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Capítulo I La decadencia de las comarcas interiores EI interior entero, desde las primeras laderas hasta las cimas de las montañas, se presenta hoy como un vasto conjunto depre- sivo. Crisis demográfica, desagregación social y desorganización económica le afligen por todas partes de los mismos males, imputables a las mismas causas: la pobreza de los sistemas tradi- cionales, impotentes para superar sus deficiencias. Sin fuerzas propias estas comarcas han debido renunciar a su personalidad y caen poco a poco en la dependencia de un mundo exterior próximo o lejano, único a insuflarles todavía un poco de vida: se ven reducidas a representar el papel pasivo de simples reservas de mano de obra. Entre ellas las diferepcias son menores. La situación de las montañas, la de las laderas y aún de las cuencas reflejan sola- mente grados más o menos acusados de degradación y expresan el desigual rigor de las limitaciones naturales o humanas que las paralizan más o menos brutalmente hoy en día. I. LA RUINA DE LOS POLICULTIVOS DE MONTAÑA La vida rural de las montañas, la de la Serranía de Ronda o de la Alta Alpujarra ha conservado muy tardíamente las formas de los sistemas tradicionales más rudimentarios: una organiza- ción agropastoril, reflejo de la mediocridad del medio natural y una vocación productiva estrechamente alimentaria impuesta por el aislamiento. Cara a las exigencias de la modernización, estos sistemas eran incapaces de superar su pobreza. Consciences de la inutili- dad de sus esfuerzos, los montañeses no tenían otra salida que la de huir de una comarca condenada: el éxodo es general, masivo. La montaña se vacía de sus habitantes a un ritmo desconocido en otras partes. Como consecuencia, la crisis encadena su lógica 409

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Capítulo I

La decadencia de las comarcas interiores

EI interior entero, desde las primeras laderas hasta las cimasde las montañas, se presenta hoy como un vasto conjunto depre-sivo. Crisis demográfica, desagregación social y desorganizacióneconómica le afligen por todas partes de los mismos males,imputables a las mismas causas: la pobreza de los sistemas tradi-cionales, impotentes para superar sus deficiencias.

Sin fuerzas propias estas comarcas han debido renunciar a supersonalidad y caen poco a poco en la dependencia de unmundo exterior próximo o lejano, único a insuflarles todavía unpoco de vida: se ven reducidas a representar el papel pasivo desimples reservas de mano de obra.

Entre ellas las diferepcias son menores. La situación de lasmontañas, la de las laderas y aún de las cuencas reflejan sola-mente grados más o menos acusados de degradación y expresanel desigual rigor de las limitaciones naturales o humanas que lasparalizan más o menos brutalmente hoy en día.

I. LA RUINA DE LOS POLICULTIVOS DE MONTAÑA

La vida rural de las montañas, la de la Serranía de Ronda ode la Alta Alpujarra ha conservado muy tardíamente las formasde los sistemas tradicionales más rudimentarios: una organiza-ción agropastoril, reflejo de la mediocridad del medio natural yuna vocación productiva estrechamente alimentaria impuestapor el aislamiento.

Cara a las exigencias de la modernización, estos sistemaseran incapaces de superar su pobreza. Consciences de la inutili-dad de sus esfuerzos, los montañeses no tenían otra salida que lade huir de una comarca condenada: el éxodo es general, masivo.La montaña se vacía de sus habitantes a un ritmo desconocido enotras partes. Como consecuencia, la crisis encadena su lógica

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hasta el final. Desfigurada por las ausencias, la sociedad campe-sina no puede ya sostener una economía rápidamente desorgani-zada a su vez: el «monte», pieza fundamental y específica delsistema es abandonado, la gricultura misma se ve reducida alestado de reliquia. Las fórmulas de monraña han perdido final-mente su identidad.

A) LA SERRANIA DE RONDA: LA RUINA DE LA MONTAÑA

MEDIA

A1 sur de Ronda, las comarcas del Genal conscituyen un casoextremo. La evolución desastrosa de los últimos' decenios haconducido alli a una desorganización completa de las estructuraseconómicas y sociales. Desde hace años, la realidad central es lade la emigración, convertida en la principal actividad. La vidarural, ha perido ya toda significación, la comarca vive de susemigrantes. Es aquí donde es preciso descubrir la génesis y elencadenamiento de una crisis y de una decadencia desgraciada-mente ejemplar.

1. La ruptura del equilibrio frágil sobre el cual reposaba laorganización tradicional se remonta solamente a los años 1950-1960.

No vamos a volver sobre la definición del sistema agrario deestaŝ regiones sino para recordar brevemente los términos esen-ciales (ver Primera parte, Capítulo I). La clave de ello es su .pobreza: pobreza natural de los grandes vertientes pizarrosos,caóticos, o de los desiertos de meseta que traducen la ínfimaescasez de los espacios cultivados perdidos en el corazón de unmonte invasor, pobreza social también que mide la parcelaciónfundiaria agravada sin cesar por las reparticiones sucesorias, querefleja la ĉondición campesina rebajada al rango de microfun-dismo. Algunos grandes dominios aristocráticos o burgueses nomodifican apenas el esquema: aislados en los confines de laslindes, dirigidos desde fuera, permanecen extranjeros a la comu-nidad pueblerina.

Para ésta, la subsistencia es la única preocupación, adquiridaal precio de una combinación donde se asocian estrechamentelos mediocres productos de un policultivo alimentario, ante todocerealista, y los recursos variados prodigados como comple-

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mento por el monte. A pesar de las apariencias, el monte estálejos, sin embargo, de constituir un mero elemento accesorio delsistema, sino que, absolutamente indispensable a su equilibrio,constituye por el contrario el mecanismo vital, la piedra angular.

Es, en efecto, de la desaparición repentina de las actividades delmonte de donde nace la ruptura. Las mesetas calcáreas esteparias asícomo los encinares de pendientes pizarrosas alimentaban tanto aun gran número de artesanos que asumían alli sus funcionesprincipales como a la inmensa mayoría de los campesinos-jornaleros en búsqueda de trabajos de complemento o de pro-ductos de recolección. Las montañas calcáreas que cierran elnorte de la región sostenían dos accividades esenciales.

Los hornos de cal se dispersaban alli por docenas, encontrandosobre el lugar materias primas y combustibles. La piedra eraextraída en las inmediaciones de las instalaciones y la maderaestaba proporcionada por la vegetación leñosa del monte bajo.Cada horno utilizaba una mano de obra relativamente abun-dante: además del artesano, varios peones, cuatro o cinco aveces, eran indispensables de manera más o menos continua paraasumir tareas simples pero penosas, tales como la extracción de lacal y sobre todo las cortas de combustible. Jornaleros y campesi-nos encontraban aquí una salida interesente al subempleo más omenos estacional de la agricultura. Hasta más allá de los años1950, la dificultad de los transportes por carretera y la indigenciade la industria de materiales de construcción aseguraban local-mente salidas suficientes. Poco después comenzó el declive pre-cipitado de un artesanado incapaz de resistir a la competencia dela producción industrial que se extendía rápidamente: los hornosŝe apagaron unos tras los otros definitivamente. Las montañashoy están consteladas de ruinas.

Las montañas calcáreas, tales como las peridotitas de la SierraBermeja, proporcionaban también el esparto en abundancia.Toda la población agrícola participaba en las actividades de reco-lección o de trenzado, de las cuales obtenían rentas no despre-ciables. A los hombres escaba reservada la tarea más ruda, larecolección en los vertientes supercalentados del verano. Lasmujeres trabajaban inmediatamente después a domicilio, paraconfeccionar esteras groseras o fabricar cuerdas muy solicitadaspor los comerciantes de Algeciras.

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La. utilización industrial de las fibras sintéticas, cuya expan-sión es sobre todo notable después de 1960, va a reducir consi-derablemente el interés y el valor del esparto. Los comerciantesse desinteresan, los precios se desfondan. La explotación, consi-derablemente reducida, subsiste no obstante pero como unaactividad irrisoria, todavía practicada, por falta de otra cosa me-jor, por hombres sin trabajo.

El encinar que recubre la mayor parte de las sierras pizarro-sas ha perdido, al mismo tiempo, la imponancia decisiva quetenía antaño.

El corcho de las plantas suberosas no es apenas recolectado,víctima del éxito del plástico y de las dificultades de explotaciónque impone aquí el relieve. EI acceso es frecuentemente imposi-ble a los camiones, el trabajo de los hombres largo y costoso enun sotobosque abandonado, obstruido por la maleza.

La desaparición total del carboneo constituye, en efecto, larazón principal del declive de las funciones del monte forestal.Este último animaba, no obstante, una vida intensa cuyo peso enla economía local era de los más considerable ŝ. Producto indis-pensable para la calefacción, el carbón de leña era no solamenteutilizado en el lugar sino sobre todo rriasivamente encaminadohacia Ronda que lo redistribuía hacia las llanuras agrícolas malprovistas de bosques. Aquí incluso, si bien los carboneros for-maban una corporación numerosa de artesanos profesionales,una fracción considerable de la población agrícola estaba intere-sada en los trabajos indispensables a la alimentación de loshornos. La limpieza del sotobosque proporcionaba el combusti-ble, movilizando varios meses al año a una mano de obra abun-dante de campesinos y jornaleros. ^

Desde hace un decenio, la explotación del carbón ha cesado,liquidada por la generalización del uso del gas butano. Su des-aparición ha marcado, sin duda, un giro decisivo a la crisis en laSerranía: la masa del campesinado se veía privada, así de untrabajo complementario del cual era el mejor suministrador, elencinar al verse privado de limpieza se tornaba impracticable,cerrado a la mayor parte de las funciones diversas que sosteníahasta entonces. Un cierto número de oficios que dependían máso menos directamente de él iban a verse arrastrados a su ruína.

La arriería era, entre ellos, la más importante. Constituía

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hasta hace poco una actividad esencial, presente en cada pueblo,y alimentaba a decenas de familias. Su papel se explicaba, deentrada, por la escasez de carreteras -la red local se terminóhace apenas diez años- y la escasa intensidad del tráfico motori-zado. EI mulo representaba pues el medio normal para los tráns-

. pones más diversos en el interior de la región, así como para lacirculación del tránsito desde la costa hacia Ronda, del que ungran número de serranos hicieron su profesión. EI transporteregular del pescado alimentaba notablemente un movimientoapreciable, particularmente en ciertos pueblos (Igualeja, Parauta)promovidos, en el itinerario habitual, al rango dé pequeñoscentros de arrieros. No obstante, el transporte en mulos vivíasobre todo a costa del artesanado bcal, de las actividades delmonte. Utilizado para el vaciado del corcho, el transporte de lamateria prima y del combustible hacia los hornos, estaba solici-tado aún más por las necesidades del transporte de la cal y delcarbón de madera hacia Ronda. Este último, de hecho, represen-taba muchas veces lo esencial de su flete y justificaba la existen-cia de mayor número de muleros. Condenado por la apertura ala circulación moderna, la arriería ha sido arruinada directamentepor el declive de la explotación del carbón. En cada pueblo, sudesaparición ha creado en todo caso graves perjuicios y supri-mido un gran número de empleos.

La fabricación de la cal y del carbón de leña, la explotacióndel corcho y del esparto, la arriería, todo ello constituye laeconomía tradicional que desaparece así brutalmente. La simul-taneidad de estas crisis sectoriales resulta chocante. Ella no esfortuita sino el resultado de causas comunes al conjunto de lasactividades desaparecidas: todas ellas sufren igualmente los efec-tos de la apertura y de la difusión de los productos industrialescon los que no pueden competir, convenidas en impracticablesfuera del contexto de una econorimía arcaica; la mayor parte deellas, finalmente, son solidarias y participan de un sistema cohe-rente, donde el desfallecimiento de un elemento entraña la ruinade los otros. La noción de solidaridad, en el fondo, es esencial sise quiere comprender la crisis de la vida rural tradicional. Puesbien, la decadencia de las actividades del monte juega incontes-tablemente el papel clave en este encadenamiento desastroso.

El déficit neto de su desaparición es, primeramence, irrepa-

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rable. Son centenares de empleos los que bruscamente desapare-cen, recursos importantes, indispensables para asegurar la satis-facción de las necesidades alimenticias de la mayoría de lasfamilias campesinas. En breve, es el equilibrio de las pobresrentas de toda una población el que se rompe bruscamente.

Pero, aún más, no es solamente un elemento cualquiera delbalance económico el que desaparece. Otras actividades hancesado -el contrabando, las migraciones para la recolección-sin crear un traumatismo comparable. Con las actividades delmonre, es a la vez la pieza original, específica de la vida rural demontaña la que falla y la cohe.rión interna de todo el sistemaagrario la que es gravemente le.rionada. La agricultura y la ganade-ría, aparentemente independientes de los destinos del monte,están aquí, en realidad, tan estrechamente asociadas que se re-sienten de la crisis como una alteración irreparable.

Venida de la meseta calcárea y del bosque, elementos falsa-mente accesorios de la vida rural tradicional, la ruptura estáconsumada. Ella arruinará al edificio entero de la economía delas comarcas del Genal.

2. El encadenamiento de la cf'IJIJ aparece entonces como elresultado de una lógica rigurosa. La desaparición rápida de losprincipales recursos del monte planteaba en efecto a la mayoríade la población local el problema de la supervivencia inmediata.Dos soluciones solamente podían contemplárse: la primera ha-bría sido la de compensar la pérdida de las rentas del «monte»con la suma del trabajo disponible a cuenta de las actividades

agrícolas, mejoradas e incrementadas. La tarea iba inmediata-mente a revelarse imposible. Para el pequeño campesino-propietario, las dificultades cécnicas de aumentar la producciónse muestran pronto insuperables: el punto de partida es dema-siado mediocre, las limitaciones naturales demasiado rígidasmientras que la desaparición del monte reduce aún más lasposibilidades. Lejos de intensificarse, el pequeño cultivo tiende,por el contrario, a empobrecerse paralelamente al abandono delmonte. Para el jornalero y el artesano, desprovistos de tierra, lasituación resulta aún más crítica y la «reconversión» hacia laagricultura impraccicable. La mayoría de ellos, sin embargo, pre-sionados por la necesidad, han intentado la aventura. Acá o allá,pequeñas tenencias se ofrecían donde los propietarios ciudada-

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nos o recientes emigrados proponían el arrendamienco. Pero, lademanda de tierra brutalmente incrementada iba a provocar unalza de los alquileres desproporcionada en relación a los magrosrecursos de la producción y a los escasos medios de que dispo-tiían los agricultores. La explocación en arrendamiento suminis-traba apenas la renca necesaria para el pago del alquiler.

A unos como a otros, la única alternativa que quedaba seimponía: partir, abandonar la región para craer de otra parte losrecursos necesarios al mantenimiento de la familia, o inclusoabandonarla sin volver. La pobreza de la agriculcura arrojaba alos hombres cuya salida masiva iba a su vez a acelerar la degrada-ción del sistema agrario. La lógica de un empobrecimiento cre-ciente no podía ya ser detenida. Es así como las regiones del.Genal iban a verse conducidas a sufrir la crisis demográfica másgrave de la Andalucía mediterránea, la alteración más especracu-lar de las economías rurales tradicionales.

La emigración es, en toda la región, el fenómeno más impor-cante de los últimos decenios. Verdadera «huida hacia el exce-rior», ella ha provocado una completa desorganización del tejidosocial pueblerino. La despoblación alcanza aquí cifras récord. Enun cercio de los municipios las pérdidas se cifran alrededor del40% y, en un segundo tercio, a más del 50% de la población de1950. Sobre todo, lejos de disminuir, la tendencia se agrava deforma alarmante: de.rde 1960 el ritmo de caída demográfica alcanzauna media del 3%o al año. De hecho, en el éxodo rural codas lasformas migratorias coexisten, se suman incluso en el seno denumerosas familias, y todas se ven afectadas. En breve, la emi-gración es a la vez general y extremadamente variada en susmodalidades: ella se convierte en un sistema.

Desde ahora, los efectos acumulados del éxodo definitivo yde las ausencias temporales conducen a un empobrecimien-to considerable del pocencial humano disponible con suficien-te continuidad para impedir asegurar en el sitio el manceni-mienco de las actividades. En realidad, la mayoría de los hombresno se queda en el pueblo sino episódicamente. Hemos señaladoanceriormente el caso de Alpandeire como ejemplar en estesentido: entre 1970 y 1975, el municipio no proporcionabamorada sino al 50?Jo de sus hombres de 30 a 40 años, y al 13?/0de los de 20 a 30 años. Por falta de hombres en el trabajo, la

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economía local, desequilibrada ya por la desaparición de uno desus elementos esenciales, está desde ahora condenada al aban-dono.

Agriculturd y ganadería quedan de.rorganizada.r, reducidas aactividades-reliquias en vías de desaparición. Lejos de mejoiarse,de intensificarse concentrándose en un volumen más reducido,ellas no cesan, por el contrario, de degradarse bajo los efectos,conjugados ahora, de la ruptura de las complementariedades quelas ligaban al monte y luego, finalmente, por la ausencia de loshombres. El pequeño policultivo de autoaba.rtecimiento alimenta-rio se derrumba sin haber modificado sus términos y sus méto-dos tradicionales. Se esfuma, abandonado poco a poco. EI espa-cio cultivado es como una piel de zapa que se encoge en islotescada vez más discretos, en el corazón de un monte invasor einútil. El paisaje, yermo, revela inmediatamente la amplitud delabandono. En su conjunto, si nos referimos al período de des-pués de la guerra en que la extensión de los cultivos era sin dudamáxima, el reflujo se mide en los 3/4 aproximadamente de lassuperficies trabajadas en los años 1950: de 750 ha (1950) a 380(1962) y después a 190 (1970) en Alpandeire; de 894 ha a 260en el mismo período, en el municipio vecino de Paráuta. Yareducida antaño a tareas discontinuas, la influencia agtícola eshoy apenas sensible, limitada el 1/20 aproximadamente del terri-torio. El abandono, no obstante, ha sido selectivo.

Los cultivos anuales han sido sus principales víctimas, sobretodo los cereales, base esencial hasta ahora de la economíaalimenticia. En Alpandeire, municipio eminentemente cerealistaen los orígenes, la superficie cultivada se ha reducido de los 5/6hasta cubrir menos de 100 ha en 1970 (650 ha en 1940, 300 en1962, 93 en 1970). EI declive de los cultivos cerealistas aparecepues como la manifestación fundamental del retroceso agrícolalocal. El fenómeno es, por otra parte, muy lógico. Se sabe, enefecto, que una buena parte -la mitad aproximadamente- delas tierras sembradas estaba representada por campos temporalesabiertos con grandes dificultades en el monte. EI abandono delas rozas cuyas marcas leprosas son todavía visibles en la mayorparte de los vertientes, ha sido normalmente la primera manifes-tación del abandono agrícola. Notemos primeramente que estaclase de rozas estaba íntimamente ligada a las actividades artesa-

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nales del monte: se utilizaba a veces el sotobosque desprendidopara la explotación hullera y sobre codo los sectores limpiadosalrededor de los hornos de cal. La búsqueda de combuŝtible en

el mónte bajó sostenía directamente la cerealicultura temporaldel monte. La desaparición de los hornos iba a precipitir la

deŝaparición de las roias. Su beneficio, reducido a una ínfima _.producción de grano, ho legicimaba ya.el trabajo considerabledel desbroce. Progresivamence, la rarefacción de la mano deobra iba en seguida a extender cada vez más el dominio de laslabores abandonadas. Las tierras sembradas hoy se concentran en

los mejores campós, en la proximidad inmediaca del pueblo.La arboriculcura se mantiene mucho más sólidamente y, cara

al hundimiento de las labores, ella adquiere incluso un papelnuevo. EI olivar tiende hoy a ocupar el primer lugar en élsistema agrícola. Acá o allá, gana inclu ŝo un poco de terreno.

Más localmente, el interés sé concentra más en los castaños(Parauta) o en los árboles frutales (Cartágima). La razón de estapromoción es clara: el árbol, poco exigente en trabajo, se ádaptamejor a la falta de mano de obra de que sufre la región. Rústico,gratificado con cuidados cada vez más reducidos, continúa noobstante proporcionando una cosecha. Esta última es con fre-cuencia ocasión de un breve retorno de los migrantes cemporalesmenos alejados. El mantenimientó de la arboricultura es puesmás el signo de una actividad agrícola reducida a la recolección,que el de una reconvérsión de la economía local.

La ganadería no se escapa al movimiento general de degrada--ción y se hace cada vez más excensiva. Lejos de beneficiarse de laenorme extensión de cierras baldías consecutiva al retrocesoagrícola, el ganado tiende por el contrario a empobrecerse y ladensidad ganadera se reduce concinuamence.

El ganado menor, que represenca el cérmino esencial de laganadería comercial de escas regiones, recrocede por todas par-

tes. En codós los casos, las causas habitualmeñte evocadas para .explicar esca regresión no son en absoluto e ŝenciales: la pesce enlos porcinos, la repoblación forestal en los ovinos y caprinos ^constituyen inconvenientes evidences péro superficiales. EI mal

eŝ más profundo, y escá ligado al proceso ĉeneral de declive de la .vida rural. Es, por este hecho, difícilménte curable. De entrada,

la mediócridad técnica del ganado menor no consiente sino

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pobres ingresos. Los métodos no han evolucionado en maneraalguna, perpetúan las prácticas tradicionales más extensivas: lacría «natural» de las razas indígenas más rústicas se revela cadavez más como una aportación muy insuficiente.

La ganadería ovina orientada hoy hacia la producción decorderos para sacrificio reposa exclusivamente sobre la raza «En-trefina», vaziedad de merina, más dotada para la lana que para lacarne. A pesar de su rusticidad, el animal sufre también de lascondiciones en que se desenvuelve: ausencia total de alimenta-ción de complemento incluso en el curso de los períodos dehelada, cuando los pastos son impracticables. La subalimentaciónes crónica durante una buena parte.del inviernó, lo mismo queen verano: la antigua desaparición de la trashumancia no consi-gue paliaz la insuficiencia temporal de los pastos. También esconsiderable la monalidad, la tasa de paztos mediocres y elaumento del rebaño lento. La insuficiencia alimentazia y el de-fecto de selección no permiten nunca más que un parto anual enel c^razón del invierno, en las condiciones más desfavorables: loscorderos supervivientes -las pérdidas alcanzan al 20^- debenesperar más de tres meses para poder alcanzar un peso medio-cre, de unos 20 a 25 kilos, y llegar al mercado después dePascuas, en un momento en el que bajan los precios. Los resul-tados son finalmente bastante pobres.

La cría de cerdos obedece a reglas comparables. El sistema dealimentación con bellotas, la montanera, permanece exclusivo.Sólo el cerdo ibérico es capaz de someterse al régimen dehambre que la insuficiencia de los pastos le impone fuera delotoño y durante una buena parte del invierno. Además sonnecesarios de dieciocho meses a dos años para obtener un animalde unos 120 kilos apenas.

Pues bien, esta ganadería tan extensiva está abocada a empo-brecerse aún más, a sufrir una degradación forrajeta evidente apesar de una extensión aparente de los terrenos de tránsito.Bello ejemplo de la solidaridad de los elementos del sistematradicional, se ve de hecho condenado por el retraso de loscultivos y el abandono del monte a convertirse cada vez en más«natural» y más extensivo aún. La cerealicultura era, en efecto,indiŝpensable para su equilibrio. En los campos de modestacalidad, la alternativa habitual -trienal inversa- le aseguraba el

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disfrute de los barbechos en unos 2/3 del terreno: rastrojos,después vuelta a crecer de la hierba, rápida en estos suelostrabajados, le proporcionaban un complemento feliz en los mo-mentos oportunos. Así, con el declive de los cultivos, la ganade-ría, la de ovino sobre todo, perdía sus mejores pastos. Transfor-mados en eriales, las antiguas tierras cultivadas soportan hoy unacarga ganadera dos a tres veces inferior.

Reducido de ahora en adelante únicamente a los pastos naru-rales, el ganado sufre finalmente las consecuencias de la desapa-rición de las actividades del monte. Los recursos forrajeros sehan empobrecido también singularmente aquí. En la meseta cal-cárea, el abandono de los hornos de cal y de las rozas hasuprimido cambién los rastrojos y la hierba que crecía más tupidaen los largos barbechos. EI desbroce para combustible, o elgrano, era en el fondo un medio indispensable de mejora perió-

dica de los pastos.El problema resulta idéntico, tal vez más acentuado aún, en

el encinar abandonado por los carboneros. Por falta de unalimpieza regular del sotobosque, la hierba se ve ahogada por lamaleza y las bellotas son más difícilmente accesibles, Final-mente, el rendimiento de las bellotas no cesa de decrecer desdeque los árboles no son ya podados en beneficio de los hornos. Lamontanera resulta cada vez menos productiva.

La ganadería se degrada pues irresistiblemente al ritmo deldeclive agrícola y del abandono del bosque. En su forma tradi-cional, la única contemplada en la región, está destinada a unamediocridad creciente. No más que el policultivo ya arruinado,tampoco es suceptible de salvaz a la vida rural. La desafección delos pastores y de los porqueros no permite por otra parce con-templaz un mantenimiento duradero: la emigración ha alejadotanto a los pastores como a los campesinos. En la mayor parte delos pueblos, el porquero comunal (pastor concejil) que cuidaba alos animales de los pequeños agricultores ha desaparecido; en losgrandes dominios, los pastores asalariados son desde ahora difíci-les de encontrar, mientras que la mediocridad de las rentas obte-nidas del rebaño permite apenas cubrir el encarecimiento consi-derable de los salarios a pagar.

^La ganadería se convierte también en una actividad residual.Profundamente afectada én cada uno de sus términos, la econo-

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mía rural se ve, de hecho, definitivamente desorganizada.3. Ninguna explotación escapa ya hoy a la crisis. Ni la dimen-

sión de la tenencia ni su vocación cambián en absoluto el pro-blema: el gran dominio ganadero lo mismo que la finca delpequeño policultivador se encuentran igualmente en una situa-ción crítica, avocadas a desaparecer o a supervivir a paztir deexpedientes provisionales. Es este el signo indiscutible de undesmoronamiento definitivo y sin salida de la economía localentera.

El pequeño policultivo campesino ofrece desde ahora una ima-gen uniforme: la de explotaciones marginales que, sin excepción,no representan ya sino un interés accesorio dentro de los recur-sos familiazes, un complemento con frecuencia irrisorio. En to-dos los casos, lo esencial de los ingresos proviene del exterior,de la emigración sobre todo, cuyos fondos constituyen comomedia los 3/4 de las entradas de dinero.

La explotación que, cada vez más frecuentemente, movilizamenos de la mitad del tiempo de trabajo, prodiga sobre todoalgunos productos de autoconsumo. Con la decadencia cerealistasu vocación alimentazia ha retrocedido, sin embargo: la produc-ción de frutas (aceitunas, castañas, etc.), convertida en esencial,es vendida, así como algunos animales. No obstante, más de lamitad de los productos es todavía consumida en el propio lugar.Los huevos, la leche, la carne, sobre todo, si se exceptúan algu-nas cabras, algunos cerdos, alimentan la mesa familiar. En con-trapartida, las compras quedan reducidas al mínimo: un poco depescado, de arroz, algunas frutas. La preocupación por el auto-abastecimiento alimenticio permanece siendo primordial en estepolicultivo-reliquia, a pesar de la importancia de las entradas dedinero del exterior.

Es que globalmente la suma de las rentas, recursos exterioresy productos de la explotación permanece a la vez muy modestae irregular. La comarca no escapa en absoluto a su tradición depobreza: las rentas por cabeza en la Serranía de Ronda sontodavía inferiores en la mitad de la media provincial, no obs-tanre, nada favorables (1). Lo que explica con seguridad el man-

(I) E.S.T.E.A. La Serranía de Ronda: e.rtudio de potencialidadet, Córdoba,1976.

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tenimiento obstinado de estas explotaciones marginales aunqueindispensables aún a un equilibrio financiero siempre problemá-tico. Su supervivencia, no obstante, no ^uede ser duradera. Losjóvenes, mejor armados que sus padres, emigran definitiva-mente. Ya la mayor parte de las tenencias aún vivas están conde-nadas por falta de sucesión. En definitiva, dos tipos de explota-ciones pueden ser distinguidas. Su porvenir es igualmente in-cierto.

= La explotación familiar a tiempo parcial parece actual-mente la más activa, gracias a una mano de obra todavía joven ynumerosa.

Tomemos el caso representativo de este pe-queño campesino de Alpandeire, de 46 años, concinco hijos de los que el de más edad alcanza los 18años, en total, una familia de siete personas. Propie-tario de 5,5 ha. de tierra cultivable, él ha renunciado,como la mayoría, a los cereales, con la excepción de1/2 ha. de cebada destinada a completar la alimenta-ción de dos cerdos. EI resto de la explotación estáconstituido por 5 ha. de olivares. La venta de lasaceitunas y de los cerdos le procuran una renta anualdel orden de los 40.OOU pesetas.

De hecho, el padre y el hijo mayor trabajanfuera de la explotación durante más de la mitad deláño: algunas semanas en la recolección de las aceitu-nas en la región de Antequera, varios meses «en laconstrucción» en la Costa del Sol. En definitiva, sonunas 150.000 pesetas las que provienen del exterior,

o sea más de los 3/4 de los recursos familiares.El sistema funciona bien que mal. Podría perpe-

tuarse así por todo el tiempo en el que la contrata-ción permanezca siendo fácil en la proximidad de lacomarca. Está en realidad condenado a desagregarsecon la marcha de los niños. EI mayor emigrará defi-nitivamente bien pronto después del servicio militardel que espera poder engancharse en la GuardiaCivil. De la misma forma, los padres no desean quelos más jóvenes permanezcan en el pueblo.

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Así, en la casi totalidad de los casos, la explotación familiar atiempo parcial está condenada, en tanto que continúe la marchade los niños y el envejecimiento de los padres, a transformarseen explotación-retiro.

- La explotación-retiro constituye en efecto un grupo nume-roso, ya mayoritario, hacia el cual evoluciona el conjunto de lasexplotaciones todavía en activo. Ya, el abandono de los cultivosse precipita tanto por el hecho de las energías que envejecencomo por la disminución de las necesidades, una vez suprimidala carga de los niños. EI grueso de los recursos proviene aún defuera, incluso aunque, casi siempre, las migraciones han cesado:los envíos de los hijos emigrados se reciben aquí periódicamente,pero, sobre todo, las pensiones de vejez que, desde ahora, hacenvivir a una buena. parte de la población.

En todos los casos, la supervivencia del pequeño policultivocampesino no representa sino un alivio.

La grdn explotación pa.rtoril no conoce mejor suene. Instaladaen los contrafuertes calcáreos de los bordes de la región, elladispone de muy vastas extensiones -superiores a 500 ha. comomedia y con frecuencia a 1.000 ha.- enteramente incultas. EIsistema, fundado esencialmence en la ganadería de ovinos ycaprinos, proporcionaba hasta entonces buenos resultados a lospropietarios absentistas, ciudadanos de fortuna, nobles o bur-gueses.

Pues bien, unos tras los otros, los terratenientes abandonanla explotación. Pero, a diferencia de la desafección campesinadictada por un sentimiento confuso de impotencia, la decisiónresulta aquí. como fruto de rigurosos cálculos de rentabilidad. Lagran explotación pastoril no es ya viable: los capitales inmovili-zados en la empresa son retirados, desplazados hacia inversionesmás productivas, hacia otras explotaciones, a veces, que estosgrandes propietazios poseen en otras partes, en regiones másférciles. La ganadería en los mediocres pastos. de la Serranía noproporciona más que un modesto producto, mientras que el des-plazamiento permanenre de los rebaños impone una numerosamano de obra: varios pascores permanentes, ayudas temporalesy un administrador. El muy escaso nivel de los salarios permi-tía únicamente antaño sustanciales beneficios: la elevación rá-pida de las retribuciones convierte hoy al fenómeno en caduco.

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Veamos el caso de esta vasta propiedad de 1.290hectáreas, situada en las tierrasaltas del municipio deParauta. Pertenece a una rica familia de Ronda.

Totalmente inculta, alimenta un ganado de 540ovejas y de 490 cabras a las cuales hay que añadir unpequeño rebaño de 22 vacas indígenas (retintas). Lacarga ganadera es escasa -una UG por 4 a 5 haaproximadamente-, y la producción mediocre: ca-bras y ovejas producen menos de un cabrito o de uncordero por año (0,6 a 0,7 como media) y las pérdi-das superan en general el 10^.

En contrapartida, la mano de obra resulta necesa-riamente numerosa: un administrador y tres pastorespermanentes, a los cuales se suman varios asistentesen la época del corderaje. _

El balance contable para 1974 se establece de lamanera siguiente:

Producto bruto (ventas): 1.458.200 pesetas.Gastos reales: 1.536.740 pesetas.

(de las que 743.000 son gastadas en mano de obra).Los benéficios aparentes, en un año medio, son

pues desde ahora negativos. Pues bien, si se estimanlos gastos invisibles (renta del suelo: 800.000 pese-tas, interés del capital invertido: 420.000 pesetas), eldéficit aparece entonces considerable, alcanzandoaproximadamente 1.300.000 pesetas.

Los progresos, sin duda, no serían imposibles. La fijación decercados permitiría a la vez una imponante economía de manode obra y una utilización más racional de los pastos. Asociada auna mejora del pastizal mediante la siembra de trébol subterráneo y a una mejor selección del ganado, ella ofrecería resultadosnotablemente más fructíferos que en la actualidad. De hecho, talprincipio de intensificación.es unánimemente rechazado por lospropietarios: las inversiones en tales extensiones serían conside-rables sin _poder asegurar un rendimento equivalente a su colo-cación sin riesgo en capital inmobiliario o incluso en el mercadofinanciero. Los grandes propietarios, extranjeros a la comarca,se desinteresan de su porvenir.

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La evolución de los grandes dominios patoriles es en todaspartes idéntica. Ella combina tres aspectos.

EI abandono de la explotación directa y el fraccionamiento del

domino en unidades familiares confiadas a aparceros representanla solución generalmente adoptada. Consiste en hacer recaeríntegramente el coste de la mano de obra sobre el arrendatario,que no contabiliza sus penas. El ganado inicial percenece porpartes igules al propietario y al aparcero, mientras la ampliacióndel mismo es compartida. Los beneficios resultan finalmentemediocres, tanto para el uno como para el otro. Sobre todo, elsistema está definitivamente paralizado, la tradición extensiva semantiene: el aparcero no dispone de medios que le permitierancualquier tenrativa de mejora. De esta suerte, la ganadería noconoce sino un alivio provisional.

Por otro lado, una parte de los dominios, en las zonas máselevadas, está con frecuencia repoblado mediante el apoyo finan-ciero y técnico de los poderes públicos.

Finalmente, la función de prestigio -la caza menor- per-manece. EI cortijo se . ve entonces ocupado por los dueñosdurante una breve estancia.

La vida rural de las comarcas del Genal está moribunda.^Existen ŝoluciones que permicieran preservar algunos de suselementos modernizados? La vía que ofreciera una agriculturaintensificada escá técnicamente prohibida. La orientación haciauna cría mejorada de ganado menor parece únicamente factible.Ya se ha visto cómo era obstinadamente rechazada por losgrandes propietarios. ^Es ella posible en el marco de la pequeñaexplotación campesina? Ella supondría entonces prácticas alta-mente intensificadas: ganadería porcina «sin suelo», ganado va-cuno lechero, a condición de dotar a la régión de red de reco-gida y de central lechera y, sobre todo, de emprender unaverdadera «revolución forrajera» en los «huertos» abandona-dos. En definitiva, más que la ausencia de infraestructuras y elretraso técnico es la degradación extrema del «capital humano»lo qué representa hoy un obstácitlo insuperable: los brazos fal-tan, la voluntad o la eñergía faltan a una población vieja y

resignada.A1 menos puede contemplarse el mancenimiento de los jó-

venes que crecen aún en la comarca, a. condición de crear

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empleos fuera de la agricultura. Pues bien, Ronda, enclavadaentre sus montañas, constituye un apoyo desfalleciente: las im-plantaciones artesanales e industriales son aquí raras a pesar de laspromesas y de los.estímulos oficiales. Apenas son suficientespara proporcionar trabajo a la población urbana.

^EI turismo? La belleza de sus montañas, su frescura boscosason, por detrás de la Costa del Sol, bazas indiscutibles. Dehecho, la población no sabría beneficiarse de ellas sino acceso-riamente, a condición de poder ofrecer en alquiler un hábitat,desde ahora espaciosos, para una clientela familiar. La deficien-cia de las infraestructuras elementales -ausencia de agua co-rriente, de electricidad- unida al aislamiento y al escaso podereconómico de una cliencela modesta de fines de semana porparte de las ciudades regionales, hace ilusorios tales proye ŝ tos.

La situación ño tiene salida. La Serranía se convertirá sinduda en el parque natural ya contemplado como el pulmón deuna Costa del Sol saturada, condenada a la caza mayor y a lasexcursiones de algunos ricos turistas, atraídos por el encantó deuna naturaleza salvaje y... desierta.

B) LA ALTA ALPUJARRA: LA CRISISDE LA ALTA MONTAÑA

Algo menos graves, tal vez, pero de naruraleza comparable,las dificultades actuales empujan también a la alta montña a unabandono progresivo. El cuadro de vida es, en su origen, untanto diferente al de las comarcas rondeñas de mediana altitud.El sistema tradicional reposa aquí en la superposición de activi-dades agrícolas concentradas en las vegas pueblerinas, completa-das con la utilización estacional de los cortijillos de montaña, yde una función patoril activa fundada en el agostadero de altaaltirud seguido del descenso hacia la costa durante el invierno.Ganadería y agricultura están en lo esencial radicalmente sepa-radas: el ganadero se ciñe exclusivamente a la administración desus rebaños; el campesino no practica sino una pequeña ganade-ría doméstica muy accesoria.

' No obstante, desde los años 1950, la Alta Alpujarra conoceun destino semejance al de la Serranía de Ronda con la que

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comparte los record.r de despoblación^regional ( pérdidas medias del3% al año).

Se observará, no obstante, que los comportamientos migrato-rios actuales así como los orígenes de la crisis no son del todocomparables.

Las múltiples migraciones temporales que caracterizan a lascomarcas del Genal son aquí excepcionales. La situación está, enel fondo, más contrastada: el abandono es total, definitivo o,para la población restante la vida es más sedentaria (lo que noexcluye movimientos estacionales muy activos, hacia Franciasobre todo, y a veces hacia los nuevos perímetros agrícolas de lacosta de Almería).

El proceso inicial de la crisis no resulta tampoco de unéncadenamiento idéntico al que se ha descrito en la Serranía. Sinduda el desequilibrio de la vida rural se ha visto agravadobrutalmente con la desaparición brusca de actividades comple-mentarias que sostenían útilmente a la agricultura (cese de lasmigraciones para la recolección hacia las llanuras de Guadixentre 1950 y 1960; terminación de las canteras hidroeléctricas;cierre de las minas que empleaban a centenares de obrerostemporales en Cástaras, Busquístar, Soportújar, etc...). Uncierto número de jornaleros o de muy pequeños campesinos sehan visto así obligados al éxodo. Pero, a diferencia de la Serraníade Ronda, la ausencia de interdependencia funcional entre arte-sanado, agricultura y ganadería no permite invocar la lógica delderrumbamiento de un sistema de elementos estrechamentesolidarios. Las diversas ramas de actividades han sufrido deforma relativamente autónoma crisis paralelas en respuesta a lasesperanzas comunes del éxodo rural que, al privarles de brazos,las ha desorganizado al mismo tiempo. ^

1. El declive paralelo de la ganadería de montaña y del pequeñocultivo de vega ha roto el mecanismo de la vida rural tradicional.

No queda hoy de todo ello sino el reflejo desfigurado queexpresa una fórmula híbrida de supervivencia. La organizaciónrigurosa que, en el espacio comunal como en la sociedad pue-blerina, separaba agricultura y ganadería se ha desagregado defi-nitivamente. El sistema de la Alta Alpujarra ha perdido delmismo modo su especificidad.

La decadencia del pequeño cultivo campesino confirma de

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entrada la pobreza de un sistema incapaz de emanciparse de losmarcos demasiado estrechos del microfundismo y de aumentarsensiblemente los recursos irrisorios de la explotación familiar.La dimensión de las tenencias es, en vísperas de la ruptura de losaños 1950, notablemente constante y notoriamente insuficiente:1,5 ha (5 obradas) de vega, en la mayoría de los casos, a lascuales conviene añadir 1 a 2 ha de campos de montaña alrededordel cortijillo de altitud.

A pesar del perfeccionamiento relativo del policultivo ali-mentario, adquirido al coste de un trabajo abrumador, los resul-tados permanecen irrisorios. La doble recolección de las tierrasregadas -trigo de invierno, maíz de verano y hortalizas- in-cluso completada con la producción de patatas del cortijillo yalgunas cabezas de ganado menor consiguen apenas alimentar ala familia.

En las partes occidentales de la montaña más próximas a lascarreteras de la costa o de Granada, el desarrollo de las produc-ciones comerciales y la última intensificación de las fórmulas devega no mejoran sensiblemente la situación: el auge de la ventade judías verdes permite la obtención de una tercera cosecha,sistemáticamente plantada entre las líneas del trigo. Así aumen-tados, los recursos resultan aún muy reducidos en tan minúscu-las explotaciones, la buena dirección de las cuales supone, sinembargo, un enorme desgaste de trabajo manual, aumentado dePascuas a Todos los Santos con las idas y venidas incesantesentre el pueblo y e1_ cortijillo de montaña. No es posible apenasobtener más ni trabajar más duramente: el sistema está blo-queado.

EI éxodo rural, impedido hasta entonces por la ausencia deposibilidades de salida, va a ser liberado a partir de 1950 por laatracción de las regiones industriales. La enorme ola de estaemigración de pobreza va a trastornar bruscamente la faz de lasociedad agrícola.

Capileira, al pie del Mulhacén, pierde en 20 añosunos 800 habitantes, de una población de 1.737personas en 1950. Las condiciones de la vida rural seencuentran con ello radicalmente modificadas, a do-ble cítulo:

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- La desaparición de los 3/4 aproximadamentede la población activa masculina reduce considera-blemente las posibilidades del aprovechamiento.Hemos podido enumerar, en el solo decenio de1960-70, 171 partidas de los 320 hombres activosen 1960.

- EI abandono de las explotaciones constituyeun fenómeno también impresionante. Una vez desa-pazecidos los jornaleros, por otra parte minoritariosen la sociedad tradicional, las familias campesinashan consrituido él grueso de los efectivos de la emi-gración: 73?/o de las salidas en el decenio 1960-70.Resulta de ello una liberación considerable de lastierras agrícolas.

Menos hombres sobre mucho más espacio: situación nuevaque permitiría esperar por fin una solución al problema micro-fundista y, en resumen, una reorganización decisiva del sistematradicional. En realidad se constata, por el ŝontrazio, una degra-dación indiscutible de las actividades agrícolas.

La reducción masiva del territorio cultivado confrontada conél aumento sorprendentemente moderado de la dimensión delas tenencias, siempre insuficiente, aporta una primera pruebade la impotencia del pequeño cultivo actual. El abandono haafectado primeramente a las tierras mazginales, las más ingratas ymás duras para laborar. El secano está totalmente marginado.Igualmente los campos de montaña, a cuatro o cinco horas demarcha del pueblo, quedan enteramente desafectados. En amboscasos, la evolución resulta lógica.

Más sorprendente es la depresión que se manifiesta en lasvegas pueblerinas, en las tierras de cultivo permanente, regu-larmente regadas. Pues bien, en todas partes, en Capileira, Pitreso Trevélez, el retraso agrícola es considerable: la mitad del.cuelo,cor3o media, no e.r laborado aquí, dejado como erial o en unsemiabandono. La población restante queda demasiado dismi-nuida para poder revalorizaz el espacio liberado por las familiasemigradas. Hecho significativo, el alquiler de estas tierras, tre-mendamence disputadas hasta entonces, se hunde hasta valoresinsignificantes que permiten apenas pagaz los impuestos y los

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derechos de agua: calculado hasta 1960 sobre la base de 8fanegas de trigo por obrada ( la fanega equivale a un volumen de55 litros de grano. La obrada representa en la Alta Alpujarra33,3 áreas), no proporciona hoy más que 2 fanegas/obrada.

Sin embargo, las explotaciones todavía vivas no se beneficianapenas de esta oferta de tierra. Sin duda su superficie media seha duplicado: ella alcanza hoy día 10 obradas ( 3 ha)) frente a 5antaño. Pero ellas permanecen, sin embargo, limitadas a unadimensión que les confina todavía en el nivel de microfundiosnotoriamente insuficientes. La paradoja no es más que aparente.Impedido por la pendiente a la utilización de máquinas -noexiste ningún tractor ni motocultor en la Alta Alpujarra-, elagricultor no puede cultivar más que lo que la energía familiar, aveces reducida por la emigración, le permite: el umbral de las 10obradas parece difícilmente franqueable. EI bloqueo técnicoaparece finalmente más riguroso que el bloqueo fundiario.

Lejos de compensar la insuficiencia de la dimensión de estenuevo microfundio con fórmulas más intensivas, la evolución delsistema de cultivo marca, por el contrario, una evidente degra-dación. Los términos, impuestos por los límites rigurosos delclima, no han cambiado. Sólo han variado sus proporcionesrespectivas en detrimento de los productos alimenticios, enbeneficio de los cultivos para la venta. En la parte occidental dela montaña, la de más fácil acceso, el policultivo poco a poco seespecializa: los cereales se reducen, las patatas de presentacióndefectuosa, desdeñadas por el comercio no son producida ŝ yamás que para el consumo doméstico. En definiciva, el sistema secentra cada vez más estrechamente en la producción de judíasverdes para semilla -la variedad indígena mocha- completadacon el cultivo estival del maíz. EI trigo, cada vez más, debereducirse al rango de cabeza de alternativa irremplazable, man-tenido gracias a un resto de prudencia alimentaria y, sobre todo,por falta de cultivos de sustitución durante el invierno. Se es-tima que hoy, la mitad al menos, los 2/3 frecuentemente, de lasrentas de la explotación campesina provienen de la venta de lasj ud ías.

Semejante evolución podría hacernos creer en un verdaderoprogreso de la economía agrícola de montaña muy alejado delfracaso completo del policultivo de las comarcas del Genal. Ello

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no es cierto. De hecho, el sistema alpujarreño acrual no tra-duce ninguna mejora con relación a la fórmula tradicional sinomás bien un empeoramiento técnico, una mayor fragilidad eco-nómica y, finalmente, resultados tan mediocres. La especializa-ción del policultivo con fines alimentarios de antaño no es, en elfondo, sino el signo de uñ empobrecimiento del sistema tradi-cional por abandono de algunos de sus términos. La mejorprueba de ello es que el retroceso de los cereales o de las patatasno ha sido realmente cubierto con la expansión de los nuevoscultivos clave. Estos últimos más bien hacen el papel de produc-ciones residuales cada vez más extensivas: en resumen, la explo-tación produce, sin duda, menos que antes. La alternativa; anivel de la parcela, se ha empobrecido considerablemente con ladesaparición general de la plantación conjunta. Por falta detiempo o por simple preocupación por la simplificación, elcampo no obtiene al año más que una sola cosecha, trigo, judíaso maíz. Los rendimientos se ven con ello considerablementedisminuidos. La insuficiencia de los cuidados aportados a loscultivos opera también en el mismo sentido y atestigua un ciertodesinterés. La ausencia de selección de semillas, la reutilizaciónpor medidas de economía de los granos de la cosecha anterior,conducen a una degeneración muy perjudicial, a una baja pro-gresiva de los rendimientos y de la calidad. La subutilización delos abonos, la de los herbicidas, en tanto que el arranque demalas hierbas manual es cada vez más olvidado, se añaden aún ala mediocridad de los resultados que, según los técnicos locales,podrían fácilmente ser aumentados en una mitad al precio demayores cuidados. El sistema se ha extensificado indiscutible-mente.

Más especializada, la fórmula se ha convertido también enmás frágil y sus resultados más aleatorios. De hecho, las cotiza-ciones de la judía para semilla no cesan de degradarse. La salidaprincipal, por no decir exclusiva, es la de la nueva honiculturalitoral. Aparentemente prometedora, esta salida tiende, por elcontrario, a reducirse progresivamente mientras que la calidadde la producción hortícola se afina para poder satisfacer a lasexigencias de la exportación. La judía «mocha» se ve poco apoco reemplazada por variedades mejor apreciadas en el extran-jero, pero demasiado frágiles para poder ser cultivadas en la

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montaña. Las pocas tencacivas de susticuciones practicadas en laAlta Alpujarra han sido saldadas con resultados catascróficos. Lainsuficiencia de las prácticas culturales, de los tracamientos sobrecodo, no son sin duda ajenas a este fracaso inquietante para elporvenir. La desafección por una agricultura que, en definitiva,se revela impocente para enconcrar su equilibrio fuera de lafórmula alimentaria de antaño, corre el riesgo de verse asíprecipitada.

Pues, en resumen, la pobreza continúa. EI balance de lasexplotaciones de hoy no es sensiblemente mejor que el de lasminúsculas tenencias cradicionales. Inmovilizada por las técnicasanticuadas que la condenan a limitarse a superficies exiguas einmovilizadas cambién por el clima •en una gama estrecha dealternacivas de cultivo, la agricultura de la Alta Alpujarra está,así como la de las regiones del Genal, condenada al abandono.No subsisten ya más que explotaciones residuales o aquéllasque, al precio de una desafección creciente y deliberada por loscultivos, se asocian con un sector de ganadería que se ha conver-tido en preponderante.

La ganadería ovina ha registrado, sin embargo, un decliveespectacular. EI ganado, concentrado sobre todo en los munici-pios más altos, Capileira, Bérchules, Trevélez, estaba estimadoen más de 20.000 cabezas en los años 1950 (2). Es actualmente,con mucho, inferior a 10.000, reducido como media al 1/4 desus efectivos de ancaño. EI abandono de los pastos de alticud, delos agostaderos comunales más elevados sobre todo, consagraesta decadencia: desde 1961, la adjudicación anual de los pastosmunicipales de Capileira no ha atraído a ninguna candidatura ono ha provocado sino ofertas irrisorias venidas de ganaderosajenos al pueblo. Las Montañas han sido dejadas de lado 0parcialmente colonizadas por rebaños venidos de las zonas bajas,de la región de Dalías en particular. Como la Serranía de Ronda,la Alta Alpujarra abandona pues la pieza más específica delsistema montañés, el monte pascoril.

Sin embargo, a pesar de su declive, la ganadería conserva unpapel que, en función del desmoronamienco agrícola, resulca

(2> Consejo económico-sincial de Granada, Ponencrar y conclu.rioner, 1964,

Ponencia «Alpujarras», Granada, 1964.

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relativamente más importante que en otras épocas. De hecho, hacambiado radicalmente de naturaleza y no es ya ponadora de lamisma significación social.

El gran ganadero-erpeciali,rta que monopolizaba todas las acti-vidades pastoriles en el sistema tradicional ha de,rapamcido com-pletamente hoy. Poco numerosos, los propietarios de corderosdisponían de rebaños importantés del orden de las 1.000 cabezasque se limitaban a administrar desde el pueblo. EI sistema repo-saba integralmente en el empleo de pastores asalariados, contra-tados para la custodia de las manadas, reducidas a 70 cabezas deganado. Cada ganadero utilizaba pues una decena de empleadosal menos, muchos más si se cuentan los jóvenes ayudantes de lospastores. La fórmula de la hatería que garantizaba una muymodesta remuneración de la mano de obra permitía únicamenteel buen funcionamiento del sistema: el contrato se limitaba esen-cialmence a proporcionar la alimentación del pastor así como unamodesta cantidad de dinero de bolsillo y a autorizarle a criaralgunas ovejas a su propia cuenta (3). Los últimos contratos dehatería fueron establecidos en los años 1970. Con ellos, la granganadería tradicional desapareció definitivamente: los jóvenesrehúsan la ruda vida errante del pastor y prefieren emigrar. Losúltimos solicitantes no consentían en comprometerse sino con lagarantía de un salario en numerario que les asegurase una rentacomparable a la de la emigración. El ganadero profesional resultadesde ahora incapaz de soportar las cargas de una mano de obradispendiosa que no puede compensar el producto de una activi-dad pastoril extensiva. La crisis de la ganadería especializadatradicional responde exactamente a la de los grandes dominiospastoriles de la Serranía de Ronda: las razones para ello sonidénticás y las «soluciones» comparables.

Como en la Serranía, la gran ganadería con a.calariado.r .re ha

(3) Ejemplo de un contraro de hatería en Capileira. La retribución mensualdel pastor se descompone como sigue:a) 1,5 fanega de trigo

0,5 fanega de maíz

1,5 celemines de judías

5 litros de aceire.

b) Derecho de criar por su cuenta 15 ovejas y 2 cabras.

c) Sueldo de 300 pesetas.

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vi.cto hoy relevada por una pequeña ganadería familiar el únicocapaz de evitar el recurso ruinoso a la mano de obra exterior.Por el contrario, las modalidades del fenómeno no son semejan-tes a las que prevalecen en la Serranía, más rentables para losnuevos ganaderos. Desprovistos de grandes propiedades fundia-rias, los grandes empresazios ganaderos no han tenido aquí elrecurso a la aparcería y su desapazición es total. La actividadpastoril resulta, desde ahora, privativa de pequeños explotantesautónomos salidos de dos categorías profesionales:

- Los antiguos pastores asalariados promovidos al rango deganaderos-propietarios, de los cuales algunos se adjuntan me-diante alquiler una tenencia agrícola en la vega.

- Los campesinos cuya insuficiencia de rentas procedentesdel cultivo les induce a intentar la experiencia de la ganadería.

EI declive paralelo de cada una de estas dos grandes activida-des tradicionales, hasta entonces rigurosamente independientes,desemboca pues en su fusión a nivel de la pequeña explotaciónfamiliaz: fenómeno de un alcance considerable puesto que ponefin a la separación económica y social que representaba de hechola base específica del sistema montañés en la Alta Alpujarra. Lavida rural reposa, desde ahora, sobre estructuras homogéneasdefinidas por el pequeño policultor-ganadero cotalmente extran-jero a la tradición. La faz de las actividades pastoriles se encuen-tra con ello considerablemente transformada.

El fraccionamiento de lo.r rebaño.r es la mazca más visible deello, al tiempo que la multiplicación del número de ganaderos.Los rebaños actuales no comportan más que un centenar deovejas, es decir 10 veces menos que antaño. El incremento de sunúmero -hoy hay 2 a 3 veces más propietazios de ovejas queen otras épocas- no compensa, sin embargo, la reducción delos efectivos unitarios y el conjunto del censo ganadero seencuentra por ello enormemente disminuido.

Capileira abrigaba en los años 1950 una decenade grandes ganaderos que, reunidos, poseían cercade 12.000 cabezas de ganado. Se cuenta hoy (en1972) 21 rebaños pero que totalizan menos de 3.000ovejas: dos de entre ellos solamente alcanzan o supe-ran las 200 cabezas (280 y 200) y cinco se sitúan

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entre 150 y 200 ovejas. Los otros rebaños -los 2/3del total que representan más de la micad del ganadomunicipal- no disponen sino de 70 a 150 cabezas.

Las prácticas pastoriles igualmente han cámbiado mucho: seconscata en todas partes un acortamiento notable de lo.r radios detra.rhumancia que confina a veces con el abandono puro y simplede los desplazamientos escacionales. Los rebaños hoy se alejancada vez menos de los pueblos y permanecen a veces una granparce del año en las vegas, de donde antaño estaban rigurosa-mente excluidos. La razón de ello es clara. Se explica, de en-trada, por la modificación del escaruto del ganadero, con fre-cuencia campesino hoy, el cual para satisfacer a sus obligacionesagrícolas difícilmente puede alejarse de las cierras de cultivo.Procede igualmente de la depresión agrícola y pastoril que liberavastos espacios: la reducción masiva del ŝanado permite satisfa-cerse con pastos de baja altirud, mientras que el erial queconquista a las vegas proporciona cambién nuevos pastos a lasmismas puertas del pueblo.

La trashumancia estival hacia los pascos de altura está cadavez más degradada. Se dejan de lado cada vez más completa-.mente los pastos municipales de alta altirud, cedidos a rarosrebaños exógenos. Se limita, de hecho, a ocupar el estadioinferior. de la montaña, el estadio agropastoril de los cortijillosdónde el abandono de los cultivos estacionales próporcionabuenos pascos regables. Sucede cada vez más que se entra alganado cada tarde en el pueblo: la costumbre se generaliza enalgunos pueblos donde codos los rebaños descienden durante lanoche a la vega (Pítres).

La trashumancia inversa hacia la «costa» se conserva mejor,en general, a pesar de su coste elevado: transporte por camionescada yez más habitual, alquiler de terreno de pastoreo y sobretodo compras indispensables de alimencos complemencarioscomo consecuencia de la mediocricidad de los pastos. Arrojadoshacia las Ilanuras conquistadas a los nuevos cultivos (campos deDalias, de Cazchuma), los rebaños deben hoy contentarse conlas tierras secas y con la escasa hierba de los almendrales de lasladeras. La práctica, sin embargo, permanece viva. Es que du-rante el invierno, el campesino-ganadero está menos.ocupado

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con el uabajo de los campos y puede más fácilmente abandonarel pueblo. Sobre todo, el frío es riguroso al nivel de las más altasvegas y, en ausencia de estabulación, ello impone siempre eldesplazamiento de los rebaños hacia regiones más clementes.

En Capileira, los 9/10 de los rebaños se dirigenen el invierno hacia «la costa». La mayoría de ellosvan a las laderas del interior próximo a Motril y aAlmuñécar, más raramente a las bajas pendientes dela Contraviesa. Por el contrario, 2 ganaderos se limi-tan a un breve desplazamiento por el territorio ve-cino de Orgiva, en el valle del Guadalfeo, a algunashoras del pueblo. Dos rebaños finalmente soportanuna migración más lejana, uno hacia Adra, en laprovincia de Almería, el otro hacia Vélez-Málaga.

^ Se observará sin embargo -tendencia significa-tiva- que 3 manadas no participan en la trashuman-cia invernal y permanecen en .la vega.

De hecho, el «descenso hacia la costa» no es más general nisistemático. Incluso en los más altos municipios, en Capileira, enBérchules, en Trevélez, la trashumancia inversa está para mu-chos ganaderos regulada por el mayor o menor rigor del in-vierno: si el tiempo lo permite, el espacio disponible en la vegaevita recurrir a costosos desplazamientos. La cendencia es mássensible aún en los pueblos de menor altitud: en Pítres, lamayoría de los rebaños renuncian de ahora en adelante a latrashumancia invernal. Acá y allá, se siente Ilegar el momento enque poco a poco los desplazamientos estacionales, reducidos ennúmero y eñ distancia, hacia la montaña o hacia la costa, desapa-recerán totalmente para concentrar a los rebaños en las vegaspueblerinas o en sus inmediaciones. EI desvanecimiento progre-sivo de las tradiciones pastoriles subraya de hecho la amplitudde una depresión agrícola que abandona sus mejores tierras auna ganadería en vías de sedentarización.

Convertida en preponderante dentro de una economía cam-pesina, esta nueva ganadería no ha conocido, sin embargo, enabsoluto progresos técnicos muy sensibles. El marco exiguo dela explotación familiar np ha desembocado en absoluco en forzarla intensificación. La limitación de los desplazamientos, la coha-

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bitación cada vez más habitual de la ganadería y de los cultivosen las mismas tierra y en el seno de las mismas explotaciones noha suscitado en absoluto una real integración, una verdaderacomplementaridad de ambas actividades. Estas continúan yuxta-puestas. La ganadería permanece extensiva, escasamente menosmediocre que antaño.

I:os rendimientos han mejorado poco. EI doble corderajesigue siendo excépcional o, en el mejor de los casos, no tienelugar más que un año de cada dos. Este estancamiento es menosimputable, sin duda, a deficiencias en la selección que a insufi-ciencias en la alimentación. En efecto, la oveja local -la mán-chega cruzada de merino o de sevillana-, rústica y fuene,constituye un ganado bien adaptado a la región. Por el contrario,la alimentación permanece esencialmente natural: pastos delmonte y yermoŝ terrenos baldíos de las vegas. La compra parsi-moniosa de alimentos del ganado constituye la única novedad.Utilizada para la activación de los corderos y a veces para com-pletar la alimentación de las ovejas madres, este recurso, áunquelimitado, permite no obstante desplazar el período de partoshacia el corazón del invierno, en una época en que la insuficien-cia de los pastos lo prohibía totalmente hasta ahora. EI beneficioresulta notable puesto que permite la venta del corderó engor-dado durante la época invernal en que las cotizaciones soñ lasmás elevadas.

En otras partes,.la producción apenas ha progresado. Laventa de los corderos lechales entre dos y tres meses ha susti-iuido a la cría de animales tradicionálmente engordados hastalos seis o siete meses. Los precios así obtenidos son neta-mente superiores pero el rendimiento en carne relativamencemás escaso: el cordero vivo no pesa más que 16 a 17 kilos, apesar del recurso a alimentos comerciales. I.ós rendimientos enleche y la producción de queso permanecen mediocres y acceso-rios. En resumen, la ganadería oviná és hoy, en el marco de lapequeña explotación, tan extensiva como lo era antaño en elsistema de los grandes rebaños. Sus resultados son, a pesar detodo, muy superiores a los del cultivo y explican su importanciacreciente. Aparece finalmente como un paliativo a la crisis agrí-cola, pero, por falta de renovación, no puede pretender consti-tuir una verdadera solución.

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Se observa bien el defecto del sistema actual: se contentacon amalgamar dos tipos de actividades, con beneficios medio-cres, cuya suma no conduce a ningún.progreso decisivo. De estaforma, la pequeña explotación «mixta» parece tan seguramentecondenada como lo han estado, por, separado, la ganadería y laagricultura. La única vía de salvación para la pequeña empresafamiliar es su orientación hacia una ganadería intensiva que sólopuede promover una «revolución forrajera» deliberada. Estaúltima es, por otra parce, posible sin grandes dificultades: laproducción de yerba podría reemplazar a cosechas tradicionalesde mediocres beneficios o extenderse sobre los terrenos incultostan numerosos de las vegas, ofreciéndoles el medio de aligerarnotablemente los trabajos del agricultor, que renunciaría así a lospesados trabajos del cultivo hortícola. La tendencia ya sensible arenunciar a las largas trashumancias ofrece, cada vez más, unatransición orientada hacia una ganadería que se sedentarizaríasobre los cultivos forrajeros de las vegas. Estos últimos no son,por otra parte, toralmente desconocidos. La mezcla de alfalfa-veza- cebada llamada «alcárcel» es sembrada a veces; a muypequeña escala, en beneficio de algunos animales domésticos:produce tres o cuatro cortes anuales de buena calidad.

Pues bien, paradójicamente, nadie parece tomar conciencia

de las ventajas y de la necesidad de una «revolución forrajera».

Sin duda, este curioso comportamiento resulta fruto de la menta-

lidad ligada al estatuto de los nuevos ganaderos. Para los usos,

campesinos de tradición, la renuncia a los cultivos «ricos» de la

vega no es apenas concebible: una orientación forrajera sería

sentida como un retroceso técnico. Para los otros, antiguos pas-

tores, la ganadería no puede ser sino pastoril... De hecho, se

tocan aquí razones esenciales que perpetúan la crisis y hacen, sin

duda, ilusoria toda renovación: el peso formidable de la rutina, la

rareza de las iniciativas son pruebas de un empobrecimiento

continuo del potencial humano, envejecido y resignado, en el

fondo, a la degradación progresiva de la economía de montaña.

2. Sin embargo, si bien el siscema tradicional parece defini-tivamente condenado, la .cituación no re.rulta en ab.roluto tan de.ce.r-

perada como en la Serranía de Ronda. Los hombres quedan aquímás disponibles, menos alejados de las actividades locales por lasmigraciones temporales sistemáticas. EI marco agrario ofrece

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también mejores posibilidades: tierras regadas, pastos mejor sur-tidos... Tampoco la renuncia es tan absoluta como en la Serranía:según los lugares, tímidas tentativas de esfuerzos se hacen hoypor abrir nuevas perspectivas a la economía de montaña. Signosdiscretos, pero estimulantes de los cuales queda por calcular susoportunidades de éxito.

a) IQ aparición de nuevo.r tipo.r de ganadería es sin duda elfenómeno capital cuyo éxito condiciona el porvenir regional.

La ganadería bovina, por la amplitud que ha adquirido ya enciertos pueblos, en Trevélez y Bérchules sobre todo, debe si-tuarse en el primer rango entre las tentativas de transformaciónde la economía de montaña. Reducida otras veces al manteni-miento de algunos animales de trabajo, tiende en algunos muni-cipios elevados a suplantar a los ovinos tanto como a la agricul-tura de vega: en Trevélez como en Bérchules, donde la cabañasobrepasa el millar de cabezas, representa ya una verdaderaruptura con la tradición. En realidad, si bien la volutad decambio es muy loable, permanece no obstante limitada: losresultados actuales dejan mal augurar el éxito de la empresa. Laexperiencia peca también, en efecto, tanto por su marco econó-mico como por su concepción técnica. Ella parece, ral cual,gravemente inadaptada a los medios del ambiente local.

Se define de entrada por las dimensiones harto reducidas delos rebaños, en el contexto de la pequeña explotación familiar.La inmensa mayoría de ellos cuenta con menos de 10 cabezas, 5a 6 solamente en los casos más frecuentes. Son muy raros los«grandes». ganaderos que disponen de más de 20 cabezas deganado. Se debe constatar aun que en esta eventualidad, elganado es -en todo o en parte- manejado en régimen de aparce-ría: salvo 1a frácción de ganado suministrada al principio por elpropietario, que permanece enteramente en su posesión, el restodel ganado producido de una expansión igualmente compartidaentre las partes es, de hecho, la suma de dos rebaños diferentes.Los medios limitados de que disponen.estos pequéños campesi-nos-ganaderos les impiden constituir una ganadería de enverga-dura suficiente, que presupondría de entrada grandes inversio-nes.

No obstante, los peligros más graves afectan sobre todo a losvalles y las cuencas, más densamente ocupados. Los estragos

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causados por las inundaciones so q tristemente célebres, arrui-nando 'en algunas horas terrenos énteros enterrados bajo losescombros, provocando cambios de lechos en las llanuras y enlos deltas, comportando también la muerte de decenas de vícti-mas. Los excesos de la rambla de Albuñol se repiten así regu-larmence: el 30 de septiembre de 1969, lluvias torrencialescaídas sobre la Contraviesa (80 mm en 30 minutos) provocaronla crecida repentina cuyo frente, de una altura de 20 metros,arruinó todo a su paso; menos de cinco años más tarde, el 19 deoctubre de 1973, verdaderas trombas de agua devascaron laRábita, en la desembocadura del río, destrozaron los cultivos ymataron a más de 30 personas, mientras la ruta costera quedócubierta, a lo largo de varios kilómetros, por los desprendimien-tos de tierra.

Los ríos más grandes, con su curso inferior elevado sin cesarpor un aluvión superexcitado, tienden a dominar rápidamente elnivel de la Ilanura. Se desbordan entonces, inundando las vegasvecina^, y destrozando las tierras más expuestas: los excesos delGuadalmedina, cuya crecida de 1907 está todavía en la mente delos que la vivieron, son temidos en Málaga; las destruccionesrepetidas del Guadalfeo en la Ilanura de Motril fueron asesinas alo largó del pasado siglo y las del Río Adra, en 1910, arruinarona un gran número de agricul^ores.

Estas pequeñas ganaderías son, además, muy poco producti-vas. Mientras parece que debierán imponerse métodos intensi-vos que aspirasen por sus altos rendimientos a compensar lainsuficiencia de su dimensión, son, por el contrario, las técnicasmás extensivas, de una especie de «ranching» a escala micro-fundista, las que prevalecen uniformemente. De hecho, la gana-dería bovina se inspira exactamente en el sistema pastoril envigoi hasta ahora para los ovinos. EI rebaño de vacas -las rubiasindígenas, extraordinariamente rústicas por fortuna- ha susti-tuido simplemente al rebaño de corderos. Se ven aún, a veces,ovinos y bovinos, mezclados en la misma ganadería, sufrir lasmismas peregrinaciones y utilizar los mismos pastos áridos. Lafórmula habitual -la que prevalece en Trevélez notablemente-reposa únicamente en la utilización de los terrenos de tránsito.Ignora la estabulación y se encuentra por consiguiente regida ^por las leyes de una doble trashumancia estacional idéntica a la^

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que practicaban los ovinos. El verano es el período de subida alos pastos, pastos privados del estadio inferior primeramente,pastos comunales de elevada altitud después. El invierno obli-

ga a desplazamientos muy largos, al no ofrecer las regiones bajasde la vecindad ninguna posibilidad paza el apacentamiento del ga-nado mayor: los rebaños son conducidos, al término de unamarcha agotadora de tres semanas, a las tierras de tránsito de laSierra Morena, ia más de 100 Km, al norte de las provincias deJaén o Córdoba! El paso de los pastos estivales a los lejanospastos de invierno se hace directamente, sin tregua notable en elpueblo: la parada no dura más que el tiempo necesario para lainstalación de las jóvenes crías incapaces de resistir a las fatigasde la trashumancia.

Se imaginan fácilmente los inconvenientes de tal fórmula. AIenorme desgaste de energía infligido al ganado, cuyo peso sehunde literalmente en el curso de los desplazamientos, se añadesobre todo la notoria deficiencia de una alimentación natural demediocre calidad. Los pastos herbáceos de altitud no son enrealidad sino pastos pobres para las ovejas, erizados de aulagas,muy pobres en vegetales nutritivos. Los pastos de la SierraMorena no son mucho mejores, degradados por la carga exage-rada que impone la preocupación excesivamente ahorrativa delos arrendatarios. Tampoco los resultados son mucho más satis-factorios: el aumento de la cabaña es lento, el rendimiento encarne muy escaso. Los becerros vendidos a finales del veranopesan apenas 400 Kg en vivo a la edad de 18 meses. Los másflacos son conservados un año suplementario: precisa q entoncescerca de tres años para alcanzar el peso límite de los 400 kilo ŝ .Las novillas, por su parte, son criadas sistemáticamente paraasegurar la renovación del rebaño.

Algunas mejoras aparecen tímidamente en otras partes, enBérchules especialmente, donde el ganadero ha permanecidomás bien campesino, ligado al cultivo de las judías. Tales mejo-ras no son decisivas. La novedad se refiere esencialmente alabandono de la agotadora y costosa migración invernal hacia laSierra Morena. Pero, con excepción de las fatigas así ahorradas,el ganado no gana apenas con esta estancia en el pueblo. Laestabulación, en estos habitats exiguos donde nada estaba con-cebido con este fin, se realiza en condiciones lamentables. Los

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animales son amontonados en reductos oscuros de donde salenúnicamente para pacer los eriales o la hierba rasa de los bordesde los caminos. Constituye, de hecho, un largo período desubalimentación crónica donde, por falta de reservas forrajeras,el heno aparece como un alimento razo reservado sólo a algunascrías. La alimentación de complemento se reduce en realidad aalgunos subproductos de los cultivos: algo de paja o las ramassecas de las judías.

En estas condiciones, los ensayos de mejora del ganado estánabocados a pobres resultados. El cruzamiento de la «rubia» localcon la «parda de los Alpes» permite obtener una mejor confor-mación de los animales, sin que aumente sensiblemente su rapi-dez de crecimiento ni su rendimiento en cazne. Por falta dealimentación suficiente, los reproductores importados de Suizaresisten difícilmente al régimen sufrido por las razas indígenas:pierden en un año la mitad de su peso inicial, haciendo dudar delo bien fundada de su costosa adquisición...

Basada en los pobres pastos naturales, concebida en el marcode explotaciones demasiado pequeñas que son incapaces desostener convenientemente, la ganadería bovina pastoril se re-vela en definitiva totalmente inadaptada a las comarcas y a loshombres de la Alpujarra. Símbolo de una indiscutible voluntadde cambio, se revela incapaz, en el fondo, de adoptar los mediosadecuados a su ambición: no demuestra ningún progreso enrelación con el sistema ovino tradicional y se revela ademásharto menos adecuada a las condiciones naturales y sociales delmedio local. El hecho de que se desarrolle sobre todo hoy en díaen los pueblos caracterizados como los únicos focos importantesde emigración temporal no es una coincidencia: expresa a la vezel rechazo del abandono definitivo, la preocupación por unatransformación fructífera y la insuficiencia de una «soluciónbovina», que obliga a recurrir al complemento sistemático de losrecursos exteriores.

La ganadería porcina inten.riva, con frecuencia evocada comouna de las soluciones más suceptibles ^de salvar a la pequeñásociedad de montaña, experimenta, de hecho, las mismas dificul-tades. Su desarrollo ^ dispondría sin embargo de atractivos nodespreciables: la reputación del jamón de la Alpujarra llamado«de Trevélez» que hace de él una especie de producto de lujo a

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precios muy elevados. Hasta ahora su producción permanecemodesta y proviene únicamenre de los excedentes de la pequeñaganadería doméstica concebida principalmente para su autocon-sumo.

La aspiración de los servicios oficiales -Exténsión Agraria,principalmente- sería promover una ganadería especializada só-lidamente sostenida por una red de mataderos y de pequeñasindustrias de charcutería, de los que el centro principal se en-contraría en Trevélez. El marca de la microexplotación familiarsupondría una. fórmula fuertemente intensiva de tipo «indus-trial», donde la alimentación del ganado estaría proporcionadapor los productos del cultivo y sobre todo por las compras dealimentos del comercio. La creación y el buen funcionamientode tal ganadería «sin suelo» suscita sin embargo problemasimportantes.

El problema es financiero, de entrada. Se trata, de partida,de costear la construcción de cochiqueras modernas y la adquisi-ción del ganado inicial. Las subvenciones y préstamos de losorganismos oficiales se revelan harto insuficientes para la mayo-ría de los explotantes. Un complemento puede ser encontradogracias a la emigración esracional o temporal que representa unrecurso ya frecuente. De hecho, la solución más inmediata,actualmente practicada por ciertos ganaderos, comporta riesgosconsiderables para el porvenir de la explotación campesina.Consiste en recurrir a la financiación por parte de los industria-les de la alimentación del ganado o de los comerciantes deproductos charcuteros que imponen, como contrapartida, sucontrol sobre la ganadería y se aseguran el monopolio 'del apro-visionamienro de aJimentos fabricados o el de la venta de losanimales engordados. EI explotante se vuelve a encontrar enton-ces en una situación de entera dependencia, donde pierde lomejor de los beneficios de su trabajo y que le reduce a veces alrango de un simple gerente o más bien de un obrero agrícola delas «casas» comerciales o industriales. Son ya numerosos los ca-sos en que el negocianie proporciona los lechoncillos que vieneen seguida a«recolectar» al término del engorde: el ganaderono está más que modestamente interesadó en los beneficios yobriene el equivalente de un mediocre salario. Se encuentra dehecho reducido a la función de peón en su propia explotación.

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^ No hay otra solución, en definitiva, para estos microfundis-tas desprovistós de capitales, desarmados frente a las presionesdel negocio o de la industria, que la de la asociación. Esta últimase impone como un determinante previo a nivel de compra delos productos alimentarios, así como al de venta del ganadodonde el control cooperativo de las industrias de charcuteríaaparece necesario. Tal vía es técnicamente posible y vivamentesolicitada por los organismos oficiales dispuestos a obtener lasayudas financieras indispensables. Se enfrenta con la resistenciaobstinada del campesinado, refractario a toda forma de asocia-ción organizada.

El obstáculo que representan las mentalidades está, una vezmás, en el origen de las principales dificultades. El rechazo de lacooperación no es más que un aspecto de ello. EI apego a lasprácticas pastoriles sigue siendo, en el caso de la ganaderíaporcina así como en el de los bovinos y de los ovinos, la causafundamental de resistencia a un progreso decisivo. Ello explica elpoco éxito obtenido hasta este día por las cochiqueras modernas,aisladas y frágiles.

b) EI turi.rmo cuyos principios se manifiestan tímidamenteabre, finalmente, algunas perspectivas nuevas a la economía demontaña. ^Puede él, en la hipótesis de éxito, representar lafunción no agrícola susceptible de relevar eficazmente las activi-dades agrarias desfallecientes?. '

Las realizaciones actuales son todavía muy discretas. De he-cho, sólo el municipio de Capileira se beneficia de un pequeñodesarrollo turístico. Desde los años 1970, una pequeña clientelafamiliar originaria de la región anima durante dos meses delverano los dos hoteles recientemente establecidos en el pueblo.Unas 60 habitaciones son así ocupadas, a las que es precisoañadir los alquileres de los pisos amueblados, una quincena, quese benefician de préstamos de acondicionamiento según un sis-tema comparable al de los gite.r ruraux franceses. Estas «casas delabranza» aparecen cambién desde hace poco en los pueblosvecinos, en Bubión y Pampaneira, hasta delimitar un embrión

de foco turístico que se extiende al conjunto del valle de Po-queira.

A1 mismo tiempo, ha nacido una modesca función residencialalimentada por algunas familias británicas que viven en Capileira

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la mayor parte del año. La iniciativa procede de la idea intere-sada de un arquitecto inglés de comprar a bajo precio algunasdecenas de casas vaciadas por la emigración para acomodarlas ydespués venderlas a sus comparrioras.

Residenres extranjeros y veraneanres reunidos no constitu-yen hasta ahora una clientela suficiente para pesar sensiblementesobre la economía pueblerina. EI turismo no aporta sino modes-tas rentas de alquileres (4.000 ptas. al mes en 1973), suscitaalgunos empleos hoteleros durante dos meses y ayuda al mante-nimienro de algunos pequeños comercios rurales. EI éxodo ruralque continúa azotando violencamente a la comarca revela laimpotencia de una inrervención turística demasiado modesta.

Los proyectos, por el contrario, son ambiciosos, afectando alconjunto de los municipios elevados de la Sierra Nevada occi-dental, la de más fácil acceso. Tienen en común el ser promovi-dos por sociedades exrranjeras y ser concebidos a ŝna escalagrandiosa. La idea ha nacido de la euforia suscitada por el«boom» turístico español y el empuje formidable de la cercanaCosta del Sol. Se trata de arraer a una clientela internacionalnumerosa que encontrará en la montaña agradables complemen-tos a sus estancias en la costa: la nieve durante el invierno y unafrescura reposante duranre el verano. Existen ya planes defururas escaciones de deportes de invierno en los flancos delMulhacén: «Sierra Nevada-Sur» concebida por una sociedadescandinava, «Sierra Nevada-Sol» propuesta por una compañíaholandesa que prevé incluso la instalación de un ferrocarrildesde la costa y Salobreña. Ya se han emprendido los trabajosde construcción de grandes complejos residenciales a más bajaaltitud, en el nivel inferior de los pastos. En Cáñar, Pitres,Pórtugos, Capileira, varios centenares de hectáreas han sidoadquiridos para edificar parcelaciones asociando hoteles, in-muebles colectivos y pabellones individuales.

^Dejados provisionalmente dormir a causa de la recesiónturística de ios últimos años, verán el día estos grandes proyec-tos? Su concepción, ran estrechamente inspirada por el modelode la Costa del Sol, no permite apenas esperar, en rodo caso,consecuencias más beneficiosas para la región de acogida. Sinduda la Alpujarra occidental podría beneficiarse así de unaoferta de trabajo considerable mientras duren los trabajos de

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construcción: ^se habla de 7.000 empleos necesarios para lapuesta en marcha del proyecto «Sierra Nevada-Sol»! Pero, aligual que en la Costa del Sol, el empuje de la industria de laconstrucción no podrá ser sino efímero y puede temerse aconŝnuación que la población local, desprovista de formación,se quede excluída en Ío esencial de las actividades del f[inciona-miento turísŝco.

Masivo o limitado a una pequeña clientela familiar, el tu-rismo no puede apenas constituir sino una fuente útil de rentascomplementarias. Sería sin duda poco razonable esperar de élmás que un complemento a las actividades rurales. El futuro dela Alta Alpujarra permenece pues ligado ante todo a la moderni-zación de la economía agraria: sus oportunidades parecen gra-vemente comprometidas.

En defiñitiva, incluso si la gama de posibilidades pareceindiscutiblemente más abierta en la Alpujarra, la situación deconjunto de la alta montaña no es apenas diferente en lo esen-cial de la Serranía de Ronda. En uno y otro caso, el aban-dono es hoy el elemento fundamental de lá realidad agríco-la. Unicamente varían los comportamientos: el campesino dela Serranía se ha resignado enteramente a la crisis, el de laAlpujarra intenta por el concrario resistirse a ella, no teniendoéxito más que en una lucha a ciegas, en forma desordenada. Ladivergencia de las tentativas de un pueblo y otro revela en elfondo el desarreglo de un campesinado impotente para concebiruna solución eficaz a sus dificultades: los pueblos occidentalesalimentan la ilusión de un «milagro» turís ŝco, los de la Alpuja-rra central se orientan hacia la ganadería bovina, los del este,finalmente, por encima de Ugíjar,. se abandonan a una ruinatotal donde ya ha desaparecido el cultivo y una actividad pastorilhasta entonces considerable (4).

(4) A propósi[o de la ruina económica de la Alpujarra Alta orien[al se

no[arán las insuficiencias par[iculares que cas[igan a aquellas comarcas: Menos

al[ura y sequía más acusada prohíben [oda po ĉ ibilidad de criar ganado bovino,mientras el aislamien[o, [an[o a par[ir de Almería como de Granada paraliza [odo

in[en[o de especialización agrícola.La ganadería ovina, fundamen[al an[año, se encuen[ra hoy en vía de aban-

dono. Ia región de Ugíjar que criaba 30.000 ovejas (rebaños locales y[rashu-

manres), no represen[a hoy sino dos manadas [o[alizando 300 ovejas, más 3.000

Sranshumantes procedentes de Almería.

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II. LAS LADERAS Y LA CRISIS DE LOSMONOCULTIVOS VITICOLAS

Los sistemas especulativos de las laderas, no más que lafórmulas alimentarias de las montañas, tampoco se han salvadode la crisis. Las dificultades alcanzan tanto a los viejos viñedosde las tierras secas -la Axarquía, la Contraviesa- como a la másreciente viticultura regada del Andárax.

La crisis, no obstante, no parece aquí tan violenta como en lamontaña. La despoblación desde hace 20 años es notable, delorden del 10 al 25%, sin alcanzar la intensidad que vacía a lasregiones montañosas. Ella no es, por otra parte, muy sensiblesino a partir de los años 1960. Sin embargo, desde entonces, eléxodo rural se amplifica, traduciendo la agravación del movi-miento de abandono y la precipitación del declive agrícola.

Las razones iniciales de la ruptura son, de hecho, muy dife-rentes de las que han provocado la ruína de los sistemas alimen-tarios de montaña. La crisis, en las laderas, se revela sieinpre através de la.r dificultade.r comerciale.r:, ellas manifiesta primera-mente la decadencia de e.rpeculacione.r envejecida.r. La depreciaciónde los productos del viñedo desequilibra cada vez más grave-mente la vida rural de zonas enteras basadas en el monocultivo.

A partir de causas específicas, la crisis obedece enronces a lamisma lógica que en la montaña y evoluciona hacia un desenlaceidéntico. Como los sistemas alimentarios de altitud, los mono-cultivos de las laderas son irremplazables y están condenados amorir por las mismas deficiencias sin remedio:

- La pobreza natural, la de los suelos sobre todo, imponelímites rigurosos a una mejora del sistema. En verdad, prohibeprácticamente toda sustitución de cultivos y condena a la regióna la viña o a producciones de menos interés.

- La pobreza social, la de un campesinado microfundista,añade un segundo inconveniente, no menos insuperable, quehace más sensibles todavía las dificultades, y más manifiesta laimpotencia. ^

A) LA DECADENCIA DEL VIÑEDO DE MALAGA

En realidad, la decadencia es antigua. Desde la filoxera, elgran viñedo de Málaga ha perdido definitivamente su lustre deantaño y renunciado a la prosperidad (ver primera parte,

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capítulo IV). La reconstrucción muy incompleta se reduce a uncuarto de las superficies anteriormente consagradas a la viña.Ella se acompaña de una modificación capital del asiento delviñedo que deja de lado poco a poco las partes occidentales delos Montes de Málaga para centrarse cada vez más exclusiva-mente en las laderas de Vélez (fig. 12). Este desplazamientogeográfico comporta una transformación esencial en la gamatradicional de las producciones: el vino, especulación sobre todo

FIG. 12. LA CONTRACCION RECIENTE DELVIICTEDO DE MALAGA

^e30 •••p ^^ ^•+EL VIÑEDO ^RECONSTRL'1D0^ HACIA 19 . M,e

Melye

Ter.e^

IMPORTANCIA RELATIVA DELA V(NA r^/c Juperficie rultiradar:

^ > s/3 .

® ^^a . z^.

SL'PERFICIE 1^177COLA POR MUNIClPIO^ ps+ ^h

> 1500 hectáreas

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reservada a los Montes, no juega sino un papel accesorio, la uvapasa, vieja especialidad de la región de Vélez, se impone por elcontrario como la única producción importante. Estos cambiosno llevan si embargo a una renovación decisiva: la economíavitícola permanece languideciente.

1. EI malestar, latente desde principios del siglo, setransforma hoy en crisis abierta

a) Laa dificultade^ re refieren prinzeranrente a lo^ azare^- del conzerciode exportación, principal exutorio de la producción de «pa-sas».

A lo largo de la primera mitad del siglo, losmercados exteriores no cesan de reducirse y, desdeantes de 1950 la situación se ve ya gravemenre com-prometida. Los accidentes de la historia -PrimeraGuerra Mundial, Gran Crisis de 1929, Guerra Ci-vil- son de hecho otros tantos pretextos para quelos clientes más tradicionales se alejen del viñedo deMálaga. Los compradores más fieles de la Europa delnoroeste -Inglaterra en primer lugar- dirigen suspreferencias a la uva de Corinto y a las sultaninas deEsmirna. Grecia y Turquía aumentan masivamente suproducción hasta competir viccoriosamente con losproductos de Málaga: la Gran Bretaña, principal con-sumidora de uvas pasas, no se abastece ya más enAndalucía, sino en un 8% de sus necesidades en1934, en tanto que adquiría aquí más del tercio desus importaciones en 1913. El cierre progresivo delos mercados americanos, al mismo tiempo, no esmenos decisivo. El desarrollo del viñedo californianosuplanta poco a poco a la uva malagueña, no sola-menre en los Estados Unidos, sino bien pronto tam-bién en América Latina. El cese brutal de las impor-taciones americanas'én 1931 consagra bajo la excusacircunstancial de la Gran Crisis, una larga degrada-ción: el viñedo de Málaga ha perdido sus salidas al

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otro lad6 del Atlántico y sus mejores clientes euro-peos. Estancada después de la filoxera, la producciónse desfonda; el viñedo se reduce y desaparece enton-ces de las zonás óccidentaleŝ de la provincia (Hoyade Málaga, Mijas, Montes Qc ĉidentales) (5). La Gúe-rra Civil culmina la crisis (fig. 12).

Los^años de posguerra representan, no obstanté,una récuperación sensiblé. Se i•eplantan sobre todoentre 1950 y 1960 unas 4.500 hectáreás, hasta vol-ver a recuperar una s ‚pe^cie vitícola idéntica a lade antes de la crisis. Las ayudas ofciales que fiñanciaentonces las nuevas plantaciones contribuyen nota-blementé a esta renovación. De hecho, a pesar de larecuperación de los intercambios internacionales, losmercadós exteriores no se ábren apenas. EI viñedode Málága deberá de ahorá en adelante re ŝignarse ano exportar más que uria parte relativamente mb-desia e irregular de su producción: ha cesado de serun gran viñedo de exportaĉión para replegarse sobieun mercado nacional de menor interés.

Tal es lá situación actúal.

Las expediciones hacia el extranjero no representan más quela mitad de las ventas más o menos: del 40 al 60% según losaños. Las salidas tradicionales -América y Europa del noroeste-no han podido ser sino parcialmente reconquistadas, y son hoyen día los países de la Europa oriental los que cienden a afir-marse como sus mejores clientes. La URSS notablemente seimpone desde hace algunos años en , el primer rango de loscompradores. EI mercado socialista proporciona pues un relevooportuno para la colocación de las pasas, privadas de lo mejor desu clientela occidental. La sustitución resulta, no obstante, muyimperfecta. Se observará primeramence que élla no permite

(5) Véase Fostér, A.: La región de la pasa malagueña. E.rtudio.r geográfrcor,

1950, XI.EI aucor nos eñseña, por ejemplo, que en Fuengirola, donde se vendían

anualmente 80.000 ĉajaz de pasaz, todas las viñas fueron arrancadas en aquel

momento. Luego, en la posguerra, laz nuevas plantaciones afectaron solamente a

las zonas vecinas de Vélez.

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absorber sino una fracción muy insuficiente de la producción.

Pues bien, nada permite esperar un crecimiento espectacular de

las compras por parte de países en donde el consumo de alimen-

tos de lujo no es alentado apenas. Está claro igualmente que la

nueva estructura del comercio exterior de las paŝas sufre de una

diversificación demasiado estrecha e impone una dependencia

demasiado grande frente a un número reducido de compradores

con una fidelidad aleatoria y cuyo interés actual no ha podido

ser captado sino al precio de sacrificos consentidos sobre las

cotizaciones de venta. La nueva orientación del negocio hacia el

extranjero no es, pues, ni muy satisfactoria para el presente, ni

muy prometedora para el provenir. La crisis de las exportaciones

no está en absoluto conjurada.

El mercado interior juega pues, desde ahora, un papel consi-derable. Desde hace un cuarto de siglo su impórtancia no hacesado de crecer con la elevación progresiva del nivel de vidanacional y los progresos de la urbañización. Feliz paliativo a lacontracción de las compras exteriores, no contituye a pesar detodo sino un remedio insuficiente. Se le reprocha sobre todo elno permitir en absoluto una valorización de la uva equivalente ala que ofrecen las ventas exteriores: las posibilidades de absor-ción de productos de lujo permanecen aún siendo limitadas y, sibien España consume una buena parte de las pasas de primeraelección, son sobre todo las uvas de calidad media las queencuentran en el interior su mejor salida. La capacidad delmercado interior permanece por otra parte modesta en estedominio, incomparablemente más débil que para la uva fresca.Es por ello que una parte importante de la vendimia normal-mente destinada al secado es, de hecho, vendida bajo la formade uva fresca: esta última puede representar hasta la mitad de lacosecha total, en los años en que la exportación se anunciadifícil. Se mide bien con este fenómeno la significación delmercado nacional: éste interviene sobre todo como un elementocompensador de los desfallecimientos del comercio exterior,extendiéndose o reduciéndose en función de las tendencias co-yunturales de la exportación, orientando al mismo tiempo lanaturaleza de la producción, fresca o pasificada en cantidadesvariables según los años. Normalmente reducido al papel de«volante de seguridad» en períodos difíciles, de salida comple-

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mentaria a las ventas extranjeras en tiempos normales, el mer-cado interior no se ha transformado en un tecurso esencial ypermanente sino en razón a la carencia crónica de los comprado-res internacionales. El no ofrece de hecho soluciones satisfacto-ria a la crisis comercial que sufre la economía de las pasas. Elpróblema sigue siendo el de una «subvalorización» de los pro-ductos del viñedo, directamente ligada a la degradación de lasventas en el extranjero.

La impotencia notoria de la viticultura malagueña para re-conquistar'_una clientela exterior suficiente es pues la causa másaparente de sus dificultades. Ella resulta tanto, de la inadaptaciónde la producción al gusto de los consumidores -británicos prin-cipalmente- como de la falca de dinamismo de los exportadoresregionales.

El apego a la moscatel -uva con pepitas- contribuye desdehace ya mucho tiempo a colocar a la pasa de Málaga en posiciónde inferioridad en los mercados extranjeros: poco a poco depre-ciada, ella juega desde ahora un papel de especulación pasada demoda. La rutina o la falta de clarividencia de los viticultores sonsin duda responsables. En realidad, la dependencia total delproductor frente al comerciante, dueño absoluto de las cotiza-ciones y de la información, obliga a hacer caer sobre el negociola mayor parte de las responsabilidades. No puede dejar desorprender el inmovilismo de los exportadores, su desinterésaparente por mejorar una situación difícil: la ausencia de tentati-vas serias para modificar la producción hacia formas más compe-titivas y la mediocridad de los esfuerzos de prospección de losmercados aparecen como las carencias más manifiestas de unapolítica comercial de abandono. Las razones que explican estaacŝ tud sorprendente de renuncia están de hecho estrechamenteligadas a la estructura propia del negocio.

La mediocre envergadura de las casas de exportación, consi-derablemente debilitadas después de la filoxera, explica por unaparte la ineficacia de sus intervenciones en los grandes mercadosinternacionales. La crisis comercial sería debida a la impotenciade un negocio demasiado desmenuzado, demasiado débil pararesistir ai acceso de concurrentes más sólidos y mejor organiza-dos. Es esta, con seguridad, una razón decisiva de las dificultadespersistentes que encuentran los productos malagueños en los

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mercados extranjeros. Sin embargo, ella no comprender la cu-riosa renuncia de los comerciantes locales, su resignación tran-quila ante una situación ya antigua aceptada sin reacciones.

El inmovilismo del negocio responde, en definitiva, a lanaturaleza de las relaciones tradicionales, incambiadas, entreproductores y comerciantes. Demasiado débiles cara a sus con-currentes, los negociañfes regionales son, por el contrario, to-dopoderosos frente a los pequeños viticultores para quienesrépresentan el único medio de dar salida a su cosecha. Estable-cen asimismo los precios a su conveniencia y se las arreglan conbuenos beneficios, independientemente de la coyuntura comer-cial. De hecho, los negociantes hacen cargar al productor latotalidad de los riesgos del mercado y le hacen sufrir el costointegral de la depreciación de las ventas. Aún más la insuficien-cia de las salidas les permite jugar cón una atmósfera de super-producción, entreteniendo el espectro de la malá venta quedesanima toda veleidad de protesta por parte de los producto-res. Posición fácil y fructífera que no incita de ninguna forma abuscar una mejora hipotética del sistema de exportación y quehace inútil toda tentativa "de cambio. La ausencia de solidari-dad entre vinateros y comérciantes y la suliordinación dema-siado absoluta de los primeros a los segundos representa endefinitiva la razón profunda de una crisis comercial donde elnegocio ha podido durante mucho tiempo satisfacerse sin ries-gos. Para perpetuarse, tal sistema debe, no obstante, aseguraruna remuneración mínima al productor, permitirle vivir de suexplotación. La agravación reciente de la crisis no ofrece sinodefícilmente los medios de satisfacer a esta condición elementaly pone de ahóra en adelante en peligro la existencia misma delpequeño viticultor. Privado de suministros, el negocio, víctimade la imprevisión de su política egoísta, corre el riesgo, a largoplazo, de verse embarcado en la ruina de la economía vitícola.

EI envilecinúento relativo de las cotizaciones a la producciónes el resultado lógico del mecanismo que acaba de ser descrito.Tras un largo período de estancamiento en que el alza del preciode la uva compensa bien que mal el aumento modesto del costode la vida y de los salarios, la situación se degrada bruscamente apartir de los años 1960: las cotizaciones de la pasa se elevan muylentamenŝe y después se estabilizan, en momentos en que él

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desarrollo económico nacional provoca una inflación creciente.E1 cuadro que figura a continuación compara el ritmo de depre-ciación de la moneda y la evolución de l.as cotizaciones de la uvapasa. Subraya claramente el hundimiento catastrófico de las re-muneraciones del viticultor.

Bace [00 en /960 /ndrre de depreriarrón lndire de evalurión de

de !a pereta tot precior a ta

(jueute: INEI • producrrón de !a uva para

1960 . ............... 100 100 (200)

1966 ................ 168 140 (280)

1972 ................ 225 175 (350)

1974 ................ 307 150 (300)

(Las cifras enrre parénresis indican el precio medio real de la caja de 10 kilos

de uvas pasas de grimera calidad.)

En quince año.r, la pa.ra ha perdido alrededor de la mitad de .ruvalor. Se pueden medir las consecuencias dramáticas de tal fe-nómeno en un sistema condenado al monocultivo: la vid se veliteralmente conducida a la ruína por la degradación precipitadade las condiciones comerciales.

b) La crisis comercial es, con seguridad, el motor inmediatode la crisis vitícola. Pero no es, en realidad, su razón profunda.El hundimiento de los precios no hace sino precipitar una evolu-ción imparable, revela con brutalidad la.r tara.r fundamentale.r deun ,ri.rtema de ladera.r inadaptable a las condiciones de la economíamoderna y amplifica la imagen de sus deficiencias internas. Sonestas últimas las que condenan al viñedo, independientementede la coyuntura comercial. Volvemos a encontrar, de hecho, elmodelo cáracterístico que rige en todas partes la evolución irre-versible del pequeño cultivo de vertientes.

EI microfundio aparece primeramente como uno de los tér-minos decerminantes de la crisis. La tenencia vicícola no superalas 5 heccáreas en el 90% de los casos y no da cuenta sino deuna muy modesta producción. Sólo una buena valorización de lauva le permi ŝía alcanzar un equilibrio económico frágil. Lareducción considerable de los precios de la pasa no asegura ya, anivel de explotación, sino ingresos irrisorios incapaces de satis-facer a las necesidades de la familia y cubrir los gastos del

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cultivo. Las dificultades comerciales ponen cruelmente en evi-dencia la insuficiencia de las estructuras sociales. Estas últimas,sin embargo, no hacen sino agravar los efectos de la crisis,volviéndola aún más insoportable aunque sin contituir su verda-dera causa.

El sistema de producción entraña en sí mismo su propiacondena, viéndose paralizado en sus marcos tradicionales, total-mente ineficaces hoy en día.

La viticultura malagueña es demasiado poco intensiva. Elrer.dimiento medio no excede apenas de los 12 quintales de uvafresca por ha o sea 400 kilos de pasas. La debilidad de los^resultados no es, sin embargo, imputable a los métodos decultivo: los cuidados son asegurados correctamente, los trata-mientos y la fertilización parecen suficientes, la viña plantada orejuvenecida tras la recuperación de los años 1950 no sufre sinoexcepcionalmente de vejez. La producción por cepa -del ordende 500 gramos como media- se revela, por otra parte, muyhonorable. En definitiva, la mediocridad de los rendimientosresulta sobre todo de la escasa densidad de las plantaciones queinpone la sequía y la pobreza del suelo. El obstáculo resultainsuperable: las deficiencias naturales no estimulan la intensifi-cación.

La viticultura. de las laderas es sobre todo, dema.riado pocoproductiva. Integralmente manual, requiere gastos considerablesde trabajo, unos 140 días/ha, estrechámente concentrados, porotra parte, en dos períodos punta a los que separan largos mesesde actividad reducida. La cava con azada y con laya representaalrededor de 55 jornadas de trabajo; la vendimia, el secado, laclasificación y el embalaje -operacicnes esencialmente femeni-nas- movilizan unos 60 días/ha. Este trabajo desmesurado se ve,por lo tanto, muy mal remunerado por unos rendimientos mo-destos. De.masiado irregularmente repartido a lo largo deltiempo, él se adapta mal a la mano de obra familiar, subem-pleada una parte del año pero insuficiente en los momentos .desobrecarga, siempre que la explotación supere 1 ó 2 ha. Puesbien, en estos pueblos que se vacían, la ayuda mu^ua se revelacada vez más difícil. EI recurso a la mano de obra asalariada seimpone desde ahora más imperativamente aún que antaño: unaexplotación de 5 ha debe hoy apelar al recurso de los obreros

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agrícolas, a razón de 80 a 100 jornadas por año, repartidas apartes iguales entre los hombres para la vendimia, y las muje-res para la clasificación-embalaje (las pasas son clasificadas en8 categorías de calidades diferentes). Tal situación se torna inso-portable mientras qúe, frente al envilecimiento de los precios ala producción, el nivel de los salarios ha conocido un alza muyrápida que, en el curso del último quinquenio se tradu ŝe por laduplicación o la triplicación del coste de la mano de obra (6).Pues bien, por falta de posibilidades de mecanización, los gastosde trabajo son incomprensibles en el sistema actual: las locaspendientes del viñedo prohiben el empleo de máquinas, de lamisma manera que la gran gama de categorías, de la uva y lanecesidad del secado en racimos hacen ilusoria la utilización deaparatos mecánicos. En definitiva, el sistema está rigurosamente«bloqueado» en su estado técnico actual, del que la depreciacióncomercial reciente hace manifiestas sus insuficiencias fundamen-tales: una intensidad mediocre y una pruductividad irrisoria queno aportan más que resultados miserables.

Los balances económicos establecidos desde hace una decenade años traducen la degradaŝión rápida de las rentas reales delviticultor y su insigne mediocridad actual: en pesetas corrrientes,el beneficio anual de una ha de viña se establece, como media,alrededor de 6.000 pts. en 1966, de 4.000 en 1972, de ± 2.200en 1974 (7). Pues^ bien, se . trata aquí de cálculos que utilizan

(6) EI sueldo masculino para la vendimia pasó de 125 a 300-350 pesetasdiazias, entre 1966 y 1972. Durante el mismo tiempo, el sueldo femenino se

incrementó de 10 a 20 pesetas por caja (clasificación; embalaje).(7) Balance económico para 1 ha de viña para pasas e la Axarquia (1974):

Rendimrento Rendimieuto Prerio medio GaJtoJ deuva jnna parar (raja/ por raja Rmta bruta produccióa BeneĉiriaJ

kg ' de 10 kgl pta.r. ptar. ptaJ. pta.r.

(A) 1.300 43,3 180 7.800 t0.000 - 2.200B) t.200 40 300 12.000 10.000 + 2.200

(A) Cálculo efectuado por el Consejo económico-sindical de la provincia de

Mála^-zona Este para una viña deteriorada, no produciendo más que pasas de

mala calidad, poco remuneradas.(B) Cálculo efectuado a partir de numerosa‚ observacionés. Traduce una

realidad más frecuente

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únicamente la cuantía de los gastos efectivos y que no contabiliel trabajo del viticultor ni los gastos generales tales como laamortización de la viña, los impuestos, etc. La conclusión esevidente. La economía de la uva pasa no solamente se sitúa fuerade todo concepto de rentabilidad sino que ni siquiera es suscep-tible de asumir el mantenimiento de las familias campesinas.

2. A través del viñedo, es la agricultura de las laderas laque está finalmente condenada

La viña era de hecho el mejor, incluso el único, medio deutilizar estos vertientes pelados, estos suelos secos y flacos deuna gran pobreza. La extrema mediocridad de las condicionesnaturales prohibe toda posibilidad de sustitución cultural quepermitiría remediar las causas de la crisis actual. Las vías de laracionalización del trabajo como la de la intensificación estánigualmente cerradas. La economía de las laderas se encuentrahoy en un callejón sin salida.

a) . La reorientación de la producción vitícola podría aparecercomo una de las raras salidas a la crisis actual. Conservando laviña ella ofrecería dos ventajas considerables: el mantenimientodel cultivo mejor adaptado sin duda al medio físico y al saberhacer de los campesinos y la ausencia de los trastornos costososque comportaría una transformación más radical.

EI problema parece simple: se trata de renunciar a la pasifi-cación de la uva que eleva demesuradamente los costes de manode obra, en beneficio de una especulación -vino o uva fresca-capaz de aportar una remuneración súficiente a las pequeñasexplotaciones. Se apuesta de esta manera sobre una baja sensiblede los gastos de producción, al mismo tiempo que sobre unamejor valorización del producto.

La producción de uva fre.rca permitiría reducir los costes almínimo. La desaparición de la pasificación podría por sí soladisminuir en aproximadamente la mitad los gastos de mano deobra; las cargas de vinificación que impondría la segunda solu-ción están ellas mismas excluidas. Por el conuario, las dificultadescomerciales son importantes y sin duda difícilmente superables,como lo sugieren las experiencias ya intentadas en este sentido.

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La venta de uva fresca es, en efecto, practicada actualmentepor un buen número de viticultóres, sobre todo por los devertientes de baja ahitud (Algarrobo, Benamargosa, etc.). Loslímites de tal fórmula aparecen muy pronco: las explotacionesque producen uva fresca no pueden nunca liberarse completa-mente de las ventas de pasas. Sólo los racimos más precozmentemadurados, desde finales de julio, son comercializados enfresco. La razón de ello es simple: desde principios de agosto, lasaportaciones que llegan de la mayor parte de las grandes regio-nes vitícolas atascan los mercados y provocan una baja espec-tacular de los precios. Desde entonces, el viticultor tiene interésen orientarse hacia el secado, al asegurarle la pasa, a pesar detodo, utia mejor remuneración. Por otra parte, incluso en julio,la colocación de la uva en fresco no está exenta de riesgos cuyarealidad se hace cada vez más evidente: la especialización cre-ciente de los grandes viñedos hacia una producción de primor,adaptada a los gustos de la clientela, provoca una concurrenciacada vez más dura y una baja progresiva de las cotizaciones: trasun período de aumento regular, el precio a la producción demoscatel Málaga el precio sufre desde 1970 una caída espectacu-lar. ^

Es preciso admitir, por consiguiente, la necesidad de unreemplazamiento integral del viñedo actual por cepas más pre-coces. Técnicamente varias variedades están disponibles, de laque ]a más interesante parece ser la «Cardinal», ya cultivada en laregión de Estepona. Su maduración notablemente precoz per-mite producir desde finales de junio, es decir, tres semanas o unmes antes que las vendimias normales. Su rendimiento, final-mente, es sensiblemente superior al de la moscatel.

La realización de tal proyecto de encepado parece, por elcontrario, difícilmente practicable. En esta comarca exagŝe,donde la mayoría de los viticultores están condenados fracaso, elel coste de las plantaciones (estimado en 10 ó 15 1 pesetas/ha.)supone inversiones insoportables. La necesidad de esperar variosaños a la entrada en producción de las nuevas viñas suscitaigualmente un problema imposible de resolver por un campesi-nado totalmente desprovisto de reservas monetarias. De hecho,las plantaciones de nuevas viñas para uva fresca son extremada-mente raras: ellas se dan sobre todo, entre agricultores q ŝe se

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beneficiar. de notables recursos exteriores o que disponEn prin-cipalmente de huertos en los valles bajos. El corazón de lasladeras y del viñedo no está afectado y sin duda no lo estaránunca.

La vinificación no ofrece mejores perspectivas. Ella promete,en relación con la fórmula actual, las mismas ventajas (reduccióndel trabajo) y se enfrenta, en definitiva, con los mismos obstácu-los infranqueables que la producción de uva en fresco. EI pro-blema inicial es también el de la salida del vino.

La ventá a las grandes bodegas de Málaga que, para la elabo-ración de los vinos de postre, se aprovisionan a precios baratosen las grandes bodegas de la Mancha, no parece abrir posibilida-des interesantes. Los precios así obtenidos por los vinateros

serían sin duda demasiado bajos para poder esperar rentabilizarsus pequeñas explotaciones.

La fabricación local de un vino dulce natural, el «Moscatel»,podría, por el contrario, constituír una salida más beneficiosa. Elconsumo regional, y en especial el de las zonas turísticas, parececapaz de absorber fácilmente una producción cuyo volúmenmáximo permanecería modesto. Las dificultades se manifiestanentonces a dos niveles:

- La vinificación, primeramente, suscita serios problemas.En este viñedo donde la fabricación del vino no está dentro de latradición, las instalaciones brillan por su ausencia tanto como lascompetencias técnicas. Un aprendizaje sería sin duda necesarió.Sobre todo, la construcción de locales, y la compra del materialsupondría inversiones importantes.

- La organización de las ventas debe igualmente ser conce-bida de forma que se conserve por parte de los productores lamejor parte de los beneficios. Deben pues asegurarse ellosmismos la comercialización de su vino presentado en su formamás elaborada.

De hecho, sólo una fórmula cooperativa a escala municipal oplurimunicipal podría responder a estas exigencias y permite lafinanciación de las instalaciones y la constitución de una red deventas. La experiencia ha sido ya intentada, a pequeña escala,por. un puñado de vinateros de Cómpeta: convenientementepresentado, el vino de Cómpeta, vendido en el pueblo y en loscomercios de la estación turística de Torre del Mar, procuraba

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así rentas honorables. La tentativa, sin embargo, ha resultadocorta; a pesar de sus resultados positivos, la cooperativa hadebido cerrar al cabo de algunos años por no haber conseguidola adhesión de nuevos viticultores y especialmente de los másjóvenes. Este fracaso resulta significativo del desánimo generaldel pequeño campesinado, mientras que ofrecía una soluciónrelaŝvamente económica en la medida en que no imponía elremplazamiento de las viñas. Pero, en el fondo, la resignaciónes lógica: .traduce la impotencia lúcida de la viticultura de lasladeras por superar sus carencias fundamentales. De hecho, losmejores resultados obtenidos a parcir de la vinificación o de laproducción de uva fresca no aportan sino mejoras poco impor-tantes, sin resolver los problemas esenciales de un sistema con-frontado a limitaciones infranqueables.

- La . de la extrema debilidad de los rendimientos que lamediocridad de los suelos no permite aumentar sensiblemente yque, en el marco del microfundio, no garantizan sino una pro-ducción muy insuficiente.

- La de las exigencias desmesuradas del trabajo manual enuna comarca donde las pendientés vertiginosas se resisten atoda mecanización. ^

En definitiva, las laderas no pueden escapar ni a las técnicastradicionales ni a la gama restringida de especulaciones arbusti-vas menos exigentes. Sin otra salida que el monocultivo vitícola,escán destinadas, al abandono por su pobreza natural.

b) La.r potibilidade.r de au.rtitución cultural son inexistencesfuera de la arboricultura seca más extensiva. Sólo el almendro, elmás rústico de los frutales mediterráneos, es bienvenido en estaspendientes ingratas. Fruc ŝfica.reclamando el mínimo de cuida-dos y proporciona una cosecha fácil a colocar en un mercadodeficitar^o. Se desarrolla rápidamente desde hace algunos años.

Con todo, el almendro resulta incapaz de tomar eficazmenteel relevo de la economía vitícola. Ciertamenté menos costoso aobtener, su producción es igualmente inferior a la de la viña ydemasiado modesta, en todo caso, para permitir vivir de él a laspequeñas explotaciones. Marca la evolución hacia fórmulas demenor intensidad, económicas en trabajo, financieramente justi-ficables a nivel de grandes plancaciones, pero incompa ŝbles conel microfundio. En definitiva, su éxito rela ŝvo no hace sino

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traducir aquí una marcha de abandono: al liberar al campesinode las tareas más exigentes, el almendro le ofrece al medio deorientarse hacia otras actividades. La explotación se queda en-tonces reducida a una función de agricultura-recolección.

El progreso del cultivo del almendro es, por otra parte,desigual. Un cierto número de pueblos -los más elevados sobretodo, los más alejados de los empleos de las comarcas bajas-desprecian esta falsa solución: la viña entonces cede anre losterrenos yermos. Para ciertos responsables agrícolas desencanta-dos, no hay otro porvenir que la repoblación de pinos.

3. El viñedo desde ahora está en abandono.

EI retroceso de las actividades vitícolas se precipita con elpaso de los años. Desprovista de interés económico, la viña esabandonada o, en el mejor de los casos, se queda reducida a unafunción marginal en el marco de explotaciones residuales. Parael viticulror privado de re ŝursos suficientes, no hay, en efecto,sino dos soluciones posibles, que ambas, provocan una desafec-ción más o menos completa por la vitucultura:

- EI abandono total consagrado por el éxodo definitivo. Re-sulta de aquí una contracción rápida del espacio cultivado que seve progresivamente conquistado por el erial. El proceso resultadesigualmente avanzado según los lugares: triunfa frecuente-mente en las márgenes de la región, en los municipios más bajosdonde desaparecen las últimas viñas, permanece más discreto enel corazón de las laderas, donde el erial, sin embargo, se vavolviendo más audaz progresivamente, hasta ganar terrreno enlos lugares inmediatos a los pueblos.

- EI abandono parcial, que consiste en mantener en pro-ducción la viña al precio de los trabajos más indispensables, perorenunciando a las tareas más exigentes: cierto número de planta-ciones no son ya lirnpiadas, viéndose invadidas por la hierba,algunas incluso no son sino irregularmente podadas. Cada añomás numerosas, estas explotaciones residuales no ocupan másque accesoriamente a sus tirulares, presionados por la necesidadde marcharse a obtener en otra parte los recursos necesarios parasostener la economía familiar. Explotaciones a tiempo parcial de

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migrantes estacionales o pendulares, ellas caracterizan, final-mente, una viticultura asistida, sin realidad propia, una viticul-tura en suspenso.

Su supervivencia actual no depende, en el fondo, más que dela insuficiencia de las actividades de sustitución que la garanti-zan, a pesar de todo, una cierta función de seguro y, por falta dealgo mejor, un alivio incierto. Se constata, en efecto, que cadavez que los recursos exteriores adquieren una regularidad y unvolúmen suficientes, la viña conoce entonces un abandonó fre-cuentemente definitivo. También la situación del viñedo varía,sobre todo, desde ahora, en función de las posibilidades, muydesiguales según los sitios, de encontrarle actividades de sustitu-ción. Es en consideración a este fenómeno decisivo como con-viene trazar un balance de la viticultura actual marcada porcontrastes locales cada vez más evidentes.

Lo.r Monter de Málaga propiamente dichos, es decir la mitadoccidental de la región pizarrosa que se extiende de la SierraAlmíjara a la Hoya de Málaga, se encuentran hoy totalméntemarginados. A lo largo de millarés de ha. se observa hoy unpaisaje de eriales o de pinares donde sólo algunos muretes enruinas, algunos olivares olvidados bajo las coníferas, álgunáscepas ennegracidad recuerdan todavía su antigua vocación agrí-cola. Olías, Totalán, incluso Almojía y Casabermeja, convertidosen pueblos-dormitorios, no conservan más que algunas decenasde ha. de viña. EI municipio de Málaga, que en 1930 poseíaaún 4.500 ha. de viñedo, no cuenta ya más que con '107 enlos años 60, finalmente abandonadas en el curso del decenio si-guiente. '

Lo.r Monte.r de Vélez representan en efecto el último bastiónvitícola, unas 10.000 ha de viña repartidas sobre una veintena demunicipios. Es que, aquí, los pueblos están situados en el cora-zón mismo de las laderas y no disponen en general de otrosterrenos que los de los grandes vertientes pizarrosos. Real-mente, en estas condiciones, la resistencia del viñedo es unafatalidad a la cual no se puede escapar. De hecho, parece que elsistema alcanza ahora el límite de su resistencia.

No quedan hoy ya explotaciones realmente vivas. Sin excep-ción, ellas no subsisten ya desde hace una decená de años sinopor el producto de recursos exteriores: raros empleos urbanos

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que el modesto dinamismo de Vélez propone con parsimonia yque la lejanía hace difícilmente practicables con regularidad,trabajos episódicos en las vegas costeras, etc. EI censo agrariode 1972 señala que, según los minicipios, del 70 al 90^ de losjefes de explotación ocupan más de la mitad de su tiempo fuerade su propiedad. Pues bien, esta enumeración no puede teneren cuenta el papel decisivo de las migraciones estacionales leja-nas sobre todo practicadas por los jóvenes: _ en realidad, ellasaportan, al precio de 3 ó 4 meses de trabajo, la mayor parte dela renta anual de cierto número de familias. En todos los casos,la viti ŝultura no participa más que muy accesoriamente en laeconomía local. Esta existencia de hecho, mantenida por mediode artificios inciertos, no podría prolongarse si no estuvierasostenida por la esperanza de una mejora próxima que se revelacada vez más ilusoria. Cansados de esperar vanamente, los viti-cultores de hoy renuncian.

Desde hace algunos años, el declive se precipita a un ritmoque deja presagiar una ruina bien pronto completa. Los jóvenesparten definitivamente, cada vez en mayor número. La viña,mantenida bien que mal en producción hasta aquí, se ve ahoraabandonada en territorios enteros. La evolución es extremada-menre rápida. En 1972 hemos podido estimar cómo sigue elestado del viñedo en tres municipios de la Sierra de Bentómiz(Salares, Sedella y Canillas de Albaida):

- EI 30% de las viñas eran normalmente trabajadas.- El 50% de las superficies estaban parcialmente abando-

nadas. Muchas de ellas no eran cavadas más que un año de cadad os.

- EI 20% de las viñas, finalmente, retornaban a un erialdefinitivo.

De hecho, en el término de unos cinco años solamenre -ladesafección no se ha manifestado sensiblemente sino entre 1965y 1970- los 3/4 del viñedo ya estaban condenados a la desapari-ción.

En Cómpeta, el pueblo próximo, de 1.200 ha. de viña, 300ha. habían cesado de producir en 1971. Pues bien, muchas viñastodavía en producción no eran ya podadas en esta época sino deforma muy irregular y se encontraban condenadas a una degene-

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ración rápida. Dos años más tarde se señalaba que más de 800Ha. han sido abandonadas (8).

En el plazo de cerca de un siglo de existencia difícil, prolon-gado hasta los límites extermos de su resistencia, el viñedo deMálaga acaba por morir, con el abandono brusco, precipitado,de sus últimos reductos.

B) LAS DIFICULTADES DEL VIÑEDO DE LA CONTRAVIESA (9)

En 700 heccáreas, el viñedo de la costa es después del ataque

de la filoxera orientado hacia la producción de vino corriente,sobre todo destinado al mercado regional. La crisis, aquí, resultamás de las carencias irremediables de la producción que deproblemas de comercialización.

Lu mediocridad de la producción procede de la naturaleza muyextensiva del sistema vitícola. La viña produce poco de un vinode calidad discutible. Los rendimientos, muy variables, perma-necen bajos como regla general: una hectárea proporciona de 15a 18 hl de vino solamente, una veintena como excepción.

Las técnicas culturales, integralmente manuales, permanecensin embargo escasamente intensivas y pueden explicar la modes-

tia de los resultados obtenidos. Los cuidados prodigados a laviña son en efecto rápidos, mucho más que en el sistema vitícola

malagueño, unas 40 jornadas por ha. incluida la vendimia. El

abono o el estiércol son distribuidos con extrema parsimonia:

una estercoladura ligera cada cuatro años o, más frecuente-

mente, algunas decenas de kilos de abonos químicos por ha.

Pero, en resumen, parece que el principal responsable de la

escasez de rendimientos es el procedimiento de poda, muy

severo, que no deja subsistir más que un muñón a ras de suelo yuna corta rama portadora de 1 a 3 yemas.

En realidad, tales deficiencias técnicas no son sino aparentesy traducen más bien una prudente adaptación de los procedi-mientos culturales a los estrechos límites de una nacuralezaexcesivamente difícil. El abono masivamente extendido no re-

(8) Jiménez, A. M. Axarquía 1974: Compe[a en la encrucijada;Jabega, 1973,

número 4.(9) García Manrique, E. EI viñedo en la cos[a alpujarreña, Ertudiat geográfi-

ro.^, 1973, núm. 132-133, págs. 501-538.

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sulta de ningún efecto sobre un suelo seco y pobre, que nopuede absorberlo. La poda muy baja constituye la mejor utiliza-ción de una tierra con flacas posibilidades nutritivas: menossevera, tal vez permitiría mejores reñdimieñtos pero reduciríaconsiderablémente la duración de la viña.

La edad avanzada del viñedo se añade aún a su^mediocridadnátural, eñ un medio donde el envéjecimiento de las cepa ŝ eŝrápido. La rareza de las viñas jóvenes en plena producciónreprésenta un testimonio de la desafección de los últimos dece-nios: uñ 5% apenas han sido replantadas en los últimos 15 años.Fiñalmente, las plantaciones más productivas tienen entre 15 y40 años y se remotitan a la época de empuje vitícola de despuésde la guerra: pero ellas ño represeñtan sino el 40% de lassuperficies. EI resto, o sea casi la mitad del viñedo, acusa unaedad comprendida entre los 40 y los 80 años: datan de laréconstrucción tras la filoxera que se prolongó sobre todo elprimer tercio del siglo. La vejez afecta pues a una buena pártede las viñas, agrávando muy notablemente la debililidad de 1'osrendimientos, que caen entonces a 1.500 ó inclu ŝo a 1.000kilogramos de uva por ha.

Poco prolífico, el viñedo dé la Contr`aviesa nó ofrece, porotra parte, garantías suficientes en cuanto a la cálidad de laproducción. La historia agitada de la larga reconstrucción vitícolay la sucesión de arranques y replacitaciones han conducido a unaestupefaciente heterogeneidad del viñedo: a la escala de la par-cela se mezclan muy generalmente 5 ó 6 variedades de cepasdiferentes, de calidades y de edades desemejantes, que llegan asu madurez en épocás distintas. Pues bien, las prácticas vitícolasno tienen en absoluto en cuenra esta coñfusión. La vendimia sehace en una sola vez, indistintamente, todós los racimos mezcla-dos. Se evira la dificultad de recoger la uva todavía verde de lasespecies más tardías, no comeñzando la recolección sino en unafecha muy avanzada del otoño, a finales de octubre o principiosde noviembre, pero se recogen entonces racimos a veces afec-tados por la podredumbre, sobre todo cuando las lluvias seinician precozmente. El retraso sistemático de la vendimia persi-gue, por otra parte, otro fin: permite no emprender la vinifica-ción sino pasados los grandes calores, en una época donde unatemperarura más moderada no corre el riesgo de perturbar la

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fermentación. La fabricación del vino emprendida por los pro-pios viticultores ha permanecido muy arcaica, en efecto, a partirde un utillaje rudimentario y disparatado que se resume en unaprensa a mano y una cuva de castaño. La uva es presionada, contodas las variedades de cepas confundidas. La fermentación esfrecuentemente rápida =un mes apróximadamente-, hasta tresmeses como máximo para los moscos más generosos. Por falta

de locales para su envejecimiento, por otra parte aleatorio, elvino se vende en el año, sin previo crasva ŝe. ^

El resultado, bastante desigual según los lugares y los años,sufre siempre de la mezcla exagerada de cepas, de la desigualmadurez de la uva, de las prácticas rudimentarias de la vinifica-ción. La abundancia del sol le asegura felizmente una ciertagenerosidad que oculca parcialmente sus defectos: el vino, conuna media de 14 a 15 grados de alcohol, un poco menos cuañdoprocede de las viñas más altas, pero has"ta 18 grados para losterrenos inferiores bien éxpuestos. Su aspecto y su gusto revelanpor el concrario sus orígenes bastardos: de un color amarillentomal definido entre el blanco y el rosado, carece generalmente delimpidez, conserva siempre un aspecto atormentado. Su saborsobre todo es bastante incierto y deja con mucha frecuencia unregusto imputable, sin duda, a la vendimia de uvas en vías deputrefacción. Todo esco hace de él un vino original, el «vino dela costa» con la especifidad bien escablecida en lás regionesgranadinas pero que, más allá, corre el riesgo de no sér apenasapreciado.

La comercialización, no obstante, no presenta ningún pro-blema pero, por el contrario, los precios sufren indiscutible-menie de la calidad incierta del producto. La colocación de laproducció^ está asegurada por dos vías diferentes.

La venta directa del viticultor a los decallistas -el despachode bebidas locales o de las regiones inmediatamence ve ĉinas--representa la fórmula aadicional que hoy en día retrocede rápi-damence. Los compradores vienen normalmence a aprovisio-narse en el lugar y ase^ran el transporte eti odres de cuéro deun cotitenido dé 70 a 80 litros. En el curso de los últimos años(1971-1973), los precios obtenidos de esía manera ŝe eŝcable-

cían encre 10 y 15 pesetas el litro.La implantación y el desarrollo reciente de dos grandes bo-

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degas en Albondón (Sociedad Lardón Hermanos y SociedadGranados) han abierto una segunda posibilidad de colocación dela cosecha que tiende hoy a predominar cada vez más neta-mente. Estos grandes negociantes afectan a akededor de unmillar de productores. Ellos compran a veces el vino ya elabo-rado por los pequeños vicicultores que ellos se contentan conredistribuir en el año a los detallistas o a los semimayoristas dela costa hasta Almería, y del interior hasta Granada y Jaén. Ellosadquieren sobre todo la vendimia, comprada en la propia viña siésta es accesible a los camioneŝ o en el lagar en caso contrario.La vinificación industrial permite superaz parcialmente el incon-veniente de la mezcla de las cepas gracias al presionado en gran-des cantidades y a la mezcla ulterior con vinos de la Mancha: ellaproduce así un vino rosado corriente (de unos 12°) de calidadhomogénea, más fácil para encontrarle salida. Unicamente laprimera presión sirve para fabricar un vino amazillo superior,«Flor de Albondón», que obstenta 15° y sufre un envejeci-miento medio de dos años en la bodega. Para los viricultores, laexistencia de estas bodegas modernas ofrece la ventaja indiscu-tible de asegurar una venta fácil de la producción, gracias a unmejor acondicionamiento del vino (embotellaje) y a una redcomercial sólida que extiende el mercado mucho más allá de laclientela local la única accesible a los productores aislados. Lespropone también el medio de aligerar su cazea encargándose delá vinificación: mal utillados, los viticultores renuncian cada vezmás a hacer su propio vino. Es ésce un hecho nuevo, testimoniodel desinterés por la actividad vitícola, que sé reduce desdeahora únicamente a los trabajos indispensables, incluso al preciode una menor valorización de la producción: las bodegas deAlbondón compran la vendímia de 5 a 7 pesetas el kilo (197-1-74), es decir, a una cotización que corresponde a la calidadmuy mezclada de la uva, pero que no autoriza sino una muydébil rentabilidad de la viña.

El balance económico del sistema vitícola actual es, enefecco, muy mediocre. No teniendo en cuenca más que losgastos efectivos, el beneficio real se establece finalmente entre2.500 y 18.000 ptas./ha. según los años y la importancia deltrabajo asalariado. Las rencas de la explotación familiar son, portanco, extremadamente bajas. Mientras que con raras excepcio-

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nes, las explotaciones permanecen inferiores a 5 ha. (en Sorvi-lán,. los 9/10 de ellas tienen menos de 2 ha., ver Primera parte,Capítulo III), la viña hoy no lleva más que la miseria.

La crisis es irremediable por las mismas razones qué llevan a laruina a las laderas de Málaga.

La imposibilidad técnica de una mejora del sistema o de sureemplazamiento resulta, ante todo, de las limitaciones estrechasimpuestas por el medio natural. Un crecimiento sensible de lasrentas procedentes de la viticultura supondría un fuerte au-mento de la producción que, en estas regiones pobres condena-das a fórmulas extensivas, implicaría primeramente un engran-decimiento considerable de la dimensión de las explotaciones, almismo tiempo que un rejuvenecimiento sistemático de la viña.Haría falta por lo menos multiplicar por diez la supe^cie de lastenencias y replantar la mayor parte de forma homogénea. Contodá evidencia, la empresa es irrealizable a partir de los misera-bles medios de que dispone la sociedad microfundista: la tierrahoy no se vende por falta de compradores.

De hecho, incluso con disponibilidades financieras importan-tes, la solución se revelaría caduca: ella tropieza con el obstáculoinsuperable de la mecanización que peimitiría únicamente elmantenimienco racional de vastas superficies. Como en todas lasladeras, las pendientes formidables de una topografía caóticaresultan absolutamente prohibidas a las máquinas.

En definitiva, tal salida está reservadas a algunos casos indi-viduales sin significación a la escala de la Contraviesa: grandespropiedades de 50 a 100 ha, felízmente situadas en el elevadoprimgr pulimento de las vertientes, que .hoy replantan según unmarco compatible con la utilización de tractores (lm/3). Se tratade raros ejemplos -3 ó 4- ilustrados principalmente por lasfamilias negociantes de Albondón.

A escala de la pequeña tenencia campesina, forzada al trabajomanual, la rentabilidad de la viña no estaría asegurada -fuera deun áumento masivo de los rendimientos, que la pobreza pedoló-gica hace totalmence ilusoria- sino por una muy alta valoriza-ción de la uva. Así, la definición de un área de producción devinos de denominación de origen ha podido ser contempladadencro de esta perspectiva. EI proyecto se encuencra de hechocon dificultades insuperables: la de la heterogeneidad de las

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cepas que necesitarían un reencepado sistemático a partir devariedades nobles y en las mejores exposiciones únicamente.Semejante ambición no está a la medida de los pequeños viticul-tores que, por otra parte, no manifiestan ningún interés por taltentativa, juzgada como impracticable.

El abandono es también aquí la única vía contemplada enestos pueblos sin porvenir. Se manifiesta, como en otras partes,en las laderas, en la emigración acelerada, en la supervivenciaincierta de explotaciones residuales sostenidas por recursos ex-tremos.

A1 igual que el viñedo de Málaga, el de la Contraviesaconoce pues una decadencia precipitada. La presencia de lasgrandes bodegas de Albondón y las facilidades comerciales queellas pérmiten sostienen todavía una producción que declinapoco a poco. Los negociantes deben desde ahora aprovisionarseen la Mancha o en el viñedo del Levante (jumilla) por apróxi-madamente la mitad de sus stockr si quieren satisfacer a suclientela. El hecho es significativo. El viñedo de la Contraviesamuere y, con él, la región entera, paralizada por la intransigenciade una naturaleza ingrata.

C) EI: VIÑEDO REGADO DE LAS LADERAS DEL ANDARAX

Puede parecer curioso el colocar a los emparrados del Andá-rax en él grupo de las pobres arboriculturas secas de los vertien-tes. Ellos no parecen encuadrarse allí a no ser por una mismavocación hacia el monocultivo de la viña. Más allá de esteparecido superficial, el sistema del Andárax se revela en elfondo radicalmente diferente de las fórmúlas extensivas de laviticultura de la Contraviesa o de la Axarquía: se:opone a ellaspor su naturaleza intensiva. y la relativa riqueza de una agricul-tuia regada que, a través de la viña, se consagra más a unaproducción frutícola de lujo (la uva tardía) que a una especula-ción vitícola corriente; pertenece, finalmente, desde un puntode vista genético, a una generación mucho más réciente, expan-dida desde hace apenas un siglo, mientras justamente se desva-nécía la prosperidad de los viñedos tradicionales de las ladeiassecas. Hemos retrazado más arriba los prinŝipalés episodios delprogreso de los parrales en el marco general de la expansión

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tardía de las especulaciones regadas de la comarca baja (véasePrimera parte, capítulo IV).

Hoy, sin embazgo, a pesar de su calidad y de sus orígenesdiferentes, el viñedo del Andárax se une a los destinos de lavicicultura decadente de las laderas de Málaga o de la Concra-viesa. La crisis castiga a estas tierras de apaziencia opulenta conla misma dureza que a los mediocres venientes de azboriculturaseca.

1. La crisis de una especulación envejecida

Los avatares comerciales dé la uva de Ohanes no dejan derecordar las dificultades antiguas de la pasa de Málaga: como

estas últimas, están ligados, desde hace más de medio siglo, a losavatares de los mercados de exporcación.

a) EI precio de la dependencia exterior y el fin de la era parralera:

la cri.ri.r de 1920 a 1950

El período eufórico que sucedió a la filoxera Ilevó al viñed0^de Almería a su apogeo: los emparrados conquistan el valledel Andárax por completo, ganan las cuencas de Berja y Dalías yavanza hasta los campos áridos del litoral. Las exportaciones, queabsorben la totalidad de la produccicín, culminan entonces conexpediciones anuales que alcanzan las 60.000 toneladas, es decirun volúmen 10 veces superior al de las ventas medias del pe-ríodo anterior a la filoxera (10).

Este desarrollo formidable se termina precozmente, en losaños 1910-1920, para dejaz sitio a un maraŝmo casi permanente

durante cres decenios. Producto de lujo, la uva de Ohanes ocupaen efecto una posición extremadamente frágil en los mercadosinternacionales, prontos a cerrarse primeramente a las importa-ciones superfluas. Además, la demasiado escasa diversificaciónde su clientela, reducida a tres países para la casi totalidad de las

expediĉ iones (Gran Bretaña; Estados Unidos; Alemania), se

(10) Véase.Rueda Ferrer, F. L^ uva de meta de Alraería, Barcelona, Ed. Salvat, 1932.

Bosque Maures, J. La uva de Almería: estudio geográfico. Geográjrra,

1960, VII.

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añade aún a su debilidad. Tres .sucesos principales jalonan unacrisis comercial que desemboca finalmente en una superproduc-ción dramática y en el hundimiento de la economía vitícola delAndárax:

- La primera Guerra Mundial, en la cual participan los tresclientes esenciales, abre el período de grandes dificultades. Lareducción de las flotas de comercio, la inseguridad de los maresy la disminución voluntaria de las compras de los países belige-ranres multiplican los años de malas ventas -los 2/3 de lacosecha quedan sin venderse en , 1917- y ocasionan una bajamedia de un cuarto de las expediciones.

- El cierre repentino del mercado americano en 1924 inau-gura de hecho una verdadera decadencia del viñedo. Los EstadosUnidos, que absorbían hasta entonces cerca de un tercio de Íaproducción, prohíben definitivamente la entrada de la uva deOhanes después de haber descubierto la presencia de un pará-sito, la «mosca mediterránea», en un barril de proveniencia deAlmería.

- La Gran Crisis de 1930 viene finalmenre a agravar dramáti-camente lá inestabilidad de un mercado limitado entonces a dossocios, que reducen considerablemente sus compras.. En 1932,los Acuerdos de Ottawa consagran el retroceso de la GranBretaña tras de ias barreras aduaneras de su imperio colonial y lapérdida de un nuevo elemento esencial del mercado.

La Guerra Civil española, y después la Segunda GuertaMundial, van a terminar de arruinar un sistema ya seriamentesocavado. Las exponaciones caen a 10.000 toneladas apenasdespués de 1935, hasta desaparecer casi completamente en 1938(4.700 toneladas). España, cortada del mundo por su posiciónpolítica, Almería, aislada de España por las quejas que le valenlas simpatías afirmadas durante la Guerra Civil, son tantas condi-ciones que limitan tanto las ventas en el exterior como en elinterior. Sin salidas comerciales, mal entrerenida ŝ por falta deabonos, de productos anticriptogámicos, de alambre, el viñedoestá arruinado, en proceso de desvanecerce completamente: nocubre eti 1940 más que la mitad de las superficies ocupadas en1910 (3.500 ha. frente a C.500), no produce más que 1/6 de lascosechas de entonces. La provincia entera, de la que represen-taba la principal riqueza, se ve afectada por ello y sufre desde

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1920 una crisis demográfica permanente. El Alto Andárax regis-tra un violento retorno de la emigración hacia Barcelona, Orán eincluso América, que se cifra en una despoblación del orden del40^ entré 1910 y 1950.

Sin embargo, poco a poco, el viñedo va a volver a encontrarun nuevo impulso. En realidad, el reino de la uva está abolido,su prosperidad pasada.

b) Nuevo viñedo y nuevo.r problenzas

A parcir de 1950, el viñedo conoce una verdadera recons-trucción. La producción registra un desarrollo excepcional hastasuperar las mejores cosechas de principios de siglo (100.000toneladas en 1968 frente a 60.000 en 1910). Esta expansiónformidable se debe tanto al progreso de las plantaciones, quealcanzan desde ahora la superficie récord de 8.000 Ha, como a laelevación rápida de los rendimientos, duplicados como mediadesde después de la guerra: es que, además de unamejor utiliza-ción de los fertilizantes, el viñedo es en gran parte un viñedojoven, casi enteramente replatado desde los últimos veinte años.

Sin embargo, esta renovación notable no debe hacernos ilu-siones, como tampoco una aparente prosperidad que, en losvertientes del Andárax, se debe más a la ausencia de otrassoluciones que a la riqueza realmente prodigada por la uva. Dehecho, la especulación parralera ha cambiado de naturaleza ysufrido un giro que no deja de plantear graves problemas.

EI cambio del a.riento territorial del viñedo constituye un signoexpresivo de esta cransformación (fig. 13). Dos fenómenos pue-den ser constatados:

- La contracción de los parrales en el interior del áreade producción tradicional del Andárax. Los emparrados han des-aparecido completamente del bajo valle, uno de los emplaza-mientos esenciales del anciguo viñedo, de donde han sido reem-plazados por las plantaciones de agios. Los parrales del Andáraxse concentran desde ahora en las pendientes del valle alto ymedio, cuna original de la especulación de la uva.

- El desplazamiento del centro de gravedad vitícola haciazonas nuevas: el valle septentrional del Almanzora que, de he-cho, pertenece ya al Levante murciano y, sobre todo, las bajas

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FIG. 13.

1974

EVOLUCION TERRITORIAL DEL VIÑEDODE ALMERIA

Sl'PERI^ICIES (Xa^PADAS POR LOS PARRALES - HECTAREAS POR \1l^NICIPlOqoo_^soo soo-^ooo zw-soo ao-iso yp_pp

• •• O

Ilanuras litorales de los Campos de Dalias y Níjar, donde elemparrado se ha beneficiado de los progresos recientes del riegosin representar, sin embargo, más de una especulación accesoria

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Estos cambios están preñados de significados. Subrayan pri-meramente, pese al enorme crecimiento estadístico de sus su-perfiŝies, el desvanecimiento relativo del viñedo que ha cesadode ser el cultivo soberano de las regiones almerienses, margi-nado sobre sectores enteros sin reconquistar, sin embargo, sureal importancia en las zonas de mayor expansión donde es sinoun comparsa menor de la honicultura. Ia unidad de la agricul-tura regional ha desaparecido ante el retroceso relativo de laviña.

Es más, la nueva geografía del viñedo atestigua una mutaciónprofunda de las condiciones de la economía de la uva. Losnuevos emparrados, hoy los más importantes, son viñaa de Ila-nura cultivadas en un marco técnico y social renovado capaz deadaptazse a los imperativos de la agricultura moderna ( 11). Lasviñas del Andárax representan, por el contrario, el vestigio deuna vieja fórmula tradicional de los vertientes de pequeño cul-tivo: ellas constituyen un reducto, una zona-refugio que resiste,por falta de soluciones de recambio, pero padece profunda-mente hoy de su inadaptación a las condiciones de la economíaactual.

La,r nueva.c condicione.c comerciale.c principalmente no favorecenapenas a la pequeña viticultura tradicional. La vuelta de lasexportaciones desde 1950 ha sido viva, sin embargo, constitu-yendo, de hecho, el motor principal de la expansión reciente delas plantaciones. Como antaño, la economía de la uva de Alme-ría es totalmente dependiente de los mercados exteriores queabsorben todavía de190 al 95^ de la recolección. Como antaño,el escaso número de clientes hace pesar un riesgo considerablesobre el bue q funcionamienio del sistema, ya que tres grupos decompradores solamente aseguran los 9/10 de las compras: laGran Bretaña, Alemania y los Países Escandinavos. Las tentati-vas de diversificación de las ventas no han conseguido hastaahora ningún resultado de importancia.

Sobre todo, el endurecimiento de las condiciones comercia-les resulta de la aparición de una oferta concurrencial que au-menta enormemente la incertidumbre de las ventas y pesa sobre

(11) Abelanec, B. Les problémes economiques du vignoble d'Almería; Revue

Géo. dec Pyréuée.r et du Sud-Oue.rt, 1969, núm. 40, págs. 143-156.

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la evolución de las cotizaciones. Almería /̂ a perdido definitiva-

mente el naonopolio de la uva tardía de larga conservación y debe,desde ahora, afrontar una competencia difícil sobre el tablerointernacional. El resurgimiento de nuevos productores repre-senta un peligro por años cada vez más preocupante. En elinterior mismo de España, el éxito de las plantaciones murcianasde parrales, sostenido por el negocio empresarial, constituye unanovedad inquietante. Ya, Almería no produce más que la mitadde la cosecha nacional de uva de invierno ( 12). Y sufre de losexcelentes resultados obtenidos por el comercio levantino en losmercados más dinámicos, como el de Escandinavia, aprovisio-nado en más de un tercio por las uvas murcianas (37^/o en 1964).Fuera de aquí, la situaŝión no resulta apenas más alentadora.Italia, favorecida por su pertenencia a la C.E.E., tiende a con-quistar el mercadó alemán que alimenta ya en un 50^ (frente aun 20^ de España) y amenaza a la fidelidad del mercado britá-nico que, por otra parte, recurre más frecuentemente a lasentregas de Africa de Sur.

A la concurrencia de estos viñedos más modernos, mejororganizados, capaces de producir a mejor precio, se añade paraAlmería un segundo inconveniente, tan perjudicial como ellos.Los progresos decisivos de las técnicas del frío que permicendesde ahora la conservación de las frutas más frágiles anulan, dehecho, la ventaja esencial de la uva de Almería. El peligro estanto más grave cuanto que las necesidades de la conservaciónnatural de la uva de Ohanes obligan a producir un fruto de pielespesa, de pulpa poco azucarada, mientras el gusto de los con-sumidores leĉ lleva a preferir uva más blandas que, conservadasartificialmente, pueden ser ofrecidas hoy liasta el mismo corazóndel invierno.

En definitiva, la uva tardía de Almería ha cesado de ser unproducto raro y un alimento de lujo. Una oferta cada vez másabundante que, poco a poco, tiende a saturar los mercados y laconcurrencia severa de los nuevos productores conduce lógica-mente a la depreciación relativa de la uva de Ohanes, a undescenso de las cotizaciones cuyas consecuencias son enormes.

(12) Camilleri, A. Ertado attuat de lor productot horto-fr^rtícolat en E.rpaña, Ma-drid, 1967.

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EI envilecimiento de los precios es, sobre todo, sensible desdehace una decena de años, concomitante con la aparición recientede los concurrentes. De hecho, en moneda constante, la uva deOhane.r ha perdido alrededor de la mitad de au valor entre 1960 y1972 (índice 100 a 111 para la uva, 100 a 225 para la peseta).

En resúmen, en los marcos inmutables de la viticultura tradi-cional de vertientes del Andárax, la uva de Ohanes no es, desdeahora, sino una especulación envejecida en una economía encrisis.

2. La inadaptación del viñedo del Andárax

Las estructuras tradicionales de la economía parralera de lasladeras no podían satisfacerse sino con una alta valorización de lauva, producida y comercializada a nivel de minúsculas empresas.Estas se revelan hoy incapaces de hacer fente a una siruacióndesfavorable, que se endurece profresivamente.

a) La.r deficiencia.r del negocio, primeramente, pesan conside-rablemente y exageran las tendencias negativas del mercado.Ellas han sido ya evocadas más arriba, a título de ejemplo (se-gunda parte, capírulo I): pulverización de las casas de co.merciolocales, incapaces de conservar sus posiciones de otra maneraque proponiendo precios de venta anormalmente bajos, dondelo que se deja de ganar repercute directamente sobreproductossin defensa; penetración conquistadora de los grandesnegocian-tes murcianos en búsqueda deaprovisionamientos complementa-rios para paliar la insuficiencia periódica de la:producción levan-tina, cuya actitud desenvuelta se añade a la incertidumbrede losvi ticultores.

La fijación de las cotizaciones a nivel de producción de-pende únicamente de los mayoristas exporradores. Desprovistosde informaciones serias sobre los mercados exteriores, sin otrasalida que el negocio privado (las cooperativas aseguran apenasel 10^/o de las ventas), incapaces por falta de competencia y detonelaje suficiente para asegurar una salida directa a su cosecha,los productores están totalmente a merced de los comerciantes.Estos utilizan en gran medida esta libertad para imponer condi-ciones muy duras.

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Las diversas modalidades de venta resultan, no obstante,desigualmente desfavorales a los viticultores. Dos sistemas sonutilizados paraleiámente:

- La compra de la cosecha en pie es la más beneficiosa parael campesino, en la medida en que ella le garantiza la salida detoda ŝu cosecha y le evita los gastos de recogida que quedan acargo del negociante. La fórmula no es de hecho aplicada másque a los productos de alta calidad -las uvas más bellas y mástardías- de las que el exportador se asegura así el aprovisiona-miento regular. Ella no es utilizada, finalmente, más que para lasviñas de acceso fácil, servidas por una carretera o uncamino porel que pueden pasar los carros.

- La compra de la producción en almacén (o en camión) delexponador prevalece más generalmente. Los viticulcores sopor-tan enconces la totalidad de los gastos de vendimia y de trans-porte -a lomo de mulas en el caso más frecuente de las parcelasenclavadas y lejanas-: el precio de coste de la producción puedecon ello encontrarse mayorado en un tercio.

^ En el contexto de un mercado internacional difícil, donde losproductos almerienses y los exponadores locales no disfrutan yade una posición de fuerza, estas prácticas no hacen sino traducirla resistencia desesperada de un negocio inadaptado y reducido ala defensiva. Ellas acaban desembocando en un verdadero «blo-queo» comercial que amplifica la depreciación de la produccióny somete al pequeño campesinado a una evolución ruinosa, en elmomento mismo en que éste tendría necesidad de un rápidoprogreso de los precios para superar los inconvenientes de suspropias insuficiencias.

b) La inadaptación de la.c ertructura.c de producción es patente.

Resulta a la vez del desmenuzamiento de las explotaciones,pulverizadas en unidades minúsculas, y de la carga humana con-siderable que ellas soportan debida a las prácticas culturales envigor. La tenencia familiar sufre pues de una insuficiencia brutade su producción al mismo tiempo que de los costes cada vezmás elevados que ella ocasiona.

La pulverización fundiaria es impresionante. La propiedaddel suelo, sobre la que se calcan rigurosamente las explotacio-nes, se fracciona hasta límites extremadamente bajos y notable-

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mente homogéneos (ver primera parte, capítulo III). En el valledel Andárax, así como en las cuencas de Berja y Dalías, los 3/4de los bienes son inferiores a 1 ha. La estructura de la explota-ción resulta bastance comparable, más uniformemente fragmen-tada aún. En Ohanes, cun^ del viñedo del Andárax, hallamos lasiguiente distribución:

- 72% de las explotaciones tienen de 30 a 60 áreas. Ellascontrolan el 57% de los emparrados.

= 25%, que ocupan el 35% de la superficie, laboran alre-dedor de 1 ha.

- 3% solamente alcanza 1,5 ha. y no cubrén más que el 8%del territorio vitícola.

Así, como en toda la región de los emparrados, las exploca-ciones superiores a 2 Ha con hoy prácticamente desconocidas,mientras las tenencias más exigiias (menos de 30 a 50 áreas)tienden a rarificarse. Se desemboca ásí en una situación extre-madamente homogénea que concentra a la casi totalidad de laviticultura entre límites estrechos que van de 0,5 a 1,5 ha.

La notable homogeneidad del tamaño de las explotacionesproviene del papel de la aparcería que permite completar laspropiedades más pequeñas con el alquiler de algunas parcelasprocedentes del fraccionamiento de las propiedades más impor-tantes. La estructura actual puede pues definirse por medio de layuxtaposición de tres grupos de tenencias: una minoría de te-nencias en aparcería ( 10% más o rrienos) que, para permitirsatisfacer a la vez el pago de la renta y el mantenimiento de lafamilia, son normalmente las más grandes (entre 1 y 1,5 ha.); unamayoría de explotaciones de dimensión «corriente» (0,5 a 1 ha.),compuestas a partes equivalentes por explotaciones directas ypor explotaciones en propiedad asociada. ^

Así, lejos de asistirse a una concentración de la tierra, queparecería imponer la insuficiencia de las producciones obtenidasen tan pequeñas unidades de cultivo, se constata, por el contra-rio, un fraccáonamientó sistemático de las más grandes propie-dades y una par'alisis completa del mercado fundiario. Esta cu-riosa tendencia que parece contradeŝir las necesidades de laeconomía campesina, resulta, de hecho, de laĉ exigencias de unatécnica cultural puramente manual, que limita la dimensión de

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las tenencias a tamaños muy reducidos, compatibles con lasfuerzas de trabajo disponibles a escala familiar.

EI cultivo tradicional, de los emparrados supone efectiva-mente un enorme gasto de trabajo: 170 días al año, por ha,como media.

Las tareas comunes dé la viticúltura se ven sensi-blemente recargadas dada la naturaleza particular delparral. Los trabajos del suelo son mucho más nume-rosos que en una viña normal, como consecuencia delos efectos del riego por submersión que favorece elapelmazamiento del suelo y la proliferación de malashierbas: por eso deben multiplicarsé las labores-cinco por año, de las cuales una en profundidad-y las operaciones de limpieza. Asimismo, los riesgosde enfermedades criptogámicas, muy netamente in-crementados por la humedad ocasionada por elriego, imponen tratamientos repetidos contra el nril-dew y el oidium. La poda, operación esencial delinvierno, sé ve también notablemente complicadapor el porre poco habitual de las cepas que trepanhasta dos metros de altura y por los cuidados extre-mos que exige una buena distribudión de los frutos.Ella obedece a cánones rigurosos que requieren elrecurso a podadores-especialistas: asistido por 2 ó 3ayudas, el maestro-podador emplea unos 5 días porHa, lo que representa en total cerca de tres semanasde trabajo-hombre.

A continuación, la ligazón de los sarmientos yluego la de los racimos, que deben estar sólidamentefijados a su soporte y convenientemente expuestosal sol, ocupan aún numerosas jornadas (15 a 20 alaño).

La vendimia, finalmente exige precauciones pocohabituales: utiliza dos personas por pie y, en total,una veintena de jornadas de trabajo por ha.

Algunas tareas específicas vienen a agravar aúnmás la pesadez de los rrabajos comunes. El riego (5al año) y el mantenimiento de la armazón del parral

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consumen mucho tiempo. Pero son sobre todo lasparticularidades fisiológicas de las cepas Ohanes, in-capaces de fructificar nacuralmente, las que imponenun enorme consumo de trabajo. Es preciso en pri-mavera proceder a la fecundación artificial, el «en-garpe». La flor, encapuchada por la corola de péta-los, no puede recibir el polén. Es entonces labor denumerosos equipos de mujeres que, armadas conramas de viña macho cultivadas a este efecto, vienendulcemente a golpear las ramas a fecundar, sar-miento tras sarmiento. Se necesita una cuarentenadé días de trabajo para tratar así 1 ha. de emparra-dos.

El sistema del Andárax moviliza pues una mano de obraconsiderable. Las formas enteramente manuales -únicamentepara las labores se utiliza una yunta de mulas-, las exigencias delcalendario que imponen la realización rápida de ciertas opera-ciones (engarpe, vendimia y las pérdidas de tiempo ocasionadaspor la dispersión y el alejamiento de las parcelas, limitan estre-chamente la superficie que puede normalmente cultivar unafamilia: 1 Ha de enzparrado constituye la dimensión máxima co-múnmente admitida para una explatación fanziliar que disponede dos hombres. La ecónomía de la uva de Almería supone, deesta suerte, una carga humana desmesurada, próxima a las dosUTH/Ha, valor que es efectivamente alcanzando por el conjun-to de los municipios del medio Andárax.

EI problema del trabajo en las. épocas punta agrava todavíamás las exigencias restrictivas del sistema. Algunos trabajos, lapoda y sobre codo el engarpe y la recolección, no puedeñ serrealizados únicamente con el trabajo familiar y necesitan elrecurso,periódico a jornaleros. Pues bien, el volúmen de asala-riados, indispensable a la buena conducción de la viña, se elevamuy rápidamente pasado el umbral de la tenencia familiar, de 1a 1,5 ha. La preocupación por reducir las cargas de mano deobra, cuyo coste se revela cada vez más prohibitivo, empujapues al agricultor a replegarse sobre una explotación cuya de-mensión es la más adecuada a las disponibilidades de la energíadoméstica. Así se explica la resistencia a un engrandecimiento

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sensible de las tenencias. Las limitaciones técnicas del cultivotradicional, reforzadas por el endurecimiento de las condicionesde empleo de los asalariados, conducen a encerrar la viticulturadel Andárax en estiucturas microfundistas con limitaciones cadavez más infranqueables.

c) La insuficiencia notoria de los resultados económicos de laviticultura familiar actual procede directamente de estas limita-ciones. Fuera de toda consideración social, el emparrado podríareóricamenre aparecer como una éspeculación todavía fructífera.La renta bruta por ha, con un rendimiento medio de 15 tonela-das de uva, se sitúa entre 100.000 y 150.000 pesetas. Por elcontrario, el coste de la producción es elevado, alcanzando50.000 a 70.000 pesetas por ha., como consecuencia de lamultiplicidad de las labores y del recurso inevitable a la mano deobra asalariada para algunas de ellas. Resultan de ello, sin em-bargo, beneficio ŝ honorables por unidad de superficie ( 50.000 a80.000 ptas./ha. en 1973-74) ^ a condición de no contabilizar enabsoluto el trabajo familiar.

De hecho, reemplazados en el marco inextensible de explo-taciones minúsculas, estos recursos se revelan irrisorios. El lami-nado progresivo de los beneficios, consecutivo al envilecimientode los precios de venta y el alza espectacular del trabajo asala-riado cuyo coste se ha duplicado en menos de cinco años,arruinahoy en día el equilibrio frágil de un sistema demasiádo menudo.

Las posibilidades de mejora del si ŝtema actual son, de hecho,extremadamente reducidas y poco suceptibles, en todo caso, deconducir a progresos decisivos, que supondrían una verdaderarenovación de la economía familiar.

La mecanización, si permitiera aligerar las tareas más pesa-das, sería un medio excelente para remover el obstáculo mayoral engrandecimiento de las explotáciones y, con ello, a un au-mento importante de la producción familiai. Pues bien, inapli-cable en las operaciones más exigéntés (engarpe, vendimia,poda, etc.) ella no ofrece ninĉuna esperañza de transformarnotablemente los horizontes de trabajó del emparrado. Su inter-vención se limitaría únicamente a las laborés del suelo, relativa-mente secupdarias aquí. Incluso limitad^ a tales modestas ambi-ciones, la introducción de la máquiná resúlta por otra partedifícil, incluso imposible en la mayoría dé los casos. Con fre-

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cuencia, la estrechez de los bancales, impuesta por el rigor de laspendientes, es tal que el motoculcor -única máquina que puedepenetrar bajo los emparrados- es aquí mal utilizado. Sobretodo, la ausencia de ŝaminos para carros prohíbe el acceso a loscampos y los transportes perpetuos de un material un tantoembarazoso encre las par.celas sistemáticamente dispersas de unamisma explotación. La utilización del motocultor permanecesiendo, por lo canto, excepcional (1 de cada 9 explotacionescomo media), y se ve limitado a situaciones particularmente .favorables. Su generalización supondría enormes trabajos pre-vios de concentración parcelaria y de construcción de vías rura-les. para un beneficio mediocre. En definitiva, el interés por unremodelaje de las extructuras agrarias sería menos el de facilitaruna mecanización sin alcance deicisivo, cuanto el de reducir laspérdidas de tiempo.en trayectos y aligerar los gastos de trans-porte de la uva.

La intensificación permanece pues como único camino paralas tenencias condenadas a un marco escrecho y a cécnicas cosco-sas. Pues bien, la fórmula tradicional no admite apenas perfec-cionamientos. El aumento de los rendimiencos no púede sermuy considerabte desde ahora, cualesquiera que sean los pro-gresos realizados en el empleo de los fertilizantes. Se topa unoen todas partes con una limitación física infranqueable: la po-breza de los suelos, mediocres en el origen, peligrosamentelavados de todo elemento frágil a lo largo de un siglo de riegocon pocas precauciones. El agotamiento del terreno es en todaspartes sensible, hasta provocar una disminución gradual del ren-dimienco a pesar de la aportación incrementada de abonos. Endefinitiva, la viticultura tradicional del Andárax no puede sermejorada.

La solución última de un cambio de sistema de cultivo estambie ilusoria. La implantación de fórmulas más intensivas,basadas, por ejemplo, en la producción de horcalizas fuera deestación, se enfrenta con limítaciones nacurales insuperables: laescasez de las disponibilidades hidráulicas, aceptable para la viñaúnícamente y la insuficiencia del abrigo término desaniman toda

iniciaĉva en esce sencido.El viñedo del Andárax acumula pues los defectos que afligen

hoy al conjunto del pequeño cultivo de vertiences, encerrado en

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el círculo hermético de sus inconvenientes técnicos, sociales onaturales íntimamente ligados.

3. Las manifestaciones de la crisis.

La emigración, fenómeno familiar en estos campos superpo-blados, conoce desde hace una decena de años un paroxismoque mide el desarreglo de la sociedad vitícola. El ritmo de laspartidas se ha doblado desde entonces, alcanzando valores idén-ticos a los que se deploraban en el curso de los episodios máscatastróficos de finés del siglo XIX (filoxera) o del decenio de1910 a 1920 (sequías repetidas, epidemias, malas ventas): elsaldo migratorio se sitúa - 2 y- 3% al año.

La agricultura, como siempre, en casos parecidos, se reduceprogresivamente a una función marginal. Las explotaciones fami-liares, incapaces de sobrevivir a base de sus propios recursos, seven forzadas a complementarse con rentas exteriores, muchasveces irregulares, por otra parte. Las posibilidades de empleo enel viñedo son en efecto extremadamence reducidas y no puedensostener una verdadera agricultura a tiempo parcial. Como an-taño, la población activa permanece limitada a las únicas profe-siones agrícolas y las actividades de relevo están ausentes. Endefinitiva, las rentas de complemento provienen esencialmentede la participación femenina en los crabajos de «faena» que^consisten en asegurar la clasificación y el embalaje de la uvaantes de su exportación. Aunque numerosos -alrededor de unmillar en el valle del Andárax, otros tantos en Dalias-Berja-estos empleos están, de hecho, limitados únicamente a los cen-tros de negocio (Dalías-Alhama-Canjáyar) y sobre todo noocupan apenas más de dos meses al año, en el otoño. Su papelen un cierto número de pequeñas explotaciones no es despre-ciable, pero;permanece insuficiente.

Las migraciones estacionales de recolección constituyen, enotros lugares, una segunda fuente de ingresos. Salvo en losmunicipios más próximos al litoral, que envían su mano de obrahacia el campo de Dalías, las migraciones se dirigen esencial-mente hacia las regiones frutícolas u hortícolas del sur de Fran-cia, hacia la Moyenne Garonne, el Roussillon o el Comtat.

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Aunque afectando regularmenre a una proporción notable delos agricultores -una cuarentena en Ohanes, por ejemplo,que cuenta con 190 explotaciones- estas migraciones están sinembargo, lejos de estar generalizadas. Los trabajos de «faena» ylos movimientos estacionales no ayudan, finalmente, más que auna fracción de las familias.

Los recursos complementarios más frecuentes provienen endefiniŝva de las pensiones de jubilación pagadas por la Mutuali-dad agrícola a las personas de edad. Estas no sostienen sola-mente a las explotaciones: retiros, que representan, por otraparte, cerca de la mitad de las tenencias (45-?/n en Ohanes), sinoque benefician iĉualmente a muchas exploraciones familiaresde pleno ejercicio qúe se encargan en contrapartida del mante-nimiento de los padres de edad. Se llega así a una conclusiónsorprendenrP: el viñedo del Andárax ^obrer•rre en gran medidagracias a los flacos recursos de sus retirados. Semejante fenó-meno mide bien la gravedad de la situación, el estado desespe-rado de un sistema marginal reducido a salidas tan precarias.

La crisis, por todas partes alarmante, no reviste sin embargodimensiones tan catastróficas en todos los lugares.

La de.cigual calidad del viñedo provoca de entrada diferenciasmuy sensibles al nivel de las rentas de explotaciones familiaresde dimensiones comparables.

Por una parte, la variabilidad de los rendimientos es losuficientemente grande como para crear notables distorsionesentre los municipios más o menos favorecidos por el medionatural. Las condiciones mejores se encuentran en los vértientesdel valle medio entre Alhama y Canjáyar: la producción mediapor Ha. alcanza o supera normalmente las 20 toneladas (50 kilospor pie apróximadamente, en un marco de plantación de 5/5 ).En otros lugares, los resultados son netamente más escasos. Enlos suelos más mediocres, demasiado húmedos, de los fondosdel valle, en Terque, Bentarique o seriamente lavados de las

cuencas as de Berja-Dalías, los rendimientos no exceden sino ra-ramente las 10 toneladas/Ha. Lo mismo ocurre, en razón a la bajade las temperaturas, hacia las alturas, en los territorios de mon-taña ya de los municipios más elevados como Beires ú Ohanes.

La fecha de la vendimia determina, por orra parte, desigual-dades a veces considerables en la retribucióe. de la cosecha. Ello

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es resultado de la imposibilidad de dilatar las ventas después dela vendimia, por falta de buenos medios de almacenamiento y deconservación: de ello se sigue un aprovisionamiento muy irregu-lar del mercado e importantes variaciones en las cotizaciones.Los precios, muy elevados a principios o a fines de campaña seprecipitan en proporciones muy sensibles en los momentos enque la mayor parte del viñedo entra en producción, en octubre ya principios de noviembre. EI privilegio de obtener una recolec-ción tardía o precoz depende fundaméntalmente de la situacióngeográfica, en la medida en que la cepa Ohanes, en todas partesexclusiva, no introduce diferencia alguna en las fechas de madu-ración de la uva. Las zonas inferiones del viñedo -vegas deDalías-Berja; medio Andárax alrededor de Alhama- se benefi-cian, de este modo, de ventajas notorias, gracias a temperaturasmás sostenidas y a la ausencia de heladas a finales del otoño:ellas pueden presumir de obtener una cosecha sensiblementeavanzada o retardada según los años con relación a la producciónde las regiones de altitud superior. Por el contrario, el ^iñedo demontaña, el del alto valle del Andárax alrededor de Canjáyar,está sujeto a condiciones rigurosas: los calores menos fuertes delestío no permiten obtener cosechas precoces mientras que lahelada, siempre posible en noviembre, obliga a vendimiar sinretraso.

Así se dibúja una oposición relativamente marcada entreregiones altas y zonas de media o baja altitud que influye demanera no despreciable sobre las rentas de la viticultura familiar.

La pre.rencia de empleo.r no agrícola.r cada vez más indispensa-bles al mantenimiento de las pequeñas explotaciones interviene,finalmente, de manera decisiva para sumarse a las ventajas de lascomarcas bajas. El alto Andárax, desprovisto de actividades noagrícolas de. cierta importancia, se encuentra desfavorecido aúnen relación con el valle medio donde aparecen nuevas funcionesartesanales o industriales e incluso más aún en relación con lasvegas de Dalías y Berja que se benefician de los efectos queprovocan la extraordinaria fortuna del litoral.

Conviene pues distinguir cuidadosamente el caso del viñedo«montañés», el más duramente castigado por las dificultadesactuales, del de las regiones más bajas menos desarmado frente auna crisis un tanto atenuada.

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CONCLUSION

Tras una veintena de años de evolución precipitada, el es-tado de las tierras interiores no puede prestarse a conclusionesequívocas. Se deducirá de ello, sobre todo, una doble constata-ción: la rendencia común al empobrecimienro del conjunto delos sitemas agrícolas de montaña, y de las laderas, y la desorgani-zación rápida de la vida local que sigue a ello y deja a lascomarcas exangiies, desprovistas de toda energía propia, «a laderiva».

La crisis generalizada de las economías campesinas respondeen todos estos territorios a causas idénticas: la baja productivi-dad de una agricultura a base de mano de obra, con márgenes deprogreso dramáticamente limitados. La insuficiencia de la pro-ducción exigirá, de entrada, un crecimiento considerable de laintensidad de las fórmulas agrícolas heredadas de la tradición.Pues bien, las estructuras microfundistas como, las más de lasveces, la extrema mediocridad del medio natural engendran entodas partes situaciones de bloqueos-sociales, técnicos, econó-micos aparentemente insolubles: los modos de producción tra-dicionales se muestran inquietos, refractarios a las transforma-ciones radicales que impondría la gravedad de la crisis.

Las dificultades, lejos de resolverse, parecen agravarse. Ellasprovocan, de momento, reacciones en todas partes idénticas quetrastornan profundamente la faz de los campos:

- El éxodo rrrral y la despoblación quedesorganizan la vidalocal.

- Una cierta iŝvelación de la sociedad ruralconsecutiva a unreplregrre general en el nrarco de la tenencia jamiliarque, por unapreocupación de autonomía en materia de manode obra, con-duce a la eliminación de los jornaleros, los más pobres arrenda-tarios, y a fraccionar sistemáticamente las explotaciones másgrandes. EI campesinado y la explotación familiar parecerían,finalmente, encontrarse por ello consolidadas: no se trata, dehecho, sino de un último movimiento de defensa, desesperado yprovisional.

- La tenencia familiar permanece siendo siempre insuficiente,en efecto, y se transforma irremediablemente en explotación de

complemento que únicamente los recursos exteriores, las migra-

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ciones estacionales o temporales, permiten mantener en activi-dad. Pues bien, tales costumbres migratorias erosionan rápida-mente la cohesión familiar y arruínan, a largo plazo, los últimosmedios de resistencia de una agricultura que se ha cerradoprecisamente sobre la familia: la renuncia progresiva de losjóvenes parece condenar definitivamente el sistema.

En el lugar, la ausencia o la mediocridad de las actividades no

agrícolas -fuera de algunos casos excepcionales (Alhama de Al-

mería, Lanjarón...y- no permite esperar apenas la promoción cie

una verdadera agricultura a tiempo parcial, última solución con-

templable para rétener a la población campesina.

En definiçiva, la mejor oportunidad para estas comarcas en el

futuro proviene de la capacidad de las regiones activas del litoral

para ofrecerles, a proximidad, el empleo que falta en el lugar y

les obliga a vaciarse hacia lejanos destinos. En resúmen, la

cohesión regional de roda la Andalucía mediterránea queda asíen juego.

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