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Revista mensual de fotografía y temas afines, primer ejemplar, agosto 2013, Lima, Peru
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Agosto 2013
Nº 01
Portadas de
Maras pag. 14
Nuestras
Creencias pag. 18 Lagrimas de luz
pag. 11
Fotohólica Nª 01
2
PUBLICIDAD Disponible
Agosto 2013
3
Fotohólica Nº 01
Agosto 2013
Editor:
Carlos García Granthon
Colaboradores:
Marga Gambini
Luis Gutarra
Luis Monzón Suzuki
David Pino
Contacto:
Portada:
Hombres de blanco con el
Santo Sepulcro.
Semana Santa 2006 – Distrito
de Mala.
Foto: Luis Monzón Suzuki
Contenido
Editorial 5
Fotografiando como un profesional
Capitulo 1 .– Introducción 6
La Fotografía, ventana del tiempo
Portal de San Agustin y La Plazuela del Teatro—1872 7
Portafolios
Lágrimas de Luz 11
Portadas de Maras 14
Nuestras Creencias 18
Inclinaciones 20
Crónicas
Trotamundos 23
X-fotos
La huella de Tambomachay 32
Cámaras que registraron la historia
Tessina 35mm 34
Fotohólica Nª 01
4
PUBLICIDAD Disponible
Envío de colaboraciones:
Se reciben y publican colaboraciones de imágenes y textos, llámese portafolios, reportajes, entrevistas,
crónicas y cuanto material esté relacionado de una u otra forma con la fotografía en todos sus géneros. Toda
colaboración debe ser enviada a: [email protected] antes del día 18 de cada mes. Sólo se aceptan
fotos y textos originales del autor y las imágenes no deberán estar excesivamente retocadas.
Más información al email de la referencia.
Agosto 2013
5
Editorial
Vaya esta publicación, en su primer número y los que vendrán, dirigida
no a los que sienten una adicción por la fotografía, sino a los que se
embriagan con ella. No a los que toman 60 fotos en un minuto, sino a los
que se toman 60 minutos para una foto. No a los que les gusta pararse
delante de una cámara, sino a los que disfrutan estando detrás. No a los
que adquieren buenas cámaras, sino a los que capturan las mejores
fotos. No a los que se sientan a escuchar historias ajenas, sino a los que
se ponen en pie para vivir las propias.
CGG
Fotohólica Nª 01
6
Introducción
Registrar gráficamente un hecho no es sólo recoger
información fría en un respaldo gráfico para ilustrar
un texto; es captar en una sola foto ese instante, úni-
co e irrepetible, que resume toda su historia, su carga
emotiva y cultural, para que pueda ser transmitida
posteriormente al público interesado.
Si bien en la fotografía hay arte e inspiración, tam-
bién hay metodología, y son finalmente el método
teórico y la experiencia profesional de campo lo que
nos permite comunicar las sensaciones y narrar las
historias de los lugares que registramos. Es esa me-
todología, y la experiencia propia en el registro de
imágenes, la que me permito exponer en esta serie
de artículos que se publicarán periódicamente aquí,
en Fotohólica, y del que hoy veremos la introduc-
ción.
Buena foto o sólo una
bonita foto?
Primero hay que aprender a diferenciar una bonita
foto de una buena foto; una foto que sólo es bonita,
si bien halaga la vista, no transmite mayor mensaje.
Mientras que una buena foto convoca y activa, a
través de la vista, a todos los demás sentidos y emo-
ciones, establece una comunicación con el especta-
dor y le narra una historia o le expone un punto de
vista, en resumen; una buena foto hace la diferencia
entre una simple frase de halago y todo un argu-
mento que conmueve. Para obtener una buena foto-
grafía, hay que tener en cuenta 3 aspectos básicos:
El dominio de la cámara para obtener la captura de
luz adecuada que permita el registro de la ima-
gen.
La correcta composición y orden de los elementos
incluidos para el efecto artístico de la foto.
La inclusión gráfica del argumento que nos narre y
evoque la historia o hecho que queremos dar a
conocer.
Es decir, debemos saber cómo capturar una imagen,
qué incluir en ésta, por qué hacerlo y cómo transmi-
tirlo.
Los elementos básicos que conforman una buena
fotografía son:
(Continuará en el próximo numero)
Composición
Orden
Geometría
Efectividad
Argumento Elementos representativos
Instante decisivo
Argumento
Luz
Manejo de Cámara
(Apertura, velocidad, ISO,
enfoque, etc.)
Fotografiando
como un
profesional
(I)
Por
Carlos García Granthon
Agosto 2013
7
Foto: Eugene Courret Archivo: Library of Congress USA
Cuantas veces nos hemos sentado a revisar las vie-
jas fotos guardadas en un cajón o álbumes de re-
cuerdos. Toda nuestra vida pasa por nuestras manos
en instantes, las fotos de cada cumpleaños de nues-
tra niñez, el primer día de clases, la primera bicicle-
ta, la graduación de la secundaria, nuestro matrimo-
nio, el entierro de los abuelos, el viaje soñado, etc.
Cada familia tiene guardado el registro fotográfico
de sus historias. Con nuestra ciudad sucede lo mis-
mo
Muchas veces miramos asombrados como era la
Lima de antaño, siempre pensaremos que era mejor,
más limpia, la gente más educada, etc. Pero no
siempre fue así. Sin embargo en nuestra mente están
grabadas las frases “todo tiempo pasado fue mejor”
o “recordar es volver a vivir”. Pero sólo las vemos
nos admiramos de cómo cambió nuestra ciudad y
pasamos a otra cosa, pero esa foto también nos
cuenta una historia, lo mismo que nuestras fotos
personales. La ciudad cambió si, pero en el proceso
cambiaron muchas cosas más, como nuestra manera
de pensar, nuestras costumbres, nuestros gustos y
por supuesto nuestra historia..
La fotografía,
ventana del tiempo
Portal de
San Agustín y
la Plazuela
del Teatro
Lima, 1872
por David Pîno
Fotohólica Nª 01
8
Recrear la ciudad a partir de una foto. Ese es el obje-
tivo, y en cada edición de esta revista analizaremos
minuciosamente cada imagen antigua de nuestra ciu-
dad que pase por nuestras manos, para de esta mane-
ra no sólo sorprendernos al ver los cambios o añorar
la “Lima de antaño”, sino –y más importante aún-,
entender el modo de pensar de nuestros antepasados
a partir de la historia de la ciudad en sus fotografías.
Es sólo una calle, la cuadra 2 del actual jirón Huan-
cavelica en el Centro Histórico de Lima. Para la fe-
cha de la foto se llamaba calle Siete de Septiembre y
en algunos planos aparece con el nombre de calle
Plazuela del Teatro. Pero su nombre más antiguo –
desde inicios del siglo XVII- fue calle de las Come-
dias, por ubicarse aquí desde 1614 el segundo Corral
de Comedias de la ciudad, construido frente a la por-
tería falsa del Convento de San Agustín. Este local
con muchas reconstrucciones llega hasta nuestros
días como el Teatro Segura.
En 1822, don José de San Martín pidió a los padres
agustinos su colaboración para dar realce al Teatro
mediante la donación de terreno para la ampliación
de la calle de tal modo que se formase una Plazuela.
Unos meses después, el presidente Torre Tagle
mandó adornar esta plazuela para que sirviera de
paseo público y le puso el nombre de Siete de Sep-
tiembre que es la fecha en que Don José de San
Martín desembarcó en la Bahía de Paracas con su
Expedición Libertadora y también la fecha del aban-
dono de Lima de las fuerzas españolas al mando de
Canterac.
Pero el aspecto de esta Plazuela que vemos en la fo-
to llega desde el año 1846 cuando unos comerciantes
de apellido Barreda y Rodrigo construyeron el Portal
de San Agustín. Al año siguiente se inaugura allí
mismo el Hotel del Universo cuyo letrero vemos co-
ronando el frontón triangular de la parte alta, que
además lleva una esfera arriba y dos figuras mitoló-
gicas a los lados, siendo uno de ellos el dios Mercu-
rio, símbolo del comercio y la economía, imagen
bastante usada en la arquitectura comercial por aque-
llos años.
Existiría este hotel hasta los últimos años del siglo
XIX pues Ernesto Ascher –un recolector de curiosi-
dades e historias urbanas de Lima- lo menciona co-
mo uno de los hoteles “de combate”. Menciona que
era común ver las calesas que paraban frente a él y
descender damas muy cubiertas y caballeros con el
sombrero bastante caído sobre el rostro buscando
algún pecaminoso anonimato, con esto nos da en-
tender como terminó este hotel, que fue uno de los
más importantes de Lima según las guías comercia-
les de la segunda mitad del siglo XIX.
En el primer piso del Portal de San Agustín se en-
contraban algunos variados negocios, como restau-
rantes y cafés, de mucho éxito de seguro por las
funciones del Teatro Principal y el público que éste
atraía. También estuvo en esos portales el local de
la Bomba France, que unos años después de la fecha
de esta foto –en 1889- hizo una fastuosa celebración
por el centenario de la Toma de la Bastilla, en la
que se hicieron presentes todos los vecinos inmi-
grantes de esta nación europea en Lima en esta Pla-
zuela para una fiesta general y la quema de un casti-
llo de 15 metros de altura con la forma de la Torre
de Eiffel. Muchos años después cuando los portales
fueron demolidos, la Bomba France no consiguió un
local pronto y guardaban sus cosas en uno de los
claustros del Convento de San Agustín, que después
fue usado como patio del colegio que hubo allí, y
llamado por este motivo “el patio de la Bomba”.
Como mencioné líneas arriba estos portales fueron
demolidos, este triste suceso urbanístico fue el año
1961. Un proyecto de modernización de la zona
contempló la construcción de los nuevos portales
que vemos en la actualidad –sin gracia ni estilo- y
dos edificios de 10 pisos cada uno, en las esquinas
con Jr. Caylloma y otro en Jr. Camaná respectiva-
mente. Esto último no sucedió.
En esta plazuela se colocó en 1822 la primera pie-
dra para la proyectada estatua a San Martín, pero
ésta nunca se hizo. También hubo proyecto para
colocar una estatua a don Pedro de Olavide, vecino
de la ciudad que según la historia contribuyó gran-
demente en la reconstrucción del teatro después del
terrible terremoto de 1746. Otro proyecto que no se
realizó, sin embargo en la actualidad podemos ver
en esta plazuela una estatua en honor al escritor Ce-
sar Vallejo.
Fue esta plazuela escenario también de una página
violenta en nuestra pequeña historia limeña. En
1895 se desarrolló una terrible guerra civil entre
los seguidores de Nicolás de Piérola conocido como
las “montoneras” y apoyados por un grueso de la
Agosto 2013
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guarda una larga tradición de teatros en América
por estar ubicado donde se construyó el segundo
local del Corral de Comedias –el primero fue cerca
al Convento de Santo Domingo- hoy está cerrado y
aparentemente en restauración. Asimismo será im-
posible ver en medio del caótico tráfico en el que a
veces se sumerge esta vía céntrica, a una mula tra-
tando de encontrar algo que comer en medio del
reseco suelo como se ve en esta antigua foto.
¿Todo tiempo pasado fue mejor?, o ¿recordar es
volver a vivir? No lo sé, pero esta foto es una venta-
na en el tiempo, que en medio de su simpleza nos
cuenta historias que es importante saber para cono-
cer y querer a nuestra ciudad. Hasta la próxima foto.
David Pino
población contra el gobierno de Andrés Avelino
Cáceres “el Brujo de los Andes”, que no lograba lle-
var un buen gobierno causando el descontento de la
población que quería un cambio. Pues esta plazuela
fue tomada por Piérola quien la convirtió en su cuar-
tel general antes de tomar la Plaza de Armas y Pala-
cio de Gobierno, y es que los combates se libraban
calle por calle sin tregua. La edición especial del
diario El Comercio de esa fecha daba cuenta de dos
mil muertos regados en las calles de Lima y esto
traía la preocupación de las pestes que se origi-
narían, entonces intervino un representante del Vati-
cano para pedir un par de días de tregua para poder
enterrar a los muertos. En estas horas decisivas las
conversaciones entre ambos bandos prosperaron des-
de esta Plazuela marchó triunfante Piérola a la toma
pacifica del Palacio de Gobierno pues Cáceres había
aceptado irse y dejar el poder.
Sin embargo el combate había dejado consecuencias
en la infraestructura de los edificios aledaños.
Además de haberse levantado todo el adoquinado de
la pista de esta plazuela para hacer barricadas, certe-
ros disparos desde este lugar a la única torre de la
iglesia de San Agustín –que vemos al extremo iz-
quierdo de la foto- ocasionó daños en su estructura y
por lo cual tuvo que ser demolida un tiempo des-
pués, dejando a esta iglesia de bella portada barroca
sin torre, como se ve en la actualidad.
Y ya que hablamos de torres y miradores altos, po-
demos apreciar en la foto, al lado derecho de la hoy
desaparecida torre de San Agustín la gran cúpula de
la iglesia y una parte de su alto crucero y altar ma-
yor, también hoy desaparecidos. Al extremo derecho
las torres de la iglesia conventual de San Pedro de la
Orden Jesuita y al lado izquierdo un mirador, de la
Casona de Riva Agüero que tampoco existe. Hoy si
nos ubicáramos desde la altura desde donde se tomó
esta foto, sólo veríamos edificios y con un poco de
suerte las torres de la iglesia de San Pedro –que tam-
poco son las mismas, puesto que tuvieron remodela-
ciones y restauraciones en los años siguientes-.
Han pasado 141 años desde que el francés Eugene
Courret tomó esta fotografía y sin duda la vista ha
cambiado. Los actuales portales de concreto de la
Plazuela del Teatro sólo albergan en su mayoría ne-
gocios de óptica, quizá un par de restaurantes que
venden menús a los trabajadores de imprentas que
han llenado las calles aledañas. El Teatro Segura que
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Portafolios
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Lágrimas de Luz Campamento de Ecovida y Universo
Huarochirí, Perú
por Carlos García Granthon
Lágrimas del universo, lágrimas de luz, lágrimas de los
antiguos dioses que aún se dejan ver en la bóveda del
universo, catedral de ancestrales cultos.
Meteoros que surcan la faz del cosmos
en un efímero viaje por constelaciones
de leyendas épicas de todos los tiempos.
Foto: Carlos García Granthon
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Foto: Carlos García Granthon
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Foto: Carlos García Granthon
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Portadas de Maras Cuzco, Perú
por Luis Gutarra
Y en esta hora fría, en que la tierra
trasciende a polvo humano y es tan triste,
quisiera yo tocar todas las puertas,
y suplicar a no sé quién, perdón,
y hacerle pedacitos de pan fresco
aquí, en el horno de mi corazón...! (El Pan Nuestro-César Vallejo)
Foto: Luis Gutarra
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Foto: Luis Gutarra
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Foto: Luis Gutarra
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Foto: Luis Gutarra
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Nuestras
Creencias Perú
por Luis Monzón Suzuki
Cruces, velas, procesiones, son pruebas de nuestra fe.
En cada viaje he podido evidenciar diferentes
manifestaciones religiosas que nuestro país sostiene
y transfiere de generación en generación a través de hermandades
y legiones de María,
cada región tiene su Santo o Santa Patrona.
Foto: Luis Monzón Suzuki
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Foto: Luis Monzón Suzuki
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Inclinaciones Lima, Perú
por Marga Gambini
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Crónicas
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Foto: Carlos García Granthon
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Trotamundos Septiembre / Octubre de 2008
por Carlos García Granthon
Eran las 21:00 en el Aeropuerto Internacional Jorge
Chávez, en Lima, ninguno de los cuatro contábamos
con boletos aéreos, pero teníamos que viajar a Boli-
via esa misma noche…
En realidad la historia comenzó algunos días atrás,
cuando me contrataron desde ultramar, como fotó-
grafo, para realizar unos reportajes sobre ”Comercio
Justo” en Perú y Bolivia. Para ser más preciso con
los orígenes de esta crónica, diré que fue exactamen-
te el lunes de esa misma semana, que conocí a Fio-
na, experimentada reportera británica y excelente
persona, cuando comenzó esta loca carrera por las
tierras alto andinas.
Aquel lunes 22 de septiembre, cuando empezó mi
asignación, luego de unas breves entrevistas y sus
respectivas fotos en Lima, ambos partimos para
Cuzco; llegamos al atardecer sin mayores inconve-
nientes y tras las coordinaciones de rigor salí a tomar
algunas fotos de la ciudad imperial, pero… demasia-
da gente en las calles; por intentar tomarle una foto a
la famosa piedra de los doce ángulos en contrapica-
do, fui pisoteado tantas veces como vértices tenía la
condenada piedrecita; así que decidí esperar hasta
más tarde cuando hubiese menos tumulto y me fui a
cenar. Durante la comida me enteraría que precisa-
mente esa noche, la única que tenia programada pa-
sar en Cuzco, a algún venerable hijo de la ciudad
imperial se le había ocurrido apagar temprano las
luces de los monumentos históricos; empezando por
la pileta, de la cual sólo alcance a tomar una foto,
para luego correr por toda la empedrada ciudad tra-
tando de capturar en mi cámara lo poco que quedara
iluminado, antes que el anónimo apagador de luces
apagara también mis oportunidades.
Al día siguiente muy temprano, acompañados por
Kusi, nuestra guía y anfitriona, simpática y agrada-
ble chica de fuerte personalidad y con una muy pro-
pia cosmovisión sobre lógica y conducta humana; le
dijimos adiós a la ciudad (y a sus muchos monumen-
tos que no alcancé a fotografiar) para dirigirnos a
Cuyo Chico y Cuyo Grande. Que?, dónde queda Cu-
yo?, pues… en el “Cuyo” del mundo!. Como sea,
las entrevistas y las fotos iban muy bien en aquellos
parajes, hasta que al mediodía los efectos de la altura
hicieron presa de Fiona. Ya en la tarde alojados en
casa de Claudio y Valentina, dos buenas personas
del lugar que tienen un albergue para “turismo vi-
vencial”, el soroche de Fiona empeoraba a pesar de
los 17 mates de coca, muña, ruda y cuanta hierba
tradicional se nos ocurrió proporcionarle.
Así las cosas, nuestra amiga Valentina convencida
de que el origen del malestar era producto de un
“mal aire” (mal espíritu); cerró la modesta casa
herméticamente, hirvió ruda y comenzó con un raro
ritual al que Fiona se sometió en calidad de sonám-
bula; yo sólo alcancé a decirle: “no te preocupes,
sólo te van a exorcizar”. Las hojas de ruda iban y
venían de la olla de agua hirviendo en la penumbra
de la habitación, iluminada sólo por el fogón de leña,
pasaban por alrededor de la cabeza de Fiona y se agi-
taban con la misma cadencia de las, para mi incom-
prensibles, palabras en quechua que Valentina grita-
ba con energía a los cuatro suyos; mientras “Tucu”,
el gato de la casa, acurrucado junto al hogar lanzaba
una sonrisa incrédula a su dueña con cada acto de la
sesión. Tres veces se repitió el ritual, tres veces escu-
pió Fiona sobre el suelo al mal espíritu y tres veces
peor salió de la habitación.
La noche fue historia aparte; si bien los cuartos eran
cómodos y mi cama estaba equipada con una buena
provisión de botellas con agua hirviendo, debajo de
las 5 frazadas que me aislaban del frío (gracias Va-
lentina!) había un pequeño problema por solucio-
nar… el baño!, el baño era nuevo, modesto y limpio
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pero estaba a 15 metros de las habitaciones, al otro
lado del patio descubierto. Se imaginan salir para…
a media noche, en medio del frío de la puna alto an-
dina, diablos! No se puede! Claro en ese momento
no me imaginaba lo que pasaríamos días después en
Challapata, pero eso se los cuento más adelante.
Un nuevo día, un nuevo sol y una nueva despedida.
Realizadas las fotos y las entrevistas, dejamos a Va-
lentina, Claudio y Tucu, y partimos en una van con
rumbo a Juliaca. El sol agotando sus luces se va del
firmamento mientras nosotros ingresamos a Juliaca
agotando las energías; nos
recibe un buen hotel, una
buena habitación, una buena
comida y una buena… com-
parsa de morenadas, desfi-
les, bandas de música, borra-
cheras y demás parafernalia
popular, instalada precisa-
mente en la puerta del hotel,
que servía de caja de reso-
nancia a los bombos, trom-
petas, platillos, pleitos, gri-
tos y escándalos que no de-
jaron de sonar (y por ende
no dejaron dormir) hasta pa-
sada bien la medianoche.
Jueves, último día por el al-
tiplano peruano; bueno, eso
creía yo en ese momento.
Desde temprano las entrevis-
tas y las fotos son abundan-
tes a las tejedoras puneñas y
al grupo de turistas británi-
cos que las visita aquella
mañana, todo sale bien, todo
sale en orden. La tarde nos transporta al aeropuerto y
un avión nos pone en Lima esa noche. Hora de dor-
mir, la agenda de mañana está llena.
Viernes, el mismo viernes al que hago referencia al
comenzar esta crónica, en Lima, avanzados a la mi-
tad, el día, las entrevistas y el trabajo gráfico, nos
enteramos que hay un pequeño gran cambio en el
programa; hoy junto con Hilary (UK) y Zenen
(Cuba), que vienen de Chile, tenemos que volar a
Bolivia. Difícilmente nos quedaron más de 10 minu-
tos para armar equipajes y llegar al aeropuerto luego
de terminar las entrevistas del día. Retomando el ini-
cio del relato; los cuatro en el aeropuerto sin boletos
ni reservas tratando de llegar a Cochabamba esa
misma noche. Algunas coordinaciones con ultramar
y otras gestiones de Zenen en el counter nos consi-
guen cuatro asientos en el último vuelo a La Paz, a
donde arribamos muy pasada la medianoche.
Ya en El Alto, empiezan las anécdotas; el oficial de
migraciones ve mi pasaporte y con mala cara me
pregunta – “¿Cuánto tiempo se piensa quedar?” – yo
le dije que unos 15 días, por si acaso y… Zas! Me
chanta un sello con un permiso de sólo 10 días. No
se supone que aún sólo via-
jando con el DNI uno puede
permanecer hasta 60 días en
cualquier país de la Comuni-
dad Andina? Alguien debería
de decírselo a estos hijos de
la gran…burocracia!
Habíamos llegado en el últi-
mo vuelo de la noche, como
a las 3:00 a.m. y claro, termi-
nados los trámites de rigor, el
personal del aeropuerto lite-
ralmente cerró el “kiosco” y
se fue. Nos quedamos solos
y en penumbra en las salas
del terminal aéreo esperando
que llegara alguien de alguna
aerolínea para continuar el
viaje a Cochabamba. Todo
estaba cerrado y obscuro,
salvo por una única máquina
expendedora de café que per-
manecía operativa pero…
nadie tenia “Bolivianos” para
hacerla funcionar, ni había
donde cambiar monedas. Hilary en su desesperación
por ingerir algo caliente, le introdujo “Soles” que
son algo más gruesos que la moneda altiplánica y
como era de suponer, la máquina se atascó quedando
inservible.
Dos horas después abrió un pequeño restaurante
donde pudimos comer algo mientras tratábamos de
conseguir pasajes, pero la única línea aérea que vo-
laba ese día a Cochabamba, no disponía de servicio
de reservas por internet y sólo vendía boletos en el
mostrador, cuando abriera, si abría, una hora antes
de la salida del vuelo. Casi, casi, como comprar pa-
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sajes en bus en el terminal informal de Yerbateros
en Lima. En la tertulia de espera me entero que
Hilary, aparte de su trabajo, es pintora y además ci-
clista al igual que yo, por lo que entre broma y bro-
ma discutimos la posibilidad de comprar cuatro bici-
cletas para llegar a Cochabamba. Pero a 4,200 me-
tros de altitud, en el aeropuerto comercial más alto
del mundo, el soroche cobra su primera víctima en
Hilary, que con su cabeza a punto de estallar, al
igual que los lapiceros que ya estallaron dentro de su
bolso, manchando cuanto documento portaba, alter-
na todo trámite aeroportuario con un repetido ir y
venir a los servicios para realizar su “pago a la pa-
chamama”. Por fin llega personal de la aerolínea pe-
ro… no hay cupo, estamos en lista de espera y hay
una tremenda cola para conseguir pasajes. La idea de
las bicicletas empieza a tomar fuerza.
15 minutos antes de la salida del avión nos dan luz
verde desde el mostrador, corremos a chequear los
equipajes, pagar los boletos y cruzamos el aeropuer-
to (no hay mucho que cruzar) a toda velocidad para
pasar por la revisión de rigor, pero… otro oficial de
migraciones que caminaba por ahí, hijo de la misma
madre que el anterior, nos detiene para revisar los
sellos de nuestros pasaportes con toda la calma del
mundo, luego de casi arrancharle mi pasaporte llega-
mos al mostrador de revisión de rayos X, donde lite-
ralmente aventamos las cosas sobre la máquina, sal-
tamos los cordones con una pierna, mientras nos
quitábamos la prendas con una mano y nos las
poníamos con la otra sobre la marcha, llevando los
pasajes y pasaportes en la boca. El avión por partir
(con nuestros equipajes a bordo) y nosotros co-
rriendo para alcanzarlo pero.. alto! Hilary ha perdido
su boarding pass!!!, Zenen le quita la mochila y en-
tre los dos desparramamos todo el contenido en el
piso sin encontrar nada… cuando ya creíamos todo
perdido (itinerario, vuelo y equipajes) una providen-
cial azafata nos da el alcance con el extraviado ticket
que había encontrado por el camino, reiniciamos la
carrera, entramos a la manga que están a punto de
retirar y veo el avión por una ventana… solo volteé
y grité:
- Zenen!, estás seguro que vamos a volar en esa por-
quería?, ese avión es más viejo que yo!
- Shhhhhh. Que no te escuche Fiona!
Contra todo pronóstico el vuelo fue tranquilo en el
viejo Boeing 727, que parecía haber salido del patio
de chatarra de la ya desaparecida Lloyd Boliviana,
aunque como no me tocó ventana no podría asegurar
si el vetusto avión realmente logró despegar o sólo
hizo todo el recorrido por carretera.
A salvo en Cochabamba y con Hilary en calidad de
asorochada sonámbula; sentada en el piso, en medio
del hall del aeropuerto, con todo su equipaje despa-
rramado alrededor y los ojos desorbitados mostrando
un grueso fajo de dólares a todo el mundo, pues
quería cambiar unos cuantos bolivianos para com-
prar café; conseguimos un taxi que nos llevó a nues-
tro hotel, el “Gran Ambassador”, limpio, tranquilo
espacioso y cómodo, una suite para cada uno… las
cosas parecían mejorar. En realidad tuvimos un par
de días tranquilos en Cochabamba, salvo por la con-
vulsión política reinante y los muñecos a tamaño
natural, simulando ahorcados, que cada día apa-
recían colgados en los postes de la ciudad, especial-
mente frente a la puerta del hotel, con letreros como:
“¡Fuera los extranjeros!”
Y bajo los cuales cada tarde Zenen repetía su ritual
de servicio de lustrada de calzado en plaza pública,
previo al lonche en el café Le París, donde una resta-
blecida Hilary nos decía:
Guau! El soroche fue emocionante, sentir la cabeza
que te va estallar, jamás pensé que el cerebro podía
doler, hasta el roce con la almohada duele, y los
vómitos cada 5 minutos, y luego perder la memoria
entre el aeropuerto y el hotel… Fue excitante!
Como les decía, a pesar de haber pasado más de 36
horas sin dormir, tuvimos un par de días tranquilos,
demasiado tranquilos; no pudimos ir a los museos, ni
subir al funicular, ni visitar galerías, ni nada!, en Co-
chabamba todos los lugares turísticos están cerrados
los sábados y domingos, sólo atienden de lunes a
viernes en horario de oficina. Nos tuvimos que con-
formar con una agradable y dominguera velada mu-
sical en el teatro Acha.
Lunes y martes bastante ajetreados en una fábrica de
productos de vidrio reciclado, en especial para mi,
que se me hacía muy difícil lograr buenos retratos de
personas sonriendo y mirando a la cámara mientras
trabajaban (detesto los retratos posados) sobre todo
si hay que hacerlos en muy malas condiciones de
luz, y el trabajo del retratado no permite interrupción
Fotohólica Nª 01
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alguna, ni para sonreír, pues se enfría el vidrio. Ni
hablar del calor junto al horno que mantiene en su
interior 1,200°C y al que le debo la pérdida de media
ceja izquierda y la semifusión de la tapa de baterías
de mi cámara. Luego, en la cena, Hilary afirmaría
que ahora yo tenía un ojo más obscuro que el otro.
Hablando de ella; al día siguiente le tocaba retornar a
Lima mientras nosotros nos adentraríamos en el alti-
plano boliviano, así que le dimos toda clase de con-
sejos para que pudiera, sin hablar una palabra de es-
pañol, lidiar con los trámites aeroportuarios tanto en
Cochabamba como en El Alto; le explicamos sobre
el checking en el counter, el equipaje, el impuesto
del aeropuerto… el impuesto del aeropuerto!!!, dia-
blos!, recién
ahora nos perca-
tamos que con
tanta correría en
La Paz, nos olvi-
damos de pagar
los impuestos
aeroportuarios y
nos subimos al
avión así
nomás… bueno,
que se lo cobren
al tarado de mi-
graciones que
nos hizo perder
tiempo.
Al día siguiente, miércoles, si… miércoles! No había
un solo lugar en Cochabamba que quisieran aceptar
travel checks y las tarjetas de crédito tampoco eran
muy bien recibidas, como sea Fiona consiguió alqui-
lar una 4x4 para nuestro viaje y Marcelo (dueño de
la fábrica de vidrio) se ofreció como chofer y guía.
Un almuerzo previo a la partida mientras comentába-
mos sobre lo relajada que debía estar Hilary ya en
Lima cuando un mensaje de texto entró al celular de
Fiona; era de Hilary:
―Fue horrible!, casi pierdo mi conexión en El Alto y
el avión que me llevó a Lima tuvo serios desperfec-
tos durante el vuelo, casi nos estrellamos… una pe-
sadilla!‖
Bueno, al menos ya está en Lima y a salvo pero…
unas horas después entró otro mensaje de ella:
―Estaba paseando por la Av. Larco, en Miraflores, y
una loca me atacó a golpes, tuvo que intervenir la
policía‖ - Ya no hicimos comentarios.
La camioneta marcha bien y tras pasar algunos pun-
tos altos que afectaron un poco a Zenen y Fiona,
arribamos a Oruro ya entrada la noche. Nos alojamos
en un antiguo pero decente hotel del centro, el “Gran
Hotel Sucre”; Fiona bastante pálida, demacrada, ca-
bizbaja y con su cabello gris desarreglado, recibió
sus llaves y se fue en silencio a su habitación, en el
ala más antigua del hotel, Zenen al no verla; preocu-
pado preguntó en voz alta; - ―y Fiona? Dónde
está?‖ - A lo que la encargada del counter le res-
ponde de la manera más natural; - ―No se preocupe
señor, le hemos
dado la mejor
habitación a su
mamá‖ -
….Marcelo y yo
nos retorcíamos
de la risa en el
piso, la encarga-
da, roja como un
tomate, no sabía
como disculparse,
mientras Zenen
trataba por todos
los medios que le
jurásemos que
jamás, suceda lo
que suceda, jamás
íbamos a decirle a nadie lo que había pasado. Bueno,
yo le prometí no “decir” nada, pero “escribirlo” es
diferente no?
Al día siguiente Fiona nos contó que su habitación,
antigua, lúgubre y decorada con cortinas negras,
quedaba en un obscuro corredor que le hacía recor-
dar a la película “El resplandor”, durante el resto del
viaje mencionó el hotel varias veces y en cada una
de ellas Marcelo y yo hacíamos esfuerzos por conte-
ner la risa, mientras Zenen nos miraba con cara de
“por favor no vayan a decir nada”.
Tras adentrarnos en el altiplano, rumbo sur por la
margen del lago Poopo, llegamos a Challapata a me-
dia mañana para realizar entrevistas en una flamante
procesadora de quinua. Si hay un punto de quiebre
en este viaje, ese fue Challapata sin duda alguna. El
trabajo iba bien hasta que se nos ocurrió buscar un
Agosto 2013
27
hotel; la corriente de opinión popular nos señalaba al
“Residencial Virgen del Carmen” como el mejor de
la comarca; no sé si habría otro, pero si este era el
mejor… Un estrecho callejoncito entre dos tiendas
nos lleva al patio interior de esta caricatura de tres
pisos que bien podría haber salido de un capítulo de
“La vecindad del Chavo”, en la ventana de la recep-
ción y en cada muro de la posada un muy visible car-
tel reza así:
No hay tomacorrientes, no hay televisor, no hay
servicio de desayuno, no insista!
Además de otro:
El servicio de ducha cuesta 5 bolivianos, sólo de 7
a 10 a.m. y máximo 10 minutos.
Mi habitación es tan estrecha que estoy seguro que la
cama la tuvieron que fabricar primero y luego cons-
truir el cuarto alrededor, y lo peor: existen sólo dos
semi baños para las más de 20 habitaciones; uno tie-
ne puerta completa, el otro sólo media puerta y nin-
guno tiene luz. Ah! y por supuesto el inodoro funcio-
na con “jarrito” el que hay que rellenar de agua en
un cilindro a medio patio. Ni modo! Ya estamos
aquí! No se puede poner peor… o si?
Ya en la tarde, luego de trabajar todo el día (nadie
quería regresar al hotel temprano), me quedé conver-
sando con Marcelo en la camioneta, hablamos del
baño común, de los límites de la resistencia corporal
al llamado de la naturaleza y también de lo ancha,
ajena, privada y más limpia que se veía la gran llanu-
ra altiplánica que nos rodeaba… Luego fuimos a ce-
nar, pero nos agarró un apagón, así que el único res-
taurante que aún atendía a la luz del kerosene sólo
podía ofrecernos Charquikan, ni modo… Charkikan
para todos, gaseosa para tres y café para Zenen.
- mi café tiene nata
- no puede ser, el café no tiene nata, la leche si tiene
nata
- digo que mi café tiene nata
- Zenen, el café no puede tener nata
Regresa la luz y efectivamente el café de Zenen tenía
nata y mi queso nadaba en Coca-Cola o algo similar.
Otra vez en la acera del hotel pensando en algún
lugar seguro donde guardar la camioneta, en ese
momento sobraban voluntarios para pernoctar en el
vehículo, sólo para cuidarla, todos estábamos dis-
puestos a “sacrificarnos” y pasar la noche en la vía
pública en vez de nuestras habitaciones, pero… justo
llegó uno de los empleados de la planta de quinua y
nos ofreció la fábrica como cochera segura, diablos!
Habrá que dormir en el hotel!.
- Mejor vamos a dar una vuelta primero por el pue-
blo, sólo para agarrar sueño.
- Ok
Curiosamente encontramos una feria con juegos
mecánicos en la plaza principal y nos dieron las diez
de la noche jugando en los carritos chocones. Pero
como no hay plazo que no se cumpla ni deuda que
no se pague; hora de ir al hotel!. Ah! si faltaba men-
cionar que a las 10:00 p.m. cerraban el hotel con lla-
ve con todo el mundo adentro y no habrían la puerta
hasta el día siguiente.
Asomados por la baranda interior del tercer piso del
hotel, nos quedamos conversando hasta la mediano-
che, algo incómodos, pues eso de tener que presen-
ciar a Fiona y luego a Zenen entrar en el baño común
a vista de todas las ventanas de las habitaciones, lin-
terna en mano y luego ver (y contar) cuantos
“jarritos” de agua eran necesarios en cada faena, re-
sultaba ciertamente humillante. Afortunadamente ni
Marcelo ni yo tuvimos que pasar esa vergüenza,
pues más precavidos, habíamos solucionado nuestros
problemas corporales en forma muy discreta aquella
tarde, cuando meditábamos sobre la amplitud y sole-
dad de la pampa altiplánica.
Vestido y solo recostado sobre la cama, para no mo-
lestar a los posibles habitantes invertebrados de la
misma, me quedé dormido cerca de la 1:00 a.m. Pero
a las 3:00 a.m. un gran revuelo se armó en el hotel;
alguien pateaba la puerta de ingreso y vociferaba que
lo dejaran entrar, los gritos eran respondidos desde
dentro, puertas se abrían y se azotaban, alguien lla-
maba a la policía, gente subía y bajaba las escaleras,
más gritos, algunos empujones seguidos de insultos
que se repitieron hasta cerca de las 4:00 a.m. Luego
nos enteramos del origen del alboroto; una pareja se
había alojado en la tarde, luego salieron a emborra-
charse juntos, pero la mujer regresó temprano con
distinta compañía. Cuando regresó el marchante ori-
ginal, a las tres de la madrugada; al encontrar su
cama y mujer ocupados, mas que reclamar por sus
Fotohólica Nª 01
28
reivindicaciones maritales exigía su derecho a pasar
la noche bajo techo, pues él había pagado por la ca-
ma y no su eventual relevo. Finalmente los echaron a
los tres.
Ahora sí se podrá dormir, aunque sea un par de
horas…
Oruro!!!, Oruro!!! Sale para Oruro!
Beep, Beep. Beep, Oruro!!!
Maldición!, a las 4:00 a.m. en punto la fachada del
hotel se convirtió en el terminal terrestre de ómnibus
con destino a Oruro, y no se les ocurría mejor forma
de llamar a los pasajeros que a punta de gritos y
claxon.
A las 5:00 a.m.,
sin haber podido
dormir, sin haber
podido recargar
las baterías de
los equipos ni los
celulares, sin
efectivo y sin
combustible;
abandonamos el
hotel y nos pusi-
mos en marcha
hacia la región
de Uyuni. Es cu-
rioso que no fue
hasta que se me
ocurrió mencio-
nar la leyenda de
Butch Cassidy y
Sundance Kid, famosos pistoleros que murieron en
la región hace exactamente 100 años, que los demás
comenzaron a sacar recortes y publicaciones sobre el
tema. Lamentablemente por cuestiones de agenda no
pudimos llegar hasta San Vicente, al sur del salar,
para visitar el lugar donde ocurrieron los hechos.
Recorriendo la inmensidad del altiplano a través de
huellas marcadas en la arena en las interminables
llanuras de Ichu, pobladas de camélidos salvajes y
sólo salpicado por pequeños y muy distanciados po-
blados, nos aproximamos al salar de Uyuni por el
lado norte, una primera parada en “Las Salinas“ para
el desayuno y luego continuamos escoltados por
otra camioneta de las comunidades campesinas hasta
las faldas del volcán Tunupa, imponente guardián
del salar de Uyuni; el lago salado más grande del
mundo, donde realizamos nuestro trabajo con los
productores de quinua.
Al mediodía, y luego de atravesar por el lado norte la
infinita y marmórea plataforma blanca del salar; lle-
gamos a Llica, otro poblado donde se cultiva quinua
a escasos kilómetros de la cordillera occidental que
sirve de frontera con Chile.
En la tarde al emprender el regreso, paramos unos
minutos en medio del salar, corría un fuerte viento
que levantaba la irritante sal en polvo que se intro-
ducía en los ojos y equipo fotográfico. Mal momento
para tomar fotos, supongo que a la luz de la luna el
salar debe ser im-
presionante,
algún día…
El regreso en me-
dio de la noche
por esos acciden-
tados caminos es
bastante agitado,
al caer el sol nos
encontramos al
borde de un an-
cestral cráter,
probablemente
producido por
algún meteorito.
La camioneta está
muy maltratada;
le suena todo me-
nos el claxon, la
ventana posterior izquierda se rehúsa a funcionar y
ya no se sabe de que color es. Nos aproximamos
nuevamente a Challapata donde nos espera una re-
cepción con suculentos platos a base de quinua, mu-
cha cerveza y… el hotel! No! Ese hotel otra vez…
No!!!, Marcelo que ya lleva unas 15 horas al volante,
después de una mala noche, no hace ningún comen-
tario; sólo intercambia unas miradas con nosotros,
presiona el acelerador y no se detiene hasta Oruro.
Otra vez en el viejo hotel de Oruro; que cómodo se
ve, y que bueno tener baño propio; aunque Fiona si-
gue insistiendo en que el decorador debió ser algún
descendiente de Jack el destripador.
Al día siguiente, 4 de octubre, llegamos nuevamente
Agosto 2013
29
a Cochabamba, a nuestras acogedoras suites con…
dos baños para cada uno! Después de Challapata,
esto es el paraíso! Aunque tuvimos algunos proble-
mas para devolver la camioneta; nadie la quería la-
var, pues estaba muy sucia, pero si hubiese estado
limpia para qué la llevaríamos a lavar, no?. La agen-
cia que nos la alquiló estaba cerrada; claro, sábado
nadie trabaja en Cochabamba. Pero en fin, finalmen-
te encontramos solución a todo, sólo faltaba un deta-
lle: un presente para Marcelo que nos había acompa-
ñado “de oficio” durante la travesía. Como Fiona era
la única que llevaba real y genuina sangre escocesa
en sus venas, fue la comisionada para escoger la bo-
tella de whisky para Marcelo; cual no sería nuestra
sorpresa cuando se apareció con un whisky de dudo-
sa procedencia:
- Es que éste trae un vaso de vidrio de regalo, y co-
mo Marcelo tiene una fábrica de vidrio reciclado…
Al día siguiente, domingo 5, teníamos que retornar a
Lima; pero como era de esperarse el viejo 727 que
nos llevaría a La Paz; se retrasó y arribamos justo
para ver como despegaba nuestra conexión a Lima.
Fiona se aferra al celular tratando de conseguir vía
UK reservas para el próximo vuelo y… nos las con-
siguen!, pero la poco amable y muy escatocefálica
señorita del counter se niega a vendernos los pasajes
pues según ella no hay cupo hasta el jueves y literal-
mente le da flojera revisar nuestras reservas. Nos
informan de otra alternativa; tomar el próximo vuelo
a Santiago y de ahí llegar a Lima vía conexión, sin
confirmar, en Buenos Aires…uhmm a Fiona no le
sirve de mucho ese plan, pues ella y Hilary tienen
separado y pagado (con su plata) todo un paquete de
tres días a Machu Picchu y tiene que estar el domin-
go en la tarde en Lima o a más tardar el lunes tem-
prano en Cuzco. A mi tampoco me cuadra mucho la
idea, esa conexión vía Bs. As. me suena a una gran
posibilidad de terminar recibiendo las Navidades en
Nueva Zelanda esperando una conexión a Lima vía
Moscú. Por el contrario Zenen no lo pensó mucho y
abordó el vuelo a Santiago (no llegó a Lima hasta el
día 14).
Eran ya pasadas las 11:00 a.m. y cuando Fiona ya
estaba a punto de romperle los dientes a la mujer del
counter, se me ocurrió hacerle una propuesta; yo me
encargaba de que ella llegara a Cuzco a tiempo para
su tour y luego ella me conseguía un vuelo a Lima;
aceptó y…
- Taxi!
- Si señor, a dónde los llevo?
- A la frontera.
Poco más de una hora después nos bajábamos del
taxi en el lado Boliviano de Desaguadero, a orillas
del lago Titicaca, chequeamos los pasaportes en la
obscura, lúgubre y grasienta oficina de migraciones
boliviana, cruzamos el puente caminando sobre el
maloliente río, volvimos a chequear los pasaportes
en la igualmente lúgubre, grasienta y obscura (pero
de otro color!) oficina de migraciones peruana y…
- Taxi!
- A dónde van?
- A Puno
A poco más de las 2:30 p.m. y luego de bordear casi
toda la rivera occidental del lago Titicaca (Juli es
muy pintoresco, lástima que no hubo tiempo para
fotos) llegamos a Puno. Aquí se acabó el tramo
“Bussines Class” del viaje, pues no conseguimos taxi
a Cuzco y los únicos ómnibus decentes partían en la
noche y además ya no había cupos. Un almuerzo en
el terminal terrestre para engañar a las tripas y difun-
dir la “cultura”, si, difundir la cultura!: En el menú
“Bilingüe” del restaurante alguien había inmortali-
zado su nombre al traducir al inglés “Sudado de Tru-
cha” como “Sweater of Trout” y ahora hay una foto
del famoso menú (tomada por Fiona) distribuyéndo-
se por toda Europa.
Bueno, había que conseguir transporte si o si; así
que… a las 4:00 p.m. partimos a bordo de un ruido-
so, atestado, incómodo y mal oliente bus – camión,
sin baño, que literalmente apestaba a una mezcla de
corral con leche avinagrada, pero que mal que bien
nos dejó en la ciudad imperial a las 12 de la noche en
punto.
Durante el trayecto, y cuando el arribo a Cuzco ya se
veía más como una realidad, Fiona se había estado
comunicando con Lima para que le cancelen su vue-
lo Lima - Cuzco y le hagan una reservación para una
noche extra en el hotel. Como era de suponerse; al
llegar a Cuzco resultó que le habían cancelado sus
reservas en el hotel y… no sé que hicieron con el
vuelo!. De cualquier forma conseguimos buenas
habitaciones para pasar la noche y al día siguiente
ella y sus misteriosos contactos en ultramar, me
consiguieron, sin mayor problema, un boleto a Lima
Fotohólica Nª 01
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en los ya copados vuelos de un aeropuerto cerrado
por una visita presidencial.
Aún faltaban un par de horas para que despegue mi
avión, así que fuimos a dar una vuelta por la ciudad,
lo primero que me señalaba Fiona con entusiasmo en
cada tienda por la que pasábamos era…
-Mira! aquí si aceptan Visa y … travel checks!
Ni modo, ocho días en Bolivia desubican a cualquie-
ra. Dimos una vuelta por la Plaza de Armas y ella
me señala el letrero de un restaurante;
“Trotamundos” me pidió que le traduzca esa palabra
al inglés, así lo hice, y me dijo: - “Creo que califica-
mos”. Fiona había encontrado un buen lugar donde
tomar un café y yo; un título para esta crónica. To-
mamos algo en el balcón con vista a la plaza, con-
versamos y me despedí para abordar mi vuelo mien-
tras ella esperaba el arribo de Hilary para tomar su
tour.
Tres días después, en Lima, me contaría que 15 mi-
nutos después del arribo (y registro en el hotel) de
Hilary, se enteraron de la huelga de la CGTP y el
inminente bloqueo de las vías del tren a Machu Pi-
chu, por lo que inmediatamente tomaron un taxi a
Ollantaytambo. Hilary sólo conoció de Cuzco el
balcón del “Trotamundos” visto a la volada, desde
dentro del taxi. En Ollantaytambo en medio de una
fuerte lluvia abordaron el tren a Aguas Calientes,
donde se alojaron en un hotel que competía en aro-
mas con el bus de Puno. Al día siguiente subieron a
Machu Pichu en medio de una tormenta, al regresar
encontraron que la habitación de Hilary, por haber
dejado las ventanas abiertas, se había convertido en
refugio para la lluvia de cuanta alimaña e insecto
había en la región, por lo que ella paso la mitad de la
noche matando insectos y la otra mitad sellando con
maskin´ tape toda rendija de su cuarto. En el tren de
regreso totalmente atestado, a Fiona le tocó compar-
tir vagón con un chileno loco que usaba un casco
tipo “safari” y que, según ella, era “demasiado” ami-
gable; mientras que a Hilary le tocó un carro lleno
de japoneses con los que no podía intercambiar pala-
bra alguna. Ya en Cuzco el taxi que las llevó al aero-
puerto patinó en la lluvia y fueron a dar dentro de
una cuneta, para luego enterarse que su vuelo había
sido cancelado y pasar el resto de la tarde consi-
guiendo cupo en otra aerolínea.
El 9 de octubre Hilary dejó estas tierras para retornar
a UK, mientras que Fiona y yo pasamos dos días en-
trevistando artesanos en los conos de Lima, para lue-
go partir el 11 a Piura donde pasamos otros tres días
haciendo lo propio en Chulucanas: podría decir que
fueron días tranquilos salvo por…
Cuando entrevistábamos a los trabajadores de una
cantera de arcilla , en medio de la sesión fotográfica,
a uno de ellos le dio un ataque de epilepsia. El día
catorce estuvo nublado y lloviendo todo el día
(pésimo para las fotos), si, llovió en Chulucanas a
mediados de octubre! Alguien le dijo una vez a Fio-
na que no es que ella viajara a lugares con mal clima,
sino que el mal clima viajaba con ella; en lo particu-
lar a mí no me sorprendería que el próximo huracán
en el Caribe lleve su nombre.
Antes de retornar a Lima fuimos con Luis, nuestro
guía y anfitrión, a conocer Catacaos y Narihuala. Es-
pecialmente Luis muy excitado quería mostrarle a
Fiona un auténtico perro peruano sin pelo, y lo en-
contramos ahí, en la huaca de Narihuala, en el museo
de sitio, pero… amarrado a una soga, convulsionan-
do y botando espuma por la boca!. Le habían dado
bocado y estaba en sus últimos estertores. Según
Fiona se parece al “Grim” de la película “Harry
Potter y el prisionero de Ascaban”… puede que ten-
ga razón.
Fiona recibió su cumpleaños en el bus a Lima, (no,
no voy a mencionar números), y a la mañana si-
guiente partió para UK. Aún mantengo contacto con
ella, ya se retiró y ahora se dedica a publicar sus poe-
mas con bastante éxito, de hecho hay uno titulado
“La Casa de Lima” en uno de cuyos versos mencio-
na” The donkey belly gray sky”, pero en ningún
momento me ha mencionado nada acerca de regresar
al Perú.
Durante el viaje hubieron muchas otras anécdotas,
como la de las vacas radioactivas, el restaurante
griego con el mozo israelí que decía ser marroquí, el
pollo hervido que le sirvieron a Fiona en el hotel,
cuando pidió un poco de agua hirviendo, la pileta de
los novios en Cochabamba, etc.., etc.… pero esta
crónica ya está demasiado larga y… quien sabe, tal
vez algún día publique el relato completo de esta
aventura.
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Fotohólica Nª 01
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X-fotos
La Huella de Tambomachay
En las inmediaciones de las ruinas de Tambomachay, Cuzco, se puede apreciar claramente lo que parecería
ser la huella de una bota, con el taco bien marcado, grabada profundamente en un afloramiento masivo de
roca. Caprichos de la naturaleza?, se ablandó misteriosamente la roca en épocas relativamente recientes? O
alguien caminó sobre el sedimento fresco hace millones de años usando botas?
Comparada con los modestos talla 43 de este registrador de imágenes, la huella es pequeña, aproximadamente
talla 35.
CGG
Foto: Carlos García Granthon
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Fotohólica Nª 01
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Cámaras que registraron
la historia
Tessina 35mm
El 20 de agosto de 1968, cuando las tropas de la Unión Soviética invadieron Checoslovaquia, poniendo fin a
la “Primavera de Praga”, tres reporteros; Philippe Letellier, fotógrafo freelance, Jacques Burlot, reportero de
Life y Tony Cameron, cruzaron ilegalmente la frontera Checa con pasaportes adulterados para cubrir los
acontecimientos en Praga. 5 km antes de llegar a su destino, fueron interceptados y descubiertos por una
patrulla militar soviética, que los apresó y confiscó todos sus equipos, todos excepto uno; una pequeña cáma-
ra espía oculta en una cajetilla de cigarrillos en el bolsillo de Philippe Letellier, que según nos narra en sus
propias palabras:
―… comenzó a inquietarme la Tessina en el paquete de Winston, este pequeño aparato suizo de mira réflex,
está provisto de un motor que permite tomar diez fotos sin cargar. Posee, además, un gran angular de 28mm
y, por lo tanto, es posible utilizarla desde el bolsillo. Cada vez que oprimía el disparador, se oía un
―zig-zag‖ que, dada mi situación, era particularmente peligroso, puesto que yo era considerado ya como un
espía…‖ (Los Reporteros, Brincourt y Leblanc, p279, editorial Noguer 1973, ISBN 84 279 0820 2)
Efectivamente, la Tessina, fabricada por el suizo Arnold Siegrist en 1957, (en producción hasta 1996) es un
alarde de la mecánica de precisión y la óptica; una cámara espía réflex de doble lente, de tan solo 65 x 50 x
25 mm, toma cuadros de 14 x 21mm, en película de 35mm, con cargadores especiales. Esta pequeña joya
podía ocultarse en bolsillos, cajetillas de cigarrillo, o hasta en la muñeca, bajo la manga, como un reloj de
pulsera.
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Fotohólica Nª 01
36
Fotohólica Nº 01
Agosto 2013 Lima, Perú
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