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UKU PACHA. Revista de Investigaciones Históricas. Año 5, Nro. 10, Diciembre 2006 - 145 - COMENTARIOS WALDEMAR ESPINOZA SORIANO Y SUS APORTES AL ESTUDIO DE LA ETNOHISTORIA ANDINA. Luís Daniel Morán Ramos INTRODUCCIÓN Al historiador se le conoce por sus investigaciones, por sus aportes a la historiografía y al esclarecimiento de la complejidad de la sociedad humana en que vive. Waldemar Espinoza Soriano es uno de aquellos, uno de los intelectuales peruanos que más ha estudiado el mundo andino. Su producción bibliográfica se acerca a las 300 publicaciones y 27 libros, en más de 40 años de intensa investigación. Ha recorrido diversos archivos de Sudamérica y Europa, lo que le ha permitido recopilar y publicar mucha información sobre distintos temas referente al imperio de los Incas, la invasión española, los movimientos coloniales, acerca de grupos étnicos diversos e instituciones hispánicas. Sus aportes a la historiografía peruana son incalculables. Destacan entre ellos, la recuperación de fuentes inéditas como visitas, informaciones, memoriales, cédulas y la relectura de las crónicas clásicas y poco conocidas. Además, es uno de los pocos investigadores que se ha dedicado a escribir sobre el Tahuantinsuyo en toda su extensión. Es útil, también, señalar la indudable influencia ejercida en su formación intelectual por sus maestros Raúl Porras Barrenechea, Luís E. Valcárcel y Jorge Basadre, paradigmas de la historiografía peruana. Asimismo, el marxismo, la antropología y la escuela de los Annales aportaron con sus métodos, técnicas y teorías, en la figura de Espinoza Soriano. Así, se ha podido crear una nueva visión de la etnohistoria andina más coherente a nuestra realidad. El presente trabajo de investigación es un estudio biográfico e histórico sobre este intelectual peruano de renombre internacional. Para ello retomamos la idea expresada por Pablo Macera en sus conversaciones con Basadre: “Los historiadores olvidan la conversación, en el mundo entero. Sociólogos y antropólogos la practican todavía [...] la historia prefiere en cambio los documentos creyendo que son una garantía de mayor objetividad [...] es hora que los historiadores empecemos a mirar en el huerto del vecino.” 1 Así, el ensayo que desarrollamos gira en torno al diálogo sostenido constantemente con el profesor Waldemar Espinoza Soriano. Igualmente, se han consultado sus libros y artículos más representativos e importantes. Además, una bibliografía variada, clásica y actualizada sobre la etnohistoria y la historiografía peruana. Empezaremos con una síntesis biográfica situando al historiador a través de la historia. Las influencias y paradigmas intelectuales que tuvo en su formación y a lo largo de su vida profesional. El análisis de su concepción de la historia como disciplina científica, la etnohistoria y sus aportes y, finalmente, los principales temas de sus investigaciones en etnohistoria andina. SÍNTESIS BIOGRÁFICA Nació en Cajamarca en 1936, cuando en el Perú se desarrollaba lo que Basadre denominó el “Tercer militarismo.” Una época en que la oligarquía y los militares habían estrechado lazos para capturar el poder del Estado. Un periodo de censura, violencia y exilio contra todo foco opositor al régimen. Años de dictadura militar e inactividad congresal. Waldemar comenzó a vivir en ese contexto nacional. Pasó su infancia en contacto constante con el campesinado. Es su madre la que le inculcó el amor a lo nuestro, a la gente indígena. Ella era maestra rural y cumplía sus labores en el campo, en pueblos, en caseríos a donde el futuro historiador le acompañaba siempre. Allí se relacionó con ese modo de vivir del hombre andino. Desde aquellos primeros años descubrió su interés y pasión por conocer esa realidad campesina o rural. Posteriormente, ingresó al Colegio San Ramón. Esos años de época escolar transcurren a la par con la búsqueda de información de nuestro pasado. Coleccionaba libros antiguos, revistas y periódicos, a los cuales leía y

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COMENTARIOS WALDEMAR ESPINOZA SORIANO Y SUS APORTES AL ESTUDIO DE LA

ETNOHISTORIA ANDINA.

Luís Daniel Morán Ramos INTRODUCCIÓN Al historiador se le conoce por sus investigaciones, por sus aportes a la historiografía y al esclarecimiento de la complejidad de la sociedad humana en que vive. Waldemar Espinoza Soriano es uno de aquellos, uno de los intelectuales peruanos que más ha estudiado el mundo andino. Su producción bibliográfica se acerca a las 300 publicaciones y 27 libros, en más de 40 años de intensa investigación. Ha recorrido diversos archivos de Sudamérica y Europa, lo que le ha permitido recopilar y publicar mucha información sobre distintos temas referente al imperio de los Incas, la invasión española, los movimientos coloniales, acerca de grupos étnicos diversos e instituciones hispánicas. Sus aportes a la historiografía peruana son incalculables. Destacan entre ellos, la recuperación de fuentes inéditas como visitas, informaciones, memoriales, cédulas y la relectura de las crónicas clásicas y poco conocidas. Además, es uno de los pocos investigadores que se ha dedicado a escribir sobre el Tahuantinsuyo en toda su extensión. Es útil, también, señalar la indudable influencia ejercida en su formación intelectual por sus maestros Raúl Porras Barrenechea, Luís E. Valcárcel y Jorge Basadre, paradigmas de la historiografía peruana. Asimismo, el marxismo, la antropología y la escuela de los Annales aportaron con sus métodos, técnicas y teorías, en la figura de Espinoza Soriano. Así, se ha podido crear una nueva visión de la etnohistoria andina más coherente a nuestra realidad. El presente trabajo de investigación es un estudio biográfico e histórico sobre este intelectual peruano de renombre internacional. Para ello retomamos la idea expresada por Pablo Macera en sus conversaciones con Basadre: “Los historiadores olvidan la conversación, en el mundo entero. Sociólogos y antropólogos la practican todavía [...] la historia prefiere en cambio los documentos creyendo que son una garantía de mayor objetividad [...] es hora que los historiadores empecemos a mirar en el huerto del vecino.”1 Así, el ensayo que desarrollamos gira en torno al diálogo sostenido constantemente con el profesor Waldemar Espinoza Soriano. Igualmente, se han consultado sus libros y artículos más representativos e importantes. Además, una bibliografía variada, clásica y actualizada sobre la etnohistoria y la historiografía peruana. Empezaremos con una síntesis biográfica situando al historiador a través de la historia. Las influencias y paradigmas intelectuales que tuvo en su formación y a lo largo de su vida profesional. El análisis de su concepción de la historia como disciplina científica, la etnohistoria y sus aportes y, finalmente, los principales temas de sus investigaciones en etnohistoria andina. SÍNTESIS BIOGRÁFICA Nació en Cajamarca en 1936, cuando en el Perú se desarrollaba lo que Basadre denominó el “Tercer militarismo.” Una época en que la oligarquía y los militares habían estrechado lazos para capturar el poder del Estado. Un periodo de censura, violencia y exilio contra todo foco opositor al régimen. Años de dictadura militar e inactividad congresal. Waldemar comenzó a vivir en ese contexto nacional. Pasó su infancia en contacto constante con el campesinado. Es su madre la que le inculcó el amor a lo nuestro, a la gente indígena. Ella era maestra rural y cumplía sus labores en el campo, en pueblos, en caseríos a donde el futuro historiador le acompañaba siempre. Allí se relacionó con ese modo de vivir del hombre andino. Desde aquellos primeros años descubrió su interés y pasión por conocer esa realidad campesina o rural. Posteriormente, ingresó al Colegio San Ramón. Esos años de época escolar transcurren a la par con la búsqueda de información de nuestro pasado. Coleccionaba libros antiguos, revistas y periódicos, a los cuales leía y

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comentaba con sus colegas de aula y su familia. Revisaba documentación de primera mano en el archivo de Cajamarca, aprendía paleografía con la pura práctica. Fueron días del afianzamiento de su vocación como futuro historiador. Al terminar la secundaria emprendió la marcha a Lima. Ingresó a la Universidad de San Marcos en 1953. Otra vez se encontró en un contexto de dictadura militar, gobernaba el General Odría. Sus primeros años en San Marcos representaron una época de transición. Las clases populares irrumpían en esta Casa de Estudios, su carácter elitista iba en declive. La universidad dejaba de ser aristocrática y pasaba a ser democrática. Gracias a ello surgía una preocupación profunda por estudiar la problemática nacional. Se organizaban coloquios, conferencias, simposios, congresos, reuniones, para debatir los problemas sociales y económicos del país. La universidad era un centro de reflexión constante con propuestas de soluciones. Él se educó en esas circunstancias. Compartió las aulas con personas que más tarde serían grandes intelectuales: Mario Vargas Llosa, Fernando Fuenzalida, Hugo Neira, Rosa Fung, Luís Guillermo Lumbreras, José María Arguedas, Duccio Bonavia, entre otros. Tuvo el privilegio de ser alumno de Raúl Porras Barrenechea y Luís E. Valcárcel, además de asistir a las clases de Jorge Basadre, que dictaba la cátedra de Historia del Derecho Peruano en la facultad de Derecho y Ciencias Políticas, pues al gran maestro de la historia de la república jamás le permitieron enseñar en las aulas del entonces Instituto de Historia en San Marcos. Estos maestros formaron a Waldemar, inyectándole muchos conocimientos, de los cuales aprendió. En sus propias palabras nos dice: “[...] En mi influyeron muchísimo Porras en el sentido de su obsesión y por su pasión por los documentos, por los archivos, por los libros; y luego Valcárcel porque éste me contagió aún más su fascinación por lo andino, por lo indígena [...].”2

Estando en el tercer año, presentó su tesis "Rebeliones indígenas y mestizas en la sierra septentrional del Perú, 1756-1821", con la cual logró el Bachillerato. En esos años el doctor Porras le incentivó aún más en su vocación de historiador, prometiéndole una beca de estudios en España y a su regreso, un contrato por la Universidad de San Marcos, para dedicarse a la investigación pura. Es así, que al terminar los cinco años emprendió su viaje a España. Pasó 4 años en el Archivo General de Indias de Sevilla. Se puso en contacto con Guillermo Lohmann Villena y Miguel Maticorena. Conoció a historiadores de todo el mundo como a Baudin, Céspedes del Castillo, Morales Padrón, Magnus Morner, Francisco de Solano. Recopiló una inmensa información referente a la etnohistoria andina, de la historia de Cajamarca; sacó fichas, microfilmes, fotocopias y catálogos. Realizó una labor de búsqueda de fuentes de manera abrumadora. Transcurridos esos años en España regresó al Perú. Lamentablemente la situación era distinta, todas las personas que le habían ayudado y respaldado ya no estaban en San Marcos. Porras había fallecido, a Valcárcel lo habían jubilado y a Matos Mar los alumnos lo habían tachado por contradicciones políticas. Es lógico, se vio en una situación preocupante. Es, entonces, que la Universidad del centro (Huancayo) convocó a un concurso público de profesores. Uno de los requisitos era tener el grado de Doctor y él todavía no lo era. En una tarea heroica y contra el tiempo, escribió su tesis doctoral en ocho días: El Alcalde mayor en el Virreinato del Perú, con la cual alcanzó dicho grado, ganando el concurso en la Universidad de Huancayo. Iban a ser 13 años de “vida en las aulas” y en el “laboratorio de investigación." Es allí donde publicó una de sus mejores contribuciones a la historiografía mundial: La destrucción del Imperio de los Incas. El propio autor lo expresa así: “Publiqué los documentos con su prólogo y es precisamente ese prólogo el que se va a convertir en el libro que ha tenido más de 7 ediciones, goza de mucho éxito. Ha sido admitido universalmente para explicar en forma científica cómo se destruyó el imperio de los Incas.”3

El mencionado libro logró ser reconocido como uno de los mejores 50 textos publicados en el siglo XX en el Perú. Una premiación inesperada para el propio historiador. Después de su estadía en Huancayo (1962-75), se reincorporó a San Marcos con la clara intención de profundizar en la investigación. En su opinión: “No quería quedarme en Huancayo. Yo quería regresar a Lima porque en Lima está lo mejor, están las Bibliotecas, están las Librerías. Aquí hay conferencias, congresos. Allá en Huancayo no había nada de eso [...].”4 Ya en San Marcos comenzó a enseñar como auxiliar de cátedra. Posteriormente, asumió los cursos de sus dos grandes maestros: Porras y Valcárcel. De ello nos comenta: “Yo me hice cargo del curso de Etnohistoria Andina del doctor Valcárcel, que siempre lo he hecho con mucha emoción, es de lo que más he indagado. Y luego el curso que enseñaba Porras, que es Historia General del

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Perú para los cachimbos y también fuentes históricas [...].”5 Entonces, el discípulo de aquellos dos grandes historiadores peruanos, hoy convertido en un gran investigador, comenzará a publicar muchos artículos y libros. Recordemos el volumen compilatorio de Los modos de producción en el imperio de los Incas (1978); su ya famoso y premiado Artesanos, Transacciones, monedas y formas de pago en el mundo andino. Siglo XV y XVI (1987, dos tomos); el brillante libro Los Incas (1987) y muchos más. Este período de intensas investigaciones y publicaciones del autor va a coincidir con los años en que el país se encontró inmerso en una profunda crisis. Las universidades públicas no van a ser ajenas a dichos acontecimientos. San Marcos va a reflejar las múltiples dificultades de la sociedad peruana. La investigación científica, en esta Casa de Estudio, va a disminuir considerablemente. Profesores y alumnos, más preocupados en la vida política y en la formación ideológica, van a descuidar la principal finalidad de toda Universidad: la producción de conocimiento. Será en la década de los 90 en que la referida situación va a cambiar. Se inicia un proceso de despolitización de la población estudiantil, así como de sus docentes. La universidad dejará de ser un campus en donde reine el caos y la anarquía, para encaminarse por un rumbo diferente. El doctor Waldemar Espinoza Soriano, en todo ese tiempo hasta actualidad, ha seguido investigando, publicando e impartiendo sus conocimientos. Ha sabido sobrellevar los momentos aciagos que tocó vivir a la sociedad peruana. En 1994 publica La fuerza de la verdad. Historia de la peruanidad de Jaén de Bracamoros; al año siguiente una nueva edición de su libro Los Incas, impreso en España; en 1997 El virreynato peruano. Vida cotidiana, instituciones y cultura. En el 2003 aparecen tres de sus libros: Valdelomar en Cajamarca. 1918; Juan Pérez de Guevara y la Historia de Moyobamba, siglo XVI; y Temas de Etnohistoria Boliviana. En el 2006 apareció su libro La Etnia Guayacundo en Ayabaca, Huancabamba y Caxas (Siglos XV – XVI). Además, de encontrarse en prensa su Historia general de Maynas y Bolívar en Cajamarca. De igual manera, en el año 2005 y en los dos anteriores, el Consejo Superior de Investigaciones científicas de la UNMSM le ha otorgado la medalla de oro por ser uno de los mejores investigadores de nuestra universidad. Waly, como hoy le llaman sus alumnos, es un gran maestro que contagia ese entusiasmo y ganas de vivir la historia, de sentirla en nuestras mentes. Ese afán por la investigación incesante y palpitante. La búsqueda de entender y comprender el mundo andino en toda su complejidad cautivante y fascinante. INFLUENCIAS Y PARADIGMAS INTELECTUALES Todo historiador tiene una visión del mundo, una filosofía y teoría de la historia. Asimismo, en su formación intelectual y a lo largo de su vida académica y, tal vez, política; él es configurado y nutrido por diversas imágenes y concepciones existentes de la realidad que pertenecen a un tiempo y espacio determinado. El historiador es producto de la historia y de la sociedad en que se desenvuelve.6 Además, “la historia cambia, se reconstruye de acuerdo a las necesidades de cada generación, se adapta a las urgencias de una época.”7 En ese sentido, es de vital importancia conocer al historiador, el contexto en que escribe y el manantial de donde ha bebido todo el conocimiento que posee. Sólo así, podríamos comprender, la complejidad de sus escritos y la concepción que tiene de la historia como disciplina científica. Al respecto, el historiador Waldemar Espinoza Soriano ha expresado constantemente la influencia que sobre él ha ejercido lo que Peter Burke ha denominado “la revolución historiográfica francesa; la escuela de los Annales.”8 Los grandes paradigmas serán Marc Bloch, Lucien Febvre y Fernand Braudel. El propio Waldemar reconoce que en su época de formación universitaria y aún después de ella, la lectura de los libros franceses de los Annales marcaron el camino de sus investigaciones.9 Le fascinó la relación entre los Annales y el marxismo. Esa preocupación por estudiar a la sociedad como un todo “que engloba las realidades perennes del ser humano.”10 Es decir, la historia “como una totalidad sintética de los diversos factores de la vida en sociedad.” 11 Debemos agregar, también, la repercusión de la obra de Marx en el pensamiento y la praxis de Espinoza Soriano. En sus palabras: “Era un delito no ser marxista en esos momentos [...] la mayoría estábamos impregnados de aquella teoría.”12 Así, al preguntarle a qué filosofía de la historia se adhiere, responde: “al marxismo. Ese es mi ideal, ese es mi preocupación. Que no lo haya logrado al cien por ciento es otra cosa. Pero ese ha sido mi anhelo.”13 De ahí entendemos la filiación y admiración que tiene por José Carlos Mariátegui, un marxista convicto y confeso. La lectura de la obra del Amauta le ha permitido ampliar

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sus horizontes intelectuales y reflexionar mejor sobre la realidad peruana. Otro autor que Waldemar consideró de vital importancia fue Gordón Childe, quien aplicó el marxismo a la ciencia histórica y arqueológica. De igual manera, destaca el avance de la antropología cultural y confiesa la gran deuda que tiene con ella. La etnohistoria no hubiese sido posible sin el aporte de las teorías, métodos y técnicas de la antropología. Por otro lado, al inicio del estudio, indicábamos los referentes que Waldemar tuvo en las aulas universitarias sanmarquinas a los maestros Raúl Porras Barrenechea, Luís E. Valcárcel y Jorge Basadre. Sabemos que ellos fueron la base que le trazó el camino verdadero de lo que significaba el oficio de historiador. LA HISTORIA COMO DISCIPLINA CIENTÍFICA Para Waldemar la historia no es solamente el pasado sino también el presente, un presente que se comprende con el estudio del pasado. Además, concibe a la historia “como un mundo infinito de relaciones sucedidas en el pasado con proyecciones al presente y abierta hacia el futuro.” 14Aquí encontramos un punto de similitud con la propuesta de la escuela de los Annales. Recordemos que Marc Bloch definía a la historia “como la ciencia de los hombres en el tiempo.”15 Lucien Febvre afirmaba que “la historia responde a las preguntas que el hombre de hoy se plantea necesariamente”16, mientras que Pierre Vilar señalaba: “hay que comprender el pasado para conocer el presente.”17

Así, Espinoza Soriano cree en una historia útil a la sociedad. Historia que nos impulse a “actuar sobre nuestra realidad económica - social con propósitos de transformarla.”18 Es evidente la influencia marxista en él, aquello lo podemos percibir en dos de sus libros: Los modos de producción en el imperio de los incas (1978) y Artesanos, transacciones, monedas y formas de pago en el mundo andino. Siglo XV y XVI (1987, dos tomos). La historia, en apreciación de Waldemar, “es el instrumento más adecuado que utilizan los grupos dominantes para inculcar ideologías con la finalidad de controlar a las masas.”19 Sin embargo, esa es la historia alienante y falsa. Historia que debemos cambiar y no permitir que se expanda entre nosotros. Así, para él, la verdadera historia “es aquella que nos ayuda a conocernos mejor, a responder de dónde procedemos y hacia donde vamos [...] solo ella puede explicarnos la crisis económica y social que estamos viviendo.”20 Apuesta por una historia liberadora de cadenas y ataduras. Historia integradora, nacional y patriótica, pero sin caer en el extremismo chauvinista. En su opinión:“Cumplo con enseñar lo mejor que puedo en este país de crisis permanente y generalizada, con la meta de colaborar en la formación de la conciencia nacional [...] para la creación de una realidad nueva.”21

A este historiador le interesa la historia total y es eso, precisamente, lo que pretende conseguir en sus escritos; no le atrae la historia por pedazos, sino la completa que englobe todas las manifestaciones del ser humano en sociedad. En aquel punto, discrepa completamente con la postmodernidad. Afirma que: “Los postmodernos llegan al extremo de la estupidez cuando pregonan que los historiadores no necesitamos leer crónicas, memorias ni entrar en un archivo. Basta, dicen, con imaginarnos que la historia fue esa. Niegan a la historia total y a la objetividad. Ello es el grado sumo de la perversidad y la ignorancia. Pero más torpeza hay cuando algunos profesores difunden eso en las universidades públicas del país. Sin analizarla se meten a dicha corriente para estar a la moda, es una lástima.” 22 Como sabemos, el pensamiento postmoderno va en contra de una historia total, le interesa más ver los hechos particulares. Para los historiadores postmodernos no existe la verdad sino “Mi Verdad”, es decir, tantas verdades como historiadores existan. Por lo tanto, no puede haber una generalización ni mucho menos objetividad. El discurso postmoderno es altamente subjetivo, se asemeja a una novela histórica. El historiador postmoderno crea el hecho histórico, éste existe cuando es pensado por él. En suma, para ellos la historia es un cuento no una ciencia. Al respecto, Espinoza Soriano expresa que la objetividad en la historia consiste en: “Que usted estudie los sucesos, interprete los documentos, buscando la verdad más profunda, o mejor dicho, las cosas tal como ellas se han desarrollado. Fuera de lo que usted piense y se imagine. Debe existir muchos acontecimientos que por su ideología, religión o condición social, usted quiera encaminarlos a favor de su grupo, pero aunque los hechos sean contrarios a lo que usted quiere, tiene que estudiarlos y darlos a conocer tal y como son, sin deformaciones de ningún tipo.”23 Por ello, Espinoza Soriano, vuelve a insistir en que la historia no tiene el monopolio del conocimiento, lo que vale decir, que necesita de las demás disciplinas para comprender mejor a las sociedades en el tiempo. Se hace necesario un

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trabajo en equipo, multidisciplinario, donde todos aporten sus conocimientos. Sólo así esa complejidad social podrá ser esclarecida. Entonces, es erróneo afirmar que él sea un positivista, que lo único que hace es narrar excelentemente los acontecimientos y citar sus fuentes documentales en su respaldo. Eso no es totalmente cierto porque Waldemar es verdad que describe, narra y cita sus fuentes, pero además analiza, critica e interpreta los hechos que son materia de estudio. Al fin y al cabo todos tenemos, sin querer admitirlo, un poco de positivistas porque utilizamos del positivismo lo que el buen historiador debe utilizar: la crítica de fuentes. Es decir, el empleo adecuado de la heurística (búsqueda de fuentes), la erudición (crítica externa) y la hermenéutica (crítica interna del documento). En suma, Espinoza Soriano no se estanca en solo describir y citar sino que va más allá, interpreta. Dejemos que él mismo despeje nuestras dudas: “El rastreo y uso de las fuentes es solamente la tarea preliminar. Tras ella viene la reconstrucción, que el historiador podrá hacerla por haberse provisoriamente preparado en la lectura e interpretación del contenido de esas fuentes, no viéndolas como a cosas muertas sino como a mensajes vivos. Aquí reside la excepcionalidad del historiador. Si éste no sabe descifrar, analizar e interpretar la documentación, la historia seguirá siendo un libro lacrado o sellado. El éxito depende, por lo tanto, del buen tratamiento que se dé a las fuentes y de las ciencias auxiliares de la historia.” 24

En pocas palabras, el historiador debe tener vocación, poseer buena preparación teórica en antropología, economía, sociología e historia. Además, conocimiento de fuentes, saber analizar y criticar. Otra condición es adiestrarse en escribir correctamente. Y la última gran recomendación es la de nunca perder la objetividad. El auténtico historiador investiga y publica libros y artículos con temas de su especialidad. 25

LA ETNOHISTORIA Y SUS APORTES Aquí entramos en su campo de acción, la investigación de las sociedades andinas a través del tiempo, es decir, la etnohistoria. Para él, esta disciplina, tiene un lazo indesligable con la ciencia antropológica, aquella que estudia al hombre y sus obras y se configura como una ciencia “totalitaria”, porque todo lo que quiere conocer, entender y explicar.26Así, Espinoza Soriano, reconoce las contribuciones brindadas por la antropología para el conocimiento de los pueblos marginados y excluidos, lo que comúnmente llamamos “Los otros.” La etnohistoria, entonces, es el estudio del pasado empleando las técnicas de la antropología cultural. Es la vida cotidiana de la gente sin historia y, necesariamente, tiene como finalidad solucionar los problemas sociales y económicos de hoy, en otras palabras, poner el pasado al servicio del presente. 27 Busca crear la identidad peruana y construir un proyecto nacional coherente a nuestra propia realidad histórica. Continuar la idea de Luís E. Valcárcel “de desentrañar la coherencia que da forma a la nacionalidad peruana, aquello que ha unido a la gente de este país a lo largo del tiempo.”28 Entre los aportes de la etnohistoria el más importante es la incorporación del indígena a la historia nacional del país. Ha llegado a convencernos de que “el acontecer histórico lo hacemos todos”29 y no sólo un puñado de individuos. Porque “nuestra historia no es la historia de una sola clase social, sino de todas las clases, razas y credos que se han generado y viven aquí” 30 Ese es el gran triunfo logrado por los etnohistoriadores y en donde Waldemar Espinoza sobresale notoriamente. Tenemos que sumarle, además, el uso de una gama más amplia y variada de fuentes como las visitas, probanzas, títulos de tierras, juicios, entre otros.31 La relectura de las crónicas y la publicación de muchas de ellas -aún inéditas- así como el trabajo de campo para confrontar las fuentes escritas, ha facilitado el incremento de las investigaciones y la creación de una nueva visión de la etnohistoria andina. 32

Waldemar Espinoza Soriano tiene mucho que ver con aquellos avances en las indagaciones científicas. Su nutrida producción bibliográfica ha servido para comprender y explicar mejor la complejidad social del mundo andino. SUS PRINCIPALES TEMAS DE INVESTIGACIÓN Todo historiador está movido por un propósito, tiene una meta en el horizonte de su vida como científico social. Sus preocupaciones las dirige al análisis, reflexión e interpretación de sus principales temas de investigación. El fin último es la comprensión cabal de la propia sociedad a la cual pertenece y la búsqueda de su transformación. A continuación presentamos los puntos más resaltantes en la obra de Espinoza Soriano.

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a. El mundo andino y los pueblos sin historia El profesor Waldemar tanto en sus clases como en sus escritos impulsa e incentiva el conocimiento de la verdadera historia. En sus trabajos tiene: “El interés por averiguar, publicar y dar a conocer aspectos de la historia de las ciudades, de los departamentos, de las provincias y lugares desconocidos y aislados del Perú. Hacer el estudio de los actores sociales olvidados y marginados.” 33 Eso es una cosa muy interesante de la etnohistoria. Gracias a ella, el indígena ahora es un ciudadano peruano, es un personaje importante en la historia del Perú. Incluso, los etnohistoriadores han dejado de preocuparse demasiado por estudiar los centros de poder, les llama más la atención los pueblos que aparentaban que no tenían historia. Allí encontramos uno de los temas predilectos de Espinoza Soriano. Revisando su producción bibliográfica podemos confirmar aquella tesis. Indaga sobre señoríos étnicos, mitimaes, fundación de ciudades, reducciones, curacazgos y pueblos diversos. Además, es uno de los pocos investigadores que se ha dedicado a escribir sobre el Tahuantinsuyo en toda su extensión. Porque para él “no hay Ecuador, Bolivia ni Perú sino el mundo andino, es decir, aquel territorio por donde alguna vez el imperio incaico dejó sentir su soberanía.”34 En ese sentido ha publicado diecinueve artículos referentes a Ecuador y Bolivia. Los cuales han sido reunidos en los libros: Etnohistoria Ecuatoriana (1988 y 1999) y Temas de Etnohistoria boliviana (2003). b. La destrucción del Imperio de los Incas:

Es uno de los temas que más ha estudiado. A partir de 1955, siendo alumno del Doctor Porras Barrenechea, empieza esa inquietud por indagar las causas de la caída del Tahuantinsuyo. Aquel año presentó una monografía sobre “Los auxiliares indígenas de Cajamarca en la conquista española.” Fue un trabajo con fuentes inéditas, encontrados en el archivo de Cajamarca. Posteriormente, ya en Sevilla, recopiló documentos fundamentales para sustentar la tesis de que: “El imperio de los incas fue derrumbado brevemente como resultado de las alianzas celebradas por diversos señores étnicos de los Andes con los invasores castellanos, en quienes veían a sus libertadores.” 35 Así, en 1967 publica “Los señoríos étnicos de Chachapoyas y la alianza hispano -chacha”,36 en donde da a conocer informaciones reveladores en torno al pacto que ambos grupos sostuvieron. Igualmente, se aclara la cultura y la historia de los Chachapoyas, su organización política y la forma como fueron incorporados al Imperio de los Incas, mediante una impetuosa invasión armada capitaneada por Túpac Inca. Aún más, se llega a saber la muerte violenta de Huayna Cápac, por envenenamiento, “su asesino había sido su propio yanacona.”37 Finalmente se concluye que, “todo el tiempo que Pizarro permaneció en Cajamarca que fue algo así como ocho meses y medio, los chachas [...] sirvieron óptima y solícitamente a los invasores europeos.” 38 En esa misma línea, en 1971, saca a la luz, Los Huancas aliados de la conquista. Tres informaciones inéditas sobre la participación indígena en la conquista del Perú. 1558-1560-1561. En este texto se edita los manuscritos o crónicas de los Huancas. Allí se encuentra las evidencias que “demuestran y aclaran cómo y porqué los españoles pudieron apoderarse de un imperio tan vasto en un tiempo tan breve.”39 El Tahuantinsuyo nunca logró ser una unidad consistente. Muchas etnias, señoríos y reinos no se identificaron con la ideología dominante impuesta desde el Cuzco. Además, entre las propias naciones integradas - mayormente por la fuerza y la invasión - al imperio, existían grandes rivalidades. Todo ello motivó que a la llegada de los europeos, los jefes regionales quisieran sacudirse de la dominación incaica. Por lo tanto, tramaron alianzas estratégicas con los foráneos, con el objetivo de destruir a los orejones y conseguir su total independencia. Así, los principales aliados de Pizarro fueron los Cañaris, los Chachas, los Chancas, pero sobretodo los Huancas, los cuales proporcionaron armas, víveres y hombres a los conquistadores. Sin embargo, lo único que obtuvieron fueron algunos privilegios mas no su liberación. c. Los mitmas: migrantes controlados por el Estado

“[...] debió ser mi tesis doctora40. Efectivamente, Espinoza Soriano afirma que al momento de su regreso de España, su objetivo próximo fue realizar una investigación sobre los mitmas. No obstante, las circunstancias a la cual ya aludimos en páginas precedentes41, no le permitieron efectuarla. Tiempo después, comenzó a publicar sobre ellos en diversas

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revistas especializadas. Así, tenemos en promedio 20 artículos, lo que pone en evidencia su dedicación a dicho tema. Los mitmas eran grupos de migrantes controlados por el Estado. El número de hombres y mujeres trasladados de un lugar a otro dependía de lo planificado por el poder central. Las funciones que cumplían eran variadas.42

• Para la colonización, en donde trabajaban en la explotación de minas, salinas, maizales y cocales. • Para configurar guarniciones de frontera y así contener las invasiones de otro pueblos. • Destierro de grupos peligrosos por subversivos (los chacha). También, deportados para disminuir el índice

demográfico y la fuerza de etnias altaneras. • Como asentamientos políticos - militares fieles al sistema para mantener el orden y la estabilidad del Estado. • Para controlar enclaves ecológicos, pastos y ganados situado en otras etnias. • Desplazamiento de artesanos para instalarlos en lugares donde se necesitaba su producción. • Despoblar Valles y llanuras para adjudicar sus terrenos a los nobles incas, al Estado y al sapa inca mismo. • Reubicación de grupos en el Cuzco para la guardia personal del Inca y servicio doméstico de las aristocracias,

etc. Este sistema por medio del cual el Estado controlaba a sus grupos tributarios fue aplicado a todas las etnias del Tahuantinsuyo. En cada uno de ellas por lo menos existía un grupo de mitmas. Eran precisamente estos últimos, quienes en relación con las poblaciones a donde eran trasladados, difundían sus patrones culturales y de otra índole. En síntesis, los mitmas representaron un instrumento político que utilizaron los orejones del Cuzco, para el mantenimiento de su status y poder.

d.- Publicación de nuevas fuentes “Cuando hacemos una investigación y luego lo damos a conocer es recomendable que lo hagamos con los documentos inéditos para sustentar mejor nuestras afirmaciones [...] Allí está el encanto, lo novedoso.” 43 Así es, una característica de Espinoza Soriano es que cada una de sus publicaciones va acompañado de anexos documentales. No sólo se ha dedicado a la relectura de las crónicas sino a la localización, investigación y edición de fuentes primarias antes desconocidas. Entre ellas tenemos La visita hecha a la provincia de Chucuito por Garci Díez de San Miguel en el año 1567. La Trascripción paleográfica de la misma fue hecha por Espinoza Soriano así como la biografía de aquel visitador.44 Los manuscritos y la información recogida en la visita, en apreciación de José María Arguedas: “Tiene la ventaja de describir en mucho detalle -pueblo por pueblo y algunas veces hasta casa por casa- un grupo étnico local, un valle en particular, una agrupación humana específica [por lo tanto] la etnología e historia modernas, que estudian funcionalmente las culturas e instituciones no pueden prescindir de tales detalles vividos.” 45

En suma, la obra es de vital importancia para comprender la situación humana y social en el reino Lupaqa, en un período crítico y de inestabilidad en el régimen colonial en los Andes. En 1967, como ya lo mencionáramos anteriormente, el autor publica las informaciones y memoriales de 1572 y 1574 sobre la alianza hispano – chacha. Años más tarde, en 1971, hace lo mismo con las informaciones inéditas de la participación de los Huancas en la destrucción del Imperio de lo Incas. Sucesivamente, encontramos el memorial de Charcas de 1582, los numerosos manuscritos sobre los mitmas, la información inédita de los servicios de Juan Pérez de Guevara a la corona española46 y los anexos documentales inéditos de la etnia Gauyacundo.47 Todas estas fuentes editadas a lo largo de su carrera profesional como historiador o, específicamente, como etnohistoriador, ha servido para ampliar las fronteras del conocimiento de las sociedades andinas. Una nueva visión de la historia, en donde los excluidos, marginados y los mal llamados pueblos sin historia han recuperado el protagonismo. Finalmente, el ensayo que hemos presentado solo ha sido una breve aproximación y exposición de la vida y obra de Espinoza Soriano. Un examen exhaustivo de su producción bibliográfica y su pensamiento histórico queda como tarea pendiente y por realizar en un trabajo posterior.

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CONCLUSIONES El contexto en el cual se desenvuelve desde su infancia influye en la decisión del joven Waldemar por estudiar el mundo andino. Así, el constante contacto con el campesinado, el conocer su forma de vida en la práctica diaria fue crucial para que él pasara del entusiasmo inicial a la investigación científica. Ya en San Marcos iniciaría junto a un grupo de futuros y renombrados intelectuales sus primeras indagaciones. La universidad en esa época sufría modificaciones, su carácter elitista iba en declive. Gracias a ello surgió una preocupación profunda por analizar la problemática nacional. Ésta Casa de Estudios se convirtió en un centro de reflexión permanente y con propuestas de soluciones. Espinoza se educó en esas circunstancias. En el Perú, fue formado profesionalmente por sus maestros Porras, Valcárcel y Basadre. Además, de la atenta lectura de las obras de Mariátegui. Asimismo, con su viaje a España, ampliaría sus conocimientos. El marxismo, la antropología y la escuela de los Annales aportarían a partir de entonces con sus métodos, técnicas y teorías, en la figura de Espinoza Soriano. En lo que respecta a su pensamiento histórico, considera que la historia debe ayudar a conocernos mejor, a responder de dónde procedemos y hacia donde vamos. Nos debe impulsar a actuar sobre nuestra realidad con propósitos de transformarla. Es decir, apuesta por una historia liberadora de cadenas y ataduras; integradora, nacional y patriótica pero sin caer en el extremismo chauvinista. Al fin y al cabo, una historia total que englobe todas las manifestaciones del ser humano en sociedad y que no menosprecie el trabajo multidisciplinario con las demás ciencias sociales. En ese sentido, la etnohistoria cumple un rol esencial, pues ha logrado la incorporación de indígena a la historia nacional del país. A través de una enorme producción historiográfica se ha ampliado las fronteras del conocimiento de las sociedades andinas. Una nueva visión de la historia en donde el hombre andino ha recuperado el protagonismo. Así, Espinoza Soriano es un etnohistoriador cuyos aportes son incalculables. Incluso, es uno de los pocos investigadores dedicados a escribir sobre el Tahuantinsuyo en toda su extensión. Agreguemos, también, que la etnohistoria investiga a las sociedades en el tiempo. Podemos hablar, por lo tanto, de una etnohistoria colonial y republicana a la cual el autor no escapa. Definitivamente, Waldemar estudia a los mal llamados pueblos sin historia. Un examen exhaustivo de su bibliografía lo pone en evidencia. No obstante, una de sus tesis aceptadas universalmente es sobre la caída del imperio de los incas. Se destaca, además, la publicación de fuentes antes inéditas. En síntesis, él es un historiador y etnohistoriador con un compromiso social y un propósito definido. No sólo quiere comprender sino intenta -a pesar de las limitaciones que existen- transformar a la sociedad peruana a la cual pertenece.

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NOTAS:

1 Jorge Basadre y Pablo Macera. Conversaciones. Lima: Mosca Azul Editores. 1974. Pág. 7. 2 Daniel Morán y Jorge Benavente. “Entrevista al historiador Waldemar Espinoza” Lima. 2003–2004. 3 Idem. 4 Idem. 5 Idem. 6 Edward H. Carr. ¿Qué es la historia? Barcelona: Editorial Seix Barral, S.A. 1972. Págs. 41-73. 7 Betford Betalleluz Meneses. “La imagen de la historia Nacional Peruana. Hispanistas, Indigenistas y marxistas. Periodificaciones, proyectos y propuestas de la historiografía peruana del Siglo XX”. En Revista Diálogos Número 7. Paraná: Universidade Estadual de Maringa. 2004. Véase además sobre el tema de la historiografía peruana: Manuel Burga. “Los Annales y la historiografía Peruana (1950 – 1990): mitos y realidades”. En Ciencias Sociales. Año 1. Número 1. Lima: UNMSM. 1995; y del mismo autor “Historia y antropología en el Perú (1980 - 1998): Tradición, modernidad, diversidad y nación.” En Primer Congreso Internacional de Peruanistas en el Extranjero. Harvard University. 1999. De igual manera los trabajos: Alberto Flores Galindo. “La imagen y el espejo: la historiografía peruana 1910 - 1986.” En Márgenes. Lima: Sur. Número 4; y Gloria Winffel Rios “La renovación de la historia”. En Fernando Rosas Moscoso (comp.): Sociedad y Cambio en Occidente, Siglos XI-XX. Lima: Universidad de Lima. Cuarta edición. 8 Peter Burke. La revolución historiográfica francesa: la escuela de los Annales, 1929 - 1984. Barcelona: Gedisa. Tercera edición. 1999. Págs. 11-19. 9 Daniel Morán y Jorge Benavente. “Entrevista al historiador Waldemar Espinoza” Lima. 2003 – 2004. 10 Waldemar Espinoza Soriano. “Testimonio Personal y generacional. Avances en la Etnohistoria e Historia Andina.” En Wilfredo Kapsoli (comp): Historia e historiadores. Lima: Universidad Ricardo Palma. 2001. Pág. 169. 11 Lucien Febvre. Combates por la historia. Barcelona: Editorial Planeta - De Agostini, S.A. 1986: VI. 12 Daniel Morán y Jorge Benavente. “Entrevista al historiador Waldemar Espinoza” Lima. 2003 – 2004. 13 Idem. 14 Waldemar Espinoza Soriano. 2001: 169. 15 Marc Bloch. Introducción a la historia. Argentina: FCE. 2000. Pág. 31. 16 Lucien Febvre. Combates por la historia. Barcelona: Edit. Planeta – De Agostini, S.A. 1986. Pág. 70. 17 Pierre Vilar. Iniciación al vocabulario del análisis histórico. Barcelona: Editorial Crítica. Segunda edición. 1980. Pág. 12. 18 Waldemar Espinoza Soriano.2001: 165. 19 Daniel Morán y Jorge Benavente. “Entrevista al historiador Waldemar Espinoza.” Lima. 2003 – 2004. 20 Idem. 21 Waldemar Espinoza Soriano. 2001: 167. 22 Daniel Morán y Jorge Benavente. “Entrevista al historiador Waldemar Espinoza” Lima. 2003 – 2004. 23 Idem. 24 Waldemar Espinoza Soriano. 2001: 181. 25 Daniel Morán y Jorge Benavente. “Entrevista al historiador Waldemar Espinoza” Lima. 2003 – 2004. 26 Waldemar Espinoza Soriano. 2001: 171 27 Daniel Morán y Jorge Benavente. “Entrevista al historiador Waldemar Espinoza.” Lima. 2003 – 2004. 28 Rafael Varón Gabai. “La visión del Perú desde la Etnohistoria”. En Perú Andino pre-hispánico. Lima: Sur - Derrama Magisterial. 1996. Pág. 35. 29 Waldemar Espinoza Soriano. 2001: 168 30 Ibid. Pág. 177. 31 Martti Parssinen. Tawantinsuyo. El Estado Inca y su Organización Política. Lima: IFEA - Fondo Editorial de la PUCP. 2003. Pág. 67. 32 Sobre un balance en etnohistoria se puede consultar: Javier Ávila Molero. “Entre archivos y trabajo de campo. La Etnohistoria en el Perú.” En Carlos Ivan Degregori (ed): No hay país más diverso, compendio de Antropología Peruana. Lima: PUCP - Universidad del Pacífico - IEP. 2000; John Murra. “Las investigaciones en historia andina y sus posibilidades en el futuro.” En El mundo Andino, población, medio ambiente y economía. Lima: IEP – PUCP. 2002; Rafael Varón Gabai. “La visión del Perú desde la Etnohistoria”. En Perú Andino pre-hispánico. Lima: Sur - Derrama Magisterial. 1996; Waldemar Espinoza Soriano. “Testimonio Personal y generacional. Avances en la Etnohistoria e Historia Andina.” En Wilfredo Kapsoli (comp): Historia e historiadores. Lima: Universidad Ricardo Palma. 2001; Luís Miguel Glave. Imágenes del Tiempo. De historia e historiadores en el Perú Contemporáneo. Lima: IEP. 1996; Franklin Pease. “Etnohistoria Andina: un estado de la Cuestión”. En Historia y Cultura. Número 10. Lima. 1976-77; y Manuel Marzal. Historia de la Antropología Indigenista: México y Perú. Lima: Fondo Editorial PUCP. Tercera edición. 1989. 33 Daniel Morán y Jorge Benavente. “Entrevista al historiador Waldemar Espinoza” Lima. 2003 – 2004. 34 Idem. 35 Waldemar Espinoza Soriano. La destrucción del Imperio de los Incas. La rivalidad política y señorial de los curacazgos andinos. Lima: Amaru Editores. Tercera edición. 1981. Pág. 196.

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36 Waldemar Espinoza Soriano. “Los señoríos étnicos de Chachapoyas y la alianza hispano-chacha. Visita, informaciones y memoriales de 1572-1574.” En Revista Histórica. Lima: Órgano de la Academia Nacional de la Historia. Tomo XXX. 1967. Págs. 224-332. 37 Waldemar Espinoza Soriano. “Los señoríos étnicos de Chachapoyas y la alianza hispano-chacha. Visita, informaciones y memoriales de 1572-1574.” En Revista Histórica. Lima: Órgano de la Academia Nacional de la Historia. Tomo XXX. 1967. Pág. 228. 38 Ibid. Pág. 264. 39 Waldemar Espinoza Soriano. Los Huancas aliados de la Conquista. Tres informaciones inéditas sobre la participación indígena en la conquista del Perú. 1558 – 1560 – 1561. Huancayo: Universidad Nacional del Centro del Perú – Talleres Gráficos P.L. Villanueva, S.A. 1971. Pág. 9. 40 Daniel Morán y Jorge Benavente. “Entrevista al historiador Waldemar Espinoza” Lima. 2003 – 2004. 41 Revise el acápite: Síntesis biográfica. 42 Waldemar Espinoza S. La civilización Inca. Economía, Sociedad y Estado en el umbral de la conquista hispana. Madrid: Colegio Universitario - Ediciones Istmo. 1995. Págs. 402-409. Además, véase del mismo autor: Etnohistoria Ecuatoriana. Estudios y documentos. Ecuador: Edic. Abya – Ayala. 1988: 7. 43 Daniel Morán y Jorge Benavente. “Entrevista al historiador Waldemar Espinoza.” Lima. 2003 – 2004. 44 Hacemos aquella aclaración porque en una entrevista de Victoria Castro, Carlos Aldunate y Jorge Hidalgo a John Murra en Nispa Ninchis. Conversaciones con John Murra. Lima: IEP – Institute of Andean Research, en el 2000, este afirma que Espinoza Soriano no realizó la trascripción paleográfica, sólo proporcionó los documentos. Sin embargo, en el libro en donde se publica la visita aparece como transcriptor el Doctor Waldemar. La declaración de Murra ha motivado la publicación de un artículo de Espinoza aclarando el tema. Véase: “Descubrimiento, redescubrimiento y edición de la visita de Garcí Díez de San Miguel. Aclarando a J. V. Murra.” En Praxis en la Historia. Revista del Taller de Estudios Histórico - Filosóficos. Año II. Número 3. Diciembre del 2004. UNMSM. Lima. 45 Garci Díez De San Miguel. Visita hecha a la provincia de Chucuito. Lima: Ediciones de la Casa de la Cultura del Perú. 1964 [1567]. Págs. VII – VIII (prólogo de esta edición). 46 Waldemar Espinoza Soriano. Juan Pérez de Guevara y la Historia de Moyobamba. Siglo XVI. Lima: Derrama Magisterial. 2003. Págs. 207 – 260. 47 Waldemar Espinoza Soriano. La Etnia Guayacundo en Ayabaca, Huancabamba y Caxas (Siglos XV – XVI). Lima: Instituto de Ciencias y Humanidades – Fondo Editorial del Pedagógico San Marcos. 2006. Véase el anexo documental inédito entre las páginas 197 – 294.