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N° 63 48 páginas - Septiembre 2002 - DISTRIBUCIÓN GRATUITA Periódico orientado a la difusión y el desarrollo del psicoanálisis LETRA VIVA LIBROS - Av. Coronel Díaz 1837, Capital. Tel. 4825-9034 Sumario G. García , pág. 3 / J. Castillo B. Domb , pág. 17 / , pág. 20 PSICOANÁLISIS, LAZO SOCIAL Y ADVERSIDAD Susana Gass - Mara Musolino Diana Voronovsky, Pág. 24 POLÍTICA Y SUBJETIVIDAD (4ta PARTE) Juan Bautista Ritvo, Pág. 26 OJOS BIEN DESPIERTOS Carlos Gustavo Motta, Pág. 28 ENTREVISTA A JEAN-MICHEL VAPPEREAU Félix Contreras, Pág. 29 EL ESCRITOR Y EL PSICOANALISTA Silke Kleemann, Pág. 32 LIBERTAD A LOS POETAS DE LA REPÚBLICA Guillermo E. Vilela, Pág. 33 LECTURA, TRADUCCIÓN, ESCRITURA Y TRANSMISIÓN EN PSICOANÁLISIS Teodoro Pablo Lecman, Pág. 37 ENTREVISTA A ROLANDO KAROTHY Emilia Cueto, Pág. 40 JACQUES DERRIDA O LA PARÁBASIS DE LA FILOSOFÍA Alberto Enrique Álvarez, Pág. 42

Discurso Económico

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N° 63 48 páginas - Septiembre 2002 - DISTRIBUCIÓN GRATUITA

Periódico orientado a la difusión y el desarrollo del psicoanálisisLETRA VIVA LIBROS - Av. Coronel Díaz 1837, Capital. Tel. 4825-9034

Sumario

G. García, pág. 3 / J. CastilloB. Domb, pág. 17 / , pág. 20

PSICOANÁLISIS, LAZO SOCIALY ADVERSIDAD

Susana Gass - Mara MusolinoDiana Voronovsky, Pág. 24

POLÍTICA Y SUBJETIVIDAD(4ta PARTE)

Juan Bautista Ritvo, Pág. 26

OJOS BIEN DESPIERTOSCarlos Gustavo Motta, Pág. 28

ENTREVISTA AJEAN-MICHEL VAPPEREAU

Félix Contreras, Pág. 29

EL ESCRITOR Y EL PSICOANALISTA Silke Kleemann, Pág. 32

LIBERTAD A LOS POETASDE LA REPÚBLICA

Guillermo E. Vilela, Pág. 33

LECTURA, TRADUCCIÓN, ESCRITURAY TRANSMISIÓN EN PSICOANÁLISIS

Teodoro Pablo Lecman, Pág. 37

ENTREVISTA A ROLANDO KAROTHYEmilia Cueto, Pág. 40

JACQUES DERRIDAO LA PARÁBASIS DE LA FILOSOFÍA

Alberto Enrique Álvarez, Pág. 42

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AGENDA N° 63. Septiembre 2002. Segunda era. Año XXI. Periódico gratuito orientado a la difusión y el desarrollo del psicoanálisis.TIRADA: 12.000 EJEMPLARES.Director - Propietario:Raimundo Antonio Salgado.Editores: Leandro Salgadoy Nicolás Gelormini.

Publicidad: Teresa Giarcovich.Corrección: Patricia Yohai.

Colaborador: Nicolás Fazzioli.Publicación de Editorial y Librería Letra Viva. Coronel Díaz 1837 (1425) Buenos Aires, Argentina. Tel / Fax 4825-9034. Inscripta en el Registro de Propiedad Inte-lectual en 1981 bajo el N° 36963. Impreso en Argentina. I.S.S.N.: 1515-3398.Las reseñas que acompañan las publicaciones aquí destacadas fueron extractadas de las mismas, con el fin de brindar un mejor conocimiento del material propuesto y facilitar su difusión, declinando, en consecuencia, toda responsabilidad sobre las opiniones vertidas. De la misma manera, el contenido de artículos, dossiers y publicidades es responsabilidad exclusiva de sus respectivos autores, compiladores y/o anunciantes.

Staff y Producción

I. Referencias

El título de este artículo corresponde al de un libro de Horst Kurnitzky, publicado en alemán en 1974 y traducido por la editorial Siglo XXI en 1978. El subtítulo del libro es sugerente: Una contribución a la teoría de la femineidad.

El autor conoce bien la economía en la versión de Karl Marx, así como la antropología y el psicoanálisis en la propuesta de Sigmund Freud, Ernest Jones, Géza Róheim, etc. Existen algunas referencias a Pontalis, pero no a Jacques Lacan. Su erudición es alemana y su versión del tema se opone a la de Marcel Mauss: no se trata de una economía de don sino de sacrificio. Demasiado original, no hizo carrera en la prisa del psicoanálisis local y sus repeticiones al por mayor.

Años después me encontré, al trabajar sobre el tema de las pasiones, con El sacrificio y la envidia, de Jean-Pierre Dupuy (Gedisa, 1998). El libro, publicado originalmente en 1992, analiza el liberalismo frente a la justicia social en lo que tienen de contradictorias las exigencias del mercado y las posibilidades de la equidad. Recordemos que Jacques Lacan propuso que no existe una justicia distributiva del goce (aunque nada hace que esta afirmación se confunda con la exigencia de una justicia distributiva de los “bienes” de la sociedad).

Por su parte, Sigmund Freud propone que la justicia se encuentra entre la venganza y la envidia. La venganza fue un valor para los griegos, y se encuentra transformada en la administración de la justicia moderna. En cuanto a la envidia, sabemos que no se trata de una apetencia del objeto del otro, sino de lo insoportable de una imagen de completud formada por el otro y su objeto, para la mirada envidiosa y por la mira-da envidiosa. No es seguro que a cada uno le guste lo que tiene el otro, pero sí que es difícil soportar el hecho de que alguien tenga lo que quiere.

La economía del psicoanálisis es la de las pasiones, resultado

de un compromiso entre la pulsión (Trieb) y las defensas del yo. Los llamados “mecanismos de defensa del yo”, convertidos por Jacques Lacan en una flor retórica particular, son la respuesta a las exigencias pulsionales.

El dinero, en tanto está garantizado por un pasado y así pro-mete un porvenir, modula la temporalidad que para el yo fun-ciona como la articulación objeto-pulsión-objeto (lo que se perdió del goce será recuperado para un goce futuro). A la inversa, para el análisis se trata de la articulación pulsión-objeto-pulsión y la recuperación no existe. En 1920, separado de la versión del deseo como nostalgia de un objeto perdido, Sigmund Freud dice que los deseos neuróticos son deseos muertos, que no fueron satisfechos en el pasado y tampoco lo serán en un presente.

El dinero circulante, en tanto equivalente general, promete la sustitución de cualquier objeto, la superación perdida. Por supuesto, sólo logra su propósito para la mirada del carente (por eso es necesaria la publicidad, la exhibición de escenas deseables que acompañan al producto que se intenta convertir en condición necesaria). El dinero como un medio sólo puede facilitar los fines que cada uno, por su cuenta, se propone reali-zar. Pero en tanto existen algunos para los cuales el dinero es un fin, lo que Marx llamó “contradicciones” (dentro de una misma clase) y “antagonismos” (entre clases) introduce la dimensión sacrificial.

“El pensamiento de que la economía pueda ser un medio para dominar la violencia –escribe J-P. Dupuy– no puede sino parecer descabellado para los espíritus acostumbrados, bajo la influencia del marxismo, a considerar que la economía es la violencia misma. La ironía de la historia es grande. Como escribe Hirschman, ‘el capitalismo estaba precisamente llamado a realizar eso mismo que iba a ser pronto denunciado como su peor caracterísitica.’”

II. En la base

La estructura libidinal del dineropor Germán García

Discurso económico

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La distinción clásica entre amor de sí (intereses inmediatos) y el amor propio (pasiones mediatizadas) vuelve a encontrarse en Jacques Lacan y también aparece, de otra manera, en Sig-mund Freud cuando define el amor narcisista. Se trata, en un caso como en el otro, de la anudación entre el cuerpo de cada individuo y el sujeto transubjetivo definido por el lenguaje. Como bien definió Hobbes, no basta el lenguaje para que exista un pacto social, pero ningún pacto social podrá hacerse sin el lenguaje. Es aquí donde encontramos la situación sacrificial, tal como la define el J.-P. Dupuy: “en el caso sacrificial, los derechos de un solo hombre son violados; en el caso no sacrificial son los derechos de todos, incluidos los de la persona que resulta ser víctima sacrificial [...] Llamo 'situación sacrificial' a todo contexto social en el que el principio de unanimidad concluye en la lógica sacrificial”.

Según Horst Kurnitzky, de quien partimos y al que volvemos después de estas breves puntuaciones, la situación sacrificial ge-neralizada tiene como víctima la femineidad en tanto condición para que la renuncia pulsional también sea impuesta a los hom-bres y la organización económica sea posible: porque la pulsión reprimida es primero encarnada en el sexo femenino que, como sacrificio primario, representa simultáneamente una relación de producción basada en la generación y el alumbramiento.

Las mujeres, excluidas como disfrute ocasional, se convierten en madres (hombres y mujeres, durante siglos, subordinaron el placer sexual a los imperativos de la reproducción): “y así, desde el principio, la madre en calidad de ídolo y encarnación de las relaciones sociales de producción primarias se alza en el camino de la emancipación de la sexualidad femenina”.

Kurnitzky basa sus conclusiones en un recorrido por las nominaciones del dinero desde la diosa Moneta (que no hay que confundir con el banquero argentino del mismo nombre) hasta diversas situaciones simbólicas en las que se encuentran elementos que fueron soporte del valor en los intercambios sociales. No podemos exponer el cúmulo de información que contiene su libro.

Expongo, en consecuencia, sólo algunos trazos del argumento y sus conclusiones: “la relación con la naturaleza por mediación de la sociedad basada en el dominio y en el sometimiento de la naturaleza exterior se distingue a sí mismo por el sojuzgamiento y la represión de la base natural de la sociedad. Esta represión primaria se realiza ante todo en la represión de la sexualidad femenina; para ello, aparece como primer producto de cultura la mujer, más exactamente la madre, como encarnación de esa economía”.

No olvidemos el artículo de Sigmund Freud sobre la trasmu-tación de los instintos y especialmente el erotismo anal, donde vemos una economía de la donación entre madre e hijo (excre-mento, regalo), que se convierte en una economía del intercam-bio paterno (pene, niño... dinero). En la primera economía se trata del narcisismo (amor de sí y amor propio confundidos) y, en la segunda, de un sacrificio que se llama “castración”.

Continúo con Kornitzky: “En el ritual del casamiento se hace el sacrificio, o sea la renuncia al incesto, simbolizada por la dote, y el sacrificante recibe un producto cultural: la mujer, cuya sexualidad, reducida a la capacidad de parir ha sido promovida ahora al esquema general de la reproducción social, de modo que los productos de la cultura, o sea la base de la vida de la sociedad, se deben ya al sojuzgamiento, cuando no al aniquila-miento de la sexualidad femenina.”

III. En la práctica

Argent et psychanalyse, el libro ya clásico de Pierre Martin

editado por Navarin (París, 1984) contiene una carta de Jacques Lacan al autor, donde aquél comenta un breve texto de Freud y concluye diciendo que en cuestiones de dinero no se permite nada: “je suis intraitable”.

Sigmund Freud, por su parte, registra que hombres analizados gratis no soportan la gratitud dirigida a uno que tiene, y que algunas mujeres sucumben a la idea de pagar con sus encantos aquello que se les ofrece. Llevado al límite, tanto unos como otras puede preguntar: “¿Qué goza de mí, si no cobra su parte?”

Del lado del analista, el mismo Freud ironiza sobre las difi-cultades de Theodor Reik en EE.UU. y le dice que aprendió la mitad del psicoanálisis –leer el inconsciente–, pero que le falta aprender la otra mitad: ganarse la vida.

La estructura libidinal del dinero para la sociedad, la modu-lación particular de la misma en cada uno (tanto por sus modos de goce como por su condición social) supone una atención a ciertas anudaciones específicas.

La descripción propuesta por Pierre Martin llama la atención sobre el valor de términos ligados al dinero en el mismo discurso analítico: “Investissement, bénefice, économie, transfert, liqui-dation: dans le langage de la théorie analy-tique, la présence de l’argent se fait entendre dés les premiè-res énoncés.”

Es decir, el analista no puede eludir el tema en nombre de su sensibilidad y/o su capricho. Para Sigmund Freud, analizar gra-tis era quitarle al analizante uno de los motivos principales que le impulsaban a llegar al final, era convertirse en “contenedor del síntoma”, no del sujeto que soporta su goce.

“Sólo la muerte es gratis” es un adagio que gustaba a Freud. El dinero es una variable independiente que no se puede excluir del juego, puesto que el sujeto tasa su deseo.

Un trabajo de Paul-Laurent Assoun (“L’argent et ses symp-tômes”, 1998) recorre el tema en Sigmund Freud, de la misma manera que Pierre Martin intenta sacar consecuencias de Jacques Lacan. Pero cada uno decide, en cada caso, la respuesta. Como cualquier responsabilidad, puede que algunos la reduzcan a un cálculo de utilidades. Nada que decir sobre eso.

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Psicosomática

Se podría decir que una de las diferencias que separan al psicoanalista del historiador radica en el hecho de que, en tanto que el segundo ha tomado distancia de los hechos que investiga (algo así como ir de cacería al zoológico), el primero se encuentra incurso en tales hechos. De allí que la labor analítica proceda a mitad de camino entre el azar y el cálculo.

El capitalismo salvaje y la caída de ciertos antiguos ide-ales linderos con una decorosa ingenuidad setentista son coadyuvantes de la pérdida de referencias cuyo destino final parece ser el de un obligado desamparo.

Debido a ello, la posición en

la que se encabalga el consul-tante, requiere de maniobras clínicas que muchas veces no pueden situarse en el plano de una ataráxica neutralidad.

Por otra parte, es menester revisar categorías físicas que arman por su persistencia una clínica por momentos obsoleta y que, en aras de los cuidados a implementar, plantea un descuido por la posición exis-tencial del sujeto.

El situar los goces inma-nentes a los intervalos entre los diferentes registros permite localizar el asiento del goce es-pecífico del fenómeno psicoso-mático y su taxativa exclusión de la comarca denominada: Formaciones del inconsciente.

En la somatización hay algo que salta directamente al organismo agujereándolo, ha-ciendo que –por otra parte– la “armonía” del cuerpo pierda consistencia.

Herejías del cuerpoActualizaciones en psicosomáticaOscar Lamorgia, Letra Viva, 2002

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Teoría psicoanalítica

Teoría psicoanalítica

Política del psicoanálisis

El tema de las pasiones del ser es tratado por Eric Laurent en conexión, entre otros, con el tér-mino freudiano de afecto; con el momento en que Lacan concep-tualiza el sujeto como falta-en-ser; con un segundo momento en que Lacan, a partir de Tele-visión, habla de las pasiones del alma; con la lógica de la cura y los momentos de entrada y sali-da del análisis; con el fenómeno psicótico; con la lectura lacaniana de El arrebato de Lol V. Stein, de Marguerite Duras, que Laurent retrabaja diferenciando ese

Los objetos de la pasiónEric Laurent, Tres Haches, 2002

dispositivo como con trario del de sublimación, pasión que es una encarnación en un cuer-po de una otra mujer; y con una relectura que hace, desde “El ego de Joyce” del último Lacan, del estadio del espejo. Por este camino llega a lo que es, en conclusión de Laurent, la pasión del alma para la experiencia del psicoanálisis y

elabora un significante nuevo que lanza en este libro: la pasión de a.

Los artículos de este segundo libro son el producto de una selección realizada entre to dos los textos producidos durante el trienio 1996/99, en el Grupo de Investigación Teoría y Prácticas Psicoanalíticas, creado a princi-pios de 1992 en la Facultad de Psicología de la Uni versidad de Mar del Plata.

Los temas abarcados van desde la teoría y la clínica psicoanalíti-ca hasta la literatura, la lingüística, la

Estudios psicoanalíticosen la Universidad IIAlfredo Cosini (Comp.), Homo Sapiens, 2002

epistemología, la educación, la fi losofía o la matemática en su entrecruzamiento discursivo con el psicoanálisis.

Teorización interdiscursiva que intenta, al tener como fundamento la experiencia del aná lisis, devenir «bricolage» psicoanalítico, esto es, utiliza-ción de los fragmentos, los re-tazos de otros saberes de modo

tal que iluminen con nuevas soluciones los problemas abordados.

Curioso: una campaña de opinión en el siglo XXI, pero lanzada con los medios del siglo XVII. Una red de amigos y de libreros desparrama algunas Cartas por Francia. Estas avan-zan piano, piano, conmueven algunos corazones ilustrados, hacen ruido, prorrumpen en los medios.

¿De qué se trata? Primero, de la furia provocada por una denegación de justicia. Luego, de las guerras civiles en el psicoanálisis, del final de las ortodoxias que las nutrieron desde hace medio siglo, de Lacan y de

Cartas a la opinión ilustradaJacques-Alain Miller, Paidós, 2002

su inexorable actualidad. Y también del terrorista y del canalla, del inconsciente en todas partes, que se burla de las buenas razones.

¿Podremos en lo sucesivo llamarnos analistas sin de-cir quiénes somos y lo que queremos? A eso se arriesga abiertamente, sin el amparo de ningún conformismo, el editor de los seminarios de Lacan,

que preside la Asociación Mundial de Psicoanálisis.

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Teoría psicoanalítica

¿Por qué un libro sobre la forclusión del Nombre del Padre, noción con la cual Jacques Lacan introdujo la psicosis en el discurso analítico? Su importancia decisiva en el campo de la teoría analítica justifica el presente estudio, pues la posibilidad misma de un tra-tamiento auténti-camente psicoanalítico del psicótico está subordinada a la com-prensión cabal de este concepto y su clínica. La ausencia de una exposición sistemática de dicha noción en los textos de Lacan da lugar a este examen, que no sólo rastrea la construcción del con-cepto en su obra desde su introducción en 1957 hasta los trabajos de los años

La forclusióndel Nombre del Padre

El concepto y su clínicaJean-Claude Maleval, Paidós, 2002

setenta, sino que profundiza en las consecuencias que la forclusión tiene sobre la economía del goce, eje de los estudios clínicos que constituye la segunda parte de este libro. Dado que la aceptación o el rechazo de la hipótesis de la forclusión del Nombre del Padre con-diciona el conjunto de las opciones teóricas del analista y la concepción misma de la

cura, el aporte de Jean-Claude Maleval resulta fundamental. La obra revela el carácter dinámico del concepto y, al poner de relieve los recursos creativos del psicótico, abre nuevas posibilidades para su tratamiento.

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Clínica psicoanalítica

Teoría psicoanalítica

Clases de alemán 4855-2248

La representación, término clave en la teoría psicoana-lítica, es un concepto extre-madamente polisémico. En el momento que se intenta definirlo, se revelan las confu-siones tanto desde la filosofía y las neurociencias como desde el mismo psicoanálisis. Al confrontar los concep tos y al forzar las definiciones, las representaciones se van dise-ñando como los productos de un sistema de funcionamiento, el representacional, en el que confluyen otros. En este libro están sólo tomados el perceptual y el mnémico, y su asociación con el sistema muscular.

El sistema representacional está configurado por el campo biológico, el cultural y el vincular. Campos que, a su

La representaciónDel paciente y del terapeuta en la sesión psicoanalítica

Mirta Zelcer, Polemos, 2002

vez, el sistema represen-tacio-nal configura. En este sentido el sistema represen-tacional sería, por lo menos, trifronte. Por ello, en las representacio-nes está lo más singular de cada sujeto y a la vez lo histó-rico y comparti do de las diver-sas culturas. Es por este motivo que el presente escrito abriga la intención de reintegrarle el pensamiento al cuerpo.

En la medida en que el sistema repre-sentacional es inherente al funciona-miento mental humano, sus principios tendrían vigencia en la sesión psicoa-nalítica –como en cualquier relación humana– tanto para el paciente como para el terapeuta.

El síntoma que concierne al discurso del psicoanálisis también toma cuerpo y se hace presente en las «acep-ciones del vocabulario» que conforman el estilo del ha-blante en el campo del decir. El síntoma, llevado hasta su límite, se revierte en «efectos de creación».

Las enseñanzas de Jacques Lacan, ¿cómo transmitirlas? Consi deramos que cada uno de los colegas, amigos e invitados al colo quio tenía algún testimonio, particular e íntimo, del carácter subversivo, de la fuerza que Jacques Lacan revierte en el texto del lenguaje, en los discursos que conforman nuestra vida cotidiana.

Cada uno de los presentes en el Co-loquio Jacques Lacan estaba afectado, de algún modo, por su deseo: analistas,

Coloquio“Jacques Lacan 1901-2001”

AA.VV., [Escuela Lacaniana de Psicoanálisis del Campo Freudiano en España], Paidós, 2002

lectores apasionados, filóso-fos, artis tas, poetas, traduc-tores, pedagogos, actrices, editores...

Esta publicación recoge sus textos, agrupados en mesas temáti cas. Pero cada uno de ellos, considerado en sí mismo, transmite en su estilo y a su manera singular resonancias de la enseñanza de Jac ques Lacan, psicoana-

lista. Cada uno de ellos es una respuesta entu siasta, un querer formar parte de un homenaje que celebra el bien decir de la transferencia de trabajo que, en última instancia, nos impone el lenguaje. Uno por uno, entonces, en este trabajo, pero no solos y aislados. El trabajo singular de cada uno requiere de al gunos otros.

Letra Vivaeditorial

ThálassaUna teoría de la genitalidad

Sandor Ferenczi

$11.-

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Filosofía

Hannah Arendt falleció re-pentinamente el día 4 de diciem bre de 1975; era un jueves al atardecer y esta-ba departiendo con unos amigos. El sábado prece-dente había acabado «La

La vida del espírituHanna Arendt, Paidós, 2002

voluntad», la segunda sección de La vida del espíritu. El trabajo estaba concebido en tres partes. Se subdividía en «Pensamiento», «Voluntad» y «Juicio», las tres actividades básicas de la vida del espíritu, en opinión de la autora. La distinción, establecida en la Edad Media, entre la vida ac-tiva del hombre en el mundo y la solitaria vita contemplativa estaba naturalmente presente en su pensamiento, a pesar de que para ella aquel que piensa, quiere y juzga no es alguien contemplativo, apartado por una vocación de monje, sino

cualquier hombre que ejerce su capacidad humana de retirarse de vez en cuando a la región invisible del espíritu.

Arendt jamás se pronunció abiertamente acerca de si la vida del espíritu era superior a la vida activa (como la habían considerado la Antigüedad y la Edad Media). Sin em-bargo, no seria excesivo decir que dedicó los últimos años de su vida a esta obra, que ella emprendía como una tarea, la más elevada a la que había sido llamada, que se le imponía como ser vigorosamente pensante.

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Filosofía

Letra Viva librosPsicoanálisis - Ensayo - Filosofía

Av. Coronel Díaz 1837 - Telefax: 4825-9034

Para quienes conocen la enseñanza de Jacques Lacan la importancia de Hegel es algo que cae por su peso. Es posible que la presen cia «latente» de Jean Paul Sartre sea menos advertida, aunque las evi dencias son suficientes y, con un poco de trabajo, podría mostrarse algo de lo que Harold Bloom llamó «angustia de las influencias».

Este libro de Carlos Correas, al expli-citar el tema crucial que su título anuncia (el deseo, nada menos) ilumina de manera oblicua algunas zonas del psicoanálisis que al darse por supuestas se frecuentan poco y mal.

La claridad de la exposición es el resultado de las cuatro clases que, bajo la forma de curso breve, Carlos Correas realizó en la Fundación Descartes en septiembre de 1999. La transcripción mantiene el tono y, dentro de lo posible, la modulación de lo dicho entonces.

Con este curso breve Carlos Correas se

El deseo en Hegel y SartreCurso breve

Carlos Correas, Atuel/Anáfora, 2002

despedía de la Fundación Descartes. Con la presente publicación le damos nuestro adiós defi nitivo al amigo, y colaboramos en difundir algo de lo que hará que su nombre sea perdurable.

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Filosofía

Ensayo

Letra Viva librosAv. Coronel Díaz 1837Telefax: 4825-9034

Sin duda alguna, nuestro tiempo es el de la desaparición sin retorno de los dioses. Como han existido tres dioses princi-pales, el de las religiones, el de la metafísica y el de los poetas, esa de-saparición marca tres procesos distintos.

Del dios de las religiones no cabe más que declarar su muerte. El problema, que en última instancia es político, estriba en salir al paso de los efectos desastrosos que con-lleva cualquier subjetivación oscura de esa muerte.

Por lo que se refiere al dios

Breve tratado de ontología transitoriaAlain Badiou, Gedisa, 2002

de la metafísica, hay que ter-minar su trayectoria pensando el infinito de tal manera que sea aplicable a toda la exten-sión de las multiplicidades comunes.

En cuanto al dios de la poesía, es necesario que el poema despeje el lenguaje, introduciendo en él la cesura del dispositivo de la pérdida y la recuperación. Dedicados a la triple destitución de los dioses, nosotros, los habitan-tes de la morada infinita de la Tierra, podemos decir ya que todo está aquí, y siempre

aquí, y que, en la banalidad igualitaria firmemente adver-tida y firmemente declarada, el pensamiento ha de encon-trar su recurso en lo que nos sucede aquí.

Parecería que, en nuestros días, la globalización nos impone –entre los objeti vos para consumir– una visión tan intimista de la ética, que por ella cada uno tendría derecho a actuar como le viniera en gana, con el mejor criterio «hepá tico» del que dispusiera.

Al mismo tiempo, y como extraña justificación, «ética» es una palabra incluida verbo-rrágicamente en todo discurso que se precie.

En ese cono de sombras, este texto no cede a la fácil tenta-

Ética desde el otroComo el salmón

María Alicia Brunero, Lumen Humanitas, 2002

ción de edulcorar indi-vidua-lismos. Ser «como el salmón», luchar contra la corriente para dar vida y morir después, es el modo más humano de existen-cia. No se trata de heroísmos ni de santidades, simplemente reconocernos desde el otro, los otros, ¿el otro?, yo mismo como otro con quien crecer.

La reflexión, fundamentada y precisa, está encabalgada en textos literarios, cancioneros populares, anécdotas, dilemas, sugerencias.

Cada capítulo se centra en dos opciones extremas y su-

giere una alternativa. No es poco. Auguramos una feliz lectura a quienes se animen a la refle xión moral propuesta en estas páginas.

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Clínica psicoanalítica Ensayo

Baudrillard dirige su atención al problema de la clonación. Hoy en día, cuando todo puede clonarse, simu-larse, programarse y gestio-narse genética y neuro-lógicamente, la humanidad se siente incapaz de afrontar su propia diversidad, prefiriendo en lugar de ello retroceder a la patoló-gica eternidad de las células autorre-plicantes. Al revertir a nuestros orígenes víricos como seres asexuados inmortales, sa-tisfacemos irónicamente nuestro impulso de muerte, poniendo el punto final a nuestra especie tal como la conocemos.

Después, Baudrillard anali-za el “no acontecimiento” que supuso el cambio de milenio. El reloj digital del Beaubourg Center de París, que mostraba

La ilusión vitalJean Baudrillard, Siglo XXI, 2002

la cuenta atrás hacia el fin del milenio, es el símbolo perfecto de nuestra época: la histo-ria, más que progresar, retrocede.

Por último, Baudri-llard examina lo que llama “asesinato de lo

real” a manos de lo virtual. En un mundo de copias y clones, ya no es posible hablar de realidad. Más allá del asesinato simbólico de Dios a manos de Nietzsche, nuestro mundo virtual despro-visto de referentes está en el pro-ceso de exterminar la realidad sin dejar huellas: “No hemos recuperado el cadáver de lo real –si es que hay alguno–, no se encuentra en ningún lugar.”

El presente texto constituye la demos-tración de uno de los momentos centrales de toda investigación: la publicación de resul-tados. El brindar a la comunidad el producto constituido a lo largo de un proceso, ofrece a la misma la posibilidad de abrir nuevos interrogantes y de disponer de herramientas y conocimientos para abordar las problemáticas con las que se enfrentan.

Pero como todo resultado, es la síntesis de haber atravesado por una o varias operaciones; en él quedan implícitas las

Clínica psicoanalítica en díadas

Mamá/bebé prematuroAA.VV., JVE, 2002

diferentes fases por las que las investigadoras atravesaron para po-der hoy brindarnos sus conclusiones.

He seguido personal-mente, desde la orien-tación metodo-lógica, el trabajo de las auto-ras. El mismo recorrió momentos de dificultad

en el planteo de la problemática, como también obstáculos en su imple-mentación, los que fue-ron sorteados gracias al interés y entusiasmo que circuló en el equipo de investigación.

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Interconsulta

Las innovaciones tecnológi-cas generadas por la ciencia y la mundialización del capita-lismo han producido impor-tantes efectos en la práctica de la medicina. La sociedad fast y exigente de eficacia, ha convertido al paciente en un organismo a reparar, a recomponer y restablecer en su equilibrio de acuerdo con esas pautas dominantes. De este modo, prácticamente desaparece la consideración del caso por caso. No obs-tante, lo escamoteado por el discurso científico retornará con formas diversas: reclamo de muerte digna, rechazo al estiramiento vegetativo de la vida, dilemas morales y, de un modo más silencioso, en los diferentes temores y fantasías

de los pacientes ante las inter-venciones médicas. También como insatisfacción en la tarea y burnout en el médico.

La fundamentación de los conceptos y la clínica que se exponen en este libro, dan testimonio de la posibilidad del trabajo conjunto entre médicos y psicoanalistas, y del alivio y mejoría que produce en el pa-ciente y en sus familiares esta modalidad asistencial.

A partir de la perspectiva iniciada por Balint y continua-da por Ferrari-Luchina, este libro, que incorpora argumen-taciones de Ariès, Foucault, Illich y Lacan, entre otros au-tores, se propone como fuente de consulta y, revalorizando lo realizado y lo que se hace en la Argentina, pese a las constantes inclemencias socio-

políticas, renueva la apuesta asistencial que incluye a la subjetividad del paciente en el acto médico.

Clínica de la subjetividaden territorio médicoBenjamín Uzorskis, Letra Viva, 2002

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Hemeroteca

La enorme potencia de la medici-na contemporánea en sus rendimien-tos tecnológicos, tanto en los nive les diagnósticos como terapéuticos, re-sulta fascinante. Así el gran público y los propios médicos, inmersos todos en ese paradigma, contribuyen a una “tecnolatría” generalizada que acele-ra el proceso. En el camino se escu-chan quejas. La falta de confianza en los profesionales tratantes, el vínculo imposible con ellos, devorados médi-co y paciente por un sistema de salud buro crático que los aísla, bajo o nulo cumplimiento de los tratamientos, burn out en el personal de salud, y muchas más. Al lado de tanta certeza

Vertex 47Tecnología médica y subjetividadAmeal / Cahn / Finquelievich / Finvarb / Gabay / Hutton / Pförtner / Sala / Schwartz / Stagnaro / Treisman / Zirulnik

tecno-científica se percibe que algo anda mal. La medicina como vínculo intersub-jetivo, como hecho social, como arte, no aparece co mo otrora. Todo debe ser aserto científi co –si biológico mejor– y dato estadístico, no se acepta un porcentaje lógico de aparición de complicaciones o de fraca sos –ni siquiera de una muerte posible– y se llega, en el peor de los casos, a los juicios de mala praxis. El médico es sa crificado en el altar de la perfección científica.

Es el título que elegimos para nuestra revista los analistas que integramos la Internacional de los Foros del Campo Lacaniano, muchos de ellos ahora también miembros de la nueva Escuela de Psicoanálisis del Campo Lacaniano (EPCL). Se publica en cuatro idiomas (español, francés, portugués e inglés).

Heteridad: el término fue intro-ducido por Jacques Lacan en 1980, luego de la disolución de la Escuela Freudiana de París, para evocar un programa Otro. Es una palabra tomada por Lacan del griego, para evocar al Otro, tan Otro, tan inac-cesible, que llega a ser real. Y que en psicoanálisis debiera ser admitido como tal, sin pretender someterlo a la unificación.

Por eso Colette Soler presenta esta Heteridad como el emblema de una promesa, de una salida de la falsa elección forzada con la que se quiere intimidar al psicoa-nálisis después de Lacan. Salida que sólo es posible si el discurso analítico prevalece.

Este primer número contiene un dossier sobre el concepto de Campo Lacaniano, en tres partes. La primera recoge los resultados iniciales de una exploración de los andamiajes conceptuales del

Heteridad 1campo lacaniano, que es el campo del goce, en el que el psicoanálisis ha de interpretar la presencia del sujeto también en otros discursos. La segunda da lugar a una interro-gación renovada del malestar en la civilización descrito por Freud, que ha de ser reformulada e incluida en el campo lacaniano. La tercera estudia la conexión del psicoanálisis en inten-sión con referencias de la extensión del psicoanálisis, el edipo, la sociedad de psicoanálisis y, menos ostensible-mente para nosotros mientras la cosa no estalla, la remanipulación de los agrupamientos sociales como efecto de la ciencia.

S. Alberti / P. Bruno / P. Dasí / G. Lombardi / A. Quinet / C. Soler, entre otros.

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Estamos sumergidos en una situación sostenidamente traumática desde hace ya bastante tiempo. Lo ocurri- do en el, ya lejano, mes de diciembre pasado, no se ha

producido por generación espontánea, fue el producto de una política sistemática que continúa en la actualidad empeorando día a día la vida de los argentinos.

Poco a poco una gran parte de la población se ha ido empo-breciendo, los índices señalan 53% de pobres, la miseria y la exclusión social van en aumento.

Se produjo la mayor estafa de la que se tenga memoria en la historia argentina, y se utiliza al Congreso para legalizar esta situación. Las exigencias del F.M.I., son el eje de las preocupa-ciones de la dirigencia argentina.

En esta última década desaparecieron cientos de miles de millones de dólares y no quedó nada, sólo más deuda. Gracias al sistema financiero, empresarios nacionales e internaciona-les amparados en la globalización, ganaron mucho dinero sin inversión ni trabajo, es decir, el país fue vaciado y el pueblo fue robado.

El resultado es que la ciudad se fue poblando de gente sin techo y sin comida, rondando alrededor de los desechos, de la basura, convertidos en desechos ellos mismos, generándose, además situaciones de extrema violencia.

Esta política siniestra llevada hasta sus últimas consecuencias afectó a la gran mayoría de la población; a la vez que aumenta la exclusión social, los que estaban dentro del sistema, que cre-yeron en la ley mayor del capitalismo: la propiedad privada y en el orden financiero nacional e internacional, sin demasiado trámite se vieron despojados de aquello que tenían. La situación afectó de diferente forma a las distintas clases sociales.

¿Cómo es posible que quienes defienden un sistema a ul-tranza, líderes del neoliberalismo, terminen cometiendo tales contradicciones, dictando apresuradamente leyes y decretos absolutamente contradictorios unos de los otros, incluso en contra de “las ideas” que dicen defender? Hay allí una cuestión estructural grave y cruel.

Estas políticas, como decíamos, responden a grupos económi-cos cuyo único fin es ganar lo máximo posible. Los dirigentes, los gerenciadores de estas políticas son sujetos investidos con poder dedicados a este fin: enriquecer económicamente a sus empresas.

Desde el psicoanálisis podemos señalar que hay en todo esto un goce imposible de frenar, que provocó que todo se les fuese de las manos, que fallaran tan groseramente. Se quisieron enriquecer al máximo, dentro de ese enriquecimiento no se respetó regla alguna. Este exceso de goce, sin ningún tipo de freno, produjo este incendio y está devastación.

La corrupción forma parte del sistema de vida de los seres humanos pero tiene un límite, cuando se traspasa este límite cuando lo que reina es la corrupción el resultado es perverso.

La plusvalía ha sido en su tiempo la forma de enriqueci-miento del sistema capitalista, hoy pasa algo muchísimo más grave. La plusvalía, lleva implícita la producción, lo que ocurre nada tiene que ver con la plusvalía, ni con el trabajo, ni con la producción.

Asistimos en estos tiempos a la denominada globalización,

fase virulenta del capitalismo, donde los que verdaderamente gobiernan el mundo son los grupos económicos internacionales regidos por una ley implacable: la de ganar cada vez más, ese es le objetivo fundamental, no importa a qué costo. No tiene límites de países, fronteras, el mundo entero está a su servicio. A mi juicio, esta globalización nace a partir de la caída de lo que se conoció como el sistema socialista internacional, la caída de la Unión Soviética dejó en el desamparo lo que se suponía que el socialismo debía proteger: a la clase trabajadora. De esta clase trabajadora, que habiendo sido despojada por el capital de todas sus pertenencias, se esperaba de ella, así como se espera de un Mesías, el ideal de la reivindicación del ser humano. Todo terminó en un rotundo fracaso.

El mundo quedó en manos del capitalismo globalizante que genera una nueva contrapartida, un nuevo antagonista: los nacionalismos fundamentalistas opuestos a la idea globalizan-te. Es decir, a la derecha económica se opone la ultraderecha nacionalista. Es lo que se denomina hoy, el bien y el mal. Las argumentaciones fundamentales de un lado y el otro no dejan margen prácticamente a ninguna otra alternativa.

La República Argentina es un Estado, una nación que ha sido desbastada en este tiempo de la globalización.

¿Quiénes han sido responsables de esta dramática situación? Por un lado tenemos la historia de la globalización y, por otro lado nuestra propia historia que comienza con la misma decla-ración de la independencia y continúa hasta nuestros días. Una historia plagada de golpes de Estado hasta que llega el siniestro “proceso militar” que deja una secuela de 30.000 desaparecidos y un país endeudado.

A los militares asesinos y también corruptos, les suceden los políticos “ democráticos” y también los políticos corruptos, unos y otros se las han ingeniado muy bien para que se los confunda. Han pactado entre ellos y han constituido una desgraciada mez-colanza, donde ya nadie se salva, por mas que intenten diferen-ciarse, la gente no los diferencia, repudia a todos por igual.

Sin duda no todos los políticos son iguales, sin embargo, sin excepciones, nadie asume la responsabilidad de lo ocurrido.

En este punto se comportan como una corporación con activi-dades muy similares a los militares asesinos, estos no se hacían responsables de los asesinatos, de las desapariciones. Hubo un juzgamiento y hubo condenas y nuevamente no se cumplió la ley, se terminaron dictando leyes que echaron por tierra lo que los juicios habían dictaminado, se borró cualquier atisbo de justicia. Los políticos pactaron y es a partir de allí que, a mi entender, el esbozo de democracia que duró muy poco, se pierde en un sinfín de pactos siniestros para el país.

Ya no es necesario hacer desaparecer y torturar, la violencia tiene otra presentación, la miseria y el hambre producen una mayor cantidad de muertos de hambre y frío, sin techo y sin comida, lo que produce algo que se parece mucho a un exter-minio natural.

Ahora no hay juicios, los jueces, en su mayoría están sos-pechados de connivencia. Entonces, es el pueblo que trata de hacer justicia no dejando a los responsables salir a la calle. No es que estén presos sino que la gente los repudia, no están presos pero, encerrados, no salen a la calle; acá se aplica el conocido

Psicoanálisis y discurso económicopor Benjamin Domb

Discurso económico

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aforismo lacaniano: lo no Simbolizado reaparece en lo Real, es decir, aparece otra manera de hacer justicia, fuera de su marco institucional. Hay muchas otras cuestiones no atravesadas por la civilización, las masas empobrecidas, sin trabajo y sin comida, aparecen en la escena real con diferentes formas de reclamo, que en oportunidades se tornan muy violentas. Frente a la violen-cia del hambre y la exclusión surgen respuestas violentas que provocan el miedo generalizado.

¿Qué responden los políticos de turno? Que la culpa siempre la tiene el otro, el que le antecedió, siempre se trata de la herencia recibida, es lo propio del discurso del amo. Los presidentes que se han sucedido se han propuesto como salvadores de la patria, cada uno con diferentes habilidades para dirigir el país, lo que la práctica demuestra es su “falsa habilidad”, nunca reconocen su fracaso, siempre hubo alguna traición de otro Amo que les hizo una mala jugada. Asistimos inermes a una feroz batalla entre amos, tratando unos de aniquilar a los otros, sin importar nada. En realidad, ellos no gobiernan, están al servicio de las órdenes que llegan de afuera, de los capitales a los que sirven cobrando, por supuesto, su gran tajada.

¿Es posible esperar que alguna vez, dentro de lo que es el contexto mundial, la Argentina encuentre su lugar como país? ¿Qué tiene que ver todo esto con el psicoanálisis? ¿Puede el psicoanálisis enseñarle algo a la política? ¿Podemos, en tanto analistas, aprender de esta situación que estamos viviendo?

En lógica existe lo que se caracteriza como el Todo, la globa-lización es una forma del Todo, una lógica en la cual solo se reconocen el Todo y sus partes lo universal y lo particular. Lo que

el psicoanálisis enseña es el no–Todo, es decir, la singularidad, por supuesto no es lo único que enseña, ha descubierto cuál es la estructura del sujeto y el papel que juega el goce en cada uno y cómo, si este goce no encuentra su cauce y su causa, termina desbastando al sujeto.

También un país es singular, el nuestro lo es, con su historia, compuesto por la diversidad de su gente, con medios naturales, con lo que tiene, y lo que le falta. También está la corrupción, es decir, el goce desmedido, sin límites. ¿Será posible con estos hilos tejer una estructura que se sostenga?

Cuando tratamos de hacer nuestra lectura de la crisis social, debemos reconocer que nosotros mismos, los psicoanalistas, en tanto habitantes de este suelo, estamos inmersos en dicha crisis, no estamos afuera.

Tanto Freud como Lacan pasaron las suyas, Freud escribió bastante sobre estas cuestiones, destaco solamente El Malestar en la cultura, se puede encontrar otras referencias.

Por otro lado, Lacan también atravesó las dos guerras y vivió en la Francia ocupada por los nazis, lo cual no debió ser muy fácil. El revés del psicoanálisis surge, como respuesta y enseñanza del Mayo Francés.

Necesito recordar estas circunstancias vividas por los maestros para tomar de allí algún aliento en estas difíciles circunstancias. El psicoanálisis no se refiere al paraíso, ni se gestó en el “estilo de vida americano”.

La clínica psicoanalítica es lo real en tanto lo imposible a soportar por cada analista. Pienso que en lo social también hay un Real imposible a soportar. Esto “a soportar” no debe

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confundirse con esa suerte de capacidad asombrosa que tiene el ser humano de adaptarse a las peores circunstancias. Resulta decepcionante observar el grado de miserabilidad al que el sujeto se puede adaptar sin reaccionar, no sólo de sometimiento moral, sino también de sometimiento real. Los ejemplos ayer recordados de los campos de concentración, así lo demuestran.

Encontrarse con lo Real, no es, a mi entender, pelear contra él en un enfrentamiento desigual que conduce a lo peor. Es preciso encontrar, inventar un camino, una salida propia.

Esto quiere decir no quedar en el lugar del resto, al que tanto el F.M.I. como sus seguidores nos colocan, indicándonos, además, qué es lo que tenemos que hacer, cómo y cuando y recibiendo las reprimendas porque no cumplimos con el plan indicado por ellos.

Despiertan indignación las actitudes serviles y humillantes de la dirigencia argentina, no es por este lado que vamos a salir de este atolladero sino que de esa manera es seguro que el país se hundirá mas aún.

Nadie vendrá a salvarnos, no debemos esperar salvadores y, además, podemos permanecer sumergidos mucho tiempo más, no tiene límite el agujero. Pero también podemos a partir de aquí encontrar nuestra propia salida.

Escuchamos que no tenemos ningún plan, eso es cierto, en este momento no existe ninguna idea, aparentemente se espera que mágicamente se llegue a algún equilibrio, pareciera que no se advierte que de esta manera se tiende a empeorar. La salida no es la que el Otro nos propone, esto conduce a lo peor.

Es inconcebible que en este país rico en alimentos haya des-nutrición y hambre, que no se pueda disponer mínima-mente de lo necesario para la salud y el abrigo.

Destaco estas cuestiones que son del orden de la necesidad. Los psicoanalistas sabemos que en el ser que habla hay fun-damentalmente otros planos pero no desconocemos las más elementales necesidades.

En política nadie se pregunta nunca ni por el deseo del sujeto, ni por su goce. Cuestiones que están en juego no sólo en cada sujeto, sino que lo están en las relaciones que los sujetos esta-blecen con los otros, en las relaciones laborales, profesionales, institucionales y también en aquellos que nos gobiernan, ellos gozan del poder mientras lo tienen y a menudo gozan en demasía y sin limite. El límite les viene de lo Real que también a ellos termina aplastándolos.

A veces nos preguntamos; ¿cómo es posible que fulano, que tiene tanta plata, que es tan poderoso, quiera tener más?

¿Es que Estados Unidos no tiene ya suficiente poder? ¿Por qué quiere más? Cuando se invaden países y se destruyen poblaciones enteras, como fue la guerra de Vietnam o recientemente Afganis-tán y muchos otros países no tan desembozadamente.

¿Es verdad que se quería solamente eliminar a los Bin Laden y sus secuaces? ¿Se quería en realidad el bienestar del pueblo afgano? ¿Se invade para repartir caramelos a los niños? Segu-ramente No.

Hay un Real y ese Real es un agujero, es un agujeros sin di-mensiones, sin ley ni orden, inagotable, no hay modo de llenarlo. El discurso del amo y su variante, el discurso capitalista desean tener todo el poder para dominar este vacío, no interesan los medios, su fin es el goce, que en este caso se llama “ganar todo lo posible”, a cualquier precio y sin pagar los costos. Nuevamente, el psicoanálisis nos enseña que lo que no puede ser simbolizado reaparece en lo Real y esto es lo que les pasa a los poderosos, no pueden dominar todo, no hay aquí lugar para el discurso histérico, en determinada etapa lo que responde es la violencia sin límites.___________

Texto apenas corregido de la presentación en las Jornadas de la “Erótica del poder y la crisis social”, realizadas en el mes de mayo del 2002 por la E.F.B.A.

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La crisis más grande de nuestra historia

La actual debacle económica marca sin dudas el fin de una época. El modelo de acumulación argentino está definitivamente quebrado y hoy pone en cuestión la mismísima existencia del país como nación capitalista viable.

La economía argentina está viviendo una crisis pavorosa. La recesión comenzada en 1998 se ha transformado en la mayor depresión de la historia argentina. El Producto Bruto Interno descendió, en 2001, un 4,5% con respecto a 2000, sumando así tres años consecutivos de caída absoluta. Esto es sólo comparable a la crisis de 1930, donde la economía argentina cayó en 1931, 1932 y 1933. Pero ahora estamos peor que en ese momento, ya que el cuarto año -2002- tendría indicadores negativos peores aún. El PBI por habitante de la Argentina (reducido a 1.732 U$S anuales por habitante) pone a la Argentina en el último lugar de Latinoamérica y en el puesto 124 del mundo.

La desocupación estaría oficialmente en el 21,5%, lo que implica 3.038.000 trabajadores sin empleo. Si le sumamos los números de subocupación podemos asegurar que el 50% de la clase trabajadora (5.666.000 personas) no trabaja, vive de changas o trabaja menos horas que las que necesita para vivir. La velocidad del aumento del desempleo es astronómica: los despidos crecieron un 3.183% con respecto al año pasado.

La Argentina acaba de sufrir la mayor devaluación del mundo de toda la década del ’90. Esta ha generado un fenomenal proceso inflacionario, que ha acumulado ya aumentos promedios del 65% en la canasta familiar, con muchos productos esenciales cuyos precios han crecido más de un 150%. Con una devaluación superior al 300%, el crecimiento de la inflación recién comienza, ya que todavía falta el aumento generalizado de las tarifas de los servicios públicos. Este proceso va camino a pulverizar el salario: hoy la Argentina tiene ya niveles en dólares del Sudeste Asiático: más de la mitad de la población ocupada gana menos de 400 pesos, o sea aproximadamente 114 dólares al mes, y el 25% menos de 200 pesos por mes.

La suma de desocupación, bajísimos niveles salariales e in-flación ha arrastrado a la mitad de la población del país a la categoría estadística de “pobres”. Se han incorporado en 2002 3.813.000 nuevos pobres (familias tipo que ganan menos de $626 mensuales), llegando entonces a 18.219.000 personas que viven en 4.050.000 hogares (el 52,8% del total de la po-blación).

Por primera vez son pobres en la Argentina no sólo los des-ocupados o subocupados, sino también los asalariados e incluso grandes sectores de la clase media (asalariada o cuentapropis-ta). Toda la trama social argentina, asentada en la fuerte clase media urbana, con sus expectativas de ascenso social entre generaciones, con sus consumos culturales “a la europea”, se desmorona irremediablemente. Argentina se latinoamericaniza: su porcentaje de pobres es hoy, por primera vez en la historia, superior al de Brasil y se ubica entre los quince países con peor distribución del ingreso del mundo. En el futuro inmediato esto puede implicar una hambruna generalizada: vamos hacia una

La Argentina ante la encrucijada:¿fin de un modelo o crisis terminal?

por José Castillo

sociedad con entre 20 y 30 millones de pobres, que quedarían absolutamente excluidos de los circuitos capitalistas de produc-ción, distribución y consumo.

Desde el punto de vista fiscal, el Estado argentino está quebra-do: su deuda externa de más de 150.000 millones de dólares es un 257 % de su Producto Bruto y el Estado argentino no tiene crédito, ya no para obtener nuevos fondos, ni siquiera para renovar los vencimientos existentes.

¿Cómo llegamos a esto?

Lo que sucede en nuestro país es una fase aguda de una crisis crónica más amplia. El capitalismo mundial no funciona bien desde fines de la década del 60 a causa de la caída de la tasa de ganancia en las ramas más importantes de la economía mundial, transformando la crisis en crónica. Inmensas masas de capital, sin oportunidades de colocación buscan valorización por el planeta, asentándose, ya sea en la especulación financiera, bur-sátil o inmobiliaria, o en la compra de activos públicos ofrecidos a precio de remate, o en la explotación monopólica de algún servicio (gas, teléfono, agua potable, transporte) o explotación no renovable (gas, petróleo). Pero esta pseudo-valorización es ficticia, generando, a lo sumo, “burbujas” de crecimiento que luego estallan y sumen a los países presuntamente “modelos” en las crisis más agudas que podamos imaginar. Lo que hoy vivimos en la Argentina es, corregido y aumentado, lo de México en 1994, Tailandia, Malasia, Corea e Indonesia en el 97 o lo de Rusia en el ’98.

La Argentina de los noventa

La Argentina semicolonial sufrió un salto en su dependencia durante la década de los noventa, a partir de los procesos de privatizaciones y extranjerización de la economía que se desa-rrollaron durante el menemismo.

La Argentina de comienzos de los noventa tenía un rol a jugar. Compartía junto con los países de Europa del Este, algunos otros latinoamericanos (México, Perú) y el sudeste asiático, el título de “mercados emergentes”: se ofrecían a precio de remate 40.000 empresas públicas en el mundo. En nuestro caso se trató de pasar a explotar servicios públicos monopólicos con las tarifas más altas del mundo, sin exigencia de grandes inversiones y en muchos casos con subsidios estatales.

Pero este plan de saqueo desarrollado a todo vapor en los primeros años noventa requería para sostenerse en el tiempo de dos condiciones:

a) la realización de lo que se llamaba entonces las “reformas de segunda generación”, básicamente la flexibilización laboral, la privatización de la salud y la educación y los ajustes y priva-tizaciones en las provincias. Sin embargo las luchas de la clase trabajadora impidieron avanzar en esta dirección. El Estado argentino no pudo seguir reduciéndose; más aún, la aparición del movimiento de desocupados hizo que los gastos del Estado empezaron a crecer por este nuevo “rubro” (Planes Trabajar).

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b) La segunda condición consistía en que siguiera la corriente de capitales hacia los países dependientes. Pero esto se termina a fines de 1994, con el estallido de la crisis mexicana (efecto tequila), y luego se profundiza con la crisis asiática de 1997, y rusa de 1998. En la Argentina, cuando se acabaron los grandes negocios de las privatizaciones, comenzó un proceso de venta de empresas locales a firmas transnacionales. Ramas enteras de la producción pasaron a estar controladas en un 100% por el capital extranjero.

Ante la imposibilidad de avanzar en las reformas y ajustes, y debido al incremento de la resistencia popular, el gobierno de Menem, particularmente en su segundo mandato, optó por la huida hacia delante, financiándose con mayor endeudamien-to, consiguiendo para ello fondos en los mercados financieros más especulativos. Así se pagaron tasas usurarias, se juntaron montones de vencimientos de corto plazo y la deuda externa se fue de 50.000 a 140.000 millones de dólares al final de su mandato.

En la segunda mitad de 1998 comienza “oficialmente” la re-cesión. Ya en mayo de 1999, se empieza a dar la dinámica que luego va a signar todo el gobierno de la Alianza. Ante el riesgo efectivo de default, el entonces ministro Roque Fernández lanza un ajuste salvaje, debiendo luego recular ante la masividad de la movilización que genera en su contra.

Todo el gobierno de De la Rua va a estar cruzado por esta lógica. Intentos salvajes de ajuste y rebelión popular que lo obli-gan a dar marcha atrás y por lo tanto, en el cortísimo plazo se coloca otra vez la necesidad de un nuevo ajuste, que nuevamente provoca respuestas de la clase trabajadora y obliga al retroceso, y así sucesivamente. Fueron nueve intentos de ajustes. Así se

fue fogoneando durante todo 2000 y 2001 la insurrección que estalló el 19 y 20 de diciembre.

Todo el 2001 estuvo recorrido por la posibilidad de que la Argentina cayera en cesación de pagos de su deuda externa. El gobierno fue utilizando distintas ingenierías financieras, todas de corta duración: así cayeron el “blindaje” de fines de 2000 (que llevó a la caída de Machinea), el megacanje de junio, la promesa al Fondo de “déficit cero”. Finalmente, después que en el mes de noviembre fracasara el último intento de obtener dinero del FMI la crisis fue imparable. La última jugada de Cavallo fue la confiscación directa del dinero que estaba colocado en el sistema bancario.

Así la Argentina fue de hecho a la cesación de pagos, en un marasmo donde se unían la inexistencia física de fondos y la imposibilidad de obtenerlos por megaajustes ante la insurrección de diciembre.

La política del FMI

Resulta clarísimo que fue madurando durante todo 2001 y finalmente decantó en el mes de noviembre una decisión política del Imperialismo, expresado en la voz del FMI: no otorgar más dinero a la Argentina.

Debemos tratar de precisar las causas por las que se da esta negativa:

a) Lo más importante: no ven en el gobierno argentino la mínima fortaleza para imponer el ajuste a su clase trabajadora, en el marco de la revolución en curso. Dudan que cualquier envío de dinero, ante la debilidad del gobierno, no termine siendo

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quemado en resolver las demandas populares, ante la presión insoportable en esta dirección.

b) El mini boom de la economía norteamericana que comenzó en 1992, culminó con una recesión en 2001. Independientemente del debate sobre si esa recesión se terminó o no, lo que es claro es que hay un pavoroso déficit fiscal en los Estados Unidos y que entonces no es tan fácil el envío automático de fondos a la Argentina. Sumémosle a ello que la actual administración norteamericana a través del Departamento del Tesoro (Paul O’Neill y John Taylor), la Reserva Federal (Alan Greespan), y la propia conducción del FMI (Khoeler y Krueger), tienen la política de no hacer más mega-rescates de los países que han caído en crisis aguda, luego de la crítica que recibieron por su intervención en Asia y Rusia.

c) Una política de crisis, devaluación acelerada y eventual hiperinflación les conviene a los EE.UU., particularmente en su pelea por el control de capitales con Europa, para quedarse por monedas con sectores enteros de la economía argentina. Es importante tener en cuenta que se ha desatado una lucha interburguesa por la apropiación tanto de activos físicos hoy desvalorizados en la Argentina, como por la toma de posiciones monopólicas estratégicas para el futuro: en los multimedia –in-tentos por apropiarse del Grupo Clarín–, en los servicios públicos privatizados, en los bancos, en las industrias extractivas –compra de Pérez Companc por Petrobrás–.

Cabe preguntarse cuál es el límite de todo esto: ¿Dejará caer definitivamente Estados Unidos a la Argentina? La respuesta no es económica, sino política, y depende del ritmo y particu-laridades de la crisis argentina y de la situación continental.

Argentina empieza a contagiar al resto de Latinoamérica. Por eso no podemos descartar sin más que no haya un viraje de la política americana y se decida un envío de fondos a la Argentina. Sin embargo, aún en este caso, sería difícil que esta “ayuda” sea en el monto requerido para permitir algún funcionamiento medianamente normal de la economía argentina. Para que ello sucediera serían necesarios entre 30.000 y 40.000 millones de dólares de libre disponibilidad, cifra hoy impensable de ser volcada sobre Argentina. Esos fueron los montos con los que se estabilizó la situación en México en el ’94, o en el Sudeste Asiático en el 97, también a costa de una feroz transferencia de capitales.

Lo central es la extrema debilidad de un gobierno bamboleante ante una movilización popular que no cede, grupos económicos locales y extranjeros que no están dispuestos a pagar ellos la crisis y el FMI que no ve la más mínima capacidad política en el gobierno para implementar el ajuste y disciplinar a los tra-bajadores. La resolución de la crisis económica argentina será eminentemente política.

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Colaboración

El intento de estas líneas es el de situar algunas cues- tiones que interrogan al psicoanálisis en su articula- ción con el lazo social. Dichos interrogantes se abren en

el contexto de una actualidad que en nuestro país tiene como telón de fondo el horizonte de la disgregación comunitaria. Ella requiere por ello la invención de nuevos modos de respuesta a los efectos de combatir dicha disgregación.

Es sabido que la constitución del sujeto, al no darse de una vez y para siempre se reformula de continuo por cuanto se halla expuesta a las diversas “situaciones de peligro”, según las nominase Freud.

¿Cuál es el lugar del psicoanálisis cuando lo adverso, en su dimensión de infortunio, se instala por vía de la disgregación comunitaria de modo crónico y estable?

El sujeto, constituído por la eficacia de la castración, intenta recuperarse del traumatismo estructural del hablante, como así también de la pérdida de goce que acompaña dicha constitución, por medio de emprendimientos privados y colectivos. Esto cons-tituye un intento de recuperación de un goce imaginariamente perdido. Es sabido que siempre se cree que el goce verdadero y pleno es siempre el del Otro, quien así se lo habría despojado al sujeto.

La adversidad, el infortunio, bajo la forma del perjuicio, designan la posición de lo insoportable que viene a “encarnar” –dar carne– a toda diferencia. Dicha diferencia lo es de una sexualidad que es pulsión, deriva, desvío sometido a lo aleatorio del goce del Otro, mas que no es reductible a la genitalidad. Sexualidad cuyo fin no está sometido a un objeto predetermi-nado y universalizable.

Según Paul L: Assoun, “lo actual del malestar sobre la escena social, tal como lo muestra la práctica psicoanalítica, se traduce en la sensación del perjuicio que suele adoptar la forma de la exclusión apuntando a un trauma originario que es eficaz en una posición subjetiva”.

Se trata de dilucidar en lo que a nosotros, psicoanalistas, nos implica, cómo interviene el psicoanálisis para dar lugar a una distinción de problemas que, estando relacionados no son idénticos. El discurso analítico funda un lazo social que emerge en nuestros días a pesar o a causa de la miseria común, “la enorme miseria neurótica que existe en el mundo”. Ahora bien, es sabido que todo discurso toma su sentido a partir de otro.

El discurso del psicoanalista, que se efectúa en su praxis, toma su sentido por fuera de la exhaución lógica de los significados o significaciones. En el intento de producir una abertura irreduc-tible, toma el sesgo de lo Real que determina al ser hablante y no aspira a ceñir la verdad, sino que aprovecha las ventajas de interrogar lo que arroja el lenguaje que parlotea.

La miseria que afecta el cuerpo –tanto pathos del discurso, como del significante que lo representa sujeto– es el dolor de existir como hablante en la época de la historia de la humanidad que le toca vivir

Lo que el psicoanálisis aporta frente a ella es la subversión de un sujeto ante el torbellino de su deseo, es decir “la pulsión que es tan turbulenta como el lenguaje”, al decir de Roberto Harari.

Se trata, finalmente, de lograr una intervención que abone el límite entre el discurso sobre formas reales de exclusión, tales como privaciones económicas, del saber, de la salud, etc., y la suspensión del crédito a lo imaginario de la adversidad, etc.

Si el psicoanalista, en su práctica, es deudor de una ética y de una responsabilidad, las mismas se ponen en juego cuando el malestar de la cultura lo posiciona ante lo paradójico del sujeto perjudicado por la adversidad social y lo real de un trauma a partir del “mal encuentro”, constitutivo del hablante.

Freud destaca un trazo rector en la hipocresía y otro en la desilusión, “cuando el trono y el altar peligran”. Lacan, por su parte, responde a la universalización del “todo-vale, nada-vale”, situando el colmo de la segregación, en los campos de concen-tración y de exterminio.

Lo actual en su dimensión de acontecimiento es preciso dis-tinguirlo del presente para abrir nuevos interrogantes , ya que es el psicoanálisis el que nos confronta con los modos en que el hablante se las arregla con su limitado goce en el insoslayable malestar en la cultura.

Psicoanálisis, lazo social y adversidadSusana Gass - Mara Musolino - Diana Voronovsky

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PROBLEMAS Y CONTROVERSIAS

“Subjetividad” es un término que circula; antes se hablaba o de “reacciones de los individuos ante los acontecimientos públi-cos” o de “formas de la conciencia colectiva” o de “mentalidad de grupo”. Ahora se agrega a “subjetividad” adjetivos como “social” o “colectivo”, y luego, para explicar la experiencia psí-quica de quienes han sido arrasados por el derrumbe de nuestro país, se habla de “devastación” o se emplean términos y giros equivalentes.

Pero emplear términos y sintaxis estandarizados, puede tener indudablemente valor en el campo de la acción política inme-diata; mas si se quiere avanzar en la teoría, son obstáculos que fingen transmitir un saber claro y distinto allí donde sólo hay buenas intenciones, rabias profundas y desconcierto.

No basta hablar de devastación; tampoco basta el socorrido recurso al trauma, que siempre viene bien. Es preciso hacer el inventario de lo que no sabemos; es preciso localizar los modos, las incidencias y los supuestos de esta devastación; es preciso lo-calizar, también y ante todo, cuáles son los operadores de enlace entre la experiencia de los sujetos y la catástrofe institucional.

Ya sabemos: si el deseo no se satisface, la satisfacción de la necesidad es condición de su posibilidad. Sabemos también que lo primero que pierde quien pierde la posibilidad de subsistencia es la –entrecomillo el término– “dignidad”; y sabemos, asimismo, que las diversas organizaciones de sectores marginales –pique-teros, asociaciones de obreros desocupados, comedores popula-res– tienden, antes que nada, a conservar tal dignidad mediante símbolos, escenarios e imágenes de una identificación que los preserve de convertirse en jaurías de perros cimarrones.

Pero ¿qué significa “dignidad”?A partir del siglo XVII y en Europa, aparece eso que Lacan ha-

brá de llamar “sujeto” y que Francis Barker ha estudiado como un nuevo estatuto del cuerpo y de las pasiones1; el estatuto de la privatización del cuerpo, sometido ahora a una legalidad que no es la que rige el “cuerpo espectacular” de la sociedad precapita-lista, y que supone la ilusión de un alma “única e intransitiva”. Un término que Lacan en su Kant con Sade ha dotado de alcance categorial –el griego “Aidós”, o sea el “Pudor”– es uno de los nombres de la nueva situación: la experiencia sadiana tiende,

antes que nada, a la violación del pudor del otro en nombre del goce del Otro2. ¿No es, podemos agregar en un salto que el propio texto de Lacan practica, el pudor un momento constitu-tivo (“privatizado”, diríamos) de la superficie fantasmática del sujeto? El pudor es el soporte inconsciente de la dignidad del individuo, que es un valor político.

El pudor conserva la reserva y ajusta las distancias con el semejante; el pudor, también y esencialmente, protege a cada cual del vínculo mortífero con lo que Lacan denomina prójimo; el prójimo es lo que se resiste, realmente, a la división entre uno y el otro. No habría que simplificar las cosas: si el pudor es el soporte de la dignidad, los intentos de preservarlo cuando no está en juego exclusivamente el hambre (el hambre, en rea-lidad, nunca está exclusivamente en juego), sino también la opresión y la inseguridad, el extremo desasosiego, pueden llevar a individuos y a grupos a acciones abyectas (la delación, por ejemplo) que acabarán por destruir el pudor: en el hambre y en el envilecimiento el cuerpo está expuesto, sin barreras a la violencia del prójimo.

Una aclaración al margen pero no marginal: estas determina-ciones son sólo determinaciones formales (aunque espero que no sean formalistas) que no se pueden aplicar, per se, a contenidos concretos. Sólo quiero indicar el perfil posible de procedimientos de investigación. Por lo demás, hay cuestiones que recién ahora estamos en condiciones no sé si de responder, pero seguramente, al menos, de circunscribir con claridad. Por ejemplo (y no es un ejemplo cualquiera) en los sectores marginales, los primeros en perder el hilo del pudor son los hombres; las mujeres, casi sin excepción, son las que más resisten al narcotraficante, al político que entrega la bolsa de comida, al policía, al asaltante y al ratero crónico que ofrecen “participación” o reclaman, amena-zantes, silencio cómplice.

Los valores fálicos, cada vez más, parecen cosa de mujeres en esta Argentina nuestra, esperpéntica, hecha de neumáticos quemados, estallidos de vidrios, disparos de escopetas, donde ya no es posible diferenciar la del delincuente de la del policía; hecha del grito “¡que se vayan todos!” proferido por ahorristas que así, legítimamente indignados, ocultan su complicidad con esos “todos” que varias veces plebisci-taron.

1. Barker, Francis, Cuerpo y temblor, Per Abbat, Bs. As., 1984. Como se sabe, el propio Lacan situó en el siglo XVII el nacimiento del sujeto y lo hizo, entre otros lugares, en el seminario XI. Habría mucho que discutir de la construcción de Barker, pero no caben dudas sobre el valor de su indagación. El lector se preguntará: ¿qué había antes del capitalismo? A lo que puedo responder con otra pregunta: ¿ por qué equiparar ‘psi-quismo’ con ‘sujeto’?

2. En mi argumentación pongo provisoriamente entre paréntesis la expe-riencia sadiana, para evitar esa psicologización fácil de la política que se anuncia bajo el nombre, ya degradado en su alcance, de “perversión”.

Política y subjetividad (4ta parte)por Juan Bautista Ritvo

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Humor

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Los principales trabajos de Sigmund Freud sobre los argumentos de la técnica psicoanalítica, comprenden un período que abarca los años 1911 a 1914. Sin embargo,

hoy podemos afirmar que toda su obra está impregnada de una lógica que inviste la formación del analista, tanto desde el punto de vista teórico como de la práctica misma.

Me ocuparé, entonces, de párrafos claves. Es decir, poner en consideración este decir, preparará el terreno fértil hacia el concepto de acción analítica en Lacan. Pasemos revista, a con-tinuación, a los textos de la época freudiana precedentemente citada, me refiero a: - “El uso de la interpretación de los sueños en el psicoanálisis” (1911). - “Sobre la dinámica de la trans-ferencia” (1912). - “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico” (1912). - “Sobre la iniciación del tratamiento” (1913). - “Recordar, repetir y reelabo-rar” (1914). - “Puntua-lizaciones sobre el amor de transferencia” (1914-1915).

En “El uso de la interpretación de los sueños en el psicoanálisis” (1911) Freud conceptúa que el sueño puede llegar a convertirse en resistencia, dentro del dispositivo analítico. ¿Cómo una for-mación del inconsciente, tan vital, tan regia al puente que tiende al inconsciente, puede devenir en resistencia? Que el analizante sólo se ocupe de eso, (y también el analista) garantiza que se siga “durmiendo” cuando la tarea apunta al “despertar”. Freud da varios ejemplos de ello en el artículo, que son solidarios a la clínica misma. En este punto, prefiero recortar un detalle de mi práctica: se trata de una analizante que asiste regularmente, y que venía de otros tratamientos interrumpidos (más de cuatro, que preceden al momento actual). Era habitual que en cada uno de estos primeros encuentros me relatara sus sueños. Mientras lo hacía, mantenía fuertemente cerrados sus ojos, quizás como para no “escapársele” algún detalle que consideraba de vital importancia. Le observé que esto lo repetía inicialmente en cada sesión, que efectivamente contaba sus sueños... y no aso-ciaba nada. Mantener los ojos “bien cerrados” la ubicaba en la vigilia “bien dormida”. Sencillamente, nada elaboraba de eso y seguramente la insistencia de su malestar en la vida cotidiana, continuaría persistiendo. Me preguntó “¿Qué es asociar?” Y su pregunta iluminó mi entendimiento de sus interrupciones

ojos bien despiertospor Carlos Gustavo Motta

La acción analítica (3ra entrega)

anteriores.En Sobre la dinámica de la transferencia (1912) hay una

llamada a pie de página (97 en la obra de Amorrortu) que le da significación a todo el artículo. Me refiero a los términos que, según Freud, “...determinan el destino de un ser humano”: la tyché y el automaton. Los términos están escritos en su original en idioma griego y fueron traducidos, en esta oportunidad, como disposición y azar. Freud agrega: “Según sea el estado de nuestros conocimientos, apreciaremos de manera diversa la parte de la constitución o del vivenciar en el caso singular...” Investigar estos dos términos, relacionándolos con el fantasma de cada sujeto, solucionan en gran medida, los inicios de un análisis.

Vuelvo con un caso. Esta vez es un joven de 27 años, que inicialmente se queja de todas las áreas por las que él transita: un trabajo que lo incomoda; una relación que no lo satisface, porque tiene fantasías con otras mujeres; una familia que cri-tica intensamente; una profesión que no sabe si eligió bien. De su incomodidad nada puede elaborar y esta expresión de dolor lo desborda, ocupando un espacio donde su destino, según sus palabras, es penar.

La asociación con este significante, lo conduce directamente a un patronímico de su nombre familiar y la queja comienza a orientarse de otra forma, a hacerse menos consistente. No es que no se queje más, sino que dirige su mirada hacia él. Esta opera-ción de implicancia subjetiva, permite alojar al sujeto transfe-rencialmente. Si hubiera permitido que su decir fuese el eco de una letanía, tarde o temprano también comenzaría a quejarse de mí y la interrupción del dispositivo estaba asegurada.

Algunas de estas razones que ocupan a la acción analítica, no sólo las aprendí de mi lectura rigurosa de los textos de Freud o de Lacan, sino del empleo del tiempo en un análisis personal, infiriendo del mismo, que siempre es didáctico.

En relación con “Consejos...(1912)”. Bien, ahí estoy en pleno acuerdo con Lacan. Los consejos están para no seguirlos.

La construcción del estilo del analista no es de un día para otro, y sí, en cambio, es con el otro en un decir dialéctico, donde los significantes, tiempo y dinero, poseen una absoluta vigencia, aún en los tiempos que corren. Concluyo con unas palabras de Nietzche, que remiten al concepto de verdad. Las incluyo, porque muestra claramente la importancia de mantener una entonación personal en los argumentos expuestos: “Los sistemas del pensa-miento sólo son completamente verdaderos para sus inventores; para los hombres de ciencia posteriores, son comúnmente un gran error; en tanto para los cerebros débiles constituyen un conjunto de errores y verdades; pero, como fin último, erróneos y por tanto inadmisibles”.

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Entrevista

¿Cuál es su visión del psicoanálisis ac-tual?

Yo no veo en absoluto el psicoanálisis como una lengua de madera, como un sistema cerrado, considero que hay allí un desarrollo de la lógica y del lenguaje, que es absolutamente necesario en nuestra época, es un lugar donde se forma la éti-ca sobre una base muy difícil, que es aquella del compromiso y la responsabilidad particular de aquel que quiere comprometerse ahí adentro. Y el drama actual del psicoanálisis es que este com-promiso ha sido comprendido por los alumnos de Lacan como si se tratara de un compromiso militante en un grupo ideológico, mientras que para mí se trata de un compromiso particular y personal,y que el hecho de consagrarse a una institución se lo emplea como un medio para protegerse del tra-bajo analítico. Es lo que se llama en psicoanálisis un sistema de defensa del Yo, una defensa contra la angustia. Ahora bien, hay que decir a la gente más joven que la única manera efectiva de vérselas con la angustia es la de tener un deseo, porque la an-

gustia es el retroceso, la cobardía ante el deseo, es una manera de tratar de evitar el deseo.

La ley nunca ha estado opuesta a la pasión. No se debe confundir la ley con el estado. Lacan dice que el cadalzo como el celular de policía, no es la ley, eso es el Estado. La ley y el deseo tienen una relación mucho más compleja. Lean Antígona: hay que pasar por un deseo particular que tiene una dimensión trágica para estar de acuerdo con la ley... Es Antígona quien repre-senta la ley y no Creonte, ese filisteo ordinario. Antigona tenía un deseo particular que alcanza al universal de la ley.

¿Qué relación hay entre el Nombre del Padre y la ley?

El Nombre del Padre es una mediación entre el sujeto y la ley, y es gracias a esta mediación que justamente podemos ser valientes e ir a la cama con un partenaire sexual,que es una forma de coraje. De todos modos, el Nombre del Padre, viene del discurso que rodea al sujeto y es una función de “banalidad

“El nombre del padre: entre el sujeto y la ley”ENTREVISTA A JEAN-MICHEL VAPPEREAU

Por Félix Contreras

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excepcional”. Yo explico desde hace tiempo que para hacer una teoría del nombre del padre hay que leer a Marcel Mauss y ver que en todas las técnicas de civilización, es decir, la manera de comer, de alimentarse, de higienizarse, de dormir, de vestirse, en todo eso hay maneras que uno recibe de su familia que son absolutamente banales para los otros pero que para cada uno de nosotros son muy valiosas. No se trata de imponer los mismos significantes a los otros, pero hay que reconocer la necesidad y la función de estos datos de la civilización. La manera en que mi madre cocina las pastas, no le interesa a nadie, pero para mí es ex-cepcional, es un nombre del padre. Esas cosas están barridas por la civilización industrial, mientras que ellas eran respetadas por la civilización neolítica, pero como ahora las cosas llegaron a un punto desde el desarrollo de la técnica industrial, las técnicas del neolítico han caído en desuso. Yo no soy nostálgico, pero constato que estamos en una civilización de la destrucción y que hay que ir hasta el final de la inteligencia de este proceso, que es el apreciar de manera justa, que es la ciencia galileana, cartesiana que nos comanda hoy. Que nos convoca a todos a ser científicos, sin poder dar nuestra opinión y juzgar de lo que sea. Es preciso que vayamos al final de la inteligencia de este proceso discursivo, que es un proceso que viene de la civilización occidental europea.

En cuanto al estado del discurso actual: está muy extendido en la Argentina algo que se puede llamar “el recurso de la clínica”, donde ante un planteo topológico se dice:”yo me remito a la clínica”, con lo cual se contradice el discurso de Lacan y su enseñanza. ¿Cómo comentar la relación entre la clínica y la topología?

Pretender probar la eficacia de la doctrina mediante el examen de casos clínicos es un error enorme, incluso es estúpido desde el punto de vista de la historia de las ciencias y de la epistemología, eso no convence a nadie. Uno puede discutir mucho mejor los problemas, siendo lógico. Es lo mismo que tratar de comentar lo que Freud ha dicho de la sexualidad, la fase fálica, el complejo de castración, apoyándose en los datos de la antropología y en la historia de la civilización y la religión. Seguramente, no es ahí donde vamos a encontrar una articulación sensata, razonada, sobre qué es la sexualidad. Las religiones son como jaulas que tratan de dar sentido para resolver el problema muy rápidamente, mientras que hay otra solución gracias a Lacan y Freud. La pregunta “¿Qué es el sexo?” atañe al problema de lógica que se llama “la identidad y la diferencia”. Y el analista, en tanto que objeto, es el soporte de esta lógica, de esta topología, de este discurso. El discurso es un lazo social, es decir, lugares, tiempo que uno consagra a cierta elaboración. Pero la estética del discurso no es solamente el espacio y el tiempo, es también la letra, el estilo, los medios literales que uno se da. El dinero forma parte de la estética del discurso. Hay palabras que se intercambian en el lazo social como algo que busca escribirse, que no cesa de no escribirse, uno pasa el tiempo escribiendo cartas de amor, es decir “chifladuras”, eso que se llama “lo que no cesa de escribirse”: el amor, los síntomas, el sufrimiento. Cuando algo cesa de no escribirse, en general, eso hace caer el “semblant” que se escribía hasta ese momento, las cartas de amor se ponen a centellear. Entonces, en ese momento hay ruptura de “semblant”, y es preciso aprender a contar los fragmentos que centellean para, justamente, escribir de nuevo. En el psicoanálisis uno va hasta descubrir que hay necesidades de escrituras y que cuando ellas se escriben, el hecho de escribirlas las borra. Yo hago estructuras matemáticas de esas escrituras porque las matemáticas son la mejor manera de escribir lo que no puede representarse. Y así justamente se trata de una suerte de representación que se borra en el momento que se constituye; esa es la represión y la estructura del fantasma. Entonces, uno no puede tomar posición de sujeto en relación con eso sino solamente haciéndolo, como eso fue hecho hay que rehacerlo. Y rehacerlo lo suficiente como para que ello se resuelva. No hay nada que comprender, es como los sueños. Uno no sabe lo que el sujeto sueña, todo lo que sabemos es lo que el sujeto cuenta de su sueño, y no tenemos sino eso para analizar los sueños; entonces le damos confianza a lo que el analizante cuenta. En fin, el analizante mismo le presta con-fianza a lo que queda de lo que soñó cuando el se despierta, y él mismo ha vivido el sueño que no es reproductible pues eso se borra al mismo tiempo que se produce.

Desde hace años he estudiado la topología bajo su aspecto geométrico, puesto que yo digo que la clínica es el narcisismo y no debería escapar a nadie que en el narcisismo la cues-tión es la de la simetría en el espejo y lo que invierte el espejo. Es una entrada en las cosas extraordinarias y banales porque el espejo no invierte la derecha y la izquierda, el espejo invierte una dimensión de un objeto que tiene tres dimensiones pero no se sabe cuál, es como el Nombre del Padre. Es excepcional y banal. En cambio, un objeto de dimensión dos es idén-tico a su imagen en el espejo, entonces la dimensión del objeto cuenta, esto explica por qué las reflexiones geométricas permiten dar cuenta de aquello de lo que nosotros dependemos y que efectivamente Freud ha descubierto en la clínica. Porque el primer gran resultado

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producido por la observación en la clínica es el narcisismo, que no es una hipótesis como el aparato psíquico, ni una enunciación como el inconsciente de Freud. Desde los tres ensayos que hablan de la teoría de la sexualidad, donde el partenaire es llamado objeto, Freud llega a 1914 cuando editó Introducción del narcisismo porque se dio cuenta de que el sujeto utiliza un lenguaje que habla del cuerpo y eso nos hace entrar en problemas de geometría Ya estaban presentes en la metáfora de Freud, de la Traumdeutung con el telescopio astronómico, con la noción de inversión que es crucial en el funcionamiento de la estructura. Ahora yo estudio los nudos luego de las superficies y luego de los grafos. He comenzado a redactar una obra de en-señanza consagrada a la lógica puesto que todas estas nociones de geometría no tienen interés más que si ellas están relacionadas al lenguaje, a la lengua pero también al esqueleto lógico de la lengua, que es tan importante como el armazón fónico. Mi objetivo es hacer una teoría matemática, lógica del lenguaje y de la metáfora, que no sea una metáfora porque las mate-máticas no son una metáfora pero que puede dar cuenta de la metáfora. En el espejo estamos a la vez afuera del cuerpo y adentro del cuerpo; en geometría eso se llama posición intrínseca y posición extrínseca. Es una cuestión de dimensión del espacio, del objeto y en el lenguaje eso se llama comentario crítico, gramática. Pero no hay que confundir la estructura del lenguaje con la representación organizacional humana corriente que se llama institución. La institución trata de fijar la relación del interior al exterior, del comentario con el objeto observado. Es la neurosis obsesiva. El neurótico obsesivo se pone en el balcón y dice a su padre: “arreglate vos con el decir, yo voy a mirar cómo vos hacés”. Entonces, es casi lo que hacen las instituciones como proceso de defensa contra la angustia. Hago cursos en los que trato de poner a prueba lo que hice en toda la semana, cuando leo, cuando escucho, cuando hablo y ocurre que yo también acompaño eso con dibujos y escrituras. Yo pretendo hacer eso a título de la lectura de los escritos de Lacan y evidentemente de las obras completas de Freud. La cuestión, que es crucial para mí, es como se hace para que un discurso sea coherente, lógico, racional, que abra la mente hacia la lucidez y que tenga esa cualidad de poder ser integralmente reversible.

Traduccion: Paula Hochman

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Colaboración

“Unigénito del método y la perseverancia, Op Oloop era la más perfecta máquina humana, la más insigne creación de autodis-ciplina que conociera Buenos Aires”. (Filloy, p. 28)

Con este juicio, el escritor –y también juez– Juan Filloy ca-racteriza el protagonista de su novela más conocida, Op Oloop, publicada por primera vez en el año 1934. Además de su doble función en la jurisprudencia y la literatura, Filloy también se destacó por su gran curiosidad y por un ávido interés hacia todos los descubrimientos científicos y sociales contemporáneos. Esta fascinación, dicho sea de paso, le duró toda su larga vida, 105 años en total, y abarca en consecuencia un gran abanico de los más diversos temas.

En los años ’30 del siglo pasado, cuando Filloy inició su produc-ción literaria, la psicología era uno de los temas del momento. En su vida laboral, en el tribunal de Río Cuarto, Filloy hizo mucho uso de su abundante biblioteca sobre la psicopatología delictiva. Su novela ¡Estafen!, que data del año 1932, se desarrolla ente-ramente en una cárcel y refleja estos conocimientos y su visión de cómo tendría que organizarse la penitenciaría en base a los nuevos datos sobre la psique humana y las ciencias sociales.

En Op Oloop, Filloy abandona ese entorno tan conocido para él que era el sistema de justicia, y se dedica plenamente a la descripción del descenso vertiginoso y fatal en el equilibrio psíquico de su personaje. Ya en la página 43 de la novela, en un baño turco, otro visitante de la instalación exclama sin mucha delicadeza: “Si usted no está loco, le anda raspando.” Este co-mentario de lenguaje popular, luego se profesionaliza en boca de un supuesto especialista, un médico: “Se trata, de seguro, de un temperamento simpático-tónico. [...] Tipo emocional, excitable, inconstante. [...] Es un predispuesto a la angustia. A lo mejor un candidato a la locura depresiva. Ese estupor que exhihe su semblante es típico de la melancholia attonita. La melancolía es siempre un síndrome. No cabe duda, [...] de que su desmayo obedece a un acceso psico-neuro-patológico.” (Filloy p. 80). En esta circunstancia, la típica ironía de Filloy deja muy mal pa-rado al médico, ya que el desmayo de Op Oloop en realidad es resultado de un malevo golpe que recibió atrás de la oreja. Sin embargo, el mismo autor, pocas líneas más tarde afirma sobre la condición del personaje: “Su cerebro era una cámara obscura en día de asueto del personal. Ninguna idea, ninguna imagen.” (Filloy p. 82). Ya empieza el delirio, Oloop habla de “cocodrilos devoradores de sombras” (Filloy p. 108), de “regimientos de penes erguidos” (Filloy p. 111), “pasteles en forma fálica” (Filloy p. 113), y de “grutas en forma vaginal, [...] empedrada con senos de doncellas hiperbóreas y muslos de mestizas núbiles” (Filloy p. 113). Psicoanaliza Filloy: “Son típicas del delirio sistematizado, el error de los sentidos y la gran fijeza con que se graban las ideas eróticas.” (Filloy p. 124)

Cada vez más se vislumbra el triste final de Op Oloop, “que en pocas horas había vestido y desvestido la abundante variedad de su guardarropa psíquico” (Filloy p. 238), y el lector entenderá cada vez más por qué Filloy estimó su novela de interés para el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud.

Tenía la costumbre de publicar sus libros en ediciones privadas y muy reducidas, las que mandaba con dedicación a amigos y lectores selectos. Así hizo con Freud. Le mandó una copia de Op Oloop a su residencia en Viena. Cuenta Filloy: “Mi sorpresa fue cuando a los tres o cuatro meses –en aquel tiempo la correspon-

dencia viajaba por vapor– recibí una carta lacónica, que para mí resultó lo suficientemente halagüeña, en la que me decía: “He leído su libro con mucho gusto y apreciado la índole de su tema. Saludos, felicitaciones.” (Ambort p. 100)

Según Filloy, Freud le escribió esta respuesta en una hoja de su block de receta, lo cual parece un tanto extraño. Y para aumentar todavía el toque de misterio, el original se perdió, al igual que otra carta agradeciendo las felicitaciones que Filloy le había mandado para su cumpleaños número 80. Contrariamente a las exageraciones que de vez en cuando aparecen en notas periodísticas, Filloy nunca habló de correspondencias regulares con Freud, ni siquiera de haber intercambiado muchas cartas. Habló con orgullo de estas dos ocasiones, y dió detalles de cómo se perdieron las respectivas cartas. La primera se la prestó a un amigo de Río Cuarto, el doctor Conrado Ferrer, quien la quería exhibir en el Instituto Neuropsiquiátrico de Oliva; después del fallecimiento de éste, en 1941, no la recuperó más. La segunda le fue “robada” por un periodista de la revista Gente que vino a entrevistarlo. En momentos de confidencias, Filloy incluso daba su nombre y apellido.

Por su beneplácito con la traducción de su obra al castellano hecha por Luis López Ballesteros y de Torres, es conocido que Freud sabía leer castellano (en una carta del 7 de mayo de 1923 le escribió que empezó a estudiar “la bella lengua castellana” siendo un joven para poder leer “Don Quijote” en el original). En la novela Op Oloop, cuyo autor era un joven escritor argentino, dió entonces con esta definición de la psiquiatría y sus oficiantes: “La psiquiatría –verdadera geografía del desorden– procura lo-calizar, mediante fórmulas al respecto, las alienaciones del homo sapiens. Y por lo mismo que éste se enajena e incursiona hacia dominios de oscura aboriginidad animal, el psiquiatra, trazando coordenadas desde la salud, logra a menudo fijar en tratados, los problemas del temperamento y la herencia. Pero no siempre. Los hemisferios cerebrales, laberintos intrincados, cuando rellenan normalmente la cavidad craneal, lo son más aún, cuando relle-nan los dos carnazas de las nalgas: porque es así: hay personas que tienen el cerebro bordeando la línea anal. Entonces la razón se embota y es tanta la pestilencia psicopatológica que el estudioso ineludiblemente recula.” (Filloy p. 49)

Queda en manos de los especialistas imaginarse la reacción de Freud ante este dictamen, preguntarse si Filloy logró influenciar el pensamiento freudiano o si al menos Freud dialogó con él, a través del libro. Lo seguro es que siempre vale la pena sumergirse en la literatura de Juan Filloy, para encontrar otros profundos y certeros análisis de la psique humana, y hacer algunos de los otros tantos sorprendentes hallazgos que no dejan de aparecer en cada uno de sus libros.

Bibliografía: Juan Filloy, Op Oloop, Editorial Losada, Buenos Aires 1997.Mónica Ambort, Juan Filloy. El Escritor escondido, Aguilar, Buenos Aires

2002.

El escritor y el psicoanalista por Silke Kleemann

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Colaboración

La verdadera belleza del arte reside en su inutili-dad.

Paul auster

Con este trabajo intento subrayar el carácter subversi- vo del psicoanálisis en relación con el borramiento de las singularidades personales propias del sistema neolibe-

ral y de la globalización. También, que un punto de encuentro entre arte y psicoanálisis (la metáfora) se revela como el más firme apoyo para la búsqueda de aquello más precioso de cada uno: la singularidad y el encuentro con los otros.

En la República utópica de Platón, la producción de los poetas era una de las tantas poiesis en que se dividía el hacer, pero no era una más. Era la única capaz de amenazar a la filosofía en su obra magna de hacer un tejido con los diferentes trabajos que se realizaban en la polis. Era rival del concepto filosófico, divina en su particularidad y en su manía de inventar phantasmas, en desacuerdo con la obra de Dios. Los poietai no recreaban la obra que el Dios había planificado, no plasmaban su idea de mesa en una mesa de madera, creaban objetos ilusorios, enga-ñosos, ofensivos para con la filosofía y su tarea de armonizar la producción útil de los artesanos.

El poder metafórico de cada poeta, se torna en algo resis-tido por la república para la cual la reproducción mimética de la idea del objeto es su bien. El poder metafórico no imita, produce ilusión, engaño, como el espejo capaz de reflejar todo y ser nada.

En la república platónica, la poiesis admitida es la que se encarna en la tarea del artesano dedicado a producir imitacio-nes de la idea. Un carpintero que producirá la mimesis de la mesa ideal tiene las puertas de la ciudad abiertas a su genio y familia. Un poeta no.

Así la extrema particularidad de una frase poética, la imagi-nación poética, contiene ese germen subversivo y anticiudadano que atenta en su inutilidad contra el bien común e infecta de particular lo que debería ser un derivado de “la idea”.

Allí reside la futilidad de explicar, discernir o analizar la

imaginación poética desde una perspectiva causal su génesis individual o no, puesto que perdería el hueso, el núcleo de su ventura. Cuántos otros artistas, poetas callejeros, nigromantes argentinos o finlandeses tuvieron en sus determinaciones his-tóricas algún familiar asesino o un ama de leche poseedora de la llave del infierno sexual y sin embargo, ¡no encontramos allí la nota que hace repercutir la letra de ese arte!

Igualmente tristes se vuelven las explicaciones analíticas o psicológicas, el orden de las razones de un acto fallido, de un chiste o de un síntoma.

Al revés, que latencias, que repiqueteos de una imagen poética, de un síntoma, de una palabra escuchada como imagen poéti-ca, ocupante de un espacio que se crea en el momento en que surgen, transicional entre sujetos, entre muebles o victorias. Eso perecedero, único, que debe su valor al brillo del instante que late sin aviso. Momentos en que un decir deshace el hielo que congela la metáfora en síntoma, para deshacerla en la emoción de una búsqueda.

El arte “nietzscheano” y el psicoanálisis

En el origen de la tragedia, Nietzsche discute la preeminencia que se le daba al artista objetivo, el que más calidad tenía en tanto se liberaba de la experiencia individual para articular verdades que concernían a todos. El artista subjetivo, conside-rado de menor calidad, carecía de la supuesta objetividad que le hubiera dado valor a sus producciones puesto que estaba más preocupado por sí mismo que por transmitir una verdad, más allá de su sufrimiento personal.

Sin embargo, Nietzsche ve en esta última posición la verdadera experiencia; el sufrimiento personal como lo más genuinamente enlazado a nuestra naturaleza, a la comunidad cultural. Tenía el propósito de forzar a la comunidad cultural a admitir el conflicto entre el “concepto y la poesía”.

Late en el fondo de ese artista la apertura a lo dionisiaco a la comunión con el sufrimiento de Dionisos desmembrado en lo múltiple de cada subjetividad, de cada hoja y de cada suspiro. El punto de mayor comunión con el Dios es el de mayor dis-

Libertad a los poetas de la repúblicapor Guillermo E. Vilela

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tancia con lo Uno perdido en tanto sufrimiento por lo múltiple experimentado.

La tragedia para Nietzsche encerraría la oportunidad para cada uno de ser un sátiro, mixtura de macho cabrío y hombre. Algo así como un pre-hombre no civilizado, cultural sí, pero no civilizado. Un pre-hombre que busca en el colectivo del coro trágico, danzando y cantando, restañar la separación, el sufrimiento de la naturaleza por haber sido desmembrada en miríadas múltiples dando origen así a la poiesis amalgamada con la alegría, la risa y la nostalgia.

No hay marcha militar ni uniformidad ni organización como efecto de dicho estado artístico, y de eso tenemos restos en la celebración de la vida, en las fiestas populares cuyo paradigma es el carnaval; una forma de redención en la abolición de las fronteras yoicas.

En dicho arte y celebración popular vendría luego el principio apolíneo a restaurar, con su medida y armonía consensual, el desorden y la locura de semejante comunión con el Uno primor-dial desarticulado.

Se desprende de esa visión pagana una alternancia entre lo Uno y lo múltiple y una ética ligada al deseo y a la vida, a la ani-mación que cada uno le imprime al cuerpo social y particular.

La clínica analítica supone en el origen ese sufrimiento desga-rrado de lo Uno, el lenguaje fraccionando la carne en pulsiones, separando la unidad de un cuerpo, introduciendo el vértigo y la nostalgia, el Otro sexo.

El recorrido de un análisis por su parte se valida en la medida en que libera ese sufrimiento, precipita un duelo, restaura la decisión de metaforizar produciendo por añadidura un olvido

de sí en la asociación libre, un fluir antagónico de la necesidad de mantenerse consciente y alerta frente al semejante.

Ese olvido de sí mismo es también la apertura a lo más sin-gular de quién produce ese acto de palabra, es la ventana a aquello que lo constituye en el acto de perder. La pérdida de la que hablo es más bien la inscripción de la misma en un devenir histórico singular, no la acción de perder con la que tantas veces se presenta un sujeto a la consulta que tiene además la fijeza del signo.

La crueldad neoliberal y los desaparecidos

En el tiempo presente el neoliberalismo y sus “científicos” locales, intentan producir un movimiento inverso a lo que podría ser la afirmación de esa particularidad, o bien de la libertad entendida como ese margen para elegir más allá de las determinaciones.

El mercado y la globalización llegaron a un desarrollo que solo se incomoda por la emergencia de lo particular.

Hemos comprobado en nuestra historia reciente la sustracción de identidad, el robo de identidad como la forma telúrica de gozar de un objeto representante del botín de guerra, carente de subjetividad e historia.

Un consumidor ideal, una fuerza de trabajo ideal que se mide en puestos de trabajo y bocas de expendio a las que tanto les da uno como otro portador-consumidor del alimento.

El desarrollo de su ciencia coincide en prescindir cada vez más de un sujeto que traduzca, transcriba o use sus fórmulas. Sin sujeto, las estructuras simbólicas acusan una reacomodación que

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prescinde a su vez en el fundamento último de la idea de semejante y prójimo, instalando el terrorismo. Tanto vale uno como otro, el terror, y el pánico en su versión pre-bélica, encarnan con todo el dramatismo la anomia que termina gobernando el intercambio social.

Existe así una verdad Toda, general, para todos igual, de un lado o del otro, emanada de un goce de poseer “la verdad” que repele lo particular, un goce de la verdad que impone la necesidad de que cada uno se adecue o se ponga en contra de ese fin de la historia. No asis-timos al enfrentamiento de dos ejércitos sino a la instalación de la dimensión colectiva de la desconfianza y el miedo. Hay una infracción de ese imposible que, por estructura prescribe que cada sujeto es único y no reintegrable. Ese aspecto de nuestra civilización se aproxima a la destrucción de la cultura siempre que la Verdad Toda amenaza con la destrucción a escala planetaria de las diferencias.

Quedan así en posición subversiva las verdades de cada uno, las que tienen lugar en la clínica psicoanalítica tanto como en cualquier diálogo.

En los orígenes del psicoanálisis y del sujeto Freud ubica una Cosa imposible de significar, impermeable a toda atribución y a toda cualidad, una cosa que conforma el complejo del semejante. Dicho complejo se torna el asiento de toda ulterior particularidad subjetiva en la medida en que cada quién se confronta como yo y no yo con aquello que ha expulsado como ajeno y al mismo tiempo como lo más particular e íntimo.

Niño no reintegrable, entonces, en la medida en que al hablar madre e hijo expulsan el objeto. Para ambos, lo expulsado es el motor de su búsqueda y causa de su animación. Eso los hace únicos, eso hace que una madre reconozca a ese hijo y que no pueda aceptar un cambio, que sea sólo ese.

En su comentario del informe de Lagache, Lacan afirma que el objeto es seleccionado entre los apéndices del cuerpo como índice del deseo y luego como su referente. Es un índice levantado hacia una ausencia en la que se ubica el Ello habla...

Dice también que este es el punto en el cual el sujeto surge como el objeto del deseo que fue para el Otro, como Wanted o Unwanted. Es allí que en lo más propio de su surgimiento el sujeto se ve abolirse a sí mismo al realizarse como deseo.

Ese niño, entonces, en tanto objeto perdido despertará en los padres la condición única de su cuidado.

Hubo una situación ocurrida hace unos cinco años en la que unos mellizos hijos de desapa-recidos fueron invitados a la televisión a exponer en ese momento el rechazo que sentían hacia su familia de origen, hacia sus padres biológicos bajo la consiga de que ellos querían a su padre apropiador, que reconocer a la otra familia hubiera sido un acto de odio hacia el mismo.

Para esos chicos, conocer a su familia de origen, era equivalente a perder al padre apro-piador, porque la relación padre-hijo se sostenía solamente del amor que sus hijos debían profesarle.

Era padre de ellos en tanto solo lo amaran. Siendo que un padre también está para ser odiado, dicho padre faltaba a su función en el

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punto en que impedía ser sustituido. A la inversa se plantea la pregunta acerca de si los hijos eran hijos a condición de no odiar a los apropiadores. Si la condición es no odiarlos queda borrada la marca particular de cada uno, lo que ellos en tanto únicos despertaron en sus padres apropiadores. Si esto es así, ¿cualquier otro podría haber ocupado ese lugar en tanto tuviera motivos para odiar y no pudiera hacerlo? ¿Su valor estaba dado por ser un botín de guerra? ¿Su particularidad residía en ser hijos de desaparecidos y no en las infinitas afinidades, índices que la madre o el padre descubren en su hijo adoptivo o biológico?

La república en la que ellos crecen rechaza la metáfora: ¿No se puede odiar al papá?

La apuesta del psicoanálisis

Fue en esa articulación que comenzó el primer análisis de la historia practicado por Josef Breuer, quién interrumpió el trata-miento de su paciente en el momento en que ella, Anna, le confesó lo fructífero que había sido, tanto que de ello había surgido un amor y que estaba esperando un bebé del Dr. Breuer.

Un doctor con todas las de la ley en la Viena Imperial, lleno de honores y una nutrida clientela. Puesto a elegir entre la poiesis de su paciente y la poiesis mimética de la ciudad, eligió la segunda. Eligió la forma de producción que correspondía a su posición y rango, entramado en los lazos que su sociedad consideraba más beneficiosos para la misma.

En ese trance, en el que no se trata solo de los conceptos sino también de lo que dispara en cada uno el deseo y el amor, no alcanza la teoría como resguardo puesto que ella queda in-filtrada por las imágenes poéticas silbando alrededor de los conceptos, diciendo lo que ellos no pueden decir. Esa implicación personal

Poéticas, innumerables maneras fugadas de lo útil, fugadas de la tarea de mimetizar objetos del mundo para la producción industrial.

¡Libertad a los poetas de la república, piquetes en las rutas de las palabras, cacerolas tañidas en sobredosis de ritmos des-acompasados!

Así aparece el concepto que quiero transmitir, con la impre-cisión que la república expulsa.

Una imagen poética, para repercutir en el concepto de imagen poética, porque la utilidad de explicarla o reducirla a su expe-diente histórico no tiene el latido ni la angustia.

Pero entonces, ¿de qué está hecha la imagen poética, o esa

animación de Anna?Si es ingrato explicarla por su historia, si no puede acumular

explicación sin perder su originalidad, queda reconocerla en el presente como algo nuevo. Como una abertura firmada por todas las veces que su sonido rebota, rompe o anida en el cuerpo.

Allí está ella, expulsada en el momento en que dona su deseo más caro, la intimidad de su poema, indigente. Y él, fugado, con toda la violencia que hubo de aplicar a su deseo, a contrariarlo, hacia sus tratamientos standard.

En realidad, eso es la repetición de un amor infantil... fue la solución que aplicaron muchos analistas a esa encerrona.

Pero también el bebé de Anna y nosotros, movidos por una interrogación que ella puso en marcha, que repercutió en otro, que no se acobardó frente a su metáfora.

¡Otro psicoanálisis! Para quién la repetición de lo mismo encuentra siempre un límite a su tontería en la aparición de una diferencia, si da lugar a eso nuevo, si la república en la que el análisis se produce deja entrar el potencial que dicho nuevo amor encierra.

Una mano se extiende hacia el fruto, hacia la rosa, hacia el leño que repentinamente arde y se inflama de belleza. Si en el movimiento de alcanzar atraer y atizar el leño, de él sale otra mano que se extiende al encuentro de la mano que es la nuestra, si en ese movimiento una mano se inmoviliza en la plenitud cerrada del fruto, abierta de la flor, en la explosión de una mano que arde junto con la nuestra, lo que se produce entonces es el amor. Es una producción, una poiesis. El punto central de esta producción es más el movimiento, la exaltación de aquel leño inerte que éramos, que de pronto surge de las tinieblas de ser o no ser solamente amado para amar.

En ese acto de pérdida de materia que se gasta en el fuego, en un potlacht involuntario, hay un don involuntario de aquello más íntimo. Ese es el amor que vuelve con su flecha al punto de partida. Otros amores se pierden en la inmensidad del bos-que, en tal rama fría de tal árbol pero lo más importante es que el encuentro entre ambas manos, el arder juntas, es por su don, por su movimiento hacia el leño encendido. Es un deseo, presentado en su indigencia y desprendimiento absoluto lo que sostiene la novedad de ese nuevo amor, su poder para conmover generaciones.

No es solo la metáfora del amor la que propicia el análisis sino la posibilidad de volver a producirla.

La imagen poética puede hacer de algo ese leño encendido en la medida en que es inexplicable, no tiene copias y produce

instantes únicos de encuentro entre la mano que escribe y la mano que lee.

Sin ese don que hace el encuentro, sin la inutilidad y el gasto, el escrito es del super-mercado.

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Colaboración

La lectura resulta aparentemente instrumental en todo campo del sa- ber: es una forma de asimilar los conocimientos indispensables al res- pecto. Un poco más fundamental es en el campo de la cultura, porque de no

tener esa capacidad se es analfabeto y los impedimentos son entonces mayores, sobre todo de orden burocrático y laboral. Pero un analfabeto, con todo, habla su lengua, vive inmerso en la lengua de todos, en el caldero del diablo en el que todos nos cocinamos (del que pretendemos que nunca estuvo agujereado, que nunca nos lo prestaron y que además no existe: gran problema éste, porque nos plantea cómo diablos le hablamos a nuestro interlocutor).

En nuestro mundo actual, ser analfabeto e iletrado (sin instrucción) sin em-bargo no es mortal: siempre hay logos en los aeropuertos, las autopistas y los baños. Si se es alfabeto pero iletrado, no problem, para informarse basta estar en el aire: televisionar, internetear, chatear, chismear o simplemente olfatear la onda que todos curten en el medio de que se trate. A lo sumo hablar basic english o jerga del ambiente correspondiente.

Pasar de los encabezados de los diarios y de los abstracts y leer exige evidente-mente un esfuerzo. A lo sumo se toma un best-seller y se lo digiere en cómodas cuotas.

No hay, efectivamente, una pulsión de lectura, como no hay una pulsión de saber ni un deseo de saber (Wisstrieb y Wissbegierde). Leemos porque la profesión nos exige y la cultura nos corre.

Sin embargo, algunos (Borges, Barthès) han planteado el placer de la lec-tura.

La universitas litterarum puede adueñarse de nosotros y la selva de los símbolos puede obrar como el llamado de la selva de Jack London. La viñeta o la letra inicial firuleteada preside algunos sueños iniciales del había una vez y del cuento de nunca acabar de la vida (hasta que no se cuenta más el cuento), acariciando la lámpara de Aladino del deseo, aunque se llame “pokemón”...

En el campo del psicoanálisis, una compulsión a escribir, una Schre(i)ber-zwang se ha adueñado de muchos, obligándolos a completar, como Schreber, el infinito piar de los mathemas de la teoría, a cada paso con el que se internan en el espinoso campo de la subjetividad, en que todos estamos implicados. De ahí resultan jargonofasias y pastiches, escrituras heráldicas e institucionales, discursos de la presunción, firuletes pintados a la apurada atrás del camión de la verdura (¡ah!, objetos a, abastos convertidos en shopping para regocijo de los Lack an Hyatt [¿la canalla?] regionales).

Pero para escribir primero hay que leer, y mucho. Luego llega, con suerte, la escritura, como rasgo personal, surco del símbolo que uno se apropia sobre lo real. Como decíamos hace tiempo (“Freud, las lecturas posibles de un clásico”) la lectura en psi-coanálisis empieza siendo sintomática (se lee desde el propio síntoma y se lo encuentra en todas partes), luego puede llegar a ser transferencial (mediando un análisis y la transferencia a los textos que supone una formación) y debe devenir sistemática. Se recuperará así el sistema del psicoanálisis si las mediaciones han sido suficientes. Pero siempre habrá algo que golpeará sobre el sistema (taper sur le système, en francés, es exasperar), lo desarticulará: la lectura estructuralista de Freud con la que el traductor de los Escritos de Lacan quiso bautizar su perspectiva finalmente retornó a escrito.

La costumbre de las catacumbas de los ’70 sugería abrir una panoplia de lecturas. Desgraciadamente, se cristalizó en dogma. Eugénie Lemoine, para horror de los locales, dijo acá en los ’80: cada analista hace teoría a partir de su síntoma.

Efectivamente, toda lectura es una traducción, del sistema

Lectura, traducción, escrituray transmisión en psicoanálisis

por Teodoro Pablo Lecman

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del autor al sistema del lector. Median allí la lengua y los subsistemas de las disciplinas implicadas que se desgranan en los interminables anillos de las cadenas significantes, de las derivas semánticas, de la vida misma de las palabras, que deben ser acotadas en decisiones del lector y traductor (por el momento homologados), dentro de lo que los sistemas han de-cidido previamente por él. (Toda traducción no es entonces una interpretación, como sostiene Ritvo, sino una transferencia entre sistemas, en la que se apuesta el hablante, y puede reducirse a una mera transcripción signifi-cante, sin sentido, como hemos podido comprobar en nuestro trabajo de traducción. A la inversa, la interpretación es siempre una traducción, cuyos efectos se le escapan al inter-pretante). La riqueza de las lenguas, como la riqueza de los textos, se recoge entre las manos y se filtra entre los dedos, permitiendo que otros continuen la transmisión.

Hay placer allí, placer en la lectura cuando se juega el senti-do (a la postre, sentido de la vida), construido y reconstruido desde el sinsentido siempre aturdidor del muro del lenguaje y del desamparo de la criatura. No es malo el sentido, como se quiere hacer creer a los incautos: es inevitable. El significante es un invento del discurso de la ciencia (Lacan, Seminario XX), y es de mala fé fetichizarlo. La significación corre a torrentes (à tire-larigot dice Lacan, ibid). Es posible detenerla por un rato y hallar placer en ella mientras fuga el fuego fatuo (ego fui) de la vida.

Lacan era un Borges del psicoanálisis: su placer era descon-certar y hacer apócrifos (apokripho = yo oculto), parafrasear, transmitir como Sócrates, no escribir para ser leído. Recuperar el placer de su lectura es más difícil que en Freud que se propuso escribir para transmitir íntegramente, en la vacilación de todos

los sentidos y en la afirmación rotunda del sentido del deseo de un estoico, de un lector.

Basta para ello hacer un pequeño ejercicio: en el trastorno de la memoria de la Acrópolis uno podría detenerse en la superación del padre o, en una interesante lectura de un colega francés (Philippe Refabert), ver allí la acción de la Gaunersprache (la lengua de los bajos fondos), por la que se trasluciría allí la vergüenza de Freud por un fraude comercial de la familia. Nosotros en cambio, preferimos sacarnos el sombrero por Freud: se ve allí la Pietät (piedad) y el susto sorpresivo (Schrecken), la Hilflosigkeit (desamparo) de la criatura humana, pivotando entre la desrealización y la despersona-lización de la realización del deseo en la Entfremdung (el extrañamiento). Aún junto al amor y la ternura, y el demonio del pudor elevándose frente a la serpiente fálica del lago Ness (¿de los necios?). Puesto que en 1936 se ve, más allá de la Acrópolis, cerca de París (carta a Romain Rolland) en camino hacia Londres, quizás Montpar-nasse y su cementerio, pero no el Parnaso, sino el monstruo del nazismo trepando hacia el Infierno, adonde Freud (“Acheronta movebo”) iría a recoger el gorro de su padre arrojado por un antisemita vienés. Y de donde nosotros debemos rescatar, de la letrina del siglo XX, la letra de la lectura del siglo XXI, con nuestras desnudas cabezas. e-mail: [email protected]

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“No hay un goce para todos”Entrevista a Rolando Karothy

Por Emilia Cueto www.elSigma.com

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Uno de sus planteos es que “la tesis más revulsiva del psicoanálisis no es la del descubrimiento del incons-ciente, no es la de la existencia de la sexualidad infantil, sino el hecho de la ausencia y la indeterminación del objeto de la pulsión”. ¿Cuáles serían las consecuencias clínicas de este postulado?

Las consecuencias clínicas se refieren al hecho de que el psicoanálisis como teoría pero, también como práctica, no apunta solamente a lo que podríamos llamar el desciframiento de los síntomas y su interpretación, es decir, no apunta sólo a la lectu-ra del equívoco que es uno de los nombres del inconsciente. Me parece que apunta también a tratar de transformar la posición del sujeto respecto de la pulsión. Esto es algo difícil, que ya había trabajado Freud a partir de ciertos conceptos que se le imponían desde la lectura de su práctica, como por ejemplo la reacción terapéutica negativa donde se impone esa particularidad de la clínica en la cual el sujeto goza con su síntoma pues éste no es sólo un mensaje. La lectura del equívoco no se puede eludir pero la práctica del análisis no se agota en eso.

Esto lleva a nuevas preguntas en relación con el fin del análisis, a la dirección de la cura.

Sí, y esas preguntas están referidas esencialmente a ver cuál es el lugar del sujeto en relación con la pulsión en el fin del análisis, porque del fin del análisis todavía no sabemos mucho. Algunos creen que saben mucho sobre el fin del análisis cuando se supone que el fin del análisis consiste en la identificación con el analis-ta. Pero hoy, en realidad, desde nuestra

perspectiva lacaniana, la posición más válida es plantearnos una firme interrogación por lo que significa el fin del análisis, sostener también la pregunta sobre qué es un analista. No apresurarse a comprender, no explicitar rápidamente una respuesta, mantener abierta esa pregunta me parece que es un modo de mantener abierto el deseo de Freud. En cuanto al fin de análisis me parece que es complejo definirlo porque hay que ubicar muchas pers-pectivas, por ejemplo, como el pasaje de analizante a analista, el atravesamiento del fantasma, la caída del sujeto supuesto saber, la identificación al síntoma, alcanzar el savoir y faire con el sinthome. Son distintos aspectos a considerar que, además, no son idénticos. Ese es el sentido de la experiencia del pase que en varias instituciones lacanianas se está llevando adelante. Me parece que es el sentido de investigar sobre el fin de análisis a través del procedimiento del pase.

Este sería un fin del análisis para aquellos que preten-den llevar adelante una práctica analítica, pero para un sujeto que no tiene esta aspiración ¿se lo pensaría de igual forma?

Sí y no. Se supone que el fin del análisis se refiere a cualquiera pero es cierto que eso es lo que se espera de alguien que quiere ocupar el lugar del analista. Esto no siempre sucede con los que quieren avanzar en la “formación” analítica y menos con los que no se proponen trabajar en el lugar del analista. Pero ahí hay una dificultad. Alguna vez Lacan dijo, y esto es para pensarlo, que alcanza con que el sujeto encuentre algunas transformaciones de las satisfacciones estereotipadas y acceda a un goce diferente en la vida, ya eso puede ser bastante. Pero si no deslindamos el fin del análisis es muy difícil, a su vez, saber hasta dónde el análisis ha sido llevado a cabo.

¿Cómo podría pensarse entonces lo revulsivo en re-lación con la dirección de la cura?

Lo revulsivo es que un análisis siempre, si realmente avanza, transforma la posición del sujeto respecto de su imaginario, de sus creencias habituales, de sus teorías y de su posición subjetiva. En este sentido debe ser revulsivo.

¿Y esto sería curativo? Es bastante problemático y ha suscitado diversas polémicas.

Yo creo que lo curativo es problemático porque la palabra “curación” está arraigada en la medicina y arrastra un criterio clásico, lo que se denomina restitutio ad integrum, “la vuelta al estado anterior”, como modelo de la curación perfecta. Pero,

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para nosotros, “la vuelta al estado anterior” es sinónimo de narcisismo y, por lo tanto, la recuperación de un equilibrio perdido no puede ser nunca el fin de una cura. En ese sentido, la cura debe deslindarse de la curación pues tiene que ver con el cuidado, pero con el cuidado como la “preservación del deseo”, que es algo muy distinto de la curación como la “vuelta a un estado anterior”. Esto es así por una razón muy sencilla: la falla es una falla de la estructura, como lo planteaba Freud, y si existe la represión primaria, la consecuencia es que el ser hablante está afectado inexorablemente por una herida imposible de curar, que el maestro vienés denominó Spaltung.

Tal como no es posible pensar la eliminación de los síntomas, o las formaciones del inconsciente.

El síntoma es ineliminable por estructura. Lo que es posible en un análisis es un cambio de posición respecto del saber, no la adquisición de un nuevo saber sino un cambio de posición respecto del saber, a partir de estar advertido de que el sujeto supuesto saber no existe, lo cual significa que el Otro no existe, que el sujeto arriesga su apuesta, su acto, su producción para su propia vida, sin esperar la garantía del Otro.

Usted afirma que la época actual está marcada por Freud pero que ya no es victoriana, porque ahora existe un empuje al goce. ¿En qué consistiría?

Esta época es, como todo el mundo lo sabe, la de la globali-zación capitalista. El discurso capitalista significa, entre otras cosas, que en el mercado se ofrecen objetos que hacen creer que el goce está al alcance de cualquiera, esos objetos son los que Lacan llama letosas que son como ventosas, aspiradoras del deseo y que generan la suposición de que ahí es posible un goce para todos. El problema está en que como el deseo es el deseo del Otro pero el goce del Otro no existe (no hay goce del Otro, aunque su inexistencia tiene efectos), el discurso capitalista hace creer que hay un goce para todos pero eso es imposible porque el goce es altamente singular. Esta oferta de objetos de consumo del mercado empuja al goce, al modo de un Superyó que impone porfiadamente la estructura social. Por eso, Lacan dice que, además de la oposición clásica planteada por Marx entre explotadores y explotados, habría que plantear una pro-letarización de todos los sujetos, porque si bien algunos pueden consumir más que otros y algunos no pueden consumir nada en tanto quedan afuera del mercado, sin embargo, los que no están en esa marginalidad están todos proletarizados, sometidos a la lógica del mercado.

¿Cuáles serían las coordenadas que han llevado a esta

situación?

Me parece que es el avance del discurso capitalista, entre otras cosas, aquello que ha delimitado una relación especial, autística, de cada uno con su plus de gozar.

¿Y qué consecuencias tiene en la clínica?

En la clínica, siempre se transforman las coordenadas feno-ménicas de los cuadros. Por ejemplo, todo el mundo ya sabe que las histéricas de hoy no son las histéricas del siglo XIX o de comienzos del XX que veía Freud; es difícil ver en la actualidad los ataques de la época de Charcot, hoy las histéricas pueden ser hasta las abanderadas de la liberación sexual. Cambia la presentación, la forma, nosotros sabemos que los modos parti-culares en que se construye la neurosis, la perversión, la psicosis no varían. Pueden cambiar las presentaciones, pero se sabe que en nuestra época hay cierto predominio de algunas formas que un poco abusivamente se llaman patologías actuales o de borde y que evidentemente tienen que ver con cierto cambio pero en la presentación, en la forma.

La versión completa de esta entrevista en www.elsigma.comFotografía: Carol Totah

Revista ImAgo AgenDAPróximo cierre: Lunes 23/9/2002

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Colaboración

Introducción

ParábasiV (parábasis). Entre las múltiples acepciones de esta palabra griega (acción de atravesar, pasaje, transición, digresión, desviación, transgresión, falta), todas, de alguna manera, pertinentes para ilustrar la filosofía de Derrida, nos quedaremos con el sentido en que el término se empleaba en el lenguaje teatral de la comedia antigua.

En ese contexto aludía a un movimiento del coro. En cierto momento de la representación, el coro se adelantaba hasta si-tuarse frente a los espectadores; en su lenta marcha solía cantar los asuntos más libres, y cuando quedaba ante el público, el corifeo tomaba la palabra y sostenía un breve diálogo con la concurrencia.

La eficacia del recurso escénico supone lo que los críticos lla-man “ruptura de la ilusión dramática”. La escena se detiene, se abandona, el coro se adelanta, y el corifeo mantiene por un mo-mento un diálogo en complicidad con el público; posteriormente, cuando la acción se ha reanudado, cada uno (coro, corifeo, y espectadores) retoma su lugar en la representación.

Bajo la protección de esta imagen (otra vez no se puede mi-rar al sol de frente), quisiera decir algo acerca de la filosofía de Derrida.

En primer lugar, tratar la obra de Derrida como parte de la comedia1 de la filosofía. Es claro que Derrida se inscribe en una tradición, en una trama que ya lleva unos veinticinco siglos. Sin embargo, la manera de estar en la historia de la filosofía de Derrida es efectuar la parábasis, el desvío. Éste será el segundo tema. La ilusión de la filosofía de la presencia se quiebra, Derrida se adelanta y confía a sus lectores la citación, el injerto, la dife-rencia. Finalmente, la obra sigue su curso, volvemos a emplear las categorías filosóficas de siempre; pero, ¿cómo hemos vuelto de la parábasis, cuáles son los efectos de la filosofía de Derrida? Éste será el tercer punto.

Derrida y la tradición

Por momentos Derrida tiene el aspecto de un medieval. Pare-ciera que no puede escribir nada “original” y que sus esfuerzos de escritor se dirigen compulsivamente a realizar comentarios.

Tomando como referencia algunos de sus textos más conoci-dos, se puede decir que el punto de partida de las reflexiones de Derrida es de lo más común: consiste en sumarse a la enorme lista de estudiosos que se ocuparon de algún autor o problema clásicos: Platón, Austin, la cuestión de la justicia.

Sin embargo, es sólo el punto de partida. Los comentarios de Derrida no son ortodoxos. En sus escritos sobre Platón no encontramos las clásicas referencias a los problemas típicos de la filosofía platónica, en la conferencia Del derecho a la justicia no aparece, por ejemplo, un tratamiento de lo que el iusnaturalismo o el positivismo jurídico tienen que decir sobre lo justo.

Es que Derrida emplea la tradición para escaparse de ella. Ésa es su manera de ser tradicional. Puesto que la estrategia de lectura es, al mismo tiempo, un proceso de disolución y recom-posición de los argumentos, los comentarios tienden a salirse de los textos a la vez que a explicarlos. Lo uno y lo otro.

Con ese criterio se eligen los temas relevantes: el fármakon en la filosofía de Platón, lo no serio en la teoría de los actos de habla de Austin, el misticismo y la locura en el problema de la relación entre derecho y justicia. Cada uno de estos temas lleva dentro de sí la semilla de la expulsión, del alejamiento de aquellos presu-puestos en virtud de los cuales en los textos comentados se hace metafísica (la postulación de las Ideas como fundamento último) o se explica el éxito de los enunciados realizativos (descartar lo no serio como parasitario). Las cuestiones en las que repara Derrida son, ante todo, el primer paso de la parábasis.

Es lo que en el trato con los textos distingue a este filósofo de un lector común, de un historiador de la filosofía, por ejemplo. Éste último no es nada inocente, también tiene su maldad. Cuenta, en principio, con un numeroso público; bien alimentado, con cantidades equilibradas de historia, filología y filosofía, y bien descansado, porque casi siempre está sentado mucho tiempo entre diccionarios. Como su estómago es muy viejo (por más que esté en cuerpos jóvenes), es también muy sensible y por ello suele ser intolerante. El pasaje del Timeo2 lo corrobora: nada de drogas, ningún fármakon, sólo se admiten aquellos asuntos que estimulen el desarrollo de los estudios clásicos: 1- La crítica de Aristóteles a la Teoría de las Ideas. 2- ¿Es posible en los hechos la República de Platón, o es una utopía? 3- etc.

Entre ciertos deconstruccionistas y ciertos historiadores de la filosofía (aunque habría que decir, en general, ciertos pensado-res3) el diálogo es imposible, no tienen tema en común.

Lo cierto es que la filosofía de Derrida no puede prescindir de la historia de la filosofía. Comienza (y termina) en la tradición. La deconstrucción se sirve de todos los elementos de la crítica filosófica y filológica mostrando que para salirse de la metafí-sica tradicional, se requiere, en primer lugar, un conocimiento adecuado de ella.

La parábasis

A partir del tema escogido se lleva a cabo la interpretación de los textos. La deconstrucción comienza a funcionar como un sistema de lectura, una suerte de mecanismo de lecto-eyección bastante bien reglamentado.

Igual que la parábasis del coro, la lectura del Fedro pone en marcha un movimiento que comienza a alejarnos de Platón. En el momento en que J. Derrida, el corifeo, confía a sus lectores el suplemento, la repetitividad o el desplazamiento, la historia de la metafísica se quiebra, se transforma en un relato increíble, insoportable. La deconstrucción alcanza el punto de mayor tensión, de mayor profundidad crítica; en ese instante, no hay filosofía platónica. Del mismo modo, en la comedia había que romper la ilusión dramática, matar al relato, para que el guía del coro pudiera aludir a algún usurero o a algún famoso su-puestamente afeminado presente en la representación.

Hay un pasaje de La farmacia de Platón que podría ilustrar esto. De un lado, muestra el hecho de que la deconstrucción es un sistema hermenéutico regulado, en este caso, operando con las categorías de la diferencia, y, del otro, el ejercicio crítico de la filosofía de Derrida:

No basta con decir que la escritura está pensada a partir de tales o tales otras oposiciones puestas en serie. Platón la pien-

Jacques Derrida o la parábasis de la filosofíapor Alberto Enrique Álvarez

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sa, e intenta comprenderla, dominarla a partir de la oposición misma. Para que esos valores contrarios (bien/mal, verdadero/falso, esencia/apariencia, dentro/fuera, etc.) puedan oponerse es preciso que cada uno de los términos resulte simplemente exterior al otro, es decir, que una de las oposiciones (dentro/fuera) esté ya acreditada como matriz de toda oposición posible. Es preciso que uno de los elementos del sistema (o de la serie) valga también como posibilidad general de la sistematicidad o de la serialidad. Y si se llegase a pensar que algo como el fármacon –o la escritura–, lejos de ser dominado por esas oposiciones, inaugura su posibilidad sin dejarse comprender en ellas; si se llegase a pensar que es sólo a partir de algo semejante a la es-critura –o al fármacon– como puede anunciarse la extraña diferencia entre el interior y el exterior; si, por consiguiente, se llegase a pensar que la escritura como fármacon no se deja asignar simplemente un lugar en lo que ella sitúa, no se deja subsumir bajo los conceptos que a partir de ella se deciden, no abandona más que su fantasma a la lógica, que no puede querer dominarla más que para proceder aún de ella misma, habría entonces que plegar a extraños movimientos lo que ni siquiera podría llamarse ya la lógica o el discurso. (pp. 154-155)

La filosofía de Platón ofrece una interpretación de la escritura dominada por una serie de opuestos, por la oposición en sí. Pero uno de los miembros de la serie, dentro/fuera, es el que posibilita todas las oposiciones, pues todas se caracterizan por la exclusión mutua de sus términos.

De la misma manera, hay que pensar que uno de los elementos del sistema, la escritura, es la condición del sistema de oposi-ciones. En el diferir de la escritura se producen las diferencias lógicas, las oposiciones. Nietzsche había dicho que el fondo es un pliegue de la superficie. Aquí la lógica, el discurso hablado, es un pliegue de la escritura.

Cuando explicamos el lenguaje y todo su sistema conceptual a partir de la diferencia, la ilusión se ha interrumpido, y, sin filosofía platónica, la lógica o el discurso “ni siquiera podría llamarse ya la lógica o el discurso”. Se han convertido en algo demasiado débil para dominar a la escritura, en todo caso, sólo se llevan su fantasma. 4

Estamos en el centro de la deconstrucción. Pero no es posible quedarse aquí mucho tiempo. Buena parte de la inteligencia de Derrida consiste en advertir que hay que retornar. La parábasis tiene una vuelta. La obra no puede finalizar con el corifeo con-versando con los espectadores, eso no es una obra ni nada, no está dentro de las posibilidades. Hay que volver a la trama por un momento interrumpida, a las palabras de siempre.

Después de la deconstrucción

En la conferencia Del derecho a la justicia Derrida, como si estuviese un poco incómodo en el lugar, se siente repetidamente en la circunstancia de dar explicaciones acerca de la decons-trucción. Sus consideraciones recorren casi todos los tonos, van desde la aclaración de malos entendidos sobre su filosofía hasta rozar la propaganda deconstruccionista.

Una de las enseñanzas más valiosas de Derrida consiste en inculcar un uso educado de la palabra. Se trata de sostenerse en la tensión entre fuerza y alteridad. El lenguaje es estructu-ralmente violento, pero sólo es posible la justicia en la medida en que sale de sí mismo, en que se busca un otro. La deconstruc-ción, en consecuencia, evita los usos lingüís-ticos excluyentes, alterofágicos:

He aquí la elección, el “o bien... o bien”, “sí o no”, que uno puede sospechar en este título [“La deconstrucción y la

posibilidad de la justicia”]. En esta medida, este título sería virtualmente violento, polémico, inquisidor. Se puede temer en él un instrumento de tortura, una manera de interrogar que no sería la más justa. A partir de ahora es inútil precisar que no podré responder a preguntas planteadas de esa manera (“o bien o bien”, “sí o no”), que no podré, en todo caso, dar una respuesta tranquilizante a ninguna de las partes, a ninguna de las expectativas así formuladas o formalizadas. (p. 13).

Muy lejos de las oposiciones que servían de fundamento al pensamiento de Platón, la reflexión sobre la justicia5 no tratará entonces de decir qué es justo y qué no. La decons-trucción se propone como tarea revisar el armazón conceptual que sostiene la práxis jurídica. Pero sucede que los cambios de perspectiva en el uso del lenguaje conllevan, de suyo, cambios éticos. Derrida se apresura a defenderse de la acusación de nihilismo: “decons-truir las particiones que instituyen el sujeto humano [...] como medida de lo justo y lo injusto, no conduce necesariamente a la injusticia, ni a la supresión de una oposición entre lo justo y lo injusto, sino quizás, y en nombre de una exigencia más insaciable de justicia, a la reinterpretación de todo el aparato de límites dentro de los cuales una historia y una cultura han podido confinar su criteriología. En la hipótesis, que de momento no hago más que sugerir superficialmente, lo que llamamos corrientemente deconstrucción no correspondería (con arreglo a una confusión que algunos tienen interés en propagar) a una abdicación prácticamente nihilista ante la cuestión ético-político-jurídica de la justicia, y ante la oposición de lo justo y de lo injusto” (pp. 44-45)

La deconstrucción proporciona medios sumamente idóneos e inteligentes para efectuar una crítica, una relectura o rein-terpretación de los valores, de la historia y de la cultura. No hay por qué llamar nihilismo a ésto. Al contrario, rastrear y desmitificar la constitución de los sistemas jurídicos y políticos en los que se calcula el derecho es una tarea moral, un ejercicio responsable de la memoria. La crítica misma es la ética. O, con un sonido más de slogan: “la decons-trucción es la justicia”. No hay valores más allá de ésto. Es verdad que es bastante poco, pero probablemente no se necesite más.

1. Al menos, estamos hablando de la comedia antigua, de asunto noble, tal como puede apreciarse en las obras que quedan de Aristófanes, no de la nueva, la de Menandro, que estaba llena de enredos domésticos.

2. Timeo, 89a-d.3. Para tranquilidad de todos, es seguro que los textos leídos y los instru-

mentos conceptuales empleados por Derrida pueden volver a utilizarse sin previa esterilización

4. Lo mismo, dicen algunos, le pasó a Menelao con Helena.5. El texto arrojaría una interesante luz si en todas las ocurrencias de la pa-

labra “justicia” leyéramos también , en un segundo plano, “filosofía”.

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