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Laudatio del Dr. José Elguero Bertolini por la Dra. Concepción López García y Discurso del doctor honoris causa en Ciencias JOSÉ ELGUERO BERTOLINI SOLEMNE ACTO DE INVESTIDURA DOCTORADO HONORIS CAUSA UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA Madrid, 31 de enero de 2019

JOSÉ ELGUERO BERTOLINI

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Laudatio del Dr. José Elguero Bertolinipor la Dra. Concepción López García

yDiscurso del doctor honoris causa

en Ciencias

JOSÉ ELGUERO BERTOLINI

SOLEMNE ACTO DE INVESTIDURADOCTORADO HONORIS CAUSA

UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIAMadrid, 31 de enero de 2019

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LAUDATIO Y DISCURSO

Solemne Acto Académico de Investidura de Doctor Honoris Causa en el salón de actos de la Facultad de Humanidades. UNED

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ÍNDICE

Biografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5

Laudatio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

Discurso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15

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BIOGRAFÍA

Instituto de Química MédicaConsejo Superior de Investigaciones CientíficasJuan de la Cierva, 3, 28006 Madrid (Spain)E-mail: [email protected]://www.iqm.csic.es/are/main.htmTeléfono: 914 110 874Fecha de nacimiento: 25 de diciembre de 1934

Licenciado (Universidad Central, 1957) y Doctor en Cien-cias Químicas (Université de Montpellier, 1961, Universidad Complutense de Madrid, 1971). Investigador del CNRS (hasta 1979); Profesor de Investigación del CSIC (hasta 2005); Pro-fesor de Investigación «ad honorem» del Instituto de Química Médica del CSIC (2006-2019). Premio «Schutzenberger», So-ciété Chimique de France (1968); Medalla de Oro, Real Socie-dad Española de Química (1984); Premio Solvay (1988); Pre-mio Santiago Ramón y Cajal, MEC (1993); Académico Real

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Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (2004); Premio Miguel Catalán de la Comunidad de Madrid (2005); Académico correspondiente de la Academia de Artes y Ciencias de Barcelona (2006); Medalla de plata del CSIC (2006); Lilly Foundation Dis-tinguished Career Award (2008); Académico de Honor de la Real Academia Nacional de Farmacia (2009); Presidente de la Real Aca-demia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (2015-2018).

Encomienda de la Orden Civil de Alfonso X El Sabio. Doctor Honoris Causa en Ciencias por las Universidades Au-tónoma de Madrid, Castilla-La Mancha, Zaragoza, Oviedo, San Petersburgo y Aix-Marsella III y en Farmacia por las Uni-versidades de Alcalá de Henares y Montpellier I. Patrono de la Fundación «Residencia de Estudiantes».

Presidente del CSIC (1983-1984); Presidente del Consejo Social de la UAM (1986-1990); Presidente del Foro Química y Sociedad (2008-2010). Miembro de los Consejos Asesores Inter-nacionales del Campus de Excelencia Internacional de la Uni-versidad de Oviedo y del Pôle Chimie Balard de la Universidad de Montpellier. Autor de 1662 artículos originales, 36 libros o capítulos de libros, así como de 90 artículos de divulgación, en-trevistas y discursos (ver http://are.iqm.csic.es/index.php/discursos-conferencias-entrevistas-de-jose-elguero).

Ha dirigido unas cincuenta tesis (Francia y España) y ha sido miembro de jurados de tesis en los siguientes países: Áfri-ca del Sur, Alemania, Argelia, Bélgica, Egipto, España, Francia, Irlanda, Marruecos y Portugal. Es autor de 1838 publicaciones que se dividen en: 1704 artículos, 36 libros y capítulos de libros, 93 discursos y trabajos de divulgación y 5 patentes e inventos.

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LAUDATIO DE JOSÉ ELGUERO BERTOLINI

Dra. Concepción López GarcíaCatedrática de Química Orgánica

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Sófocles decía «La mayor alegría es aquella que no esperamos». Pues bien, el día que el Departamento de Química Orgánica y Bio-Orgánica, me propuso como madrina del Profesor Elgue-ro, en su investidura como doctor honoris causa por esta Univer-sidad, supuso para mí, además de una gran alegría, una grata sorpresa y también un verdadero honor, todo ello fruto de la admiración personal y profesional que siento hacia él desde hace más de treinta años.

Además, ¿puede haber algo mejor que tener la oportu-nidad de elogiar a quien para mí y para muchos de nosotros ha sido referencia insustituible a lo largo de nuestra carrera profesional?

Desde luego, complicado no es. Su trayectoria lo hace muy sencillo y además me hace mucha ilusión poder hacerlo.

A ciencia cierta, la única complicación que he encontra-do a la hora de preparar esta semblanza ha sido, sin duda, la de poder condensar la larga y fructífera carrera profesional de José Elguero, y todo cuanto ha representado y represen-ta en el panorama científico nacional e internacional. Son ya más de sesenta años dedicados a la investigación en el corazón de la Química.

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Pero antes de relatar los hitos más importantes en la vida del doctorando, los logros conseguidos o sus aportaciones científicas, me gustaría agradecer a la UNED el apoyo a esta propuesta de incorporación del Profesor Elguero como doctor honoris causa a nuestro Claustro universitario. Propuesta que, en nombre del Departamento hizo con muchísima ilusión, su en-tonces directora, la Dra. Pilar Cabildo y que fue refrendada por unanimidad por el Consejo del Departamento, por la Junta de la Facultad de Ciencias y finalmente por el Consejo de Gobier-no, en octubre del año 2017.

José Elguero nació y estudió en Madrid. Se licenció en Químicas por la Universidad Complutense, Universidad Cen-tral entonces, aunque de todos es conocido que la primera par-te de su formación científica se desarrolló en Francia, donde permaneció algo más de veinte años.

Fue precisamente en el país vecino donde inició sus pri-meros pasos como químico, trabajando para la empresa de per-fumes Lautier Fils, en la Provenza francesa.

Como ha descrito el propio Elguero en alguna ocasión:

La química que allí se hacía se basaba en caracterizar los aceites que se importaban de diferentes países, con técnicas que in-cluían medir el poder rotatorio (con un polarímetro), el índice de refracción (con un refractómetro Pulfrich), la densidad (con una balanza de Mohr) y el punto de ebullición. Eso era la «quí-mica», la rama plebeya de la perfumería.

Tras su experiencia en el mundo de los perfumes realizó la tesis doctoral con el profesor Robert Jacquier, en Montpellier y unos años más tarde también obtuvo el doctorado por la Universidad Complutense. Desarrolló su carrera investigadora en Montpellier y Marsella; después en Inglaterra, en Norwich;

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en la ciudad belga de Mons, y posteriormente en Lund, Suecia. Durante este periodo, que abarca 20 años, y antes de volver a España, ya contaba en su historial con más de 220 publica-ciones, algo excepcional para aquella época entre los químicos españoles. A su llegada a nuestro país, el Profesor Elguero se incorporó al Instituto de Química Médica del CSIC, aquí en Madrid, donde permanece actualmente como profesor de in-vestigación ad honorem.

Las contribuciones de Elguero a la química han sido nu-merosas, fruto de las colaboraciones que ha establecido a lo largo de su carrera profesional.

Por ejemplo, en el campo de la química heterocíclica, ha estudiado la tautomería, los enlaces de hidrógeno y la aro-maticidad en sistemas heterocíclicos. El libro The Tautomerism of Heterocycles, tanto en su edición original como tras su actuali-zación, es referencia imprescindible para los químicos de todo el mundo.

En química física, ha investigado el comportamiento es-pectroscópico de los heterociclos y de los sistemas organome-tálicos por RMN y la aplicación de la química computacional al estudio de las estructuras y la reactividad de estos sistemas. También ha participado en estudios cristalográficos en el cam-po de la ingeniería de cristales.

En química sintética ha contribuido a áreas como la ca-tálisis por transferencia de fase, la fotoquímica, la pirolisis, la química en estado sólido y en fase gaseosa, la sonoquímica y la química de microondas, entre otras.

En química médica, ha utilizado los métodos matemáticos de relaciones cuantitativas estructura-actividad (QSAR) para el diseño de un gran número de compuestos biológicamente ac-tivos con diferentes aplicaciones terapéuticas.

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Su disciplina, constancia y, sobre todo, su afán y capaci-dad para obtener el máximo de información posible sobre la materia que fuese, pero fundamentalmente la científica, le han llevado a poseer una visión global excepcional, convirtiéndole en el nexo y referencia indispensables en la investigación inter-disciplinar de muchos y muy diversos grupos investigadores, tanto en nuestro país como fuera de él.

Hasta el día de hoy ha publicado 1704 artículos en las más prestigiosas revistas y publicaciones científicas nacionales e in-ternacionales. Es autor de 36 libros y capítulos de libros; 93 discursos y trabajos de divulgación y de 5 patentes e inventos.

El trabajo realizado a lo largo de su carrera ha logrado muchos reconocimientos como han sido el Premio «Schutzen-berger» de la Société Chimique de France (1968); Medalla de Oro de la Real Sociedad Española de Química (1984); Premio Solvay de la Fundación CEOE (1988); Premio Santiago Ra-món y Cajal, del Ministerio de Educación y Ciencia (1993); Académico de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (2004); Premio Miguel Catalán de la Comunidad de Madrid (2005); Académico en la Academia de Artes y Ciencias de Barcelona (2006); Medalla de Plata del CSIC; Lilly Founda-tion Distinguished Career Award (2008); Académico de Honor de la Real Academia Nacional de Farmacia (2009).

También ha recibido la Encomienda de la Orden Civil de Alfonso X El Sabio y es doctor honoris causa en Ciencias por las Universidades de, Castilla-La Mancha, Autónoma de Ma-drid, Zaragoza, Oviedo, San Petersburgo y Aix-Marsella III, y en Farmacia, por las Universidades de Alcalá de Henares y Montpellier I.

Ha sido Presidente: del Consejo Superior de Investigacio-nes Científicas; del Consejo Social de la Universidad Autónoma

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de Madrid; del Foro Química y Sociedad y de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (hasta hace solo unos meses). También ha sido miembro de los Consejos Asesores Internacionales del Campus de Excelencia Internacional de la Universidad de Oviedo y del Pôle Chimie Balard de la Univer-sidad de Montpellier.

En el capítulo referido a la divulgación, la política cien-tífica o la propia historia de la química en nuestro país, el Profesor Elguero ha llevado a cabo una labor decididamente activa, tanto a través de los medios de comunicación especiali-zados como en los convencionales. Su participación en cursos, conferencias y otros eventos relevantes, le han servido de tri-buna para transmitir y dar a conocer sus distintas reflexiones sobre la historia de la Química en España, el estado actual de la investigación científica, o su visión sobre la implantación de políticas necesarias de inversión y de gestión a llevar a cabo en nuestro país.

Leonardo da Vinci decía: «Poco conocimiento hace que las perso-nas se sientan orgullosas. Mucho conocimiento, que se sientan humildes». Y es la humildad una de las muchas cualidades del Profesor. Se considera un obrero de la química y sobre su carrera opina que «ha sido modesta para los demás y solo importante para él». Pero los químicos que se han formado y beneficiado directamente de su magisterio, conocemos bien la importancia y la trascendencia que su trabajo ha tenido para el mundo de la química en nues-tro país y fuera de él. Somos varias las generaciones quienes debemos una inmensa gratitud a quien ha sido, es y será un referente y modelo a seguir en este apasionante mundo de la investigación científica.

Yo recomendaría, aunque sé que muchos de los presen-tes ya lo han hecho, leer sus escritos y artículos o escuchar

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algunas de sus entrevistas. El Profesor también cuenta con esa capacidad de llegar, de hacer asequible la Ciencia a propios y a extraños. Su claridad de ideas y la facilidad para plasmarlas le han convertido en un gran comunicador capaz de conseguir explicar, de forma amena e, incluso divertida, su pasión por la química. Pero además, su inquietud por conocer la actualidad y otras disciplinas alejadas de la científica, así como un excepcio-nal nivel cultural le otorgan esa virtud de intelectual, de hom-bre sabio. Todavía hoy, con una dedicación que ha absorbido toda su vida, continúa impulsando la difusión y divulgación de las Ciencias con el fin de promocionar la cultura científica y fomentar las vocaciones científicas.

Es pues evidente que nos encontramos ante uno de los cientificos más importantes de nuestra época. Quienes hemos tenido la suerte y el honor de trabajar o colaborar con él no podemos resistirnos a resaltar, además de su gran capacidad divulgativa, su «savoir faire» para con sus muchos colaborado-res. La generosidad, comprensión y disponibilidad que siempre ha mostrado nunca nos ha dejado de sorprender. Paciente a la hora de escuchar y conocer nuestros planteamientos, acertado en sus recomendaciones para encontrar las vías de colabora-ción precisas, y siempre un verdadero estímulo para animarnos a mejorar y plasmar nuestras propias ideas en las diferentes líneas de trabajo a seguir.

Como ejemplo, no hay más que revisar las innumerables colaboraciones llevadas a cabo por el Profesor Elguero. Pe-mítanme un breve repaso de algunas de ellas: fuera de Espa-ña, destacar su extensa colaboración con la Universidad Libre de Berlín, con la Universidad de Florida o la realizada con la Universidad de Toulouse, entre muchas otras. En España, en el propio Consejo Superior de Investigaciones Científicas,

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con el Instituto de Química Física Rocasolano, con la Univer-sidad Complutense de Madrid; con la Universidad de Barce-lona; con las Universidades Autónoma de Madrid y Autó no- ma de Barcelona; también con las Universidades de Murcia, de Zaragoza, de Oviedo, de Castilla-La Mancha, con la Uni-versidad de Alcalá y con nuestra propia Universidad, en este caso con el Departamento de Química Orgánica y Bio-Orgá-nica, cuya colaboración ha sido intensa y se refleja en 361 pu-blicaciones.

Para finalizar, quiero recordar que este año 2019 ha sido declarado por la Asamblea General de las Naciones Unidas como el Año Internacional de la Tabla Periódica de los Ele-mentos Químicos y también coincide con el centenario de la fundación de la IUPAC (Unión Internacional de Química Pura y Aplicada). Es por lo tanto un año en el que se van a organizar muchas actividades relacionadas con la química.

Para el Departamento de Química Orgánica y Bio-Orgá-nica es un privilegio comenzar este año con la ceremonia de investidura, rindiendo así un merecido homenaje al Profesor Elguero, que este año ha alcanzado al ástato, que seguido del francio es el elemento más raro de la naturaleza.

Entendiendo raro, según la definición de la RAE, como algo extraordinario, poco común o frecuente como así es la producción científica lograda por el profesor.

Por todo ello, y tras significar sus indiscutibles méritos, quiero transmitir al Profesor Elguero nuestro agradecimiento por aceptar incorporarse como doctor honoris causa al Claustro de la UNED, enriqueciéndonos de este modo con su saber y humanidad.

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DISCURSO«MÁS VALE VIVIR EN LA CONTRADICCIÓN

QUE EN LA COMPLACENCIA»

José Elguero BertoliniInstituto de Química Médica

Consejo Superior de Investigación Científica

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Como en otras disciplinas, y en general en toda la ciencia, la química vive en una permanente contradicción. El enorme y continuo desarrollo de la disciplina exige especializarse cada vez más para poder tener conocimientos actualizados de los nuevos resultados. Pero simultáneamente, hay que ser cada vez más interdisciplinar pues es en las zonas frontera donde se pro-ducen los descubrimientos más importantes. Esa imposibilidad produce gran tensión y la única salida es colaborar.

(Profesora Rosa María Claramunt, lección de apertura de curso, octubre 2017).

Voy a empezar por una anécdota que, como la mayoría de ellas, no es estadísticamente significativa pero que para mí fue muy importante. Era el año 1980 y acabábamos de llegar de Francia cuando me incorporé al Instituto de Química Médica del CSIC. Me llevaron a un despacho donde estaban sentados Carlos Corral, quien tanto me ayudó a volver a España, Vicen-te Gómez Parra, el hijo de don Vicente Gómez Aranda, y el que luego sería mi amigo, Jaime Lissavetzky. Me indicaron mi sitio y Carlos me dijo «ahí tienes papel y lápiz porque no hay ni para éter».

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Yo volvía con la reputación de haber publicado mucho, lo que se atribuía al hecho de haber trabajado en Francia. Se sobreentendía que iba a aprender lo que costaba publicar en España. Tuve la suerte desde el principio de contar con el apo-yo del grupo de química orgánica de la UNED. Luego, poco a poco, con el de otros grupos en las Facultades de Farma-cia de Madrid (Modesta Espada había hecho su post-doc con nosotros en Marsella) y de Barcelona (gracias a la amistad de otro «afrancesado», Enrique Meléndez, y con él las de Javier de Mendoza y Ermitas Alcalde), a las Facultades de Ciencias de Madrid (Carmen Pardo había trabajado con nosotros en Mon-tpellier), Murcia (donde aún tengo muchos amigos), Ciudad Real, Alcalá de Henares, Zaragoza, Oviedo... La situación en el Instituto de Química Médica mejoró y allí pude sentirme a gusto gracias a Pilar Goya, Ibon Alkorta y, más recientemente, a Felipe Reviriego. Al final, en Francia publiqué unos 300 tra-bajos (entre 1959 y 1980) y en España unos 1400 (entre 1980 y nuestros días). Es verdad que la productividad ha aumentado mucho, pero pasar de 15 publicaciones al año a 35 se lo debo a todas las personas que he citado y a otras muchas más, tanto de España como de fuera de ella: Concepción Foces, Carlos Jaime, Albert Virgili, Javier Catalán, José Luis Abboud, Carlos Cativiela, José Luis Serrano, Mercedes Marcos, Julio Álvarez Builla, Juan José Vaquero, Ana Cuadro, Carmen Avendaño, Francisco Aguilar, Pedro Molina, Mateo Alajarín, Otilia Mó, Manuel Yáñez, Merced Montero-Campillo, Enrique Díez Ba-rra, Antonio de la Hoz, Félix Jalón, Blanca Manzano, Juan Je-sús López González, María del Mar Quesada, Javier Zúñiga... dentro y Alan Katritzky, Hans Limbach, Mikael Begtrup, Minh Tho Nguyen, Alain Fruchier, Jean-Pierre Galy, Robert Faure, Janet del Bene, Aurora Cruz-Cabeza y tantos otros, fuera.

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El grupo del Departamento de Química Orgánica y Bio-Orgánica de la Facultad de Ciencias de la Universidad Na-cional de Educación a Distancia debería ser citado íntegramen-te. La mayoría están hoy aquí. A todas ellas y ellos, gracias.

Y también a todos los que ya no están. En total, unos 1200 coautores. En estas ocasiones siem-

pre se dice que la distinción la recoge una persona pero solo porque no pueden venir todos a recogerla. ¡Imagínense si hoy viniesen los 1200! Al menos, el alrededor de un millar que aún siguen vivos.

La segunda cosa que se suele escuchar en este tipo de ce-remonias es «no lo merezco». Les voy a recordar, porque es sobradamente conocida, una anécdota de Don Miguel de Una-muno, entonces rector de Salamanca.

El Rey Alfonso XIII, una vez en el Palacio Real, le dio la distinción a Unamuno. Y don Miguel, cuando hizo uso de la palabra para dar las gracias, dijo: «Gracias Majestad, por este premio que tanto me merezco». Cuando después se quedaron tomando un vino, el rey se le acercó y le dijo: «Don Miguel, la verdad es que me ha extrañado mucho su discurso, porque el resto de los catedráticos, cuando les damos un premio, siempre dicen ‘muchas gracias por este inmerecido premio». A lo que don Miguel replicó: «Bueno, es que en el caso de ellos, tienen toda la razón». Ni soy Rector ni mucho menos soy don Miguel, así es que en mi caso debo coincidir con la mayoría y reconocer que esta distinción es inmerecida.

La tercera cosa habitual es pedir perdón al conyugue y a la familia por haberles sacrificado dándoles las gracias por la ayuda prestada. A mí, decir eso, me cuesta porque me da la impresión de que si están sinceramente arrepentidos no debe-rían haberlo hecho y, si aún son jóvenes, no deberían continuar

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haciéndolo, lo cual, siempre hacen. Es cierto que una carrera científica implica una dedicación muy intensa que conlleva de-dicar menos tiempo a la familia, a los amigos, a la vida social, a las distracciones y a la política. El profesor Alan Katritzky (Doctor Honoris Causa por esta Universidad en 1986) cuan-do le pregunté en la Universidad de East Anglia en Norwich cuántas horas trabajaba me contestó «menos que en Cambrid-ge» y como me quedé mirándole insatisfecho con su respuesta añadió a regañadientes «unas cien horas a la semana». Eso está muy lejos de mi capacidad de trabajo, pero ilustra cuán difícil es conciliar trabajo y humanidad. Sin embargo, salvo si uno es un genio como Richard Feynman, no se me ocurre como resolverlo. Sirva una cita de Feynman como ejemplo: «Aprendí muy pronto la diferencia entre conocer el nombre de algo y saber algo».

Que no se entienda esto como un panegírico al trabajo por el trabajo. Cuenta Judson, en su libro «El octavo día de la crea-ción», que Max Perutz le dijo hablando de Jim Watson: «Parte de su éxito es que nunca confundió trabajar mucho con pensar mucho, siempre se negó a sustituir lo uno por lo otro».

Siendo este, muy probablemente, mi último discurso ante un auditorio tan prestigioso, quisiera hablarles de algunos te-mas que me han preocupado y que aún me ocupan.

Ciencia y pseudociencias

Ciencia solo hay una, pseudociencias hay muchas. ¿Por qué se mantienen las antiguas y por qué surgen nuevas? En el campo de la salud, por el sufrimiento y por la muerte. Como ha escrito Josep Plá en el Cuaderno Gris, «es incontable el nú-mero de personas que piensan que no se han de morir nunca,

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que están absolutamente seguras —en virtud de la seguridad inconsciente, que es la más fuerte— de quedarse para siempre en esta tierra. Casi todo el mundo, quizá todo el mundo».

Si los métodos ortodoxos no tienen efecto, probemos cualquier alternativa, piensan los pacientes o sus familiares. Es como dar al alma morfina en dosis masivas.

Desgraciadamente a ello se unen grandes científicos que tratan de dar una base racional a la superchería. El caso más conocido es la homeopatía, cuyas bolitas de azúcar ni curan ni pueden curar. Sin embargo, el inmunólogo francés Jacques Ben-veniste (1935-2004) propuso que, aunque solo había agua al final de tantas diluciones, el agua tenía memoria y recordaba en su estructura íntima el principio activo que allí hubo. Estaba total-mente desprestigiado cuando acudió a su ayuda el Premio Nobel de Medicina Luc Montagnier (nacido en 1932), premio que ob-tuvo, con otras dos personas, en 2008 por el descubrimiento del virus del SIDA. Pretende Montagnier que el ADN de bacterias y virus envía ondas electromagnéticas cuando están en soluciones acuosas extremadamente diluidas... como las de la homeopatía.

Predicciones

Vamos a predecir que las teorías de Benveniste y Montag-nier van a ser olvidadas porque no son ciencia por muy gran-des científicos que sus autores fueron o sean. En mi opinión, predecir el futuro, o es trivial o es imposible. La historia está llena de fracasos espectaculares. William Thomson, Lord Kel-vin, cuando escribió que era imposible que se pudieran cons-truir máquinas voladoras más pesadas que el aire. O Robert Stephenson, el ingeniero más grande del siglo XIX, cuando afirmó que el Canal de Suez nunca se podría construir.

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Porque esas teorías no eran hipótesis de trabajo sino afir-maciones dogmáticas. Hipótesis de trabajo es, por ejemplo, proponer que antes de establecer las interacciones no cova-lentes, la energía vibracional del fármaco afecta al receptor, lo prepara para ser recibido, como ha propuesto Luca Turin para el sentido del olfato. Las moléculas «cantan» en el infrarrojo (en la zona entre los 300 GHz y los 300 THz); los humanos, en la de los 100 a los 1000 Hz (por eso no las «oímos»), pero quizás estén intentando decirnos algo.

Frente a tamañas osadías, Primo Levi ha escrito en su libro El sistema periódico:

Era bastante consciente del riesgo que corría, pero sabía tam-bién que el derecho a equivocarse lo va uno perdiendo con los años, y que por lo tanto el que quiera aprovecharse de él no debe dejar pasar demasiado tiempo.

El cambio climático

Nadie lo pone en duda como tampoco que el hombre del antropoceno contribuye a ello. Pero si el hombre cambiase ra-dicalmente su derrochadora manera de vivir, ¿dejarían de subir las temperaturas? ¿Dejarían de fundirse los casquetes polares?

Porque hay algo llamado los ciclos solares de Milankovitch que duran uno de ellos 6.000 años y el otro 23.000 años que existirán aunque no hubiese humanos en el sistema solar y que modifican nuestro clima de una manera profunda. Cosas como la «Pequeña Edad de Hielo» hacia el año 1.300, o el «Máximo del Holoceno» (8.000 a.C.), deben hacernos comprender que ni somos culpables de todo, ni tan poderosos como para poner remedio a todo. ¿A ver si nos va a pasar como al Ángel Caído, que pecamos de orgullo?

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Mujeres

Una frase bien conocida, aunque no se suele citar su autor, dice: «La política consiste en encontrar soluciones concretas a problemas concretos».

¿La solución es una mujer Presidenta del CSIC o una mu-jer Rectora de la UNED? Eso está bien, muy bien, pero es algo engañoso. ¿Es que hay más igualdad de género en Alemania porque la preside Angela Merkel, que en los países nórdicos? Pues no, Alemania ocupa el puesto número 12 mientras que las cuatro primeras naciones son Islandia (1.ª: la preside un hombre), Finlandia (2.ª: también), Noruega (3.ª: tiene un rey, pero una primera ministra) y Suecia (4.ª: rey y primer ministro hombre).

He leído que la brecha en la igualdad de género en el mun-do solo se cerrará dentro de cien años, y que en el 2017 se constató un retroceso de la paridad por primera vez en una dé-cada debido sobre todo a la desigualdad en el lugar de trabajo y en representación política.

«Detrás de todo gran hombre hay una mujer». Frase que, con una coletilla irreverente que omitiré, dijo Groucho Marx. Es evidente que de Groucho solo es la coletilla, la frase debe ser muy anterior. Es una frase profundamente irritante porque o bien se refiere a que en cualquier pareja, si se llevan bien, se ayudan mutuamente, lo cual es una pavada, como dirían los argentinos. O bien se supone que el papel de la mujer es se-cundario porque nunca se oye «detrás de toda gran mujer hay un hombre» aunque se trate de Margaret Thatcher o de Angela Merkel (por cierto la primera química que se especializó en cristalografía bajo la dirección de Dorothy Hodkin y la segun-da química teórica que trabajó con Rudolf Zahradník).

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Excelencia y endogamia

Estamos en una de las grandes universidades españolas donde se oyen a menudo las palabras excelencia y endogamia. Ninguna de las dos me gusta.

«Cuando oigo la palabra excelencia me entran ganas de devolver» ha escrito Jean-Paul Malrieu, uno de los mejores teó-ricos franceses, un excelente químico. Seguro que la formula-ción les parece excesiva, pero yo he escuchado en el Salón de Actos del CSIC a alguien decir «¡Hay que aprovechar la crisis para acabar con todos los grupos que no sean excelentes!». Lo que horroriza a Malrieu y a mí también es que los que dicen que solo tienen cabida en la Universidad los excelentes, todos, sin excepción, ¡se consideran a sí mismos excelentes! Y eso, éticamente, es reprobable.

La endogamia es para muchos la causa de todos los ma-les de nuestras universidades. Luego uno mira sus currículos y resulta que han hecho la tesis en la misma Universidad en la que ahora son profesores. O bien que han intentado volver a su alma mater sin éxito. Pero queda bien «dar cuchilladas a los cueros de vino» de la endogamia. La realidad es mucho más compleja, cuenta mucho que España sea un país muy fragmen-tado, donde frecuentemente pesa más «la patria chica» que la «patria», cuenta también que el sistema español obliga a convi-vir muchos años a las mismas personas en un Departamento cuyo equilibrio depende de su capacidad de integración.

Nuestra contribución a la química

Había pensado contarles algo de nuestros trabajos. Lue-go recordé que en 1983, cuando resulté elegido Presidente del

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CSIC, en una comida, uno de mis amigos del colegio me dijo que había leído en los periódicos que yo era un experto en tau-tomería; ni que decir que no era químico, ninguno de ellos lo era.

Cualquier químico presente en esta sala puede explicar lo que es la tautomería, incluso hacer un par de dibujos. El oyen-te, sea cual fuere su profesión, lo entendería y pensaría «pues vaya». Porque no podría darse cuenta de que la noción de tau-tomería permea toda la química, que tiene aspectos bien cono-cidos y otros que hay que investigar, no vería que las propieda-des biológicas de ciertos fármacos y las propiedades físicas de ciertos materiales dependen de ella.

Así es que no les voy a aburrir con esas palabras que tanto nos gustan a los químicos pero sí reflexionar con lo que que-dará de nuestros trabajos. Por un lado, en soporte de papel y ahora, mayoritariamente, electrónico almacenado en miles de sitios, nuestras publicaciones, que salvo desastre mundial, se-rán accesibles dentro de cientos de años. Por otro, que sean accesibles no quiere decir que sean consultadas. Las mejores pasarán al fondo anónimo de la cultura química. Las otras irán perdiendo interés y serán olvidadas.

En vez de contarles algo de nuestros trabajos permítanme que les cuente algo que ocupa mis pensamientos desde hace mucho tiempo. Es muy sencillo de entender:

Primero: las moléculas están formadas de electrones, pro-tones y neutrones; de estas partículas elementales hay muchas, exagerando unas 10 elevado a 100 en el universo, incluida la ma-teria oscura. Segundo: se conoce con el nombre de isómeros todos los compuestos que tienen idéntico número de cada tipo de átomos; por ejemplo, todas las moléculas de fórmula C13H11N

(13 carbonos, 11 hidrógenos y 1 nitrógeno) son isómeras. Tercero: en cuanto una molécula tiene más de 500 átomos su

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número de isómeros es mayor que 10100, es decir, más que partículas elementales hay. Primera conclusión: cuando se ex-tinga la humanidad habremos preparado una ínfima parte de las moléculas posibles (hoy hay unas 200 millones, 2*108); ¿qué propiedades tendrían las moléculas que nunca prepararemos? ¿que enfermedades habrían curado? ¿Qué materiales habría-mos construido con ellas? Segunda conclusión: necesitamos métodos fiables de predicción de propiedades para sintetizar aquellas moléculas con propiedades interesantes.

Hoy día para hacer esas predicciones usamos dos méto-dos. Uno empírico que a su vez puede estar formalizado mate-máticamente, las relaciones extratermodinámicas, o no. En ese último caso, usamos pantogramas mentales «A es a B como C es a D». El otro es el uso de la mecánica cuántica que denomi-namos química teórica.

Para avanzar en el proceso de mejorar nuestras prediccio-nes empíricas usamos el crecimiento pasivo, no dirigido, de la síntesis y evaluación de nuevas moléculas (ahora alrededor de 200 millones) y la mejora en la instrumentación que nos da información cada vez más detallada y precisa.

El avance de las predicciones ab initio depende del hard-ware (¿ordenadores cuánticos?) y del software. En software los métodos del funcional de la densidad fueron un salto cualitati-vo no esperado; ahora no se vislumbra un segundo salto. Pero si los hubo, los habrá, respetando el principio de mediocridad que tanto le gustaba a Wagensberg.

Santiago Ramón y Cajal

En España un científico no puede hablar en público sin citar a Cajal. No era muy feminista, pero sería un error juzgarle

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como si fuese nuestro contemporáneo (nació en 1852). Como muchos hombres de su tiempo, era progresista en ciencia y moderadamente conservador en política.

Carta al director de El Sol (19 de junio de 1921, tenía Cajal 69 años):

Por encima de la abeja está el enjambre. Poco importa mi per-sona. Tengo plena convicción de mi caducidad. Con todo esto quisiera tener el consuelo de caer en el surco recién abierto, no cual piedra inerte, sino cual semilla viva.

Conclusión

Cada uno de nosotros, cual sea su lugar y sus méritos, desea que algo de él quede, que su recuerdo perdure algún tiempo. Hay nombres que perduran siglos, otros años, algunos apenas unos meses. Unos serán estudiados en todas las uni-versidades del mundo, otros, en alguna de su país. Sea cual sea nuestro destino, bienvenido sea. Siempre será más de lo que nos merecemos.

Gracias Magnífico Señor Rector de la UNED, Gracias Profesora Concepción López, Gracias a todos por su paciencia.

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