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SEMANARIO FARMACÉUTICO 409 ESTUDIO SOBRE LOS METEORITOS por (Continuación) 3.0 Explicación á las venas negras y á los jaspeados que pre- sentan los meteoritos. Respecto á las lineas negras, se supone han sido formadas al mismo tiempo que las cúpulas y superficies de fro- tamiento; es decir, simultáneamente con la ruptura. Estas venas tie- nen muy débil espesor; atraviesan toda la masa del meteorito y son producidas (según Reichenbach y Haidinger), por la inyección de substancia constituyente de la corteza en estado de fusión mediante los gases comprimidos que actúan sobre la superficie y penetran tan rápidamente, que no tiene tiempo de ceder su calor á las paredes de las fisuras preexistentes. Se comprueba esta idea teniendo en cuenta que en las experiencias anteriores hubimos de observar que la arci- lla y arena cuarzosa de los pozos penetraban en los ángulos entrantes y en las fisuras las más estrechas, que son producidas en los metales atacados por la dinamita, incrustándose tan profundamente, que no era fácil separarle sin el auxilio de una punta de acero y fuerte pre- sión. Otro caso que patentiza lo que dejo dicho, es el eje del hierro de Sainte Catherine, adornado de innumerables fisuras rellenadas de óxido magnético, resultado de la oxidación de la superficie por su incandescencia. Los jaspeados negruzcos son bien conocidos en muchos meteoritos y más generalmente en aquellos que presentan venas negras y su- perficies de frotamiento; su origen, según Meunier, es debido á la acción del calor, supuesto que los gases incandescentes de la atmós- fera (inyectando hacia el interior, en las venas negras, la substancia en fusión que constituye la corteza), han podido producir efectos ca- loríficos sobre la substancia del meteorito, perdiendo parte de ésta en la proximidad de las fisuras capilares y contribuyendo á la for- mación de jaspeados. En resumen; el gas que actúa sobre el bólido después de entrar en nuestra atmósfera, parece tener una presión comparable á la del gas ó gases que las experiencias de Daubrée han puesto en juego para producir rupturas análogas; y aunque es imposible determinar con exactitud las presiones que un bólido ejerce sobre la capa de aire que intercepta su paso; sin embargo, la incandescencia que acompaña este fenómeno (que debe corresponder á la temperatura de combustión del hierro, 1.000 á 1.200 grados), permite creer con Reichenbach, después de anotadas las evaluaciones deducidas de la SEPTIEMBRE 18 DE 1892.—AÑO XX.—NÚM. 51. 52

ESTUDIO SOBRE LOS METEORITOS

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Page 1: ESTUDIO SOBRE LOS METEORITOS

SEMANARIO FARMACÉUTICO 409

ESTUDIO SOBRE LOS METEORITOS por

(Continuación)

3.0 E x p l i c a c i ó n á las venas negras y á los jaspeados que pre­sentan los meteoritos.—Respecto á las lineas negras, se supone han sido formadas al mismo tiempo que las cúpulas y superficies de f ro ­tamiento; es decir, s imul táneamente con la ruptura. Estas venas t ie ­nen muy débi l espesor; atraviesan toda la masa del meteorito y son producidas (según Reichenbach y Haidinger), por la inyección de substancia constituyente de la corteza en estado de fusión mediante los gases comprimidos que ac túan sobre la superficie y penetran tan r á p i d a m e n t e , que no tiene tiempo de ceder su calor á las paredes de las fisuras preexistentes. Se comprueba esta idea teniendo en cuenta que en las experiencias anteriores hubimos de observar que la a r c i ­lla y arena cuarzosa de los pozos penetraban en los ángulos entrantes y en las fisuras las más estrechas, que son producidas en los metales atacados por la dinamita, inc rus t ándose tan profundamente, que no era fácil separarle sin el auxilio de una punta de acero y fuerte pre­sión. Otro caso que patentiza lo que dejo dicho, es el eje del hierro de Sainte Catherine, adornado de innumerables fisuras rellenadas de óxido magnét ico, resultado de la oxidac ión de la superficie por su incandescencia.

Los jaspeados negruzcos son bien conocidos en muchos meteoritos y más generalmente en aquellos que presentan venas negras y su­perficies de frotamiento; su origen, según Meunier, es debido á la acc ión del calor, supuesto que los gases incandescentes de la a t m ó s ­fera (inyectando hacia el interior, en las venas negras, la substancia en fusión que constituye la corteza), han podido producir efectos ca­loríficos sobre la substancia del meteorito, perdiendo parte de ésta en la proximidad de las fisuras capilares y contribuyendo á la for­mación de jaspeados.

En resumen; el gas que ac túa sobre el ból ido después de entrar en nuestra a tmósfera , parece tener una presión comparable á la del gas ó gases que las experiencias de D a u b r é e han puesto en juego para producir rupturas aná logas ; y aunque es imposible determinar con exactitud las presiones que un bólido ejerce sobre la capa de aire que intercepta su paso; sin embargo, la incandescencia que a c o m p a ñ a este fenómeno (que debe corresponder á la temperatura de combust ión del hierro, 1.000 á 1.200 grados), permite creer con Reichenbach, después de anotadas las evaluaciones deducidas de la

SEPTIEMBRE 18 DE 1892.—AÑO XX.—NÚM. 5 1 . 52

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410 SÉMANARÍO FARMACEUTICO

pérd ida probable de velocidad, que esta presión es del mismo orden que la de los gases puestos en acción en las experiencias anteriores, y tengan en cuentan que la composición química de los gases del aire y de la dinamita es aná loga , puesto que tanto en uno como en otra entran á constituirlos el ác ido c a r b ó n i c o , agua en vapor, n i t r ó ­geno y oxigeno en exceso.

En conclusión, nos encontramos con que los meteoritos tienen un conjunto de caracteres que se hallan imitados s imul t áneamente por la experiencia, cuales son:

i.0 Forma fragmentaria y frecuentemente pol iédr ica . 2.0 Piezogliptas ó cúpulas carac ter í s t icas de los meteoritos. 3.0 -Cambio de textura en los hierros en la proximidad de su su­

perficie. 4.0 Superficies estriadas y fibrosas en el interior de la masa, re ­

sultado de frotamientos moleculares. 5.0 Venas ó l íneas negras, resultado de la pene t rac ión de la parte

superficial fundida por pres ión en los gases atmosféricos actuando sobre los ból idos.

Y 6.° Coloraciones designadas con el nombre de jaspeados negruzcos con el mismo origen, aunque menos comunes que las venillas.

Si con lo dicho se deduce seguramente que los meteoritos se han formado de una manera semejante al de las rocas terrestres, no debo terminar esta probabil idad, si antes no pesamos las razones que aboga la unidad de composición dentro de nuestro sistema plane­tario.

V I I . ~ Unidad de composición

Ya dijimos al estudiar y comparar las relaciones que existían entre los meteoritos y las rocas terrestres, que las rocas eruptivas magnesianas cuyo tipo es la Lherzolita eran aná logas á los meteoritos del tipo común. ¿No es en extremo probable ( r e m o n t á n d o n o s á la comparac ión de Mr. Boisse), que las capas más centrales que las de la Lherzolita sean semejantes á las de los meteoritos más ricos en hierros Polisideros, Sisideros y Holosideros?

Diversas consideraciones conducen á creer que tal sea, en efecto, la const i tución de nuestro globo por los datos que suministran los meteoritos, tanto bajo el punto de vista g e o g é n i c o , como el solar.

P u n t o do v i s t a g e o g é n i c o . — E n primer lugar, Chladni hace observar que los fenómenos de magnetismo terrestre son debidos á la masa central de hierro metál ico que encierra nuestro globo; supuesto que para que la densidad de la tierra sea de 6,5, es necesario (siendo las de las rocas superficiales de 2,5 á 3) que en el centro haya cuerpos cuya densidad sea de 7 á 8, lo que sería natural para un globo cuyo centro estuviera constituido esencialmente por hierro me­tá l ico .

Sin que el hecho sea absolutamente cierto, parece probable que

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SEMANARIO FARMACÉUTICO 4 I I

ciertas rocas profundas contienen hierro metá l ico; así, Mr . Andrews ha reconocido la existencia del hierro libre en las rocas volcánicas del arrecife de los Gigantes; posteriormente, Sterry Hunt lo ha ha­llado en ciertas rocas de los Estados Unidos.

En segundo lugar, en los meteoritos encontramos grupos de rocas semejantes, bajo el punto de vista d inámico , á las nuestras.

Se hallan meteoritos primitivos, que de la misma manera que. los granitos, parecen datar de la época donde el estado sólido del p la­neta á que corresponden es por primera vez constituido; sirva de ejemplo el tipo Aumalita (del meteorito que le da nombre), en razón á que, primero, su naturaleza magnesiana, conforme á las investiga­ciones de Cornu, dar ía á su vapor el mismo c a r á c t e r especial que á los gases protuberanciales, y segundo, á que su masa está ausente de fenómenos geológicos secundarios, como son fracturas, erupciones, epigenias, metamorfismo, etc.

Advertimos, t ambién , meteoritos peperiniformes, ó sean brechas formadas por elementos desemejantes ó d e u t e r o g é n i c o s , como puede verse en el tipo CANELLITA (del meteorito español Canellas), formado por Limerickita ( i ) , y elementos blancos de estructura e o l í ­tica Montrejita (2). Sirva de ejemplo, t ambién , la MESMINITA, fo r ­mada por fragmentos blancos de estructura t raquí t ica llamada L u -ceita (3) y la globular sembrada acá y allá, denominada Limerickita.

Se encuentran t ambién meteoritos volcánicos que representan nuestras lavas terrestres, como son los meteoritos de Stannern, de Chassigny, e tc . , el úl t imo de los cuales presenta una composición parecida á la Dunita, muy semejante á los basaltos de la Auvernia é isla B o r b ó n .

Los hay eruptivos, como se observa en la Deesita ó hierro de Deesa,que presenta estructura brechiforme entre la parte pé t rea cris­talina y la confusa parte metá l ica ; obse rvándose identidad completa con nuestros filones, si comparamos con atención la parte metál ica y p é t r e a , puesto que la primera, modificada en su estructura por la fusión, ha empastado sin alterar fragmentos de la roca fracturada, lo que demuestra una similitud con nuestros pórf idos.

Encontramos meteoritos de filón, como se observa en el de Pallas, en que la parte reticular fundida ha empastado la parte l ap ídea , adv i r t i éndose , aunque groseramente, una especie de concrec ión en su parte metá l ica , como corresponde á todo filón concrecionado.

Interesant ís imos son losmeteoritos epigénicos representando brechas metá l icas cimentadas por el sulfuro producido por el mismo metal combinado con el h idrógeno sulfurado á alta temperatura; esta ma­nifestación es tanto más exacta cuanto que en todas las brechas me­tálicas se puede observar la corrosión de los fragmentos metál icos .

(1) Glóbulos de piroxeno y albita cementados por peridoto con estructura eolítica coherente.

(2) Glóbulos de piroxeno y albita cementados por peridoto con estructura oolílica friable.

(3) Glóbulos de pirogeno y albita cementados por peridoto con estructura traquítica

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412 SEMANARIO FARMACÉUTICO

Fíjense en el meteorito de Sainte Catherine y obse rva rán lo siguiente:

i.0 La fragmentación del hierro metál ico por su causa originaria y dejando vacíos entre los fragmentos.

2.0 El h idrógeno sulfurado con el mismo origen probablemente que el terrestre; es decir, h ipógeno pasando por los intersticios de la masa metál ica y atacando superficialmente los elementos metá l icos , dando origen, bien al sulfuro metá l ico , bien á la mezcla de pirrotina y grafito,

3.0 F ragmentac ión posterior de este sulfuro que empasta la parte metá l ica .

Y 4.;° Concreción ó formación de la parte grafitosa, rellenando los huecos de este sulfuro.

Finalmente, haremos mención de los meteoritos metamórfieos, d e ­bido su origen al calor, probablemente, como causa del metamor­fismo.

Todos sabemos con qué facilidad la arcilla pasa á termantida por el calor, y cómo las cretas pasan á mármoles por calor y pres ión.

Si en consecuencia de esto, colocamos la luceita y la aumalita en un crisol de platino, y al abrigo del aire elevamos su temperatura hasta el rojo vivo, obtendremos la substancia pé t r ea llamada Tadjeri-ta, suma de las dos anteriores, y fielmente representada en el bello meteorito de Tadjera (Argelia).

P u n t o de Tista solar.—Gracias al bellísimo descubrimiento del «análisis espec t ra l ,» debido á los Sres. Kirchhoff y Buosen, se ha podido hacer el análisis químico más delicado de los cuerpos l u m i ­nosos, el cual nos ha demostrado la existencia, tanto en el sol como en las estrellas, de muchos cuerpos simples que conocemos en nues­tro planeta.

Por medio del espec t róscopo se ha reconocido ea el sol la pre­sencia del hierro, magnesio, potasio, etc., y si bien las observacio­nes hechas para el estudio de dicho astro, no han demostrado la existencia en él del zinc, plata, antimonio, cobre, aluminio y cobalto, esto no quiere decir que rotundamente no se hallen; ú n i c a m e n t e , lo que se puede anunciar es que existen, sí, pero que se encuentran en tan p e q u e ñ a cantidad, que el análisis espectral (aunque descubri­miento maravilloso), no es bastante perfecto para dar seña les de la existencia de aquellos cuerpos.

Sea de esto lo que quiera, el hecho sobre el cual nosotros debe­mos insistir, es que en los astros estudiados no podemos suponer la existencia ó presencia de cuerpos ext raños á los de nuestro globo.

¿Qué resulta de esto? Que, evidentemente, la t ierra, los planetas y el sol están formados de los mismos materiales, ó en otros té rminos , que existe unidad de composición química , entre los diversos miem­bros de nuestro sistema solar.

El medio de investigación que suministra el análisis espectral.no puede aplicarse más que á los cuerpos luminosos; sin embargo, e l sistema solar encierra otros, como lo prueban las numerosas obser­vaciones, entre las cuales podemos citar las que se relacionan con los obscurecimientos del sol.

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SEMANARIO FARMACÉUTICO 413

Humboldt cita un fenómeoo de este género que tuvo lugar en 1547, y duró tres días .

Chladni y Schnurrer atribuyen al paso de masas meteór icas de­lante el disco del sol, fenómenos análogos al anterior, ocurridos en los años 1090 y 1208, durando el primero tres horas y el segun­do seis.

Árago cuenta que el 17 de Junio de 1777, á las doce de la m a ñ a n a , vió pasar por delante del sol un número incalculable de glóbulos negros durante cinco minutos.

Ahora bien; ¿estos cuerpos planetarios tienen la misma composi­ción que el resto del sistema? Esta cuestión q u e d a r í a sin respuesta sin los meteoritos, los cuales debemos considerar como muestras ó seña ­les de esas masas obscuras.

Los meteoritos encierran cerca de treinta elementos simples (se­gún los muchos análisis puestos en p rác t i ca por los químicos más eminentes), de los que ninguno es ex t raño á nuestro globo; y con una particularidad digna de tenerse en cuenta, y es, que los cuerpos simples más abundantes en los meteoritos (hierro, silicio y oxígeno) son también los que predominan en la corteza terrestre.

La comparac ión puede llevarse más lejos todav ía : supuesto que los meteoritos encierran ó se hallan constituidos por un número de especies minera lógicas que encontramos también en la corteza te­rrestre, tales son: el peridoto, piroxeno, enstatita, anortita, hierro cromado, pirita magné t i ca , grafito, hierro oxidulado (éste raro) y el agua, puede también citarse entre los minerales comunes á los meteoritos y al globo terrestre.

En los meteoritos también encontramos asociaciones minerales de la misma manera que en ciertas rocas terrestres. Si estudiamos detenidamente el meteorito de Chassigny, observaremos que ofrece todos los caracteres del peridoto terrestre, con sus granos de hierro cromado diseminados, exactamente lo mismo que en la roca per i -dótica llamada Dunita, que, según Hochstetter, forma en Nueva Zelanda una cadena de montañas . Otro ejemplo de lo mismo ofre­cen los meteoritos aluminosos (Juvinas, Jonzac), los cuales están constituidos por una mezcla de piroxeno y anortita, de la misma manera que las lavas de la Thjorza (volcán de la Islandia).

La identidad de combinaciones comunes, tanto en el globo como en los meteoritos, no sólo existe bajo el punto de vista de la com­posición química, sino también bajo el de la forma cristalina, así por ejemplo: el piroxeno y la pirita magné t ica , que se encuentran cristalizados en el meteorito de Juvinas, se presentan con las m o d i ­ficaciones de formas y ángulos que se conocen en las mismas espe­cies que forman parte de nuestras rocas.

Por otra parte, si muchas especies minerales son especiales á los meteoritos, como son: el hierro nativo niquelado, el fosfuro de hierro y níquel (Schreibersi ta) , el sesquisulfuro de cromo y de hierro (Daubreelita), el sulfuro de calcio (Oldhamita), el protocloruro de hierro (Lawrencita) , la asmannita ( ác ido silícico), e t c . , ¿sabe­mos por ventura si m a ñ a n a serán encontradas en el gran museo na­tural terrestre?

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414 SEMANARIO FARMACÉUTICO

Es imposible entonces, á la vista de los hechos que acabamos de relatar, confirmar más plenamente con ideas y razonamientos e v i ­dentes, la unidad de composición del sistema solar y si las masas meteór icas extraterrestres, imagen son de lo que sucede en nuestro globo, bajo el punto de vista geológico, probable es, adelantando ideas, que el foco de donde proceden corresponda á un planeta desmembrado de la nebulosa primitiva de la t ierra.

Observemos, para terminar, que si el origen cometario de los meteoritos fuera demostrado, esta unidad de composición se exten­der í a más lejos todav ía de los límites que se atribuyen á nuestro planeta.

Estudiemos detenidamente el origen de los meteoritos; fijemos con mesura las razones de cada una de las hipótesis establecidas; hagamos un juicio sensato, y estableciendo los cimientos con lo determinado anteriormente, busquemos el punto sobre que descansa ese yacimiento probable y q u e d a r á terminado el objeto del capítulo siguiente.

VIII.—Origen de los meteoritos.

No creo sea necesatio hacer notar la difícil s i tuación en que se coloca todo naturalista que trata de investigar con razonamientos efímeros lo inaccesible á toda observac ión directa; supuesto que si lo tangible está sujeto á explicaciones las más diversas y los efectos de ayer tienen hoy sus causas una significación distinta; sucediendo esto con los objetos cognoscibles, ¡cómo hemos de tener seguridad de la veracidad de cuerpos que no vemos, sin los fijos cimientos de toda teoría científica!

¿Cómo? Apelando ún i camen te á las hipótesis; pues como quiera que el hombre está adornado de una inteligencia invencible y á todo efecto le es forzoso encontrar su causa; afanoso y á veces incons­cientemente, marcha en pos de esa verdad escondida, bien sujetando los hechos á ideas hipotéticas preconcebidas, ora observando si hay conci l iación entre los efectos y las causas que los producen, dando por resultado de esta manera á que la hipótesis admitida se trueque en teoría científica.

Si este itinerario nos marca nuestra mente, sigámosle y camine­mos en busca de ese deseado foco meteór ico , sin que por ello asegu­remos haberlo encontrado.

A.hora bien; dados los caracteres especiales que presentan los meteoritos, por los cuales podemos perfectamente conocerlos y dis­tinguirlos, ocurre preguntar: ¿qué origen tienen? En una palabra: ¿de dónde vienen, d ó n d e se han formado?

Ya hubimos de observar, al hablar de la historia de estos seres, que á la par que A n a x á g o r a s en la más remota an t i güedad los consi­deraba de origen extraterrestre, los pueblos que le rodeaban velan en ellos fuerzas sobrenaturales. Modernamente, ó sea á principios del siglo pasado, creyeron ver los sabios en estos materiales un o r i ­gen terrestre; pues si para unos eran considerados como piedras he-

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SEMANARÍO FARMACÉUTICO 415

ridas por el rayo y para otros vomitadas por los volcanes, no ha faltado quien los ha c re ído formados en la atmósfera, ya por con­densac ión de materias gaseosas, ya por agregac ión de par t ículas s ó ­lidas, ya, finalmente, como engendrados por las auroras boreales.

Dejando á un lado esta serie de vuelos imaginativos, y con ob ­jeto de resumir todo lo más posible este desa l iñado trabajo, creo conveniente dar á conocer en esta parte las hipótesis más interesan­tes que se han emitido en este siglo respecto al origen de estos seres: i . * La de Chladni, publicada en 1794 y dada á conocer en la Aca­demia de Ciencias de París en el 1804. 2.a La de Laplace, en el año 1803. 3.a La de Meunier, publicada en 1871. 4.a La que supone ver en los meteoritos una manifes tación del origen cometario de las estrellas fugaces, Y 5.a La adoptada en este estudio y modificación en la de Meunier.

i.a H i p ó t e s i s de Chladni.—Este sabio físico a lemán fué el p r i ­mero que dió una explicación satisfactoria al ( indicado ya por Anaxágo ra s , 464 años antes de Jesucristo) origen cósmico de los me­teoritos (1).

Esta hipótesis, admitida generalmente en la ciencia hasta hace muy pocos años, supone: «que el espacio encierra, entre los cuerpos celestes que conocemos, pequeñas masas de materias aisladas, que moviéndose (en vir tud del movimiento de t raslación) á lo largo de sus órbi tas y alrededor del sol por consiguiente, puede suceder que se aproximen á veces, cerca de la esfera de a t racc ión de alguno de ellos, para caer con violencia sobre la superficie de los mismos.» De esto inferimos que la ca ída de los meteoritos es debida á la a t racc ión ejercida por la tierra sobre esos pequeños cuerpos planetarios.

De lo dicho por Chladni se desprende que los meteoritos deben considerarse como pequeños planetas, que circulan como los mayo­res alrededor del sol. En este caso, su llegada sobre el planeta que habitamos, no es más que un mero accidente: no así su caída hacia el sol; supuesto que si los meteoritos ó estos p e q u e ñ o s planetas giran alrededor de éste, sus órbi tas necesariamente van acor tándose por consecuencia de la a t racción que emana del astro central; de aquí que cerca de este centro la condensac ión de la materia cósmica debe ser mayor que en regiones lejanas.

Ahora bien; si esta manera de ver está fundada, el anillo de as­teroides que envuelve al sol debe verse en condiciones convenien­tes, supuesto que en el momento en que este astro esté bajo nuestro horizonte los meteoritos deben ser sensibles por la luz que nos refle­jen; esta condición parece realizarse en el fenómeno conocido con el nombre de lu% zodiacal: br i l lo de forma triangular que se observa en ciertas épocas del año y que presenta la particularidad de que la l ínea que determina su altura, no sólo pasa por medio de la base del t r iángulo formado, sino que coincide con el circulo máximo de la

(1) Esta hipótesis fué desarrollada por un ¡lustre físico de Witternberg en una Memoria relativa á la masa del hierro descubierto por Pallas en Krasnojarsk (Siberia).

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416 SEMANARIO FARMACEUTICO

elípt ica, de suerte que si se prolongase por debajo del horizonte encon t ra r í a al sol.

Esta lu% zodiacal es debida, según sabios físicos, entre ios cuales podemos citar al Dr . Mayer, Mr. Watterston y M r . Will iam-Thomson, á una corriente espesísima de meteoritos que describen alrededor del sol, bien una trayectoria rec t i l ínea , bien una hélice que con­cluye en el momento de su ca ída en la superficie del astro.

Otra consecuencia de la bella teoría de Chadni es, que el sol, foco calorífico y lumín ico , se alimenta de combustible por medio de ese anillo de asteroides; de lo contrario se hubiera dejado sentir en la tierra la falta de ese calor y luz tan necesarios á los animales y las-plantas.

Supongamos que el sol es una masa de hulla que recibe la cantidad de oxígeno suficiente para producir el calor que suministra actualmente: se tiene calculado que al cabo de cinco mil años dicho astro se hubiera extinguido.

SI suponemos al sol primitivamente caliente y abandonado des­pués al enfriamiento, se ha calculado t ambién que en quinientos años hubiera disminuido en ocho mil grados su foco calorífico; si esto es verdad, dado el calor que hoy suministra dicho astro, en su origen hubo de tener una temperatura ta l , que no hay medio de formarse idea.

Se deduce de aquí , que para el sol existe un medio donde toma elementos para reparar sus pé rd ida s : este medio no es otro, según Mayer, que el anillo de meteoritos de que se ha hablado anterior­mente.

Mr . Tynda l l ( i ) ha expuesto con talento esta hipótesis, á la cual se han hecho objeciones tan graves por Mr . F a y é , Thomson y W a -tersthon, que estudios ulteriores pod rán confirmar ó destruir.

2.a H i p ó t e s i s de Lap laee .— Esta teoría emitida por el d is­tinguido Laplace (2) y abandonada en el momento en que se dió á conocer la anterior, ha sido en nuestros últimos tiempos apoyada por un sabio distinguido de los Estados Unidos, llamado Lorenzo Smith: el cual dice que los meteoritos no son ni más ni menos que deyecciones de los volcanes lunares.

Muchas objeciones se han presentado á esta teoría que la inva l i ­den por completo, siendo las más importantes las siguientes:

Primera. Que en la luna no existen actualmente volcanes ac­tivos.

Segunda. Que los meteoritos holosideros, sisideros y esporasi-deros no son comparables de ninguna manera á productos volcánicos .

Y tercera. Que las piedras lanzadas por los volcanes lunares l legarían á la tierra en condiciones excepcionales, según ha demos­trado Mr . Plana.

(Se continuará.)

(1) En su bello libro sobre L a chaleur considerée comme un mode de mouvement. (2) En Las conversations de l'abbé Burdelot.

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SÉMAÑARÍO FARMAC¿UTÍCO 4I7

A S U N T O S C I E N T I F I C O S

A P U N T E S P A R A L A F L O R A B I L B I L I T A N A

{Oon.tinu.»oión.)

C A R I O F I L A C E A S

Silene inflata DC. Muy abundante en los terrenos cultivados.

Si/ene cónica L . — conoidea L .

Ambas se hallan frecuentemente en los campos. Silene viscosa Pers.

En las viñas . Silene muscipula L .

Lo mismo que la anterior. Otra Silene en la sierra de Vicor t , que está todavía poco desarro­

llada. Agrostema Githago L .

Entre las mieses. Dianthus ¿cartusianorum? L .

En Campiel. Otro Dianthus de tallos filiformes en la Sierra de Vicor t .

Gypsophila arenaria Waldst. — viscosa Murr .

Abundant í s imas en las colinas yesosas que dan frente á la po­blac ión .

Spergularia segetalis Fenzl. — salsuginea Fenzl .

Las dos, y sobre todo la segunda, dentro de la población frente £t la iglesia del Sepulcro.

Stellaria media V i i l . En los ribazos.

Cerastium vulgatum L .

LINÁCEAS

Linum strictum L . En las montañas cercanas á la Sierra de Vicort ,

Linum suffruticosum L . Sitios ár idos .

Linum angustifolium D. C. En las viñas .

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- SEMANARIO FARMACEUTICO

MALVÁ.CEAS

Malva parviflora L . — sy Ivés tris L .

Althcea cannabina L . — officinalis L .

Orillas de las acequias.

G E R A N I Á C E A S

Geranium molle L . — dissectum L .

Junto á las tapias de los huertos. Erodium ciconium W i l l d .

— gruinum ídem. Orillas de las acequias.

HIPERICÁCEAS

Hypericum tetrapterum Fr. Orillas de las acequias.

Hypericum perforatumh. Muy abundante en las viñas y en terrenos húmedos de la vega.

Hypericum nummularium L . En la Sierra de Vicor t .

O X A L I Á C E A S

Oxalis corniculata L . Abundante sobre todo en Campiel.

RUTACEAS

Ruta bracteosa D . C. Abundante en los té rminos de Val de Herrera y Campiel.

Ruta graveolens L . No se ha hallado en Calatayud; los ejemplares que poseo proce­

den de Valdemoro. Ruta montana Clus.

Muy abundante en los términos de Ribota y Campiel. Peganum Harmala L .

Es muy común en las rocas yesosas cercanas á la poblac ión y en las orillas de los caminos.

Tribulus terrestris L . Viñas de la Virgen del Pilar y terraplenes del ferrocarr i l .

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SEMANARIO FARMACEUTICO 419

Rhus coriaria L .

T E R E B I N T Á C E A S

PAPILIONÁCEAS

Ononis aragonensis D . C. — viscosa L . — spinosa L .

Las tres muy abundantes y a c o m p a ñ a d a s de otra que tiene las hojas carnosas y cuyos caracteres no coinciden con los de las espe--cies descritas en la Flora de los Sres. Gil le t y Magne.

Lotus pedunculatus Cav. Abundante en los prados.

Tetragonolobus silicuosas Both. Orillas de las acequias.

Medicago f á l ca l a h . — apiculata W i l l d . — sativa L .

Trifolium pratense L . — médium L .

Muy comunes en los prados y lindes de los campos. Glycyr'rhi^a glabra L . Coronilla glauca L . Hippocrepis comosa L .

— ciliata W i l l d . En las v iñas . ^ -

Lathirus aphaca L . (Se cont inuará . )

NOTA SOBRE LOS N U E V O S R E M E D I O S

por M . A d r i á n ,

{Continuación)

B R O M A M I D A

C6 Ha Brs. NH. HBr.

Este producto, preparado por primera vez por Fischedike y Koecling, de Nueva York , ha sido propuesto úl t imamente como í m í i -térmicoy analgésico. Augusto Cai l l i le ha administrado á conejos á la dosis de 2 gramos, sin que provocara accidentes; es medicamento

Page 12: ESTUDIO SOBRE LOS METEORITOS

420 SEMANARIO FARMACEUTICO

que parece obrar de un modo especial propio como analgés ico en los dolores neurálgicos, así como en los cólicos menstruales; por ú l ­t imo, en los febricitantes baja la temperatura, sin acompañamien to de sudores, como se observa con la mayor parte de los an t i t é rmicos .

La Bromamida es un derivado bromado de la Ani l ida , que con­tiene un 75 por 100 de su peso en bromo.

Se presenta en pequeñas agujas incoloras, inodoras, ins íp idas^ i n -solubles en agua, solubles en alcohol hirviendo, é ter , cloroformo y aceites. Se funde á 117o y volatiliza á 155o sin a l te rac ión .

Dosis: 75 centigramos á 1,25 gramos en los adultos, 6 á 20 cen­tigramos para los niños.

COLQUICINA. C R I S T A L I Z A D A , C L O R O F O R M O - C O L Q U I C I N A

Ct7 HJJJ N06 + «CHCI3

La Colquicina es el principio activo que se extrae de las semillas del Colchicum autumnale L . (Co lqu icáceas ) . No me propongo expo­ner aquí la historia química de este producto; los químicos no están de acuerdo acerca de la función química que se le debe asignar. Unos le consideran como un alcaloide, otros, por el contrario, quie­ren sea un glucósido. Me limito á señalar el hecho de que la co l ­quicina cristaliza en sus soluciones clorofórmicas , combinándose con cierta proporc ión del disolvente, y los cristales asi obtenidos se d i ­suelven en agua caliente, dejando en libertad el cloroformo.

Las propiedades t e r apéu t i ca s de la colquicina son las del cólqui co, desde hace mucho tiempo conocidas; es un específico contra las afecciones reumáticas y, sobre todo, la gofa.

La colquicina cristaliza en cristales prismáticos p e q u e ñ o s , l igera­mente amarillentos, inodoros, de sabor amargo; muy solubles en alcohol y cloroformo, poco en é ter y glicerina, insolubles en agua fría.

Dosis: 4 á 6 miligramos por d ía .

DELFINA ó DELFÍNINA

C22H3S N06

Alcaloide del Delphinium Staphisagria L . ( R a n u n c u l á c e a s ) . Este medicamento dirige su acc ión especialmente sobre el sistema nervioso; da buenos resultados, notablemente en las neuralgias, reumatismos, y aun asimismo sobre las afecciones convulsivas. Su acción t e r a p é u t i ­ca es casi la misma que la de la Veratrina. En las neuralgias facia­les parece obrar no tan bien como la Aconitina, pero se prefiere á ésta en las neuralgias de las extremidades inferiores. Algunos m é ­dicos preconizan su uso al exterior (t intura, pomada, aceite, etc.) en los infartos ganglionares y contra la sarna en fricciones.

La Delfina ó Delfinina se presenta en pequeños cristales incoloros,

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SEMANARIO FARMACEUTICO 42 I

casi insolubles en agua, solubles en 25 partes de alcohol, 16 de cloro­formo y 12 de éter .

Dosis: al interior, 1 á 4 centigramos por día. » al exterior, t intura al 1o.0 ó al 20.0

Aceite, 1 á 3 por 30; pomada contra la sarna, 6 á 10 por 30 con manteca.

EUFORINA. F E N I L U R E T A N O

C O < ^ O C 2 H s NH. H ,

La Euforina fué propuesta por primera vez, en 1890, como an t i ­séptico, ant i térmico, antirreumáiico y analgésico. Como ant isépt ico, ac túa mejor á dosis débi les y fraccionadas. Sansoni, que fué el p r i ­mero que exper imentó este medicamento, recomienda se adminis­tren al principio 10 centigramos en una vez, pero que no se exceda de 50 centigramos á 1,50, según la edad y el temperamento del enfermo. Como ant i r reumát ico es necesario administrarle de prefe­rencia á la dosis maciza de 1,50 á 2 gramos; lo mismo cuando se quiera uti l izar su acción ana lgés ica . Por úl t imo, se han obtenido buenos resultados espolvoreando con la Euforina ciertas ú lceras de mal c a r á c t e r ; este polvo, cuya apl icac ión no es dolorosa, contribuye poderosamente, al parecer, á la c ica t r izac ión, merced á sus propie­dades an t i sép t icas .

La Euforina se presenta bajo la forma de un polvo blanco cr is ta l i ­no, dotado de un olor ligeramente aromático y de un sabor casi nulo; poco soluble en agua fría, mejor en alcohol.

Dosis: 0,50 á 1 gramo 50 como ant i té rmico . » 1 á 2 gramos como an t i r reumát ico y ana lgés ico .

N . B. No debe olvidarse su incompatibilidad con la antipirina, según hemos dicho más arriba.

E X A L G I N A . M E T I L A C E T A N I L I D A

C6 H, C2 H5 O C H8

La Exalgina se obtiene por laTacción del cloruro de Acet i lo sobre la monometilanilina; fué estudiada detenidamente por primera vez en 1889 por Dujardin-Beaumetz y Bardet. La M.etilacetanilida hab ía sido preparada de antemano, pero sus propiedades ana lgés icas eran desconocidas; fueron comprobadas primeramente por el doctor B r i -gonnet, el que d ió á este producto el nombre de exalgina.

Como todos los compuestos similares, es á la vez antiséptica, an ­titérmica y analgésica, pero esta última propiedad es la que domina en ella. Actúa á dosis relativamente débi l : 40 á 80 centigramos es más que ampliamente suficiente para calmar el dolor y es necesario no pasar de esta dosis sensiblemente para no provocar accidentes. Este medicamento se elimina sin al teración por la orina, de la que

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422 SEMANARIO FARMACEUTICO

puede aislarse agi tándola con é ter , que la disuelve y la abandona por evaporac ión .

A pesar de las ventajas que parec ía presentar este nuevo anal­gés ico , sea á causa de los peligros que ofrece su adminis t ración á dosis elevadas, sea por otras razones, el consumo de la metilaceta-nil ida no ha adquirido importancia considerable.

La exalgina se presenta en agujas pequeñas blancas que se funden á i o i 0 , inodoras é insípidas, poco solubles en agua fna, mejor en la caliente ó alcoholizada.

Un centigramo adicionado de 5 á 6 ce, de HC1 concentrado y frío y de I ce. de ác ido crómico á 3 por 100, adquiere una co lorac ión amariHa persistente (diferencia con la antifebrina).

Un centigramo hervido con 1 ce. de potasa cáust ica y adicionan­do después del enfriamiento algunas gotas de permanganato de potasa, toma una co lorac ión verde sombra, sin desprender olor á carbilamina (diferencia con la antifebrina).

Percloruro de hierro, no da coloración sensible (diferencia con la antipirina).

Tanino, bicloruro de mercurio; no precipita (diferencia con la antipirina).

Dosis: 25 centigramos á 1 gramo por d ía .

(Se continuará.)

N O T I C I A S VARIAS

PREMIO MERECIDO.—El laborioso farmacéut ico de Carcastillo (Navarra), D . Vicente del Val y J u l i á n , ha obtenido en la Exposi­ción agr íco la de Badalona (Barcelona), que se ha celebrado del 14 al 21 de Agosto últ imo, diploma de perfección, siendo con éste dos diplomas y dos medallas las que ha obtenido en las cuatro exposi­ciones en que ha presentado su por demás notable herbario.

Felicitamos al fa rmacéut ico a r agonés por su constancia en las herborizaciones, para lo cual no omite gastos ni molestias de n i n ­guna especie, y sólo con el objeto exclusivo de aumentar su ya pre­cioso herbario.

NUEVO COLEGA.—Hemos recibido los dos primeros números de E l Memorándum, revista quincenal de higiene públ ica , d r o g u e r í a , farmacia y conocimientos út i les , que ve la luz pública en Barcelona bajo la di rección de D . Antonio Carrasco é Ibáñez .

! Saludamos al nuevo colega y con mucho gusto corresponderemos á su visita.

PRECAUCIONES QUE DEBEN TOMARSE EN CASO DE EPIDEMIA DE DIARREA COLERIFORME.—Aunque nuestro Consejo de Sanidad y el Jefe del mismo han circulado por España las instrucciones necesarias para evitar en lo posible el desarrollo de la epidemia colér ica en nuestra patria, lo cual hasta el d ía se ha conseguido, cuyas instrucciones su­ponemos conocidas, entendemos por muchas razones dar á conocer

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SEMANARIO FARMACÉUTICO 423

en nuestra REVISTA las precauciones que deben tomarse en seme­jante caso, dadas por el Consejo de Higiene públ ica y de Sanidad del departamento del Sena (Francia). Helas aquí : «El germen de la diarrea coleriforme está contenido en las deyecciones de los enfer­mos (materias fecales y vómitos). Se transmite sobre todo por el agua, las telas y vestidos. No se transmite por el aire.

Medidas preventivas.—El agua potable debe ser objeto de un c u i ­dado especial; el agua recientemente hervida, da una seguridad ab­soluta.

Este agua debe ser la ún ica que se emplee en la e laboración del pan y lavado de las legumbres.

Es necesario lavarse las manos con agua y jabón antes de comer. Los excesos de toda especie, notablemente los a lcohól icos , son

peligrosos. Deben evitarse los enfriamientos con todo cuidado. Toda diarrea ó pe r tu rbac ión intestinal son sospechosas; llamar de

seguida al m é d i c o . Primeros cuidados que hay que tener con los enfermos.—Es necesario

combatir la diarrea, detener los vómitos, hacer entrar en calor al enfermo.

i.0 Para combatir la diarrea.—Administrar cada cuarto de hora tres cucharadas de las ordinarias, de la limonada siguiente:

Acido láctico 10 gramos. Jarabe simple 90 — Alcoholaturo de naranja 2 —

para mezclar con un l i tro de agua. 2,0 Para contener los vómitos.—Adminístrense pequeños pedazos

de hielo, bebidas gaseosas y dar cada hora veinte gotas del elixir siguiente :

Elixir paregórico 20 gramos

3.0 Para calentar a l enfermo.—Bebidas calientes y a lcohó l i cas .— Café puro ligeramente adicionado de a g u a r d i e n t e . — T é caliente con ron Grogs. Fricciones secas enérg icas (friegas). Envolverle en man­tas. Botellas de agua caliente ó ladrillos calentados alrededor del enfermo.

Medidas que deben tomarse desde el momento en que se produce a lgún caso de diarrea coleriforme:

A . Traslado del enfermo.—Si el enfermo no puede recibir en su casa los cuidados necesarios y no puede a is lá rse le , notablemente, si en la misma habitación viven muchas personas, debe ser transporta­do en un servicio especial.

Las probabilidades de curac ión son entonces mayores, y no es de temer la t ransmisión.

Los carruajes deben ser especiales y tenerlos gratuitamente á disposición del públ ico (1)

(1) Así se hace en París.

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4¿4 SÉMANARÍO FAftMACÉUTiCÓ

B. Aislamiento del enfermo.—Si el enfermo no es trasladado, se le colocará en una hab i tac ión separada de la que ocupen todas las personas de la familia, y sólo las llamadas á prestarle sus cuidados son las ún icas que deben penetrar en ella.

Su cama ha de colocarse en medio d ; la hab i t ac ión ; las cortinas, tapices, etc., deben quitarse.

Las personas que rodeen al enfermo se lavarán las manos con una solución de sulfato de cobre (12 gramos por l i t r o de agua) todas las veces que hayan tocado al enfermo y las ropas sucias.

Deben asimismo enjuagarse la boca con agua hervida. No comerán nunca en la habi tac ión donde se halle el enfermo. C. ' Desinfección.—Es de la mayor importancia que las deyec­

ciones del enfermo (materias fecales y vomitadas), asi como los obje­tos que con ellas se hayan ensuciado, sean desinfectados inmediata­mente.

La desinfección de las deyecciones se ha rá con una solución de sulfato de cobre que contenga 50 gramos de sulfato por litro..

En París los comisarios de policía tienen, gratuitamente, á dispo­sición del públ ico paquetes de 25 gramos destinados para este obje­to. Se disolverá el contenido de dos de éstos en un l i t ro de agua para preparar las soluciones que se destinen á la desinfección de las salas y gabinetes de estancia. Medio paquete en un l i tro de agua es suficiente para la desinfección de las manos.

Para desinfectar las materias se ver te rá en el vaso que las con­tenga medio l i t ro de la disolución; se l ava rá con esta misma solu­ción los vasos, etc., y todo lo que á este servicio se refiera, así como los excusados, etc.

Ninguna de las ropas sucias debe lavarse en aguas corrientes. Las prendas p e q u e ñ a s deben desinfectarse por su inmersión d u ­

rante diez ó quince minutos en agua hirviendo; esta sumersión se rá precedida, si hay manchas de sangre ó de pus, ó de otra naturaleza, de modo que se empapen en una solución de potasa.

Para las sábanas y prendas mayores deben pedir sean sometidas á la estufa; lo mismo se hace para los vestidos, s á b a n a s , colchas, edredones y mantas.

En Par í s , lafdesinfección por medio de la estufa es gra tui ta . D . Desinfección de las viviendas.— En París y arrabales, la desin­

fección de las habitaciones se hace gratuitamente por desinfectadores especiales.

Un médico inspector delegado es el que se encarga de llevar á cabo la prác t ica de las medidas prescritas con este objeto.

PUBLICACIÓN RECIBIDA..—Hemos recibido y mucho agradecemos la remisión de la Memoria Manual de los trabajos del laboratorio histo-bacteriológico ó instituto antirrábico de la «Crón ica M é d i c o - q u i ­rú rg ica» de la Habana, por el D r . Enrique Acosta, Secretario del mismo. Son por demás interesantes los datos que encierra y los muchos é interesantes verificados en el bienio; siendo, á juzgar por los mismos, un establecimierito moderno que honra mucho á la capital de nuestra Antilla y á cuantos en él prestan sus servicios científico profesionales