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José Castilho LA LECTURA COMO POLÍTICA Construyendo políticas y planes nacionales del libro y la lectura

La lectura como política · 2021. 1. 20. · dadores de la Asociación de Editoriales Universitarias de América Latina y el Caribe (EULAC), quien, a los 99 años, sigue dándome

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José Castilho

LA LECTURA COMO POLÍTICAConstruyendo políticas y planes nacionales del libro y la lectura

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José Castilho LA LECTURA COMO POLÍTICAConstruyendo políticas y planes nacionales del libro y la lectura

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La lectura como política. Construyendo políticas y planes nacionales del libro y la lectura ©José Castilho

©Biblioteca Nacional del PerúAv. De la Poesía 160www.bnp.gob.pe

Jefe Institucional de la Biblioteca Nacional del PerúEzio Neyra Magagna

Directora de la Dirección de Acceso y Promoción de la InformaciónFabiola Vergara Rodríguez

Jefa del Equipo de Gestión Cultural, Investigaciones y EdicionesKristel Best Urday

Revisión técnica: Rosália GuedesTraducción al castellano: Kristel Best Urday Edición: Gracia AnguloDiseño de línea gráfica: Rodolfo LoyolaDiagramación: Daniela AbadCorrección de estilo: Sandra Arbulú

Primera edición: noviembre de 2020Tiraje: 1,000 ejemplares

Hecho el depósito legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº2020-08154ISBN 978-612-4045-51-6

Impreso en Impresiones GuerreroCalle pedro dávalos lisson # 283, lima 01Correo: [email protected]: 333-2061 / 949191259

Castilho, José

Bibliografía: p. 103-105

BNP: 2020-029 BNP-DGC

D.L. 2020-08154ISBN 978-612-4045-51-6

La lectura como política : construyendo políticas y planes nacionales del libro y la lectura / José Castilho.-- 1a ed.-- Lima : Biblioteca Nacional del Perú, 2020.

105 p. ; 18 cm.-- (Lectura, biblioteca y comunidad)

1. Plan Nacional del Libro y la Lectura (Brasil) 2. Libros y lectura - Política gubernamental 3. Promoción de la lectura - Política gubernamental I. Biblioteca Nacional del Perú II. Serie

028 C34

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La colección Lectura, Biblioteca y Comunidad nace con el objetivo de promover la reflexión en torno a la lectura como práctica sociocultural, a las bibliotecas como espacios de encuentro que posibilitan el desa-rrollo y a las políticas públicas que inciden en el gran ecosistema formado por las bibliotecas, la lectura, la es-critura, el libro y el acceso a la información. En esta co-lección se publicarán conferencias, ensayos, entrevistas, conversaciones, entre otros textos, de investigadores e investigadoras y profesionales de reconocida trayectoria. De esta manera, la Biblioteca Nacional del Perú espera contribuir a la reflexión y a la generación de conoci-miento sobre prácticas y espacios que son de gran valor para la construcción de una ciudadanía crítica y de una sociedad democrática.

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Lectura, Biblioteca y Comunidad busca propiciar el diálogo y el encuentro a través de miradas que recogen y trascienden lo local y nos llevan a reconocer experien-cias e iniciativas exitosas que evidencian la manera en que las bibliotecas son instituciones transformadoras que pueden llegar a ser verdaderos motores de desarrollo de las comunidades a las que atienden.

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Al amigo peruano Pedro Visconti Clava, creador y uno de los fun-dadores de la Asociación de Editoriales Universitarias de América

Latina y el Caribe (EULAC), quien, a los 99 años, sigue dándome lecciones de juventud. Fue el autor del primer lema de EULAC, que

sirve a todos los latinoamericanos: «Integrarnos es una necesidad, lograrlo es nuestra tarea».

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Sobre este libro

Prefacio

Capítulo 1: La lectura como derecho humano y como política de emancipación social

Capítulo 2: Fundamentos de una política pública de lectura y escritura

Capítulo 3: Materializar los conceptos

Capítulo 4: Planes de lectura: organización, estructura y marcos legales

Conclusiones: el devenir del derecho a la lectura

Sugerencias bibliográficas sobre políticas públicas de lectura

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Índice

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Sobre este libro

El presente libro describe y analiza los pasos necesarios para la construcción de políticas y planes nacionales del libro y la lectura como documentos centrales para su-perar las desigualdades del mundo en el que vivimos. En este sentido, constituye también un llamado a posi-cionar en el centro de la discusión la necesidad de estas herramientas de política pública para la construcción de sociedades más equitativas y democráticas.

A partir de su vasta experiencia como consultor en el desarrollo y creación de estos planes y políticas en Brasil y otros países iberoamericanos, José Castilho nos ofrece un texto enriquecedor y sumamente pertinente para el contexto actual del ecosistema de la lectura y el libro en el Perú en tanto, actualmente, el Ministerio de Cultura de nuestro país se encuentra elaborando y construyendo la Política Nacional de la Lectura, el Libro y las Biblio-tecas. Mediante la revisión y reflexión de los logros y oportunidades de mejora del Plan Nacional del Libro

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y la Lectura de Brasil, cuya implementación fue coor-dinada por el autor de este libro, Castilho nos muestra los pasos a seguir en la consecución de un plan nacio-nal que se construya sobre la base de nuestra diversidad cultural y desde una perspectiva inclusiva que escuche y convoque a la mayor diversidad posible de actores.

Asimismo, Castilho comparte en este texto su visión de la lectura como un derecho humano que permite a los ciudadanos conocerse y comprenderse a sí mismos y a los otros, un acto que favorece el diálogo y, en virtud de este, la construcción de una sociedad más armónica y humana. Por otro lado, el acceso a la lectura y a la in-formación es también entendido como un derecho que favorece el ejercicio de otros derechos y que promueve un mejor desempeño de los seres humanos en todos los aspectos de su vida.

En suma, se trata de un libro que propone una di-rección clara hacia la construcción de políticas públicas que permitan generar las mejores condiciones posibles para el ecosistema de la lectura y el libro, colocando siempre en el centro al lector.

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Prefacio

Las grandes dificultades que amenazan nuestra exis-tencia como seres humanos nos dan la oportunidad de tener una suerte de autorretrato de la humanidad que habita este pequeño planeta azul. Generalmente, son retratos horrorosos de guerras, genocidios y pestes, que muestran lo peor de nosotros.

Mientras atravesamos estos momentos de trágica agonía, los alegres selfies de la contemporaneidad digi-tal dan lugar a las inevitables conclusiones sobre cuánto debe caminar aún la humanidad para alcanzar un grado mínimamente satisfactorio de civilidad.

La crisis sanitaria de la COVID-19 interrumpió nuestras vidas a fines de 2019, que hasta ese momento estaban pautadas mundialmente por el orden social y económico que se impone desde el último trauma de nuestras penurias: la Segunda Guerra Mundial y sus ne-fastas consecuencias, la Guerra Fría y las sucesivas dicta-

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duras en nuestro territorio, llamado entonces «el tercer mundo».

Setenta y cinco años han pasado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y nuevamente estamos bus-cando entender este nuevo periodo histórico excepcio-nal, ahora marcado por la pandemia, que evidencia las desigualdades, las intolerancias, la usurpación de dere-chos, el resurgimiento de los totalitarismos, el culto a la ignorancia y al individualismo que mantienen las ro-bustas —aunque desgastadas— fortalezas del sistema de dominación internacional.

Es necesario ejercer la crítica desde una mirada que busque otros ángulos y perspectivas sobre esta difícil crisis. Es indispensable que los debates fundamentales sobre la pandemia y sus múltiples efectos, que se extien-den mucho más allá del problema sanitario y alcanzan diversos sectores y a toda la humanidad, se desarrollen desde un punto de vista diferente del de los análisis he-gemónicos propios de los países que dominan la econo-mía mundial.

Esta mirada crítica, que nos diferencia de buena par-te del mundo económicamente en crisis, se basa en un concepto creado por el brasileño Paulo Freire sobre lo que es leer, lo que es la lectura y qué lector es necesario buscar: «Nadie empieza a leer la palabra, porque antes de la palabra lo que tenemos a nuestra disposición para

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leer es el mundo. Y leemos el mundo como lo entende-mos e interpretamos».

Leer la crisis con los ojos latinoamericanos, desde nuestra posición social opuesta a la del orden mundial dominante, supone analizar los problemas que todavía no se superan globalmente, como el racismo estructu-ral, la desigualdad, la xenofobia, la homofobia, la de-mocracia incluyente y la ecología del desarrollo soste-nible. Se muestra a un mundo enfermo al que nuestra región debe leer desde una perspectiva que haga posible la construcción de un planeta más justo y ecuánime, al abandonar viejas prácticas de poder que ya se mues-tran fracasadas. Y, principalmente, que nos permita so-brevivir como seres humanos porque hasta ahora se ha construido un orden social que nos extinguirá si no se evidencian cambios profundos.

Leer y construir lectores hoy, en nuestra América, es una nueva visión y un acto de construcción y de inser-ción alturada en el siglo XXI. Gracias a la humaniza-ción del concepto de lectura, esa construcción puede realizarse sobre la base de las culturas y los saberes pro-fundos acumulados por los pueblos ancestrales y con-temporáneos. Es decir, a partir de nuestras profundas raíces procedentes de los pueblos originarios, de las ci-vilizaciones milenarias que habitaron antes de la llegada de los europeos, del trabajo y de las enseñanzas de otras

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civilizaciones que fueron traídas a la fuerza —como la abominable esclavitud de los pueblos africanos— o de aquellas que vinieron buscando una vida mejor en las innumerables inmigraciones de Europa y del Oriente, tenemos las condiciones para crear nuestros planes y programas de formación de lectores de manera sin igual.

Respetar nuestras diversidades, nuestros territorios, nuestras tradiciones orales y escritas aportará a la cons-trucción de un país de lectores que se funda sobre un concepto clave: «la escucha». Sobre esta es que los me-jores planes nacionales de lectura han sido construidos en la región desde el Año Iberoamericano de Lectura (ILIMITA), en 2005.

Este pequeño libro busca fomentar la idea de cen-tralidad de la formación lectora como estrategia fun-damental para renovarnos y superar las desigualdades que vivimos. Y busca, igualmente, incentivar la creación de planes de lectura en todo el territorio nacional y en todas las regiones del Perú porque será a partir de es-tos que los gobiernos podrán actuar con rigor y con el cuidado que se requiere para implementar una política pública de lectura. A partir de la experiencia acumulada en Brasil y en otros países iberoamericanos, exploro al-gunos puntos de reflexión y motivación para contribuir con los hermanos peruanos en la construcción de un país de lectores.

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Mi propósito en este camino con ustedes, lectores, es leer el Plan Nacional del Libro y la Lectura de Brasil (PNLL) y reflexionar sobre este. Opto por concentrar-me en los ejemplos conceptuales y prácticos a partir del PNLL, porque su texto expresa lo que pienso, lo co-nozco detalladamente y por haber coordinado su imple-mentación entre los años 2006 y 2010. Además, entien-do que este puede ser replicado como una ruta posible para todos los países de la región que quieran construir sus planes de lectura y escritura democráticamente y de forma inclusiva. También conozco y admiro profunda-mente otros planes nacionales iberoamericanos, y en-tiendo que éticamente debo transitar con los logros, los errores y la crítica del que se desarrolla y continúa desa-rrollándose en mi país.

Agradezco a la Biblioteca Nacional del Perú y a su director Ezio Neyra Magagna por la invitación y la oportunidad de contribuir en esta linda y oportuna co-lección de libros. Al equipo de profesionales de la BNP, reitero mis agradecimientos por la gentileza y el apoyo durante el proceso de escritura. Extiendo los agradeci-mientos a mi amiga Rosália Guedes, compañera en la construcción del PNLL de Brasil, quien realizó la lectu-ra crítica de este libro.

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Capítulo 1

La lectura como derecho humano y como política de emancipación social

Lectura no es solo alfabetización, es visión de mun-do. Quien lee, piensa. Y quien piensa, no se calla. Es urgente, por lo tanto, incentivar la lectura, no

solo en su dimensión educativa, sino también en su dimensión social y cultural. La lectura es condición

de aprendizaje. Sin esta y sus juegos de sentido, el hombre no se convierte en sujeto de su historia

Eliana Yunes1

La amenaza de estar construyendo un mundo distópi-co, que ya dio innumerables pruebas de que es estruc-turalmente desigual e injusto para la mayoría de seres humanos, muestra, al mismo tiempo, que es necesario y urgente buscar un equilibrio socioeconómico y una mejor comprensión de la complejidad del mundo que construimos hasta ahora. La crisis del planeta en sus múltiples aspectos es una crisis civilizatoria que requiere

1 Profesora e investigadora brasileña.

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reflexión crítica y decisiones estratégicas que preserven al ser humano.

Más que en cualquier otro tiempo, la velocidad y la proliferación de incontables informaciones que nos bombardean a cada segundo, por las vías virtuales y tra-dicionales, está provocando diversas certezas que se to-man como absolutas y de obediencia ciega ante supues-tas verdades que son impuestas por los dueños de los medios y de sus contenidos. Más que nunca, en el siglo XXI, de la información y del conocimiento, se necesita recuperar la autonomía y la independencia de la palabra de cada uno de los ciudadanos que habitan las naciones de este planeta.

El acto de leer plenamente, autónomamente y crí-ticamente se impone como la única vía segura para su-perar democráticamente las barreras en el acceso a la lectura que mantienen a los seres humanos en condicio-nes de desigualdad. Si todos dominamos la lectura y la escritura, tendremos condiciones, en tanto ciudadanos, de comprender el mundo y el conjunto de sus relacio-nes humanas. El lector competente, investido de la pa-labra, realiza la lectura de formas múltiples y diversas, consigue percibir y analizar igualmente las diversidades humanas y las diferentes visiones que cada civilización tiene del mundo, y sabe la importancia de respetar las

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prácticas culturales y sociales de todos los pueblos. En suma, el diálogo se torna posible.

El acto de la lectura plena es un acto de compren-sión de sí mismo y de los otros, y se constituye como el cimiento de las sociedades democráticas que tenemos el deber ético de construir si queremos un mundo mejor para todos y una convivencia social armónica y justa. Es en este ámbito de la construcción del ciudadano y de la democracia que la lectura toma la dimensión de un derecho humano.

Como instrumento imprescindible en el siglo XXI para el desarrollo de las potencialidades del conjunto de la sociedad, y también de las individualidades de los seres humanos, la lectura se impone como práctica social y, por ende, abandona la dimensión únicamente educativa. En Brasil situamos este concepto en la idea de cultura que tuvo como norte la gestión del ministro Gilberto Gil cuando estuvo al frente del Ministerio de Cultura (2003-2008). Se entiende que la perspectiva cultural se desenvuelve en tres dimensiones principales: como valor simbólico, como derecho de los ciudadanos y como economía creativa.

Desde esta perspectiva, el derecho a la lectura conso-lida el derecho al pleno ejercicio de la ciudadanía porque esta es imprescindible para que los ciudadanos ejerzan todas sus potencialidades humanas. Ser autónomo en la

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lectura y en la escritura, en una sociedad que exige esto como condición básica para el desarrollo sostenible del individuo o de las comunidades, es obtener, mediante el derecho a la lectura, la llave de todos los otros derechos humanos. El dominio del acto de leer y escribir, y su derecho de obtener este dominio, condicionan el desa-rrollo de los ciudadanos en múltiples aspectos y ámbitos de la vida: en el trabajo, en la salud, en su relación con la naturaleza y el medio ambiente, en el universo de las ciudades, y en la vida íntima y familiar.

Si comprendemos a la lectura como un derecho en esta era de la información y del conocimiento, esta se constituirá como elemento central y parte fundamental en la búsqueda de la unidad política nacional que sea fruto de un pacto social, cultural y educativo del Estado, cuya ambición superior sea la construcción de un país y de una región soberana, independiente, sustentable, que respeta la democracia y aspira a una sociedad más equitativa.

Esta es la gran posibilidad que proporciona este ins-trumento de diálogo. Sin ser determinante, la lectura nos abre ventanas para la utopía de una sociedad ar-mónica. Mario Quintana, uno de los mayores poetas brasileños, tenía una frase lapidaria al respecto que me gustaría compartir con los lectores de este libro:

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«Los libros no cambian el mundo, quien cambia el mundo son las personas.

Los libros solo cambian a las personas».

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Capítulo 2

Fundamentos de una política pública de lectura y escritura

El Estado debe hacer lo que es útil. El individuo debe hacer lo que es bello

Oscar Wilde

2.1. Política, plan o programa; es necesario dife-renciar las tres dimensiones

Si entendemos la acción del Estado democrático como una institución que debe buscar la armonía de la so-ciedad que lo constituye y, al mismo tiempo, ejercer la democracia con la debida eficacia, es preciso que sepa-mos utilizar correctamente sus instrumentos y marcos legales.

Suelo afirmar que reconocemos las decisiones políti-cas efectivas de nuestros gobernantes cuando estos apli-can dos medidas que son intrínsecas al acto de gobernar: (a) construir marcos legales para normativizar y dar le-galidad a las acciones públicas; y (b) realizan inversiones adecuadas a cada acción. En resumen, la acción pública

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es efectiva cuando esta es legal y cuando se disponen re-cursos financieros para implementarla. Estos dos aspec-tos son imprescindibles cuando discutimos las políticas o planes de lectura.

Si bien los planes, las políticas y los programas son elementos importantes para los gestores públicos, per-sisten muchos errores en la comprensión del lugar insti-tucional de cada uno de ellos. Por tanto, es importante diferenciarlos porque la correcta comprensión determi-nará el diseño y la estructura para la implementación de las acciones realizadas.

La política pública es entendida como una acción estratégica del Estado en su forma permanente. Una verdadera política de Estado debe ser necesariamente supragubernamental, suprapartidaria y permanente, y debe implementar objetivos precisos que, por su com-plejidad, y por ser constitutivos del bienestar y del de-sarrollo de una sociedad, solamente podrán realizarse a largo plazo, después de muchos años de planificación, acciones e inversiones humanas y materiales.

La política de Estado, por lo tanto, surge como es-trategia para el desarrollo sostenible de un pueblo. Idealmente, una política de Estado para formar lecto-res debería ser equiparada a las políticas de otras áreas igualmente fundamentales, que también requieren este

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estatuto de permanencia porque son consideradas vita-les para la nación.

Asimismo, la política de Estado es determinada me-diante una ley con alcance nacional. Así, la política na-cional de lectura podrá determinar la construcción de un plan que materializará los objetivos señalados en di-cha ley. Por su parte, el plan es el que determina el perfil y los objetivos de los programas y acciones que refleja-rán, en la práctica, la aplicabilidad de los objetivos de la política de Estado para la formación de lectores.

El diseño institucional es importante porque tene-mos una industria editorial, una producción autoral y una absorción de la escritura cada vez más complejas y muy determinadas por las múltiples revoluciones digi-tales de la contemporaneidad. Considero que los planes y programas deben ser trazados por un periodo de diez años pues, luego de este plazo, es riesgoso y puede in-movilizar buenos objetivos, además de direccionar re-cursos erróneamente en esta época de intensos cambios tecnológicos y conceptuales.

En Brasil, por ejemplo, la ley 13696-2018, que insti-tuyó la Política Nacional de Lectura y Escritura (PNLE), determina que la presidencia del país debe implementar un Plan Nacional del Libro y la Lectura (PNLL) cada diez años. Estos planes decenales deben trazar estrate-gias y orientar los programas y las inversiones públicas,

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para la construcción de lectores en ese periodo y dentro de los conceptos y principios rectores determinados por la ley del PNLE.

Sin ahondar en la falta de sincronía entre la imple-mentación y el desarrollo del PNLL brasileño y la pro-mulgación de la ley del PNLE en 2018, el caso brasileño ha sido ejemplar en lo que concierne a esta jerarquía, pues ha proporcionado, además de la mejor lógica de gobernanza, la participación efectiva de la sociedad civil en la formulación y en la gestión del PNLL.

En oposición a la tradición ortodoxa del Estado brasileño, que usualmente delega la conducción de las políticas y los programas de gobierno a los funciona-rios de carrera o profesionales provisionales que ejercen funciones en periodos gubernamentales determinados, con el PNLL tuvimos una experiencia heterodoxa de gobernanza de este plan. De hecho, para conducirlo, su gobernanza reflejó una fuerte presencia de la sociedad civil en articulación con el gobierno.

Por decisión gubernamental, en 2006, el secretario ejecutivo del PNLL, principal responsable de su coor-dinación, no sería miembro del gobierno y sería alguien de la sociedad civil. Al mismo tiempo, el Consejo Direc-tivo del PNLL estuvo constituido por quince miembros, de los cuales nueve pertenecían a la sociedad civil. Todas las funciones directivas, establecidas por los ministerios

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de Educación y de Cultura en actos asignados por los dos ministros de Estado, no eran remuneradas, lo que proporcionó más libertad para la emisión de opiniones y decisiones concernientes a la política de Estado y no necesariamente a las políticas del gobierno de turno.

Esto solo fue posible porque el PNLL brasileño no fue ejecutor de los programas y acciones que sus ejes de-terminaban. Los innumerables programas y las acciones de formación de lectores, tanto del Ministerio de Cultu-ra como del Ministerio de Educación, fueron ejecutados por las secretarías y direcciones de estos ministerios, que se orientaban por los ejes estratégicos del PNLL.

En síntesis, la política de Estado establece objetivos estratégicos de largo plazo; los planes establecen perio-dos y metas para ser cumplidas en plazos determina-dos y dentro de las condiciones sociales, económicas, culturales y tecnológicas del periodo establecido; y los programas y las acciones derivan de los planes y son eje-cutados por los organismos administrativos del Estado en sus respectivas áreas de actuación. Todo ello, con au-tonomía, sinergia, participación activa y complementa-riedad de cada uno de estos sujetos políticos.

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2.2. Los planes nacionales del libro y los territo-rios

Se sabe, desde antaño, que los ciudadanos viven en los municipios, en las ciudades y en los campos; es decir, en las unidades administrativas más pequeñas de nuestros países, sea cual sea la división que tengamos en el ámbi-to de la diversidad iberoamericana.

Al proyectarse la construcción de un plan nacional del libro y la lectura, principalmente cuando este se basa en el trabajo real de miles de personas e instituciones públicas y privadas que están necesariamente en los mu-nicipios, cabe preguntarse si conjuntamente con su im-plementación, no es estratégico y oportuno empezar a poner en marcha planes de lectura territoriales.

Con diferentes diseños político-administrativos, nuestros países tienen un perfil mucho más centraliza-dor que descentralizado cuando se trata de la concep-ción, la implementación y el desarrollo de las políticas públicas. Si esta es una regla general, que vale para cual-quier sector, en el caso de los planes nacionales de lec-tura este procedimiento centralizador se torna aún más notorio.

Tal vez uno de los obstáculos para el buen desarrollo de los planes de lectura sea la postura, nada democráti-ca, de considerar idóneo que solo se tome en cuenta a

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los especialistas en la materia y a los centros de poder político. Nunca hay que olvidar que, en el mundo con-temporáneo, más que en otras épocas de la historia, el dominio de la palabra es también dominio del poder político. ¿Y cuál es la mejor manera de detentar el poder si no es centralizándolo, tornándolo distante o inaccesi-ble para la población?

Convencido de los valores democráticos que la ad-quisición del instrumento de la lectura proporciona a los pueblos, no entiendo la centralización como posi-tiva pues, además, muchas veces esta se impone en de-terminados contextos económicos y políticos de cada país. En esos casos, se espera que esta evolucione en la implementación y en el desarrollo del plan, con la con-tribución activa de la sociedad civil en el centro de su formulación e implementación.

Recomendar la construcción simultánea proviene de una profunda convicción de que los mejores planes son aquellos que reflejan lo mejor que se tiene de las activi-dades mediadoras públicas y privadas, realizadas en el conjunto del territorio y, en particular, en cada una de sus partes. Mediante la metodología de la escucha, del compartir y no de la imposición de fórmulas gestadas en gabinetes lejanos de las calles, de las escuelas, de los cen-tros culturales, de los mediadores en sus diversas formas de leer e incentivar la lectura, un buen plan nace umbi-

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licalmente unido a las multidiversidades de métodos y de experiencias de los municipios.

Tal como reflexionan diferentes corrientes democrá-ticas que trabajan en la cultura: la cultura no es produ-cida por el Estado, quien la produce es el pueblo de ma-nera creativa, permanente e ininterrumpida; al Estado le corresponde dar el soporte para su desarrollo. De esta forma, no hay plan nacional de lectura que se sustente sin que sean representadas en él todas las identidades y las experiencias de formación lectora que se llevan a cabo en todos los rincones creativos de nuestros territo-rios nacionales.

Al poder nacional le corresponde dar organicidad al trabajo de construcción cotidiana de lectores en sus múltiples facetas y métodos. Ello implica reconocer esas acciones, canalizarlas para la cooperación de una red nacional, crear programas y concursos que incentiven la sostenibilidad de los trabajos exitosos y promisorios, y amalgamar este conjunto de esfuerzos en el texto, en los conceptos y en la generosa calidez colectiva que debe tener un plan nacional de lectura.

Si no bastaran todas las razones expuestas para opo-nernos a un plan nacional de lectura aislado de los te-rritorios y arraigado en el poder central del país, cabe reflexionar que existen cuestiones de orden práctico referentes a la implementación y la aplicación de las

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concepciones, los objetivos y las metas que dependen de la aceptación o no de las unidades político-adminis-trativas.

Como se trata de un plan, y no de un programa o acción, como vimos anteriormente, la adhesión de las unidades regionales requiere aceptación y compromiso para que se garantice el real desarrollo de la política de lectura en el país. De la misma forma, los programas propuestos se deben corresponder coherentemente con los objetivos de corto, mediano y largo plazo del plan nacional, y deben ser aprobados o revisados y cuestiona-dos por las unidades políticas administrativas.

Por estas razones, una buena política democrática escucha, respeta y considera a las buenas prácticas de formación lectora de los municipios. Asimismo, es fun-damental que el movimiento de construcción y de efec-tividad del plan nacional continúe su camino dialéctico después de haber absorbido, sistematizado y creado un texto de consenso que distinga los principales aportes y los utilice para el pacto nacional por la lectura que representa un buen plan.

Este pacto por la lectura será condensado en el plan consensuado de todo el territorio nacional que, inme-diatamente después de ser aprobado, debe seguir su mo-vimiento dialéctico en dirección a los municipios con el objetivo de hacer de cada unidad del país un motor

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de desarrollo para su propio camino por la lectura y, al mismo tiempo, para la sostenibilidad del plan nacional de lectura.

La existencia del plan nacional y de los planes terri-toriales de lectura aquí propuestos no es, por lo tanto, una alternativa burocrática o administrativa. Lo que se propone es que sea un dínamo propulsor que sustente y revitalice permanentemente su propio quehacer muni-cipal o regional y, al mismo tiempo, el quehacer de país.

2.3. Los fundamentos

Alienada históricamente de su derecho a la lectura y al poder del ejercicio pleno de la palabra, una mayoría abrumadora de la población latinoamericana da cuenta de la inmensa división social en el acceso a la lectura.

A partir de esta constatación, toda política de Estado que se quiera desarrollar debe asegurar y democratizar el acceso irrestricto al libro y a la lectura en todos sus so-portes; ello debe involucrar el máximo de cooperación entre el Estado y la sociedad civil de cada país. Nace así el primer fundamento que dará real sustento a las políticas de formación lectora: el Estado debe trabajar junto con la sociedad civil en la construcción de la una sociedad lectora.

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Si esta necesidad está justificada conceptualmente por una visión republicana de participación social en acciones públicas de aquellos que serán beneficiados por los programas, existe una justificación práctica que va más allá de los conceptos. Es decir, las inmensas inver-siones materiales y humanas que se deben emplear, por un tiempo largo, para que se reviertan siglos de obstácu-los construidos y que impiden el acceso a la lectura por parte de la mayoría de la población, serán optimizadas y obtendrán mejores resultados si todos los ciudadanos unen fuerzas para superar este desafío.

Contar con la sociedad civil —principalmente con el sector del libro, de la lectura, de la literatura y de las bibliotecas— como asociada a esta labor del Estado es garantía de la lucha por la permanencia de la política pública, del aumento de recursos y de la mejor califi-cación de los objetivos estratégicos y de las soluciones formuladas para resolver estos objetivos. En el caso de la lectura, se trata de algo comparable a un esfuerzo de guerra, unificador de todo un pueblo en torno de un único objetivo: vencer.

Si la unión del Estado con la sociedad es el primer fundamento, existe un segundo desafío que deber ser alcanzado y concretado: unir la educación y la cultura en el esfuerzo de construir lectores.

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Existen innumerables argumentos que justifican la necesidad de este movimiento unido de la cultura y de la educación. Exploraremos algunos que considero como principales.

Si consideramos el concepto de lectura que nos ins-pira, desarrollado en el prefacio de este libro, necesa-riamente tenemos que trabajar la lectura más allá de la dimensión educativa, desprenderla de la idea escolar de alfabetización e insertarla en la dimensión cultural más amplia. Formar lectores es leer el mundo en toda su di-mensión, diversidad y complejidad. Por tanto, la edu-cación no podrá realizar esta construcción de manera aislada; necesita de la cultura, que es simbólica, que es el derecho de la ciudadanía y que es economía, y que está en la vida de las personas durante toda su existencia.

Evidentemente, no hay que menospreciar el proceso de alfabetización, pero es evidente que no solo este va a formar al lector. La dimensión cultural debe unirse con la dimensión educativa para lograr un objetivo conjun-to: la formación de lectores.

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2.4. Los objetivos y las metas de un plan nacional de lectura

Antes de reflexionar sobre los objetivos y las metas que son adecuadas al plan nacional de lectura, me gustaría resumir lo que diferencia a un objetivo de una meta, pues constantemente confundimos estas definiciones en perjuicio de la buena construcción de los planes.

Es común oír en las evaluaciones que una meta no se cumple en determinado plazo. Sin embargo, cuan-do examinamos detenidamente, se percibe que se atri-buyó la designación de una meta a un objetivo. Esto puede frustrar al ejecutor y también confundir concep-tualmente la práctica del trabajo cotidiano de formar lectores, que tiene temporalidades de corto, mediano y, principalmente, largo plazo.

Por lo tanto, cuando trazamos objetivos, debemos entender que estos son aquello que deseamos alcanzar y materializar en determinados programas. Por su parte, las metas son los objetivos transformados en cuantifica-ciones medibles.

Podemos buscar un ejemplo en un objetivo muy presente en los planes de lectura y vinculado a las bi-bliotecas públicas. Se puede establecer que uno de los objetivos del plan sea dotar a cada ciudad del país de

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una biblioteca pública y que estas tengan determinadas características identificables.

Una vez establecido este objetivo, el ejecutor debe elaborar sus metas para conseguirlo en los distintos ítems necesarios para que el propósito sea alcanzado: establecer a los responsables administrativos, asignar recursos financieros, fijar los plazos de ejecución, entre otros. Si el plazo establecido para llegar al objetivo fuera de diez años, se pueden establecer metas anuales para que un número «x» de ciudades cuenten con bibliotecas desde el primer hasta el décimo año de ejecución del programa. En la evaluación anual, si la meta numérica de bibliotecas construidas fue alcanzada, se logra par-cialmente el objetivo decenal. Otras variables deben ser consideradas en este tipo de evaluación; por ejemplo, si las metas administrativas y financieras fueron suficientes o no.

Con este ejemplo, espero haber aportado a aclarar que un objetivo por ser alcanzado en un determinado plazo se construye con el cumplimiento de metas a lo largo del tiempo. Esto es importante para evitar situa-ciones de estrés cuando una meta no es alcanzada y se confunde aquella batalla perdida con la pérdida de un objetivo que aún está lejano.

En resumen, el objetivo es lo que nos proponemos alcanzar y las metas corresponden a las acciones que se-

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rán necesarias para que esto suceda, a partir de lo cual se constituye el establecimiento de los plazos y de los responsables.

Hecha esta distinción conceptual, ¿cuáles serán los objetivos centrales para formular un buen plan nacional de lectura? La claridad de estos objetivos será producto del consenso entre el Estado y la sociedad civil sobre los puntos presentados hasta aquí. Sobre todo, de manera imperativa, los objetivos deben ser el resultado de una actitud de escucha que todos los países deberían adoptar frente a las múltiples experiencias de formación de lec-tores que se desarrollan en sus territorios. Es justamente en esta escucha que los objetivos aflorarán, los sueños y las necesidades se tornarán concretos, y lo que se requie-re alcanzar para ser un país de lectores se volverá limpio y claro.

A modo de ejemplo, expondré los objetivos que el Plan Nacional del Libro y la Lectura de Brasil consideró y las metas que estableció (Ministerios de Cultura y de Educación de Brasil, 2010, pp. 36-37).

El objetivo central de la política de Estado aquí de-lineada es asegurar y democratizar el acceso a la lectura y al libro para toda la sociedad, sobre la base de la com-prensión de que la lectura y la escritura son instrumen-tos indispensables en la época contemporánea para que

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el ser humano pueda desarrollar plenamente sus capaci-dades, ya sea individual o colectivamente.

Existe la convicción de que solamente así es posible que, en la sociedad de la información y del conocimien-to, el individuo ejerza de manera integral sus derechos, participe efectivamente en esa sociedad, mejore —en un amplio sentido— su nivel educativo y cultural, for-talezca los valores democráticos, sea creativo, conozca los valores y modos de pensar de otras personas y cul-turas, y tenga acceso a las formas más académicas del conocimiento y a la herencia cultural de la humanidad. Se trata de la intensa valoración de los caminos abier-tos al individuo por la cultura escrita, sin que se deje de reconocer y se apoye y preserve la cultura oral de nuestro pueblo. Se busca crear condiciones necesarias y establecer directrices para la ejecución de políticas, programas, proyectos y acciones continuas por parte del Estado en sus diferentes esferas de gobierno; y, también, por parte de las diversas organizaciones de la sociedad civil, reforzada en una visión republicana de promoción de la ciudadanía e inclusión social, según las estrategias generales para el desarrollo social y de construcción de un proyecto de nación que suponga una organización social más justa.

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Se establecen algunos objetivos que deben ser alcan-zados en el corto, mediano y largo plazo:

Formar lectores, lo que implica buscar, de ma-

nera sostenida, el aumento sustantivo del índice nacional de lectura (número de libros leídos por habitante en un año) en todas las franjas etarias, así como el incremento del nivel cualitativo de las lecturas realizadas;

Implementación, modernización y calificación de los acervos, equipamientos e instalaciones de las bibliotecas de acceso público en los municipios brasileños;

Fomentar la formación de mediadores y agentes de lectura;

Incentivar programas de becas de creación, for-mación, intercambio, investigación y residencias literarias;

Realización bienal de la investigación nacional so-bre lectura;

Implementación y fomento de núcleos de investi-gación, estudios e indicadores en las áreas de lec-tura y del libro en las universidades y otros cen-tros;

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Otorgar el premio anual de reconocimiento a proyectos y acciones de fomento y estímulo a las prácticas sociales de lectura;

Expansión permanente del número de salas de lectura y ambientes diversificados dirigidos a la lectura;

Identificación y registro continuos de las acciones de fomento de la lectura en curso en el país;

Identificación y registro continuos de los puntos de venta de libros y otros materiales impresos, ex-cepto los periódicos;

Aumento significativo del índice de préstamo de libros en bibliotecas (sobre el total de libros leídos en el país);

Aumento del número de títulos editados y ejem-plares impresos en el país;

Incremento del número de librerías del país; Aumento de la exportación de libros; y la expan-

sión del número de autores brasileños traducidos en el exterior;

Aumento del índice per cápita de libros no didác-ticos; ampliación del índice de personas mayores de 14 años con el hábito de lectura y que posean al menos diez libros en casa;

Estimular continuamente la creación de planes estatales y municipales de lectura;

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h)

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j)

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Apoyar el debate y la utilización de copyrights no restrictivos (copyleft y creative commons), con la finalidad de equilibrar el derecho de autor con los derechos de acceso a la cultura escrita;

Asegurar el acceso a las personas con discapaci-dad, conforme a las determinaciones de la legis-lación brasileña y de los imperativos conceptuales y objetivos expresados en el amplio derecho a la lectura para todos los brasileños incluidos en este plan.

q)

r)

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Capítulo 3

Planes de lectura: materializando los conceptos

A partir de este capítulo, comenzaré a puntualizar las directrices, los conceptos y las propuestas desarrollados en los dos capítulos anteriores. Analizaré la experiencia del Plan Nacional del Libro y de la Lectura de Brasil, así como de otros planes de lectura de países de la región, con el objetivo de identificar cuáles son los presupuestos necesarios y los parámetros que orientan las acciones y las prácticas de una política de Estado efectiva para la formación de lectores. Asimismo, trataré de exponer los parámetros y los ejes de acción que dan forma, organi-cidad y coherencia práctica para la toma de decisiones políticas y teóricas.

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3.1. Parámetros fundamentales

A continuación, presentaré algunos parámetros interna-cionales basados en el derecho a la lectura, en la for-mación de ciudadanos con competencia informacional y en la necesidad del ser humano contemporáneo de mantener el aprendizaje constante durante toda la vida.

a. La formación de lectoresLa Unesco, a través del Centro Regional para el Fo-mento del Libro en América Latina y el Caribe (CER-LALC), estuvo presente en el inicio del movimiento por la formación lectora en el año 2003, al plantear, junto con la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), las primeras propuestas para la creación del Plan de Lectura Iberoamericano, que serviría, a su vez, para la construcción de planes nacionales de lectura en cada país de la región. Esta propuesta se basa en tres factores cualitativos y en dos factores cuantitativos que el orga-nismo considera para la formación de lectores. Los fac-tores cualitativos son:

• Es necesario que el libro tenga un alto valor sim-bólico para la población, que sea parte del ima-ginario popular como un valor necesario para el desarrollo de las personas y de todo el colectivo;

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• Las prácticas de lectura en familia deben ser in-centivadas, puesto que constituyen un factor importante en la formación de nuevos lectores, gracias a la convivencia familiar en torno al libro y la lectura;

• Las escuelas deben formar lectores y para ello ne-cesitan contar con un equipo de profesionales igualmente lectores —profesores, bibliotecarios, orientadores y mediadores de lectura—.

Por otra parte, los factores cuantitativos son:

• El acceso al libro debe estar garantizado por un número suficiente de bibliotecas, librerías, entre otros locales y dispositivos que proporcionen, de manera cuantiosa, los materiales de lectura para la población;

• A través de políticas adecuadas, debe garantizarse el precio accesible del libro para amplios sectores de la población y, por este medio, incentivar nue-vos lectores.

b. La importancia de las bibliotecas públicasAsimismo, otro de los parámetros fundamentales es el lugar central que deben ocupar las bibliotecas públicas en la construcción de los planes nacionales de lectura,

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en tanto estos espacios constituyen el principal instru-mento de los Estados para garantizar el acceso de la po-blación al libro y a la lectura. Además de la Unesco, otra institución internacional importante que delineó los parámetros para la construcción de políticas públi-cas que incentiven la formación de lectores a través de las bibliotecas públicas fue la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas (IFLA). Su principal manifiesto, publicado en 1994 en conjun-to con la Unesco, es un pronunciamiento democrático que busca destacar la presencia necesaria de la biblioteca pública como vehículo fundamental para el acceso a la información y para la educación continua de los ciuda-danos:

La libertad, la prosperidad y el desarrollo de la sociedad y de los individuos son valores huma-nos fundamentales. Solamente serán alcanzados cuando los ciudadanos posean la información que les permite ejercer sus derechos democráticos y tener un papel activo en la sociedad. La par-ticipación constructiva y el desarrollo de la de-mocracia dependen tanto de una educación satis-factoria, como de un acceso libre y sin límites al conocimiento, al pensamiento, a la cultura y a la información. La biblioteca pública —puerta de

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acceso local al conocimiento— ofrece las condi-ciones básicas para un aprendizaje continuo, para una toma de decisión independiente y para el de-sarrollo cultural de los individuos y de los grupos sociales (IFLA & Unesco, 1994, párr. 1)

Después de este documento, que circuló por el mun-do entero, la IFLA continuó manifestándose a través de otros pronunciamientos que actualizaban soluciones tecnológicas que se incorporaban en el quehacer de la biblioteca pública; todos ellos se mantuvieron alineados a los objetivos democráticos permanentes del derecho a la lectura, de la competencia informacional y de la educación continua para todos. Destaco algunos mani-fiestos que dialogan con los objetivos permanentes de los planes nacionales de lectura:

• Manifiesto de la Biblioteca Escolar (IFLA & UNESCO, 1999), que indica la misión y los objetivos de las bibliotecas escolares y los articu-la con el Manifiesto sobre la Bibliotecas Pública. Declara que la biblioteca escolar debe vincularse con las redes de información y de bibliotecas, de acuerdo con los principios del Manifiesto sobre la Biblioteca Pública.

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• Manifiesto sobre Internet (IFLA, 2002), que pre-senta la importancia de la libertad de expresión y de acceso a la información, mediante internet, y reivindica el lugar central de la biblioteca pública como instrumento estratégico de acceso a la red mundial.

• Manifiesto de Alejandría sobre Bibliotecas: la Sociedad de la Información en Acción (IFLA, 2005), que plantea el rol de las bibliotecas como instrumentos estratégicos en la construcción de una sociedad de la información abierta, plural y democrática, y las sitúa al frente de la lucha por los excluidos digitales.

• Manifiesto por la Biblioteca Multicultural (IFLA, 2009), documento que defiende la preservación de la diversidad cultural y lingüística, y propone la atención de todos los miembros de cualquier comunidad, independientemente de su herencia cultural y lingüística. Este tratamiento contempla la atención diversificada y la puesta a disposición de materiales de información en los idiomas que corresponden a las diversidades culturales.

• Manifiesto por las Bibliotecas Digitales (IFLA/Unesco, 2010), que entiende como fundamental el acceso a la información, facilitado ahora por los medios digitales. Asimismo, incentiva a los

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gobiernos nacionales y a las organizaciones inter-nacionales a desarrollar estrategias de creación de bibliotecas digitales y también de la digitalización de sus acervos analógicos, con el objetivo de in-crementar el acceso y fortalecer la preservación documental.

La interacción con la práctica de acceso a la infor-mación y a la lectura que realiza el trabajo competen-te de las bibliotecas se sustenta en el conjunto de estos documentos que nos ofrece toda la base conceptual y práctica para la total valoración de las bibliotecas públi-cas como verdaderos dínamos culturales en los planes nacionales de lectura.

Esta concepción nos obliga a buscar, en los ejes de acción de los planes, el diálogo necesario con los pro-fesionales de las bibliotecas, así como a invertir en la remodelación o en la reorganización de esos servicios para que puedan ejercer plenamente las funciones de difusión de la información y de agente cultural para las comunidades. Igualmente es importante que las bi-bliotecas se conviertan en centros de tiempo libre y de entretenimiento para el disfrute de bienes artísticos y culturales dinamizados por las políticas interactivas fo-mentadas o no por las bibliotecas públicas. Su remo-delación debe incluir servicios con todos los soportes

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de lectura y la diversidad de vehículos de comunicación y de medios digitales; además, es preciso trabajar con lenguajes multimodales que dialoguen con todas las ge-neraciones, principalmente con las más jóvenes, que ya nacieron en la era virtual. De este modo, podrán ser centros importantes de información, acceso al conoci-miento y de educación continua.

c. La lectura como práctica socialEl tercer parámetro tiene que ver con el lugar que la lectura ocupa en la estructura social de su país, y con el concepto de lectura y sus dimensiones como práctica social.

Según la opción teórica que cada país elija para el en-tendimiento de lo que es la lectura y la importancia de una sociedad de lectores y su estructuración, el plan de formación de lectores se construirá sobre la base de los ejes de acción necesarios para alcanzar al lector, acorde con las decisiones tomadas y con el concepto formula-do.

En suma, en los planes nacionales de lectura y en su aplicabilidad se reflejan las decisiones políticas y estraté-gicas de la sociedad que se quiere construir.

En este punto considero necesario destacar los con-ceptos que creo esenciales en la perspectiva de construc-

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ción de sociedades democráticas y que fueron aproba-dos en el PNLL brasileño2:

• La lectura como construcción de ciudadanía:

La lectura y la escritura constituyen elementos fundamentales para la construcción de socieda-des democráticas, basadas en la diversidad, en la pluralidad y en el ejercicio de la ciudadanía; son derechos de todos y constituyen una condición necesaria para que cada individuo pueda ejercer sus derechos fundamentales, vivir una vida digna y contribuir en la construcción de una sociedad más justa.

• La lectura y la escritura como prácticas sociales: La lectura y la escritura son concebidas como prácti-cas esencialmente sociales y culturales, expresión de la multiplicidad de visiones de mundo, esfuer-zo de interpretación que se refiere a amplitud de contextos; así, las dos son dos caras diferentes, pero inseparables, de un mismo fenómeno.

• La lectura en contextos de diversidad cultural: La lectura y la escritura son, en la contemporanei-dad, instrumentos decisivos para que las personas

2 Todas las citas que se presentan a continuación han sido toma-das del «Cuaderno del PNLL» (Ministerios de Cultura y de Educación de Brasil, 2010, pp. 32-34).

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puedan desarrollar de manera plena su potencial humano y son fundamentales para fortalecer la capacidad de expresión de la diversidad cultural de los pueblos, pues favorecen todo tipo de in-tercambio cultural; son requisitos indispensables para alcanzar niveles educativos más altos y con-dición necesaria para el desarrollo social y econó-mico. La lectura y el libro son vistos en este plan no solo en su dimensión educativa, sino también desde una perspectiva cultural, en la cual se re-conocen, en la gestión del actual Ministerio de Cultura, tres dimensiones. La política cultural vigente en Brasil parte desde una perspectiva sis-témica, que se desagrega en tres dimensiones, las cuales son apropiadas por este plan para el sector del libro y la lectura: la cultura como valor sim-bólico, la cultura como derecho de la ciudadanía y la cultura como economía. No existe prepon-derancia de una dimensión sobre la otra, aunque los puntos de accesibilidad y de valor simbólico contemplan, más notoriamente, las dimensiones educativa y cultural de la lectura. La dimensión económica debe estar equilibrada por estas dos, que son globales y generadoras de bienes públi-cos.

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• La lectura como construcción de sentidos: La concepción de lectura planteada por el plan so-brepasa el código de la escritura alfabética y la mera capacidad de descifrar caracteres, y la per-cibe como un proceso complejo de comprensión y producción de sentidos, sujeto a variables diver-sas, de orden social, psicológico, fisiológico, lin-güístico, entre otros. Una perspectiva mecanicista de la lectura, que pretende reducir el acto de leer a la mera reproducción del texto, ha sido uno de los más graves obstáculos para el desarrollo de la lectura y de la escritura. La lectura configura un acto creativo de construcción de sentidos, realiza-do por los lectores a partir de un texto creado por otro(s) sujeto(s).

• La valoración verbal y no verbal: Al reafirmar la centralidad de la palabra escrita, no se da validez a otros códigos y lenguajes ni a las tradiciones ora-les y a las nuevas textualidades que surgen con las tecnologías digitales.

• La inclusión de los ciudadanos con necesidades especiales es un compromiso inamovible: El plan considera fundamental garantizar que las perso-nas con discapacidades o trastornos globales de desarrollo (impedimentos de largo plazo de natu-raleza física, mental, intelectual o sensorial) ten-

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gan acceso a libros y a otros materiales de lectura; ello implica tomar acciones como el versionado o la traducción en braille de las obras en circula-ción, para permitir la inclusión de esos potencia-les lectores en las escuelas regulares.

3.2. Estrategias fundamentales

Junto con los parámetros fundamentales que acabamos de detallar, es muy importante que un plan nacional de lectura construya sus mejores estrategias de implemen-tación y de evaluación. Estas estrategias deben analizar, a partir de los parámetros establecidos, cuáles son los mejores usos de lo que el campo de la lectura y de la escritura ofrece para la formación de lectores, así como cuáles son los instrumentos culturales y educativos que se pueden asociar a este esfuerzo formador, tanto en el ámbito público como en la sociedad civil.

Las propuestas de acciones a partir de las estrategias establecidas tienen más posibilidad de efectuarse si se utiliza la metodología de la escucha plena de lo que está sucediendo o de lo que es ofrecido por los poderes públicos y por la sociedad y que, comúnmente, no son percibidos y analizados como caminos importantes que

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se articulen y contribuyan al esfuerzo de crear lectores en nuestros países.

Utilizaré nuevamente, como ejemplos posibles, los principales puntos de construcción estratégica que fue-ron empleados en el Plan Nacional del Libro y la Lec-tura de Brasil3:

• Investigar y conocer lo que existe en la región: Las políticas públicas para las áreas de la lectura, el libro, la biblioteca, la formación de mediadores y la literatura deben tener como punto de partida el conocimiento y la valoración del vasto repertorio de debates, estudios, investigaciones y experien-cias sobre las formas más efectivas de promover la lectura y el libro, y de formar lectores en las esfe-ras municipal, regional y nacional. Estas deben ser implementadas tanto por el poder político como por las organizaciones de la sociedad, de acuerdo con el contexto internacional y, en particular, el iberoamericano.

• Unir instituciones e integrar otros planes: El plan presupone la fundamental integración entre el Ministerio de Cultura y el Ministerio de Educa-

3 Todas las citas que se presentan a continuación han sido toma-das del «Cuaderno del PNLL» (Ministerios de Cultura y de Educación de Brasil, 2010, pp. 33-35).

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ción, y otros ministerios y agencias públicas fe-derales para optimizar los esfuerzos en pro de la lectura y del libro en el país. El plan se integra al Plan Nacional de cultura (PNC) y al Plan de De-sarrollo de la Educación (PDE), como base para el texto del capítulo específico sobre el tema. De la misma forma, el plan podrá indicar las directri-ces para otros documentos oficiales al respecto.

• La centralidad de la literatura: Entre las muchas posibilidades de textos que pueden ser adoptados en el trabajo con la lectura, la literatura merece atención especial en el contexto del plan, dada su enorme contribución para la formación aca-démica del lector, debido a sus tres funciones esenciales, tan bien caracterizadas por António Cândido4: a) la capacidad que la literatura tiene de atender nuestra inmensa necesidad de ficción y fantasía; b) su naturaleza esencialmente forma-tiva, que afecta el consciente y el inconsciente de los lectores de manera bastante compleja y dialéc-

4 El profesor António Cândido de Mello e Souza (1918-2017) fue sociólogo, crítico literario y profesor universitario brasile-ño. Estudioso de la literatura brasileña y extranjera, fue autor de una obra crítica extensa y respetable. Su texto El derecho a la literatura es una referencia fundamental de los programas de formación de lectores en Brasil.

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tica, como la propia vida, en oposición al carác-ter pedagógico y adoctrinador de otros textos; c) su potencial de ofrecer al lector un conocimiento profundo del mundo, tal como hacer, por otro camino, la ciencia.

• Atención a la Educación de Jóvenes y Adultos (EJA): La Educación de Jóvenes y Adultos (EJA) debe ser objeto de especial atención en relación con las políticas y acciones vinculadas a la lectu-ra. Por ello, es imperativo crear condiciones favo-rables de alfabetización y acceso al libro para los jóvenes y adultos que no tuvieron acceso o conti-nuidad en los estudios en la educación básica —en la actualidad, denominados neolectores—. Se trata de personas que inician su trayectoria como lectores, pero ya no poseen un nivel razonable de experiencia adquirida en el trabajo, en la vida co-tidiana y afectiva. El aspecto particularmente re-levante es que esa experiencia se acumuló antes de la alfabetización del sujeto, lo que implica una relación diferenciada con los libros y la lectura, en comparación, por ejemplo, con los niños y las ni-ñas recién alfabetizados, pero sin experiencia aún en otros aspectos de la vida.

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• Producción de materiales diversos de lectura para la actividad educativa: El plan defiende la pro-ducción de medios educativos (libros, periódicos y demás materiales de lectura utilizados como instrumentos para la educación en la escuela), tal como lo está haciendo el Ministerio de Educación (mediante la implementación de políticas de pro-ducción y distribución de materiales didácticos y literarios que atienden las especificidades de los diversos públicos), con el fin de asegurar el acceso a los bienes culturales producidos en diferentes lenguajes y soportes sobre diversos temas, genera-dos en contextos culturales variados para lectores de diversas modalidades y grupos etarios; no solo para los estudiantes, sino también para los profe-sores, los bibliotecarios y demás miembros de la comunidad escolar.

• Atención y fomento de los autores, editoriales y librerías: La política para el libro y la lectura debe considerar también las diversas autorías y la creación literaria, además del fomento del sector editorial y librero, de tal manera que se deben crear condiciones para que la producción de las obras necesarias se realice de forma cada vez más eficiente. Con ello se abaratarán los costos de pro-ducción y distribución, y se eliminarán cuellos

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de botella y debilidades, para que todo aporte a la producción de libros se dé en la cantidad ne-cesaria y a precios compatibles con la capacidad de consumo de la población. Por lo tanto, debe mantener la perspectiva sistémica, expuesta ante-riormente, en la que lo económico se equilibra con el derecho de la ciudadanía y la dimensión simbólica.

3.3. Caminos posibles para la construcción del PNL

Cuando nos convencemos de que el intercambio y la búsqueda de consenso son el mejor camino y el más sólido para la construcción del plan nacional de lectura y de la política de Estado, surge la pregunta inevitable: ¿cómo hacerlo? En esta sección recomendaré algunos procedimientos que podrán inspirar al grupo inicial para crear un plan de lectura, en todos los niveles ad-ministrativos del Estado (estatal, regional o municipal).

Todas estas recomendaciones se basan, evidentemen-te, en la concepción de construir los planes de forma democrática y participativa. Democratizar también sig-nifica generar corresponsabilidades entre los diversos entes de los gobiernos y de la sociedad civil. La corres-

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ponsabilidad deberá generar, a su vez, la apropiación del proceso de construcción y, después, del propio plan construido por toda la comunidad local, regional o na-cional. Siempre recuerdo que al inicio del PNLL bra-sileño a los militantes del libro y la lectura les parecía que este era un «plan de gobierno». Después de años de su implementación, es muy común oír que el PNLL es identificado como «nuestro plan». Cuando aquellos que se encargan de la formación lectora en los márgenes se apropian de las bases y de los ejes del plan nacional de lectura, es que se consigue una legitimidad real, concre-ta y duradera.

A continuación, expondré las principales recomen-daciones, aunque estas deberán adaptarse a cada reali-dad territorial:

• Debe generarse una amplia convocatoria que re-

úna e invite a todos los integrantes de la cadena del libro, la lectura, la literatura y las bibliotecas, entidades y militantes individuales de la cultura y de la educación; además de los grupos específicos, también se recomienda invitar a otros poderes del Estado, como el Legislativo y Judicial. Las entida-des que defienden el derecho de las personas con discapacidad, lenguajes diversos y grupos identi-tarios también deben ser convocadas desde el pri-

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mer encuentro. Hay que recordar siempre que la metodología es la de la escucha y el diálogo, que convergen con el objetivo común de formar lec-tores.

• A partir de esta primera reunión, en la que se de-batirá la idea del plan, se debe constituir un gru-po de trabajo (en adelante, GT) plural que siste-matizará, durante el periodo de construcción, las conclusiones y los caminos necesarios decididos por el grupo. En el grupo de trabajo se atribu-yen responsabilidades específicas a las personas e instituciones. Es importante que este GT esté constituido por dirigentes públicos de la cultura y la educación, así como por líderes y profesionales de la sociedad civil. También en la organización interna del GT se deben asignar funciones eje-cutivas, tareas cotidianas y prácticas específicas a un grupo pequeño de personas; otro grupo puede dedicarse a la elaboración conceptual. Cabe recor-dar que se está organizando una operación que requiere producción intelectual y material, para lo cual se deben establecer objetivos y metas nece-sarias para cumplir el propósito.

• Tanto la convocatoria para la reunión inicial y las siguientes, como la constitución del GT, pueden ser iniciativa del poder público o de instituciones

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o liderazgos de la sociedad civil. Si ocurre como en este último caso, es importante que el poder público sea involucrado en el proceso de cons-trucción y que se comprometa y forme parte de la coordinación; se espera, asimismo, que se apro-pie de la idea, los objetivos y las metas. El movi-miento por la creación de los PNL, en cualquier ámbito territorial, puede comenzar sin el Estado, pero no puede prescindir de este cuando el plan se establece y se concretiza legal y prácticamente.

• Determinadas medidas prácticas convertidas en metas pueden ser recomendadas al GT, que será el elemento impulsor central de esta construcción colectiva. Corresponde al GT establecer su estruc-tura para funcionar con eficiencia y transparencia; elaborar su plan de trabajo con metas; establecer acciones de comunicación y agendas para la difu-sión y debates públicos sobre el procesos y la idea del plan; ser el catalizador que recoge y elabora en un documento único las contribuciones más re-levantes y consensuadas que surjan de los debates públicos y de las experiencias que se realicen en los territorios; y establecer plazos y metas para la redacción del documento base que será sometido a aprobación para convertirse en el plan de lectura del país, región, distrito o municipio.

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• Por ser una iniciativa destacada —y es importante que se realice desde la instalación del GT—, re-comiendo que se lleve a cabo un diagnóstico, lo más completo posible, en el territorio en el que se pretende crear el plan de lectura. Extraer los datos y sistematizar un diagnóstico de la situación lectora significa: 1. buscar indicadores socioeco-nómicos y de bienes culturales del territorio; 2. investigar sobre el comportamiento lector, los há-bitos de compra de libros y la frecuencia de visita a las bibliotecas públicas; 3. buscar indicadores de analfabetismo y niveles de escolaridad de la po-blación en todos los grupos etarios; 4. verificar la existencia y el estado de uso de los equipamientos culturales y educativos vinculados a la formación de lectores (bibliotecas, escuelas, centros cultu-rales y comunitarios, librerías, etcétera); todos ellos, indicadores que reflejan los modos de leer en aquel territorio, así como las prácticas y los há-bitos de lectura y su perfil cultural.

• Dentro de un periodo variable entre región y re-gión, el GT, sin perder el ritmo expuesto, debe reunir el texto-base consensuado del plan de lec-tura. Una vez realizada esta tarea, al establecer un texto del plan este se debe formalizar en marcos legales y estar dotado de recursos y aplicabilidad

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conforme se ha expuesto en otras secciones de este libro. Este periodo es de intenso diálogo y busca consensos con los poderes Ejecutivo y Legislativo. En la etapa final del GT, el objetivo es instituir el plan de lectura mediante la legislación, con recur-sos administrativos y con gobernabilidad, acorde a las reglas democráticas de su construcción.

3.4. Evaluar, reflexionar, reformular y rehacer

Afirmo la necesidad de crear mecanismos permanen-tes y, cuando sea necesario, especiales, para evaluar los programas, las acciones y las metas que son cumplidas —o no— por el desarrollo de los planes nacionales de lectura.

Es importante que no se dejen de lado las evalua-ciones de progreso de todos los elementos en periodos relativamente cortos; y, cuando exista un programa po-tente y de grandes dimensiones, que se realicen las eva-luaciones técnicas especializadas y con una periodicidad compatible con la dimensión del programa evaluado.

También es necesario que esas evaluaciones sean rea-lizadas en todas las instancias encargadas del plan: los responsables directos (directores, gerentes, administra-dores) y los responsables estratégicos (consejos, comités,

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colectivos); y, siempre que sea posible, es importante incorporar al grupo evaluador otras instancias públicas y de la sociedad civil, para garantizar la representación de la diversidad del sector de la lectura y la escritura. Un buen ejemplo de evaluaciones más amplias son la intensa y cuidada participación del sector del libro, la lectura, la literatura y bibliotecas, organizado en torno al plan nacional de lectura, en los congresos o conferen-cias nacionales de cultura o educación.

En las evaluaciones permanentes realizadas por los responsables directos e indirectos es fundamental que se verifique el alcance de las iniciativas derivadas del plan nacional de lectura y cómo están los resultados de esos trabajos e inversiones de saberes, materiales y recursos empleados. Las evaluaciones periódicas serán realizadas durante todo el transcurso del plan, así este podrá tener ajustes, eventuales remodelaciones y cambios de rum-bos, actualizaciones, o la cancelación de programas y acciones que no estén surtiendo el efecto esperado.

En resumen, evaluar y reflexionar democráticamen-te, con la responsabilidad y la ética que se exigen en el sector público, es el factor fundamental para el buen desarrollo y resultado parcial o final de todos los planes de lectura y escritura que se quieran instituir.

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3.5. Los ejes de acción

Los parámetros y las estrategias fundamentales que co-mentamos en este capítulo son las bases sobre las cuales los planes nacionales de lectura deberían construir sus ejes de acción. Como enfaticé, ese proceso de construc-ción, inclusive de las bases, debe tener como metodolo-gía la amplia escucha de los todos los involucrados en el proceso creativo, productivo y mediador del libro y de la lectura.

A partir de este debate, que tiene características muy propias en cada país, se obtendrá lo que es más apro-piado para cada territorio. Podemos y debemos siempre trabajar con parámetros generales basados en los ejem-plos universales y en la preservación de valores demo-cráticos y libertarios, que son intrínsecos a la actividad de la lectura, del conocimiento y de la literatura; pero es importante que la aplicabilidad de los programas y de las acciones ocurra a partir del análisis que sea fruto de una construcción compartida.

Si los ejecutores de un proyecto de plan nacional de lectura actúan con esa metodología de la escucha y el intercambio, habrá eficacia, identificación, apropiación colectiva y comunitaria de los resultados, así como una adhesión duradera a las conclusiones estratégicas defen-didas por el plan.

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Por lo tanto, es importante enfatizar que no existen modelos únicos por ser seguidos en las acciones y en los programas incentivados por cada plan nacional, pero las experiencias de los países pueden servir de inspiración para un intercambio internacional.

Como ejemplo, comparto lo realizado en el Plan Na-cional del Libro y la Lectura de Brasil en su periodo de implementación. Expondré los cuatro ejes de acción que, con gran éxito, desarrollamos en mi país y que continúan siendo un parámetro para pensar, organizar y evaluar las acciones de formación lectora en el territorio nacional.

a. Los ejes de acción del modelo brasileño Al contrario de lo que pueda parecer, los ejes y las líneas de acción de un plan nacional o regional de formación de lectores no son, necesariamente, iniciativas que serán efectivamente implementadas por los gobiernos nacio-nales o regionales.

En un plan se trata de instituir los ejes de acción que dan solidez a los objetivos y se constituyen en metas cuantificables, las cuales son la fijación, el delineamien-to y la sistematización de las acciones emprendidas. Como determina el texto del plan:

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…que el conjunto de ejes pueda servir como una meta clara para que las más variadas ins-tituciones y entidades de la sociedad planeen e implementen sus acciones, concentrando el foco en las prioridades del sector sin dispersar recursos de cualquier naturaleza (Ministerios de Cultura y de Educación de Brasil, 2010, p. 38).

Con esta visión de la función de los ejes, el plan de lectura brasileño construyó cuatro ejes de acción que se constituyeron en objetivos mayores y, para cada uno de estos, se crearon elementos que fueron considerados ne-cesarios para que el país pudiese alcanzar sus objetivos. Cada uno de los elementos se tradujo en programas de acciones con metas anuales desarrolladas en el ámbito del gobierno federal de la época, por los ministerios de Cultura y de Educación. Debido a las características del plan de lectura brasileño, estos ejes también impulsaron y fueron el punto de orientación de múltiples proyectos y programas realizados por la sociedad civil.

Transcribo, a continuación, los ejes de acción del PNLL5:

5 El texto que sigue a continuación ha sido tomado del «Cua-derno del PNLL» (Ministerios de Cultura y de Educación de Brasil, 2010, pp. 38-42).

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Ejes de acción del PNLL

Eje 1: Democratización del acceso

1.1. Implementación de nuevas bibliotecas públi-cas: implementación de nuevas bibliotecas de acceso público, regionales, municipales y esco-lares (con acervos que atiendan, por lo menos, los estándares mínimos recomendados por la Unesco, incluyendo libros en braille, libros di-gitales, audiolibros, etcétera, computadoras co-nectadas a internet, periódicos, revistas y otras publicaciones periódicas), que funcionen como centros de amplia producción e irradiación cultural. Apertura de bibliotecas comunitarias (periferias urbanas, asentamientos, hospitales, guarderías, iglesias, zonas rurales, clubes de ser-vicios, ONG, etcétera).

1.2. Fortalecimiento de la red vigente de bibliote-

cas: fortalecimiento y consolidación del siste-ma nacional de bibliotecas públicas, que debe convertirse realmente en un sistema integrado con niveles jerárquicos de bibliotecas y medios de circulación de los acervos, informatización

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de los catálogos, capacitación permanente de gestores y bibliotecarios, como promotores de la lectura y la actualización de acervos. Instituir y fortalecer los sistemas regionales y munici-pales de bibliotecas con funciones de geren-ciamiento entre unión, Estados y municipios. Creación del sistema de estadísticas de las bi-bliotecas. Transformación de las bibliotecas en centros generadores de cultura. Programas permanentes de adquisición y actualización de acervos. Transformación de las bibliotecas en unidades presupuestarias. Bibliotecas públicas con un personal adecuado a las necesidades y especializado.

1.3. Conquista de nuevos espacios de lectura: crea-ción y apoyo a las salas de lectura, bibliotecas itinerantes y «puntos de lectura» (buses, vans, furgonetas, trenes, barcos, etc.). Actividades de lectura en parques, centros comerciales, libre-rías, aeropuertos, estaciones de metro, tren y buses. Lectura en hospitales, asilos, penitencia-rías, plazas y consultorios pediátricos. Lectura con niños y niñas en situación de calle. Espa-cios de lectura en los locales de trabajo.

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1.4. Distribución de libros gratuitos: programas para

distribuir libros didácticos y no didácticos para alumnos y profesores en las escuelas, y también para los niños, las niñas, los jóvenes y los adul-tos en otros contextos, tales como hospitales, asilos, presidios, zona rural, etcétera. Proyectos de educación para la ciudadanía con libros (sa-lud, medio ambiente, tránsito, trabajo, juven-tud, etcétera). Distribución de libros en canas-tas básicas, estadios, polideportivos, etcétera.

1.5. Mejora del acceso al libro y a otras formas de expresión de la lectura: circuito nacional de ferias del libro. Coediciones de libros en brai-lle, libros digitales y audiolibros para atender a las personas con discapacidad, especialmente, de naturaleza visual. Proyectos editoriales con periódicos y revistas. Campañas de donación de libros.

1.6. Incorporación y uso de tecnologías de la infor-mación y comunicación: formulación y mejora de técnicas que tengan por objetivo facilitar el acceso a la información y a la producción del

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saber, incluyendo capacitación continua para el mejor aprovechamiento de las tecnologías de la información y comunicación. Producción y desarrollo de tecnologías para la preservación de acervos, ampliación y difusión de bienes culturales como los libros digitales, informa-tización de bibliotecas y bibliotecas digitales, entre otros. Instalación de centros de lectura multimedia, orientados a la investigación y la divulgación, en especial, en las áreas de lectura y del libro.

Eje 2: Fomento de la lectura y formación de media-dores

2.1. Formación de mediadores de lectura: programas de capacitación de educadores, bibliotecarios y otros mediadores de lectura. Proyectos especia-les con universidades y centros de formación de profesores. Cursos de formación de educadores con estrategia de fomento de la lectura y de es-tudiantes que se preparen para la docencia en

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literatura infantojuvenil. Amplia utilización de los medios de educación a distancia para la for-mación de promotores de lectura en escuelas, bibliotecas y comunidades.

2.2. Proyectos sociales de lectura: proyectos para fomentar la lectura. Rondas o círculos de lec-tura, actividades de formación del lector en la escuela, clubes de lectura. Actividades de lectu-ra en comunidades tradicionalmente excluidas (indígenas, etcétera). Proyectos de formación de nuevos lectores jóvenes, adultos y ancianos en diversos contextos. Mediadores de lectura y contadores de historias, performances poéticas, rondas literarias y murales. Talleres de creación literaria para niños, niñas y jóvenes. Encuentro con autores. Banco de datos de proyectos de es-tímulo de la lectura con evaluación y estructura para su réplica. Concursos de órganos públi-cos y empresas estatales para apoyar proyectos. Continuidad y fortalecimiento del Programa Nacional de Incentivo a la Lectura (PROLER-FBN) .

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2.3. Estudios y fomento de la investigación en las áreas del libro y la lectura: diagnósticos sobre la situación de la lectura y del libro. Investigacio-nes sobre los hábitos de lectura y consumo de libros, como investigaciones cualitativas sobre la recepción de los más variados géneros. Inves-tigaciones sobre formación de base de conoci-miento y sobre las experiencias innovadoras y exitosas de lectura. Apoyo a las investigaciones sobre la historia del libro en Brasil, historia edi-torial brasileña, historia de las bibliotecas, his-toria de las prácticas sociales de lectura, historia de las librerías en los núcleos universitarios de investigación y fuera de la academia. Progra-mas de financiamiento para la investigación en las áreas del libro y de la lectura y para la publi-cación de los resultados de las investigaciones, con apoyo de las instituciones oficiales o de la sociedad.

2.4. Sistemas de información en las áreas de biblio-tecas, de la bibliografía y del mercado edito-rial: estudios e investigaciones para conocer la realidad de las bibliotecas, de las editoriales, de las librerías y del consumo de libros en Brasil.

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Estudios sobre la cadena productiva del libro y proyectos y programas para la política pública sectorial. Levantamiento de datos para deter-minar la cantidad de bibliotecas y librerías; y sobre inversiones en el sector editorial brasile-ño, inversiones de las políticas públicas, etcé-tera. Portal de proyectos, programas, acciones y calendario de actividades y eventos de cada área.

2.5. Premios y reconocimientos a las acciones de incentivo y fomento a las prácticas sociales de lectura: concursos para reconocer y premiar ex-periencias innovadoras de la promoción de la lectura y la literatura. Premios para acciones de fomento a la lectura desarrolladas en la escuela, biblioteca, comunidad, empresa, etcétera. Pre-mios para identificar, reconocer y valorar las di-ferentes prácticas sociales de lectura existentes.

Eje 3: Puesta en valor institucional de la lectura e in-cremento de su valor simbólico

3.1. Acciones para convertir el fomento de las prác-ticas sociales de lectura en política de Estado:

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programas gubernamentales de fomento a la lectura (como el Colegiado Sectorial del Li-bro, Lectura y Literatura-CSLLL , el Programa Nacional de Incentivo a la Lectura-PROLER, etcétera). Formulación de los Planes Estadua-les y Planes Municipales del Libro y la Lectu-ra (PELL y PMLL), formulación de políticas nacionales, regionales y municipales. Marcos legales (leyes del libro federal, regionales y mu-nicipales; decretos y normas). Realización de foros, congresos, seminarios y jornadas para proponer agendas sobre el libro y la lectura. In-vestigaciones y estudios sobre políticas públi-cas del libro, la lectura y la biblioteca pública. Estructuración del área de formulación, coor-dinación y ejecución de la política sectorial. Creación de fondos y agencias para el financia-miento y el fomento de la lectura. Creación de grupos de apoyo entre parlamentarios y forma-dores de opinión.

3.2. Acciones para crear conciencia sobre el valor social del libro y de la lectura: campañas insti-tucionales de valoración de la lectura, del libro, de la literatura y de las bibliotecas en televisión,

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radio, periódicos, internet, revistas, publicidad en la vía pública, cine y otros medios. Campa-ñas con testimonios de formadores de opinión sobre sus experiencias con libros y lectura. Pu-blicaciones de historias de lectura y claves sobre los libros de personalidades y personas anóni-mas de la comunidad. Campañas de concien-tización sobre la importancia de la biblioteca pública.

3.3. Publicaciones impresas y otros medios dedica-dos a la puesta en valor del libro y de la lectura: publicaciones de cuadernos, suplementos es-peciales, revistas periódicos y sitios en internet sobre el libro, la literatura, las bibliotecas y la lectura. Reseñas en periódicos y revistas, con lanzamientos en el mercado editorial. Progra-mas permanentes y especiales en la televisión y en la radio.

Eje 4: Desarrollo de la economía del libro

4.1. Desarrollo de la cadena productiva del libro: líneas de financiamiento para las imprentas, editoriales, distribuidoras y librerías y para la

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edición de libros. Programas gubernamentales de adquisición que consideren toda la cadena productiva y los intereses de las prácticas so-ciales de lectura en nuestro país. Programas de apoyo a las micro y pequeñas empresas. Foros sobre políticas del libro y de la edición. Pro-gramas de formación para editores, libreros y otros profesionales del mercado editorial. Pro-gramas para la ampliación de tirajes, reducción de costos y abaratamiento del precio del libro. Programas de apoyo al libro universitario.

4.2. Fomento a la distribución, a la circulación y al consumo de bienes culturales: política para fomentar la apertura de librerías y apoyar su permanencia. Librerías en plazas públicas. Li-bros en quioscos de periódicos. Programas de formación de libreros-emprendedores. Apoyo y financiamiento al sector librero. Programas de apoyo a la apertura de puntos alternativos de venta. Programas de educación continua para los profesionales de librerías. Programas de ta-rifas diferenciadas para el transporte y circula-ciones de bienes de lectura.

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4.3. Apoyo a la cadena creativa del libro: institución y estímulo para la concesión de premios en las diferentes áreas, así como becas de creación li-teraria para apoyar a los escritores. Apoyo a la circulación de escritores por escuelas, biblio-tecas, ferias, etcétera. Defensa de los derechos del escritor. Apoyo a la publicación de nuevos autores. Programas de apoyo a la traducción. Foros de derechos autorales y copyright restric-tivo y no restrictivo.

4.4. Mayor presencia en el exterior de la producción nacional literaria científica y cultural editada: participación en ferias internacionales. Progra-mas de exportación de libros y apoyo para la traducción de libros brasileños para su edición en el exterior. Difusión de la literatura y de los escritores brasileños en el exterior. Reedición de obras importantes que estén fuera de circu-lación.

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Capítulo 4

Planes de lectura: organización, estructura y marcos legales

4.1. La coordinación participativa como el mejor camino

Cuando diseñamos la arquitectura de la estructura de una política pública como la que sugerí en estas páginas, surge una pregunta inevitable: ¿quién coordinará todo este proyecto?

La respuesta puede sellar el éxito o el fracaso de los esfuerzos emprendidos para concebir la política. Igual de importante que conceptualizar, construir y diseñar la arquitectura es hacer cumplir los objetivos de la política que se aspira implementar.

La peor respuesta es la burocrática o la que atiende apenas conveniencias políticas que se contradicen con la autonomía crítica y la inteligencia en la ejecución. ¿Por qué afirmo esto? Porque cuando se trata de una política pública de formación de lectores, la misma metodología

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de la escucha y del diálogo que recomendamos para la construcción de los planes debe ser válida para su eje-cución. No basta construir democráticamente, también hay que ejecutar democráticamente.

Con la convicción y con el objetivo de dar vida a los fundamentos que discutí en el capítulo 2 —o sea, unir al Estado y la Sociedad, y también a la cultura y la educación para formar lectores—, planteo que el mejor camino para los planes nacionales de lectura es hacer valer los fundamentos que pueden ser sustentados en un largo plazo y en situaciones adversas.

La vida de las personas —y la vida pública en parti-cular— está hecha de compromisos, pactos y acuerdos. Cuando esos compromisos son fruto de procesos demo-cráticos, abiertos y transparentes, es posible que la parte ejecutiva sea tan efectiva como la sustentación teórica y el consenso político que creó el gran pacto nacional que un plan de lectura requiere y posibilita.

Es imposible no contar con el centralismo de los ór-ganos de gobierno responsables de la educación y la cul-tura en esta coordinación del plan nacional de lectura, en tanto la cultura y la educación representan la partici-pación activa de las otras áreas y sectores de la adminis-tración pública que compone el Estado. Será una señal de madurez de las instituciones si dichos sectores, que están extrañamente separados, consiguen pensar y eje-

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cutar juntos. Igualmente, si los gobiernos que inician y conducen dicho plan absorben concretamente la repre-sentación correspondiente del sector de la sociedad civil para compartir su administración e implementación.

Si bien, educación y cultura son esenciales y direc-tamente responsables de la formación de lectores, el es-fuerzo institucional público no debe atañer solamente a estos ámbitos. La lectura y la escritura tienen la trans-versalidad que corresponde a todas las acciones huma-nas en el mundo contemporáneo y, por lo tanto, tener lectores plenos en todas las áreas de la vida es una ga-nancia y una misión igualmente colectiva.

El desafío del consenso, por lo menos en el caso de que se realice un giro histórico y se enfrente una tarea hercúlea como es la formación de una nación de lecto-res, pasa por la construcción de una política de Estado que sea realmente estratégica, de largo plazo, suprapar-tidaria, supragubernamental y con una decisión política de compromiso entre el Estado y la sociedad.

La política de Estado para la lectura, planteada en estos términos, se eleva al umbral de las grandes deci-siones que una nación necesita tomar cuando quiere determinar sus rumbos. Se eleva, como derecho, al um-bral de la salud, de la seguridad, de la vivienda, de la alimentación, entre otros puntos esenciales que pueden

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transformar a una nación en más humana o, en caso contrario, más despojadora para su pueblo.

Con este nivel de responsabilidad cívica, y respon-diendo a una política de Estado y no de gobierno, este último necesariamente transitorio, no hay mejor estruc-tura de comando y coordinación de un plan nacional de lectura que aquel que es compartido entre el poder público de turno y la sociedad civil que representa al sector del libro, la lectura, la literatura y las bibliotecas. Por lo tanto, «compartir» es la palabra más adecuada para la coordinación de los planes nacionales de lectura.

4.2. Gobernabilidades posibles: el modelo brasi-leño

Los marcos legales del PNLL brasileño apuntaban a estructuras de comando y coordinación que considero aplicables a cualquier país. Ello es evidente, ya que son pactados con los ideales compartidos en la misión de formar lectores que se expone exhaustivamente en este libro.

Con pequeñas variaciones numéricas en sus compo-siciones, el PNLL estructuró su comando y coordina-ción tal como sigue.

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a. Estructura de gobernabilidad del PNLL• Se creó un Consejo Directivo, una Coordinación

Ejecutiva y un Consejo Consultivo. • El Consejo Directivo deliberaba las estrategias

anuales del plan y estaba compuesto por dos re-presentantes del Ministerio de Cultura, dos re-presentantes del Ministerio de Educación, un representante de los autores, un representante de los editores de libros y un representante de espe-cialistas en lectura. Se reunía trimestralmente.

• La Coordinación Ejecutiva deliberaba sobre las demandas cotidianas y ejecutaba las resoluciones estratégicas del Consejo Directivo. Estaba com-puesta por cinco miembros, representantes del Ministerio de Cultura, del Ministerio de Educa-ción, de la Fundación Biblioteca Nacional y de entidades representativas de los bibliotecarios que componen el Colegiado Sectorial del Libro, Lectura y Literatura. Se reunía mensualmente o siempre que la situación requiriese alguna deci-sión colegiada.

• El Consejo Consultivo, como su propio nombre lo expresa, era un foro privilegiado de la escucha y del debate amplio con la sociedad civil y los representantes del sector del libro, la lectura, la literatura y de las bibliotecas. Este consejo estaba

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constituido por los miembros del Colegio Secto-rial del Libro, la Lectura y Literatura. Este órga-no tenía autonomía para concertar sus reuniones, convocar a los miembros ejecutores del PNLL, conducir críticas y demandas del sector del libro y la lectura e inspirar al Consejo Directivo.

• Para coordinar y comandar esta estructura, tanto en el Consejo Directivo como en la Coordina-ción Ejecutiva, el PNLL contó con la función de un secretario ejecutivo, nombrado por libre elec-ción por los ministros de Cultura y Educación, a quienes respondía directamente. El secretario eje-cutivo tenía su puesto, voz y voto en el Consejo Consultivo; de este modo, representaba al PNLL junto con otros poderes federales, los gobiernos regionales y municipales y la sociedad civil. Cabe observar que la experiencia brasileña designó para esta función a un representante de la sociedad, un profesional en el área, que ejerció bajo el régimen de cooperación ad honorem, sin remuneración y sin vínculo laboral con el gobierno federal. Esta decisión, eminentemente política, tuvo como es-trategia la garantía de una voz de comando autó-noma, independiente y que pudiese tener la auto-ridad adecuada para responder a una acción que pretendía ser política de Estado.

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b. Relación de la estructura del PNLL con las estruc-turas de gobiernoEn este punto explico la importante diferencia entre el plan nacional de lectura brasileño y los planes de la región. Como siempre hay que distinguir entre plan y programa, tal como se precisó en el capítulo 2, se ha considerado la línea de comandos y responsabilidades de acuerdo con las tareas del plan y de los programas por ejecutar.

En torno al PNLL, y sobre la base del texto de con-senso y la estructura del ítem 1, la Coordinación Eje-cutiva trabajaba junto con los ministerios de Cultura y de Educación de forma inductiva, para ayudar en la formulación de proyectos, programas y acciones que atiendan los cuatro ejes del PNLL expuestos en el ca-pítulo 3. Los ministerios, mediante sus órganos de ges-tión, eran los responsables de las bases de los programas y acciones, así como de su aplicación, gerenciamien-to, metas y resultados. En el Ministerio de Cultura, el PNLL actuaba principalmente junto con la Dirección del Libro, Lectura, Literatura y Bibliotecas (DLLLB), la Fundación Biblioteca Nacional y el Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas. En el Ministerio de Educación, la colaboración ocurría principalmente con el Fondo Nacional de Desarrollo Educativo (FNDE), la Secreta-ría de Educación Básica (SEB), la Secretaría de Educa-

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ción Continua, Alfabetización y Diversidad (Secad) y la Secretaría de Educación Especial (Seesp).

Esta división de responsabilidades y de trabajos, armoniosamente acordada por el texto consensual del plan, posibilitó que el PNLL tuviera una estructura muy pequeña y poco costosa. El gran volumen de re-cursos empleados en la promoción de la lectura, inédito en la historia del libro y de la lectura en Brasil entre los años 2007 y 2010, era totalmente atribución y respon-sabilidad de los ministerios citados.

Con mucha coherencia conceptual y estricta obser-vancia de los distintos papeles que ejercemos, puedo afirmar, como exsecretario ejecutivo, que esta organi-zación heterodoxa para las estructuras patrimonialistas, como el Estado brasileño, funcionó sorprendentemente bien y mostró que es posible la cooperación entre Es-tado y sociedad en distintos niveles de ejecución. Esta estructura solo se desmoronó cuando la concepción de-mocrática y participativa del Estado brasileño fue derro-tada en 2019, con el distanciamiento de la sociedad del gobierno federal debido al actual mandatario.

Fueron tiempos democráticos y participativos, tal como deben ser los planes formadores de lectura y ciu-dadanía. Ojalá los tengamos de vuelta, porque estos son testimonios y forman parte del crecimiento de lectores que Brasil experimentó en aquel periodo corto.

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4.3. Marcos legales: compromiso y fuerza de la estructura de los PNL

Con mucha frecuencia afirmo que un gobierno real-mente realiza políticas públicas cuando cumple dos re-quisitos esenciales: 1) crea marcos legales que orientan y legitiman sus acciones en esa área; y 2) hace inversiones suficientes para sustentar la política que quiere imple-mentar. Sin ello se corre el riesgo del fracaso y de la frustración.

Cuando tratamos de montar una estructura de co-mando y coordinación de una política de Estado para la lectura, la elaboración de marcos legales se torna un imperativo. Es mediante esos marcos que el Estado po-drá operar. Estos instituyen y delimitan poderes, posi-bilidades y financiamiento, y les dan a los ejecutores la tranquilidad de trabajar de acuerdo con el orden legal de sus respectivos países.

Al observar las estructuras de coordinación de los di-versos planes nacionales de lectura de los países de la re-gión en los últimos quince años, podemos constatar una heterogeneidad enorme en este ítem. Según el acuerdo político en torno al plan, este puede ser comandado por el sector cultural o educativo y, a veces, existe una super-posición, lo que ocasiona acciones no necesariamente armoniosas. Igualmente, es muy poco frecuente que la

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sociedad civil comparta la coordinación y los rumbos del plan que está siendo aplicado.

En coherencia con el plan en el que se centra este libro, daré nuevamente el ejemplo de lo que hicimos en el PNLL brasileño.

A partir de la idea de intercambio y de responsabili-dad común entre cultura, educación, Estado y sociedad desde los primeros pasos del PNLL, construimos lenta-mente los marcos legales que respetasen este consenso inicial. De este modo, Brasil experimentó, a partir de agosto de 2006 y hasta el día de hoy, tres etapas en los marcos legales que implementó para la sostenibilidad y la estructuración del PNLL.

El primero de estos fue un acto administrativo de competencia ministerial, una norma asignada por el mi-nistro de Estado. En este caso, como acción conjunta, se promulgó la Norma Interministerial 1.442/2006 de los ministerios de Educación y de Cultura. Esta estu-vo vigente hasta setiembre de 2011, cuando la entonces presidenta Dilma Rousseff, mediante prerrogativas ex-clusivas de la Presidencia de la República, promulgó el decreto 7.559/2011 que instituyó el PNLL. Elevado a resolución presidencial, el PNLL salió del umbral legal de los ministerios y se tornó un acto de la presidencia del país.

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El debate que desarrollamos en Brasil desde 2006 siempre apuntó a la construcción de una política de Es-tado. Esta tiene que ser refrendada por una ley y no por normas o decretos. De esta manera, con el forta-lecimiento legal en 2011, seguimos con el objetivo de conquistar una ley aprobada por el Congreso Nacional y ratificada por la Presidencia de la República.

Fue en este contexto que el PNLL ganó un nuevo lu-gar con la aprobación del Parlamento y la sanción presi-dencial en julio de 2018, mediante la ley 13.696/2018, que instituyó la Política Nacional de Lectura y Escritura (PNLE). En el cuerpo de la ley, encontramos todos los conceptos, valores, objetivos y misiones que constan en el texto del PNLL, creado por consenso en 2006. Esta establece como política de Estado que los gobiernos brasileños tendrán un Plan Nacional de Lectura cada diez años. Con esta medida, los legisladores hicieron una distinción entre la denominación y la misión de la política de Estado y los planes nacionales de lectura; estos últimos, necesariamente con un periodo asignado, serán frecuentemente ajustados y tendrán metas cuan-tificables y observables en cada uno de los objetivos de-cenales.

En todo ese recorrido entre 2006 y 2018, los mar-cos legales han observado la responsabilidad comparti-da entre los ministerios de Cultura y Educación, y han

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habilitado la participación activa de la sociedad civil, al establecer su presencia en los comités coordinadores del PNLL, tanto en el consultivo como en el directi-vo. El respeto a la presencia de la sociedad civil en la conducción compartida del PNLL fue vulnerado, por única vez, por el actual presidente de la República que, en mayo de 2019, clausuró el Consejo Consultivo del PNLL, cuya mayoría de miembros era de la sociedad civil, y dejó apenas un representante en el Consejo Di-rectivo. El gobierno actual también se opone a imple-mentar la ley del PNLE, anteriormente mencionada.

El PNLL se desarrolló como política pública entre 2006 y 2018, y la estructura implementada tuvo un funcionamiento acorde con los marcos legales y mostró niveles de desempeño satisfactorio, según las priorida-des de cada periodo de los presidentes de la República y sus ministros durante trece años. Desde enero de 2019 hasta la publicación de este libro, no hay ninguna ac-ción referente al PNLL por parte del gobierno federal, aunque así lo obligue la ley 13.696/2018.

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Conclusiones

El devenir del derecho a la lectura

La pandemia que nos asaltó en 2020 puso al mundo en suspenso y, al mismo tiempo, lo dejó totalmente expues-to. Al mostrarnos por completo, sin trucos cosméticos de los ilusionistas de lo real, revelamos la fotografía más nítida de la contemporaneidad: una civilización blanca en sus límites de sostenibilidad, marcada por la destruc-ción de la naturaleza, por el genocidio de los pueblos originarios, por el racismo estructural de nuestras so-ciedades atrasadas y excluidas, por la hegemonía de la desigualdad económica y social y por la privación de los derechos que se esperan de la idealizada polis, principal-mente de la actual, que se proclama de la información y del conocimiento.

Sin embargo, en constante movimiento, la doloro-sa coyuntura nos proporciona una especie de congela-miento paradojal del devenir; desconfigura la absoluta certeza de que nada es permanente, tema tan preciado en la antigua filosofía griega.

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El peso de la inmovilidad, impuesta por la pandemia en la estela de muchas otras derrotas, nos da la sensa-ción de que este periodo histórico trascenderá. Al mis-mo tiempo, viene la angustia de lo poco que caminamos y de lo mucho que necesitamos avanzar en el ejercicio de la libertad y del intercambio de los espacios físicos y materiales.

La gigantesca tarea de la humanidad, que precisa resolver las desigualdades para poder sobrevivir como especie, asciende al umbral de la imposibilidad y nos co-loca en la profunda reflexión y angustia sobre el futuro.

Y aunque esta angustia vale para todos los aspectos de la vida —en la cultura y en la educación, y en los fundamentos de las libertades o de las múltiples cárce-les—, tiene una connotación específica que es necesario comentar para vislumbrar las posibilidades de un futuro más coherente con lo que podemos llamar humano.

Aquí, en estos «tristes tópicos», como los denominó Claude Lévi-Strauss, el acceso a la educación y el in-centivo a las culturas de nuestros diversos pueblos nos fueron negados de manera sistemática. Darcy Ribeiro, intelectual libertario y político brasileño, tiene una fa-mosa frase que sintetiza esto: «La crisis de la educación en Brasil no es una crisis, es un proyecto». Esto es evi-dencia de aquello que todos los gestores sinceros que buscan trabajar con educación y cultura en Brasil en-

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tienden rápidamente: el Estado brasileño, estructural-mente y en todos sus niveles, se mueve contra la educa-ción y la cultura como prioridad y como derecho de la ciudadanía. Tal vez podamos extender este análisis para buena parte de los países hermanos de América Latina.

Esta situación estructural se afirma aún más en go-biernos que encontraron en la supresión de los derechos y en las actitudes protofascistas su principal modo de operar el Estado. La sensación de que abortamos el de-venir se amplifica cuando, en los sucesivos gobiernos, constatamos la destrucción de lo que estuvo eventual-mente bien construido en periodos anteriores, lo cual perpetúa ciclos de discontinuidad de buenos programas. Es necesario interrumpir este ciclo perverso y establecer, en lugar de políticas de gobierno, políticas de Estado.

Sobre el peso de la perversa estructura histórica que privilegió la exclusión del derecho a la lectura, las pre-guntas cruciales sobre el futuro de nuestra literatura, de nuestras artes, de la poesía, de la formación de nuestros lectores, tiene un gusto amargo y una legítima incer-tidumbre. Lo que nos puede quitar esa incertidumbre es el devenir, porque este no se puede paralizar, mucho menos, contener.

El devenir contiene nuestra cotidianidad, construida con lucha y resiliencia, con nuestros semejantes, con to-das las fuerzas, materiales y simbólicas, que posibilitan

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el afecto, el bienestar, la risa, el llanto de la victoria y de la pérdida entre nosotros. El devenir es cultura, aquella que se proyecta en las tres dimensiones como valor sim-bólico, ciudadanía y economía.

En esta perspectiva, la política pública se forja y se funde con el quehacer cultural de parte sustantiva de nuestros pueblos, de este devenir que se transforma a cada minuto y se torna dinámico en tanto política por-que refleja el movimiento real de nuestros conciudada-nos.

Ya sabemos algo esencial: la literatura, la poesía, la formación de lectores no se realizan porque el Estado esté presente. La lucha por la lectura será más promiso-ria si el Estado se compromete con esta, pero ni su au-sencia ni su ataque contra esta la paralizan o la eliminan. Porque es la política pública la que se alimenta de los movimientos reales de la ciudadanía y no al contrario. He ahí la esperanza en el devenir que no es tan solo un soplo de aliento efímero, sino la lucha por los derechos que la ciudadanía lleva a cabo, incesantemente y con la confianza de que tendrá sus frutos.

Si recorremos nuestros países de América Latina, en-contraremos innumerables núcleos formadores de lec-tores y millares de acciones que hacen la diferencia en la cultura y en la educación. En las márgenes y en los territorios laten los valores y las metas de las políticas

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públicas de lectura que se construyen democráticamen-te gracias a los incontables grupos de escritores, poetas, profesores, bibliotecarios, agentes culturales de diversos niveles, mediadores de lectura, entre tantos otros, es-parcidos en nuestros países. Existen y se hacen oír. Sin alardes, trabajan formando lectores y fomentando ciu-dadanía. Resiliencia, escucha, intercambio, estas son sus armas de lucha. «Pan, protección, poesía y siembra», como cantan los amigos mediadores de lectura, educa-ción popular y cultura del colectivo LiteraSampa, en el barrio de Parelheiros, periferia metropolitana de la ciu-dad de São Paulo. En tanto existan miles de colectivos como estos, habrá futuro y se preservará lo mejor de lo que construimos en el pasado.

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***Concluyo con un mensaje a los lectores peruanos a quienes está destinado este libro.

Escribí este texto, con algunas alteraciones, para la revista virtual Pessoa, en junio de 2020, como una re-flexión sobre la pandemia de la COVID-19 y con una mirada hacia mi país, Brasil. Al releerlo y reflexionar so-bre lo que debería decir en la conclusión de este peque-ño libro, identifiqué muchas similitudes en las diversas situaciones políticas que vivimos en «nuestra América». Somos más cercanos de lo que imaginamos, pues tene-mos dinámicas históricas, antropológicas, sociológicas, económicas y políticas con diferencias, a veces sustan-ciales, pero tenemos mucho más en común. Tanto en las desigualdades históricamente urdidas por muchos dominadores de nuestros pueblos, como en la resilien-cia y en las innumerables luchas contra la fuerza bru-ta, el despojo de las riquezas y la dominación. A pesar de una historia y de una realidad actual sangrienta, la mayor parte de nosotros valora la vida comunitaria, el intercambio, la naturaleza, los pueblos originarios y una cultura de paz.

Este es el pensamiento que me ha convencido de que nuestras fronteras necesitan unirse con la fuerza eman-cipatoria y libertaria de nuestros pueblos, y por esta ra-zón decidí compartir aquí esta difícil crónica de 2020.

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Año que, a pesar de su crueldad y fuerza destructiva, será un episodio de larga resiliencia y del devenir por el que luchamos, siempre movidos por la esperanza activa de los que aman la democracia, el bienestar social y la construcción de una sociedad en la que el derecho a la lectura sea un bien permanente de todos nuestros con-ciudadanos.

¡Viva la lectura en el Perú, Brasil y en toda América Latina!

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Igarza, Roberto (coord.) (2013). Nueva agenda por el libro y la lectura: recomendaciones para políticas públicas en Iberoamérica. Bogotá: CERLALC. Recuperado de https://cerlalc.org/publicaciones/nueva-agenda-por-el-libro-y-la-lectura-recomen-daciones-para-politicas-publicas-en-iberoameri-ca/

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El presente libro describe y analiza los pasos necesarios para la construcción de políticas y planes nacionales del libro y la lectura como documentos centrales para superar las desigualdades del mundo en el que vivimos.

Mediante la revisión y reflexión de los logros y oportunidades de mejora del Plan Nacional del Libro y la Lectura de Brasil, cuya implementación fue coordinada por el autor de este libro, Castilho nos muestra una ruta clara a seguir en la consecución de un plan nacional que se construya sobre la base de nuestra diversidad cultural y desde una perspectiva inclusiva que escuche y convoque a la mayor diversidad posible de actores. Asimismo, Castilho comparte en este texto su defensa de la lectura como un derecho humano que favorece el ejercicio de otros derechos y que promueve un mejor desempeño de los seres humanos en todos los aspectos de su vida.

En suma, se trata de un libro que propone una dirección clara hacia la construcción de políticas públicas que permitan generar las mejores condiciones posibles para el ecosistema de la lectura y el libro, colocando siempre en el centro al lector.