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Eh Yupi y la fragilidad de los vínculos humanos Introducción Es fácil advertir el importante lugar que han adquirido las relaciones de pareja en nuestra sociedad: todo mundo habla de amor, de lo que se supone que es, de lo que debería ser, de cómo conseguirlo y de la maravillosa o frustrante experiencia de estar enamorado. En este texto se pretende adentrar al lector en esa extraña fragilidad de los vínculos humanos, el sentimiento de inseguridad que esa fragilidad inspira y los deseos conflictivos que ese sentimiento despierta, provocando el impulso de estrechar los lazos, pero manteniéndolos al mismo tiempo flojos para poder desatarlos. Además, con base en las teorías de Zygmunt Bauman y otros autores, analizaré cómo es que la posmodernidad, o mejor dicho, la modernidad líquida, ha contribuido en volver esta experiencia un producto del cuál es necesario deshacerse, pues gracias a que con más frecuencia nos volvemos víctimas de una cultura de consumo −en la que los productos están listos para su uso inmediato, las soluciones son rápidas y la satisfacción instantánea− se ha perdido el valor del esfuerzo prolongado, de la ‘cosecha’ de nuestro ahínco. Apartado Teórico Para empezar, el término ‘modernidad líquida’ se refiere a la pérdida de estabilidad y solidez en todos los ámbitos de la cultura. “La alegría de liberarse, de acabar con, desechar y tirar es la verdadera pasión de nuestro moderno mundo líquido” dice Bauman. Ya no puede confiarse en la experiencia del pasado para evitar el yerro supuesto en el futuro, todo debe ser inmediato, el individuo sólo quiere vivir el presente. Este presente, es el presente de lo instantáneo: vivimos en el nuevo mundo de lo instantáneo. Comida instantánea, Placer instantáneo. Sexo

Eh Yupi y La Fragilidad de Los Vínculos Humanos

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Ensayo del libro Amor Líquido

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Eh Yupi y la fragilidad de los vínculos humanos

Introducción

Es fácil advertir el importante lugar que han adquirido las relaciones de pareja en nuestra sociedad: todo mundo habla de amor, de lo que se supone que es, de lo que debería ser, de cómo conseguirlo y de la maravillosa o frustrante experiencia de estar enamorado. En este texto se pretende adentrar al lector en esa extraña fragilidad de los vínculos humanos, el sentimiento de inseguridad que esa fragilidad inspira y los deseos conflictivos que ese sentimiento despierta, provocando el impulso de estrechar los lazos, pero manteniéndolos al mismo tiempo flojos para poder desatarlos. Además, con base en las teorías de Zygmunt Bauman y otros autores, analizaré cómo es que la posmodernidad, o mejor dicho, la modernidad líquida, ha contribuido en volver esta experiencia un producto del cuál es necesario deshacerse, pues gracias a que con más frecuencia nos volvemos víctimas de una cultura de consumo −en la que los productos están listos para su uso inmediato, las soluciones son rápidas y la satisfacción instantánea− se ha perdido el valor del esfuerzo prolongado, de la ‘cosecha’ de nuestro ahínco.

Apartado Teórico

Para empezar, el término ‘modernidad líquida’ se refiere a la pérdida de estabilidad y solidez en todos los ámbitos de la cultura. “La alegría de liberarse, de acabar con, desechar y tirar es la verdadera pasión de nuestro moderno mundo líquido” dice Bauman. Ya no puede confiarse en la experiencia del pasado para evitar el yerro supuesto en el futuro, todo debe ser inmediato, el individuo sólo quiere vivir el presente. Este presente, es el presente de lo instantáneo: vivimos en el nuevo mundo de lo instantáneo. Comida instantánea, Placer instantáneo. Sexo instantáneo. “ La invención de la Polaroid arruinó el viejo proceso fotográfico, cuya tardanza lanzaba hacia el futuro nuestros registros del momento, acentuaba la sensación de retratar un pasado y reafirmaba, finalmente, nuestra sensación de vivir un presente definido. Con la Polaroid, esa frontera comenzó a diluirse”1. Era esa frontera la que provocaba el placer de la espera. Ahora incluso se ha ido mucho más lejos, pues ya no sólo está la Polaroid sino la cámara de video, los famosos Vines, un largo etcétera que demuestra la necesidad de inmediatez. Sin embargo, este corte de los lapsos de espera, genera en el sujeto una pérdida de personalidad individual, pues cada vez se preocupa más no porque lo que está viviendo sino por lo que pasará prestamente después. Así con las relaciones: la atención ha tendido a enfocarse en la satisfacción que se espera de las relaciones y no ya en la satisfacción que producen. Esto genera una enorme problemática, pues se ha intuido que el relacionarse, o mejor dicho, el enamorarse es una actividad que puede aprenderse. Se aprende a desempeñar una labor porque esta posee un conjunto de reglas invariables que se

1 Bares, M.. (2007). Posthumano. México: Almadía.

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corresponden con un entorno estable, monótonamente repetitivo que favorece el aprendizaje, la memorización y, ulteriormente, el paso a la práctica. Ivan Klima dice:

Casi nada se parece tanto a la muerte como el amor realizado. Cada aparición de los dos es única, definitiva, irrepetible, inapelable e impostergable. Cada aparición debe sostenerse “por sí sola” y lo hace. Toda vez que aparecen nacen por primera vez, o renacen, saliendo de la nada, de la oscuridad del no-ser, sin pasado ni futuro. Cada una, cada vez, empieza desde el principio, dejando al desnudo lo superfluo de las tramas del pasado y la vanidad de cualquier trama del porvenir.

Por eso es imposible aprender a amar, tal como no se puede aprender a morir. Esto genera que se llegue a creer que la capacidad amorosa crezca con la experiencia acumulada. Sin embargo, la clase de conocimiento que aumenta a medida que la cadena de episodios alarga es la de terminar rápidamente y volver a empezar desde el principio. Amar es desear, concebir y procrear, y por eso el amante busca y se esfuerza por encontrar la cosa bella en la cual pueda concebir. No obstante, en el Simposio de Platón, Diótima de Mantinea le señaló a Sócrates que “el amor no se dirige a lo bello sino a concebir y nacer en lo bello”. En otras palabras, el amor no encuentra su sentido en el ansia de cosas ya hechas, completas y terminadas, sino en el impulso a participar en la construcción de estas cosas. Por eso en toda relación amorosa es indispensable que existan por lo menos dos partícipes, ya que como dice Erich Fromm “En el amor individual no se encuentra satisfacción […] sin verdadera humildad, coraje, fe y disciplina”; y luego agrega inmediatamente con tristeza, que en “una cultura en la que esas cualidades son raras, la conquista de la capacidad de amar será necesariamente un raro logro”2. Por ello en una cultura de consumo como la uestra, la promesa de aprender el arte de amar es la promesa (falsa, engañosa, pero inspiradora del profundo deseo de que resulte verdadera) de lograr “experiencia en el amor como si se tratara de cualquier otra mercancía. Seduce y atrae con su ostentación de esas características porque supone deseo sin espera, esfuerzo sin sudor y resultados sin esfuerzo.Lo que se puede consumir, atrae. Lo que atrae es un deseo. Si el deseo ansía consumir, el amor ansía poseer. Por otra parte el amor es el anhelo de querer y preservar el objeto querido. Sin embargo, como el deseo, el amor es una amenaza contra su objeto. El deseo destruye su objeto. Destruyéndose a sí mismo en el proceso; la misma red protectora que el amor urde amorosamente alrededor de su objeto lo esclaviza. El amor hace prisionero y pone en custodia al cautivo: arresta para proteger al propio prisionero.En el caso del deseo, este nos conduce a veces, de manera incómoda, hacia el compromiso amoroso. Cuando una relación está inspirada por las ganas, sigue la pauta del consumo y sólo requiere la destreza de un consumidor promedio: la relación es para consumo inmediato. Sin embargo, en el caso de que un producto llegue a satisfacernos, tendemos a recurrir a él con frecuencia, es entonces cuando adquirimos preferencia por tal o cual marcar específica, pero, ningún producto es de uso extendido, nos cansa en exceso. Es por eso que una promesa de compromiso a largo plazo, no significa nada. Es entonces cuando estar en una relación significa un montón de dolores de cabeza a causa de la incertidumbre. Uno busca una relación con la esperanza de mitigar la inseguridad que causa la soledad, pero la empresa sólo ha servido para

2 Fromm, E.. (1999). El arte de amar. Buenos Aires: Paidós.

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agudizar los síntomas, pues la nueva posibilidad de “perder” la relación causa conflictos más graves que no tener nada. Aquí entra una cuestión ¿Por qué entonces todo amor lucha por sepultar las fuentes de su precariedad e incertidumbre pero al conseguirlo, pronto empieza a marchitarse y desaparecer? Para contestar esto, en mi grupo de salón de clases, realicé una serie de entrevistas para que, además de responder esta cuestión, determinara si en realidad la hipótesis de que el amor se ha vuelto un objeto desechable es cierta.Para ello cité a las parejas que se encuentran en el salón para realizar las siguientes preguntas:

¿Para qué sirve el noviazgo?

¿Qué tiempo serías capaz de pretender a la persona que te gusta?

Una chica le prohíbe a su novio que fume, tome y que se junte con malas influencias. ¿lo está protegiendo o lo está haciendo prisionero de ella?

Un chico le prohíbe a su novia que se junte con los tipos que la pretenden, que diga malas palabras en público y que salga sola a la calle. ¿La está protegiendo o la está haciendo prisionera de él?

¿En qué posición sientes que estás: amado o amante?

A pesar de que las respuestas fueron variadas, en el caso de los hombres, respondieron que el noviazgo sirve para tener alguien a quién acudir en los momentos difíciles, en quién confiar, casi de quién “depender” mientras que las mujeres abogaron por la posición de que buscan proteger a su pareja, compartir el tiempo sólo con ellos y tener un espíritu profundo de entrega. En todos los casos a la segunda pregunta respondieron que serían capaces de pretender a alguien por más de medio o año, incluso más tiempo. Y en ningún caso respondieron que son los amados, en cambio dijeron que son ellos (todos) los que siempre están entregándolo todo y muy pocas veces remitieron a dar cuenta de lo que ellos reciben de su pareja. Para el otro par de preguntas algunos respondieron que son prisioneros mientras que otros que de verdad se estaba protegiendo al chico o chica ficticia. Aunque la entrevista fue muy limitada y no abarca un amplio campo para hacer conclusiones generales, pude observar que realmente es imposible escapar de lo que la posmodernidad ha implantado en nosotros. También pude, quizá de manera errónea, darme cuenta que sí, las parejas aunque buscan la seguridad, siempre mantienen una precaución bastante fuerte respecto al posible terminación, a la finalidad.

Puedo concluir entonces que, aunque no se consideran a sí mismos como una relación “objeto-desecho” sí hay ciertas características que exponen una existencia de relación comercial, pues, repito, en ningún caso los partícipes se consideraron como el ente amado. Esto habla de una problemática gigante, pues, aunque es contradictorio, no se nos ha inculcado lo que realmente debe de ser una relación, qué pasos debe seguir y cuál es su finalidad, y es contradictorio porque, como dice Bauman, es imposible aprender a amar.

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Bibliografía

Bauman Z.. (2015). Amor Líquido. México: Fondo de cultura económica.

Bares, M.. (2007). Posthumano. México: Almadía.

Fromm, E.. (1999). El arte de amar. Buenos Aires: Paidós.

Hernández Reyes, T. (2008). Amor Eterno. Conozca Más, 31, 110.

Bataille, G. (2013). El erotismo. México: TusQuets.