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 El control de esfínter Una de las cosas que el niño aprende durante su desarrollo es el control de esfínteres, lo que se define como la capacidad de orinar y defecar voluntariamente en el momento apropiado y en lugar correcto. El control de esfínter depende del desarrollo y maduración del Sistema Nervioso Central (SNC), por lo que el avance en el dominio es diferente en cada niño; siendo, por lo general, las niñas quienes lo logran antes que los niños. Toda la importancia radica en el SNC y dependiendo de la maduración de sus vías, el niño podrá o no gobernar sus esfínteres. Hay muchas diferencias entre niños en cuanto a la edad en que controlan sus esfínteres, lo suficiente como para mantenerse limpios y secos durante todo el día. Algunos niños son capaces en una o varias semanas de controlar sus esfínteres, y otros p ueden tardar varios meses. Y esto no quiere decir que un niño sea más “espabilado” que otro, lo importante es que podamos tolerar el momento evolutivo de cada niño. En ocasiones, niños que han aprendido muy rápido puede volver a tener algún “accidente” e incluso en ocasiones puede existir una falta de control, o en aquellos que les costó algunos meses, puede que no vuelvan a tener ningún “accidente”. Hemos de tener también presente que no influye sólo como es madurativamente ese niño, sino que también hay factores externos que pueden influir en este aprendizaje, como por ejemplo el nacimiento de un “hermanito”, que hace, con frecuencia, que el niño que había conseguido el control se vuelva a orinar encima, o en otras ocasiones, el hecho de empezar la escuela, la tan difícil separación de los padres y abuelos. Cualquier cambio externo puede influir, por lo que los padres han de ser pacientes y prevenir los acontecimientos, preparándolos y ayudándolos a poder hablar sobre estos cambios externos. El control de esfínteres pertenece a un momento del desarrollo que se verá favorecido, siempre, por un ambiente relaja do y una actitud serena . Lo que se recomienda, una vez se les quita el pañal porque se considera que ya pueden controlar los esfínteres, es que no se les confunda, como por ejemplo poniéndole el pañal un día y otro no, en función de nuestras necesidades y urgencias, es decir, no pueden volver atrás bajo ninguna circunstancia, ni por viaje o comodidad, puesto que puede haber un retroceso en el aprendizaje logrado. La mayoría de veces si estos factores se han mantenido (ambiente relajado, actitud serena ante “accidentes”, evitar las situaciones de confusión, entre otros) a los tres años los niños ya no se orinan o defecan encima durante el día.

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8/6/2019 control_esfinter

http://slidepdf.com/reader/full/controlesfinter 1/2

8/6/2019 control_esfinter

http://slidepdf.com/reader/full/controlesfinter 2/2

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Si el niño ha conseguido mantener el control durante el día, precedido deéste irá, de forma paulatina y natural, el control nocturno; aunque siempreteniendo presente que puede haber algún “accidente”, y aunque seaembarazoso y molesto que sigan orinándose o ensuciándose, hemos deseguir manteniendo una actitud serena, y lo mejor que podemos hacer esmudarlos de ropa y comentarles lo incómodos que se sienten, y que no sehan de preocupar, que en otra ocasión no pasará.

En aquellos casos en los que sigue orinándose o ensuciándose, y no pareceque nada lo pueda arreglar, algunos padres pueden sentirse enfadados ymolestos, dado que sienten que el niño lo hace para fastidiarlos y humillarlos.Esta situación llega a ser tan tensa que es preferible pedir consejo a unprofesional, con el fin de poder ver si se trata de una enuresis (incontinenciaurinaria) y/o encopresis (incontinencia fecal), o simplemente hace falta hacer unas intervenciones con el fin de restablecer el equilibrio familiar.

Todas estas cosas forman parte del momento evolutivo del niño, además queen estas edades los niños pasan más tiempo fuera de casa, a causa deempezar la escuela, y tienen más relación con personas ajenas al ámbito

familiar: otros padres, profesores, otros niños. Los padres muchas veces seautocuestionan sobre la forma de educar a sus hijos, sintiéndose fácilmente

 juzgados o cuestionados, y viviendo la falta de control o el control como unfracaso o un éxito, respectivamente. En otras ocasiones, debido a suspropios rasgos, los padres se muestran competitivos, lo que les lleva aimponer una rigidez a sus hijos, sin pensar que, aunque son niños y se les hade orientar, son unas “personitas” con sus propias necesidades. Todo ello,los niños lo perciben, y ello puede llevarles a querer comportarseespecialmente “bien”, con el fin de contentar a esos padres tanperfeccionistas, y el no conseguirlo hará que generen una ansiedad y tensiónque pueden ser el principio de la aparición de otros signos de malestar y

sufrimiento, haciendo todo el proceso más complicado. Estos signos puedenser miedos, volverse muy pegadizos, rabietas, dificultades para comer, paradormir, entre otros. En los casos donde aparece más de un signo hemos depreocuparnos de qué es lo que está ocurriendo, y poder pedir, ¿por quéno?, consejo a un profesional.

Por todo lo expuesto observamos que la tranquilidad de los padres y laconfianza que tienen en sus hijos, son dos ingredientes básicos para que losniños las perciban y respondan ante ello. Esta actitud es importante antecualquier momento evolutivo que va a representar un cambio, y como biensabemos, cualquier cambio requiere un período de adaptación. En eso consiste

crecer, en poder tolerar las equivocaciones.