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EL POSITIVISMO LÓGICO Y SUS CRÍTICAS. ORÍGENES Y DESARROLLO DE LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA DEL S. XX (Ángel Molina) Es ampliamente conocido que el Siglo XX trajo consigo un importante desarrollo en el área de la Filosofía de la Ciencia, con el Círculo de Viena 1 (Wiener Kreis en alemán) a la vanguardia. Sin desmeritar los profundos estudios de los decimonónicos Mill, Herschel, Whewell y Mach —éste último el más influyente en el grupo vienés— entre otros, suele considerarse al Círculo señalado como el iniciador de la tradición contemporánea 2 de la Filosofía de la Ciencia. De profundo espíritu cientificista, los integrantes de este grupo pretendieron establecer un lenguaje que unificara todas las ciencias naturales, basado en los datos sensoriales, positivos. Por su fuerte empirismo —concepción acerca del conocimiento que establece que éste sólo es válido si proviene directa o indirectamente de la experiencia sensible— y su convencimiento de que la lógica simbólica es la herramienta de análisis más potente y adecuada para la filosofía, esta corriente de pensamiento fue denominada Empirismo o Positivismo Lógico, o también como Neopositivismo. El empirismo de esta corriente no sólo cuestionó la validez epistemológica de las proposiciones sin sustento empírico, sino que incluso —por muy tautológicas que apareciesen desde el punto de vista de la Lógica— las consideró pseudoproposiciones carentes de significado; esta subordinación del significado de una expresión a la 1 Establecido oficialmente en 1929 —con el manifiesto La concepción científica del mundo: El Círculo de Viena—, su existencia como grupo de discusión claramente constituido se remonta al menos hasta 1924, con el nombre de Círculo de Schlick, en honor a Moritz Schlick, profesor de física alemán que organizó el grupo. Entre sus integrantes podemos destacar, además del propio Schlick, a Rudolf Carnap, Herbert Feigl, Otto Neurath, Hans Hahn, Philipp Frank, Kurt Gödel, Friedrich Waismann, entre otros. A su vez, vale acotar que en la órbita de este círculo se encontraban otros de ideas afines, como el Grupo de Berlín, con Hans Reichenbach, Kurt Grelling y Carl Hempel como figuras representativas, o el Círculo de Varsovia, integrado por lógicos como Alfred Tarski y Jan Lukasiewicz, por mencionar algunos. 2 Enfatizamos el término “contemporánea”, ya que podemos rastrear la Filosofía de la Ciencia desde el inicio de la Ciencia misma. Como rama del saber específica y sistemática, podemos retrotraernos al menos hasta Aristóteles. Quien dude de ello, puede consultar los Segundos Analíticos del estagirita, donde se encuentra ampliamente plasmada su Teoría de la Ciencia. (Más allá de que la concepción aristotélica de la ciencia difiera de la moderna, podemos observar en el tratado señalado una reflexión filosófica acerca de la naturaleza y procedimientos del quehacer científico).

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EL POSITIVISMO LÓGICO Y SUS CRÍTICAS. ORÍGENES Y DESARROLLO DE LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA DEL S. XX

(Ángel Molina)

Es ampliamente conocido que el Siglo XX trajo consigo un importante desarrollo

en el área de la Filosofía de la Ciencia, con el Círculo de Viena1 (Wiener Kreis en

alemán) a la vanguardia. Sin desmeritar los profundos estudios de los decimonónicos

Mill, Herschel, Whewell y Mach —éste último el más influyente en el grupo vienés—

entre otros, suele considerarse al Círculo señalado como el iniciador de la tradición

contemporánea2

de la Filosofía de la Ciencia.

De profundo espíritu cientificista, los integrantes de este grupo pretendieron

establecer un lenguaje que unificara todas las ciencias naturales, basado en los datos

sensoriales, positivos. Por su fuerte empirismo —concepción acerca del conocimiento

que establece que éste sólo es válido si proviene directa o indirectamente de la

experiencia sensible— y su convencimiento de que la lógica simbólica es la herramienta

de análisis más potente y adecuada para la filosofía, esta corriente de pensamiento fue

denominada Empirismo o Positivismo Lógico, o también como Neopositivismo.

El empirismo de esta corriente no sólo cuestionó la validez epistemológica de las

proposiciones sin sustento empírico, sino que incluso —por muy tautológicas que

apareciesen desde el punto de vista de la Lógica— las consideró pseudoproposiciones

carentes de significado; esta subordinación del significado de una expresión a la 1 Establecido oficialmente en 1929 —con el manifiesto La concepción científica del mundo: El Círculo de Viena—, su existencia como grupo de discusión claramente constituido se remonta al menos hasta 1924, con el nombre de Círculo de Schlick, en honor a Moritz Schlick, profesor de física alemán que organizó el grupo. Entre sus integrantes podemos destacar, además del propio Schlick, a Rudolf Carnap, Herbert Feigl, Otto Neurath, Hans Hahn, Philipp Frank, Kurt Gödel, Friedrich Waismann, entre otros. A su vez, vale acotar que en la órbita de este círculo se encontraban otros de ideas afines, como el Grupo de Berlín, con Hans Reichenbach, Kurt Grelling y Carl Hempel como figuras representativas, o el Círculo de Varsovia, integrado por lógicos como Alfred Tarski y Jan Lukasiewicz, por mencionar algunos. 2 Enfatizamos el término “contemporánea”, ya que podemos rastrear la Filosofía de la Ciencia desde el inicio de la Ciencia misma. Como rama del saber específica y sistemática, podemos retrotraernos al menos hasta Aristóteles. Quien dude de ello, puede consultar los Segundos Analíticos del estagirita, donde se encuentra ampliamente plasmada su Teoría de la Ciencia. (Más allá de que la concepción aristotélica de la ciencia difiera de la moderna, podemos observar en el tratado señalado una reflexión filosófica acerca de la naturaleza y procedimientos del quehacer científico).

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vinculación directa o indirecta de un correlato empírico verificable convierte a la

metafísica en una ocupación intelectual estéril y sin sentido.

Otra característica muy importante del pensamiento neopositivista, y que es

fundamental señalar por la temática de nuestro estudio, es su inductivismo. El

inductivismo es la concepción del método científico que establece que las teorías y

leyes científicas se obtienen de modo inductivo; es decir, se parte de la observación

cuidadosa para luego generalizar leyes y teorías, luego de comprobarlas

experimentalmente en muestras representativas, claro está. Ahora bien, es resaltante el

hecho de que, si bien el razonamiento inductivo es aceptado en esta corriente como

adecuado e imprescindible para la investigación científica, las conclusiones generales

que puedan derivarse de dicho procedimiento son sólo probables, aun cuando las

premisas sean verdaderas.

Este probabilismo se explica por la aceptación de la crítica de David Hume3 a la

inducción y a la causalidad, que trae como consecuencia el denominado Problema de la

Inducción. Esta crítica cuestiona la validez de la predicción y la posibilidad de obtener

cualquier conocimiento empírico general: el hecho de que ciertos acontecimientos

hayan sucedido de modo uniforme y regular en el pasado, no significa que se hayan de

comportar del mismo modo en el futuro; siempre es posible que la naturaleza cambie, o

que se dé un caso distinto a los anteriores. Según Hume, la creencia en los enunciados

obtenidos inductivamente, que nos son útiles para predecir eventos, no tiene

justificación lógica, sólo se creen por costumbre4

.

Pese a la aceptación neopositivista del Problema de la Inducción, dicho

reconocimiento no conduce a esta corriente filosófica a adoptar una posición escéptica,

tal como la asumida por el pensador escocés. Muy por el contrario, la concepción del

razonamiento inductivo como inferencia probable condujo a los empiristas lógicos a

3 1711-1776. Filósofo empirista escocés, que estableció sus tesis epistemológicas en el Tratado de la naturaleza humana (1739) —específicamente en el Libro I del mismo—, Resumen de un tratado de la naturaleza humana (1740) e Investigación sobre el conocimiento humano (1751). 4 Para ver una explicación más detallada de la crítica humeana a la inducción y a la causalidad, véase infra, Capítulo II.

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realizar esfuerzos —basados en la lógica inductiva— en aras de determinar el grado de

confirmación de los enunciados científicos, sean leyes, hipótesis o teorías.

En ese sentido, si bien no se podría tener una confianza absoluta en una ley

confirmada mediante la experimentación llevada a cabo sobre una muestra particular, sí

podríamos tener una mayor o menor probabilidad del cumplimiento de un hecho según

una ley o teoría determinada; así, esta mayor o menor probabilidad de un enunciado o

conjuntos de enunciados científicos nos habría de proporcionar una mayor o menor

confianza en los mismos. De manera que si tenemos un enunciado científico con un

altísimo grado de probabilidad, podemos decir que el mismo es verdadero, si

concebimos la verdad como aproximación. Por lo tanto, esta concepción probabilista de

la verdad nos ofrece una confianza práctica muy poderosa ya que, si bien se puede dar

la remota posibilidad de que una ley científica que siempre ha funcionado

predictivamente pueda fallar y deba ser revisada, esta posibilidad es, precisamente,

improbable.

Luego de una época de gran predominio en los estudios teóricos acerca de la

ciencia por parte de los neopositivistas, surgen dudas y críticas respecto a sus

concepciones. Se criticó, entre otros aspectos:

• La estrechez del criterio empirista de significado proposicional,

• El inductivismo y los esfuerzos por cuantificar el grado de probabilidad de los

enunciados científicos,

• El afán de reducir toda proposición científica a lenguaje fisicalista,

• La distinción entre enunciados teóricos y observacionales,

• El desconocimiento de la importancia del estudio de la historia de la ciencia para

la comprensión plena de la misma,

• El estudio exclusivo de la justificación teórica y comprobación experimental de

los enunciados científicos, dejando a un lado los factores subjetivos y

contextuales que intervienen en el descubrimiento y escogencia de una hipótesis

científica; o en los términos de Hans Reichenbach, la idea de que sólo el

contexto de justificación es importante para la comprensión de la ciencia,

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mientras que el contexto de descubrimiento es totalmente irrelevante para tales

fines.

Algunos de los puntos objeto de crítica previamente señalados fueron

cuestionados por el fracaso neopositivista de su implementación plena, como la

unificación de las ciencias mediante un lenguaje absolutamente fisicalista, o las graves

dificultades en torno a la traducción de términos y enunciados meramente teóricos en

lenguaje observacional. Otros de ellos, como el inductivismo y el desconocimiento de la

historia y la sociología de la ciencia como herramientas para conocer el quehacer

científico, se discutieron desde otras perspectivas filosóficas que no compartían las

premisas y los métodos del Empirismo Lógico, verbigracia los historiadores y sociólogos

de la ciencia.

El primer discutidor y detractor importante de las premisas neopositivistas es Karl

Popper5

. Este filósofo vienés, que tuvo contacto directo con los miembros del Círculo de

su ciudad natal, plantea una concepción del método científico conocida como

falsacionismo popperiano.

En primer lugar, Popper se distancia del empirismo lógico por su criterio de

demarcación de la ciencia, contraponiendo el falsacionismo frente al verificacionismo.

Recordemos que para el empirismo lógico el criterio de demarcación de los enunciados

científicos, e incluso de todo enunciado significativo, era su susceptibilidad de

verificación empírica. Popper critica lo restrictivo de este criterio: no sólo los enunciados

verificables van a ser significativos; a su vez, no es la verificabilidad sino la refutabilidad

lo característico de los enunciados científicos6

5 1902-1994. Filósofo de la ciencia austríaco, cuyas obras principales respecto a esta temática son La lógica de la investigación científica (1935), Conjeturas y refutaciones. El desarrollo del conocimiento científico (1963) y Conocimiento objetivo. Un enfoque evolucionista (1972).

: en la ciencia se acude a la prueba

experimental no tanto para obtener una confirmación de la verdad de un enunciado,

sino para descubrir su error. Esto es comprensible si consideramos que Popper, al igual

6 “El criterio de refutabilidad es una solución de este problema de la demarcación, pues sostiene que, para ser colocados en el rango de científicos, los enunciados o sistemas de enunciados deben ser susceptibles de entrar en conflicto con observaciones posibles o concebibles.” POPPER, Karl, Conjeturas y refutaciones. El desarrollo del conocimiento científico, Paidós, Barcelona, 1991, p. 64.

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que los neopositivistas, acepta la crítica humeana de la inducción; pero a diferencia de

aquéllos desconoce la posibilidad de conocer verdades, ni siquiera aproximarse a ellas:

sólo es posible conocer el error, la falsedad.

Así, la teoría o ley científica que resista el experimento crucial, no es falsada

actualmente, pero sí es falsable potencialmente —en vista de que el curso de la

naturaleza, según el autor, puede cambiar, y sólo hace falta un contraejemplo para

refutar un enunciado general—; la teoría no es verdadera, sino más conveniente e

informativa provisionalmente que otras que no resisten el citado experimento: es más

verosímil. De aquellas que no resisten la contrastación sí se puede afirmar con

seguridad que son erróneas.

Otro elemento disonante de Popper con respecto a los neopositivistas es su

concepción del método científico. Para el filósofo vienés, al contrario de los

neopositivistas, la observación no es ni efectiva ni determinante en la construcción de

las teorías científicas. Lo fundamental en la elaboración de las teorías que explican la

realidad es el ejercicio exclusivo de la razón, la deducción, la creación de conjeturas

que expliquen el mecanismo de la naturaleza7. En este sentido, Popper rechaza el

inductivismo neopositivista y lo sustituye por la visión hipotético-deductiva de la ciencia

que refleja, desde su punto de vista, la verdadera naturaleza del quehacer científico,

que crea racionalmente hipótesis que luego serán confrontadas con la realidad: el

conocimiento científico se desarrolla mediante una serie de conjeturas y refutaciones8

,

que van sucediéndose y aumentando nuestra capacidad de explicación de la naturaleza

circundante.

A su concepción hipotético-deductiva de la investigación científica, que

desconoce a la inducción como vía para conocer los hechos del mundo real, que sólo

considera como fundamentales para el quehacer científico a los procesos deductivos, y

que además desconoce la posibilidad de verificación empírica —y sólo acepta la de

7 “Las teorías son redes que lanzamos para apresar aquello que llamamos «el mundo»: para racionalizarlo, explicarlo y dominarlo. Y tratamos de que la malla sea cada vez más fina” POPPER, Karl, La lógica de la investigación científica, Tecnos, Madrid, 1980, p. 57. 8 Nótese que el título de su obra de 1963 indica explícitamente su concepción conjetural del desarrollo de la ciencia.

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contrastación como mero intento de falsación—, Popper llega a denominarla

deductivismo9

. Ya veremos que este deductivismo, con sus peculiaridades en cada

caso, es compartido por otros filósofos de la ciencia posteriores a Popper.

Otro de los autores que cuestionaron al movimiento neopositivista fue Thomas

Kuhn10. De gran influencia y originalidad, suele considerarse como el máximo

representante del llamado giro historicista, cambio de rumbo de los estudios de filosofía

de la ciencia que acude, para explicar los métodos, procesos y desarrollo de la ciencia,

a la historia de la misma11

.

Siguiendo esta explicación historicista, Kuhn establece un modelo teórico de

explicación del progreso científico en el marco de su desarrollo histórico. Esta

concepción kuhniana se caracteriza por una interpretación discontinuista de los

descubrimientos y avances en la ciencia, a diferencia de la concepción acumulativa del

progreso científico tradicionalmente aceptada hasta su tiempo. El eje conceptual del

que se vale Kuhn para desarrollar su planteamiento no es otro que la categoría de

paradigma. La misma, en un sentido amplio, designa el conjunto de creencias y modos

de proceder intelectuales comunes a una comunidad científica dada; tales creencias y

hábitos responden a una visión de mundo común que condiciona los métodos, los

resultados y, sobre todo, las teorías que conforman la investigación científica.

Por otra parte, cuando las anomalías de la teoría científica que sustenta un

paradigma determinado son numerosas e insalvables, se entra en una crisis y surge

9 “La teoría que desarrollaremos en las páginas que siguen se opone directamente a todos los intentos de apoyarse en las ideas de una lógica inductiva. Podría describírsela como la teoría del método deductivo de contrastar, o como la opinión de que una hipótesis sólo puede contrastarse empíricamente —y únicamente después de que ha sido formulada […] esta tesis […] podría llamarse «deductivismo», por contraposición al «inductivismo»” POPPER, Karl, La lógica, p. 30. Más adelante, en el Capítulo IV del presente estudio, se hará patente la importancia del deductivismo en la tarea de Stove de explicar la semilla de lo que considera como irracionalismo científico. 10 1922-1996. Filósofo e historiador de la ciencia estadounidense. Entre sus obras principales destacan La revolución copernicana (1957), La estructura de las revoluciones científicas (1962) y La tensión esencial (1977). 11 Entre los principales representantes de esta corriente historicista de la filosofía de la ciencia —surgida alrededor de la década de los sesenta del pasado siglo— vale mencionar, además de Thomas Kuhn, a Norwood Russell Hanson, Stephen Toulmin, Imre Lakatos y Paul Feyerabend. Estos dos últimos autores serán tratados más adelante, debido a que junto con Popper y Kuhn conforman la secuencia de autores que Stove critica en la obra objeto del presente estudio.

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una revolución científica que rechaza definitivamente el paradigma hasta entonces

vigente e instaura otro nuevo y más conveniente. Asimismo, las teorías científicas en

disputa o contrapuestas, pertenecientes a sus respectivos paradigmas, son para el

autor inconmensurables, característica asociada con la incompatibilidad e

irreconciliabilidad entre las mismas12

. Las teorías nuevas no se sostienen apoyándose

sobre las anteriores ni las complementan; muy por el contrario, las teorías emergentes

compiten inexorablemente con las anteriores.

Asimismo, Kuhn considera que, al momento de dirimir la disputa entre teorías

rivales, la elección no viene determinada exclusiva ni preponderantemente por

consideraciones racionales, sino que entran en juego otros factores más contextuales:

culturales, políticos, religiosos, técnicos, etc.

Para aclarar la concepción kuhniana de la disputa entre teorías pertenecientes a

paradigmas rivales y su resolución condicionada por el contexto, es preciso señalar

que, a diferencia de lo aceptado por el empirismo lógico y la tradición científica, el

enfoque del planteamiento kuhniano responde a la negación de una base empírica

neutral, que sea capaz de dirimir los conflictos entre teorías rivales. Sin dicha base

empírica objetiva, el acuerdo entre teorías es ciertamente muy difícil, y una concepción

acumulativa del progreso científico es imposible, en tanto la misma se apoya

precisamente en la idea del descubrimiento de nuevos elementos de la realidad en

constante aumento y donde la comprobación empírica determina el camino correcto

que se debe seguir. La acumulación del conocimiento sería posible en Kuhn en la

medida de que las teorías científicas profundizaran consecuentemente el conocimiento

de la naturaleza y observaran fenómenos ignorados por las teorías antecedentes, pero

manteniendo estable el conocimiento adquirido por estas últimas, lo cual para él no

ocurre.

12 Respecto al carácter inconmensurable y radicalmente ajeno de los paradigmas entre sí, dice Kuhn: quienes proponen los paradigmas en competencia practican sus profesiones en mundos diferentes [...] los dos grupos de científicos ven cosas diferentes cuando miran en la misma dirección desde el mismo punto. Nuevamente, esto no quiere decir que pueden ver lo que deseen. Ambos miran al mundo y aquello a lo que miran no ha cambiado. Pero, en ciertos campos, ven cosas diferentes y las ven en relaciones distintas unas con otras” KUHN, Thomas, La estructura de las revoluciones científicas, Fondo de Cultura Económica, México, 1982, p. 233. Cursivas nuestras.

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Siguiendo la secuencia de los autores anti-neopositivistas clásicos, tenemos a

Imre Lakatos13

. Este filósofo de la ciencia de origen húngaro parte del falsacionismo

popperiano —téngase en cuenta que fue discípulo del pensador vienés—, haciéndole

algunas revisiones e incorporando ciertas premisas provenientes del historicismo

kuhniano. En ese sentido, es lícito entender el planteamiento lakatosiano como una

síntesis de las posiciones de Popper y Kuhn.

Lakatos denomina a su concepción, profundamente deductivista, como

falsacionismo refinado. A diferencia del falsacionismo popperiano —ingenuo, según

Lakatos—, el del húngaro plantea que una teoría científica no es falseada mediante un

experimento crucial, tal como apuntaba Popper, sino que ha de ser refutada por otra

teoría que explique y prediga hechos nuevos; de modo que un enunciado observacional

aislado que contradiga una teoría no la refuta, dicho enunciado sólo es relevante si

viene acompañado de una teoría que lo respalde. Y es que para Lakatos las anomalías

—término kuhniano— son comunes en cualquier teoría científica. Tales inconsistencias

sólo pasan a ser consideradas cuando la teoría ha sido desplazada por una mejor.

En ese sentido, el criterio de elección racional de teorías en disputa será el

progreso: la teoría que prediga nuevos hechos corroborables empíricamente será

considerada como progresiva y, por lo tanto, preferible.

A las teorías científicas —o series de teorías, según se interprete—, entendidas

como un cuerpo complejo y dinámico de enunciados, Lakatos las llama programas de

investigación. Tales entidades teóricas tienen un núcleo firme y un cinturón protector. El

primero está conformado por las premisas inmutables del cuerpo teórico, asumidas de

modo pleno; el segundo lo constituyen todas las hipótesis auxiliares que protegen al

núcleo de la refutación, siendo refutables y modificables.

13 1922-1974. Filósofo de la ciencia húngaro. Su pensamiento está plasmado en obras como Pruebas y refutaciones (1976), La metodología de los programas de investigación científica (1978) y Matemáticas, ciencia y epistemología (1978). Como se puede observar, publicadas después de su intempestivo fallecimiento. La primera de ellas, una obra en la cual estaba trabajando sobre la base de estudios previos, las otras dos, no son sino compendios de artículos.

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En torno a estos dos componentes de todo programa de investigación se

desarrollan unas reglas metodológicas, una heurística14. Lakatos distingue entre

heurística positiva y negativa. La positiva establece los procedimientos y áreas que han

de seguirse en toda investigación dentro del marco del programa, permitiendo revisar,

modificar y replantear las hipótesis del cinturón protector. Por su parte, la negativa

prohíbe los ámbitos de investigación que entren en contradicción con el núcleo del

programa de investigación. En síntesis, las heurísticas positivas y negativas establecen

qué y cómo puede y qué y cómo no puede investigarse dentro de un programa de

investigación15

.

Vale resaltar que Lakatos, siguiendo la concepción hipotético-deductiva de la

ciencia de su mentor, sólo le adjudica una importancia más bien dudosa al correlato

empírico: si bien la corroboración empírica es fundamental para establecer la

aceptabilidad de una teoría nueva, la posibilidad de probar o aun de refutar un

enunciado mediante el experimento de modo definitivo es imposible: “no sólo todas las

teorías son igualmente imposibles de probar sino que también son igualmente

improbables”16; “ninguna proposición fáctica puede nunca ser probada mediante un

experimento”17; “no podemos probar las teorías y tampoco podemos refutarlas”18

14 “el programa de investigación tiene también una heurística, esto es, una poderosa maquinaria para la solución de problemas que, con la ayuda de técnicas matemáticas sofisticadas, asimila las anomalías e incluso las convierte en evidencia positiva” LAKATOS, Imre, La metodología de los programas de investigación científica, Alianza, Madrid, 1989, p. 13.

.

Recordemos que si se concibe la ciencia de modo hipotético-deductivo, se presupone la

negación humeana y popperiana de un Principio de Inducción; en ese sentido, la

observación y experimentación no es concluyente. Lo que tiene peso es el componente

racional, estrictamente mental e imaginativo; la teoría determina lo empírico y la utilidad

de la misma es el criterio último para su aceptación, no su verdad —esto último, según

esta concepción, no se puede determinar—.

15 “El programa consiste en reglas metodológicas: algunas nos dicen las rutas de investigación que deben ser evitadas (heurística negativa), y otras, los caminos que deben seguirse (heurística positiva)” ID., p. 65. 16 ID., p. 21-22. 17 ID., p. 26. 18 ID., p. 27.

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Finalmente, no queremos culminar esta revisión histórica sin presentar a otro

afamado filósofo de la ciencia, sin duda más radical y controversial que los previamente

expuestos. Se trata de Paul Feyerabend19

. Este filósofo vienés, que estuvo bastante

relacionado con los tres pensadores anteriores, lleva su anti-inductivismo y concepción

conjetural de la ciencia al extremo.

Feyerabend plantea la esterilidad e inconveniencia de aplicar reglas

metodológicas y teorías generales para normar y explicar la práctica científica. Frente a

los intentos de abstraer un método o teoría general del universo complejo de la ciencia,

expresa que “sólo hay un principio que puede defenderse bajo cualquier circunstancia y

en todas las etapas del desarrollo humano. Me refiero al principio todo sirve”.20

Para Feyerabend, si hemos de hablar de una metodología, esta debe ser

anárquica21

, ya que sólo la pluralidad garantiza el éxito y el desarrollo de la ciencia.

Incluso se pueden considerar ideas provenientes de otras áreas de la cultura e

intelectualidad humanas, tales como la mitología, la astrología o el arte.

En buena medida, el autor nos advierte de sus ambigüedades y excentricidades

cuando, para precisar la denominación de su propuesta —el anarquismo

epistemológico—, plantea:

“prefiero ahora emplear el término Dadaísmo […] Un Dadaísta permanece completamente impasible ante una empresa seria y sospecha siempre cuando la gente deja de sonreír, asumiendo aquella actitud y aquellas expresiones faciales que indican que se va a decir algo importante. Un Dadaísta está convencido de que una vida que merezca la pena sólo será factible cuando empecemos a tomar las cosas a la ligera y cuando eliminemos del lenguaje aquellos significados profundos pero ya putrefactos que ha ido acumulando a lo largo de los siglos ('búsqueda de la verdad'; 'defensa de la justicia'; 'amor apasionado'; etc., etc.). Un Dadaísta está dispuesto a iniciar divertidos experimentos incluso en aquellos dominios

19 1924-1994. Filósofo de la ciencia austríaco. Entre sus obras podemos resaltar Tratado contra el método (1975), La ciencia en una sociedad libre (1987) y Adiós a la razón (1987). 20 FEYERABEND, Paul,, Tratado contra el método, Tecnos, Madrid, 1986, p. 12. 21 “El presente ensayo ha sido escrito con la convicción de que el anarquismo, que tal vez no constituye la filosofía política más atractiva, es sin embargo una medicina excelente para la epistemología y para la filosofía de la ciencia”, ID., p. 1.

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donde el cambio y la experimentación parecen imposibles (ejemplo: las funciones básicas del lenguaje). Espero que tras la lectura del presente panfleto, el lector me recuerde como un frívolo Dadaísta y no como un anarquista serio”22

.

Llevando la actitud anti-inductiva de sus predecesores hasta sus últimas

consecuencias, llega incluso a recomendar reglas contrainductivas que inviten a

proponer hipótesis que contradigan las teorías suficientemente confirmadas, así como

las observaciones y experimentos que sirvieron para probarlas.23

22 ID., p. 6.

23 Respecto a la libertad —o libertinaje— para la adopción de sistemas alternativos a los aceptados y justificados racionalmente, y al contrainductivismo, nos dice el autor: “el primer paso en nuestra crítica de conceptos habituales y reacciones habituales va a consistir en salirse del círculo, ya sea inventando un nuevo sistema conceptual, por ejemplo una nueva teoría, que entre en conflicto con los resultados observacionales más cuidadosamente establecidos y lleve la confusión hasta los principios teóricos más plausibles, ya sea importando semejante sistema de fuera de la ciencia, de la religión, de la mitología, de las ideas de los incompetentes, o de las incoherencias de los locos. Este paso es, de nuevo, contrainductivo. La contrainducción es por lo tanto dos cosas: un hecho --la ciencia no podría existir sin ella-- y un paso legítimo y muy necesario en el juego de la ciencia.” ID., p. 51-52.