1
.f - . j EL MUNDO, SAN JUAN, f. I - DOMINGO 6 DE NOVIEMBRE DE 1938. ^ __ j y- FUERA Dg TODA LEY UNA BELLEZA EMBRUJADA Por ROSITA FORBES Da un lujoso vapor desembarqué una calurosa mañana en una lila rodeada de palmas. Dos barcos fru- teros se balanceaban perezosos en la bahía, cargados de bananos, pe- ro el puerto propiamente dicho des- aparecía bajo un manto de "bou- gainvillea": La enredadera de flo- res púrpuras cubrís paredes y te- chos perfumando el ambiente ar- doroso, y hasta las palmas §e velan amenazadas con su invasión. Las que no servían para tender ropa se vetan aisladas, distantes, como .des- terradas, que se aferraran a las úl- tisnas rocas, única nota oscura en la gama de colores que ofrecía la población. Pase la primera noche en una habitación equilibrada, por decirlo asi, sobre la abigarrada tienda de la localidad, en la que podían ob- tenerse provisiones de origen dudo- so, pero de antigüedad evidente: sombrillas de papel, mamelucos de algodón, loción contra loi mosqui- tos, aceite de coco y linternas a prueba de huracanes. Siempre que la brisa soplaba de las montanj» algo distantes, mi habitación se ex- tremecia. pues se inclinaba en ex- traño ángulo, como sostenida allí por milagro después del último te- rremoto. A la mañana siguiente, un co- lono bondadoso me rescató de aquel peligroso nido y me condujo a su plantación, asegurándome que su esposa se sentirla encantada de te- nerme por companera. Hicimos el viaje en un destartalado cocheci- llo, atravesando kilómetro tras ki- lómetro de campiña plantada de caña de azúcar hasta llegar a lo que creí una aldea, pero que en realidad era la casa del colono ron todas sus dependencias. El edificio tenía una galería cubierta por tu- pida enredadera y detrás de tal fresca cortina natural, arrellanada en una «illa de mimbre, vi a la mu- jer más bella que habla encontra- do en mi vida. Su belleza era tan espléndida co- mo las soberbias enredaderas de flores escarlatas y amarillas que la rodeaban formando para ella co- mo un fondo hecho exprofeso. Pre- tender encontrar allí a aquella be- lleza sin par hubiera sido lo mismo que esperar maná celestial en la calle Wall de Nueva York. Mien- tras la contemplaba asombrada, preguntándome aquello era real. cu marido, amarillento y aperga- minado, le explicó mi presencia en forma muy masculina: Vhora tienes a alguien con #ablar. pues te aburres ti- ranamente aquí. que te ale a ás de tener aqui a otra mu- jer ,Te encantará la visita! c* vijpersona más indiferen eAlVón de'su mlrWt,T*rc lo hizo lo mejor que pudo y me conágjo a una habitación que. eom- ¿>ar7ai a la da la nothe anterior, me pareció 9t\ paraíso. Accedió gustosa cuando el marido pidió li- cores, y no manifestó resentimien- to cuando me hizo saber que no habría otM vapor hasta' pasados quince días. Sus ojos, sin embargo, ae hicieron huraños y más bellos que nunca. Los adjetivos corrientes resulta- ban inútiles para descubrir esta mujer, aunque por lo general la gente no es como las flores, las joyas, las panteras, ni ninguna otra cosa con que los autores apasiona dos o faltos de recursos retóricos la comparan. Sin embargo, la or- quídea más espléndida se habría extremecido de envidia ante esta mujer Increíble, a quien llamaban Leana. Aquel día no almorcé, contentán- dome con estrujar el pan y Jugar con los cubiertos mientras la con- templaba. Cuando comprendí que por la tarde podría estar a mis an- chas, sin tener que hacerle compa- ñía, sentí un gran -alivio. El ma- rido informó que au esposa no gus- taba de montar a caballo y me In- vitó a dar un paseo por la planta- ción. Acapté sin vacilación y dejamos a la increíble Leana muellemente arrellanada entre sus cojines, me- nos escarlata que sus labios ente- ramente al natural, sin el menor artificio. En medio del verdor de la cana, que no nos llegaba hasta los hom- bros, traté de averiguar los oríge- nes de aquel enlace tan desigual, pero mi huésped no era muy comu- nicativo. —Ciertamente que bella— fué todo lo que manifestó. No obstan- te, su sonrisa era tan atractiva que comencé a pensar que tal vez Lea- na tendría alguna compensación aun- que realmente una mujer como ella pudo haber sido «1 Ídolo de París o da la antigua Viena. Sus ojoa aran tan bondadosos qua llegué a imaginarme que Lea- na podía ser dichosa con aquel ma- rido. El me puso ai tanto de todo malas pulgas, pero domina ente- ramente a los negros y hace de ellos lo que quiere. —Como que es uno de ellos... —indiqué. —¡Nunca se lo diga —replicó mi estaba obcecada'r cr «1 J°-|S°- f ulato qo» dirigía a >los la- b*. Leana van mulato , briegos da un modo tal q«« indi caba gozar de nna autoridad mu- cho mayor a la que corref?ondia/-t su poaician. Al «lamo tienw, Ljea- . extrafteza, de qué se trata- icrma r JkT^fuács Wtd luna llena —me contestó. —E. ái haciendo sus mojigangas y fijt? vez ni el mismo Nelson pare- otNtf-M de contenerlos. •-jN'o son mojigangas! —lnte- rriV:ió Leana con sobresalto, ca- si f : ndo un grito. —¡Ei algo ho Berso, infernal, pero que domina, isTbe... ¡Oh! Las últimas palabras fueron casi rmuüo. Habla dejado caer entre sus manos y se las nerviosamente. se á||rcó a ell* inquieto, ¡ciánddwt como á una nina jte calmarla. ¡No «a nada, nada, querida! te inquietes. ejándoloa asi, tan Junto, me viendo que Dingo, procuran- que no lo notara su mujer, te- a el rostro contraído y miraba Km expresión extraña la lejanía. Mr. Nelson no se dejó ver en to- Fa el dia Siguiente. Entre lo» gafia- de la plantación ae notaba ijna sorda efervescencia, de la que i misma caña parecía participar &r hablaba en voz baja, se susurra- ba, y al acercarse uno a ellos se retiraban mirando recelosos, como acuitando algo. La servidumbre de ]a casa Iba y venia agitada, mur- murándose cosas en voz muy baja al tropezarse. Sus ojos, única nota blanca ruando no reían, parecían más grandes que nunca y llegué a darme cuenta de que en la casa todo el mundo, exceptuando el due- ño, era presa de un temor inexpli- cable.- Leana iba de un lado a otro, con un pañuelo en la mano que se lle- vaba constantemente a la boca co- mo para contener algo que quería salir. —¿Qué le ha sucedido hoy a Mr. Nelson? —pregunté a Dingo al atardecer. —Le* di una de azotes que lo puse giro —me respondió al punto, lo- cuaz por los "cocktails". —Pasará un mes antes de que se levante, y tardará anos en olvidarlos. —No lo olvidará nunca —me di- je para mis adentros. Yo debía partir al dia siguiente, en un viaje de visita a las islas ve- cinas, pero con gran sorpresa mía aquella tarde Leana entró inopina- damente en mi habitación. —No se vaya —me ordenó con tono imperativo. —¿Por qué he de quedarme? —pregunté con gran extrafteza. Leana no se tomó el trabajo de contestarme. —Yo no le amo —dijo sencilla- mente. —En verdad, no le amo. Al principio pensé que si. pero no era otra cosa que femor. Me llevó allá, allá... y ahora podría hacer de mi lo que quisiera... Diciendo esto se apretaba furio- samente sus bellas manos. (Continúa en la página 10. Col. 3.) Pula los espejos con rapidez y sin rayarlos—usando Bon Ami No existe método más fácil que usar Boa Ami para ooaserrar s los espe- jos siempre brillantes. Ni tampoco existe un sistema más sepen pues el Bon Ami no contiene substancias do- ras que arañen; es lo nucientemente De tinta por todas partes Bon Ami Limpia (pero no araAa) *«***«•». . >,«„—. > Caer» . HiJsUié.. Anltjii , . liftfm B-••<». Hf*<.. Zwa j Dmm.. AkmUtA . L+*m U—m.. Lammi ii nttftmn ... LMI ma—t iuave para cualquier clase de lim- pieza casera pero lo haitsnfc raerte para aligerar la orea. Úselo en ven- tanas, banaderas j batería de ^xlns. Pruébelo nna vez y Bon Ami sera tu "buen amigo" toda la vida. . J lo relacionado con la producción del azúcar, me hizo ver los enormea cu- bos del oscuro almíbar, la maqui- naria trituradora, todo muy inte- resante, ciertamente, pero que de ningún modo sació mi curiosidad por saber mái de aquella mujer. Al regreso hablábamos del "voo- doo", del extraño y macabro culto que a pesar de la vigilancia de las autoridades observan los negros furtivamente y de vez en cuando culmina en sangrientos ritos ape- nas afloja un tanto la atención de loi capataces. Mi huésped se mos- tró bastante reticente. —Gran parte de lo que se dice sobre estas ceremonias cabalísticas, es pura invención —me dijo. —Qui- matan un gallo o una cabra, pe- ro lo que hacen es bailar hasta caer exhaustos, y con eso termina todo. En la casa hallamos a Leana siempre indolente. Cerca de ella, recostado a un pilar cubierto de florea, se vela un hombre de aspec- to tan Increíble como ella misma, pero que a pesar de todo demos- traba ser tre» cuarto de mulato. Ai punto me imaginé que aquel Ado- nis era la verdadera compensación de aquella mujer aislada la vegetación tropical, pues el indivi- duo respondió a las palabraa de mi huésped sin cambiar de actitud ni sacarse las manos de los bolsillos, con un cierto aire insolente y re- velador de un ser brutal, demostra- tivo de una perfecta seguridad de si mismo. —Mr. Nelson, mi mejor capataz, —observó mi huésped añadiendo en voz baja. —Es un hombre de anfitrión a quién llamaban, Dingo por el vello amarillo que ie cubría sugiriendo semejanza con el feroz perro australiano de este nombre. Un chico color de ébano sirvió "cocktails" y Mr. Nelson, cuyo nombre inglés no cesaba de aor- prenderme. se sentó pesadamente en una silla a donde loa ojos de Leana le siguieron lleno* de inte-, res. Yo entonces observé a mi hués- ped, pero éate parecía más intere- sado en su "cocktail" de pifia que en las miradas que podían cruzar- se su esposa y el capataz. En los quince días que siguieron tuve cabal oportunidad de estudiar- los a los tres. Era evidente que temerle y^flñw mo- pa recia aferrarse a su marido como a M único salva- dor. Cuando ésto ocurría, acercaba su silla hasta pegarla a la de él y le tocaba de modo furtivo, como para sentirse segura. El capataz tenfa su casa al ex tremo del grupo de edificios que yo habia tomado por una aldea. Como las demás, estaba cubierta de hermosas enredaderas. Más allá habla un macizo de palmas. Una noche en que no podía dor- mir, sal! i la galería principal de la casa. Desde allí podía verso la residencia del capataz y noté aarca de ella varias fi/MBaa qujk.se r tarrban en la 1 yi'lf' inl poco escuché ujyA^3Bor lejano dirección déí*míí\^ palmaa luna brillaba esplénffilmente y a su luz blanca y diáfana'casi se po- día leer. En la claridad plateada vi cerno un grupo de negros des- aparecía entre las palmas. Al dia siguiente pregunté a Din- EN PUERTO RICO i¿ W SUS rUH&S iO&USioS? Ayúdelos a resistir las enfermedades comunes de la niñez. Déles Emulsión de Scott, el tónico mo- derno de aceite de hígado de bacalao. Es cuatro teces más fácil de digerir que el aceite no emulsio- nado, aprovecha mejor que las emulsiones infe- riores, es de buen sabor y resulta mis económico. | Paraau protección, acepte jólo la legítima Emulsión de Scott con la famosa marca del pescador, en relíete en cada frasco. EMULSIÓN DE SCOTT PROGRESE can el TIEMPO Ensaye Vd. esta crema facial LIBRE DE COSTO! Lady Esther prueba lo que pretende! No puede Vd. perder si acepta la oferta de Lady Esther, pues nada absolutamente le cuesta! Todo lo que tiene Vd. que hacer ea enriar el cupón de abajo y usar la muestra gratis de la crema Lady Esther que recibirá a vuelta de correo. Note Vd. la diferencia en su cutis la primer Tez que use Vd. esta crema. Vea Vd. como se ve más fresco y más limpio! Eso es porque todas las impure- zas escondidas, que lo hacían aparecer empafiado, han sido eliminadas. Está más limpio! Toque Vd. su cara con el respaldo de la mano. No hay máa asperezas o sequedad! Esto es porque la crema Lady Esther suaviza su cutis al lim- piarlo.Envíe el cupón hoy por su mues- tra de crema, y note lo que puede hacer porVd.! LADY ESTHER GRATIS Le ofrecemos una carrera Lo habilitaremos paro un puesto -esplendido bitn retribuido. APROVECHE ESTA OPORTUNIDAD GRANDIOSA PARA ADQUIRIR UN TITULO Inscríbase en cualquiera de los cursos que a continuación se enu- meran; que le proporcionará una profesión magnifica y lucrativa por una suma pagadera en abonos mensualea, y de la manera máa económica obtendrá una educación brillante, en su propio hogar sin interrumpir sus ocupaciones diarias. se conocen y .emplean los productos de la \ T$TED verá que los utensilios domes- *-' ticos de la Westínghouse merecen la preferencia de los mejores hogares y se venden en los mejores establecimientos. En el mismo vecindario de Vd., la Westínghouse se enorgullece de tener clientes, satisfechos que saben por expe- riencia la confianza que merecen los pro- ductos eléctricos de esta marca, el dinero que con ellos economizan, y las exquisi- ouse us comodidades que les proporcionan; Los productos eléctricos de la Westíng- house pueden contribuir de mil maneras a aumentar la salud y bienestar en su hogar. No deje de ir a ver dichos productos eléc- tricos: los nuevos refrigeradores, cocinas, radioreceptores, lavadoras, Ventiladores, planchas y otros muchos utensilios ... y así verá Vd. también cuan fácil es adquirir lo mejor.;. J marca Westínghouse! SINTONICE la Estación Internacional de la Westínghouse W8XK , ... la mejor recepción por onda corta Westínghouse FABRICANTES DE LO MEJOR EN PRODUCTOS ELÉCTRICOS A i M-17 «¿••I Rodríguez, Crua 38. San Juan, P. R. Incluyo 8 centavos en estampillas de correo para que se sirva enviarme gra- tis una provisión libara! de loa días ma- tices del polvo facial Lady Isthtr. Nombre Dirección Agricultura Agrimensura Arquitectura Aviación Dibujo mecánico Química Industrial Química Azucarera Electroterapia Ing. Mecánica-Eléctrica Ing. Automovilista Ing. Civil Ing. Eléctrica Ing. Mecánica Ing. Radiotelegráfica Ing. de Minas Ing. Petrolera Ing. Sanitaria Economía Política Biología Bacteriología Comercio (Av.) Derecho Farmacia Filosofía Contabilidad Inglés THE JOSEPH G. BRANCH-INSTITUTE OF ENGJNEERING AND SCIENCE FUNDADA EN 1910 39T7 SOUTH PARKWAY, CHICAGO, U. S. A. OFICIALMENTE-RECONOCIDA COMO UNIVERSIDAD ACREDITADA Designada durante la Guerra como Instituto del Gobierno de los Estados Unidos ESCRIBA SOLICITANDO INFORMACIONES REFRIGERADORES RADIORECEPTORES COCINAS LAVADORAS CALENTADORES DE AGUA VENTILADORES PLANCHAS PLANCHADORES ACONDICIONAMIENTO DE AIRE . LAMPARAS ALUMBRADO INTERRUPTORES Y PORTALÁMPARAS MICARTA RAYOS X ASCENSORES RELEVADORES AISLADORES MOTORES EQUIPO PARA SOLDADURA AUTÓGENA TRANSFORMADORES GENERADORES KTERRUPTORES AUTOMÁTICOS PARARRAYOS EQUIPO DE TRANSPORTE RECTIFICADORES APARATOS MEDIDORES Atí*B LOS VENDEN EN TODO EL PAÍS LOS DISTRIBUIDORES DE LA WESTÍNGHOUSE POWER ELECTRIC COMPANY SAN JUAN DISTRIBUIDORES PON CE MAYAGUEZ

EL MUNDO, SAN JUAN, UNA BELLEZA EMBRUJADAufdcimages.uflib.ufl.edu/CA/03/59/90/22/00302/00009.pdfasi, sobre la abigarrada tienda de la localidad, en la que podían ob- tenerse provisiones

  • Upload
    others

  • View
    3

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

  • .f -

    . j

    EL MUNDO, SAN JUAN, f. I - DOMINGO 6 DE NOVIEMBRE DE 1938. ^ __ j y-

    FUERA Dg TODA LEY

    UNA BELLEZA EMBRUJADA Por ROSITA FORBES —

    Da un lujoso vapor desembarqué una calurosa mañana en una lila rodeada de palmas. Dos barcos fru- teros se balanceaban perezosos en la bahía, cargados de bananos, pe- ro el puerto propiamente dicho des- aparecía bajo un manto de "bou- gainvillea": La enredadera de flo- res púrpuras cubrís paredes y te- chos perfumando el ambiente ar- doroso, y hasta las palmas §e velan amenazadas con su invasión. Las que no servían para tender ropa se vetan aisladas, distantes, como .des- terradas, que se aferraran a las úl- tisnas rocas, única nota oscura en la gama de colores que ofrecía la población.

    Pase la primera noche en una habitación equilibrada, por decirlo asi, sobre la abigarrada tienda de la localidad, en la que podían ob- tenerse provisiones de origen dudo- so, pero de antigüedad evidente: sombrillas de papel, mamelucos de algodón, loción contra loi mosqui- tos, aceite de coco y linternas a prueba de huracanes. Siempre que la brisa soplaba de las montanj» algo distantes, mi habitación se ex- tremecia. pues se inclinaba en ex- traño ángulo, como sostenida allí por milagro después del último te- rremoto.

    A la mañana siguiente, un co- lono bondadoso me rescató de aquel peligroso nido y me condujo a su plantación, asegurándome que su esposa se sentirla encantada de te- nerme por companera. Hicimos el viaje en un destartalado cocheci- llo, atravesando kilómetro tras ki- lómetro de campiña plantada de caña de azúcar hasta llegar a lo que creí una aldea, pero que en realidad era la casa del colono ron todas sus dependencias. El edificio tenía una galería cubierta por tu- pida enredadera y detrás de tal fresca cortina natural, arrellanada en una «illa de mimbre, vi a la mu- jer más bella que habla encontra- do en mi vida.

    Su belleza era tan espléndida co- mo las soberbias enredaderas de flores escarlatas y amarillas que la rodeaban formando para ella co- mo un fondo hecho exprofeso. Pre- tender encontrar allí a aquella be- lleza sin par hubiera sido lo mismo que esperar maná celestial en la calle Wall de Nueva York. Mien- tras la contemplaba asombrada, preguntándome sí aquello era real. cu marido, amarillento y aperga- minado, le explicó mi presencia en forma muy masculina:

    Vhora tienes a alguien con #ablar. pues te aburres ti-

    ranamente aquí. Sé que te ale a ás de tener aqui a otra mu-

    jer ,Te encantará la visita! ■c* vijpersona más indiferen

    eAlVón de'su mlrWt,T*rc lo hizo lo mejor que pudo y me conágjo a una habitación que. eom- ¿>ar7ai a la da la nothe anterior, me pareció 9t\ paraíso. Accedió gustosa cuando el marido pidió li- cores, y no manifestó resentimien- to cuando me hizo saber que no habría otM vapor hasta' pasados quince días. Sus ojos, sin embargo, ae hicieron huraños y más bellos que nunca.

    Los adjetivos corrientes resulta- ban inútiles para descubrir esta mujer, aunque por lo general la gente no es como las flores, las joyas, las panteras, ni ninguna otra cosa con que los autores apasiona dos o faltos de recursos retóricos la comparan. Sin embargo, la or- quídea más espléndida se habría extremecido de envidia ante esta mujer Increíble, a quien llamaban Leana.

    Aquel día no almorcé, contentán- dome con estrujar el pan y Jugar con los cubiertos mientras la con- templaba. Cuando comprendí que por la tarde podría estar a mis an- chas, sin tener que hacerle compa- ñía, sentí un gran -alivio. El ma- rido informó que au esposa no gus- taba de montar a caballo y me In- vitó a dar un paseo por la planta- ción.

    Acapté sin vacilación y dejamos a la increíble Leana muellemente arrellanada entre sus cojines, me- nos escarlata que sus labios ente- ramente al natural, sin el menor artificio.

    En medio del verdor de la cana, que no nos llegaba hasta los hom- bros, traté de averiguar los oríge- nes de aquel enlace tan desigual, pero mi huésped no era muy comu- nicativo.

    —Ciertamente que e« bella— fué todo lo que manifestó. No obstan- te, su sonrisa era tan atractiva que comencé a pensar que tal vez Lea- na tendría alguna compensación aun- que realmente una mujer como ella

    pudo haber sido «1 Ídolo de París o da la antigua Viena.

    Sus ojoa aran tan bondadosos qua llegué a imaginarme que Lea- na podía ser dichosa con aquel ma- rido. El me puso ai tanto de todo

    malas pulgas, pero domina ente- ramente a los negros y hace de ellos lo que quiere.

    —Como que es uno de ellos... —indiqué.

    —¡Nunca se lo diga —replicó mi

    estaba obcecada'rcr «1 J°-|S°- f ulato qo» dirigía a >los la- b*.

    Leana van mulato , briegos da un modo tal q«« indi caba gozar de nna autoridad mu- cho mayor a la que corref?ondia/-t su poaician. Al «lamo tienw, Ljea-

    .

    extrafteza, de qué se trata-

    icrma r

    JkT^fuács

    Wtd luna llena —me contestó. —E. ái haciendo sus mojigangas y fijt? vez ni el mismo Nelson pare- otNtf-M de contenerlos.

    •-jN'o son mojigangas! —lnte- rriV:ió Leana con sobresalto, ca- si f:ndo un grito. —¡Ei algo ho Berso, infernal, pero que domina,

    isTbe... ¡Oh! Las últimas palabras fueron casi

    rmuüo. Habla dejado caer entre sus manos y se las

    nerviosamente. se á||rcó a ell* inquieto,

    ¡ciánddwt como á una nina jte calmarla.

    ¡No «a nada, nada, querida! te inquietes. ejándoloa asi, tan Junto, me

    jé viendo que Dingo, procuran- que no lo notara su mujer, te-

    a el rostro contraído y miraba Km expresión extraña la lejanía. Mr. Nelson no se dejó ver en to-

    Fa el dia Siguiente. Entre lo» gafia- de la plantación ae notaba

    ijna sorda efervescencia, de la que i misma caña parecía participar

    &r hablaba en voz baja, se susurra- ba, y al acercarse uno a ellos se retiraban mirando recelosos, como acuitando algo. La servidumbre de ]a casa Iba y venia agitada, mur- murándose cosas en voz muy baja al tropezarse. Sus ojos, única nota blanca ruando no reían, parecían más grandes que nunca y llegué a

    darme cuenta de que en la casa todo el mundo, exceptuando el due- ño, era presa de un temor inexpli- cable.-

    Leana iba de un lado a otro, con un pañuelo en la mano que se lle- vaba constantemente a la boca co- mo para contener algo que quería salir.

    —¿Qué le ha sucedido hoy a Mr. Nelson? —pregunté a Dingo al atardecer.

    —Le* di una de azotes que lo puse giro —me respondió al punto, lo- cuaz por los "cocktails". —Pasará un mes antes de que se levante, y tardará anos en olvidarlos.

    —No lo olvidará nunca —me di- je para mis adentros.

    Yo debía partir al dia siguiente, en un viaje de visita a las islas ve- cinas, pero con gran sorpresa mía aquella tarde Leana entró inopina- damente en mi habitación.

    —No se vaya —me ordenó con tono imperativo.

    —¿Por qué he de quedarme? —pregunté con gran extrafteza.

    Leana no se tomó el trabajo de contestarme.

    —Yo no le amo —dijo sencilla- mente. —En verdad, no le amo. Al principio pensé que si. pero no era otra cosa que femor. Me llevó allá, allá... y ahora podría hacer de mi lo que quisiera...

    Diciendo esto se apretaba furio- samente sus bellas manos. (Continúa en la página 10. Col. 3.)

    Pula los espejos con rapidez y

    sin rayarlos—usando Bon Ami No existe método más fácil que usar Boa Ami para ooaserrar s los espe- jos siempre brillantes. Ni tampoco existe un sistema más sepen pues el Bon Ami no contiene substancias do- ras que arañen; es lo nucientemente

    De tinta por todas partes

    Bon Ami Limpia (pero no araAa) *«***«•». . >,«„—. • > Caer» ■. HiJsUié.. Anltjii , . liftfm • ■ B-••