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- 42 - La culpa en el ser humano - José Javier García–Quismondo Jiménez Micro espacios de investigación, ISSN 2444-9245 Nº 4, Enero-Junio 2017, pp. 42-67 Micro espacios investigación 4 (2017): 42-67 La culpa en el ser humano Guilt in the human being José Javier García–Quismondo Jiménez Doctorando—Master en Psicología Social (UAM) [email protected] Resumen: en el siguiente ensayo se expone una conceptualización teórica del sentimiento de culpa. Se aborda el concepto del arrepentimiento desde distintas corrientes teóricas de la psicología social, y se relacionan los aspectos de la cul- pa estudiados previamente con declaraciones de las últimas palabras de reclu- sos que van a ser ejecutados en el estado de Texas. De esta forma se analizan distintos tipos de discurso, en los que se pueden observar distintos tipos de cul- pa y arrepentimiento. Palabras clave: Psicología, Culpa, Arrepentimiento, Reclusos Recibido: 18/4/2017 Aceptado: 1/6/2017 Abstract: In the next essay is exposed a theoretical conceptualisation of the regretting feeling. We approach regretting concept from differents theoretical currents of Social Psycology, and we related them with guilt aspects studied previously with last words declarations of some inmates that were going to be executed in Texas. In this manner we analysed different kind of speeches in which we can see different kinds of guilt and repentance. Keywords: Psychology, Guilt, Repentance, Inmates Cómo citar este artículo: García–Quismondo Jiménez, José Javier (2017) “La culpa en el ser humano”, Micro espacios de investigación 4: 42-67

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Micro espacios de investigación, ISSN 2444-9245 Nº 4, Enero-Junio 2017, pp. 42-67

Micro espacios investigación 4 (2017): 42-67

La culpa en el ser humano

Guilt in the human being

José Javier García–Quismondo Jiménez Doctorando—Master en Psicología Social (UAM)

[email protected]

Resumen: en el siguiente ensayo se expone una conceptualización teórica del sentimiento de culpa. Se aborda el concepto del arrepentimiento desde distintas corrientes teóricas de la psicología social, y se relacionan los aspectos de la cul-pa estudiados previamente con declaraciones de las últimas palabras de reclu-sos que van a ser ejecutados en el estado de Texas. De esta forma se analizan distintos tipos de discurso, en los que se pueden observar distintos tipos de cul-pa y arrepentimiento.

Palabras clave: Psicología, Culpa, Arrepentimiento, Reclusos

Recibido: 18/4/2017 Aceptado: 1/6/2017

Abstract: In the next essay is exposed a theoretical conceptualisation of the regretting feeling. We approach regretting concept from differents theoretical currents of Social Psycology, and we related them with guilt aspects studied previously with last words declarations of some inmates that were going to be executed in Texas. In this manner we analysed different kind of speeches in which we can see different kinds of guilt and repentance.

Keywords: Psychology, Guilt, Repentance, Inmates

Cómo citar este artículo: García–Quismondo Jiménez, José Javier (2017) “La culpa en el ser humano”, Micro espacios de investigación 4: 42-67

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“De ignorante y de brutal es el culpar a otros de sus propias miserias.

Aquel que a sí mismo se culpa de su in-fortunio comienza a entrar en el camino

de la sabiduría.” EPICTETO, Enchiridion, XI

INTRODUCCIÓN En el siguiente escrito, las inten-ciones del autor están dirigidas a realizar un sucinto recorrido por el desarrollo de la psique humana en relación con los otros y con sus acciones, para relacionar estos conceptos con la reflexión del hombre acerca de sus propias conductas y el sentimiento de cul-pabilidad, poniendo en coherencia estos hechos con las principales teorías psicológicas y sociales de la actualidad.

El estudio de la culpa en rela-ción con el hombre se presenta una tarea nada sencilla, por la complejidad de delimitar este fe-nómeno a un momento concreto del desarrollo del pensamiento hu-mano, así como porque el concep-to que se desarrolla en este escri-to es subjetivo, y como tantos ob-jetos de investigación en la psico-logía, son fenómenos que sólo co-noce personalmente el sujeto que los vive, por lo que mis intencio-nes se mueven en torno a la con-tribución al marco teórico de la culpa, sin necesidad de verificar con hechos empíricos.

Aun así, realizaré un esfuerzo para esto último e intentar esta-blecer comparaciones y analogías

con expresiones de reclusos que en sus últimas palabras (antes de su ejecución) expresan culpa o arrepentimiento. De esta forma intentaré relacionar la base teórica de la psicología social de la culpa, para lidiar la gran distancia que se cierne entre teoría y realidad en casi todas las disciplinas científi-cas.

CONCEPTUALIZACIÓN DE LA CULPA Quizá debiéramos empezar plante-ándonos el concepto de culpa. Nos referiremos a este concepto según la definición de la Real Academia Española en relación a la psicolo-gía, esto sería: “Acción u omisión que provoca un sentimiento de responsabilidad por un daño cau-sado”. nos referiremos a la culpa como un sentimiento en el que la persona reflexiona sobre determi-nados actos, y se atribuye cierta responsabilidad negativa.

Según otras clasificaciones (Pérez Sales, 2006) podemos en-contrar conceptualizado el senti-miento de culpa como una sensa-ción de angustia, referida a la rea-lización de actos evaluados poste-riormente como rechazables y que transgreden una norma, real o simbólica. Destacan los elementos asociados a este sentimiento, co-mo son: La idea de la irreversibili-dad, el carácter intrusivo, el cues-tionamiento de sí por la empatía hacia el otro, elementos de racio-

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nalización y disonancia cognitiva, que pueden fragmentarse en el tiempo, un cuestionamiento de creencias básicas sobre sí mismo, la necesidad de castigo o de repa-ración.

Laplanche y Pontalis en el Vocabu-lario de Psicoanálisis se refieren a la culpa como “un término em-pleado en psicoanálisis que puede designar un estado afectivo conse-cutivo a un acto que el sujeto siente como autoreprochable y en el que la razón invocada puede ser más o menos adecuada”. CARÁCTER SOCIOCULTURAL DE LA CULPA Se podría decir que el sentimiento de culpa es un sentimiento parti-cularmente definido según los pa-trones socio-culturales del contex-to, por lo que en Oriente y Occi-dente podremos encontrar cultu-ras y religiones distintas que irán a desarrollar distintos sentimientos de culpabilidad.

Las culturas basadas en la cul-pa interna (Occidente) regulan su conducta desde el punto de vista interno y personal, esto es; su conciencia (del latín conscientia, que significa “con conocimiento”). Mientras que las culturas regidas por la culpa externa (Oriente) re-gulan la conducta por medio de la vergüenza social y la deshonra. Podemos decir que una vez que las normas sociales son adquiridas

por el individuo como propias, el castigo y el sentimiento de culpa se generarán desde lo más pro-fundo del individuo, desde su con-ciencia.

En este línea, seguida por el interaccionismo simbólico, es im-portante insistir sobre cómo las distintas sociedades atribuimos un determinado significado social a los objetos y situaciones, y en ba-se a éstos se desarrolla una con-ciencia moral determinada en la comunidad. Conductas que en al-gunos países son loables pueden ser consideradas en otras partes del mundo como aberraciones, por lo que, aunque siempre represen-ta lo mismo (evaluación negativa de nuestras acciones pasadas), la culpa tiene un fuerte carácter cul-tural.

“El origen de la culpa es social, aun-que la experiencia de la culpa sea personal. La inducción de la presunta culpa la verifica la sociedad como una forma de praxis de grupo” Carlos Castilla del Pino. (Rojas-Marcos, 2009:20) También las posturas conductistas han realizado su propia interpreta-ción de la culpa como una emo-ción esencialmente social. Según estas corrientes el hombre toma conciencia de que vive con otros, que son los que le muestran por qué debe sentirse culpable. En es-te modelo la culpa estaría condi-cionada por el modelado social. Se

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trataría, por tanto, de un senti-miento “aprendido”, en el que evaluamos nuestras acciones del pasado, y en base al significado que esas acciones tengan para nosotros, estableceremos nuestras conclusiones. Si dicha evaluación resulta negativa la podríamos defi-nir como culpa.

Si bien este sentimiento está influido por el contexto, esto no debiera interpretarse de manera determinante como la negación de su carácter innato. Determinadas conductas que se saben innatas son modificadas por el contexto social y se representan de una u otra forma dependiendo del con-texto en el que tengan lugar (la alegría, la tristeza, el miedo, etc.). Cabe destacar en este punto la teoría de las emociones de Tomkins (1963), que fue desarro-llada más tarde por Lewis (1971) y Nathanson (1994) para quienes entre las emociones básicas o in-natas se encontraba el binomio vergüenza-humillación, en el que la culpa se consideraba un subtipo de vergüenza (Pérez Sales, 2006).

Si tenemos en cuenta la pers-pectiva cognitiva de Hegel y su idea de los esquemas flexibles, la culpa atendería a este modelo, en el que un sentimiento innato (la vergüenza), por medio de las rela-ciones del sujeto con el contexto social al que pertenecen, se irían modificando y elaborando esque-mas más complejos que le facili-

ten al sujeto realizar conductas aceptadas en su contexto, y por lo tanto le permitan el desarrollo normalizado en su sociedad. TEORÍAS PSICOLÓGICAS DE LA CULPA Esta influencia del contexto social ha conducido en muchos casos a la negación del carácter innato de la vergüenza, afirmando que tanto la vergüenza como la culpa serían emociones secundarias, evaluati-vas o autoconscientes. Entre estas emociones el núcleo central sería la vergüenza, como “un producto de un complejo conjunto de activi-dades cognitivas: la evaluación de las acciones del individuo en rela-ción con los estándares, normas y metas y su evaluación global del self” (Pérez Sales, 2006, p.296) y ésta vendría determinada, por tanto, por procesos de compara-ción social. Ambos sentimientos requieren autoconciencia y proce-sos de interacción social para que se puedan llevar a cabo.

Por ende, se considera la culpa como una emoción auto conscien-te evaluativa, entre las que se en-cuentran también el ridículo, el orgullo y la vergüenza, y se les atribuye su aparición a partir del tercer año de vida (Pérez Sales, 2006). Me gustaría mencionar en este punto que también existen emociones autoconscientes por exposición a los demás, entre las que se incluyen el ridículo, la em-

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patía y la envidia. Considero que en gran parte de los sentimientos de culpa de personas adultas (como son los casos que se estu-diarán con posterioridad) ese sen-timiento de culpa podría ir estre-chamente relacionado con senti-miento de ridículo, por la mera exposición a los demás y la conse-cuente comparación de la persona culpable con las inocentes, sienta haber puesto en evidencia ciertas carencias o defectos personales.

Además, respecto a la exposi-ción a los demás es importante resaltar la enorme necesidad de aprobación del ser humano: el de-seo de ser reconocido, valorado, respetado, etc. Por lo que una si-tuación de culpabilidad puede ser origen de gran fuente de estrés debido a las evaluaciones negati-vas del entorno y no sólo a la au-tocrítica. Alice Miller y otros psi-coanalistas han estudiado las raí-ces de la culpa infantil y lo expli-caban de la siguiente manera:

“Los adultos, a través de los men-

saje de desacuerdo que lanzan, pro-ducen un condicionamiento infantil entre el acto malo y el exterior. El adulto “obliga” al niño a considerar en un mismo plano lo malo que ocu-rre, lo malo que se hace y lo malo que se es” (Pérez Sales, 2006, p.309)

Podríamos entender también la culpa como “el guardián de las conductas”, en tanto que la refle-xión en conductas pasadas y sus

consecuencias, nos puedan servir de esquema para elaborar futuras acciones, y no caer así en nues-tros errores del pasado. El senti-miento de culpa se comporta co-mo un regulador de nuestro com-portamiento. De alguna manera, el sentimiento de culpa nos con-vierte autónomos en el juicio de nuestras acciones, puesto que no se necesitan juicios externos que nos refuercen.

Desde el punto de vista educa-tivo, la interiorización de las nor-mas es el método más eficaz para desarrollar una capacidad de auto-crítica y que el sujeto sepa juzgar sus propias acciones en base a la norma moral; de otra manera, y siguiendo un estilo conductista, la aplicación de refuerzos y castigos no facilitaría la interiorización de la norma, y por tanto, se mitigaría la culpa entendida como autocon-ciencia evaluativa. Al contrario, existiría una culpa “por miedo al castigo” (y por ende, dichas con-ductas no tendrán consistencia cuando la presencia del castigo o del refuerzo desaparezca), y no la presencia de una conciencia moral como algo deseable, o un están-dar a imitar. Desarrollar la capaci-dad de autocrítica, para que la culpa sea la reguladora de las con-ductas, se presenta así como la mejor y más eficaz opción para promover la autorregulación a lar-go plazo.

Desde las aportaciones cogniti-

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vas, Edward Kubany formula un modelo basado en cuatro grandes grupos de creencias erróneas (Pérez Sales, 2006, p. 312): (i) Reevaluación errónea de los he-chos (sería la principal). (ii) Distor-sión en la atribución de responsa-bilidad personal. (iii) Distorsión en la justificación por la que se tomó una determinada decisión que lue-go resultó errónea. (iv) Culpa por decisiones imposibles.

Estos grupos estarían mediados por ocho variables contextuales potenciadoras o mitigadoras de la culpa: (1) Que los hechos signifi-caran daño a otros. (2) Cercanía física a los hechos generadores de culpa. (3) Daño causado a la pare-ja. (4) Daño que sea irreparable. (5) Hechos causados por el hom-bre (versus causados por el azar). (6) Situaciones en que cualquier camino tendría una consecuencia negativa. (7) Hechos que produ-cen consecuencias injustas o no equitativas. (8) Ser acusado por parte de otros.

Este modelo pretende definir la culpa a partir de ciertas variables contextuales en relación a errores cognitivos, pero carecen de una fundamentación “sin hilo conduc-tor ni coherencia interna” (Pérez Sales, 2006, p.313).

Estas teorías, aun así, surgieron como pistas útiles y fértiles para formular modelos posteriores más “abiertos”. Entre estos modelos, destaca el propuesto por June

Tangney, cuya distinción entre el concepto de vergüenza y el con-cepto de culpa la llevaron a afir-mar que la culpa es una emoción reguladora social, que promueve las conductas altruistas, facilita la tendencia a perdonar a los demás o negociar adecuadamente con-flictos. La vergüenza, en cambio, sería una emoción destructiva mu-cho más asociada con un “rencor latente, a explosiones de ira y ra-bia y a conductas heteroagresi-vas” (Pérez Sales, 2006, p. 314).

Frente a esta perspectiva se encuentra la de O´Connor y su discípula Weiss, quienes afirman que se deben entender los proce-sos cognitivos humanos como desarrollos evolutivos adaptativos. Estos autores piensan que es plausible pensar que se desarro-llen tendencias comportamentales que promuevan la solidaridad y la cohesión social. La culpa sería el resultado de la ruptura de esos principios etiológicamente deter-minados de altruismo, empatía y cuidado de los otros. Dicha culpa interpersonal surgiría del conflicto entre los intereses propios y los principios empatía y solidaridad.

Otras teorías psicológicas, que también entienden el sentimiento de culpa como algo que va más allá de la mera autocrítica, supo-nen la culpa como un fenómeno interpersonal entre las relaciones, que surge cuando una persona se siente beneficiada de manera no

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equitativa en una relación inter-personal. Baumeuister defiende este modelo y afirma que la culpa tendría tres funciones: (1) Meca-nismo regulador de intercambios. (2) Herramienta de manipulación y de control interpersonal. (3) Re-equilibrador de las emociones en-tre personas.

La segunda de las funciones se puede equiparar al concepto de herramienta Vigotskiano para es-tablecer una analogía con el senti-miento de culpa. En este sentido, considero que la culpa puede ser entendida como un mecanismo que se utiliza para construir cono-cimiento (emocional) y desarrollar habilidades para futuras situacio-nes. La culpa podría ser interpre-tada así como una pieza clave del “constructivismo de las emocio-nes”, en el que nos informa de aquellas consecuencias negativas de nuestra conducta produciendo determinadas emociones, que se-rán determinantes para la repeti-ción o no de dichas conductas.

Respecto a estas teorías cons-tructivistas, también ellas han rea-lizado sus aportaciones con el mo-delo de discrepancia. Este modelo establece los sentimientos negati-vos (y entre ellos, la culpa), como la incompatibilidad existente entre las distintas creencias de la perso-na: el Self Real, el Self Ideal y el Self que Debería. En función de la discordancia entre las distintas di-mensiones, se producirían las

emociones negativas (la culpa). Cuanto mayor sea la distancia existente entre el Self Ideal y el Self Real, menor será la autoesti-ma. Además será normal que re-sulte gratificante a los sujetos re-cibir evaluaciones positivas de sus conductas, así como resultará des-agradable cuando recibimos infor-mación que nos informa estar le-jos de alcanzar nuestro Self Ideal (Baron & Byrne, 2004, p.178).

En relación con esta última teo-ría constructivista de la culpa, po-demos encontrar un claro vínculo con las teorías psicoanalíticas, pues estos modelos suponen un determinado nivel de conciencia de sí mismo, pero probablemente en muchos dominios de la culpa la gente no tenga conciencia de su funcionamiento:

“Se ha insistido repetidamente

por los teóricos de la culpa en su ca-rácter irracional. (…) Si la culpa, para muchas personas es, además de do-lorosa, incomprensible, es probable que deban ponerse en juego más ele-mentos”. (Pérez Sales, 2006, p.329)

Parece inevitable la mención a las teorías metapsicológicas ya men-cionadas en relación al concepto de culpa. “La agresividad es astuta (…) a la hora de su satisfac-ción” (Pereña, 2001, p.60). De he-cho, una de sus vías de satisfac-ción es el superyó, y una vez que ha sublimado la pulsión agresiva, el superyó ejerce su “crueldad”

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sobre el yo. En este punto encon-tramos la paradoja de la voracidad superyoica; a mayor renuncia del sujeto, mayor crueldad del super-yó” (Pereña, 2001). El lazo social quedaría sometido por tanto a la servidumbre del superyó. No pue-do evitar citar en este punto la ex-plicación metafórica que realiza Kafka (2000: 24) en su obra Con-sideraciones: “El animal arranca el látigo de la mano del amo y se azota por su cuenta para convertirse en amo de sí mismo y no sabe que es sólo una fantasía surgida de un nuevo nudo del látigo del propietario”. Me parece una metáfora muy acertada para explicar cómo el su-peryó castiga (por medio del sen-timiento de culpa) al yo, satisfa-ciendo así el impulso agresivo. Aparte de esta culpa superyoica, “cuyo goce y sostén es la satisfac-ción masoquista” (Pereña, 2001, p.63) se encontraría una culpa más ligada a la responsabilidad, y por tanto, a la subjetividad. Freud se refiere a una culpa precia al superyó, más ligada a la angustia y a la experiencia de desamparo, en la que se entiende el vínculo social como una tarea que debe ser ejecutada correctamente. Cuando las decisiones del sujeto perjudican y ponen en riesgo la integridad de dichos vínculos so-ciales, lo que conlleva a una iden-tificación del sujeto con sus seme-

jantes. Este tipo de culpa contri-buiría a los sentimientos placente-ros hacia el otro como el amor, que se encontraría en conflicto con la satisfacción pulsional.

Cabría una distinción entre am-bos tipos de culpas: la culpa sub-jetiva y la culpa superyoica. En el caso de esta última, los códigos morales de la sociedad implican en el sujeto determinadas repre-siones. Cuando el sujeto no sea capaz de reprimir dichas acciones y “decepcione al superyó”, este descargará sobre él mismo la agresividad en forma de culpa, a modo de autocastigo o autocrítica, para hacer conocedor al sujeto por medio de emociones negativas de la discordancia entre el yo y el superyó. Por otra parte, se encon-traría la culpa subjetiva, la cual alude a la colectividad humana en cuanto a que el sujeto se percibe a sí mismo con respecto a sus vínculos sociales, y establece me-didas (la culpa) para la conserva-ción de éstos.

En este sentido, se podría esta-blecer una analogía con los tipos de culpa que establece Karl Jas-pers en sus reflexiones acerca del pueblo alemán en la Segunda Guerra Mundial, en las que se re-fiere a la culpa moral y a la culpa colectiva. La culpa moral sería la propia del sujeto, y la culpa colec-tiva sería aquella encargada de diluir las respectivas culpas mora-les bajo la responsabilidad de la

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comunidad, la famosa cita de Con-cepción Arenal “Cuando la culpa es de todos, la culpa no es de na-die” dota de pleno significado a la culpa colectiva.

En este caso la culpa moral po-dría equipararse con la culpa su-peryoica, en tanto que el “juez” es el propio sujeto, decepcionado por haber dañado su propio código moral. En el segundo caso, con la culpa subjetiva, se podría encon-trar relación con una culpa más colectiva, en la que las intenciones no son “perseverar en la idea del bien” si no el establecimiento de unas relaciones sociales saluda-bles. Pero según destaca Francis-co Pereña, no se debiera entender la culpa subjetiva como un fenó-meno meramente colectivo, sino que se mantiene a una distancia crítica “que hace del vínculo social con los otros una tarea creadora, algo que inventar en cada encuen-tro con lo irremediable. (…) Lo co-lectivo no estaría regido por la vio-lencia superyoica” (Pereña, 2001, p.71)

OTROS DESARROLLOS TEÓRICOS ACERCA DE LA CULPA

Una vez realizado este liviano repaso entre las distintas concep-tualizaciones de la culpa según las distintas teorías psicológicas, po-dríamos establecer varias pregun-tas generales con respecto a este fenómeno. ¿Por qué se origina el

sentimiento de culpa? ¿Qué se consigue con ello? ¿Es un senti-miento universal? ¿Todas las per-sonas sienten el mismo tipo de culpa? ¿Cuándo se establece por primera vez el sentimiento de cul-pa?

Abordaremos las respuestas a estas cuestiones desde el punto de vista de la Psicología Social, aunque también nos serviremos de otras disciplinas, como la An-tropología o la Filosofía, así como de ejemplos de expresiones de disculpas realizados por personas que van a ser ejecutadas en sus últimas palabras.

Podríamos decir de modo intro-ductorio, que la culpa y el perdón están diseñados para, de un modo “mágico”, cambiar el pasado para redimir los errores cometidos. Se-ría una especie de retrospección evaluativa de determinados he-chos, por medio de la cual esta-blecemos cierto grado de respon-sabilidad propia y se establecen resultados negativos.

Aunque la culpa sea un senti-miento individual, se debería con-siderar, como hemos comentado anteriormente, la importancia del papel del contexto social. Los an-tropólogos apuntan a que todas las culturas de la humanidad, en mayor o menor medida, promue-ven el sentimiento de culpa, aun-que éste tenga diferentes matices en unos sujetos y en otros depen-diendo de los códigos morales de

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sus respectivas sociedades. Sería interesante para la Psicología So-cial estudiar el sentimiento de cul-pa desde una perspectiva en la que se traten estos conflictos in-trapersonales, focalizando la aten-ción en qué papel ejerce el con-texto social en los procesos indivi-duales.

Un factor que podríamos consi-derar común en todo sentimiento de culpa sería la inclusión de otros en el esquema mental como afec-tados por su conducta, y por lo tanto, una autoevaluación en la que se tienen en cuenta a terceras personas.

Para analizar este proceso de introspección deberíamos plan-tearnos cuándo y cómo surgen exactamente los procesos de au-toconciencia que nos permite desarrollar la subjetividad necesa-ria para tener en cuenta los senti-mientos y las conductas de otros sujetos distintos del yo. Pues para el reconocimiento del otro sería necesario el previo reconocimiento de nosotros mismos.

Algunos autores indican el fenó-meno de la autoconsciencia como un hito en el desarrollo emocional del sujeto. Schore (1994) afirma: "aunque se piensa usualmente que la (auto) consciencia connota solamente procesos cognitivos, el envolvimiento de procesos afecti-vos es un componente esencial". Gracias a la posibilidad de obser-varse como un objeto relacionado

a la autoconsciencia, la dimensión emocional aparece como tal; sin aquella última permanecería una conciencia constantemente referi-da al exterior. En lo referente a este tema, la teoría constructivista que propone Piaget puede ser re-levante y esclarecedora para el estudio del sentimiento de culpa en el ser humano.

En líneas generales, Piaget de-fiende la construcción activa de la realidad por parte de los sujetos, mediante la cual la experiencia y el comportamiento preceden al conocimiento de la realidad. El ni-ño iría desarrollando esquemas a través de pequeñas informaciones, y según las consecuencias de sus comportamientos el sujeto iría cambiando o elaborando esque-mas más complejos. Una de las ideas fundamentales de Piaget es su idea de las etapas del desarro-llo, en las que el infante pasaría a lo largo de su infancia por distin-tas etapas (más o menos diferen-ciadas) en las que tienen lugar hi-tos determinados asociados al pensamiento humano.

Para estudiar el tema que nos concierne nos centraremos en el paso de la segunda etapa (preoperacional) a las tercera eta-pa (Operacional concreta) donde el niño sufre uno de los cambios en su psique más relevantes e in-fluyentes en su desarrollo cogniti-vo. Esto ocurre con la transición de la centración a la descentra-

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ción. En la centración, se absoluti-za la experiencia empírica inme-diata, lo que produce una simplifi-cación brutal en el proceso de ra-zonamiento del sujeto. Esta sim-plificación tiene consecuencias ta-les como que el niño es incapaz de prestar atención a más de una característica de un mismo estí-mulo. Es en la siguiente etapa cuando ocurre la descentración del sujeto. En esta etapa, el niño ya es capaz de prestar atención a más de un aspecto de un estímu-lo, puesto que tiene una capaci-dad de razonamiento más flexible y organizada. Debido a las progre-sivas experiencias empíricas que vive el niño, sus estructuras cogni-tivas se van haciendo cada vez más ágiles y complejas y le permi-ten razonar de una forma descen-trada. Gracias a esto, el niño se libera de la experiencia inmediata en cierta medida, pues su desarro-llo cognitivo le permite contrastar mentalmente con lo ocurrido en otras situaciones para, de esta manera, realizar “predicciones” de los hechos que van ocurrir o que distan de sus sentidos.

El proceso de centración en el que aún está envuelto el niño en la etapa preoperacional, le impide desarrollar la capacidad de abs-tracción necesaria para evadirse de su punto de vista y elaborar interpretaciones objetivas del mundo. Esto ocurre a causa del principio de economía cognitiva,

en el que el niño aplica el esque-ma que ha adquirido y no se pro-cede nunca a la acomodación; se trataría de una especie de asimila-ción excesiva de sus esquemas, que le impide distinguir la realidad de su pensamiento, por lo que al niño le costaría percibirse como una entidad distinta de su en-torno; esto es a lo que se refiere Piaget con su concepto de ego-centrismo.

Considero que estas teorías tie-nen especial relación con el trata-do de la culpa, puesto que no ten-dría sentido entender que un suje-to sienta culpa por algo, (entendiendo la culpa como un auto reproche por sus propias ac-ciones) si no difiere entre su pen-samiento y la realidad externa. Sólo cuando se produce la descen-tración el sujeto podrá tener en cuenta la existencia de otros seres humanos como iguales en digni-dad y respeto. En mi opinión, no se podrán desarrollar las actitudes empáticas en el sujeto si antes no sale de su “absolutización perso-nal”, en tanto que esto significa el desarrollo de una conciencia sub-jetiva hacia los demás y hacia el sujeto en sí mismo (desarrollo del self).

En sujetos adultos, cabría equi-parar estos fundamentos con lo expuesto por Windish con su idea del sociocentrismo. Este se carac-teriza por la presencia de (a) una valoración positiva hacia el siste-

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ma de creencias del grupo propio, y (b) una referencia a los grupos exteriores. También afirma que los grupos exteriores sólo son objeto de interés cuando sus acciones implican al propio grupo. En este sentido, un sujeto centrado no po-dría sentir culpa debido a la abso-lutización de su realidad, pues en-tiende su “sistema social” como lo único existente, lo natural, y por lo tanto lo aceptable sin lugar a re-plicaciones.

Este “obcecamiento mental” impide a los sujetos entender otras perspectivas o posicionarse en otros puntos de vista, por lo que podríamos afirmar que el ego-centrismo piagetiano, utilizado pa-ra formular la idea de los centris-mos, se muestra como un obs-táculo mental para el sentimiento de culpa y la comprensión del do-lor ajeno.

Como hemos señalado anterior-mente, esto implica para el sujeto la capacidad de diferenciarse co-mo persona en cierto grado de su contexto físico y social (autoconciencia subjetiva), cuali-dad que, salvo algunos primates, es exclusiva de los seres huma-nos. También la descentración fa-cilita en los sujetos la capacidad para ser objeto de su propia aten-ción, así como ser conscientes de su propio estado mental (autoconciencia objetiva), o la ca-pacidad que nos permite desarro-llar una representación cognitiva

abstracta del self (autoconciencia simbólica) (Baron & Byrne, 2004). Esta última habilidad permite a los sujetos comunicarse, establecer relaciones, alcanzar fines, evaluar resultados, así como defenderse de informaciones que puedan amenazar el propio self. En lo re-ferente a estos aspectos, conside-ro que la culpa es un mecanismo muy eficiente para “limpiar la ima-gen del self”. En otras palabras, cuando el sujeto se siente decep-cionado por sus acciones pasadas, debido al proceso de autoevalua-ción negativa de sus conductas, su autoconcepto debe quedar dañado en algún punto, en tanto que ha incumplido su propio código mo-ral. Para defenderse ante esta amenaza del self, el sujeto desa-rrolla un sentimiento de culpa que le permite ajustar la disonancia cognitiva que se ha producido en-tre “lo que él creía ser” y “lo que ha sido”.

De esta manera el sentimiento de culpa le permite al sujeto desarrollar un autoconcepto positi-vo y mejorar su identidad social, entendiendo ésta como la defini-ción de una persona de quién es, y de cómo nos evaluamos y con-ceptualizamos a nosotros mismos (Baron & Byrne, 2004, p.167). Así, por medio del sentimiento de cul-pa, el sujeto reajusta sus valora-ciones personales en función de “lo que hizo”.

En ese sentido la culpa funcio-

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naría igual que la disonancia de Festinger, como un estado de in-comodidad, de malestar, que se produce como producto de ese desequilibrio cognitivo menciona-do. La tendencia de esta culpa siempre iría relacionada a preser-var las cogniciones más centrales; esto es, a mantener una imagen positiva de uno mismo, por lo que racionalizamos nuestros actos de modo que ese razonamiento enca-je con nuestro autoconcepto. En este proceso las cogniciones peri-féricas se sacrifican (violencia/agresividad), para rectificar y cuestionar lo realizado anterior-mente que no encaje con las cog-niciones centrales (autoconcepto positivo).

Según la teoría piagetiana, el pensamiento surgiría fruto de la dialéctica entre asimilación (aplicar un esquema adquirido con ante-rioridad) y acomodación (cambiar y utilizar esquemas para situacio-nes novedosas). La culpa sería aquí como una herramienta pre- acomodación en la que se cuestio-nan esquemas utilizados anterior-mente para reconvertirlos en es-quemas aceptables por el mismo sujeto (y por la sociedad).

Para la correcta coordinación con los demás miembros de la so-ciedad, así como para la supera-ción de posturas egocentristas, sería necesario para los sujetos potenciar su acomodación. De es-ta manera, superando posturas

centralistas será más fácil enten-der y acatar normal sociales, que lleven al sujeto a entender su pro-pia subjetividad en el mundo, y a desarrollar sus habilidades cogniti-vas para adaptarse a este mundo de la manera más eficiente posi-ble. En palabras del sociólogo Fer-nando Gil Villa: “la inestabilidad del mundo nos obliga a adaptar-nos a la nueva situación utilizando nuevos comportamientos y valo-res” (Villa, 2001. p.24). Podríamos entender esta afirmación como la necesaria y pertinente acomoda-ción de nuestros esquemas para un correcto desarrollo del razona-miento cognitivo.

Según estas posturas, el desa-rrollo consistiría en una dialéctica entre la asimilación y la acomoda-ción (a modo de espiral), en la que el egocentrismo surge una y otra vez, en un proceso de con-frontación con un medio que se muestra relativamente hostil, puesto que se muestra indiferente a nuestra presencia, y nos obliga a nosotros, naturalmente, a adap-tarnos a su inevitable (y casi inco-rruptible) funcionamiento.

En oposición a las ideas piage-tianas en las que se afirma que nuestras experiencias determina-rán nuestro conocimiento y nues-tro pensamiento, se encuentran las afirmaciones de Vigotsky, que considera que el desarrollo evolu-tivo de las personas sería estricta-mente dependiente de la sociedad

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en la que se desenvuelve. Este autor considera que la maduración de las personas se produce mien-tras estas aprenden, lo que signifi-caría que a medida que las perso-nas viven experiencias y observan las consecuencias de sus conduc-tas, establecerán unos y otros sig-nificados a esas acciones, y por tanto, decidirá mantenerlos o no en función de la respuesta social que las acciones producen. Esto refuerza la idea de la culpa como “guardián de las conductas”, en el que según el feedback recibido por el sujeto tras la acción, se es-tablecerán o no los esquemas utili-zados, lo que será determinante para el desarrollo cognitivo-emocional de los sujetos. Estas ideas mantendrían estrecha rela-ción con el concepto de Vigotsky, con su “ley general del desarrollo cultural”, en la que defiende que las funciones psicológicas primero surgían en el plano social (interpsicológico) y luego en el personal (intrapsicológico). Por medio de este proceso se llevaría a cabo la internalización, lo que facilitaría la autorregulación del sujeto y la planificación de las ac-ciones, en la que el lenguaje lleva-ría a cabo un papel fundamental facilitando el “procesamiento inte-rior”, pues guía y domina la acción para aportar una “función planifi-cadora” y “reguladora” que se de-be unir a las funciones cognitivas y comunicativas. Serviría el senti-

miento de culpa aquí como uno de los elementos que producen cam-bios cualitativos en la persona, que permiten a su vez “las condi-ciones necesarias para acceder al siguiente estadio” (Siguán, M., Blank, J.G., et al. 1997).

Sería aquí la culpa la herra-mienta necesaria para juzgar las acciones en el nivel interpersonal y decidir hacer (o no hacer) cam-bios cualitativos en el plano intra-psicológico. Estos cambios cualita-tivos para nuestro objeto de estu-dio serían la empatía, el reconoci-miento del otro, el posicionamien-to, la solidaridad, etc.

Para los sentimientos de culpa que se estudiarán con posteriori-dad, cabría destacar también el significado del self social. Cuando una persona comete determinadas conductas, que son consideradas por su sociedad como rechazables, recibe juicios y evaluaciones por medio de su entorno que inciden directamente en el autoconcepto de la persona. Dicho self social tendría dos componentes, el pri-mero responde a las relaciones interpersonales, el segundo pro-viene de la pertenencia a agrupa-ciones más amplias y menos per-sonales como raza, etnia o cultu-ra. Ese self social estaría basado en una necesidad de pertenencia a la comunidad (Baron & Byrne, 2004, p. 172).

Para los sujetos que son pensa-dos por la ley e imbuidos en el sis-

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tema penitenciario-punitivo, todos los factores que giran en torno a su situación se tornan evaluadores de su conducta. La ley, y por lo tanto la sociedad, la familia de las víctimas, los medios de comunica-ción, etc., todos actúan como emi-sores de información que resulta altamente dañina para el concepto de self social de los reclusos, que se sienten rechazados y repudia-dos por un sistema que decide aniquilarles.

Sin intenciones de infravalorar las expresiones de culpa de sus declaraciones, podrían ser sus dis-culpas resultantes de esa “limpieza de imagen”, así como dotadas de intenciones de resta-blecer los vínculos sociales, lo que tendría cierta relación con la culpa subjetiva a la que ya nos hemos referido en las teorías psicoanalíti-cas. Según la teoría de la influen-cia social normativa, las opiniones que puedan tener los demás de nuestras acciones implicarán en el sujeto cambios de comportamien-to para aceptarlos a las expectati-vas de los demás (Baron & Byrne, 2004, p. 369).

Desde el punto de vista de la culpa y el arrepentimiento, no ten-dría sentido pensar en un sujeto absolutamente hedonista como portador de dichos sentimientos. Teniendo como único motor de nuestras conductas el placer indi-vidual, no se tendría en cuenta esa alteridad necesaria que nos

permiten entender los sentimien-tos ajenos. Al contrario, el hedo-nismo nos encorsetaría en una perspectiva individualista egoísta en la que no se tienen en cuenta las otras perspectivas de la reali-dad.

El sentimiento de culpa parece estar vinculado, como ya señala-mos con anterioridad, con el dis-tinto significado social que se le atribuye, en las distintas socieda-des, a determinadas conductas. Esto sería fácilmente comparable comparando simplemente los códi-gos penales, para observar qué conductas son legitimadas por el estado y cuáles susceptibles de rechazo y castigo. Además, estas diferencias culturales se eviden-cian observando el contraste entre unos métodos punitivos y otros. Quedaría más que contrastada la idea de que “No es la conciencia del hombre lo que determina su ser, sino al contrario, su ser social el que determina su concien-cia” (Marx y Engels, 1962, vol. I, p.363).

En lo referente a esta idea, pa-rece ser exclusiva en Occidente la postura individualista de la perso-na, donde el autoconcepto indivi-dual es más importante que el au-toconcepto colectivo, enfatizando la importancia del individuo. En otras culturas, como la Oriental, parece que el colectivismo (enfatizar el bienestar de la comu-nidad frente al beneficio del indivi-

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duo) es el valor que rige más re-presentativamente las conductas de los miembros de esas socieda-des. Este sentimiento se traducirá también al desarrollo de un tipo u otro de disculpas. La perspectiva oriental produciría un autoconcep-to que cambia y evoluciona según sean los referentes sociales; la perspectiva occidental, en cambio, reflejará un autoconcepto fijo, en el que las situaciones cotidianas nos ofrecerán la tendencia al auto-enaltecimiento y a la descripción de sí mismos aludiendo a caracte-rísticas y atributos internos y per-sonales (Baron & Byrne, 2004, p.346).

Estas ideas, en relación con la culpa y el arrepentimiento, no de-bieran confundirse con los tópicos de que “los individualistas no pien-san en los demás”. En mi opinión, el sentimiento de culpa en la cul-tura occidental haría referencia a la sensación de “fallar a uno mis-mo”. Si bien el código moral pro-pio está fuertemente influido por el contexto social, el sentimiento de culpa sería en estos casos ori-gen de autodecepción, y retoman-do las ideas del psicoanálisis, el superyó arremetería con agresivi-dad al yo en forma de culpa y arrepentimiento (culpa superyoi-ca). En las culturas orientales, al contrario, el perdón iría más rela-cionado a la vergüenza social y a la deshonra (Rojas-Marcos, 2009) los cuales mantienen estrecha re-

lación con los vínculos sociales del sujeto y su visión de comunidad (culpa subjetiva).

Finalmente, me gustaría refle-xionar en este punto sobre ambas perspectivas, pues a simple vista la culpa superyoica parecería mu-cho más simple y débil que la cul-pa subjetiva. Desde mi punto de vista, cuando en las culturas occi-dentales se asume la culpa como responsabilidad propia de los he-chos, y por tanto la conciencia se-ría la encargada de juzgar la ac-ción pasada, este tipo de culpa podría tener incluso más valor que la culpa subjetiva, puesto que ésta última se implica por el bienestar social y por el mantenimiento de los vínculos sociales. Me parece que, más allá de lo que pudiera parecer, esta sensación de culpa viene movida por sentimientos de angustia ante el desamparo social y la pérdida de vínculo. La culpa superyoica, sin embargo, asume toda la responsabilidad de sus ac-ciones sin temer esa situación de “exclusión social”. El sujeto en-tiende los errores de sus acciones y desata la agresividad de su con-ciencia contra sí mismo, lo que no quiere decir que no entienda el sufrimiento o dolor ajeno, simple-mente que no establece ningún tipo de “disculpas exteriores” puesto que su conciencia es la que dicta la bondad o maldad de sus actos. Desde el modelo de la “culpa colectivista”, el sujeto esta-

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ría directamente implicado con el pensamiento popular, he influido directamente por las presiones so-ciales que le mueven a aceptar o rechazar aquellas conductas que el grupo dominante considere co-mo beneficiosas. Considero que la culpa superyoica (aunque el su-peryó también esté fuertemente influido a factores sociales) se tra-taría de una culpa con más perso-nalidad y menos influida por el pensamiento social.

CONTRASTE DE TEORÍAS CON LAS DECLARACIONES DE RECLUSOS EN SUS ÚLTIMAS PALABRAS En el análisis cualitativo de las últi-mas palabras de las personas que van a ser ejecutadas en Texas (1), se pudieron identificar y diferen-cias aquellas expresiones de culpa que aludían a terceras personas, solicitando el perdón y la “purgación de los pecados” a otras personas de la comunidad, o a los

afectados directamente por su conducta. Considero que esta cul-pa está estrechamente relaciona-da con lo que los psicoanalistas denominan la culpa subjetiva. En otros casos, sin embargo, el senti-miento de culpa es reflejado mos-trando arrepentimiento, pero en ningún caso se dirigen esas discul-pas hacia ninguna persona concre-ta, se tratan de expresiones como “estoy verdaderamente arrepenti-do” o “de veras que lo siento”. Se podría establecer, en mi opinión, una analogía entre este tipo de disculpas y lo que entienden estas corrientes psicológicas por culpa superyoica. Utilizaré dos ejemplos para cada subtipo para clarificar mi exposición: Culpa superyoica: “I am so sorry for what y'all had to go through. I am so sorry for what all of you had to go through. I can't imagine losing two chil-dren. If I was y'all, I would have killed me. You know? I am really so sorry about it, I really am. I got to go sister, I love you (…)”. “I deeply regret what happened. I did not intentionally or knowingly harm anyone (…)” Culpa subjetiva: “I pray with the help of God that you will forgive me for the pain I

(1) Las declaraciones que se utilizan en este epígrafe derivan de un estudio co-lectivo dirigido por el Profesor Jesús Ro-mero Moñivas y un equipo de nueve personas durante el año 2013: Eleazara Campo Moreno, Miguel Fernández Gar-cía, David García Fernández, José Javier García-Quismondo Jiménez, Cristina Gascón Conde, María Herradón Jimenez, Theresa Maquiliao Tamsi y Blanca Sán-chez Mancebo. En este mismo número de Micro espacios de investigación se publica un artículo con los principales resultados.

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caused your family. I am truly sor-ry. I wish I could take it back, but I just pray and ask that you for-give me”. “(…) I am truly sorry. And to my family I would also like to extend to them the same apology for the pain and misery that I have put them through, and I love them dearly from the bottom of my heart (…)”.

Para continuar desarrollando la idea de la culpa en relación a la colectividad, quiero mencionar un tipo específico de culpa donde pa-rece que la responsabilidad sobre determinados hechos, en vez de diluirse en una culpa colectiva, se canalizan en una responsabilidad personal. Este hecho se conoce con el término de culpa falsa (Rojas- Marcos, 2009, p.23) o cul-pa autoacusatoria (Pérez Sales, 2006) aunque esta segunda deno-minación es atribuida generalmen-te para aquellas situaciones donde la persona es a la vez víctima de la situación juzgada. Por ejemplo, aquellas mujeres que se sienten culpables de “no haber hecho na-da” al ser violadas, o los niños que, durante el proceso de sepa-ración de sus padres se sienten culpables porque creen que su comportamiento es la causa de la ruptura. En todo caso, existe una relación entre el mal colectivo que se ha hecho y el código moral del

sujeto que ha sido “decepcionado” de cierta manera.

En algunos hechos que parecen quebrantar códigos morales (el maltrato a los animales, la conta-minación, desigualdad social, etc.) determinados sujetos se atribuyen la responsabilidad de esos hechos “personalizando” en ellos la culpa colectiva. Esto, según decía Jas-per, es la única manera de conse-guir cambios significativos favora-bles en el curso de la humanidad, pues él consideraba la culpa colec-tiva como uno de los grandes ma-les de la sociedad postmoderna, en la que “todos” somos culpables de determinadas situaciones, pero nadie en particular se atribuye la responsabilidad del acto y, por lo tanto, no elaborará futuros esque-mas que le faciliten actuar de ma-nera apropiada.

Sin embargo, todos y cada uno de los tipos de culpa que hemos estudiado parecen tener cierta funcionalidad como catarsis (Roja- Marcos, 2009, p.224).

Según la Real Academia Espa-ñola, son dos las acepciones que nos sirven en este estudio. La pri-mera, que se refiere a la “Expulsión espontánea o provoca-da de sustancias nocivas al orga-nismo” y la segunda: “Eliminación de recuerdos que perturban el equilibrio nervioso”. En ambas de-finiciones se entiende este proce-so como una eliminación/expulsión de algo que produce un

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mal al organismo. Ese algo sería exactamente “el peso que se qui-tan de encima” la gente que se confiesa y pide disculpas respecto a sus acciones pasadas. Se trata de un proceso de reparación del sujeto, que le produce cambios deseables en lo que se refiere al adoptar nuevos esquemas de ra-zonamiento que le ofrecerán pa-trones de conducta distintos (y a su juicio, mejores) para futuras situaciones.

Además, el sentimiento de cul-pa funcionaría a modo de profecía autocumplidora, que reduce nues-tra incertidumbre cuando proyec-tamos nuestras expectativas para el futuro. En este caso, cuando el sujeto se plantea desde el arre-pentimiento sus acciones futuras estaría influyendo de manera inevitable en su predisposición a comportarse. Esto se entiende también cono El efecto Pigmalión, al defender una determinada idea o creencia, se acaba influyendo en el resultado de nuestras conductas para confirmar nuestra primera opinión de dicho hecho o situa-ción.

En el estudio cualitativo de las declaraciones de los presos que van a ser ejecutados (Cf. Romero Moñivas, en este mismo número) se han encontrado relaciones muy concretas en relación a teorías de la culpa. En ocasiones, la expre-sión de culpa va dirigida a un gru-po de personas en concreto. Lo

más común es cuando los presos solicitan el perdón a la familia de las víctimas, seguido del perdón a su propia familia.

En el caso del sentimiento de culpa hacia la familia de la vícti-ma, parece evidente que se trata de una culpa empática, en la que el sujeto entiende el dolor y el su-frimiento causado por su conducta y se disculpa a los afectados de primer orden. Cuando los sujetos piden disculpas a su propia fami-lia, sin embargo, parece que ese perdón se refiere más al “compromiso al que les ha someti-do”. Este caso particular de culpa podría equipararse sin problemas al concepto de la culpa del enfer-mo, en el que el sujeto se culpa al sentirse responsable de su situa-ción y del sufrimiento que hace pasar a sus seres queridos (aparte de los cuidados que se exige de su situación), con el consecuente “realismo depresivo” (Rojas-Marcos, 2009) en que uno se cul-pa por haber tomado o no medi-das en su situación. “Algo habré hecho para estar enfermo” es fá-cilmente comparable con el “Algo habré hecho para estar en el co-rredor de la muerte”, sintiéndose pleno responsable de su situación y estableciendo un proceso em-pático con sus seres queridos para comprender la tragedia que están viviendo. En este sentido también hemos encontrado posible relación con la idea de descentración y

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centración de Windish, debido a que determinados tipos de culpa tienen en cuenta a más o a menos partícipes de la situación. En algu-nos casos, el sujeto no muestra ningún tipo de empatía o posicio-namiento en otra postura que no sea la suya. Si bien entendemos las limitaciones del análisis del dis-curso, consideramos que debido a la similitud de los patrones encon-trados, prácticamente se evidencia esa “distinción cualitativa” entre los sentimientos de culpa (en este caso subjetiva). Trataré de ejem-plificar los distintos niveles de des-centración encontrados.

En un primer lugar encontraría-mos a las personas que no reali-zan ninguna mención acerca de otros sujetos, pero si realizan alu-siones respecto a sus deseos o intereses:

“Yes sir, Warden Okay I've been hanging around this popsicle stand way too long. Before I leave, I want to tell you all. When I die, bury me deep, lay two speakers at my feet, put some headphones on my head and rock and roll me when I'm dead. I'll see you in Heaven someday. That's all Warden”. Encontraríamos también un tipo de perdón algo “egoísta” en tanto que solicita el perdón para él sólo, sin mencionar a otros implicados en sus acciones. Este perdón sue-

le ser dirigido a Dios, lo que po-dría incrementar el grado de cen-tración debido a la afiliación reli-giosa entendida como una verdad absoluta. “God, please forgive me of my sins. Look after my people. Bless and protect all people. I am sorry for my sins. Lord, take me home with you. Amen (…)”. Respecto a los destinatarios de esas disculpas, se podría conside-rar que a medida que se “aleja” en su discurso a las menciones a sus vínculos personales, el sujeto se estaría posicionando en niveles de mayor complejidad. Por una parte, encontraríamos la empatía hacia el sufrimiento de la familia algo más centrado que cuando se disculpan a las familias de las víc-timas, puesto que las consecuen-cias negativas de sus actos de su familia influyen de manera directa. En este sentido considero que pe-dir perdón a la propia familia o a sus propios amigos, sería un per-dón más centrado que cuando se solicitan las disculpas hacia la otra familia. Así, estos “tipos de culpa” son acumulativos en el discurso, representando mayor nivel de des-centración cuanto mayor número de perdones se encuentren y cuanto mayor sea su “calidad em-pática”.

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Perdón a su propia familia/amigos: “I would like to apologize for all of the hurt, pain and disappointment I caused to my family and all my friends. I hope all the veterans and teenagers out there who have a drug problem will get help. I hope the lord will forgive me of all of my sins. I thank Jack and Kathy for being with me. I hope that those who support the Death Row inmates will continue to work and maybe we can get this resolved and do away with the Death Pen-alty. I hope this is a lot better place where I am going”. “I would like to tell my family that I love them and always be strong and keep their heads up and keep faith in Jesus”. Perdón a la familia de la víctima: “It’s a good day to die. I walked in here like a man and I am leaving here like a man. I had a good life. I have known the love of a good woman, my wife. I have a good family. My grandmother is the pil-lar of the community. I love and cherish my friends and family. Thank you for your love. To the Hancock family, I am sorry for the pain I caused you. If my death gives you any peace, so be it. I want my friends to know it is not the way to die, but I belong to Je-

sus Christ. I confess my sins. I have…” En otras ocasiones algunos reclu-sos se posicionan incluso en el punto de vista del sistema o de los verdugos, o bien pidiendo un per-dón general por las ofensas que ha cometido a lo largo de su vida, o bien perdonando (el propio re-cluso) a los participantes e impli-cados con su ejecución: “Yes, I want to start off by saying to everyone know that's involved in this atrocity that they are all forgiven by me. Mom, I love you... I am ready to go Warden. Coming home dad, coming home dad”. “I want to say I’m sorry for the things I’ve done and I hope I’m forgiven. I don’t hold nothing against no one – Everyone has treated me well and I know it’s not easy for them – That’s all, I’m sorry”. Considero que este sería un nivel considerable descentración del su-jeto, en el que se entienden prác-ticamente todos los puntos de vis-ta de los implicados en el conflic-to. Debo comentar que muchos de los reclusos legitiman de alguna manera su ejecución, hecho que, paradójicamente, les centraría. En mi opinión el nivel máximo de des-centración ocurriría cuando el su-jeto pide disculpa a su propia fa-

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milia, a la familia de la víctima, a los verdugos/sistema, y en un últi-mo lugar, afirma que la pena de muerte no es un método justo pa-ra castigarle.

En mi opinión, este tipo de su-jetos demostraría el máximo nivel de posicionamiento al entender todas las perspectivas de los afec-tados, pero además, es lo sufi-cientemente crítico para cuestio-nar los códigos morales que rigen su sistema penitenciario y defen-der su propio punto de vista, en el que la conciencia social que de-fiende la ejecución es criticada por el recluso, estableciendo un dis-curso característico.

Culpa descentrada “sin crítica a la conciencia social”: “First of all I would like to give my sincere apology to Amy's family. We caused a lot of heartache, grief, pain and suffering, and I am sorry. I know it won't bring her back. I would like to sing, I would like to sing for that person's dead. The old is gone. I am not the same person that I used to be, that person is dead. It's up to you if you would find it in your heart to forgive. As for my family, I am sorry I let you down. I caused a lot of heart-ache, and I ask for your for-giveness. I am not crying for my-self, I am crying for the lost and those that are dying for their sins,

those that are committing suicide, those that don't know God and have never been set free. I've been locked up 13 years. I am not locked up inside, all of these years I have been free. Christ has changed me. Even though I have to die for my mistake, he paid for mine by wages I could never pay. Here I am a big strong youngster, crying like a baby. I am man enough to show my emotions and I am sorry. I am sorry for every-thing. I wish I could take it back, but I can't.” Máximo nivel de culpa descentra-da: “Yes, sir. Jennifer, I love you. Mom, I love you. Rick, take care of you. For all of you people, I de-fended myself when I killed your family member. Prison is a bad place. There was eight against me. I didn't set out to kill him. I am sorry that I killed him, but he would not have been in prison if he was a saint. I hope ya'll under-stand that. I love you, baby. I hope people understand the grave injustice by the state. There are 300 people on death row, and everyone is not a monster. Texas is carrying out a very inhumane and injustice. It's not right to kill anybody just because I killed your people. Everyone changes, right? Life is about experience and peo-ple change. I love you, Jennifer.

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Mom, I love you and all my friends that I have known over the years that have always been there for me. I am ready to teleport. I love you, baby. I hope you don't find satisfaction in this, watching a hu-man being die.” En todas estas expresiones de sentimientos de culpa, se han ad-vertido ya de distintos destinata-rios del perdón (su propia familia, familia de las víctimas, etc.). Esto podría extrapolarse a la idea de “a qué sujetos he afectado con mi conducta”, la cual es considerada por Pau Pérez Sales en su obra Trauma Culpa y Duelo como “la búsqueda del referente simbólico y el ojo acusador” (Pérez Sales, 2006, p.348) o aquel que juzga mi conducta. En el caso de la culpa superyoica ya mencionada, el ojo acusador del sujeto sería él mis-mo, pues es él el que se reprocha por su conducta.

En gran cantidad de ocasiones coincidirá el ojo acusador de la conducta con el propio afectado (u objeto del daño), pero la idea del “probable origen primario” de la culpa quizá sea la idea más rele-vante a la hora de comprender los procesos de razonamiento de la culpa en personas adultas, y sus diferencias interpersonales. Res-pecto al “probable origen prima-rio”, el autor se refiere a las cau-sas que mueven su sentimiento de culpa. Si bien siempre serán las

conductas realizadas anteriormen-te, la evaluación negativa de esas conductas responderá lógicamente a los esquemas mentales del suje-to y, por tanto, a su manera de ver el conflicto.

De entre los sujetos estudiados en los que encontraron expresio-nes de culpa, todos estaban arre-pentidos pero eran distintas las causas que les provocaban esos sentimientos. Si bien algunos mencionaban una postura “materialista”, aludiendo en su discurso a “sentir la pérdida”, otros (y mucho más común) pare-cen referirse a una “empatía emo-cional” en la que se hace mención a los sentimientos que han padeci-do los implicados en el conflicto. En último lugar, y reitero que esta última teoría no ha sido estudiada minuciosamente, se encontraría la culpa moral, en la que se haría mención a “las normas incumpli-das”. Dentro de este último subti-po son comunes los discursos en los que se hace referencia a nor-mas de carácter religioso, mencio-nando “el camino de la rectitud” y menciones similares a una jerar-quía de valores religiosa. En un último caso hemos encontrado de-claraciones que se refieren al arre-pentimiento justificado por “las consecuencias fatales de su con-ducta”. En este caso los sujetos se refieren al sentimiento de culpa sin posicionarse en ningún punto de vista distinto del suyo, y no mi-

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raría más allá de su inminente eje-cución.

En todo caso, lo que es eviden-te es que el sentimiento de culpa presenta en los sujetos distintas perspectivas. Según sus distintos factores, los sujetos tendrán una visión u otra de sus conductas pa-sadas y podrán establecer un jui-cio crítico de sus acciones contem-plando mayor o menor grado de “realidad”.

Desde el punto de vista educa-tivo, como ya hemos mencionado, la culpa sería el mejor método pa-ra la reformulación de los esque-mas del infante, puesto los casti-gos o refuerzos se limitarían a un mero condicionamiento que no favorece la internalización de las normas sociales y establecer así procesos de acomodación de los esquemas mentales. Cuando el sentimiento de culpa está integra-do en valores “la persona reaccio-na ante una situación de culpa con remordimiento o necesidad de re-parar el daño sin ser amenazado o controlado por un factor ex-terno” (Rojas- Marcos, 2009, p.21) Está demostrado además, que el

sentimiento de culpa incrementa en las personas la motivación por ayudar y “compensar” la autoeva-luación negativa, para intentar de alguna manera solucionar el con-flicto (Cabañas Chávez, 2002).

Siendo consciente de que he realizado afirmaciones quizá de-masiado “osadas”, recuerdo que este ensayo no ha intentado abor-dar científicamente el sentimiento de culpa, simplemente realizar una aproximación en relación a las principales teorías psicosociales. El uso de fragmentos de discursos reales se justifica solamente con la intención de ilustrar algunas de las teorías expuestas. Tal y como afir-ma Ortega y Gasset: “un ensayo es una disertación científica sin prueba evidente”. Mi avaricia no puede ser mayor frente a este te-ma, pero queda aún mucho estu-dio por delante para aventurarnos a descifrar el sentimiento de culpa y su influencia en el desarrollo de la psique humana. “Todos sufrimos, pero hablar nos alivia”. Voltaire

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NOTA AUTOBIOGRÁFICA JOSE JAVIER GARCÍA-QUISMONDO JIMÉNEZ se graduó en la Uni-versidad Complutense de Madrid como Pedagogo (2012) y posterior-mente estudió un máster de Psicología Social en la misma universi-dad. Actualmente es doctorando en la Universidad Autónoma de Madrid investigando sobre la Pedagogía de la muerte en el ámbito familiar. En 2013 participó en la creación de una Asociación de Desarrollo Comunita-rio para trabajar en el ámbito rural del ámbito nacional, HUMUS. Desde su entrada en la universidad ha participado en distintos proyectos relacio-nados con la Educación en valores y la trasnfromación de la realidad so-cial: Diversidad sexual y familiar; diseñado para centros de la E.S.O. de la Comunidad de Madrid, Educación para la interculturalidad (en Institutos en Parla, Madrid), Educación desde el deporte (Diputación de Albacete), Educando en valores (Colegio de Educación Primaria en Croacia). Involu-crado en distintos grupos de investigación, ha colaborado en el estudio Ante el abismo dirigido por Jesús Romero Moñivas, y posteriormente tra-bajando ese contenido con David García Fernández para su exposición en el I Congreso Iberoamericano de Educación Social en situaciones de ries-go y conflicto. Actualmente se encuentra trabajando en un colegio de Educación Especial en Reino Unido, trabajando con niños y niñas autis-tas, y está desarrollando una empresa de enseñanza de español a través del juego, la música y el deporte.