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FLORENTINO AMEGHINO En el Sesquicentenario de su Nacimiento ( 1854 - 2004) Jorge Prieto Barrós Florentino Ameghino, según los datos más fidedignos, nació en Luján, Provincia de Buenos Aires, el l8 de setiembre de l854.Es lo que siempre atestiguaron sus familiares y amigos, aunque hay un a versión de la Iglesia que dice que habría nacido en Italia el l9 de setiembre de 1853. De cualquier modo, el punto principal no reside en si era argentino o italiano de nacimiento, sino el hecho de que fue un gran científico de la Humanidad, como muchos otros que hoy dan nombre a muchas calles de nuestro Parque del Centenario, tales como Germán Burmeister, Bravard, Benjamín Franklin, María Curie (Skladowska) y otros “extranjeros” cuyos nombres y memorias están en calles, pueblos y ciudades de nuestra patria. Además, en el caso de Ameghino, prácticamente toda su labor científica se desarrolló aquí. Lo cierto es que, para nosotros, el l8 de setiembre de 2004 se cumplen l50 años del nacimiento de este gran científico(geólogo, paleontólogo, antropólogo, filósofo) que fue Florentino Ameghino, muchas veces postergado y hasta ignorado por algunos gobiernos, salvo el caso de Sarmiento que supo impulsar su labor como lo hiciera con Burmeister. Respecto a ello, el historiador García Hamilton, en su biografía sobre Sarmiento dice: “En los días de su vejez escribió Vida y Escritos del Dr. Francisco Muñiz, naturalist6a argentino a quien admiraba y apoyaba como lo había hecho con F. Ameghino y el perito Francisco Moreno.” Ameghino viajó a Francia en l878 y en la Exposición Universal de París mostró su colección paleontológica, recibiendo el beneplácito de los científicos más importantes del mundo. De sus dificultades económicas y “olvidos” oficiales dan cuenta algunos enormes sacrificios a los que se vio obligado frecuentemente en su vida, tales como tener que vender una colección de fósiles en l20.000 francos para poder vivir y financiar la publicación de su libro La Antigüedad del Hombre en el Plata. En l892 tuvo que desprenderse de 70 piezas que vendió a un estudioso (el Sr.

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FLORENTINO AMEGHINO

En el Sesquicentenario de su Nacimiento ( 1854 - 2004) Jorge Prieto Barrós Florentino Ameghino, según los datos más fidedignos, nació en Luján, Provincia de Buenos Aires, el l8 de setiembre de l854.Es lo que siempre atestiguaron sus familiares y amigos, aunque hay un a versión de la Iglesia que dice que habría nacido en Italia el l9 de setiembre de 1853. De cualquier modo, el punto principal no reside en si era argentino o italiano de nacimiento, sino el hecho de que fue un gran científico de la Humanidad, como muchos otros que hoy dan nombre a muchas calles de nuestro Parque del Centenario, tales como Germán Burmeister, Bravard, Benjamín Franklin, María Curie (Skladowska) y otros “extranjeros” cuyos nombres y memorias están en calles, pueblos y ciudades de nuestra patria. Además, en el caso de Ameghino, prácticamente toda su labor científica se desarrolló aquí. Lo cierto es que, para nosotros, el l8 de setiembre de 2004 se cumplen l50 años del nacimiento de este gran científico(geólogo, paleontólogo, antropólogo, filósofo) que fue Florentino Ameghino, muchas veces postergado y hasta ignorado por algunos gobiernos, salvo el caso de Sarmiento que supo impulsar su labor como lo hiciera con Burmeister. Respecto a ello, el historiador García Hamilton, en su biografía sobre Sarmiento dice: “En los días de su vejez escribió Vida y Escritos del Dr. Francisco Muñiz, naturalist6a argentino a quien admiraba y apoyaba como lo había hecho con F. Ameghino y el perito Francisco Moreno.” Ameghino viajó a Francia en l878 y en la Exposición Universal de París mostró su colección paleontológica, recibiendo el beneplácito de los científicos más importantes del mundo. De sus dificultades económicas y “olvidos” oficiales dan cuenta algunos enormes sacrificios a los que se vio obligado frecuentemente en su vida, tales como tener que vender una colección de fósiles en l20.000 francos para poder vivir y financiar la publicación de su libro La Antigüedad del Hombre en el Plata. En l892 tuvo que desprenderse de 70 piezas que vendió a un estudioso (el Sr. Zittel) por la suma de 5.000 francos. En l895 se vio obligado a ofrecer su colección a la provincia de Santa Fe, esto no se pudo concretar, lo que lo obligó a dirigirse al exterior y pudo venderla al Museo Británico. Se trataba de una colección de fósiles de 380 piezas valuadas en 350 libras esterlinas. A ello lo obligaban sus necesidades económicas y no su deseo de enajenarlas, pues siempre primó en él el interés científico y la necesidad de continuar sus investigaciones. Quizás su obra más conocida sea Filogenia, pero sus trabajos son incontables y su obra completa consta de 24 volúmenes de alrededor de 800 páginas cada uno. Cabe destacar su labor en el campo de la filosofía. Ejemplo de ello son sus escritos tales como Mi Credo y sus trabajos acerca de los cuatro infinitos: Espacio, Materia, Movimiento y Tiempo en inter-relación dialéctica, sintetizándolo así: “El infinito espacio, ocupado por el infinito materia, en infinito movimiento a través del infinito tiempo.” En l902 fue designado Director del Museo Nacional de Historia Natural Bernardino Rivadavia, hoy Museo Nacional de Ciencias Naturales, cargo que ocupó hasta su fallecimiento en l9ll. En tal período el museo se vio enriquecido con más de 700.000 piezas y se publicaron l5 volúmenes de sus anales. De su exclusiva y consecuente dedicación a la ciencia, son el mejor testimonio los comentarios que él mismo escribió. Así, en l88l escribió a Francisco Moreno: “Los materiales que he recogido y los que tenga ocasión de recoger, no me pertenecen, son

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propiedad de todos los que quieran estudiar. Quedan pues, siempre a su disposición, aunque sea para combatir algunas de mis opiniones o corregir algunos de mis errores.” Tanto esa afirmación como la que sigue lo ubican como un científico cabal y desinteresado de otra cosa que no fuera la verdad científica, aunque ella no lo favoreciera. Así decía: “Cambiaré de opinión tantas veces y tan a menudo como adquiera conocimientos nuevos. El día que me aperciba que mi cerebro ha dejado de ser apto para esos cambios, dejaré de trabajar. Compadezco de todo corazón a todos los que después de haber adquirido y expresado su opinión, no puedan abandonarla nunca más.” Este gran sabio de la Humanidad murió el 6 de agosto de l9ll a las 8 y 20. De esa manera se apagó ese luminoso faro de la ciencia y el pensamiento filosófico, pero su luz sigue iluminando el futuro. No seríamos justos si no destacáramos a su hermano Carlos que viajó incansablemente por la Pataghonia, en pésimas condiciones materiales, recogiendo restos fósiles sin los cuales la labor de Florentino no hubiera podido ser tan rica como lo fue. Es de desear que el Gobierno Nacional tome las medidas del caso para que este sesquicentenario sea conmemorado como corresponde a tan grande científico y que, a través de las correspondientes secretarías (Ciencias y Tecnología y Cultura), se decidiera a reeditar toda su obra escrita para ponerla al servicio de las nuevas generaciones. Claro que para ello será necesario aumentar correspondientemente el presupuesto dedicado a ambas secretarías y, particularmente la de Cultura, que sólo recibe, como es público, el 0,l7% del presupuesto nacional.

[email protected] - web – www.jorge-prieto-barros,com.ar Jorge Prieto Barrós

Este artículo fue publicado en la revista “Horizonte” de Caballito en su entrega de agosto de 2004. Más o menos simultáneamente con su publicación envié sendas notas a la Secretaría de Ciencia y Tecnología, a la Secretaría de Cultura, al Ministerio de Educación y al y al Instituto Nacional de Antropología y del Pensamiento Latinoamericano. El único organismo que me contestó positivamente y que organizó una mesa redonda abierta a la participación del público fue el mencionado en último término, a través de una atenta nota de la Dra. Viviana Scheinson, miembro integrante del mismo. A continuación agrego el brevísimo artículo donde di cuenta del desarrollo de tal acto, artículo que presenté a la Dirección de la ya mencionada revista “Horizonte” que decidió no publicarlo.

Sesquicentenario del Nacimiento del Sabio Argentino Florentino Ameghino

Mesa Redonda Donde unos pocos fueron el exponente de lo más importante

El 9 de noviembre de 2004, en la sede de la Sociedad Científica Argentina, Santa Fe ll45, tuvo lugar la conmemoración de los l50 años del nacimiento de nuestro gran naturalista. En este acto, ignorado por los grandes medios de difusión, hicieron uso de la palabra, ante un atento público de unas cincuenta personas, el paleontólogo Juan C. Fernícola de la Universidad de nuestra hermana República Oriental del Uruguay, Paulina Nabel, geóloga del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino

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Rivadavia, Gustavo Politis, arqueólogo del Museo de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de La Plata y Gustavo Juan Scillapo Jané, paleontólogo de esta misma casa de estudios. Actuó como coordinadora la Dra. Vivian Scheinson del Instituto Nacional de Antropología y del Pensamiento Latinoamericano que abrió el acto con una síntesis biográfica destacando la unidad del científico y el ser humano. La organización del acto estuvo a cargo de la entidad mencionada en último término (dependiente de la Secretaría de Cultura de la Nación) y del Centro Cultural Ricardo Rojas de la U.B.A. Nos es imposible referirnos a los temas arqueológicos, paleontológicos, antropológicos, geológicos e, incluso, filosóficos que comentaron los panelistas mencionados, ya que el espacio de que disponemos –por lo menos en esta entrega- no nos permitiría hacerlo con la seriedad y el detenimiento que merecen dada la calidad y extensión de las intervenciones. Hoy, por lo tanto, nos limitaremos a señalar el sentido histórico y de perspectiva que tiene destacar a nuestro gran científico y, con él, a otras relevantes personalidades y a una pléyade de jóvenes científicos que trabajan denodadamente para poner la ciencia al servicio de los seres humanos de nuestro país, de Latinoamérica y del mundo y decir que, junto con ellos, no nos resignamos a que científicos como Bernardo A. Houssay (Nóbel de medicina l947) y Luis F. Leloir (Nóbel de química l970), que no se dejaron tentar por jugosas proposiciones del exterior, especialmente de EE.UU., y siguieron trabajando en nuestra patria, y muchos que no mencionamos por la ya expresada razón de espacio, que le sobra a los grandes medios y le falta a esta modesta pero comprometida revista barrial, corran la triste suerte de caer en el olvido oficial que tuvo que sufrir nuestro Florentino Ameghino en vida, olvido que se prolonga hoy cuando, desde las altas esferas se ha ignorado el sesquicentenario del nacimiento de este gran sabio que llevó la ciencia de nuestro país a tan altas cumbres que fue galardonado con la admiración y las más grandes demostraciones de interés por conocer sus descubrimientos y conclusiones por parte de los más destacados representantes de la ciencia de Europa y del mundo.

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