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Imaginarios coloniales en los vínculos dentro de los talleres textiles clandestinos en Bs

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Investigación sobre talleres clandestinos en Buenos Aires

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Imaginarios coloniales en los vínculos dentro de los talleres textiles clandestinos en Buenos Aires.

“Awada hace remeras de niños manga corta y larga, se plancha y guarda. Mil quinientas prendas, y ganaba 40 pesos por día. Durante seis años estuve en negro. Han ido inspectores a los que no se los dejaba entrar o

bien terminaban arreglando con el tallerista (el encargado), nunca llegaban al fondo del taller. Ahí no hay aire, no tenemos

ventilador, no hay una mesa para poder comer. No tenemos un baño como la gente. En el verano es insoportable. Si afuera

hace 35 grados, adentro parecen 60. Así tenemos que aguantar la calor.” Osvaldo Martín García

Introducción

El presente trabajo es un análisis, a partir de materiales relevados en el campo por diferentes investigadores, que tiene carácter de aproximación a la complejidad de los talleres textiles clandestinos en la Ciudad de Buenos Aires y alrededores, desde la Antropología Política.

Pretendo aquí indagar en los vínculos que se dan en estas unidades de producción de manufacturas entre los costureros inmigrantes, por una parte, y entre ellos y los dueños de esos talleres. Esbozaré asimismo las relaciones que se dan entre estos trabajadores traídos de países limítrofes, en particular de Bolivia, y el circuito de clínicas, radios, ferias, dueños de marcas renombradas que utilizan esa fuerza de trabajo, policía, etc.

El taller textil es una unidad compleja para ser analizada, en la cual se dan diversos tipos de articulaciones y todas ellas se encuentran sostenidas por múltiples relaciones de poder, que son, en los diferentes niveles (entre los trabajadores, entre ellos y los dueños de los talleres, entre éstos últimos y los clientes, etc.), sumamente desiguales y dispares. Hay también una profunda imbricación con el sistema de producción mundial, capitalista y globalizado, que hace imposible analizar las características de explotación laboral del taller textil solo como un fenómeno local. La inquietud que motiva este trabajo es la de indagar si en estas relaciones de poder se encuentra la presencia de rasgos coloniales de explotación, o bien, si se trata de la adaptación de una tradición previa a la conquista española que encontró su camino, subsistiendo hasta nuestros días.

Para ello, recurriré a describir y analizar los lazos familiares que se dan en el seno del taller, ya sea entre los trabajadores, o entre éstos últimos y los talleristas. No obstante, si bien esto puede ser esclarecedor para el análisis de algunos vínculos, es solo un primer nivel de la problemática, lo que podría constituir el ámbito más “cotidiano”. Para que éste exista, debe forzosamente haber un ámbito “exterior” al taller que no solo demande sus productos, sino que se constituya en un factor que posibilite sus condiciones de producción. Separaré, a los fines del análisis este “exterior” en dos partes, pero cabe aclarar que no se trata de fenómenos separados, sino que están mutuamente retroalimentados e influidos. Por un lado, el circuito de quienes compran y consumen las prendas, que va desde grandes marcas, hasta

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circuitos de gran informalidad, cuyo ejemplo más difundido y paradigmático es la recientemente relocalizada feria La Salada. El otro sentido en que puede ser analizado este ámbito externo al taller, tiene relación con los movimientos migratorios y con quienes hacen uso de ellos como medio de vida, rozando (en el menos dramático de los casos) la trata de personas para la explotación laboral, y en otros casos, articulando directamente redes criminales internacionales que se dedican a la circulación de personas entre diversos países. Este circuito tiene la característica de ser muy complejo y multidimensional, y de involucrar a gran cantidad de actores sociales tales como funcionarios (de Argentina y de Bolivia), policías, médicos, radios, funcionarios de la embajada de Bolivia, periodistas, ONGs, e incluso la opinión pública. A los fines de este trabajo y su extensión, no abundaré particularmente en este último, y me dedicaré, en cambio, más extensamente a los anteriormente mencionados.

En el área metropolitana existe un sistemasubrepticio neoesclavista de producción basado

en el tráfico de inmigrantes (en su mayoría de Bolivia) indocumentados o a quienes se les

secuestran sus documentos de identidad unavez que cruzan la frontera. Lucas Schaerer

Todo queda en familia

Decidí venir a Argentina en enero 2005. Había llegado a Bolivia mi tío para una fiesta. Él siempre viaja para las fiestas, porque ellos bailan en fraternidades. Entonces, ellos llegaron para la fiesta de Carnaval en el predio de Alasita. Yo estaba teniendo algunos problemas en mi casa, y ese año estaba decidiendo dejar de estudiar y ponerme a trabajar. Estaba estudiando comunicación social. Cuando llegaron mis tíos, les comenté que tenía decidido ponerme a trabajar. Y ahí es cuando la mujer de mi tío me dice: “¿porqué no te vienes a trabajar a la Argentina? Te va a convenir mas, vas a ganar en dólares, no vas a gastar en nada, ni en comida, ni en pasajes. Yo te voy a dar todo y te vas a sacar tu sueldito”. Cuando me dijo que iba a cobrar en dólares yo me animé mas porque pensé que iba a poder ahorrar, regresar a estudiar y ayudar a mi familia. (…) Finalmente vinimos tres chicas desde allá. Una de ellas creo que era la hija de una vecina de mi tía. Eso me animó un poco más, porque supuestamente era una conocida y no me iba a venir sola. Ella se venía porque tenía a sus chiquititos que mantener y los dejaba allá y se venía por un tiempo a trabajar. Había también otra chica con la que habían hecho contacto a través de conocidos1.

El relato de Delia se repite en muchos testimonios de costureros que atraviesan las fronteras argentinas para procurarse un futuro más promisorio del que vislumbran en Bolivia. Una y otra vez, sobrinos, primos, vecinos, compadres, conocidos en diversos grados de proximidad de talleristas textiles que operan en un circuito “paralelo” -al legal- de producción se encuentran dedicando 16, 17 o más horas diarias a la costura de diversas prendas. Algunas irán a parar a exclusivos

1 Colectivo Simbiosis y Colectivo Situaciones 2011. “Del taller clandestino a la ocupación de la plaza Flores. Entrevista a Delia”. En: De chuequistas y overlockas. Una discusión en torno a los talleres textiles. Tinta Limón Ediciones y Editorial Retazos, 57, 58.

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circuitos de diseño, otros lo harán a ferias con similar grado de informalidad. A partir de los testimonios de algunos de los costureros que han salido de este sistema, podría decirse que hay un patrón en los mecanismos por los cuales estos talleristas se procuran la mano de obra necesaria.

Ahora bien, la pregunta que me interesa desentrañar aquí es si hay en las promesas que realizan los talleristas a sus allegados simplemente un cálculo de los beneficios económicos que pretenden conseguir a sabiendas del “engaño” que están llevando a cabo o, si por el contrario, quedarnos solo con esto, sería realizar una lectura simplista y lineal, y estaríamos dejando afuera la importancia de los vínculos familiares en la cultura boliviana y su sistema de reciprocidad.

Silvia Rivera Cusicanqui plantea que, para comprender una parte de las relaciones económicas que se dan en el seno del taller, hay que tomar en cuenta que, tradicionalmente, en Bolivia, el joven, cuando empieza a caminar por la vida tiene que comenzar por abajo2. En este sentido, es fundamental analizarlas en el contexto de las relaciones de parentesco, es decir, utilizando las palabras de Balandier, indagando la manera en que las estructuras de reciprocidad están profundamente imbricadas con las estructuras de subordinación3.

Si bien Balandier se refirió a las sociedades denominadas segmentarias, y al funcionamiento entre clanes y al interior de ellos, es interesante pensar el rol político que comportan estas estructuras de reciprocidad al interior del taller textil, y de que manera, si bien se dan condiciones de explotación, su tolerancia y persistencia pueden estar animadas por lazos de reciprocidades en los cuales los beneficios que obtienen quienes son explotados, no son netamente económicos sino mas bien simbólicos, políticos o incluso, espirituales. Para ilustrar esto último con un ejemplo tomaré el concepto de reciprocidad diferida4 desarrollado por Cusicanqui, que “es lo que hacen tus papás contigo y tu tienes la obligación de hacerlo con tus hijos. Tu mamá te ha cuidado a tu hija, tú tienes que cuidar a la hija de tu hija, como una devolución a tu mamá. Diferido en el tiempo, se trata de un circuito de devolución, éste fue explotado, ahora le toca explotar. (…) Cuando pasaste el primer escalón tienes un cierto derecho a otra cosa, de ahí pasas a un segundo y ya te puedes considerar autónomo y puedes interactuar de igual a igual con tu antiguo explotador. Y él te va a dar el kuti5 de la devolución del prestigio: él va a tener que venir a tu fiesta6”.

Continuando con el ejemplo de Cusicanqui, hay en la tradición boliviana una gran importancia asignada a las fiestas, y al status que deviene de participar en diferentes aspectos de la organización de ellas, ya sea como pasantes, bailando en diversas fraternidades, organizando la comida, la decoración, etc., mostrando y ostentando una mejor situación económica, producto de su trabajo. Todas estas

2 Ibíd., 19. Silvia Rivera Cusicanqui plantea una diferencia de status, mas que de clase (en el sentido marxista) en el cual solo aquellos jóvenes que hayan heredado una fortuna o puedan disponer de rentas que no han surgido de su trabajo, sino de la explotación de otros, pueden no estar sujetos a “tener que transitar” este primer escalón, que involucra, siempre, un gran esfuerzo. No obstante ello, en el taller se dan una serie de relaciones que, en la mayoría de los casos, poco tienen que ver con la estructura de reciprocidad andina en su estado original, como desarrollaré más adelante.3 Balandier, Georges 2004 (1967).“Parentesco y poder”. En: Balandier, G. Antropología Política. Buenos Aires: Ediciones del Sol, 123.4 Colectivo Simbiosis y Colectivo Situaciones 2011, 22-245 El significado central de la palabra quechua kuti es “giro” o “vuelco” de 180º, o un ‘regreso’ para llevar a cabo un ‘progreso’. http://biznews.pe/morosini/kuti6 Colectivo Simbiosis y Colectivo Situaciones 2011, 23

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actividades implican, en grados diferentes y junto con otro tipo de requisitos, dependiendo del ritual de que se trate, de inversiones de dinero. Es por ello que, cuando algunos costureros regresan a Bolivia, y se hacen cargo de parte de la organización de las fiestas de sus pueblos o comunidades, solo muestran una imagen del progreso, bienestar y fortuna que obtuvieron al trabajar en Argentina, pero no hay un relato de la totalidad de la experiencia vivida, lo que despierta, a su vez, en otros parientes el deseo de viajar para trabajar y “progresar” también. Como relata René, la mayoría no cuenta la experiencia del trabajo en la costura, “uno viene a trabajar acá, a ganar su dinero, y luego el que se va allá con un poco de dinero es un explotador mas, allá. Hay quienes han trabajado mucho, que se han roto el lomo acá y terminan allá así, haciendo lo mismo7”.

En el caso de Delia, citado anteriormente, que, a diferencia de otros testimonios de talleristas, tenía un contacto semanal con su familia en Bolivia, (ya que ese había sido el acuerdo de su madre con sus tíos) nunca les contó lo que estaba sufriendo en el taller, sino hasta que regresó a su país, un año más tarde. Como ella misma relata, “una chica, por ejemplo, trabajó un mes y empezó a reaccionar y contestaba todo, y mi tía la mandó directamente a Bolivia. No le pagó nada y le dijo: “agradecé que te estoy pagando el pasaje de vuelta”. A otra que trabajó tres meses tampoco le pagó nada y la despachó directamente. Y así hizo con varias personas. Sí hubo un par que se escaparon. Yo me la encontré a una de ellas un par de veces, consiguió otro trabajo. Me contó que se la cruzó a mi tía, después de que se escapó, y mi tía le pegó 8“.

Hay, sin lugar a dudas, situaciones diarias de maltrato y abuso en los talleres, en los cuales se explota la situación de los parentescos, o incluso utilizando a los niños que cohabitan el mismo espacio, como parte del cálculo de beneficios del tallerista, y que son introducidos en el país de la misma manera que sus padres, como testimonia Gustavo Vera de la ONG La Alameda, “como los jóvenes fueron los primeros en denunciar, eso obligó a los talleristas a cambiar la modalidad y a traer grupos de familiares enteros con gran cantidad de hijos, como para que lo piensen dos veces antes de ir a parar a la calle. Traen gente de lugares muy lejanos del interior, en algunos casos, que ni siquiera hablan castellano, lo cual dificulta la posibilidad de que se puedan revelar. Sobre todo porque vienen de vivir situaciones muchísimo peores que las del propio taller clandestino9”.

Volviendo a mi pregunta inicial en esta parte del trabajo, a partir de los testimonios citados y retomando la cuestión del rol político en la construcción de las estructuras de subordinación y su relación con los lazos de parentesco dentro del taller, creo que es fundamental poder indagar sobre la tipología de estos lazos, que son inicialmente, en todos los casos, de algún grado de parentesco. Como describe Isla, en los barrios mas marginados, se pueden encontrar lo que denomina familias en cluster, esto es “ramilletes de hogares emparentados por ambos lados de la pareja indistintamente, habitando viviendas diferentes pero próximas. Constituyen relaciones muy complejas, pues despliegan lazos que unen en algún punto de colaboración a hogares emparentados con alguno de los cónyuges o con ambos. (…) Los lazos familiares primarios suelen utilizarse corrientemente para canalizar diferentes tipos de ayudas, que por nimia que parezca es fundamental para “parar la olla”. Estas ayudas, apoyos, colaboraciones, de alguna manera se deben devolver. (…) Estas redes sirven para amortiguar las urgencias y los diferentes grados de

7 Ibíd., 948 Ibíd., 719 Ibíd., 41

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fragmentación vecinal10”. Hasta aquí no parece haber una gran diferencia con el sistema aymara de reciprocidad diferida, desarrollado por Cusicanqui y con el sistema de “favores” que realizan familiares o compadres a trabajadores, para “ayudarlos” a progresar a través del trabajo del taller. Los tres hacen referencia a un sistema por el cual los parentescos articulan relaciones políticas entre los miembros de la familia, tanto directa como extendida, en los casos detallados estos vínculos implican una devolución, un compromiso y una pertenencia, así como lealtades, y responsabilidades con los cuales debe “cumplir” un miembro de un grupo dado, para continuar perteneciendo a él.

Pero los dos primeros tienen, fundamentalmente, un elemento que se quiebra en el sistema del taller, y que es el factor diferencial que termina “permitiendo” la continuidad de la explotación. Tanto el sistema de pertenencia y familiaridad relevado en la barriada de Tucumán, como el de la reciprocidad aymara tienen un profundo anclaje territorial, en el cual son viables y tienen su razón de ser. Cuando el marco territorial, en que se dan éstos vínculos, que debe ser por fuerza, de proximidad física entre los parientes deja de existir como tal, se rompe toda posibilidad de que estos vínculos sigan siendo mayoritariamente horizontales. Al verticalizarse, ambos lados de la ecuación se tornan tan desiguales que solo puede darse el beneficio de uno de ellos, pero en detrimento del otro.

En el relato de Delia, ella cuenta que no solo no recibía un trato mejor, por ser la sobrina de los talleristas, sino que “tenía que estar más comprometida a ayudarles porque era la sobrina. Es más, durante un tiempo yo fui la maestra particular de mi primito porque no le prestaban atención y él andaba con las notas muy bajas. No sabía ni leer ni sumar y yo me tuve que hacer cargo de ayudarlo con las tareas. Ellos se enojaban porque yo sí o sí lo tenía que ayudar a él y eso me restaba tiempo para estar en el taller11”. Esta situación de extrema explotación solo podía ocurrir por encontrarse fuera de su red de parentescos y de pertenencia territorial, el hecho de que sus tíos le retuvieran la documentación y que se encontraba en un país extranjero del que desconocía las leyes y cuales eran sus derechos, es un factor que agudiza esto, haciendo aún más difícil exigir que respetaran “el contrato” verbalmente establecido en un primer momento12. Esto se hace aún más notorio en aquellos casos, en los cuales los trabajadores, además de ser migrantes ilegales, y encontrarse en todas las condiciones de inferioridad de poder antes mencionadas, no tienen un dominio del idioma español.

Al analizar la importancia de estas redes de pertenencia y la mencionada desigualdad, que es mayor conforme disminuye la posibilidad del costurero o costurera de tener algún tipo de alternativa a la opción del trabajo en el taller, resulta de gran importancia el análisis a partir de la teoría de marginados y establecidos, de Elías. Parafraseando su análisis, puede pensarse en un grupo de personas, dueños de talleres textiles (establecidos) que utilizan su mayor grado de conocimiento de la ciudad, del barrio y de las normas y leyes del país, y que, en tanto grupo, tienen un mayor grado de cohesión entre sí, es decir se conocen en muchos casos, en otros han trabajado juntos o algunos han sido “jefes” y otros “empleados” y, finalmente,

10 Isla, Alejandro 2006. “Violencias públicas y privadas en la producción de familia y género”. En Miguez, D y Semán, P. (eds): Entre Santos, Cumbias y Piquetes. Las Culturas Populares en la Argentina Reciente. Buenos Aires: Biblos, 120.11 Colectivo Simbiosis y Colectivo Situaciones 2011, 62-63.12 Esto es una constante, como relata René, en ningún taller se hacen contratos escritos. Si existieran algún tipo de contrato en los casos de aquellas personas “que tienen un poco de conocimiento” esto es “solo para la instancia de Bolivia. Porque al cruzar la frontera nomás ya están violando tus derechos, ya al sustraerte la documentación”. Ibíd., 93.

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algunos de ellos son incluso parientes entre sí. Hay otro grupo, que son más bien un conjunto de individualidades, sin ningún grado de cohesión entre sí, y que por añadidura son inmigrantes ilegales, desconocen cuales son sus derechos, tienen una gran necesidad económica y, en ocasiones han dejado detrás de sí, en Bolivia, una familia en condiciones paupérrimas que esperan su ayuda económica. “Un grupo presenta un grado mas alto de cohesión que el otro, y este diferencial de integración contribuye sustancialmente al excedente de poder del primero (mencionado); su mayor cohesión capacita a tal grupo a reservar diferentes posiciones sociales con un alto potencial de poder para sus propios miembros, y esto por su parte refuerza su cohesión y la posibilidad de excluir de ellas a los miembros de otros grupos13”. Este diferencial de poder es lo que permite que el grupo de establecidos ejerza su dominio sobre el de los marginados. En el caso de las relaciones dentro del taller textil, hay aún otro aspecto de la teoría de Elías que aparece con fuerza, y es la cualidad que tiene este diferencial de poder de persistir, favorable al grupo de establecidos aún en los casos en que la diferencia de poder haya disminuido o desaparecido, a causa de la internalización y la convicción de los dominados en dicho rol como suyo. Cuando Cusicanqui se refiere a la devolución del kuti, por parte del anteriormente explotador al trabajador que ha podido progresar, y que puede en esta nueva situación, pasar la fiesta, suena inconfundiblemente a una validación para pertenecer al nuevo “status”. Desde luego, y por los testimonios analizados, que este es un tipo ideal de resolución de la situación de la explotación que no se da en todos los casos de costureros y costureras que han sufrido este tipo de situaciones.

Para finalizar con este apartado, dedicaré unos párrafos a otra de las situaciones que se viven cotidianamente en el taller, que es la de la discriminación y violencia de género ejercida hacia las mujeres de diversas maneras. Para tomar un ejemplo salido del cine, en la película “Talleres Clandestinos”, de la directora Catalina Molina, algunas escenas recrean el acoso por parte del tallerista hacia una de las costureras. La directora del mediometraje aclara que no se trata de un documental, pero que la ficción fue guionada a partir de una extensa investigación realizada con ex costureros, existen además numerosas denuncias que refieren a los abusos sufridos por las costureras. El testimonio de Geraldine, que trabajó como secretaria en una clínica en la que se atendían principalmente dueños de talleres y sus trabajadores (luego desarrollaré este punto con más detalle), se refiere a las condiciones en las que llegaban algunas de las mujeres: “y eso ni que decir de los abortos, que ya se sabe cuando son violaciones, y las chicas les cuentan a los médicos. Y la complicidad es máxima porque saben de donde viene la violación y no dicen nada. Según lo que me contaban los médicos, era eso: resignados en que no pueden hacer nada y que bueno, es así. (…)Y en los casos de violación, los abortos los pagaba el tallerista14”.

Al buscar ejemplos de las contraprestaciones económicas recibidas por los costureros y las costureras, también hay notorias diferencias. “Chuequistas se les dice a quienes trabajan en la máquina recta y recién están aprendiendo a hacerlo, por eso, en lugar de salirles una recta, les sale una chueca. Generalmente son las mujeres las que manejan la máquina de overlock, mas que nada por el sentir machista, porque quienes mejor ganan son las personas que trabajan en la recta, en su mayoría, hombres15”. Como establece Isla, “las categorías que se utilizan para marcar y construir diferencias entre “femenino” y “masculino” están siempre

13 Elias, Norbert 1997 (1965). “Ensayo teórico sobre las relaciones entre establecidos y marginados”. En: Elias, N. La Civilización de los Padres y Otros Ensayos. Bogotá: Norma, 8714 Colectivo Simbiosis y Colectivo Situaciones 2011, 89-90.

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cargadas de poder y hacen referencia en otros contextos de uso a valoraciones de conductas públicas. Esas representaciones, volcadas al lenguaje cotidiano, se manifiestan en las prácticas hogareñas y públicas. Las prácticas y las representaciones atraviesan la posición social que ocupan los actores en el espacio social. Pero además de la cultura local, las representaciones están tamizadas por la memoria de la experiencia del actor, en la que se inscriben las crisis vividas16”.

Puede verse de que manera, al interior del taller se ponen en juego, por una parte estereotipos de cómo “debe ser” una mujer, de cuales son sus derechos y que cosas, ciertamente no lo son, reproduciendo las diferencias de status que se dan entre los talleristas y los costureros por ellos explotados, al interior de las relaciones entre costureros o, profundizando aún más la enorme desigualdad de poder que se da entre los talleristas y los otros, cuando éstos últimos son “otras”. Existe todo un sistema social que valida que la mujer debe ser sumisa y no “contestona”, retomando el testimonio de Delia, y es una mujer, paradójicamente, la encargada de “poner en su lugar”, a la trabajadora que reclama por sus derechos. Esto demuestra hasta que punto puede verse en el día a día del taller clandestino cómo se manifiestan esas prácticas y representaciones, a las que hacía referencia Isla.

Ahora bien, tanto esta diferenciación en términos de poder, de la legitimidad en los usos de la violencia y de las retribuciones recibidas de acuerdo al género, así como la utilización de los parentescos desarrollada al comienzo, poco tienen que ver única o mayoritariamente con la supervivencia de costumbres ancestrales, trasladadas automáticamente con los movimientos migratorios hacia la Argentina. Esto se debe a que, por una parte, como establece Eric Wolf, “es un error pensar que el emigrante es portador y protagonista de una cultura integrada homogéneamente que, o retiene, o cede como un todo17”, sino que estas pautas culturales en ocasiones tienen un alto grado de contradicción interna, y a la vez, suelen entremezclarse con otras, tomadas de otras culturas. Y, al mismo tiempo, en estas sociedades que fueron explotadas -esencialmente por España- durante el período colonial, como expresa Cusicanqui, “el conocimiento adquirido en la explotación colonial se vuelve insumo para toda forma de explotación”18.

Antes de continuar con el análisis que despliega la autora sobre la cuestión colonial, me interesa detenerme aquí en el criterio por el cual Quijano define a la colonialidad y la diferencia del concepto de colonialismo, ya que posibilita pensar, por un lado, el escenario general, mundial en que ocurre esta peculiar manera de construcción de las relaciones, y por otro, se introduce en los aspectos más cotidianos por los cuales se da la posibilidad en la continuidad de ésta, que está profundamente asociada con el concepto de dominación. El autor se refiere a la colonialidad como “uno de los elementos constitutivos y específicos del patrón mundial del poder capitalista”19, y que toma como punto de partida para la posibilidad misma de la existencia de este poder, la división de la población mundial a partir de clasificaciones étnico-raciales. Y, desde allí, “opera en cada uno de los planos, ámbitos y dimensiones, materiales y subjetivas, de la existencia social cotidiana y a

15 Colectivo Simbiosis y Colectivo Situaciones 2011, 3.16 Isla, Alejandro 2006. Entre Santos, Cumbias y Piquetes…, 126.17 Wolf, Eric 2000 [1982]. “Los nuevos trabajadores”. En: Wolf, E. Europa y la Gente sin Historia, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, Introducción, 32318 Colectivo Simbiosis y Colectivo Situaciones 2011, 22-24.19 Quijano, Anibal 2000. “Colonialidad del poder y clasificación social”, Journal of World-Systems Research XI. 342

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escala societal”20. Cada uno de estos ámbitos, planos y dimensiones son los que construyen la legitimidad simbólica que respalda los modos de hacer, de producir y de vivir que se dan en el taller clandestino.

En este mismo sentido, Cusicanqui, señala más explícitamente los lugares donde la presencia de la colonialidad construye la cotidianeidad: “Hay una internalización del colonialismo en todo esto. No hay duda alguna. Todas las estructuras han sido colonizadas, todo el imaginario social ha sido colonizado. Y a su vez, tiene un potencial de insubordinación frente a esa misma estructura. No es un mundo quieto de aceptación21”. Pero, como ella misma aclara, esas costumbres de explotación colonial, solo pueden haber sido apropiadas por las culturas andinas y repetidas hacia el interior de su propia sociedad, “negociando” algunas de las condiciones de ese sistema a partir de sus propias reglas. Es decir, sería una especie de mecanismo de explotación con un procedimiento reglamentado y estipulado por el cual se da un progreso a través de ese mismo sistema, que permitiría, en todos los casos el término de la explotación, una vez que los explotados llegaran a cierto “status”22.

Retomando la crítica que realiza Marshal Sahlins a la teoría del Sistema Mundial, por no dejar espacio a las sociedades colonializadas para que puedan actuar de acuerdo con sus propias normas, sino siempre y únicamente en función de la dominación capitalista occidental, es allí donde se encuentra el “techo” al que refiere Cusicanqui respecto a la absorción que hacen de lo colonial las culturas andinas, que por este mecanismo, deviene en una apropiación activa.

En este sentido, Sahlins les devuelve (por lo menos desde el análisis teórico) la potestad a los pueblos originarios de pararse y accionar en su propia historia frente a la colonialización, dejando de ser analizados como meros receptores pasivos de las acciones de la metrópoli, otorgándoles el carácter de seres históricos, realizadores de su historia en sus propios términos, y “reelaboradores” de la influencia occidental. Para él, “los efectos específicos de las fuerzas materiales globales dependen de los diversos modos en que son mediados por esquemas culturales locales. (Ya que) el presente orden global fue moldeado decisivamente por los llamados pueblos periféricos, a través de los diversos modos en que ellos articularon culturalmente lo que les estaba aconteciendo, (y porque, además) la diversidad no está muerta, sino que persiste en la estela de la dominación occidental”23. La tesis de Mary Louise Pratt sobre la transculturación en la zona de contacto, avanza en esta misma dirección24.

20 Ibíd., 342.21 Colectivo Simbiosis y Colectivo Situaciones 2011, 22-24..22 Me parece oportuno aclarar aquí porque utilizo el término “status” y no “clase”. El sistema por el cual se da la explotación en los talleres tiene una profunda relación con la concepción del tiempo para los pueblos andinos, que es circular, en este sentido “status” hace mas referencia a un “momento” que a lo que, desde el marxismo podemos entender como “clase”. Además, como relata José “Gringo” González (ex cónsul de Bolivia en Argentina) en muchos casos, talleristas y costureros no pertenecen a clases diferentes, ya que viven en los mismos lugares, hacinados, comen lo mismo y tienen la misma atención médica (Colectivo Simbiosis y Colectivo Situaciones 2011, 39), la única diferencia entre unos y otros es su “status”. 23 Sahlins, Marshall 1990. “Cosmologías del Capitalismo. El sector transpacífico del sistema mundial”, Cuadernos de Antropología Social 2(2), 96.24 “Si bien los pueblos subyugados no pueden controlar lo que la cultura dominante introduce en ellos, pueden, sin embargo, determinar (en grados diversos) lo que absorben para sí, como lo usan y que significación le otorgan”. Pratt, Mary Louise, 1992 (reedición de 2011). “Introducción: la crítica en la zona de contacto”. En Ojos Imperiales. Literatura de viajes y transculturación. Fondo de Cultura

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Es, justamente, a causa de esta diversidad, que los objetos que la metrópoli vende a los “nativos”, aún generando una transferencia desigual de recursos económicos favorables a ella, en algún punto, le otorga a ellos una mayor riqueza en términos simbólicos, rituales o de otra índole, por ser utilizados y valorizados en términos de esa cultura nativa.

“no admite discusión que entre fines de 2005

y principios de 2009 existió un vínculo laboral

entre Reparaz Fiori y la forma Kowsef SA, usufruc-

tuaria de la marca Kosiuko, en cuyo marco la impu-

tada tenía a su cargo la obligación de confeccionar

prendas de vestir, en su taller, identificado como

número 14, para la marca mencionada”. Cámara

Federal de la Ciudad de Buenos Aires, 2011.

Un peculiar tipo de integración regional

El taller textil es una unidad de producción de manufacturas que resulta incomprensible si no se analiza como uno más de los diversificados mecanismos mediante los cuales las empresas nacionales y trasnacionales, dentro del sistema capitalista y globalizado, multiplican sus ganancias cada día. Para ello, existe una lógica del doble discurso por la cual, grandes marcas hacen declaraciones públicas en las que dicen tomar una serie de recaudos para con sus trabajadores o publican en sus sitios oficiales de Internet cuales son, en teoría, sus políticas hacia sus proveedores, mediante las cuales el que las condiciones laborales sean las establecidas en las leyes de los distintos países en los que producen sus bienes, suele ser un elemento central. Pero, al mismo tiempo, tercerizan la mayor parte de su producción, de manera tal que el precio de venta puede llegar a superar unas 70 veces el de costo en mano de obra. En el otro extremo de la cadena de comercialización, se encuentran las diversas ferias, informales y en muchos casos, ilegales, que subsisten gracias a una serie de factores, en primer lugar, la gran afluencia de público, al mismo tiempo, son el lugar ideal en el que los talleres, de variado tamaño e igualmente variado grado de legalidad, puedan vender sus productos, en muchos casos, marcas propias, en otros, imitaciones de marcas reconocidas. Otro de los factores que hacen a la existencia de ellas son los “empresarios” que se encargan de armar los predios, los puestos y una mínima infraestructura, o bien que directamente, cobran a los puesteros por el derecho de sentarse en la calle a vender. Finalmente, la mirada “distraída” de policías, funcionarios municipales o provinciales, quienes a cambio de sobornos de diferentes valores, no realizan los controles correspondientes, es de gran importancia para mantener el circuito en funcionamiento.

Económica, p. 32

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En la tercera división que propuse al principio de este trabajo, coloqué a los movimientos migratorios ilegales, y a la red de instituciones y personas que los posibilitan y colaboran en su funcionamiento.

En primer lugar se encuentran aquí los funcionarios de las aduanas, que en muchos casos, en lugar de cumplir con las normativas respecto al tránsito de personas entre países, “miran para otro lado” a cambio de pagos, que habitualmente, terminan costeando los mismos costureros, cuando los talleristas les descuentan el importe del viaje.

Otro eslabón de esta misma cadena son los estados que fluctúan entre una ausencia de controles hacia las empresas y los talleres, y una franca complicidad con los talleristas, de la que suelen participar funcionarios de diversas reparticiones y niveles de jerarquía, especialmente policías, pero también inspectores, etc. Entre uno y otro funcionamiento estatal, en una variada escala de grises, habitualmente se encuentran los estados que, ubicándose en la “periferia” del mundo, según Quijano, reproducen hacia su interior las mismas relaciones de centro-periferia de las que son “víctimas”.

Otra parte importante de esa infraestructura la constituyen las clínicas, en muchas oportunidades tan ilegales como los mismos talleres en las que se atienden tanto los talleristas como los costureros. Dentro de este mismo “anillo” de servicios que rodean al taller, se encuentran las radios que escuchan y los boliches a los que asisten los costureros.

Finalmente, concluiré analizando brevemente el lugar de periodistas, medios de comunicación y ONGs, respecto a los talleres.

Ganancias XXXL

Se ha repetido hasta convertirlo casi en panfleto, que sin clientes no hay explotación, en ninguna de sus formas. Pero me interesa problematizar esta afirmación, que si bien es ciertamente obvia, tiene otras implicancias. Por un lado, visibiliza el funcionamiento mismo del intercambio de bienes y servicios en el sistema capitalista y globalizado en que vivimos, es decir la “famosa” ley de oferta y demanda, que tan naturalizada está y que, por cierto, es imprescindible que así sea para la continuidad del funcionamiento de dicho sistema. Y, por otra parte, podría hacer suponer que esos clientes, a sabiendas de los sistemas de explotación que son utilizados para satisfacer sus necesidades de consumo, continúan comprando esos bienes solo movidos por sus deseos individuales, y que, tan solo haciendo intermediar la buena voluntad de los consumidores, se terminaría el negocio. Si bien es cierto en algún punto, creo que esconde una trampa por la cual la trama que hace posible la existencia misma de los talleres es clausurada e invisibilizada, dejando como únicos emergentes ambas puntas del ovillo.

Pretendo aquí, en la medida en que la extensión y los alcances de este trabajo me lo permitan, describir esquemáticamente los mecanismos básicos por los cuales funciona, para continuar con la metáfora textil, ese “ovillo”.

Las grandes marcas, la mayor parte de las cuales son empresas multinacionales, organizan la producción de ropa (que es el rubro que me dedicaré a analizar) de manera tal que puedan, por un lado producir bienes de alto valor agregado con los menores costos posibles. Hasta allí no hay nada que haga suponer la violación de normas, ya que se trata del funcionamiento del capitalismo.

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Pero el punto central de este engranaje es que no solo se trata de migrar la producción de ropa a aquellos países o ciudades que ofrezcan mayores ventajas comparativas (salarios, impuestos, acceso a facilidades para el transporte de las mercancías, etc.) en términos de las leyes allí vigentes, sino que, fundamentalmente, se eligen lugares, generalmente muy empobrecidos y/o que tienen escasos o inexistentes controles de esas normas, sumado a que los funcionarios públicos encargados de ejercer los controles son más fácilmente corrompibles, y que reproducen, al interior de sus países el funcionamiento centro-periferia que los países más ricos ejercen allí.

Las marcas de renombre nacionales, con grandes volúmenes de ventas y elevados precios en shoppings y otros centros comerciales, no están exentas de este funcionamiento y utilizan los mismos mecanismos que las empresas extranjeras.

En una investigación realizada por los periodistas Alberto Recanatini, Mauro Saraniti, Paula Capristo y Fernando Cacurri para la radio FM La Tribu, titulada “Made in Bajo Flores”25, se devela (entre otras cuestiones) como, a pesar de que la empresa holandesa C&A26 decía tener, en su página web un manual para los proveedores, con una serie de normas estipuladas, cuyo incumplimiento derivaría en perder la condición de ser proveedor de la cadena de locales de venta de ropa, compraba ropa a marcas que tercerizaban su producción en talleres clandestinos montados en villas miserias, lo que no solo les daba el beneficio de conseguir la mano de obra muy cerca, sino que, al no pagar la electricidad tenían aún mas beneficios en términos de sus costos. En estos casos, muchas veces los trabajadores tenían prohibido salir, comiendo y durmiendo entre las máquinas de coser, y los talleristas tenían el mismo sistema de traer inmigrantes indocumentados para que no pudieran realizar la denuncia, pero no se trataba de solo de talleristas de origen boliviano, sino también coreano. Por otra parte, la ONG La Alameda ha denunciado, hasta la fecha más de 80 marcas nacionales e internacionales de indumentaria, cuyos costureros producen en las peores condiciones laborales27. El libro No Logo de la escritora y periodista canadiense Naomi Klein ha sido también, un aporte en este sentido. En los dos casos citados se trata de marcas legales, cuyas prendas se venden a precios elevados en el circuito legal de comercialización.

Pero existe otro sector, de gran informalidad que es el de las ferias, que suelen ubicarse en lugares céntricos de la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense (y en ciudades de todo el país, pero me voy a centrar solo en los del área metropolitana de Buenos Aires). Un ejemplo muy conocido es el de la Feria La Salada, ubicada en Ingeniero Budge, a la vera del Riachuelo, apenas traspasando el límite sur de la Ciudad de Buenos Aires.

En esta feria, que es en realidad un gran predio en que funcionan tres ferias diferentes, con sus respectivos administradores, articula diversos modos de producción y les da salida al público en general, a revendedores, y a comerciantes que tienen negocios “legales”. Hay diferentes tipos de unidades de producción: desde los talleres clandestinos que he descrito hasta ahora, que realizan tanto imitaciones como marcas propias28, pasando por pequeños grupos familiares, que hacen economía de subsistencia de este modo, que pueden hacer ambos tipos de

25 http://podcast.fmlatribu.com/?id=97. Años 2004-2005

26 Ha cerrado sus locales en Argentina a mediados del año 2009.27http://laalameda.wordpress.com/2011/04/11/el-listado-de-los-prostibulos-talleres-textiles-clandestinos-y-venta-de-droga-en-liniers/. Y Colectivo Simbiosis y Colectivo Situaciones 2011, 49.

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prendas, hasta los mismos talleres que costuran para grandes marcas (clandestinos en muchos casos) y que realizan, a la vez, una producción paralela para colocar en la feria. Sebastián Hacher cuenta como el empresario que tenía los derechos para explotar la imagen de la serie “Casi ángeles” en ropa y bolsos, que “en La Salada salían diez veces menos que en los shoppings. Centenares de talleristas le ponían el logo de Casi Ángeles a cualquier prenda para niños. Algunas eran imitación de las originales, pero la mayoría eran inventos cuyo único objetivo era aprovechar el furor por la serie televisiva. El dueño de la concesión (…) hizo una denuncia por fraude marcario y fue con su abogado a recorrer los pasillos de La Salada para notificar a los feriantes que estaban cometiendo un delito. Quique Antequera, el administrador de Urkupiña, los acompañó por los pasillos para que repartieran las cartas documento sin que nadie los saque a piedrazos. Mientras visitaban los puestos, el rostro del empresario se ensombreció. “Esos de ahí –dijo señalando a algunos de los infractores– son del taller que trabaja para nosotros”29.

Para concluir la cuestión del consumo y los circuitos de comercialización, volveré momentáneamente a mi “panfletaria” frase inicial, para describir, muy brevemente el lugar de los receptores últimos de las prendas producidas por los talleres. Por la vía de las ferias o por la de los negocios “legales”, grandes cantidades de consumidores adquieren prendas fabricadas en talleres clandestinos: están quienes compran marcas renombradas, porque creen que no recurren a estos métodos de fabricación; y los que, comprando en ferias o revendedores, desconocen los orígenes de la producción; dentro de estos dos grupos, se encuentra la mayoría de las personas. Se encuentran por otra parte, quienes, a sabiendas de las marcas que producen en talleres ilegales, compran igual, porque “es moda”; quienes, conociendo la situación, compran en ferias tanto porque es mas barato y dada la imposibilidad de acceso a originales, es la única opción que tienen, o a quienes solo les queda esa opción, a pesar de no estar interesados en “la marca” de la prenda en cuestión. En el segundo grupo antes nombrado, también hay una gran cantidad de consumidores, son aquellas personas que, en las palabras de Cusicanqui, “se le han hecho añicos en este país las ilusiones del paraíso capitalista, producto de las sucesivas crisis, y todos, por ese motivo se han vuelto mas humanos y mas transgresores, porque todos compran pirata30”. Es interesante intentar desentrañar porque suelen ser estos consumidores, de clases medias, quienes, en muchos casos exigen mayores controles en la inmigración31 y en las fronteras. Realizando una analogía con el caso de la flora alienígena estudiada por Jean y John Comaroff, cuya problemática era, en realidad, mucho mas profunda que una cuestión botánica, estos inmigrantes ilegales eran percibidos en Sudáfrica como “”buitres económicos”, que roban los trabajos y los recursos, que fomentan el crimen, la prostitución y las

28 Como describe el Colectivo Situaciones, dado que muchos talleristas producen sus propias marcas, lo que allí se vende suele producirse en las peores condiciones, porque también hay menos exigencia de calidad que cuando se costura para grandes marcas. En el testimonio de Helena, quien dice que realiza remeras “inspiradas” en marcas chicas, que se venden en el circuito de diseñadores de Palermo, en lugar de imitaciones de grandes marcas: “Lo mío es simple: un poco de tela y un estampado. Salen menos que una pizza. Eso si, no me pidas calidad” (Sebastián Hacher 2011, 121)29 Sebastián Hacher 2011, “Una convención de fabricantes sin patentes”. En: Sangre Salada, una feria en los márgenes. Editorial Marea. 113.30 Colectivo Simbiosis y Colectivo Situaciones 2011, 26.31 Podría inferirse una relación de cierta afinidad con esta propuesta, que fue uno de los reclamos hechos al gobierno nacional por el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, en ocasión de la ocupación del Parque Indoamericano por familias en situación de gran vulnerabilidad social, dado su alto porcentaje de adhesión en su reelección en los últimos comicios.

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enfermedades32”, no habría, en principio, una gran diferencia con lo que ocurre en la Ciudad de Buenos Aires, que es junto con el Conurbano bonaerense la zona donde se concentran estos talleres, ya que la población boliviana que vive en otras provincias, suele dedicarse a otras actividades económicas.

Redes de colaboración, redes de asfixia

Es innegable en este sistema, la importancia de las redes para su funcionamiento. Redes que son de parentescos, de solidaridad, pero lo son también de explotación, de aprovechamiento por parte de algunos en detrimento de otros, redes de aceptación, pero también y en muchísimos casos, de resistencia.

Desde el primer momento, para la existencia del taller tal como se da en Argentina, intervienen los lazos de parentescos y de compadrazgos, esa red primaria, como describí al inicio del trabajo, que es la que proporciona la “mano de obra” necesitada de trabajar y deseosa de progresar, ellos y ellas van a ser siempre quienes se encuentren en el escalón mas bajo en términos de poder, para modificar su situación. A continuación, es necesario atravesar las fronteras y allí es cuando se pone en funcionamiento el mecanismo de complicidades y corrupción.

Ya sea como describe Delia, que al momento de traspasar la frontera, su tía pagó por las tres jóvenes (en un puesto de control que está después de la frontera) o como testimonian otros costureros, que han pasado sin mayores controles, las fronteras no representan un reto para el ingreso al país ni un lugar en el cual puedan ser defendidos los derechos de los migrantes. Si bien estos sobornos a funcionarios aduaneros entran dentro del cálculo de los “costos” de los talleristas por traer a los costureros, en la mayor parte de las ocasiones terminan siendo trasladados a los múltiples descuentos que le son hechos a éstos últimos y que no son informados antes de viajar, sino siempre mas tarde, cuando ya no tienen la posibilidad de negarse ni de decidir.

Continuando con las redes de complicidades, hay gran cantidad de testimonios sobre cómo funcionan los “controles” de los inspectores, de la policía y, en algunas ocasiones, de los mismos sindicatos. En la investigación realizada para FM La Tribu, queda en claro como se articula la ilegalidad con la mirada, por lo menos, “distraída” de los funcionarios, cuando no abiertamente cómplice. Frente al aumento en cinco veces del consumo energético en los barrios mas pobres de la Ciudad de Buenos Aires, la empresa privada, Edesur, se limita a poner el medidor en la entrada y a cobrar la factura al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, todo el tendido eléctrico que hay dentro de las villas de emergencia lo hace este último, ahora bien, dado el gran consumo eléctrico que tienen los talleres, el servicio “se cae” habitualmente, allí es cuando, en lugar de inspeccionar esos talleres y hacer cumplir con la ley laboral a los talleristas, simplemente refuerza el tendido eléctrico para que el gran consumo que tienen estas industrias no perjudique a los demás habitantes. Otro ejemplo lo cita Gustavo Vera de La Alameda, respecto a los cientos de testimonios que fueron presentados a la Defensoría del Pueblo, de costureros que contaron que en los talleres en que han trabajado, la policía entraba a cobrar la coima y a charlar distendidamente con el dueño del taller, de lo cual este último alardeaba luego frente

32 Comaroff, Jean & John 2002. “Naturalizando la nación: aliens, apocalipsis y el estado poscolonial”. Revista de Antropología Social 11(2002). 114.

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a los trabajadores, haciéndoles ver que él tenía dominada la situación y que no era posible que ellos pudieran revertirla33.

Para que los talleres puedan funcionar como lo hacen, requieren de una serie de “servicios” básicos: servicios de salud, de comunicación, de circulación de dinero, de venta y reparación de máquinas, e incluso, de ocio y recreación.

La salud es un factor de gran importancia y se han desarrollado, desde hace algunos años, un tipo particular de clínicas que están en los márgenes de la legalidad, en la mayoría de los casos. Geraldine, quien trabajó como secretaria en una de ellas, cuenta que su funcionamiento es similar al del taller en muchos aspectos. “Era una clínica de consultorios pequeños, de pocas especialidades. En el que trabajaba yo era parte de una red de consultorios, el dueño tiene tres o cuatro consultorios en Buenos Aires. (…) Son consultorios privados, de doctores bolivianos. Es una clínica abierta, pero, en su gran mayoría, tienen pacientes bolivianos. Cuando se hacen demasiado conocidos en el barrio, parece que recién les agarra confianza y van argentinos y los atienden. (…) En el que yo trabajaba era legal a medias, porque el dueño de la clínica, por tener matricula legalizada aquí en Buenos Aires podía ejercer como médico. La mayoría de sus trabajadores médicos, no tenían matricula legal. (…) Eran médicos ya egresados en Bolivia pero que aquí no pueden sacar la matrícula o les es muy difícil. Hay muchos que recién llegan, igual, vienen a ejercer. Hay muchos que dicen que son médicos y vienen a ejercer. (…) El público que se atiende es, obviamente, de la colectividad boliviana, gente que trabaja en los talleres, mucha gente que trabaja en los talleres. Talleristas también. Son los que primero asisten, en realidad. Y después asisten sus costureros, sus empleados. Después la gente que trabaja en verdulerías, muy poca”.

“(El tallerista) viene, conoce la clínica, las especialidades, empieza a conocer al médico, a todos ellos, y después como que agarra mucha confianza y empieza a traer a la gente. Y te dice –Voy a traer una prima, que está mal. Y cuando empiezan a traer a sus supuestas primas, te das cuenta de que no tienen ningún tipo de parentesco. Vienen y las hacen atender, pero solo en casos de que estén muy mal. (…) Poco después (de ser derivados a hospitales por enfermedades tales como tuberculosis) no es extraño que vuelva el mismo dueño del taller y te diga: -A mi me pasó que se había muerto el paciente que había traído hace una semana atrás.34”

El tallerista es quien se encarga de realizar el arreglo económico con la clínica, lo que genera una gran complicidad por parte de ésta, ya que, en muchos casos los costureros y costureras les cuentan a los médicos las situaciones que viven en el trabajo y los abusos. Pero, a pesar de que estos médicos, que reciben pagos mínimos por su trabajo, dado que al no tener matrícula, no pueden ejercer la profesión, y que se encuentran respecto al dueño de la clínica, tan dependientes como los costureros de los talleristas, se piensan a sí mismos como muy ajenos a esa problemática, en una mayor jerarquía. Hay aquí un caso similar al de los funcionarios, quienes, encontrándose en una situación de subalternidad en términos de los centros del poder mundial, repiten, con los más desfavorecidos esa misma relación. Se trata de lo que Quijano conceptualiza como “la racialización de las relaciones de poder35”, que solo contribuye a mantener y multiplicar la colonialidad de las relaciones sociales.

33 Colectivo Simbiosis y Colectivo Situaciones 2011, 40.34 Ibíd., 85-8935 Quijano, Anibal 2000. Journal of World-Systems Research. 374.

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Respecto a la cuestión del ocio, no se trata de un área de “servicios” prestados a los talleres particularmente extendidos, ya que, en general, suele ser muy poco el tiempo libre que tienen los costureros y las costureras para dedicarlo a descansar y a divertirse. En algunos boliches se da una situación similar a la de algunas clínicas, ya que no son lugares abiertos al público en general, sino que son específicos para trabajadores de los talleres textiles, que son llevados allí por los talleristas en ocasión de la celebración de determinadas festividades. En muchas radios de la colectividad boliviana, hay manejos similares, ya que éstas se encuentran en manos de las patronales de talleristas, y desde allí se ejercen un doble proceso de control de los costureros, por un lado la exacerbación de la “boliviandad” como opuesta a la posibilidad de integración, y por otro, la difusión de noticias distorsionadas que evitan la posibilidad de la denuncia, basándose en el miedo que generan. Sebastián Hacher relata el caso de un costurero que logra salir del taller para comprar unos medicamentos para su esposa, y que al hacer esto se acerca hasta la sede de La Alameda para contarles las condiciones en que lo tenían a él, a su esposa y a sus dos hijos, “me dijeron –le dijo a su esposa, Daisy, al regresar– que el día viernes nos van a sacar. Tenemos que estar listos, preparados. Van a venir con los inspectores a allanar. (…) La inspección de la Secretaría de Trabajo porteña llegó al taller el viernes a las 19 horas. Un grupo de gente de La Alameda acompañó a los inspectores para garantizar que Luis y Daisy pudieran salir a la calle. (…) Entre los curiosos que se agolpaban en la calle apareció Alfredo Ayala, que defendía a los dueños de los talleres clandestinos. Enseguida se comunicó por handy con otros talleristas. –Los de La Alameda –mintió –se quieren llevar las máquinas. La noticia se reprodujo en algunas de las radios de la comunidad boliviana, y varios dueños de talleres se convocaron en la puerta del lugar. A las 21 horas había cien personas del lado de los talleristas y treinta que esperaban que Luis saliera36”. Es por ello, que cuando comienzan a salir de estas situaciones de pasar todo el día trabajando dentro del taller, los costureros comienzan a organizarse en agrupaciones de diversa índole, para por una parte, sentirse “entre paisanos”, y por otra, no terminar en una situación de “guetificación”, y allí se integran con el barrio o la ciudad, pero reforzados en su identidad.

Para concluir con esta parte del trabajo, señalaré brevemente algunos ejemplos del lugar de los periodistas, los medios de comunicación y las Organizaciones No Gubernamentales. En el caso de estas últimas, desarrollé hasta ahora el lugar que ha tenido La Alameda. Esta ONG ha sido la que ha tenido mayor visibilidad, en Argentina, en cuanto a sus denuncias y al trabajo realizado en conjunto con organismos del estado nacional y de la Ciudad de Buenos Aires. Como Gustavo Vera, presidente de esta ONG relata, este rol de denunciar el trabajo en condiciones pauperizadas, les ha generado amenazas y agresiones por parte de, por ejemplo, una de las organizaciones que nuclea a los talleristas, quienes atacaron en varias oportunidades una de las sedes de la ONG.

Los medios de comunicación han realizado acciones dispares respecto a esta situación, como el mismo Vera aclara, ellos buscaron hacer las denuncias en aquellos medios que no tenían publicidad de las empresas que incurrían en este tipo de producción o, de manera indirecta, de violencia, a través de los talleristas. “Es que son las propias marcas las que financian los principales programas de televisión, los principales informativos donde los políticos anuncian sus campañas, con lo cual había una especie de dictadura sobre la opinión pública en ese aspecto, sostenida por los Cheeky, los Kosiuko, los Awada, los Puma. Romper este circuito costó realmente mucho tiempo. (…) Por ejemplo, yo recuerdo un grupo económico

36 Sebastián Hacher 2011, 201.

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de medios audiovisuales que salió a matar a Cheeky porque no tenía publicidad y después ese mismo medio se llamó a silencio cuando Cheeky invirtió en anuncios37”.

Algo similar ocurrió con la investigación antes citada, realizada para FM La Tribu, que solo salió en la mencionada emisora y en Radio Nacional, las restantes se negaron a pasar la investigación, porque las marcas denunciadas son las mismas que el día de hoy inyectan un flujo de pauta publicitaria de millones y millones de pesos por mes.

Pero, al mismo tiempo, gracias a la visibilización en estos medios, más o menos masivos, pudo problematizarse la situación y poner de manifiesto esa parte de responsabilidad de los consumidores, de la que hablaba al inicio.

“’Algunos tenían colchones, pero nosotros dormíamos sobre unos pedazos de cartón tirados en el piso, al lado de las máquinas’, cuenta Sonia, que, además,

tenía que soportar el sufrimiento de su hijo Hugo, que en ese momento tenía ocho años. ‘El me decía:

«Mamá, yo quiero ver la tele», pero los hijos del dueño le pegaban, así que yo lo traía conmigo y le pedía que

me ayudara con las etiquetas para que no se aburriera’, relata. Huyó luego de tres meses, en los que recibió

sólo $ 40 y tres garrafas de gas.” El drama de vivir como esclavos, La Nación, 1/04/2006.

A modo de cierre

El taller textil clandestino es a la vez, una realidad multiforme y la condensación de diversas formas de producción y del trabajo en el mundo capitalista globalizado. Esta realidad está entretejida con grandes necesidades por parte de quienes ven en la migración la última esperanza para la subsistencia, por un lado; por otro, por las diferencias en términos de existencia de trabajo y de infraestructura habitacional, de salud, y educación, entre países vecinos dentro de la misma región; y por otro de quienes en cada paso de la producción reducen enormemente los costos para, con ello, ampliar sus márgenes de ganancias, sin mayores reparos en lo que se pierde o destruye en el camino.

Intrínsecamente ligada a esto se encuentra la estructura de las relaciones de trabajo, distribuido mundialmente, en torno de la colonialidad del poder, categoría elaborada por Quijano, que nos permite pensarlo de manera más completa e interrelacionada. Esta distribución del trabajo, es la que dividió el mundo dualmente en “centro” y “periferia”, legándonos una relación capital-trabajo esencialmente salarial en el centro y de esclavitud, servidumbre, producción mercantil simple y reciprocidad38, en la periferia. Pero es importante poder pensar este centro y la periferia, no como regiones claramente establecidas, con notorios límites geográficos, sino más bien como estructuras móviles y cambiantes, y que están profundamente imbricadas entre sí. Siempre se encuentran juntos e interdependientes y se reproducen tanto al interior de los centros, como al de las periferias: aún en las regiones más desfavorecidas existe un centro, que vive emulando la vida de otros centros y, a la vez, en el interior de las zonas

37 Colectivo Simbiosis y Colectivo Situaciones 2011, 45.38 Quijano, Anibal 2000. Journal of World-Systems Research. 376.

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económicamente más prósperas, existen periferias que luchan cada día por salir de ese lugar.

Aquí es donde quiero detenerme por un momento, para puntualizar de qué manera, debido a que, como establece Quijano, la relación de las personas con el poder es siempre conflictiva, existen mecanismos de lucha y de resistencia a las formas de vida y de producción que se dan en los talleres textiles. Por un lado, existe un cálculo que realizan los costureros en términos de posibilidades de ahorro, crecimiento y de ayuda a sus familiares que no han podido viajar. Ese cálculo implica una aceptación de las normas de tiempos de trabajo y de remuneración que, pasado el momento inicial de la llegada al país y de este primer desengaño respecto a lo que había sido pautado en Bolivia, tiene un carácter temporal, “por un tiempito nomás, junto algo de dinero y me regreso” repiten una y otra vez costureros y costureras. Este regreso puede o no concretarse, por razones que ya han sido analizadas.

Este refugio en una aceptación temporal de las condiciones de explotación es el “techo” al que se refiere Cusicanqui, a la absorción de la normativa colonial por parte de las personas que se encuentran en la subalternidad. Es en estos mecanismos de resistencia, donde se ponen de manifiesto y perviven aquellos quehaceres relegados por los saberes y las formas de hacer y vivir socialmente validados por el capitalismo.

Pero los “techos” o límites a esta aceptación de las normas, no tienen, en todos los casos, la misma altura, debido a las condiciones de producción del mundo globalizado y de las imperiosas necesidades de algunos sectores de la población. Y conforme avanzan los niveles de flexibilización y pauperización laboral, y los diferentes estados por acción u omisión, resignan controles a las empresas y protección hacia los trabajadores, para atraer el flujo de capitales que buscan, a su vez, menores controles y mayor potestad para ejercer libremente sus actividades económicas, su altura crece sin cesar.

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