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LA CR ISIS DEL DERECHO Y SU EXPRESION EN EL CO M PORTAMIENTO COLECTIVO Pof!ría suceder que los ftn6menos crftil:os denunciaran o manera de síntesis, una proJunqa qttiebra de lo qtre podrd entenderse como "humanismo". es decir, Ufl/1 perturbación en el ltombre en cuanto homo hwnartus por excelencia, con un predominio de la humanidad, cotl ww confiscación de los ,,afores y socia/e$ por el horno barbarus Sin embargo. en el fondo de e$ta decadencia, lo que en verdad se ofrece es una crisis del Derec/to, puesto que no exíste en su formul<zción un claro sentido ético. La ra1:ón del Derecho se pierde en un concierto (1e es, y rm muc}los preceptos la idea de la ¡usticia ,wíala una not<z de ausencia, .. l. CONCIENCIA DE VfVJR lJN CUMA DE PERTURBACIONES rura, que pone peligro al hombre y su Es una hora catastrófica como fueron Otras. Parece que un signo diabólico pusiera en duda, hoy como ayer, aquello que se consideraba más sólido en nuestro espíritu: la Verdad y la Humanidad, la Razón y la Justicia. Si desde algunas perspectiv¡¡s se nos ofrecen notas de ascensión que satisfacen ta esplendidez de la Cultura y presta venta· jas a (a Civilización, por ottas, la amena- za de un derrumbamiento del patrimonio espiritual se hace evidente. "Sentimos algo inmenso, tutelar, que se retira de Estos episo<!i% de \a que vivimos, o mejor, que padecemos, no so11 menos afectivo-:; qut' otros de diversas épocas. Todos se presentan como estados de crisis en el comportamiento colectivo, como violación de l os atributos valorari- vos que le dan coherencia y significación perdurable a la vida social. Tenemos conciencia de vivir un c\ima de perrurbaciont<s. de agonía en la cul- E.x-ma¡i31ndo !lela Sala Laborl1l. Catedrático ll.niversitario. Autor de .arias obras de Derecho . lnvonlgadon y Pesarrollo Social, $.jntafó de B1J$otá, CoL V o. 3 No. J ENERO.ABRfl. - 7

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LA CRISIS DEL DERECHO

Y SU EXPRESION EN

EL COMPORTAMIENTO COLECTIVO

Pof!ría suceder que los ftn6menos crftil:os denunciaran o manera de síntesis, una proJunqa qttiebra de lo qtre podrd entenderse como "humanismo". es decir, Ufl/1 perturbación en el ltombre en cuanto homo hwnartus por excelencia, con un predominio de la humanidad, cotl ww confiscación de los ,,afores indivldWlle~ y socia/e$ por el horno barbarus Sin embargo. en el fondo de e$ta decadencia, lo que en verdad se ofrece es una crisis del Derec/to, puesto que no exíste en su formul<zción un claro sentido ético. La ra1:ón del Derecho se pierde en un concierto (1e '~>oc es, y rm muc}los preceptos la idea de la ¡usticia ,wíala una not<z de ausencia, ..

l. CONCIENCIA DE VfVJR lJN CUMA DE PERTURBACIONES

rura, que pone ~n peligro al hombre y su exist~ncia. Es una hora catastrófica como fueron Otras. Parece que un signo diabólico pusiera en duda, hoy como ayer, aquello que se consideraba más sólido en nuestro espíritu: la Verdad y la Humanidad, la Razón y la Justicia. Si desde algunas perspectiv¡¡s se nos ofrecen notas de ascensión que satisfacen ta esplendidez de la Cultura y presta venta · jas a (a Civilización, por ottas, la amena­za de un derrumbamiento del patrimonio espiritual se hace evidente. "Sentimos algo inmenso, tutelar, que se retira de

Estos episo<!i% de \a hi~toria que vivimos, o mejor, que padecemos, no so11 menos afectivo-:; qut' otros de diversas épocas. Todos se presentan como estados de crisis en el comportamiento colectivo, como violación de los atributos valorari­vos que le dan coherencia y significación perdurable a la vida social.

Tenemos conciencia de vivir un c\ima de perrurbaciont<s. de agonía en la cul-

• E.x-ma¡i31ndo !lela Sala Laborl1l . Catedrático ll.niversitario. Autor de .arias obras de Derecho .

lnvonlgadon y Pesarrollo Social, $.jntafó de B1J$otá, CoL V o. 3 No. J ENERO.ABRfl. - J9~Z 7

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noeotros, comenta Dupleuy, y no lo v~M. o lo vemos mal, o no Jo perc~· mos más que en partes, o por Signos" . Es~pcico ttfltmBba -tal vez Hegel- que la historia universal no era precisamente el albellUe de la felJcídad, porque los per{odos venturosos se contaban apenas como hojas en blanco.

Quizás no sea toda una verdad el fallo, pero es un hecho que en situacio­nes críticas se medita, se razona, se e;(amina. El espftitu es sensible a <estos fen6menos morbosos. Siempre ha sido de esta manera porque el hombre nece· sita determinantes, busca causas, quiere argumentos que apoyen sus conjetUras, sus dudas, sus vacilaciones. Es, un poco, un intento por darle a la Historia una definición y quizás una justificación. Es una tarea autocritica, una m.anera de llegsr hasra el hombre mismo. Ha sido antes y será siempre, una actitud de observación y reflexión sobre Jo que sucede, sobre los hechos que han desbor· dado el ritmo de la Historia. l>ero debe ser una actitud valerosa frente a los mOl· tiples problemas, sin temor a conclusio­nes metafísicas que s()n sin duda in~vita• bies. Porque no se trata de la tempestad qu~ violenta y asola y de la que nada S<! pude predicar.

Y en este intento de meditación no es "contar" la hi$toria empfric.;¡menrc, nl examinar y coordinar sus hechos, sino lleaar a la rafz misma del acto humano, de las reacciones sensitivas del hombre, de su conducta en fin. Es discurrir sobre el acontecet de la vida que vale tanto como discurrir sobre el hombre y el drama de la historia.

2. SOLO EL HOM.BRE TIENE HlS· TO'RIA

Es verdad que también en la natura­lera acontecen cosas, y muchas de ellas, igual, las padecernos. Pero este acontecer es lu repetición de lo idéntico que dijera

Jaspers. Lo cie"o es que sólo el hombre tiene historia. porque sOlo él puede y debe realizar libre y responsablemente su propio ser, y sólo 61 puede consúulr su destino -su destino eterno-. Lo hist6ri· OQ es lo que está allí en el tiempo y el espacio, lo que el hombre realiza en el escenario de la vida. El es autot y es actor, es pro"gonista de su ~rsonal destino, en una actitud consciente. De aqui que los hecho' que distorsionan el ritmo de la vida humana y desarticulan el sentido histórico, son más efectos que causas. Y en este orden es, entonces, !ruta el comportamiento del hombre que debe llegarse. Hasta el agente impulsor de lo histótico.

En una actitud de esta entidad, no puede haber equívocos, porque el hom­bre lo es todo. Cuando de él se habla, se piensa en un ser que trasciende el inma· nentismo de otros que viven un eterno presente. Lo cierto es que, como lo pien­sa Aranguren, "El análisis del hombre remite a su fundamento y una culmina· ci6n que están más allá de él. En ~1 hom· bre Ita y más que el hombre'•.l. De aqul que, en el meditar $Obre los actos huma· nos de lo hí3tórico, no puede haber equivalen!~. Ellos $Oh el pr<>ducto de la voluntad del hombre, y en este orden, será él quíen dé la respuesta.

Algunos piensan que, en esto de reflexionar sobre la historia, - una tarea diaria de la int~li&encia-, la tendencia de muchos es la de ocuparse primordial· mente del problema del Mal, que corres­J)Onde a una actitud ajena al can\cter de esta investigaCión porque la generaliza­ción de los juicios m()rales impide el análisis obje ti"o de los hechos. Bagby, por ejemplo, afirma que "en lugar de buscar pacientemente las pruebas empí· ricas de la regularidad en el proceso histórico, han tratado (los filósofos de la hisroria) de dt'mostrar una 11e2 que el " Bien" debe t:riunfar y que un futuro (elíz aguarda a 111 humanidad". Y agrega:

8 !J1vestig¡ei6n y OesarroUo Social, Sanlafé de 9ogoul, Col. Vo. 3 No.l i;NERO-ABIU L· 1992

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" sin embargo estos puntos de vista son meras proyecciones de las esperanzas y temores de sus autores"3 .

Si es verdad que en todas las filoso­fías ha sido importante postular la meta de la felicidad como una concurrencia de Jos bienes queridos, es cierto igualmente que una Filosofía de la Historia no consagra ni ofrece una escala de fónnulas que conduzcan a ella. El hombre la desea y la escruta, quizás más allá de t oda tentación al ocio. Quizás el impulso vital lleve. por caminos diferentes el mismo propósito. Es racional e !mpre~cindible­mente humano.

3. LA HISTORIA NO REPITE LOS MISMOS HECHOS EN EL MARCO DE IOfNTfCOS DETERMiNANTES

La Filosofía de la Historia no puede ser un talismán, ni se puede recurrir a ella en busca de un fetiche. Ella ~s una aventura del espíritu que penetra en las turbulencias del tiempo, para encontmr en el fondo de las contradicciones huma­nas las causas del mal. Ella desentraña la razón de las desarmonfas, o las plantea, y amonesta al hombre y lo previene sobr~ uu~v<t~ silua clonc:s \.il'ític.a:,. Postura.\ ttlle no serán siempre iguales, porque la histo­ria no repite los mismos hechos en el marco de idénticos determinantes. Y la razón es comprensible. Si hay un concep· to ú~ hombre universal, hay uno tem­poral y hay uno singular. En cada hnra del tiempo, y en cada lugar de los espa­cios, el hombre proclama sus personales actintdes y astune sus posturas intelec­tuales, producto de múltiples influencias seculares. De un pe ríodo a otro cambia el itinerario histórico muchas veces. Quizás, en parte, tenga razón SchOigcn cuando afirma que "ser hombre signi fica incorporarse a un determinado estilo de obrat múltiplemente estratificado ·>4.

Es, por todo ello, q tte no deba sor­prendernos que Spemgler piense en una

Decadencia de la Cultura, en témúnos que no parecen semejantes a los que, a su manera, maneja Toynbec. Tampoco resultan de iguales condiciones los senti­mientos agustinos que reclaman la fe en una realización de la Ciudad de Dios.

Habrá que repetir que la Historia es el hombre en su papel predominante­mente protagónico. "Lo que es el hom­bre, debe ser realizado en la historia", comenta Eusebio Colo me~. De esra manera, todo esfuerzo por ene011trar en cada era crítica la razón o el origen de las incontinencias, será en el fondo una indagación sobre el nombre, sobre !a gracia de sus sentimientos, sobre el mérito de sus ideolo¡¡ías, sobre su fe, sobre su conducta en fin .

Todo aquello que se escriba como crónica del pasado, o lo que deja el hom­bre en el espacio vivido, es t i testimonio de su época, la "relación'·' de lo histórico. Es lo qu~ el hombre pensó y realizó, lo que dejó como imagen de su presencia temporal y de su ser individual. Y como el hombre es espíritu, fa misión de la historia será perfeccionar su mundo espi­ritual. Una mela que quizás no sé logre por comp lelo.

Hay algo más que no se refiere a la sota observación empitica de los sucesos que precipitan d "río de la historia''. Y es que el hombre, a más de ser, un ser de razón, es un ser libre. Su libertad sella las dim0nsiones de su personalidad. Con razón se proclama que lo que hace del h<l111bro una persorta, es su espiritu. )' por dio la to¡al idad de la persona es la totalidad del querer, la totalidad del sentimiento es la to talidad de la libertad CI'Cadora. Así lo pcms;¡oo Berdiaev cuan­do decía que "lejos de ser la persona u11a pan~ del Universo, el Universo es U11a parle de la persona, su calidad'"'. El Universo es sólo el escenario donM eJ hombre, en su libertad y al impulso de su razón, realiza la historia . No será él un

lnvestígscfón y Oe$ittrOUú Social, Santaf6 de Hag<J.f'.Í, {:¡-Jl. Vo, 3 Na. 1 ENERG-AHRll. · J9!)l 9

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autómata, sino un ser libre, aut~ntica· mente razonador. De aqur que no se pueda buscar lo histórico fuera del querer humano.

4. LA CONFUSION INTIMA. EL MAL DE NUESTRO TIEMPO

Luego de estas reflexiones importarla preguntarse qué pasa en la esfera del mundo contemporáneo y la respuesta inmediata u r ran estos conceptos de Duplessy. "El mal de nuestro tiempo es[j tambi~n en otra confusión, (habra formulado la tesis de la confusión Inti­ma) un Inmenso caos, tal es lo que nos pa rece. Pero no inmóvil: turbulento, vet tlih\oso. Bu llicio en el que se enredan monstruos mecánicos. Estados on locura, apetitos desencadenados, fucrzns sin freno, reOcjos más bien que actos, rique­us desvanecidas en cuanto se producen. códi¡os de ~rpetua refundic\6n, fronte· ras cambiantes. contratos precanos. credos adjurados. invenciones superadas. recuerdos destruidos. NoJ1!11S, moldes, barreras, principios de unión, de conti· nuldad, ele permanencia se dis¡rcl\lln . . , En una polal)ra el mundo moderno es informe").

Es ~\te un cuadro cierto de dc~com­posición ~ial, un estado c:r(tico al que se han rcfendo antropólogos y sociólosos, filó~fos y polfticos. estrarc¡as de la vida del hombre en sociedad. Sus inquietudes se dirigen a preguntarse por las causas de las violencias. Se orientan hacia lo que p\en~Dn llestruir categorJas ~omo el Bien, lu l:lcllcza, la Verdad , y hasta el poder mismo d~ la Técnica. Proy~cciones de 13 Cavilí1..ación que se consideraban penlurablel.

La verdad es -reitertndolo que el factor determinante está en el hombre, por su fragilidad moral, por su codacia, su impiedad, su violación de la justicia. El ha levan tado fracciones vuln~tu.blc$ de lu historiu, sin los fundamentos de

seguódad y austeridad que encierran los criterios tticos.

Como toda situación de c:risis, este signo desmesurado de postración en el que somos hoy pan e activa, viene de atrás. Por esto, &i se bu$Can soluciones vitales, el hombre debe sin cerarse con· sigo mismo sin pensar en el ayer, porque todo sentimiento de culpa que tambi~n es nuestrO. tiene sentido expiatorio, y al impulso de sus propias virtudes y de \U responsabilidad reconstruye lo que ha destruido. y prote¡e el le¡ado del Bien.

En es !JI tarea saludable no es honesto vituperar el pasado, porque no es él por abst racción el responsable soHtario. El pecado está en el hombre , en el de ayer y en el de hoy. en su ser racional que lo puede todo, en su rebeldra a los diclados de la conciencia. en su privación del espr­riru de convivencia y solidañdad. En sín­tesis. en una rebelión contm la idea de culpa, pero mj¡ profundamente conlra la idea de Dios. No es que se le niegue, es que se le i¡¡nora sistemáticamente. El hombre hu er\g\do ~u vida sobre f\1ntlu· mentos munda nos ul'ln en las más sin1ples formas de relación.

Mirar al pasado en un gesto de libera· ción egolátrico • .cr{a tanto como destrutr el procesO arremisible de la histona y confunc:tir sus etapas, deteniendo y •nar· quizando su perenne fluir. El pasad<> del hombre está unido en su ritmo filial , al presente, nacía otros horizontes. Y es él, con el equ ipo de su vida espiritual, con el poder de sus racu ltades y la conciencia de su destino, el que debe rectificar la marcha. Repitiendo a Colomer, puede afirmarse que la l3bor de la historia debe ~r \a de perfeccionar el espíritu humano. Si se I.Tata de plantear la culpa con senti· do de expiación, somos hoy tan respon­sables corno las generaciones pasadas, porque esU en nuestra libertad inclinar· nos al Bien o 11\ Mal. E.\ nombw no tiene otra al terrtativa cuando realiza la historia,

tO lnvtftipd6n y o. ... rollo !iocltl. Sanwé d• Jlorol.i. Col V o. 3 So. 1 ENERO.ABRII. ·1992

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que ser fiel a la conciencia, al mandato de su autoafirmación.

Todo Jo que, e11 parte nos duele como crisis, es cieno nos viene de ayer. E~ la hl~toria que fluye, como e.n la ima­gen familiar la corriente del r(o, vltaU.· zando al homb re. Pero el presente debe responder de su historia, del legado reci· bido como fórmula y c<'mo mensaje de vida. el garantizar el valor moral de la consigna y su sentido dinámico, es un debet, un mandato que no pOdrá recibir· se ní menos enrenderse de otro modo.

S. SOMOS ACTORES DEL. PRESEN­TE, PERO SOLIDARlOS DEL PA· SAOO

En este orden de ideas, un díagnós\i­co del estado crítico que nos angustia. puede cnsei'larnos sus rafees, ensei'larnos d !)asado, pero no podrá emancip:u nucs110 albedrío del naufragio. Somos actores del presente pero solidarios del pasado. La ilntrega no se recibe como una merced, graciosamellte. Y es un Imperativo racional -moral , contbluar la corrient~ hacia futuras experiencias QUe garanticen el Bien General. Dt~ esta mandr~ lr:tnscurn.• el curso histOrico, y por esto la responsabilidad solidaria no es un simple vocablo, ~no la V()l. apre­miante de la vida. Si el hombre debe hacerse a si ntismo, se hace en el curso de 111 historia. Fuera de e\111 ~s la nada.

No obstante, y dentro de ~stc esfuer­to dialéctico, cuanto se di¡¡a lle 13 crisis carece de con,gruencia, porque ¡lw'a unos será el E~1ado el que folla, pues sus estructutas y ~-u dirección no correspon­den a la realidad. Orros la enconu:arán en la noción pol!tica. porque el ideal en que se apoya no encarna l~s aspiraciones de elevación del hombre, de >u dignidad y de su libertad. Puede suceder con otros cri terlos, que la sociedad se encuentre asistema\iu.da, sil; ;ngumelltos que permitan darle a la lucha un titulo va!io-

so. Y las pretensiones de acierto crecen y se multiplican las refle:ttlones excepcio­nalmeme.

Podrf• suceder que los fenómenos críticos denunciaran a manera de síntesis, una profunda quiebra de lo que podría en tenderse como "humanismo'', es <lecir, una perturbación en el hombre cuanto horno ilumamu por excelencia, con un predominio de la humanidad, con una confiscación de los valores irldividuales y sociales por el /tomo borbOTUS. Sin embargo, tn el fondo de esta deGad4enCi\l, lo que en verdad se ofrece es una crisis del Derecho, puesto que no existe en su formulación ~In claro wntido ético. La razón del Der~cho se pierde en un con· cierto de voces, y en mt.~ chos preceptos la idea M. la justicia señala una nota de ausencia. Lo cierto es ~ue, sin demeritar los criterios que puedan tenerse como tealidades al juzgar la etapa crítica, no puede, por excepción uno slllo Uantarse a decidir por st la causa de eUa. Las causas ser~ todas las que se enuncian, pero ~nlre ella> una eJ'iste, alrededot d~

la cu:tl giran muchas que podrían ser con­sid~racJas sus efectos. Es la crisis del De • rec\\o.

"La gu~>rra del Derecho" se llamó a la crisis de 19!4.y má5 adelante fue igual por la violación de la ética bajo la consig· na del ·'Der.:cho del pueblo". que era el Derecho del amo. Frente a estos hechos que hicieton parte de ta cris\~ dj¡ la Segunda G~tcrra, debla erigirse un clima de Justícia y de Moral universa les, en el que '1-1 O e fecho tn>.tase de evitar u na 1me~a catástrofe.

Todo ha T\~\>Uitado S\!f una ilusi6n, una piadosa tentatl\'a de muchos Gobier· nos. un noble propósito. Se alimentó una >ana co11fianza en !a bondad del hombre, eu su adhesión a los principios éticos que no se h~n dado fraccionados ni liberal· menTe elecrivos, sino en su valoración general armónica. Y la crisis se prolonga

ln•tlll¡:•t~6n y D<san<>llo ScdoJ, Sall,.fé dell08oto. Col. Vo. 3 No. J ¡;).FRO·ABRJL- 1992 ll

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y los sucesos conflictivos con linúan inquietando la geografía universal, por· que el Derecho que se pretende 001110 pertll or¡¡4nico de la sociedad es S()lo un ideal. Aquello que Rodolfo Stammler comparó con la "esttella polar'• que nos gu!a en nuest~a experiencia, pero que se hace lnalcanzable en la realidad sensible.

Haciendo memoria de esta prolonga· da $ituación, haC~~ muchas déclldiU, )' en contif.nda Implacable contra los privile· giO$ tradicionales que defendían la "c0$tumbre" y e\ ''dertcho". se prcx:la· maron como sfmoolos de la Nwwa Era "Los Derechos del Hombre y el Ciudada· no". Y las voces protag6nioas divulgaron los preceptos de !a fgualdad, la Libertad y la Fraternidad, sin más resultados que su inmediata violación.

Se han sucedido nuevas épocas y s~ continúan quc!mwt~mdo millares de nor· mas. Se enfrentan interese$ de varia filia· ción, y no obstante, con las mismas espe· ranz.as de ayer se proclama "La un/versa· Jidad de los Derechos Humanos", para recordar que hemos nacido libres e iguales en dignidad y derechos. Sin embargo los pdncip ios se violan en todos los espacios gcowMicos. La respuesta del homhtr. a estos preceptos en los que se fincaron tantas esperanzas, es una nueva frustra­ción. Como ayer, el Derecho continúa en c.risis. Puede más la soberbia y es más pOderosa la ambición, que lo~ mandatos si1uples de dar a cada quien lo suyo.

6. LA CRISIS DEL OERECHO Y LA CRISIS MORAL EN EL HOMURI\:

fn la ratz de estas .sHuaclont> catas­tróficas aparece sin duda una crisi! del Derecho, e igualmente una crisis moral en el hombre. Si no lo fuera, dos siglos hubieran servido para bace.r del oompor· tamiento humano el artífice de aquello que han querido todas las lilosoftas: la felícidad, un pequeño ideal como en el simll de Stammler. Pc.ro dos siglos de

esfuerzo han rallado, no obstante que el derecho ptetenda civilizar al hombre afinando su esptrilll, moder~mdo sus costumbres, suavizando las asp<:rezas de la desigualdad, permitiendo a la ley ser el misionero s(lencio~o de las übertadés, y domesticando el brutal .instinto que aún se anida en las rudezas de la humani· dad. Los dos siglos de csfueno han falla· do, y el pre~nte continúa siendo una obstinada sucesión de.J pasado crítico.

Quizás se piense, frente a estas cow que se apriecan en el tránsito bistóricc, que el D~recho se .ha ·'relativizado", que su valor ético, el que lo reviste de magna· ni.midacl y de nobleza, el que se encarna en la naturaleza del hombte y de la hisro· tia, depende apenas de las ~.onveniencias temporale~, de los intereses de deternu· nades sectores sociales, incontinente· meiiCe insaciables. Este Detecho gener~· do así, no trasci~nde de lo simplemente precario, y en su Oaqueza termina por ser degradado y confiscado.

Es sobre estos fenómenos que el hombre debe meditar en cada ~stado crí· tico, porque los epi&Odios no son meras pesadillas de esas que nos sobrecogen en las horas muerta\ de la noche. Su pre.sen· cía es una realidad y frente a ella no puede permanecers.: indíference. Más aún, no puede permanrcerse insensible frente al hecho de que el hombre trate de considerarse como una existencia -como una individualld4d- cuando es ames que todo una co-existencia en el orden vital. Y todo nivel de coexistencia necesita de preceptos que creen la con-vivencia y estabkzcan 111 armonfs.

7. El DERECRO. REG LA DINAMlCA D€ LA JUSTIOA

Tal vez haya olVidado que el Der~cho es una regla dinámica de la Justicia. Una Vírrud por clio, antes que una gula de lll Ley. De ~quique deba ser la conciencia de que el "jus", es lo que se debe como

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'1ustum ", es lleciT una exigencia estrict:l­mente ética. Siplifica enton~s que el Derecho Posili'<<> deba ser "justo" y deba ser "~rico", esto es, referido a una pura realidad, al aliento de la 'i!ída en comim. No se trara de que sea positivo simple­mente y por necesidad, porque lo serfa a\ln si no fuera justo. Debe corresponder siempre n los imperativos qu0 dtmlanda la humanidad.

Por estos,ra:wnamientos se ditlaque el Derecho Positivo debe contener prind· piol generales: mets·jurfditos radicados precísaroenre 1111 el ser del hombre y asJ debe ser. Recordand-o a Guslavo Rad· bruth. "La p~uta axi<)lógica del Derecho positivo y la rnet~ del legislu<lor ~s lu justícin ", Una justicia proyecra<la sobre el caso cos~creto y el protagonisn1o humano. Porque detrás de cada. norma de Derecho está el hombre, y el concep· 10 hombre es principio y im del Derecllo. Sin su presencia no seria éste una reali· dad orgánica ni una ins!ituci6n racional. Por ello la presencia de un derecho "jus· to" descubre la presencia y la severidad de! Bien.

Es lógico que cuandc se piensa eo la conduct3 como forma de expresión ra.

cional, es a ella a la que va djrigído el De· recho como medio coactivo para hacer obrar al hombre o irtltibir!e la acción. De este modo, en cada norma debe estar pre~nte la naturaleza de! obrar humano que, con$íde-rada en su concrecl6n, es esencialmente ética. Lo re(:Uerda Gr9né­ris reafirmando que "lo moral &\Irá ~~ alient.o de que se nutre y la atmósfera que respira el Derecho, que será moral o no será verdaderamente Derecho ·•8

Cuánta significación se le resta a un Derecho enajenado, y cuán poco valor representa U( en el ámbito de la socie· dad. Habrá qu.e com:húr entonces. que toda reflexión de este orden. conduc~ u descubrir los ofecws del Mal, as! }' en principio, no se haya pretendido como meta descender a ~l.

Invocando al Profesor (&lc~ías, el nombre debe proponerse! ir al encuentro del Derecho, porque ciJ "no empieta )' acaba en la h~lra de la ley". Pesan •nucho cree, (desde Roma) "los vJnc.ulos de la~ pieras. de IIJs {ides. de las huma~tifcts, del ojjidum. Pesan tanto, que nosotrils no llegaremos n un cnt~ndimiento cordial del Derecho ( ) mientras no se construya a fondo lltla tcorla de los complcmell ros e¡; tra..tegales"9 .

.BIBUOCRAFlA

l. Ol.lPLI!SSY. Ltttiel\ . ''€1 Esofrltu de los OvU.u.acion~s''; Tauro.s 'Edicionet S.A., Madnd. !959,pág.S.

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