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Perdón de los pecados y curación de un paralitico. (Mc 2, 1-12) Nombre: Nicolás Frías Garay La lectura corresponde al evangelio del jueves de la primera semana del tiempo ordinario. La porción del Pueblo de Dios a la que va dirigida comprende en general personas mayores de edad, pertenecientes a una iglesia céntrica de la ciudad de córdoba. Homilía. Muy queridos hermanos. El evangelio de hoy nos coloca en un relato en la cual cada uno debe descubrir su lugar, esto sin olvidar la centralidad de la persona de Jesús, el cual tiene su función propia de comunicador, a través del milagro, de la comunión con Dios (Cf. Latourelle, 1997, p. 332) Por un lado el relato nos situá en una casa pero esta casa no es ajena a lo que va a suceder. Esto lo vemos en que Jesús ya se encuentra predicando en ese lugar la Palabra, por eso es que la casa está repleta de gente, no entra más nadie. Sin embargo esto no resulta un impedimento para aquellos que quieren acercarse a Jesús con fe y de manera confiada, así se disponen a saltar todos los impedimentos llegando incluso a hacer un hueco en el techo parar acercarle al maestro esa persona que está enferma, postrada, paralizada. Es que el relato nos coloca frente al misterios de Dios iluminado por la fe, el que cree en Dios se basa en Jesús y en sus palabras, pero este milagro como es la fe, no se impone a la libertad del hombre sino que debe ser acogida de el mismo Dios que viene a nosotros. (Cf. Latourelle, 1997, p. 369) En este punto ya podemos preguntarnos ¿Quiénes somos dentro de la casa en la que Jesús anuncia la palabra? ¿Somos esas personas, que el evangelista no nombra con detalle, y que con esperanza, con amor, con la certeza de que Dios va a escucharlos, le acercan el paralitico? O ¿somos miembros de aquella multitud que no deja que nadie se acerque al maestro, que lo monopolizan para sí mismos? (Cf. Mateos & Camacho, 1993, p. 206)

Homilia - Perdón de Los Pecados y Curación de Un Paralitico

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Perdn de los pecados y curacin de un paralitico. (Mc 2, 1-12)Nombre: Nicols Fras GarayLa lectura corresponde al evangelio del jueves de la primera semana del tiempo ordinario.La porcin del Pueblo de Dios a la que va dirigida comprende en general personas mayores de edad, pertenecientes a una iglesia cntrica de la ciudad de crdoba.Homila.Muy queridos hermanos. El evangelio de hoy nos coloca en un relato en la cual cada uno debe descubrir su lugar, esto sin olvidar la centralidad de la persona de Jess, el cual tiene su funcin propia de comunicador, a travs del milagro, de la comunin con Dios (Cf. Latourelle, 1997, p. 332)Por un lado el relato nos situ en una casa pero esta casa no es ajena a lo que va a suceder. Esto lo vemos en que Jess ya se encuentra predicando en ese lugar la Palabra, por eso es que la casa est repleta de gente, no entra ms nadie. Sin embargo esto no resulta un impedimento para aquellos que quieren acercarse a Jess con fe y de manera confiada, as se disponen a saltar todos los impedimentos llegando incluso a hacer un hueco en el techo parar acercarle al maestro esa persona que est enferma, postrada, paralizada. Es que el relato nos coloca frente al misterios de Dios iluminado por la fe, el que cree en Dios se basa en Jess y en sus palabras, pero este milagro como es la fe, no se impone a la libertad del hombre sino que debe ser acogida de el mismo Dios que viene a nosotros. (Cf. Latourelle, 1997, p. 369)En este punto ya podemos preguntarnos Quines somos dentro de la casa en la que Jess anuncia la palabra? Somos esas personas, que el evangelista no nombra con detalle, y que con esperanza, con amor, con la certeza de que Dios va a escucharlos, le acercan el paralitico? O somos miembros de aquella multitud que no deja que nadie se acerque al maestro, que lo monopolizan para s mismos? (Cf. Mateos & Camacho, 1993, p. 206)Seguramente si hay algo que ninguno de los que se encontraban en ese lugar pudo prever, fue la reaccin de Jess. Lo ms obvio hubiera sido que Jess curara al paralitico, este se fuera y Jess continuara con su predicacin, de hecho las investigaciones actuales dicen que posiblemente el suceso histrico fue as dadas ciertas circunstancias y caractersticas, pero tampoco puede descartarse que Jess hubiera aludido al perdn de los pecados, y esto convertira en prcticamente nica esta narracin entre los relatos de milagros evanglicos (Cf. Meier, 1997, p. 783). Sin embargo tambin viene a mostrarnos que Jess pretende revelarnos algo ms. No se trata de simples curaciones lo que el obra, sino que son manifestaciones de su caridad activa y compasiva, que se inclina sobre todas las miserias (Latourelle, 1997, p. 317) del hombre para que este pueda disfrutar de la comunin con Dios.Cul fue la reaccin de aquellos que se encontraban en la casa? De todos aquellos que haban ido a escuchar su predicacin? De esos escribas que no queran abandonar la antigua ley y unirse a la ley del amor? La menos esperada si pensamos que estaban ah para escuchar al maestro. Primero lo escuchan y luego lo rechazan en sus corazones; lo tildan de blasfemo, una acusacin grave si pensamos que el castigo era la muerte. Pero Jess no se queda pasivo frente a las acusaciones, que por lo que sabemos a travs del evangelista solo l pudo or, el vino a mostrar el poder de Dios que emana de [su persona] y de la fuerza que acta en l: una fuerza capaz de transformar a todo el hombre, cuerpo y alma (Latourelle, 1997, p. 316), poder que sin embargo queda templado por el abajamiento del Hijo del Hombre. (Latourelle, 1997, p. 316) Poder que se vuelve impotencia frente a la rebelda y a la dureza del corazn del hombre en el momento final de la cruz, y finalmente impotencia que revela la profundidad de su amor humilde y humillado, (Latourelle, 1997, p. 316) y es a travs de este amor humilde, signo de la venida al mundo de la Palabra de Salvacin, que Jess muestra que tiene poder sobre la tierra para perdonar los pecados. Se trata de un signo interpelante e interpersonal, portador de una intencin divina, y dirigido al hombre como un lenguaje divino, con una palabra concrete y urgente de Dios para a entender que la salvacin ha llegado (Latourelle, 1997, p. 314) levantate, toma tu camilla y vete a tu casa. Tres rdenes simples que el paralitico no puede hacer otra cosa que cumplir, tres rdenes que se vuelven en signos de la gloria de Cristo y que se constituyen en el testimonio del Padre en favor del Hijo, puesto que en el evangelio de hoy, podemos ver la estrecha relacin entre el perdn de los pecados y la sanacin del paralitico. Al ver los acontecimientos fantsticos que Jess realiza no queda otra alternativa que quedar asombrado y glorificar a Dios como aquella multitud, de la cual, seguro surgieron muchos verdaderos creyentes, como aquellos que se esforzaron por entrar a la casa de Dios para acercarle al paralitico. Ahora cabe retomar la pregunta del principio de esta reflexin. Cul es nuestro lugar en la comunidad? Somos aquella multitud la cual posee una fe insipiente pero que no deja que otros se acerquen, no deja que otros aporten sus dones, sus carismas, sus preocupaciones o problemas para que sea el mismo Cristo quien los escuche? Somos aquellos que ya estaban instalados en esa casa y que piensan que Jess blasfema? Podemos creernos que no pensamos mal de Jess, pero qu pasa con el hermano que tengo al lado? Siempre tenemos que tener en cuenta que el hermano es otro Cristo. O Somos aquellos que le llevaron a paralitico, sin pensar si molestaban al maestro, esperanzados y guiados por una fe que resiste todas las dificultades?No creamos que estos acontecimientos son una historia abstracta que leemos en la Biblia. Que el perdn y la sanacin que recibi el paralitico est alejada de nosotros, que no podemos irnos de la Iglesia sin glorificar a Dios llenos de alegra. Acerqumonos cada da ms a l, guiados por la luz de la fe, en el camino del amor, por la conviccin de la esperanza que no defrauda. Dejmonos conducir por aquel que nos am desde antes de crearnos para que, escuchando las palabras de su Hijo, nos retiremos glorificando a Dios por todas las maravillas que obra en nuestras vidas.Pidamos a la Virgen Mara, quien supo mejor que nadie acompaar a su hijo que nos aconseje en nuestro peregrinar, guiados por la oracin, de la cual ella es ejemplo y maestra, para que todos los das podamos decir jamas vimos cosa parecida.