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Educar para la paz es enseñar a solucionar conflictos pacíficamente par Renate Hänsel, Suiza Muchos paises del mundo son víctimas de guerras. A los aliados se los exorta a fortalecer su potencial armamentista como preparación para las guerras anunciadas. En nuestras sociedades occidentales, gente jóven realiza actos terribles de violencia, sin tener en cuenta su propia vida y la de los demás. Nuestra sociedad se está disgregando internamente; desde hace ya décadas, tiene lugar un proceso de erosión de los principios esenciales, valores, normas de conducta, que son las condiciones para una vida en común pacífica. Guiados por falsas teorías, los educadores hemos descuidado el implantar en el espíritu de nuestra juventud, las bases sobre las que se arraiga un comportamiento solidario, pacífico y social. Por lo tanto, educar para la paz es más necesario que nunca. Pero para poder llegar hasta nuestros niños y jóvenes, debemos entablar un verdadero diálogo con ellos; ganarlos para esos objetivos, transmitirles y darles un claro ejemplo de los valores que hacen posible la paz. Para ésto es necesario que nosotros mismos estemos convencidos que la paz y la no violencia son valores centrales; que nuestros niños quieren ser pacíficos, que pueden aprender a comportarse pacíficamente, y que es nuestro deber ineludible, el orientarlos activamente en este sentido. Ya es tiempo que comencemos, es decir, que continuemos con más decisión, a recuperar lo perdido y lograr un contrapeso a la creciente violencia dentro y fuera de nuestra sociedad. ¿Qué entendemos por educación para la paz? Cuando los educadores hablamos de la educación para la paz, nos referimos a nuestros esfuerzos para orientar a los niños y jóvenes que nos fueron confiados para que: sean apacibles, es decir, considerados, cooperadores y que tengan una actitud positiva con los camaradas en la clase, en la vecindad, en la familia – con los hermanos y hermanas y también con los adultos; que en caso de disputas y conflictos serios no recurran a la violencia como «solución». Educar para la paz significa para nosotros además que: sean capaces de no dejarse someter por comportamientos o intenciones violentas hacia la propia persona, provenientes de adultos o de jóvenes de la misma edad; que sean capaces también de ver la injusticia, cuando

Educar Para La Paz Es Enseñar a Solucionar Conflictos Pacíficamente

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Texto utilizado para definir lo que es la educación para la paz

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Educar para la paz es enseñar a solucionar conflictos pacíficamente

 

par Renate Hänsel, Suiza

 

Muchos paises del mundo son víctimas de guerras. A los aliados se los exorta a fortalecer su

potencial armamentista como preparación para las guerras anunciadas. En nuestras sociedades

occidentales, gente jóven realiza actos terribles de violencia, sin tener en cuenta su propia vida y la

de los demás. Nuestra sociedad se está disgregando internamente; desde hace ya décadas, tiene

lugar un proceso de erosión de los principios esenciales, valores, normas de conducta, que son las

condiciones para una vida en común pacífica.

Guiados por falsas teorías, los educadores hemos descuidado el implantar en el espíritu de nuestra

juventud, las bases sobre las que se arraiga un comportamiento solidario, pacífico y social. Por lo

tanto, educar para la paz es más necesario que nunca. Pero para poder llegar hasta nuestros niños

y jóvenes, debemos entablar un verdadero diálogo con ellos; ganarlos para esos objetivos,

transmitirles y darles un claro ejemplo de los valores que hacen posible la paz. Para ésto es

necesario que nosotros mismos estemos convencidos que la paz y la no violencia son valores

centrales; que nuestros niños quieren ser pacíficos, que pueden aprender a comportarse

pacíficamente, y que es nuestro deber ineludible, el orientarlos activamente en este sentido. Ya es

tiempo que comencemos, es decir, que continuemos con más decisión, a recuperar lo perdido y

lograr un contrapeso a la creciente violencia dentro y fuera de nuestra sociedad.

¿Qué entendemos por educación para la paz?

Cuando los educadores hablamos de la educación para la paz, nos referimos a nuestros esfuerzos

para orientar a los niños y jóvenes que nos fueron confiados para que:

–    sean apacibles, es decir, considerados, cooperadores y que tengan una actitud positiva con los

camaradas en la clase, en la vecindad, en la familia – con los hermanos y hermanas y también con

los adultos; que en caso de disputas y conflictos serios no recurran a la violencia como «solución».

 Educar para la paz significa para nosotros además que:

–    sean capaces de no dejarse someter por comportamientos o intenciones violentas hacia la

propia persona, provenientes de adultos o de jóvenes de la misma edad; que sean capaces

también de ver la injusticia, cuando son otros los que sufren la violencia; de tener consideración,

ayudar o intervenir en defensa del que está siendo víctima de violencia, en caso que ésta no pueda

defenderse. Finalmente, pensamos que la educación para la paz incluye:

–    que niños y jóvenes sean capaces de participar en actividades – en pequeña o gran escala –

orientadas al mantenimiento de la paz y a la prevención de la violencia, considerando que la paz

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debe ser cuidada a través de acciones que demuestren y fortalezcan la unidad y la confianza.

Entre las pequeñas cosas contaría: el estar atento, participar en las cuestiones de otro, brindarle

una alegría. En una dimensión mayor significaría: el comprometerse por cuestiones del bien

común, sea en la clase, en la familia, como en la comunidad y en la sociedad en general.

Todo ésto lo aprenden los niños y jóvenes a través de la orientación y el ejemplo que dan el

educador y las personas a su alrededor. 

El objetivo es, que el niño, en el curso de su aprendizaje y en su vida como adulto, llegue a iniciar y

a realizar por propia cuenta todo aquello que se refiera a la paz. Es importante remarcar ésto, ya

que existe una diferencia entre el comportamiento del niño, condicionado por la presencia del

educador, y lo que hace por motivaciones, convicciones y sentimientos propios. Ésto último es más

durable y flexible, ya que el niño actúa – con espontaneidad y por propia iniciativa – social y

pacíficamente, acorde a la situación.

¿Cuáles son las bases para el éxito de una educación para la paz?

La educación para la paz comienza con la persona del educador: en cada palabra, en cada acción,

consciente o no, se refleja la imágen del educador; en su actitud en general, en la manera de

hablar a los niños, en los puntos en que hace incapié, en lo que permite, en lo que interviene. Nos

basamos en el concepto de la psicología personal

– desde hace décadas confirmada por la investigación psicopedagógica

– y que ha dado resultados positivos en la práctica terapéutica y educacional. La psicología

personal considera al ser humano como una persona, un ente de la naturaleza que razona, que se

desarrolla individualmente en el ámbito social, y que es capaz de diferenciar entre tendencias y

valores positivos y negativos, y, por lo tanto, capaz de desarrollar valores morales y una ética.

Algunos principios importantes de la psicología personal y pedagogía, que consideramos

significativos para el éxito de una educación para la paz, los presentamos a continuación, así como

su influencia en la práctica pedagógica:

1. Todos los seres humanos son iguales – sin importar a qué raza, etnia, clase social etc.

pertenecen; por tanto, todos tienen los mismos derechos (derechos humanos) e igual dignidad.

2. El ser humano es un ente capaz de aprender; desde el comienzo aprende todo – también la

orientación de los valores – a través de las relaciones humanas y del intercambio social con las

distintas personas de referencia.

3. El ser humano no está determinado en el desarrollo de su carácter ni por su instintos (Freud), ni

por su condición social (Marx).

Principios de la educación que resultan de la igualdad de las personas

Todos los seres humanos son iguales, ninguno vale más que otro (por razones de sexo, edad,

posición social, grado de educación, nacionalidad, raza). Para el pedagogo, ésto significa en su

trabajo de educación para la paz: que no debe nunca ponerse por encima de otra persona, ni

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obligarlo a algo en contra de su voluntad o manipularlo-dando como aclaración que vale más que

él, (por lo tanto que el alumno vale menos) por su edad, experiencia, posesiones, su status, saber,

o lo que sea. Ya de por sí, de la educación para la paz resulta – como de la educación en general –

el principio de la no violencia.

–    En la práctica, ésto significa que el educador, frente al niño, nunca toma la actitud de

superioridad, de poder (y de por sí con más derechos); que no humilla, devalúa, obliga, castiga,

aisla, rompe su relación con él: todos los errores con los cuales se puede ofender a un niño, como

los enumeró sabiamente Alfred Adler en su libro «Conocimiento del ser humano».

–    El hacer de la igualdad una vivencia significa también, que el educador no hace ninguna

diferencia en el trato con los niños y sus semejantes; que no existe un rango, un presunto arriba o

abajo en su comportamiento con los demás y en su evaluación de las tareas (El maestro también

lava la vajilla, pone la mesa en la granja escolar. En presencia del director, la maestra no reprende

a los niños y se comporta de pronto de otra manera).

–    En definitiva significa que, por ejemplo, en la clase nadie puede sobreponerse sobre los demás:

ni la postura arrogante del hijo del médico frente al hijo de un campesino, o comentarios de sus

alumnos que devalúen otras personas, religiones o nacionalidades serán permitidas por el maestro.

Sin poner a nadie al descubierto, éste se hace una idea sobre los motivos del error en ese niño en

particular – muestra ese error y aclara a la clase sobre ciertos hechos, por ejemplo, encarando

como tema lo que aporta el campesinado, en ese momento, al bienestar general.

Postulados de la educación resultantes de los vínculos sociales de las personas

La relación con el maestro no significa sólo un gran impulso para el aprendizaje: esa relación de

confianza, la protección que el niño de él espera, la ventaja en conocimiento, experiencia y

orientación de los valores del adulto, son para el niño las bases ineludibles del aprendizaje. Desde

el comienzo, en la familia, el aprendizaje se realiza orientado hacia la persona cercana de

referencia, y en interacción con ella: ella es el punto de partida emocional y protección frente al

peligro; es, al mismo tiempo, modelo y ejemplo en todos los sentidos: cómo ella habla, actúa,

siente; cómo reacciona frente al niño y acoge sus expresiones vitales; cómo reacciona frente a los

demás en su medio ambiente, y cómo valora las cosas; cómo estima y encara los deberes y

problemas existenciales. 

En todos estos aspectos, para el niño en edad escolar, el maestro es también persona de

referencia, ejemplo, modelo de identificación – en lo bueno como en lo malo. De aquí resultan

consecuencias importantes para la educación para la paz:

El maestro debe responder a la necesidad de vínculo del niño con cariñosa atención, comprender y

ocuparse de lo que a éste le atañe; el niño debe sentirse seguro, protejido, estimado y

comprendido por el maestro – aún en el caso que el niño no se comporte bien – porque ésta es la

base de todo aprendizaje. Sin ese vínculo, no puede haber una identificación positiva con el

educador: Ervin Staub considera este proceso como una condición ineludible para que los niños

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puedan desarrollar comportamientos pacíficos y sociales durables, con las correspondientes

escalas de valores – no sólo por el momento, sino para su vida como adultos. Una educación

autoritaria, con duros castigos como método de formación, no hace posible esa identificación

positiva con un modelo pacífico.

El educador debe ser consciente: que él es siempre ejemplo y modelo en lo bueno y en lo malo;

tiene que saber, que cada desliz suyo en el repertorio autoritario, es detectado e interpretado por el

niño, e incluso éste puede incluirlo en su propio comportamiento; que afecta además el sentimiento

de confianza mutua. Si el educador quiere ayudar al niño a desarrollar una personalidad pacífica

capaz de contribuir a la paz, él debe ser el primero en:

– dar ejemplo de no violencia, es decir de conciliación en el trato con las otras personas, y en su

propia existencia buscar el equilibrio y la condescendencia. Una aversión, un comentario envidioso

sobre otra persona, (por ejemplo un colega) va a ser registrado por el niño, al igual que un intento

del educador, de querer lograr con impaciencia y presión resultados más rápidos en el niño; ambos

van a debilitar la disposición del niño a un comportamiento pacífico. 

– tener una posición clara y decidida frente a la violencia, no sometiéndose a ella. El niño no se

puede orientar a un modelo que se comporta pacíficamente, pero que no se opone a la violencia

cuando otro la practica, es decir que se somete a ella. Ésto cuenta no sólo por su reacción a

comportamientos violentos en la clase, sino también durante las pausas y en el camino a la

escuela; frente a la injustica y violencia contra los niños y los seres humanos en general, en la

comunidad, en el país, en el mundo.

Muchos motivos indican que cuanto más credibilidad tiene el maestro como modelo y persona de

referencia, más profundo y durable resulta el aprendizaje de un comportamiento social y apacible

en los niños.

Postulados de la educación que resultan del hecho que: tanto el comportamiento pacífico como el agresivo se aprende – por medio del ejemplo y la experiencia

El ser humano (biológicamente) no tiende instintivamente a la maldad y debe reprimirla, sino que

aprende su comportamiento y desarrolla sus sentimientos, su inteligencia, su motivación para el

bien, en la relación con las personas hacia quienes se orienta, y de las cuales depende desde el

comienzo. El ser humano (materialmente), tampoco está predestinado por su situación social. Si

siguiéramos el criterio de Marx: primero deberían cambiarse las condiciones sociales – no más

guerras, ni violencia en la sociedad, clases más pequeñas y mejor equipadas antes que pueda

cambiar algo en el comportamiento agresivo de los niños.

Los niños aprenden a lograr sus propósitos con violencia y aprenden, también, a realizarlos sin

violencia. Enseñarles ésto a los niños es nuestra obligación es. Por eso, son componentes

importantes de este proceso de aprendizaje:

Buscar soluciones sin violencia a los conflictos

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Constantemente tenemos que guiar a los niños y jóvenes a solucionar sus conflictos sin violencia.

Para ésto, tenemos que ayudarlos a que aclaren con calma sus propósitos abierta y honestamente

y también que escuchen y entiendan los propósitos del otro. La experiencia nos muestra que el

niño se da cuenta rápidamente cuando un adulto lo toma en serio, y atiende a lo que él tiene que

decir con comprensión, y sin intentar evaluarlo. Y cuando él pudo expresar lo que le preocupa,

también está más dispuesto a escuchar lo que le preocupa a su contrario; al saber que su

problema ahora está en seguridad, puede escuchar al otro con más tranquilidad. Así aprende a ver

un poco más allá de sí mismo, a desarrollar comprensión por los demás y a ponerse en el lugar del

otro (ah, eso era lo que le pasaba!). Rápidamente puede divulgarse entre los niños, que cuando

hay un conflicto, vale la pena discutirlo junto con el maestro; que de esa manera se encuentra una

buena solución y se llega a un arreglo satisfactorio para ambos.

Tomar una posición clara contra la violencia, intervenir, exigir reparaciones

En caso de que ocurra un acto de violencia, una parte esencial en el proceso de aprender a

reaccionar sin violencia, es la posición clara del educador y el proceso de reparación. Es decisiva

la posición inequívoca del educador como modelo, para dejar claro frente al responsable y también

frente a la víctima, que la violencia no lleva a ningún lado. La víctima se siente fortalecida,

protegida y es un consuelo para ella, el ver que la violencia no se tolera de ninguna manera. 

La reparación es importante en muchos sentidos: el culpable, al reflexionar cómo puede consolar a

la víctima, considera las distintas posibilidades de indemnizarla y así aprende a tomar conciencia

del daño causado. Es también decisivo que, de esa manera, él sienta las bases para poder ser

disculpado e integrado nuevamente, sin reparos, en la comunidad.

Despertar la sensibilidad y la comprensión

Nosotros, como padres y maestros, siempre tenemos que aprovechar la oportunidad de orientar a

los niños para que logren identificarse con otras personas; no sólo en los casos concretos que

discutimos conjuntamente, sino también con figuras de los cuentos que les leemos en casa o en

las clases de literatura: (¿Qué le pasará a «A» que se comporta de esa manera?¿cómo podría

haber solucionado el problema?) Sabemos por la investigación sobre motivaciones y

comportamiento social, que la compasión, la empatía, es uno de los factores más importantes para

la barrera psicológica contra un comportamiento violento.(Cuando pienso lo que le pasó a «A» en

esa situación, mejor me abstengo).

Tomar parte en actividades sociales positivas

Un aspecto importante de la educación para la paz sigue siendo el que demos a los niños la

posibilidad de participar, tal vez junto con nosotros, en actividades sociales para el bien común.

Ervin Staub llegó a la conclusión en su investigación, que sin una participación práctica en esas

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actividades – ayudar en los trabajos domésticos, a los más pequeños con los deberes, hacer una

colecta para otros, limpiar la casa de alguien que está enfermo etc., es probable que no se

interiorice una conciencia social; si bien las indicaciones de los adultos son acogidas positivamente

por los niños, éstos no experimentan los impulsos y conclusiones que sólo se dan en la práctica.

Ampliar y profundizar los conocimientos sobre el mundo

Parte de la educación para la paz es también, que les proporcionemos a los niños conocimientos

básicos para la comprensión de temas relacionados con democracia, guerra y paz. Nuestro

catálogo escolar sobre materias y saber ofrece para ésto una buena base. 

Con los niños debemos también hablar sobre el mundo, sobre los modos de vida en otros paises,

sobre los sufrimientos causados a los niños, por ejemplo en África o Chechenia, y que juntos

pensemos cómo podemos ayudar.

Aclararles sobre los «educadores secretos» y ejercer influencia para que tomen distancia

La mayoría de los programas de televisión, videos, juegos electrónicos, ofrecen a la juventud una

desorientación masiva presentándoles, en primera línea, violencia, perversión, estados de ánimo

por drogas, nihilismo. Los maestros y educadores deben influenciar para que esta «contaminación

interna» se consuma lo menos posible. Se tendría que hablar con los jóvenes sobre la influencia de

esas escenas de violencia, sobre los crecientes problemas de lenguaje en los niños pequeños que

consumen televisión, y sobre las imitaciones: Christian, de la ciudad de Passau, de 14 años de

edad, imitando a Jason de «Viernes 13», hirió peligrosamente con un hacha a su prima; el baño de

sangre en Erfurt, sucedió de manera similar a un entrenamiento para matar de un juego

electrónico. Estos hechos, hoy documentados por la investigación sobre efectos de los medios, y

presentados, por ejemplo, en la película didáctica «Salvad nuestros niños», causan impresión a los

niños y a los jóvenes – como he podido comprobarlo en mis lecciones en las clases 8 hasta la 11.

Los padres y los maestros deberían unirse para lograr una prohibición consecuente de la

producción y distribución de esos productos violentos fílmicos o electrónicos.

Educación de los adultos para la paz

La educación para la paz no acaba nunca. También los adultos debemos profundizar nuestra

sensibilidad, desarrollar más coraje y decisión, rechazar la violencia, comprometernos por la paz en

cualquier lugar donde haya injusticia, sea donde sea. Ésto supone también un trabajo de

prevención de la paz, por ejemplo, creando un nuevo movimiento pacifista en nuestros paises. Una

importante condición previa, es nuestra capacidad de ponernos en contacto con las personas al

mismo nivel, con verdadera comprensión, sin trabas ideológicas. Sobre las bases de ésto que

hemos formulado, tenemos que tomar conciencia que nuestra insuficiencia en este terreno, es

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tomada en cuenta a diario por nuestros niños y por las personas a nuestro alrededor, y que la

eficacia de nuestra educación para la paz, depende de cómo logremos entablar este diálogo.    •

Literatura:

Staub, Ervin: Positive Social Behavior and Morality – Socialization and Development, Volume ll Academic Press,

New York, San Francisco, London 1979

Adler, Alfred: Menschenkenntnis, Zürich 1947