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    Revista Envio

    GuatemalaPor qu el NO en la Consulta Popular?

    Cmo fue planteada la Consulta Popular para que la ciudadana aprobara o rechazara importantes

    reformas a la Constitucin? Qu se jugaba en la Consulta? Por qu gan el NO? Cmo afecta el NO alos Acuerdos de paz? Qu camino hay hacia el futuro? Las respuestas a todas estas preguntas debenpesar mucho en este ao electoral.

    Juan Hernndez Pico

    El domingo 16 de mayo de 1999 la poblacin guatemalteca fue convocada a consultapopular para aprobar o rechazar las reformas a la Constitucin con las que se pretenda darcumplimiento a varios de los ms importantes acuerdos de paz firmados el 29 de diciembrede 1996. Menos de uno de cada cinco inscritos en el padrn electoral acudi a las urnas. El

    18.5% de la poblacin empadronada asisti a votar: 757 mil 978 personas, sobre 4 millones58 mil 832 empadronados, suponiendo que el padrn qued depurado de los fallecidos.Qued claro que el gran ganador de la jornada fue el abstencionismo.

    NO: legal y no representativoDespus de un reparo presentado ante la Corte de Constitucionalidad por el hecho deque se pidiera responder a la poblacin votante S o NO a unas 50 modificaciones a laConstitucin, se lleg a un acuerdo legislativo por el que los votantes deban respondersolamente a cuatro preguntas. La primera, sobre Nacin y derechos sociales, queabarcaba 7 artculos constitucionales y 3 transitorios. La segunda, sobre el OrganismoLegislativo (7 artculos constitucionales y uno transitorio). La tercera tocaba alOrganismo Ejecutivo (9 artculos constitucionales y uno transitorio). La cuarta, sobre elOrganismo Judicial y la administracin de justicia (16 artculos constitucionales y 3transitorios).

    En las cuatro preguntas el NO result mayoritario, aunque no en iguales proporciones.En la pregunta 1, que inclua la definicin de la nacin guatemalteca como una ysolidaria y a la vez multicultural, plurilinge y multitnica, el NO obtuvo el 9.03% delos empadronados y el S el 8.08%. En la pregunta 4, referida al aumento de fondos parala Corte Suprema de Justicia (del 2% al 6% del presupuesto anual del Estado) y a la

    profesionalizacin de la carrera judicial, respondiendo as a la preocupacin ciudadanapor la seguridad y el mejor funcionamiento de la justicia, el NO logr un 9.19% de los

    empadronados y el S un 7.80%. En la pregunta 3, que inclua el recorte de funcionesdel Ejrcito -se ocupara en el futuro de la seguridad interna del pas slo encircunstancias especiales y por decisin presidencial sometida al visto bueno delCongreso- y la posibilidad de que un civil estuviera al frente del Ministerio de laDefensa, el NO obtuvo un 9.66% del total de empadronados y el S un 7.26%. En la

    pregunta 2, donde, adems de una serie de temas relacionados con el nmero dediputados, atribuciones del Congreso y el acceso de la ciudadana a los procedimientoslegislativos, se tocaba la vigilancia de los sistemas de inteligencia nacional por elCongreso, el NO logr un 9.92% del total de los empadronados y el S un 7.01%.

    En cada una de estas cuatro preguntas, casi un poco ms de un 1.5% de los

    empadronados vot nulo o en blanco. De esta forma, el NO triunfante no llega arepresentar en ninguna de las cuestiones ni siquiera a una de cada diez personas

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    empadronadas en Guatemala. Es un NO legal, pero muy poco representativo.Igualmente lo hubiera sido el S si hubiera triunfado en proporciones similares.

    Mapa del S y el NOEn los resultados, el mapa de Guatemala qued perfectamente partido en dos mitades.

    En trece departamentos del Norte, el Oriente, el Centro y el Sur, gan el NO. Lamayora de ellos, con predominio de poblacin ladina, con excepcin deQuetzaltenango, Suchitepquez y Sacatepquez (donde se encuentra AntiguaGuatemala) y el propio departamento de Guatemala -con la capital-, por los grandesdesplazamientos migratorios de indgenas en los aos 80. En nueve departamentos delOccidente y el Norte gan el S. Todos con fuerte predominio indgena, menos El Petn.Fue en los departamentos donde gan el S donde la guerra estuvo ms presente y fuems dura durante los aos 80 y 90. En los departamentos donde gan el NO la guerra sehizo ms presente en la dcada de los 60.

    Los departamentos del altiplano noroccidental con predominio indgena son los ms

    densamente poblados de Guatemala, si exceptuamos el altiplano central ocupadoprincipalmente por la ciudad capital. Mirando en su conjunto las escasas diferenciasentre el NO y el S, queda claro que fue la enorme diferencia entre el NO y el S en lacapital la que inclin la balanza nacional a favor del NO.

    El triunfo del NO fue una gran sorpresa. Tal vez fue una caricatura de Prensa Libre laque lo capt mejor. Al abrir una urna-caja de sorpresas, de sas de resorte, salta untremendo NO que deja con la boca abierta y una cara de asombro horrorizado a varios

    protagonistas de los Acuerdos de Paz: el Presidente Arz, Rodrigo Asturias (GasparIlom), y Arnoldo Noriega, representante de la URNG en la Comisin deAcompaamiento. Al fondo, el candidato presidencial del PAN Oscar Berger.

    No slo fueron ellos. La sorpresa por la victoria del NO fue generalizada. Elabstencionismo esperado result un poco menor que el registrado en la consulta popularde 1994 sobre reformas constitucionales para depurar al Congreso, acusado entonces degran corrupcin. En 1994 slo el 15% de los empadronados asisti a las urnas.

    Procedimiento largo y confusoEn el mismo planteamiento de la Consulta Popular hay que buscar una de las causas delgran abstencionismo. Para poder entrar en un proceso de cumplimiento, los Acuerdos dePaz requeran de un determinado nmero de reformas electorales, que podanconcretarse modificando de 10 a 13 artculos constitucionales, y en cualquier caso

    nunca ms de 20. El proyecto que el Ejecutivo present al Congreso para su aprobacinpeda la modificacin de 13 artculos constitucionales.

    La Constitucin establece que para la aprobacin de cualquier reforma constitucional enel Congreso se necesita de una mayora calificada: dos tercios de los diputados. Slocon esa mayora puede la reforma ser propuesta luego a consulta popular. En ellargusimo procedimiento para obtener esta mayora calificada -desde mediados de 1997a octubre de 1998-, el proyecto del Ejecutivo fue complicado con una montaa dereformas que, al final, representaron la modificacin de casi 50 artculos de laConstitucin. Todo este largo procedimiento tuvo lugar en una plataformamultipartidaria que, aparentemente, tena como objetivo superar el secretismo de

    cpulas y la falta de participacin que caracterizaron los Acuerdos de Paz. Sin embargo,los partidos polticos presentes en el Congreso aprovecharon la ocasin y canjearon su

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    voto favorable a las reformas exigidas por los Acuerdos de Paz por otras reformas quepudieran presentar en la campaa electoral como pruebas de su preocupacin por elpueblo. Tambin, por reformas al papel del Congreso, sospechosas de ser slofavorables a los diputados. Con todas estas caractersticas, al final el paquete dereformas constitucionales result un ladrillo muy difcil de comunicar a la poblacin.

    Formalismos, polmicas estriles

    Tanto el PAN como el FRG -partidos que dominan el Congreso- cumplieron con todaslas formalidades necesarias para proponer a la poblacin los cambios constitucionalesnecesarios para acelerar el cumplimiento de los Acuerdos de Paz. Pero se quedaron ah,en los formalismos, sin empearse con todas sus fuerzas en movilizar a la poblacin

    para que asumiera esos cambios o en conseguir el presupuesto necesario para unacampaa inteligente de educacin popular, sobre todo radial, que llegara a las mayorasanalfabetas. Ninguno de los partidos ofreci a las mayoras rurales -ni tampoco a lasmayoras pobres urbanas- transporte y comida gratuitos para que compensaran el tiempoy los jornales perdidos hasta llegar a los lejanos centros municipales de emisin de voto.

    Estos "esfuerzos" los hacen los partidos slo en elecciones presidenciales, legislativas omunicipales, cuando estn en juego cargos.

    No los hicieron en la consulta popular.Sobre todo, los partidos se enredaron en discusiones interminables sobre las reformas ala ley electoral -tambin pactadas en los Acuerdos de Paz-, no llegando a ningnacuerdo sobre techos para los gastos de financiamiento de las campaas -rechazandoque sea el Estado el que pague el transporte a los centros de votacin y bloqueando elcambio a un nuevo sistema de ubicacin residencial de urnas-. En el sistema actual slose puede votar en las cabeceras municipales y no en las aldeas. Y en las grandesciudades, los centros de votacin no renen a los empadronados por barrios.

    Por todas estas razones, es legtima la sospecha de que los interesados por sacaradelante las reformas constitucionales fueron solamente las cpulas del gobierno y lasde la URNG, que se confiaron en su capacidad de promover el S. A ltima hora, lascpulas del FRG cambiaron su discurso de oposicin y, temerosos de que se les pudieratildar de opositores, no slo al gobierno sino al proceso de paz, se hicieron presentes en40 municipios del pas para animar a la poblacin a responder S.

    Papel de catlicos y evanglicosEn no pocos departamentos del altiplano occidental indgena y en El Petn, la IglesiaCatlica intent movilizar a la gente a favor del S, sobre todo por la importancia que

    vea en la desmilitarizacin del pas y en la modernizacin del Ejrcito, en elreconocimiento -al menos jurdico- de la complejidad cultural, tnica y lingstica de lanacin, y en el intento de enfrentar la corrupcin en los tribunales y de favorecer la

    profesionalizacin de la carrera judicial. Sin embargo, la Iglesia Catlica perdi laoportunidad de animar al voto por el S en la ciudad capital, aprovechando la enormeconvocatoria conseguida en la misa campal celebrada en el aniversario del asesinato deMonseor Gerardi.

    No pocas de las Iglesias Evanglicas pentecostales y neopentecostales convocaron a lagente a votar por el NO. En un municipio del altiplano occidental indgena, de mayoraevanglica, los pastores comunicaban estas consignas: "Si usted vota por el S se tiene

    que hacer catlico", "Si usted vota por el S tiene que ir a venerar a los montes", "Siusted vota por el S tiene que ir a encender candelas y prender pom (incienso) en los

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    templos". En otros lugares, las consignas de ciertos pastores evanglicos fueron: "Siusted vota S es guerrillero", "Si usted vota S nos van a aumentar los impuestos", "Siusted vota S nos van a quitar las tierras".

    El "fuego sagrado" de la derecha

    Apostando al peso de los votos de la capital, y en ella de la gente con educacin formal,en el mes y medio anterior a la Consulta, el debate entre el S y el NO se concentr en laprensa escrita. Se fueron haciendo ms frecuentes los anuncios de pgina entera en losque Francisco Bianchi, el precandidato presidencial de ARDE (Accin ReconciliadoraDemocrtica) llam a votar NO. Bianchi, miembro -al igual que el General retiradoEfran Ros Montt- de la Iglesia del Verbo, fue hace 17 aos el secretario del General,Jefe de Estado de facto. Estuvo detrs de la campaa que extorsionaba a los indgenas

    para que se convirtieran al evangelismo y as mostraran que no estaban con lasubversin. The New York Times lo entrevist en aquel entonces y public susdeclaraciones: haba que matar a los indgenas, aunque fueran civiles, si apoyaban a lossubversivos. Hoy, Bianchi niega haber dado nunca estas declaraciones. Tras el intento

    del FRG de Ros Montt de desplazarse de la derecha hacia el centro, Bianchi fundARDE para mantener el "fuego sagrado". Sus anuncios en los diarios decan que habaque votar NO "porque aceptar las reformas es contribuir a una mayor divisin del pas yno asistir, adems de dejar que otros decidan por usted, pondra en peligro nuestra

    precaria Democracia".

    Aunque no lo hayan pretendido as, los dirigentes del FRG parecan jugar a dos manos:a favor del S a travs de sus dirigentes, y a favor del NO a travs de su testaferro,Francisco Bianchi.

    Tres diarios en debate

    Los columnistas de las pginas editoriales de los principales peridicos externarontambin sus opiniones. En Prensa Libre, el diario de mayor circulacin en el pas, lasopiniones se distribuan con bastante equidad entre el S y el NO. El diario se pronuncieditorialmente por el S, aunque con ciertas reservas. En El Peridico -probablemente eldiario de ms y mejor periodismo de investigacin- hubo ms editoriales a favor del S,aunque no faltaron los promotores del NO. El diario anunci en aviso a pgina enteraque impugnara uno de los artculos reformados, ya que pretenda legalizar el espionajetelefnico, lo que al da siguiente refut -con las explicaciones pertinentes- el mismo

    jefe de redaccin del diario.

    Siglo XXI -que pasa por ser el rgano oficioso del pensamiento militar- se pronunci

    editorialmente por el NO, y aunque sus columnistas mostraron mayor inclinacin arecomendar el NO, algunos abogaron por el S.

    El racismo de los ladinosEn este debate de prensa, resaltaron fundamentalmente dos puntos. Uno, el temor de unimportante sector de la poblacin ladina de que las reformas constitucionales alteraronla balanza de poder en Guatemala, inicindose un peligroso movimiento al reconocerseel peso mayoritario de la poblacin maya con sus valores culturales, su espiritualidad,su derecho consuetudinario y sus lenguas.Debajo de este temor se oculta el racismo que siempre ha prevalecido en la cultura delos ladinos y los criollos guatemaltecos. Un racismo que nunca fue tan radical como

    para proscribir el mestizaje, y que no fue inscrito en leyes discriminatorias osegregacionistas del tipo "apartheid", pero que s se encuentra inscrito en nuestros textos

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    constitucionales y jurdicos, generalmente por omisin. Por ejemplo, se omite elderecho de una persona de identidad maya a expresarse en su lengua cuando tenga quelitigar o defenderse en juicio.

    Principalmente, este racismo se encuentra inscrito en la lengua del ladino y del criollo:

    "la indiada" es la multitud del pueblo indio, cuyo predominio amenazante en nmero nose reconoce en censos pero se conoce y se teme; "el indito o la indita", son quienesresultan admitidos condescendientemente, slo si guardan su lugar; en el "vos, indioshuco" (maloliente y sucio), "vos, india shute" (entrometida), "vos, indio haragn", nose puede reconocer a quienes han hecho desde hace siglos los trabajos materiales msduros. Y como stas, tantas otras expresiones.

    Se trata de un racismo inconfesable, pero omnipresente si no se hacen esfuerzosconscientes para superarlo y rechazarlo. En el debate que acompa la ConsultaPopular, este racismo apareca cuando se afirmaba que las reformas "nos van a dividir",que no se pueden "dar privilegios" en la Constitucin a unas etnias sin drselos a otras,

    siendo as que, en la prctica, cualquier ladino, incluso el ms pobre, ha consideradosiempre que poda mirar de arriba a abajo a cualquier indgena. Apareca cuando seafirmaba que nombrar especialmente a las etnias mayas en la Constitucin sera quebrarel reconocimiento de "la igualdad de todos ante la ley", mientras en la vida diaria semantiene la varias veces centenaria "mayor igualdad" de algunas etnias, clases, grupos yconglomerados.

    Un temor justificadoEl otro punto que resalt el debate periodstico era bastante legtimo. Era el temor deque, a travs de un decreto legislativo y de una consulta popular con muy pocaasistencia, se siga cambiando la Constitucin, cuando todas estas reformas necesarias le

    correspondera hacerlas a una Asamblea Constituyente en la que se delegara larepresentacin popular con tiempo y espacios para reflexionar y formular mejor loscambios.El temor estaba fundamentado en el planteamiento que al fin eligi el Congreso para

    proponer las reformas: 50 reformas, muchas de ellas sin conexin temtica entre s,realmente difciles de asimilar. Fue muy difcil opinar sobre su conveniencia oinconveniencia, fue muy difcil comunicarlas a la poblacin, a la que se le presentaroncon procedimientos de informacin obsoletos -reducidos a la simple lectura-, obviandootras metodologas masivas, radiales y visuales, u otros foros con debates cara a cara.

    Falt informacin

    No puede interpretarse ni el abstencionismo ni el "triunfo" del NO diciendo que a lagente le fue indiferente el contenido de las reformas o que la gente carece de capacidad

    poltica. Al revs. Lo que la gente "dijo" es que le haca falta informacin. La empresaencuestadora Borge y Asociados, de Costa Rica, realiza, en este ao electoral, variasencuestas en el pas. Son interesantes los resultados de su segunda encuesta, realizadadespus de la Consulta Popular. Se pregunt a la gente "Por qu cree que gan el NO?La respuesta ms mayoritaria, con un 30.3%, fue: Por falta de informacin. A estarespuesta hay que sumar, muy probablemente, la del 35.9% agrupado en "no sabe o noresponde", por estar privada de informacin. Slo un 9.2% escogi la respuesta "dura":el NO gan "porque el pueblo no quiere cambio". Un 7.1% respondi que "por falta decredibilidad". Se supone que le faltaron al gobierno y a la URNG, que propusieron las

    reformas. Otro 4.5% dio una respuesta equivalente a "las leyes son a favor delgobierno", lo que quiere decir que la gente no es "babosa".

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    Continuar con "la paz"La ligereza y superficialidad con que se plante la Consulta Popular sobre las reformasconstitucionales hizo que la gente se ausentara de las urnas. Si tenemos en cuenta que alas votaciones de la primera vuelta de las elecciones para elegir entre Arz (PAN) yPortillo (FRG) en 1995 acudi el 45% de los empadronados, es posible imaginar que,

    con mejor informacin, el 18.5% que acudi a las urnas en la Consulta Popular hubierapodido llegar hasta un 30-35%. Pero ese esfuerzo de informacin significaba uncompromiso con el cambio mucho ms claro y decidido por parte de los partidos

    polticos principales, y una capacidad de convocatoria mucho mayor de la URNG o desus aliados en la Alianza para una Nueva Nacin (ANN).

    A pesar de todo, el NO no significa un no mayoritario de la poblacin al proceso de paz.En la misma encuesta se hizo esta pregunta: "Cree usted que el prximo gobierno debecontinuar con el proceso de paz?" Un 83.9% de la poblacin respondi que s, un 6.4%contest que no y slo un 9.7% dijo no saber o no respondi. Este resultado es unaafirmacin rotunda a favor de algo que se llama paz. No es sencillo hacer equivalente el

    proceso de paz con los Acuerdos de Paz, porque los acuerdos de paz necesitan de unproceso de comunicacin popular que informe de sus contenidos. Tampoco es fcilalegar que la gente quiere la paz aunque no quiera muchos de los contenidos de losacuerdos de paz.

    Falta educacin popularEn este ao electoral resulta muy peligroso para cualquier candidato presidencial relegara un lugar poco importante de su programa el proceso de cumplimiento de los acuerdosde paz. Pero, si esto es verdad, tambin lo es que los acuerdos de paz no tienen un gran

    peso en la conciencia de la mayora de la poblacin. Evidentemente, la paz s lo tiene,en cuanto que es ausencia de guerra y aumento de seguridad en la vida de las personas y

    de las familias. Pero pasar de este mnimo contenido de paz al mximo contenido que sedisea en los Acuerdos de Paz es an tarea de mucha educacin popular, donde sevincule la nacin nueva y ms moderna en sus instituciones con la vieja lucha por lavida que consume a la mayora de los guatemaltecos.

    Cada vez ms abstencinPrimera conclusin de la Consulta Popular. En el proceso de transicin hacia lademocracia, iniciado en Guatemala por segunda vez en su historia moderna en 1984 -la

    primera vez fue el perodo "revolucionario" de 1944-54, frustrado por la intervencin deEstados Unidos-, la participacin de la poblacin empadronada en los eventoselectorales ha sido decreciente. Un 78% acudi a las urnas para elegir a los

    constituyentes en 1984. Un 69% asisti en 1985 a las votaciones en que se eligi comoprimer presidente civil desde 1966 a Vinicio Cerezo. En 1990 slo el 56.4% de losempadronados acudi a la eleccin presidencial en primera vuelta. Con una

    participacin menor fue electo en segunda vuelta Jorge Serrano, primer presidenteconstitucional evanglico del pas, derrocado en 1993 tras un autogolpe fallido, el"serranazo". En 1995 slo un 45% de la gente empadronada acudi a votar en laselecciones que gan Alvaro Arz. Arz fue electo en segunda vuelta en enero de 1996con poco ms de un 12% de la gente empadronada.

    El declive es constante e impactante: en once aos la participacin baj del 78% al 45%.En la consulta popular de 1994 acudi a las urnas el 15% de los empadronados y en la

    consulta popular de 1999 el 18.5%.

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    Falta de confianza polticaLa confianza en los procedimientos electorales de la democracia es descendente. Lagente valora el proceso de paz, pero no cree que avanzamos en derechos humanos ni enun acceso ms equitativo a la educacin, a la salud, al ingreso y al empleo. La gente nosiente que vamos avanzando en la transicin a la democracia, aunque no mencione el

    difcil concepto de transicin. Un 73% de la gente cree que los diputados cumplen malsu trabajo. Un 69.7% piensa que los partidos polticos cumplen mal su trabajo. Un66.4% cree que los tribunales cumplen mal su trabajo. Y un 54.4% piensa que elgobierno cumple mal su trabajo.

    Temores en "la patria del criollo"Segunda conclusin de la Consulta Popular. Para explicar el triunfo del NO, lo mscercano que tenemos a una indagacin objetiva sobre las razones o motivos de esteresultado a nivel nacional es la encuesta de Borge y Asociados. Un 30% indic que lafalta de informacin fue causante del NO y un 36% dijo no saber o no respondi.Si la falta de informacin fue determinante, es claro lo muy determinante que fue el

    peso de los votos de la capital en el resultado final. En la capital, el NO casi triplic alS. En la capital vive el 26% del electorado nacional, en la capital casi el 20% de lagente empadronada acudi a votar.

    No es irracional considerar que el racismo latente en mucha de la campaa de prensa afavor del NO influy en los resultados capitalinos. Tampoco es irracional ponderar queel miedo a quedarse sin un Ejrcito, cuya misin habitual es garantizar la seguridadinterna "del pas", sesg el voto de los capitalinos, temerosos del crecimiento del influjode la poblacin indgena.

    Para no poca gente de clase media, y para la mayora de la clase alta, la seguridad

    interna "del pas" coincide con la seguridad interna de "la patria del criollo". Entre estapoblacin capitalina, acostumbrada al nacionalismo de fachada, tuvieron efecto losalegatos de tantos columnistas de prensa que afirmaban que las reformasconstitucionales eran el precio exigido por los organismos internacionales (MINUGUAy otros) y por los Estados Unidos y la Unin Europea para financiar el proceso de paz.

    El peso de los votos a favor del S en el altiplano noroccidental indgena no fuesuficiente para contrarrestar el peso de los temores y prejuicios de la poblacincapitalina. En departamentos indgenas como Solol (30% de asistencia a las urnas) yAlta Verapaz (27%) fue donde el promedio nacional del 18.5% se super con creces.

    Guerra: haberla sentido o noTercera conclusin. No puede afirmarse que el pas se escindi de acuerdo a lneastnicas en esta votacin. Quetzaltenango, Sacatepquez y Suchitepquez, tresdepartamentos con mayora maya, votaron por el NO, mientras que El Petn, conmayora ladina, vot por el S. Dos departamentos, uno de mayora indgena(Totonicapn) y otro de mayora ladina (Jalapa), dividieron su voto en la consulta segnlas diferentes preguntas, votando S por algunas y NO por otras.En la realidad, el pas se escindi, pero segn otra lnea: haber sentido o no cercanos laguerra y sus devastadores efectos. Por esto, no es ni razonable ni responsable tocarcampanas a rebato, con previsiones catastrficas de una reanudacin del conflictoarmado a corto plazo, segn lneas tnicas.

    Pero tampoco es razonable ignorar el potencial de desencanto y aun de clera que existe

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    en la mayora indgena, que una vez ms se ve ignorada y hasta negada en sus legtimosderechos.La globalizacin, la nacionalidad con superacin de las soberanas absolutas, pero conrespeto a las identidades locales de carcter cultural, tnicas, lingsticas o religiosas,deben estar en la agenda del presente, si no queremos seguir alimentando conflictos que

    puedan acabar en tragedias como la de los Grandes Lagos en Africa o la de los Balkanesen Europa.

    En Guatemala, no podemos ignorar que seis de cada diez personas son de origen maya,aunque a la hora de responder encuestas no se identifiquen siempre como tales. No lohacen precisamente por el racismo latente e inconfesable que constituye la densaatmsfera social en la que viven.

    Cambios necesariosNo es probable que durante el actual gobierno haya un nuevo intento de encauzar atravs de legislacin ordinaria el cumplimiento de los acuerdos de paz, aunque sera

    viable. Definiendo, por ejemplo, en una ley ordinaria de qu se trata cuando se habla deseguridad interna, o aumentando el presupuesto del organismo de justicia desde elEjecutivo. No es, en cambio, improbable, que cualquiera que sea el nuevo gobierno tratede convocar a una Asamblea Constituyente que realice cambios en el perfil jurdicoconstitucional del Estado guatemalteco. Estos cambios son necesarios para queGuatemala entre con rasgos ms modernos en la corriente universal de globalizacin.

    No puede quedarse al margen sin pagar por este rezago un precio muy alto.

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