Educando a Los Muchachos- Nuevas Investigaciones Sobre Masculinidad y Estrategias de Género Para Las

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    Nómadas (Col)

    ISSN: 0121-7550

    [email protected]

    Universidad Central

    Colombia

    Connell, R. W.

    EDUCANDO A LOS MUCHACHOS: NUEVAS INVESTIGACIONES SOBRE MASCULINIDAD Y

    ESTRATEGIAS DE GÉNERO PARA LAS ESCUELASNómadas (Col), núm. 14, abril, 2001, pp. 156-171

    Universidad Central

    Bogotá, Colombia

    Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=105115268013

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    FRACTURAS

    DE LA

    POLARIDAD

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    Este artículo se aproxima a la nueva investigación sociocientífica sobre masculinidad con el fin de desarrollar un marco que permita entender las cuestiones de género en la educación de los muchachos. El género es construido en medio de contextos sociales y culturales que producen múl- tiples formas de masculinidad, una de las cuales general- mente ejerce hegemonía sobre las otras. Las escuelas juegan un papel activo en la formación de masculinidades. Los re- gímenes globales de género de estas insti tuciones, normal- mente refuerzan la dicotomía de género, aunque algunas prácticas la reducen. Las prácticas masculinizantes están concentradas en ciertos escenarios: las divisiones de currí- 

    culo, los sistemas disciplinarios y los deportes. Los pupilos también participan en la construcción de masculinidades.Las culturas estudianti les generalmente enfatizan las rela- ciones heterosexuales y construyen jerarquías de género. 2 

    EDUCANDO

    A LOS MUCHACHOS:NUEVAS INVESTIGACIONES

    SOBRE MASCULINIDAD YESTRATEGIAS DE GÉNERO

    PARA LAS ESCUELAS1

    R.W. Connell*

    Traducción Adriana Escobar* *

    This art icle draws on new social-scienti fic research onmasculinity to develop a framework for understandinggender issues in the educati on of boys. Gender isconstructed within insti tut ional and cultural contexts thatproduce multiple forms of masculini ty. Normally one formis hegemonic over others. Schools are active players inthe formation of masculinities. Schools’ overall genderregimes typically reinforce gender dichotomy, though somepractices reduce gender difference. Masculinizing practicesare concentrated at certain sites: curr iculum divisions,discipline systems, and sports. Pupils are also active inconstructing masculinities. Pupil cultures commonly

    emphasize heterosexual relat ionships and construct genderhierarchies.

    * Robert Connell es Profesor de la School of Social, Poli cy and Cur ricul um Studies de laFaculty of Education en la Universidad de Sydney, Australia. Es el autor de libros comoMaking the Di ff erence, G ender and Power, Schools and Social Justice y Masculinities [email protected]

    ** Profesional en Lenguajes y estudios socioculturales de la Universidad de los Andes, conénfasis en traducción e historia del arte. [email protected]

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    1. ¿Qué hay de losmuchachos?

    Preguntas educativas

    Varias controversias en torno alos muchachos, los hombres y laeducación han surgido en variospaíses durante los últimos años. En1991 una propuesta para crear es-cuelas públicas exclusivas parahombres en Detroit (Estados Uni-dos), fue rechazada a últi-mo minuto gracias a unaacción legal que las decla-

    raba discriminatorias. En1994, después de una con-troversia liderada por losmedios en torno al “fraca-so” académico de los mu-chachos con relación a lasmuchachas, el Parlamentoaustraliano lanzó un estu-dio sobre la educación delos muchachos. En Alema-nia los programas educa-tivos enfocados en las

    cuestiones de género, diri-gidos tanto a hombres jó-venes como adultos, sehan multiplicado fuera delas escuelas. En Japón ya haempezado el debate sobrela perspectiva para un nue-vo “estudio del hombre”3.

    Por más de dos décadas, el pen-samiento público ha estado bajo lainfluencia de una segunda ola de fe-

    minismo, la cual ha modificado alargo plazo las ideas tradicionalessobre los hombres y la masculini-dad4. Un movimiento terapéuticopara hombres sorprendentementepopular, cuya figura principal esRobert Bly, ha convertido los pro-blemas emocionales de los hombresy las dificultades de los muchachospara adquirir una masculinidad se-

    gura, en toda una polémica. Enlos Estados Unidos, los PromiseKeepers5 y la Million Man March6

    reflejan la resonancia que talesasuntos tienen entre los conserva-dores religiosos y la comunidad ne-gra. Algunos “pepsicólogos”7 sesirven de estadísticas sobre los pro-blemas de los hombres (tales comomuerte prematura o tasas más altasde lesiones) para hacer denunciasque aseguran que son los hombres

    y no las mujeres el sexo en verda-dera desventaja8.

    Demandas similares son cadavez más comunes en el contexto dela educación. “La discriminacióncontra las muchachas ha termina-do”, dice el argumento. De hecho,gracias al feminismo, las muchachastienen programas y trato especia-les. Ahora bien, ¿qué hay de losmuchachos? Ellos son más lentospara aprender a leer, más propen-

    sos a abandonar la escuela, más ppensos a ser aleccionados, más ppensos a estar en programas p

    niños con necesidades especiaEn las escuelas, las niñas son qunes se están desempeñando melos muchachos los que están en pblemas y los programas especiapara muchachos la necesidad tual9.

    Estas demandas, más que aydar a buscar una soluca esta situación, generconfusión y revuelo. L

    contradenuncias ya estlistas: para las niñas el éto en la escuela no se tduce en equidad despude ésta; en el presente niños obtienen más ateción en la escuela que niñas; los programas pniños fortalecen el prlegio en vez de combalo10 . A los medios encanta hacer de es

    cuestión una riña pro mchachas contra pro mchachos (o pro feminiscontra antifeministas).

    Pero los asuntos rerentes a la educación smucho más complejo¿Qué tan real es la igu

    dad formal que la coeducacofrece? ¿Las muchachas se benfician de ciertas maneras y

    muchachos de otras? ¿Hasta qpunto podemos hacer generalizciones sobre los “muchachocomo un todo? Si los muchachtienen problemas en la escue¿qué muchachos son los que tnen problemas y cuáles son causas de éstos? ¿Hasta qué puto pueden las escuelas afectamasculinidad y su facticidad? Y

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    pueden afectar la masculinidad dealgún modo, ¿a través de qué tipode programas lo hacen y qué pe-

    dagogía deberían adoptar?

    Las respuestas a los debates ac-tuales en torno a los muchachosponen de manifiesto que muchosmaestros, padres y madres consi-deran que estas cuestiones sonapremiantes. Las escuelas están

    lanzando “programas para mucha-chos”, aun sin contar con el apo-yo de los investigadores o de laspersonas que diseñan las políticas.Infortunadamente, algunos de losresultados de esta iniciativa no seexponen por medio de un cono-cimiento preciso o de reflexionescuidadosas sobre masculinidad. El

    hecho de que los investigadoresno hayan hecho mucho por ayu-dar a las escuelas es igualmenteinfortunado. Es tiempo de queesta situación cambie, pues unanueva generación de investiga-ción sociocientífica sobre mascu-linidad, permite un entendimientorenovado de las cuestiones de laeducación11.

    El lugar y los límites de losprocesos escolares

    Puesto que a las escuelas se lesculpa habitualmente de los proble-mas sociales de toda índole, desdeel desempleo hasta el ateísmo, noes sorprendente que también se lesresponsabilice de los problemas quese relacionan con los muchachos.Por consiguiente, es importante re-conocer el hecho de que la escuelano sólo no es la única instituciónque modela masculinidades, sinoque además puede no ser la más

    importante. El psicoanálisis nos hafamiliarizado con la dinámica emo-cional de que la familia incide enel género; argumento que ha sidorenovado recientemente –y situa-do de forma cuidadosa en la histo-ria de las relaciones de género– enel modelo del desarrollo de la for-mación del género de Nielsen yRudberg12. La sociología de la cul-tura nos hace conscientes de la im-portancia de las comunicaciones

    masivas en el orden de género con-temporáneo; la investigación sobrelos medios de comunicación docu-menta lo que ya sabemos intuitiva-mente: los medios de comunicaciónestán atestados de representacionesde masculinidades –desde las de lamúsica rock, los comerciales decerveza, las comedias, las películas

    de acción y de guerra, hasta losnoticieros– que circulan a gran es-cala13.

    Dadas estas fuerzas, ¿por qué

    prestar gran atención a las escue-las? Los maestros que discuten losproblemas de los muchachos a me-nudo plantean que deben enfren-tarse a patrones incontrolables quese establecen fuera de la escuela.De hecho, los niños traen consigopatrones de masculinidad a la es-cuela. Jordan realizó un ingeniosoinforme de las “Warrior Narratives ”traídas a un jardín infantil austra-liano, en las que algunos niños rom-

    pían un régimen cuidadosamenteno-sexista, divirtiéndose con juegosque involucraban armas, peleas ycarros de carreras. Esto difícilmen-te es una experiencia aislada, talcomo lo acreditan las tortugas ninjay los hombres X del salón de clasede segundo grado que Dyson estu-dió en los Estados Unidos14.

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    Las dos explicaciones de mas-culinidad más populares en las dé-cadas recientes, refuerzan este

    sentimiento entre los maestros. Laprimera es la mirada “sociobio-lógica”, la cual afirma que el com-portamiento masculino brota de lanaturaleza biológica de los hombresy muchachos, es decir, de eso queestá codificado en los genes; un re-sultado de la testosterona y así su-cesivamente. Es claro que lasdiferencias corporales son impor-tantes para el género, entendiendoéste como la estructura por la cual

    las relaciones y diferencias repro-ductivas se involucran en el proce-so histórico de la sociedad humana.Sin embargo, afirmar esto no  es es-tar de acuerdo con una “base bio-lógica” para la masculinidad. Lainvestigación histórica y etnográficaantes mencionada, demuestra queno hay un patrón estándar de mas-culinidad que pueda ser productode la biología. Un estudio cuida-doso de los argumentos sobre la

    testosterona muestra que las hor-monas no determinan el compor-tamiento de manera unilateral. Enrealidad, ¡no existe evidencia deque la estructura social incida enla producción de hormonas! Lamasculinidad no es una entidadbiológica que existe antes de lasociedad; las masculinidades sonlas formas como las sociedades in-terpretan y usan los cuerposmasculinos15.

    La segunda interpretación po-pular de la masculinidad, la consi-dera como la internalización de un“rol sexual masculino”; esta inter-pretación se ajusta a lo que seespera de los hombres en un con-texto cultural amplio. La teoríadel rol sexual fue el marco teóricointelectual del feminismo liberal,

    que en la década de 1970 lanzóprogramas de acción afirmativospara muchachas.

    Esta teoría le da más importan-cia a la educación que la socio-biología, pero considera a lasescuelas como conductos de las nor-mas sociales y a los niños como re-cipientes pasivos de socialización.Este enfoque proporciona un en-tendimiento reducido de los deta-lles de la vida escolar, como que lasmuchachas usen convenciones defeminidad para resistirse  al controlo que los muchachos produzcan

    masculinidades múltiples. Es evi-dente que la teoría del rol es inca-paz de comprender lo relacionadocon el poder o con la diversidad derazas y clases. Aunque el lenguajedel “rol sexual” continúa siendo la

    manera más usual de hablar de nero en las escuelas, éste es fundmentalmente inadecuado pa

    servir de m arco conceptual16

    .

    Por medio de la investigacen las escuelas se puede plantemas no demostrar, que éstas son actor importante en la formacde las masculinidades modernas.anterior se puede probar de mocontundente desde el exterior; pejemplo, por medio de estudiosmasculinidad usando historias vida, como el adelantado p

    Messner con atletas estadounideses o como mi investigación cgrupos de hombres australianosLas escuelas juegan un papel sigficativo en estas narrativas, talel caso de la elección y preparacde una carrera atlética. No se deignorar tampoco el juicio práctde padres y madres, el cual se fleja en la exigencia de “programpara muchachos”. Aunque nunvamos a tener un modo simple

    medir la influencia relativa dediferentes instituciones, pensar las escuelas como uno de los tios principales de formación masculinidad, parece ser un bufundamento.

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    Un “sitio” puede entenderse dedos formas. Primero, puede exami-narse como un agente institucional

    del proceso. Para entender esto de-bemos explorar las estructuras y lasprácticas por las que la escuela for-ma masculinidades entre sus pupi-los. Alternativamente, podemosexaminar esta institución como unescenario en el que están en juegootros agenciamientos, especialmen-te el de los mismos pupilos.

    Puesto que toda la discusión entorno al género se centra en las di-

    ferencias de género, debemos em-pezar por prestar atención a lassimilitudes  de género. Las controver-sias públicas sobre las diferencias degénero en los resultados académi-cos (¡Las muchachas les están dan-do una paliza a los muchachos!)persistentemente ignoran el gradode yuxtaposición, se enfocan endiferencias mínimas entre las me-dias y desconocen las medidas dedispersión.

    Muchas prácticas educativaseliminan las diferencias de género.Currículos comunes, horarios com-partidos y la experiencia de vivirdía a día en el mismo espacio, com-partiendo las mismas rutinas de cla-se, no son partes triviales de laexperiencia de muchachos y mu-chachas en la escuela. Los maestrosdeben ponerse a la tarea de desen-fatizar las diferencias de género, y

    centrar su atención en el creci-miento individual de los estu-diantes, tal como el Rey comentóal referirse a las escuelas británi-cas para niños, durante el apogeodel progresismo de la década de197018. Toda la historia del femi-nismo muestra que el sistema edu-cativo puede ser una fuerza paragenerar equidad al igual que iniqui-

    dad. Esta cuestión puede conducira serios problemas en la interpreta-ción de una investigación cuanti-

    tativa que busque diferenciasestadísticas entre grupos de mucha-chos y muchachas. Las escuelaspueden producir unefectode géne-ro sin producir una diferencia  degénero. Esto sucede, por ejemplo,cuando la escuela cambia las rela-

    ciones de género con el fin de pro-ducir más semejanza.

    2. Las escuelascomo agentes en laconstrucción demasculinidades

    Regímenes de génerode las escuelas

     Tal como Hansot y Tyack ar-gumentan, “pensar institucional-mente” es un paso importantehacia la comprensión del géneroen las escuelas. Aunque su inves-tigación se ocupó de la larga his-toria de la educación segregada,esta cuestión también se aplica ala escuela como totalidad. Al igual

    que las corporaciones, los sitios detrabajo y el Estado, el género estáembebido en las disposiciones

    institucionales mediante las cua-les funciona la escuela: divisionesde trabajo, patrones de autoridady cosas por el estilo. El conjuntode estas disposiciones conforma elrégimen de género de una escuela.Aunque los regímenes de génerovarían de escuela a escuela, estosdeben acomodarse a los límites es-tablecidos por la cultura más am-plia y a las restricciones del sistemaeducativo local19.

    El trabajo teórico sobre géneronos permite organizar los diferen-tes componentes del régimen degénero de una escuela. Cuatro tiposde relaciones están involucrados:

    1. Relaciones de poder . Estasincluyen supervisión y auto-ridad entre los maestros, así como patrones de domina-ción, acoso y control de re-

    cursos entre los pupilos. Laasociación de masculinidadcon autoridad y el predomi-nio de hombres en los car-gos de supervisión en lossistemas escolares, son dospatrones familiares e impor-tantes; las relaciones de po-der pueden ser igualmentevisibles entre los pupilos. Porejemplo, la etnografía quePrendergast realizó en una

    escuela secundaria de clasetrabajadora en Gran Breta-ña, evidenció que el controldel campo de juego durantelos partidos de fútbol, eracrucial en la vida de los gru-pos de pares de esta escuela,para poder mantener la he-gemonía de una masculini-dad física y agresiva20.

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    2. División de trabajo . Estarelación involucra la especia-lización del trabajo entre los

    maestros, por ejemplo, laconcentración de mujeres enla enseñanza de economíadoméstica, lenguaje y litera-tura, y la de hombres en laenseñanza de ciencias, mate-máticas y artes industriales.Esto también abarca la es-pecialización informal deltrabajo entre los pupilos, em-pezando por los salones de lasescuelas primarias, en donde

    un maestro le pide a un “mu-chacho grande y fuerte” quele ayude a mover un mueblepesado, hasta llegar al ámbi-to de la educación secunda-ria y postsecundaria, endonde la elección de las vo-cacionales está condicionadapor el género.

    3. Patrones de emoción . Loque el sociólogo Hochschild

    denominó las “reglas del sen-tir” para las ocupaciones,también puede observarse enel ámbito de la enseñanza,generalmente asociado conroles específicos en una es-cuela: el rector estricto, elmaestro de teatro y así suce-sivamente. Entre las reglasdel sentir más importantes enlas escuelas, están las relacio-nadas con la sexualidad. Las

    investigaciones tanto enGran Bretaña como en Ca-nadá, sugiere que la prohibi-ción de la homosexualidadpuede ser particularmenteimportante en las definicio-nes de masculinidad21.

    4. Simbolización . Si bien lasescuelas importan mucha de

    la simbolización de género dela cultura más amplia, tam-bién tienen sus propios siste-

    mas de símbolos: uniformesy códigos de vestido, códigosde lenguaje formal e infor-mal, etc. La generización delconocimiento, es decir, la de-finición de ciertas áreas del

    currículo como masculinas yotras como femeninas, esuna estructura simbólica es-pecialmente importante enla educación.

    Por medio de estas estructu-ras confluentes de relaciones, lasescuelas crean definiciones ins-titucionales de masculinidad; ta-les definiciones son impersonales

    y existen como hechos sociales.Los pupilos participan en estasmasculinidades con el simple he-cho de entrar a la escuela y viviren medio de sus estructuras. Sinembargo, los términos de estaparticipación son negociables –ya sea ajustándose a los patrones,rebelándose contra estos o tra-tando de modificarlos–.

    Los regímenes de género no snecesariamente coherentes en interior, e indudablemente est

    sujetos a cambios. Lo anterior evidencia claramente en el reciete informe de Draper sobre el “retablecimiento de las relaciones género siguiendo una integracescolar” en Gran Bretaña, un esdio inusual que captura las relacnes de género en medio del cambDicho estudio mostró como los ferentes grupos de pupilos y matros involucrados en la integractenían agendas e intereses conf

    tivos; algunos resultados fueron sprendentes –desde muchachos qusaban sombras de ojos hasta mchachas que subvertían su unifme de colegio–22.

    Las autobiografías de los matros, especialmente las de aqueque son feministas, contienen gran número de narrativas acede experiencias con regímenopresivos en las escuelas, así com

    de intentos –algunas veces exisos– de transformarlos23. Tanto niños como los maestros influyenel régimen de género. En las esculas primarias estadounidenses q

     Thorne estudió, los niños revisaby debatían constantemente los snificados de género; además, encampo de juego y los salones de cse, ellos imponían y también defiaban las barreras de género24.

    Prácticas masculinizantes

    No hay ningún misterio soel porqué algunas escuelas cotruyen masculinidades: fuercreadas para eso. El Dr. A rnoldfamoso rector reformador deRby , veía en las escuelas privadas siglo XIX en Gran Bretaña, umaquinaria moral para mode

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    caballeros cristianos. El fascinanteestudio histórico de Heward, titu-lado Making a Man of H im , sigue

    la pista de los efectos que tuvie-ron estas ideas algunas generacio-nes después. Usando cartas de ypara el rector del Ellesmere Co-llege, una escuela privada menor,Heward reconstruye la interac-ción entre la institución y las es-trategias de clase y género de lasfamilias de sus estudiantes. Esta es-cuela definía e imponía una mas-culinidad adecuada entre susmuchachos, por medio de conven-

    ciones rígidas y obligatorias sobrela ropa, la disciplina (los prefec-tos tenían la autoridad de golpeara los muchachos más jóvenes), la

     jerarquía y competencia académi-cas (las cuales eran enfatizadascon evaluaciones permanentes),los juegos en equipo, y la segre-gación por género entre el perso-nal. Durante el inicio de la GranDepresión, Ellesmere modificó sufórmula: realzó lo académico y lo

    vocacional y le restó importanciaal deporte25.

    Cosas como la disciplina y elcódigo del vestir, pueden ser con-sideradas como un conjunto deprácticas mascul inizantes , goberna-das por el régimen de género de laescuela. Circunstancias diferentesproducen fórmulas diferentes. Enotro de sus iluminadores estudioshistóricos, Morell hace un segui-

    miento de la producción de unamasculinidad más ruda que cere-bral, en la frontera colonial. Des-de la mitad del siglo XIX hasta1930, el personal directivo de razablanca de las escuelas de Natal,Sudáfrica, también usó el sistemade prefectura y segregación por gé-nero. No obstante, estas escuelasacentuaban la rudeza y jerarquía

    física de los muchachos, usandoprácticas masculinizantes como lainiciación, “fagging ”26 , el castigo

    físico y condiciones de vidaespartanas. Esta agenda estaba ob-viamente relacionada con el con-texto de la conquista colonial ycon el objetivo de mantener elpoder racial sobre las personas co-lonizadas27 .

    Aunque los casos anterioresson raramente la norma en la edu-cación pública contemporánea,estos vehementes regímenes de

    género reflejan el potencial de laescuela como dispositivo paraconstruir masculinidad. La co-educación ha silenciado a laagenda masculinizante, pero, ¿laha eliminado?

    En cierta forma, los escenarioscoeducativos hacen más fácil mar-car la diferencia, es decir, estable-cer oposiciones simbólicas entremuchachos y muchachas. Los uni-

    formes o las convenciones en elvestir, los baños separados, las for-mas de dirigirse a otras personas,prácticas como hacer dos filas di-ferentes para hombres y mujeres,y competencias como “muchachosdel salón” contra “muchachas delsalón”, se encargan de hacer todoel trabajo. Los textos formales pue-den reforzar la lección de la cul-tura popular, la cual define lamasculinidad desde sus diferencias

    con la feminidad. Aun a pesar deque escritores y publicadores adop-taron recientemente un lenguajeno-sexista, los patrones de géneropersisten, tal como lo demuestraun estudio realizado por Sleeter yGrant, con textos escolares usadosen las escuelas de Estados Unidoshasta el grado octavo. Las repre-sentaciones de hombres siguen

    siendo más estereotipadas que lasde mujeres28.

    Por consiguiente, las caracte-rísticas generales de los regímenesde género de las escuelas co-educativas, sustentan definicionesparticulares de masculinidad.¿Esto se convierte en una prácti-ca masculinizante eficaz? Los es-tudios sobre áreas específicas deltrabajo de las escuelas indican quesí. Un ejemplo de lo anterior esla forma como las escuelas abor-dan la sexualidad. Por lo general,

    las clases de educación sexualenseñan una interpretación hete-rosexual irreflexiva de los deseosde los estudiantes, en la que lasexualidad masculina es definidasobre la base de un futuro de ma-trimonio y paternidad; lo anteriorpuede verse en la notablementedetallada etnografía que Trudellhizo sobre la educación sexual enuna escuela secundaria estado-unidense29.

    Puesto que la educación sexuales en su mayoría ineficaz, las clasessobre este tema probablemente noserán una fuente importante de sig-nificados de género para los pupi-los. Pero, tal como lo demuestra elimportante estudio sobre sexuali-dad y masculinidad en la escuelaque Mac an Ghaill llevó a cabo enGran Bretaña, estas ideas son res-paldadas por un rango de prácticas

    mucho más amplio. Una construc-ción heterosexual de lo masculinoy lo femenino como opuestos (“elsexo opuesto”, “los opuestos deatraen”), recorre una gran parte dela cultura informal y del contenidodel currículo de la escuela. La ex-periencia homosexual es usualmen-te borrada del currículo oficial. Los

     jóvenes gay están expuestos a la

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    hostilidad de las directivas de laescuela y a la de los estudiantesheterosexuales; los maestros, por su

    parte, tienen dificultades gravespara manejar la diversidad sexual30.

    En consecuencia, las escuelascoeducativas operan tradicional-mente con una ideo-logía informal, peropoderosa, de las dife-rencias de género ypresionan a los mu-chachos para que seamolden a ella. En

    ciertas áreas del régi-men de género de laescuela, la presión seacerca a los regíme-nes vehementes delos que hablamos an-tes. Un vórtice regu-lar de formación demasculinidad se haceevidente.

    Vórtices

    de masculinidad

    Materi as para muchachos 

    El primer vórticesurge de la divisiónpor género del traba-

     jo y la simbolización.Los muchachos y lasmuchachas compar-ten gran parte del cu-

    rrículo académico.Sin embargo, en cier-tas áreas de estudio,los caminos se hacendivergentes y los mensajes de gé-nero se intensifican. El estudio deGrant y Sleeter enFive Bridges , unaescuela secundaria de los EstadosUnidos, encontró que aunque laescuela les ofrecía oficialmente una

    educación igual a los muchachos ya las muchachas, ésta permitía la se-gregación virtual en algunas mate-

    rias. Éstas eran, por lo general,materias prácticas como tallerestécnicos y desarrollo infantil. Dehecho, la escuela daba lugar a estasegregación por medio de su pro-

    pia división generizada del trabajoentre los maestros31.

    Este es un patrón bastante di-fundido. En las escuelas secundariasde Nueva Gales del Sur (Austra-

    lia), los datos consolidados de materias que los muchachos y muchachas matriculan, evidenc

    que existe un grupo reducido materias con una marcada tendecia a ser elegidas según el génedel estudiante. Los muchachos pdominan en materias como físic

    química, ingenieríatecnología industrmientras que las mchachas lo hacen economía del hogtextiles y diseño32.

    Esta segregacno es producto dazar; estas áreas del rrículo son generizaculturalmente. Pejemplo, la enseñande las artes industrles (talleres técnicoestá relacionada hisricamente con los gmios que producíartículos manufac

    rados, en los que extía una fuerte cultumasculina en el sde trabajo, del culas mujeres solían sexcluidas. El caso estudio de Mealysobre maestros nuevas artes indutriales, demuestra qlos hombres con atecedentes en es

    tipo de gremios, tnen dificultades paaceptar las nuevpolíticas de equid

    de género e inclusión33.

    Las materias académicas tabién pueden tener significados género fuertes. Desde hace ya mcho tiempo, se ha admitido que

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    ciencias físicas son definidas cultu-ralmente como masculinas y quepresentan mayor concentración de

    maestros hombres. El caso contra-rio se evidencia en el sofisticadoanálisis que Martino hizo de los sa-lones de clase de las escuelas secun-darias al Occidente de Australia, endonde la materia de inglés esfeminizada. Para un gran número demuchachos las clases de inglés sonalgo ajeno a ellos; esto se debe alénfasis de dicha materia en la ex-presión de emociones, a su aparen-te falta de relevancia para el trabajo

    de los hombres, a su falta de reglasestablecidas y respuestas precisas ya su contraste con actividades de-finidas como propiamente mascu-linas – por ejemplo, el deporte–34.

    Disciplina 

    El segundo vórtice está vincu-lado con las relaciones de poder. El

    control que los adultos ejercen enlas escuelas, está reforzado por unsistema disciplinario que a menu-

    do se convierte en un foco de for-mación de masculinidad.

    Los maestros, desde aquellosque trabajan con niños hasta losque enseñan en escuelas secunda-rias, pueden usar el género comoun medio de control. Esto se evi-dencia, por ejemplo, cuando unmaestro avergüenza a un muchachodiciéndole que “actúa como unaniña”. El castigo también es suscep-

    tible de ser generizado. Cuando elcastigo corporal era legal, los mu-chachos recibían muchos más gol-pes que las muchachas. Además, loscastigos no-violentos continúansiendo aplicados más duramente alos muchachos. Un estudio recien-te sobre suspensiones, en un áreade clase trabajadora en Sydney,encontró que el 84% de los pupilos

    suspendidos eran muchachos, quie-nes también conformaban el 87%de los que eran suspendidos con fre-

    cuencia35

    .

    En donde la hegemonía de laescuela es firme, los muchachosaprenden a ejercer por sí mismos elpoder disciplinario, como parte desu aprendizaje de la jerarquía mas-culina; ésta era la base del antiguosistema de prefectura. En donde noexiste hegemonía, los muchachospueden construir una “masculini-dad autoafirmante”, desafiando a la

    autoridad, algo muy común en lasescuelas de la clase trabajadora36.En el caso del castigo físico, el de-safío demanda valor ante el dolor,una de las pruebas más crudas demasculinidad. Aún con una disci-plina no-violenta, tal como el“cuarto de castigos” de las escuelasafroamericanas estudiadas porFerguson, el reto a la autoridad

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    puede convertirse en un foco deexcitación, etiquetamiento y forma-ción de identidades masculinas37.

    Deporte 

    El tercer vórtice combina po-der, simbolización y emoción enuna mezcla particularmente poten-te. Las escuelas están usando eldispositivo de la sociedad de con-sumo, para definir la masculinidadhegemónica38.

    La etnografía que Foley hizo enuna escuela de un pueblo al sur de

     Texas, proporciona una descrip-ción vívida del “gran ritual del fút-bol americano”. Foley muestra queno sólo el equipo de fútbol, sinotambién la población de la escue-la como un todo, usan el juegopara elogiar y reproducir los códi-gos de género dominantes. El jue-go determina de manera directaque un patrón de desempeño agre-sivo y autoritario es la forma másadmirada de masculinidad e, indi-rectamente, marginaliza a otras.

    Para las muchachas, las porristasse convierten en modelos de lo de-seable; esta calidad de personasdeseables define la jerarquía demasculinidades entre los mucha-chos, pues sólo los que se encuen-tren en las posiciones más firmes dedicha jerarquía, se atreverán a ha-cer el ridículo invitando a lasporristas a salir39.

    El único desacierto del infor-me de Foley es la sugerencia deque esta situación es particular delos Estados Unidos. El hockey enCanadá, el rugby en Sudáfrica yNueva Gales del Sur y el fútbol enGran Bretaña, son deportes decontacto altamente masculini-zados, los cuales juegan un papelsimilar en la cultura40.

    Las muchachas también parti-cipan en los deportes de la escuela,aunque no con la misma frecuen-

    cia que los muchachos. Por lo ge-neral, los deportes para muchachosque tienen niveles de exigencia al-tos, son marcadamente más impor-tantes en la vida cultural de lasescuelas. Los entrenadores de losequipos de muchachos más repre-sentativos pueden ser figurasimportantes en las escuelas secun-darias. Los maestros de educaciónfísica tienen una cultura ocupa-cional, la cual, en el informe

    autobiográfico de Skelton, se cen-tra en una masculinidad conven-cional que es “no sólo dominante,sino también neutralizada, comonatural y buena; parte de la espe-rada e incuestionable naturalezade las cosas”41.

    Selección y diferenciación

    Las prácticas masculinizantesde las materias para muchachos,

    la disciplina y el deporte, tiendena producir directamente un tipoespecífico de masculinidad; peroésta no es la única manera en quelas escuelas producen masculini-dades. Indirectamente, algunosaspectos del funcionamiento de laescuela forman masculinidades y,en lugar de producir una mascu-linidad en especial, pueden tenerel efecto de acentuar las diferen-cias entre varias de ellas. Sin

    duda, el caso más importante esla selección educativa.

    El currículo académico com-petitivo, combinado con una ad-misión homogenizadora, selectivao que se realiza por medio de unseguimiento, es un mecanismo so-cial poderoso que define a algunospupilos como exitosos y a otros

    como fracasados. Los pupilos tnen reacciones fuertes ante eproceso obligatorio de clasific

    ción y cernido, cuya dimensióngénero se ha hecho evidente (auque no siempre ha sido notaddesde los inicios de las etnografescolares.

    Los estudios sobre las escuede muchachos brindan los ejempmás claros. El famoso caso de “lads ” y los “ear’oles ” en la escubritánica de clase media que Wiestudió, muestra una diferen

    tanto en la conformidad con la ecuela, como en los estilos de maculinidad. Los “ear’oles ”, definidpor el otro grupo como afemindos, usan la escuela como puente hacia una profesión, mietras que los “lads ” se inclinan mpor el ambiente de las fábricUn patrón estructuralmente simlar, pero ubicado en un contexsocial completamente distinto,el de la hostilidad entre los deptivos “Bloods ” y los académic“Cyrils ” de la escuela australiade clase alta que Kessler y otestudiaron42.

    El patrón también pueobservarse en las escuelas coedcativas. Mac an Ghaill, por ejeplo, diferencia a los “AcademAchievers” de los “Macho Ladlos “New Enterprisers” y los “Re

    Englishmen”, como subcultumasculinas en la escuela que él tudió43. Tal como Garvey afirmla homogenización misma se covierte en una práctica masculzante; pero ésta no produce patrón único de masculinidasino masculinidades plurales, un orden de género estructuraentre muchachos44.

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    3. Los pupilos comoagentes, la escuelacomo escenariocultura de pares

    Cultura de pares

    Una de las caracte-rísticas más importan-tes de la escuela comoescenario social, es suvida informal de gruposde pares. El milieu delos pares tiene su pro-

    pio orden de género,preciso aunque no in-móvil. Cuando los jó-venes tratan de definirsus propias sexualida-des e identidades, segenera turbulencia eincertidumbre. A me-dida que la adolescen-cia se acerca, lasinteracciones entremuchachos y mucha-

    chas están expuestas aser sexualizadas pormedio del coqueteo,la insinuación y la pro-vocación. El patróndel “romance” hetero-sexual de las relacionesde género persiste des-de la secundaria hastael college , en dondepuede seguir domi-nando la vida estudian-

    til, tal como Hollandy Eisenhart lo demues-tran en su exhaustivoestudio45.

    El patrón de romance crea unadefinición general de la masculini-dad, por medio de la dicotomíamasculino – femenino, pero tam-bién permite el acceso a la jerarquía

    de masculinidades, pues el éxito he-terosexual es una fuente formida-ble de prestigio en un grupo de

    pares. El estudio de Foley en unaescuela secundaria de Texas, nosbrinda un recuento extensivo de lasfiestas y otros eventos sociales enlos que se exhiben masculinidadesy se fortalecen las jerarquías. En este

    milieu, la interacción entre géneroy etnicidad construye varias versio-nes de masculinidad: jocks 46 anglos,vatos47 mexicoestadounidenses yantiautoritarios, y la “silenciosamayoría”48.

    En la actualidad, la cultura depares está estrechamente ligada conlas comunicaciones masivas. La cul-

    tura de masa genera imágenes einterpretaciones de la masculi-nidad, las cuales desembocancaóticamente en la vida escolar, endonde los pupilos las elaboran denuevo, por medio de sus conversa-

    ciones diarias, sus ten-siones étnicas en loscampos de juego, susaventuras sexuales,etc. A lgunas de estasimágenes se basan en

    la raza, como porejemplo aquélla deuna masculinidad ne-gra, violenta e incon-trolable, propia delracismo blanco –lacual ha sido adoptadapor jóvenes negros(por ejemplo los ra-peros)– como unafuente de poder. Algu-nas de estas represen-

    taciones no se llevanbien con las agendasescolares. Otras, comoel interés por los de-portes, tienden a ar-monizar; no debemosasumir que existe unatensión constante en-tre la cultura de paresy la escuela.

    Los grupos de pares

    de muchachos adoles-centes usan constan-temente la sexualidadpara establecer jerar-

    quías: “marica”, “escoria” y así suce-sivamente. Investigaciones enescuelas secundarias de varios paíseshan encontrado que es común quelas muchachas acosan verbalmentea los muchachos. Sin embargo, a esta

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    edad el individuo está aún apren-diendo acerca del sexo. El estudio deWood sobre las conversaciones de los

    muchachos en torno al sexo, en unala de una escuela secundaria de Lon-dres, acentúa los elementos fantasía,incertidumbre y alarde. Las preten-siones de los muchachos pueden des-truirse cuando una muchacha rudao un grupo de mucha-chas los rechazan. Woodobserva los diferentesregistros de una charlaentre muchachos, porejemplo, la creciente in-

    decisión que se presen-ta cuando están en ungrupo mixto49.

    En estas observa-ciones la dimensión demasculinidad es clara.Las definiciones de gé-nero recaen sobre losgrupos de pares, no so-bre los individuos. Éstapuede ser la explica-

    ción a un fenómenoque padres, madres ymaestros observan confrecuencia: los mucha-chos que causan pro-blemas de agresión,acoso y desordencuando están en grupo,lo cual es un desempe-ño exagerado de mas-culinidad hegemónica,pueden ser colabora-

    dores y apacibles cuan-do están solos.

    Aceptar la oferta

    Como se mencionó en la parteI de este artículo, las masculinida-des y feminidades se construyen ac-tivamente, en vez de ser algo quesimplemente se recibe. La sociedad,

    la escuela y el milieu de los gruposde pares, les ofrecen a los mucha-chos un lugar en el orden de géne-

    ro; ellos determinan la forma comoaceptan este ofrecimiento.

    La masculinidad autoafirman-te es un caso apropiado para ana-lizar lo anterior. La mayoría de

    muchachos aprende a negociarcon la disciplina de la escuela, contan sólo un mínimo de fricción.Sin embargo, un cierto número deellos, en especial las redes de pa-res que hacen una gran inversiónen las ideas de rudeza y confron-

    tación, asumen el sistema discipnario como un reto.

    En mi investigación con hisrias de vida, estaba un tal JaHarley, un muchacho que hacrecido en medio de la pobreza una familia anglo en Sydney. Dde muy joven, Jack había teni

    enfrentamientos, cuales a menudo ercon maestros: “Eme la montan, yo semonto”. Eventumente, Jack asaltó a

    maestro y terminó un centro de deteción juvenil, del quegraduó en robo de csas, robo de carroprisiones para adultSu expulsión de la ecuela y su aprendizinterrumpido, no furon consecuencia un destino sufrido cpaciencia, sino de

    vigorosa respuesta  Jack a su situación5

    “Aceptar la ofta” es una clave paentender los probmas disciplinarios las escuelas y pacomprender por qlos muchachos se volucran en casos violencia y acoso s

    xual. Grupos de mchachos se mezcen estas prácticas,

    porque las hormonas inconnibles los lleven a hacerlo, sporque desean defender u obner prestigio, marcar la difereno sentir placer; cuando los muchchos no tienen otros medios paconstruir masculinidad, romper

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    reglas se convierte en algo cen-tral para alcanzar este fin.

    Sin embargo, la construcciónactiva de masculinidad no necesa-riamente conduce a conflictos conla escuela. Existen formas de mas-culinidad mucho más compatiblescon los programas educativos y lasnecesidades disciplinarias de las es-cuelas. Lo anterior es parti-cularmente cierto en el casode las masculinidades de cla-se media, organizadas alre-dedor de profesiones, las

    cuales acentúan la compe-tencia por medio de laexperiencia en vez de la con-frontación física. Es posibleque la construcción demasculinidades que enfatizanla responsabilidad y la cohe-sión de grupo, en lugar de laagresión y la individualidad,haya contribuido a que los

     jóvenes de origen étnico chi-no o japonés de desempe-

    ñaran exitosamente en elsistema educativo norteame-ricano. Para los muchachosque adoptan esta trayectoria,su paso por el sistema edu-cativo tiende a ser muchomás suave. La organizaciónactual de las escuelas hacede ellas un recurso para es-tos muchachos, quienes a suvez son elementos valiosospara sus escuelas51.

    Las respuestas activas son colec-tivas e individuales. La documen-tación de Thorne sobre el “trabajode fronteras” de género realizado enescuelas elementales, muestra unaactividad de grupo propositiva52.

     Tal es el caso de algunos mucha-chos que rechazan un aspectoesencial de la masculinidad hege-

    mónica: el deseo heterosexual. Paraaquellos jóvenes que empiezan apensar en sí mismos como gay , es

    vital encontrar una red social en laque el deseo homosexual sea algodistinto a un terrible error53.

    La producción de masculinida-des en las escuelas, está muy lejosde ser un simple aprendizaje de nor-

    mas sugeridas por la “socializacióndel rol sexual”. Éste es un procesocon múltiples caminos, modeladospor la clase social y la etnicidad,que produce resultados diversos. Elproceso involucra complejos en-cuentros de niños en crecimiento,tanto en grupos como individual-mente y una institución poderosa,pero fraccionada y cambiante. En

    algunas áreas de la vida escolar, lasprácticas masculinizantes son cons-picuas, casi que obstaculizantes,

    pero en otras son apenas visibles.Algunos efectos masculinizantesson un producto intencional de laescuela, otros son no premeditadosy otros ni siquiera son deseados –pero ocurren de todas formas–. Dosimplicaciones son bastante claras:

    es necesario un pensamien-to educativo en torno a estasituación y existen muchasposibilidades para el trabajoeducativo54.

    Conclusión

    Es claro que las escuelastienen una capacidad consi-derable para hacer y rehacerel género; pero no son la má-quina de revolución de gé-nero que las feministas,enfocadas en la tarea decambiar las actitudes y nor-

    mas, alguna vez creyeron queeran. Sin embargo, el siste-ma escolar es una instituciónde peso, un empleador muyimportante, y un medio cla-ve para transmitir la culturade generación en genera-ción. Este sistema ejerce uncontrol directo sobre sus pro-pios regímenes de género, loscuales tienen un impactoconsiderable en la experien-

    cia de los niños en crecimiento.Además, éste puede establecerestándares, plantear preguntas yproporcionar conocimiento paraotras esferas de la vida.

    La mayor parte del tiempo, es-tas capacidades impactan la cons-trucción de masculinidades deforma irreflexiva y rudimentaria.

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    Los regímenes masculinizantes delas antiguas escuelas directivas hansido reemplazados en la educación

    pública masiva por una mescolanzade prácticas que influencian la vidade los muchachos y que rara vez seenseñan en términos de género.

     Tales prácticas, como el deporteescolar, la disciplina y la divisiónde currículo, pueden tener efectosmasculinizantes fuertes,pero pueden no armonizarentre ellas o estar en conflic-to con otros propósitos de laescuela. La tendencia ocasio-

    nal en la formación de mas-culinidad de poner en peligrou obstaculizar completa-mente la función educativade la escuela, es particular-mente preocupante.

    En consecuencia, hoy endía la tarea principal es la desacar estas cuestiones a laluz, pidiéndole a los educa-dores que reflexionen acer-

    ca de lo que las escuelasestán haciendo actualmen-te. La investigación demues-tra de forma contundenteque los “muchachos” no sonun bloque homogéneo, quelas masculinidades varían ycambian, y que las institu-ciones (al igual que las enti-dades) cuentan en los temasde género. Todas las anteriores soncondiciones importantes para el tra-

    bajo educativo.

    Otra condición es la conscien-cia de la posibilidad de cambio, lacual está siendo impuesta en lasescuelas por el desarrollo del uni-verso que las rodea. El mundo an-glosajón normalmente ve en Japónel bastión del patriarcado y en al-gunas áreas (por ejemplo, la polí-

    tica y el manejo corporativo), estoes verdad. Sin embargo, una obrareciente de Ito describe los cam-

    bios en las imágenes de hombresque los medios japoneses mues-tran, el surgimiento de matri-monios más pares, la crianzacompartida de los niños, las rene-gociaciones de la sexualidad, y lascríticas explícitas (por parte de

    hombres y mujeres) de los ideales japoneses tradicionales de mascu-

    linidad55. Debido a que estos de-safíos están emergiendo en cadasitio del mundo industrializado,ningún sistema educativo contem-poráneo podrá evadir estas cues-tiones. Las escuelas contribuiránrealmente a un futuro de relacio-nes de género más justas y más ci-vilizadas, si se abordan estos temasde forma reflexiva.

    Citas

    1 Este ensayo empezó como un docume

    para la conferencia de la Asociación ciológica del Pacífico, en San Die1994. Agradezco al convocador y aconferencistas: Mike Messner, PeNardi y Barrie Thorne. Les debo mua mis compañeros de trabajo por unarie de proyectos de investigación confluyen aquí: Gary Dowsett, M

    Davis, Viv White, Ken JohnstNorm Radican, Pip Martin, SanKessler, Dean Ashenden y por mo Tim Carrigan y John Lee. documento también fue guiado las discusiones con los miembroslas Unidades de Programas parEquidad, Departamento de EducacEscolar, Nueva Gales del Sur; agdezco especialmente a Lee Bell y a VDavy. La investigación para este cumento fue apoyada por fondola Universidad de California. Mi bajo en este proyecto se ha mantdo en los tiempos difíciles graciacoraje y al apoyo de Pam BentoKylie Benton-Connell. (En su vsión extensa de este ensayo fue pucada enTeachers College Record ,98, No. 2, 1996.)

    2 Este artículo, por razones de escio, fue editado por Fernando Seno, coordinador de la línea de Cu

    ras Juveniles del Departamento devestigaciones de la Universidad Ctral de Bogotá, DIUC.

    3 Wall Street Journal , agosto 11, 19S. O’Doherty,Challenges and Oppunit ies: A Discussion Paper .Reporthe Inquir y into Boy’ s EducatSydney, New South Wales Govement Advisory Committee on Edution, Training and Tourism, 19Heinz Kindler,Maske(r )ade: Jungund männerarbeit für di e praSchwäbisch Gmünd und Tübing

    Neuling, 1993; y Nakamura, AkWatashi-no Danseigaku [My Me

    Studies], Tokio, Kindaibugei-sha, 194 Aunque en la traducción trató de ev

    se el uso de los artículos la y las, ligadlas palabras masculinidad y masculindes, algunas veces fue necesario usapor cuestiones de estilo o porque la cotrucción misma del español así lo exSin embargo, es importante aclarar dichas palabras no deben entendedesde el punto de vista totalizante los artículos les imponen, sino como cceptos móviles y en constante transmación. (N. de la T.)

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    5 Promise Keepers, fundada por Bill McCartney, un entrenador de fútbol de laUniversidad de California, es una orga-nización cristiana y conservadora que tie-

    ne como objetivo crear un movimientoexclusivamente masculino con el fin depromover su agenda social y política deultra derecha, dentro de la cual existeuna fuerte oposición al feminismo, a losderechos de los homosexuales y a mu-chos aspectos de la sociedad liberal. Paramayor información remitirse awww.promisekeepers.com (N. de la T.)

    6 Million Man March, organizada por elministro Louis Farrakhan, líder de laNation of Islam, tuvo lugar el 16 de oc-tubre de 1995, en Washington. La mar-cha se constituyó en una movilizaciónde hombres negros de varias religiones yclases sociales, que pretendía promover

    la transformación social y espiritual, así como la reconciliación entre todos loshombres negros; además, buscaba impul-sar una agenda política en pro de la causanegra. Farrakhan exhortó a los partici-pantes para que se responsabilizaran desus vidas y familias y lucharan contra lasdrogas y la violencia. Asimismo, hubopronunciamientos contra los estereoti-pos, muchas veces perpetuados por losmedios, en torno a los hombres negros,quienes son tachados de criminales ydrogadictos. Para mayor informaciónremitirse a www.usatoday.com/news/index/nman000.htm (N. de la T.)

    7 El término pop psychologists , traducidocomo “pepsicólogos”, se refiere a aque-llas personas, algunas de ellas no verda-deros psicólogos, que se dedican a difun-dir una psicología para el consumo masi-vo. Debido a que esta psicología va diri-gida a un público no especializado, susideas son simplificadas y mezclan razona-mientos de sentido común con ideas dela psicología y del desarrollo de las cien-cias. (N. de la T.)

    8 El libro de Michael Schwalbe,Unlocking the Iron Cage: The Men’ s Movement,Gender Polit ics and the American Culture ,Nueva York, Oxford University Press,1996, es un excelente informe del a me-

    nudo mistificado “men’s movement”.The Myth of M ale Power: Why M en A re the Disposable Sex , Nueva York, Simonand Shuster, 1993, de Warren Farrell, esuna conmovedora versión de la idea delos hombres como víctimas.

    9 Ejemplos de estas ideas, entre otras, pue-den encontrarse en Boys in Schools: A ddressing the Real I ssues–Behavior ,Values and Relatioships , Rollo Browne yRichard Fletcher (eds.), Sydney, Finch,1995.

    10 Wellesley College Center for Researchon Women, How Schools Shortchange Girls , Washington, D.C., A mericanAssociation of University Women

    Educational Foundation y NationalEducation Association, 1992; y “But theGirls Are Doing Brillantly!”. En: The Gen  (Newsletter of the Gender EquityNetwork, Department of EmployementEducation and Training, Australia),agosto, 1993, toda la edición.

    11 En el texto original a continuación elautor expone las principales conclusio-nes de esta nueva investigación sobremasculinidad; en ella se señala la mul-tiplicidad de las masculinidades, las re-laciones de jerarquía y hegemonía quese dan entre ellas, su carácter de cons-trucción activa, colectiva y dinámica,entre otras factores. Para ampliar esta

    revisión de los estudios de masculini-dad desde el punto de vista del autor sepueden consultar también algunos desus textos en español: “El imperialis-mo y el cuerpo de los hombres”. En:Valdés, T. y Olavarrría, J.(eds). Mas- culini dades y equidad de género en Amé- rica Latina. Santiago de Chile, Flacso,Unfpa, 1998. “La organización socialde la masculinidad”. En:Masculinidad/ es. Poder y cr isis . Ediciones de las Mu-

     jeres, No. 24, Santiago de Chile, IsisInternacional, Flacso.

    12 Harriet Bjerrum Nielsen y MonicaRudberg, Psychological Gender and 

    Modernity , Oslo, Scandinavian Univer-sity Press, 1994.13 Steve Craig (ed.), Men, Masculinity and 

    the Media , Newburry Park, California,Sage, 1992.

    14 Ellen Jordan, “Fighting Boys and Fanta-sy: The Construction of Masculinity inthe Early Years of School”, Gender and Education  7; 69-86, 1995; y Anne HaasDyson, “The Ninjas, the X-Men, andthe Ladies: Playing with Power andIdentity in an Urban Primary School”,T eachers College Record   95: 219-39,1994.

    15 Theodore D. Kemper, Social Structure 

    and Testosterone , New Brunswick, NJ,Rutgers University Press, 1990. Parahacer esta última oración más precisa,debo agregar que la “masculinidad” tam-bién puede ser una interpretación ins-crita en un cuerpo femenino, a través deuna analogía con la interpretación de loscuerpos masculinos.

    16 Sex Roles and the School , seg. ed., Lon-dres, Routledge, 1990, de Sara Dela-mont, ofrece una excelente revisión deesta literatura. Jean Anyon ofrece uninforme clásico del uso de la feminidad

    como resistencia, en “Intersections ofGender and Class: A ccommodationand Resistance in Gender and GenderDevelopment”. En: Gender, Class and

    Education , Steven Walker y Len Barton(eds.), Barcombe. Lewes, Falmer, 1983,p. 19-37. R. W. Connell, Gender andPower , Stanford, Stanford UniversityPress, 1987, brinda una crítica siste-mática a la teoría del rol sexual.

    17 Michael A. Messner,Power at Play: Sportsand the Problem of Masculinity , Boston,Beacon Press, 1992: y Connell,Mascu-linities , capítulos 4-7, p. 89-181.

    18 Roland King, A ll T hings Bright andBeauti ful? A Sociological Study of I nfants’ Classrooms , Chichester, Wiley, 1978.

    19 Elisabeth Hansot y David Tyack, “Gen-der in Public Schools: Thinking Institu-

    tionally”, Signs : 741-60, 1988. El con-cepto de “regímenes de género” es pro-puesto en Sandra y otros, “GenderRelations in Secondary Schooling”,Sociology of Education  58: 34-48, 1985.

    20 Shirley Prendergast, “Boys, Bodies andPedagogy: Constructing Emotions inSchool, documento enviado al Gender,Body and Love Seminar, Centre forWomen’s Research, Universidad de Oslo,mayo, 1996.

    21 Máirtín Mac an Ghaill, The Making ofM en: M asculini ties, Sexualit ies andSchooling , Buckingham, Open UniversityPress, 1994; y Blye Frank, “Straight/strait

     Jackets for Masculinity: Educating for“Real” Men”. En:Atlantis , No. 18, 1993,p. 47-59.

    22 Joan Draper, “We’re Back with Gobbo: The Re-establishment of Gender Rela-tions Following a School Merger”. En:Gender and Ethnicity in Schools: Ethno-graphic A ccounts , Peter Woods y MartynHammersley (eds.), Londres, Routledge/Open University, 1993, p. 49-74.

    23 R. W. Connell, Teachers’ Work , Sydney,Allen & Unwin, 1985.

    24 Thorne,Gender Play . Se sugiere compa-rar la incoherencia de la ideología de gé-nero de la escuela secundaria que Carl

    A. Grant y Christine E. Sleeter estudia-ron; para tales efectos remitirse a su libroA fter t he School Bell Rings , Filadelfia,Falmer, 1986.

    25 Christine Heward,Making a Man of H im:Parents and their Sons’ Education at anEnglish Public School 1929-50 , Londres,Routledge, 1988.

    26 Esta palabra puede entenderse como lacreación de una masculinidad subordi-nada a través de dos posibles acciones; laprimera, relacionada con el género, con-siste en feminizar despectivamente al otro

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    y se relaciona directamente con la pala-bra “marica”, una de las acepciones defag ; la segunda, más cercana a las relacio-nes de poder, está ligada a la práctica en

    algunas escuelas, especialmente de GranBretaña, que consiste en que un estu-diante debe servir a otro de grado supe-rior. (N. de la T.)

    27 Robert Morrell, “Masculinity and theWhite Boys’ Boarding Schools of Natal1880-1930”,Perspectives in Education  15:27-52, 1993/1994.

    28 C. E. Sleeter y C. A. Grant, “Race, Genderand Disability in Current Textbooks”. En:The Politics of the Textbook , M. W. Apple yL. K. Christian-Smith (eds.), Nueva York,Routledge, 1991, p. 78-110.

    29 Bonnie N. Trudell,Doing Sex Education: Gender Politics and Sociology , Nueva York,

    Routledge, 1993.30 Mac an Ghaill, Making of Men .31 Grant y Sleeter, A fter the School Bell 

    Rings .32 R. W. Connell,Boys and School: A Guide 

    to I ssues, Concepts and Facts , Sydney,Equity Programs Unit, Department of School Education, Nueva Gales del Sur,1995.

    33 Robert Mealyea, “Reproducing Vocatio-nalism in Secondary Schools: Margina-lization in Practical Workshops”. En:Education, I nequality and Social Identi ty ,L. Angas (ed.), Londres, Falmer, 1993,p. 160-95.

    34 Wayne Martino, “Masculinity andLearning: Exploring Boý s Undera-chievement and Under-Representationin Subject English”, Interpretations  27:22-57, 1994.

    35 D. White, A Summary of Suspensions in Four H igh Schools in the Hoxton Park Clus- ter , Sydney, Author, 1993.

    36 R. W. Connell, “Cool Guys, Swots andWimps: The Interplay of Masculinity andEducation”,Oxford Review of Education 15: 291-303, 1989.

    37 Ann Ferguson, Boys Wil l Be Boys: Defiant A cts and the Social Construction 

    of Black Masculini ty , borrador de una te-sis doctoral, Universidad de Californiaen Berkeley, 1994.

    38 Para una introducción a este trabajo verMessner y Sabo,Sex, Violence & Power in Sports.

    39 Douglas E. Foley, Learning Capitalist Cul ture: Deep in the H eart of T ejas ,Filadelfia, University of PennsylvaniaPress, 1990.

    40 Richard Gruneau y David Whitson,Hockey N ight in Canada: Sports, Identities and Cul tural Politics , Toronto, Gara-mond, 1993; James C. Walker,Louts and 

    Legends: Make Youth Culture in an Inner- Ci ty School , Sydney, Allen & Unwin,1988; y David Robins y Philip Cohen,Knuckle Sandwich: G rowing Up in the Working-classk , Harmondsworth, Pen-guin, 1978.

    41 En Nueva Gales del Sur, en 1993, porejemplo, los muchachos de escuela ele-mental constituían el 61% de los partici-pantes en competencias deportivas re-presentativas y las muchachas el 39%;ver Connell, Boys and Schools . A .Skelton, “On Becoming a Male PhysicalEducation T eacher: T he InformalCulture of Students and the Cons-

    truction of Hegemonic Masculinity”,Gender and Education  5: 289-303, 1993.42 Paul Willis, Learning to Labour: How 

    Working Class Kids Get Working Class Jobs , Farnbotough, Saxon House, 1997;y Kessler y otros, “Gender Relations inSecondary Schooling”.

    43 Mac an Ghaill,Making of Men .44 Terry Garvey, “Streaming as a Mascu-

    linizing Practice in the 1950s and 1960s”,documento presentado en la AnnualConference of the Australian and NewZealand History of Education Society,Perth, Australia Occidental, 1994.

    45 Dorothy C. Holland y Margaret A .

    Eisenhart, Educated in Romance: Women,A chievement, and College Cult ur e ,Chicago, University of Chicago Press,1990.

    46 Los jocks  representan una masculinidad joven, de clase media y modernizante,altamente influenciada por los medios yel deporte, especialmente los de alta exi-gencia, que se fundamenta en la cons-trucción de una corporalidad atlética,seductora y armoniosa –sin llegar a seraquélla del fisiculturista–. (N. de la T.)

    47 Los vatos son el equivalente, dentro delcontexto chicano, de los raperos, en elcontexto afroestadounidense. La mascu-

    linidad de los vatos, vitalmente ligada almundo de la calle, a lo popular, al con-flicto y al reto, realiza una resignificaciónde los referentes chicanos inscritos en elmundo de los medios y de las culturas

     juveniles urbanas. (N. de la T.)

    48 Foley, Learning Capitali st Cul ture.49 Sandra Mil ligan y Karen Thomson,

    Listening to Gir ls , Australia, Ashendenand Associates, 1992; Sue Lees, Losing Out : Sexuality and Adolescent Girls , Lon-

    dres, Hutchinson, 1986; RobertEverhart, Reading, W ri ting and Retance: A dolescence and Labor in a JuH igh School , Boston, Routledge & Ke

    Paul, 1983; y Julia Wood, “Grop Towards Sexism: Boys’ Sex Talk”. Gender and Generation , A ngela Robbie y Mica Nava (eds.), LondMcmillan, 1984, p. 54-84.

    50 Connell, Masculinit ies , cap. 4, “Live Fand Die Young”, p. 93-119.

    51 Para casos en escuelas de clase altaR.W. Connell, D. J. A shendenKessler y G. W. Dowsett, MakingDif ference: Schools, Famil ies and SoDivision , Sydney, Allen & Unwin, 19Para lo referente al éxito educativolos estudiantes “asiáticos” ver Dana

     Takagi, The Retreat from Race: As

    American A dmission and Racial PoliNew Brunswick, Rutgers UniverPress, 1992; para masculinidades “ascas” en Norteamérica ver Cliff Ch(ed.), Masculini ties in Or ganizatio

     Thousand Oaks, Calif, Sage.52 Thorne,Gender Play .53 Mac an Ghaill, Making of Men ; y

    W. Connell, M. Davis y G. W. Dow“A Bastard of a Life: Homosexual Deand Practice among Men in WorkClass Milieux”, Australian and NZealand Journal of Sociology  29: 135, 1993.

    54 A continuación Connell propone

    serie de estrategias educativas en el bajo con muchachos. Dichas estratebuscan incidir en los relacionamiende género de los jóvenes consigo mmos, con los otros hombres y conmujeres, mediante prácticas de autonocimiento, reflexión e interacción cambien los comportamientos sexistestereotípicos. Se propone ademánecesidad de partir de los intereses, periencias y opiniones de los muchacmismos como una forma de hacer rmente viables los cambios propuestanto a nivel personal como en las intuciones. Con respecto a las institunes educativas, el autor señala la c

    plejidad del tema, sobre todo cuandmiran asuntos como la violencia y el aso en las escuelas, las diferencias denero en los resultados académicos yresponsabilidades de los diferentes mibros del sistema escolar—estudianmadres y padres de familia, docencomunidades.

    55 Ito Kimio,Otokorashisa-no-yukue  [Ditions for Masculinities] Tokio, Shinsha, 1993.

  • 8/18/2019 Educando a Los Muchachos- Nuevas Investigaciones Sobre Masculinidad y Estrategias de Género Para Las

    19/20NÓMADAS172

    Francisco Mejía se inició en el taller fotográficode Oscar Duperly, hacia 1917. En 1928 abrió supropio estudio y adquirió los equipos de Benja-mín de la Calle. Al inicio de su carrera (1930-1940) hizo énfasis en la fotografía comercial,también en el retrato y los exteriores urbanos:el surgimiento de la clase obrera, al comienzocompuesta casi exclusivamente por mujeres; lasactividades artísticas (su estudio estaba en lasinmediaciones del Teatro Junín); los patrona-tos, los horfanatos y otras instituciones debeneficiencia. Estos son algunos de sus temascaracterísticos. Fue un maestro en el manejo dela iluminación. Las fotos de Fernando Mejíaaparecen en las páginas 36 a 57 y los originalesse encuentran bajo la protección de: Biblioteca Pública Piloto de Medellín - FAES (Fundación Antio- 

    queña para los Estudios Sociales) .

    D ibuj os reali zados, en el CED Oasis,el I nsti tu to Técni co Cent ral 

    Fr ancisco Joséde Cal das y en el Colegio T ri nidad del M onte, bajo la coordinación de M arcela T ri stancho 

    LAS

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  • 8/18/2019 Educando a Los Muchachos- Nuevas Investigaciones Sobre Masculinidad y Estrategias de Género Para Las

    20/20

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