mi madre me puso Imperio por una

cantante muy buena que vivió muchos años en España: Imperio Argentina.

–¿Y lo de Madre Eva?–Lo de Eva lo elegí yo misma. No

por la Eva de la Biblia, claro que no, Dios me libre y guarde. Fue por Evita, que era tan buena. Usted sabe, ella les dio el voto a las mujeres. Y fíjese lo que son las cosas: si no se hubiera muerto tan joven y yo no me hubiera hecho monja por co-sas que me pasaron cuando tenía dieciocho años, la hubiera votado, pobrecita…

El secretario está a punto de inte-rrumpirla, de decirle que no se pueden hacer comentarios políticos en esas cir-cunstancias pero Imperio Palmieri está más allá de toda sospecha o voluntad de trasgresión.

–Hace más de cincuenta años que es-toy en la misión –dice ahora–. Primero el Señor me quiso en la India, y después acá. Hay mucho que hacer. Siempre hay mucho que hacer.

–Claro–. El secretario le da el sobre con una sonrisa forzada y le indica el camino–. Ahí, en la otra habitación, están todas las boletas.

Entonces la Madre Eva, sobre en mano por primera vez, vacila:

–¿Quiénes? ¿Quiénes son?–¿Quiénes son quiénes?–Los candidatos, los que hay que

elegir –y recupera La Nación que en sus manos arrugadas es repentinamente nueva, inédita, valiosa– ¿Están acá, se

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