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La Guerra de la Independencia La Guerra de la Independencia EN LA PROVINCIA DE ALICANTE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA EN LA PROVINCIA DE ALICANTE Suplemento especial de Gerardo Muñoz Lorente VIERNES, 2 DE MAYO, 2008 VIERNES, 2 DE MAYO, 2008

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La Guerra de laIndependenciaLa Guerra de laIndependencia

EN LA PROVINCIA DE ALICANTE

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

Suplementoespecial de

Gerardo Muñoz Lorente

VIERNES, 2 DE MAYO, 2008

VIERNES, 2 DE MAYO, 2008

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18081. Noticias del 2 de mayo y juntas

rebeldes............................................2. Falsas alarmas .................................3. A la caza del francés .......................

Extranjeros y prisioneros4. Revueltas y motines .......................5. Sospechosos ....................................

Espías 6. Afrancesados...................................7. Luchando lejos de casa..................

Alistamientos8. Milicias .............................................9. Guerrilleros y bandoleros.............

DesertoresJaime el Barbudo

10. Primeras medidas defensivas ....

18091. El conflictivo gobernador Iriarte..2. El comienzo de las fortificaciones

en Alicante.......................................

18101. Avance francés ................................2. Continúan las fortificaciones .......

18111. Acaban las fortificaciones .............2. Cementerios ....................................

Epidemia

18121. Alicante, capital del Reino

valenciano........................................2. Invasión francesa del territorio

alicantino .........................................El combate en el Calvariode MuchamielEl LlobarroLiberales y absolutistas

3. Cortes de Cádiz y Constituciónde 1812 ..............................................

4. Iglesia................................................Prensa

5. Primera batalla de Castalla...........Desembarco aliado en Alicante

6. Impuestos y donaciones................7. Escasez de víveres ..........................

Requisa de caballos8. Saqueos ............................................9. Rehenes............................................10. Intentos de liberación.

Avances y retiradas ......................

18131. Segunda batalla de Castalla .........

Suchet2. Liberación española.......................3. Liberación de Denia.......................4. Fin de la guerra ...............................

Agradecimientos .............................

Gerardo Muñoz Lorente (Melilla, 1955) vive en Alicante desde 1981. En 1987 fue publicadasu primera novela, El fantasma de Lucentum(Acervo), que recibió buena crítica a nivel nacionaly que fue reeditada en 2004 por la editorial EquipoSirius. En junio de 2006 apareció su última novela,Asesinato en Molívell (Equipo Sirius), que duranteel verano del año anterior había sido publicada porentregas diarias en este periódico. Entre medias,fueron editadas El Manuscrito (Alcodre, 1990), ElHallazgo (Alcodre, 1991) y La Búsqueda (Alcodre,1991), que conformaban la trilogía titulada La plicade Balbino el Viejo, reeditada en un único volumenpor Equipo Sirius en 2003. También aparecieronSecretos (Aguaclara, 1993); El fruto de lamelancolía (Huerga&Fierro), finalista del PremioAzorín de Novela 1998; Un negro detrás de laoreja (Inst. Gil-Albert, 2000); Ramito dehierbabuena (Plaza&Janés, 2001), primera novelaespañola que aborda el fenómeno de la

inmigración clandestina en España; A la cuna del sol divino (Editorial Club Universitario, 2002); El Rosario deMahoma (Equipo Sirius, 2004); La semilla de la Dama Negra (Equipo Sirius, 2005); y Refugio de Libertad(Equipo Sirius, febrero 2006). A estas obras de ficción hay que añadir varios ensayos y más de doscientosartículos periódisticos. Gerardo Muñoz colabora habitualmente con INFORMACION.(www.gerardomunoz.com)

Cuadro quereproduce la

primera batallade Castalla.

Oleo deLanglois. Eloriginal se

encuentra en elmuseo de

Versalles y unacopia en el

Ayuntamientode Castalla

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Índice

La Guerra de laIndependenciaLa Guerra de laIndependencia

EN LA PROVINCIA DE ALICANTE

El autor

Diseño-maquetación GREGORIO BERMÚDEZ

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Las ilustraciones históricas proceden de: Marco Esteve; Centro Geográfico del Ejército; Instituto deHistoria y Cultura Militar; Archivos Municipales de Alcoy, Elche, Ibi, Orihuela y Villena; Oficina deTurismo de Castalla; Historia Provincial de Alicante; Historia de la Diputación Provincial de Alicante;Crónica de Alicante; Revista Canelobre.

Las ilustraciones

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La noticia de lo sucedido en Madrid los días 2 y 3 demayo de 1808 llegó hasta el último rincón de Españaen pocos días, provocando la inquietud general. Perolas autoridades, temerosas de que la rebelión se ex-tendiera, mantuvieron el orden publicando bandos ydecretos en cascada que combinaban las peticiones decalma con las amenazas. Así, el Consejo Supremo seapresuró a publicar un bando en el que condenaba a«pena de muerte al que usara armas blancas, o defuego» y recomendando «la mejor armonía con la tro-pa francesa». El Consejo de la Inquisición llamó «su-blevación escandalosa» a la rebelión popular madrile-ña. Desde Bayona, Carlos IV envió una proclama el 4de mayo instando a los «Españoles, amados súbditos:Hombres pérfidos quieren extraviaros. Desean quepeleéis con los franceses, y recíprocamente animan aéstos contra vosotros». También el príncipe Fernandoy los infantes Carlos y Antonio advertían a la naciónen otro decreto de que «todo esfuerzo de sus habitan-tes sería, no sólo inútil, sino funesto». Incluso un mesmás tarde, dieciséis días después de que Napoleónproclamara en Bayona la cesión de la corona españolaa favor de su hermano José (6 de junio), mientras Es-paña entera se levantaba contra el ejército invasor en-tre vivas al rey Fernando VII, éste escribía a Napoleón(22 de junio) una carta dándole su parabién por haber

sido ya instalado en el trono español José I.Pero, como decíamos, para entonces la rebelión de

los españoles hacía ya semanas que se había produci-do en todos los pueblos y ciudades de España.

Los efectos del 2 de mayoen tierras alicantinas

En 1808 no existía aún la provincia alicantina, tal co-mo la conocemos ahora. A excepción de algunos mu-nicipios (como Villena y Sax, que pertenecían al reinode Murcia), el conjunto de los pueblos y ciudades queunos años después (1833) configurarían la provinciade Alicante, formaban parte de una provincia muchomás extensa y que coincidía con el antiguo reino deValencia. Esta provincia estaba dividida en once go-bernaciones, corregimientos o partidos, dependientesde la capital (Valencia), al frente de los cuales había ungobernador o corregidor, que representaba el poderpolítico y militar. Jerárquicamente, detrás de los go-bernadores en cada municipio estaban los cabildos(alcaldes y regidores) y los justicias, representantes delpoder judicial.

En Valencia, cuatro días después de la rebelión ma-drileña del 2 de mayo, el capitán general del Reino,Vicente Esteve, firmó un bando instando a la tranqui-lidad pública y calificando a los rebeldes de Madrid de«corto número de personas inobedientes a las leyescon las tropas francesas», enviándolo a todos los go-bernadores de la provincia con la orden de que lo dis-tribuyeran por todas las ciudades, villas y pueblos. Es-ta versión oficial de los sucesos del 2 de mayo fue re-cibida, por correo extraordinario, en las cinco gober-naciones meridionales del reino (que ahora compo-nen la provincia alicantina): Alcoy, Alicante, Denia, Ji-jona y Orihuela; si bien hubo poblaciones a las quetardó bastante en llegar, como la villa de Elche (perte-neciente a la sazón al partido de Jijona), donde no serecibió dicho bando hasta el día 20.

Como decíamos, estas medidas mantuvieron alpueblo en orden, pero intranquilo, hasta que ese mis-mo día 20 de mayo publicó la «Gaceta de Madrid» lanoticia de las abdicaciones de Carlos IV y sus hijos,incluido Fernando, a instancia de Napoleón, en Bayo-na. Esta noticia se extendió a gran velocidad por todoel país. En Valencia se conoció al cabo de tres días.Uno después, el 24 de mayo, estalló un motín popu-lar. El 25 se creó la Junta Suprema de Valencia, queasumió el mando del reino, reconoció a Fernando VIIcomo único y legítimo rey, y declaró la guerra a Napo-león, mandando ese mismo día una orden a todos losgobernadores para que secundaran el levantamiento yprepararan la movilización general. Esta orden llegó alas gobernaciones de Alcoy, Denia, Jijona y Alicante el28 de mayo (al gobernador de esta última, le anticipóla noticia el alcalde eldense, José Verdú y Mirambell, aquien le llegó desde Orihuela, cabeza de partido alque pertenecía Elda). Curiosamente, la más alejada dela capital, Orihuela, se rebeló contra Napoleón cuatrodías antes (al mismo tiempo que Valencia), al saberque ya lo habían hecho Cartagena y Murcia.

La rebelión en OrihuelaAquel martes 24 de mayo de 1808 se celebraba enOrihuela el mercado semanal, al que afluía muchagente de la huerta y de los pueblos cercanos, y en elque se escuchaban romances cantados por ciegos enlos que se relataban los fusilamientos del 3 de mayoen Madrid y la prisión en Bayona de Fernando VII. Lallegada, entre las dos y las tres de la tarde, de un co-rreo de Cartagena levantó enseguida gran expecta-ción, pues se murmuraba que traía noticias de una su-blevación en tierras murcianas. Y, en efecto, el capitánde artillería Manuel de Velasco anunció que las ciuda-des de Murcia y Cartagena se habían levantado contrael ejército de Napoleón. Espontáneamente todos losoriolanos presentes en el mercado comenzaron a darvítores de alegría y vivas a Fernando VII. Entre ellosdestacó Pedro Armengual de Colomo, un agrimensorque gozaba de gran popularidad, que se puso a la ca-beza de los ya amotinados, para acudir a casa del go-bernador, Juan de la Carte. Éste recibió a la exaltada

Noticias del 2 de mayo y Juntasrebeldes

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1808ESPAÑAComo consecuencia del tratado deFontainebleau (firmado por losgobiernos español y francés el 27 deoctubre de 1807, y por el que seacuerda el reparto de Portugal), en elaño siguiente el ejército napoleónicoocupa la Península Ibérica con cerca deciento diecisiete mil hombres.

El 19 de marzo de 1808, obligadopor un motín en Aranjuez, el rey CarlosIV abdica a favor de su hijo FernandoVII. Pero Napoleón, que desconfía delnuevo monarca, reune a la familia realespañola en Bayona, lo que supone dehecho un secuestro político. El 2 demayo de aquel año, se produce unimprevisto levantamiento popular enMadrid, para impedir la partida delinfante Francisco de Paula. Dieciochodías más tarde, «La Gaceta de Madrid»da a conocer la abdicación deFernando VII en Bayona a favor deNapoleón, quien, a su vez, designa a suhermano José como rey de España.Pero para entonces ya se estáextendiendo la rebelión por todaEspaña, pese a las iniciales reticenciasde las autoridades.

A lo largo del mes de mayo seconstituyen Juntas rebeldes en lamayoría de las ciudades y pueblos deEspaña. El 20 de junio toma posesiónJosé I del trono español y durante losdos meses siguientes entran en laPenínsula cincuenta mil soldadosfranceses más. Se inicia así una guerraque enfrentaría a la «Grande Armée»con el ejército español, compuesto porunos ciento catorce mil hombres, entretropa regular y las compañías demilicias.

Tras la decisiva batalla de Bailén (19de julio), las tropas imperiales se venobligadas a retirarse paulatinamente dela Península, perseguidas además porlos soldados ingleses desembarcadosen Montego el 1 de agosto. José I huyede Madrid y el 25 de setiembre seconstituye en Aranjuez la JuntaCentral, presidida por el conde deFloridablanca, que exige el regreso deFernando VII.

Pero Napoleón se propone vengarpersonalmente la derrota de suejército. Bajo sus órdenes directas,entran en España doscientos cincuentamil soldados franceses que, durante losmeses de noviembre y diciembre,vencen en sucesivas batallas, hastapresentarse en Madrid. El 2 dediciembre el emperador llega aChamartín, donde establece su cuartelgeneral, y pocos días después repone asu hermano José en el trono español.

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

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muchedumbre con ánimo de apaciguarla, recordandolas severas instrucciones que había recibido paramantener el orden público, lo que sirvió para indignaraún más a Amengual y a sus seguidores. Para enmen-dar su error, el gobernador salió entonces al balcónpara dirigirse a la multitud, anunciando que ya habíaconvocado un cabildo extraordinario para aquellamisma tarde. Los ánimos se aplacaron, aunque la mu-chedumbre siguió mostrando su júbilo con vítores yaplausos. Pero el vehemente Amengual volvió a exal-tar al gentío poco después, dirigiéndolo hasta laspuertas del Ayuntamiento (que se hallaba al final dela calle Mayor, en un edificio que se destruiría en lainundación del 15 de octubre de 1834), mientras esta-ba reunido el cabildo, presidido por el gobernador y elalcalde mayor, Juan Francisco Gascón. InterrumpióAmengual la reunión, irrumpiendo en la sala al frentede un numeroso grupo de amotinados, para exigirque se cumplieran todos los puntos reseñados por lasjuntas rebeldes murcianas. Exigencia que acataron to-dos los presentes.

Al día siguiente, constituida ya la Junta de Gobier-no de Orihuela, se enviaron circulares a los pueblosde la gobernación, animando a la sublevación. El pri-mero en contestar fue el alcalde de Rojales, Luis Ló-pez, pero le siguieron muy pronto todos los demás,adhiriéndose al levantamiento.

Lo mismo ocurrió en el resto del territorio alicanti-no. A finales de mayo, todos los pueblos de la actualprovincia de Alicante se habían manifestado a favordel levantamiento contra las tropas napoleónicas.

Juntas rebeldesComo ya hemos visto, Orihuela fue la primera cabezade gobernación «alicantina» que declaró la guerra aNapoleón. Su Junta Local de Gobierno se constituyóformalmente el 26 de mayo, presidida por el goberna-

dor Juan de la Carte, un brigadier de avanzada edadque ocupaba este cargo desde 1789, y que paradójica-mente era de origen francés, tal como indicaba suapellido. La junta se compuso de los miembros delayuntamiento, a los que se unieron el conde de Pino-hermoso, el vicario general del episcopado y un ciu-dadano.

Las demás cabezas de gobernación también consti-tuyeron sus juntas en los días siguientes, dependien-tes de la Junta Suprema del Reino de Valencia, y todasellas lo hicieron de forma similar: a las autoridadesexistentes se unieron representantes de la nobleza, elclero, los comerciantes y algunos militares.

El 28 de mayo hicieron lo propio en Jijona (con lapresidencia del gobernador Francisco del Castillo Va-lero) y en Denia (gobernador Pedro Ferrer de Costa).En Alcoy se constituyó el 31 de mayo, con el goberna-dor Bernardo Cebasco y Rosete al frente de tres repre-sentantes eclesiásticos, cinco nobles, dos representan-tes ciudadanos y labradores, seis de la Real Fábrica dePaños, uno de la Fábrica de Papel, otro de los comer-ciantes y otros varios de los gremios. El 4 de junio Ce-basco fue sustituido como gobernador por Juan Ber-mejo, procedente de Valladolid.

Lo mismo sucedió en cada una de las villas y pue-blos. En Elche, por ejemplo, el gobierno municipal sereunió en cabildo extraordinario el 29 de mayo, bajo lapresidencia del alcalde mayor, José Catalán y Calde-rón, para nombrar a los vocales que integrarían laJunta Local. Si bien estas juntas locales se disolvieronpoco después, siguiendo las instrucciones que la JuntaSuprema del Reino envió con fecha 6 de julio. La deElche lo hizo diez días después, rehabilitándose elayuntamiento. A partir de entonces, las juntas queda-ron reducidas a las cinco cabezas de partido.

Las razones por las que se procedió a la extinciónde las juntas locales fueron las mismas por las que,apenas tres meses más tarde, se disolvieron también

las juntas de gobierno de las cabezas de gobernación:la necesidad de recuperar a los ayuntamientos y re-solver el conflicto de competencias que había en di-chas cabezas de partido. En Orihuela, por ejemplo, seprodigaron las desavenencias y las intrigas entre laJunta de Gobierno y el Ayuntamiento, tal como diceel historiador García Soriano: «Estas rencillas, male-volencias y resquemores existentes de continuo entreambas ilustres entidades, puestas en pugna y que sehabían declarado en silencio condena a muerte y sincuartel, tenían forzosamente que ocasionar la desapa-rición de una de ellas, único medio de terminar talesescándalos, y ésta no podía ser otra que la Junta deGobierno, por su carácter provisional y transitorio».Escándalos por los que condenaron a varios miem-bros de la Junta en causas criminales. Las primeras endisolverse, sin embargo, fueron las juntas provincia-les, como la Suprema del Reino de Valencia, que lo hi-zo en setiembre, después de que sus competenciasfueran asumidas por la Junta Central, constituida enAranjuez y de la que formó parte como vocal (hastasu muerte el 14 de noviembre de ese mismo año) elpresidente de la junta de Alicante, conde de Lumia-res. El 20 de octubre fue cuando se disolvió esta Juntade Gobierno de la ciudad de Alicante, pasando la di-rección política a la corporación municipal, aunquetutelada por el gobernador.

Difíciles relaciones institucionalesPese a la desaparición de las juntas, las relaciones ins-titucionales entre los gobernadores y los cabildos mu-nicipales en las ciudades cabezas de partido (Alcoy,Alicante, Denia, Jijona y Orihuela) no siempre fuerontan buenas como las que mantuvieron en Jijona el co-rregidor Francisco del Castillo y los regidores. Aquí, eldía 21 de octubre de 1808, se reunió el ayuntamientopara premiar al gobernador «por su lealtad a nuestro

En el año 1808no existía

Alicante comoprovincia tal

como laconocemos

actualmente

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

Alicante 1785.Óleo de

Mariano RamónSánchez

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franceses, los franceses, que en número de catorce milhan desembarcado en Guardamar, Santa Pola y Torre-vieja”. Al oír esta novedad nos volvimos para el Cam-po llenos de susto y pavor, como lo pedían las cir-cunstancias del caso, comunicando tan triste noticia acuantos encontrábamos en el camino», como el médi-co de Fortuna, quien iba acompañado por otros hom-bres, y que se volvieron a su villa alarmados.

En cuanto llegó a Campo de la Matanza, el vicario yquienes le acompañaban comunicaron la noticia a susvecinos, «tocando a rebato la campana mayor de laAyuda Parroquia, a cuya voz acudieron la mayor partede los vecinos del Campo», a quienes conminó a to-mar las armas para salir en defensa de los vecinos delos pueblos atacados, pues «según nos decían gentesque venían huyendo del partido de San Bartolomé(entre ellos Francisco Martínez), ya estarían degolla-dos o a punto de serlo; en particular dijo: “que losfranceses habían pasado a degüello a todo el pueblode Almoradí“, y que así lo había oído a las gentes quehuían de aquellos contornos».

Estas noticias le llegaron al gobernador de Alicante,José de Betegón, a la una de la madrugada del 2 dejunio, por medio de un oficio del alcalde de Elche enel que le contaba cómo se le habían presentado doshombres (uno de Játiva y otro de Dolores), para avi-sarle de que habían desembarcado franceses entreGuardamar y Torrevieja.

Inmediatamente Betegón dio la alarma y ordenóque saliesen varias partidas del Provincial de Ávila,batallón que guarnecía el castillo de Santa Bárbara,para cubrir puestos estratégicos de la ciudad y vigilarlos caminos del sur. Y antes del alba mandó tocar agenerala, soliviantando a todos los alicantinos, quie-nes se apresuraron a armarse con los fusiles y muni-ciones que bajaron de la fortaleza.

A las cinco de la mañana regresó la partida quemarchó hacia el sur, la cual solo llegó a Santa Pola, yaque allí le aseguraron unos arrieros de pescado proce-dentes de Torrevieja, que no había habido tal desem-barco enemigo. Desmentido que también le llegó unahora después a Betegón desde Elche, cuyo alcalde lemandó otro oficio en el que le informaba de que losvecinos de Játiva y Dolores que le habían comunicadoel falso desembarco, habían sido arrestados.

El vicario de Campo de la Matanza no fue arrestadopor propagar aquella misma falsa alarma. Quizá por-que aquel mismo día, 2 de junio de 1808, fue testigo,según aseguró, de la aparición de la Virgen del Reme-dio, igualita a la imagen que se veneraba en su iglesia,sobre un ciprés cercano a su casa.

El caso del presbítero de AspeAl cabo de un mes, el 4 de julio de 1808, Miguel Can-tó, presbítero y miembro de la junta de gobierno deAspe, se presentó en Alicante advirtiendo a todo conel que se tropezaba que, según había sabido, la juntade Novelda había armado al pueblo para enfrentarsea una partida de franceses que bajaban por La Roma-na. Tal noticia había provocado la huida de muchosvecinos de Aspe y, comoquiera que no había encon-trado al alcalde de este pueblo, había decidido mar-char a Alicante para informar personalmente al go-bernador Betegón. El pánico cundió por la ciudad an-tes incluso de que Betegón adoptara las primeras me-didas, alertando a las milicias y las guarniciones de losbaluartes y del castillo, y enviando a varias partidas acaballo para que confirmaran tan alarmante noticia.

Aquella noche muchos de los residentes en extra-muros (barrios de San Francisco, San Antón, ArrabalRoig) se refugiaron en el interior de la ciudad, así co-mo vecinos de los pueblos aledaños. Al amanecer deldía 5, las partidas de reconocimiento regresaron deNovelda, Aspe y Monforte, desmintiendo la noticiadifundida por el presbítero Cantó, el cual fue recluidoen el convento de Santo Domingo y multado con1.500 reales de vellón.

El caso del ondareño Juan Montaner

Con el paso del tiempo y la proximidad real de las

tropas francesas, las alertas ciertas y falsas se fueronprodigando.

Un último ejemplo de falsa alarma causada por lamendacidad (enfermiza o simplemente estúpida) quese desata en situaciones dramáticas, la encontramosen Ondara, durante la liberación por los guerrilleros ysoldados españoles de la ciudad de Denia, en octubrede 1813. El primer día de aquel mes, un tal Juan Mon-taner dijo en Ondara que los franceses habían ence-rrado en el castillo a los españoles que allí quedaban,degollándolos a todos: hombres, mujeres y niños,causando el terror entre sus vecinos. Noticia que fuedesmentida por José Balandó, quien había logrado es-capar de Denia ese mismo día.

Lejos de amilanarse, cuando los españoles entraronpor fin en Denia, Juan Montaner volvió a propalar lanoticia en Ondara de que habían degollado a todoslos que encontraron en su camino, fueran o no fran-ceses. Lo que tampoco era cierto. Y es que, como es-cribió en su diario mosén Palau, clérigo dianense

legítimo y amado Fernando VII, por el penoso trabajoy fatigas, y las sabias disposiciones que ha acordadosu prudencia, evitando desordenes y conmociones».Pero, «como no hay fondos para premiar económica-mente al Corregidor», se decide dirigir una carta a laJunta Central recomendando su ascenso.

En Alicante, por el contrario, los conflictos entre lossucesivos gobernadores y el Ayuntamiento fueronnumerosos y graves, tal como veremos más adelante.Durante los seis años que duró la guerra de la Inde-pendencia, Alicante tuvo seis gobernadores, por solodos alcaldes. El primero de éstos fue Antonio LorenzoMartínez del Pozo, a quien sustituyó en abril de 1811José Olivas y Denia.

A pesar de que en el verano de 1808 las tropas fran-cesas estaban aún algo alejadas del territorio alicanti-no, el miedo a la invasión era patente por estos pagos,hasta el extremo de que las noticias que venían de LaMancha, Murcia o Valencia sobre el avance del ejércitonapoleónico hacían saltar de inmediato las alarmas,produciendo el pánico entre la población y las autori-dades.

El 30 de junio, por ejemplo, al conocerse el ataquefrancés a la ciudad de Valencia llevado a cabo dos díasantes, provocó que mucha gente buscara refugio enDenia, procedente de pueblos próximos.

Algo parecido ocurrió dos años después en Elche,cuando las tropas francesas avanzaron por el sur des-de Murcia. El temor a una inminente invasión sumióen el pánico a los ilicitanos, incluidos los alcaldes pri-mero y segundo, quienes huyeron el día 24 de abrilde 1810. Uno se refugió en la torre del Pinet y el otromarchó hacia Valencia, aunque debió de volverse en-seguida, ya que el día 26 (el mismo en que los france-ses entraban en Orihuela y eran inmediatamente ex-pulsados) ambos regidores asistían a una reunión delayuntamiento de Elche.

Sin embargo, muchas otras noticias no fueron tanciertas como ésta. Como escribió el historiador oriola-no García Soriano en el centenario de la guerra de laIndependencia (1908) «más de una vez rasgó el silen-cio solemne de las noches estivales, en la vega, el ron-co sonido de las caracolas tocando alarma. Se repetíaunas veces que los franceses habían desembarcado enGuardamar, otras que se acercaban por Murcia, pa-sando a cuchillo a cuantas personas encontraban, de-vastando las iglesias, rompiendo los Santos y profa-nando y robando los sagrados objetos de culto». Peronada de esto era cierto…, al menos en aquel veranode 1808.

El caso del vicario de Campo de Matanza

Para reflejar el enorme pánico colectivo que reinabaen estas tierras por aquellas fechas, pongamos comoejemplo lo sucedido en los primeros días de junio de1808:

Vicente Alcaraz y Calatayud, vicario de la AyudaParroquia del Campo de la Matanza, partió de allí el 1de junio a las cinco y media de la tarde, acompañadopor varios vecinos, camino de la cercana ciudad deOrihuela. Según cuenta en su curioso relato, «cuandollegamos al ladrillar, o cruz cubierta, oímos una granconfusión de alaridos y una gritería tal en la huerta deOrihuela, que nos llenó de admiración; no obstante,seguimos el rumbo que llevábamos, pero a pocos pa-sos de haber pasado el camino nuevo de Callosa (ac-tual carretera de Alicante) ya vimos venir multitud degentes corriendo que con altas voces decían: “Los

Falsas alarmas2

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

Expediente deconfiscación de

franceses enElche. (Archivo

Municipal deElche)

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En 1808 losfranceses aúnestaban lejosdel territorio

alicantino, sinembargo se

produjeron unbuen número

de falsasalarmas sobreuna inminente

invasión

Torre-prisión deSan José de

Tabarca.(Crónica de

Alicante.Viravens)

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que vivió aquellos acontecimientos, Montaner era «unhombre que dice lo que no sabe o no sabe lo que sedice». Defecto este de algunas personas que sumióinjustificadamente a muchas otras en el pánico y en elterror durante aquellos años, ya de por sí difíciles ydramáticos, de la guerra de la Independencia.

Eran muchos los ciudadanos franceses o de origenfrancés que residían o transitaban por las ciudades ypueblos alicantinos a principio del siglo XIX, dedica-dos a diferentes oficios, principalmente comerciantes.En la ciudad de Alicante, en 1807, residían 98 france-ses, 43 de ellos comerciantes. Como en el resto delpaís, también aquí dirigieron hacia ellos su odio mu-chos españoles en aquellos primeros días tras el esta-llido de la guerra de la Independencia.

Fue en Orihuela (primera ciudad alicantina que de-claró la guerra al francés) donde se hicieron las pri-meras advertencias serias a los vecinos galos o de ori-gen galo. Y fue precisamente Pedro Amengual (el agri-mensor que, al frente de los amotinados, presionó alayuntamiento para que apoyara la rebelión) quienpronunció aquellas advertencias. Tal como refleja elacta capitular del 24 de mayo de 1808, exigió al gober-nador y regidores: «Que se exhorte a todos los natu-rales de Francia, y demás alistados bajo el pabellónfrancés, a que guarden la mejor moderación, y queeviten todo motivo de disgusto, quitándose la escara-pela de que acostumbran y llaman tricolor comoodiosa a todo buen español». Como ya sabemos, elentonces gobernador oriolano era de origen francés,Juan de la Carte, caballero y señor de la Chaloniere-Des-Roches. Sin embargo, nadie cuestionó su patrio-

tismo, pues hacía muchos años que este anciano bri-gadier gobernaba el distrito de Orihuela.

Un día más tarde, el 25 de mayo, las autoridades ji-jonencas se adelantaron a las del resto de la provinciaen tomar represalias efectivas contra los residentes deorigen francés. Para ello, se acogieron a las competen-cias de la Junta de Represalias, una organización poli-cial creada durante las guerras habidas entre Carlos IIde España y Luis XIV de Francia, y que no fue supri-mida hasta el 4 de junio de 1811, siendo sustituidaentonces en sus funciones por las Audiencias Territo-riales de cada distrito. Concretamente, las medidasaprobadas por el pleno del ayuntamiento jijonenco deaquel día fueron contra Esteban Filiol, justificadas enque había «dicho expresiones de amenaza«, manifes-tándose afecto a Napoleón, «por lo que es presumibleque ejecute lo que pueda en perjuicio de nuestra na-ción y la patria«, por lo que se ordenaba que se le en-carcelara. Como no había hasta el momento prece-dente de encierro de franceses, se decidió elevar con-sulta a la Junta Suprema de Valencia, aunque tambiénse resolvió, sin esperar a la respuesta de dicha consul-ta, que «se le embarguen todos los bienes y efectos

A la caza delfrancés

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que se le encuentren en su casa, y se averigüe ser pro-pios al mismo, custodiándolos y poniéndolos en se-guro depósito».

La milagrosa donación de FiliolLos antepasados franceses de Esteban Filiol habíanemigrado a Jijona alentados por la demanda que ha-bía en el siglo XVIII de aserradores de madera, im-prescindibles para la fabricación de cajitas para el tu-rrón. Debieron de hacer fortuna, ya que Esteban po-seía mucho dinero. Tanto que, entre otros bienes, lasautoridades jijonencas le confiscaron dos mil pesos(unos treinta mil reales), una suma muy elevada quefue guardada en un arca custodiada por el depositariode propios Marcos Verdú, y que debió de multiplicarsemilagrosamente a lo largo de los tres años siguientes,tal como se deduce de los pagos hechos gracias a ellay reseñados en varias actas del cabildo.

Así, el mismo día en que le fue requisado ese dine-ro a Filiol, el ayuntamiento se sirvió de él para pagarlos gastos de los soldados que debían marchar a Al-mansa. El 12 de noviembre de aquel mismo año, elgobernador propuso «hacer un retrato de nuestro le-gítimo Soberano, D. Fernando VII, cuyo coste se po-dría suplir, atendiendo a que no hay caudales parahacerlo, del donativo voluntario que tiene hecho Es-tevan Filiol». Lo de «donativo voluntario» es un eufe-mismo que se repite en varias actas, al igual que «delo que dio gratuitamente« Filiol. El 13 de enero de1809, Verdú aún guardaba 1.700 pesos de los «dona-dos« por el francés Filiol. De ellos se pagaron 400 al

«reverendo clero, el cuallos prestó a este ilustrecuerpo (Milicias)». Docedías después, se recurrióa esta misma «dona-ción« para pagar los gas-tos de fortificación quese realizaron en la ciu-dad. El 30 de mayo deaquel mismo año, se re-compusieron «algunoscañones y llaves de fusilen mal estado; que se re-cojan y recompongan yque este gasto sea a cargode los fondos que tiene D.Marcos Verdú, proceden-tes de D. Estevan Filiol(…)». Y el 1 de diciembrese aprobó construir unanueva acequia, cuyos gas-tos fueron sufragados conlo que «dio gratuitamenteEstevan Filiol, de naciónfrancés», y de los que aúnhabía 1.300 pesos. ¡La mis-ma cantidad que había el13 de enero, tras pagar loque el clero había prestado

para gastos de la milicia!Durante 1810 se hicieron otros tres pagos a cuenta

del «donativo» de Filiol: tres mil reales al comandantede las Milicias, para su traslado a la comarca de Játiva(10 de enero); los gastos ocasionados otra vez por lamilicia al marchar esta vez a Aragón (6 de marzo); y lamanutención de los guerrilleros de la gobernación deJijona (6 de agosto), pagados con lo «que le queda aMarcos Verdú».

No obstante, a Verdú aún debía quedarle más dine-ro en el arca, puesto que el 9 de enero de 1811 se pa-garon los víveres que precisaban los 160 soldados decaballería que pasaron por Jijona con el «resto del do-nativo de Estevan Filiol«. Por cierto que este mismodía, Filiol presentó ante el ayuntamiento un memorialen el que pedía que la cuota que le correspondía pa-gar de los 40 millones de impuestos que se requería alvecindario, se lo cobraran del «donativo voluntario»que les dio un año y medio antes. ¡Y así se hizo, pesea que los restos de dicho «donativo« se usaron en elpago de víveres! Aun así, el 26 de noviembre de aquelaño de 1811, el depositario de propios, por acuerdo

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

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Bandoconfiscación defranceses de laJunta Suprema

de Valencia.(Archivo

Municipal deOrihuela)

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y Manuel Lattur. Familia esta la de los Lattur que, co-mo se ve, sufrió la represión de ambos bandos.

Matanza de francesesPero no en todas partes supieron las autoridades sal-vaguardar la vida de los franceses.

En Valencia, nada más estallar la guerra, se produje-ron violentos tumultos a diario contra los extranjeros,especialmente contra la numerosa colonia francesa,realizándose terribles sucesos. Tan violenta turba fueacaudillada al principio por un franciscano monoverollamado Juan Rico Vidal. Pero Rico fue sustituido muypronto por otro religioso, Baltasar Calvo, canónigo deSan Isidro de Madrid, tan cruel y sanguinario que in-cluso el fraile monovero hubo de esconderse por te-mor a perder su cabeza. El feroz canónigo madrileñoexasperó todavía más los encrespados ánimos de losamotinados españoles, alimentando con calumniaslas ansias de venganza de muchos contra indefensasfamilias, algunas ni siquiera de nacionalidad francesa,hasta que acabaron cometiéndose los más execrablescrímenes. El punto culminante de esta espiral de vio-lencia se alcanzó en la noche del 5 de junio, cuandofueron asesinados doscientos franceses. Pero antes y

después de esta fecha fueron masacradas otras dos-cientas personas de origen galo y muchas otras valen-cianas, acusadas de afrancesadas, como el barón deAlbalat.

Aunque demasiado tarde, las autoridades valencia-nas reaccionaron al fin, arrestando a los criminales yrecuperando la calma. Baltasar Calvo fue detenido y,después de ser trasladado a Mallorca mientras se apa-ciguaban los ánimos, fue devuelto a Valencia para serejecutado al garrote en la noche del 3 de julio, siendosu cadáver expuesto al público en la mañana siguien-te. Además, la Junta Suprema ordenó el ahorcamientode otros doscientos reos, acusados de la matanza demás de cuatrocientos franceses y muchos otros habi-tantes de la ciudad de Valencia.

Afortunadamente, en tierras alicantinas no se pro-dujeron hechos tan terribles como los acaecidos enValencia. Aunque hay un historiador, el oriolano Gar-cía Soriano, que asegura que, por aquellas fechas, enVillena también se cometieron desmanes parecidos alos valencianos, pero a menor escala. En concreto, es-cribe: «En Villena pereció su corregidor y algún de-pendiente suyo, hombres antes odiados». Pero en losarchivos históricos de Villena no hay nada que confir-me este hecho. Ciertamente en muchas poblaciones

del cabildo, pagó tres mil reales a los milicianos yguerrilleros con los «fondos procedentes del donativode Estevan Filiol».

El cronista jijonenco Fernando Galiana, comenta alrespecto: «Parece milagroso que esta cantidad de di-nero que se le incautó, hacía casi tres años, hubiesepodido remediar tantos apuros». Y tiene razón, puesmilagroso al estilo de la multiplicación de los panes ylos peces parece éste, en que el dinero requisado a Fi-liol da la impresión de reproducirse en el interior delarca vigilada por Verdú.

No se sabe cuánto tiempo estuvo Esteban Filiol enla cárcel. Probablemente no fue mucho. Lo que sí sa-bemos es que el depositario del dinero que le fueconfiscado, Marcos Verdú, murió a primeros de marzode 1813. Su cadáver fue el último en ser enterrado enla Iglesia Vieja; aunque no sería aquel un entierrotranquilo, tal como veremos más adelante.

El cónsul francés y la familia Lattur

En Alicante, el primer francés en ser detenido fue elcónsul de aquel país, Augusto Legay de Barriera, el 29de mayo de 1808, siendo encerrado en los calabozosdel castillo de Santa Bárbara. Los demás galos aveci-nados en la ciudad fueron llevados a la Casa de Mise-ricordia, se supone que para librarles del odio de losalicantinos más exaltados, pero sus bienes fueronademás confiscados.

Junto con los franceses, fueron arrestados los natu-rales de las naciones conquistadas por Napoleón, so-bretodo genoveses, hasta que un decreto del 3 de ju-nio ordenaba que se les investigara y se pusieran enlibertad si no había pruebas de que confabularan con-tra la patria. No obstante, un mes después (6 de julio),la Junta Suprema de Valencia aclaraba que los transe-úntes, genoveses, individuos de otras nacionalidadessometidas por Francia, así como descendientes defranceses eran «reputados como verdaderos francesespara los efectos civiles de la orden sobre represalias».

En algunas poblaciones, como Alcoy, no constandetenciones o abusos contra los franceses, a pesar deque residían algunos de ellos. Pero son muy pocas. Enla mayoría, los naturales de Francia o de origen fran-cés sufrieron graves represalias, aunque sin atentarcontra sus vidas, tal como hemos visto. En Elche, el 6de junio, fueron al menos cuatro los ciudadanos fran-ceses a los que les embargaron los bienes y fuerondetenidos. Y en Denia, si bien no fueron apresados,ilustres ciudadanos con apellidos galos (pero a losque se les reconocía espíritu patriótico) como los Lat-tur, Morand, Merle, Lostalot, Bordehore, Vignau, Po-lart, Chabás, fueron desposeídos de sus derechos cívi-cos, al mismo tiempo que se les exigían contribucio-nes de guerra. Por cierto que algunos de ellos eran enefecto afrancesados que fueron bien tratados por lastropas imperiales cuando ocuparon Denia, como losChabás; mientras que otros, tal como veremos en otromomento, fueron arrestados por el comandante fran-cés y encarcelados en el castillo, por ser ciertamentepatriotas españoles, como los hermanos Juan Antonio

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

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Extranjeros y prisionerosntre los extranjeros que vivían en tierras alicantinas alprincipio de la guerra de la Independencia, eran los fran-ceses los más numerosos; siendo muchos más los resi-

dentes que los transeúntes. La mayoría se habían afincado consus familias y se habían integrado en sus respectivos vecindarios.

Aunque eran bastante menos que los franceses, también losirlandeses se habían integrado en la sociedad española. Favore-cidos por una Real Cédula de 1680, que le otorgaban los mismosprivilegios y prerrogativas que los españoles, los católicos irlan-deses llevaban muchas generaciones viviendo en nuestras ciuda-des y pueblos, sirviendo incluso algunos de ellos en las miliciasque luchaban contra los ejércitos napoleónicos (ocho figurabanen las listas de las milicias de la ciudad de Alicante).

Pero en enero de 1810, bien entrada la guerra, el número deextranjeros descendió. Con intención de controlarlos, las autori-dades alicantinas, en colaboración con los consulados, hizo unalista en aquellas fechas. En total había en Alicante treinta extran-jeros, además de los cónsules de Suecia, Inglaterra, Austria, Esta-dos Unidos, Portugal y Holanda.

PrisionerosDespués de los motines que causaron las terribles matanzas enValencia, la Junta Suprema decidió sacar a los treinta genovesesque estaban presos en la ciudadela, para preservar su seguridad.Embarcados en tres faluchos el 10 de junio de 1808, fueron tras-ladados a Alicante, donde fueron encerrados en el torreón deSan Antonio, situado en la parte alta de la actual Rambla deMéndez Núñez.

El 5 de julio de aquel mismo año, cinco sicilianos que se habí-an trasladado a Orihuela, regresaron a Alicante porque el gober-nador oriolano no les admitió. Fue entonces el gobernador ali-cantino, José de Betegón, quien los detuvo por sospechosos, en-viándolos a Tabarca. En la isla permanecieron tres días, tiempoque tardó el cónsul siciliano, Ignacio Barela, en convencer a Be-tegón de que eran simples caldereros que habían ido a Orihuelacon intención de establecerse allí, con pasaporte firmado por elpropio Betegón. Regresaron a Alicante y fueron puestos en li-bertad, pero tuvieron el triste privilegio de haber inaugurado Ta-barca como isla-prisión.

Como ya sabemos, a finales de junio de 1810 la saturación depresos era absoluta en Tabarca, pues ascendían a doscientos in-dividuos. Para resolver en parte el problema de espacio, muchosde aquellos prisioneros extranjeros fueron llevados a Alicante,para trabajar en las obras de fortificación. Sin embargo, los pre-sos no dejaban de llegar. El 7 de julio, Antonio Lanzarote, go-bernador de la isla, se negó a recibir los prisioneros que preten-dían llevar allí desde el caserío de Santa Pola, hasta que no estu-vieran terminados los barracones que se estaban habilitando.Mientras, aquellos presos permanecieron en el castillo de SantaPola.

Presionado por Lanzarote, el gobernador Iriarte ideó otra for-ma de reducir el número de presos en Tabarca: obtendrían la li-bertad aquellos prisioneros extranjeros (no franceses) que deci-dieran servir en el ejército inglés. El 11 de julio de 1810, Iriarterecibió una lista de 38 presos de Tabarca que estaban dispuestosa ingresar en el ejército aliado (4 eran italianos, y el resto alema-nes, polacos y flamencos).

E

La isla deTabarca se

convirtió en unaprisión y en

1810 lasaturación de

presos eraabsoluta

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han desaparecido abundantes documentos de aquellaépoca, en muchos casos por culpa de los incendios olos saqueos sufridos durante y después de la guerrade la Independencia (v. gr.: Castalla, cuyos archivos seperdieron durante la guerra civil, al incendiarse laiglesia), en otros porque al parecer fueron vendidos aparticulares (v.gr.: Benidorm), y en otros porque des-aparecieron al tratar en ellos asuntos que quizás aver-gonzaban a influyentes personalidades o familias lo-cales, sobretodo tras la ocupación francesa. En estecaso en concreto, verdaderamente hay un hecho sig-nificativo que apunta a que lo escrito por García So-riano puede ser verídico: mientras que en las actas delayuntamiento villenense anteriores a mayo de 1808, lafirma del corregidor corresponde a un tal José Puig,en la del 6 de junio quien firma con este cargo es JoséMezgelina, siendo la mayoría de los demás regidoreslos mismos.

Confiscación de bienesMientras las calles valencianas amanecían aquel 6 de

junio de 1808 manchadas de sangre, la Junta Supremadel Reino de Valencia publicaba un bando en el queordenaba la confiscación de bienes de los franceses.Un bando que se hizo llegar a todas las poblacionesde la provincia, aunque lo que ordenaba ya estabaejecutándose en la mayoría de ellas. Así, con esta mis-ma fecha, se abrió en Orihuela un expediente para laconfiscación y venta de todos los bienes de francesesy súbditos de países ocupados por éstos, residentes enCallosa de Segura. Dicho expediente se cerró el 24 deenero de 1811 y consta de ciento diez hojas de distin-tos tamaños. Entre los expedientados había un PedroMaisonnave, con terrenos en Callosa pero residenteen Alicante, y que sería el abuelo del primer alcaldedemocrático de la capital alicantina.

Cuatro días más tarde (10 de junio de 1808), el pre-gonero ilicitano publicaba en los lugares acostumbra-dos el bando en el que se ponía en conocimiento delpúblico que toda persona que retuviera en su poder osupiera la situación de bienes, libros y efectos perte-necientes a los franceses, habría de informar a la Jun-ta, bajo la pena de confiscación de sus propios bienes.

Por esas mismas fechas, se abrió expedientepara embargar las pertenencias de todos losfranceses de Elche. Un expediente formadopor más de doscientas páginas.

En Aspe, se subastaron el 3 de octubre losbienes embargados a la empresa Juan AntonioBonafont y Cía., cuyo propietario era de origenfrancés. El expediente contra esta empresa du-ró hasta el 19 de mayo de 1810.

Y es que la confiscación de bienes francesesse alargó durante unos años. En 1809, porejemplo, se abrieron tres expedientes de estetipo en Elche contra la misma persona: JoséSaciart.

Secuestro del correoEn junio de 1808 se ordenó al administrador decorreos de Elche que requisara las cartas que,procedentes de Madrid, fueran dirigidas a losfranceses que vivían en la villa ilicitana.

Lo mismo sucedió en Alicante, donde se re-gistraron los papeles privados de los francesesdetenidos, incluido el cónsul galo, preso en elcastillo, «a quien un vecino llamado ManuelCalpena sorprendió una carta que se elevó a laSuperioridad por exigirlo así su contenido», se-gún el cronista Viravens.

Saturación en las cárcelesEl 10 de junio de 1808 ingresaron en la alicanti-na Casa de Misericordia tres franceses que fue-ron enviados hasta allí desde Altea, y pocos díasdespués otro procedente de Torrevieja, que seunieron a los 57 que ya estaban recluidos en di-cho edificio.

En días posteriores el número de presos galosen Alicante fue en aumento, hasta alcanzar untotal de 73 en la Casa de Misericordia, más otros,considerados peligrosos, que se hallaban ence-

rrados en la cárcel, y el cónsul francés, aislado de suscompatriotas en los calabozos del castillo.

Ante la saturación que había en la Casa de Miseri-cordia, el 3 de julio la Junta de Gobierno alicantinaacordó el traslado de los prisioneros franceses a laCasa de la Asegurada, donde gozaron de mayores co-modidades, pudiendo salir a pasear libremente, visi-tando a sus familias o recibiendo a sus esposas e hi-jas, que les llevaban alimentos. Tanta tolerancia pro-vocó la protesta de los vecinos más intransigentes,que obligaron a la Junta a adoptar, el 16 de agosto,medidas más restrictivas.

Entretanto, el gobernador alicantino, José Betegón,se negaba a recibir más prisioneros franceses prove-nientes de otros distritos, por encontrarse las cárcelesrepletas. En junio rechazó a los 54 franceses que pre-tendía enviar a Alicante el gobernador de Orihuela, yen julio a los cinco que querían mandar desde Elche.

Esta saturación en las cárceles y el coste que supo-nía mantener a tanto preso, favoreció que las autori-dades alicantinas se sintieran proclives a la benevo-

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

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Acta de lasesión del 6 de

junio de 1808 del

Ayuntamientode Villena.(Archivo

Municipal deVillena)

M. LORENZO

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de un vecino envió un anónimo a la Junta Central enel que exigía «que se hagan salir de España a los fran-ceses que hay muchos en esta ciudad, y no les dicennada, porque han estafado, y estafan, y yo tambiénharía salir a los hijos de éstos, mujeres, y criados, quecasi son peores que sus padres, maridos y amos». Talvez en respuesta a exigencias como esta, el 3 de abrilde 1809 firmó una orden el capitán general José Caro,que remitió a las gobernaciones, y en la que requeríarelaciones de franceses residentes en cada uno de losmunicipios, quejándose de que aún los hubiera debi-do a la desobediencia de las autoridades locales queincumplían las órdenes relativas a la expulsión de to-dos los franceses.

Confiscados los bienes de los franceses, las autori-dades procedieron además al cobro de las deudas quese les debían a éstos. El 8 de julio de 1809 se abrierondiligencias en Orihuela para proceder al cobro de los66 pesos, 6 sueldos y 10 dineros que Vicente Sánchezdebía al sastre de origen francés Juan Puanicot, aquien ya se le habían embargado los bienes. Aquelmismo día, por comisión del Tribunal de Represaliasdel Reino, el gobernador oriolano envió oficio al co-mandante de las fuerzas españolas en San Felipe Neri(Játiva), donde se hallaba prestando servicio el deu-dor, para que le instara al pago, bajo amenaza de se-cuestro de bienes. Así lo hizo el brigadier Juan de Piñados días más tarde, a lo que respondió Sánchez ne-gando la deuda.

En mayo de 1810, el justicia de Callosa de Segura,Benito Diegues, remitió oficio al gobernador oriolanocon las deudas que diez callosinos debían a variosfranceses: Jaime Mauxin y Juan Lasala, del propio Ca-llosa; Pedro Maisonnave, de Alicante; y Antonio Es-coubet y algunos más, de Orihuela.

Prisión en Tabarca o destierroAlgunos franceses optaron por huir. El 4 de agosto de1809, el alcalde de Almoradí, José Santacruz, envióoficio al gobernador de Orihuela solicitándole quediera las órdenes oportunas para la captura del fran-cés Francisco Baguez, fugado de dicha villa. Pero fue-ron muy pocos los que, como Baguez, lo intentaron, yaún menos los que lo consiguieron. La mayoría fue-ron apresados o desterrados.

El 5 de diciembre de 1809 el gobernador de Ori-huela, Pedro Mayonza, comunicaba al de Alicante que27 franceses que no querían regresar a su país, debíansalir de la ciudad oriolana porque se temía por su vi-da. Cayetano Iriarte, gobernador alicantino, aceptó elenvío de estos franceses a la isla de San Pablo.

La isla de San Pablo, Plana oNueva Tabarca se convirtió porentonces en una cárcel, a la quefueron destinados muchos pri-sioneros de guerra, ya fueranmilitares o paisanos. A media-dos de 1810 eran ya tantos losconfinados, que también en laisla empezaron los problemasde espacio. El 24 de abril eranunos ochenta los reos. Y el 25 dejunio desembarcaron más, so-brepasando en total los doscien-tos. Para resolver en parte elgrave problema que supuso te-ner allí a tantos presos, muchosde ellos fueron devueltos a Ali-cante para que trabajasen en lasobras de fortificación de la ciu-dad. Aun así, el 1 de setiembrearribaron 66 prisioneros france-ses más.

Mientras tanto, otras personasde nacionalidad u origen francésoptaban por el destierro. Comolas dieciséis que partieron endos jabeques del puerto de To-rrevieja a finales de 1809 y quearribaron a Orán el 1 de enerode 1810.

A pesar de todas las represa-lias, destierros y encarcelamientos, en junio de 1813continuaban residiendo en Alicante doce franceses;ochenta y seis menos de los que vivían en 1807.

En los primeros días tras el estallido de la guerra seprodujeron revueltas y motines en muchos lugares deEspaña. Algunos tan sangrientos como los ocurridosen la ciudad de Valencia. También aquí, en tierras ali-cantinas, se amotinó parte de la población. Conoce-mos ya algunos casos (en Orihuela, para forzar al go-bernador y al ayuntamiento a apoyar la rebelión; enAlicante, cuando se quiso liberar a los franceses pre-sos), en los que por suerte la violencia no fue tan fe-roz como en Valencia, salvo en Villena, donde al pare-cer fueron muertos el corregidor y varios de sus ayu-dantes.

Los motines populares no eran ciertamente unanovedad, puesto que en los años anteriores se habíanproducido varias revueltas a causa de las subidas delos precios, pero ahora, desde la rebelión contra Na-poleón, se alimentaban de un patriotismo a vecesexacerbado y por motivos insignificantes.

El 1 de junio de 1808, por ejemplo, una muche-dumbre concentrada frente al ayuntamiento de Ali-cante, obligó a las autoridades a violar la correspon-dencia que portaba Tomás Valero desde Valencia aMurcia (dirigida por la Junta Suprema al obispo mur-ciano). Un grupo de paisanos interceptó a Valero a supaso por la ciudad y lo llevaron ante la Junta de Go-bierno, la cual se vio obligada, para calmar a los amo-tinados, a leer públicamente aquella correspondencia.El documento en cuestión informaba de que la ciudadde Valencia había sufrido el asedio de las tropas delgeneral francés Moncey, pero que éste había ordena-do la retirada al comprobar la dura resistencia de losvalencianos. Conocido esto, se calmaron los ánimosde los alicantinos amotinados.

Pero once días más tarde, el 12 de junio, una multi-

Revueltas ymotines

4

lencia. Después de consultar con la Junta Suprema,que dictó un decreto favorable el 20 de agosto, el go-bernador Betegón puso en libertad seis días despuésa la mayoría de los franceses. Esto originó el amotina-miento de los alicantinos más exaltados, que obliga-ron a rectificar al gobernador, quien ordenó volver adetener y encerrar a los recién liberados. La Junta Su-prema aprobó la decisión de Betegón, pero repro-chando la actitud de los alicantinos y anunciando elpróximo destierro de los franceses. Hecho que empe-zó a producirse el 4 de setiembre. Muchos de los ga-los exiliados que embarcaron en el puerto alicantinovolvieron a Francia o fueron a Gibraltar. La mayoríade ellos no eran residentes en Alicante, sino que esta-ban aquí ocasionalmente.

El triste destierro de Juan LahoraJuan Lahora acabó exiliándose, a su pesar. Comer-ciante de origen francés, vivía junto a su familia com-pletamente integrado en la sociedad alicantina, hastael extremo de haber sido elegido síndico personero enese mismo año de 1808. Pero fue detenido y recluido,primero en la Casa de Misericordia y luego en la Casade la Asegurada, y sus bienes fueron confiscados.

Tras varios juicios, Lahora consiguió a finales de se-tiembre que la Junta Suprema ordenara su liberación.Las autoridades alicantinas acataron esta orden, perono le devolvieron su cargo de síndico. No obstante,esperó pacientemente a que la situación se normali-zara, que acabara la guerra y poder luego recuperar suvida en Alicante. Pero los meses pasaron y la situaciónfue complicándose tanto como su salud.

En enero de 1810, Juan Lahora, triste y enfermo, pi-dió y obtuvo pasaporte para exiliarse en Argel.

Cobro de deudasPasados los primeros meses desde el estallido de laguerra, el odio popular hacia las personas nacidas enFrancia o con apellidos franceses fue remitiendo en lamayoría de las poblaciones. Muchos de ellos recupe-raron sus ocupaciones habituales e incluso huboquienes prestaron sus servicios en las milicias. En Ali-cante continuaban viviendo en 1809 algo más de uncentenar de franceses (17 nacidos en Francia y 90 hi-jos de franceses), casi todos repartidos en veintiséisfamilias: los Dié, Terezarriu, Berges, Casous, Lafon, Pi-lot, Lausac, Maisonnave…

Sin embargo, en algunos lugares continuaron laspersecuciones y las manifestaciones de odio hacia losfranceses. Un ejemplo lo encontramos en Polop, don-

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

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Tras elestallido de laguerra hubo

revueltaspopulares ypara acabarcon ellas lasautoridadesordenaron

instalar horcasy garrotes

Elche aprincipios del

siglo XIX.(Dibujo

correspondientea la Historia dela Provincia de

Alicante)

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tud de exaltados alicantinos volvió a forzar una deci-sión del gobernador Betegón, exigiendo, y logrando,que se nombrasen miembros de la Junta al presbíterode San Nicolás, José Maluenda, y al conventual deNuestra Señora del Carmen, fray Miguel Verdeguer.

Horca y garrotePreocupados por las constantes revueltas populares ybuscando mantener el orden y preservar su autoridad,los gobernadores crearon «juntas de tranquilidad pú-blica», constituidas por «vecinos honrados» con la mi-sión de reprimir los disturbios, hacer cumplir los ban-dos, formar rondas y obligar a separar los corrillos demás de diez personas. Para conseguir estos fines, laJunta Suprema ordenó la instalación, en las cabezasde partido, de horcas y tabladillos para los condena-dos a morir en garrote vil. En Alicante, estos patíbulosse colocaron en el Portal de Elche. Al parecer fueronusados con cierta frecuencia contra los alborotadores,hasta que el 18 de agosto de 1809 se ordenó fuerandesmontados, tras la supresión de las juntas de go-bierno y la de tranquilidad pública.

Pero los motines populares siguieron produciéndo-se en los años que duró la guerra, si bien de formamás esporádica. Lo que motivó la publicación de ban-dos como el que se fijó en las calles de Alcoy el 25 deabril de 1810, prohibiendo albergar a forasteros o salirde la villa a cualquier hombre sin la autorización pre-via del gobernador, bajo la pena de confiscación debienes, así como el caminar en grupos de tres o máspersonas, advirtiendo que serían fusilados todosaquellos que fomentaran alguna intriga, motín o albo-roto.

Y es que, según se acercaban las tropas francesas atierras alicantinas, crecía el temor de las autoridades alos considerados traidores: espías y afrancesados.

En los primeros y tumultuosos días de la guerra de laIndependencia, cuando los motines populares erancasi diarios, el entusiasmo patriótico de los más exal-tados los llevó a exigir a las autoridades locales la de-puración de cualquier persona considerada sospecho-sa de traición, muchas veces sin reparar en las terri-bles consecuencias ni en el daño que podía causarse ainocentes. Cualquier rumor, por insignificante quefuera, podía convertirse en el detonante que diera lu-gar a episodios violentos.

El 31 de mayo de 1808, un grupo de jóvenes arma-dos detuvo al marqués de Algorfa en una casa decampo de la partida ilicitana de Valverde. Lo llevaronante la junta de gobierno de Elche porque su actitudse les antojaba sospechosa y porque la casa donde es-taba era propiedad del también marqués de Arneva,encerrado en la cárcel de Orihuela bajo la acusaciónde simpatizar con Napoleón, de afrancesado. La juntade Elche elevó consulta a la Suprema de Valencia, lacual contestó el 12 de junio ordenando que no se mo-lestara al marqués de Algorfa, por ser fiel y leal a lapatria y al rey Fernando VII. Las autoridades ilicitanaslo liberaron, justificando al mismo tiempo la manerade actuar de los mozos que lo habían detenido. Algoque acabaría volviéndose contra las propias autorida-des.

Los arrestos de Roselt y delmarqués de Rioflorido

El 3 de junio de 1808 fue un día muy agitado en Ali-cante. Por exigencias de la Junta Suprema de Valencia,el gobernador Betegón ordenó publicar un bando enlos puntos más céntricos de la ciudad, en el que se

Sospechosos5

declaraban traidores al rey y a la patria a todos aque-llos que en sus discursos, acciones o escritos defen-dieran a los enemigos. El motivo era que las autorida-des de Albacete habían interceptado la corresponden-cia que, ciudadanos anónimos de Alicante que simpa-tizaban con el gobierno francés, habían enviado aMadrid.

Aquel bando excitó los ánimos de los patriotas ali-cantinos, que se dedicaron durante el resto del día abuscar a los traidores.

Ya de noche, una patrulla encargada de la vigilan-cia, irrumpió en la casa de Augusto Roselt por consi-derársele sospechoso de traición. Fue detenido y lle-vado ante las autoridades, las cuales al parecer no te-nían muy claras las acusaciones que se le hacían. Peroa la una de la madrugada varios patriotas armadosexigieron, y consiguieron, que fuera encarcelado.

Poco después fue Francisco María Viudes y Maltade Vera, marqués de Rioflorido, el objetivo de aquellaparanoia patriótica. Pidió permiso a la junta de go-bierno para marchar a Almansa, donde decía estardispuesto a servir como voluntario en las milicias, pe-ro los más recelosos sospecharon que su verdaderaintención era ir a Madrid, para unirse al gobiernofrancés. Enseguida se formó un tumulto (en su mayo-ría, vecinos del barrio de San Antón) alrededor de lacasa del marqués, situada junto a la iglesia de SantaMaría, para impedir que éste saliera de Alicante. Paraevitar males mayores, el gobernador Betegón ordenóque el marqués quedara retenido en su propia casa,vigilada por paisanos armados.

Los ánimos de los amotinados se aquietaron, perono del todo, ya que dirigieron entonces sus iras contraotro sospechoso: Vicente Savila, cabo de la falúa sani-taria del puerto, por ser acompañante habitual delmarqués de Rioflorido. Betegón accedió a las exigen-cias de la muchedumbre y ordenó el arresto de Savilay de uno de sus hijos, acabándose con ello aquel mo-tín popular.

Pocos días después, la Junta Suprema ordenó la li-beración del marqués de Rioflorido. Inmediatamente,salió éste hacia Almansa, donde se unió a la divisiónde voluntarios que se enfrentaba cerca de allí al ejérci-to francés.

Asalto a la oficina de correos yacusaciones contra Spering

y Betegón

El 13 de junio de 1808 fue otro día agitado en Alicantepor culpa de las sospechas y los motines populares.

Con intención de descubrir a los traidores a la pa-tria que se decía vivían en Alicante, Betegón nombróuna comisión de tres miembros de la Junta, para quese presentaran en la estafeta de correos (en la calle deLabradores) cada vez que llegara la correspondenciade Madrid, con la misión de inspeccionar la «Gaceta»y las cartas sospechosas procedentes de Francia y dela capital. Mientras así lo hacían aquel día, varios ve-cinos se apercibieron de ello y enseguida se formó ungrupo numeroso de patriotas que pidieron a gritosque se quemara la «Gaceta», periódico madrileñoeditado por los invasores. Los comisionados de lajunta aceptaron, pero lejos de calmarse, el grupo deexaltados fue creciendo hasta convertirse en una mul-titud que, agolpada en las puertas de la estafeta, exi-gió que se leyeran en voz alta las cartas sospechosas.Los miembros de la comisión dudaron, y tal vacila-ción sirvió para encrespar aún más los ánimos y loschillidos de los amotinados, que empezaron a dudar asu vez de la lealtad de aquéllos y a amenazar conasaltar la estafeta, para hacerse por la fuerza con lascartas. Hasta que uno de los miembros de la comi-sión, Juan Visconti, se subió al balcón de su casa, queestaba frente a la estafeta, y desde allí leyó una poruna todas las cartas, que resultaron no ser subversi-vas, pues contenían buenas noticias para la causa dela Independencia, disolviéndose a continuación lamuchedumbre.

Pero aquel mismo día hubo otro motín popular enAlicante, que obligó a interrumpir la reunión de lajunta de gobierno que se celebraba en el Ayunta-

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

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El entusiasmopatriótico de

los másexaltados les

llevó asospechar de

gente inocente

Espíasurante la guerra de la Independenciaabundaban en las poblaciones españo-las no ocupadas por el ejército imperial

los rumores acerca de la existencia de espíasfranceses o al servicio de Francia, aunque raravez se confirmaban.

Así, el 13 de julio de 1808, se propaló en Ori-huela el rumor de que varios espías franceseshabían entrado clandestinamente en la ciudadpara examinarla e informar luego a los invaso-res. Tan misteriosos espías no pudieron serapresados, según se cuenta, porque «cuando elpueblo pudo percatarse de su presencia e in-tenciones, ya se habían ocultado o habían hui-do precipitadamente».

Año y medio más tarde, el secretario de laJunta de Seguridad de Valencia envió un oficiocon fecha 5 de enero de 1810 a todos los ayun-tamientos avisando «de que vagan por esteReyno y su capital varios emisarios francesescon proclamas y otros papeles para infundir ladesconfianza y seducir a la desilusión a estoshabitantes». Y el 20 de abril de 1811, en Villenase recibió la orden de la Junta Superior deMurcia «dirigida a evitar los espías que despa-cha el Gobierno Francés». Como, además, a lasazón se estaban constituyendo las Cortes enla isla gaditana de León, en esta misma ordense prohibía «que nadie embarque para la Isla opara Cádiz sin los requisitos que se expresa».

Haberlos, los habíaPero sí que debían de existir estos temidos yperseguidos espías franceses. Mientras Valenciaestuvo ocupada por el ejército napoleónico, el«Diario de Valencia» fue editado bajo el controlde las autoridades francesas, y en él se publica-ron colaboraciones anónimas procedentes deAlicante y otras poblaciones del sur de la pro-vincia. Además, en el verano de aquel mismoaño (concretamente en la noche del 20 al 21 dejulio de 1812), en vísperas de la primera batallade Castalla, se hizo creer a los alicantinos quehabían embarcado varios batallones aliados(cuando en realidad solo lo había hecho uno)en los navíos ingleses fondeados en el puerto yque zarparon luego simulando ir rumbo a Cu-llera, para atacar la retaguardia francesa. Estaestratagema evidencia que las autoridades es-pañolas sabían que había, o creían que había,espías enemigos en la ciudad.

De hecho, hay relaciones con nombres yapellidos de espías al servicio del gobierno deJosé Bonaparte, buscados por las autoridadesespañolas. Por ejemplo, la que acompañaba ala carta de la Junta Suprema de Valencia, de fe-cha 8 de febrero de 1810, que envió al ayunta-miento de Jijona. En ella se indicaban los nom-bres, apodos y datos físicos de los «espías pa-gados por los franceses: Ignacio Porquet, deedad de 33 años, moreno, su estatura sobre 6pulgadas. Borrella del Arrabal, su estatura nollega a los 5 pies. Sebastián de García y su hijotambién llamado Sebastián alias Misas. El Pi-nocho, bajo, colorado (…) de 30 años. Joaquín:Cortante de la tabla del tocino de la Plaza delPilar, y su compañero Manuel, también cortan-te (alias Sardineta)». Por cierto que, gracias aestos datos, sabemos que los jijonencos de ha-ce dos siglos eran más bien bajitos, entre 1’40 y1’60 metros de altura, considerando que la pul-ga equivalía a 23’2 milímetros y el pie a 0’278metros.

Como es lógico, también había espías queservían a la causa de la Independencia en laspoblaciones ocupadas por los franceses. Lo de-muestra el hecho de que el general JoséO’Donnell, preparando la mencionada primerabatalla de Castalla, redactara el 18 de julio de1812 unas instrucciones reservadas para susgenerales y jefes, en cuyo artículo 5º decía: «esde la mayor importancia (…) tener buenas no-ticias de espías, o confidentes bien pagados».

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denunció que uno de los acusados, Pascual Soler, te-nía intención de irse de Elche. El vecindario se mostróreceloso y la junta se opuso a la salida de Soler. Resul-taba que a éste le habían llegado noticias de que elgrupo de mozos que apoyaba a Martí, planeaba ata-carle. Entonces Soler decidió defender su casa con ungrupo de hombres armados, «para morir matando»,según diría más tarde, y preparar su huida a Valencia,para comunicar a la Junta Suprema lo que estaba ocu-rriendo en Elche.

Pero aquella misma tarde fue apresado mientras in-tentaba huir y fue llevado, en medio de una gran con-moción popular y un nutrido grupo de jóvenes quegritaban «ha de morir«, hasta la plaza Mayor. Losmiembros de la junta de gobierno no sólo no se opu-sieron a que Soler fuera encerrado en la cárcel, sinoque además entregaron las llaves de la misma a losamotinados. Estos eligieron a cuatro mozos para quevigilasen la cárcel, obligando a la junta a que les paga-ran un salario.

A continuación los amotinados encarcelaron al res-to de los acusados y forzaron a la junta a que admitie-ra en sus sesiones a dos miembros más: Pedro Moli-ner y el propio Juan Martí.

Temiendo por sus vidas, parientes de los encarcela-dos recurrieron a varios eclesiásticos, los cuales con-vencieron a la junta para que las llaves de la cárcelfueran confiadas al reverendo Jaime Muñoz. Entre-tanto, José Brú, que estaba enfermo al ser arrestado,empeoraba sensiblemente en el calabozo.

Unos días más tarde, los familiares de los presossolicitaron la protección de las autoridades porque te-nían noticias de que, aprovechando la confusión rei-nante, varios mozos planeaban asaltar sus casas parasaquearlas.

Por fin, las gestiones que realizaron los eclesiásticosy la junta parecieron surtir efecto: los ánimos se cal-maron y el 24 de junio el reverendo Jaime Muñoz de-volvió las llaves de la prisión a la junta, que había or-denado sustituir a los mozos que la vigilaban por sol-dados.

Pero al cabo de nueve días volvieron a amotinarselos mismos jóvenes que apoyaron a Juan Martí. La ra-zón era que, según se habían enterado, con la excusadel empeoramiento del estado de salud de Brú, lospresos podían comunicarse con el exterior.

Como vemos, estos motines populares no fueronhechos aislados. Para evitar estos desórdenes, la JuntaSuprema de Valencia remitió una orden a todas lasgobernaciones para que se constituyeran las ya men-cionadas juntas locales de «tranquilidad pública». Porsu parte, el 5 de julio, el presidente de la junta de go-bierno de Elche propuso un plan para acabar con losmotines de los jóvenes, que fue aprobada y puesta enpráctica de inmediato: al mismo tiempo que se publi-caba un bando en el que se ordenaba a los vecinosque despejaran las calles, fueron contratados con unjornal diario cien hombres con escopetas que, a las ór-denes del comandante de armas, preservaron la tran-quilidad pública.

Se desconoce cómo terminó este triste episodio quea punto estuvo de sumir a Elche en una tragedia. Alparecer fueron capturados algunos de los amotinados,aunque se ignoran sus nombres. Una vez rehabilitadoel ayuntamiento (tras la disolución de la junta de go-bierno) Pascual Soler formó parte de él como primeralcalde.

Continúan las sospechasA pesar de que las autoridades consiguieron mante-ner el orden y los motines populares cada vez eranmenos frecuentes, la persecución de sospechososcontinuó produciéndose durante toda la guerra.

El 16 de mayo de 1809, el ayuntamiento alicantinopidió a la Junta Central que destituyera del cargo deregidor a Rafael Morant, por considerarle afrancesado.Éste había sido elegido regidor de Alicante por la cla-se noble y, en 1807, fue nombrado secretario del Des-pacho Universal de la Hacienda de Indias, por lo quetrasladó su residencia a Madrid, pero conservando sucargo en Alicante con sus correspondientes emolu-mentos. La acusación de afrancesado se fundamenta-

ba en las excelentes relaciones que, según se decía,mantenía con el gobierno de José Bonaparte. Sin em-bargo, la Junta Central resolvió a favor de Morant,aunque tarde (26 de octubre de 1810), al nombrarlesecretario del Consejo de Regencia.

Desde el cuartel general de Elche, se comunicó algobernador de Orihuela, mediante oficio fechado el24 de mayo de 1810, que se había detenido por espíaa un hombre natural de Albatera, llamado FranciscoRamón Fernández, recabando más información sobreél, ya que se dudaba de su cordura. Días después serespondía a este oficio afirmando que, según vecinosalbateranos que conocían al detenido, no era éste másque un demente inofensivo.

El 16 de enero de 1812 Alicante sufrió un efímeroasedio por parte del ejército francés. A pesar de queéste se alejó de la ciudad sin causar ni una víctima, laalegría no cundió entre los alicantinos. En parte, se-gún denunciaría el general español Elío, porque intra-muros parecían haber muchos afrancesados. Perotambién porque no faltaron voces que acusaban algobernador José Sanjuán de haber intentado entregarla ciudad, rindiéndose a los soldados de Napoleón.Sanjuán lo negó y, junto con el ayuntamiento, procuróaveriguar, sin lograrlo, quiénes eran los autores deaquellos rumores, acusándolos, a su vez, de afrance-sados que pretendían infundir la desconfianza hacialas autoridades y fomentar el desorden.

En 1808, la mayoría de los intelectuales españoles es-taban hondamente influenciados por los aires de li-bertad que recorrían Europa tras la revolución france-sa de 1789. Este afrancesamiento intelectual llevó amuchos de ellos a la colaboración con los franceses, alos que saludaban como regeneradores de la políticaespañola (hasta entonces regida por una monarquíaabsolutista y gobiernos corruptos), quejándose al mis-mo tiempo de que el sector popular y la Iglesia seobstinaran en no aceptarlos, tachándolos de tiranos eimpíos.

Pero, más comúnmente, se consideró afrancesada atoda aquella persona que colaboraba de una u otraforma con el gobierno de José Bonaparte o las tropasimperiales. De manera que las diferencias ideológicasentre los partidarios del absolutismo y las ideas libe-rales pasaron a un segundo plano, ya que por encimade ellas quedaron dos posiciones contrapuestas: la dequienes aceptaban al gobierno de Bonaparte (afrance-sados) y la de quienes se oponían, reclamando la in-dependencia (patriotas).

Ciudades patrióticas,ciudades afrancesadas

Aunque en las tierras alicantinas el enfrentamientoentre patriotas y afrancesados no alcanzó el nivel quehubo en otras partes de España, ciertamente habíapoblaciones en que el fervor patriótico era muchomayor que en otras, por lo menos al comienzo de laguerra.

En Alicante, por ejemplo, los afrancesados debíanocultarse por temor a las represalias, aunque a media-dos de 1809 hacían cuanto podían colocando pasqui-nes en las calles por las noches, según cuenta el cro-nista Viravens. Y mientras las autoridades alicantinasno conseguían identificar a los afrancesados, las jijo-nencas en cambio incautaban los bienes de un buennúmero de ellos, en su mayoría nobles, por conside-rarlos traidores. Así, en el acta capitular de 26 de mayode 1809, se relacionan casi una treintena de nombres(entre otros los marqueses de Callero, de Casacalvo,de Vendaya, de San Adrián, de Palacios y de Monte-

Afrancesados6

miento. Frente a este edificio, un numeroso grupo devecinos se dedicó a gritar pidiendo la destitución deIgnacio Spering como vocal de la junta. Fray ÁngelVerdeguer salió a calmar los ánimos, pero cuando re-gresaba a la sala consistorial sin conseguir su propósi-to, se coló tras él el comerciante Francisco Santo, ma-nifestando que el pueblo quería la dimisión de Spe-ring por considerarle sospechoso de traición. La juntasuspendió su reunión sin llegar a un acuerdo y antelas constantes protestas de los amotinados.

Ignacio Spering negó las acusaciones, que ademásresultaron infundadas, por lo que no se le cesó comovocal de la junta de gobierno.

En aquellas fechas la calumnia recorría las callesalicantinas con gran rapidez e impunidad, pasando deboca en boca entre los ciudadanos más recelosos oparanoicos. Y tan sólo cuatro días más tarde, el 17 dejunio, el mismísimo gobernador José de Betegón hizopúblico un manifiesto en el que exponía su intenciónde abandonar el cargo, debido a las graves acusacio-nes que algunos detractores dirigían contra él, procu-rando que los ciudadanos desconfiaran de su espíritupatriótico. La Junta de Gobierno pidió a la Supremade Valencia que no admitiese la dimisión de Betegón,quien efectivamente fue confirmado en el cargo degobernador.

Elche al borde de la tragediaEstas sospechas infundadas estuvieron a punto deprovocar en aquellos días un sangriento enfrenta-miento en Elche.

El mismo día en que el gobernador de Alicanteanunciaba su deseo de dimitir a causa de los rumoresque le señalaban como sospechoso de traición, se ex-tendía por Elche otro rumor que contenía la mismaacusación. Esta vez los perjudicados eran un vecinodel caserío de Santa Pola (a la sazón pedanía del mu-nicipio ilicitano) y siete de la propia villa de Elche.

La junta de gobierno ilicitana hizo llamar al autorde aquellos rumores, un joven de 25 años llamadoJuan Martí, hijo del cirujano del mismo nombre,quien efectivamente dijo que, según había oído ha-blar a los vecinos, el traidor que vivía en el caserío deSanta Pola se llamaba Francisco Molina de Borrega.De los siete sospechosos de Elche solo conocía elnombre de cuatro: el anterior primer alcalde PascualSoler, Joaquín Román, José Brú Martínez y FranciscoAntonio Agulló.

El presidente de la junta nombró un juez, el quefuera alcalde mayor Francisco Sánchez, para el segui-miento de la causa, y ordenó que Juan Martí fuera re-tenido e incomunicado en una de las habitaciones delAyuntamiento.

Dos días después, un numeroso grupo de mozos seamotinaron y exigieron la liberación de Juan Martí.Para evitar un enfrentamiento violento, la junta acep-tó poner en libertad al joven y, además, nombrar aotro juez, dando por bueno las acusaciones de Martí.

Aquella misma mañana del 19 de junio, Juan Martí

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

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Se consideróafrancesado a

todo el quecolaboró deuna u otra

forma con elgobierno de José

Bonaparte

Fachada delAyuntamiento

de Villena.(Archivo

Municipal deVillena)

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Hermosos; los condes de Camo de Alange, de Caba-rrús y de Montarlo; los duques de Frías y de Mahón)cuyos bienes fueron confiscados por haber «pactadocon el enemigo« y ser «reos de alta traición».

Denia y Alcoy sirven de ejemplo como ciudadesdonde los afrancesados no eran tan perseguidos. Enellas ni siquiera fueron detenidos los naturales deFrancia. Y en Alcoy, además, la negligencia en el alis-tamiento de voluntarios para el ejército y la tardanzaen formar las milicias, así como la morosidad en losdonativos exigidos en los primeros meses de guerra,evidencian el elevado número de alcoyanos que sim-patizaban con los franceses, si bien no se atrevían amostrar abiertamente tales simpatías.

Abatimiento patrióticoEl fervor patriótico fue decayendo conforme la guerrase alargaba y los ejércitos franceses ocupaban la ma-yoría de las provincias españolas, acercándose a lastierras alicantinas. La rendición de Austria y la firmadel Tratado de Viena (14 de octubre de 1809) permitióa Napoleón enviar grandes contingentes de tropas aEspaña y conquistar rápidamente Andalucía. Y alprincipio del año siguiente este avance imperial reper-cutió en el ánimo de los patriotas y afrancesados ali-cantinos, pero obviamente de muy diferente manera.

En enero de 1810, el marqués de Arneva, que habíasido coronel del regimiento provincial de Alicante yOrihuela, y miembro de la junta de gobierno de estaúltima ciudad, se pasó al bando de los afrancesados.Ocupó la prefectura de Cuenca y nombrado gentil-hombre de cámara de José Bonaparte.

Y ya en 1812, cuando las tropas napoleónicas ocu-paban casi todo el territorio alicantino, se envalento-naron los afrancesados y empezaron a flaquear losánimos de los patriotas. En marzo de aquel año, Joséde Vallejo Alcedo, oidor de la Audiencia de Valenciaque había venido comisionado a Alicante tres añosantes para dirigir las obras de fortificación, regresó ala Valencia ocupada para aceptar el cargo de corregi-

dor que le había ofrecido el mariscal francés Suchet.Tres meses antes, el 9 de enero, Denia había sido to-mada y Alicante sitiada (16 de enero). Un día despuésde este asedio, Ramón Alós, mariscal de campo y ge-neral del distrito de Gandía, informaba por escrito algeneral jefe español Nicolás Mahy de lo que habíavisto en los pueblos durante su retirada, especialmen-te en Denia y Alicante: «los hallé decididos a recibir alos enemigos, y todos ellos, según las noticias que ibaadquiriendo, estaban llenos de desertores y dispersosde nuestro Ejército, abrigados por los vecinos y justi-cias».

Que la moral tanto en el pueblo alicantino como enel ejército decreció notablemente pese a resistir el efí-mero asedio sufrido el 16 de enero de 1812, lo corro-bora el informe que redactó el general español Elío aldía siguiente, en el que se queja amargamente de queel pueblo hubiera preferido «la entrada de las tropasfrancesas a la existencia de las nuestras, de tal modoque estamos siendo testigos de los repiques de cam-panas y aparatos, con vítores y otras exterioridadesque hacen para recibir a nuestros enemigos». ¿Y quié-nes dieron esos vítores y repiques de campanas si nolos afrancesados alicantinos?

Y si esto sucedía en Alicante, donde los afrancesa-dos eran pocos y se escondían, según los cronistas,¿qué cabía esperar que ocurriese en ciudades comoAlcoy y Denia, donde los simpatizantes de los france-ses eran más numerosos y menos perseguidos? Alcoy,que ya había sido ocupada anteriormente por las tro-pas francesas, según relata el cronista Rogelio Sanchiséstas «no encontraron resistencia alguna para ocuparnuevamente nuestra villa, antes bien hubo vecinosque facilitaron su entrada». Y en Denia, una vez ocu-pada, los generales franceses redujeron la tropa allíacuartelada (unos ciento cincuenta), confiados en elapoyo que habían recibido tanto de la colonia france-sa de la ciudad, como de los numerosos afrancesados.Franceses y afrancesados que huyeron de Denia cadavez que tenían noticias de que se acercaban los gue-rrilleros españoles. Así sucedió en noviembre de 1812

y en abril de 1813, cuando los Chabás, Forrat y otrosmuchos se marcharon con sus familias ante el temorde que Denia fuera recuperada por los españoles. Sibien regresaron cada vez que pasaba el peligro.

RepresaliasHasta que la reconquista española de Denia por fin seprodujo, en octubre de 1813, tras un largo asedio. En-tonces los afrancesados se vieron obligados, junto conlos franceses, a contribuir económicamente al susten-to de las tropas españolas. El alcalde, Ignacio Vives,repartió entre ellos el pago de cuatro mil duros queles fueron impuestos como contribución obligatoria.Bautista Ferrando hubo de pagar quinientos duros;mosén Pedro Torner y Miguel Lostalot, doscientos; Si-món Boneon, cien… Al mes siguiente, éstos mismosy otros (el doctor Antonio Gavilá –había otro AntonioGavilá, al que apodaban «el Español»–, AmbrosioBordehore, Pedro Barberín…) fueron hechos prisio-neros y llevados a Ondara, adonde condujeron tam-bién a los afrancesados de los pueblos cercanos.

Y es que, como ocurre siempre, después de unaguerra vienen las represalias por parte de los vence-dores, llamadas eufemísticamente «depuraciones porresponsabilidades políticas». En Alcoy comenzaron yaen 1813, cuando el prior del convento de San Agustín,fray Joaquín Cascant, fue acusado de deslealtad. Se ledeclaró inocente, obteniendo el «certificado de mora-lidad y patriotismo». Otros alcoyanos que tambiéndebieron solicitar este certificado fueron quienes ha-bían formado parte de las juntas de gobierno el añoanterior y bajo la ocupación francesa.

En Denia, estas depuraciones y persecuciones con-tra los afrancesados se llevaron a cabo entre febrero yabril de 1814. Según cuenta mosén Palau en su diario,hubo muchas «enemistades por causa de las purifica-ciones, sumarias de testigos falsos«, en los primerostres días de febrero. Pero el primer día de marzo, es-cribe: «(…) muchos pleitos para sacar en limpio quie-nes eran afrancesados y no condenaron a ninguno ni

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

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El fervorpatriótico fue

decayendoconforme la

guerra sealargaba y losejércitos galosse acercaban a

tierrasalicantinas

Casa Museo delsAbargues deBenisa. Esta

familia mantuvobuenas relacionescon destacados

representantes dela Ilustraciónvalenciana y

Joaquín AbarguesFeliu fue

diputado en lasCortes de Cádiz

CRISTINA DE MIDDEL

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a Valencia el general francés Moncey al frente de unejército de ocho mil infantes, cerca de mil jinetes yveinticinco cañones. Para frenar su avance, la JuntaSuprema de Valencia movilizó al ejército y a todos losmilicianos, concentrando un buen número de éstosen Almansa. Hacia esta ciudad manchega acudieronmuchos de los alicantinos recién alistados, como elmarqués de Rioflorido, nada más ser liberado tras seracusado de afrancesado. Por proximidad, partieronsobretodo de las gobernaciones de Alcoy, Jijona y Ali-cante. En un principio, hasta el ayuntamiento en ple-no de Jijona marchó hacia Almansa. Desde Elche, a lolargo de aquel mes de junio, se desplazaron cinco di-visiones. Mientras que desde Ibi, pese a que «no sehabía excusado ningún vecino« en el reclutamiento,no llegó a partir ninguno, ya que su preparación debióser demasiado lenta. La junta ibense certificó el 2 dejulio que los mozos «permanecen aún en este pueblopues estando ya prontos para marchar con direcciónal puerto de Almansa se recibió orden de la suspen-sión de la salida hasta nuevo aviso».

Esta orden de suspensión de la salida que se recibióen Ibi, se debió a que el ejército el general Money, traslibrar el 20 de junio varias escaramuzas con las mili-cias españolas en el río Cabriel y en Cabrillas, entróen Buñol. El día 25 Moncey se aproximó a Valencia,cercándola e instando a las autoridades defensoras ala rendición. Los valencianos resistieron tras los mu-ros de su ciudad y Moncey acabó por levantar el ase-dio y regresar a Madrid.

Primera víctima jijonenca ymilicias reacias

Napoleón dirigió personalmente el contraataquefrancés a finales de 1808, avanzando su ejército portoda la península. Como consecuencia de ello, los ali-cantinos se vieron obligados a salir de sus ciudades ypueblos para intentar frenar a los soldados de la«Grand Armée». En noviembre de aquel año se pro-dujo un enfrentamiento entre españoles y francesesjunto al río Júcar. En el combate murió el primer jijo-nenco. Pocos días más tarde, el 12 de ese mismo mes,las autoridades jijonencas acordaron dar a la madredel joven caído, la viuda Rosa Navarro, dos reales devellón diarios; pero, «enterados de que no hay fondospara continuar dicho pago, se sobreseyese en ejecu-tarlo el primer día del año nuevo». Es decir, el pago dela indemnización a esta viuda, madre del primer jijo-nenco muerto en la guerra, se retrasó porque no habíafondos; aunque sí que se aprobó, en aquella mismareunión, echar mano del milagroso «donativo volun-tario« del francés Esteban Filiol para pagar el retratode Fernando VII.

Ante el avance francés, a finales de diciembre de1809, José Caro, capitán general de Valencia, ordenóque las milicias y guerrillas de muchas gobernacionesse presentaran en San Felipe Neri (Játiva). Hacia allámarcharon de inmediato la mayoría de las compañíasmovilizadas, como la que partió, esta vez sí, desde Ibi,o las dos que fueron desde Elche.

En Alcoy, por el contrario, el ayuntamiento se mos-tró remiso a que sus milicias y guerrillas abandonaranla ciudad, demorando la entrega de los víveres preci-sos; si bien salieron por fin el 29 de diciembre. Algoparecido ocurrió en Jijona, aunque la tardanza aquífue aún mayor. En su reunión del 25 de diciembre, elayuntamiento jijonenco se negó a que sus miliciaspartieran hacia Játiva, aludiendo que Jijona se queda-ría indefensa, abandonada de autoridades y regalistas(necesarios para el abastecimiento de la población).Veintiún días más tarde el capitán general Caro acep-tó por escrito que excluyeran de su orden anterior alas autoridades y regalistas jijonencos. No obstante,entretanto el ayuntamiento de Jijona cedió en parte,mandando el 5 de enero de 1810 a ochenta milicianosa Játiva; y cuatro días después, tras conocerse la tomade Albacete por los franceses, salió hacia Játiva el res-to de la milicia jijonenca, aunque sólo la tropa.

En AragónMuchos alicantinos lucharon contra los franceses enel valle del Ebro, por tierras aragonesas. Uno de losque allí se distinguió fue el mariscal José Carratalá,natural de Alicante.

El llamado Ejercito de Cabrillas (al mando de unmariscal de campo que, curiosamente, tenía apellidofrancés: Felipe Saint-March), estaba formado por unbuen número de alicantinos. Este ejército marchó aAragón para ayudar a Palafox, participando en la san-grienta batalla de Tudela, el 23 de noviembre de 1808.En esta batalla intervinieron el regimiento de volunta-rios de Alicante (de 770 hombres, al mando del coro-nel Antonio Camps) y el de caballería de Olivenza,del que formaba parte el futuro guerrillero ibense JoséNomdedéu.

Dos años más tarde (marzo 1810), soldados y mili-cianos alicantinos volvieron a defender tierras arago-nesas contra el ejército imperial, tras la retirada de és-te de Valencia.

En ValenciaPero antes, muchos de estos alicantinos contribuyeronen la huida de los franceses de Valencia.

Desde su cuartel general en Catarroja (a ocho kiló-metros de Valencia), el mariscal francés Suchet dirigióa su ejército con intención de conquistar la capital delreino y de la provincia. Empezó el ataque el 5 de mar-zo de 1810, pero los valencianos resistieron tambiéneste segundo asedio, gracias en gran medida a los nu-merosos milicianos y guerrilleros hasta allí desplaza-dos desde las poblaciones alicantinas (Alcoy, Ibi, El-che; sólo de esta última ciudad fueron algo más de900 hombres), para hostigar a la retaguardia enemiga.Suchet ordenó al día siguiente a su ejército abandonarValencia y replegarse hacia Aragón.

Por proximidad, fueron sobre todo milicianos yguerrilleros alcoyanos los que apoyaron el punto clavede San Felipe Neri (Játiva) durante los años 1810 y1811. También en el verano de 1810 fueron más de un

se sabía que cosa era ser afrancesado». Es decir, queno se condenó a nadie en Denia por afrancesado, talvez porque, de haberlo hecho, hubieran tenido quecondenar a casi todos los dianenses.

El 30 de mayo de 1814, sentado ya en su trono, Fer-nando VII promulgó un decreto expulsando de Espa-ña a todos los afrancesados. La mayor parte de estosexiliados fueron nobles, como los citados en el actacapitular de Jijona de 26 de mayo de 1809. Otrosafrancesados, como José de Vallejo, quien regresó aValencia para ocupar el cargo de corregidor que leofreciera Suchet, no se vieron obligados a exiliarse,aunque fueron depurados y apartados de cualquierpuesto público.

Pero, a semejanza de lo que ocurrió en Denia, encasi todos los pueblos alicantinos las represalias con-tra los afrancesados quedaron sin efecto. En algunoscasos, como en Jijona, hasta se negó la ocupaciónfrancesa para evitar estas represalias.

La negación de JijonaEl ayuntamiento de Jijona se reunió el 30 de junio de1814 para tratar la solicitud de remisión de expedien-tes de purificación, que les hacía el secretario del Des-pacho de Gracia y Justicia, y que afectaban a los veci-nos que habían ocupado cargos de responsabilidad(corregidor, alcalde, regidores) durante la ocupaciónfrancesa de la ciudad. Los reunidos acordaron contes-tar que no había lugar a ningún expediente de purifi-cación, por no «haber estado esta ciudad ocupada porel enemigo, sino virtualmente».

Con esto, el ayuntamiento quería decir que Jijonasólo había sufrido razzias, ocupaciones ocasionalesfrancesas. Sin embargo, en el acta de 20 de agosto de1812, el regidor Boronat había expuesto ampliamentelos hechos acaecidos durante dicha ocupación. Unaocupación que debió producirse desde mediados deenero a mediados de agosto de 1812. En ningún sitiose han conservado las actas de cabildo redactadas du-rante la ocupación francesa. Seguramente fueron des-truidas por los propios interesados tras la liberaciónespañola, para impedir futuras represalias. Pues bien,el acta anterior que se conserva en Jijona a aquella del20 de agosto de 1812 es la correspondiente al 17 deenero del mismo año.

Además, en su reunión del 2 de mayo de 1814, elpleno del ayuntamiento jijonenco había solicitado«indemnización por el dinero entregado a los france-ses«. Si no hubo ocupación, ¿por qué reclamar estedinero? Más bien parece que a los ediles de Jijona lesinteresó negar la ocupación de la ciudad, para evitarrepresalias contra algunos vecinos y problemas con elgobierno absolutista.

El desengaño que sufrió buena parte de los espa-ñoles tras el regreso de Fernando VII, el Deseado, consu traición a la Constitución y a las Cortes de Cádiz, ysu regreso al régimen absolutista (lo que supuso unbrutal retroceso para las libertades civiles), dio la ra-zón a quienes prefirieron no fiarse de él y apoyar porel contrario al gobierno de José Bonaparte; a los lla-mados afrancesados, defensores de los ideales revolu-cionarios de libertad, igualdad y fraternidad.

Hasta que el ejército francés no invadió el territorioalicantino, en 1812, las compañías integradas por ali-cantinos lucharon en varios lugares, lejos de sus ca-sas.

El 4 de junio de 1808 salió de Madrid y en dirección

Luchandolejos de casa

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

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Hasta que en1812 no seprodujo la

invasión deestas tierras,

las compañíasde alicantinoslucharon en

otras partes deEspaña

Grabado deDenia.

(SemanarioPintoresco.

1848)

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Partidas de Milicias HonradasA finales del año 1808 por fin comenzaron a organi-zarse las milicias urbanas, siguiendo las instruccionesy el reglamento indicados por la Junta Suprema delreino, y que sustituirían a las partidas de vecinos hon-rados.

El 9 de diciembre de 1808 el ayuntamiento de Elcheacordó formar un batallón de ocho compañías de se-senta hombres cada una, siete de infantería y una decaballería, a cuyo mando se nombró al coronel Jeróni-mo Martín Cortés. Al mes siguiente (enero 1809) yaestaba conformada la partida de milicias honradas deElche.

En Denia no hubo mucho entusiasmo en la crea-ción de las milicias. A pesar de la escasa participación,el 11 de febrero de 1809 se constituyó una compañíade milicianos dianenses, que aumentaría posterior-mente gracias a los voluntarios del resto de los pue-blos de la gobernación.

En suma, a principios de 1809 el total de milicianos

centenar de guerrilleros alcoyanos los que (relevándo-se cada mes) contribuyeron a la defensa de la ciudadde Castellón.

A instancias de la Junta Suprema, una de las primerasmedidas que aprobaron las juntas de gobierno locales(además del alistamiento de mozos para el ejército ysin que interfiriera en ella), fue la creación de miliciasurbanas, con la misión de defender sus respectivaspoblaciones del enemigo y de los bandidos que fre-cuentaban los caminos. La oficialidad de esta miliciaestaría integrada por la nobleza local y la burguesíaacomodada. Pero no fueron pocos los obstáculos conque se encontraron las autoridades locales para con-seguir que se formaran estas milicias.

En Orihuela, el 29 de mayo de 1808 la junta de go-bierno aprobó la creación del cuerpo de milicias, peroel considerable gasto económico que ello suponíaobligó a abrir una suscripción popular voluntaria. Aunasí, no se recaudó el dinero suficiente para constituirunas milicias pagadas.

En Alicante se constituyeron en un principio diezcompañías de milicias urbanas, a las que se unieronpocas semanas después dos más, organizada una porlos frailes del convento de los franciscanos, y otra porlos comerciantes. Pero también aquí los gastos queocasionaba el mantenimiento de la milicia supusieronun obstáculo insalvable. La junta alicantina habíaacordado pagar a cada alistado cuatro reales diariosdurante seis días a la semana, lo que equivalía al pagocada día de más de cinco mil reales. Para ayudar a larecaudación se creó un impuesto de cuarto por librade carne, pero aun así los caudales recogidos eran in-suficientes para cubrir los gastos.

En las demás ciudades y pueblos alicantinos, lasjuntas locales se encontraron con el mismo problemaeconómico para la creación de las milicias. En algu-nos, como en Elda, la junta ni siquiera lo intentó.Desde Orihuela se había dirigido a finales de juniouna circular a todas las poblaciones de su goberna-

ción ordenando que se armasen los hombres aptospara luchar, ante la amenaza de la llegada de los fran-ceses. La junta eldense respondió que las armas sehallaban inservibles y recordaba al gobernador queesperaban la remesa de fusiles que le habían pedidopreviamente. Éste contestó: «(…) disponga que lasescopetas que estuviesen inservibles se habiliten (…)que los quinientos fusiles que V.S. pide, se tendrá pre-sente, si del Astillero de Cartagena franquea los quese le tiene pedidos (…) se extiende el Alistamiento atodo género de armas, aunque sean chuzos, palas, ha-chas y cualesquiera otra». Los fusiles no llegaron, yesto tal vez explique por qué, tres años más tarde, en-traron y salieron los franceses de Elda como si fuera elmás afrancesado de los pueblos españoles.

La solución fue dada por la propia Junta Supremade Valencia, que en setiembre de aquel mismo año or-denó la creación de un cuerpo de vecinos armadospor sí mismos, que sustituyera a la costosa milicia ur-bana, allá donde se hubiera logrado constituir.

Partidas de Vecinos HonradosEstas Partidas de Vecinos Honrados se constituyeron apartir de setiembre de 1808 en todos los municipios(pero agrupados en sus respectivas gobernaciones) ycon la participación de las clases acomodadas, con elcometido de evitar los motines populares y enfrentar-se, llegado el caso, al invasor.

En Alicante se organizó un batallón de VecinosHonrados formado por 300 vecinos de la ciudad más200 de los pueblos de su partido (San Vicente del Ras-peig, San Juan, Muchamiel, Busot, Agost, Villafran-queza y Monforte), todos ellos cabezas de familia, ar-mados por sí mismos y sin cobrar retribución alguna.En noviembre, se creó un segundo batallón.

También en setiembre se empezó a organizar unbatallón de Vecinos Honrados en la gobernación deAlcoy, bajo el mando de José Merita, y otro en la deOrihuela, de cuyo alistamiento sólo se excluían a losjornaleros.

Entre octubre y diciembre se formaron los dos bata-llones de la gobernación de Jijona, con 500 hombrescada uno. El primero se constituyó con las cinco com-pañías aportadas por cada municipio, en proporciónal número de sus habitantes (Tibi aportó 40 hombres;Jijona, 130; Torremanzanas, 28; La Sarga, 2; Biar, 70;Salinas, 6; Benejama, 24; Ibi, 72; Onil, 54; Castalla, 72).La villa de Elche, donde ya se habían organizado enlos primeros días de julio varias compañías de hom-bres armados con los mejores cazadores, aportó ellasola el segundo batallón.

Milicias

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Uno de losprimeros

acuerdos delas Juntas deGobierno fuealistar en el

ejército atodos los

varones entre16 y 40 años

Alistamientosiguiendo las instrucciones de la JuntaSuprema de Valencia, uno de los prime-ros acuerdos que tomaron las juntas de

gobierno locales fue el alistamiento para elejército de todos los varones entre los 16 y los40 años.

Así, en Elche se publicó el manifiesto de alis-tamiento de vecinos con la edad requerida el25 de mayo de 1808, fijándose un sueldo deseis reales de vellón diarios para los solteros yocho a los casados; sueldo que se les pagabadesde el día siguiente al alistamiento y hastaque llegaran al punto de destino.

En Alicante, donde en mayo de aquel añohabían 2.411 militares (634 de las milicias deÁvila, 577 del regimiento de caballería de Oli-venza y 1.200 del cuerpo de voluntarios), que-daban incluidos en el reclutamiento ordenadopor la junta el 28 de mayo todos los solteros ylos miembros del clero regular y secular capa-ces de tomar las armas.

En Elda, siendo una población entonces depoco más de cuatro mil habitantes, se contri-buyó con 144 mozos a aquella primera quintade 33.002 hombres ordenada por la Junta Su-prema en mayo de 1808.

El alistamiento se realizó en Ibi el 20 de ju-nio, incorporándose todos los varones de entre16 y 40 años, solteros, viudos sin hijos y casa-dos, resultando un total de 503 hombres (delos cuales, solteros sólo eran 204). Y es que entodas partes no se siguieron los mismos crite-rios en el alistamiento. Con fecha 17 de junio,el ayuntamiento jijonenco elevó una queja yconsulta a la Junta Suprema porque, estandodispuestos a salir ya de Jijona los varones mo-vilizados, incluidos los casados en edad de mo-vilización, «se dice públicamente que, en Va-lencia y Alicante, no van más que los solteros».Una protesta que debió generalizarse y que nodebió de resolver dichas diferencias, puestoque, al cabo de dos años, los casados parecíanmostrarse reacios a movilizarse, según se des-prende de un expediente incoado en Villena«contra los casados sin hijos que no se hanpresentado en el Cuartel General de Elche».

Estos alistamientos forzosos y voluntarioscontinuaron a lo largo de toda la guerra. El se-gundo se produjo en julio de 1808, con un totalde nueve mil hombres en toda la provincia. Enenero de 1811 se ordenó «la leva de todos losvagos que hay en las poblaciones, y que no ba-jen de los 16 años sin exceder de los 40, y quesean aptos para el real servicio». Y, en el veranode este mismo año, las Cortes acordaron el re-clutamiento de más soldados, ya que las mili-cias y guerrillas sólo estaban capacitadas paraactuar en áreas restringidas y por tiempo limi-tado.

S

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

Detalle delcuadro de

Langlois sobre laprimera batallade Castalla y

que seencuentra en elAyuntamientode esta ciudad

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parte por desertores y antiguos guerrilleros.

La guerrilla fue una innovación española en las con-cepciones militares del siglo XVIII. Surgió durante laguerra de Sucesión (1701-1713) y resucitó con fuerzadesde el mismo inicio de la guerra de la Independen-cia, sobre todo en Cataluña (donde ya existía el soma-

tén) y en Andalucía. Pero no alcanzaría su apogeohasta los desastres del ejército regular español a fina-les de 1808, cuando las tropas huían desorientadas,sin mandos, tras sufrir dolorosas derrotas. Con el odiohacia el francés como denominador común, muchoshombres abandonaron el ejército regular para incor-porarse a las guerrillas, menos disciplinadas, pero queen su mayor parte formaban partidas militares bienjerarquizadas y coordinadas por generales, que se de-dicaban a hostilizar la retaguardia del enemigo. Lejospues de aquella imagen romántica del guerrillero quecombatía al invasor francés por su cuenta, en gruposindependientes, lo cierto es que la mayoría de ellosformaban parte de una fuerza de voluntarios especialdel ejército, que actuaban por tiempo limitado (entrequince y veinte días) cuando lo requerían las circuns-tancias o se lo ordenaban las autoridades militares,preferentemente cerca de sus pueblos.

Partidas Honradas de GuerrillasAl mismo tiempo que ordenaba la constitución de las

Guerrilleros ybandoleros

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en territorio alicantino superabalos doce mil seiscientos, distribui-dos de la siguiente manera: go-bernación de Orihuela, 4.525hombres; de Alcoy, 2.449; de De-nia, 2.370; de Alicante, 1.866; y deJijona, 1.441.

Difíciles relacionesEn algunos lugares las relacionesentre los ayuntamientos y los jefesde las milicias resultaron difíciles,acabando incluso en denunciasmutuas.

El 27 de enero de 1809, las au-toridades militares de Valencia no-tificaron al gobernador de Alcoy elnombramiento del capitán retira-do Alberto Adell para el cargo decomandante de la partida de mili-cia honrada de esta gobernación.Al mismo tiempo, se acusaba alayuntamiento alcoyano de negli-gencia en el alistamiento de vo-luntarios para la constitución dedicha milicia.

Procedente de Valencia, Adellllegó a Alcoy con la orden de or-ganizar de inmediato la partida demilicianos, con vecinos de todoslos municipios de la gobernación.Lo consiguió el 11 de febrero. Perolas pésimas relaciones que man-tuvo con los regidores alcoyanosdificultaron primero la organiza-ción de este cuerpo militar y suposterior mantenimiento. El celoreclutador de Adell y su actitud ri-gorista entorpeció sobremanerasu labor, especialmente tras la cre-ación de las partidas guerrilleras.Éstas contaban con una jerarquíamenos rígida y enseguida obtu-vieron las simpatías y preferenciasde los alcoyanos.

En Villena, las relaciones entrelos regidores municipales y el co-mandante de las milicias, BlasMaría Pery, fueron aún más con-flictivas, pero por motivos opues-tos a los de Alcoy. El 18 de febrerode 1811 se presentaron ante elpleno del ayuntamiento variasquejas hechas por el regidor Jeró-nimo Menor contra el comandan-te Pery, debido a su «actuación in-dolente». El asunto se resolviócon el acuerdo de hacerle saber alinteresado «esta queja generaliza-da para que cambie de actitud».Pero el comandante miliciano no debió de hacer casode esta advertencia, más bien al contrario, ya que tansólo dos días después, el ayuntamiento villenensevolvió a reunirse, en cuya acta se lee: «Por la continuafalta de interés mostrado por el Comandante de laMilicia Patriótica en la formación del Batallón y porlas ofensas que ha hecho a este Ayuntamiento, seacuerda mandar informes de todo ello a la Junta Su-perior de Murcia, para que le den el castigo oportu-no». Estos informes tardaron en surtir el efecto dese-ado por el ayuntamiento de Villena, pues no fue hastael 21 de setiembre cuando se recibió el oficio en elque se ordenaba el cese de Blas María Pery en su car-go de comandante de milicias, sustituyéndolo por elhasta entonces segundo comandante.

Terminando ya la guerra de la Independencia, enalgunos lugares, como Jijona (junio 1813), se organi-zaron otras partidas armadas, las de Paisanos Hon-rados, ajenas al ejército, creadas para perseguir a losbandoleros. Y es que, conforme finalizaba la contien-da, comenzaron a proliferar las cuadrillas de ladro-nes y salteadores de caminos, formadas en buena

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Mujeresguerrilleras en la

recreación delas batallas deCastalla que sehicieron en el

año 2005

JUANI RUZ

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milicias urbanas, la Junta Suprema de Valencia hacíalo propio para la formación, en todos los municipios,de las Partidas Honradas de Guerrillas, siguiendo unreglamento cuyo capítulo VI decía: «(…) como todoslos vecinos honrados del Reino de Valencia están de-terminados a defender la justa causa, no embarazarána estas partidas honradas de guerrillas, el que en lospueblos donde las haya, o se formen, se establezca oesté establecida también la Milicia Honrada; pero co-mo de las partidas se puede sacar aún mayor utilidadque de la milicia en los que no están fortificados, po-drían los individuos de ella pasar a las partidas si tie-ne fusil o escopeta». Es decir, que las guerrillas secomplementaban con las milicias y su constituciónera preferible en los lugares no fortificados. Esto expli-ca que en ciudades amuralladas, como Alicante, elnúmero de alistados a las guerrillas fueran muy infe-riores a las de otras ciudades y villas que carecían detales defensas.

La Junta Suprema de Valencia aprobó la organiza-ción de las Partidas de Guerrillas el 20 de febrero de1809, y su reglamento diez días más tarde; sin embar-go, en algunos lugares, como Denia, ya se habían ela-borado reglamentos propios para coordinar las parti-das y cuadrillas de guerrilleros que se habían organi-zado a finales del año anterior en su gobernación (porcontrabandistas las cuadrillas y por el resto de los vo-luntarios las partidas).

Cada partida de guerrilleros constaba de unos cin-cuenta hombres a caballo y otros tantos a pie. Por go-bernaciones, el número de ellos era el siguiente: Ali-cante, 121 individuos; Alcoy, 650; Jijona, 496; Orihue-la, 557; y Denia, 366.

En Ibi, la partida de guerrilleros estuvo formada porlos vecinos con menos recursos económicos, pero di-

rigida por el abogado Teodoro Botella, quien sufriríamás tarde una dura presión para que aceptase el car-go de alcalde durante la ocupación francesa.

Como ya hemos comentado anteriormente, los al-coyanos prefirieron en su mayoría alistarse a las gue-rrillas, en detrimento de las milicias, mandadas porun comandante valenciano demasiado riguroso y en-frentado a las autoridades locales. Y ello a pesar deque las milicias estaban constituidas en general porpersonas acomodadas, mientras que las guerrillas loestaban por gente de escasos recursos. Tanto celomostraron las autoridades alcoyanas en la creación delas partidas guerrilleras, que en contraposición a loocurrido con la formación de las milicias, recibieron lafelicitación del capitán general. Para dirigir las guerri-llas de Alcoy y su gobernación se nombró al tenientecoronel Juan Escaliche, y no fueron pocos los milicia-nos alcoyanos que pidieron pasar a servir como gue-rrilleros, entre ellos varios oficiales. En julio de 1809quedaron consolidados ambos cuerpos militares enAlcoy: la milicia con 190 hombres, con su propia ar-ma; la guerrilla con 275 individuos armados por la vi-lla.

Al contrario que en Alcoy, en Jijona fueron más loshombres que se alistaron a la milicia que a la guerrilla.

Mujeres guerrillerasY fue precisamente en Jijona donde algunas mujeresse alistaron como guerrilleras. Así se deduce del actacapitular correspondiente al 11 de marzo de 1810, enla que se dice que el ayuntamiento jijonenco acordósocorrer a mujeres guerrilleras con cinco sueldos dia-rios. No existe ninguna otra referencia a estas guerri-lleras en los archivos de Jijona. Tampoco se sabe que

hubiera mujeres guerrilleras en otros lugares del terri-torio alicantino. Realmente se trata de un hecho es-pecial, pero de ninguna manera excepcional, ya queno fueron pocas las mujeres que actuaron con valen-tía, incluso con heroísmo, en otros lugares de Españadurante la guerra de la Independencia, siendo elejemplo más conocido el de Agustina de Aragón.

La misteriosa guerrilla queexpulsó a los franceses

de Orihuela

Orihuela fue tomada sin dificultad por las tropasfrancesas el 26 de abril de 1810, pero salieron de ellainmediatamente, hostigadas por algunas partidas devoluntarios. Hasta aquí lo que cuentan varios histo-riadores. En los archivos oriolanos nada hay que acla-re qué partidas eran aquellas que echaron a los fran-ceses de Orihuela y tan rápidamente. Sólo el historia-dor Vicente Ramos amplía esta información, de la quese hacen eco otros, como el jijonenco Fernando Ga-liana. En su «Historia de la provincia de Alicante y sucapital», Ramos escribe:

«Los franceses, ocupada Murcia (23 de abril de1810), llegaron hasta Orihuela, ciudad que abandona-ron casi de inmediato, al tiempo que entraban en ellalos guerrilleros de Catral, al mando de Juan de DiosCasaús. Esta Guerrilla de Catral –dice Samper (Fran-cisco Samper, Mayor General de las Milicias Honra-das del Reino de Valencia), según leemos en el Diariode Valencia, del 30 de aquel mes– alentó la de estaHuerta, ofreciéndoles que venían las restantes de estaProvincia, con cuya esperanza se reunió alguna genteen ellas, y se resolvieron a seguir a los enemigos hasta

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

No fueronpocas las

mujeres queactuaron como

guerrillerasdurante la

guerra

urante la guerra de la Independenciafueron muy numerosas las desercio-nes de soldados españoles, especial-

mente después de combatir contra el ejércitofrancés, mucho mejor armado, vestido, ali-mentado y dirigido que el español.

A principios del mes de julio de 1808, des-pués de combatir contra las tropas francesascerca de Almansa, un buen número de vo-luntarios ilicitanos que servían en la divisiónmandada por Juan Martín Cortés decidierondesertar y regresar a Elche, molestos por nohaber cobrado su paga. Por el camino, tuvie-ron varios incidentes con los vecinos de laspoblaciones por las que pasaban; como enSax, de donde fueron prácticamente expulsa-dos.

En enero de 1812, durante la retirada deAlcoy a Alicante de las tropas españolas, per-seguidas por el ejército francés, se produje-ron numerosísimas deserciones, la mayoríade voluntarios murcianos. Según reconoceríael general jefe Nicolás Mahy: «(…) esta últi-ma marcha, desde los acantonamientos de

Alcoy, ha minorado su número de cerca lamitad, principalmente la División de Infante-ría del mando del General Freyre, que, obli-gado a marchar de noche, durante la perse-cución de Marmont, se le ha rezagado la ma-yor parte por la proporción que les ofrece serhijos del mismo Reyno de Murcia, donde tie-nen sus casas (…)».

Medio año más tarde, tras la derrota en laprimera batalla de Castalla, en su huida des-de Ibi hacia Alicante, el general Felipe Rocheinformaba de que desertaron «algunos» sol-dados españoles. No se sabe con certezacuántos desertaron, pero debieron rondar elcentenar.

El número de desertores huidos era tanelevado, que el 13 de marzo de 1813 el jefepolítico de la provincia repartió un bando enel que se instaba a las autoridades locales asu persecución y detención.

No se conocen los nombres de la inmensa

mayoría de estos desertores. Son pocos losdocumentos que se conservan en los que seles identifica. En Villena fue incoado un ex-pediente en 1810 contra los desertores fugiti-vos Juan Mellinas, Francisco Sarrió y JoséCatalán. Y en Jijona se tuvieron noticias el 16de diciembre de 1813 de que dos vecinoseran buscados por desertores: Mauro Colo-ma y Pedro Arques.

Españoles sirviendo en elejército francés

Al igual que muchos ciudadanos franceses ode origen francés consiguieron su libertadcon la condición de que se alistaran al ejérci-to aliado, especialmente al inglés; otros mu-chos españoles que habían caído prisionerosaceptaron servir en el ejército imperial parasalvaguardar su seguridad.

Cuando en 1812 las tropas napoleónicasinvadieron Denia y su gobernación, algunosde los soldados invasores eran hijos de la co-marca, que fueron capturados por los que

ahora eran sus compañeros, tras la anteriorcaída de Zaragoza. Uno de ellos era el subte-niente Atanasio Alonso, que mandaba eldestacamento galo en Planes y que persiguióa la guerrilla española.

Pero seguramente el caso más dramáticoes el de un soldado natural de Gata, cuyonombre no ha trascendido, que se vio obliga-do a vigilar la casa donde estaban prisionerossu padre y hermanos. Así lo cuenta mosénPalau en su diario:

«Día 20 julio 1812. Trajeron de Gata y otroslugares Alcaldes y hombres de sus casas porraciones y pago de la contribución y los su-bieron al castillo, y en casa de Mosén Anto-nio Gavilá, un soldado que estaba de centi-nela que era de Gata tenía allí a su padre ydos hermanos y no se podían hablar, porqueera prisionero de Zaragoza y porque no se lonote sentó plaza de voluntario con los fran-ceses juramentado, como otros muchos queestaban en Denia, de Oliva, Jávea, Gata, Pegoy no se podían manifestar a los suyos y aun-que los reconocieras decían que no eran».

D Desertores

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octubre 1811), Romeu inició la campaña de 1812 portierras alicantinas, alistando guerrilleros pueblo apueblo. Mantuvo enfrentamientos contra los france-ses en Novelda, Cocentaina, Alcoy, Petrel…, forman-do una partida de guerrilleros que lucharon bajo susórdenes hasta que fue apresado y ahorcado el 12 dejunio de aquel mismo año. Gabriel Ximénez muriójunto a su jefe.

El 26 de marzo de 1812, dos guerrilleros fueronapresados por los franceses en Villajoyosa. Uno eranatural de Denia y se llamaba José Plá; el otro habíanacido en Murla y se desconoce su nombre. Amboshabían participado en una rebelión frustrada que sehabía llevado a cabo cuatro días antes en Denia. Aldía siguiente, viernes santo, una partida de soldadosfranceses trasladó a ambos guerrilleros a Denia. Perocuando se hallaban cerca del collado de Calpe, fueronatacados por una partida emboscada de guerrilleros.Los franceses quedaron divididos en dos grupos. Unoregresó precipitadamente a Villajoyosa; el otro avanzóa toda prisa hacia Denia, pero antes, para evitar quequedaran libres, dispararon dos veces contra cada unode los prisioneros, que iban atados el uno al otro. JoséPlá murió, pero su compañero resultó sólo herido. Elde Murla se hizo el muerto hasta que se fueron losfranceses, después se desató de Plá y fue corriendo aunirse a los guerrilleros.

El guerrillero ibense José Nomdedéu

José Nomdedéu Jover nació en Ibi el martes 11 deabril de 1786. Tres años antes del inicio de la guerrade la Independencia, se alistó como soldado en el re-gimiento de Húsares de Olivenza. A partir de enton-ces, su apellido derivó por cuestión fonética en Mon-dedéu, algo que él mismo asumió durante su épocamilitar, firmando de esta manera. En la actualidad, susdescendientes usan el apellido Mondedéu.

Participó en la célebre batalla de Bailén, durante lacual sufrió una cuchillada. Luego, en la batalla de Tu-dela, cayó prisionero, pero consiguió escapar, parapresentarse a continuación a Juan Martín, el Empeci-nado, bajo cuyas órdenes estuvo el resto de la con-tienda. Poco después, en Pedrosa de la Sierra, recibióun balazo en su pierna derecha.

Fue ascendido varias veces en el transcurso de laguerra, hasta que el 24 de diciembre de 1811 alcanzóla categoría de comandante de escuadrón de Húsaresde Guadalajara. Se casó en 1814 con Ana Arroyo, deveintidós años, en el pueblo donde ella nació: Aran-zueque (Guadalajara), donde vivieron tras retirarse élde la milicia, el 31 de diciembre de 1818. Tuvieron unúnico hijo, Francisco.

José Nomdedéu enviudó en 1837, pero siguió vi-viendo en Aranzueque hasta su muerte, acaecida a lasseis de la tarde del 5 de noviembre de 1848, a los 62años de edad.

La historia de este guerrillero ibense ha sido resca-tada del olvido gracias a la labor investigadora de Ma-nuel Bofarrull Terrades y recogida en un librito edita-do por el ayuntamiento de Ibi hace diez años.

Guerrilleros o bandidosAunque la mayoría de las partidas de guerrilleros ac-tuaban bajo mando militar y coordinadas por los jefesdel ejército, había algunas que hacían la guerra por sucuenta, de manera independiente y ocasionando casitanto perjuicio a la población como a los franceses.

En el verano de 1811, las Cortes debatieron sobre laorganización del ejército, las milicias y las guerrillas.Los diputados elogiaron la labor de las grandes parti-das guerrilleras (como las de Espoz y Mina, la del Em-pecinado, Porlier o José Romeu, que lograron altosgrados militares), que cooperaban con el ejército re-gular, pero también se lamentaron de aquellas otraspartidas que provocaban continuas quejas del mandoinglés e iban haciéndose cada vez menos necesarias ymás peligrosas (como las de Chaleco, el Capuchino,Francisquete, Calzones, el Pinto, el Monteguero, DosPalos…).

Una de las principales acusaciones que se hacían a

aquellas cuadrillas de guerrilleros descontrolados, eraque se dedicaban al bandidaje, ocasionando tanto omás daño a la población civil que a las tropas france-sas.

Un claro ejemplo de las tropelías que hacían algu-nos guerrilleros, aprovechándose de que las autorida-des les confiaban la vigilancia y control de los cami-nos, lo encontramos en Elda. En julio de 1808 el go-bernador de Orihuela dictó una orden circular por laque se imponían penas, incluso de muerte, a quienesdetenían en los pueblos a los viajeros, correos y hastapartidas de tropas, a pesar de llevar pasaporte en re-gla, llegando algunos a desarmar a oficiales de altagraduación y amenazándoles de muerte. Amparándo-se en esta orden, el alcalde de Elda, José Amat y Rico,hizo llamar a su propia casa, el día 9 de aquel mes, aAntonio Juan Amorós y Gabriel Amat y Sempere, pa-ra prohibirles que detuvieran a las tropas, correos oviajeros que transitaran por los caminos, bajo las pe-nas prevenidas en dicha orden.

En la zona de Denia, donde las cuadrillas de guerri-lleros fueron constituidas por contrabandistas, lasacusaciones hacia ellos de bandidaje no sólo provinie-ron de los franceses, sino también de muchos vecinos.El propio clérigo dianense Francisco Palau, si bien sonmuchas las veces que menciona en su diario a losguerrilleros, también hay ocasiones en que utiliza los

las paredes de Murcia».En los archivos de Catral (donde el apellido Casaús

es rarísimo; no así Casaín) no hay documentación al-guna que corrobore este hecho, ni siquiera la existen-cia de una guerrilla encabezada por un Juan de DiosCasaús, o Casaín. Por otra parte, en el «Diario de Va-lencia» indicado (30 de abril de 1810) no aparece talnoticia, ni las declaraciones del general Samper. Tam-poco aparecen en este periódico valenciano, entre losdías 12 de marzo y 4 de junio de aquel año.

La activa guerrilla de La MarinaDurante la guerra de Sucesión existió una guerrillamuy activa en el triángulo formado por las poblacio-nes de Denia, Guadalest y Alcoy, en donde las dife-rentes partidas se mantenían en contacto y coordina-das. Un siglo después, esta conexión guerrillera volvióa funcionar durante la guerra de la Independencia.

Aunque se tienen noticias de que las guerrillas dela gobernación de Denia actuaron ya en marzo de1810, en operaciones poco afortunadas (como la pro-tagonizada por la partida de Diego de Grustán, quesufrió graves vejaciones), fue en 1812 y 1813, con mo-tivo de la ocupación francesa, cuando su actividad al-canzó su apogeo.

En el verano de 1812, las tropas francesas acuartela-das en Denia colaboraron varias veces con las de Al-coy en la persecución de las cuadrillas de «malhecho-res» que abundaban por las montañas. En concreto, el12 de julio salió una partida francesa de Denia en di-rección a Vall de Ebo, pues, según escribió en su infor-me el jefe de dicha partida, por este lugar se habíanretirado los «ladrones». Con ayuda de las tropas des-tacadas en Planes (al mando del subteniente AtanasioAlonso, desertor del ejército español en Zaragoza), re-conocieron aquellos parajes, en especial «el sitio de laLlacuna, donde diariamente salen a robar a todo elque pasa», pero no atisbaron a ningún guerrillero.

El 27 de agosto, la partida guerrillera encabezadapor José Catalá, liberó la ciudad natal de éste, Jávea, yla defendió heroicamente hasta que los franceses laocuparon de nuevo al día siguiente. El 24 de octubre,otra partida de franceses salió de Denia en busca delos guerrilleros que se escondían en las montañas cer-canas a Tárbena, y con quienes cruzaron un intensotiroteo durante dos horas.

Los constantes ataques de los guerrilleros contralas tropas francesas causaron graves represalias porparte de éstos contra todas aquellas personas que losapoyaban. Y los guerrilleros que tenían la desgracia decaer prisioneros, sabían cuál era su destino, si no lo-graban escapar. Como los tres guerrilleros de Olivaque fueron llevados presos a Denia el 7 de noviembrede 1812. A las nueve de la noche de aquel mismo díafueron fusilados en el castillo.

A pesar de todo, fueron los guerrilleros quienes hi-cieron el mayor esfuerzo en la liberación de los pue-blos de La Marina, incluido Denia. Fueron las parti-das guerrilleras las que sitiaron esta ciudad y las queconsiguieron conquistarla (con ayuda ya del ejército),bajo el mando del comandante Juan Ivars, natural deGata de Gorgos.

Guerrilleros alicantinosDe entre los cincuenta mil guerrilleros que lucharonen España durante la guerra de la Independencia, hayalgunos nombres célebres: Espoz y Mina, el Empeci-nado, el cura Merino, el Charro, Porlier, Gayán,Villa-campa… Algunos de ellos, como el castellonenseAsensio Nebot, el Fraile, llegaron hasta aquí en su lu-cha contra el francés. Aunque no tan famosos, tam-bién hubo guerrilleros nacidos en tierras alicantinasque realizaron hechos heroicos merecedores de recor-dar. Ya hemos citado algunos, como José Catalá, deJávea, y Juan Ivars, de Gata. A ellos habría que añadirotros, como Gabriel Ximénez, José Plá o José Nomde-déu.

Gabriel Ximénez fue un monovero que luchó en lapartida de guerrilleros capitaneada por el valencianoJosé Romeu. Tras ser derrotados los batallones de mi-licianos que mandaba en la batalla de Ribarroja (25

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Los constantesataques de los

guerrilleroscontra losfrancesescausaron

gravesrepresalias

Retrato deJaime elBarbudo

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términos «malhechores» o «ladrones» para referirse aellos, sobretodo cuando se dedicaban a asaltar en loscaminos a paisanos o robarles en sus propias casas.

Mosén Palau relata varios casos de bandidaje, co-metidos por cuadrillas de supuestos guerrilleros,mientras duró la ocupación francesa de Denia y lamayoría de los pueblos de su gobernación.

Así, cuenta cómo, en la noche del sábado 8 de fe-brero de 1812, una cuadrilla de 27 ladrones asaltó va-rias casas de Pedreguer, Ondara y Beniarbeig. Dispa-rando sus armas al aire, forzaron las puertas de las ca-sas elegidas y robaron el dinero a los dueños bajoamenaza de muerte. Dos oficiales y un centenar desoldados franceses procedentes de Denia llegaron atiempo de prender a tres de aquellos ladrones. Al díasiguiente fueron llevados ante el general Habert, enGandía, quien los sentenció a muerte. Sentencia quese cumplió al cabo de dos días, a las diez de la maña-na, en el castillo de Denia. Ocho días después, el 19de febrero, fueron apresados otros tres ladrones de lamisma cuadrilla, naturales de Ondara, Rafol y Vergel,los cuales fueron igualmente fusilados en Denia aquelmismo día, arrodillados y cerca del puente de la tierrade Rosa Plá… Inmediatamente después de ambasejecuciones, el comandante francés que gobernaba enDenia, Bergeron, dio un pregón en el que justificabaaquellos fusilamientos por tratarse de peligrosos la-

drones.El 20 de mayo de aquel mismo año, catorce guardas

de tabaco que custodiaban tres cargas de dinero, fue-ron asaltados en la garganta de Benisa por un cente-nar de guerrilleros, que mataron a tres de los guardasy se llevaron el dinero. Y en la entrada correspondien-te al 29 de enero de 1813, mosén Palau cuenta queaquella noche los guerrilleros se llevaron de Vergel aSebastianet Merle, que hasta allí había llegado contres mulas cargadas de trigo y mucho dinero; y ya dedía secuestraron en Jávea «a José Berbería, que porta-ba una comisión de un tal Rubio de Alcira, y se lo lle-varon a Alicante».

Estos secuestros, robos y asaltos deben de enten-derse como métodos que tenían los guerrilleros paraabastecerse de víveres y de dinero. Aunque eran bienrecibidos y mantenidos por muchos paisanos, sobre-todo en los pueblos más recónditos de las montañasexistentes entre Denia y Alcoy, también es cierto quelas represalias de los franceses contra quienes así ac-tuaban debieron de ir dificultando estas ayudas, obli-gando a los guerrilleros a proveerse de forma más ex-peditiva, y hasta cruel, asaltando a los más acomoda-dos, especialmente si eran afrancesados o contempo-rizaban con el invasor.

A través del propio mosén Palau conocemos unejemplo de cómo trataban las autoridades francesas aquienes ayudaban a los guerrilleros. En el apartado delos días 13, 14 y 15 de octubre de 1812, cuenta: «(…)estos días había el Comandante llamado presos alRetor y alcalde de Teulada porque habían dado fuerzaa los guerrilleros las raciones que tenían prevenidaspara traer a Denia y puestos a su presencia les recon-vino porque lo habían hecho y al responderle porquelas pidieron a la fuerza les dijo, pícaros, falsos y levan-tó el látigo que tenía de la mano y les dio tres latiga-zos en la cara a cada uno y porque el alcalde llorandose arrodilló y le quería besar la mano pidiéndole per-dón en un puntapié lo echó patas arriba y les mandópresos al castillo (…)».

El asalto a la casa de Luis PonsAsí pues, a falta de ayudas voluntarias, en ocasioneslos guerrilleros asaltaban las casas de los más ricos,para robarles. Supuestamente se trataba de gente quesentía simpatías o colaboraba con los franceses, sibien hubo casos en que las víctimas eran vecinos e in-cluso protectores de los propios asaltantes.

Esto último fue lo que ocurrió el 20 de junio de1812, cuando una cuadrilla de 25 hombres entró enVergel, cubiertos con mantas, las cabezas tapadas conpañuelos y armados con trabucos y espadas. Eran lasocho de la noche y el pregonero estaba dando a co-nocer una orden del alcalde, con ayuda de un tambor.Algunos de los recién llegados le rompieron el tam-bor, provocando su huida a gritos, así como el cierrede todas las puertas y ventanas del pueblo. Nadie seatrevió a salir de su casa.

Un grupo entró en una casa, mientras el resto to-maba las bocacalles cercanas. El dueño de la casa,Luis Pons, se encontró frente a varios de aquelloshombres armados y violentos, que sacaron a los doscriados de donde dormían. Éstos fueron obligados aguardar silencio y así quedaron, apuntados por variostrabucos, en tanto su amo subía al piso de arribaacompañado por algunos asaltantes. Ya en su habita-ción, Luis Pons negó guardar oro en su casa. No lecreyeron, por lo que unos le ataron y le golpearon, almismo tiempo que otros registraban el cuarto, co-giendo las mejores ropas y rompiendo un escritorio yun baúl. El ruido atrajo a las dos mujeres de la casa,que fueron retenidas por los asaltantes. Eran la hija deLuis Pons y su esposa, madrastra de aquella. Tras des-enladrillar el suelo debajo de la cama, los ladronesencontraron un verdadero tesoro: seis arrobas de du-ros. Pero no satisfechos con ello, siguieron golpeandoa Luis con saña para que les dijera dónde guardaba eloro. Éste siguió negando que tuviera oro en la casa,pero como le echaron una cuerda al cuello amena-zando con ahorcarle, la hija intervino confesando elsitio donde su padre escondía el oro. Dos de ellosguardaron el dinero y el oro bajo sus mantas, y a con-

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

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Algunaspartidas deguerrilleroshicieron la

guerra por sucuenta

ocasionandocasi tanto

perjuicio a lapoblacióncomo a losfranceses

Jaime elBarbudo

robablemente el mejor ejemplo delbandolero que actuó ocasionalmentecomo guerrillero, fue Jaime el Barbudo.

Nacido en Crevillente el 26 de octubre de1783, en el seno de una familia pobre, JaimeAlfonso, conocido luego con el apodo del Bar-budo, se convirtió en los primeros años del si-glo XIX en el jefe de una cuadrilla de bandole-ros que actuaba en las sierras que hay entre suciudad natal y Aspe.

En varios documentos de la época, constanreferencias al temor que los viajeros tenían deser asaltados en los caminos por Jaime el Bar-budo y su cuadrilla, sobretodo en las goberna-ciones de Orihuela y Jijona. Concretamente, enjunio de 1808, comenzada ya la guerra de la In-dependencia, circularon órdenes del goberna-dor de Orihuela para que se recogiera en estaciudad la población rural que se hallaba asus-tada por las constantes correrías de los bando-leros (entre los que destacaba Jaime el Barbu-do), que aprovechaban la confusión existentepara asaltar y robar impunemente. Las partidasde Vecinos Honrados se crearon precisamentecon la misión de acabar con esta impunidad.

Jaime el Barbudo y su cuadrilla realizaron al-gunos actos patrióticos contra las tropas inva-soras, especialmente en tierras murcianas, perofueron mucho menos numerosos que sus asal-tos a viajeros indefensos. Aun así, aquellas es-caramuzas contra los franceses les valieron aJaime y los suyos, al final de la guerra, el sobre-seimiento de la causa judicial que se seguíacontra ellos. Volvieron a la vida normal, pero notardaron en acuadrillarse de nuevo para tornaral bandidaje. A partir de 1815 la cuadrilla deJaime el Barbudo volvió a atemorizar con susatracos, secuestros y asaltos en los caminosque recorrían la escarpada garganta de Crevi-llente.

Con el tiempo, su actividad se extendió a tie-rras murcianas y albaceteñas, robando a los co-merciantes y viajantes, a los que exigía unaparte de sus mercancías o dinero. Y entre suspaisanos más pobres gozó de cierta celebridad,a manera de ladrón honrado y generoso, puesse dice que repartía con ellos lo que le robaba alos ricos.

Convencido de que era una causa po-pular, Jaime el Barbudo apoyó el absolutismodurante el trienio liberal. Las Cortes le amnis-tiaron en febrero de 1823. No obstante, el 15de julio del año siguiente fue apresado y ejecu-tado en la plaza de Santo Domingo de Murcia.Después de ser ahorcado, su cadáver fue des-cuartizado en cinco trozos, que para escar-miento de todos los bandoleros y sus cómpli-ces, fueron expuestos públicamente, una vezfritos, en Crevillente, Sax, Hellín, Fortuna, Ju-milla y Albanilla.

P

Portada de unlibro sobre lahistoria deJaime elBarbudo

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arrancaban por el nordeste con un portal llamadoNou, o puerta Nueva, que permitía el acceso a la playay al Arrabal Roig, y que estaba defendida por el ba-luarte del Espolón. Paralela a la playa, la muralla corríadesde allí en dirección sur hasta la puerta del Mar odel Muelle, llamada así por razones obvias, escoltadapor los torreones de la Virgen de Monserrate y de SanSebastián. A continuación, seguía el muro por la orilladel mar hasta el lugar donde actualmente se encuen-tra la Rambla de Méndez Núñez, girando entonces endirección oeste durante unos pocos metros, hasta eltorreón de San Francisco, que flanqueaba junto con elde San Bartolomé un portal que se denominaba deElche, por el que se comunicaba con el barrio de SanFrancisco. Proseguía desde allí la muralla hacia po-niente y hasta el baluarte de San Antonio, que estabadonde hoy finaliza la Rambla, para torcer entonces endirección noroeste hasta el torreón de la Ampolla, pe-ro interrumpida a medio camino por la cuarta y últi-ma puerta (llamada de la Huerta de Sueca, que erapor donde se salía al barrio de San Antón). Desde eltorreón de la Ampolla, el muro ascendía de nuevo porla falda del Benacantil, para reencontrarse a través deun camino cubierto con las defensas del castillo deSanta Bárbara.

El barrio de San Francisco estaba pegado al puertoy había nacido alrededor del convento de los francis-canos. Albergaba a medio millar de vecinos que vivíanen cerca de 550 casas, muchas de las cuales se dedica-ban también a almacenes. Contenía además un cuar-tel, la Casa del Rey, un lavadero y cuatro mesones. Ensu esquina del sureste (donde hoy está la plaza deCanalejas) se hallaba el baluarte de San Carlos, el cualhabía sido construido sobre una escollera a fines delsiglo XVII. Aunque estaba extramuros, rodeaba estebarrio un trincherón que, desde el baluarte de SanCarlos, iba hasta la defensa norte del Benacantil. Untrincherón compuesto por un muro de tierra apisona-da de aproximadamente metro y medio de alto, conun foso delante.

Más indefenso estaba el otro barrio de extramuros,el de San Antón, donde había más de ochocientas ca-sas y otros tantos habitantes, la mayoría jornaleros,además de la Casa de Misericordia, parte de la cual sehabía convertido en Fábrica de Tabacos en 1801.

El castillo y la ciudad estaban guarnecidos por losbatallones 2º y 3º del regimiento de América, el regi-miento de Ávila y varias secciones de artillería.

El gobernador y la junta de gobierno local estable-cieron las disposiciones más urgentes para reforzar lafortificación de la ciudad, de acuerdo con los coman-dantes de artillería e ingenieros. Uno de estos últimosera Pablo Ordovas, quien redactó una memoria en laque describía la situación del castillo, las murallas, lostorreones y los baluartes, y que fue enviada al capitángeneral de Valencia. Al mismo tiempo, surgió la nece-sidad de encontrar los medios materiales para cubrirlos gastos. Para ello, la junta alicantina acordó emple-ar los caudales que habían confiscado a los franceses,y pedir a la Junta Suprema ayuda económica. Aun así,los recursos que recopilaron fueron escasos, razón porla cual no pudieron iniciarse las grandes obras de de-fensa hasta el año siguiente, conformándose entre-tanto las autoridades locales con la reubicación de lasarmas pesadas.

Una de estas reubicaciones de armamento afectó albaluarte de San Carlos, considerado entonces de es-casa utilidad e incluso peligroso, por temor a que elenemigo pudiera ocuparlo y hostilizar desde él a laciudad. Por eso trasladaron los cañones que allí habíaa los baluartes de San Francisco y de Monserrate, arti-llando además varias lanchas para defender el puerto.

Denia en 1808Denia era una ciudad amurallada (salvo el arrabal dela Marina y el puerto) con dos únicas puertas, la delMar y la de Tierra, con una fortaleza en lo alto de uncerro y rodeada a su vez de varias murallas. Pero a lasazón se hallaba mal guarnecida de tropas, y su casti-

tinuación los asaltantes salieron de la casa, dejando aLuis Pons medio muerto.

A las diez de la noche, la cuadrilla de 25 hombresarmados salió de Vergel, cuyo alcalde dio aviso al co-mandante francés de Denia. Éste mandó una partidaa la mañana siguiente en persecución de los ladrones,pero no encontró a ninguno.

Sin embargo, al cabo de ocho días, sí que atraparona tres de aquellos asaltantes, aunque uno de ellos lo-gró escapar, antes de que los llevaran a Denia. A pesarde ir cubiertos con pañuelos y mantas, los dos presoshabían sido reconocidos por Luis Pons y su hija. Eranvecinos y muy amigos de la víctima, quien les habíafavorecido varias veces anteriormente. Tan amigoseran, que conocían el lugar donde Pons escondía sudinero, porque ellos mismos le habían ayudado aguardarlo. Pero como no sabían dónde escondía eloro, no tuvieron reparos en pegarle y amenazarle conahogarle, hasta conseguir que su hija se lo entregara.

BandolerosAl igual que Jaime el Barbudo y su cuadrilla, muchosotros bandoleros recorrieron los caminos y pueblosalicantinos después de la guerra, causando el temorentre los viajantes y comerciantes. Algunos eran de-sertores; la mayoría antiguos guerrilleros.

El 26 de octubre de 1813, el jefe político de Villenaaprobó la creación de una partida de vecinos arma-dos, cuya misión era proteger los caminos de los«malhechores», muy numerosos en los alrededoresde la ciudad. Como numerosos eran también los ban-doleros en la gobernación de Denia (casi todos anti-guos guerrilleros). Una partida de éstos últimos, unos50 a caballo y otros 100 a pie, saquearon Benisa el 27de enero de 1814, matando a varias personas.

El ejército fue movilizado contra estos bandoleros,muchos de los cuales habían servido junto con lossoldados que ahora les perseguían, durante la guerrade la Independencia.

Al comienzo de la guerra de la Independencia, en laactual provincia alicantina había tres tipos de pobla-ciones: las amuralladas (Alicante, Alcoy, Denia), lasabiertas (Orihuela) y las que tenían aún restos demurallas, la mayoría destrozadas un siglo antes du-rante la guerra de Sucesión (Elche, Jijona).

La Junta Suprema de Valencia quiso conocer la si-tuación de las plazas fortificadas, por lo que requiriólos informes oportunos. Luego, comisionó especialis-tas a varias de aquellas plazas, para coordinar lasobras defensivas que se realizaron para reforzar lasfortificaciones.

Alicante en 1808En 1808 la ciudad de Alicante se encontraba ceñidapor unas murallas que circundaban al recinto históri-co, compuesto por tres barrios (Villavieja, San Roquey Santa Cruz), situados en la ladera sur del monte Be-nacantil, en cuya cima se elevaba desde hacía siglos elcastillo de Santa Bárbara. El crecimiento demográficohabía propiciado la aparición de tres barrios extramu-ros: el Arrabal Roig al nordeste; el San Antón, al nor-oeste; y el San Francisco, al sur. Aquellas murallas

Primerasmedidas

defensivas

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

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Alicante en 1808

Plano deAlicante en

1808. (MarcoEsteve)

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llo y murallas esta-ban además en unestado lamentable.De ahí que, alarma-dos por el ataque aValencia del generalfrancés Moncey, elgobernador Echeni-que mandara a fina-les de junio la reha-bilitación urgente dela fortaleza y de lasmurallas. Bajo las ór-denes del ingenieroJorge Vives, muchosdianenses y habi-tantes de los pue-blos cercanos quellegaron a la ciudadpara refugiarse, tra-bajaron durante to-do el mes de julio enlas obras más ur-gentes, construyen-do nuevas tronerasen las torres e igua-lando los lienzos dela muralla.

Cinco meses des-pués, concretamenteel día de Navidad de1808, se iniciaronobras de mayor en-vergadura en el cas-tillo, construyendopuertas nuevas, ree-dificando las mura-llas y excavando uncanal desde el marhasta la torre delGallinero y, al mis-mo tiempo, un fosoque se profundizó a

base de minas con la pretensión de encontrar aguacon que rellenarlo, hasta que se acabaron, el 27 demayo de 1809, los novecientos mil reales de vellón deque se disponía. Foso que fue conocido con el nombredel comandante: «Foso de Mosén Pedro Torner». Enestas obras contribuyeron hombres de todos los pue-blos de la gobernación, trabajando más de doscientoscada día. A los maestros y jornaleros se les pagó unsalario diario, menos los días festivos, que trabajarongratis.

Alcoy en 1808En este año, dentro del casco his-tórico de Alcoy vivían unas tresmil familias, alojadas en algo másde 1.550 casas de varios pisos.Contando a los campesinos deltérmino municipal, se calcula quela población alcoyana ascendía aunos doce mil habitantes.

Contaba Alcoy con una impor-tante industria textil, destacandola Real Fábrica de Paños. Tambiénhabía numerosas fábricas de tin-tes y molinos papeleros, instala-dos en los márgenes de los ria-chuelos Barxell y el Molinar.

Desde el estallido de la guerrase montaron guardias en las nue-ve entradas de la villa: puertas deSan Juan, de San Nicolás, de laCasa Blanca, de Penáguila, de Co-centaina, del Horno del Vidrio, delBeato Nicolás Factor, de las Um-brías, y portillo del Diablet. Perolas primeras obras de fortificaciónno se iniciaron en Alcoy hasta queel gobernador recibió una ordenen este sentido de la Junta Supre-

ma, fechada el 16 de diciembre. Poco después, llegódesde Valencia un vocal de dicha junta, Tomás Lázaro,en calidad de comisionado para dirigir las obras. Enellas trabajaron por turnos todos los días (festivos in-clusive) los hombres reclutados por el ayuntamiento.Sólo cobraron los jornaleros; el resto podía librarse deltrabajo personal mediante el pago de cinco reales devellón diarios, que se abonaban al jornalero que losustituía.

Entre otras obras, se excavó un foso defensivo y seensanchó el camino de Algezares, despejando los al-rededores de árboles para impedir que el enemigo, encaso de atacar la villa, pudiera usarlo de escondite. Es-to motivó, el 18 de enero de 1809, el derribo de unavieja casa que había junto a la puerta de Cocentaina;puerta que fue reforzada con aspilleras.

Orihuela en 1808La ciudad de Orihuela constaba de cuatro barrios (elcasco histórico y los arrabales de Roig, San Agustín ySan Juan) y, además de una magnífica huerta a su al-rededor, contaba con el palacio episcopal, dos fábricasde salitre (producto imprescindible para la elabora-ción de la pólvora) y una universidad, erigida en 1555con el título de «insigne, literaria, regia y pontificiaUniversidad de Santo Tomás de Aquino», que sufriósucesivas modificaciones a partir de 1807, hasta su su-presión definitiva en 1835. Actualmente es el Colegiode Santo Domingo.

Orihuela carecía de guarnición y, por tratarse deuna ciudad abierta, su defensa era difícil de organizar.Así se lo notificó al gobernador y ayuntamiento orio-lanos Vicente Imperial, ingeniero jefe de Cartagena,en el proyecto de fortificación que presentó en di-ciembre de 1808.

Además de mantener la vigilancia permanente enlos accesos a la ciudad (puertas de Capuchinos, delColegio de Predicadores, de San Agustín, de la Olmao de Santo Domingo –que es la única que se conser-va–, y portillo de la Corredera), que el gobernador yahabía ordenado en los primeros días de junio (y cuyasprimeras guardias corrieron a cargo de frailes domini-cos, trinitarios, agustinos, franciscanos y de la Mer-ced), el ingeniero Imperial propuso varias medidasdefensivas. La principal consistía en perfeccionar labatería que había en lo alto del monte Oriolet, «ha-ciendo algunos parapetos o apostaderos de piedra se-ca»; y, además de establecer «otra batería en el montellamado de Sancas o Peñetas, en su centro» (dirigidahacia los caminos de Murcia), en el supuesto de quehubiera fondos para ello, proponía utilizar los dos ca-ñones restantes para la defensa interna, montados so-bre ruedas y «conduciéndolos a las calles por donde

se vea que quiere introducirse el enemigo». Por últi-mo, el proyecto del ingeniero indicaba la convenien-cia de hacer atrochadas y trincheras alrededor de laciudad, así como construir un baluarte en un puntodeterminado, aunque su mayor confianza estaba en elrío Segura y las aguas que circundaban la huerta, yaque, llegado el caso, «será muy conducente la inun-dación de la misma (la huerta), ocupadas con genteslas alturas».

Las atrochadas y trincheras comenzaron a realizar-se enseguida por todo el perímetro de la población,con especial interés en la Barrera del Colegio y el ca-mino de San Antón. Allí se levantó un muro aspillera-do que, desde el molino de la Trinidad, rodeaba laAdobería, resguardando la parte oriental de Orihuela,dirigiéndose casi en línea recta hacia el norte, paratorcer luego, detrás del huerto de Santo Domingo,hacia poniente, ascendiendo por la peña hasta bas-tante altura y terminar en la ladera del monte. En elvértice de aquel ángulo, se empezó a construir unaespecie de ciudadela cuyas obras concluyeron al añosiguiente. Tenía una garita en la planta superior y es-taba artillado con dos cañones y rodeado del corres-pondiente foso. Fue demolida esta ciudadela en 1873para construir en su lugar un molino de vapor.

Cumpliendo con lo indicado por el ingeniero Im-perial, también se construyó en el monte del Orioletun pequeño reducto, donde se emplazaron dos caño-nes dirigidos hacia poniente, defendiendo la entradadel camino de Murcia y dominando el plano de SanFrancisco y el Rincón de Bonanza.

Elche en 1808El caserío de Santa Pola era entonces una pedanía deElche. También dependía del consistorio ilicitano elarrabal conocido como Universidad de San Juan, sibien poseía éste su propio ayuntamiento para asuntoseconómicos.

Tenía Elche murallas a tramos, con algunas torressueltas, así como la llamada Fortaleza del Palacio (pa-lacio de Altamira). Para su defensa, contaba la villa enjulio de 1808 con cinco piezas de artillería, instaladasen puntos estratégicos fuera del casco urbano, cuyoreconocimiento fue encargado por el ayuntamiento alcoronel Jerónimo Martín Cortés, jefe miliciano. Tam-bién se rehabilitó el viejo cuartel de caballería, que seconvertiría durante la guerra en punto estratégico,cuartel general de la caballería española.

Además de establecer guardias en las entradas dela villa (puerta de Alicante, plaza del Puente, caminodel Molar, huerto de Box), las autoridades ilicitanaspropusieron a las de otros pueblos cercanos (Crevi-llente, Aspe, Monforte, Novelda, Elda, Petrel, Sax y

Monóvar) un proyecto común de defensa, consis-tente en la fortificación de una serie de puntos es-tratégicos, como la Torreta del Clou, el Charco deDomingo o Santa Bárbara de Petrel, el Collado deValimar en Monóvar y la Venta de los Quebrados.

Jijona en 1809Las autoridades de Jijona, cabeza de gobernación ala que pertenecía Elche, tardaron bastante más enadoptar las primeras medidas para reforzar la forti-ficación de la ciudad, cuyas murallas se hallabandestrozadas desde la guerra de Sucesión.

No fue hasta el 25 de enero de 1809 cuando, ins-tados por una circular de la Junta Central de Obser-vación y Defensa, el gobernador y los regidores jijo-nencos abordaron cómo resolver los gastos de lasobras de fortificación, reunidos en la sala capitulardel ayuntamiento, que se encontraba en el piso su-perior de las Reales Cárceles, hoy jardín de la subi-da a la iglesia.

La idea de las autoridades ilicitanas de establecerapostaderos que sirvieran para comunicar con rapi-dez los movimientos del enemigo entre poblacio-nes vecinas, no fue adoptada por el gobernador deJijona hasta el 25 de abril de 1810, cuando los fran-ceses se hallaban ya en Orihuela. Fue entoncescuando decidió apostar cinco hombres entre Jijonay la villa de Elche.

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

Había trestipos de

poblaciones:amuralladas,abiertas y con

restos demurallas

Puerta deCocentaina enAlcoy. Esta fotofue tomada en

1890, cincoaños antes deser derribada.

(ArchivoMunicipal de

Alcoy)

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El brigadier José Betegón, que ocupaba el cargo degobernador de Alicante desde 1804, cesó a peticiónsuya en abril de 1809. El ayuntamiento expresó sugratitud a Betegón y pidió su ascenso al grado de ma-riscal de campo. Grado que tenía su sucesor, Cayeta-no Iriarte, quien tomó posesión del cargo el 19 de ma-yo de aquel mismo año.

Al contrario que su antecesor, Iriarte pronto empe-zó a tener problemas con el ayuntamiento por suscontinuos enfrentamientos e invadir las competenciasen materia judicial del alcalde mayor, Antonio Loren-zo de Martínez del Pozo. Asimismo, sus abusos de au-toridad hicieron aumentar su impopularidad hasta serobjeto de diversos anónimos que le criticaban y ame-nazaban.

Cuando el ayuntamiento alicantino designó el 9 dediciembre de 1809 al síndico Antonio Gamborino di-putado en la Junta Suprema de Observación y Defen-sa, provocó la protesta del diputado Juan Visconti,quien recurrió aquel nombramiento directamente an-te la Junta de Valencia. Aquello irritó al gobernadorIriarte, que ordenó el arresto de Visconti. La Junta Su-prema mandó que se le pusiera en libertad, pero Iriar-te se negó, alegando que dicha junta carecía de auto-ridad a este respecto.

Al año siguiente, hubo un intento fallido de apresara Iriarte. Todo empezó con la denuncia que presenta-ron contra éste el comerciante Francisco Santo y el ar-quitecto Antonio Jover, por el impago del impuesto demedia anata. Era esta una fianza que, como los alcal-des, debían satisfacer a las arcas municipales los go-bernadores cuando accedían al cargo. Iriarte respon-dió a esta denuncia ordenando el arresto de Santo yJover, lo que causó una revuelta popular en la nochedel 27 al 28 de junio. El ayuntamiento reconoció queIriarte no estaba obligado a pagar dicha fianza, por-que así lo recogía la real orden de su nombramiento;la algarada cesó y el gobernador puso en libertad alcomerciante y al arquitecto.

Cayó enfermo Cayetano Iriarte un año más tarde(1811) y el Consejo de Regencia ordenó su sustituciónprovisional como gobernador de Alicante por el bri-gadier Antonio de la Cruz, quien ocupó definitiva-mente este cargo tras la muerte de Iriarte en octubre.

Fue a partir de 1809 cuando empezaron a acometerselas obras defensivas más importantes en Alicante, pa-ra paliar la vulnerabilidad de sus arrabales, y que su-puso una transformación importante de la ciudad.

El 11 de marzo de aquel año, las autoridades ali-cantinas hicieron público su plan de defensa, que em-pezó poniéndose en práctica con la retirada a intra-muros de los vecinos de los arrabales de San Francis-co y de San Antón; además, los enfermos que se ha-llaban en el hospital militar, situado en este últimobarrio de extramuros, fueron trasladados al conventode Santo Domingo (hoy hotel Amérigo), y para el deSangre, se destinó el civil de San Juan de Dios. Almismo tiempo, se aumentó el número de cañones enlos torreones, se construyeron más parapetos, se faci-litaron las vías de comunicación por el castillo y sehabilitaron dos almacenes para polvorines.

Sin embargo, las obras más importantes que se ini-ciaron a partir de mayo, siguiendo lo indicado en lamemoria redactada por el ingeniero Ordovas el añoanterior, fueron: la construcción de un fuerte en lo al-to del monte Tosal, para contener al enemigo si sepresentaba por la partida rural de San Blas, y amura-llar el cerro de la Montañeta, protegiendo así el barriode San Francisco (que hasta entonces estaba rodeadode un simple trincherón), para impedir cualquier des-embarco que el enemigo intentase realizar en la ense-nada de Babel. El encargado de dirigir estas obras fueJosé Vallejo Alcedo, oidor de la Audiencia de Valencia,que llegó comisionado para tal menester en abril.

Para financiar estas obras el ayuntamiento estable-ció una suscripción voluntaria entre los vecinos. Pararesaltar la generosidad de éstos, se hicieron públicaslas listas de los suscriptores y las cantidades mensua-les que ofrecían. Quienes pudieron, facilitaron gratui-tamente sus caballerías y carros para el traslado demateriales, por turnos de dos días a la semana; y laspersonas no pudientes contribuyeron trabajando to-dos los domingos y festivos, organizados en turnosque vigilaban nobles, frailes y comerciantes. Pero, apesar de todo, los donativos voluntarios fueron insufi-cientes y las autoridades impusieron un reparto forzo-so para pagar los gastos de las obras.

Otra de las conclusiones a la que llegaron en mayode 1809 los ingenieros militares, junto con el goberna-dor de Alicante y el comisionado Vallejo, fue la conve-niencia de demoler el barrio de San Antón, para evitarque los franceses, si ponían sitio a la ciudad, pudieranapoderarse de él y utilizarlo para atacar desde máscerca. Pero el derribo no se produciría hasta el año si-guiente.

José Vallejo, comisionado por la Junta Suprema deValencia para dirigir las obras de fortificación en Ali-cante, gozó de la colaboración del gobernador y elayuntamiento alicantinos, pero suscitó la desconfian-za de algunos vecinos, que sospecharon del cuantiosogasto de las obras. Estas sospechas pronto se exten-dieron a varios regidores y a los comandantes de arti-llería e ingenieros, propiciando el envío de anónimos(junio 1809) que les acusaban de utilizar los fondospúblicos en su provecho. Pero tanto el gobernador co-mo el ayuntamiento respaldaron la honradez de losacusados.

2El comienzo

de lasfortificaciones

en Alicante

El conflictivogobernador

Iriarte

1

24 VIERNES, 2 DE MAYO, 2008

A partir de 1809

comenzaronen Alicante

las obrasdefensivas más

importantes

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

Puerta Nueva yTorre del

Espolón deAlicante.

(Crónica deAlicante deViravens)1809ESPAÑA

Después de reponer a su hermanoJosé en el trono de España, Napoleónpersigue a las tropas inglesas hastaGalicia. Una vez en Astorga, decideregresar a Francia debido a lasnoticias que le llegan sobre la posibletraición de algunos de sus ministros.Llegará a París el 23 de enero de1809 y jamás volverá a España.Entretanto, su ejército cumple susórdenes y echa a los ingleses deGalicia, conquistando La Coruña el 16de enero.

Pero las tropas españolas siguenresistiéndose a la ocupaciónnapoleónica, manteniendo unaguerra de desgaste que durará aúnvarios años. Zaragoza, que ya habíasido sitiada el año anterior, cae enpoder francés el 20 de febrero, trassufrir un asedio de dos meses. Elgeneral francés Suchet conquista acontinuación todo Aragón y se dirigehacia Cataluña y Valencia.

La rendición de Austria anteNapoleón y la firma del tratado deViena (14 de octubre de 1809)permite al emperador mantener enEspaña a trescientos veinticinco milsoldados, enviando además otros cienmil durante los meses siguientes einiciando la conquista de Andalucía.

Mientras esto ocurre, la JuntaCentral, que de Aranjuez ha debidoretirarse hasta Sevilla, toma lainiciativa revolucionaria de consultar alas instituciones y a la opinión públicalas reformas que debían llevarse acabo. Es la denominada «Consulta alPaís» de 1809.

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En los primeros meses de 1810, las tropas francesas seacercaban peligrosamente al territorio alicantino portres frentes: el norte, por Valencia; el oeste, por Albace-te; y el sur, por Murcia. Desde Villena llegaron noticiasde que Albacete había sido tomada por el ejército na-poleónico el 9 de enero. Al mismo tiempo, el mariscalSuchet avanzaba hacia Valencia desde Aragón. El 25 defebrero ocupó Teruel; el 27, Morella; el 2 de marzo, Nu-les; el 3, Sagunto, donde se le unió el ejército del gene-ral Habert; y el 5 ambos ejércitos cerraban el cerco deValencia en Catarroja, apoderándose del Grao, cuyoshabitantes huyeron a Cullera, Gandía, Denia, Alican-te… Tantos refugiados llegaron de repente a Deniaque, según mosén Palau, «estaba llena de coches, cale-sas, tartanas y las gentes no sabían dónde alojarse, to-do era una confusión en buscar casas, en los dos meso-nes no podían caber más». Pero Suchet esta vez no pu-do conquistar Valencia y, tras levantar el cerco, retroce-dió con sus tropas hacia Aragón.

Al mes siguiente (23 de abril), era Murcia la que caíaen poder de los franceses, mandados por el general Se-bastiani. La noticia alarmó a las poblaciones alicanti-nas. En Jijona se ocultaron los archivos municipales yeclesiásticos por miedo a perderlos en un eventual sa-queo, y el temor a una inminente invasión sumió en unpánico general a los ilicitanos, muchos de los cualesabandonaron la villa, entre ellos los alcaldes primero ysegundo. Los franceses no llegaron esta vez tan lejos,pero sí que se apoderaron sin dificultad el día 26 deOrihuela, si bien la abandonaron de inmediato, hosti-gados por algunas partidas de guerrilleros, según elhistoriador Vicente Ramos procedentes de Catral.

Mientras tanto, huyendo de las tropas de Sebastiani,la división mandada por el general español Freire lle-gaba a Alicante con intención de refugiarse y recupe-rarse de los descalabros sufridos. Junto con estos solda-dos, buscaron también protección en Alicante muchasfamilias de los pueblos vecinos. Tanta afluencia de refu-giados hizo temer a las autoridades alicantinas que lle-garan a faltar víveres en el caso de que la ciudad fuerasitiada por el enemigo. Para evitarlo, el gobernador Ca-yetano Iriarte ordenó el 25 de abril que salieran aquelmismo día de Alicante todos los forasteros que vinierande pueblos que no se hallaban ocupados por los fran-ceses, bajo amenaza de ser castigados con multa dediez ducados. Desde luego no se actuó de la mismaforma con la división de Freire, a la que el ayuntamien-to de Alicante entregó los víveres necesarios.

En julio de 1810, el capitán general de Cataluña, Enri-que O’Donnell, pidió ayuda al de Valencia, José Caro,para defender Tortosa. Acudió éste con su ejército, perosu prematura huida en el combate provocó una vergon-zosa derrota. Caro fue destituido, sustituyéndole LuisAlejandro de Bassecourt como capitán general de Va-lencia. En diciembre de aquel año, el Consejo de Re-gencia distribuyó la superficie de España en seis distri-tos militares, destinando a la defensa de cada uno otrostantos ejércitos. El primero era el de Cataluña; el segun-do ejército de Aragón y Valencia; el tercero de Murcia…

Las tropas francesas del general Sebastiani tomaron

Orihuela el 26 de abril de 1810 fácilmente (aunquemuy brevemente) porque las obras que debían reali-zarse para fortificar esta ciudad, y que se habían pro-yectado dos años atrás, llevaban muchos meses para-lizadas.

El 2 de junio de aquel mismo año, el ayuntamientopidió al gobernador que reactivara el «plan adoptadopara la defensa, fortificación y artillamiento de Ori-huela». Al cabo de seis días, el gobernador contestabaque el plan de defensa no se había realizado porquelos ingenieros que debían dirigirlo habían sido comi-sionados a Elche y Alicante, pero que pronto se pon-dría «en obra el foso proyectado desde el camino delmedio hasta frente San Francisco, y otros parapetosproyectados para aumentar las defensas de las inme-diaciones de esta ciudad». Debido a la dificultad paraamurallar todo el perímetro oriolano, por falta de di-nero y de medios, el gobernador informaba de que seaumentarían los atrincheramientos, «para resistir al-gunos días a la primera aproximación del enemigo ydar tiempo a que vengan socorros». Siete días mástarde amplió esta contestación, tras realizarse una ins-pección por parte de la Comisión Militar, la cual pro-ponía varias medidas para reforzar la defensa de laciudad: construcción de una banqueta (parapeto paraproteger dos filas de soldados) en el barrio de SanAgustín y en la tierra de San Gregorio (actual iglesiaSan Vicente Ferrer), aspillerando varios edificios; de-moler las casas más avanzadas, para evitar que lasusaran el enemigo en un posible asedio; y demolertambién el puente del Molino, construyendo en su lu-gar un malecón con foso y parapetos. Por último, elgobernador pedía al ayuntamiento oriolano que ani-mase a los vecinos en la realización de estas obras,que ascenderían en total a 160.000 reales de vellón.

Nuevas murallas y demolición del barrio de San Antón

El 25 de febrero de 1810 arribó al puerto de Alicanteun buque del que desembarcó un gran número deprisioneros franceses, procedentes de la isla de Tabar-ca, que fueron destinados a trabajar de manera forzo-sa en las obras de fortificación de la ciudad. A ellos seunieron el 3 de agosto otros 130 prisioneros que lle-garon también de Tabarca.

En este año concluyó la construcción de las nuevasmurallas de Alicante. Desde la puerta del Mar existíaun malecón que se extendía hasta el fuerte de SanCarlos (en la actual plaza de Canalejas); desde estefuerte partía la nueva muralla en dirección a la plazade San Francisco, donde se construyó la puerta deidéntico nombre (hoy, plaza Calvo Sotelo), que conta-ba con un pequeño foso y un puente levadizo, así co-mo una lápida de mármol negro en su atrio, en la quese leía la inscripción: «Alicante hizo estas murallas endefensa de Fernando VII, año 1810». Proseguía desdeallí la muralla sobre una ligera elevación conocida co-mo la Montañeta, hasta el cilíndrico torreón de SanNicolás (en la actual intercesión del paseo FedericoSoto y la calle del Teatro) y, torciendo hacia el noroes-te, hasta otro torreón de parecida forma, el de SanCayetano (situado donde hoy se cruzan las calles dePascual Pérez y Álvarez Sereix). Seguía luego la mura-lla en dirección norte, para girar bruscamente hacia eloeste y en forma de ángulo recto al tropezarse con unbarranco que era conocido como de Canicia; salvadoéste, volvía de nuevo el muro a corregir su camino demanera igualmente brusca hasta conectar con la viejamuralla, que la esperaba tras el baluarte de la Ampo-lla, aunque por el medio quedaba interrumpida porculpa de una nueva puerta, llamada de la Reina (en elcruce actual de la Rambla con la avenida de Alfonso elSabio), defendida por un foso que circunvalaba las úl-timas cortinas de la muralla.

Para evitar que los franceses se sirvieran de él paraatacar con mayor comodidad a la ciudad, en marzo de1810 se derribó el barrio de San Antón, a excepciónde la Casa de Misericordia y una casa de campo cer-cana. Al mismo tiempo, se continuaban las obras deconstrucción del nuevo castillo en lo alto del Tosal, ba-jo la dirección del ingeniero Ordovas.

Continúan lasfortificaciones

2

Avance francés1

El ejército francés comienza amediados de enero de 1810 lamarcha hacia Andalucía. El 1 defebrero se entrega Sevilla y, aunqueCádiz se resiste, poco a poco lastropas imperiales se adueñan sinmayores problemas del resto de lasciudades andaluzas. Por el norte, elgeneral Suchet conquista Lérida el 13de mayo.

La Junta Central, que desde Sevillahabía buscado refugio en la islagaditana de León, acuerda disolversey dar paso el 28 de enero a unConsejo de Regencia, que convocaelecciones. El 24 de setiembre sereúnen por primera vez las Cortes,emitiendo un decreto por el queasume la representación de lasoberanía nacional, promulga ladivisión de poderes (legislativo,ejecutivo y judicial) y, aunquereconoce a Fernando VII como rey deEspaña, proclama el fin de lamonarquía absoluta. En otra sesióncelebrada en noviembre, se apruebala libertad de prensa.

1810ESPAÑA

Puerta de SanFrancisco en

Alicante.(Crónica deAlicante deViravens)

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

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La construcción de la nueva muralla agrandó la ciu-dad de Alicante, quedando intramuros algunos huer-tos y tierra baldía, en donde se construyeron casasque, en principio, debían ser para los habitantes delderruido barrio de San Antón. A principios de 1811 sepresentaron varias solicitudes de concesión de aque-llos terrenos por parte de antiguos vecinos del barrioderribado, pero también las presentaron algunos indi-viduos que contaban con sus propias casas y poseíanrentas saneadas (la mayoría comerciantes), que pre-tendieron, y consiguieron, construir almacenes o vi-viendas para aumentar sus patrimonios.

En 1811, Alicante solo contaba con una escuela pú-blica «de primeras letras», dotada con 752 reales devellón y 32 maravedíes anuales, y dirigida por JoséCorona, que falleció en marzo de ese año y fue susti-tuido por Ignacio Corona. Había también una escuelade comercio, abierta aquel mismo año por Nicolás Pé-rez. Eran catorce los abogados en ejercicio, habiendotres con el apellido Albiñana. Y un único notario: Este-ban Pastor Rovira. El ayuntamiento tenía en su nómi-

na a tres médicos (que cobraban 2.007 reales y 27 ma-ravedíes anuales), dos cirujanos (con sueldo anual de602 reales y 6 maravedíes) y una madrina o comadro-na (150 reales y 12 maravedíes). El 21 de setiembre de1811 se nombró al primer arquitecto municipal: JuanCarbonell Satorre.

El castillo de San FernandoEn 1812 se acabó de construir el castillo en lo alto delmonte Tosal, al que se llegaba por medio de una ram-pa. Contaba con puente levadizo, un torreón de formacónica coronado de troneras, varios pabellones y al-macenes, dos aljibes y, en la entrada, dos leones depiedra colocados sobre unos pilares. La obra fue diri-gida por el ingeniero Ordovas y el castillo recibió elnombre de San Fernando, en honor al santo que dabanombre al rey por el que los españoles luchaban con-tra el ejército napoleónico.

Últimas medidas defensivasCon la construcción del castillo de San Fernandoprácticamente finalizaron las obras de fortificaciónque se llevaron a cabo en la ciudad de Alicante. Tansolo en julio del año siguiente, por indicación del co-mandante de ingenieros, realizaron algunas medidasmenores más de defensa. Para impedir que el enemi-go se sirviera de ellos para esconderse, se talaron al-gunos árboles que había cerca de las murallas, queademás obstaculizaban el fuego de artillería y fusile-ría. Por la misma razón se talaron los que, ya intramu-ros, formaban las alamedas que unían la Puerta de El-

Acaban lasfortificaciones

1

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La compañía militar que dirige elfrancés Masséna en Portugal fracasatras la pérdida de varias batallas,siendo la última la de Fuentes deOñoro (ya en tierras salmantinas), losdías 3 y 5 de mayo de 1811, frente alas tropas aliadas anglo-españolas,mandadas por lord Wellington. Estefracaso francés es considerado comoel punto de inflexión tras el cual lastropas imperiales comenzaron aperder el control sobre la PenínsulaIbérica, pese a que todavía ocuparíanCataluña y Valencia.

El 6 de agosto de 1811, las Cortesde Cádiz aprueban un decretomediante el cual se suprimen losseñoríos y, por consiguiente, elderecho que hasta entonces teníanlos señores para nombrar los cargosmunicipales.

Conquistada toda Cataluña tras lacaída deTarragona el 28de junio, elmariscal francésSuchet seapresta a tomarValencia, queya habíapadecido elasedio en dosocasionesanteriores. Elcerco comienzael 28 dediciembre y elgeneral Blakemanda elejército de ladefensa conefectivossemejantes alos de Suchet.

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

1811ESPAÑA

Alicante en 1814

En 1814 laciudad de

Alicantecontaba con 77calles, 11 plazas

y 7 puertas ypórticos. (Marco

Esteve)

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che con el convento de las Capuchinas. También sedemolió la casa llamada Aduaneta, situada al lado dela muralla y de la Puerta de Elche, porque obstruía elfuego que, desde la torre de los Capuchinos (al nortede la muralla) debía proteger los flancos de la torre deSan Bartolomé (al sur de la muralla). Se hizo sin in-demnizar al dueño, toda vez que las reales órdenesestablecían que los edificios ubicados fuera del recintode la plaza podían ser destruidos por el bien común ysin indemnización.

Fortificaciones en ciudades ocupadas

Algunas poblaciones fueron igualmente fortificadaspor los franceses mientras las ocupaban. Así ocurrióen Denia, en cuyo castillo se realizaron mejoras de-fensivas entre el 4 de febrero y el 27 de abril de 1812;construyéndose además unas grandes puertas para lamisma fortaleza que se instalaron el 13 de noviembrede aquel mismo año, en la entrada que había frente ala carnicería. Nada tuvieron que ver estas fortificacio-nes hechas por los franceses con las que proyectaronlas autoridades españolas en junio del año anterior(1811), según el plano elaborado por el capitán de in-genieros Tomás María de Aguirre y su ayudante Anto-nio Bolaños (en el que aparece toda la ciudad rodeadapor un gran foso de agua marina), que no llegaron arealizarse a causa de la invasión gala.

En Benisa, las tropas francesas se acuartelaron en elconvento de los franciscanos, edificio que fue remo-delado y fortificado en abril de 1812 por el maestro deobras José Torres.

Alicante en 1814Al finalizar la guerra de la Independencia, la ciudadde Alicante tenía 77 calles, de las cuales 18 todavíaconservan el mismo nombre: Santa Cruz, San Roque,Balseta, San Francisco, Mayor, San Pascual, San Agus-tín, Villavieja, Labradores, Navíos, San José, Virgen de

Belén, San Vicente, Lonja de Caballeros, Huerta, SanNicolás, Marsella y Santa Marta.

Tenía once plazas, la mayoría de las cuales sobrevi-ven con el mismo nombre: Mar, Elche, San Cristóbal,Monjas, Ramiro y Puente. Además, contaba con lassiguientes puertas y pórticos: Ferrisa, Huerta, SanFrancisco, Reina, Mar, Nueva y Ansaldo.

Desde tiempo inmemorial y hasta principios del sigloXIX los muertos eran enterrados en las iglesias y cate-drales. El rey Carlos III decretó ordenanzas que prohi-bieron seguir con esta práctica por considerarla insa-na; su sucesor, Carlos IV, ordenó en 1804 el estableci-miento de cementerios fuera de las poblaciones enbeneficio de la salud pública, prohibiendo los enterra-mientos en los templos, excepto obispos, sacerdotes,religiosos y clérigos; y las Cortes de Cádiz ratificaronesta orden posteriormente. Sin embargo, durante cier-to tiempo se hizo caso omiso de esta prohibición pordos razones principales: los nobles exigían ser ente-rrados en las iglesias a las que habían donado genero-sas cantidades de dinero en vida y porque los párro-cos cobraban un canon de enterramiento a las fami-lias de los fallecidos que no eran nobles.

En Alicante se cumplió con aquellas ordenanzas en1805, con la construcción de un cementerio extramu-ros, en la partida rural de San Blas y a la falda delmonte Tosal.

En Benidorm se dice que, durante un saqueo quesufrió el pueblo en 1812 por parte de los franceses, és-

Cementerios2

tos profanaron el cementerio, aledaño a la iglesia, porlo que se decidió construir uno nuevo. Esta informa-ción se debe a lo escrito por Pedro María Orts en1892: «Refieren los viejos que la guarnición del casti-llo (se refiere a la afrancesada) violó las sepulturas delos que descansaban en las criptas de la iglesia y te-rrenos adyacentes (debió de existir un cementerioanejo) y se entretenían arrojándolas al agua, acompa-ñando sus ejercicios con chanzonetas y gracias de malgénero, obligando después a los vecinos a recogeraquellos restos humanos con gran trabajo y darles se-pultura cristiana». Las aclaraciones son de AntonioYáñez, quien se hizo eco en su «Historia y Descrip-ción de Benidorm» de lo escrito por Orts a finales delsiglo XIX. También se hace eco Yáñez de esto otro es-crito por Orts sobre las tumbas en las bóvedas subte-rráneas de la iglesia y en el terreno contiguo: «Prohi-bidas estas sepulturas por razones higiénicas el año1820, volvió a utilizarse el primitivo depósito, y unavez profanado por los franceses se eligió el terrenodonde en la actualidad se encuentra». El terreno últi-mo se refiere al del antiguo cementerio, situado en lazona de la Foia del Bol, ahora en la antigua carreterade circunvalación, a la izquierda de la entrada a laplaya de Poniente. Según se deduce de esto, pareceque el primer cementerio fuera del pueblo se constru-yó después de la invasión francesa. Sin embargo, elpropio Yáñez dice que existe una referencia, en 1804,de una venta entre particulares en el camposanto, si-tuado en la zona de la Foia del Bol. Añade ademásotra referencia, en el Libro de Fábrica de 1807, dondehay una partida de 105 reales por la puerta del ce-menterio y escala de los difuntos. De modo que, almargen de la supuesta profanación de los soldadosfranceses de las tumbas que había dentro y junto a laiglesia (hecho dudoso por inaudito y basarse única-mente en rumores recogidos por escrito casi un siglodespués), todo apunta a que Benidorm ya contabacon un cementerio en las afueras, antes del comienzode la guerra de la Independencia.

El 17 de febrero de 1813 fue bendecido, en Denia,

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

Denia en 1811

Pocos mesesantes de la

ocupación deDenia,

ingenierosmilitares

españolesproyectaron sufortificación, talcomo se puedever en la parte

derecha delplano. Este

documento hasido aportadopor el Centro

Geográfico delEjército

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de la población para dedicarlo a camposanto. El lugar elegido fue el conocido como Eras del

Arrabal (donde hoy está el asilo Vicente Cabrera), pro-piedad del alcalde primero Joaquín Aracil y Valda, queno asistió a la reunión. El precio de aquel terreno, ta-sado el 13 de junio por los albañiles José Martí y Le-andro Picó, expertos nombrados por el propio ayunta-miento, fue de 1.070 reales de vellón, que pagó el pá-rroco.

El primer cementerio de Jijona, el llamado Eras delArrabal, junto al camino de Alcoy, fue bendecido en elverano de 1813 y sirvió para albergar los restos morta-les de los jijonencos durante noventa años.

el nuevo cementerio de la Basa. Diez días más tardefue estrenado por Mariano Collado.

En Alcoy, el clero y las autoridades municipales de-cidieron construir el primer cementerio en la parte surde la villa. Fue bendecido el 4 de febrero de 1812 y elprimer difunto en él enterrado fue, paradójicamente,el propio sepulturero, Jorge Pérez.

El agitado entierro de Marcos Verdú

En los primeros días del mes de marzo de 1813 falle-ció Marcos Verdú, regidor jijonenco por el es-tado nobiliario que se encargara de adminis-trar los caudales públicos. Estaba siendo en-terrado en la Iglesia Vieja cuando la ceremo-nia fue paralizada por orden del gobernador,que había prohibido las inhumaciones enaquel lugar, para hacer cumplir las ordenan-zas y porque estaba a rebosar de insalubri-dad.

El ayuntamiento de Jijona se vio obligadoa aprobar el 5 de marzo la adquisición de unterreno (sin especificar) donde ubicar el pri-mer cementerio, para conseguir a cambioque el gobernador permitiera un último en-tierro en la iglesia, inhumándose por fin losrestos de Verdú al pie del altar que hoy es co-nocido como de Nuestra Señora del Rosario.

Pero pasaba el tiempo y los fallecidos con-tinuaron siendo enterrados en la iglesia, antela falta de cementerio, y pese a las protestasde los vecinos de aquella zona, que se queja-ban de los malos olores que, según sospe-chaban, eran nocivos para su salud.

Dos meses después se reunió de nuevo elayuntamiento de Jijona, para debatir la posi-bilidad de enterrar a los difuntos en el casti-llo, mientras no hubiera cementerio, pero sedesechó al final esta idea.

Por fin, el 25 de mayo, los regidores acor-daron, tras una larga sesión y empujados porla orden de Francisco Serrano, jefe del Esta-do Mayor de la división Mallorquina, acanto-nada en Jijona, comprar un terreno de fuera

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

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El cementerioviejo de

Benidorm quefue construido a

principios delsiglo XIX

Epidemian el verano de 1811 se produjo una epi-demia de fiebre amarilla que llegó a tie-rras alicantinas procedente de Cartage-

na y Murcia.Conforme se tenían noticias del avance de la

epidemia, las autoridades de las poblacionesalicantinas comenzaron a tomar medidas, cre-ando juntas de sanidad, cerrando las entradasde las ciudades y pueblos, y aislando a las vícti-mas. Aun así, la epidemia irrumpió en Orihue-la y Elche en los últimos días de agosto.

En setiembre se produjo el primer contagioen la ciudad de Alicante, provocando una granalarma debido al recuerdo que se tenía de laúltima epidemia de fiebre amarilla sufrida, sie-te años atrás, y que causó una gran mortandad.

En Alcoy hubo algunos casos de contagio,pero con menos virulencia que en las poblacio-nes del sur. El 7 de octubre se leyó en el plenodel ayuntamiento alcoyano una carta enviadadesde Alicante en la que se informaba del peli-gro existente dada la «multitud de pueblos in-fectados», citándose como poblaciones conta-giadas las de Alicante, Muchamiel, San Juan,Villafranqueza, Jijona, Biar, Ibi, Castalla, Bene-jama, Bañeres, Onil…; a las que había queañadir las ya citadas Elche y Orihuela, así comotodas las que conformaban la gobernaciónoriolana.

Cuatro meses duró aproximadamente aque-lla epidemia de fiebre amarilla, que por fortunano resultó tan terrible como la de 1804, puesesta vez causó bastante menos víctimas morta-les. En la ciudad de Alicante, según dice el cro-nista Nicasio Camilo Jover, «no pasaron dediecisiete las víctimas que hizo, desapareciendoluego de todo punto». No obstante, en marzodel año siguiente, hubo un pequeño rebrote enOrihuela, presentándose tres casos de fiebreamarilla en el hospital militar.

EPuerta deFerrisa deAlicante.

(Crónica deAlicante deViravens)

CRISTINA DE MIDDEL

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En los primeros días de enero de 1812, las tropas fran-cesas al mando del mariscal Suchet asediaban por ter-cera vez la ciudad de Valencia, la cual, tras sufrir undurísimo ataque, capituló el 9 de dicho mes. El gene-ral Blake, máximo responsable de la defensa de la ciu-dad, fue hecho prisionero y enviado a Vincennes,donde permaneció cautivo durante varios años; perolos miembros de la Junta Suprema Provincial y de laAudiencia lograron huir y refugiarse en Alicante.

Como consecuencia de lo anterior, Alicante no sólorecibió un aluvión de prófugos procedentes de Valen-cia y de muchas poblaciones existentes entre ambasciudades, sino que, además, se convirtió provisional-mente en la capital del reino, al constituirse en ellauna Comisión de Gobierno que sustituyó a la disueltaJunta Suprema.

Acoger a tantos refugiados supuso un grave proble-ma para las autoridades locales alicantinas, pues nohabía alojamientos suficientes y la escasez de víveresya constituía un trastorno que se agravó aún más. Amayor abundamiento, la creación de la Comisión deGobierno para atender los asuntos de la provincia (to-do el antiguo reino de Valencia) y la llegada de la Au-diencia ocasionaron serios conflictos de competenciasentre estas instituciones y el ayuntamiento y el gober-nador de Alicante. Residían por otra parte en la ciu-dad los jefes de los ejércitos 2º y 3º, así como el inten-dente militar, lo que contribuyó sobremanera a quelos conflictos institucionales causaran constantes en-frentamientos, sobre todo en lo concerniente al repar-to de los fondos económicos y a la recaudación tribu-taria de los mismos.

A principios de setiembre, la Comisión de Gobier-no decidió trasladar su sede a la partida rural de Tan-gel, debido a las dificultades de alojamiento que per-sistían en Alicante. Y el 15 de octubre se produjo unaviolenta disputa entre las diferentes autoridades quecoexistían en la ciudad y que llegó a poner en alerta alas tropas.

Discusiones y amenazas entre lasautoridades civiles y militares

La discrepancia surgió esta vez entre el gobernadorde la plaza, el brigadier Joaquín Caamaño, y la Comi-sión de Gobierno, a la que aquél exigía el pago urgen-te de los sueldos que se adeudaban a las tropas queguarnecían la plaza. El comandante general del reino,Francisco Copóns y Navia, quiso intermediar en elconflicto, por lo que citó en su propia casa al goberna-dor, a todos los miembros de la Comisión de Gobier-no y a varios jefes militares, además de Juan Sanmar-tín, abogado de los Reales Consejos, asesor de Guerray auditor del Ejército, autor del informe por el que co-nocemos lo ocurrido. Copóns quiso persuadir a Caa-maño de que desistiera de sus exigencias, pero éste semantuvo firme y la discusión alcanzó tal nivel de cris-pación que el gobernador amenazó con arrestar alpropio comandante general y a la Comisión en pleno,si ésta no pagaba lo que debía. Copóns respondió or-denando a su vez el arresto inmediato de Caamaño,replicando éste que el mando supremo en la plaza lecorrespondía a él, y no al comandante general. En es-te punto, llegaron al lugar de la reunión varios pique-tes de los Tiradores de Cádiz, ante cuya presenciacontinuó la discusión. A pesar de que los jefes milita-res apoyaron al gobernador, Copóns ordenó de nuevosu arresto, destituyéndole y nombrando en su lugar a

uno de los presentes, el conde de Ayamáns, pero ésterechazó el cargo por estar de acuerdo con Caamaño.

Afortunadamente, los ánimos se fueron calmando.La Comisión ofreció pagar 150.000 reales y convocaral día siguiente a los comerciantes para conseguir unempréstito. Pero el gobernador exigió 300.000 reales;cantidad que al fin se comprometió a entregar la Co-misión al día siguiente.

Aquella reunión tan agitada acabó a media nochesin que se produjera ningún arresto ni destitución. Al-go que sí se produjo antes de que finalizara aquel mesde octubre y como consecuencia de tan tensa discu-sión. Caamaño fue sustituido interinamente comogobernador de Alicante por el también brigadier LuisRiquelme, pero con éste las relaciones institucionalesno mejoraron. En otro enfrentamiento que hubo almes siguiente entre el ayuntamiento y el general Elío,durante la cual éste insultó y amenazó a los regidoressi no entregaban el valor de las raciones solicitadaspara mantener a sus tropas, el gobernador Riquelmeapoyó al general y hasta amenazó a su vez con ocuparmilitarmente la casa consistorial. Amenazas que no sellevaron a cabo al pagar por fin el ayuntamiento el di-nero exigido el 28 de noviembre.

Desde la ribera del Tajo, el mariscal francés Marmontenvió a tres de sus divisiones (dos de infantería y unade caballería), al mando del general Montbrun, haciala actual provincia alicantina, para proteger el flancosudoeste del ejército del mariscal Suchet, que se dis-ponía a conquistar Valencia y bajar en dirección Ali-cante.

Al mismo tiempo que Valencia capitulaba ante Su-chet, el general Montbrun entraba en Almansa y ha-cía retroceder a las tropas españolas del general Freirehacia Elche y Alicante. Por su parte, la división france-sa mandada por el general Harispe avanzó en direc-ción a Albaida, empujando a las tropas de NicolásMahy hasta Cocentaina y Alcoy. Y el general Habert,bajando por la costa, instaló su cuartel general enGandía, amenazando la gobernación de Denia.

La caótica retirada del ejército español

Ante el imparable avance de las fuerzas napoleónicas,el general Mahy, comandante en jefe del ejército es-pañol, ordenó el repliegue de sus tropas, poco antesde abandonar Alcoy. La caballería al mando del gene-ral Martín de la Carrera, que estaba en Villena, debíaretroceder a Monforte, dejando dos escuadrones enElda; y el general Freire, que se dirigía a San Vicente,debía situar dos escuadrones en Sax, uno en Monóvary parte de su caballería en Novelda. Pero este replie-gue, que debía de haberse hecho ordenadamente, sehizo por el contrario de manera caótica por culpa delas contradictorias órdenes cursadas por Mahy, tal co-mo le reprocharía el general Pedro Villacampa el 12 deenero desde Muchamiel: «Acabo de recibir la ordende V.E. de esta fecha para pasar a Elche con la divisiónde mi mando y unirme con la caballería de los gene-rales D. Manuel Freyre y D. Martín de la Carrera, quepondré en ejecución sin demora. Mas como en ella

1Alicante, capital

del Reinovalenciano

Invasiónfrancesa del

territorioalicantino

2

30 VIERNES, 2 DE MAYO, 2008

Tras laocupación dela ciudad de

Valencia,Alicante pasóa ser la capitaldel Reino y de

la provincia

Luego de la toma de Castellón,Sagunto y Játiva, el 9 de enero de1812 capitula Valencia ante lasfuerzas francesas del mariscal Suchet.Así comienza la última fase de laguerra, determinada por latrascendental ofensiva de Napoleóncontra la Rusia del zar Alejandro. Paraconcentrarse en esta campaña, en laprimavera de 1812 el emperador cedepor primera vez el mando únicomilitar y político en España al rey JoséI y ordena el regreso a Francia devarias unidades selectas. Pese a ello, la«Grande Armée» seguirá contandoen España con doscientos treinta milhombres, que sin embargo cede lainiciativa al ejército aliadohispanobritánico de lord Wellington.Éste entra desde Portugal porExtremadura, si bien su primeraconquista se produce, en enero, enCiudad Rodrigo. En abril tomaBadajoz; el 22 de julio vence en ladecisiva batalla de Arapiles; y el 30 dejulio entra en Valladolid. Alarmado,José I ordena al mariscal Soult laretirada de Andalucía, para defenderMadrid. Pero Wellington entra en lacapital el 12 de agosto, al frente desetenta mil españoles e ingleses. JoséI huye a Valencia, donde el mariscalSuchet lo acoge, instalándole en elpalacio del conde de Parcent.

Mientras Wellington se tropieza conla heroica defensa del castillo deBurgos por la guarnición francesa, elmariscal Soult, seguido del rey José I,inicia en octubre una contraofensivadesde Valencia que culminará con lareconquista francesa de Madrid.

En medio de estas ofensivas ycontraofensivas, las Cortes de Cádizaprueban la Constitución el 19 demarzo de 1812.

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

1812ESPAÑA

Junto a la ermitadel Calvario tuvolugar el combateentre franceses y

españoles

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observo que, así como desde mi llegada a Cocentainahasta hoy, ninguna orden e instrucción he recibido deV.E. con oportunidad, ahora ni V.E. me dice quién de-be tomar el mando de las tropas luego que nos reuna-mos, ni dónde se hallan los enemigos y en qué núme-ro y calidad, dando a entender V.E. con la premura dela orden que me comunica, que en todas direccionesse presentan, puesto que desde luego trata V.E. de en-cerrar todas las tropas en la plaza de Alicante, inclusola infantería al mando del general Freyre (…)». Y, efec-tivamente, el ejército español fue a refugiarse precipi-tadamente en Alicante, abandonando el resto de lasciudades y pueblos.

Gracias no obstante a que Mahy concentró lo quequedaba de su ejército en Alicante, uniéndose a la di-visión de Roche (que la guarnecía), pudo esta plaza

resistir con firmeza su primer y único asedio durantela guerra de la Independencia.

El asedio de AlicanteAl amanecer del 16 de enero de 1812 llegó el generalMontbrun, al mando de sus tres divisiones, hasta lasproximidades de Alicante.

Las tropas imperiales se desplegaron por el Altoza-no y se apoderaron de la iglesia y del convento de losÁngeles. Tras cercar la ciudad, Montbrun conminó alas autoridades alicantinas a la rendición, que recha-zaron. Disparó entonces la artillería francesa variasveces contra el recién construido castillo de San Fer-nando; fuego intimidatorio al que respondieron loscañones de la fortaleza de Santa Bárbara. Los solda-

dos galos colocaron una pieza de artillería en lo altodel cerro de los Ángeles, pero fue desmontada por losdisparos certeros de los cañones españoles que guar-necían el baluarte de la Ampolla, bajo el mando delcapitán Vicente Torregrosa.

Después de día y medio, Montbrun levantó el ase-dio y se alejó con sus tres divisiones de Alicante, endirección a La Mancha y aprovechándose de la inde-fensión en que habían quedado los pueblos que en-contró a su paso, para recaudar contribuciones y víve-res, bajo amenaza de saqueo.

Dicen los cronistas españoles que la razón deaquella rápida retirada estaba en las órdenes que dioNapoleón para concentrar sus ejércitos previamente ala campaña de Rusia. Según los informes militaresfranceses, aquella retirada se debió en realidad a queMontbrun había cumplido su objetivo de cubrir elflanco sudoeste del mariscal Suchet, obligando alejército español a encerrarse en Alicante.

En cualquier caso, lo cierto es que Alicante superóaquel breve asedio, el único que padeció durante laguerra, convirtiéndose así en la única ciudad impor-tante de España, junto con Cádiz, que no fue con-quistada por el ejército napoleónico.

Accidente mortal en el castillode Santa Bárbara

El mayor número de víctimas que sufrió la ciudad deAlicante durante la guerra de la Independencia y deforma violenta no fue a causa de un combate, sino deun fatal accidente.

Sucedió el 21 de febrero de 1812, mientras algunosartilleros se hallaban en el castillo de Santa Bárbaraelaborando cartuchos de pólvora. Se prendió fuego auno de los barriles llenos de cartuchos, provocandouna enorme detonación que derribó la capilla de lafortaleza y la aledaña casa del gobernador. Murieroncincuenta personas, entre ellas la esposa del goberna-dor, el brigadier Antonio de la Cruz.

Al mes siguiente, De la Cruz fue sustituido interi-namente por el mariscal José San Juan como gober-nador de Alicante.

Ocupación francesaTras la conquista de Valencia por parte del mariscalSuchet, prácticamente todas las poblaciones alicanti-nas fueron tomadas por el ejército invasor a lo largode los primeros meses del año 1812. Denia y Jijonafueron ocupadas el 19 de enero; Cocentaina y Jávea,el 20; Alcoy el 22…

El 19 de enero entraron en Jijona 600 coraceros ydragones franceses que, bajo amenaza de saquear eincendiar la ciudad, obligaron a la población a entre-garles víveres y pertrechos. Aunque esta primera vezno se quedaron, Jijona permaneció bajo el controlfrancés durante cinco meses, creyéndose que situaronsu cuartel general en la amplia casa solariega de lafinca de Sot de la Casa Gran.

Procedentes de Denia, el 20 de enero ocuparon Já-vea doscientos soldados franceses al mando de unoficial. Delante de ellos enviaron a un vecino, ManuelMas, para que avisara al alcalde y regidores. Pasaronformados por la calle Mayor y seguidamente marcha-ron hacia Moraira y Teulada.

Dos días después de conquistar Cocentaina, el 22de enero, la división del general Harispe entró en Al-coy sin dificultades, asentando aquí su cuartel gene-ral, nombrando gobernador al coronel Barón de LaRouelle y estableciendo bajo su supervisión un nuevoayuntamiento. Algo parecido sucedió en Elda, dondelos franceses fueron recibidos con tanta calma que,según afirman varios cronistas, los jefes y soldadosgalos dijeron más de una vez que «por más que vinie-ran incomodados por los lances de la guerra y dis-puestos a hacer daño, así que entraban al pueblo va-riaron de pensamiento que se trocaba en benevolen-cia sin poder explicarse la causa».

Calpe, Altea, Villajoyosa y demás poblaciones de LaMarina fueron cayendo en poder de los imperialesantes de acabar aquel mes de enero. Por carecer el ar-chivo municipal vilero de documentos de aquella

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

El combate en el Calvario de Muchamielunque la ciudad de Alicante no volvió a sufrir el ataque delejército francés, después del efímero asedio que soportó el 16de enero de 1812, tres meses más tarde se libró un pequeño

pero crucial combate cerca de ella.Ocupado Alcoy, el mariscal Suchet ordenó a las tropas de infante-

ría de la división del general Harispe y a la brigada de caballería delgeneral Delort que avanzaran hacia Jijona. Al mismo tiempo, las tro-pas del general Gudin avanzaron por el camino de Muchamiel, se-guidas por el grueso del ejército invasor, al mando del propio Suchet.

El general español Roche salió de Alicante al frente de su divisiónpara enfrentarse al enemigo. Encontró a la vanguardia francesa, com-puesta por unos cuatro mil hombres, en las alturas del Calvario deMuchamiel, a la derecha del río Seco (al oeste de la población, dondeestá actualmente la ermita en la que se sigue celebrando el vía cruciscada viernes santo), donde trabaron un combate del que salieron vic-toriosos los españoles. No obstante, para evitar que les cerrase la reti-rada otra columna francesa que venía por El Palamó (Villafranqueza),Roche ordenó a sus tropas regresar a Alicante.

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CRISTINA DE MIDDEL

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municiones; y presentando el oficio de V.E. sobre elsalvamento y abandono de ella, no lo extrañará elpueblo, y podré manifestar que obro por orden supe-rior». Echenique no abandonó Denia hasta la rendi-ción a los franceses y la artillería no fue llevada a Ali-cante.

Antes de retirarse a su cuartel general en Gandía, elgeneral Habert nombró a Pedro Bergeron comandan-te en jefe de la plaza de Denia, que se convertiría en labase desde la cual los franceses dirigieron la conquistade todos los pueblos de La Marina. Numerosas sonlas referencias que hace mosén Palau en su diarioacerca de la llegada y salida de soldados imperialesdesde y hacia poblaciones vecinas, deduciéndose fá-cilmente que Denia era un punto estratégico de granimportancia. Tanto es así, que fue, con diferencia, laúltima población alicantina en ser abandonada porlos franceses.

Cambio de autoridades en laspoblaciones ocupadas

En muchas de las poblaciones que ocupaban, las tro-pas francesas obligaban a un cambio de autoridades.Esto suponía un grave trastorno en aquellos lugaresen que la ocupación no era permanente, ya que los al-caldes y regidores volvían a ser cambiados cuantasveces se marchaban los invasores, provocando recelosy enfrentamientos entre los vecinos.

En Denia, donde, como sabemos, la ocupación eracontinua, había un gobernador militar francés, pero el21 de agosto de 1812 fue nombrado un alcalde ordi-nario español: Manuel Gavilá. Lo mismo ocurrió en

Alcoy (comandante francés Ciprian Chailan; alcaldeJosé Ignacio Barber), Benisa (comandante Pichon, al-calde Joaquín Avargues), Ibi (comandante Gregori, al-calde Teodoro Botella), etcétera.

En Jijona los franceses no forzaron el cambio deninguna autoridad local, ni siquiera la del gobernador,Francisco del Castillo Valero. Pero cuando la abando-naron en agosto de 1812, el comandante generalFrancisco de Copóns ordenó la destitución de todasaquellas autoridades que habían estado en serviciodurante la ocupación gala, incluido el gobernador.Como nuevo alcalde fue nombrado Tomás Canet, quehasta entonces había ocupado este mismo cargo enTeruel.

Vaivén de cargos públicosen Alcoy

Estando Alcoy bajo la ocupación francesa, el goberna-dor Juan Bermejo acudió a la llamada del mariscal Su-chet, para entrevistarse con él en Valencia. Entretanto,ocupó su cargo provisionalmente José Almunia, hastaque el 19 de junio fue nombrado nuevo gobernadorJosé Gisbert y Doménech, persona de gran prestigiolocal, miembro de la Junta de Gobierno en 1808 comorepresentante de los nobles y que se había distinguidopor sus generosos donativos al ejército español. Oncedías más tarde, Suchet nombró alcalde mayor al excorregidor Juan Bermejo, con sueldo de ocho mil rea-les de vellón anuales más los derechos, tasas y emolu-mentos establecidos.

El 14 de agosto los franceses se vieron obligados aabandonar Alcoy, nombrándose al cabo de una sema-na una Junta Popular presidida por el corregidor Joa-quín Gisbert. Pero el 20 de setiembre, ante la proximi-dad del enemigo, esta Junta Popular huyó de Alcoy. Aldía siguiente volvió a ser tomada esta ciudad por la117ª Brigada imperial, al mando del general Gudin,respaldada por la división de Habert, fuertemente es-tablecida en el puerto montañoso de Albaida. Gudintraía órdenes de restablecer el ayuntamiento que ha-bía durante la anterior ocupación, pero José Gisbert yDoménech alegó estar enfermo, nombrándose enton-ces para el cargo de corregidor a José Almunia. Ade-más, por orden expresa del mariscal Suchet, se confis-caron los bienes de los alcoyanos considerados ene-migos, con preferencia a «los individuos de la Juntainsurreccional creada después del día 14 de agosto úl-timo».

No había pasado un mes cuando los franceses denuevo se retiraron de Alcoy, nombrándose entonces(21 de octubre) un nuevo ayuntamiento con algunosde los hombres que ya formaran parte de la Junta Po-pular elegida en agosto, tras la primera etapa de ocu-pación francesa, siendo elegido alcalde Pascual dePuigmoltó Ortiz de Almodóvar. Nueve días despuésse eligió al nuevo corregidor: José Altet y Miralles.

Pero aún se sucederían varias incursiones y retira-das francesas más. Desde noviembre de 1812 hasta laprimavera de 1813, las tropas napoleónicas volvierona ocupar Alcoy por lo menos dos veces. El 7 de marzolos soldados de Habert resistieron el ataque de lastropas anglosicilianas del general Murray, pero unasemana más tarde se vieron obligadas a huir de Alcoy,ante el ataque conjunto de las fuerzas de Murray y delgeneral Whittingham.

Teodoro Botella, alcalde a la fuerza

Las tropas francesas conquistaron Ibi en los primerosdías de abril de 1812. El 11 de aquel mes, el capitándel regimiento de Línea 116, Sixto de Gregori, queejercía el cargo de comandante de la plaza, convocó alayuntamiento. Reunido éste, hizo llamar entonces alvecino Teodoro Botella, abogado y jefe de la guerrillaibense. Se presentó Botella a primera hora de la tarde,convencido de que iba a ser castigado; sin embargoGregori le comunicó que, en el sorteo que se había re-alizado en Castalla (en presencia del barón de Lort,comandante de caballería) entre los tres abogados ve-cinos de Ibi, había sido elegido él para ocupar el pues-to de alcalde. A continuación, le advirtió que, si no

época por culpa de un incendio, se desconoce la fechaexacta en que fue ocupada la villa y lo que sucedió enaquellos meses, salvo que los franceses arrancaron unfrondoso olmo que daba nombre a la plaza que luegose llamaría Mayor, según cuenta Pascual Madoz en su«Diccionario geográfico-estadístico-histórico Villajo-yosa», editado en 1840. En Benidorm, previamente asu ocupación, la marina napoleónica destruyó el for-tín de Canfali, cuyos cañones cayeron al mar. En Be-nisa se acuartelaron en el convento franciscano, dicealguna crónica que tras expulsar a los frailes. Lo ciertoes que éstos debieron huir antes de la llegada de losinvasores, según explicó el máximo responsable dedicho convento por escrito: «(…) viendo que el ene-migo, apoderado ya de la capital, se acercaba a esteterritorio se determinó por unánime consentimientode toda la comunidad del convento repartir por igua-les partes entre todos los individuos los pocos comes-tibles que quedaban, para poder con ellos subsistir, yprevernirse de la ropa necesaria para simular al ene-migo nuestra profesión».

Desde su cuartel general en Alcoy, el general JeanIsidoro Harispe envió a sus soldados, en los primerosdías de abril, para conquistar Villena, Ibi y Castalla.Éstas, como la mayoría de las poblaciones conquista-das, no eran ocupadas permanentemente por los sol-dados franceses, sino que fueron utilizadas como lu-gar de descanso o para aprovisionarse, exigiendo hos-pedaje y víveres para la tropa, y pienso para los caba-llos. Así, el 10 de junio, entraron en Elche para llevar-se cebada, bajo amenaza de saqueo; y en Elda entra-ron hasta 79 veces entre marzo y agosto de aquel año,obligando a los vecinos a que les suministrasen víve-res y piensos.

Pero hubo poblaciones que, por su valor estratégi-co, fueron ocupadas permanentemente por las tropasimperiales. Denia es el ejemplo más notable.

La larga ocupación de DeniaA pesar de las obras de fortificación que se habíanhecho en Denia durante los años anteriores, llegadoel momento en que las tropas francesas asediaron laplaza, los dianenses optaron por la rendición y sinoponer la más mínima resistencia.

Así lo cuenta mosén Palau: «Denia hizo junta ge-neral de vecinos para ver si se había de defender oentregarse como los demás pueblos en el día 13 deEnero de 1812 y fue determinado que se entregase debien a bien supuesto que no estaba en estado de po-derse defender, pues no tenía tropa ni municiones, nivíveres (…)».

Medio millar de soldados franceses, a las órdenesdel general Habert, entraron en Denia a las dos de latarde del 19 de enero, alojándose en los lugares quemejor les parecieron, a pesar de encontrarse la ciudadrepleta de refugiados. Habert se hospedó en casa deMagdalena Lostalot; los oficiales y la tropa fueron re-partidos en los almacenes y casas particulares.

Mientras tanto, el coronel Esteban Echenique, quehabía gobernado Denia hasta entonces, marchabahacia Valencia. Unas semanas antes, había advertidoinfructuosamente a sus superiores de la vulnerable si-tuación en que quedaba la plaza, tras la retirada delos soldados españoles y quedar huérfana de guarni-ción. Echenique pidió por lo menos 400 hombres deinfantería y algunos artilleros para defender la ciudad,respondiéndole el general Mahy desde Alcoy, el 3 deenero, que no podía mandarle ningún auxilio, ya quetodas las tropas españolas estaban en retirada haciaAlicante. Echenique le advirtió entonces que, si losfranceses se apoderaban de la plaza «nadie los sacaráya, y se pierde uno de los puntos más interesantes, yse llorará después, como lloramos ahora a Morella,que decían no era punto de defensa. Yo, con esta ex-posición, cumplo con el Rey, para con la nación y paracon V.E. y quedo ya fuera de toda responsabilidad. Di-ciéndome V.E. que salve todos los efectos y despachea Alicante todas las fuerzas útiles, como a plaza quedebe defenderse, es decir, que ésta no; es indispensa-ble el que V.E. se sirva prevenirme de oficio el queabandone la plaza, para de este modo embarcar todala artillería, que es buena alguna parte de ella, y las

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

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La ocupaciónde Denia fuepermanentedebido a suimportanciaestratégica

El diario demosén Palau fue

reeditado porúltima vez en el

año 1983

El Llobarrol clérigo dianense Francisco Palau Diego(1743-1823) redactó un pormenorizadodiario desde 1804 hasta 1821, dedican-

do especial atención al periodo de la guerra dela Independencia, que vivió personalmente.Está escrito en castellano de aquella época, pe-ro salpicado de voces valencianas, y gracias asu lectura podemos conocer los hechos acaeci-dos en Denia y los pueblos de su gobernacióndurante la ocupación francesa.

El diario de mosén Palau, que fue archiverode su iglesia parroquial durante muchos años,fue publicado con el título de «El Llobarro» (ellucio), irónica alusión al pez que, según él, po-día pescarse en el canal que las autoridades lo-cales ordenaron excavar en 1809, como partede la fortificación de la ciudad, pero cuya únicautilidad era precisamente esa: pescar lucios(llobarros, en valenciano).

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aceptaba, «sería conducido a Francia atado con su fa-milia y confiscados sus bienes». Aun así, Botella dijoque «no era para mandar pues hacía poco tiempo quese hallaba en esta villa», y que sería mirado como trai-dor por sus vecinos. Pero Gregori repitió las amenazasy entonces Botella no tuvo más remedio que aceptarla vara de alcalde, aunque «citando por testigos a to-dos los del Ayuntamiento de que a la fuerza se le ha-cía admitir». El comandante francés le instó a que ju-rase el cargo, a lo que replicó Botella: «supuesto queyo soy el alcalde y por consiguiente quien manda, niquiero jurar ni tomar posesión», saliendo seguida-mente del Ayuntamiento.

No obstante, Teodoro Botella ejerció como alcaldede Ibi, aunque coaccionado, hasta el 20 de agosto, fe-cha en que fue nombrado un nuevo ayuntamiento,esta vez por orden del comandante general español,Francisco de Copóns Navia. Pasados nueve días, si-guiendo las órdenes del propio Copóns, el nuevoayuntamiento ibense acordó abrir un sumario sobre laconducta que tuvieron los hombres que ocuparon car-gos municipales durante la invasión francesa, espe-cialmente el alcalde Teodoro Botella, dándoles tres dí-as de plazo para que presentaran cuentas sobre loscaudales y efectos que manejaron mientras ejercierondichos cargos. Además, se les ordenaba que no salie-ran de la villa, sin rendir cuentas antes, bajo multa de50 pesos. Pero Botella se hallaba ausente y, aquel mis-mo día 29 de agosto, su sirviente informó de que nosabía cuándo regresaría. El 2 de setiembre su criadoaseguró que «su amo no había regresado»; al día si-guiente, el ayuntamiento de Ibi envió oficio a Botella,de quien había averiguado que se encontraba en unamasía del término de Jijona; y, por fin, el 12 de se-tiembre, Teodoro Botella regresó a Ibi y entregó lascuentas requeridas.

La Junta Central pidió en 1809 a las instituciones ypersonalidades españolas más relevantes que opina-ran sobre los asuntos que debían abordar las Cortesque estaban a punto de convocarse. Con esta Consul-ta del País, se puso de relieve el deseo generalizado deromper con el Antiguo Régimen absolutista, llevandoa cabo las reformas políticas necesarias. Reformas conlas que no estaban de acuerdo todo el mundo. La ma-yoría de los jerarcas eclesiásticos rechazaron estas re-formas.

En octubre de aquel mismo año se realizó la convo-catoria de elecciones para elegir a los primeros dipu-tados españoles. En España había entonces algo másde diez millones y medio de habitantes; a razón de undiputado por cada 50.000 habitantes, se eligieron 208diputados, repartidos por reinos y provincias. Galiciaera la que más diputados debía elegir, 23, porque te-nía más de un millón cien mil habitantes; la siguienteera Cataluña, con 858.818 habitantes, que elegiría 17diputados; y otros 17 Valencia, con una población de825.059 habitantes.

En el reino de Valencia, los 17 diputados más 5 su-plentes fueron elegidos el 28 de octubre en votacio-nes agrupadas por parroquias (v. gr.: los ilicitanos conderecho votaron repartidos en función de sus parro-quias, que a la sazón eran tres: la de Santa María, elSalvador y San Juan). En lo que respecta al territorioalicantino, las cinco gobernaciones (Alcoy, Alicante,Denia, Orihuela y Jijona) presentaron un grupo deveintiún candidatos, de los cuales fueron elegidos tresclérigos (el canónigo alicantino José Lledó y los curasSalvador Gosálvez y José Bru, de San Juan y Almoradírespectivamente) y el alcoyano Antonio Samper, ma-riscal de campo e inspector general. Como suplentes,fueron elegidos Francisco Antonio Sirera, abogado deNovelda, y Carlos Andrés, natural de Planes.

Pero muy pocos fueron los que lograron formarparte de las Cortes. Esto fue así porque, reunidos mu-chos de los diputados valencianos en Cartagena, paraviajar juntos a Cádiz por mar, acabaron sin embargodispersándose debido a lo mucho que se demoraba elviaje por culpa del peligro que suponía la flota france-sa y a la epidemia que empezó a azotar la plaza mur-ciana. Los tres clérigos alicantinos embarcaron por sucuenta en un navío y tuvieron la mala suerte de serabordados y apresados en alta mar por los franceses.El alcoyano Samper estuvo presente en la primera se-sión de las Cortes, el 24 de setiembre, pero murió en1812; y comoquiera que el suplente Sirera tampocofue a Cádiz, Carlos Andrés se convirtió en el únicoalicantino que asistió a las sesiones parlamentariaspreconstitucionales, aunque con escasa participacióny adscrito al sector conservador.

La PepaCon una mayoría de diputados liberales, las Cortes deCádiz redactaron una Constitución Política que supo-nía la ruptura con el absolutismo del Antiguo Régi-men y el comienzo de un sistema de monarquía par-lamentaria. Esta Constitución fue aprobada en la se-sión celebrada el 19 de marzo de 1812, día de San Jo-sé, por lo que fue conocida vulgarmente como La Pe-pa.

En Alicante se promulgó la Constitución el 16 dejulio y el pleno del ayuntamiento juró cumplirla dos

3Cortes deCádiz y

Constituciónde 1812

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

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Liberales y absolutistasas ideas liberales, nacidas en la revolución francesa de1789, llegaron muy pronto a los territorios alicantinos, através sobre todo del puerto de Alicante, plasmadas en li-

bros prohibidos y periódicos extranjeros.El liberalismo (de libertad, en el sentido de que la razón indi-

vidual es absolutamente libre y, por ende, la voluntad humana)prendió pues durante los últimos años en muchas mentes ali-cantinas, principalmente en la colonia francesa y en algunas delas personas que habían tenido la fortuna de cultivar su intelecto.Dos décadas más tarde, con una mayor libertad de expresiónpropiciada por las Cortes, las ideas liberales lograron difundirseaún más por medio de libros y folletos, así como por un mayornúmero de periódicos.

Liberales alicantinosDesde su primera sesión, en las Cortes de Cádiz fueron mayoríalos diputados liberales, lo que favoreció la redacción de unaConstitución que rompía con el absolutismo y abolía los señorí-os, la censura de imprenta y la Inquisición.

Liberal era Domingo Montagud, síndico alicantino que propu-so, y consiguió, que en abril de 1813 se implantara en las escue-las primarias de su ciudad la enseñanza obligatoria de la Consti-tución, cuya impresión de ejemplares corrió a su cargo, y que seencargaría personalmente, junto con el regidor Sebastián Mora-les, de comprobar dicha enseñanza por medio de exámenesmensuales.

Liberal fue Carlos Cantó, franciscano alicantino que pronuncióun célebre sermón en la colegial de San Nicolás, en 1811, repletode elogios a las libertades y que sería posteriormente publicadocon el título «Cuaresma patriótica».

Y liberal fue Antonio Bernabéu, natural de Monóvar y presbí-tero de la iglesia alicantina de Santa María, una de las más rele-vantes figuras del liberalismo alicantino de aquella época. Elegi-do diputado a Cortes en la legislatura de 1813 y 1814, Bernabéuconcilió sus creencias religiosas con sus ideas liberales, convenci-do de que, lejos de contraponerse, ambos pensamientos se com-penetraban. Se pronunció de acuerdo con los cambios políticos ylas transformaciones sociales que propugnaban las Cortes, in-

cluida la desamortización de los bienes eclesiásticos, plasmandotales ideas en un folleto titulado «Juicio histórico-canónico-político de la autoridad de las Naciones en los bienes eclesiásti-cos», publicado en Alicante en 1813, y que suscitó las iras delobispo de Orihuela.

AbsolutistasPero la mayoría de los clérigos que participaron en las reunionesparlamentarias de las Cortes no pensaban como Antonio Berna-béu. Más bien defendieron ideas contrarias, impulsadas por lajerarquía eclesiástica.

Ya desde las primeras sesiones, en las que se debatieron el re-glamento funcional de las Cortes, se establecieron dos grupos dediputados bien diferenciados y antagónicos. Todos eran patriotasy defendían la independencia de España, pero en tanto unos (lamayoría) eran liberales, los otros se oponían a la pérdida ilimita-da de poder del rey y de la Iglesia, por lo que empezaron a serconocidos como absolutistas o realistas.

No fueron pocos los alicantinos que se declararon contrarios ala Constitución liberal aprobada por las Cortes. Además delobispo, hubo muchos otros defensores del absolutismo que con-denaron a su vez la Ilustración, las Cortes y el liberalismo. Comoel franciscano José Brotons y Pericás, autor del folleto «La revolu-ción en triunfo», en el que califica a los liberales de ateos.

Influenciados por estas soflamas antiliberales, muchos alican-tinos se convencieron de que la Constitución desprestigiaba a lamonarquía y, como dice el cronista Viravens, exponía al país «aser teatro de licencias, impiedades y crímenes por la libertad queestablecía, mientras que otros se mostraron sus más entusiastaspartidarios, fundados en que aquella ley limitaba el poder abso-luto de los Reyes, reducía la influencia del Clero y garantizabalos derechos políticos de los ciudadanos. La Constitución, pues,era objeto de discusiones y comentarios entre nuestros mayores,cuyas contrarias opiniones dieron por resultado la formación deun partido liberal y otro absolutista, si bien éste último era másvigoroso que el primero, porque contaba con grandes auxiliaresque mantenían en el pueblo los recelos y sospechas contra el sis-tema liberal que prescribía la Constitución del Estado (…)».

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Portada de laConstitución de1812. (HistoriaProvincial deAlicante)

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miento, siendo su alcalde Gaspar Sempere de Molina.Pero la autonomía municipal de Santa Pola acabó

año y medio después, cuando Fernando VII, tras recu-perar el trono, abolió la Constitución de Cádiz el 4 demayo de 1814. Y con la abolición de la Constitución seinvalidaron todas las segregaciones municipales reali-zadas de acuerdo con su artículo 310. El Caserío deSanta Pola volvió a depender por consiguiente delayuntamiento de Elche, que repuso al alcalde pedá-neo.

Otra consecuencia de la abolición constitucionalfue la restauración de la Inquisición.

Los obispos españoles aprovecharon la profunda in-fluencia que tenían en el pueblo, para convertir laguerra de la Independencia (una guerra dinástica o deliberación) en una guerra santa o de religión.

¿Guerra de liberación o cruzada religiosa?

La jerarquía eclesiástica se sirvió del fanatismo reli-gioso de la mayoría del pueblo llano español, parapresentar a Napoleón y a los franceses como unos

ateos que buscaban el aniquilamiento de la religiónen España, convirtiendo la guerra en un medio parapreservar el catolicismo, por encima incluso de losideales patrióticos, tal como se lee en algunos de loslibelos redactados y repartidos por el obispado oriola-no: «(…) antes es la religión que la patria, y sin reli-gión, la patria no vale nada».

Así se comprende mejor por qué el ya conocido vi-cario de la partida oriolana de Campo de la Matanza,Vicente Alcaraz, para incitar a sus vecinos a lucharcontra los franceses que supuestamente habían des-embarco en 1808 cerca de Guardamar, clamaba «endefensa de la religión y de la patria, que trocados losánimos sólo se oía una voz, que era: “Vamos a moriren defensa de la religión”, con este espíritu se ibancorriendo a sus casas a equiparse de armas (…)». Y larazón por la que, el 14 de agosto de 1810, para que sehicieran tres días de rogativas públicas, el obispo deOrihuela, Francisco Antonio Cebrián y Valda, empeza-ba su exhortación al clero y fieles de su diócesis, di-ciendo: «(…) las diferentes rogativas que tenemosmandadas hacer desde los principios de la injusta,cruel y desastrosa guerra que a nuestra Santa Religióny a nuestra Patria les ha declarado y hace sufrir el mástirano fiero e impío de los hombres, el pérfido Napo-león (…)».

Es verdad que muchos religiosos se prestaron a lu-char junto al pueblo contra los invasores, tal como su-cedió en Orihuela al principio de la guerra, cuyos ac-cesos fueron custodiados por frailes, o en Villena,donde los agustinos fueron persuadidos por sus supe-riores para que tomaran parte activa en la lucha, o porcuras que se convirtieron en aguerridos guerrilleros;pero no es menos cierto que las revueltas más atrocesy sangrientas (en algunas de las cuales murieron cien-

tos de inocentes, como la acaecida en Va-lencia tras el estallido de la guerra), fue-ron encabezadas por religiosos tan crue-les como el canónigo madrileño BaltasarCalvo.

Atropellos y pillajesComo muy bien explica el historiadorEmilio La Parra, «una de las actuacionesde los invasores que más contribuyó adeteriorar su imagen ante la poblaciónespañola fue su manera de procederrespecto al clero y a los lugares de culto.Los testimonios de la época se detienensistemáticamente en señalar abusos yatrocidades de las tropas francesas eneste punto. En realidad hubo constan-tes atropellos a religiosos, se utilizaroniglesias y conventos como almacenesde paja o pienso para las caballerías, sesaquearon conventos, etcétera. Los ac-tos contra las casas y pertenencias delas órdenes religiosas fueron justifica-dos por la inexistencia legal de las co-munidades en la España obediente aJosé I, pues habían sido suprimidas enagosto de 1809 todas las órdenes reli-giosas (…)».

Siendo así, se comprende que algu-nos religiosos, como los franciscanosde Benisa, se apresuraran a huir,abandonando su convento, poco an-tes de la entrada de las huestes impe-riales. Pero si bien es cierto que lasactuaciones de las autoridades espa-ñolas con respecto al clero (como porejemplo las de Jijona, que en mayo de1809 recompusieron las campanas dela iglesia, liberando a la parroquia decualquier pago, devolviendo ademásal clero 400 pesos que les había pres-tado, e incluso entregándoles otroscien para hacer frente a diferentesgastos), contrastaban con los violen-tos saqueos que cometían las tropasfrancesas en algunos lugares (comoel robo de objetos sagrados en el

Iglesia4

días después.Los regidores ilicitanos no se mostraron tan entu-

siasmados. A pesar de que los habitantes de Elche tu-vieron noticia de la aprobación de la Constitución afinales de junio, y que el 13 del mes siguiente se reci-bió en el ayuntamiento la orden de jurar fidelidad a lamisma, este juramento no se produjo hasta el mes desetiembre.

La última población alicantina donde se proclamóla Constitución fue Denia, no en balde fue la últimaen ser liberada. Se llevó a efecto el 12 de diciembre de1813, entre celebraciones que no todos los dianensescompartieron.

Tales fervores constitucionales (ya fuesen espontá-neos o impuestos por un decreto fechado el 14 deagosto) llevaron a renombrar las principales plazas delas ciudades y pueblos en honor a la Constitución.Así, todavía no había acabado agosto, cuando la po-pular plaza alcoyana de San Agustín pasó a llamarsede la Constitución. Lo mismo sucedió el 1 de setiem-bre con la plaza de Elche alicantina, donde se colocóuna lápida dedicada a la Constitución. Y el 19 deaquel mismo mes con la plaza de la Merced, en Elche,donde se instaló un tablado (entre la portería y elcampanario) sobre el que los regidores ilicitanos pro-clamaron públicamente su fidelidad constitucional.

Los primeros ayuntamientosconstitucionales

El primer ayuntamiento constitucional de Alicante to-mó posesión el 16 de agosto de 1812, siendo alcaldeprimero el conde de Sotoameno. Y en Elche se consti-tuyó el 22 de setiembre, con el teniente de fragata re-tirado Francisco Sarabia como alcalde primero. Lomismo se hizo en el resto de las poblaciones alicanti-nas a lo largo de las semanas y meses siguientes.Uno de los últimos lugares donde se eligió al pri-mer ayuntamiento constitucional fue en Ibi, el 15 denoviembre, con Miguel Pérez como alcalde. Si bienfue Denia, por razones ya explicadas, el último enelegir a un consistorio leal a la Constitución liberal.Para entonces, la mayoría de los ayuntamientos ali-cantinos habían vuelto a cambiar de regidores (oconcejales, como empezaron entonces a llamarse),tras celebrar nuevas elecciones. En Alicante fueronéstas en setiembre de 1813, cambiando sólo sieteediles; y en Alcoy se eligió al nuevo ayuntamiento el19 de diciembre de aquel mismo año, con NicolásGosalbez de alcalde.

Abolición de la InquisiciónUna de las principales reformas aprobadas por lasCortes de Cádiz fue la abolición del Tribunal del San-to Oficio (antigua Inquisición), mediante decreto fe-chado el 22 de febrero de 1813.

Como consecuencia de ello, el 21 de abril se disol-vió en Alicante la Comisaría de la Inquisición, quefuncionaba en esta ciudad desde el siglo XV.

Breve segregación de Santa PolaEn su artículo 310, la Constitución de Cádiz decía que«(…) Se pondrá Ayuntamiento en los pueblos que nole tengan, y en que convenga le haya, no pudiendodejar de haberle en los que por sí o con su comarcalleguen a mil almas, y también se les señalará términocorrespondiente (…)».

Acogiéndose a este artículo constitucional, los veci-nos del Caserío de Santa Pola y del Lugar de SanFrancisco de Asís, pedanías ilicitanas, solicitaron se-gregarse de Elche. Esta última no lo consiguió por noalcanzar el número mínimo de habitantes, pero sí quelo logró la del Caserío de Santa Pola.

El domingo 20 de setiembre el alcalde pedáneo ju-ró y proclamó solemnemente la Constitución en laparroquia santapolera, ante la imagen de Nuestra Se-ñora de la Asunción. Y a continuación los vecinos sedispusieron a demostrar que cumplían con los requi-sitos para segregarse del municipio de Elche. Lo con-siguieron, y el 4 de octubre volvieron a congregarseen la misma iglesia para elegir a su primer ayunta-

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

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El obispo deOrihuela

quisoconvertir estacontienda enuna guerra

santa

Libro diario delos agustinos de

Villena en elque se repartían

los bienes delconvento antela inminente

invasión.(Archivo

Municipal deVillena)

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convento de San Sebastián, en Cocentaina, el 20 deenero de 1812; o la profanación y robo que sufrieronlos conventos alcoyanos de San Agustín y San Fran-cisco; o el incendio de la ermita de San Juan, cercanaa Denia, y el arresto del ermitaño, el 23 de agosto delmismo año), llegando incluso al asesinato (como eldel capellán y el sacristán de Jávea, el 28 del mismomes y año), también es verdad que no siempre los re-ligiosos y las iglesias eran tratados con tanto respetopor los españoles ni tan cruelmente por los franceses.Normalmente, los ataques galos a los templos se aco-metían como escarmiento a quienes albergaban a lossoldados o guerrilleros españoles (como es el caso delcapellán y el sacristán javeanenses, y el ermitaño dia-nense), y hasta cuando castigaban a todo un pueblodonde se escondían los guerrilleros, arrasándolo casipor completo, había veces en que respetaban la igle-sia, como sucedió en Tárbena el 24 de octubre deaquel trágico año de 1812. Y, por su parte, hubo vecesen que los españoles saquearon sin contemplacionesalgunos templos, cometiendo los más burdos sacrile-gios. Quizás el mejor ejemplo de esto último nos lopresenta mosén Palau en «El Llobarro», cuando relatacómo un grupo de españoles, al entrar en la iglesia deSanta Lucía, el 11 de diciembre de 1813, destrozan elórgano y la librería del convento, desnudan todas lasimágenes sagradas y un capitán se dispone a parodiar

una misa cantada «(…) revestido de alba y casulla,preparado el cáliz y una tajada de pan, todo el Altarlleno de cirios encendidos y dos oficiales que le ayu-daban y otro que subió al púlpito a Predicar, esto fueantes que entrasen en Denia estando acampados allíen Santa Lucía. Que te parece de los frutos que pue-den producir estas plantas tan católicas, esto dijeronfue por diversión, buena diversión no de Dios, no hi-cieron otro tanto los franceses, y eran unos ateístas».

Como tampoco fueron franceses, sino españoles,quienes ahorcaron al cura párroco de Pedreguer el 14de noviembre de 1813, una vez liberado el pueblo,acusado probablemente de colaborar con el invasor.

Impuestos restringidosEl obispo de Orihuela se mostró dispuesto, sobre todoal principio de la guerra, a entregar donaciones para elmantenimiento de las fuerzas armadas españolas, ymuy especialmente cuando se trataba de defender lasede del propio obispado, como el 29 de mayo de1808, en que el obispo entregó a las autoridades orio-lanas veinte mil reales de vellón y dos mulas, y el ca-bildo catedralicio otros treinta mil reales.

Sin embargo, en lo referente a los impuestos, elobispo Cebrián se mostró (como el resto de sus cole-gas en España) mucho menos generoso. Argumen-

tando que los tributos satisfechos por el Obispado leseximían de cualquier carga fiscal extraordinaria, justi-ficó que los eclesiásticos alicantinos se negaran a pa-gar los tributos ordinarios y, por supuesto, los im-puestos especiales motivados por la guerra. La JuntaSuprema de Valencia le dio la razón al obispo de Ori-huela, en un escrito fechado el 6 de setiembre de1808, remitido también a los gobernadores de Alican-te y Orihuela, «para que circulen la orden convenien-te a todos los pueblos de su partido a fin de que losAyuntamientos dejen expeditas y sin incluir en los re-partimientos de los pueblos las rentas decimales y de-más Eccos provenientes de fincas (…)».

No conformes con esto, los canónigos de la colegialde San Nicolás atosigaron al ayuntamiento alicantinocon sus peticiones para que se les pagara, de las exi-guas arcas municipales, las pensiones alimenticiasque tenían asignadas desde antiguo, con sus corres-pondientes incrementos anuales.

Muy al contrario sucedía en las poblaciones ocupa-das por las tropas francesas, como en Denia, donde elclero debía satisfacer todos los impuestos y contribu-ciones extraordinarias que imponía el gobernador ga-lo, bajo pena de prisión. El 26 de noviembre de 1812,por ejemplo, el clero vendió una noria al vecino JuanCardona, y al día siguiente el comandante francés or-denó el cobro inmediato de la parte correspondiente,que ascendía a 4.600 reales de vellón, advirtiendo quesi no era abonada al mediodía, el párroco y el cleroserían encerrados en el castillo. Media hora antes deque expirase el plazo, el cobrador Nicolás Merle reci-bió dicha cantidad en su propia casa.

Recorte de privilegiosTras gozar durante muchos siglos de una establealianza con el poder político, una profunda influenciasocial y grandes privilegios económicos, la Iglesia es-pañola se vio por primera vez amenazada de sufrir re-cortes en todos aquellos ámbitos, cuando las Cortesde Cádiz se prepararon para redactar la Constituciónque sería aprobada en 1812. Unas Cortes en las que,pese a haber muchos diputados clérigos, había unamayoría de diputados liberales.

Pero aquella amenaza en el recorte de sus privile-gios e influencias en la política y en la sociedad novenía tan sólo de los diputados liberales. Antes inclu-so de la constitución de las Cortes, los eclesiásticosalicantinos vieron como las autoridades se rebelabancontra sus deseos de imponer controles hasta en losmás insignificantes aspectos de la vida cotidiana. Unaviso de ello fue el incidente ocurrido el 6 de noviem-bre de 1808 entre el gobernador de Alicante, José deBetegón, y el deán de San Nicolás, Antonio Sala,cuando éste le pidió a aquél, en presencia del regidorFrancisco Soler de Vargas, que prohibiera la represen-tación que había anunciada para al cabo de unos díasen el teatro de la ciudad, de una compañía de cómi-cos, procedente de Zaragoza. El deán exigió que no secelebrasen comedias «estando en Alicante la reliquiade la Santísima Faz», a lo que se negaron el goberna-dor y el regidor. Dos días después de aquella agriadiscusión, el obispo de Orihuela dirigió una carta aBetegón en la que se lamentaba: «(…) es indecible elsentimiento que me ha causado esta noticia (…)»,instándole seguidamente a que cancelase los espectá-culos teatrales. Betegón y el ayuntamiento mantuvie-ron no obstante su deseo de que los alicantinos dis-frutaran de la celebración de comedias, tal como su-cedía en otras ciudades de España. El asunto se resol-vió con una tardía real orden, fechada en Sevilla el 22de febrero de 1809, en la que se le encargaba al obis-po que advirtiera al deán de que «debió conducirsecon más prudencia y menos publicidad», si bien pre-vino también al gobernador y al ayuntamiento que«sería muy conforme a lo que exigen las circunstan-cias actuales el evitar toda distracción de diversionesprofanas (…)».

Así pues, siendo conscientes del ambiente liberalque imperaba en Alicante y otras poblaciones delobispado, tanto el obispo como el cabildo catedral deOrihuela aprovecharon la Consulta al País que realizóla Comisión de Cortes en 1809, previamente a la elec-

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

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Imagen actualdel estado del

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garantizándose la pervivencia de sus rentas yposesiones; así como su influencia en la socie-dad, reclamando la capacidad eclesiástica paradecidir en todos los órdenes de la vida pública,y exigiendo incluso la restitución al clero de lafacultad de castigar determinados delitos con-tra preceptos católicos. Así, para perseguir lablasfemia, tanto el obispo como el cabildooriolano proponen la recuperación de la «ley

de San Luis», consistente en «taladrar la puerta de lalengua con un hierro hecho ascua» y condenar alblasfemo a presidio perpetuo. O lo que es lo mismo,la recuperación de las más duras e intransigentes le-yes inquisitoriales. Por lo que no es de extrañar que,dos años más tarde, la «Gaceta del Reino de Valencia»denunciara la recolecta de firmas que se llevaba a ca-bo en Orihuela, contra el decreto que abolía el SantoOficio.

Este cuerpo ideológico expuesto por el obispo orio-lano y su cabildo catedralicio fue asumido por los di-putados gaditanos contrarios al liberalismo, y si bien

fue derrotado con la proclamación de la Constituciónde 1812, tan sólo dos años después fue recuperado ensu totalidad por el gobierno absolutista de FernandoVII.

A mediados de 1812, el mariscal francés Suchet teníacomo objetivo principal impedir que los aliados an-glo-españoles cruzaran el río Júcar por el sur. Estabaconvencido de que este ataque sería inminente, unavez que desembarcaran en el puerto de Alicante lastropas inglesas y que el general español O’Donnell seencontrase con un ejército muy numeroso con que re-cuperar, desde Alicante, las poblaciones del interior,especialmente las de la Hoya de Castalla, por ser unpaso importante en la comunicación de Alicante y LaMancha. Por eso Suchet encargó al general Harispe,con cuartel general en Alcoy, que reforzase los desta-camentos franceses que tenía diseminados por la Ho-ya y alrededores.

El capitán general José O’Donnell, con cuartel ge-neral en Orihuela, tenía en efecto planeado desalojara las tropas francesas que permanecían en Ibi, Tibi yCastalla, pero no esperó al desembarco de las tropasanglo-sicilianas.

Con intención de despistar al mayor número desoldados franceses, O’Donnell ideó una maniobra dedistracción: pretendió engañar a Suchet simulandoque embarcaba el grueso de su ejército en el puertode Alicante, con vistas a atacar la retaguardia gala, enla desembocadura del Júcar. En el puerto alicantinofondeaba una poderosa flota inglesa, con catorce na-víos, al mando del almirante Carlos Adams, que en lanoche del 20 al 21 de julio de 1812 simuló partir haciaCullera, tras hacer creer que se embarcaban varios ba-tallones de soldados españoles, cuando en realidadsólo lo hizo el de Mallorca.

La situación de los ejércitosAl mismo tiempo, aquella noche y la tarde anterior semovilizó el ejército español, siguiendo las instruccio-nes del general O’Donnell, para tomar las posicionesprevistas de cara a la liberación de la Hoya de Casta-lla.

Desde Alcoy, el general Harispe tenía a la mayorparte de su división repartida de la siguiente manera:la vanguardia en Castalla, compuesta por el 7º Regi-miento en Línea y una batería de cañones, al mandodel general Delort; protegida al este, en Biar, por el13º Regimiento de Coraceros (controlando el puertodel mismo nombre), con un escuadrón desplazado enOnil, y detrás, en Ibi, por el 44º Regimiento en Línea,con dos cañones, al mando del coronel Mesclop. Entotal, 2.500 infantes y 900 jinetes.

Para atacar estas posiciones, O’Donnell distribuyóel día 20 su ejército en cuatro secciones: la del centro,con una vanguardia que llegó desde Agost hasta me-dia legua de Castalla, a cargo de los batallones de LaCorona y Guadix, además de un escuadrón de caba-llería de la 2ª Provisional en Línea y dos piezas de ar-tillería a caballo, al mando del brigadier Luis Michele-na; la reserva, que se colocó detrás de la anterior, en laVenta de Tibi que había en el camino a Castalla, com-puesta por los batallones de Badajoz, Cuenca y Guar-dias Walonas, más un escuadrón de caballería de la 2ªProvisional en Línea, al mando del brigadier condeMontijo; la del ala derecha, mandada por el generalFelipe Roche y formada por los batallones de Burgos,Canarias, Chinchilla y Voluntarios de Alicante, más 50jinetes alicantinos y 30 zapadores, que llegaron desde

Primera batallade Castalla

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ción de diputados, para responder con sen-dos informes en los que exponían sus opinio-nes y deseos. En el archivo municipal de Ori-huela se conservan las copias de aquellas res-puestas, la primera enviada por el Cabildo ca-tedralicio en setiembre de 1809, y la otra almes siguiente por el obispo oriolano, Francis-co Antonio Cebrián.

Ambos informes coinciden, como era de es-perar, en las cuestiones más relevantes. Frente a lospronunciamientos de claro signo reformista de otrasinstituciones, los jerarcas eclesiásticos de Orihuelaconsideran que el principal cometido de las Cortesdebe ser la protección de lo religioso.

Si bien el obispo Cebrián coincide con los liberalesrespecto a la necesaria reforma de las órdenes religio-sas, en todos los demás asuntos discrepa diametral-mente de las medidas que propugna el liberalismo.En la enseñanza, por ejemplo, debería ser conforme ala doctrina cristiana y controlada completamente porel clero; los bienes de la Iglesia debían ser intocables,

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

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La Prensaras el estallido de la guerra, el fervor patriótico impulsó amuchos alicantinos a quemar los periódicos editados enMadrid por las autoridades francesas por considerarlos

subversivos. En Elche se hizo de forma organizada: la propiaJunta de Gobierno, entre los días 9 y 11 de junio de 1808, publi-có un bando en el que ordenaba a aquellos particulares que tu-vieran en su poder tales periódicos, los entregaran al secretariode la Junta para proceder a quemarlos públicamente. En Alican-te, por el contrario, la quema de los periódicos madrileños sehizo de manera mucho más espontánea. El 13 de aquel mismomes, durante uno de los motines populares, un grupo de veci-nos quemó ejemplares de la Gaceta editada en Madrid, en lamisma estafeta de correos, situada en la calle de Labradores.

No sucedió lo mismo con los periódicos editados en Alicante(única ciudad de la actual provincia alicantina donde se impri-mían en 1808), tirados en una de las dos imprentas que existíanentonces: la de José Santamaría y la de Nicolás Carratalá, estaúltima situada en la calle Toneleros (ahora Jorge Juan), pegadaal Ayuntamiento.

Precisamente fue Nicolás Carratalá el editor y propietario delprimer periódico que se publicó en Alicante, aparecido en 1793,una vez a la semana, con el título de La Gaceta de Alicante y delque no se conserva ningún ejemplar.

De la otra imprenta, la de José Santamaría, salió El CorreoMercantil, del que tampoco nos ha llegado ningún ejemplar.

Durante la guerraSe ignora cuánto tiempo estuvieron publicándose La Gaceta deAlicante y El Correo Mercantil, por lo que tampoco se sabe concerteza si alguno de ellos todavía salía cuando se declaró la gue-rra de la Independencia.

Sí que se conoce, sin embargo, el extraordinario auge que al-canzó la prensa como consecuencia de las medidas adoptadaspor las Cortes de Cádiz, gracias a las cuales se gozó de una ma-yor libertad de opinión (tras la abolición de la censura de la im-prenta), favoreciendo la aparición de nuevos periódicos. En Ali-cante, este auge periodístico fue aún mayor al permanecer librede la invasión francesa y al haber una gran demanda de noticiassobre el desarrollo de la guerra y los acuerdos tomados en lasCortes, que ocupaban buena parte de las cuatro u ocho páginas,a una sola columna, de los periódicos. Como el Diario Mercan-til, fundado en noviembre de 1809 por Nicolás Pérez, catedráti-co de la Universidad de Valencia, que vino a refugiarse a Alican-te. Constaba de cuatro páginas y parte del dinero recaudadocon su suscripción se destinó a ayudar a los presos pobres.Cuando en mayo de 1810 se fue su fundador de Alicante, lesustituyeron como redactores el dominico Pedro Morales y elcarmelita descalzo Juan de la Cruz, si bien al año siguiente sólofiguraba ya el último.

Durante 1810, Nicolás Carratalá imprimió, tres veces al mes,Décadas Alicantinas, del que tampoco se ha conservado ningúnejemplar. Como tampoco nos ha llegado el Suplemento al Dia-rio de Alicante, impreso igualmente por Carratalá el 30 de mayo

de 1810, y cuyas dos hojas se dedicaban a una oda en recuerdoal levantamiento habido en la ciudad dos años antes.

En 1811 salió también de la imprenta de Nicolás Carratalá eHijos el Diario Patriótico de la ciudad de Alicante, del que seconserva el número 48, correspondiente al domingo 17 de fe-brero. En este mismo año de 1811 apareció Extractos de losDiarios de Alicante, pero impreso en Valencia.

Décadas Filológicas de Alicante tuvo una vida corta. Publica-do cada diez días, sólo salieron a la luz tres números, corres-pondientes al 3, 13 y 23 de agosto de 1811. Pero, además de su-perar con mucho el número de páginas de los demás periódicos(entre 30 y 40), destacó por reflejar fielmente la ideología liberal.En su último número publicó la Declaración de los Derechosdel Hombre, en la que se asumía «por entero los principios dela Revolución francesa, que en este caso se completan con ele-mentos tomados del radicalismo inglés», según La Parra, «loque da idea de su talante comprometido y precoz para la época,una actitud que quizá contribuyó a su temprana desaparición»,dice el también historiador Rafael Zurita.

Otro periódico importante de la época, y de mayor duración,fue El Imparcial. Constaba sólo de cuatro páginas, pero su apa-rición era diaria, a partir del 15 de agosto de 1811. Fue la «vozde los liberales» hasta que Fernando VII restableció el absolutis-mo, a cuya doctrina sirvió a partir de su número 156, de 6 de ju-nio de 1814, según afirma Vicente Ramos.

El último en aparecer aquel año de 1811 fue el Boletín Patrió-tico, del que tampoco se dispone actualmente de un solo nú-mero. Fue creado por decreto del Consejo de la Regencia el 17de setiembre, siendo su redactor Antonio Buch.

Como consecuencia de la ocupación francesa de la capital delreino valenciano, la Gaceta de Valencia pasó a ser editada bajola dirección de los colaboradores del mariscal Suchet. Losmiembros de la Junta Suprema que se refugiaron en Alicantequisieron darle réplica con la Gaceta del Reino de Valencia, pu-blicada en la capital alicantina durante un año y dos veces a lasemana (miércoles y sábados), desde el 25 de julio de 1812 al 17de julio de 1813, si bien siete días antes parece que salió tam-bién en Valencia, ya liberada. Sus 56 números alicantinos se im-primieron repartidos entre el establecimiento de la Viuda de Es-paña (hasta el 23 de setiembre de 1812) y el de Nicolás Carrata-lá e Hijos. Y, según el cronista Nicasio C. Jover, «anatematizabade continuo los actos de barbarie con que el ejército invasoratropellaba a los pacíficos habitantes de las aldeas circunveci-nas, y mantenía vivo el entusiasmo por la libertad».

Por fin, el Semanario Mercantil de la Ciudad de Alicante, fueel último periódico en ver la luz, antes del final de la guerra. Lohizo el domingo 7 de marzo de 1813, con ocho páginas, impre-so por Nicolás Carratalá e Hijos, y al precio de un real de vellón(las suscripciones costaban 12 reales al trimestre y 24 al semes-tre, recibido en casa). Compaginaba la opinión política (con en-tusiastas defensas de las ideas liberales) con la informaciónmercantil (evolución de la moneda y entradas y salidas de losbarcos en el puerto). Se conservan el prospecto (anuncio brevede su aparición) y un número.

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Portada delperiódicoDécadas

Filológicas deAlicante.

(Canelobre, 43)

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTEBatalla de Castalla (1812)

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Guadix), seguidos por los del ala izquierda (Bailén,Alcázar y Lorca), mandados por Michelena y Miyares,respectivamente, avanzando hacia Castalla, en cuyascalles entraron los primeros por el centro y los segun-dos por el oeste, en tanto los franceses retrocedíanhasta abandonar el pueblo, siguiendo el plan de De-lort. Los coraceros del 13º Regimiento simularon huirhacia la ladera suroeste del Cabezo del Plá, seguidosde sus compañeros del 7º Regimiento en Línea.

Entusiasmada por lo que creía una rápida victoria,la infantería española persiguió a los huidizos france-ses. Los batallones de Miyares salieron de Castalla yllegaron al lugar elegido previamente por Delort, condos puentes sobre el río Verde que debían cruzar siquerían continuar persiguiendo al enemigo. En unode aquellos puentes, cruce de los caminos a Ibi y Onil,junto a la Casa del Pont, mandó colocar Miyares dos

cañones, mientras los batallones deBailén y Alcázar cruzaban dichopuente. Entretanto, los batallones deMichelena, La Corona y Guadix, ha-cían lo propio por el otro puente. De-trás, quedaban los batallones de re-serva mandados por el conde deMontijo, al tiempo que el batallón deLorca ocupaba el pueblo de Castalla.Por su parte, la caballería de la 2ª Pro-visional en Línea se quedaba en la re-taguardia, cumpliendo unas órdenesdesconcertantes del mismísimoO’Donnell.

Ya frente al Cabezo del Plá, en elLlano de Flores, los batallones de LaCorona y Guadix se desplegaron paracontinuar su avance, pero fueron ba-tidos por la batería francesa que ha-

bía en lo alto del cerro, cuyos artilleros habían ensaya-do el tiro durante la tarde anterior. Simultáneamente,la infantería francesa del 7º Regimiento en Línea dejóde aparentar que huía para enfrentarse a los españo-les en formación, apoyados por los coraceros del 13ºRegimiento, a quienes se habían unido los jinetes en-viados por Mesclop desde Ibi. El resultado fue unaauténtica masacre. Los españoles huyeron en des-bandada perseguidos por los coraceros, jinetes cor-pulentos y con corazas sobre monturas pesadas,que les fueron aniquilando con sus sables.

Mientras esto ocurría en el Llano de Flores, losdragones franceses del 24º Regimiento, que habíanpermanecido escondidos en el olivar que había jun-to a la ermita onilense de la Virgen de la Salud, ro-deó el armajal para sorprender por el oeste a los ba-tallones españoles de Bailén y Alcázar, así como losdos cañones que había junto a la Casa del Pont. Losespañoles resistieron la primera embestida pero losdragones terminaron por cruzar el puente y se apo-deraron de las dos piezas. A continuación, y a seme-janza de lo que sucedía en el Llano de Flores, la ca-ballería francesa persiguió a los soldados españolesque huían desesperados hacia Castalla, acuchillán-dolos a placer.

Masacre en las calles de CastallaIncluso los despavoridos soldados españoles que lo-graron llegar en desbandada a Castalla, apenas pro-tegidos por los dos escuadrones del Provisional enLínea, fueron «cazados» en las calles por la caballeríae infantería gala. Algunos de ellos trataron de refu-giarse en el castillo, pero fueron hechos prisionerospor los franceses del batallón Herremberger. Muy po-cos fueron los que salvaron la vida. En el número 8-10de la calle Mayor de Castalla, en la fachada de la casaque era de Tomás Rico Esteve, hay una placa con la si-

guiente leyenda: «Un soldadose escondió aquí salvando la vi-da, pese a que todos los drago-nes franceses, le tiraban su cu-chillada destrozando sólo su ca-pote». Curiosamente, aquellacasa era la que el general Delortutilizaba como residencia. En laplaza de Gasparrico hay otra lá-

pida que dice lo siguiente: «El coronel D. Juan Pirezmuere atravesado por un sable de un dragón francés,después de haberse rendido», y otra en el Portal deOnil, que recuerda: «Regimiento de Bailén lucha conhonor y valentía, entre ellos su Sargento Mayor D.Antonio Merlo, pero los sables franceses acaban consu vida, siendo víctimas además 6 oficiales y más decien soldados». Nada pudieron hacer por aquellos fu-gitivos las tropas de la reserva española, ya que habí-an retrasado su marcha desde la Venta de Tibi y, unavez que se aprestaron a combatir, los batallones deBadajoz, Cuenca y Guardias Walonas fueron arrolla-dos por los coraceros y dragones galos, retirándose endesorden. Todavía más tarde llegó la caballería espa-ñola (regimiento de húsares y dragones) del ala iz-quierda por el camino de Biar, al mando del coronelSantisteban. Eran las 7 de la mañana.

Acabada esta matanza en Castalla, la caballeríafrancesa marchó hacia Ibi, en cuyas calles ya habíanentrado las fuerzas españolas del general Roche. Esterefuerzo, más la llegada desde Alcoy del general Ha-rispe, al mando de 1.500 infantes del 116º Regimientoen Línea y 70 jinetes del 13º de Coraceros, obligó aRoche a ordenar la retirada. Una retirada que se hizoprimero ordenadamente, pero que luego, hostigadosdesde lo alto de la sierra (Alt del Soldat) por un fuegovivo de fusil, se realizó en desbandada, hacia Alicante.

El general Delort, que, como decíamos antes, usabacomo cuartel general en Castalla una casa de la calleMayor, creyó al principio de aquella jornada que «qui-zás comería prisionero en Alicante», según le dijo aldueño de la casa en que se hospedaba, Tomás Rico,pero al final regresó triunfante y «porque la perra ca-ballería española no había auxiliado a la infantería»,tal como recuerda otra lápida en la fachada. Lápidasque se colocaron en el año 2005, con ocasión de la ce-lebración de las primeras jornadas de recreación delas batallas de Castalla, en las que participaron cercade cuatrocientas personas procedentes de España,Francia, Gran Bretaña, Portugal, Rusia y Estados Uni-dos.

Jijona hasta las afueras de Ibi por el camino del Estre-cho Rojo; y la del ala izquierda, con la infantería for-mada por los batallones de Bailén, Alcázar y Lorca,más 30 zapadores, que al mando del brigadier Fer-nando Miyares cruzó la sierra del Cid desde Petrer,más la caballería compuesta por los regimientos pro-visionales de Húsares y Dragones, al mando del bri-gadier Rafael Santisteban, que desde Monóvar, pa-sando por Sax, fueron a posicionarse en la entrada deBiar. En total, 10.103 infantes y 1.011 jinetes.

El campo de batallaEs decir, que las tropas españolas casi cuadriplicabanen número a las francesas, con especial ventaja en in-fantería. No obstante, el general Delort supuso acer-tadamente que los españoles no podrían emplear to-dos sus efectivos si él sabía elegir bien el campo debatalla. Se hallaba bien situado en Castalla, una po-blación con algo más de tres mil habitantes, disfru-tando de la excelente defensa que le daba el castillo yla situación elevada del pueblo (en la ladera de la co-lina en cuya cumbre está la fortaleza). Pero temiendoque el ejército español acabara envolviéndole y ase-diándole, Delort decidió por fin abandonar Castallapara presentar batalla en campo abierto, seguro deque sólo se enfrentaría a la seccióncentral española, con parecidas fuer-zas a las suyas. El ala izquierda deO’Donnell se hallaba demasiado ale-jada, al otro lado del puerto de Biar, yel ala derecha tendría primero quevencer la resistencia que las tropasdel coronel Mesclop le presentaríanen Ibi. Y Delort acertó, pues eligiómuy bien el campo de batalla, colo-cando sus tropas en un lugar de ac-ceso estrecho y difícil, por el que losespañoles se vieran obligados a alar-gar sus filas.

El lugar escogido por Delort se ha-lla entre Castalla y Onil, por dondecruza el río Verde, y entre el armajalque había al norte y el Cabezo delPlá, en la carretera de Ibi. Siguiendosus instrucciones, el 24º de Dragones, acantonado enBiar, se reunió de madrugada con la avanzadilla queeste regimiento tenía en Onil. Además, mandó insta-lar la tarde anterior la batería de cañones en lo altodel Cabezo del Plá, un cerro desde el que se dominatoda la llanura de Castalla.

La acción de IbiAquella madrugada del día 21 de julio, los tres milhombres que mandaba el general Felipe Roche seaprestaron a tomar Ibi, un pueblo de casi 3.500 habi-tantes bien defendido por los 1.500 infantes y 150 ji-netes dirigidos por el coronel Mesclop. Eran menoslos defensores que los atacantes pero aquellos se ha-cían fuertes al abrigo de un pueblo cerrado y guarne-cido con dos cañones emplazados en un pequeñofuerte, junto a la ermita.

Roche tomó posesión en las últimas estribacionesde la sierra y avanzó las compañías de Voluntarios deAlicante, sostenidas por el batallón de Burgos, hastael pequeño barranco en que comienza la llanura deIbi. Pero este ataque fue contenido a la entrada deldesfiladero por los «voltigeurs» (tiradores de granmovilidad) del 44º francés y un pelotón de coraceros,apoyados por los dos cañones.

La orden que tenía Mesclop era impedir el avancede las fuerzas de Roche, para evitar que se unieran alas de la columna central, mandada por Michelena, enCastalla. De ahí que el coronel galo alargase la refrie-ga en Ibi, con nutridas descargas de fusilería a largadistancia. Mientras tanto, envió a su pelotón de caba-llería en ayuda de Delort.

La acción de CastallaAl mismo tiempo que Roche atacaba Ibi, rompieron elfuego los dos batallones del centro (La Corona y

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

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Placaconmemorativade la primera

batalla deCastalla

Retrato delgeneral JoséO’Donnell.(Historia

Provincial deAlicante)

Portada delManifiesto del

brigadierSantisteban.

(Oficina deTurismo de

Castalla)

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El Manifiesto de SantistebanPero, ¿por qué no acudió a tiempo la caballería espa-ñola del ala izquierda? El general José O’Donnell de-claró en el parte que envió desde Orihuela, el 30 dejulio, a la Junta de Regencia: «La victoria hubiese sidonuestra si el Brigadier D. Rafael Santisteban, Coman-dante de los 763 caballos, que según estadillo tenía elala izquierda, hubiera obrado con arreglo a las órde-nes instrucciones que tenía, pero faltó a ellas (…) y deaquí resultó que no asistió nuestra caballería, paracontener a la de los enemigos, que fue lo que decidióla acción a su favor. Es justo por tanto el haber sus-pendido de todo mando al Brigadier Santisteban, co-mo hice». Por otra parte, en el escrito por el que le co-municaba los cargos en su contra, O’Donnell repro-chaba a Santisteban que «la caballería de Biar, que V.S.debía observar, es precisamente la que vino (por Onilsegún creo), a desbaratar los dos únicos escuadronesque teníamos en el campo de Castalla; y cargando pordos veces sobre nuestra infantería, la arrolló en la se-gunda carga, porque no tenía el apoyo de esta arma,de donde resultó la pérdida de la acción (…)».

Además de redactar varios informes en su descargo,Santisteban (brigadier de 29 años de edad y con 18 debuenos servicios) firmó el 1 de septiembre de 1812, enAlicante, un Manifiesto que fue impreso por Nicolás

Carratalá e Hijos, con el que trató de demostrar suinocencia.

Como ya sabemos, el brigadier Rafael Santisteban,al mando de los regimientos de húsares y dragones,salió a las 6 de la tarde del día 20 de julio de Monóvar,pasó por Sax, y llegó a Villena a las 2 de la madrugadadel día siguiente. Desde allí avanzó una vanguardiahasta las cercanías de Biar, donde había, según infor-mación de confidentes, más tropas francesas de lasesperadas; pues, en vez de los 200 jinetes y otros tan-tos infantes que se suponían, había «400 dragones; ytres compañías de infantería nº 7, compuesta cadauna de más de 100 plazas, y contaba con la seguridaddel escarpado Biar y con la ventajosa posición delpuerto de éste, que no es otra cosa, que un desfiladerode hora y media de camino, estrechado de cerros, ymontes a una y otra parte, y que solo permite dos ca-ballos de frente». Como en las instrucciones reserva-das que Santisteban había recibido (firmadas por elpropio O’Donnell cuatro días antes), en su artículo 3º,se le decía que sólo debía atacar a la caballería enemi-ga, donde se le presentase, si ésta era inferior en nú-mero y con posibilidad de vencerla, «y aun en este ca-so, la caballería debería ser protegida por batallones»,decidió no atacar, pues contaba con 545 jinetes (otros218 estaban inutilizados o desplazados en misiones

de escolta y apoyo a otras unidades), y además nocontaba con la protección de infantería, lo que le co-locaba en una situación claramente inferior al enemi-go. Según esto, la única forma de cumplir las órdenesrecibidas era no atacar al destacamento francés deBiar.

Eran las dos y media de la madrugada y Biar, unapoblación de poco más de 1.700 habitantes, segúndescubre Santisteban «(…) a lo lejos, y desde Villena,nos presenta todo el grupo voluminoso de su caseríoque a proporción de aproximarnos, se nos va ocultan-do. Así le encubren los dos montes, entre los cualesestá situado en el boquete de su puerto entre pinares,y arboledas, que le ocultan hasta en su misma puerta(…)». Así que Santisteban ordena apostar a sus gue-rrillas para observar al enemigo, «(…) a media leguade Biar; las tinieblas de la noche y lo peligroso del te-rreno, no permitían mayor aproximación, y no se pu-do saber el estado de fuerza enemiga hasta entre las 4y las 5 de la mañana (…)», momento en que descu-brieron que la caballería francesa había partido, unashoras antes, hacia Onil. Entonces Santisteban ordenaavanzar a su caballería al galope, hasta que, ya en eldesfiladero del puerto, lo hace con mayor precaución,llegando a la Hoya de Castalla cuando la caballeríagala ya había aniquilado a la infantería española. Eranlas 7 de la mañana del día 21. «A este tiempo observécon admiración, que el fuego había cesado en la partede Castalla, y que solo se sentía a lo lejos hacia Ibi»,donde las tropas de Roche todavía resistían, antes dehuir hacia Alicante.

Resultado y repercusionesDe modo que el brigadier Santisteban se limitó acumplir las órdenes de O’Donnell, si bien su actua-ción podría haber sido más afortunada, advirtiendoantes que la caballería francesa había abandonadoBiar. Sin embargo, en el proceso celebrado en Valenciael 31 de enero de 1814, el único jefe que fue reprendi-do de los que intervinieron en aquella batalla, fue elbrigadier Santisteban. A pesar de ello, el verdaderoculpable de aquella terrible derrota fue el general JoséO’Donnell. Suyas fueron las órdenes que cumplióSantisteban; suyas fueron las decisiones erróneas du-rante la acción, como el retraso en la intervención dela caballería del 2º Provisional en Línea, y el retrasocon que avanzaron los batallones de reserva, debido,como él mismo explicó en el informe que elevó a laJunta de Regencia, a la tardanza con que llegó «elpan, que debían de tener, desde la tarde anterior, por-que habían faltado medios para el transporte», lo quedenota una grave falta de organización, previsión ycoordinación, que motivó asimismo que fueran a lalucha en ayunas los batallones de vanguardia: «de LaCorona y Guadix no recibieron tampoco las racionespor falta de transportes».

Según el artículo 9º de las Instrucciones Reservadasque O’Donnell envió el 18 de julio a sus generales yjefes de las secciones, «es importante que las tropastengan vino, o aguardiente en cantidad moderada, eldía de la acción, y que se hable al soldado para elec-trizarle, y persuadirle que todo se conseguirá por suvalor y disciplina. Dígase al soldado, que no basta ex-clamar, que muera Napoleón, sino que es menestermatarlo». Pero no sólo no se electrizó a la tropa convino o aguardiente, sino que, debido a la descoordi-nación, tampoco se le alimentó.

La victoria francesa fue celebrada en muchas de laspoblaciones ocupadas por el ejército imperial (comoValencia y Denia). Por el lado español, este rotundofracaso en la primera batalla celebrada en tierras ali-cantinas, tuvo un balance tremendo, pues, tal comoescribió el mariscal Suchet en sus Memorias, sus pér-didas igualaban el número de soldados franceses quehabían combatido contra ellos: 1.200 muertos y 2.800prisioneros.

El descalabro de esta primera acción o batalla deCastalla tuvo una repercusión política y militar. El ge-neral José O’Donnell fue destituido como máximoresponsable de los ejércitos españoles de Valencia yMurcia, y su hermano Enrique hubo de dimitir comomiembro de la Regencia.

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

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Casa de la calleMayor deCastalla, dondeestuvo el cuartelgeneral francés

En la primerabatalla deCastalla

murieron1.200 soldados

españoles yotros 2.800

fueron hechosprisioneros

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de las tropas acantonadas en Aspe, recaudando tres-cientos reales vellón entre los ibenses, para pagar dosfanegas de cebada diarias.

Las autoridades de Villena también se vieron ago-biadas por las frecuentes órdenes que les mandaba elintendente del reino de Murcia, como la fechada el 17de setiembre de 1810, en la que les apremiaba en elenvío de «la tercera parte de la plata y oro de los parti-culares en el término de ocho días, y de otro modosufrirán la pena de confiscación del oro y la plata conla multa de un cuarto de su valor». Orden y amenazasque se repitieron el 26 de marzo del año siguiente,cuando el intendente murciano volvió a dirigirse alayuntamiento de Villena para mandarle «que se efec-túe el préstamo forzoso de oro y plata labrada entrelos vecinos y que se remitan los nombres de aquellosque, aun teniendo, se niegan a contribuir para proce-der contra ellos».

Doble fiscalidadVillena, como casi todas las poblaciones de la actualprovincia alicantina, estuvo sometida en 1812 a unadoble fiscalidad: la española y la francesa. Aunquecon una pequeña diferencia: mientras los intendentesespañoles amenazaban con multas y confiscacionespor el impago, los oficiales imperiales solían emplearmedios más explícitos y enérgicos para recaudar dine-ro en los pueblos que ocupaban: o pagaban, o las au-toridades locales eran encarceladas y el resto de losvecinos veían sus casas saqueadas e incendiadas. El 4de abril de aquel año de 1812, el ayuntamiento ville-nense se reunió por primera vez desde que la ciudadfuera conquistada por los franceses, para atender losapremios del general de la división Barón Delort «deganado y de contribución de 100.000 reales, amena-zando con la fuerza militar». El 26 de octubre decidie-ron los regidores crear «un fondo para atender los pe-didos y exigencias del ejército francés». Exigencias quea veces eran calificadas de inauditas, como la que mo-

tivó la reunión consistorial del 7 de setiembre, en laque se trataron los «dos apremios inauditos de sumi-nistros para el ejército francés, que se encuentra enFuente la Higuera y como la ciudad sabe que todavíaquedan granos del diezmo escondido, acuerdan bus-carlo y mandar algún dinero de la venta del vino». Pa-ra hacer frente a las continuas exigencias del ejércitoinvasor, el ayuntamiento acordó el 15 de diciembre«formar una junta para atender las peticiones de losfranceses».

Algo muy parecido ocurrió en el resto de las pobla-ciones alicantinas en aquel año funesto de 1812. Co-mo ya sabemos, hasta 79 veces entraron las tropasfrancesas en Elda, entre marzo y agosto. En este tiem-po tuvieron los eldenses que entregarles cincuentamil reales en efectivo en abril y otros tantos en junio,además de grandes cantidades de pan, vino, harina,aceite, piensos para la caballería, etcétera, con un totalde 741.445 reales desde el principio de año hasta oc-tubre.

A todo esto, las poblaciones del reino de Valenciaocupadas (todas lo fueron en algún momento, excep-to Alicante), se vieron obligadas a satisfacer, en la par-te que les correspondía, la multa de doscientos millo-nes de reales que les impuso el mariscal Suchet trastomar Valencia, pero con el nombre eufemístico deContribución Extraordinaria. Hasta el pequeño pue-blo de Llíber hubo de hacer frente a dicho pago. Coneste motivo, su alcalde ordinario, Antonio Rubio, re-caudó 6.987 reales de vellón, que entregó el 16 deabril de 1812. Se sabe esto porque ha llegado hastanosotros un documento de la época, que trata delproceso judicial efectuado contra este alcalde de Llí-ber, en el que se le exigía que rindiera cuentas de lascontribuciones por él percibidas en 1812, para soste-ner a las fuerzas francesas de las plazas de Denia, Be-nisa y Altea (proceso judicial que sabemos sufrieronotros muchos alcaldes de villas ocupadas, como elibense Teodoro Botella). Pues bien, en este documen-to se informa de que Antonio Rubio pagó, entre fe-

En los primeros meses de guerra el entusiasmo pa-triótico favoreció la recaudación de dinero con finesbélicos, muchas veces de forma voluntaria y median-te generosas donaciones. El primer empréstito forzo-so asumido por el reino de Valencia, de cuarenta mi-llones de reales, fue distribuido entre todos los muni-cipios en junio de 1808 y satisfecho plena y rápida-mente. Pero, a medida que se alargaba la guerra y serepetían, cada vez con mayor frecuencia, las contribu-ciones extraordinarias, que se unían a la tributaciónordinaria y a los gastos cada vez mayores por la subi-da constante de los precios y el mantenimiento de lastropas, hizo que el entusiasmo general fuera trocán-dose, poco a poco, en indiferencia, y luego en amar-gos lamentos e intentos por evadir el pago de im-puestos.

A la Real Contribución Equivalente (que se distri-buía entre los propietarios) había que añadir otros tri-butos que se pagaban por diversos productos, comola sal, que se sacaba anualmente del alforín de Alican-te para repartirlo no sólo en esta ciudad, sino en mu-chos otros pueblos, y que suponía un importante in-greso para la Hacienda. Además, se creó una nuevafiscalidad que no fue asumida favorablemente por losgrupos privilegiados. El clero, como ya hemos visto,eludió el pago de las contribuciones extraordinarias.

A partir de 1809, con el ejército invasor ocupandocasi toda España, las quejas por la constante presiónfiscal empezaron a convertirse en protestas y morosi-dad en el pago. Hasta el pueblo llano, que no pagabaimpuestos directos, padeció la inflación de los precios.El 29 de mayo de aquel año el intendente general hi-zo un desesperado llamamiento al espíritu patrióticopara que se hicieran nuevas donaciones. El estado dela Hacienda Pública era desastroso y las remesas dedinero provenientes de América comenzaban a peli-grar por culpa de los primeros brotes independentis-tas que se producían en aquel continente. El resultadode aquella recaudación voluntaria ya no fue tan satis-factorio como las anteriores.

Las clases acomodadas empezaron a sortear el pa-go de muchos tributos ocultando riquezas o recu-rriendo a influyentes recomendaciones. Además, losprincipales contribuyentes, nobles y comerciantes,pagaron muchas veces con billetes (títulos de deudapública) que, en la práctica, tenían escaso valor. Eranpor tanto los artesanos, profesionales liberales y pro-pietarios rurales los que pagaron los impuestos enmetálico (estos últimos eran obligados, además, a do-nar víveres para el mantenimiento de las guerrillas), y,por supuesto, el pueblo llano, que lo hacía de formaindirecta y a través de los precios, cada vez más altos,por repercutir en ellos los comerciantes sus pagos fis-cales.

Ciudades cuartelesEl esfuerzo contributivo llegó a ser muy agobiante enlas ciudades donde se alojaban las tropas aliadas. Enlos archivos municipales de Elche, donde se hallaba elcuartel general de la caballería española, existen nu-merosos expedientes que tratan de los muchos pagosque los ilicitanos debieron hacer entre los años 1810 y1813, por contribuciones ordinarias y extraordinariaspor préstamos forzosos, así como diversos repartospara satisfacer gastos en la compra de suministros pa-ra el ejército. A tal estado de ruina económica llega-ron a estar los ilicitanos que, en diciembre de 1811 lesfueron condonados los pagos de la Equivalente.

A veces, estos gastos eran tan frecuentes, que laspoblaciones que albergaban a las tropas debían serayudadas por sus vecinas. Así ocurrió en Ibi, cuyoayuntamiento contribuyó en 1811 con el suministro

Impuestos ydonaciones

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

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Algunaspoblacionestuvieron que

pagarimpuestostanto a las

autoridadesespañolascomo a lasfrancesas

Desembarco aliado en Alicantel 9 de agosto de 1812 arribó al puerto de Alicante una fuerzaexpedicionaria que, de no haberse retrasado (o haber espera-do su llegada el general O’Donnell), con toda seguridad ha-

bría contribuido a cambiar el resultado de la acción bélica llevada acabo en Castalla el mes anterior. De los numerosos navíos británicosdesembarcaron, a lo largo de las veinticuatro horas siguientes, losseis mil soldados anglosicilianos que, al mando del teniente generalinglés Tomás Maitland, venían de Palermo, así como cuatro mil sol-dados españoles procedentes de Mallorca, encabezados por el gene-ral Santiago Whittingham.

Los recién llegados se unieron a los cuatro mil supervivientes de labatalla de Castalla y los mil jinetes que, mandados por el general Ro-che, se hallaban acantonados en Alicante. Tan enorme contingentemilitar supuso una gran ayuda para la defensa de la plaza, pero tam-

bién agravó muchísimo el problema ya existente de falta de aloja-miento y escasez de alimentos para las personas y la caballería. Ca-ballería que además era insuficiente, ya que se necesitaban acémilaspara arrastrar los carros con suministros y las piezas de artillería. Todoello contribuyó a que, al mismo tiempo que los oficiales y la tropa sealojaban en casas particulares, en los claustros de San Nicolás, en elmonasterio de Santa Verónica (cuyas religiosas se habían trasladadoal convento de las agustinas) y en los pueblos próximos, acudieran aAlicante numerosos especuladores de todo el territorio alicantino yaun de más allá. Los precios de los artículos de primera necesidadexperimentaron una subida notable, provocando los subsiguientesdesmanes, y durante los cuatro meses que permanecieron acantona-das en la ciudad las divisiones dirigidas por los generales Maitland yWhittingham, hubo comerciantes que hicieron grandes fortunas.

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da les faltó. Pero fue esta una de las últimas veces enque los oriolanos recibieron con tanto entusiasmo alas tropas que venían de fuera. Pronto la falta de víve-res convirtió la hospitalidad en fastidio, tanto en Ori-huela como en las demás poblaciones alicantinas,pues hasta la imprescindible galleta con la que bási-camente se alimentaban los soldados, milicianos yguerrilleros, empezó a escasear y a encarecerse por nohaber apenas harina. La galleta era un pan plano, an-cho como la palma de la mano, de masa dura y secaque se conservaba bastante tiempo, y que servía deavituallamiento para los soldados como ración diaria.

Para que no faltase el trigo ante un eventual ataquey asedio francés, en marzo de 1809 el ayuntamientode Alicante se gastó 32.690 reales en la construcciónde un molino de viento en el cerro de la Montañeta. Ycinco meses más tarde se acordó construir un mata-dero en el arrabal Roig, en la playa de Santa Ana, alpie del cerro del Molinet.

Pero la guerra se fue prolongando y tanto Alicantecomo las demás poblaciones de su actual provinciaempezaron a asfixiarse en un sufrimiento diario queles hacía debatirse entre la subsistencia y las obliga-ciones patrióticas. Los almacenes en los que se hacíaacopio de comestibles procedentes de las huertas ali-cantinas empezaron a vaciarse, pues muchos cultivosfueron abandonados al alistarse la mayoría de loshombres en el ejército o en las partidas milicianas yguerrilleras. Entonces se recurrió a importar los víve-res del extranjero, en buques que atracaban en losprincipales puertos que recorren la costa desde Deniahasta Torrevieja.

La guerra no obstante impidió la llegada regular delos buques extranjeros, por lo que la amenaza delhambre pronto empezó a planear por los pueblos ali-cantinos. El 9 de noviembre de 1809 se reunió elayuntamiento de Jijona para tratar un solo y urgenteasunto: la falta de cereales.

Pero la escasez de granos no podía impedir el abas-tecimiento del ejército, imprescindible para derrotar alenemigo, por lo que los esfuerzos se redoblaron coneste objetivo. En Elche, donde ya se arrastraban pro-blemas desde enero de 1809, por la falta de harina ycebada para suministrar las raciones diarias a las tro-pas acantonadas y a las transeúntes (con gastos dia-rios que oscilaban entre diez y once mil reales de ve-

llón, a cargo de los vecinos), aumentaroncon el paso del tiempo estos proble-mas, a la par que aumentaban lastropas que debían alimentarse. Co-mo las mandadas por el general Bla-ke, en agosto y setiembre de 1810; ocomo los regimientos de caballería(Numancia, Granaderos), que en 1811tenían su cuartel general en la villa ili-citana.

Ya en agosto de 1812, un mes des-pués de la primera batalla de Castalla,la división del general Roche volvió aacantonarse en Jijona. Como siempre,los oficiales fueron hospedados en casasparticulares, mientras que los soldadosacamparon o fueron alojados en casasde campo. Pero los gastos para sustentara estos tres mil hombres agobiaron so-bremanera a los jijonencos. Había quealimentarlos y suministrarles leña, paja,etcétera, y todo ello angustiaba tanto alayuntamiento, que basta echar una ojeadaa las actas de aquellas fechas, para com-probarlo: «falta de comestibles» (20 de oc-tubre), «situación angustiosa para suminis-trar víveres a la división de Roche» (21 deoctubre), «aumentan las penurias» (31 deoctubre)… El 20 de enero de 1813, ante lagravedad de la situación, el ayuntamientode Jijona se reunió una vez más para tratarsobre el mantenimiento del ejército. Se lle-vaban varios días suministrando 1.030 racio-nes diarias a las tropas, lo que suponía ungravamen que no podía aguantar la ciudad,exhausta y en la más rotunda pobreza. Des-esperados, los regidores deciden negociar con

brero y marzo de aquel año, casi cuatro mil reales devellón en raciones para las tropas francesas acuartela-das en el convento franciscano de Benisa; y que el 20de abril entregó otros 40 reales para los gastos de for-tificación de dicho convento. Pero también gracias aeste documento sabemos que Rubio entregaba almismo tiempo dinero a las guerrillas españolas. Así,Antonio Peña, comandante guerrillero que venía deAlicante, afirmaba haber recibido el 31 de marzo cienreales de vellón como contribución, de manos del al-calde de Llíber.

Por estar ocupada ininterrumpidamente durante losaños 1812 y 1813, Denia sólo sufrió en este tiempo dela presión fiscal que imponían las autoridades france-sas, de la cual no se libraba ni el clero, tal como vimosanteriormente. Pero no por padecer una sola fiscali-dad los dianenses pagaron menos tributos. Las con-tribuciones exigidas eran cada vez más frecuentes y,en ocasiones, su cobro se adelantaba inesperadamen-te. Así pasó, por ejemplo, el 20 de abril de 1813, cuan-do una contribución que debía satisfacerse en eltranscurso de seis meses, hubo que pagarla en el pla-zo de veinticuatro horas. Tanta precipitación se debíaen buena parte a la deuda que el comandante francéstenía con un comerciante griego que estaba en elpuerto, al que le había comprado trigo, y que teníaprisa por irse de Denia.

El precio de la libertadComo decíamos, Alicante fue la única población queno sufrió la ocupación francesa y, por tanto, sus habi-tantes únicamente padecieron las cargas fiscales im-puestas por las autoridades españolas, ya fueran mu-nicipales, provinciales o centrales. Sin embargo, pagóun alto precio por mantener la libertad. El esfuerzoque hubo de realizar la ciudad para defenderse y al-bergar a tanta tropa y refugiados procedentes de lospueblos de alrededor, agotaron los comestibles, por loque el ayuntamiento hubo de aprobar, el 9 de febrerodel año siguiente, un empréstito de 25.000 duros, paracomprar víveres; y en agosto de 1812, además de lastropas que la guarnecían, Alicante alojó durante cua-tro meses a los diez mil soldados que desembarcaronen su puerto, manda-dos por los generalesMaitland y Whitting-ham.

El 11 de enero de1812, el general Nico-lás Mahy describía asu superior, desde sucuartel general de SanJuan, la situación enque se encontraba Ali-cante: «La reunión in-mensa de generales yoficiales que se notaen esta Plaza absorbe-rá cuantos socorrospueda prestar todo elpaís desocupado por elenemigo y es precisoque V.A., determinedestino para todos losGenerales que no estánlegítimamente emplea-dos en el Ejército deoperaciones (…)».Agregaba que era ur-gente «dar destino atantos empleados deReal Hacienda que ab-sorben la mayor partede los ingresos de estaTesorería». Al día si-guiente, entraron en Ali-cante todavía más solda-dos (regimiento de laCorona y los batallonesde Tiradores y de Alcázarde San Juan), lo que hizoañadir a Mahy en el mis-

mo informe: «(…) el cúmulo de oficiales de toda clasey especie que se ha reunido aquí es inmenso, de suer-te que la Plaza está empachada».

Tantos oficiales y funcionarios, tanta tropa, precisa-ban gran cantidad de víveres, que debían comprarse aprecios cada vez más altos y mediante empréstitosque acarreaban las consiguientes contribuciones ex-traordinarias. Creció el descontento de los alicantinosy de las autoridades, que discutían entre ellas a causade los continuos conflictos de competencias o econó-micos. Como aquella acalorada y grave discusión queenfrentó el 15 de octubre de 1812 al gobernador Caa-maño con la Comisión de Gobierno y el comandantegeneral Copóns, que ya conocemos y que acabó conel pago de 300.000 reales vellón por parte de los co-merciantes de la ciudad.

Aunque el mayor precio que debieron de pagar losalicantinos para preservar su libertad fue sin duda elocasionado por la fortificación de la ciudad y el levan-tamiento de las nuevas murallas. El costo total de es-tas obras ascendió, según Vicente Ramos, a 3.622.798reales vellón y 26 maravedíes.

Al amanecer del 5 de noviembre de 1808, procedentesde Andalucía, entraron en Orihuela, por el camino deEnmedio, las tropas mandadas por el general españolTeodoro Reding. El gobernador y el ayuntamientodieron la bienvenida a Reding, cuyos oficiales se hos-pedaron en las casas de las principales familias oriola-nas. Todo fue comodidad para los recién llegados. Na-

Escasez devíveres

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41VIERNES, 2 DE MAYO, 2008

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La escasez devíveres hizopadecer a laspoblaciones

gravesprivaciones ymomentos de

hambre

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

Órdenes delgeneral Delort alas autoridades

de Villenaexigiéndoles el

pago deimpuestos y

víveres. (ArchivoMunicipal de

Villena)

Iglesia y monasteriode Santa Verónicaen Alicante.(Crónica de Alicantede Viravens)

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ferencia al mucho trigo (hasta 200caballerías) que los franceses traje-ron a Denia de otros lugares. Pero,a partir del día 11, casi todo estetrigo fue llevado a Valencia: 50 ca-ballerías, escoltadas por dos ofi-ciales y veinte soldados ese mismodía 11; 800 caballerías y carros eldía 14; 700 carruajes y muchos ca-rros el día 18…

También desde Denia llevaronvíveres a Alcoy los franceses, parasuministrar a su ejército. Así locuenta Palau en su diario: «Días26 y 27 de enero de 1813: Salie-ron lloviendo 120 hombres, y 2oficiales y estuvieron por lugaresde Laguar, Orba, Gallinera y Ebo,

recogiendo raciones y volvieron el día 29 conmuchas raciones de trigo, cabras y bueyes para el ejér-cito de Alcoy (…)».

Compensaciones atrasadasLos gobiernos absolutistas de Fernando VII compen-saron parte de los gastos que ocasionaron a los parti-culares los suministros que entregaron al ejército es-pañol durante la guerra. Pero estas compensacionesse pagaron tarde y de forma incompleta. En noviem-bre de 1826 circuló por los ayuntamientos una ordendel intendente de Rentas, para que se le informara de«todo lo relacionado con los suministros hechos porlos pueblos a la tropa durante la Guerra de la Inde-pendencia». Y el 12 de noviembre de 1833 (casi veinteaños después del fin de la contienda) se procedió enVillena «a la liquidación de atrasos por los suministrosprestados a las tropas durante la pasada guerra de laIndependencia».

Decíamos que los oficiales franceses, cuando llegabana una localidad, lo primero que hacían era presentarsea las autoridades como representantes del rey José I ypedir a continuación, amablemente, raciones para latropa, pero que si no atendían tal petición, entoncespasaban a las amenazas. Pues bien, ciertamente seprodujeron bastantes ocasiones en que estas amena-zas se convirtieron en violentos saqueos, muchas ve-ces repetidos en la misma población, a lo largo de loscasi dos años que el territorio alicantino (parcial o casitotalmente) estuvo invadido por las fuerzas napoleó-nicas.

Por tanto, puede decirse que la principal razón porla que los franceses saquearon las poblaciones alican-tinas radicaba en la necesidad de obtener vituallas,pero también para recaudar dinero u objetos de valory, a veces, simplemente para castigar a los pueblosmás insumisos.

Saqueos cruelesDe castigo pueden calificarse los crueles saqueos quesufrió Tárbena entre octubre de 1812 y febrero de1813. El día 24 de aquel mes de octubre, una partidafrancesa procedente de Denia se vio sorprendida porlos guerrilleros en la montaña cercana a Tárbena, al-gunos de cuyos habitantes se unieron a éstos en el ti-roteo que mantuvieron contra lo soldados franceses,hiriendo a varios de ellos. Los guerrilleros huyeroncuando llegaron refuerzos galos desde Gandía. En-tonces, el oficial francés que mandaba la partida dia-nense ordenó el saqueo de Tárbena. Pero no quedóaquí el castigo, pues hasta tres veces sufrió este pue-

Saqueos8

el comandante jefe para rebajar a 500 las racionesdiarias. Pero éste no acepta; ¿cómo alimentar enton-ces al resto de sus soldados? Concluyamos esta tristey angustiosa crónica jijonenca con una última acta desu ayuntamiento, fechada el 21 de junio de 1813, ycuyo único asunto fue: «imposibilidad de dar más su-ministros».

Alimentar a los francesesAl entrar en un pueblo, los oficiales franceses se pre-sentaban ante las autoridades como representantesdel rey José I y solicitaban amablemente raciones parala tropa. Pero si estas peticiones no eran atendidas,entonces aparecían las amenazas más duras, que casisiempre resultaban efectivas.

Ya vimos cómo en Elda, desde enero hasta octubrede 1812, las tropas imperiales se llevaron comestiblespor valor de 741.445 reales. Y en Sax, del 21 al 27 desetiembre, se llevaron 36 cahíces de harina y trigo porimporte de 29.700 reales vellón.

El 23 de julio de aquel mismo año, el ayuntamientode Villena se reunió para oír cómo el alcalde se queja-ba de «que la ciudad ya no puede atender las peticio-nes del ejército francés», pero añadiendo seguida-mente temer «una dura represalia», por lo que seacordó ceder a los requerimientos del invasor. Justoun mes después, se celebra una nueva sesión, calcadaa la anterior: a pesar de que «los franceses han esqui-lado (sic) todas las especies comestibles sin dejar alvecindario para subsistir (…) el enemigo, que se en-cuentra en las puertas de la ciudad, les sigue apre-miando».

Hambre en DeniaTanta escasez de víveres y tanta penuria llegó a haberen Denia, que el comandante francés Bergeron acce-dió a que se redujeran las raciones exigidas para ali-mentar a su tropa, ordenando además a los más pu-dientes que vendieran el trigo que les sobrase a unprecio moderado, so pena de serle confiscado, paraentregárselo a los pobres. Aun así, el hambre aparecióen la ciudad durante el primer semestre de 1812.

En aquellos meses, cualquier visita de un comer-ciante era acogida con gran alegría. Como la del «mo-ro» que llevó trigo y ropas el 22 de abril. O la del yer-no de un dianense, que arribó el 13 de mayo en unbarco con bandera «mora», cargado de trigo y harina,que compró Bergeron tras el consiguiente regateo.

A partir de junio empezó a llegar a Denia el trigo yel ganado en grandes cantidades (comprado o requi-sado en los pueblos de su gobernación), que sirviópara aliviar las perentorias necesidades de los dianen-ses, si bien la mayor parte no se quedaba en la ciu-dad, sino que era enviado a Gandía, donde estaba elcuartel general francés, e incluso a Valencia. Así, el 24de mayo, apunta mosén Palau que «se llevaron dineroy trigo hacia Gandía»; el 25 de junio «pasaron por Pe-dreguer 300 soldados que venían de Altea con muchoganado hacia Gandía»; y durante los últimos diez dí-as de abril de 1813: «Mucho bagaje para llevar a Gan-día trigo y garrofas».

Los días 8, 9 y 10 de agosto de 1812, Palau hace re-

42 VIERNES, 2 DE MAYO, 2008

Muchaspoblaciones

fueronsaqueadas porlos francesespor resistirse

a pagarcontribución,

suministrarlesvíveres o comocastigo por su

insumisión

Requisa decaballos

n 1808 andaba escaso de caballería elejército español, razón por la cual se or-denó una requisa de caballos. Para ello, se

redactó un «Reglamento para la adquisición decaballos en todo el Reyno», fechado en Aranjuezel 6 de octubre de 1808, que fue enviado a todoslos municipios españoles, a través de sus respec-tivas Juntas Supremas y gobernaciones.

Merece la pena leer lo que disponía dicho re-glamento en algunos de sus artículos, por la pre-ocupación que se muestra por el perjuicio queeste embargo podía suponer, sobre todo a losmás pobres: «(…) IX.- Los valores de los caballosserán reintegrados de los fondos más prontos ybien parados que se hallen en los pueblos, paraevitar que las personas pobres se hallen privadasde uno de los medios de que subsisten. X.- Lasrelaciones se pasarán a las intendencias del Exér-cito o Provincia, para que en las cuentas respecti-vas se abonen las Cantidades invertidas (…)XIV.- No habrá privilegio alguno que pueda po-ner a cubierto ni exceptuar de esta medida queadopta el Gobierno como necesaria para salvar lapatria: solo quedarán libres los caballos de losoficiales militares con destino en el Exército(…)».

En el ayuntamiento de Orihuela este regla-mento fue leído en la sesión celebrada el 27 deoctubre de 1808, nombrándose a continuación aAgustín Pastor como presidente de la comisiónmunicipal que se encargaría de la requisa caballaren la ciudad; dos días después se leyó el mismoreglamento ante el pleno consistorial de Villena.

Agustín Pastor y sus compañeros de comisiónsufrieron más de un disgusto en su labor de re-quisar caballos, pues los oriolanos más privilegia-dos se negaron a entregar los suyos. Reglamentoen mano, Pastor trató de superar aquellas resis-tencias, recordando la inexistencia de privilegiosy excepciones en este asunto, pero prácticamentetodos los notables de la ciudad, los que mejorpodían desprenderse de sus caballos, eludieronsu entrega mediante influencias y recomendacio-nes.

El resultado de la requisa en Orihuela fue portanto escaso. Junto con la huerta, en noviembresólo se habían conseguido embargar 25 caballosútiles para el servicio de la guerra.

Ante sus compañeros regidores, Pastor se la-mentó amargamente del comportamiento de losvecinos más pudientes e influyentes, que evita-ron entregar sus caballos, siendo los 25 recogidosen su mayor parte de labriegos, que eran quienesprecisamente más los necesitaban. Doce eran lospropietarios de los animales embargados.

El encargado de llevar a Alicante los caballosrequisados en Orihuela fue Juan López. Los en-tregó el 20 de diciembre de 1808, anotando al la-do del nombre de cada propietario el valor dadoa su caballo o caballos. Entre ellos figuraba Fran-cisco Bernabéu, que entregó un animal por valorde 1.080 reales. Pues bien, el 10 de enero si-guiente, se abrió en el ayuntamiento oriolano unexpediente «a instancias de Francisco Bernabéu y8 labradores más, para que se les abone el preciode los caballos requisados en época de labranza».Siete días más tarde, la Comisión de Requisiciónde caballos de Valencia respondió rechazandoaquella instancia, «no dando lugar a recursos deesta naturaleza, siendo en perjuicio de los expo-nentes», pasándose así por alto lo dispuesto en elreglamento.

Los villenenses, además de llevar a cabo tam-bién aquella requisa de caballos en 1808, tuvieronque hacer frente a otras más, ordenadas por am-bos bandos. El 24 de setiembre de 1812, el gene-ral francés Harispe exigió al ayuntamiento de Vi-llena cuatro mulas o, si no las entregaban en dosdías, 600 pesetas por cada una. Y en marzo delaño siguiente, la Junta Provisional de Murcia or-denó a los villenenses «la requisa de mulas y ma-chos de carga y tiro para el servicio del EjércitoBritánico», para la que adjuntaba el correspon-diente reglamento.

E

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

>Recibo de los

500 realespagados por

Pedro Cort parael acopio de

víveres que sedebían entregar

a las tropasfrancesas el 26

de julio de1812. (ArchivoMunicipal de

Alcoy)

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blo las represalias del ejército imperial. La última vezel 12 de febrero de 1813. Al día siguiente, vendieronen Denia los frutos de este tercer saqueo de Tárbena.

Para avituallar de víveres a sus tropas, el generalfrancés Harispe abandonó un día de 1811 su cuartelgeneral en Alcoy para acercarse a Ibi, donde tenía co-nocimiento de que había un pósito lleno de grano. Enefecto, los ibenses contaban a la sazón con un granalmacén o depósito de granos (situado en lo que hoyes el Ayuntamiento) que proveía a los cinco molinosque había en el barranco conocido precisamente co-mo de los Molinos, que a su vez suministraban harinaa las dos panaderías del municipio (y las de pueblos

vecinos) que se hallaban respectivamente en la plazaMayor (hoy de la Iglesia) y en la calle de las CuatroEsquinas. Pues bien, llegado el Barón de Harispe alfrente de sus tropas hasta la puerta del pósito, exigió asu administrador que le entregase todo el grano al-macenado. El depositario se resistió y, como conse-cuencia de ello, fue herido con un sable. El pósito fuevaciado de grano y robado el dinero que en él tam-bién se guardaba. Tras la guerra, aquel local vacío ydestrozado fue convertido en una escuela.

¿Saqueos leves?En busca de objetos valiosos asaltó la soldadesca galael convento y la iglesia de San Sebastián, en Cocen-taina, el 20 de enero de 1812; asalto que repitieron unaño después, cuando volvieron los franceses a ocuparla población, entrando «a sangre y fuego, practicandoentonces uno de los saqueos más horrorosos e inhu-manos que registran los anales de aquella guerra», se-gún afirmaría casi un siglo más tarde Fullana Mira ensu «Historia de la Villa y Condado de Cocentaina». Elmismo motivo impulsó a los franceses a saquear elayuntamiento y el castillo de Villena, destrozando losarchivos de esta ciudad, antes de retirarse de ella a fi-nales de abril de 1813.

Saqueo leve y muy limitado fue pues el que sufrióVillena (comparado con otros más terribles padecidosen otros lugares, como Cocentaina). Como leve fuetambién al parecer el saqueo que debieron soportarlos ilicitanos en aquel mismo año de 1813, según sedesprende del expediente que se conserva en los ar-chivos municipales de Elche, de sólo cuatro hojas y enel que tres testigos dan testimonio de los abusos ga-los.

A pesar del asalto que sufrieron los conventos deSan Agustín y San Francisco, nada más apoderarse losfranceses de Alcoy, también leves fueron los abusos ysaqueos que padecieron los alcoyanos, si hacemos ca-so a lo que dice Rogelio Sanchis en su «Alcoy y la

Guerra de la Independencia»: «Pese a todos los des-manes, el gobierno francés de Suchet fue en generalbenévolo con Alcoy y trató de dar sensación de hon-radez y mesura con los vecinos». Y todo ello gracias alos numerosos afrancesados que vivían en esta ciu-dad: «Las gentes que gozaban de alguna simpatía conlos nuevos amos de la villa ayudaron a los alcoyanos yfranceses a convivir, suavizando los roces propios detoda ocupación militar». Pero realmente no debió deser una convivencia tan suave la que mantuvieron in-vasores y alcoyanos, cuando una comisión de éstos,regidores, fueron a Valencia a principios de octubre e1812 para entrevistarse con el mariscal Suchet y de-

mandar su «benevolencia», luego de manifestarle «lasextorsiones y robos que han cometido y están come-tiendo las tropas de la División que hay en esta Villa».

Quizás también se pueda calificar de «leve», el sa-queo que sufrió Orihuela en los últimos meses de1812, pero a manos esta vez de los propios soldadosespañoles. Leve puesto que tal vez ni siquiera puedallamarse saqueo al conjunto de robos y hurtos que co-metieron casi a diario muchos soldados contra los ci-viles. Rapiña que el general Whittingham, comandan-te de las fuerzas acantonadas, trató de cortar median-te una orden publicada el 13 de diciembre.

Saqueos por ambos bandosEn una de las novelas que componen sus memorables«Episodios Nacionales», en la titulada «Juan Martín,el Empecinado», Benito Pérez Galdós describe la si-tuación de los pueblos españoles en aquella terribleépoca: «Las casas de los pueblos habían sido incen-diadas, primero por nuestros guerrilleros, para des-alojar a los franceses, y luego vueltas a incendiar poréstos, para impedir que las volviesen a ocupar los es-pañoles».

En JáveaJávea fue uno de aquellos pueblos que sufrió saqueospor ambos bandos. A las diez de la noche del sábado21 de marzo de 1812, sesenta hombres desembarca-ron de un corsario genovés cerca de Jávea, que se ha-llaba bajo el dominio de los franceses acantonados enDenia. Aquellos sesenta hombres entraron en la ciu-dad por un agujero de la muralla y se dedicaron al sa-queo hasta las cuatro de la madrugada. Les dirigía al-guien que hablaba en valenciano y que conocía muybien la localidad, puesto que señalaba las casas y edi-ficios que debían asaltarse. Amedrentaron a los veci-nos disparando al aire y gritando «¡viva Mallorca, vivaGibraltar!», pero no hirieron a nadie. Se llevaron mu-

cho dinero, gran cantidad de buena ropa y caballos.Cinco meses más tarde, después de que Jávea fuera

recuperada brevemente por la guerrilla española,cuenta mosén Palau en El Llobarro que, el domingo30 de agosto de 1812: «(…) lloviendo a las 4 de lamañana se fue una partida a Jávea a saquear y vinie-ron cargados de ropas, alhajas, puercos y animales ylo vendían en Denia muy barato a muchas gentes quevinieron de fuera (…)». Al día siguiente, los soldadosfranceses volvieron a ir a Jávea «(…) y vinieron carga-dos de ropas y parecía Denia una feria de gente foras-tera que vino a comprar, por la tarde vino una diputa-ción de algunos de Jávea a pedir al General y los per-donó con tal que mañana estén todos los vecinos enJávea».

En JijonaCuando las tropas francesas ocuparon por primeravez Jijona, el 19 de enero de 1812, encerraron al go-bernador y a los regidores en el Ayuntamiento, dondefueron obligados a firmar un bando en el que se or-denaba a los vecinos a entregar, en el plazo de dos dí-as, toda la comida, bestias de carga y ganado que tu-viesen, así como paja y algarrobas para los caballos,bajo la amenaza de saquear e incendiar la ciudad, encaso de no cumplir dicha orden.

Los franceses abandonaron Jijona poco antes deque se celebrase la primera batalla de Castalla (21 ju-lio 1812), y durante aquel medio año esquilmaron alos jijonencos, bajo la amenaza permanente de sa-queo.

A pesar de la derrota sufrida en aquella acción deCastalla, un importante contingente de tropas espa-ñolas se acantonó en Jijona, al mando del comandan-te Santiago O’Reilly.

Durante los primeros meses la convivencia entresoldados españoles y los jijonencos fue tranquila, apesar del esfuerzo que tenían que hacer éstos paraabastecer a aquéllos. Hasta que el 28 de noviembre de1812 el ayuntamiento recibió órdenes del intendenteJosé Canga Argüelles, «relativas a que no se den ra-ciones a las tropas que transitan por los pueblos, sinopresentan pasaportes del Sr. Comandante Generaldel Reino, Generales de los Ejércitos o Intendentes».Los regidores jijonencos se acogieron a estas órdenespara negarse a seguir proporcionando ni una más delas 227 raciones diarias asignadas oficialmente. Perola reacción de O’Reilly fue tremenda. Al día siguientese produjo, por parte de los soldados, el saqueo indis-criminado de algunas casas, incluidas las de varios re-gidores. Saqueo que el comandante amenazaba conrepetir y extender al resto de las casas jijonencas, si elayuntamiento no seguía abasteciendo a toda su tropa.

En la tarde del 30 de noviembre, se celebró en elAyuntamiento una tensa reunión a la que asistieronlos veintitrés hombres más prestigiosos de Jijona, en-tre regidores, síndicos, religiosos y médicos. A pesardel miedo que todos ellos sentían, la extrema penuriaen que se encontraba la población les llevó a la deci-sión final de resistir ante las amenazas de O’Reilly,acogiéndose al decreto del intendente Canga Argüe-lles.

No obstante, aquella valiente decisión de los pre-bostes jijonencos no debió de mantenerse ante lasduras amenazas de O’Reilly, ya que, al cabo de dosmeses, los hastiados regidores reconocieron que habí-an llegado a una «situación límite», debido al cons-tante trato vejatorio que sufrían por parte del insolen-te O’Reilly, cuyo proceder era idéntico al de los oficia-les enemigos.

En DeniaLa relación tranquila que había habido durante el año1812 entre los soldados franceses y los dianenses, fuetomando un carácter más tenso al año siguiente yconforme se iban acercando los guerrilleros españo-les, hasta convertirse en hostilidad por parte de losgalos, a duras penas contenida por los oficiales. Hos-tilidad que se manifestó en hurtos cada vez más fre-cuentes y que acabaron sólo cuando los soldados seencerraron en el castillo.

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

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También losespañolessaquearon

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como hemos visto, en Jijona, la primera vez que en-traron los soldados imperiales, retuvieron en el Ayun-tamiento al corregidor y a los ediles hasta que los ve-cinos les entregaron lo que querían.

Lo mismo sucedió en Elda, en cuyo archivo munici-pal hay unos documentos sin clasificar entre los quese encuentra uno que dice que, en 1812, los habitan-tes de esta villa tuvieron que pagar 6.740 reales vellónpara el rescate de «los hombres ciudadanos buenosque se llevaron las tropas francesas prisioneros». Ytambién en Villena, donde el ayuntamiento acordó el3 de setiembre del mismo año «entregar al ejércitofrancés lo que pide en calidad de granos y dinero acambio de la libertad de algunos vecinos de Villenaque se encuentran como rehenes en Fuente la Higue-ra». Estos vecinos o «ciudadanos buenos», solían serlos alcaldes, párrocos y personas más adineradas decada sitio.

La MarinaMientras estuvo ocupada por el ejército napoleónico,Denia, y más concretamente los calabozos de su casti-llo, fue el lugar al que llevaron los franceses a sus re-henes desde los pueblos en que se resistían a satisfa-cer sus demandas de dinero o raciones alimenticias, osimplemente se demoraban en su entrega.

Estas detenciones duraban el tiempo que tardabanlos afectados en ponerse al corriente de pago; tiempoque no solía sobrepasar los cuatro o cinco días. Así,por ejemplo, el párroco de Laguart y un capellán deOndara estuvieron presos entre los días 23 y 28 deabril de 1812.

En El Llobarro figuran multitud de referencias a losalcaldes, párrocos, clérigos y hombres adinerados,procedentes de casi todos los pueblos de La Marina,que fueron encerrados en los calabozos del castillo deDenia por impago de contribuciones o demora en laentrega de raciones para la tropa francesa. Sólo enuna ocasión se menciona a una mujer, Florencia Llo-rens, de Ondara, que fue arrestada el 6 de junio de1812 en sustitución de su marido, el doctor JaimeMur, que se hallaba ausente; si bien éste fue tambiénarrestado el 20 de octubre, junto a su paisano LuisBose.

Entre el 10 de mayo y el 13 de diciembre de 1812,

son muchas las veces que mosén Palau anotó en sudiario las entradas de rehenes en Denia. Entre otrosmuchos alcaldes de poblaciones que no especifica,menciona al alcalde de Ondara, Lorenzo Llusar, asícomo a los de Gata, Jávea y Teulada; también a los pá-rrocos de Beniarbeig, Gata, Teulada y Polop; un cape-llán de Pego y muchos vecinos de Orba, Benisa, Cal-pe, Altea, Gata, Jávea y otros pueblos que no cita. Al-gunos lugares fueron visitados por los franceses enbusca de rehenes varias veces, lo que explica que hu-biera ocasiones en que encontraran los pueblos vací-os, como Polop, del que huyeron todos sus habitantesen los primeros días de diciembre, avisados de la lle-gada de las tropas galas. De ahí que éstas irrumpieranen los pueblos preferentemente de madrugada, comoel 21 de agosto, cuando «a cosa de las 4 de la mañanauna partida con un capitán pasó por Ondara y se lle-varon a Félix Rodríguez (escribano) y mientras espe-raban que le trajeran de una casa de campo que esta-ba, le saquearon toda la casa habiendo echado a tierralas puertas, de allí pasaron a Pamis a buscar a uno quehabía sido alcalde el año 1811 y no lo encontraron, deallí pasaron a Vergel y se llevaron a Manuel Rodríguez,escribano (…)».

Cuando no cabían en las mazmorras del castillo, losrehenes foráneos eran encerrados en alguna casa par-ticular, casi siempre la del alcalde, mosén AntonioGavilá. Método este del arresto domiciliario del quese sirvió el comandante francés cuando los morososeran dianenses, a los que no dejaba salir de sus casas,custodiadas por uno o dos soldados.

Rehenes de franceses y españolesPor no haber sido ocupada por los franceses, en laciudad de Alicante sólo se produjeron hechos pareci-dos entre las autoridades locales y los jefes militaresespañoles, aunque nunca pasaron de las amenazas.Como las que lanzó el general Elío al alcalde y regido-res en noviembre de 1812, por negarse a pagar las ra-ciones de su tropa. Amenazas a las que se sumó el re-cién nombrado gobernador Luis Riquelme, quien avi-só que tomaría militarmente el Ayuntamiento si no sesatisfacían las demandas de Elío, lo cual sucedió el 28de aquel mes.

En otras poblaciones, por el contrario, las autorida-

Así, a finales de agosto de 1813, aprovechandoque muchos dianenses, sobre todo afrancesados, sehabían ido de la ciudad al comenzar a ser asediadapor los guerrilleros, algunos soldados francesesasaltaron las casas vacías por las noches utilizandoel método del butrón: practicando agujeros en lasparedes. Curiosamente, el comandante francés dela plaza amenazó con castigar a los soldados que seatrevieran a entrar así en casas ocupadas para robar,permitiendo por omisión que lo hicieran en las va-cías. El 3 de setiembre ya habían entrado los butro-neros franceses varias veces en las mismas casas,como la de los Sala, las de los hermanos Lattur y lade Joaquín Llorens. Y, nueve días después, destroza-ron la vivienda del párroco, aledaña a la iglesia.

Pasados otros nueve días, fueron los soldados es-pañoles del regimiento de América quienes conti-nuaron los robos en las casas de Denia, si bien és-tos no se preocupaban de comprobar antes si esta-ban o no habitadas, ni tampoco en agujerear las pa-redes, por cuanto les resultaba más fácil y rápidoreventar las puertas y ventanas, aunque fuera enpleno día; o lo que es lo mismo: saqueando la ciu-dad que acababan de liberar, pues los franceses sehabían refugiado en la fortaleza. Así lo describemosén Palau en su diario: «(…) casi todas las casasestaban desiertas y saqueadas dos o tres veces pornuestros amigos los soldados de América, grandesladrones; algunos venían por la mañana y se volví-an por la tarde a Ondara o a las casitas del campodonde estaban».

Ya liberada por completo la ciudad, los dianensesvolvieron a sus casas, encontrándolas inhabitables,completamente destrozadas. Además de saquear elconvento, donde algunos parodiaron una misa, lossoldados españoles, y también los oficiales, se dedi-caron a la rapiña, superando por mucho a los fran-ceses en su vandalismo, tal como cuenta El Llobarro:«(…) y no estaba ninguno seguro en su casa, todas lasnoches por las calles entrando y saliendo por las casasllevando cirios encendidos para registrarlas y robarlas.En casa el Retor la Admon (sic) casa Sala, casa Latur,casa su hermano, casa la viuda de Roque Vives y casaJuan Bautista Vignau y casa Mosén Diego Pedros en laque no había puertas ni ventanas, entraban a todashoras, toda la calle nueva estaba sin habitar porqueno tenían las casas puertas ni ventanas, mucho habí-an robado los franceses y mucho habían destruido,pero los Españoles les ganaron en robar y destruir,los soldados parecían espíritus infernales y no habíaninguno que les dijera nada, porque los que se lo po-dían decir eran tales como ellos o peores».

Es decir, que los mismos soldados españoles, «dequienes se esperaba alivio y consuelo», en palabras demosén Palau, serían los principales causantes de lasdesdichas de los dianenses. Incluso después de su li-beración, cuando la vida cotidiana empezaba a reco-brar la normalidad, el abuso continuaba por parte delnuevo gobernador, Diego Entrena. Mientras duró ellargo asedio español a Denia, los labradores de las po-blaciones vecinas que salían al campo a segar el trigo,debían pagar cuatro duros al comandante de las gue-rrillas, quien asignaba dos guerrilleros para que losacompañara, con el objetivo de impedir que el trigofuera a parar a Denia. Pues bien, semanas después deque ésta fuera liberada, Entrena seguía cobrando cin-co duros (uno más) diarios a cada labrador que salía alcampo a trabajar, acompañado por dos guerrilleros.

Las tropas francesas recurrieron muchas veces aarrestar, e incluso encarcelar, a los alcaldes y regidoresde los pueblos que se resistían a suministrarles víve-res o a entregarles los tributos que les imponían. Así,

Rehenes9

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Alcaldes ypersonasnotables ̀

de muchaspoblaciones

fuerontomadas como

rehenes porlos ejércitos

Vista de Villenadesde el castillode La Atalaya.

(ArchivoMunicipal de

Villena)

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des locales tuvieron que hacer frente a las amenazasde usarles como rehenes tanto de los militares france-ses como de los españoles.

Así, en mayo de 1810, el mariscal de campo ManuelFreire ordenó al corregidor alcoyano que se presenta-se en el cuartel general de Elche, como responsablede la desobediencia que habían cometido las autori-dades alcoyanas días antes, al negarse a entregarle su-ministros para sus tropas. Dos años más tarde, el 1 deoctubre de 1812, el mariscal Suchet ordenó que se to-maran como rehenes a varios alcoyanos ilustres paraforzar el pago de contribuciones y víveres.

En Elche fue al revés. Primero fueron las tropasfrancesas las que, tras entrar en la villa el 10 de juniode 1812, obligaron a las autoridades locales a entre-garles una lista con los nombres de los veinticuatroilicitanos más adinerados e ilustres, los cuales fueronarrestados en el Ayuntamiento y amenazados con serllevados a Francia en calidad de rehenes, si no les da-ban todo cuanto de valor poseyesen. A comienzos delaño siguiente, pese a las penurias económicas que su-fría Elche, parte de aquellas mismas personas, junto alayuntamiento ilicitano en pleno, fueron retenidos enel mismo lugar por orden del general Roche, al demo-rarse la entrega de víveres para el ejército español.

Apenas dos meses después de ser Denia ocupada porlos franceses, hubo un intento serio, aunque frustrado,de los españoles por recuperarla.

A las diez de la mañana del 22 de marzo de 1812,domingo de Ramos, los hombres que trabajaban en lafortificación del castillo de Denia se rebelaron contrala guarnición gala. Eran unos quinientos, pero actua-ron descoordinados y al final huyeron en desbandada.

Los siete cabecillas (guerrilleros infiltrados entre losobreros) intentaron sorprender a los centinelas en lapuerta del Socorro, pero sólo consiguieron herir a unsoldado. El plan era apoderarse de la fortaleza y tocarla campana para llamar a los guerrilleros que espera-ban escondidos en la Cueva Tallada del Montgó y de-trás de tres laúdes de extramuros. Se conoce el nom-bre de dos de aquellos siete hombres, ambos dianen-ses: José Costa, tendero, y José Plá, albañil; los otroscinco eran forasteros. Ambos lograron escapar. Plá,junto con otros cinco rebeldes, saltaron desde lo altode la muralla del Vercheret; Costa fue malherido a sucasa, en la calle de la Olivera, de donde huyó a tiempocuando fueron a buscarlo los franceses, cambiándosede camisa y saliendo sin problemas por la puerta delMar, que estaba todavía abierta.

Peor suerte tuvo Juan Cervera, jornalero que traba-jaba en el casillo y que huyó como todos los demáscuando se produjo el motín. Fue apresado y llevadoante la presencia del comandante de la plaza, PedroBergeron. Como no supo decirle cuál era el plan de larebelión ni quienes eran los cabecillas, mandó que loencerraran en el peor calabozo del castillo, conocidocomo de la Culebra, y que le dieran tormento. Y allíllevaron en efecto, atado, al pobre jornalero, que tam-poco pudo decir nada de interés a su confesor nicuando fue torturado, porque nada sabía.

Dos días después detuvieron a otro albañil que ha-bía participado en la rebelión. Se llamaba AntonioCampos y lo encontraron trabajando en una noria,confiado en que no le reconocerían. Lo llevaron alcastillo, le dieron tormento y confesó quiénes eran loscabecillas del motín. Aquél mismo día, 24 de marzo,fue juzgado, junto al jornalero Cervera, por un consejode guerra presidido por el comandante Bergeron.Describe mosén Palau muy bien el dramático paseoque dieron ambos reos por las calles de Denia tras sa-lir del lugar donde fueron condenados a muerte: «(…)Yo que estaba en las gradas de la Iglesia vi pasar a losdesgraciados por delante de mí, iban acompañadosdel padre predicador que les auxiliaba, puesto en me-dio de 30 soldados y un oficial delante con el sabledesenvainado en la mano, y tambor batiente, los bra-zos atados por detrás, los cabellos descompuestos, sinsombreros, la cara tiznada y tostada de los tormentosde fuego les habían dado, tres días que no habían co-mido llorando amargamente, y el Antonio Campos, aldoblar la esquina de la capilla del Rosario levantó lavoz gritando, ‘hermanos míos librarme de esta aflic-ción’, y su mujer que no sabía nada de su sentenciaque estaba en el Mesón de la calle del Cop a la puerta,le conoció por su voz y cayó en tierra sin poder volveren sí».

Intentos deliberación.Avances yretiradas

10

Antonio Campos y Juan Cervera fueron fusilados alas 9 de la mañana del jueves 26 de marzo.

Los dos cabecillas de la rebelión, el tendero JoséCosta y el albañil José Plá huyeron en dirección a Ali-cante, pero éste último fue apresado por los francesesen Villajoyosa el mismo día en que ejecutaron a Cam-pos y Cervera en Denia. Es este José Plá el mismoque, tras ser hecho preso junto a otro rebelde de Mur-la, y mientras eran llevados de vuelta a Denia, fuemuerto por los soldados franceses que los vigilaban,para evitar que escapara cuando fueron atacados porunos guerrilleros en el collado de Calpe.

Breve liberación de JáveaEl 16 de mayo de 1812 fue sustituido Pedro Bergeroncomo gobernador de Denia por Antonio Bonafu, te-niente coronel de artillería procedente de Cullera.Habitualmente Bonafu se hospedaba en casa de Do-mingo Llorens, pero la noche del 21 de agosto deaquel mismo año prefirió subir a dormir con sus ofi-ciales al castillo. Allí se sentían más seguros, tras co-nocer la noticia de que en Jávea habían desembarca-do ingleses de 6 o 7 lanchas, apoderándose luego delos fortines de aquella villa. Al día siguiente, casi to-dos los dianenses se fueron de su ciudad, yendo a lascasas de campo de los alrededores, por temor a un in-minente ataque inglés. Pero éste no se produjo. Undía después se corrió la voz de que habían visto a lossoldados ingleses cerca de la ermita de Santa Lucía; yal siguiente una fragata y un bergantín británicos res-pondieron a los cañonazos que les dispararon desdeel castillo de Denia, con balas que pasaron por enci-ma de la fortaleza.

Cuando, en la mañana del 27 de agosto, marchó deDenia una partida de 30 soldados franceses hacia Já-vea, sólo encontró aquí a un puñado de marinos in-gleses, pero acompañados de la guerrilla que manda-ba José Catalá, natural de la propia Jávea, que los reci-bieron a tiros, hiriendo a tres de ellos.

Al día siguiente, volvieron los franceses a marcharhacia Jávea desde Denia. Esta vez eran muchos más ymandados por el general Habert, que había venidodesde Gandía para dirigir personalmente la opera-ción. Tan gran contingente imperial puso en fuga a losguerrilleros, que abandonaron la villa, y a los marinosingleses, que se embarcaron precipitadamente.

Al entrar en Jávea, encontraron en lo alto del cam-panario de la iglesia convento al capellán y al sacris-tán, a los que arrojaron al vacío, matándolos, por ha-ber participado en la resistencia el día anterior. Tam-bién hallaron a cuatro monjas encerradas en una cel-da. Un comandante francés les aseguró que no lesharían daño, pero una de ellas se abrazó a él presa depánico, pidiéndole que no la dejase allí, y al respon-derle el comandante que no podía llevarla, fue co-rriendo a arrojarse a un pozo, sin que nadie pudieraevitar su muerte. A continuación, el general Habertdio licencia a la tropa para el saqueo.

Desembarco inglés en DeniaA las seis de la mañana del 4 de octubre de 1812 apa-recieron frente a la costa dianense un navío y una fra-gata de la flota inglesa. Lanzaron nueve lanchas, delas que desembarcaron unos 600 soldados junto a lamontaña de San Nicolás. Salieron de Denia 60 solda-dos franceses para enfrentarse con aquéllos, pero en-seguida se vieron obligados a retroceder, huyendo através de las viñas y pese al apoyo de los cañones delcastillo. Muchos de ellos entraron al cabo de tres ho-ras heridos en la plaza, mientras el navío y la fragatadisparaban sus cañones contra la fortaleza y las lan-chas galas que había en el puerto. Concluido el fuego,un teniente inglés fue en un bote hasta Denia paraconminar al comandante Bonafu a rendirse, pero éstese negó. La mayoría de los ingleses embarcaron, que-dándose doscientos de ellos en la montaña de SanNicolás.

Mientras esperaba la llegada de refuerzos desdeGandía, Bonafu mandó salir nuevamente a los solda-dos sanos que habían luchado aquella misma maña-na. Por suerte para ellos, muy pronto les ayudó una

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Apenas dosmeses

después de serocupada

Denia, huboun intentoserio, pero

frustrado, delos españoles

por recuperarla

Todavía sepueden

contemplar losrestos de lamuralla del

fortín de Canfalide Benidorm

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de febrero, procedente del Grao de Valencia, para rele-var a Bonafu.

Los españoles se retiraron el 27 de noviembre deBenisa, Calpe y Altea, pero solo dos días después vol-vieron a recuperar estas poblaciones. En diciembre nohabían llegado a Jávea, todavía en poder de los fran-ceses.

Mientras esto ocurría en La Marina, en Alcoy se su-cedían las entradas y salidas del ejército napoleónico.La llegada de las tropas de los generales Maitland yWhittingham al puerto de Alicante en agosto de 1812,junto a la noticia de la derrota francesa en Los Arapi-les, convencieron al mariscal Suchet de que lo másprudente era retrasar sus

tropas, de ahí que ordenase al general Harispe quetrasladara su cuartel general de Alcoy a Játiva, y fortifi-cara el paso del Júcar por Alberique. En consecuencia,las tropas galas abandonaron Alcoy el 14 de agosto,así como Cocentaina e Ibi.

Pero, con la llegada de José I a Valencia, Suchet de-cidió que lo mejor era retomar el territorio cedido, en-cargando esta vez al Barón de Habert que avanzarasus tropas hasta Alcoy. Habert mandó a su vez estecometido al general Gudin, quien entró en Alcoy el 21de setiembre al frente de la 117ª Brigada.

Para contribuir con la contraofensiva que se prepa-raba para llevar a José I de vuelta a su trono de Ma-

drid, Suchet retiró otra vez susfuerzas de Alcoy a mediados deoctubre de 1812. José I llegó efec-tivamente a Madrid a mediadosdel mes siguiente, y Suchet orde-nó que «los pasos entre las mon-tañas de la izquierda de Mogen-te hasta Alcoy fueran igualmentecerrados», según escribió mástarde en sus «Memorias». Aunasí, las tropas francesas siguie-ron haciendo ocasionales incur-siones en Alcoy, como en el mesde diciembre, para exigir el pagode impuestos y llevarse 1.400varas de paño; o en febrero delaño siguiente, momento queaprovechó el fabricante de pa-ños alcoyano Roque Olcina pa-ra presentar una reclamación algeneral Habert para que se ledevolviera un préstamo quehabía hecho al ejército francésde 25.000 «piecettes».

También regresaron los fran-ceses en diciembre de 1812 aIbi, para asediarla breve e in-fructuosamente, al estar biendefendida por los dragones deAlmansa, el regimiento de ca-zadores de Olivenza, la divi-sión Roche y la partida deguerrillas de Murcia.

Por fin, en marzo de 1813,las fuerzas aliadas liberarondefinitivamente Alcoy y Co-centaina. Lo intentó primeroy sin éxito el general Murrayel día 7, al mando de sus tro-pas anglo-sicilianas. Pero síque lo consiguió al cabo deuna semana con ayuda delgeneral Whittingham y sudivisión Mallorquina. Persi-guieron luego los aliados alos franceses, reconquistan-do también Cocentaina y li-brando contra ellos un durocombate en el camino deAlbaida.

compañía recién llegada de Gandía. Eran las dos dela tarde cuando se trabó una nueva refriega en lamontaña de San Nicolás, siendo esta vez los ingle-ses los que retrocedieron, hasta embarcarse. Nomurió ningún soldado inglés, pero sí que dejaronen tierra a tres heridos, que fueron hechos prisione-ros y llevados a Denia.

Ingleses en la costaAunque la marina de guerra francesa colaboró en laocupación de algunas poblaciones costeras (comoBenidorm, cuyo fortín de Canfali fue destruido des-de el mar), fue realmente la flota inglesa la que do-minó la costa alicantina durante los años 1812 y1813, vigilando los movimientos de los corsariosgalos y atacándolos cada vez que se atrevían a salirde sus puertos. En El Llobarro son bastantes las re-ferencias a estas vigilancias marítimas de los ingle-ses: 8 de noviembre de 1812: «Salió un corsario(francés, de Denia) y una fragata (inglesa) lo hizo vol-ver a cañonazos»; 29 de noviembre: «Estuvieron todoel día delante de Denia 3 bergantines y un navío in-glés»; 5 de diciembre: «Estuvieron delante de Denia 3navíos y 4 fragatas y al anochecer se fueron hacia elcabo S. Antonio». Y el 13 de mayo de 1813 se produjoun combate naval entre un corsario francés y un na-vío inglés frente a la costa dianense.

Al mismo tiempo, la flota inglesa permitía la nave-gación de barcos españoles que transportaban víve-res. Así, a mediados de marzo de 1812, un comercian-te alicantino desembarcó en Benidorm cien cahícesde trigo; si bien, ya en tierra, fue requisado por unapartida francesa y llevado a Denia.

No obstante, en algún momento fueronlos navíos británicos los que llevaron lapeor parte en sus enfrentamientos con loscorsarios franceses. Así ocurrió el 4 deenero de 1813, cuando una fragata inglesafue abordada por los corsarios galos cercade Denia. Los marinos ingleses fueronapresados y llevados al castillo dianense,del que lograron sin embargo escapar casitodos. Siete fueron de nuevo atrapados,uno de ellos en la montaña, y llevados a Va-lencia.

Comienza la liberaciónCuenta mosén Palau que el 14 de agosto de1812 «la gente de los caseríos franceses queestaban en Benidorm vino por tierra (a De-nia) porque los Ingleses habían quemadolos barcos que estaban debajo del castillo entierra, según decían».

La liberación de Benidorm debió de pro-ducirse poco después. Tres meses más tardehabía tropas españolas en Villajoyosa, almando del general Francisco Copóns Navia,quien había sustituido interinamente a JoséO’Donnell, tras la derrota en Castalla, alfrente del Segundo y Tercer Ejércitos. Copónshabía cedido en setiembre este cargo definiti-vamente al general Elío y, en enero de 1813,sería nombrado por la Regencia comandanteen jefe del Primer Ejército, circunscrito a Ca-taluña.

Entretanto, Benisa había sido también libe-rada. La guarnición francesa fue atacada el 20de setiembre por dos compañías españolas yel 12 de noviembre llegaron noticias a Deniade que aquella población vecina estaba en po-der de los españoles. Los nervios entre losdianenses creció con la llegada de rumoresaún más inquietantes: el 26 de octubre hubo«voces de que los españoles estaban en Gan-día», y el 20 de noviembre «se oyen tiros decañón y fusil por la parte de Oliva». Estas ma-las nuevas convencieron al comandante y a losoficiales franceses acuartelados en Denia deque lo más seguro era subir a dormir al castilloen la noche del 15 de noviembre. El coman-dante se apellidaba Brin y había llegado el 27

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Instancia delfabricante de

paños alcoyanoRoque Olcinareclamando a

Habert ladevolución de un

préstamo.(Archivo M. Alcoy)

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Uno de loscañones deldesaparecido

fortín de Canfali,sobre una roca

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En abril de 1813, nueve meses después de la primerabatalla de Castalla, el mando de los 2º y 3º ejércitosespañoles estaba a cargo del general Francisco JavierElío.

Por su parte, el mariscal francés Suchet estaba deci-dido a defender a ultranza Valencia del avance aliado,cuyas tropas anglo-sicilianas, dirigidas por el generalJuan Murray (quien había sustituido interinamente aMaitland, a la espera de la llegada de lord Bentinck),habían partido desde Alicante para liberar, en el mesanterior, Cocentaina y Alcoy. Para ello, Suchet pensóen contraatacar a las fuerzas aliadas que se hallabanacantonadas en Yecla, Villena, Biar y Castalla.

El general Elío, al mando del ejército de Murcia y ladivisión Mallorquina, controlaba la zona de Yecla y Vi-llena, mientras que el inglés Murray tenía su cuartelgeneral en Castalla y contaba con destacamentos enBiar y Alcoy. En total, los aliados sumaban unos20.000 hombres.

Suchet, que tenía una fuerza similar (si bien su ca-ballería era ligeramente superior en número), tomó ladecisión de atacar por Fuente la Higuera y Villena, an-tes de que las tropas aliadas se reagruparan y recibie-ran refuerzos.

La acción de YeclaSiguiendo las órdenes de Suchet, el general Harispelogró sorprender a la vanguardia del general españolElío en Yecla. Las tropas francesas, compuestas por4.500 infantes y 200 jinetes, cargaron al amanecer deldía 11 de abril de 1813 contra unos desprevenidossoldados españoles, mandados por el general Miya-res, que se preparaban para trasladarse a Jumilla. Ha-rispe ordenó avanzar a sus tiradores y húsares, bajolas órdenes del coronel Meyer, obligando a los espa-ñoles a retroceder, que escaparon ordenadamente dela caballería y artillería enemiga hasta que Harispeconsiguió romper su línea con una maniobra envol-vente. Una parte de las fuerzas españolas huyeron,pero el resto quedó aislado y obligado a combatircontra fuerzas superiores. Aun así, por dos veces lo-graron rechazar el ataque del coronel Meyer, a la ca-beza de los húsares y de un pelotón de dragones, peroacosados por todas partes, con más de cuatrocientasbajas entre muertos y heridos, los españoles acabaronrindiéndose, en un número algo superior a los mil.

Los franceses sufrieron una pérdida mucho menor: 18muertos y 61 heridos.

La acción de VillenaMientras tanto, el mariscal Suchet, al frente de la divi-sión Habert y la caballería, ocupaba Caudete y tratabade envolver a las tropas de Elío en Villena, desde don-de se aprestaban a marchar en auxilio de sus compa-ñeros de Yecla. Además del batallón de Vélez-Málagaque guarnecía el castillo de Villena (situado en lo altodel cerro de San Cristóbal), Elío contaba con un millarde jinetes, que se enfrentaron abiertamente a las tro-pas imperiales, compuestas por diez batallones, diezcañones y los temibles coraceros. Éstos se desplega-ron al tiempo que la infantería y la artillería de Suchetavanzaban hasta entrar en Villena, tras haber hundidolas puertas a tiro de cañón. La caballería española hu-yó, abandonando a la guarnición del castillo, que su-frió el asedio imperial.

Al llegar a Castalla, el general Elío, jefe del ejércitoaliado, instó a Murray para que enviase ayuda inme-diata a la guarnición de Villena, consciente de que nopodría soportar el asedio francés durante muchotiempo, ya que sólo tenían víveres para cuatro días ypoquísimas municiones. Murray, que asumió el man-do aliado tras la vergonzosa huida de Elío, dudó, peroal cabo contemporizó enviando hacia Villena las mis-mas tropas que había mandado esa mañana para re-forzar la vanguardia, además de dos piezas de artille-ría a caballo, la división de Mackenzie y los batallonesde Canarias y Chinchilla, con alguna artillería y caba-llería. Una fuerza a todas luces insuficiente para en-frentarse con éxito al ejército de Suchet, y que ademásllegó a las cercanías del puerto de Biar a las dos de latarde, una hora después de que los franceses lo hu-bieran sellado. Ante la imposibilidad de cruzar elpuerto, paso obligado para ir a Villena por el caminomás directo, los aliados retrocedieron.

Desesperados por la falta de auxilio, los soldadosespañoles que guarnecían el castillo de Villena caye-ron en el desánimo. A pesar de ello, y de no contarapenas con munición, el gobernador del castillo re-chazó los requerimientos de rendición que le hizo Su-chet, hasta la tarde del día siguiente.

La rendición se hizo sin luchar, siendo hechos pri-sioneros los mil hombres del batallón de Vélez-Mála-ga. Tal hecho fue considerado una deshonra por lasmáximas autoridades españolas, que encausaron el 28de diciembre del año siguiente (meses después deque finalizase la guerra) «a los jefes y oficiales del Re-gimiento de Vélez-Málaga, por la rendición del Casti-llo de Villena a los franceses». Sin embargo, no toda laculpa de aquella vergonzosa rendición fue de quienesguarnecían el castillo. El general Elío se empeñó endejar al batallón Vélez-Malaga guardando el castillo,en contra del parecer de otros jefes, y las tropas alia-

das que había en la Hoya de Casta-lla podrían haber tratado de soco-rrer a sus compañeros de Villenamarchando desde Onil por otro ca-mino alternativo al puerto de Biar ohaber mandado una fuerza mayorpara echar a los franceses de dichopuerto. Pero Murray no quiso ha-cerlo y Elío ya había perdido su au-toridad para obligarle. Tal como es-cribió al día siguiente Luis MaríaBalanzat, jefe de la 4ª División es-pañola, en el informe que remitióal Estado Mayor de los Ejércitos,«(…) por lo que inferimos militar-mente que el Sr. General Murrayjamás pensó en presentar una Ba-talla para liberar la guarnición delCastillo de Villena, y mucho menospara proteger las fuerzas de Yecla, ysí sólo esperar en Castalla (…)».

La acción de BiarY parece que Balanzat tenía razón,puesto que a los franceses les costó

1Segunda batalla

de Castalla

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Las Cortes de Cádiz suprimen elSanto Oficio (Inquisición) en febrerode 1813. Antes, en Madrid, José Irecibió en el mes de enero el Boletínde la «Grande Armée» que reconocíael estrepitoso fracaso de su hermanoNapoleón en la campaña rusa. Elemperador reclama entonces elregreso a Francia de más soldados,quedando en España unos doscientosmil hombres, que han de enfrentarseal ejército aliado encabezado porWellington, nombrado generalísimopor la Regencia de Cádiz. El avancede las tropas españolas e inglesashace retroceder al ejército francés. El21 de junio se libra la trascendentalbatalla de Vitoria, con la derrotafrancesa y la huida a Francia de José yla mayoría de las tropas imperiales. Afinales de agosto, sólo quedan en elinterior de España los ejércitosnapoleónicos de Cataluña, a lasórdenes del mariscal Suchet. Éstehabía emprendido la retirada deValencia el 5 de julio, pero dejandotras de sí un rosario de guarniciones(Denia, Sagunto, Peñíscola, Tortosa)para proteger la retirada ycondenadas al sacrificio.

El 8 de diciembre de 1813Napoleón devuelve el trono español aFernando VII, concluyendo asíoficialmente la guerra de laIndependencia. El rey «deseado»entra en España el 24 de marzo de1814.

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

1813ESPAÑA

Dibujo de Biarcorrespondiente

a 1813.(Reeves)

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tomar el puerto de Biar aquel 12 de abril.En tanto la división imperial de Harispe se instala-

ba en Sax, la de Habert avanzó hacia Castalla, enfren-tándose a los 2.200 hombres que componían la divi-sión anglo-siciliana mandada por el coronel Federico

Adam y que defendió valientemente el puerto de Biar.En la cuesta que había a la llegada de Biar por el ca-mino de Villena, se produjo un primer choque en elque cayeron medio millar de soldados de ambos ban-dos. Herido, Adam resolvió resistir, y así lo hizo du-

rante cinco horas, con sus hom-bres luchando encarnizadamentepor las calles del pueblo, y luegoen el desfiladero, contra la caballe-ría de los generales Robert y La-marque. Pero paulatinamente el1º Regimiento italiano, el CuerpoFranco de Calabria y los fusilerosdel 3º y 8º de la King German Le-gión, que conformaban la divi-sión de Adam, debieron retroce-der ante el ataque combinado dela infantería, la artillería y la ca-ballería francesas, con quinientostiradores, al mando del coronelGuillemet, hostigándoles desdelos altos de la izquierda. Los dra-gones franceses procuraronaprovechar el desorden final delos italianos para aniquilar almayor número de ellos, perooportunamente llegó en su so-corro la infantería inglesa del27º Regimiento.

Por fin, los aliados se replega-ron hasta cerca de Castalla, perodejando detrás grandes pérdi-das en hombres, un centenar deprisioneros y dos cañones. Losfranceses se apoderaron delpuerto de Biar, pero pagandoigualmente un gran precio. En-tre ambos bandos, aquella no-che quedaron en aquel paso demontaña y sus aledaños másde dos mil hombres.

La acción deCastalla

El escenario en el que se desarrolló esta segunda ba-talla de Castalla está algo más al oeste que el anterior,justo al otro lado del pueblo. El indeciso Murray,mientras Suchet se disponía a cruzar el puerto deBiar, había dudado dónde plantearle batalla, hastaque por fin eligió la llanura que se extiende entre lassierras de la Argueña y de Onil, con el mencionado

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

Batalla de Castalla (1813)

Plano de labatalla deCastalla de

1813. (CentroGeográfico del

Ejército)

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la maniobra que le había mandado Murray. Pero a lamedia hora de su partida hubo de regresar precipita-damente ante el ataque enemigo, precisamente contrael ala izquierda aliada.

Seiscientos tiradores franceses, bajo el mando delcoronel D’Arbod, habían remontado las lomas ante-riores a las trincheras españolas y defendidas por loshombres de Whittingham. Al mismo tiempo, con elobjetivo de dividir elfrente aliado, separandola división de Whitting-ham de las fuerzas deAdam, Suchet ordenó algeneral Habert que ataca-se con el regimiento 121º,apoyado por el grueso dela artillería gala.

Los tiradores francesesfueron rechazados y el co-ronel D’Arbod cayó muer-to. Entonces el general Ro-bert mandó que avanzarancuatro batallones del 3º Li-gero y del 121º, realizandocerradas descargas de fusi-lería, hacia los soldados es-pañoles de la división Ma-llorquina, que se hallabanentre el Pico del Águila, laCasa Bernabéu y la Casa Re-bolcador.

En esta ala izquierda alia-da se produjo el enfrenta-miento más duro de la bata-lla, formándose, a su vez, tresescenarios. El izquierdo en laaltura del Nadal, donde seenfrentaron a los tiradoresfranceses dos compañías decazadores españoles, al man-do del coronel Patricio Camp-bell, apoyados por los inglesesdel regimiento 27º que mandóAdam, y que, tras una descar-

ga cerrada, cayeron a la bayoneta contra los galos. Fueuna lucha encarnizada. Un poco más al este se des-arrolló el escenario central, donde formaron los gra-naderos del 5º regimiento y dos compañías de Gua-dalajara, para frenar el duro ataque francés. Y un pocomás hacia el este, el escenario derecho, donde los gra-naderos imperiales que habían tomado la colina de

puerto al oeste y el armajal que había entre Onil yCastalla al este. El combate más importante, más de-cisivo y sangriento, se produjo en las laderas de la ca-ra norte de la sierra de la Argueña, donde se enfrenta-ron las alas derecha e izquierda del ejército francés yaliado, respectivamente.

Situación de los ejércitosEn la mañana del 13 de abril de 1813 las tropas delmariscal Suchet, una vez cruzado el puerto de Biar,amanecieron ocupando el camino de Sax a Onil, flan-queadas en su ala izquierda por el cauce del río Verdey por el Cabezo de Torriá en su ala derecha. En total,algo más de 13.500 hombres repartidos en tres divi-siones de infantería (a cargo de los generales Robert,Harispe y Habert), la caballería del general Boussard ycuatro baterías de artillería. Los tiradores del generalRobert formaron el extremo del ala derecha francesa.A su izquierda, la primera línea imperial la completa-ba el 3º Ligero. El centro de esta primera línea la for-maban los regimientos 121º y 114º de Línea, más unaparte de los coraceros del 13º y los tiradores de Ha-bert. En el ala derecha de esta primera línea se halla-ban los regimientos 116º y 117º de Línea y, en el ex-tremo, el 14º de Línea. Detrás, y de derecha a izquier-da, estaba la otra parte de los coraceros del 13º condos baterías, el 16º y el 44º de Línea, y el 1º Ligero conotras dos baterías. En la reserva, el grueso de la caba-llería: el 24º de dragones, el 4º de húsares y el 13º decoraceros.

El ejército español, al mando del general Murray, locomponían más de 18.500 combatientes de cuatronacionalidades (española, inglesa, siciliana y portu-guesa), distribuidos en una vanguardia (dirigida porel coronel Adam), cuatro divisiones de infantería (bajolas órdenes de los generales Machenzie, Clinton,Whittingham y Roche), más una caballería de algomás de mil jinetes y la artillería anglo-siciliana (dosbaterías inglesas, otras dos portuguesas y una sicilia-na). El ala izquierda fue colocada en la parte más es-cabrosa de la sierra de la Argueña, cercana al puertode Biar, al mando del general Whittingham y com-puesta por la división Mallorquina. En el centro y algoavanzados, cubriendo el lado oeste de Castalla, lositalianos mandados por Adam. Y en el ala derecha,cubriendo el lado este del pueblo, la división de Mac-kenzie (apoyada por parte de la artillería) y una briga-da del general español Roche, con dos piezas de arti-llería a caballo, que estaban adelantadas en el llano, alabrigo de dos casas aspilleradas. Y en la reserva quedóla segunda brigada de Roche y la menos preparadadivisión Clinton.

Durísimo combate al oesteDesde lo alto del puerto de Biar, el mariscal Suchetobservó al alba la situación de ambos ejércitos. Ladisposición de su enemigo le forzaba a maniobrar enun escenario muy estrecho, con viñedos a su derechay el armajal al fondo, en medio del camino entre Onily Castalla. Decidió destacar a parte de la caballería deBoussard para que vigilara el ala derecha de los alia-dos, al otro lado de Castalla.

Mientras tanto, Murray tampoco se decidió a ata-car. Muy al contrario, pese a tener una amplia ventajanumérica y posicional, ordenó hasta tres veces la reti-rada de su ejército. Pero el ataque que por fin inició elala derecha francesa contra la izquierda aliada, impi-dió que se cumplieran sus órdenes. Poco antes, a lasdiez, Murray había dado otra orden contraproducen-te. A través del teniente coronel Catineli, mandó algeneral Whittingham que, a las doce, saliese con sustres regimientos (5º de Granaderos, 2º de Murcia y 2ºde Mallorca), para que, yendo por el camino de Saxhacia el oeste, envolviese el ala derecha enemiga. Co-mo este movimiento le pareció del todo imprudente,pues dejaría un peligrosísimo hueco en la línea aliada,Whittingham pensó desobedecer la orden, pero comoen ese momento arribaron, al mando del coronel Ro-mero, los regimientos Córdoba y Burgos de su divi-sión (que habían partido de Alcoy a las tres de la ma-drugada), cambió de opinión y se preparó para iniciar

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

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Fernando VIIpremió la

victoria conuna cruz encuyo reversofiguran las

iniciales D. M.(División

Mallorquina)por ser estossoldados losque libraronlos combates

más duros

Recreación delas batallas deCastalla que sellevó a cabo enel año 2005.(Oficina deTurismo deCastalla)

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Sarratella y los fusileros que avanzaban apoyados porun piquete de caballería, se encontraron con la oposi-ción de las reservas de la división Mallorquina, enca-bezada por el coronel Romero. También aquí el com-bate fue terriblemente encarnizado: la primera colum-na francesa avanzó por la cresta de la montaña y lasegunda por la abertura de la Umbría de Pellicer, dis-parando con acierto sus armas de fuego, antes de car-gar a la bayoneta.

Los españoles lograron rechazar el ataque francéspor los tres puntos, pero otras unidades galas volvie-ron a cargar sin dar respiro a la división Mallorquina,llegando muchas veces a la lucha cuerpo a cuerpo. Yasí durante horas. En cierto momento, según cuentael brigadier Francisco Serrano, lugarteniente de Whit-tingham, hasta cinco mil soldados franceses atacaronal mismo tiempo el ala izquierda aliada, defendidapor cuatro mil hombres. En esta ocasión el combateduró tres horas y media, «con la mayor obstinación deuna y otra parte, habiendo sido el enemigo batido yrechazado a un mismo tiempo de toda la línea, dejan-do el campo cubierto de calaveras». Entonces Whit-tingham ordenó adelantar la línea española para per-seguir a los franceses, que huían hacia la loma deDoncel, en la sierra de Onil. Pero la caballería imperialsupo cubrir bien la retirada de su infantería.

El combate en el centroy el ala derecha

Mientras esto ocurría en el ala izquierda del ejércitoaliado, en la parte más montañosa del frente, la luchaen el centro y la derecha no alcanzó tanta intensidad.

El ataque que los franceses realizaron contra lastropas mandadas por el coronel Adam, con intenciónde aislar la división Whittingham, fue rechazado porlos sicilianos, apoyados por los ingleses de la divisiónMackenzie.

Poco después, la infantería francesa, al mando delgeneral Harispe, apoyada por la caballería, atacó el aladerecha de los aliados, pero la primera brigada de Ro-che frenó el avance con la caballería y desde los atrin-cheramientos avanzados y las casas aspilleradas.

El mariscal Suchet reagrupó entonces sus fuerzas,con intención de realizar un ataque definitivo por elcentro, en dirección a Castalla, encargándoselo a ladivisión Habert. Tras romper el fuego la artillería delgeneral Valée, avanzaron los regimientos 14º, 16º y117º en Línea, flanqueados por los coraceros del 13º.Frente a ellos, la artillería aliada respondió el fuego yse aprestó la primera brigada de Roche, con los vo-luntarios de Aragón, los cazadores de Valencia y seiscañones, apoyados por los dragones de Almansa y lacaballería de Olivenza, con la reserva compuesta porlos voluntarios de Alicante, Chinchilla y Canarias. Loscoraceros y dragones franceses fracasaron en su in-tento de inutilizar los cañones aliados, huyendo preci-pitadamente junto con su infantería.

Los aliados contraatacaron con una columna quequiso desbordar la izquierda imperial y envolver suartillería más avanzada, pero se tropezaron con mediobatallón del 16º galo, dirigido por el coronel Meyer,que se lo impidió.

Retirada francesa y balanceEl avance aliado por los tres frentes fue interrumpidopor la llegada de la noche y la indecisión de Murray.Además, Suchet fue muy hábil maniobrando con sucaballería, para cubrir la retirada del resto de su ejérci-

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El Mariscal LuisGabriel Suchet

conquistóValencia ydominó elterritorio

alicantino entre1812 y 1813

Suchetuis Gabriel Suchet fue uno de los «vie-jos espadones» de Napoleón, que do-minó casi todo el territorio alicantino

durante año y medio, desde su conquista deValencia.

Nació en Lyon el 2 de marzo de 1772. Hijode un comerciante, se alistó como voluntarioen la guardia nacional del Ródano a los dieci-nueve años. En 1808 se le concedió el título deconde gracias a su magnífica carrera militar. Yaen España, estuvo al mando del 2º cuerpo deejército francés, destinado en Aragón. Tomóparte del sitio de Zaragoza, conquistó Lérida yTarragona, y Napoleón le otorgó el bastón demariscal el 8 de julio de 1810. El 5 de julio de1811 venció a Blake en Sagunto y el 30 de ene-ro de 1812 entró en Valencia, donde estableciósu cuartel general. Hombre ilustrado y em-prendedor, durante el tiempo en que estuvo enla capital del Turia ordenó realizar grandesobras que embellecieron la ciudad, como laapertura de la plaza de la Aduana y la creacióndel paseo ajardinado del Plantío, con el cualensanchó la antigua Alameda. Abandonó Va-lencia el 4 de julio de 1813, poco después dehaber recibido el título de duque de Albufera.

Su primera derrota militar la sufrió el 11 deabril de 1813, en la conocida como segunda ac-ción o batalla de Castalla. Poco después sufriríaotras, como la de Vitoria, poco antes de volver aFrancia. Murió el 3 de junio de 1826 en el casti-llo de Saint-Joseph-Montredon, cerca de Mar-sella. Dejó escritas unas interesantes «Memo-rias» que vieron la luz por primera vez en París,tres años después de su muerte

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

Expedienteencausando alos jefes yoficiales delregimiento deVélez-Málagapor la rendicióndel castillo deVillena.(Instituto de Historia yCultura Militar)

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ron otra vez derrotados por los gue-rrilleros en la misma puerta de Cal-pe, matando e hiriendo a muchosde ellos y persiguiendo al restohasta Gata.

Una semana más tarde llegaronlas primeras tropas regulares espa-ñolas a Calpe.

Regreso a ValenciaEl mariscal Suchet abandonó Va-lencia con su ejército el 4 de juliode 1813. Al día siguiente entraronlas tropas españolas, al mando delgeneral Francisco Javier Elío.

Así presentó la noticia el perió-dico alicantino «El Imparcial», ensu suplemento del 6 de julio:

«Gloria, libertad y salvación. Las autoridades civilesde esta provincia, residentes en esta ciudad, han reci-bido de oficio la plausible y ventajosa noticia de la li-bertad de la capital la que evacuaron los enemigos alas cuatro de la mañana del 4, dirigiéndose por el ca-mino real hacia Tortosa».

Nada más conocer esta noticia, los miembros de laComisión de Gobierno y de la Audiencia se prepara-ron en Alicante para regresar cuanto antes a la capitaldel reino y de la provincia.

Tras la caída de Valencia, las pocas poblaciones ali-cantinas que todavía estaban en poder de los france-ses fueron liberadas por las tropas regulares españo-

las, los batallones ingleses o las guerrillas. Aunquehubo una, la de mayor valor estratégico, que todavíatardaría cinco meses en ser liberada.

Al mismo tiempo que Suchet perdía la batalla de Vito-ria, las cosas empezaban a ponerse difíciles para laguarnición francesa de Denia, a la cual había dejadoaquél para salvaguardar la retirada de su ejército deValencia, aun a sabiendas de que significaba conde-narla al sacrificio.

El 9 de junio de 1813 se retiraron a Gandía los sol-dados franceses que había acuartelados en el conven-to de Ondara; y desde allí marcharon todos hasta Cu-llera. La guarnición de Denia se quedó sola y aislada.Dos días después, con las tropas españolas ya enGandía y los guerrilleros en Oliva, los principales em-pleados por los franceses abandonaron Denia pormar.

Liberaciónde Denia

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to, que cruzó el puerto de Biar y sedirigió hacia Fuente la Higuera yOnteniente.

A pesar de que los aliados ven-cieron en esta segunda batalla deCastalla (que, como hemos visto, enrealidad duró tres días y tuvo variosescenarios seguidos: Yecla, Villena,Biar y Castalla), el balance enturbióesta victoria. Mientras los francesessufrieron entre 800 y 1.000 bajas(muertos, heridos y prisioneros), losaliados perdieron unos 2.670 hom-bres (dos mil en los días anteriores y670 en la acción de Castalla, de loscuales 400 eran ingleses). Además,los aliados no aprovecharon esta vic-toria por culpa de Murray, quien des-istió de perseguir a las desamparadasy fatigadas fuerzas del mariscal Su-chet.

Pero esto no fue óbice para que, como era de espe-rar, los españoles en general y los alicantinos en parti-cular celebraran el triunfo aliado en esta segunda ydefinitiva batalla de Castalla. Durante los días si-guientes, los alicantinos disfrutaron de fiestas públi-cas para solemnizar esta victoria; y unos años des-pués, Fernando VII premió a las tropas aliadas queparticiparon en esta acción, creando una cruz de cua-tro brazos con esmalte rojo perfilado de oro y un me-dallón circular en el centro, de esmalte blanco con lainscripción «Castalla, 13 de Abril de 1813», en letra deoro, y que en el reverso tiene las iniciales D. M. (Divi-sión Mallorquina), por ser estos soldados españoles,al mando del general inglés Santiago Whittingham,quienes mantuvieron los combates más violentos eintensos durante la batalla.

Tras la derrota en la segunda batalla de Castalla, lastropas francesas se retiraron de Villena el 30 de abrilde 1813.

Díez días antes, los guerrilleros españoles liberarondefinitivamente Jávea y Pedreguer. Poco después re-conquistaron Benisa, Gata y Jalón, ciñendo así el cer-co a los franceses que seguían en Denia y Ondara,acuartelados en esta última villa en el convento de losMínimos. Desde este convento ondareño salieronprecisamente los soldados galos que, junto con otrosprovenientes de Gandía y Denia, fueron a Pego, el 18de mayo, para enfrentarse a los 300 guerrilleros queallí se habían reunido. Murieron 18 soldados france-ses, pero fueron más las bajas entre los guerrilleros,quienes huyeron hacia Benisa, Jalón y Teulada.

Estas mismas tropas imperiales volvieron a con-traatacar nueve días después con intención de recu-perar el dominio de Calpe, pero esta vez los guerrille-ros les dispararon a través de las aspilleras de las mu-rallas, matando a un capitán, dos sargentos y muchossoldados. Los que sobrevivieron huyeron dispersospor la montaña, pero fueron perseguidos por los gue-rrilleros hasta Jávea, matando e hiriendo a algunosmás.

Dos días más tarde, el 29 de mayo, fue otro desta-camento francés a Calpe, más numeroso y mejor pre-parado, con bombas para romper la muralla calpina,pero se retiraron sin disparar un solo tiro, al encontrarla villa fuertemente defendida por 400 guerrilleros.

De nuevo volvieron a Calpe los franceses al cabo deotros dos días. Esta vez eran 400 soldados, algunos deellos llegados expresamente desde Valencia. Pero fue-

Liberaciónespañola

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Una vezrecuperada

Valencia, las pocas

poblacionesalicantinasque todavíaestaban en

poder de losfranceses

fueronliberadas,

menos Denia

Portada delperiódico

alicantino ElImparcial.

(Historia de laProvincia de

Alicante)

Tras la derrotaen la segunda

batalla deCastalla, las

tropas francesasse retiraron de

Villena el 30 deabril de 1813.

(ArchivoMunicipal de

Villena)

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

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Comenzó el asedio de la plaza el 15 de junio, con lallegada a los alrededores de Denia, a las once de lamañana, de unos tres mil guerrilleros, que lo primeroque hicieron fue llevarse a Ondara los 160 bueyes quehabía pastando en el paraje conocido como el Saladar(actual paseo del mismo nombre), próximo a las mu-rallas, iniciando así la privación sistemática de entradade víveres. Al día siguiente intentaron salir algunossoldados franceses, pero fueron detenidos por losguerrilleros en el Saladar y obligados a entrar ense-guida, al mismo tiempo que desde el castillo dispara-ban los cañones sin alcanzar a los españoles. El co-mandante Brin ordenó el toque de queda y autorizó lasalida de mujeres y niños, pero fueron pocos los quelo hicieron. También ordenó el arresto de los dianen-ses que menos confianza le inspiraban, por lo quefueron confinados en el castillo José Montaner y Bar-tolomé Llorens. Una hija de éste último, por no estarsu marido, Pablo Sala, fue encerrada con las monjasen casa del alcalde, mosén Gavilá. Por la misma razónfueron llevados al castillo los hermanos Juan Antonioy Manuel Lattur, luego de presentarse ante Brin dosdías después, tras su llegada voluntaria desde Ondara.

Todavía no había acabado aquel mes de junio de1813, cuando los dianenses comenzaron a sentir lafalta de harina y comida. Empezaba el hambre.

El 10 de julio se unieron a los guerrilleros las pri-meras tropas regulares españolas, en concreto el bata-llón de América. Tres días más tarde Brin permitió lasalida de Denia de las monjas, pero no así de VicentaLlorens, esposa de Sala, que siguió detenida en casade mosén Gavilá. Al cabo de otros tres días huyó unespañol de la plaza, Manuel Barruti, junto a los cuatroprimeros desertores franceses.

Los días 17 y 18 de julio Brin recibió a un oficial es-pañol que le instó a rendirse. El comandante francésrechazó capitular pero, ante la insistencia del español,que deseaba la liberación de los prisioneros, aceptósólo la de Vicenta Llorens, quedando su padre y Mon-taner enfermos de fiebres tercianas en el castillo, jun-to a los hermanos Lattur.

Durante todo el verano el tiroteo entre franceses yespañoles fue constante, menos cuando éstos mar-chaban a las fiestas de los pueblos vecinos. Así lo

apunta un socarrón Palau en su diario: «Día 24 Julio1813: Nada porque los guerrilleros estaban en las fies-tas de Ondara (…) Día 26: Nada, los guerrilleros deJávea y los de Ondara en fiestas».

Los hermanos Lattur lograron escaparse del castilloel 12 de agosto, usando una cuerda que ellos mismoshabían hecho. Saltaron junto a la torre de la Pólvorasin ser vistos más que por el centinela que estaba enel cementerio, que les disparó pero sin darles. Comoconsecuencia de esta fuga, los dos presos que queda-ban en el castillo, Montaner y Llorens, pese a seguirenfermos, fueron llevados al más seguro de los cala-bozos: el de la Culebra.

Brin volvió a autorizar la salida de ancianos, muje-res y niños el 15 de agosto, siendo esta vez muchoslos que se fueron. Ya por la noche, empezó el bombar-deo contra el castillo y la ciudad, que al día siguientefue respondido desde la fortaleza. Un bombardeo queno duraba más de dos o tres horas, pero que se repitióa lo largo de varios días, produciéndose la primeravíctima mortal el día 19, cuando un casco de bombaarrancó la cabeza a un criado que estaba trabajandoen el horno del castillo.

Antes de que finalizase agosto, debido al hambresobre todo, empezaron los asaltos de las casas vacíaspor parte de los soldados franceses.

Asalto a la ciudadFue el 16 de setiembre cuando los guerrilleros y lossoldados españoles dieron el asalto definitivo para to-mar la ciudad de Denia. Aunque los cañones del cas-tillo contestaron a la artillería española desde las seisde la mañana hasta las siete de la tarde, ésta al finallogró abrir en la muralla una brecha de cien pasosfrente a la noria de Contri, y otras tres menores en lazona que actualmente se encuentra entre la plaza delTenor Cortis y el Rodat.

A las nueve de la noche se inició el asalto propia-mente dicho, colocando los españoles sus escalas so-bre las murallas por tres sitios, superando los disparosy las piedras que les arrojaban los franceses, hasta ha-cerles retirarse corriendo hacia el castillo. Si los gue-rrilleros y soldados españoles hubiesen contado con

mejores guías, ninguno de los franceses que se en-contraban en la glorieta hubiera podido escapar; perono fue así y éstos lograron huir por la calle del Cophacia la fortaleza, donde se reagruparon y se hicieronfuertes, aprovechando la oscuridad de la noche; aun-que no todos lo consiguieron, entre ellos un capitángalo que cayó muerto en dicha calle.

Aquella noche entraron en Denia 400 soldados es-pañoles y 300 guerrilleros, quedándose el resto al otrolado de las murallas, vigilando las puertas y brechaspor las que podían escapar los franceses. Para evitarlo,y para que los propios españoles no se disparasen en-tre ellos, el comandante de la guerrilla, Juan Ivars, na-tural de Gata, eligió como contraseña «jarro, jarrafo»,de pronunciación harto difícil para un francés.

Casi inmediatamente empezaron a producirse enlas casas dianenses los saqueos de los soldados espa-ñoles.

Asedio al castilloEl asedio a la fortaleza dianense se inició con un duroy prolongado bombardeo desde todas las baterías es-pañolas (respondido por los cañones del castillo), queprosiguió con parecida intensidad durante todos losdías que restaban del mes de setiembre y casi todoslos de octubre. Resultado de ello fue, el 18 de este úl-timo mes, la destrucción por la artillería gala del cam-panario de la iglesia de la Asunción.

Pero tanto bombardeo y asedio no privó a los ofi-ciales sitiadores de algunas distracciones, como la ex-pulsión de la ciudad, el 3 de octubre y por orden delcomandante, de dos de las rameras que acompaña-ban a la tropa, después de raparles el cabello y darlesun humillante paseo por las calles. O asistir a la feriade Ondara, el 28 del mismo mes.

El 4 de noviembre los españoles trataron de con-vencer a los sitiados de que se rindieran, haciéndolesllegar unos periódicos con noticias de la capitulaciónfrancesa en los castillos de Pamplona y Peñíscola, pe-ro el comandante Brin se negó rotundamente. Aque-lla negativa conllevó el recrudecimiento del bombar-deo contra la fortaleza, provocándole grandes destro-zos a lo largo de los días siguientes. Entre el 9 y el 13

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

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La honrosarendición delos francesesen Denia seprodujo trasun asedio decasi medio año y ser

castigados con35.000 disparos

de cañón

INFORMACION / GRAFÍA

Imagencomparativa de

Denia entre1811 y laactualidad

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el fuego intenso de las baterías españolas comenzabaa las siete de la mañana y concluía a las cinco de latarde, durante los cuales se abrieron grandes brechas,quedaron desmontados los cañones y las troneras delcastillo, se desmoronó la torre que había a la derechade la entrada y fue destrozado el palacio de la fortale-za.

Cesó el bombardeo el día 14 porque se inició unanueva negociación entre el coronel español y el co-mandante francés, a través éste de un oficial de inge-nieros. La negociación duró hasta el día 17, el mismoen que se escaparon del castillo Bartolomé Llorens yJosé Montaner, éste herido en la espalda de un dispa-ro. El parlamento acabó con la negativa de Brin a ren-dirse, por lo que el bombardeo de todas las bateríasespañolas contra la fortaleza se reinició de inmediato.Bombardeo que continuó todos los días hasta el 4 dediciembre. Fruto de ello fue el agrandamiento de lasbrechas y el derribo de algunas de las murallas quedefendían el castillo en varias plazas o recintos.

Para preparar el asalto final, previsto para el día si-guiente, a las nueve de la noche del 5 de diciembreempezaron a disparar los españoles contra el castillodesde todas las partes altas de la ciudad. Este fuegoduró hasta el amanecer y su objetivo era mantenerdespiertos a los franceses, para que se encontraranaún más cansados cuando se iniciara el asalto final.Pero éste no llegó a producirse. Cuando los españolesya tenían colocadas las escalas sobre los pocos murosque quedaban en pie, y estaban preparados para en-trar en el castillo por las abundantes y anchas bre-chas, Brin decidió capitular, tras mantener una pos-trera negociación con los jefes españoles, que durótodo el día 6.

RendiciónFue aquella una rendición honrosa. En ello coincidentodos los cronistas e historiadores, incluido mosén Pa-lau. Una rendición que se produjo tras un asedio decasi medio año, durante el cual los sitiados fueron

bombardeados por 35.000 disparos de cañón.A las cuatro de la tarde del 7 de diciembre empeza-

ron a bajar los franceses, uno a uno, encabezados porun «tuerto valeroso y hasta temerario», según descri-biría el historiador Chabás al comandante Brin. Noeran más que 141 sobrevivientes, que desfilaron ex-haustos pero orgullosos ante la admirada atención delos soldados y guerrilleros españoles.

Pero aquella admiración y los acuerdos alcanzadosen la capitulación no impidieron que los vencidosfueran robados mientras esperaban su destino. A Brin,que fue alojado en casa de José Gavilá, le robaron sumaleta, sospechosa de contener mucho dinero. Variossoldados españoles asaltaron la casa, redujeron a suasistente y se llevaron la maleta, que apareció luegovacía.

El 18 de diciembre de 1813 Brin y el resto de losfranceses embarcaron en dos naves que los llevaron,repartidos, a Mallorca y a Cabrera.

Con la liberación española de Denia acabó la guerrade la Independencia en tierras alicantinas.

Veinticuatro días antes de la rendición francesa enDenia, Napoleón envió una carta a Fernando VII en laque le manifestaba su deseo de reintegrarlo a la coro-na española. El rey «deseado» regresó a España y re-tomó su trono, pero el 4 de mayo de 1814 traicionó alos liberales que habían luchado por él durante la du-ra y larga guerra de la Independencia, promulgandoun decreto por el que declaraba nulos toda la legisla-ción y los actos de gobierno de las Cortes de Cádiz.

4Fin de la guerra

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LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIAEN LA PROVINCIA DE ALICANTE

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En el castillo deDenia se

refugiaron lastropas francesas

antes de surendición

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La amplia bibliografía consultadapara redactar este trabajo cuenta conautores tan reconocidos eimprescindibles como los cronistasdel siglo XIX Rafael Viravens, NicasioC. Jover y Francisco Palau;historiadores o cronistascontemporáneos: Emilio La Parra(quien ha revisado algunos capítulos),Rafael Zurita, Mª Luisa Álvarez,Vicente Ramos, Rogelio Sanchis, JuanBautista Vilar, Jesús Andreu, JavierCalvo, Fernando Galiana; o deprincipios del siglo XX: Justo GarcíaSoriano; así como autores de obrassectoriales: Francisco Moreno,Manuel Bofarrull, José AntonioAlcaide y Jaime Díez.

Ha sido muy importante lacolaboración de bibliotecarios yarchiveros de toda la provincia: VicentMuñoz y Susana Llorens, de Alicante;Carmina Verdú, de Elche; Josep LluisSantonja, de Alcoy; Jesús García,César Moreno y Pepi Orts, deOrihuela; Pilar Díaz y Ana Hernández,de Villena; Andrés Ruiz y Pilar Yagüe,de Castalla; Mª José Martínez, de Ibi;Rosa Seser y Lidia Peris, de Denia;José Bernabé, de Jijona; ConsueloPoveda, de Elda; Vicente Gomis, deBenisa; Paco Payá y Mª Mar Llinares,de Villajoyosa; Antonio Couto y CeliaFabri, de Benidorm; AsunciónBrotons, de Muchamiel; PuraMiralles, de Catral. Así como la devarias instituciones nacionales:Archivo General Militar de Segovia;Instituto de Historia y Cultura Militarde Madrid; Centro Geográfico delEjército de Madrid, con especialmención a Isabel Blanco; y de igualmanera a Elisa Millás y Lala Ortells dela Biblioteca Histórica de laUniversidad de Valencia.

También han colaborado de una uotra forma José Luis Correal, PabloRosser, Juanjo Alfonso, GerardMuñoz y Guillermo Bernabéu; asícomo Marco Esteve, autor de losplanos de la ciudad de Alicante de1808 y 1814, elaboradosexpresamente para este trabajo.

Breves pero sentidosagradecimientos

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