18
El viejo templo y el nuevo dios hemos aproximado a la ciudad griega desde el exterior; pues fue en fueras de la ciudad donde las nuevas instituciones, partiendo de antiguos, encontraron un hogar. Pero en el centro de la ciudad a, cuando ésta finalmente tomó su forma en el siglo v, se hallaban instituciones características de la antigua ciudadela, casi intactas. estaba el templo que mantenía vivo el antiguo cuito, con sus resi-tas próximas para los sacerdotes y las sacerdotisas. También allí a el antiguo palacio, que fue convertido en ayuntamiento cuando envidió el poder real entre los magistrados electivos, con un señor de ierra, un señor de la ley y un señor del altar; si bien, como nos lo recuerda Robert J. Bonner, el jefe religioso del Estado era conocido aún la designación de archon basileus, es decir, rey principal. Por lo hace al lugar de reunión de la aldea, ya fuera agora o mercado, a ido estaba situado en la base de la ciudadela; pero el desarrollo de fundación mercantil llevaría con frecuencia, cuando una ciudad se día o reconstruía después de la destrucción en tiempo de guerra. traslado al borde del agua, por conveniencia para el trasbordo, el cambio y el almacenaje. Las actividades diarias de una ciudad griega se cumplían al aire libre, a menudo bajo un sol radiante, a veces en el frío del lluvioso otoño o el nevado invierno. Este hábito de la vida al aire libre compensaba, en parte, las estrecheces del ambiente doméstico, en especial para los miembros masculinos de la comunidad. El cercamiento parcial apareció como uno de los lujos nuevos del período helenístico: cuando los ciudadanos perdieron su libertad, se consolaron con comodidades físicas, como nuevamente lo hace hoy la gente en la sociedad casi totalitaria en que vivimos. Pero la Acrópolis siguió siendo el centro espiritual de la polis; y, después del siglo VII, su estructura culminante ya no era el castillo sino el templo. Como casa del dios de la ciudad, el templo adoptó la forma de la tradicional mansión palaciega, un gran salón con vestíbulos y un pórtico frontal; una estructura como la de los graneros, con un techo de gablete cuyos montantes de madera se trasformarían, con el correr del tiempo, en ¡as robustas columnas de mármol de los órdenes dórico o jónico. Este edificio albergaba, por lo común, la imagen esculpida del dios o de la diosa, cubierta de oro. tal ves con una cabeza de marfil y ojos de pedrería, como en la célebre imagen de Atenea hecha por Fidias; en tanto que, en el exterior, las esculturas y las decoraciones geométricas estarían pintadas, con fuertes tonos brillantes, todo lo cual llevaría una pesada sobrecarga de significado simbólico. El gran templo sólo sería uno entre muchos templos y santuarios más pequeños distribuidos por la ciudad, en solares que no se escogían tanto por su importancia estética como por las asociaciones o los acontecimientos sagrados que otorgaban a esos puntos una especial santidad. Tanto el desarrollo lógico como el orden estético ocupaban puestos secundarios en relación con los sentimientos arraigados por el tiempo. En las ciudades más grandes, y a diferencia de lo que ocurría en las de la Edad Media del cristianismo, el templo no tenía nunca un tamaño suficiente para albergar a un mismo tiempo una parte considerable de la comunidad: esto distaba mucho de sus propósitos. Pues los principales ritos y ceremonias se celebraban fuera de este edificio, si bien dentro del recinto sagrado. Por la época en que se construyeron los grandes templos, en los siglos v y IV antes de Jesucristo, los dioses mismos habían experimentado una trasformación: ya no serían la imagen sobrehumana de los señores y señoras de la ciudadela, contemplados desde lejos; más bien se habían convertido en encarnaciones de específicas cualidades o virtudes humanas, encarnaciones de la justicia, la sabiduría o la pasión sexual. Esto formaba parte de esa emancipación de los "estúpidos contrasentidos" que Heródoto consideraba, junto con la inteligencia griega, el rasgo que distinguía a los helenos de los bárbaros.

Eje Temático I-3-MUNFORD_El Viejo Templo y El Nuevo Dios

  • Upload
    nskla

  • View
    16

  • Download
    0

Embed Size (px)

DESCRIPTION

jhuh

Citation preview

  • El viejo templo y el nuevo dios

    hemos aproximado a la ciudad griega desde el exterior; pues fue en fueras de

    la ciudad donde las nuevas instituciones, partiendo de antiguos, encontraron un hogar. Pero en el centro de la ciudad a, cuando sta

    finalmente tom su forma en el siglo v, se hallaban instituciones caractersticas

    de la antigua ciudadela, casi intactas. estaba el templo que mantena vivo el

    antiguo cuito, con sus resi-tas prximas para los sacerdotes y las sacerdotisas.

    Tambin all a el antiguo palacio, que fue convertido en ayuntamiento cuando

    envidi el poder real entre los magistrados electivos, con un seor de ierra, un

    seor de la ley y un seor del altar; si bien, como nos lo recuerda Robert J.

    Bonner, el jefe religioso del Estado era conocido an la designacin de archon

    basileus, es decir, rey principal. Por lo hace al lugar de reunin de la aldea, ya

    fuera agora o mercado, a ido estaba situado en la base de la ciudadela; pero el

    desarrollo de fundacin mercantil llevara con frecuencia, cuando una ciudad se

    da o reconstrua despus de la destruccin en tiempo de guerra. traslado al borde del agua, por conveniencia para el trasbordo, el cambio y el

    almacenaje.

    Las actividades diarias de una ciudad griega se cumplan al aire libre, a menudo

    bajo un sol radiante, a veces en el fro del lluvioso otoo o el nevado invierno. Este

    hbito de la vida al aire libre compensaba, en parte, las estrecheces del ambiente

    domstico, en especial para los miembros masculinos de la comunidad. El

    cercamiento parcial apareci como uno de los lujos nuevos del perodo helenstico:

    cuando los ciudadanos perdieron su libertad, se consolaron con comodidades

    fsicas, como nuevamente lo hace hoy la gente en la sociedad casi totalitaria en que

    vivimos. Pero la Acrpolis sigui siendo el centro espiritual de la polis; y, despus

    del siglo VII, su estructura culminante ya no era el castillo sino el templo.

    Como casa del dios de la ciudad, el templo adopt la forma de la tradicional

    mansin palaciega, un gran saln con vestbulos y un prtico frontal; una estructura

    como la de los graneros, con un techo de gablete cuyos montantes de madera se

    trasformaran, con el correr del tiempo, en as robustas columnas de mrmol de los

    rdenes drico o jnico. Este edificio albergaba, por lo comn, la imagen esculpida

    del dios o de la diosa, cubierta de oro. tal ves con una cabeza de marfil y ojos de

    pedrera, como en la clebre imagen de Atenea hecha por Fidias; en tanto que, en el

    exterior, las esculturas y las decoraciones geomtricas estaran pintadas, con fuertes

    tonos brillantes, todo lo cual llevara una pesada sobrecarga de significado

    simblico. El gran templo slo sera uno entre muchos templos y santuarios ms

    pequeos distribuidos por la ciudad, en solares que no se escogan tanto por su

    importancia esttica como por las asociaciones o los acontecimientos sagrados que

    otorgaban a esos puntos una especial santidad. Tanto el desarrollo lgico como el

    orden esttico ocupaban puestos secundarios en relacin con los sentimientos

    arraigados por el tiempo.

    En las ciudades ms grandes, y a diferencia de lo que ocurra en las de la Edad

    Media del cristianismo, el templo no tena nunca un tamao suficiente para albergar

    a un mismo tiempo una parte considerable de la comunidad: esto distaba mucho de

    sus propsitos. Pues los principales ritos y ceremonias se celebraban fuera de este

    edificio, si bien dentro del recinto sagrado. Por la poca en que se construyeron los

    grandes templos, en los siglos v y IV antes de Jesucristo, los dioses mismos haban

    experimentado una trasformacin: ya no seran la imagen sobrehumana de los

    seores y seoras de la ciudadela, contemplados desde lejos; ms bien se haban

    convertido en encarnaciones de especficas cualidades o virtudes humanas,

    encarnaciones de la justicia, la sabidura o la pasin sexual. Esto formaba parte de

    esa emancipacin de los "estpidos contrasentidos" que Herdoto consideraba,

    junto con la inteligencia griega, el rasgo que distingua a los helenos de los

    brbaros.

  • Ya en el sido v antes de Jesucristo haba un elemento consciente de ilusionismo en la religin griega. En el curso de toda la oracin de Pe-ricles para conmemorar a los atenienses muertos no se hace ni una sola referencia a los dioses. Se hubiera atrevido Aristfanes, ese acrrimo conservador, a describir, aunque lo hiciera en son de broma, el bloqueo del Cielo por las aves si las creencias tradicionales en las divinidades olmpicas no hubieran estado ya gastadas? Cierto es que Scrates, en fecha posterior, fue condenado a muerte por suponerse que alejaba de Jos antiguos dioses a los jvenes de Atenas. Pero esto ocurri en un estallido de sospechas y resentimientos democrticos, en el fragor de una guerra que se estaba perdiendo, ms o menos con el mismo espritu con que una comisin investigadora del senado de los Estados Unidos hubiera podido condenar a Charles Beard por minar la fe popular en los padres de la Constitucin, o a John Dewey por modificar la enseanza rutinaria de las primeras letras.

    El hecho es que. para el siglo VI, un nuevo dios haba tomado posesin de la Acrpolis y, por un trnsito imperceptible, se haba fundido con la divinidad

    original. Este nuevo dios era la polis misma: pues las gentes que edificaron estos

    grandes templos estaban posedas por el xtasis de un culto colectivo de s

    mismos. Acaso nunca se dieron cuenta - de que era su propia imagen del orden, la

    belleza y la sabidura lo que haban puesto en lo alto de una colina y que para

    conseguir los medios de crear esas estructuras mostraban a menudo un orgullo

    exorbitante y una desagradable dureza moral. Si la ciudad iba a ser salvada, haca

    falta un examen de conciencia humilde y lcido. Uno de los ms majestuosos

    entre estos edificios, el Partenn. fue una de las obras pblicas proyectadas por el

    propio Pricles: y lo hicieron posible actos cada vez ms evidentes de flagrante

    injusticia y deliberado terrorismo, perpetrados por Atenas sobre sus vecinas y

    aliadas ms dbiles. Esto culmin en el exterminio al por mayor de los individuos

    de sexo masculino de Melos. incluso despus de la rendicin de sus habitantes.

    Acaso estas complicadas obras pblicas proporcionaron trabajo al excedente de

    poblacin de Atenas; pero el dinero que las hizo posibles estaba ensangrentado,

    un dinero que degradaba a quien lo tomaba.

    La oracin fnebre de Pericles cuenta una historia diferente de la que los helenistas han extrado de ella, una vez liberados de la hipnosis ejercida por la

    retrica de Tucdides. Cubierta por una afable mscara de modestia y

    moderacin, esa oracin es, en realidad, un himno de complaciente culto de s

    mismo: en ella se tratan ideales an slo en parte realizados como si fueran

    slidos hechos y apenas hay atisbos, sin nada de arrepentimiento, de injusticias

    demasiado palpables.

    Si hicieran falta ms prueba; de esta insidiosa hinchazn del yo colectivo. el propio Partenn la presentara: la debilidad moral no es menos vi-

    sible porque se haya materializado en una impecable imagen es Porque, qu es el friso panateneico sino una representacin ideal de la procesin real que recorra las angostas calle? de la ciudad ; paba hacia el tmenos de Atenea, contemplndose los miembros en figuras esculpidas que aparecan ante sus ojos, al mismo tiempo saliendo a la ladera abierta debajo de los peldaos, hacan rever a su guardiana de la sabidura, con su ave totmica comn, el fc As, el yo contemplaba con admiracin el yo que contemplaba es decir, un estado de exttico narcisismo. Este enamoramiento de la pia imagen se ahond entre los atenienses, sin duda, en razn triunfo final sobre los persas, que determin la restauracin del que stos haban destruido en el ao 480 antes de Jesucristo. Inclu el ao 336 antes de Jesucristo, vale decir, dos aos antes de la fa derrota de Queronea, los ciudadanos de Atenas inscribieron en ur . tela el texto de una ley contra la tirana... y el relieve que la acon representa a la democracia coronando al Demos de Atenas!

    Durante un tiempo, el orgullo de los griegos por su humanidad sin duras tuvo, posiblemente, un efecto humanizador sobre la religin termin, como

    ha sealado Gilbert Murray. una moralizacin del 01: en un esfuerzo por

    poner los dioses al menos a un nivel humar conducta, y por tapar, como

    indignos de la divinidad, los amoro escandalosos y las tretas canallescas que

    los miembros del panten haban heredado de los delincuentes csmicos de

    tiempos anteriores propio Olimpo deba ser convertido en una polis de

    ciudadanos tables. As, el menos divino de los dioses, el herrero Efestos, se

    ene con un templo edificado para l. a fin de celebrar sus slidas vir

    artesanales. en tanto que Prometeo, aquel a quien Hesodo haba carac

    terizado con el adjetivo de "taimado", se converta, en la tragedia Esquilo, en

    un ser moralmente superior a Zeus. Si bien Atenas c la mayora de los ms

    fciles ejemplos de deificacin de la polis, mismo espritu dominaba en todas

    partes. El dios, la ciudad y los ciudadanos se convirtieron en una compacta

    manifestacin del yo.

    Este culto de la polis, entronizado en el mito y la leyenda, labraron costosas

    obras arquitectnicas, alimentado por una sucesin de ritos encantadores,

    tuvo un efecto pernicioso sobre la ciudad. Lo que iniciara como colectivo

    respeto por s mismos, como confianza en poderes puestos a prueba bajo la

    presin externa, se trasform en culto de una imagen congelada del yo

    comunal. Al final, la polis c minada y enfrent la destruccin por su excesiva

    entrega a las ar los rituales que la haban fortificado en la hora de su derrota y

    haban celebrado sus xitos. Bien haca Platn al observar en las que la

    mayor plaga de la ciudad no era "la faccin, sino ms bi distraccin".

  • Ya en el siglo V antes de Jesucristo haba un elemento consciente de ilusionismo en la religin griega. En el curso de toda la oracin de Pe-ricles para conmemorar a los atenienses muertos no se hace ni una sola referencia a los dioses. Se hubiera atrevido Aristfanes, ese acrrimo consenador, a describir,.aunque lo hiciera en son de broma, el bloqueo del Cielo por las aves si las creencias tradicionales en las divinidades olmpicas no hubieran estado ya gastadas? Cierto es que Scrates, en fecha posterior, fue condenado a muerte por suponerse que alejaba de los antiguos dioses a los jvenes de Atenas. Pero esto ocurri en un estallido de sospechas y resentimientos democrticos, en el fragor de una guerra que se estaba perdiendo, ms o menos con el mismo espritu con que una comisin investigadora del senado de los Estados Unidos hubiera podido condenar a Charles Beard por minar la fe popular en los padres de la Constitucin, o a John Dewey por modificar la enseanza rutinaria de las primeras letras.

    El hecho es que, para el siglo VI, un nuevo dios haba tomado posesin de la Acrpolis y, por un trnsito imperceptible, se haba fundido con la divinidad

    original. Este nuevo dios era la polis misma; pues las gentes que edificaron estos

    grandes templos estaban posedas por el xtasis de un culto colectivo de s

    mismos. Acaso nunca se dieron cuenta de que era su propia imagen del orden, la

    belleza y la sabidura lo que haban puesto en lo alto de una colina y que para

    conseguir los medios de crear esas estructuras mostraban a menudo un orgullo

    exorbitante y una desagradable dureza moral. Si la ciudad iba a ser salvada, haca

    falta un examen de conciencia humilde y lcido. Uno de los ms majestuosos

    entre estos edificios, el Partenn. fue una de las obra; pblicas proyectadas por el

    propio Pericles: y lo hicieron posible actos cada vez ms evidentes de flagrante

    injusticia y deliberado terrorismo, perpetrados por Atenas sobre sus vecinas y

    aliadas ms dbiles. Esto culmin en el exterminio al por mayor de lo; individuos

    de sexo masculino de Melos, incluso despus de la rendicin de su; habitantes.

    Acaso estas complicadas obras pblicas proporcionaron trabajo al excedente de

    poblacin de Atenas; pero el dinero que las hizo posibles estaba ensangrentado,

    un dinero que degradaba a quien lo tomaba.

    La oracin fnebre de Pericles cuenta una historia diferente de la que los

    helenistas han extrado de ella, una vez liberados de la hipnosis ejercida por la

    retrica de Tucdides. Cubierta por una afable mscara de modestia y

    moderacin, esa oracin es, en realidad, un himno de complaciente culto de s

    mismo: en ella se tratan ideales an slo en parte realizados como si fueran

    slidos hechos y apenas hay atisbos, sin nada de arrepentimiento, de injusticias

    demasiado palpables.

    Si hicieran falta ms prueba; de esta insidiosa hinchazn del yo colectivo, el propio Partenn la presentara: la debilidad moral no es menos vi-

    sible porque se haya materializado en una impecable imagen. Porque, qu es el friso panateneico sino una representacin ideal de la procesin real que recorra las angostas calle; de la ciudad ; paba hacia el tmenos de Atenea, contemplndose los miembros e figuras esculpidas que aparecan ante su; ojos, al mismo tiempo saliendo a la ladera abierta debajo de los peldaos, hacan rever a su guardiana de la sabidura, con su ave totmica comn, el fc As, el yo contemplaba con admiracin el yo que contemplaba es decir, un estado de exttico narcisismo. Este enamoramiento de 1a propia imagen se ahond entre los atenienses, sin duda, en razn < triunfo final sobre los persas, que determin la restauracin del que stos haban destruido en el ao 4-80 antes de Jesucristo. Incluso el ao 336 antes de Jesucristo, vale decir, dos aos antes de la famosa derrota de Queronea, los ciudadanos de Atenas inscribieron en una tela el texto de una ley contra la tirana... y el relieve que la aconpaa representa a la democracia coronando al Demos de Atenas!

    Durante un tiempo, el orgullo de los griegos por su humanidad sin duras

    tuvo, posiblemente, un efecto humanizador sobre la religin termin, como

    ha sealado Gilbert Murray. una moralizacin del 01: en un esfuerzo por

    poner los dioses al menos a un nivel humar conducta, y por tapar, como

    indignos de la divinidad, los amoro candalosos y las tretas canallescas que

    los miembros del panten g haban heredado de los delincuente; csmicos de

    tiempos anteriores propio Olimpo deba ser convertido en una polis de

    ciudadanos tables. As, el menos divino de los dioses, el herrero Efestos, se

    ene con un templo edificado para l. a fin de celebrar sus slidas virtudes

    artesanales. en tanto que Prometeo, aquel a quien Hesodo haba c terizado

    con el adjetivo de "taimado", se converta, en la tragedia Esquilo, en un ser

    moralmente superior a Zeus. Si bien Atenas c la mayora de los ms fciles

    ejemplos de deificacin de la polis. mismo espritu dominaba en todas

    partes. El dios, la ciudad y los ciudadanos se convirtieron en una compacta

    manifestacin del yo.

    Este culto de la polis, entronizado en el mito y la leyenda, labrac costosa;

    obras arquitectnicas, alimentado por una sucesin de ril encantadores, tuvo

    un efecto pernicioso sobre la ciudad. Lo que iniciara como colectivo respeto

    por s mismos, como confianza en poderes puestos a prueba bajo la presin

    externa, se trasform culto de una imagen congelada del yo comunal. Al

    final, la polis c minada y enfrent la destruccin por su excesiva entrega a las

    ar los rituales que la haban fortificado en la hora de su derrota y haban

    celebrado sus xitos. Bien haca Platn al observar en las que la mayor plaga

    de la ciudad no era "la faccin, sino ms bi distraccin".

  • pasado, un papel casi tan importante como el intercambio de mercancas.

    A decir verdad, las funciones del mercado como centro de transacciones personajes y de

    entretenimiento social slo se perdieron del todo cuando e introdujeron en los Estados

    Unidos, a mediados del siglo XX, el automatismo y el carcter impersonal de los

    "supermercados". Inclusive en este caso, la prdida social ha sido slo en parte

    compensada por el des-arrollo del centro de compras ms grande donde, con el estilo

    caracterismo de nuestra poca supermecanizada, diversos medios de comunicacin para

    las masas sirven, por lo menos, como sustituto bajo el taimado control de los

    guardianes del mercado, los avisadores de las comu-nicaciones directas y cara a cara

    (en dos direcciones) entre comprador vendedor., entre vecinos y colegas comerciales.

    1 agora primitiva tena una forma amorfa e irregular. Si era a veces na plaza abierta, en

    una poblacin como Thera podra ser poco ms que el ensanche de la calle principal,

    una calle ancha, exactamente como era, para elegir solo uno entre un centenar de

    ejemplos, en la po-blacin inglesa de High Wycombe. Primordialmente, el agora es un

    espacio abierto; de propiedad pblica y que puede ocuparse con fines publicos pero que

    no es necesariamente encerrado. A menudo los ed-ficios contiguos estn dispuestos en

    un orden irregular, aqu un templo, un monumento a un hroe o bien una fuente: o, tal

    vez, en una !era, un grupo de tiendas de artesanos, abiertas al transente; en tanto e, en

    el medio, los puestos provisionales podran indicar el da de mercado cuando el

    campesino llevaba su ajo, sus verduras o aceitunas al pueblo y se marchaba con un

    cacharro o se hacia arreglar el calzado con remendn,

    sin embargo, a partir del siglo VII, con la introduccin de las monedas acuadas de

    oro y plata como nuevo medio de intercambio el comercio convirti en un elemento

    ms importante en la vida de la ciudad y funciones econmicas del agora siguieron

    extendindose. Ahora, un grupo creciente de personas, dedicadas en gran parte a la

    exportacin y las transacciones mayoristas, empez a trabajar, no slo para vivir or

    sino en pos de riquezas abstractas; eran personas que aspiraban hacerse tan ricas

    como el famoso Creso, el rey de Lidia, sin que la dencia les intimidara por el hecho de

    que ste tuvo un mal fin. En idad, estas nuevas funciones econmicas presionaban

    tanto sobre las ones polticas y jurdicas del agora que, a fines del siglo VI, por lo os

    en Atenas, la asamblea popular, necesitando espacio, abandon agora y se refugi en

    el Pnyx.

    todo, an en la poca de Soln, el Agora de Cermica estaba trabajada deliberadamente

    de modo tal que sirviera igualmente como mercado,

    como lugar de asamblea y de. festivales; y si bien una parte del agora estaba reservada

    a menudo para las amas de casa, era, por sobre todo, un recinto para hombres. A decir

    verdad, el agora serva como una especie de "club" extraoficial, donde, si uno se

    quedaba dando vueltas el tiempo suficiente, se encontrara con los amigos y los

    compaeros de diversiones. Pero, incluso en el siglo v, como seal Aristfanes en

    Las Nubes, los terratenientes preferan holgazanear en el gimnasio, donde slo se

    encontraran con gente de su misma clase.

    Esta funcin social del lugar abierto ha persistido en los pases latinos y, as, la plaza,

    el campo, la piazza y la grand' place descienden en lnea recta del agora; pues es en el

    lugar abierto, con sus cafs y restaurantes circundantes, donde se producen encuentros

    espontneos y cara a cara, conversaciones y flirteos que no son oficiales, aunque sean

    habituales. Incluso la funcin deportiva y la dramtica del agora original no desa-

    parecieron nunca del todo: a fines de la Edad Media, en el norte de Europa, todava

    tenan lugar torneos caballerescos en las plazas de los mercados y stos fueron

    seguidos en el siglo xvii por exhibiciones militares. En ellas, el agora, dicho sea a

    propsito, reciba el nombre de Hipdromo; y carreras de caballos, semejantes a las

    que en otros tiempos se llevaban a cabo all, se siguen corriendo todos los aos en el

    clebre Palio de Siena; carreras que culminan en la plaza frente al Ayuntamiento.

    Como en el agora se reunan tantas funciones urbanas importantes la ley, el

    gobierno, el comercio, la industria, la religin, la sociabilidad nada tiene de extrao,

    como observa Wycherley, que siguiera ganando terreno a expensas de la acrpolis,

    hasta que al final pas a ser el elemento ms vital y distintivo de la ciudad. A decir

    verdad, en la ciudad helenstica lleg a apoderarse, con el nuevo templo o el teatro

    vecino, de algunos de los antiguos ocupantes de la acrpolis.

    Con el tiempo, el agora se convirti en un recipiente indiferenciado, no muy diferente del

    posterior foro romano. Eubolo, poeta griego del siglo rv, observara que "en Atenas todo se

    encuentra en venta en e1 mismo lugar: higos, testigos de citas judiciales, racimos de uvas,

    nabos, peras, manzanas, informantes, rosas, nsperos, potaje, panales, garbanzos.. .

    mecanismos de clasificacin, flores de lis, lmparas, relojes de agua, leyes, denuncias". All,

    un templo o un santuario estara instalado entre un amontonamiento de tiendas, y el

    campesino con su burro poda empujar a un filsofo detenido, como Platn debi detenerse

    a menudo para observar un alfarero o un carpintero entregado a su trabajo ante su taller

    abierto, exactamente como todava hoy se puede ver a los arte- sanos atenienses.

    Pero si bien la continua expansin del agora indica el cambio producido en la economa

    griega, el paso del comercio rural entre vecinos al trfico

  • pasado, un papel casi tan importante como el intercambio de mercancas.

    A decir verdad, las funciones del mercado como centro de transacciones personales y de

    entretenimiento social slo se perdieron del todo cuando e introdujeron en los Estados

    Unidos, a mediados del siglo xx, el automatismo y el carcter impersonal de los

    "supermercados". Inclusive en este caso, la prdida social ha sido slo en parte

    compensada por el des-arrollo del centro de compras ms grande donde: con el estilo

    caracters-tico de nuestra poca supermecanizada, diversos medios de comunicacin

    para las masas sirven, por lo menos, como sustituto bajo el taimado control de los

    guardianes del mercado, los avisadores de las comulaciones directas y cara a cara (en

    dos direcciones) entre comprador vendedor, entre vecinos y colegas comerciales.

    e1 agora primitiva tena una forma amorfa e irregular. Si era a veces la plaza abierta, en

    una poblacin como Thera podra ser poco ms je el ensanche de la calle principal, una

    calle ancha, exactamente como era, para elegir solo uno entre un centenar de ejemplos,

    en la po-blacin inglesa de High Wycombe. Primordialmente. el agora es un espacio

    abierto; de propiedad pblica y que puede ocuparse con fines publicos. pero que no es

    necesariamente encerrado. A menudo los edi-ficios contiguos estn dispuestos en un

    orden irregular, aqu un templo, un monumento a un hroe o bien una fuente: o, tal

    vez, en una lera, un grupo de tiendas de artesanos, abiertas al transente: en tanto e5 en

    el medio, los puestos provisionales podran indicar el da de mercado cuando el

    campesino llevaba su ajo. sus verduras o aceitunas al pueblo y se marchaba con un

    cacharro o se baca arreglar el calzado con remendn.

    Sin embargo, a partir del siglo VII, con la introduccin de las monedas acuadas de

    oro y plata como nuevo medio de intercambio, el comercio convirti en un elemento

    ms importante en la vida de la ciudad y funciones econmicas del agora siguieron

    extendindose. Ahora, un tiempo creciente de personas, dedicadas en gran parte a la

    exportacin y las transacciones mayoristas, empez a trabajar, no slo para vivir por

    sino en pos de riquezas abstractas; eran personas que aspiraban hacerse tan ricas

    como el famoso Creso, el rey de Lidia, sin que la dencia les intimidara por el hecho

    de que ste tuvo un mal fin. En idad, estas nuevas funciones econmicas presionaban

    tanto sobre las ones polticas y jurdicas del agora que, a fines del siglo VI, por lo os

    en Atenas, la asamblea popular, necesitando espacio, abandon agora y se refugi en

    el Pnyx.

    todo, an en la poca de Soln, el Agora de Cermica estaba tra-. deliberadamente

    de modo tal que sirviera igualmente como mercado,

    como lugar de asamblea y de. festivales; y si bien una parte del agora estaba reservada

    a menudo para la amas de casa, era, por sobre todo, un recinto para hombres. A decir

    verdad, el agora serva como una especie de "club" extraoficial, donde, si uno se

    quedaba dando vueltas el tiempo suficiente, se encontrara con los amigos y los

    compaeros de diversiones. Pero, incluso en el siglo V, como seal Aristfanes en

    Las Nubes, los terratenientes preferan holgazanear en el gimnasio, donde slo se

    encontraran con gente de su misma clase.

    Esta funcin social del lugar abierto ha persistido en los pases latinos y, as, la plaza, el

    campo, la piazza y la grand'place descienden en lnea recta del agora; pues es en el

    lugar abierto, con sus cafs y restaurantes circundantes, donde se producen encuentros

    espontneos y cara a cara, conversaciones y flirteos que no son oficiales, aunque sean

    habituales. Incluso la funcin deportiva y la dramtica del agora original no desa-

    parecieron nunca del todo: a fines de la Edad Media, en el norte de Europa, todava

    tenan lugar torneos caballerescos en las plazas de los mercados y stos fueron seguidos

    en el siglo XVII por exhibiciones militares. En ellas, el agora, dicho sea a propsito,

    reciba e! nombre de Hipdromo; y carreras de caballos, semejantes a las que en otros

    tiempos se llevaban a cabo all, se siguen corriendo todos los aos en el clebre Palio de

    Siena; carreras que culminan en la plaza frente al Ayuntamiento. Como en el agora se

    reunan tantas funciones urbanas importantes la ley, el gobierno, el comercio, la

    industria, la religin, la sociabilidad nada tiene de extrao, como observa

    Wycherley, que siguiera ganando terreno a expensas de la acrpolis, hasta que al final

    pas a ser el elemento ms vital y distintivo de la ciudad. A decir verdad, en la ciudad

    helenstica lleg a apoderarse, con el nuevo templo o el teatro vecino, de algunos de los

    antiguos ocupantes de la acrpolis.

    Con el tiempo, el agora se convirti en un recipiente indiferenciado, no muy diferente

    del posterior foro romano. Eubolo, poeta griego del siglo IV, observara que "en Atenas

    todo se encuentra en venta en el mismo lugar: higos, testigos de citas judiciales,

    racimos de uvas, nabos, peras, manzanas, informantes, rosas, nsperos, potaje, panales,

    garbanzos... mecanismos de clasificacin, flores de lis, lmparas, relojes de agua,

    leyes, denuncias". All, un templo o un santuario estara instalado entre un

    amontonamiento de tiendas, y el campesino con su burro poda empujar a un filsofo

    detenido, como Platn debi detenerse a menudo para observar un alfarero o un

    carpintero entregado a su trabajo ante su taller abierto, exactamente como todava hoy

    se puede ver a los artesanos atenienses.

    Pero si bien la continua expansin del agora indica el cambio producido en la

    economa griega, el paso del comercio rural entre vecinos al trfico

  • de ultramar, corresponde indicar un hecho singular respecto de este crecimiento, pues el mismo revela una falla decisiva en la constitucin de la polis. Esa falla contribuy casi tanto como sus actividades blicas a minar toda esta civilizacin urbana. Aparte di los artesanos, quienes podan ser ciudadanos de poca monta, forasteros libres o esclavos, los medios mercantiles en expansin del agora estaban en manos de extranjeros, de "metecos", segn se Jes llamaba. A esta gente se le negaba, excepto en circunstancias excepcionales, el privilegio de la ciudadana; no poda contribuir a hacer las leyes, trasmitir decisiones legales, poseer tierras o incluso, cuando no eran griegos, casarse con personas nativas de la ciudad. En sntesis, se trataba de una minora que estaba excluida polticamente y cuya nica ocupacin consista en hacer dinero. Eran personas que. por necesidad, invertan todas sus energas en ganar dinero y adquirir las cosas que podan comprarse con l.

    Desgraciadamente, el comercio y la industria estiban fuera de la esfera de la

    educacin griega o paideia; a decir verdad, segn observara He-rdoto. los

    griegos "honraban menos que a sus otros ciudadanos a los que aprendan algn

    arte... pero estimaban que eran nobles los que se abstenan del ejercicio de las

    artesanas". Esto se opona al espritu de la poca de Soln, cuando, segn

    Plutarco, "trabajar no avergonzaba a nadie', ni se haca distincin respecto del

    comercio sino que se consideraba que el de comerciante era un noble oficio.

    Excepto en las ciudades comerciales de Jonia, que haban abandonado las

    costumbres aristocrticas de la Grecia homrica y que ya no equiparaban los

    mayores bienes de la vida con los que procedan de la caza y de la guerra, los

    ciudadanos griegos rechazaban el comercio orno modo posible del bien vivir.

    Robar y engaar, si podemos juzgar a travs de Homero, no eran incompatibles

    con las virtudes aristocrticas: pero la simple transaccin comercial, basada en

    el valor dado y recibido, era tratada como algo ms innoble que la expropiacin

    unilateral a la fuerza. Slo los corintios tendran suficiente orgullo de su xito

    como mercaderes para quedar exceptuados de este prejuicio. Este

    desmoralizado "hacer dinero" abri el camino para otras formas de

    desmoralizacin.

    El desdn griego por el mercado fue una actitud suicida: la buena fe y la

    reciprocidad necesarias en todas las formas de comercio a larga distancia,

    dependientes del crdito, nunca pasaron de los negocios a la poltica; a decir

    verdad, lo que ocurri fue exactamente lo contrario, pues Atenas se convirti en

    una explotadora implacable de los desvalidos y en la enemiga sistemtica de sus

    rivales econmicos, en un momento en que su propio aumento de poblacin

    reclamaba el ensanche de todo el campo del esfuerzo conjunto por el bien

    cole:tivo. Al edificar su imperio, Atenas recurri a los mtodos violentos de la

    nobleza, con una

    vuelta ms de brutalidad civilizada, a fin de reclamar como cosa exclusivamente

    suya el excedente que habra enriquecido a toda la Hlade.

    En su bosquejo biogrfico de Pericles, Plutarco trat de defender la poltica de

    obras pblicas seguida por ese estadista, en trminos muy semejantes a los que mucho despus usaran otros para defender la poltica de Napolen III y Haussmann, en el mismo aspecto. Como la ciudad contaba con "todas las cosas necesarias para la guerra, poda dedicar el excedente de sus riquezas a las empresas que, ulteriormente, una vez llevadas a feliz trmino, le daran honor eterno y que. de" momento, mientras se desarrollaban, hacan vivir en la abundancia a todos los habitantes". Plutarco se detiene a mencionar los diversos materiales que se utilizaban en el templo la piedra, el bronce, el marfil, el oro. el bano, la madera de ciprs, los diversos oficios que los trabajaban. las actividades de los mercaderes y marinos, que trasladaban los productos. para no hablar de los "fabricantes de carros, ganaderos, carreteros, fabricantes de cuerdas, trabajadores del lino, zapateros, curtidores, trabajadores camineros y mineros". As, concluye Plutarco, "la ocasin y los servicios de las obras pblicas distribuyeron mucho, a travs de todas las edades y condiciones".

    Por supuesto todo esto era edificacin de pirmides, tanto en el sentido egipcio como en el reciente sentido keynesiano de la expresin: en caso de que, en realidad, uno y otro sentido no fueran intercambiables desde un comienzo. Y dice algo respecto del decoro moral de un gran conjunto de ciudadanos atenienses que, pese a la magnitud del soborno empleo constante! economa en expansin! nunca estuvimos mejor!. ninguna parte de su politica fue criticada ms agriamente que sta en las asambleas populares. Los enemigos de Pericles sealaban - que Atenas haba ensuciado su reputacin al financiar este enorme programa con el tesoro comn de los griegos guardado en la isla de Dlos, al sa-carlo de ella y utilizarlo en beneficio exclusivo de los atenienses.. En comparacin con este tipo de expropiacin unilateral, basta el modo ms inescrupuloso de comerciar presentaba ventajas morales. No siendo partidaria de la federacin o del gobierno representativo, no siendo experta como Mileto y Rodas en materia de colonizacin. Atenas procuro monopolizar tanto las ventajas econmicas como las culturales, en vez de aplicar sus grandes talentos a hacerlas etreas y distribuirlas profusamente. No nos debe asombrar, pues, que la ruda Esparta tuviera de su lado a Delfos.

    A medida que el nmero de mercaderes extranjeros creca en proporcin a la prosperidad financiera de la polis, el nmero de habitantes que no tenan intereses directos en su vida aumentaba correlativamente. Se trataba de aquellas gentes que, si buscaban educacin, la podan obtener

  • rpidamente, medante retribucin, de esos estudiosos ambulantes, los sofista,

    maestros cuyo pecado principal consista en que afirmaban estar en condiciones

    de ensear, en unas cuantas lecciones breves, a cambio de una paga, lo que a la

    ciudad Helnica, con la colaboracin de todas sus instituciones, le llevaba en

    realidad toda una vida impartir a sus ciudadanos.

    Por consiguiente, incluso cuando la ciudad griega se convirti en una "democracia", sus ciudadanos constituan una clase aparte, una "minora dominante. Cuanto ms vastas se hacan las actividades econmicas de la metropoli en expansin del siglo v, ms se extenda indudable-mente el abismo entre los ciudadanos y los que no lo eran. No menos que los mercaderes, los artesanos artesanos importados podran venir de tierras no habituada al gobierno autnomo e incapaces de apreciar la libertad y la autonoma de la polis. Recordemos que Aristfanes menciona, incluso albailes egipcios. Estos hombres podan ser "libres'', pero no podan asumir una ciudadana activa.

    Muchos de los ciudadanos de Atenas carecan de los medios para vivir la descanzada vida aristocrtica que su constitucin presupona. A fin de disponer de1 tiempo libre requerido para el desempeo de sus funciones como legislador o como jurado, el ciudadano ateniense se vea obligado a solicitar del tesoro el apoyo pblico durante su perodo de mandato. Cuando Pericles introdujo la remuneracin de dichos servicios, 'las antiguas familias de: terratenientes, que vivan de rentas y de productos de sus campos, consideraron que esta paga era poco ms que una limosna o un soborno. Pero lo que realmente era escandaloso es que hiciera depender la libertad de la ciudadana de la esclavizacin de co-munidades ms dbiles.

    El comercio sigui siendo para el ciudadano griego un intruso indeseable en la polis ideal, opuesto tanto al modo de vida aristocrtico como al agrcola. Esta prevencin fue trasmitida a romanos como Cicern, quien, en De Civitate. escaneci a aquellos que se alejaban de sus hogares tentados por "esperanzas y sueos elevados" de lucro comercial; a decir verdad, Cicern atribuira la cada de Corinto y de Cartago a su "avidez, por mercar" y a la dispersin de sus ciudadanos. En el nterin, los hombres de negocios se volvan cada vez ms indiferentes en cuanto a la forma de gobierno, siempre que el gobierno les permitiera proseguir con sus empresas y sacar ganancias. Esta indiferencia debe haber ejercido una perniciosa influencia sobre quienes todava trataban de practicar el gobierno democrtico. El poder econmico, por ms que est oculto, no puede ser desconocido. A fines del siglo IV, el centro econmico de gravedad se haba trasladado decididamente de la tierra al comercio; de la antigua oligarqua frugal y que se abasteca a s misma

    haba pasado a mercaderes astutos, ostentosos de sus ganancias, con quienes un gobernante absoluto podra hacer negocios.

    En la economa griega del siglo v el mercader extranjero desempe un papel similar al que desempeara el judo en la economa cristiana de la ciudad medieval: haca falta, pero no se lo quera. El mejor clculo sobre la poblacin de la ciudad griega que pueden hacer hoy los estudiosos revela la debilidad de esta forma contrada de participacin ciudadana. En su momento culminante, Atenas tena, segn Wycherley, 40.000 ciudadanos cabales (de sexo masculino), posiblemente unas 150.000 personas libres (metecos, mujeres y nios) y tal Vez 100.000 esclavos. Las proporciones son correctas, probablemente, si bien es casi seguro que las cifras son demasiado elevadas. En otras palabras, menos de uno entre siete de sus habitantes eran ciudadanos con todos los privilegios de la ciudadana: e incluso entre estos ciudadanos, una proporcin creciente estaba representada por artesanos y comerciantes que ca-recan del sentido de obligacin pblica que las familias de terratenientes, comparables en esto con la aristocracia rural inglesa, fomentaban entre sus miembros. Los dirigentes polticos que siguieron a Fereles fueron, sucesivamente, un traficante en camo, uno en ovejas, uno en cuero y uno en salchichas, es decir, hombres que, por una parte, carecan del orgullo de la vieja aristocracia, y que. por la otra, carecan de la competencia educada de la nueva clase comercial martima.

    La incapacidad para moralizar el comercio y para incluir sus bienes, con restricciones adecuadas, en la esfera de la buena vida, fue, tal vez, una causa tan importante de la desintegracin helnica como la difusin de la esclavitud o la incapacidad para hacer frente a los sucesivos ataques de imperios inflados. Casi desde el momento mismo en que se cre la polis, el griego no fue nunca capaz de rectificar su imagen segn la cual una vida noble y descansada era, esencialmente, la vivida por la aristocracia homrica. Esta imagen exclua al comerciante, al banquero, al trabajador manual, al tendero, a decir verdad a todos los que eran necesarios para producir el excedente econmico por otros medios que no fueran la explotacin y el latrocinio sin tapujos. Ahora bien, sin este excedente no podan florecer ni la vida descansada ni la democracia.

    Incapaces de convertir al hombre de negocios en ciudadano, los griegos, con el correr del tiempo, convirtieron al ciudadano en algo peor que un hombre de negocios. Primeramente, en el conquistador y explotador insolente; luego, en el sujeto subordinado, en el pedagogo rastrero, el haragn y el aduln, el parsito refinado, cuyo nombre se convirti en sinnimo de cosa despreciable entre los romanos, por mucho que admiraban y copiaban a los clsicos griegos.

  • Pero si las funciones comerciales del agora se multiplicaron a partir del siglo VII. esto no significa necesariamente que las actividades polticas de la ciudad dejaran de tener lugar all. El rasgo primero de democratizacin. en ciudades cuyos descendientes reclamaron una distribucin ms amplia del poder poltico, fue la desaparicin del palacio original, como el que el rey Erecteo haba hecho construir en Atenas sobre la Acrpolis.

    Esta separacin del poder poltico y el poder religioso constituy un vuelco decisivo en la historia de la ciudad helnica. Y es significativo que el ayuntamiento, trmino con el que se puede traducir el vocablo griego prytanewn, mantuviera en la modesta escala de las posteriores ciudades griegas algunas de las caractersticas originales tanto del palacio como del templo: se lo sigui considerando el hogar del rey y all se mantena encendido el fuego sagrado, dedicado a Hestia. Tambin era ese lugar donde se recibira a los emisarios extranjeros o donde tendra lugar un banquete oficial. Naturalmente, los documentos ms antiguos sobre asuntos polticos y civiles eran guardados en el prytaneion.

    A menudo, la Casa del Consejo (bouleuterion), local bastante grande donde trabajaba un conjunto importante de ciudadanos, permaneca en el agora o estaba prxima a ella.

    Esta mezcla de funciones, pese a que era caracterstica de la ciudad helnica, perturbaba el pulcro espritu clasificador de Aristteles, quien preconiz la construccin de un agora poltica separada, bien aislada por medio de la comercial, no slo con el objeto de segregar formalmente las funciones polticas, sino tambin para mantener alejados, incluso como espectadores casuales, a los no ciudadanos.

    Diversas ciudades griegas hicieron esfuerzos a fin de aplicar la democracia al gobierno en gran escala; y sus esfuerzos deberan ser tan instructivos para nuestra poca como lo fueron para los autores de los Federalist Papers *. Pues los griegos intentaron devolver a la compleja organizacin de la ciudad el sentido de responsabilidad y participacin directas del ciudadano que haba existido en el gobierno de la aldea. En Atenas, el Juramento de los Efebos expres, con no poca belleza, ese esfuerzo peridico de dedicacin cvica. Basndose en la teora segn la cual todos los ciudadanos son iguales, distribuan los cargos menores por sorteo y los rotaban anualmente, o en periodos ms breves, para que prestaran servicios en el ayuntamiento o cumplieran las obligaciones de jurados. Como las principales consultas y decisiones eran hechas por personas que se dirigan unas a otras directamente, cara a cara, la elo-

    El derecho de gobernar, "Agora", Buenos Aires, 1957. (A', del E.)

    192

    cuencia se torn un instrumento capital de la poltica, y la capacidad para convencer a un auditorio se hizo ms importante para la conduccin poltica que la capacidad para desempear las tareas. A menudo se haran sospechosos los que desempeaban sus tareas demasiado bien, como Temistocles o Arstides.

    Nada parecido a una administracin pblica eficiente o a un poder judicial independiente poda surgir en semejantes condiciones. El Consejo de la Ciudad, como seal W. "Warde Fowler. era tan slo un gran comit de todo el pueblo, que se renovaba por eleccin todos los aos; y el cual, a su vez. preparaba todos los asuntos para la an ms extensa Ecclesia o asamblea en masa. Las funciones que requeran conocimientos prcticos o profesionales, como ser el control del ejrcito, la administracin de las finanzas, la construccin y el mantenimiento de muelles, eran confiadas a juntas, ms o menos del mismo modo que el Senado de los Estados Unidos confa estas funciones a comisiones permanentes.

    Este sistema min eficazmente la influencia de las familias de terratenientes, con su desgraciado hbito de utilizar el poder pblico para promover a la familia. Pero era igualmente una conspiracin contra la aristocracia de la inteligencia; pues slo por accidente aquellos con dotes especiales eran puestos en cargos en que se las utilizara; e incluso en el caso de que demostraran su mrito, tenan pocas posibilidades de permanecer en sus funciones. Como consecuencia de esto, la remocin o el exilio de sus jefes ms capaces constituy una de las debilidades crnicas de la poltica ateniense. Hasta el propio Pericles no se vio a cubierto de la tendencia popular a ofrecer el jefe como chivo expiatorio cuando las cosas salan mal. El proceso de Scrates revela la misma prevencin contra aquellos cuyas capacidades despertaban la oposicin de la mediocridad envidiosa o despechada.

    A medida que la poblacin de la ciudad aumentaba, y con ella las complejidades de la vida econmica y poltica, se revelaban igualmente las limitaciones de la democracia como sistema exclusivo de gobierno.. La democracia pura exige la intimidad del encuentro cara a cara, que slo es posible cuando el nmero de habitantes es pequeo; adems, supone las restricciones tradicionales y los procedimientos ordenados. El mismo Platn tuvo que reconocer las ventajas de esta proximidad, pues en las Leyes observ que "no hay mayor bien en un Estado que el de que los ciudadanos se conozcan entre s". Con un gran nmero de habitantes la democracia es, evidentemente, ineficaz, excepto en el sentido reducido del referndum popular. Ahora bien, a medida que la poblacin de la ciudad helnica creca, no slo haba una proporcin creciente de no votantes en relacin con los votantes, sino que tambin el pequeo conjunto de ciudadanos privilegiados se tornaba demasiado grande y sus

  • integrantes perdan el contacto directo entre s. Como consecuencia, se

    desarrollaron los comits, los partidos y las facciones, todos los cuales fueron elementos que limitaron la influencia directa de una mente sobre la otra.

    Probablemente el mayor fracaso poltico de las ciudades griegas fue su incapacidad para pasar de la democracia directa al gobierno representativo: esto las dej ante la mezquina opcin entre las oligarquas irresponsables o tiranas y las democracias relativamente responsables pero incompetentes y sobrecargadas. Incluso en la confederacin beocia el Consejo Federal inclua 660 miembros. No slo haba en esto un titubeo, aparentemente, ante la posibilidad de delegar la autoridad, sino que los griegos. en todas sus grandes asambleas populares, parecan tratar de recobrar, por lo menos, la apariencia de una reunin de aldea en la que todos tomaban parte.

    Pese a todas sus dotes para la abstraccin lgica, los griegos no confiaban de buena gana el poder a nadie que estuviera fuera del alcance de su vista. Tal vez esto es otro signo de su amor por lo concretamente perceptible y definible, sobre el que Spengler llam la atencin. Pero en su base tambin estaba, posiblemente, el sentido de que los atributos esenciales del hombre no pueden ser delegados y de que todas las funciones importantes deben ser desempeadas en persona, as como los propios reyes hacan el camino a Delfos para enterarse de la voluntad del dios. Impidi esta limitacin que las ciudades griegas mantuvieran relaciones polticas activas hasta con sus propias colonias?

    El problema del gran nmero de habitantes acos a les grandes tericos de la poltica, a Platn y Aristteles; resulta significativo que Aristteles, quien sabiamente crea en un sistema mixto de gobierno, tratara empero de solucionar este problema limitando el tamao de la ciudad. Su razonamiento era excelente; pero no era aplicable a ciudades como Atenas y Corinto, las cuales, en su crecimiento, haban superado de lejos el nmero que el filsofo consideraba favorable, a menos que se llevaran a cabo radicales cambios constitucionales y estructurales. En esto Aristteles. revel que tena tan poco sentido de la sabiduria poltica representada por el plan de dispersin urbana de Delfos como la que tena de las innovaciones de la confederacin beocia. El primer enfoque vlido de este problema se propuso slo cuando Ebenezer Howard lo consider, a fines del siglo XLX, en el libro que llevara el ttulo Garden Cities of Tomorrow.

    Cualquier respuesta ms o menos adecuada no reclama tan slo la limitacin; tambin

    impone la necesidad de un nuevo mtodo de reorganizacin y redistribucin de la

    poblacin cuando sta sobrepasa la

    norma deseada, o sea, la descentralizacin y la federacin regional. Ahora bien, a veces los

    griegos liquidaban pequeas unidades para formar una polis ms grande, como se supone

    que hizo Teseo en el caso de las aldeas y villas esparcidas de tica para crear la gran

    Atenas; y como hicieron los focios al fundar Megalpolis en el siglo IV. Pero stos no

    fueron ms all. Y as, cuando la democracia se debilit, acosada por las facciones y los

    incompetentes, no atinaron a otra cura ms que a aferrarse a la congestin y reclamar los

    servicios de un tirano o emperador, quien actuara en persona representando al embrollado

    conjunto e impondra una unidad exterior.

    Sin lugar a dudas, el fracaso de la democracia griega cal ms hondo que su fracaso en la

    tarea de solucionar el problema del gran nmero de habitantes. Pero la historia de las

    comunidades posteriores demuestra hasta qu punto es difcil conseguir que sus jefes

    acepten una pesada responsabilidad sin que, por su parte, reclamen al mismo tiempo la

    ampliacin de su autoridad y el aumento de recompensas tangibles; menos an atendern

    los funcionarios las abrumadoras minucias del gobierno, da tras da, si carecen de la

    jerarqua profesional de funcionarios rentados. Fue una gloria de Atenas y acaso el

    secreto de sus dos siglos de actividad intensa que tratara de mantener un gran conjunto de

    ciudadanos que no acarreaban distincin cvica por su posicin familiar, sus riquezas o sus

    papeles profesionales. A fin de desempear sus mltiples papeles como ciudadano

    servicio militar, deliberacin poltica, funcin de jurado, ceremonias pblicas, actuacin

    como cantor o como actor, el ateniense eluda, al mismo tiempo, las penas y las

    perfecciones de la especializacin profesional.

    El sistema griego posea, por lo tanto, sus propias virtudes especficas. El mismo desagrado

    ante la inteligencia y la competencia especializada, que tanto desdn inspirara a Scrates,

    corresponde a cierta flexibilidad y aptitud para hacer frente al momento; otras cualidades

    que vinculan al caballero-ciudadano de Grecia con sus admirantes equivalentes, en una

    Inglaterra ms reciente. Pero las actividades a largo plazo exigan una atribucin de

    poderes a largo plazo tamhin, con una duracin que permitiera llevar a su trmino un

    programa entero. As, fue sobre todo durante el gobierno de los tiranos cuando se adelant,

    en el siglo VI, el capital econmico necesario para la plantacin de olivares, inversin esta

    que no produce utilidades ni siquiera parciales hasta los veinte aos y que slo ofrece una

    compensacin total a los cuarenta aos. Y a medida que la ciudad creca, se haca necesario

    para mantenerla en orden una mayor cantidad de esfuerzo reiterado y sistemtico, con

    informes y cuentas exactas. Estas funciones eran, en gran parte, dejadas a cargo de los

    esclavos. Si las ciudades de Grecia hubieran sido en realidad democracias, en el sentido de

    incluir a todos sus habitantes

  • adultos, la organizacin entera se hubiera hundido en el fango tanto ms rpido, por pura influencia del peso de los habitantes,

    Las posibilidades y dificultades de la democracia urbana, bajo la presin de la expansin de la poblacin, fueron indagadas en la Atenas del siglo v. Pero las contradicciones entre la profesin poltica, la poltica militar y la necesidad econmica eran demasiado grandes para que fuera posible superarlas. En el mismo acto de buscar una fuente segura de abastecimiento de grano para sus muchas bocas, Atenas se convirti en una explotadora imperialista. Estos aspectos de la vida se cerraron en un nudo gordiano; y la espada que finalmente lo cort deshizo la comunidad entera.

    Captulo VI

    Ciudadano Versus Ciudad Ideal

    1. Ciudad y ciudadano

    A fines del siglo VI la ciudad helnica haba comenzado a adquirir forma ; pero

    la forma alcanzada an era rstica, a menudo tosca, y la vida que contena era

    ms significativa que el recipiente. Hasta el siglo iv, la ms orgullosa de las ciudades griegas en tica, cuando no en Asia Menor, era poco ms que una

    poblacin rural, tanto por el trazado de sus calles como por sus edificios. Slo a

    fines del siglo, cuando uno levantaba la vista hacia la Acrpolis y contemplaba la

    columnata del peristilo y el frontn esculpido del nuevo Partenn, poda creer que algo ms ocurra all, que una vez ms el espritu despuntaba sobre el caos.

    La imagen de la ciudad helnica real, que nos llega con cierta amplitud de

    evidencias literarias de Atenas, contrasta con el albo esplendor que J. J. Winckelmann y sus sucesores tendan a descubrir en toda la escena; pues los

    helenfilos dotaban a la ciudad fsica de una castidad marmrea y de una pureza

    y una racionalidad que se desplegaba, tal vez, en las matemticas de Pitgoras o

    en la lgica de Parmnides, pero que nunca caracteriz ni siquiera a los sectores sagrados de la antigua polis. Como el muy admirado Laocoonte. esas fueron

    virtudes del siglo III. Del mismo modo, el siglo V contrasta con nuestra propia

    imagen residual del espritu griego en ese perodo, si insistimos demasiado en su

    orden interno, su amor por la perfeccin abstracta y olvidamos todos los aspectos violentos, irracionales y atormentados de la vida griega que encontramos en los

    dramaturgos o las toscas payasadas y las obscenidades con que tropezamos en

    Aristfanes.

    S, es cierto, la ciudad visible y tangible estaba llena de imperfecciones: de desrdenes del crecimiento, de fermentaciones y secreciones de la vida, de la

    basura sin enterrar de formas gastad-as, que ni siquiera haban sido apartadas con decoro, de reliquias de costumbres rurales que an no se haban ajustado a las

    pruebas y los desafos continuos de la vida urbana. Una ciudad as poda presentar

    concentraciones momentneas de forma significativa, cuando uno

    trepaba por la empinada

  • senda que llevaba a la Acrpolis de Atenas y, por fin, contemplaba la vasta llanura desde una elevacin de unos ciento cincuenta metros; pero no caba abrigar la esperanza de un orden prolongado o de armonas sostenidas. Pero el canto interior de deleite que poda sentirse, cuando las rocas de la Acrpolis se desvanecan y por fin se contemplaba el Partenn. era acaso tanto ms vivo por su contraste con el amontonamiento fortuito y el desparramo de la ciudad de all abajo. No fueron anmicos estetas ni mezquinos burcratas quienes produjeron estos violentos contrastes visuales o estas grandes intensidades cromticas que hoy slo sobreviven en la roca, el cielo y el mar. Atenas fue la obra de hombres, "prestos", como dijera Alceo, "a usar todos sus recursos".

    El equivalente ms aproximado de la forma arquitectnica de la ciudad helnica no estara representado por las propias estructuras subsistentes, sino por el Banquete de Platn. En este dilogo, un marco racional, articulado y lgico, mantena en jaque los desafos burlones y las palabras pomposas, las declaraciones apasionadas y la tambaleante entrega. propia de la bebida. Los mantena en jaque.. . slo para permitir que la tensin esttica desfalleciera al final, del mismo modo que desfalleca en la ciudad a medida que se- descenda de la Acrpolis a la plaza del mercado o que uno elega su camino, por instinto ms que por gua visible alguna, a travs de la maraa de callejuelas amuralladas y de callejones sin salida que llevaban hasta el lugar de destino.

    Es la ciudad de Parmnides y Platn, la ciudad de la "bella bondad". en la que el espritu, segn deca Anaxgoras, "pone las cosas en orden" y las formas del arte reflejan una perfeccin supraterrenal.. . es, pues, todo esto nada ms que una ilusin? Entonces, las formas de Fidias se irguieron sobre esta especie de corral, sobre este amontonamiento de talleres, tiendas, establos, santuarios y fuentes, entre estas chozas de barro que apenas mereceran el nombre de casas? En la ciudad exterior no hay equivalente del orden y la claridad del espritu griego?

    No hay mejor lugar que la polis griega, sobre todo Atenas, para enfrentar la relacin paradjica entre el espritu y el cuerpo a travs del cual se expresa, el cuerpo social que se convierte en un paisaje humanizado o una ciudad. Un aspecto del orden que hallamos en el espritu griego se trasmiti, en verdad, a la ciudad durante la ulterior poca helenstica; pero lo que encontramos en la ciudad del siglo V es algo ms profundamente orgnico, ms prximo a la medula viva de la existencia humana. Ese orden haba surgido como idea en los siglos VII y VI, siendo una extraa unin de contradicciones: de restriccin y exuberancia, de disciplina apolnea y delirio dionisaco, de inteligencia racional y ciega intuicin, de vuelo al cielo y traspis en el barro; en otras palabras, el extremo opuesto de lo que hoy se caracterizara como clsico. El pro-

    ducto ms elevado de esa experiencia no fue un nuevo tipo de ciudad sino un nuevo tipo de hombre.

    En un lapso un poco ms extenso que el de una generacin entre los aos 480 y 430 antes de Jesucristo, lo situara, grosso modo, por mi parte, la polis asumi, por primera vez: una forma ideal que la diferenciaba de todas las aldeas y ciudades anteriores: una forma ideal que no fue primordialment de piedra sino de carne y hueso. En una gran sucesin de ciudadanos el nuevo orden urbano, la ciudad ideal., se hizo visible, trascendiendo sus contornos arcaicos, sus ciegas rutinas, sus fijaciones complacientes. Porque los griegos aadieron un nuevo ele-mento a la ciudad, desconocido por las culturas anteriores, peligroso para todo sistema de poder arbitrario o autoridad secreta: introdujeron el ciudadano libre. Como los hroes solitarios de Sfocles, era un rey", si no Un dios, por derecho propio: actuaba solo y trataba, mediante el ejercicio de su inteligencia, de "'mantener una mano levantada sobre el destino".

    Cuanto poseyera la ciudad, el ciudadano lo consideraba suyo por derecho de nacimiento. Entre ciudadanos, como entre amigos, no deba haber secretos, ni muros profesionales, ni presuncin de desigualdad, E1 ciudadano nacido en libertad no le deba nada al favor del prncipe o a su funcin econmica u oficial: recuperaba el puesto que otrora tuviera en la cultura de la aldea, el de ser, ante todo, un hombre, dotado de todas las dimensiones humanas y parte quien todas las partes de la vida estaban abiertas y erar, accesibles. Este era. por lo menos, el ideal. Y por su capacidad para formular este ideal no por su incapacidad para realizarlo apreciamos an hoy, como es justicia, la ciudad griega.

    2. La forma de la ciudad helnica

    Antes de examinar al ciudadano ideal en persona, observemos ms atentamente esa ciudad, muy alejada de lo ideal, que contribuy a darle nacimiento. Este examen puede modificar nuestros preconceptos sobre lo que es un medio favorable para el desarrollo humano. Descubriremos, tal vez, que el tipo de perfeccin acabada que, por lo comn, consideramos favorable, puede ser, en realidad, un artificio para obstaculizar o detener ese desarrollo.

    El corazn de la ciudad, el centro de sus actividades ms valoradas, la esencia de su existencia total, era la Acrpolis; pues la Acrpolis era, por sobre todo, el hogar de los dioses de la ciudad y en ella todos

  • los oficios sagrados derivaban de la naturaleza y la historia. Con un criterio demasiado excluyente se ha limitado la imagen de la Acrpolis ateniense a sus edificios culminantes, sobre todo al Erecteo y el Par-tenn; pero, por debajo de estos edificios, haba una fuente de su poder esttico al igual que de sus actividades: la poderosa roca que levantaba estos edificios hacia el cielo, una roca cuyos tintes azules y rosados contrasta con el mrmol de arriba y cuyos escabrosos contornos, incluso cuando los remata un muro escueto, contrastan con la geometra sublime de los templos.

    Realntente era esta una montaa santa y sus primitivos atributos originales

    contribuan a que as fuera: las cavernas, las tumbas, las grutas, los manantiales, no menos que los posteriores altares, los recintos sagrados y las fuentes. Incluso

    ya antes de que se edificara el primer templo o palacio, haba en la Acrpolis un verdadero enjambre de dioses y ninfas, los mismos dioses de lo terrenal y del

    mundo humano subterrneo que marcaron a Delfos como lugar sagrado y que an no han perdido del todo su poder mgico o su misterio. Contemplar la

    Acrpolis de noche, bajo la luna, u observar las empinadas laderas de Delfos, desde el estadio ms elevado y pasando por los olivares hasta llegar al mar,

    incluso a la luz del da, es una experiencia religiosa que est ms all de toda formulacin consciente.

    All, reunidas en la Acrpolis, estn las verdaderas fuentes de la ciudad antigua, desde el manantial y la caverna del paleoltico hasta la muralla y el recinto sagrado del neoltico, desde el palacio real y la fortaleza hasta el templo

    csmico, desde el campamento defendido y la aldea hasta la ciudad orgullosa y potente. Esta combinacin de ventajas naturales y artefactos elaborados por el

    hombre no se presta a la imitacin: no en todas partes dej la imagen de la ciudad una impronta tan profunda en el espritu como en Atenas. Un templo de

    la misma forma, macizamente construido en estilo drico, como es el templo de Paestum, que data del siglo vi, no se presta por s solo, por ms que est

    enaltecido y mejor conservado que los de la Acrpolis ateniense, para producir una impresin anloga; pues Paestum se encuentra en la llanura y las montaas

    que podran haberle prestado su magia slo se levantan al fondo.

    Desde el comienzo, Paestum debe haber sido ms de' una sola pieza que Atenas en cualquier poca, incluso en sus ltimos das helensticos: pero por esa razn

    careca, precisamente, de los contactos con sus bases ms primitivas, que Atenas conserv siempre v de los que hizo el uso ms cabal, tanto en los mitos

    de las tragedias como en el orden arquitectnico de la Acrpolis, donde las rocas primigenias no presentan seales de haber estado cubiertas nunca,

    excepto por edificios". As,

    las fuentes primitivas ms profundas y las expresiones estticas ms' elevadas se unian en la Acrpolis, del mismo modo que se uniran en las criptas, las grgolas y las bvedas altsimas de las catedrales gticas. Esto explica, en buena medida, la vida de la ciudad as como la forma que esa vida confiri a sus edificios: incluso lo informe de los barrios residenciales que, como el amontonamiento de una aldea neolitica, escapaban a este orden superior. Se trata de una formacin compleja pero arquetpica.

    Trepemos por las empinadas laderas de la Acrpolis y observemos la

    distribucin de sus espacios abiertos y edificios originales, aunque sea tanto lo que se ha mutilado o arrasado a esta altura de los tiempos.

    Sus costados rocosos se prestaban ms para la defensa que para la edificacin; por lo cual la tarea del arquitecto no consistira en debilitar sus contornos o en

    facilitar el movimiento, sino en explotar las ventajas fortuitas de retallos y plataformas, disponiendo edificios y monumentos sin preocuparse por lograr una

    coherencia visual o una secuencia culminante, excepto en el emplazamiento del templo ms importante, en el extremo superior. Ni eje, ni continuidad, ni

    progresin visual: ningn intento de simetra, tampoco, excepto en el edificio en s. expuesto a la vista y terminado por los cuatro costados, de forma cambiante

    con la variacin de puntos de vista. A menudo diversos recintos sagrados obstaculizaban el paso hacia arriba; a veces estos recintos encerraban un altar;

    otras, la estatua de un dios o un hroe: otras an, un pequeo edificio como el monumento corgico. Durante largo tiempo perduraran estas estructuras en sus

    emplazamientos, por ms que impidieran un uso ms adecuado de la superficie. Slo cuando las concepciones urbanistas de la poca helenstica se impusieron y

    cuando ya la antigua fe se haba debilitado en parte-serian trasladados, y con un respeto de anticuario, piedra por piedra, a otro sitio. Hoy. el monumento corgico

    de Liscrstes (334 antes de Jesucristo) se encuentra entronizado en un parquecillo situado en la base oriental de la Acrpolis.

    Que dentro de los lmites establecidos por la tradicin haba una suerte de intencin consciente en la colocacin y el diseo de los edificios en la Acrpolis es cosa poco dudosa. Tal vez, segn se ha sugerido recientemente, hubo incluso

    una explotacin sofisticada de las posibilidades visuales de un acceso irregular, tortuoso. Pero la forma geomtrica de los edificios mismos, de trazado circular o

    rectangular, no fue ejecutada con un criterio general y sistemtico: cada estructura fue, ms bien, autnoma, igual e independiente, sin estar subordinada

    a algn tipo jerrquico de orden. En s mismo, esto no era poco simblico.

  • Si bien estas estructuras centrales de la Acrpolis de Atenas eran todava, a fines del siglo VI, sumamente sencillas, a menudo indudablemente toscas, incluso cuando estaban construidas de piedra, hay que atribuir una sencillez y una tosquedad an mayores a los tenderetes y las casillas del agora, donde el vendedor de salchichas Y el platero, el traficante en especias, el alfarero y el cambista de dinero desarrollaban sus actividades. Si la acrpolis representa la ciudad en profundidad, hasta sus ms hondas fuentes primordiales, el agora la representa en extensin, llegando ms all de sus lmites espaciales visibles. Excepto por la amplitud misma, el agora no expresaba unidad: casi cualquier funcin poda ser desempeada en ella; y casi cualquier clase de edificio poda encontrarse en ella. Los comienzos de un orden 'ms establecido, con un nuevo criterio de espacio y belleza de marco, y a decir verdad con una nueva conciencia de deleite en estas mismas cualidades, slo tuvo lugar en los suburbios de la ciudad. All el nuevo gimnasio encontr su sitio, y all despunt un orden verdaderamente urbano, no entre el apiamiento sino en un arbolado espacio.

    Estas nuevas estructuras, en particular el teatro, se iniciaron como simples modificaciones de las formas terrestres: el teatro convirti la falda ahuecada de una colina en un anfiteatro semicircular, con un crculo alisado frente a los espectadores sentados en bancos, creando as el escenario donde actuaran los bailarines o los actores. Todo esto sucedi con rapidez: Tespis introdujo el primer actor en un teatro en Ikria, en la primera mitad del siglo vi; y el teatro, en una interaccin de inventiva formal y de creatividad espiritual, alcanz su expresin culminante en el lapso de un siglo. Slo Sfocles escribi un centenar de obras teatrales; y en el curso del siglo que concluy en el ao 406 antes de Jesucristo se escribieron y representaron mil doscientas piezas. La multiplicacin de los gimnasios fue igualmente rpida. Una vez que estas funciones se independizaron, la religin y la poltica conservaron los sitios centrales de la ciudad; pero la presencia de recuerdos histricos y de usos tradicionales obstaculiz su libre explotacin del lugar. Aunque Pausanias informa sobre la existencia de un edificio para prepararse para las procesiones, situado en la base de la Acrpolis, slo haba una entrada a sta; y la gran va panateneica era tan angosta que slo cinco personas de frente podan marchar por ella.

    Si el trazado de la Acrpolis expresaba ms una acumulacin de relaciones tradicionales que un nuevo orden que todo lo abarcara, qu puede decirse del amontonamiento de casas que se extenda en su base; de casas construidas con ladrillo sin cocer, de techos de teja, o hasta de barro y estera con techos de paja, en las que todava poda

    apreciarse la tosquedad aldeana? Estas casas constituan la mayor parte de la ciudad hasta el siglo iv y despus todava, pues en algn momento entre los siglos II y I antes de Jesucristo, Dicearco pudo observar: "El camino a Atenas es agradable y corre en todo su trayecto entre campos cultivados. La ciudad es seca y est mal provista de agua. Las calles no son nada ms que miserables pasillos viejos, las casas son mezquinas y entre ellas hay unas cuantas un poco mejores. Al llegar por primera vez, al forastero le resultar difcil creer que sea esta la Atenas de la que ha odo hablar tanto."

    Lo mejor que puede decirse sobre la situacin de la vivienda en Atenas es que, en ella, los barrios de los ricos y de los pobres estaban lado a lado y que, excepto acaso por su tamao y su mobiliario, apenas podan distinguirse las unas de las otras; en el siglo V, una noble pobreza era ms estimada que la innoble riqueza y los honores pblicos y el prestigio familiar contaban ms que la riqueza privada. Las casas, de un piso y con techos bajos, deban dar a los barrios residenciales un aspecto semejante al de una poblacin atrasada del Mediterrneo en el da de hoy; pero, probablemente, carecan incluso de los muros blanqueados que se encuentran en sta.

    Nada que mereciera la calificacin de sistema vial coherente caracterizaba al distrito residencial de estas ciudades arcaicas; ante un criterio moderno, daran la impresin de ser tan orientales como la reclusin de las mujeres, que los atenienses tambin practicaban. Las callejuelas dejaran; tal vez, espacio para un hombre con un asno o un canasto de mercado: pero era necesario conocer el barrio a fin de llegar a destino. Esta ausencia misma de sistema y orientacin era apreciada como un medio de defensa en caso de que el enemigo atravesara la muralla exterior; y fue preconizada por Aristteles y alabada luego por Plutarco, quien vea las ventajas de causar as confusin en el enemigo, incluso en la poca helenstica.

    Pero no haba pavimento que impidiera la propagacin del lodo en primavera o del polvo en verano; en la zona central no haba jardines interiores ni parques bordeados de rboles y slo existan los co-mienzos de los paseos pblicos con arcadas. En las ciudades ms grandes del siglo v, la escasez, cuando no la falta absoluta, de instalaciones sanitarias era escandalosa, casi suicida; hecho que subray la gran peste durante la guerra del Peloponeso, que hizo que se apiaran los refugiados en Atenas. A decir verdad, hacia el ao 432 Atenas estaba tan congestionada de edificios que los refugiados se vieroi obligados a acampar en la Acrpolis, desafiando las sensatas adverten cias que procedan de la propia Delfos, contra esta inmunda con centracin,

  • En tanto que las ciudades siguieron siendo relativamente pequeas, con campos

    abiertos cercanos, sus deficiencias sanitarias fueron tolerables. Los solares urbanos de 16 a 40 hectreas y las poblaciones de dos a cinco mil habitantes

    podan permitirse cierta medida de negligencia rural en cuestiones como las del

    destino de la basura y los excrementos humanos. .El crecimiento urbano

    reclamaba un mayor esmero. No obstante, al parecer, no haba letrinas pblicas ni siquiera en grandes ciudades.

    En lo tocante a letrinas privadas, el testimonio de la azada y el de la palabra son contradictorios e incluso la palabra es algo ambigua. Los excavadores modernos no han desenterrado elementos que indiquen la existencia de instalaciones sanitarias dentro de la casa helnica. Al parecer, esto quedara corroborado por un fragmento de la Ecclesiasuzce. En ella Aristfanes presenta al morador de una casa ciudadana que se despierta de su sueo, buscando en torno un lugar apropiado para hacer su; necesidades y termina por sentarse en cuclillas para evacuar, con diversas observaciones escabrosas de carcter cmico sobre sus acciones, todo esto a plena vista del auditorio. Esto revela, por una parte, la ausencia de una instalacin elemental y, por la otra, la ausencia de todo sentimiento de vergenza corporal; y lo segundo es nuevamente confirmado por las notas de Jenofonte sobre el especial refinamiento y el decoro de los persas para evitar la exhibicin pblica de las funciones excretorias.

    Esta combinacin de pruebas negativas y positivas podra parecer decisiva si no

    fuera por la existencia de datos contrarios, en particular otro pasaje de la Paz de

    Aristfanes, en el que Trigeo dice: "Ordena a todos los hombres que se

    mantengan en silencio, que cierren sus desages y letrinas con tejas nuevas y que detengan sus propios agujeros de desahogo/' Esto indicara que. por lo menos,

    algunas de la; casas tenan instalaciones sanitaria; privadas, si bien en ninguna

    parte he encontrado referencias al destino ulterior de los excrementos. El mismo

    tema no estaba, sin duda, alejado de la conciencia del ateniense, pues toda la pieza de la que he tomado citas gira alrededor de un simblico escarabajo

    estercolero en un montculo de estircol en un corral; y. en otro pasaje, se hace

    referencia a "un hombre que vacia su vientre en el Pireo, cerca de la casa donde

    estn las chicas malas" de modo que no queda duda en cuanto a la negligencia as como a la impudicia en la ejecucin de estas funciones corporales.

    Por lo que hace a los baos, los testimonios resultan de interpretacin

    igualmente difcil. Se han descubierto cuartos de bao en Olintos, poblacin de

    unos 15.000 habitantes. Si los baos privados hubieran sido comunes, el solo deseo griego de sociabilidad habra dado origen

    a baos pblicos, que existieron en Atenas. Pero es dudoso que la mujer ateniense, apartada y recluida, hubiera concurrido a esos baos pblicos dejando que su marido sacara partido de su ausencia para besar a la bonita doncella tracia. como lo hace uno de los personajes de Aristfanes si las baeras hubieran sido comunes en las casas. Con todo, deba disponerse de baeras privadas, porque, tambin en Paz, Trigeo ordena: "Pero, apresrate, lleva esta jovencita a mi casa, limpia el bao, calienta un poco de agua y prepara el lecho nupcial para ella y para mi." Esto hace parecer que el bao privado fuera un rito reservado para ocasiones especiales, lo que resultara natural en una comunidad en la que el agua escaseaba, donde no se contaba con un suministro privado por tuberas y donde sera necesario trasportar toda el agua a mano, probablemente desde una fuente. En general, parecera que los medios higinicos y sanitarios de la ciudad del siglo v eran reducidos y de mala calidad.

    Esto parece una triste imagen de una gran ciudad, hasta que recordamos que nos estamos ocupando de un pueblo que no estaba oprimido por muchos otros requisitos corrientes de la civilizacin, liberado en grado inslito de las atareadas rutinas de comprar v gastar, nada dado a la gula y al exceso de bebida, que no haca esfuerzo; exagerados a fin de obtener comodidades y lujos, muebles y tapiceras: que viva una vida atltica y. a decir verdad, abstemia, y que realizaba todas sus transacciones al aire libre. La belleza era barata y las mejores cosas de esta vida, por sobre todo la ciudad misma, estaban all, al alcance de quien las pidiera.

    3. La polis encarnada

    Para comprender el logro total de la polis helnica es necesario, pues, apartar la

    vista de los edificios y considerar ms de cerca al ciudadano. Pese a toda la

    tosquedad del marco urbano, todava en el siglo v, el ciudadano griego haba dominado el gran secreto de Emerson: ahorra en los niveles inferiores y gasta en

    los ms elevados.

    Lo que con excesiva ligereza consideramos un desgraciado obstculo puede, en realidad, ser parcialmente el origen de la grandeza de Atenas.

    El ciudadano griego era pobre en comodidades; pero era rico en una gran

    variedad de experiencias, precisamente porque haba conseguido dejar de lado tantas de las rutinas desvitalizadoras y de las compulsiones materialistas de la

    civilizacin. En parte haba logrado

  • esto echando una gran porcin de la carga fsica sobre los esclavos; pero ms an reduciendo sus necesidades puramente fsicas y ampliando el dominio de su espritu. Si no vea la suciedad que le rodeaba era porque la belleza cautivaba su vista y encantaba su odo. En Atenas por lo menos las musas tenan un hogar.

    Lo que distingua a la polis griega en su etapa de desarrollo era el hecho de que ninguna parte de su vida estaba fuera de la vista o fuera de la mente. No slo todas las partes de la existencia estaban al alcance de la vista; nicamente las actividades serviles ms mecnicas le eran negadas al ciudadano: en la mayor parte de las ocupaciones, el hombre libre trabajaba lado a lado con el esclavo, y el mdico reciba la misma paga que el artesano. Todo cuanto los hombres hicieran poda ser inspeccionado, tanto en el mercado como en el taller, el tribunal. el consejo o el gimnasio; y todo lo que fuera natural era aceptable, por lo cual el cuerpo desnudo seria exhibido con orgullo en los certmenes atlticos, y ni siquiera los procesos fsicos ms repulsivos estaban excluidos de la conciencia. En ese sentido, el griego tena un espritu completamente abierto. Hasta Pericies. la escala humana ntima se mantuvo en todos los sectores; y la red entera de actividades urbanas tuvo forma y relaciones visibles: incluso su ocasional confusin estimulaba la inteligencia y promova una nueva bsqueda de orden.

    Durante una breve generacin, en Atenas, las particularidades de los dioses, las particularidades de la naturaleza y las particularidades de los hombres estuvieron prximas a alcanzar un punto comn: fue como si pudieran llegar a superarse las detenciones y las fijaciones, las aberraciones y perversiones incrustadas, casi desde el comienzo, en las piedras mismas de la antigua ciudad. Y no era meramente en las figuras de Fidias o Polignoto donde un nuevo ideal de la forma humana, a decir verdad de la personalidad plenamente desarrollada en cada una de las etapas climticas de la vida, haba cobrado forma. Pues esto slo representaba la cristalizacin de un momento ms vital, cuya .solucin la vida misma haba asegurado. En la generacin que rechaz las invasiones persas, una nueva concepcin de la integridad humana tom posesin de esta sociedad y embebi a todos los seres. En las actividades de la polis, si no en todas sus estructuras arquitectnicas, la naturaleza humana adquiri, de pronto, una estatura ms cabal.

    En dos hombres, cuyas vidas superpuestas abarcan el siglo v, se encarn el nuevo

    ideal de integridad, equilibrio, simetra y autodisciplina: en Sfocles y Scrates.

    Y no por accidente fue cada uno de ellos, a su modo, un maestro del dilogo; pues fue mediante la lucha y la oposicin, y no tan slo por un crecimiento simtrico,

    como se elevaron a su estatura ms cabal.

    Sfocles, el mayor de los dos, de cuerpo y rostro hermosos, director de la danza, diestro en la guerra como general, trasmitiendo a travs de sus tragedias la nueva forma del teatro, la que, por su parte, haba sido sbitamente liberada del arcaico ritual aldeano: he aqu un hombre como los que Soln haba anticipado por primera vez, desapegado de todas las celosas preocupaciones del poder. Sfocles era el extremo opuesto del especialista arquetpico, de ese ser tullido y fragmentario, moldeado por la civilizacin para que desempee su pequeo papel y para que sirva, con ciega devocin de insecto, a las necesidades de la colmena. Era justamente lo contrario: en l hallamos una.personalidad capaz de hacer frente a la vida en todas sus dimensiones, hasta en sus furiosas irracionalidades y oscuras compulsiones: un hombre que se encontraba cmodo en cualquier ambiente; que estaba a la altura de todas las circunstancias, presto a asumir la responsabilidad moral por sus opciones, hasta cuando la comunidad entera se le opusiera. "Por s solo o con el apoyo de todos."

    Al lado de Sfocles se levanta la figura opuesta de Scrates, parecido en su vejez a un Sileno, con su nariz aplastada, lejos de ser hermoso, pero con una magnfica estructura fsica y una constitucin resistente a los rigores de la guerra o a los extremos climticos; sereno en el fragor del combate, lcido en la bebida cuando otros rodaban ebrios; introvertido y extravertido: tan capaz del xtasis menta! solitario como de la interminable interrogacin en la charla. Como otros libertos, era picapedrero de oficio, e hijo de dos trabajadores, un picapedrero y una partera, pero se senta perfectamente en su casa en cualquier parte de la polis: era atleta entre los atletas, soldado entre los soldados y pensador entre los pensadores.

    Estos hombres slo eran dos de los representantes sobresalientes de la nueva ciudad, de la ciudad que estaba latente como idea, pero que nunca se realiz debidamente con el ladrillo o el mrmol. Estos hombres no estaban solos porque los rodeaban figuras de dimensiones similares, como Arstides y Esquilo, Temstocles, Tucdides, Eurpides y Platn. Por su misma existencia, estos espritus demostraban esa mutacin repentina que produjo, entre unos cuantos millones de personas, dentro de un lapso de menos de dos siglos, un florecimiento mucho ms rico del genio humano que cuanto registra la historia en otros perodos, tal vez con la excepcin de la Florencia renacentista.

    No fue el menor de los logros de Atenas el establecimiento de un medio dorado entre la vida pblica y la privada; y con esto se produjo un traspaso en gran escala de la autoridad poseda por funcionarios pagos, l servicio del rey o el tirano, a los hombros de los ciudadanos comunes, quienes desempearan por turnos las funciones pblicas. El

  • ciudadano no slo cumpla el servicio militar al ser convocado, contribuyendo con su propio equipo, sino que serva tambin en la asamblea y los tribunales; y si no intervena en uno u otro de los certmenes deportivos, si no actuaba en el teatro o cantaba en el coro, tendra por lo menos un sitio, cuando le tocara, en la gran procesin panateneica.

    Casi todos los atenienses de sexo masculino tenan, en uno u otro momento. que participar en los negocios pblicos: como miembros de la ecclesia o la asamblea, y para asegurarse de que sus decisiones fueran ejecutadas en debida forma. Como subraya Fowler. tareas que boy son desempeadas por jefes de departamento, secretarios permanentes, inspectores y magistrados, eran desempeadas por el ateniense comn. rotativamente y en secciones de cincuenta.

    La participacin en las artes formaba parte de las actividades del ciudadano tanto como el servicio en el consejo o en los tribunales, con sus seis mil jueces.

    Cada festival de primavera daba lugar a un concurso entre dramaturgos. Esto

    requera doce obras de teatro nuevas por ao. con la participacin de ciento

    ochenta cantores corales y bailarines: en tanto que cada concurso de comedias reclamaba diecisis obras nuevas por ao y ciento cuarenta y cuatro cantores

    corales y bailarines. En los cien aos del imperio, nos dice Ferguson. se

    escribieron y representaron en Atenas dos mil obras teatrales de calidad

    escogida, al par que se creaban y presentaban seis mil composiciones musicales.

    Estas actividades estticas reclamaban una participacin en escala an mayor

    que los misterios y milagros de la Edad Media: se ha calculado que cada ao

    algo as como dos mil atenienses tenan que aprender de memoria las palabras y practicar la msica y las figuras de danza de un coro lrico o dramtico. Esto

    constitua una disciplina intelectual as como una experiencia esttica del orden

    ms elevado: y como resultado incidental, una proporcin no pequea del auditorio estaba constituida por actores, jueces expertos y crticos, as como por

    espectadores embelesados.

    De este modo, la vida pblica del ciudadano griego exiga su atencin y participacin constantes; y estas actividades, en vez de reducirlo a un oficio o a

    un sector limitado, lo llevaban del templo al Pnyx, del agora al teatro, del

    gimnasio a la baha del Pireo, donde se resolveran sobre el terreno asuntos relativos al comercio o la marina. No slo mediante reflexin y contemplacin

    fras, segn aconsejaban errneamente los filsofos, sino mediante accin v

    participacin, movidos por fuertes emociones, y por observacin atenta y

    contacto directo cara a cara, estos atenienses orientaban su vida.

    Este mundo abierto, perpetuamente variado y animado, produjo un espritu correlativamente libre de trabas. Tanto en las artes como en la poltica. Atenas haba superado en gran parte los vicios originales de la ciudad: su conduccin por un solo hombre, su segregacin de actividades, su estrechez laboral y, lo que era peor, su burocratizacin; y lo haban hecho, durante una generacin por lo menos, sin renunciar a la destreza ni disminuir el canon de excelencia. Por un momento, la ciudad y el ciudadano constituyeron una unidad y ningn aspecto de la vida pareca quedar fuera de sus actividades formadoras, plasmadoras de s mismas. Esta educacin del hombre total, esta Paideio, segn la ha llamado Jaeger, para diferenciarla de una pedagoga ms mez-. quina, no ha sido nunca igualada por otra comunidad tan vasta.

    Entre el recto Soln, quien arroj, como si fuera una prenda sucia, el poder poltico que haba reunido entre sus manos, y el sinuoso Pe-ricles, quien emple

    palabras tejidas con las hazaas de hombres libres para disfrazar una poltica de

    explotacin "colonial'', de esclavizacin y ce implacable exterminio, entre estos

    dos polos opuestos no lliego a extenderse el lapso de un siglo. Pero en ese breve perodo Atenas fue ms rica en ciudadanos que cuanto ninguna otra ciudad lo

    fuera basta entonces.

    Pasado ese momento, los edificios empezaron a ocupar el lugar de los hombres. El secreto para crear ciudadanos como los que la polis produjo durante un breve

    lapso fue buscado anhelosamente por filsofos y educadores, desde Platn hasta

    Iscrates; pero nunca fue analizado o revelado con acierto y no cabe duda de que

    gran parle de l se nos escapa an hoy. Por los das en que Platn estaba preparado para analizar este problema, la sinergia original se haba convertido, en parte, en

    una concentracin de piedra, y un sector de ella se haba dispersado con el

    desgaste de la guerra. La respuesta al problema que plante el propio Platn revelaba slo el valor de la desesperacin.

    En cualquier caso, esa ciudad potencial que encarnaron Scrates y Sfocles no

    lleg nunca a la fase ulterior de la realizacin comunal. Aquellos que proyectaron

    y construyeron la ciudad helnica tarda y la posthelnica no consiguieron

    desarrollar los usos, las costumbres, las leyes y las nuevas formas urbanas que

    habra trasmitido la experiencia del da dorado de Atenas y perfeccionado un

    medio ambiente capaz de moldear la nueva personalidad. Lo que Platn no

    sospech jams, aparentemente, fue que la Atenas de Soln y Temstocles era. por

    s misma, una escuela mayor que cualquier comunidad imaginaria que l fuera

    capaz de forjar en su mente. Ha sido la ciudad misma la que form y trasform a

    estos hombres, no slo en una escuela o academia espe-

    209

  • cial sino en todas las actividades, en todos los deberes pblicos, en todos los

    lugares de reunin y encuentro.

    Como consecuencia. los filsofos que sucedieron a Platn y a Aristteles, por ms que buscaran todava el equilibrio y la plenitud de la vida, ya DO se atrevan a buscarlos en la ciudad. Traicionaron su propio credo al escabullirse de sus responsabilidades cvicas o al volverse hacia un imperio idealizado o a una poltica puramente celestial, en pos de una confirmacin; en tanto que aquellos que asuman las cargas del comercio, de la poltica y de la guerra no tenan tiempo, en su turbia rutina, para las posibilidades ms elevadas de desarrollo personal. Los monumentos del arte griego que ahora atesoramos eran expresiones vlidas de esta vida en sus momentos ms altos. Pero en parte eran, asimismo, sustitutos materiales de un espritu que. si hubiera conocido el secreto para perpetuar, podra haber hecho una contribucin ms valiosa an al urbanismo y el desarrollo humano.

    Nunca estuvo la vida ciudadana de los hombres tan significativamente animada, nunca fue tan variada y enriquecedora, y nunca tan poco perturbada por

    mecanismos y compulsiones exteriores, como en el perodo que he tratado de

    caracterizar brevemente. El trabajo y el ocio, la teora y la prctica, la vida privada

    y la vida pblica estaban en interaccin rtmica, en tanto que el arte, la gimnasia, la msica. la conversacin, la especulacin, la poltica, el amor, la aventura e

    incluso la guerra, abran todos los aspectos de la existencia y los ponan al alcance

    de la misma ciudad. Cada parte de la vida flua a otra; ninguna fase estaba

    segregada, monopolizada, apartada. O as por lo menos deba parecerles a los ciudadanos cabales, por dudosa que la afirmacin pudiera resultarles a sus

    esclavos o a sus mujeres.

    En semejante constelacin humana, el ritual del templo podra convertirse en tragedia y las ruidosas bromas y las toscas payasadas del mercado podran convertirse en comedia satrica; en tanto que el gimnasio, en un comienzo punto de reunin de atletas, se convertira en la Academia de Platn, en el Liceo de Aristteles o el Cinosarges de Antstenes, en el lugar de encuentro de una