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Introducción LA DIALÉCTICA DE ARISTÓTELES: UN MODELO PARA LA ARGUMENTACIÓN RETÓRICA* And¡'és Covarrubias C.** A l comenzar su Retórica, Aristóteles dice que este arte es 'contrarréplica' (av-rtcr-rpo<j>oc;) de la dialéctica l . ¿Qué signi- ficado y alcances tiene esta relación? Por un lado, apunta a una cierta semejanza, por otro, manifiesta una diferencia. El orador no es el dialéc- tico, pero utiliza instrumentos lógicos semejantes a los usados por el dialéctico. Además, dialéctica y retórica se asemejan por el hecho de no ser ciencias, por no tener un objeto determinado, por ser ambas simples facultades de proporcionar razones, y, en fin, por estar capacitadas para argumentar sobre los contrarios. Pero ¿están capacitadas para dar razo- nes sobre qué? Sobre ciertos asuntos que se articulan a partir de los éndoxa u opiniones establecidas . También la retórica es una ramificación de la dialéctica 2 , además de ser una parte y semejante a ella 3 , lo que refuerza su vinculación. Este trabajo forma parte del proyecto de investigación FONDECYT W 1000595. Andrés Covarrubias Correa, Instituto de Filosofía, Pontificia Universidad Católica de Chile. Cfr. Retórica, 1354 a, 1 ss. Agradezco al profesor Tomás Calvo Martínez, además de s us valiosos consejos durante la redacción de mi tesis doctoral, de la cual ha sido mi director, la traducción de antístrophos por 'contrarréplica'. Cfr. Retórica , 1356 a, 25-27. Cfr. ibíd., 1356 a, 30-33.

LA DIALÉCTICA DE ARISTÓTELES: UN MODELO RETÓRICA* · 2020. 11. 10. · LA DIALÉCTICA DE ARISTÓTELES: UN MODELO PARA LA ARGUMENTACIÓN RETÓRICA* And¡'és Covarrubias C.** A

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Introducción

LA DIALÉCTICA DE ARISTÓTELES: UN MODELO PARA LA ARGUMENTACIÓN RETÓRICA* And¡'és Covarrubias C.**

A l comenzar su Retórica, Aristóteles dice que este arte es 'contrarréplica' (av-rtcr-rpo<j>oc;) de la dialéctica l . ¿Qué signi­ficado y alcances tiene esta relación? Por un lado, apunta a una cierta semejanza, por otro, manifiesta una diferencia. El orador no es el dialéc­tico, pero utiliza instrumentos lógicos semejantes a los usados por el dialéctico. Además, dialéctica y retórica se asemejan por el hecho de no ser ciencias, por no tener un objeto determinado, por ser ambas simples facultades de proporcionar razones, y, en fin, por estar capacitadas para argumentar sobre los contrarios. Pero ¿están capacitadas para dar razo­nes sobre qué? Sobre ciertos asuntos que se articulan a partir de los éndoxa u opiniones establecidas . También la retórica es una ramificación de la dialéctica2 , además de ser una parte y semejante a ella3, lo que refuerza su vinculación.

Este trabajo forma parte del proyecto de investigación FONDECYT W 1000595. Andrés Covarrubias Correa, Instituto de Filosofía, Pontificia Universidad Católica de Chile. Cfr. Retórica, 1354 a, 1 ss . Agradezco al profesor Tomás Calvo Martínez, además de sus valiosos consejos durante la redacción de mi tesis doctoral , de la cual ha sido mi director, la traducción de antístrophos por 'contrarréplica'. Cfr. Retórica , 1356 a, 25-27. Cfr. ibíd., 1356 a, 30-33 .

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46 SEMINARIOS DE FILOSOFíA, N°S 14-15,2001-2002

En este artículo me propongo mostrar que dialéctica y retórica en Aristóteles se enmarcan en el ámbito productivo de la poíesis, y que, desde el punto de vista de una teoría de la argumentación -que aquí denomino 'argumentación poética'4, para diferenciarla de la 'epistémica' y de la 'práctica' -, la dialéctica es el modelo que aporta una estrategia argumentativa que, entre otras cosas, permite consolidar la estructura discursiva de la oratoria, desentrañando todo el potencial de la racionali­dad poética o creadora presente en la retórica, concebida esta última como el arte de teorizar sobre los medios más adecuados, en cada caso, para persuadir5 .

Pienso que donde más claramente es posible identificar el funcio­namiento de esta racionalidad poética es en el análisis: 1) del entimema o silogismo retórico, 2) del ejemplo o inducción retórica y, finalmente, 3) de los tópoi o lugares de la argumentación.

1. El entimema bajo el modelo del silogismo dialéctico

Aristóteles está convencido de que, además de la posibilidad de persuadir por azar o por una costumbre que surge de nuestro modo de ser, es factible concebir un arte que permita teorizar sobre las causas y los mejores medios de persuasión. Este es el campo abordado por la tékhne rhetoriké, ámbito que no tomaron en consideración los anteriores escritores de técnicas retóricas. Pero la persuasión requiere de medios de convicción, y, por lo tanto, debe integrar formas demostrativas, o que, al menos, se acerquen a lo que solemos denominar demostración. Es aquí donde Aristóteles sitúa, en primer lugar, al entimema, que es el silogis­mo retórico . En cuanto es una cierta especie de silogismo, el enthymema es modelado a partir del silogismo dialéctico. Ahora bien, como se trata de una relación de modelo a modelado, ambas formas deductivas difie­ren en ciertas características, y estas se estructuran en vistas al destinata­rio de la argumentación. Mientras que el silogismo dialéctico se orienta hacia un interlocutor atento y bien preparado, el silogismo retórico busca el asentimiento de las mayorías.

4 Desarrollo aquí las consecuencias que para la retórica tiene la "facoltá poiética" que adv ierte el profesor E. Berti en la dialéctica, a diferencia del conocimiento de las cienci as particulares o de la acc ión moral. Cfr. "La Dialettica in Aristotel e", L 'Attualitá delta Problematica Aristotelica, Padua, Antenore, 1970, pp. 33-80. Cfr. Retó rica, 1355 b, 25-26 .

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ANDRÉS COVARRUBIAS: LA DIALÉCTICA DE ARISTÓTELES: UN MODELO PARA LA ARGUMENTACiÓN RETÓRICA 47

Asumiendo esto como punto de partida, es necesario crear un esta­do de convicción frente a aquellas cosas que pueden ser de más de una manera, y, situados en la perspectiva de lo que puede ser verosímil para las mayorías, no solo es necesario hablar a la razón, sino que también se hace imprescindible la integración del mundo de las pasiones. El entime­ma es la forma deductiva que mejor puede producir este complejo enlace entre razones y pasiones, y, para esto, debe situarse en el horizonte poético que se requiere para generar tal vinculación. Esto implica una modificación en lo que respecta a la estructura silogística del argumento, puesto que las mayorías no juzgan sobre la corrección lógica -a no ser de que el rétor caiga en un error demasiado evidente- sino sobre el estado de adhesión que se puede alcanzar. De modo que el entimema no es un silogismo trunco -como se ha definido tantas veces- sino que es un silogismo que busca involucrar al auditor, sus razones y pasiones, a partir de los éndoxa. Esto exige que el oyente se sienta partícipe del argumento, que lo complete, que se sienta gratificado al completarlo, que esa gratificación genere, a fin de cuentas, un sentimiento favorable con respecto a la tesis que el orador desea que prevalezca. Lo anterior involucra ciertas estrategias que funcionan en el marco de la racionali­dad poética: un rápido aprendizaje, no enunciar lo evidente, evitar lo injustificable, concentrar el tiempo en una justa medida, de modo que se mantenga la atención del auditorio. Esta dimensión poética se expresa con plenitud, por ejemplo, en la trama 'entimemática' de la tragedia, donde las deducciones invitan al espectador a entrar en la escena, ocul­tando incluso que el ánimo de este va siendo guiado por las finas redes de algo que no parece un silogismo, aunque lo sea. En este sentido, el silogismo retórico -al igual que el dialéctico- se extiende como una trampa o un señuelo, para atraer favorablemente el juicio del auditori06.

Trampa poética, claro está, al modo como funciona la skiagraphía o pintura del decorado teatral, la que solo mirada desde cierta distancia cobra sentido, es decir, es reconocible por el espectador. En esto la retórica es semejante no solamente a la dialéctica, que nos atrapa en el momento de la aceptación de aquella conclusión que no deseábamos conceder, sino también es semejante, dice Aristóteles, a las argumenta-

Esta idea del silogismo dialéctico como un ardid, ha sido desarrollada por el profe­sor P. Aubenque en "La Dialectique chez Aristote" , L'Attualitá della Problematiea Aristoteliea, Padua, Antenore, 1970, pp. 9-31. AqUÍ el profesor Aubenque sostiene que el origen del silogismo es una trampa (piege) dialéctica, que consiste en explo­tar en la discusión la no-inmediatez (non-immédiateté) de la relación entre las pre­misas y la conclusión , antes de divulgar, in fine, el papel mediador del término medio y así confundir al adversario (p. 15).

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48 SEMIN ARIOS DE FILOSOFfA, N°S 14-15, 2001 -2002

ciones sofísticas. Esta semejanza permite, a su vez, que la retórica se valide como un antídoto efectivo frente a la ilusión que pretende levantar la retórica sofística, ya que ambas se diferencian por la intención (proaí­resis) del sujeto que realiza el discurso y no por el discurso considerado en sí mismo.

El entimema, pues, cumple funciones semejantes a las del silogis­mo dialéctico, el que opera como modelo, aunque ambos no pueden ser confundidos. En los Analíticos Primeros , Aristóteles define el entimema, que es el cuerpo de la persuasión, como un silogismo (syllogismós) cons­truido a partir de probabilidades (eikóton) o signos (semeíon) (cfr. 70 a, 10). Así, el entimema es el silogismo retórico, construido en vistas a la producción de una argumentación exitosa y técnica en el ámbito de la búsqueda de medios de persuasión de las mayorías, y que se caracteriza por subordinar el ideal de exactitud racional bajo otro criterio que posi­bilita alcanzar el fin propuesto: encontrar los modos de persuadir al hombre medio a partir de sus Év8o~a, tomando en cuenta que cada individuo es un haz de elementos racionales y afectivos . Esto implica que la finalidad de la retórica no consiste en persuadir, sino en buscar los medios más adecuados para lograrlo, y para cumplir con su objetivo, la tékhne rhetoriké debe satisfacer tanto a la razón como al corazón.

En el silogismo retórico, por tanto, se da una cierta relajación que no implica una deficiencia en la argumentación, sino que, por el contra­rio , tal imprecisión se transforma en un aspecto de provecho frente a la persuasión de las mayorías . Esto se puede ver, por ejemplo, en la dife­rencia de definición propuesta por Tópicos 100 a, 25-27 y Analíticos Primeros 24 b, 18-20, donde se incluye el carácter de 'necesidad' de la deducción (i .e. ex anánkes), por una parte, y la desaparición de este aspecto en Retórica 1356 b, 16-18, por otra. Más que el rigor lógico de la deducción, lo que importa en la oratoria es el establecimiento de una lógica de la decisión o de la elección 7, la que busca fundamentalmente involucrar al hombre como totalidad de razones y pasiones. Así, Ev8ú/-lwt:;' significa "estar afectado" y Ev8u/-lCtcr8m "decidir entre op­ciones inciertas", "tener un escrúpulo sobre algo", en contextos que se caracterizan por estar cargados emocionalmente debido al influjo del thymós8. Por lo demás, las expresiones apódeixis tis y syllogismós tis, utilizadas en la Retórica para definir el entimema, describen en el mundo

Cfr. A. Plebe , "La possibilitá di una formalizzazione della logica aristotelica degli entimemi" , Revue lnternationale de Philosophie, N° 184, 1993, p. 71. Para estas expresiones y otras relacionadas , cfr. Liddell and Scott, Greek-English Lexicon, Oxford , 1996, p. 567 .

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A NDRÉS C OVARR UBIAS: L A DIALÉCTICA DE ARIST6TELES: UN MODELO PARA LA ARGUMENTACl6N RET6 RICA 49

griego un amplio horizonte semántico: un empleo en principio coloquial que va adquiriendo diversos grados de precisión o exactitud. Es así como en la Retórica 1396 a, 34, Aristóteles incluso llega a distinguir razona­mientos ciKpt~É(J'TEPOV (más exactos) o IlCXACXKeD'tEPOV (más relajados).

Por otra parte , en la mayoría de los libros de lógica nos encontra­mos con una concepción incorrecta del entimema: esto es, definirlo como "un silogismo al que le falta una premisa o la conclusión"9. No se ha insistido en que Aristóteles presenta en la Retórica muchos entime­mas que no son silogismos truncos l0 . A mi juicio, sin embargo, se puede aceptar atelés en el sentido de " imperfecto" y no de "incompleto" o "trunco", es decir, considerar al entimema como aquel silogismo que precisa de una o más cosas que son necesarias a partir de los términos utilizados, pero que no se han 'asumido' en virtud de las proposiciones (cfr. An. Pr. , 24 b, 22-26) . Estos aspectos no asumidos por el silogismo son , en este caso, todas las fuerzas afectivas -y por lo tanto 'no formali­zables ' - que acompañan cualquier argumentación razonable.

Para persuadir mediante un conjunto de argumentos deductivos, debemos utili zar los supuestos y creencias del auditorio, convencer con eficacia dentro del tiempo disponible, intentar que el oyente se sienta partícipe de la argumentación, involucrar sus emociones y esperanzas, no dar cabida al aburrimiento o, en fin, al ataque de otro orador que desea persuadir sobre lo contrario . ¿Utilizamos para esto silogismos dia­lécticos? No, debemos estructurar un razonamiento que pueda incluir las características 'antidialécticas ' que antes he mencionado. Esto ha de ser así porque el auditorio no es un auditorio 'cultivado', al que debemos, sin embargo, interesar y sorprender. Si no creamos la estrategia adecua­da, el orador rival puede apelar directamente a las pasiones y acusarnos de falta de claridad o lentitud. La sola precisión racional suele conducir a una derrota frente a la fuerza de las pasiones.

Entonces, para asumir la vía adecuada de persuasión, debemos perder exactitud y precisión para ganar amplitud e integración de la totalidad de aspectos presentes en el auditor que debe juzgar sobre aque­llas cosas que pueden ser de más de una manera. De modo que para que el auditorio o la asamblea juzgue, no se ha de buscar ante todo un cre-

9 Por ej emplo, J . Maritain en El orden de los conceptos, Buenos Aires, 1980, p. 321. califica al entimema como un "silogismo trunco" .

10 Es necesario indicar qu e syllogismós + atelés de An. Pr. 70 a, 10, solo es atestiguado por Consilianus 330, saec . XI. Debido a esto , la observación del profesor E. Berti a es te trabajo , en el sentido de que se podría evitar atelés, es plausible. Sin embargo, he querido asumir aquí la lectía difficilior, ofreciendo una nueva interpretación de la expresión alelés en este texto.

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50 SEMINARIOS DE FILOSOFíA. N°S 14-15.2001-2002

ciente contenido objetivo de verdad, sino que se deben usar aquellos recursos que poseen un alto poder persuasivo. En este sentido, el rétor debe uti lizar la contingencia de las cosas y el ánimo de los oyentes a su favor, para mostrar que una decisión es la mejor o aparenta ser la más correcta en una situación determinada.

Por lo demás, Aristóteles sabía que la mejor fuente de razonamien­tos de este tipo es la tragedia, por esto la btávota trágica (esto es, argu­mentar, excitar las pasiones, refutar, amplificar, disminuir) es tarea de la retórica 11 . La audiencia es determinante: "En efecto -dice Aristóteles-, no cabe hacer muchas preguntas, a causa de la inconsistencia del auditorio. Que es la misma razón por la que también se deben concentrar lo más posible los entimemas" (Retórica, 1419 a, 17-19). Además, afirma el Esta­girita, se ajusta más al hombre honesto aparecer como bueno que como riguroso en el discurso (cfr., 1418 a, 38). Aristóteles tiene muy presente el éxito que ha conseguido la tragedia en la tarea de argumentar apuntando directamente al corazón del hombre, sin perder la vinculación radical que existe entre nuestra faceta intelectiva y la emotiva. Asimismo, es impor­tante recordar aquí que los auditores de un discurso retórico y los especta­dores del teatro poseen características semejantes.

De modo que el entimema es el silogismo retórico, poético­producti vo en lo que hace relación con la facultad involucrada, semejan­te al dialéctico en su estructura, pero con propiedades eminentemente persuasivas (brevedad, rápido aprendizaje, incluyendo en la mayoría de los casos aspectos ' no formalizables' en las figuras silogísticas), que mantiene una estrecha relación con el1Í80c::- y el ná8oc::- 12 y que, además, está orientado a la aceptación -a partir de las opiniones establecidas- de ciertas conclusiones por parte de un conjunto de individuos no entrena­dos especialmente en las técnicas argumentativas, que deben juzgar, a instancias de la argumentación propuesta por el orador y en el contexto de una lógica de la decisión, sobre asuntos que incumben al ciudadano. En este sentido, cada ciudadano es concebido como un haz de razones y pasiones. Solo se puede influir ítdecuadamente sobre este ciudadano de­sarrollando una teoría de la argumentación poética, es decir, una teoría capaz de habérselas con las razones y las emociones a la vez.

El entimema, desde esta perspectiva, muestra una fuerza inusitada en el campo de la argumentación, fuerza que en ciertos casos parece incluso estar presente en el modo de argumentación de la filosofía pri-

11 Cfr. Poética, 1456 a, 33-b, 2. 12 Cfr. W. M. A. Grimaldi, Studies in the Philosophy of Aristotle's Rhetoric, Hermes

Einzelschriften , Weisbaden, 1972, pp. 143-144.

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ANDRÉS COVARRUB IAS: LA DIALÉCTICA DE ARISTÓTELES: UN MODELO PARA I.A ARGUMENTACIÓN RETÓRICA 51

mera, toda vez que el silogismo científico parece dejar paso a razona­mientos dialécticos que, en ciertas ocasiones, se aproximan estrechamen­te a las características propias del silogismo retórico I3 .

2. El ejemplo retórico bajo el modelo de la inducción dialéctica

El ejemplo (parádeigma) es la inducción retórica, en parte seme­jante y en parte diferente de la EnaywYlÍ dialéctica. La diferencia entre ambas pruebas inductivas radica en que el parádeigma no establece una relación de la parte con el todo, ni del todo con la parte , ni del todo con el todo , si no de una parte con otra parte, donde una de estas partes es más conocida que la otra. Así, el ejemplo no busca realizar inducciones completas (a diferencia de la epagogé dialéctica) , las que exigen una alta preparación para ser aceptadas, sino que , por el contrario, el parádeigma busca producir un vínculo persuasivo, fundado en la semej anza de los casos indi spensables propuestos por el orador, para generar ráp ida y claramente una persuasión 14.

La mayor complejidad y exactitud que tiene la inducción frente al ejemplo, implica un escaso poder persuasivo de cara a las mayorías, por la menor inmediatez y brevedad de la epagogé frente al parádeigma. Hay, pues, un mayor compromiso del auditor corriente con el ejemplo, ya que aquí se trata de un reconocimiento de lo ya sabido para aplicarlo a lo no conocido, mientras que en el caso de la epagogé se apela a un aprendizaje que apunta a un proceso completo (partes-todo) 15, lo que exige un alto poder de observación, conocimientos exhaustivos y una sagac idad que no está al alcance de las mayorías .

De manera que la inducción retórica propuesta por Aristóteles, conjuga argumentos y sentimientos de cara al receptor, el cual es conce­bido como un animal racional, razonable y pasional. Así, en cuanto este sujeto se mueve en el ámbito de lo persuasivo, la argumentación debe atender tanto a sus pensamientos como a sus pasiones. Los par lamentos

13 Agradezco al profesor P. Aubenque e l hecho de haber destacado el especia l interés que posee es ta tesis de mi trabajo, pues, como él mismo argumentó a l comentarlo, en ocasiones se extiende una nebulosa entre e l silogi smo cien tífico y e l dialéctico, lo que , en ciertos casos, podría hacer intervenir tambi én el razonamiento retórico en la Metafísica.

14 S. Knuullil a en " Remarks on Induction in Aristotle's Dialecti c and Rhetoric", Revue Internationale de Philosophie, 1/1993 . N° 184, p. 88, destaca la ex igenc ia de simpli­cidad del ej emplo retóri co para una adecuada persuasión del auditorio .

15 Cfr. Analíticos Primeros, 69 a, 13-19.

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52 SEMINARIOS DE FILOSOFfA, N°S 14-15, 2001-2002

de los personajes trágicos cumplen esta exigencia de una manera insupe­rable : sus argumentos nos conmueven, sus sentimientos afectan nuestros pensamientos. La tragedia es una fuente permanente de ejemplos, los que actúan como remache de los parlamentos y como testigos honestos de los entimemas, puesto que marcan un estilo de decisión, una forma de ser, una manera de manifestar el carácter de aquellos que son capaces de razonar en contextos marcados por los sentimientos humanos.

En definitiva, Aristóteles se percata de que en el mundo de lo emotivo, diríamos más, en el mundo de la vida, por razonable que este quiera ser, no cabe la argumentación científica, y tanto el entimema como el ejemplo asumen este hecho de un modo radical, pues se mueven en el horizonte poético, vale decir, de lo que no puede ser acotado por la razón 'epistémica', por tratarse de aquellas cosas que pueden ser de más de una manera y que, obviamente, se enmarcan en el ámbito de la con­vicción o de la persuasión.

Ahora bien , mirando el asunto desde otro punto de vista, en la Metafísica es posible encontrar variados 'ejemplos', lo que permitiría, en principio, vincular la inducción retórica con la intentada por la ontolo­gía 16, ampliando así el espectro de influencia de la actividad retórica como teoría de la argumentación, quizá mucho más allá de lo que imagi­nó Aristóteles.

3. Tópoi retóricos: una especificación a partir del modelo dialéctico

Habiendo analizado en los apartados precedentes las pruebas por persuasión que son comunes en el campo de la retórica U.e. el entimema y el ejemplo) , caracterizándolas además desde la perspectiva de las condiciones de posibilidad para el establecimiento de una argumentación poético-productiva que se aplica al horizonte de lo razonable, y que, en el caso de la retórica, aproxima la lógica a los sentimientos del auditorio en vistas a la producción de discursos adecuados para la persuasión de los oyentes, consideremos el papel que juegan los tópoi en esta teoría de la argumentación persuasiva.

La tópica tiene una función central en la retórica y la dialéctica, en cuanto estas son facultades discursivas que toman su punto de partida de los éndoxa, ya que los 'lugares' nos permiten extraer principios mirando

16 El profesor Aubenque, apoyándose en su análisis de la relación problemática ex is­tente entre ontología y di aléctica, a propósito del tratamiento del entimema en el apartado anterior, considera también plausi ble analizar el razonamiento inductivo presente en la Metafísica, asumiendo las aportaciones del parádeigma retórico .

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A NDRÉS COVARRUBIAS: LA DIALÉCTICA DE ARIST6TELES: UN MODELO PARA LA ARGUMENTACI6N RET6 RICA 53

el singular, circunscribiendo de este modo el horizonte adecuado para la consolidación de una lógica de la invención , lo que implica una elección de los datos adquiridos o por adquirir.

Según la ilustrativa comparación de Tópicos 163 b, 16 ss., los lu­gares lógicos se asemejan a los lugares conservados en la memoria, y estos , a su vez, permiten un recuerdo inmediato de las cosas mismas. Esta inmediatez es reconstruida técnicamente mediante el ordenamiento de argumentos, definiciones, cosas en que los argumentos inciden más veces y el conocimiento de memoria de las proposiciones, en vistas al logro de una mayor capacidad de razonar, atendiendo a un número limitado de casos generales . Pero, lejos de ser un mero compendio rígido de proposiciones que conviene memorizar -lo que constituye, por lo demás, uno de los puntos centrales de la crítica aristotélica a las tékhnai elaboradas por sus antecesores-, la tópica aristotélica se presenta como una unidad orgánica de esquemas 'proposicionales' que permiten la construcción de argumentos al amparo de una técnica para la producción de razones persuasivas.

En virtud de tales mecanismos argumentativos, los éndoxa pueden ser recuperados mediante un uso razonable de aquellas proposiciones verosímiles que no tienen cabida en el campo de la razón epistémica, la que se mueve en el ámbito de las verdades primeras , inmediatas, necesa­rias y causantes de la conclusión. Ahora bien, mientras los tópoi dial écti­cos se ocupan -casi excIusivamente l7- del aspecto lógico-formal en vis­tas a la construcción de enunciados convincentes, la Retórica amplía sustancialmente su función, otorgándoles también la propiedad de la búsqueda de los materiales adecuados para producir persuasión, inte­grando para esto de un modo sistemático los 'lugares propios'.

Los koiná: un contexto general para la argumentación retórica

En la Retórica 11, 18, Aristóteles introduce el tratamiento de los lugares comunes a todos los discursos. Estos tópoi son tres: lo posible y lo imposible, los hechos (así ha sido), y la magnitud (amplificación y disminución). Aunque el lugar de lo posible y lo futuro es más apropiado

17 W. A. De Pater en "La fonction du lieu et de l'instrument dans les Topiqu es", Aristotle on Dialectic: The Topics. Oxford, Clarendon Press, 1968, p. 180, indi ca la presencia del lugar propio de lo ' preferible ' en Tópicos lTI , 1-4, ya que este es semejante al desarroll ado en Retórica 1, 7, en el co ntexto del género de liberativo . Pero la tendencia general de los Tópicos implica la co nsiderac ión no exp líc ita de la di stinción entre los lugares propios y com unes, en favor de un a interpretac ión de los tópo i como esquemas for males de inferencia.

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54 SEMINARIOS DE FILOSOFlA, N°S 14-15,2001-2002

para los discursos deliberativos -como el de la magnitud lo es a los epidícticos, y el remitir a los hechos lo es a los judiciales-, sin embargo el Estagirita entiende que los lugares completamente comunes, por ser tales, se aplican a los diversos géneros retóricos. Este punto de vista, por lo demás, ha sido antes sostenido por Aristóteles en Retórica 1, l359 a, 10-26, donde apela a la necesidad de disponer de enunciados sobre tales aspectos persuasivos, tanto en forma general como particular, y que sean aplicables a los distintos géneros oratorios.

Nos parece relevante, en este momento, caracterizar el sentido y los alcances de los 'lugares comunes' en cuanto despliegan el contexto general de la argumentación retórica, fuera de cuyo alcance se vuelve imposible construir cualquier argumento que tenga por finalidad la per­suasión. Así, pues, todo intento de producción de argumentos persuasi­vos debe instalarse, como último horizonte, dentro de los koiná antes mencionados. Los koiná manifiestan, desde esta perspectiva, las condi­ciones de posibilidad para el establecimiento de una argumentación retó­rica, que, en el caso del tópico referido a la 'posibilidad', se desenvuelve especialmente en un contexto propicio para la persuasión orientada a la deliberación 18, en el cual no es posible argumentar a partir de la necesi­dad, ni desde la imposibilidad (que remite a la refutación) 19.

Lo anterior se ve más claro al analizar el lugar de lo posible y lo imposible (cfr. Retórica 11, 19.1). En efecto, cuando el orador debe per­suadir al auditorio, ha de atender en primer lugar a un 'substrato fontal' en el cual los éndoxa puedan ser recuperados en vistas a una adecuada argumentación, puesto que de poco sirven los datos que se poseen si no es posible ordenarlos bajo ciertos criterios generales, que circunscriben el campo de lo que puede ser aceptado por los oyentes que, en definitiva, constituyen el fin de la actividad retórica2o . Los koiná, en este sentido,

18 Silvia Cazzola en " Lo Statuto Concettuale della Retorica Aristotelica", Riv. Crit. di Storia della Filosofia. 31, 1976, p. 69, hablando de los lugares absolutamente comu­nes , sostiene que Aristóteles reconoce, para su uso, un cierto sentido preferencial de estos tópoi: el tópos de la 'posibilidad futura' se utiliza preferentemente en el género deliberativo, el de la 'posibilidad en el pasado' en el género judicial, y el de la ' amplificación' se emplea sobre todo para el discurso epidíctico. Este aspecto 'pre­ferencial', asimismo, indica que los lugares comunes se pueden utilizar (y de hecho se utilizan) en el marco de cualquier género retórico, siendo el deliberativo el mode­lo propuesto por el Estagirita para comprender el estatuto argumentativo propio de la actividad del orador.

19 Cfr. Q. Racionero (trad.), Retórica de Aristóteles, Madrid, Gredas, 1990, p. 396, n. 219. 20 En efecto , Aristóteles en la Retórica 1, 1358 a, 37-b, 2, afirma: "Porque el discurso

consta de tres componentes: el que habla, aquello de lo que habla y aquel a quien habla; pero el fin (télos) se refiere a este último, quiero decir, al oyente".

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se presentan como el primer eslabón de la cadena tendiente a la búsque­da de una aproximación de la lógica al complejo mundo de las emocio­nes, tarea que logra su cumplimiento con la organización de los lugares propios. Así, pues, hay un contexto lógico en el cual se desenvuelv~n nuestras opiniones establecidas, y la persuasión ha de mantenerse dentro de tal horizonte, donde quedan satisfechas las expectativas del oyente .

De modo que para cualquier auditor, e independientemente del estado emocional en el que se encuentre, si ha sido posible que un con­trario sea o haya llegado a ser, asimismo el otro contrario parece que ha de ser posible; si de dos cosas semejantes una es posible, también es posible la otra; si es posible lo difícil, también lo es lo fácil; si es propio de algo tener principio, también lo es tener fin; si es posible que acon­tezca lo posterior, también lo anterior; en aquello en que las partes son posibles , también lo es el todo, y en lo que el todo es posible también lo son , la mayoría de las veces, las partes; en las cosas que son por natura­leza recíprocas, si es posi ble una de ellas, también lo es la otra; si es posibl e que algo sea realizado sin arte ni preparación , será más posible realizarlo con arte y preparación. Lo imposible, por otro lado , puede ser inferido de los contrarios de las cosas antes mencionadas.

Si analizamos estos casos, descubrimos un cierto denominador co­mún : en el contexto de lo posible y lo imposible, que atraviesa un am­plio espectro de las decisiones, hay una ' precomprensión lógica' de los hechos que no podemos rebasar y que permite, por lo mismo, un orde­namiento de todos aquellos aspectos emocionales que están involucrados en cada situación. La realidad humana se circunscribe generalmente en el ámbito de lo razonable, y cuando este horizonte parece ser superado por factores irracionales, el orador puede volver a apelar a la faceta razonable del oyente. Para esto, es imprescindible dominar los mecanis­mos mediante los cuales es posible atraer las pasiones hacia una argumentación inteligente .

Los koiná cumplen adecuadamente esta función al desplegar el hori­zonte desde el cual se puede argumentar de modo razonable incluso en contextos sobrecargados emocionalmente, y si el corazón tiene sus ' razo­nes' , la razón puede ordenarlas y orientarlas en virtud de una lógica de la decisión que se mueve, por lo mismo, en el ámbito de la persuasión.

Ahora bien, en relac ión con los 'hechos' (cfr. Retórica I1 , 19.2), se produce una si tuación semejante a la anterior (i.e. de lo posible y lo imposible), ya que, en última instancia, la prueba se basa en la posibili­dad de que algo haya sucedido o podría suceder (en tanto nos remitimos a los hechos del pasado o a los del futuro). Es importante destacar aquí que se trata de determinar una cierta constante y, por lo tanto, en la

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mayoría de los casos la imaginación y las conjeturas del auditor cobran una gran importancia, y es por esto por lo que la habilidad del orador para evocar en el oyente la posibilidad de que tales hechos han ocurrido o van a ocurrir, tiene un lugar central en el proceso de persuasión . Para lograrlo, el orador debe utilizar a su favor esta ' precomprensión lógica' de la realidad ínsita en los koiná, aunque sabe bien que casi siempre es posible que otro orador siga un camino productivo diferente, argumen­tando que en "este caso" puede haber sucedido aquello que nadie espera­ba y que, empero, también era posible que ocurriera. Sin embargo, la carga de la experiencia juega en favor de aquel rétor que escoge la veta argumentativa más próxima a las opiniones establecidas, que se presen­tan como una tierra fértil para producir un juicio favorable por parte de los oyentes.

En cuanto a la amplificación y la disminución (cfr. Retórica 11, 19.3) ocurre algo similar al caso de los "hechos", por cuanto el tópico de la cantidad depende, en última instancia, del tópico de lo posible21 . Aho­ra bien, atendiendo al ' más ' y al ' menos', Aristóteles plantea la superio­ridad de los hechos particulares sobre los universales en lo que respecta a la efectividad de la persuasión22 , y, en este sentido, los koiná extienden la base argumentativa general que se complementa finalmente con la inclusión de los 'lugares propios' , a partir de los cuales se atiende de manera especial a los contenidos apropiados para la construcción de los entimemas. Así, en el caso de la argumentación poético-productiva que es adecuada para la actividad retórica, la primacía de lo particular por sobre lo universal juega un papel determinante en orden al logro de una persuasión eficiente de los oyentes, pues a estos no les preocupa atender a aquellos argumentos en torno a la magnitud en absoluto, o sobre la superioridad en términos generales, ya que no es en virtud de tales as­pectos por lo que deben emitir un juicio, ni el orador atiende a esas cosas vagas para persuadir.

Por tanto, los koiná son aquellos lugares absolutamente comunes que permiten el control del horizonte lógico y ontológico desde donde es posible efectuar las demostraciones retóricas23 . Ahora bien, mediante este procedimiento, Aristóteles recupera para el ámbito de lo razonable la esfera de la dóxa, en la medida en que la experiencia humana puede ser referida a un contexto argumentativo que permite su recuperación y

21 Cfr. Q . Racionero; Retórica , p. 403, n. 238. 22 Cfr. Retórica, 1393 a, 16-19 . 23 Cfr. ibíd., p. 197, n. 80.

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utilización para persuadir, en aquellos espacios en los cuales las decisio­nes y los juicios no pueden ser determinados mediante la aplicación de ciertos principios universales y necesarios. Los koiná posibilitan y facili­tan la tarea de la persuasión en contextos cargados de motivaciones tanto intelectivas como afectivas. Sin embargo, los koiná no son lo suficien­temente precisos como para organizar en cada caso el curso de la argu­mentación. Por esta razón, Aristóteles circunscribe dentro de la esfera general de influencia de los koiná los koinoi tópoi, que también son comunes, pero que se caracterizan por ser formas generales de inferencia que permiten específicamente la construcción de aquellos entimemas más aptos para la persuasión.

En efecto, es cierto que el retórico ha de utilizar entimemas para argumentar razonablemente, pero estos deben referirse a algo y ser sus­tentados de alguna manera. Aristóteles mediante el recurso a la tópica busca este sustento y esta referencia, creando para tal efecto un sistema de ' lugares' que, como si describieran CÍrculos concéntricos en iorno a los enunciados persuasivos y sus condiciones de posibilidad, van acotan­do el campo de aquello que puede ser argumentado razonablemente, y que abarcan tanto las condiciones generales de posibilidad (koiná, en el sentido de lugares absolutamente comunes); como las formas generales de inferencia (koinoi tópoi), para referirse finalmente a los contenidos materiales específicos y propios (eíde) de cada género retórico, donde el deliberativo cumple un papel modélico. Este recurso a los tópoi, además, actúa como una red en la que la experiencia puede ordenarse en aquellas opiniones establecidas más propicias para la argumentación y, por ello, la lógica tiende a aproximarse a aquellos aspectos de la vida ciudadana que muchas veces parecieran estar sujetos a lo irracional y arrojados en manos del azar.

Los koinol tópoi: leyes de inferencia para crear entimemas

El propósito de este apartado no es la consideración detallada de los lugares comunes que permiten la producción de los entimemas -ya que esto llevaría a este trabajo más allá de los límites que me he traza­d024-, sino el análisis de algunos aspectos capitales que se relacionan

24 Para un análisis específico de estos aspectos, cfr. W. M. A. Grimaldi : op. cit., p. 131, que organiza los tópoi atendiendo a los criterios "antecedente-consecuente o causa­efecto", "más-menos" y "some form of relation" . Cfr. también , M. Dufour : Rhétori­que, París , Livre Il , pp. 40-55 . Q. Racionero : Retórica, pp. 450-451 , n. 400, que ordena, a partir de A. Russo (La fi/osofia della Retorica di Aristore/e, Nápoles ,

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más directamente con el establecimiento de una teoría de la argumenta­ción tendiente a la producción de argumentaciones persuasivas, que tiene además en los koinoi tópoi su punto de arranque desde el punto de vista formal, y cuya finalidad es el juicio que es posible suscitar en el oyente.

Aristóteles, en el libro 11 de la Retórica, ofrece un listado de los lugares comunes que permiten la construcción de los entimemas (cap. 23), considerando luego aquellos tópoi que intervienen en la formación de los entimemas aparentes (cap. 24). Con estos elementos, el Estagirita integra la actividad retórica dentro del marco de la lógica y, mediante esta inclu­sión, consolida a la dialéctica como modelo de argumentación en el campo de la oratoria25 . En la base de este proceso, está la idea de que el primer medio para la selección de enunciados es la rópica26, y, más precisamente, que los silogismos dialécticos y retóricos son aquellos a propósito de los cuales decimos los lugares27 , donde estos últimos son los elementos desde los que toma su fuerza el argument028 . Ahora bien, lo que caracteriza a los lugares comunes de los que aquí se trata (puesto que antes Aristóteles ha considerado ciertos lugares comunes sobre los caracteres, las pasiones y sus correspondientes modos de ser), es que obedecen a un método univer­sal (kathólou) aplicable a todos los entimemas29 .

En virtud de lo anterior, podemos decir que Aristóteles aporta la base teórica necesaria para que la retórica, desde un punto de vista próximo al formal , pueda acceder a la utilización de esquemas confia­bles de inferencia representados por los koinoi tópoi . Así, frente a aque­llas concepciones de la actividad oratoria que potencian los aspectos irracionales del hombre, el Estagirita presenta una retórica dotada de un andamiaje lógico-formal que permite, en definitiva, orientar a esta tékhne hacia el horizonte de lo razonable y, para ello, ha debido integrar una lógica tópica altamente capacitada para la producción de argumentos persuasivos, que adquiere su plenitud mediante la utilización de los eíde, es decir, de los tópicos específicos que aportan un contenido material apropiado para cada uno de los géneros oratorios 3o.

1962, pp . 136-137), los koinoi fópoi en tópoi lógico-metafísicos (contradicción, causalidad, finalidad, etc .); gramaticales; psicologísticos; incompletos (recogidos de la tradición oratoria) .

25 Cfr. S. Cazzola : art. cit., esp . p. 72 . 26 Cfr. Retórica , 1396 b, 19. 27 Cfr. ibíd ., J, 2, 1358 a, 10 ss . 28 Cfr. ibíd ., 1304 b, 14-15 . 29 Cfr. ibíd ., 1397 a, 1 ss. 30 Así, por ejemplo, W. M. A. Grimaldi , en op. cit. , afirma: "The topies in the language of

the Rhetoric and the explanation given there are the method devised to supply both the

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ANDRÉS COVARRUBJAS: LA DIALÉCTICA DE ARIST6TELES: UN MODELO PARA LA ARGUMENTACl6N RET6RICA 59

Si nos situamos en el contexto del establecimiento de una teoría de la argumentación poético-productiva, se hace necesario integrar tanto una lógica de la invención (aportada por los eíde) como una lógica de la inferencia (sustentada por los koinoi tópoi), y este es , a mi juicio, el sentido principal de la distinción entre ambos tópoi (diferenciación, por lo demás, que solo es propuesta en la Retórica) . El orador, siguiendo el modelo del dialéctico, debe influir sobre otro individuo mediante la per­suas ión o la convicción y, además, en un contexto de argumentaciones probables donde otros factores (p.e. las emociones) tienden a acaparar la atención del oyente. Solo si se cuenta con un modo de inferencia adecua­do, con contenidos apropiados y fácilmente comunicables, es posible au­mentar las probabilidades de éxito, y con esto lograr el fin que se propone la tékhne rhetoriké, al hacer prevalecer una lógica de lo razonable que encuentra en los koinoi tópoi un imprescindible instrumento de controP l .

Así, por una parte, el entimema adquiere todo su sentido como prueba demostrativa y cuerpo de las pruebas por persuasión, puesto que los tópoi permiten tanto su estructura formal como la adecuada formula­ción y utilización de sus contenidos, y, por otra parte, con la teoría del entimema Aristóteles logra establecer una sólida base para comprender que los tópicos no pueden ser concebidos como una mera colección de 'lugares inmóviles' más o menos recurrentes en el proceso persuasivo: su sentido se completa en el horizonte de una actividad máximamente productiva32 y no en el ámbito de una pseudoargumentación basada en la reiterac ión mecánica de ciertas fórmulas persuasivas .

Los ídioi tópoi: material proposicional para persuadir en cada género oratorio

Tiene un especial interés la atención que Aristóteles presta a los ' lugares propios' de la retórica deliberativa, sobre todo si tenemos en

conlent for lhe critical examination of the subject and general inferenti al stalements which would presenl legi timate forms for deduClive reasoning" (p. 11 8) . En efecto, los primeros son los tópicos particulares y los segundos los tópicos generales : es los últimos, a su vez, son formas de inferenci a en las cuales se desarrolla la comprensión de los tópicos particulares con el fin de extraer ciertas conclusiones que interesan al orador.

31 Cfr. Carla A. Viano: "Aristotele e la redenzione della retorica" , Rivista di Filosofia, n° 58, 1967, pp. 394-395 .

32 Actividad que reflej a el estatuto de una tékhne en cuanto héxis meta lógou alethoús poietiké (cfr. Ética a Nicómaco VI, 4 , 1140 a, 10), cuyo sistema racional , discursivo y uni versal e leva la empeiría a un proceso consciente y melódico (Cfr. J. Brunschwig: "Rhélorique et Dialectique : Rhétarique et Topiques", Aristatle's Rhetaric: philosophi­cal essays. Ed. D. Furley, A. Nehamas. Princelon University Press, 1994, p. 72 ss .).

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cuenta que la mayoría de los entimemas se dicen de las especies particu­lares y propias, siendo por ende pocos los que se dicen de los lugares comunes33, Ahora bien, el horizonte de la argumentación que correspon­de, sobre todo aquí34 , es el de la posibilidad, ya que no se puede delibe­rar sobre lo que por necesidad es o será, o sobre los que es imposible que sea o llegue a suceder. Además, de entre los 'posibles' solo deliberamos acerca de las cosas "que se relacionan propiamente con nosotros y cuyo principio de producción está en nosotros", quedando fuera los bienes que ocurren por naturaleza (physei) o por azar35 ,

En este contexto general, que permite situar el espacio ocupado por la retórica deliberativa, nos encontramos con un conjunto de enun­ciados que le corresponden propiamente y que pueden ser enmarcados dentro de aquella 'posibilidad' que, como hemos dicho, es susceptible de deliberación por parte de los individuos involucrados en el proceso per­suasivo. En efecto, además de los lugares comunes -que son aplicables a muchas materias que difieren por la especie- están las conclusiones pro­pias (ídia) "derivadas de enunciados que se refieren a cada una de las especies (erdos) y géneros"36, y que, en el caso de la retórica deliberati­va, son tratadas especialmente en la Retórica 1, capítulos 4_837 .

Por lo anterior, las materias o temas de deliberación, en general , se inscriben en el ámbito de las finanzas, la guerra y la paz, la defensa del territorio, las importaciones y exportaciones, y la legislación (cfr. Retóri­ca 1359 b, 21-23) . Aristóteles se percata de la utilidad de poseer ciertas premisas que concreticen la persuasión sobre estos aspectos de la vida pública, puesto que si el orador desconoce los elementos38 que permiten

33 Cfr. Retórica, 1358 a, 26-28. 34 Cfr. ibíd. , 1, 3, 1359 a, 11-26, donde Aristóteles muestra la utili zación general de los

koinoi tópoi en cada uno de los géneros para realizar el di scurso persuasivo. 35 Cfr. ibíd. , 1359 a, 30 ss. 36 Ibíd. , 1358 a, 17-18. 37 Para el tratamiento de los 'lugares propios' en los géneros epidíctico y judicial , cfr.

Retórica 1, 9 Y 1, 10-14, respectivamente . 38 Aquí entendemos 'elemento' (stoikheíon) en el sentido técnico utili zado por Aristóte­

les: slOikheíon de légo kai tópon enthymématos to autó (Retórica, 1396 b, 20-21 ; cfr. Metafísica B, 2, 998 a, 25-27 y Y, 3, 1014 a, 35-b, l) . Si bien es cierto que Sally Raphael en "Rhetoric, Dialectic and Syllogistic Argument: Aristotle's Position in Rhe­toric I-II", Phronesis, XIX, vol. 1-2, 1974, p. 153, sostiene que es confuso el uso de "stoikheíon" como "tópos", esto obedece, a mi juicio, a su interpretación extremada­mente logicista de la Retórica, lo que la lleva asimismo a considerar como engañoso el uso de eídos como tópos sobre materias particulares y, a la vez, como fundamento y premisa de un argumento. Pienso que Ivan Pelletier en "Aristote et la Découverte Oratoire" , Lava/. Theo/. Phil ., n° 37, 1981, p. 59, tiene razón al indicar que Aristóteles no está haciendo un uso unívoco de "stoikheíon", sino analógico, queriendo con esto

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ANDRÉS COVARRUBIAS: LA DIALÉCTICA DE ARISTÓTELES: UN MODELO PARA LA ARGUMENTACiÓN RETÓRICA 61

construir una argumentación tendiente a aconsejar o di suadir, y que re­miten a la experiencia de estas cosas en un determinado tiempo y lugar, de poco sirve el uso de tópicos comunes para convencer al auditori039 .

De manera que la utilidad de los 'lugares propios' se potencia en la medida en que la producción de argumentos persuasivos ha de responder a realidades muy concretas que afectan a la vida de una determinada comunidad, y que reflejan, por lo demás, un aspecto esencial de la definición de la retórica, ya que esta es la facultad de teorizar lo que es adecuado "en cada caso" para convencer.

La retórica -a diferencia de la utilización de la mayoría de los tópoi en la dialéctica (puesto que en los Tópicos no se di stingue con claridad entre lugares propios y comunes)- se vuelca precisamente sobre la experiencia comunitaria más inmediata y sobre su situación particular, pero vista desde la perspectiva teórico-productiva de la tékhne. Los 'lu­gares propios' aportan las premi sas que posibilitan al orador la aproxi­mación de la lógica a la experiencia 'humana, dado que las premi sas obtenidas representan las opiniones más acreditadas, que permiten al oyente reconocer su propia situación y sentirse movido a aceptar la con­clusión de l entimema propuesto por el rétor. El oyente, desde 'su ' viven­cia de las cosas que le competen directamente, es impulsado a deliberar y juzgar sobre, por ejemplo, una guerra que le afecta a él y a sus próxi­mos, o sobre una ley que deberá obedecer mientras esté vigente.

El orador debe producir argumentos que logren un efecto de recono­cimiento y aceptación (que, además, involucran tanto aspectos intelectua­les como emotivos), puesto que el fin de la retórica es el oyente, y la felicidad -recabando 'endóxicamente' sus posibles descripciones- se pre­senta como el objetivo (skopós) deseado por los auditores4o.

Ahora bien, con el fin de conseguir una adecuada y productiva reserva de proposiciones4 1 atinentes a la persuasión en el campo de la retórica deliberativa, Aristóteles opta por utilizar la división de las partes

mostrar el límite último del razonamiento (cfr., además, I. Pelletier: " Pour une defini­tion clai re et nette du lieu dialectique", Laval. Theol. Phi/., n° 41, 1985, pp. 403-415).

39 Aristóteles , en efecto, destaca la importancia de la experiencia, de l conocimiento de la hi storia propi a y de los pueblos extranjeros y de l territorio, para lograr una adecuada persuasión en torno a lo que se ha de deliberar: cfr. Retórica 1, 4, 1359 b, 23- 1360 a, 37. En cuanto a la leg is lac ión y las fo rmas de gobierno, si n embíl rgo, es sufici ente un conocimiento que no ti ene la precisión del saber epi sté mico, pues es te es tarea de la Política y no de la Retórica (cfr. 1360 a, 37 y 1366 a, 2 1-22).

40 Todos los consejos y disuasiones versan sobre la eudaimonía, sobre lo que ti ende a e lla, o lo que le es contradic to rio (cfr. Retórica 1,1360 b, 4-13) .

4 1 En este se ntido, Silvia Cazzola en art. cil., p. 68, afirma que e l tópos as í entendido es muy semejante a un verdadero contenedor ("contenitore") de premisas.

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de la felicidad (eudaimonía), tal como ellas son concebidas en el senó de las opiniones establecidas por la comunidad. En este sentido, así como los koiná definen el contexto general de la argumentación, y los koinoi tópoi ofrecen las leyes de inferencia (aspecto formal), los eíde aportan el material mediante el cual podemos producir los entimemas más apropia­dos para convencer en cada caso. Desde esta perspectiva, es importante contar fácil y rápidamente con los diversos enunciados que permiten a los auditores reconocer 'sus propias' concepciones de felicidad en el argumento desarrollado por el orador. Para esto el rétor debe tener a la mano la mayor cantidad de opiniones que los oyentes puedan aceptar sobre lo que es ser feliz, y en este proceso se manifiesta el valor heurísti­co afincado en los eíde. De manera que no es la crítica de estos éndoxa sobre la felicidad y sus partes correspondientes 10 que ha de realizar el orador, sino su integración dentro de una teoría argumentativa destinada a producir, en una variedad de situaciones, la persuasión, mediante el uso de argumentos convincentes hic et nunc.

Debido a lo anterior, Aristóteles ofrece una definición laxa de la eudaimonía (esto de eudaimonía: cfr. Ret. 1360 b, 14-18; reforzada por b, 19), que consiste: o en el buen éxito (eupraxía) acompañado de virtud, o en la autarquía económica, o en la vida placentera unida a la seguridad, o en una buena disposición (euthenía) de bienes materiales y de cuerpos, junto con la facultad de conservarlos y utilizarlos. La utilidad oratoria de esta 'definición' se basa, a mi juicio, en que, como dice Aristóteles, "todos los hombres están sobre poco más o menos de acuerdo en que en una de estas cosas, o en la mayoría, reside la felicidad", y, como antes hemos afirmado, esta descripción abierta potencia el fin de la retórica, que es el auditor.

Por otro lado, es en este contexto general donde Aristóteles des­pliega una amplia gama de bienes -tanto en su aspecto individual como social42- utilizables en la producción de argumentaciones persuasivas dentro del género deliberativo, en estrecha afinidad con las partes de la felicidad (esta última definida laxamente con el fin de que se reconoz­can, en tal delimitación aproximativa, el mayor número de oyentes, se­gún sea el caso, el lugar y las características propias del auditorio) . En concordancia con la definición de eudaimonía, en efecto, sus partes son establecidas sin proponer una jerarquía desde un punto de vista étic043 , y

42 S. Cazzola en ibíd ., n. 85, ofrece un esquema parcial de las partes de la felicidad, tanto para el pueblo como para el individuo.

43 Cfr. Retórica 1, 5, 1360 b, 19 ss., donde se enumeran los bienes en cuanto constituyen partes de la felicidad (nobleza, muchos y fieles amigos, riqueza, bondad y abundancia

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son, por lo tanto, explicitadas en cuanto puedan ser útiles 'en cada caso' para persuadir, dependiendo de la disposición y las preferencias de los oyentes, que son, en último término, reflejo de sus éndoxa. Ahora bien, intentar trazar el 'límite exacto' en el que un éndoxon deja de ser retóri­co se presenta en ciertos casos como una tarea difícil, lo que, a mi juicio, puede afectar decisivamente el ámbito de validez epistémica de las argu­mentaciones a partir de opiniones acreditadas, tanto en el contexto ético como en el ontológic044 .

Para concluir, pienso que los lugares propios funcionan en la argu­mentación de cada uno de los géneros retóricos como lugares comunes45 ,

pero lo hacen desde una perspectiva material, en el sentido de que apor­tan las proposiciones convenientes (probabilidades y signos) en cada caso para la construcción de los entimemas. Ahora bien, vistas las cosas desde un punto de vista más amplio, Aristóteles, mediante la integración de los tópoi, ofrece el horizonte general de posibilidad, las fórmulas de inferencia y las proposiciones más adecuadas para persuadir al auditor en contextos que no solo requieren de la aplicación satisfactoria de la lógica a las cosas de la vida, sino que también de estructuras de argu­mentación que se refieran a las pasiones . Para esto, el Estagirita ha desarrollado una teoría argumentativa que busca producir los medios más adecuados para la persuasión de los oyentes, siempre situados en el horizonte de lo razonable y de lo que puede ser de más de una manera. En fin, el entendimiento poético se pone en marcha en vistas de la producción de aquellos medios persuasivos que integran mejor la lógica a los sentimientos, para que, mediante su aplicación, se cumpla el té/os de la retórica, a saber: que el auditor juzgue.

de hijos, buena vejez; salud , belleza, fuerza, porte, capacidad para la competición; fama, honor, buena suerte y virtud), para luego realizar algunas consideraciones sobre tales bienes "por igual", aunque es significativo que no se incluya aquí el caso de la virtud, ya que esta última es un lugar más apropiado para los elogios (cfr. Retórica 1362 a, 13- 14yI,9).

44 En la medida en que los éndoxa cumplan una función central en la estructura no solo de la retórica , sino tambi én de la ética y la ontología, a l igual que ' lo razonable', en esa mi sma medida los tópoi tendrán un papel central en todas es tas disciplinas . Ahora bien , la confusión que se da entre lugares propios y comunes en los Tópicos , termina por afectar también a la ontología, que req uiere por supuesto de lugares de argumentación. Agradezco a l profesor Tomás Calvo Martínez haber observado, a instancias de la presentación de este trabajo, el hecho de que no constituye un ' riesgo' o 'peligro' para la ontología esta dimensión tópica, si no que, por el contra­rio , le es necesaria , y esto implica que se requiere de una clarificación de ta les tópoi en la Metafísica .

45 Cfr. W. M. A. Grimaldi: op. cit., pp. 128-129 ; Y Q. Racionero : Retórica, p. 192, n. 70 y p. 423, n. 296.

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