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Número 8 1 Maestro Editorial Me han concedido el honor de escribir el editorial de la octava edición de la revista Maestro. Me considero un seguidor de esta revista desde su primer número, puesto que me ha gustado conocer esa faceta de mis compañeros que, en ocasiones, se aleja de su práctica académica cotidiana o que, cuando escriben sobre su formación disciplinar, le imponen un nuevo valor, más allá de los estándares académicos formales. Jaime Aguilar Decano Facultad de Ingeniería Este 8º número de la revista Maestro nos presenta una variedad de textos, tanto en poesía como en prosa, de gran calidad. Al leerlos, no pude dejar de lado la tendencia de los humanos de hacer clasificaciones a partir de sus características. De este ejercicio puedo decir que en una primera clasificación, los lectores encontrarán textos que van desde lo íntimo hasta lo social, como también de lo íntimo en lo social. Otra forma de clasificación es un conjunto de textos que van de lo mundano a lo espiritual, como también lo espiritual desde una perspectiva humana. Inicialmente, cuando recibí este encargo de la introducción de la revista Maestro, quería hacer una breve reflexión de los textos. Sin embargo, al descubrir que, en la lista final de textos que recibí, el editor había incluido una breve reseña al inicio de los textos, con gran acierto y breve- dad, he decidido expresar comentarios generales sobre algunos de ellos, que puedan servir de un abrebocas al contenido, del que he disfrutado. El lector en estas páginas encontrará un re- lato apasionado para encontrar al mejor amante y lo aprendido de su particular encuentro. También encontrará otro que combina amor, tragedia y cosmos. Y, aunque parezca extraño, otro de ellos nos muestra una relación entre la tecnología y la vida de pareja. La poesía también tiene presencia en esta re- vista. De una parte, el rescate del género religioso que el mismo autor lo refiere como un género casi extinto y de otra parte una expresión moderna, ambas con sus propias cualidades, que no dejan indiferente al lector. Entre la variedad de textos que presenta la revista Maestro, me encontré con una aproximación

Editorial - javerianacali.edu.co · que el mismo autor lo refiere como un género casi ... en tu fuego, morir en tu brillo, caer en Ti para gritar tus bendiciones. Señor, Dios mío,

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Me han concedido el honor de escribir el editorial de la octava edición de la revista Maestro. Me considero un seguidor de esta revista desde su primer número, puesto que me ha gustado conocer esa faceta de mis compañeros que, en ocasiones, se aleja de su práctica académica cotidiana o que, cuando escriben sobre su formación disciplinar, le imponen un nuevo valor, más allá de los estándares académicos formales.

Jaime AguilarDecano Facultad de Ingeniería

Este 8º número de la revista Maestro nos presenta una variedad de textos, tanto en poesía como en prosa, de gran calidad. Al leerlos, no pude dejar de lado la tendencia de los humanos de hacer clasificaciones a partir de sus características. De este ejercicio puedo decir que en una primera clasif icación, los lectores encontrarán textos que van desde lo íntimo hasta lo social, como también de lo íntimo en lo social. Otra forma de clasificación es un conjunto de textos que van de lo mundano a lo espiritual, como también lo espiritual desde una perspectiva humana.

Inicialmente, cuando recibí este encargo de la introducción de la revista Maestro, quería hacer una breve reflexión de los textos. Sin embargo, al descubrir que, en la lista final de textos que recibí, el editor había incluido una breve reseña al inicio de los textos, con gran acierto y breve-dad, he decidido expresar comentarios generales sobre algunos de ellos, que puedan servir de un abrebocas al contenido, del que he disfrutado.

El lector en estas páginas encontrará un re-lato apasionado para encontrar al mejor amante y lo aprendido de su particular encuentro. También encontrará otro que combina amor, tragedia y cosmos. Y, aunque parezca extraño, otro de ellos nos muestra una relación entre la tecnología y la vida de pareja.

La poesía también tiene presencia en esta re-vista. De una parte, el rescate del género religioso que el mismo autor lo refiere como un género casi extinto y de otra parte una expresión moderna, ambas con sus propias cualidades, que no dejan indiferente al lector.

Entre la variedad de textos que presenta la revista Maestro, me encontré con una aproximación

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rigurosa para analizar las organizaciones desde un punto de vista de apertura, solidaridad y espontaneidad, en una postura diferente, que invita a cambiar paradigmas restrictivos y de poder tradicionales. Y dentro de toda esta variedad, disfruté de un relato asombroso meta-sensorial de la cotidianidad de la vida y de otro que mezcla humor y tragedia, donde las pasiones, los sentimientos y hechos se funden en un relato de la naturaleza humana.

Lo religioso, como lo expresaba al inicio no ha estado ausente de este número de la revista Maestro. Es así, que querubines, arcángeles y demonios se describen desde lo bíblico y se los asocia con la taxonomía de las aves. Por otro lado, otro autor se adentra en los ritos religiosos con su impacto personal que esto produce.

Ahora bien, me he referido a algunos de los contenidos actuales de la revista y no debo desaprovechar esta oportunidad que me presta la revista para hablar desde el lugar donde trabajo que es la Facultad de Ingeniería. Dos aspectos me parecen importantes, primero la participación activa de los profesores de la Facultad en estos esfuerzos editoriales y, segundo, lo que viene haciendo la Facultad en el servicio a la sociedad.

Respecto al primer aspecto, de la partici-pación en la revista Maestro, he podido constatar que nuestros profesores son frecuentes autores y lectores de esta revista y eso me permite afirmar que algunos estereotipos de aislamiento de la ciencia y la tecnología con expresiones del arte son infundados, y la historia puede dar cuenta de ello con grandes artistas y científicos, como Da Vinci, para solo mencionar uno de ellos.

Respecto al segundo aspecto, de lo que viene haciendo la Facultad de Ingeniería en el servicio

a la sociedad, quiero referirme a sus recientes realizaciones. Hemos abierto una nueva maestría en Ingeniería Civil, que permitirá aumentar la calidad académica de nuestros profesionales en aspectos cruciales para el desarrollo del país, puesto que sus énfasis en gerencia de construc-ciones, estructuras y sismorresistencia permitirán responder a las necesidades de una buena gerencia de las obras civiles como a la apuesta de unas construcciones con altos estándares de calidad.

De otra parte, estamos próximos a abrir el primer doctorado de ingeniería de una univer-sidad privada en el suroccidente colombiano. Esperamos que esta nueva proyección de la Universidad, no solo de la Facultad, le permita a nuestra región trabajar con más fuerza en el me-joramiento de sus estándares de vida, que es una apuesta al desarrollo a partir del conocimiento. Y es importante recordar que la innovación solo es posible con el conocimiento.

El doctorado es una propuesta académica que trabajará en las fronteras del conocimiento. Su actividad investigativa estará enfocada en el encuentro de las ciencias formales, de la vida, de la tierra y de las físicas. En nuestra Facultad de Ingeniería, las ciencias naturales y las matemáticas se encuentran en nuestra estructura organizativa y esto favorece la interacción que buscamos con el modelo del doctorado, que será una apuesta a la formación de alta calidad de nuestros profesionales al servicio de la sociedad bajo los valores de la educación jesuita.

Espero que disfruten, como yo lo he hecho, de la lectura de este número de la revista Maestro y pido disculpas a los autores por la descripción tan simple de algunas de sus obras. Sé que tienen mucho más valor que esas pocas palabras descrip-tivas que he dado de ellas.

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Antífonas inconclusas

para unsalmo

Pedro Rovetto nos deleita con algo de poesía religiosa, arte frágil

que tranquiliza el alma, al mismotiempo que enaltece a Dios

Explicación preliminar:

Si dicen que todo periodista guarda una novela entre borradores secretos no debe ser extraño que un profesor universitario escriba poesía por años sin confesarlo. Yo lo he hecho. Reconociendo que no hay diarista, por íntimo

Pedro RovettoDepartamento de Clínicas Médicas

Departamento de Ciencias Básicas de la Salud

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que sea, que no desea algún lector o lectores, he ido publicando fragmentos de ella. Pero la función esencial de la poesía se cumple al escribirla: da satisfacción, suelta la mano, aprisiona el recuerdo, etc.

Hace algunos años publiqué de forma privada un librito titulado Brevevaria. Ni sus pocos lectores ni mis amigos se dieron cuenta del juego de palabras con breviario: manual de salmos y lecturas que monjes viajeros o seglares aficionados a la lectio divina usan para seguir el Oficio de todos los días. La forma más conocida de breviario son los Libros de Horas medievales. La razón del título de mi colección de poesía es que gran parte de ella es religiosa o pretende serlo.

Hemos olvidado que en la literatura clásica española se escribió mucha poesía religiosa, más allá de la de místicos como Teresa de Ávila o Juan de la Cruz. Poetas tan mundanos, y pecadores añadiría yo, como Lope de Vega y Quevedo nos dejaron muestra de altísima poesía religiosa. Aun en nuestro continente y nuestros días poetas como Ernesto Cardenal y José Lezama Lima han publicado admirable poesía religiosa. Pero ha pasado de moda y ahora es casi contracultural escribirla. Quizás por eso lo hago.

En una ocasión me atreví a a mostrarle a María Mercedes Carranza algunos poemas. Fui a la Casa Silva en Bogotá con todo el nerviosismo de un adolescente enamorado, aunque tenía más de cincuenta años, y sin antes conocerla se los entregué. Semanas después me llegó la respuesta de la poetisa en una pequeña carta que debe estar por ahí en mi biblioteca. Me agradecía haber compartido mis versos con ella, los consideraba interesantes, pero advertía que había caído en “la tentación del poema corto”. El comentario me dolió un poco y decidí intentar alguna vez

un poema largo. Y bucólico. Algo contrario a mi personalidad (conocí la primera vaca a los once años), pero siempre he creído que la poesía es una disciplina que hay que aprender con esfuerzo.

Escogí el Salmo 103, uno de los más largos, en la traducción de Schökel. A cada uno de los versículos del Salmo añadía un poema corto de cinco versos en mi estilo habitual. Comencé a hacerlo hace unos cinco años y todavía no he terminado. Comparto con ustedes aquí lo que llevo escrito. Es un trabajo inconcluso, pero todos tenemos derecho a trabajos inconclusos, pues qué es la vida sino un proyecto sin terminar.

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Antífonas para un Salmo

Bendice, alma mía, al Señor.

Bendecirte es arderen tu fuego, morir en tu brillo, caeren Ti para gritartus bendiciones.

Señor, Dios mío, eres inmenso.

Tú, más vasto que todo pensamientorecuerdas todos los nuestros, atentoa cada pequeño gesto y palabrade esta tu distraída creaturaque todo olvida.Te revistes de belleza y majestad.Si la belleza es tu brillante traje¡cómo será tu oscura desnudez!En la sombra y sin verte te adoramos.Algún día veremostu realidad plena.

La luz te envuelve como un manto.

La sencilla luz es tuya, no nuestra.Se tiende en nuestro mundopara nuestra ceguera.Nada dice, solo muestra lo opacoque no se sabe visto y te señala.

Despliegas los cielos como una tienda.

¡Abre, abre Señor todo tu universo!Más allá de nuestra mirada extiendetu fuego creador.Allá lejos vemos tu ardor eternoque nos protege.

Tus altos salones techados sobre las aguas.

Sobre las aguas suspendidas -nubes,niebla, huracanes- las estrellas leemos.Equivocados al ver allí caza, arqueros, mitos, no quieta paciencia.

Las nubes te sirven de carroza.¿Qué veía cuando niño en las nubes?:barcos, guerreros,dragones, grandes brazos.No veía lo más ligero, Aquel que todo transformaba.Y te paseas en las alas del viento.

Caminas como niñoentre nosotrossin herir lo que buscas,guardando piedras, ramas, dolores.

Los vientos te sirven de mensajero.

Llega en desorden lo que trae el aire,el azar es tu hábil mensajero:tu aroma, tus palabras,

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tu suave murmurarlo que nos salva.

El fuego llameante, de ministro.

Servir ardiendoes el misteriodel fuego, esclavode lo que puede consumir deseatu sola presencia, no sus cenizas.

Asentaste la tierra sobre su cimiento.

Bajo todo está Alguienque simula ser roca,papel. Nunca tijeracomo en aquel juego de tantos niños.Y con nosotros juega.Y no vacilará nunca jamás.

Se estremece nuestra carne mas nuncatu ley de amor.Tiemblen las islas, no los mares que siempresacuden y forman arena y playas.

La cubriste con el vestido del océano.Seda suave, brillante,nunca del todo azul, sobre el abismo.Cubres nuestra negrura y su hondo Leviatán.

Y las aguas asaltaron las montañas.

O cae de arriba o brota de dentro:agua, siempre presente.En nosotros circuladomesticada:sangre tuya, vino nuestro heredado.

Pero a tu bramido huyeron.

Tierno rugidoque nos hace temblarcomo novias, cachorrosy huir llamando con nuestra sonrisaa nuestro Señor, Dueño.Al fragor de tu trueno se precipitaron.

Si tu murmullo hace caer las hojasy tu crepitar enciende los fuegos,si tu rostro hace rodar nuestras lágrimas,tu cantar hace reír nuestros niños:¡tu fragor trae paz!Mientras subían los montes y bajaban los valles.

Imperceptiblemente asciende el cerro,bajan los valles, año tras año,ante nosotros.La senda tiembla y nos anhela, suave.

Cada cual a su puesto asignado.

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El lugar de lo gris tan importantecomo el brillo y la luz.Las raíces ocultasconocen ciegamentela gloria de las hojas. Las escuchan.

Trazaste una frontera infranqueable.Frontera que cruza el amor astuto,travieso, ardiente.Frontera que si nuestros labios besan,derrumban. Y fronteraentre tus brazos rota.

Para que no vuelvan a cubrir la tierra.Los lanzas y caen entre nosotros:errores o pecados. El corazón lo sabe,nadie puede evitarlos.A nadie subyugan, viejos señores.

De los manantiales sacas torrentes.

Fuentes de mi niñezque brotan, olvidadas y presentes,abundantes en la desesperanza:rueden de mis ojos, caigan y llevenmis tristes recuerdos a su Presencia.

Que fluyen entre los montes.

El ir del aguapor entre cerros

buscando un mardesconocido y cierto:peso que si nos vence, arrastra, salva.

En ellos se abrevan los animales salvajes.

Hocico tembloroso,vellos mojados,cerril deseoque nada se preguntamás allá de lo que tan ciego bebe.

El asno salvaje apaga su sed.

Misteriosa sed, tercadocta ignorancia nos lleva a la orillade aquello que parecehuida, espejoy satisface.

Junto a ellos habitan las aves del cielo…

Pero la función esencial de la poesía se cumple al escribirla: da satisfacción, suelta la mano, aprisiona el recuerdo.

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La impaciente espera delsapo azul

La autora del cuento nos introduce en un mágico mundo de conjuros y embrujos, en donde todo se vale con tal de desvelar los misteriosocultos del verdadero amor

Estaba en medio de millones de libros em-polvados y abandonados, evocando sonsonetes al leer los títulos. Maximizaba la pupila al templar sus ojos, olvidó las gafas. Su ceguera no fue un obstáculo. Buscó y buscó hasta que lo encontró.

La portada era azul y contenía la silueta de dos cuerpos entrelazados. Coincidía con la

Diana PerdomoEgresada de la Carrera de Psicología

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recomendación que un día le hicieron. Limpió la capa de polvo con su mano y leyó el título escrito en letra cursiva: Érase una vez.

Abrió el libro y dejó correr las hojas entre los dedos. En medio de estas, vio una rosa marchita que separaba el tercer y último capítulo: Pócimas y Hechizos. Curiosa leía en su mente los dos primeros renglones “Este capítulo contiene rituales con un alto nivel de perversidad para atrapar las almas de los hombres”.

Su instinto de mujer posesiva imaginó algunos pensamientos perversos mientras olía la rosa. Una sonrisa pícara acompañada de una mordida del labio inferior y un pequeño cerrar de ojos le permitió vislumbrar a su nueva víctima.

En el pasado sus tácticas empíricas fueron intentos fallidos, pero ahora tenía la solución inmediata en sus manos. Confiaba ciegamente en la autora. Se trataba de una bruja que durante muchos años vivió en la famosa Cueva de Cir-tunio. Fue reconocida por predecir el futuro de amores y desamores, ser enemiga de los sapos y los cupidos disfrazados de ángeles.

Fue reconocida por predecir el futuro de

amores y desamores, ser enemiga de los

sapos y los cupidos disfrazados de ángeles.

Cerró el libro y lo llevó a su casa. Acostada en la cama, lo tenía en su pecho. Sabía que iba a ser una noche ocultista. Prendió una vela de incienso para ambientar el espacio y se sumergió en aquel mundo místico. Al leer, imaginaba escenas al lado de su anhelado hombre.

Volvía a la realidad al coger el bolígrafo y anotar en un papel los ingredientes necesarios para hacer el hechizo. Físicamente tenía que satisfacer sus obsesivos fetiches de mujer exigente, acompañados de una inevitable mirada de un amante confiado de sus dotes masculinas.

Leía durante horas. Ya era de madrugada. Hasta que entró en un profundo sueño que le permitió verlo a su lado y en movimiento. Podía desaparecerse en la profundidad de sus ojos.

Al día siguiente fue a conseguir todos los ingredientes. Entusiasmada chequeaba la lista. Los llevaba en su canasta al lado de una pequeña olla de barro en donde se fusionarían. Llegó a casa. La soledad y el silencio le permitían hacer el conjuro sin ninguna interrupción.

Pasaron tres semanas y ella se encontraba rodeada de 12 sapos, de los cuales había ahorca-do a 6. Todos los colgaba en fila y apreciaba los ojos de cada uno. Sentía que le hablaban con la mirada, pero ninguno dejaba en evidencia una futura transformación.

Sin comprender lo sucedido releyó el capítulo Pócimas y Hechizos. En la última página había un mensaje que en letra pequeña decía:

Precaución. Los abusos de los conjuros pueden causar excesivo amor transfigurado en 12 sapos en etapa de gestación. No los elimines, porque a la cuarta semana uno de ellos será permeado con el color de este libro y ese será tu anhelado hombre de mujer exigente.

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Selene

Un bonito cuento enmarcado por los sentimientos volubles de dioses y astros, que nos recuerda los grandes sacrificios capaces de ser hechos únicamente por elverdadero amor

Ana María Giraldo GiraldoDepartamento de Humanidades

Gea, en su órbita infinita y perfecta se sentía imparable. Siempre se sintió segura, con un rumbo fijo y una meta clara. Sabía exactamente dónde iba a estar y en el momento en que iba a estar allí. Su vida giraba alrededor de él, de su calor. No podría imaginarse cómo sería su vida si Helios decidiera algún día abandonarla. De solo pensarlo, se le helaban las entrañas.

Helios, el chico popular. Los dioses (Mer-curio, Marte, Júpiter Urano, Neptuno e incluso Plutón) siempre buscaban, en su amistad, algo de luz y sabiduría; las diosas (Gea y Venus), en su

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caluroso abrazo, algo de pasión. Pareciera como si todo el sistema girara alrededor de su brillante y sexy sonrisa.

Theia, la nueva, la aparecida. Llegó un día de la nada, atraída por el hermoso Helios. Movida por su curiosidad, rompió toda regla establecida y decidió olvidarse de las órbitas preestablecidas y trazar su propia trayectoria hacia él. Libre y loca, no muy agraciada; más bien, oscura y simple, pero libre. Libre, como ninguna otra.

Fue inevitable, ya estaban completos todos los ingredientes para una catástrofe. Helios no pudo evitar notarla, como tampoco pudo evitar que se despertara en él el deseo de ser como ella: libre. Esperaba con tanta ansiedad su encuentro con ella que temía convertirse en una supernova. Gea y Venus, por su parte, no pudieron evitar notar la ansiedad de Helios. Sin embargo, la actitud de Venus frente a la situación sorprendió por completo a Gea. Venus no iba a arriesgar su hermosa tez por alguien que no quería estar con ella, como si fuera el único dios en el sistema. Entonces Gea lo comprendió, más que una simple atracción, más que deseo, más que pasión, lo que ella sentía era amor.

En vano, Gea intentó hablar con Helios. Él no entendía que había nacido con la responsabi-lidad de cuidar a sus amigos y a quienes lo aman. No entendía por qué debía renunciar a su sueño de libertad y a su pasión por aquella misteriosa chica. Era su vida, no iba renunciar a ella. Gea decidió tomar cartas en el asunto, no había otra opción. Ya no lo hacía por retenerlo a su lado, pues eso no tenía sentido para ella; lo hacía por sus amigos, por no ver morir bajo el hielo todo lo que había conocido.

Theia, decidida a alcanzar su objetivo, via-jaba cada vez más rápido hacia Helios. Viajaba

pensando en su encuentro y posterior fusión. Lo único que no se le cruzó por su mente fue que aquel día Gea aparecería en su camino. Al ver llegar a Theia, Gea hizo lo único que podía hacer, interponer sus montañas, valles, ríos, volcanes, mesetas y océanos entre la intrusa y su amor. Theia era mucho más joven y pequeña que Gea y en el choque se desintegró por completo. Gea, por su parte, casi muere también con el impacto, pues el golpe le arrancó una parte de sí.

Helios, confundido al ver toda la escena, despertó como de un embrujo y concentró to-das sus fuerzas en ayudar a Gea a seguir en su órbita, pero ya no podía hacer nada por su parte amputada, pues había nacido con ella una nueva deidad. Pequeña, tímida e indefensa buscó a su madre y al verla desangrarse decidió orbitar a su alrededor para contener su hemorragia. Su madre, solo con verla, supo su nombre. La llamó Selene. Desde entonces, Selene controla todo líquido que f luye en Gea y despierta en ella su instinto maternal en los ciclos de reproducción de cada una de sus habitantes.

Helios, ya no espera con ansiedad que al-guna chica loca y libre lo saque de órbita, sino que, cuenta con paciencia cada uno de los seis mil quinientos ochenta y cinco días que tardará en volver a tener a Selene entre su madre y él, pues esa linda deidad, a quien considera su hija, es la mayor muestra de amor que nadie jamás ha podido tener con él.

Entonces Gea lo comprendió, más que una simple atracción, más que deseo, más que pasión, lo que ella sentía era amor.

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Organizaciones,trabajo y placer

Una interesante reflexión sobre el poder del placer. Un estado que está en la capacidad de permear cada una de las distintas facetas humanas, incluidas la laboral y laorganizacional

En su texto La organización del placer, Burrell (2007) propone reivindicar las emociones humanas a través del placer entendido como lo corporal, lo visceral y lo carnal, por considerarlo tan relevante como la conciencia en las teorías organizacionales tradicionales. Para él, el placer se destaca como uno de los temas centrales de la administración después de la década del 90, y es de las principales emociones que deben considerarse para “un programa de teoría crítica” (70) de las organizaciones, tan necesarias en el actual momento histórico.

Verónica Andrade JaramilloDepartamento de Ciencias Sociales

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El placer se destaca como uno de los

temas centrales de la administración después

de la década del 90.

Según Burrell, el placer ha tenido poco lugar en el análisis organizacional pese a que la sexualidad atraviesa lo humano y no puede eliminarse de ningún ámbito, incluido el organizacional. El cuerpo es “el espacio de la sensación, la emoción, el amor e incluso el éxtasis” (70), materialidad donde se manifiesta el placer y, aunque para Burrell el placer y el cuerpo son trascendentales en el discurso contemporáneo, no hay acuerdos sobre qué lugar concederles. Pese a ello, Burrell plantea el cuerpo como una materialidad no acabada –no solo un esqueleto de carne y hueso determinado biológicamente-, como una invención y reinvención cultural que varía dependiendo de cada contexto y momento histórico. Desde esta perspectiva, cabe preguntarse, según el autor, “qué clase de cuerpo y qué clase de placer se demanda, alienta, difunde y conforma el orden industrial de la década de los noventa” (72) y, derivado de esta pregunta, podemos preguntarnos qué clase de cuerpo y qué clase de placer se piden y fomentan en cada momento histórico de la humanidad, ¿cuál, particularmente ahora, en la segunda década del siglo XXI?

Aunque Burrell no lo dice de esta manera, las tres caras del placer son analizables como proceso, para lo que uso como símil el orgasmo.

Así, es importante entender el término orgasmo de manera amplia y no exclusivamente referido a las relaciones sexoafectivas, donde sucede una descarga energética por objeto del contacto físico y/o simbólico con otro. Se entiende en una lógica de apertura y cierre de gestales (como la escuela gestáltica de la psicología), donde la vida está llena de ciclos que se abren y se cierran satisfaciendo necesidades vitales y dándoles paso a otras, para ser satisfechas. Todo este proceso de apertura, clímax y cierre puede rastrearse en cualquiera de las actividades humanas.

Bajo este símil es posible entender las tres caras del placer, considerando la primera como la apertura del ciclo, donde se moviliza una energía (potencial) que puede caracterizarse por un estado de euforia y alteración de las emociones/sensaciones. En este estado, según Burrell, se procura que las personas entreguen este “recurso” a la organización para que los ejecutivos dispongan de él en beneficio de ella. Esta primera cara puede estar atravesada por la represión o por el desfogue intempestivo que parece mostrar Burrell en su revisión de escritos de otros autores sobre el tema y, que abordado de manera racional y controlada, ya sea canalizando adecuadamente (reprimiendo) la energía para que la persona no se disperse y haga lo que le corresponde con el mayor empuje posible, porque se supone que todo el tiempo va en busca del placer que, en últimas, nunca consigue, o no totalmente, para que siga manteniendo la energía, y por otro lado, así mismo racionalmente, se busca gestionar el trabajo de los otros para que estos liberen su fuerza energética para ser creativos, si esto es lo que se requiere. Ambas maneras de expresión de la primera cara traen implícito el control del otro, para que trabaje como se espera.

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Tanto la represión como la explosión en-ergética, propias de la primera cara, se muestran en situaciones comunes en nuestros contextos de trabajo. La primera manera (como represión) puede analizarse desde las políticas implícitas de algunas organizaciones que eligen sostener pro-longadamente en condición de temporales a sus empleados, bajo la premisa de que si se los contrata de tiempo completo se sentirán tranquilos (como después de un orgasmo) y no seguirán trabajan-do con el mismo empuje. Es como si se tuviera hambre y el trozo de comida estuviera atado a un palo colgado a la espalda de la persona que puede verlo delante suyo y que al caminar parece que se acercara al alimento, pero éste sigue estando lejos, por la forma en que se ha diseñado el trabajo y las ideas que rodean su contratación indefinida en nuestro contexto. La segunda manera en que puede manifestarse la primera cara (como ex-plosión energética) es propia de trabajos diseñados, por ejemplo, para los nuevos ingenieros, personas jóvenes que buscan emociones y usan todo su po-tencial a través principalmente de las nuevas tec-nologías, donde se requiere poca inhibición y alta producción intelectual atravesada por la novedad.

Ambas manifestaciones de la primera cara implican desgaste, ya sea por no lograr acceder al placer por más que se luche o por tenerlo a bor-botones de manera constante. Ninguna de las dos deja opción para que el sujeto pueda distribuir su energía en otras dimensiones de la vida, ni disfrute de una tranquilidad sosegada. Siempre estará fi-jado en el trabajo y cansado para lo no laboral. Si las personas son consideradas como recurso, estas dos maneras de la primera cara cláramente son estrategias usadas por administradores/ejecutivos que buscan la eficiencia de manos del control.

Estas dos maneras de expresarse la primera cara, como represión o como explosión energética, pueden rastrearse en los valores que promueven las distintas éticas del trabajo planteadas por Sennett (2002) en su texto La corrosión del carácter. Conse-cuencias personales del trabajo en el nuevo capital-ismo, entendiendo por ética las formas de abordar la relación con el trabajo y los valores asociados a él. Para Sennett, existe la ética antigua, relacionada con los valores promovidos en la sociedad indus-trial, y lo que llama ética moderna (que podría entenderse por otros autores como posmoderna), la relacionada con los valores de la decadencia de dicha sociedad. En la ética antigua (asociada a la represión) se premiaba y promovía la autodis-ciplina en el uso del tiempo y la postergación de las gratificaciones, se premiaba la constancia y se esperaba la jubilación con la premisa de trabajar toda la vida en la misma organización y tener una carrera ascendente, se trabajaba generalmente de forma individual y se tenía una relación oficial y clara con un solo jefe a quien se le obedecía según sus órdenes, haciendo un trabajo predecible.

La ética moderna incluye la presencia de varios jefes simultáneos a quienes se les obedecen órdenes que pueden llegar a ser contradictorias.

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Por otra parte la ética moderna (asociada a la explosión energética) implica el cumplimiento de metas a corto plazo, donde no se valora la auto-disciplina sino el cumplimiento de objetivos y se espera que no haya postergación para las gratifica-ciones. Esta ética se relaciona con trabajos de corta duración, alta variedad, realizados especialmente en equipo, y que por su alta variación implican el desarrollo de capacidades portátiles que le sirvan al trabajador para responder a las solicitudes también cambiantes. La ética moderna incluye la presencia de varios jefes simultáneos a quienes se les obedecen órdenes que pueden llegar a ser con-tradictorias, pues se maneja información formal e informal, mensajes ambiguos y por múltiples vías, lo que implica pensar la carrera no como un asunto lineal ascendente, sino como algo sin rumbo fijo, que puede ir en muchas direcciones.

Considerando lo anterior, puede decirse que lo sexual –en términos de la energía (libido) – ha sido considerado implícita o explícitamente para su gestión (o control) de forma consciente o no, para favorecer los objetivos organizacionales y de quienes dirigen, particularmente de la sociedad industrial en adelante. Según Burrell, la gestión orientada a reprimir o expulsar lo sexual de las organizaciones ha llevado a replegarlo a lo privado y ha permitido que la sexualidad sea abordada de manera mercantil: “el placer individual e inter-personal se ha convertido en uno de los objetivos de la mercantilización, un proceso facilitado en gran medida por la expulsión del placer del lugar de trabajo” (78).

El no considerar la sexualidad como transversal a todos los procesos humanos y pensarla como un aspecto más, que tiene un

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lugar y momento determinado donde vivirse, ha favorecido la creación y formalización de escenarios donde es permitido que se experimente el placer, particularmente de manera burocrática, como indica Burrell, al citar los trabajos de Cohen y Taylor (1973) y Rojek (1985). Igualmente, el no permitir que lo sexual se viva en contextos organizativos puede estar relacionado con lo que Burrell menciona citando a Adorno, quien propone que cuando se pierde el valor de uso original de las mercancías pasan a tener un valor sustitutivo

El no considerar la sexualidad como transversal a todos los procesos humanos y pensarla como un aspecto más, que tiene un lugar y momento determinado donde vivirse, ha favorecido la creación y formalización de escenarios donde es permitido que se experimente el placer.

Jerónimo Gutiérrez

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o secundario, como sucede con la asociación entre ciertos productos y la sexualidad, como los automóviles y los chocolates, según Burrell, pero a los que se les pueden agregar otras mercancías, como las armas de fuego, cierto tipo de alimentos y las joyas, entre otros, creándose una asociación simbólica entre necesidad, dinero, poder y sexo. Al respecto, Burrell citando a Featherstone (1990) dice que “en la posmodernidad el placer no se utiliza únicamente para vender productos, sino, lo que es más importante, ‘se ha transformado en una mercancía’” (78).

La segunda cara del placer se ref iere a la “serenidad jubilosa” que, según Burrell, ha sido descrita por Boss (1979). Esta cara trata del acceder al éxtasis una vez es posible que el ego (la razón, el superyó o la norma) pase a un segundo plano. Esta serenidad jubilosa o pasividad satisfecha puede asociarse al momento siguiente a la descarga energética según el proceso orgásmico. Se trata de un momento de paz que llega una vez la energía ha sido liberada. Desde la psicología de la gestalt, se trataría del inicio del cierre del proceso, cuando la necesidad empieza a ser satisfecha, o cuando, una vez silenciado el ego, el sujeto se puede encontrar consigo mismo, con su organismo, según la psicología humanista, conectado con lo más profundo de su yo, dejando de lado el desenfreno o represión de la primera cara y de la mano de la tranquilidad y sabiduría que da conectarse con los instintos.

Según Burrell, para Weber al éxtasis úni-camente puede accederse en contadas ocasiones, desde lo que hoy en día se conocerían como

estados alterados de conciencia provocados por sustancias psicoactivas (como a través del consumo de alcohol). Sin embargo, puede decirse que esta noción de éxtasis a la que se refiere Weber está atravesada por una racionalidad occidental, donde el placer está centrado exclusivamente en los sen-tidos, sin una asunción de trascendencia espiritual que es más común en lógicas orientales donde el éxtasis, entendido como lo sublime y trascendente, se encuentra en situaciones cotidianas de la vida en las que, aun no habiendo un estado alterado de conciencia éste se da por la capacidad de percibir la realidad de manera distinta, permanecer conecta-do consigo mismo y con el entorno que rodea al ser humano, lo que desde la psicología transpersonal se llamaría una conciencia universal. Este último aspecto es reafirmado por Weber (según lo cita Burrell), al indicar que “a fin de lograr un cam-bio duradero, mediante una nueva y significativa relación con el mundo, son necesarios métodos de euforia más suaves mediante la iluminación mística o la conversión activa” (83).

Según Weber, citado por Burrell, en el hinduismo respecto al amor pueden identificarse cuatro tipos de este sentimiento: el servil, el amistoso, el f ilial o parental y el erotismo, considerado como el nivel más elevado. Según Burrell, el amor erótico “promete una salvación que no requiere devoción a la ética racional de un Dios ni rechazo al cuerpo y a sus deseos” (84). La pregunta siguiente sería qué tipo de sociedad y de cultura se necesitan para favorecer el desenvolvimiento del amor erótico y si la cultura occidentalizada y capitalista líquida, en términos

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de Alonso y Fernández (2006), en su artículo El imaginario managerial: el discurso de la fluidez en la sociedad económica, en la que vivimos permite la existencia o vivencia del erotismo o favorece lo que Burrell llama la re-erotización.

La re-erotización corresponde a la tercera cara del placer, que es peligrosa para el sistema pre-sente por tender a la transformación y favorecer la desestructuración de las sociedades que prevalecen en la actualidad, aún burocratizadas. En palabras de Burrell, la re-erotización “es un término […] para sugerir una actitud más sensual y jovial con la vida y con nuestros coetáneos, donde se pongan de relieve la sensualidad y el sentimiento, y donde ‘lo erótico’ sea entendido de forma muy amplia”. Se trata de asumir no solo el trabajo, sino la vida en general desde la sensualidad más que de la sexualidad asociada al deseo coital, donde en la

interacción con otros primen diversas maneras de compartir. Al leer este texto de Burrell puede inferirse la invitación a trascender la racionalidad instrumental que ha atravesado prácticamente todas las formas de relación en la actualidad, más allá de las laborales en las que, se supone, se instauró debido al capitalismo que algunos llaman salvaje.

Esta tercera cara, bajo el símil del proceso orgásmico, implicaría el paso que sigue a la sereni-dad jubilosa, donde, una vez conectado consigo mismo, el ser humano puede relacionarse de una forma diferente, caracterizada por la espontanei-dad, el compartir y el participar de otras formas de organización social, según Burrell, como las colectivas y cooperativas y las comunes y comu-nitarias, que se guían por racionalidades distintas a las que dirigen las organizaciones de trabajo estandarizadas. Estas últimas son manejadas con una lógica de mercado y las primeras con el principio de solidaridad, que explica ampliamente Uricoechea (2002) en su texto División del trabajo y organización social: una perspectiva sociológica, donde no existe más que el deber por lo moral y por lo social, para apoyarse en y ayudar al otro como forma posible de coexistencia entre los seres humanos. Para que la re-erotización sea posible, se requiere soltar el control, donde se espera que las cosas funcionen de la misma manera siempre y se obtenga el resultado esperado, y darle lugar a la espontaneidad, donde los procesos fluyen por sí mismos y encuentran su propia coherencia en un azar organizado naturalmente.

La re-erotización corresponde a la tercera cara del placer, que es pe-ligrosa para el sistema presente por tender a la transformación y favorecer la desestructuración de las sociedades que prevalecen en la actualidad.

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Según Burrell, la re-erotización puede hacer parte del resurgimiento de la teoría contra-or-ganizativa, que pone su acento en otros aspectos de la vida, como las emociones, el arte y otras formas de organización a las que priman en la actualidad. Dicha teoría parte de la idea de que no se le debe dar relevancia al nivel organizativo como unidad de análisis, incluyendo el concep-to de organización, porque “equivale a formas de dominación patriarcal y burocrática” (90), pues la re-erotización, como un elemento clave de esta teoría, implica complejidad, desorden y espontaneidad.

Para Burrell, asumir la re-erotización permite el surgimiento de formas organizativas poco convencionales inspiradas en “el anarquismo,

el sindicalismo, el movimiento ecologista, el movimiento cooperativo, el comunismo libertario, los grupos de autoayuda o el feminismo, que es tal vez la más importante de ellas” (91). La prevalencia o coexistencia no discriminativa de estas formas alternativas con las tradicionales formas organizativas implicaría un cambio trascendental de sociedad, donde quienes detenten el poder estén dispuestos a soltarlo y deje de ser este uno de sus referentes principales de identidad, asunto difícil de conseguir considerando los valores que se promueven en un discurso del capitalismo líquido.

Esto no significa que no sea posible imaginar mundos movidos por racionalidades distintas a la preferente en este momento, donde pareciera

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que se privilegia lo mercantil por sobre la soli-daridad en prácticamente todas las esferas de la vida. Según Burrell, son este tipo de utopías “un instrumento clave de iluminación para aquellos interesados en la re-erotización y sirven como un modelo de sociedad futura (o pasada) para orientar nuestra práctica” (95).

Según Burrell, retomando a Vance (1989), la búsqueda de la re-erotización no va en dirección con el victimismo, ni a fomentar terror, sino a rescatar el placer, trascendiendo el falogocentrismo (expresión planteada por Irigaray en 1985) en el que se establece una relación dicotómica entre lo masculino y lo femenino, donde lo primero se considera sujeto y lo segundo objeto. Para Irigaray, comprender la re-erotización implica asumir la totalidad de lo humano, que es conjunción (y) y no disyunción (o), entre lo femenino y lo masculino. Se trata de formar un lenguaje amoroso que rescata lo visceral y lo físico de la corporeidad, y favorece otras maneras de intercambio cultural, pensando que el amor erótico es sociabilidad y no coerción, como se promueve actualmente.

Así, pensar en las distintas caras del placer evita que sea visto exclusivamente como una mer-cancía, aspecto en el que se basan algunos de los estudios organizativos y para reservarse el derecho de dar su propio uso a términos como placer, goce, juego y cuerpo, antes que se asuman con una sola acepción, atravesada por lo mercantil.

Finalmente, puede decirse que se requeriría una transformación no solo desde las teorías organizacionales, sino una movilización de orden mundial que cambie la lógica arraigada en la

actualidad, que ve el mundo como un simple intercambio de mercancías y servicios y donde casi todas las relaciones se mueven bajo la lógica de mercado. Son vitales dos elementos para que esta transformación pueda darse. Por un lado, sujetos más maduros emocionalmente, que puedan comprender que se tiene un lugar en el mundo, independientemente del poder que se detente y la cantidad de dinero y mercancías que se posean, y que se orienten a buscar sentidos de vida que los hagan más felices en todas las esferas de la vida, incluyendo el trabajo (organizaciones), sin pensar que esta es la única fuente para esto, y que existen solo unas maneras de hacerlo (controlando el placer). Por otro lado, se requieren contextos culturales ampliados, que promuevan la valoración de otros aspectos de la vivencia humana, como el arte, el compartir comunitariamente, el sentido de familia -no como discurso gerencialista-, y el apoyo mutuo para el logro de metas comunes, entre otros, y le resten valor a la fetichización de la mercancía, el dinero y el sexo como acto desprovisto de significados más allá de la descarga de energía biológica. Estos dos aspectos son indisociables y, de hecho, no es claro cuál de los dos genera el otro. Sin embargo, ambos deben estar presentes si se quiere que en alguna medida la utopía manifestada por Burrell alumbre el camino a seguir.

Se trata de formar un lenguaje amoroso que rescata lo visceral y lo físico de la corporeidad, y favorece otras maneras de intercambio cultural, pensando que el amor erótico es sociabilidad y no coerción, como se promueve actualmente.

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Hecho para durar

y, en caso de fallar,

reparar

Una profunda reflexión sobre el valor de la persistencia y la perseverancia. Un relato que le da valor al amor que insiste y reconstruye, en tiempos dondecasi todo es desechable

Leonardo RojasDepartamento de Humanidades

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Hace algún tiempo vi la película Hugo Ca-bret, que trajo a mi memoria el recuerdo de aquella generación de personas que todo lo reparaban… menos la vida… El niño de la historia aprendió no solo a mantener en funcionamiento un viejo reloj de la estación de trenes, sino también, con pacien-cia y tenacidad, logra reparar un viejo autómata que heredó de su padre, con el que aprendió que se pueden reparar las historias humanas, las relaciones y el dolor del pasado.

No sé si recuerdan a esos papás que todo lo solucionaban con ingenio, con pocas y rudimen-tarias herramientas, desde la plancha de la casa, hasta el automóvil familiar. Y sé que aún quedan algunos herederos de estas habilidades, envidia-bles a mi juicio, que hacen de los daños toda una aventura, aunque los medios de comunicación se burlen y pidan mejor utilizar las páginas amarillas para estas situaciones.

Estas dos cosas me traen una imagen más reciente de un acontecimiento que puedo referirles en una corta historia.

Veo a mi papá, hombre de pelo cano, hombre adusto de mirada viva a pesar de sus 80 y algo de años. Está mostrándole a mi hijo, un joven crío de menos de 10, uno de sus grandes tesoros: “un radio de tubos”, también llamados radios a vál-vulas. Uno de esos aparatos casi centenarios que funcionan mágicamente, que se iluminan poco a poco y que, después de un rato de ser encendido, emite los sonidos de actualidad en su propia in-terpretación de “fidelidad musical”.

“Ha visto mejores años y ha cantado verdadera música”, decía mi papá. Y, mientras abordaba un ritual de limpieza exhaustiva, iniciaba una de esas reflexiones que quieren sentar cátedra para la posteridad, pero, valga la aclaración en aras de la verdad, lo hacía con mucho cariño frente a las

preguntas del niño sobre el tiempo que ha tenido el radio, que ha acompañado a mi viejo desde que tengo memoria y seguramente desde antes… “es de mediados del siglo pasado”, respondió, “y a diferencia de esos aparatos nuevos que cuelgan de la orejas suyas, mijo, esta belleza fue creada para durar mucho tiempo. No fue hecha para ser desechada cuando por algún motivo deje de funcionar. Esta máquina fue creada para ser reparada, para buscar la forma de hacerla funcionar siempre… Claro que es posible que con el tiempo se le apaguen los testigos (pequeñas lucecitas que nos indican el funcionamiento de algo), pero esto no impide que se busquen repuestos que los puedan reemplazar, para que sigan funcionando adecuadamente… sí, decía mientras limpiaba alguna de sus partes internas, hay que dedicarle tiempo, no solo a buscar los repuestos, sino para hacer que funcione… Hay que tenerlo a punto y tratarlo con cuidado, no está hecho para los golpes y para aventuras extremas…”, seguía explicando al joven escucha que intervenía de vez en cuando para preguntar por algo que le llamaba la atención, “sí, hay que cuidarlo”.

Frente a las preguntas cruciales, “¿es que en tu época no existían tiendas para comprar radios

Logra reparar un viejo autómata que heredó de su padre, con el que aprendió que se pueden reparar las historias humanas, las relaciones y el dolor del pasado.

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nuevos? y ¿por qué no compraban otro radio, y listo?”, el viejo le sonríe con algo de sorna, pero finalmente con ternura le dice: “Mire, mijo…. Yo soy de la época en la que las cosas fueron hechas para durar y, en caso de fallar, reparar”. Y luego de un breve silencio, mirando la foto de sus hijos y sus familias… como si nuestras his-torias familiares hubiesen pasado rápidamente por su mente avivando sus recuerdos, sentencia: “¡incluso los matrimonios! También se reparaban los matrimonios” Abrazó fuertemente a mi hijo y siguieron hablando de no sé qué cosa…

Las historias en sí mismas son dicientes y por qué no decirlo, hermosas, pero más allá de ello, alcanzo a percibir que existen dos secretos: uno es “querer reparar” lo que es reparable, teniendo la sabiduría que da la vida para poder hacerlo. Palabras y silencios que nos han apartado de los seres que hemos amado y amamos que reclaman la decisión para restablecer caminos de comuni-cación. Y el segundo es la existencia de personas como Hugo Cabret o como mi viejo padre que se convierten en mediadores y en espacios para que estos milagros de reparación para seguir funcionando se logren.

Hace ya algún tiempo descubrí uno de esos espacios humanos, que no puedo dejar de mencionar, donde se lanzan salvavidas a las relaciones y experiencias dolorosas del amor para que no naufraguen en amarguras, odios, y soledades destructivas; donde la preocupación es la pareja, su bienestar y su felicidad como una contribución a la reconstitución de familias y sociedades más sanas. Estos salvavidas recurren a la espiritualidad que todos los seres humanos poseemos, (más allá de nuestras confesionalidades) y que configuran toda relación humana, para poder reiniciar o reconducir aquello que se ha

dejado perder en la vida de pareja y produce desánimo y desolación. “Amar es una opción” y “el perdón, una decisión” son frases que se hacen realidad en cada reunión y encuentro de aquellos que asisten a Retrouvaille , buscando “redescubrirse” como parejas que se han amado que quieren seguir luchando por reparar su relación de pareja, en pareja, sanando el pasado.

En una sociedad como la actual, en la que se producen miles de divorcios al año para separar corazones rotos por tantos desencuentros y desamor, en la que se manifiestan tantos fracasos envueltos en agresividad, hay quienes han descubierto en la vida que hay cosas en la relación de pareja que pueden ser reparadas, que cuando se ha optado por una persona las relaciones están hechas para durar y con esos dos hallazgos logran superar los escollos de la convivencia, y frente a los cambios que supone la vida humana que apagan “algunos testigos”, descubren que existen muchas otras cosas que permiten disfrutar del amor mutuo con la alegría de compartir un destino común. No puedo pasar por alto que a veces se requieren también de personas y espacios (como Retrouvaille) que estén dispuestos como Cabret y el abuelo de mi hijo, a compartir su experiencia y su vida para lograr que aquellos que deciden amar, luchar y perdonar “reparen”, reconstituyan y fortalezcan sus relaciones.

Las historias en sí mismas son dicientes y por qué no decirlo, hermosas, pero más allá de ello, alcanzo a percibir que existen dos secretos: uno es “querer reparar” lo que es reparable, teniendo la sabiduría que da la vida para poder hacerlo.

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Significado actual de los 200 años de la Restauración de laCompañía de Jesús

Este texto muestra algunos elementos sobre el significado de la Restauración de la Orden de San Ignacio para la vida universitariade hoy

Misael Kuan Bahamón, S. J.Historiador Pontificia Universidad Javeriana

Palabras Maestras

Primero, veamos por qué la Compañía de Jesús fue suprimida. La supresión del 21 de julio de 1773, de Clemente XIV, había tenido lugar por la presión de las cortes católicas, sobre todo de España, Portugal y Francia. Y nunca fue verdaderamente querida por el papa. Esto fue posible, pues en un mundo presecularizado, el

poder espiritual y el poder temporal estaban muy estrechamente relacionados. Junto a la reivindi-cación del papa de regir la Iglesia católica en todo el mundo, se situaba la pretensión de los príncipes de controlar los desarrollos socialmente relevantes de sus dominios, y a ellos pertenecían también los eclesiásticos. Por ello, desapareció una orden reli-giosa con más de 23.000 hombres. En Colombia fueron casi 230.

En el siglo XVII, la independencia de las monarquías frente al papado era un hecho consumado. Se dio una inversión de valores. Ahora el poder temporal pretendió dominar al poder espiritual. En términos de Henri Pirenne: “al desarrollarse, el absolutismo extendía la autoridad monárquica sobre la misma Iglesia y quebrantaba su unidad en provecho de las Iglesias de Estado, manifestándose a fines del siglo XVII en las teorías del galicanismo y del josefinismo” (Pirenne, 1963: 424).

El galicanismo, presente en Francia, insistió en dos principios de las relaciones de la monarquía francesa con Roma: 1. el puesto privilegiado del

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rey francés que, como “Rey cristianísimo”, se sentía responsable ante Dios de la Iglesia en sus dominios; 2. la argumentación histórico-jurídica basada en las antiguas libertades de la iglesia galicana, según la cual los papas no debían dar órdenes a los reyes franceses en los asuntos tem-porales e incluso, en los aspectos espirituales, la autoridad de los pontífices en Francia no era ilimitada, sino que estaba sujeta a los cánones de los antiguos concilios. Tal referencia a la iglesia antigua y al conciliarismo significará un punto de unión entre el galicanismo, los jansenistas y los ilustrados católicos.

Pero será en las tierras de los Habsburgo, la monarquía católica, donde se alcanzó el máximo conflicto en las relaciones con Roma. Allí surgió el josefinismo, que respondía plenamente a los principios del absolutismo ilustrado en cuanto a las relaciones con la Iglesia. Apareció en la Austria de María Teresa (1740-1780), aunque la auténtica actuación política de sus presupuestos se produciría especialmente en el periodo de José II (1765-1790). El principio que guiaba la políti-ca religiosa estribaba en que “salvo los asuntos puramente dimanantes del poder divino, todo lo demás pertenece a la jurisdicción del poder civil, principio que se llevó a la práctica de modo in-flexible. Como prueban los más de 6.000 decretos promulgados sobre materia religiosa, número que habla por sí solo de la importancia que el poder político austriaco concedía al tema” (Cortés Peña, 2006: 842).

Uno de los aspectos más fuertes del josefinis-mo fue su antipatía a todo tipo de vida monástica. Para el josefinismo, al igual que para los ilustra-dos, la Iglesia se concebía como una comunidad de fieles jerarquizada, dependiente del papa solo en cuanto al dogma y de la autoridad política, en

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lo referente a sus actividades temporales. Todo ello supuso en 1781 la supresión de casi setecien-tos establecimientos de comunidades religiosas, no dedicadas a la educación o a la beneficencia.

Ahora bien, el pontif icado continuaba siendo una fuerza respetable, no solamente por su prestigio y riqueza, sino por las organizaciones seculares y regulares que poseía en todos los países que se mantenían fieles a Roma. Desde el siglo XVI los reyes católicos europeos habían firmado concordatos con Roma. Esto supuso que se sometiera a la autoridad de los soberanos la organización y actividad del clero secular e incluso el nombramiento de los obispos. Pero Roma, muy influyente todavía en España e Italia, seguía conservando el poder de gobernar las almas y, por medio de las órdenes religiosas, sobre todo la Compañía de Jesús, mantenía casi la exclusividad de la enseñanza en estos países.

Para lograr el poder absoluto a que aspira-ba, solo les faltaba a las monarquías destruir la Inquisición y el poder del clero regular. Y a su lado se pusieron para conseguir este objetivo los defensores del racionalismo que triunfaba en el siglo XVIII. En este contexto se da la persecución a la Compañía de Jesús.

Sobrevivieron algunos reductos de la Orden en lugares en donde no era posible la aplicación del breve de supresión. Fueron los casos de la Rusia blanca, en donde reinaba la ortodoxa Catalina II, y de Prusia, donde era rey el protestante Federico.

Poco a poco se fue restaurando la Compañía. En 1804, el Papa Pío VII lo hizo en el Reino de Nápoles. A su vuelta a Roma en 1814, después de estar preso por orden de Napoleón, su primer

acto de gobierno fue la restauración universal de la orden. “Nos consideraríamos culpables de un pecado atroz delante de Dios”, escribió él, “si ante los grandes peligros a los que está expuesta la cristiandad dejáramos de valernos de la ayuda que la especial Providencia de Dios pone ahora a nuestra disposición”.

Un dato más subjetivo de la razón de la persecución de la Compañía de Jesús radica en que esta se había ganado odios porque muchos de sus miembros carecían de humildad, eran arrogantes y buscaban el poder. Recordemos que numerosos jesuitas eran confesores de los reyes de Francia, España y Austria. Además, el caso del padre Lavalette, gran mercader de las Antillas, escandalizó a la Francia de mediados del siglo XVIII por todo el dinero que debía a prestamistas debido a sus movimientos comerciales de esclavos en la isla de Martinica. De esta manera, la nueva Compañía que surgiría con la Restauración, en cabeza del padre Pignatelli, consideró que solo podía renacer identificada con la humildad y la entrega de la cruz de Cristo. El padre Adolfo Nicolás, general actual de los jesuitas, se refiere al respecto sobre el padre Pignatelli: “Frente a algunas voces que le apremiaban a reavivar una Compañía de Jesús gloriosa, su actitud fue rotunda y clara: dar continuidad a la “mínima Compañía”, estrechamente vinculada al Santo Padre, tal como la había entendido San Ignacio. Intuía, con certeza, la frecuente tentación que en nuestra historia habíamos sufrido de un poder y un éxito que no siempre fueron necesariamente garantía de espíritu evangélico. Por eso, hoy sigue siendo un reto para nosotros el redescubrir lo que “mínima Compañía” significó para San Ignacio” (González Buelta, 8).

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Hay dos enseñanzas que se desprenden de las experiencias de la supresión y de la restau-ración para la universidad de hoy: la humildad en la búsqueda y enseñanza del conocimiento y la necesidad de ir a los márgenes de la sociedad.

En primer lugar, nos hemos acostumbrado a ver y a analizar la realidad desde nuestra perspectiva. Quizás nos falten más lecturas y atención a las dinámicas de conocimiento que se gestan en las cuestiones que analizamos. Esta fue una de las faltas de los jesuitas en el momento de la supresión, puesto que muchos de ellos se opusieron, no sin razón, a los cambios que la Enciclopedia, la Ilustración y la nueva política Europea estaban gestando en la cultura. Fue una Orden que decidió defender al Antiguo Régimen. No se puede negar tampoco que la Compañía restaurada recogió lo mejor de la sabiduría jesuítica, representada en los sabios Mateo Ricci y Roberto de Nobili, que fueron capaces de establecer un diálogo abierto y certero con las culturas de Oriente, o

los misioneros del Paraguay, capaces de construir una civilización cristiana en medio de la cultura guaraní. Este es el caso de Teilhard de Chardin, una de las figuras más brillantes de la Iglesia en el siglo XX, que supo integrar el relato de la creación con los nuevos aportes de la biología y la arqueología. Al igual que la Compañía suprimida, Teilhard sufrió la persecución de los sectores más conservadores y tradicionales de la Iglesia. En vida se le prohibió publicar sus escritos. Sin embargo, hoy lo reconocemos como uno de los científicos cristianos que más ha aportado al diálogo fe - ciencia, tan importante para el hombre de hoy.

En segundo lugar, la experiencia de la su-presión llevó a muchos jesuitas al destierro, a la inseguridad y a la muerte en medio de la soledad. Esta situación hace pensar que la experiencia cris-tiana fundamentalmente pasa por la experiencia de la cruz. Los jesuitas vivieron esta realidad y de alguna manera se identificaron en vida con los marginados y expoliados de nuestra sociedad. De esta manera, cabe preguntarse: ¿el trabajo univer-sitario ha visto como prioridad a los nuevos ex-plotados en los cinturones de miseria de nuestras ciudades y de nuestros campos? Si la universidad Jesuita no hace esta opción, claramente estaría en contravía de las exigencias del Evangelio.

Estas consideraciones son apenas un insu-mo que sugiere la necesidad de seguir pensando nuestra realidad como cristianos y personas en la universidad. Somos sujetos históricos que debe-mos leer los signos de los tiempos para ver cómo el Señor nos sigue invitando a servir de una manera cada vez más atenta y humilde a las exigencias del hombre de hoy y fundamentalmente a los más excluidos de la sociedad.

Teilhard sufrió la persecución de los sectores más conservadores y tradicionales de la Iglesia. En vida se le prohibió publicar sus escritos. Sin embargo, hoy lo reconocemos como uno de los científicos cristianos que más ha aportado al diálogo fe - ciencia, tan importante para el hombre de hoy.

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Félidos enel campus

La autora del presente relato nos cuenta la historia de tres gatos. Al mismo tiempo, nos invita a reflexionar sobre el accionarhumano

Mandela, Grizudo y Rayas con sus crías son los gatos que habitan en Campus Universitas. Una prestigiosa universidad situada en una salsópolis calurosa y tropical. Solitarios y temerosos, deam-bulan libremente por pasillos, plazoletas y jardines intentando encontrar alimento fácil, quizás en las montañas de basura que producen los humanos o buscando otra especie del ecosistema que los pueda alimentar. Y así, dan continuidad al pro-ceso llamado cadena alimenticia. Ellos conocen del respeto a la vida, por esto recurren primero a los desperdicios y luego a la caza.

Ana María SotoCentro Deportivo

Vicerrectoría del Medio Universitario

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Mandela viste de negro con botines y cor-batín blanco. El prefiere estar aislado de los demás. Vive en un hueco de alcantarilla vieja. Le gusta caminar por los jardines, oler el aroma de las f lores y corretear a las ardillas. En las mañanas, algunas personas lo han visto nadar en el lago y al atardecer tiene como hábito pasear por una calle cerca de su madriguera, aunque en ocasiones se ve afectado por el humo de cigarrillos de tabaco, y otras hierbas, que producen los estudiantes de Campus que fuman por ese mismo lugar.

Grizudo por el contrario es más cercano a los seres humanos y se arriesga a habitar cerca de una de las cafeterías. Con su pelaje gris verdoso se puede mimetizar perfectamente entre unos ar-bustos de su mismo color. Desde allí, agazapado, le gusta observar a las personas. Su pasatiempo favorito es salir por la noche a recorrer la cafetería, comer las migajas y disfrutar de la tranquilidad que se puede sentir en la vida nocturna de la Universidad.

Rayas es una sobreviviente, madre de dos cachorros que debe cuidar y alimentar. Es una exótica hembra de cola naranja, rayada, arisca y tierna a la vez. Ella es el reflejo de lo femenino que une, nutre y acaricia. Con frecuencia, se puede observar junto a sus hijos trepada en los árboles, quizás enseñándoles lo que un gato debe saber para sobrevivir. Su instinto maternal la llevó a elegir como hogar, una cueva pequeña detrás de un edificio de salones. De noche, aprovecha la oscuridad para buscar alimento y así tener sufi-ciente energía para amamantar a sus crías.

Sus vidas están invadidas por el temor desde que se dieron cuenta de que una familia vecina puso en una bolsa a cuatro pequeños bigotudos y los tiró a la basura (ya se pueden imaginar qué pasó con ellos cuando el camión de triturar

basura los recogió). Al conocer esta situación, a Mandela, Grizudo y a Rayas solo les quedó aceptar y reconocer la superioridad de las per-sonas “civilizadas”. Entre ellos no hubo quejas, lamentos ni diálogos sobre la incoherencia de la especie humana, porque ellos no conocen la incoherencia, no la viven. Ellos comen cuando tienen hambre, beben cuando tienen sed, se re-producen para perpetuar la especie, cazan para sobrevivir y huyen cuando se sienten amenazados. Su naturaleza es coherente.

Estos felinos intuyen que su futuro es la muerte por envenenamiento, están seguros de esto. Además, esta fue una práctica de “control biológico” que realizaron algunos humanos que trabajaban en Campus algunos años atrás. Y el final de esta práctica fue enterrarlos en una fosa común. Aquí los gatos son animales sin privilegios, contrario al trato que les dan a los pájaros, ardillas, patos, gansos y pavos reales, que tienen lugares específicos para alimentarse y no se sienten amenazados por las personas.

Los Felis silvestris catus que habitan esta acreditada universidad conservan la esperanza de que algún día el Homo sapiens que estudia y trabaja en ella, a través de sus múltiples actividades académicas como cursos, diplomados, especializaciones y maestrías, construya de manera “creativa e innovadora” una estrategia más humana para el control de los félidos en el campus.

Ella es el reflejo de lo femenino que une, nutre y acaricia.

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Un relato que nos interna en los vericuetos de la mente. Una historia al límite de la realidad y la fantasía, en el borde del sueñoy la vigilia

Cuán difícil despertar cada mañana y ver en lo que me he convertido, alguna vez de niño lo escogí, aun ahora que despierto no me acuerdo, este respirar por inercia propone un camino sin certeza, y con creencias equivocadas de conocer la meta.

Cómo diferenciar la ruta si todo es obnubi-lado por la colectividad que en iguales pantanos al mío camina, parecen los relatos de cometas sin dueños en agosto, que surcan los cielos a los

¿Qué tan despierto?

Luis Felipe Rojas MoncaleanoCentro de Bienestar Vicerrectoría del Medio Universitario

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deseos del viento. Se siente como si cabalgara violentamente en un sinsentido, campos inmen-sos de sensaciones de vacío, abrazando cada una, queriendo encontrar aquello que he perdido.

Hoy me desperté y no sé quién soy, sé de quien es este cuarto y hacia dónde apuntan las ventanas, pero las nubes oscuras de mi mente me obligan a ignorar este maravilloso desconcierto. Recrea y se alegra debatiendo si norte o sur, qué es más valioso o acertado. Recorrer esta oscu-ridad de mi conciencia solo me permite ver las decisiones irrelevantes de mi vida. Qué titiritera es la oscuridad de la mente, cuyos hilos tenues me transforman en estos supuestos. Ya por lo menos reconozco que este cuerpo tiene otro dueño, así deje llevarme en la corriente silenciosa, para huir de los dolores del mundo. No lo niego, esta mente es una artista necesaria que me acompaña, solo que en su afán de vivir se creyó que era todo, con-vencida de que ese espejo exterior era la esencia de todo lo que era ella. Animada por virtudes, defectos, altos, bajos, blancos y negros se llena de falsa esperanza, sin saber que es una sombra que actúa en el anonimato. Se podrá decir dueña de lo real, capacitora de elecciones, formadora de mundos, modelo de formas de… finitos que no van más allá de las puertas que cierran su propia bóveda.

¿Esa mente soy yo?, ¿ese compendio de to-dos mis ancestros? ¿Ese influjo de estímulos del entorno, esa que se baña de ilusiones, que vive en reinos atiborrada de deleites táctiles vacíos, esa ceguera mental del solo yo, será mi dueña? Puede ser, solo veo eso…

Hoy desperté diferente. La angustia se en-marañaba contra mis piernas, la duda corroía mis brazos, olores de tristeza y dolor me rodeaban. Extraño, no reconocí las figuras de piedra paradas

junto a mí en el bus. La calle era grieta nublada, no había cima en la montaña, era huérfano en medio del océano ilusorio, extraños me pican y ulceran, fundido en cenizas familiares, el pánico es la capa que tortura, todo lo creído desapareció, llanto al ocaso, tiempo que no transcurre, espacio detenido en susurros. Solo un grito, el gigante de mi cabeza, anunciando lo inevitable, entre más grande más fuerte caeré.

… morí…

Un momento… creo que respiro un color conocido, amplio y profundo, qué serán estos aromas puntiagudos que tan burdos se presentan. Ya todo tiene sentido, una sola matriz me funde, ese sentimiento llamado amor ahora sí es mi her-mano, la soledad es un recuerdo que palidece, la oscuridad es convertida en luz, los hilos cayeron, solo está este momento, el nombre que era el de ayer aparece, pero no soy. No brilla un debería, ahora la luz y noche se abrazan, qué gran paso al infinito del universo, es una estrella o agujero negro, no importa, el mundo reaparece frente a mí, lleno de bellezas manifiestas en su existir, eso es su verdadera esencia, la escena encarcelada se transformó en película, soy parte de todo y todo es parte de mí. Estiro la mano, corro, salto y lloro. Voy hacia… creo que por primera vez sí estoy eligiendo.

…ahora sí, ¿qué tan despierto?

Parecen los relatos de cometas sin dueños en agosto, que surcan los

cielos a los deseos del viento

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Trance indescifrabledel infinito interior,externo ardor rebosantedesde el corazón.

Desahogante catarsisfiltrada por la piel,recreando voces cargadas de sentir.

Entrañas, esencias,intimidad poluta,intimidad común.

Alianza indisolublede pasado y porvenir;voces pluralesa través de mi escribir.

Recreando vocesNatalia María RamírezDepartamento de Humanidades

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Rencuentro

Rencuentro con en el pasadopara recuperar espacios, relaciones, recuerdos, redencionesLuego vuelvo a mí, recubierta en otoñal paisajea mi hogar fortalecidode rojo y naranja brillanteviento y llovizna refrescante

Al pasado, ¿pasado?Al pasado, ¿para regresar reconciliado?Parece que sí…Bombardeo de pasado para renacer

A fin de cuentas…¿Qué es el otoño?Alegría de colores que prontamente marchitapara dormir y luego renacer

La primavera no existe sin otoño ni inviernoBuen encuentroSerenidadLiviandadRetoñar

Otoño

Lenguas de fuego flamean en las montañaspompones naranja avivan el blanco porvenirSuaves copos policromosvan soplando las brillantes hojasvisitantes de mi ventana… pienso en nuestro colorido porvenir…

Grandes dinosaurios cubiertos de agua y solcubiertos de lama y f lorgeneran enormes montañasInmensos dinosaurios abrazadosabrazos de colinas onduladasabrazos purpúreos, carmesíabrazos calientes, incendiariosincendiados con lenguas de fuegoque no quemanpero alumbranpero brillany deslumbran

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Una historia enraizada en la más cruda realidad, que nos enseña

que la amistad es un sentimiento tan profundo y complejo como el

amor mismo

Un perro de la calle, su hijo menor con la boba del barrio, supongo que su mejor amigo, el negro Acacio, y yo, su patrón de los sábados y domingos, despedimos el cuerpo inerte de Heriberto cuando las paladas de tierra caían pesadamente sobre la caja mortuoria. Murió en su ley, seminconsciente y anestesiado por los tragos de chirrinche, licor barato aunque bien presentado y, sospecho, adulterado, que compraba cada vez que reunía los dos mil que valía la caneca con las monedas que recibía por los trabajos ocasionales que le ofrecían mis vecinos, más por caridad que por necesidad.

Si a hierro hieres...

Hernando PradoDepartamento de Ingeniería Civil e Industrial

Presumo que para casi todos mis vecinos fue un ser desechable, de segunda, y seguramente, para ellos, lo ratificaba su comportamiento en la última semana de su existencia, pues se lo veía día y noche muy embriagado, dando tumbos erráticos por el parque, estropeándose con los andenes y el pavimento de la calle, pareciera que llorando una amarga pena y gimoteando palabras incoherentes, a viva voz, plagadas de lamento y agonía. El que veíamos aquella semana contrastaba con el Heriberto de siempre, el de la sonrisa desdentada y desmuelada, pero muy contagiosa, el Heriberto ocurrente y mamagallista, el estrafalario amigo

Federico Pereira Souza

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que producía en mí una confusa mezcla de sentimientos de conmiseración, simpatía y profundo afecto. El Heriberto ignorante de los conocimientos que se aprenden en los libros y en las aulas, pues confundía las vocales con los números, aunque pregonaba su título profesional de supervivencia en la calle conferido por la experimentada universidad de la vida.

Aquella semana lucía muy diferente. No era aquel Heriberto locuaz que se reía de sí mismo, a la par que sus ojos y bigotes, mientras parlanchi-naba con el haiga, el nadies, las vistas, el sumercé, el tapsi y el repetitivo Dotor, como me llamaba cuando ya ebrio y con los ojos entreabiertos, balbuceando, pontificaba hasta de los secretos y malsanos vericuetos del amor, tema que el pobre desdichado también desconocía.

Mi amigo de la calle, el vagabundo analfabe-ta, que buscando sobrevivir se había programado los sábados y domingos para presentarse en mi casa y decirme siempre lo mismo:

- Dotor, ¿qué vamos a hacer hoy?

Tuve que conciliar la intolerancia de mi esposa, que apenas veía a mi amigo ya lo estaba despachando desde la puerta de la casa con palabras muy enérgicas y amenazantes, cada sábado y domingo, durante por lo menos 15 años. Nunca dejó pasar a Heriberto de la puerta. Ahora me percato de que soy un consumado autodidacta, con acreditación honoris causa, en conciliar conflictos maritales periódicos y prolongados.

Heriberto y yo siempre tuvimos trabajo qué hacer con mis acumulados.

Contaba con Heriberto los fines de semana para limpiar, mover mis chécheres y reordenarlos

Se lo veía día y noche muy embriagado, dando tumbos erráticos por el parque, estropeándose con los andenes y el pavimento de la calle, pareciera que llorando una amarga pena

de mil formas, siempre procurando los mejores acomodos para el espacio disponible, con lo que aplacaba, en gran parte, mi obsesión de acumu-lador compulsivo. Sufro del síndrome crónico de que todo lo que deja de funcionar o se deteriora es reparable o restaurable y que todo lo que desecha mi mujer para algo servirá, por lo que acumulo estos objetos, ahora inútiles, aunque percibidos como los retos tecnológicos y artesanales de mis habilidades ingenieriles y artísticas para mis ratos de ocio en el futuro. Ellos, apilándose en una muy larga cola de espera, aguardan pacientes e imperturbables mi eventual intervención.

- Dotor Hernando, regáleme esa bicicleta- me decía.

- Este bafle, ¿le sirve a esta grabadora? Dotor, regálemelos, en mi cambuche no tengo nada que oír por las noches más que el silencio de la soledad que me acompaña.

Su manipulación era más que evidente. Y mi respuesta siempre fue la misma: – Heriberto, te los regalaría si los usaras, pero sé que lo primero que vas a hacer es venderlos.

Heriberto vendía cualquier cosa que le cayera en sus manos o pasara frente a él: un perro, un gato, una iguana, una silla rota y hasta fósforos le hubiera vendido al mismo diablo. Ni su an-ciana madre habría escapado de ser vendida en sus ofertas callejeras si ella no hubiera tenido la afortunada y oportuna premonición de aban-donarlo en la calle cuando aún era niño. Si como manipulador era un lerdo aprendiz, su percepción instintiva le decía, con infalible acierto, que así vendiera todo lo que le diera, mi generoso corazón terminaba cediendo para regalarle lo que durante los acomodos se le antojara pedirme.

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De su mamá, lo único que recordaba era un consejo que le enorgullecía:

- Mijito, usted puede ser pobre, pero jamás desasiado; puede estar necesitao, pero nunca robe.

El primer consejo materno lo cumplió con notable profesionalismo, porque no he hallado desde su ausencia a nadie que lave un vehículo o encere un piso mejor que Heriberto. Sus habili-dades para la limpieza eran admirables. En cuanto al segundo consejo, como toda regla válida, lo cumplía con excepciones: al menor descuido del dotor encaletaba cualquier objeto pequeño que le representara una venta o un regalo. Cuántas veces lo sorprendí con trampillas que le armaba para pillarlo. Eran cebos tan provocativos que no podía evitarlos. Cayó en todas. Y como Heriberto tam-bién me conocía, se excusaba por donde tampoco podía reprimirlo. Me desarmaba con decirme:

- Entendeme, dotor, amo a la Rocío y sé que este regalito me la hará feliz.

La verdad, no sé con qué morbosa intención le tendía estas trampas, porque sabía de su Rocío y de que los mejores cebos para Heriberto eran los areticos, el anillito de fantasía, el relojito de pulsera, la cajita de música, el radiecito de pilas, el pequeño portarretratos de aluminio. Siento cierta culpabilidad. Conocía su profundo amor por la monita de la foto, la que besaba cada vez que acomodaba mis objetos y a la que le susurraba como si pudiera oírle: - Muá, un besote de amor para mi Rocío.

En la soledad de su entierro, quise despedir a mi amigo no solo con mi presencia, sino con algunas palabras surgidas del vacío de mi alma. Profundamente descompuesto por la pena, no las pude articular y, entrecortadas, solo conseguí balbucearlas.

No habrá ningún sábado ni domingo en el que no recuerde sus respuestas ceñudas, en esa voz grave con ínfulas de erudito con las que resolvía desde su filosofía primitiva y callejera, pero con una extraordinaria imaginación, las preguntas que le formulaba sobre la vida, el amor, el sexo, la felicidad, la traición y la melancolía.

Lo de Rocío pensé que se trataba de una excusa para librarse de mi indignación por sus encaletados. La foto se la habría encontrado en una de sus caídas de borrachera después de que alguna hermosa y rubia adolescente la hubiera extraviado correteando por el parque. Ese cuen-to solo era producto de su fantasía acicateada por la soledad. Imposible admitir que una joven tan hermosa y distinguida pudiera interesarse afectivamente por Heriberto, un irresponsable sin techo ni trabajo fijo, sin educación primaria, que no supo leer, menos escribir, sin un diente en su sonrisa y además desaliñado desde su bigote hasta los zapatos, descosidos y de distinto color, así le reconociera que su apariencia se veía muy favorecida por su autenticidad y contagiosa sim-patía, sus cuentos, gestos y dichos pintorescos, y su genuina filosofía de la vida.

Además, su ingenuidad era tal que creía sin duda alguna que el dotor se había tragado entero ese ilusorio cuento de amor con la hermosa monita de la foto. - Dotor, ¿no me crees? Rocío es mi amante gustosa, fogosa y complaciente, como usted me enseñó a decir.

Y menos indicios para creerle al constatar, mediante mis interrogatorios acerca de sus lides y artimañas amatorias al nivel de lo más básico, que sobre este asunto apenas si conocía lo instintivo. - Heriberto, tráemela algún sábado o domingo. Viéndola no dudaría. ¿O me crees tan estúpido como para embucharme semejante cuento chino?

Mi amigo de la calle, el vagabundo

analfabeta, que buscando sobrevivir se había programado los

sábados y domingos para presentarse en mi casa y decirme siempre

lo mismo.

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Y reía burlonamente, como si lo de Rocío fuera cierto. Por la maliciosa picardía con que me miraba, tuve la sensación de que era él a quien le sorprendía mi escepticismo. - Ya verá, dotor -me decía con un tonito pausado, entre advertencia y presagio, como si tramara impresionarme algún día– cuando haiga un chancecito se la traigo –y agregaba para mi asombro, besando la monita de la foto: - Dotor, con todo el respeto que me mereces, ni de fundas usted puede levantarse una Rocío como la mía. Heriberto me desconcertaba.

Hasta que un domingo me la llevó. Y con un dejo de burla contenida hacia mí, me la presentó:

- Dotor, aquí está mi Rocío. Mire la foto y verá que es la mismita. Aunque fue muy difícil, pude traérmela hoy. Su marido es el negro Acacio, mi mejor amigo, y hoy tuvimos que embolatarlo, porque los sábados y los domingos el negro des-cansa en el garaje donde viven y, la verdad, en los fines de semana es cuando se pone al día con mi Rocío. Usted me entiende, dotor, después de trabajar durante la semana como vigilante de una construcción en Candelaria.

- Dotor, es por ella que a usted le trabajo sin descanso. Para poder olvidar que a mi Rocío le toca atender a mi pana Acacio. Usted no sabe lo que eso duele. Dígame, dotor, ¿por qué el amor cuesta tanto? Mientras le trabajo, dotor, se me revuelven las úlceras de las tripas cuando pienso que mi Rocío está encerrada con el negro Acacio. Por eso fumo tanto y le pido tinto bien cargadito, para quitarme el quemón de la boca del estómago que me produce solo pensarlo.

Lo del tinto es cierto. Ocasionalmente me hago un tinto, pero los sábados y los domingos los hacía en serie para Heriberto cada vez que me lo insinuaba graciosamente: – Dotor, me huele a tinto… córrale que se le va a quemar. De ocho a

Federico Pereira Souza

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diez tintos cada día en los primeros años pasó a solo uno, a media mañana, con una receta pro-digiosa que me alabó siempre porque lo dejaba entumecido, como si quedara dopado: - Ahora sí, dotor, ya sabe hacer mi tintico. Le quedó en su punto: herviendo y dulzoncito.

Se lo servía en un tazón grande y sin orejas que le compré para su uso exclusivo. Lo escondía en mi alacena de herramientas para evitar que mi señora lo lanzara a la basura. Pleno de agua radiada por tres minutos a quinientos vatios en el microondas, más seis cucharadas soperas y a ras de Nescafé concentrado en polvo, y en la proporción de dos por una, para tornarlo dulzoncito, doce cucharadas soperas de azúcar con morro inclui-do. Poco fácil era batir esta alquimia milagrosa. Recuerdo los sonidos guturales y disonantes de las succiones que hacía Heriberto en cada sorbo de degustación, con sus labios entrompados y ojos muy apretados, como si en profunda meditación intentara, con evidente complacencia, conciliar el tamaño del buche con la alta temperatura de la tintura para no quemarse la lengua.

Allí estaba Rocío, la monita de la foto. Su belleza física era tan evidente como incom-prensible su amor por Heriberto. Entonces la interrogué.

- ¿Y querés al Heriberto?- Bastante, dotor. - ¿Y le sos fiel con el negro Acacio?- Bastante, dotor. - ¿Y sabés cuánto te quiere Heriberto?- Bastante, dotor. Esos lacónicos bastantes no me parecieron

suficientes.- ¿Y querés al Acacio?- No sé, dotor. Es celoso hasta de mi sombra

y con nadita se pone malgeniado y grosero. Acacio quiere que lo mantenga abrazado y no deje de mirarlo, dotor.

El golpe de su cabeza contra el andén después de la patada que le propinó su sobrino en el es-tómago le produjo su muerte cuando advirtió que Heriberto, muy borracho, intentaba encaletarse su celular aquella madrugada del 24 de diciembre. El aparatejo seguramente se lo había prometido a su Rocío para poder hablarle y escucharla los sábados y los domingos y, de paso, me imagino, distraerla el tiempo que pudiera para que no atendiera al negro Acacio.

La sucinta necropsia de la morgue fue tajante: hemorragia invasiva del duodeno, traumatismo hepático y conmoción cerebral severa.

En aquella última semana fue cuando vi a Heriberto inmensamente preocupado.

- Heriberto, ¿qué te pasa?- Dotor, el negro me llamó furibundo. Me

contó que sospechaba de que su mujer le ponía los cachos. Me dice que Rocío está muy rara. Por celular, muy emputao me dijo que no era ningún pendejo y que había investigado quién se le metía al garaje mientras estaba en Candelaria. Y me citó esta tarde en el bar frente al garaje. -¿Usted qué me aconseja, dotor? Estoy muy asustado. He visto lo violento que se pone el negro por cualquier cosa que le disguste. Ya me veo chuzado en la panza con esa navaja roja que mantiene en la correa. ¿Será que voy, dotor?

- ¿Vos creés Heriberto, que Acacio los ha descubierto?

- Claro, dotor. No me adelanta nada, porque me quiere tener de papayita, a tiro de navaja. Lo sé, porque el negro Acacio vocifera por ese celular y me repite, una y otra vez: - Increíble que un amigo tan pana lo traicione a uno con

Conocía su profundo amor por la monita

de la foto, la que besaba cada vez

que acomodaba mis objetos y a la que le

susurraba como si pudiera oírle

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tanto descaro y le quite lo que uno más quiere en la vida. Mato y como del muerto, pero a mí nadies me hace pasar por guevón -me lo grita furioso, dotor. Y dale y dale con la misma cantaleta: - ¿Me estás oyendo, Heriberto? Estoy muy ofendido. Ya empajé, golpié y arrastré por el piso a esa perra y solo me falta por resolver lo que como hombre tengo qué hacer –me lo insiste a gritos.

- La verdad, dotor, no sé qué hacer –me huelo a gladiolo.

Quedé muy preocupado. Dos días después, fue cuando vi a Heriberto que tambaleaba por el parque emitiendo aquellos tremendos quejidos viscerales de depresiva desesperanza. Fue su última semana. Al menos estaba vivo, pero muy borracho de chirrinche.

- ¿Qué pasó con tu cita, Heriberto? ¿Pudiste aplacar al negro Acacio?

– Dotor, le cuento que me fui armado para defenderme por si me tiraba. Furioso, en la mesa del bar, cuando me tenía cara a cara, el Acacio me dijo: - ¿Heriberto, siendo vos mi amigo, me traicionás?

Muy mosca, agarré mi cuchillo con la mano metida en el bolsillo: – ¿Qué me querés decir, Acacio? –le respondí nervioso, dotor.

- Heriberto, vas a oírme con quién la Rocío se revolcaba, para que veas que Acacio no es ningún pendejo de mierda, porque a mí nadie me embolata, guevón.

- Dotor, ya sudando, cerré los ojos y aprieté el cabo del cuchillo, sacándolo de mi bolsillo, debajo de la mesa.

- Heriberto, oíme, carajo, no soy ningún pasmao, mirame a los ojos cuando te hablo, porque lo descubrí todo, hasta el último detalle. Poneme atención, maricón: La Rocío se ha es-tado encatrando con el hijueperra del segundo

Sandra Apolindar

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- Soy Acacio Balanta -me dijo al retirarnos del entierro, mientras el perro aburrido se aleja-ba-. Heriberto parece que también fue para usted un buen amigo. Lo vi ponerse lloroso cuando le hablaba.

- Así es, como usted lo dice, señor Balanta. Me llamo Hernando. Cómo extraño su conta-giosa sonrisa -le dije.

A lo que Acacio me respondió, con un gesto de profunda af licción, haciendo un merecido reconocimiento:

- Usted no sabe nada, don Hernando. Mucho más que eso, la lealtad de su sincera amistad, a toda prueba, algo que usted jamás podrá siquiera imaginar.

La verdad, solo yo sé qué mató a Heriberto, mi pintoresco amigo de los fines de semana, y a quien honro con este relato de mis recuerdos. No fue la patada de su sobrino, ni el andén de la calle, mucho menos la hemorragia invasiva, que solo atentan contra el cuerpo. A Heriberto lo mató su alma solitaria, ya sin esperanza, irremisible y tremendamente destrozada por los devaneos de su amada. Te mató Rocío, la monita de la foto, mi buen amigo Heriberto. Por favor, descansa en paz.

piso. Heriberto, imaginate, con mi vecino, mi compinche, el pana que me vende el bazuco. ¿Lo recordás, Heriberto? ¿Sabés de quién hablo?

- Acacio, ¿me decís que con el tuerto? ¿Con el jíbaro langaruto del cuerpo tatuado?

- Afirmativo, Heriberto, con ese hijueputa tuerto vicioso. Sí, con ese mismo maldito, con ese apestoso aborto de chucha.

- Dotor, rompí en llanto. Dios mío, es mucho más de lo que pude aguantar. Solo se me salió decirle, muy atortolao: – Marica… ¿cómo nos hace esto? Perdón, Acacio… ¿cómo te hace esto?

- Dotor, sentí que perdí el habla, que moría desgarrado… me sentí desolado. Lloré como un niño. Entonces, el Acacio me abrazó y me susurró al oído: - Esas lágrimas tuyas, Heriberto, son la prueba de nuestra amistad, de tu sinceridad. Veo que sos mi amigo del alma, porque sufrís como yo esta pena que va a matar a este negro, mi leal panita. Jamás pudiste pensar que Rocío jugara así con mis sentimientos, ¿cierto compita? Nadie puede tener un amigo como vos. Estoy triste, pero con vos me siento acompañado, mi parcerito. La verdad, es que me das las fuerzas que ya no tengo, viejo Heriberto.

- Dotor, no podía pensar, es que esta pena es insoportable. Jamás hubiera adivinado que la Rocío se enredara tan fácil con un man tan caspa y basura como ese pipero. Dotor, fuertemente abrazados en la mesa del bar, el negro y yo llo-ramos juntos –terminó diciéndome.

Pienso que para Acacio, abrazados como leales amigos, y para mí, ambos como víctimas del amor incondicional que le entregaron, con un corazón sin prevenciones, a la monita Rocío.

Sentí que perdí el habla, que moría desgarrado… me sentí desolado. Lloré como un niño.

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Estos tres cuentos nos demuestran claramente que las palabras son

contundentes y que la extensión no necesariamente es una condición

vital para trasmitir un mensaje

“Cuando se consuela, no se modifica nada

[…]

Aplazar el desengaño es dar esperanzas.”

H. Blumenberg

Tres cuentos para aliviar el alma

Ever Velazco RomeroDepartamento de Humanidades

Comenzar de nuevo

Nunca se había sentido tan emocionado como el día en que entregaron oficialmente sus armas. Había entrelazado su fusil con una bandera de su hermoso país. Esperaba con ese símbolo que otros no tomaran el caminó de balas, viudas y huérfanos que él había recorrido hasta ese momento. Pensaba que, aunque se había acostumbrado a la guerra, las cosas podrían ser de otra manera, que podía acostumbrarse a otra cosa. Al fin y al cabo nos acostumbramos a lo que acostumbramos hacer. La suerte estaba echada y ya no había marcha atrás: la ceremonia

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delirio. En la soledad su vida pasó muchas veces ante su mirada: sus juegos de niño, sus triunfos deportivos de juventud, los estudios que había hecho, el gran futuro que hubiese tenido como maestro en la universidad de París. Su compañía de amor. Nada raro le parecía. Una vida como todas, con vaivenes, sueños y esperanzas. Siguió esperando al mercader, pero se le agotaba la vida. No sabía si lo habían engañado. No tuvo el tiempo suficiente para saberlo. Mientras moría sentía que había vivido dignamente, aunque por momentos pensaba, en medio del delirio febril, en las ideas que lo habían movido y en que no podía dudar de ellas y menos en ese momento. Un momento sin reversa, como el viaje que había emprendido diez años y medio atrás.

El hombre que veía a los demás

Desde pequeño supo que su destino era poder ver a los demás. No había emoción que no pudiera sentir de los otros. Los pequeños gestos y los movimientos casi imperceptibles le indicaban cómo estaban los demás, qué podían estar sintiendo en realidad, lo que en verdad querían decir detrás de las palabras que decían. Había aprendido también a conocer el olor de las personas. Sabía cuándo una persona podía estar

de entrega había concluido en medio de himnos y discursos esperanzadores. No estaba seguro de si todos iban a comprender su deseo de em-prender una vida sin armas. En su mente tenía a sus víctimas, sus comandantes, sus compañeros vivos y muertos, sus ilusiones. Tampoco sabía si las promesas que las partes hicieron iban a cum-plirse. Muchas promesas siguen esperando a ser cumplidas, pero no podía sino creer que habían hecho lo que consideraban correcto.

Francisco Javier en Sancian

Finalmente se encontraba muy cerca de lo que tanto había deseado. Desde que supo de la existencia del imperio chino quiso ir allí y hacer lo mismo que había hecho en India y Japón: en-tregar su vida por amor hasta el cansancio. Tan solo 14 km lo separaban de la costa de China. El alto precio que pagó al mercader que había que-dado de recogerlo para llevarlo a ese misterioso imperio era poco comparado con el fuego que ar-día en su corazón. Parecía que finalmente había conquistado el mundo sin haber perdido su alma. Después de enviar a uno de sus compañeros de regreso al Japón quedó solo en aquella isla. Seguía esperando aquel mercader, pero primero llegó una intensa fiebre que lo llevaba hasta el

Al fin y al cabo nos acostumbramos a lo que acostumbramos hacer

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enojada, alegre o en oscuridad por las diferentes tonalidades de los aromas que percibía de ellos. Nada más al convivir un pequeño lapso con otros, ya podía empezar a hacer relaciones entre gestos, olores, palabras y rostros. Sin embargo, no podía verse con tanta claridad a sí mismo. Sentía que vivía de otra forma el mismo drama que tiene la mirada: no poder verse a sí misma. Andaba como errante buscando espejos para verse. Los buscó en los ojos de los demás, pero ellos solo ref lejaban el alma que miraba y no a quien miraban. Los buscó en los libros, pero estos eran semejantes a los ojos de los hombres. Le parecía que los gatos podían en realidad ser su espejo, pero no podían decirle nada en un lenguaje que él pudiera entender. Finalmente, los pudo encontrar caminando. Recorrió muchos caminos solo y a pie. Al caminar, se dio cuenta de que tenía que convivir con algo de misterio. en su propio ser.

Natalia Toro

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“En la fuente de tus ojos un ahorcado estrangula la soga” 2

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Tiembla en el marco la nochesilencio en que su voz reposa de días de otoño aún recuerdo

no solo es ausencia de temblorsino palabra de piedra en la nochey cuerpos tejidos que se desatan

sigue la noche enmarcada en la nocheel resto es susurro de alcobas vacíasen estos ojos secos desgarrados mudos

Poemas

Jhon Jairo CuevasDepartamento de Contabilidad y Finanzas

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ra A

polin

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“(…) Dos cuerpos tienen su viday su muerte el uno frente al otro.

Basta el silencio.”María Mercedes Carranza

El aroma de la noche lo envuelve todoy en el espejo la imagen muda quieta“Piensa en mí” palabras en desbandadabolero que desgarra la cremallera del silencio

Retratos de días azules entre las manosgatos ronroneando en la promesa de un árbolsonrisas pasmadas en vuelo de mariposasmanos aferradas a la voz del claro nocturno

Nada es en los párpados de niebla gorgojo del olvido que agujerea las palabrastemblorosas susurradas al oído entre cuerpos fatigadosheridos tras el deleitoso lastimero juego del amor.

1 La Plata, Argentina, marzo - agosto de 2014.

2 Tomado de un poema de Paul Celan en la traducción de José Luis Reina Palazón.

II

La palabra espejo cayó de entre sus manosy su largo alarido de silencio despertó a la palabra angustiaLa palabra ella ahora solo puede verse como reflejo arañadotal como la palabra ayer de la que procede cual imagen seca

Son pliegues los que arrastra como la palabra amor dando tumbos entre la palabra miedo y la palabra heridaEs la otra escena el mundo de Alicia donde la palabra Gatose delinea en una larga carcajada evanescente

La huella de los años aún gotea en la palabra promesapaso a paso tejida en la palabra mañana que tintinea como tibia sombra hundida en una cama de placerEs una especie de espanto de tartamudeo delante de la palabra poema

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La Niña Isa Mauricio QuimbayaDepartamento de Ciencias Naturales y Matemáticas

¿Qué nos dice el silencio?Los murmullos solares de una tarde agónicaLos susurros de una noche triste¿Qué nos dice el silencio?El crepitar angustiante de la esperaLa canoa vieja del pescador que vuelve ¿Qué nos dice el silencio?Tu silueta mágica al límite del puerto

Y al fondo el mar…

La brisa suave del mar me trajo sin querer el aroma a menta del poema. Despegué mis ojos del poemario para que poco a poco mi vista se fuera perdiendo en el azul infinito del caribe a medio día. No había una sola nube en el cielo por lo que el firmamento en algún punto incierto se mezclaba con el mar. A lo lejos se desdibujaban las siluetas lúgubres de los buques carboneros que cada día amenazaban con sus residuos cenicientos el verde turquesa de este pedazo océano mitad luz y mitad agua. Inexorablemente el mar y mi mente se llenaron de la sonrisa de mi esposa. La voz solar de mi hija me trajo de vuelta a la realidad.

- Papá, ¿será que Ferchito me puede ayudar a terminar mi tortuga de arena?-preguntó en un tono intermedio entre el sueño y la duda. Bajé un poco mis gafas de sol y alcé la mirada para no verla

Federico Pereira Souza

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filtrada por ningún tipo de barrera artificial que la desdibujara de la realidad. Aunque no llevábamos más de dos días en el mar, el tono de piel de mi hija se había tornado caoba claro, muy parecido al de su madre. Su mano se encontraba entrelazada a la de un morochito barrigón en calzoncillos azules de barquitos. Debería tener siete años, los mismos de mi hija.

Noté que a un costado de la playa detrás de las siluetas de mi niña y de Ferchito, un pescador que se encontraba pintando su lancha nos miraba de reojo. Supe que era el padre del niño.

- Por mí no hay problema, parece que Fercho es un experto constructor de tortugas de arena -le respondí a mi hija mirándola a sus profundísimos ojos ámbar mientras le acariciaba la cabeza a aquel niño lleno de mar-, pero sería bueno que le preguntaras también al papá de Fercho si él puede jugar contigo.

Justo al terminar la frase, mi hija salió libre como un murmullo, llevándose a Fercho enredado en su carrera. No tardó mucho en llegar al costado de la playa en donde la lancha yacía sobre el polvo de arena como una ballena varada.

Un capricho del destino hizo que me en-focara en las manos entrelazadas de aquellos dos niños que se acababan de conocer y que ya parecían almas juntadas desde tiempos inmemo-riales. Pensé en aquella inocencia taciturna tan característica de la niñez y pensé en el inmenso dolor anónimo que nos produce perderla a me-dida que vamos creciendo. Vi a mi hija sonreír a la distancia y nuevamente el salitre marino se llenó de la sonrisa de luz de mi esposa, y por un segundo el olor a muerte llegó mezclado con el olor a fruta fresca. Una punzada repentina se clavó en mi corazón. Era la primera vez que mi hija y yo veníamos de vacaciones sin Miranda. Hace seis

meses ella había perdido a su madre y yo, al amor de mi vida, ambos batallábamos contra los efectos devastadores de la muerte y, aunque al principio no fue muy motivador, decidimos escaparnos un poco de la realidad y venir a bañarnos de sol e iluminarnos con mar a un pequeño paraíso olvidado anquilosado en el corazón mismo del paraíso olvidado. Mi niña sonreía libre y eso era suficiente para hacerme renacer nuevamente desde el fondo de su sonrisa.

Ferchito y mi hija empezaron a construir una tortuga de arena justo debajo de una palmera inclinada. Fercho iba hasta la orilla del mar y en un baldecito destartalado traía agua marina mezclada con algunas conchas de caracol. Mi hija poco a poco le iba dando forma al caparazón de la tortuga, mientras Fercho acurrucado a su lado mezclaba arena con agua que posteriormente mi niña utilizaría agazapándola sobre las escamas arenosas del reptil. De vez en cuando se miraban a los ojos y una sonrisa surgía como pretexto para esquivar las pupilas del otro. Quise devolverme en el tiempo, pero por más que lo intenté no pude recordar los destellos furtivos de mi primer amor. Todo estaba anegado de la sonrisa de Miranda.

Noté que el pescador continuaba pintando su lancha, así que decidí ir a ayudarle. Dejé el libro y las gafas de sol a un lado y caminé hacia el extremo de aquella playa de arenas blancas. Sin querer pensé en los barcos carboneros y en la triste agonía del paraíso.

- Buenas tardes señor, si quiere le ayudo con la lancha, algo sé de pintar botes -le dije al pesca-dor mientras le extendía la mano para saludarlo.

- No, Seño, no hay necesidá, ya casi termino, ademá no quiero importuná -me contestó mien-tras me estrechaba la mano con fuerza y mientras una sonrisa caribeña se dibujaba en sus labios.

A lo lejos se desdibujaban las siluetas lúgubres de los buques carboneros que cada día amenazaban con sus residuos cenicientos el verde turquesa de este pedazo océano mitad luz y mitad agua.

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Pensé en aquella inocencia taciturna

tan característica de la niñez y pensé

en el inmenso dolor anónimo que nos

produce perderla a medida que vamos

creciendo.

- No es ninguna molestia hombre, ¡déjese ayudar! -mientras agarraba una butaquita de madera para sentarme a su lado, tomé la brocha del cubo de pintura y la descargue sin miramientos sobre la proa del bote. Ambos nos miramos a los ojos, sonreímos y nos quedamos en silencio por un momento, mientras nos dedicábamos a esparcir la pintura sobre los maderos gastados.

- Seño, y ¿dónde está la mamá de la niña?, me imagino que debe está en el hotel -me preguntó el padre de Fercho en un tono musical que más que una pregunta parecía una melodía de acordeón hecha voz.

- Murió hace seis meses –le contesté inme-diatamente, sin ningún tipo de preámbulo ni prevención–. Es la primera vez que Isabel, mi hija, y yo estamos de vacaciones sin ella.

- Lo siento, Seño, perdóneme por preguntar pendejaa, lo que pasa es que a vece, la gente de la costa somo imprudente.

- No importa, no hay problema -le contesté a aquel hombre de aura soleada y taciturna mientras le daba una palmada en la espalda manchándolo de pintura. Me ofreció un trago de agua fresca en una cantimplora. Deberían hacer 38 grados centígrados, por lo menos.

- A Ferchito también le ha tocao crecer solito, mi mujer murió también cuando el niño estaba muy pequeño. Es mi único hijo, la luz de mi vida.

Nos miramos a los ojos y de alguna manera pudimos sentir la soledad y la tristeza del otro. Pensé en que el dolor aunque es muy íntimo, tiene alcance universal. No pude evitar que se me aguaran los ojos. El padre de Fercho me pasó nuevamente la cantimplora.

- Lo siento -le dije mientras nuevamente

le daba una palmada en la espalda y lo volvía a manchar de pintura. Él hizo lo mismo, pero tuvo la precaución de poner la brocha en su otra mano para no mancharme.

- Mi mujé se llamaba Salomé, y ¿sabe, seño?, yo la quise mucho, era una buena mujé, trabajaba en un hotel, mientra yo salía a pescá. Un día se enfermó y el médico me dijo que era cáncer, se me fue a lo dos meses de eso. Ferchito tenía tre años, pero él todavía se acuerda de su mamá y, ¿sabe, seño?, aunque no me lo dice, yo sé que cada día la extraña má.

- Ayyyy, compa -le dije con quizás demasiada familiaridad -mi esposa también murió de cáncer. Creo que esa bendita enfermedad nos va a matar a todos. Desde que se murió cada cosa está inundada de su sonrisa. Sonrisa que sigue ahí pues Isa heredó la sonrisa de su madre.

Continuamos pintando en silencio con la mitad de nuestros sentidos oprimidos por el peso de la melancolía. El sol continuaba alto en el horizonte y la frescura de la brisa marina agitaba las palmeras en un vaivén semejante a la melodía suave que surge al abrir una cajita musical. Yo pensaba en la sonrisa eterna de Miranda y el padre de Fercho quizás pensaba en la tersura de la piel de su esposa. Nuevamente un susurro del destino me hizo notar que ambos aún llevábamos nuestras argollas matrimoniales puestas.

Terminamos de pintar la lancha y juntos pusimos nuestras miradas en la tortuga gigante que nuestros hijos estaban también a punto de terminar.

- Gracias por la ayuda, Seño, ya solo queda bautizar la lancha -dijo el papá de Fercho mien-tras me ofrecía su mano extendida en signo de agradecimiento.

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- ¿Y cómo ha pensado ponerle? -le pregunté mientras estrechaba su mano.

- Aún no sé, seño, aún no sé -me respondió mientras una chispa de luz se fugaba de sus ojos de mar.

Observamos atentamente por unos minutos el juego de nuestros hijos. La tortuga estaba ya casi terminada. Tenía un caparazón enorme y sus extremidades se extendían hasta casi tocar el mar. Sus ojos eran grandes y una sonrisa evidente dejaba ver que era una tortuga de arena feliz. Mi hija sujetaba las manos de Fercho y utilizaba agua del baldecito para tratar de quitar los residuos de arena de las manos del niño. No podían dejar de verse a los ojos y si uno se dejaba transportar por el momento, podía sentirse la esencia de un amor limpio, sin necedades ni clamores que brotaba del alma de aquellos dos pequeños. El padre de Fercho y yo nos miramos a los ojos y sonreímos. Un mismo sentimiento nos invadió. Supimos que los chicos aún sin sus madres iban a estar bien, pues ellas aún habitaban y habitarían por siempre en sus corazones. El mar verde turquesa se agitó y un pelícano al abrir sus alas nos abrazó con el llamado de la esperanza. Un megáfono quebró la magia del momento.

- Se les avisa a los huéspedes del hotel Sirena Real que la lancha de regreso al hotel sale en cinco minutos, por favor, ir alistándose para salir.

Me despedí del padre de Fercho con un abrazó y con una sonrisa. Caminé por la playa hasta la tortuga gigante de arena. Me acuclillé para alcanzar la altura de los dos pequeños. Nue-vamente sentí una punzada en el corazón.

- Hola, Fercho, lo siento, mi hija y yo nos tenemos que ir, pero te prometo que volveremos pronto. Me acerque al niño, le acaricié la cabeza

y le regalé un dulce de guayaba que llevaba en el bolsillo de mi pantaloneta. Le tomé la mano a mi hija.

- Despídete de Fercho, princesa, nos tenemos que ir -mi pequeña tomó un palito de la arena y dibujó un corazón sobre el caparazón de la tortuga feliz, luego abrazó a Fercho y le dio un beso en la mejilla. Sutilmente me tomó de la mano, me miró a los ojos y sonrió.

Mientras caminábamos hasta la lancha que nos esperaba para partir pensé en las cosas mara-villosas que pasan en el paraíso y por un segundo tuve la certeza de que ningún buque carbonero podría contaminar aquella bahía saturada de sol y bañada de fe.

La lancha partió. A lo lejos se veía cómo Fercho y su padre se despedían de nosotros. A babor de la lancha azul hielo recién pintada podía verse en unas clarísimas letras rojas el nombre de la embarcación. A través de las sombras de sol se leía La Niña Isa.

Mi hija me miró a los ojos y me preguntó que si podíamos volver al año siguiente.

- Claro, mi vida. Claro que vamos a volver -le contesté mientras al sonido del motor lo iba silenciando poco a poco el murmullo del mar.

Mi niña sonreía libre y eso era suficiente para hacerme renacer nuevamente desde el fondo de su sonrisa.

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Sin palabras

Soñé verte tendido a mi lado,suplicando con tu miradapor mi abrazo,abrazo urgenteque siemprequise darte

Te veías confundido,abrumado,conocido,como un fiel nuevo amante,escondidoentre el vacío blanco de mi lecho

Te reíste de mícomo siemprecomo un niño pequeñoante el payaso,como un hombre delirandoante la suerte,como un sabio negligenteante un interroganteAl final,abriste los labios,y aún con la mirada suplicanteme dijiste: ¿mujer,no lo comprendes?Es la soledad quien me retiene,Es la soledad quien me encadena

Y el silencio se impuso.Porque no hay nada por decirante el abismoque separa dos almassin un puente.

Dos poemasLina Vanessa BecerraDepartamento de Ciencias Básicas de la Salud

Federico Pereira Souza

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Deseos de sal

Te tuve hoy mar, bello y traicionero,te tuve en un soplo de eternidadEscuché el llamado, rompiendo el silencio,sonido certero de felicidad

Te tengo hoy mar, tarde de diciembre,quiero sumergirme, luego navegarVerte, siempre verte, era mi deseoVerte y no temerte, en ti culminar

La playa dormida, hoy llena de líneas,atrae a la ola hacia su final yo me alejo un poco, ella se aproximaella se acrecienta, me dejo llevar.

Yo te siento fuerte y me arrastras hondo,con fuerza salvaje, con deseos de salVen, llévate todo cuanto he forjadoen mi corta vida allá en la ciudad

Tú quieres, yo quiero, yo siempre he queridodarte un gran abrazo, dejarme abrazarpara no sentirme sola como siempreporque me recuerdas lo que extraño, mar

Eres ancho, hermoso, yo dama dormidaa la cual tu beso hoy despertarápara dar inicio al fin de sus sueñosy traerla al mundo, con su levedad

Vivo hoy un poco del divino sueñoy no quiero nunca jamás despertarsigo sonriendo, soledad de ensueñoy desrealizada, una espuma más

Ya no sé si existo, pues no sé si sientoya no sé si sola sabré yo cargarcon el peso dulce de la tonta muertela que nos conduce a su tempestad

¿Probaré la suerte, mar de mil colores?¿Osar por quererlo, atreverme a amar?Mar de los mil dueños, te suplico, muero,hoy no sé qué quiero, no me llames más

Hoy te tuve mar, inmenso te tengo,me llamas, te escucho, el fin llegarápor eso hoy decido de la vida el peso, bailar otro rato, un café tomar.

Vivir mientras espero, mar.

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Extraña visiónTen cuidado con lo que ves, en algunas ocasiones la realidad es salpicada por extrañas visiones…

Juan Fernando Conde LibrerosOficina de Responsabilidad Social

Dudé en escribirlo. Me sucedió anoche y hubo testigos de mis palabras, mas no de los acontecimientos.

El sábado había transcurrido normalmente, como todos los sábados, en familia, habíamos ido todos, incluido mi suegro, excepto la hija ausente, a dar un paseo por la carretera al mar entre los kilómetros doce y quince, a visitar la zona de San Antonio y San Pablo, fría zona de montaña en las laderas aún boscosas de Cali.

Cuando regresamos a la ciudad hice una larga siesta, como todos los fines de semana. Al levantarme, miré mi correo con cierta decepción, porque finalizando el año ya no recibo correos de mis estudiantes, de mis amigos y colegas, y

Jerónimo Gutiérrez

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entonces quedo como desprogramado. Tampoco he querido escribir para darme un descanso… mirar para el techo y leer.

Mi esposa me preguntó si quería comer algo. Eran las siete y media de la noche y aunque el hambre no acosaba le dije que me provocaba un poco de arroz. Ella, consentidora como siempre, accedió. Y nos dispusimos a hacer el arroz blanco –nada más rico que el arroz blanco, seco y recién hecho. Picamos un tomate grande maduro y pusimos dos filetes de lomo viche a la plancha. Una de mis comidas predilectas. Siempre me gusta, en cualquier día y a cualquier hora, de desayuno, de almuerzo, de comida, para picar…

Cuando estuvo hecha la frugal cena, mezcla de arroz y tomate y carne condimentada con ají Tabasco, invitamos al hijo mayor a la mesa auxiliar y acompañamos la cena con ricas cervezas. Madre e hijo se sentaron frente a mí. Milo, un perro labrador chocolate, estaba como siempre a mi lado, mirando hacia la puerta que da al comedor principal.

Disfrutábamos la cena cuando de repente, volteo a mirar a Milo y veo cómo una pelota de caucho roja con algunos adornos amarillentos y de colores ocres que no pude distinguir, rodó lentamente hacia Milo y llegó hasta su trompa, proveniente del comedor principal. Al verla dije:

- ¡Ve, ¿de dónde habrá salido esta pelota?

Mi esposa y mi hijo se miraron con cara de sorpresa y preguntaron a dueto:

- ¿Cuál pelota?

Ellos tendrían que haberla visto porque estaban frente al sitio donde estaba Milo. Y la pelota, de un tamaño y un color llamativos, rodó lentamente hacia Milo.

- La que acaba de rodar y llegar hasta Milo. ¿No la vieron?

Me levanté de la mesa y miré debajo de mi asiento, debajo de la mesa y por todo el estar de la cocina. No había pelota.

– Era una pelota roja, de esas de caucho, ordinarias, con válvula para inf lar y que se rompen fácilmente -dije y los dos soltaron la carcajada. Yo no podía reírme. Era una pelota grande, casi del tamaño de un balón de voleibol.

- Estás loco, papá. Tuviste una visión -dijo el hijo con una sonrisa burlona.

- Te están asustando. Deben ser tus duendes, que por fin se te están manifestando -dijo mi esposa sin dejar de reír.

- Juro que vi esa pelota. Rodó lentamente hacia Milo. Llegó del comedor principal -les dije y la describí.

No pude participar de sus risas y me quedé pensando en la pelota. Fue una visión. Nunca antes me había pasado algo parecido y tan real. Milo ante una pelota rodando no se queda quieto, va por ella, así no alcance a morderla. Y el perro no se movió, ni se inmutó.

No pensé más en el asunto. A la madrugada, cuando fui al baño, tenía la puerta abierta y me acordé de la pelota. ¿Por qué desnudos somos más vulnerables? De inmediato cerré la puerta. ¿Qué tal que me llegue en esas circunstancias otra pelota rodando?

Nada más rico que el arroz blanco, seco y recién hecho

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Una interesante reflexión sobre el misticismo del rito eucarístico y sobre el gran valor de la fe en lostiempos modernos

Tuve la fortuna de asistir a una conferencia del doctor Ricardo Castañón, psicólogo, PhD en Neurociencias, experto investigador de fenómenos místicos que había sido ateo. Esa conferencia fue la oportunidad de ver desde la ciencia lo que la tradición y la fe me han enseñado y mi corazón, me dice con frecuencia: que el Señor está vivo y se manifiesta en pleno siglo XXI de muchas maneras. Recordé en este momento el comentario que hacia el doctor Castañón en su conferencia: “para el que cree no se necesitan pruebas; para el que no quiere creer ni con pruebas se convence”.

Fui a misa y reflexionéGloria Inés Flórez V.Secretaria de Facultad de Ciencias de la Salud

Gloria Inés Flórez

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Entre los temas fascinantes de los que nos habló, estaban los resultados de sus pruebas científicas a hostias consagradas que han exudado sangre. Sí, sangre… la promesa del Señor Jesús hace más de dos mil años, su sangre y su carne en el altar…

Varias cosas de la conferencia enmudecen la razón del no creyente: la primera, que las pruebas científicas en laboratorios de reconocimiento mundial confirman que la muestra contiene sangre humana, del tipo AB, con contenido de ADN humano, con presencia (a pesar de ser muestras de incluso años desde el momento de la manifestación milagrosa al momento de las pruebas científicas) de leucocitos, que entiendo, en mi poco conocimiento médico, mueren cuan-do la sangre pasa determinado tiempo fuera del cuerpo. Mi corazón y mi razón en este punto sencillamente quedaron: ¡plof!

Estas pruebas fueron realizadas a hostias consagradas. Es decir, hostias que hicieron parte del rito de consagración en la sagrada eucaristía. Un detalle interesante es que al laboratorio no se le reportó origen de las muestras. Sencillamente se solicitó realizar los estudios, sin explicar que lo que se buscaba demostrar o no era el milagro eucarístico.

Otro dato que me sorprendió fue que en una de las muestras encontraron tejido del miocar-dio… Toda esta fascinación de imaginar el mila-gro místico de Jesús eucaristía, se me desmoronó al día siguiente, a las 7:45 de la mañana, en la misa que ofrece la Universidad Javeriana, al ver que no éramos tal vez ni seis feligreses esperando a que

el milagro más grande se presentara ante nuestros ojos. Esa tristeza que sentí al ver la iglesia vacía, al contrastar mi fe con la ausencia de mis hermanos en la casa del Padre, fue la que me llevó a hacer esta reflexión. Pensé cuánto dolor sentirá el Señor de ver que su sacrificio en el altar no es valorado, que él se manifiesta cada día en cada eucaristía que hay en el mundo y nosotros ni cuenta nos damos. Pensé también cómo el enemigo del alma ha logrado su propósito haciéndonos creer que los sacerdotes, con su condición humana, no tienen el don que Jesús les encargó hace dos mil años y, cómo ha logrado meter en nuestra mente una idea equivocada frente a que este rito no tiene sentido… Cuánto dolor sentí en mi corazón, cuanta desazón…

Inmediatamente el Espíritu Santo movió en mí una moción para escribir y reflexionar. Para invitarte a que le permitas a tu alma y a tu espíritu maravillarse por el amor de Dios, por la presencia del Señor en las especies del pan y el vino, a que por lo menos la curiosidad te lleve a la web para

Inmediatamente el Espíritu Santo movió en mí una moción para escribir y reflexionar. Para invitarte a que le permitas a tu alma y a tu espíritu maravillarse por el amor de Dios.

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que desde la ciencia le hablen a tu corazón…

Lo vivido, si me permiten, me llevó a hacer algunas reflexiones que quisiera compartir:

1. Somos lo que comemos, ¿qué sería de nuestra vida si en nuestro ser habitara al Señor a través de sus especies consagradas?

2. Ninguna promesa del Señor dejará de cumplirse. En su palabra él nos dijo que estaría con nosotros hasta el fin de los tiempos y lo ha cumplido. ¿Logro verlo?

3. El sacerdote, ser humano como nosotros, en el ofertorio desaparece para que el Sacerdote de Sacerdotes, el Rey de Reyes tome su lugar y se ofrezca a través de las especies consagradas al Padre eterno. “Después tomó el pan, dando gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: Esto es mi cuerpo que es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria mía. Después de la cena, hizo lo mismo con la copa. Dijo: Esta copa es la Alianza Nueva sellada con mi sangre, que va ser derramada por ustedes” (Lc 22, 19-29).

4. El sacerdote… sí, lo sé, debe estar pen-sando… él es un pecador. Sí, un pecador como nosotros (aquí viene a colación recordar la escena de la mujer pecadora… “Quién esté libre de peca-

do que tire la primera piedra”). Es importante no olvidar que la unción sacerdotal fue dada por Jesús para consagrar y perdonar nuestros pecados. Sí, ellos tienen ese don desde hace más de dos mil años (es interesante conocer las visiones de San Martín Ferrer al respecto) y los que hemos dis-puesto un poco el corazón hemos experimentado la gracia a través de estos sacramentos: “Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes. Y sopló sobre ellos y les dijo: Reciban el Espíritu Santo, a quienes ustedes perdonen, queden per-donados, y a quienes no libren de sus pecados, queden atados” (Jn 20, 22-23). “Yo les digo: todo lo que aten en la tierra, el cielo lo considerará ata-do, y todo lo que desaten en la tierra, será tenido en el cielo como desatado” (Mt. 18,18).

5. ¿Será que tenemos que esperar el fin de los tiempos para comprender el amor de Dios? Las profecías de Fátima y Medujorge, entre otras co-sas, nos dicen que muchos templos serán destrui-dos y que no tendremos acceso fácil al milagro de Jesús eucaristía, ¿qué haremos en ese momento? “Entonces, Jesús subió al cerro y llamó a los que Él quiso, y vinieron a Él. Así constituyó a los doce, para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar, dándoles poder para echar a los demo-nios (Mc 3, 13-15). “Entonces, Jesús acercándose les habló en estas palabras: Todo poder se me ha dado en el cielo y en la tierra. Por eso, vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que les he encomendado. Yo estoy con ustedes todos los días hasta que se termine este mundo” (Mt 28, 18-20).

Que la misericordia de Dios nos permita abrir los ojos espirituales y quitarnos los tapones de los oídos, para poder ver el reino de los cielos y escuchar la voz del pastor.

“Yo les digo: todo lo que aten en la tierra, el cielo lo considerará atado, y todo lo que desaten en la tierra, será tenido en el cielo como desatado”.

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De ángeles y demonios, alas de plumas y alas de cuero

El profesor Gustavo Kattan nos introduce con maestría en el dilema taxonómico de la clasificación de ángeles y demonios en el universo natural de los seres vivos

Gustavo KattanDepartamento de Ciencias Naturales y Matemáticas

Hay incertidumbre entre los zoólogos con respecto a la clasificación taxonómica de ángeles y demonios y sus relaciones con otros vertebrados. Una estructura que puede ser útil para dilucidar el

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En las interpretaciones medievales de

la Scala Naturae (sensu Aristóteles),

los ángeles están localizados

inmediatamente por debajo de Dios y arriba de los humanos, a dos escalones de las aves

problema son las alas, que sugieren una relación cercana con las aves en el caso de los ángeles. Sin embargo, en las interpretaciones medievales de la Scala Naturae (sensu Aristóteles), los ángeles están localizados inmediatamente por debajo de Dios y arriba de los humanos, a dos escalones de las aves, lo que sugiere una relación más lejana con las aves y más cercana con los mamíferos. En el caso de los demonios las evidencias son ambiguas.

Aunque no existen evidencias físicas, hay evidencias indirectas que sugieren que los ángeles tienen alas de plumas. Según varias interpretaciones de la Biblia, Dios creó diversos tipos de criaturas que pueden clasificarse como ángeles. Dos de estas criaturas, los querubines y los serafines, tienen alas. Según Isaías 6:2, los serafines tienen tres pares de alas; con un par se cubren la cara, con otro par se cubren los pies y con el tercer par vuelan. Los querubines, por su parte, tienen cuatro alas y bajo las alas tienen algo parecido a manos humanas (Ezequiel 10:21).

Sin embargo, en ningún lugar de la Biblia se especifica que las alas sean de plumas. Esta es una inferencia que se hace con base en descripciones del vuelo de los ángeles en las Escrituras, en las que se los compara con cigüeñas y águilas. Por otra parte, aunque la iconografía popular no es muy confiable como fuente para documentar la morfología angelical, desde tiempos inmemoriales se han representado todos los tipos de ángeles, incluso los arcángeles y los ángeles de la guarda, con alas de ave, siempre blancas y similares a las de una gaviota. Hay que anotar que algunos puristas consideran que los querubines y serafines no son ángeles y que los verdaderos ángeles no tienen y no necesitan alas, pues son energía pura y pueden materializarse a voluntad en cualquier lugar y adoptando cualquier forma.

Si los querubines y serafines tienen alas similares a las de las aves, hay que preguntarse cómo obtienen la potencia necesaria para el vuelo. En ausencia de especímenes, la morfología externa de estos seres es un misterio (Ezequiel presenta unas descripciones que parecen estar influenciadas por una buena dosis de hachís). En las aves, para batir las alas y proveer la potencia necesaria para volar, los músculos pectorales están muy desarrollados y representan 35% de la masa corporal. En una criatura de 100 kg, los pectorales formarían una gran masa de 35kg que necesariamente llamaría la atención, pero Ezequiel no menciona para nada que los querubines tengan pectorales prominentes, a pesar de que sus descripciones son las más completas.

La naturaleza de la morfología y las super-ficies de vuelo del diablo y los demonios son aún más inciertas. Partimos de la suposición de que las alas son para volar, pero podrían tener otra función. Por ejemplo, las alas de los demonios podrían servirles para abrigarse cuando están en los ambientes frecuentados por los humanos, que normalmente tienen temperaturas más bajas que el infierno, que, suponemos, es el hábitat normal de estos seres. En varios lugares de la Biblia se menciona que Lucifer era el más poderoso de los querubines. Cuando fue expulsado del cielo, lo siguió un grupo de querubines adeptos a su causa rebelde. Según Apocalipsis 12: 9: “Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él”.

Por lo tanto, por tratarse de querubines, los demonios estaban inicialmente dotados de dos pares de alas, que podemos suponer eran de plumas. Sin embargo, en algún momento que es

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difícil de precisar, sufrieron una transformación, pues en la cita anterior se menciona que al ser expulsado, Lucifer, que ya respondía al nombre de Satanás, presentaba morfología reptiliana, aunque hay ambigüedad con respecto a si tenía forma de dragón o de serpiente (¿o era un dragón serpentiforme?). Si aceptamos la hipótesis de la morfología reptiliana, Satanás y por extensión los demonios tienen alas de cuero. En la iconografía popular los demonios siempre se han representado con un solo par de alas de cuero, aunque, como ya se dijo, esta no es una fuente confiable.

Con base en las descripciones disponibles, el grupo taxonómico más cercano a los ángeles sensu lato es el de los vertebrados, que pueden servir como referencia comparativa. En los vertebrados el vuelo ha evolucionado tres veces independientemente, en los pterosaurios, los murciélagos y las aves (sin contar animales como las ardillas voladoras y otros que en realidad son planeadores). Los pterosaurios, que vivieron en los periodos Triásico, Jurásico y Cretácico hace 220 a 65 millones de años, fueron los primeros vertebrados en desarrollar la capacidad de volar. Los pterosaurios constituyen una rama de los reptiles arcosaurios paralela a los dinosaurios. Las alas estaban formadas por una membrana de piel que se desprendía del cuarto dedo de cada mano, que era muy alargado, y se sostenía por el costado del cuerpo hasta los tobillos.

La otra rama de los reptiles arcosaurios es la de los dinosaurios. Hasta hace unos años se creía que los últimos dinosaurios se extinguieron en la transición del periodo Cretácico al Terciario, hace unos 65 millones de años. Aunque la hipótesis de que las aves descienden de los dinosaurios se maneja desde hace varias décadas (de hecho Thomas Henry Huxley la propuso en el siglo

XIX), los recientes descubrimientos fósiles en el noreste de la China, han revelado evidencias prácticamente incontrovertibles de que las aves representan un linaje sobreviviente y actualmente muy diversificado, de unos dinosaurios conocidos como terópodos manirraptores. Estos animales ya poseían plumajes espectaculares, que quedaron delicadamente impresos en las finas arcillas sedimentarias al darse el proceso de fosilización.

Indudablemente las aves superan en ele-gancia, delicadeza y maniobrabilidad a todos los demás grupos de animales que han evolucionado la capacidad de volar. El secreto está en las plumas,

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las cuales se encuentran exclusivamente en las aves, siendo de varios tipos y representando variaciones de una estructura básica. Las plumas de contorno, además de proveer protección mecánica y térmica, cubren el cuerpo con una superficie perfectamente aerodinámica. Las plumas de la cola forman una superficie de control similar a los estabilizadores de la cola de una aeronave. En las alas hay dos tipos de plumas de vuelo, las rémiges primarias y las secundarias. Estas últimas conforman la su-perficie principal de sustentación. Las primarias son las que proveen el empuje durante el aleteo y cada pluma puede moverse de manera individual, lo que le confiere al ave un gran control durante las maniobras a bajas velocidades. Considerando que a veces los ángeles se representan suspendidos en el aire y que aparentemente pueden planear como las águilas, parece lógico pensar que tienen alas de plumas y que están cercanamente emparenta-dos con las aves, a pesar de que normalmente se muestran con apariencia antropomórfica.

El otro grupo de vertebrados voladores son los murciélagos. En estos mamíferos las alas están conformadas por una extensión de la piel, similar a la de los pterosaurios. La diferencia está en que el ala está soportada por extensiones de los dedos dos a cinco (índice, corazón, anular y meñique), los cuales forman como unas costillas, mientras que la uña del pulgar sobresale en el borde anterior del ala. Curiosamente, las representaciones del diablo usualmente lo muestran con alas de murciélago, aunque las evidencias presentadas sugieren una relación más cercana con los reptiles. Con las evidencias disponibles actualmente, no es posible dilucidar las relaciones del diablo con los otros grupos de vertebrados voladores.

Tanto ángeles como demonios parecen tener una gran capacidad para transportarse entre sitios

Tanto ángeles como demonios parecen

tener una gran capacidad para

transportarse entre sitios distantes

con facilidad. Cabe preguntarse cómo

obtienen la energía para la locomoción,

que suponemos es aérea.

distantes con facilidad. Cabe preguntarse cómo obtienen la energía para la locomoción, que suponemos es aérea. Si los ángeles son energía pura, se puede suponer que no necesitan ningún tipo de sustento material, pero se desconoce su metabolismo. En cuanto al diablo y los demonios, aparentemente necesitan sustento materia l , pero hay una ambigüedad con respecto a sus hábitos alimentarios. Pedro 5:8 dice: “Sed sobrios y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar”. Además, Ezequiel 10:14 menciona que los querubines presentan cada uno cuatro caras: de querubín (sin definir como luce), de hombre, de león y de águila. Según estas citas, por lo tanto, el diablo y los demonios son carnívoros. La ambigüedad se origina en la iconografía popular, que desde tiempos muy antiguos presenta al diablo como una quimera con patas de cabra, barba de chivo y unos cuernitos que parecen de vaca (sin contar la cola de alambre terminada en punta de f lecha).

A este respecto, hay una anécdota de Georges Cuvier, uno de los más grandes desar-rolladores de la anatomía comparada en el siglo XVIII, que data del tiempo en que fue investi-gador en el Museo de Historia Natural de París. Unos estudiantes quisieron jugarle una broma; uno de ellos se disfrazó de diablo, lo despertó en medio de la noche y con voz tenebrosa le dijo: “Vengo a devorarte”. Cuvier lo miró de arriba abajo y le replicó: “Tienes pezuñas y cuernos; por lo tanto, eres un herbívoro”. Y dando media vuelta, se volvió a dormir.

Les queda a los lectores la tarea de decidir de lo anterior qué es realidad y qué es ficción, para que puedan irse a dormir tranquilos.

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Escucho unos primeros compases y se me arruga el corazón. Son los compases de la -a mi modo de ver- bella y almibarada canción de Phill Collins Hold on my heart. Cuando la escuché por primera vez era casi una niña. En este momento no logro recordar si podía entender lo que decían sus frases, pero la voz era tan cálida… La melodía pegajosa hace que se me vaya el pensamiento por unos momentos a otros tiempos, otros años, otra vida, otras ilusiones. Siguen los compases, pero disfrazada por los acordes de ese saxofón y

Hold on my heart

Sandra Balanta CoboDepartamento de Economía

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esos sintetizadores, sin vida e inexpresivos, ya no suena a nada. Sin la calidez de la voz no arruga ningún corazón.

Aunque todos los días se tiene conciencia de cuán rápido pasa el tiempo, es solo en algunos momentos cuando uno se da cuenta de la magni-tud del tiempo transcurrido, de los años vividos. Sin importar si se han vivido intensa o débil-mente, los años cabalgan a toda velocidad. Por un momento la canción me devuelve al sentir de una adolescente, me devuelve al estremecimiento de los amores juveniles. Tantos años después, con un cuerpo más viejo, una mente más vieja, siento el corazón latiendo con tanta fuerza como a los 14 años. Esa sensación me sacude.

Tengo 45 años y si lo pienso con detenimien-to, francamente no sé si habrán sido bien o mal vividos, depende de quién los mire. Pero al fin y al cabo, qué más da si los viví bien o no, si tengo o no, que llorar como los santos por el tiempo perdido. En lo único que puedo pensar es en el caudal de emociones que me acompañan desde que nos reencontramos, un caudal que no para de correr. Un caudal que me tiene aquí sentada haciendo esta gran apuesta, una que pensaba ya no sería para mí. Sentada aquí con blusón de cuadros, leggins negro, zapatos que revelan de dónde vengo, uñas impecables de un color que se llama esta noche contigo. Pensándolo bien, con esta pinta parezco como la canción ochentera y, pensándolo aún mejor, creo que no pude escoger un color más apropiado para mis uñas y para lo que quiero que sea mi vida de aquí en adelante.

Mis compañeros solitarios van y vienen. Piden un café, una coca cola, una aromática, un helado. Una mamá y su hija delatan su origen con su cónchale, corotos, Maiquetía. A mi lado tengo a una mujer de pelo inmaculado y botas

altas que insistentemente pide Coca Cola Zero. En frente, una abuela, la hija y la nieta de dos años están dormidas sobre una manta roja. Un hombre mayor y su… ¿asistente?, con cara de, ¿abogado?, luce tan dulce como Chris O´Donell, en Perfume de mujer. Una familia, los cuatro con mochilas atravesadas, hablan del capitalismo y de Marx. Dos abuelas llaman mi atención, una con uñas pintadas de Rojo Expreso, botas altas y blower impecable pide una Club Colombia, mientras que la otra pide aromática y waffle con mantequilla. Viste pantalón ancho y tiene unas agujas de crochet. Más allá, otra mujer lee a Ken Follet, solo el autor es legible desde donde estoy. Entonces pienso que solo quiero leerte y que tú leas en mi cuerpo las historias que he guardado durante tantos años, las historias que construí a lo largo del tiempo en mis muchos días y noches de soledad, sin saber que tendrían un destinatario, sin saber que estaban quedando marcadas en la piel para que tú las pudieras leer.

Con la música suenan intermitentemente licuadoras, la máquina de expreso, las verduras brincando en los sartenes, el “Ya le traigo la cuenta… bienvenidos, a sus órdenes… dama, tiene mil para no devolverle tanta moneda… ¿le traigo el datafono?”.

Llega el olor del parmesano en el horno, el curry de la salsa. Pasan platos de muchos colores que se ven muy apetitosos… pero a mí no me cabe nada.

Han pasado horas y la música ha sonado in-interrumpidamente, insípidamente. Difícilmente puedo descifrar qué sonó. Le falta sentimiento. El sentimiento que a mí me sobra.

Después de un chocolate swiss, tres expresos, una botella de agua, una coca cola normal; de mirar doscientas veces el teléfono, con la insegu-

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años, otra vida, otras ilusiones.

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ridad a flor de piel; de dudar dolorosamente por si vienes o no; de vacilar ante mi propia decisión, te veo entrar a lo lejos. Pago la cuenta. Las vueltas las guardo en el bolsillo. En el bolsillo encuentro el tiquete de vuelta AV 9239, 22:50, puerta 8. Lo arrugo y lo tiro a la basura. Sé que ya no lo necesito.

Claramente llega la letra de la canción a mi mente.

So hold on my heart just hold on to that feeling we both know we’ve been here before we both know what can happen

So hold on my heart...

Han pasado horas y la música ha sonado ininterrumpidamente, insípidamente. Difícilmente puedo descifrar qué sonó. Le falta sentimiento. El sentimiento que a mí me sobra.

Federico Pereira Souza

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La vigesimotercera edición del Diccionario de la Real Academia Española, salió en octubre de este año. Víctor Romero, nos hace un agradable recorrido a través de su historia enfatizando la importancia que tiene este texto en laconstrucción de cultura y sociedad

El arte de la lexicografía

VJ RomeroDepartamento de Humanidades

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El diccionario, como el Aleph, es una serpiente que se muerde la cola. Es un espejo que se ref leja a sí mismo. El contenido de un diccionario es, si se lo mira con cuidado, un constructo hecho de las mismas 27 letras que se repiten incesantemente en distintos órdenes para irles dando sentido a miles de palabras, que a su vez muchas veces se repiten. Y frases, que enmarcan distintos sentidos para esas palabras, y definiciones que se devuelven a la frase, a la palabra y a la letra. Y ya no es más que el vacío. Es, insisto, como el Aleph, el todo infinito que se enmarca en un papel blanco con manchas negras a las que llamamos libros. En este caso, diccionarios.

Ahora ya nadie usa los diccionarios. Es más, ya nadie sabe lo que son ni para qué sirven. Pareciera que basta con las palabras y significados que trae el Word. Pero se olvida que el computador no es más que una máquina de escribir que dibuja en una pantalla y que no piensa. Se pasa por alto que quien debe saber lo que desea decir es quien está allí, frente a la pantalla. Es él quien debe darles sentido a las letras, a las palabras, a las frases y las sentencias.

Antes, el diccionario, como el Sagrado Corazón, tenía un sitial preferencial en las casas. Cuando el librero le decía que iba a llegar la nueva edición del diccionario, el padre de familia ahorraba durante varios meses para adquirir esa monumental obra. Todos recordamos el gran volumen que era y por el que sentíamos la misma veneración que teníamos por la Biblia y el Quijote de la Mancha. Y lo cuidábamos y lo usábamos las más de las veces para ver la ortografía o el significado de aquellos términos nuevos o desconocidos que íbamos encontrando en los

libros y los diarios. Y sentíamos que desde allí, desde sus páginas, los académicos nos amparaban con su sabiduría y sus largos años de trabajar con las palabras.

Ahora no es así. En este año en que va a salir la vigésima tercera edición del diccionario las cosas son bien distintas. Ahora son pocos los que hacen fiesta por el nacimiento de esta obra y quizás son menos los que la compran. Y eso que, a diferencia de antes, que solo venía en tamaño gigante, ahora el diccionario viene en cinco presentaciones: la grande, de un solo tomo en pasta dura, la más tradicional; el de dos tomos pequeños, también de pasta dura; el de dos tomos de pasta blanda, lo que se conoce como edición rústica; el que viene en un cederrón, como el mismo diccionario llama a lo que la gente llama DVD, o dividí, por sus letras en inglés, y el más popular, que es el que está en línea y al que más rápido y fácil se tiene acceso. Como se ve, hay diccionarios para todos los gustos.

Y aunque ya nadie pregunta de dónde salen estos diccionarios o quién los escribe es importante recordar que el diccionario no existió

El diccionario, como el Aleph, es una serpiente que se muerde la cola. Es un espejo que se refleja a sí mismo

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De hecho, eso condujo a que el latín se fuera suprimiendo de las publicaciones, que preferían las lenguas populares, por ser de mayor aceptación. Además, por esta misma época aparece la imprenta, que le dará un nuevo giro a las lenguas modernas.

Es en esta misma época, en el mismo año del descubrimiento (1492), cuando aparece en Salamanca el Dictionarium latino-hispanicum, de Elio Antonio de Nebrija, que, con el Vocabulario español-latino, que se publicó en Salamanca, en los alrededores de 1495, dieron inicio a la lexicografía española, pues de estos diccionarios devienen los diccionarios monolingües que fueron copiados en toda Europa.

Ahora se sabe que el primer diccionario en español fue la obra Vocablos de la lengua castellana y sus significados, de un autor desconocido. Hay quienes dicen que es del siglo XVII, pero otros autores sostienen que en realidad es del siglo XV.

No obstante, quizás por ser más conocido, se reconoce al Tesoro de la Lengua Castellana, o española, de Sebastián de Covarrubias (1611), como el primer diccionario monolingüe. Es un diccionario con una construcción caótica y no alfabética, pero es innegable su valor, pues incluye la definición de cerca de 17 mil palabras, además de frases hechas, dichos, refranes y las letras del alfabeto. Y de Covarrubias es de donde partirá el Diccionario de la Real Academia Española.

La Real Academia surgió en el ambiente de renovación intelectual que se vivía en España, en algunos círculos de elite, desde finales del siglo XVII. Bajo la dirección y el impulso de Juan Manuel Fernández Pacheco, marqués de Villena, se puso en marcha uno de los proyectos intelectuales más ambiciosos, más desinteresados

siempre y que ni siquiera existió de la manera en la que hoy lo conocemos. La historia de estos libros está ligada a los grandes autores (Dante, Cervantes, Shakespeare), a las academias de la lengua y a unos expertos lexicógrafos que se han tomado el trabajo de ponerle un orden al léxico, a las palabras y a sus formas.

En Grecia y Roma vivieron, según nos cuenta Elena Bajo Pérez, en su obra Diccionarios, los primeros lexicógrafos. Pródico (470 a.C.) se conoce porque fue el primero en señalar que no había sinónimos completos, es decir dos palabras que significaran lo mismo. A su lado se encuentran Calímaco (310 a.C.) y Filetas de Cos (340 a.C.), Zenodoto de Efeso (325 a.C.), Aristofanes de Bizancio (257 a.C.) y Aristarco de Samotracia (215 a.C.), que compusieron léxicos a partir de los textos de Homero.

De allí se pasa a los clásicos latinos, entre quienes se encuentran Pánfilo de Alejandría, en el siglo I de la era cristiana, Hesiquio de Alejandría y Frimios, que tomó palabras y frases de los escritores clásicos griegos: de Esquilo a Demóstenes (Bajo, 2000: 58). Y así continúa una larga lista (Varrón, Verrio Flacco, Nonio Marcelo) que nos lleva hasta el siglo V, en el que Isidoro de Sevilla escribe su Etimología, conocida como Origines, que fue modelo durante varios siglos.

Sin desconocer la obra de Alfonso X, el sabio, que definió en sus obras más de mil vocablos, puede decirse que la lexicografía española comenzó en la Edad Media, con diccionarios de latín y árabe y, más adelante, con glosas marginales que los copistas o traductores de textos incluyeron en lengua vulgar al lado o debajo de las palabras desconocidas, para mejor comprensión de los lectores.

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como el Sagrado Corazón, tenía un sitial preferencial

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y más fructíferos de España. El grupo de contertulios decidió dejar constancia de sus reuniones en actas, la primera de las cuales se levantó el 3 de agosto de 1714. De eso hace ya 300 años.

¿Y cuál era el interés de estos intelectuales? Simplemente el de poner a tono su idioma con el de los demás países de sus continente, pues muchos de ellos se preciaban de tener diccionarios monolingües actualizados, mientras que España, que había publicado el primero de ellos, no contaba con uno actual.

Así, pues, como lo dijeron sus fundadores, la Academia surgió para hacer un Diccionario copioso y exacto, para mostrar la belleza de su idioma. Por ello, entre 1726 y 1739, se confecciona el que hoy conocemos como Diccionario de autoridades, que justamente recibe este nombre porque tomó las palabras, sus usos y definiciones de los grandes escritores del Siglo de Oro.

Entre las características del Diccionario de autoridades pueden señalarse, entre otras, que

sus entradas aparecían en letras mayúsculas, con tildes en las palabras con acento gráfico, que la ch –ce hache- y la doble ll aparecían dentro de la c y la l, que luego se tomaron como dígrafos, pero que al final, como se acordó hacerlo desde 1994, volvieron a donde los primeros académicos las habían dejado.

El Diccionario de autoridades fue ampliado y corregido por el Diccionario de la Lengua Castellana, publicado en 1780. Este, entonces, puede ser considerado como el primer Diccionario de la Real Academia Española, porque ha sido la base de las siguientes ediciones del DRAE, que entre otras cosas solo comenzó a llamarse de la Lengua Española a partir de la decimoquinta edición, la de 1925.

Las siguientes ediciones fueron en 1783, 1791, 1803, 1817, 1822, 1832, 1837, 1843, 1852, 1869, 1884, 1899, 1914, 1925, 1936,1947, 1956, 1970, 1984, 1992 y 2001. La XXIII edición del DRAE, que saldrá a la luz el próximo 6 de octubre, coincide con los 100 años de la XIV edición, 1914, y con los 300 años de la fundación de la Real Academia Española de la Lengua.

Para concluir deseo señalar que la lexicografía comenzó siendo un arte. El arte de los que leían, porque eso, sobre todo, eran los lexicógrafos. Unos grandes lectores que se daban a la tarea de componer lexicones o diccionarios y que no hacen más que salir a las calles o inmiscuirse en la vida de los personajes de las novelas, para ver cómo ellos hablan y se comportan, para de allí tomar sus voces y componer este Aleph, que, como dije al principio, es un diccionario. En él están recogidos todas las voces, todas las palabras, todos los actos y potencias, todos los sueños y todas las cosas reales, incluidos nosotros.

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Un relato lleno de noche y fantasía que nos plantea un origen alternativo de uno de los símbolosmás representativos de Cali

Y… es que, érase una vez la estúpida ino-cencia. Existió en mí, cuando vivía en una casa junto al río, una casa que hoy entiendo ofrecía servicios de moral dudosa. Pero cuando me en-contraba allí, ya hace tiempo, aquel lugar era mi vida y creía que solo había luces de espectáculos, mujeres adoradas por el público, vestidos estra-falarios y los regalos de admiradores secretos. Hoy que soy presa de un hechizo que petrificó mi piel y la perpetuará en el tiempo, con mis oídos de piedra escucho las risas, las conversaciones, los

El gato del río y sus gatas

Pablo Morales Egresado de Diseño de la Comunicación Visual

Maria Alexandra Ospina

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Hoy que soy presa de un hechizo que petrificó mi piel y la perpetuará en el tiempo, con mis oídos de piedra escucho las risas, las conversaciones, los pasos distraídos de aquellos que caminan junto a mí sin darse cuenta de mi profunda desdicha

pasos distraídos de aquellos que caminan junto a mí sin darse cuenta de mi profunda desdicha.

Pero ellas, esas mujeres tan femeninas que siempre caminaban por mi casa con poca ropa, listas para desaparecer de mi vista al entrar a su mundo de dulce ambrosía a través de aquella puerta, la maldita puerta para mí prohibida, detrás de la cual exhibían sus cuerpos y capturaban hombres libres que se volvían esclavos a su belleza. Ellas, siempre deseando subir al escenario transformadas en las divas del momento, con una estela de perfume que atrapa a todo hombre que osa percibirla. Sí, ellas, las hermosas e inalcanzables, amigables, pero crueles, pues acechan los corazones de los desprevenidos y sin piedad los destrozan al socavar sus esperanzas de tener un amor con ellas. Ellas, esas mismas, entraban ronroneando de alegría en aquella habitación, para mí inaccesible, y aunque sus cuerpos se esfumaban de mis ojos, reaparecían en mi mente mientras llevaban tacones altos, piernas torneadas, cabello suelto, labios rojos, perseguidas por luces de vivos colores, retazos de papeles brillantes revoloteando a su alrededor y envueltas de aplausos. Circundadas por la mística noche, la penumbra del lugar oculta sus defectos y el público las ve perfectas mientras las adora sobre un pedestal… y yo, siempre sentada detrás de la puerta, soñando con algún día ser parte... de ellas. Obtener mi fama y que también, hombres enamorados me envíen regalos por mi belleza.

“Ya tengo la edad”, pensé, pero mi madre siempre amargada y terrible, me aleja de mis deseos. Detesta aquel mundo y a todas las que son admiradas en el ambiente que reina más allá de mis dominios. Y mi padre, festivo y orgulloso, el dueño y señor del espectáculo: siempre elegante con un porte sin igual, su presencia apabulla

la de los demás. Es comprensivo cuando desea serlo, pero las veces que he intentado hablarle de lo que quiero para mí, siempre me calla y se larga. Su negación es ineluctable y exasperante. Mi gigantesca frustración provocó que volcara mi odio hacia aquella maldita puerta rasgando su madera con mis uñas, tal y como una bestia salvaje araña la barrera que la priva de su libertad.

Pero entre mujeres, a pesar de la envidia y competencia, había una extraña hermandad. Aquellas a quienes mi madre odiaba con mayor fervor, decidieron ayudarme en la persecución de mi sueño. Los viernes, el lugar se llena siempre, es la función más especial y la de mayor renom-bre en la ciudad, pues junto al río, las mujeres más hermosas se ríen de los cánones de belleza, encarnando todo aquello que todas las mujeres quieren ser… o al menos así lo veía mi inocen-cia. Era mi oportunidad para por fin conocer de primera mano este sitio de ensueño, donde la

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Y aunque sus cuerpos se esfumaban de mis ojos, reaparecían en mi mente mientras llevaban tacones altos, piernas torneadas, cabello suelto, labios rojos, perseguidas por luces de vivos colores, retazos de papeles brillantes revoloteando a su alrededor y envueltas de aplausos

vanidad es la regla y la fama te entrega el mundo en bandeja de plata.

Ellas trajeron para mí uno de los disfraces de esa noche, y en la confusión del gentío me escabulliría para que mi padre no pudiera notar mi presencia. Me convertí en una gata y tenía mis propias garras, bigotes sugerentes y orejas pícaras. Me vestí con poca piel de pelaje blanco y negro, que recorre mi cuerpo como cintas de sal-vaje erotismo, retazos que cubren solo pequeñas partes de mí, dejando para la imaginación lo virgen y lo deseado.

Al traspasar aquella barrera de toda mi vida, sentí que nacía en un mundo paralelo y mejor, uno que siempre había estado tan cercano pero inalcanzable. Me percibía a mí misma como a una mujer adulta; entera, dueña de su destino y que el mundo se batiría a mis pies con solo una señal de mi mano. Un vacío de vértigo me invadió el estómago cuando un par de preguntas se formu-laron en mi mente: ¿así se sentían ellas siempre? ¿Tan poderosas, tan inalcanzables y hermosas? Y la espectacular realidad despertó mis sentidos. Todo estaba allí, la música alta, el público, los cuerpos perfectos, los aromas, las bebidas, los aplausos, las mujeres hermosas deleitando a sus seguidores, las luces, la excitación… Era mejor que en mi imaginación.

Sin previo aviso un hombre se posó frente a mí y se retiró un sombrero alto mientras besó mi zarpa. Con una f loritura de su mano ordenó que un mesero intangible me entregara una copa, mientras que su saco y su corbata centelleaban

con la luz del lugar y sus movimientos. Me miró a los ojos y esbozó una sonrisa enigmática aca-parando toda mi atención… de repente se dio media vuelta y se retiró caminando mientras se ponía su sombrero negro y alto. Me sentí alagada, y si hubiera luz suficiente, todos se habrían dado cuenta que la pena se me había subido al rostro. Al espabilar intenté seguirle la pista, pero había desaparecido.

En mí se encendió un calor, pues con solo unos cuantos pasos después de la injusta puerta, dentro de esta habitación, dentro de este mundo, ya tuve el primer encuentro con alguien que me admiraba. Y aunque todo fue efímero, sabía que sería un momento que dejaría huella en mí para siempre. Seguí caminando y mirándolo todo con admiración, tomé un sorbo de la copa y mi boca se llenó de deliciosos sabores y olores que invadieron incluso mi nariz. Un sopor subió hasta mi frente y todo a mi alrededor cobró un brillo

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Los viernes, el lugar se llena siempre, es la función más especial y la de mayor renombre en la ciudad, pues junto al río, las mujeres más hermosas se ríen de los cánones de belleza, encarnando todo aquello que todas las mujeres quieren ser

irreal, fantástico. Ahora todo era más gracioso que antes y no podía ni entender mi alegría ni contener la risa. Perdí la continuidad del tiempo y mi visión se hizo borrosa.

En algún momento que no acierto a discernir, caí y alguien que no conozco me ayudó a reincorporarme, al instante, otro intentó quitarme parte de mi atuendo y giré bruscamente sobre mí para evitarlo, una segunda mano soltó mi cabello. Sentí un gran mareo que me hizo caer de nuevo y todo se volvió negro mientras me aturdía el eco de mi propia risa. Después hubo silencio.

En medio de aquella oscuridad escuché que alguien intentaba girar la cerradura de una puer-ta, abrí mis ojos y estaba acostada en un cuarto iluminado por una tenue luz roja. El sonido de la música sonaba ahogado bajo el suelo, las ventanas de la habitación vibraban con el fuerte sonido, pero las gruesas cortinas amortiguaban aún más, todo el mundo de afuera. Alguien habló y sus palabras estaban impregnadas de una mágica musicalidad que me obligaba a hacer lo que me pedía. Era aquel hombre de hace un momento, el del sombrero alto. Sentí miedo, pero algo me impulsaba a estar cerca de él. Todavía no era capaz de controlar mi sonrisa.

- Permíteme ver la hermosura que cubre este vestido –y acarició suavemente la piel que yo traía puesta.

- ¡Pero si soy una niña! –alegué mientras me alejaba con recelo.

- Si es así, pues eres una con cuerpo de mujer, que de manera juguetona se escabulle para incrementar mis ansias… no llores ni grites. Acércate cautelosa, como quien acecha. Ronronea para mí en esta habitación testigo del deseo –la atracción en su voz se hizo más potente y, por alguna razón, dejé de escuchar la música para que el murmullo del río lo envolviera todo.

Ahora no solo era el discurrir del agua lo que me embriagaba, sino el olor penetrante de la hierba y del jazmín nocturno, el cielo poblado de estrellas sin luna y unos árboles altos y oscuros, que se mecen y se encorvan hacia mí. La puerta se abrió de golpe, la música estalló en el lugar y mi padre furioso cruzó el umbral. Varias mujeres entraron detrás de él, todas con sus atuendos de gatas nocturnas a medio poner. Una de ellas con el pantalón puesto, pero sin blusa, me apuntaba con su dedo y gritaba: ¡Ese es mi vestido! Un frío recorrió mi cuerpo, pues lo que yo traía puesto

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le pertenecía a alguien más y mi padre me había descubierto por aquel cabo suelto. ¿Qué pen-sará de mí ahora?, ¿que yo, su pequeña, estaba inmersa en este ambiente del que siempre quiso mantenerme fuera?

- Su cuerpo no está a la venta –le dijo al hombre del sombrero con voz seca, pero autori-taria.

- Pagué por ella, ya puse el dinero en tu mano –replicó con tono amenazante el hombre que estaba conmigo.

- Su presencia en este lugar se debe a una confusión. Ella no pertenece aquí. Por tanto, no puedo aceptar tu pago –del bolsillo, mi padre sacó unos cuantos billetes y se los extendió al hombre, que los rechazó de inmediato.

- ¡No acepto devoluciones! Es a ella a quien deseo y ya pagué el precio por saciar mis ansias –ahora subió la voz un poco, ya irritado.

- ¡Ella es mi hija y no la tendrás! –y mi padre poseído de ira se acercó para amenazar con su puño al testarudo hombre…

Mientras lo veía moverse lentamente alzan-do su mano, la realidad se congeló y el ambiente se llenó de los aromas y sabores que aquella copa que una vez me ofreció contenía. Mi visión se fue desvaneciendo y la felicidad de nuevo lo invadió todo. Mi cuerpo se enfrió y no pude moverme más...

Primero nos exhibíamos nosotras mismas, creyendo que poseeríamos todo aquello que deseáramos solo con abrir nuestras bocas y proyectar una petición a cualquier hombre que controláramos. Ahora la ciudad nos exhibe, como si fuéramos sus pertenencias o sus trofeos, como si con nosotras quisiera dar un mensaje. Con mis ojos cerrados escucho risas, voces de niños, voces de adultos. Los carros transitan cerca de mí, los sonidos urbanos nunca descansan. De mi letargo solo me aleja el destello de las cámaras, el barullo de las multitudes y las ansias eternas de poder moverme. Como estatuas somos solo un atractivo de la ciudad, como mujeres, fuimos seres que calmaron las necesidades básicas de la sociedad, y yo, sin pensar en las consecuencias, estuve presa en medio de un mundo que conocí por una noche y me aterró, y ahora todos a mi alrededor sufren las consecuencias de mis actos. Pobre niña, estúpida inocente, ahora atrapada en la feminidad de una gata.

Mientras lo veía moverse len-tamente alzando su mano, la realidad se congeló y el ambiente se llenó de los aromas y sabores que aquella copa que una vez me ofreció contenía. Mi visión se fue desvaneciendo y la felicidad de nuevo lo invadió todo.

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Un cuento corto para dejar volar la imaginación sobre alas demariposa

Con un ademán, los magos sacaron las mariposas ruidosas de la cabeza de la mujer y las llevaron hasta su corazón. A las pocas semanas, el silencio empezó a brotar por sus ojos, a escurrirse como un mar de lágrimas. Llenó todo la casa: la alacena, la nevera vieja, los muebles, el libro sobre la mesa, el agua del jarrón, las f lores moradas. Y luego del silencio, vino la luz. El sol se mezcló con la ausencia de palabras y juntos tejieron, para la mujer, una manta dorada. La usaba cada tarde, sentada en la silla del corredor, para despedir el día. Las mariposas ruidosas revoloteaban entre los árboles cercanos. Pero ya no la angustiaban. De vez en cuando, una que otra se posaba en la baranda de su cama. Simplemente, la miraba, le sonreía y le regalaba su silencio.

Los magos y el silencio

María Teresa Victoria ParedesDepartamento de Economía

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El cantautor Alberto Cortez, a través de una bella metáfora, deja traslucir el dolor y el vacío que dejan los amigos cuando la Pachamama los llama a su seno: “Cuando un amigo se va, queda un tizón encendido que no se puede apagar ni con las aguas de un río… Cuando un amigo se va queda un espacio vacío, que no lo puede llenar la llegada de otro amigo…” . Al Toro y al Rinoceronte los conocí en diferentes etapas de la vida. Al primero, en los último cinco años de su trayecto por la vida y al segundo en una década muy importante para cualquier polluelo de psicólogo entre mis 20 y

El Toro y el Rinoceronte

Álvaro Roberto Vallejo S.Departamento de Ciencias Sociales

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30 años, cuando él había subido, en términos de edad, al exclusivo séptimo piso, en su paso por este misterioso planeta que además es nuestra tumba milenaria.

Ambos amaban a esta guapa Colombia, aunque sea esquizofrénica y violenta. Amaban lo más importante que tiene un país, además de sus montes, ríos, perros, culebras, gatos, olores y sabores, amaban a su gente. Al Toro siendo Alemán lo sedujo la calidez y alegría de los colombianos, tanto así que se casó con Claudia Alvarado, una pereirana de carácter con quien tuvo dos retoños: Soluna, quien compartió con ellos cinco días, debido a un problema cerebro vascular, y la bella Serena, quien vive ahora en Alemania.

El toro amaba la alegría de nuestros bailes, era más salsero que cualquier caleño de raigambre y los viernes o sábados al caer el día, sino era en su morada en la Buitrera, en su casa de campo en Silvia, se lo podía conseguir en Tintindeo echando paso. Era infaltable al jolgorio del Petronio Álvarez y al Festival Internacional de Salsa, se los gozaba como cualquier parroquiano bailando en las tribunas de la Plaza de Toros, se adelantaba a sus amigos ya sea para hacer fila o guardarles puesto. La belleza y el encanto de las mujeres color Caoba lo ataron a su cuello, las quería y deseaba y fueron sus amantes y compañeras; por una de ellas, lo vi arrastrado como diría Borges por la famosa “calle de la amargura”. El Toro amaba este valle que hace que las bermudas y las sandalias tengan una razón de ser, gustaba y defendía como suyas el sopor y el calor de esta hermosa sultana, por donde circulan las aguas del Cauca y las de los ríos en extinción que nunca tenemos presentes, aguas que si no despertamos y nos quitamos la pendejada de

ciudadanos bananeros, tendremos después que comprar a ciudadanos extranjeros.

Al toro lo definió de manera magistral en su talante y carácter, nuestro amigo inglés amante de las bochas, el profesor Roger Simpson. Un día a mi vuelta de San Francisco reflexionando en su oficina del viaje sin retorno que emprendió Klaus D. Hebenstriet, en un comentario suelto, de esos que se hacen de manera espontánea cuando nos encontramos a gusto, en referencia del carácter indomable y beligerante del amigo ausente, Roger, en palabras más palabras menos, dijo que el carácter de Klaus era cómo el de un Toro suelto en un almacén de porcelanas. Y era verdad: el talante directo y su expresión sin pelos en la lengua hizo que en más de una ocasión le cantará la tabla a personas enseñadas a llamar las cosas a través de eufemismos.

Siendo su temple propio del estilo de su tierra natal, Alemania, Klaus se las arreglaba para saberse mover en medio de la cultura y las costumbres de este lado del Atlántico, era uno más entre nosotros, sufría y se avergonzaba con las desigualdades de nuestra sociedad y era ácido a la hora de comentar el papel de nuestra clase empresarial y política. El toro amaba las largas caminatas por las laderas y montañas de la buitrera, gracias a él conocí el monte Dominó, nombre con el que bautizó a una de las montañas a las que subía frecuentemente con su Dálmata del mismo nombre. En este sitio tenía un lugar para la meditación, el descanso y la recarga de energía, al que bautizó con el nombre de Piedra Mágica, desde ésta se tiene un panóptico idílico desde donde se puede auscultar la ciudad de Cali, La Buitrera y sus alrededores.

El nombre de esta piedra surgió de una interesante historia que le sucedió una vez con

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el hijo de unos amigos suyos. El niño, cansado y perezoso para llegar a la cumbre del Dominó, preguntaba a cada rato, si ya habían llegado, si faltaba mucho para arribar. En vista de la pataleta segura que se veía venir, el toro se sacó de la manga una historia fantástica: “en la cima de esa montaña hay una piedra mágica que tiene la propiedad de que quien se sube en ella, ésta le lleva a volar y ver todo desde el cielo”. El niño al llegar a la piedra y cerrar los ojos dijo haber piloteado por los alrededores y observo a todos sentados viéndolo sobrevolar. Tan amado y especial era ese sitio para Klaus que decidió que sus cenizas las dispersara el viento en ese lugar y en sus alrededores. El Toro contó que un día de esos en los que salió a caminar y a emular a Carl Lewis, encontró a pocos metros de su piedra una Boa, a la que sin más razones decidió adoptar y llevársela como mascota a su casa. La primera vez que la vi en el albergue artesanal que le había construido, me sorprendió y asustó su tamaño y negrísimo color. A Klaus y su esposa el color les había intrigado tanto que decidieron llevarla al zoológico de Cali, en donde se enteraron, que era una boa Argentina típica de la región del Chaco. Como llegó hasta el monte Dominó es una pregunta que los del zoológico le dejaron a Sherlock Holmes.

En la Buitrera hay una quebrada que ha formado una cascada bella y alta que muchos buitrareños desconocen y que en su base ha creado una piscina natural como pocas. La primera vez que fui allí, el Toro me contaba que un rector de una universidad privada de la ciudad, dueño de las tierras cercanas por donde pasa la quebrada que da origen a la cascada, había cercado la entrada a la chorrera con alambres de púas como si ésta le perteneciera, prohibiendo y obstaculizando el

paso a la misma. El Toro indignado se fue a la estación de la policía, e inclusive escribió una carta denunciando el hecho y, como siempre sucede en estos casos, no pasó nada. En aquella ocasión, armados con garrotes para defendernos de perros bravos, me llevó a conocer ese paradisíaco lugar; para sorpresa mía al llegar allí, encontramos a un grupo de jóvenes disfrutando en cueros de

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la piscina. Por cierto pudor y con las ganas de teníamos de bañarnos después de una extenuante caminata, optamos por aplicar el dicho popular que reza que allí donde fueras has lo que vieras, integrándonos al grupo para disfrutar del refrescante baño. Tiempo después he vuelto con Claudia a la cascada, ahora está más cercada que antes.

Creo que el gusto del toro por el Jazz Latino y la Salsa lo acercó a la obra de Andrés Caicedo cuya novela más conocida Que Viva la Música la tradujo al alemán bajo el título de “Salsavida”. La forma de pensar de Caicedo creo que le llego a Klaus, tan así que en el prólogo a su traducción refiriéndose al abandono y la falta de oportunidades e ideales de la juventud que refleja la novela de Caicedo, Klaus argumenta: “La radicalidad de este punto de vista puede parecer aterrador, pero es clave para leer de manera atenta la novela Que viva la música, en la cual a una juventud urbana, abandonada por completo a sí misma no le queda otra posibilidad que sucumbir en las ruinas de un mundo adulto desolado y sin perspectivas o articularse con violencia en un no menos violento contramundo con la presión del tiempo en la nuca que la acerca de manera despiadada al hecho de volverse adulto.”

Klaus dejó grata impronta y será recordado por aquellos estudiantes que ayudó a formar en diferentes áreas del conocimiento en las universidades Javeriana, del Valle, la San Buenaventura, la del Cauca y la Autónoma, en cuyos salones y pasillos su acento, su crítica forma de pensar, vitalidad, alegría y voz se hicieron escuchar y sentir. Coincido con la versión de su esposa, de que Klaus prefirió una muerte digna y de esa manera ganarle a la enfermedad, que sobrevivir y languidecer humillado por el cáncer,

sintiéndose cada vez más indefenso y con menos control de su vida; como dice un hermano, no solamente tenemos derecho a vivir con dignidad sino también a morir con ésta.

Cuando dejó de latir su corazón me encontraba en San Francisco, así que no pude acompañar a Claudia y sus íntimos amigos a dispersar su cuerpo calcinado por su lugar preferido después de Tintindeo. Un año después de su deceso hice la caminata que en otras ocasiones con él había compartido. Al llegar a la Piedra Mágica su esposa rebuscó en el piso y me paso cinco o seis fragmentos de escasos milímetros de lo que había sido un ser íntegro, buen amigo y amante de la Pachamama. Me conmocionó sentir esos trocitos de huesos calcinados al apretujarlos en mi mano, y me hizo darme cuenta de la fragilidad de la vida, de la liviandad de nuestros sueños y la mezquindad de nuestros problemas, de lo importante que es vivir en paz con lo que somos y hacemos. Cada vez que me creo con más problemas que los demás o cuando me asaltan destellos de estupidez narcisista, vuelvo a ver los pedacitos de lo que era el Toro y todo vuelve a ponderarse y a encajar en su justo lugar. Klaus nació en Stuttgart en 1956 y murió en Cali, el viernes 31 de mayo del 2013 a las 11: 50 pm.

Al Rinoceronte, lo conocí en la Nacho, como le decimos sus egresados a la Universidad Nacional de Colombia. Él, siendo payanes, venía de una familia originaria de España, pero no como la de nosotros, de la que Caballero, el pintor, dijo que éramos “españoles pasados por agua”. El rinoceronte era uno de esos de quien se sabe a ciencia cierta, de qué pueblo o ciudad era el tatarabuelo y qué hacía exactamente para ganarse el sustento, pero esa es otra historia, de diferentes circunstancias y para otro momento.

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No es posible construir un futuro, sin honrar nuestro pasado. En esta

historia el profesor José Kattán, da una mirada en retrospectiva a

su herencia familiar venida desdetierras lejanas

Estaba de pie, en el muelle. En su mano derecha sostenía la tula con las pocas pertenencias que podía llevar consigo. Tras muchos intentos, al fin había conseguido un cupo en un vapor mercante con destino a esa tierra prometida, ese lejano continente al otro lado del planeta.

El silbato anunció la inminente partida del barco. Se terció la tula y se dispuso a abordar.

Pero llegó la orden. Un oficial del ejército turco habló por un megáfono. “Todos los hom-bres mayores deben alistarse”. La guerra se había declarado.

Hizo la fila. El barco zarpó sin él.

La brisa acariciaba su rostro. Traía aromas salobres, muy diferentes a los que había sentido en los cuatro años anteriores. En esos años funestos el aire siempre olía a sangre, metal y pólvora.

Recordaba las largas noches de vigilia, su mano derecha aferrada al fusil, rodeado de miedo y muerte.

Ahora su mano sostenía la mano de ella. La guerra truncó su sueño de juventud y ensombreció su corazón. Pero también le trajo un regalo.

Los abuelos

José KattánDepartamento de Arte, Arquitectura y Diseño

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Hanna y Katrina navegaban juntos hacia la América prometida, con un equipaje liviano y con sus corazones liberados.

El barco fondeó en Puerto Colombia. Hanna y Katrina recorrieron lentamente los 3 kilómetros del muelle, al lado de la vía férrea por donde la locomotora de vapor arrastraba vagones llenos de mercancías con destino al centro del país. Las olas se mecían calmadamente bajo los troncos que elevaban el muelle sobre la bahía. América los recibió con la promesa de la prosperidad.

Katrina traía unas cuantas joyas, heredadas de sus abuelos y su madre. Con lo que le dieron por ellas en las prenderías de Barranquilla com-pró sus primeras piezas de tela. Por varios años recorrieron cientos de kilómetros y negociaron cientos de metros de tela.

Corre el año 1948. Casi 30 años despiezando cortes, descosiendo pantalones para ver cómo estaban hechos y reproducirlos, por encargo, para sus clientes colombianos. El esfuerzo rendía frutos y los abuelos hacían ahora parte de la alta sociedad caleña.

La brisa acariciaba su rostro. Traía aromas salobres, muy diferentes a los que había sentido en los cuatro años anteriores. En esos años funestos el aire siempre olía a sangre, metal y pólvora.

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Mientras Hanna y Katrina se instalaban en las amplias habitaciones de su casa propia recién construida en el barrio de Santa Teresita, la Palestina, su patria, era dividida arbitrariamente para crear un nuevo estado y sus habitantes quedaban aislados en dos pequeños fragmentos de territorio.

60 años después la casa de los abuelos es destrozada a cabezazos por una infernal mantis mecánica, que no deja ladrillo en pie. Allá en las cada vez más pequeñas franjas del pueblo sin nación, incontables mantis artilladas hacen lo propio con las viviendas de los palestinos, para levantar murallas que separan a dos pueblos que convivieron en paz durante siglos, divididos por un asunto de interpretación de libros míticos.