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Condiciones para la negociación

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El documento Condiciones para la negociación reúne las memorias del Seminario Paz: Condiciones para un proceso de diálogo y negociación en Colombia, realizado en Bogotá en el 2009.

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CONDICIONES PARA LA NEGOCIACIÓN Memorias Seminario Paz 2009, Bogotá

Editores

Fernando Sarmiento Santander

Vladimir Caraballo Acuña

Centro de Investigación y Educación Popular CINEP/Programa por la Paz

Colección Papeles de Paz

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CONDICIONES PARA LA NEGOCIACIÓN Memorias Seminario Paz 2009, Bogotá

Centro de Investigación y Educación PopularCINEP/Programa por la Paz.

Carrera 5ª No. 33A - 08Tel. +57-1 245 6181

http://[email protected]

Bogotá, Colombia

ISBN: 978-958-644-143-8

DIRECCIÓN DE COLECCIÓNMauricio García Durán, S.J.

COORDINACIÓN EDITORIALFernando Sarmiento Santander

EQUIPO INICIATIVAS DE PAZFernando Sarmiento Santander

Vladimir Caraballo AcuñaÁngela María Escobar

Carol Arévalo Diana Marcela López

Fabián Villarraga

Diseño de Portada: Marcela Valencia Ramírez

Diseño, Diagramación e Impresión: Corcas Editores Ltda

Transv 24 No. 59 - 34 El CampinPBX: +57-1 549 4300 - Fax: (57.1) 549 4469

http://[email protected]

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3 Colección Papeles de PazCINEP Centro de Investigación y Educación Popular/Programa por la Paz

Índice

Presentación del Seminario .............................................................................................................................. 5

Apertura del Seminario ...................................................................................................................................... 11

Primera SesiónEl Estado, la política y los procesos de paz. .............................................................................................13

Transformaciones políticas y condiciones para la negociación .......................................................... 15

Proceso de paz en Irlanda del Norte, algunas lecciones para Colombia ........................................ 20

Las condiciones de los procesos de paz en el pasado, presente y futuro ...................................... 27

Una propuesta de paz a partir de la experiencia ..................................................................................... 33

Relatoría Primera Sesión .................................................................................................................................... 44

Segunda Sesión La Comunidad Internacional y su papel en procesos de negociación ...................................................47

Retos para la participación de la comunidad internacional en futuras negociaciones de paz en Colombia .......................................................................................................................................................... 49

¿El conflicto colombiano, interesa a la comunidad internacional? .................................................. 56

La ONU y su papel en procesos de negociación: reflexiones para Colombia ............................... 64

Consideraciones sobre el caso colombiano con referencia a la comunidad internacional ..... 71

Relatoría Segunda Sesión .................................................................................................................................. 80

Tercera SesiónDe la lucha política armada a la lucha política no armada ....................................................................85

Diferentes conflictos, diferentes soluciones ............................................................................................... 87

Por una visión realista del tema: ¿dentro de qué contexto hay que planteárselo? .................... 92

Reformas políticas para crear escenarios más favorables para la paz ............................................. 99

Unificar conceptos para coincidir en proyectos ....................................................................................... 104

Relatoría Tercera Sesión ..................................................................................................................................... 110

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Cuarta SesiónLos aportes de la sociedad civil a la búsqueda de la paz en Colombia .................................................113

La movilización social, el reflejo de una sociedad diversa que debe encontrar mecanismos para convivir en armonía ................................................................................................................................... 115

Haciendo posible lo imposible, el poder de los sueños en el despertar de la juventud ........ 120

La transformación de Colombia, hacia una paz duradera. Esquema de trabajo por la construcción de la paz entre grupos insurgentes y el Gobierno. ...................................................... 127

El Acuerdo Nacional por la Paz y la Reconciliación ................................................................................. 132

Relatoría Cuarta Sesión ...................................................................................................................................... 137

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Presentación del Seminario

En 1982, tras casi veinte años de conflicto armado en Colombia, con la elección de Belisario Betancur como Presidente de la República el país implementaba por vez primera una política de paz. En ella, la salida negociada a través del diálogo se convirtió en la herramienta política utilizada por los representantes del Gobierno y de los grupos armados ilegales, hasta el fin de la presidencia de Andrés Pastrana en 2002, hacia la búsqueda de la paz en el país. Sin embargo, durante dicho periodo pocos de los procesos de negociación que se llevaron a cabo resultaron exitosos.

Diferentes factores intervinieron en ello. La falta de continuidad en la política de paz; la ausencia de una metodología clara en el desarrollo del proceso de negociación; el afán por lograr la paz en cortos periodos de tiempo; la transformación y dinamización del conflicto armado y sus actores con diferenciaciones territoriales importantes; las dificultades para definir y ejecutar una agenda sobre los problemas estructurales del desarrollo, dada la polarización ideológica y de intereses de las partes en conflicto; la ausencia de confianza entre las partes en dichos procesos; y hoy en día, la solución del conflicto armado priorizando la implementación de la salida militar por parte del gobierno de Álvaro Uribe Vélez, que si bien parece ser exitosa en el desmonte de las organizaciones armadas ilegales, no permite dar por sentada la rendición total de ellas, y menos aún, en el desarrollo de un proceso de paz integral.

Todos estos factores llevan a pensar que la mayoría de los procesos de diálogo y negociación existentes hasta el momento se han desarrollado en ausencia de las condiciones necesarias para avanzar en la construcción de una paz estable y duradera.

En este complejo panorama, después de cerca de cinco décadas de conflicto armado y veinte años en la búsqueda de la paz, tendrán lugar las elecciones presidenciales de 2010. Los candidatos que aspiran al cargo ya han formulado un programa de gobierno en el que proponen y explican su política de paz. La expectativa de la sociedad civil, de los sectores económicos y políticos de la nación, así como la comunidad internacional, centran el debate en dos posibles caminos que podría tomar la política de paz: el retorno a un diálogo que lleve a una negociación con los grupos armados, o la continuación de la búsqueda de la paz a través de las acciones militares. Si la expe-riencia ha demostrado la ausencia de las condiciones para desarrollar un proceso de diálogo y negociación exitoso, el escenario electoral lleva a reflexionar sobre las condiciones necesarias para que dicho proceso se lleve a cabo de manera efectiva.

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Surge entonces la necesidad de generar espacios en los que diferentes actores y sectores involucrados en la búsqueda de la paz, planteen reflexiones sobre el pasado, el presente y el futuro de los procesos de diálogo y negociación en Colombia:

1. ¿Qué condiciones fueron fundamentales para que los anteriores procesos de diálogo se pusieran en marcha y avanzaran en la definición de contenidos y metodologías que los llevaran a buen término? ¿Qué factores fueron decisivos para que tales condiciones se dieran?

2. ¿Cómo se pueden evaluar las actuales condiciones para un proceso de paz efectivo? ¿Qué condiciones se requieren hoy para un proceso de paz con los grupos armados al margen de la ley?

3. ¿Cuáles son los aportes que cada sector haría para generar condiciones hacia un posible proceso de paz en Colombia?

Estos son sólo algunos de los interrogantes que surgen de los procesos de diálogo y negocia-ción que han tenido lugar en el país. En este sentido, el Seminario Paz: Condiciones para un proceso de diálogo y negociación en Colombia, es una respuesta a la necesidad de diferentes sectores por reflexionar sobre las preguntas que plantea el proceso de paz, como evaluación del pasado y como formulaciones para el futuro.

Pensando en ello, el Seminario contará con las reflexiones que estas preguntas suscitan a representantes del Estado y de la comunidad internacional, a antiguos combatientes de grupos armados desmovilizados, a experiencias de la sociedad civil, a actores que estuvieron involucrados en el desarrollo de estos procesos en Colombia y a algunos de los mediadores de procesos de diálogo que han tenido lugar en América Latina.

La paz y el camino por medio del cual se alcance, resulta uno de los temas fundamentales en la agenda nacional. En este escenario, el Seminario Paz 2009 abre un espacio de análisis que permita plantear y debatir las reflexiones sobre cuáles son actualmente las condiciones para llevar a cabo un proceso de diálogo y negociación entre el Estado y los grupos al margen de la ley, a partir de una evaluación de las condiciones que permitieron, en el pasado, el desarrollo de avances significativos, así como formular aquellas condiciones que serán necesarias para que sea soste-nible un posible diálogo en el futuro.

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7 Colección Papeles de PazCINEP Centro de Investigación y Educación Popular/Programa por la Paz

Expositores Invitados

• Álvaro Delgado Guzmán, Investigador del Equipo de Movimientos Sociales en Colombia del Centro de Investigación y Educación Popular, CINEP. Periodista e historiador, realizó sus estu-dios en la Universidad Carolingia de Checoslovaquia. Sus investigaciones se han centrado en temas como: sindicalismo, trabajadores, movimientos sociales e izquierda.

• Andrés David Sandoval Suárez, Coordinador de la Oficina de Bogotá de la Fundación Colombia Soy Yo. Estudiante de Jurisprudencia de la Universidad del Rosario.

• Rosa Cristina Parra Lozano, Directora Fundación Colombia Soy Yo

• Antonio Menéndez de Zubillaga, Coordinador Jurídico de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Licenciado en Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid, experto en relaciones internacionales y derechos humanos.

• Augusto Ramírez Ocampo, Director del Instituto de Derechos Humanos y Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana. Doctor en Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Javeriana, Bogotá. Miembro de la Comisión de Conciliación Nacional, y de la Comisión Facilitadora Civil. Ex canciller de la República. Representante Especial del Secretario General de las Naciones Unidas y Jefe de la Misión – ONUSAL – (USG) en El Salvador. Embajador de Colombia ante varios organismos internacionales.

• David Turizo Pinzón, Asesor del Área de Desarme, Desmovilización y Reintegración de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, y Consultor en derechos humanos y responsabilidad social empresarial. Politólogo, Máster en Paz y Estudios de Conflicto de la Universidad de Ulster, Reino Unido. Máster en Ciencia Política y especialista en teorías y expe-riencias en resolución de conflictos armados de la Universidad de Los Andes. Ha trabajado con instituciones y autoridades del Estado colombiano, Sistema de Naciones Unidas, agencias de cooperación internacional, gobiernos extranjeros, Universidades y ONG en asuntos de paz y seguridad, desarme, desmovilización y reintegración, derechos de los niños y niñas y el rol del sector privado en la construcción de paz.

• Dennis Dussán, Vicepresidente de la Corporación Nuevo Arco Iris. Participó en el proceso de paz entre la Corriente de Renovación Socialista y el Gobierno Nacional.

• Fernán González, S.J., Investigador del Observatorio Colombiano para el Desarrollo Integral, la Convivencia Ciudadana y el Fortalecimiento Institucional (ODECOFI), del Centro de Investigación y Educación Popular, CINEP. Politólogo e historiador. M.A. en Ciencia Política –Universidad de

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los Andes, M.A en Historia de América Latina -UC Berkeley, PHD. UC Berkeley. Dedicado al análisis histórico de las bases sociales, la formación del Estado y la violencia reciente. Entre sus escritos recientes están: Violencia política en Colombia, Poderes Enfrentados y Para leer la Política.

• Fernando Sarmiento Santander, Coordinador e investigador del Equipo de Iniciativas de Paz del Centro de investigación y educación popular CINEP/Programa por la Paz, donde tiene bajo su cargo el desarrollo del sistema de bases de datos DataPaz, herramienta de sistematización y análisis de la movilización por la paz en Colombia. Filósofo y Magister en Estudios Políticos de la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá.

• Gloria Inés Ramírez Ríos, Presidenta de la Comisión de Paz y Acuerdo Humanitario del Senado de la República. Profesional licenciada en Física y Matemática, Magister en Desarrollo Social y Educación, Especialista en Garantía de Derechos Laborales. Integrante del Comité Ejecutivo de la Central Unitaria de Trabajadores de Colombia, y del Consejo Nacional de Paz.

• Jaime Caicedo Turriago, Concejal del Polo Democrático Alternativo. Hace parte de la direc-ción nacional del Polo Democrático Alternativo. Antropólogo de la Universidad Nacional de Colombia. Se vinculó al Partido Comunista en la década de los ochenta, promoviendo la forma-ción y organización del partido político Unión Patriótica (UP). En 1994 fue elegido como secre-tario del partido tras la muerte de Manuel Cepeda Vargas. Ha sido columnista del Semanario Voz, e integrante del consejo editorial de la revista Contexto Latinoamericano.

• John Jairo Rodríguez Castelblanco, Asesor político y de proyectos de la Comisión de Conciliación Nacional, economista con énfasis en administración y magister en desarrollo social y educativo.

• José Noé Ríos Muñoz, Secretario general del Partido Liberal. Estudió Pedagogía en la Universidad del Quindío, Derecho en la Universidad Jorge Tadeo Lozano, de Bogotá, y Administración Pública, en París. Durante buena parte de su carrera ha trabajado en la admi-nistración pública, trabajando con las administraciones Barco, Gaviria, Samper, y Uribe, en las que ha ejercido diferentes cargos siendo uno de sus cargos más reconocidos el de negociador en los procesos de paz durante la administración Samper.

• Mauricio García Durán, S.J., Director del Centro de Investigación y educación popular CINEP/Programa por la Paz. Politólogo, M.A. en Filosofía, PhD en Estudios de Paz de la Universidad de Bradford. Investigador en temas de violencia y paz, en especial movilización por la paz en Colombia. Trabajó con programas de atención a población desplazada entre 1995 a 2000.

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9 Colección Papeles de PazCINEP Centro de Investigación y Educación Popular/Programa por la Paz

Editor de Alternativas a la guerra, iniciativas y procesos de paz en Colombia, escribió en el 2007 el libro titulado Movimiento por la paz en Colombia 1978 - 2003.

• Pedro Stucky, Pastor de la Iglesia Menonita de Teusaquillo de Bogotá. Gestor de las iniciativas que desde la Iglesia Menonita y Justapaz se han adelantado hacia la consolidación de procesos de paz en Colombia. Representante de América Latina en el Comité Ejecutivo del Congreso Mundial Menonita.

• Tathiana Montaña Mestizo, Profesora asociada al programa de Relaciones Internacionales de la Universidad Jorge Tadeo Lozano y asesora académica de Indepaz. Profesional en rela-ciones internacionales, especializada en estudios de Desarrollo y magister en Ciencia Política. Sus temas de investigación son construcción de paz, participación, comunidad internacional y paz. Es colaboradora del Programa Colombia de la Escuela de Cultura de paz de la Universidad Autónoma de Barcelona y del Programa Accord de Conciliation Resources en Londres.

• Vera Grave Löwenherz, Colaboradora del Observatorio de Paz del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria. Antropóloga. Cofundadora y líder de la guerrilla del M-19, hasta su desmovilización en 1991. Congresista de Alternativa Democrática M-19 (AD M-19), movimiento político surgido tras la desmovilización del grupo guerrillero. Consejera para los Derechos Humanos en la Embajada de Colombia en España. Candidata a la vicepresidencia como fórmula de Lucho Garzón en 2002.

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Apertura del Seminario

Mauricio García Durán, S.JCentro de investigación y educación popular CINEP/ Programa por la Paz

Pensar un seminario sobre la paz, sobre las condiciones para un proceso de diálogo y nego-ciación en Colombia, particularmente para mí, como director del CINEP y como persona que he estado involucrada en estos temas hace ya más de 20 años, me parece fundamental que podamos retomar la discusión sobre las condiciones para el dialogo y la negociación en Colombia.

La necesidad de una solución negociada para el largo conflicto que ha vivido el país vuelve a ponerse sobre la mesa. Como país, hemos sido oscilantes sobre el tema, de la euforia de la guerra en la época de Turbay hemos pasado a la euforia de la paz en los años que siguieron, y de nuevo podemos decir, que volvimos a la euforia de la guerra. Ahora parece que el péndulo se inclinara de nuevo en la dirección de la paz. En ese contexto, en un contexto donde el país ha oscilado entre la guerra y la paz, hacer una reflexión a fondo sobre los procesos de diálogo y negociación y las posi-bilidades de los mismos nos parece importante para el debate político que estamos viviendo en el país, principalmente en un momento donde se están agitando las candidaturas presidenciales.

El énfasis en la estrategia militar que ha desplegado la administración Uribe durante 7 años no ha logrado resolver de raíz el tema del conflicto armado, no obstante la proclamación del fin del fin, éste no llega. No obstante el descenso de los niveles de locura que se vivieron en los años 2001-2002 a nivel de conflicto armado, hubo en esos años, según nuestro banco de datos, cerca de 9 mil víctimas de la guerra entre muertos en combate y asesinatos de carácter político y masacres; y aunque los niveles de la confrontación siguen siendo preocupantes y los actores de la violencia siguen activos, eso plantea un reto en términos de cómo plantearnos la solución del conflicto. En esa dinámica de la confrontación armada, constatamos con preocupación la conti-nuidad del paramilitarismo, no obstante la desmovilización de 32 mil miembros promovida por el gobierno nacional, igualmente constatamos una guerrilla golpeada pero no derrotada y que comienza a crecer en la confrontación y en la dinámica que se está viviendo este año. Y finalmente encontramos unas fuerzas armadas que se han fortalecido militarmente en estos años, pero que lastimosamente también se han visto involucradas en infracciones al derecho internacional huma-nitario. El más mencionado de éstos, es el caso de los “falsos positivos”.

Así como en otros contextos internacionales que pasaron por momentos difíciles en los que se pensó imposible un proceso de paz, éste finalmente se dio y se avanzó hacia acuerdos de paz.

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Pensemos en el caso de Sudáfrica, Irlanda del Norte, Nepal, de Aceh entre otros. La opción de una solución militar al estilo Sri Lanka no parece tan clara en el panorama nacional, es nece-sario por tanto, pensar con seriedad académica y amplitud política las posibilidades de la paz en el actual contexto colombiano.

En Colombia hemos tenido una incapacidad para aprender de nuestra propia historia, por lo menos en el tema de la paz. No obstante más de 25 años de procesos de paz, no hemos logrado consolidar de manera clara y asumida institucionalmente las lecciones que nos dejan los logros y fracasos en estos procesos de negociación. Cada gobierno quiere tomar distancia de los ante-riores e inaugurar una nueva fase, un nuevo modelo para alcanzar la paz y en ese intento se han desechado muchas de las lecciones que dejan los procesos anteriores y el acumulado institucional que se ha ido construyendo en este campo. Por poner solo un ejemplo, el tema de la verificación de los acuerdos de cese al fuego, si ustedes recuerdan ese fue el punto crítico en los acuerdos de cese al fuego durante la administración Betancourt, pero tuvimos incapacidad para aprender de ello y ese mismo error se vuelve a cometer con la zona del Caguán, donde los mecanismos de veri-ficación no fueron establecidos con claridad. Ahí hubo un fracaso donde ya había una experiencia que nos hubiera podido enseñar a avanzar en esa dirección. Pero igualmente en Santafé de Ralito la verificación de los incumplimientos al cese al fuego al que se comprometieron los grupos para-militares dejo mucho que desear. Entonces ahí hay puntos de aprendizaje que no hemos logrado avanzar.

CINEP/Programa por la Paz quiere promover un proceso de análisis y reflexión que nos permita ganar claridad sobre los retos que un eventual proceso de paz demandaría del país, tanto al nivel del gobierno como de los sectores armados y de la sociedad civil. Por eso ustedes están bienvenidos a este esfuerzo de reflexión que vamos hacer en este mes de octubre, los jueves en la tarde, y que ojalá ello nos permita contribuir a esta búsqueda de la paz que tanto necesitamos en nuestro país. Bienvenidos todos y todas.

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Primera Sesión

El Estado, la política y los procesos de paz.1

Fernán González, S.J., David Turizo Pinzón,

Gloria Inés Ramírez Ríos, José Noé Ríos Muñoz

8 de octubre de 2009

1 Lectura recomendada: Lozano Guillén, C. (2008). “Las condiciones de la solución política negociada del conflicto armado”, en: Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior – FRIDE, Área de Investigación: Paz, Seguridad y Derechos Humanos, [en línea], disponible en: http://www.fride.org/publicacion/455/las-condiciones-de-lasolucion-politica-negociada-del-conflicto-colombiano

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Presentación de la Sesión

Trasformaciones políticas y condiciones para la negociación

Fernán González, S.J.Centro de investigación y educación popular CINEP/ Programa por la Paz

En primer lugar, quiero agradecer la oportunidad de introducir esta conversación preli-minar sobre las condiciones de posibilidad de una salida negociada porque me sirve para plan-tear la necesidad de una comparación de los contextos políticos, las conceptualizaciones sobre el conflicto, la política y el Estado, las correlaciones de fuerzas entre los poderes locales, regionales y nacionales y las relaciones entre los problemas sociales y el conflicto armado que predominaban en los momentos de los anteriores procesos de paz de los presidentes Belisario Betancur, Virgilio Barco y Andrés Pastrana, con la coyuntura actual de la presidencia de Álvaro Uribe Vélez, cuyo éxito político se debió, en buena parte, a que se presentaba como una respuesta a la reacción de la opinión pública contra las ambigüedades y problemas de esos contextos y esas políticas.

En ese sentido, considero que este seminario y las intervenciones de esta reunión pueden ser un abrebocas para iniciar esa comparación y remediar así la falta de un debate de fondo sobre esos temas, que no se pudo dar en su momento, dada la reacción emocional de rechazo que se generó en torno a la zona desmilitarizada de El Caguán. Sin embargo, reconozco que se trata de una labor de largo plazo, que excede las posibilidades de este seminario y de esta sesión en parti-cular, pero esta reunión y las siguientes pueden ir produciendo un acercamiento a este debate y esta comparación.

Para entrar ya en materia, comenzaría por señalar el marcado contraste entre las posiciones que se presentan en la coyuntura actual en torno al tema de la negociación y el canje humanitario y el entusiasmo y euforia con que recibidos los inicios de las propuestas de paz de Betancur y Pastrana. Llama entonces la atención que sólo un periódico, El Nuevo Siglo, de escasa circulación nacional, hubiera planteado a los candidatos de la oposición el interrogante sobre bajo qué condi-ciones estarían dispuestos a negociar con las FARC2. Prácticamente todos los entrevistados (Cecilia López, Rafael Pardo, Lucio Torres, Aníbal Gaviria e Iván Marulanda) estaban de acuerdo con exigir como condición la liberación de todos los secuestrados. Solo Iván Marulanda aceptó un diálogo directo entre el Ministro de Gobierno y las FARC, previo un cese supervisado de hostilidades y con plazos fijos (10 días para fijar una agenda y 6 meses más para un acuerdo); por su parte, Cecilia

2 El Nuevo Siglo, 26 de septiembre de 2009, p- A 7.

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(Endnotes)

1

2 Periódico El Tiempo 30 de septiembre de 2009.

3 Defensoría del Pueblo. “Lo que usted debe saber sobre DIH”.

4 “El Conflicto Armado en Colombia” Karin Irina Kuhfeldt, Defensoría del Pueblo.

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López aceptó una conversación pero limitada al cómo desactivar el conflicto, sin tocar reformas ni el modelo de desarrollo, con el compromiso de terminar las minas antipersonales y de que la insur-gencia aceptara su debilidad y consiguientemente se mostrara dispuesta a aceptar condiciones. Aníbal Gaviria y Alfonso López Caballero condicionaban cualquier conversación a la manifestación de una verdadera voluntad de paz por parte de la guerrilla, que ninguno de los dos veía.

Por su parte, Alfonso Gómez Méndez pedía mantener la presión militar sobre la guerrilla y aceptaría una negociación clara y corta, con plazos fijos, encaminada a pactar la paz no a continuar la guerra, junto con el reconocimiento de la guerrilla de su incapacidad para tomarse el poder por la vía armada. Finalmente, Rafael Pardo se negó a identificar paz con el diálogo pues le parece inconveniente dialogar pero aceptaría hacerlo si los grupos armados tomaban la iniciativa pero sujeto a la aceptación del derecho internacional humanitario por parte de ellos; e insistiría en la atención a la víctimas, especialmente a los excombatientes de todos los bandos, lo mismo que en el desarrollo integral para las regiones afectadas por el conflicto. También Gustavo Petro aceptaría negociar si las FARC lo hacen para terminar la guerra definitivamente: esto se podría lograr si se mantiene la ofensiva militar pero sin falsos positivos. Además, propondría un modelo de desarrollo agrario de producción social, que dedicara la tierra fértil a la producción de alimentos.

De todos modos, estas propuestas contrastan con las trabas iniciales del gobierno a la libe-ración de secuestrados si era mediada por Piedad Córdoba y a cualquier acuerdo humanitario, lo mismo que con el entrabamiento de los detalles de la entrega por nuevas condiciones introdu-cidas por monseñor Córdoba, actual secretario de la Conferencia Episcopal.

Esta reticencia se hizo evidente en la aceptación, un tanto a regañadientes, de la liberación del cabo Moncayo, el soldado Calvo y la entrega de los restos del mayor Guevara por parte del actual Ministro de Defensa, Gabriel Silva, acompañada por la casi ritual descalificación política de las FARC, presentadas “solo como secuestradores y violadores de los derechos humanos”, intere-sados solo en utilizar políticamente la liberación para propiciar un acuerdo de canje que generara condiciones favorables para una solución negociada (que, era, además, el sentido de la última comunicación de Cano)3.

Estas posiciones contrastadas nos plantean un obvio Interrogante: ¿qué ha cambiado en el país en estos pocos años para generar un clima de opinión tan mayoritariamente opuesto a cual-quier tipo de conversación, diálogo o concesión a los grupos insurgentes?

3 El Nuevo Siglo, lunes 28 de septiembre de 2009, p. C 1

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A mi modo de ver, estas transformaciones obedecen a la combinación de una serie de factores:

1. La expansión territorial de las guerrillas, desde las zonas de colonización periférica donde se originaron hacia zonas económica y políticamente más integradas al conjunto de la vida nacional: en los años sesenta, los grupos guerrilleros nacieron en zonas de coloni-zación campesina, abierta o a punto de cerrarse, que rechazaban la articulación de los partidos tradicionales al Estado o la nación o tenían dificultades para esa articulación. A partir de los años ochenta, las FARC deciden pasar a posiciones de corte más ofensivo sin abandonar el estilo de autodefensa en sus zonas tradicionales, precisamente en los momentos en que el presidente Betancur hace una propuesta generosa de paz, centrada en la inclusión política de los grupos insurgentes. Esta propuesta profundiza tensiones antiguas, nunca claramente resueltas, entre las líneas militarista y política de las FARC y de sus aliados civiles en el PCC, que se expresaba en la ambigua fórmula de la “combina-ción de todas las formas de lucha”. Esas tensiones se hicieron explícitas en el surgimiento y desarrollo de la Unión Patriótica, cuyo exterminio o “politicidio” incidió aún más en el predominio de la línea militarista sobre la línea política de las FARC: el grupo guerrerista vio así confirmada sus concepciones de que las soluciones políticas estaban agotadas y que solo restaba la salida militar.

2. La desarticulación de los niveles de poder: por otra parte, el cuasi exterminio o elimi-nación física de la mayoría de los líderes de la UP revelaba uno de los problemas más serios que afrontaban las políticas de paz y los proyectos reformistas impulsadas desde el Estado central, la desarticulación creciente de sus relaciones con los niveles regionales y locales de poder, producto de la erosión paulatina de la capacidad de mediación de los partidos tradicionales. Estos poderes locales y regionales se veían amenazados por los avances electorales de la UP en sus zonas tradicionales y por las prácticas extorsivas de la insurgencia, al tiempo que se sentían abandonados por los funcionarios del Estado central, que negociaban con las cúpulas nacionales de las guerrillas sin tener en cuenta sus intereses políticos y económicos, que se veían sacrificados en las negociaciones.

3. La resistencia o reticencia de sectores y grupos del establecimiento, que desconfiaban de las negociaciones y boicoteaban, abierta u ocultamente, las negociaciones. Estos sectores comprendían grupos de interés gremial, sectores de los partidos tradicionales y del Congreso, sectores de la Iglesia católica e incluso sectores de los aparatos de segu-ridad del Estado, especialmente de los grupos locales y regionales ubicados en las zonas conflictivas.

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La combinación de esta serie de factores desembocó en el surgimiento y la expansión de grupos paramilitares, la violación de derechos humanos por parte de algunos sectores de los aparatos de seguridad del Estado, el exterminio de la UP, el desastre de la toma y retoma del Palacio de Justicia y, en resumen, el fracaso del proceso de paz del presidente Betancur. Además, este fracaso llevó al desprestigio de las explicaciones de la Violencia centradas en los llamados “factores objetivos de la Violencia” y de las políticas reformistas que de ellas se derivaban, y al consiguiente auge de explicaciones basadas en la codicia o los intereses puramente económicos de los insurgentes. Esto ha implicado la tendencia a la deslegitimación política y social de la guerrilla contra el supuesto altruismo y carácter ideológico de la lucha guerrillera (los esquemas de Paul Collier y sus seguidores, la conceptualización que contrapone las viejas y nuevas guerras, de Mary Kaldor y compañía). En esa deslegitimación, que afectaba también las propuestas refor-mistas de inclusión política (Betancur) o económica (el PNR de Barco y Rafael Pardo), incidía mucho el creciente involucramiento de los actores armados ilegales en el cultivo y la comercialización de drogas de uso ilícito.

Esta tendencia hacia la deslegitimación política e ideológica de los grupos insurgentes se profundizó todavía más debido al fracaso del proceso de negociación del gobierno Pastrana, que evidenció, además, las dificultades de negociar en medio del conflicto y los problemas del uso de la negociación para lograr mayor fortalecimiento militar, tanto por parte de la guerrilla como por parte del gobierno. Esos problemas se vieron ejemplificados por los enfrentamientos en torno a la zona desmilitarizada de El Caguán, que llevaron a varios momentos de ruptura del proceso, neutralizados por la intervención de la jerarquía católica, pero que fueron produciendo tanto un desgaste de la confianza entre las partes como en la creación de un clima de opinión creciente-mente adverso a la negociación. Esos problemas se veían acrecentados por la continuación de las acciones militares de la guerrilla y del ejército, lo mismo por el auge de los secuestros, para los cuales la zona desmilitarizada parecía servir de base de apoyo: uno de esos incidentes, el secuestro de un avión para apoderarse de un político de la región, sería el pretexto final para la ruptura de las negociaciones.

Pero, además de los problemas referentes a los aspectos procedimentales de la negociación y del énfasis en los aspectos mediáticos de las reuniones y visitas de personajes nacionales e internacionales al área, se hacían evidentes los desacuerdos de fondo de los participantes sobre la manera como se concebía la paz y las relaciones de esta concepción con las reformas sociales, políticas y económicas: mientras que unos entendían el diálogo como medio para lograr la paz como cese de hostilidades, otros lo vinculaban a la discusión de una paz integral, que comprendía temas vinculados a la reforma agraria, el modelo de desarrollo económico y la profundización

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de la democracia. Algunos consideraban que el tema de las reformas era el central, lo que otros consideraban que era buscar la revolución por medio de la negociación.

Estas ambigüedades, tensiones y mutuos malentendidos explican la sintonía de la propuesta política de Álvaro Uribe Vélez, centrada en la recuperación militar del territorio y en la negación de la existencia de un conflicto interno en el país: según él, el problema se reduce al ataque de unos grupos de narcoterroristas contra un Estado plenamente legítimo, lo que implica lógicamente la negación del carácter político e ideológico de la guerrilla y la reducción de sus motivaciones a la simple codicia económica. Al lado de la recuperación militar del territorio controlado por la insurgencia, Uribe planteaba también la reinserción política y económica de los grupos parami-litares por medio de la negociación de las penas de los delitos que confesaran individualmente, lo que dejaba de lado las relaciones de estos grupos con el narcotráfico, con los grupos locales y regionales de poder y los grupos de interés. Sin embargo, la sentencia de la Corte Constitucional y las investigaciones de la Corte Suprema de Justicia encarecieron los costos de esta negociación y condujeron al gobierno de Uribe a la sin salida de la llamada parapolítica.

Sin embargo, estos problemas han sido pasados casi completamente por alto por la mayoría de la opinión nacional, cuya sintonía con las propuestas del presidente Uribe se ha visto confir-mada por los evidentes logros de la política de Seguridad Democrática en buena parte del país. La recuperación militar de gran parte del territorio nacional, especialmente de las áreas más estra-tégicas para la vida económica del país integrado al centro, el control militar de las vías centrales del país y de las cercanías a los grandes centros urbanos, la presencia militar en los corredores estratégicos que comunican las principales regiones de la nación, el consiguiente repliegue de los grupos guerrilleros a sus zonas de refugio en la periferia nacional y a las regiones de frontera con los países vecinos, la disminución de masacres, homicidios y secuestros son logros efectivos de la lucha contraguerrillera, aunque éstas se vean a veces empañadas por asesinatos colectivos, falsos positivos y chuzadas a teléfonos y correos electrónicos. Y sobre todo, por la reaparición, rearme o permanencia de ejércitos privados, algunos de ellos compuestos por antiguos paramilitares agru-pados bajo un nuevo nombre, otros por antiguos paramilitares reinsertados que han regresado a tomar las armas, nuevos grupos que tratan de copar los territorios antiguamente controlados por grupos paramilitares o guerrilleros, grupos reclutados por lugartenientes que luchan por la suce-sión de sus jefes detenidos o extraditados. Todas estas ambigüedades de la negociación con estos grupos paramilitares han producido un nuevo auge del fenómeno violento en algunas ciudades principales como Bogotá y Cali.

Hasta aquí mi abrebocas para esta conversación, que espero sea completada por los demás participantes de la sesión, algunos de ellos parte en estos procesos, como el Dr. José Noé Ríos.

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Proceso de paz en Irlanda del Norte, algunas lecciones para Colombia

David Turizo(PNUD)

Agradezco la invitación del CINEP/Programa por la Paz al seminario. La ponencia trata sobre el proceso de paz en Irlanda del Norte y algunas lecciones para Colombia. No voy hacer un ejer-cicio netamente de comparación pero, a partir de este elemento diferenciador, ver algunos puntos de convergencia que pueden ser interesantes para el análisis y la reflexión, que es el objetivo del ejercicio.

ContextualizacióndelconflictoenIrlandadelNorte.

El conflicto en Irlanda del Norte se da en un territorio muy pequeño. Es una población, al censo del 2007, de 1.700.000 habitantes aproximadamente, divididos entre protestantes, católicos y otras minorías religiosas. Pero también es una sociedad profundamente dividida, no sólo en la religión sino en la identidad política, nacional y social.

En la Figura 1, el mapa de Irlanda del norte. Entre la ciudad capital, que es Belfast, y la segunda ciudad, que es Derry, en bus es una hora y media. Es lo mismo que le toma a uno en ir del centro al norte de Bogotá.

Igualmente incluye varios actores, por un lado, dos Estados, el Reino Unido, que lo compone Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte, y la República de Irlanda, que obtuvo la indepen-dencia del Reino Unido en 1921.

De igual forma, incluye a dos comunidades: la comunidad pro republicana y la comunidad unionista, que es la que quiere pertenecer o continuar siendo parte del Reino Unido. Al mismo tiempo, cada una de estas comunidades han tenido grupos armados; el más sobresaliente de parte de los republicanos es el IRA (Ejército Republicano Irlandés), que a su vez tiene escisiones; está el IRA Provisional, el IRA Real y viene, desde 1916, en una formación de o una búsqueda de autodeterminación del Reino Unido. Por su parte, dentro de los grupos paramilitares pro unio-nistas existe una diversidad de grupos entre los que se destacan el UDA (Asociación de Defensa de Ulster), la Red Hand Force.

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Figura 1. Mapa Irlanda del Norte.

Algo para considerar es la noción de enemigo; en ese conflicto el ser parte de una de las dos comunidades demonizaba la presencia del otro. En qué sentido; si existía el republicano, entonces no podía existir el unionista, y así esa tendencia se sostuvo durante mucho tiempo, sobre todo desde 1968 hasta 1998. Viendo la proporción de personas, el número de homicidios, por atentados, por homicidios selectivos fue casi de 3.700 personas; era una tasa muy alta para la población.

Además la reproducción de violencias. El conflicto de Irlanda del Norte no es nuevo; muchas veces, y sobre todo en la literatura en castellano, se cataloga, se antepone el estereotipo de que es un conflicto netamente religioso. Pero son violencias que vienen de mucho tiempo atrás, desde cuando el Reino Unido o desde que Inglaterra hace una plantación en la isla y comienza todo un proceso de colonización. Desde la implantación de su lengua, quitándoles el gaélico, hasta la adopción de formas de organización política y social, muy diferentes a las que tenían tradicionalmente.

En el mismo sentido, en el conflicto, y también se ve en el post conflicto que se vive, hay unas nociones de pasado y presente que tiene mucha sincronía. Por ejemplo, cada 12 de Julio hay una marcha pro unionista, que es la marcha de la Orden Naranja, en la que salen a celebrar el triunfo de William de Orange en 1671 en una batalla en Derry. Ese tipo de cosas se reproducen y es como el triunfo de unos sobre los otros. Al mismo tiempo ese tipo de manifestaciones da lugar a fenó-

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menos como el sectarismo; y el sectarismo es puesto en relieve en épocas electorales y las élites o los líderes de los partidos políticos lo usan para ganar adeptos.

Así pues, si uno empezara a hacer comparaciones, hay muchos estereotipos de la naturaleza de los grupos armados, de la naturaleza también de las organizaciones sociales que promueven una u otra forma de organización social. Ahí la lucha de valores es fundamental, el tema de la identidad, la pertenencia y la victimización.

En esto quiero detenerme un poco. Es en el mito del sacrificio; por ejemplo, el cuerpo como instrumento de violencia. Si bien aquí en Colombia no tenemos ese tipo de fenómenos si es bueno ver que, por ejemplo, una vez los miembros del IRA fueron a la prisión de Maze, cerca a Belfast, en la que muchos hicieron huelga de hambre; allí se presentó la muerte de Bobby Sands, el más reconocido, quien fue uno de los primeros que murió. Es un mito fundacional para toda la resis-tencia desde las cárceles, también seguido por las mujeres como una forma de resistencia a la dominación de los ingleses desde los prisioneros políticos.

En el conflicto hubo mucha discriminación, sobre todo para los católicos, en términos de empleo, en términos de vivienda y poder político. En empleo, los mejores cargos, tanto de elección popular como cargos del servicio público, los tenían los protestantes. Por ejemplo en la policía, la composición mayoritaria era protestante; la vivienda, las mejores tierras y las mejores condiciones de vivienda pasaban a los protestantes. El poder político, por ejemplo, si había una circunscripción electoral, allá tienen un sistema muy diferente al nuestro, en el que ganaba un católico siempre iba a ganar un protestante. Tenían todo controlado y era también un dominio desde la asam-blea en Stormont, desde Belfast; y controlado porque es una provincia del Reino Unido, no tiene total o plena autonomía, tenía el control sobre las decisiones de política local en municipios, en condados.

Al mismo tiempo, en el conflicto de Irlanda del Norte hay algo que llama la atención, y es el simbolismo desde las marchas como lo mencioné anteriormente. También hay marchas de cele-bración a las huelgas de hambre, los murales, más adelante muestro unos murales hechos por unionistas o por pro republicanos, al punto que se llega a ver la discriminación, el sectarismo o la segregación que hay en los barrios; si uno camina por un barrio y tiene los colores blanco, azul o rojo es un pro unionista, que son los colores del Reino Unido, o si es naranja, blanco, verde es un pro republicano. Lenguaje también desde usar el gaélico como forma de resistencia, y en los deportes.

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Resolviendo los cuestionamientos iniciales del debate.

Para seguir en orden y tratar de responder las tres preguntas del seminario, voy a enumerar una serie de hechos históricos, también en términos de su proceso de paz.

El proceso de paz: se llegó desde 1998 a una firma como tal, pero se empezó desde el 1973, y previo a esto había unos acercamientos, unos diálogos tanto entre el Reino Unido como con la República de Irlanda. Llegaron a un acuerdo, el Sunningdale, después en el 1985 hubo un acuerdo anglo-irlandés, pero fue desde el fin de la guerra fría la internacionalización del conflicto, en el que también la influencia de los irlandeses en la política norteamericana, también al entrar la República de Irlanda a la Unión Europea y a un mejoramiento de la calidad de vida de la República empezó a cambiar la visión del conflicto como tal y las posibilidades de solución.

Es así como en 1994 el IRA decreta un cese al fuego que fue proseguido por los paramilitares unionistas, posterior a esto hubo retomas en el ejercicio de la violencia, pero después de 22 meses de trabajo en unas negociaciones multipartidistas el 10 de abril de 1998 se hace el Acuerdo de Belfast, o de Viernes Santo, como se conoce popularmente.

Entre las explicaciones que uno puede dar del por qué llegaron, o qué condiciones favore-cieron para llegar a este acuerdo, está la madurez del conflicto. En la teoría de la resolución de conflictos se dice que cuando el conflicto está maduro se da el momento ideal, teóricamente, para llegar a una negociación. Ahí era más visto desde la imposibilidad de victoria militar, tanto del Reino Unido como de parte del IRA y también del apoyo que este tipo de iniciativas tenían de Estados Unidos, Canadá, Australia y el gobierno republicano.

El cambio de líderes y de estrategias de Sinn Féin; este partido político se dio cuenta de que por la vía netamente militar no iba a conseguir muchos frutos en búsqueda de ganar la indepen-dencia. La llegada de Jerry Adams y su ida a los Estado Unidos propició un acercamiento, y de ahí el rol de los Estados Unidos y de la Unión Europea.

El presidente Clinton delegó a un señor George Mitchell, un senador demócrata para que estuviera encabezando el equipo negociador y fue una de las personas claves en este proceso, y al mismo tiempo fue una negociación multipartidista, contrario a lo que pasa aquí en Colombia; las negociaciones no sólo fueron entre Estado y grupos armados, sino que también involucraron los partidos políticos de todos los espectros, tanto a favor de la unión a la República de Irlanda como aquellos que están favor de la unión al Reino Unido.

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Adicionalmente, y contrario a lo que pasa aquí en Colombia, el proceso de paz llegó a un refe-rendo no a un referendo reeleccionista, pero si a favor de poner en consideración de las personas, del voto popular, si estaban de acuerdo o no con lo que se había conseguido; tuvo un 71% de favorabilidad. No obstante, en ese mismo referendo, se les preguntó a las personas de Irlanda del Norte si querían o no seguir perteneciendo al Reino Unido, y la mayoría de personas votó que efectivamente quería seguir siendo parte del Reino Unido, y eso también deslegitimó mucho las pretensiones o posiciones extremistas de parte del IRA y el Sinn Féin de tener la independencia del Reino Unido.

Desde 1998 al 2007 ha habido tres elecciones nuevamente, pero también ha habido suspen-siones de la Asamblea, de esa autonomía lograda, que básicamente ha sido por un tema ligado al desarme del IRA. A través de una comisión internacional para el desarme ha habido una veri-ficación desde el 2001 hasta el 2005; se emitieron 19 reportes y se dijo en el último informe que efectivamente el IRA ya no tenía capacidad de ejercer violencia. Pero si bien el IRA lo ha hecho, los grupos paramilitares pro unionistas no lo han hecho en la misma medida, y eso es parte de los lunares del proceso de paz que también hay que tener en cuenta: no necesariamente el desarme produce esas condiciones de confianza entre los actores para sentarse a negociar.

Y finalmente, el 26 de marzo del 2007 hubo la devolución de la autonomía, en este momento tanto el partido democrático del Ulster, que es el DUP (Democratic Unionist Party), liderado por el Reverendo Ian Paisley, bastante extremista en sus posiciones, hasta decir que los católicos están subiendo en la proporción poblacional ya que se están reproduciendo mucho más que los protes-tantes y, por otro lado, están Gerry Adams y Martin McGuiness, quienes fueron parte del secre-tariado del IRA.

Algunas lecciones para Colombia

Algo muy diciente en esta frase del Acuerdo del Viernes Santo: “Las tragedias del pasado han dejado tras de sí un profundo legado de dolor y sufrimiento y no debemos olvidar a quienes murieron o fueron heridos ni a sus familias. Sin embargo, la mejor forma de honrar su memoria es comenzar esta nueva etapa y dedicar nuestros esfuerzos a conseguir la reconciliación, la tolerancia y la confianza mutua; así como proteger y reivindicar los derechos humanos de todos”.

En términos analíticos, conceptuales y prácticos, el proceso de Irlanda del Norte nos deja varias lecciones: los conflictos armados pueden terminar, y aquí en Colombia tenemos experien-cias basadas en procesos de paz, procesos de desarme, de desmonte de estructuras militares. No existen formulas mágicas súbitas. Lo que pasó allá (en Irlanda del Norte) tuvo unas condiciones; por eso la pregunta es ¿qué condiciones son las más favorables?, y esto depende para qué parte,

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en qué contexto y en relación con la dinámica del conflicto, la dinámica de los actores y los actores como tal.

Los procesos de paz son largos y costosos, y hay que aprender del pasado. Como se vio en la cronología, un poco rápido: desde 1973 al 1998 muchas cosas pasaron; el IRA tuvo una reno-vación, también hubo un cambio en el contexto internacional y aprendieron de lo que llegaron a negociar y en qué se podía avanzar. Por ejemplo, si uno piensa qué se puede empezar a negociar con las FARC, uno pondría como punto inicial asumir los 14 puntos de la agenda del Caguán, por ejemplo. Hubo un proceso entre sujetos políticos y eso es, dadas las condiciones actuales, hay una deslegitimación de la lucha armada de las FARC y del ELN por parte del gobierno, que no se les reconoce carácter político. En el caso del IRA, hubo una distribución del poder y al final tuvieron que negociar, ceder muchas cosas.

El pragmatismo también. Las negociaciones no se hacen entre amigos, desafortunadamente en un conflicto armado hay muchos odios que quedan presentes, pero hay que ver mucho más hacia dónde se busca llegar; ver cuál es la meta, quitándole piso a los resentimientos que produce la violencia. Al mismo tiempo, en Irlanda del Norte hubo una política de paz, en el sentido en que fue constante de parte de los gobiernos, así no hubiera habido tantos cambios del lado britá-nico como del lado del Irlanda; hubo unas políticas, unas apuestas al mantenimiento de estos esquemas de paz.

De igual forma es importante tener presentes las utilidades de los mecanismos de negocia-ción. Hay algo en la teoría de la negociación que dice que se pueden utilizar varios de éstos. Hay una, la diplomacia de pista I, que es la oficial, y otra, la diplomacia de pista II, que es la informal y en la cual los académicos y la sociedad civil tuvieron un papel de acercamiento, desmitificando las posiciones de cada una de las partes.

Al mismo tiempo, por último, tener en cuenta el rol de los actores internacionales. La presión de los Estados Unidos y su tradicional relación estrecha con el Reino Unido, y al mismo tiempo por la influencia de los irlandeses en Estados Unidos, propiciaron escenarios favorables para la participación de los estadounidenses. Se favoreció también el rol de la Unión Europea, al invertir mucho más en zonas de desarrollo fronterizo, tanto en la República de Irlanda como en Irlanda del Norte.

Escenario favorable de paz en Colombia.

Finalmente, algunos retos para delinear en términos de lo que podría pasar o qué condi-ciones, dadas estas reflexiones, se podrían dar para un escenario favorable de paz.

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Los retos institucionales, por ejemplo, distribución de poder en términos regionales y locales, que habría que discutir; también reformas al sector de defensa y seguridad. ¿Qué vamos hacer en un futuro con más de 500 mil combatientes de las fuerzas armadas y de policía, también de todos los guardas de seguridad privada?

La generación de confianza, en términos de consolidar el capital social en Colombia, involu-crar positivamente el sector privado. Cada vez más la literatura en procesos de paz y en construc-ción de paz nos lleva a que el sector privado tiene gran responsabilidad de lo que puede pasar en términos de reconstrucción y en términos de un post conflicto.

Cambios en patrones culturales, imaginarios, costumbres que puedan transformar la mili-tarización de nuestra sociedad, esto es, cambiar la forma violenta del manejo de conflictos en Colombia, por unas actitudes mucho más constructivas, más en términos de cultura de paz.

Al mismo tiempo, fomentar el tránsito de víctimas, de desmovilizados a ciudadanos; eso es uno de los retos más complejos, y no lo hablo como asesor de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, lo hablo en términos de que muchas víctimas, y eso también parte de las ense-ñanzas que deja el proceso de Irlanda del Norte y el post conflicto, ha pasado de ser sobrevi-vientes, víctimas, a ser ciudadanos, y muchos de ellos ya son líderes y esa potencialidad digamos, ese tránsito, esa evolución puede ser positiva para el país .

Por último, y sin ahondar, es que hay que darle una solución al narcotráfico, ya que es uno de los motores del conflicto y uno de los aspectos que muchas veces en los procesos de negociación actuales no se ha tomado en cuenta.

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Inter vención

Las condiciones de los procesos de paz en el pasado, presente y futuro

Gloria Inés Ramírez(Senadora – Polo Democrático)

Para hablar de “El Estado, la política y los procesos de paz en Colombia”, es pertinente tener en cuenta tres fases: el pasado, el presente y el futuro de los procesos de paz y las diversas condi-ciones de los mismos en cada una de ellas.

Así las cosas, se explicará cuáles han sido las condiciones de los procesos de paz en el pasado, para proseguir a evaluar las actuales condiciones, terminando con algunas ideas acerca de cuáles deben ser las condiciones necesarias para realizar un proceso de paz en el futuro.

Condiciones de los procesos de paz en el pasado.

En Colombia se han dado diversos procesos o acuerdos de paz. Con el fin de no extender el documento, se tomarán como marco de referencia los procesos adelantados durante los últimos 6 gobiernos.

Así mismo, hay que tener en cuenta las diferencias entre los procesos desarrollados bajo la Constitución de 1886 y aquellos firmados con base en la Carta Política de 1991.

Acuerdos de Paz firmados bajo la Carta de 1886.

Bajo esta Carta Política se desarrollaron los acuerdos durante el gobierno de Belisario Betancur, que tuvieron como base el reconocimiento de los actores del conflicto, y que se pudieron plasmar en conversaciones y acuerdos directos, con la puesta en funcionamiento de Plan Nacional de Rehabilitación (PNR), se creó la Comisión Nacional de Paz y los programas de beneficios para los amnistiados. Finalmente, se comenzaron las primeras negociaciones con el M–19, el Ejército Popular de Liberación y el Quintin Lame.

Para ello se tuvieron en cuenta “el fracaso de las amnistías e indultos condicionados que habían sido aprobados por parte del Congreso durante la administración anterior a la del presi-dente Betancur, la de Julio César Turbay Ayala; no obstante, la presión ejercida principalmente por el Ejército, que entró en franca contradicción con la Comisión de Paz, quebrantaron finalmente el proceso, hasta que en 1984, debido a algunos cambios en el Ministerio de Defensa y en la misma

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comisión, finalmente se logró la firma de acuerdos tanto con las FARC, el 28 de marzo de 1994, como con el M19, el EPL y el ADO, el 24 de agosto del mismo año4.

Durante el gobierno del Presidente Virgilio Barco se firmó un acuerdo con el M19, amparado, y se concedió amnistía e indulto mediante la ley 77 de 1989. En 1991 se utilizaron las mismas atri-buciones para conceder tales beneficios a los miembros del EPL, PRT y MAQL, concedidos por el gobierno mediante decreto 213 de ese año.

Acuerdos de paz firmados bajo la Carta de 1991.

Durante el gobierno de Cesar Gaviria, se realizó la Asamblea Nacional Constituyente, como producto de las negociaciones de paz definitivas con el EPL, el Movimiento 19 de abril y el Quintín Lame.

Elementos decisivos de los procesos de paz.

Los anteriores procesos de paz tuvieron como elementos decisivos el reconocimiento por parte del Estado de la existencia de un conflicto social y armado y la decisión de ponerle fin mediante negociaciones con los grupos insurgentes.

Así mismo, los procesos estuvieron acompañados por numerosas organizaciones de la sociedad civil y de la población en general. Un número importante de integrantes de los grupos insurgentes tuvieron participación en la Asamblea Nacional Constituyente.

Algunas conclusiones de los procesos de paz

Analizando los procesos mencionados, la primera conclusión que podemos sacar es que los acuerdos no lograron romper lo fundamental del statu quo, pues, a pesar de que en la Constitución de 1991 se incluyó un amplio catalogo de derechos que hacen de ella lo que algunos llaman una “Constitución garantista”, la antidemocracia y la injusticia social, unidas a la corrupción, el cliente-lismo y otros vicios de la política tradicional han seguido incólumes.

De otra parte, la Constitución de 1991 ha sido el fundamento legal para la imposición del modelo neoliberal, con su secuela de desmonte de la funciones sociales del Estado, liquidaciones y privatizaciones de empresas, flexibilización laboral y aniquilamiento de los derechos de los traba-jadores, concentración de la riqueza y generalización de la pobreza y la miseria.

4 Gómez Araujo Luis Alberto, “Reflexiones Acerca de los Procesos de Paz en Colombia”. Revista de derecho universidad del Norte 2002, documento electrónico.

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Todo esto demuestra que no es suficiente consagrar las conquistas sociales en normas cons-titucionales y legales, sino que se requiere además de una política que las desarrolle con hechos concretos que mejoren las condiciones de vida y de trabajo de la población.

Condiciones actuales para la realización de un proceso de paz.

• Como lo demuestran ampliamente las experiencias de procesos de paz en Colombia y en otros lugares del mundo, sin el reconocimiento de la existencia de un conflicto no es posible comprometerse en procesos de negociación que conduzcan a la paz.

• Por consiguiente, la posición del actual gobierno en el sentido de que en Colombia no hay conflicto interno sino acciones terroristas, constituye el principal obstáculo para la búsqueda de una solución negociada.

• Así mismo, la adhesión incondicional del gobierno colombiano a la llamada “política antiterro-rista” del gobierno anterior de Estados Unidos, el Plan Colombia y las demás formas de inje-rencia del gobierno norteamericano en nuestro conflicto, con el agravante de la autorización para que 7 bases militares sean utilizadas por Estados Unidos, sin duda alguna agudizarán el conflicto y harán más difícil la consecución de la paz.

• El desconocimiento por parte del gobierno de la existencia del conflicto lo ha llevado a adoptar la denominada “seguridad democrática”, que contempla como única opción la salida militar y el escalamiento de la guerra para aniquilar al movimiento insurgente, al que lo único que se le propone es la rendición incondicional.

• Este hecho también ha imposibilitado la concreción de un acuerdo humanitario que viene siendo reclamado por numerosas organizaciones no gubernamentales de derechos humanos y por amplios sectores de la sociedad civil, como un paso que, además de posibilitar la libertad de los cautivos de ambos bandos, contribuya a la humanización del conflicto y mejore las condiciones para que pueda abrirse la posibilidad de iniciar una negociación de paz.

• Un hecho ilustrativo de que aún en medio de los más graves conflictos es posible lograr acuerdos humanitarios, es el conocido recientemente por la opinión pública mundial en Israel, en donde “El gabinete de seguridad israelí decidió autorizar la liberación de 20 detenidas palestinas” a cambio de una prueba “clara y reciente” sobre el estado del soldado Gilad Shalit”5.

5 Periódico El Tiempo 30 de septiembre de 2009.

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Mientras tanto, el gobierno colombiano arresta a los emisarios encargados de traer las pruebas de supervivencia entregadas por las FARC.

• Otro factor clave de la realidad actual es la situación de los desplazados y las demás víctimas del conflicto, a quienes no se les han reconocido los derechos a la verdad, la justicia y la repa-ración integral, que constituyen la base para que se garantice la no repetición de la tragedia que han vivido.

• Por último, la impunidad para el paramilitarismo consagrada en la “Ley de Justicia y Paz” y la extradición de los principales jefes a Estados Unidos para impedir que confiesen sus crímenes y revelen los nombres de sus principales auspiciadores y financiadores, constituyen graves obstáculos para que se conozca la verdad y se haga justicia.

• La acusación de complicidad con el terrorismo con la que se ha buscado estigmatizar las inicia-tivas provenientes de la sociedad civil como la de “Colombianas y Colombianos por la Paz”, el desconocimiento del papel que puede jugar en ese proceso la Comunidad Internacional y, a nivel interno, del Consejo Nacional de Paz, las Comisiones de Paz del Congreso de la República, la Iglesia Católica y otras instituciones, han obstaculizado los esfuerzos de acercamiento de las partes.

• Así mismo, la fabricación de montajes judiciales contra parlamentarios y dirigentes políticos de la oposición, acusándolos de tener vínculos con la guerrilla, lo mismo que las intercepta-ciones telefónicas a periodistas independientes, magistrados de las altas cortes y opositores al gobierno, también son indicativos de que lo que predomina en el actual gobierno es una política guerrerista ajena a cualquier propósito de reconciliación por la vía negociada.

• El hecho de que los guerrilleros cometan actos terroristas no los descalifica como actores polí-ticos. De ser cierta esta teoría, también estaría descalificado el Estado por ser el responsable de numerosos crímenes, entre ellos, los llamados “falsos positivos”.

Condiciones para futuros acuerdos procesos de paz con grupos al margen de la ley.

Necesidad de reconocimiento del conflicto.

Según teóricos de la comunicación, el reconocimiento del otro es el primer eslabón para llegar a acuerdos o establecer diferencias. Mientras no exista reconocimiento y respeto de la otra parte, no puede existir comunicación entre los actores y, mucho menos, lograr acuerdos.

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Diversos sectores del país hablan de paz y de la necesidad de ésta, pero el gobierno se niega a reconocer la connotación política al conflicto armado y quiere mostrar la situación como una guerra entre demócratas y terroristas, reduciendo todo al simplismo de buenos y malos.

Según la Defensoría del Pueblo, conflicto armado es “el enfrentamiento continuo y sostenido entre dos o más partes que recurren a la fuerza de las armas para dirimir sus controversias susci-tadas por la oposición de sus voluntades intereses o puntos de vista”6.

De la anterior definición se pueden establecer los siguientes elementos distintivos que deter-minan la existencia o no de un conflicto armado, a saber:

• Enfrentamiento mediante el uso de armas de dos o más grupos.

• Tal enfrentamiento debe ser continuo y sostenido, con el fin de diferenciarlo de otras situa-ciones tales como disturbios o desórdenes en el interior de los países que no alcanzan la dimensión del primero.

• Finalmente, las partes deben poseer un mínimo de organización militar, ya sea que se trate de fuerzas armadas del Estado o de otro tipo de organización armada.7

Con base en los anteriores elementos, se puede afirmar que en Colombia sí existe un conflicto armado interno, pues hay enfrentamientos armados continuos y sostenidos de dos o más grupos, y aunque el gobierno lo desconozca, los grupos insurgentes poseen una estructura militar y polí-tica. Basta con mirar el archivo digital del diario El Tiempo, según el cual sólo en el 2009 ha publi-cado 339 artículos sobre ataques o enfrentamientos entre grupos guerrilleros y la Fuerza Pública.

Las condiciones para un proceso de paz con el movimiento guerrillero, según se desprende de lo ya anotado, deben crearse a partir del reconocimiento de la existencia del conflicto y de sus actores.

Como consecuencia de lo anterior, es necesaria la decisión de negociar para ponerle fin al conflicto.

El acuerdo humanitario es un elemento indispensable para la humanización del conflicto mientras se logra la negociación.

La aplicación del Derecho Internacional Humanitario, la atención a las víctimas del conflicto y la aplicación plena de los principios de verdad justicia y reparación, con la participación de sus

6 Defensoría del Pueblo. “Lo que usted debe saber sobre DIH”.7 “El Conflicto Armado en Colombia” Karin Irina Kuhfeldt, Defensoría del Pueblo.

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organizaciones representativas, es necesaria, con el fin de atacar las múltiples consecuencias que se han derivado de él.

En particular es de fundamental importancia tener en cuenta los protocolos I y II de Ginebra, aplicables a conflictos no internacionales.

Al reconocer el conflicto interno, no sólo cambian las reglas jurídicas sino también las reglas prácticas. Desde el punto de vista jurídico, se reconoce “el prin-cipio de distinción entre combatientes y no combatientes y la solución negociada”.

Desde el punto de vista práctico, se comienzan a generar un ambiente propicio para la búsqueda de soluciones políticas negociadas.

Las organizaciones civiles juegan un gran rol en el desarrollo de los procesos de paz. Ellas tienen varias formas de participación, como promover una opinión pública favorable a los proceso de paz, facilitar el diálogo entre las partes, monitorear el cumplimiento de los diversos acuerdos entre las partes a lo largo del proceso, participar en diferentes formas en las mesas de negociación y movilizarse socialmente para validar exigir el proceso.8

Finalmente y, no menos importante, es la participación de la comunidad internacional como terceros imparciales y garantes tanto de la aplicación del DIH como de las idóneas garantías del proceso.

Con base en las anteriores condiciones, es viable la idea de un proceso de paz en Colombia, que no debe limitarse a la desmovilización de los grupos insurgentes, sino debe comprender un verdadero cambio en el statu quo y en las dinámicas sociales, políticas y económicas del país, es decir ese acuerdo también debe garantizar el rompimiento de las inequidades sociales que causaron el levantamiento en armas por parte de los guerrilleros.

8 García Duran Mauricio “Participación de la sociedad civil en los procesos de paz en Colombia: lecciones y retos para el futuro” 2009 Centro de Investigación y Educación Popular CINEP.

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Una propuesta de paz a partir de la experiencia

José Noé Ríos(Ex comisionado de paz)

Muchas gracias, primero quiero darle especiales agradecimiento al Doctor Mauricio García Durán por esta invitación. Me parece de un importantísimo valor que tratemos estos temas, ahora cuando estamos en vísperas de una campaña presidencial donde nosotros tenemos que partir de la base de que sí es posible una renovación en la dirección de la conducción del Estado.

Yo he tenido la oportunidad de participar en todos los procesos de paz que se han firmado en Colombia desde 1987 hasta el inicio de la administración Pastrana. La verdad: hay una serie de reflexiones que están haciendo falta en el país; una serie de consideraciones expresadas por los actores y que debemos analizar; está haciendo falta un debate serio y contundente que nos lleve a la conclusión de que hay solución al conflicto colombiano, diferente a la confrontación: la solución negociada.

Quiero leer una corta intervención para que nos coloquemos todos en un ámbito donde podamos conversar y abrir el debate.

Contextualización del caso colombiano.

Colombia tiene una legendaria tradición de conflicto que comienza con los tiempos mismos de nuestra memoria histórica y que después de 200 años de la independencia no hemos sido capaces de resolver. Durante años, de acuerdo con los diferentes periodos en que se puede dividir nuestro transcurrir en el tiempo y según las características de la violencia y sus actores, se han experimentado procesos y propuestas para pasar de la confrontación armada a la solución de las discrepancias por la vía del entendimiento, la razonabilidad y la construcción de coincidencias para construir acuerdos que su cumplimiento derive en un país en paz, no hemos sido capaces de lograrlo.

Ni siquiera se logró en la época del Frente Nacional de 1958 a 1974, cuando los dirigentes de los partidos tradicionales de entonces, el liberal y el conservador, decidieron repartirse el poder durante 16 años para apaciguar la llamada violencia partidista. No lo lograron porque fueron excluyentes. En los acuerdos dejaron por fuera importantes expresiones políticas como el partido

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comunista, como fuerzas de izquierda y como los sectores independientes, lo cual a la larga se convirtió en otra fuente de conflictos con guerrillas alzadas contra el orden establecido y un plan revolucionario con la intención de tomarse el poder por las armas. Ese capítulo de nuestra historia empezó en 1958 y no ha concluido.

En 1964 surgen las FARC como una organización guerrillera levantada en armas para imponer fundamentalmente un programa agrario; en 1965 nace el Ejército de Liberación Nacional, centrado en los principios de la revolución cubana y en la protección de los recursos nacionales; en 1966 nace el Ejército Popular de Liberación con inspiración maoísta; en 1974 el Movimiento Revolucionario 19 de Abril, surgido como una propuesta, porque a juicio de ellos, las elecciones presidenciales de 1970, en el esquema del Frente Nacional, impidió que una fuerza política diferente a los partidos tradicionales, comandada por el general Gustavo Rojas Pinilla, llegara al poder. Y de 1974 a 1990, y esto es importante tenerlo en cuenta, aparecieron otras expresiones guerrilleras, tales como el Partido Revolucionario de los Trabajadores, el PRT, el movimiento indigenista Quintín Lame, la Corriente de Renovación Socialista y las Milicias Populares de Medellín.

Entenderán ustedes las dificultades de un país que en la década de los ochenta llego a tener 6 movimientos guerrilleros alzados en armas contra el Estado, y se preguntarán también qué fue lo que generó esa situación; la respuesta puede encontrarse necesariamente en la insatisfacción de lo social.

En los últimos 60 años no hemos tenido diferencias de razas, ni diferencias religiosas, ni problemas de fronteras, ni de cultura. En cambio, en los últimos 60 años, si tomamos ese refe-rente, sí ha habido conflicto que tiene sus raíces en fuentes históricas, nunca solucionadas, de las deficiencias de las estructuras económicas, en la imperfección de la democracia, en la desigualdad en la distribución de los recursos, en dislocaciones relacionadas con el concepto de justicia y el emblemático manejo de poder por parte de quienes lo detentan. Ha habido también, y no podemos negarlo, desarticulación entre gobernantes y gobernados; desarticulación en el conte-nido de las normas que regulan las conductas de los asociados, en las relaciones de producción, en las relaciones de poder y en la debilidad institucional y en la debilidad del aparato administrativo que nos rige. Y si bien, estas razones de ninguna manera justifican la lucha armada de la guerrilla, sí las explica. Es una realidad que presenta la guerrilla para bandear su existencia, aún hoy, después de 40 años de insurgencia y a pesar de toda la degradación que ha tenido tan largo conflicto, porque aún lo vivimos, es la base de su subsistencia.

Pero hay más a lo largo del conflicto y la incapacidad para superarlo por cualquier vía. El entendimiento de la confrontación ha dejado en claro la existencia de factores, tanto de la incom-petencia de la guerrilla de llegar al poder por las armas como de la incompetencia del Estado para

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dominar a la guerrilla. Y esa incompetencia de los actores ha traído consigo una profunda degra-dación de la sociedad con resultados desastrosos.

Somos más intolerantes, tenemos un absoluto irrespeto por la vida, que yo diría que es lo fundamental, hoy hay insolidaridad, hay explosión de nuevas formas de violencia y de criminalidad organizada, hay desapego al cumplimiento de la ley, hay afición por el enriquecimiento fácil, inver-sión de valores, debilidad institucional y una profunda corrupción a todos los niveles.

En efecto, la degradación del conflicto ha sido de consecuencias tenebrosas, si lo analizamos desde 1964, cuando nacieron las FARC, a hoy, encontramos estos pequeños datos: en 1970 entran los cultivos ilícitos; la población descubre que su plantación es rentable, la producción la sacan y la venden, después hacen alianzas para procesarla en la misma montaña y crece un sistema de generación de ingresos absolutamente atípico. La guerrilla media en esa situación y establece el gramaje como forma de financiación, después dirige todo el proceso; el país entra en una riqueza ficticia y las relaciones comerciales se distorsionan casi en todas las regiones del país. Hoy día el gobierno reconoce que por lo menos 89 mil hectáreas cultivadas en hoja de coca.

En 1980 entran al escenario los paramilitares, como un componente de la estrategia contra insurgente del Estado colombiano. Primero se creó el MAS, llamado Muerte A Secuestradores, financiado por narcotraficantes para defenderse de quienes pretendían hacer cautivos a sus fami-liares. Después en 1982, surgen en el Magdalena Medio, cuando las clases pudientes crean un fondo con la connivencia de las fuerzas institucionales para la lucha anti guerrillera. El gobierno reconoce en 1989 estas organizaciones y denuncia que hay 144 en el país. Primero son autode-fensas, después incursionan en crecimiento territorial, generando unos de los mayores desplaza-mientos del mundo, y por último se valen del narcotráfico, incursionan en la política y la permean a la vez que se convierten en jueces y captadores de los presupuestos públicos en amplias regiones del país. Crecen, se desarrollan, se organizan como Autodefensas Unidas de Colombia y, aunque en un principio no lo requerían, al final dijeron que tenían una intencionalidad política y me atre-vería a decir que el gobierno del presidente Uribe facilitó esa tendencia y en este conversatorio podemos ver por qué. A este panorama desolador hay que agregar el crecimiento del crimen organizado, la inseguridad en las ciudades y una fuerte desinstitucionalización.

No hay colaboración armónica entre los poderes públicos. El ejecutivo trata de intervenir la acción judicial, los organismos de inteligencia se utilizan para hacer seguimientos a persona-lidades y líderes políticos, y el afán de mejorar la guerra y de mejorar las estadísticas lleva a los soldados a sacrificar inocentes para presentarlos como subversivos. Para concluir esta parte intro-ductoria, que me parece fundamental para exponer una propuesta de paz , digamos que todo este

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panorama influye en un gran desprecio por la vida y las sanas costumbres que permiten vivir en convivencia.

Veamos algunas estadísticas de muertes violentas: en 1978 se registraron según las estadís-ticas 11.037 muertes violentas; en 1983, 13.913; en 1988, 25.738; en 1993, 24.500; en 1998, 23.133; en el año 2000, 24.358; en el año 2005, 21.000 y la tendencia para este año es aproximadamente de entre 14.000 y 17.000 muertes violentas. Estas estadísticas de víctimas fatales, agregadas a 89 mil hectáreas sembradas en coca, a 3 millones y medio de personas desplazadas de sus hogares de vivienda, 20 familias diarias llegan a Bogotá actualmente, 5 millones y medio de hectáreas de tierra despojadas a sus propietarios por medios violentos, según la comisión de seguimiento del desplazamiento, 4 billones de pesos perdidos cada año en corrupción, según la revista Cambio, un proceso de paz con las Autodefensas, sin actas, que no se sabe que fue lo que se negoció; se negoció sin verdad, sin justicia y sin reparación. Vigencia del paramilitarismo y la guerrilla hoy día, una evidente transformación del conflicto, el país desinstitucionalizado, una democracia cada vez más intimidada; todo ello hace indispensable pensar en la necesidad de tomar una política de paz que procure la solución del conflicto y nos dirija hacia un país confiable, seguro, respetuoso de la constitución y la ley, tolerante y capaz de resolver las diferencias sin recurrir al fatalismo de desaparecer al contrario.

¿Quésehahechoparasuperarelconflicto?

Ahora, ¿qué se ha hecho para superar el conflicto? Tomando como punto de referencia del conflicto colombiano la aparición de la guerrilla en 1964, es indudable que se han hecho varios esfuerzos por crear formulas de dialogo, entendimiento y construcción de consensos. Desde 1982 a la fecha, los presidentes Belisario Betancourt, Virgilio Barco, Cesar Gaviria, Ernesto Samper, Andrés Pastrana y Álvaro Uribe han tenido en sus agendas el tema de la paz, aunque el actual presidente tiene convicciones diferentes que más adelante se expresarán.

En los 20 años transcurridos desde 1982 al año 2002, los procesos concluyeron en 7 acuerdos de paz para desmovilizar igual número de movimientos guerrilleros: se desmovilizó el M-19, el EPL, el PRT, el Movimiento indigenista Quintín Lame y las Milicias Populares de Medellín.

Del 2002 al la fecha, en la administración del presidente Uribe, debe destacarse que desde el punto de vista puro de la negociación no ha habido política de paz, a partir de que el gobierno desconoce el conflicto y le da a la guerrilla el calificativo de terrorista. El gobierno actual establece una política denominada de seguridad democrática que se sustenta en tres o cuatro elementos.

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El primero, Colombia es un país democrático que tiene amenazada dicha democracia por la acción de los grupos terroristas; Segundo, esos grupos terroristas son la guerrilla y los paramili-tares, grupos que son financiados principalmente por el narcotráfico y por el producto de acti-vidades ilícitas como el secuestro; Tercero, de esta manera la política de seguridad democrática debe estar orientada a rescatar el ejercicio de la autoridad del Estado de derecho, a eliminar la violencia y fomentar e imponer criterios de seguridad.

Esa política se acompaña con programas de desmovilización de combatientes a la vida civil, ofreciendo a cambio un atractivo programa de apoyo económico de inserción a la sociedad y generosidad jurídica; se establece un programa de cooperantes, de recompensas y de modifica-ción de la justicia mediante un estatuto y una serie de acciones encaminadas a favorecer la lucha contra los factores de violencia.

Este plan, que en teoría puede tener elementos muy positivos, en la práctica, y visto desde un punto de vista de un futuro en paz para Colombia, tiene muchas observaciones: la primera, que privilegia la confrontación armada y el acto de la guerra antes que la inversión social; la segunda, la más importante de todas, que a mi juicio con la experiencia que yo tengo, se desconoce de plano la historia de la exclusión social y de los desajustes sociales del país; se da al terrorismo una connotación generalizada y todo lo que huela a oposición es considerado como tal; se vincula a la población civil al conflicto con el programa de red de informantes, generando un mecanismo de desconfianza y hasta de descomposición familiar; finalmente, el exceso de autoritarismo ha dado lugar a que las instituciones sean acusadas de violar los estándares internacionales del Derecho Internacional Humanitario.

Debe reconocerse, sin embargo, que el gobierno Uribe ha desmovilizado las estructuras para-militares a través de acuerdos de sometimiento y generosidad jurídica, aunque dichos acuerdos en concreto nunca se conocieron. Para amparar ese proceso se expidió una ley de justicia y paz, también dice, aplicable a la guerrilla, que incorpora los conceptos de verdad, justicia y reparación, sin que éstos se hayan logrado.

La realidad es que, según el gobierno, se han desmovilizado más de 30 mil paramilitares y muchos guerrilleros, muchos jefes narcotraficantes se ampararon en dicha ley para evadir la acción de la justicia y el gobierno los acepto. La evaluación al día de hoy es que no ha habido ni verdad, ni reparación, ni justicia, aunque ha habido avances pequeños en unos componentes. Parece que se tiende a una absoluta impunidad, los grupos paramilitares se mantienen, aunque con otras denominaciones, y las víctimas no son reparadas.

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Vale la pena decir, respondiendo las preguntas planteadas por el Seminario, que la desmo-vilización de los grupos guerrilleros de los 6 o 7 grupos guerrilleros que nosotros hicimos en la década del 90 dejaron tres elementos de gran valor: el primero, que es posible lograr consensos cuando prima la voluntad política; sin que haya una voluntad política fundamental, no tenemos absolutamente nada que hacer. Segundo, se han incorporado a la vida civil de manera real, presen-table, mostrable con un acuerdo por cumplir con desarrollos políticos posteriores a por lo menos 6 mil excombatientes. Y tercero, se han dado importantes desarrollos políticos.

Recuerden ustedes que buena parte de la constitución del 91 se debe a los acuerdos con el M-19, recuerden que aspectos tan elementales como el uso del tarjetón electoral y como el uso de votar en un ambiente reservado se debe a esa negociación con el M-19. Y baste decir que Gaviria nombro Ministro de Interior a un desmovilizado, de Ministro de Salud a un desmovilizado, Antonio Navarro, y que hoy en día un candidato presidencial es otro desmovilizado de un movi-miento guerrillero, lo que muestra que sí es posible tener acuerdos y sí es posible tener desarrollos políticos.

Elementos para una propuesta de paz

En la situación tan compleja que vive Colombia, después de vivir una permanente confron-tación, lo que llevó a Rafael Pardo en su libro La historia de las guerras a “decir que la guerra ha estado presente en muchas etapas de la historia colombiana”, no es una afirmación precisa, pues lo más adecuado sería decir, que es con la guerra que se ha formado el país y después de tantas iniciativas, muchas seguramente equivocadas para superar el conflicto, no cabe duda que el futuro no debe ser otro que persistir en la búsqueda de la paz con disposición y realismo hacia esa voluntad política.

Como lo dijo la Unesco en su manifiesto de Sevilla sobre la violencia de 1989, “la guerra no es una fatalidad biológica, la guerra es una invención social, y por supuesto que así como el hombre fue capaz de inventar la guerra tiene que ser capaz de inventar la paz.”

Al momento de la elaboración de estas palabras y después de tanta experiencia transitada, considero que para elaborar una propuesta de paz tiene que trabajarse en un programa integral que incorpore 5 elementos: el primero, ser conscientes que la paz de Colombia no es la ausencia de la guerrilla, pero la ausencia de la guerrilla si puede ser el eje a partir del cual se puedan desa-rrollar los mecanismos hacia la paz; Segundo, es necesario que nosotros, y antes no lo hicimos, incorporemos a las víctimas en el centro de todas las prioridades y es necesario tener en cuenta que en las negociaciones actuales se requiere respetar las normas internacionales que son abso-lutamente irreversibles sobre el manejo de los procesos hacia la paz; Tercero, se requiere una ética

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institucional, dominar la corrupción, imponer el desarrollo social y la lucha contra la impunidad; Cuarto, es necesario identificar, clasificar y dimensionar todos los actores que son parte o influyen en el conflicto y quinto, el país tiene que generar un cambio de actitud a favor de la convivencia y a favor de la tolerancia.

El padre Fernán nos recordaba ahora todo lo que fue el aniquilamiento de la Unión Patriótica. Recuerden ustedes que cuando Carlos Pizarro se desmovilizó y tomó la decisión de hacer política, en el primer viaje a Barranquilla fue asesinado dentro del avión. Recuerden que Pablo, el coman-dante de las Milicias Populares de Medellín, fue asesinado 8 días después de desmovilizarse. Recuerden que el hombre más protagónico desde el punto de vista de su alegría y sus cuestiones por la desmovilización, que era un comandante que le decían el Mocho en el M-19, fue asesinado 15 días después de la desmovilización. Parece que unos sectores de la población quisieran la paz pero no para hacer convivencia sino para tomar venganza. Hay que generar un cambio de actitud en quienes así piensan.

¿Cómoobtenerloselementosanteriores?

Ahora bien, para obtener una política fundamentada estos elementos es necesario, por una parte, que las autoridades competentes elaboren el mapa de la realidad del país con respecto al conflicto. Yo creo que hoy día realmente es muy poco lo que nosotros sabemos del conflicto, porque las estadísticas no se manejan adecuadamente; muy poca gente conoce la realidad de la guerrilla de los tiempos actuales, sus posiciones, dominios, armas, poder, jefaturas, influencia territorial y finanzas. Muy poca gente conoce la realidad del paramilitarismo, que convertido en viejas tradiciones y nuevas formas de asonar mantiene su vigencia.

Muy poca gente conoce la realidad de la delincuencia organizada y sus estructuras organi-zativas y lo más importante, es necesario mapear la articulación que hay entre esos actores. ¿Cuál es la relación real que hay entre guerrilla y narcotráfico? ¿Cuál es la relación real que hay entre guerrilla, narcotráfico y violencia organizada? ¿Cuál es la relación real que hay entre guerrilla, narcotráfico, violencia organizada y paramilitarismo? ¿Cuál es la situación real con las conexiones internacionales? Y ¿cuál es la articulación real con connivencia institucional, con los sectores insti-tucionales que hacen connivencia con estos actores del conflicto?

Y por otra parte, tenemos que mapear el país con la situación actual y el gobierno y la sociedad tienen que tener una capacidad real para rectificar, hay que rectificar en lo que ha sido el programa de justicia y paz, y hay que hacer los correctivos para que efectivamente se transite hacia la verdad, la justicia y la reparación.

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¿Porquéesimportanteentenderlasformasdeactividaddelaguerrilla?

Pero volvamos a la guerrilla en dos minuticos. La experiencia nos demuestra que después de 45 años de conflicto con la insurgencia los intentos de la solución por la vía del diálogo han sido ineficaces, pero también nos ha demostrado que la teoría del arrasamiento del contrario también ha sido ineficaz.

Es evidente que en el periodo de la administración Uribe, las FARC han sido duramente golpeadas; la muerte natural de Tirofijo, el ataque mortal a Raúl Reyes, la muerte de Iván Ríos, la captura de algunos cabecillas, la operación Jaque, el fracaso de un eventual proceso de paz con la participación de gobiernos extranjeros, el cerco para impedir que les lleguen suministros, la política de recompensas y las entregas voluntarias obviamente han determinado la capacidad que algún momento tuvo las FARC. Pero ésta y el ELN están absolutamente resguardadas y mantiene su vigencia.

Es bueno recordar aquí el concepto de guerra irregular que alguna vez me manifestó Francisco Galán, en ese momento comandante del ELN. Yo le pregunté Pacho ¿qué es una guerra irregular? y me dijo lo siguiente: (lo tengo entrecomillado porque lo copie de sus palabras): “la guerrilla desa-rrolla una guerra irregular que significa más o menos lo siguiente, cuando somos 5 guerrilleros y viene un soldado lo abatimos, cuando es un guerrillero y vienen 5 soldados nos retiramos; por qué, porque somos conscientes que hay tiempos para la confrontación y somos conscientes que hay tiempos para la militancia, pero siempre estamos en la insurgencia. Cuando no estamos en la confrontación, cuando la fuerza contraria es evidentemente superior, se mantiene la insurgencia en el desarrollo de por lo menos 5 actividades: hacemos proselitismo político y filtramos el sector público y privado, fortalecemos las relaciones internacionales, desarrollamos nuevas formas de finanzas y diseñamos nuevos mecanismos de lucha”.

Entonces hay que entender que el hecho de que no estén en la confrontación no implica que la guerrilla se acabó, sino que están desarrollando los mecanismos de guerra irregular que corres-ponde al hecho de que ellos son guerra irregular.

Y alguna vez me decía Felipe Torres “el objetivo de nosotros es la toma del poder y nosotros no tenemos que rendir cuentas, no tenemos galardones, ni tenemos que hacer ejercicios para que nos asciendan; tenemos un objetivo, que implica que cuando nos va bien seguimos adelante y cuando nos va mal revisamos, tomamos correctivos y seguimos adelante.”

Hay que aceptar que la guerrilla está adaptándose a nuevas formas de accionar. Por eso pienso que para elaborar una política de paz frente a la guerrilla es necesario que el estableci-

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miento revise la historia de los intentos efectuados para alcanzar una solución negociada y haga un análisis crítico de la actuación del gobierno.

Aprender del análisis de nuestros errores en negociaciones pasadas.

Falta un gran ejercicio, que es que nosotros, que hemos sido negociadores, los que hemos estado sentados en la mesa de negociación, digamos a nuestro juicio por qué fracasamos. No por qué ha fracasado la negociación, sino qué fue lo que el gobierno pudo haber hecho para que la negociación fracasara, ser sinceros y apersonarnos de que esto es necesario rectificar. Es hora de rectificar y reconocer nuestros errores de las pasadas negociaciones; es necesario saber por qué no hemos sido exitosos y no echarle la culpa al contrario, como ellos también tienen que hacer el mismo ejercicio, darse cuenta por qué ellos no han sido exitosos y no echarle la culpa solamente al establecimiento y a partir de ello tomar elementos de juicio para nuevas acciones.

Es conveniente recorrer lo ya transitado y sacar conclusiones que se puedan convertir en algo así como el punto de partida para nuevas negociaciones. Por ejemplo, es inexplicable por qué levantamos las negociaciones de Tlaxcala. Es inexplicable que Pastrana haya suspendido las negociaciones con el argumento de que había habido un hecho de guerra cuando faltaba un mes y veinte días para que las FARC presentaran la propuesta de cese al fuego, y después de haber aguantado 3 años no esperar un mes más para ver qué proponían de cese al fuego. Hay que hacer ese análisis, por qué nosotros suspendimos las negociaciones en Caracas por otro hecho de guerra.

Tenemos que hacer un análisis serio y tenemos que hacer un análisis concienzudo y sincero para poder aproximarnos definitivamente al contrario y fundamentalmente hay que entender que la negociación se hace con negociadores. Las negociaciones no se hacen con improvisados, las negociaciones no se hacen con personas que aparecen como grandes personajes públicos que se dedican a ir a ver que les plantea a una guerrilla que lleva 45 años negociando.

Yo recuerdo, si ustedes me permiten una anécdota, la primera vez que yo me reuní con Tirofijo y con Jacobo Arenas en 1987 hace 22 años. Llegué absolutamente emocionado porque yo era un gran amigo de la paz y ellos llevaban negociando desde 1982. En toda mi ignorancia le pregunté a Jacobo Arenas: “Comandante, y finalmente ¿cuántos frentes son?” Y él me miró con una cara de compasión tenaz y me dijo ministro (yo era el viceministro de gobierno), “¿cuántos frentes quiere?” Y cuando nos despedimos por la tarde me regaló su libro, un libro que se llama Cese al fuego y me puso en la dedicatoria, “para el ministro José Noé Ríos el día de su primera comunión.”

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Y llevaban 5 años la negociación, hoy día llevan 27 años. No se puede llegar a la guerrilla con personas improvisadas a que propongan lo que ya se ha propuesto, a que digan lo que ya se ha dicho, a que inventen lo que ya ellos se inventaron, porque es una guerrilla de una gran tradi-ción. Esto es: con una dirección política, con una persona que sepa de negociación, que sepan de propuestas, que sepan de análisis y que tengan vocación hacia el acuerdo.

En las reflexiones que nosotros hacemos, terribles a veces, pensamos si realmente el estable-cimiento en momentos históricos quería la paz, ha debido tener personas realmente negociadoras, porque el negociador tiene vocación hacia el acuerdo y no con personas que estén al mando o a la corriente de una interpretación política coyuntural, que puede en un momento de desespero o de ira del mandatario destruir toda una construcción.

Recomendaciones para abrir campo a la negociación

Por último, creo que es necesario elaborar el estado del arte actual: en qué esta la guerrilla, saber y estimular una hoja de ruta que muy en borrador debe incluir lo siguiente:

Hay que aceptar la realidad que tenemos: primero, si Uribe sigue hay que convencer a Uribe de la importancia de la negociación política. Más importante que ir a convencer a la guerrilla, hay que convencer a Uribe de la importancia que tiene la negociación política, de la importancia que tiene el valor de la vida por encima de cualquier otro interés. Es inadmisible lo que está pasando con el cabo Moncayo, absolutamente inadmisible dándole un manejo político al valor de la vida.

Cuando nosotros hace 8 días leímos en el periódico que los israelíes cambiaron 19 detenidos por una prueba de supervivencia, no por el sobreviviente, por un video que mostraba la sobrevi-vencia de un soldado. Diez y nueve personas por un video y nosotros le estamos dando manejo político a una liberación ofrecida.

Es necesario primero convencer a Uribe, la sociedad tiene que convencer a Uribe.

Nosotros, los que nos volvimos estudiosos de la negociación y escribimos sobre la nego-ciación decimos que es capaz de hacer la paz el presidente que negocie con la guerrilla, que negocie con el ejército, que negocie con los grupos institucionales que le hacen resistencia pasiva al gobierno y con los grandes grupos económicos.

Segundo, hay que reconocer a la guerrilla como un actor del conflicto con la que es posible negociar, con quien es posible llegar a coincidencias para hacer la paz.

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Tercero, hay que terminar el proceso de liberación de los militares.

Cuarto, hay que buscar una declaración de las FARC. Les recuerdo que Piedad Córdoba desde febrero hizo el anuncio de que era posible, si se manejaba bien el tema de las liberaciones, llegar a que las FARC hiciera una declaración renunciando al secuestro como arma política. No se ha podido desarrollar porque el establecimiento no ha permitido que liberen a las personas.

Una declaración de las FARC en el sentido de que suprime de su forma de lucha el secuestro en todas sus modalidades, sería de gran ayuda.

Hay que presentar la agenda, tenemos una historia de agenda elaborada. Hecha la agenda, fijar unas condiciones de hechos de paz para aproximarnos a la negociación y determinar la clase de acuerdos que debe tener vigencia inmediata porque es necesario darle a la población el sentido y el sentimiento de que tanto el gobierno como la guerrilla quieren finalmente que el conflicto se supere.

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Relatoría Primera Sesión

Equipo Iniciativas de Paz

Centro de investigación y educación popular CINEP/ Programa por la Paz

A continuación se presentarán los ejes temáticos centrales que orientaron la discusión de la primera sesión del seminario sobre el papel del Estado en los procesos de negociación con los grupos insurgentes.

La existencia de un conflicto social: Señalar la existencia de un conflicto político y social en Colombia, fue el eje transversal de las diferentes intervenciones durante la sesión. Un conflicto que con una lamentable pero real expresión armada, se ha sustentado en los diferentes desequilibrios estructurales de la formación social colombiana, desequilibrios como “descontento en lo social, un conflicto con fuentes históricas profundas, imperfección de la democracia, desigualdad en la distribución de los recursos, desarticulación entre los gobernantes y gobernados, en las relaciones de producción, en las relaciones de poder” que determinaron el inicio de la lucha guerrillera.

De esta manera, Colombia se encuentra dentro de un conflicto armado derivado de diferentes causas sociales, políticas y económicas. Ésta conflictividad armada se expresa en términos de “el enfrentamiento continuo y sostenido entre dos o más partes que recurren a la fuerza de las armas para dirimir sus controversias suscitadas por la oposición de sus voluntades, intereses o puntos de vista”.

El objeto de la Negociación: Reconociendo que el conflicto armado es producto de los desequilibrios sociales, políticos y económicos cabe preguntarse ¿cuál debe ser el objeto de la negociación del conflicto? ¿Qué es lo que se debe negociar con la insurgencia? Siendo el conflicto armado expresión de una conflictividad social más amplia, el objeto de la negociación política deben ser las causas mismas que dieron origen al conflicto, desde los elementos estructurales hasta las consideraciones que se enmarcan dentro del orden de la guerra. Para una futura negocia-ción se deben reasumir los puntos de la agenda de negociaciones anteriores, como por ejemplo, los 14 puntos de la mesa de San Vicente del Caguán.

Otro punto importante para una futura negociación, junto con las agendas de pasadas nego-ciaciones, es considerar que la negociación con grupos insurgentes como los de las FARC-EP requiere de espacios de discusión amplios para un juego democrático diferente.

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Actores Involucrados en la negociación: Los actores directamente involucrados dentro de un futuro proceso de negociación son evidentemente las organizaciones insurgentes y el Estado Colombiano, pero dentro de unas nuevas condiciones que sean coherentes con la realidad del conflicto. Tales condiciones requieren un reconocimiento mutuo de las partes para que se generen nuevos puntos de discusión sobre nuevas dimensiones del conflicto, que pasan por comprender cuáles son las organizaciones alzadas en armas en contra del Estado colombiano, por qué se alzaron en armas y cuáles son sus propuestas dentro del marco de la confrontación armada.

Finalmente, es importante que la sociedad civil, como actor político, tome partida dentro de la negociación del conflicto, ya que tanto las causas como las consecuencias del conflicto interno armado han afectado las condiciones socio-económicas y políticas de todos los colombianos. Por ejemplo, el problema de la cuestión agraria no sólo debe buscar resolverse con una nego-ciación Estado-Guerrilla, sino que debe implicar la apertura de espacios para que las organiza-ciones campesinas y los sectores del la gran propiedad latifundista propongan soluciones a esta problemática.

Nociones de “paz”: El elemento esencial dentro de un proceso de negociación del conflicto armado pasa por la noción o las nociones que cada uno de los actores tiene de la “paz” y de las condiciones históricas para su construcción. Las nociones de “paz” que se han construido dentro de los diferentes procesos de negociación, resultan ser nociones confusas, ya que en ocasiones se entiende la paz como la simple desmovilización de las organizaciones armadas, mientras que en otras se vincula más ampliamente con una transformación integral de las condiciones de vida de la población.

Condicionesparaunfuturoprocesodenegociacióndelconflicto:

• Para comprometerse a un verdadero proceso de negociación que conduzca a la paz, es necesario el reconocimiento del conflicto armado interno.

• Con el reconocimiento del conflicto es necesario dar, además, un reconocimiento político al adversario. Sin reducir la discusión a una simple guerra entre demócratas y terroristas.

• El desconocimiento del conflicto por parte del gobierno actual es uno de los principales obstáculos para llegar a un proceso de negociación, y su política de “seguridad democrá-tica” contempla como única opción la salida militar.

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• Por lo tanto, debe existir una voluntad política por parte de los actores en conflicto para negociar por la transformación de dichas condiciones, en vez de querer llegar con ellas a la paz.

• Un proceso de paz no sólo debe limitarse a la búsqueda de la desmovilización de los grupos guerrilleros, sino que debe tener una incidencia en el statu quo, en las estructuras políticas y económicas del país; es decir, debe implicar un quiebre de los elementos estruc-turales que generaron que un grupo considerable de colombianos se alzara en armas.

• Ser conscientes que la paz de Colombia no es la ausencia de la guerrilla o de la guerra sino una ausencia de toda forma de violencia.

• Durante los diferentes procesos de negociación que se han desarrollado en Colombia las agendas de negociación resultantes han puesto sobre la mesa los temas esenciales que generaron el conflicto colombiano, es decir, el “qué” se debe negociar. Pero ¿cómo poder llegar dentro de estas agendas a un acuerdo político de paz? ¿Cómo poder hacer que las elites colombianas estén dispuestas a ceder en campos políticos, económicos y sociales, y así mismo cómo hacer que las organizaciones insurgentes abandonen el ejercicio de la política por medio de las armas? Las agendas de negociación deben estar conformadas no sólo por los ejes temáticos, sino también por los mecanismos a través de los cuales los actores de diferentes orígenes pueden sentarse a construir colectivamente un escenario de país.

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Segunda Sesión

La Comunidad Internacional y su papel en procesos de negociación9

Mauricio García Durán, S.JTathiana Montaña Mestizo

Antonio Menéndez de ZubillagaAugusto Ramírez Ocampo

15 de octubre de 2009

9 Lectura recomendada: Ramírez Ocampo, A. (2004), El papel de la comunidad internacional en Colombia, en: Conci-liation Resources – Cinep, Accord - Controversia, Número extraordinario, febrero de 2004, [en línea], disponible en: http://www.c-r.org/our-work/accord/colombia/spanish/comunidad-internacional.php

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Presentación de la sesión

Retos para la participación de la comunidad internacional en futuras negociaciones de paz en Colombia

Mauricio García Durán, S.J.Centro de investigación y educación popular CINEP/ Programa por la Paz

Introducción

Estoy convencido que tarde o temprano ha de llegar en el país algún tipo de negociación de paz y en función de ese momento es importante que podamos aprender de las experiencias de paz que hemos vivido en el pasado. ¿Qué retos nos quedan de las experiencias de negociación del pasado con relación a la participación de la comunidad internacional? ¿Cómo debería ser su papel en unas futuras eventuales negociaciones de paz en Colombia? Es importante que tengamos claridad sobre las lecciones que nos quedan tanto de los logros alcanzados en dichas experiencias, pero también de las que emergen de los errores y límites que se dieron en las mismas.

El tema de la participación de la comunidad internacional en las negociaciones de paz ha sido algo reciente en el caso colombiano; de hecho, en los primeros años de intentos de negociación, durante los 80, la presencia internacional en las negociaciones fue mínima y va ganando un peso cada vez más creciente a medida que pasan los años, como pudo verse en el proceso con las FARC en el Caguán o en los acercamientos con el ELN durante Uribe, indicando que la salida nego-ciada se había “internacionalizado”. Por eso la importancia de reflexionar sobre cuál debería ser el esquema más conveniente de participación de la comunidad internacional en un futuro.

Ahora, es importante tener claro a qué nos referimos cuando hablamos de comunidad interna-cional. Normalmente se equipara comunidad internacional con las representaciones diplomáticas oficiales de los países; pero creo que la comprensión debe ser más amplia, porque no solamente son las embajadas de otros países en Colombia, pues también están las entidades multilaterales, como es el caso de la importante presencia de Naciones Unidas en el país. Pero además de eso, tenemos lo que podríamos llamar la sociedad civil internacional, es decir, organizaciones, grupos de derechos humanos, ONG de carácter internacional, agencias de cooperación, y que ya sea por acciones que emprenden en Colombia o por todo el trabajo de incidencia que realizan en sus propios países, generan un impacto en los procesos de búsqueda de una solución negociada del conflicto armado. Por tanto, cuando hablamos de comunidad internacional vamos a entenderla en

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este sentido más amplio, ya que cada una de estas instancias puede cumplir tareas en los procesos de paz.

El contenido de mi comentario será el siguiente: comenzaré mencionando rápidamente cuales son la formas de intervención de terceras partes en los procesos de diálogo y negociación. Luego miraré cómo esta asistencia de terceras partes varía según el momento en que nos encontremos del ciclo de un conflicto. En tercer lugar, consideraré cuál ha sido la participación de la comunidad internacional en el caso colombiano, para finalizar levantando una serie de interrogantes relacio-nados con la participación de la comunidad internacional en los procesos de paz, interrogantes que nos ayuden a introducir el debate sobre el tema.

Formas de intervención de terceras partes en los procesos de diálogo y negociación

Se han distinguido en las intervenciones de terceros en los procesos de diálogo y negociación dos tipos distintos: la diplomacia de primera vía y la de segunda vía. 10

• Diplomacia de “Primera Vía” (Track 1): de tipo más formal, que realizan otros gobiernos o instancias intergubernamentales como Naciones Unidas. Las formas de intervención que se realizan a este nivel son:

͏ Arbitraje

͏ Mediación con poder (por lo menos hay seis tipos de poder que pueden estar en juego en estos procesos que es el poder del premio, el poder coercitivo, el poder del experto, el poder de la legitimidad, el poder de ser instancia de referencia y el poder de la información)11

• Diplomacia de “Segunda Vía” (Track 2): de tipo más informal, y es la que realizan perso-nalidades, sectores de la sociedad civil, organizaciones e instituciones. Las formas de intervención que se realizan a este nivel son:

͏ Conciliación

͏ Facilitación

10 Cf. Vicenç Fisas, (2004). “Capítulo 2. Vías para Intervenir en los Conflictos Armados”. En Vicenç Fisas, Procesos de Paz y Negociación en Conflictos Armados. Paidós, Barcelona. Cf. Chester A. Crocker, Fen Osler Hampson and Pamela Aall, “Multiparty Mediation and the Conflict Cycle”, en Chester A. Crocker, Fen Osler Hampson and Pamela Aall (Eds.), Herding Cats – Multiparty Mediation in a Complex World. Washington: United States Institute of Peace Press, 1999, pp. 19-45.

11 Chester A. Crocker, Fen Osler Hampson and Pamela Aall, “Multiparty Mediation and the Conflict Cycle”, p. 29.

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͏ Mediación pura

Asistenciadeunaterceraparteyelciclodelconflicto

La asistencia de una tercera parte en un proceso de negociación varía de acuerdo al momento en que está el ciclo del conflicto12, es decir, que la capacidad de intervención de las terceras partes varía dependiendo de cuál es el nivel de escalamiento que tiene el conflicto (ver Gráfico 1). A mayor escalamiento, las posibilidades de intervención se restringen, dados los niveles de confron-tación y polarización; los potenciales puntos de entrada de las terceras partes para favorecer una dinámica de negociación son pocas. En cambio, las posibilidades que una tercera parte pueda jugar un papel en la negociación son mucho mayores cuando el conflicto se encuentra latente o en un momento inicial, o cuando se ha iniciado un proceso de acercamiento, o se ha llegado a un momento de pos-conflicto luego de la firma de un acuerdo de paz; las posibilidades de entrada se amplían, tanto para la diplomacia de primera vía como para la de segunda vía.

Gráfico1: El Ciclo del Conflicto y la Asistencia de una Tercera Parte

Estas posibilidades de entrada de una tercera parte en el proceso de paz es un elemento importante a tener en cuenta cuando nos preguntamos por dichas posibilidades en la actual situación que estamos viviendo del conflicto en Colombia. Aunque la intensidad del conflicto ha

12 Op.cit., 28 y 33.

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bajado en los últimos años, se mantiene en unos niveles lo suficientemente altos, y con un nivel de degradación y polarización que han hecho difícil que las terceras partes puedan jugar un rol de acercamiento entre las partes en confrontación.

En Colombia estamos enfrentando una situación muy paradójica en la que, a pesar de que se ha hecho una operación tan fuerte contra la guerrilla, esta no está derrotada y, a pesar de que se negoció y se desmovilizó a los paramilitares, el paramilitarismo no se acabo. Igualmente se puede decir que el narcotráfico, a pesar del plan antinarcóticos y la extensa fumigación, mantiene una dinámica significativa. A esto se suma el crecimiento de la violación de derechos por parte de la fuerza pública (como los “falsos positivos”) en la medida que se ha dado un fortalecimiento de la Fuerza Pública con la política de Seguridad Democrática.

En este contexto, las posibilidades de entrada de la comunidad internacional para facilitar un proceso de paz han sido difíciles, como se ha visto en los 7 años del gobierno Uribe que llevamos a la fecha. Hay resistencias para poder consolidar dicho proceso de intervención tanto por parte del gobierno, como por parte de la insurgencia, como pudo verse en el fracaso de la mediación por parte del presidente Chávez.

La participación de la comunidad internacional en el caso colombiano

Consideremos cómo ha sido la participación de la comunidad internacional en los procesos de paz que se han dado en el caso colombiano en el pasado (ver Cuadro 1). En cuanto a la partici-pación de la comunidad en procesos y acuerdos, ya sean acuerdos humanitarios de cese al fuego, procedimentales o finales, durante la época de Betancur no hubo presencia de la comunidad internacional, fue un proceso llevado totalmente de manera autónoma.

Durante la administración Barco y el proceso con el Movimiento 19 de Abril (M-19) hubo una verificación técnica del desarme por parte de una comisión de la Internacional Socialista. Se incrementa durante el tiempo de Gaviria pero no pasa de ser más allá de un papel de veeduría o un papel de acogida a procesos de diálogo y negociación. En los procesos del Ejército Popular de Liberación (EPL) y el Movimiento Indígena Quintín Lame hubo veeduría para el proceso de desmo-vilización y desarme por parte del Partido Obrero Español, además de la Internacional Socialista con el EPL y el Consejo Mundial de los Pueblos Indígenas con el Quintín Lame.

En las negociaciones en Caracas y Tlaxcala hubo la acogida de los gobiernos de Venezuela y de México para que los diálogos se pudieran realizar en estos países. Pero en el diálogo mismo no hubo una mediación internacional. En Tlaxcala hubo una “tutoría moral” de parte de la Iglesia Católica, con Monseñor Nel Beltrán. En el caso de los acuerdos firmados por la Corriente de

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Renovación Socialista – CRS, el embajador de Holanda actúa como testigo del acuerdo que da inicio a las negociaciones.

En los casos de Samper y de Pastrana hay un incremento en esa participación. En el caso de Samper se dan los procesos de mediación de la Comisión de Paz del Parlamento Centroamericano, para los casos del Acuerdo Humanitario de Remolinos del Caguán y en el Acuerdo Humanitario de Santa Ana con el ELN en 1997, donde se hace la entrega de secuestrados a representantes y prensa internacional. Igualmente todo el diálogo que hubo, el preacuerdo en Viana y el acuerdo de Puerta del Cielo en Alemania, que se hace con la acogida de España y de Alemania.

Cuadro 1: Participación de la Comunidad Internacional en los Procesos de Paz13

Acuerdos Humanitarios, de Cese al Fuego (CaF), Procedimentales y Finales

Participación de la Comunidad Internacional en los Procesos de Paz

Betancurt Acuerdo (CaF) de la Uribe, FARC, (marzo 1984)

Acuerdo (CaF) M-19 y EPL, (agosto 1984)

Acuerdo (CaF) ADO, (agosto 1984)

Acuerdo (CaF) sectores del ELN (diciembre 1985, abril y julio de 1986)

Barco Pacto Político, M-19 (noviembre 1989)Acuerdo Político, M-19 (marzo 1990)

Comición Técnica de la Internacional Socialista para verificar el desarme.

Gaviria Acuerdo final, PRT (enero 1991)

EPL (febrero 1991)

Quintín Lame (mayo 1991)

Cravo Norte CGSB (mayo 1991) y Agenda de Caracas ( junio 1991)

Acuerdo final, Comandos Ernesto Rojas (marzo 1992)

Acuerdo final, CRS (abril 1994) y Frente Garnica ( junio 1994)

Acuerdo de Coexistencia, Milicias de Medellín (mayo 1994)

EPL: Veeduria Internacional para Desarme y Reinserción de Partido Socialista Obrero Español e Internacional Socialista.

MAQL: Veeduria Internacional en firma de Acuerdo del Consejo Mundial de Pueblos Indios.

Acogida de Venezuela y México para los diálogos con la CGSB.

Embajador de Holanda, Jam de Ross, actua como testigo del acuerdo que da inicio a las negociaciones.

Samper Acuerdo Humanitario de Remolinos del Cauguán, FARC ( junio 1997)

Acuerdo Humanitario de Santa Ana, ELN (nov 1997)

Pre-acuerdo de Viana (Madrid), ELN (febrero 1998) y Acuerdo de Puerta del Cielo, ELN ( julio 1998)

Acuerdo final, MIR-COAR ( julio 1998)

Mediación de la Comisión de Paz del Parlamento Centroamericano (Manuel Conde Orellana).

Entrega ante comisión con representantes y prensa internacional.

Acogida de España.

Acogida de Alemania (Mediación Iglesia Alemana)

13 Elaborado por el autor y parcialmente presentado en trabajos anteriores: Cf. Mauricio García Durán, Movimiento por la Paz 1978-2003. Bogotá: CINEP / PNUD / Colciencias, 2006.

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Acuerdos Humanitarios, de Cese al Fuego (CaF), Procedimentales y Finales

Participación de la Comunidad Internacional en los Procesos de Paz

Pastrana Agenda Común FARC (mayo 1999)Acuerdo de Los Pozos, FARC (febrero 2001)

Acuerdo Humanitario, ELN ( junio 2000)

Acuerdo Humanitario, ELN (octubre 2000)

Acuerdo de Intercambio Humanitario, FARC ( junio 2001)

Acuerdo de San Francisco de la Sombra, FARC (octubre 2001)

Acuerdo por Colombia, ELN (noviembre 2001)

Acuerdode cronograma para el Futuro del Proceso de Paz, FARC (enero 2002)

Representante especial del Secretario General de Naciones Unidas (1999).

Grupo de países amigos y Organismos Internacionales - Comisión de Facilitación Internacional con participación de Cánada, Cuba, España, Francia, Italia, México, Noruega, Suecia, Suiza y Venezuela (abril 2001).

Países amigos del proceso con el ELN.

Comisión de Acompañamiento (febrero 2002).

Uribe Acuerdo de Santa Fe de Ralito, AUC ( julio 2003)

Acuerdo para involucrarse en las negociaciones con los paramilitares del Bloque Central Bolívar y Vencedores de Arauca (noviembre 2003)

Busqueda de Acuerdo Humanitario con las FARC y acercamientos con el ELN

Comisión de la OEA para el apoyo al Proceso de Paz para verificar cese al fuego, desmovilización, desarme y reinserción (enero de 2004),Apoyo de distintos países en gestiones de acuerdos humani-tarios con las FARC, acogida de Cuba y Venezuela con el ELN. Países amigos de estas gestiones CICR.

En la administración Pastrana hay un crecimiento en el papel de la comunidad internacional. Por una parte, está el representante del Secretario General de Naciones Unidas desde 1999 y el grupo de países amigos y organismos internacionales, que eran casi 26, del cual sale la Comisión de Facilitación Internacional en la que participan Canadá, Cuba, Francia, Italia, México, Noruega, Suecia, Suiza y Venezuela a partir de 2001. Dicho papel se quiere aumentar cuando se crea una comisión de acompañamiento al diálogo en febrero de 2002, justo antes de que se rompieran las negociaciones. Sin embargo, el principal problema es que no había claridad de qué se esperaba de la comunidad internacional. Este vacío fue muy claro en el proceso del Caguán; no se sabía exactamente cuál era el papel que tenía la comunidad internacional, cuál era el papel del grupo de países amigos, cuál era el papel de Naciones Unidas y hasta dónde llegaba, lo cual generó dinámicas de confusión en el proceso.

Durante el gobierno de Uribe lo más visible ha sido la misión de la OEA al apoyo de los procesos para verificar el cese al fuego, desarme, desmovilización y reinserción de los paramili-tares. Y después el apoyo de distintos países en gestiones de acuerdo humanitario con las FARC y la acogida de Cuba y Venezuela para los acercamientos con el ELN. Los países amigos y el Comité Internacional de la Cruz Roja han participado en los procesos relacionados con los acuerdos humanitarios.

Este ha sido el papel de apoyo de la comunidad internacional a los procesos de paz. Llama la atención que aunque dicho papel ha ido creciendo, no ha habido unas funciones claras para que

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la participación de la comunidad internacional sea realmente fructífera. Por lo cual es importante ganar claridad en este sentido en función de un eventual proceso de paz en el futuro.

Algunaspreguntasfinalesparareflexionarsobreeltema

Ha habido una internacionalización creciente del conflicto y de los procesos de paz. En ese sentido la participación de la comunidad internacional puede ser positiva en la búsqueda de una solución al conflicto, o puede ser una intervención con efectos perversos. Quiero terminar dejando una serie de interrogantes que nos ayuden a tomar conciencia sobre cómo facilitar y potencializar una eventual intervención positiva de la comunidad internacional en los procesos de paz que se puedan llegar a dar en el caso colombiano. La respuesta a estos interrogantes es una forma de ir precisando las lecciones que hemos aprendido en los procesos de paz pasados.

1. ¿Qué está entendiendo el gobierno nacional por comunidad internacional? ¿Existe un marco claro para su intervención en un proceso de paz en los distintos niveles que ésta implica (USA, Unión Europea, países vecinos, entidades multilaterales, ONG internacio-nales)? ¿Hay una estrategia diplomática consistente y amplia de parte de Colombia?

2. ¿Cómo se percibe a nivel internacional el conflicto colombiano? ¿Cómo se perciben los grupos armados? ¿Qué intereses tendría la comunidad internacional en la solución del conflicto colombiano? ¿Cómo vincular positivamente al proceso a los países vecinos?

3. ¿Cómo afectan las perspectivas de seguridad regional un eventual solución negociada en el caso colombiano? ¿Cómo se perciben los efectos de la ayuda norteamericana en la seguridad regional? ¿Hasta dónde la ayuda de Europa afecta el juego de poder a favor de una salida negociada? ¿Cómo entran los países vecinos (Venezuela, Brasil, Perú, Ecuador, Panamá, Cuba, México) en la ecuación de una solución negociada?

4. ¿Cómo afecta la globalización de la justicia (Corte Penal Internacional, etc.) un eventual proceso de paz? ¿Cuáles serían los requerimientos mínimos a nivel de justicia para hacer aceptable un acuerdo de paz en la comunidad internacional?

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Inter vención

¿El conflicto colombiano, interesa a la comunidad internacional?

Tathiana Montaña Mestizo(Indepaz)

Este artículo pretende señalar la importancia que tiene la comunidad internacional en la cons-trucción de procesos de paz en los conflictos armados internos. Conflictos que son secuelas de la guerra fría, los cuales se han trasformado y ponen de manifiesto los intereses de nuevos actores internacionales, quienes juegan un papel determinante.

Colombia sostiene desde hace más de seis décadas un conflicto armado, que en sus orígenes se ataba a las ideologías políticas y económicas del siglo XX, pero que ese mismo conflicto se ha adaptado a las nuevas formas de guerras en el siglo XXI en donde los intereses externos son deter-minantes para la resolución del mismo.

Introducción

Sobre el papel que la sociedad civil ha realizado en los procesos de paz en Colombia, desde la academia y desde las organizaciones de paz, se han hecho algunos estudios; algunos muy rigurosos como el trabajo del padre Mauricio García Durán14. Pero sobre el papel de la comunidad internacional, el mismo padre García nos recuerda un ejercicio valioso que hizo la Fundación Ideas para la Paz, liderado por Arturo García en el año 2001. Sin lugar a dudas, es un asunto que merece toda la atención como miembros activos de la académica y de la sociedad civil.

Por lo anterior, vale la pena entender cuál ha sido el papel que han asumido algunos actores internacionales en los procesos de paz en Colombia, para poder lanzar algunas propuestas sobre cuál podría ser el papel que optimice los resultados en términos de materializar y ejecutar acuerdos de paz.

Los aportes que hace el estudio del Instituto Heidelberg en “Conflcit Barometer, 2009”15, señala el incremento de los conflictos armados de mediana y baja intensidad en el mundo desde

14 Mauricio García Durán, Director del Centro de Investigaciones y estudios populares, CINEP; Phd. en Estudios de paz y movimientos sociales

15 Barometrer 2009, Heidelberg Institute for Internacional conflict research at the Department of Political Science, University of Heidelberg

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principios de la década de los 90. También nos informa que de 365 conflictos políticos en todo el mundo, 65 iniciaron procesos de negociación y/o mesas de diálogo en donde los resultados no fueron acuerdos de paz. Tan solo se firmaron 40 tratados en 30 conflictos, de los cuales ocho (8) acuerdos se dieron en conflictos de alta intensidad, diecinueve (19) casos de violencia terminaron esporádicamente y trece (13) se firmaron en conflictos políticos no violentos. Las cifras anteriores nos indican que es más difícil hacer acuerdos políticos o humanitarios en conflictos altamente violentos.

De acuerdo a estas estadísticas, podríamos inferir, que en la consecución de estos tratados existe presencia y participación activa de actores diferentes a los actores internos del conflicto para la resolución o en la búsqueda de soluciones pacificas por dos razones: la primera dada en el paradigma universal de la paz y el bienestar de la ONU; la segunda, por la necesidad de hacer sociedades homogéneas en términos de desarrollo económico para estabilizar el capitalismo del siglo XXI.

Desde la caída del muro hasta la guerra mundial contra las drogas y el terrorismo

Podemos notar que tras la caída del muro de Berlín los conflictos armados internacionales, pasaron a ser conflictos internos, a raíz de la disolución de la bipolaridad a nivel mundial y en ese sentido la comunidad internacional adoptó un papel muchísimo más protagónico en la solución de estos nuevos conflictos de finales del siglo XX.

En Colombia, la participación de la Comunidad Internacional tiene antecedentes que podrían estar en el marco de la carta de San Francisco, la carta que da origen a la Organización de las Naciones Unidas en 1945 y cuyo propósito fundamental es mantener la paz y la seguridad inter-nacional. También el orden mundial de mitad del siglo XX presenta nuevos contenidos en la disci-plina de las Relaciones Internacionales, como el desarrollo. Entendida la propuesta académica de Arturo Escobar sobre el Desarrollo, esta permite la intervención de los países ricos o desarrollados en los asuntos del tercer mundo, o los países sin desarrollo: “Me propongo hablar de desarrollo como una experiencia históricamente singular, como la creación de un dominio del pensamiento y de la acción, analizando las características e interrelaciones de los tres ejes que lo definen: las formas de conocimiento que a él se refieren (…), el sistema de poder que regula su práctica y las formas de subjetividad fomentadas por este discurso (…)” (Escobar, 1996:31).

Con esto, el discurso es aceptado universalmente e implementado en doble vía: en vía econó-mica y en la vía política, es decir, el aporte que hacen las sociedades desarrolladas por la solución

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de los conflictos políticos que presentan algunas sociedades sin desarrollo o no desarrolladas suficientemente.

La historia reciente de Colombia, la participación de la CI en la solución del conflicto político del país, presenta ligeros antecedentes desde los años 80 y en la temprana década de los 90. Durante este periodo la participación internacional fue escasa pero contundente: algunos de sus miembros, como países vecinos (México y Venezuela) fueron testigos y veedores de procesos de paz y desarme del gobierno nacional con guerrillas pequeñas como el ELP o el Quintín Lame.

En los años 90 el país presentó unas nuevas formas de confrontación armada marcadas clara-mente por nuevos actores internos y externos. Aquí se debe resaltar la participación en la guerra de actores internos y externos; y con esto, comprender y presentar propuestas sobre el papel relevante de la Comunidad Internacional en la solución del conflicto armado en Colombia. En esta década de los 90, algunos académicos sostenían que la participación de la comunidad interna-cional en la solución política de Colombia era relevante en la medida que aportaba experiencias y modelos de negociación, “(…) hay que admitir que para llegar a la paz en Colombia se necesita el concurso de la comunidad internacional” (Chernik, 1996:5)

Ayuda de la Comunidad Internacional a la construcción de la paz en Colombia.

La unificación de Alemania en 1989 presentó nuevos modelos de relaciones internacionales, con nuevos actores y nuevos intereses. En este sentido, la guerra modificó sus intereses y también su función en el contexto internacional. Los derechos fundamentales lograron adquirir un prota-gonismo nunca antes visto y se desplegaron campañas mundiales contra el hambre y en contra de la guerra. Lo mismo ocurrió doce años después con los ataques a las torres gemelas en New York, en el año 2001. Los paradigmas de paz y seguridad se aferraron a los hechos y la política mundial inicia una lucha frontal contra el terror y el crimen organizado. Colombia, como parte activa de la comunidad internacional, fundamenta su política interna de seguridad en los conceptos y estrate-gias de la política y estrategia mundial.

Y es en este sentido que la comunidad internacional ha jugado y deberá jugar un papel impor-tante de acuerdo a las demandas internacionales y nacionales. Surgen algunas preguntas, ¿de qué forma puede ser más efectiva la participación de la Comunidad Internacional para la construcción de procesos de la paz en Colombia? De la anterior, surgen otras secundarias como ¿Cuáles son los indicadores de efectividad de participación de la Comunidad Internacional? ¿Es posible cuantificar o cualificar las acciones que la comunidad internacional ha realizado en Colombia para lograr acercar a los actores armados a un proceso de negociación? ¿Qué acciones políticas debe hacer

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la comunidad internacional para lograr ganar confianza entre las partes? ¿Qué tipo de estrategias pueden ser formuladas para estructurar una participación internacional, en sentido técnico, polí-tico y económico para la consecución de la paz?

Es importante tener en cuenta que no se debe entender la participación de la comunidad internacional única y exclusivamente como una participación técnica o económica.

Hay una premisa sobre la cual gira esta propuesta con base en las experiencias interna-cionales y la coyuntura de principio de siglo XXI. Es afirmar que con la implementación de la política mundial anti-terrorista, la participación internacional tiene más relevancia hoy que en el pasado por tres razones fundamentales: primero por la existencia de una grave crisis humanitaria en Colombia generada por la multiplicidad de actores, (la dinámica del conflicto es diferente en los 70 y 80 e incluso a principios de los 90, la guerra tiene unos actores y unos intereses dife-rentes). En los últimos diez años los actores y los intereses son diferentes ya que hay mucha más participación de actores externos. Las recomendaciones y las demandas del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, las organizaciones internacionales de Derechos Humanos así lo señalan. La reunión de Ginebra del año 2008, las constantes visitas de relatores especiales de Naciones Unidas al país en 200916, nos permite reafirmar esta primera premisa. Recordamos también algunos miembros de la Comunidad Internacional han instado al gobierno de Colombia a tener presentes algunas recomendaciones y clarificar algunos asuntos. Se solicitó a Colombia, desde la ratificación de la Convención Internacional contra desapariciones forzosas firmadas por Colombia en septiembre de 2007 y aceptar la competencia del Comité sobre la Desaparición Forzada, solicitud hecha por el gobierno de Argentina, hasta reconocer que las viola-ciones a los derechos humanos provienen de un conflicto armado, como lo señaló el gobierno de Países Bajos.

Una segunda razón que podríamos tener en cuenta es que se han elaborado y se están imple-mentando políticas públicas para el desarrollo como parte de política exterior; es decir que en las agendas de política exterior de algunos países, especialmente países europeos, la construcción de paz y de resolución de conflictos en países en guerra está tomando muchísima relevancia. Algunos ejemplos: Suecia, que históricamente se ha involucrado en la resolución de conflictos, ya que implementa una política para la promoción de paz y seguridad a través de la cooperación para el desarrollo en 200917. España diseña la estrategia de construcción de paz de la cooperación espa-

16 En 2009, cuatro relatores especiales de la OACNUDH visitaron Colombia; Philip Alston, relator sobre Ejecuciones extrajudiciales; el relator sobre Asuntos Indígenas, James Anaya. Margaret Sekaggia relatora especial sobre defen-sores de derechos humanos. Leandro Despouy relator especial para la independencia de la Justicia.

17 http://www.sweden.gov.se/sb/d/10275/a/70230 Declaración de Política Exterior de Suecia, Política promoción de paz y la seguridad a través de la cooperación para el desarrollo, 2009

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ñola para el desarrollo en 200718 y en Cataluña existe la Taula Catalana por la Paz y los Derechos Humanos, que en Colombia funciona desde 200219. Quizá hay muchos más espacios en Europa y Estados Unidos.

La tercera razón de la importante participación de la Comunidad Internacional en Colombia, es porque el territorio es un escenario en el que se vienen librando guerras cruzadas motivadas por factores y actores internos y externos. Esto a raíz de la lucha mundial contra el terrorismo y el narcotráfico. A raíz de esto, los actores externos podrían constituirse en actores activos para la búsqueda de la paz en Colombia.

La importancia de la Comunidad Internacional para constituirse en actor activo para la solu-ción del conflicto. Algunas recomendaciones para hacerlo.

Esta última razón podría causar incomodidad a muchos sectores democráticos en Colombia, ya que buscar la participación activa y útil quiere decir que la Comunidad Internacional se consti-tuya como actor activo para la solución del conflicto, y la razón es porque si la guerra se está acti-vando desde afuera, si se está involucrando intereses y recursos externos, tendríamos que hacer un llamado para que estos actores se involucren en la consecución de la paz. Los conflictos armados internos a nivel mundial se han intensificado, casi todos con una tendencia a la regionalización.

Por eso es importante que la Comunidad Internacional ponga de manifiesto su voluntad política más decidida para ayudar a resolver las situaciones de violencia armada, en el marco del derecho internacional y de los principios del mismo: no intervención, autonomía y buena fe.

Las razones para que la comunidad internacional, integrada no sólo por los Estados, sino también por los organismos y organizaciones internacionales y multilaterales, se involucre en la creación de escenarios políticos tiene asidero en las siguientes razones: uno, los recursos naturales. Como se ha visto en el caso colombiano, las zonas de conflicto son riquísimas en recursos como en el Urabá, Chocó, la Costa del Pacífico, la Orinoquia; en todas ellas actores de derecho público como de derecho privado tienen intereses. Dos, sobre los vínculos del fenómeno de las drogas ilícitas, el tráfico de armas y de personas que dan paso a la violación de Derechos Humanos. Los derechos humanos y el derecho internacional de los derechos humanos es un tema central de la agenda internacional.

18 http://www.aecid.es/export/sites/default/web/galerias/programas/Vita/descargas/estrategia_construccion_paz_resumen_esp.pdf Estrategia de Construcción de paz de la cooperación española para el Desarrollo, 2007

19 http://www.taulacolombia.org/taulacas.html Cataluña la Mesa /Taula Catalana por la Paz y los Derechos Humanos en Colombia, 2002

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Por último la tendencia a la regionalización, que se materializa no sólo con la compartición de fronteras, sino los alcances sociales, militares, políticos y económicos que las fronteras y la región afronta. Es decir, las migraciones y desplazamientos forzados, la seguridad fronteriza en el marco de la lucha contra el terrorismo internacional y la lucha contra las drogas.

La forma como la comunidad internacional se puede vincular en beneficio de una solución no militar del conflicto armado en Colombia es preguntando, ¿Cómo terminar la guerra, en el supuesto que existe disposición política de actores internacionales para ello? De acuerdo al informe de Indepaz/PNUD experiencias de reconciliación en Colombia del año 2009, la guerra se puede acordar por tres vías: por medio de las negociaciones de elite, es decir la participación en una mesa de diálogo de exclusivamente las partes; dos, por la vía humanitaria para generar confianza entre las partes y/o por medio de la construcción de agendas sociales para la paz, es decir, atacando los problemas estructurales que dieron origen al conflicto colombiano y de aquellas causas que lo han complejizado. Esta última vía en la actual coyuntura puede tomar fuerza, pues las dos anteriores podrían parecer desgastadas. La tercera, es la vía ciudadana, tesis propuesta por algunas iniciativas de paz en Colombia en donde la ciudanía debe ser activa y debe empujar procesos sociales para trasformar realidades y conflictos, entre estos, los conflictos violentos y armados.

En estos tres escenarios, el rol de la comunidad internacional es necesario. En el primero debe responder a un papel de facilitación o mediación por el hecho de ser un conflicto armado vigente en el marco del derecho internacional humanitario y en el marco de la garantía de los derechos fundamentales; en el segundo caso, respondería a la composición de la confianza y la verificación del cumplimiento de acuerdos. Y en el tercer caso, la comunidad internacional podría tener un papel determinante, en la medida que apoye a las organizaciones de la sociedad civil y a la gene-ración de políticas estatales que tiendan a mejorar la comunicación entre la sociedad organizada y los sectores gubernamentales; recomendando acciones tendientes a eliminar otros males mayús-culos de la sociedad colombiana que nutren la guerra, como lo es la corrupción, el clientelismo y la impunidad.

Con lo anterior, ¿qué debe hacer la comunidad internacional para empujar un proceso de paz bloqueado, sin garantías ni confianza? Dependerá en gran medida de las ofertas de paz que el gobierno nacional ofrezca, no sólo a las FARC, pues es de resaltar que la guerrilla no es el único actor armado en Colombia; como se anotó anteriormente, al conflicto en mención acuden actores internos y externos por intereses mayoritariamente particulares.

Sin embargo, también dependerá del tipo de acompañamiento que la sociedad, los armados y el gobierno nacional soliciten. El acompañamiento debe ser tripartito, técnico, político y financiero. La consideración inicial es formular desde Colombia un acompañamiento político, pero obvia-

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mente éste dependerá de los actores del conflicto interesados en llamar a dicha participación. También dependerá de los intereses estratégicos que algunos de los miembros de la comunidad internacional tengan en el país, lo que difícilmente se considerará de manera abierta y sincera.

Finalmente, sin proceso de paz acordado por las partes, la comunidad internacional debe evitar la expansión de la guerra hacia las fronteras con los países vecinos; en el caso de Colombia, con Ecuador y Venezuela. Pero ésto es un asunto de la Política Exterior. La comunidad interna-cional, en su distante papel activo en un eventual proceso de paz en Colombia, podría apoyar y buscar la manera para que los actores volvieran a recuperar la confianza en negociar, priorizando su participación en la solución de conflictos a partir de los costos humanitarios. Populizando la idea de que la solución negociada no debe ser una posición guerrerista sino desde una posición en el marco de derechos y de paz. Fortaleciendo la idea de que un proceso de paz requiere tiempo; no debe ser cortoplacista, pues está visto que los tiempos cortos no permiten que los procesos, las propuestas, las ideas, los negociadores y todo el complejo de negociación, madure para arrojar resultados sólidos.

El papel de la comunidad internacional en Colombia dependerá de que se reconozca que existen violaciones a los Derechos Humanos por causa de la violencia estructural del Estado, las guerrillas, los paramilitares y la delincuencia organizada. Con base en ese punto de partida, la Comunidad Internacional, específicamente la latinoamericana, podrá trabajar para facilitar espa-cios de diálogo para la terminación de la violencia, promocionar la elaboración de acuerdos huma-nitarios y fortalecer las iniciativas de paz que proponen al Estado colombiano para mejorar las condiciones de gobernabilidad y demandar resultados efectivos en un estado social de derecho.

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García, Caterina, Rodrigo Ángel. La seguridad comprometida. Nuevos desafíos, amenazas y conflictos armados, Ed., Tecnos Madrid 2008

Montaña Tathiana, González Camilo, Herbolzheimer Kristian. La vía ciudadana para la paz, Ed., Conciliation Resources- Indepaz, Bogotá 2009.

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64 Memorias Seminario Paz 2009, Bogotá Condiciones para la negociación

Inter vención

La ONU y su papel en procesos de negociación: reflexiones para Colombia

Antonio Menéndez de Zubillaga(Naciones Unidas)

Consciente de que el tiempo es corto y lo importante es el conversatorio que se pueda generar después de las intervenciones, me voy a permitir iniciar el tema directamente. Pero no quiero hacerlo sin antes agradecer al CINEP por esta invitación y por permitirme compartir mesa con los demás distinguidos panelistas, así como aclarar que mis palabras no suponen una posición oficial de las Naciones Unidas sobre el tema, sino un conjunto de reflexiones a la luz de la expe-riencia de las Naciones Unidas en procesos de paz.

Quisiera en primer lugar contextualizar el rol y naturaleza de la ONU en la consecución de la paz, para, en segundo momento, referirme a los fundamentos de la intervención de la ONU en estos procesos, finalizando con algunas reflexiones sobre la participación de la ONU en los procesos de paz.

Las Naciones Unidas es una organización de y para la paz. Esta simple afirmación no es siempre bien entendida. Desde su fundación, la ONU ha estado vinculada a la paz. Su Preámbulo dice que la Organización debe aspirar a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra y de sus órganos principales, el más ejecutivo (por contar con el uso de la fuerza), el Consejo de Seguridad, tiene como tarea mantener y restaurar la paz y seguridad internacionales, así como prevenir sus amenazas.

A pesar que la Carta fundacional se firma al final de la Segunda Guerra Mundial, es algo más que un tratado de paz en el sentido decimonónico. De hecho, las bases fundacionales se pusieron en medio de la guerra, siendo una la Carta del Atlántico en 1941, firmada por Roosevelt y Churchill, una de sus piedras angulares. Además, la Carta incluye elementos que van más allá de un concepto de paz negativo, como ausencia de guerra, que enmarcan la naturaleza y accionar de la Organización en un concepto de paz positiva:

• reafirmar la fe en los derechos fundamentales, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas;

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• crear condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obliga-ciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del derecho internacional; y

• promover el progreso social aumentando el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de libertad.

Así, sus Estados fundadores se comprometen a:

• Practicar la tolerancia y convivir en paz como buenos vecinos.

• Unir fuerzas para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales.

• Asegurar que no se usará la fuerza armada sino en servicio de un interés común.

• Emplear un mecanismo internacional para promover el progreso económico y social de todos los pueblos.

La paz se encuentra, pues, íntimamente ligada a los propósitos y principios de nuestra Carta fundacional, que ha guiado el actuar de las Naciones Unidas desde hace ya más de 60 años.

En este contexto, los acuerdos de paz no son el fin de los conflictos, sino los gérmenes de una paz duradera y sostenible. No suponen la culminación de esfuerzos, sino el comienzo en la cons-trucción de sociedades verdaderamente democráticas que superen las roturas del tejido social y aseguren la convivencia y la reconciliación.

Quisiera resaltar dos momentos históricos en la historia de la ONU que reafirman esta postura, materializados en dos importantes documentos.

Primero, la “Agenda por la Paz” en 1992, en el marco histórico del fin de la guerra fría. En junio de ese año, el entonces Secretario general de las Naciones Unidas, Boutros Boutros Ghali, informó a la Asamblea General y al Consejo de Seguridad20 sobre sus planes para la consolidación de una paz sostenible en un mundo, que si bien se abría al optimismo de la libertad tras la caída del Muro de Berlín, también ensayaba nuevos peligros, como el nacionalismo.

Nacen los conceptos de diplomacia preventiva, establecimiento, mantenimiento y consolida-ción de la paz21. El Secretario general entendía estos conceptos de la siguiente manera:

20 Ver documento A/47/277 – S/24111 de 17 de junio de 1992.21 Estas iniciativas del Secretario general no incluyen las acciones de fuerza que pueda tomar el Consejo de Seguridad

bajo el Capítulo VII de la Carta.

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• Por diplomacia preventiva se entienden las medidas destinadas a evitar que surjan contro-versias entre dos o más partes, a evitar que las controversias existentes se transformen en conflictos y evitar que éstos, si ocurren, se extiendan.

• Por establecimiento de la paz se entienden las medidas destinadas a lograr que las partes hostiles lleguen a un acuerdo, fundamentalmente por medios pacíficos, como los previstos en el Capítulo VI de la Carta de las Naciones Unidas.

• Por mantenimiento de la paz se entiende el despliegue de una presencia de las Naciones Unidas en el terreno, hasta ahora con el consentimiento de todas las partes interesadas y, como norma, con la participación de personal militar o policial de las Naciones Unidas y, frecuentemente, también de personal civil. Las actividades de mantenimiento de la paz constituyen una técnica que aumenta las posibilidades de prevenir los conflictos y esta-blecer la paz.

• Por consolidación de la paz después de los conflictos, se entienden las medidas desti-nadas a individualizar y fortalecer estructuras que tiendan a reforzar y consolidar la paz a fin de evitar una reanudación del conflicto.22

La diplomacia preventiva tiene por objeto resolver las controversias antes de que estalle la violencia; las actividades de establecimiento y de mantenimiento de la paz atienden a la necesidad de detener los conflictos y preservar la paz una vez que ésta se ha logrado. Si tienen éxito, se acrecientan las posibilidades de consolidar la paz después de los conflictos, lo que puede evitar que vuelva a estallar la violencia.

Segundo, en el marco de la más importante reforma institucional de la Organización, el Secretario general, Kofi Annan, confirmó en 2005, en un documento titulado “Un concepto más amplio de libertad: desarrollo, seguridad y derechos humanos para todos”23, que los tres pilares de la arquitectura de las Naciones Unidas para alcanzar una paz sostenible son el desa-rrollo, la seguridad y los derechos humanos.

Señala el Secretario general que:

“el desarrollo, la seguridad y los derechos humanos no sólo son indispensables sino que también se fortalecen recíprocamente. Esta relación no ha hecho más que reforzarse en nuestra era de rápidos progresos tecnológicos, de aumento de la interdependencia económica, de globalización y de espectaculares transformaciones geopolíticas.”24

22 En 2005, esta idea ayudó a la construcción de la actual Comisión para la Consolidación de la Paz.23 Ver documento A/59/2005 de 21 de marzo de 2005.24 Idem 2.

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Quisiera detenerme un momento en estos 3 pilares.

a. Desarrollo

Si bien es cierto que la pobreza y la negación de los derechos humanos pueden no ser las “causas inmediatas” de las guerras, el terrorismo y la delincuencia organizada, definitivamente sí incrementan de forma considerable el peligro de la inestabilidad y la violencia y aparecen entre las causa estructurales en la mayoría de las ocasiones. Además, prosigue el Secretario general, la guerra y las atrocidades no son ni mucho menos las únicas razones que explican que los países estén atrapados en la pobreza, pero es indudable que son un impedimento para el desarrollo. Por otra parte, los países bien gobernados y que respetan los derechos humanos de sus ciudadanos y ciudadanas están en mejor situación para evitar los horrores de la guerra y para superar los obstá-culos al desarrollo.

Podemos decir que el desafío múltiple del desarrollo abarca una gran variedad de cuestiones interrelacionadas, que van desde la igualdad entre los géneros, pasando por la salud y la educación, hasta el medio ambiente. Las Naciones Unidas han contribuido a crear un marco normativo global en torno a esos temas, definiendo por primera vez una amplia visión de prioridades comunes de desarrollo. Así se fijaron una serie de objetivos con plazos concretos en todos esos ámbitos, desde reducir a la mitad la pobreza extrema hasta lograr que todos los niños y niñas acudan a la escuela primaria, todo ello antes del año 2015, cristalizados en los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

b. Seguridad

La seguridad es un elemento básico para consolidar la paz. Entre las amenazas a la seguridad en el siglo XXI se cuentan no sólo la guerra y los conflictos internacionales, sino los disturbios civiles, la delincuencia organizada, el terrorismo, el tráfico de drogas y la proliferación armamen-tística, desde las armas pequeñas a las de destrucción masiva. Pero también afecta a la seguridad la pobreza, las enfermedades infecciosas mortales y la degradación del medio ambiente. Todas estas amenazas pueden ser causa de muerte o reducir gravemente las posibilidades de vida; todas ellas pueden socavar las bases fundamentales del Estado de derecho.

c. Derechos humanos

Pero si bien el desarrollo (“la libertad para vivir sin miseria”) y la seguridad (“la libertad para vivir sin temor”) son esenciales, no son suficientes para alcanzar la paz: todas las personas además necesitan ser tratadas con dignidad y respeto. Es necesaria también “la libertad para vivir en dignidad”: el respeto y protección de los derechos humanos.

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La protección y la promoción de los valores universales del imperio del derecho, los derechos humanos y la democracia constituyen fines por sí mismos y son imprescindibles para lograr un mundo de justicia, oportunidad y estabilidad. No habrá plan de seguridad ni campaña en pro del desarrollo que consiga sus objetivos si no reposa en el sólido fundamento del respeto por la dignidad humana.

Hay una cita que no me resisto a compartir en este sentido. Dice el Secretario general:

“[…] si no cumplimos lo acordado [obligaciones internacionales], nuestras declaraciones son palabras huecas. Si no pasamos a la acción, nuestras promesas son vanas. Los vecinos de las aldeas que se apiñan temerosos al oír el fragor de los bombardeos aéreos del gobierno o al ver aparecer a milicias asesinas no hallan consuelo en las palabras incumplidas de los Convenios de Ginebra [del derecho internacional humanitario], por no mencionar las solemnes promesas de “nunca más” que hizo la comunidad internacional cuando reflexionaba sobre los horrores de Ruanda hace un decenio. Los tratados que prohíben la tortura no sirven para consolar a los prisioneros que sufren abusos en manos de sus captores, especialmente si los mecanismos internacionales de derechos humanos permiten que los responsables se escondan detrás de sus amigos de las altas esferas. Una población hastiada de guerra a la que la firma de un acuerdo de paz infunde nuevas esperanzas pronto cae en la desesperación cuando, en lugar de percibir un progreso tangible hacia un gobierno respetuoso de la legalidad, ve cómo caudillos militares y cabecillas de bandas delictivas toman el poder y ocupan el lugar de las leyes. Las solemnes promesas de fortalecer la democracia en sus países que formularon todos los Estados en la Declaración del Milenio siguen siendo palabras vacías para quienes nunca han votado a sus dirigentes ni ven señal alguna de que estén cambiando las cosas.”

Con estas consideraciones sobre los fundamentos en los que se debería basar el accionar de la ONU en la búsqueda de paz, quisiera hacer unas reflexiones sobre la situación colombiana. Como nos recuerda el Ministro y Embajador Don Augusto Ramirez Ocampo en la lectura propuesta para esta sesión, las Naciones Unidas, además de los esfuerzos cotidianos que desarrollan todas y cada una de sus organizaciones, la ONU, directamente, inició buenos oficios en 1999, con el nombra-miento de Jan Egeland.

Los buenos oficios, como parte del concepto de mantenimiento de la paz de la Agenda por la Paz, fueron entendidos como una intervención no impuesta, sino con el acuerdo de las partes, para buscar un arreglo pacífico a un problema que pudiera haber desbordado la capacidad de solución de las partes.

En 2001 el Presidente Pastrana solicitó formalmente al Secretario general los buenos oficios con el ELN. El producto más concreto de este esfuerzo fue un estudio realizado por el Foro sobre la Prevención de los Conflictos y la Paz (CPPF en sus siglas en inglés) sobre la viabilidad de una zona de encuentro o despeje (como se conocía en el Sur de Bolívar) para entablar diálogos con el ELN en el Magdalena Medio. Como todos y todas saben, esta zona nunca se constituyó.

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Sucedió a Jan Egeland en su casi imposible tarea, James LeMoyne desde noviembre de 2002. A pesar de no permanecer en Colombia de manera permanente, jugó un papel importante en el exterior. Su labor culminó con su participación directa en los diálogos del Caguán cuando ya el proceso estaba más que moribundo.

Durante el primer periodo del Presidente Uribe hubo inicialmente una percepción diferente del rol de la ONU en el conflicto. Por ejemplo, el Presidente propuso al Secretario general la crea-ción de “cascos azules al estilo colombiano”, es decir, básicamente, “convertir” a soldados del ejér-cito colombiano en cascos azules de la ONU para proteger comunidades vulnerables. Por obvias razones, la propuesta no fue aceptada.

Los buenos oficios terminaron formalmente en abril de 2005, aunque desde la ruptura de los diálogos con las FARC-EP y la no iniciación del proceso con el ELN ya estaban mal parados. En estas circunstancias, la ONU no participó en los subsiguientes esfuerzos, como el proceso con las AUC en 2003 o la iniciativa del México con el ELN en 2004.

Fue a mediados de 2006, cuando se aceptó la idea de que el sistema de las Naciones Unidas en Colombia contara con un asesor o asesora en Paz y Desarrollo, vigente hoy día. Esta asesoría está íntimamente ligada a otras tareas, como la de contribuir a la protección humanitaria de desplazados, niños y niñas reclutados y utilizados en el conflicto o víctimas de minas antipersonal, la consolidación de los derechos a la justicia, verdad y reparación, incluidas las garantías de no repetición, en los mecanismos de justicia transicional o la lucha contra la pobreza y la inequidad.

Si en algún momento las Naciones Unidas se volvieran a involucrar directamente en Colombia en un proceso o esfuerzo de paz, habría que tener en cuenta una serie de consideraciones, incluidas las que propuso el Secretario general al Consejo de Seguridad en su informe de agosto de 2004 sobre el Estado de derecho y la justicia transicional en las sociedades que sufren o han sufrido conflictos:25

• Atender de manera prioritaria al restablecimiento y respeto del Estado de derecho, espe-cialmente en el marco de procesos de justicia de transición cuando se precisa la asistencia de las Naciones Unidas en la instrucción y procesos judiciales;

• Respetar, incorporar por remisión y aplicar las normas internacionales de imparcialidad, garantías procesales y derechos humanos en la administración de justicia;

25 Ver documento S/2004/616 de 23 de agosto de 2004.

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• Rechazar la amnistía en casos de genocidio, crímenes de guerra o crímenes de lesa huma-nidad, incluidos los delitos internacionales relacionados con la etnia, el género y el sexo, y garantizar que ninguna amnistía concedida con anterioridad constituya un obstáculo para el enjuiciamiento ante cualquier tribunal creado o asistido por las Naciones Unidas;

• No participar en el establecimiento de ningún tribunal que contemple la pena de muerte entre las posibles sanciones;

• Disponer que todos los procesos judiciales, tribunales y enjuiciamientos sean creíbles, justos y compatibles con las normas internacionales sobre la independencia y la impar-cialidad de la judicatura, la eficacia y la imparcialidad de los fiscales y la integridad del proceso judicial;

• Reconocer y respetar los derechos de las víctimas y los acusados, de conformidad con las normas internacionales, prestando especial atención a los grupos más afectados por los conflictos y el quebrantamiento del Estado de derecho, como los niños, las mujeres, las minorías, los prisioneros y las personas desplazadas, y garantizar que los procedimientos de reparación comprendan medidas específicas para su participación y protección;

• Reconocer los diferentes efectos de los conflictos y de la ausencia del Estado de derecho en las mujeres y la necesidad de tener en cuenta los aspectos de género en el restable-cimiento del Estado de derecho y en la justicia de transición, así como la necesidad de la plena participación de las mujeres;

• Evitar la imposición de modelos externos y realizar una evaluación de las necesidades nacionales y procesos de consulta nacionales, con una participación significativa del gobierno, de la sociedad civil y de grupos nacionales fundamentales para determinar el curso de la justicia de transición y el restablecimiento del Estado de derecho;

• Asegurar una plena cooperación del gobierno con los tribunales internacionales, incluso en la entrega de acusados, cuando sea solicitada;

No quisiera terminar estas reflexiones sin antes reafirmar que la consecución de la paz no implica renunciar a la justicia. De hecho, la justicia es una condición sine qua non de la paz.

En palabras del Secretario general, no es posible consolidar la paz ni mantenerla a largo plazo “a menos que la población confíe en que se podrá obtener la reparación de las injusticias sufridas a través de estructuras legítimas encargadas del arreglo pacífico de las controversias y la correcta administración de justicia”.

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Inter vención

Consideraciones sobre el caso colombiano con referencia a la comunidad internacional

Augusto Ramírez Ocampo(Excanciller)

Mis consideraciones sobre el tema colombiano con referencia a la comunidad internacional y la paz no son muy optimistas.

La Comunidad Internacional en Guatemala y Salvador.

Una tendencia muy grande de este país al provincialismo que nace en primerísimo lugar, de la circunstancias que su capital quedó enclavada en el Centro de la Cordillera Oriental o sea en la mitad de ninguna parte, debido a la búsqueda del Dorado por parte de los tres conquistadores que nos “descubrieron” en el siglo XVI. Desde entonces nos reconcentramos en nosotros mismos. Desde aquí no se ven las fronteras, no se ve el mar, no se tiene la noción de que el mundo es redondo y variado. Por lo tanto así se refleja casi en todas las políticas Colombianas. En particular apenas en el siglo XXI empezamos a descubrir el mar Pacifico y el Caribe al final del siglo XX. Todo esto se refleja en la falta de intereses en los temas internacionales, no sólo del gobierno sino también de la subversión.

A diferencia, por ejemplo, de lo ocurrido en América Central, tanto el FMLN, como en su momento los Sandinistas y el UNRG, tuvieron una perspectiva internacional desde el comienzo de sus actividades, hasta tal punto que por ejemplo en el caso Salvadoreño hubo momentos en que el Frente tenía más representantes acreditados en el exterior que los del propio gobierno.

El lobby organizado por el FMLN tanto en Naciones Unidas como en los corredores del Congreso Norteamericano, y en las cancillerías Europeas, dio lugar a una presión internacional considerable para efectos de que la comunidad internacional se ocupara de los problemas centroamericanos.

Centroamérica, en su momento fue punto de atracción universal, precisamente por la situación de conflicto en la que se vivía. Yo diría que la acción del llamado Grupo de Contadora, integrado por Colombia, México, Panamá y Venezuela contribuyeron también a la internacionalización de los problemas centroamericanos y fue determinarte en el tránsito de los procesos de paz de primera

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generación de las Naciones Unidas, a los de segunda generación, inspirado en el exitoso proceso del El Salvador según lo reconoció explícitamente el Secretario General de esa institución.

Esa posición de Naciones Unidas se reflejó además en creaciones institucionales dentro de la ONU para atender el frente de los programa de paz de segunda generación que escribió y presentó ante la Asamblea General el Secretario General Butros-Ghali. Ellos nacieron precisamente de las acciones que adelantó Naciones Unidas en Centroamérica, en concreto la rica experiencia derivada de los trabajos de ONUSAL, que fue establecida primero para monitorear las conversaciones entre el Gobierno del El Salvador y el FMLN y luego para dar fe del cumplimiento de las 172 obligaciones derivadas de los Acuerdos de Paz suscritos en Tlatelolco que puso fin a la confrontación.

La tarea de ONUSAL fue definitiva durante el proceso ya que lo acompañó desde el comienzo, le dio la estabilidad, la credibilidad y la racionalidad que necesitaba hasta el punto que ese hilo condujo la negociación y su debida aplicación durante todo el trayecto. Así se crearon unos puntos que han servido para guiar los pasos de Naciones Unidas, aun antes de que apareciera la figura del Alto Comisionado de Naciones Unidas para la Paz y los Derechos Humanos.

Esa creación dio por resultado que tanto en el Salvador como en Guatemala se privilegiara en el tiempo y en la importancia el respeto por los Derechos Humanos y fue algo bastante excep-cional en ese momento, ya que por primera vez se estableció una oficina de Naciones Unidas para inspeccionar el respeto por los derechos humanos y el derecho internacional humanitario aún antes de que la paz fuera suscrita. ONUSAL hizo un seguimiento estricto al primer acuerdo que hubo en el proceso, que fue el acuerdo sobre el respeto a los Derechos Humanos, llamado Acuerdo de San José. El novedoso hecho de establecer una oficina de Naciones Unidas con propó-sitos y autorizaciones especificas. Fue bastante providencial en el proceso, porque permitió que desde el comienzo se tomara conciencia de la importancia que tenia para la paz este tema y porque la tarea de Naciones Unidas se hizo visible desde el primer momento, lo cual ayudó al apaciguamiento del conflicto armado con su sola presencia.

Esa oficina, para vigilar el cumplimiento de los acuerdos de San José, terminó siendo una estructura muy grande. Se encargó inclusive de las elecciones, del reparto de papeletas y urnas. Todo esto llevo a que ONUSAL llegara a tener un poco más de mil funcionarios en el Salvador, siendo un país pequeño, del tamaño del departamento del Atlántico, con seis millones de personas, de las cuales dos millones vivían en el exterior refugiados, siendo al mismo tiempo el país más densamente poblado de América Latina.

Su mandato era muy extenso: Comprobación del cumplimiento de los Acuerdos, organización de la Policía Nacional Civil, escogencia de sus efectivos, nueva doctrina militar y reducción a la

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mitad de su pie de fuerza, puesta en marcha de un nuevo servicio de inteligencia, reorganización del Poder Judicial, establecimiento del Defensor de los Derechos Humanos y del Consejo Nacional Electoral. En fin todo lo relacionado con los Acuerdos de Paz, la desmovilización y la reinserción.

Por eso su peso tan extraordinario, a un punto que en determinado momento la población misma rechazaba la presencia de Naciones Unidas porque era demasiado ostensible. Además todos convergían en llegar a ONUSAL para que le fueran resueltos muchos de sus problemas, desde conflictos sindicales hasta el tema de la aplicación y el desarrollo de la paz.

A su modo, la guerrilla salvadoreña, que entendió muy bien cuál era su propósito, no pensaba en que se pudiera pasar de la noche a la mañana del subdesarrollo al desarrollo y enfocó todo su esfuerzo en crear las condiciones necesarias para que el partido político que estaban creando tuviera las garantías suficientes para competir de una manera adecuada e igual con los pocos partidos políticos que existían en el Salvador.

Tenía mucha confianza en sus puntos de vista porque creía que esas banderas eran las que le iban a servir para poder adelantar su organización y su triunfo electoral, que era previsible ya desde entonces y que se aplazó, simplemente, porque el FMLN se rompió una vez conseguida la firma de los acuerdos de paz. Se dividió porque su líder Shafick Handal, primus inter pares, aspiró a la presidencia y era de cierta manera el “coco” que tenía la opinión pública salvadoreña para concitar a votar más en contra que a favor.

Los hechos han comprobado que tenían buena parte de razón en el trazado que hicieron, en el propósito y la decisión, absolutamente limpia y clara de que ellos no buscaban con el proceso de paz alargar la guerra o buscar y seguir buscando el poder por medio de las armas, sino que estaban dispuestos a reinsertarse en la vida política, económica y social de un país democrático.

Por tanto afirmaron su posibilidad de tener canales de comunicación con la gente, de poder organizar sin amenazas sus huestes, de poder preservar con todas las garantías y eficacia su super-vivencia, porque una vez pasada la guerra, formalmente, quedaban muchas heridas. Y efectiva-mente tuvimos dificultades sensibles en un momento en el que ocurrieron tres asesinatos de líderes medios del FMLN, lo que complicó mucho el proceso y casi lo destruye, sin embargo, toda la nación se mantuvo firme apoyando y cumpliendo los Acuerdos.

Al mismo tiempo, se diseñó y aplicó una nueva doctrina militar, consistente en una disminu-ción del pie de fuerza de las Fuerzas Armadas y la creación de una nueva y completamente distinta oficina de inteligencia, dependiente de la Presidencia. Adicionalmente un cambio en la justicia, que estaba dominada de una manera casi imperial por el Presidente de la Corte.

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Con tan profundos ajustes institucionales, la democracia pudo funcionar y el FMLN pudo presentar a todo pulmón su alternativa política y obtuvo desde la primera elección una represen-tación muy grande en la Asamblea Legislativa y gran triunfo en diez de las ciudades importantes, incluyendo la capital San Salvador.

El Salvador es un ejemplo que siempre debe estar presente para el análisis de lo que debería ser un eficaz proceso de paz, que, según la ONU, ya va en una tercera generación. Pero aparente-mente sirve, porque tanto en el caso del Salvador, como en el de Guatemala, discursos como los que se pronuncian en Colombia desde la guerrilla o el gobierno hubieran hecho imposible la paz y de hecho la paz tanto en el Salvador como en Guatemala se hizo a costa de una amnistía casi completa.

En efecto la Comisión de la Verdad solo pidió condenar a un miembro de la dirección del FMLN, Héctor Villalobos, quien asumió la responsabilidad de los doce alcaldes asesinados por las distintas guerrillas que conforman el FMLN. Por eso la pena que se le aplicó fue la de no poder participar en actividades públicas durante 10 años. Villalobos ha obtenido varios Posgrados en Inglaterra y se convirtió en uno de los grandes asesores de paz, porque allá se fue para pagar su pena. Al mismo tiempo hubo una purga de casi el 20 % de la oficialidad del Ejército, en especial de todos los ministros de defensa militares. Ese es uno de los temas que me gustaría discutir con respecto a las preguntas que se nos plantean.

¿Qué condiciones fueron fundamentales para que los anteriores procesos de dialogo se pusieran en marcha y avanzaran en la disyunción de contenidosymetodologíasquelosllevaranabuentérmino?y¿Quéfactoresfuerondecisivosparaquelascondicionessedieran?

Una condición básica, para conseguir la paz es la voluntad política de las partes. Sin ésta no hay ni comunidad internacional ni funcionarios internacionales que valgan. Se requiere la voluntad de paz por cuenta de quienes están directamente comprometidos en la guerra. En un momento dado en Colombia se vislumbró que eso era posible, por eso yo creo que se sentaron a dialogar primero en 1984, durante el gobierno de Belisario Betancur, cuando se suscribió el Acuerdo de la Uribe, en el cual no hubo participación de la comunidad internacional. Fue un acuerdo bastante elemental en el que simplemente hubo un cese al fuego bilateral, una tregua, que además se hizo con un pecado capital, no hubo una verificación creíble. Se creó un pequeño comité de veri-ficación, que fue lo que echó al traste la paz de la Uribe. Porque cuando hubo una matanza de soldados en el gobierno Barco, no había un mecanismo creíble e imparcial para dirimir las mutuas acusaciones ni estableciera qué parte era la culpable.

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Por eso la verificación es un tema sustancial de la paz y ésta exige una presencia muy activa de la comunidad internacional. Efectivamente tiene que ser un entidad, que por su propia morfo-logía, sea neutral y al mismo tiempo tenga la capacidad técnica y financiera para asumir el reto que, por ejemplo, tuvo que asumir en el Salvador, el seguimiento y comprobación de todos y cada uno de los compromisos suscritos por las partes, casi todos a cargo del gobierno que se fueron cumpliendo puntualmente. En este caso solamente quedó por cumplir una parte del último acuerdo, referido a la aplicación de una especie de reforma agraria, en la que se pedía repartir 42 mil parcelas, que se pudo cumplir sólo en un 95% porque no había tierra, porque casi todas las tierras estaban erosionadas y no existían latifundios sino minifundios.

Pero realmente el proceso de verificación por parte de Naciones Unidas le dio una enorme credibilidad a los Acuerdos y adicionalmente por este ejemplo se abrió la posibilidad de adelantar algo parecido en Guatemala. En ONUSAL llevamos a cabo varios talleres tanto con la Fuerzas Armadas como con el gobierno guatemalteco y con la guerrilla, para persuadirlos de que ese era un mecanismo idóneo para poder llegar a la paz.

Hoy en el Salvador ha sido elegido el Presidente Funes, Periodista de izquierda quien fue postulado por el FMLN, hay un presidente que fue candidato del FMLN, a pesar que no era un miembro orgánico del partido, con un Vicepresidente, Sánchez Ceren, quien era el Jefe de uno de los cinco Movimientos revolucionarios que integraron el Frente.

Lo primero que se requiere entonces es la voluntad política. En segundo lugar, un aspecto que hay que mirar con muchísima tranquilidad y profundidad, es que realmente la guerrilla colom-biana ha perdido mucha fortaleza desde el punto de vista militar y que los abusos cometidos en el Caguán fueron de tal manera determinantes que seguramente no podrá repetirse una expe-riencia semejante.

Fidel Castro es uno de los grandes contribuyentes al esfuerzo por la paz, Fidel ejercía un poder magnético sobre el ELN, un poco menor con las FARC. Pero de todos modos su libro, La Paz en Colombia, es un testimonio notable, porque lejos de ser la opinión del Comandante Fidel Castro es la recopilación de los informes que sus enviados le dieron a él sobre lo que encontraron en Colombia. De éstos hay muchos importantes, pero resaltaré uno en especial, como es el testi-monio que dio el director de la Casa de las Américas, José Arbesú, quien orientaba desde allí a todos los Partidos Comunistas de América Latina, y quien fue el enviado de Fidel Castro para la famosa reunión de gran número de dirigentes nacionales e internacionales del 7 de Enero de 1999, en San Vicente del Caguán para dar inició al proceso de paz convenido entre Andrés Pastrana y Manuel Marulanda, que ese día culmino en la “silla vacía”.

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Arbesú y su compañero cubano, por invitación de las FARC se quedaron en el Caguán por dos o tres días compartiendo con Marulanda sus impresiones. Ese testimonio es de una trascendencia invaluable para lo que se va a tener que considerar en Colombia, porque al rendirle cuentas a Fidel le manifiesta que en su conversación con Marulanda, este le hizo exactamente toda la explica-ción de por qué habían aceptado el proceso de paz y le manifiesta que lo aceptaron para comprar tiempo porque era la manera por la cual terminarían de rodear a Bogotá para poder tomarse el poder por medio de las armas y porque además ellos sabían que los norteamericanos iban a apoyar militarmente al presidente Pastrana, lo cual fue cierto, ya que de ahí salió el Plan Colombia, y por lo tanto se tenían que fortalecer mientras terminaba el periodo Pastrana para completar sus preparaciones para la guerra.

Para quienes hemos creído en una Solución Política Negociada esta declaración tuvo un impacto muy grande, porque llevábamos 12 años trabajando por de una solución política. El impacto ha sido terrible porque descubrir que desde el origen todo ese esfuerzo por crear la zona de paz, despejar 42 mil kilómetros sin una sola condición para la negociación con la guerrilla sobre cómo iba a operar, la zona despejada, distinta a que las autoridades territoriales permanecerían ya que la nueva policía iba a ser la de las FARC. Esa confesión de Marulanda gravitará con fuerza en el ánimo de los amantes de la paz. De hecho ya ocurrió en el llamado grupo de SanVille convocado por Monseñor Nel Beltrán, quien fue precisamente el representante de la iglesia en las conversa-ciones de Caracas y deTlaxcala.

Allí, con un grupo muy variado y heterogéneo de gentes, algunas de ellos excombatientes, hubo una reacción notable cuando se conocieron estas revelaciones y creo que hay en eso un consenso muy grande. Estas son las actuales condiciones para pensar en nuevos caminos. Las actuales condiciones no permiten un diálogo constructivo.

¿Qué condiciones se requieren hoy para un proceso de paz con los gruposarmadosalmargendelaley?

Por lo que he visto seguramente será necesario exigir que la guerrilla haga una declaración específica sobre que no se sienta en la mesa de negociación para comprar tiempo, para seguir alargando la guerra, sino para conseguir la paz. En eso el ejemplo de El Salvador fue muy impor-tante, yo diría que podría seguirse y fue el compromiso de que nadie se levantaba de la mesa de negociaciones hasta cuando no se completara la paz, duramos 28 meses en la mesas de negocia-ciones pero se consiguió la paz. Debe haber una actitud explicita de que se quiere la paz, se busca la paz y se sientan en la mesa de negociación para negociar la paz, no para alargar la guerra. En esa dirección se requerirá también un cese al fuego y la renuncia al secuestro y a las minas como armas de guerra y respeto del DIH.

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Creo que se requeriría, a la luz de la experiencia colombiana, no solamente de una declaración sino de un acompañamiento de la Comunidad Internacional para garantizar la vida de quienes suscriban la paz, porque lo que paso con la Unión Patriótica en Colombia fue de tal naturaleza grave que también es uno de los temas que pesa para que la guerrilla no haya aceptado llegar a la paz. Porque si la paz es para que los maten sin ningún tipo de posibilidad de defenderse, pues obviamente ellos no están dispuestos a negociar.

En tercer lugar, que es preocupante, ya que en la actualidad las condiciones internacionales han cambiado, porque hoy no puede hacerse la paz sobre la base de la amnistía pura y dura. No puede hacerse la paz como la hicimos en el Salvador o en Guatemala, donde no se indemnizaron las víctimas, o mejor se indemnizaron con monumentos, o sea con una indemnización simbólica y además los miembros del FMLN no sufrieron ninguna condena ni moral ni corporal.

Si hoy la paz, requiere para que pueda ser digerible por la comunidad internacional, que no puede haber amnistía ó indulto, me parece muy difícil que la guerrilla entre a hacer una negocia-ción de paz, porque por lo menos yo no me hubiera atrevido a presentarme a la mesa de conver-sación con Tirofijo diciendo, firme aquí y venga lo acompaño hasta la cárcel Modelo. No me parece que hubiera sido posible que las FARC aceptaran una propuesta de esa naturaleza, ni creo que la acepten ahora, a pesar de que no tienen la misma fuerza militar que tenían entonces. Ellos han luchado por una causa que consideran legítima y no estiman que deban pagar por eso.

Pero con la existencia de la Corte Penal Internacional, habiéndose terminado los siete años la salvaguarda que Colombia hizo en la coyuntura de los gobiernos Pastrana-Uribe, precisamente para dejar abierto el camino a la paz con un cierto grado de negociación, con un cierto grado de justicia transicional, me parece que es imposible por anticipado que podamos sentarnos en una mesa de negociación.

Algún camino habrá que encontrar para efectos de que por lo menos la ley, que es para todos, la ley de justicia y paz, se siga aplicando. Pero aún así, me parece que son por completo distintas: una negociación, como la pseudo-negociación que se hizo con las AUC, a lo que es una negociación con todo lo que exige una con las FARC y aun con el ELN, que si está muy disminuido militarmente.

Por eso pienso, al contestar su pregunta que si no es posible encontrar una salida para esa dificultad va a ser muy difícil que podamos empezar una negociación de paz. Ya dije cuales aportes deben hacer cada una de las partes y voy a mencionar una serie de cosas por las cuales he sido censurado varias veces.

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Yo creo que en la mesa de negociación no pueden sentarse sino las partes en conflicto. Yo le digo a mis colegas que insisten en que la sociedad civil esté sentada en la mesa de negociación que, en mi opinión, eso es imposible. En primer lugar, porque nadie sabe quien representa a la sociedad civil, todos sentimos que la representamos y nadie posee un titulo idóneo para hacerlo. Nadie representa toda la enorme diversidad y riqueza de las miles de ONGs.

Nosotros quisimos repetir una figura. Por cierto copiada de Guatemala, que fue la Asamblea Permanente de la Sociedad Civil, conformada por 420 organizaciones distintas que aceptaron ser presididas por el actual cardenal de Guatemala. Yo dudo que hoy toda la sociedad civil acepte por ejemplo que Monseñor Rubén Salazar los represente.

En segundo lugar la mesa de negociación es muy compleja y no se puede complejizar más. Quienes estuvieron en Caracas y en Tlaxcala saben bien que aun en ese momento que había repre-sentantes de las FARC, del ELN, del PRT, ponerlos de acuerdo era muy difícil. Yo creo que basta con que estén sentados el gobierno y la guerrilla que quiera iniciar el proceso de negociación. Eso facilitaría el trabajo.

En tercer lugar creo que será muy difícil poder hacer en Colombia una paz que, como aquí se ha dicho, necesita cambiar profundamente las causas estructurales de la violencia. Yo comprendo, y en eso hay una enorme discusión, que las condiciones de inequidad, de pobreza y desigualdad que hay en Colombia son un referente específico con relación a la violencia, a pesar de que se ha probado que la pobreza no es la causa de la guerra. Existen muchos países mucho más pobres y desiguales que Colombia y no tienen guerra. Pero no hay duda que un ambiente de pobreza y desigualdad es el caldo de cultivo para que haya un conflicto permanente.

Pero no es posible, por medio de una mesa de negociación, pasar del subdesarrollo al desa-rrollo; no es posible curar en una mesa de negociación todo lo que significa para poder cumplir con las instancias en Naciones Unidas con respecto al desarrollo humano, a la justicia, a la igualdad, etc.

Hay que atacar causas estructurales, pero lo básico, según ya lo enuncié y lo que buscó el FMLN fue asegurar su capacidad de participar plenamente dentro de la democracia, la cual le ha dado por medio del voto el fruto del poder. Tanto las FARC como el ELN y el M-19, luchaban por el poder. Es por causas políticas, ellos lo que buscan es llegar al poder. Lo que pasa es que no hay que llegar al poder por medio de las armas sino como llego el FMLN por medio de un partido político.

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Yo pensaba que el Polo Democrático podría ser ese polo de atracción que lograra llegar por medios democráticos al poder. Infortunadamente, pues se ha demostrado que la división interna es tremenda. Aquí hay necesidad de que la organización política de la izquierda que está en la guerra comprenda que va a tener que organizarse de una manera democrática y que se le garan-tizaría la apertura de caminos democráticos para llegar al poder.

Ojalá sea posible en Colombia, pero como ven, yo no soy muy optimista por los estrechos senderos actuales que pueda conseguirse, que la gente se pueda sentar en la mesa de negocia-ción y mucho menos con la epidemia reeleccionista, porque naturalmente ya se sabe cuáles son los presupuestos del presidente Uribe con respecto al tema de la paz.

De igual manera, se destaca el tema de los vecinos, como sucedió con el grupo Contadora, ya que lo que sucedió fue que los vecinos rodeamos, suplantamos a la OEA, para que pudiera hacerse la paz en América Central. Pero yo recuerdo que desde el arranque en el Caguán, cuando el Presidente Chávez dijo que él era neutral en el conflicto armado colombiano, ocasionó el rompi-miento que hubo con el presidente Pastrana. Después y difícilmente pudo restablecerse una calma relativa.

Al Presidente Uribe no se le ocurrió mejor solución que llamar a Chávez para pedirle que ayudara a hacer la paz en Colombia, y yo sé que es una norma de elemental comportamiento, que uno no puede nombrar a quien no puede destituir. Pero lo peor es que no solamente lo nombró, sino que también lo destituyó y entonces el rencor que queda de esa situación es de una gravedad notable.

Como el caso del alegato que ha hecho Colombia sobre la “legítima defensa preventiva”, eso no existe en el orden jurídico internacional, no ha sido una tesis colombiana. Colombia es campeona en la defensa de la legítima defensa y punto. La legítima defensa preventiva, fue la bandera que batieron los Estados Unidos, Gran Bretaña y España en Irak contra la decisión del Consejo de Seguridad y el discurso de Kofi Annan, que fueron a la guerra por armas atómicas que nunca encontraron. Lo que existe es la legítima defensa dentro de los cánones internacionales.

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Relatoría Segunda Sesión

Equipo Iniciativas de Paz

Centro de investigación y educación popular CINEP/ Programa por la Paz

La segunda sesión del Seminario analizó el papel de la comunidad internacional en los procesos de negociación y el papel que puede cumplir en un posible proceso de diálogo y negociación en Colombia. La reflexión sugerida por los exponentes señaló de manera sucinta varios interrogantes en relación con el papel que la comunidad internacional ha desempeñado en el proceso que se ha intentado desarrollar en Colombia, así como aquel que puede desempeñar en un futuro. Para ello, resultó necesario plantear una definición sobre comunidad internacional. Por otro lado, reconocer la existencia de un conflicto armado en el país es imprescindible para comprender que Colombia es un actor del sistema internacional, que responde a las consecuencias inherentes al proceso de globalización, y que a su vez, sus problemas afectan las relaciones regionales e intra-estatales.

Nociones de “Comunidad Internacional”

Para comprender el papel de la comunidad internacional en procesos de diálogo y negocia-ción, es necesario responder a la pregunta sobre qué se entiende por comunidad internacional.

En este sentido, la comunidad internacional debe entenderse como las representaciones oficiales de los países, de las entidades multilaterales y la creciente sociedad civil internacional, dentro de la que se comprenden las agencias de cooperación, las organizaciones no gubernamen-tales (ONG), entre otras. Cada una de estas representaciones tiene el objetivo o la función de desa-rrollar acciones que impliquen una incidencia determinada en los procesos que se llevan a cabo.

La incidencia de la comunidad internacional debe definirse a partir del tipo de intervención que se busque. Teniendo en cuenta que en Colombia no ha existido claridad en relación con los aportes de la comunidad internacional, una de las condiciones que se requeriría en un posible proceso de diálogo y negociación en el país es definir el tipo de intervención que se espera de la comunidad internacional en dicho proceso, evitando la ambigüedad que supone su función.

Colombia en el sistema internacional y el reconocimiento de la existencia deunconflictoarmado

Colombia es un actor del sistema internacional. Sus problemáticas afectan no sólo la esta-bilidad nacional sino también la estabilidad regional e internacional a través de violencias inhe-

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rentes a procesos diferentes al conflicto armado. Sin embargo, las dinámicas que tienen lugar en el sistema internacional también tienen consecuencias sobre el contexto nacional.

El reconocimiento de la existencia de un conflicto armado en el país por parte de la comu-nidad internacional, y la necesidad de establecerse como agentes de incidencia y cambio sobre el proceso que lleve a la búsqueda de la paz, ha determinado lo que se conoce como la “inter-nacionalización del conflicto”. Dos hechos fueron fundamentales para ello: la caída del muro de Berlín en 1989 (y más tarde el fin del comunismo, y los ataques terroristas del 11 de septiembre). El análisis en relación con el primer hecho contextualizó el conflicto colombiano en el marco de la invención del desarrollo, la división entre primer y tercer mundo, ubicándolo en éste último, y la no prolongación del conflicto más allá de las fronteras nacionales. Por otra parte, los hechos del 11 de septiembre no sólo catalogaron a las guerrillas colombianas como terroristas; también ubicaron la política nacional en el marco de la “securitización” y la lucha contra el terrorismo.

De esta forma, la “internacionalización del conflicto” ha permitido el incremento de la repre-sentación de la comunidad internacional en la solución del conflicto armado, comprendiendo que es un fenómeno que puede afectar la estabilidad regional y del sistema, y por ello, es nece-sario retener su expansión, a través de lo que uno de los exponente definió como “diplomacia preventiva”.

El papel histórico adelantado por la comunidad internacional en Colombia

En las reflexiones de la sesión, fue un elemento común realizar un breve recorrido por el papel que la comunidad internacional ha llevado a cabo en el proceso de paz que se ha intentado adelantar en el país bajo el supuesto de una salida negociada al conflicto armado.

Aunque la iniciativa de adelantar diálogos con las organizaciones insurgentes en el país surgió con la política de paz de Belisario Betancur, durante este gobierno no hubo representación inter-nacional en dicho proceso. Fue a partir del gobierno de Virgilio Barco que la comunidad inter-nacional empezó a involucrarse con la solución nacional del conflicto armado. De este modo, las reflexiones de la sesión plantearon que entre 1986 y 2009 ha habido un incremento de la presencia de la comunidad internacional en los procesos de negociación y de paz adelantados durante estos veinte años, como respuesta a la dinámica cambiante del contexto del sistema internacional y la “internacionalización del conflicto” a la que se ha hecho referencia.

De este modo, la comunidad internacional ha desempeñado funciones de verificación, media-ción y testigo. En la mayoría de los casos, representaciones oficiales de gobiernos de otros países

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de América y Europa, organizaciones multilaterales como la ONU, y más recientemente la OEA, en el proceso de paz con los paramilitares a través de la Misión de apoyo al proceso de paz (Mapp-OEA). Sin embargo, el caso de las Naciones Unidas fue uno de los más reflexionados. En este sentido, a partir de una contextualización de los objetivos, y de su marco normativo y concep-tual, se destacó que la labor desempeñada por la ONU en Colombia se ha dado desde la perspec-tiva de construcción de paz, afirmando que su tarea no es menos que mantenerla y prevenirla a través de escenarios claros de justicia y señalando que la única representación vigente de la ONU es por medio de la asesoría en paz y desarrollo, la asistencia humanitaria y las Oficinas de los Altos Comisionados.

Posible papel de la comunidad internacional en un proceso de diálogo y negociación

Las reflexiones sobre el papel desempeñado en el pasado y en el presente, sugieren interpre-taciones y propuestas sobre el papel que podría cumplir en un futuro, teniendo en cuenta su nivel o su posición en el sistema internacional.

El objetivo de la comunidad internacional es, ante todo, evitar que el conflicto se expanda más allá de las fronteras nacionales, con los países vecinos y América Latina, así como con los países receptores de droga. A nivel regional se podrían generar y sostener espacios de diálogo a través de un grupo de apoyo al proceso de paz. Por su parte, los países receptores de droga, incluyendo a Estados Unidos, deben elaborar una estrategia conjunta que también integre planes de recons-trucción económica y social.

Sin embargo, no se debe olvidar el papel que jugarían las entidades multilaterales. Al respecto, la mayor reflexión sobre este sector estuvo relacionada con el papel que podría desempeñar la ONU en un posible proceso de diálogo y negociación. Su papel, sin duda, se destaca a nivel humanitario, a través de la promoción de la defensa y el respeto a los derechos humanos. Dichas acciones estarían regidas por la aplicación de las normas internacionales, cuyo objetivo ahonde sobre la justicia y la impunidad. Además de ello, la ONU podría trabajar como ente evaluador del proceso de diálogo y negociación a través de la observación y seguimiento al cumplimiento de los compromisos inherentes a la justicia transicional.

Pero el papel de la comunidad internacional debe trascender de las acciones humanitarias y de la evaluación de los procesos de justicia transicional. Es necesario que ésta adquiera labores más activas, con mayor incidencia en los diálogos y la negociación, que supongan acciones concretas de incidencia positiva, teniendo en cuenta las visiones que cada una de las partes tiene sobre el conflicto armado, la paz y su búsqueda y los escenarios del post-conflicto.

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Condiciones para un proceso de diálogo y negociación en Colombia

El tratamiento de los planteamientos sugeridos por los expositores y la sesión plenaria, da cuenta de las condiciones que se necesitarían en Colombia para poner en marcha un posible proceso de diálogo y negociación, y las implicaciones que tendría la comunidad internacional en dicho proceso.

En este sentido, dichas condiciones serían:

• Es necesario que la comunidad internacional reconozca la violencia estructural del Estado y la violencia armada de las guerrillas, generadas por causas de tipo social, político y económico, que se ha extendido a lo largo del tiempo, y en ese proceso, se ha dinamizado y transformado.

• Para una efectiva actuación de la comunidad internacional, es necesario comprender que ella no sólo es una representación oficial de algún gobierno extranjero, o de organiza-ciones internacionales. La comunidad internacional debe ser entendida como un actor complejo, que además de integrar estos dos niveles, debe tener en cuenta la participación de la naciente sociedad civil internacional. Gracias a ello será posible definir qué tipo de intervención se quiere de la comunidad internacional.

• Si bien la comunidad internacional puede desarrollar funciones efectivas en un proceso de diálogo y negociación, es esencial que su incidencia sea positiva, y no negativa, sobre las partes que están sentadas en la mesa de negociación y la población.

• Es necesario que la tensión entre justicia e impunidad sea superada por las partes en un posible proceso. Al respecto, la comunidad internacional debe generar escenarios y espa-cios de cooperación que promuevan, de manera efectiva, la justicia transicional. En este sentido, la justicia no debe entenderse como antagonista a la paz, sino una condición para alcanzarla.

• La comunidad internacional debe convertirse en un actor activo del proceso. Gracias a ello, debe promover la idea de que la solución negociada no puede ser guerrerista ni cortoplacista. Para ello, debe promover el respeto de los derechos humanos.

• Es necesario que se establezca una institucionalidad internacional fuerte que ampare y mantenga un ambiente pacífico, antes que la paz sea suscrita por las partes.

• Además de negociar las causas estructurales del conflicto, las organizaciones insurgentes deben estar dispuestos a involucrarse en la vida política y social del país, con el fin de generar canales de comunicación entre el sector político y la sociedad civil, con el fin de asegurar su supervivencia después de los acuerdos. Por esta razón, es fundamental que

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las partes demuestren voluntad política para llevar a cabo los diálogos y negociación, lo que implica presentar propuestas concretas que busquen la paz, y no alarguen la guerra.

• Finalmente, la paz no puede ser pensada a modo de amnistía, sino comprendiendo los marcos de la justicia transicional.

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Tercera Sesión

De la lucha política armada a la lucha política no armada26

Álvaro Delgado GuzmánJaime Caycedo Turriago

Dennis DussánVera Grave Löwenherz

Octubre 22 de 2009

26 Lectura recomendada: García Durán, M., Grabe Löwenherz, V., & Patiño Hormaza, Otty, (2008) “El camino del M-19 de la lucha armada a la democracia: una búsqueda de cómo hacer política en sintonía con el país”, en: Bergohf, Research Center for Constructive Conflict Management (2008), Movimientos de Resistencia/liberación y la transición a la política: construyendo una red de experiencia (2006-2008).

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Presentación de la Sesión

Diferentes conflictos, diferentes soluciones

Álvaro Delgado GuzmánCentro de investigación y educación popular CINEP/ Programa por la Paz

Buenas tardes. Aunque no acostumbro esta clase de exposiciones, me ofrecí para hacer un abrebocas de la discusión que puede presentarse esta tarde.

Apreciaciones del libro “De la insurgencia a la democracia”

Leyendo el texto que ha publicado el Cinep en conjunto con el instituto Berghof sobre siete casos de negociación de conflictos armados en el mundo, me llamaron la atención los siguientes elementos.

Primero, que de 33 conflictos en la década de los 90, 30 hayan tenido lugar dentro de los límites de un Estado entre el respectivo gobierno y uno o varios grupos insurgentes, y que de estos 30, 21 fueron suscitados por el poder del gobierno y solamente 9 por el poder territorial.

En segundo lugar, el hecho de que, a pesar de que desde fines de la Guerra Fría haya sido creciente el número de conflictos armados que se han venido resolviendo mediante la negocia-ción, la tercera parte de esos conflictos, el 34%, hayan reincidido en la lucha armada.

La tercera inquietud hace referencia al hecho de que los grupos armados hayan mantenido durante largo tiempo el desarrollo de una visión política de su país, lo cual nos indica que no podemos hablar de cualquier clase de conflicto armado, sino que, al contrario, debamos pensar en ellos como conflictos en que aparecen movimientos que, además de poseer un programa, un grupo armado y el dominio de un territorio, están implicados en el conflicto entre las distintas visiones de futuro que sustentan la estrategia de esos grupos, ya sea una estrategia violenta, ya sea una estrategia no violenta, ya sea la combinación de las dos. No podemos hablar, pues, de conflictos comunes y corrientes, ni de conflictos armados provocados, por ejemplo, por la delincuencia común: estamos hablando de conflictos armados por visiones políticas de país y de futuro.

En cuarto lugar, estos conflictos fueron terminados de varias maneras. En una parte de ellos hubo el éxito del Estado por el empleo de la fuerza, como ocurrió, por ejemplo, en Argentina, donde finalmente el Estado, o las fuerzas del Estado, se impusieron sobre la insurgencia. En otros

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casos hubo éxitos de los insurgentes, por el hecho de que tomaron finalmente el poder, como ocurrió en el caso de Nicaragua.

De los casos de negociación, se concluye que no se trató de derrotar a la insurgencia o de ser derrotados por la insurgencia, sino de las negociaciones para dar término al conflicto. Y en eso se cumplieron varias etapas, todas ellas complejas, todas ellas de saltos impensables y muchas de ellas erráticas. No estamos abogando, pues, por fórmulas de negociación; el camino no tiene una sino varias direcciones, como tampoco una sino varias temporalidades.

En todo caso, sea como fuere, lo que hay aquí envuelto es el cambio social, pacífico, del conflicto. De lo que se trata es de encontrar la vía hacia un cambio –no quiero emplear la palabra transformación– de la estructura del país a través de una confrontación no violenta. Un proceso de negociación puede resultar en una efectiva resolución del conflicto, en su profundización, en la implementación y consolidación de la paz, en la radicalización de una sociedad desigual, etc. Una gran variedad de posibles resultados puede aparecer después de la negociación; nadie está en condiciones de predecir las cosas y solamente el curso de los acontecimientos va decidiendo el camino que se va construyendo. Porque, además, la transformación del conflicto no se reduce al tiempo de la negociación, sino se extiende hasta la reconciliación y la reconstrucción del país y la nación. La temporalidad de la negociación no puede estar anclada en los tiempos de las mesas de negociación; requiere pensar en la subyacente necesidad de reconstrucción de la nación, y conse-cuentemente en términos de muy largo plazo.

Estos son los puntos generales que encontré en el libro. Ahora quiero centrarme más particu-larmente en cada uno de los casos presentados.

Casosdenegociacióndeconflictosarmadosexpuestosenellibro

En primer lugar está el caso de la República Surafricana, donde hubo una transición completa del grupo proscrito por largo tiempo a un partido gobernante por tres periodos consecutivos (el Partido de Mandela). En segundo lugar se encuentra la transición del M-19 en Colombia, que pasó de grupo armado a partido actuante en la esfera política, inicialmente con un gran éxito que vendría decayendo lentamente. De otro lado está Irlanda del Norte, con el famoso Sinn Féin que tiene muchos años de experiencia en el desarrollo de estrategias militares y políticas paralelas: en un momento dado haciendo hincapié en la lucha armada y en otro momento, que puede ser el siguiente, poniendo el acento en la lucha política. Por escabrosos caminos, Irlanda del Norte logró construir un gobierno compartido que parece ganar estabilidad para la larga duración. Aunque las cosas no están resueltas en Irlanda, la experiencia es muy grande, muy prolongada, como para que uno tema que todo eso se pueda retrotraer, aunque en la vida social todo es posible. Hace

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rato, por ejemplo, hablaba con una compañera irlandesa y le pregunté: ¿Cómo van las cosas? Y me respondió: “Estamos volviendo a pelear”. Así que cualquier cosa podría pasar en adelante.

De otro lado está el caso de la provincia de Acheh en Indonesia. A partir de 1976 allí se inició una guerra de liberación nacional que claudicó en sus intensiones separatistas y disolvió su ala armada en cumplimiento de un acuerdo de paz hecho en 2005, tras lo cual el movimiento quedó vinculado a la administración autónoma de la provincia. Se trata de una provincia muy estratégica de Indonesia, con características nacionalistas muy profundas, incluso étnicas. De hecho, se trata de la lengua, la religión, y de cómo estas identidades terminan articulándose en una guerra que en términos generales se denomina como una guerra de liberación, una guerra de expulsión de aquellos a quienes se considera extranjeros en su propio país. A pesar que el Estado de Indonesia reconoce el carácter de provincia de Acheh, su tratamiento frente a ella es completamente desigual en relación con los otros territorios del país; una situación similar a la que vivimos en Colombia con los indígena o los afrodescendientes.

En cuanto al caso de Nepal, luego de una insurrección armada que duró una década, se terminó firmando un acuerdo de paz en el año 2006, se logró constituir la Asamblea Constituyente dos años después y actualmente lidera un gobierno compartido que busca hacer el tránsito a una república. Fíjense ustedes la disimilitud de situaciones, disimilitud de productos, de formas de solución que puede generar un conflicto.

En el caso de Sri Lanka se trata de un Estado envuelto en sucesivas campañas de liberación armada y de negociaciones con el gobierno durante las últimas dos décadas. En este proceso han estado veinte años, en un ir y venir entre la lucha armada y la negociación, con una violencia bilateral reencauchada desde el año 2006 que ha llevado a que en la actualidad siga imperando el conflicto armado sobre cualquier señal de negociación. Aquí también el problema gira alrededor de una provincia en la cual la minoría de sus habitantes pretende someter a la mayoría por consi-derarla extraña para el resto del país.

Reflexionesalaluzdeloscasosanteriores

Finalmente, tres asuntos concluyentes. En la investigación que glosamos aquí queda claro que aquellos que hacen la transición hacia la paz no son especies de “conversos” o iluminados que un día se dieron cuenta de su error. Aparecen como movimientos pragmáticos, como personas que desarrollan la política a través de la lucha armada y de la lucha política misma; son sus objetivos políticos mismos los que los llevan a buscar expandir y transformar sus estrategias para hacer la transición de oponentes al régimen del Estado a participantes en la construcción de un sistema

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político democrático donde quepan todos. La transición debe ser entendida entonces como parte de una misma política, en la cual lo que se transforma son las estrategias.

En ese sentido, nuestro propósito principal es entonces entender las diversas elecciones entre estrategias violentas y no violentas en función de la búsqueda de ciertos fines políticos, y cómo estas elecciones afectan la transformación del conflicto y la reconstrucción de la posguerra.

Es una mirada social, y no de orden, dijéramos, ideológico. Ni siquiera exactamente una mirada de orden político; es sobre todo una mirada de orden social en el sentido de movimientos que han tomado las armas y que un día se convencen de que la política es en ese momento más importante que la lucha armada.

Cuestionamientos y planteamientos del libro

El proyecto de la publicación se basó en cinco preguntas que cada representante de los procesos de transición se encargó de responder.

1. ¿Cuál fue el objetivo del movimiento?

2. ¿Cómo llegó el movimiento a la lucha armada?

3. ¿Qué factores internos y externos persuadieron al movimiento de considerar y buscar la estrategia política no violenta?

4. ¿Cómo se movilizó, o todavía se moviliza (el estudio también lo pregunta), el movimiento mismo y sus bases de apoyo hacia la consecución de una estrategia política?

5. ¿Cuál es la naturaleza de las transformaciones potenciales o resultantes?

Porque, después de todo, el énfasis debe estar puesto no sólo en el proceso limitado de la negociación, sino también en los resultados de ello. En qué quedó todo ese esfuerzo de nego-ciación, qué tipo de transformaciones pudieron realizarse, qué potenciales o resultantes pudieron alcanzarse.

Al lado de las preguntas planteadas a los casos, quiero proponer otras que en mi opinión también debieran ser tenidas en cuenta en un debate.

En primer lugar sería necesario preguntar por los cambios en la motivación de los alzados en armas. ¿Qué valores y qué metas orientaron la lucha? ¿Cuál es la experiencia del movimiento en materia de formulación, consolidación y evolución de un partido político? ¿Qué recursos permi-tieron a los grupos sostener sus actividades durante la lucha? ¿Cómo afecta el grupo armado

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desmovilizado la transformación de las economías de guerra y economías de paz? ¿Cómo evolu-ciona la jefatura del grupo y la estructura de mando jerárquico durante las diferentes fases de la transformación del conflicto? ¿Cambió el equilibrio entre ciertos subgrupos durante los periodos de transición? ¿Qué luchas internas se presentaron alrededor de la negociación?

Al lado de ello, es necesario preguntar por las funciones que dichos actores habían llegado a cumplir en las comunidades: ¿Qué funciones políticas, económicas, de seguridad cumplían? ¿Hasta dónde ese movimiento caló en la comunidad y por qué motivos lo consiguió?

Y, por último, las relaciones que el grupo negociador había construido con otros actores armados o estatales. El movimiento, por ejemplo, ¿creó alianzas con grupos similares, compitió con otros grupos en su demanda?

En la fase posterior al acuerdo ¿hubo algunos grupos disidentes que continuaron sus activi-dades armadas? De ser así (como ocurrió, por ejemplo, con el EPL en Colombia), ¿qué influencia tuvo esta continuidad en la lucha armada, en el compromiso político del movimiento en su fase de posguerra?

Esos son las puntos que yo había considerado que podrían servir como abrebocas a este debate. Les agradezco mucho su atención.

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Inter vención

Por una visión realista del tema: ¿dentro de qué contexto hay que planteárselo?

Jaime Caycedo Turriago(Concejal de Bogotá - Polo Democrático)

El tema es muy interesante pero depende de cómo se aborde. Yo llamaría la atención sobre la necesidad de asumir posiciones realistas, con base en el análisis de las situaciones tal como ellas se dan, con reflexiones desde el punto de vista teórico, siempre en medio de las circunstancias y nunca como espectadores que miran desde el ruedo.

Quiero sugerir básicamente cuatro elementos que podrían hacer parte de un solo pano-rama, pero que merecen estar separados para la comprensión. Antes de hacerlo hago una primera aclaración: no tengo la autoridad para hablar del paso de la lucha armada a la lucha política no armada, por una razón simple: personalmente nunca he estado en la lucha armada. Sin embargo daré algunas impresiones al respecto partiendo de reconocer que, efectivamente, nos encon-tramos en medio de la guerra.

Todo análisis debe partir de una referencia necesaria al contexto internacional. Históricamente, los procesos de paz de otros momentos se realizaron bajo un contexto internacional, a mi modo de ver, distinto del actual. Lo que para mí sería importante en este nuevo contexto, que de alguna manera nos compromete, es que uno de sus rasgos decisivos son los cambios que están ocurriendo en América Latina. De todas maneras en América Latina y, en particular en América del sur, se vienen produciendo transformaciones profundas de carácter democrático y por vías democráticas, en lo que desempeñan un papel significativo las luchas sociales y los procesos eleccionarios. En Bolivia, por ejemplo, se desenvolvió una insurrección popular de gran escala y que aparentemente condujo, por lo menos, al debilitamiento muy serio del régimen y a la creación de las condi-ciones para que por primera vez en los últimos 500 años un indio de ideas avanzadas llegara a la Presidencia de la Republica.

Inevitablemente, procesos de la hondura de lo que acontece en Venezuela, por múltiples razones, repercute en la experiencia de Ecuador, de Nicaragua, de Paraguay o del Salvador, donde hubo una lucha armada tan compleja y tan significativa. En el caso del Salvador, por ejemplo, ahora se llega a un gobierno democrático que representa en buena parte los ideales y los obje-tivos que había levantado la lucha armada en el país. En Brasil y Argentina, en circunstancias que no son equivalentes, se observa un proceso nuevo que refleja, entre otras cosas, los cambios en

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las relaciones con el imperio, que implican también la comprensión de la crisis por la que vienen atravesando el ALCA, los tratados de libre comercio y los modos brutales de intervencionismo estadounidense, en especial en el golpe de Estado de Honduras, la animadversión hacia la revolu-ción bolivariana en Venezuela y la persistencia del bloqueo a Cuba.

De alguna manera, una característica de la situación en América Latina son las grandes difi-cultades que tiene el imperialismo norteamericano para intervenir, como solía hacerlo antigua-mente en nuestro continente, frente a los procesos de cambio democrático. En gran medida la tendencia democrática y liberadora anti imperialista de estos cambios ha aprovechado el relaja-miento del intervencionismo, principalmente militar y golpista, propiciado por Washington, para lograr importantes avances sociales e institucionales, aun cuando no podamos afirmar que tengan un carácter revolucionario en todo el sentido de la palabra.

Guerra civil a la colombiana.

Decía que quería referirme a cuatro cosas y quiero ser lo más puntual en eso para no exten-derme indebidamente.

Lo primero que quiero decir es que lo que llamamos aquí el conflicto, con esa predisposi-ción tan colombiana al eufemismo en las palabras, es en mi concepto, realmente, una guerra civil prolongada. Una guerra civil prolongada que ha tenido distintos momentos, distintas caracte-rísticas. Hay trabajos muy interesantes en la Universidad Nacional con la dirección del profesor Carlos Medina Gallego sobre las FARC, por ejemplo, que sugieren nuevas formas de mirar desde el punto de vista analítico aspectos de la realidad colombiana, hoy satanizados por el fanatismo uribista. Afirmo, desde mi punto vista, que la guerra civil no es simplemente aquella rememoración de los macheteros o de los ejércitos radicales tratando de remontar el río Magdalena en el siglo XIX. No, estamos hablando de un fenómeno más complejo, más contemporáneo, de una guerra civil a la colombiana, es decir, semi camuflada, negada y presentada por lo que no es, verbi gratia, como una amenaza terrorista, a la que, sin embargo, el Estado colombiano destina crecientes recursos provenientes de los impuestos que pagamos los ciudadanos (as).

Pero tienen todas las características de lo que en la lógica de Marx y Engels trataron en el Manifiesto Comunista de 1848 como la lucha de clases que, en su forma extrema y exacerbada, es realmente el esbozo de la guerra civil. La fanática polarización que el régimen atiza frente a la insurgencia ha hecho de la guerra contrainsurgente toda una política de Estado, bajo el rótulo de la seguridad democrática; la solución de esa guerra civil real implica, o bien la superación de la lucha de clases por una revolución social o – si no existen las relaciones de fuerza para tan profundo cambio - por lo menos el pacto democrático o, como hemos dicho, la paz democrática

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para desarrollar la inevitable lucha de clases en el ámbito de plenas garantías, libertades públicas y reformas sociales así como de un cese en la utilización de la violencia como medio de coerción desde el poder. Lo que es históricamente cierto es que el factor desencadenante de conflicto civil colombiano fue y sigue siendo el uso de la violencia desde el poder como factor de coerción y represión frente a sectores populares crecientemente conscientes en la lucha por sus derechos. La crisis nacional que se expresó desde el 9 de abril de 1948 en adelante muestra este orden de precedencia y el correspondiente confinamiento de poblaciones agrarias forzadas a defenderse ante la agresión policial y militar. Se equivoca la comisión de Reconciliación y Reparación, surgida de la Ley 975 de 2005, cuando pretende situar en 1964 el punto de origen del conflicto actual. Con ello quiere sepultar definitivamente la verdad y la memoria de las decenas de miles de víctimas de la guerra interior en los últimos sesenta años.

Como una segunda apreciación, afirmo que Colombia es uno de los países con la más alta concentración de la riqueza en el hemisferio y quizá en el mundo. Desde hace por lo menos 7 años somos el país campeón en el desempleo en todo el hemisferio con uno de los más altos del mundo, si se mira en su carácter permanente y persistente, así busquen ocultarlo con cambios de los directores del DANE. Al lado de ello, Colombia es el país del área andina, y el único después de Brasil, en el contexto latinoamericano, con la más alta concentración y monopolio terrateniente del suelo rural para la producción. Todo esto implica una terrible distribución del ingreso que tiene efectos tremendos en la acentuación de las desigualdades.

Por eso no deberíamos sorprendernos con el tema del Agro Ingreso Seguro, el subsidio otor-gado por el gobierno de Uribe a los grandes terratenientes, llegando a utilizar métodos grose-ramente fraudulentos, pues se trata de una dinámica que está funcionando en el marco de una estructura de exclusión que ha existido siempre. Lo que pasa es que ahora es más descarado, si se puede decir, que antes.

Estados Unidos como actor de una “guerra civil sui generis”.

Hablamos de una guerra civil que se ha ido complejizando con el tiempo, por eso pienso en ella como una guerra civil sui generis. Una guerra civil prolongada que está vinculada estructu-ralmente a una condición de dependencia muy marcada, que para nosotros se fortaleció parti-cularmente a partir de la forma como terminó la última guerra civil reconocida como tal, hacia octubre de 1902. Esa guerra civil terminó en el Estado de Panamá y la paz se firmó en la cubierta de un crucero de guerra estadounidense, de los varios que estaban anclados frente a la ciudad de Panamá. Por eso se llama la paz del Wisconsin y naturalmente eso trajo unas consecuencias tremendas a las que no me voy a referir. Pero es importante que nosotros entendamos que hace

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cien años y más estábamos más o menos en las mismas situaciones de hoy. Si se quiere, en 1902 los revolucionarios fueron derrotados, la revolución fue derrotada y sobrevinieron casi treinta años de una pax reaccionaria, de una pax de la derecha y de una pax de sometimiento al imperio.

Esto indudablemente ha marcado nuestra historia y si no hacemos un cambio profundo en la vida nacional, la seguirá marcando, pues Estados Unidos siempre ha estado implicado en las tragedias colombianas.

Lo nuevo es que el conflicto que llamamos armado, interno, o la guerra civil sui generis, se ha ido convirtiendo en algo distinto en la medida en que Estados Unidos se ha ido convirtiendo en parte estructural, orgánica, de nuestra guerra civil. Y se trata de un asunto absolutamente extraño, que complejiza todo el panorama y que naturalmente es visto como algo completamente irregular desde América Latina. Había pasado ya en cierta manera en el caso salvadoreño, de una manera tan fuerte que originó el Grupo de Contadora y todo el movimiento de lucha por la paz en Centroamérica.

Pero, en el caso nuestro, ha surgido es una situación mucho más difícil. En mi opinión la presencia de Estados Unidos en la guerra civil colombiana es hoy en día el principal obstáculo para una solución política negociada y soberana de este conflicto. Esto, naturalmente, sobredetermina también las posibilidades y las condiciones. Ustedes me dirán: “bueno, usted está exagerando, lo que pasa es que usted es comunista y tiene exageraciones propias de su visión ideológica”. Pero yo quiero llamar la atención sobre algo: desde hace poco más de un año (estamos en 2009) Estados Unidos dejó de estar aquí solamente por razones económicas y sus razones se convirtieron en razones políticas, estratégicas, militares, que tienen que ver con la crisis de su país en el panorama de la dominación global. El lanzamiento de la 4ª flota naval, dotada de portaviones, submarinos, cruceros y destructores con armamento nuclear, dedicada al patrullaje, a la vigilancia y al control del continente latinoamericano, es un claro ejemplo de ello.

Hace algunos años el ex presidente Cesar Gaviria había permitido que los infantes de marina norteamericana construyeran una escuelita cerca de Juanchaco, cerca de Buenaventura, ante lo cual la gente comenzó a hablar mal del proyecto. Sin embargo, el gobierno salió al paso diciendo que “eso es una escuelita que van a hacer para los niños porque los norteamericanos son muy bondadosos”. Y bueno, la escuelita la hicieron pero ahora entendemos que no se trataba sólo de una escuelita: ahora tenemos un acuerdo para la utilización de siete bases militares colombianas. En el caso de Cartagena y bahía Málaga se trata del principal puerto sobre el Caribe, asiento de la pequeña flota colombiana y de la de la escuela naval. Málaga es un bahía de aguas profundas con capacidad para albergar submarinos nucleares y tiene instalada una moderna base militar en el Pacifico. Es decir nuestras bases navales más importantes se ponen al servicio de la 4ª flota de los

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Estados Unidos que tiene el papel de patrullar el continente. Nos hemos enterado por las noticias que el gobierno reaccionario de Panamá acaba de entregar cuatro bases navales, dos sobre el Pacífico y dos en el Caribe para instalaciones de Estados Unidos. Se está armando y articulando un montaje de dominación naval muy serio y en ello nuestro país y Panamá son los ejes.

Así que estamos presenciando el retroceso a un siglo atrás, pero un siglo atrás en las condi-ciones de la dominación del siglo XXI.

El poder en Estados Unidos está utilizando también la guerra civil colombiana como un instru-mento de su creciente despliegue en el continente. Esto de la utilización de bases colombianas no se limita solamente a las navales sino a las bases aéreas y las bases de despliegue de tropas. No nos olvidemos que Colombia tiene el ejército más numeroso de todo el hemisferio después del ejército norteamericano y superaría incluso en el ramo de la infantería al propio ejército de Brasil.

Se dirá que el hecho de que Estados Unidos nos use como una plataforma obedece a que la guerrilla, en este caso las FARC, con la degradación de sus métodos y el prolongado cautiverio de varias personas, ha permitido esa dinámica. Yo creo que la imagen de la insurgencia que proyecta el régimen ha sido utilizada en función de justificar semejante renuncia a la soberanía de una nación y un Estado como el colombiano, en aras de colocarse al servicio de la potencia hegemónica. No obstante tenemos que aterrizar: criticamos y somos contrarios a los métodos violentos, inclusive en el marco del Polo somos completamente conscientes del hecho de que el camino actualmente factible es la vía de un cambio democrático. Pero también somos conscientes de que ni las FARC ni el ELN son Al Quaeda, ni son potencias político estatales. No son organiza-ciones terroristas, excepto para las clasificaciones de Washington. Son otra cosa, tienen otro tipo de vínculos con la realidad política y con la base social.

A tiempos distintos, condiciones distintas.

Hay un tercer punto que quiero mencionar: las condiciones de negociación que fueron posibles en otros momentos no lo son hoy. Hubo dos experiencias significativas, la de la Unión Patriótica y la de otros procesos de reinserción que se dieron bajo otras condiciones. Pienso que esas experiencias están planteadas para ser analizadas en su ambiente, en su contexto, sólo que me parece que el siguiente hecho es absolutamente claro: la culminación de procesos como el caso de la Unión Patriótica con operaciones de exterminio de gran escala y con políticas de contra-rrevolución anticipada, frustró la opción probable de lograr un acuerdo de paz por una vía política, es decir, por una vía de diálogo y negociación, lo que está marcando negativamente la coyuntura actual. Es decir, de alguna manera es la contrarrevolución que representa Álvaro Uribe y el narco

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paramilitarismo incrustado en el poder y con el control sobre el Estado, lo que de alguna manera se ha convertido en una parte fundamental de esos obstáculos para lograr una solución política y un tránsito de la lucha armada a la lucha política no armada.

Sabemos que el gobierno actual ni siquiera admite favorecer las condiciones de un inter-cambio humanitario. Todos estamos claros en que no estamos de acuerdo con el secuestro, ni con la permanencia de personas secuestradas. El problema es que el gobierno poco hace para facilitar eso. No hay una política de paz en el país, lo que hace una de las grandes diferencias con gobiernos anteriores muy criticados por Álvaro Uribe. Si no existe una política de paz, existe una política de guerra, permanente y pública, una política a la que todos estamos aportando econó-micamente con nuestros impuestos, con el IVA, a la que tenemos que ponerle fin.

Fenómenos de la acumulación.

Finalmente, el cuarto aspecto que quiero tocar es un tema planteado por el XX congreso del Partido Comunista. Un tema para abrir un debate bastante complejo pero que me parece nece-sario. El paramilitarismo no es un fenómeno, como se nos ha dicho, de reacción a la guerrilla. Es un fenómeno estructural, que está articulado al modo de acumulación que se ha venido imponiendo con los cambios en el capitalismo del país, en la gran agricultura de agro-exportación o la gran agricultura vinculada hoy en día a los agro-combustibles por ejemplo. El caso del compromiso del Valle del Cauca y de los grandes ingenios azucareros con la producción de etanol y con la sobre-explotación de un proletariado de corteros de caña verdaderamente semi-esclavos en pleno siglo XXI, es sólo un ejemplo.

El fenómeno de la violencia en Colombia, de antes y de ahora, es un fenómeno profunda-mente vinculado a la forma de explotación del trabajo en gran escala y a la forma como la gran oligarquía y el imperio han buscado el empalme de nuestra economía con los fenómenos de la globalización. A esto le ha llamado David Harvey, investigador marxista, la acumulación por despo-sesión. Tenemos tres millones y medio de desplazados, vocablo eufemístico con referencia a los refugiados de guerra internos. Son refugiados internos que han sido desarraigados, a quienes les han quitado sus tierras y luchan por garantías para su restitución a través de la reforma agraria.

Sin cambios estructurales no hay negociación.

Entonces a mi me parece que el tránsito de una política armada hacia una política no armada tiene que hacerse sobre la base de un cambio político democrático. Antiguamente pensábamos que quizás una negociación exitosa pudiese conducir a reformas, a cambios, a una apertura demo-crática. Hoy vemos que se necesita exactamente lo contrario: primero el cambio político. Mientras esta oligarquía mafiosa esté gobernando y se mantenga esa alianza con el imperialismo en el

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gobierno, va a ser prácticamente imposible cualquier proceso de cambio, cualquier proceso de negociación. Y por eso hoy está en manos del pueblo revisor el concepto de ese cambio democrá-tico. Y ese cambio democrático no puede ser simplemente para sacar a Uribe y dejar la política de seguridad democrática en pie. Una cosa es la paz y otra cosa es la seguridad llamada democrática. La guerrilla no está en condiciones actuales de producir ese cambio democrático. Tiene que ser el pueblo el que logre imponer eso.

Las tesis de la Seguridad Democrática y la confianza inversionista se oponen en sí mismas a cualquier idea de reforma agraria. Aquí en Bogotá tenemos entre 300.000 y 500.000 desplazados o refugiados internos, que pasaron a ser proletarios debido al proceso proletarización de traba-jadores agrarios, sin desarrollo productivo, sino simplemente como desempleados permanentes que tienen que vivir en las condiciones precarias del asistencialismo oficial.

Me parece que tiene que haber una reforma agraria, vinculada a la defensa del campesinado, a la reconstrucción del campesinado. Álvaro Delgado, aquí presente, me va a decir, supongo, que estoy obrando antimarxistamente, que estoy regresando al momento del pre-capitalismo. Yo sí creo que necesitamos reconstruir el campesinado colombiano, porque estamos ante los retos de la soberanía alimentaria y el proceso de crisis del capitalismo global que nos obliga a asegurarnos y a aliarnos con América del sur. Somos parte orgánica, no podemos separarnos de América del sur, estamos aquí, y tenemos todas las potencialidades del mundo para que la integración de América Latina y especialmente de América del sur permita la construcción de sociedades total-mente nuevas y, sobre todo, justas.

Finalmente una observación adicional: no podemos ilusionarnos con el Presidente Obama. Él no puede hacer nada distinto de lo que está haciendo. Si quisiera ganarse realmente el premio Nobel que le han otorgado, sin merito todavía, le pediríamos comenzar por suspender esa preten-sión de montar las bases militares en nuestro país y desmontar la cuarta flota que no tiene nada que hacer aquí, que nadie ha pedido en América Latina. Eso sería un gesto extraordinario para un presidente demócrata como él, pero el asunto es que no se trata de voluntades sino del sistema. El golpe de Estado cruel y negativo que han dado en el caso hondureño, derrocando a un gobierno legitimo, por ejemplo, y no se han pronunciado democráticamente. De manera que no ilusiones con Obama. Pensemos en que vamos a tener que trabajar con América Latina, con Venezuela, con Ecuador, con Brasil, con Bolivia, con Nicaragua, con Salvador, con Paraguay. Tenemos, al contrario, que verlos como nuestros aliados naturales, en lo que yo he llamado la batalla por una paz demo-crática en América Latina, cuyo eje es la paz democrática en Colombia. Es decir una paz que sirva para todos y una paz que sea del consenso de todos y que esté enfocada a resolver los grandes problemas sociales del continente y no a ser instrumentos de la dominación de un imperio en decadencia.

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Reformas políticas para crear escenarios más favorables para la paz

Dennis Dussán(Corporación Nuevo Arco Iris)

Me voy a permitir hacer algunos comentarios desde mi experiencia como participante del proceso de paz de la Corriente de Renovación Socialista con el Gobierno Nacional de esa época (Ernesto Samper, 1994-1998). Estas consideraciones fueron ya expresadas en mi trabajo de grado como socióloga, en el que me orienté básicamente a identificar algunos indicios que nos sirvieran para la construcción de la paz en Colombia.

La primera pregunta que nos plantearon los organizadores es la siguiente: ¿Qué condiciones fueron fundamentales para que el proceso se pusiera en marcha y se llevara a buen término? En este sentido ¿qué factores fueron decisivos para que tales condiciones se dieran?

Proceso de paz Corriente de Renovación Socialista.

En este año cumplimos 15 años de haber celebrado el proceso de paz. Y digo celebrado porque es la celebración de la vida, de la amistad, de la reconciliación, del reencuentro que trae consigo la paz. Para ellos y ellas, gestores de paz, un pequeño homenaje desde los escritos poéticos:

“Sonetos de paz para los tiempos de guerra”: Pacté que no será otra vez, que nunca jamás será otra vez, ni lutos, ni venganzas, ni gritos que ahoguen el dolor de la tierra amada, no otra vez. Un nuevo camino se abrió en esa solariega mañana del 9 de abril de 1994 en una población de bello nombre, Flor del Monte, municipio de Ovejas, Sucre. Tuvimos la oportunidad, el momento, la consciencia y la consecuencia de hacer carne un nuevo sentido, un nuevo concepto, una nueva utopía. El valor de romper un paradigma, de atrevernos a apostar por la incertidumbre de un nuevo umbral que a pesar del desconcierto nos acercara a una posibilidad de vida personal, colectiva, comunitaria, social y política. Ese punto de partida o de llegada fue fundamental, esa apuesta por la vida, ese pasado, presente, futuro que se reflejó en uno solo para dar el siguiente paso luego de la firma de los acuerdos de paz. Para eso sirven los paradigmas, para avanzar, para caminar en senderos mentales y reales que nos reconforten con la vida”

Fue una época de sueños hecha realidad, los nuevos paradigmas se asomaron por la venta-nilla de los espacios de la democracia, de las nuevas formas de asumirla, de experimentarla. Luego de varios intentos fallidos al final se consiguió un procesos de paz, vivitos y coleando, ganán-dole centímetros a la guerra, generando nuevos pactos, consolidando un nuevo estado de cosas, procreando una criatura traviesa e inquieta, avispada y avezada: la Constitución de 1991.

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Coincidimos en la época justa y en justa medida con otros que soñaban también desde la otra orilla, desde el lado enemigo según nuestra visión, coincidencia con la que desafortunadamente no contamos ahora. Todos convergiendo en pensar una Colombia distinta, más equitativa, más inclusiva, más participativa. De parte y parte, nosotros como insurgencia y ellos como gobierno nacional, coincidimos en un sueño que nos enlazó; los planetas estaban alineados. Existió la voluntad política, de parte y parte, un propósito, una consigna, un compromiso, una visión, tanto de la organización armada como del gobierno. No fueron tantas las reivindicaciones como sí la decisión de respetar el proceso político, de brindar garantías y favorabilidades para que hombres y mujeres desde los escenarios de la democracia se pudieran expresar y proyectar políticamente.

Reinserción en la sociedad civil no armada

Dentro de los procesos de negociación con la CRS se insistió en que, colectivamente, se pudieran llevar a cabo proyectos de desarrollo regional, bastante ambiciosos para ese momento, desde el punto de vista de la reinserción individual, que también existieran mayores favorabili-dades y mayores posibilidades para las personas que se desmovilizaran.

La transición a la lucha política no armada de la Corriente de Renovación Socialista estuvo marcada definitivamente por el compromiso de convertirse en un actor político después de la negociación; ese básicamente fue el mayor compromiso que se estableció con el gobierno nacional. El proceso de reinserción política fue exitoso en ese sentido, pero no en cuanto a la integración económica, elemento éste que considero usualmente fallido en las experiencias de los otros grupos desmovilizados.

El proceso de paz con la Corriente de Renovación Socialista estaba concluido e iniciado al mismo tiempo; concluido desde el pacto futuro firmado, iniciado desde el nuevo recorrido que implicaba la reinserción a la sociedad civil no armada, insertándonos en ese pequeño caudal de pacifistas de quienes nos antecedieron en esta búsqueda.

En estos 15 años podríamos rescatar como de gran valía la constancia en el empecinamiento de continuar por otros medios, insistiendo sobre los propósitos de avance democrático y de equidad social, que no es otra cosa que el mantenimiento y renovación de la acción política: desde los inicios, como movimiento Corriente de Renovación Socialista, y posteriormente desde nuestra inclusión al Frente Social y Político, luego al Polo Democrático Independiente, y actualmente en vertientes del Polo Democrático Alternativo y del Partido Verde. Y en otros escenarios de acción política, desde la Corporación Nuevo Arcoíris, que aparece una vez logrado el pacto de punto final de la reinserción, y que se ha centrado en el estudio, profundización e información pública de la multiplicidad de causas que originan la diversidad de conflictos que atraviesan al país en toda su

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geografía. En la acción política también la Corporación Nuevo Arcoiris ha venido acompañando el clamor de las víctimas de la pacificación de la Seguridad Democrática. En este sentido nos consi-deramos un proceso de paz exitoso, si entendemos la paz no en un sentido absoluto ni idealista, como parte de la paz hecha y perfecta, tal como lo lograron otras organizaciones en la década pasada; porque hablar en Colombia de que alguien se compromete, actúa, se sincera y es conse-cuente con un proceso de paz es ya de por sí un gran logro, sobretodo en la situación de guerra y de gran conflicto que se vive a lo largo y ancho del país. Y si ese actor otrora armado deviene luego del desarme como actor político, jugando en las reglas de la democracia para ganar el favor ciuda-dano es un logro mayor y de eso justamente se trata: de transformar actores políticos-armados en actores civiles y políticos que le apuesten a incidir en los cambios que el país necesita; cambios por vías no violentas propiciados por la gente y para la gente, que logren inclinar la balanza hacia un Estado de bienestar del que gozan hoy en Colombia las elites gobernantes.

¿Enlaactualidadhaycondicionesparaunprocesodepazefectivo?

La segunda pregunta planteada para el evento se refiere a ¿cómo se pueden evaluar las condiciones para un proceso de paz efectivo? ¿Son favorables o desfavorables?

En nuestra forma de ver no hay indicios en las condiciones actuales que nos muestren señales de cambios paradigmáticos. Desde el lado gubernamental, cultural, de los medios de comunica-ción, de la vida cotidiana, ha tomado fuerza hegemónica el paradigma de un estado de cosas que nos conduce a salidas violentas, como si existiera una sola vía, con gente y recursos invertidos en un camino que nos lleva una y otra vez insistentemente al fracaso. Sin vencedores ni vencidos, pero sí ubicados en la brecha de una situación ambigua, cientos de miles de desplazados y despo-seídos a quienes los procesos les deben la reparación la verdad y la justicia.

La situación es bien compleja. En Colombia podríamos hablar de un presente de conflicto y post conflicto simultáneamente, como parte de la dinámica de los procesos de paz y negocia-ciones y desarmes, en plural. Entonces la pregunta podría ser ¿qué podríamos hacer como actores políticos para incidir en que tras las negociaciones en Colombia se pueden resarcir los daños ocasionados por los conflictos armados que afronta con mayor vehemencia la sociedad civil? El no reconocimiento de esta situación, luego de la “pacificación” ocurrida en bastas regiones colom-bianas, hace necesario el acompañamiento que reclaman las víctimas del conflicto, a quienes les han usurpado la vida y las tierras en una muy inteligente y bárbara reforma agraria.

También cabría preguntarnos ¿Cuál es la situación actual y qué tipo de acciones desarrollan los nuevos actores de la pacificación de la Seguridad Democrática? Las cifras oficiales muestran el aumento desmesurado de la presencia de las bandas criminales asociadas a modalidades de

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narcotráfico que controlan el territorio de conjunto, incluida su institucionalidad. Entonces ¿Cómo es ese escenario de paz y negociación y de qué manera se está dando un nuevo control territorial de los otrora paramilitares? ¿Cuál es el papel del Estado en esa transformación?

Desafortunadamente no están activadas y articuladas las coincidencias de sectores anti oficiales que pudieran converger en una alianza política para transformar una apuesta paradig-mática de salida al conflicto a través de la guerra. Pero no dejaremos de insistir en que ésta debe ser la salida; una salida que debe contar con actores gubernamentales que rescaten el valor de la vida, que crean en la importancia de generar condiciones de confianza para la transformación de los actores armados en actores políticos desarmados y que con generosidad amplíen los límites de la reinserción hacia el escenario social y a las regiones de desarrollo en el campo y la ciudad; actores gubernamentales que puedan hacer contrapeso en los espacios de los organismos legis-lativos para que fluya de nuevo un gran consenso que de pie a un pacto nacional por la vida y la democracia.

Propuestas para generar condiciones que favorezcan un proceso de negociación en el presente.

Finalmente, a la pregunta ¿Qué condiciones se requerirían hoy para un proceso de paz con los grupos armados y cuáles son los aportes que se harían para un posible proceso de paz?, ponemos en consideración algunas herramientas que implicarían para el país una apuesta en la que coinci-dimos con Gustavo Petro, como una combinatoria de varios elementos.

Primero, la necesidad de un gobierno profundamente reformista, un gobierno de transición que implemente profundas reformas sociales, económicas y políticas. Eso lo estamos proponiendo como uno de los sectores del Polo Democrático Alternativo, para direccionarlo en la ruta de lo que necesita un partido que se propone ser gobierno.

Segundo, el problema de la tierra debe ser resuelto porque, entre otras cosas, está directa-mente vinculado con toda la estructura agraria del paramilitarismo y de los políticos, que estando ligados a éste, han armado una monstruosidad que el país ya conoce con las secuelas de dolor y muerte que han dejado a su paso.

Tercero, está el tema de la justicia. En Colombia se hace necesaria una reforma política, una reforma electoral para que no haya robo de menciones, para que existan garantías reales para los partidos, para que el proceso político tenga la transparencia que se requiere, para separar definiti-vamente de nuestra institucionalidad los procesos amañados que favorecen a ciertos sectores de la sociedad colombiana que han tenido prácticas no santas, que por cierto tiene un alto porcentaje

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de nuestro honorable Congreso tras las rejas. Todo ello pensando además en una justicia para las víctimas del conflicto comprometida con la verdad y la reparación.

Cuarto, se debe tener la generosidad de ofrecer una alternativa política a los procesos de paz con la guerrilla desde un gobierno reformista y de izquierda, un gobierno que haga una oferta decente desde el campo de reformas políticas que son necesarias para el conjunto de la sociedad colombiana; a la guerrilla hay que hacerle una oferta amplia que favorezca al pueblo colombiano, una oferta de diálogo político que ofrezca la posibilidad de acogerse a una amnistía, a un indulto y a reincorporarse a la vida civil para que los miles de combatientes incorporados a la guerrilla tengan la posibilidad de que la sociedad los acoja y les brinde posibilidades para la vida.

Quinto, se debe promover el fortalecimiento de unas fuerzas militares profesionalizadas y en tanto no haya acuerdo político y no se acojan las reformas, unas fuerzas militares que disuadan militarmente, que posean el monopolio de las armas, pero depuradas de delincuentes, sin falsos positivos ni torturadores.

Y finalmente, debemos comprometernos en hacer girar la brújula y cambiar el protagonismo de los actores armados en el proceso de paz. Ya no debemos tolerar que los que hacen la guerra sean los que encabezan estos esfuerzos; en la medida en que se hagan transformaciones políticas, sociales y económicas con la participación ciudadana y la movilización social hacia una goberna-bilidad democrática, todo el país avanzará hacia la paz.

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Unificar conceptos para coincidir en proyectos

Vera Grabe Löwenherz(Observatorio de Paz)

Buenas tardes a todos y a todas y gracias al CINEP/Programa por la Paz por esta invitación a compartir este diálogo en torno al tema de la paz. Saludo a mis compañeros de mesa y a todos ustedes. Voy a tratar de centrarme sobre todo en lo que se plantea a partir de las preguntas de este seminario: las condiciones para la paz. No tanto las condiciones para la violencia o la guerra, que son evidentes, sino las condiciones para la paz. Por esta razón no voy a hacer tanta referencia a los resultados de los procesos de paz, a la evaluación de los procesos de paz sino a la reflexión que nos convoca.

El año entrante nosotros, el M-19, cumplimos 20 años de estar en la paz, y creo que es una década más que se le añade a ese esfuerzo lleno de todos esos altibajos, de incertidumbres y búsquedas permanentes de hacer de la paz una posibilidad real para el país. Ayer tuvimos la presentación del estudio del Instituto Berghof de Berlín, del cual también hice parte, del cual derivan reflexiones bastante interesantes, que sin duda pueden aportar a los objetivos de este seminario.

Voy a abordar los siguientes puntos. Primero creo que es importante pensar en las condi-ciones subjetivas y objetivas que llevan a una decisión de paz: La paz no nace por generación espontánea sino por una serie de condiciones que llevan a ella, tanto de los actores como de las condiciones del contexto político y de la sociedad en general. En segundo lugar, las condiciones implican aquellas que llevan a tomar la decisión y aquellas que hacen posible un proceso de paz relacionadas con condiciones internas, la actitud y lugar de los actores mismos: en qué situación se encuentran, cuál es el ánimo, cuáles son las concepciones que los mueven, etc. En tercer lugar, una cosa fundamental en los procesos de paz es lo que se entiende por paz. Hay diversas concep-ciones de paz. Es muy distinto si un proceso de paz se concibe desde lógicas de guerra, de lógicas de fuerza, que si se concibe desde una decisión de paz, e incluso, desde la posibilidad de renuncia a la violencia. Es muy importante diferenciar dos maneras de entender la paz: profundizar la guerra para lograr mejores condiciones para la paz o parar la guerra para generar esas condiciones. O en palabras de Antonio Navarro: es distinto un cambio para lograr la paz que la paz para lograr un cambio. Son dos maneras distintas de ver la paz. En esto obviamente juegan las concepciones de los actores; es decir, no se puede hacer apreciaciones de los procesos de paz independiente

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de las concepciones políticas, ideológicas, sociales etc., de los actores que están en la contienda, incluyendo a los actores estatales. Un proceso de paz del M-19 es muy distinto de lo que sería un proceso de paz con las FARC, simplemente porque tienen otra concepción y eso juega.

Por eso no puede haber recetas universales en estos procesos, aunque sí se pueda hablar de lecciones y aprendizajes útiles. Si no se contempla esto de entrada, es muy difícil entender los procesos de paz, pues se puede caer en verlos como meras recetas o fórmulas mágicas que resultan poco útiles.

También es importante discutir si la paz se concibe como un resultado, un mecanismo o una estrategia o si se concibe como proceso: Las dos cosas son diferentes y tienen implicaciones distintas en el desarrollo de los procesos de paz. ES distinto si la paz se entiende como una paz absoluta o, desde una posición más realista, en el marco de lo posible e imperfecta: define los procesos y obviamente posibles alcances y objetivos: desde una serie de reformas estructurales, sociales, económicas, etc. hasta reformas democráticas. Las concepciones, la manera como se entiende la paz, marcan sus rumbos. De otra parte, y eso tiene que ver mucho con la coyuntura actual, es diferente si la paz se asume como un proceso de reconocimiento mutuo, donde yo como actor, independientemente de si soy Estado o no, reconozco al otro como mi opositor y actor digno de negociar, o si asumo la pax romana de la pacificación, de la paz de vencedores y vencidos; y distinto también a si se entiende como la renuncia a la violencia, a la lucha armada como un camino de transformación, un elemento presente en los procesos de los años 90.

Concepción de paz en el M-19

Haré una corta referencia al proceso del M-19, porque en nuestra historia contrastan dos formas de ver la paz y los impactos que ésto tiene. Hablo del proceso de paz durante el gobierno de Belisario Betancour – años 82 a 86-, y el de los años 90 a partir del gobierno Barco y poste-riormente Gaviria. La concepción que de paz en el primero de los casos, en el caso nuestro y de otros grupos, era de una paz armada, planteada desde la guerra. Hablábamos de las “guerras por la paz”, de acciones militares que había que desplegar para lograr la paz, es decir, a mayor contun-dencia armada mejores negociaciones de paz. El proceso de diálogo nacional en el año 84 estuvo marcado por una lógica armada donde en el gobierno tenía como consigna permanente que la guerrilla debía dejar las armas; y, por parte nuestra, la lógica era de mayor contundencia armada para mayor legitimidad de la bandera de la paz y mejores negociaciones de paz. En la lógica de esos años era imposible pensar en la renuncia a la lucha armada.

Un proceso de paz montado sobre esa lógica tenía una serie de efectos de polarización, pues mientras unos estábamos en las actividades políticas de negociaciones y movilizaciones de paz

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en Bogotá y otras ciudades del país, nuestros compañeros en el monte se estaban preparando y creciendo militarmente. Y, el gobierno, en voz del Ministro de Gobierno Jaime Castro, mantenía su consigna “dejar las armas”, para nosotros impensable. Desde esa polarización, nosotros mismos asumimos la paz como una bandera de lucha, una bandera para legitimar la lucha armada. La paz se volvió una consigna y una bandera de guerra. El resultado es la tragedia del Palacio de Justicia y el quiebre que significó para este país. No sólo se trata de establecer responsabilidades, sino de develar la lógica que está detrás de este tipo de concepciones de paz. ¿Qué pasa después de ese episodio? El M-19 profundiza la confrontación, llevar la guerra sus límites, en medio de una para-doja siempre presente: ¿qué pasa cuando se lucha por la democracia y por los derechos humanos, pero encuentra episodios como la masacre de Tacueyó?. Fue el ejemplo de una expresión armada totalitaria que mostraba que la lucha armada guiada por concepciones totalitarias se devora a sus propios hijos.

En el caso del M-19 generó un profundo debate: mientras peleábamos por la democracia, las conductas al interior de la guerrilla eran profundamente antidemocráticas. Esto planteaba el tema de la ética al que se refería en otra ocasión el padre Francisco de Roux, porque la ética es una guía para la acción, plantea límites a la guerra y debe ser integrada a los esfuerzos de construcción de paz. Carlos Pizarro durante una época fue profundamente militarista, y desde allí comenzó a reconocer el peso de la ética y los límites de la lucha armada. Empezamos a percibir que el país estaba cansado de guerra; que luchamos con y por una población civil que se vuelve victima de esta guerra; que se complica el problema del paramilitarismo y del narcotráfico que plantea la pregunta por las diferentes violencias cruzadas. El cansancio se empieza a hacer explícito en el “movimiento por la vida” en sus diversas expresiones y matices, expresiones de grupos y personas que comienzan a decirnos “ojo, compartimos los ideales de ustedes, pero nosotros no nos vamos a ir para la guerra, ni queremos más guerra, ni sucia ni limpia.”.

Ese nuevo ánimo es importante y lleva al replanteamiento de la paz. Cuando el M-19 retoma los hilos de la paz, Carlos Pizarro se atreve a plantearle al gobierno que estamos dispuestos a la paz pero a una paz distinta. Era claro que no podíamos repetir la paz anterior, la paz de la confron-tación: primero por las condiciones del país, por el recrudecimiento de la guerra, por la manera cómo afectaba a la población civil, porque ya no era claro quién peleaba contra quién. Se tenía que plantear la paz de otra manera, así que Pizarro le plantea al gobierno que el M-19 está dispuesto a dejar las armas. Entonces, para nosotros mismos eso era una absoluta herejía, una “traición” a los principios, pues, teniendo presente la historia de paces anteriores y lo que había pasado con quienes habían dejado las armas, plantear dejar las armas resultaba aun para el propio gobierno demasiada audacia. Pero se trataba de atreverse a pensar distinto, ya no una paz producto de la presión armada, de golpear duro para negociar duro, sino de atreverse a pensar la paz como

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renuncia a la lucha armada, a sustraerse de la guerra para avanzar en la paz. Formas distintas de ver la paz llevan a procesos de paz diferentes. Era un cambio de paradigma. Al igual que asumir que si lucha era por la democracia y que si nuestra bandera era la paz, teníamos que ser capaces de hacer la revolución en nosotros mismos, en nuestras propias visiones. Es decir, ser capaces de replantearnos nuestros propios paradigmas.

¿Quécondicionesexternasllevaronaunadecisióndepaz?

En uno de los videos que presentaron al inicio de esta sesión, se decía que la Constituyente abrió el proceso de paz. Al contrario, yo considero que también que los procesos de paz del año 89, aunque no estuviera explícito, contribuyeron a que se abriera y se negociara ese proceso de la Asamblea Nacional Constituyente, un tema que estaba en la agenda pública. El buen ambiente con el que se recibieron esos diálogos indicó que el camino de la paz era un camino posible. Si como movimiento político queremos ser intérpretes del deseo de un pueblo y de las necesidades de un país, hay que estar escuchando, reconocer las distintas reacciones del país. Y la respuesta positiva por parte de amplios sectores a la apertura de los procesos del 89 mostraba que la gente quería se siguiera por ahí.

La paz es un camino, nada fácil, por eso hay que verla más allá de sus resultados y alcances. La violencia es un camino que se conoce, pero el de la paz siempre implica nuevos retos y apren-dizajes. Son caminos que no están hechos, muchas veces inéditos, y que por eso son tan inte-resantes, de nuevas y diferentes rutas. Desde la guerrilla maoísta de Nepal, que luchaba por la República frente a una monarquía y no por la revolución socialista, hasta la postura de unos irlan-deses bastante ortodoxos, todos se encuentran con realidades políticas que los obligan a asumir la paz como un proceso que les va replanteando muchos de sus posturas y estrategias.

Saber interpretar el momento.

Entonces, se trata de saber interpretar el momento de la paz, pues si se deja pasar, se pierde. Pizarro tuvo la sabiduría de decir “pilas, si nosotros seguimos en ésto vamos a acabar enredados con el tema del narcotráfico; en este país se requiere una sabiduría distinta”. Hay que saber inter-pretar el momento y tomar la decisión, conciente de los riesgos que eso tiene, porque obviamente el paso a la paz está cargado de incertidumbres. A finales del año 89, cuando el Congreso niega el “Pacto por la democracia y la paz” que se había construido a lo largo del año 89 en Mesas de concertación y análisis, había dos opciones: volver para atrás a la guerra o apostarle al país, a la paz y a una nueva posibilidad de transformación, ya que las armas como camino de cambio estaban agotadas.

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El reconocimiento del otro y la interlocución.

Es fundamental la interlocución y el reconocimiento del otro, algo que en las actuales circuns-tancias no existe. Si un gobierno califica a sus adversarios como un grupo pequeño de terroristas obviamente no se va a sentar a negociar con ellos. Hay que reconocer al otro como un adversario legítimo con el cual se sienta a hablar. Tienen que existir esas condiciones para interlocutar. En nuestro caso dicha interlocución no existía, tuvimos que inventárnosla para garantizar un proceso de paz que no fuese unilateral.

Recojo algo que decía la compañera de la Corriente de Renovación Socialista Denisse Dusán: la importancia de la coincidencia de voluntades, independientemente de posturas diferentes entre gobierno, Estado y actores armados: La coincidencia de voluntades es la base: porque las dife-rencias en cuanto a posturas y propuestas entre los diversos actores pueden ser argumento para retirarse de la mesa, o para buscar una solución. No se puede dar un proceso de paz si no hay voluntad, si no hay una mínima decisión de llegar a un acuerdo en función de un bien mayor, y estar dispuesto a superar el cálculo mezquino de quién gana o pierde más.

¿Qué condiciones llevarían a una decisión de paz y la convertirían luego enaccionesenprodesualcance?

En primer lugar, el solo hecho de negar que hay un conflicto en Colombia, marca una actitud frente a él. Privilegia las lógicas de guerra donde se busca vencer a las lógicas de paz donde se buscar llegar a acuerdos. En el primero de los casos se trata de una pacificación para acabar con el otro, una polarización que no deja espacio para la negociación. Este gobierno ni siquiera sus victorias militares las ha convertido en victorias políticas para generar un proceso de paz, sino que siguen siendo asumidas en la lógica de guerra para acabar con el adversario.

No hay otra salida que la democracia misma para deslegitimar la violencia, porque sola-mente desde posturas mínimamente democráticas se puede negociar. Desde posturas totalitarias e impositivas, que niegan al otro ¿de qué procesos de paz podemos hablar? Ahí solamente cabe acabar con el otro, para sentarse luego a una mesa a imponer condiciones de rendición y eso, en Colombia, es bastante difícil.

Suena muy ambicioso, pero creo que la única salida es la profundización de los procesos de democratización para llegar a la negociación. No al revés. Por lo tanto se requiere un cambio polí-tico, y ello implica una gran responsabilidad para las fuerzas de oposición. La profundización de la democracia es la única manera para volver a abrir caminos de paz en medio de este conflicto.

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Para terminar, hablar de los aportes, como ustedes saben, del sector del cual provengo- el M-19 -, hay compañeros en el Polo Democrático, en la gobernación de Nariño, otros en otras toldas… Hay muchas opciones. La mía en este momento es trabajar en procesos educativos de paz: entender que la paz implica no quedarse quieto y esperar que la gran paz llegue, sino ir construyendo el camino en los espacios micro, en muchos espacios donde se puede generar una paz futura, desde cambios de mentalidad que le quiten razones a la violencia y eviten que las personas se sigan yendo para la guerra. Es sin duda un aporte modesto, pero es fundamental dejar de concebir paz como una especie de paraíso terrenal, como una paz tan absoluta que, en contextos como el nuestro, se vuelve muy inmovilizadora, paralizante. Es necesario pensar en una paz posible, de la cual podemos ser parte en lo que nos movemos. Tenemos que dejar de ponernos las gafas de la violencia y usar unas, por lo menos bifocales, para reconocer las posibili-dades de construcción de paz ahí donde las podamos gestar.

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Relatoría Tercera Sesión

Equipo Iniciativas de Paz

Centro de investigación y educación popular CINEP/ Programa por la Paz

En la tercera sesión del Seminario paz se abordó el tema ‘De la lucha política armada a la lucha política no armada’, como otra de las perspectivas dentro de la reflexión sobre las condi-ciones para un posible proceso de diálogo y negociación. Las preguntas sugeridas para esta sesión se articularon a partir de tres momentos: Desde el pasado, indagando sobre las condiciones que hicieron posibles procesos de negociación anteriores; desde el presente, evaluando las condi-ciones actuales para un proceso de paz y formulando las que se requieren dentro de la coyuntura, y, finalmente, desde el futuro, exponiendo los aportes que cada ponente genera desde su sector para la construcción de un futuro proceso de paz en el país.

La sesión estuvo a cargo de: Álvaro Delgado Guzmán, Investigador del Equipo de Movimientos Sociales de CINEP; Dennis Dussan, Vicepresidenta de la Corporación Nuevo Arco Iris; Jaime Caicedo, Concejal del Polo Democrático Alternativo; y Vera Grabe, Directora de la Corporación Observatorio para la Paz. Se expondrán a continuación los puntos centrales expuestos en la sesión.

Aprendizajes desde otras experiencias de transición

La transición de la lucha política armada a lucha política no armada en otros contextos fue el punto inicial de la discusión. Las experiencias de transición hacia escenarios políticos legales de diferentes grupos armados alrededor del mundo27 son experiencias útiles para comprender las dinámicas al interior de los grupos armados mismos y reconocer cuáles aspectos han sido centrales en procesos de paz desarrollados en otros contextos. Un primer aspecto que se abordó fue la importancia del reconocimiento del carácter político de los grupos armados dentro de un conflicto interno, carácter sustentado en las estrategias y tácticas de las organizaciones como en su incidencia en la transformación del conflicto. Un segundo aspecto hacía énfasis en que la tran-sición de los grupos insurgentes, de oponentes del sistema político a participantes del mismo, no podía hacerse por otra vía que no fuera la de la negociación. Por último, se señaló la importancia de incluir dentro de la reflexión para un proceso de paz la perspectiva de las organizaciones insur-gentes, no solo reconociéndolas como actores políticos dentro del conflicto sino entendiendo además los objetivos de su lucha, las formas en que la llevan a cabo, los factores que llevan a la

27 Las experiencias de transición fueron recogidas del libro de Mauricio García (ed) – Durán, De la insurgencia a la democracia. Estudios de caso. CINEP: 2009

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organizaciones a tomar la decisión de realizar el tránsito y las fórmulas de negociación que desa-rrollan durante el proceso.

¿Procesosdetransición?¿Conflictointerno?

La reflexión sobre los procesos de transición y la situación de conflicto en Colombia fue otro de los temas centrales en la discusión. Surgieron varios interrogantes alrededor de estos temas: en las condiciones actuales ¿están los grupos insurgentes dispuestos a realizar un proceso de transi-ción?, ¿podría considerarse que la situación del país tiene más características de guerra civil que de conflicto armado interno?, ¿se ha reformulado la intervención de la comunidad internacional en la situación del país por los cambios operados en el contexto latinoamericano?

La posibilidad de que los grupos insurgentes realicen el tránsito de organizaciones insur-gentes a grupos políticos legales requiere de un profundo cambio político que tiene que ver tanto con la posición estatal (en la que se pase de la actual política de guerra a una política de paz) como con la internacional (en concreto, con la posición de EEUU frente a una salida negociada al conflicto). Por las condiciones actuales del país y las dinámicas de la confrontación podría hablarse más de una guerra civil prolongada que de un conflicto; una guerra civil alejada de la visión deci-monónica del concepto y entendida como un problema que afecta a la sociedad en general y que es resultado de problemas estructurales como la urgente y nunca cumplida reforma agraria, la desigual restitución de ingresos y la dependencia orgánica del país con EEUU.

Experiencias locales de transición: los casos de la CRS y el M-19

Dentro del debate acerca de las condiciones para un proceso de transición en las actuales condiciones del país, resultaron sumamente pertinentes las experiencias de transición de la lucha política armada a la lucha política no armada de grupos como la Corriente de Renovación Socialista (CRS) y el Movimiento 19 de Abril (M-19).

En el proceso de la CRS, elementos como la voluntad política de las partes, la apuesta por la vida y la transformación de paradigmas de los excombatientes junto con el desarrollo de proyectos productivos, fueron elementos centrales dentro de los acuerdos de paz logrados en los 90’s que se concretaban, como lo decía Denise Dussán de la CRS, “en un proceso de reinserción política exitosa”. En el tránsito de actores armados hacia actores civiles, las acciones políticas de los parti-cipantes de este proceso deben apuntar a las transformaciones que la sociedad requiere.

De otro lado, en la experiencia del M-19 el concepto mismo que se tuvo de la “paz” fue un elemento central en el proceso: en el proceso de paz con Belisario Betancur, bajo el supuesto

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de que a mayor contundencia armada mejores negociaciones de paz, la concepción de “paz” se comprendía como una bandera de legitimación de la lucha armada, un concepto que tuvo su punto de quiebre en sucesos tan lamentables como el Palacio de Justicia , que reformuló las acciones y concepciones mismas al interior del movimiento. Esta reformulación se concretó en la concepción de paz que Pizarro planteaba al gobierno, desde una lógica que renunciaba a la lucha armada y reconfiguraba los propios paradigmas del movimiento donde las acciones de las organizaciones fueran consecuentes con el objetivo de la lucha por la democracia. Dentro de este punto es interesante señalar el importante papel que juegan las individualidades en los procesos de negociación.

Conclusiones: Hacia el final de la sesión se retomaron las condiciones actuales del conflicto y las condiciones necesarias para un proceso de diálogo y negociación desde la perspectiva del tránsito de la lucha política armada a la lucha política no armada:

• Al no reconocerse la existencia de un conflicto armado en el país por parte del gobierno de Álvaro Uribe, el gobierno cierra cualquier espacio para un proceso de negociación con los grupos insurgentes.

• Los grupos insurgentes no serán derrotados por la actual política de guerra del gobierno. Se requiere de un cambio político profundo que se encamine a la búsqueda de una solu-ción política negociada al conflicto

• Otro de los mayores obstáculos para un posible proceso de negociación, es la interven-ción de EEUU en el conflicto armado, no sólo por asuntos tan determinantes como el Plan Colombia o por temas coyunturales como el acuerdo entre bases colombianas y militares estadounidenses sino por la relación orgánica que históricamente ha tenido los dos países.

• La experiencia de procesos anteriores señala la necesidad de la voluntad política en las partes para negociar, en las que a través de la interlocución y el reconocimiento mutuo se implemente una fórmula de paz efectiva

• La salida política y negociada del conflicto debe tener su punto de partida en posturas democráticas, que requieren en últimas un cambio en el poder en el que la solución a los complejos problemas estructurales del país sean la prioridad

• Un último aspecto central dentro de la discusión es la concepción de paz que se maneja desde los grupos insurgentes, si se comprende como estrategia de la lucha armada tradu-ciéndose en dejación de armas y amnistías, o si por el contrario se comprende desde una visión de mayor alcance, como un proceso que requiere para su realización cambios radi-cales en las estructuras socio-políticas del país.

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Cuarta Sesión

Los aportes de la sociedad civil a la búsqueda de la paz en Colombia28

Fernando Sarmiento SantanderAndrés Sandoval Suárez

Pedro StuckyJohn Jairo Rodríguez

Octubre 29 de 2009

28 Lectura recomendada: Cartas del diálogo Epistolar de Colombianas y Colombianos por la Paz, con las FARC y el ELN [en línea], disponibles en: http://www.colombianosporlapaz.com/ . Comunicados de prensa de Colombia Soy Yo [en línea], disponibles en: http://www.colombiasoyyo.org/comunicados-prensa/50-manifiesto-del-4f-, http://www.colombiasoyyo.org/comunicados-prensa/55-convocatoria-al-acuerdonacional-frente-a-los-grupos armados-ilegales-, y http://www.colombiasoyyo.org/comunicados-prensa/175-indigenas.

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Presentación de la sesión

La movilización social, el reflejo de una sociedad diversa que debe encontrar mecanismos para convivir en armonía

Fernando Sarmiento SantanderCentro de investigación y educación popular CINEP/ Programa por la Paz

Me corresponde por parte del CINEP, plantear unas primeras ideas y preguntas para la discu-sión en esta temática de las propuestas de la sociedad civil para la construcción de la paz. Una pregunta inicial es, ¿para dónde vamos con todo esto, la situación actual del país, visto en pers-pectiva histórica a futuro? Las ideas que quiero proponer son básicamente tres, más con el ánimo de provocar la discusión que de dar respuestas.

Mirando la movilización social por la paz en términos cuantitativos a lo largo de su historia, lo que se ha venido haciendo, sus estrategias de acción y su campo de incidencia, etc., podemos afirmar que esta movilización no ha sido determinante en las dinámicas del conflicto armado, sino que por el contrario parecieran ser dos dinámicas completamente autónomas. Tan sencillo como considerar que ha habido una amplia movilización social por la paz en el país, más sin embargo el conflicto armado continua vigente. A pesar de ello, creo que la movilización por la paz si ha tenido un grado de incidencia amplio y fuerte en el comportamiento político de la sociedad; porque es en ese lugar donde más o menos obtiene respuesta. Esta es la primera idea que quiero exponer para la discusión de hoy.

Una segunda idea es que la gran diversidad de actores implicados en la movilización por la paz (no sólo estamos hablando aquí de los actores que trabajan explícitamente por la paz, sino de todos los actores implicados en torno a esta temática) actúan principalmente en la esfera de la opinión pública; allí, en tanto pueden incidir en el comportamiento político de la sociedad. Es el lugar posible de incidencia política en torno al tema de la paz. Es en esa esfera donde se está jugando la posibilidad de la paz desde la perspectiva de la movilización social.

Y la tercera idea es que esa esfera de la opinión pública, en la que actúan esos actores, lo que podríamos llamar el campo del discurso, es hoy en día un escenario de confrontación social. Los medios para lograr la paz, entonces han puesto en tensión ese campo discursivo. Hay un sector de la opinión pública que es favorable a la negociación política y hay otro sector que es favorable a la victoria militar.

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Básicamente estoy afirmando que hoy en día hay un nuevo campo de confrontación, que es el campo discursivo, y que es allí donde constatamos esos procesos de radicalización de los discursos. Veamos, entonces, idea por idea.

La movilización por la paz no ha tenido un grado de incidencia alto en el comportamiento político de la sociedad.

El que la movilización por la paz haya tenido una poca incidencia en las dinámicas del conflicto armado debe ser tenido en cuenta en el marco de la conceptualización de Johan Galtung sobre los diferentes tipos de violencia. Este autor dice que la violencia directa, que es la violencia visible, de la que podemos dar cuenta, no surge de la nada, sino que es producto de una violencia estructural y una cultural, que le subyacen. Entonces, estamos hablando de una forma muy diversa y compleja de ver la violencia. Y cuando hablamos sobre la guerra en Colombia o el conflicto armado en Colombia, lo podríamos pensar en ese mismo marco. En este sentido ¿Qué es lo que la sociedad o la movilización por la paz ha venido haciendo frente a estos tipos de violencia? Esta pregunta se traduce para nuestro caso en el seguimiento que hacemos a la movilización social por la paz en Colombia a partir de la base de datos DATAPAZ del Cinep, con datos de 30 años atrás. Hemos visto entonces cómo la movilización por la paz se ha “movido” frente a estos tres tipos de violencia. Así, frente a la violencia directa, la movilización se ha enfocado en la estrategia de la resistencia, a la protesta y el rechazo. Se podría decir que frente a esta violencia directa (masacres, homicidios, asesinatos, secuestros, tomas de poblaciones por parte de la guerrilla, incursiones paramilitares, violaciones de parte del Estado, etc.) lo que la gente ha venido haciendo es resistir.

Frente a la violencia cultural hemos tenido una amplia gama y cobertura de iniciativas, procesos educativos en los que la sociedad civil y la movilización social han querido incidir y tratar de avanzar en lo que se ha llamado la transformación de una cultura de la violencia a una cultura de la paz. Entonces lo que se ha hecho es trabajar más en el campo educativo, que tiene que ver con muchos aspectos: no sólo talleres de formación y ejercicios educativos, sino una amplia gama de seminarios, talleres, encuentros, foros, como este en el que estamos hoy por ejemplo. Todo eso hace parte la formación de un proceso de una cultura de paz, que quiere posicionar en la opinión pública un sentido más favorable hacia la paz.

Y ante la violencia estructural, en tercer lugar, su accionar lo ha enfocado básicamente hacia el actuar políticamente. Hemos visto iniciativas de participación política y participación ciuda-dana, incidencia en políticas públicas desde el ámbito local y nacional. Como también hemos visto consensos en procesos organizativos de la sociedad. Hoy en día la sociedad civil o las organiza-ciones sociales, cuentan con una estructura organizativa que hace 10 años no existía en este país, lo cual nos indica que es una estrategia en la que debemos seguir avanzando.

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Lo que digo es que ante esas dinámicas de violencia que veíamos de Galtung, la sociedad civil ha actuado de distintas maneras, muchas de ellas centradas y concentradas en generar una opinión pública favorable a la paz. Yo no encuentro en ninguno de esos tipos de acción, un actuar directamente orientado a los actores armados que hayan determinado de alguna forma cambios de su comportamiento. De pronto en el nivel local, en negociaciones más de corto plazo, en pequeños acuerdos frente a bloqueos de alimentos, retenidos, etc. Salvo ese tipo de experiencias regionales, en el ámbito nacional no hay nada parecido. La guerra continúa. Los actores armados siguen con su actuar, el gobierno por su lado sigue con su actuar dirigido a la búsqueda de la victoria militar.

La movilización por la paz en todos estos años muestra cosas interesantes: en grandes momentos de violencia, como en las décadas de los 80 y 90, tenemos una gran ola de violencia en el país. Y vemos una segunda gran ola de violencia, que es justamente este período de la última década. Pero la movilización social por la paz, en términos generales, pareciera tener justamente una dinámica inversa; es decir, cuando hay más violencia, la movilización apenas se dispara y cuando hay menos violencia la movilización social sube. Una cosa un poco curiosa.

Si se mira geográficamente, a partir del acumulado desde el año de 1978 hasta el 2008, hay una cobertura bastante amplia geográficamente. Sin embargo en los últimos 8 años, las moviliza-ciones se han concentrado en las grandes ciudades y ciudades intermedias.

En el mapa de la movilización por la paz también se pueden ver concentraciones regionales bien curiosas; por ejemplo toda la zona de los Montes de María, la zona del Urabá, los santan-deres, el Oriente antioqueño, toda la Zona Cafetera, la parte andina del Cauca etc. Son regiones de especial sensibilidad. Al lado de ello, se trata de una movilización que geográficamente representa una gran cobertura y una gran extensión geográfica, pero que se ha venido concentrando en las ciudades.

Entonces, sobre estas primeras ideas, podemos reafirmar que efectivamente la movilización por la paz ha respondido de forma reactiva y de alguna forma selectiva a la violencia. Esto se ve en los grandes ciclos de la movilización que veíamos anteriormente. Y que parecieran mostrar, de forma gruesa, que ante el aumento de la violencia la sociedad reaccionó. Si uno lo mira desde lo cotidiano, también es exactamente lo mismo: en situaciones de violencia o hechos de violencia, la movilización sale y reacciona. Es más una movilización reactiva antes que preventiva.

Y también digo selectiva, porque los grandes momentos de la movilización tienen que ver con una movilización más propositiva y de protesta. Y los temas de los que se ocupan son muy distintos (paz y secuestro). Entonces es selectiva porque responde a situaciones específicas. No ha

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sido tampoco homogénea, ni siquiera diacrónicamente. Se ha tratado de movilizaciones distintas en los distintos momentos: estas últimas, por ejemplo, han sido muy diferentes a las de hace 10 años. Las primeras, en los noventa, tenían que ver más con la promoción de la paz, a favor de la paz y las negociaciones. Se pueden ustedes acordar que después de esas movilizaciones asistimos al Mandato por la Paz, a las movilizaciones del NO MÁS, etc. En cambio esta segunda movilización ha tenido que ver más con el tema del secuestro.

Igualmente tampoco es homogénea en su composición social; ni diacrónica ni sincrónica-mente. El año pasado asistimos a dos marchas muy cercanas en el tiempo, distanciadas prácti-camente por un mes, y ambas movilizaciones iban con el propósito en el fondo de la paz, pero representaban visiones y composiciones sociales muy distintas. Es decir, la gente que marchó el 4 de Febrero no fue la misma gente que marchó el 6 de Marzo. Entonces son movilizaciones completamente heterogéneas.

Y tampoco, como estábamos viendo, su comportamiento geográfico ha sido homogéneo. En los 90´s fue una movilización más desde las regiones del país, más municipal, más local. Hoy en día esa movilización ha surgido más desde las grandes capitales.

La pregunta es, entonces, ¿hacia dónde vamos?, ¿hacia dónde apuntan esas fuerzas sociales que subyacen a la movilización por la paz? Es decir, esta segunda ola de movilización, diferenciada de un momento anterior, como vemos, ¿hacia dónde nos lleva? Si la primera ola nos condujo a unos procesos de negociación (independientemente de la frustración que esto produjo, con el gran ejemplo de El Caguán), ¿a dónde nos llevará esta segunda ola?

La incidencia de la opinión pública en el comportamiento político de la sociedad.

La segunda idea es que los actores de esta movilización actúan en la esfera de la opinión pública. En términos de los motivos por los cuales las personas se movilizan, podemos ver que el punto máximo es la promoción de la paz. Sin embargo, para la segunda ola o periodo, los motivos se invierten completamente. Y lo que aparece subyacente a la movilización es lo que conocemos como paz negativa, a partir de Galtung y otros, que tiene que ver con el conflicto armado, la violencia, los derechos humanos, el Derecho Internacional Humanitario.

Las dos grandes olas de movilización son dos: una que fue lentamente ascendiendo desde los años 80´s, que alcanza el clímax en los años 90´s que se trató más de la promoción de una paz negociada; y esta segunda gran ola, que fue una ola más oscilante, que incluso el año pasado desciende bastante y este año va subiendo un poco; es una movilización de rechazo al secuestro

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y a uno de quienes perpetran ese acto, las FARC, lo cual ha producido una movilización principal-mente en contra de las FARC. No se trata de una dinámica de todo el conjunto de la sociedad civil, pero en sentido general, sí muestra ese comportamiento.

Lo que habría que mirar es si el grueso de la opinión pública está empujando hacia una movi-lización de rechazo a las FARC. Y entonces, ¿Cuál es la visión de paz que se está primando en este momento sobre una salida negociada al conflicto armado?

El discurso como herramienta de confrontación social.

La tercera idea es sobre el campo de confrontación que es el discurso. Lo que vemos es que se está dando un proceso de radicalización en los últimos años. Radicalismo hemos tenido toda la vida en Colombia y va a seguir existiendo. Frente a lo que estamos es un radicalismo del discurso social frente a la paz y la guerra. Eso es algo nuevo en este país. Y es un radicalismo muy fuerte, que se expresa en un bloque de la sociedad que busca la salida al conflicto a través de la negociación, y otro gran bloque que favorece más las salidas militares. Esos radicalismos se están acentuando cada vez más y se ve reflejado en la intolerancia social e incluso la intolerancia política en el país. Lo terrible de eso es que esas intolerancias están costando vidas humanas.

Otra cosa de la radicalización del discurso es el tránsito de actores armados del campo de batalla, a ser actores armados en el campo social de forma encubierta, y eso profundiza los radi-calismos. En el reciente informe del CINEP sobre los falsos positivos, se resalta el hecho de los niveles de la intolerancia social. Están matando prostitutas, indigentes y eso es algo muy preocu-pante de este contexto de radicalización.

La cosa es que ni la opinión pública ni la confrontación militar, tras diez años de Plan Colombia y ocho de Seguridad Democrática, no han logrado su propósito. Ninguno de los dos campos de la opinión pública en la confrontación militar ha logrado su propósito. Ni el uno ha logrado la paz, ni el otro ha logrado vencer ni va a lograr vencer a la guerrilla hoy ni nunca, creo yo.

Entonces, ¿hacia dónde nos conducen esos radicalismos? Pensaría más bien en ¿cómo hacer posible una Colombia en la que quepamos todos? , ¿Cómo avanzar en ese propósito de inclusión y negociación política del conflicto a partir de nuestras múltiples diferencias?

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Inter vención

Haciendo posible lo imposible, el poder de los sueños en el despertar de la juventud

Andrés Sandoval Suárez y Rosa Cristina Parra Lozano(Fundación Colombia Soy Yo)

Buenas tardes. Mi nombre es Andrés Sandoval, actualmente soy el coordinador en Bogotá de la asociación “Colombia Soy Yo”, una de las organizaciones que nació de la marcha del 4 de Febrero. Lidero el proyecto de prevención de reclutamiento de niños, niñas y adolescentes en grupos armados ilegales. Manejo el voluntariado en Bogotá y a nivel nacional y manejo diversos temas de coordinación interinstitucional en temas de reconciliación. Soy corresponsal en Colombia de Latinoamérica al día radio12 FM 103.7 y junto con la Fundación Fundapaz y la Hacseidel realizo talleres de capacitaciones en Derechos Humanos a policías y soldados, específicamente en la parte de reclutamiento armado.

Básicamente la ponencia está dirigida con base en las tres preguntas propuestas por el Seminario. Se titula: Haciendo posible lo imposible, el poder de los sueños en el despertar de la juventud

Breve contextualización histórica del surgimiento de las FARC.

“Hombre esperanza, hombre y sueño, hombre y libertad, lo llamaban caudillo de apellido Gaitán. Mano plomo, mano odio, mano ignorancia, solo cenizas, desesperanza, poder y arrogancia; esta

gente no cree en el pueblo colombiano…yo creo en el pueblo colombiano”

(Mario Muñoz).

Muchos tendrán en su cabeza, o muchos de ustedes en las clases de historia del colegio, les habrán enseñado aquel 9 de Abril de 1948, donde la radio nacional en sus transmisiones argumentaba que exactamente a la 1:30 del día, en la carrera séptima, en los alrededores de la calle 13, es asesinado el líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, con cuatro balazos en la espalda, según las hipótesis, por orden del gobierno conservador, acrecentando de esta manera la violencia entre liberales y conservadores en todo el país, lo cual conllevaría al surgimiento de las primeras guerrillas liberales.

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Con el golpe militar del General Gustavo Rojas Pinilla en 1953, se busca cerrar la violencia por medio de amnistías. Lo cual hace que el partido liberal ordene el desmonte de cerca de 5.000 guerrilleros. Pero el Partido Comunista Colombiano, desconfió de dicha amnistía negándose a entregar las armas. Esto debido al asesinato de algunos dirigentes guerrilleros que se acogieron a la amnistía. El caso más recordado: la muerte de Guadalupe Salcedo. Algunos liberares se reti-raron entonces al sur de la región de Marquetalia, a la llamada zona liberada a manos de Manuel Marulanda, argumentando huir de la violencia.

Entre 1956 y 1958, liberales y conservadores realizan un pacto de paz consecuente con la repartición del poder, buscando frenar la violencia bipartidista, creando así el Frente Nacional para alternar el poder por 16 años: cuatro para los liberales y cuatro para los conservadores. En 1958 bajo el gobierno de Alberto Lleras Camargo se declara una segunda amnistía; mientras algunas autodefensas campesinas y guerrillas liberales se acogen al proceso, los grupos liderados por Manuel Marulanda y Jacobo Arenas no lo hacen.

Sería un 27 de Mayo de 1964, cuando el ejército pone en ejecución la operación Marquetalia, donde 16.000 tropas someten al control del Estado a 45 guerrilleros quienes tuvieron que huir, creando de esta manera en septiembre de 1964 el Bloque Sur, la primera guerrilla del Partido Comunista en donde se da nacimiento a las siglas FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia). Así en 1966 se asume formalmente el nombre de FARC – Ejército del Pueblo, definién-dose estatutos, reglamento interno, normas de comando y un proyecto político para la toma del poder en unión con la clase obrera y todo el pueblo trabajador.

De esta manera las FARC llegan a constituirse como grupo armado que se autodenomina y proclama políticamente como Marxista-Leninista, cuyo objetivo ha sido tomarse el poder bajo la apología de: “el fin justifica los medios”, creando así un antecedente de ser catalogado como organización terrorista por 31 Estados y toda la Unión Europea.

Las FARC tienen actualmente a casi 700 colombianos secuestrados, algunos con tiempo de cautiverio superior a los diez años y sistemáticamente no se han dado las condiciones con el gobierno para sentarse en una mesa de negociación o diálogo para la firma de la paz. Además del secuestro estos colombianos, las FARC han sido causante de atentados con bombas en ciudades y poblaciones en las que han muerto cientos de inocentes, han realizado tomas de poblaciones, han sembrado minas anti personas, asesinado indiscriminadamente, han originado desplazamientos forzosos de pobladores de áreas rurales, pobreza en el campo y cultivo y producción de narcó-ticos. Durante más de cuarenta años han usado las armas en contra de la Nación y el pueblo colombiano, con el único propósito de derrocar el Estado y tomarse el poder por la vía armada. Las FARC se hacen llamar así mismo el ejército del pueblo, proclaman la defensa de los pobres y la

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distribución equitativa de la riqueza. Pero sus acciones han causado el efecto contrario, generando muerte, pobreza, desolación y el repudio total del mismo pueblo que dicen defender.

El Estado colombiano ha defendido la seguridad de los colombianos con su ejército y su fuerza pública, y a través de los años ha contenido el accionar violento de este actor, pero, salvo contadas excepciones, nunca la sociedad civil se había organizado en un movimiento de protesta ciudadana en contra de esta guerrilla. Quizás por temor a represalias, por la indiferencia o por pensar que la lucha de las guerrillas era responsabilidad exclusiva del gobierno y no de la sociedad civil.

“No más”, la sociedad civil despierta y se moviliza.

Bajo este contexto, y motivado por una serie de acontecimientos coyunturales, surge como una bola de nieve una marcha con el objetivo principal de hacerle saber al mundo entero que: Estamos construyendo una Colombia sin FARC; las autodenominadas FARC, no son el Ejército del Pueblo Colombiano. Sus acciones no representan nuestros ideales políticos y sociales, por el contrario, su actuar es violatorio de todas las normas del DIH y sus actividades financieras son el secuestro, extorsión y narcotráfico. Por estos motivos las FARC no representan los intereses del pueblo colombiano y son ampliamente rechazados por la sociedad en común.

Como partícipes de esta convocatoria civil, libre de tintes políticos y partidistas, alejada de interese particulares, se exigió y se les está exigiendo a las FARC, a todos y a cada uno de sus miembros, que: liberen incondicional y unilateralmente a todos los secuestrados, pues son ciudadanos y ciudadanas que han sido retenidos contra su voluntad. Cesen sus ataques violentos contra la población civil; y…no más asesinatos, no más minas anti personas, no más desplaza-mientos forzados. Pedimos que asuman la responsabilidad por sus actos y faciliten la remoción de las minas antipersonales que han plantado. Que no recluten menores de edad en sus filas, no utilicen o promuevan el narcotráfico como una fuente de financiamiento de sus actividades. Adicionalmente, les invitamos a que se reincorporen por la vía pacífica a la democracia, que se escuchen sus voces y no sus armas.

Como individuos libres y autónomos y como sociedad civil en conjunto, asumimos el compromiso de defender la libertad, la vida y la verdad. Hoy nos declaramos personas de paz que queremos demostrarle al mundo que somos capaces de convivir y unificar ideas dentro de nuestras diversidades. Lo que hoy estamos logrando será un ejemplo en el mundo, y se recordará en la historia de la humanidad como el momento en que nos aceptamos y nos comprendemos. Indudablemente, muchas de las propuestas desde la sociedad civil a la búsqueda de la paz en Colombia para un proceso de diálogo y negociación, son asumidas como cargas que recaen con

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mucho peso sobre los hombros de quienes nos encontramos estudiando o quienes estamos en la universidad, y obvio, un enorme compromiso que recae sobre la academia, la organización educa-tiva y sobre sus docentes: “prefiero esta locura que me haga llevar la paz y no la cordura que me haga aceptar la guerra” (Natalia Espitia).

La historia de Colombia ha estado permeada por conflictos internos y/o con otros países. Esto trata de calar en nuestro consciente e inconsciente, intentando quedarse como una impronta, o más bien, como una excusa con la que lidiamos la responsabilidad de nuestros actos presentes. Desde la segunda mitad del siglo pasado, las generaciones recientes no sólo hemos sido expuestas a los procesos de conflicto, sino que además siendo víctimas, hemos permitido que estos avancen y no hemos reaccionado de forma oportuna a los agentes violentos.

En los últimos años, como nunca antes, hemos permitido una diversificación de los actores violentos y sus acciones violentas. El lugar de incidencia, la forma y el grado en que nos afectan esas acciones como sociedad civil en la ciudad, en el campo, siendo estudiantes, profesionales o productores, pequeños, grandes, medianos, amas de casa, hijos padres, hermanos.

No ha importado el lugar, el sector, la condición o el nivel de estudios, el sexo, la raza o la edad. Todos o todas, de alguna u otra forma, unos más que otros, hemos sido víctimas de los grupos armados ilegales, de los grupos que protegieron sus negocios ilícitos, y que utilizan la coacción con las armas para amedrentarnos, para limitar nuestro actuar y reducir nuestra capa-cidad de reacción. Lo oportuno es que hemos podido despertar, estamos generando un cambio que está en nuestras manos. En cada uno. Para que esto se vuelva un compromiso real en cada uno de nuestros espacios, en cada una de nuestras acciones; podremos consolidar un cambio desde nuestra propia responsabilidad como individuos, como seres generadores y constructores de esta transformación.

De esta manera, en relación con el pasado y de acuerdo a la experiencia de cada uno de los ponentes, y de los procesos que han tenido lugar; ¿qué condiciones fueron fundamentales para que el proceso se pusiera en marcha y se llevara en buen término?, ¿qué factores fueron decisivos para que tales condiciones se dieran?

“… no es el dolor físico el que me atormenta, ni las cadenas a mi cuello las que me detienen, es la agonía mental, la maldad del malo y la indiferencia del bueno”

(General Luis Mendieta, secuestrado en la toma a Mitú de 1998).

Durante las últimas décadas hemos dejado en manos de otros las decisiones que son nues-tras, y hemos permitido esta coacción para seguir pensando en los actos violentos sin pensar en

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las condiciones necesarias y urgentes para nuestro propio desarrollo. Si bien no hemos sido indife-rentes, hemos estado coartados por el miedo y sentimiento falso de impotencia por querer resguar-darnos, pensando que eso o todos los actos violentos les suceden a otros y no a nosotros.

Así fue que empezamos a despertar. Estamos comenzando a vernos afectados por todo lo que sucede en nuestro país. Pero más que eso, estamos construyéndonos no sólo como víctimas, sino como actores de transformación. Decidimos dejar de ser anónimos para escuchar ver y sentir. Como sociedad civil, como actores de esta construcción debemos garantizar dinámicas de inte-racción que nos permitan ser constructores de cambio. Esta dinámica es en parte una explicación de quienes vivimos la convocatoria del 4 de Febrero.

Hombres y mujeres que no habíamos estado vinculados directamente con la vida pública o actividad política. Y reconocimos la urgencia de expresar que estamos pasando por un momento determinado y nos dimos la oportunidad de hacer algo por nosotros y el país. Indudablemente la articulación que logramos para organizar una movilización masiva, simultánea y mundial, no fue lo único que logramos al exigir que más de 14millones de personas se movilizaran alrededor del mundo para decir no más a las FARC. La coyuntura nacional que se vivió durante los días de la convocatoria, la necesidad de decirle al mundo lo que sentimos, el llamado de miles de hombres y mujeres, la superación del miedo, permitió que miles de personas asumieran el 4F un compro-miso para pasar de ser humildes actores a ser constructores. “una mano más otra mano no son dos manos, son manos unidas…”.

Materializar la conciencia de responsabilidad

¿Cómo se pueden evaluar las condiciones para un proceso de paz efectivo?, ¿qué condiciones se requieren para un proceso de paz con los grupos al margen de la ley?

Esta incidencia de la sociedad civil es el primer paso para asumir la realidad de nuestra responsabilidad, hemos reconocido el miedo y lo hemos superado, ese es el primer paso. Pero ese primer paso debe materializarse en una responsabilidad cierta. Debemos observar cómo desde todos los campos la fortalecemos, desarrollamos y asumimos. Aquí, en la academia está uno de los potenciales más grande del cambio. Son estos espacios los promotores más cercanos de esta responsabilidad. El proceso constante de construcción, generadores de cambio. Una academia que interactúa y propone con su comunidad, que debate y propicia la sana discusión, que abre espacios y garantiza oportunidades de formación, sensibilización, etc. La Academia ejerce una real responsabilidad social.

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Estas propuestas que surgen desde la sociedad civil a una propuesta de paz, deben procurar no quedarse en el individualismo institucional, tampoco el personal. Si vemos lo que sucede con las FARC y los demás grupos ilegales, podemos observar cómo desde diferentes perspectivas se ha querido dar respuesta, unas más blandas, otras menos. Y en ese afloje no hemos contado con la oportunidad de proponer soluciones para Colombia.

En relación con el futuro y un proceso de negociación ¿qué condiciones se requieren hoy para un proceso de paz con los grupos armados al margen de la ley?, ¿Cuáles son los aportes que usted o su sector haría para un posible proceso de paz? Debemos ser constructores de esta solución. Generar opciones de reintegro para quienes opten por la vida civil, tanto como para sus familias. Eliminando razones para optar por las armas como una solución. Si como sociedad civil logramos reconciliarnos, le quitamos argumentos a las FARC y actores armados para que sigan sustentando su lucha.

Las FARC y los demás grupos ilegales hoy están dedicados sólo al narcotráfico. Es impres-cindible decirle a las FARC que no son el ejército del Pueblo y no nos representan. También es imprescindible que seamos constructores de nuevas opciones para personas que se encuentran en condiciones de vulnerabilidad y que son víctimas de sus acciones.

El segundo punto después de superar el miedo es la disposición de trabajar con y para todos. Partiendo de que el trabajo en equipo no es individualista, sino que implica responsabilidad social y empoderarnos en conjunto para ser gestores de cambio. Y que busquemos soluciones conjuntas.

El 4F no fue la movilización más grande de la historia de Colombia; fue exitosa porque se promovieron 166 grupos de coordinación en el respectivo número de ciudades. Fue el éxito de cada una de esas 14 millones de personas que superaron el miedo y salieron a la calle a escuchar, ver y sentir. Creemos en la capacidad de expresarnos y la necesidad de hacerlo, como también en la capacidad de todos los coordinadores en las diferentes ciudades del mundo.

Esta misma red nos permitió que en menos de seis meses después, el 20 de Julio celebráramos la libertad de quienes fueron liberados; pero que también le exigiéramos a las FARC la libertad de todos los que siguen cautivos. Dos demostraciones masivas y mundiales donde demostramos que queremos ser actores de nuestra propia construcción, que exigen ser esos constructores. Hacer tangibles propuesta a la búsqueda de la paz en Colombia, parte también en confiar y creer y cons-truir un cambio en el que creemos y soñamos.

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Actividades posteriores a la movilización del 4 de febrero de 2008

Después de estas dos marchas hemos estado haciendo lo siguiente:

1. Desarrollando acciones de reconocimiento sobre los factores que intervienen en el mante-nimiento del conflicto,

2. Promoviendo que no olvidemos a las víctimas y sus familias y que debemos acompañarlas demostrando nuestra solidaridad, a través del Programa “Te esperamos en casa”,

3. Convocamos a la campaña “Hoy por ti”, mensajes por la libertad y reconciliación,

4. Realizamos una maratón de 90 horas de lectura de mensajes por la libertad y reconciliación,

5. Asistimos cada ocho días a las “Voces del secuestro” acompañando a las familias y a quienes se encuentran secuestrados,

6. Asistencia al Congreso Internacional de Víctimas del Terrorismo y construcción de propuestas de acompañamiento a las mismas,

7. Colombia Soy Yo, en Florencia acompaña familias de las víctimas de secuestrados,

8. Hemos apoyado la divulgación de tres caravanas por la libertad en cabeza de Erwin Hoyos y actualmente apoyan la próxima caravana internacional,

9. Buscando estimular la participación en la toma de decisiones electorales han realizado debates virtuales y seguimientos a los proyectos de ley relacionados con los temas espe-cíficos del conflicto y participación política.

El 4F Colombia y su mandato popular le hizo saber al mundo entero que las acciones de las FARC no son legítimas, no nos representan y nunca más podrán decir que son en nombre del pueblo colombiano. No los reconocemos como interlocutores validos.

Como organización Colombia Soy Yo, sabemos que hemos emprendido un camino, pero también un reto que nos exige a todos y a todas quienes queramos construir una Colombia sin FARC, sin grupos armados ilegales. Sabemos que las acciones que se necesitan son muchas en Colombia, y en diversos campos; pero cada uno de los objetivos debe asumirse a la vez y ya comenzamos

“Cuando la juventud, se pone de pie en defensa de los ideales de libertad, justicia y fraternidad, siempre la patria ha podido esperar algo grande”

(Gabriel Turbay)

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Inter vención

La transformación de Colombia, hacia una paz duradera. Esquema de trabajo por la construcción de la paz entre grupos insurgentes y el Gobierno.

Pedro Stucky(Iglesia Menonita)

Yo vengo de la Iglesia Menonita y también de la Comisión Restauración, Vida y Paz del Consejo Evangélico de Colombia. Y de lo mucho que podría decir, me limito a esta pequeña presentación titulada: “La transformación en Colombia, hacia una Paz duradera-esquema de trabajo por la cons-trucción de la paz entre grupos insurgentes y el gobierno.”

Nosotros hemos identificado que el proceso de paz es un como un gran río al cual tenemos que llegar. Y hemos identificado seis afluentes que lo alimentan:

1. El trabajo por la paz con las Iglesias

2. El trabajo por la paz con la sociedad civil

3. La búsqueda de la paz con los actores armados

4. La búsqueda de la paz con el gobierno

5. Las víctimas del conflicto que reclaman voz

6. La comunidad internacional

Cada afluente es importante y hay que trabajar para que todas desemboquen en el gran río de la paz. Cada uno tiene algo que aportar. Y, hay muchos, muchísimos grupos trabajando con cada una de estas vertientes.

Mediación de la Iglesia Menonita en la búsqueda de la paz en Colombia.

Conseguir la paz de Colombia es un trabajo largo, arduo y multifacético.

Juan Pablo Lederach plantea que en relación a la construcción de la paz hay que pensar a largo plazo, incluso un tiempo similar para lograr la paz de lo que ha durado la guerra. Entonces el objetivo principal de la Iglesia, para nuestro caso, es intentar construir lo que Lederach ha llamado “la diplomacia del segundo carril”. Es una diplomacia silenciosa tendiente a construir confianzas

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y acuerdos iniciales para que haya acercamiento entre las partes en conflicto, con el fin de buscar la solución política negociada al conflicto. Dentro de nuestro objetivo está tejer relaciones con los diversos sectores de la sociedad para trabajar juntos en la búsqueda de la paz.

Comenzamos con la pirámide de Lederach. Esta figura está dividida en 3 niveles. Los de abajo son líderes de base (comunidades, trabajadores, poco protagonismo a nivel nacional); un segundo nivel son líderes intermedios (respetados por diversos sectores del conflicto, líderes éticos, reli-giosos, académicos, intelectuales, ONG’s) y hacen talleres de formación de trabajo hacia la paz, trabajan en comisiones de paz, grupos internos, etc. Y está el nivel más alto que son los líderes en la cúpula (a nivel de gobierno, líderes, militares, políticos, y aún de los grupos ilegales). Son visibles, son los que toman decisiones, hacen exigencias, dan declaraciones y su enfoque para la construcción de la paz son negociaciones de alto nivel. Son quienes aparecen generalmente en los medios. Podemos llamarla, la diplomacia del primer carril, que a veces se hace zancadilla ella misma con sus declaraciones, revelaciones indiscretas, y exigencias públicas.

Nosotros consideramos que todos estos actores son necesarios; pero que un papel inter-medio debe facilitar esa interacción vertical entre el primer, segundo y tercer nivel para que todos hagamos nuestra parte. Ciertamente llega un momento en que se necesita que los actores en conflicto hablen y hagan lo que deben hacer desde su posición, pero para esto es necesario construir las condiciones para llegar a ese punto. Muchas veces no nos encontramos los de un nivel con otros debido a desconfianzas, protagonismos, traiciones, aislamiento y muchas cosas. Entonces realmente los que queremos trabajar por la paz debemos trabajar en ambos sentidos: crear confianzas y contactos y trabajar por la paz.

Tenemos algunos objetivos secundarios: primero, propender por destrancar la vertiente que tiene que ver con el diálogo entre grupos armados y gobierno. Vemos que hay mucha gente que trabaja para la paz, incluso haciendo movilizaciones, a veces muy grandes. Pero realmente los que están en conflicto, que son los representantes del Estado o sea el gobierno de turno, y los grupos armados ilegales, no se están hablando, y este proceso está trancado. Entonces, una de las tareas es empezar a destrabar esa vertiente construyendo puentes de acercamiento entre los actores en conflicto. Nosotros vemos que los actores armados, se meten en sus trincheras a disparar caño-nazos de un lado hacia otro, a veces con insultos, otras veces con balas. Pero no se sientan a cono-cerse ni a hablar. Hacer esto debe ayudar romper desconfianzas, escuchar posiciones, anhelos, sueños, y quitar esa imagen de demonio que se le da al “enemigo.” Realmente a punta de insultos y cañonazos no llegamos a ningún lado. La gran pregunta es entonces: ¿cómo hacer para que estos dos, que están en montañas opuestas, se sienten a dialogar y a hablar como humanos?

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Lo anterior debe llevar a diálogos constructivos entre las FARC, el ELN y el resto de colom-bianos y colombianas que desemboquen en la paulatina construcción de procesos de paz, y a un nuevo país.

Segundo, buscamos potenciar la voz de las iglesias cristianas evangélicas en el construcción de la paz y trabajar unidos con la iglesia católica romana, articulando los diversos esfuerzos por la paz de las diferentes iglesias para que haya un mínimo de comunicación y coordinación, nos cualifiquemos y acompañemos.

Algunas estrategias para la paz que identificamos son crear puentes de conexión, redes, anda-miajes, que puedan llevar a que nos reconozcamos como trabajadores y constructores de paz, cada uno con su papel importante. Eso significa dejar de pensar que lo que nosotros o nuestra organización hace es lo único valioso, y por lo tanto tenemos que excluir celosamente a los demás, no sea que nos quiten protagonismo, publicidad o fondos.

Tenemos que seguir trabajando en los diferentes niveles de la pirámide, especialmente allí donde no se está trabajando. Por ejemplo, vemos la necesidad de hablar más con la empresa y los empresarios, y también con el gobierno.

Además hay que trabajar áreas como justicia restaurativa, el perdón, y la reconciliación. Necesitamos continuar la relación con la base para construir puentes con los actores armados. Esto precisa de espacios intencionales de discernimiento y de compartir experiencias para que en vez de trabajar solos, tengamos un grupo de referencia interno que aconseje y tome decisiones. En estos procesos es muy fácil que los constructores de paz “nos quememos”, nos desanimemos o cometamos equivocaciones. Necesitamos grupos de apoyo y referencia para hacer el discerni-miento, no perder el camino y no equivocarnos.

Nosotros tenemos un grupo de referencia, de nueve personas presentes y dos a distancia que se reúne intencional y regularmente para compartir información, discernir y aconsejar direcciones para la acción. Este grupo busca identificar a personas con vocación para la paz, como también pensar con quien no es estratégico trabajar. Uno de los desarrollos inesperados ha sido la sinergia que ocurre en el grupo. Aunque se comienza con una agenda, en el transcurso de reunirnos, salen muchas ideas, conexiones, necesidades y posibilidades, y nos ayuda a todos a aclarar ideas y conceptos.

Reafirmamos una declaración de Pan y Paz de septiembre de 2002, que publicamos en los cuatro periódicos principales del país, donde afirmábamos que la paz es un asunto de todos y todas. “Por lo tanto, seguiremos procurando la paz con justicia a partir de acciones constructivas

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con cualquier grupo armado que esté dispuesto a buscar salidas no violentas a la problemática del país y con miras a la reconciliación.”

Eso obviamente ha sido prohibido, y efectivamente se volvió ilegal buscar ese tipo de conver-saciones. Sin embargo creemos que no es una cuestión que se pueda ilegalizar, La búsqueda de la paz no es cuestión de algunos pocos. La paz es algo demasiado serio para dejar en las manos de políticos y militares solamente. Al contrario, debemos pensar que es de suma importancia dialogar con las partes en conflicto y se reivindique la necesidad de buscar acercamientos. Ni el gobierno ni la Iglesia Católica parecen tener contactos con las FARC para buscar esos diálogos, pero hay que hacerlo. Es necesario con ello construir una base social desde las iglesias y la sociedad civil que den respaldo a la búsqueda de una paz negociada.

Igualmente se necesita buscar conversaciones con el gobierno y tender puentes entre la sociedad civil y el gobierno para buscar salidas negociadas al conflicto. Hay personas en la admi-nistración que están de acuerdo con empujar y jalonar conversaciones con el otro lado, y aunque hay diferentes posiciones en el gobierno sobre este asunto, existe apertura e interés.

Con la sociedad civil se ha ido consiguiendo aliados para reanimar los esfuerzos de paz. Porque como decía antes, los constructores de paz también nos desanimamos. Por eso se han hecho varios eventos para reconocer una vocación de paz e intercambiar percepciones y sueños. En Colombia no son pocas las personas que tienen esa vocación y tenemos que integrarnos en la construcción conjunta: ONG´s, religiones, empresarios, gobierno, víctimas y la comunidad interna-cional, por mencionar algunos. Y claro está, tenemos que incluir a los actores armados al margen de la Ley.

Aunque estamos reflexionando sobre los próximos pasos con la sociedad civil, también parti-cipamos en diciembre en una delegación de ONG´s y organizaciones de la sociedad civil que fue a Washington para recuperar fuerzas y pensar sobre las posibilidades de nuevas iniciativas de paz con la nueva administración de Obama, a partir de múltiples temas. También hemos trabajado por muchos años con la Comisión de Restauración Vida y Paz, del Consejo Evangélico de Colombia. Nuestro trabajo es parte de una iniciativa de reconciliación y atención a víctimas de una agencia menonita que está ayudando a financiar varias cosas de este proyecto.

En lo internacional se recibió respaldo del Congreso Mundial Menonita a estos esfuerzos de paz en Colombia. Se ha pedido el respaldo del Consejo Mundial de Iglesias para los esfuerzos de las iglesias cristianas evangélicas en Colombia. Se han hecho viajes a Washington para mirar las posibilidades de trabajo con organizaciones y legisladores allá.

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Nosotros partimos de la necesidad de orar y asumir el riesgo. La paz se hace desde una espi-ritualidad de paz, desde la espiritualidad de Jesús, que nos da la fuerza para seguir adelante y nos protege.

Hay que activar contactos con las FARC y con el ELN que lleven a una disposición de dialogar sobre una paz negociada, aunque no tenemos muy claro hasta qué punto se debe hacer conocer públicamente las cosas que se hacen.

Hay que buscar blindaje y protección y coaliciones con la sociedad civil de personas que piensen de forma similar y construir acciones con personas del gobierno que tengan vocación por la paz independiente de las condiciones de seguridad. Por eso se busca blindar estas iniciativas de estas consecuencias. Sin embargo creemos que el primer nivel de protección es la iglesia local, la denominación a la cual pertenecemos. Ellos nos cuidan y oran por nosotros. Hay personajes a nivel nacional que también tienen ese deseo de que haya paz en Colombia y ellos también pueden ser un factor de protección. Es fundamental el apoyo de personajes a nivel internacional y la consoli-dación de un discurso claro, coherente y convincente.

Nosotros Insistimos que los diálogos son pastorales, como los ha tenido la Iglesia Católica Romana con los grupos ilegales y que acciones de este tipo están respaldadas por la Constitución colombiana, donde la paz es un derecho y deber de todos y donde se garantiza el libre ejercicio de la conciencia y de las convicciones religiosas.

En resumen, la hoja de ruta para nosotros consiste en trazar una agenda que nos ayude definir hacia dónde vamos, cómo vamos a llegar, cuáles con los pasos que hay que dar y la espiritualidad y los grupos de apoyo que nos ayudan a sostener en el camino. Esto va a requerir de contactos iniciales y la construcción de una base social que incluya la sociedad civil, las iglesias, el gobierno, personajes y todas las personas de buena voluntad que entiendan la necesidad y le apuesten a la paz y a la reconciliación entre enemigos.

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Inter vención

El Acuerdo Nacional por la Paz y la Reconciliación

John Jairo Rodríguez Castelblanco(Comisión Nacional de Conciliación)

Primero que nada, muy buenas tardes a todos y todas. En nombre de la Comisión de Conciliación Nacional, de su Presidente Monseñor Rubén Salazar Gómez y de su Secretario General el Padre Darío Echeverri González, me complace estar en este Seminario y haber podido acompañar el proceso que conjuntamente con el CINEP/Programas por la Paz se ha elaborado en estas semanas. Hoy particularmente, con la invitación que se hace para que la Comisión presentara a este audi-torio y en general a todas las organizaciones que aquí se representan, una propuesta que se ha denominado “El Acuerdo Nacional por la Paz y la Reconciliación”. El Padre Darío Echeverri, quien era la persona que quería acompañarlos, a última hora no pudo venir porque en este momento, dentro de la estrategia del “Acuerdo Nacional”, se está realizando el Foro Regional en la ciudad de Cali. Sin embargo, hacemos esta presentación en nombre de él y de toda la Comisión de Conciliación Nacional.

En el tiempo de presentación que tenemos, intentaremos hacer tres cosas: presentar la inicia-tiva del “Acuerdo Nacional por la Paz y la Reconciliación”, dar cuenta de su desarrollo, y brindar algunos elementos para responder los interrogantes propuestos por el CINEP.

La Comisión de Conciliación Nacional

El primer elemento para ponernos en contexto es que la Comisión de Conciliación Nacional (CCN) surgió en el año 1995, en el gobierno de Ernesto Samper y con la renuncia del Alto Comisionado para la Paz. Este hecho genera la necesidad de buscar alternativas. Para ese momento la Conferencia Episcopal de Colombia estaba en cabeza de Monseñor Pedro Rubiano Sáenz, quien se encarga de llamar a una serie de notables, de diferentes tendencias políticas y de diferentes sectores, a buscar una salida negociada al conflicto y a impulsar el compromiso de la sociedad civil por la paz y la reconciliación en el país.

La CCN es un órgano autónomo e independiente, que tiene una vinculación estrecha con la Iglesia Católica, particularmente con la Conferencia Episcopal de Colombia, pero no es un requi-sito que sus integrantes deban ser necesariamente profesores de fe, sino sencillamente personas comprometidas con la paz. Esto a veces es difícil de entender y lo es también porque esta Comisión

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se convierte a su vez en una línea staff o asesora del Presidente de la Conferencia Episcopal. Por eso, siempre el Presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia es a su vez el Presidente de la CCN. Sin embargo, no podemos hablar de que está dentro de la estructura organizacional de la Iglesia Católica.

Desde esa mirada, la CCN ha participado en diferentes procesos en varios gobiernos. Particularmente participó en El Caguán y en la liberación de los soldados retenidos en Las Delicias. Su elemento fundamental ha sido construir la paz y la reconciliación en Colombia a través de una política de Estado que vaya más allá de los gobiernos. La defensa de los Derechos Humanos y del Derecho Internacional Humanitario. En ese camino de acercamientos y diálogos ha venido traba-jando la CCN.

LaredefinicióndelpapeldelaCCNenlaadministraciónUribeVélez.

Cuando llega Álvaro Uribe Vélez a la Presidencia de la República, se sigue tratando de generar esos canales de comunicación, ambientación y de diálogo, pero así como la gráfica que nos mostraban sobre conflicto armado y paz, hacia el año 2008 se viene una situación sumamente compleja para la CCN. En su papel de ambientador y facilitador, al ver que las partes y el país se polarizan cada vez más, la CCN se pregunta: ¿Qué hacer? ¿Desaparecemos? ¿No hay razón de ser? ¿O buscamos una alternativa? Y en esa búsqueda de alternativas es que aparece la propuesta de un Acuerdo Nacional por la Reconciliación y la Paz en Colombia. Esa reflexión se dio en respuesta a que ni el Gobierno ni las guerrillas o grupos armados quieren dialogar, entonces ¿qué hacemos?

En esa reflexión, los integrantes de la CCN dicen que nosotros como sociedad civil no nos hemos puesto de acuerdo en qué es lo que queremos y cómo queremos construir país y nación. Y qué vamos a mirar en una agenda de negociación si ni siquiera ese ejercicio lo ha hecho la sociedad civil. Es entonces cuando surge la iniciativa de construir unos mínimos de paz y recon-ciliación; entendiendo esos mínimos no como algo pequeño sino, entendido desde la ética de lo público, como aquello en lo que en una sociedad pluralista y diversa podemos coincidir todos, independientemente de los máximos que cada uno de nosotros busquemos, o busque en su organización. Por eso es que empieza esa propuesta a marchar, respecto a los mínimos de paz y reconciliación.

El Acuerdo Nacional de Consecución de Mínimos por la Paz y la Reconciliación, actividades de la CCN.

Muy rápidamente cuento lo que se ha venido haciendo. Hay tres grandes ejes sobre los cuales se trabaja la propuesta. Por una parte los conversatorios que se han venido realizando en

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Bogotá. Estos conversatorios han buscado congregar a diferentes organizaciones y representantes a dialogar en torno a tres preguntas básicas. A partir de la perspectiva de cada organización, ¿Es posible construir esos mínimos de paz? Si es posible, ¿Cuáles podrían ser? y ¿Cuáles serían los compromisos de esa organización para construir este mínimo? En esa dinámica de los conversato-rios la Comisión se reúne con el Consejo Gremial y con cada uno de los representantes, para luego ir a “escuchar esa voz de los empresarios” (pues los empresarios tienen mucho que dar y realmente mucho que aportar). Después, la Comisión de Conciliación Nacional se reúne con la Junta Directiva de la Sociedad de Agricultores de Colombia, ya que nos parecía clave en este camino escuchar y mirar qué piensan y en qué disposición están ellos para construir la paz.

En marzo de 2009 se realiza el encuentro con las centrales obreras. Hay un primer encuentro con la Central Unitaria de Trabajadores y toda su junta directiva, un encuentro donde está la Confederación de Trabajadores de Colombia (CTC) y la Central de Pensionados de Colombia (CPP). Posteriormente viene el conversatorio de medios de comunicación, con los principales directores de medios de todas las tendencias: algunos de ellos por ejemplo de Noticias RCN, Vicky Dávila; representantes de medios alternativos y de otras tendencias y perspectivas. Carlos Lozano estaba allí como representante de VOZ. Estaban críticos y no-críticos del Gobierno, el Director de la Revista Semana, etc. Una visión muy pesimista por parte de ellos en torno a esta construcción del Acuerdo Nacional de Consecución de Mínimos.

El gran valor de la CCN es la diversidad de tendencias, idiosincrasias, posiciones ideológicas y políticas. Es un poco el ejemplo del país que quisiéramos construir, donde independientemente de las diferencias podamos sentarnos a dialogar y llegar a acuerdos.

Posteriormente, también hubo reuniones con la Conferencia de Religiosos de Colombia (CRC), la Confederación Nacional Católica de Educación (Conaced), directores y rectores de Universidades en Bogotá, representantes de Iglesias y diversos credos.

Y una premisa que vale la pena tener en cuenta es que si bien es una iniciativa que se lanza e impulsa en el seno de la CCN, no es una tarea exclusiva de la CCN. Es la invitación para que otras organizaciones y personas naturales se vayan uniendo en pro de desarrollar este Acuerdo Nacional de Mínimos por la Paz y la Reconciliación. En esa línea, tuvimos conversatorios con indí-genas, afrocolombianos y otra serie de organizaciones y estamentos.

Pero al igual que el conflicto, que no sólo se construye desde Bogotá, estos mínimos deben ser pensados incluyendo las miradas de región. Pensando en ello es que diseñamos la segunda estrategia: Foros regionales.

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Estos Foros buscan replicar esa reflexión, pero mucho más amplia, dirigida a los líderes sociales y de base que hay en las regiones, para poder escucharlos y preguntarles si es posible o no construir la paz y la reconciliación y si ve posible hacerlo en la región. Es así que se han hecho y se realizarán Foros en 13 Arquidiócesis y a su vez ellas en sus Diócesis. En esa mirada se programaron 13 Foros regionales que se han venido multiplicando por la realidad. Se hizo uno en Barranquilla, donde asistieron personas de Guajira, Valledupar y otros lugares a hablar desde dife-rentes estamentos y organizaciones: trabajadores, mujeres y representantes de víctimas. Otro Foro se realizo en Popayán, nos falta mirar cómo podemos entrar a Putumayo con más profundidad a través de la Diócesis de Mocoa-Sibundoy. Se hizo un tercer Foro en Ibagué, pero el Gran Tolima está pendiente. En este momento se realiza en la ciudad de Cali un cuarto Foro. Y esta estrategia se sigue multiplicando y ampliando hasta marzo de 2010.

Y una tercera estrategia son los Foros virtuales, un poco entrando en la sintonía de tratar de usar los medios y las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) al servicio de la vida y apuesta de humanización. Y así lograr apoyo de los jóvenes a través de ellos. Esto con el fin de captar el interés de acoger y escuchar a esos jóvenes. Porque aquí el cuestionamiento va dirigido a mirar quiénes han construido esas pedagogías y esa conciencia crítica desde la educación formal y no formal. Desde la misma pedagogía que deberían formar las iglesias o la educación no se ha logrado a cabalidad la cultura de la paz y la reconciliación, permitiendo que estos espacios sean ocupados por los medios masivos, a través de la violencia simbólica como plantea Pierre Bordieu, entren y movilicen imaginarios y representaciones que implanten miradas del conflicto de manera masiva y a veces simplista, sabiendo que el problema es mucho más complejo.

La crítica es a nuestras organizaciones, centros de investigación, comunidades para mirar de qué manera hacemos pedagogía y esa pedagogía contribuye a la construcción de una conciencia crítica. Entonces, redondeando un poco, la idea es que recoja toda esta serie de reflexiones a través de un proceso de sistematización y que esa sistematización conlleve a generar tres tipos de agenda. Por una parte los insumos de los conversatorios y encuentros regionales y Foros virtuales, todos estos insumos se cruzan en una gran sistematización para generar tres clases de agenda.

Una agenda política, dirigida básicamente a los candidatos presidenciales y candidatos del legislativo, que será más una agenda de corto plazo presentada en marzo de 2010; la idea es que los candidatos la acojan, la apropien y la movilicen. Sin embargo, existe un “plan B” para trabajar desde y con la sociedad civil.

Hay también agendas de mediano y corto plazo, que son unas agendas pedagógicas y ciuda-danas. Estamos convencidos que saldrán y están saliendo elementos que no son coyunturales, sino más estructurales respecto a la forma de organización social en Colombia. Pero para la cual se

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plantea la agenda ciudadana donde las diferentes organizaciones, asociaciones e incluso medios de comunicación, que se unan al Acuerdo, lo suscriban y se comprometan, puedan hacer de eso un punto de unión en el mediano plazo, respetando obviamente los espacios, proyectos e iniciativas.

Y una agenda pedagógica donde se pueda impactar a través de las TICS en el campo de la educación básica, media y superior, y así seguir construyendo la transformación cultural, que consideramos la más fuerte.

Por eso es que no hay que esperar a que se silencien los fusiles para hablar de reconciliación. Un país permeado de tanta violencia, tanto resentimiento y tantos dolores, es una cuestión que no da espera. Y también el sector religioso hace su aporte desde la espiritualidad.

Otro gran aspecto es mirar la población que es indiferente a este tema o simplemente no le importa. Frente a las propuestas, tendrán que salir algunas respuestas coyunturales, de corto plazo, y unas estructurales del mediano y largo plazo.

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Relatoría Cuar ta Sesión

Equipo Iniciativas de Paz

Centro de investigación y educación popular CINEP/ Programa por la Paz

La última sesión del seminario la discusión giró en torno a los aportes de la sociedad civil a la búsqueda de la paz en Colombia. En esta sesión participaron como expositores Fernando Sarmiento Santander, Investigador del Cinep y Coordinador del Equipo de Iniciativas de Paz de este Centro; Pedro Stucky Pastor de la Iglesia Menonita y miembro de la Comisión de Restauración Vida y Paz del Consejo Evangélico de Colombia; David Andrés Sandoval Coordinador general en la ciudad de Bogotá de la Asociación Colombia Soy Yo -CSY, y John Jairo Rodríguez, Asesor político y de proyectos de la Comisión de Conciliación Nacional, CCN. En sus presentaciones los exposi-tores plantearon las propuestas que han desarrollado sus organizaciones para la búsqueda de la paz en Colombia y esbozaron los puntos centrales para avanzar en la construcción de caminos que conduzcan a la solución de las problemáticas sociales, políticas, económicas y culturales que enfrenta el país.

De la discusión pueden extraerse varios puntos centrales. En primer lugar se discutió el papel que desempeña o debería desempeñar la sociedad civil en un proceso de paz, haciendo espe-cial énfasis en la necesidad de que sea un papel activo y dirigido a la consolidación de trabajos conjuntos con los agentes estatales, eclesiales, etc. Esto implica que los actores asuman un papel de responsabilidad social frente al tema desde cada uno de los sectores en los que se desenvuelven (empresarios, académicos, medios de comunicación, campesinos, minorías étnicas, obreros, estu-diantes, confesiones religiosas, etc.) y que sean tenidos en cuenta a la hora de plantear y debatir propuestas para la construcción de paz.

Sin embargo también se resalta que no hay un consenso sobre la posición que deben tomar los actores civiles en este tema, es decir en la manera como estos deben o pueden enfocar sus acciones, por lo cual se plantean papeles diferenciados que van desde actores, facilitadores, mediadores o simplemente observadores de los procesos.

De otra parte se resalta la importancia e influencia que tiene la sociedad civil en la generación de unas condiciones sociales favorables a la búsqueda de la paz, que respalden un proceso de diálogo y negociación y que acepte la negociación política como una opción de salida al conflicto. En este sentido resultan importantes las acciones que se hagan con el objetivo de generar una opinión pública que sea favorable a estos temas, a la vez que se resalta el papel de los medios de comunicación por la influencia en el pensamiento de la opinión pública. En la sociedad civil existe

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en la actualidad una marcada polarización enfocada contra un solo actor armado y que plantea la salida militar como única solución del conflicto, lo cual constituye una grave dificultad si lo que se pretende es la construcción de la paz y no solamente el vencimiento de uno de sus actores. Esto hace necesario entonces que las acciones que se desarrollen estén enfocadas en la generación de un ambiente propicio para la paz, que sirva de respaldo y que permita que el país acepte y asuma la necesidad de llevar a cabo un proceso de diálogo y negociación que reconozca el carácter polí-tico de los actores armados y que supere tendencias radicales o polarizadas hacia la defensa de uno u otro actor en particular.

De otro lado se plantea la necesidad de que la sociedad civil intervenga y actúe como puente entre los dos grandes sectores enfrentados en el conflicto, a saber, el Estado y los grupos armados, dado que hasta el momento los dos parecen estar renuentes a negociar y entablar procesos de diálogo. Se propone entonces que la sociedad civil se desempeñe como puente, como mediador entre estos actores para lograr su acercamiento. En este aspecto se desarrollan propuestas de diversos sectores que buscan precisamente ser mediadores y lograr un acercamiento entre las partes.

Finalmente se plantea la evidente necesidad de avanzar en la construcción de acuerdos alre-dedor de las ideas centrales que deben conducir a un acuerdo de paz. Particularmente ello tiene que ver con la idea que se tiene del país, del conflicto, de las necesidades sociales, económicas, políticas y culturales que deben ser resueltas, así como de la paz que se quiere, entendiendo que ésta va más allá de la mera finalización del conflicto armado. Este parece ser uno de los puntos más críticos en la actualidad, pues no hay un consenso entre los distintos sectores de la sociedad, incluso al interior mismo de la sociedad civil no se ha logrado establecer un acuerdo entre los objetivos y las formas de acción necesarias para avanzar en la construcción de paz, razón por lo cual cada sector actúa de manera independiente, contrarrestando o ignorando los esfuerzos de otros que van en la misma dirección. En este sentido se propone generar espacios de discusión en los que converjan los diversos sectores sociales para establecer acuerdos mínimos sobre la paz y la reconciliación y aunar los esfuerzos en objetivos comunes.

Tres conclusiones generales de esta sesión que concuerdan con las sesiones anteriores de este seminario: en primer lugar, la ausencia de unas condiciones mínimas para establecer un proceso de diálogo y negociación en el país, ausencia debida en primer lugar a la negación del Gobierno a reconocer la existencia de un conflicto político y a la falta de voluntad para negociar con los actores armados. En segundo lugar, se concluye la necesidad de actuar y buscar caminos que conduzcan a una solución del conflicto desde la sociedad civil, la cual debe darse de manera unificada y conjunta entre los diversos sectores que la conforman. En tercer lugar, se concluye la necesidad de profundizar en temas relevantes a la hora de hablar de paz (el problema de tierras,

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el narcotráfico, el desempleo, los derechos humanos, etc.) que superen la idea de ésta como un fin al enfrentamiento armado y que incluya la solución de las problemáticas sociales, políticas econó-micas y culturales como condición necesaria para lograrla. Finalmente, en resumen, la importancia de la sociedad civil como escenario de posibilidad para que se dé o no un proceso de diálogo y, por ende, la necesidad de avanzar en la construcción de un ambiente favorable a éste, que supere las posiciones radicales y polarizadas.

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