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GABRIELA MISTRAL Jaime Quezada Congreso Iberoamericano de la Lengua y la Literatura Infantil y Juvenil 24 al 27 de Febrero, Santiago de Chile, 2010 Cuando yo te estoy cantando en la tierra acaba el mal. G. M. Gabriela Mistral (Vicuña 1889 – Nueva York 1957 ) representa, muy cabalmente, a una autora que no sólo escribió una poesía cargada de intensidad y sentido humano (en sus no más de cinco libros de desolaciones y lagares), sino, y de manera principal, a una mujer chilena y latinoamericana del siglo veinte que supo decir su pensamiento y su acción en los temas tutelares del poema o de la prosa . Y que hará de su literatura un acercamiento al prójimo y una enseñanza cotidiana de vida . En esa literatura-obra-libro de Desolación a Ternura a Lagar pasando por su epifánico y tutelar Tala y concluyendo con su póstumo Poema de Chile , en todos y en cada uno de ellos -sus únicos libros poemáticos después de todo- la autora chilena nunca dejará de lado el tratamiento del género infantil o la escritura de textos para niños en secciones significativas y relevantes. Literatura que será, además, su encantamiento y su cuenta mundo durante todo el transcurso de su vida: Sigo escribiendo arrullos con largas pausas; tal vez me moriré haciéndome dormir,

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GABRIELA MISTRAL

Jaime Quezada

Congreso Iberoamericano de la Lengua y la Literatura Infantil y Juvenil24 al 27 de Febrero, Santiago de Chile, 2010

Cuando yo te estoy cantando en la tierra acaba el mal.

G. M.

Gabriela Mistral (Vicuña 1889 – Nueva York 1957) representa, muy cabalmente, a una autora que no sólo escribió una poesía cargada de intensidad y sentido humano (en sus no más de cinco libros de desolaciones y lagares), sino, y de manera principal, a una mujer chilena y latinoamericana del siglo veinte que supo decir su pensamiento y su acción en los temas tutelares del poema o de la prosa.

Y que hará de su literatura un acercamiento al prójimo y una enseñanza cotidiana de vida .

En esa literatura-obra-libro de Desolación a Ternura a Lagar pasando por su epifánico y tutelar Tala y concluyendo con su póstumo Poema de Chile, en todos y en cada uno de ellos -sus únicos libros poemáticos después de todo- la autora chilena nunca dejará de lado el tratamiento del género infantil o la escritura de textos para niños en secciones significativas y relevantes. Literatura que será, además, su encantamiento y su cuenta mundo durante todo el transcurso de su vida: “Sigo escribiendo arrullos con largas pausas; tal vez me moriré haciéndome dormir, vuelta madre de mí misma, como las viejas que desvarían con los ojos fijos en sus rodillas vanas, o como el niño japonés que quería dormir su propia canción antes de dormirse él”(1 ).

Es cierto que Ternura (“una campaña de la ternura” pedía a los maestros del continente el bueno de Martí), publicado en 1924 y reordenado por la propia Mistral en 1945 (el mismo año de su Premio Nobel), considerado por antonomasia el libro de su poesía para niños -que eso es en definitiva tan unitario y prodigioso libro , con el feliz, enfático y plural agregado de una poesía para el niño-niño y para el niño todo en permanente crecimiento- representa buena parte de su literatura infantil.

La adultez y la infancia de un autora que anduvo desde muy niña entre sus hallazgos y sus albricias, sus “cucos” y sus miedos (El miedecito de la gacela, por ejemplo. Y repárese en el diminutivo miedecito como para hacerlo en su

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cuento menos miedo): “Puedo corregir en mi seso y en mi lengua lo aprendido en las edades feas (adolescencia, juventud, madurez), pero no puedo mudar de raíz las expresiones recibidas en la infancia”(2).

Mucho antes de aquella publicación venía ella escribiendo lo que bien llamaba “poesía casi escolar o “prosa escolar”, como una manera de motivar, y desde muy temprano, desde la escuela o el aula, el interés del niño por este tipo de poesía. Y como una reacción, a su vez, a lo que consideraba, en su época, “la empalagosa o catequística pedagogía”.

Ya en Desolación, aquella nada de desolada sino vivificadora obra primera de poesía y prosa, se recogen sus tradicionales y clásicos cuentos de los por qué (Por qué las cañas son huecas, Por qué las rosas tienen espinas), prosas cuentísticas humanizadas de atmósferas espirituales en sus diálogos y parábolas.

Estimulada ella misma en sus afanes de maestra –“la maestra rural que soy”, se definirá siempre-, gran parte de su poesía estaría destinada a las antológicas páginas de los Libros de lectura del editor chileno Manuel Guzmán Maturana: “He querido hacer una poesía escolar nueva, porque la que hay en boga no me satisface; una poesía escolar que no por ser escolar deje de ser poesía, que lo sea, y más delicada que cualquiera otra, más honda, más impregnada de cosas del corazón, más estremecida de soplo de alma”(3).

Generaciones de chilenos y de latinoamericanos tuvieron, en aquellos textos, los primeros acercamientos a la motivadora poesía (nada de empalagosa ni catequística) de Gabriela Mistral, y en esa poesía a una literatura esencial y perdurable.

Amiga del ritmo y la tradición de lo vernacular y de lo clásico, a la manera de una seguidilla o romancillo, Gabriela Mistral reconocía que en la poesía en la provenzal, popular española, en la italiana del medioevo, creyó haber encontrado el material más genuinamente infantil de rondas. También, de sus gentes elquinas le vendrán no pocas narraciones y leyendas que constituirán, de hecho, sus lecciones recreadoras: “Dos o tres viejos de aldea me dieron el folclore de Elqui –mi región-, y esos relatos con la historia bíblica que me enseñara mi hermana maestra en vez del cura, fueron toda, toda mi literatura infantil. Después he leído cuantas obras maestras del género infantil andan por el mundo”(4).

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A la par de su rítmica y armónica forma literaria -“canturía de mi sangre o bien un ritmo que me dieron”-, su propia literatura infantil conlleva los temas siempre perdurables de su escritura entera: la tierra, la naturaleza, las geografías, los sentimientos humanos, la escuela, lo social, lo étnico, las materias, los juegos, las realidades, los sueños, las gentes de su país natal y de su América, ella una americanista de espíritu y de acción y de sentido:

Dancemos en tierra chilena, Ronda Argentina, Ronda de la ceiba ecuatoriana, Ronda cubana, Niño mexicano, y, en fin, un vivir o revivir las vivencialidades de una literatura muy genuina en una relación autora-niño, y en la pluralidad de gentes muchas del continente latinoamericano.

Es esa relación –dialogante y conversacional - lo que caracteriza tipificadora y bellamente una forma de lenguaje y un estilo de escritura y, al mismo tiempo, la recuperación de una oralidad, de unas hablas castellanas, y de una propia lengua en sus decires usuales y cotidianos.

Lenguaje y escritura que no descuida los énfasis verbales, sintácticos, folclóricos (folklórico también se acepta), lingüísticos, populares, las voces dialogantes, los arcaísmos, los neologismos (palabras nuevas en lo popular, científico), las interjecciones, los diminutivos, elementos singularísimos y reiterados que fundamentan vivamente una forma mistraliana de literatura.

O un modo –su modo- de hablar atávico (semejanza con los abuelos), en cabal lengua suya: “En esa lengua con que me criaron cuajé yo mis versos para las criaturas”.

Y no sólo una recuperación permanente del lenguaje, también una recuperación permanente de los sentidos (Ronda de los aromas, Ronda de los colores). El gesto, el habla, el color, el ritmo, el movimiento, lo eufónico, los donaires en una poesía que nos resulta siempre admirativa, desvariadora y sorprendente: canción y juego, gracia e imaginería, amén de los paisajes y sus seres, los frutos, las materias, los bultos corporales de su mucho andar países y geografías: desde la Patagonia chilena (Arrullo patagón) a la meseta mexicana (La cajita de Olinalá) o al mar de los Caribes (Tamborito panameño).

Además, y esto también suma e importa, la raíz del pensamiento y de la conciencia social, naturalista, ecológica e indigenista de Gabriela Mistral se va resuelta y poéticamente desarrollando a través de la temprana escritura de su cuenta-mundo (Canción quechua, La tierra, La casa, Niño diaguita, Canción de

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cuna del ciervo), hasta alcanzar su proyección mayor en sus tutelares poemas o himnos americanos de su libro Tala. Su corro luminoso se nos vuelve así lúdicamente reflexión y enternecimiento.

Canciones de cuna, rondas, jugarretas, cuenta-mundo, resumen el buen decir de una poesía y de una prosa tan llena de bendiciones y que nace de boca contadora de la Mistral, cuando contar es encantar con lo cual se entra en la magia: “Cuando he escrito una ronda infantil, mi día ha sido verdaderamente bañado de Gracia. Mi respiración como más rítmica y mi cara ha recuperado la risa perdida en trabajos desgraciados”.

Tal vez el esfuerzo fuese el mismo que se puso en escribir una composición de otro tema, pero “algo sobrenatural, lavaba mis sentidos y refrescaba mi carne vieja”(5).

La obra de Gabriela Mistral, y a través de esa obra su tan deslumbradora literatura poética para la puericia ( edad que media entre la infancia y la adolescencia) del mundo –manadero (que mana-manantial) de su alegría y de las nuestras-, tiene la notabilísima significación de una vigencia y de una presencia a lo ancho del continente latinoamericano y más allá, también:

“Que mi dedito lo cogió una almeja, y que la almeja se cayó en la arena, y que la arena se la tragó el mar, y que del mar la pescó un ballenero, y el ballenero llegó a Gibraltar. Y en Gibraltar cantan pescadores: Novedad de tierra sacamos del mar…(6).”

Novedad, novedades . Prodigios, prodigiosa . He ahí su poesía, sus jugarretas, su ternura.

Desde su más simple y sencillo verso de una canción de cuna (“que la canción de cuna se hace para la madre y se la hace tierna”): Cuando yo te estoy cantando, / en la tierra acaba el mal, a su más bienaventurada y pluralísima estrofa de afectividad y de encantamiento: Dame la mano y danzaremos /, dame la mano y me amarás. Así sea.

Jaime Quezada

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Santiago de Chile, febrero, y 2010.

Referencias

(1) Gabriela Mistral: “Colofón con cara de excusa”, en Ternura. Editora Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1945.(2) Gabriela Mistral: “Albricias”. Notas al libro Tala. Editorial Sur, Buenos Aires, 1938.(3) Gabriela Mistral: Carta a Eugenio Labarca. Anales de la Universidad de Chile, Nº 106. Santiago, 1957.(4) Gabriela Mistral: “Contar”, en Antología de Poesía y Prosa. Editorial Fondo de Cultura Económica. México-Santiago, 2007. (Selección, prólogo y cronología de Jaime Quezada).(5) Gabriela Mistral: “Una nueva organización del trabajo”, en Escritos Políticos. Editorial Fondo de Cultura Económica, México-Santiago, 1994. (Prólogo, selección y notas de Jaime Quezada).(6) Gabriela Mistral: Poema “La manca”, en Ternura, sección Jugarretas. Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1989. (Prólogo, notas y referencias de Jaime Quezada. Ilustraciones de Roser Bru).

Publicado por Luis E. Aguilera en 01:15