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FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MORELIA DÍA 2: MACHETE HAPPENS

FICM día 2

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El equipo de F.I.L.M.E. continúa en tierras michoacanas con el FICM 2013, en medio de la llegada de Robert Rodríguez para presentar su "Machete Kills" y una bellísima obra de Abdellatif Kechiche, "La vida de Adele".

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FESTIVAL INTERN

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ORELIA

DÍA 2: MACHETE HAPPENS

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Daniel Valdez Puertos Julio César Durán Praxedis Razo

CONSEJO EDITORIAL

Diseño Mariana Martínez BalvaneraWebmaster Iván NoveloProgramación Fernando Malvaez

Diseño editorial Iranyela LópezIlustración Edoardo Aldama Pérez

Fotografía: Gregorio Lywer, Julio César DuránImagenes de portada y contraportada cortesía del FICM.Texto: Paola Parra, Gregorio Lywer, Julio César Durán.

EQUIPO WEB

EQUIPO DIGITAL

COLABORADORES

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Morelia en su segundo día de festival cinematográfico tuvo actividad imparable, por encima, incluso, de la llu-via. Con disciplina y devoción los alegres visitantes se dieron a la tarea de acudir a las continuas funciones. Arrancó la muestra de la selección de largometrajes mexicanos, y con esto la competencia para ganar el premio a la película favorita elegida por público. Como parte del fin de semana de los Cuarón en el FICM se hizo la presentación de Aningaaq cortometraje de Jonás Cuarón. La pupila de algunos fue agasajada por la proyección de la película, que hasta el día de hoy sólo ha recibido halagos por su fuerza y contenido, La vida de Adele, que fue entregada con alegría a los fieles de mirada en una función hasta el tope de la sala, con personajes célebres del FICM (desde la “pandilla Rey-gadas”, pasando por Carlos Hagerman, hasta Denisse Maerker). Y la nota de ocho de la noche del 19 de Oc-tubre: la presentación al público mexicano de Mache-te Kills con la presencia de Robert Rodríguez, Danny Trejo, e incluso por ahí, Eva Longoria.

Por su lado las nacionales, Besos de azúcar, Paraíso

y Manto Acuífero fueron las primeras en entrar al ruedo por el premio de la selección mexicana, recibien-do buenos comentarios, sin embargo aún no se pue-de decir nada del resultado de los galardones, apenas vamos comenzando y el Festival nos tiene preparado mucho más.Mr. FILME

La vie d’Adèle Piel, sudor, brillo. Texturas en varios lienzos compuestos por rostros en close up du-

rante casi tres horas de duración que pasan, sin darnos cuenta, en un suspiro. Abdellatif Kechiche, ganador de la Palma de Oro en el Festival de Cannes, llega a México una vez más –si recordamos bien su estilizada e inte-ligente Venus Negra (2010)– con un filme hermoso y emotivo: La vie d’Adèle (2013).Kechiche, realizador tunecino con base regular en Francia, le aprende bien el manejo del carác-ter de los personajes a John Cassavetes. Gracias a una lograda dirección tanto de cámara como de actores, consigue apre-tar el cuadro con rostros y m i r a -

ESTO ES LO QUE HAY

PELÍCULA INTERNACIONAL

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das como más importan-

tes elementos (y casi únicos) en su largometraje

sobre el amor y el autodescu-brimiento de Adèle, una bella joven

que irá poco a poco encontrando su lugar en el mundo.

La trama es sencilla, el florecimiento, transcurso y ocaso de la relación entre Adèle (Adèle Exarchopoulos, un portentoso descubrimiento interpretativo) y Emma (Léa Seydoux), quienes nos harán partícipes de su in-tenso amor. A pesar de que el argumento tendrá tintes complejos en su desarrollo, me parece que el filme no pretende, como elemento definitivo, ser el transmisor de una historia, sino más bien contagiar emociones y senti-mientos; la película es una obra que produce afecciones, es fundamentalmente una experiencia.Las actrices generan una dialéctica con sus interpreta-ciones, a placer explotan y están contenidas, dosifican las emociones, dándolas a luz en los momentos adecuados. La dirección de actores logra que el público sienta em-patía por la expresividad de las protagonistas, quienes desde el punto de vista principal (las vísceras de Adèle, o en todo caso su corazón) van recorriendo un mundo juvenil con base en los apretados encuadres de la cáma-ra de Sofian El Fani, el cinefotógrafo que pone el aparato en una intimidad absoluta.Todo el despertar homosexual de Adèle es una búsque-da de estabilidad y pertenencia, vivimos en carne propia el erotismo del personaje, estando siempre en su cabeza. Incluso cuando la cámara se aleja de esa individualidad, podemos inmiscuirnos como un testigo oculto en su

vida social, primero con sus compañeros de preparato-ria, con las respectivas familias más tarde y con los amigos de Emma por último. El ojo sobre la pantalla se vuelve familiar, una reminiscencia de Faces (Cassavetes, 1968).Vale la pena mencionar la buena colaboración que Ab-dellatif Kechiche hace con Elise Luguern para elegir la banda sonora. Una serie de canciones populares que van desde el son cubano, pasando por el indie pop, hasta bachata, que si bien pueden sonar entre sí bastante di-símiles, logran jugar perfectamente de manera incidental dentro del universo del filme.La película que Cannes consideró, con justa razón, la me-jor del año llega conectándonos con imágenes preciosis-tas a su manera, piel siempre en primer plano mostrando las imperfecciones de las protagonistas: sus poros, pecas, sudor, vello, pero sobre todo saliva y lágrimas. Todos los mencionados elementos se traducen en sentimientos que nos aparecen demasiado palpables, inclusive sin to-mar partido por uno u otro personaje, pero claro está, experimentando lo que ellos sienten.Basados en la novela gráfica Le bleu est une couleur chau-de (lanzado en 2010), de la escritora e ilustradora france-sa Julie Maroh, Kechiche y su co-guionista de cajón, Gha-lia Lacroix, construyen un arco dramático más o menos convencional, con la particularidad de que los conflictos salen de pantalla sin necesidad de tener un 3D. Estos dos creadores se consiguen apropiar del relato en formato de comic, trasladando con virtuosismo su tono al lengua-je cinematográfico. El contenido y la manera de transmi-tirlo se funden de manera perfecta con este amor joven que será sin duda una de las mejores películas del Festival y del año.Julio César Durán

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CRÓNICAS MORELIANAS

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CRÓNICAS MORELIANAS

Después de mucho perder el tiempo y no poder asistir a todas funciones deseadas, por cuestión de falta de boletos, pudimos ver La vida de Adele (2013), de Abdellatif Kechiche y fue un supremo cachondeo de la mirada, una orgía del cine para el cine. Hasta ahora la película que más podría recomendar de este festival.

La historia gira en torno a una chiquilla curiosa y con-fundida que busca el amor entre las piernas de otros fantasmas femeninos, ella es Adele. En algún punto conoce a Emma, una estudiante de artes con la que mantendrá un tórrido amorío. La película se divide en etapas, pasiones, piernas, gemidos y carne pletórica, una pieza bastante comestible para la mirada.

Cuando creí que las estúpidas filas del Cinépolis Centro de Morelia serían eternas, que la lluvia nunca se deten-dría, que los pechos de la catedral se cubrirían de agua del cielo y que el filme La vida de Adele sería lo único que vería en mi día 2, Machete kills happens…

Lo diré como es, Machete Kills, de Robert Rodríguez, es una violación a la mirada de los exquisitos y por eso

mismo merece existir y ser vista. Una película que es divertida, alocada, cool, perfectamente tonta pero más sociológica e inteligente que cualquier película mexica-na que provenga del dinero de Televisa; más racional que la estupidez dirigida por Eugenio Derbez. Lloré y reí al lado de las ocurrencias de Danny Trejo y Rodrí-guez.

Al final, la Nada. Vagar de noche por la Plaza de Armas, entre fotos de Arturo de Córdova pero sin encontrar la foto de Él, de Luis Buñuel. Un par de tequilas, cine in-cluso dentro de la mente y otro día en Morelia la santa golosa. Amén. Sigamos.

Gregorio Lywer

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Manto acuífero y Paraíso.

Arranca la tan esperada competencia en la selección de Largometraje Mexicano, en la que 12 filmes serán pro-yectados y valorados por un jurado que nombrará a uno como el mejor de esta colección. Morelia le da la bien-venida al cine nacional con Manto acuífero (2013), película de Michael Rowe en la que se logra retratar la ausencia y el desapego. Una cinta intimista en el sentido en que todo el eje de acción recae en el devenir de la pequeña protagonista sin darnos oportunidad de ver, oír, o saber más allá de lo que su infantil percepción pue-de transmitirnos. Nos adentramos, así, a la vida de quien pierde la convivencia segura con un ser estimado: Caro ha tenido que mudarse de casa, cambiar de escuela y dejar de ver a su padre, sin que se le ofrende mayor explicación del asunto. La niña vulnerable debe adaptarse a su impuesto nuevo mundo y de este modo, mirar a emerger la conciencia y el carácter como ave que sale del cascarón, para dejarse absorber por la realidad en la que se sumerge su propia existencia.

Quizá una de las cosas que se podría reprochar a la cinta es la lentitud con la que es narrada, tiempo que va más allá de secuencia y secuencia; se trata de los actores, de sus los movimientos y actitudes dentro de escena como si tuvieran la prescripción de hacer las cosas reconocible-mente cotidianas en movimientos cargados, espásmicos y lentos, dando lugar, a la sensación de deliberación ex-cesiva.

Por otro lado, si algo sabe rescatar esta película es el paso firme con el que se representa la trasgresión de la inocencia, arrojando un cambio radical entre el personaje principal, el mundo y los ojos con los que lo mira. Como quien se muda, sin así quererlo, a descubrir lo que no sabía que podría sentir o pensar. Radicalizando su com-portamiento y estableciendo nuevas estructuras en los vínculos personales de los que se es partícipe.

Este tipo de mudanza fue el tema que sedujo el primer día de exhibición de largos mexicanos. La segunda obra que se pudo mirar en las salas morelianas, emprende, al igual que Manto acuífero, con las peripecias que implica un cambio de domicilio. Paraíso (2013), película de Mariana Chenillo, muestra las modificaciones por las que

pasa una pareja de amorosos gorditos al verse trastocados por la nueva dinámi-ca social imperante de prejuicios que los rodea, en la que la pérdida de peso será la dinamita del estridente estallido amo-roso del que serán víctimas. Con el discurso de “para ser felices hay que sufrir”, se des-tapa el engranaje que lleva a una persona a verse a sí mismo como algo inaceptable para su entorno y, por ende, la axiomática fabricación y aceptación de los juicios de valor de la otredad.

La película es una comedia romántica que sabe amarrar ciertos momentos cómicos inigualables; otras veces raya en lugares comunes, dando lugar a la presen-cia chistes clichés del sobrepeso completamente innece-sarios. De aquí que se pueda decir que es un filme cuya crítica social es contrariada y por tanto, nula, pero no debe negarse que es un buen intento.

Este filme sin duda sonará muchísimo, incluso después del festival, pues tiene todos los elementos para ser co-merciable, difundida con la bandera de entretenimiento ligero, sin elementos elevados para la reflexión.

Resta esperar a los otros participantes que buscan co-

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ronarse como mejor largometraje nacional en este FICM 2013, y poder detectar entre ellos un

salto considerable que los distingan de las formas ya conocidas de hacer cine en este país. Confiemos que

así será, y que la selección oficial nos ofrezca grandes satisfacciones en el transcurso de los días.

Paola Parra

MEXICANO

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Jonás Cuarón, regresa al Festival Internacional de Cine

de Morelia tras haber presentado su Año Uña (2007)

y La doctrina del shock (2007). En tan sólo 7 mi-

nutos nos lleva con un entrañable esquimal de nombre

Aninqaag, quien en un día común conecta su historia con

la protagonista de la película dirigida por su padre, Grave-

dad (A. Cuarón, 2013).

Aninqaag (2013), es un bello cortometraje de factura

sencilla, que obviamente nos recuerda mucho la drama-

tización en la que tomó parte el protagonista que pone

nombre al llamado primer documental de la historia del

cine, Nanook, el esquimal (Flaherty, 1922). En el desierto

de hielo, nuestro personaje logra entablar comunicación

con una mujer a miles de kilómetros de distancia, sin em-

bargo ni los idiomas (diferentes entre sí) ni los lugares,

serán un problema para que en tan sólo unos breves

momentos puedan estrechar un lazo importante, char-

lando, cada uno sin comprenderlo del todo, de la vida y

la muerte

.

Durante la segunda jornada de la decimoprimera edición

del FICM, también pudimos ver otro cortometraje digno

de mención, Protocolo (2013) de Rodrigo Hernández.

En un futuro lejano donde la falta de recursos y la in-

sostenible situación del mundo, se conciben clones que

puedan realizar una producción continua pero se vuel-

ven una amenaza para los “humanos”. Eso lo sabemos en

los primeros segundos de la obra con texto en pantalla,

el resto de los casi 16 minutos recorren la misma acción

repetida en 3 ocasiones, donde los clones que “salen del

horno”, con una autoconciencia veloz, deciden oponer

resistencia al sistema del que son parte, sin embargo son

cazados por robots que son enviados para anularlos. Es

importante reconocer la producción y la gran, gran ma-

nufactura que posee este trabajo fílmico, que no le que-

da a deber nada al espectador. Los planos bien pensados

y el sólido trabajo de efectos visuales, así como el de

maquillaje, son una verdadera delicia; no obstante al final

me aparece como una película algo simplista y sin mucho

contenido, un cuento que claro que merece aplausos

para su equipo, pero que no consigue ser demasiado

emocionante.

Julio César Durán

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