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GRUPALWAD Teoría e Intervención Horacio C. Foladori Universidaa de Chile

Foladori, Horario - Grupalidad. Teoría e intervención.pdf

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  • GRUPALWAD Teora e Intervencin

    Horacio C. Foladori

    Universidaa de Chile

  • GRU PALI DAD teora e

    intervencin

    Horacio O. Foladori

    2005

  • Departamento de Psicologa Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Chile

    Decreto E -ento N^ 0033460 - 07.09.2004

    2005 Horacio C. Foladori

    Registro de propiedad intelectual N- 143.312

    ISBN 9974-39-777-4

    la. edicin - enero de 2005

    Escuela de Psicologa Crupal y Anlisis Institucional "Enrique Pichn-Rivire"

    EDITORIAL ESPIRAL Dr. Manuel Torres Boonen 826 Providencia Santiago de Chile

    Diseo de portada: Ral Damin Figueroa

  • A Pilar que supo apoyarme

    cariosamente a travs de sus comentarios

    oportunos y preguntas siempre

    incisivas.

  • PRESENTACIN

    En esta nueva vuelta de espiral se incorporan al estudio y anlisis una variedad de temticas diversas que a mi juicio han requerido cierta sistematizacin por ser an ciertamente inespecfica su formulacin. Adems, por cuanto el terreno est minado - de problemas pensables desde los ms dismiles desarrollos conceptuales - ofrecindose en-tonces una cierta direccin posible, entre otras alternativas viables.

    Como se puede apreciar, no hay avance lineal; el texto da fe de ello. El orden podra haber sido otro, lo cual no implica que se organi-z el ndice por azar. El agrupamiento de temas comunes, la ilacin de propuestas-problemas epistemolgicas, estrategias y tcnicas de intervencin y hasta formulacin de prestacin de servicios, son algu-nos de los ncleos que podran darle sentido al conjunto de artculos que aqu se renen. Porque hay que considerar que trabajamos a pedido: cero stock, era la consiga de Ohno, ingeniero jefe de la Toyota. Pareciera que en la produccin intelectual sucede algo similar, se escribe y por tanto, se produce en funcin de un producto ya "com-prado", se "vende" aquello que an no existe. O no es este el com-promiso que se asume cuando se acepta participar en un encuentro, congreso, mesa, foro, revista o lo que sea, en la oferta del mal que se inaugura? No siempre, tambin hay baratas, refritos, "fusilamientos" o simplemente "objetos usados". El arte por el arte mismo? La in-vestigacin por "puro" placer no es posible sin financiamiento; por "impuro" placer, entonces. Est all presente la pregunta de a quin le escribo; imprescindible, ya que raya la cancha.

    Escribo para aprender, es la nica forma de que se aclaren las ideas. Puede ser que le sirva a otros, no puedo garantizarlo. Las pre-guntas van y vienen y vuelven a formularse en otro trabajo ms ade-lante. No es posible quedar satisfecho nunca, si bien es dificilsimo criticarse a uno mismo; filoso pretil que daa la permanencia hacin-dola imposible.

    En la superficie y en el fondo se trata de arrinconar el asunto del discurso - a pesar del fracaso reconocido de antemano - as como del lugar de su produccin. Es como hacer un asado, hay que ir arrimn-

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  • dole la brasa sin que se queme, y esperar que suelte el jugo. No se si la imagen es feliz; s, creo que es pintoresca. As me siento en la coordinacin, nunca se sabe qu va a surgir. La sal viene despus. De dnde viene el viento? Poco fuego, mucho fuego, ms alto, ms bajo, hay que darlo vuelta... y siempre con lea. Al asado hay que mirarlo, mucho; de lo contrario no se hace, porque hay que hacerlo de lejos...

    Tampoco se puede hacer slo. Pichn est all, Bauleo, Baremblitt, Myrta Pereda, Mimi y tambin Lourau y Castel y otros tantos ms, hasta Bleger. De qu hablan? En primer lugar de eso, tal vez slo de eso. No hay juego mas difcil que jugar con las palabras, romperlas, derivarlas, fisurarlas y cruzarlas. Se aborta enseguida el poder... y la ruleta rusa que se dispara.

    Esta segunda horneada est contaminada "a la chilena" ya que la mayora de las ideas son producto nacional de esta rara mezcla, sal-vadas las distancias, de la dictadura sin dictador, ya que todo aparece atravesado por la impronta del poder total.

    Nunca se trat de socialismo o barbarie. Los "amigos de siempre" cambiaron la conjuncin corrigiendo la propuesta francesa de los 70: socialismo primero y luego... barbarie, para muchos. Sin memoria, ya que esta es importante slo para los derrotados, deca Nietzsche. Poder hablar es ms que nunca un acto poltico, en el espacio del grupo y afuera. Portante, no haba asados.

    Tambin, los grupos se fundaron en las fbricas de profesionales en este mercado del "saber" que se regula por las promesas ilusorias de una movilidad social inexistente. La "institucionalizacin de los gru-pos" afect a las instituciones - menos - y a los grupos - ms. Contri-buyen al paisaje universitario amenizando el aburrimiento crnico que genera el control social. Son como un animalito nuevo en el viejo zoolgico. All, algo desconocido se produce. Qu extrao que el grupo le guste a los estudiantes! Es lo que tiene que ver con la inter-vencin institucional, prctica no exenta de frustraciones si bien tam-bin, en algunos casos de gratificaciones. Siempre es un misterio como se va a trabajar en la institucin, los marcos referenciales son ms pobres, las normas - afortunadamente - casi no existen. Pero este es el tema de una prxima produccin a pesar de que su trabajo se ha hecho en paralelo.

    Como se imbrican institucin y grupo? A veces me pregunto si no estaremos hablando de lo mismo, como la dialctica entre lo instituyente y lo instituido. All hay algo de lo inconsciente que nos

  • queda grande, por algo han surgido mltiples otros inconscientes: o! inconsciente estatal (Lourau), el inconsciente social del psicoanlisB (Castel), el inconsciente institucional (Baremblitt), el inconsciente maqunico (Deleuze y Guattari). Por supuesto, no coinciden, remiten a problemas diferentes en producciones tericas propias de los diver-sos autores; ms an, no se trata de interpretarlos I

    Por ltimo, quiero apuntar hacia cierto efecto de ocultamiento que producen no pocas prcticas de la psicologa, del psicoanlisis y de todo lo psi. Algunas muy burdas, otras ms sofisticadas pero con idnticas intenciones. No creo haber logrado su denuncia cabal, siem-pre es conveniente desconfiar de las "buenas intenciones". Y sobre todo cuando dichas prcticas son solicitadas una y otra vez como la panacea por el Estado mismo, este ente que debe autolegitimarse sistemticamente para consolidar su existencia. Origen de la diferen-cia social hace creer que su poder proviene de la delegacin del po-der personal. Clastres tiene razn.

    Estoy implicado, no me es posible interrogar desde la neutrali-dad. Aoro fa seguridad de aquellos que dicen que pueden hacerlo y se los recomiendo de todo corazn al lector que va en dicha bs-queda.

    Horacio Foladoh setiembre 2004

  • 1. EL ORIGEN DE LA GRUPALIDAD

    Quiero invitarlos a representarse una imagen. Volamos en heli-cptero, alto, sobre un estadio en el que est por finalizar un encuen-tro. Los invito a imaginar, a ver en el estadio un tazn, bastante lleno de un lquido como aceitoso, denso. De repente, me imagino como si al tazn le sacaran el tapn, el lquido comienza lentamente a correr-se por los bordes, por la base del mismo. Veo como una mancha fuera del tazn que se mueve, se desplaza aumentando de tamao en varias direcciones. Poco a poco ei tazn va quedando vaco y la mancha rodea ya buena parte del tazn y se contina hacia lo lejos perdiendo intensidad, se torna ms transparente y fragmentada. Poco ms all se comienzan a diferenciar algunas gotas que continan su movimiento independiente.

    Otra imagen. Se me ocurre que es como un bosque, grandote, muy extenso, veo slo su color ms o menos uniforme hasta que en los extremos se torna ralo, y aparecen algunas manchas parciales, como islas de color. Veo el bosque, no los rboles.

    Otra ms. Miro una ola gigantesca cuya cresta me muestra un movimiento ininterrumpido, seductor y grandioso. All, en la cresta es donde visualizo algunas gotas que por su altura resultan en juguetes para el viento que las toma y las lleva quin sabe dnde... Los invito a quedarse con esa imagen en la cual la gota est a punto de diferen-ciarse, de volar, de adquirir autonoma y de hasta poder producir un arco iris. Debo decir que la imagen de la ola me es cara ya que hace unos aos la trabaj a propsito del ftbol (Foladori 1991).

    Abandonemos por unos instantes este juego de imaginacin para introducirnos en la lectura del texto freudiano, una vez ms nuestra principal fuente de reflexin.

    Comenzar por una larga cita: En Psicologa de las masas y an-lisis del yo, Freud (1921:67) comienza:

    I Publicado originalmente en la Revista PRAXIS hi-1, UDP, Santiago, 1999

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  • "La oposicin entre psicoioga individual y psicologa social o de las masas, que a primera vista quizs nos parezca muy sustancial, pierde buena parte de su nitidez si se la considera ms a fondo. Es verdad que la psicologa individual se cie al ser humano singular y estudia los caminos por los cuales busca alcanzar la satisfaccin de sus mociones pulsionales. Pero slo rara vez, bajo determinadas con-diciones de excepcin, puede prescindir de los vnculos de este indi-viduo con otros. En la vida anmica del individuo, el otro cuenta, con total regularidad, como modelo, como objeto, como auxiliar y como enemigo, y por eso desde el comienzo mismo la psicologa individual es simultneamente psicoioga social en este sentido ms lato, pero enteramente legtimo.

    La relacin del individuo con sus padres y hermanos, con su obje-to de amor, con su maestro y con su mdico vale decir, todos los vnculos que han sido hasta ahora indagados preferentemente por el psicoanlisis, tienen derecho a reclamar que se los considere fen-menos sociales. As, entran en oposicin con ciertos otros procesos, que hemos llamado narcisistas, en los cuales la satisfaccin pulsional se sustrae al influjo de otras personas o renuncia a estas. Por lo tan-to, la oposicin entre actos anmicos sociales y narcisistas - autistas, dira quizs Bleuler (1912) - cae ntegramente dentro del campo de la psicologa individual y no habilita a divorciar esta ltima de una psico-loga social o de las masas."

    Veamos en detalle este prrafo tan preciso y tan sugerente. Se podra decir que Freud realiza aqu una especie de ajuste de cuentas. Toda la psicologa es social y en todo caso, lo que habitualmente llamamos psicologa individual no es sino un caso particular de aque-lla. Muestra de qu forma el otro cuenta "con toda regularidad", vale decir que la psicologa individual es impensable sino se la explica desde la psicologa colectiva. Freud opta partiendo del todo para pen-sar las partes, para recortar en "condiciones de excepcin" a la posi-bilidad individual, pero no duda en argumentar que todas las llama-das relaciones de objeto son psicologa social y tienen derecho a ser pensadas desde dicha ptica.

    De qu hablamos entonces cuando nos referimos a la psicolo-ga individual?

    Solamente a "ciertos procesos que hemos llamado narcisistas". As, el momento autista se funda en una retraccin energtica como un polo efecto de las relaciones de objeto. Pero bajo qu coordena-das se produce dicha sustraccin? Cul ha sido el origen de estas cargas?

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  • Debemos regresar a Introduccin al narcisismo para intentar es-clarecer esta cuestin.

    En este texto y apoyndose en la psicopatologa, Freud (1914:72) da cuenta del fenmeno de sustraccin de la libido de los objetos, energa que es "conducida al yo, y as surgi una conducta que pode-mos llamar narcisismo". Pero inmediatamente Freud se da cuenta de una contradiccin: pensar que la libido es retirada de los objetos para ser depositada en el yo, supone preguntarse por el lugar de la libido ANTES de que fuese depositada sobre los objetos, vale decir, interro-garse por el momento anterior a la relacin de objeto.

    Dice Freud (1914:73) "As, nos vemos llevados a concebir el nar-cisismo que nace por replegamiento de las investiduras de objeto como un narcisismo secundario que se edifica sobre la base de otro, primario, oscurecido por mltiples influencias." Utiliza ac el mismo modelo que para pensar la represin (secundaria) la que necesaria-mente se debe apoyar en un momento anterior (represin primaria) como instancia fundante.

    Sigue Freud: "Nos formamos as la imagen de una originaria in-vestidura libidinal del yo, cedida despus a los objetos; empero, con-siderada en su fondo, ella persiste y es a las investiduras de objeto como el cuerpo de una ameba a los seudpodos que emite." Tene-mos pues un primer momento en el cual la libido est en el yo (narci-sismo primario) y de la cual parte hacia los objetos en un segundo momento. Esta extensin reproduce el seudpodos de una ameba, se extiende hacia los objetos.

    Pero ms interesante parece ser la reflexin de Freud acerca de ese momeAto "oscurecido por mltiples inlluencias" y que se encarga de justificar a partir del cubrimiento que realizan los sntomas neurticos. Dicho de otro modo, el narcisismo primario no es visible ya que quedamos encandilados por la sintomatologa neurtica. Aclara Freud que desde el punto de vista de la energa "al comienzo estn juntas en el estado de narcisismo" y posteriormente, cuando ocurre la investidura de objeto, es posible diferenciadas; es decir, poder apre-ciar aquella energa que se deposita en el objeto de aquella que per-manece en el yo (narcisstica).

    Ahora bien, el prximo problema al que se enfrenta Freud tiene que ver con el estatuto yoico. De qu estructura yoica estamos ha-blando y cmo es posible suponer su existencia desde un inicio, pen-sando en un narcisismo primario?

    Freud es categrico, "Es un supuesto necesario que no est pre-sente desde el comienzo en el individuo una unidad comparable al yo;

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  • el yo tiene que ser desarrollado." O sea, inicialmente no contamos con un yo constituido; hablar de un narcisismo primario es todo un proyecto, no es una realidad, hay energa pero no hay una estructura diferenciada y constituida como el yo.

    Contina Freud (1914:74) "Ahora bien, las pulsiones autoerticas son inicialmente, primordiales; portante algo tiene que agregarse al autoerotismo, una nueva accin psquica, para que el narcisismo se constituya."

    En suma, inicialmente tenemos energa (autoertica) pero se re-quiere de una determinada accin, de un particular movimiento para que tengamos el narcisismo primario. Ese "algo" es absolutamente central para el argumento freudiano ya que nos abre la puerta a supo-ner un movimiento de diferenciacin cuyo efecto es fundar ese yo muy primario. La energa autoertica, vale decir que se satisface in situ, alude a su vez a una imagen corporal parcializada y fragmenta-da. El cuerpo, entonces no aparece constituido como una unidad sino que se presenta como fragmentos de un rompecabezas que segui-rn un camino de unificacin. El contenido de ese "algo" (identifica-cin) es secundario en la argumentacin; lo que interesa destacar es que ese "algo" introduce - como proceso - una diferencia que tiene un efecto fundante.

    Freud sigue el mismo modelo que para la identidad sexual: la estructura biolgica no determina de manera mecnica la psicologa. Esta debe avanzar en su propio proceso y, tal vez, quizs, "se en-cuentre" con la biologa, pero puede ser que ello no ocurra as. Que el cuerpo biolgico est unificado no quiere decir que la representacin psicolgica del mismo tambin lo est. Que el nio tenga pene no necesariamente significa que su identidad sea masculina.

    Dejemos por momento estos aspectos para centrarnos en otras nociones. Se trata de la consideracin que Freud (1930) realiza en el l\/Ialestar en la cultura del sentimiento ocenico. Freud se ve entram-pado en una discusin con Romain Rolland acerca de la existencia de ese sentimiento - que Freud prefiere llamar "sensacin de eterni-dad" - y su posible aplicacin a la religiosidad. Porque el problema del mtodo lo pone a Freud en una disyuntiva: l no cree encontrario en s mismo, pero no est en condiciones de afirmar que no exista, que no se pueda dar en otros mortales. Aqu hay un problema metodolgico relevante: frente a alguien que ve algo y alguien que no lo ve, natural-mente tendemos a creerle a aquel que dice que lo ve. Freud, nica-mente se reserva el derecho de interrogar por su precisin y por la forma en que se lo interpreta. En la discusin pormenorizada que

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  • realiza, no puede dejar de sealar en un principio que "Normalmente no tenemos ms certeza que el sentimiento de nuestro s-mismo, de nuestro yo propio. Este yo nos aparece autnomo, unitario, bien des-lindado de todo lo otro." Vale decir, Freud (1930:66) se preocupa por analizar los deslindes del yo (ya constituido) con el ello (reservorio de la energa libidinal) y con el mundo exterior y los objetos de ste, por ejemplo en el caso del enamoramiento. Pero una reflexin ulterior lo lleva a reconocer que "Este sentimiento yoico del adulto no puede haber sido as desde el comienzo. Por fuerza habr recorrido un de-sarrollo que, desde luego, no puede demostrarse, pero s construirse con bastante probabilidad. El lactante no separa todava su yo de un mundo exterior como fuente de las sensaciones que le fluyen" (1930:67).

    As, el lactante progresivamente va separando el adentro y el afue-ra en base a las diversas sensaciones que se producen en l, as como a travs de una apropiada accin muscular. Freud termina con-cluyendo que "originalmente el yo lo contiene todo; ms tarde segre-ga de s un mundo exterior. Por tanto, nuestro sentimiento yoico de hoy es slo un comprimido resto de un sentimiento ms abarcador -que lo abraza todo, en verdad -, que corresponda a una atadura ms ntima del yo con el mundo circundante". No puede menos que existir o ms correctamente, haber existido un sentimiento particular que pueda dar cuenta de esa conjuncin indiferenciada en el que el yo lo abarca todo, antes de la discriminacin yo-mundo exterior. Decir que el yo lo abarca todo es lo mismo que decir que el yo no existe an como espacio diferenciado de otros yoes. De ese modo Freud (1930:72) confirma su existencia:" Estamos ya tan enteramente dis-puestos a admitir que en muchos seres humanos existe un senti-miento 'ocenico', e inclinados a reconducirlo a una fase temprana del sentimiento yoico". Lo nico que Freud se apresta a cuestionar es si dicho sentimiento yoico es la fuente de la religiosidad siendo que para ello tiene otros argumentos que ya no interesa discutir en esta ocasin.

    Este sentimiento ocenico o, mejor dicho "sensacin de eterni-dad" nos resita en un pasado en el que los lmites del yo se encon-traban no determinados y en un movimiento de ida y vuelta: "del polvo venimos y al polvo volveremos", como reza un dicho popular. Interesa mostrar que la omnipotencia que se deduce de esa "sensacin de eternidad" es el primer elemento que se observa en los grupos y que D. Anzieu ha llamado con justeza "ilusin grupal", aludiendo con ello a las diversas expresiones que el grupo tiene para la idea de su poder,

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  • efecto de su unin (la unin hace la fuerza), ya que se retorna a la idea de que el yo es todo, por tanto, todo lo puede.

    Posteriormente, Lacan (1953:11-17) al comentare! problema del narcisismo, propone el estadio del espejo como la instancia en la cual la imagen corporal se constituye. "No hay que olvidar tampoco el va-lor afectivo alcanzado por la gestait de la visin de conjunto en la imagen corporal, teniendo en cuanta que aparece sobre un fondo de perturbaciones y discordancias orgnicas: todo indica por tanto que es all donde hay que buscar los orgenes de la imagen del 'cuerpo despedazado'". Para fundamentar el estado catico en que se en-cuentra el recin nacido, Lacan se apoya en varias observaciones, entre ellas la teora de la fetalizacin de Bolk que plantea la ventaja del ser humano sobre los animales casualmente en lo prematuro de su nacimiento. Por ello es que la imagen corporal lograda ante el espejo se constituye en el primer momento en el que el todo aparece dado. Dicha unidad no deja de ser una simple imagen, dice Lacan, "La Ilusin de unidad en la que un ser humano busca el autodominio y que bordea siempre un constante peligro: deslizarse nuevamente hacia el caos del que parti. Ilusin que pende sobre el abismo de una vertiginosa Aquiescencia en la que quiz pueda verse la esencia misma de la Angustia".

    Me interesa destacar el reconocimiento que hace Lacan de ese "caos del que parti", como un momento previo a la constitucin yoica, incluso previa al momento del narcisismo primario. Un momento en el cual el cuerpo fragmentado, desarticulado y "despedazado" pone en tela de juicio la posibilidad de pensar el tema de la individualidad. Un cuerpo que no puede menos que estar mezclado, confundido, diluido con otros cuerpos... Ahora bien, esta fase no deja de ser a su vez fundadora de una cierta vivencia de abismo en la cual Lacan se anima a postular el origen de toda angustia. Volveremos sobre esta imagen.

    Bleger (1967) es un autor prolfico, sus aportaciones son particu-larmente originales y operativas. Su trabajo con grupos y con institu-ciones lo llevaron a realizar propuestas en las que es posible visualizar varios niveles de ruptura con concepciones anteriores y en particular con el psiquismo individual.

    Su concepto central es el sincretismo que define como un estado de no discriminacin que existe en la constitucin del individuo y que a su vez se lo observa tambin en toda organizacin social. Sostiene que se transmite en los grupos casi sin sntomas ya que es preverbal. La grupalidad sincrtica se opone a la grupalidad por interaccin. En

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  • el segundo caso, hay una relacin vincular con objetos internos, po-dramos decir que coincidira con el momento de la libido objeta! des-crita por Freud. En el momento de la grupalidad sincrtica lo que so da es un fenmeno de simbiosis que aparece visible a travs de la angustia confusional en la que lo que est en duda es la existencia del ser, posicin previa a las posiciones esquizoparanoide y depresi-va propuesta por Melanie Klein. Lo sincrtico, dice Bieger, "es una relacin que en realidad es una no relacin, en el sentido de una no individuacin".

    Sostiene que el grupo puede funcionar haciendo abstraccin del nivel sincrtico a partir de un particular clivaje. Reconoce que el sincretismo es estructurante ya que est presente, y se lo ignora.

    Bieger critica la idea de serialidad propuesta por Sartre (1963) como aquel momento en el cual el conjunto de individuos no conforman an un grupo, por ejemplo, en el caso de personas que hacen la cola esperando el autobus. Sartre haba sostenido que dichas personas se sienten no teniendo ningn lazo entre s, la gente se ignora, se desconoce, no guar-dan relacin unos con otros. Bieger sostiene que ocurre todo lo contrario. La carencia de interaccin visible no implica que no hayan aceptado ya un cdigo comn y varias normas - ya que respetan, por ejemplo el or-den de llegada, la forma de la cola, etc. - y por eso ya son un grupo. Ya que no hay interaccin aparente, el sincretismo adquiere toda su magni-tud; se mueve como una masa aparentemente informe pero que respon-de a una estructura que tiene sus normas. La normatividad tcita da cuenta del sincretismo: hay una acuerdo en mantener entre s una no relacin. Aceptan la indiferenciacin "la indiscriminacin entre el yo y el no yo, entre cuerpo y espacio, entre yo y otro".

    Otro ejemplo que trata Bieger con rigurosidad es el de la relacin madre hijo. La madre realiza tareas hogareas y el nio juega en silencio a un costado. Ya que no hay interaccin entre ellos se podra suponer que no hay grupo. Ahora bien, si la madre sale del local, el nio dejar su juego y la seguir tal vez llorando. Por tanto, la relacin de la madre con el hijo no pasa por una individuacin, ms bien se podra hablar de una especie de soldadura que hace que operen como grupo. Bieger sostiene que muchas veces los temidos silencios de los grupos se constituyen a partir de la emergencia del nivel sincrtico. El sentimiento de soledad tiene sus races en este nivel. Ntese que el sentimiento de soledad slo es posible luego de haberse logrado algn nivel de discriminacin, no lo es desde el puro sincretismo.

    En el desarrollo de los grupos, el temor que aparece tiene que ver con lo desconocido dentro de lo conocido, es la figura de la no perso-

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  • na que cada quien lleva consigo como parte de su persona, "temor fantasmtico del encuentro con una sociabilidad que los disuelve como personas, transformndolos entonces en un medio homogneo" (Eiguer 1988:47). Es decir, los integrantes del grupo temen no poder emerger, destacarse, diferenciarse, y quedar sumergidos, efecto de las disolucin de su identidad lograda por niveles ms estructurados de desarrollo del yo.

    Bleger termina postulando una especie de clasificacin de los gru-pos segn el movimiento de este sincretismo bsico. A su vez, la aplicacin de estos conceptos a las instituciones, a las organizacio-nes, a la burocracia, aporta nuevos elementos de anlisis y permite pensar estrategias de abordaje. El problema de las instituciones tiene que ver con este lugar que cumplen, segn E. Jacques, como defen-sa contra las ansiedades psicticas. Bleger coincide con Jacques y ms an en su trabajo sobre Psicoanlisis del encuadre psicoanalti-co (1967) muestra como el setting se convierte en lugar de proyec-cin de lo psictico; para Bleger sera el depsito de la sociabilidad sincrtica. La sociabilidad sincrtica no es algo patolgico en s, el sincretismo - segn Bleger - sera algo fantasmtico y pulsional que circula entre los individuos sin que ello implique fuerzas de expulsin o agresin.

    Finalmente, Eiguer en su reflexin sobre las aportaciones de Bleger, reconoce que el sincretismo tiene lazos estrechos con el narcisismo primario postulado por Freud, un desarrollo que ampla y especifica este momento de diferenciacin entre lo grupal y lo individual.

    Danzinger (1989) ha estudiado ltimamente variados procesos de grupos grandes con objetivos teraputicos. Sus observaciones apoyan firmemente algunos de los desarrollos esbozados por los au-tores citados y que pretenden dar cuenta de la grupalidad. Siguiendo a Foulkes (1975) reconoce que "La gran masa indiferenciada de los dems hombres, representa aqu simblicamente, el poderoso y gran cuerpo de la madre." Y en consecuencia ve como la inclusin de los pacientes en un grupo grande plantea el gran tema de la unin simbitica, generando un rpido regreso a fases tempranas del desa-rrollo del yo. Por ello, la inclusin del paciente psictico en un grupo grande supone un desafo de enfrentar no pocos peligros ya que lo retraera a una fase muy anterior, semi-indiferenciada o, en algunos casos totalmente indiferenciada, de la formacin del yo, en la cual el paciente podra sentirse disuelto en la gran masa. "Hablando simb-licamente se puede decir que las fronteras del yo se someten a un duro bao de 'dureza' (prueba de fortaleza), cada uno se sumerge en

  • ese estado regresivo para llegar despus, otra ves a la firme ribera del pequeo grupo o a las reglas de juego relativamente fijas de la institucin." Estudiar estos procesos desde el 'aqu y atiera' del pro-ceso grupal, ayuda al autor a hipotetizar acerca del proceso de dife-renciacin entre el individuo y la masa.

    As, lo ms interesante del desarrollo de Danzinger y que, en todo caso es atingente a nuestra propuesta, tiene que ver con lo que llama los "estados de agregacin". Los mismos tienen que ver con los con-fusos y fluidos momentos de disolucin psquica en la que las fronte-ras yo-no yo no aparecen del todo delimitadas, proponiendo cuatro fases que permiten hilvanar el trnsito hacia los diversos momentos de constitucin yoica.

    Entonces, propone un primer estado lquido que corresponde a una fase de total indiferenciacin a nivel de la matriz madre-hijo, con la consecuente prdida del s mismo con respecto al objeto. Un se-gundo estado pastoso que corresponde a la fase simbitica del gru-po que se puede identificar por que hay aspectos que se van discrimi-nando sin que an los lmites totales estn muy claros. En el grupo, dice Danzinger, se ejemplifica con un animal grande que todos los participantes construyen, sintindose cada quien una parte del mis-mo. Este es el modelo que los investigadores mexicanos proponen alrededor del Grupo Mamut (Dring, Gonzlez y Margolis 1990) en el que se condensan los aspectos ms remotos, prehistricos y arcai-cos, as como el fenmeno simbitico de constituirse cada quin como las partes interdependientes de un slo cuerpo.

    La tercera fase propuesta remite al estado de arena (o guijarros) que ya planteara el momento del narcisismo primario - por el grado de diferenciacin - pero que a su vez es frgil como instancia, ya que se visualizan miedos a la exterminacin; siendo el tema de las fronte-ras aquel de las luchas permanentes. Sus nfasis estn puestos a su vez, en el intento de identificar a los otros de manera caricaturesca, denunciando as los rasgos de una identidad muy primaria.

    Por ltimo, la cuarta fase corresponde a una estructura slida dentro del grupo en el que hay una clara diferenciacin del yo y donde se jerarquizan los vnculos interpersonales que corresponden al mo-mento de las relaciones de objeto (libido objetal).

    Con las referencias sealadas es posible a mi juicio establecer algunos parmetros para pensar el problema de la grupalidad y su origen.

    Para comenzar, creo que es conveniente discriminar grupalidad de sociabilidad. Esta ltima - si tomamos el modelo presentado por

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  • Freud en Introduccin al narcisismo - definira la relacin entre el yo y el objeto del mundo exterior, vale decir, lo que habitualmente conoce-mos como una relacin social, que se caracteriza por una clara discri-minacin de los lmites entre el yo y el objeto, marco que permite identificar a su vez la energa libidinal que se tialla al interior del yo y aquella otra que se encuentra depositada en el objeto y que Freud nombra como libido objetal.

    Pero conviene precisar que este estado se constituye de manera sumamente tarda; ms an, podramos afirmar que se trata de una estructura que en tanto recorta cuerpos en una masa social, identifica claramente las unidades que la componen. Me atrevera a sealar que es el estado al cual llegan los grupos a travs de sus propios procesos, de manera natural o artificialmente cuando son coordina-dos por expertos. Dicha estructura posibilita una dinmica particular en los grupos que los convierte en productivos, vale decir, son grupos que se dedican al trabajo, realizan una tarea con algn xito, pueden planificar acciones y llevarlas a cabo de manera organizada, son ca-paces de respetar las normas internas que se han dado explcita-mente en las que ha pesado el acuerdo por consenso (explcito o tcito). Son grupos que hablan y producen sentido.

    Ahora bien por grupalidad entendemos un estado primario de indiferenciacin, en el que el cuerpo es aquel de la totalidad (el bos-que ms que los rboles, el agua ms que las gotas), en el cual las unidades no se han diferenciado an apareciendo como una masa que puede presentar diversos grados d "coagulacin" o "solidifica-cin" segn su propio desarrollo. Este estado es aquel con el que dominantemente comienzan los grupos, en los que se privilegia ms el continente que los contiene que la funcin que realizan. Son es-tructuras muy primarias en las que domina la confusin producto de la fragmentacin e incluso disolucin de los elementos que an no se articulan en unidades organizadas. Como los distintos yoes no exis-ten an, prima un particular estado emocional angustioso con gran labilidad y que son organizados incipientemente por una serie de nor-mas tcitas que rigen los primeros movimientos de discriminacin. Se trata de una primitiva forma de organizacin donde prima lo pre-verbal y las gratificaciones autoerticas. Una problemtica por de-ms interesante y que se deduce de lo sealado, es la que interroga por las caractersticas del cuerpo grupal y por la progresiva diferen-ciacin de los cuerpos individuales a su interior, pero no la trabajar ahora. Son grupos que hablan mecnicamente para diferenciarse, en realidad se muestran por acciones no verbales.

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  • Este sincretismo se constituye en una poderosa fuerza de unifica-cin, que si bien por una parte angustia porque arrastra a la fusin, por otra parte alivia porque al indiferenciar libera de identidad. El atrac-tivo de la masa es casualmente la posibilidad del anonimato, fiacer sin ser.

    Entonces, alguien podra preguntarse si la grupalidad no se cons-tituye como un psiquismo (ya que tendra una tpica, su dinmica y su economa libidinal) previo a la formacin del psiquismo "individual" y del cual ste puede surgir tal como lo comprendi Freud. Si para Bleger en el trasfondo de la grupalidad est la institucin, vale decir, un sistema normativo tcito que marca cierta cancha en la que la grupalidad juega, no sera aventurado suponer un espacio, un deter-minado juego de fuerzas mostrando cierta conflictividad y una deter-minada valencia de dichas fuerzas, todo lo cual podra aludir a la cons-titucin primaria de un psiquismo grupal. En todo caso, estos podran ser nuevos ejes de investigacin.

    Debe sealarse que la discriminacin de estos dos estados es meramente con fines didcticos. En los hechos, y como siempre ocu-rre, los estados permanecen como marcas de momentos pretritos que son reactivados segn factores desencadenantes de la vida coti-diana. Por ello, el trabajo con cualquier grupo humano supone la imbri-cacin, segn las leyes de ambas estructuras, las que se movilizan en efectos sintomticos visibles para el observador entrenado. Pero esta imbricacin no pierde las referencias tpicas de las cuales se despren-de y que, dicho en trminos cotidianos, la gente se rene porque quie-re, como individuos independientes; por lo menos esa es la ilusin.

    Pero dicha conjuncin provoca la movilizacin de las estructuras ms arcaicas de origen, es decir, de la grupalidad. Conviene aqu hacer una precisin didctica: Cualquier observador no necesaria-mente entrenado, podra observar un grupo que se rene por vez primera y deducir un cierto caos inicial que es interrumpido por un esfuerzo de cada uno de los miembros de discriminarse en su indivi-dualidad. Un observador ms agudo podra a su vez deducir que tal intento de discriminacin parte casualmente de la sensacin de ser arrastrado de manera potente a una especie de hoyo que se traga todo. La conducta de discriminacin es el intento fallido - algo as como el manotn del ahogado - ante el surgimiento de la grupalidad que se impone sin reservas. La grupalidad, en tanto retorno a los orgenes, no deja de mostrarse de manera seductora...

    A modo de ejemplo, durante las primera sesiones de un grupo es posible observar una dinmica particular que se construye alrededor

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  • del silencio, el que aparece como terrorfico y por tanto, debe ser evitado aunque no se sepa muy bien cmo fiacerlo. Este silencio cen-trfugo y angustiante acapara la atencin de los participantes. Aque-llos que lo rompen hablando, lo hacen como en un intento de diferen-ciacin de lo que sienten como una masa informe. Ntese que hablar en dicha coyuntura no supone una intencin de sociabilidad ya que rara vez los miembros del grupo intercambian entre ellos. Es simple-mente una manera de sentirse "no tragado" por la grupalidad, sentida en el silencio. Si se producen intercambios "sociables" es lcito supo-ner un acuerdo tcito de hablar "para llenar el silencio", ms que para intercambiar con real inters. Ahora bien, es posible suponer enton-ces que la inclusin de una persona en un grupo implica automticamente apelar a la grupalidad, lo que produce un momento regresivo en su accionar.

    As, es posible afirmar que en el grupo humano que se constitu-ye, lo reprimido es casualmente la grupalidad y de esa grupalidad, los mecanismos de organizacin instituidos que hacen que esa grupalidad se manifieste como tal y conserve la forma que adquiere el lquido segn el recipiente en el que se lo coloque. Lo reprimido es la grupalidad. El trabajo de anlisis de la grupalidad o, parafraseando a Freud "hacer consciente la grupalidad" se convierte en el objetivo de toda aproximacin psicoanaltica al grupo ya que en un primer momento se trata de convertir lo pre-verbal en verbal, tambin en mostrar las normativas tcitas que dan sentido al aqu y ahora grupal, para complementar recortando los cuerpos (primer asiento del yo) en este progresivo trnsito hacia la desfusionacin.

    Bibliografa:

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    documento personal elaborado a partir de las investigaciones realiza-das con grupos grandes de promotores de salud mental, con ocasin del terremoto de 1985, indito. Ver tambin de los mismos autores (1990) Salud pblica y grupo amplio en estado de emergencia. Ilusin grupal N- 3, UAEM, Cuernavaca

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    Sartre, J.P. (1963) Crtica a la razn dialctica. Losada, B.A.

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  • 2. LA "OLA" EN EL FTBOL: REFLEXIONES SOBRE LA

    GRUPALIDAD^*)

    En homenaje a Enrique Pichn-Rivire

    Piciin-Rivire dificlmente faltaba a un partido de River en Bue-nos Aires. Su apasionamiento por el ftbol tiene larga data, desde su infancia acostumbraba a practicar ese deporte y no en pocas ocasio-nes utiliz el ftbol como una forma de terapia (Zito Lema 1976). No se trata aqu de realizar un seguimiento y anlisis de los vnculos entre Picfin con el deporte del gol; s nos interesa sealar lo mucho que el ftbol le brind como enseanza, como espacio para objetivar sus deas sobre la grupalidad, como marco rico en matices y alterna-tivas para estudiar el movimiento y las manifestaciones, as como de los efectos de aquello que, para cualquier aficionado solamente tena un inters transitorio. Pichn, en cambio, no solamente se apasiona-ba con el juego mismo, sino que adems era capaz de realizar una lectura diferente del acontecer de la cancha y proponer modelos interpretativos sobre determinadas problemticas que se sucedan entre los equipos contendientes en el terreno de juego.

    "Correr atrs de la pelota" no era una mera actividad impulsiva; tampoco responda inequvocamente a la maestra de un Director Tcnico que haba sabido transmitir a sus "muchachos" una suerte de estrategia infalible para alcanzar el triunfo, menos an tena que ver con cierta condicin de "locatario" o de "visitante" como para al-zarse con un marcador favorable. Pichn poda desde lo alto de la tnbuna realizar un tipo de diagnstico y "pronstico" aplicando algu-nos conceptos analticos que su formacin como psicoanalista le obli-gaba a utilizar a diario. As, su lectura sobre los "errores" en ios pases lo inducan a reconocer "obstculos grupales" para alcanzar la meta; porque all estaba el problema: haba que meterta. No son po-

    (*) Publicado originalmente en Ilusin grupalN-6, UAEM, Cuernavaca, 1991 25

  • cos los artculos y clases donde Pichn (1989) ejemplifica algn con-cepto del grupo operativo con situaciones de la cancha. "El entenda que haba que constituir un equipo de ftbol con un grupo de jugado-res sin tensiones, que los jugadores de ftbol antes de jugar en la cancha bordeada por dirigentes y pblico, tenan que jugar en la can-cha interna. El deca que si alguna vez hubo un equipo de ftbol aqu, fue el denominado la "mquina" de River, porque aquellos hombres no necesitaban mirarse para saber dnde estaban ubicados, y no lo hacan por poseer dotes mgicas y tener conocimientos parapsicolgicos sino porque jugaban en la cancha interna primero, estaban mentalmente ubicados el uno respecto al otro y as todos. La mquina era esencialmente psicolgica, antes de ser deportiva, qui-zs lo deportivo no era ms que una proyeccin de todo lo otro" (Ba-rrera 1975).

    En esta ocasin, y a partir de la distancia adicional que nos sumi-nistra el televisor, pretendemos acercarnos a un fenmeno que se ha hecho comn en nuestro medio y que incluso se le atribuye a Mxico una cierta paternidad. Nos referimos a la famosa "OLA" que apareci visiblemente para el mundo, cuando el Mundial de Ftbol de Mxico de 1986. Si bien esta paternidad es altamente discutible, el fenmeno en s, inusual, abrupto y masivo en el estadio, configura a nuestro juicio algn tipo de sntoma sobre el que se podran aplicar algunas conceptualizaciones pichonianas y de otros autores.

    La ancdota es conocida: veintids jugadores en la cancha y tres refers; alrededor - siguiendo el modelo del circo romano - tal vez unas 70 mil personas que no dejan de mover la cabeza segn la direccin que tome la pelota. Lo que sucede con ella es el motivo de las manifestaciones de los concurrentes. Nada de lo que le ocurra al mencionado objeto es ignorado por la totalidad de los asistentes. Las cmaras de TV siguen el esfrico desde varios ngulos. De repente, las cmaras se posan sobre las tribunas, se olvidan del partido, igno-ran a los jugadores, y transmiten una visin majestuosa donde sincronizadamente y por turnos segn les "toque", los 70 mil cristia-nos se ponen de pie de golpe, levantan los brazos y vuelven a sentar-se. Ese acto colectivo, masivo, conforma para el espectador de TV la imagen de una onda que ha sido bautizada como "la ola". Da una vuelta al estadio y en general se apaga aunque segn el caso, puede dar hasta dos. Al poco tiempo, este fenmeno puede volver a repetir-se.

    Deca que con la ayuda de la televisin podemos tomar un poco ms de distancia del fenmeno, ya que si nos encontramos en la

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  • tribuna, la sensacin es de participar en un acto sin tener clara con-ciencia de de dnde vino y hacia dnde va, de porqu, de cmo, pero lo que prima es esa insistencia casi compulsiva a ponerse de pie en un momento preciso, cuando la ola "lo envuelve" a uno y sobre todo para evitar que "rompa".

    Hasta aqu el relato de la experiencia; ahora veremos qu conclu-siones pueden extraerse de su anlisis.

    1. La primera pregunta que surge desde la distancia, ante esa masa humana que asiste al partido, se sita en el orden de la expec-tacin. Qu es lo que toda esa gente va a ver, que es lo va a haber? Esta dicotoma entre el ver y el haber establece los parmetros del partido ya que la expectativa marcada por el ver se sita en un conti-nuo donde aparecer como un hito, el haber. Si hay o no es otro problema desde la perspectiva de la realidad; en todo caso, no deja de ser significativo que si hay mucho, es como si no hubiera, un poco como Freud (1940) plantea el problema en la Cabeza de Medusa. La gente sale entonces con una sensacin de aburrimiento, de desgano, incluso de repulsa. Por tanto, el haber debe ser medido, no tanto por lo numrico sino por la calidad de su medicin: debe ser dificultoso, trabajoso y trabajado, elaborado, sorteado paulatinamente en sus obstculos ms significativos. En suma, lo que debe de haber es el gol y los asistentes, mirones, espectadores, van a ver si ello se da, ejercitan su curiosidad.

    Como el lector puede apreciar no sera difcil realizar toda una serie de deducciones sobre la significacin psicoanaltica del ftbol, continuando algunas lneas iniciadas en esta exposicin, u otras. Pero dicho eje de profundizacin no es el objetivo de nuestras inquietudes. S nos interesa continuar con el desarrollo de la grupalidad. Por tanto, el gento que se rene, asiste para ver si en algn momento se da eso que constituye el momento mximo del "encuentro" y que para Pi-chn constitua la meta de los jugadores: lograr que el baln penetre - segn las limitaciones estipuladas por el reglamento, o incluso vio-lndolo (recordemos el famoso caso de la "mano de Dios" o el otro llamado "el gol de la valija") - por un determinado hueco, tarea que a su vez un avezado individuo con toda las caractersticas de un palmipede implume, tratar de impedir.

    2. Debe recordarse que la realizacin de un gol constituye el mo-mento de excitacin mxima de la fiesta. No es necesario remitir a un estallido orgsmico para darse cuenta de que es el instante en el cual todo el estadio participa; la nica vez que participa, el momento en el cual el espectador se unifica en un mismo grito hasta tal punto que,

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  • aquellos humanos que se dignan vivir en las inmediaciones del esta-dio, se percatan de la existencia del gol por el grito jubiloso que emerge ai unsono de 70 mil gargantas: el estadio "ha hablado". Insistimos en que el grito unificado trasciende la divisin entre los aficionados de un equipo y los del otro. El gol, el rey, se ha hecho presente y frente a l, se cumple la expectativa, ms all de que haya sujetos que enmu-dezcan ante este grito (fue famoso el silencio que se produjo en Maracan en 1950 ante el gol uruguayo que le haca a Brasil perder el partido y la copa), y "como el que calla otorga", el grito solidifica momentneamente a todos esos seres annimos, porque se ha cum-plido el deseo. El gol est por encima de los subgrupos, el aconteci-miento cala ms hondo que las diferencias partidarias, se conecta con la esencia misma de la grupalidad.

    3. Ahora bien, el gol no solamente tiene efecto a nivel verbal, no solamente los espectadores lo gritan. El gol opera como un dispara-dor de otras manifestaciones motoras: los individuos, como lanzados por una catapulta, saltan en sus asientos y se ponen de pie. Es el momento en el cual todo el estadio se pone de pie.

    Luego sobrevienen algunas reacciones individuales de gesticula-cin, movimiento de banderas, hacer sonar cuernos y bombos, etc.; pero el acto de levantarse y ponerse de pie es unnime; por tanto, hasta all esa masa humana ha actuado con una respuesta nica. Se podra tambin decir que "han actuado como un solo hombre", expre-sin que nos parece riesgosa ya que nos llevara a antropomorizar a la masa, sobreaviso que agradecemos a Colapinto (1971).

    4. Es indudable que aparentemente nos hemos alejado un tanto de la ola y sin embargo... Estamos sobre el mero punto en cuestin, en condicin de formular nuestra hiptesis primaria: La ola expresa el deseo de la masa de que se realice el gol, se adelanta a los aconteci-mientos. Como realizacin de deseos es parcial, porque cuando se presenta como alucinacin - por ejemplo en el caso de un tiro a gol que pasa muy cerca, incluso que golpea la red por fuera - el pblico se para y grita el gol, que momento despus queda ahogado en la frustracin ai desvanecerse la alucinacin. Por ello, el ponerse de pie motivado por la ola, engloba a los asistentes y les hace manifestar de ese modo parcial su deseo de que el partido se "caliente" y se pueda meter la pelota donde corresponde. Recordemos que a travs de la TV es posible percibir tambin la mirada discriminadora del Director de cmaras que tan pronto sigue la jugada del gol como inmediata-mente despus enfoca a las tribunas para mostrar el "ambiente" que el gol ha generado. Su "lectura" del partido pretende ser la de la emo-

  • cin y sigue tanto el movimiento de los jugadores como aquel de los espectadores. As, todo lo que pueden hacer los espectadores - por una cuestin un tanto fsica - es ponerse de pie y/o ghtar. En el circo, el problema de comer - el "pan" - es algo que cada quien soluciona segn sus posibilidades y gula.

    5. Ahora bien, por qu razn el movimiento de la gente adopta la forma de una ola? Ac habra que hacer un razonamiento por el ab-surdo: De qu otra forma se podra expresar sincronizadamente di-cha masa? Porque no se trata de que alguien se ponga de pie y los dems lo sigan; en todo caso, hay mucha gente que por los mas diversos motivos se pone de pie en el estadio, y ello no ocasiona una ola. Una golondrina no hace verano, no se puede esperar un cierto efecto colectivo que parta de un slo sujeto, a pesar de lo que diga Anzieu (1986) a travs de su nocin de resonancia fantasmtica. El movimiento es algo que va circulando. Ola es la metfora que utili-zamos, el nombre que le ponemos a algo que remite a una onda en una superficie curva e inclinada. Ola es una interpretacin. El poner-se de pie no tiene que ver con una intencionalidad ms all de la urgencia a afiliarse a un movimiento expresivo. Lo desconcertante es la sincrona y ella nos remite a honduras mayores, en la conceptuali-zacin. Portante, la masa humana mvil, ondulante reproduce mejor la seduccin y el encanto del mar. Por ello, los mortales pueden pa-sarse horas mirndolo, admirndolo en su movimiento constante, im-perturbable y permanentemente desigual, porque cada ola es distinta de las anteriores y de las que vendrn. No hay nada en la naturaleza que tenga estas caractersticas. Por ello, la ola es una, recorriendo con fuerza el estadio. No habra posibilidad humana de planificar di-cha ola ex profeso. Se da como un acto natural, espontneo en su devenir.

    ltimamente, he observado que algn animador de espectculo masivo se divierte con el poder que le confiere la realizacin de una ola por parte del pblico a su pedido expreso. Claro est, uno no encuentra all nada de la magnificencia que presenta la ola espont-nea que se organiza en el estadio, salvo la benevolencia de un juicio por similitud de contenido. Porque lo ms notable estriba en esa fuer-za organizada a tal punto que cada quien ocupa su lugar sin tener que pensarlo. En la distancia, el mamarracho de una respuesta a la se-duccin formulada desde un ansiado lugar de poder reproduce cier-tos efectos circenses bajo el signo de la continuidad del espectculo.

    6. Sin embargo, no podemos dejar de lado el plantearnos el pro-blema del origen de la ola. Cmo se inicia, dnde, cundo, etc.? Es

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  • obvio que una ola no es iniciada por un individuo cualquiera de los 70 mil del estadio. Tambin es obvio que un grupo de gente no est en condiciones de imponeria. Es probable que dicha "largada" tenga que ver con algn tipo de "planeacin", sin embargo aunque supongamos que un grupo ms o menos numeroso de fanticos se haya confabu-lado, existen otros fenmenos que no se explican por la accin de ellos. Por ejemplo, se pude ver que hay olas que tienen xito y hay otras que "fracasan", van perdiendo fuerza y se diluyen al poco tiem-po de haber "nacido". El inicio no determina la forma ni la sincronizacin; esto es, no se pude explicar desde el punto cero (la quietud) por qu la gente se va metiendo en ella, sin orden y acuerdo previo. Hay un grado de afiliacin que est ms all de cualquier pla-nificacin que pueda existir. Adems, est el problema del fanatismo partidista. La ola incluye a todos y no solamente a los encumbrados sostenedores de una escuadra en especial. Podra pensarse que en un inicio, son casualmente los grupos selectos, la alcurnia de un equi-po quienes promoveran la ola. Cuesta bastante trabajo explicar cmo diablos tales empecinados sujetos pueden convencer a su ms acrrimos oponentes de que participen junto con ellos en un movi-miento de tipo colectivo. Mas bien los mataran uno por uno como chinches, a menos que... pudiera pensarse en "otra cosa", en "otra escena", desde donde se alcanzara a explicar esta integracin. No, el problema de los orgenes, si bien requiere de un anlisis ms porme-norizado, no determina la naturaleza del fenmeno posterior, que -podramos suponer - adquiere (sin saberse muy bien cmo) un deter-minado grado de autonoma otorgndole identidad y especificidad propia.

    7. Ahora bien, cuestinemenos sobre el tema de la verbalizacin de la masa, de la expresin de la grupalidad por medio del lenguaje. Estamos frente al llamado discurso grupal y que desde la observa-cin de un participante no especialista en el tema, tiene ms de dis-curso incoherente que de grupal: esto es, si se trata de un grupo que pretende realizar una actividad o tarea. Tal es as que el registro de lo verbaiizado no necesariamente sigue un eje nico: los distintos parti-cipantes se van alternando expresando ideas que muchas veces nada tienen que ver con lo dicho por el participante anterior: en ocasiones se preguntan y se contestan desfazadamente, incluso siempre hay alguien que expresa un sentir o una idea que a primera vista resulta descontextualizada. Ello sucede tambin con las intervenciones de la coordinacin o incluso con la devolucin que realiza el observador del grupo operativo. La respuesta se dilata en el tiempo, no necesa-

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  • riamente es inmediata, puede a veces sobrevenir luego de varias se-siones. Creo que tiene que ver con los tiempos de elaboracin perso-nales y grupaies.Tambin, no falta aquel que hiace algo en vez do hablar o mientras habla. Todo esto brinda del grupo en cuestin una imagen catica para el no iniciado.

    Hace poco me enter de que Ferschtut (Tubert 1991:5), en sus clases en 1972, mencionaba el hecho de que los miembros del grupo hablaban como los sobrinos del Pato Donald. Claro est Ferschtut lo deca desde la lectura que poda hacerse de la latencia grupal, de la fantasa grupal producida por el grupo y su desarrollo durante la se-sin. En este sentido sus maestros fueron aquellos que postularon la psicoterapia del grupo (Grinberg, Langery Rodrigu 1957) haciendo referencia a la concepcin del grupo como una totalidad, como un slo aparato psquico que se expresa en un discurso nico y cohe-rente segn el modelo postulado por Bion y Ezriel. Este modelo, que lleg al extremo de proponer el trmino de "enfermedad grupal" (Garbarino, Freir de Garbarino y Mieres de Pizzolanti 1971) en la que se inscriban las enfermedades individuales, est, de antemano, realizando una lectura del discurso grupal extrapolando el modelo del aparato psquico individual al espacio colectivo. Tarea riesgosa si se toma en cuenta la antropomorfizacin que supone tal traslado. Pero debe entenderse que hablar como los sobrinos del Pato Donald, para Ferschtut quiere decir que los participantes inconscientemente lo hacen as, sin percatarse de ello, en tanto "el grupo" los hace "interve-nir" segn sus propias determinaciones. A ninguno de los participan-tes del grupo le queda claro que as sea, a diferencia de cuando uno lee un tira cmica del Pato Donald.

    Por nuestra parte estbamos interesados en estudiar los efectos de la grupalidad, pero los efectos visibles para cualquier mortal. Y en tal sentido es que propusimos observar al grupo cuando algunos de sus integrantes no solamente coordinan sus verbalizaciones, sino que adems logran construir una oracin (Foladori 1984), vale decir, uni-ficar una sintaxis de una manera totalmente espontnea que aparece en el discurso manifiesto. Fenmeno ms bien poco usual, pero que puede observarse entre dos o tres personas que aparentemente es-tn muy de acuerdo en lo que estaban diciendo. El interrogante que nos surga (Foladori 1990) propona pensar qu suerte de estructura latente poda dar cuenta de tal articulacin, cmo podra explicarse ese fenmeno que supona una operacin que inclua a ms de un "aparato psquico" ya que a nuestro juicio, ello supona un emergente privilegiado que daba cuenta de uno de los momentos de mayor pro-

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  • ductividad grupal, lo que no exclua que hubiesen otros tipos de emer-gentes que pudieran marcar idnticos momentos a travs de otras formas. La otra alternativa disolva la relacin aparato psquico-indivi-duo, con la apertura que posibilitaba pensar el discurso grupal como efecto de un aparato psquico tambin grupal, lnea mucho ms rica en cuanto a sus posibilidades tericas.

    Retornando a nuestro ejemplo de la ola, creemos que algo de esto debe darse cuando el pblico en el estadio exclama: GOL!, al unsono, como frente a la necesidad de ponerle nombre a lo visto, se logra una coincidencia en palabra y accin donde el jbilo se compar-te por constituirse como el momento deseado. La felicidad desborda-da (recordemos la propuesta freudiana que defina la felicidad como realizacin de un deseo infantil).

    8. La grupalidad se cuela con su conjunto de efectos entre lo singu-lar y lo colectivo. As, se han ido sucediendo propuestas y modelos que proponen atenciones ms o menos complejas tanto de lo individual como de lo social para abarcar los fenmenos con que la grupalidad desafa a la produccin cientfica. Entre los autores que han pretendido aportar a dicha problemtica, es sabido que Pichn-Rivire se ha colo-cado en un lugar muy especial. Su propuesta de la horizontalidad y la verticalidad, donde no se privilegia ninguna de ambas instancias sino que el punto de interseccin, resulta en una frmula ingeniosa donde el emergente "brota"; entramado ms o menos esttico donde la grupalidad se expresa "en otra dimensin". Esta propuesta ha sido bien recibida por muchos autores ya que, si los grupos se articulan en un espacio intermedio el pasaje suave e hilvanado entre lo singular y lo colectivo, tal vez slo deje problemas de frontera.

    Ana Mara Fernndez (1989) siguiendo a Kaes sugiere un estudio ms profundo de la categora de intermediario, pero reconoce "que esta caracterizacin de los grupos como mediadores, es decir, como espacios intermedios entre 'individuos' y 'sociedades' lleva implcito cierto concepto operativo, a travs del cual dados dos conjuntos dife-rentes previamente demarcados habr que, posteriormente, buscar sus relaciones, sus puentes articuladores. A su vez, y correlativamente con lo anterior, dadas dos disciplinas ya constituidas - psicologa y sociologa - se vuelve necesario demarcar nuevos campos disciplina-rios intermedios, articuladores. En este caso, una psicologa de los grupos. Esta nocin articuladora es el concepto de intermediario".

    Si bien a mi juicio creo que la propuesta resulta interesante para ser estudiada, me parece que la misma sufre un efecto de malforma-cin gentica. La produccin cientfica no puede generar espacios

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  • intermedios como lugares tericos en tanto no pueda delinirse una instancia independiente, sustancialmente nueva. El espacio interme-dio no es ms que eso, un recurso que tiene ms de descriptivo que de produccin conceptual novedosa. Si bien se evitan dos ficciones: "la figura del gran individuo o el espejismo de los grupos como intencionalidad", no por ello aparece delimitado el territorio con carac-tersticas propias. La grupalidad no existe por s misma sino por ex-clusin, acto que le quita no solamente identidad sino tambin movi-miento. Vale decir, la grupalidad es despojada de materialidad, de sus propias leyes, ya que su existencia depende de lo definido en otros lados como espacio intersticial. No puede ser productora de efectos sino es efecto de producciones, ha perdido su autonoma.

    Por ello, me parece que si bien Pichn genera un lugar de en-cuentro, no por ello queda atado al plano en el cual se da el cruce de la horizontalidad con la verticalidad. El emergente cabe en dicho pla-no ya que el entramado podra dar cuenta del surgimiento de una diagonal. Ahora bien, Guattari (1976) trae adems el problema de la transversalidad, es decir, la manera como todo lo que ocurre en dicho plano est su vez atravesado por otra dimensin que es aquella que tiene que ver con las determinaciones institucionales. La transversalidad puede dar cuenta de ese atravesamiento de ia "tela".

    Para concluir quisiera preguntar si no habremos de comprender a la grupalidad bajo la metfora de las mquinas de guerra, como esos dispositivos que se autorregulan ya que conllevan un mecanismo que, efectuado un disparo se recargan automticamente y quedan otra vez con posibilidad de hacer fuego. Sin sujeto, sin liderazgo, sin pro-yecto y sobre todo subvirtiendo permanentemente todo aquello que se inscriba en el orden de lo instituido. Dice Salden (1987) siguiendo a Canetti "La mquina de guerra es lo contrario de un ejrcito. La mquina de guerra es una cosa que permanentemente evita que el estado, o la organizacin capturen el deseo. El deseo no puede ser criticado pues l produce el tiempo todo, slo puede ser agenciado o capturado en una determinada situacin histrica".

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  • 3. ACERCA DE LAS TEORAS DE LA LECTURA DEL DISCURSO(*)

    Desde la antigedad el hombre se ha preocupado por dilucidar el sentido de los textos. Esto supone que entre la letra y el sentido hay una distancia de la cual es conveniente preocuparse. Si todo est ya all, en el texto, no parece racional interesarse por el tema. Se trata de una vieja discusin filosfica, incluso cientfica entre la apariencia y la esencia, problemtica que ha abierto distintas vas de articulacin.

    El tema de la produccin de sentido supone optar por una posi-cin: aquella que sostiene que el sentido debe ser producido. As como a partir de cierta materia prima el trabajo del hombre interviene modificndola para obtener el producto buscado, lo mismo se puede hacer con un texto, en este caso con un discurso. Tal vez lo mas importante es cmo se puede caracterizar ese trabajo especfico que se realiza sobre el discurso. Otros podrn afiliarse a un modelo "ar-queolgico": Todo est ya all (en la naturaleza), solamente hay que des-cubrirlo, la ciencia, por tanto, slo describe y clasifica.

    Creo que adems la ciencia debe poder dar cuenta, poder expli-car, poder transformar aquellas realidades que aborda. En esencia, el trabajo transforma la naturaleza en cultura. El proyecto de este artculo se define, en primer lugar, en torno al discurso y a sus posi-bles definiciones. Posteriormente, se abocar a los diversos trabajos, a las maneras de producir sentido.

    Cmo se lee un discurso? Cules son las formas para producir sentido en un determinado discurso? Cules son los mtodos de anlisis de un texto que nos permiten construir sentidos? De qu manera es posible abordar la escritura, para poder develar o producir aquello a lo que se alude?

    La nocin de discurso se sita pues, en el centro de la problem-tica.

    (') Publicado originalmente en la Revista Puercoespin N- 2/3, U. Bolivariana, Santiago, 2003

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  • 1. Qu entendemos por discurso. Definir aquello que se entiende por discurso reviste singular com-

    plejidad ya que se trata de un territorio propio a varias disciplinas que no responden necesariamente a los mismos estndares de concep-tualizacin.

    Es visible en la gama de producciones sobre el tema un abanico de usos que son reflejo de los desarrollos ms dismiles sobre el pun-to. Partiendo de lo ms simple, se puede afirmar que discurso se sita en la antigua oposicin entre lengua y habla, definida clsica-mente por De Saussure (1922). En ese sentido ms sencillo, discur-so sustituye al habla y se opone, por tanto a lengua.

    Sera interesante interrogarse acerca de las razones que llevaron a reformular esta oposicin de la que dio cuenta el fundador de la lingstica moderna, incluyendo ahora el trmino discurso. El motivo no proviene especficamente del campo de la iingstica sino de la necesidad de considerar otro elemento no tomado en cuenta en la dicotoma lengua-habla. En la medida en que los investigadores del campo de las ciencias sociales comenzaron a preocuparse por el sujeto, surge entonces la necesidad de pensar el problema del habla en unidades ms amplias, por ejemplo las oraciones, las que a su vez ponen sobre la mesa la cuestin de los enunciados. Jakobson y Benveniste realizan entonces una serie de estudios que giran alrede-dor de la enunciacin implicando al sujeto de la enunciacin. Dice Benveniste (1970:83) "El discurso - se dir-, que es producido cada vez que se habla, esa manifestacin de la enunciacin, no es senci-llamente el "habla"? Hay que atender a la condicin especfica de la enunciacin: es el acto mismo de producir un enunciado y no el texto del enunciado lo que es nuestro objeto". Paralelamente, Lacan reali-za una puesta similar desde el psicoanlisis.

    Por otro lado, la escuela de formalistas rusos en sus intentos de aplicacin de los principios de la lingijstica estructural a cuentos po-pulares, novelas, historias, etc., tambin preparaba el ingreso al te-rreno de la lingstica de lo que luego se llamara discurso.

    La lnea que nos interesa precisares aquella que coloca al trmi-no discurso en un cierto lugar en articulacin con el hablante. De qu manera el hablante se apropia del aparato formal de la lengua, lo que a su vez implica una cierta relacin con su propio enunciado y con el mundo. Este punto de vista novedoso se constituye en el ele-mento decisivo para desencadenar la constitucin de una teora del discurso. Se trasciende entonces la vieja concepcin de la lengua como un conjunto ordenado de signos, y al mismo tiempo se busca

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  • dilucidar los mecanismos por los cuales el sujeto hablante se inscribe en aquellos enunciados que l mismo emite.

    Michel Foucault (1969) prefiere interrogarse por las practicas discursivas - tema que aborda de diversas maneras - pretendiendo dilucidar las condiciones de funcionamiento. Afirma que Marx y Freud a quienes llama "instauradores de discursividad (porque piensa que son a la vez los primeros y los ms importantes)", (...) "establecieron una posibilidad indefinida de discurso".

    Para ello muestra que no solamente hicieron posible un cierto nmero de analogas sino que tambin marcaron ciertas diferencias. En ese sentido se produce una inversin ya que si son "instauradores de discursividad" es por que son capaces de interrogar a la ciencia, no de ajustarse a los parmetros de ella. (1969:69) "...la obra de es-tos instauradores no se sita con relacin a la ciencia y en el espacio que ella traza; es la ciencia o la discursividad la que se relaciona con su obra como con coordenadas primeras".

    El discurso aparece entonces - a travs de sus condiciones de posibilidad - como el lugar en donde el poder es ejercido. Foucault (1970:12) muestra cmo la regin de la sexualidad y de la poltica no se constituyen en espacios de pacificacin sino por el contrario, los lugares en que se ejercen, de manera privilegiada, algunos de los ms temibles poderes. "El discurso, por ms que en apariencia sea poca cosa, las prohibiciones que recaen sobre l, revelan muy pron-to, rpidamente, su vinculacin con el deseo y con el poder. (...) ...el discurso no es simplemente aquello que traduce las luchas o los sis-temas de dominacin, sino aquello por lo que, y por medio de lo cual se lucha, aquel poder del que quiere uno aduearse".

    La primera necesidad para introducir el tema del discurso tena que ver con el lugar del sujeto. Otra necesidad para la conformacin de una teora del discurso se hace eco de las deficiencias notorias del anlisis de contenido, investigacin que no ha podido trascender el nivel de la recoleccin y clasificacin de elementos, sin conseguir aportar cuestiones ms de fondo. La lingstica entonces se encuen-tra limitada cuando es requerida para intervenir en aquellas unidades mayores - como es el caso de las oraciones o de conjuntos de estas - y en los que la interrogacin sobre el sujeto hablante parece ser decisiva.

    El enfoque estructural ha producido un deslizamiento en la con-cepcin del texto, que Michel Foucault ha sealado en la feliz expre-sin de "monumento". Los documentos han dejado de serlo. "Ya no se atraviesa el lenguaje para atrapar su sentido, despojndolo de los

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  • accidentes histricos, que lo han vuelto opaco, sino que se busca despejar sus condiciones de posibilidad para explicar su funciona-miento, con la ayuda de teoras de la lengua, del inconsciente, de los discursos, de la ideologa, etc., sistemticamente articuladas" (Maingueneau, 1980:14). Esta incorporacin de varios marcos teri-cos no deja de inquietar a los lingistas, para quienes permanece la pregunta por aquello que es de la incumbencia de la lingstica en un discurso y qu no lo es. Chomsky por su parte se distancia de la concepcin de la lengua como un depsito de signos, enfatizando el aspecto de la creatividad en la construccin de las oraciones por par-te de los sujetos hablantes.

    Selecciono y sintetizo - en funcin del inters de este trabajo - el esquema de Maingueneau (1980:16), para quien discurso puede te-ner algunas de las siguientes acepciones.

    1. Sinnimo de habla en la propuesta saussureana. 2. Como una unidad lingstica superior a la oracin: un enunciado. 3. El discurso est integrado al anlisis lingstico ya que incluye el

    conjunto de reglas de encadenamiento que componen el enunciado. 4. Para Benveniste, discurso hay que entenderlo en su extensin

    ms amplia: toda enunciacin que supone un hablante y un oyente, y en el primero, la intencin de influir de alguna manera en el otro (el destacado es mo).

    Dado que el inters que nos convoca tiene que ver con interrogar-se acerca de la teora de la lectura, de la teora de la produccin de sentido y no en especial de profundizar en las complejidades de la definicin de la nocin de discurso, es pertinente mostrar que la no-cin de discurso va cambiando en funcin de la teora de la lectura que es considerada. En efecto, en tanto se aborda un texto desde un conjunto de mecanismos particulares para producir sentido, la canti-dad de elementos y las relaciones que estos guardan entre s, van a ser considerados de diferentes modos segn el particular enfoque que suponga la concepcin de la produccin de sentido en cada caso.

    As, "un discurso no es, pues, una realidad evidente, un objeto concreto ofrecido a la intuicin, sino el resultado de una construccin. (...) No hay que oponer, por tanto, un hipottico lenguaje libre, que sera 'natural', sin ninguna restriccin, y enunciados sometidos a dife-rentes restricciones que seran discursos: habr que considerar el discurso mas bien como el resultado de la articulacin de una plurali-dad ms o menos grande de estructuraciones trasoracionales, en fun-cin de las condiciones de produccin" (Mangueneau 1980:21) Por tanto, es lcito entonces, plantearse el tema desde el ngulo opuesto,

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  • es decir cul es a concepcin de discurso que subyace a cada teora de la lectura considerada? Este trabajo de elucidacin que-dar, en su momento a cargo del lector, si bien se mostrarn algunas de las caractersticas de su recorrido.

    Se trata entonces de visualizar cules son estos mtodos y estas formas para producir sentido.

    2. Teoras de la lectura

    2.1. La lectura literal El primer tipo de lectura posible de un discurso, es la llamada lectu-

    ra literal, lo cual supone que el sentido est en la literalidad del texto. Dicho de otra manera, leo un texto y su sentido est en la exten-

    sin de lo que dice. No hay nada mas all que eso, es decir, el sentido se deduce transparentemente de lo que el texto refleja. El sentido se agota en los lmites de la literalidad. Creo eso que leo, no hay nada ms all de eso que se dice. Se trata de una forma de leer bastante ingenua, "confiada", porque el lector se queda "pegado" al observa-ble. Entiende que all esta todo lo que hay que decir.

    Este enfoque sostiene que cada texto tiene un slo sentido -aquel que se muestra - y se agota all mismo, en tanto la produccin de sentido est determinada por la materialidad de la letra. El sentido se produce en torno a un diccionario - establecido tras cierto consen-so social - que va mostrando el significado de cada trmino.

    Cada trmino tiene un significado independiente de los otros del conjunto, se trata de una sumatoria de significados. Conociendo el significado de cada trmino se produce, portante, el sentido final del mismo.

    2.2 La lectura cabalstica El segundo mtodo de lectura de discurso proviene de la tradi-

    cin talmdica, la cual rescata en los textos bblicos una pregunta clave que cruza el problema del sentido. Cmo se sabe si en un determinado discurso est presente la palabra divina? Cmo puedo discernir el discurso de los mortales del discurso de Dios? Para acatar los mandamientos divinos tengo que poder identificar en base a indicios, la presencia de Dios mismo. Esto supone poder diferenciar o mejor dicho identificar con precisin aquellos indicios, que han sido previamente puestos en mano de los hombres por Dios, para que el hombre operando con dicho cdigo, pueda aportar el sentido adicio-nal que Dios introduce en el texto.

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  • No se trata de que todo el pueblo est en condiciones de poder identificar los indicios de la palabra divina. Se trata de un trabajo pre-ciso, complejo, meticuloso de decodificacin que queda en manos de un especialista.

    La pregunta tiene que ver con la posibilidad de identificar el discurso sagrado. Este es el problema que tenan los hebreos. La tradicin talmdica construye lo que se ha llamado la lectura cabalstica. La lectu-ra cabalstica opera de la siguiente manera: hay indicios en el discurso, hay seales en el discurso que se relacionan con un cdigo ajeno al discurso, que sostiene en dicho cdigo sentidos adicionales. Se genera as a partir de esta tradicin talmdica el especialista en la lectura, todos leen, pero hay slo algunos que porque han estudiado y se han prepara-do, pueden leer las seales de la presencia divina en el discurso. No todos pueden leer el mensaje de Dios, nicamente aquellos que mane-jan el cdigo. Recurren al cdigo para descifrar, producir el sentido divino regresando del cdigo con una suerte de interpretacin, porque interpre-tacin casualmente en este sentido, es aportar un nuevo sentido.

    Veamos un ejemplo: el nmero 7 no es en el Antiguo Testamento igual al nmero 6 o al nmero 8. Es decir, no es un nmero ms; el nmero 7 es un nmero cabalstico, portante tiene un sentido espe-cial, all esta presente la palabra divina, lo sagrado. Entonces hay que saber, que si se est leyendo un discurso y aparece el 7 no es lo mismo que si aparece el 8 ocualquier otro, hay que ir al cdigo para ver lo que ste dice, y el cdigo entonces va ha decir que el 7 es un nmero especial, donde la palabra divina aparece expresada. Es el indicio que legitima otro sentido.

    Cuando Jos escucha de boca del Faran el famoso sueo de las 7 vacas gordas y de las 7 vacas flacas, entiende que este es un mensaje de Dios, porque aparece el 7 ah y entonces piensa; "sto es un aviso". Lo que Jos hace no lo hace nadie ms, porque la tradicin dice que el Faran le haba preguntado a toda persona con la cual se haba cruzado cul era el sentido de su sueo y nadie supo decirle qu quera decir eso. Resulta que Jos en base a este cdigo, adjudi-ca un nuevo sentido, es decir, produce el sentido de este sueo, de este discurso, a partir de lo que l sabe sobre el cdigo.

    Por tanto estamos en condicin de precisar que este tipo de lec-tura introduce una serie de complejidades en la teora de la lectura misma.

    En primer lugar, produce el lugar del especialista en interpreta-cin, es decir aparece ac reflejada la relacin poder-saber, el que sabe tiene poder, porque puede interpretar; es el que finalmente dice

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  • cul es el sentido del texto. En segundo lugar, la produccin de senti-do se produce desde afuera del discurso mismo, es decir, hay algo adicional, hay algo que hay que agregarle al discurso inicial para que tenga su sentido y esto que se le agrega no es cualquier cosa, est previamente establecido. Dicho de otra manera, hay una relacin biunvoca entre las seales que aparecen en el discurso y los elementos del cdigo que dicen qu es lo que significa la seal; hay que tener un cdigo donde pueda buscar la seal para averiguar cul es el significado.

    El lector puede encontrar libros as. Se puede adquirir un libro que dice, por ejemplo, "Descubra el sentido de sus sueos". Dichos libros estn escritos con esta equivalencia: si se busca, por ejemplo, "conejo", puede decir: "embarazo". El lector entonces puede construir el sentido de su discurso a partir de este instrumento adicional. Hay otros sistemas populares que funcionan as, por ejemplo, los hors-copos, el tarot. Habra que ver si ios cdigos jurdicos no funcionan tambin as: a modo de ejemplo, hacen una diferencia entre robo y hurto, que no es una diferencia que el lenguaje popular establezca de manera tajante. Pues bien, las penalidades en cada caso son clara-mente diferentes. Porque la ley debe ser interpretada, no alcanza con el sentido literal que es de carcter general, hay que tomar en cuenta una serie de cuestiones adicionales, las que estn codificadas. El juez que interpreta le ley tiene a su vez sus normas y sus lmites para interpretarla, no puede decidir cualquier cosa, la interpretacin tiene un lmite, casualmente para evitar la "arbitrariedad".

    O sea que otro aspecto clave de la lectura cabalstica es que es una lectura cerrada. Es ms rica que la lectura literal, las posibilida-des de interpretacin son amplias - todo lo amplio que sea el cdigo -y sin embargo, tiene su lmite. Aporta sentidos adicionales pero el sistema funciona como sistema cerrado, en un momento se agota, porque se agot el cdigo de referencia.

    Esto nos muestra que los sistema de interpretacin como el literal y el cabalstico existen en la actualidad y son utilizados a diario por contingentes ms o menos numerosos de personas. Retornando a la pregunta planteada en el inicio se puede mostrar que el trmino discur-so varia en su contenido, cuando se trabaja con la lectura literal o cuan-do se hace con la lectura cabalstica. Si el tipo de lectura se ve amplia-do en cuanto a su produccin de sentido, ello es posible porque se supone una idea de discurso absolutamente diferente en un caso y otro. Para la lectura cabalstica se incorpora a la nocin de discurso el cdigo que a pesar de no pertenecer al habla, s lo hace a la lengua.

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  • Se toman en consideracin, por tanto, elementos adicionales al texto que son los que enriquecen el proceso en la va de la produc-cin de sentido. Por ello se afirm en su momento que toda teora de produccin de sentido supone necesariamente un referente terico (explcito o implcito) acerca del discurso mismo.

    2.3. La lectura sintomal Dice Hornstein (1973:99): "Definimos la lectura sintomal, como una

    prctica productiva que intenta circunscribir la problemtica en la cual est instalado un texto. La literal, en cambio, considera a cada elemen-to como autnomo y no lo relaciona con el conjunto del discurso. En la lectura sintomal el texto visible remonta a un sistema simblico (la pro-blemtica) del cual es efecto y a partir del cual se vuelve inteligible".

    La lectura sintomal parte de la dea de que el discurso no es uniforme, es decir, si el discurso no es uniforme es porque fiay ele-mentos en dicho discurso que tienen valores distintos para el proceso de produccin de sentido. No estamos en presencia de un texto pare-jo, sino ante un texto donde hay elementos relevantes, significativos, hay otros elementos que son obviamente simples sin mayor trascen-dencia. Se trata de ver y de separar el grano de la paja, ya que en el discurso viene "todo mezclado". Hay que poder identificar los snto-mas para establecer los sentidos adicionales y enriquecedores. Aho-ra bien, cul es el proceso de produccin de sntomas ?

    Hay all dos mecanismos que intervienen en su produccin: El primer mecanismo es el del desplazamiento, que significa que

    el sentido puede no estar donde lo veo. El sentido puede estar en otro lado, por lo que tengo que estar atento a que tal vez lo insignifi-cante puede ser lo ms importante, y el detalle secundario puede echar luz sobre el sentido de la totalidad.

    Veamos un ejemplo de la vida cotidiana. Supongamos una persona que sufre la prdida de un familiar cercano, pero resulta que no muestra su pena, funciona como si no hubiese ocurrido nada, como si la muerte

    ' hubiese sucedido en alguien que carece por completo de cercana afectiva con l. Tiempo despus esa persona va caminando por la calle y ve un gato muerto y entonces se pone a llorar desconsoladamente. No es el gato de l es un gato absolutamente desconocido, esta muerto hace tres das porque lo pis un auto pero se pone a llorar por el gato muerto. Resulta que no sinti nada cuando falleci el familiar cercano, pero s aparece la pena ante un hecho cotidiano e inesperado.

    Esto es lo que se llama desplazamiento, la pena y la tristeza no apa-rece donde tiene que estar, aparece en otro lado, aparece en un objeto 42

  • totalmente insignificante, no es porque la vida del gato sea insignificante pero no tiene la significacin para la persona que el familiar cercano tiene. Uno tiene que fiacerse la pregunta acerca de qu es lo que esta alK que no corresponde que este all, qu es lo que tendra que estar en otro lado. Este es el mecanismo del desplazamiento, las cosas aparecen en otro lugar, por lo tanto, para producir sentido hay que restituirlas al lugar "original", es decir, no es que la persona sea insensible, sino que tiene dificultades para conectar su tristeza con la persona fallecida.

    El mecanismo de desplazamiento posibilita el segundo mecanis-mo. Supngase que varios sentidos se desplazan sobre un mismo elemento, entonces este elemento agrupara mltiples sentidos y este es el mecanismo de la condensacin. La condensacin nos dice que hay elementos del discurso que concentran diversos sentidos, porque estn presentes todos all. Este mecanismo de condensacin muestra que hay elementos del discurso que tienen distinta "valencia" comparativamente con otros, que podran aparecer lisa y llanamente sin agrupar en s mismos diversos sentidos. Un elemento que rene varios sentidos se constituye tambin en un sntoma del discurso ya que se convierte en un lugar privilegiado para producir sentido.

    Resumiendo, se ha mostrado que ai discurso no necesariamente hay que leerlo de manera pareja, considerando a todos los elementos por igual. La lectura sintomal engloba y supera a la lectura cabalstica ya que la seal cabalstica puede aparecer como un sntoma.

    La lectura sintomal pretende identificar estos sntomas que son los que van a aportar los sentidos adicionales, van a enriquecer la lectura del texto. Esta produccin de sentido pudiera en algn caso extremo producir un sentido que destruye el sentido literal del texto. Se trata de un caso extremo de desplazamiento. Tanto se desplaz que lo negativo constituye lo afirmativo.

    El caso de la idiosincrasia poltica mexicana puede muy bien ilus-trar esta situacin. En una poca de incremento de precios de mane-ra peridica, siempre apareca en los medios algn ministro de Esta-do para afirmar rotundamente que esta semana "No va a subir la gasolina". Al escuchar dicha negacin, todos los automovilistas rpi-damente se desplazaban a las bombas de bencina a llenar el tanque, generando atochamiento y largas colas en las calles. La sabidura popular haba establecido que una negacin espontnea de tal mag-nitud supona casualmente lo contrario, hecho que ocurra al da si-guiente: suba el costo de la bencina. La poblacin astutamente reali-zaba entonces una lectura sintomal, lo cual no solamente desmante-laba el desplazamiento sino que adems reaccionaba operativamente

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  • ante la certeza del nuevo sentido producido y de la medidas econmi-cas que se adoptaran.

    Lo que la poblacin en el ejemplo anterior realiz fue "analizar" el sntoma; vale decir, desarmar el desplazamiento y la condensacin construida en el discurso. Porque analizar es justamente eso, des-componer una totalidad en sus partes, en sus unidades tiaciendo visi-ble aquello que est (oculto?) all presente a travs del mecanismo de condensacin o desplazamiento. Anlisis qumico es poner de manifiesto la composicin de una substancia, anlisis matemtico es despejar el valor de la incgnita, anlisis del discurso es desmantelar el sntoma. El sntoma es un lugar "privilegiado" para ingresar al discurso y producir sentido. Hay elementos del discurso que no necesariamente aportan ms all de lo literal, pero nunca se sabe ya que como se seal anteriormente un detalle insignificante puede ser un lugar de desplazamiento muy significativo. El sntoma acerca a una estrategia para producir sentido, abre un camino, indica por dn-de iniciar el "abordaje".

    Hay varias diferencias entre la lectura sntoma! y la lectura cabalstica que es conveniente precisar:

    1.- El discurso es permanentemente abierto en cuanto a la produccin de sentido; dicho de otra manera, siempre puedo encon-trar un nuevo desplazamiento, o un nuevo lugar de condensaciones y obtener algn sentido adicional. Por lo tanto, el discurso nunca se agota, puedo seguir produciendo sentido fiasta el infinito. En el siste-ma cabalstico no es posible porque el elemento cabalstico apareca con toda precisin determinado por el cdigo, entonces el discurso queda finalmente cerrado. Siempre voy a poder encontrar un sntoma o un nuevo sntoma que me aporte por condensacin y por desplaza-miento un sentido adicional que no haba tomado en cuenta en ese momento. Por lo tanto, estamos ahora en presencia de un mtodo de interpretacin de discurso abierto.

    2.- En segundo lugar la produccin de sentido no tiene que ver con un cdigo externo al discurso, sino que la produccin de senti-do se realiza a partir, de la propia lgica del discurso, es decir, no se puede ir afuera del discurso para ver cules son lo nuevos senti-dos que puede aportar, sino que tengo que analizar al interior del discurso, en su propia lgica, en su propia coherencia, cules son los elementos que se han desplazado. El desplazamiento genera que tenga que trabajar con el mismo discurso para producir sentido. Pro-ducir discurso a partir del discurso mismo, producir sentido del dis-curso mismo no a partir de ocurrencias externas sino en coherencia

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  • con los lmites del propio texto. Ac hay un problema tico a destacar: el sentido tiene que surgir del propio discurso, porque de lo contrario se termina imponiendo, colonizando, introduciendo sentidos que no son propios.

    Se elimina automticamente la figura del que sabe interpretar, porque aquel que est ajeno al discurso no sabe. Si el sentido hay que producido a partir del discurso mismo es solamente aquel que produjo el discurso quien est en condiciones de poder producir sen-tido. Ms all, solamente se producen hiptesis.

    Se disuelve esta figura que aparece con la lectura cabalstica de aquel que sabe sobre el sentido, porque es poseedor del cdigo, el que sabe es el dueo del cdigo. En este caso no hay cdigo y ade-ms el sentido se produce a nivel interno no desde afuera, entonces el otro por definicin no sabe, porque el nico que "sabe" es el que construy el discurso.

    3.- Un tercer elemento a tomar en cuenta: en la lectura cabalstica hay un problema de verdad, porque el problema es que la verdad es divina entonces si tengo el cdigo, interpreto y aporto al discurso el sentido que es verdadero ya que es la palabra de Dios. Si tengo un texto que s que tiene sentidos adicionales, necesito de este cdigo a los efectos de aportar el sentido adicional, pero el sentido adicional queda limitado al cdigo; podr ser muy amplio el cdigo, pero igual esta limitado. Por lo tanto, en la medida en que aporto el sentido del cdigo se cerro la posibilidad de interpretacin y se finaliza con la produccin de sentido. El resultado es el discurso oficial interpretado, la interpretacin oficial. El discurso es cerrado y por lo tanto es verda-dero, es verdadero p